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Génesis 27

Este capítulo nos relata cómo Jacob y Rebeca se confabularon


para obtener de Isaac la bendición para Jacob que era, en
realidad, la bendición que Isaac tenía reservada para Esaú.
Jacob anhelaba recibir esa bendición de su padre. El sabía
que Dios había prometido a su madre que el hijo mayor
serviría al menor, por lo que la bendición ya le pertenecía a
él. Sin embargo, Jacob no creyó en Dios ni su madre, Rebeca
creyó en aquella promesa de Dios Es evidente que Isaac, su
padre, tampoco la creyó, porque si no, no hubiera tratado de
pasar por alto a Jacob, prometiéndole la bendición a Esaú. Su
actitud revela que se dejó llevar por sus propios sentimientos
y por su apetito, en contradicción con lo que la Palabra de
Dios había expresado con claridad.
El método que Jacob utilizó para obtener su primogenitura no
puede ser respaldado ni justificado por ningún motivo. Se
valió del engaño y de una trampa, por lo que su conducta fue
despreciable. Dios no toleró ese proceder, de la misma
manera en que tampoco toleró la conducta de Sara y
Abraham en el asunto de Agar e Ismael. Dios no podía utilizar
ni el engaño ni el ingenio de Jacob. Como veremos más
adelante en el relato, Dios se ocuparía de este hombre de una
forma muy concreta, porque Jacob tuvo que pagar las
consecuencias de su pecado con la misma moneda.
El capítulo anterior, el 26, concluía con la situación de Esaú,
quien a la edad de cuarenta años se casó con dos de las hijas
de Het, de aquella región. Aquella unión fue causa de aflicción
para Isaac y Rebeca. Luego veremos que ellos reconocieron
que Jacob no podría casarse con una de las hijas de Het o con
una mujer filistea. Esto fue el motivo que les movió a enviarle
a la zona de Harán, donde se casaría con una mujer de la
familia de Abraham.
Leamos los primeros 4 versículos, que nos cuentan como
Isaac prometió la bendición a Esaú
"Y aconteció que siendo ya viejo Isaac, y sus ojos demasiado
débiles para ver, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: Hijo
mío. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo Isaac: Mira, yo soy
viejo y no sé el día de mi muerte. Ahora, pues, te ruego,
toma tu equipo, tu aljaba y tu arco, sal al campo, y tráeme
caza; y prepárame un buen guisado como a mí me gusta, y
tráemelo para que yo coma, y que mi alma te bendiga antes
que yo muera."
Hemos considerado que Isaac era un hombre excepcional,
una gran personalidad. Recordemos cuando el rey Abimelec y
los filisteos, que le temían y respetaban, vinieron a concertar
un tratado con él. Era un hombre paciente y pacífico y, al
mismo tiempo, prominente y poderoso. Sin embargo, aquí
reveló su debilidad. Durante toda su vida, Esaú había sido su
hijo favorito, mientras que Jacob había sido el favorito de
Rebeca. Esaú era el joven amante de la vida al aire libre, que
salía de caza y volvería trayendo un ciervo u otro animal para
asarlo, y para que su padre disfrutase así de una buena
comida. Ahora Isaac, en su ancianidad, quería bendecir a su
hijo favorito. Aunque él sabía bien que Dios había dicho que
el hijo mayor serviría al menor, evitó cumplir lo que Dios
había establecido porque, realmente, quería bendecir a Esaú.
Es así que le pidió que saliese al campo a cazar para traerle y
prepararle una comida, después de la cual le bendeciría. Así
estaba la situación y las relaciones familiares en aquel hogar.
Leamos los versículos 5 al 8, para ver de qué manera
Rebeca conspiró con Jacob para engañar a Isaac
"Rebeca estaba escuchando cuando Isaac hablaba a su hijo
Esaú. Y cuando Esaú fue al campo a cazar una pieza para
traer a su casa, Rebeca habló a su hijo Jacob, diciendo: He
aquí, oí a tu padre que hablaba con tu hermano Esaú,
diciéndole: Tráeme caza y prepárame un buen guisado para
que coma y te bendiga en presencia del Señor antes de mi
muerte. Ahora pues, hijo mío, obedéceme en lo que te
mando."
Rebeca acertó a oír lo que Isaac dijo a Esaú. Y para proteger
a Jacob, su favorito, concibió aquel plan basado en el engaño.
Dios no podía tolerar ese astuto proceder, desde ningún
punto de vista. El permitió que este incidente quedase
registrado como historia, aunque lo condenase. Recordemos
lo que sucedió en esta ocasión, porque luego comprobaremos
como todo acabó volviéndose en contra de Jacob. Leamos el
diálogo entre la madre y el hijo, y cómo resolvieron el
problema del diferente aspecto físico de Esaú, en los
versículos 9 al 17,
"Ve ahora al rebaño y tráeme de allí dos de los mejores
cabritos de las cabras, y yo prepararé con ellos un buen
guisado para tu padre como a él le gusta. Entonces se lo
llevarás a tu padre, que comerá, para que te bendiga antes
de su muerte. Y Jacob dijo a su madre Rebeca: He aquí, Esaú
mi hermano es hombre velludo, y yo soy lampiño. Quizá mi
padre me palpe, y entonces seré para él un engañador, y
traeré sobre mí una maldición y no una bendición. Pero su
madre le respondió: Caiga sobre mí tu maldición, hijo mío;
solamente obedéceme, y ve y tráemelos. Y él fue, los tomó y
los trajo a su madre; y su madre hizo un buen guisado, como
a su padre le gustaba. Entonces Rebeca tomó las mejores
vestiduras de Esaú, su hijo mayor, que tenía en la casa, y
vistió a Jacob, su hijo menor; le puso las pieles de los
cabritos sobre las manos y sobre la parte lampiña del cuello,
y puso el guisado y el pan que había hecho en manos de su
hijo Jacob."
La preparación de la trama no pudo ser más minuciosa, y
Jacob estuvo listo para entrevistarse con su padre utilizando
métodos fraudulentos con los cuales Dios, por supuesto, no
tenía nada que ver. Continuaremos leyendo el relato Bíblico
que, en el próximo párrafo nos relata cómo
La intriga tuvo éxito y Jacob engañó a su padre
Leamos, en primer lugar, los versículos 18 al 20:
"Entonces él fue a su padre, y dijo: Padre mío. Y éste
respondió: Aquí estoy. ¿Quién eres, hijo mío? Y Jacob dijo a
su padre: Soy Esaú tu primogénito. He hecho lo que me
dijiste. Levántate, te ruego. Siéntate y come de mi caza para
que me bendigas. E Isaac dijo a su hijo: ¿Cómo es que la has
encontrado tan pronto, hijo mío? Y él respondió: Porque el
Señor tu Dios hizo que así me acaeciera."
Resulta sorprendente aquí la utilización del nombre de Dios
por parte de Jacob. Esto me lleva a añadir una breve reflexión
sobre la importancia que tiene este asunto en la actualidad,
en la que el comportamiento privado y público de los
cristianos se halla bajo el escrutinio de otros. De acuerdo con
los principios éticos de las Sagradas Escrituras, no existe tal
cosa como una " piadosa " utilización de métodos dudosos o
que impliquen engaño u ocultamiento, por más meritorios que
puedan parecer los motivos o fines. Aquí se aplica, una vez
más, la conocida expresión de que el fin no justifica los
medios. No se puede manipular ni utilizar indebidamente el
nombre de Dios, para encubrir o maquillar conductas
claramente no aprobadas por la Palabra de Dios. Volvamos al
relato de aquel lamentable encuentro y leamos los versículos
21 al 29:
"Isaac entonces dijo a Jacob: Te ruego que te acerques para
palparte, hijo mío, a ver si en verdad eres o no mi hijo Esaú.
Jacob se acercó a Isaac su padre, y él lo palpó, y dijo: La voz
es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú. Y
no lo reconoció porque sus manos eran velludas como las de
su hermano Esaú; y lo bendijo. Y le preguntó: ¿Eres en
verdad mi hijo Esaú? Y él respondió: Yo soy. Entonces dijo:
Sírveme, y comeré de la caza de mi hijo para que yo te
bendiga. Y le sirvió, y comió; le trajo también vino, y bebió. Y
su padre Isaac le dijo: Te ruego que te acerques y me beses,
hijo mío. Y él se acercó y le besó; y al notar el olor de sus
vestidos, lo bendijo, diciendo: He aquí, el olor de mi hijo es
como el aroma de un campo que el Señor ha bendecido, Dios
te dé, pues, del rocío del cielo, y de la grosura de la tierra, y
abundancia de grano y de mosto. Sírvante pueblos, y
póstrense ante ti naciones; sé señor de tus hermanos, e
inclínense ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te
maldigan, y benditos los que te bendigan."
Isaac estaba transmitiendo a Jacob la heredad de la promesa,
es decir, la bendición que él había recibido de su padre
Abraham, la promesa que Dios había dado a Abraham. Es
interesante observar que tal bendición, como Dios había
indicado anteriormente, ya pertenecía a Jacob. Dios
bendeciría a Jacob pero no aceptaría el fraude, el engaño
utilizado para obtener la bendición. Continuemos leyendo el
próximo párrafo, los versículos 30 al 40, en el relato de cómo
La intriga fue descubierta cuando Esaú regresó
"Y sucedió que tan pronto como Isaac había terminado de
bendecir a Jacob, y apenas había salido Jacob de la presencia
de su padre Isaac, su hermano Esaú llegó de su cacería. Y
también él hizo un buen guisado y lo trajo a su padre, y le
dijo: Levántese mi padre, y coma de la caza de su hijo, para
que tú me bendigas. Y su padre Isaac le dijo: ¿Quién eres? Y
él respondió: Soy tu hijo, tu primogénito Esaú. Y tembló
Isaac con estremecimiento muy grande, y dijo: ¿Quién fue
entonces el que trajo caza, antes que tú vinieras, y me la
trajo y yo comí de todo, y le bendije? Sí, y bendito será. Al
oír Esaú las palabras de su padre, clamó con un grande y
amargo clamor, y dijo a su padre: ¡Bendíceme, bendíceme
también a mí, padre mío! Y él respondió: Tu hermano vino
con engaño, y se ha llevado tu bendición. Y Esaú dijo: Con
razón se llama Jacob, pues me ha suplantado estas dos
veces. Me quitó mi primogenitura, y he aquí, ahora me ha
quitado mi bendición. Y añadió: ¿ No has reservado una
bendición para mí? Pero Isaac respondió, y dijo a Esaú: He
aquí, yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos
a todos sus parientes; y con grano y mosto le he sustentado.
En cuanto a ti ¿qué haré, pues, hijo mío? Y Esaú dijo a su
padre: ¿No tienes más que una bendición, padre mío?
Bendíceme, bendíceme también a mí, padre mío. Y Esaú alzó
su voz y lloró. Entonces su padre Isaac respondió, y le dijo:
He aquí, lejos de la fertilidad de la tierra será tu morada, y
lejos del rocío que baja del cielo. Por tu espada vivirás, y a tu
hermano servirás; mas acontecerá que cuando te
impacientes, arrancarás su yugo de tu cerviz."
Según la narración, en el oportunismo de Jacob funcionó
también el factor tiempo, pues apenas salió éste, entró Esaú.
Una coincidencia de ambos en este episodio hubiese resultado
trágica. En esto podemos ver la intervención de Dios, que
evitó así que uno de los hermanos hubiera sido puerto por el
otro, y que ese otro se convirtiese en homicida de su
hermano. Y la reacción de dolor de Esaú fue comprensible,
aunque debamos preguntarnos si su profunda tristeza se
debía solamente a la pérdida de los beneficios materiales de
aquella bendición, o si, en alguna medida, le afectaban
también las implicaciones espirituales incluidas en la
bendición. El escritor de la epístola a los Hebreos,
comentando este incidente en el capítulo 12:17, y
refiriéndose a Esaú, dice:
"Porque sabéis que aún después, cuando quiso heredar la
bendición, fue rechazado, pues no halló ocasión para el
arrepentimiento, aunque la buscó con lágrimas."
Aquí quizás pueda interpretarse que su arrepentimiento no
fue completamente sincero, sino más bien la expresión de
una frustración por las consecuencias del engaño que había
sufrido. De todos modos, Isaac pronunció para él una
bendición relacionada con su futuro, que finalizaba con una
nota positiva, ya que la sumisión ante su hermano Jacob no
sería para siempre.
También hemos de observar en los siguientes capítulos que la
bendición a Jacob no implicaba una vida de bienestar ni
carente de problemas. Su carácter tampoco cambió
repentinamente al recibir esta bendición, sino que fue
evolucionando en las sucesivas experiencias por las que Dios
le fue llevando, y por haber tenido que sufrir las
consecuencias de su engaño.
Leamos, pues, en el último párrafo del capítulo, en los
versículos 41 al 46, el relato de cómo
Rebeca envió a Jacob a Labán
Para librarle de la ira de su hermano Esaú:
"Esaú, pues, guardó rencor a Jacob a causa de la bendición
con que su padre le había bendecido; y Esaú se dijo: Los días
de luto por mí padre están cerca; entonces mataré a mi
hermano Jacob. Cuando las palabras de Esaú, su hijo mayor,
le fueron comunicadas a Rebeca, envió a llamar a Jacob, su
hijo menor, y le dijo: Mira, en cuanto a ti, tu hermano Esaú
se consuela con la idea de matarte. Ahora pues, hijo mío,
obedece mi voz; levántate y huye a Harán, a casa de mi
hermano Labán. Y quédate con él algunos días hasta que se
calme el furor de tu Hermano; hasta que la ira de tu hermano
contra ti se calme, y olvide lo que le hiciste. Entonces enviaré
y te traeré de allá. ¿Por qué he de sufrir la pérdida de
vosotros dos en un mismo día? Y Rebeca dijo a Isaac: Estoy
cansada de vivir a causa de las hijas de Het; si Jacob toma
mujer de las hijas de Het, como éstas, de las hijas de esta
tierra, ¿para qué me servirá la vida?"
Aquí hemos podido ver a la madre tomando este asunto en
sus manos. Recordemos que Esaú se había casado con
mujeres paganas, lo cual había traído gran aflicción al hogar.
En vista de aquella situación, Rebeca encontró un motivo para
convencer a Isaac de la conveniencia de que Jacob saliese de
allí, para evitar que cometiese el mismo error. De esa
manera, en realidad, le estaba protegiendo de su hermano
Esaú. Lejos estaba de imaginar hasta qué punto pagaría ella
las consecuencias de su propia actuación en este asunto.
Nunca volvería a ver a su hijo Jacob; le envió fuera de su
casa con la intención de mantenerle ausente por un tiempo
breve, que en realidad se convertiría en un largo período de
tiempo, nada menos que veinte años y, durante ese período,
ella moriría. Y Jacob regresaría para el funeral de su padre,
pero nunca volvería a ver a su madre.
Un detalle interesante es que Rebeca estaba enviando a su
hijo favorito a la casa de su hermano Labán, precisamente al
lugar en que Jacob tendría que aprender durísimas lecciones,
ya que experimentaría en carne propia los malos resultados
de su fraude, y el duradero y amargo fruto de su carácter
engañoso. Creyó ser muy astuto pero, durante muchos años,
tendría que soportar que su tío Labán, que le superaba en
inteligencia, controlase su vida con engaños y artimañas.
Pero, volviendo a la secuencia final del relato, podemos
imaginarnos cómo habrán sido aquellos años de la vida de
Rebeca, al considerar el poco aprecio de su hijo Esaú a causa
de este episodio.
Concluimos nuestro programa resaltando la amargura y el
tiempo malgastado, o perdido, que resultan de actuar con
incredulidad ante la Palabra y las promesas de Dios, obrando
impulsivamente y en contra de los planes de Dios.
Ciertamente, cada uno de los personajes que hoy hemos
considerado permanece en la historia Bíblica, entre otras
cosas, como un recordatorio de aquellas palabras del apóstol
Pablo en su carta a los Gálatas, capítulo 6:7,
"No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo
que el hombre siembre, eso también segará."

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