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La Oscuridad del Jeque

2º Trilogía Jeques Inmortales


Nina Bruhns
Traducido por ML para AEBks
La Oscuridad del Jeque
Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Índice

Nota de la Autora ................................................................................. 4


Argumento .......................................................................................... 6
Prólogo ............................................................................................... 7
Capítulo 1 ............................................................................................ 8
Capítulo 2 .......................................................................................... 18
Capítulo 3 .......................................................................................... 23
Capítulo 4 .......................................................................................... 27
Capítulo 5 .......................................................................................... 31
Capítulo 6 .......................................................................................... 38
Capítulo 7 .......................................................................................... 44
Capítulo 8 .......................................................................................... 51
Capítulo 9 .......................................................................................... 61
Capítulo 10 ........................................................................................ 67
Capítulo 11 ........................................................................................ 76
Capítulo 12 ........................................................................................ 83
Capítulo 13 ........................................................................................ 92
Capítulo 14 ....................................................................................... 100
Capítulo 15 ....................................................................................... 107
Capítulo 16 ....................................................................................... 114
Capítulo 17 ....................................................................................... 123
Capítulo 18 ....................................................................................... 131
Capítulo 19 ....................................................................................... 138
Capítulo 20 ....................................................................................... 144
Capítulo 21 ....................................................................................... 149
Traducido por ML para AEBks
La Oscuridad del Jeque
Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 22 ....................................................................................... 153


Capítulo 23 ....................................................................................... 162
Capítulo 24 ....................................................................................... 165
Epílogo ............................................................................................. 171
Acerca de Nina Bruhns ....................................................................... 173

Traducido por ML para AEBks


La Oscuridad del Jeque
Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Nota de la Autora
Querido lector,
El Jeque. Desde la impresionante historia escrita en 1921 por Edith
Maude Hull, la fantasía de ser secuestrada por un atractivo jeque del
desierto, se apoderó de la imaginación de todas las mujeres que leyeron
ese relato lleno de pasión, o fueron testigos de la novedosa película
basada en la novela. ¿Quién podría olvidar la gran actuación del sensual
Rodolfo Valentino como principal protagonista, que conseguía lo que
quería y se ganaba el corazón de la renuente heroína?
La oscuridad del jeque es mi versión moderna de la fantasía clásica...
con un pequeño cambio. El héroe, el jeque Shahin, es un cambiaformas
inmortal. Algo que lo hace aún más peligroso... y atractivo... para
Gemma, la heroína.
La oscuridad del jeque es el segundo libro de la trilogía Jeques
Inmortales, que cuenta la historia de tres hermanas que residen en
Egipto durante el verano y se encuentran de repente en medio de una
guerra que ya dura cinco mil años, enamorándose de tres poderosos
hombres que están decididos a poseerlas... para siempre.
Escribir esta serie para Harlequin Nocturne fue increíble. Como
egiptóloga, siempre quise escribir un libro como este. ¡Ahora, por fin, mi
sueño se ha hecho realidad! Y lo mejor; escrito en una serie.
Basada en el conflicto mítico entre los dioses Set y Horus, la historia
gira en torno a la constante batalla entre el bien y el mal.
Os sorprenderá el resultado...
Una novela aterradora, sensual y sobre todo muy romántica, bajo el
crepúsculo de los dioses antiguos.
¡Espero que os guste la continuación de la historia de Gillian, Gemma
y Josslyn, tanto como a mí me emocionó escribirla!
¡Buena lectura!
Nina

Traducido por ML para AEBks


La Oscuridad del Jeque
Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Para Eva Zamel, que compartió mis aventuras egipcias juveniles,

y las alegrías de descifrar los secretos y misterios de ese increíble país,

tanto a lo largo del Nilo, como en el museo Gustavianum de Suecia.

Te quiero por siempre

Una vez que se experimenta la vida en el desierto, se introduce en la sangre


y descansa allí, nunca se aleja del alma.

Sir Richard Burton

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Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Argumento

Todo el mundo se aterroriza cuando escucha la implacable leyenda de Al Shahin,


el Halcón Negro. Pero al jeque Shahin Aswadi no le importa. Hace que su trabajo sea
más fácil. Él es uno de los cambiaformas inmortales que sirven al antiguo dios egipcio
Set-Sutekh, y ningún ser humano se ha atrevido a acercarse, durante casi un siglo, al
escondido oasis donde tiene su campamento. Es decir, hasta que la intrépida
antropóloga Gemma Haliday llega para investigar la desaparición de su hermana.

Ignorando imprudentemente las advertencias de los nómadas, Gemma se dirige


hacia el oasis para interrogar al único hombre que puede saber el paradero de su
hermana. Un hecho que alegra a Shahin, ya que Gemma camina directamente hacia la
trampa que ha puesto cuidadosamente para ella.

Pero un simple contacto con la boca de Gemma y el jeque descubre que debe
poseerla completamente. Shahin anhela que ella se entregue a él voluntariamente…
que lo desee tan ardientemente como él la desea a ella… Con una pasión tan
abrasadora e inmensa, como el eterno desierto de Egipto.

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Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Prólogo

Antes de la época de los faraones, cada uno de los grandes dioses y diosas
de Egipto escogió a un mortal, un hombre, para servir como su Sumo Sacerdote
en la tierra.
Estos hombres se convirtieron en semidioses y les fueron concedidos grandes
poderes mágicos, como la capacidad de cambiar de forma.
Cada sacerdote a su vez eligió a doscientos fieles adeptos y los convirtió en
seguidores inmortales, los shemsu, para proteger el templo del dios y continuar
con sus rituales.
Pero Sekhmet, la Diosa de la Guerra con cabeza de león, Señora del Terror y
Guardiana de la Luna, estaba descontenta con la arrogancia de los semidioses
masculinos y conspiró para que las sacerdotisas de sus templos tuvieran más
poder.
Sekhmet entregó a esas mujeres el secreto de la inmortalidad.
Los Sumos Sacerdotes se enfurecieron y exigieron también la vida eterna.
Sekhmet accedió. Pero…
Ella era una diosa inteligente e despiadada y reclamó un precio a los
semidioses. En el transcurso del año, Sekhmet drenaría lentamente la vitalidad de
su sangre. Si el Sumo Sacerdote no la reponía, moriría. Así que para preservar su
inmortalidad y recuperar su fuerza, cada año el Sumo Sacerdote debía someterse
al Ritual de Transformación… y alimentarse con la sangre de una mujer mortal.
Hasta que él se convirtiera en un... vampiro.

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Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 1
En la actualidad
Desierto de Nubia, Alto Egipto

El sonido atronador de los cascos resonó segundos antes de que media


docena de beduinos rodearan las ruinas del templo.
Asustada, Gemma Haliday se levantó rápidamente, los papeles de su regazo
se extendieron a su alrededor, como si fuera nieve en el desierto.
Había estado sentada sobre una manta a la sombra del templo en ruinas de
Sekhmet, trabajando en silencio en la traducción de una leyenda local de
vampiros.
Los camellos se precipitaron en su dirección, mientras que los jinetes con sus
ropajes ondeando, los animaban a gritos.
— ¡Joss!—gritó Gemma a su hermana mayor, que se encontraba tomando
notas de unas inscripciones jeroglíficas en el otro lado de la pared del templo.
— Estoy aquí —dijo Josslyn detrás de ella, acompañada por el bienvenido
sonido de un arma siendo cargada y amartillada.
Las bestias que iban hacia ellas eran enormes, pero a las órdenes de sus
jinetes se detuvieron de repente, muy cerca, formando un semicírculo alrededor
de las hermanas. Las dos estaban atrapadas, los enormes bloques de piedras de
detrás impedían cualquier posibilidad de escape.
Los jinetes iban vestidos con el atuendo tradicional de los guerreros
nómadas, pantalón negro, botas negras, ondulantes bishts o capas negras y
túnicas atadas con cinturones de cuero y correas donde llevaban sus armas, unas
cimitarras curvadas a cada lado de sus cuerpos. Sus turbantes negros se mecían
con el movimiento, cubriéndoles la cabeza y el rostro.
Esas ropas ya apenas se veían, excepto en los cuadros de los museos.
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Los beduinos que las miraban fijamente y sin sonreír, eran enormes y
estaban extremadamente serios. Especialmente el hombre del medio. Sentado en
una silla alta, mostraba unos hombros anchos y un rostro arrogante.
Y miraba directamente a Gemma.
El pulso de Gemma se aceleró. Su lengua, generalmente suelta, se olvidó de
cómo moverse. Igual que sus pies.
Historias sobre mujeres secuestradas y traficantes de esclavos pasaron por
su mente.
Oh, Dios mío.
Joss se adelantó un paso, apoyando en el hombro el arma que apuntaba al
suelo. Josslyn era la hermana mayor y siempre estaba al frente durante una
crisis. Gracias a Dios. Gemma era más una negociadora. De todos modos, no
creía que eso fuera una opción en este momento.
— ¿Qué queréis? —preguntó Joss al beduino del medio que parecía estar al
cargo, utilizando el tono de “podemos ser mujeres, pero no soportamos las
estupideces de hombres machistas”.
El hombre no respondió. Ni siquiera sus agudos ojos negros se desviaron de
Gemma mientras recorrían su cuerpo, examinándola, y dirigiéndole una mirada
profunda y penetrante.
Ella sintió que se ruborizaba bajo su poder. Esa mirada era descarada,
directa... y sexual. Como si estuviera desnudándola, sin importarle nada más.
Un escalofrío espontáneo y no deseado, recorrió su cuerpo, endureciendo sus
pezones y descendiendo por su vientre. Ese hombre la aterrorizaba... pero tenía
que admitir que era sexy como el infierno. La clase de hombre salvaje e
indomable, que formaba parte de las fantasías eróticas de una mujer. ¡Oh, cielos!
A una señal silenciosa, el camello del hombre se arrodilló y el beduino
desmontó aterrizando sobre sus pies, entre una nube de polvo y tela.
Joss levantó el rifle.
— ¿Qué quieres? —repitió más fuerte, esta vez hablando en árabe.
El corazón de Gemma latía enloquecido.
Sin decir palabra, el hombre avanzó hacia Gemma como si no hubiera visto
el arma, que era imposible de pasar desapercibida ya que ahora Joss la tenía
apoyada en su hombro derecho, apuntando entre los ojos negros del beduino.
Lo bueno fue que ninguno de los otros nómadas se movió ni un centímetro.
Lo malo era que Gemma tampoco podía moverse. Estaba clavada al suelo,

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sintiendo el corazón en la garganta, como un pájaro atrapado en una red. Y el


hombre seguía avanzando hacia ella.
— ¡Párate! Ahora. O disparo —amenazó Josslyn en voz alta. Apuntó con el
rifle a la cabeza del hombre y comenzó a apretar el gatillo. Sin perder el ritmo, el
líder levantó la mano y la movió ligeramente en el aire, como si estuviera
apartando un insecto. El arma hizo un chasquido, mientras Joss maldecía.
El beduino metió la mano en su túnica y sacó algo. Gemma exclamó
suavemente, esperando una pistola, un cuchillo, o incluso una aguja hipodérmica.
Pero él sacó un sobre.
Gemma parpadeó sorprendida.
El hombre se detuvo frente a ella. No había ningún lugar donde huir.
Era muy alto. Musculoso. Fuerte. Poderoso. Y estaba muy cerca. Tan cerca
que cuando sus ojos se encontraron, ella pudo ver un anillo de oro alrededor de
sus pupilas negras. Los ojos de un depredador.
También podía oler el aroma que emanaba de su cuerpo, una mezcla de
calor y arena del desierto de Egipto y un perfume picante de algún aceite exótico,
que los hombres utilizaban a veces para complacer a una mujer. Antes de poder
evitarlo, su nariz captó ese excitante olor. Entonces Gemma miró su boca y se
estremeció ligeramente. Algo rozó su piel, calor y electricidad. Como si una onda
invisible de energía emanara de ese poderoso cuerpo de mirada penetrante. La
tierra tembló bajo sus pies, de manera sutil, como si fuera un pequeño
terremoto. O tal vez sólo estaban temblando sus piernas.
Gemma tragó paralizada.
El beduino agarró la mano de Gemma y le dio el sobre.
— Una carta de tu hermana —murmuró él en un perfecto inglés.
Gemma sujetó el sobre con fuerza, el impacto de sus palabras la dejó
aturdida. ¿De Gillian?
Con una última mirada recorriendo su cuerpo, el hombre regresó a su
camello y montó. Mientras ella trataba de entender lo que pasaba, el animal se
levantó y los jinetes se marcharon, dejando nada más que polvo en su camino.
Cuando la nube se disolvió, los hombres habían desaparecido por completo.
Aturdidas, las dos hermanas miraron durante un largo rato la dirección por
donde se habían marchado.
— ¿Qué demonios ha sido eso?—preguntó Joss con los ojos muy abiertos.
Gemma sacudió la cabeza lentamente.

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— Hum. Él era…
—Realmente ese hombre ha tenido suerte—murmuró Joss, levantando su
rifle para examinarlo—. No puedo creer que fallara... —abrió el cargador y
comprobó los cartuchos con el ceño fruncido. Cerrando el rifle, disparó a la
lejanía.
La explosión resonó en el templo delante del Gebel, una montaña situada al
norte de Khartoum, en una larga curva del rio Nilo, en la región de Nubia.
Gemma se sobresaltó.
— ¡Ten cuidado con esa cosa! ¡Esos hombres pueden pensar que estamos
disparándoles!
Joss miró los acantilados por donde habían desaparecido.
— No creo que eso les preocupe.
Gemma siguió su mirada temblando, asustada ante la posibilidad de que el
hombre y sus misteriosos jinetes regresaran.
Una parte de ella deseaba que él regresase...
— ¿Quién crees que eran? —preguntó una pensativa Josslyn—. No parecían
de la zona, ni siquiera eran nómadas normales. ¿No se asemejaban a alguien que
hayas visto en alguna de tus revistas etnográficas?
Gemma era antropóloga cultural, etnógrafa, y profesora adjunta en la
Universidad de Duk, experta en leyendas tradicionales, mitos y creencias
populares de la remota área de la orilla oeste del Nilo, al norte de la primera
catarata egipcia. Josslyn era arqueóloga del Museo Real de Ontario en Canadá. Su
proyecto actual estudiaba las inscripciones jeroglíficas del templo de Sekhmet que
estaba frente a ellas.
— No, a menos que sea el jeque Shahin y sus Guerreros de la Muerte—
respondió Gemma con voz inexplicablemente temblorosa al pronunciar ese
famoso nombre. Las aldeas de esta zona estaban plagadas de leyendas sobre sus
mortales hazañas. Y su encanto letal...
— ¿Guerreros de la Muerte? —Los ojos de Joss casi se salieron de sus orbitas
cuando lo escuchó—. ¿Te refieres a los crueles cambiaformas de las historias que
las mujeres del pueblo les cuentan a sus hijos, para mantenerlos alejados del
desierto y evitar que sean devorados por los chacales? Puede que esté totalmente
equivocada, pero no creo que fueran esos hombres.
Gemma no estaba tan segura. No sabía exactamente si esas historias que las
mujeres relataban eran realmente una leyenda y se amplificaban a medida que se
contaban. Pero ella creía que había cosas allí que no se podían explicar. Egipto
era una tierra misteriosa y contradictoria, una mezcla discordante donde lo

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antiguo y lo moderno se unía, para desafiar la lógica o una interpretación


razonable. Ni siquiera intentaba entenderla. Sólo mantenía la mente abierta
acerca de lo que veía y oía, sabiendo que estaba fascinada con este país.
Y con ese hombre también. Oh Dios mío. Nunca había visto un hombre tan
masculino en su vida.
— Oh, por favor —manifestó Joss, observando la mirada especulativa en su
rostro—. Dime que no estás pensando que acabamos de encontrarnos con ese tal
jeque de la muerte. Sabes que esa es sólo una leyenda, Gem. No existe
realmente.
— Lo sé. Pero, maldita sea, había algo en él... Algo misterioso y muy...
atrayente —Gemma le lanzó una perversa sonrisa.
— No. Era algo demasiado peligroso —corrigió Josslyn con firmeza—. No
vayas por ese camino, hermanita. Mira lo que pasó con Gillian. Una mirada a un
misterioso desconocido y se marcha con él sin decir una palabra a nadie. Dios
sabe dónde está o qué estará haciendo.
Gemma ignoró sus alocados sentimientos y miró la carta que aun tenía en la
mano.
— Oh, tengo una idea muy clara sobre lo que está haciendo —dijo
arrastrando las palabras, y recibiendo una mirada divertida de Joss.
— ¿Celosa? —preguntó Joss.
Gemma miró a su hermana.
— De eso nada —Aunque si era sincera, una pequeña parte de ella quizás
envidiaba a Gillian. El amor siempre había sido una ilusión para Gemma.
La gente le decía que ella aun no había encontrado al hombre ideal. Puede
que fuera eso.
— De todos modos, tal vez esta carta nos diga dónde está.
Su hermana pequeña, Gillian, había desaparecido hace más de una semana,
después de telefonear diciendo que había conocido a un hombre increíble y que
se quedaba temporalmente con él en su casa por esta zona. Hasta ahora, no
habían empezado a preocuparse. Gillian era adulta, pero era un alivio tener
noticias de ella.
Incluso mediante el método más extraño de comunicación que se pudiera
imaginar.
Gemma rasgó el sobre, y comenzó a leer en voz alta.
Mis queridas hermanas,

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Espero que estéis bien y felices. ¡Dios mío! ¡Estoy enamorada! Él es un


hombre maravilloso que ya me ha dado la luna y las estrellas. Dentro de poco nos
casaremos. ¡Espero que os alegréis por mí!
Tengo una increíble noticia, nuestra madre aún podría estar viva.
Estoy siguiendo todas las pistas para descubrir la verdad sobre su
desaparición. Hablando de eso, no os preocupéis por mí, yo no desaparecí. Estoy
pasando el tiempo con mi amado y haciendo de detective. Prometo ponerme en
contacto muy pronto.
Amor y abrazos, Gominola
Gemma parpadeó y frunció el ceño. De repente sintió que sus piernas
vacilaban.
— ¿Qué dices? —Josslyn cogió la carta y la leyó de nuevo en silencio. Su
rostro era la viva imagen de la incredulidad. Gemma se dirigió hacia el bloque
más cercano del templo de piedra y se sentó de golpe. ¿Las estrellas? ¿Boda?
¿Isobelle Haliday estaba viva?
Las tres hermanas se habían criado prácticamente en Egipto, viajando por
primera vez con su madre y su padre, y más tarde sólo con su padre, un
egiptólogo que regresó para trabajar, perseguido por sus demonios después de la
repentina desaparición de su madre, hace veinte años. Ella desapareció no muy
lejos de allí y después de diez años, fue declarada muerta.
Su padre se negó a aceptarlo. Se obsesionó rastreando pistas año tras año y,
finalmente, regresó a su casa en Chicago. Hasta que un día decidió dejar a sus
hijas y volver al desierto, donde también desapareció buscando a la mujer que
amaba y de quien nunca superó su pérdida.
— Eso es una locura —afirmó Josslyn—. Nuestra madre no está viva. Es
imposible.
Gemma se mostró de acuerdo. Era imposible.
Y sin embargo...
— Nunca encontraron su cuerpo —declaró Gemma—. ¿Y si no murió? ¿Y si la
secuestraron o ha tenido amnesia todo este tiempo, o...?
— O nada —Josslyn se alejó enfadada—. Papá la buscó durante casi veinte
años y no encontró ningún rastro de ella. Sabes que desearía que fuera cierto,
Gemma, pero no lo es. Esto es sólo algo de Gillian, intentando arreglar las cosas
para que todo vuelva a ser perfecto, como lo era antes de que mamá
desapareciera. Pero hay cosas que no se pueden reparar.

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— Seguramente tienes razón —afirmó Gemma—. Sobre todo ahora, si lo que


ella dice acerca de ese hombre es cierto. ¿La luna y las estrellas? ¿Y lo de la
boda? Joss, creo que realmente va en serio con ese hombre.
Josslyn soltó un suspiro de incredulidad.
— ¿Después de sólo una semana? Suena como la típica situación en la que
un hombre busca un pasaporte americano.
Joss siempre había sido la más escéptica de la familia.
— ¿No nos dijo por teléfono que era un lord británico expatriado?
Josslyn suspiró de nuevo.
— Si te crees esa historia, también te puedo vender alguna pirámide — Le
entregó la carta a Gemma y agarró el rifle, echando un vistazo al Gebel. — De
todas maneras, ¿por qué no recogemos todo? Definitivamente, me vendría bien
un trago después de este episodio tan extraño.
— Sí. A mí también —dijo Gemma.
Recogieron sus cosas y se dirigieron al Land Rover, volviendo a la pequeña
casa que habían alquilado para la temporada, cada una perdida en sus
pensamientos.

Más tarde, después de cenar, se sentaron en el porche con una copa en la


mano, viendo la puesta de sol en el horizonte. La vista era espectacular. Nunca
dejaba de llenar a Gemma de paz y de una sensación de estar en casa. A poca
distancia, el río Nilo era una ancha y verde cinta, que reflejaba la puesta de sol de
color naranja y rosa. Una bandada de pájaros descendió y luego ascendió al cielo
con sus plumas blancas, coloreadas por los rayos del sol que desaparecían en el
agua. El aroma del río, de los fértiles y cultivados campos próximos, y el olor de
las exóticas enredaderas que florecían abundantemente, se extendía suavemente
en la brisa de la noche.
Gemma cogió una de las flores, inhalando profundamente.
Y entonces se acordó de...él.
Del misterioso hombre del camello. Ese era su olor.
Cerrando los ojos, se estremeció ante el recuerdo de su rostro y de su
mirada penetrante.
Del miedo y de la atracción que sentía por él.

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Recordó también la carta de Gillian y la impactante noticia que contaba en


esas pocas líneas.
¿Por qué se había dirigido a ella ese hombre? ¿Por qué lo eligió Gillian para
entregar la carta? ¿Era un amigo del nuevo novio de su hermana? Y si era así,
¿con qué tipo de gente peligrosa se mezclaba su hermana?
— ¿Estás preocupada por Gillian? —Le preguntó Gemma de repente a su
hermana.
Joss lo pensó un momento.
— No, en realidad no. ¿Y tú?
— No —admitió confusa.
Un momento después Gemma le preguntó.
— ¿No crees que todo esto es muy raro?
Josslyn giró la cabeza para mirarla.
— ¿Por qué?
— Papá y mamá desaparecieron aquí en Egipto y ahora Gillian también.
— Pero Gillian no ha desaparecido. Nos telefoneó —señaló Joss
razonablemente—. Y también ha enviado una carta. Sólo hace una semana que
se ha ido. Probablemente se pasará todo el tiempo en la cama con ese hombre y
no apreciaría nuestra ayuda para salvarla.
— Tampoco podríamos salvarla —declaró Gemma—. No tenemos ni idea de
cómo se llama su novio, ni dónde vive. Creo que tendríamos que preocuparnos un
poco, ¿no te parece?
— ¿Qué quieres decir? ¿Crees que está en peligro?
— No estoy segura —contestó Gemma—. Me siento... bueno, como si
tuviéramos que estar más preocupadas.
— Déjame ver si lo entiendo. ¿Te preocupa no estar preocupada?
Gemma suspiró.
— Sé que parece una locura.
— Creo que si —replicó Joss con una sonrisa irónica.
— Yo también lo pienso.
Pero cuanto más vueltas le daba Gemma, más sentía que algo andaba mal...
No podía explicarlo. No estaba preocupada por Gillian. Y, sin embargo, algo
en su mente le decía que debía preocuparse. Una de las cosas que su madre les

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había enseñado era a no ignorar nunca las señales que el universo estaba
tratando de enviar.
— Debemos encontrar a Gillian —dijo Gemma—. Sólo para asegurarnos que
está bien.
Josslyn detuvo su copa a medio camino de sus labios.
— ¿Y cómo propones que hagamos eso?
— Por medio de esos beduinos —respondió Gemma—. El grupo de jinetes
que nos trajeron el mensaje.
— Él es un lord británico, ¿no? Podría ser fácil localizarlo.
Gemma negó con la cabeza.
— Si Gillian tiene problemas, y ese hombre es peligroso, no vamos a
advertirle interrogando a la gente con la que vive. Puedo preguntar por esos
nómadas como si fuera algo relacionado con mi trabajo. Esos hombres, tienen
que saber dónde está.
— Eh. Sí, pero no tenemos ni idea de dónde localizarlos.
— Puedo encontrarlos. Tengo informantes en cada pueblo de la Ribera
Occidental, dentro de un radio de cincuenta kilómetros. Alguien tiene que saber
quiénes son.
Joss se limitó a mirarla.
— ¿Crees que estoy loca? —preguntó Gemma.
— Esa idea ha pasado por mi cabeza.
— Me lo imaginaba.
— Gemma, aunque encontraras a esos hombres y consiguieras sobrevivir a
un segundo encuentro con ellos, lo cual, por cierto, dudo mucho, ¿crees que te
contarían algo a ti?
— ¿Por qué no?
— ¡Tierra llamando a Gemma! ¿Has visto a esos tipos? No parecen la clase
de personas a las que les guste charlar.
Ella suspiró.
— Sí, creo que tienes razón.
Gemma lo dejó pasar y cambió de tema.
Pero más avanzada la noche, decidió que de todos modos lo intentaría.
Simplemente no podía ignorar la voz en su cabeza, animándola.

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O el entusiasmo de otras partes de su cuerpo, ante la posibilidad de ver al


misterioso y sexy extraño otra vez.
Gemma sonrió. Mataría dos pájaros de un tiro. Perfecto.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 2
El jeque Shahin Aswadi caminó a grandes zancadas por el vestíbulo principal
del Palacio de Khepesh, morada de los seguidores de Set-Sutekh, el Dios de los
Vientos Calientes y del Caos, Señor del Cielo Nocturno y Dios de la Oscuridad. Se
dirigía a la sala privada de audiencias del Sumo Sacerdote, su señor y líder, el
vampiro semidiós Seth-Aziz. Como siempre, el lujo y la opulencia del palacio de
Khepesh deslumbraron los ojos de Shahin.
Soportes con antorchas siempre encendidas iluminaban los relucientes suelos
de mármol y las columnas de plata en forma de papiro. Magníficas pinturas que
representaban escenas de antiguos dioses, adornaban todas las paredes.
Normalmente, la vista era impresionante. Pero hoy, el brillo de la plata y las
piedras preciosas, sólo le hacía desear llevar puestas unas gafas de sol.
Sin embargo, en comparación con el calor abrasador del sol del desierto, el
fresco y luminoso lugar, con sus pasillos subterráneos, era un tranquilizante para
el dolor de cabeza de Shahin.
Todo era culpa de esa condenada mujer. La mortal del día anterior. No podía
sacarla de su mente.
Era absurdo. Ella era un simple incidente, parte de un calculado juego que,
de momento, se desarrollaba alrededor. Un medio para un fin, nada más. Por los
dientes de Sekhmet. Ella ni siquiera había sido el objetivo de su misión cuando le
entregó la carta. Era su hermana, la rubia. La otra mujer tenía el pelo largo y de
color castaño rojizo, rizado sobre los hombros, como una espesa cascada de
fuego de otoño. Ella no era a quien tenía que capturar.
Y sin embargo, invadía la mente de Shahin, con su hermoso cabello brillante
como el fuego que se extingue, y sus ojos azules ardiendo con una atracción
reluctante, expulsando todos sus pensamientos que no fueran los de poseerla.
Era un estado peligroso para un hombre de su posición.
Shahin llegó a la puerta de la sala de audiencias del Sumo Sacerdote, respiró
hondo para hacer desaparecer esos inoportunos pensamientos, llamó a la puerta
y entró.
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— ¡Aquí estás! ¡Adelante! —dijo Seth volviéndose hacia donde él estaba.


Shahin se inclinó con elegancia ante el Sumo Sacerdote.
— Mi señor—saludó y se volvió hacia la hermana de Seth, la sacerdotisa
Nephtys, que le sonrió desde el aparador donde estaba llenando tres copas de
vino—. Mi señora.
— ¿Qué noticias traes? —preguntó Seth—. ¿Alguna novedad de nuestro
enemigo?
— De momento las cosas están tranquilas arriba, pero hay un pequeño
movimiento a lo largo de la frontera. Me temo que Haru-Re, lentamente, está
reuniendo fuerzas, como amenazó.
El rostro de Seth no mostró sorpresa o irritación.
— Así que piensas que quiere empezar la guerra.
La animosidad entre los dos antiguos cultos que quedaban, o netjer, como se
les llamaba, liderados por los semidioses vampiros, Seth-Aziz y su perpetuo
enemigo Haru-Re, duraba ya cinco milenios. Era una batalla continua, extensión
de la guerra por la supremacía original, comenzada en los albores de la
civilización egipcia entre Set-Sutekh y Re-Horakhti, los dos dioses rivales a los
que servían como Sumos Sacerdotes. Los antiguos dioses no estaban presentes
ahora, pero con la esperanza de su regreso, sus seguidores inmortales, los
shemsu, continuaban la lucha. Aunque decir inmortal era un poco inapropiado.
Bajo ciertas circunstancias, era posible que todos los humanos inmortales,
incluyendo los semidioses, sucumbieran a la muerte de forma permanente.
Pero para Shahin, la batalla que libraba no era religiosa. Su interés era
mucho más personal. Sólo había una cosa que esperaba ganar en esta guerra con
el vampiro Haru-Re.
Venganza.
—Creo que el inglés puede habernos traicionado —manifestó Shahin a su
líder—. ¿Por qué si no los guerreros de Haru-Re se reunirían en nuestra frontera
más débil?
— Lord Kilpatrick no nos traicionaría —comentó Seth-Aziz con calma.
Nephtys entregó a cada hombre una copa de vino. Shahin intercambió una
mirada preocupada con ella cuando cogió la bebida.
— Espero de verdad que tu fe en él sea recompensada. Pero hay que partir
del supuesto que lo puede hacer.
— Bien —dijo Seth con la mandíbula ligeramente apretada—. Supongo que
tienes razón.

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— ¿Qué pasa con tu otra tarea? —preguntó Nephtys a Shahin—. ¿Viste a


Josslyn Haliday, la hermana de Lady Gillian?
Shahin levantó las cejas al oír el título de la mujer. Gillian Haliday y su
amante, Rhys Kilpatrick, eran traidores, desertores que habían traicionado al
netjer. Nephtys, una ponderosa vidente, profetizó la unión entre Seth-Aziz y
Gillian. Pero la mujer se negó y eligió a Rhys, el administrador principal de Seth,
huyendo con él hacia el enemigo antes de casarse con el semidiós. Otra razón
para que Shahin se librase de su obsesión por la pelirroja. No tenía ningún deseo
de envolverse de ninguna manera con la hermana de una traidora, a menos que
fuera para enseñarle una lección sobre obediencia.
No podía comprender por qué Seth consideraba realmente la posibilidad de
traer a Josslyn Haliday a Khepesh. Shahin entendía la venganza mejor que nadie,
pero se preguntaba si eso no sería una invitación para el desastre.
— Sí, vi a Josslyn Haliday —le contestó a la sacerdotisa—. Parece...única
como su hermana Gillian—. No era una descripción muy detallada, pero Seth se
quedaría satisfecho.
La copa de Nephtys se detuvo en el aire.
— ¿En serio?
— ¿Cómo la definirías? ¿Es adecuada para ser mi consorte? —preguntó Seth.
— Depende de tu definición de “adecuada”. Intentó matarme —respondió
Shahin secamente—. Con un rifle.
La boca de Seth se curvó mientras sus ojos se iluminaban con interés.
— Entonces, es más enérgica que Gillian. Eso es bueno.
Shahin no pudo resistirse a añadir.
— ¿Quieres un consejo? Cuida tu espalda. Tu inmortalidad no te protege de
una afilada espada en el cuello, ni del tipo correcto de veneno. Esa mujer es un
problema. Recuerda mis palabras.
Seth se bebió el vino y dejó la copa en la mesa con un ruido sordo.
— Agradezco tu preocupación. Pero tengo la intención de dominar a esa
hermana con mano de hierro desde el principio. Mis poderes eróticos mantendrán
a la mujer sumisa y en su papel como mi consorte.
Shahin tenía sus dudas. Había visto la mirada en el rostro de la rubia cuando
le apuntaba con el rifle. Estaba seguro que la palabra “sumisa” no estaba en su
vocabulario. En cuanto a los poderes de Seth, ella tendría que dar su
consentimiento antes de que él pudiera utilizarlos. Buena suerte con eso.

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— En cualquier caso, ¿entregaste la carta? —preguntó Nephtys, sonando


extrañamente distraída.
— Sí —confirmó Shahin y le contó su breve encuentro, excepto la atracción
por la pelirroja, por supuesto.
— Bueno —dijo Seth—. Eso debería mantenerlas lo suficientemente
tranquilas por la desaparición de Gillian, así podrás traer a Josslyn a Khepesh.
¿Cuándo planeas capturarla?
Shahin sabía que Seth-Aziz necesitaba un sacrificio de sangre rápidamente.
Antes de huir, Gillian y Kilpatrick le habían engañado en su anual Ritual de
Transformación. Eso había sido hace una semana. El vampiro tenía que
alimentarse pronto, o empezaría a debilitarse.
— Mañana tengo una reunión en la frontera con mis espías —le informó
Shahin—. ¿Dentro de dos días estaría bien? Puedo dejar la reunión para otro día,
si es necesario.
—Dentro de dos días está bien. Todavía no estoy muy débil —dijo Seth.
— Cuanto antes mejor, hermano —declaró Nephtys, besándolo en la mejilla
con expresión preocupada—. Necesitas toda tu fuerza para la próxima batalla con
nuestro enemigo, sobre todo si Shahin tiene razón sobre los movimientos de
Haru-Re.
Seth sonrió cálidamente, y luego suspiró.
— También tenemos que ocuparnos de la tercera hermana.
— ¿Gemma? —preguntó Shahin con toda su atención enfocada en el Sumo
Sacerdote—. ¿También planeas traerla?
— No tengo elección. Incluso si la hechizase para que no se preocupara,
podría llamar la atención sobre la desaparición de sus otras hermanas. La gente
empezaría a hacer preguntas, incluso aunque ella no dijera nada. No podemos
hechizar a todo el mundo.
Un ligero escalofrío comenzó en el vientre de Shahin, al recordar la
exuberancia del cuerpo de la pelirroja y el ardiente brillo de deseo en sus ojos
cuando la miró.
— Dámela a mi —La petición salió de su boca antes de comprender lo que
había dicho. Intentó arreglarlo—. Me encargaré de ella, así no te causará ningún
problema, ni a Khepesh tampoco.
Seth lo consideró con una tranquila mirada.
— ¿La quieres para ti?
No, Shahin no quería a la mujer.

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Quería el cuerpo de esa mujer. Una diferencia sutil. Pero no dijo nada al
respecto.
— Sí.
— ¿Por qué?
Shahin dudó ligeramente. Lord Kilpatrick había sido el mejor amigo de Seth
antes de su deserción, y debido a esa amistad y a la aversión del inglés, el Sumo
Sacerdote puso fin a la vieja tradición de tener esclavos sexuales. Hace mucho
tiempo que esa práctica no se realizaba en Khepesh.
Pero Lord Kilpatrick se había ido, ahora sus opiniones eran tan inútiles como
el humo en el viento.
— Me gustaría usarla —dijo Shahin con franqueza.
Nephtys frunció los labios y miró a su hermano que levantó la cabeza
ligeramente. La sacerdotisa pensaba de la misma manera que Kilpatrick. Hace
tiempo, ella había sido una esclava, obligada a soportar las órdenes de su
implacable enemigo, Haru-Re.
Infiernos, Shahin también pensaba lo mismo. Su propia hermana sufrió un
terrible destino a manos de ese enemigo. Esa era una de las razones por las que
Shahin deseaba la venganza.
La diferencia residía en que Shahin era un hombre de honor, no un bruto que
abusaría de una mujer. Nunca había poseído esclavos, ni siquiera un shabti,
humanos convertidos en esclavos, a los que se les robaba completamente la
mente y la voluntad. Tampoco había forzado a una mujer contra su voluntad y
nunca lo haría. Además si su impresión sobre Gemma Haliday era correcta, el
permiso no sería ningún problema. Ella claramente lo deseaba.
Convencerla para traerla a Khepesh no sería un problema.
— Podría vigilarla en mi campamento —sugirió Shahin—. Hasta que Josslyn
acepte su puesto como consorte.
Seth lo consideró.
— Hum, serviría para atar cabos sueltos.
— Puedes contar conmigo, mi señor —prometió Shahin.
— Muy bien —dijo Seth, llegando a una decisión y girándose para mirar al
jeque—. Puedes divertirte con su hermana. Pero ten cuidado y trátala bien.
Confío en tu honor.
— La mujer no tendrá ninguna queja —le aseguró Shahin—. Sólo espero que
yo pueda decir lo mismo, cuando todo esto termine.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 3
La sacerdotisa Nephtys había cometido un gran error. Y no estaba segura
qué hacer al respecto.
Lentamente atravesó la puerta de plata del Templo de Khepesh,
encaminándose hacia el patio, en dirección al salón hipóstila, la gran sala
rectangular con columnas de plata en forma de papiro que rodeaban las paredes,
en el que el Sumo Sacerdote convocaba a los inmortales del palacio para festejar
y adorar a su dios.
Miró a su alrededor recordando el día, ya hace mucho tiempo, en el que fue
iniciada en el netjer de los seguidores de Set-Sutekh, convirtiéndose en una
inmortal. ¡Qué feliz se sintió ese día! Finalmente, estaba en un lugar al que
realmente pertenecía. Todavía se sentía de esa manera después de tantos años.
Su hermano adoptivo Seth-Aziz era el Sumo Sacerdote y Khepesh era su
casa. Nephtys moriría por proteger el palacio... y por Seth.
Entonces era muy joven, su corazón todavía dolía a causa de la traición del
hombre al que amaba, un hombre que despreció su amor, porque en ese
momento ella era una humilde esclava, indigna de la atención de un Sumo
Sacerdote. Sólo fue para él un sorbo de sangre, un polvo rápido, que olvidaba de
inmediato. Nephtys fue una curiosidad sensual, nada más, debido principalmente
a su piel clara y a su exótico y ondulado cabello rojo.
Nada más.
Al unirse al netjer de Set-Sutekh, el enemigo de Haru-Re, dio su primer paso
hacia una venganza que esperaba conseguir. Y ahora, después de tantos años,
esa venganza estaba finalmente muy cerca.
Excepto...
En su afán por ayudar a su hermano para que encontrara al amor de su vida,
era posible que lo hubiera puesto en peligro a él y a Khepesh, condenándolos a la
aniquilación.
La semana pasada tendría que haber sido una fiesta, el anual Ritual de
Transformación, donde Seth-Aziz tenía que alimentarse de sangre humana,
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seguido de un ritual sexual en el que participaba todo el palacio. Su hermano


también había planeado convertir a Gillian Haliday en su consorte.
Aunque Gillian amaba a otro hombre, Nephtys insistió en que concluyesen el
ritual. La sacerdotisa tuvo una visión del futuro, donde Seth y Gillian estaban
enamorados. Pero la ceremonia fue un desastre y su hermano no pudo completar
el sacrificio ya que los amantes huyeron.
Shahin había dicho que las hermanas rubias se parecían mucho. ¿Podría
haber visto a Josslyn Haliday en la visión y no a Gillian?
Nephtys quería llorar de frustración. ¿Cómo podía haberse equivocado?
Aunque teniendo en cuenta los acontecimientos de la semana pasada, era
una posibilidad muy firme. Pero no iría a Seth con una mera sospecha. Esta vez
tenía que estar absolutamente segura de su información. No iba a arriesgar de
nuevo el corazón de su hermano, y el futuro de Khepesh, por una simple
corazonada.
Decidida a encontrar una manera de arreglar el daño que había causado,
Nephtys cruzó la sala que llevaba al Patio del Estanque Sagrado. Una cascada de
agua brillante caía suavemente en el estanque. Grandes nenúfares flotaban con
flores de color rosa que perfumaban el ambiente con una dulce fragancia a
cítricos y especias. Ese lugar de meditación debería calmar sus nervios.
Pero no era así.
Porque sabía qué tenía que hacer. Y eso la aterrorizaba.
Inconscientemente, tocó el punto de su garganta donde la marca del
mordisco casi había desaparecido. Pero la poderosa magia todavía estaba en su
piel. Marcándola. Maldiciéndola. La aterraba.
Él la llamaba…
Incluso con solo pasar los dedos, un asalto de sensaciones eróticas recorría
su estómago, como si él la estuviera tocando.
Los semidioses sólo necesitaban alimentarse una vez al año, pero eso no les
impedía hacerlo con frecuencia. Cuando era esclava de Haru-Re, a menudo había
consentido que él se alimentara con su sangre, sólo por el intenso placer que les
proporcionaba a los dos. Como la droga más poderosa, el mordisco de un
vampiro se volvía adictivo. Una adicción que cinco mil años no había disminuido.
Cinco mil años de esperanzas y anhelos.
Y después de todo ese tiempo, la semana pasada él se había presentado
ante ella.
Pero fue sólo un terrible sueño, se dijo desesperada por enésima vez. Una
visita de su ex amante en la noche de la ceremonia. No fue real. No era posible
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que pudiera haber sido real. Haru-Re tendría que penetrar en la santidad y la
infalible seguridad del Palacio de Khepesh para llegar hasta ella. Algo totalmente
imposible.
Sólo fue un sueño, se repitió.
Pero ¿cómo podía haber soñado que él la mordía y al despertar las marcas
aun permanecían? ¿Y cómo podía sentir todavía ese toque de magia que la hacía
temblar de placer?
¿Qué tipo de magia había aprendido Haru-Re desde que se vieron por última
vez y compartieron sus cuerpos, que era capaz de hacer algo así en un sueño?
Esa idea la asustaba como ninguna otra cosa.
Rezó pidiendo fuerzas para lo que tenía que hacer.
Atravesó la puerta que conducía al templo, hacia su lugar sagrado. Sus
shemats, sus dos sacerdotisas ayudantes, que estaban arreglando las ofrendas,
sonrieron e inclinaron respetuosamente la cabeza, saliendo para darle privacidad.
El santuario del templo, estaba especialmente hermoso esta noche. Las
paredes de plata resplandecían con antorchas encendidas, el techo abovedado,
forrado con lapislázuli del mismo azul oscuro que el cielo nocturno, estaba
incrustado de diamantes que brillaban y parpadeaban como las constelaciones del
cielo del desierto. Nunca dejaba de sorprenderla.
Había seis impresionantes pilares alineados como altares a cada lado del
sarcófago tallado de obsidiana de Seth, que también servía como un séptimo gran
altar central. Todos estaban llenos de ofrendas de flores, frutas y vino que
procedían del Ritual de Transformación, la frustrada ceremonia de su hermano,
gracias al error de Nephtys.
Había llegado el momento de corregir ese error y tratar de averiguar algo
sobre la hermana que debía ser para Seth-Aziz.
Pero hacer eso significaba arriesgarse a tener una visión sobre Haru-Re.
Después de la primera vez, había llegado a ella dos veces más en un sueño.
¿Sería capaz también de aparecer a través de sus visiones?
Otra vez se tocó la marca del cuello. Una conciencia sexual se extendió por
ella y gimió con desesperación. ¿Cómo iba a ser capaz de resistirse a sus
demandas? Haru-Re estaba terriblemente decidido a conseguir su lealtad y su
cuerpo.
Levantó las manos y oró a Set-Sutekh, Señor de los Vientos y las
Tempestades y Señor del Caos, para que le concediese su poderosa fuerza y
mantenerse firme.

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Después se dirigió a su sala privada de oración, en el harén, donde guardaba


su cuenco mágico, el Ojo de Horus.
Cogiéndolo, lo puso en medio de varios cojines en el suelo y con un
movimiento de su mano, encendió cien velas a su alrededor.
Inspiró profundamente.
— Tráeme una visión, oh, Ojo de Horus —dijo en voz baja, mientras vertía el
agua de una jarra sagrada en sus profundidades—. Por favor, por favor, dime
cuál de esas problemáticas hermanas, traerá la felicidad a mi hermano.
Como oración, dejaba mucho que desear, pero en lo único que ahora podía
pensar era en tener una visión esclarecedora.
El agua cristalina onduló suavemente en el recipiente, difundiendo una
sensación de paz en su mente.
Pero cuando llegó la visión, completa y brillante como un reflejo de los rayos
del sol, sólo le trajo más confusión y consternación. La mujer que Nephtys veía,
no era la hermana rubia de su visión anterior. Esa mujer tenía el pelo del color
del fuego. Incluso estando de espaldas, ese cabello la hizo jadear al reconocerlo.
Era el suyo.
Pero Nephtys no estaba en Khepesh, sino en el Palacio de Petru, la fortaleza
de su enemigo. Y ella se arrodillaba en sumisión ante su señor, Haru-Re.
¡Dulce diosa Isis! ¿Qué había hecho?

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 4
Gemma Haliday no era normalmente una persona impetuosa. Y ahora ya
sabía por qué.
Haciendo visera con una mano sobre los ojos para tapar el sol del mediodía,
vio el polvo que levantaban el pequeño burro y Mehmet, mientras se alejaban
rápidamente. Tendría que habérselo pensado mejor antes de contratar al niño
como guía. Gillian hubiera jurado que era honesto, o por lo menos tanto como
podía serlo un guía del valle oeste del Nilo. Por supuesto eso era un gran
inconveniente.
¿En qué estaba pensando para actuar de esa manera? Por desgracia, sabía
exactamente en lo que estaba pensado. O más bien, en quién. En el misterioso
hombre del día anterior que estuvo con ella toda la noche, el protagonista de los
sueños que la sonrojaban cuando los recordaba.
Y ahora, ¿dónde estaba el atractivo jeque del desierto de sus sueños? Le
sería de mucha ayuda en este momento.
Al menos, el halcón negro que volaba en círculos por encima de ella no la
había abandonado. Todavía.
Gemma suspiró con resignación e hizo girar a su pequeña yegua, Bint, en un
círculo de trescientos sesenta grados para orientarse. Bueno, no iba a dejarse
llevar por el pánico, eso no le llevaría a ninguna parte.
Literalmente. A ninguna.
No había ni rastro del oasis que era su destino.
Detrás de ella, en el horizonte, un gran acantilado mostraba la cima del
Gebel. Los escarpados acantilados eran la frontera de la civilización antigua y
moderna, la universalmente conocida línea de arena. Un lugar que cualquier
persona que valorara su vida no se atrevería a cruzar.
Cualquiera menos Gemma.
Había sido muy ingenua al creer a Mehmet cuando le dijo que conocía a los
nómadas vestidos de negro por los que ella preguntaba, y se mostró dispuesto a
llevarla a su campamento, en un oasis sin nombre en el desierto occidental.
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No había sido una de sus ideas más brillantes.


Ahora estaba muy lejos de esos acantilados, en medio de la arena que cubría
la alta meseta del desierto, que se extendía en ondas por unos desolados mil
kilómetros hacia el oeste. ¿Debía continuar? ¿Estaba lo suficientemente cerca
para detectar las palmeras que indicaban el pozo de agua para ir por su cuenta?
¿O lo mejor sería volver? Esa opción sería la más acertada. Volvería hacia el este
y llegaría al Nilo. El verdadero problema sería quedarse sin luz y sin agua potable.
El calor del abrasador sol era brutal, fácilmente mortal para los que no estaban
preparados. La noche era mucho peor, con los repugnantes animales que vivían
allí. Serpientes. Escorpiones. Hienas. Chacales. Y demás depredadores de la
variedad de dos patas...
Soltó un suspiro de frustración. ¡Oh, qué diablos!
Gillian probablemente estará bien, pensó Gemma. Sin embargo ella
terminaría como cebo para una hiena, si no encontraba el camino de regreso
antes de que se pusiera el sol.
Un suave susurro en la arena hizo que se estremeciera y miró a su
alrededor, no solo el suelo debajo de los cascos de Bint. Una sombra oscura pasó
por encima. Gemma levantó la vista y vio al halcón volando en círculos perezosos
sobre ella. Por alguna razón, la gran ave rapaz había asustado a Mehmet. Por
eso, cinco minutos después de descubrir que los seguía, el muchacho empezó a
correr como un conejo hacia su madriguera.
Gemma estaba muy familiarizada con las historias de la gente del lugar
sobre la leyenda del Halcón Negro, Al Shahin. Ese pájaro era en realidad el jeque
Shahin, líder de los Guerreros de la Muerte, un cambiaformas inmortal que servía
a Set-Sutekh, el antiguo Dios del Inframundo. Decían que el mítico halcón era un
presagio de muerte y que si alguien lo veía tenía que correr para salvar la vida.
Justo lo que el pequeño Mehmet había hecho, ese pequeño diablo.
El halcón voló sobre su cabeza, tan cerca que pudo oír el batir de sus alas y
sus silbidos, para después alzarse hacia las nubes. Un escalofrío le recorrió el
cuerpo. No podía creer que se hubiera atrevido a volar tan cerca.
Era increíblemente hermoso. Su plumaje negro era elegante y largo, y su
cola se balanceaba alegremente. Era grande, más ancho que el tamaño de sus
brazos abiertos. Mientras lo observaba con la cabeza inclinada, su negra mirada
se quedó fija en ella, como si estuviera examinándola deliberadamente.
Fue entonces cuando Gemma descubrió el círculo de oro en sus pupilas. ¡Oh,
Dios mío!
¡Igual que el hombre del día anterior! Gemma tembló. ¿El hombre y el
halcón podrían ser los mismos? ¿El jeque Shahin era un cambiaformas?

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¡Oh, no!
Estaba perdiendo la cabeza. Demasiado sol. Y demasiada imaginación
también. Era el momento de volver. Esto había sido una muy mala idea.
Giró a la yegua en dirección al Gebel y a su casa, cuando de pronto, el
halcón se puso delante de ella dejando escapar un horrible grito. Gemma gritó y
Bint levantó las patas delanteras en el aire, aterrorizada por el ataque del
depredador, para a continuación dar media vuelta y galopar por la otra dirección,
adentrándose en el desierto.
¡Vaya!
El halcón voló detrás de ellas.
Con el pulso disparado, Gemma frenó su montura, tranquilizándola y
girándola de nuevo. Eso había sido muy extraño. Definitivamente era hora de
volver.
Golpeó suavemente los flancos de Bint para que comenzara a galopar.
Pero el halcón apareció de nuevo, sorprendiendo a la yegua que se dirigió
otra vez hacia el oeste.
El pulso de Gemma aumentó cuando Bint comenzó a correr. Le temblaban
las manos, mientras se esforzaba para recuperar el control de la yegua.
Presa del pánico, su corazón resonaba como un trueno, no se lo podía creer.
Estaba tan asustada como su yegua. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Y por qué
no había pensado en traer el rifle de Joss?
Después de dos intentos más, tanto ella como la temblorosa yegua, se
rindieron, dejándose guiar…hacia alguna parte.
Parecía como si el halcón estuviera jugando con ella. Se dirigían hacia el
oeste. Eso le impediría seguir a Mehmet y volver al valle del Nilo y al pueblo.
Esto era una locura.
¿O no?
Las dos respiraban con dificultad y los ojos del pobre animal estaban salvajes
de miedo. Decidió esperar. Todavía era temprano.
Tenía tiempo y mucha agua. Finalmente, el halcón se aburriría del juego y
las dejaría en paz. Mientras tanto podía buscar el oasis.
Cada vez se adentraba más en el desierto occidental, sintiendo las olas de
calor que se elevaban de la tierra marrón. El suelo dio paso a las dunas doradas y
cuando miró por encima del hombro, vio que el Gebel había desaparecido
completamente del horizonte, dejándola sin un punto de referencia para volver a
casa.

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Todavía no había encontrado el oasis. ¿Dónde estaría? Mehmet no se lo


había dicho.
Gemma agarró la cantimplora y echó un buen trago, intentando calmar sus
nervios y mojar su garganta, que estaba tan seca como la arena del desierto a su
alrededor. Empezaba a preocuparse.
Levantó la vista y después de una rápida mirada, descubrió que su
torturador se había ido. El halcón negro había desaparecido.
¡Oh, gracias a Dios! Rápidamente guardó la cantimplora, y volviéndose, instó
a Bint para que corriera.
Y galopó directamente hacia media docena de hombres en camellos, que se
movían rápidamente en su dirección, mientras el viento hinchaba sus capas como
si fueran las alas de la muerte.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 5
A causa de batallas, traiciones y magia, casi todos los semidioses vampiros,
que una vez existieron en Egipto, fueron destruidos. Hoy en día, sólo dos siguen
con vida para liderar a sus shemsu, Seth-Aziz y Haru-Re.

Era un déjà vu.


El mismo grupo de guerreros vestidos de negro se dirigía en dirección a
Gemma como el día anterior, pero hoy, parecían el doble de aterradores.
Especialmente sin Joss y su rifle a su lado. Gemma, aterrorizada, se detuvo,
sintiéndose un ratón entre los camellos. Una vez más, no había escapatoria. Su
corazón casi se salía de su pecho, pero recordó que esa era la razón por la que
estaba allí. Los había ido a buscar.
A él, escuchó una débil voz en su mente.
Vale, de acuerdo. Era completamente irracional, pero quería volver a verlo.
Al hombre de sus sueños. Al hombre que la había impulsado a emprender esta
estúpida misión.
Recorrió con la mirada el círculo de hombres, en busca de su líder. Y lo
encontró, sus ojos negros la estudiaban con un aire siniestro de deliberación.
Su pulso latía desbocado. Gemma se tragó su creciente aprensión y dijo.
— ¡Gracias a Dios que os he encontrado! —Ella ignoró el hecho de que en
realidad habían sido ellos quienes la encontraron—. Creo que mi guía me ha
abandonado. Esperaba... yo...
¿Esperaba qué? La visión del objeto de su deseo, montado en su camello, un
hombre poderoso, tan obviamente despreocupado por los límites de la
civilización, deslumbrante y arrogante como lo recordaba, fundió todas las células
de su cerebro. La verdadera razón de su viaje se convirtió en una maraña de
ardientes recuerdos de sus sueños eróticos. Dios. ¿Qué le estaba pasando?
Las cejas negras del hombre se levantaron.
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— Hum…haceros algunas preguntas sobre mi hermana —Gemma se las


arregló para recuperar su voz lo suficiente y terminar la frase.
Él continuó mirándola, con una expresión neutra en el rostro. En silencio.
— Como tú... uh... me entregaste su carta —dijo audazmente—, debes saber
dónde y cómo está... —Se calló de repente. ¿La entendía? Gemma lo había oído
hablar en inglés. Bueno, sólo una frase.
— Mi hermana —Lo intentó en árabe.
— Te he entendido —contestó el líder de nuevo en un inglés impecable.
Entonces miró a la yegua y movió su camello. Antes de que Gemma supiera
lo que estaba pasando, la sacó de su montura y la montó en su camello, como si
no pesara nada.
— ¡Hey! —gritó, sintiendo que una ola de alarma la recorría—. ¿Qué crees
que estás haciendo?
— Vendrás conmigo —Le informó, acomodándola en la silla delante de él. Un
fuerte brazo la rodeó.
Igual que en su sueño.
Excepto que esto era demasiado real.
— ¡Espera! —exclamó Gemma intentando soltarse. Él la estrechó con más
firmeza.
El beduino hizo un ruido con la boca y el camello se tambaleó hacia delante,
galopando a continuación, seguido por los otros en una formación cerrada. Su
yegua galopaba por detrás, como si fuera una carrera.
El pánico se apoderó de Gemma.
— ¿A dónde me llevas? —exigió saber, todavía luchando para escapar.
— A mi campamento.
El balanceo del camello la empujaba con más fuerza contra su pecho. Su otro
brazo la rodeó. Una poderosa energía se derramaba con su toque.
— ¿Mi hermana está allí? —preguntó, buscando desesperadamente una
razón para su secuestro.
Una que fuese razonable.
Como en su sueño.
— No.
Ya se lo imaginaba, pero luchó contra el estremecimiento de terror... y un
cosquilleo de excitación, que la atravesó.

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— ¡Esto es un secuestro! —gritó, tratando de aflojar su agarre.


Él no dijo nada. Sólo chasqueó la lengua y los camellos fueron más rápido.
— ¿Qué quieres de mí? —exigió con irritación, sonando mucho más débil de
lo que había pretendido.
En respuesta, él extendió la mano sobre sus costillas, dejando que el pulgar
se quedase en la parte inferior de su pecho.
Gemma sintió que sus pezones rogaban por atención, mientras su cuerpo
reaccionaba excitado.
El beduino acercó su boca al oído de Gemma y dijo ásperamente.
— Todo.
Oh, Dios.
También se lo imaginaba.
Debería estar horrorizada. Oh, demonios, estaba horrorizada desde el primer
momento en que lo había visto dirigirse hacia ella, ya que no tenía ninguna duda
de que había venido a capturarla, no a rescatarla.
Y menos a decirle de dónde había sacado la carta de Gillian. Sólo estaba allí
para secuestrarla y llevarla a su escondite.
A su cama.
Lo veía claramente escrito en sus ojos, al igual que el día anterior. Esa era la
razón por la que había soñado toda la noche con él.
Estaba aterrorizada.
Aunque no estaba segura si era por su reacción hacia él, o por lo que
sucedía…pensó asustada, descubriendo que deseaba esto.
Era temerario, imprudente e indudablemente peligroso como el infierno.
Pero lo deseaba…mucho. Y todo lo que él planeaba hacer con ella... Él la
rodeó con su capa para protegerla del viento y el polvo. Su aroma, almizclado,
masculino y familiar, la envolvió junto con la gruesa tela. Poco a poco, Gemma
cedió y permitió que su cuerpo se apoyara contra su pecho. Dejó de luchar y
esperó. Pero no consiguió dominar el temblor de sus piernas.
Esto era diferente. Ni en un millón de años hubiera creído ser capaz de sentir
esas cosas. Siempre era ella quien escuchaba las historias y aventuras que otros
experimentaban. Siempre como público, jamás como el narrador que las vivía.
Sus fantasías sólo se realizaban en sus sueños. Nunca en la vida real.
Pero esto no era una fantasía. Sentía como si el aroma sensual de él la
hechizase. La despertase. Seduciendo su voluntad.

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El suave galope del camello cada vez la relajaba más. Cerró los ojos y perdió
la noción del tiempo, muy consciente del fuerte cuerpo masculino apretado contra
ella, de la fuerza de sus brazos mientras la sostenía y del deseo que latía entre
sus piernas.
La mano del beduino se deslizó debajo de la capa, buscando la hilera de
botones de la camisa de Gemma. Ella se había vestido con ropa práctica para el
viaje por el desierto, un pantalón de color caqui, botas hasta la rodilla, camisa de
manga larga, y una gorra de béisbol azul de los Blue Devils, que había perdido
durante la pelea.
Gemma contuvo la respiración cuando los dedos del hombre abrieron el
botón superior. Y el siguiente. Y un tercero. Entonces su mano se deslizó sobre su
pecho.
Retuvo la respiración mientras el calor atravesaba su cuerpo.
La mano del jeque retiró el sujetador de encaje.
— Cuando lleguemos al campamento quemaré esto.
— ¿Por qué? —preguntó ella, momentáneamente aturdida.
— Quiero que los tengas libres, listos para mi mano —murmuró contra su
pelo, moviendo el pulgar sobre su pezón.
— ¡Oh! —jadeó ella, cuando esa caricia le provocó una sacudida de deseo—.
¡Ohhh! —volvió a gemir cuando lo pellizcó suavemente.
Fue entonces cuando Gemma se dio cuenta de que tenía un problema aún
más grande de lo que había imaginado. El hombre le rodeó íntimamente el pecho
con la mano, causando que su cuerpo se incendiara. Ella sabía que no podría
resistirse a este hombre. Haría cualquier cosa que le pidiese.
Absolutamente cualquier cosa.

Shahin había hechizado a la mujer. Había invadido sus sueños, consiguiendo


que ella lo desease con pasión, igual que él la deseaba.
Estaba dispuesta y dócil a su tacto.
A su posesión.
El hechizo funcionaba.
Gemma Haliday resultaba maleable en sus manos.

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Y a Shahin le gustaba eso. Era hermosa. Suave. Y cabía en sus manos


perfectamente. Podía dejar que el hechizo continuara después de llegar al
campamento, en lugar de liberarla como había previsto.
Kilpatrick decía a menudo, en su cruzada contra la esclavitud, que no había
desafío en hacer el amor con una mujer que no podía decir que no. Normalmente,
Shahin estaba de acuerdo.
Por otro lado, mantener el hechizo en Gemma, eliminaría un montón de
drama innecesario. Tenía poco tiempo. Con Haru-Re en pie de guerra, Shahin
estaba tan ocupado cuidando de la frontera y espiando, que sólo tenía la
oportunidad de encontrar a una mujer para compartir una noche o dos.
Gemma sería una adición bienvenida. Por un tiempo. No tenía intención de
conservarla, por supuesto. No por mucho tiempo. Aunque se pudiera imaginar
pasando la eternidad con la misma mujer, no tenía lugar para una en su mundo.
Seguir por ese camino sería el mayor error de su vida. La mujer que amaba
fue la que vendió a su hermana a Haru-Re, por la promesa de riqueza y poder.
Sus padres la siguieron, y su padre murió tratando de vengarse. Su madre aún
estaba cautiva en Petru. Debido a una mujer infiel, Shahin no tenía familia. No,
las mujeres eran criaturas engañosas y desleales y sólo había una cosa que él
quería de ellas. Gemma Haliday no era una excepción. Disfrutaría de su cuerpo y
cuando se cansase de ella, Seth-Aziz determinaría el futuro de la mujer; se
convertiría en un shabti, un siervo humano despojado de su voluntad, o sería
invitada a convertirse en un seguidor inmortal de Set-Sutekh. Eso si aceptaba o
no las próximas revelaciones. Ella podría unirse voluntariamente o por la fuerza.
Pero se uniría a ellos de una forma u otra. La traición de su hermana Gillian se
había encargado de eso.
Entretanto, Shahin la utilizaría. Mientras acariciaba sus exuberantes curvas,
recordó que había pasado demasiado tiempo desde que había disfrutado de los
placeres del cuerpo de una mujer.
No tenía ningún deseo de posponer un placer como este.
Estaba patrullando la frontera con una pequeña tropa de la guardia de
Khepesh, cuando sintió su cercanía en el desierto. No esperaba verla tan pronto.
Por lo general, costaba más de una noche de sueños influenciar el
comportamiento de un mortal.
Tuvo que desviarse de la ruta para buscarla. A pesar de ser un inconveniente
tener que permanecer en forma humana para llevarla al campamento, los
placeres que le esperaban esta noche lo compensarían.

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Pero antes, sus hombres y él tenían que terminar la patrulla, que incluía
comprobar un alejado puesto donde vigilaban dos de sus mejores espías. Se
estaban acercando.
Los camellos disminuyeron el paso y él retiró su mano.
— Abróchate la camisa —Le ordenó—. Y cuando lleguemos allí, no hables
aunque te pregunten algo.
— ¿Cuando lleguemos a dónde? —Gemma echó un vistazo por encima del
hombro del beduino, con los ojos brillantes y los ojos entrecerrados de excitación.
Su deseo se hacía más fuerte y Shahin apenas resistió el impulso de
inclinarse para besarla.
Pero él quería algo más que un beso rápido. Se controlaría. Y más tarde, se
haría cargo de su deseo.
En respuesta, él señaló con la barbilla la cornisa rocosa de un precipicio
frente a ellos. Ahora estaba seco, pero había sido tallado por las aguas de una
antigua inundación, dando una mejor cobertura. Y la única sombra.
La mujer conocía muy bien que en Egipto nadie preguntaba a un jeque por
su destino.
— ¿Por qué no puedo hablar? —preguntó, abrochándose la camisa.
Evidentemente, ella no lo conocía muy bien.
— Por qué es mi deseo.
— ¿Y qué pasa si yo deseo hablar?
La irritación se reflejó en la voz del jeque.
— ¡Harás lo que te diga!
Gemma echó un vistazo a su alrededor otra vez. Esta vez sus ojos eran
claros y fríos.
— ¿Y si no lo hago?
— ¡Por la cola de Anubis, lo harás!
Shahin la oyó suspirar y murmurar;...esto no era parte de la fantasía...y
pasándose la mano por el pelo, la giró para ver sus ojos.
— ¿No has considerado que tú eres parte de mi fantasía? —le preguntó con
un gruñido.
Gemma parpadeó, humedeciéndose con la lengua el labio inferior. Una vez
más, Shahin tuvo que abstenerse de tomar esa descarada boca y enseñarle a
obedecer.

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Más tarde.
Soltándola, intercambió unas rápidas palabras con sus hombres cuando
llegaron con dificultad al borde de la cornisa, enfilando a sus camellos de uno en
uno. A poca distancia se oyó el sonido de un chacal.
El jeque miró a la mujer que compartía su silla de montar y vaciló.
Tendría que invocar un hechizo de olvido, para no tener que lidiar con lo que
ella escuchase de sus espías. Pero cuanto antes se enterara en lo que estaba
involucrada, más pronto aceptaría su futuro. O no.
— Verás cosas aquí que no entiendes —Le informó cuando descendieron por
el camino con dificultad—. Pero no tengas miedo.
Ella se volvió y buscó su rostro.
— ¿Qué cosas?
— Estos hombres son... un poco salvajes. La visión de una mujer puede
organizar un revuelo.
— Lo sé.
No, ella no lo sabía. Pero lo descubriría pronto.
— Quédate detrás de mí todo el tiempo —dijo en un tono que no admitía
ninguna réplica—. Lo digo en serio, Gemma.
Ella lo miró sorprendida.
— Sabes mi nombre. ¿Cómo?
La inmovilizó con una mirada ofendida.
— Por supuesto que sé tu nombre. ¿De verdad pensaste que tu captura ha
sido al azar? ¿Qué no sabía exactamente que te iba a encontrar en el desierto?
Angustiada, Gemma lo miró fijamente, su expresión le recordó a un enemigo
justo antes de que la espada de Shahin separara el cuello del bastardo.
— ¿De qué estás hablando? —preguntó ella con voz ronca—. ¿Quién eres tú?
El jeque le acarició la mejilla hasta llegar a la barbilla.
— Tú ya has adivinado quién soy, kalila, cariño. Me viste cuando volé por
encima de ti, sentí tu reconocimiento.
Gemma frunció el ceño, y movió la cabeza negándolo. De repente se quedó
rígida.
— No —susurró. La incredulidad cruzó su rostro.
— Sí. Mi nombre es Shahin Gameel Aswadi. Pero la mayoría de la gente me
conoce simplemente como el jeque Shahin.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 6
—Eso es ri…ridículo —tartamudeó Gemma claramente impactada—. El jeque
Shahin no existe. No es más que una leyenda.
Ahora era un momento tan bueno como cualquier otro para acabar con sus
fantasías románticas. Lo mejor para él sería dejar que las mantuviese hasta la
noche, pero Shahin no tenía paciencia para sutilezas.
De todos modos, ella descubriría la verdad muy pronto.
— Como puedes ver, existo de verdad. Aunque supongo que mis proezas tal
vez se consideran legendarias —añadió secamente.
La voz de Gemma sonó ahogada por la desconfianza, cuando le sorprendió
exigiendo.
— Demuéstramelo.
Shahin le pasó el pulgar por el labio inferior, deliberadamente, bajándolo lo
suficiente para transmitir su significado.
— Oh, eso es lo que me propongo.
El rubor se extendió por sus mejillas y desvió la mirada.
— Eso no es lo que quise decir.
El jeque se limitó a sonreír y su cuerpo tembló con anticipación por la noche
que tenían por delante.
Habían llegado a la entrada de la gruta, donde sus espías habían levantado
su campamento. Shahin desmontó de su camello, y sujetando a Gemma la dejó
en el suelo. Se quitó la capa y la puso sobre sus hombros. No para cubrirla. A
diferencia de sus semejantes modernos, los antiguos egipcios y residentes de
Khepesh, trataban a sus mujeres como iguales y no las forzaban a ocultar su
belleza bajo un velo o un burka. Shahin la cubría con su manto para marcarla
como suya. Gemma se veía muy bien llevando su capa.
— Utiliza esto y no habrá dudas de a quién perteneces...
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— Yo no pertenezco a nadie —replicó ella muy seria, pero no obstante


envolvió la capa a su alrededor.
Un inusual pinchazo de posesividad le atravesó el pecho. ¡Por Osiris, ella le
pertenecía! Shahin abrió la boca para decírselo, pero rápidamente la cerró de
nuevo. ¡Que Thot, el dios de la sabiduría, lo protegiera!
¿Había perdido la cabeza? Sólo un idiota insensato querría poseer a una
mujer durante mucho tiempo, más allá del fugaz placer físico que ella le pudiera
proporcionar. Había pasado por eso antes y vivido para lamentarlo amargamente.
Aprendió su lección la primera vez que una mujer le engañó y traicionó. Y
también fue la última vez. Si necesitaba una evidencia de su poca lealtad, sólo
necesitaba recordar a su buen amigo Rhys Kilpatrick. Él también fue víctima de
una mujer engañosa, confió en ella con su vida inmortal, y eso le llevó hasta el
palacio de su enemigo, abandonando su casa y a sus amigos, mientras una
sentencia de muerte colgaba sobre su cabeza.
Gemma era la hermana de esa mujer. Shahin nunca debía olvidarlo.
Apartando ese desagradable pensamiento, se dirigió rápidamente donde sus
hombres se habían reunido. Al menos, podía contar con ellos.
— ¡Auwa! —Shahin gritó en la gruta—. ¡Es hora de despertar! ¡Muéstrate y
saluda a tu capitán!
El gruñido de un chacal contestó desde las profundidades de la cueva. Detrás
de él, escuchó el jadeo de Gemma mientras se acercaba más a su espalda.
Unos segundos más tarde, un gran puma apareció en el borde del acantilado
y miró hacia abajo. Gruñó en señal de saludo.
— ¡Asad! Ven aquí —Shahin hizo un gesto con la mano—. También espero
con interés tu informe.
El puma descendió fácilmente la cuesta empinada. En los últimos metros se
agachó y saltó, su forma humana se materializó en el aire para aterrizar
elegantemente a sus pies con un malabarismo y una sonrisa.
Exhibiéndose.
Detrás de Shahin el silencio era tan fuerte que podía cortar el aire.
Auwa trotó fuera de la cueva y también cambió a su forma humana. Con una
suave elevación sobre sus patas traseras, el chacal se mostró como un hombre
musculoso, con una larga nariz y los ojos brillantes que miraban con hambre a
Gemma.
Fue entonces cuando ella gritó.
Shahin la miró molesto y le lanzó un hechizo tranquilizador. El grito se
ahogó, pero sus ojos permanecieron desenfocados por el miedo y la incredulidad.
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Hizo una seña a los hombres que se sentaron para la reunión. Entonces con
una mano en el hombro de Gemma, le aconsejó que se quedara detrás de él
antes de que se derrumbara.
— Bienvenida a tu nuevo mundo, kalila —murmuró con apenas un atisbo de
sonrisa—. Ahora, si me disculpas unos minutos, tengo que dirigir una reunión
antes de llevarte a casa.

Oh, Dios. Esto no puede estar pasando.


Gemma se esforzó para calmar los acelerados latidos de su corazón y
extinguir el pánico que estaba dando saltos mortales en su estómago.
¡Esto era una locura!
Lo que había visto no podía ser posible. Y sin embargo, así era. Había
sucedido a plena luz del día. Justo en frente de sus ojos. Dos animales se habían
transformado en hombres y ahora conversaban con el que decía llamarse el jeque
Shahin, que a su vez afirmaba que era un halcón, como si no hubiera pasado
nada extraño.
¡Cambiaformas!
Igual que las historias que los aldeanos le habían contado repetidamente en
su trabajo como etnógrafa. Sabía que esa gente creía verdaderamente esas
historias sobre los guardianes de los antiguos dioses. Pero Gemma nunca pensó
que esos cuentos fueran más que un mito. Siempre atribuía la creencia de los
aldeanos a la superstición o a la falta de educación. ¿Qué persona razonable lo
creería?
Incluso ella había desafiado a Shahin a que se lo demostrara. Sólo lo hizo
para desacreditar esa inverosímil afirmación. ¡Pero no era una leyenda!
¿Podría ser real? ¿Realmente le estaba diciendo la verdad?
A menos que estuviera alucinando o volviéndose loca, que seguramente era
lo que le estaba ocurriendo, no había otra explicación para lo que acababa de ver.
Aunque eso no le hacía sentirse mejor.
Bienvenida a tu nuevo mundo, le había dicho Shahin. Pero este mundo era
irreal. ¡Ella quería el viejo de vuelta!
O... ¿seguro que lo quería? Como etnógrafa, se moría por hacer un millón de
preguntas a los cambiaformas, rebelándose contra su parte cobarde que sólo
quería esconder la cabeza en la arena y pretender que todo era una alucinación.

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Que no estaba prisionera en medio del desierto, con un hombre de leyenda que
podía convertirse en un halcón, y con su grupo de Guerreros de la Muerte, que
residían en otro mundo. Estaba empezando a aceptar débilmente que el mito del
jeque no era una simple superstición.
Que Dios la ayudara, ¿qué es lo que debía hacer?
Lo primero de la lista era no pensar en las cosas que él había dicho antes.
Olvidarse de la palabra secuestro.
Porque seguramente no tenía la intención de retenerla mucho tiempo.
Una cosa era pasar la noche con un hombre peligrosamente atractivo,
disfrutando de una pasión abrasadora con el sexy jeque del desierto de sus
fantasías. Pero ella quería regresar a casa por la mañana. Otra alternativa era
impensable.
Se quedo sentada detrás de él, lanzando miradas nerviosas a los hombres
que se sentaban sobre sus talones en un círculo, conversando sobre sus planes.
¿Eran todos cambiaformas? ¿O simplemente Shahin y los otros dos que había
visto... transformarse?
Dios. No podía creer que se estuviera preguntando eso. Joss pensaría que
por fin se había vuelto loca.
Oh, infiernos, tal vez lo estuviese. Desde su grito de terror, sentía que una
tranquilidad artificial la envolvía, junto con la capa de Shahin, consiguiendo que
todo pareciera completamente irreal.
O tal vez estaba soñando.
Se pellizcó. No. Era real.
De repente, los hombres se levantaron. Los dos espías cambiaformas la
miraron con recelo. Los otros fueron hacia los camellos.
— Vamos —dijo Shahin tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.
Fue entonces cuando sintió que su parte cobarde surgía.
— Hum, mira... —empezó a decir, limpiando el polvo de su bisht y
devolviéndoselo—. Realmente no creo que esto sea una buena idea.
— ¿Qué “esto”? —preguntó él acercándose.
Gemma comenzó a dirigirse hacia su yegua, que estaba entre los camellos,
masticando alegremente las hojas verdes de un pequeño arbusto.
— No voy a ir contigo. Tengo que volver a la aldea. Josslyn se preocupará
y...
Shahin la agarró del brazo y la guió firmemente hacia su camello.

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— El sol se pondrá pronto. No puedo dejarte sola en el desierto a estas


horas. Por otra parte, nunca encontrarías el camino. Estamos muy lejos de
Naqada.
El hecho de que él tuviera razón, no la tranquilizó. Pero no tenía otra opción.
Estaba segura de que si discutiera con él delante de sus hombres, eso sólo lo
volvería más decidido.
A los hombres les gustaba el control. O al menos eso parecía. No tenía forma
de ganar esta batalla.
Se mordió el labio.
— Mañana entonces —dijo Gemma finalmente—. ¿Me enseñarás el camino a
casa mañana?
El jeque la montó en la silla y saltó detrás de ella, acercando la boca a su
oído.
— Mañana… —murmuró en voz baja, cuando el camello se levantó—…te
prometo que no vas a querer regresar.
Un escalofrío retorció su estomago por la proximidad de su cuerpo y el
sonido profundo de sus palabras. Esa promesa erótica los envolvió, como un velo
de tentación, y la sensación de malestar en el estómago se mezcló con la
atracción por él. Se sentía impotente ante su fuerza. Incapaz de resistirse a ese
hombre. ¿Qué le estaba ocurriendo?
Gemma intentó en vano detener la agitación repentina de sus miembros, que
la instaban a saltar sobre su yegua y galopar lejos y tan rápido como pudiera, sin
importarle los peligros del desierto después de la puesta del sol. Tenía la
sensación de que ir a cualquier parte con este hombre, sería mucho más
peligroso para su cuerpo y su alma, que las serpientes y los escorpiones.
Pero el brazo de acero que rodeaba su cintura, le decía alto y claro que no
iría a ninguna parte que él no quisiera que fuera. Por lo menos, no esta noche.
Su respiración se volvió jadeante.
Bueno. Sólo es una noche.
Ella le dejaría controlar la situación durante la noche. No es que le hubiera
costado mucho aceptarlo, o que no lo deseara. No tenía ningún sentido en
absoluto, pero él no le daba miedo, ni física, ni sexualmente. Sus manos no eran
brutales, ni crueles. Y el tacto de este hombre hablaba de suave persuasión y
habilidad, no de fuerza.
Le concedería esta noche. Pero por la mañana... se marcharía muy lejos de
él. No importaba lo increíblemente sexy y seductor que fuese.

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Todo ese asunto de cambiaformas y Guerreros de la Muerte, la


aterrorizaban.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 7
Nephtys tenía miedo de dormir.
Después de la perturbadora visión que había tenido de sí misma
entregándose a Haru-Re en Petru, estaba segura que él había descubierto una
manera para entrar en sus sueños. Era la única explicación, eso si la visión era
una verdadera advertencia del futuro.
Por desgracia, sus visiones rara vez se equivocaban.
¡Pero esta tenía que estarlo! Nunca abandonaría a Seth-Aziz, ni a Khepesh.
Jamás se sometería voluntariamente al enemigo de su hermano. Nunca lo
traicionaría.
¡Nunca!
Ray, como a Haru-Re le gustaba que le llamaran, debía haber encontrado
una manera insidiosa de influir en sus acciones apareciendo en sus sueños.
La sacerdotisa se tocó la marca del mordisco en el cuello, estremeciéndose al
sentir una respuesta sexual recorriendo su cuerpo con ese ligero toque.
Casi no dormía desde sus visitas nocturnas perturbadoramente eróticas de la
semana pasada, cuando él dejó su marca en ella... en su...
— Meruati, mi corazón —susurró él seductoramente, cuando le hizo el amor
en su sueño—. Vuelve a mí. Te necesito. Te quiero aquí a mi lado.
Ven a Petru...
¡Mentiras! ¡Todo era mentira!
Él no la quería, sólo la necesitaba. O más bien, necesitaba sus poderes
mágicos. El número de habitantes de Petru disminuía, y Nephtys era la única
sacerdotisa viva que conocía el hechizo de la inmortalidad humana. La seducción
de Ray era por puro interés personal, nada que ver con sentimientos de ternura
que tuviera por ella. Lo sabía.
La Oscuridad del Jeque
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No le importaba que ella estuviera enamorada de él. El amor no significaba


nada para un hombre como Haru-Re. Incluso en su propio corazón, la línea entre
el amor y el odio era muy fina.
Nephtys cerró los ojos y exhausta, se recostó en los cojines del suelo de su
lugar de meditación. Si tan sólo ya se hubiera puesto el sol.
Ray era el Sumo Sacerdote de Re-Horakhti, el Dios del Sol, Guardián de la
Luz de la Mañana. Las posibilidades de que apareciera en sus sueños eran mucho
más altas por el día, que durante la noche. Pero no creía que pudiera aguantar
mucho más.
¿Qué pasaría si él intentaba llegar hasta ella?
¿Conseguiría que ella hiciera cosas, o promesas, que complicarían aún más
su vida? ¿O la destruiría totalmente? Nephtys dejó escapar un gemido de
desesperación.
— ¿Por qué luchas contra mí, meruati?
Ella abrió la boca y se sentó, volviéndose hacia el profundo sonido de esa
voz.
Haru-Re estaba estirado encima de los cojines, con su cuerpo atlético y
fuerte, descansando como un león en reposo. Relajado, atractivo, letalmente
peligroso.
— ¡Ray! —exclamó retrocediendo, con el corazón acelerado—. ¿Cómo has
entrado aquí?
Él la miró con una sonrisa misteriosa.
— Tú me invitaste.
— No lo he hecho —Este era uno de esos momentos en el que deseó
fervientemente, que el viejo mito de invitar a un vampiro a tu casa fuera real.
Nephtys miró la puerta, preguntándose qué posibilidades tendría si se
transformaba y corría hacia allí, antes de que él la atrapara. Le gustaba mucho su
felino cuerpo esbelto, pero había momentos en que deseaba haber elegido su
animal de transformación más sabiamente. Un gato tenía pocas defensas contra
alguien que podía convertirse en cualquier animal que quisiera.
— No lo intentes —Le advirtió Haru-Re en voz baja, como si estuviera
leyendo su mente—. Tu gatita no es rival para lo que puede suscitar a una bestia
salvaje. No quiero hacerte daño.
Demasiado tarde, pensó Nephtys sombríamente.
— No necesitas convertirte en una bestia salvaje, Ray, ya lo eres.
Él se rió entre dientes, sin ofenderse por el insulto.

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—Y soy una bestia magnífica, ¿no?


El ego de ese hombre era colosal. Que aun así ella lo encontrara tentador,
era un eterno misterio. Excepto, por supuesto, que él era tentador. Demasiado.
— ¿Qué quieres de mí? —Le preguntó escondiendo las manos bajo sus
brazos, para que él no se diera cuenta de su temblor.
— Oh, creo que ya sabes muy bien lo que quiero.
En un segundo, se puso de rodillas delante de ella para estrecharla entre sus
brazos.
— ¡No! —gritó, empujándolo, con toda su fuerza—. No te quiero aquí. No te
deseo.
— Los dos sabemos que eso no es verdad —replicó Haru-Re, el aire a su
alrededor comenzaba a crepitar, como siempre sucedía cuando su temperamento
se despertaba—. Nunca he tenido que forzarte, meruati. Olvídate de esa
desagradable modestia y recíbeme adecuadamente.
Haru-Re se apoderó de su boca, haciéndola gemir de exasperación. Sus
poderes no eran rivales para él. Tampoco su resolución. Ella no podía ganar esta
pelea.
Pero tenía que intentarlo.
Nephtys volvió la cabeza, rompiendo el beso.
— Dime cómo has llegado hasta aquí y consideraré tu petición.
Ray le sujetó la nuca con su enorme mano y pasó el pulgar por la marca de
la mordedura que había dejado en su garganta la semana anterior. Una carga
eléctrica de deseo carnal la atravesó, consiguiendo que a Nephtys se le escapara
un gemido renuente. Era una demostración deliberada de su poder sobre ella, y
Nephtys lo sabía. También sabía que sus defensas eran débiles, y que él tomaría
lo que quisiera sin negociar.
—Con el antiguo hechizo de un pergamino olvidado —respondió él, cuando
ella estaba a punto de rendirse.
La miró fijamente mientras Nephtys se obligaba a no desviar la mirada.
Desafiándolo.
— Así que tengo que encontrar algo para revertir ese hechizo, ¿no?
Ray sonrió lentamente, pero no respondió la pregunta.
— ¡Por el Orbe! Te he echado de menos, mujer —murmuró—. Nadie se
atreve a desafiarme o a desobedecer mis órdenes. Tu coraje me excita. Junto con
tu increíble belleza, naturalmente.

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La sacerdotisa luchó contra el efecto seductor de sus palabras y se apartó.


— Es extraño que te haya costado cinco mil años descubrir esa profunda
atracción —La amargura de su observación sonó alto y fuerte.
Ray frunció la boca y se dejó caer de nuevo en los cojines, siguiéndola con
sus ojos negros cuando ella se apartó.
— Tal vez sea la bienvenida que he concedido a mis dos nuevos iniciados lo
que me ha hecho recordar sentimientos largamente reprimidos.
Por un microsegundo, el corazón de Nephtys se detuvo. ¿Reprimidos? Creerle
implicaría que sentía algo por ella, pero sabía que eso era falso.
— ¿Te refieres a Lord Kilpatrick y Lady Gillian?
Con un movimiento elegante Ray se estiró a su lado, con la cabeza apoyada
en la palma de su mano. Demasiado cerca para que se sintiera cómoda.
— El amor de los dos es... inspirador. Estar dispuestos a enfrentar la ira de
un semidiós para permanecer juntos, es un testimonio de la profundidad de sus
sentimientos.
Entonces estaban en Petru. Nephtys había intentado buscar una visión de su
paradero, pero no pudo conseguirla. Las visiones eran inconstantes, lo sabía muy
bien.
Como los sentimientos...
— Y también de la estupidez —respondió—. Seth está muy enfadado con su
deserción.
Los ojos de Haru-Re se estrecharon.
— Ni siquiera ha puesto precio a sus cabezas. ¿Me pregunto por qué?
— Debido a mi visión —le contestó, ocultando parte de la verdad. Estaba
segura que ya le habrían contado por qué huyeron de Khepesh, mentirle sería
inútil. Era mejor ser directa y no levantar sospechas. Ray no conocía el cambio
que había sufrido su visión—. Ella es la futura consorte de mi hermano.
— Lo dudo mucho —sus dedos jugaban con los pliegues de su vestido.
— No pienses ni por un momento que no vamos a rescatarla—dijo ella,
alejándose—. Seth está decidido. Aunque la posición de Gillian en este templo ya
no sea la de ser su consorte.
Un resplandor salió de la mano de Ray y entrecerró ligeramente los ojos.
— Tal vez podamos negociar un intercambio. Lady Gillian... por ti.
— Ni en sueños. Eso nunca sucederá. Seth-Aziz no me traicionaría, como lo
hiciste tú —gritó.

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Los ojos de Haru-Re ardieron antes de decir.


— No será necesario. Kilpatrick se convirtió en uno de mis tenientes y ha
compartido muchos secretos de Khepesh conmigo. Se prudente acerca de tu
lealtad, mi amor. Es sólo una cuestión de tiempo antes de que yo sea una vez
más tu amo y señor, y decida tu destino por toda la eternidad.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Para su consternación, Nephtys no
estaba segura de si se trataba de un temblor de terror... o de excitación.
A modo de respuesta, Ray se acercó y le pasó la mano por el rostro y el
cuello, acariciando una vez más la marca del mordisco. Una onda angustiosa de
deseo pasó a través de ella. Esta vez él no se detuvo.
Acariciándola, deslizó la mano alrededor de su garganta, y muy lentamente,
se inclinó sobre ella. Mientras lo miraba, sus colmillos se alargaron afilados. Su
pulso se elevó a la estratosfera.
— No—susurró, pero incluso a ella le sonó como un jadeante “sí”.
Haru-Re tiró de la manga suelta de su vestido, dejándole la garganta, los
pechos y los brazos descubiertos y expuestos. Cuando abarcó un pecho con su
mano, una oleada de placer atravesó el cuerpo de la sacerdotisa.
Nephtys contuvo la respiración, anticipando el tacto de su boca, que enviaría
una ola de electricidad a través de su cuerpo. Pero él era un amante despiadado y
contenía sus movimientos, volviéndolos interminables hasta que pensó que se
volvería loca.
Por él.
Ray acercó su boca un milímetro por encima de su pecho, sin tocar su piel,
moviéndose con una lentitud insoportable. El calor de su aliento se sentía como el
sol en su piel, su sangre se alteró anhelando su boca. Finalmente, él pasó la
lengua por su pecho. Nephtys gimió, su cuerpo se rindió con júbilo y empujó su
dolorido pezón hacia su boca.
Él siguió chupando, mientras sus colmillos perforaban el pezón con un
pinchazo de placer y dolor.
Arqueándose, Nephtys estalló en un orgasmo que destruyó su mente. Había
terminado muy rápido, dejándola igualmente necesitada, un truco de la mente,
su adicción por el mordisco o el beso del vampiro. Cada clímax sólo aumentaba
su sed por el siguiente.
Ray se trasladó al otro pecho, y el placer agonizante la retuvo en sus garras
de nuevo. Gritó su nombre y lo sintió sonreír contra su piel.
Entonces explotó de nuevo.

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Cuando se recuperó, la ropa de los dos había desaparecido y él estaba entre


sus piernas, empujando su miembro contra ella.
— ¿Quién es tu amo y señor? —exigió saber con la voz ronca por la
excitación.
Nephtys levantó la vista, su cuerpo clamaba por ser poseído.
— Seth-Aziz —se forzó a responder.
Hubo una explosión de fuegos por encima, cayendo sobre ellos.
Irritado, Ray presionó la punta de su pene contra la resbaladiza abertura,
deteniéndose antes de entrar. Nephtys estaba enloquecida, su dolorido cuerpo
agonizaba de necesidad.
— Por favor —le rogó.
Haru-Re estrechó los ojos.
— ¿Quién es tu amo y señor, Nephtys? ¡Ten cuidado con lo que contestas!
Ella tragó. Su fuerza de voluntad pendía de un hilo.
— ¡Seth-Aziz! —gritó con voz ronca y con el corazón latiendo en su garganta.
Un relámpago iluminó la habitación. Los ojos de Ray brillaron con ira.
— ¡Puedo aplastarte como un escarabajo, meruati!—gruñó—. ¡Puedo
quemarte con mi fuego y succionar la vida de tus venas, si no me dices lo que
quiero oír!
— ¡Entonces hazlo! —gritó Nephtys—. ¡Mátame y observa como disminuyen
tus shemsu y tu netjer muere lentamente! ¡Si yo muero, será el final de la
inmortalidad para todos los antiguos! ¡Adelante! ¡Acaba con mi vida!
Nephtys sabía que él no lo haría. No podía. Su primer deber era con su dios.
No con su ego, por muy grande que fuese.
No la obligaría a pedir su lealtad de nuevo. Si lo decía tres veces en voz alta,
se convertiría en un juramento inquebrantable para Seth-Aziz.
Ray no se arriesgaría.
Pero eso no significaba que no pagaría por su desafío.
— ¡Te arrepentirás, porque mi intención es poseerte! ¡Y cuando seas de
nuevo mi esclava, por el cetro de Osiris, que no me desafiarás!
Rayos de luz salieron de la punta de los dedos de Haru-Re y se enrollaron
alrededor de su brazo subiendo hasta su cabello. Su cuerpo la aplastaba,
abriendo más sus temblorosos muslos con sus piernas musculosas. La sujetó para
que no se pudiera mover.

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Después bajó la boca hasta su garganta, provocando que Nephtys gritara


cuando sus colmillos perforaron su piel. En medio de un deslumbrante resplandor,
él la penetró.
Que los dioses se apiaden de mi, pensó Nephtys con regocijo.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 8
— Vaya. ¿Esto es lo que tú llamas “campamento”? —preguntó Gemma,
fascinada.
Shahin miró desde donde estaban en lo alto de las dunas, al lugar que él
llamaba casa desde hacía más de trescientos años.
— ¿Por qué? ¿Cómo lo llamarías tú? —le preguntó, intentando verlo a través
de sus ojos, curioso por saber si su impresión era buena o mala.
El campamento estaba situado en un oasis del desierto, protegido por un
estrecho valle en medio de enormes dunas de arena, una mancha de hierba verde
y alta, elegantes palmeras, plantas con flores y pozas de cristalina agua azul. Una
docena de tiendas nómadas estaban esparcidas a lo largo de la hierba,
engalanadas con telas con patrones de rayas rojas y azules, borlas y banderines
ondulando. Cada tienda tenía un toldo que se extendía desde la entrada principal,
donde varios cojines estaban esparcidos en gruesas alfombras persas. Los
pórticos estaban dispuestos hacia el oeste, en dirección hacia la batalla diaria
entre la oscuridad y la luz, ganando siempre la noche.
— Parece algo salido de Las mil y una noches, de Richard Burton.
— ¿Eso significa que te gusta? —le preguntó, más por curiosidad que por
otra cosa. Las mujeres que había llevado allí no se impresionaron mucho.
Al menos no por el campamento. El asombro les llegó después.
— Es hermoso —declaró Gemma.
Shahin estuvo de acuerdo con ella, pensando que aun era más hermoso con
los colores reflejados por la noche inminente, rojo y naranja, como los dulces
pomelos de Nubia, contra el cielo azul cobalto.
Esa mujer había logrado sorprenderle otra vez.
Cuando su grupo entró en el oasis, fueron recibidos por varios hombres y
mujeres sonrientes que sostenían vasos de agua. Después de desmontar, Shahin
tomó dos vasos y le pasó uno a Gemma.
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— Sirve para quitar el polvo de la garganta. Cuando anochezca nos servirán


un cóctel —El sol se acercaba a la línea del horizonte y era costumbre en el
campamento, observar el atardecer todos los días. El globo dorado siendo
derrotado por el poder del Señor de la Noche.
El jeque se bebió el agua de un trago, arrojó la bisht y el turbante a un
criado, y llamó a un niño que estaba cerca.
— Cuida de la yegua de la dama —le ordenó—. Sabes cómo hacerlo, ¿no?
— ¡Sí, mi señor! —El muchacho se fue corriendo, con una sonrisa en su
rostro porque le hubiera confiado esa tarea a él.
— ¿Un cóctel? —preguntó ella levantando la cabeza, mientras Shahin la
guiaba a una gran tienda.
— Aquí no hay ley sharia, la ley que rige a los musulmanes —le explicó,
pasándose la mano por el cabello—. Mantenemos las viejas tradiciones y no está
prohibido el alcohol. En cualquier caso, soy copto, no musulmán.
Ella volvió la cabeza desconcertada.
— ¿Eres cristiano? ¿No eres seguidor de Set-Sutekh, como cuenta la leyenda
de Al Shahin?
Así que aun seguía probándolo.
—Sí, soy uno de sus shemsu, un seguidor inmortal. Y también soy cristiano
—respondió el jeque y la invitó a sentarse bajo el toldo de la entrada—. No veo
en eso ninguna contradicción—amontonó una pila de almohadas detrás de la
espalda y estiró las piernas. Era agradable estar en casa—. Esto es Egipto, una
tierra donde...
Pero Gemma no le escuchaba. Miraba a los camellos, o lo que quedaba de
ellos. Se estaban disolviendo lentamente, girando como la niebla sin dejar rastro.
— Son camellos fantasmas —Le explicó Shahin, recordando que todo era
nuevo para ella—. No son reales.
Gemma parpadeó.
— Pero... ¡pero si acabamos de montar en ellos! Eran sólidos y...
— Los conjuramos mediante un hechizo. Son útiles cuando tenemos que
volver a nuestra forma humana de manera inesperada, como hoy. Somos
inmortales, pero veinte kilómetros caminando por el desierto, no es mi idea de un
agradable paseo por la tarde.
Gemma tragó, y se dejó caer de repente en un cojín a su lado, pasándose la
mano por los ojos y notando que las manos le temblaban ligeramente.

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— Esto es una locura —suspiró profundamente y le miró—. De verdad eres


quien dices ser, ¿no? —No era una pregunta, más bien una afirmación a
regañadientes. Finalmente.
— Sí, lo soy.
Sólo entonces, los sirvientes aparecieron con una bandeja de bebidas y una
mesa baja de latón, colocándolas en la alfombra entre Gemma y Shahin.
Inclinándose, se marcharon. El jeque cogió la jarra, sirvió un líquido de color rosa
en dos copas y le entregó una.
— Toma. Te sentirás mejor después de un trago.
— ¿Martini? —preguntó ella, mirando la copa mitad divertida, mitad
incrédula.
Shahin sonrió y se encogió de hombros, recostándose de nuevo para
contemplar el espectáculo. La brillante bola de oro desaparecía detrás de la cresta
de la duna más alta, el ambiente reflejaba sus moribundos rayos.
Los dedos de la oscuridad se extendían por el cielo, apagando la luz y
oscureciendo todo.
El jeque levantó su copa en un brindis.
— ¿Qué puedo decir? Tuve un buen amigo británico que fue una mala
influencia.
Gemma frunció el ceño, notando el color de la suave bebida, resultado de un
puñado de semillas de color rojo que se hundían lentamente en el fondo de la
copa.
— Pensaba que los Martinis tenían aceitunas.
— Los míos no. Pruébalo.
Gemma bebió un sorbo, masticando algunas semillas y paladeándolas. De
repente, sus ojos se dilataron y él pudo ver su lucha para decidir si las escupía o
no. Finalmente se las tragó y dijo.
— Increíble. ¿Semillas de granada? ¿No es un poco obvio?
Él sonrió, satisfecho.
— No te preocupes, kalila. Te aseguro que no soy Hades, simplemente me
gustan las granadas.
Y al contrario que Hades, él no negociaría su libertad con Perséfone,
dependiendo de las semillas de granada que ella hubiera comido. Gemma era
suya. Y no solamente durante seis meses al año, como declaró el dios griego del
inframundo, sino por todo el tiempo que quisiera retenerla.

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Gemma tomó otro sorbo, esta vez tragando más efusivamente. Echó un
vistazo a la silueta irregular de las tiendas y al valle del oeste, donde las dunas de
arena gigantes del oasis se extendían por todo el continente africano.
El anaranjado sol casi había desaparecido, consumido por la oscuridad de la
noche que se aproximaba. Sólo un poco de luz permanecía, cerniéndose como
una gota ardiente de mercurio en el horizonte.
— No planeas dejarme marchar por la mañana, ¿no?
Una vez más, no era una pregunta.
Todavía estaba hechizada, pero sólo por su atracción hacia él y no por su
secuestro. Aunque al parecer, eso no sería necesario, incluso a corto plazo. Le
alegraba saber que Gemma había aceptado su destino. Eso haría las cosas más
fáciles para ella.
— No. No lo he planeado.
El último vestigio de sol se escondió, vencido por la luna.
— ¿Por qué? —preguntó ella sin moverse—. ¿Por qué yo?
Shahin notó que Gemma no quería ni alabanzas, ni mentiras. No deseaba
que le dijera que era la mujer más bella del mundo y que no podía vivir un día
más sin tenerla. Ella quería la verdad. Lo extraño era que eso era la verdad. O
por lo menos parte. Si el día anterior Gemma no hubiera capturado
completamente su interés masculino en el templo, ahora estaría prisionera en
Khepesh, esperando la decisión del Sumo Sacerdote para ver que hacían con ella.
Que estuviera allí con él, era infinitamente mejor. Aquí, tendría la
oportunidad de aprender lo que era ser un inmortal al servicio de un dios y podía
decidir unirse al netjer voluntariamente. Porque si no lo hacía, sería despojada de
su voluntad y convertida eternamente en una shabti, sin ningún rastro de su
antiguo ser. Un purgatorio viviente.
El triste destino de su propia madre.
Shahin apartó de su mente el recuerdo de su familia y escondió su furia
instintiva debajo de la superficie, para evitar que la sed de venganza lo
consumiera.
— Es complicado —dijo bruscamente y se bebió el Martini de un solo trago,
rellenando otra vez las copas.
— En este momento no tengo nada mejor que hacer. Así que adelante. Dame
la versión completa —declaró Gemma secamente.
El jeque suspiró y silenciosamente pensó hasta donde contarle. No era un
cortesano del palacio dado a las intrigas.

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Era un guerrero, para bien o para mal, noble y sincero. Entonces empezó a
contarle una versión sin suavizar.
— La verdad es que a quien quiero es a tu hermana. Tú sólo eres...
digamos... un daño colateral.
Gemma lo miró fijamente.
— ¿Cómo dices?
— Hablo del netjer del templo, por supuesto. No la quiero personalmente. Tú
eres la hermana a quien deseo, sin ninguna duda. Sólo a ti —El jeque le dedicó
una sonrisa, notando que su declaración no le hacía ningún efecto.
Gemma abrió la boca, pero la volvió a cerrar de nuevo, hasta que pudo decir.
— No te entiendo. ¿Por qué el culto, ese netjer como lo llamas, quiere a mi
hermana? ¿Y qué hermana?
Shahin se acomodó en los cojines, volviéndose hacia ella sombríamente.
— Al principio, era a Gillian a quien queríamos. Ella descubrió la entrada
oculta al Palacio de Khepesh, la sede de los inmortales de Set-Sutekh. Debes
entender que no había manera de que pudiéramos dejarla marchar con ese
conocimiento.
Gemma frunció el ceño.
— Gillian es historiadora y la contrataron para encontrar la tumba perdida de
un lord británico. Estaba buscándola el día que desapareció. Pero llamó por
teléfono y nos dijo que se encontró con un hombre y decidió quedarse con él
temporalmente.
Miró fijamente a Shahin.
— ¿Estás diciendo que eso no es verdad?
El jeque movió la cabeza.
—Sí, es cierto. Lord Kilpatrick fue quien la encontró. Él es... era... uno de los
nuestros.
Los ojos de Gemma se agrandaron y por un momento se quedó sin habla.
Entonces...
— Dios mío. ¿Lord Rhys Kilpatrick? ¡Gillian estaba buscando su tumba!
Pero él lleva muerto más de cien años y... —Se detuvo consternada.
— No creo que tenga que decirte que Kilpatrick está todavía muy vivo. Y
enamorado de tu hermana. Se escaparon juntos.

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Gemma cerró los ojos, sorprendiéndose cuando su boca se curvó en una


triste sonrisa.
— Gracias a Dios. Al menos ha salido algo bueno de toda esta locura.
Mencionó el matrimonio en su carta. Entonces, ¿huyeron para casarse?
Al recordar la traición de Rhys, Shahin mostró una expresión seria, y
terminando su bebida, dejó la copa en la mesa de latón con un tintineo. Seth le
había asegurado que planeó la deserción de Rhys para que se introdujera en el
palacio de su enemigo, en Petru, como una especie de caballo de Troya, pero
Shahin temía que la amistad de Seth con el inglés le hubiera convencido de una
lealtad que no existía.
— No exactamente.
— ¿Qué pasó?
— Nuestra sacerdotisa, Nephtys, tuvo una visión de Gillian como consorte de
Seth-Aziz, el semidiós. La boda que mencionaba era con Seth, no con Kilpatrick.
Pero ella y Rhys desafiaron al semidiós y se dirigieron a nuestro enemigo, Haru-
Re, para pedirle refugio.
La boca de Gemma se abrió con asombro.
— No puedes estar hablando en serio. ¿Tú querías que ella fuera la consorte
de un semidiós? —Su expresión era de incredulidad. Moviendo la cabeza lo miró—
. Un momento... ¿Seth-Aziz? ¿El Sumo Sacerdote Seth-Aziz, del culto de Set-
Sutekh? ¿El mismo del que hablan todas las leyendas de esta zona? ¿Ese es el
culto del que estás hablando?
— Culto tiene una connotación negativa. Tienes que usar el término netjer.
No es un culto de adoración a una deidad en particular. Es un estilo de vida. Un
servicio de asistencia.
Pero otra vez Gemma no estaba escuchando. Parecía completamente
aturdida.
— Pero Seth-Aziz, es un... un...
— ¿Vampiro? —preguntó Shahin sutilmente—. Sí, lo es.
— No... —susurró ella, poniéndose pálida—. Los vampiros no existen.
Sus negaciones empezaban a resultar repetitivas.
— Si existen, por lo menos dos. Haru-Re nuestro enemigo y Seth-Aziz,
nuestro líder.
— ¿Y quieres que mis hermanas sean sus consortes? —Ahora parecía
totalmente horrorizada.
— Todavía las queremos. Bueno, sólo a una.

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— No puedes hablar en serio. ¿Seguramente no quieres decir...?


Shahin fue tajante.
— Oh, pero eso es exactamente lo que quiero decir. Seth decidió que, debido
a la deserción de Gillian, tu otra hermana, Josslyn, ocuparía su lugar. Como su
esposa.
— ¡No! —Gemma se movió tan rápido al levantarse, que el resto de la bebida
se derramó de la copa, empapando su camisa. Apenas se dio cuenta—. ¿Cómo te
atreves? ¿Qué derecho tienes para hacer eso con una mujer? ¿Con cualquier
mujer? Y si ella no quiere ser un vampiro. Tú...
— No —advirtió Shahin levantándose con un solo movimiento. La agarró por
los brazos cuando ella se volvió disponiéndose a marcharse. A dónde iría, Gemma
no tenía ni idea. Ni le importaba. Esto era demasiado.
— ¡Suéltame!
— Hay una cosa que debes saber —gruñó él—. No obligamos a nadie.
Además, evitamos encontrarnos con mortales para que no sepan de nuestra
existencia. Fue Gillian quien se introdujo en nuestro territorio y nos obligó a
actuar. Pero al final, optó por unirse a nosotros y aceptó convertirse en la
consorte de Seth voluntariamente.
— ¡No lo creo! —gritó Gemma—. ¿Ser la consorte de un vampiro?
— Seth es un semidiós, nuestro Sumo Sacerdote. Ser un vampiro le hace
más poderoso, pero es un hombre como cualquier otro.
Gemma no podía decidir si estaba diciendo la verdad o si estaba loco.
Entonces se dio cuenta de que no podía negar nada de todo eso.
— Incluso si lo que me has contado es verdad, no creo ni por un segundo
que nos dejara a Joss y a mí sin ninguna explicación.
Como mamá...
— ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Shahin—. Gillian escribió una
carta y telefoneó para que no os preocuparais. Pero créeme, tenía la intención de
quedarse. Deseaba estar en el palacio—La acercó a su cuerpo—. Como tú
también querrás.
Gemma no pensaba igual. Shahin puede que no planeara dejarla ir por la
mañana, pero ella no tenía intención de quedarse. ¡No pretendía tener nada que
ver con un culto de vampiros! Shahin no era tan tentador para eso.
Además, él no estaba interesado en ella. Gemma sólo era un daño colateral.
Trató de detenerlo, pero su energía mística, poderosa y tremendamente
seductora, se extendía por su cuerpo, debilitando su resistencia. Sentía los

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pechos pesados y una serie de escalofríos donde sus manos la tocaban. Está bien,
realmente era muy tentador. Pero el jeque Shahin también era un hombre
peligroso. Todo esto era peligroso e irreal. Tenía que advertir a Joss.
Gemma intentó empujarlo, convencida de que si no lo hacía estaría perdida.
— No estamos hablando de mí, ni tampoco de Gillian. Esto es sobre Josslyn.
¡Vampiro o no, nadie puede obligarle a casarse con un hombre al que no ame!
— No es mi decisión, kalila. Y por lo que vi, tu hermana es más que capaz de
cuidar de sí misma.
— Sí, pero...
— En este momento Seth está furioso, pero como te he dicho, no es un
monstruo. Estoy seguro de que la escuchará si ella se opone.
— ¿De verdad?
La tensión dio paso a una sonrisa perezosa que derritió sus huesos.
Observar el cambio en el comportamiento de su secuestrador le provocó un
cosquilleo en todo el cuerpo.
— Seth-Aziz es muy poderoso y un hombre encantador. Estoy seguro que la
convencerá de su... atractivo —Shahin hizo una pausa, para recorrer lentamente
con la mirada su cuerpo y la fue empujando suavemente dentro de la tienda—. Y
tal vez, dulzura, es el momento de convencerte del mío.
Gemma escuchó una alarma en su cabeza. Junto con una indeseable e
intensa excitación. Cielos. ¿Qué le pasaba?
— Shahin...
— Me gusta como dices mi nombre, kalila—murmuró, sujetando con la mano
las cortinas de la puerta.
Ella se esforzó para mantener la lucidez cuando se encontró envuelta por la
penumbra fresca de la tienda y por una espesa niebla de inconsciencia. El tierno
apelativo resonó en su corazón como una canción de amor. Kalila. Le gustaría que
dejara de llamarla así, derrumbaba su voluntad de seguir siendo fuerte.
— No soy tu cariño —declaró, empujando su pecho. Pero él se mantuvo
firme. Como una esfinge—. ¿Eres un vampiro, también? —le preguntó,
horrorizada ante la idea.
— No. Sólo Seth-Aziz lo es.
¡Gracias a Dios! Su corazón gritó de alivio... y algo más.
— ¿Preocupada?

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— ¿Tú qué crees? —Gemma intentó que la soltara, pero fue inútil. Su cálido
aliento agitaba su cabello.
— ¿Por qué te resistes? Sabes que los dos deseamos esto.
Tal vez lo desease, físicamente, no lo podía negar, pero... si se entregaba a
él, ¿qué más estaría aceptando? ¿Un breve episodio de una fantasía... o la
participación en un culto mítico en el que ella no creía?
Se lamió los labios, buscando desesperadamente una manera de retrasar lo
que parecía cada vez más inevitable.
— Si que lo deseo, Shahin. Pero... estoy... cubierta de Martini, polvo y...
Gemma se calló de repente cuando observó la expresión irónica de Shahin.
— Ah, entiendo. El calor del desierto. Mi olor te ofende.
— No es eso, hueles maravillosamente. Es sólo que... —Ella descubrió que
había cometido un error táctico cuando la perezosa sonrisa volvió a aparecer.
¡Maldita sea!
— ¿Qué clase de caballero sería si no ofrezco a mi dama un baño relajante
después de estar cabalgando duramente todo el día? — No añadió; Y antes de
disfrutar de una cabalgada diferente. Aunque esa idease veía claramente en sus
ojos oscuros.
Gemma retiró de su cuerpo la camisa empapada, fingiendo no entender lo
que había dicho.
— Eso sería... hum... muy agradable.
— Excelente. Ven conmigo.
Si ella esperaba que llamase a un montón de sirvientes para buscar una tina
y llenarla con agua caliente, dándole una hora más o menos para pensar en sus
opciones, estaba muy equivocada.
Shahin besó sus nudillos y sujetando su mano, la llevó a otra puerta con
cortinas en la parte trasera de la tienda.
— Aquí estamos.
Gemma retuvo la respiración. Estaban en una tienda más pequeña, anexa a
la principal. Pero esta habitación tenía el suelo de baldosas en vez de alfombras y
tenía una bañera de piedra, como en los baños romanos, alimentada por un
manantial termal que burbujeaba y caía en cascada sobre ella. Una ligera neblina
de vapor, dulcemente perfumada, se elevaba tentadoramente del agua,
enrollándose en las largas telas brillantes y transparentes que decoraban las
paredes internas de la tienda. Todo el lugar tenía un aire de misterio sensual.

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Shahin ondeó la mano y un centenar de brillantes llamas cobraron vida,


encendiendo las velas que estaban dispersas en las superficies de piedra.
Instantáneamente, Gemma se olvidó de las dudas.
— ¡Oh! ¡Es precioso! —exclamó acercándose al borde de la bañera y
metiendo los dedos. La temperatura era perfecta. Suspiró con deleite. El cuarto
de baño de la casa que sus hermanas y ella habían alquilado, era primitivo, la
ducha solo era un cubículo feo de cemento. Se volvió para contárselo y volvió a
retener la respiración, esta vez por una razón completamente diferente. Shahin
se había quitado la túnica, dejando su torso desnudo. Era magnífico, amplio,
esbelto y moreno. El abdomen estaba marcado por seis ondulaciones,
sombreadas por una V de vello negro. El jeque se acercó a la bañera y
sentándose en el borde, se quitó las botas de montar.
— ¿Qué esperas kalila?
Gemma parpadeó. Oh, señor.
— ¿Quieres que... —se detuvo viendo cómo las pequeñas olas en el agua
comenzaron a formar espuma, cuando él arrojó un puñado de sales en la
bañera—...juntos?
Shahin arqueó las cejas.
— Por lo general es así como se hace. A menos que los americanos hayan
inventado una nueva forma que yo desconozca.
Obviamente él no estaba hablando del baño.
Shahin desató los cordones de sus pantalones que cayeron al suelo
dejándolo completamente desnudo, maravillosamente desnudo.
No era lo que Gemma había planeado.
Pero... ¡Oh! Dios.
Era imposible de rechazar.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 9
Un intenso calor recorrió a Gemma desde la cabeza a los pies. Es mío, pensó
estúpidamente. Todo mío.
— ¿Eres tímida? —le preguntó Shahin acercándose cuando ella no se movió—
. ¿Quieres que te desnude yo?
— N...no. Quiero decir sí —balbuceó, cerrando los ojos, totalmente aturdida
y avergonzada—. Es decir...
— Shh. De acuerdo. Te desnudaré.
Gemma se quedó quieta, indefensa. Su sangre corrió más rápido, temblando
de deseo. Shahin le desabrochó la camisa, quitándosela, e inclinándose hacia
adelante, rozó su nariz contra su sien en un gesto increíblemente sensual. No era
del todo posesivo, pero era muy parecido.
La camisa cayó al suelo. Los labios de Shahin se movían por su garganta,
recorriéndole la clavícula y el hombro, dejando chispas insoportables de
excitación por el camino.
Soltándole el sujetador, lo tiró a un lado. Mientras estaba en el aire, hizo un
movimiento con los dedos y lo desintegró con una pequeña explosión de llamas y
humo. Enseguida sus manos estuvieron sobre sus pechos desnudos.
Gemma jadeó cuando sus manos ahuecaron sus senos, sopesándolos y
moviendo lentamente los pulgares sobre los pezones, como cuando estuvieron en
el camello. Un deseo insoportable se apoderó de ella.
Shahin la provocó y acarició hasta que pensó que se volvería loca. No podría
aguantar mucho tiempo más.
— Por favor —le rogó.
— Lo sé —murmuró, desabrochando sus pantalones y bajándoselos por las
caderas—. Te hechicé.
Su cabeza estaba demasiado aturdida por sus caricias, como para entender
realmente lo que estaba diciendo.
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— Sí —afirmó con un gemido desesperado—. Estoy completamente bajo tu


hechizo.
Shahin se arrodilló delante de ella, quitándole las botas y el resto de la ropa.
Cuando estuvo completamente desnuda, la miró fijamente. Sus ojos negros
ardían con... con una feroz pasión. Era un poco intimidante y bastante aterrador,
pero la intensidad de su mirada sólo hacía que lo desease más.
¿Qué locura era esa?
Posando sus manos en ella, las deslizó lenta y deliberadamente por su
cuerpo. Gemma se sentía a punto de explotar. Lo deseaba en su interior.
Deseaba ser devorada por su asombroso poder sensual.
Shahin se puso de pie y sostuvo su cara entre sus grandes manos. Podía
sentir como controlaba su fuerza cuando le acarició la barbilla. Gemma tembló.
— Por favor —volvió a rogarle ella.
— No, no te poseeré de esta manera.
Confusa y desconcertada, dijo.
—No... No te entiendo.
— Estás hechizada. Eres incapaz de decir que no. No hay honor en poseer a
una mujer así. Eso no aporta verdadero placer, para ninguno de los dos.
Gemma parecía que iba a discutir eso.
Sacudiendo la cabeza, avanzó hacia él. Necesitaba sentir su cuerpo contra el
de ella, la gruesa excitación, completándola, llenándola. Poseyéndola. Su cuerpo
lo deseaba. A él.
— Créeme, no voy a decirte que no —le aseguró.
— Eso es porque he anulado tu voluntad para negarte. Ayer, cuando te vi en
el templo, te lancé un encantamiento de pasión y lo volví a hacer otra vez en tus
sueños. Era esencial que vinieras a mí y la manera más fácil de conseguirlo era
que me desearas como amante. No te di ninguna elección.
¿Sus sueños? Los recuerdos de los sueños eróticos que tuvo con él,
atravesaron su mente y su cuerpo.
Si no estuviera tan debilitada por esta insatisfecha excitación, podría sentirse
insultada. Su deseo era tan real como el de él. La fuerte atracción era mutua. No
era el resultado de alguna clase de magia vudú. O un sueño.
— Deseaba encontrarte y fui a buscarte —empezó a contarle, pero se detuvo
impactada con la realidad—. Bueno, creo que sí, pero eso es sólo parte del motivo
—Por desgracia, no podía recordar el motivo en estos momentos

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¿Qué es todo esto? ¿Una locura?


Gemma se humedeció los labios.
— ¿Estás diciendo...que todo ha sido una ilusión?
Shahin la besó. Un beso largo y profundo.
— Una que me gustaría que se hiciera realidad, pero primero voy a quitarte
el hechizo, así que prepárate. Tus verdaderos sentimientos sobre esta fantasía
puede que... cambien.
Antes de poder entender sus intenciones, movió su mano delante de ella y
murmuró algunas palabras indescifrables. Gemma entrecerró los ojos, esperando
que algo sucediera, algo como que el abrasador deseo que sentía disminuyera o
se evaporara.
No sucedió nada.
No se sintió diferente, sólo sentía la misma intensa atracción. La misma
necesidad. El mismo ardiente deseo de sentir su cuerpo tocando el suyo.
— Todavía te deseo —reconoció, apretándose contra él. Frustrada por la
espera y jadeante de anticipación.
Lentamente, el jeque sonrió.
— Bien, porque no sé si podría parar.
Cogiéndola en brazos, la llevó hasta la bañera y dejó que su cuerpo se
deslizara hasta que sus pies tocaron el fondo. El agua les llegaba por encima de
las rodillas y estaba deliciosamente caliente. Las cascadas de espuma le hacían
cosquillas en los tobillos. La fragancia picante de las sales en el agua, aumentaba
la intensidad de la sensación. Shahin se apoderó de su boca. El deseo rugió a su
alrededor, más fuerte que nunca. Gemma perdido todo el sentido.
La calidez, el tacto y el olor de Shahin era todo lo que ella sentía.
Juntos se sumergieron en el agua. El beso creció en intensidad, profundo e
intenso, húmedo y completo. Gemma sentía que su corazón se aceleraba,
abrasándola y abriéndola a él. ¡Oh, cómo lo deseaba!
— Shahin —susurró.
Él gimió, acercándola.
Gemma envolvió las piernas alrededor de su cintura, a horcajadas, fascinada
cuando él apretó su cuerpo contra el de ella. Podía sentir su excitación, gruesa y
larga, presionando íntimamente contra su abertura. La deseaba tanto como ella a
él.
— No quiero esperar más —susurró y se levantó, invitándolo.

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— No —gruñó y rodeó sus caderas, empujándola hacia abajo, pero sin llegar
a unirse—. Todavía no.
Gemma sollozó de frustración.
— ¿Por qué? ¿Vas a volver a hechizarme?
— Este hechizo te gustará.
Shahin agarró suavemente su cabello con la mano y la besó de nuevo,
profundamente.
— ¡Oh! —gimió Gemma ante la inesperada explosión de sensaciones entre
sus muslos. Sentía como si la de boca Shahin estuviera allí.
Exactamente donde lo deseaba. Cuando se apoderó de su boca otra vez, casi
explotó.
— ¿Te gusta? —preguntó el jeque en voz baja y áspera.
— Mmm —Eso fue todo lo que pudo decir. ¿Cómo ha hecho eso?
Shahin volvió a invadir su boca con la lengua, mientras la respiración de
Gemma se quedaba atascada en la garganta.
Su centro irrumpió en llamaradas de placer, mientras su cuerpo se rendía en
sus brazos.
— Sí —gimió ella—. Oh, sí.
Él continuó haciéndola estremecer y arquearse por el intenso placer,
excitándola más y más, hasta que ella gritó y se desplomó en sus brazos,
sintiendo el clímax más intenso que jamás había experimentado. A medida que su
cuerpo temblaba y se sacudía por la fuerza del orgasmo, la tierra literalmente se
movió. El agua salpicó fuera de la bañera en oleadas. Algunas velas se volcaron y
apagaron. Las cortinas de gasa transparente ondeaban violentamente. Shahin
rodó hasta que ella estuvo reclinada en el agua, debajo de él.
— Ohhh —jadeó Gemma cuando él rozó su boca y la miró con los ojos
brillantes—. Eso ha sido... increíble.
— Apenas hemos comenzado kalila —susurró con voz ronca.
Gemma no creía que pudiera moverse, así que se echó un poco más hacia
atrás y disfrutó mientras él lavaba su cabello y su cuerpo.
— Tienes unas manos maravillosas —dijo, cerrando los ojos. Podría
acostumbrarse a esto.
— Y tú tienes un hermoso cuerpo —respondió el jeque, acariciándola
íntimamente.
Ella sonrió y abrió las piernas para él.

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— ¿Eres virgen?
Sorprendida, Gemma abrió los ojos. Shahin no la miraba.
— Hum, no.
De repente se escuchó un estruendo y las velas parpadearon. Ella se agarró
al borde de la bañera, mirando a su alrededor.
— ¿Qué es eso? ¿Un terremoto?
— Sí —contestó él secamente—. Los terremotos son mi elemento. A veces
sucede cuando estoy excitado. Pero más a menudo, cuando me provocan.
No estaba segura qué pensar sobre su confesión, por eso le preguntó por lo
que más la inquietaba.
— ¿Estás enfadado porque no soy virgen?
Shahin sacudió ligeramente la cabeza.
— No, no estoy enfadado. Tal vez decepcionado.
Esa declaración fue como un jarro de agua fría.
— Shahin, no puedes tener las dos cosas. Si fuera virgen, no estaría aquí
contigo. Estaría a salvo en casa, esperando un anillo de compromiso.
— Ah, claro que estarías aquí —replicó con un gruñido masculino que la hizo
temblar, mientras inclinaba la cabeza para enjuagarse el cabello en la cascada de
agua. Tan malditamente seguro de sí mismo, a Gemma le entraron ganas de
estrangular a ese hombre.
Así no era exactamente cómo tenía que suceder su fantasía.
Levantándose, salió de la bañera, mirando alrededor para buscar una toalla.
El agua se agitó cuando él se puso en pie como un dios vengador. En menos
de un segundo, la agarró con firmeza.
— ¿Dónde crees que vas?
A pesar de lo absurdo de la situación, un pinchazo de dolor atravesó el pecho
de Gemma. Levantó la barbilla.
— No quiero ser una decepción para ti, Shahin.
— No seas ridícula —dijo saliendo de la bañera, goteando agua de los
riachuelos plateados que escurrían de su musculoso cuerpo—. Por supuesto que
no lo eres.
Detrás de ella, un jarrón cayó al suelo sobresaltándola. Lo miró fijamente.
— ¿Por qué será que no te creo? —declaró, frunciendo ligeramente la boca.

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— Nací en una época en que tales cosas eran importantes, Gemma.


Cambiaré de actitud. Te lo prometo. Pero a veces no puedo controlar esa manera
de pensar. Lo siento.
Sonaba tan sincero que casi le creyó. Casi.
Su mirada la atravesó.
— Yo te elegí, kalila. Nunca podrías decepcionarme.
Por una fracción de segundo, Gemma se sintió derretir de nuevo.
Excepto... que según recordaba, él no la había elegido. Simplemente se
había puesto en su mira sexual, ya que al parecer, al semidiós para quien
trabajaba le gustaban las rubias.
Algo que probablemente era mejor, aunque todavía no estaba convencida de
que Shahin sintiera un genuino interés por ella.
— Ven a la cama —Le susurró, besando su frente y acariciándola—.Déjame
mostrarte lo mucho que te deseo... y que no me importan tus otros amantes.
Deslizó las manos hasta su trasero y apretó suavemente, moviéndose cada
vez más cerca de su centro.
Bien, había un cierto interés por su parte, eso era innegable. Y
era convincente. Muy convincente.
No debería ceder tan fácilmente, pero no pudo evitarlo. Todavía lo deseaba,
aun siendo un machista.
— Supongo que puedo fingir que soy virgen —dijo con una mueca.
— ¡Por las bolas de Mithra, el dios de la verdad, no! —exclamó exasperado,
con el ceño fruncido—. Quiero que seas tal como eres.
Ella sonrió. Quizás sí que podía cambiar.
— En ese caso... —Le aseguró Gemma, rodeándole el cuello con sus brazos—
.Tienes permiso para poseerme.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 10
Shahin se sentía completamente cautivado. Gemma era una amante
inspiradora. Recordándolo, miró el sensual desorden de la cama donde ella
descansaba con su pálido y bien formado cuerpo, contrastando con las sábanas
de seda negras, mientras su cabello se extendía en la almohada como una nube
pelirroja a su alrededor ocultando la mitad de su rostro.
Gemma le había sorprendido agradablemente.
Muy pocas veces las mujeres retenían su interés por más de una hora o dos.
¿De cuántas maneras podía unirse con una mujer sin que se convirtiera todo en
algo sin sentido, en un vacío físico, es decir, en un aburrimiento? Pero con
Gemma había estado despierto toda la noche. Ella era abierta, traviesa, curiosa,
seductora y tan condenadamente confiada, que realmente llegó a pensar que su
hechizo de pasión seguía activo y cuando Gemma se durmió unos minutos, repitió
el hechizo y lo volvió a invertir de nuevo. Pero cuando ella abrió los ojos, lo miró
con la misma mirada nublada, una mirada romántica.
Le gustaría sacudirla hasta que le castañeteasen los dientes para que dejara
de ser tan ingenua. Shahin no confiaba en ella, y ciertamente Gemma no debería
confiar en él.
Shahin tenía intenciones de utilizarla y rechazarla después, algo que hacía
invariablemente con todas las mujeres. Los sentimientos tiernos no entraban en
sus planes. No con ella. Ni con ninguna mujer. Eso era imposible después de la
lección que había aprendido en manos de una pérfida mujer. Gemma tendría que
guardarse esos sentimientos y no desperdiciarlos con un hombre que no tenía
ningún interés en esas cosas.
Sin embargo, ella había sido un soplo de aire fresco en su cama,
completamente impredecible. Para él, las mujeres se clasificaban en dos
categorías; las que estaban horrorizadas con sus poderes y las codiciosas que
calculaban lo que su poder podía proporcionarles.
Pero Gemma parecía decidida a olvidar que él era el jeque Shahin, un
inmortal, y simplemente había hecho el amor con Shahin, el hombre.
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Gemma se mostraba encantada cuando la tocaba, se reía cuando él le


susurraba cosas ridículas al oído y respondía de manera explosiva cuando la hacía
alcanzar el clímax. Daba tanto como recibía y no rechazaba nada de lo que le
sugería.
Y Shahin le había sugerido muchas cosas. Cosas que no había hecho en
mucho tiempo.
Cosas que no había querido hacer con ninguna mujer.
Era tan seductora como una de las famosas doncellas del templo de Isis.
Una ingenua odalisca. Una seductora inocente.
A la que conservaría a su lado sólo por un tiempo, como le había dicho a
Seth. Aunque como capitán de la guardia a cargo de mantener el netjer seguro de
traiciones, dentro y fuera del palacio, puede que no fuera prudente retener a la
hermana de una traidora.
Ella se movió, gimió y sonrió ligeramente, como si soñara con él.
Su corazón se detuvo, seguido rápidamente de un golpe de irritación. No le
gustaba que ella pudiera pillarle con la guardia baja. Con un profundo suspiro, se
levantó de la cama y se dirigió al baño para ducharse y vestirse. Aún faltaban
varias horas para el amanecer y tenía cosas que hacer. Al salir de la tienda, fue
directo a los establos para comprobar la yegua de Gemma.
— Puede comprobar que está bien cuidada —aseguró el muchacho, Hasim,
que estaba a cargo de la yegua.
— Asegúrate que no huya. Los caballos tienen un buen sentido de la
orientación y se marcharía directamente a su casa.
— Lo haré. No quiero que la dama se asuste—dijo Hasim.
Chico listo.
Hasim era un mortal, uno de un número infinito de huérfanos que Shahin
había recogido durante años y empleado como siervos en el campamento.
Cuando crecían, algunos se convertían en sus espías en el mundo exterior, y
a otros les daba dinero y les aconsejaba que se buscaran una profesión
conveniente y útil para el netjer. Algunos optaban por convertirse en inmortales y
unirse a los guardias de Shahin en Khepesh. Todos eran fanáticamente leales a
él. Y eran ampliamente recompensados por esa lealtad.
— Exactamente —afirmó Shahin, revolviendo el pelo del niño antes de
acariciar a la yegua. Tener un animal de verdad en el campamento era raro,
excepto los que se utilizaban como alimento—. Puedes montarla durante el día si
quieres, estoy seguro que apreciará el ejercicio.

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Los ojos de Hasim se iluminaron.


— ¡Sí, señor!
Shahin se adentró en la noche. Recogiéndosela ondulante capa a su
alrededor y con un movimiento rápido de sus pies, susurró suavemente unas
palabras mágicas. De pronto, su cuerpo giró sobre sí mismo y se transformó en el
poderoso Halcón Negro de la leyenda. Sus brazos se convirtieron en vigorosas
alas que se extendieron en el viento, alzándose hacia el vasto cielo estrellado.
Rodeó el oasis dos veces, con sus agudos ojos, explorando el campamento
para comprobar que todo estaba como debía estar.
Los guardias estaban en sus lugares. El fuego crepitaba en algunas hogueras
de piedra, varios hombres y mujeres se reunían alrededor, conversando y riendo
mientras intercambiaban historias y hacían planes para la noche siguiente.
Todo parecía en orden.
Pero los instintos animales de Shahin estaban agitados y se sintió
repentinamente tenso. Incómodo. Algo inquietante flotaba en el aire, una onda de
energía, una advertencia, algo mágico.
Sin embargo, no podía ver nada extraño. Sacudiéndose esa sensación, llamó
a sus hombres y voló en la noche hacia Khepesh.
Cuando llegó a la entrada oculta, en la parte superior más remota del Gebel,
susurró un hechizo que abrió de inmediato el pasaje. Voló por las escaleras y por
los túneles oscuros como la medianoche, hacia la Gran Puerta del Oeste, donde
se situó en un círculo y recuperó su forma humana, aterrizando sobre sus pies,
delante de las magnificas puertas dobles de plata del palacio.
Después de hablar brevemente con los guardias de la puerta para que
estuvieran alerta, fue a reunirse con Seth-Aziz.
Lo encontró en su apartamento privado, leyendo. Eso era raro...
— Mi señor —saludó Shahin, haciendo una reverencia—. Supongo que te
encuentras bien, ¿no?
Seth movió la mano y dejó el libro a un lado.
— Sólo estoy un poco cansado —contestó levantándose y acercándose al
aparador de plata—. ¿Té?
— Gracias —Shahin vio como servía el espeso líquido marrón de una
pequeña tetera, sobre los cubitos de azúcar de dos vasos altos. Agradecido, notó
que el fuerte aroma perfumado le hacía cosquillas en la nariz cuando bebió un
trago. Gemma y él habían conseguido tomar un bocado rápido en una pausa de
sus actividades de cama, pero no se habían molestado en pedir café después de
la cena. La lujuria les había distraído.
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— Puedo ver por tu expresión que tienes algo que informar —Seth se sentó
cómodamente en un sofá con el vaso en la rodilla.
Shahin se fijó en un brasero de cobre que ardía en una esquina de la
habitación y se quedó mirando las llamas.
— Haru-Re sigue colocando a sus guardias a lo largo de nuestra frontera.
Nuestros espías están convencidos que está preparándose para atacarnos.
— No es algo inesperado—comentó Seth, echando un trago—. La semana
pasada, nos advirtió que si no estábamos de acuerdo en compartir a Nephtys con
Petru, nos declararía la guerra.
—Y sin embargo, no hicimos nada —dijo Shahin con frustración—. No tengo
un buen presentimiento sobre esto. ¡Debemos responder a sus amenazas!
— ¿Y qué quieres que haga? —preguntó Seth tranquilamente—. No tenemos
suficientes guerreros para derrotarlo en una batalla. Nosotros lo sabemos y él
también. Tengo que recurrir a otros métodos para acabar con sus amenazas.
Shahin suspiró.
— Estás refiriéndote a Kilpatrick —El plan del semidiós consistía en utilizar a
su antiguo administrador como una especie de caballo de Troya, un plan que
inexplicablemente no le contó ni a su capitán, ni incluso a su propio
administrador, y que había sido una gran manzana de discordia entre ellos desde
que Kilpatrick y su amante desertaron a Petru la semana anterior—. No puedo
creer que dejaras el destino de Khepesh en manos de...
— No —Le interrumpió Seth—. Tengo esperanzas puestas en Rhys, creo que
nos ayudará en nuestra causa contra Haru-Re, pero no dependo de él.
— ¿De quién entonces?
Seth sonrió.
— De una estrategia superior.
Shahin levantó una ceja, terminó su té y dejó a un lado el vaso.
El Sumo Sacerdote se encogió de hombros.
— Suena mejor que una oración fervorosa y mucha suerte —aclaró Seth
filosóficamente.
Esa actitud no presagiaba nada bueno.
— No puedes abandonar la causa, mi señor. Todos dependemos de tu fuerza
y sabiduría para superar esta crisis.
— No tengo intenciones de abandonar nada. Pero... Estoy cansado —dijo
suspirando.

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Shahin se irguió de pronto al comprender.


— Necesitas sangre.
— Admito que estoy empezando a sentir el retraso de la ceremonia —confesó
mirando sombríamente a Shahin—. Tienes que traer hoy a las hermanas, para
que pueda alimentarme de inmediato.
— Hermana —Le corrigió, a propósito—. Ya tengo a Gemma Haliday en mi
campamento.
Ahora fue el turno de Seth de levantar las cejas.
— ¿En serio? ¿Estabas tan hambriento por ella que no podías esperar?
A pesar de la gravedad de la situación, Shahin sintió que su boca se curvaba
en una sonrisa.
— Ella era la que estaba hambrienta. Me persiguió ayer, recorriendo el
desierto occidental sola y buscando mi oasis.
La sonrisa de Seth se ensanchó.
— Me sorprende que estés aquí.
— ¿Te sorprende? ¿El qué? —preguntó Nephtys cuando entró en la sala y los
vio—. Ah, una mujer, supongo. ¿Quién es esta semana, Shahin?
— La señorita Haliday —respondió Seth por él, sonando distraído, pero
también muy impresionado—. Gemma, creo. Se dirigió al oasis, buscándolo.
Nephtys miró pensativamente a Shahin.
— Interesante. ¿Te buscaba a ti, o a su hermana perdida?
—A los dos —respondió—. Pero se queda por mí.
— ¡Que ego más considerable! —Se burló Nephtys sirviéndose un poco de té
en una taza—.Supongo que habrá un hechizo por el medio, ¿no?
— No de momento.
—Eso es increíble. Mabruk, felicidades, Shahin. Puede que por fin hayas
encontrado a la mujer que controle tu temperamento y tu sombrío humor.
Nephtys guiñó un ojo para suavizar sus palabras y añadió leche a su té.
— Eres tan divertida como siempre —replicó el jeque con ironía. Nephtys era
la única mujer en el mundo en quien confiaba lo suficiente como para que se
burlara de él con total impunidad—. Pero no adelantes acontecimientos. No estoy
interesado en quedármela.

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—Un día —dijo Nephtys sabiamente—, tendrás que poner fin a tu necesidad
de castigar a todas las mujeres por el mal comportamiento de una, jeque
Shahin.
— No hasta que mi enemigo pague esa deuda con su vida—declaró con
énfasis. No le gustaba recordar la razón de su postura defensiva hacia las
mujeres.
Ella agitó su té, mientras lo consideraba.
— Estás muy seguro sobre el camino que quieres seguir, ¿no es así,
Shahin? ¿No has considerado que una mujer pueda unirse a ese camino? ¿Tu
alma gemela?
A Shahin tampoco le gustaba que sus creencias espirituales se usaran en su
contra.
Aunque la sacerdotisa sabía muy bien que él no creía en compañeras.
— No, no lo he pensado —contestó. Pero de repente se preguntó si Nephtys
no habría tenido una visión al respecto. No lo creía. Aceptaba que su don era real,
pero era como un padre que se negaba a especular sobre el sexo de su futuro
bebé. Shahin no quería saber nada sobre el futuro. El destino ya estaba escrito,
decidido mucho antes de su nacimiento, y no había nada que pudiera hacer más
que seguir sus convicciones y aceptar lo que ocurriese con honor. Saber algo
más, sólo complicaba las cosas. Sólo bastaba con mirar a Seth, que saltaba a
cualquier indicación para cumplir la profecía de su consorte.
Pero lejos de condenar la posición de Shahin hacia las mujeres, Nephtys
sabía el por qué y lo entendía. Tal vez mejor que él. Ella también había sufrido
una cruel traición que le hizo evitar a los hombres y el amor todos estos milenios.
Rogaba a Osiris que pudiera ser capaz de conseguir su propia venganza. Odiaría
pensar que matar a Haru-Re le haría daño a ella.
Aunque los dioses sabían que no se detendría.
Con un movimiento inesperado, ella se acercó y le dio un cálido beso en la
mejilla, acompañado de un profundo suspiro.
— Sinceramente, envidio tu convicción, Shahin, y espero que el universo te
conceda el camino que deseas seguir.
Pero algo en su voz hizo que Shahin percibiera que ella no creía que todo
saliera como él esperaba. ¿Sabría algo que él ignoraba? Su corazón se calmó y
pensó de repente en la mujer que le esperaba en su cama. ¿Estaba de alguna
manera ligada a su destino?
No. Se negaba a creerlo. Gemma era sólo una aventura, eso era todo. Un
placer temporal. Una recompensa de Set-Sutekh por todo su duro trabajo.

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Sonrió a Nephtys y besó su mano.


— Eres muy amable. Espero lo mismo para ti.
— Oye, ¿y yo? —interrumpió Seth, fingiendo estar enfadado porque no le
hacían caso.
Nephtys siempre conseguía sacar el lado más tierno de su regio hermano.
Shahin la miró, pero ella ya se había apartado y acercándose a Seth, se
sentó a su lado en el sofá. Su sonrisa vaciló cuando estudió el rostro de su
hermano.
— Hadu, poderoso, te ves agotado. ¿Es la falta de sangre? —Cuando él
asintió, ella continuó—. Tienes que aceptar un sacrificio de inmediato.
El semidiós asintió otra vez.
— He dado instrucciones para que Shahin traiga hoy a Josslyn Haliday a
Khepesh.
— Eso puede llevar horas. Tal vez días. Permíteme enviarte a una de mis
shemats inmediatamente.
Seth necesitaba sangre de una mujer mortal que estuviera dispuesta a
cumplir su obligación con la diosa Sekhmet y renovar su fuerza. Pero en caso de
emergencia, una mujer inmortal saciaría temporalmente su hambre, hasta que
pudiera hacer un sacrificio apropiado.
El Sumo Sacerdote frunció el ceño.
— Dios, no. Lo último que necesito en este momento es tener que lidiar con
una trastornada mujer persiguiéndome por el templo.
A pesar de la gravedad de la situación, Shahin sonrió. La última vez que Seth
tomó sangre de una de sus shemsu, la mujer pasó semanas soñando y
suspirando por él, totalmente obsesionada, hasta que la euforia desapareció.
Necesitaban a una mujer fuerte para resistir los poderes sexuales del
vampiro.
— Pero te necesitamos en forma, hermano. Ahora no puedes sucumbir a la
debilidad de la sangre —Le recriminó Nephtys.
— Estaré bien durante un par de días. Quiero esperar a mi consorte. Cuanta
más hambre tenga, mayor será mi unión con ella. Esta es mi decisión.
Sus hombres estaban buscando a esa hermana Haliday. Shahin esperaba
que no fuera tan hostil y agresiva como se mostró en las ruinas del templo.
— ¿Y si no quiere ir voluntariamente a ninguna parte conmigo? ¿O contigo?
—Le preguntó Shahin a Seth con cautela. En este caso, pensaba lo mismo que

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Nephtys—. Necesitamos su consentimiento y, francamente, Josslyn Haliday no


me parece que sea una persona muy complaciente.
Dos pares de ojos lo miraron, uno alegremente despreocupado y el otro más
cauteloso.
— Entonces tendré que usar todos mis poderes de persuasión con ella, ¿no
crees? ¿Cómo pretendes obtener su consentimiento para traerla aquí?
— Sus hermanas han desaparecido, igual que su madre —contestó Shahin—.
Con ese pretexto, será muy fácil convencerla de venir a Khepesh
voluntariamente. Tu tarea será más difícil.
— Ya lo veremos —dijo Seth, poniéndose de pie—. Mientras tanto, mantén
un ojo en Haru-Re y hazme saber sus movimientos. Espero tu rápido regreso con
mi consorte, amigo.
— Mi voluntad es servirte, mi señor.

Cuando Shahin dejó el Palacio de Khepesh, se transformó en halcón y


desapareció en la oscuridad. Faltaba sólo una hora para el amanecer y decidió
echar un vistazo rápido al desierto. Más que nada, para demostrarse que no era
esclavo de su deseo por la mujer que esperaba en su cama.
No lo era. De ninguna manera.
Su cuerpo la deseaba. Pero esa atracción disminuiría rápidamente, con el
conocimiento de que dejaría de ser una novedad y su instintiva desconfianza
eclipsaría cualquier afecto que, tal vez, sintiera por ella. Eso es lo que siempre
pasaba. ¡Gracias a la sabiduría de Osiris! Porque Shahin no sabía lo que haría si le
empezaba a gustar la mujer, y no sólo como un capricho extravagante. Eso sería
inaceptable. Conocía muy bien lo que sucedía cuando se dejaba llevar por los
sentimientos.
Mentiras.
Traición.
Debilidad.
Desastres.
Y esta vez, no podía permitirse caer en ninguna de esas trampas.
Seth-Aziz dependía de él. Y Khepesh también. Los próximos días podían
significar la diferencia entre la derrota y la aniquilación, o alcanzar su meta y

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saborear la venganza y la victoria total sobre su enemigo. No había nada, nada,


que pudiera interponerse en el placer de su venganza.
Y mucho menos una mujer.
Shahin apretó los dientes. Especialmente una mujer.
Incluso aunque Gemma conseguía hacer que su corazón latiera más rápido.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 11
Gemma se despertó sola.
El otro lado de la cama estaba vacío. La tienda estaba tan silenciosa que se
podía oír el sonido fantasmal de la arena golpeando las paredes exteriores,
cuando el viento previo al amanecer revolvía el desierto. El lugar estaba a
oscuras.
Tan oscuro que no podía ver sus dedos cuando los movió frente a ella.
— ¿Shahin? —llamó suavemente.
Sólo silencio.
Intentó acordarse del interior de la tienda, de cómo estaban colocados los
muebles y otros obstáculos. Y de la posición de la puerta. Saliendo de la cama,
avanzó lentamente con las manos extendidas, golpeándoselas piernas sólo tres o
cuatro veces, antes de encontrar la tela de la pared. Buscando a tientas, encontró
la puerta y retiró a un lado la pesada cortina, saliendo al exterior.
El aire frío de la madrugada golpeó su rostro. La luz de las estrellas ya se
estaba desvaneciendo, pero aún iluminaba el oasis haciendo oscilar las siluetas y
las sombras. Las brasas rojas de las hogueras brillaban todavía, pero nadie
estaba sentado alrededor contando historias o charlando.
Todo el campamento estaba en silencio, parecía que todo el mundo se había
retirado a descansar.
Gemma abrió la boca de nuevo para llamar a Shahin, pero algo impidió que
lo hiciera. Cerrando la boca, escuchó con atención. No había nadie.
Era la oportunidad perfecta para observar el campamento.
O escapar.
Volvió a entrar a la oscuridad de la tienda y encontró una vela, corriendo
hacia la hoguera para encenderla. Una vez de vuelta en la tienda, encendió
varias velas para poder ver. Sólo por si acaso Shahin la espiaba desde algún
rincón, observándola. Probándola.
Pero estaba realmente sola.
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Lo primero que hizo fue buscar rápidamente en las pertenencias de Shahin,


pensando que tal vez encontrase una prueba de sus intenciones para Josslyn y
ella.
Había un pequeño escritorio antiguo y una gran colección de libros, pero
nada relevante a la situación. Ningún documento. Ninguna carta. Ningún plano.
Nada.
¿Eso era bueno o malo?
¡Maldita sea!
Tenía que marcharse. Ahora. Escapar mientras tuviera una oportunidad.
Excepto...
Notaba la sangre bombeando rápidamente debido a la adrenalina y
sentándose, cerró los ojos.
Se sentía desgarrada.
Por un lado, Shahin había admitido que ese netjer, tenía planes para que su
hermana se quedara con ellos. Y con ella también, si su declaración de no dejarla
ir por la mañana era verdad. No estaba segura. ”Daño colateral” no sonaba como
si a él le importase ella. Aunque Shahin parecía haber disfrutado plenamente de
su... ah... compañía, pero si su explicación era verdadera, era a Josslyn a quien
realmente querían.
Toda la situación era muy extraña para poder estar segura de nada.
Y lo más extraño de todo era que no se había apresurado a encontrar a Bint,
ni se había montado aterrorizada y marchado corriendo de allí, en vez de estar
sentada y pensando en lo que tenía que hacer. Estaba asombrada por su actitud.
Dudaba de su propia cordura, sobre todo después de haber visto todas esas cosas
irreales. Debería estar horrorizada por su comportamiento de la noche anterior.
Avergonzada por lo que había hecho en la cama, con un hombre que había puesto
su vida al revés y mostrado cosas que simplemente no eran posibles, incluso
aunque sus ojos le dijeran lo contrario. Tendría que sentirse abochornada por lo
que había experimentado tanto físicamente... como en su corazón. Debería estar
asustada por lo que sentía y empezar a correr lo más lejos y rápido posible.
Pero aun estaba allí. No quería correr.
¡Esta era una oportunidad única! ¡Esa gente eran cambiaformas!
Inmortales, shemsu con poderes que ni siquiera podía imaginar. Pero
deseaba quedarse y aprender todo de los seguidores de Set-Sutekh, sobre su
estilo de vida y su increíble magia. Estaba totalmente segura de que si dejaba el
oasis nunca lo volvería a encontrar de nuevo, aunque lo deseara. Igual que
Shangri-La, la utópica ciudad mítica de la famosa novela Horizontes perdidos, el

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oasis desaparecería en las arenas del olvido y en la noche de los tiempos. Como
etnógrafa, no podía imaginarse desperdiciando esta oportunidad única.
Y también estaba Shahin. Quería quedarse con él desesperadamente.
Explorar y experimentar más a fondo esos increíbles sentimientos que le
inspiraba.
Sabía que era peligroso permanecer allí. Lo más peligroso que había hecho
en su vida. Pero no podía marcharse. Todavía no.
Abriendo los ojos, dejó escapar un largo suspiro. Pero había una cosa que
aun debía hacer. Urgentemente. Antes de que Shahin regresara.
Tenía que advertir a Josslyn del peligro que corría.
Gemma se levantó y fue hacia el antiguo escritorio. Sentándose contra la
pared de la tienda, encontró una hoja y una pluma, y escribió una nota urgente a
Joss.

Querida Joss,

Por favor, no te preocupes. Estoy bien ya salvo. Pero tienes que escucharme,
Joss. Recoge tus cosas ahora mismo y abandona el pueblo inmediatamente. Los
beduinos de las ruinas del templo van a ir a buscarte para secuestrarte. ¡No
deben encontrarte! Déjame una pista de dónde te encuentras y me reuniré
contigo tan pronto como sea posible. Tengo noticias de Gillian, pero ahora debo
darme prisa.
¡Vete! ¡Ahora!
¡Y cuidado con el vampiro! No confíes en él.
Amor y abrazos hasta que te vea de nuevo.

Gemma

Cuando volvió a leer la carta, subrayó tres veces el “ahora”, y doblando la


nota, la metió en un sobre. Pero, ¿cómo se la entregaría a Joss?
Buscó por la tienda hasta que encontró la bolsa de un camello en el respaldo
de una silla. Tomando una decisión rápida, la cogió.
Vistiéndose rápidamente, salió de la tienda. Recordaba muy bien donde se
había llevado el niño a su yegua la noche anterior. Pasó por varias tiendas,

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deteniéndose cada vez que oía voces, hasta que pudo identificar de dónde venían
y evitarlas.
Encontró a su yegua a poca distancia del oasis, junto a un pequeño
estanque. Su joven cuidador dormía al lado de la valla, envuelto en una manta
colorida y roncando ligeramente.
Se acercó con cuidado. Un relincho suave de Bint la saludó y a Gemma se le
aceleró el corazón, rezando para que el niño no se despertara.
— Shh —susurró, pasando la mano por la melena de la yegua.
El muchacho murmuró y se removió en la manta. Gemma contuvo el aliento,
su corazón estaba saltando. Pero él no abrió los ojos.
Gracias a Dios.
La noche era fría, pero el sudor le corría por la frente cuando ató firmemente
al cuello de Bint la bolsa del camello con la nota y abrió la puerta del cercado
lentamente, centímetro a centímetro. El cielo ya estaba empezando a brillar con
tonos rosas sobre las cimas de las dunas. Gemma dirigió a la yegua más allá del
límite del campamento, hacia el lado que daba al valle del Nilo. La yegua
encontraría la casa, si no por instinto, por el olor del río. Y con suerte, antes de
ser descubierta.
Le dio a Bint un beso en el hocico y una palmada para instarla a galopar,
rezando para que su mensajera encontrara el camino a casa.
Después de eliminar cuidadosamente las huellas de las pezuñas en la arena,
se dirigió rápidamente a la tienda de Shahin, desnudándose y metiéndose de
nuevo en la cama. Pidiéndole a Dios que el jeque fuese sólo un cambiaformas y
no un lector de mentes también.

— ¿Dónde has ido?


Shahin no hizo ruido al entrar, pero Gemma debía de haberse despertado y
esperado hasta que él volviese. Se preguntó si no debería sorprenderse de que
ella estuviera aun en su cama, en vez de haber tratado de escapar. No es que
importara. Sabía exactamente dónde habría ido, al pueblo. Además, ahora que
habían hecho el amor, podía sentir su presencia dondequiera que fuera. Le
alegraba que hubiese comprendido la inutilidad de una huída.
— Tenía algunas cosas que hacer —respondió, soltando el cinturón que
sujetaba su cimitarra.

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— ¿Josslyn?
Shahin notó la preocupación en su voz, pero no quería hablar de su
hermana. Eso sólo conseguiría que discutieran.
— No. Soy el capitán de la guardia de Khepesh. Estamos ante una inminente
guerra y no se puede hacer mucho por evitarla.
— ¿Guerra? —Gemma se sentó, cubriéndose los pechos con la sábana.
A él no le gustaba eso. Deseaba verla.
Su cuerpo temblaba mientras caminaba hacia ella, desnudándose por el
camino.
— Con Haru-Re, el Sumo Sacerdote de Re-Horakhti, el Dios del Sol. Y con
sus seguidores —le explicó, metiéndose en la cama y poniéndola encima de él.
— Pero eso es terrible —exclamó preocupada. No se resistió a esa postura,
pero tampoco abandonó la conversación—. ¿Por qué estáis en guerra?
— Es una batalla que dura desde hace mucho tiempo. Olvídalo. Tenemos
cosas mucho más agradables que hacer que hablar de la guerra—dijo Shahin con
impaciencia, acariciándole el pelo y acercando su boca a la de ella.
Tras dudar unos segundos, el jeque sintió que su tensión disminuía
— ¿Por ejemplo? —preguntó Gemma con timidez.
Sosteniendo su miembro, la animó a que se pusiera a horcajadas y lo
montara. Era raro dejar que una mujer lo dominara, pero por alguna razón con
Gemma se sentía diferente.
— Esto —contestó él y susurró una orden en su boca. Clara. Inequívoca.
Contundente.
Gemma se estremeció y gimió su nombre en voz baja. El corazón le latía
acelerado.
La emoción contenida sonaba genuina y honesta. Pero no lo era. No podía
ser.
Él tomó el control mientras se empujaba hacia arriba, escuchando el gemido
de Gemma.
Fue el primero de muchos.
Cuando terminaron, los dos estaban resbaladizos y jadeando por el esfuerzo.
Gemma se desmoronó sobre su pecho.
— Si sigues haciendo esto, quedarme aquí no será un problema. Y además
será imposible que consigas que me vaya —susurró medio gimiendo, medio
suspirando.

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Shahin sonrió.
— Bien—Y rodeándola con sus brazos, se dispuso a dormir un poco antes de
emprender sus deberes—. Me alegro que estemos de acuerdo.
Pero no consiguió dormir. Una llamada fuerte e insistente sonaba en la
puerta. La alarma pasó por su mente cuando salió de la cama, agarrando los
pantalones. Nadie le molestaría por la mañana, a menos que fuera un asunto
urgente.
— ¿Qué ocurre? —gritó, empujando a un lado la cortina de la tienda y
sorprendiéndose al ver a Hasim, saltando de un pie a otro.
— ¡Mi señor! ¡Se ha escapado! —El muchacho estaba llorando.
Shahin frunció el ceño. Sabía que Gemma no había huido.
— ¿Quién?
— La yegua de la dama—dijo finalmente Hasim, la explicación salió de su
boca como una tormenta de arena—. ¡No está en ninguna parte! ¡Todo es por mi
culpa! ¡Lo siento, mi señor! Debe haberse soltado por la noche. Le juro que no
quería dormirme.
Shahin levantó la mano y el torrente verbal cesó de repente.
— ¿Has buscado a la yegua?
— ¡Sí! ¡En todas partes, señor!
Eso no era nada bueno.
— ¿Has visto sus huellas?
— Si, van hacia el este.
A la casa de alquiler de las hermanas. Shahin soltó una maldición.
— Llama a los hombres. Tenemos que atrapar al animal antes de que llegue
hasta Josslyn Haliday.
El muchacho salió corriendo y Shahin volvió a la tienda, agitando una mano
para encender dos velas. Veía fácilmente en la oscuridad, pero quería que
Gemma pudiera verlo cuando la interrogara.
Pero estaba tan tentadoramente desaliñada, tan somnolienta y feliz, desnuda
en el centro de su cama, que no quiso romper la armonía entre ellos con sus
acusaciones. Tal vez estuviera equivocado y ella no tenía nada que ver con eso.
— ¿Vas a salir de nuevo? —Le preguntó medio dormida cuando empezó a
vestirse.
— Sí. Vuelve a dormirte —dijo besándola.

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En menos de tres minutos se había preparado y se dirigía rápidamente a


buscar a sus hombres. Lo último que hizo fue lanzar un hechizo de retención
sobre la tienda para impedir que Gemma huyese. Puede que ella fuese inocente,
pero él no era ningún idiota. Después, él y sus hombres se transformaron, y
volaron como el viento en dirección a la aldea.
Pero ya era demasiado tarde.
Cuando llegaron, la yegua estaba en el establo, masticando paja
alegremente.
Y Josslyn Haliday había huido.
Una búsqueda exhaustiva de la casa reveló una solo pista. Pero fue
suficiente. En el suelo, al lado del sofá, había una familiar bolsa de camellos. La
bolsa del camello de Shahin.
Sólo había una explicación posible para que estuviera allí. Gemma.
La furia recorrió sus venas. Pagaría por esto... y lo pagaría muy caro.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 12
Nephtys no se sorprendió cuando Shahin regresó furioso a Khepesh, varias
horas después de informar sobre la fuga de Josslyn Haliday antes de que hubiera
podido capturarla. Él era un remolino de rabia, culpando a la hermana que tenía
en su campamento. Al parecer, ella había encontrado una manera de advertir a
Josslyn sobre lo que iba a suceder.
Una cosa se podía decir de las hermanas Haliday; no eran estúpidas.
Ni se inclinaban y aceptaban pasivamente su destino si no estaban de
acuerdo con él. Nephtys las admiraba por su coraje.
A pesar de ser completamente inútil.
Ya que después de todo, estaban indefensas para luchar contra el destino
que se les había asignado a las tres. La única pregunta era; ¿cuál sería su destino
final? Deseaba tener una visión que dejara claro cuál de las hermanas pertenecía
a Seth-Aziz. Las decisiones que se tomarían entonces serían más fáciles.
Ahora Seth y Shahin la miraban fijamente, como si tuviera todas las
respuestas.
— Tienes que encontrar a Josslyn —Le dijo Nephtys a Shahin. No era una
opción dejar que la última hermana corriera libre por ahí, sobre todo con su
temperamento—. No podemos correr ningún riesgo. Nuestra situación es muy
precaria en este momento. Tenemos que darnos prisa antes de que Haru-Re la
descubra.
Seth caminó lentamente de un lado a otro, siguiendo la línea de las columnas
de la sala de audiencias. Estaba visiblemente cansado, la piel traslúcida, su
poderoso cuerpo fatigado. Necesitaba sangre inmediatamente.
— ¿Dónde puede haber ido? —preguntó Seth—. ¿Intentará irse de Egipto?
— Lo dudo —contestó el capitán de la guardia—. Me aseguraron que no
dejaría a sus hermanas atrás, especialmente si piensa que están en peligro.
Nephtys respetaba la lealtad a la familia, pero eso no iba a hacer más fácil el
trabajo de Shahin.
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— Tienes que usar todos tus poderes con Gemma y descubrir dónde ha ido
Josslyn—Le aconsejó la sacerdotisa.
Shahin la fulminó con la mirada.
— Si Gemma lo sabe, puedes estar segura de que me lo va a decir.
— Entonces, márchate —ordenó Seth—. Y avisa cuando sepas algo.
— Lo haré —Le aseguró Shahin y miró a Nephtys—. Sería muy útil que
tuvieses una visión que ayude a localizar a esa mujer.
Ella asintió con la cabeza y mintió.
— Lo intentaré.
No se arriesgaría a buscar una visión si había alguna posibilidad de que Ray
apareciera de nuevo. Algo que seguro sucedería. Ese hombre era perversamente
implacable.
Pero el jeque no sabía eso. Con una elegante reverencia a su hermano, salió
de la sala, serio y decidido. Nephtys sentía lástima por su cautiva. Cualquiera que
fuera el éxtasis que Gemma Haliday había experimentado en su cama, iba a ser
destruido por la ira de su amante.
Evidentemente, esa mujer no sabía que lo peor que había podido hacer era
traicionar la confianza del jeque, y ahora ella iba a sufrir las consecuencias.
— ¿Quieres decirme algo? —preguntó Seth tranquilamente, atrayendo la
atención de Nephtys.
Ella parpadeó y suspiró suavemente, su mente corría a gran velocidad
intentando descubrir a qué se refería.
— ¿Sobre qué? —preguntó, luchando por mantener la compostura.
No quería que su hermano supiera lo de sus sueños y visiones. Pero incluso
en su estado tan débil, su intuición era todavía aguda y muy fuerte... y
sospechaba algo. Debería de haber sabido que terminaría descubriéndola.
Seth cerró los ojos, como si así pudiera conservar mejor sus fuerzas.
— Lo has estado viendo, ¿no? —No era una pregunta, sino una acusación.
No obstante, ella fingió inocencia.
— ¿A quién?
— ¡Sabes muy bien a quien me refiero! —ladró Seth furioso. Abriendo los
ojos, la miró con un brillo que la atravesó. El lugar se cargó con su poder
oscuro—. Diría que fue una visión, pero es más que eso. Lo has visto físicamente.
Has estado con él. ¿Verdad?
La boca de Nephtys se abrió por la sorpresa.
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— ¿Cómo lo...?
Seth se volvió, su mirada furiosa la golpeó mientras su dedo señalaba en el
aire para enfatizar cada punto. Nephtys sintió el aura de cada golpe en su pecho.
— Has estado cubriéndote el cuello con pañuelos y collares desde la semana
pasada. Apestas a magia de vampiro, y además has mentido a Shahin sobre la
búsqueda de una visión.
Avanzó hacia ella, sus cansados ojos se estrecharon hasta convertirse en
rendijas.
— ¿No tengo ya suficientes problemas como para tener que lidiar con mi
propia hermana, confraternizando con el enemigo a mis espaldas?
Seth rara vez levantaba la voz, pero gritó las últimas palabras.
Nephtys se mantuvo firme, aunque no era fácil tratar con un semidiós
enfurecido.
Ray no era el único que podía aplastarla como a un escarabajo. En su estado
actual, Seth podía hacerlo accidentalmente... o a propósito.
La sacerdotisa levantó las manos en actitud de súplica.
— Hadu, esto es exactamente por qué no te lo dije. Con todo lo que está
sucediendo, quería enfrentarme a esa desagradable intromisión por mi cuenta.
El Sumo Sacerdote hizo un visible esfuerzo para calmarse.
— ¿Y cómo lo llevas? —estalló, como si la respuesta no fuera obvia.
— No muy bien —admitió ella sabiendo que la verdad era la única opción
viable en este momento—. Ray ha encontrado una manera de aparecer
físicamente en mis sueños.
Seth parecía aturdido, pero se recuperó enseguida.
— ¿Puede aparecer? ¿Aquí? ¿En Khepesh?
Nephtys asintió tristemente.
— Dice que puede hacerlo usando un antiguo hechizo que estaba perdido y
que encontró en su biblioteca.
El rostro de Seth se endureció.
— Es difícil creer que un hechizo pueda perderse.
— Estoy de acuerdo —Nephtys suspiró y se alejó unos pasos. No podía
pensar en medio del furioso campo de energía que todavía salía de él a oleadas—.
Aunque supongo que es posible que sea uno de los secretos mejor guardados de
un netjer. Ray lo ha encontrado después de muchos años. Él es como tú, siempre

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cuida de su biblioteca y añade pergaminos a su propia colección. Es posible que el


hechizo estuviera perdido y sólo ahora lo ha vuelto a descubrir.
Esperaba que Seth se distrajera con el cambio de tema, pero ya debería
saber que eso no iba a funcionar.
— ¿Qué te hizo exactamente? ¿Qué te pidió?
Se sintió herida en su orgullo, su hermano no creía que Ray tuviera otro
motivo para sus visitas nocturnas, excepto la traición. No es que Seth estuviera
equivocado... no importaba lo mucho que ella quisiera pensar lo contrario.
Nephtys miró los tronos gemelos, donde Seth se sentaba ante el pueblo
durante sus audiencias como Sumo Sacerdote. A través de los siglos, varias
consortes habían ocupado el menor de los dos. A veces si él se lo pedía, ella se
sentaba allí como consejera de confianza. Pasó la mano por el largo brazo de
plata fría del trono, sin atreverse a sentarse en él ahora.
— Haru-Re quiere que te abandone y que regrese con él. Pero eso no es
nada nuevo. Los dos sabemos por qué me quiere y no es a causa de su eterno
amor por la muchacha que una vez fue su esclava —respondió con amargura.
Seth dejó escapar un suspiro, suavizando ligeramente el rostro.
— Gracias a Ptah, el Señor de la Magia, por eso. De lo contrario, me temo
que te habría perdido hace mucho tiempo.
Ella empezó a decir; ¡Nunca!, pero se detuvo. No podía negar la posibilidad
de que lo que había dicho Seth pudiera ser verdad. Amaba a ese bastardo desde
hace mucho tiempo, y no estaba segura de poder resistirse a sus demandas,
incluso traicionando la fuerte lealtad que sentía hacia su hermano. Una fea
verdad que la avergonzaba como nada más podía hacerlo.
Al entender su conflicto interno, Seth abrió los brazos. Ella se dejó abrazar,
agradecida.
— Estoy tratando de permanecer despierta, pasando cada momento que
puedo en la biblioteca, con la esperanza de encontrar un hechizo que anule el
suyo.
— ¿Y?
— Nada todavía.
Seth gruñó y antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, le quitó el
collar del cuello, dejando al descubierto las marcas de Haru-Re.
Le volvió la cabeza suavemente a un lado para examinarla, con una mirada
asesina brillando en sus ojos con tanta intensidad como el collar.

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Sabía mejor que nadie que no podía tocar esas marcas. Ni siquiera respirar
encima de ellas.
Lentamente, le preguntó.
— ¿Hay más?
Nephtys bajó la mirada.
— Sí.
Su hermano no le preguntó dónde.
— Entonces, tuvo sexo contigo.
El rostro de Nephtys ardió.
— Sí —Esa era la palabra para lo que pasó. Ray no era un hombre que hacía
el amor.
— ¡Ese hijo bastardo de un chacal! —gritó Seth—. Sería conveniente que
alguien se quede contigo vigilando mientras tú duermes.
— No creo. No sé cómo explicarlo. Él no está ahí conmigo... en el lugar
donde duermo. Es como si estuviese en mi cabeza, excepto... —se tocó el
mordisco—...que nuestros cuerpos son reales. Esto es real.
Seth no se alteraba demasiado a menudo, pero ahora mostraba una sombra
de preocupación en su cara.
— Es un hechizo muy poderoso. Por suerte, sólo funciona en aquellos que
tienen una conexión emocional. De lo contrario, seguramente habría llegado a
mis sueños y tratado de matarme.
Nephtys se quedó sin aliento. No había pensado en eso. Entonces frunció el
ceño.
— ¿Un hechizo de amor? ¿Tú crees? —Aunque no estaba tan segura de la
parte emocional.
Pero si eso fuera cierto, podría reducir la fuente potencial del hechizo.
No todos los dioses podían utilizar las emociones en su magia.
Seth la liberó y se sentó en el trono más alto, tamborileando los dedos
pensativamente.
— Un hechizo de amor tiene sentido y responde a la pregunta de por qué no
ha invadido mis sueños. No me gusta eso. No me gusta el poder que tiene sobre
ti.
— ¿Y crees que a mí me gusta? No he dormido más que un par de horas
desde la semana pasada. ¡Estoy desesperada por poner fin a esta tortura!

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Seth inclinó la cabeza.


— ¿No te da placer?
— ¡Sí! Sí, por supuesto que sí —Nephtys alzó las manos y cerró los ojos—.
Por eso estoy preocupada. Tú ya sabes el poder sensual que tiene un vampiro
para una mujer, incluso para una sacerdotisa con mis habilidades mágicas. Tengo
miedo de que me obligue a hacer algo que yo no quiera, sólo por el placer de
hacerlo. Es una nefasta adicción. Tengo miedo de romperme.
— Eso no sería nada bueno.
— No, no lo sería —Nephtys sintió lágrimas en sus ojos—. Tengo que
encontrar una manera de anular ese hechizo. Inmediatamente. O puede que yo
sea la ruina de Khepesh.

Shahin atravesó el oasis hacia su tienda. A cada paso, la tierra temblaba,


igual que su control. Por el camino, se detuvo el tiempo suficiente para lanzar el
cinturón con la cimitarra a uno de sus hombres. No quería estar armado cuando
se enfrentase a Gemma.
Ella estaba apoyada en los cojines bajo el toldo de la tienda, con un libro en la
mano y una cafetera turca en la mesa baja de latón. Shahin había ordenado a
una de las mujeres que se llevase la ropa de Gemma y había conjurado un baúl
con hermosos vestidos. Ella había elegido un vestido verde esmeralda, una
perfecta combinación de seda fina que revoloteaba con la brisa sobre su cuerpo
bien formado. Estaba descalza. En otro momento, esa visión habría hecho que su
cuerpo vibrara con posesividad.
Ahora se preguntaba qué demonios se había apoderado de él para haberla
llevado allí. Esa mujer era una maldición innecesaria.
Gemma lo observó con cautela, su sonrisa de bienvenida desapareció de su
rostro.
— Estás enfadado —agarró la taza y el plato cuando el suelo se agitó entre
ellos.
— Josslyn ha desaparecido—anunció, evaluando su reacción.
— ¿Sí? —Esa única palabra contenía culpa y ninguna sorpresa.
El jeque maldijo.
— Ha sido cosa tuya, ¿no? —Furioso, cerró la distancia entre ellos. La tienda
se sacudió violentamente cuando los terremotos difundieron su furia.

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El libro voló de su mano, y Gemma se recostó más en los cojines cuando


percibió su ira.
— N... no sé de qué estás hablando.
Shahin arrojó la bolsa del camello a sus pies, y avanzando, la sujetó de los
brazos con un fuerte apretón, obligándola a ponerse de pie.
— ¡Por la sangre de Sekhmet, no me mientas!
Gemma temblaba, pero sus ojos brillaban con desafío.
— ¡Pues sí, lo hice! Solté a Bint para advertir a Josslyn —Incrédulo, Shahin
vio como los ojos de ella se entrecerraban y le tocaba el pecho con los dedos,
como una caricia. Un temblor recorrió la arena bajo sus pies—. Estoy aquí contigo
por voluntad propia, pero, ¿crees que permitiría que secuestraras a mi hermana
sin hacer nada para evitarlo? Sin duda se merece un destino mejor que unirse a
ese netjer y casarse con un extraño. ¡Un extraño que es un vampiro!
El recuerdo de su propia hermana forzada a “casarse” con un vampiro, pasó
por la mente de Shahin, todavía llena de ira por la traición de esta mujer. Se
calmó, pero no completamente. Frenando los terremotos, la empujó hacia la
entrada de la tienda.
— Métete dentro. Ya.
Gemma ahora se veía preocupada.
— ¡No!
Plantó sus talones firmemente en el suelo, pero él no estaba de humor, y
levantándola se la echó al hombro metiéndose en la tienda, mientras ella gritaba
y le golpeaba la espalda con los puños.
Shahin apenas sentía los puñetazos, y nadie del campamento prestó
atención a sus gritos.
— ¡Basta!
Dejándola en el suelo, le agarró la muñeca cuando trató de huir.
Algunas de las velas estaban encendidas, liberando un contraste de luz y
sombras. Shahin pudo oler el aroma de su miedo, y escuchar el latir acelerado de
su pulso descontrolado. Ella estaba completamente bajo su poder y ambos lo
sabían.
— ¿Qué vas a hacer conmigo? —Le preguntó jadeante.
— No lo he decidido. Puedo lidiar con tu traición, matándote y salvarme a mí
mismo. ¡Si Kilpatrick hubiera hecho eso con tu hermana, ahora Khepesh no
estaría enfrentando la aniquilación y yo no habría fallado en mi deber con el dios!

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Sus ojos brillaban y ella tragó.


— Realmente no quieres decir eso. No matarías a una mujer con la que has
hecho el amor toda la noche. No podrías...
— ¿Hacer el amor? —Shahin se burló para mostrar lo que pensaba de ese
concepto—. He utilizado tu cuerpo, nada más.
Hizo caso omiso a la punzada de remordimiento que sintió, cuando Gemma
abrió ligeramente la boca, y mostró una expresión cuidadosamente neutral. Pero
pudo ver en sus ojos que la había herido, algo imposible, ya que para lastimarla
ella tenía que sentir algo por él.
O pensar que lo sentía. ¿Ese hechizo infernal todavía estaba activo?
— Lo sé —murmuró ella, bajando la mirada al suelo.
— Para que no te hagas ilusiones, tú estás aquí para compartir mi cama por
un corto tiempo, nada más. No te engañes, esta fantasía no implica un
sentimiento más profundo, o que yo esté interesado en que te quedes a mi lado.
— Lo sé —repitió.
— Me aburro fácilmente.
Ella siguió mirando el suelo.
Shahin se apartó, negándose a sentirse culpable. Eso era lo que tenía que
hacer. Aun así, los terremotos continuaron.
Se dio la vuelta.
— Ahora dime dónde está Josslyn —Le exigió.
— No lo sé —Gemma levantó la cabeza con firmeza y encontró su mirada—.
¿Y adivina qué? Incluso aunque lo supiera no te lo diría.
El jeque la observó, sintiéndose de repente absolutamente calmado.
— Oh, sí que me lo contarás —aseguró, avanzando un paso hacia ella.
Gemma levantó más la cabeza.
— ¿Qué vas a hacer, torturarme?
— Ten cuidado —Le advirtió con calma. Puede que lo que ella pensara no
fuese el tipo de tortura que esperaba—. Te olvidas de quién soy, o de lo qué soy.
— Eres el jeque Shahin, líder de los legendarios Guerreros de la Muerte.
Acercándose a él, le golpeó el pecho con el dedo.
— Bueno, el jeque Shahin, “harás lo que yo diga” Puedes tenerme en tu
poder, pero que me condenen si dejo que tengas a mi hermana también.

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La boca del jeque se curvó amenazadoramente. Ella no tenía ni idea de con


quién estaba jugando. Podía quebrarla sin mover un solo dedo. Obtener todo lo
que quisiese de ella con un simple pensamiento.
En cuestión de minutos.
Segundos.
Pero no, decidió. Sería mucho más divertido tomarse su tiempo para
enseñarle una lección.
Al final, él conseguiría lo que quería. Junto con la gran recompensa de su
obediencia.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 13
Gemma estaba esforzándose para no sentirse aterrorizada. Nunca antes
había visto a Shahin tan enfadado. Por fin había controlado los terremotos, pero
su energía mística se arremolinaba a su alrededor, tan espesa y pesada que casi
se podía tocar.
Pero sabía que no le haría daño. No podría. No después de la noche que
habían pasado juntos, se negaba a creerle.
Incluso aunque su mente le gritaba que se fuera corriendo. ¡Huye! Se acercó
lentamente, hasta que estuvo frente a él.
Shahin negaba que sintiera algo por ella, pero Gemma lo intuía. Sabía
exactamente los sentimientos que él tenía.
El jeque estrechó los ojos hasta convertirlos en rendijas negras. Pero la
confianza no estaba entre esos sentimientos.
¿Por qué?
Ahora parecía una persona completamente diferente a la noche anterior. Una
que ella no conocía. Se preguntó qué le había sucedido en el pasado para que
fuera un hombre tan duro y frío exteriormente. Gemma sabía muy bien que él no
era así en su interior. La pasada noche le había dado suficientes pruebas.
— Shahin —susurró, esforzándose para sonar más tranquila de lo que se
sentía—. No quieres hacer eso.
— Pero lo haré —respondió, acercándose.
Con el toque de sus manos, su energía mágica subió por sus brazos como un
baño caliente. Derritiéndola, envolviendo todo su cuerpo, tomando el control de
ella y dejándola indefensa. Gemma se estremeció. Le encantaba cómo se sentía...
aunque sabía que no debía sucumbir a su hechizo. Tal demostración de dominio,
de poder sobrenatural, debería asustarla. Pero se sentía... bien.
Gemma no pudo evitarlo, le rodeó con los brazos.
Shahin se puso rígido.
— ¿Y así me vas a torturar? —preguntó ella seductoramente.
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El jeque permaneció en silencio durante unos instantes y con calma, dijo.


— O eres muy valiente o muy tonta, Gemma Haliday.
No era la primera persona que le decía eso. En la mayoría de los casos, era
un comentario que oía una y otra vez mientras hacía una investigación de
etnografía en Egipto. Pero igual que su amor por este país era complicado de
explicar, también lo eran sus sentimientos por este hombre. La había herido,
negando su relación de forma tan brutal, pero no le creía. Tal vez era valentía, o
tal vez estupidez, pero confiaba en que estaría a salvo en Egipto. Y también
confiaba en Shahin.
Miró a Shahin y sintió que se ahogaba con su poder abrumador. Era como
hundirse en el mar, a excepción de que podía respirar. Más o menos.
Él reflejaba su mirada claramente.
— Puedo hechizarte, y conseguir que me digas todo lo que quiera saber.
— Y yo no te podría decir nada. ¿Cómo voy a saberlo? He estado aquí
contigo los últimos dos días.
— Pero conoces a tu hermana. Puedo hacer que sientas dolor y entonces me
implorarías que parase, contándome dónde está.
— No lo harías. No eres tan cruel —aseguró Gemma, sin dudarlo.
Shahin la miró fijamente durante mucho rato.
— Puedo acariciarte, y me lo contarías para que no parase —dijo con su
insinuante voz disminuyendo de intensidad.
— Vas a hacerlo de todos modos. Y créeme, para mí eso no sería una tortura
—murmuró Gemma, acercando sus labios a los de él.
El jeque cerró los ojos una fracción de segundo, y volvió a abrirlos con
fiereza.
— Eres una bruja —gruñó, apoderándose de su boca.
Su energía erótica se propagó por ella, cuando él devoró su lengua.
—Y tú un demonio —Eso era exactamente lo que era, un antiguo guerrero
llegado del reino de los infiernos, reclamando su alma para sus propios fines. Y
con creciente desesperación, Gemma descubrió una terrible verdad. También le
daría su corazón con regocijo, si él se lo pidiese. Tembló por la necesidad y lo
besó, absorbiendo su esencia mágica, deseando más. A él.
Shahin la besó hasta que acabaron temblorosos y jadeantes de necesidad.
Separándose con un gruñido, alejó a Gemma, sujetándola con unas manos que
parecían garras de acero. La fulminó con la mirada, como si lo que realmente
quisiera hacer fuera apartarla de él, para siempre.

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— Por favor, Shahin —susurró. Sin saber que deseaba realmente de él, no
como guardián de un netjer, ni como amante, sino como alguien a quien
necesitaba para sentirse completa—. Sinceramente, no sé dónde está Josslyn.
Si la creyó, no le dio ninguna pista. A primera vista, sus ojos negros
rodeados de anillos dorados, brillaron como rayos.
— Haré un trato contigo —dijo, con su voz profunda vibrando con algo que
ella no se atrevía a adivinar.
Hablando del diablo...
— ¿Qué tipo de trato? —preguntó, lamiéndose los labios para saborear el
gusto de él en su boca. Una debilidad.
— Ven conmigo a Khepesh. Conoce al hombre que desea a tu hermana. Y
descubre por ti misma si merece la pena.
Había esperado muchas cosas, pero no ese trato.
— ¿Quieres llevarme al palacio? —No sabía si sentirse excitada o asustada.
— Al netjer, sí. Para que conozcas a Seth-Aziz y veas cómo vivimos. Observa
todo y decide si tu hermana puede ser feliz allí.
— Eso no lo puedo decidir yo —Se resistió ella intentando apartarse, pero él
no la soltó—. ¿Qué pasa si él no me gusta? ¿Qué sucederá entonces?
— Gillian pensó que Seth-Aziz era un buen hombre. Le gustaba y lo
respetaba.
— Y sin embargo, se escapó con otro. Lo traicionó antes de casarse con él.
Los rayos en los ojos de Shahin aumentaron.
— Eso fue por causa de Kilpatrick, no de Seth-Aziz, ni de lo que es.
Un escalofrío le recorrió la espalda ante la idea de casarse con un vampiro...
un vampiro que se alimentaba de la sangre de las venas... tener sexo con un
vampiro. Esta no era una ridícula película de adolescentes, donde todo era
perfecto como en Hollywood, y donde nadie resultaba herido, ni las cosas se
ponían nunca feas.
Esto era la realidad, sangrienta y sucia.
— ¿Estás seguro de eso? —Le preguntó, no del todo convencida.
El jeque la miró, soltándola. Dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta.
— No te voy a obligar, Gemma. Tienes que ir a Khepesh voluntariamente.
Su poder se agitaba como algo vivo a su alrededor. Estaba convencida que
podía obligarla fácilmente a hacer cualquier cosa que él desease. Así que, ¿por
qué no lo hacía?
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Shahin levantó la cortina y la sujetó, diciéndole en silencio que fuera con él.
¿Realmente tengo otra opción?
Además, quería conocer al hombre responsable de haberlas empujado a las
tres por este fatídico camino de otro mundo.
O puede que no. Pero en ese caso, ya decidiría qué hacer.
Siguió a Shahin fuera de la tienda y observó nerviosamente mientras él
enviaba a Hasim para avisar a sus hombres, entonces hizo un pequeño
movimiento con los dedos en el aire y murmuró un hechizo.
Grandes formas comenzaron a materializarse de una repentina nube de
niebla frente a ellos. Los camellos fantasmas. Una de las apariciones trotó hacia
Shahin y se arrodilló. El jeque le hizo un gesto a Gemma para que se acercara.
Con desconfianza, ella se aproximó. Shahin la cogió en brazos y la montó
fácilmente delante de él en la enorme bestia. Con un coro de gritos masculinos y
silbidos, sus hombres también montaron y se unieron a él.
Como un solo ser, la tropa de guerreros emprendió la marcha, trotando hacia
las dunas y galopando a través de las arenas del desierto. En dirección hacia...
sólo Dios lo sabía.
Shahin la apretó con fuerza contra su pecho, envolviéndola en su bisht, como
un escudo contra el viento y el sol ardiente.
Fue sólo entonces cuando Gemma tuvo la oportunidad de pensar realmente
en lo que estaba haciendo. Y también fue cuando el miedo comenzó a extenderse
en su interior.
El jeque Shahin, el legendario heraldo de la muerte, la estaba llevando a
Khepesh, al netjer de Set-Sutekh, el Dios de la Oscuridad y del Caos, la morada
de sus seguidores inmortales, para conocer a Seth-Aziz, el semidiós vampiro.
Pero Shahin no había mencionado nada acerca de su salida de allí. ¿Y si el
culto tenía otros planes para ella? ¿Y si una vez dentro de su guarida, no la
dejaban marcharse?
Le había asegurado que sólo compartiría su cama por un corto tiempo.
¿Qué pasaría después de que él se cansase de ella?
¿Y si el Martini de granada era en realidad la versión actualizada del viejo
mito de Perséfone, y había comido las seis semillas que la condenaban a vivir en
el palacio del inframundo de Set-Sutekh para siempre, una vez que Shahin la
rechazase?
Se dio la vuelta en sus brazos, tratando de ocultar el pánico que se deslizaba
por sus huesos y lo miró.

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— No me dejarás sola allí, ¿no? —Le preguntó—. ¿En Khepesh?


Él no apartó la mirada, pero tampoco respondió.
De repente, un inmenso terror la apuñaló.
— ¿Shahin? —Su corazón se detuvo por completo. Sí, ella lo había enfadado
al desafiarle, pero...—. No lo harías, ¿verdad?
El jeque apretó la boca y lo consideró durante un largo y tenso momento.
— No lo he decidido —Eso fue todo lo que dijo.
Shahin estaba perdiendo la cabeza.
Tenía que ser eso. Aunque sin duda, el órgano con el que estaba pensando
en este momento no era la cabeza.
Observó que Gemma palidecía y realmente sintió una punzada de culpa por
sus crueles palabras, tanto las de ahora como las de antes.
¡Por el cetro de Osiris!
Se giró hacia a un lado y la ignoró. O por lo menos lo intentó. Aunque eso no
era nada fácil con el calor del cuerpo de ella pegado íntimamente al suyo, y su
asustada e intensa mirada fija en él.
Le había prometido a Seth utilizar todos sus poderes para encontrar a
Josslyn Haliday. Un simple hechizo de veracidad haría que Gemma le contara
todos sus secretos, incluyendo dónde estaba su hermana, si es que lo sabía. Pero
Shahin no había lanzado el hechizo. ¿Por qué? Pues porque no podía soportar la
idea de ver la confianza en sus ojos convirtiéndose en sospecha, o peor, en odio,
cuando ella comprendiese lo que había hecho.
Gemma no era como ninguna mujer que hubiera conocido antes. No
mostraba recelo, ni quería nada de él. Ni dinero, ni regalos. Ni magia. Ni la vida
eterna. No pedía nada. Bien, bien, pero ella ganaba algo, estar en su cama.
Aunque él estaría muy contento de concederle esas cosas. Lo que no le haría muy
feliz sería entregarle parte de su corazón y de sus sentimientos. Y sin embargo,
inexplicablemente, estaba haciendo eso mismo.
Le gustaría relajarse y permitirse sentir algo por esa mujer tan inusual,
como su imprudente corazón le aconsejaba hacer.
¿No había aprendido la lección la primera vez que una mujer había utilizado
sus artimañas con él? ¿No habían sufrido tanto él, como toda su familia, por
confiar en alguien que no lo merecía?
Nephtys había intentado convencerle de que todas las mujeres no eran como
la amante que le traicionó hace tanto tiempo. Pero en su posición, ¿se permitiría
aprovechar esta oportunidad? Como capitán de la guardia, no podía cometer un

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error que tal vez arriesgara la vida de todos los que dependían de su seguridad.
Si sus sentimientos estuvieran comprometidos, no podía confiar en sus
decisiones.
Y sería un completo idiota si confiaba en Gemma Haliday.
Realmente debería dejarla en Khepesh. Eliminar la tentación de permitir que
entrara por completo en su vida. De todos modos, allí era donde estaba destinada
a quedarse. ¿Qué había de malo en acelerar algo que era inevitable? Por
desgracia, sabía exactamente lo que estaba mal.
La quería dónde estaba.
En sus brazos. Cálida. Flexible. Cariñosa.
Aunque sólo fuera una ilusión.
Llegaron a la entrada del palacio en el Gebel y Shahin ordenó que se abriera.
Sin disminuir el paso, los camellos descendieron al Reino de la Oscuridad.
Gemma se aferró a él mientras Shahin la abrazaba, adentrándose cada vez
más hasta el corazón del submundo. Hasta que la brillante luz de cien antorchas,
iluminaron la oscuridad.
Habían llegado a su destino. La Gran Puerta del Oeste de Khepesh.
Los camellos rugieron, girándose y alejándose de las antorchas encendidas,
cuando los hombres se acercaron.
Gemma estaba aterrorizada, incapaz de moverse, mientras miraba fijamente
la monumental puerta de plata que tenía delante.
Tenía la altura de al menos tres plantas, el portal era en realidad una enorme
puerta doble. Parecía hecha de plata maciza y brillante, flanqueada por antorchas
en forma de flor de loto. Las dos hojas de la puerta, estaban grabadas con
jeroglíficos intrincadamente elaborados. El emblema de Set-Sutekh ocupaba el
centro de cada una, junto con un elemento inverso, el ojo izquierdo de Horus, el
símbolo de la victoria de Set-Sutekh ante el Dios del Sol.
Todavía no podía creer que Shahin la hubiese llevado a la mítica morada del
Dios de la Luna. Aunque se estaba empezando a convencer.
— Dios mío —exclamó Gemma, agarrando la mano de Shahin con dedos
temblorosos—. Es magnífica.
— Espera a ver el resto —La bajó del camello y se acercaron a la puerta.
Con un fuerte sonido, poco a poco empezó a abrirse el portal. El aire de
alrededor vibraba, transmitiendo algo mucho más profundo que el sonido. Como
si el poder y la magia de la tumba-palacio no pudiesen ser contenidos por simples

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paredes. Gemma sintió que contra más se abría el portal, más crecía la potente
energía que la rodeaba. Un estremecimiento la recorrió, dejándola temblorosa.
Se escondió detrás del cuerpo de Shahin totalmente asustada, pero él la
puso de nuevo delante.
— No tengas miedo. Nadie va a hacerte daño.
Eso no era muy tranquilizador, sobre todo viniendo del hombre que acababa
de amenazar con torturarla.
Dentro del portal se reunía una multitud de personas. La observaban...
interesados. Algunos estaban vestidos con ropa moderna, otros con un estilo
antiguo egipcio y los demás con una mezcla de modas inimaginables.
— ¿Por qué están vestidos de manera tan diferente? —Le preguntó en voz
baja a Shahin, centrándose en los detalles más superficiales para no pensar en lo
que le esperaba.
Él la miró, volviéndose luego hacia la multitud, como si nunca lo hubiera
notado antes.
— Nacieron en diferentes épocas. Supongo que utilizamos lo que es más
cómodo. No hay una regla al respecto.
Fascinante.
De repente Gemma vio a un hombre alto y serio, mirando en medio de la
multitud. Llevaba una espléndida túnica negra y brillante, con un cinturón de
color carmesí en la cintura. La mayoría de la gente la miraba con curiosidad, pero
este hombre tenía una expresión diferente en su hermoso rostro.
Oh, Dios mío. Era él. El vampiro.
— Mi señor —saludó Shahin con una formal reverencia, confirmando su
suposición. Le tocó el hombro y ella se encontró arrodillándose bajo una voluntad
que no era la suya—. Debes arrodillarse ante tu amo y señor, Seth-Aziz, Guardián
de las Tinieblas y Sumo Sacerdote de Set-Sutekh, Señor del Cielo Nocturno.
No estaba segura del protocolo que se requería cuando se conocía a un
semidiós, pero inclinó la cabeza con nerviosismo.
— Es un honor conocerte. Soy Gemma Haliday.
El semidiós estrechó los ojos y miró a la mujer de pelo rojo y rostro amable y
juvenil que estaba a su lado, quien la saludó con un ligero gesto con la cabeza. El
hombre no parecía muy contento cuando se volvió otra vez hacia Shahin.
— ¿Esta mujer ha venido aquí voluntariamente?
— Sí, mi señor. Ella está dispuesta.

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Un momento. ¿Dispuesta a qué?


Shahin atravesó el portal, dejándola de rodillas y sola.
— Muy bien —Seth-Aziz levantó las manos hacia ella y dijo lo
suficientemente alto para que todos lo oyeran.
— Si te unes a nosotros, Gemma Haliday y te conviertes en una shemsu, uno
de los seguidores inmortales de Set-Sutekh, podrás pasar por esta puerta.
Gemma parpadeó.
Espera.
¿Unirme? ¿Convertirme en inmortal?
Shahin no le había dicho nada de eso. Admitía que tenía una normal
curiosidad profesional por Khepesh, así como por las posibilidades y
consecuencias de su existencia y lo que podía significar para ella. ¿Pero unirse a
ellos? ¿Antes de saber lo que iba a descubrir? ¿Y por cuánto tiempo?
Shahin no le estaba ayudando nada. ¿No se daba cuenta de su mirada
ansiosa? ¿Por qué estaba actuando de esa maldita forma tan reservada? ¿Todavía
estaba enfadado con ella por haber advertido a Joss? ¿O ya se había cansado de
ella en la cama y simplemente trataba de librarse de la situación?
Apretó los labios.
Bueno, pues que se fuera al infierno.
Y al infierno esta ridícula situación. Ya era suficiente.
Levantándose, dibujó una sonrisa cordial en su boca, miró al Sumo
Sacerdote y respondió.
— ¡No creo! ¡Esto es una pesadilla! Creo que... bueno...
Entonces respiró hondo y girándose echó a correr.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 14
Shahin miró impasible como se escapaba Gemma y murmuró un juramento.
A su lado, escuchó el suspiro de Seth-Aziz.
— Bueno, pues no parece muy dispuesta...
— Le ha entrado el pánico. Sólo necesita un poco más de persuasión —
aseguró Shahin.
Seth gruñó.
— ¡Por los dientes de Sekhmet! ¿Qué les pasa a esas malditas hermanas
Haliday que son tan condenadamente desafiantes?
Nephtys frunció el ceño.
— ¿Pero es que no se da cuenta que esto es por su propio bien? ¿Es que
quiere convertirse en shabti y pasar el resto de la eternidad como un siervo sin
voluntad?
— En realidad no le he contado esa parte. Esperaba tener que evitar las
amenazas—confesó Shahin.
Incrédulo, Seth lo miró.
— Y, ¿ha funcionado?
Ahora el que suspiró fue Shahin.
— Evidentemente, no.
La multitud se movió murmurando con curiosidad y preguntándose qué
pasaba, pero nadie se fue.
— Tienes que atraparla antes de que se pierda —Le aconsejó Nephtys.
— Sí —Pero Shahin no se movió.
— ¿Alguna pista sobre Josslyn? —preguntó Seth.
— Todavía no. Como ves, Gemma es muy terca. Le sugerí esta reunión para
convencerla de que a su hermana le gustarías.
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Las cejas de Seth se alzaron con ironía.


— Pues su reacción no ha sido muy prometedora.
— Merecía la pena correr el riesgo. Supongo que olvidé mencionarle que
tenía que estar dispuesta a convertirse en una shemsu para entrar en Khepesh.
— Un pequeño e insignificante detalle —declaró Seth con sarcasmo.
Shahin lo pensó un instante.
— Tal vez podía haberla sobornado.
— Pensé que ya le habías ofrecido tu cuerpo —murmuró Nephtys.
Shahin hizo una mueca.
— ¡Realmente eres muy graciosa, sacerdotisa! Más bien pensaba en su
madre. Antes de huir, Gillian descubrió evidenciasen la biblioteca de que Haru-Re
apresó a su madre hace veinte años. Todos estos años, su familia pensó que
Isobelle Haliday estaba muerta, pero apostaría a que ella todavía está viva.
— Y sin ninguna duda, estará en Petru como una shabti—Le recordó
Nephtys—. No sé si descubrir que su madre fue secuestrada y perdió su voluntad,
es la mejor manera de influenciara Gemma para que acepte una vida como
inmortal.
Shahin se estremeció por dentro. Durante trescientos años, se había
convencido a sí mismo y a otras personas que perdieron a sus familias para
siempre, que la mejor manera de manejar la situación era el completo olvido.
No había funcionado. Nunca se olvidaría de su familia, ni de sus destinos.
Nunca.
— Puede ser. Incluso con todo lo que he dicho y hecho, preferiría saber que
mi hermana está viva, aunque sea como una shabti. Y aunque tengo la esperanza
de encontrar a mi madre de nuevo, y aun sabiendo que no me va a reconocer,
sólo verla calmaría mi corazón.
Nephtys lo miró con compasión.
— Tienes razón, por supuesto. Cualquier cosa es mejor que no volver a ver a
tus seres queridos.
Seth le lanzó a su hermana una penetrante mirada, sosteniéndola durante
unos segundos, entonces se volvió hacia el jeque.
— Ve tras tu mujer, Shahin, y haz que razone. Me estoy empezando a
impacientar. Te espero antes del anochecer.
Shahin asintió.
— Soy tu humilde siervo, mi señor.

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Y se marchó para encontrar a Gemma y evitar un destino que no le agradaría


a nadie.
Mucho menos a él.

No pasó mucho tiempo hasta que Shahin encontró a Gemma. Estaba en los
oscuros túneles de acceso, donde sabía que la localizaría. No sería un Guardián
de los Secretos y de la Oscuridad, si no podía andar con seguridad por el
tenebroso laberinto donde estaba la entrada oculta al Palacio de Khepesh.
A lo lejos, la escuchó murmurar.
— Juro por Dios que nunca haré algo impetuoso de nuevo. Y que me parta
un rayo si alguna vez miro a otro alto y oscuro desconocido, aunque sea
atractivo.
A pesar de todo, Shahin sonrió y se detuvo, dejando que siguiera hablando
sola.
— Todo esto no está sucediendo, sólo es una extraña pesadilla y...
De repente, dejó de quejarse en medio de una frase y suspiró, antes de
soltar una maldición y vociferar.
— No te escondas de mí, Shahin. Puedo sentir que me acechas.
El jeque sintió los estremecimientos de Gemma recorriendo su piel,
provocándole una extraña sensación de hormigueo. Algo raro, ya que nunca
antes había sentido la energía de un mortal.
Agitó la mano y una antorcha de la pared se encendió. Gemma estaba en
medio del túnel, frotándose los brazos con las manos. Retrocedió un paso.
— No voy a volver —aseguró secamente con la espalda erguida—. Dijiste
que tenía que venir a Khepesh voluntariamente, pero no que tuviera que unirme
a una secta.
Shahin la miró.
— ¿Qué pensaste que quería decir? —Le preguntó sintiéndose al borde de la
impaciencia—. ¿De verdad crees que después de entrar por la puerta secreta del
palacio, nos iríamos de nuevo? Tienes que unirte a nosotros, kalila. O...
— ¿O qué?
Él apretó los dientes.

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— No te gustará la alternativa.
— ¿Y cuál es?
La furia se apoderó de Shahin.
— Convertirte en una shabti.
Gemma lo miró sorprendida.
— ¿Una de esas estatuas azules que se encuentran en los miles de tumbas
del antiguo Egipto?
— En esencia. Excepto que viva. Un shabti es una persona que pierde su
voluntad y su personalidad y vive para servir a su amo. En este caso, Seth-Aziz.
Gemma sintió como si la hubiera golpeado físicamente.
— ¡Eso es horrible! ¿Hacéis eso a la gente?
Shahin lo negó.
— No en Khepesh. A menos que sea como último recurso, y si no hay otra
manera de garantizar la seguridad de nuestro pueblo. Nos gusta mucho más
tener a alguien que conozca nuestro secreto convertido en shemsu, o lo que es lo
mismo, un miembro valioso de nuestra comunidad. Aborrecemos la práctica de la
esclavitud.
— Pero si no acepto unirme voluntariamente, eso es lo que me pasará, ¿no?
Shahin no iba a mentir, era mejor que conociera la verdad de una vez por
todas.
— Sí —Tal vez si ella se enteraba del resultado de su negativa, entraría por
fin en razón.
Por supuesto, no lo hizo.
El rostro de Gemma mostraba su furia.
— Que amable por tu parte decirme todo esto, después de haberme contado
tus secretos y no dejarme ninguna elección.
— No habría importado. Ya te lo expliqué. Es tu destino, Gemma, de una
manera u otra. Esperaba que no lo vieses como un mal destino y eligieras
libremente... quedarte conmigo.
Esas palabras salieron de su boca antes de poder detenerlas.
¡Por la verga de Min! ¿Quedarse con él? ¿Es que se había vuelto loco?
Por suerte, ella pensaba lo mismo.
— ¿Quedarme contigo? ¿Por cuánto tiempo?

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— Durante todo el tiempo que yo desee —espetó Shahin.


El rostro de Gemma le dijo lo que pensaba de eso, aunque le replicó con
lógica en vez de enfado.
— No puedes esperar que deje mi vida en los Estados Unidos. Tengo
responsabilidades, amigos, un trabajo... No puedo simplemente desaparecer y
abandonar todo.
— Puedes y lo harás. Por supuesto tendrás que escribirles explicándoles que
has decidido quedarte en Egipto —advirtió impaciente, acercándose un paso a
ella, impulsado por un deseo de no entendía—. Podrías decirles que te has
enamorado de un hombre de aquí y que él te ha pedido que te quedes.
Gemma lo observó, entrecerrando de repente sus cautelosos ojos con
incertidumbre.
— ¿Me estás pidiendo que me quede por ese motivo?
Shahin se acercó.
— ¿Lo estás? ¿Estás enamorada?
Ella se humedeció los labios, un gesto que provocó que el jeque sintiera otro
cosquilleo en su piel.
— No seas ridículo. Casi no te conozco, Shahin.
Estaba mintiendo, él lo sabía. Sus duras palabras de antes la habían herido.
El problema era que no sabía exactamente por qué las había dicho.
¿Aburrido? No podía imaginar aburriéndose con esta mujer.
Y eso le sorprendió como el infierno. ¿Cómo les había podido ocurrir esto con
tanta rapidez?
— Esa no es una respuesta.
— Es la única que recibirás —declaró Gemma, empezando a marcharse.
Shahin cerró la distancia entre ellos, y girándola, la sujetó por los brazos.
— No lo entiendes. La vida como la conocías ha terminado. Estoy intentando
hacer esta transición lo más fácil posible. Algo para que los dos podamos
disfrutar.
— ¿Y qué pasa con mis deseos? ¿Y con los de mi hermana?
— Fuiste tú quien me buscaste, Gemma —Le recordó secamente—. En
cuanto a tu hermana, esa no es mi decisión.
— ¿Sólo estás siguiendo órdenes?

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— Acerca de ti, no —No era mentira. Levantándole la barbilla, la besó con


intensidad. Gemma se resistió al principio, pero no pudo luchar contra el poder de
su atracción. Se rindió.
El jeque la abrazó con fuerza y terminó el beso.
— Quiero que te quedes conmigo, Gemma. Si es a largo o corto plazo, no
importa. Lo único que importa ahora es lo que tenemos. Haré todo lo posible para
hacerte feliz.
Notó que los dedos de ella se aferraban a su bisht.
— Pero sólo si me uno a tu culto.
¡Por las bolas de Mithra si era terca!
— No somos una secta. Sí, servimos a Set-Sutekh, pero no somos unos
fanáticos. Puedes conservar tus convicciones y servirlo a la vez —gritó.
— ¿Cómo puedes esperar que pase una feliz eternidad sirviendo a un dios en
el que no creo?
Shahin notaba su lucha interna, aunque no era necesaria.
— ¿En serio? ¿No crees en la oscuridad del cielo nocturno, en la fuerza del
viento en la cara y en la realidad que el caos deja en el mundo? Incluso tus
matemáticos occidentales se rinden ante el Señor del Caos con sus teorías sobre
el universo.
— No, exactamente —discutió Gemma, oponiéndose a ese planteamiento.
— Sí, exactamente. Nosotros no adoramos a Set-Sutekh como un ídolo, ni
siquiera como un ser, sino que lo honramos como un símbolo de los aspectos del
mundo sobre el que gobierna. Ya te he dicho que soy cristiano y creo en Dios.
Pero también creo que hay muchas facetas de ese Dios en el universo de su
Creación. En Khepesh servimos a una pequeña parte de ese Todo, sólo es eso.
Gemma lo negó.
— ¿Pero al viento, la oscuridad y el caos? Aunque entiendo perfectamente lo
que dices, no elegiría servir a ninguno de esos aspectos.
Sonriendo, Shahin la soltó.
— Sin oscuridad no hay luz. Sin caos, no hay orden. Son dos mitades de una
misma moneda, kalila. Se deben honrar a los dos por igual y admirar la increíble
justicia del Gran Plan de Dios.
Gemma lo miró fijamente, meditando todo lo que había dicho.
El jeque podía ver que estaba empezando a entender su filosofía de
aceptación.

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— Eres un hombre sabio, jeque Shahin Aswadi —contestó finalmente.


— He tenido mucho tiempo para reflexionar sobre estas cosas. He
conversado con personas inteligentes y tuve años para pensar en el asunto.
Espero hacer lo mismo contigo.
— Sí, eres muy sabio —comentó Gemma, casi con tristeza—. Tentarme con
la posibilidad de interesantes y filosóficas discusiones, con la parte superior de tu
perfecto cuerpo.
La sonrisa de Shahin se agrandó.
— Por lo general me gusta estar en la parte superior, pero en tu caso, puedo
hacer una excepción.
La expresión seria de Gemma disminuyó ligeramente, provocando que una
ola de electricidad pasara a través de sus cuerpos. En eso, al menos, compartían
las mismas creencias.
— Tienes una mente perturbada.
Él se encogió de hombros, notando que por fin la había convencido.
— Soy un hombre. Seth-Aziz nos espera, kalila. ¿Ahora vendrás y te reunirás
con él?
— Me gustaría saber si me vas a volver a dejar sola.
Por primera vez, Shahin sintió que no necesitaba esconder la respuesta.
— No te dejaré sola. Lo juro.
Aunque no se olvidó del todo que podía traicionarlo. Una pequeña y
necesaria precaución.
— ¿Qué me va a pasar? —preguntó Gemma, llena de dudas.
— Hoy nada. Tienes que aprender nuestras costumbres y se organizarán los
rituales. Por ahora, tu palabra será suficiente. Pero debo advertirte, que romper
una promesa a un semidiós significa la muerte.
Gemma dejó escapar un silencioso suspiro y asintió.
— Entiendo.
— ¿Estás preparada?
— No, estoy aterrada.
Shahin cogió sus manos y las besó.
— Te prometo que en el futuro te alegrarás cuando recuerdes este día.
— Eso espero —murmuró Gemma—. Verdaderamente espero que sea así.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 15
El corazón de Gemma golpeaba con fuerza en su pecho, cuando se encontró
de rodillas ante la Gran Puerta del Oeste, por segunda vez en ese día. Pero esta
vez, cuando Seth-Aziz le ofreció un lugar en el netjer, no echó a correr como un
conejo asustado.
Probablemente un gran error, pero aun así no huyó.
Se convertiría de forma voluntaria en una shemsu de Set-Sutekh. Y no
porque no tuviera otra opción.
O por qué su hermana Gillian lo hubiera hecho. Se sentía increíblemente
nerviosa y asustada por su decisión. Pero bajo su temor real, un zumbido de
entusiasmo se agitaba en su interior. Deseaba esto. Y lo haría.
Era una experta etnógrafa en mitos y creencias populares de Egipto. Y ahora
tenía la increíble oportunidad, no sólo de observar cinco mil años de mitología
viviente, sino también de convertirse en parte de ella. ¡Por no mencionar que
sería inmortal! Aunque aun le costaba creérselo sin tener ninguna prueba. Era
difícil aceptar tal cosa como verdadera. Por otra parte, también había dudado de
los hechizos mágicos y transformaciones que ahora veía continuamente.
Pero la verdadera razón detrás de su entusiasmo, era el irresistible y guapo
jeque Shahin. Un hombre con quien sentía una conexión tan profunda, que a
pesar de que él negase esos sentimientos, estaba dispuesta a renunciar a su
antigua vida por la ocasión de conocerlo mejor.
Y tal vez cambiase de opinión sobre ese hombre sobrenatural.
Atravesó la puerta monumental en dirección a él, pero Seth-Aziz la
interceptó para darle la bienvenida. Era fuerte y alto, unos centímetros más que
Shahin, también con ojos y cabello negro. Su rostro estaba marcado por una
severa mandíbula cuadrada. Seth era un hombre impresionante. Al menos
físicamente. Y muy poderoso. A medida que el vampiro se acercaba, su poder
pasó sobre ella como una fuerte onda de somnolencia, una ligera brisa espesa y
caliente, como la oscuridad de la medianoche en la piel. Extrañamente tranquila y
neutra, como el reflujo de una marea esperando a que la luna la desplace.
Escalofriante. Y su tranquilidad era todavía más alarmante.
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Se armó de valor cuando Shahin hizo las presentaciones formales.


— Bienvenida Gemma —saludó el Sumo Sacerdote y extendió su brazo hacia
ella—. Vamos a caminar.
Shahin asintió alentadoramente y Gemma se inclinó torpemente, como había
visto que hacían otros delante de él.
— Sí, está bien.
Vacilante, puso su mano sobre Seth-Aziz, ahogando un grito de asombro
ante la sensación física de su tacto y tratando de no tropezar cuando la llevó por
el palacio. La multitud de curiosos se apartó, abriéndoles camino por el pasillo
empedrado.
El interior del palacio era aún más magnífico que su entrada de plata maciza.
Elegantes antorchas iluminaban su camino, mientras pasaban por las columnas
en forma de papiro. Observó las pinturas, murales impresionantes que
representaban escenas de la vida de los dioses en la tierra, lujosos tapices que
colgaban de las paredes, una colección de cristales y objetos de metales
preciosos, estatuas de mármol, que conseguirían que cualquier museo hiciera
piruetas sólo por verlas y aún más por poseerlas. Era espectacular. Boquiabierta,
miraba todo casi olvidando dónde estaba... y que sujetaba el brazo de un
vampiro.
Shahin iba detrás, junto a la mujer pelirroja que había visto antes, la
sacerdotisa Nephtys que se presentó como la hermana de Seth-Aziz. Gemma oía
los pasos de su amante siguiéndola y tranquilizándola con su presencia.
Unos momentos más tarde, llegaron a una gran sala, flanqueada por hileras
de columnas de plata brillante y encabezada por un estrado donde había dos
tronos de plata tallados. ¿Sería la sala de audiencias?
Por una puerta lateral, pasaron a una sala más íntima donde se veían
elegantes muebles y un aparador que contenía comida y bebida. Shahin cerró la
puerta después de que los cuatro entraran, mientras Seth-Aziz le señalaba a
Gemma un acogedor diván de seda para que se sentara.
Seth esperó hasta que se sentó, antes de acomodarse en otro sofá frente a
ella. Nephtys se sentó a su lado.
— Confío que tu decisión sea porque hayas satisfecho tus dudas sobre
nosotros —comentó Seth con voz suave.
— Aun no estoy convencida del todo —admitió, estúpidamente. Aunque él no
se mostró ofendido.
Gracias a Dios, la boca del vampiro se curvó.
— El jeque Shahin nos advirtió que eres un poco obstinada y escéptica.

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— Creo que es algo característico de mi familia —comentó, observando como


Shahin se acercaba al aparador y servía vino en cuatro pesadas copas de plata.
Seth la miró y la marea de energía se incrementó notablemente. Su poder la
rodeó, frotando su cuerpo como un gran animal invisible. Sus ojos brillaban como
obsidiana.
— Sí, soy consciente de eso —declaró secamente Seth.
Ahora no le quedaba ninguna duda de que su hermana Gillian debía de haber
puesto a prueba la paciencia de este hombre.
— Nuestro padre nos enseñó desde que éramos pequeñas a cuestionarnos
todo. Siempre se alegraba cuando nos resistíamos a obedecer sus órdenes y
preguntábamos “por qué”, para que pudiera darnos un sermón... eh,
persuadirnos de su razonamiento, utilizando el mejor método socrático con un
debate filosófico.
Seth suavizó su expresión y sonrió con ironía al aceptar el vino que le ofreció
Shahin, entregándole otra copa a Nephtys.
— ¿No te resultaba un poco tedioso? —preguntó la sacerdotisa, sosteniendo
la copa suavemente entre sus dedos—. ¿Y tu madre aprobaba ese enfoque
científico en la educación de un niño?
Un pinchazo del viejo dolor atravesó el corazón de Gemma.
— Mi madre murió cuando yo era joven.
Seth tomó un sorbo de vino, intercambiando miradas con Shahin y Nephtys,
cuando ambos asintieron levemente, se giró hacia Gemma.
Ella se estremeció de nuevo asombrada con su poder y su propia
incertidumbre.
Las siguientes palabras del semidiós la sorprendieron.
— No creo que esté muerta.
Gemma parpadeó.
— ¿Perdón?
Seth-Aziz la miró fijamente.
— Lady Gillian encontró en nuestra biblioteca evidencias de que tu madre,
Isobelle Haliday, todavía puede estar viva.
Aturdida, Gemma se puso de pie.
— ¿Qué?

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En ese momento recordó la carta de Gillian que tenía un mensaje similar. La


carta estaba escrita a mano, y toda esta extraña aventura había empezado al
entregársela Shahin y sus guerreros legendarios.
Tengo una increíble noticia, nuestra madre aún podría estar viva.
Estoy siguiendo todas las pistas para descubrir la verdad sobre su
desaparición.
Su corazón siempre atesoró esa esperanza, pero nunca se atrevió a confiar
que eso fuera verdad.
— ¿Sabes algo de mi madre? —preguntó altivamente a Seth-Aziz, olvidando
por un momento con quien hablaba.
El semidiós pareció comprender y perdonar su brusquedad.
—Fue secuestrada por Haru-Re y la llevaron a Petru, al netjer del Dios del
Sol, Re-Horakhti, nuestro enemigo. Existe la posibilidad de que todavía siga viva.
Las lágrimas inundaron los ojos de Gemma y soltó un sonido ahogado. ¡Oh,
Dios mío! ¿Su madre realmente estaba viva? Se tapó la boca con dedos
temblorosos, intentando inútilmente detener las lágrimas que rodaban por sus
mejillas.
Dos fuertes brazos la envolvieron en un acogedor abrazo. Era justo lo que
necesitaba. Se hundió en el abrazo reconfortante de Shahin.
— Tranquila —murmuró, tirando de ella contra su pecho—. Eso es algo
bueno, ¿no? Tu madre puede estar viva.
Gemma asintió llorosa, enterrando el rostro en su cuello.
— Sólo estoy... Oh, Dios, Shahin, ¿no dijiste que Khepesh está al borde de la
guerra con Petru? ¡Mi madre puede estar en peligro! ¡Tengo que ir allí!
— No harás nada de eso —declaró Seth con desaprobación.
Mil pensamientos estallaron en su mente, todos alarmantes. Gemma se
apartó de Shahin y miró al semidiós.
— Pero debo hacerlo...
— Si alguien tiene que salvarla será el capitán de mi guardia. No una mujer,
y ciertamente no una mortal. Ahora eres mi responsabilidad y me obedecerás.
¿Entendido? —espetó Seth enérgicamente.
Irritada, abrió la boca para discutir, pero Shahin apretó sus hombros
indicándole con ese gesto que la mantuviera cerrada.
— Sí, lo entiendo. ¿Pero eso... quiere decir que planeas salvarla?
Seth se recostó en la silla, mirándola.

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— Todo depende de ti, Gemma.


Sin pensarlo, ella se adelantó, arrodillándose a sus pies.
— Por favor, Seth. Dime qué tengo que hacer y lo haré. Haré lo que sea para
ayudar a mi madre.
— ¿Cualquier cosa?
Su corazón se detuvo cuando comprendió las implicaciones de lo que había
dicho. Excepto... que haría cualquier cosa por tener a su madre de vuelta con
seguridad.
— Casi todo —contestó inclinando la cabeza respetuosamente.
Gemma no lo vio sonreír, estaba demasiado ocupada mirando el suelo de
piedra.
Aun así, el cambio en el ambiente de la sala indicaba el triunfo de Seth.
Una fría energía se cernía sobre ella. Shahin estaba a su lado, con la mano
en su hombro.
— Ya sabes lo que quiero Gemma —sostuvo Seth.
— No, no lo sé.
Aunque su corazón lo sabía. Sólo podía ser una cosa.
— A tu hermana. Quiero a Josslyn.
El estomago de Gemma dio un vuelco.
— ¿Vas a decirnos dónde está?
Tragó. Su madre o su hermana. ¡Una elección imposible!
¡Oh, Dios! ¿Qué iba a hacer?

Seth era un semidiós omnipotente, pero no conocía a Gemma, pensó Shahin.


Creía que podía intimidarla, pero Shahin sabía que no era tan fácil conseguirlo.
Estaba preocupado porque ella hiciera alguna estupidez, o rechazara al Sumo
Sacerdote y a su sutil estratagema. Contuvo la respiración cuando Gemma se
levantó con toda la dignidad posible en una mortal.
— El chantaje es indigno de ti y de tu dios. Me obligas a tomar una cruel
decisión con esa elección —manifestó resueltamente.
Oh, una buena jugada. Shahin tuvo que contener su sonrisa.
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Nephtys no lo hizo.
—Estoy de acuerdo —convino la sacerdotisa, con una mirada de reproche a
su hermano—. Sabes muy bien que tienes la intención de salvar a Isobelle
Haliday cuando invadamos Petru. ¿Por qué simplemente no se lo cuentas a ella y
la convences así? Es más probable que te dé la información que quieres si confía
en ti.
Seth frunció el ceño mientras Gemma lo miraba perpleja.
— ¿Es cierto? ¿Planeas salvar a mi madre?
— Sí —admitió Seth a regañadientes—. Además de a otros cautivos de Ray.
Pero no es seguro que vayamos a ganar la guerra, o invadir Petru. De hecho, lo
más probable es que no ganemos. No debes hacerte muchas ilusiones.
Gemma parpadeó, sorprendida por el discurso.
— Por supuesto, haremos todo lo posible para salvar a los cautivos de Petru.
Como ya te dije, en Khepesh, hace mucho tiempo que abandonamos la práctica
de convertir mortales contra su voluntad —La intentó tranquilizar Shahin.
— ¿Y sin embargo planeabas hacer exactamente eso con mi hermana?
— También planeamos tu captura, Gemma, y has venido voluntariamente —
Le recordó Shahin—. ¿Por qué crees que tu hermana va a reaccionar de manera
diferente a ti en este asunto? ¿O al hombre que la ha elegido, como yo hice
contigo?
Gemma le miró fijamente, mientras un tono rosado coloreaba sus mejillas.
— ¿Porque es un vampiro? —preguntó Shahin leyendo sus pensamientos, sin
dificultad.
Ella se mordió los labios, pero antes de que pudiera responder, Nephtys
habló.
— Creo, querido hermano, que debes mostrar a Gemma como se siente al
estar con un vampiro. Puede que entonces entienda que un sacrificio de sangre
es un pequeño precio a pagar por los placeres que su hermana va a disfrutar
cada noche.
Shahin se enderezó como un rayo.
— Mi señor, yo...
Pero Seth alzó la mano, levantándose con agilidad del sofá para acercarse a
Gemma.
— ¿Te gustaría eso? —Le preguntó.

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— ¡No! —gritó ella y se deslizó detrás de Shahin para protegerse,


aferrándose a su brazo—. Gracias —añadió, como si eso fuera a ayudar.
Shahin entrecerró los ojos cuando miró a Seth-Aziz. El inicio de un temblor
retumbó en el suelo bajo sus pies.
— Es mía. Me la ofreciste como regalo.
— No tengo ninguna intención de quitarte a tu mujer. Pero ocultar a su
hermana ha retrasado el sacrificio. Sólo busco un remedio temporal —Su rostro
adquirió una expresión calculadora—. Podríamos compartir la magia. De esa
manera los tres nos beneficiaríamos.
La mandíbula de Shahin cayó en una aturdida sorpresa. Se encontró con los
ojos de Nephtys e intercambiaron una mirada de asombro en silencio.
Ese era un privilegio sin precedentes.
Desde que Shahin conocía a Seth, el semidiós no había compartido la magia
con ningún hombre. Sólo existían dos vampiros cuando Shahin se convirtió en un
inmortal y a ninguno de ellos les gustaban los hombres. Naturalmente, a Shahin
tampoco. Seth sólo compartía su cama con mujeres. Como Shahin. Para ser
honesto, no estaba seguro de cómo se sentiría al compartir a su mujer, a pesar
de que él era su señor y líder. No, no le gustaba. Ni lo toleraría.
Pero compartir la magia era diferente. Shahin estaría haciendo el amor con
Gemma, mientras Seth sólo se alimentaba. En la antigüedad, era una forma del
semidiós de otorgar un favor especial a un hombre. Y cualquier hombre sería un
idiota si rechazaba tal honor.
Nephtys se recuperó finalmente de la sorpresa y sonriendo exclamó.
— Compartir la magia. ¡Oh, es una idea maravillosa!
Gemma salió furtivamente de detrás de Shahin.
— ¿Qué es eso? —inquirió con suspicacia.
Todos los ojos se volvieron hacia ella. Shahin podía sentir un masculino
poder erótico en la sala, mientras tanto Seth como él contemplaban las
intrigantes posibilidades de esa unión.
Aunque también podía sentir la inquietud creciente de Gemma.
Con cuidado, ella comenzó a alejarse de ellos, como si fuera una oveja frente
a una manada de lobos hambrientos. Mirándolos, finalmente susurró.
— ¿De qué demonios estáis hablando?

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 16
— No —negó Gemma con vehemencia, después de la explicación de Shahin
sobre lo que significaba compartir la magia.
Nephtys se preguntó en qué planeta vivían esos hombres para pensar que a
Gemma le gustaría esa idea.
— Seré yo quien te esté haciendo el amor. Apenas notarás que él estará ahí
—La intentaba convencer Shahin.
Nephtys observó la expresión de Gemma pasar de incrédula, a petrificada y
de nuevo a la incredulidad. La pobre mujer no tenía ni idea de lo que realmente
estaba pasando.
Claramente la idea la horrorizaba. Nephtys no podía culparla. Gemma
acababa de descubrir que los vampiros existían, y le haría falta un poco más de
tiempo para acostumbrarse. Y mucho más tiempo para lo que le estaban
proponiendo.
Fue hace mucho tiempo, pero Nephtys todavía podía recordar con gran
detalle, el gran impacto, literalmente hablando, que le causó cuando conoció a un
vampiro... y cuando los colmillos de Ray la mordieron al quitarle la virginidad. Se
sintió excitada y aterrada en igual medida. Bueno, más aterrada que lo otro. Y
esa no era una “primera vez” que una mujer pudiera olvidar fácilmente.
El tipo de introducción al beso del vampiro que los hombres proponían, sería
casi tan sorprendente e íntimo como fue el suyo.
— No será una alimentación completa —aseguraba Seth a Gemma,
extendiendo una mano para que ella la cogiera—. Sólo un poco. Así puedes ver
cómo es, para cuando le pase a tu hermana.
— ¡No! —volvió a negar, escondiendo las manos en su espalda.
— El beso de un vampiro es algo que muchas mujeres pagarían por
experimentar. Los inmortales lo utilizan para aumentar el placer en un encuentro
físico, como si fuera un hechizo de amor. Pero incluso las inmortales, compiten
por la oportunidad de ser elegidas por mi hermano para el sacrificio—explicó
Nephtys.
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— ¿Sacrificio? —vociferó Gemma, aunque Nephtys notó que una parte


renuente de ella empezaba a estar intrigada. Pero no lo suficiente todavía como
para ceder. Y eso que no sabía ni la mitad de la historia.
— ¿Sabes lo que es? —aventuró Nephtys. Sería imposible para una etnógrafa
como Gemma, no haber oído las innumerables historias y leyendas contadas por
los aldeanos.
Las mejillas de Gemma se volvieron rojas. Lo sabía.
Nephtys ocultó una sonrisa. Era muy dulce que ella pudiera ruborizarse,
especialmente cuando Shahin la miraba. Como lo hacía ahora. Una mirada llena
de calor y necesidad.
— Entiendo que es... agradable —respondió Gemma.
“Agradable” realmente era el eufemismo del siglo. Comer helado era
agradable. Ser mordida por un vampiro era como ser engullida por un tsunami de
excitación sexual, placer y satisfacción.
Shahin parecía un poco aturdido por la sugerencia de Seth de compartir su
magia con él, debido a la intimidad de realizar ese acto en presencia de otro
hombre.
Aunque Shahin no tendría que tocar a Seth si no quería. Ni tampoco Gemma.
Ella solo tendría que dejar al vampiro hundir sus colmillos en alguna parte de su
cuerpo que no tocara Shahin, mientras hacían el amor. La magia haría que Seth
sintiera lo que el cuerpo de Shahin sentiría, y añadiría su vampírico poder sexual
a la acción, amplificando así el placer de todos. Para un hombre heterosexual, era
la única manera de experimentar la sexualidad explosiva de un vampiro, o de
estar con uno.
La poderosa magia también afectaba potencialmente a la mujer. Seth podría
enlazarse al hombre que hacía el amor con ella, durante la mordedura del
vampiro.
Si Gemma liberase su deseo y sucumbiera a la magia, como hacían muchas
mujeres en el calor del momento, ella nunca desearía a ningún otro hombre, solo
a Shahin. Solamente le sería leal y fiel a él, y el jeque nunca tendría que
preocuparse por una traición. Seguramente, él también estaba pensando lo
mismo.
Pero todo eso era la teoría. Si Nephtys leía a Gemma correctamente, tsunami
sensual o no, ella no estaba muy dispuesta.
Seth se acercó y ella dio un paso atrás, pero Shahin bloqueó su retirada. Su
espalda chocó contra su firme pecho, envolviendo sus brazos alrededor de su
cintura y sujetándola allí.

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Seth sonrió.
— No tengas miedo, pequeña. No pasará nada si no quieres. Tienes que dar
tu permiso para el sacrificio de sangre.
— No lo daré —repitió Gemma, pero esta vez su voz sonaba débil, jadeante y
no tan firme. Su cuerpo se estremecía visiblemente.
Nephtys tenía la certeza de que ella todavía estaba demasiado asustada para
dar su consentimiento. No ayudaba que los hombres actuaran como el toro Apis,
el dios solar de la fertilidad y los ritos funerarios, cuando la situación requería el
toque delicado y felino de Bastet, la diosa de la armonía y la felicidad.
— No pasa nada —indicó Nephtys rápidamente, salvando la situación de un
posible desastre. Y levantándose, sujetó las manos de Gemma apartándola de los
hombres—. Podemos discutir eso más tarde. Es hora de que nos preparemos para
la fiesta.
Los dos hombres fruncieron el ceño, indignados porque su intento de
seducción se había interrumpido antes de poder convencerla.
Gemma la miró sorprendida.
— ¿Banquete?
— En tu honor —Shahin se recuperó primero y cogiendo su copa la alzó en
un brindis—. Los inmortales de Khepesh quieren recibir a la nueva iniciada del
netjer.
Gemma abrió la boca.
— ¿Lo saben? Sólo hace menos de una hora que llegué al palacio.
— Había muchos testigos. Cualquier excusa es buena para dar una fiesta, y
se puede organizar en cuestión de minutos cuando se necesita. Un nuevo
seguidor es la mejor razón para celebrarla.
— Oh, eso es... muy amable —comentó algo insegura.
— Déjame verte... —Nephtys hizo un movimiento con el dedo para que
Gemma girara, mirándola críticamente. El vestido esmeralda que llevaba era muy
bonito, pero no lo suficiente formal para su bienvenida oficial.
—Ven conmigo. Iremos al templo y encontramos algo más conveniente para
que utilices.
Gemma miró con preocupación a Shahin.
— Oh, pero...
— Adelante. Nephtys cuidará bien de ti. Nos veremos pronto en el banquete.
Te lo prometo.

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Ella palideció ligeramente, pero después de una breve vacilación, se dirigió a


la puerta con Nephtys, mientras la sacerdotisa se detenía y se volvía hacia los
hombres. Lo que vio la hizo sonreír. La expresión del rostro de Shahin, cuando
observó a Gemma abandonar la sala, le dijo todo lo que quería saber.
Gracias a Isis. Por fin, el jeque estaba verdaderamente enamorado.

— Es guapa —declaró Seth cuando la puerta se cerró detrás de las dos


mujeres—. Y lista. Me gusta.
Una punzada de celos atravesó a Shahin. Había visto a Gemma debilitarse
cuando Seth ejerció su encanto. ¿Era sincero, o el vampiro había utilizado un
hechizo para tratar de influir en su decisión?
No, su amigo no haría eso. Seth no estaba interesado en Gemma. Sólo hacía
esto como una manera de encontrar lo que realmente deseaba, a Josslyn.
— Sí, lo es. Casi tanto como Nephtys —concedió Shahin cortésmente.
Seth sonrió.
— Hacen una pareja muy llamativa, con todo ese salvaje pelo rojo. Podrían
ser hermanas.
Shahin gruñó.
— Una de las razones por las que quiero mantenerla tan lejos de Haru-Re
como sea posible.
— Sí, sería un problema que le gustase —Seth se acercó al aparador y
sirviendo más vino, levantó una ceja interrogante—. ¿Y cómo te sientes con la
idea de compartirla conmigo?
— ¿Compartir su sangre, quieres decir? Con el consentimiento de ella no me
importa, sólo el tiempo que tardes en tomar un poco —El recelo en la voz le
traicionaba.
Los labios de Seth se separaron.
— ¿Temes que se sienta atraída por un vampiro?
¡Que demonios...!
— La mayoría de las mujeres lo están después de estar contigo. Pero te
advierto, que no tengo ninguna intención de cedértela.

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— Ni yo de conquistarla. Sé lo suficiente sobre mi destino, para decir que


Gemma no es parte de él. Mi único interés es Josslyn. Nephtys piensa que lo más
seguro es que su visión no tratara de Gillian.
Shahin asintió.
— Eso tiene sentido si consideramos todo lo que ha pasado.
— Me gustaría que pudiéramos convencer a Gemma que no quiero hacer
daño a su hermana. Sería un gran alivio tener a mi futura consorte aquí bajo mi
cuidado y no en algún lugar de ahí fuera, escondiéndose de cosas que no
entiende.
— Esperemos que esta noche lo consigamos.
Seth hizo un gesto asintiendo y observó al jeque cuidadosamente.
— ¿Cómo se siente?
Shahin lo miró confuso.
— ¿El qué?
— El amor.
El jeque abrió asombrado la boca.
— No podría decírtelo.
— ¿En serio?
En ese momento escucharon un golpe en la puerta y apareció un mensajero.
— Mi señor, el Alto Consejo solicita unas palabras antes de las festividades.
— Dile que estaremos allí en un momento —El mensajero desapareció y Seth
se volvió hacia Shahin—. ¿Estamos de acuerdo con el curso de acción de esta
noche?
Shahin miró al sacerdote con una perfecta comprensión. Los dos obrarían su
magia con Gemma y cada uno lograría lo que deseaba.
— Sí. Estoy de acuerdo.
Shahin abandonó la sala todavía asustado con la pregunta de Seth. ¿Por qué
en el nombre de Hades le había preguntado sobre el amor?
Seguramente Seth no creería que Shahin estaba enamorado de Gemma.
¿Enamorado? ¿Él?
La idea era completamente absurda.
Ignorando ese pensamiento, se dirigió a grandes pasos a su apartamento, en
el ala residencial reservada para los líderes de Khepesh. Era un hombre de

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necesidades sencillas y no necesitaba lujos como algunos, aunque su casa allí era
mucho más lujosa que su tienda en el oasis.
El mobiliario era sencillo pero elegante, igual que la decoración. El
apartamento consistía en una gran sala de estar y comedor, una pequeña cocina
y un amplio dormitorio con un gran armario y un lujoso baño. En el centro de la
habitación había una enorme cama alta, el lugar en el que se divertía.
Esta noche no sería la excepción.
Aunque si Gemma accedía, sería la primera vez que habría tres personas en
su cama. El pulso se le aceleró con ese pensamiento. Una sensación de euforia
recorrió su cuerpo.
Lo deseaba. No sólo por el inmenso placer, o el honor que le otorgaba el
semidiós, o incluso por convencer a Gemma para que ayudara a Seth a encontrar
a Josslyn. Si no debido a la posibilidad de atar a Gemma a él para siempre a
través de ese acto. La idea le llenaba de una violenta posesividad. Deseaba
poseer su afecto con una inquebrantable certeza. Y saber sin ninguna duda que
ella le sería siempre fiel y nunca le traicionaría.
Sólo entonces se sentiría lo suficientemente seguro como para enamorarse.
Ese era su anhelo.
Dirigiéndose al armario, escogió su ropa favorita, de un profundo escarlata y
negro, los colores de Set-Sutekh. Por lo general, en las ocasiones festivas, los
hombres llevaban pantalones de colores, botas y túnicas del mismo estilo nómada
del desierto, y fluidos bisht de seda. Esa noche, Shahin decidió prescindir de la
túnica abierta y mostrar su pecho desnudo bajo la capa, declarando a todo el
mundo que quería impresionar a su dama elegida. Los inmortales de Khepesh
eran muy sensuales y apreciarían ese gesto descaradamente erótico. Su
excitación elevaría el nivel de energía sexual en la sala durante la celebración,
que ya sería suficientemente alta. Y puede que tuviera un efecto seductor en
Gemma.
La quería en su cama esta noche. Y no sólo hoy.
Se preguntaba qué se pondría ella para el banquete. Nephtys había oído sus
planes para esta noche y dado su bendición para que compartieran la magia. Lo
más seguro es que le ofreciera a Gemma algo provocativo. Y puede que también
lanzara un hechizo de conciencia física en la prenda. Todo para mejorar la
disposición de Gemma y sus posibilidades de éxito.
Después de asegurarse que el dormitorio estuviera preparado para sus
invitados, Shahin se bañó y vistiéndose, se dirigió a la magnífica sala.
Como siempre, la oscuridad del salón de banquetes se desvanecía por el
brillo de diez mil pequeñas velas, colocadas en mesas largas y reflejadas por los

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millones de brillantes diamantes que inundaban el techo, el patrón de estrellas de


la Vía Láctea. Set-Sutekh era el Señor del Cielo Nocturno y Guardián del Universo
Oscuro, y esta sala era un verdadero homenaje a él.
Shahin atravesó la multitud de shemsu que se habían reunido rápidamente
para celebrar la llegada de la nueva iniciada del netjer. Saludó a sus muchos
amigos y recibió felicitaciones y saludos por su papel en la fiesta.
Estaba orgulloso de Gemma y deseoso de mostrar a todo el mundo que le
pertenecía sólo a él.
— ¿Y eso? —Le preguntó uno de sus espías, señalando su pecho desnudo con
una sonrisa—. ¿Esa mujer ya consigue que te quedes sin ropa? No puedo esperar
para ver a esa belleza. ¡Tal vez te la robe!
— Puedes intentarlo —desafió Shahin, con una sonrisa que de ninguna
manera enmascaraba la nota de advertencia en su tono. Sintió aumentar el aura
de poder a su alrededor, llamando la atención. Todos notaron que algo estaba
pasando. El ambiente de sensualidad se intensificó y comenzó a crecer, haciendo
que el aire de la sala se espesara y perfumara con la expectativa del sexo. La sala
crepitaba de anticipación.
— He oído que ya la has reclamado —comentó una de sus antiguas amantes
con una mueca. Tanto ella como otras mujeres estaban a su alrededor, tocándole
los brazos y el pecho desnudo con manos inquisitivas. El olor de la pasión se
arremolinaba en ellas—. ¿Eso quiere decir que el legendario jeque Shahin no
aceptará más visitantes en su tienda?
Shahin les dirigió una amplia sonrisa mientras se dejaba acariciar. Le
gustaba la atención femenina tanto como a cualquier hombre.
— Eso depende de lo que ella me entretenga.
— Yo no estoy preocupada. Ninguna mujer ha llamado tu atención durante
más de unas pocas noches —señaló otra bajando los ojos con timidez.
— Eso es cierto —admitió él, aunque no por las razones que todas creían. E
inclinándose, le susurró algo al oído—. Es difícil encontrar a una mujer que
satisfaga mi apetito.
Aunque la noche anterior, eso mismo era lo que había sucedido. Y esta noche
preveía que sería mucho mejor.
— Tal vez necesites a más de una mujer al mismo tiempo —sugirió
descaradamente una tercera, abrazándolo. La oleada de invitación femenina pasó
a través de él, llena de promesas.
Shahin se rió entre dientes.

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— Una idea intrigante —Si supieran que no estaba interesado en ellas...


Sólo había una mujer a la que quería en su cama esta noche y en el futuro, a
pesar de haberla engañado diciéndole que se aburría con facilidad. Se excitó al
pensar en lo que pasaría después de la fiesta.
Continuó avanzando lentamente hacía su lugar habitual. Acababa de tomar
asiento cuando Seth-Aziz entró y subió al trono de plata, su lugar de honor en la
mesa principal. Esta noche, Nephtys ocuparía el otro trono más pequeño.
La multitud se levantó y mostró su respeto al semidiós, cantando una
canción a su honorable Sumo Sacerdote. La melodía era hermosa y discordante al
mismo tiempo, y las palabras pronunciadas en voz baja, eran de entusiasmo y
placer. Seth era un líder severo, pero respetado y amado por la gente. Aceptando
y agradeciendo el saludo, el semidiós pronunció un breve discurso, transmitiendo
su alegría porque Gemma se iba a convertir en una shemsu y les pedía que le
dieran una amable bienvenida. Su sonrisa era genuina, pero Shahin no perdió
detalle de los ojos cansados de Seth. Realmente necesitaba alimentarse muy
pronto. Era algo bueno que hubiesen decidir compartir esta noche mágica. Hasta
que Josslyn llegara a Khepesh, Gemma era la única que podía darle el remedio
que necesitaba.
Shahin sintió una punzada de preocupación. ¿El vampiro podría parar una
vez que probara la sangre de Gemma? ¿O el hambre lo dominaría? Y si eso
pasaba, ¿qué ocurriría? ¿Cuánta sangre podía tomar antes de que ella...?
No.
Shahin apartó ese incomodo pensamiento y volvió a prestar atención a la
ceremonia.
Los acordes de una dulce lira y un tambor resonaban a través de la sala, una
brillante luna se levantó encima de la puerta de entrada y proyectó un rayo en el
centro del pasillo. Dos shemats del templo se trasladaron a los lados de la luz y
comenzaron una majestuosa procesión hacia el estrado.
Gemma las seguía.
La mujer de Shahin.
Su respiración se detuvo. Resplandeciente, con un diáfano vestido plateado y
violeta, estaba totalmente impresionante.
Y un poco abrumada. Sus grandes ojos se movían, deslizándose por la sala
mientras atravesaba la multitud. De repente, su mirada encontró la de Shahin,
sosteniéndola durante mucho tiempo y consiguiendo que sus latidos se
aceleraran.
Shahin sintió que su pecho se encogía, y en ese momento lo supo.

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No importaba que no confiara en ella por completo.


No importaba lo mucho que la idea de entregarle su corazón le aterrara.
Y no importaba si esta noche mágica no se unía a él como Shahin esperaba.
De repente supo con cada fibra de su ser, que ella era a quien quería a su
lado.
Por toda la eternidad.
Gemma era suya.
Y jamás la dejaría ir.
Nunca.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 17
Gemma caminó silenciosamente por el salón, mirando fijamente a su
amante. En cuestión de segundos, vio que su expresión arrogante se convertía en
una de orgullosa admiración y posesividad primitiva.
La deseaba. Estaba escrito en su postura, en su boca, en la forma en que
agarraba la copa. Su deseo no era nada nuevo. Pero ahora se dio cuenta de algo
diferente, una especie de energía masculina más profunda que emanaba de cada
centímetro de él, algo más allá de la lujuria. La mirada de sus ojos negros era
más firme, y la línea apretada de sus labios era más determinada de lo que había
visto nunca. Su concentración parecía como la que tiene un ave de rapiña cuando
se centraba en su presa. O en la mujer afortunada que había decidido tomar
como su compañera.
¿Los halcones se apareaban toda la vida con una sola hembra?
Una emoción temblorosa recorrió a Gemma.
¡Oh cielos! Eso es lo que ella deseaba fervientemente.
Fue entonces cuando la comprensión la golpeó como un tren de mercancías
venido del infierno.
¡Oh, Dios mío!
¡Estaba enamorada!
Del famoso jeque Shahin, líder de los Guerreros de la Muerte.
Un cambiaformas inmortal.
Lo amaba. Y no había nada que deseara más que pasar la eternidad con él.
Sintió que el mundo que le rodeaba empezaba a girar. Fantasear con un
hombre, la lujuria e incluso una conexión emocional era una cosa. Pero, ¿amor?
Sus piernas temblaron y se tropezó. Unas manos invisibles la agarraron y
supo instintivamente que Shahin la había alcanzado con su magia antes de que
cayera. ¿Le entregaría él su corazón?
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Sus pensamientos y sentimientos eran un caos, atravesándola mientras


recorría el gran salón hacia el estrado, donde Shahin la esperaba.
El hombre al que amaba.
¡Señor! ¿Cómo había sucedido eso?
Shahin todavía la observaba fijamente, sin sonreír. De hecho, se veía como
si fuera a estallar en cualquier momento. Evidentemente, no estaba contento.
¿Por qué? ¿Sería porque el amor que mostraban sus ojos había traicionado sus
verdaderos sentimientos hacia él? ¿O porque había visto su conmoción y
consternación por la verdad que finalmente se había admitido a sí misma?
Sin duda, era lo primero. Shahin le había dicho claramente y en numerosas
ocasiones, que no deseaba o necesitaba una mujer en su vida que no fuese una
compañera de cama temporal. Que su presencia en Khepesh y en su cama era
sólo algo secundario debido a la misión que tenía de encontrar a Josslyn para
Seth.
Eso dolía. Después de todo, ¿qué importaba ser un nuevo miembro del netjer, si
sólo era debido a su hermana? Gemma sabía que a Shahin le gustaba y la
respetaba. La gente siempre sentía lo mismo hacia ella... con el tiempo.
Pero le molestaba. Mucho.
Era la historia de su vida.
Respirando profundamente, se soltó del agarre invisible de Shahin. Tenía que
hacer esto sola. Había elegido este camino y lo seguiría. Sólo tenía que tener en
cuenta sus sentimientos hacia él.
Independientemente de lo que Shahin sintiera por ella.
Levantando la barbilla, se paró al pie del escalón del estrado, evitando mirar
a Shahin.
Seth-Aziz las miró fijamente cuando Nephtys y Gemma se inclinaron
formalmente, y dándoles una cálida bienvenida, las invitó a subir al estrado.
Cuando llegaron a su lado, la besó en la mejilla y sonrió.
— Date la vuelta, Gemma —dijo, señalando a los inmortales que estaban en
el salón—. Y recibe el saludo de tus nuevos hermanos.
Cuando se volvió, un canto inolvidable comenzó a sonar, una armonía
hipnótica y extraña que flotaba en el aire. Un delicado remolino de energía
positiva la rodeó, envolviéndola en una tela de araña de afecto que creaba una
maravillosa sensación física. Mientras cantaban, podía sentir su curiosidad... y su
anticipación. De repente sintió un golpeteo de excitación erótica que se expandía
de sus cuerpos, floreciendo y extendiéndose de una forma contagiosa.
Era una sensación increíble. Surrealista. Mágica. Extremadamente sensual.

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Nephtys le había explicado que las celebraciones en Khepesh estaban llenas


de indulgencias sensuales de todo tipo. Comida, bebida y sexo. Se esperaba que
ella eligiese a uno de los shemsu para pasar la noche. Naturalmente, todo el
mundo asumiría que elegiría a Shahin. Pero era su elección.
Observó a los atractivos hombres del salón y sintió la caricia física de la
insinuación sexual, como si cada uno la estuviera acariciando, tentándola para
que eligiera a uno de ellos como amante esta noche. Gemma desearía como el
infierno que alguno de esos hombres la atrajera tanto como Shahin. La vida sería
más fácil.
Gemma. Ella escuchó la voz profunda de su amante en su oído, como si
estuviera a su lado. Eres mía, kalila. Ven a mí.
Volviendo la vista, se fijó en la sombría expresión en su rostro y en la tensión
de los músculos de su amante. Su cuerpo se estremeció involuntariamente.
No podía negar que era un hombre poderoso. Muy poderoso. Era imposible
negarle nada.
Y esta vez Gemma ni siquiera lo intentó.
Siguiendo los dictados de su corazón, se dirigió hacia el hombre al que
amaba.

La celebración se prolongó durante horas. Tanto hombres como mujeres


pronunciaron discursos y brindis por la nueva iniciada. Después de la primera
hora, Gemma resplandecía de felicidad, abrumada por la cálida bienvenida y
aceptación.
A los shemsu realmente les gustaba que estuviera allí.
Pero, ¿y a Shahin?
Cuando ella se volvió hacia él, su expresión era imposible de descifrar. Pero
entonces la sujetó de la nuca y la besó. La multitud comenzó a mecerse y Gemma
sintió una oleada espesa y sofocante de energía atravesando el salón mientras la
besaba, provocándole calor y hormigueo en su piel debido a la excitación. Esa era
la clase de beso que conquistaba a una mujer. Un beso que anulaba su voluntad.
Pero, ¿era sólo por esta noche... o para siempre? Shahin no le daba ninguna
pista.
La comida se servía en enormes bandejas, la etérea música sonaba de fondo,
suave y evocadora. Shahin se sentó a su lado y Seth en su trono al lado del de

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Nephtys. Las viandas y el vino eran sublimes, cada plato más delicioso que el
anterior. Durante el festín, los cuatro compartían su comida con los demás,
repartiendo los bocados más deliciosos para que todos los probasen. Mientras
charlaban y se reían, Gemma pensaba que a su hermana le gustaría realmente el
Sumo Sacerdote. Shahin estaba más tranquilo, siempre vigilando como un halcón
aunque se mostrara sonriente.
Gemma ya estaba lo suficientemente mareada por el flujo de energía sensual
que se arremolinaba en la magnífica sala, por eso intentó no beber demasiado.
Pero los hombres le ofrecían sorbos de sus copas cuando se servían y ella pronto
se sintió ardiendo y vibrando de placer.
Era algo muy raro, pero una verdadera sensación de regreso a casa la
cubrió, como si fuera una vieja manta. Como si perteneciera a este lugar. A esta
gente. Y sobre todo a este hombre.
Estaba convencida de eso.
Después que todos terminaron de comer, las mesas desaparecieron por arte
de magia y comenzaron a bailar de una manera que Gemma no había visto
nunca. Sensual y hermosa, los inmortales se mezclaban y mecían con la música,
creando figuras extraordinarias como un caleidoscopio vivo, mientras deslizaban
sus pies por el suelo. Se tocaban y besaban como parte de la danza y la ropa
desaparecía. Era la celebración más erótica que jamás había visto.
Shahin le preguntó más de una vez si le gustaría participar, pero Gemma
rehusó.
—Esperaré hasta que pueda aprender los pasos —respondió a pesar de lo
mucho que desearía unirse al baile. Le encantaría que Shahin la abrazara y ser
parte de la corriente sensual de los cuerpos.
— Te enseñaré —declaró con una leve sonrisa, inclinándose para besarla.
— Me gustaría —Gemma temblaba de placer ante el sabor de su lengua. Más
tarde participarían en una clase diferente de baile.
Notando su excitación, Shahin profundizó el beso. Gemma se abrió a él y un
ardiente deseo la atravesó. Le encantaba que la besara... y que la tocara.
Anhelaba recorrer su musculoso cuerpo con las manos y hacer el amor toda la
noche.
Leyendo su mente, Shahin retiró su boca y murmuró.
— Te quiero bajo mi cuerpo. Vamos.
Su declaración hizo que sus pezones se irguieran excitados. Asintiendo, ella
se levantó.

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Shahin cogió su mano y atravesaron el salón lleno de gente que bailaba,


sonreía y se giraba para lanzarles besos, aumentando el rubor de Gemma. La
energía erótica se extendió y acrecentaba el calor como un horno, encendiendo su
cuerpo con una necesidad imperiosa por el toque íntimo de Shahin.
Gemma no supo cómo llegaron allí, pero de repente se encontraban dentro
de un elegante apartamento, todavía besándose.
— Esta noche estás preciosa —murmuró él, acariciando la seda de su
ajustado vestido—. Este color es perfecto para ti.
Complacida con su elogio, ella le sonrió.
— Tú tampoco estás mal. Estás muy atractivo sin la túnica—Le elogió
Gemma deslizando la mano por su pecho, y sintiendo los duros pezones
masculinos.
El jeque gimió y cerró los ojos, quitándose el manto y tirándolo a un lado, en
un movimiento que debía parecer masculino, pero que resultó autoritario. A
continuación apartó con la boca un tirante de su vestido.
— Ahora te toca a ti.
— Eso no es justo. No llevo nada debajo.
La sonrisa de Shahin se amplió.
— Mucho mejor.
— Tú primero.
— Sabes que no es real, ¿verdad?
— ¿Qué no es real?
— Tu vestido. Es sólo una ilusión provocada por Nephtys para la ocasión.
Un vestido real con una tela tan delicada sería muy difícil de conseguir en tan
poco tiempo.
Gemma miró su vestido que parecía completamente sólido y verdadero.
— ¿En serio?
— Si, yo podría hacerlo desaparecer.
Ella fingió estar sorprendida. Pero antes de poder responder de manera
adecuada, una voz de hombre dijo.
— Es una posibilidad encantadora.
Gemma se dio la vuelta al ver entrar a Seth y la puerta cerrándose tras él.
Su poder le llegó como una fragancia picante y fría.
— ¡Seth-Aziz! ¿Cómo has entrado?

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Él le dirigió una sonrisa indulgente, encogiéndose de hombros.


— Soy un semidiós, pequeña. Las puertas y las paredes no son obstáculo
para mí. Además, me han invitado.
Confusa, se volvió hacia su amante.
— ¿Qué está pasando, Shahin? ¿Por qué está él aquí? —Aunque tenía la
sensación de que ya sabía el por qué. Estaba nerviosa... y un poco excitada.
Seth-Aziz era un hombre muy atractivo y absolutamente encantador y
carismático.
Shahin alzó las manos.
— Ya hemos hablado de esto, kalila. Seth ha venido a compartir la magia con
nosotros.
Humedeciéndose los labios, el pulso de Gemma se aceleró, recordando la
explicación de Shahin de lo que esto significaba.
— Creo que dije que no.
— Pensamos que tal vez reconsiderarías tu decisión —comentó Seth,
poniéndose de repente detrás de ella. Gemma sentía la intensidad de su poder
contra la piel desnuda de su espalda, como si fuera un gato grande y suave. Un
temblor recorrió su columna. Su negativa se congeló en su garganta.
Lo que ellos sugerían era indignante. Dos hombres en la cama con ella. ¡Uno
haciendo el amor y el otro bebiendo su sangre! Antes, la posibilidad la habría
horrorizado. Pero después de conocer mejor a Seth, tenía que admitir que el
vampiro no la asustaba. ¿Realmente podría hacerlo?
— Sentimos tu alegría y aceptación durante el banquete —Shahin rodeó su
cintura con los brazos.
Seth le tocó los hombros ligeramente.
— También sentimos tu deseo de unirte a nosotros.
— Con uno de nosotros —murmuró Shahin acercándola más.
— Nos gustaría que le contaras a Josslyn como te sientes al estar en
Khepesh.
— Cómo se sentiría ella al estar conmigo —añadió Seth.
Estaban seduciéndola. ¡Oh señor, estaba tan tentada! Las historias que había
oído sobre el beso del vampiro eran suficientes para que cualquier mujer desease
probar esos increíbles placeres. Pero...Tragó saliva y se volvió para encarar a
Seth.

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— ¿Y si mi hermana llegara a convertirse en tu consorte? ¿Cómo puedes


pedirme que haga esto? Tocarte sería... —pensó en varias palabras, pero al final
dijo—... desleal.
Seth sonrió.
— Nunca traicionaría a Shahin permitiendo que su mujer hiciese eso. No es
lo que piensas. El placer que sentirás estará completamente a cargo del hombre
con el que estás haciendo el amor, con Shahin, no conmigo. A pesar de la
proximidad de nuestros cuerpos, yo simplemente tomaré tu sangre. No es sexual,
excepto la magia.
El turbio poder masculino saturó el ambiente intensificándose, la sensación
de las llamas de la pasión quemaba sus partes íntimas. Su fuerza de voluntad
flaqueó.
Shahin la giró en sus brazos y afirmó su control sobre ella.
— Me alegra que no lo desees de esa manera, Gemma —dijo, besándola.
No tenía fuerzas para resistir ese beso. Y tampoco lo demás. La tentación del
placer era demasiado grande. Después de dudar un instante, se abrió a él,
apoyándose en su cuerpo. Podía sentir a Seth en su espalda, sin tocarla, pero lo
suficientemente cerca como para sentir la caricia de su poder.
La fuerza del beso de Shahin transmitía el placer que sentía con su entrega.
Cuando él retiró su boca, Gemma estaba jadeante. Una ola de intenso deseo
atravesó su cuerpo. Temblando, gimió su nombre en voz baja.
— ¿Me has hechizado?
— No. Lo que estás sintiendo es la magia que nos rodea.
Con una sonrisa, Shahin se llevó los dedos a la boca y lentamente los besó
uno a uno. Entonces acarició su hombro y lo presionó, dándole permiso a Seth.
Gemma respiró hondo.
— Shahin, que...
— Shh, kalila. Sólo siente.
Shahin se inclinó y la besó de nuevo profundamente, explorándola con la
lengua con movimientos lánguidos que ella podía sentir entre sus piernas. Seth
agarró su otra mano y envolvió un dedo en su boca, lamiendo suavemente la
punta. Al mismo tiempo, los dos hombres le acariciaban el cuerpo con su poder
mágico, hasta que ella estuvo jadeando y temblando con una necesidad que no
comprendía.
En ese preciso momento sintió las sutiles puntas de unos colmillos contra su
dedo.

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Gemma abrió la boca cuando una convulsión involuntaria de placer se


apoderó de su cuerpo. Las duras puntas de sus pezones se apretaron contra el
pecho de Shahin mientras se retorcía.
Incapaz de detenerse, se giró en sus brazos y observó con horrorizada
fascinación como descendían los colmillos de Seth, largos y letalmente afilados.
La oleada de poder sexual del vampiro cayó sobre ella, haciendo que su
sangre fluyera muy rápido en sus venas. Se estaba ahogando en placer. Su
cuerpo temblaba tanto que apenas podía estar de pie.
Era obvio lo que vendría después.
Que Dios la ayudara. ¡Debería detenerlo! Pero no podía.
Deseaba saber lo que se sentía.
Shahin enredó una mano en su pelo y la obligó a mirarlo a la cara.
Volviéndose, ella le cubrió la boca con la suya.
De repente, sintió un agudo pinchazo en el dedo. Gemma se sobresaltó y se
estremeció profundamente, cuando una ardiente oleada sexual la recorrió.
Shahin gimió en su boca, clavándole los dedos en su cuerpo, como si
también hubiera sentido esa oleada.
Un sonido grave salió de la garganta de Seth.
— Gemma, mírame.
Ella levantó la vista, al mismo tiempo que el semidiós alzaba su dedo. Una
pequeña gota de sangre asomaba en la punta. El vampiro la observó con hambre
y la miró, sujetándola con su mirada de obsidiana.
— ¿Tengo tu permiso? —preguntó, con la voz tan suave como el terciopelo—
¿Puedo disponer de tu sacrificio?

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 18
El interior de Shahin estaba en llamas, sentía un hambre voraz debido a la
sed de sangre del vampiro. Necesitaba que Gemma dijera que sí.
Igual que Seth lo necesitaba.
Cuando Shahin la sujetó con firmeza, ella se acurrucó en sus brazos, como si
buscara alivio para su profunda necesidad. Él percibía la batalla entre su intenso
deseo físico y la reticencia emocional que todavía estaba dentro de ella.
— Una gota—La convenció Shahin. Tenía que aceptar eso para experimentar
el sexo explosivo que podría sentir, mezclado con la magia que sacudía a los
tres—. Deja que lo haga, kalila. ¿Qué daño te puede causar?
Gemma vaciló con la respiración jadeante. Quería decir que sí, pero tenía
miedo.
Shahin le acarició un pecho y rozó su pezón con el pulgar, mientras le
enviaba un impulso mágico de deseo.
Sin aliento, ella se rindió en sus brazos, sintiendo el impacto de su hechizo.
Shahin la besó con fuerza.
Nunca había sentido algo tan intenso como lo que ahora sentía a su
alrededor. El movimiento sensual del exuberante cuerpo de Gemma contra el
suyo le provocó un nuevo acceso de deseo. De agonizante necesidad. El dolor de
la violenta necesidad de Seth por la sangre de Gemma.
Seth le preguntó de nuevo, con la voz convertida en un susurro bien
controlado.
— ¿Puedo Gemma?
Sus blancos colmillos contrastaban espeluznantemente contra sus labios,
reflejando la luz de las antorchas de las paredes.
Shahin sentía los latidos del corazón de Gemma, su respiración agitada, el
temblor de deseo insatisfecho entre sus piernas. La noche anterior, había
aprendido las respuestas de su cuerpo cuando hicieron el amor. Ella estaba cerca
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del clímax, su cuerpo finalmente había sucumbido a los poderes eróticos del
vampiro y al conjuro de deseo que había lanzado sobre ella.
Gemma lo besó, mientras miraba a Seth de nuevo. Shahin podía sentir su
inquietud por lo que iba a pasar, pero también sentía su deseo.
— Sí. ¡Sí! ¡Hazlo! —cedió por fin con un suave gemido, cerrando los ojos.
El poder de Seth llenó la habitación como una tormenta. Pero no ocurrió
como Shahin esperaba. Lentamente, Seth lamió la gota de sangre del dedo de
Gemma. Cuando la gota escarlata llegó a su boca, sonrió aliviado.
Al instante el cuerpo de Gemma se convulsionó, gritando mientras se
desplomaba en los brazos de Shahin, quien la sostuvo mientras ella se disolvía en
una marea de placer contra su hombro.
El deseo de Shahin quemaba cada vez más desesperado, instigado por el
placer del vampiro, pero no buscó alivio. Ni tampoco Seth. No se trataba de
encontrar su propia satisfacción.
Todavía no.
Shahin sujetó a Gemma hasta que ella volvió de ese lugar de éxtasis
inconsciente.
— ¡Dios mío! —exclamó roncamente cuando por fin abrió los ojos—. ¡Dios
mío!
— ¿Estás bien? —Le preguntó Shahin con una sonrisa.
Seth se alejó dirigiéndose al aparador para servirse una copa. Shahin no
sabía si la distancia era para disminuir la tentación de tomar más sangre, o si
realmente estaba tranquilizando a sus instintos más oscuros, alterados por esa
simple gota de sangre. Sin embargo, Shahin sabía que Seth necesitaba más.
Gemma miró a Seth, mostrando el mismo miedo que antes.
—Eso ha sido... una verdadera sorpresa —afirmó, con la mirada preocupada,
confusa e incrédula...y deseando intensamente a Shahin.
— Eso ha sido sólo una prueba —dijo Shahin, liberándola de su control y
retrocediendo lentamente, mientras extendía la mano hacia ella—. Tan sólo
hemos empezado, kalila. Ven. Deseo tu cuerpo bajo el mío.
Gemma no se movió y miró a Seth, que estaba al otro extremo de la sala
con una bebida en la mano.
— Olvídate de Seth. Yo seré el que estaré dentro de ti, no él.
Ella se estremeció y le recordó.
— Y también sus colmillos.

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Seth sonrió detrás de su copa.


— ¿Ha sido tan malo? —Le preguntó.
Gemma cerró los ojos y de nuevo, una mezcla de deseo y preocupación
cruzó su rostro.
— Me han dicho... que la mordedura puede ser adictiva.
— No con todas las mujeres. Y en ese caso, debido a la magia compartida, si
te vuelves adicta será a tu amante, no a mí.
Shahin pareció notar una leve ironía en su tono. Y se mostró sorprendido por
la revelación.
— ¿Eso es verdad?
Seth asintió.
— Pero Gemma parece una mujer fuerte, sin propensión a la dependencia
total de un hombre. Me sorprendería mucho si ella fuera víctima de tal debilidad.
Gemma abrió los ojos.
— Esto no es una buena idea —dijo con voz ahogada, mirando a Shahin
incómodamente.
Bajo sus pies el estruendo de un terremoto comenzó a resonar, llenándola
con la urgencia de rendirse incondicionalmente al deseo primitivo e imperioso que
sentía.
En ese momento.
— Al contrario —respondió el jeque—. Creo que es una muy buena idea.
No era justo hechizarla, sugestionarla. Pero la deseaba. Quería que Gemma
fuera adicta a su presencia, a su contacto, que estuviera indefensa ante él.
Así estaría seguro que nunca lo traicionaría.
La miró, y susurrando un hechizo la obligó a ir hacia él. La habitación tembló.
Su cuerpo obedeció, pero ella sabía exactamente lo que Shahin estaba
haciendo.
— ¡Eres un bastardo! —declaró, mientras él la abrazaba.
—Pero no soy un vampiro. La adicción puede funcionar en ambos sentidos,
kalila. Tal vez sea yo el que me convierta en un adicto a ti.
Gemma no tenía ni idea si eso era cierto o no, pero de repente pensó que
podía ser verdad. Miró por encima de su hombro a Seth, pero el idiota se limitó a
sonreír y se sirvió otra copa.
Era arriesgado.

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Pero Shahin no se mostraba preocupado y cogiendo en brazos a Gemma, se


dirigió a su dormitorio, provocando temblores en el suelo con cada paso.
La depositó en el centro de la cama y con un chasquido de sus dedos,
disolvió su vestido con un destello brillante.
Ahora Gemma estaba totalmente desnuda frente a él.
Ella jadeó y lo observó junto a la cama.
Shahin vio que sus ojos estaban nublados de excitación, ¿o era furia?
No importaba. Gemma era suya.
Estaba en su habitación, pero parecía poco dispuesta a aceptar el sacrificio.
Shahin la liberó del hechizo. ¿Huiría?
Un chasquido sacudió el aire, dando voz a la tensión entre ellos.
Pero Gemma no huyó. En vez de eso, se recostó en las almohadas y lo
observó con los ojos bajos. Su sonrisa era tan afilada como la hoja de su
cimitarra. Shahin se quitó el resto de la ropa mostrando su excitación, gruesa y
larga como una columna de granito.
Ella había llegado al clímax, pero él no.
Ni Seth. En ese momento la puerta se cerró. El poder de la presencia del
semidiós los envolvió, contenido, infinitamente paciente aun con su hambre
voraz.
El pecho de Gemma subía y bajaba como un río de lava. Dudando, se
humedeció los labios, y entonces con un movimiento lento y pausado abrió los
muslos para Shahin.
Su pene estaba preparado.
Con un fluido movimiento Shahin se colocó encima de ella, y separándole los
muslos, situó su miembro en su entrada, mientras la miraba fijamente.
— Hazlo —respondió Gemma a su pregunta no formulada. Su pulso iba tan
rápido que él notaba el batir de los latidos en su garganta, como si fueran las alas
de un pájaro—. Ahora —Le ordenó.
Y sumergiéndose en su interior, Shahin embistió fuertemente.
Gemma se olvidó de todo, incluso de Seth.
Shahin empujaba, llenándola, entrando y saliendo cada vez más fuerte,
haciendo que ella gritase repetidamente para que fuera más rápido. La noche
anterior, él había sido un amante atento e ingenioso, pero esta vez no mostraba
ninguna gentileza, ni reclamación... y tampoco le daba ninguna oportunidad para

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que se arrepintiera de lo que estaba haciendo. Era intenso, duro, consiguiendo


que Gemma se olvidara de todo, excepto de su forma de llenarla.
La cama golpeaba contra la pared, sacudiéndose con tanta fuerza que
Gemma pensó que se rompería. Su cuerpo nunca se había sentido tan insaciable
debido al fuego que ardía entre los dos.
Cuando llegó, el orgasmo la hizo volar, pero aun así él no mostraba signos
de frenarse. Ni su excitación disminuyó cuando otro clímax los recorrió a los dos.
¿Sería influencia del mordisco? Ambos estaban sin aliento, la lengua y los labios
se batían en un intenso duelo, besándose apasionadamente.
A Gemma ya no le importaba el motivo, quería más.
—Una vez más —gruñó Shahin, haciendo eco de sus propias necesidades.
Sujetándola, se introdujo profundamente en su interior. Su poder se derramaba
sobre ella, vinculándola a él con un lazo invisible. Mientras empujaba hablaba en
una lengua extraña con voz jadeante. Puede que fueran maldiciones. ¿O tal vez
palabras de amor? Pero Gemma no consiguió averiguarlo, ya que al preguntarle
que había dicho, él se limitó a besarla y acariciar su lugar secreto, consiguiendo
que ella se olvidara de la pregunta.
Gemma no podía pensar. Sólo sentir.
Así que rindiéndose, se entregó a él, con el deseo y la necesidad de
pertenecer a este increíble hombre, en corazón, alma y cuerpo.
Liberándose de su pasado, se encaminó a un futuro desconocido e
insondable.
Silenciosamente, rezó para que pudiera quedarse con él.
De repente sintió que otro orgasmo se acercaba.
— Shahin —gimió su nombre—. Otra vez... córrete conmigo.
— Todavía no —respondió Shahin cambiando el ángulo de su posición, la
punta de su miembro rozaba su entrada, enviando ondas de ardiente placer.
Una vez más, Gemma explotó en sus brazos, temblando como si fuese la
llama de una vela.
Tal vez lo era.
Jadeando, cerró los ojos mientras su cuerpo le mostraba lo encantado que
estaba al estar junto al de Shahin. Lo amaba.
De repente, su ritmo se hizo más lento y Gemma sintió que la levantaba y la
ponía a horcajadas encima de él, con su miembro todavía dentro de ella. Gemma
abrió los ojos para observar que la miraba con una expresión que envió una
punzada de miedo hasta el fondo de su ser. Sus ojos eran del color del ébano,

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negros y duros, resplandeciendo con una oscura intención, tenía la mandíbula


apretada y su boca se curvaba con un conocimiento secreto.
Pero, ¿por qué?
Las réplicas de su orgasmo continuaban pulsando recorriéndola, esa era la
causa de que no pudiera pensar con claridad, si no habría recordado y
comprendido de inmediato lo que ocurría.
De repente, la cama se movió y una tremenda e intensa presencia masculina
se deslizó detrás de ella. Unas manos poderosas subieron por sus brazos, dejando
una oleada de escalofríos a su paso.
— ¡Seth! —Gemma se tensó instantáneamente al reconocer su poder. ¿Cómo
podía haberse olvidado que Seth estaba allí mirándolos?
— Está bien, kalila. Relájate. Estoy aquí contigo —La tranquilizó Shahin.
Gemma reconocía que había dado su consentimiento para esto, pero... oh,
Dios, ¿por qué lo hizo?
— Por favor, he cambiado de... —empezó a decir ella.
— Shh. Sólo siente el placer —dijo Shahin acariciando con un dedo su boca.
La energía del semidiós creció y se entrelazó con la de Shahin, hasta que la
magia erótica invadió la cama por completo, rodeándola como una marea.
Gemma se ahogaba en un mar de irresistible poder masculino. Era una
sensación abrumadora. Sus dudas desaparecieron bajo el intenso asalto de placer
sensual.
Shahin le rodeaba la cintura con las manos, levantándola hasta casi romper
la unión resbaladiza de sus cuerpos, entonces la volvía a bajar, llenándola de
nuevo. Gemma gimió y se estremeció, adorando cómo lo sentía dentro de ella.
Entonces un ataque de vergüenza recorrió su cuerpo, recordando de pronto al
otro hombre que estaba detrás de ella. El deseo y el hambre de él se deslizaban
por su cuerpo, con una sacudida de energía. No sólo estaba mirando, también la
acariciaba.
Las manos de Seth se deslizaban por su piel, provocando que la vergüenza
se convirtiera rápidamente en calor. Gemma sentía una extensión de suave placer
donde sus manos la tocaban. Ella gimió jadeando, y volvió a gemir cuando las
manos de Shahin abarcaron sus pechos y los ahuecaron, apretando sus pezones.
Detrás de ella, notó el movimiento del cuerpo desnudo de Seth en su piel. Se
había quitado la ropa. Contuvo la respiración cuando se apoyó en ella, notando su
dura longitud apretándose contra su trasero y los músculos de su pecho
presionando su espalda. Gemma sentía su aliento en su cabello y su aroma
picante, mezclándose con el de Shahin.

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Ella empezó a temblar, pero estaba demasiado asustada para saber si era de
miedo o excitación. Pero se sentía bien.
Tan increíblemente bien. Su cuerpo se estremeció, encerrado entre los dos
hombres más poderosos que jamás había conocido.
Shahin le acarició el rostro mientras seguía embistiéndola, una y otra vez,
hasta que volvió a olvidarse de todo, incluyendo al hombre que tenía detrás.
Shahin era el hombre al que amaba y el único al que deseaba. Levantándola,
volvió a dejarla caer sobre su miembro. Gemma respondió con una ola de placer
que la dejó sin aliento. Esto no se parecía en nada a lo de antes. Esto era...
Él lo hizo de nuevo y Gemma gritó su nombre, uniéndose a sus movimientos,
aumentando el ritmo a uno más fuerte y rápido, mientras ambos gemían. Ella
notó que el clímax de los dos estaba muy cerca. Escuchó un rugido, como si fuera
el ruido de un tornado en toda su potencia.
— ¡Ahora, Gemma ahora! —gruñó Shahin.
Obedeciéndole, Gemma cerró los ojos y se lanzó al centro del huracán que
giraba por la intensa sensación.
En ese momento sintió la mordedura de unos colmillos que se hundían en su
cuello.
Gemma gritó cuando su cuerpo explotó y se estremeció interminablemente,
extasiada por ese maravilloso placer.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 19
Shahin se sentía diferente cuando despertó. Más alerta. Más fuerte. Más
inquieto. También estaba muerto de hambre.
Gemma se movió, abrazándolo con un suspiro agotado, pero satisfecho. Él
levantó la cabeza de la almohada y comprobó el otro lado de la cama. Vacío. Seth
se había ido.
Shahin no se sorprendió. Por lo general, el Sumo Sacerdote del Dios de la
Oscuridad estaba despierto cuando llegaba la noche y dormía un poco durante el
día. Se había ido hace horas para atender sus deberes y no regresaría.
Aunque no había sido un sueño que Seth estuviera en la cama con ellos
durante la pasada noche. Había un montón de evidencias. Unas gotas de sangre
habían caído en las sábanas negras de satén y una mancha más grande, en el
lugar dónde Gemma se derrumbó después del sacrificio.
Shahin sintió miedo cuando se recuperó del intercambio de sexo y magia y
vio a Gemma debajo de él, inmóvil y con el cuello marcado con dos líneas de
sangre.
Alarmado, había intentado despertarla, pero Seth que en ese momento
todavía estaba en la cama con ellos, miró al techo con los puños apretados y
comentó.
— Deja que duerma. Se pondrá bien.
Shahin salió del interior de Gemma y se sentó rígidamente.
— ¿Qué te pasa?
Seth se relajó poco a poco y respiró profundamente.
— Nada. Tengo problemas para resistirme y no tomar más de ella. Su sangre
es muy dulce.
Shahin miraba de Seth a Gemma con preocupación.
— Por los Dioses Seth, ¿cuánto has tomado?
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— No mucho. No lo suficiente. Quiero esperar a Josslyn. Debo vincularla a mí


y esto es lo mejor para todos.
Shahin se relajó, contento porque el vampiro no se había aprovechado de
Gemma, pero también preocupado por el líder de Khepesh, que se sentía más
débil cada día sin una alimentación de sangre completa.
— Encontraré a esa mujer antes de que la luna vuelva a salir —juró Shahin—
. Aunque tenga que hechizar a Gemma para averiguar dónde está su hermana.
— No lo intentes con ella. Tus poderes aumentaron durante este encuentro y
no conoces lo que eres capaz de hacer hasta que no los pruebes. Te aconsejo que
vayas con cuidado —Le advirtió Seth.
Shahin miró a su amigo con asombro. Otra cosa inesperada.
— ¿Mis poderes han aumentado? ¿Cómo?
Levantándose, Seth se pasó los dedos por el pelo.
— Es parte del intercambio. Yo gano algunos de tus conocimientos, y tú
consigues algo de mi poder. Por razones obvias, esta información es un secreto
muy bien guardado. Te agradecería que no lo contaras.
— Por supuesto —aseguró Shahin, todavía conmocionado. Después de una
pausa, preguntó—. ¿Esa es la razón por la que no has compartido la magia
durante todos estos siglos?
Seth sonrió.
— Siempre has sido el hombre más inteligente del Consejo. Espero que
ahora yo tenga un poco de esa prodigiosa inteligencia.
Shahin le devolvió la sonrisa al hombre que había servido durante trescientos
años.
— Siempre la tienes, mi señor.
Ahora, horas más tarde, Shahin miraba a la mujer que lo había llevado a ese
nuevo lugar de honor entre los líderes de Khepesh. Como si sintiera su mirada,
Gemma soltó un suspiro satisfecho y deslizó el brazo rodeando su cintura,
consiguiendo que Shahin recordara todo lo sucedido.
Ella había estado increíble la noche anterior.
Seth se incorporó en la cama para levantarse antes de que se despertara.
Pero Gemma abrió los ojos y mirado primero a Shahin, que seguía sentado en la
cama, para después buscar a Seth. Pero su mirada se desvió a las manchas de
sangre de la cama, y se llevó la mano al cuello notándolo pegajoso y enrojecido.
— Estoy... él hizo...

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— Estás bien. Parece mucho peor de lo que es. ¿Quieres ducharte?


Gemma asintió y se dirigieron a la ducha del lujoso baño. Después se
secaron y Shahin vendó cuidadosamente sus heridas. Pero no antes de explorar
el poder físico que persistía en las marcas de la mordedura. Se preguntaba
cuánto tiempo duraría el efecto erótico.
Acurrucados otra vez bajo las sábanas, Shahin la miró con curiosidad.
— ¿Cómo te sientes?
Gemma se humedeció los labios, observando fijamente el cuerpo desnudo de
Shahin.
— Como si acabase de pasar tres días de intensos orgasmos... y podría pasar
otros tres... años.
Con una sonrisa lasciva, Shahin se puso encima de ella.
— Creo que eso se puede arreglar.
Hicieron el amor de nuevo. Y otra vez. Y otra. Shahin perdió la cuenta del
número de veces. Al parecer, uno de los poderes que había adquirido con el
intercambio de magia, era la inagotable destreza sexual del vampiro. Y era
mucho mejor que antes.
Gemma se había quedado por fin satisfecha.
Observando su sueño, Shahin se preguntó si el ritual la habría unido a él.
Eso es lo que había deseado que pasara, pero ahora, después del calor del
momento, no estaba seguro de si sería algo bueno. Sí, quería la adoración, el
amor y la lealtad inquebrantable de Gemma. Pero todo eso lo quería si era
sincero. Porque ella lo sintiera de verdad, no como el resultado de un hechizo o
una maldición, dependiendo de la perspectiva con que se mirara.
Bueno, ahora ya era demasiado tarde. Lo que sucedería ya no tenía remedio.
No se podía cambiar el destino.
— ¿Shahin? —murmuró Gemma adormilada.
— ¿Sí, kalila?
Shahin sonrió cuando Gemma se acurrucó más cerca de él, y mirándole con
ojos confiados le susurró.
— Te amo.
El corazón de Shahin se detuvo cuando un dolor extraño lo atravesó.
Besándola en la frente le contestó.
— Me alegro mucho.
Me alegro mucho.
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Oh, vaya. Bueno, tal vez no era la respuesta que esperaba Gemma de
Shahin.
Pero definitivamente no era la que quería escuchar.
Lo que estaba claro es que, si ese hombre no sentía nada por ella después
de las dos últimas noches, nunca sucedería, pensó Gemma dándose por vencida,
ya que ella estaba completa e irremediablemente enamorada del jeque. Estaba
convencida que se había enamorado de él a primera vista. Los dos últimos días
sólo habían intensificado esos sentimientos.
Maldición.
Ahogó un suspiro. No iba a enfadarse.
Después de todo, tenía toda la eternidad para convencerle de su amor.
Ese pensamiento la animó ligeramente.
— Gemma.
— ¿Sí?
— ¿Ahora me contarás dónde está tu hermana?
La alegría se congeló en su pecho, sintiendo que el dolor la atravesaba.
Todo esto, el banquete, el mordisco, el sexo fabuloso, ¿sólo lo había hecho para
que le dijera lo que quería saber?
Claro. Seth-Aziz no había ocultado sus intenciones con ese ritual, que era
capturar a Josslyn. Shahin tenía motivos más oscuros. O mucho más simples. El
sexo era un objetivo perfectamente normal para un hombre. Él mismo lo había
dicho. Además, Shahin sólo estaba haciendo su trabajo para encontrar a Joss.
También se lo había dicho.
Aunque Gemma ya había decidido encontrar a su hermana y contarle todo.
— Realmente no sé dónde está —declaró resignada por sus sentimientos no
correspondidos—. Pero te ayudaré a buscarla.
Por un segundo él no se movió, pero recuperándose enseguida, llegó a su
lado y se deslizó por su cuerpo.
— ¿Lo harías?
Gemma asintió.
— Tienes razón. Es su vida. Josslyn debe decidir por sí misma.
Él la miró con alegría.
— Eso está bien —Pero su sonrisa se desvaneció—. ¿Qué pasa Gemma?

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Gemma parpadeó, comprendiendo que debía de haber mostrado sus


pensamientos. Forzó una sonrisa.
— Nada. ¿Por qué?
— Pareces...triste.
— No. Sólo estoy cansada —contestó acariciando su pecho. Todavía estaba
desnudo, y era tan atractivo que hacía que le doliera el corazón. O tal vez era
algo más...—. No hemos dormido mucho estos días—añadió cuando notó que él
todavía parecía no creerle.
Shahin volvió a sonreír finalmente.
— Duerme entonces, kalila. Estaré aquí cuando despiertes y podemos ir
juntos a buscar a Josslyn.
Shahin la besó antes de que ella se volviera, dándole la espalda. Tenía miedo
de que si él la miraba, vería la desolación en sus ojos.
El jeque se acurrucó contra su cuerpo. Se sentía tan bien, tan correcto estar
así, saciados y desnudos mientras compartían un sueño tranquilo.
Era tan bueno que casi le hizo olvidar que no era real. El calor de Shahin y la
magia de su amor era sólo una hermosa ilusión. Solamente una breve fantasía en
el desierto.

Shahin no podía dormir.


No sabía qué hacer con Gemma. Le había dicho que lo amaba. ¡Cielos! ¿Qué
más pruebas necesitaba para comprobar que el hechizo de vinculación realmente
había funcionado?
Se sintió enfermo. No tenía derecho a hacerle eso a ella, forzar su elección.
Esperó hasta que el cuerpo de Gemma se relajó y su respiración fue regular,
entonces se levantó de la cama y vistiéndose, cogió su cimitarra.
Mientras caminaba por los pasillos de Khepesh hacía el arsenal, al otro lado
del palacio, aún podía oler su aroma en su piel. Casi podía sentir las curvas de su
cuerpo contra el suyo.
¡Por la sangre de Sekhmet! Ya la echaba de menos.
Cuando llegó a la sala de armas, llamó a uno de los guardias que
descansaban allí para un combate de espadas. Necesitaba pelear con alguien.

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La mayoría de sus hombres estuvieron en el banquete y habían visto a


Gemma. Y a él exhibiendo su pecho. El beso. La posesividad en su rostro cuando
otro hombre se había acercado a ella.
— ¿La dama ya te ha echado de su cama, mi señor? —preguntó uno de los
hombres que estaba en la sala.
— Al contrario. ¡Ella duerme de agotamiento! —replicó Shahin.
Los hombres se rieron reuniéndose para ver como el jeque y su oponente
elegían las armas y tomaban posiciones. A una señal de su segundo al mando,
alzaron sus espadas y arremetieron. Con un golpe, Shahin desarmó al otro
hombre y lo lanzó con fuerza al suelo. Los espectadores se sorprendieron, igual
que él. Shahin era bueno, uno de los mejores guerreros en la tierra, pero por lo
general le costaba más de un golpe ganar un asalto.
— ¡Mi señor! —exclamó su lugarteniente, un poco aturdido—. ¿Qué te ha
hecho esa mujer esta noche? ¡Tienes que compartir el secreto!
Shahin miró la espada en sus manos y se aclaró la garganta.
— No hay ningún secreto. Debe ser la adrenalina que todavía fluye de
nuestros juegos en la cama.
Sus hombres se echaron a reír divertidos, sin dudar de su explicación,
aunque Shahin si lo hacía. ¿Eso es a lo que se refería Seth cuando dijo que sus
poderes aumentarían?
— ¿Estás seguro que aun no te has cansado de ella? —cuestionó otro, por
encima de los comentarios groseros—. ¡Así todos los demás podemos disfrutar de
tu guerrera mágica!
Shahin lanzó una peligrosa mirada al hombre.
— Sólo cuando yo esté muerto.
Todos los guerreros levantaron las cejas. Pero antes de que nadie se
atreviera a responder, un mensajero llegó corriendo y gritando a la armería.
— ¡Jeque Shahin! ¡Guerra! ¡Ya ha comenzado, mi señor! ¡Un grupo de
hombres de Haru-Re ha entrado por la frontera y se dirige directamente hacia
Khepesh!

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 20
— Gem.
La voz de una mujer llamaba a Gemma en su sueño. Sonaba muy familiar.
— ¡Gemma! —Esta vez fue acompañada por una suave sacudida—.
¡Despierta!
Gemma abrió los ojos. No podía creer lo que veía.
— ¡Gillian! —exclamó incorporándose y arrepintiéndose al instante. La
cabeza le empezó a dar vueltas y cayó de espaldas sobre la cama—. ¿Qué...?
¿Cómo...? Oh, Dios mío, ¿realmente eres tú? —preguntó frotándoselos ojos con
incredulidad.
Gillian cogió sus manos.
— Sí, soy yo de verdad. Pero tenemos poco tiempo para hablar.
Gemma frunció el ceño cuando la imagen de su hermana osciló. Su sólida
apariencia hizo lo mismo, volviendo otra vez, como si estuviera utilizando algún
interruptor cósmico de antimateria. Sacudió la cabeza para despejarse,
convencida que su cerebro le estaba jugando una mala pasada.
— No entiendo. ¿Qué está sucediendo?
— Estoy realmente aquí. Pero tú estás soñando, es un antiguo hechizo que
Haru-Re encontró y ahora utiliza contra Khepesh. Tienes que advertir a Seth-Aziz
— Se apresuró a decir Gillian.
Gemma se quedó sin respiración y volvió a incorporarse. Esta vez la cabeza
no le dio vueltas. Gracias a Dios por eso. Necesitaba toda su lucidez para
entender de qué demonios estaba hablando Gillian.
— Más despacio, Gominola. No entiendo nada.
Gillian sacó un pequeño rollo de pergamino de su bolsillo y lo puso en las
manos de Gemma.
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— Dale esto a Nephtys. Es una copia del hechizo. Ahora lo estoy usando con
la ayuda de Rhys. Pero se necesita mucho poder y no sé cuánto tiempo podrá
mantenerlo.
Gemma asintió y dejó el pergamino a un lado, conmocionada al enterarse
que su hermana usaba magia.
— ¡Dios mío, Gillian! ¿Estás bien? Shahin me contó que Rhys y tú... —Se
detuvo de repente reacia a repetir la dura acusación—. Que estás en Petru con
Haru-Re, ¿es cierto?
Gillian empezó a asentir con la cabeza.
— Es complicado... —De repente dejó de hablar y miró a su alrededor,
observando el lugar. Su mirada estaba fija en las sábanas arrugadas, los huecos
de las almohadas, los masculinos muebles y los emblemas del capitán de la
guardia. Sus ojos se abrieron sorprendidos.
— Un momento. ¿Dónde estás, Gemma? ¿Esta es la cama de Shahin?
— Vuelve a Khepesh. Seth-Aziz os perdonara a los dos por huir. Él está...
quiere convencer a Joss para que sea su consorte —dijo Gemma, ignorando la
sorprendida pregunta de su hermana.
La mandíbula de Gillian cayó.
— ¿Y tú estás de acuerdo con eso...?—Se detuvo y jadeó, cuando se dio
cuenta del vendaje en el cuello de su hermana—. ¡Oh, Dios mío, Gemma! ¡Tú no!
Gemma parpadeó, tocando la marca de su cuello y luchando de inmediato
contra una oleada de sensaciones eróticas. Ella miró a su hermana.
— Es difícil de explicar, Gominola. Pero, por favor, debes volver a Khepesh.
Hablan de una guerra contra Haru-Re y no podría soportar si algo te...
— No puedo Gem —Gillian agarró las manos de Gemma, con una mirada
cada vez más seria. Una vez más su imagen tembló durante unos segundos—. No
puedo dejar a mamá y a papá.
Gemma sintió como si la hubieran golpeado.
— ¿Mamá y papá?
Seth tenía razón. ¡Su madre estaba cautiva en Petru!
Pero...
— ¿Papá? —preguntó Gemma, con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Papá está
vivo? ¿También está allí?
Gillian asintió mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

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— Él está bien. Vive aquí como uno de los inmortales de Haru-Re. Él


descubrió lo que pasó con mamá y quiso quedarse con ella. Esa es la razón por la
que nos dejó. Mamá... ya no es como antes.
Gemma lloró cuando comprendió lo que decía su hermana. Ya había visto a
los discretos y silenciosos shabti. Shahin le contó que se les había despojado de
su voluntad y de su personalidad cuando se negaron a mantener el secreto de
Set-Sutekh y de su palacio. Parecían sanos, tranquilos y bien tratados, al menos
aquí en Khepesh. Pero el pensamiento de sus largas y vacías vidas había partido
el corazón de Gemma. Y su propia madre era uno de esos siervos... Oh, Dios.
Gillian recuperó la consistencia y la abrazó con fuerza, las dos derramaron
lágrimas de tristeza por la suerte de su madre, y lágrimas de alegría porque su
padre aún estaba vivo.
— Busca a Josslyn y ven a Petru. Estaremos todos juntos. Trae a Shahin, si
no puedes vivir sin él. Puede ser un espía para Khepesh como Rhys —Le pidió
Gillian con una mirada suplicante.
Gemma sintió un torbellino de emociones. ¿Cómo iba a traicionar a Khepesh?
Sólo llevaba un día, pero ya sentía como si fuese su casa. Seth y Nephtys
sentirían que les había apuñalado por la espalda. ¿Y Shahin...? Él nunca
desertaría y huiría a Petru.
Ni en un millón de años.
¿Pero como haría para reunirse con ellos? ¡Eran sus padres! ¡Su familia!
— Oh, Gillian, yo...
Pero, de pronto, Gillian se fue. Desapareció. Un frío vacío llenó los brazos de
Gemma, en vez del cálido confort del abrazo de su hermana.
— ¡Gillian! —gritó Gemma angustiada. Saltó de la cama y miró alrededor,
buscando desesperadamente. Pero no había ni rastro de ella—. ¡No!

Era casi el amanecer.


Shahin y sus hombres encontraron a la tropa de enemigos a unos quince
kilómetros de Khepesh, dentro de la frontera. Docenas de ellos marchaban
rápidamente por las arenas del desierto, como una nube de langostas amarillas.
Las armaduras doradas resplandecían a la luz de la mañana, las pieles de sus
camellos mostraban diferentes distintivos y jeroglíficos de su dios, Re-Horakhti, el
Dios del Sol y Señor del Horizonte.

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Shahin juró. ¡Por las garras de Sekhmet!, había muchos. Ahora su tropa
consistía en solo diez guerreros, los hombres que estaban en la sala de armas,
menos su lugarteniente que se había quedado para alertar al resto de la guardia.
Esto iba a ponerse muy feo.
No, esto ya era muy feo. No había ninguna manera de que pudieran ganar
con esa diferencia de guerreros.
Era tiempo para el sacrificio final.
Seriamente hizo una señal a su mensajero para que regresara a Khepesh,
con órdenes a su teniente para que bloquearan la entrada al palacio y se
prepararan para la batalla. Cuando él y sus hombres cayeran, no quería a Haru-
Re en las puertas.
Su sacrificio no sería en vano.
— ¡Cambiad las monturas! —ordenó a su tropa. Inmediatamente, sus
camellos fantasmas se convirtieron en enormes sementales de guerra negros,
que patearon el aire y resoplaron por la excitación. Las bestias podían sentir el
olor de la batalla que se avecinaba.
Shahin también la olía. El aroma que impregnaba el aire del desierto era
agudo y amplió sus fosas nasales, una mezcla embriagadora de poder y magia
antigua. El calor que desprendía se deslizó por su cuerpo como el roce de una
serpiente.
Frunció el ceño, entrecerrando los ojos. Nunca había sido capaz de oler la
magia antes. ¿Sentirla? Sí. Pero ahora se sentía como algo palpable que flotaba
con la brisa.
¿Otro de los dones vampíricos de Seth?
¿O un nuevo hechizo siniestro de Haru-Re?
Pronto lo descubriría.
Desenvainó su cimitarra.
— ¡Loado sea Dios! —gritó, levantando los brazos por encima de su cabeza—
. ¡Luchemos!
— ¡Por la gloria de Set-Sutekh! —gritaron a su vez los hombres, empuñando
sus espadas.
En el último segundo, una imagen de Gemma cruzó la mente de Shahin.
¡Que ironía que tuviera que morir el mismo día que descubría que la amaba y
que deseaba que se quedara con él para siempre!

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Aún así, había tenido suerte de haberse ganado el amor de esa mujer, que
se había entregado a él de manera tan completa y libre. Los dos preciosos días
pasados con Gemma, habían valido más que diez mil días sin ella.
Con el corazón lleno de fuerza adquirida recientemente por el amor, dio la
orden.
— ¡Hasta la muerte!
Sus hombres gritaron en respuesta y los enormes caballos empezaron a
galopar.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 21
Nephtys corrió a su lugar de meditación y se arrodilló delante del Ojo de
Horus, el cuenco de las visiones. Todo Khepesh estaba en movimiento por el
inminente ataque de Haru-Re. Pero Seth la había encerrado en sus aposentos con
tres guardias en su puerta. Nadie podía entrar ni salir.
¡Necesitaba saber lo que estaba sucediendo!
El jeque Shahin estaba intentando detener a los invasores, pero si el
frenético informe de su mensajero era verdadero, la pequeña tropa de guardias
no tenía ninguna posibilidad.
Nephtys sintió una punzada de culpa y remordimiento por la pérdida del
jeque. Era un buen amigo y no había en Khepesh nadie más leal a su hermano.
La muerte de Shahin le remordería la conciencia. La guerra quizá no fuera culpa
suya, pero esta batalla seguro que sí.
¡Maldito su conocimiento de la magia de la inmortalidad! Deseaba que la
diosa nunca la hubiera convertido en una sacerdotisa. Esa decisión no había
traído más que tristeza en su vida. ¡Hubiera sido mejor seguir siendo una
esclava!
Con manos temblorosas cogió el agua sagrada y la vertió en el cuenco,
derramando la mitad. Nerviosa, se sentó y esperó a que la visión apareciera. Y
esperó.
— ¡Vamos! —gritó, retorciéndose las manos.
Por fin, la superficie del agua onduló suavemente y poco a poco comenzó a
nublarse.
¡Demasiado lento!
Deseó gritar de impaciencia, mientras seguía viendo oscuridad y sombras.
— ¡Por favor!
¡Ya tendría que estar viendo una imagen del desierto!
La Oscuridad del Jeque
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A los hombres luchando, y a Set-Sutekh haciendo un milagro, para que


Shahin y sus hombres consiguieran una gloriosa victoria ante esa diferencia de
enemigos.
En vez de eso, el cuenco se mantuvo frustrante y exasperantemente oculto
con un velo añil.
Excepto... ¿Qué era eso?
En la profundidad de la visión en blanco algo se movió, descubriendo una
imagen. Borrosa, difusa, casi imposible de ver, pero estaba allí. Una cama.
Nephtys parpadeó y se inclinó. Sí, era una cama en un lugar oscuro.
Y había una figura en ella. La figura era la que se había movido.
Se movió otra vez, revelando la forma de una mujer. Nephtys se acercó.
¡La mujer parecía Gillian Haliday! Pero... era un poco más mayor. ¿Estaba
viendo el futuro?
¡No! ¡Era Josslyn Haliday! Shahin dijo que se parecía a su hermana.
Algo más se movió en la visión. Detrás de la cama. Algo que...
¡Dulce Isis!
La respiración de Nephtys se escuchó fuertemente en la sala de meditación.
Había tres hombres al lado de la cama de Josslyn, con los brazos cruzados
sobre sus pechos musculosos, como si protegiesen a la mujer dormida.
Nephtys jadeó.
Eran los hombres de Haru-Re.
— Bueno, eso es muy oportuno. Tenía miedo de que no lo creyeras —La voz
de un hombre resonó detrás.
Nephtys se sobresaltó cuando el hombre le sujetó los brazos.
— ¡Suéltame! ¡O gritaré!
— Adelante. Nadie va a escucharte. Esto es un sueño, ¿recuerdas?
Ella trató de apartarse, pero fue inútil.
— ¡No estoy durmiendo! —Por lo menos... no lo creía.
Él sonrió y deslizó un dedo por su mejilla. Unas chispas siguieron el
movimiento.
— Tal vez no. El hechizo hace su propia magia, borrando la línea entre el
sueño y la vigilia. Pronto podré venir en cualquier momento que quiera y tú no
podrás hacer nada para evitarlo.

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Nephtys tembló.
— Te equivocas, Ray. Encontraré un hechizo aunque sea la última cosa que
haga.
La sonrisa de Haru-Re se amplió.
— Buena suerte con eso —echó un vistazo por encima del hombro, a la
visión que todavía mostraba el cuenco—. Entretanto, dulzura, tengo otra forma
de diversión con quien pasar el tiempo.
— ¡No te atrevas! ¡Deja en paz a Josslyn Haliday! —Lo empujó, con éxito
esta vez.
Ray elevó las cejas.
— ¿O qué?
Nephtys deseó abofetearlo por su insolencia y su maldita arrogancia. No le
serviría de nada, pero al menos se sentiría mucho mejor.
— Ya me lo imaginaba—Él hizo un gesto con la mano a la visión. Los
hombres se acercaron—. Llevad a la mujer a Petru.
— ¡No! —exclamó Nephtys cuando se inclinaron hacia la adormecida mortal—
. ¡Espera!
Haru-Re levantó una mano a los hombres y miró a Nephtys. El aire a su
alrededor brillaba.
— Te escucho.
¡Isis dame tu fuerza! Si Haru-Re poseía a Josslyn, Seth se quedaría
devastado.
Nunca antes había visto a su hermano tan interesado con una nueva
consorte, como lo estaba con esta. Era como si instintivamente supiera que
Josslyn Haliday representaba la última esperanza de futuro para Khepesh y su
dios. Seth había confiado en la sabiduría de la visión de Nephtys sobre la mujer
mortal y sospechaba que él anhelaba sentir el verdadero amor.
No podía dejar que el enemigo derrotara a su querido dios. O peor, robara la
felicidad eterna de su hermano. No le dejaría. Antes moriría.
Sabía lo que tenía que hacer.
— ¿Qué es lo que quieres por su libertad?
— Ya conoces mi precio —respondió él, con los ojos resplandeciendo por la
inminente victoria.
Nephtys tragó, reconociendo su derrota.

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— A mí. Compartiré mis servicios entre Khepesh y Petru durante quinientos


años. Creo que ese fue el trato que le ofreciste a Kilpatrick la semana pasada—
Casi se atragantó con las palabras.
Haru-Re se echó a reír.
— Me temo que esa oferta ya no tiene validez. Rhys Kilpatrick es ahora uno
de los míos. Y esa rehén —señaló a Josslyn—, vale más de quinientos años.
El estómago de la sacerdotisa se revolvió.
— ¿Cuánto tiempo entonces? ¿Seiscientos?
Las chispas saltaron cuando lo miró.
— Por favor, me insultas.
— ¿Ochocientos? ¿Mil? —preguntó Nephtys con una aprensión creciente.
— ¡No habrá ningún intercambio! —declaró con irritación. Por encima de él,
un remolino de fuegos artificiales estalló, enviando pinchazos calientes sobre su
piel. Entonces suspiró y dijo—. Es justo que Seth-Aziz y yo hagamos un cambio.
¿No crees?
Ella se quedó inmóvil, repentinamente horrorizada y pensando que estallaría
como los fuegos artificiales.
— ¿Qué quieres decir con un “cambio”?
Ray agarró su barbilla y la levantó. Nephtys miró fijamente sus diabólicos
ojos.
— Estoy diciendo, mi amor —gruñó Haru-Re, con la voz ronca por el triunfo—
, que si Seth-Aziz quiere a esa mujer como su consorte, entonces tú tienes que
convertirte en la mía.

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2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 22
La cimitarra de Shahin rebanó el cuello de un guerrero enemigo, cortando
repentinamente el grito del hombre. Sangre carmesí brotó por el aire como una
fuente.
Diablos, este, al menos, había muerto.
¡Gracias a los dioses!
Shahin calmó a su caballo y se preparó para el próximo ataque. La tropa de
guardias de Khepesh luchaba con fiereza, pero hasta ahora, Shahin era el único
que había abatido a un enemigo.
En nombre de Sekhmet, ¿qué estaba ocurriendo?
Por el rabillo del ojo, vio las espadas de sus hombres cortar y atravesar a sus
oponentes como si estuvieran hechos de aire.
Shahin lo comprendió de repente. ¡Luchaban contra apariciones! Eran una
ilusión, como sus caballos.
Un enemigo se abalanzó hacia él con una mueca salvaje, su arma apuntaba
a la cabeza de Shahin que levantó su cimitarra y atacó, pero sin éxito.
Curvándose empujó al guerrero. Dulce Osiris. Si no era una espada, ¿qué en
nombre de Dios mataría a esos bastardos?
La respuesta no tardó en llegar, justo a tiempo para salvar al hombre que
luchaba a su lado. Un guerrero fantasma avanzó salvajemente, la espada dorada
giró sobre su cabeza en un círculo mortal. Shahin se concentró, reuniendo sus
poderes en su interior, en una gigante y temblorosa bola de potente energía y la
disparo al enemigo.
El golpe causó un terremoto. El cuerpo del guerrero se rompió como un
espejo en miles de pedazos y el poder se levantó con un arco iris.
El guerrero al que había salvado dejó escapar un grito de triunfo.
— ¡Mi señor! ¡Lo has matado!
Shahin giró su caballo mirando el campo de batalla. Buen Dios.
La Oscuridad del Jeque
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Uno de docenas de ellos.


— ¡Guardias de Set-Sutekh! ¡Usadla magia! Sólo son fantasmas. Se pueden
destruir.
Al instante, sus hombres se reagruparon y siguieron sus órdenes.
Lucharon como demonios. Pero a pesar de sus considerables habilidades
mágicas, los guardias eran impotentes contra la horda enemiga.
Dependían completamente de Shahin.
El jeque utilizó cada onza de su poderosa magia para acabar con el río
interminable de fantasmas que luchaban. Espoleó a su caballo en el último
segundo, antes de ser herido. Tenía que agradecer que sus poderes hubieran
aumentado por el intercambio con Seth, ya que consiguió destruir la marea de
enemigos, uno por uno.
Cuando todo terminó, Shahin tiró de las riendas del caballo, se limpió la
sangre de la frente con la manga y protegió los ojos contra la luz de la mañana.
Rápidamente giró en un círculo, en busca de cualquier movimiento en el campo
de batalla. No había ninguno.
Hoy, sus hombres y él habían honrado su legendario apodo. Los Guerreros
de la Muerte de Set- Sutekh habían triunfado una vez más.
Ningún enemigo sobrevivió. Y, sin embargo, la cantidad de guerreros sin vida
en el suelo que habían matado, era sorprendentemente baja. De toda la horda de
invasores, sólo un puñado eran inmortales de verdad, y ahora estaban
decapitados y muertos en la arena.
Shahin estudió los restos seriamente, cuando recuperó el aliento y disminuyó
la furia de la batalla.
Un mal presentimiento recorrió su espalda como una araña.
Algo no estaba bien. El enemigo se había expuesto, pero no completamente.
¿Diez hombres habían ganado contra cien?
— ¡Mi señor! ¡La victoria es nuestra! —gritó uno de los hombres con júbilo,
mientras que los otros se dirigían hacia ellos. Shahin entrecerró los ojos y
continuó observando el campo de batalla.
— ¿Mi señor? ¿Hay algo mal? ¿Estás herido?
Shahin se dio la vuelta para encontrar sus miradas de preocupación.
— Creedme, nadie es más feliz que yo por estar vivo. Pero ha sido una
victoria demasiado fácil.
Los hombres se movieron en los caballos, con el ceño fruncido.

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— ¿Jeque? Si no fuera por tus poderes, nunca podríamos haber vencido.


Era cierto. Pero aún así...
— Si se trata de una invasión, ¿dónde está el resto de la guardia inmortal de
Petru? Creo que esta fuerza fue conjurada y enviada solamente para probarnos.
— Eso no tiene ningún sentido —comentó otro guerrero envainando su
sangrienta espada—. ¿Por qué Haru-Reenviaría a varios de sus hombres a morir
sin razón?
— Son hombres que puede sacrificar. Tiene más inmortales que nosotros,
pero su número disminuye debido a que Petru no tiene ninguna sacerdotisa para
crear otros y nosotros sí. Nuestras pérdidas pueden compensarse. Pero no estos
hombres —Un tercero le recordó, señalando a los muertos.
— Si, eso es verdad —afirmó Shahin con severidad. Pero de repente un golpe
de comprensión le alcanzó como una cuchilla. Tendría que haberlo visto antes.
Nephtys.
Hace mucho tiempo, la sacerdotisa había sido el objetivo de las estrategias
de Haru-Re. Esta batalla era ciertamente una distracción, para alejar a sus
guardias y a él mismo del palacio de Khepesh, y así intentar capturar a Nephtys.
Había sido un golpe de suerte que hubiera dejado gran parte de sus guardias
en el palacio. El sacrificio voluntario de su tropa había resultado ser un gran
acierto.
El rostro de Gemma destelló en su mente. Después de todo, tal vez no
estaba destinado a morir hoy.
Bajando del caballo, ordenó.
— ¡Guerreros, cambio de planes! ¡Volvemos a Khepesh inmediatamente!
Con un remolino de capas, empezaron a surgir lentamente alas y plumas,
mientras los caballos se disolvían y los hombres se transformaban en animales,
volando hacia el palacio.
Shahin rezaba para llegar a tiempo de ayudar a salvar su hogar y a sus seres
queridos.
Cuando el pequeño grupo llegó a la Gran Puerta del Oeste, todo parecía...
completamente normal. La mayoría de los guardias corrieron a saludarles, cuando
la puerta se abrió para dejar paso a los desaliñados y sangrientos guerreros.
Nadie esperaba volver a verlos otra vez. Al menos, no con vida.
— ¡Por Thot! ¡Me alegro de darte la bienvenida, mi señor! —El teniente se
mostraba profundamente conmovido—. ¡Aclamemos a los héroes que han
regresado!

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Se escucharon aplausos y los valientes soldados recibieron palmadas de


felicitación cuando entraron.
Shahin rápidamente se alejó con su teniente con el ceño fruncido.
— ¿Está todo bien en el palacio?
— Sí, mi señor. Cada uno de los guardias de servicio se encuentra en alerta
máxima en sus puestos de combate, según lo ordenado. Todo está tranquilo.
Shahin estaba bastante aturdido. ¿Entonces la batalla no había sido una
distracción?
— ¿Y Seth-Aziz? ¿Y la sacerdotisa Nephtys?
— Están a salvo. El Sumo Sacerdote Seth-Aziz está en la sala de audiencias,
y la sacerdotisa confinada con seguridad en sus aposentos. Los guardias están en
ambas puertas.
— ¿Y la entrada de la tumba? —La que habían descubierto la noche que Rhys
Kilpatrick y Gillian escaparon de Khepesh. La otra manera de salir del palacio, era
por una puerta escondida en la Cámara del Consejo, que llevaba directamente a
la antigua tumba de Seth-Aziz. Pocos sabían la existencia de esa entrada secreta
a la tumba, pero era el punto más vulnerable del palacio. Ahora siempre estaba
protegida.
— Hay diez guardias colocados cada diez metros a lo largo del pasadizo —
confirmó el teniente—.Como ordenaste.
Shahin asintió, desconcertado, pero convencido de que Khepesh no estaba
bajo ataque.
— Bien. Mantén la guardia exterior en alerta total y duplica la guardia
interna, los demás pueden descansar por ahora. Y haz los arreglos para que los
vencedores de hoy sean bien recompensados por sus esfuerzos. Estaré con el
Sumo Sacerdote.
— Sí, mi señor.
Shahin se dirigió a la sala de audiencias, donde encontró a Seth caminando
de lado a lado, esperándole. Después de su informe, Seth también se mostró
suspicaz, pero ninguno de los dos podía pensar en una explicación razonable para
las acciones de Haru-Re.
— Todavía me inquieta el asunto. Quiero encontrar a Josslyn Haliday y
traerla a Khepesh inmediatamente —dijo el jeque.
¿Haru-Re habría averiguado quién era Josslyn y la trampa estaría destinada
a capturarla a ella y no a Nephtys?
Seth asintió con gravedad.

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La Oscuridad del Jeque
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Nina Bruhns

— Sólo espero que no llegues demasiado tarde. No puedo dejar de pensar


que no se trata de una coincidencia.
Shahin se miró a sí mismo, todavía cubierto del polvo de la batalla.
— Con tu permiso voy a limpiarme primero, y después iré a ver cómo está
Gemma.
Seth hizo un gesto con la mano.
— Date prisa. Y avísame cuando esté todo arreglado.
— Eso haré.
Suponiendo que Haru-Re no la encontrara primero.

¿Dónde estaba Shahin?


Gemma se había levantado de la cama y mirado en el apartamento. Estaba
vacío. Shahin le había prometido estar allí cuando se despertara. Una vez más
había confiado en él, y otra vez la había dejado sola.
Seth tampoco estaba. Eso, sin embargo, era un alivio. Recordando que el
semidiós los había visto a ella y a Shahin hacer el amor, estaba segura que no
podría mirar a Seth a la cara nunca más. Y cuando se miraba en el espejo la
venda blanca del cuello, casi se moría de vergüenza. ¡Se había dejado morder por
un vampiro! ¡Y tanto Shahin como ella lo habían disfrutado...!
La cabeza de Gemma era un caos. Entre la mordedura del vampiro y el
extraño sueño con Gillian diciéndole que sus padres estaban en Petru, se sentía
completamente asustada.
Y todavía más cuando encontró el pequeño pergamino en la cama. ¡Dios mío!
¡No había sido un sueño! Gillian realmente estuvo allí. El pergamino del hechizo
que le dio para Nephtys, era la prueba. Si eso era real, lo de sus padres también
lo sería.
¡Sus padres estaban vivos! En Petru. Y Gillian quería que huyese de Khepesh
para estar con ellos.
Gemma se sentía muy confundida. Tenía que hablar con Shahin. O por lo
menos con Nephtys.
Pero los guardias de la puerta no la dejaban salir. No importaba que les
dijera que quería visitar a la sacerdotisa. Tenían órdenes directas de su capitán y
no desobedecerían.

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La Oscuridad del Jeque
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Nina Bruhns

Cuando les preguntó frustrada dónde estaba Shahin, desviaron la mirada,


como si no quisieran decírselo. ¿Por qué? ¿Estaría en peligro?
Por supuesto que sí. Shahin era un guerrero, el capitán de la guardia de
palacio.
Toda su vida había estado en peligro.
Dios lo guardase.
Y a ella.
Por eso, cuando finalmente Shahin atravesó la puerta, Gemma se levantó de
un salto y se arrojó en sus brazos.
— ¡Gracias a Dios! Oh, Shahin, ¿dónde estabas? ¿Qué has hecho? ¡Estaba
muy preocupada! —Su declaración salió como un torrente, hasta que su ansiedad
se convirtió en sorpresa cuando Shahin se echó a reír y abrazándola, la besó.
— Estoy bien, pero muy sucio. Ayúdame a desnudarme. Necesito una ducha
—Le contestó cubriéndole la cara de besos.
Gemma contuvo la necesidad de seguir interrogándolo y le ayudó, uniéndose
a él bajo el agua.
— Te he echado de menos —murmuró Gemma, comprendiendo ahora la
verdad mientras estaba en sus brazos. Se sintió inmensamente perdida al
segundo de despertarse y comprobar que él no estaba. ¿Cómo podía pensar en
huir a Petru sin Shahin?
Después de lavarse, hicieron el amor bajo el agua. Fue diferente. Más tierno.
Shahin parecía muy vulnerable. Más emotivo.
Y más desesperado.
— ¿Qué ocurre, Shahin? —preguntó mientras se fundían uno en brazos del
otro, descansando después de hacer el amor.
El agua escurría por sus cuerpos en riachuelos calientes mientras el silencio
aumentaba, roto sólo por el silbido del agua pulverizada. El vapor les envolvía,
empañando el cristal y convirtiendo la ducha en un capullo privado.
Shahin dejó escapar un suspiro y apretó su abrazo. Lentamente contestó.
— Nada. Estoy condenadamente feliz de estar contigo. No quiero moverme
de aquí.
Gemma lo miró fijamente, con la preocupación escrita en el rostro.
— ¿Pasó algo mientras estabas fuera?
El jeque lo negó, pero Gemma no estaba muy convencida, pero enseguida
continuó hablando.

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La Oscuridad del Jeque
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— Gemma, anoche dijiste que me amabas. Quiero...


Sin embargo, no pudo completar la frase porque unos repentinos y frenéticos
golpes se escucharon en la puerta.
— ¡Mi señor! ¡Jeque Shahin! ¡Te necesitamos ahora mismo! Es la sacerdotisa
Nephtys. ¡La han secuestrado!
Gemma se apresuró por el pasillo principal del palacio detrás de Shahin, con
varios guardias pisándole los talones. Él había dado órdenes para que no
despegaran sus ojos de ella. Todos estaban en la Cámara del Consejo, donde
Seth-Aziz les esperaba.
Gemma no sabía lo que estaba pasando y estaba asustada. ¿Cómo podía
haber sido secuestrada la sacerdotisa en las profundidades ocultas de un palacio
subterráneo? No parecía posible.
Shahin aparentemente compartía su opinión, ya que esa fue la primera
pregunta que le hizo a Seth cuando llegaron a la sala.
El Sumo Sacerdote estaba sentado en el extremo de la larga mesa de
conferencias, apoyado en sus codos y con la cabeza entre las manos, obviamente
angustiado.
Cuando entraron, levantó la vista.
— ¡Mi hermana se entregó a él, Shahin! ¡Nephtys se ha sacrificado a ese
bastardo!
Levantándose, golpeó la mesa con los puños.
Gemma se pegó a la pared, intentando hacerse tan pequeña como fuera
posible para evitar la ira del semidiós. Los guardias estaban en la entrada.
Shahin se detuvo, obviamente sorprendido.
— ¿Por qué, en el nombre de Osiris, haría eso?
Seth empujó un pergamino a través de la mesa.
— ¡Léelo! —tronó.
Shahin leyó el pergamino, y luego miró seriamente a Gemma y de vuelta a
Seth.
— ¿Negoció con Haru-Re cambiarse por Josslyn? —preguntó incrédulo.
Gemma se sobresaltó.
— ¿Qué?
Seth se pasó la mano por el pelo.

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La Oscuridad del Jeque
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— ¡Hay más, Shahin! ¡Mi propia hermana ha condenado a Khepesh a la


extinción!
Pero, ¿qué pasaba con su hermana?, se preguntaba Gemma.
— Eso no es realmente cierto —comentó Shahin, intentando calmar a Seth.
Se frotó la mandíbula—. Si Nephtys hizo eso, debe tener una buena razón. Y un
plan. Te quiere, Seth, y a Khepesh también. Nunca nos pondría en peligro. Antes
moriría y tú lo sabes.
Los ojos de Seth se cerraron.
— Hace diez minutos, habría apostado mi vida por eso —Abrió de nuevo los
ojos y exhaló—. Ahora parece que tendré que apostar mi vida por ella.
Gemma miró a los hombres.
— ¿Y Josslyn? ¿Es...está en peligro? —tartamudeó, incapaz de contener su
miedo.
La boca de Seth se apretó en una enojada línea delgada.
— Sólo si tiene la mala suerte de cruzarse en mi camino.
— Nephtys dijo que Haru-Re se ha comprometido a dejarla en paz—Le
aseguró Shahin.
Una alarma sonó en la cabeza de Gemma.
— ¿Y tú le crees? —Se volvió hacia Seth balbuceando—. Mi señor,
pen...pensaba que querías que viniera a Khepesh para que fuera... tu consor...
Seth la cortó con un gesto de la mano.
— ¡No quiero ver nunca su cara! ¡O escuchar su nombre otra vez! ¡Todo esto
es culpa suya! Si no fuera por ella...
Gemma jadeó.
— ¡Eso no es justo! —gritó Gemma mientras Shahin le enviaba una mirada
de advertencia, sacudiendo la cabeza. No le hizo caso—. Josslyn no tuvo nada
que ver con la decisión de Nephtys...
— ¡Basta! —Seth se puso de pie y dio un paso hacia ella—. ¡Ten cuidado,
pequeña, o tú también serás desterrada de mi vida!
Shahin se puso protectoramente delante de Gemma.
— Mi señor, llevaré a Gemma al campamento del oasis y comunicaré a mis
espías que investiguen la situación de Nephtys en Petru.
— Sí. ¡Hazlo! Me pregunto si realmente tiene la intención de hacer esa
locura. ¡Mi hermana, la consorte de Haru-Re! ¡Es una abominación! —El semidiós
que era normalmente estoico, rugió fuertemente.
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Nina Bruhns

Gemma se asomó desde detrás de la espalda de Shahin.


— ¿Y Josslyn? —susurró con urgencia, incapaz de pensar en otra cosa.
Shahin maldijo entre dientes y preguntó.
— ¿Y la otra hermana Haliday, mi señor?
— Ya me has oído. ¡No quiero problemas! Haru-Re ha prometido no tocarla.
Déjala con su destino mortal. Ahora vete.
Los dos salieron de la Cámara del Consejo rápidamente. Una vez en su
habitación, con la puerta cerrada, Gemma se aferró a Shahin con fuerza.
— No lo decía en serio, ¿verdad?
— No lo sé. Pero por ahora, creo que lo mejor será que dejemos a Josslyn
dónde está.
Gemma se sentía aterrorizada por su hermana, estando sola por ahí y
enfrentándose a conspiraciones místicas a su alrededor. Y Haru-Re era obvio que
conocía la existencia de Joss y la utilizaría para sus propios fines. ¿Podían confiar
en su promesa? Y si descubriera que Seth había rechazado a Joss, ¿qué haría con
ella?
Josslyn necesitaba estar en Khepesh, segura y protegida.
La ironía de ese cambio de opinión no pasó desapercibida para Gemma.
Pero entonces recordó la petición de Gillian.
Tal vez ella y Joss en realidad perteneciesen a Petru, como Gillian, su madre
y su padre. Si se entregasen a Haru-Re, puede que deshiciese el acuerdo y dejara
ir a Nephtys. Y Seth podría ser feliz de nuevo.
Pero... ¿y Shahin? ¿Qué haría sin él?
¡Oh Dios, qué desastre!
¿Cómo podía pensar en abandonar al hombre al que amaba?

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La Oscuridad del Jeque
Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 23
Nephtys podía ver el fuego deslumbrante de la ira de Haru-Re, incluso antes
de que entrara en el templo. Como algo vivo, la luz de su furia llenaba el cielo de
Petru como mil soles, lo suficientemente brillantes para cegar.
Nephtys reunió su fuerza, convocando cada vestigio de poder que poseía.
Necesitaba cada onza de la misma.
Al semidiós no le gustaba que nadie le contrariara. Sentía su ira. Pero estaba
dispuesta a soportarla.
Por Khepesh. Por su hermano.
— ¡Sacerdotisa! —gritó Ray, entrando en el santuario del templo como un
tornado de resplandeciente fulgor. Alto, fuerte, atractivo y tan dorado como el sol
que adoraba, su rostro estaba tallado con una máscara de determinación.
¡Por la diosa, era magnífico!
— ¿Sí, mi señor? —respondió suavemente. No se levantó de donde estaba
arrodillada, rezando ante el altar de Re-Horakhti, pero alzó la vista. Los acólitos
del templo se dispersaron como semillas en una tempestad.
La dominaba en altura y estaba con los puños apretados. Las chispas
estallaban a su alrededor en una aureola viva.
— ¿Te atreves a romper tu juramento sagrado a un semidiós? —rugió.
— No, mi señor —refutó Nephtys tranquilamente, aunque sus piernas
temblaban—. No he roto mi palabra.
Ray seguía furioso, como si ella no hubiera hablado.
— ¡Vas a ser mi consorte inmediatamente! ¡Ese fue nuestro acuerdo!
En ese momento la sacerdotisa se levantó lentamente, con la dignidad
conveniente a su alta condición. No era fácil hacer frente al gran demonio que se
cernía sobre ella, mientras chispas de fuego llovían sobre su piel.
— No. Estuve de acuerdo en convertirme en tu esposa, pero no dije nada
acerca de cuándo.
La Oscuridad del Jeque
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Nina Bruhns

Haru-Re la recorrió con una mirada amenazadora.


— Sabes malditamente bien que...
— Soy una sacerdotisa, mi señor—Le interrumpió, aunque su corazón
estuviera encogido—. Y tengo que cumplir esas funciones antes de ser tu esposa.
Se necesita tiempo para los rituales.
— ¿Un año? ¿Estás buscando provocarme? —gruñó ferozmente.
— ¿Qué es un año, en comparación con los cinco mil que has vivido
felizmente sin mí?
Haru-Re la abrazó, fulminándola con la mirada, dominándola.
— Continúas mencionando eso. Debes de haberme echado mucho de menos,
para seguir tan irritada por mi ausencia.
Nephtys sintió sus mejillas calientes.
— Una esclava no añora al amo que la vende.
— Nunca te vendí —dijo, entrecerrando los ojos peligrosamente—. Te
apartaron de mí.
¿Esa era su versión de la historia?
— No tiene importancia. Ya no soy una esclava y tú debes respetar las
traiciones del templo o perder el favor de tu dios. ¿No necesitas la ayuda de Re-
Horakhti para la próxima batalla contra mi hermano y Khepesh?
La sacerdotisa lo observó mientras él sopesaba los riesgos de desafiar al dios
que servía. Haru-Re siempre hacía exactamente lo que quería, pero siempre
dentro de las leyes de Petru. En realidad, no había una ley sobre el ritual que ella
reclamaba. Pero él no lo sabía.
— No creas que vas a escaparte de estar en mi cama durante todo ese año,
meruati —dijo él, con voz grave y áspera.
Mi corazón. Odiaba cuando la llamaba así. Debilitaba su voluntad. Y además
no era cierto. Ray no tenía corazón. Pero su pulso se aceleraba cada vez que él le
susurraba esa palabra cariñosa.
Él la atrajo hacia su cuerpo. Sus labios buscaron los de ella.
El ritmo de su corazón se descontroló. En el último segundo, Nephtys volvió
la cara.
— No tenemos otra opción. Debo permanecer pura para el ritual.
Nephtys rezó fervientemente para que no cuestionara esa mentira.
Contra su garganta, sintió el roce erótico de los colmillos cuando se
alargaron. Temblando, trató de apartarse.
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La Oscuridad del Jeque
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Nina Bruhns

Pero Ray la sujetaba en un abrazo de acero.


— Ya lo veremos —murmuró y deslizó la punta de la lengua peligrosamente
cerca de la marca casi curada. El deseo por él ardía como una quemadura. Su
cuerpo temblaba de necesidad.
— No.
— Eres mía, Nephtys —susurró Haru-Re en su oído—. Tu sangre, tu cuerpo,
tu alma. Mía. Y nadie te separara otra vez de mí. Nadie.

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La Oscuridad del Jeque
Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Capítulo 24
— Shahin, hay algo que tengo que decirte.
La ansiedad en el tono de Gemma hizo que Shahin se detuviera y se
acercara a ella. Su rostro mostraba preocupación.
Eso no podía ser bueno.
Gemma paseaba de un lado a otro de la alfombra persa, dentro de la tienda.
Estaba muy molesta por la sentencia de Seth sobre Josslyn.
Habían regresado por la mañana al oasis, cuando se dieron cuenta que no
iban a hacerle cambiar de opinión. No en este momento.
Shahin la vio caminar de un lado a otro. ¿Qué pasaba ahora? No podía
predecir lo que ella estaba a punto de soltar. Ni pudo descifrar sus pensamientos
ahora, como tampoco lo había podido hacer desde el primer momento en que la
vio. Si había una cosa que había aprendido sobre Gemma Haliday, era que ella
nunca decía o hacía lo esperado.
— ¿Qué? —Le preguntó, mientras sentía que el miedo le rodeaba como un
chacal hambriento.
Gemma se detuvo y lo encaró.
— Anoche vi a Gillian.
El jeque frunció el ceño.
— ¿Qué?
— Cuando no estabas.
De repente se detuvo, mientras Shahin mostraba su confusión.
— Eso es imposible. Gillian está en Petru.
Gemma asintió azorada.
— Sí, es verdad. Realmente no lo entiendo, pero... se apareció ante mí, aquí
en Khepesh mientras yo dormía.
La Oscuridad del Jeque
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Nina Bruhns

El alivio se apoderó del jeque. Por las plumas de Ptah. Durante un minuto
pensó...
— Quieres decir que soñaste con ella.
Gemma lo negó.
— No. No era un sueño. Estaba allí conmigo. En tu habitación. Me contó que
era un hechizo y que Rhys la estaba ayudando. Como te he dicho, no sé muy bien
los detalles. Estoy diciéndote que estaba allí, hablándome. Fue extraño. La
imagen se desvanecía, como una antigua película dañada.
Shahin entrecerró los ojos, pensando.
— Nunca he oído hablar de un hechizo así —Aunque era posible que
existiera. De ser cierto, sería un arma terrible en el arsenal de un netjer.
Tal vez Seth lo había mantenido en secreto, como había mantenido su
conocimiento acerca de compartir la magia.
Gemma asintió.
— Gillian dijo que Haru-Re lo había descubierto recientemente. Lo está
usando con Nephtys, y añadió que es una amenaza.
Ah. Eso tenía sentido. Pero la pregunta que se le ocurrió, un tanto
cínicamente, era... ¿Cómo Gillian había tenido acceso a ese hechizo tan
fácilmente?
— ¿Seth sabe algo de ese hechizo?
— No estoy segura. Mi hermana sólo apareció durante unos minutos y
hablamos de otras... cosas —cruzó los brazos sobre su estómago, pareciendo
enferma.
La aprehensión pasó por la cabeza del jeque.
— ¿Qué cosas? ¿Qué quería? —preguntó, mientras la preocupación se
multiplicaba por diez. Tenía la sensación de que no le iba a gustar la respuesta.
Gemma se mordió el labio y confesó.
— Me dijo que nuestros padres están vivos, y viven en Petru.
Shahin sintió frío. Sabía lo de su madre, por supuesto. ¿Pero su padre
también?
— ¿Tus padres? ¿Los dos?
Los ojos de Gemma se llenaron de dolor.
— Al parecer, mi padre descubrió lo que le pasó a mi madre y el motivo de
su desaparición. De alguna manera, se encontró en Petru y se unió a Haru-Re
como uno de sus seguidores, para estar con ella.
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La Oscuridad del Jeque
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Nina Bruhns

Shahin tenía un mal presentimiento sobre como acabaría esto.


— ¿Gillian realmente ha visto a tus padres? ¿Ha hablado con ellos?
Gemma tragó y asintió.
— Sí.
Finalmente, Shahin la abrazó, aparentando una tranquilidad que no sentía.
— Lo siento, kalila. Sé que debe ser difícil para ti.
Sintió la tensión y el ligero temblor del cuerpo de Gemma. ¡Que Dios lo
ayudase! Se preparó para lo que venía a continuación.
— Tengo que ir allí, Shahin. A Petru —dijo, casi en un susurro.
Él se quedó paralizado. Su vínculo mágico los conectaba fuertemente.
— No —respondió tajantemente. Repentinamente, el suelo comenzó a vibrar
debajo de sus pies.
— Sí, tengo que hacerlo. Con Josslyn. Debemos rendirnos a Haru-Re y
unirnos a sus seguidores.
— ¿Qué? —No podía creer lo que escuchaba. Más temblores sacudieron la
tienda.
Gemma lo miró con tristeza.
— ¿No lo ves? Es la única solución para esta situación imposible.
Lo único que él veía es que ella realmente no lo amaba, si estaba dispuesta a
dejarlo sin mirar atrás y encontrarse con su enemigo mortal. Si realmente lo
amase, ni siquiera pensaría en abandonarle de esa manera.
¡Bien, al diablo con eso! Y con ella también.
El jeque apretó fuertemente la boca. El suelo tembló violentamente.
—Haru-Re no tiene ningún interés en ti —espetó, dolido por su proposición.
Ella frunció los labios, y de repente Shahin tuvo la absurda idea de que ese
comentario la había herido. Pero eso no era posible.
Gemma desvió la mirada, haciendo una mueca cuando los libros volaron por
todas partes, vibrando con su ira.
— Soy consciente que no soy la hermana que todos quieren. Joss es a la que
desea, la que él negoció con Nephtys. También es la moneda de cambio que
Khepesh tiene para negociar. Pero no puedo dejar que se vaya a Petru como un
rehén.
La estupefacción hizo que Shahin no pudiera decir nada. ¿Estaba
bromeando?

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La Oscuridad del Jeque
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Nina Bruhns

— Queréis que la sacerdotisa vuelva, ¿verdad? Además, es mi familia. Y ellos


están en Petru —afirmó Gemma.
Por fin, el jeque encontró su lengua.
— ¿Y qué pasa con nosotros? —gruñó, mientras la tierra volvía a temblar.
— ¿Qué nosotros? —Ella enderezó los hombros, sin miedo a la caída de
objetos o de su furia—. Dejaste muy claro que no hay un “nosotros” y que no
tienes ningún interés por mí. Te haría un favor si me voy antes de que empieces
a aburrirte.
Una ardiente vergüenza inundó su pecho, al escuchar sus propias palabras
volviendo a él.
Eso derritió su furia. Y calmó los temblores que sacudían la tienda.
De acuerdo. Se merecía ese reproche. Era culpable. Y un autentico idiota por
decir eso. Incluso aunque no lo dijera de verdad. Solamente estaba negando el
destino.
— Gemma —susurró, controlando el impulso de agarrarla y mostrarle que no
le aburría. Nunca podría aburrirle. Y deseaba que se quedase a su lado por mucho
tiempo, no sólo unos pocos días.
Pero tenía que convencerla con calma. No como un hombre de las cavernas.
Un temblor final sacudió la tierra, entonces la tienda se quedó silenciosa.
Shahin respiró profundamente.
— Dijiste que me amabas —Estaba haciendo grandes esfuerzos para mostrar
una actitud calmada.
Los hombros de Gemma se hundieron ligeramente.
— Es verdad. Te quiero —contestó a regañadientes. Sus hermosos ojos
brillaban con tristeza.
El corazón del jeque se llenó de ternura.
— Entonces... ¿por qué?
—Dijiste que el intercambio de sangre crearía una adicción que funcionaría
en ambos sentidos, Shahin. Bien, pues también lo hace el amor. Pero en este
caso, no ha funcionado así.
Eso no era verdad. Estaba experimentando las dos cosas mucho mejor que la
mayoría de los hombres.
Su garganta se apretó convulsivamente cuando sintió un temblor en su
interior. Tenía que decírselo ahora. Era su turno para confesarse. El momento
correcto.

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La Oscuridad del Jeque
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Nina Bruhns

En todos sus años como guerrero, nunca había estado tan asustado. Pero
ahora estaba aterrorizado. Tenía miedo a comprometerse y que ella lo
traicionara.
Pero, sobre todo, tenía miedo de perderla.
No podía perderla. Y debido a eso, estaba dispuesto a arriesgarse.
Ignorando el miedo, se acercó a Gemma y le puso las manos sobre sus
tensos hombros.
— Pero yo te amo.
Por un momento, ella se quedó absolutamente callada, entonces se volvió
lentamente y lo miró. Sus ojos le observaban con una recelosa cautela. Y algo
más... ¿Esperanza?
— ¿Qué has dicho? —Le preguntó ella en voz tan baja que apenas la
escuchó.
Shahin deslizó las manos y sujetó su barbilla.
— He dicho que te amo. Te quiero, Gemma Haliday y quiero que te quedes
conmigo aquí en Khepesh. Para siempre.
No añadió que si intentaba escapar a Petru, la cazaría y ataría a su cama
hasta que ella cambiara de opinión, utilizando todos los métodos posibles.
Gemma se humedeció el labio inferior.
— ¿En serio?
— No puedo hablar más en serio —Le aseguró, observando el movimiento de
su lengua. Entonces cubrió su boca con la suya y la besó hasta que ella se rindió,
derritiéndose con profundos suspiros.
— ¿Me crees ahora? —Le preguntó cuando sus labios finalmente se
separaron.
— Oh, sí.
— ¿Y te quedarás conmigo?
Gemma sonrió.
— Oh, sí.
— ¿Ni dirás más que vas a irte con Haru-Re? ¿O con cualquier otro hombre?
Ella negó con la cabeza.
— Nunca. Eres el único hombre que amo, Shahin. El único hombre al que
siempre querré.
— Bien, Entonces te unirás a mí. Como mi esposa y consorte.

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La Oscuridad del Jeque
Pag. 170
Nina Bruhns

Gemma parpadeó. Dudando.


— ¿Eso es una pregunta?
— No—dijo, y aclaró cuando vio que fruncía el ceño—. Es una proposición.
Gemma suavizó el ceño y volvió a sonreír. Con una sonrisa feliz y brillante.
— En ese caso, sí. Sí, me uniré a ti, jeque Shahin Aswadi, mientras viva.
Shahin la besó de nuevo y suspiró con alivio. Porque sabía en su corazón que
esta mujer increíble, valiente y enérgica le amaría para siempre, durante el resto
de su vida.
Nephtys tenía razón.
Esta mujer era su alma gemela. Gemma era su destino.

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La Oscuridad del Jeque
Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Epílogo
Por enésima vez, Gemma se quedó mirando el maravilloso anillo de
compromiso en su dedo. Era tan hermoso que casi no podía creer que fuera real.
Pero lo era. Cuando Shahin le ofreció conjurar uno mágicamente después de
su proposición, ella insistió en esperar a que fuera real.
— No quiero que desaparezca de repente —dijo con una sonrisa.
Eso fue hace dos días y todavía estaba delirantemente feliz. Amaba a Shahin
con todo su corazón y él también la amaba. Una vez que le había declarado su
amor, la había colmado de regalos y cariño. La estaba echando a perder, y a ella
le encantaba.
¿Quién iba a pensar que el famoso guerrero de la muerte tenía esos
sentimientos tan tiernos y dulces? Aunque nunca se le ocurriría contarlo por ahí.
Su imagen de chico malo era legendaria y se resentiría.
Lo único que estropeaba su felicidad era Seth. El semidiós pensaba día y
noche en el destino de su amada hermana, Nephtys, y fiel a su amenaza, también
se negaba a escuchar una sola palabra de Josslyn. Ella todavía estaba por ahí, en
algún lugar, maravillosamente ignorante de que estaba siendo utilizada como un
peón en un juego de intrigas sobrenatural.
Pero el vampiro necesitaba urgentemente un sacrificio de sangre.
Cada hora que pasaba estaba más débil y los shemsu de Khepesh
comenzaban a preocuparse. Se había negado a alimentarse de todas las mujeres
inmortales que le habían ofrecido su sangre, y había rechazado las solicitudes de
permiso para buscar una mortal que se encargara de sus necesidades. El
sacrificio de Gemma no había durado mucho.
Debía de haber tomado muy poco.
Incluso Shahin le había sugerido que se ofrecieran otra vez para compartir
de nuevo la magia, sólo para que su amigo se alimentase. Al ver cómo decaía
rápidamente Seth-Aziz, ella había aceptado a regañadientes. Pero el vampiro
también los rechazó.
La Oscuridad del Jeque
Pag. 172
Nina Bruhns

Gemma estaba preocupada por Seth. Y todavía más por la seguridad de


Josslyn. Tenía que hacer algo.
— Déjalo en paz —Le aconsejó Shahin mientras conversaban una mañana
después de hacer el amor y ella lo mencionó de nuevo—. Seth recuperara el juicio
pronto. Debe hacerlo.
Pero Gemma no estaba dispuesta a arriesgar la vida de su hermana. Los
espías de Shahin habían reportado problemas en Petru. La sacerdotisa Nephtys se
había negado a convertirse en la consorte de Haru-Re, hasta que concluyera un
ritual que duraría un año entero, y el Sumo Sacerdote de Re-Horakhti estaba
furioso. Gemma estaba aterrada de que Haru-Re rompiera el acuerdo y capturara
a Joss. Y como estaba tan enfadado, temía que el resultado no fuera nada
agradable para su hermana.
Pensó en ello durante todo el día, hasta que decidió que sólo podía hacer una
cosa.
Gemma se dirigió silenciosamente al lugar secreto donde había escondido el
pequeño pergamino que Gillian le había dado en el sueño, y con cuidado lo sacó.
Si Seth-Aziz, no permitía que Gemma saliese y trajera a su hermana a la
seguridad del palacio... bueno, realmente no tenía otra opción, ¿no?
Lentamente sonrió y miró el pergamino. Acababa de descubrir cómo hacer
que su hermana Joss viniera a Khepesh voluntariamente...

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La Oscuridad del Jeque
Nina Bruhns
2º Trilogía Jeques Inmortales

Acerca de Nina Bruhns


Nina Bruhns atribuye su amor por la
aventura a su bisabuelo gitano. Ha vivido
y viajado por todo el mundo, incluyendo
un período de seis años en Suecia. Tiene
dos títulos de postgrado en arqueología
(con una especialidad en Egiptología) y ha
estado en expediciones científicas de
California, España, Egipto y Sudán. Habla
cuatro idiomas, ¡incluso escribe
jeroglíficos!
Pero el primer amor de Nina siempre
ha sido escribir. ¡Para ella la escritura es
su gran aventura! Sus muchas
experiencias dan una colorida dimensión a
sus historias y le permiten crear
ambientes y personajes que están fuera
de lo común. Ha recibido numerosos premios por sus novelas,
entre ellas un prestigioso National Reader’s Choice Award, tres
Daphne du Maurier Awards of Excellence for Overall Best
Mystery-Suspense, cinco Dorothy Parker Awards y dos
nominaciones a los premios RITA, entre muchos otros.
Nacida en Canadá, Nina se crió en California y actualmente
vive en Charleston, Carolina del Sur.
Le encanta conocer a sus lectores, y se puede acceder a ella
en P.O. Box 2216, Summerville, SC 29484-2216, o por correo
electrónico en su sitio Web www.NinaBruhns.com o
www.eHarlequin.com

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