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Índice
Nota de la Autora
Querido lector,
El Jeque. Desde la impresionante historia escrita en 1921 por Edith
Maude Hull, la fantasía de ser secuestrada por un atractivo jeque del
desierto, se apoderó de la imaginación de todas las mujeres que leyeron
ese relato lleno de pasión, o fueron testigos de la novedosa película
basada en la novela. ¿Quién podría olvidar la gran actuación del sensual
Rodolfo Valentino como principal protagonista, que conseguía lo que
quería y se ganaba el corazón de la renuente heroína?
La oscuridad del jeque es mi versión moderna de la fantasía clásica...
con un pequeño cambio. El héroe, el jeque Shahin, es un cambiaformas
inmortal. Algo que lo hace aún más peligroso... y atractivo... para
Gemma, la heroína.
La oscuridad del jeque es el segundo libro de la trilogía Jeques
Inmortales, que cuenta la historia de tres hermanas que residen en
Egipto durante el verano y se encuentran de repente en medio de una
guerra que ya dura cinco mil años, enamorándose de tres poderosos
hombres que están decididos a poseerlas... para siempre.
Escribir esta serie para Harlequin Nocturne fue increíble. Como
egiptóloga, siempre quise escribir un libro como este. ¡Ahora, por fin, mi
sueño se ha hecho realidad! Y lo mejor; escrito en una serie.
Basada en el conflicto mítico entre los dioses Set y Horus, la historia
gira en torno a la constante batalla entre el bien y el mal.
Os sorprenderá el resultado...
Una novela aterradora, sensual y sobre todo muy romántica, bajo el
crepúsculo de los dioses antiguos.
¡Espero que os guste la continuación de la historia de Gillian, Gemma
y Josslyn, tanto como a mí me emocionó escribirla!
¡Buena lectura!
Nina
Argumento
Pero un simple contacto con la boca de Gemma y el jeque descubre que debe
poseerla completamente. Shahin anhela que ella se entregue a él voluntariamente…
que lo desee tan ardientemente como él la desea a ella… Con una pasión tan
abrasadora e inmensa, como el eterno desierto de Egipto.
Prólogo
Antes de la época de los faraones, cada uno de los grandes dioses y diosas
de Egipto escogió a un mortal, un hombre, para servir como su Sumo Sacerdote
en la tierra.
Estos hombres se convirtieron en semidioses y les fueron concedidos grandes
poderes mágicos, como la capacidad de cambiar de forma.
Cada sacerdote a su vez eligió a doscientos fieles adeptos y los convirtió en
seguidores inmortales, los shemsu, para proteger el templo del dios y continuar
con sus rituales.
Pero Sekhmet, la Diosa de la Guerra con cabeza de león, Señora del Terror y
Guardiana de la Luna, estaba descontenta con la arrogancia de los semidioses
masculinos y conspiró para que las sacerdotisas de sus templos tuvieran más
poder.
Sekhmet entregó a esas mujeres el secreto de la inmortalidad.
Los Sumos Sacerdotes se enfurecieron y exigieron también la vida eterna.
Sekhmet accedió. Pero…
Ella era una diosa inteligente e despiadada y reclamó un precio a los
semidioses. En el transcurso del año, Sekhmet drenaría lentamente la vitalidad de
su sangre. Si el Sumo Sacerdote no la reponía, moriría. Así que para preservar su
inmortalidad y recuperar su fuerza, cada año el Sumo Sacerdote debía someterse
al Ritual de Transformación… y alimentarse con la sangre de una mujer mortal.
Hasta que él se convirtiera en un... vampiro.
Capítulo 1
En la actualidad
Desierto de Nubia, Alto Egipto
Los beduinos que las miraban fijamente y sin sonreír, eran enormes y
estaban extremadamente serios. Especialmente el hombre del medio. Sentado en
una silla alta, mostraba unos hombros anchos y un rostro arrogante.
Y miraba directamente a Gemma.
El pulso de Gemma se aceleró. Su lengua, generalmente suelta, se olvidó de
cómo moverse. Igual que sus pies.
Historias sobre mujeres secuestradas y traficantes de esclavos pasaron por
su mente.
Oh, Dios mío.
Joss se adelantó un paso, apoyando en el hombro el arma que apuntaba al
suelo. Josslyn era la hermana mayor y siempre estaba al frente durante una
crisis. Gracias a Dios. Gemma era más una negociadora. De todos modos, no
creía que eso fuera una opción en este momento.
— ¿Qué queréis? —preguntó Joss al beduino del medio que parecía estar al
cargo, utilizando el tono de “podemos ser mujeres, pero no soportamos las
estupideces de hombres machistas”.
El hombre no respondió. Ni siquiera sus agudos ojos negros se desviaron de
Gemma mientras recorrían su cuerpo, examinándola, y dirigiéndole una mirada
profunda y penetrante.
Ella sintió que se ruborizaba bajo su poder. Esa mirada era descarada,
directa... y sexual. Como si estuviera desnudándola, sin importarle nada más.
Un escalofrío espontáneo y no deseado, recorrió su cuerpo, endureciendo sus
pezones y descendiendo por su vientre. Ese hombre la aterrorizaba... pero tenía
que admitir que era sexy como el infierno. La clase de hombre salvaje e
indomable, que formaba parte de las fantasías eróticas de una mujer. ¡Oh, cielos!
A una señal silenciosa, el camello del hombre se arrodilló y el beduino
desmontó aterrizando sobre sus pies, entre una nube de polvo y tela.
Joss levantó el rifle.
— ¿Qué quieres? —repitió más fuerte, esta vez hablando en árabe.
El corazón de Gemma latía enloquecido.
Sin decir palabra, el hombre avanzó hacia Gemma como si no hubiera visto
el arma, que era imposible de pasar desapercibida ya que ahora Joss la tenía
apoyada en su hombro derecho, apuntando entre los ojos negros del beduino.
Lo bueno fue que ninguno de los otros nómadas se movió ni un centímetro.
Lo malo era que Gemma tampoco podía moverse. Estaba clavada al suelo,
— Hum. Él era…
—Realmente ese hombre ha tenido suerte—murmuró Joss, levantando su
rifle para examinarlo—. No puedo creer que fallara... —abrió el cargador y
comprobó los cartuchos con el ceño fruncido. Cerrando el rifle, disparó a la
lejanía.
La explosión resonó en el templo delante del Gebel, una montaña situada al
norte de Khartoum, en una larga curva del rio Nilo, en la región de Nubia.
Gemma se sobresaltó.
— ¡Ten cuidado con esa cosa! ¡Esos hombres pueden pensar que estamos
disparándoles!
Joss miró los acantilados por donde habían desaparecido.
— No creo que eso les preocupe.
Gemma siguió su mirada temblando, asustada ante la posibilidad de que el
hombre y sus misteriosos jinetes regresaran.
Una parte de ella deseaba que él regresase...
— ¿Quién crees que eran? —preguntó una pensativa Josslyn—. No parecían
de la zona, ni siquiera eran nómadas normales. ¿No se asemejaban a alguien que
hayas visto en alguna de tus revistas etnográficas?
Gemma era antropóloga cultural, etnógrafa, y profesora adjunta en la
Universidad de Duk, experta en leyendas tradicionales, mitos y creencias
populares de la remota área de la orilla oeste del Nilo, al norte de la primera
catarata egipcia. Josslyn era arqueóloga del Museo Real de Ontario en Canadá. Su
proyecto actual estudiaba las inscripciones jeroglíficas del templo de Sekhmet que
estaba frente a ellas.
— No, a menos que sea el jeque Shahin y sus Guerreros de la Muerte—
respondió Gemma con voz inexplicablemente temblorosa al pronunciar ese
famoso nombre. Las aldeas de esta zona estaban plagadas de leyendas sobre sus
mortales hazañas. Y su encanto letal...
— ¿Guerreros de la Muerte? —Los ojos de Joss casi se salieron de sus orbitas
cuando lo escuchó—. ¿Te refieres a los crueles cambiaformas de las historias que
las mujeres del pueblo les cuentan a sus hijos, para mantenerlos alejados del
desierto y evitar que sean devorados por los chacales? Puede que esté totalmente
equivocada, pero no creo que fueran esos hombres.
Gemma no estaba tan segura. No sabía exactamente si esas historias que las
mujeres relataban eran realmente una leyenda y se amplificaban a medida que se
contaban. Pero ella creía que había cosas allí que no se podían explicar. Egipto
era una tierra misteriosa y contradictoria, una mezcla discordante donde lo
había enseñado era a no ignorar nunca las señales que el universo estaba
tratando de enviar.
— Debemos encontrar a Gillian —dijo Gemma—. Sólo para asegurarnos que
está bien.
Josslyn detuvo su copa a medio camino de sus labios.
— ¿Y cómo propones que hagamos eso?
— Por medio de esos beduinos —respondió Gemma—. El grupo de jinetes
que nos trajeron el mensaje.
— Él es un lord británico, ¿no? Podría ser fácil localizarlo.
Gemma negó con la cabeza.
— Si Gillian tiene problemas, y ese hombre es peligroso, no vamos a
advertirle interrogando a la gente con la que vive. Puedo preguntar por esos
nómadas como si fuera algo relacionado con mi trabajo. Esos hombres, tienen
que saber dónde está.
— Eh. Sí, pero no tenemos ni idea de dónde localizarlos.
— Puedo encontrarlos. Tengo informantes en cada pueblo de la Ribera
Occidental, dentro de un radio de cincuenta kilómetros. Alguien tiene que saber
quiénes son.
Joss se limitó a mirarla.
— ¿Crees que estoy loca? —preguntó Gemma.
— Esa idea ha pasado por mi cabeza.
— Me lo imaginaba.
— Gemma, aunque encontraras a esos hombres y consiguieras sobrevivir a
un segundo encuentro con ellos, lo cual, por cierto, dudo mucho, ¿crees que te
contarían algo a ti?
— ¿Por qué no?
— ¡Tierra llamando a Gemma! ¿Has visto a esos tipos? No parecen la clase
de personas a las que les guste charlar.
Ella suspiró.
— Sí, creo que tienes razón.
Gemma lo dejó pasar y cambió de tema.
Pero más avanzada la noche, decidió que de todos modos lo intentaría.
Simplemente no podía ignorar la voz en su cabeza, animándola.
Capítulo 2
El jeque Shahin Aswadi caminó a grandes zancadas por el vestíbulo principal
del Palacio de Khepesh, morada de los seguidores de Set-Sutekh, el Dios de los
Vientos Calientes y del Caos, Señor del Cielo Nocturno y Dios de la Oscuridad. Se
dirigía a la sala privada de audiencias del Sumo Sacerdote, su señor y líder, el
vampiro semidiós Seth-Aziz. Como siempre, el lujo y la opulencia del palacio de
Khepesh deslumbraron los ojos de Shahin.
Soportes con antorchas siempre encendidas iluminaban los relucientes suelos
de mármol y las columnas de plata en forma de papiro. Magníficas pinturas que
representaban escenas de antiguos dioses, adornaban todas las paredes.
Normalmente, la vista era impresionante. Pero hoy, el brillo de la plata y las
piedras preciosas, sólo le hacía desear llevar puestas unas gafas de sol.
Sin embargo, en comparación con el calor abrasador del sol del desierto, el
fresco y luminoso lugar, con sus pasillos subterráneos, era un tranquilizante para
el dolor de cabeza de Shahin.
Todo era culpa de esa condenada mujer. La mortal del día anterior. No podía
sacarla de su mente.
Era absurdo. Ella era un simple incidente, parte de un calculado juego que,
de momento, se desarrollaba alrededor. Un medio para un fin, nada más. Por los
dientes de Sekhmet. Ella ni siquiera había sido el objetivo de su misión cuando le
entregó la carta. Era su hermana, la rubia. La otra mujer tenía el pelo largo y de
color castaño rojizo, rizado sobre los hombros, como una espesa cascada de
fuego de otoño. Ella no era a quien tenía que capturar.
Y sin embargo, invadía la mente de Shahin, con su hermoso cabello brillante
como el fuego que se extingue, y sus ojos azules ardiendo con una atracción
reluctante, expulsando todos sus pensamientos que no fueran los de poseerla.
Era un estado peligroso para un hombre de su posición.
Shahin llegó a la puerta de la sala de audiencias del Sumo Sacerdote, respiró
hondo para hacer desaparecer esos inoportunos pensamientos, llamó a la puerta
y entró.
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Nina Bruhns
Quería el cuerpo de esa mujer. Una diferencia sutil. Pero no dijo nada al
respecto.
— Sí.
— ¿Por qué?
Shahin dudó ligeramente. Lord Kilpatrick había sido el mejor amigo de Seth
antes de su deserción, y debido a esa amistad y a la aversión del inglés, el Sumo
Sacerdote puso fin a la vieja tradición de tener esclavos sexuales. Hace mucho
tiempo que esa práctica no se realizaba en Khepesh.
Pero Lord Kilpatrick se había ido, ahora sus opiniones eran tan inútiles como
el humo en el viento.
— Me gustaría usarla —dijo Shahin con franqueza.
Nephtys frunció los labios y miró a su hermano que levantó la cabeza
ligeramente. La sacerdotisa pensaba de la misma manera que Kilpatrick. Hace
tiempo, ella había sido una esclava, obligada a soportar las órdenes de su
implacable enemigo, Haru-Re.
Infiernos, Shahin también pensaba lo mismo. Su propia hermana sufrió un
terrible destino a manos de ese enemigo. Esa era una de las razones por las que
Shahin deseaba la venganza.
La diferencia residía en que Shahin era un hombre de honor, no un bruto que
abusaría de una mujer. Nunca había poseído esclavos, ni siquiera un shabti,
humanos convertidos en esclavos, a los que se les robaba completamente la
mente y la voluntad. Tampoco había forzado a una mujer contra su voluntad y
nunca lo haría. Además si su impresión sobre Gemma Haliday era correcta, el
permiso no sería ningún problema. Ella claramente lo deseaba.
Convencerla para traerla a Khepesh no sería un problema.
— Podría vigilarla en mi campamento —sugirió Shahin—. Hasta que Josslyn
acepte su puesto como consorte.
Seth lo consideró.
— Hum, serviría para atar cabos sueltos.
— Puedes contar conmigo, mi señor —prometió Shahin.
— Muy bien —dijo Seth, llegando a una decisión y girándose para mirar al
jeque—. Puedes divertirte con su hermana. Pero ten cuidado y trátala bien.
Confío en tu honor.
— La mujer no tendrá ninguna queja —le aseguró Shahin—. Sólo espero que
yo pueda decir lo mismo, cuando todo esto termine.
Capítulo 3
La sacerdotisa Nephtys había cometido un gran error. Y no estaba segura
qué hacer al respecto.
Lentamente atravesó la puerta de plata del Templo de Khepesh,
encaminándose hacia el patio, en dirección al salón hipóstila, la gran sala
rectangular con columnas de plata en forma de papiro que rodeaban las paredes,
en el que el Sumo Sacerdote convocaba a los inmortales del palacio para festejar
y adorar a su dios.
Miró a su alrededor recordando el día, ya hace mucho tiempo, en el que fue
iniciada en el netjer de los seguidores de Set-Sutekh, convirtiéndose en una
inmortal. ¡Qué feliz se sintió ese día! Finalmente, estaba en un lugar al que
realmente pertenecía. Todavía se sentía de esa manera después de tantos años.
Su hermano adoptivo Seth-Aziz era el Sumo Sacerdote y Khepesh era su
casa. Nephtys moriría por proteger el palacio... y por Seth.
Entonces era muy joven, su corazón todavía dolía a causa de la traición del
hombre al que amaba, un hombre que despreció su amor, porque en ese
momento ella era una humilde esclava, indigna de la atención de un Sumo
Sacerdote. Sólo fue para él un sorbo de sangre, un polvo rápido, que olvidaba de
inmediato. Nephtys fue una curiosidad sensual, nada más, debido principalmente
a su piel clara y a su exótico y ondulado cabello rojo.
Nada más.
Al unirse al netjer de Set-Sutekh, el enemigo de Haru-Re, dio su primer paso
hacia una venganza que esperaba conseguir. Y ahora, después de tantos años,
esa venganza estaba finalmente muy cerca.
Excepto...
En su afán por ayudar a su hermano para que encontrara al amor de su vida,
era posible que lo hubiera puesto en peligro a él y a Khepesh, condenándolos a la
aniquilación.
La semana pasada tendría que haber sido una fiesta, el anual Ritual de
Transformación, donde Seth-Aziz tenía que alimentarse de sangre humana,
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Nina Bruhns
que pudiera haber sido real. Haru-Re tendría que penetrar en la santidad y la
infalible seguridad del Palacio de Khepesh para llegar hasta ella. Algo totalmente
imposible.
Sólo fue un sueño, se repitió.
Pero ¿cómo podía haber soñado que él la mordía y al despertar las marcas
aun permanecían? ¿Y cómo podía sentir todavía ese toque de magia que la hacía
temblar de placer?
¿Qué tipo de magia había aprendido Haru-Re desde que se vieron por última
vez y compartieron sus cuerpos, que era capaz de hacer algo así en un sueño?
Esa idea la asustaba como ninguna otra cosa.
Rezó pidiendo fuerzas para lo que tenía que hacer.
Atravesó la puerta que conducía al templo, hacia su lugar sagrado. Sus
shemats, sus dos sacerdotisas ayudantes, que estaban arreglando las ofrendas,
sonrieron e inclinaron respetuosamente la cabeza, saliendo para darle privacidad.
El santuario del templo, estaba especialmente hermoso esta noche. Las
paredes de plata resplandecían con antorchas encendidas, el techo abovedado,
forrado con lapislázuli del mismo azul oscuro que el cielo nocturno, estaba
incrustado de diamantes que brillaban y parpadeaban como las constelaciones del
cielo del desierto. Nunca dejaba de sorprenderla.
Había seis impresionantes pilares alineados como altares a cada lado del
sarcófago tallado de obsidiana de Seth, que también servía como un séptimo gran
altar central. Todos estaban llenos de ofrendas de flores, frutas y vino que
procedían del Ritual de Transformación, la frustrada ceremonia de su hermano,
gracias al error de Nephtys.
Había llegado el momento de corregir ese error y tratar de averiguar algo
sobre la hermana que debía ser para Seth-Aziz.
Pero hacer eso significaba arriesgarse a tener una visión sobre Haru-Re.
Después de la primera vez, había llegado a ella dos veces más en un sueño.
¿Sería capaz también de aparecer a través de sus visiones?
Otra vez se tocó la marca del cuello. Una conciencia sexual se extendió por
ella y gimió con desesperación. ¿Cómo iba a ser capaz de resistirse a sus
demandas? Haru-Re estaba terriblemente decidido a conseguir su lealtad y su
cuerpo.
Levantó las manos y oró a Set-Sutekh, Señor de los Vientos y las
Tempestades y Señor del Caos, para que le concediese su poderosa fuerza y
mantenerse firme.
Capítulo 4
Gemma Haliday no era normalmente una persona impetuosa. Y ahora ya
sabía por qué.
Haciendo visera con una mano sobre los ojos para tapar el sol del mediodía,
vio el polvo que levantaban el pequeño burro y Mehmet, mientras se alejaban
rápidamente. Tendría que habérselo pensado mejor antes de contratar al niño
como guía. Gillian hubiera jurado que era honesto, o por lo menos tanto como
podía serlo un guía del valle oeste del Nilo. Por supuesto eso era un gran
inconveniente.
¿En qué estaba pensando para actuar de esa manera? Por desgracia, sabía
exactamente en lo que estaba pensado. O más bien, en quién. En el misterioso
hombre del día anterior que estuvo con ella toda la noche, el protagonista de los
sueños que la sonrojaban cuando los recordaba.
Y ahora, ¿dónde estaba el atractivo jeque del desierto de sus sueños? Le
sería de mucha ayuda en este momento.
Al menos, el halcón negro que volaba en círculos por encima de ella no la
había abandonado. Todavía.
Gemma suspiró con resignación e hizo girar a su pequeña yegua, Bint, en un
círculo de trescientos sesenta grados para orientarse. Bueno, no iba a dejarse
llevar por el pánico, eso no le llevaría a ninguna parte.
Literalmente. A ninguna.
No había ni rastro del oasis que era su destino.
Detrás de ella, en el horizonte, un gran acantilado mostraba la cima del
Gebel. Los escarpados acantilados eran la frontera de la civilización antigua y
moderna, la universalmente conocida línea de arena. Un lugar que cualquier
persona que valorara su vida no se atrevería a cruzar.
Cualquiera menos Gemma.
Había sido muy ingenua al creer a Mehmet cuando le dijo que conocía a los
nómadas vestidos de negro por los que ella preguntaba, y se mostró dispuesto a
llevarla a su campamento, en un oasis sin nombre en el desierto occidental.
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Nina Bruhns
¡Oh, no!
Estaba perdiendo la cabeza. Demasiado sol. Y demasiada imaginación
también. Era el momento de volver. Esto había sido una muy mala idea.
Giró a la yegua en dirección al Gebel y a su casa, cuando de pronto, el
halcón se puso delante de ella dejando escapar un horrible grito. Gemma gritó y
Bint levantó las patas delanteras en el aire, aterrorizada por el ataque del
depredador, para a continuación dar media vuelta y galopar por la otra dirección,
adentrándose en el desierto.
¡Vaya!
El halcón voló detrás de ellas.
Con el pulso disparado, Gemma frenó su montura, tranquilizándola y
girándola de nuevo. Eso había sido muy extraño. Definitivamente era hora de
volver.
Golpeó suavemente los flancos de Bint para que comenzara a galopar.
Pero el halcón apareció de nuevo, sorprendiendo a la yegua que se dirigió
otra vez hacia el oeste.
El pulso de Gemma aumentó cuando Bint comenzó a correr. Le temblaban
las manos, mientras se esforzaba para recuperar el control de la yegua.
Presa del pánico, su corazón resonaba como un trueno, no se lo podía creer.
Estaba tan asustada como su yegua. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Y por qué
no había pensado en traer el rifle de Joss?
Después de dos intentos más, tanto ella como la temblorosa yegua, se
rindieron, dejándose guiar…hacia alguna parte.
Parecía como si el halcón estuviera jugando con ella. Se dirigían hacia el
oeste. Eso le impediría seguir a Mehmet y volver al valle del Nilo y al pueblo.
Esto era una locura.
¿O no?
Las dos respiraban con dificultad y los ojos del pobre animal estaban salvajes
de miedo. Decidió esperar. Todavía era temprano.
Tenía tiempo y mucha agua. Finalmente, el halcón se aburriría del juego y
las dejaría en paz. Mientras tanto podía buscar el oasis.
Cada vez se adentraba más en el desierto occidental, sintiendo las olas de
calor que se elevaban de la tierra marrón. El suelo dio paso a las dunas doradas y
cuando miró por encima del hombro, vio que el Gebel había desaparecido
completamente del horizonte, dejándola sin un punto de referencia para volver a
casa.
Capítulo 5
A causa de batallas, traiciones y magia, casi todos los semidioses vampiros,
que una vez existieron en Egipto, fueron destruidos. Hoy en día, sólo dos siguen
con vida para liderar a sus shemsu, Seth-Aziz y Haru-Re.
El suave galope del camello cada vez la relajaba más. Cerró los ojos y perdió
la noción del tiempo, muy consciente del fuerte cuerpo masculino apretado contra
ella, de la fuerza de sus brazos mientras la sostenía y del deseo que latía entre
sus piernas.
La mano del beduino se deslizó debajo de la capa, buscando la hilera de
botones de la camisa de Gemma. Ella se había vestido con ropa práctica para el
viaje por el desierto, un pantalón de color caqui, botas hasta la rodilla, camisa de
manga larga, y una gorra de béisbol azul de los Blue Devils, que había perdido
durante la pelea.
Gemma contuvo la respiración cuando los dedos del hombre abrieron el
botón superior. Y el siguiente. Y un tercero. Entonces su mano se deslizó sobre su
pecho.
Retuvo la respiración mientras el calor atravesaba su cuerpo.
La mano del jeque retiró el sujetador de encaje.
— Cuando lleguemos al campamento quemaré esto.
— ¿Por qué? —preguntó ella, momentáneamente aturdida.
— Quiero que los tengas libres, listos para mi mano —murmuró contra su
pelo, moviendo el pulgar sobre su pezón.
— ¡Oh! —jadeó ella, cuando esa caricia le provocó una sacudida de deseo—.
¡Ohhh! —volvió a gemir cuando lo pellizcó suavemente.
Fue entonces cuando Gemma se dio cuenta de que tenía un problema aún
más grande de lo que había imaginado. El hombre le rodeó íntimamente el pecho
con la mano, causando que su cuerpo se incendiara. Ella sabía que no podría
resistirse a este hombre. Haría cualquier cosa que le pidiese.
Absolutamente cualquier cosa.
Pero antes, sus hombres y él tenían que terminar la patrulla, que incluía
comprobar un alejado puesto donde vigilaban dos de sus mejores espías. Se
estaban acercando.
Los camellos disminuyeron el paso y él retiró su mano.
— Abróchate la camisa —Le ordenó—. Y cuando lleguemos allí, no hables
aunque te pregunten algo.
— ¿Cuando lleguemos a dónde? —Gemma echó un vistazo por encima del
hombro del beduino, con los ojos brillantes y los ojos entrecerrados de excitación.
Su deseo se hacía más fuerte y Shahin apenas resistió el impulso de
inclinarse para besarla.
Pero él quería algo más que un beso rápido. Se controlaría. Y más tarde, se
haría cargo de su deseo.
En respuesta, él señaló con la barbilla la cornisa rocosa de un precipicio
frente a ellos. Ahora estaba seco, pero había sido tallado por las aguas de una
antigua inundación, dando una mejor cobertura. Y la única sombra.
La mujer conocía muy bien que en Egipto nadie preguntaba a un jeque por
su destino.
— ¿Por qué no puedo hablar? —preguntó, abrochándose la camisa.
Evidentemente, ella no lo conocía muy bien.
— Por qué es mi deseo.
— ¿Y qué pasa si yo deseo hablar?
La irritación se reflejó en la voz del jeque.
— ¡Harás lo que te diga!
Gemma echó un vistazo a su alrededor otra vez. Esta vez sus ojos eran
claros y fríos.
— ¿Y si no lo hago?
— ¡Por la cola de Anubis, lo harás!
Shahin la oyó suspirar y murmurar;...esto no era parte de la fantasía...y
pasándose la mano por el pelo, la giró para ver sus ojos.
— ¿No has considerado que tú eres parte de mi fantasía? —le preguntó con
un gruñido.
Gemma parpadeó, humedeciéndose con la lengua el labio inferior. Una vez
más, Shahin tuvo que abstenerse de tomar esa descarada boca y enseñarle a
obedecer.
Más tarde.
Soltándola, intercambió unas rápidas palabras con sus hombres cuando
llegaron con dificultad al borde de la cornisa, enfilando a sus camellos de uno en
uno. A poca distancia se oyó el sonido de un chacal.
El jeque miró a la mujer que compartía su silla de montar y vaciló.
Tendría que invocar un hechizo de olvido, para no tener que lidiar con lo que
ella escuchase de sus espías. Pero cuanto antes se enterara en lo que estaba
involucrada, más pronto aceptaría su futuro. O no.
— Verás cosas aquí que no entiendes —Le informó cuando descendieron por
el camino con dificultad—. Pero no tengas miedo.
Ella se volvió y buscó su rostro.
— ¿Qué cosas?
— Estos hombres son... un poco salvajes. La visión de una mujer puede
organizar un revuelo.
— Lo sé.
No, ella no lo sabía. Pero lo descubriría pronto.
— Quédate detrás de mí todo el tiempo —dijo en un tono que no admitía
ninguna réplica—. Lo digo en serio, Gemma.
Ella lo miró sorprendida.
— Sabes mi nombre. ¿Cómo?
La inmovilizó con una mirada ofendida.
— Por supuesto que sé tu nombre. ¿De verdad pensaste que tu captura ha
sido al azar? ¿Qué no sabía exactamente que te iba a encontrar en el desierto?
Angustiada, Gemma lo miró fijamente, su expresión le recordó a un enemigo
justo antes de que la espada de Shahin separara el cuello del bastardo.
— ¿De qué estás hablando? —preguntó ella con voz ronca—. ¿Quién eres tú?
El jeque le acarició la mejilla hasta llegar a la barbilla.
— Tú ya has adivinado quién soy, kalila, cariño. Me viste cuando volé por
encima de ti, sentí tu reconocimiento.
Gemma frunció el ceño, y movió la cabeza negándolo. De repente se quedó
rígida.
— No —susurró. La incredulidad cruzó su rostro.
— Sí. Mi nombre es Shahin Gameel Aswadi. Pero la mayoría de la gente me
conoce simplemente como el jeque Shahin.
Capítulo 6
—Eso es ri…ridículo —tartamudeó Gemma claramente impactada—. El jeque
Shahin no existe. No es más que una leyenda.
Ahora era un momento tan bueno como cualquier otro para acabar con sus
fantasías románticas. Lo mejor para él sería dejar que las mantuviese hasta la
noche, pero Shahin no tenía paciencia para sutilezas.
De todos modos, ella descubriría la verdad muy pronto.
— Como puedes ver, existo de verdad. Aunque supongo que mis proezas tal
vez se consideran legendarias —añadió secamente.
La voz de Gemma sonó ahogada por la desconfianza, cuando le sorprendió
exigiendo.
— Demuéstramelo.
Shahin le pasó el pulgar por el labio inferior, deliberadamente, bajándolo lo
suficiente para transmitir su significado.
— Oh, eso es lo que me propongo.
El rubor se extendió por sus mejillas y desvió la mirada.
— Eso no es lo que quise decir.
El jeque se limitó a sonreír y su cuerpo tembló con anticipación por la noche
que tenían por delante.
Habían llegado a la entrada de la gruta, donde sus espías habían levantado
su campamento. Shahin desmontó de su camello, y sujetando a Gemma la dejó
en el suelo. Se quitó la capa y la puso sobre sus hombros. No para cubrirla. A
diferencia de sus semejantes modernos, los antiguos egipcios y residentes de
Khepesh, trataban a sus mujeres como iguales y no las forzaban a ocultar su
belleza bajo un velo o un burka. Shahin la cubría con su manto para marcarla
como suya. Gemma se veía muy bien llevando su capa.
— Utiliza esto y no habrá dudas de a quién perteneces...
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Nina Bruhns
Hizo una seña a los hombres que se sentaron para la reunión. Entonces con
una mano en el hombro de Gemma, le aconsejó que se quedara detrás de él
antes de que se derrumbara.
— Bienvenida a tu nuevo mundo, kalila —murmuró con apenas un atisbo de
sonrisa—. Ahora, si me disculpas unos minutos, tengo que dirigir una reunión
antes de llevarte a casa.
Que no estaba prisionera en medio del desierto, con un hombre de leyenda que
podía convertirse en un halcón, y con su grupo de Guerreros de la Muerte, que
residían en otro mundo. Estaba empezando a aceptar débilmente que el mito del
jeque no era una simple superstición.
Que Dios la ayudara, ¿qué es lo que debía hacer?
Lo primero de la lista era no pensar en las cosas que él había dicho antes.
Olvidarse de la palabra secuestro.
Porque seguramente no tenía la intención de retenerla mucho tiempo.
Una cosa era pasar la noche con un hombre peligrosamente atractivo,
disfrutando de una pasión abrasadora con el sexy jeque del desierto de sus
fantasías. Pero ella quería regresar a casa por la mañana. Otra alternativa era
impensable.
Se quedo sentada detrás de él, lanzando miradas nerviosas a los hombres
que se sentaban sobre sus talones en un círculo, conversando sobre sus planes.
¿Eran todos cambiaformas? ¿O simplemente Shahin y los otros dos que había
visto... transformarse?
Dios. No podía creer que se estuviera preguntando eso. Joss pensaría que
por fin se había vuelto loca.
Oh, infiernos, tal vez lo estuviese. Desde su grito de terror, sentía que una
tranquilidad artificial la envolvía, junto con la capa de Shahin, consiguiendo que
todo pareciera completamente irreal.
O tal vez estaba soñando.
Se pellizcó. No. Era real.
De repente, los hombres se levantaron. Los dos espías cambiaformas la
miraron con recelo. Los otros fueron hacia los camellos.
— Vamos —dijo Shahin tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.
Fue entonces cuando sintió que su parte cobarde surgía.
— Hum, mira... —empezó a decir, limpiando el polvo de su bisht y
devolviéndoselo—. Realmente no creo que esto sea una buena idea.
— ¿Qué “esto”? —preguntó él acercándose.
Gemma comenzó a dirigirse hacia su yegua, que estaba entre los camellos,
masticando alegremente las hojas verdes de un pequeño arbusto.
— No voy a ir contigo. Tengo que volver a la aldea. Josslyn se preocupará
y...
Shahin la agarró del brazo y la guió firmemente hacia su camello.
Capítulo 7
Nephtys tenía miedo de dormir.
Después de la perturbadora visión que había tenido de sí misma
entregándose a Haru-Re en Petru, estaba segura que él había descubierto una
manera para entrar en sus sueños. Era la única explicación, eso si la visión era
una verdadera advertencia del futuro.
Por desgracia, sus visiones rara vez se equivocaban.
¡Pero esta tenía que estarlo! Nunca abandonaría a Seth-Aziz, ni a Khepesh.
Jamás se sometería voluntariamente al enemigo de su hermano. Nunca lo
traicionaría.
¡Nunca!
Ray, como a Haru-Re le gustaba que le llamaran, debía haber encontrado
una manera insidiosa de influir en sus acciones apareciendo en sus sueños.
La sacerdotisa se tocó la marca del mordisco en el cuello, estremeciéndose al
sentir una respuesta sexual recorriendo su cuerpo con ese ligero toque.
Casi no dormía desde sus visitas nocturnas perturbadoramente eróticas de la
semana pasada, cuando él dejó su marca en ella... en su...
— Meruati, mi corazón —susurró él seductoramente, cuando le hizo el amor
en su sueño—. Vuelve a mí. Te necesito. Te quiero aquí a mi lado.
Ven a Petru...
¡Mentiras! ¡Todo era mentira!
Él no la quería, sólo la necesitaba. O más bien, necesitaba sus poderes
mágicos. El número de habitantes de Petru disminuía, y Nephtys era la única
sacerdotisa viva que conocía el hechizo de la inmortalidad humana. La seducción
de Ray era por puro interés personal, nada que ver con sentimientos de ternura
que tuviera por ella. Lo sabía.
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Nina Bruhns
Capítulo 8
— Vaya. ¿Esto es lo que tú llamas “campamento”? —preguntó Gemma,
fascinada.
Shahin miró desde donde estaban en lo alto de las dunas, al lugar que él
llamaba casa desde hacía más de trescientos años.
— ¿Por qué? ¿Cómo lo llamarías tú? —le preguntó, intentando verlo a través
de sus ojos, curioso por saber si su impresión era buena o mala.
El campamento estaba situado en un oasis del desierto, protegido por un
estrecho valle en medio de enormes dunas de arena, una mancha de hierba verde
y alta, elegantes palmeras, plantas con flores y pozas de cristalina agua azul. Una
docena de tiendas nómadas estaban esparcidas a lo largo de la hierba,
engalanadas con telas con patrones de rayas rojas y azules, borlas y banderines
ondulando. Cada tienda tenía un toldo que se extendía desde la entrada principal,
donde varios cojines estaban esparcidos en gruesas alfombras persas. Los
pórticos estaban dispuestos hacia el oeste, en dirección hacia la batalla diaria
entre la oscuridad y la luz, ganando siempre la noche.
— Parece algo salido de Las mil y una noches, de Richard Burton.
— ¿Eso significa que te gusta? —le preguntó, más por curiosidad que por
otra cosa. Las mujeres que había llevado allí no se impresionaron mucho.
Al menos no por el campamento. El asombro les llegó después.
— Es hermoso —declaró Gemma.
Shahin estuvo de acuerdo con ella, pensando que aun era más hermoso con
los colores reflejados por la noche inminente, rojo y naranja, como los dulces
pomelos de Nubia, contra el cielo azul cobalto.
Esa mujer había logrado sorprenderle otra vez.
Cuando su grupo entró en el oasis, fueron recibidos por varios hombres y
mujeres sonrientes que sostenían vasos de agua. Después de desmontar, Shahin
tomó dos vasos y le pasó uno a Gemma.
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Nina Bruhns
Gemma tomó otro sorbo, esta vez tragando más efusivamente. Echó un
vistazo a la silueta irregular de las tiendas y al valle del oeste, donde las dunas de
arena gigantes del oasis se extendían por todo el continente africano.
El anaranjado sol casi había desaparecido, consumido por la oscuridad de la
noche que se aproximaba. Sólo un poco de luz permanecía, cerniéndose como
una gota ardiente de mercurio en el horizonte.
— No planeas dejarme marchar por la mañana, ¿no?
Una vez más, no era una pregunta.
Todavía estaba hechizada, pero sólo por su atracción hacia él y no por su
secuestro. Aunque al parecer, eso no sería necesario, incluso a corto plazo. Le
alegraba saber que Gemma había aceptado su destino. Eso haría las cosas más
fáciles para ella.
— No. No lo he planeado.
El último vestigio de sol se escondió, vencido por la luna.
— ¿Por qué? —preguntó ella sin moverse—. ¿Por qué yo?
Shahin notó que Gemma no quería ni alabanzas, ni mentiras. No deseaba
que le dijera que era la mujer más bella del mundo y que no podía vivir un día
más sin tenerla. Ella quería la verdad. Lo extraño era que eso era la verdad. O
por lo menos parte. Si el día anterior Gemma no hubiera capturado
completamente su interés masculino en el templo, ahora estaría prisionera en
Khepesh, esperando la decisión del Sumo Sacerdote para ver que hacían con ella.
Que estuviera allí con él, era infinitamente mejor. Aquí, tendría la
oportunidad de aprender lo que era ser un inmortal al servicio de un dios y podía
decidir unirse al netjer voluntariamente. Porque si no lo hacía, sería despojada de
su voluntad y convertida eternamente en una shabti, sin ningún rastro de su
antiguo ser. Un purgatorio viviente.
El triste destino de su propia madre.
Shahin apartó de su mente el recuerdo de su familia y escondió su furia
instintiva debajo de la superficie, para evitar que la sed de venganza lo
consumiera.
— Es complicado —dijo bruscamente y se bebió el Martini de un solo trago,
rellenando otra vez las copas.
— En este momento no tengo nada mejor que hacer. Así que adelante. Dame
la versión completa —declaró Gemma secamente.
El jeque suspiró y silenciosamente pensó hasta donde contarle. No era un
cortesano del palacio dado a las intrigas.
Era un guerrero, para bien o para mal, noble y sincero. Entonces empezó a
contarle una versión sin suavizar.
— La verdad es que a quien quiero es a tu hermana. Tú sólo eres...
digamos... un daño colateral.
Gemma lo miró fijamente.
— ¿Cómo dices?
— Hablo del netjer del templo, por supuesto. No la quiero personalmente. Tú
eres la hermana a quien deseo, sin ninguna duda. Sólo a ti —El jeque le dedicó
una sonrisa, notando que su declaración no le hacía ningún efecto.
Gemma abrió la boca, pero la volvió a cerrar de nuevo, hasta que pudo decir.
— No te entiendo. ¿Por qué el culto, ese netjer como lo llamas, quiere a mi
hermana? ¿Y qué hermana?
Shahin se acomodó en los cojines, volviéndose hacia ella sombríamente.
— Al principio, era a Gillian a quien queríamos. Ella descubrió la entrada
oculta al Palacio de Khepesh, la sede de los inmortales de Set-Sutekh. Debes
entender que no había manera de que pudiéramos dejarla marchar con ese
conocimiento.
Gemma frunció el ceño.
— Gillian es historiadora y la contrataron para encontrar la tumba perdida de
un lord británico. Estaba buscándola el día que desapareció. Pero llamó por
teléfono y nos dijo que se encontró con un hombre y decidió quedarse con él
temporalmente.
Miró fijamente a Shahin.
— ¿Estás diciendo que eso no es verdad?
El jeque movió la cabeza.
—Sí, es cierto. Lord Kilpatrick fue quien la encontró. Él es... era... uno de los
nuestros.
Los ojos de Gemma se agrandaron y por un momento se quedó sin habla.
Entonces...
— Dios mío. ¿Lord Rhys Kilpatrick? ¡Gillian estaba buscando su tumba!
Pero él lleva muerto más de cien años y... —Se detuvo consternada.
— No creo que tenga que decirte que Kilpatrick está todavía muy vivo. Y
enamorado de tu hermana. Se escaparon juntos.
pechos pesados y una serie de escalofríos donde sus manos la tocaban. Está bien,
realmente era muy tentador. Pero el jeque Shahin también era un hombre
peligroso. Todo esto era peligroso e irreal. Tenía que advertir a Joss.
Gemma intentó empujarlo, convencida de que si no lo hacía estaría perdida.
— No estamos hablando de mí, ni tampoco de Gillian. Esto es sobre Josslyn.
¡Vampiro o no, nadie puede obligarle a casarse con un hombre al que no ame!
— No es mi decisión, kalila. Y por lo que vi, tu hermana es más que capaz de
cuidar de sí misma.
— Sí, pero...
— En este momento Seth está furioso, pero como te he dicho, no es un
monstruo. Estoy seguro de que la escuchará si ella se opone.
— ¿De verdad?
La tensión dio paso a una sonrisa perezosa que derritió sus huesos.
Observar el cambio en el comportamiento de su secuestrador le provocó un
cosquilleo en todo el cuerpo.
— Seth-Aziz es muy poderoso y un hombre encantador. Estoy seguro que la
convencerá de su... atractivo —Shahin hizo una pausa, para recorrer lentamente
con la mirada su cuerpo y la fue empujando suavemente dentro de la tienda—. Y
tal vez, dulzura, es el momento de convencerte del mío.
Gemma escuchó una alarma en su cabeza. Junto con una indeseable e
intensa excitación. Cielos. ¿Qué le pasaba?
— Shahin...
— Me gusta como dices mi nombre, kalila—murmuró, sujetando con la mano
las cortinas de la puerta.
Ella se esforzó para mantener la lucidez cuando se encontró envuelta por la
penumbra fresca de la tienda y por una espesa niebla de inconsciencia. El tierno
apelativo resonó en su corazón como una canción de amor. Kalila. Le gustaría que
dejara de llamarla así, derrumbaba su voluntad de seguir siendo fuerte.
— No soy tu cariño —declaró, empujando su pecho. Pero él se mantuvo
firme. Como una esfinge—. ¿Eres un vampiro, también? —le preguntó,
horrorizada ante la idea.
— No. Sólo Seth-Aziz lo es.
¡Gracias a Dios! Su corazón gritó de alivio... y algo más.
— ¿Preocupada?
— ¿Tú qué crees? —Gemma intentó que la soltara, pero fue inútil. Su cálido
aliento agitaba su cabello.
— ¿Por qué te resistes? Sabes que los dos deseamos esto.
Tal vez lo desease, físicamente, no lo podía negar, pero... si se entregaba a
él, ¿qué más estaría aceptando? ¿Un breve episodio de una fantasía... o la
participación en un culto mítico en el que ella no creía?
Se lamió los labios, buscando desesperadamente una manera de retrasar lo
que parecía cada vez más inevitable.
— Si que lo deseo, Shahin. Pero... estoy... cubierta de Martini, polvo y...
Gemma se calló de repente cuando observó la expresión irónica de Shahin.
— Ah, entiendo. El calor del desierto. Mi olor te ofende.
— No es eso, hueles maravillosamente. Es sólo que... —Ella descubrió que
había cometido un error táctico cuando la perezosa sonrisa volvió a aparecer.
¡Maldita sea!
— ¿Qué clase de caballero sería si no ofrezco a mi dama un baño relajante
después de estar cabalgando duramente todo el día? — No añadió; Y antes de
disfrutar de una cabalgada diferente. Aunque esa idease veía claramente en sus
ojos oscuros.
Gemma retiró de su cuerpo la camisa empapada, fingiendo no entender lo
que había dicho.
— Eso sería... hum... muy agradable.
— Excelente. Ven conmigo.
Si ella esperaba que llamase a un montón de sirvientes para buscar una tina
y llenarla con agua caliente, dándole una hora más o menos para pensar en sus
opciones, estaba muy equivocada.
Shahin besó sus nudillos y sujetando su mano, la llevó a otra puerta con
cortinas en la parte trasera de la tienda.
— Aquí estamos.
Gemma retuvo la respiración. Estaban en una tienda más pequeña, anexa a
la principal. Pero esta habitación tenía el suelo de baldosas en vez de alfombras y
tenía una bañera de piedra, como en los baños romanos, alimentada por un
manantial termal que burbujeaba y caía en cascada sobre ella. Una ligera neblina
de vapor, dulcemente perfumada, se elevaba tentadoramente del agua,
enrollándose en las largas telas brillantes y transparentes que decoraban las
paredes internas de la tienda. Todo el lugar tenía un aire de misterio sensual.
Capítulo 9
Un intenso calor recorrió a Gemma desde la cabeza a los pies. Es mío, pensó
estúpidamente. Todo mío.
— ¿Eres tímida? —le preguntó Shahin acercándose cuando ella no se movió—
. ¿Quieres que te desnude yo?
— N...no. Quiero decir sí —balbuceó, cerrando los ojos, totalmente aturdida
y avergonzada—. Es decir...
— Shh. De acuerdo. Te desnudaré.
Gemma se quedó quieta, indefensa. Su sangre corrió más rápido, temblando
de deseo. Shahin le desabrochó la camisa, quitándosela, e inclinándose hacia
adelante, rozó su nariz contra su sien en un gesto increíblemente sensual. No era
del todo posesivo, pero era muy parecido.
La camisa cayó al suelo. Los labios de Shahin se movían por su garganta,
recorriéndole la clavícula y el hombro, dejando chispas insoportables de
excitación por el camino.
Soltándole el sujetador, lo tiró a un lado. Mientras estaba en el aire, hizo un
movimiento con los dedos y lo desintegró con una pequeña explosión de llamas y
humo. Enseguida sus manos estuvieron sobre sus pechos desnudos.
Gemma jadeó cuando sus manos ahuecaron sus senos, sopesándolos y
moviendo lentamente los pulgares sobre los pezones, como cuando estuvieron en
el camello. Un deseo insoportable se apoderó de ella.
Shahin la provocó y acarició hasta que pensó que se volvería loca. No podría
aguantar mucho tiempo más.
— Por favor —le rogó.
— Lo sé —murmuró, desabrochando sus pantalones y bajándoselos por las
caderas—. Te hechicé.
Su cabeza estaba demasiado aturdida por sus caricias, como para entender
realmente lo que estaba diciendo.
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Nina Bruhns
— No —gruñó y rodeó sus caderas, empujándola hacia abajo, pero sin llegar
a unirse—. Todavía no.
Gemma sollozó de frustración.
— ¿Por qué? ¿Vas a volver a hechizarme?
— Este hechizo te gustará.
Shahin agarró suavemente su cabello con la mano y la besó de nuevo,
profundamente.
— ¡Oh! —gimió Gemma ante la inesperada explosión de sensaciones entre
sus muslos. Sentía como si la de boca Shahin estuviera allí.
Exactamente donde lo deseaba. Cuando se apoderó de su boca otra vez, casi
explotó.
— ¿Te gusta? —preguntó el jeque en voz baja y áspera.
— Mmm —Eso fue todo lo que pudo decir. ¿Cómo ha hecho eso?
Shahin volvió a invadir su boca con la lengua, mientras la respiración de
Gemma se quedaba atascada en la garganta.
Su centro irrumpió en llamaradas de placer, mientras su cuerpo se rendía en
sus brazos.
— Sí —gimió ella—. Oh, sí.
Él continuó haciéndola estremecer y arquearse por el intenso placer,
excitándola más y más, hasta que ella gritó y se desplomó en sus brazos,
sintiendo el clímax más intenso que jamás había experimentado. A medida que su
cuerpo temblaba y se sacudía por la fuerza del orgasmo, la tierra literalmente se
movió. El agua salpicó fuera de la bañera en oleadas. Algunas velas se volcaron y
apagaron. Las cortinas de gasa transparente ondeaban violentamente. Shahin
rodó hasta que ella estuvo reclinada en el agua, debajo de él.
— Ohhh —jadeó Gemma cuando él rozó su boca y la miró con los ojos
brillantes—. Eso ha sido... increíble.
— Apenas hemos comenzado kalila —susurró con voz ronca.
Gemma no creía que pudiera moverse, así que se echó un poco más hacia
atrás y disfrutó mientras él lavaba su cabello y su cuerpo.
— Tienes unas manos maravillosas —dijo, cerrando los ojos. Podría
acostumbrarse a esto.
— Y tú tienes un hermoso cuerpo —respondió el jeque, acariciándola
íntimamente.
Ella sonrió y abrió las piernas para él.
— ¿Eres virgen?
Sorprendida, Gemma abrió los ojos. Shahin no la miraba.
— Hum, no.
De repente se escuchó un estruendo y las velas parpadearon. Ella se agarró
al borde de la bañera, mirando a su alrededor.
— ¿Qué es eso? ¿Un terremoto?
— Sí —contestó él secamente—. Los terremotos son mi elemento. A veces
sucede cuando estoy excitado. Pero más a menudo, cuando me provocan.
No estaba segura qué pensar sobre su confesión, por eso le preguntó por lo
que más la inquietaba.
— ¿Estás enfadado porque no soy virgen?
Shahin sacudió ligeramente la cabeza.
— No, no estoy enfadado. Tal vez decepcionado.
Esa declaración fue como un jarro de agua fría.
— Shahin, no puedes tener las dos cosas. Si fuera virgen, no estaría aquí
contigo. Estaría a salvo en casa, esperando un anillo de compromiso.
— Ah, claro que estarías aquí —replicó con un gruñido masculino que la hizo
temblar, mientras inclinaba la cabeza para enjuagarse el cabello en la cascada de
agua. Tan malditamente seguro de sí mismo, a Gemma le entraron ganas de
estrangular a ese hombre.
Así no era exactamente cómo tenía que suceder su fantasía.
Levantándose, salió de la bañera, mirando alrededor para buscar una toalla.
El agua se agitó cuando él se puso en pie como un dios vengador. En menos
de un segundo, la agarró con firmeza.
— ¿Dónde crees que vas?
A pesar de lo absurdo de la situación, un pinchazo de dolor atravesó el pecho
de Gemma. Levantó la barbilla.
— No quiero ser una decepción para ti, Shahin.
— No seas ridícula —dijo saliendo de la bañera, goteando agua de los
riachuelos plateados que escurrían de su musculoso cuerpo—. Por supuesto que
no lo eres.
Detrás de ella, un jarrón cayó al suelo sobresaltándola. Lo miró fijamente.
— ¿Por qué será que no te creo? —declaró, frunciendo ligeramente la boca.
Capítulo 10
Shahin se sentía completamente cautivado. Gemma era una amante
inspiradora. Recordándolo, miró el sensual desorden de la cama donde ella
descansaba con su pálido y bien formado cuerpo, contrastando con las sábanas
de seda negras, mientras su cabello se extendía en la almohada como una nube
pelirroja a su alrededor ocultando la mitad de su rostro.
Gemma le había sorprendido agradablemente.
Muy pocas veces las mujeres retenían su interés por más de una hora o dos.
¿De cuántas maneras podía unirse con una mujer sin que se convirtiera todo en
algo sin sentido, en un vacío físico, es decir, en un aburrimiento? Pero con
Gemma había estado despierto toda la noche. Ella era abierta, traviesa, curiosa,
seductora y tan condenadamente confiada, que realmente llegó a pensar que su
hechizo de pasión seguía activo y cuando Gemma se durmió unos minutos, repitió
el hechizo y lo volvió a invertir de nuevo. Pero cuando ella abrió los ojos, lo miró
con la misma mirada nublada, una mirada romántica.
Le gustaría sacudirla hasta que le castañeteasen los dientes para que dejara
de ser tan ingenua. Shahin no confiaba en ella, y ciertamente Gemma no debería
confiar en él.
Shahin tenía intenciones de utilizarla y rechazarla después, algo que hacía
invariablemente con todas las mujeres. Los sentimientos tiernos no entraban en
sus planes. No con ella. Ni con ninguna mujer. Eso era imposible después de la
lección que había aprendido en manos de una pérfida mujer. Gemma tendría que
guardarse esos sentimientos y no desperdiciarlos con un hombre que no tenía
ningún interés en esas cosas.
Sin embargo, ella había sido un soplo de aire fresco en su cama,
completamente impredecible. Para él, las mujeres se clasificaban en dos
categorías; las que estaban horrorizadas con sus poderes y las codiciosas que
calculaban lo que su poder podía proporcionarles.
Pero Gemma parecía decidida a olvidar que él era el jeque Shahin, un
inmortal, y simplemente había hecho el amor con Shahin, el hombre.
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Nina Bruhns
— Puedo ver por tu expresión que tienes algo que informar —Seth se sentó
cómodamente en un sofá con el vaso en la rodilla.
Shahin se fijó en un brasero de cobre que ardía en una esquina de la
habitación y se quedó mirando las llamas.
— Haru-Re sigue colocando a sus guardias a lo largo de nuestra frontera.
Nuestros espías están convencidos que está preparándose para atacarnos.
— No es algo inesperado—comentó Seth, echando un trago—. La semana
pasada, nos advirtió que si no estábamos de acuerdo en compartir a Nephtys con
Petru, nos declararía la guerra.
—Y sin embargo, no hicimos nada —dijo Shahin con frustración—. No tengo
un buen presentimiento sobre esto. ¡Debemos responder a sus amenazas!
— ¿Y qué quieres que haga? —preguntó Seth tranquilamente—. No tenemos
suficientes guerreros para derrotarlo en una batalla. Nosotros lo sabemos y él
también. Tengo que recurrir a otros métodos para acabar con sus amenazas.
Shahin suspiró.
— Estás refiriéndote a Kilpatrick —El plan del semidiós consistía en utilizar a
su antiguo administrador como una especie de caballo de Troya, un plan que
inexplicablemente no le contó ni a su capitán, ni incluso a su propio
administrador, y que había sido una gran manzana de discordia entre ellos desde
que Kilpatrick y su amante desertaron a Petru la semana anterior—. No puedo
creer que dejaras el destino de Khepesh en manos de...
— No —Le interrumpió Seth—. Tengo esperanzas puestas en Rhys, creo que
nos ayudará en nuestra causa contra Haru-Re, pero no dependo de él.
— ¿De quién entonces?
Seth sonrió.
— De una estrategia superior.
Shahin levantó una ceja, terminó su té y dejó a un lado el vaso.
El Sumo Sacerdote se encogió de hombros.
— Suena mejor que una oración fervorosa y mucha suerte —aclaró Seth
filosóficamente.
Esa actitud no presagiaba nada bueno.
— No puedes abandonar la causa, mi señor. Todos dependemos de tu fuerza
y sabiduría para superar esta crisis.
— No tengo intenciones de abandonar nada. Pero... Estoy cansado —dijo
suspirando.
—Un día —dijo Nephtys sabiamente—, tendrás que poner fin a tu necesidad
de castigar a todas las mujeres por el mal comportamiento de una, jeque
Shahin.
— No hasta que mi enemigo pague esa deuda con su vida—declaró con
énfasis. No le gustaba recordar la razón de su postura defensiva hacia las
mujeres.
Ella agitó su té, mientras lo consideraba.
— Estás muy seguro sobre el camino que quieres seguir, ¿no es así,
Shahin? ¿No has considerado que una mujer pueda unirse a ese camino? ¿Tu
alma gemela?
A Shahin tampoco le gustaba que sus creencias espirituales se usaran en su
contra.
Aunque la sacerdotisa sabía muy bien que él no creía en compañeras.
— No, no lo he pensado —contestó. Pero de repente se preguntó si Nephtys
no habría tenido una visión al respecto. No lo creía. Aceptaba que su don era real,
pero era como un padre que se negaba a especular sobre el sexo de su futuro
bebé. Shahin no quería saber nada sobre el futuro. El destino ya estaba escrito,
decidido mucho antes de su nacimiento, y no había nada que pudiera hacer más
que seguir sus convicciones y aceptar lo que ocurriese con honor. Saber algo
más, sólo complicaba las cosas. Sólo bastaba con mirar a Seth, que saltaba a
cualquier indicación para cumplir la profecía de su consorte.
Pero lejos de condenar la posición de Shahin hacia las mujeres, Nephtys
sabía el por qué y lo entendía. Tal vez mejor que él. Ella también había sufrido
una cruel traición que le hizo evitar a los hombres y el amor todos estos milenios.
Rogaba a Osiris que pudiera ser capaz de conseguir su propia venganza. Odiaría
pensar que matar a Haru-Re le haría daño a ella.
Aunque los dioses sabían que no se detendría.
Con un movimiento inesperado, ella se acercó y le dio un cálido beso en la
mejilla, acompañado de un profundo suspiro.
— Sinceramente, envidio tu convicción, Shahin, y espero que el universo te
conceda el camino que deseas seguir.
Pero algo en su voz hizo que Shahin percibiera que ella no creía que todo
saliera como él esperaba. ¿Sabría algo que él ignoraba? Su corazón se calmó y
pensó de repente en la mujer que le esperaba en su cama. ¿Estaba de alguna
manera ligada a su destino?
No. Se negaba a creerlo. Gemma era sólo una aventura, eso era todo. Un
placer temporal. Una recompensa de Set-Sutekh por todo su duro trabajo.
Capítulo 11
Gemma se despertó sola.
El otro lado de la cama estaba vacío. La tienda estaba tan silenciosa que se
podía oír el sonido fantasmal de la arena golpeando las paredes exteriores,
cuando el viento previo al amanecer revolvía el desierto. El lugar estaba a
oscuras.
Tan oscuro que no podía ver sus dedos cuando los movió frente a ella.
— ¿Shahin? —llamó suavemente.
Sólo silencio.
Intentó acordarse del interior de la tienda, de cómo estaban colocados los
muebles y otros obstáculos. Y de la posición de la puerta. Saliendo de la cama,
avanzó lentamente con las manos extendidas, golpeándoselas piernas sólo tres o
cuatro veces, antes de encontrar la tela de la pared. Buscando a tientas, encontró
la puerta y retiró a un lado la pesada cortina, saliendo al exterior.
El aire frío de la madrugada golpeó su rostro. La luz de las estrellas ya se
estaba desvaneciendo, pero aún iluminaba el oasis haciendo oscilar las siluetas y
las sombras. Las brasas rojas de las hogueras brillaban todavía, pero nadie
estaba sentado alrededor contando historias o charlando.
Todo el campamento estaba en silencio, parecía que todo el mundo se había
retirado a descansar.
Gemma abrió la boca de nuevo para llamar a Shahin, pero algo impidió que
lo hiciera. Cerrando la boca, escuchó con atención. No había nadie.
Era la oportunidad perfecta para observar el campamento.
O escapar.
Volvió a entrar a la oscuridad de la tienda y encontró una vela, corriendo
hacia la hoguera para encenderla. Una vez de vuelta en la tienda, encendió
varias velas para poder ver. Sólo por si acaso Shahin la espiaba desde algún
rincón, observándola. Probándola.
Pero estaba realmente sola.
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Nina Bruhns
oasis desaparecería en las arenas del olvido y en la noche de los tiempos. Como
etnógrafa, no podía imaginarse desperdiciando esta oportunidad única.
Y también estaba Shahin. Quería quedarse con él desesperadamente.
Explorar y experimentar más a fondo esos increíbles sentimientos que le
inspiraba.
Sabía que era peligroso permanecer allí. Lo más peligroso que había hecho
en su vida. Pero no podía marcharse. Todavía no.
Abriendo los ojos, dejó escapar un largo suspiro. Pero había una cosa que
aun debía hacer. Urgentemente. Antes de que Shahin regresara.
Tenía que advertir a Josslyn del peligro que corría.
Gemma se levantó y fue hacia el antiguo escritorio. Sentándose contra la
pared de la tienda, encontró una hoja y una pluma, y escribió una nota urgente a
Joss.
Querida Joss,
Por favor, no te preocupes. Estoy bien ya salvo. Pero tienes que escucharme,
Joss. Recoge tus cosas ahora mismo y abandona el pueblo inmediatamente. Los
beduinos de las ruinas del templo van a ir a buscarte para secuestrarte. ¡No
deben encontrarte! Déjame una pista de dónde te encuentras y me reuniré
contigo tan pronto como sea posible. Tengo noticias de Gillian, pero ahora debo
darme prisa.
¡Vete! ¡Ahora!
¡Y cuidado con el vampiro! No confíes en él.
Amor y abrazos hasta que te vea de nuevo.
Gemma
deteniéndose cada vez que oía voces, hasta que pudo identificar de dónde venían
y evitarlas.
Encontró a su yegua a poca distancia del oasis, junto a un pequeño
estanque. Su joven cuidador dormía al lado de la valla, envuelto en una manta
colorida y roncando ligeramente.
Se acercó con cuidado. Un relincho suave de Bint la saludó y a Gemma se le
aceleró el corazón, rezando para que el niño no se despertara.
— Shh —susurró, pasando la mano por la melena de la yegua.
El muchacho murmuró y se removió en la manta. Gemma contuvo el aliento,
su corazón estaba saltando. Pero él no abrió los ojos.
Gracias a Dios.
La noche era fría, pero el sudor le corría por la frente cuando ató firmemente
al cuello de Bint la bolsa del camello con la nota y abrió la puerta del cercado
lentamente, centímetro a centímetro. El cielo ya estaba empezando a brillar con
tonos rosas sobre las cimas de las dunas. Gemma dirigió a la yegua más allá del
límite del campamento, hacia el lado que daba al valle del Nilo. La yegua
encontraría la casa, si no por instinto, por el olor del río. Y con suerte, antes de
ser descubierta.
Le dio a Bint un beso en el hocico y una palmada para instarla a galopar,
rezando para que su mensajera encontrara el camino a casa.
Después de eliminar cuidadosamente las huellas de las pezuñas en la arena,
se dirigió rápidamente a la tienda de Shahin, desnudándose y metiéndose de
nuevo en la cama. Pidiéndole a Dios que el jeque fuese sólo un cambiaformas y
no un lector de mentes también.
— ¿Josslyn?
Shahin notó la preocupación en su voz, pero no quería hablar de su
hermana. Eso sólo conseguiría que discutieran.
— No. Soy el capitán de la guardia de Khepesh. Estamos ante una inminente
guerra y no se puede hacer mucho por evitarla.
— ¿Guerra? —Gemma se sentó, cubriéndose los pechos con la sábana.
A él no le gustaba eso. Deseaba verla.
Su cuerpo temblaba mientras caminaba hacia ella, desnudándose por el
camino.
— Con Haru-Re, el Sumo Sacerdote de Re-Horakhti, el Dios del Sol. Y con
sus seguidores —le explicó, metiéndose en la cama y poniéndola encima de él.
— Pero eso es terrible —exclamó preocupada. No se resistió a esa postura,
pero tampoco abandonó la conversación—. ¿Por qué estáis en guerra?
— Es una batalla que dura desde hace mucho tiempo. Olvídalo. Tenemos
cosas mucho más agradables que hacer que hablar de la guerra—dijo Shahin con
impaciencia, acariciándole el pelo y acercando su boca a la de ella.
Tras dudar unos segundos, el jeque sintió que su tensión disminuía
— ¿Por ejemplo? —preguntó Gemma con timidez.
Sosteniendo su miembro, la animó a que se pusiera a horcajadas y lo
montara. Era raro dejar que una mujer lo dominara, pero por alguna razón con
Gemma se sentía diferente.
— Esto —contestó él y susurró una orden en su boca. Clara. Inequívoca.
Contundente.
Gemma se estremeció y gimió su nombre en voz baja. El corazón le latía
acelerado.
La emoción contenida sonaba genuina y honesta. Pero no lo era. No podía
ser.
Él tomó el control mientras se empujaba hacia arriba, escuchando el gemido
de Gemma.
Fue el primero de muchos.
Cuando terminaron, los dos estaban resbaladizos y jadeando por el esfuerzo.
Gemma se desmoronó sobre su pecho.
— Si sigues haciendo esto, quedarme aquí no será un problema. Y además
será imposible que consigas que me vaya —susurró medio gimiendo, medio
suspirando.
Shahin sonrió.
— Bien—Y rodeándola con sus brazos, se dispuso a dormir un poco antes de
emprender sus deberes—. Me alegro que estemos de acuerdo.
Pero no consiguió dormir. Una llamada fuerte e insistente sonaba en la
puerta. La alarma pasó por su mente cuando salió de la cama, agarrando los
pantalones. Nadie le molestaría por la mañana, a menos que fuera un asunto
urgente.
— ¿Qué ocurre? —gritó, empujando a un lado la cortina de la tienda y
sorprendiéndose al ver a Hasim, saltando de un pie a otro.
— ¡Mi señor! ¡Se ha escapado! —El muchacho estaba llorando.
Shahin frunció el ceño. Sabía que Gemma no había huido.
— ¿Quién?
— La yegua de la dama—dijo finalmente Hasim, la explicación salió de su
boca como una tormenta de arena—. ¡No está en ninguna parte! ¡Todo es por mi
culpa! ¡Lo siento, mi señor! Debe haberse soltado por la noche. Le juro que no
quería dormirme.
Shahin levantó la mano y el torrente verbal cesó de repente.
— ¿Has buscado a la yegua?
— ¡Sí! ¡En todas partes, señor!
Eso no era nada bueno.
— ¿Has visto sus huellas?
— Si, van hacia el este.
A la casa de alquiler de las hermanas. Shahin soltó una maldición.
— Llama a los hombres. Tenemos que atrapar al animal antes de que llegue
hasta Josslyn Haliday.
El muchacho salió corriendo y Shahin volvió a la tienda, agitando una mano
para encender dos velas. Veía fácilmente en la oscuridad, pero quería que
Gemma pudiera verlo cuando la interrogara.
Pero estaba tan tentadoramente desaliñada, tan somnolienta y feliz, desnuda
en el centro de su cama, que no quiso romper la armonía entre ellos con sus
acusaciones. Tal vez estuviera equivocado y ella no tenía nada que ver con eso.
— ¿Vas a salir de nuevo? —Le preguntó medio dormida cuando empezó a
vestirse.
— Sí. Vuelve a dormirte —dijo besándola.
Capítulo 12
Nephtys no se sorprendió cuando Shahin regresó furioso a Khepesh, varias
horas después de informar sobre la fuga de Josslyn Haliday antes de que hubiera
podido capturarla. Él era un remolino de rabia, culpando a la hermana que tenía
en su campamento. Al parecer, ella había encontrado una manera de advertir a
Josslyn sobre lo que iba a suceder.
Una cosa se podía decir de las hermanas Haliday; no eran estúpidas.
Ni se inclinaban y aceptaban pasivamente su destino si no estaban de
acuerdo con él. Nephtys las admiraba por su coraje.
A pesar de ser completamente inútil.
Ya que después de todo, estaban indefensas para luchar contra el destino
que se les había asignado a las tres. La única pregunta era; ¿cuál sería su destino
final? Deseaba tener una visión que dejara claro cuál de las hermanas pertenecía
a Seth-Aziz. Las decisiones que se tomarían entonces serían más fáciles.
Ahora Seth y Shahin la miraban fijamente, como si tuviera todas las
respuestas.
— Tienes que encontrar a Josslyn —Le dijo Nephtys a Shahin. No era una
opción dejar que la última hermana corriera libre por ahí, sobre todo con su
temperamento—. No podemos correr ningún riesgo. Nuestra situación es muy
precaria en este momento. Tenemos que darnos prisa antes de que Haru-Re la
descubra.
Seth caminó lentamente de un lado a otro, siguiendo la línea de las columnas
de la sala de audiencias. Estaba visiblemente cansado, la piel traslúcida, su
poderoso cuerpo fatigado. Necesitaba sangre inmediatamente.
— ¿Dónde puede haber ido? —preguntó Seth—. ¿Intentará irse de Egipto?
— Lo dudo —contestó el capitán de la guardia—. Me aseguraron que no
dejaría a sus hermanas atrás, especialmente si piensa que están en peligro.
Nephtys respetaba la lealtad a la familia, pero eso no iba a hacer más fácil el
trabajo de Shahin.
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— Tienes que usar todos tus poderes con Gemma y descubrir dónde ha ido
Josslyn—Le aconsejó la sacerdotisa.
Shahin la fulminó con la mirada.
— Si Gemma lo sabe, puedes estar segura de que me lo va a decir.
— Entonces, márchate —ordenó Seth—. Y avisa cuando sepas algo.
— Lo haré —Le aseguró Shahin y miró a Nephtys—. Sería muy útil que
tuvieses una visión que ayude a localizar a esa mujer.
Ella asintió con la cabeza y mintió.
— Lo intentaré.
No se arriesgaría a buscar una visión si había alguna posibilidad de que Ray
apareciera de nuevo. Algo que seguro sucedería. Ese hombre era perversamente
implacable.
Pero el jeque no sabía eso. Con una elegante reverencia a su hermano, salió
de la sala, serio y decidido. Nephtys sentía lástima por su cautiva. Cualquiera que
fuera el éxtasis que Gemma Haliday había experimentado en su cama, iba a ser
destruido por la ira de su amante.
Evidentemente, esa mujer no sabía que lo peor que había podido hacer era
traicionar la confianza del jeque, y ahora ella iba a sufrir las consecuencias.
— ¿Quieres decirme algo? —preguntó Seth tranquilamente, atrayendo la
atención de Nephtys.
Ella parpadeó y suspiró suavemente, su mente corría a gran velocidad
intentando descubrir a qué se refería.
— ¿Sobre qué? —preguntó, luchando por mantener la compostura.
No quería que su hermano supiera lo de sus sueños y visiones. Pero incluso
en su estado tan débil, su intuición era todavía aguda y muy fuerte... y
sospechaba algo. Debería de haber sabido que terminaría descubriéndola.
Seth cerró los ojos, como si así pudiera conservar mejor sus fuerzas.
— Lo has estado viendo, ¿no? —No era una pregunta, sino una acusación.
No obstante, ella fingió inocencia.
— ¿A quién?
— ¡Sabes muy bien a quien me refiero! —ladró Seth furioso. Abriendo los
ojos, la miró con un brillo que la atravesó. El lugar se cargó con su poder
oscuro—. Diría que fue una visión, pero es más que eso. Lo has visto físicamente.
Has estado con él. ¿Verdad?
La boca de Nephtys se abrió por la sorpresa.
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— ¿Cómo lo...?
Seth se volvió, su mirada furiosa la golpeó mientras su dedo señalaba en el
aire para enfatizar cada punto. Nephtys sintió el aura de cada golpe en su pecho.
— Has estado cubriéndote el cuello con pañuelos y collares desde la semana
pasada. Apestas a magia de vampiro, y además has mentido a Shahin sobre la
búsqueda de una visión.
Avanzó hacia ella, sus cansados ojos se estrecharon hasta convertirse en
rendijas.
— ¿No tengo ya suficientes problemas como para tener que lidiar con mi
propia hermana, confraternizando con el enemigo a mis espaldas?
Seth rara vez levantaba la voz, pero gritó las últimas palabras.
Nephtys se mantuvo firme, aunque no era fácil tratar con un semidiós
enfurecido.
Ray no era el único que podía aplastarla como a un escarabajo. En su estado
actual, Seth podía hacerlo accidentalmente... o a propósito.
La sacerdotisa levantó las manos en actitud de súplica.
— Hadu, esto es exactamente por qué no te lo dije. Con todo lo que está
sucediendo, quería enfrentarme a esa desagradable intromisión por mi cuenta.
El Sumo Sacerdote hizo un visible esfuerzo para calmarse.
— ¿Y cómo lo llevas? —estalló, como si la respuesta no fuera obvia.
— No muy bien —admitió ella sabiendo que la verdad era la única opción
viable en este momento—. Ray ha encontrado una manera de aparecer
físicamente en mis sueños.
Seth parecía aturdido, pero se recuperó enseguida.
— ¿Puede aparecer? ¿Aquí? ¿En Khepesh?
Nephtys asintió tristemente.
— Dice que puede hacerlo usando un antiguo hechizo que estaba perdido y
que encontró en su biblioteca.
El rostro de Seth se endureció.
— Es difícil creer que un hechizo pueda perderse.
— Estoy de acuerdo —Nephtys suspiró y se alejó unos pasos. No podía
pensar en medio del furioso campo de energía que todavía salía de él a oleadas—.
Aunque supongo que es posible que sea uno de los secretos mejor guardados de
un netjer. Ray lo ha encontrado después de muchos años. Él es como tú, siempre
Sabía mejor que nadie que no podía tocar esas marcas. Ni siquiera respirar
encima de ellas.
Lentamente, le preguntó.
— ¿Hay más?
Nephtys bajó la mirada.
— Sí.
Su hermano no le preguntó dónde.
— Entonces, tuvo sexo contigo.
El rostro de Nephtys ardió.
— Sí —Esa era la palabra para lo que pasó. Ray no era un hombre que hacía
el amor.
— ¡Ese hijo bastardo de un chacal! —gritó Seth—. Sería conveniente que
alguien se quede contigo vigilando mientras tú duermes.
— No creo. No sé cómo explicarlo. Él no está ahí conmigo... en el lugar
donde duermo. Es como si estuviese en mi cabeza, excepto... —se tocó el
mordisco—...que nuestros cuerpos son reales. Esto es real.
Seth no se alteraba demasiado a menudo, pero ahora mostraba una sombra
de preocupación en su cara.
— Es un hechizo muy poderoso. Por suerte, sólo funciona en aquellos que
tienen una conexión emocional. De lo contrario, seguramente habría llegado a
mis sueños y tratado de matarme.
Nephtys se quedó sin aliento. No había pensado en eso. Entonces frunció el
ceño.
— ¿Un hechizo de amor? ¿Tú crees? —Aunque no estaba tan segura de la
parte emocional.
Pero si eso fuera cierto, podría reducir la fuente potencial del hechizo.
No todos los dioses podían utilizar las emociones en su magia.
Seth la liberó y se sentó en el trono más alto, tamborileando los dedos
pensativamente.
— Un hechizo de amor tiene sentido y responde a la pregunta de por qué no
ha invadido mis sueños. No me gusta eso. No me gusta el poder que tiene sobre
ti.
— ¿Y crees que a mí me gusta? No he dormido más que un par de horas
desde la semana pasada. ¡Estoy desesperada por poner fin a esta tortura!
Capítulo 13
Gemma estaba esforzándose para no sentirse aterrorizada. Nunca antes
había visto a Shahin tan enfadado. Por fin había controlado los terremotos, pero
su energía mística se arremolinaba a su alrededor, tan espesa y pesada que casi
se podía tocar.
Pero sabía que no le haría daño. No podría. No después de la noche que
habían pasado juntos, se negaba a creerle.
Incluso aunque su mente le gritaba que se fuera corriendo. ¡Huye! Se acercó
lentamente, hasta que estuvo frente a él.
Shahin negaba que sintiera algo por ella, pero Gemma lo intuía. Sabía
exactamente los sentimientos que él tenía.
El jeque estrechó los ojos hasta convertirlos en rendijas negras. Pero la
confianza no estaba entre esos sentimientos.
¿Por qué?
Ahora parecía una persona completamente diferente a la noche anterior. Una
que ella no conocía. Se preguntó qué le había sucedido en el pasado para que
fuera un hombre tan duro y frío exteriormente. Gemma sabía muy bien que él no
era así en su interior. La pasada noche le había dado suficientes pruebas.
— Shahin —susurró, esforzándose para sonar más tranquila de lo que se
sentía—. No quieres hacer eso.
— Pero lo haré —respondió, acercándose.
Con el toque de sus manos, su energía mágica subió por sus brazos como un
baño caliente. Derritiéndola, envolviendo todo su cuerpo, tomando el control de
ella y dejándola indefensa. Gemma se estremeció. Le encantaba cómo se sentía...
aunque sabía que no debía sucumbir a su hechizo. Tal demostración de dominio,
de poder sobrenatural, debería asustarla. Pero se sentía... bien.
Gemma no pudo evitarlo, le rodeó con los brazos.
Shahin se puso rígido.
— ¿Y así me vas a torturar? —preguntó ella seductoramente.
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— Por favor, Shahin —susurró. Sin saber que deseaba realmente de él, no
como guardián de un netjer, ni como amante, sino como alguien a quien
necesitaba para sentirse completa—. Sinceramente, no sé dónde está Josslyn.
Si la creyó, no le dio ninguna pista. A primera vista, sus ojos negros
rodeados de anillos dorados, brillaron como rayos.
— Haré un trato contigo —dijo, con su voz profunda vibrando con algo que
ella no se atrevía a adivinar.
Hablando del diablo...
— ¿Qué tipo de trato? —preguntó, lamiéndose los labios para saborear el
gusto de él en su boca. Una debilidad.
— Ven conmigo a Khepesh. Conoce al hombre que desea a tu hermana. Y
descubre por ti misma si merece la pena.
Había esperado muchas cosas, pero no ese trato.
— ¿Quieres llevarme al palacio? —No sabía si sentirse excitada o asustada.
— Al netjer, sí. Para que conozcas a Seth-Aziz y veas cómo vivimos. Observa
todo y decide si tu hermana puede ser feliz allí.
— Eso no lo puedo decidir yo —Se resistió ella intentando apartarse, pero él
no la soltó—. ¿Qué pasa si él no me gusta? ¿Qué sucederá entonces?
— Gillian pensó que Seth-Aziz era un buen hombre. Le gustaba y lo
respetaba.
— Y sin embargo, se escapó con otro. Lo traicionó antes de casarse con él.
Los rayos en los ojos de Shahin aumentaron.
— Eso fue por causa de Kilpatrick, no de Seth-Aziz, ni de lo que es.
Un escalofrío le recorrió la espalda ante la idea de casarse con un vampiro...
un vampiro que se alimentaba de la sangre de las venas... tener sexo con un
vampiro. Esta no era una ridícula película de adolescentes, donde todo era
perfecto como en Hollywood, y donde nadie resultaba herido, ni las cosas se
ponían nunca feas.
Esto era la realidad, sangrienta y sucia.
— ¿Estás seguro de eso? —Le preguntó, no del todo convencida.
El jeque la miró, soltándola. Dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta.
— No te voy a obligar, Gemma. Tienes que ir a Khepesh voluntariamente.
Su poder se agitaba como algo vivo a su alrededor. Estaba convencida que
podía obligarla fácilmente a hacer cualquier cosa que él desease. Así que, ¿por
qué no lo hacía?
Traducido por ML para AEBks
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Shahin levantó la cortina y la sujetó, diciéndole en silencio que fuera con él.
¿Realmente tengo otra opción?
Además, quería conocer al hombre responsable de haberlas empujado a las
tres por este fatídico camino de otro mundo.
O puede que no. Pero en ese caso, ya decidiría qué hacer.
Siguió a Shahin fuera de la tienda y observó nerviosamente mientras él
enviaba a Hasim para avisar a sus hombres, entonces hizo un pequeño
movimiento con los dedos en el aire y murmuró un hechizo.
Grandes formas comenzaron a materializarse de una repentina nube de
niebla frente a ellos. Los camellos fantasmas. Una de las apariciones trotó hacia
Shahin y se arrodilló. El jeque le hizo un gesto a Gemma para que se acercara.
Con desconfianza, ella se aproximó. Shahin la cogió en brazos y la montó
fácilmente delante de él en la enorme bestia. Con un coro de gritos masculinos y
silbidos, sus hombres también montaron y se unieron a él.
Como un solo ser, la tropa de guerreros emprendió la marcha, trotando hacia
las dunas y galopando a través de las arenas del desierto. En dirección hacia...
sólo Dios lo sabía.
Shahin la apretó con fuerza contra su pecho, envolviéndola en su bisht, como
un escudo contra el viento y el sol ardiente.
Fue sólo entonces cuando Gemma tuvo la oportunidad de pensar realmente
en lo que estaba haciendo. Y también fue cuando el miedo comenzó a extenderse
en su interior.
El jeque Shahin, el legendario heraldo de la muerte, la estaba llevando a
Khepesh, al netjer de Set-Sutekh, el Dios de la Oscuridad y del Caos, la morada
de sus seguidores inmortales, para conocer a Seth-Aziz, el semidiós vampiro.
Pero Shahin no había mencionado nada acerca de su salida de allí. ¿Y si el
culto tenía otros planes para ella? ¿Y si una vez dentro de su guarida, no la
dejaban marcharse?
Le había asegurado que sólo compartiría su cama por un corto tiempo.
¿Qué pasaría después de que él se cansase de ella?
¿Y si el Martini de granada era en realidad la versión actualizada del viejo
mito de Perséfone, y había comido las seis semillas que la condenaban a vivir en
el palacio del inframundo de Set-Sutekh para siempre, una vez que Shahin la
rechazase?
Se dio la vuelta en sus brazos, tratando de ocultar el pánico que se deslizaba
por sus huesos y lo miró.
error que tal vez arriesgara la vida de todos los que dependían de su seguridad.
Si sus sentimientos estuvieran comprometidos, no podía confiar en sus
decisiones.
Y sería un completo idiota si confiaba en Gemma Haliday.
Realmente debería dejarla en Khepesh. Eliminar la tentación de permitir que
entrara por completo en su vida. De todos modos, allí era donde estaba destinada
a quedarse. ¿Qué había de malo en acelerar algo que era inevitable? Por
desgracia, sabía exactamente lo que estaba mal.
La quería dónde estaba.
En sus brazos. Cálida. Flexible. Cariñosa.
Aunque sólo fuera una ilusión.
Llegaron a la entrada del palacio en el Gebel y Shahin ordenó que se abriera.
Sin disminuir el paso, los camellos descendieron al Reino de la Oscuridad.
Gemma se aferró a él mientras Shahin la abrazaba, adentrándose cada vez
más hasta el corazón del submundo. Hasta que la brillante luz de cien antorchas,
iluminaron la oscuridad.
Habían llegado a su destino. La Gran Puerta del Oeste de Khepesh.
Los camellos rugieron, girándose y alejándose de las antorchas encendidas,
cuando los hombres se acercaron.
Gemma estaba aterrorizada, incapaz de moverse, mientras miraba fijamente
la monumental puerta de plata que tenía delante.
Tenía la altura de al menos tres plantas, el portal era en realidad una enorme
puerta doble. Parecía hecha de plata maciza y brillante, flanqueada por antorchas
en forma de flor de loto. Las dos hojas de la puerta, estaban grabadas con
jeroglíficos intrincadamente elaborados. El emblema de Set-Sutekh ocupaba el
centro de cada una, junto con un elemento inverso, el ojo izquierdo de Horus, el
símbolo de la victoria de Set-Sutekh ante el Dios del Sol.
Todavía no podía creer que Shahin la hubiese llevado a la mítica morada del
Dios de la Luna. Aunque se estaba empezando a convencer.
— Dios mío —exclamó Gemma, agarrando la mano de Shahin con dedos
temblorosos—. Es magnífica.
— Espera a ver el resto —La bajó del camello y se acercaron a la puerta.
Con un fuerte sonido, poco a poco empezó a abrirse el portal. El aire de
alrededor vibraba, transmitiendo algo mucho más profundo que el sonido. Como
si el poder y la magia de la tumba-palacio no pudiesen ser contenidos por simples
paredes. Gemma sintió que contra más se abría el portal, más crecía la potente
energía que la rodeaba. Un estremecimiento la recorrió, dejándola temblorosa.
Se escondió detrás del cuerpo de Shahin totalmente asustada, pero él la
puso de nuevo delante.
— No tengas miedo. Nadie va a hacerte daño.
Eso no era muy tranquilizador, sobre todo viniendo del hombre que acababa
de amenazar con torturarla.
Dentro del portal se reunía una multitud de personas. La observaban...
interesados. Algunos estaban vestidos con ropa moderna, otros con un estilo
antiguo egipcio y los demás con una mezcla de modas inimaginables.
— ¿Por qué están vestidos de manera tan diferente? —Le preguntó en voz
baja a Shahin, centrándose en los detalles más superficiales para no pensar en lo
que le esperaba.
Él la miró, volviéndose luego hacia la multitud, como si nunca lo hubiera
notado antes.
— Nacieron en diferentes épocas. Supongo que utilizamos lo que es más
cómodo. No hay una regla al respecto.
Fascinante.
De repente Gemma vio a un hombre alto y serio, mirando en medio de la
multitud. Llevaba una espléndida túnica negra y brillante, con un cinturón de
color carmesí en la cintura. La mayoría de la gente la miraba con curiosidad, pero
este hombre tenía una expresión diferente en su hermoso rostro.
Oh, Dios mío. Era él. El vampiro.
— Mi señor —saludó Shahin con una formal reverencia, confirmando su
suposición. Le tocó el hombro y ella se encontró arrodillándose bajo una voluntad
que no era la suya—. Debes arrodillarse ante tu amo y señor, Seth-Aziz, Guardián
de las Tinieblas y Sumo Sacerdote de Set-Sutekh, Señor del Cielo Nocturno.
No estaba segura del protocolo que se requería cuando se conocía a un
semidiós, pero inclinó la cabeza con nerviosismo.
— Es un honor conocerte. Soy Gemma Haliday.
El semidiós estrechó los ojos y miró a la mujer de pelo rojo y rostro amable y
juvenil que estaba a su lado, quien la saludó con un ligero gesto con la cabeza. El
hombre no parecía muy contento cuando se volvió otra vez hacia Shahin.
— ¿Esta mujer ha venido aquí voluntariamente?
— Sí, mi señor. Ella está dispuesta.
Capítulo 14
Shahin miró impasible como se escapaba Gemma y murmuró un juramento.
A su lado, escuchó el suspiro de Seth-Aziz.
— Bueno, pues no parece muy dispuesta...
— Le ha entrado el pánico. Sólo necesita un poco más de persuasión —
aseguró Shahin.
Seth gruñó.
— ¡Por los dientes de Sekhmet! ¿Qué les pasa a esas malditas hermanas
Haliday que son tan condenadamente desafiantes?
Nephtys frunció el ceño.
— ¿Pero es que no se da cuenta que esto es por su propio bien? ¿Es que
quiere convertirse en shabti y pasar el resto de la eternidad como un siervo sin
voluntad?
— En realidad no le he contado esa parte. Esperaba tener que evitar las
amenazas—confesó Shahin.
Incrédulo, Seth lo miró.
— Y, ¿ha funcionado?
Ahora el que suspiró fue Shahin.
— Evidentemente, no.
La multitud se movió murmurando con curiosidad y preguntándose qué
pasaba, pero nadie se fue.
— Tienes que atraparla antes de que se pierda —Le aconsejó Nephtys.
— Sí —Pero Shahin no se movió.
— ¿Alguna pista sobre Josslyn? —preguntó Seth.
— Todavía no. Como ves, Gemma es muy terca. Le sugerí esta reunión para
convencerla de que a su hermana le gustarías.
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No pasó mucho tiempo hasta que Shahin encontró a Gemma. Estaba en los
oscuros túneles de acceso, donde sabía que la localizaría. No sería un Guardián
de los Secretos y de la Oscuridad, si no podía andar con seguridad por el
tenebroso laberinto donde estaba la entrada oculta al Palacio de Khepesh.
A lo lejos, la escuchó murmurar.
— Juro por Dios que nunca haré algo impetuoso de nuevo. Y que me parta
un rayo si alguna vez miro a otro alto y oscuro desconocido, aunque sea
atractivo.
A pesar de todo, Shahin sonrió y se detuvo, dejando que siguiera hablando
sola.
— Todo esto no está sucediendo, sólo es una extraña pesadilla y...
De repente, dejó de quejarse en medio de una frase y suspiró, antes de
soltar una maldición y vociferar.
— No te escondas de mí, Shahin. Puedo sentir que me acechas.
El jeque sintió los estremecimientos de Gemma recorriendo su piel,
provocándole una extraña sensación de hormigueo. Algo raro, ya que nunca
antes había sentido la energía de un mortal.
Agitó la mano y una antorcha de la pared se encendió. Gemma estaba en
medio del túnel, frotándose los brazos con las manos. Retrocedió un paso.
— No voy a volver —aseguró secamente con la espalda erguida—. Dijiste
que tenía que venir a Khepesh voluntariamente, pero no que tuviera que unirme
a una secta.
Shahin la miró.
— ¿Qué pensaste que quería decir? —Le preguntó sintiéndose al borde de la
impaciencia—. ¿De verdad crees que después de entrar por la puerta secreta del
palacio, nos iríamos de nuevo? Tienes que unirte a nosotros, kalila. O...
— ¿O qué?
Él apretó los dientes.
— No te gustará la alternativa.
— ¿Y cuál es?
La furia se apoderó de Shahin.
— Convertirte en una shabti.
Gemma lo miró sorprendida.
— ¿Una de esas estatuas azules que se encuentran en los miles de tumbas
del antiguo Egipto?
— En esencia. Excepto que viva. Un shabti es una persona que pierde su
voluntad y su personalidad y vive para servir a su amo. En este caso, Seth-Aziz.
Gemma sintió como si la hubiera golpeado físicamente.
— ¡Eso es horrible! ¿Hacéis eso a la gente?
Shahin lo negó.
— No en Khepesh. A menos que sea como último recurso, y si no hay otra
manera de garantizar la seguridad de nuestro pueblo. Nos gusta mucho más
tener a alguien que conozca nuestro secreto convertido en shemsu, o lo que es lo
mismo, un miembro valioso de nuestra comunidad. Aborrecemos la práctica de la
esclavitud.
— Pero si no acepto unirme voluntariamente, eso es lo que me pasará, ¿no?
Shahin no iba a mentir, era mejor que conociera la verdad de una vez por
todas.
— Sí —Tal vez si ella se enteraba del resultado de su negativa, entraría por
fin en razón.
Por supuesto, no lo hizo.
El rostro de Gemma mostraba su furia.
— Que amable por tu parte decirme todo esto, después de haberme contado
tus secretos y no dejarme ninguna elección.
— No habría importado. Ya te lo expliqué. Es tu destino, Gemma, de una
manera u otra. Esperaba que no lo vieses como un mal destino y eligieras
libremente... quedarte conmigo.
Esas palabras salieron de su boca antes de poder detenerlas.
¡Por la verga de Min! ¿Quedarse con él? ¿Es que se había vuelto loco?
Por suerte, ella pensaba lo mismo.
— ¿Quedarme contigo? ¿Por cuánto tiempo?
Capítulo 15
El corazón de Gemma golpeaba con fuerza en su pecho, cuando se encontró
de rodillas ante la Gran Puerta del Oeste, por segunda vez en ese día. Pero esta
vez, cuando Seth-Aziz le ofreció un lugar en el netjer, no echó a correr como un
conejo asustado.
Probablemente un gran error, pero aun así no huyó.
Se convertiría de forma voluntaria en una shemsu de Set-Sutekh. Y no
porque no tuviera otra opción.
O por qué su hermana Gillian lo hubiera hecho. Se sentía increíblemente
nerviosa y asustada por su decisión. Pero bajo su temor real, un zumbido de
entusiasmo se agitaba en su interior. Deseaba esto. Y lo haría.
Era una experta etnógrafa en mitos y creencias populares de Egipto. Y ahora
tenía la increíble oportunidad, no sólo de observar cinco mil años de mitología
viviente, sino también de convertirse en parte de ella. ¡Por no mencionar que
sería inmortal! Aunque aun le costaba creérselo sin tener ninguna prueba. Era
difícil aceptar tal cosa como verdadera. Por otra parte, también había dudado de
los hechizos mágicos y transformaciones que ahora veía continuamente.
Pero la verdadera razón detrás de su entusiasmo, era el irresistible y guapo
jeque Shahin. Un hombre con quien sentía una conexión tan profunda, que a
pesar de que él negase esos sentimientos, estaba dispuesta a renunciar a su
antigua vida por la ocasión de conocerlo mejor.
Y tal vez cambiase de opinión sobre ese hombre sobrenatural.
Atravesó la puerta monumental en dirección a él, pero Seth-Aziz la
interceptó para darle la bienvenida. Era fuerte y alto, unos centímetros más que
Shahin, también con ojos y cabello negro. Su rostro estaba marcado por una
severa mandíbula cuadrada. Seth era un hombre impresionante. Al menos
físicamente. Y muy poderoso. A medida que el vampiro se acercaba, su poder
pasó sobre ella como una fuerte onda de somnolencia, una ligera brisa espesa y
caliente, como la oscuridad de la medianoche en la piel. Extrañamente tranquila y
neutra, como el reflujo de una marea esperando a que la luna la desplace.
Escalofriante. Y su tranquilidad era todavía más alarmante.
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Nephtys no lo hizo.
—Estoy de acuerdo —convino la sacerdotisa, con una mirada de reproche a
su hermano—. Sabes muy bien que tienes la intención de salvar a Isobelle
Haliday cuando invadamos Petru. ¿Por qué simplemente no se lo cuentas a ella y
la convences así? Es más probable que te dé la información que quieres si confía
en ti.
Seth frunció el ceño mientras Gemma lo miraba perpleja.
— ¿Es cierto? ¿Planeas salvar a mi madre?
— Sí —admitió Seth a regañadientes—. Además de a otros cautivos de Ray.
Pero no es seguro que vayamos a ganar la guerra, o invadir Petru. De hecho, lo
más probable es que no ganemos. No debes hacerte muchas ilusiones.
Gemma parpadeó, sorprendida por el discurso.
— Por supuesto, haremos todo lo posible para salvar a los cautivos de Petru.
Como ya te dije, en Khepesh, hace mucho tiempo que abandonamos la práctica
de convertir mortales contra su voluntad —La intentó tranquilizar Shahin.
— ¿Y sin embargo planeabas hacer exactamente eso con mi hermana?
— También planeamos tu captura, Gemma, y has venido voluntariamente —
Le recordó Shahin—. ¿Por qué crees que tu hermana va a reaccionar de manera
diferente a ti en este asunto? ¿O al hombre que la ha elegido, como yo hice
contigo?
Gemma le miró fijamente, mientras un tono rosado coloreaba sus mejillas.
— ¿Porque es un vampiro? —preguntó Shahin leyendo sus pensamientos, sin
dificultad.
Ella se mordió los labios, pero antes de que pudiera responder, Nephtys
habló.
— Creo, querido hermano, que debes mostrar a Gemma como se siente al
estar con un vampiro. Puede que entonces entienda que un sacrificio de sangre
es un pequeño precio a pagar por los placeres que su hermana va a disfrutar
cada noche.
Shahin se enderezó como un rayo.
— Mi señor, yo...
Pero Seth alzó la mano, levantándose con agilidad del sofá para acercarse a
Gemma.
— ¿Te gustaría eso? —Le preguntó.
Capítulo 16
— No —negó Gemma con vehemencia, después de la explicación de Shahin
sobre lo que significaba compartir la magia.
Nephtys se preguntó en qué planeta vivían esos hombres para pensar que a
Gemma le gustaría esa idea.
— Seré yo quien te esté haciendo el amor. Apenas notarás que él estará ahí
—La intentaba convencer Shahin.
Nephtys observó la expresión de Gemma pasar de incrédula, a petrificada y
de nuevo a la incredulidad. La pobre mujer no tenía ni idea de lo que realmente
estaba pasando.
Claramente la idea la horrorizaba. Nephtys no podía culparla. Gemma
acababa de descubrir que los vampiros existían, y le haría falta un poco más de
tiempo para acostumbrarse. Y mucho más tiempo para lo que le estaban
proponiendo.
Fue hace mucho tiempo, pero Nephtys todavía podía recordar con gran
detalle, el gran impacto, literalmente hablando, que le causó cuando conoció a un
vampiro... y cuando los colmillos de Ray la mordieron al quitarle la virginidad. Se
sintió excitada y aterrada en igual medida. Bueno, más aterrada que lo otro. Y
esa no era una “primera vez” que una mujer pudiera olvidar fácilmente.
El tipo de introducción al beso del vampiro que los hombres proponían, sería
casi tan sorprendente e íntimo como fue el suyo.
— No será una alimentación completa —aseguraba Seth a Gemma,
extendiendo una mano para que ella la cogiera—. Sólo un poco. Así puedes ver
cómo es, para cuando le pase a tu hermana.
— ¡No! —volvió a negar, escondiendo las manos en su espalda.
— El beso de un vampiro es algo que muchas mujeres pagarían por
experimentar. Los inmortales lo utilizan para aumentar el placer en un encuentro
físico, como si fuera un hechizo de amor. Pero incluso las inmortales, compiten
por la oportunidad de ser elegidas por mi hermano para el sacrificio—explicó
Nephtys.
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Nina Bruhns
Seth sonrió.
— No tengas miedo, pequeña. No pasará nada si no quieres. Tienes que dar
tu permiso para el sacrificio de sangre.
— No lo daré —repitió Gemma, pero esta vez su voz sonaba débil, jadeante y
no tan firme. Su cuerpo se estremecía visiblemente.
Nephtys tenía la certeza de que ella todavía estaba demasiado asustada para
dar su consentimiento. No ayudaba que los hombres actuaran como el toro Apis,
el dios solar de la fertilidad y los ritos funerarios, cuando la situación requería el
toque delicado y felino de Bastet, la diosa de la armonía y la felicidad.
— No pasa nada —indicó Nephtys rápidamente, salvando la situación de un
posible desastre. Y levantándose, sujetó las manos de Gemma apartándola de los
hombres—. Podemos discutir eso más tarde. Es hora de que nos preparemos para
la fiesta.
Los dos hombres fruncieron el ceño, indignados porque su intento de
seducción se había interrumpido antes de poder convencerla.
Gemma la miró sorprendida.
— ¿Banquete?
— En tu honor —Shahin se recuperó primero y cogiendo su copa la alzó en
un brindis—. Los inmortales de Khepesh quieren recibir a la nueva iniciada del
netjer.
Gemma abrió la boca.
— ¿Lo saben? Sólo hace menos de una hora que llegué al palacio.
— Había muchos testigos. Cualquier excusa es buena para dar una fiesta, y
se puede organizar en cuestión de minutos cuando se necesita. Un nuevo
seguidor es la mejor razón para celebrarla.
— Oh, eso es... muy amable —comentó algo insegura.
— Déjame verte... —Nephtys hizo un movimiento con el dedo para que
Gemma girara, mirándola críticamente. El vestido esmeralda que llevaba era muy
bonito, pero no lo suficiente formal para su bienvenida oficial.
—Ven conmigo. Iremos al templo y encontramos algo más conveniente para
que utilices.
Gemma miró con preocupación a Shahin.
— Oh, pero...
— Adelante. Nephtys cuidará bien de ti. Nos veremos pronto en el banquete.
Te lo prometo.
necesidades sencillas y no necesitaba lujos como algunos, aunque su casa allí era
mucho más lujosa que su tienda en el oasis.
El mobiliario era sencillo pero elegante, igual que la decoración. El
apartamento consistía en una gran sala de estar y comedor, una pequeña cocina
y un amplio dormitorio con un gran armario y un lujoso baño. En el centro de la
habitación había una enorme cama alta, el lugar en el que se divertía.
Esta noche no sería la excepción.
Aunque si Gemma accedía, sería la primera vez que habría tres personas en
su cama. El pulso se le aceleró con ese pensamiento. Una sensación de euforia
recorrió su cuerpo.
Lo deseaba. No sólo por el inmenso placer, o el honor que le otorgaba el
semidiós, o incluso por convencer a Gemma para que ayudara a Seth a encontrar
a Josslyn. Si no debido a la posibilidad de atar a Gemma a él para siempre a
través de ese acto. La idea le llenaba de una violenta posesividad. Deseaba
poseer su afecto con una inquebrantable certeza. Y saber sin ninguna duda que
ella le sería siempre fiel y nunca le traicionaría.
Sólo entonces se sentiría lo suficientemente seguro como para enamorarse.
Ese era su anhelo.
Dirigiéndose al armario, escogió su ropa favorita, de un profundo escarlata y
negro, los colores de Set-Sutekh. Por lo general, en las ocasiones festivas, los
hombres llevaban pantalones de colores, botas y túnicas del mismo estilo nómada
del desierto, y fluidos bisht de seda. Esa noche, Shahin decidió prescindir de la
túnica abierta y mostrar su pecho desnudo bajo la capa, declarando a todo el
mundo que quería impresionar a su dama elegida. Los inmortales de Khepesh
eran muy sensuales y apreciarían ese gesto descaradamente erótico. Su
excitación elevaría el nivel de energía sexual en la sala durante la celebración,
que ya sería suficientemente alta. Y puede que tuviera un efecto seductor en
Gemma.
La quería en su cama esta noche. Y no sólo hoy.
Se preguntaba qué se pondría ella para el banquete. Nephtys había oído sus
planes para esta noche y dado su bendición para que compartieran la magia. Lo
más seguro es que le ofreciera a Gemma algo provocativo. Y puede que también
lanzara un hechizo de conciencia física en la prenda. Todo para mejorar la
disposición de Gemma y sus posibilidades de éxito.
Después de asegurarse que el dormitorio estuviera preparado para sus
invitados, Shahin se bañó y vistiéndose, se dirigió a la magnífica sala.
Como siempre, la oscuridad del salón de banquetes se desvanecía por el
brillo de diez mil pequeñas velas, colocadas en mesas largas y reflejadas por los
Capítulo 17
Gemma caminó silenciosamente por el salón, mirando fijamente a su
amante. En cuestión de segundos, vio que su expresión arrogante se convertía en
una de orgullosa admiración y posesividad primitiva.
La deseaba. Estaba escrito en su postura, en su boca, en la forma en que
agarraba la copa. Su deseo no era nada nuevo. Pero ahora se dio cuenta de algo
diferente, una especie de energía masculina más profunda que emanaba de cada
centímetro de él, algo más allá de la lujuria. La mirada de sus ojos negros era
más firme, y la línea apretada de sus labios era más determinada de lo que había
visto nunca. Su concentración parecía como la que tiene un ave de rapiña cuando
se centraba en su presa. O en la mujer afortunada que había decidido tomar
como su compañera.
¿Los halcones se apareaban toda la vida con una sola hembra?
Una emoción temblorosa recorrió a Gemma.
¡Oh cielos! Eso es lo que ella deseaba fervientemente.
Fue entonces cuando la comprensión la golpeó como un tren de mercancías
venido del infierno.
¡Oh, Dios mío!
¡Estaba enamorada!
Del famoso jeque Shahin, líder de los Guerreros de la Muerte.
Un cambiaformas inmortal.
Lo amaba. Y no había nada que deseara más que pasar la eternidad con él.
Sintió que el mundo que le rodeaba empezaba a girar. Fantasear con un
hombre, la lujuria e incluso una conexión emocional era una cosa. Pero, ¿amor?
Sus piernas temblaron y se tropezó. Unas manos invisibles la agarraron y
supo instintivamente que Shahin la había alcanzado con su magia antes de que
cayera. ¿Le entregaría él su corazón?
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Nina Bruhns
Nephtys. Las viandas y el vino eran sublimes, cada plato más delicioso que el
anterior. Durante el festín, los cuatro compartían su comida con los demás,
repartiendo los bocados más deliciosos para que todos los probasen. Mientras
charlaban y se reían, Gemma pensaba que a su hermana le gustaría realmente el
Sumo Sacerdote. Shahin estaba más tranquilo, siempre vigilando como un halcón
aunque se mostrara sonriente.
Gemma ya estaba lo suficientemente mareada por el flujo de energía sensual
que se arremolinaba en la magnífica sala, por eso intentó no beber demasiado.
Pero los hombres le ofrecían sorbos de sus copas cuando se servían y ella pronto
se sintió ardiendo y vibrando de placer.
Era algo muy raro, pero una verdadera sensación de regreso a casa la
cubrió, como si fuera una vieja manta. Como si perteneciera a este lugar. A esta
gente. Y sobre todo a este hombre.
Estaba convencida de eso.
Después que todos terminaron de comer, las mesas desaparecieron por arte
de magia y comenzaron a bailar de una manera que Gemma no había visto
nunca. Sensual y hermosa, los inmortales se mezclaban y mecían con la música,
creando figuras extraordinarias como un caleidoscopio vivo, mientras deslizaban
sus pies por el suelo. Se tocaban y besaban como parte de la danza y la ropa
desaparecía. Era la celebración más erótica que jamás había visto.
Shahin le preguntó más de una vez si le gustaría participar, pero Gemma
rehusó.
—Esperaré hasta que pueda aprender los pasos —respondió a pesar de lo
mucho que desearía unirse al baile. Le encantaría que Shahin la abrazara y ser
parte de la corriente sensual de los cuerpos.
— Te enseñaré —declaró con una leve sonrisa, inclinándose para besarla.
— Me gustaría —Gemma temblaba de placer ante el sabor de su lengua. Más
tarde participarían en una clase diferente de baile.
Notando su excitación, Shahin profundizó el beso. Gemma se abrió a él y un
ardiente deseo la atravesó. Le encantaba que la besara... y que la tocara.
Anhelaba recorrer su musculoso cuerpo con las manos y hacer el amor toda la
noche.
Leyendo su mente, Shahin retiró su boca y murmuró.
— Te quiero bajo mi cuerpo. Vamos.
Su declaración hizo que sus pezones se irguieran excitados. Asintiendo, ella
se levantó.
Capítulo 18
El interior de Shahin estaba en llamas, sentía un hambre voraz debido a la
sed de sangre del vampiro. Necesitaba que Gemma dijera que sí.
Igual que Seth lo necesitaba.
Cuando Shahin la sujetó con firmeza, ella se acurrucó en sus brazos, como si
buscara alivio para su profunda necesidad. Él percibía la batalla entre su intenso
deseo físico y la reticencia emocional que todavía estaba dentro de ella.
— Una gota—La convenció Shahin. Tenía que aceptar eso para experimentar
el sexo explosivo que podría sentir, mezclado con la magia que sacudía a los
tres—. Deja que lo haga, kalila. ¿Qué daño te puede causar?
Gemma vaciló con la respiración jadeante. Quería decir que sí, pero tenía
miedo.
Shahin le acarició un pecho y rozó su pezón con el pulgar, mientras le
enviaba un impulso mágico de deseo.
Sin aliento, ella se rindió en sus brazos, sintiendo el impacto de su hechizo.
Shahin la besó con fuerza.
Nunca había sentido algo tan intenso como lo que ahora sentía a su
alrededor. El movimiento sensual del exuberante cuerpo de Gemma contra el
suyo le provocó un nuevo acceso de deseo. De agonizante necesidad. El dolor de
la violenta necesidad de Seth por la sangre de Gemma.
Seth le preguntó de nuevo, con la voz convertida en un susurro bien
controlado.
— ¿Puedo Gemma?
Sus blancos colmillos contrastaban espeluznantemente contra sus labios,
reflejando la luz de las antorchas de las paredes.
Shahin sentía los latidos del corazón de Gemma, su respiración agitada, el
temblor de deseo insatisfecho entre sus piernas. La noche anterior, había
aprendido las respuestas de su cuerpo cuando hicieron el amor. Ella estaba cerca
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Nina Bruhns
del clímax, su cuerpo finalmente había sucumbido a los poderes eróticos del
vampiro y al conjuro de deseo que había lanzado sobre ella.
Gemma lo besó, mientras miraba a Seth de nuevo. Shahin podía sentir su
inquietud por lo que iba a pasar, pero también sentía su deseo.
— Sí. ¡Sí! ¡Hazlo! —cedió por fin con un suave gemido, cerrando los ojos.
El poder de Seth llenó la habitación como una tormenta. Pero no ocurrió
como Shahin esperaba. Lentamente, Seth lamió la gota de sangre del dedo de
Gemma. Cuando la gota escarlata llegó a su boca, sonrió aliviado.
Al instante el cuerpo de Gemma se convulsionó, gritando mientras se
desplomaba en los brazos de Shahin, quien la sostuvo mientras ella se disolvía en
una marea de placer contra su hombro.
El deseo de Shahin quemaba cada vez más desesperado, instigado por el
placer del vampiro, pero no buscó alivio. Ni tampoco Seth. No se trataba de
encontrar su propia satisfacción.
Todavía no.
Shahin sujetó a Gemma hasta que ella volvió de ese lugar de éxtasis
inconsciente.
— ¡Dios mío! —exclamó roncamente cuando por fin abrió los ojos—. ¡Dios
mío!
— ¿Estás bien? —Le preguntó Shahin con una sonrisa.
Seth se alejó dirigiéndose al aparador para servirse una copa. Shahin no
sabía si la distancia era para disminuir la tentación de tomar más sangre, o si
realmente estaba tranquilizando a sus instintos más oscuros, alterados por esa
simple gota de sangre. Sin embargo, Shahin sabía que Seth necesitaba más.
Gemma miró a Seth, mostrando el mismo miedo que antes.
—Eso ha sido... una verdadera sorpresa —afirmó, con la mirada preocupada,
confusa e incrédula...y deseando intensamente a Shahin.
— Eso ha sido sólo una prueba —dijo Shahin, liberándola de su control y
retrocediendo lentamente, mientras extendía la mano hacia ella—. Tan sólo
hemos empezado, kalila. Ven. Deseo tu cuerpo bajo el mío.
Gemma no se movió y miró a Seth, que estaba al otro extremo de la sala
con una bebida en la mano.
— Olvídate de Seth. Yo seré el que estaré dentro de ti, no él.
Ella se estremeció y le recordó.
— Y también sus colmillos.
Ella empezó a temblar, pero estaba demasiado asustada para saber si era de
miedo o excitación. Pero se sentía bien.
Tan increíblemente bien. Su cuerpo se estremeció, encerrado entre los dos
hombres más poderosos que jamás había conocido.
Shahin le acarició el rostro mientras seguía embistiéndola, una y otra vez,
hasta que volvió a olvidarse de todo, incluyendo al hombre que tenía detrás.
Shahin era el hombre al que amaba y el único al que deseaba. Levantándola,
volvió a dejarla caer sobre su miembro. Gemma respondió con una ola de placer
que la dejó sin aliento. Esto no se parecía en nada a lo de antes. Esto era...
Él lo hizo de nuevo y Gemma gritó su nombre, uniéndose a sus movimientos,
aumentando el ritmo a uno más fuerte y rápido, mientras ambos gemían. Ella
notó que el clímax de los dos estaba muy cerca. Escuchó un rugido, como si fuera
el ruido de un tornado en toda su potencia.
— ¡Ahora, Gemma ahora! —gruñó Shahin.
Obedeciéndole, Gemma cerró los ojos y se lanzó al centro del huracán que
giraba por la intensa sensación.
En ese momento sintió la mordedura de unos colmillos que se hundían en su
cuello.
Gemma gritó cuando su cuerpo explotó y se estremeció interminablemente,
extasiada por ese maravilloso placer.
Capítulo 19
Shahin se sentía diferente cuando despertó. Más alerta. Más fuerte. Más
inquieto. También estaba muerto de hambre.
Gemma se movió, abrazándolo con un suspiro agotado, pero satisfecho. Él
levantó la cabeza de la almohada y comprobó el otro lado de la cama. Vacío. Seth
se había ido.
Shahin no se sorprendió. Por lo general, el Sumo Sacerdote del Dios de la
Oscuridad estaba despierto cuando llegaba la noche y dormía un poco durante el
día. Se había ido hace horas para atender sus deberes y no regresaría.
Aunque no había sido un sueño que Seth estuviera en la cama con ellos
durante la pasada noche. Había un montón de evidencias. Unas gotas de sangre
habían caído en las sábanas negras de satén y una mancha más grande, en el
lugar dónde Gemma se derrumbó después del sacrificio.
Shahin sintió miedo cuando se recuperó del intercambio de sexo y magia y
vio a Gemma debajo de él, inmóvil y con el cuello marcado con dos líneas de
sangre.
Alarmado, había intentado despertarla, pero Seth que en ese momento
todavía estaba en la cama con ellos, miró al techo con los puños apretados y
comentó.
— Deja que duerma. Se pondrá bien.
Shahin salió del interior de Gemma y se sentó rígidamente.
— ¿Qué te pasa?
Seth se relajó poco a poco y respiró profundamente.
— Nada. Tengo problemas para resistirme y no tomar más de ella. Su sangre
es muy dulce.
Shahin miraba de Seth a Gemma con preocupación.
— Por los Dioses Seth, ¿cuánto has tomado?
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Nina Bruhns
Oh, vaya. Bueno, tal vez no era la respuesta que esperaba Gemma de
Shahin.
Pero definitivamente no era la que quería escuchar.
Lo que estaba claro es que, si ese hombre no sentía nada por ella después
de las dos últimas noches, nunca sucedería, pensó Gemma dándose por vencida,
ya que ella estaba completa e irremediablemente enamorada del jeque. Estaba
convencida que se había enamorado de él a primera vista. Los dos últimos días
sólo habían intensificado esos sentimientos.
Maldición.
Ahogó un suspiro. No iba a enfadarse.
Después de todo, tenía toda la eternidad para convencerle de su amor.
Ese pensamiento la animó ligeramente.
— Gemma.
— ¿Sí?
— ¿Ahora me contarás dónde está tu hermana?
La alegría se congeló en su pecho, sintiendo que el dolor la atravesaba.
Todo esto, el banquete, el mordisco, el sexo fabuloso, ¿sólo lo había hecho para
que le dijera lo que quería saber?
Claro. Seth-Aziz no había ocultado sus intenciones con ese ritual, que era
capturar a Josslyn. Shahin tenía motivos más oscuros. O mucho más simples. El
sexo era un objetivo perfectamente normal para un hombre. Él mismo lo había
dicho. Además, Shahin sólo estaba haciendo su trabajo para encontrar a Joss.
También se lo había dicho.
Aunque Gemma ya había decidido encontrar a su hermana y contarle todo.
— Realmente no sé dónde está —declaró resignada por sus sentimientos no
correspondidos—. Pero te ayudaré a buscarla.
Por un segundo él no se movió, pero recuperándose enseguida, llegó a su
lado y se deslizó por su cuerpo.
— ¿Lo harías?
Gemma asintió.
— Tienes razón. Es su vida. Josslyn debe decidir por sí misma.
Él la miró con alegría.
— Eso está bien —Pero su sonrisa se desvaneció—. ¿Qué pasa Gemma?
Capítulo 20
— Gem.
La voz de una mujer llamaba a Gemma en su sueño. Sonaba muy familiar.
— ¡Gemma! —Esta vez fue acompañada por una suave sacudida—.
¡Despierta!
Gemma abrió los ojos. No podía creer lo que veía.
— ¡Gillian! —exclamó incorporándose y arrepintiéndose al instante. La
cabeza le empezó a dar vueltas y cayó de espaldas sobre la cama—. ¿Qué...?
¿Cómo...? Oh, Dios mío, ¿realmente eres tú? —preguntó frotándoselos ojos con
incredulidad.
Gillian cogió sus manos.
— Sí, soy yo de verdad. Pero tenemos poco tiempo para hablar.
Gemma frunció el ceño cuando la imagen de su hermana osciló. Su sólida
apariencia hizo lo mismo, volviendo otra vez, como si estuviera utilizando algún
interruptor cósmico de antimateria. Sacudió la cabeza para despejarse,
convencida que su cerebro le estaba jugando una mala pasada.
— No entiendo. ¿Qué está sucediendo?
— Estoy realmente aquí. Pero tú estás soñando, es un antiguo hechizo que
Haru-Re encontró y ahora utiliza contra Khepesh. Tienes que advertir a Seth-Aziz
— Se apresuró a decir Gillian.
Gemma se quedó sin respiración y volvió a incorporarse. Esta vez la cabeza
no le dio vueltas. Gracias a Dios por eso. Necesitaba toda su lucidez para
entender de qué demonios estaba hablando Gillian.
— Más despacio, Gominola. No entiendo nada.
Gillian sacó un pequeño rollo de pergamino de su bolsillo y lo puso en las
manos de Gemma.
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Nina Bruhns
— Dale esto a Nephtys. Es una copia del hechizo. Ahora lo estoy usando con
la ayuda de Rhys. Pero se necesita mucho poder y no sé cuánto tiempo podrá
mantenerlo.
Gemma asintió y dejó el pergamino a un lado, conmocionada al enterarse
que su hermana usaba magia.
— ¡Dios mío, Gillian! ¿Estás bien? Shahin me contó que Rhys y tú... —Se
detuvo de repente reacia a repetir la dura acusación—. Que estás en Petru con
Haru-Re, ¿es cierto?
Gillian empezó a asentir con la cabeza.
— Es complicado... —De repente dejó de hablar y miró a su alrededor,
observando el lugar. Su mirada estaba fija en las sábanas arrugadas, los huecos
de las almohadas, los masculinos muebles y los emblemas del capitán de la
guardia. Sus ojos se abrieron sorprendidos.
— Un momento. ¿Dónde estás, Gemma? ¿Esta es la cama de Shahin?
— Vuelve a Khepesh. Seth-Aziz os perdonara a los dos por huir. Él está...
quiere convencer a Joss para que sea su consorte —dijo Gemma, ignorando la
sorprendida pregunta de su hermana.
La mandíbula de Gillian cayó.
— ¿Y tú estás de acuerdo con eso...?—Se detuvo y jadeó, cuando se dio
cuenta del vendaje en el cuello de su hermana—. ¡Oh, Dios mío, Gemma! ¡Tú no!
Gemma parpadeó, tocando la marca de su cuello y luchando de inmediato
contra una oleada de sensaciones eróticas. Ella miró a su hermana.
— Es difícil de explicar, Gominola. Pero, por favor, debes volver a Khepesh.
Hablan de una guerra contra Haru-Re y no podría soportar si algo te...
— No puedo Gem —Gillian agarró las manos de Gemma, con una mirada
cada vez más seria. Una vez más su imagen tembló durante unos segundos—. No
puedo dejar a mamá y a papá.
Gemma sintió como si la hubieran golpeado.
— ¿Mamá y papá?
Seth tenía razón. ¡Su madre estaba cautiva en Petru!
Pero...
— ¿Papá? —preguntó Gemma, con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Papá está
vivo? ¿También está allí?
Gillian asintió mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Shahin juró. ¡Por las garras de Sekhmet!, había muchos. Ahora su tropa
consistía en solo diez guerreros, los hombres que estaban en la sala de armas,
menos su lugarteniente que se había quedado para alertar al resto de la guardia.
Esto iba a ponerse muy feo.
No, esto ya era muy feo. No había ninguna manera de que pudieran ganar
con esa diferencia de guerreros.
Era tiempo para el sacrificio final.
Seriamente hizo una señal a su mensajero para que regresara a Khepesh,
con órdenes a su teniente para que bloquearan la entrada al palacio y se
prepararan para la batalla. Cuando él y sus hombres cayeran, no quería a Haru-
Re en las puertas.
Su sacrificio no sería en vano.
— ¡Cambiad las monturas! —ordenó a su tropa. Inmediatamente, sus
camellos fantasmas se convirtieron en enormes sementales de guerra negros,
que patearon el aire y resoplaron por la excitación. Las bestias podían sentir el
olor de la batalla que se avecinaba.
Shahin también la olía. El aroma que impregnaba el aire del desierto era
agudo y amplió sus fosas nasales, una mezcla embriagadora de poder y magia
antigua. El calor que desprendía se deslizó por su cuerpo como el roce de una
serpiente.
Frunció el ceño, entrecerrando los ojos. Nunca había sido capaz de oler la
magia antes. ¿Sentirla? Sí. Pero ahora se sentía como algo palpable que flotaba
con la brisa.
¿Otro de los dones vampíricos de Seth?
¿O un nuevo hechizo siniestro de Haru-Re?
Pronto lo descubriría.
Desenvainó su cimitarra.
— ¡Loado sea Dios! —gritó, levantando los brazos por encima de su cabeza—
. ¡Luchemos!
— ¡Por la gloria de Set-Sutekh! —gritaron a su vez los hombres, empuñando
sus espadas.
En el último segundo, una imagen de Gemma cruzó la mente de Shahin.
¡Que ironía que tuviera que morir el mismo día que descubría que la amaba y
que deseaba que se quedara con él para siempre!
Aún así, había tenido suerte de haberse ganado el amor de esa mujer, que
se había entregado a él de manera tan completa y libre. Los dos preciosos días
pasados con Gemma, habían valido más que diez mil días sin ella.
Con el corazón lleno de fuerza adquirida recientemente por el amor, dio la
orden.
— ¡Hasta la muerte!
Sus hombres gritaron en respuesta y los enormes caballos empezaron a
galopar.
Capítulo 21
Nephtys corrió a su lugar de meditación y se arrodilló delante del Ojo de
Horus, el cuenco de las visiones. Todo Khepesh estaba en movimiento por el
inminente ataque de Haru-Re. Pero Seth la había encerrado en sus aposentos con
tres guardias en su puerta. Nadie podía entrar ni salir.
¡Necesitaba saber lo que estaba sucediendo!
El jeque Shahin estaba intentando detener a los invasores, pero si el
frenético informe de su mensajero era verdadero, la pequeña tropa de guardias
no tenía ninguna posibilidad.
Nephtys sintió una punzada de culpa y remordimiento por la pérdida del
jeque. Era un buen amigo y no había en Khepesh nadie más leal a su hermano.
La muerte de Shahin le remordería la conciencia. La guerra quizá no fuera culpa
suya, pero esta batalla seguro que sí.
¡Maldito su conocimiento de la magia de la inmortalidad! Deseaba que la
diosa nunca la hubiera convertido en una sacerdotisa. Esa decisión no había
traído más que tristeza en su vida. ¡Hubiera sido mejor seguir siendo una
esclava!
Con manos temblorosas cogió el agua sagrada y la vertió en el cuenco,
derramando la mitad. Nerviosa, se sentó y esperó a que la visión apareciera. Y
esperó.
— ¡Vamos! —gritó, retorciéndose las manos.
Por fin, la superficie del agua onduló suavemente y poco a poco comenzó a
nublarse.
¡Demasiado lento!
Deseó gritar de impaciencia, mientras seguía viendo oscuridad y sombras.
— ¡Por favor!
¡Ya tendría que estar viendo una imagen del desierto!
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Nephtys tembló.
— Te equivocas, Ray. Encontraré un hechizo aunque sea la última cosa que
haga.
La sonrisa de Haru-Re se amplió.
— Buena suerte con eso —echó un vistazo por encima del hombro, a la
visión que todavía mostraba el cuenco—. Entretanto, dulzura, tengo otra forma
de diversión con quien pasar el tiempo.
— ¡No te atrevas! ¡Deja en paz a Josslyn Haliday! —Lo empujó, con éxito
esta vez.
Ray elevó las cejas.
— ¿O qué?
Nephtys deseó abofetearlo por su insolencia y su maldita arrogancia. No le
serviría de nada, pero al menos se sentiría mucho mejor.
— Ya me lo imaginaba—Él hizo un gesto con la mano a la visión. Los
hombres se acercaron—. Llevad a la mujer a Petru.
— ¡No! —exclamó Nephtys cuando se inclinaron hacia la adormecida mortal—
. ¡Espera!
Haru-Re levantó una mano a los hombres y miró a Nephtys. El aire a su
alrededor brillaba.
— Te escucho.
¡Isis dame tu fuerza! Si Haru-Re poseía a Josslyn, Seth se quedaría
devastado.
Nunca antes había visto a su hermano tan interesado con una nueva
consorte, como lo estaba con esta. Era como si instintivamente supiera que
Josslyn Haliday representaba la última esperanza de futuro para Khepesh y su
dios. Seth había confiado en la sabiduría de la visión de Nephtys sobre la mujer
mortal y sospechaba que él anhelaba sentir el verdadero amor.
No podía dejar que el enemigo derrotara a su querido dios. O peor, robara la
felicidad eterna de su hermano. No le dejaría. Antes moriría.
Sabía lo que tenía que hacer.
— ¿Qué es lo que quieres por su libertad?
— Ya conoces mi precio —respondió él, con los ojos resplandeciendo por la
inminente victoria.
Nephtys tragó, reconociendo su derrota.
Capítulo 22
La cimitarra de Shahin rebanó el cuello de un guerrero enemigo, cortando
repentinamente el grito del hombre. Sangre carmesí brotó por el aire como una
fuente.
Diablos, este, al menos, había muerto.
¡Gracias a los dioses!
Shahin calmó a su caballo y se preparó para el próximo ataque. La tropa de
guardias de Khepesh luchaba con fiereza, pero hasta ahora, Shahin era el único
que había abatido a un enemigo.
En nombre de Sekhmet, ¿qué estaba ocurriendo?
Por el rabillo del ojo, vio las espadas de sus hombres cortar y atravesar a sus
oponentes como si estuvieran hechos de aire.
Shahin lo comprendió de repente. ¡Luchaban contra apariciones! Eran una
ilusión, como sus caballos.
Un enemigo se abalanzó hacia él con una mueca salvaje, su arma apuntaba
a la cabeza de Shahin que levantó su cimitarra y atacó, pero sin éxito.
Curvándose empujó al guerrero. Dulce Osiris. Si no era una espada, ¿qué en
nombre de Dios mataría a esos bastardos?
La respuesta no tardó en llegar, justo a tiempo para salvar al hombre que
luchaba a su lado. Un guerrero fantasma avanzó salvajemente, la espada dorada
giró sobre su cabeza en un círculo mortal. Shahin se concentró, reuniendo sus
poderes en su interior, en una gigante y temblorosa bola de potente energía y la
disparo al enemigo.
El golpe causó un terremoto. El cuerpo del guerrero se rompió como un
espejo en miles de pedazos y el poder se levantó con un arco iris.
El guerrero al que había salvado dejó escapar un grito de triunfo.
— ¡Mi señor! ¡Lo has matado!
Shahin giró su caballo mirando el campo de batalla. Buen Dios.
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Capítulo 23
Nephtys podía ver el fuego deslumbrante de la ira de Haru-Re, incluso antes
de que entrara en el templo. Como algo vivo, la luz de su furia llenaba el cielo de
Petru como mil soles, lo suficientemente brillantes para cegar.
Nephtys reunió su fuerza, convocando cada vestigio de poder que poseía.
Necesitaba cada onza de la misma.
Al semidiós no le gustaba que nadie le contrariara. Sentía su ira. Pero estaba
dispuesta a soportarla.
Por Khepesh. Por su hermano.
— ¡Sacerdotisa! —gritó Ray, entrando en el santuario del templo como un
tornado de resplandeciente fulgor. Alto, fuerte, atractivo y tan dorado como el sol
que adoraba, su rostro estaba tallado con una máscara de determinación.
¡Por la diosa, era magnífico!
— ¿Sí, mi señor? —respondió suavemente. No se levantó de donde estaba
arrodillada, rezando ante el altar de Re-Horakhti, pero alzó la vista. Los acólitos
del templo se dispersaron como semillas en una tempestad.
La dominaba en altura y estaba con los puños apretados. Las chispas
estallaban a su alrededor en una aureola viva.
— ¿Te atreves a romper tu juramento sagrado a un semidiós? —rugió.
— No, mi señor —refutó Nephtys tranquilamente, aunque sus piernas
temblaban—. No he roto mi palabra.
Ray seguía furioso, como si ella no hubiera hablado.
— ¡Vas a ser mi consorte inmediatamente! ¡Ese fue nuestro acuerdo!
En ese momento la sacerdotisa se levantó lentamente, con la dignidad
conveniente a su alta condición. No era fácil hacer frente al gran demonio que se
cernía sobre ella, mientras chispas de fuego llovían sobre su piel.
— No. Estuve de acuerdo en convertirme en tu esposa, pero no dije nada
acerca de cuándo.
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Capítulo 24
— Shahin, hay algo que tengo que decirte.
La ansiedad en el tono de Gemma hizo que Shahin se detuviera y se
acercara a ella. Su rostro mostraba preocupación.
Eso no podía ser bueno.
Gemma paseaba de un lado a otro de la alfombra persa, dentro de la tienda.
Estaba muy molesta por la sentencia de Seth sobre Josslyn.
Habían regresado por la mañana al oasis, cuando se dieron cuenta que no
iban a hacerle cambiar de opinión. No en este momento.
Shahin la vio caminar de un lado a otro. ¿Qué pasaba ahora? No podía
predecir lo que ella estaba a punto de soltar. Ni pudo descifrar sus pensamientos
ahora, como tampoco lo había podido hacer desde el primer momento en que la
vio. Si había una cosa que había aprendido sobre Gemma Haliday, era que ella
nunca decía o hacía lo esperado.
— ¿Qué? —Le preguntó, mientras sentía que el miedo le rodeaba como un
chacal hambriento.
Gemma se detuvo y lo encaró.
— Anoche vi a Gillian.
El jeque frunció el ceño.
— ¿Qué?
— Cuando no estabas.
De repente se detuvo, mientras Shahin mostraba su confusión.
— Eso es imposible. Gillian está en Petru.
Gemma asintió azorada.
— Sí, es verdad. Realmente no lo entiendo, pero... se apareció ante mí, aquí
en Khepesh mientras yo dormía.
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Nina Bruhns
El alivio se apoderó del jeque. Por las plumas de Ptah. Durante un minuto
pensó...
— Quieres decir que soñaste con ella.
Gemma lo negó.
— No. No era un sueño. Estaba allí conmigo. En tu habitación. Me contó que
era un hechizo y que Rhys la estaba ayudando. Como te he dicho, no sé muy bien
los detalles. Estoy diciéndote que estaba allí, hablándome. Fue extraño. La
imagen se desvanecía, como una antigua película dañada.
Shahin entrecerró los ojos, pensando.
— Nunca he oído hablar de un hechizo así —Aunque era posible que
existiera. De ser cierto, sería un arma terrible en el arsenal de un netjer.
Tal vez Seth lo había mantenido en secreto, como había mantenido su
conocimiento acerca de compartir la magia.
Gemma asintió.
— Gillian dijo que Haru-Re lo había descubierto recientemente. Lo está
usando con Nephtys, y añadió que es una amenaza.
Ah. Eso tenía sentido. Pero la pregunta que se le ocurrió, un tanto
cínicamente, era... ¿Cómo Gillian había tenido acceso a ese hechizo tan
fácilmente?
— ¿Seth sabe algo de ese hechizo?
— No estoy segura. Mi hermana sólo apareció durante unos minutos y
hablamos de otras... cosas —cruzó los brazos sobre su estómago, pareciendo
enferma.
La aprehensión pasó por la cabeza del jeque.
— ¿Qué cosas? ¿Qué quería? —preguntó, mientras la preocupación se
multiplicaba por diez. Tenía la sensación de que no le iba a gustar la respuesta.
Gemma se mordió el labio y confesó.
— Me dijo que nuestros padres están vivos, y viven en Petru.
Shahin sintió frío. Sabía lo de su madre, por supuesto. ¿Pero su padre
también?
— ¿Tus padres? ¿Los dos?
Los ojos de Gemma se llenaron de dolor.
— Al parecer, mi padre descubrió lo que le pasó a mi madre y el motivo de
su desaparición. De alguna manera, se encontró en Petru y se unió a Haru-Re
como uno de sus seguidores, para estar con ella.
Traducido por ML para AEBks
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Nina Bruhns
En todos sus años como guerrero, nunca había estado tan asustado. Pero
ahora estaba aterrorizado. Tenía miedo a comprometerse y que ella lo
traicionara.
Pero, sobre todo, tenía miedo de perderla.
No podía perderla. Y debido a eso, estaba dispuesto a arriesgarse.
Ignorando el miedo, se acercó a Gemma y le puso las manos sobre sus
tensos hombros.
— Pero yo te amo.
Por un momento, ella se quedó absolutamente callada, entonces se volvió
lentamente y lo miró. Sus ojos le observaban con una recelosa cautela. Y algo
más... ¿Esperanza?
— ¿Qué has dicho? —Le preguntó ella en voz tan baja que apenas la
escuchó.
Shahin deslizó las manos y sujetó su barbilla.
— He dicho que te amo. Te quiero, Gemma Haliday y quiero que te quedes
conmigo aquí en Khepesh. Para siempre.
No añadió que si intentaba escapar a Petru, la cazaría y ataría a su cama
hasta que ella cambiara de opinión, utilizando todos los métodos posibles.
Gemma se humedeció el labio inferior.
— ¿En serio?
— No puedo hablar más en serio —Le aseguró, observando el movimiento de
su lengua. Entonces cubrió su boca con la suya y la besó hasta que ella se rindió,
derritiéndose con profundos suspiros.
— ¿Me crees ahora? —Le preguntó cuando sus labios finalmente se
separaron.
— Oh, sí.
— ¿Y te quedarás conmigo?
Gemma sonrió.
— Oh, sí.
— ¿Ni dirás más que vas a irte con Haru-Re? ¿O con cualquier otro hombre?
Ella negó con la cabeza.
— Nunca. Eres el único hombre que amo, Shahin. El único hombre al que
siempre querré.
— Bien, Entonces te unirás a mí. Como mi esposa y consorte.
Epílogo
Por enésima vez, Gemma se quedó mirando el maravilloso anillo de
compromiso en su dedo. Era tan hermoso que casi no podía creer que fuera real.
Pero lo era. Cuando Shahin le ofreció conjurar uno mágicamente después de
su proposición, ella insistió en esperar a que fuera real.
— No quiero que desaparezca de repente —dijo con una sonrisa.
Eso fue hace dos días y todavía estaba delirantemente feliz. Amaba a Shahin
con todo su corazón y él también la amaba. Una vez que le había declarado su
amor, la había colmado de regalos y cariño. La estaba echando a perder, y a ella
le encantaba.
¿Quién iba a pensar que el famoso guerrero de la muerte tenía esos
sentimientos tan tiernos y dulces? Aunque nunca se le ocurriría contarlo por ahí.
Su imagen de chico malo era legendaria y se resentiría.
Lo único que estropeaba su felicidad era Seth. El semidiós pensaba día y
noche en el destino de su amada hermana, Nephtys, y fiel a su amenaza, también
se negaba a escuchar una sola palabra de Josslyn. Ella todavía estaba por ahí, en
algún lugar, maravillosamente ignorante de que estaba siendo utilizada como un
peón en un juego de intrigas sobrenatural.
Pero el vampiro necesitaba urgentemente un sacrificio de sangre.
Cada hora que pasaba estaba más débil y los shemsu de Khepesh
comenzaban a preocuparse. Se había negado a alimentarse de todas las mujeres
inmortales que le habían ofrecido su sangre, y había rechazado las solicitudes de
permiso para buscar una mortal que se encargara de sus necesidades. El
sacrificio de Gemma no había durado mucho.
Debía de haber tomado muy poco.
Incluso Shahin le había sugerido que se ofrecieran otra vez para compartir
de nuevo la magia, sólo para que su amigo se alimentase. Al ver cómo decaía
rápidamente Seth-Aziz, ella había aceptado a regañadientes. Pero el vampiro
también los rechazó.
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