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a justicia en el Mundo

CRISTIANISMO
<Y gUSPICIAi)
JUAN ALFARO, S. J.
LA JUSTICIA EN EL MUNDO
SÍNODO DE LOS OBISPOS

CRISTIANISMO
Y JUSTICIA
Juan Alfaro, S. J.

COMISIÓN PONTIFICIA
JUSTICIA Y PAZ
Este folleto forma parte de una serie de ellos presentados por la Co- INTRODUCCIÓN
misión Pontificia "Justitia et Pax", con comentarios sobre el docu-
mento "La Justicia en el Mundo", del Sínodo de los Obispos, de 1971.

Desde León XIII hasta Pablo VI, el Magisterio de la


Iglesia ha mostrado una preocupación creciente por el pro-
blema de la justicia social. Sus documentos representan un
esfuerzo continuo por despertar la conciencia de los cris-
tianos a las exigencias de un cristianismo auténtico, eficaz-
mente comprometido en el difícil combate por la justicia en
el mundo.
La constitución pastoral del Vaticano II sobre la Igle-
sia en el mundo actual y la Encíclica de Pablo VI Populo-
Traducción castellana autorizada
rum progressio han introducido una perspectiva nueva, al
por la
considerar el deber de los cristianos por la justicia no ya
Comisión Pontificia «Justitia et Pax»
desde el punto de vista de una ética guiada exclusivamente
por la razón humana, sino, ante todo, a la luz de la reve-
lación evangélica.
Esta perspectiva ha alcanzado su pleno desarrollo en el
documento del Sínodo Episcopal de 1971 sobre la justicia
en el mundo. Aquí se encuentra uno de los aspectos más
interesantes del mismo:

«Escuchando el clamor de quienes sufren violen-


cia oprimidos por sistemas y mecanismos injustos; y
escuchando también los interrogantes de un mundo
que con su perversidad contradice el plan del Creador,
tenemos conciencia unánime de la vocación de la Igle-
sia a estar presente en el corazón del mundo predican-
do la Buena Nueva a los pobres, la liberación a los
© Comisión Pontificia «Justitia et Pax», 1973.
oprimidos y la alegría a los afligidos. La esperanza y
Edita Propaganda Popular Católica. el impulso que animan profundamente al mundo no
Enrique Jardiel Poncela, 4.—Madrid-16. son ajenos al dinamismo del Evangelio, que por vir-
I. S. B. N. 84-288-0189-4.
Depósito legal: M. 5.160 - 1973.
Printed in Spain.—-Impreso en España. 5
Impreso en Marsiega, S. A.—Enrique Jardiel Poncela, 4.—Madrid-16.
tud del Espíritu Santo libera a los hombres del pe- El documento sinodal sobre la justicia tuvo que limitar-
cado personal y de sus consecuencias en la vida so- se por razones obvias a una presentación sintética de los
cial.» «La situación actual del mundo, vista a la luz rasgos más salientes del mensaje bíblico y de las reflexiones
de la fe, nos invita a volver al núcleo mismo del men- teológicas, que iluminan el sentido y la seriedad del compro-
saje cristiano, creando en nosotros la íntima concien- miso cristiano por la justicia. Por eso quisiéramos ofrecer
cia de su verdadero sentido y de sus urgentes exigen- aquí una visión más completa y concreta de la importancia
cias. La misión de predicar el Evangelio en el tiempo primordial que el tema de la justicia alcanza en el Antiguo
presente exige que nos empeñemos en la liberación y en el Nuevo Testamento, de modo que el lector entre en
integral del hombre ya desde ahora, en su existencia contacto con la palabra de Dios y se dé cuenta por sí mis-
terrena. En efecto, si el mensaje cristiano sobre el mo del cambio de mentalidad y de praxis, que nos impone
amor y la justicia no manifiesta su eficacia en la ac- en nuestros días el verdadero cristianismo. La comprensión
ción por la justicia en el mundo, muy difícilmente lo- misma del mensaje evangélico sobre la justicia exige una
grará credibilidad entre los hombres de nuestro tiem- presentación previa de este tema en el Antiguo Testamento.
po.» «La Iglesia ha recibido de Cristo la misión de
predicar el mensaje evangélico, que contiene la lla-
mada del hombre a convertirse del pecado al amor
del Padre, la fraternidad universal y, por tanto, la
exigencia de justicia en el mundo. Esta es la razón
por la cual la Iglesia tiene el derecho, más aún, el
deber, de proclamar la justicia en el campo social, na-
cional e internacional, así como de denunciar las si-
tuaciones de injusticia, cuando lo exijan los derechos
fundamentales del hombre y su misma salvación. La
Iglesia no es la única responsable de la justicia en el
mundo; tiene, sin embargo, una responsabilidad pro-
pia y específica, que se identifica con su misión de
dar ante el mundo testimonio de la exigencia de amor
y de justicia tal como se contiene en el mensaje evan-
gélico...» (1).

En su exhaustivo y penetrante estudio sobre el tercer


Sínodo Episcopal pone de relieve Rene Laurentin la inspi-
ración evangélica del documento sobre la justicia, y nota
expresamente que la noción bíblica de liberación ha entrado
aquí por vez primera en el Magisterio de la Iglesia (2).
(1) Sínodo de los Obispos, La justicia en el mundo (Roma, 1971), 6, 16.
(2) R. LAURENTIN, Réorientation de l'Eglise aprés te troisikme Synode
(París, 1972), 167-173.

6 7
ÍNDICE
Pép.
Introducción 5
Yahvé, el Dios liberador de los oprimidos 11
La Alianza, exigencia de justicia 14

1. A los jefes del pueblo 14


2. A todo el pueblo de Israel 14

El anuncio del Reino de Dios: el Mesías hará justicia a


los oprimidos 18
El Reino de Dios y la justicia en el mensaje y en la vida
de Jesús 19

1. Cuestión fundamental ... 19


2. Contexto y sentido de las bienaventuranzas 20
3. Jesús radicaliza las exigencias del Antiguo Testa-
mento sobre el amor del prójimo y la justicia ... 22

Amor cristiano y justicia en la teología neotestamentaria. 26

1. Los orígenes del cristianismo 26


2. La carta de Santiago 27
3. La teología paulina 28
4. La teología de San Juan 30

Cristianismo y justicia en el mundo 32

1. Amor cristiano y justicia 32


2. Misión del cristianismo hoy 34
3. La Iglesia ante los signos de nuestro tiempo 37
4. Actitudes de los cristianos ante las exigencias de
la justicia 42

9
YAHVE, EL DIOS LIBERADOR
DE LOS OPRIMIDOS

Toda la revelación veterotestamentaria se desenvuelve


en torno a un acontecimiento decisivo: la liberación de la
opresión en Egipto y la alianza. En la experiencia del Éxo-
do nació la fe de Israel; más aún, nació Israel como pue-
blo. La historia de la liberación constituye el tema del cre-
do israelita (3). Los salmos cantan la potencia de Yahvé
revelada en su acción liberadora (4). Los profetas recuer-
dan al pueblo la fidelidad del Dios de la alianza, cumplida
en la historia de su salvación, y la reinterpretan dándole un
sentido nuevo hacia el futuro de un pacto imperecedero.
Cuando Israel dejó de ser un pueblo nómada, establecién-
dose en Jerusalén y fijando el culto de Yahvé en el templo
de Salomón, el rito litúrgico se mantuvo siempre centrado
en el acontecimiento del Éxodo, que era conmemorado en
la gran solemnidad de la Pascua.
Los escritos del Nuevo Testamento han visto en la
Muerte y Resurrección de Cristo el cumplimiento definitivo
de las promesas de la alianza, la verdadera Pascua, nuestra
liberación del pecado y de la muerte. Por eso los cristianos
podemos caer en el error de reducir todo el significado del
Éxodo a una mera promesa anticipadora de la redención de
la Humanidad por Cristo. Ciertamente el sentido último de
la alianza de Yahvé con Israel está en la liberación cumpli-
da en Cristo. Pero el acontecimiento del Éxodo tiene tam-
bién su propio sentido: Yhavé se revela como Dios en la

(3) Dt 6, 20-24; 26, 5-9; Jos 24, 2-13.


(4) Salm 78, 106, 135, 136, etc.

11
liberación de un pueblo oprimido. La liberación de la opre- «Librará al pobre que clama y al necesitado des-
sión aparece así como acto revelador de Dios; más aún, provisto de ayuda. Se compadecerá del oprimido y
como el acto en que Dios inaugura la historia de la historia del pobre; los librará de la injusticia y de la opre-
de la salvación: «Y Ybavé dijo: he visto la aflición de mi sión* (Sal 72,12-14).
pueblo en Egipto y he oído el grito que le arrancan sus «Yahvé hace justicia a los oprimidos, da pan a los
opresores. Y he bajado para liberarlo... He aquí que el hambrientos, libra a los que viven esclavizados»
clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto (Sal 146, 7).
la opresión que los egipcios hacen pesar sobre él...»: «Conocerán que yo soy Yahvé, cuando quebranta-
«Aquel día libró Yahvé a Israel de las manos de los egip- ré las barras de sus yugos y los libraré de los que los
cios... y el pueblo creyó en Yahvé...» (5). oprimen» (Ez 34, 27).
El Dios de Israel lleva a cabo su acción liberadora por
medio de sus enviados: primero, los Jueces (6), y luego El lenguaje moderno de la «opresión», de la «injusti-
los Reyes; pero el verdadero salvador y libertador del pue- cia», y del Dios «liberador» que «hace justicia a los opri-
ble permanece siempre Yahvé (7). midos», se encuentra ya con toda su fuerza y realismo en
Pero la revelación de Yahvé como el verdadero Dios no la Biblia. Es un lenguaje que pertenece tanto a la revelación
se cumple únicamente en la liberación del pueblo israelítico, de Yahvé, el Dios poderoso y fiel a su promesa, como a las
sino también dentro de Israel mismo en su acción en favor exigencias mismas de su alianza con Israel.
de cuantos sufren la injusticia y la opresión. Yahvé es el Encontramos, pues, en el Antiguo Testamento el len-
Dios que hace justicia a los oprimidos, el defensor de los guaje moderno de la «opresión» y de la «injusticia», y so-
pobres, el que escucha el grito de los indefensos. Es un bre todo el concepto de Dios como el «liberador de los
tema que se repite con frecuencia en los Salmos: oprimidos». Yahvé revela su divinidad en el acontecimien-
to de la liberación de Israel y en la defensa de los oprimi-
«Dios se levanta para hacer justicia, para salvar dos. El Dios poderoso, fiel a su promesa, es el Dios que
a todos los pobres del país» (Sal 76, 10). hace justicia a los que sufren la injusticia. En su alianza
«Yahvé hace justicia a todos los oprimidos» (Sal exige de Israel que le reconozca como el único verdadero
103, 6). Dios y que cumpla los deberes de justicia para con los
«Yahvé es una fortaleza para el oprimido... No hombres.
ha olvidado el grito de los pobres» (Sal 9, 10. 13).
«En Ti confía el pobre... Tú oyes el deseo de los
pobres, haces justicia al huérfano y oprimido» (Sal 10,
14. 17. 18).
«Yo soy pobre y desamparado; pero Dios se
acuerda de mí. Tú eres mi protector y liberador»
(Sal 40, 18).
(5) Ex 3, 7-9; 14, 30-31.
(6) Juec 2, 16-18; 4, 12-16; 6, 7-16; 7, 9. 13. 22; 8, 34; 10, 10-16.
(7) 1 Sam 8, 7-22; 9, 17; 10, 17-26; 13, 14; 16, 7-13; 18, 4; 2 S«m 3, 18;
5, 2; 7, 8.

12 13
LA ALIANZA, EXIGENCIA DE JUSTICIA «Así habla Yhavé: predicad la justicia y el dere-
cho: sacad al oprimido de las manos del opresor...
Maldición a quien construye su palacio contra la jus-
ticia y hace trabajar a su prójimo de balde y no le da
su salario... Tus ojos y tu corazón no piensan sino
en tu propio interés, en la sangre inocente para derra-
marla, y en la opresión y explotación para practicar-
la... Defender el derecho del pobre y del necesitado,
ésto es conocerme» (Jer 22, 3. 13-17. 16).
1. A los jefes del pueblo. «¿Hasta cuándo haréis juicios temerarios? Haced
justicia al oprimido y al huérfano, al débil y al pobre.
La alianza de Yahvé con Israel es indivisiblemente pro- Liberad al oprimido y al necesitado de las manos de
mesa y misión, iniciativa absolutamente gratuita del amor los impíos» (Sal 82, 2-4).
de Dios y exigencia de fidelidad para el pueblo escogido y
para sus jefes. A la misión propia de éstos pertenece ejer-
citar la justicia, de un modo especial en la defensa de los 2. A todo el pueblo de Israel.
pobres, de los desamparados y oprimidos (8), La protesta
de los profetas Isaías y Jeremías contra las injusticias co- La acción liberadora de Yahvé en favor del pueblo is-
metidas por los poderosos de su tiempo sacuden hoy día raelita viene a ser exigencia de justicia, no solamente para
con los connacionales, sino también para los extranjeros
nuestra conciencia cristiana:
que viven en el territorio de Israel:
«Tus príncipes son... compañeros de los ladrones.
No hacen justicia al huérfano, ni llega hasta ellos la «No... oprimiréis al extranjero, porque voso-
causa de la viuda» (Is 1, 23). tros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto»
(Ex 22, 20).
«Yahvé entra en juicio con los ancianos y los prín-
«El Señor, vuestro Dios..., hace justicia al huérfa-
cipes del pueblo: el despojo de los pobres está en
no y a la viuda, y ama al extranjero. Amad, pues, al
vuestras casas. ¿Con qué derecho aplastáis mi pueblo
extranjero, porque habéis sido extranjeros en la tie-
y pisoteáis el rostro de los pobres?» (Is 3, 14-15).
rra de Egipto» (Dt 10, 18).
«Ay de los que decretan leyes injustas, de los que «No explotarás al obrero humilde y pobre, ya per-
escriben decretos de opresión; rehusan justicia a los tenezca a tus hermanos, ya a los extranjeros» (Dt 24,
míseros y privan de sus derechos a los pobres de mi 14).
pueblo; hacen de las viudas su presa y despojan a los «No explotarás ni despojarás a tu prójimo: no que-
huérfanos» (Is 10, 1-2). de en tu poder el salario del jornalero... No come-
«Dinastía de David... Así habla Yahvé: haced cada terás injusticia en el juicio... Amarás al prójimo como
mañana justicia; libertad al oprimido de las manos del a ti mismo... Si un extranjero reside con vosotros en
opresor» (Jer 21, 12). vuestro país, no le molestaréis... Será para vosotros
como un compatriota y lo amarás como a ti mismo,
(8) Jue 2, 16-19; 3, 10; 4, 10; 10, 2-3; 1 Sam 8, 7-22; 9, 17; 13, 14.

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14
porque vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de por una parte participa en el culto ritual y por otra priva
Egipto» (Lev 19, 13. 18. 33). al prójimo de sus derechos (10).
El hombre «justo», del que se habla frecuentemente en
He aquí las palabras con que el autor de la segunda los Salmos, es el que vive conforme a las exigencias del
parte de Isaías increpa al pueblo, que piensa tener a Dios Dios de la alianza, es decir, el que confía en las promesas
a su favor porque observa las prescripciones legales del de Yahvé y observa la justicia para con el prójimo (11).
ayuno, mientras por otra parte oprime con sus injusticias
a los trabajadores: El Antiguo Testamento presenta indivisiblemente
unidas entre sí las dos exigencias fundamentales de la
«Los días de ayuno... vosotros oprimís a todos alianza: la fidelidad a Yahvé, concretada en el culto y en
vuestros obreros. ¿No sabéis cuál es el ayuno que la confesión monoteístas, y los deberes de amor y justicia
me agrada? Oráculo de Yahvé: romper las cadenas para con los hombres. Ambas exigencias tienen un mismo
de la injusticia, soltar los lazos del yugo, dar libertad fundamento: el amor de Yahvé, que ha elegido y liberado
a los oprimidos, quebrantar toda opresión: repartir a Israel. La respuesta del pueblo israelítico al Dios de la
el pan con el hambriento, dar hospedaje a los que alianza incluye inseparablemente unidas la dimensión re-
no tienen casa y vestido a los necesitados. Enton- ligiosa y la ética (12). La promesa salvífica de Yahvé im-
ces... tu justicia marchará delante de ti. Si abolís en- pone al pueblo y a sus jefes la misión de cumplir los de-
tre vosotros la esclavitud, dais pan al hambriento... beres de justicia: Yahvé es el Dios, que libera a los opri-
Yahvé te guiará constantemente» (Is 58, 3. 6-11) (9). midos,
Podemos, pues, recapitular el mensaje veterotestamen-
Este texto del Deuteroisaías, cuyo eco encontraremos en tario con las palabras mismas del Sínodo: «En el Antiguo
el Evangelio de San Mateo (25, 31-46), pertenece a un Testamento Dios se nos revela a sí mismo como el libera-
tema característico de los grandes profetas de Israel: «el dor de los oprimidos y el defensor de los pobres, exigien-
conocimiento de Dios». Se trata de un «conocimiento», do a los hombres la fe en El y la justicia para con el pró-
que implica no solamente confesar a Yahvé y darle culto jimo. Sólo en la observancia de los deberes de justicia se
como al único Dios, sino también reconocer efectivamen- reconoce verdaderamente al Dios liberador de los opri-
te su soberanía mediante la observancia del amor del pró- midos» (13).
jimo, es decir, de las exigencias de la justicia; «amar al
prójimo» quiere decir en el Antiguo Testamento observar
los deberes de justicia. El Dios de la alianza rechaza el (10) Os 4, 1-2; 6, 4-6; 10, 12; 12, 17; Jer 7, 4-7; 9, 23; 22, 13-16; Is 11,
culto religioso, que no va acompañado de la observancia 1-5; 58, 2-10; Am 5, 7-17. 21-27; Mich 6, 9-12. Cf. S. MOWINCKEL, Die Er-
kenntnis Gottes bei den alttestamentlichen Propbeíen (Oslo, 1941), 33-47;
de la justicia. Yahvé no quiere «sacrificios», sino amor y G. J. BOTTERWECK, «Gott Erkennen» im Sprachgebrauch des A. T. (Bonn,
justicia para con el prójimo. La dimensión ética de la jus- 1951), 42-49. 55-56. 66. 98; J. LINDBLOM, Prophecy in Ancient Israel (Oxford,
1962), 340-349.
ticia está incluida en la relación del hombre para con el
(11) Sal 9, 10-13; 10, 14-15; 33, 5; 37, 21; 40, 18; 62, 11; 72, 4; 76, 10;
Dios de la alianza. No «conoce» realmente a Dios quien 82, 3-4; 89, 11. 15. 52; 110, 1-3; 146, 7-9.
(12) Ex 20, 1-17; 22, 20-21; Lev 19, 1-18. 33-35; Dt 10, 18; 24, 14. Cf.
G. VON RAD, Teología del Antiguo Testamento (Salamanca, 1972), 458-459.
(9) Jer 4, 2; 7, 1-11; 9, 23; Ez 33, 14-19; Is 1, 10-17; Am 2, 6-7; 4, 13;
(13) Sínodo de los Obispos, La justicia en el mundo, pág. 15.
5, 10-12; 8, 4-6.

17
16
2.—Cristianismo.
EL ANUNCIO DEL «REINO DE DIOS»: EL La misión del Mesías venidero será, pues, la de pro-
MESÍAS HARÁ JUSTICIA A LOS OPRIMIDOS clamar la justicia y liberar a los oprimidos. Su justicia no
será sino la justicia misma de Dios, en que consiste su
Reino. El rey mesiánico se presenta como el salvador de
Las promesas de Yahvé y la esperanza de Israel se fue-
los pobres y de los indefensos. «La ventaja de los pobres
ron concretando progresivamente en la instauración futura
en el establecimiento del Reino de Dios tiene, pues, su ex-
del Reino de Dios mediante un descendiente de la dinastía
plicación... en la justicia de Dios, aquella justicia que Dios
davídica, que es designado como «el Ungido» de Dios por quiere manifestar haciéndose su defensor y salvador. El
excelencia: el Mesías. La figura y la misión del «ungido de Dios que derrumba a los poderosos de sus tronos y levan-
Yahvé» está descrita con rasgos precisos en los escritos de ta a los pobres, llena de bienes a los hambrientos y despa-
Isaías y en el Salmo 72. cha con las manos vacías a los ricos (Le 1, 52), aparecerá
Se anuncia la llegada próxima del «Reino de Dios» como la realización perfecta del rey ideal. La perspectiva
(Is 24, 23; 52, 7). Será el reino de la justicia y de la libe- no es la idealización de la pobreza, sino la de una teología
ración de los oprimidos: «Yo diré a los prisioneros: salid... de la justicia de Dios y de una esperanza que mira al reino
Porque Yahvé consuela a su pueblo, se compadece de los escatológico de Dios... No es difícil darse cuenta de las con-
afligidos» (Is 49, 9-13) (14). Se celebra el nacimiento del secuencias que estas ideas pueden tener para la interpre-
futuro Mesías, que será ungido por el Espíritu de Dios y tación de las bienaventuranzas. El anuncio del Reino de
recibirá así la misión de hacer justicia a los oprimidos, pro- Dios no puede ser sino la buena nueva para los pobres y
clamando su liberación. afligidos. Ellos serán los primeros beneficiarios del Reino...
porque Dios no puede reinar sino como rey justo, a saber,
«Un niño ha nacido para nosotros, Príncipe de la manifestando su solicitud por los desheredados» (15).
paz, para el trono de David... para establecerlo y
consolidarlo en el derecho y en la justicia» (Is 9, 5-6).
«Sobre él reposará el Espíritu de Yahvé... hará
justicia a los oprimidos y dará sentencia a favor de
EL REINO DE DIOS Y LA JUSTICIA EN
los pobres del país» (Is 11, 2. 4).
EL MENSAJE Y EN LA VIDA DE JESÚS
«El Espíritu de Dios sobre mí: me ha enviado a
llevar la Buena Nueva a los pobres, a proclamar la
1. Cuestión fundamental.
liberación de los oprimidos» (Is 61, 1).
«Oh Dios, da tus juicios al rey y tu justicia al hijo No se puede pasar por alto el hecho importante de que
del rey, para que gobierne tu pueblo con justicia y a la perspectiva, dentro de la cual el Nuevo Testamento pre-
los pobres con derecho... Hará justicia a los pobres, senta la salvación del hombre, es diversa de la del Antiguo
librará los hijos de los pobres, aplastará a sus opre- Testamento. Los escritos veterotestamentarios casi en su
sores... Librará al pobre que clama y al indefenso totalidad (exceptuados los apocalípticos, el libro de la Sa-
que está sin ayuda; se compadecerá del débil y del biduría y los Macabeos) encuadran la salvación del hom-
pobre, salvará la vida de los pobres» (Sal 72, 1-4. bre dentro del horizonte de su existencia en el mundo. En
12-13). cambio, toda la revelación neotestamentaria se desarrolla
(14) C£. Is 55, 1-3; 65, 13; 66, 10. (15) J. DUPONT, Les Beatitudes, II (París, 1969), 89-90.

iá 19
dentro de una visión clara de la salvación definitiva del cia (17). Dentro de este contexto se comprende el sentido
hombre más allá de la muerte: la resurrección futura tie- de las bienaventuranzas:
ne un relieve primordial en la doctrina misma de Jesús, en «Bienaventurados los pobres, porque el Reino de
la fe de la Iglesia primitiva y en toda la teología del Nue- Dios es vuestro. Bienaventurados los que ahora pa-
vo Testamento. Esta perspectiva de la salvación última de decéis el hambre, porque seréis saciados» (Le 6,
la humanidad más allá de la historia, fuera de nuestro mun- 20-21).
do, podría hacer pensar que en la revelación cristiana no
tiene valor la existencia del hombre en el mundo y que lo La exégesis moderna reconoce que este texto de San
único importante en ella es garantizar al hombre su porve- Lucas presenta la versión original, mientras la redacción
nir en el más allá. Carecería entonces de sentido el com- de San Mateo («los pobres de espíritu»: «los que tienen
promiso cristiano por la justicia en el mundo. La historia hambre y sed de justicia») (Mt 5, 3-6) incluye una glosa
muestra que de hecho, de un modo más o menos conscien- posterior. Reconoce también que el texto de San Lucas
te, el mensaje cristiano ha sido interpretado y aun vivido contiene una alusión clara a Is 61, 1-2 (18).
como una «huida del mundo», es decir, como si no valiera Los pobres son proclamados bienaventurados, porque
la pena dedicar la existencia a lo puramente caduco y pere- van a ser los beneficiarios del intervento liberador de Dios,
cedero. Aquí se funda la acusación marxista contra la «alie- a saber, porque Dios está a punto de inaugurar su Reino,
nación» de la fe cristiana. Pero ¿fue realmente así el men- en el cual ellos serán los privilegiados. Jesús es el mensajero
saje de Cristo y la fe de la Iglesia? del Reino, el que trae la nueva de la liberación de los afli-
gidos. «No se debe hacer de los pobres y de los hambrien-
tos algo diverso de lo que indican las parabras que designan
2. Contexto y sentido de las bienaventuranzas. a estos desventurados. La razón de su privilegio se encuen-
tra no en ellos, sino en Dios y en el modo con el cual Dios
Los tres evangelistas sinópticos coinciden en presentar quiere ejercer su soberanía en favor de los débiles y desam-
la venida del Reino de Dios como el tema central de la parados. El presupuesto de las Bienaventuranzas está en la
predicación de Jesús. El Reino está llegando en la persona concepción del Reino de Dios y de su justicia en el Deute-
misma de Jesús, en su acción y en su mensaje. Por eso la roisaías y en el conjunto de la revelación bíblica... Dios no
salvación del hombre está vinculada a su actitud respecto sería el rey ideal si no se hiciera el defensor y el protector
de Jesús, en quien se cumple definitivamente la revelación de los oprimidos... Está en juego su justicia.» Los pobres,
de Dios en la historia y su intervención salvífica (16). San los hambrientos, los oprimidos, son los que se encuentran
Mateo y San Lucas ven en Jesús el profeta escatológico, de hecho en tal situación; son llamados «bienaventurados»,
anunciado en Is 42, 1-4; 61, 1-2: Jesús ha recibido de en cuanto Dios interviene en su favor como su libertador
Dios la misión de llevar la Buena Nueva a los pobres, la por medio de Jesús (19).
liberación a los oprimidos, y de hacer triunfar la justi- Se impone, pues, la conclusión importante: en el ser-
(17) Le 4, 18-19; 7, 22; Mt 12, 18-21; 11, 5.
(18) J. DUPONT, op. cit., I, 209-222; H. SCHÜRMANN, Das Lukasevangelim
(16) Me 1, 9-12. 15; 8, 31-33. 35-38; 9, 2-12. 31; 10, 29. 33-34; 12, 6; (Freiburg, 1969), 327; W. GRUNDMANN, Das Evangelium nacb Lukas (Berlín,
1971), 1431.
Mt 3 13-14; 4, 17; 10, 7. 37; 11, 5-6; 12, 28; 17, 1-13; 21, 33-45; 5, 11;
(19) J. DUPONT, op. cit., II, 139-142. 379-380. Cf. H. SCHÜRMANN, op. cit.,
8, 21; 9, 1-8; 10, 29; 19, 28; Le 3, 21-23; 9, 28-36; 10, 9. 11; 11, 20. 29-32;
327-331.
18, 18; 21, 31; 22, 30.

20 21
món de la montaña Jesús hace suya la visión veterotesta- de Dios para con todos los hombres, justos y pecadores.
mentaria sobre Dios como el defensor de los pobres y opri- La actitud de sus discípulos para con los hombres deberá
midos. Presenta el Reino de Dios, que está llegando en su inspirarse en este amor universal y desinteresado de Dios;
Persona, como el cumplimiento de la justicia de Dios para amarán con el corazón y con las obras a todos los hombres,
con los desvalidos. El es el Mesías, mediante el cual Dios incluso a los enemigos (23).
librará a los oprimidos. Jesús ha condensado las prescripciones del Antiguo
Testamento sobre la justicia en una fórmula nueva y ra-
dical: «Cuanto deseáis que los hombres hagan para con
3. Jesús radicaliza las exigencias del Antiguo Testamento vosotros, hacedlo vosotros para con ellos. Aquí está toda
sobre el amor del prójimo y la justicia. la ley y los profetas» (Mt 7, 12). La predicación de los
profetas sobre la carencia de valor del culto a Dios sin la
El mensaje de Jesús confiere una profundidad nueva y justicia para con los hombres es recogida por San Mateo
definitiva a las exigencias del Antiguo Testamento sobre (9, 13; 12, 17) en las palabras de Oseas 6, 6: «misericor-
el amor del prójimo, cumplido en la observancia de la jus- dia (amor-justicia) quiero y no sacrificios». San Lucas y
ticia. Jesús proclama el amor a Dios como el primer man- San Mateo transmiten la invectiva terrible de Jesús a los
damiento. Pero el segundo, «semejante al primero», es fariseos, que observan los preceptos más insignificantes
amar al prójimo como a sí mismo: «a estos dos manda- de la ley y no cumplen los deberes de la justicia: «estáis
mientos se reduce toda la ley...» (Mt 22, 38-40; 7, 12). llenos de rapiñas... pasáis por alto la justicia» (Mt 23, 23-
Ha notado acertadamente C. Spicq que esta frase resume 25; Le 11, 29. 42. Alusión clara a Amos 5, 21. 24). Si
toda la ley en dos mandamientos tan íntimamente compe- Jesús ha llamado bienaventurados a los pobres, ha dicho
netrados, que en realidad constituyen uno solo (20). San también que es muy difícil que los ricos entren en el Rei-
Marcos expresa el mismo concepto con otras palabras: «no no de Dios y que es imposible servir a Dios y a las ri-
hay ningún mandamiento superior a estos dos» (Me 12, 31). quezas (24).
Comenta W. Grundmann que esta fórmula «junta los dos Las palabras más radicales de Jesús sobre la importan-
mandamientos en la unidad» (21). También San Lucas los cia primordial del amor del prójimo se encuentran en el
une en uno solo (10, 25-37; 6, 27-38), y en la parábola discurso sobre el juicio final de Mt 25, 31-46: en la acti-
del samaritano explica concretamente qué significa en la tud de cada hombre hacia los pobres y desamparados, cum-
práctica amar al prójimo: ayudar con las obras a los hom- plida en las obras, se decide definitivamente su salvación
bres necesitados, cualquiera que sea su condición social, o perdición.
raza o religión (22). Al unir en un solo mandamiento el
amor a Dios y el amor al prójimo, Jesús completa e inte- «Venid, benditos de mi Padre, recibid el Reino
rioriza la predicación de los profetas, que habían vinculado que os está preparado... Porque tuve hambre y me
el «conocimiento de Dios» con el amor de los hombres. disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era
Jesús funda el amor al prójimo en la paternidad universal forastero y me acogisteis, estaba desnudo y me ha-
béis vestido, enfermo y me habéis visitado... En ver-
(20) C. SPICQ, Agapé dans le N. T., I, 45.
(21) W. GRUNDMANN, Das Evangelium nach Markus (Berlín, 1971), 252.
(22) J. SCHMID, Das Evangelium nach Lukas (Regensburg, 1951), 155-156; (23) Mt 5, 38-47; 6, 12-15. 30; 7, 2-12; 8, 32; Le 12, 30-32; 15, 1-31.
W. GRUNDMANN, Das Evangelium nach Lukas, 224. (24) Le 6, 24-25; 16, 13-15; 18, 25; Mt 6, 24; 13, 32; 18, 25; 19, 24.

22 23
dad os digo, lo que habéis hecho a uno de mis más sus ha dado su valor definitivo al amor del prójimo, al
pequeños hermanos, me lo habéis hecho a mí...» unirlo con el amor mismo de Dios. Pero esto no es todo.
«Id lejos de mí... porque tuve hambre y no me En la misma vida de Jesús estuvieron inseparablemente
disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, unidos su amor filial para con Dios y su amor fraterno
era forastero y no me acogisteis, estaba desnudo y no para con los hombres. El don de Sí mismo a Dios se cum-
me vestísteis, enfermo y prisionero y no me visitas- plió efectivamente en el don de su propia vida por la sal-
teis... Lo que no habéis hecho a uno de estos los vación de los hombres. La opción radical, en la que se
más pequeños, tampoco me lo habéis hecho a mí.» decidió el sentido último de su existencia, fue la oblación
total de Sí mismo a Dios por los hombres (26). Su iden-
No es difícil descubrir en estas palabras un eco fiel de tificación de solidaridad con «sus hermanos», con los que
las Bienaventuranzas: la pertenencia o la exclusión del Rei- sufren la pobreza (27) y la injusticia, se hizo efectiva en
no, anunciado por Jesús, se decide en la actitud del hom- su vida de pobreza, que culminó en su inicua condenación
bre ante los pobres y oprimidos, los mismos que en Isaías a muerte, aceptada por El por la salvación del mundo.
58, 1-12 son indicados como víctimas de la injusticia hu- El documento del Sínodo sobre la justicia en el mundo
mana y sobre los cuales Dios quiere mostrar su justicia. resume el mensaje y la acción de Jesús en estas palabras:
Pero la gran novedad está en que Jesús hace de estos hom- «En su acción y en su doctrina unió Cristo indisoluble-
bres despreciados y marginados «sus hermanos»; se soli- mente la relación del hombre con Dios y con los demás
dariza personalmente con todos los pobres y desvalidos, con hombres. Cristo vivió su existencia en el mundo como
todos los que padecen el hambre y la miseria. Todo hom- donación radical de Sí mismo a Dios por la salvación y li-
bre que se encuentra en tal situación es hermano de Cris- beración del hombre. Con su predicación proclamó la pa-
to; por eso lo que se hace en favor de ellos se hace a Cristo ternidad de Dios hacia todos los hombres y la intervención
mismo. Quien ayuda eficazmente a estos «hermanos» de de la justicia divina en favor de los pobres y oprimidos
Jesús, pertenece a su Reino; quien los abandona en su (Le 6, 21-23). De tal modo Cristo mismo se hizo solidario
estado miserable, se excluye a sí mismo del Reino (25). Para con estos «hermanos suyos, los pequeños», que llegó a
nosotros, los cristianos, resuena aquí una palabra enorme- afirmar: «Lo que habéis hecho a uno de mis más peque-
mente concreta y exigente: en todo hombre que vive en ños hermanos, me lo habéis hecho a mí» (Mt 25, 40) (28).
la miseria y opresión nos sale al encuentro la persona mis- Ni en su acción ni en su doctrina fue Jesús un revolu-
ma de Cristo. Un vínculo tan misterioso como real de so- cionario político ni un promotor de la lucha de clases; toda
lidaridad hace de todo hombre desamparado e indigente interpretación de su persona o de su mensaje en este sen-
un hermano de Jesús. tido estaría en contradicción con los datos de la historia
El mensaje de Jesús ha llevado las exigencias vete- y deformaría el cristianismo (29). Su misión, centrada en
rotestamentarias sobre la justicia al nivel más profundo
del hombre, a la interioridad radical del amor; solamente (26) Me 10, 45; 14, 36; 13, 22-25; Mt 20, 28; 26, 26-28. 39; Le 22, 19-20. 42.
el amor sincero del prójimo puede dar la fuerza necesaria Cf. J. SCHMID, Das Evangelium nacb Markus (Regensburg, 1954), 203; J. JERE-
MÍAS, Die Abendmahlsworte Jesu (Gottingen, 1960), 194-195. 210-229; H. CON-
para hacer efectiva la justicia en el mundo. Más aún, Je- ZELMAN, Der erste Brief an die Korinther (Gottingen, 1969), 230-235.
(27) Mt 8, 20; 4, 8; Le 9, 28, 4, 6.
(25) Cf. P. BONNARD, L'Evangile selon St. Matthieu (Neuchátel, 1963), (28) Sínodo de los Obispos, La justicia en el mundo, 13.
366-367; J. JEREMÍAS, Die Gleichnisse Jesu (Gottingen, 1962), 108. 215; (29) Cf. O. CULLMANN, Jésus et les révolutionnaires de son temps (Neuchátel,
W. GRUNDMANN, Das Evangelium nacb Matthaus (Berlín, 1971), 527-528. 1970); D. FLUSSNER, Jésus (París, 1970), 83. 96.

•25
24
la relación del hombre con Dios, tuvo un carácter esen- gió así una comunidad nueva de hombres, unidos por la
cialmente religioso. Pero precisamente por eso representa misma fe cristiana en «un solo corazón y una sola
Jesús un acontecimiento único, más profundo y radical alma» (32). Esta unión profunda, fruto del Espíritu de
que todos los movimientos revolucionarios de la historia. Cristo, llegó hasta la comunión voluntaria en los mismos
Su mensaje se dirige al corazón del hombre, a saber, a la bienes materiales: «... tenían todo en común; vendían sus
dimensión íntima de su responsabilidad ante el amor de propiedades y distribuían su precio entre todos según las
Dios y del amor sincero y eficaz del prójimo. Aquí se jun- necesidades de cada uno»: «Y no había entre ellos ningún
tan el cambio más radical y la exigencia más compromete- indigente...» (33). El amor cristiano en esta su primera
dora de la liberación interna del pecado (el pecado funda- manifestación privilegiada creó la fraternidad total de los
mental de la autosuficiencia ante Dios y del egoísmo ante hombres.
los hombres: Le 16, 19-31; 17, 9-14) y de la liberación
integral (ya desde ahora) de sus hermanos los hombres.
Jesús se presenta como esperanza de salvación para todos, 2. La Carta de Santiago.
para los injustos y pecadores, y en especial para los que
padecen la injusticia. La salvación, que El trae a los peca- El imperativo del amor cristiano y de la justicia cons-
dores, tiene lugar en la conversión a la gracia de Dios y tituye un rasgo destacado en este breve escrito neotesta-
a la justicia para con el prójimo (Le 19, 1-10). No hay re- mentario. La fórmula del Levítico (19, 18) «amarás al
conciliación con Dios sin la reconciliación con los hombres. prójimo como a ti mismo», que sintetiza todos los deberes
Como ha escrito J. Moltmann, «si Jesús, el Mesías del Rei- de la justicia, es proclamada como norma regia del cristia-
no de la justicia, viene a los injustos, pecadores y publica- no (Sant 2, 8). Quien cree en Cristo, debe respetar la per-
nos, quiere indicarnos con esto que también es indigno del sona del pobre (Sant 2, 14). Más aún: la profesión de la
hombre ser esclavo de la injusticia» (30). fe cristiana es vana y no salva al hombre, si no se hace efi-
caz en la ayuda de los pobres (Sant 2, 14-18). El mensaje
de Jesús en las Bienaventuranzas tiene un eco fiel en Sant 2,
5-7: Dios ha escogido los pobres de este mundo como he-
AMOR CRISTIANO Y JUSTICIA EN rederos del Reino: los ricos ejercen su poder opresor, pro-
LA TEOLOGÍA NEOTESTAMENTARIA fanando asi el nombre de Dios. La predicación de los pro-
fetas sobre la justicia de Dios, el defensor de los pobres, es
1. Los orígenes del cristianismo. resumida en términos enérgicos: «el salario defraudado
al obrero grita a los oídos de Dios... habéis derramado la
La Iglesia nació con la fe en Cristo resucitado. Bajo sangre del justo» (Sant 5, 1-6; cf. Is 5, 8-9; Jer 12,
la acción del Espíritu comprendió este acontecimiento no 1-3) (34).
solamente como cumplimiento de las promesas salvíficas
de Dios y fundamento de esperanza para toda la humani-
dad, sino también como llamada a la conversión (31). Sur- (32) Act 4, 32.
(33) Act 2, 44-45; 4, 32-34; 5, 1-11.
(30) J. MOLTMANN, Esperanza y planificación del futuro (Salamanca, (34) Cf. F. MUSSNER, Der Jakobusbrief (Freiburg, 1964), 76-84. 114-132.
1971), 241. 193-199; C. LESLIE MITTON, The Epistle of James (Edinbourgh, 1966), 81-103,
(31) Act 2, 38-41; 3, 19-26; 4, 12; 5, 31-32; 10, 34-43; 11, 18; 13, 38. 175-182.

26 27
3. La teología paulina. Y, en efecto, la conversión del pecador es, según San
Pablo, transformación interior de la enemistad para con
Es demasiado conocido que San Pablo se apropia los Dios a la actitud filial del amor y de la confianza (35), y
conceptos veterotestamentarios de «salvación, redención, del egoísmo y la injusticia al amor del prójimo (36). Libe-
liberación» (tomados del Éxodo) y ve la realización verda- rado por el Espíritu de Cristo, el cristiano no tiene en úl-
dera de los mismos en el acto salvífico de Dios, cumplido timo término otra ley que la ley interior del amor de Cristo,
en la Muerte y Resurrección de Cristo: Dios nos ha libe- cumplido en el servicio del prójimo (37). Aquí aparece en
rado por Cristo de la esclavitud del pecado y de la muerte: su importancia capital la frase lapidaria de San Pablo: en
liberación del pecado por la gracia de la justificación y libe- Cristo Jesús cuenta únicamente la fe operante en el amor
ración del poder de la muerte por la participación en la (del prójimo), es decir (como nota H. Schlier), la fe cuyo
Resurrección de Cristo, participación anticipada ya desde cumplimiento efectivo es el amor y servicio del próji-
ahora por el don del Espíritu como garantía y principio mo (38). La misma idea aparece en 1 Tes 1, 3, y Ef 4, 15.
vital de la futura salvación integral del hombre. «La fe incluye la prestación real y efectiva, la aceptación
Esta afirmación, fundamental en la teología de San en los hechos..., en toda la actividad, de Cristo, de su men-
Pablo, pudiera a primera vista dar la impresión de que el saje y de sus exigencias... La fe es puesta en acción por
acto liberador de Cristo tiene lugar únicamente en el cam- el amor» (39). «La verdad del Evangelio se cumple sola-
po del pecado y de la muerte, excluyendo así la doctrina mente en el amor» (40).
veterotestamentaria (y de Cristo mismo en el Sermón de
La fe, que se hace efectiva en el amor y servicio del
la Montaña) de Dios como liberador de los oprimidos. Y,
prójimo, he aquí la «nueva creación» en Cristo (Gal 6, 15),
en efecto, no faltó quien en el último Sínodo Episcopal de
a saber, la existencia regenerada por la gracia de Cristo,
1971 interpretó en este sentido el pensamiento de San Pa-
una existencia que, según San Pablo mismo, se recapitula
blo, objetando que la liberación cristiana no tiene nada que
y tiene su primado en el amor del prójimo (41). Se trata
ver con la liberación de los oprimidos por las injusticias
de un amor que implica la observancia de la justicia y se
humanas.
cumple en la ayuda eficaz a los necesitados (42).
Pero (como fue nota en el mismo Sínodo) tal interpre-
tación olvida que, entre los aspectos concretos del pecado Y se debe tener en cuenta sobre todo que, según San
del que Dios nos libra por Cristo, San Pablo pone de re- Pablo, la redención liberadora de Cristo representa la ins-
lieve la injusticia en sus diversas formas. Precisamente en tauración de la fraternidad universal y la supresión de to-
el decisivo pasaje de Rom 1, 24-32, en que describe la si- das las barreras que separan a los hombres entre sí (dife-
tuación de la humanidad pecadora, San Pablo subraya en- rencias de condición social, de cultura de raza: Gal 3, 28;
tre los demás pecados (los de la carne) la iniquidad de la 6, 15; Ef 2, 14-18), es decir, la instauración de «la igual-
injusticia. Esto quiere decir que Cristo ha muerto también
para librar al hombre del pecado de la injusticia, y, por (35) Col 1, 21; Ef 4, 17-19; Rom 8, 14-17; Gal 4, 6.
(36) Rom 1, 28-31; Gal 5, 18-25; Ef 4, 15-16; 5, 9.
consiguiente, para librar a los oprimidos de su injusta si- (37) 2 Cor 5, 14-15; Gal 5, 1. 6. 13-14. 22; 2 Cor 3, 17.
tuación. La gracia de Cristo libra al opresor de cometer la (38) Gal 5, 6. Cf. H. SCHLIER, Der Brief an die Galater (Dusseldorf, 1962),
235; P. BONNARD, L'Ép'ttre de St. Paul aux Galates (Neuchátel, 1953), 56-57.
injusticia y así al oprimido de padecerla; llama al opresor (39) F. RIGAUX, Les Épitres aux Thessaloniciens (París, 1956), 362. 364.
a convertirse del pecado de la injusticia para con los (40) H. SCHLIER, Ver Brief an die Epheser (Dusseldorf, 1962), 205.
hombres. (41) 1 Cor 13, 13; Rom 13, 9; Gal 5, 13-14; Col 3, 14.
(42) Rom 12, 13; 1 Cor 13, 3-7; 2 Cor 8, 8-15; Ef 4, 28-32; 5, 1-2; FU 2, 1-4.

28 29
dad de todos los hombres»: «cada uno en relación al otro prójimo entra el cristiano en comunión de vida con Cristo,
es Cristo» (Rom 12, 15; 14, 15; 1 Cor 12, 12. 26) (43). y en Cristo, con Dios (47).
Concluyamos con las palabras mismas del Sínodo: «Se- Con la fórmula «Dios es amor», la Primera Carta de
gún San Pablo, toda la existencia cristiana se resume en la San Juan expresa la actitud de Dios para lo¡; hombres, al
fe que realiza el amor y el servicio del prójimo, que impli- entregar a la muerte a su Hijo por su salvación (48). Este
can el cumplimiento de los deberes de justicia. El cristia- amor supremo de Dios es la fuente del amor al prójimo.
no vive bajo la ley de la libertad interior, esto es, en la Como ha escrito I. de la Potterie, «el amor que proviene
llamada permanente a la conversión del corazón, tanto des- de Dios se cumple en nosotros... cuando nos mueve a amar
de la autosuficiencia del hombre a la confianza en Dios a los hermanos» (49). El amor a Dios y el amor al prójimo
cuanto desde su egoísmo al amor sincero del prójimo. Así constituyen una unidad indivisible (50). Más aún: solamen-
tiene lugar su genuina liberación y la donación de sí mis- te en el amor del prójimo participa el cristiano en la vida
mo para la liberación de los hombres» (44). misma del Dios-amor. Quien ama a los hombres, «ha na-
cido de Dios», «conoce a Dios», «Dios está en él y él en
Dios»; quien no los ama, «no tiene la vida eterna», «per-
4. La teología de San Juan. manece en la muerte», «no conoce a Dios» (51). Son las
fórmulas típicas de la Primera Carta de San Juan para de-
La teología neo testamentaria sobre el amor del próji- signar la comunión de vida del hombre con Dios por
mo alcanza su cima más alta en el IV Evangelio y en la Cristo (52); el encuentro del hombre con Dios se cumple
Primera Carta de San Juan. efectivamente en el amor de los hombres: «si nos amamos
El amor del prójimo tiene el mismo fundamento cristo- mutuamente, Dios permanece en nosotros y su amor se
lógico que el amor de Dios. San Juan lo llama el «manda- cumple en nosotros»: «Dios es amor, y quien permanece en
miento nuevo», el «mandamiento de Cristo» por excelen- el amor, permanece en Dios y Dios en él» (53).
cia, cuya observancia caracteriza al verdadero discípulo de La Primera Carta de San Juan ha profundizado en el
Cristo (45). La novedad del amor cristiano está precisa- sentido crístico y teologal del amor del prójimo, hasta in-
mente en amar a los hombres, como y porque Cristo los ha corporarlo en la participación del cristiano en la vida mis-
amado: el amor de Cristo hasta el sacrificio de su propia ma de Dios. La importancia primordial, que todo el Nuevo
vida es la norma y el motivo de la caridad cristiana (46). Testamento atribuye al amor del prójimo, logra aquí su
Pero la reflexión más profunda del IV Evangelio sobre el relieve más intenso; toda la existencia cristiana se conden-
amor del prójimo se encuentra en Jo 17, 11. 21-23. El sa en dos rasgos fundamentales: la fe en Cristo y el amor
amor cristiano aparece aquí como un reflejo de la unión de
(47) Cf H. LIGHTFOOT, St. John's Gospel (Oxford, 1956), 299; J. GIBLET,
Cristo con Dios: la unidad de Cristo con el Padre es el Jésus et le Veré dans le quatrieme Evangile: L'Evangile de ]ean (Bruges, 1958),
modelo y el fundamento del amor fraterno. En el amor del 129; A. SCHLATTER, Ver Evangelist Johannes (Stuttgart, 1960), 322-326.
(48) I Jo 4, 8-16. Cf. C. H. DODD, The Jobannine Epistles (London, 1946),
107-110; I. DE LA POTTERIE, Adnotationes in exegesim Primae Epistolae Johannis
(Roma, 1971), 128; C. SPICQ, Agapé, III, 274-278, 321-324.
(43) H. SCHLIER, Der Brief an die Galater, 130. (49) 1 Jo 4, 12. 17; 2, 5; 3, 17. I. DE LA POTTERIE, op. cit., 131. 66-67.
(44) Sínodo de los Obispos, La justicia en el mundo, 16. (50) 1 Jo 4, 8. 20; 3, 17; 5, 1.
(45) Jo 13, 34-35; 15, 9-17. (51) 1 Jo 3, 14-15; 4, 7. 8. 16; 2, 9-11.
(46) Jo 13, 34; 15, 12-14. Cf. C. SPICÓ, op. cit., III, 174; I. DE LA POTTERIE, (52) Cf. J. BONSIRVE, Épitres de St. Jean (París, 1936), 112-116; R. SCHNAC-
Le Bon Pasleur, 958; R. Se H NACKENBURG, Das ]ohannesevangeüum (Freibürg, KENBNRG, Die Johannesbriefe (Freibürg, 1953), 57-62, 91-95.
1971), II, 374. (53) 1 Jo 4, 12. 18; 1, 3. 6-7.

30 31
pueden separar. Porque el amor implica una exigencia ib-
del prójimo (1 Jo 3, 23). Pero aquí, como en toda la re- soluta de justicia, es decir, el reconocimiento de la digni-
velación bíblica, se trata de un amor eficaz y práctico del dad y de los derechos del prójimo. La justicia, a su vez,
prójimo, un amor concretado en la renuncia a los bienes alcanza su plenitud interior solamente en el amor. Siendo
materiales en favor de los necesitados (54). Esta es la ver- cada hombre realmente imagen visible del Dios invisible y
dadera «justicia», la única que hace del hombre un «justo» hermano de Cristo, el cristiano encuentra en cada hombre
(1 Jo 3, 1. 10). a Dios y la exigencia absoluta de justicia y amor que es
propia de Dios» (56).
Separar la caridad cristiana y la justicia sería un mal-
CRISTIANISMO Y JUSTICIA EN EL MUNDO entendido fatal, la perversión misma del amor cristiano,
que quedaría así vacío de contenido concreto. La justicia
1. Amor cristiano y justicia. es precisamente la primera exigencia de la caridad. Respe-
tar con los hechos al prójimo en su dignidad personal y en
Los datos del Antiguo y del Nuevo Testamento, que sus inalienables derechos, he aquí lo que significa concre-
hemos presentado a lo largo de estas páginas, permiten tamente amarle, si no se quiere reducir esta palabra a la
constatar la importancia enorme que toda la revelación bí- vaciedad estéril de un sentimiento.
blica atribuye a la justicia y al amor entre los hombres. En El amor cristiano implica y radicaliza las exigencias de
la fórmula «amarás a tu prójimo como a ti mismo» con- la justicia, dándoles una motivación nueva y una nueva
densa el Levítico la observancia de los deberes de justicia fuerza interior. El acontecimiento de Cristo ha conferido a
(Lev 19, 11-18). Es un tema que se mantiene tanto en el la persona humana un valor divino. Porque todo hombre es
Antiguo como en el Nuevo Testamento (55). «un hermano por el que ha muerto Cristo» (57), y porque
Pero se ha podido notar al mismo tiempo que, si ya Cristo ha resucitado como «el primogénito de todos los her-
en el Antiguo Testamento se insinúa la inclusión de la jus- manos» (58), nuestro encuentro con Cristo se realiza con-
ticia y del amor para con los hombres en la relación mis- cretamente en el encuentro con los hombres: en cada hom-
ma del hombre con Dios, la revelación cristiana llega a un bre nos sale al encuentro Cristo mismo en persona (59). En
nivel más profundo al unificar la actitud del hombre ante la muerte y Resurrección de Cristo ha sido establecida la
el prójimo con su relación ante Dios, hasta hacer del amor fraternidad universal, que debe ser realizada en este mun-
del prójimo el cumplimiento concreto de la comunión con do como anticipación de la futura participación comunita-
Dios. El amor supremo de Dios a los hombres, cuya reali- ria en la vida inmortal de Cristo glorificado (60). El dina-
zación es Cristo, exige la respuesta del amor a Dios, cum- mismo del Espíritu, don del Resucitado, nos llama inter-
plido efectivamente en el amor a los hombres. La dimen- namente a salir de nosotros mismos por la confianza en
sión vertical y la horizontal de la existencia cristiana que- Dios y el servicio de los hombres. La originalidad del amor
dan así inseparablemente unidas; la primera funda y exige la cristiano está en su motivación y en su interioridad bajo
segunda, y ésta, a su vez, constituye el único cumplimien-
to auténtico de la primera. (56) Sínodo de los Obispos, La Justicia en el mundo, 16.
«Pero el amor cristiano al prójimo y la justicia no se (57) Rom 14, 15; 1 Cor 8, 11.
(58) Rom 8, 29; Col 1, 18.
(59) Mt 25, 40. 45.
(54) 1 Jo 3, 16-18; 4, 19-21.
(60) Ef 2, 13-18; Gal 3, 28.
(55) Me 12, 28-34; Mt 7, 12; 22, 38-40; 25, 3144; Le 10, 25-37; 6, 27-38,
Rom 13, 8-10; Gal 5, 14; Sant 2, 1-16; 1 Jo 3, 23.
33
32 3.—Cristianismo.
necesita de Cristo para seguir esperando, en la persuasión
la acción del Espíritu; la ley interior del Espíritu es la ley de que a pesar de todos los sufrimientos y fracasos del hom-
del amor, cumplido en el don desinteresado de sí mismo a bre, y de su naufragio total en la muerte, la vida vale la
los otros (61). En lugar de suprimir las exigencias de la pena de ser vivida y tiene un porvenir de salvación. Sola-
justicia, el amor cristiano genuino las interioriza hasta el mente el mensaje cristiano responde a los interrogantes fun-
fondo del corazón humano; la caridad cristiana viene a ser damentales del hombre y da sentido a su existencia.
así el alma de la justicia (62).
Por eso el cristiano auténtico, a saber, el hombre que Y es precisamente su misión de testigo de Cristo la que
vive su fe en Cristo como amor y servicio del prójimo, no impone al cristianismo el compromiso radical por la justi-
puede limitarse a observar sus deberes de justicia, sino que cia en el mundo. Porque Cristo ha muerto y resucitado
debe comprometerse seriamente en favor de los hermanos para que en el mundo haya amor y, por consiguiente, jus-
oprimidos, de todos los que padecen la injusticia. Ser dis- ticia; para condenar el pecado del odio y del egoísmo y,
cípulo de Cristo, «ser-cristiano», consiste en amar a los por consiguiente, de la injusticia; para que Dios sea Padre
hombres por Cristo y como Cristo. Y quien los ama de de todos en la fraternidad universal: «para que todos sean
verdad, no puede menos de empeñarse por su liberación de uno» (Jo 17, 21). La Muerte y Resurrección de Cristo son
la injusticia, cualquiera que sea el campo en que ésta se el «no» absoluto al pecado, como negación de Dios y del
cometa (económico, social, político, nacional, internacio- valor sagrado de la persona humana, imagen de Dios; son
nal). Esto exige de nosotros un cambio profundo de men- el «sí» absoluto al amor de Dios hacia los hombres y al
talidad y de actitud, una verdadera conversión. No podemos amor de los hombres entre sí. Esto es lo que el cristiano
continuar en nuestra despreocupación ante la situación de está llamado a testificar en su fe, en la verdad del Evan-
los marginados y oprimidos. Si el amor de los hombres es gelio hecha realidad en el amor (Ef 4, 15), llevar el amor
el gran mandamiento de Cristo, el egoísmo y las injusticias en el amor, porque el amor no se crea sino con el amor.
son el gran pecado del mundo, la negación de Cristo. Pero el amor de los hombres sería una palabra vacía sin la
proclamación valiente de la justicia y la condenación de las
injusticias; una proclamación de testimonio, es decir, de
2. Misión del cristianismo hoy. mensaje cumplido en la acción.
La misión del cristianismo en el mundo permanece la Solamente una concepción falsa de la escatología cris-
de siempre: testificar el mensaje de Cristo, su Muerte y tiana ha podido relegar al olvido la misión del cristianismo
Resurrección. Testificar quiere decir anuncio actuado en por la justicia en el mundo. La escatología cristiana no ex-
la acción, fe vivida, expresión de lo que realmente se es. cluye la dimensión inmanente (presente ya desde ahora en
Es una misión impuesta a la comunidad cristiana por la fi- el mundo) de la escatología veterotestamentaria, sino que
delidad a Cristo y la fidelidad a la humanidad. El hombre la incorpora en la perspectiva de la plenitud futura. Se ha
de hoy necesita la luz de la revelación cristiana para cono- olvidado el dato fundamental de la escatología neotesta-
cer el sentido último de su existencia, es decir, para encon- mentaria, subrayado vigorosamente en los escritos de San
trar una respuesta a los interrogantes inevitables que le Pablo y San Juan: la salvación integral del hombre por la
ponen el pecado y la muerte, el valor de la persona huma- gracia de Cristo comienza ya desde ahora en la existencia
na, el futuro de la humanidad, del mundo y de la historia; del hombre en el mundo, para llegar a su definitiva pleni-
(61) Gal 5, 1. 13-14. tud en la participación comunitaria en la gloria de Cristo
(62) Gal 5, 6; Ef 4, 15; 1 Jo 3, 23. '

34 35
resucitado. La esencia de la escatología cristiana está en la
del género humano participar en la edificación y en el dis-
anticipación presente de la salvación futura, a saber, en la
frute de un mundo más justo y más fraterno» (63), la «sal-
inauguración actual (en la tierra) del futuro de Dios.
vación» no puede ser sino «liberación». He aquí la pala-
La existencia en el mundo no es para el cristiano única- bra adecuada, que toma en serio la situación real de una
mente el tiempo de la decisión de la salvación futura, sino gran parte de nuestros hermanos, los hombres. Es un tér-
también de la instauración del Reino de Dios en el mundo. mino bíblico, empleado tanto en el Antiguo como en el
Y el Reino de Dios, que el cristiano está llamado a edificar Nuevo Testamento. Tiene hoy día la ventaja de sacudir
en la tierra, es el Reino del amor y de la justicia, de la nuestra conciencia de cristianos ante el pecado enorme de
participación de todos en el mundo creado por Dios para las injusticias en nuestro momento histórico.
todos y transformado por el trabajo del hombre. El com- «La situación actual del mundo impone al cristiano una
promiso por la instauración de un mundo más justo y más visión y una praxis nuevas del mensaje de Cristo como
humano es, pues, auténticamente cristiano. anuncio eficaz de esperanza y de amor: a saber, una con-
El anuncio de la salvación del hombre más allá de la ciencia profunda y lacerada de las injusticias enormes de
muerte, sin el empeño por una existencia digna del hom- nuestro tiempo en el campo económico, social, político e
bre en este mundo, sería una deformación mítica del men- internacional; una actitud franca de denuncia de las estruc-
saje cristiano. Frente a tal deformación, que desgraciada- turas de opresión; una acción eficazmente comprometida
mente ha tenido lugar en el pasado y constituye aún actual- por la liberación integral del hombre; un reconocimiento
mente una traición al verdadero cristianismo, es plenamen- sincero de nuestro silencio aun de nuestra identificación
te válida la crítica marxista de la religión como «opio del con las estructuras económico-sociales opresoras de los dé-
biles y marginados» (64).
pueblo». Si el cristianismo proclama el destino de todos
los hombres a la participación comunitaria en una salva-
ción futura, iniciada ya desde ahora en el mundo, quiere
decirse que esta participación debe ser realizada en este 3. La Iglesia ante los signos de nuestro tiempo.
mundo en todas las dimensiones de la existencia humana.
Solamente así puede tener lugar un verdadero comienzo de El documento del Sínodo sobre la justicia en el mundo
la salvación; todo lo demás es irrealismo abstracto y alie- habla de los «signos de los tiempos», a saber, de la situa-
nante. Al hombre no se le salva con la mera promesa de un ción actual del mundo, vista a la luz de la fe cristiana. In-
más allá feliz, sino con la realidad de la verdadera fraterni- terpreta esta situación como una llamada de la Iglesia «a
dad y de la justicia, como signo eficaz anticipador de la volver al núcleo mismo del mensaje cristiano», y concluye
plenitud futura. El cristianismo será signo de esperanza que la misión de predicar el Evangelio en nuestro tiempo
para la Humanidad más allá de la muerte, en la medida en exige el empeño por «la liberación integral del hombre ya
desde ahora en su existencia terrena» (65).
que muestre su eficacia por el reino del amor y de la jus-
ticia en el mundo. No es difícil descubrir dos «signos» de nuestro tiempo,
que merecen particular atención de parte de la Iglesia.
Tal es la salvación del hombre, que el cristianismo está
llamado a proclamar y cumplir. En un mundo dominado
(63) Sínodo de los Obispos, La justicia en el mundo, 5.
por el pecado de «graves injusticias», «de opresiones y de (64) J. ALFARO, Esperanza cristiana y liberación del hombre (Barcelona,
abusos que sofocan la libertad e impiden a la mayor parte 1972), 217.
(65) Sínodo de los Obispos, La justicia en el mundo, 5, 16.

36 37
El hombre de hoy, y de modo especial la generación jo- el creciente sentido de justicia del hombre moderno, y la
ven, se está haciendo cada vez más sensible ante las situa- importancia decisiva que atribuye a la praxis como criterio
ciones concretas de injusticia, que en grados y formas di- valorativo de los mensajes doctrinales, responden al espí-
versas constituyen la perversidad enorme de nuestro ritu del verdadero cristianismo. Y, en efecto, estos «signos
tiempo. Se rebela ante toda clase de opresión y discrimina- de los tiempos» aparecen profundamente coherentes con
ción. Se ha dado cuenta de que la injusticia se ha concreta- el núcleo mismo del mensaje cristiano, que ha puesto de
do en determinadas estructuras económicas, sociales y po- relieve el valor sagrado de la persona humana como exi-
líticas, que es necesario cambiar radicalmente. Siente con gencia absoluta de respeto, justicia y amor, e impone a la
fuerza creciente el valor inviolable de la persona humana Iglesia el deber de testificar con la fe, esperanza y cari-
y el ideal de la fraternidad universal. Sabe que aun en las dad (66), cumplidas en la acción, la obra liberadora de
naciones económicamente desarrolladas y con régimen po- Cristo. Tomar en serio estos «signos de los tiempos» no
lítico interno de auténtica libertad democrática permane- es acomodación oportunista ante las circunstancias nuevas
cen aún determinadas estructuras de opresores y oprimi- con miras proselitistas. Se trata más bien en este caso de
dos, de «señores» y «siervos de la gleba», de «privilegia- un estímulo urgente a volver a lo que pertenece a la esencia
dos» y «marginados»; y, sobre todo, que en no pocas na- misma del cristianismo.
ciones económicamente fuertes o débiles, los derechos fun- ha situación actual del mundo constituye un verdade-
damentales del hombre son pisoteados y que hay todavía ro desafío para la Iglesia. Ha llegado el momento, en el
en nuestro tiempo millones de hombres que se encuentran cual debe mostrarse como portadora de esperanza y amor
en una situación infrahumana y desesperada (no solamen- al mundo. El testimonio eclesial frente a este mundo, que
te en el nivel de vida, sino en su misma dignidad humana, cree más a los hechos que a las doctrinas, caería en el vacío
sacrificada al bienestar de los grupos reducidos de los po- si no demostrara su eficacia en el empeño por la liberación
derosos). Es consciente de que el desnivel entre los países del hombre. Este será el signo de la Iglesia en nuestro
ricos y los países en vía de desarrollo aumenta bajo la ex- tiempo, el signo del amor verdadero que el mundo espera.
plotación neocolonialista. Y lo espera con razón, porque es precisamente el signo que
Cristo mismo ha proclamado como carácter distintivo de
Por otra parte, el hombre moderno siente una descon-
sus discípulos. Si la Iglesia no muestra la misma preocupa-
fianza instintiva y creciente frente a todo mensaje mera-
ción por defender la verdad de su mensaje, como por ha-
mente doctrinal de liberación humana, y mide el valor de
cerlo verdadero en la praxis del amor eficazmente compro-
tales mensajes según el criterio primordial de su eficacia en
metido en la liberación integral del hombre, su mensaje
la liberación efectiva del hombre. Proclama el primado de
no presentará garantías de credibilidad para el hombre
la praxis, a saber, del empeño real de la lucha a favor de
nuevo, que está apareciendo en nuestros días (67).
los oprimidos y desheredados.
Estos dos fenómenos, característicos del hombre de La esperanza verdadera de la salvación definitiva, co-
nuestros días, deben ser interpretados a la luz de la fe y de menzada desde ahora en la liberación integral del hombre
la esperanza cristiana como una etapa nueva de la historia en el mundo, no permite la actitud de la conformación re-
de la salvación, que exige de nosotros, los cristianos, un signada ante las maldades del mundo actual, sino que le
examen sincero de nuestra mentalidad y de nuestra actitud (66) El Concilio Vaticano II presenta la Iglesia como «la comunidad de la
existencial cristiana. Este examen de conciencia, llevado fe, esperanza y caridad» (Const. dogm. sobre la Iglesia, n. 8).)
hasta el fondo, nos permitirá comprender y aceptar que (67) Cf. J. ALFARO, op. cit., 216-217.

38 39
impone la responsabilidad de combatirlas. La esperanza concretas de injusticia. La acción de la Iglesia por la jus-
cristiana auténtica es solidaridad con los oprimidos, solida- ticia «debe dirigirse, en primer lugar, hacia aquellos hom-
ridad no meramente sentimental, sino comprometida en su bres y naciones que, por diversas formas de opresión y por
liberación. Esta es la ética de la esperanza cristiana, una la índole actual de nuestra sociedad, son víctimas silencio-
ética lanzada hacia la liberación integral del hombre en el sas de la injusticia, más aún privadas de voz» (70).
mundo como comienzo anticipador de la salvación futura, Para poder delatar con verdadera autoridad moral los
como signo efectivo de que el Reino de Dios está llegando. abusos e injusticias de nuestro tiempo, la Iglesia deberá
«Una ética de este tipo... obligaría a la teología cristiana estar desvinculada de toda protección de los poderosos (en
a dejar por fin de ir caminando tras la sociedad, cerrando lo político y en lo económico) y de toda convivencia con las
sus filas, para tomar la antorcha y ponerse a la cabeza. El instituciones económico-sociales opresoras de las clases ne-
cristianismo dejaría de ser una religión de la sociedad, cesitadas. Deberá tener el coraje de escoger su verdadera
preocupado siempre de acomodarse a los tiempos, e inicia- libertad (la libertad de vivir la pobreza de los pobres), para
ría el éxodo dirigiéndose hacia el mundo como testigo de poder liberar a los pobres.
la esperanza mesiánica» (68). Es su esperanza del futuro de
Dios, comprometida en la liberación del hombre, la Iglesia Dada la gran diversidad de la situación de las naciones
aparecería ante el mundo como la vanguardia del Dios que (y aun de los continentes) en lo político, económico y so-
marcha delante de nosotros y anticipa así su venida futura cial, la Iglesia deberá tomar en cada caso actitudes concre-
y la liberación definitiva del hombre. tras diversas en su misión liberadora del hombre. Podrá
encontrarse ante el deber de protestar con libertad cristia-
El documento sinodal nos advierte que «no pertenece na contra la injusticia de la discriminación racial o ante la
de por sí a la Iglesia, en cuanto comunidad religiosa y je- explotación neocolonialista de las naciones económicamente
rárquica, ofrecer soluciones concretas en el campo social, débiles, por las grandes potencias; en otros casos, tendrá la
económico y político para la justicia en el mundo. Pero su responsabilidad de oponerse con decisión y riesgo a la vio-
misión implica la defensa y la promoción de la dignidad lación permanente de los derechos fundamentales de la
y de los derechos fundamentales de la persona humana». persona humana de parte de las mismas instituciones polí-
«... la Iglesia tiene el derecho, más aún, el deber de pro- tico-económicas; en no pocos casos deberá afrontar, como
clamar la justicia en el campo social, nacional e internacio- el problema más urgente, la situación trágica de las grandes
nal, así como de denunciar las situaciones de injusticia, masas que viven en condiciones infrahumanas, mientras la
cuando lo pidan los derechos fundamentales del hombre y riqueza nacional (agraria, industrial, etc.), pertenece a mi-
su misma salvación» (69). Reconoce, pues, el Sínodo que norías privilegiadas. Pero, cualquiera que sea la situación
pertenece a la misión de la Iglesia no solamente proclamar concreta de cada nación, la Iglesia no puede permanecer
con su doctrina la justicia en sus diversos campos y defen- indiferente o neutral ante las diversas formas de opresión
der la dignidad y los derechos del hombre, sino también y explotación del hombre. Esta responsabilidad de la Igle-
denunciar en determinadas circunstancias las situaciones sia nos toca a todos y cada uno de los cristianos, porque
todos y cada uno constituimos la Iglesia.

(68) J. MOLTMANN, Esperanza y planificación del futuro, 303-304.


(69) Sínodo de los Obispos, La justicia en el mundo, 17. (70) lbid., 11.

40 41
4. Actitudes de los cristianos ante las exigencias de la es necesario ante todo encarnar en la propia vida y en la ac-
justicia. ción la vida misma y la doctrina de Cristo (el amor de Dios
cumplido en el amor del prójimo). Saben que el testimonio
La actitud de los cristianos de nuestro tiempo ante las cristiano consiste en la presentación del Evangelio al mundo
exigencias de la justicia es realmente muy diversa. con la palabra y con los hechos; y que, si el Evangelio es
Hay cristianos (en el sentido de que son considerados predicado solamente con las palabras, viene a ser antites-
en la sociedad como tales, porque profesan la fe cristiana), timonio, contradicción consigo mismo y ante los ojos del
que no cumplen los deberes de justicia para con su prójimo, mundo. Están persuadidos de que el único modo de hacer
y por defender los intereses personales o de grupo, cola- convincente para las masas de los desheredados la verdad
boran en las estrucuras político-económicas opresoras. Tal del cristianismo, como mensaje liberador del hombre, es
vez hasta toman parte en ciertas obras y organizaciones ca- la identificación real con la vida de los pobres y margina-
ritativas; pero de una caridad mal entendida, porque la dos, y el empeño por elevarles el nived económico-social
caridad cristiana no es algo generosamente sobreañadido a exigido por su dignidad de hombres (no solamente en lo
los deberes de justicia, sino que es ante todo exigencia de material, sino más aún en lo cultural, en el reconocimiento
justicia y reconocimiento práctico de la dignidad y de los efectivo de sus derechos humanos, en su inserción plena
derechos concretos de los otros, a nivel individual y co- en la sociedad). Identificarse de hecho, como Cristo, con
lectivo. k vida de los pobres y oprimidos, en un acto sublime de
Otros cristianos no se han dado cuenta todavía de que amor a Dios: es «dar la vida por la redención de todos»
los «signos de los tiempos» exigen (por fidelidad al Eevan- (Me 10, 45); es anunciar y cumplir la llegada del Reino de
gelio) un cambio profundo de mentalidad y de actitud, que Dios al mundo. En el combate perseverante por la libera-
nos haga pasar de un cristianismo «privatista» y desinte- ción de los oprimidos, estos cristianos sufren a veces la
resado de los enormes problemas humanos de la descrimi- incomprensión (y aun la crítica injusta) de los «otros» cris-
nación económico-social y de la violación de los derechos tianos. Su defensa de los derechos de los débiles suscita
fundamentales del hombre, etc., a un cristianismo seria- inevitablemente la reacción de los poderosos del mundo,
mente comprometido en la liberación de todo hombre, y no raras veces las vejaciones y aun la violencia moral y
porque todos (y en especial los pobres y marginados) física (como está ocurriendo en nuestros días). Por eso
encarnan para nosotros la figura de Cristo. Como el estos cristianos auténticos no podrán mantenerse en esta
«sacerdote» y el «levita» de la parábola evangélica «pa- difícil situación, que en ocasiones raya en el heroísmo, sin
san de largo» junto a los que yacen medio muertos una vida interior intensa de oración y unión con Cristo,
a la vera del camino (Le 10, 30-33). No da un sin una esperanza fuerte, como la de S. Pablo: «trabajamos
paso hacia el prójimo maltrecho y oprimido. Permane- (sufrimos, penamos) y luchamos, porque esperamos en el
cen en el inmobilismo del orden establecido. Les falta el Dios vivo» (1 Tim 4, 10). Este grupo de cristianos, que
coraje de la esperanza para comprometerse en los cambios en silencio y sin alardes de propaganda sensacionalista,
radicales, que el espíritu del Evangelio exige hoy de los viven en serio el compromiso del amor y de la esperanza
cristianos. cristiana por la liberación de los oprimidos, es más nume-
Existe también en la Iglesia otra clase de cristianos, roso de lo que a primera vista pudiera parecer. A esta clase
que han comprendido que para llevar la Buena Nueva de la de cristianos auténticos pertenecen (y de un modo espe-
esperanza cristiana a los oprimidos y marginados del mnudo cial) tantos misioneros y misioneras que han renunciado

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LA COMISIÓN PONTIFICIA JUSTICIA Y PAZ
al nivel de vida de nuestra «sociedad de consumo», para
identificarse efectivamente con los pobres y marginados del Pablo VI estableció la Comisión Pontificia Justicia y Paz ea
mundo, y llevarles así la liberación cristiana con la predi- enero de 1971, para cumplir los deseos expresados por el Con-
cilio Vaticano II en su Constitución Pastoral sobre la Iglesia en
cación del Evangelio y la promoción humana. ¿No debemos el Mundo Moderno.
reconocer que estos cristianos, comprometidos en la libe- El mandato y consigna general dada a la Comisión es la de
ración integral de los desheredados del mundo, constituyen despertar la conciencia de todo el pueblo de Dios para cumplir su
la verdadera vanguardia de un cristianismo nuevo, que vive misión de promover el desarrollo mundial, la justicia y la paz.
el espíritu del Evangelio según las exigencias de nuestro La Comisión es Pontificia, es decir, ha sido instituida por el
mismo Santo Padre y depende directamente de El. Su Secreta-
tiempo?
riado forma parte de la Curia Romana, la administración central
de la Santa Sede.
Fiel a las enseñanzas del Vaticano II, la Comisión se esfuerza
constantemente por colaborar con todas las Iglesias cristianas y
confesionalidades, y en particular con el Consejo Mundial de las
Iglesias. Este último (WCC) y la Comisión Pontificia han creado
un Comité conjunto sobre el Desarrollo, la Justicia y la Paz,
SODEPAX, cuyo Secretariado tiene su sede en Ginebra (150 Rou-
te de Ferney).
Se ha pedido a las Conferencias, regionales y nacionales, de
Obispos Católicos de todo el mundo, que establezcan—o que
permitan que se establezcan—organismos semejantes a la Comi-
sión de Justicia y Paz, dentro de sus respectivos territorios. Ac-
tualmente están ya en vigor alrededor de cincuenta, y otros cua-
renta más están en proceso de formación. El objetivo de estos
organismos es ayudar a formar un «sistema circulatorio» de ini-
ciativas a escala mundial, en pro de la justicia y la paz en el
seno de la Iglesia católica; es, también, promover la colaboración
ecuménica a través de SODEPAX entre los cristianos, y con per-
sonas de toda religión e ideología; y es cooperar con organismos
civiles al servicio de toda la familia humana de Dios.

Dirección postal: CIUDAD DEL VATICANO.


Oficinas: PIAZZA S. CALIXTO, 16. ROMA (Trastevere).
Teléfonos: 698-4776 y 698-4491.
Telegramas: JUSTPAX VATICAN.

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El Padre Juan Alfaro es Consultor de la Sagrada Congregación
de Universidades y Seminarios; Profesor de Teología dogmática
de la Universidad Gregoriana de Roma y miembro del Consejo de
Dirección de «Concilium».
Ha sido Profesor de la Facultad Teológica de Granada, Prefecto
General de Estudios de Ja Universidad Gregoriana y miembro de
la Comisión Internacional para la Reforma de Estudios Eclesiás-
ticos.
Es autor de numerosas obras; ha colaborado en la redacción del
léxico internacional de Teología «Sacramentum Mundi» y publi-
cado abundantes artículos en obras internacionales como «Lexicón
für Theologie und Kirche», «Conceptos fundamentales de Teolo-
gía», «Gregorianum», etc.

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