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Índice

1.' edición: noviembre de 20O4

Uno 13
Dos 23
Tres 35
Cuatro 45
Cinco 59
O Horacio Castellanos Moya,2004
Seis 7l
Siete 81
Ocho 93
Nueve 107
Díez 119
Once 133
Doce 147

Diseño de la colección: Guillemot-Navares


Reseryados todos los derechos de esta edición para
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ISBN: 970-699-100-X
Impreso en Méico/Printed in Mexico
Ismene. -Nunca, señor, perdura Ia
sensatez en los que son desgracia-
dos, ni siquiera la que nace con
ellos, sino que se retira.

Sófocles, Antígona
Uno

Yo no estolt completo de la mente, decía la frase que


subrayé con el marcador amarillo, y que hasta pasé
en limpio en mi libreta personal, porque no se ttatab-a
de cuaiquier frase, mucho menos de una ocurrencia, de
ninguna manera, sino de la frase que más me impac-
tó en la lectura realizada durante mi primer día de
trabajo, de la frase que me dejó lelo en la primera
incursión en esas mil cien cuartillas impresas casi
a renglón seguido, depositadas sobre el que sería mi
escriário por mi amigo Erick, para que me fuera
haciendo una idea de la labor que me esperaba- Yo no
estolt completo de la mente, me repetí, impactado p"l -tl
g.ráo dá perturbación mental en el que había. sido
ñundido ese indígena kaqchikel testigo del asesinato
de su familia, por el hecho de que ese indígena fuera
consciente del quebrantamiento de su aparato psíquico
a causa de haber presenciado, herido e impotente,
cómo los soldados del ejército de su país despeda-
zaban a machetazos y con sorna a cada uno de sus
cuatro pequeños hijos y enseguida arremetían contra
su mujér, 1á pobre ya en shock a causa de que también
había sido ábligada a presenciar cómo los soldados

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convertían a sus pequeños hijos en palpitantes trozos de mil cien cuartillas en el que se documentaban las
de carne humana. Nadie puede estar completo de la centenares de masacres que evidencian la perturba-
mente después de haber sobrevivido a semejante expe- ción generaLizada. Yo tampoco estoy completo de la
riencia, me dije, cavilando, morboso, tratando de ima- mente, me dije entonces, en ese mi primer día de
ginar lo que pudo ser el despertar de ese indígena, a trabajo, sentado frente al que sería mi escritorio duran-
quien habían dejado por muerto entre los trozos de te esa temporada, con la vista perdida en las altas y
carne de sus hijos y su mujer y quien luego, muchos blancas paredes casi desnudas de esa oficina que yo
años después, tuvo la oportunidad de contar su testi- ocuparía los próximos tres meses y cuyo mobiliario
monio para que yo 1o leyera y le hiciera la pertinente consistía nada más en el escritorio, la computadora,
corrección de estilo, un testimonio que comenzaba la silla en que yo divagaba y un crucifijo a mi espalda,
precisamente con la frase Yo ruo estolt complrto de la mente gracias al cual las altas paredes no estaban completa-
que tanto me había conmocionado, porque resumía mente desnudas. Yo tengo que estar mucho menos
de la manera más compacta el estado mental en que se completo de la mente que estos sujetos, alcancé a
encontraban las decenas de miles de personas que pensar mientras tiraba mi cabeza hacia atrás, sin perder
habían padecido experiencias semejantes a la relatada el equilibrio en la silla, preguntándome cuánto tiempo
por el indígena kachikel y también resumía el estado me llevaría acostumbrarme a la presencia del cruci-
mental de los miles de soldados y paramilitares que fijo, el cual ni por ocurrencia podía yo bajar de ahí,
habían destazado con el mayor placer a sus mal llamados ya que esa no era mi oficina sino la de Monseñor, tal
compatriotas, aunque debo reconocer que no es 1o como me explicó unas horas antes mi amigo Erick,
mismo estar incompleto de la mente por haber sufri- cuando me condujo hacia ella, aunque Monseñor casi
do el descuartizamiento de los propios hijos que por nunca la ocupaba sino que prefería la de su parro-
haber descuartizado hijos ajenos, tal como me dije quia, donde también vivía, de ahí que yo pudiera dis-
antes de llegar a la contundente conclusión de que era poner de esa oficina todo el tiempo que quisiera, pero
la totalidad de los habitantes de ese país Ia que no no tanto como para deshacerme del crucifijo y poner
estaba completa de la mente, lo cual me condujo a en su lugar otros motivos que alegraran mi ánimo,
una conclusión aún peor, más perturbadora, y es que motivos que hubieran estado tan alejados de cual-
sólo alguien fuera de sus cabales podía estar dispuesto quier religión como lo estaba yo mismo; auneue en
a trasladarse a un país ajeno cuya población estaba esos momentos y en las semanas que siguieran me
incompleta de la mente para realízaÍ una labor que encontrarí a traba:1ando en esa sede áel Aizobispado,
consistía precisamente en editar un extenso informe ni más ni menos ubicada en la parte trasera de la

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Catedral Metropolitana, otra muestra de que )o no limpias y con el rnanicure hecho, que de eso trataría
esto) completo de la mente, me dije ya con franca preo- mi labor, de limpiar y hacer el manicure a las católicas
cupación, porque sólo de esa manera podía explicar- manos que piadosamente se preparaban para apretarle
se el hecho de que un ateo vicioso como yo estuviese los huevos al tigre, pensé clavando la mirada en el ma-
iniciando un trabajo para Ia pérñda Iglesia Católica, motreto de mil cien cuartillas que yacía sobre el escri-
sólo así podía explicarse que pese a mi repugnancia torio, y deteniendo momentáneamente mis pasos,
vital hacia la Iglesia Católica y hacia todas las demás con creciente estupor comprendí que no sería cosa
iglesias, por pequeñas que fueran, yo me encontrara f,ícil leer, ordenar en volúmenes y corregir el estilo de
ahora precisamente en la sede del Arzobispado frente esas mil cien cuartillas en los tres meses convenidos
a mil cien cuartillas casi a renglón seguido que con- con mi amigo Erick: icaramba!, haber aceptado editar
tenían los espeluznantes relatos de cómo los militares ese informe en tan sólo tres meses evidenciaba que
habían exterminado decenas de poblados con sus ha- mi problema no era estar incompleto de la mente, sino
bitantes. iYo soy el menos completo de la mente de totalmente desquiciado. De súbito me sentí atrapado
todos!, pensé, con alarma, mientras me ponía de pie en esa oficina de paredes altas y desnudas, víctima de
y empezaba a pasearme como animal enjaulado en una conspiración entre curas y militares en tierra ajena,
esa oficina cuya única ventana que daba a Ia calle esta- cordero a punto de encaminarme hacia el sacrificio
ba tapiada para que ni los transeúntes ni quien estu- por culpa de un entusiasmo estúpido y peligroso que
viera dentro cayeran en tentación, empezaba a pasear- me llevó a confiar en mi amigo Erick, cuando un mes
me tal como haría con frecuencia todos y cada uno atrás -mientras apurábamos un Rioja en una vieja
de los días que permanecí entre esas cuatro paredes, tasca española ubicada a inmediaciones del cuartel de
pero en ese momento, al borde del trastorno, luego de la policía- me preguntó si yo estaría interesado en
darme cuenta de que me encontraba tan incompleto editar el informe del proyecto en el que entonces é1
de la mente que había aceptado y estaba iniciando un estaba embarcado y que consistía en recuperar la
trabajo con los curas que ya me habría puesto en la memoria de los centenares de sobrevivientes y testigos
mira de los militares de este país, como si yo no de las masacres perpetradas al fragor del mal llamado
tuviera yá suficientes problemas con los militares de conflicto armado entre el ejército y la guerilla, si yo
mi país, como si no me bastara con los enemigos en mi estaría interesado en ganarme unos cinco mil dólares
país, estaba a punto de meter mi hocico en este avispe- por concentrarme durante tres meses en la edición de
ro ajeno, a cuidar que las católicas manos que se dis- unas quinientas cuartillas elaboradas por reconocidos
ponían a tocarle los huevos al tigre militar estuvieran periodistas y académicos que entregarían un texto

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que desorbitados, según concluí por la forma en que vol-
prácticamente terminado, al cual yo sólo tendría
tearon a verme las dos secretarias, decidido á petrnlá.
i.frrtt. una última ojeada,la de rigor, de hecho una
necer con la puerta abierta mientras me acostumbraba
g ng^, cinco mil dólares P9r pegarle el empujoncito
a ese sitio y a mi nueva labor, aunque el hecho de que
postrero a un proyecto en el que participaban decenas
por los grupos.de la puerta estuviese abierta sin duda afectaría mi con-
i ¿..."rt d. p.ttáras, comenz"'do centración en la lectura. No me importaba, prefeúa
lrt.qrrirtm q*. habían logrado sacar los testimonios
cualquier distracción que entorpeciera mi lectura de
álllir.iros indígenas teitigos y sobrevivientes' lay las mil cien cuartillas a padecer nuevos ataques de
hablaba castellano
-ryoii, de los .,rá1.r ni siquiera paranoia a causa del encierro y de mi imaginación en-
,rÁi^por sobre cualquier iosa referirse a los hechos
fermiza que a partir de una frase ni tan ingenua, pero
á.-tot'q"e habían siáo víctimas, siguiendo.con lo.s
al fin y al cabo una más entre las centenares que me
."ág.áos de transcribir las cintas y traducir los testi-
de las lenguas mayas al castellano en que- el tocaríaleer en las semanas por venir, me había metido
;;;i;t en un berenjenal que sólo podía llevarme aLaparali-
irrfot*. tendría q,i. t.t escrito, y finalízando con los
zación, tal como constataba ahora que volvía del um-
.q"ipot de profesionales destacados para la clasifica-
bral de la puerta hacia la silla donde pronto estuve de
.i'¿" V el análisis de los testimonios, y tambiln paru
nuevo sentado, con la vista fija en la frase de marras,
i, ,.ir..i¿n del informe, puntualizó en aquella -oca-
Yo no estolt comPleto dr la mente, y de la cual me propuse
,i¿" *i amigo Erick, sin- mayor énfasis, más bien
saltar de inmediato a la que siguiera, sin detenerme a
irrrrqr;ilo, coá .1 estilo conspirativo que 1o -caracteri
divagar como recién había hecho, so pena de atascar-
z^b^,a sabiendas de que yo jamás me negaría a seme-
jante empresa, no poi lot entusiasmos que un.buen me peligrosamente en la labor que apenas empezaba,
pero mi propósito fue abortado a los pocos segundos
Rioj, despertaba eá mi ánimo, sino porque ya é1 per-
por la irrupción en mi oficina de un chiquitín con gafas
cibía que yo estaba tan incompleto de la mente que
acept;ía la propuesta y hasta me. entusiasmaúa co.n
y bigotito mexicano, el tipo cuya oficina estaba ubi-
cada justo ala par de la mía y a quien mi amigo Erick
la idea de involucfarme en semeiante proyecto, sln
me había presentado qutzá una hora atrás, cuando me
rcgatear ni ponerme a considerar pros y contras'
tal
conducía haciami sitio de trabajo, un chiquitín que era
como en efecto sucedió.
Abrí la puerta, de golpe, atertorizado, como si me ni más ni menos que el director.de todo aquel com-
plejo de oficinas del fuzobispado dedicadas a velar por
faltara aire y estuviera a p.,t'to de desfallecer bajo un
los llamados derechos humanos, el segundo de a bordo
fulminante ataque de paranoia en esa habitación
de Monseñor, me explicó Erick, mientras yo le daba
tapíada, y me paré en ei umbral, quizá con los
ojos

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la mano y oteaba las fotos enmarcadas y muy distin- típica estructura de un palacio arzobispal: dos plantas
guibles en la pared en las que el chiquitín aparecía de sólida piedra con amplios corredores que daban al
junto al papaJuan Pablo II y junto al presidente esta- cuadrado patio central en el que entonces se encontra-
dounidense William Clinton, 1o que de inmediato me ban varios empleados disfrutando su refrigerio matuti-
puso sobre aviso de que no le estaba dando la mano no, quienes al verme junto a Mynor, que así se llamaba
a un chiquitín cualquiera, sino a uno que había dado el chiquitín director seglar de aquella institución, me
esa misma mano alPapa y al presidente Clinton, una saludaron efusivos y zalameros, como si yo hubiese
idea que por poco logra intimidarme, dada la circuns- sido el seminarista de nuevo ingreso, mientras el chi-
tancia de que el Papa y el presidente estadounidense quitín destacaba mis virtudes profesionales gracias a
eran los dos hombres más poderosos del planeta y las cuales el informe sobre las masacres sería un texto
el chiquitín que ahora entraba a mi oficina se había de primeray yo me decía que en alguna parte tenían
tomado sendas fotos junto a ambos dignatarios, no que estar escondidas las chicas guapas, porque las que
poca cosa, por lo que en el acto me puse de pie y le me había presentado el chiquitín no sólo estaban
pregunté solícito qué se le ofrecía, a lo que el chiqui- incompletas de la mente, sino también del cuerpo,
tín respondió con la mayor de las simpatías que per- pues carecían de cualquier rastro de belleza, aspecto
donara la intromisión, él estaba consciente que me que por supuesto no le comenté a mi guía y que al
esperaba un arduo trabajo, dijo señalando las mil cien paso de los días descubrí que era intrínseco a esa ins-
cuartillas que yacían sobre el escritorio, pero aprove- titución, y no sólo a la extrema izquierda, como yo
chando que yo habia abierto la puerta para tomar sin antes pensaba, que las mujeres feas eran un atributo
duda mi primer descanso, él se había tomado la liber- exclusivo de las organizaciones de extrema izquierda,
tad de venir a invitarm e a dar un recorrido por todo no, ahora comprendía que también de los organis-
el edificio para que conociera al personal, recorrido mos católicos dedicados a velar por los mal llamados
que mi amigo Erick en sus permanentes prisas había derechos humanos, una conclusión a la que arribé
omitido al conducirme directamente desde la recep- más tarde como bien dije y que en ningún momen-
ción hacia la que sería mi oficina, con la sola escala to compartiría con quien se retrataba junto a Juan
donde el chiquitín ala que ya me referí, un recorrido Pablo Il y a Bill Clinton, el. chiquitín que me llevó
que de inmediato acepté y que me llevó a todas y cada por todo el recorrido, oficina tras oficina, hasta que
una de las oficinas de ese edificio que en verdad no finalmente me dejó solo de nuevo frente a las mil
era un edificio, sino una construcción colonial en cien cuartillas que esperaban en mi escritorio, no sin
la parte trasera de la Catedral Metropolitana con la antes preguntarme si yo prefería que él cerrarala puerta

20 2t
Dos
de mi oficina, a 1o que respondí que mejor la deiara
abierta, habida .rr.t t, de que estábamos en el rincón
más tranquilo del palacio arzobispal y no habría mo-
lestas interferencias que me distrajeran'

Para celebrar mi primer día de trabaio como Dios


manda, cité al mediodía a mi compadre Toto en El
Portalito, la cantina más legendaria de la ciudad, ubi-
cada por suerte a escasos doscientos metros de mi ofi-
cina, 1o suficientemente cerca como para evitar la
ansiedad de quien teme por sobre todas las cosas ser
impuntual, que es mi caso, y de quien requiere en los
momentos más inusitados una copa que calme su
sistema nervioso, que también es mi caso, de ahí que
yo considerurala cercanía entre el palacio arzobispal y
El Portalito como un hecho casi milagroso, como
un guiño de los cielos en el sentido de que podría
realizar mi trabajo sin desmayo, tal como se lo dije a
mi compadre Toto ufia vez que estuvimos acomoda-
dos en una mesa de la cantina, en espera de los volu-
minosos tarros de ceweza, recorriendo los rostros de
los demás comensales: el hecho de tener una cantina
cerca, a mano, sin importar el tipo de oficina en que
yo esté metido, constituye un motivo de tranquilidad
espiritual para mí,le expliqué en el momento en que
tomábamos los tarros y los alzábamos en un brindis
que mi compadre Toto aprovechó para hacer gala de

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su peculiar sentido del humor: «porque salgás vivo de puede ser idolatrado por un pueblo triste y llorón,
esa mierda", dijo con solemnidad el chistosito, una tal como muchas veces he expresado. "No se me ahueve,
broma que en el acto despertó mis sospechas hacia compadre, cuéntems", dijo, riéndose a mis costillas,
los tipos de las mesas vecinas, a sabiendas de que en porque yo carecía de opción, dada la circunstancia de
esa cántina encerrada y sórdida pululaba canalla de que la marimba recién iniciaba su ronda musical, yo
diversa calañia, incluidos informantes y torturadores debía pues hablar a los gritos para imponerme sobre
del mal llamado Estado Mayor Presidencial, torturado- esa música triste y llorona, algo que en verdad no me
res que por lo general bebían a solas, casi sin levantar costaría, mucho menos ahora que pedíamos la segunda
la vista de la mesa, con los ojos inyectados en sangre ronda de cerveza, pero también debía olvidarme de la
y la mueca siniestra, a quienes uno podía olfatear marimba y su música molesta a fin de poder concen-
por el halo denso y macabro que los rodeaba. "No te trarme en el relato de mis impresiones en esa primera
aflljás,tranquilo,, me dijo mi compadre Toto, pelando maiana de trabajo, un relato que sólo podía comen-
su dentaduia equinabaio el bigote a 1o Pancho Villa, zaÍ cofi la extraña sensación que tuve al tocar el enor-
y enseguida inquirió sobre mis impresiones en esa me portón de madera ubicado a un costado de cate-
primerá mañana de trabajo, cómo me habían tratado dral, como si estuviese pidiendo que me abriesen las
io, .r'rr"t, que le contara, pero en el preciso instante puertas de unas catacumbas siempre temidas y aborre-
en que lba a aÍraficar mi relato tronó ensordecedora cidas, pero a las cuales el destino me obligaba a penetrar,
una marimba desde las alturas de un tapanco ubicado esa extraña sensación de estar a punto de entrar a un
cerca de la entrada, una marimba tocada por dos mundo prohibido e indeseable fue la que tuve tem-
ancianos que barrieron con su música las conversa- prano en la mañana mientras esperaba que abrieran
ciones de las mesas, en especial de aquellas que esta- el enorme portón de madera, en esa acera sucia y ma-
ban más cerca del tapanco, como la nuestra, donde ioliente que ya estaba infectada de vendedores ambu-
tendríamos que hablar a gritos a fin de escucharnos, iantes y de sujetos sospechosos como los que pulula-
tal como hizo entonces mi compadre Toto, para decir- ban también en esa cantina donde por fin la marimba
me que esa música constituía una especie de marcha había terminado su primera pieza y la mesera nos
de bienvenida, que no cabía la menor duda de que traía nuestros segundos tarros de ceweza. Una vez que
estaba dedicada a mí, vociferó con su mueca burlona, hube traspasado el enorme portón de madera, conduci-
conocedor de que si algo aboruezco con especial inten- do por un portero con pinta de viejo sacristán, me apre-
sidad es la música folclórica, y por sobre todo la músi- suré a decirle a mi compadre Toto, aprovechando el
ca triste y llorona de la marimba, instrumento que sólo intersticio de silencio entre píezay píeza, fui conducido

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a una sala de espera {ría y atemorizante, como ante- demás parroquianos se trataria nada más de un fin-
sala de convento, donde permanecí a solas demasia- quero, especie temida en este país gracias a su agresi-
dos minutos aguardando que el portero fuera en busca vidad y a la poca consideración que mostraba hacia
de mi amigo Erich sentado en una banca a la que sólo la vida del prójimo, como se desprendía de las mil
le faltaba el reclinatorio y donde pude percibir en toda cien cuartillas que reposaban en el escritorio del Arzo-
su dimensión el hecho de que estaba penetrando a un bispado y sobre las cuales mi compadre Toto pasó
mundo regido por las leyes del catolicismo que siem- ahora a interrogarme. Le dije que el amigo Erick me
pre habían generado en mí la peor repulsión, lo que la había metido torcida y sin saliva, el muy listo. En
me hizo considerar la posibilidad de salir en estampida vez de las quinientas cuartillas acordadas me tocaría
en ese instante, aunque enseguida fui víctima de una trabajar sobre el doble de material, sin que pareciera
sensación aún más rara, como si ya hubiese estado en dispuesto a doblar también mis emolumentos. Cierto
ese sitio anteriormente y ahora estuviera volviendo a que a esta altura yo no recularía bajo el argumento
vivir Ia misma experiencia que además marcaría mi vida de que trescientas cuartillas eran el listado de masa-
de forma tajante,le dije a mi compadre Toto en el cres y de nombres de las víctimas y las ochocientas
momento en que la marimba arrancaba con la nueva restantes estaban muy bien escritas, como yo pronto
pieza, una sensación por lo demás escalofriante, como podría comprobar, así me lo aseguró, por lo que mi
si estuviera a punto de empezar a vivir un destino en labor consistiría nada más en un afinado y retoque
el que mi voluntad apenas contaba y cuyo principal final, aunque por supuesto tenía cafta blanca paru
rasgo era el peligro. modificar aquello que considerura necesario, sin dis-
Antes de seguir adelante debo aclarar que con mi torsionar el enfoque -y su conftanza en mí era tal que
compadre Toto yo me sentía particularmente seguro, no había necesidad de entrar en detalles, dijo. Lo cierto
no sólo porque estábamos en su ciudad y é1 se movía era que, reconocí ante mi compadre Toto, las cin-
con soltura en ella, sino también porque su aparien- cuenta cuartillas que había leído esa mañana estaban
cia de finquero -el sombrero de ala ancha,las botas de en efecto cuidadosamente escritas, incluso me atreve-
oficial castrense y la chaqueta holgada- imponía res- ría decir que impecables, pese al estilo antiséptico y
peto, vaya usted a saber, y 1o más probable es que un tanto académico del médico psiquiatra redactor de
portara la pistola lista en la cintura, pensaría el cris- esa primera pafie del informe, un Yasco de nombre
tiano precavido, y el propio Toto se definía en su Joseba a quien yo no conocía y que ahora se encon-
currículum como agricultor y poeta, algo que sólo yo traba fuera del país, cuyo método de trabaio consis-
sabía, dada la conftanza que teníamos, pero para los tía en plantear diversas tesis sobre los efectos que el

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descuartizamiento particular y generalizado tuvo sobre poder responderle al sargento, claro está, quien inter-
la salud fisica, mental y emocional de la población pretaba su silencio como un desafio y fue desenvai-
sobreviviente, para enseguida apuntalar sus tesis con nando el machete para hacerlo hablar como locutor
los testimonios de esta misma población, debidamen- deportivo y para que ese hatajo de indios que presen-
te escogidos entre los centenares y centenares de casos ciaban la escena despavoridos comprendieran que lo
que se tenían en archivo, algunos de los cuales leídos peor que podía ocurrírseles era desafiar ala autoridad,
esa mañana habían conmocionado mi imaginación un sargento bastante bruto si consideramos que des-
enfermíza, reconocí ante mi compadre Toto, quien tazó al mudito sin darse cuenta de que esos gritos no
bebía su cerveza demasiado de prisa o más bien bebía eran sólo de dolor, sino de un mudito para quien esa era
mientras yo hablab a y por eso me llevaba la delantera, su única forma de expresión. "Mudo más pendejo,
por ejemplo el caso del mudito del pueblo, continué, ty por qué no Iehizo señas con las manos?,r, comentó
no recuerdo en qué caserío perdido en el altiplano mi compadre Toto mientras picaba de los platillos con
sucedió, lo leí precisamente antes de salir de la oficina, papas y cebollines que la mesera recién dejaba en la
incluso lo venía rumiando mientras crttzaba el Parque mesa, como si desconociera que de entrada los mili-
Central frente a catedral, porque al pobre mudito le tares le amarÍafl a la víctima las muñecas para inmo-
tocó en suerte que los militares lo interrogaran sin vilizarla y como si no le hubiera explicado que con
saber que él era mudo, le tocó comenzar a recibir gol- los primeros machetazos las pinches manos del mudo
pes para que confesara los nombres de los colabora- salieron volando con todo y amarres, y que a esa altura
dores de la guerrilla, enfrente de los demás habitan- ya nadie estaba para explicarse a señas; en consecuen-
tes del poblado el mudito recibía sin decir palabra los cia, después del mudito fueron pasando a machete a
golpes que seguían a cada pregunta hecha por el sar- cada uno de los demás pobladores, aunque supieran
gento que comandaba la patrulla, sin que nadie de hablar y dijeran estar dispuestos a delatar a los colabo-
la población se atreviera a decirle al sargento que el radores de la guerrilla, de nada les sirvió, el bacanal
mudito no podía responderle, aunque lo amarrarun a había comenzado y sólo un par de ellos logró sobrevi-
ese árbol de la plaza y el sargento comenzara a ínfri- vir para venirlo a contar doce años después, dije al
girle incisiones en el cueqpo con el yatagán, a los gritos tiempo que mi compadre Toto pedía su tercer tarro
de "ihablá, indio hijo de la gran puta, antes de que de cerveza en tanto que yo aún tenía la mitad del
me calentés los huevoslr, pero el mudito nada más segundo, lo que me pareció prudente, si he de confe-
abría desorbitadamente los ojos de tal forma que pare- sarlo, dadala circunstancia de que en mi primera tarde
cía que saldrían de sus cuencas a causa del terror, sin de trabajo hubiera sido poco propicio que yo llegara

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borracho y escandaloso a aporrear el enorme portón
Y luego, sin esperar, leí la tercera: Qtemaron nuestras
c*sas, comieron ruwestros aniruales, mataron nuestros niños,
de madera para que me dejaran entrar a seguir-leyendo
las rnajeres, los hombres, ialt!, ia1!... áQtién üa d rePoner
historias .o*o la del mudito o a escarbar en los testi-
monios para encontrar frases como Yo no estolt compltto
Y lo observé de nuevo, porque ahora
todas las casas?
sí tenía que haber encajado esos versos que para mí
de la meite, que apenas era una de las muchas que me
expresaban toda.la desolación después de la masacre,
iban asombrándo a medida que avafizaba en la lectura,
pero no para mi compadre Toto, más agricultor que
tal como le expiiqué a mi compadre Toto, frases contun-
poeta, como descubrí con pena, cuando lo escuché
dentes dichas por indígenas para quienes seguramente
apenas comentar "qué onda...>), como una cortesía,
recordar los hechos que ahí relataban significaba remo-
supongo, porque enseguida clavó en mí su mirada
ver sus más dolorosos recuerdos, pero también entrar
perdona-vidas y dijo que yo debía tomármela con calma,
en una etapaterapéutica al poder confrontar su pasado,
corregir mil cien cuartillas con historias de indígenas
orear a esos fantasmas sanguinarios que acechaban
obsesionados con el terror y la muerte podía que-
sus sueños, como ellos mismos reconocían en esos
testimonios que parecían cápsulas concentradas de brantar al espíritu más ferreo, intoxicarme con una
morbosidad malsana, 1o mejor era que me distrajera,
dolor y cuyas frases tenían tal sonori dad, fuetza y
para compensar, según é1, y que me olvidara del tra-
profundidad que yo había apuntado ya algunas de
bajo una vez fuera de la oficina, señalando acusatoria-
.11., .t mi libreta personal, dije al tiempo que sacaba
mente mi libreta de apuntes, debía dar gracias de que
mi pequeña libreta de reportero del bolsillo interior
de ái chaqueta de mezclilla, notando que mi compadre
no me permitieran sacar el material del Arzobispado,
por motivos de seguridad, convivir con esos textos las
Toto había relajado su atención porque la cantina cada
vez se llenaba más y en una que otra mesa había chicas
veinticuatro horas del día podría ser fatal para una
personalidad compulsiva como Ia mia, dispararía mi
ni tan despreciables. Escuchá esta lindura, vos que sos
poeta, dije antes de leer la primera frase, aprovechando
paranoia a niveles enfermizos, mejor no sacar eso de
la casa de los curas, y apuntó de nuevo a mi libreta, y
que la marimba recién finalizaba su pieza, y con mi
tomármela como una chamba de oficina cualquiera,
mejor énfasis declamatorio, pronuncié: S¿ qweda triste
sa roprt... Y enseguida obsewé a mi compadre, pero
dijo mi compadre Toto y luego señaló con un movi-
éste a su vez me mirab a a la expectativa, por 1o que
miento de su boca hacia'una mesa contigua a mis
espaldas, donde sendas damiselas departían con un
pasé de inmediato a leer la segunda frase, con una
entonación más contundente aún, si era posible Las alfeñique cualquiera, como si ése fuera el instante
propicio parala seducción, como si yo hubiera leído
casas estaban tristes porque )d no había personts dentro" '
31
30
fueran, dadas las condiciones de ese país, razón de
las frases de mi libreta de apuntes para convencerlo
más para guardar mi pequeña libreta de apuntes en el
de la bondad de una causa justa con la que me estaba
bolsillo de mi chaqueta y hacer una señal a la mesera
comprometiendo, cuando 1o que yo buscaba, tal como
para que me traiera mi tercer y último tarro de cefYeza.
se 1o dije ya un tanto encabronado por la circunstancia,
"Só1o ya el no
querer es lo que quiero", recitó mi com-
era mostiarle la riqueza de lenguaje de sus mal llama-
padre, con un rictus de burla, limpiándose los restos
dos compatriotas aborígenes, y ninguna otra cosa más,
de espuma del bigote, y después dijo: "Qtevedo".
suponiendo que él como poeta hubiera podido estar
inieresado en ello, en esas intensas figuras de lenguaje
en la curiosa construcción sintáctica que me recor-
y'daba
apoetas como el peruano César Vallejo, y enton-
ces pro.edí a leer con mayor frmeza, y sin dejarme
intimidar por la marimba que de nuevo arrancaba, un
fragmento más largo, para que a mi compadre Toto no
le Jupiera ninguna duda: Ties días llorando,llorando que
le quiría jto ,ti. Ahí me se,té abajo de la tierra para decir
ah7 esúia crucita, ahí está é1, ahí está nuestro polaito 1t
lo aamos a ir a resPetar, a dejar und su aela, pero cuando
üamos a Poner la oela no hal donde la aela poner"' Y esta
otra frasá, decime, 1e increpé ya decididamente encarre-
rado yo, si no se trata de un gran verso, de una joya poé-
tica, dije antes de pronunciatla con intensidad: Porque
poro *i ,l dolor es io enterrarlo 1to... F.,e cuando detecté
.n la mirada de mi compadre Toto cierta alatma, como
si yo me estuviese yendo de boca y algun informante
preciso estuviese tomando nota sin que yo me perca-
iarr, 1o que me produjo cierto escalofrío y el ac-to
,.flájo d. v.r con nerviosismo a los comensales de las
mesas que nos rodeaban, la mayoría de los cuales podía
perfectámente ser informante de los militares, no me
irubiera extrañado incluso que muchos de ellos 1o

33
32
Tres

Reventé como hacía mucho no reventaba, en la


oficina de administración del Arzobispado, cuando
e_sa tarde el pagador me dijo que no había ningún
dinero para mí, que él ni siquiera sabía qr. ,.
tuviera que pagar algo, haciendo caso omiso de que esa
-.
misma mañana mi amigo Erick me había asegurado
que después del mediodía pasara a pagaduría a-cobrar
mis dos mil quinientos dólares de adelanto, tal como
era el acuerdo, que se me pagaría la mitad de mis cinco
mil dólares al principio del trabajo y la otra mitad al
final del mismo, para eso había yo caminado desde
mi oficina por los amplios corredores hasta el otro lado
del palacio arzobisp al, para recoger un dinero sin el
cual sería imposible que yo continuará mi trabajo,le
expliqué al pagador, menudo y lerdo tras su escritorio,
y no creía yo que mi amigo Erick me hubiera engañado
con semejante desfach atez, io usted me está diciendo que
mi amigo Erick me ha mentido con la peor desvir-
gienza?,le espeté al pagador que permanecía con la
mirada baja, sin responderme, cual monaguillo repren-
dido, hasta que del fondo del despacho emergó un
rubio, alto, con acento caribeño y yoz de mando,

35
quien preguntó qué estaba sucediendo, como si no se tardar al siguiente día, me 1o aseguraba é1 como jefe
hubiera dado cuenta, enfrentándome, lo que me pare- administrativo, nada más se trataba de un pequeño
ció estupendo, un cruzado en tierra de indios a quien retraso debido a que é1 no había estado durante la
restregarle en la ieta Ia ineficiencia de esa burocracia mañana cuando Erick seguramente lo buscó para que
católíca,a lo que procedí sin dilación al escupirle que me tramitara el pago. Yaya la suerte que en ese instante
parecía inconcebible que no estuviera listo mi dinero apareció en la puerta de la oficina administrativa el
cuando mi amigo Erick me había dado su palabra, y chiquitín que se retrataba con Clinton y con el Papa,
dije "su palabra, con suficiente énfasis, de que en la de no ser por su oportuna aparición quién sabe cómo
tarde sin falta podría cobrar mi adelanto, y hasta don- hubiera terminado la disputa entre elrubio, que me con-
de yo tenía entendido la palabra de mi amigo Erick sideraba un imbécil que no pelearía por mi adelanto,
valía en esa institución, lo que significaba que alguien y yo, para quien el cumplimiento de un pago está por
no estaba cumpliendo su deber y ponía en peligro la encima de cualquier otro valor, como se lo hice ver
totalidad del proyecto, porque yo no estaba dispuesto al chiquitín una vez que me aseguró -posando su ma-
a corregir ni un renglón más de esas mil cien cuarti- no supuestamente tranqullizadora en mi espalda, un
llas si no me pagaban mi adelanto en el acto, tal como gestó que despertó en mí la peor de las sospechas-
estaba acordado. No se requería demasiada capacidad que bajo su palabra como director se me pagaÁa al
de observación para darse cuenta de que al rubio le siguiente día temprano en la mañana mi adelanto de
estaba costando un huevo y la mitad del otro conte- dos mil quinientos dólares, preguntándome además
nerse, enardecido por mi andanada, que tampoco había si prefería recibir los dólares en efectivo o un cheque
terminado, como enseguida le quedó claro, cuando le en moneda nacional, una pregunta estúpida desde
espeté que no sólo de pronto querían que les hiciera todo punto de vista ya que en mi trato con mi amigo
el doblode trabajo por la misma cantidad de dinero, 1o Erick siempre hablamos de cinco mil dólares, sin
cual era una barbaridad desde el punto de vista que mencionar jamás su moneda nacional, cuyos billetes
se viese, sino que ahora incumplían con flagranciala viejos y apestosos no podrían servir como incentivo
base del acuerdo laboral que era el pago de mi ade- para alguien mínmamente en sus cabales, que era mi
lanto, dicho ya con la voz alzada y un tanto histérica, caso, tal como se lo diie al chiquitín mientras me con-
debo reconocerlo, como suele sucederme cuando des- ducía, sin quitar su sospechosa mano de mi espalda,
cubro a alguien que se propone estafarme, que era la hacia el lado del palacio donde estaban nuestras oficinas,
intención de ese rubio que ahora mascullaba, con los con un andar lento y cadencioso, como si hubiéramos
dientes apretados, que mi dinero se me pagaría a más sido viejos curas en su paseo vespertino, y aprovechaba

36 37
para pedirme que no me efiojara con Jorge, el jefe a su antojo?, tno se daba cuenta de que yo no era
administrativo, no era culpa de éste el retraso en mi otro de esos indios acomplejados con quienes acos-
pago, se trataba además de un buen compañero, pana tumbraba tratar? Entonces me puse de pie y comencé a
meño, entregado al proyecto, ya lo conocería más. En- pasearme por la habitación, ya completamente poseído,
tonces me preguntó, con ánimo de cambiar de tema, a con mi imaginación en un torbellino que en milési-
fin de que me relajara, sobre la calidad de los textos del mas de segundo me trasladó alaoficina del susodicho,
informe que yo había leído hasta ese momento, mi a esas horas nocturnas cuando no quedaba nadie en el
tercer día de trabajo, a 1o que respondí que de mo- palacio arzobispal, sólo el tal Jorge metido en su escri-
mento la calidad no era el problema sino la cantidad, torio, revisando cuentas, pero en verdad saboreando
el doble de 1o acordado en tanto que el tiempo para el hecho de haberse cagado en mi humanidad, tan
terminarlo seguía siendo el mismo y el dinero tam- concentrado en ello que no me sintió llegar y menos
bién, aserto que en automático me retrajo al encabro- pudo reaccionar cuando le clavé la primera puñalada
namiento por el retraso en el pago de mi adelanto, un en el costado del hígado, un trabón que lo hizo caer
estado de ánimo que persistió cuando me despedí del de hinojos al suelo, con la so{presa y el terror en los
chiquitín, entré a mi oficina cerrando la puerta a mi ojos, boquiabierto, las dos manos queriendo cerrar su
espalda y me senté frente al mamotreto de cuartillas, hígado desgarado, por lo que tampoco pudo defender-
sin que ni por asomo pudiera retomar la lectura, en se cuando le clavé la segunda puñalada por abajo del
especial porque la primera frase en que se posaron esternón, con mayor furia aún que la primera, tal era
mis ojos decía A puro palo 1 cwchillo mataron a esos mi encono, que enseguida mí brazo vehemente no
doce hombres de los que se habla allí, después de la cual paró de meteruna y otravez el cuchillo en el cuerpo del
seguía un breve testimonio sue me resultó fatal -decía: soberbio panameño que me habíanegado el pago de mi
Agarraron a Diego Nap López) agarraron wn cuchillo qae adelanto, hasta que de pronto me descubrí en el centro
cada patrullero tenía que tomar dándole unfilazo o cortán- de mi oficina haciendo los furiosos movimientos de
dole un poquito-, porque de súbito encendió mi rabia quien apuñala a su peor enemigo, sin ningún puñal
hasta el paroxismo, ,unq.ue nadie hubiera imaginado en mi mano, por supuesto, como un enloquecido
tal cosa al verme senr.r Co con los codos apoyados en hubiera pensado alguien que sin previo aviso y de
el escritorio y la rt,irada perdida en la alta pared des- golpe hubiera abierto la puerta de mi oficina, la cual
nuda, un coraje concentrado en el miserable panameño por cierto estaba sin seguro, me daba cuenta hasta ahora,
por culpa de quien yo no había cobrado mi adelanto: consternado. Debo reconocer, sin embargo, que una
tqué se creía ese comemierda?, toue me podía basurear vez de nuevo en rni silla, respirando acompasadamente

38 39
parubajar mi agitación, sentí laplacídez de quien se ha catedral a través del cual ava¡zaba a trancos, oteando
quitado un peso de encima, como si el panameño ya todo el tiempo -atrás, adelante y a los flancos-, como
hubiera recibido realmente su castigo y por 1o mismo si detectar el rostro del asesino fuera a garafitízar mi
yo podía largarme, que ni de broma iba a trabaiat escape, un trecho en la acera congestionada por la
irrti, que los dos mil quinientos dólares estuvieran gente y los vendedores ambulantes, otro trecho sobre
en mi Lolsillo, tal como hice, sin darle explicaciones el asfalto donde los viejos autobuses traqueteaban y
a nadie, sólo tomé mi chaqueta, crucé el vestíbulo abusaban del claxon, sin ceder en mi estampida, hasta
entre las dos secretarias, alcancé el enorme portón de que llegué a la Novena Calle y empecé a remontarla
madera y salí a la calle. hacia el Pasaje Aycinena, mi destino improvisado, por-
Durante unos segundos, antes de partir en estam- que antes de ir a mi apartamento quería tomar unas
pida, disfruté esa hora de la tarde, cuando el sol no copas, distraerme , quizá reflexionar sobre lo que me
Labíacaído aún, frente a una luz transparente y con la estaba sucediendo, y el sitio que se me ocurrió fue un
brisa templada correteando entre las calles, de manera desastrado café-bar de nombre Las Mil Puertas, que
similar a mi propio correteo, que no era broma, cami- por supuesto apenas tenía dos puertas, propiedad de
naba atoda la velocidad que podían mis piernas, ahora comunistas reciclados pero sobre todo muy frecuen-
en esta aceÍa,luego en la de enfrente, cruzando intem- tado por jovenzuelas y jovenzuelos con inclinaciones
pestivamente. a media mafizafla, no tanto para evttat artísticas, bohemias, quizá rebeldes, pero en cualquier
que me slguteran, iluso hubiera sido con las calles caso una atmósfera opuesta a la del palacio arzobispal,
atestadas áe gente, sino para evitar la emboscada rica carne tierna y sin destazan para elevar mi ánimo, me
siempre temida, aquélla en que dos pseudo ladrones dije una vez que estuve dentro, en la mesa del rincón,
presto a pedir un agua mineral para apaciguar mi aliento,
-en verdad especialistas de inteligencia del ejército-
me arrinconai:ían a puñaladas para quitarme algo que porque el agua natural que es mi preferida en ese lugar
no llevaba, paÍa que los curas entendieran, al fin, yo la sacaban del grifo, un hecho constatado en mis ante-
era un extranjero cuya muerte en un asalto no tendría riores visitas, cuando también me había sentado en la
ningún costo. Evitar la emboscada siempre temida: con mesa del rincón, donde las paredes estaban ensucia-
este- incentivo salía cada vez a la calle, obsesionado, das con horribles versos de mediocres poetas izquier-
eIéctrico, al igual que esa tarde en que no me pagaron distas vendedores de esp'erunza, versos escritos sin
mi adelanto y enfilé por la Octava Avenida, una cuadra ningún recato, con letras enormes y caligrafía cance-
apestosa a orines y a basura que separaba al palacto,aÍzo' laria, pero en todo caso una mesa preferible a las ubi-
bispal del mercado central, un estercolero a espaldas de cadas a{uera, sobre el propio Pasaje Aycinena, una vía

40
4t
peatonal abandonada que conducía de la Novena oficina de la cual yo había salido en estampida y de
Calle a los portales del Parque Central. Pedí, pues, un la cual en este momento no quería r..o.ár, nada,
whiskey con soda y me propuse sacar de mi cabeza una interrupción en verdad grosera pues no sólo me
las asociaciones mentales relacionadas con mi trabajo sacó abruptamente de mi estado de ánimo sino que
en el Arzobispado, tal como mi compadre Toto me me obligó a preguntarme qué carajos estaba haciendo
había recomendado, y más bien fijarme en cada una yo con mi vida como para haberme comprometido en
de las chicas presentes en ese bar-café, de las chicas semejante empresa y tener que recorrer enloquecido
guapas, claro está, que tampoco eran muchas pero sí una ciudad extranjeral que era 1o que recién había
iufiiientes como para distraer mi atención, una de hecho al dar un rodeo por ia ruta más larga para se-
ellas en especial, la fl.aca de mirada vivaz, cejas árabes gún yo descontrolar a mis eventuales perseguidores,
y una risa coqueta en su timidez, cuyos rasgos avivaron como si al final de cuentas no hubiera venido a dar
mi imaginación a tal grado que pronto pude ver, en a este antro donde cualquier mal nacido me tenía a su
segundos, mientras frotaba mis ojos con las palmas antojo. Pero no permitiría que ese grupo de los mal
de mis manos, el rostro de esa chica siendo poseída, llamados veladores de los derechos humanos echara
penetrada, sacudida, por mis embates rítmicos, y tam- a perder mi whiskey, me dije dándole otro sorbo, y
bién pude ver su expresión de abandono en el momento enseguida extraje mi libreta de apuntes del bolsillo
del orgasmo y casi escuchar sus gemidos lastimeros, de interior de mi chaqueta con el propósito de paladear
gatita satisfecha, un ejercicio de fantasía que terminó con calma aquellas frases que me parecían estupendas
de equilibrar mi ánimo y hasta generó una leve corren- literariamente, que jamás volvería a compartir.o, po.-
tada en mi entrepierna, nada de qué preocuparse, tas insensibles como mi compadre Toto y que con
menos ahora que acababan de traerme el whiskey con suerte podría utilizar posteriormente en algún tipo de
soda y luego de paladear el primer sorbo con un rico collage literario, pero que sobre todo me rorpr.rrdír,
cosquilleo me sentí por fin en mi eje, tranqurlo, capaz por el uso de la repetición y del adverbio, como ésta que
de observar el fluir de mis pensamientos aunque ajeno decía Lo qwe pienso es qne pienso )¡o. . ., carajo, o esta otra,
a ellos, sin identificarme con ellos, como si se tratara Thnto en sufrimiento qile hemos safrido tanto con ellos...,
de la película mental de otro y yo Ia viera con cierta cuya musicalidad me dejó perplejo desde el primer
indifeiencia, un estado de ánimo propicio paratapaz momento, cuya calidad poética era demasiada como
del espíritu, p€ro que no pude prolongar como hubiera para no sospechar que procedía de un gran poeta
deseaáo a causa del arribo de un grupo de individuos y no de una anciana indígena que con ese verso fina-
que en el acto identifiqué como pertenecientes a la lizaba su desgarrador testimonio que ahora no viene

42 43
al caso. Ambas frases deberían estar escritas en las Cuatro
paredes de este bar-café en Yez de esos horripilan-
tes versos de poetastros izquierdistas, pensé mientras
guardaba mi libreta de apuntes, pedía la cuenta a la
mesera y echaba una última oieada a la chica de cejas
árabes cuyo rostro había encendido mi imaginación.
Al salir pasé junto a la mesa de los que ya eran mis
compañéros de trabajo,pero a quienes me abstuve de
saludar, aún molesto por su inoportuna aparición, Bingo: por fin encontré una chica guapa. No era
y quienes tampoco me saludaron aunque hubo una Demi Moore, debo aclarar, pero lucía entera, propor-
cionada, con un rostro fino y de expresión saludable,
que otra mirada de reconocimiento.
sin ese resentimiento propio de las feas adalides de
causas mesiánicas que pululaban en el Arzobispado,
una chica nacida en Toledo, que había pasado la mayor
parte de su vida en Madrid, en el barrio de Salamanca,
no en cualquier chifurnia, que su padre era un presti-
gioso médico militar admirador y al servicio del generalí-
simo Franco, me contó ella, no al principio de nuestra
charla, claro está, que nadie se presenta de esa manera,
mucho menos en el patio del palacio arzobispal con-
currido por los mal llamados veladores de los derechos
humanos, donde ella leía y tomaba un poco de sol
matutino, sentada en el borde de la fuente de piedra:
iuna aparición!, me dije, ipadre eterno divino!, mien-
tras caminaba por el corredot hacia la cocina en busca
de un café, pero desviando en el acto mi ruta hacia
aquella aparición, junto a la que me senté, presentán-
dome, sin preámbulo, y enseguida le pregunté dónde
había estado metida toda esa semana, cómo era posible
que yo no la hubiera visto, que hasta ahora supiera

44 45
la muy que hasta entonces me aventuré a preguntarle el moti-
de su existencia. Me dijo que se llamaba Pilar' vo por el cual ella había escogido ese restaurante para
Pil..i.r, psicóloga graduaáa en la Universidad Com- nuestra primera comida, en espera de que adujera algun
;ltr"ü desde"t^éi^ cinco meses ttabaiaba b1i9 la¡
'órd.rr., de mi amigo Erick en el palacio arzobispal' trastorno digestivo a causa de su estadía en tierras inhós-
pitas, pero no, tal como yo temía, una vez que estu-
f.ro ,r*bién con lL co*t'nidades indígenas de Alta vimos sentados, en aquel ambiente con cierto tufillo
'Yr,
donde había permanecido la última semana' a secta que percibí de inmediato, Pilar inició su pero-
pot^p^r,
.to no nos habíamos encontrado' Horas más Íata en contra de la carne, que le parecía asquerosa y
[rrd., a mediodí a, cfvzamos juntos el enorme portón le causaba mucho daño, enumerando los diversos
de madera, en camino hacia el restaurante vegeta- efectos nocivos y hasta mortales que la ingestión de
riano ubicado frente al quiosco del Parque Central' carne producía, con un léxico y un énfasis propios
conversando con tranquilidad, la primera vez.que de la hija de un médico militar franquista convertida
;;lr, ;; Jel palacio arzábtspal ac.ompañado y sin el en salvadora de indígenas, que eso hacia ella en sus
áirUfá .n lo, talones, una maravilla, desde el.punto viajes al interior del país, reunirse con las comunida-
de vista que se viera, caminar departiendo plácida- des indígenas víctimas de las atrocidades militares para
*.rr,. .or, ,rrp chica atractiva, extranjera y al parecer
del ayudarlas a superar sus traumas por la falta de duelo,
inteligente, que además ttabaiaba la mayor parte me explicó, pues lo peor era que la ausencia de cadá-
por
tiempo a pocos metros de mi oficina y c9n quien yeres por Íazones siniestras impedía que la gente cum-
para
tantá podii. fácilmente intimar, demasiado como pliera el ritual del duelo, a consecuencia de 1o cual
ser cierto, como pronto yo descubriría, que
no habíamos
sufría trastornos de toda índole, algo con lo que yo
,i ll.grdo al restaurante vegetariano cuando comencé ya estaba familíarizado, tal como le hice ver, de eso
a detáctar ciertas expresiones que me hicieron
sospe-
trataba el informe, tan famlliarizado que procedí a
char que mi simpática acompañante pudiera ::t'1' sacar mi libreta de apuntes del bolsillo de mi ameri-
AierrL^ de la ,rrrd., llamada corrección política' 1o cana de pafla, para leerle unas estupendas frases sobre
que me puso un tanto en guardia y enseguida me el tema que ella mencionaba, y la coloqué abierta
hiro p.rrirr que el mismo hecho de que estuviéramos sobre la mesa, junto a mi plato de sopa: Mis hijos dicen:
cons-
a punto de entfar a un restaurante vegetaflano mamá, rni pobre PdPá dónde habrá quedado, tal vez pasa
tituía un pésimo síntoma, dado que sólo una mente el sol sobre sus hwesos, fal aez pasa la lluaial el aire, ádón-
acostumb rada a las abstracciones absurdas
y a las
de estará? Como quefuera an animal mi pobre papá. Esto
militancias <le moda podía preferir esa comida insí- es el dolor..., leí entre sorbos, y después busqué una
piÁ^ buen corte d. t"Át tierna y jugosa' por 1o
^un
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frase que esa misma maiana me había electrizado:
de que un mes atrás me habíavisto obligado a abando_
Los cerdos lo están comiendo, están repasando sws ltwesos...,
nar mi país, por culpa de un artículo eir el que
pronuncié al tiempo que alcanzaba mi vaso de fresco sostu_
ve que El Salvador era el primer país latinoamericano
de arrayán, que en ese restaurante no vendían cervezas, que contaba con un presidente africano, comentario
con el propósito de beber un trago que refrescara calificado de ,.racista» eue me granjeó lá animrdrr.r_
mi garganta para continuar con la lectura de la frase sión de medio país, en especial áe los pod.roro, y
Quiero aer al menos los ltwesos, pero en ese instante me
á.
percaté de que Pilar no estaba disfrutando de mis fra-
los empleadores, pese a li aclaración dá q". y"
-.
había referido al hecho, por lo demás verifrcable, "o de
ses, la expresión estupefacta de su rostro lo decía, y
que el presidente pareciera un negrito africano, q*
su inmovilidad también, por lo que decidí cemar mi .f
color de la piel nada importa, sin--o a su actitud áicta-
libreta, no sin antes leer, para mí mismo tan sólo, la torial a su negativa a escuchar las opiniones de qri.,
última de las frases que me hubiera gustado compar- lr
no opinará como é1, le expliqué a piiar, de ahí q* ,.
tir con ella y que decía: Cuando los cadáaeres se quemdron, mes atrás me viera obligado a emigrar a este paíi
veci_
)
todos dieron un aplauso empezaron d comer...
d9l mío, y a aceptar la oferta de mi amigo'Erick
Qriso mi suerte que la siguiente tarde después de 1o
de editar el informe que ella ya conocí p^í^er cual
la jornada de trabajo saliera con Pilar a tomar unas también estaba trabajando. ..iy cómo ^y ünociste
cervezas -por gracia de Dios ella no era abstemia- , a a
Erick?", preguntó, como si se tratara de mi confesión
un bar llamado La Bodeguita de Enfrente, nombre y no de una conversación liviana al calor d. 1., ...1
por demás extraño, ya que enfrente de ese bar no ha- yezas, por lo que luego de soltarle
bía más que una barbería, pero en fin se trataba de la generalidad de
que ambos habíamos coincidido en Mé*i.o durante
una enorme bodega, cuyas paredes estaban decoradas
mi exilio y sus estudios de posgrado pasé a la ofensiva,
con centenares de afiches con motivos revoluciona- que quien tenía que soltar la boca erá e[a, lrrmor, y
rios y en las noches ofrecía música en vivo, ya sea los l.
pregunté a mansalva si su novio también trabajabi
lamentos de imitadores de la mal llamada nNueva trova en
el Arzobispado, sin otro propósito que descoúr^rl^- y
cubana" o ritmos bailables ejecutados por imitadores srn lmagrnar que esa era su herida gangrenosa,
del grupo Gipsy Kings, pero cuando arribamos con como
pronto comprobé, porque lo.que .., u., principio fue
Pilar aún era temprano, en pocas mesas había comen-
una expresión demudada, se transfor.rró ., i, .or_
sales y tuvimos las mejores condiciones para conversar
tracción del llanto, caramba,la incomodidad absoluta,
al calor de las cervezas, incluso le revelé aspectos de un espécimen llorando a causa -estaba seguro yo_ d.í
mi vida, vicio al que no soy adicto, como el hecho mal llamado amor y que a continuacióriencá núaúa
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en mí al oyente cautivo para borbotat, aun sorbiendo traidor y deleznable, habida cuenta de que enseguida
mocos, su drama: el chico se llamaba Humberto, tam- y. sin mayor problema quedan a disposición para ini-
bién trabajaba en el Arzobispado cuando se conocie- crar una nueva aventura que les permita entregarse
ron, iquién me lo había contado?, pero tres semanas como nunca 1o hicieron con el traidor que tampoco
atrás éi habíaviajado al País Vasco, donde estudiaría lo merecía. Y le sonreí, para que terminara de enten-
una maestría en Ciencias Políticas, 1o que de ninguna der. Pero la Pilarica volvió a las andadas, con un llanto
manera explicaba su llanto, le hice ver, tajante, que ya francamente grosero, irrespetuoso hacia mi perso-
nadie .r, ,r'r, cabales llora porque el amante se ha ido na, que sólo quería beber unas cervezas y tantear la
de viaje, a menos que se haya ido con otra persona y posibilidad de seducir a una chica que parecía guapa
qrr. ,á meta en la cama con esa persona, dije, fasti- e inteligente, craso error, que la guapura con mocos
d'irdo, porque el peor fastidio es una mujer llorona, no cuaja ni la inteligencia con llanto, por lo que le
y ésta moqueó entonces con mayor virulencia, exi- hice una señal al contrahecho para que trajera otras
iiérrdo*. qu. 1. revelara quién me había contado su dos cervezas, dispuesto a ponerme de pie tal como mi
ár^^^,cofiIo si se necesitatala lengua de un chismoso vejiga lo exigía, pero en ese momento ella en un exa-
para enterarse de 1o que el sentido común decía, le brupto masculló que lo que más le dolía era que le
expliqué, ya evidentemente incómodo, con el mesero había entregado mil dólares como préstamo r-ororo
fisgoneando desde la barra, ique no queremos otra a su querido Humberto y éste presto los había ocupa-
,rlrrr^, contrahecho!, me hubiera gustado gritarle, do para pagar el boleto aéreo de la tal ltzel. iCarajo!
pero en ese momento Pilar comenzó a gemir f-uer.a d5 -le espeté al contrahecho, quien temeroso puso las
iodo .ontrol que éllahabía engañado desde el princi- cervezas sobre la mesa-, iha escuchado usted?, esta
pio de la relación, pero ella sólo se había dado cuenta niña le paga los viajes a la amante de su novio, iquién
Luando ltzel, la rival vencedora y por supuesto com- tuviera una novia así..! La víctima de su propia estu-
pañera de trabajo , vtaió también hacia el País Vasco, pidez de pronto dejó de llorar, Ágtda en su silla, como
apenas una semana después de Humberto, sin ningún si hubiera despertado de un sueño, asombrada, incluso
Áotivo ni explicación, áijo aún sorbiendo mocos, a 1o con ganas de indignarse, me pareció, por lo que alcé mi
que yo respondí que el motivo iba entre las piernas de ceryeza y dije salud, no.precisamente pensando en
úumberto, .o, .1 gesto de un experto en relaciones ella sino en Humberto, un chico a todas luces listo y
de pareja, y luego le ofrecí mi mejor homilía: es dis- con futuro, y también en ltzel, cuya absoluta falta
tinávo d. ias p.iro.rrt inteligentes dar gracias cuando de escrúpulos había encendido mi imaginación, por
pueden deshacerse sin ningún esfuerzo de un cónyuge lo que le pregunté aPtlar qué tipo de animal .rrim

50 51
su novio' que debía persistir con Pilar porque un buen polvo,
chica que con su dinero le había birlado a
de ser posible, relaiaria mis nervios y gratificaría mis
pfri, ,rn perfecto, reconocí, 9u€ sólo podía haber
""
,iáá .ot..büo por una mujer, pero mi acompañante
sentidos luego de una semana de permanecer encerra-
do leyendo sólo sobre cadáveres y torturas.
r.ri, . l"dignaáa no dijo palibta' Me encontrénada de
Cuando pasadas las once de la noche abordamos
momento en una situación incómoda' ya que
de su el taxi que nos conduciría al apartamento de Pilar, yo
me repugna como una mujer qu-e llora a causa
busca mi conmisera- ya estaba indigesto a causa de las dos horas en que
;;;pü eítupidez y qu! además tuve que tragari una tras otra canción de la tan cacarea-
Iiái, p.- ,t rnlt*o tiempo nada excita mi fantasía da nNueva trova cubanar, entonadas por un primate de
.tt"t'f, posibilidad de fornicar con una chica guapa rizos colgantes que hizo de Pilar la corista por exce-
v recién ,brndorrrda a causa de su propia estupidez lencia, que la toledana se desgañitaba como si de esa
il;^[¡ pádri, ensañarme gratamente durante el
forma fuera a recuperar los mil dólares y el novio per-
.1..i.i" ,rnrtorio, de ahí que I-1o supiera si decirle a
lagri didos, mientras yo engullía mis cervezas un poco irri-
É1r, q.r. diéramos por terminada nuestra velada
tado ya, aunque me cuidaba muy bien de que no se
Á"t, y procediéramos a pagr cada cual las cervezas
me notara, hasta que por fin terminó la tanda del pri-
0". ñiUi, bebido, o por el contrario' Yo d9b.ía activar
Mi mate de rizos colgantes, Pilarvio su reloj con un respingo
il;;l"gios de seducción para seguir adelante' y dijo que al siguiente dia había que trabajar, con el
t."?do de la intuició' *t dijo que- ella pade-
"g"¿.
,i^ un^situación semeiante, ya que por un lado estaba
gesto de la maestra de escuela que reprende a sus peque-
ñuelos, poniéndose de pie y llamando al mesero para
muy molesta porque yo me-había burlado de su
estu-
que nos trajera la cuenta, 1o que me sorprendió posi-
pidlz,y en especirl f*t'tt al contrahecho' pero por
el
tivamente, dada la cantidad de cervezas que ella había
t,ro áé..titrba co*par.,íay quizá no quisiera regresar ingerido y la torcedura en su mirada, yo supuse que
tan pronto a su casa a sumergirse en las pantanosas
Por suerte en ese instante me tocaría sacarla en vilo de la tal Bodeguita de Enfren-
;;t de la mortificación' te, cosa que no sucedió, sino que ambos abordamos
aterrtzaron en nuestra mesa dos chicos entusiastas
muy el taxi que supuestamente nos conduciría primero a su
que trabaiab-an en el Arzobispado' al parecer
de apartamento, donde ellabajaría, y luego al mío, donde
;;ig;t d. Pilrr, a qulenes yo urrlcamente conocía yo bajaría. coia que tampoco sucedió, porque una
que con-la áayor naturalidad tomaron asiento,
"*,
plñ;.; sendas ,r*,'^' y lograron desenredar el vez que llegamos a su apartamento yo también me
quedé con el argumento de que aprovecharia para cono-
;";. que había entrampado -nuestra velada' 1o que cerlo y beber la última ceryeza, con el consentimiento
interpreté como ,.t, ,.ñ"1 del cielo en el sentido
de

53
52
de ella, claro está, no hubiera podido ser de otra forma. otro hombre, que la perdonara, que la comprendiera,
Olvidé decir que Pilar era una castellana típica: culona, no tenía que ver conmigo, hasta que ella superara lo
delgada, de busto más bien pequeño, cejas pobladas, la sucedido con Humberto sería capaz de estar con
nariz respingada, el hablar gangoso y atropellado, con otro, insistía, aunque yo le gustara y se sintiera bien
un faldón a cuadros subía las escaleras que conducían conmigo, no podía. Y entonces toda la pereza del
al segundo piso donde estaba su apartamento, seguida mundo cayó sobre mis hombros, porque me había
por mis ojos engolosinados con su trasero bambo- metido al cine equivocado a ver una vieja y aburrida
leante que tuve ganas de pellizcárselo, pero la confi.a¡za película que ya podía contar con los ojos cerrados de
no era tanta, pese a los coqueteos en La Bodeguita de tantas veces vista, una pereza tafi grande y paraliza-
Enfrente y a una que otra rozaduta, esperé hasta que dora que ni siquiera tuve arrestos para ponerme de
estuvimos en la cocina, luego que ella sacana sendas pie y salir en busca de un taxi, lo que debí haber
cervezas del frigorífico, para embestir como Dios hecho, sino que me arrellané en un sillón, frente a ella,
manda, mi boca en su boca poco abierta para mi gusto, aferrado a mi cerveza, y coÍr resignación volví a pre-
mis manos acariciando su nuca, su espalda y ense- senciar el drama de la Pilarica, el chico listo y la pér-
guida duro que aprietasus ricas nalgas,las cuales pronto fida compaiera de empleo, con La letania del amor
tendrían que ser carne para mi mordisqueo, según yo propio hecho pedazos, el llanto y los mocos de rigor,
deseaba, a medida que la iba conduciendo, sin soltar- hasta que no tuve más alternativa que volver al sofá
nos las bocas ni mis manos sus nalgas, hacia el sofá donde ella gemía, a compadecerla, a permitirle que
de la sala, donde caímos horizontales y yo procedí, llorara en mi hombro mientras yo olfateaba su cabello
como la lógica lo indicaba, a sobar sus pequeños porque usaba un champú desconocido, fuerte el olor,
pechos y luego, con un audaz movimiento, mi palma a decir verdad, casi desagradable, y al consolarla palpé
estuvo en su pubis y el cordial se deslizó en su hume- la suavidad de la piel de sus brazos y poco a poco fui
dad, algo tan natural que su reacción me dejó anonada- maniobrando de nuevo, con cierta expectativa, a -veÍ
do, porque de súbito ella fue una quinceañera virgen si con una segunda embestida lograba vencer sus de-
a quien le dicen que el lobo ha llegado disfrazado de fensas. El beso fue más prologado, debo reconocerlo,
yerga,por Dios, me hizo a un lado y se retrajo, diciendo incluso pude hacerla abrír la boca tal como a mí me
,.no puedo», corl dos mil años de culpa secándole el gusta, también mi mano alzó su faldón a cuadros y
coño, repitiéndose «no puedo", para convencerse, en acaríció sus muslos, con largueza, disfrutando sus vellos
el rostro la mueca de dolor, que 1o de Humberto estaba un tanto gruesos para mi gusto, pero en el momento
tan fresco que ella era incapaz de hacer el amor con en que me acercaba a su coño, rondándolo, ella retiraba

54 55
mi mano, susurraba,.flo,,, pero sin rcchazatme, como vuelo de pájaro, pero en verdad atento a que la tole-
si yo me ñ)era a pasar la noche besándola y calentán- dana me diera un grato deleite, por eso cuando la vi
dome, por lo quá decidí hacer un movimiento radical salir con aquel pijama franquista utilizado en conven-
y me bajé, para comérmela y de una buena Yez me* tos de época pretérita para que las novicias ni siquiera
ierle el cordial en el culo, carajo, que ya los huevos pudieran meter sus manos en sus partes pudendas, mi
me hervían, pero ella se incorporó de súbito, la seño- sorpresa fue absoluta, sólo pude exclamar ity eso?!, que
rita avergoniada al otro lado del sillón, que mejor lo nunca habia visto yo semejante prenda seguramente
dejáramos, dijo, severa pero sin reproche. Me voy, heredada de su madre y entregada a ésta por una es-
diie. Entonces ella se ablandó, pero no en el sentido tricta madre superiora, un pijama que en verdad era un
en que yo deseaba, sino que dijo «no te vayas' no traje de astronauta, sólo faltaba la escafandra, pensé,
quiero quedarme sola,r, necesitaba compañía, la chica aún asombrado, hasta le pregunté si debajo de ese
Con quien compartía apartamento no estaba, otra espa- traje de astronauta no se había puesto también un
ñola áel fuzobispado en gira por dominios indígenas, y cinturón de castidad, pues jamás en mi vida había
yo podía quedarme en la habitación de ésta, en Yez visto uno, que me dejara verlo, le rogué, pero en vez
de arriesgai*. , salir a la calle tan tarde en la noche, de darme respuesta alguna se metió bajo las cobijas,
dijo, poniéndose de pie y tomando mi mano para dijo que estaba muerta de cansancio y me pidió que
que 1á acompañara a las habitaciones, gesto al que por favor apagara Ia luz.
accedí porque la tercera eralavencida, y en su cam4
mejor, que-no estaba en mis planes irme mordido,
dicho sea de paso, por eso apenas teparé en la habi
tación de Fáiima, así se llamaba su compañera de
apartamento, y más bien acompañé a Pilar a su guarida,
donde la cama me pareció lo suficientemente ancha
como para que retozátamos a gusto, el escritorio dema-
siado ihi.o y los títulos de su librero realmente espe-
luznantes, tal como se 1o hice saber cuando ella se
encaminaba al baño, a prepararse para la cama, como
muy bien supuse, y mientras esperaba a que Pilar
saliera con su bafui doll cofto y transparente, 1o más
sexy, me dediqué a fisgonear entre sus pertenencias, a

56 57
Cinco

Desperté yo aquella mañana sin imaginar la cana-


llada que me esperaba. Permanecí plácidamente va-
rios minutos bajo las sábanas, en mi apartamento del
edificio Engels, arrullándome, recibiendo en mis manos
ahuecadas el calor de los testículos, feliz al recordar
que ése era un viernes, escuchando la vocinglería de
los vendedores del comercio informal que desde esa
temprana hora matutina subía ya hasta mi quinto
piso, porque mi apartamento de techos altos y am-
plios ventanales estaba ubicado en la esquina de la
Sexta Avenida y la Once Calle, el corazón mismo de
la ciudad, como comprobé rlrta yez más esa mañana
al correr las cortinas y contemplar la luz sobre los
techos y entre los edificios que por suerte eran pocos en
mi perímetro visual inmediato; un apartamento amue-
blado, con servicio de limpieza, de lavand ería y de
cambio de sábanas y toallas como si fuese hotel, en
el que me había instalado casi desde mi arribo a esta
ciudad, y cvya renta de 400 dólares mensuales no
se me hacía tan cara dada su ubicación privilegiada
que me permitía caminar las seis cuadras que me sepa-
raban del Arzobispado y tener mis bares favoritos

59
también a mano, y dada la muy buena seguridad gra- delicado trabajo en el que se demostrabay documen-
cias a la existencia de vigilante y portero las veinticua- taba el genocidio perpetrado por el ejército de ese
tro horas del día. Ya acicalado, luego de comer mi país contra la población indígena desarmada, de suerte
yogurt con cereal, la salud es lo primero, eché doble que casi me atraganté con el cortadito y ni ganas tuve
llave a la puerta, recorrí el pasillo hacía el elevador, de probar los churros cuando comprendí que ese era
marqué planta baja, salí al vestíbulo donde dije bue- un mensaje clarísimo del Estado Mayor Presidencial
nos días a la administradora y al portero, y enseguida para decirme que ellos sabían que yo estaba en esa
estuve en la calle, atento a los transeúntes, bajando ciudad metido en lo que estaba metido, lo cual tam-
por la Once Calle rumbo a la Octava Avenida, con poco era una so{presa, habida cuenta de los excelentes
destino al café León donde podía beber el mejor servicios de inteligencia del ejército, lo inaudito era
café de la ciudad y leer los periódicos tranquilamente, que utilizaran a un escritorzuelo con fama de izquier-
tal como hacia de lunes a viemes, antes de enfilar hacia dista rebelde para enviarme dicho mensaje, y para en-
la oficina, me sentaba en la barua y le pedía al gallego viárselo a los curas también, con el propósito de que
un cortadito y un par de churros y tomaba aquel perió- desconfiaran de mi personay de mi trabajo pues el
dico que estuviera desocupado, que esa mañana de vier- tal Polo Rosas insinuaba que yo era un soplón, com-
nes resultó ser un periodicucho llamado Siglo XX el prendí entonces, lo cual por supuesto me perturbó en
cual fui leyendo sin encontrar nada que me sorpren- extremo, que casi me puse a gritar y a manotear en la
diera hasta que llegué a la columna de Polo Rosas, en bana del cafe León porque esa difamación acuchillaba
la cual de pronto me vi mencionado de manera igno- arteramente mi amor propio y al mismo tiempo desen-
miniosa, el escritorzuelo ese a quien yo había visto un cadenaba mi paranoia al grado que ya no quise otro
par de veces en mi vida durante mi estadía en México, cortadito ni pude terminar los churros, sino que pagué
afirmaba en la columna de marras que yo le había y partíhacia el Arzobispado atragantado por la rabia,
contado que fulanito me había contado que zutanito seguro de que mi amigo Erick y el chiquitín de nombre
se había opuesto a que al tal Polo Rosas le otorgaran Mynor ya habrían leído la columna de marras y ten-
un premio de novela una década atrás,lo cual por drían más información al respecto. Pero ni uno ni otro
supuesto me dejó boquiabierto no sólo por la falsedad estaban en sus oficinas cuando a mí me urgía comen-
de la información sino porque toda ella era traída de tar con alguien la canallada del tal Polo Rosas, no sólo
los pelos para sugerir que yo era un soplón, lo cual para desahogar la estocada a mi amor propio, lo más
hubiera sido apenas un chisme intrascendente de no mortificante, sino también para aoalizar qlué signifi-
haberme encontrado realizando en ese momento un caba esa maniobra y cuáles medidas había que tomar

60 61
para contrarrestarla, por 10 que me encerré en mi ofi- sacaron,la cual repetí cada vez con mayor furia hasta
.irm y llamé por teléfono a mi compadre Toto, al fin que vi el esplendoroso leño haciendo volar por los aires
agricultor y poeta y por esto último conocedor de la los pedazos de mechones canosos untados de sesos,
fáuna literaria local, a quien le propuse que nos echá- pero tampoco pude ayanzaÍ un ápice en esas tres horas
ramos unas cervezashacia el mediodía, alas once, para porque ni mi amigo Erick ni el chiquitín del bigotito
ser preciso, en el lugar de siempre, que yo padecía una mexicano llegarían al Arzobispado durante la maflana,
resaca matadora, mentí, sin mencionar en ningún tal como una de las secretarias me informó, pues esta-
momento la canallada de Polo Rosas para no darles rían {uera en una importante reunión, en la parroquia
el gusto de saber hasta dónde me había afectado la de Monseñor, hasta donde pude sonsacarle,lo que dis-
estocada a los escuchas militares que grababan cuanta paró mi paranoiay me hizo temer que la calumnia del
llamada telefonica entraba y salía del Arzobispado. periodicucho fuera motivo de agenda. Mry bien supu-
Debo reconocer que desde las ocho y media de la maña- se que mi compadre Toto no había leído aún la colum-

na, hora en que crucé enardecido y con mi espíritu na de marras, como me confesó cuando 1o encontré
emponzoñado el enorme portón de madera, hasta las apostado en la mesa del rincón, había llegado antes
díez y cuarenticinco minutos, cuando lo volví a cruzar que yo porque él en verdad padecía una resaca espan-
para dirigirme hacia El Portalito, no pude conceri- tosa: ,,Yo no leo esas mierd¿s", dijo sin darle mayor
irrr-. .t 1, corección de las mil cien cuartillas del importancia al caso y criticándome por el hecho de
informe, me la pasé maquinando una y otra opción que yo perdiera el tiempo y aun me preocupara por
para responder a la alevosa columna del escritor- lo que escribiera un casateniente que todo mundo
iuelo que yo había visto sólo dos veces en mi vida y sabía que era oreja del G-2, o sea de la mal llamada
de quien no recordaba más que su calva, la imperti- inteligencia militar, tal como yo correctamente inferí,
nencia y el resentimiento que blandió una vez que porque el tal Polo Rosas no era en sentido estricto un
ingirió la primera copa, ninguna otra cosa, sólo la novelista sino un dueño de casas de alquiler en distin-
.rÍra con unos mechones canosos en su circunferen- tos barrios de la ciudad, cuyo representante legal y
cia que por una muy explicable asociación de pensa- cobrador era un abogado también al servicio de los
mieñtos en esas circunstancias me hizo quedarme militares, dijo mi compadre Toto en una cantin a aun
repitiendo como poseso una frase escrita en la cuar- a medio despertar, a Dios gracias sin marimba y don-
tilla desplegada sobre mi escritorio, que yo pronto de éramos los únicos comensales aparte de una pareja
transcribí a mi libreta de apuntes y que decía Allá en apoltronada en la barra, eso explicaba que las novelas
el lzote estaban los sesos tirados, como A puro leño se los publicadas por el viejito calvo trataran exclusivamente

62 63
sobre desertores y delatores de la guerrilla, y algo toda- del poder municipal en la que mi compadre Toto
vía peor, así se entendía que dicho sujeto en dos oca- se desempeñaba como encargado de prensa, vidas
sioáes ingresara a grupos guerrilleros izquierdistas y como las de los cuatro soldados que quisieron captu-
qu. logra-ra salir ináemne cuando la mayoría de sus rarlo diecisiete años atrás, cuando él era un audaz
compañeros era asesinada, dijo mi compadre Toto, comando urbano de la guerrilla izquierdista y junto a
sin darle mayor importancia, como si se refiriera a un su principal camarada de armas fue sorprendido por
y los soldados, quienes los creyeron dominados una vez
ffice bolt que robara papel de la fotocopiadora '9-'
ln difamádor que, alaluz de las revelaciones recién que les ataron las muñecas y los subieron a la parte
escuchadas, adquiría un caríz siniestro, le reclamé con trasera del jeep, sin prever que Chuc§ y su camarada
la paranoi a otrá vez disparada, ante 1o que el poeta y contraatacarían con tal contundencia que los cuatro
,gri.rlto. sentenció: "Dejate de culeradas, cuando los soldados ocupantes del jeep resultaron muertos en
.Éafas te quieran enviar un mensaje, mínimo te van tanto que Chuclcy sólo perdió los dedos meñique y
a pegar un trabón,, 1o cual era precisamente 1o que anular de su mano derecha, una aventura que yo había
yo *at temía, la cuchillada arteta a plena calle, y ense- escuchado muchas veces en boca tanto de mi com-
g"ia, dijo que para darme ese trabón no necesitaban padre Toto como del propio héroe, quien ya con las
á. ,rtt viejito calvo y enfermo de la próstata que t^egl- copas entre pecho y espaldablandía esos sendos muño-
ramente con su columna periodística sólo buscó fasti- nes que yo percibí durante el apretón de manos, luego
diarme, tal como lo había logrado. Nada pude respon- de que él nos saludara con el típico "Qyé pasó, mari-
der al razonamiento de mi compadre Toto porque cones» y antes de que se sentara y aplaudiera sono-
entonces vimos caminar iunto alabatta rumbo hacia ramente como si fuese el dueño de la cantina para que
nuestra mesa a Chuclcy, "El muñeco asesino', un cha- la mesera corriese atomar su orden. Y entonces Chuc§
parro fornido 1o más parecido aw bwlldog de ojos cla- soltó la buena nueva de la mañana: que una hora
,or, quien sus subalternos, incluido mi compadre
, atrás el candidato presidencial del principal partido
Toío, aiodaban cariñosamente con el nombre de ese de oposición se había salvado de milagro de un aten-
p.rrorr.¡. de película, Chuclcy, "El muñeco asesino"' tado allá por la Zona Nueve. "No jodás", exclamó mi
tanto por su apariencia como por el hecho de que en compadre Toto, quien pese a ser el encargado de
sus tiempos mozos se había caracterizado por prota- prensa de la oNG no había leído la columna en mi
gonizar iodo tipo de peligrosas aventuras en las que contra ni se había enterado del atentado, mientras
Irriesgó su vida y cobtó vidas ajenas, aunque ya fuese.el que su jefe sí estaba al tanto de ambos hechos, tal como
,.rp.ábl. director de la oNG dedicada a 1a promoción posteriormente descubrí, cuando me dijo que Polo

64 65
Rosas era un viejo mierda y envidioso porque nadie momento llamaba "mi amorr, le había traído un pla-
jamás le tendría la confianzapafa encomendarle una tillo con tostaditas untadas de frijol, y el muy guapo,
'tarea bwlldog de ojos claros, quízá conquistaría a esta gorda
delicada como la que yo estaba realizando: $ta'
cias a 1o cual de inmediato chuc§ se convirtií para para lo que requeria algo más que audacia y valor,
mí de un matón simpático en un tipo inteligente y y seguiría contando anécdotas que me distrajeron lo
agudo, apreciaciót, q.ri se vio reforzada cuando relató suficiente como para salir del estado de perturbación
cán el máximo colorido la vez en que los comandos que me había producido la columna del alevoso es-
urbanos bajo sus órdenes, quince años atrás, habían critorzuelo calvo y oreja.
atacado también al candidato presidencial del principal La tarde de ese mismo día estuve por primeÍayez
partido de oposición, la democracia cristiana, con la con Monseñor en una breve reunión, en mi propia
dif.r.rr.i, de que entonces fue por equivocación, {iio oficina, que en verdad era su oficina, donde el gran
Chucky sin poáer contener la risa: de una mansión for- capo entró acompañado del chiquitín del bigotito
tificadá y .ó. decenas de guardaespaldas salían carros mexicano para conocerme e indagar sobre los avances
todo terieno con los cristales polarizados como si fuese del informe, un hombre alto y fornido, con ese porte
un centro de operaciones de los escuadrones de la que impone respeto, propio de los padrinos de la cosa
muerte de la derecha, por 1o que con las urgencias de nostrA, y también de los altos dignatarios eclesiásticos
la época y sin investigar decidió lanzar un ataque del Vaticano, comprendí yo en ese momento, que este
-r.qp,r.ttá inmediata a una agresión perpetrada.por monseñor descendiente de italianos bien podía actuar
los áscuadrones contra la imprenta de la universidad- el papel de Marlon Brando en El padrino, quizá con
que consistió en un ametrallamiento y Lanzamrento de mayor pertinencia, lo que me impresionó positiva-
grrrrdm contra un auto que salía de la casa, luego mente, habida cuenta de que mi imagen de los curas,
á. 1o cual los comandos se retiraron sin mayor pro- procedente de mis años de primaria en un colegio
blema, con la novedad de que al escuchar la radio se salesiano, era Ia de unos maricones, cuervos en sota-
enteraron de que acababan de atacar una residencia na y de mirada pervertida, la cual no correspondía
de Vinicio Cerezo, candidato democristiano y poste- para nada con la imponencia de este hombre silen-
riormente presidente de la República, quien por suerte cioso que apenas preguntaba y más bien fijó su mira-
había sa[áo ileso, no iba en el auto ametrallado, y da inquisidora en los gestos de mis manos, algo que
responsab ilizó a los escuadrones derechistas por el nunca me había sucedido, sentirme descubierto por
atentado, dijo Chuc§ con una carcajada coqueta' el movimiento de mis manos, caramba, como si de
porque .r, .r. instante la mesera, a quien é1 en todo pronto estuviese confesando todos mis pecados con

66 67
me hizo temer que él me considerara un literato alu-
el in-
el movimiento de mis manos. Le expliqué.9ue cinado en busca de versos donde 1o que habia era una
prime-
il;; t;ái, ¿irri¿itte en cuatro tomos'deloslasdosmasacres brutal denuncia de los crímenes de lesa humanidad
,o, .oá el grueso de las consecuencias perpetrados por el ejército contra las comunidades in-
histórico
.l f, pobláción, el tercero con el contexto que dígenas de su país, que él pensara que yo era un mero
y.i."lr". con las listas de masacres y de víctimas'
más mane-
estilista que pasaba por alto el contenido del informe,
á..r. forma las mil cien cuartillas serían por lo que me abstuve de leer cualquier otra frase y
átf.t para el lector, precisé, aunque yo a- del:s1
altura
segun-
más bien comencé ahablar de la estructura y del capi-
;Ár;l:á; cott detenimiento hasta la mitadun texto de
tulado, del enfoque psico-social y de la clasificación de
;o ¿-. podía asegurarle que se tratabade revi- las afecciones mentales de las víctimas, sin que el padri-
calidad, ái;. .o*J si el purpurado no hubiera no cambiara su mirada indescifrable ni dijera palabru,
caye\a sobre mi
sado mucho antes que yo-todo lo que lo cual me puso extremadamente nervioso, como se com-
su aten-
escritorio -y en ese instante me incomodó prenderá, que a nadie le gusta tener enfrente a un cura
1o que cruce
;i¿;;i, glstualidad de mis manos' porpreclso t" :I inquisidor que escucha como si uno tuviera que hacer
mis brazoi sobre mi pecho-, u[ texto una confesión vergofizosa, así me sentía, y a punto
aluci-
análisis y con unos testimonios conmovedores' hubiera estado de revelar mi frustración porque la
riqueza expre-
nantes, en especlal ese lenguaje de una única chica guapa que había encontrado en ese pala-
riu, aíg", ¿á ta mejor literatura, exclamé y a punto cio arzobispal se negara a prestarme su espléndido culo,
para
.r,.rr.?. ..h* mano a mi libreta de apuntes si el chiquitín llamado Mynor no hubiera mencionado
á.f.i.rt el oído de Monseñor y del chiquitín de nom- el hecho de que ambos tenían que recibir a una impor-
bre Mynor con las frases sonoras que tanto
*t t?1 tante delegación de un organismo internacional dentro
que ellos podtan
siasmaban, pero en el acto recapacité de pocos minutos, una especie de campaníllazo que me
sin auto-
pensar que en mr libreta yo estaba.extrayendo salvó de caer en la inevitable confesión y que también
irr rrói datos que claramente habíamos convenido aque me impidió hablar con el chiquitín sobre las impli-
recurriera las
,ro ,ro sacatadá era oficina, de ahí que caciones de la canallada en mi contra publicada esa
l"*ifirt á.t irrfot*t que estaban sobre mi escritorio
mañana en el periodicucho Siglo XX.
y leí el primer subrayado que encontré y que decí.a.:
Hasta d ,neces no sé cómo me ndce el rencor I
contra.quien

desquitarme a üeces.. ' Monseñor se


me quedó viendo
.ti .rru mirada indescifrable tras sus gafas.de.crista-
mirada que
les ahumados y montura de care¡ una
69
68
Seis

Ese domingo me quedé en cama hasta las diez de


la mañana: por momentos dormitando, fantaseando
a veces con Pilat sin lograr la concentración necesa-
ria para una buena paja, porque de pronto se infil-
traba en mi mente el nombre de Itzel, un nombre sin
rostro pero que a través de raros vericuetos mentales
despertaba mi morbo, y enseguida el nombre de Fátima,
la compañera de apartamento de la toledana, a quien
recién conocería este mediodía, cuando los tres nos
encontraríamos a comer unos ceviches con cerveza, tal
como habíamos acordado con Pilar desde el viernes,
cuando la vi hacia el final de la tarde en el patio del
palacio arzobispal y le comenté mi breve reunión con
Monseñor, aún impresionado por el hecho de que el
gran capo se fijara de semejante manera en el movi-
miento de mis manos y también por la lectura de un
testimonio que me pareció el argumento de una nove-
la en algunaparte leída y que esta mañana de domingo
retornó a mi memoria con ganas de que yo me mon-
tara en él sin ponerle cortapisas a mi imaginación, que
en realidad no había tal novela sino las ganas de ha-
cerla, de trastornar la tragedia, de convertirme en el

7l
alma en pena del registrador civil de un pueblo llama- estaban siendo cercenadas, aunque el libro sí haya
do Totoni capán, de un imbécil que con su necedad existido y él1o tuviera escondido debajo de unos tron-
propició qr. l. cortaran con machete todos y cada cos en el patio de su casa, según mi versión, porque
.rt o d. los dedos de sus manos, rebanadas vio caer sus el testimonio no daba tantos detalles, prefirió morir
falanges una a una mientras los soldados lo tenían ten- antes que entregar el libro al teniente de la guarnición
dido in el suelo luego de quebrarle a culatazos quién local, que de eso trataría la novela precisamente, de las
sabe cuántos huesos para que aprendiera a no llevár- razones por las cuales el registrador civil de Totonica-
selas de listo, que el celo en el trabajo tenía un límite pán había preferido ser torturado y asesinado antes
y ese límite era la autoridad del teniente que ahora que entregar el libro de difuntos a sus verdugos, la
blandía el machete para dejar caer un solo y contun- novela que comenzaria en el preciso instante en que
dente golpe que partió longitudinalmente la cabeza del ei teniente con un golpe de machete revienta la cabeza
registrádór civil de Totonicapán, como si hubiese sido del registrador civil como si fuese un coco al que se le
.rri.o.o y estuviesen en la playa,y no en la maltrecha sacará la apetitosa carne blanca y pulposa, y no los
sala de la casa del registrador civil salpicada por la san- sesos palpitantes y sangrientos, que también pueden
gre y los sesos del susodicho, quien se había negado una resultar apetitosos para ciertos paladares, debo reco-
y otravez al requerimiento del teniente de que le-en- nocerlo sin prejuicio, y a partir de ese golpe el alma
t rg^r^ el libro áe registro de los difuntos del pueblo, en pena del registrador civil contaría su historia, en
vaya usted a saber el porqué de tanta necedad, cuan- todo momento con las palmas de sus manos sin dedos
do el teniente necesitaba con urgen cía la lista de los apretando las dos mitades de su cabezapara mantener
difuntos del pueblo de los últimos diez años pa,r1 los sesos en su sitio, que el realismo mágico no me es
revivirlos y que pudieran votar a favor del partido del por completo ajeno. El relato comenzaría con la expli-
general Ríos Montt, el criminal que se había hecho cación de que el alma del registrador permanecerá en
áel poder a través de un golpe de Estado y ahora tece- pena hasta que alguien 1o inscriba en el libro de los
sitaba legitimarse gracias al voto de los vivos y también difuntos, lo cual resultará muy dificil dada la circuns-
de los muertos, pát, qr. no hubiera margen de duda, tancia de que sólo é1 sabe donde lo ha escondido, de
algo que el registrador civil de Totonicapán nunca ahí que el argumento giraría en torno a los esfuerzos
.rr1.trdió, ni cuando el contingente militar irrumpió en del alma en pena del registrador civil para comunicar-
su casa y él supo que su suerte estaba echada, ni siquiera se con sus amigos a fin de que lo inscriban en el libro

cuando sentí; los golpes filosos que rebanaban sus de difuntos sin que se enteren los militares, y de paso
falanges aceptó que tal libro estuviera en sus manos que revelaría la historia y el significado de ese libro que

72 73
enjabonándome las ingles y los huevos, jalándome la
por generaciones estuvo en manos de su familia' un
verga pero con mi mente puesta -en el escrutinio de
ir¡.", nieto de registradores civiles celoso de su ofi- mi guárdarropa, que me proponía llegar guapo y sport
cio, pues, una trama de suspensg y de aventuras que
yo tendría que haber comenzado a hilvanar esa ma-
prri qrr. las-chiáas suspiraran-, por lo que escogí un
bolo .oq.reto, color salmón, los pantalones de mez-
n^n^ de domingo, cuando aún yacía tirado bajo las
pong clilla azil deslavada y los mocasines de piel marrón.
sábanas con mis pensamientos jugando un ping
Calzándome estaba cuando, de pronto, tronaron cinco
desordenado, si yo hubiera sido entonces un nove-
disparos abaio en la calle, cinco sorpresivos y estruen-
lista, claro está, y no el corrector de barbaridades que
doios disparos que yo conté a partit del primero y
soñaba con ser quien no era'
supuse de una pistola calibre nueve milímetros, cinco
Debo detenei esta estupidez, me dije, haciendo a
y no seis comosostuvo posteriormente el portero del
un lado las sábanas y saltando de la cama, enérgico'
ldifi.io, con una necedad propia del estúpido que no
en ruta hacia el baño para tomar una ducha, dispuesto
pone atención y. sólo se asusta, porque él- 9v9. 9t1e
a controlar de una ui, po, todas el vaivén despótico
entrar en estamprda de la acera al interior del edificio
de mis fantasías, firme en mi propósito de no hacerme
para guarecerse en tanto que yo de un brinco estuve
una paja que dilapidara mi energía mental, de no
di"^§^í rotr. un testimonio cualquiera que
jamá.s ln lr",r.rtana de mi quinto piso fisgoneando, olfa-
jui- teando el dejo a pólv-ora que subía desde la calle,
conñrtiría en novela, porque a nadie en su sano
excitado por d.scutrir el origen de hecho tan insólito,
cio le podría interesar ni áscribir ni publicar ni leer
que en mes y medio en ese céntrico apartamentg .tt1
otra návela más sobre indígenas asesinados, y era el
colmo que en mis días de descanso siguiera con la
i pri.rr., tiioteo que escuchaba, con la curiosidad
aciiateándome de ial forma que un minuto después
misma áuerda que en el palacio arzobispal,.como si
estuve en el vestíbulo del edificio, discutiendo con el
me pagaran por emponzoñar mi tiempo libre' me
necio portero que insistía en seis disparos y en que-se
,..ri*iré, mientras esperaba que el agua que caía de tratabide una persecución de auto a auto, como en las
la ducha ernpezaraa cálentarse, con la ilusión de que
películas en lai que desde e1_ auto perseguidor.acribi-
Fátima fuera guapa como Pilar pero sin esas telarañas
emocionales áejádas por amores despechados, que
ya ilrt al auto perságuido, por lo que no había víctimas
ni rastros def tirotéo en 1á ca[e, me diio ya en el portal
tenía mes y medio iin echar un polvo,.desde que
desde donde pude comprobar que una aparente nor-
arrtbé a está ciudad era víctima de la castidad como si
malidad campeaba entre los vendedores del comercio
me estuviese preparando para tomar los hábitos' pensé
informal, acómodados bajo sus carpas de plástico en
ya bajo .1 .ñotio de agua caliente y reconfortante'
75
74
la acera. Enfilé hacia el vendedor de los discos pira- y también para preguntarle al voceador sobre el tiro-
tas, enquistado en la esquina de la Sexta y la Once, a teo recién acaecido, pero el voceador resultó un caso
unos diez pasos de la entrada del edificio, para pre- peor aún que el vendedor de discos piratas, de ahí
guntarle qué era 1o que é1 había visto. "Nada, yo me que optara por seguir mi camino sobre la Sexta Ave-
tiréal suelo,, dijo el ladino chaparro y tollizo, sin ver- nida bajo el espléndido soi matutino, sin permitir
me a los ojos, como si yo fuera un policía que hubiera que los malos olores y la basura de la calle ensucia-
venido a investigar los hechos, cuando 1o que a mí me ran mi ánimo, contento por el hecho de que ningún
interesaba saber era cuántos disparos había escuchado transeúnte o vendedor informal pudiera intuir mis
é1, cinco como yo que estaba atento, o seis como el pensamientos, con rumbo hacia el restaurante del
portero que en su estampida perdió la atención, a 1o hotel del Centro, donde el buffet de comida típica
que el vendedor respondió que tampoco se había fi- sería mi desayuno dominical durante mi estadía en
jado, pudieron ser cinco o seis, murmuró, en el colmo esa ciudad, a una hora en que la única perturbación
de la imprecisión, por lo que insistí y le expliqué que procedía de la marimba que cada cierto tiempo arre-
sólo podían haber sido cinco disparos porque des- metía contra los comensales, pero tal perturbación
pués del primero yo los había contado en voz alta, era una plaga en la totalidad de los restaurantes.
vieja costumbre adquirida en los tiempos de guerra en Maravillosa es la vida, exclamé para mí mismo,
mi país, diciendo dos, tres, cuatro, cinco y me quedé unas tres horas rnás tarde, maravillado ante la visión
con la palabra seis en la boca, Porque no hubo un de la chica que acompañaba a Pilar,la tal Fátima de
sexto disparo, y podía además estar seguro de que se quien hasta entonces poco sabía y que enseguida se
trató de una pistola nueve milímetros, que mi oído convertiría en objeto no sólo de mi atención, sino tam-
no era cualquier oído y si buscábamos los cartuchos bién de la de media docena de cafres apoltronados
calle abajo confirmaríamos mi certeza de que habían con sus cervezas en la cevichería Modelo, una especie
disparado con una pistola nueve milímetros, le dije al de quiosco con las pocas sillas de plástico apretujadas
vendedor que se hizo el desentendido y hacendoso a un costado de la plazuela del Conservatorio, media
empezó a limpiar con una ftanela los discos piratas. docena de cafres entre quienes con un poco de rubor
Crucé la calle, con escaso trát\co ese día, y frente al debo incluirme y que estupefactos y babeantes con-
McDonalds compré dos periódicos dominicales -no templamos a ambas chicas crtzar por la esquina del
el periodicucho que jamás volveré a mencionaÍ y Conservatorio y ayanzar sobre la acera de la plazuela
en el que se me habíadifamado-, con el propósito de hacia la cevichería, yo sabedor de que se trataba de
acompañar mi desayuno con la lectura de reportajes Pilar y de Fátima, en tanto que los otros excitados ante

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uniformados pero con un entusiasmo fuera de duda-
la posibilidad de que chicas tan hermosas' a todas luces
a la otra mitad de sus congéneres, en una de las 422
e*iranj.ras, pudieran quedarse perfumando esa cevi-
masacres consignadas en las mil cien cuartillas que me
cheria cuyo prin cipal atractivo era el televisor en el
esperaban sobre el escritorio del Arzobispado para que
que transmitíán el partido de fritbol dominical entre las
selecciones de México y de la Argentina. Venga, niñas,
al siguiente día yo continuara mi labor de corrector y
en las cuales me negaba terminantemente a pensar, con
que habéis llegado para ser el deleite de estos panzo-
ganas sólo de descender por ese caminito de vellos que
nes ridículos en sus pantaloncitos cortos, me hubiera
me llevaría desde el ombligo hasta la carnosa guarida
gustado decirle a ellas como saludo, si los tales panzo-
de Fátima, donde yo quería refugiarme de los panzones
nes no hubieran tenido cierta mueca ameflazarrte y su
acechantes, de los locutores deportivos vomitados por
oreja demasiado cerca de 1o que yo pronuncíara, atentos
como estaban al par de bizcochos que me dieron un el televisor y del súbito e inesperado recuerdo de las
centenares de indígenas entre las cuales había deambu-
besito en cada cachete iluminando mi día y ensom-
lado un par de horas atrás en el Parque Central, para
breciendo el de los panzones que pronto comenzaron
digerir con placidez el desayuno y dejar pasar el tiem-
a segregar una envidia ponzoñosa porqu. lT chicas
1o, ignótrtott y casi se sentaron, las muy deliciosas,
po, disfrutando la mañana luminosa en medio de
esas centenares de indígenas atavíadas con sus étnicos
..r.rd, una de mis piernas, una envidia sólo menguada
trajes domingueros de colores festivos entre los que
por el partido de frrtbol entre México y la fugentina,
se imponía el rojo saltarín y contento, como si nada tu-
in el que sin embargo ya no pudieron concentrarse
viera que ver con la sangre y el dolor sino que fuera
con la misma pasión, echando a cada rato miradas libi-
más bien el emblema dela alegría de esas centenares
dinosas hacia donde las chicas degustaban sus cevi-
ches de pescado y sus cervezas en amena charla con
de empleadas domésticas que disfrutaban su día de
asueto en la extensa explanada a cuyos costados repo-
su servidor. Lo primero que supe de Fátima era que
saban la catedral, el palacio presidencial y los viejos
deseaba lamerla ánterita, por la apetitosa textura lechosa
y levemente rosada de su piel y por las- perfectas portales del comercio, un paseo espléndido e ilustra-
curvas entalladas en un pantalón de mezclilla roja y
tivo porque mientras deambulaba bajo el cielo bri-
llante pude constatar que ninguna de aquellas mujeres
en una blusa de organd í balo la que asomaban su
de ojos rasgados y piel tostada despertaba mi apetito
ombligo coqueto y un caminito de vellos por el que yo
sexual ni mi morbo, gracias a 1o cual me desplacé
comencé a áescender mientras ella relataba su reciente
grácil y con levedad, mi fantasía sosegada por com-
viaje auna aldea del altiplano donde años atrás la mitad
de la población había tasajeado -instigada por los pleto, atento más bien al diseño de los tejidos y al

78
corte de esos trajes étnicos cuyos faldones coloridos Siete
impedían el mínimo asomo de la carne, al contrario
delo que sucedía con el ombligo coqueto de Fátima,
que me hacía guiños, por suerte sin que los- panzones
se percataran de ello, embobados como estaban con el
duelo de titanes, tal como 1o definió el locutor depor-
tivo con un aullido que incluso mereció la atención
de ambas chicas, a quienes el futbol por supuesto
Con la novedad de que por fin conocí al gachupín
aburría, pero que no pudieron abstraerse de la emo-
artífice de la mitad de las mil cien cuartillas que con
ción imperante, al grado que Fátima me preguntó a
quién le iba, si a México o a la Argentina, como si mi tanto denuedo yo corregía, el vasco de nombre Joseba
tércer ojo no hubiera detectado ya el resentimiento
muy querido y admirado por todos los que trabaja-
contra los aztecas que destilaban los panzones de ban en ese palacio arzobispal, según me dijeron mi
amigo Erick y el chiquitín de nombre Mynor cuando
marras, por 1o que de inmediato le dije que Centroa-
me lo presentaron, unvasco de profesión médico siquia-
mérica ioda apoyaba a la Argentina en contra del
tra, que sólo así resultaba explicable que se haya metido
vecino gigantón y ratero, dicho con el suficiente
con semejante entusiasmo y minuciosidad a un panta-
énfasis óo-o para ganar así mi salvoconducto de
nal de dolor del que cualquier persona en su sano jui-
salida flanqueado por semejantes muchachonas.
cio hubiera huido sin la menor dilación, tal como
se lo hice ver una vez que estuvimos a solas en mi
oficina revisando las correcciones que yo había hecho
a su texto, ya de por sí pulcro y claro, sólo un médico
siquiatra procedente del País Vasco pudo haberse sumer-
gido durante meses a estudiar con dedicación los testi-
monios de centenares de víctimas úaumatizadas por
la orgia de sangre y pólvora de la que por suerte habían
salido con vida, le dije con franca admiración a Joseba,
y enseguida Ieí en voz alta y como al vuelo algunas
de las frases que yo había trasladado a mi libreta de
apuntes y que estaban subrayadas en las cuartillas que

81
80
había parado de alabar a Joseba mientras caminába-
hojeaba sobre mi escritorio, frases como Entonces
se

mos hacia su casa de la zona 2, y tanta alabanza sólo


asistó y enloqueció de wna l)ez o Ese es rni
ltermano' ita
su mujer rnurió del pudo infectar mi fantasía con las más pertinaces sos-
está loco de tanto miedo qwe ba recibido;
pue lto lo ai cómo fue pechas, que aunque el tal Joseba estuviera casado no
s;usto también o No soi decires sino
o ésta que tanto me impre-sionaba.y me hubiera extrañado que se hubiera despojado de su
el asesinato de él
que decía Porqwe ito no quiero que me rrld'ten la
gente de- límpida armadura de fiel caballero para pasar por las
grado de oertur- armas a la susodicha compatriota y-admirador, ,uyr,
tante de mí, fraies q.r. .,,1dtnciaban el
por eso no era raro que mientras comentáramos su tra-
Uá.i¿" mental d.lor sobrevivientes y el peligro de.que
tri-.tir¿" influyera en quienes trabajaban -con ellos' bajo encerrados en mi oficina yo comenzara a fantasear
que no era el .rso d. Joséba, quien a todas luces mos- con la forma como Fátima hubiera podido acercarse
iJ, "" sólo salud, ,irro un temple Íozagante' el porte a la puerta para echar el pestillo y enseguida se hubiera

,lio, ,..io, de pecho enhiesto, tál como yo imaginaba lanzado a fondo, la muy Dulcinea, a besar con pasión
al caballero admirado mientras desabotonaba su bra-
, .rá, caballerós andantes que vinieron a conquistar a
gueta y extraía la lanza que pronto recorrería con sus
iot i"dig.nas de estas tierris, urra idea simpática qu.e
manos y con su boca y poco después se ensartaría con
no prrdJ evitar mencionar, como al paso' mientras
é1

;;;t;g"ntaba mis impresiones sobre su trabajo y frenesí para cabalgar sobre el caballero que por el
azoÍo perdería el decoro, aún sentado en la silla, con
y" f. reletía que se ttaiaba de una labor espléndida'
íÁp.*ür., después de la cual la historia de este país aquella ricura jadeante restregándose sobre él y su
vista perdida en las altas paredes desnudas, sin querer
no sería la misma, de ningun a mafiera, y aprovechan-
fijarse en el crucifijo solitario y contemplador desde
do un intersticio le dije: vaya patadoja, que un
su'eto
con la más arque típicapinta de conquistador español
su altura, temeroso incluso de que Mynor o Erick
;. lrrt" dedicado án tanta devoción a rescatar la me- tocaran la puerta y lo descubrieran en semejante
trance o de que yo apareciera de súbito y no sólo 1o
;"il masacrada de los indígenas, sin ánimoendelaofen- silla agaffara con las manos en la carne sino que le repro-
der, aclaré, porqueJoseba se movió-incómodo
fr.át. *i.r.ritoíio, .l muy modesto, inquieto.por la charala utilizacíón de mi propia oficina para fornicar
"
,irrir.i¿tt, acariciándose su barbilla sombreada' Me con la chica de mis sueños, traición capaz de desatar
p;t;;. impresionante la objetividad de tu texto mezclada en mí una furia que comenzó a inflamarme en ese
instante, no tanto contra el gachupín que describía
.orr.1 más valiente humanismo, exclamé con una emo-
Fátima' una precisamente su método de trabajo psicosocial, sino
ción casi femenina, como si yo hubiese sido
contra mi propia fantasía, la muy imbécil emperrada
o..rrr.rr.i, nada casual, pues la tarde anterior ella no

82 83
en imaginar a Fátim a cabalgatdo a Joseb a, en vez de académico de centros de estudios de la zona y tam-
imaginarme a mí cabalgándola a ella,lo que desde todo bién personal del Arzobispado entre el cual debíamos
punto de vista hubiera sido preferible. Fue la súbita contarnosJoseba y yo, los de la mesa del rincón, donde
irrupción en mi oficina -que en verdad era la suya-, me aprestaba a recibir sabrosas confidencias de boca
luego de los toquidos de cortesía, del gran capo sici- del gallardo caballero sobre las intrigas palaciegas en
liano lo que me sacó de mi embeleso y me trajo de que él había participado esa mañana y robr. toáas las
vuelta a Ia escena en que éste nos saludaba y le pedía demás intrigas relacionadas con el informe que mi
a Joseba que lo acompañara a la oficina de Mynor, amigo Erick se había abstenido de revelarme, pero a
donde los tres se reunirían a mascullar una conspira- medida que pasaban los minutos y dábamos iuenta
ción de la que por suerte yo no formaba parte, me dije, del plato de entrada comprobé que el siquiatra vasco
Dios me libre, que ya tenía suficiente con las mil cien apenas respondía con monosílabos y evasivas a mis
cuartillas como para además involucrarme en intrigas entusiastas preguntas, como si la prudencia y el recato
vaticanas, aunque no puedo dejar de reconocer que fuesen componentes esenciales de su carácter, pensé
el hecho de verme excluido súbitamente de ese círcu- al principio, como si los capos de esa religiosa insti-
lo de poder, al que seguramente se sumaría mi amigo tución tuvieran un pacto de silencio que exigía abso-
Erick, me produjo cierto resentimiento, como si el luta discreción incluso ante empleados de cónfianza
cura hubiera sospechado de mí desde que vio el mo- como yo, pensé enseguida, como si en esa reunión de
vimiento de mis manos, como si mi trabaio no fuera la mafrana a la que no me invitaron hubiesen discu-
lo suficientemente importante y mis opiniones sobre tido hasta dónde podían confiar en mi persona y cvya
el informe no contaran. "\/enga, tío. Nos vemos para conclusión se reflejaba en esa cortés negativa del gachu-
comer>), dijo el hidalgo, con un guiño, antes de seguir pín a contestar mis interrogantes, pensé luego ya fran-
a Monseñor, consciente quizá de la marginación de camente inquieto, a punto de sumergirme en una espi-
que yo había sido objeto, temeroso lo más seguro de la ral paranoica que no haria nada bien a mi digestión
posibilidad de que desquitara mi resentimiento macha- y de la que al instante traté de huir cambiando el
cando su texto, algo que por supuesto no pasó por mi rumbo de la conversación, insistiendo más bien en
mente, tal como se 1o hice saber un par de horas más hurgar en la vida privada de mi compañero de mesa,
tarde, cuando ya estábamos en el restaurante Imery a sabiendas de que en realidad la prudencia y el recato
ubicado al otro lado del Parque Central, un sitio más eran componentes fundamentales de su carácter y
bien penumbroso donde comían el menú del día dece- jamás me revelaría nada sobre sus correrías políticas en
nas de oficinistas, políticos de baja estofa, uno que otro Bilbao, nada mencionaría sobre su pasadoy presente

84 85
de simpatizante etarra, que se le olía a distancia, I se de mí, y que ni mi amigo Erick ni el chiquitín del bi-
referíría nada más a generalidades concernientes a 1o gotito mexicano habían tenido el valor de decírmelo,
bien que se bebía y comía en esa ciudad de acogedores sino que habían enviado al galante gachupín para que
bares que pululaban por doquier, de astilleros y arma- me hiciera tragar la píldora de que por un problema
tostes de f,íbricas abandonados a lo largo del río. Pero de tiempo seguramente yo no podría ,r.r ,i corregir
para mi sorpresa, quizá \fia yez que hubo compro- el capítulo del informe relativo a la inteligencia militár.
bado que la mesa de junto había quedado vacía, Iba yo, pues, a reaccionaÍ ante semejante canallada, con
Joseba cambió de súbito el tono despreocupado y la estentórea indignación que ameritaba, sin impor-
vago de su charla y empezó a decirme, con un dejo tarme en ese instante la presencia de la mesera que
conspirativo copiado de mi amigo Erick, que el texto nos cambiaba los platos, cuando el zamarrír, qiirá
que faltaba del segundo tomo del informe de marras intuyendo la borrasca inminente, me preguntó .ór.ro
era delicadísimo, un análisis detallado sobre cómo al vuelo si yo sabía lo que era El Archivo, una pre-
operaban los servicios de inteligencia del ejército, dijo gunta hecha con el candor de quien se refiere , Lrm
casi cuchicheando, no tan seguro de que ninguno de biblioteca infantil o ala gaveta donde los niños guar-
los comensales en ese salón pudiera escucharnos, que dan los rompecabezas, una pregunta que sólo pudo
precisamente sobre ese análisis de la inteligencia militar causarme el mayor estupor, al grado que tardé varios
habían discutido esa mañana en la reunión a la que yo segundos en reaccionar, lelo como estaba yo ante la
no había sido invitado y en la que acordaron que ese imprudencia de mi interlocutor, que no se hablaba de
texto sería incorporado al inforrne hasta el último El Archivo en un lugar público, menos en un restau-
momento, cuando éste ya estuviera a punto de ser rante ubicado apenas a dos calles del palacio presiden-
enviado a la imprenta, no sólo por motivos de seguri cial, en cuyos aposentos tenía precisamente su sede
dad, sino porque mi amigo Erick necesitaba el máximo El Archivo, un restaurante en el que sin lugar a dudas
de tiempo posible para su elaboración, dada la cir- comían diariamente no pocos oficiales y especialistas de
cunstancia de que él era el experto estudioso de los esa oficina siniestra cuyo nombreJoseba habíapronun-
aparatos de inteligencia militar, pero de manera simul- ciado con tanta ligereza y que yo no pror.rnCirría de
tánea coordinaba todo el trabajo del informe, precisó la misma manera, ni de ninguna, porque de pronto
Joseba como si yo no hubiese estado enterado de las fui presa de un ataque de pánico , atizado poi cierta
labores de quien me había contratado, cuando lo único mirada de soslayo que se permitió la mesera antes de
que yo podía sacar en claro de su cuchicheo conspi- empujar la puerta batiente de la cocina, una miradita
rativo era que estos sujetos realmente desconfiaban que en otra circunstancia yo hubiera interpretado como

86 87
son civiles desarmados y que están de espaldas para
la natural curiosidad femenina ante la guapura del
despacharlos sin que siquiera se percaten, le dije con
hidalgo caballero, pero que entonces sólo pudo provo-
una intensidad que a veces logro, la idea de ejecutar
carme ese ataque áe pánico que me tenía paraL.rzado'
a una víctima en tales circunstancias sólo puede ser
transpirando, ieguramente con la presión arterial por
la, ,rrb.s, porqr.r. El Archivo era precisamente la ofi- producto de la brillantez de un valiente estratega
que no se permite la mínima derrota, la idea de for-
cina de intá[gencla militar desde donde se planificaban
y ordenabrrilot crímenes políticos mencionados en mar a la juventud vasca en la práctica y la admíra-
.1 itrfot*e que reposaba sobre mi escritorio y que ción de un crimen tan perfecto en que la víctima in-
había sido iedactádo ni más ni menos que por el defensa carece de cualquier capacidad de reacción
gachupín boca floja que ahora esperaba tan campante me parece que únicamente puede inspirarla el nacio-
a que yo comen zara a farfullat sobre la oficina inmen-
nalismo más depurado, agregué ya casi sin aliento,
.ió.rrÉl., algo que no sucedería, porque cuando logré mientras la mesera ponía sendas tazas sobre la mesa,
salir de mi estupor, cuando por fin pude vencer mi con la expresión de quien no se está enterando de lo
ataque de pánicó fue gracias a otta descarga de adre.na-
que tanto se entera, y Joseba estaba estupefacto,
lina producida por ei hecho de que la mesera trileta como si no supiera decidir si enfrentaba una procaz
provocación o a un delirante, cuando el solo propó-
los ptstres y el café cuando apenas comenzábamos el
,.g,rrrdo pláto, práctíca común en un restaurante siem- sito que agitaba las incoherencias de mi lengua era
pr:. .or, áfi.it iitrt en espera de mesa libre a esa hora hacer a un lado el tema que me espantaba, salir del
ataque de pánico que sólo cedía al conjuro de la pe-
áe almuerzo, hubiera pensado yo en otro momento'
pero no entonces, cuando tal premura sólo me pareció foÍata que, dada la incomodidad de mi interlocutor
ia constatación de que esa mujer era una confidente y sin que yo supiera por qué, enseguida me llevó a
de los militares qr'r. y, nos tenía en la mira y sólo referirme a las virtudes de la tolerancia democrática
quería reconfirmar el t.ma de nuestra conversación española, la amplitud de criterio de esa monarquía
,.r,., de proceder al chivatazo, de ahí que-sil 1o"."i constitucional que podía abrir sin complejos las
son comen zara yo una febril perorata que el tal Joseba
páginas de su principal revista real a una indígena
no esperabu' lo q.r. más admiro ds l"'spaña es-la lucha sobreviviente de las masacres gracias a las cuales
del pueblo ,r"r.ó, le diie atropellando las palabras, y Joseba y yo estábamos ganando unos dólares -él más
que yo, supuse con tino, dada la dimensión y sapien-
de ei, lucha me fascina la táctica etarra de ejecutar a sus
enemigos por la espalda con el certero tiro en la nuca'
cia de su trabajo-, el humanismo de la familia real
la audácia^de tomarlos por sorpresa, de aprovechar que española y de 1as demás monarquías europeas que

88 89
no sólo recibían con el más alto protocolo a la indicarme que pasáramos a la caia a cancelar nues-
indígena de marras sino que se retrataban con ella y tros alimentos, con una expresión indescifrable en su
permitían que esas fotos fueran publicadas ni más ni rostro, mientras la mesera fisgona empujaba la puerta
menos que en la revista Hola, una indígena gordita batiente de la cocina.
rodeada de reyes, príncipes, marqueses y condes como
en un cuento de hadas, diie con el mismo atropello,
una indígena que ninguna de las familias blancas y
mal llamadas respetables del país en que ahora tomá-
bamos cafe hubiera recibido por la puerta de la co-
cina como no fuera para que entregara las tortillas,
esa misma indígena ganadora de las más altas distin-
ciones internacionales erala única ciudadana de este
país que aparecía rodeada de la realeza europea en la
ievistá Hola, algo verdaderamente impresionante, le
dije aJoseba con Lavoz casi fuera de control, salir en
la revista Hola era 1o máximo a lo que un personaje
famoso podía aspirar y algo que los blanquitos sober-
bios dueños de este país jamás le perdonaÁan a la
gordita, porque ellos de ninguna manera tenían ni
jamás tendrían cabida en esas prestigiosas páginas,
aunque a decir verdad lo que más me impresionaba
de mis últimas lecturas de Hola era la calidad de
hembra de esa noruega con la que el príncipe Felipe
estaba saliendo, padre eterno divino, qué carne nór-
dica para degustar, le dije aJoseba chupando mis dien-
tes con fruición y ya un poco más relajado, no había
una sola princesa de las que aparecían en las páginas
de Hola capaz de superar a la vikinga que Don Felipe
se daba a su antojo, alcancé a decir con un último
suspiro al tiempo que Joseba se ponía de pie para

90 9l
Ocho

Estaba yo tirado en la cama, con el cueqpo recién


poseído roncando a mi lado, sorprendido por una idea
que de súbito me había cegado, la idea de que el infier-
no es la mente y no la came, tal como comprobaba yo
en ese instante, la idea de que el infierno se encon-
traba en mi mente agstada, sin sosiego, y no en el sudor
de la carne, que de otra manera no podía explicarme
el hecho de que yo estuviera ahi, tendido en la cama
de mi apartamento del edificio Engels, sin poder dis-
frutar del resplandor de la piel lechosa de Fátima, una
piel que en otra circunstancia hubiera sido deleite para
mis sentidos, pero cuya presencia me había sumido en
la peor agitación, al grado de que hubiera dado cual-
quier cosa porque ella no estuviera ahi, porque nada
hubiera pasado entre nosotros, porque todo hubiera
sido tan sólo otra de mis fantasías. Pero no, me dije
mientras me movía inquieto en la cama, sin poder con-
ciliar el sueño, con la angustia mordisqueándome la
boca del estómago, ese cuerpo que tanto había deseado
sólo había servido para que yo comprendiera la vulne-
rabilidad del placer, su natural eza frágrl y desmoro-
nable, me reprochaba, presa del desasosiego, sin lograr

93
que mucho amaba y quien aribaria al país a la maña-
encontrar una posición cómoda que me permitiera
dormir o relajarme, con la mirada ñia en los ventana- na siguiente, un novio al que jamás [e sería infiel,
aunque ahora mismo tuviera mi miembro en sus manos,
les cuyas cortinas no había cerrado del todo y a través
de loi cuales entraba la medianoche con sus ruidos por 1o que me daba a escoger si yo prefería que me
hiciera una paja o que me la chupara, me repitió, en
sospechosos; ese cuerpo por todos tan deseado había
de pronto pata mí su encanto, cuando una vez de desnudarse del todo y entregarse tal como la
perdido
-hora
atrás me había preguntado a boca de jarro si yo
lógica indicaba. Le dije que me la chupara, porque
prefería que ella me la chupara o que me hiciera una
tampoco se trataba de quedarme templado y con la
p^j^, uni pregunta que carec ía de cualquier sentido ebullición en mis huevos, que semejante tirantez pro-
duce dolor y dificulta el caminar, aunque el momento
Labida cuenta-de que teníamos tres minutos -segundos
mágico se hubiera perdido, ese instante en que la magia
más, segundos menos- de estarnos besando y tocán-
de la posesión surge esplendorosamente se había ido al
donos apasionadamente en el sofá de mi apartamento
y 1o que procedía en ese momento, cuando ella tenía traste desde que ella hizo su procaz pregunta, más
y^ miembro en su mano y yo mi cordial en su propia de una profesional que de una chica presa de
^i
coño, era desvestirnos completamente y relamernos la seducción, pensaba yo mientras la contemplaba
con mi miembro en su boca, succionando, con movi-
hasta llegar a la consumación del acto amoroso, en
mientos agitados y un tanto arrítmicos, 1o que me hizo
vez de hr..t esa pregunta procaz y {ueta de lugar
temer una lastimadura, el rayón de un canino, de ahí
relativa a si yo prefería una mamada o una paja, como
si ese preámbulo de confesiones, caricias y besos que
que le sugiriera que se calmara, que lo hiciera con
más suavidad, posando mis manos en su cabeza, sin
había lomenzado con la caída de la tarde en una cerve-
concentrarme demasiado en el placer que ella suponía
cería de mala muerte llamada Tustepito, sélo hubiera
brindarme sino que intentando descifrar la diferencia
sido una coaftadapara llegar al momento en que ella
entre chupármela y ser penetrada a la hora de reafir-
tenía que preguntarme qué era lo que yo prefería, si
mar su fidelidad ante el novio que llegaría ala mañana
un^pii^ o r'rt, mamada, algo más propio de-la.pros-
siguiente y del cual yo apenas me había enterado, una
tituta zamaffa que ofrece menú y precios al cliente
diferencia que en verdad me costaba descubrir, mucho
excitado que de esta linda chica española a quien
más cuando ella trató de hablar sin sacarse mi miembro
según yo habia seducido con mis dotes de encantador'
de su boca y pronunció algo así como <<ca-co-que-co>),
Qrién sabe qué expresión mitaría en mi rostro, pero mirándome con ansiedad y sin menguar sus movimien-
enseguida mé aclaro terminante que ella no pensaba
tos agitados balbuceó una y otrayez de manera gutural
follai conmigo, caramba, que ella tenía un novio al
95
94
«ca-co-que-co», con la mayor ansiedad en su mirada,
cuando desde ese par de botas militares ascendió un
tufo que hizo trizas mis fosas nasales y me provocó
h"rt, qr'r. 1. dij. q.r. no le entendía, qu: s: sacara el
la peor de las repugnancias, un tufo que sin duda
rni.*bno de la boca paruhablar, 1o que de inmediato
estaba impregnado en sus pies quizá de lejos bellos y
hrzo y enseguida repitió con claridad 1o que antes yo
apetecibles, pero que entonces ni siquiera me atreví a
había percibido sólo como «ca-co-que-co» y que.el
ver, habida cuenta de que había echado mi cabeza
,r.rdrd era la pregunta otestás contento?"' Mentiría
hacia atrás, sobre el respaldo del sofá, con mis ojos
yo si ,lo ,..ono.i.r, qr. tal situación rebasó cual-
cenados y la expresión embelesada del hombre poseído
q,riet expectativa de mi parte, pues Fátimahizo seme-
jante prégunta con la entonación de la ramerita que por el placer, cuando la verdad era que por mi men-
te pasaban las más variadas imágenes y pensamientos
i, ,rri pri--.ro, pasos, atenta y ansiosa por agradar aI
a los cuales me aferraba tenazmente pana no sucum-
cliente, insegura además de su capacidad paru ejercet.
repetí bir al contundente golpe nasal propinado por el tufo
las técnicas recién aprendidas. "Ca-co-qu€-Co», me
nuevo mi de los pies de Fátima. Ningún otro motivo podría
con asombro al tiempo que ella se metía de
explicar que yo no me haya enterado del instante pre-
miembro en su boca y ráemprendía su ofuscación sin
ciso en que ella dejó de mamarme y con un movi-
que yo pudiera disfrutar plenamente de tal esfuerzo
dado el distanciamiento en que me sumió miento súbito se encaramó en mi miembro, sólo mi
árá,"ii", total estado de abstracción pudo permitir que Fátima
toda esa situación incómoda e inédita, valgan los adje-
empezara a cabalgarme sin que yo me percatara, por-
tivos, pero sin que a Dios gracias mi miembro flaqueara'
que cuando quise reaccionar ya ella estaba ensartada
qr. ..r,or.es ná sé 1o que hubiera sucedido' Y pronto mi
en mi miembro y lo único que pude hacer fue atraer-
,rrrencia iba a conv.rtitt. en desagrado, mi estado de
abstracció n caería bajo el contundente golpe de
los la para sumir mí cara en su cuello, a fin de filtrar lo
más posible la insoportable hediondez que entonces
sentidos, cuando ellayaentusiasmada por mi miembro
ya impregnabala pequeña sala de mi apartamento y
en su boca terminó de quitarse las prendas que aún
y que seguramente sería dificil sacar del tapiz donde ella
tenía encima, incluido .i p,t de botas militares las
restregaba sus pies para mejor cabalgarme. Suerte
gruesas medias que para mí re-sultaban una moda un
tuve de que la irrigación sanguínea no me fallara, que
irnao grosera y disestimulante bajo su faldón primave-
,r1, ,rrá ,rroda por 1o demás compartida por la mayotía
la flacidez entonces hubiera sido el acabose, y mien-
tras ella iba rumbo al freiresí y yo intentaba por todos
de cooperantes europeas y que yo nada más entendí
los medios pegar mis fosas nasaLes a su piel, mi mente
como un capricho juvenil sin mayores consecuencias,
rebotaba como pelota de ping pong de la negativa
pero que en ese rnstante adquirió su siniestra dimensión

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96
presa- tarde y al poco rato ella sacó mi miembro destemplado
terminante a follar a los grititos que ahora de su boca y dijo que estaba cansada, que mejor nos
giaban su orgasmo, de la pregunta sobre
la prere-
fuéramos alahabitación a meternos bajo las sábanas,
rencia de una paia o ""' tht''p ada al ininteligible a lo que accedí con la situación ya totalmente fuera
las funestas botas de soldado al
";;;; il.-.o,,,'dá p-elota de de mi control. Y caminó delante de mí a saltitos coque-
,ro,rio que llega tía al día siguiente; una tos sin que yo suspirara por ninguno de los innegables
lahayor intensidad en la
ott ,"", ,.bátarrdo conalcanzaba su orgasmo y- me atributos de su cuerpo, opacados por la desagradable
*.áiá, .tt qrr. Fátima yo fuera idea de que el hedor de sus pies se impregnaría en mi
grltrU, "mi amo">, "1¡i amorcito'' como si cama y me obligaría a pedir un cambio de sábanas
eta
el novio tan espeiado, cuando mi sola urgencia antes de tiempo, mi cama que ya no sería la misma,
;;; .ii; t"" a"t-o ntaru paraque* presto por el.splay
estaba en el baño' mucho menos cuando ella ya tendida comenzó de
con desodorante ambienial inmediato a contarme sobre el novio que al día siguiente
supe una vez que
Qre la naturaleza es caprichosa.lo esperaba, un mayor del ejército uruguayo destacado
ñ, tr.irda y sin aliento, notó que yo aún estaba en este país como parte del contingente militar de las
t.*pl.do, uná erección que no respondía en absoluto
volvió a Naciones Unidas que supervisaba el cumplimiento
a mi estado de ánimo y ante la cual Fátima
de los acuerdos de paz firmados por el gobierno y la
;;..mi miembro en " bot' luego deme.recriminé
decir "io{er,
guerrilla, un tipo tierno y cariñoso que en ese mismo
tío, que te corras>>, momento en el que
instante seguramente preparaba sus maletas en un hotel
.rá',Érr.t el valor para hacerla a un lado' detesté
esa
al pró- de Nueva lbrk con su emoción puesta en la chica
;;"i; de quedar fi.t y ese miedo a lastimar decirle que al día siguiente 1o recibiría en el aeropuerto y que
pedirle que se detuviera'
ñ;q* m. impedia un qu.e s-e relaiata y ,hot, reposaba a mi lado, desnuda bajo las sábanas;
fi;¿á; había'sido aequívoco' mientras un militar a quien ella llamaba cariñosamente Jota
.'rrr.grrid. fuera al baño tomar una ducha Ce, que así le gustaba que le dijeran, me explicó Fátima,
aunque en.verdad hubiera pre-
;."üó;; abalacama,p"' q"t la llevara de inmediato ,r.rtqr.r. su nombre fueraJuan Carlos Medina, el mayor
ferido llamar un taxi
a su casa. Pero nada ái;e, sino que la
dejé hacer hasta Juan Carlos Medina, paÍa más señas, prefería que sus
más amigos y ella le llamaran de esta manera, Jota Ce, dos
que pronto comprendí que venirme era 1o '"131J1"
succlon iniciales que repetí mentalmente, aún sin pronunciar-
d.bi" dejarme de tonterías, concentrarme en su las, a punto del espanto, mientras Fátima me revelaba
V .f"iJrt io¿o to
demás a fin de desquitar 1o inverti^
su decisión de irse a vivir con Jota Ce en pocos días,
áo.., esa noche sin pies ní cabeza' de evitar que.m.ls que ya los planes estaban acordados y ella trasladaría
hr.uo, quedaran ,.,i'*b"dos, pero ya era demasiado
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98
sus bártulos desde donde la Pilarica hacía el amplio y apenas se volteó, con las palmas de las manos iuntas
moderno apartamento que Jota Ce disfrutaba en la como almohada bajo su mejilla, y me dijo que claro
exclusiva zorta 14 de la ciudad, una mudaflza que que se 1o diría, ése era el pacto que habían hecho,
se arru- contarse siempre la verdad, tenerse toda la confianza
-como ella misma reconoció al tiempo que
maba en la cama- transgredía algunos de sus princi- y ella odiaba sobre todo la simulación y la mentira.
la pobreza No quise voltearla a ver, ni argumentar a favor del silen-
fior, ., especial aquelloi re-lacionados con que traba- cio, sino que imaginé que aquello era una broma, su
y .1'srrftiÁiento d. lot indígenas con los
incomodidad' forma de burlarse de mí, aunque su tono no dejara
í^i^, i que también le gene iaría cietta
'dadalaér.rt., lugar a dudas, más temprano que tarde le revelaría al
de transporte público en esa zanapara
,i.or. Pero la relación ton Jota Ce estaba por sobre milico nuestra relación y éste reaccionaría como cual-
quier hombre al que le ponen los cuernos, con la misma
todo, dijo, acostada boca abaio, con la sábana cubrién-
rabía y ceguera, peor aún dada la circunstancia de que
dole la mitad de la espalda, é1 era un tipo incompara-
se trataba de un milico acostumbrado a resolver sus
ble, maduro, 12 años mayor que ella, muy compren-
problemas por la vía expedita de las armas, y como
;i;. a tal giad,o que compatían todo lo que sucedía
en sus vidas, incluidos los "encuentros paralelos"' como
no le pegara un tiro a ella, me 1o pegaría a mí,lo más
probable, o a ambos, me dije sumido en una creciente
ella los llamó, refiriéndose a las infidelidades, porque
t rUirn pasado varios periodos separados, cuando é1 vorágine de paranoia. Iba entonces a pedirle a Fátima
1, ,.d. de las Ñaciones Unidas en Nueva York que no fuera inconsciente, que no se fuera de boca,
"i^l^i^,
y.i1, se internaba en el altiplano, masculló, soñolienta' decir la verdad a veces tontería es, y hasta suicida, como
entre bostezos, aunque hasta entonces, en los siete en este caso, cuando era evidente que el milico la
meses de relación, sólo Jota Ce había confesado
con había enredado en esa madeja de confesárselo todo
total fran qveza un «encuentro paralelo" sin impor- con fines aviesos, que se llevaría mi humanidad entre
las patas y de la manera más irresponsable pondría en
irrrlir, qrÉ Fá,int a había comprendido y perdonado'
.., ,rrrio'que ella nada había tenido que confe.sar' No le riesgo mi vida; lba a exigirle a Fátima que no fuera
irás a.ortr, 1o nuestro, murmuré, con cautela'
que ya ingenua, que tuviera sentido común, cuando ella
mi susto era demasiado al saber que la chica que empe- comenzó a roncar con la mayor desfachatez, hecha
zaba a dormitar a mi lado era el coño propiedad
de un ovillo, plácida en su sueño profundo, ajena a mi
un milico , caramba, QUe yo estaba a punto de.desli- angustia, dejándome en un asfixiante estado de agita-
zaÍme en el tobogán del terror y buscaba a tientas ción interiog a tal punto de desmoronamiento que
una mínim rriáera para sostenerme' pero Fátima sólo se me ocurrió apagar las Luces y tenderme en la
^ ^g
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100
cama con el máximo sigilo, como si así pudiéramos peligro. No pude más: me puse de pie, con la ansie-
pasar desapercibidos, como si de tal forma pudiera dad destilando, y fai a la sala a pasearme como preso
torrr de una Yez pana siempre esa noche equívoca, en capilla ardiente, que así me sentía, con la senten-
propicia tan sólo para mi suplicio, una noche en la cia de muerte roncando en la cama y la perspectiva de
que el placer de Ia carne apenas había sido una coar- una noche siniestra, a menos que me zamparu de un
iada pára sumirme en el infierno de la mente, como trago un whiskey triple, licor del que carecía, o que
ya 1o dije, porque en esa penumbra de ruidos sospe- tomara una fuerte dosis de Lexotán, el ansiolítico del
thoro, comprendí que yo me le había puesto a tiro cual yo debía ingerir 1.5 miligramos en la mañana y
al tal Jota Cie, que nada le costaría matarme y hacer otra dosis similar en la noche, tal como el médico me
pagar a los milióos locales el costo de mi vida gracias había recetado varios meses atrás cuando sufrí el per-
-}r..ho
,1 de que yo eÍa el corrector de las mil cien cance por el artículo sobre el primer presidente africano
cuartillas en lai que se documentaba el genocidio que de mi país y que me había obligado a salir al exilio, un
éstos habían p.tp.ttrdo contra sus mal llamados ansiolítico del que me mantenía lo más alejado posi-
compatriotas, ó 1o que era aún peor: Plnse revolvién- ble, sin cumplir la receta, temeroso como soy de las
dome en la cama, los sabuesos de la inteligencia adicciones y a sabiendas de que mi carácter compul-
militar, enterados ya de mi "encuentro paralelo' con sivo me hubiera llevado a atracarme hasta la intoxica-
la chica de Jota Ce, me liquidarían y convertirían mi ción. Me tragué dos pastillas de 1.5 miligramos cada
muerte .t .rt crimen pasional, un magnífico golpe a una y me puse a leer la extensa hoja de indicaciones
tres bandas que les permitiría cimbrar simultánea- del medicamento, con el vaso de agua en la mano y el
mente a lo, .uras del Arzobispado, a los observadores propósito de distraerme, de dejar de pensar en las con-
militares de las Naciones Unidas y a los cooperan- secuencias de mi relación con Fátima, de reducir mi
tes españoles, todos de una u otra forma empecinados angustia para luego irme a La cama a intentar dormir,
en faitidiar al ejército. Ni duda cabe de que fui presa 1o cual -según el texto que leía- no iba a suceder
del peor de los terrores, como si la muerte estuviese antes de 30 minutos, periodo que tardaba la pastilla
,.rpirarrdo a mi lado, como si los ronquidos de 1a bella en hacer su efecto, por lo que aún presa del abatimiento
duimiente fueran el sonar de la trompeta que anuncia no pude hacer otra cosa que dejarme caer en el sofá,
la llegada de los heraldos negros, vaya ocurrencia,.que escenario de mi catástrofe, y tomar mi libreta de apun-
el miedo todo lo distorsiona y yo estaba con taquicar- tes de la mesita del centro parahojearLa y conducir mi
dia, transpirando, seguramente con la presión arterial atención a otras voces y otros ámbitos, pero al nomás
por las t.rb.t, con la ceÍteza de que ahora sí corría abrirla me encontré con la última frase apuntada antes

t02 103
de salir del Arzobispado, una frase que agitó todavía ahora amenazaba con empujarme ala muerte. Regresé
más mi ánimo, la frase Siy rne muero, no sé quién une aA a la habitación, a tenderme bajo las sábanas, a respi-
d enterrar dicha por un anciano quiché a quien el ejército rar acompasadamente, tratando de concentrarme en
dejó en el mayor de los desamparos, al masacrar a sus el aire que entrabay salía por mis fosas nasales, ajeno
hijos, nueras, nietos y demás familiares, en un desam- al tufo de los pies de Fátima, que mis preocupaciones
paro tan extremo que el último lamento de este sobre- ya eran otras, con la intención de que la pelotita de
viviente en su testimonio era Siy File lilnero, no sé quién ping pong rebotara cada vez -.noi hasta conseguir
me ad d enterrar, el pobre anciano, una pregunta que el sueño.
de inmediato me hice y se estampó en mis hocicos
como mariposa negra, porque yo tampoco tenía quién
me enterrara en caso que el talJota Ce o los especia-
listas de la mal llamada inteligencia militar decidieran
eliminarme, nadie se haría cargo de mis restos si algo
me sucedía, pensé con tristeza, ni los pocos familiares
que quedaban en mi país ni ninguno de mis conoci-
dos en esta tierra aiena se haría cargo de mis huesos,
me lamenté ya en un estado de autoconmiseración,
quizásólo mi compadre Toto sentíahacia mí el cariño
suficiente como para hacer una colecta a fin de con-
seguir los fondos necesarios para un entierro digno,
para que mi cadáver no permaneciera en la morgue
hasta que fuera vendido como desperdicio a cualquier
facultad de medicina, me diie con los ojos acuosos, a
punto de la depresión, porque me sentía en el peor
de los desamparos, sin el sufrimiento del anciano
indígena cuya frase me había sumido en tal estado de
ánimo, debo reconocerlo, pero casi tan solo y abando-
nado como é1, aunque una chica durmiera en mi cama,
la chica intensamente deseada que me había poseído
sin que yo tuviera disfrute alguno y cuya imprudencia

104 10s
Nueve

Vaya sorpresa la que tuve cuando esa mañana me


enteré de que una mujer guapa y misteriosa a la que
apenas miraba de vez en cuando recorrer los pasilios
del palacio arzobisp al era la misma chica .ryo t.rti-
monio yo estaba corrigiendo y que me había.or-o_
vido a tal grado que no pude teiminar la tarea de un
tirón y había preferido salir al patio del palacio .o,
el propósito de tomar aire y rm po.o de sol matutino;
una sorpresa mayúscula me llevé cuando la pilarica, a
quien encontré sentada en el borde de la fuente revi-
sando sus_apuntes y disfrutando también del sol y del
aire, me dijo que la mujer que en ese instante cami_
nlba po_r. un penumbroso pasillo del palacio era la
misma chica cuyo testimonio yo estaba iomentándole
c_on el mayor de los estremecimientos, habida
cuenta
{e que ella relataba las infamias que había ,rfriáo
diecisiete años atrás a manos de los
-ilitrr.r, l.r.go á.
que fuera capturada en el desparpajo de la reprlsión
contra una protesta estudiantil'en pleno centro capi-
talino, una chica que entonces tenía dieciséis aRos y
que fue conducida a las mazmorras del cuartel d,e l'a
policía donde padeció los peores vejámenes, incluida

t07
se presentaba como el rostro amable a quien ella debía
[a violación diariay sistemática por parte de sus.tor-
.oñf.rrt para que no la siguieran violando y patean-
irrrJoi.t, un testiÁonio contadá tott tanto detalle y do la media docena de bestias bajo sus órdenes, decía
tan impactante que me había obligado a abandonar el testimonio, el teniente OctavioPérez Mena de aque-
la oficina de moñseñor donde yo trabaiaba en
busca
lla época que con el paso del tiempo se convertíría e¡
á. ,ir. y emociones menos malsanas' 'ifbresa es una el jefe de Inteligencia del ejército, que la tortura es la
ilrrd, .hi.r, iquieres que te la presente?"' me preguntó medida de la inteligencia en los militares, y que ahora,
Pilar bajo el ráconfortante sol matutino
y con su meJor
un gesto de diecisiete años después, era un respetable general que
sonrisa, a 1o que sólo pude responder con se paseaba orgulloso y ufano por esta misma ciudad
yo
.o.rrt.rrrr.ión, que no hacía ni cinco minutos que dond. la mujer que recoría el pasillo del Arzobispado
las más abo-
revisaba el texto en el que Teresa narruba lo reconocería con el mismo teffor de entonces' "Gracias.
,
*irrrbl., violacione, q"t había sido sometida por Preferiría que me la presentaras otro di¿", Ie respondí
los militares que la torturaban y lo que meno-s
m.e
a la toledana, con la idea de que la imaginación es una
;il;r-;t, .rrfr.rr.rrme con su rostro que yo había pefra en celo, sin entender por qué precisamente en
üsualizado cubierto con una venda y con moretones lse instante martillaba mi cabeza la idea de que la ima-
V ..t"* de sangre, el rostro de una chica golpeado ginación es una peffa en celo, cuando nada en aquel
salvaiemente por sus torturadores con el
propósito de
patio reconfortante bajo el sol matutino tenía rela-
q.r. álla aceptirasu pertenencia ala guerrilla y delatara ii¿n ni con la imaginación ni con una perra en celo,
, compañeros, aunque en verdad los verdugos
,t'r, aunque más tarde comprendí que la intromisión de
;rbír" q.r. 1, chica no perten ecía a la guerrill'^ y :y esa iáea tenía que ver conmigo y con el bomboncito
;;; Jt,hiia de una abogada laboral que defendía
t.t recién despatarrado por los verdugos y para nada con
los sindicalistai y que ,"t"' -át tarde sería
'a asesinada'
la mujer que ahora caminaba por el pasillo. Y enton-
irl .o*o yo había le?do en el testimonio de marras' una ces se me reveló con la mayor contundencia la ima-
.t i.r , fr'que hundieron en el mismo infiemo durante gen que me había obligado a escapar de la oficina en
una semana con golpizas y violaciones que desgarra- i, qr.r. trabaiaba concentrado en [a corrección del
ron su vagina y ,i ,ro, un bomboncito sobre el
que
docena informe que contenía el testimonio de la chica una y
se revolcaron con la mayor crueldad media otravezüolada, la imagen que me puso los pelos y el
de nombre
á. *iti.os encabezados por un teniente alma de punta a grado tal que ya no pude seguir con
Octavio Pérez Mena, ttgútt detallaba el testimonio' Ia lectura y únicamente se me ocurrió escapar hacia el
un oficial a quien la mujár de ahora había reconocido patio en busca del sol y el aire que disiparan semejante
.t foaot de archivo y que ante la chica de entonces
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108
imagen, 1o cual por supuesto no ocurrió, porque sen- hizo una señal al esbirro encargado de la ergástula y
tado en el borde de la fuente, mientras la Pilarica pero- éste presto sacó una pequeña hoz y calentó la hoja
raba sobre sus problemas de trabaio, sentí de nuevo el con un tizón encendido hasta que alcanzó el rojo vivo
escalofrío de aquella chica que caminaba con dificul- y enseguida la pasó al teniente, quien experto y de un
tad por los sótanos del cuartel de policía, jalada por tajo cortó los testículos y la verga del cue¡po tumefacto,
el teniente Octavio Pérez, con la vagina y el ano des- ante la mirada atónita de la chica el teniente hizo ese
garrados apenas podía dar paso sin saber de la infec- preciso corte de castración que produjo un aullido
áiót go.ro.reica que comenzab a a carcomerla ni del como si el despojo hubiera estado en sus cinco senti-
semen putrefacto que estaba haciéndose feto en su dos, el aullido más horuible que la chica hubiera escu-
útero, paralizada por el terror ella creía que el teniente chado jamás y que la despertaúa en las noches por el
la llevaba al rastro a donde destazaban a los presos resto de su vida, tal como aseguraba en su testimonio,
políticos y por eso era un solo temblor de carne ma- ese mismo aullido que a mí me sacó en estampida de
gullada el que entró a\a ergástula donde había nada la oficina de Monseñor hacia el patio donde ahora
más un prisionero colgado del techo, desnudo, un me encontrabajunto a la toledana, mientras la mujer
guerrillero salvadoreño dedicado al ttáfico de armas, le que había sobrevivido aquella barbarie -gracias a las
áxpücó el teniente, un amasijo de came sanguinolenta, presiones de su abuelo coronel logró ser puesta en
podtidr, purulenta, con los gusanos que ya asomaban, libertad, según constaba en el informe- entraba a uno
que al tipo 1o habían machacado hasta el delirio y de los despachos, sin que yo me atreviera a serle
,p.trt expelía una sordo jadeo por el que la chica presentado, porque me mantendría lo más alejado
ctmprendió que eso se mantenía con vida, un jadeo posible de ella a lo largo de mi estadía en el palacio
impárceptible por el que la chica vislumbró un atisbo arzobispal.
de-conciencia en ese despojo goteante frente al cual Fue la propia Pilar quien me sacó de la pesadilla
ella permanecía también desnuda, con las manos atadas al preguntarme cómo me había ido la nocheinterior,
a su-espald a y la mirada de pavor cuando el teniente la si la había pasado bien junto aFátima, con una risita
tomó del cabello para obligarla a acercarse al cuerpo pícara, seguramente disfrutando el chasco que me
colgante y le dijo, con el tono del padre que reprende, había llevado al descubrir que su amiga tenia pareja,
..rri t. van a dejar a vos si no colaborás", como si él sin sospechar que el chasco hubiera sido hasta diver-
no hubiera tenido que ver con los puños que la gol- tido si no me hubiera levantado yo como me tocó
peaban, las botas que la pateaban y las vergas que des- levantarme: atontado por Ia sobredosis de Lexotán y
garcaban su vagina y su ano, el teniente que entonces lamentando no haberme percatado del momento en

110 111
que Fátima se puso en pie y-.abandon6 el apana9tl- pegarle un empujón a la Pilarica para que cayera des-
to, que por eso no pudá pedirle que olvidara todo lo pataruadadentro de la fuente y enseguida salir corriendo
o,r. L.Ui, sucedido la nóche antérior, que borrara el en estampida y sin rumbo, pero apenas logré balbucear
Jrrr.,,. y jamás hablata de ello con nadie' mucho con voz pastosa que debía volver a la oficina a conti-
menos con su novio, el tal Jota Ce, una petición d9 nuar la corrección de las mil cien cuartillas, que el
silencio que tuve trabada en el esófago desde que salí tiempo apremiaba.
de Ia cama hasta que llegué al palacio arzobispal
y deam- Aguijoneado por el desasosiego, sin poder concen-
bulé en busca de Fátima infructuosamente -porque trarme como hubiera querido, permanecí el resto de la
en algún momento de la noche ella me había adver- mañana encerrado en la oficina de monseñor, corri-
aia" {". dedicaría ese día a recibir al novio tan amado giendo el informe de marras, de cuando en-vez copiando
y , pr.prrar sus bártulos patala mudanza- hasta que en mi pequeña libreta de apuntes frases insólitas, frases
*. it ..tté en el despacho de Monseñor y mi atención que me hacían divagar por un rato, pero que de una
.ryó .r, el testimottio d. la mujer qu-e recién había u otra manera me conducían a la ansiedad por encon-
,riíto po, los pasillos y que me. hizo olvidar momen- trar a Fátima para pedirle que se olvidara de lo acae-
táneament. *i ansiedad por las consecuencias que cido la noche anterior y se abstuviera sobre todo de
podía acaÍrearme la noche pasada con Fátima' la comentárselo al talJ.C., frases como la pronunciada
ansiedad que entonces se me disparó de nuevo
por por un indígena de la etnia mam a quien, después de la
."tp, de lá pregunta capciosa de la Pilarica junto a la masacre, los militares le desaparecieron a sus padres y
f"á... ¿Qg¿ tal sujeto ás el milico uruguayo?, inquirí' a sus hermanos, y quien desde entonces vivía en la
p,^r^ al toro por los cuernos, que mis nervios más profunda depresión, esa frase que decía ipero y
to ^g^rár paÍa simulaciones y si debía prepararme
"tirbrfi
siempre rne siento mu1 cansado de que no puedo hacer nada!,

para 1o p.or.r. conveniente que de §fiaYez 1o supiera' con toda su tristeza y desolación, pronto me remitía
h.." y, suponía yo que la cándide z estaria detrás de al hecho de que yo no podía hacer nada para comu-
la respuestá d. l, tol.ártr, para quien J' C' era 11 .tipo nicarme con Fátima, pese a las insistentes e infructuo-
esplendido, mejor que le pudo haber pasado a Fátima'
1o sas llamadas que hice al apartamento que compartía
,rád, q,r. ver con los salvajes militares locales' sino con Pilar, la frase ipero jto sientpre me siento mw1 cansado
tipt instruido, con mucho mundo, simpatiquí- de que no pwedo hacer nada!se convertía en mi cabeza
""
,i.rro, muy majo, dijo, yo tenía que conocerlo' sin en algo parecido a que yo me sentía muy angustiado
ninguna duda nos llevaríamos súper bien' De pronto de que no podía hacer nada por evitar que Fátima, des-
de pués del acostón de bienvenida, susurrara con la mayor
sentí una tremenda resequedad en la boca, ganas

113
tt2
de las inocencias al oído del mayor J' C' Medina algo Qre de la sospecha al pánico no hubo ni una frac-
ción de segundo lo puedo asegurar por el paso enlo-
así como «te tengo ufla sorpresa, mi amorcito"' a
1o
quecido con que me lancé de la oficina hacia los
que éste ,.rporrd.tía con la indolencia del guerrero
sanitarios, por el estado de ofuscación mental en que
átigado poi 1, recién ganada batalla de amor' sin
me vi de pronto sumido mientras recorría los pasillos,
pori., puá, m.r.ha atención hasta que la chica de pies
'h.dio.rdos
le dijera con una mezcla de entusiasmo y por la extrema agitación emocional con la que entré
<<encuen- al gabinete donde, luego de echar el pestillo, procedí
complicidad que ella también había tenido su
a revisar mi miembro: no hubo necesidad de que lo
tro iaralelo», precisamente la noche anterior, con un
apretara demasiado para que apareciera la gota blanca
.o1.g. del Ariobispado que era yo, declaración que
y que me dejó paralizado, boquiabierto, como hipnoti-
despertaría una súbita tabia en el milico uruguayo
zado, porque nunca en mi vida había padecido una
,ln prrro, igual de intenso en este servidor, tanto que
enfermedad venérea, porque jamás creí que padecería
t rti, *. irrr. de pie y empecé a pasearme compul-
semejante tipo de enfermedad en mi existencia, por-
sivamente dentro áe la oficina de monseñor de solo
que 1o que más había temido del comercio carnal era
imaginar la escena postcoito de Fátima con su novio
la posibilidad de contraer un mal venéreo. Y no había
r..iZ" llegado, empecé a caminar y a fascarme la duda alguna: ahí estaba la gota de pus tan temida,
cabezade mi pene por sobre el pantalón, como mono
mirándome, acusadoramente, mientras yo tenía la
enjaulado *. prt.rba frente al escritorio y me fro-
sensación de que el piso se hundía a mis pies, el vér-
taba la cabeza de mi pene' como si con ese gesto
tigo de quien ha traspasado la frontera prohibida,
frai.t, deshacerme di lafemenina
imagen de la parejita de
que quizá en ese pues hasta entonces yo había creído que los hombres
iórtolos y de la infidencia
se dividían en dos grupos, los sucios y los virtuosos,
mismo instante estaba convirtiendo al tal J' C' en un
y que era precisamente la posesión o no posesión de
energúmeno dispuesto a machacar mis huesos, cuan-
esa gota la línea divisoria.
do ló que en,r.idrd pasaba era que a 1o largo de la
mañana habiasentidó cierta comezón en la punta de Qre del pánico a la indignación pasé enfurecido
1o puedo asegurar porque antes de salir del gabinete
mi pene y una especie de tirantez en los testículos'
pro- hacia los lavabos ya había borrado de mi ánimo el
sensaciones que yó atribuí a la natural irritación
miedo de que Fátima delatara su aventura nocturna
á".iá, po, .i r.to ,.*.r¡ luego de varias semanas de
al milico de sus amores, y más bien todo mi yo estaba
abstinencia, pero que ahora, con la atención agudi-
poseído por la idea de lavenganza, por la búsqueda de
zada,notaba'qu. hrbírtt ido creciendo al paso de las
la mejor forma para desquitarme de la canallada que
horas.
115
rt4
ya que de madera, crucé la calle apestosa a mendigos y vende-
esa españolita había perpetrado en mi contra,
dores informales, y entré alafarmacia de la esquina en
.r, i-potible que .1i, t o se supiera portadora de la
busca de un boticario que me recetara la penicilina
infeccón qr. áhot, me carcomía y que sin ninguna
más potente contra el mal que me aqueiaba.
duda Ie haÉía contagiado el milico uruguayo frecuen-
,"á"t de quién sabe qué prostitutas, sólo la peor ale-
;;;i, p,rdf llevarla ,-r.rir.grtme su infección de la
*r".t, que 1o hizo y sólo mi peor alevosía podía
.o*.rporrderla, me dije mientras humedecía mi rostro
la
en los'lavabos, como si así pudiera deshacerme de
peste adquirida, sin ninguna gana de volver a en-
i.rrrr-. .t 1, oficina de Monseñor como no fuera
p-^r^ de inmediato en contra de la canalla
^rruar
i"f..,", que es 1o que hatía,llamar a mi amigo E{ck
p.t, pá"fe que poi frrrot me recomendara un médico
ilrólágo porq.r. una de sus empleadas me había con-
trjira"o ür, árrf.t*edad venérea, incluso a 1a Pilarica
le'pediría la recomendación de un galeno para.tratar
el mal que su compatriota me había transmitido la
,rrt.rior, el cual le explicaría en detalle a fin de
"o.ft.
que para siempre perdiera su risita estúpida y se.per-
i^r^i^del tipo áe amiga con que compartía' Y al mismo
Monseñor^le insinuáría quá flo aYanzaba yo con la
concentración deseada en la corrección del informe
pár ."fp, de la tal Fátima que con su coño pútrido
*. hrbi, desgraciado. Pero J recuerdo impactante de
la perla de pus entre mis piernas me hizo compren-
á.i q.r. 1o ürgerrt. era 1o urgente, qu9 q esffategia de
r.p"áio contá Fátima podía esPerar y lo inme.diato era
dÉt.rr., la infecciór, ptt 1o que raudo, quizá con los
gestos del poseído, me dirigí hacia el enorme portón
117
tt6
Diez

Llegué a la casa l-25 de la Sexta Avenida a las


8:30_en punto de la noche, tal como fui convocado,
que la Pilarica había sido clara al decirme qr. .rá ,
hora com enzaría-la fiesta de cumpleaRos dá
Johnny
Silverman, un judío neoyorquino que formaba part;
del equipo de antropólogos forenies que trabajaba
con el Arzobispado, excavando en los diierentes sitios
donde se habían registrado masacres para recuperar
las osamentas de las víctimas, con el propósito de rácon-
firmar los testimonios y permitir qu. loi muertos tuvie-
ran su ceremonia de funeral correspondiente al ritual
indígena,
lunque fuera muchos añás más tarde y sin
que se pudiera distinguir con precisión los huesós de
uno de los huesos de otro, que tantos eran los enterra_
dos por el ejército en las fosas comunes. Llegué a
la casa de Johnny Silverman a la hora previstá, sin
otra. expectativa que pasar una velada tranquila, abs_
temio como me encontrabapor los antibióticos inge_
ridos para contrarrestar la'infección ya descrita y q"ue
esa tarde había sido motivo de discordia con FátiÁa,
quien en todo momento negó que ella o su novio estu_
viesen infectados de mal alguno e incluso se atrevió a

lt9
insinuar que yo estaba tratando de difamarla, a lo que con rigor un cuchitril ante esta holganza en la que
'propuse que me acompañara de inmediato a la ofi' aún no me movía a mis anchas, idea que por aquello
.iná d. Monseñor donde en privado le mostraría la de las asociaciones me llevó a concluir que resultaba
gota siniestra, invit ación que ella techazó con una mucho más rentable desenterrar huesos de indígenas
á*.rrm cualquiera mientras endulzaba su café en que corregir cuartillas con sus testimonios, aunque debo
la cocina del palacio arzobispal, que era donde cuchi- reconocer que la Pilarica me había contado que el tal
cheando discutíamos, porque no era posible, insistía yo, Johnny Silverman pertenecía a una acaudalada fami-
que la gotica apareciera justo a la maiana siguiente lia judía neoyorquina, con penthouse en Manhattan y
d. qr. ella abus ara de mí y ahora resultaba que la muchas otras posesiones, lo que explicaba de alguna
portadora del contagio era aiena a todo síntoma, manera la diferencia entre su casa y mi apartamento,
señalamiento que la encrespó aún más y la llevó a pero no otra cosa de la que pronto sospecharía. Una
cortar de tajo la discusión, que ése no era lugar pata trigueña con garbo y negra melena tupida me saludó
semejante plática, dijo al tiempo que salía. Entré a la con la insolencia de quien se sabe por muchos deseada
casa de Johnny Silverman sorprendido de que el pro- y por el más rico tenida, luego de que Johnny dijera
pio anfitrión me abríera la puerta en fachas y con un que ella era Tania, su chica, y aquel otro Charlie, un
iuchillo de cocina en la mano, de que la sala estuYiera rapado a lo Yul Brynner que de inmediato desenvainó
vacía como si la fiesta hubiese sido suspendida, sos- su acento argentino. "Disculpa: pero no recuerdo tu
pecha que expresé en el acto, pero Johnny me explicó nombre,, me dijo Johnn¡ a quien había sido presen-
que los invitados comenzarían a llegar en pocos mo- tado en la oficina de mi amigo Erick y con quien nun-
mentos y que yo no era el primero, sino que ya estaba cahabía vuelto a encontrarme, pero me 1o dijo con la
Charlie en la cocina, ayudándolo a preparar bocadi- misma frescura con la que enseguida volvió a su labor
llos, que él mismo se había retrasado a causa de un culinaria apoyado por Tania y por Charlie, quienes
trabajá de última hora y aún ni tomaba la ducha de sentados a la mesa de la espaciosa cocina cortaban
rigor, punto en el que coincidí con é1, tal era la sucie- embutidos y los colocaban en las bandejas, me 1o dijo
dad que expelía. No pude dejar de fijarme a 1o largo de con la misma levedad con la que después me preguntó
mi reiorrido, desde la puerta de entrada hasta la cocina, qué deseaba beber, señalando el mueble donde destaca-
en los grandes espacios de esa hermosa casa colonial ban las botellas, y después continuó su relato sobre las
en el buen gusto con que estaba amueblada y deco-
y'rada, excavaciones que entonces realízaban en los linderos
nada comparable al apartamento del edificio de una antigua base militar abandonada en la zona del
Engels donde yo pernoctabay que podía considerarse Petén, donde habían encontrado las osamentas de 77

120 1.21
personas de diversas edades, incluidas mujeres emba- alcornoque, tal como sospeché en cuanto intercam-
razadas y bebés recién nacidos, según precisóJohnny. biaron miradas suspicaces, que los tipos necesitaban
Qte siempre los sueños allí están todaaía, dije como una que yo repitiera una yez más y con otro énfasis la frase
especie de amén cuando Johnny terminó su relato, Q,te siempre los sueños allí están todaaía, como estaba
lo que provocó desconcierto entre los presentes, en dispuesto a hacer, pero en ese instante tronó en un
especial en el cumpleañero, quien quizá creyó que mi rincón del techo de la cocina una chicharra escanda-
expresión era parte de una convención desconocida losa, el timbre de la calle, dijeron, al tiempo que la
por su extranjería. Qte siempre los sueños allí están toda- trigueña llamada Tania anunciaba que ella se encarga-
aía, rcpetí esa espléndida frase que había iluminado ría de Ia puerta yJohnny Silverman se precipitaba pa-
mi tarde de trabajo en el palacio arzobispal con su sillos adentro en pos de la ducha que ya era hora que
sonoridad, su estructura impecable abriéndose a la tomara. "Pibe, esa frase maravillosa, tde dónde la sacas-
eternidad sin soltar el instante, con ese uso del adver- ¡s|», preguntó Yul Bryner, mientras desde la sala nos lle-
bio que retorcía el pescuezo del tiempo, la frase dicha gaba una ola de risotadas y murmullos, como si los
en su testimonio por una anciana indígena quién sabe invitados se hubiesen puesto de acuerdo para llegar
de qué etnia y que pudo haber sido pronunciada en todos al mismo tiempo. nlmpresionante, che. Parece
referencia a la masacre cuyas osamentas desenterraba un verso de Vallejo", dijo el argentino con una cer-
el equipo de antropólogos forenses al que Johnny tidumbre que me desconcertó, debo reconocerlo,
pertenecía, una frase al mismo tiempo luminosa -por como si ese sujeto supiera lo que yo pensaba o se lo
su sugerencia de significados- y terrible -porque en hubiese comentado anteriormente, algo desde todo
verdad se refería a la pesadilla del terror y de la muerte. punto de vista imposible, eue erala primera vez que
Qte siempre los sueños allí están todaaia, exclamé por yo me encontraba con ese rapado del que pronto supe
tercera vez, con las cejas alzadas, en el filo del entu- que trabajaba en la misión de las Naciones Unidas
siasmo, para que comprendieran de una vez por y que era un viejo amigo de Johnny desde la época
todas su trascendencia, para que el argentino rapado en que ambos coincidieron en Nueva Yorh un rapado
a lo Yul Brynner no me volviera a preguntar si me que con artimaña pasó de sus comentarios sobre la
apetecía una cuba, porque enseguida le respondería poesía vallejiana y su relación con las lenguas indí-
que estaba tomando antibióticos y el alcohol me genas a un sutil interrogatorio sobre mi labor en el
estaba vedado, para que convirtieran los huesos recién Arzobispado y mi amistad con Erick, enfrascado
desenterrados en palabras, en poesía de la mejor, completamente en la conversación conmigo en la
en algo que no alcanzaba a entÍar en sus cabecitas de mesa de la cocina, sin atender los llamados a que se

t22 t23
sumara a los grupos que comenzaban a achisparse en fuera cambiando de tema, le pregunté si él era porteño
la sala, como si me estuviera metiendo en una burbuja o del interior de la fugentina. «Yo soy uruguayo», dijo
formada por sus mañosas preguntas y mis inevitables entre dientes, con la mirada tan fea que sólo alcancé
respuestas, como si el tipo hubiese conocido de ante- a inquirir por el baño, ponerme de pie y caminar como
mano la enfermedad síquica que me aquejaba y que zombi entre los demás invitados, con la sensación de
consistía en que una yez que me estimulaban para co- estar cayendo en un precipicio oscuro y sin fondo,
merTzar ahablar quería contarlo todo, con pelos y olo- porque como energúmeno había despatarrado todos
res, vaciarme hasta la saciedad, compulsivamente, en mis flancos ante el astuto enemigo, quien paraJohnny
una especie de espasmo verbal, como si fuese una era Charlie, pero para la chica de sus amores y para
caffena orgásmica que culmínaría hasta entregarme los íntimos eraJ.C., el mayorJuan Carlos Medina, el
totalmente, hasta quedar sin secretos, hasta que mi milico que ahora mismo estaría considerando un plan
interlocutor supiera todo 1o que quería saber, en una con distintas opciones para aniquilarme una vez que
confesión exhaustiva después de la cual pade cia la yo saliera del baño, porque mientras yo permanecía
peor de las resacas. Y así sucedió: le conté en detalle sentado en el inodoro con las tripas hechas un nudo
sobre las mil cien cuartillas, lo que habíamos compar- de miedo él estaría encendiéndose más y más por las
tido con mi amigo Erick, sobre el hidalgo español y palabras que habían salido insensatamente de mi boca,
el chiquitín del bigotito mexicano, sobre los persona- por el hecho de que la españolita ala que yo me había
jes de antología que pululaban por el Arzobispado, referido con tanto desprecio era a todas luces Fátima,
como la mujer decenas de veces violada, o la toledana aunque yo jamás mencionara su nombre, porque nadie
sufriendo por el novio que la había estafado, o la otra mejor que él sabía que el contagio de marras procedía
españolita que me había contagiado un mal para com- de su pene infecto. Paralizado, con la mente en blanco,
batir el cual se me imponía la abstinencia. Y entonces sin saber qué hacer, deseoso de que todo aquello no
hubo un clic, como si algo se hubiera desconectado, fuera sino una pesadilla de la que pronto despertaría,
como si la burbuja de encantamiento se hubiera desva- descubrí que el baño de Charlie era todo un lujo: las
necido, como si la mención de mi padecimiento hubiera paredes con preciosos azulejos de palacio morisco, la
sido repugnante para eI rapado argentino, quien de espaciosa bañ,era como para retozar con sendas dami-
pronto tuvo en su jeta una expresión indescifrable, selas, un robusto armario dé cedro, alfombras diversas,
ausente, que hasta me apené porque quizá le había implementos y aparaticos modernos seguramente paru
rememorado un padecimiento similar e infecto. Fue el acicalamiento personal, de los que yo desconocía
cuando para tratar de reestablecer el contacto, aunque su existencia, espejos de varios tamaños en los que se

t24 125
reflejaba mi rostro contrito, una ventana batiente con de ese caserón colonial y por el cual me escabullí con
cristales esmerilados... Entonces sonaron los golpes la esperanza de encontrar una puerta que diera a la
en la puerta, imperiosos, urgentes. "Está ocupado", calle, que lo único sensato era poner pies en polvoro-
logré balbucear con el apretón en las tripas, a sabiendas sa lo antes posible, pero en eso escuché pasos y voces
de que sólo podía ser el tal J. C., quien venía a com- que venían a mi encuentro, como si el milico de los
probar que yo no me había fugado y permanecía junto cuernos hubiera tomado un atajo para tenderme una
a la puerta del baño en espera de mi salida, donde emboscada, por lo que presto tuve que agazaparme
aprovecharíapara atraparme y cobrarse los cuernos que detrás de un macetón en espera de que mi persegui
le había encaramado la zvtafla, qutzá propinándo- dor pasara de largo, tal como no sucedió, porque entre
me en el acto la más humillante golpíza enfrente de los tres tipos que aparecieron por el pasillo y entraron
esos cooperantes, si bien me iba, o conduciéndome a por una puerta lateral no se encontraba el rapado al
la calle con las más siniestras intenciones, posibilidad que temía, sino que reconocí a Johnny Silverm an y a
que me selló de plano el esfinter. J. C. golpeó de nuevo mi amigo Erick, junto a un tercer sujeto a quien jamás
la puerta, con la misma urgencia imperiosa, por lo en mi vida había visto. La luz que encendieron en
que de un brinco estuve en pie con los pantalones el salón lateral iluminó la ventana ubicada justo a la
abrochados, eché el agua y comencé a pasearme de- par del macetón detrás del cual me escondía, lo que
sesperado, cual rata arrinconada, que así me sentía, me dejó en una posición óptima desde la cual pude
hasta que reparé en la ventana batiente de cristales observarlos cuando se sentaban a la mesa y ponían la
esmerilados, la que abrí sin dificultad y a través de la botella de whiskey al centro, sin que ellos se percata-
cual salí al corredor de un patio interior, penum- ran de mi presencia gracias a la enramada planta que
broso y con olores a la vegetación que apenas distin- emergía del macetófi y a la penumbra del pasillo, pero
guía, un corredor por el que me desplacé con el ma- sin que yo pudiera comprender los murmullos con que
yor de los sigilos, sombra entre las sombras, en busca conspiraban, como pronto pude comprobar, que la
de un lugar donde esconderme mientras lograba orde- ventana indiscreta no dejaba pasar más que eso, un
nar mis ideas, rcbajar el miedo, apaciguar la agitación murmullo ininteligible. Pero hasta el más sordo de los
que yo transpiraba. Evitando las macetas y uno que sordos se hubiera enterado de que esos tres hombres
otro escalón, siempre pegado a la pared del corredor, hablaban secretos, información confidencial, pala-
atento a que el tal J. C. no saliera por la ventana del bras prohibidas a los profanos, lo que no me extrañaba
baño, llegué al otro extremo del patio, donde ense- tratándose de mi amigo Erick, pero que luego me con-
guida penetré por un pasillo que conducia a otra parte dujo a preguntarme qué haciaun rico judío neoyorquino

t26 t27
desenterrando huesos de indígenas masacrados por una confusión ese sujeto quería machacarme, de tal
el ejército en un país en el que por menos que eso manera que ni los tres supondrían al fisgón de la ven-
podían freírlo vivo, y sobre todo qué caraios hacía tana ni el talJ. C. podría culminar su arrebato. Especu-
conspirando con un representante de la Iglesia Cató- lando sobre el posible contenido de la negociación
lica, como mi amigo Erick, y con ese otro sujeto que estaba yo, tratando de adivinar lo que los labios decían,
desde todo punto de vista parecía un militar -el porte cuando sentí la presencia a mi espalda, tan cerca que no
firme, la mueca rígida-, en verdad un oficial de alto me atreví a hacer el menor movimiento, tan endemo-
rango vestido de civil y a quien seguramente espera- niadamente cerca que percibí su respiración en mi nuca,
ban media docena de guardaespaldas en la calle, que como si el rapado-se hubie., pr'r.rto sigilosamente de
mi intuición no se equivocaba, menos ante esa mirada cuclillas detrás de mí, pana -ver también por la ventana
de cobra a punto de atacar que por un instante temí por la que yo veía, disfrutando al mismo tiempo del
que detectara mi presencia tras la planta en la penum- conciliábulo tras el cristal y del terror que me parali-
bra. Fue entonces cuando se produjo el circuito en mi zaba, un terror ante el cual sólo se me vino de golpe
mente: ese oficial de inteligencia no podía ser otro a la mente el testimonio de un sobreviviente que
que el general Octavio Pérez Mena, el torturador de había corregido esa tarde y que decía haltmomentos en
que tengo ese miedo t hasta me pongo a gritar, que era exac-
la chica del Arzobispado y masacrador de indígenas,
de quien nunca había visto yo foto alguna porque tamente lo único que yo quería hacer en ese instante
el muy zamaffo sabía pasar desapercibido, vivir en la y 1o último que podía hacer, del miedo ponerme a
sombra era su oficio y que la prensa ni de broma lo gritar. Pero pasaron etemos segundos sin que hubiera
tuviera. Horrorizado quise largarme de ahí para no señal ni palabra, hasta que resopló en mi oreja el típico
ser testigo de una conspiración que podía costarme gemido canino en busca de juego o cariño, por lo que
la vida, pero tampoco tenía hacia donde recular, que cautelosamente volteé mi cabeza y rcconocí a un
de seguro el tal J.C. y^ andaría husmeando en el mastín mocetón, simpático, con la trompa partida,
corredor del patio y de un momento a otro entraría como si hubiese padecido de labio leporino, ganoso
al pasillo en el que yo me encontraba, por lo que más de retozar ahí mismo, que seguramente al pobre no
me convenía permanecer quieto en mi escondite, lo dejaban entrar donde los cooperantes bailaban, de
atento a las sombras a mis espaldas y al conciliábulo ahí que comenzara a brincotear una vez que supo
tras el cristal, porque si el rapado de los cuernos apa- que mi atención era suya, a brincotear por el pasillo
recia, de un brinco irrumpiría yo en el salón para que dando ladridos juguetones que de inmediato desper-
mi amigo Erick me defendiera, explicándole que por taron sospechas en el trío que en el salón conspiraba,

128 129
por 10 que no tuve otra opción que regresar apresura- conocierasr, alcancé a escuchar que decía, y después
damente al corredor, huyendo entre las sombras, explicó que Charlie era uno de los mejores ámigós de
sin importarme que pudiera caer en las garras del J.C., compatriotas y compañeros de trabajo, piecisó,
rapado argentino, que temía mucho más ser atrapado sin que su explicación lograra detenerme en mi huida
por el general Octavio Pérez Mena, quien procedería hacia la calle.
a interrogarme sin contemplación alguna sobre los
motivos de mi espionaje, con el método expedito de
ablandarme a trompadas y enseguida me conduciría
a sus macabras ergástulas, pero gracias al cielo el mas-
tín olfateó entusiasta a su dueño, porque sus intensos
ladridos juguetones quedaron en el pasillo, mientras
yo ayanzaba hacia la ventana del baño por la que
había salido, pero que ahora estaba cerrada, 1o que me
obligó a seguir de largo hasta dar con el salón de los
invitados, entre los que me abrí paso a trompicones,
no fuera a ser que el general de marras viniera en estam-
pida, sin que yo me percatara, pegado a mis talones.
Buscaba la puerta de la calle cuando de súbito topé
con el rapado y con Fátima, carajo, que era lo que me
faltaba, quedar entre dos fuegos, el masacrador incle-
mente a mis espaldas y el cornudo y su novia en el
frente. "iDónde te habías metido?", exclamó ella, con
la inocencia de una compafi,erita de primera comu-
nión, cuando lo que yo esperaba erala trompada del
rapado. "CLre ya conociste a Cha¡lis", insistió mien-
tras yo intentaba irme de paso. {oder, tío, tqué te pasa?
Parece que hubieras visto al diablo", exclamó ella tomán-
dome por el brazo, mientras yo me volteaba para no
ver la cara del rapado que la abrazaba. "Lástima que
J. C. no pudo venir. Me hubiera encantado que lo

130
131
Once

Como liberado de temores me sentí esa primera


mañana cuando desperté en la habitación que me
asignaron en la casa de retiro espiritual a la que
me habían conducido el día anterior mi amigo Erick
y el chofer del Arzobispado, con el propósito de que
me concentrara intensamente durante no más de diez
días en la revisión final de las mil cien cuartillas para
poder enviarlas lo antes posible a la imprenta, porque
yo mismo había manifestado a mi amigo Erick la
necesidad de encerarme a trabajar en un sitio alejado
del ruido mundano, un sitio donde yo pudiera con-
centrarme las 24 horas sin interrupción alguna en la
labor para la que estaba contratado, que de otra
manera no garantizanayo que el informe estuviera cui-
dado con el rigor requerido, tal como se 1o dije a mi
amigo Erick unos días antes de mi traslado a esa casa
de retiro espiritual ubicada en una zona boscosa en
las afueras de la ciudad, una casa inmensa y moderna
compuesta de 40 habitaciones idénticas distribuidas en
forma de crtz y con un espacio común en el centro,
donde estaban la cocina, el vasto comedor, salones de
estudio y una pequeña capilla.

133
Como liberado de pesadillas me sentí esa primera por un lado me satisfizo pues no habría motivo de
mañana al despertar en la austera habitación de blancas interrupción durante mis días de trabajo, pero que
paredes, tirado en la litera desde la que gocé contem- por otro lado me produjo cierta preocupación, habida
plar, a través de la puerta de cristal que se abría al am- cuenta de que si un empecinado enemigo quería des-
plio patio de césped y al bosque de pinos al fondo, la truirnos amíy al informe de marras no tendría ciificul-
neblina que pasaba empujada por el viento, como si tad alguna para penetrar por el bosque que nos circun-
de súbito hubiera despertado en otro país donde la daba,llegar campante a la puerta corredíza de cristal
naturaleza hiciera del hombre un animal menos san- de mi habitación y proceder a aniquilarnos, pensa-
guinario, un sentimiento que estimuló mi vieja aspi- miento que vino a enturbiar el ánimo con que comen-
ración de vivir Ia vida de una nueva manera, con la zaba mi segunda vuelta trotando alrededor de la casa
mente y la emoción insufladas de aire libre y buenas de retiro y por culpa del cual dejé de disfrutar del aire
vibraciones, por lo que de inmediato salí de la cama limpio y del paisaje, incluso perdí Ia respiración acom-
a equiparme con mi sudadera, mis pants y mis zapa- pasada que tan bien había logrado, sumiéndome en
tillas tenis, que sólo tenía que correr la puerta de cristal viejos temores, que el tupido bosque dejó de ser oca-
para salir a trotar y a reinventarme, tal como hice, sión de agasajo y se convirtió en ruta de acecho, y ya
caramba, el aire salvaje y húmedo impregnó mis pul- no hubo más trote para limpiar mi cuerpo y mi
mones de un novedoso entusiasmo mientras trotaba espíritu sino una carÍera desenfrenada por llegar a la
en el patio de césped que rodeaba la construcción en habitación en la que tantas horas encerrado permane-
forma de cruz, con mi mente puesta en el acontecer cería a lo largo de los días por venir, concentrado en
de mi respiración y mis músculos, los cuales estaban la pantalla de la computadora que de la oficina de
respondiendo de forma satisfactoria, a pesar de que Monseñor habíamos traído y que ocupaba la pequeña
ya tenía varios meses sin practicar ejercicios. Al termi- mesa ubicada junto a la puerta corrediza de cristal,
nar la primera vuelta alrededor de la casa de retiro es- la mesa de trabajo desde la cual a medida que oscu-
piritual, comprobé que no había más inquilinos en recia yo comenzaba a -ver con cierto temor hacia el
ella, tal como había previsto mi amigo Erick, quien tupido follaje del bosque, hasta que optaba por lan-
me dijo que durante la semana laboral sólo estaría zarme a través del pasillo desierto hacia el comedor,
con el personal de administración y de servicio, como donde tomaría mi cena a solas mascullando aquellas
ese jardinero que ahora divisaba hacia el lado del bos- partes del informe que me habían impactado, como
que, pero que los sábados y domingos la casa se con- un testimonio que decía alprincipio quise lsaber sido una
vertiría en un hervidero de catequistas, situación que cubbra r)enenos*, pero altora lo qwe pido es el arrepentimiento

t34 135
de ellos, del que me impresionó particularmente el Qre la soledad puede quebrantar hasta el ánimo
más cuerdo lo pude comprobar a partir de mi tercer
hecho de qué alguien quisiera ser una culebra vene-
nosa, qr.r. *t indígena creyeru que podía convertirse día de encierro en la casa de retiro espiritual, luego
en una culebra venenosa a fin de consumar su ven- de pasar horas y horas sin cruzar paLabra con nadie,
gataza,y me impresion ó a tal grado que esa noche me intercambiando saludos sólo a las horas de comida
ábrt.rrr. de abrii 1a puerta coruediza de cristal no fuera con el personal de servicio, metido a fondo en la revi-
a ser que una culebia procedente del bosque anduviese
sión del informe, durmiendo a sobresaltos en la pe-
*.roá.rrdo por el patio de césped y aProvechala y1 queña litera, ajeno al mínimo placer, que ni el alivio
descuido de mi parte para penetrat rauda en mi habi- d" .rn, paja era posible por la enfermedad que me
tación, un temor qt. *. llevó a recordar la jeta de aquejaba (aunque ya no había gotica en mi pene), de
culebra venenosa que tenía el general Octavio Pétez ,hí qrr. mi mente comenzara a perturbarse al grado
de que una misma imagen se me imponía en los mo-
Mena cuando estaba reunido con Johnny el judío y
con mi amigo Erick, a quien a propósito nunca cues- mentos de descanso, una imagen que se repetía en
tioné sobrelo que yo ñabía presenciado a través de varias partes del informe y que poco a poco me fue
penetrando hasta poseerme por completo cuando me
la ventana indiscretar QU€ mi curiosidad enmudecía
frente a mi miedo, .o-o quedó en evidencia desde ponía de pie y empezaba a pasearme en el reducido
espacio de la habitación, entre la mesa de trabajo y la
esa noche en la casa de retiro espiritual, cuando no
sólo me abstuve de abrir la puerta coffediza de cristal litera, como poseído, como si yo fuese ese teniente
sino que también cerré la persiana pata aislarme com- que irrumpía brutalmente en la choza de la familia
pletaáente del oscuro patio de césped, donde.de indígena, tomaba con mi férreamano al bebé de pocos
meses por los tobillos, lo alzaba en vilo y luego lo
prorrto hubiera podido aparecer la cata de culebra
hacía rotar por los aires, cada vez a más velocidad,
,r.t.ttot, del general Octavio Pétez Mena, su rostro
siniestro p.gráo al cristal de la Puerta, imierda!, que como si fuese la onda de David desde donde saldría
yo hubieia ialido espantado aullando por el pasillo disparada la piedra, 1o hacía girar por los aires a una
silencioso en busca de la caseta de los vigilantes, aun- velócidad de vértigo, frente a la mirada de espanto de
sus padres y hermanitos, hasta que de súbito chocaba su
que se ffatara de un esfuerzo infructuoso, claro está,
., el momento en que el rostro del torturador cabéza contra el horcón de la choza, reventándola de
p.r.,
'hubiera
aparecido tras el cristal de la puerta, y^ ryi manera fulminante, salpicando sesos por todos lados, le
daba vueltas por los aires tomado de los tobillos hasta
habitación habría estado rodeada por un comando
que volvía en mí y me percataba de que había estado a
de soldados.
137
136
punto de golpear mí brazo que giraba con violencia mil cien cuartillas en las que enseguida me volvía a
contra el respaldo de la litera, porque no estaba en nin- sumir, en un ciclo repetitivo de concentración prolon-
guna choza sino en la pequeña habitación de la casa gada con intervalos parala misma fantasía micabra.
de retiro espiritual, ni yo era ese teniente que reventaba Pero al cuarto día, debo reconocerlo, mi mente se
la cabeza de los bebés recién nacidos contra los horco- fue de mis manos y no tuve ya momento de sosiego,
nes al calor de la masacre, sino un corrector petrur- que las barbaridades que una y otra.vez leía -en buica
bado por leer ese testimonio que se repetía a lo largo de la última coma mal puesta, del astuto gazapo o de
del informe. Entonces, sudoroso y con los nervios a la frase no del todo clara, porque a esa altura en los
flor de piel, volvía a sentarme frente a la computadora, contenidos ni loco me metería- fueron permeando a
obligado a seguir adelante en la revisión del texto, que grado tal que de pronto estuve fuera de mí, y cuando
el tiempo apremiaba, persistía en mi trabajo como mis ojos no estaban repasando el texto en la pantalla
obseso hasta que al paso de las horas mi concentra- era mi mente la que se transportaba al teatro de los he-
ción languidecía y una vez más era poseído por la chos y entonces ella ya no era mía, si alguna vez lo
misma imagen, me ponía de pie y me transformaba había sido, sino que se paseaba a su antojo, la muy
en el teniente OctavioPérez Mena, oficial a cargo del reporterita, por la explanada de la aldea donde los
pelotón destacado parala masacre, así que entraba de soldados machete en mano tasajeaban a los pobla-
nuevo a la choza de esos indios de mierda que sólo dores maniatados y puestos de hinojos, o entraba a la
entenderían el infierno que les esperaba cuando vieran choza donde los sesos del bebé volaban por los aires,
girar por los aires al bebé que yo mantendría tomado o se metía a la fosa común entre los cueqpos muti-
de los tobillos para reventar su cabeza de came tierna lados, como si yo no hubiera tenido suficiente con lo
contra los horcones de madera. Y era el reguero de leído hasta el hartazgo ella deambulaba en un círcu-
sesos palpitantes el que me hacía volver en mí, descu- 1o vicioso de imágenes que, al filo de la medianoche,
brirme en medio de la habitación, agitado, transpiran- me habían perturbado tanto que apenas logré correr
do, un tanto mareado por los movimientos vertigino- la puerta de cristal para salir al patio frío y oscuro a
sos hechos cuando giraba al bebé por los aires, pero al aullar como animal enfermo bajo el cielo estrellado,
mismo tiempo con una sensación de levedad, como abríla puerta corredíza de cristal y salí a au7lar al patio
si me hubiera quitado una carga de encima, como si azotado por el viento sin ponerme a pensar que una
mi transformación en el teniente que reventaba lacabeza culebra venenosa pudiera estar al acecho, sin conside-
de los bebés recién nacidos contra los horcones fuera la rar que el general Octavio Pérez Mena con su partida
catarsis que me liberaba del dolor acumulado en las de sicarios pudieran echarme la mano encima, pegué

138 t39
ffes aullidos tan tremendos que los vigilantes segu- habían optado por dejarme escapar y volver sus pa-
sos hacia la habitación donde procederían a incautar
ramente pensarían en un coyote que rondaba' Pero
entonces, cuando volvía en mí, reponiéndome del el informe, si no a destruir la computadora y los dis-
quetes, seguros de que así impedirían su publicación,
acceso, aun a medio patio, en la oscurafia y el viento
zumbante, percibí las sombras que sigilosas se acerca- mientras yo a'vafizaba por esa vereda que pronto me
sacaila a unos potreros por donde tenía que estar la
ban procedentes de ambos lados del patio, cuatro
,o*brm que pronto serían siluetas y me tendrían carretera principal que bajab a hacía la ciudad, si mi
rodeado, iáarajó!, que en tales circunstancias el intento sentido de la ubicación no fallaba, QU€ hasta yo me
sorprendía de 1o bien que podía ver en la noche oscura.
de regresa r a la hábitación hubiera sido un suicidio,
por lJ que presto salí en estampida hacia la profunda Y no me equivoqué: después de bordear unos setos
desemboqué en la carretera por la que trotaria, atento
oscuridad del bosque, con un arranque tan mespe-
rado y contundenté que mis perseguidores no alcan- al ruido de cualquier vehículo, que los tipos que me
zaÍon a reaccionar a tiempo, de tal manera que me habían rodeado en el patio tendrían que bajar por esta
escabullí adivinando una vereda entre los pinos y la misma vía, seguramente buscándome, para que no
maleza por la que había incursionado en mis trotes hubiera testigo, por 1o que ante cada vehículo que se
matutinbs, la véreda que seguí a tientas, con el cora- aproximara yo me agazaparía en los linderos de la
carretera, detrás de un tronco o de un cerco de piedra,
zón latiéndome al tope, temiendo que los tipos me
y sólo volvería a trotat cuando escuchara el motor que
alcanzaran, eue dispararan táfagas hacia donde yo
se iba a lo lejos.
sofocado corríao que otros esbirros estuvieran aposta-
dos para cazatme en la vereda; pero hubo un mo- Y al ritmo del trote, mi memoria caprichosa me
mento en que mrs sentidos se despeiaron, como si el hizo com enzaf a repetir entre dientes la última frase
susto me hubiese entreabierto las puertas de la per- que para mi libreta de apuntes había escogido esa
cepción, que así me sentía, cruzando el bosque por noche, una frase que a primera vista no patecía tener
.r, ,r.t.d, entre olores húmedos y los ruidos de mi nada especial, pero que a la velocidad de mi huida
propio miedo, guiándome como si esa ruta hubiese tomó el ritmo de esos cantos que los contingentes de
ii¿ó ¿. siempre sabida, sin chocar contra un árbol ni combatientes gritan para encenderse a medida que
sufrir la fatÁ caida, apenas uno que otro tropezón, marchan, la frase herido sí es' duro quedar, pero muerto es
tranqwilo se convirtió pues en el grito de guerra que
con la sensación de haber escapado por esa vereda
anteriormente como si estuviera viviendo de nuevo yo entonaba mientras iba trotando por la carretera, una
frase que qúzá vino a mi memoria porque enca)aba
1o mismo y con la certeza de que mis perseguidores

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cabalmente en el ritmo de la marcha, de tal manera que quienes querían destruir el informe estarían al tanto
pronto me vi entonando efi yoz alta herido sí es duro de los que en él trabajábamos, que no en balde se
quedar, pero muerto es tranquilo, como si yo hubiese autodenominaban inteligencia militar, y si se habían
sido un guerrero dispuesto a inmolarme repetía cada atrevido a incursionar en la casa de retiro de los curas,
yez con voz más aguerrida el lema lterido sí es dwro con impunidad absoluta me arrebatarían de donde la
quedar, pero maerto es tranqwilo, sin importarme que toledana. Sólo me quedaba telefonear a mi compadre
por mi enardecimiento no me enterara del momento Toto, quien asustado alzaría la bocina para escuchar
en que apareciera el vehículo de mis perseguidores, mi pedido de auxilio, eu€ me urgía que por favor
sino que por el contrario, no tardé en buscar una causa viniera a recogerme en el acto a las coordenadas que
que le insuflara combatividad a mi canto y que sólo enseguida le di, enfatizando que los matarifes ronda-
podía ser la idea de retornar a la casa de retiro espiri- ban. Luego me agazapé detrás de un contenedor de ba-
tual para hacer frente al ataque que la cuadrilla del sura, a inmediaciones del teléfono público, a esperar
general Octavio Pérez Mena estaba perpetrando con- que mi compadre apareciera, eue ese fue el único
tra la memoria y el trabaio de tantos, una idea que sitio donde podía transcurrir sin que mis perseguido-
prendió la mecha de mi entusiasmo mientras bajaba res ni un vigilante nocturno me descubrieran, y mien-
por la carreteta, pero que enseguida mostró toda su tras escondido tiritaba me asaltó la culpa de haber
insensatez, cuando escuché un potente motor que se abandonado mi trinchera de trabajo, imaginando lo
aproximaba y de inmediato me parapeté detrás de un que monseñor o mi amigo Erick podrían pensar de
bordillo, aterrorízado ante la posibilidad de que los mi desaparición y si no supondrían un contubernio
criminales me detectaruny procedieran a eliminarme, de mi parte, pensamiento ante el que me defendí
como insensato era también que entonara con ardor recordando la sospechosa reunión de mi amigo Erick
la frase herido sí es duro quedar, pero rnuerto es tranquilo, que con el general Octavio Pérez Mena yJohnny el judío,
eso era propio del dolor de un indígena sobreviviente que la cuestión no estaba como para que alguien acu-
de la masacre y no de un corrector que ahora trotaba sara, y mi preocupación de que se pudieran perder lo
precisamente para no quedar ni muerto ni herido. cientos de testimonios de tantos sobrevivientes carecía
Me acerqué a las primeras casas por el sector de de sentido, pues copias del inform e habría en las
Mixco repasando las opciones que tenía para el res- computadoras de mi amigo Erick, del gallardo Joseba
guardo, que a decir verdad eran poquísimas, y siendo y del chiquitín del bigotito mexicano, cuando menos, y
sincero apenas una, porque ni loco iría a mi aparta- por si eso fuera poco saqué del bolsillo de mi chaqueta
mento del edificio Engels ni al de la Pilarica, pues de cuero mi pequeña libreta de apuntes, que de ella

142 t43
ni de mi pasaporte me desprendía nunca, para buscar veco de un mueble, con el que compraría el boleto
el fragmento de un testimonio copiado en los últi- para largarme hasta donde fuera posible. osubamos a
mos días que en esa penumbra pestilente, tras el con- echar un vistazo. Nada perdemosr, insistió mi com-
tenedor de basura, logré descifrar para hacer leve mi padre Toto para mi asombro.
espera, un texto que decía qae se borre el nombre de los
maertos para que queden libreslyno tengamos problemas,
1o que ponía en evidencia que hasta algunos indíge-
nas sobrevivientes no querían ya recup erat |,a memo-
ria sino perpetuar el olvido.
Con regocijo salté de mi escondite media hora
más tarde cuando escuché que el auto de mi compa-
dre Toto se detenía, y ni bien hube cerrado la porte-
zuela me descosí a relatarle el ataque en el patio de
la casa de retiro, el embate de los malosos y mi reac-
ción oportuna, con tal atropello que mi compadre
Toto sólo atinaba a decirme que me calmara, como si
yo hubiera estado para contar con calma, cuando lo
que trataba de transmitirle eran mis sospechas de que
la agresión de la que acababa de salir indemne por un
pelo pudiera estar relaclonada con la conspiración
de la que fui testigo a través de la ventana indiscreta.
,.iQlerés que subamos a ver qué ha pasado?", me
preguntó mi compadre Toto, preocupado, pero con
ftrmeza. Le respondí que ni loco, que yo ya había
considerado esa posibilidad durante mi escape, pero
el riesgo era altísimo, que mejor me diera posada en
su casa y ya en la mañana me podría echar una mano,
porque a él los militares no lo ubicaban y podría
entrar a mi apartamento del edificio Engels a sacar mis
pocas pertenencias y el dinero escondido en el reco-

t44 145
Doce

La tierra no quiere saber nada ni entiende lo que


.le cuenta el cometa, pues ella está feliz en su órbita y
odia ser perturbada por quien sólo aparece de ,r, ,Á
cuando procedente quién sabe de dónde, pensaba yo
esa madrugada apoyado en labarra del bár de peter,
con mi vista fija en el espejo donde se reflejaba mi
rostro sobre una ringlera de botellas, donde en verdad
se reflejaban las decenas de bebedores que estaban a
mis lados y a mi espalda, entre la densa humareda de
cigarrillos y las voces entusiastas de quienes iniciaban
la parranda más larga del año, el llamado oCarnaval,
-que nada tenía en común con lo que yo denomi-
naba con esa palabra-, bebedores que biindaban anima-
damente y a quienes yo apenas percibía en el salón
iluminado, pues mi atención estaba fija en mi rostro
que se reflejaba en el espejo, con la concentración
puesta en cada uno de mis rasgos, en mi expresión que
de pronto se me hizo ajena,.como si el que estaba áhí
no hubiera sido yo, como si ese rostro pó, un instante
hubiera sido de otro, de un desconocido, y no mi ros-
tro de todos los días, un instante en que me fui irre-
conocible y que me causó e1 peor de los pánicos,

147
al grado de que temí un ataque de locura en medio con mi rostro desconocido en el espejo, pensando
de esos desconocidos en una ciudad desconocida si que yo era el cometa y el primo erique l-a tierra, y
no hubiera aparecido el primo Qrique a mi lado, que por eso se aburría si yo trataba de conlarle mi e*p._
a nadie le gusta verse en el espejo y encontrarse con otro. riencia como corrector de las mil cien cuartillas, pues
,,Esos dos maricas se estaban chupando la moronga en para él se trataba de una galaxia remota que ya nrda
el baño", se quejó el primo Qrique acomodándose le decía y su única reacción era achacarme el"que yo
enlabarra. "Yo quería entrar a cagar y los dos culeros no hubiera incluido en mi contrato con los curas'el
no salían del baño por estarse chupando la verga", repi- costo de un tratamiento para aliviarme de la agresión
tió el primo Qrique con la vulgaridad que era su im- psíquica y emocional a Ia que había estado soáetido
pronta de origen. Le pregunté cómo podía asegurar mientras corregía una y otrayez el informe de marras,
semejante cosa si no los había visto, a lo que me res- e_n lo cttal quizá tenía razón, que pese a encontrarme

pondió que los había escuchado claramente cuando del otro lado del mundo, .rr,
-ortoso estado de tris-
comentaban la felación que ejercían, pues el primo teza me impedía disfrutar la tranquilidad del entorno, y
Qrique hablaba el alemán con soltura y su enojo me a la menor provocación por prit. del primo
eyique
convenció de que para nada mentía. Comenté si no yo hacía referencia al texto corregido y ala.*p-.rián_
sería costumbre autóctona practicar la felación cuan- cia padecida semanas atrás, sin perder la cosiumbre
do el llamado "Carnaval" empezaba, que cada pueblo de desenfundar mi pequeña iibreta de apuntes para
tiene sus usos y costumbres, dije, y si llamaban "Car- leer las frases que tanto me conmovían, mlchas dl las
naval, a un desfile de carrozas a las cuatro de la madru- cuales ya sabia de memoria, como aquélla que decía
gada a una temperutsra de cinco grados bajo cero, no Para mí recordar, siento )o que estolt aiaiendo otra aez,
me hubiera extrafi.ado en absoluto que en vez de cuya sintaxis cortad a eru la constatación de que algo
danzar semidesnudos, como en los carnavales que yo se había quebrado en la psiquis del sobrevivienL que"la
conocía, optaran por la felación al calor de los baños. había pronunciado, una frase que cabalmente se apli-
Pero el primo Qrique ya no me puso atención, sino caba a mi situación en esa ciuáad extranjera y lejina
que le pidió otro tarro de cerveza a Peter y se puso a donde me había ido a refugiar gracias a ia háspítali-
conversar con la chica pálída que estaba a su lado, dad del primo Qrique, donde para mi r.cordar eru
una holandesa de buen ver a la que quería llevarse a vivir otra vez los testimonios de pesadilla tantas veces
la cama, que las mujeres eran su obsesión y su flanco, leídos. ..iQgieres otra cerye za?,,, me preguntó peter, el
por 1o que una vez más permanecí solo bebiendo entre simpático gigantón suizo dueño del bar, el único que
el gentío, aferrado altarro, temeroso de encontrarme en ese sitio hablaba español, quien se movía agitado

t48 149
tras la barra, porque los clientes eran demasiados, con que se me acercaba en el espejo y me preguntaba al
sed abrumadora, y me puso el nuevo tarro rebosante oído qué me sucedía, si era a él a quien me estaba
de espuma mientras yo contemplaba la calle a través de dirigiendo, a lo que respondí, volteando a verlo a los
los amplios ventanales, aún sorprendido por los cen- ojos, eran personas como ruosotros a las que teníamos miedo,
tenares de habitantes que haciendo caso omiso del frío lo que por supuesto lo desconcertó, como siempre
inclemente se arremolinaban disfrazados en las penum- que le respondía con la frase de un indígena que por
brosas aceras, gozosos, celebrando el paso de las carro- un pelo se le había escapado a la muerte, y que luego
zas y bailando al son de tambores y flautines, como le producía fastidio por 1o que él denominaba mi
si estuviésemos en un aquelarre de la Edad Media. "obsesión enfermiza», p€ro que ahora no sucedió, lo
quizá conmovido
"iTodo bien?", me preguntó Peter, del fastidio, digo, sino que el primo Qrique me pre-
por mi rictus en medio de tanta algarabía, a 1o que guntó a qué me refería, realmente preocupado, como
respondí que sí, que me parecía increíble un carnaval si temiera una reacción impredecible y violenta de mi
tan vistoso en la madrugada y en lo peor del invier- parte, entonces le expliqué que el ejército había obli-
no, que era una lástima que mi desconocimiento del gado a la mitad de la población a que asesinara a la
idioma me impidiera comprender el sentido de las otra mitad, que mejor que el indio matara al indio
caffozas y de las burlas que hacían. Pero segundos y que los vivos quedaran marcados. "Salgamos aho-
después él ya estaba en el otro extremo de la barra y rita, que ya-vafi a pasar las caruozas de las que te hablér,
yo quedé de nuevo frente a mi jeta en el espejo, con- dijo con premura el primo Qrique, a quien el desa-
vencido de que nada pasaría y de que si clavaba mi sosiego atacaba cada vez que yo hablaba de política
mirada en mis ojos algo descubriría o al menos con- y militares. "iY la holandesa?", le pregunté. ,lTambién
juraúa la posibilidad de encontrarme a otro en mi viene con nosotros>>, dijo tomándome del brazo y
puesto, y por aquello de las asociaciones y del temor conduciéndome hacia la percha donde los abrigos col-
a descubrirme distinto en el espejo pronto se instaló gaban. Pero cuando abrí Ia puerta, el frío me pateó
en mi mente la frase que decía ernn Personts corto noso- con tal virulencia que le dije al primo Qrique que por
miedo,la cual repetía sin quitarme
tros a las que teníamos nada del mundo yo iría a abrir la boca a la calle, que
la vista de encima, incluso cuando empiné el tarro de por mí no se preocupara, me quedaría tibio en labarra
ceÍveza de reojo no me perdí de vista ni dejé de repe- hasta que nos largáramos a su casa, que é1 impresio-
tir eran Personds como nosotros a las que teníarnos miedo, naÍa a la holandesa a su antojo para después revolcar-
quizá con tal énfasis que no tardé en sentir la mano la. Y de tal modo aconteció: me quedé bebiendo len-
del primo Qrique en mi hombro, percibí su imagen tamente del enorme tarro de cerveza, intercambiando

1s0 151
uno que otro comentario con Peter, eludiendo el como si yo le hubiera tenido que dar explicaciones a
espejo, hasta que irremediablemente saqué mi pequeña alguien que conspiraba de la forma más sospechosa,
libreta de apuntes, sin ninguna intención especial, como como si no fuera por culpa de esa conspiración que
el vicioso que enciende otro cigarrillo con la colilla yo me encontraba tiritando de frío en una ciudad
del anterior o el solitario que lee el periódico en la desconocida al otro lado del mundo, abandonado en
barra, así hojeaba yo mi libreta y paladeaba las frases, un bar donde no podía conversar con nadie, con ganas
repitiendo algunas en yoz alta para disfrutar su musi- sólo de regresar al apartamento del primo Qrique
calidad o rememorar emociones precisas, cuando a encender la computadora y enterarme al menos del
Peter se acercó a preguntarme qué era lo que yo leía, título que finalmente le habían puesto al informe,
en el instante preciso en que yo mascullaba el comen- que mi propuesta había sido que lo titularan con la
tario que decía mientras más matara se iba más para frase más contundente encontrada en testimonio
arriba, que en verdad era un lamento ante la recom- alguno, la frase que decía Todos sabemos quienes son los
pensa otorgada a la criminalidad del vecino y que asesinos era para mí la propicia, la indicada para ser-
pronuncié con mi mejor gestualidad ante el asombro vir de título al informe, eu€ en verdad quería decir
de Peter, que nada entendía y a quien tuve que expli- eso, que Todos sabemos quienes son los dsesinos, una frase
car que la frase sintetizaba el hecho de que en la que les propuse en la última reunión sostenida con
sociedad de la que yo procedía el crimen constituía mi amigo Erick y el chiquitín del bigotito mexicano
el más eftcaz método de ascenso social, por eso mientras antes de irme a enclaustrar ala casa de retiro espiritual
más matara se iba más para arriba, repetí, carente de y que ellos escucharon sin el entusiasmo que a mí
audiencia, pues el gigantón suizo se había despla- me producia. "iTodos sabemos quienes son los asesinosbr,
zadohacia otro cliente. Fue cuando recordé que a esa exclamé alzando el brazo para que Peter me viera,
hora quiz á ya habría noticias sobre la presentación que ahora mismo pagaúa mis cervezas y me lanzaría
del informe y me entró la tremenda ansiedad por hacia el apartamento del primo Qrique, sin esperar
saber lo que había sucedido la mañ.ana del día ante- a que éste regres ara al bar, pues con la holandesa a su
rior en catedral, donde Monseñor lo había dado a lado no había seguridad de ningún regreso. Y en esas
conocer con gran propaganda, según me había conta- estaba, esperando que Peter me trajera la cuenta,
do en su último correo electrónico mi compadre cuando de golpe descubrí con asombro que apoyado
Toto, en ese mismo correo en el que me informaba de enlabarrahacia mi derecha bebía ni más ni menos que
su encuentro con mi amigo Erick, quien había mani- el general Octavio Pérez Mena, imierda!, el mismí-
festado su desconcierto ante mi súbita desaparición, simo rostro que había visto yo a través de Ia ventana

152 153
indiscreta, que ahora me miraba por el espejo con el amanecer, y pana espantar de mi mente al fantasma
mayor de los descaros y que cuando 1o enfrenté con que en el bar había quedado, yo también grité una que
el ceño retador, pues mis cetvezas eran muchas y su ot uu a todo pulmón iTodos sabemos quienes son los
^
asesinos!, un grito que me encendía y que pasaba desa-
impunidad aquí inexistente, volteó hacia el otro lado,
esquivándome, el muy mamaíta,lo que no hizo más percibido en el desparpajo del llamado "Carnav¿l», ull
que encender mi ánimo y darme el valor para gritarle, grito del que no me abstuve ni dentro del tranvía
alzando mi tarro al aire, iTodos sabemos quienes son los iepl.to de juerguistas, pero que no pude proferir al
asesinos!, que ése era el brindis que el torturador me- .rrtrrr al apartamento del primo Qrique, tal como era
recía, y al cual correspondió con la sonrisa boba de mi intención, porque un gemido más fuerte me paró
quien no entiende la lengua en que le hablan, como en seco, el gemido de la holandesa que despatatrada
si así hubiera podido despistarme, tan tonto me creía, tragaba, caramba, que el alcohol se me evaporó del
por lo que una vez que hube pagado a Peter 1o inge- impacto y me vi obligado a desplazaÍme con el mayor
rido, me encaminé hacia el espía y le espeté a boca de de los sigilos a fin de que mis ruidos no cortaran esos
jarro Despwés aiaimos el tiempo de la zozobra, a ver lo que gemidos de timbre bastante alto, para ser sincero,
respondía, le espeté esa frase del informe que había pues los sentía casi en mi oído, aunque ya estaba yo
rondado en mi cabeza los últimos días y ante la cual lncerrado en el cuarto de estudio donde dormía, y si
puso su mejor sonrisa de despistado y enseguida pro- no hubiera tenido el propósito de encender la compu-
nunció algo en alemán que por supuesto yo no com- tadora para revisar mi buzón electrónico pronto me
prendí y que seguramente era una coartada para es- hubieran conducido a la más f,ícil de las pajas. Y en
quivarme, por lo que le repetí ya un poco fuera de mí efecto, en mi buzónhabia un mensaje del compadre
Despwés aiztimos el tiempo de la zozobra, lo que para Toto, el cual procedí a abrir con mi mejor entusiasmo,
mí era una especie de desafio que él apechugó sin y que no era una carta sino una especie de telegrama
hacerme caso y hablando con Peter cosas ajenas a mi que decía: .,Ayer a mediodía Monseñor presentó -el
entendimiento. informe en catedral con bombo y platillo; en la noche
Presto estuve pues en la calle tiritando, abriéndome lo asesinaron en la casa parroquial, le destruyeron la
paso entre el gentío en camino hacia la Aschenplatz, cabeza con un ladrillo. Todo mundo está cagado. Da
donde tendría que tomar el tranvía, que el centro de gracias que te fuister.
la ciudad estaba cerrado al transporte por los desfiles
y la algarabia; y para darme ánimo entre aquella mul-
titud de desconocidos que bebían y cantaban en el frío
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