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Presentación

Ciencias de las humanidades.


Psicología mención Clínica.
Asignatura:
Historia Social Dominicana.
Tema:
El origen de la comunidad aborigen
Docente:
Manuel Del Rosario.
Estudiante:
Scarlet Alexandra Cordero Isaac 2022-0168
Plataforma virtual:
Moodle.
Fecha
11 de enero del 2022.
Introducción

El origen de la comunidad aborigen.


Los aborígenes han existidos desde siempre desde hace miles de años,
cuando de grupo a grupo, o de generación a generación se han pasado las
costumbres y a pesar de la edad nueva siempre han persistidos desde el
leguajes, los alimentos, entre otros. Para conocer el origen de los
aborígenes siempre se debe de conocer primero el significado de la palabra,
por lo tanto, ¿qué es un aborigen?
Un aborigen es una persona que ha sido la primitiva moradora de un
determinado territorio, es decir, se diferencia de otras personas que llegaron
después a la región para vivir allí.
En algunos casos la palabra aborigen se utiliza como sinónimo de
“indígena” o de “poblador originario”, pero un aborigen se diferencia de
los pobladores originarios sin más en que preserva la cultura de su etnia.
Cuando América fue descubierta por Cristóbal Colón en 1492, las islas que
hoy conocemos como las Antillas estaban habitadas por pueblos
completamente diferentes de los que hasta entonces conocían los europeos.
Las informaciones que Colón y otros viajeros dejaron escritas en los años
del Descubrimiento indican que las comunidades que habitaban las Antillas
en aquel tiempo apenas habían alcanzado un grado de civilización
comparable al neolítico superior de los antiguos pueblos europeos.
Por lo que descubriremos la cultura de los aborígenes, su organización
social y política, sus mitos, religiones y su producción. Por lo que espero
que este tema sea de su agrado.
Grupos y movimientos migratorios

Hoy se sabe que las Antillas se poblaron originalmente con grupos


aborígenes provenientes de las cuencas de los ríos Orinoco, en Venezuela,
y Xingú y Tapajos, en las Guayanas. Y se sabe también que esos pueblos
del nordeste de Sudamérica pertenecían a uno de los muchos grupos
aborígenes que poblaban ese continente a finales del siglo XV. Este grupo
vivía en las forestas tropicales y sus actividades dependían en gran medida
de la disponibilidad de canoas para moverse por entre los grandes ríos
continentales.
A él pertenecían varios subgrupos a quienes la agricultura ya empezaba a
serles modo de vida. Pero por razones que desconocemos, hubo gentes que
no pudieron sedentarizarse y emigraron adentrándose en el Mar Caribe en
sus canoas. Así fueron poblándose paulatinamente la mayor parte de esas
islas desde tiempos anteriores a la Era Cristiana. Esta ocupación, sin
embargo, no parece haber sido continua, y los arqueólogos actuales
convienen en que se efectuó a través de varias oleadas migratorias a lo
largo de más de doce siglos.

Siboyenes
Las investigaciones arqueológicas revelan en las Antillas cuatro momentos
o períodos migratorios durante los cuales fueron ocupadas todas las islas.
El primer nivel de ocupación corresponde a pueblos con una cultura de
concha cuyas habitaciones estaban ubicadas a orillas de ríos, pantanos,
ensenadas y bahías. Sin alfarería y sin agricultura estos pueblos llamados
siboneyes llegaron a ocupar algunas áreas de La Española y de Cuba,
además, claro está, de las Antillas Menores.

Igneris
El segundo período u oleada migratoria desde América del Sur corresponde
al nivel arqueológico llamado Igneri. Estos fueron pueblos del gran tronco
Arauaco -del tipo de foresta tropical- que llegaron a ocupar así todas las
Antillas Menores, hasta las islas de Puerto Rico y Haití, desplazando o
absorbiendo las posibles poblaciones siboneyes que encontraban a su paso.
Su alfarería llegó a ser la más elaborada de todas las Antillas.
El tercer período corresponde a la gran expansión arahuaca que llevó a la
eliminación de los remanentes siboneyes de Haití, Cuba, Jamaica y las
Bahamas, con excepción de dos pequeños núcleos localizados en la Punta
de Guanahatabibes en el extremo occidental de Cuba y aparentemente en
zonas aledañas a Punta Tiburón en el extremo occidental del sur de Haití.
Es durante este período donde se debe buscar el origen de un desarrollo
independiente de las tradiciones culturales continentales que permitió que
los habitantes de las Antillas Mayores desarrollaran una cultura diferente
que se conoce actualmente con el nombre de Cultura Taína.

Caribes
El cuarto y último período se inicia alrededor del siglo XI de la Era
Cristiana con una nueva oleada de grupos pertenecientes igualmente al
troncó arauaco, pero con características culturales diversas a las de los
poblados igneris y taínos. Fueron los caribes, grandes navegantes, bien
ejercitados en el uso del arco y las flechas, comedores de carne humana,
que no tardaron en asimilar los remanentes igneris de Trinidad y las
Antillas Menores, comiéndose los hombres y esclavizando las mujeres,
quienes les servían como cocineras, tejedoras o alfareras. Por esta última
causa la alfarería caribe es tan elaborada como la igneri. Cuando Colón
descubrió América, la marcha de los caribes los había llevado a tener
ocupadas todas las Antillas Menores y a realizar incursiones frecuentísimas
en Puerto Rico y la parte oriental de la Española, donde atacaban los
poblados taínos y mantenían las poblaciones de esos lugares en constante
asedio. Este último período también registra el último desarrollo de la
cultura taína, especialmente de sus creencias religiosas.

Organización política y social

La familia taína, entre la gente común, era monógama, aunque entre los
caciques y hombres principales, los llamados nitaínos, la poligamia era un
hecho común. Oviedo dice que “en esta isla cada uno tenía su mujer, e no
más, y los caciques o reyes tres e cuatro e cuantas querían”. Todo lo cual
sugiere la existencia de estratos sociales cuya diferenciación se basaba en la
disponibilidad de medios económicos y en el ejercicio del poder político.
La autoridad principal de la familia estaba en las manos del marido y la
estructura de la misma sugiere que el patriarcado fue la forma
predominante. Sin embargo, la herencia y la sucesión correspondían a una
organización matrilineal que consistía en lo siguiente: Al morir el padre o
el cacique, en las familias importantes, la herencia pasaba a su hijo mayor,
pero a falta de éste pasaba al hijo o hija mayores de la hermana del muerto
“porque decían que aquél era más cierto sobrino o heredero (pues era
verdad que lo parió su hermana) …”
La existencia de estas normas tan precisas que establecían la costumbre
sucesoral de los taínos también sugiere la correspondencia entre las
estructuras de familia ampliada con la organización en clanes, como
unidades más amplias de organización social y familiar. Estos clanes eran
exógamos, y es probable que esto explique el porqué de ese horror al
incesto entre los taínos que fue inmediatamente notado por los españoles.
El número de hijos variaba entre tres y cinco, los cuales convivían con sus
padres, aparentemente en la casa de los abuelos paternos. Allí eran
educados por sus padres, por sus madres y por los viejos del clan. Esto
quiere decir que la educación era al mismo tiempo una responsabilidad
familiar y social. En el seno de las familias se socializaban recibiendo los
valores y las costumbres en uso, lo cual recaía preferentemente sobre los
padres y las madres.
Uno de los rasgos más notables de la sociedad taína fue el alto grado de
solidaridad social entre sus miembros o, por lo menos, entre los miembros
de los diversos clanes que se agrupaban en pueblos, pues tanto Las Casas
como Oviedo hicieron notar que difícilmente había reyertas entre ellos. La
misma estructura social contribuía a fomentar ese sentimiento de unidad
tribal. El matrimonio se llevaba a cabo a través de un ceremonial
aparentemente equivalente a la compra de la novia que es común en
muchos pueblos no ilustrados, dando regalos a la familia de la novia,
generalmente collares hechos de piedrecillas o huesos.
Entre los diversos grupos taínos, las pugnas no parecían ser tan frecuentes
como entre éstos y los caribes que, como se sabe, a la llegada de los
españoles a finales del siglo XV habían penetrado tan lejos en sus
incursiones guerreras como para mantener en hostigamiento permanente a
los habitantes de Borinquen (Puerto Rico) y a los pobladores de la región
de Higüey, en el este de Haití. Contra los caribes peleaban los taínos
unidos, pues ellos constituían el peligro más grande de extinción para estos
últimos, ya que el motivo de las incursiones era apropiarse de los hombres
para comerlos y de las mujeres taínas para esclavizarlas y hacerlas tener
hijos que serían castrados, engordados y luego comidos.

Hechiceros
Las decisiones de ir a la guerra eran tomadas nada más que entre los
principales, sin participación del grueso de la población. Entre estos
principales se destacaba mucho la figura del behique, que hacía las veces
de sacerdote y ejercía un poder considerable sobre todos los individuos,
pues actuaba no solamente como intermediario entre los hombres y sus
divinidades, sino también como curandero.

Nitaínos
El gobierno era ejercido por el cacique y los “principales” de cada
comunidad o grupo. Estos “principales” eran conocidos con el nombre de
nitaínos, que actuaban como asistentes de los caciques.

Naborías
La riqueza de los caciques, que les permitía mantener usualmente seis o
siete mujeres y sus hijos, no provenía de la imposición de tributos sobre el
grueso de la población, puesto que ésta gozaba de un amplio grado de
libertad, sino del trabajo de una capa de siervos llamados naborías, que se
encontraba socialmente por debajo de los taínos. Es probable que esos
siervos fuesen descendientes de pobladores más antiguos —quizás los
igneris— que fueran sometidos por los taínos. Así, pues, esta
diferenciación social entre caciques y nitaínos que vivían del trabajo de los
naborías, por un lado, y la gente común, por el otro, permitía al grueso de la
población compartir sus bienes y servicios en forma colectiva, en vez de
tener que trabajar para mantener a sus gobernantes.

Caciques
Según los cronistas, a la llegada de los españoles, los taínos estaban
agrupados en cinco grandes confederaciones cuyos jefes eran llamados
caciques, “debajo de los cuales había otros caciques de menor señorío, que
obedecían a alguno de los cinco principales... E así, todos cinco eran
obedescidos de los inferiores que mandaban o eran de su jurisdicción e
señorío, e aquellos menores venían a sus llamamientos de paz o de guerra,
como los superiores ordenaban, e mandábanles lo que querían. Los
nombres de los cinco eran éstos: Guariónex, Caonabo, Behechío,
Goacanagarí, Cayacoa”.

Cacicazgos
“Guarionex tenía todo lo llano e señoreaba más de sesenta leguas en el
medio de la isla. Behechío tenía la parte occidental de la tierra e provincia
de Xaraguá, en cuyo señorío cae aquel gran lado de que en adelante se dirá.
El cacique o rey Goacanagarí tenía su señorío a la parte del Norte, donde y
en cuya tierra el almirante dejó los treinta y ocho cristianos, cuando la
primera vez vino a esta isla. Cayacoa tenía la parte del Oriente desta isla,
hasta esta cibdad e fasta el río de Haina, e hasta donde el río Yuna entra en
la mar, o muy poco menos; y, en fin, era uno de los mayores señores de
toda esta tierra, e su gente era la más animosa por la vecindad que tenía de
los caribes.
Y que este murió desde a poco los cristianos comenzaron a le hacer la
guerra; e su mujer quedó en el Estado, e fue después cristiana, y se llamó
Inés de Cayacoa. El rey Caonabo tenía su señorío en las sierras, y era gran
mucha tierra. Este tenía un cacique por su capitán general en toda la tierra,
e la mandaba en su nombre, que se decía Uxmatex; el cual era bisco o
bisojo, y era tan valiente hombre que le temían todos los de la isla. Este
Caonabo casó con Anacaona, hermana del cacique Behechío, e seyendo un
caribe principal, se vino a esta isla como capitán aventurero, y por el ser de
su persona, se casó con la susodicha e hizo su principal asiento donde agora
está la villa de Sanct Juan de la Maguana, e señoreó toda aquella
provincia”.

Modo de producción y técnica de producción

Los taínos llegaron a hacerse agricultores sin dejar por ello de vivir, al
mismo tiempo, de la pesca y de la caza. Su principal legado fue un
conjunto de plantas domesticadas ya en Sudamérica, que parecen haber
traído consigo desde las primeras migraciones. La más importante de esas
plantas fue la yuca. De ella sacaban el cazabí, que es el casabe actual,
gracias a un procedimiento que se conserva casi igual hasta nuestros días.
El nombre de las plantaciones de yuca era en lenguaje taíno conuco.
El casabe era el pan de los indios. Después de la llegada de los españoles se
convirtió en el “pan de las Indias”, pues los españoles pronto se
acostumbraron a su sabor y, además, la falta de harina de trigo provenientes
de Castilla los forzó a consumir casabe en las más diversas circunstancias.
Entre los cultivos importantes estaba el maíz, palabra que pasaría más tarde
al Continente. El maíz era comido, tierno, crudo o asado. Otros cultivos
que componían parte de la dieta vegetal de los taínos eran las batatas, que
comían asadas o hervidas; los lerenes, que comían igualmente asados o
cocidos; el maní, el cual comían acompañado de casabe para obtener mejor
sabor, los ajes y las yahutías. Además de estas plantas, los indios
apreciaban grandemente el axí, que ellos comían cocido, asado o crudo.
La mayor parte de las proteínas las obtenían los indios de los animales que
conseguían por medio de la caza y de la pesca. Pese al alto número de
habitantes que parece haber existido en toda la Isla a finales del siglo XV,
todavía a la llegada de los españoles había un gran número de jutías,
curíes, quemíes y mohíes, roedores cuya carne era muy apreciada por los
taínos. También cazaban corrientemente iguanas y culebras que comían
con deleite. En cuanto a las aves, parece que la cacería era dejada a los
muchachos que subían a los árboles y atrapaban cotorras, palomas y patos.
La pesca era numerosa tanto en los ríos como en el mar y, a pesar de la
bien establecida tradición agrícola, los taínos seguían haciendo uso de redes
y anzuelos hechos de huesos de pescados para atrapar lisas, xureles, pargos
y dorados bien adentro en el mar desde sus canoas. En los ríos atrapaban
róbalos, dahos o dajaos, zages o zagos, diahacas, camarones y xaibas. Hay
evidencias que señalan que los taínos también gustaban de comer gusanos,
caracoles, lambí y murciélagos, arañas y otros insectos. Con el uso de
arpones se dedicaban a la pesca del manatí, que abundaba en algunas costas
de la Isla.

Creencia religiosa

De acuerdo con los relatos recogidos por un fraile llamado Ramón Pané,
los mitos de los indios se relacionaban con el origen del sol y de la luna,
salidos de una cueva llamada Jovovava; con la conversión de los seres
humanos en piedras, árboles o pájaros por la implacable acción de los rayos
solares; con la transformación de mujeres en seres extraños que, aunque
tenían forma de persona, carecían de sexo, y con la fantástica creación del
mar al romperse una calabaza desparramándose el agua que contenía en
proporciones tales que con ella cubrió la tierra.
Estos mitos y otras creencias eran transmitidos oralmente de generación en
generación por aquellos ancianos más respetados de las familias, los clanes
y las tribus, y componían parte de todo un cuerpo de creencias organizado
en versos medidos llamados areytos, que eran cantados siempre de la
misma manera para no corromperlos.
Los areytos se celebraban como bailes cantados, dirigidos por una persona
principal que recitaba las historias danzando en cierto contrapaso. Esas
historias eran repetidas en voz más alta por un coro danzante compuesto
por hombres, una veces, o por mujeres, otras, o por grupos mixtos en
muchos casos.
El aspecto práctico de su religión era desempeñado por los behiques o
médicos-hechiceros, que hacían amplio uso de la magia para sanar
enfermos. Estos médicos-hechiceros siempre andaban acompañados de sus
cemíes, a los cuales les asignaban propiedades curativas. Sus funciones
estaban especialmente ligadas al uso del tabaco y la cohoba, que eran
inhalados para vomitar y purificar y entrar en trance en las casas de los
enfermos antes de proceder a las curaciones. Todos esos aspectos mágicos,
medicinales, religiosos y rituales estaban íntimamente compenetrados y
formaban un complejo orgánico de creencias y prácticas indisolublemente
unidas.

Modo de vida

En sus casas, las mujeres se dedicaban a la fabricación de objetos de barro,


tales como ollas, vasijas, burenes, potizas, tinajas y otros utensilios para
cocer sus alimentos.
Existen evidencias de que los taínos también practicaron actividades de
cestería y fabricación de vasijas, cucharas y vasos utilizando el fruto del
higüero, que ellos sembraban con estos propósitos. La construcción de
canoas para la navegación por las costas y las islas debía consumir también
bastante tiempo y debía ser obra de especialistas. Las canoas eran
construidas utilizando un solo tronco, generalmente de caoban o caoba y
del árbol llamado ceiba. La fabricación de macanas de madera de palma
era actividad de los hombres, así como la de las hachas de piedra que ellos
utilizaban para diferentes usos, entre ellos militares. El fuego era
conservado, pero cuando se extinguía se hacía de nuevo utilizando para ello
un palillo pulido frotado sobre otras dos astillas, todos extraídos del árbol
de guázima.

Tipo de vivienda

Además de hacerlo en la agricultura, la caza y la pesca los taínos trabajaban


en la construcción de sus viviendas, llamadas comúnmente por ellos
buhíos, que eran de dos tipos bien definidos. El tipo más corriente era de
planta circular que poseía el techo cónico y estaba sostenido por postes
dispuestos alrededor de un poste central, donde se hacía descansar el techo,
fabricado, al igual que las paredes, de yerbas, yaguas y bejucos. El nombre
particular de estos bohíos era caney. El otro tipo era de forma rectangular,
más amplio, aunque hecho de los mismos materiales y se construía
preferentemente para los caciques. Su techo era de dos aguas y las casas
principales estaban dotadas de una marquesina o zaguán para recibir a los
que llegaban.
El descubrimiento de América

A finales del siglo xv, la gran mayoría de la población pensaba que la tierra
era plana. Los marineros temían que allende los mares hubiera monstruos
marinos, también creían que a partir de un punto los barcos desaparecían
tocarían por un abismo los únicos continentes conocidos eran Europa,
África y Asia.
Sin embargo un navegante genovés, Cristóbal Colón, partidario de que la
tierra era esférica. Los hombres cultos, los navegantes y comerciantes
conocían perfectamente que la tierra no era plana. Colón vivió muchos
años en Lisboa que entonces era el gran centro de la navegación, copiando
cartas geográficas y mapas. El comercio de las especias tuvo en un
principio su centro en Venecia tras la caída del imperio romano del imperio
otomano pasó a tener el control territorial de las rutas de Comercio había
que buscar nuevas rutas. Los portugueses se habían adelantado a los
castellanos en la exploración marítima y ejercían un fuerte dominio
comercial en las costas africanas, ya habían descubierto la isla de Madeira
y las Azores y Cabo Verde.
La corona portuguesa perseguía en aquellos momentos un plan para llegar a
la India rodeando el sur de casa ya que acabaría culminando vasco de gama
años más tarde.
Colón tenía un proyecto para llegar a las Indias orientales y Cipango, actual
Japón, siguiendo una nueva ruta marítima por el oeste en vez de la ruta
tradicional hacia el este por cierto este proyecto fue llamado la empresa de
las Indias lo que no imaginó Colón es que el radio de la tierra era mucho
más grande y que en medio se iba a encontrar con un continente
desconocido, América.
Primero ofreció su proyecto a Juan segundo de Portugal el cual trasladó el
asunto a su comité de consejeros en temas náuticos que finalmente
rechazaron el proyecto tras la declinación del Rey de Portugal. Colón
ofreció el proyecto a los Reyes Católicos Isabel y Fernando, Colón esperó a
que su proyecto fuera a afectar.
Cuando ya Colón había perdido toda esperanza los Reyes Católicos
accedieron a patrocinar el viaje, en las capitulaciones de Santa fe Granada
con el inicio de la expedición y cómo sería el reparto en caso de que la
misión fuese exitosa en el documento se le otorgaba a Colón el título de
gran almirante de la mar Oceana y el cargo de virrey de todos los territorios
que descubriera así como la 10ª parte de todos los beneficios obtenidos
controlar a su tripulación un viaje a lo desconocido producía verdadero
pánico, pero finalmente el 03 de agosto de 1492, Colón partió del puerto
palos de la frontera Huelva con tres carabelas: la Santa María, La Pinta y
La Niña, aunque en realidad la Santa María era una nave que le gustaba
menos a Colón, pues era más grande y menos maniobrable.
Vicente Yáñez Pinzón era el capitán de la niña. Martín Alonso Pinzón el de
la pinta y Cristóbal Colón el de la NAO capitana, la Santa María.
Unos 90 hombres formaban el resto de la expedición casi todos andaluces
la expedición se dirigió a las islas canarias donde Colón acondicionó sus
naves para adecuarlas a la travesía atlántica y se aprovisionó de víveres.
Colón sabía que tenía que descender a esa latitud para coger los vientos
Alisios. El 6 de septiembre de 1942 la expedición partió nuevamente hacia
las indias desde la isla de la Gomera. El viaje de Cristóbal Colón no resultó
fácil para nadie, de hecho hubo conatos de amotinamiento, pero gracias a la
presencia y las dotes de mando de Martín Alonso Pinzón se consiguieron
resolver estas situaciones.
Había pasado un mes y seis días desde que partieron de las Gomera, la
tripulación estaba muy desmoralizada y desprovista de toda esperanza. Ya
se habían agotado todos los cálculos y previsiones realizadas por Colón.
Fue entonces cuando el marinero Rodrigo de Triana encaramado al palo
mayor de la Pinta divisó algo en el horizonte y gritó: “¡Tierra a la vista!”.
Era el día 12 de octubre, fecha que hoy se rememora como la fiesta de la
hispanidad o días de la raza.
La expedición habías llegado a una pequeña isla de las Antillas. Esta isla
era Guanahaní para los nativos. Colón la bautizó como San Salvador. Hoy
la identificación exacta de la isla es materia de debate.
Colón hizo otros tres viajes más. Con el tiempo y nuevos viajes, la teoría de
la existencia de un nuevo continente desconocido se hacía más fuerte. Sin
embargo colón murió pensando que había llegado a las Indias por una
nueva ruta occidental, creyó firmemente en esta teoría, de una manera tanto
obstinada, la misma obstinación que le había llevado al éxito años antes.
Colón descubrió un nuevo continente pero nunca lo supo.
El descubrimiento de la isla de Santo Domingo

La isla de la Hispaniola (La Española), actualmente ocupada por las


naciones de Haití y la República Dominicana, fue el primer lugar del
Nuevo Mundo donde los españoles formaron una colonia. Como tal, sirvió
de base logística para la conquista de la mayor parte del hemisferio
occidental.
Cristóbal Colón descubrió la isla el 5 de diciembre de 1492, en los días
finales de su primer viaje a “las indias”. Colón y sus compañeros
encontraron que la isla estaba habitada por un gran población de amistosos
indios Taínos (Arawacos), quienes les dieron la bienvenida a los
exploradores.
Colón estableció un asentamiento improvisado en la costa norte, cerca de la
ciudad actual de Cap Haïtien, el cual llamó La Navidad (por ser el 25 de
diciembre). Usó los restos de la carabela Santa María, que había dado
contra un arrecife coralino y zozobrado.
La tierra era fértil, pero de mayor importancia para los españoles fue el
descubrimiento del oro que podía conseguirse por trueque con los nativos,
quienes se adornaban con joyas, o extrayéndolo de los depósitos aluviales
de la isla.
Los taínos llamaban a la isla de diversas maneras pero lo más común era
Ayti o Hayti (tierra montañosa). Aunque inicialmente fueron amigables
hacia los españoles, estos nativos respondieron violentamente contra la
intolerancia y abusos de los recién llegados. Cuando Colón regresó a la
Hispaniola en su segundo viaje en 1493, encontró que la Navidad había
sido arrasada y eliminados sus habitantes. Pero no era fácil detener el
interés del Viejo Mundo en la expansión y su cruzada de esparcir el
catolicismo; Colón estableció un segundo asentamiento, La Isabela, más
hacia el Este.
Luego de varios intentos de establecer colonias en la costa norte de la
Hispaniola, finalmente se estableció el primer asentamiento permanente en
el Nuevo Mundo: Santo Domingo, establecido en la costa sur. Bajo la
soberanía española, toda la isla llevó el nombre de Santo Domingo. Los
indicios de la presencia de oro —la sangre vital del naciente sistema
mercantilista— y una población de nativos tratables que podían usarse
como obreros se combinaron para atraer a muchos españoles durante los
primeros años. La mayoría de ellos era simple aventureros que, por lo
menos inicialmente, estaban más interesados en adquirir rápidamente
riqueza más que en asentarse en la tierra. Desde los inicios, las relaciones
con los indios, a quienes maltrataban de manera inmisericorde, se
deterioraron. Movidos por las incautaciones de alimentos y otras
extorsiones, y los abusos hacia sus mujeres, los indios se rebelaron pero
fueron dominados definitivamente en 1495.
Santo Domingo se convirtió en el primer puesto de avanzada del Imperio
Español. Las expectativas iniciales de reservas de oro abundantes y de fácil
acceso demostraron que no tenían fundamento; aun así la isla llegó a ser
importante como asiento de la administración colonial, un punto inicial
para las conquistas de otras tierras y como laboratorio para el desarrollo de
políticas de gobierno de las nuevas posesiones. Fue en Santo Domingo que
los españoles introdujeron el sistema de repartimiento por el cual los
peninsulares (personas nacidas en España y que residían en el Nuevo
Mundo) recibían grandes concesiones de tierra y el derecho a usar los
indios residentes en ellas en las labores.
Colón, que gobernó la colonia hasta 1499, intentó poner coto a los abusos
más serios a los cuales eran sometidos los indios prohibiendo las
expediciones contra ellos y regulando los impuestos informales impuestos
por los colonizadores, los cuales, por las limitaciones impuestas por estas
formas más suaves de explotación, empezaron a oponerse activamente a
Colón. Debido a sus demandas, Colón ideó el sistema de repartimiento de
distribución de tierra e indios; bajo este sistema, se otorgaba a perpetuidad,
sin ninguna obligación para con las autoridades, un gran porción de terreno
junto con los servicios de los indios que vivían allí. El sistema de
repartimiento no mejoró la situación de los indios, y la corona española lo
cambió instituyendo el sistema de encomienda en 1503.
Colón y su hermano Bartolomé cayeron en desgracia ante la mayoría de los
colonos, como resultado de celos y avaricias, y luego también ante la
corona debido a su incapacidad de mantener el orden. Ya antes de 1500, los
terratenientes demostraron su poder conspirando exitosamente contra
Colón. Su sucesor, Francisco de Bobadilla, fue nombrado juez principal y
comisionado real por la corona española en 1499. Bobadilla puso en prisión
a Colón y lo envió a España, pero pronto la Reina Isabel ordenó su
liberación. Bobadilla demostró ser un administrador inepto y en 1503 fue
sustituido por el más eficiente Nicolás de Ovando, quien asumió los cargos
de gobernador y juez supremo. Ovando estableció las bases para el
desarrollo de la isla. Durante su mandato, el sistema de repartimiento fue
sustituido por el de encomienda. Debido a sus éxitos en iniciar las reformas
deseadas por la corona —entre ellas, el sistema de encomienda— Ovando
recibió el título de Fundador del Imperio Español en las Indias.
Bajo el sistema de encomienda, todas las tierras pasaban, en teoría, a ser
propiedad de la corona, y así los indios eran considerados como inquilinos
en tierras reales. El derecho de la corona a servirse de los inquilinos podía
transferirse en fideicomiso a colonos españoles (los encomenderos) por una
concesión formal y el pago regular de tributo. Los encomenderos estaban
autorizados a ciertos días de trabajo por los indios, convirtiéndose en sus
custodios. Así los encomenderos asumían la responsabilidad de cuidar por
el bienestar físico de los indios y de instruirlos en el cristianismo. Una
encomienda, teóricamente, no involucraba tenencia de la tierra; en la
práctica, sin embargo, la posesión se ganaba por otros medios.
El duro trabajo que se le demandaba a los indios y las privaciones que
sufrían demostraron la naturaleza artificial del sistema de encomienda, que
efectivamente operaba bajo un sistema de honor debido a la ausencia de
esfuerzos por parte de las autoridades españolas.
A la población taína de Santo Domingo le fue muy mal bajo el gobierno
colonial. El tamaño exacto de la población indígena de la isla en 1492
nunca ha sido determinado, pero observadores de la época dieron estimados
que variaban desde varios miles hasta varios millones. El Padre Bartolomé
de Las Casas estimaba 3 millones, lo que ciertamente es una exageración.
En todo caso, hubo cientos de miles de indígenas en la isla.
Las labores forzadas, abusos, enfermedades contra las cuales los indios no
tenían inmunidad, y el crecimiento de la población mestiza contribuyeron,
todos a la eliminación del Taino y de su cultura. Ya para 1548 la población
taína se había reducido a aproximadamente 500 personas, y en 1550
solamente 150 indios vivían en la isla. Las consecuencias de ello fueron
profundas. La necesidad de nueva fuerza laboral para el cultivo creciente
de la caña de azúcar obligó a la importación de esclavos africanos
empezando en 1503. Ya para 1520, solamente se usaba la mano de obra de
los esclavos africanos.

Resistencia de Caonabo
La presencia de los españoles en las Antillas produjo distintas reacciones
por parte de los nativos, predominando en el comienzo una acogida
favorable y cálida. La hospitalidad hacia los recién llegados se manifestó,
por ejemplo, en los intentos por establecer un diálogo con Colón, en la
entrega de alimentos y obsequios y el alojamiento los españoles en sus
poblados. En La Española, sobresalió la figura de Guacanagarí, cacique del
Marién en el noreste de la isla, quien trabó amistad con el Almirante y
aceptó la construcción del fuerte Navidad en sus dominios (diciembre de
1492). Así las cosas, Colón retornó tranquilo a España confiando en una
rápida sumisión de los aborígenes de las Antillas.
El panorama sería muy diferente al regresar el Almirante en 1493. Una vez
desembarcado en la isla, Colón observó las ruinas del fuerte Navidad,
mientras un acongojado Guacanagarí lo recibió en su bohío y explicó lo
sucedido. La guarnición se había comportado en forma abusiva con los
indígenas, especialmente con las mujeres, lo cual motivó una furiosa
reacción de caciques vecinos, encabezados por Caonabo, quienes
incendiaron el fuerte y mataron a los treinta españoles que allí había. El
ataque no pudo ser repelido, a pesar del apoyo que Guacanagarí y su gente
prestaron a los sitiados. Una nueva realidad cobraba forma: la resistencia al
invasor que, en adelante, sería una constante de todo el proceso de
conquista de América, al igual que la actitud colaboracionista de facciones
indígenas con los españoles.
Las represalias de Colón y sus sucesores con los nativos en el sentido de
"meterle miedo a la gente", sólo engendraron más violencia y motivaron
mayores tentativas por enfrentar a los extranjeros. Otras cargas impuestas a
los taínos, como los tributos en oro y algodón, también generaron recelos.
Caonabó sería el primer gran conductor de la resistencia taína hasta su
apresamiento y muerte; luego su mujer Anacaona continuó la lucha hasta
que, engañada por el gobernador Ovando, fue quemada viva junto a otros
caciques. En otras islas, la resistencia se expresó en alzamientos como el
liderado por el célebre Hatuey en Cuba.
La rebelión taína más exitosa fue, sin lugar a dudas, la encabezada por el
denominado Enriquillo en La Española. Enriquillo era hijo del cacique
Maxicatex, muerto junto a Anacaona, había pasado su infancia en un
convento de los franciscanos y recibió de las autoridades un grupo de
indígenas y tierras para sus sustento. Un problema muy puntual de índole
personal provocó la rebelión del cacique en 1519, quien instó a otros
señores a la sublevación. Se enfrentó a los españoles hasta 1533, valiéndose
de un acertado plan de guerrillas en las montañas de la isla. Su posición
casi invulnerable en los refugios que proporcionaban los montes, forzó a
los españoles a la negociación y les significó cuantiosos gastos del erario
real. Enriquillo falleció en paz y triunfante en sus dominios, sin poder ser
desalojado nunca.
Las rebeliones antillanas implicaron asimismo el abandono de los conucos,
para derrotar al invasor dejándolo sin alimentos. Lo mismo derivó en una
elevada mortandad indígena a causa del hambre. El desgano vital y los
suicidios colectivos constituyeron otras de las facetas que adquirió la
resistencia, incidiendo significativamente en la fuerte caída demográfica de
las Antillas.
Conclusión

Es uno de los hechos más importante de la historia universal. Representa el


encuentro definitivo de dos mundos que habían evolucionado
independientemente desde el origen de la humanidad lo cual cambió el
rumbo de la historia.
El cómo los primeros habitantes de la isla fueron formando sus grupos, su
comunidad hasta crear una pequeña sociedad que hasta hoy en día sigue
teniendo una gran impacto en el mundo actual. Las viejas costumbres se
han intentado dejar de lado mientras que se fueron integrando costumbres
de otras regiones.
También cada vez que vuelvo a recrear la esclavitud de los negros o la
resistencia de Caonabo, siempre me acuerda hasta que punto puede llegar
un país, el ser humano mismo para obtener poder, se perdieron vidas, se
maltrataron inocentes…
Pero a pesar de todo, el año 1942 (descubrimiento de América), cambió la
historia de la humanidad para siempre y para la historiografía supone la
ruptura con la Edad Media para adentrarnos en la Edad Moderna.

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