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Journal of Economic Perspectives-Volumen 17, Número 4 -Otoño 2003-Páginas 167-190

La transición demográfica: Tres siglos de


cambios fundamentales

Ronald Lee

B ntes del inicio de la transició n demográ fica, la vida era corta, los nacimientos
eran numerosos, el crecimiento era lento y la població n era joven. Durante la
transició n, primero la mortalidad y luego la fecundidad disminuyeron,
provocando un crecimiento de la població n
primero a acelerar y luego a ralentizar, avanzando hacia una baja fecundidad, una larga
vida y una població n envejecida. La transició n comenzó hacia 1800 con el descenso
de la mortalidad en Europa. Ahora se ha extendido a todas las partes del mundo y se
prevé que se complete en 2100. Esta transició n demográ fica mundial ha traído
consigo cambios trascendentales, remodelando los ciclos de vida econó micos y
demográ ficos de los individuos y reestructurando las poblaciones. Desde 1800, el
tamañ o de la població n mundial ya se ha multiplicado por seis y en 2100 se habrá
multiplicado por diez. Entonces habrá 50 veces má s ancianos, pero só lo cinco veces
má s niñ os; por tanto, la proporció n de ancianos respecto a los niñ os se habrá
multiplicado por diez. La duració n de la vida, que ya se ha duplicado con creces, se
habrá triplicado, mientras que los nacimientos por mujer se habrá n reducido de seis
a dos. En 1800, las mujeres pasaban alrededor del 70% de su edad adulta teniendo y
criando hijos pequeñ os, pero esa fracció n ha disminuido en muchas partes del
mundo a só lo un 14%, debido a la menor fertilidad y a la mayor duració n de la
vida.1Estos cambios se describen en el cuadro 1.
Estas tendencias plantean muchas preguntas y controversias. ¿El crecimiento de
la població n fue tan

1
Con e(0) 5 27,5, asumo que las mujeres cuidan de los niñ os pequeñ os desde los 20 hasta los 50 añ os, de
modo que la fracció n de la vida adulta dedicada a los cuidados se define en té rminos de funciones de la
tabla de vida como (T(20) - T(50))/T20 5 71 por ciento, donde T(x) es el nú mero ponderado de
supervivencia de los añ os vividos por encima de la edad x. Con e(0) 5 77,5, asumo que las mujeres cuidan
de sus hijos pequeñ os entre los 25 y los 33 añ os, de modo que la fracció n de la vida adulta dedicada a los
cuidados es (T(25) - T(33))/T(20) 5 14 por ciento.

y Ronald Lee es profesor de Demografía y Economía en la Universidad de California, Berkeley,


California. Su dirección de correo electrónico es ^rlee@demog . berkeley. edu&.
168Journal of Economic Perspectives

Tabla 1
Tendencias de la población mundial durante la transición: Estimaciones,
estimaciones y previsiones, 1700-2100

Esperanza de
Tasa de fecundidad Tamaño Tasa de Pop , Población . 65
vida
total de la crecimiento de la 15
paleta población
(Años al nacer) (Nacimientos por mujer) (%/año) (% de la (% de la población
(Miles de millones) población total) total)

1700 27 6.0 .68 0.50 36 4


1800 27 6.0 .98 0.51 36 4
1900 30 5.2 1.65 0.56 35 4
1950 47 5.0 2.52 1.80 34 5
2000 65 2.7 6.07 1.22 30 7
2050 74 2.0 8.92 0.33 20 16
2100 81 2.0 9.46 0.04 18 21

Fuente: Las cifras de població n y las tasas de crecimiento para 1700 está n tomadas de Biraben (1980) y
para 1800 de Naciones Unidas (1999). Las cifras de la TGF y de e(0) son conjeturas del autor, coherentes
con la tasa de crecimiento de la població n basada en las poblaciones estables femeninas del modelo
Coale-Demeny (1983) con una edad media de maternidad de 31 añ os, y no deben tratarse como datos.
Las cifras sobre la distribució n por edades se basan igualmente en estas poblaciones estables modelo. Los
datos para 1900 proceden de Chamie (2001), para 1950 -2050 de Naciones Unidas (2003) y para 2100 de
Naciones Unidas (2000).

¿se redujo lentamente antes de 1800 porque se mantuvo en equilibrio por las
fuerzas maltusianas? ¿Empezó a descender la mortalidad debido a los avances
médicos, al aumento de la renta per cá pita o a alguna otra razó n? ¿Empezó a
descender la fecundidad debido a la mejora de la tecnología anticonceptiva y a los
programas de planificació n familiar, o las parejas optimizaron su fecundidad todo el
tiempo y la redujeron en respuesta a los cambiantes incentivos econó micos? ¿Nos
estamos acercando a un límite bioló gico de la esperanza de vida, o podemos esperar
un aumento continuo o incluso acelerado de la longevidad? Algunas predicciones
sugieren que la fertilidad mundial se reducirá a 2,0 hijos por mujer, pero en Europa
só lo ha sido de 1,4 durante algú n tiempo, y en Asia oriental es de 1,8; ¿por qué
deberíamos esperar que el descenso de la fertilidad se detenga en 2,0? La baja
fecundidad y el aumento de la longevidad provocan un cambio drá stico en la
distribució n por edades de la població n, con un aumento de diez veces la proporció n
de ancianos respecto a los niñ os. ¿Será n catastró ficos los costes sociales de la tercera
edad? En el pasado, ha habido una gran preocupació n por que el rápido crecimiento
de la població n en los países del tercer mundo impidiera el desarrollo econó mico,
pero la mayoría de los economistas han restado importancia a estos temores. Del
mismo modo, los ecologistas temen que la població n mundial esté ya por encima de la
capacidad de carga de la biosfera, mientras que la mayoría de los economistas se
quejan del aumento de la població n previsto para este siglo (50%). En este artículo,
describiré con má s detalle estos cambios demográ ficos y también abordaré estas
cuestiones y controversias.
Antes de la transición demográfica

Segú n un famoso ensayo de Thomas Malthus, publicado por primera vez en 1798,
el lento crecimiento de la població n no era un accidente. La població n se mantenía en
equilibrio con la
Ronald Lee169

economía de lento crecimiento. Un crecimiento má s rá pido de la població n


deprimiría los salarios, lo que provocaría un aumento de la mortalidad debido a las
hambrunas, las guerras o las enfermedades; en definitiva, la miseria. Malthus
llamaba a esta respuesta de la mortalidad el control "positivo". La depresió n de los
salarios también provocaría la posposició n del matrimonio, lo que daría lugar a la
prostitució n y a otros vicios, incluida la contracepció n; a esto lo llamó el control
"preventivo". Dado que la població n podía crecer potencialmente má s rá pido que la
economía, siempre estaba controlada por la miseria y el vicio, que eran, por tanto, el
destino humano inevitable. El progreso econó mico só lo podía ayudar
temporalmente, ya que la població n podía crecer pronto hasta su nuevo nivel de
equilibrio, donde la miseria y el vicio volverían a contenerla. Malthus creía que la
humanidad só lo podría evitar este destino mediante la restricció n moral -es decir, el
aplazamiento casto del matrimonio-, y consideraba que este resultado era poco
probable.
Al menos en la Europa preindustrial, Malthus parece tener razó n. La població n
se mantenía débilmente en equilibrio gracias a los controles positivos y preventivos.
Cuando el clima, las enfermedades o los disturbios políticos sacaban a la població n
del equilibrio, los salarios reales y las rentas reaccionaban con fuerza (Lee, 1987,
1997; Lee y Anderson, 2002), y los controles devolvían a la població n lentamente al
equilibrio.
En la Europa occidental de los siglos anteriores a 1800, el matrimonio requería
que las re- fuentes establecieran y mantuvieran un hogar separado, por lo que la
edad del primer matrimonio para las mujeres era tardía, con una media de unos 25
añ os, y una parte importante de las mujeres no se casaba nunca (Flinn, 1981, p. 84;
Livi-Bacci, 2000, pp. 99 -107). Aunque la fecundidad era alta dentro del matrimonio, la
tasa total de fecundidad (TGF) era moderada en general, de cuatro a cinco
nacimientos por mujer (Livi-Bacci, 2000, p. 136). La mortalidad también era
moderadamente alta, con una esperanza de vida al nacer de entre 25 y 35 añ os
(Flinn, 1981, pá gs. 92-101; Livi-Bacci, 2000, pá gs. 61-90), 2pero estaba muy
influenciada por la alta mortalidad en la infancia y la niñ ez. Las tasas de crecimiento
de la població n eran generalmente bajas, con una media de
0,3 por ciento/añ o antes de 1700 en Europa occidental, pero a veces supera el 1 por
ciento en el siglo XIX.3 En Canadá y Estados Unidos, el matrimonio fue mucho má s
precoz porque la tierra era abundante y la població n creció rá pidamente al principio,
pero luego se desaceleró en el siglo XIX.
Fuera de Europa y sus ramificaciones, la fecundidad y la mortalidad eran má s
altas en el periodo pretransicional, y el cambio en la fecundidad y la mortalidad llegó
má s tarde. Só lo se dispone de datos sobre la mortalidad o la fertilidad en los países
del tercer mundo antes de la Segunda Guerra Mundial (Preston, 1980). En la India, a
finales del siglo XIX, la esperanza de vida se situaba en torno a los 20 añ os y era muy
variable, mientras que la fertilidad era de seis o siete añ os.

2
La tasa total de fecundidad es la suma de las tasas de natalidad de todas las edades y, por tanto, mide el
nú mero total de nacimientos que tendría una mujer superviviente a lo largo de su vida reproductiva, ya
sea de forma real para una generació n de mujeres o hipoté ticamente para un añ o natural determinado,
que es el uso má s comú n. La esperanza de vida al nacer es la edad media al morir para una generació n
real o, hipoté ticamente, la edad media al morir implícita en las tasas de mortalidad por edad en un añ o
natural determinado, que es el uso má s comú n.
3
Una població n con una tasa de fecundidad total de 4,5 y una esperanza de vida al nacer de 30 añ os crece
a un ritmo del 0,5% anual (basado en los modelos de població n estable de Coale-Demeny, 1983, con una
edad media de maternidad de 31 añ os).
170Journal of Economic Perspectives

nacimientos por mujer (Bhat, 1989). En Taiwá n, el panorama era similar hacia 1900.
Los datos generalizados sobre la fecundidad en las décadas posteriores a la Segunda
Guerra Mundial confirman que las tasas de fecundidad total en el tercer mundo
solían ser de seis o má s. Sin embargo, trabajos recientes sugieren que la situació n
demográ fica en China puede haber estado má s cerca de la experiencia europea de lo
que se pensaba (Lee y Feng, 1999).
Aunque la fecundidad pretransicional era típicamente alta en los países del tercer
mundo, sus niveles estaban muy por debajo del hipotético límite bioló gico superior
para una població n (en contraposició n a un individuo), que es de unos 15 a 17
nacimientos por mujer (Bongaarts, 1978). Los efectos anticonceptivos de la lactancia
materna prolongada, a menudo combinados con los tabú es sobre las relaciones
sexuales durante la lactancia, conducían a largos intervalos entre nacimientos y a la
reducció n de la fertilidad. El aborto también era importante, y a veces la prá ctica del
coitus interruptus tenía un efecto importante. En algunos entornos, las pautas
matrimoniales también limitaban la fertilidad, aunque no con tanta fuerza como en
Europa occidental.
A nivel agregado, el crecimiento de la població n en todas las regiones del mundo
fue lento durante el ú ltimo milenio, pero hubo una desconcertante similitud en las largas
oscilaciones de la trayectoria de crecimiento, como el estancamiento en los siglos XIV
y XVII y un crecimiento má s rá pido en los siglos XV y XVIII. Aunque los intercambios
de enfermedades a través de la exploració n y el comercio pueden haber
desempeñ ado algú n papel, el cambio climático global fue probablemente la principal
fuerza motriz (Galloway, 1986).

Disminución de la mortalidad, disminución de la fecundidad y


crecimiento de la población

La transició n demográ fica clá sica comienza con el descenso de la mortalidad,


seguido después de un tiempo por la reducció n de la fecundidad, lo 4 que lleva a un
intervalo de crecimiento de la població n, primero mayor y después menor, y,
finalmente, al envejecimiento de la població n. Consideraré sucesivamente estas
grandes etapas.

Disminución de la mortalidad
El inicio de la transició n demográ fica mundial se produjo en el noroeste de
Europa, donde la mortalidad comenzó un descenso secular alrededor de 1800. En
muchos países de bajos ingresos del mundo, el descenso de la mortalidad comenzó a
principios del siglo XX y se aceleró drá sticamente después de la Segunda Guerra
Mundial.
La primera etapa del descenso de la mortalidad se debe a la reducció n de las
enfermedades contagiosas e infecciosas que se propagan por el aire o el agua. A
partir del desarrollo de la vacuna contra la viruela a finales del siglo XVIII, la
medicina preventiva desempeñ ó un papel en el descenso de la mortalidad en Europa.
Sin embargo, las medidas de salud pú blica desempeñ aron un papel importante desde
finales del siglo XIX, y algunas medidas de cuarentena pueden haber sido eficaces en
siglos anteriores. La mejora de la higiene personal también contribuyó al aumento de
los ingresos y a la difusió n de la teoría de los gérmenes.

4
Hay casos en los que la fertilidad disminuyó primero, sobre todo en Estados Unidos y Francia.
La transición demográfica: Tres siglos de

cambios fundamentales171

conocido y aceptado. Otro factor importante en las primeras fases del aumento de la
esperanza de vida son las mejoras en la nutrició n. La mortalidad por hambruna se
redujo gracias a las mejoras en el almacenamiento y el transporte que permitieron la
integració n de los mercados regionales e internacionales de alimentos, suavizando
las variaciones locales de la producció n agrícola. Los aumentos seculares de los
ingresos condujeron a una mejor nutrició n en la infancia y a lo largo de la vida. Las
poblaciones mejor alimentadas y con sistemas orgá nicos má s fuertes eran má s
capaces de resistir las enfermedades. La esperanza de vida sigue estando
positivamente asociada a la estatura en las poblaciones de los países industriales, lo
que probablemente refleja las condiciones de salud de la infancia (Fogel, 1994;
Barker, 1992).
Los países de renta alta del mundo han alcanzado en gran medida las
reducciones potenciales de mortalidad debidas a la disminució n de las enfermedades
infecciosas y al aumento de la nutrició n. En las ú ltimas décadas, la reducció n
continuada de la mortalidad se debe a la disminució n de las enfermedades cró nicas y
degenerativas, sobre todo las cardiopatías y el cá ncer (Riley, 2001). En la ú ltima
parte del siglo, la investigació n biomédica organizada y financiada pú blicamente ha
desempeñ ado un papel cada vez má s importante, y el proyecto del genoma humano
y la investigació n con células madre prometen ganancias futuras.
Muchas poblaciones de bajos ingresos no iniciaron la transició n de la
mortalidad hasta algú n momento del siglo XX. Sin embargo, a partir de ese momento,
la esperanza de vida aumentó con bastante rapidez en comparació n con los
está ndares histó ricos. En la India, la esperanza de vida pasó de unos 24 añ os en 1920
a 62 añ os en la actualidad, lo que supone un aumento de 0,48 añ os por añ o natural en 80
añ os. En China, la esperanza de vida pasó de 41 añ os en 1950-1955 a 70 añ os en 1995-
1999, una ganancia de
.65 añ os por añ o durante 45 añ os. Estas tasas de aumento tan rá pidas en los países de
bajos ingresos seguramente se reducirá n a medida que los niveles de mortalidad se
acerquen a los de los líderes mundiales.
Existen diversas opiniones sobre la direcció n que tomará la mortalidad en las
pró ximas décadas. En el lado optimista, Oeppen y Vaupel (2002) ofrecen un notable
grá fico que traza la mayor esperanza de vida femenina nacional alcanzada para cada
añ o natural desde 1840 hasta 2000. Los puntos se aproximan a una línea recta, que
comienza a los 45 añ os en Suecia y termina a los 85 en Japó n, con una pendiente de
2,4 añ os por década. Si nos atrevemos a extender la línea hacia adelante en el tiempo,
llega a 97,5 añ os a mediados de siglo y a 109 añ os en 2100.
Las proyecciones menos optimistas se basan en la extrapolació n de las
tendencias de las tasas de mortalidad por edad de los ú ltimos 50 o 100 añ os. Este
enfoque implica ganancias más modestas para las naciones de altos ingresos del
mundo, con una esperanza de vida media cercana a los 90 añ os a finales del siglo XXI
(Lee y Carter, 1992; Tuljapurkar, Li y Boe, 2000).
Curiosamente, algunas de las estimaciones má s pesimistas sobre la futura
mejora de la esperanza de vida proceden de las proyecciones oficiales del gobierno.
Por ejemplo, los actuarios de la Administració n de la Seguridad Social de EE.UU.
proyectan una esperanza de vida de 83 añ os para 2080 (sexos combinados). Sus
proyecciones coinciden con la opinió n de los investigadores, que creen que será cada
vez má s difícil conseguir mejoras a medida que nos acerquemos a los límites
bioló gicos de la longevidad humana (Olshansky y Carnes, 2001). Sin embargo, las
proyecciones anteriores de los organismos oficiales de aumento de la longevidad han
sido
172Journal of Economic Perspectives

sistemá ticamente demasiado bajos en relació n con los resultados reales (Keilman, 1997;
National Re- search Council, 2000). De hecho, la mortalidad en la vejez ha disminuido a
un ritmo acelerado en las ú ltimas décadas (Kannisto, Lauritsen, Thatcher y Vaupel,
1994). Es en las edades má s tempranas donde el descenso ha sido má s lento.
Para observar má s de cerca las tendencias de la mortalidad, es conveniente
utilizar la clasificació n de las Naciones Unidas de los países segú n su estado de
desarrollo econó mico reciente como Países Má s Desarrollados, Países Menos
Desarrollados y Países Menos Desarrollados. Los Países Má s Desarrollados, con
1.200 millones de personas, incluyen toda Europa, ademá s de Norteamérica, Japó n,
Australia y Nueva Zelanda. Los Países Menos Desarrollados, con 700 millones de
personas, incluyen la mayor parte del Á frica subsahariana, ademá s de Bangladesh,
Camboya y algunos otros países. Todos los demá s países son Menos Desarrollados,
incluidos India, China y el grueso de la població n mundial: 4.200 millones de
personas. 5Se puede cuestionar la pertinencia de utilizar la pertenencia basada en la
experiencia reciente para categorizar grupos de países en períodos anteriores o en
un futuro lejano, pero, en conjunto, esta divisió n parece ú til.
La figura 1 muestra las tendencias mundiales de la esperanza de vida desde
1950 y las proyecciones de la ONU hasta 2050. En los países menos desarrollados, la
esperanza de vida pasa de 35,7 añ os en 1950-1954 a 48,7 añ os en 1995-1999, es decir,
0,29 añ os al añ o. Para los Países Menos Desarrollados, el aumento ha sido de 41,8 a
65,4 añ os, es decir, 0,52 añ os por añ o; un aumento muy rá pido, sin duda. En los
países má s desarrollados, el aumento ha sido de 66,1 a 74,8 añ os, es decir, 0,19 añ os
al añ o. 6
Aunque el aumento global de la esperanza de vida es notable, hay dos
tendencias recientes que se contraponen. La figura 1 muestra un estancamiento en el
aumento de la mortalidad en los Países Menos Adelantados en la década de 1990, lo
que refleja el aumento de la mortalidad por VIH/SIDA en el Á frica subsahariana. En
los ú ltimos 20 añ os, má s de 60 millones de personas han sido infectadas por el
VIH/SIDA en todo el mundo, de las cuales 40 millones siguen vivas. De estos casos,
só lo el 6% se dan en los países má s desarrollados, mientras que en el Á frica
subsahariana el VIH/SIDA se ha convertido en la principal causa de muerte. Las
Naciones Unidas prevén que en algunos países africanos, má s de dos tercios de los
niñ os de 15 añ os en el añ o 2000 se infectará n con el VIH/SIDA antes de llegar a los
50 añ os (Naciones Unidas, 2002). En los 35 países de Á frica má s afectados, la
esperanza de vida al nacer se ha reducido por término medio en 6,5 añ os a finales de
la década de 1990, efecto que se prevé que aumente a 9,0 añ os en 2000 -2005.
La otra gran excepció n a las tendencias recientes generalmente favorables de la
mortalidad se encuentra en los países de Europa del Este y los antiguos territorios de
la Unió n Soviética, que han experimentado un estancamiento o un descenso de la
esperanza de vida en las ú ltimas dos o tres décadas, antes de las dificultades de la
transició n a las economías de mercado.

5
En la terminología de la ONU, los países menos desarrollados incluyen a los países menos desarrollados
como subconjunto, a menos que se indique lo contrario. En este documento, sin embargo, estas categorías
se excluyen mutuamente.
6
En esta figura, la extensió n de Oeppen-Vaupel comienza en el nivel de esperanza de vida de los sexos
medios combinados en los Países Má s Desarrollados en lugar de en el de las mujeres en Japó n y, por
consiguiente, só lo alcanza el 86,9 a mediados de siglo en lugar del 97,5 al que se hace referencia
anteriormente en el texto.
Ronald Lee173

Figura 1
Esperanza de vida al nacer pasada y proyectada, por principales grupos de
desarrollo, 1950 -2050

90
Oeppen-Vaupel

80

70
Promedio de añ os

Má s desarrollado

60
vividos

Menos desarrollado
50

40
Menos desarrollado

30
1950 1960
1970 1980 1990 2000 2010 2020 2030 2040 2050
Fuentes: Las previsiones de la serie histó rica y de la serie media está n tomadas de Naciones Unidas (2003).
La tendencia de la esperanza de vida ré cord está tomada de Oeppen y Vaupel (2002).

La esperanza de vida de los hombres en la Federació n Rusa es ahora de 60 añ os,


igual que a principios de los añ os 50 (Naciones Unidas, 2002) y similar a la de la
India; las mujeres rusas lo han hecho algo mejor.
A medida que ha aumentado la longevidad, también ha aumentado la ventaja
femenina en la esperanza de vida. En los países má s desarrollados, la diferencia
entre sexos en cuanto a la esperanza de vida ha pasado de 5 añ os a principios de los
añ os 50 a 7,4 añ os en la actualidad. En los países menos desarrollados, ha pasado de
1,7 añ os a 3,6 añ os en la actualidad. En los países má s desarrollados, estas
tendencias se explican en parte por la fecha má s tardía en la que las mujeres
empezaron a fumar, y podemos esperar que se invierta en cierta medida la diferencia
creciente, como está ocurriendo ahora en los Estados Unidos, donde las muertes de
mujeres relacionadas con el tabaquismo aumentaron rá pidamente de 1975 a 1995,
mientras que disminuyeron rápidamente en el caso de los hombres (Pampel, 2002,
pp. 98 -99). La diferencia de sexos en la esperanza de vida hace que aumente la
proporció n de mujeres respecto a los hombres en las edades má s avanzadas y,
combinada con una edad má s joven de las mujeres a la hora de casarse, provoca un
nú mero desproporcionado de viudas. En todo el mundo, hay un 76% má s de mujeres
que de hombres entre los 80 y los 89 añ os, y hay cinco veces má s mujeres que
hombres por encima de los 100 añ os (Naciones Unidas, 2002, p. 196).

Transición de la fertilidad
Entre 1890 y 1920, la fecundidad conyugal comenzó a descender en la mayoría
de las provincias europeas, con un descenso medio de alrededor del 40% entre 1870
y 1930 (Coale y Treadway, 1986, p. 44). El descenso precedente de la mortalidad
puede haber sido en parte responsable, aunque no puede explicar el momento.
174Journal of Economic Perspectives

La mayoría de las teorías econó micas de la fecundidad parten de la idea de que


las parejas desean tener un determinado nú mero de hijos supervivientes, en lugar de
nacimientos propiamente dichos. Si este supuesto se cumple, una vez que los padres
potenciales reconocen un aumento exó geno de la supervivencia infantil, la fertilidad
debería disminuir. Sin embargo, la mortalidad y la fecundidad interactú an de forma
complicada. Por ejemplo, el aumento de la supervivencia aumenta el rendimiento de
las inversiones en los hijos después del nacimiento (Meltzer, 1992). Parte de la
mejora de la supervivencia infantil es en sí misma una respuesta a la decisió n de los
padres de invertir más en la salud y el bienestar de un menor nú mero de hijos
(Nerlove, 1974). Estas cuestiones relativas a la inversió n de los padres en los hijos
sugieren que la fertilidad también se verá influida por la forma en que el cambio
econó mico influye en los costes y beneficios de la maternidad.
Tener y criar hijos requiere mucho tiempo. El progreso tecnoló gico y el aumento
del capital físico y humano hacen que el trabajo sea má s productivo, aumentando el
valor del tiempo en todas las actividades, lo que hace que los hijos sean cada vez más
costosos en relació n con los bienes de consumo. Dado que las mujeres han sido las
principales responsables de la maternidad y la crianza de los hijos, las variaciones en
la productividad de las mujeres han sido especialmente importantes. Por ejemplo, el
capital físico puede sustituir a la fuerza humana, reduciendo o eliminando el
diferencial de productividad entre la mano de obra masculina y femenina, y
aumentando así el coste de oportunidad de los hijos (Galor y Weil, 1996). El aumento
de los ingresos ha desplazado la demanda de consumo hacia los bienes y servicios no
agrícolas, para los que la mano de obra con estudios es un insumo má s importante.
Un aumento de la rentabilidad de la educació n conduce entonces a un aumento de las
inversiones en educació n. En general, estos patrones tienen varios efectos: los niñ os
se vuelven má s caros, sus contribuciones econó micas se ven disminuidas por el
tiempo de escolarizació n y los padres con educació n tienen un mayor valor del
tiempo, lo que eleva los costes de oportunidad de la crianza de los hijos. Ademá s, los
padres con mayores ingresos optan por dedicar má s recursos a cada hijo, y como
esto eleva el coste de cada hijo, también lleva a tener menos hijos (Becker, 1981;
Willis, 1974, 1994). Má s allá de estas teorías de la fecundidad, los mercados y los
gobiernos má s desarrollados pueden sustituir muchas de las funciones econó micas
importantes de la familia y el hogar tradicionales, como el reparto de riesgos y la
provisió n de jubilaciones.
de los ingresos, debilitando aú n má s el valor de los niñ os.
La importancia de la tecnología anticonceptiva para el descenso de la
fecundidad es muy discutida, y muchos economistas la consideran relativamente
poco importante. La transició n de la fecundidad en Europa, por ejemplo, se logró
mediante el coitus interruptus. Este debate se extiende desde la interpretació n del
pasado hasta las prescripciones para la política actual (Pritchett, 1994; Gertler y
Molyneaux, 1994; Schultz, 1994).
El grá fico 2 muestra la fecundidad de los países segú n su nivel de desarrollo
desde 1950, con proyecciones de las Naciones Unidas hasta 2050. La transició n en
los países má s desarrollados se produjo antes de que comenzara este grá fico. Así
pues, para los países má s desarrollados, el grá fico refleja sus auges y crisis de
natalidad después de la Segunda Guerra Mundial, seguidos de lo que a veces se
denomina la "segunda transició n de la fecundidad", ya que la fecundidad cayó muy
por debajo del nivel de recolocació n en muchas naciones industriales (Van de Kaa,
1987). Los países menos desarrollados iniciaron la transició n de la fecundidad a
mediados de la década de 1960 o algo má s tarde. Las transiciones de la fecundidad
desde la Segunda Guerra Mundial han sido normalmente má s rá pidas que las de los
La transición demográfica: Tres siglos de

cambios fundamentales175

Figura 2
Tasa de fecundidad total pasada y proyectada por principales grupos de desarrollo, 1950 -
2050

7
Menos desarrollado

5
Menos desarrollado
Nacimientos por

3
mujer

2
Má s desarrollado
1

0
1950 1960
1970 1980 1990 2000 2010 2020 2030 2040 2050
Fuente: Las previsiones de la serie histó rica y de la serie media está n tomadas de Naciones Unidas (2003).

actuales países má s desarrollados, y la fecundidad alcanza el reemplazo entre 20 y


30 añ os después del inicio para aquellos países que han completado la transició n. Las
transiciones de la fecundidad en Asia oriental han sido especialmente tempranas y
rá pidas, mientras que las del sur de Asia y América Latina han sido mucho má s lentas
(Casterline, 2001). En los 25 añ os transcurridos entre 1965 y 1990, su tasa de
fecundidad total descendió de seis hijos por mujer a tres. Los países menos
desarrollados partían de un nivel inicial de fecundidad ligeramente superior y
comenzaron su transició n de fecundidad má s tarde. A estas alturas, está claro que
ellos también han iniciado la transició n, y la pregunta sobre su transició n de la
fecundidad ya no es "si", sino "hasta dó nde" y "a qué velocidad".
Actualmente, 60 países con el 43% de la població n mundial tienen una
fecundidad igual o inferior al nivel de reemplazo de 2,1 hijos por mujer. De ellos, 43
son países má s desarrollados, pero 17 son países menos desarrollados. La tasa total
de fecundidad ha caído muy por debajo del nivel de reemplazo en casi todos los
países industrializados y en muchos países de Asia oriental, como Taiwá n, Corea del
Sur y China.
Cuando la fecundidad disminuye, lo hace sobre todo en las edades má s
tempranas y se concentra en los 20 y los 30 añ os. En la actualidad, dos tercios de la
natalidad se producen entre los 20 y los 35 añ os en los países menos desarrollados,
mientras que el 80% se produce en esta franja de edad en los países má s
desarrollados. Las tasas de natalidad por encima de los 35 añ os son só lo una séptima
parte en los Países Má s Desarrollados que en los Países Menos Desarrollados y só lo
una quinta parte por debajo de los 20 añ os. A pesar de esta reducció n general de la
fecundidad a edades má s avanzadas, la edad del primer matrimonio y del primer
nacimiento se está desplazando generalmente a edades má s avanzadas en todo el
mundo industrial y en gran parte del mundo en desarrollo. El aumento de la edad de
maternidad reduce la tasa de fertilidad total,
176Journal of Economic Perspectives

que es una medida sintética de cohorte, por debajo de las fecundidades completas
subyacentes de las generaciones. Cuando la edad media de la maternidad deje de
aumentar, como debe ocurrir tarde o temprano, la tasa de fecundidad total debería
aumentar hasta este nivel subyacente. En muchos países de Europa, la edad media de
las mujeres al nacer el primer hijo ha ido aumentando entre 0,1 y 0,4 añ os de edad
por añ o natural en las ú ltimas décadas, lo que ha distorsionado la tasa total de
fecundidad a la baja entre un 10% y un 40% en relació n con la fecundidad finalizada
de las generaciones (Bongaarts, 2001).
Las proyecciones de la ONU sobre la fecundidad en la Figura 2 muestran una
transició n lenta y continua en el Á frica subsahariana y en los demá s países menos
desarrollados, mientras que el descenso de la fecundidad en los países menos
desarrollados se desacelera a medida que se acerca al nivel de reemplazo. Se prevé
que la fecundidad de los Países Má s Desarrollados vuelva a acercarse a los niveles de
reemplazo. Estas proyecciones son plausibles, pero la fecundidad ha resultado muy
difícil de predecir en el pasado. La mayoría de las teorías sobre la fecundidad, así
como la experiencia de los países má s desarrollados, implican que la demanda de
hijos seguirá disminuyendo en el futuro. Pero estas teorías no señ alan ningú n límite
inferior natural para la fertilidad. Tampoco proporcionan un mecanismo para que la
fecundidad responda a las señ ales econó micas de manera que la població n se
equilibre, como he argumentado que ocurrió en el pasado preindustrial. En gran
parte del mundo, la fecundidad ha caído de hecho a niveles muy inferiores a los 2,1
nacimientos por mujer que permitirían reemplazar una generació n por la siguiente,
y aú n no está claro si caerá má s, repuntará hacia el reemplazo o se mantendrá en los
niveles actuales.

Crecimiento de la población
La combinació n de la fecundidad y la mortalidad determina el crecimiento de la
població n, como se muestra en la figura 3. El eje horizontal de la figura muestra la
esperanza de vida al nacer. El eje vertical muestra la tasa de fecundidad total. Los
contornos ilustran la tasa de crecimiento de la població n en estado estacionario
correspondiente a una fecundidad y mortalidad constantes en el nivel indicado,
donde el contorno oscuro representa un crecimiento de la població n nulo y el
movimiento hacia la esquina superior derecha indica un crecimiento cada vez má s
rá pido. (Advertencia: las tasas de crecimiento en estado estacionario diferirá n de las
tasas de crecimiento reales debido a la evolució n de la distribució n por edades y a la
migració n neta). En este grá fico, la transició n demográ fica aparecerá primero como
un movimiento hacia la derecha, que representa un aumento de la esperanza de vida
con pocos cambios en la fecundidad y un movimiento hacia un contorno de
crecimiento de la població n má s alto, y luego, como un movimiento diagonal
descendente hacia la derecha que refleja el descenso simultá neo de la fecundidad y
la mortalidad, recruzando los contornos hacia tasas de crecimiento má s bajas.
Entre 1950 y 2050, se trazan las trayectorias reales y proyectadas de los países
má s, menos y menos desarrollados. Para añ adir má s profundidad histó rica, he
añ adido dos trayectorias histó ricas. Una es la trayectoria de Europa desde 1800
hasta 1950. El punto final de esta trayectoria en 1950 está bastante cerca del punto
de partida de los países más desarrollados. También he añ adido la trayectoria de la
India de 1896 a 1970, que ilustra las primeras etapas de la transició n demográ fica
que faltan para los países menos y menos desarrollados antes de 1950.
Ronald Lee177

Figura 3
Esperanza de vida y tasa de fecundidad total con isocuantas de crecimiento
demográfico: Trayectorias pasadas y proyectadas para los países más, menos y menos
desarrollados

Fuentes: Las previsiones de las series histó ricas y medias para los países menos, menos desarrollados y
má s desarrollados se han tomado de las Naciones Unidas (2003). Los datos de la India proceden de Bhat
(1989) para el periodo 1891-1901 a 1941-1951, y de las Naciones Unidas (2003) para el periodo 1950 -1970.
Los datos de Europa se basan en las tablas 6.2- 6.5 de Livi-Bacci (2000) para el periodo 1800 -1900 y en
Mitchell (1975) para el periodo 1900 -1950. Para el periodo 1800 -1900, la tasa total de fecundidad europea y
e(0) se obtienen como media ponderada de los datos específicos de cada país. Cuando no está n
disponibles, estos datos se estiman a partir de una regresió n que utiliza la tasa bruta de natalidad y la
tasa de mortalidad para predecir la tasa total de fecundidad y e(0), respectivamente, para otros países
europeos en este periodo. Para el periodo 1900 -1950, se reú ne una ú nica serie de tasas brutas de
natalidad y de mortalidad para toda Europa. Se utiliza una regresió n basada en los datos de 1900 a 1950
para predecir la tasa global de fecundidad y e(0) a partir de la tasa bruta de natalidad y la tasa de
mortalidad, respectivamente. Las isocuantas de crecimiento se obtienen a partir de Coale y Demeny
(1983) utilizando la tabla de vida femenina del Modelo Oeste cuando la edad media de maternidad es de
29 añ os.

Los puntos de partida de estas trayectorias demográ ficas difieren un poco. La


India tenía una fecundidad y una mortalidad iniciales má s elevadas que Europa, al
igual que los Países Menos Desarrollados en relació n con los Países Menos
Desarrollados en 1950, que a su vez tenían una mortalidad y una fecundidad mucho
má s elevadas que los Países Má s Desarrollados en ese añ o. Salvo en el caso de la
India, todos los puntos de partida indican un crecimiento demográ fico entre
moderado (para Europa) y rá pido (para los Países Menos Desarrollados y los Países
Menos Desarrollados). Pero en todos los casos, la trayectoria inicial está
horizontalmente a la derecha, sobre todo en el caso de la India, lo que indica que el
descenso de la mortalidad precedió al de la fecundidad, provocando una aceleració n
del crecimiento demográ fico.
178Journal of Economic Perspectives

Figura 4
Tasas de crecimiento de la población, 1750-2150

Fuente: Las tasas de crecimiento de la població n se calculan como tasas instantá neas (exp(rt)) a partir
de los datos de població n. Los datos para 1750 -1950 está n tomados de las Tablas 1 y 2 de Naciones
Unidas (1999) y para 1950 -2150 está n tomados de Naciones Unidas (2000).

se acercan al 3% en los países menos desarrollados y en los menos desarrollados.


Una vez que la fecundidad comienza a descender, las trayectorias se inclinan
diagonalmente hacia la derecha, recruzando los contornos hacia tasas de crecimiento
demográ fico má s bajas. Europa alcanza brevemente
El crecimiento de la població n es del 1,5%, pero luego la fecundidad se desploma,
descenso que el grupo retoma después de 1950 y que termina con un descenso de la
població n del 1% anual. Sin embargo, la tasa de crecimiento real de la població n
europea es muy cercana a cero: ligeramente superior a la tasa de crecimiento
hipotética en estado estacionario debido a los cambios en la distribució n de la edad y
en la inmigració n. Se prevé que los tres grupos se acerquen al contorno de
crecimiento cero en 2050, los Países Má s Desarrollados por debajo y los Países
Menos y Menos Desarrollados por encima.
En los ú ltimos 50 añ os se ha producido una rá pida convergencia mundial de la
fecundidad y la mortalidad entre los países, aunque siguen existiendo importantes
diferencias. Esta convergencia de la fecundidad y la mortalidad contrasta
notablemente con el PIB per cá pita, que ha tendido a divergir entre los países de
renta alta y baja durante este tiempo. En la actualidad, el individuo medio vive en un
país con una tasa de fecundidad total de 2,3 -apenas por encima de la tasa de
fecundidad de 2,1 de Estados Unidos- y una esperanza de vida media al nacer de 68
añ os, frente a los 77 añ os de Estados Unidos (Wilson, 2001).
Las tendencias reales de las tasas de crecimiento de la població n pueden verse
en un periodo de tiempo más largo en la Figura 4. Los datos anteriores a 1950 de los
países menos desarrollados (que aquí
La transición demográfica: Tres siglos de

cambios fundamentales179

Figura 5
Población por grandes grupos de desarrollo, 1950-2050, con previsiones de escenarios
altos y bajos para la población mundial total

11
10
9
8
ce Menos desarrollado
Miles de millones

7
6
de personas

5
4
Menos desarrollado
3
2
1
0 Má s desarrollados
1950 1960 1970
1980 1990 2000 2010 2020 2030 2040 2050
Fuente: Las previsiones de la serie histó rica y de la serie media está n tomadas de Naciones Unidas (2003),
al igual que los escenarios alto y bajo.

incluyen a los Países Menos Desarrollados) son particularmente inciertos. Las tasas
de crecimiento de la població n en los Países Má s Desarrollados aumentaron
aproximadamente un medio por ciento por encima de las de los Países Menos
Desarrollados en el siglo anterior a 1950. Pero después de la Segunda Guerra
Mundial, el crecimiento de la població n se disparó en los Países Menos
Desarrollados, con una tasa de crecimiento má xima del 2,5% a mediados de la
década de 1960, para luego descender rápidamente. Se prevé que la cuota de
població n mundial de los países más desarrollados caiga del 20% actual a só lo el
14% en 2050. Las proyecciones a largo plazo de la ONU sugieren que el crecimiento
de la població n mundial será casi nulo hacia el añ o 2100.
Las Naciones Unidas y la Oficina del Censo de EE.UU. elaboran perió dicamente
proyecciones demográ ficas mundiales. El método podría describirse como de
sentido comú n, informado por una cuidadosa medició n e inspecció n de las
tendencias y niveles actuales y una destilació n de los patrones histó ricos de
disminució n de la fertilidad y la mortalidad. 7 Las principales proyecciones actuales
de las Naciones Unidas, que coinciden con algunas otras proyecciones mundiales,
prevén que la població n mundial alcanzará los 8.900 millones en 2050 y algo menos
de 9.500 millones en 2100, lo que supone un aumento del 50% con respecto a su tamañ o
actual (véase la figura 5). El Consejo Nacional de Investigació n (2000, p. 213),
basá ndose en un cuidadoso aná lisis de los errores de previsió n cometidos por las
Naciones Unidas en el pasado, llegó a la conclusió n de que hay un 95% de
probabilidades de que la població n real en 2050 se sitú e entre 8,2 y
10.200 millones. No se puede hacer un análisis comparable para las previsiones de
2100, pero el
7
Los mé todos, problemas y resultados de estas proyecciones, así como las anteriores del Banco Mundial,
se describen y analizan en un reciente informe de la Academia Nacional de Ciencias (National Research
Council, 2000).
180Journal of Economic Perspectives

El rango alto-bajo de las Naciones Unidas se extiende en un intervalo muy amplio


desde 5,2 hasta
16.200 millones. Esta gran incertidumbre debe tenerse en cuenta al considerar todas
las proyecciones de fecundidad, mortalidad y tamañ o de la població n para el siglo
XXI.
La proyecció n de la població n de los Países Má s Desarrollados es casi plana, ya
que la disminució n de la població n en Europa y Japó n se compensa con el aumento
de la població n en Estados Unidos y otras zonas. La mayor parte del aumento de
població n previsto tiene lugar en los Países Menos Desarrollados, que ganan 1.800
millones, es decir, el 43%. Sin embargo, el mayor aumento proporcional se produce
en los Países Menos Desarrollados, con su mayor fertilidad y su crecimiento má s
rá pido. Estos países ganan 1.000 millones de habitantes, es decir, el 151%. Los
porcentajes relativos de los tres grupos cambiará n mucho en los pró ximos 50 añ os.

Cambios en la distribución por edades: La última etapa de la transición


demográfica

Los patrones de cambio en las tasas de fertilidad, mortalidad y crecimiento


durante la transició n demográ fica son ampliamente conocidos y comprendidos.
Menos conocidos son los cambios sistemá ticos en la distribució n por edades que
forman parte de la transició n demográ fica y que continú an mucho tiempo después
de que las otras tasas se hayan estabilizado.

Un ejemplo clásico: El caso de la India


Los paneles de la Figura 6 muestran una transició n demográ fica clá sica,
utilizando la India como ejemplo. Los puntos marcados en las figuras son datos
reales de la India desde 1896 hasta 2000. Los puntos huecos se basan en las
proyecciones de la ONU sobre la mortalidad, la fecundidad y la població n de la India
hasta 2050. Las líneas de los paneles A y B son simples funciones analíticas que se
ajustan a los datos histó ricos de fecundidad y mortalidad, y las líneas de los otros
paneles son simulaciones basadas en estos datos y en la població n inicial. 8 En la
India, la tasa de fecundidad total previa a la transició n es de unos seis nacimientos
por mujer (panel A), y la esperanza de vida es de unos 25 añ os (panel B). El descenso
de la mortalidad en la India supera al de la fecundidad en 50 añ os. La transició n de la
fecundidad en este país es lenta en comparació n con la de Asia Oriental, pero similar
a la de América Latina. Estas tendencias interactú an para crear una tasa de
crecimiento de la població n que pasó de menos del 0,5% anual en 1900 a má s del 2%
anual en 1950, antes de empezar a disminuir (Panel C). La població n total de la India
se cuadruplicó en el siglo XX y se prevé que aumente otro 60% en el siglo XXI, con lo
que la tasa de crecimiento de la població n se estabilizará casi a cero en 2100 (panel
D).

8
La tasa de fecundidad total se modela como una trayectoria quíntica, que disminuye de 5,9 en 1953 a 2,1
en 2025. La mortalidad se modela utilizando el índice de mortalidad k de Lee y Carter (1992), que se
ajusta a una trayectoria sinusoidal, con una esperanza de vida que pasa de 24,7 en 1900 a 80,0 en 2100.
Se podrían haber utilizado igualmente otras curvas.
Ronald Lee181

Figura 6
Una transición demográfica clásica: Real y proyectada para la India y simulada, 1900
-2100

Notas: La simulació n se basa en una transició n de la fecundidad en la que la tasa de fecundidad total
sigue una trayectoria quíntica que disminuye de 5,9 en 1953 a 2,1 en 2025 y una transició n de la
mortalidad en la que el índice de mortalidad sigue una trayectoria sinusoidal a medida que e(0) aumenta
de 24,7 en 1900 a 80,0 en 2100.
Fuentes: Los datos reales de la India para el periodo 1891-1901 a 1941-1951 se han tomado de Bhat
(1989). Los datos reales y proyectados se han tomado de Naciones Unidas (2003).

Pero aquí nos centramos en los cambios en la distribució n de la edad que


resultan de la transició n demográ fica. Estos cambios pueden verse en las "tasas de
dependencia", que toman la població n má s joven o la má s vieja y la dividen por la
població n en edad de trabajar. Por ejemplo, la tasa de dependencia infantil es la
població n de 0 a 14 añ os
182Journal of Economic Perspectives

dividido por la població n de 15 a 64 añ os.9 La tasa de dependencia de la tercera edad


suele definirse como el nú mero de personas de 65 añ os o má s dividido por la
població n de 15 a 64 añ os. La tasa de dependencia de la tercera edad se refiere a las
personas de 85 añ os o má s, divididas por la població n en edad de trabajar. Por
ú ltimo, la tasa de dependencia total toma la suma de la població n menor de 15 añ os y
mayor de 65 y la divide por la població n en el rango intermedio de 15- 64 añ os.
En la primera fase de la transició n, cuando la mortalidad comienza a disminuir
mientras la fecundidad se mantiene alta, la mortalidad disminuye en mayor medida
en las edades má s tempranas, lo que provoca un aumento de la proporció n de niñ os
en la població n y eleva los coeficientes de dependencia infantil, como se muestra en
el panel E. Así pues, en contra de la intuició n, la disminució n de la mortalidad hace
inicialmente que las poblaciones sean má s jó venes en lugar de má s viejas en una fase
que puede durar muchas décadas y que aquí dura 70 añ os. Durante esta fase, las
familias se encuentran con un nú mero creciente de hijos supervivientes. Tanto las
familias como los gobiernos pueden esforzarse por alcanzar los objetivos educativos
para el nú mero inesperadamente elevado de niñ os.
A continuació n, a medida que disminuye la fecundidad, los índices de
dependencia infantil se reducen y pronto caen por debajo de los niveles anteriores a
la transició n. La població n en edad de trabajar crece má s rá pido que el conjunto de la
població n, por lo que la tasa de dependencia total disminuye. Esta segunda fase
puede durar 40 ó 50 añ os. A algunos analistas les preocupa que el rápido
crecimiento de la població n activa en esta fase pueda provocar un aumento del
desempleo y un descenso de la relació n capital-trabajo (Coale y Hoover, 1958). Otros
han subrayado las ventajas econó micas de tener una parte relativamente grande de
la població n en edad de trabajar, llamá ndolas un regalo o bono demográ fico
(Williamson y Higgins, 2001; Bloom, Canning y Malaney, 2000). En la India, la
bonificació n se produce entre 1970 y 2015. Si la renta por persona en edad de
trabajar no se ve afectada, la disminució n de dependientes por trabajador
aumentaría por sí misma la renta per cápita en un 22%, añ adiendo un 0,5% anual al
crecimiento de la renta per cá pita durante el periodo de 45 añ os. Existe una
considerable controversia sobre si este bono demográ fico afecta realmente al
desarrollo econó mico, continuando los debates desde la década de 1980 (National
Research Council, 1986; Kelley, 1988; Birdsall, Kelley y Sinding, 2003).
En una tercera fase, el aumento de la longevidad conduce a un rá pido
incremento de la població n de edad avanzada, mientras que la baja fertilidad frena el
crecimiento de la població n en edad de trabajar. La tasa de dependencia de la tercera
edad aumenta rápidamente, al igual que la tasa de dependencia total. En la India, esta
fase se produce aproximadamente entre 2015 y 2060, y duraría má s tiempo si no se
supusiera que el descenso de la mortalidad cesa en la simulació n. Si los ancianos son
mantenidos por transferencias, ya sea de sus hijos adultos o de un sistema de
pensiones del sector pú blico apoyado por los ingresos fiscales actuales, entonces una
mayor tasa de dependencia total significa una mayor carga para la població n en edad
de trabajar. En la medida en que la
9
En algunos estudios, el límite para la infancia se toma a los 18 o 20 añ os, y para las edades laborales
puede tomarse a los 60 añ os. Cualquier límite es arbitrario, al igual que la ponderació n equitativa de los
niñ os y los ancianos en la formació n de estos ratios.
La transición demográfica: Tres siglos de

cambios fundamentales183

Si las personas mayores contribuyen a su propio sustento mediante el ahorro y la


acumulació n de activos en una etapa anterior de su vida y distribuyen el ahorro en la
jubilació n, el envejecimiento de la població n puede provocar un descenso de las
tasas de ahorro agregadas, como sugieren los modelos de ahorro del ciclo vital y
algunos aná lisis empíricos (Williamson y Higgins, 2001; Lee, Mason y Miller, 2000;
pero también véase Deaton y Paxson, 2000). No obstante, incluso con tasas de
ahorro má s bajas, la relació n capital/trabajo puede aumentar, ya que la població n
activa crece má s lentamente (Cutler et al., 1990; Lee et al., 2000). Este patró n de
ahorro y acumulació n de riqueza puede surgir a través del ahorro individual durante
el ciclo vital o por exigencia institucional, como en Singapur. El efecto neto sería
entonces estimular el crecimiento de la productividad laboral debido a la
profundizació n del capital.
Al final del proceso de transició n completo para la India que se muestra en la
figura 6, el total de
La tasa de dependencia ha vuelto a acercarse a su nivel anterior al inicio de la
transició n, pero ahora la dependencia infantil es baja y la de la tercera edad es alta.
Es de suponer que la mortalidad seguirá disminuyendo en el siglo XXI, por lo que el
proceso de envejecimiento individual y poblacional continuará . Ningú n país del
mundo ha completado aú n esta fase de envejecimiento de la població n, ya que se
prevé que incluso los países industrializados envejezcan rápidamente en las
pró ximas tres o cuatro décadas. En este sentido, ningú n país ha completado aú n su
transició n demográ fica.

La transición en la distribución de la edad por categoría de desarrollo actual


En la figura 7 se muestran los ratios de dependencia total pasados y previstos
para los países menos, menos y má s desarrollados; es decir, la suma de la població n
menor de 15 añ os y mayor de 65 dividida por la població n en el rango intermedio de
15 a 64 añ os. Recuérdese que, incluso en 1950, los Países Menos Desarrollados tenían
una mayor fecundidad y una mayor mortalidad que los Países Menos Desarrollados,
y el cambio desde entonces ha sido má s lento para ellos. Los Países Menos
Desarrollados salieron lentamente de la fase de aumento de la dependencia juvenil y
entraron en la fase de bonificació n hacia 1980. Para estos países, se prevé que la tasa
de dependencia total descienda considerablemente entre 2000 y 2050. Al mismo
tiempo, se prevé que la edad media aumente en nueve añ os de aquí a 2050, pasando
de 18,1 a 27,1 añ os.
Los países menos desarrollados entraron antes en la fase de bonificació n,
alrededor de 1970, y la terminará n alrededor de 2020, después de lo cual la tasa de
dependencia total será má s bien plana, ya que la disminució n de la dependencia
infantil compensará el aumento de la dependencia de la tercera edad. Se prevé que
su edad media aumente fuertemente en 13,3 añ os entre 2000 y 2050, de
25,2 a 38,5 añ os.
Los países má s desarrollados han salido de la fase de bonificació n y ya han
envejecido considerablemente. Ya tienen la edad media que se prevé que alcancen
los Países Menos Desarrollados en 2050, momento en el que la edad media en los
Países Más Desarrollados habrá aumentado otros ocho añ os, hasta los 45,2 añ os. Se
prevé que la tasa de dependencia total en los Países Má s Desarrollados aumente
considerablemente en los pró ximos 50 añ os, ya que su baja fecundidad afecta cada
vez más al tamañ o de la població n activa y las generaciones del baby boom llegan a la
vejez.
184Journal of Economic Perspectives

Figura 7
Relación de dependencia total por nivel de desarrollo, 1950 -2050

1.6

1.4 Menos desarrollado

1.2

1.0 Menos desarrollado

0.8
Má s desarrollado
0.6

0.4

0.2

0.0
1950 1960
1970 19801990
20002010202020302040 2050
Fuente: Las previsiones de la serie histó rica y de la serie media está n tomadas de Naciones Unidas (2003).

¿Baja la fertilidad o aumenta la esperanza de vida?


Tanto la baja fecundidad como la prolongació n de la vida contribuyen al
envejecimiento de la població n. Pero las implicaciones de estos factores para las
causas de los cambios en la distribució n de la població n y para la forma en que la
sociedad puede reaccionar ante el envejecimiento de la població n son bastante
diferentes. Cuando el envejecimiento de la població n se debe al descenso de la
fecundidad, aumenta la proporció n de població n anciana sin alterar la esperanza de
vida restante (o el estado de salud o el vigor) de los individuos mayores. Este
envejecimiento refleja la decisió n de los individuos de tener menos hijos. El deseo de
tener menos hijos puede estar relacionado con el aumento de las pensiones del
sector pú blico, que desconecta la ayuda a la vejez de la fertilidad individual, y puede
haber desempeñ ado algú n papel en la causa de la baja fertilidad en las naciones
industriales. Los países menos desarrollados, como grupo, se encuentran en pleno
descenso de la fecundidad, lo que está provocando el envejecimiento de una parte
importante de su població n. Si bien la disminució n de la fecundidad puede ir
acompañ ada de una reducció n del gasto total de los padres en los hijos, también
aumenta la proporció n de personas mayores con respecto a las personas en edad de
trabajar, en igualdad de condiciones, sin que se produzca una mejora
correspondiente de la salud que facilite la prolongació n de los añ os de trabajo. 10Por
esta razó n, el envejecimiento de la població n debido a la reducció n de la fecundidad
puede imponer importantes costes de recursos a la població n, independientemente
de los acuerdos institucionales para
ayuda a la vejez.
Por el contrario, el envejecimiento de la població n debido a la disminució n de la
mortalidad se asocia generalmente con el aumento de la salud y la mejora del estado
funcional de las personas mayores. Mientras que tales

10
Si la baja fecundidad se asocia a un aumento de las inversiones en capital humano por hijo, entonces
é stas podrían conducir a una vida má s larga para esos niñ os en algú n momento.
Ronald Lee185

El envejecimiento ejerce presió n sobre los programas de pensiones que tienen una
edad de jubilació n rígida, pero ese problema es un problema institucional curable, no
un problema fundamental de recursos de la sociedad, ya que la proporció n de añ os
sanos y vigorosos a lo largo del ciclo vital con respecto a los añ os frá giles o
discapacitados no ha cambiado necesariamente.

Algunas consecuencias de la transición demográfica

Los tres siglos de transició n demográ fica entre 1800 y 2100 reconfigurará n la
població n mundial de varias maneras. Los cambios má s evidentes son el aumento de
la població n total, que pasará de 1.000 millones en 1800 a quizá s 9.500 millones en
2100 -aunque esta estimació n a largo plazo es muy incierta debido en gran parte a la
incertidumbre sobre la futura fecundidad. La duració n media de la vida se multiplica
por dos o tres, y la edad media de la població n se duplica, pasando de los 20 a los 40
añ os. Muchos países má s desarrollados tienen ya tasas de crecimiento demográ fico
negativas, y las Naciones Unidas prevén que la població n de Europa disminuirá un
13% de aquí a 2050. Pero también se pondrá n en marcha muchos otros cambios en
la estructura familiar, la salud, las instituciones de ahorro y apoyo a la jubilació n e
incluso en los flujos internacionales de personas y capitales.
A nivel de las familias, el nú mero de hijos que nacen disminuye drá sticamente y
la maternidad se concentra en unos pocos añ os de la vida de la mujer. Cuando este
cambio se combina con una mayor longevidad, se dispone de muchos má s añ os
adultos para otras actividades. La supervivencia conjunta de las parejas aumenta
considerablemente y las redes de parentesco se vuelven má s densas
intergeneracionalmente, mientras que son más escasas horizontalmente. Estos
cambios parecen ser bastante universales hasta ahora. Sin embargo, el hecho de que
la maternidad se concentre en edades má s tempranas o má s avanzadas y de que la
edad del matrimonio aumente o disminuya parece variar de un entorno a otro, y los
patrones siguen cambiando incluso en las poblaciones más avanzadas en la
transició n. Los padres con menos hijos pueden invertir má s en cada uno de ellos, lo
que refleja la compensació n entre calidad y cantidad, que también puede ser una de
las razones por las que los padres redujeron su fertilidad (Becker, 1981; Willis,
1974).
Los procesos que conducen a la prolongació n de la vida también pueden alterar
el estado de salud de la població n superviviente, pero el cambio podría ir en ambos
sentidos. Por ejemplo, el descenso de la mortalidad puede permitir que las personas
menos sanas o má s discapacitadas vivan má s tiempo, aumentando así las tasas de
discapacidad por edad. Por otro lado, la disminució n de los dañ os causados por los
traumatismos y las enfermedades en las primeras etapas de la vida puede reducir las
tasas de discapacidad y enfermedad a medida que las personas envejecen. En el caso de
Estados Unidos, parece que los añ os de vida añ adidos por la disminució n de la
mortalidad son en su mayoría añ os saludables, y que a cualquier edad, la salud y el
estado funcional de la població n está n mejorando (Costa, 2002; Manton, Corder y
Stallard, 1997; Freedman, Martin y Schoeni, 2002). Aparentemente, los añ os de vida
saludable está n creciendo aproximadamente con la misma rapidez que la esperanza
de vida total, aunque esto es má s claramente cierto para los añ os sin discapacidades
leves que para las graves. En otras poblaciones industriales, la historia es má s
variada, y aú n no es posible llegar a una conclusió n general. Tendencias en salud,
vitalidad y
186Journal of Economic Perspectives

discapacidad son de enorme importancia para las consecuencias econó micas y


sociales del envejecimiento y, de hecho, para el bienestar humano en general.
Las presiones econó micas causadas por el aumento de la proporció n de
personas mayores se ven exacerbadas en los países má s desarrollados por el
drá stico descenso de la edad de jubilació n, que en el caso de los hombres
estadounidenses pasó de 74 añ os en 1910 a 63 añ os en 2000 (la edad media de
jubilació n se mide por la edad en la que la tasa de participació n de los hombres en la
població n activa cayó por debajo del 50%; Burtless y Quinn, 2001). Los generosos
programas pú blicos de pensiones que permiten la jubilació n anticipada, combinados
con fuertes impuestos implícitos sobre los que siguen trabajando, han desempeñ ado
un importante papel en la anticipació n de la jubilació n en los países industrializados
desde la década de 1960 (Gruber y Wise, 1999). La creciente proporció n de jubilados
con respecto a los trabajadores está dando lugar a diversas respuestas políticas. Las
llamadas reformas "paramétricas" retocan los programas de prestaciones definidas
por reparto, reduciendo las prestaciones, aumentando los impuestos y eliminando
los incentivos a la jubilació n anticipada. Suecia, Italia y algunos otros países europeos
han introducido sistemas de pensiones de "contribució n definida nocional", en los
que los sistemas de reparto imitan los programas de contribució n definida,
eliminando los incentivos a la jubilació n anticipada y trasladando a los jubilados
individuales los riesgos financieros del aumento de la longevidad. Otros países, sobre
todo en América Latina, está n llevando a cabo la dolorosa transició n a los sistemas
pú blicos de capitalizació n. A menudo estos cambios políticos encuentran una feroz
oposició n por parte de los trabajadores, pero el envejecimiento de la població n hace
que la reforma sea inevitable. En algunos países, como Estados Unidos, el
envejecimiento de la població n generará presiones financieras má s intensas sobre
los sistemas sanitarios de financiació n pú blica que sobre los sistemas de pensiones.
En general, se prevé que la proporció n del PIB estadounidense que se gasta en
programas gubernamentales para las personas mayores casi se triplique en los
pró ximos 75 añ os si no se llevan a cabo reformas, mientras que los porcentajes de
gasto pú blico para los niñ os y las personas en edad de trabajar se mantienen
relativamente estables (Lee y Edwards, 2002).
El envejecimiento de la població n, junto con el crecimiento de los sistemas de
transferencias pú blicas relacionadas con la edad para las pensiones, la educació n y la
sanidad, crea enormes externalidades fiscales positivas para la maternidad. En los
países de renta alta que envejecen y cuentan con un generoso apoyo a los ancianos,
el valor neto actual de los impuestos futuros menos los beneficios por un nacimiento
incremental puede ser de varios cientos de miles de dó lares (Lee, 2001), lo que da a
los gobiernos un poderoso incentivo para fomentar la maternidad. En los países en
desarrollo, con poblaciones má s jó venes y programas pú blicos centrados en los
niñ os, las externalidades fiscales y los incentivos van en la direcció n opuesta (Lee y
Miller, 1990).
A nivel internacional, existen cuestiones intrigantes sobre la medida en que el
flujo de personas y capitales a través de las fronteras puede compensar estas
presiones demográ ficas. Dado que el crecimiento de la població n se ha ralentizado o
incluso se ha vuelto negativo en los países má s desarrollados, no es de extrañ ar que
la migració n internacional desde los países del tercer mundo se haya acelerado. La
migració n internacional neta hacia los Países Má s Desarrollados ha experimentado
un aumento aproximadamente lineal, pasando de casi cero a principios de los añ os
50 a unos 2,3 millones anuales en los añ os 90. Por supuesto, estas cifras netas para
los grandes agregados de població n ocultan una gran cantidad de flujos migratorios
brutos inter-nacionales que se compensan dentro de las regiones y entre ellas
(Naciones Unidas, 2002).
La transición demográfica: Tres siglos de

cambios fundamentales187

Por ejemplo, antes de 1970, Europa era una regió n emisora neta, pero desde
entonces ha sido receptora neta de 17 millones de inmigrantes. Durante la ú ltima
década, la repatriació n de refugiados africanos invirtió los flujos netos desde los
Países Menos Desarrollados. Pero en general, aunque los Países Má s Desarrollados
pueden tratar de aliviar el envejecimiento de su població n mediante la inmigració n,
las simulaciones de la ONU indican que el efecto será só lo modesto, ya que los
inmigrantes también envejecen y su fertilidad converge a los niveles de los países
receptores.
Si las entradas de inmigrantes só lo compensan parcialmente el envejecimiento
de la població n, ¿podrían los flujos internacionales de capital ofrecer una forma de
amortiguar los efectos financieros del envejecimiento de la població n? El
envejecimiento de la població n puede provocar un descenso de las tasas de ahorro
agregadas, pero con la ralentizació n del crecimiento de la mano de obra, es probable
que los ratios de capital/trabajo aumenten de todos modos y que las tasas de
beneficios caigan, sobre todo si se produce una evolució n hacia las pensiones de
capitalizació n. Los flujos de capital de los países má s desarrollados hacia los países
menos y menos desarrollados podrían contribuir a evitar que la tasa de beneficios de
los fondos de pensiones disminuya. Sin embargo, las simulaciones indican que la
exportació n de capital a las economías menos desarrolladas má s jó venes só lo
ayudaría ligeramente a las economías industriales. El tamañ o mucho menor de las
economías del tercer mundo limitaría las ganancias (Borsch-Supan et al., 2001).
El dramá tico envejecimiento de la població n es la inevitable etapa final de la
transició n demográ fica mundial, que forma parte de la baja fertilidad y la larga vida.
Traerá consigo serios desafíos econó micos y políticos. No obstante, la vida en los
países de renta alta, envejecidos, con gran densidad de capital y culturalmente
diversos, debería ser agradable, siempre que nuestras estructuras institucionales
sean lo suficientemente flexibles como para permitirnos adaptar nuestros planes de
ciclo de vida a las circunstancias cambiantes y siempre que estemos dispuestos a
pagar la asistencia sanitaria y la jubilació n prolongada que aparentemente
deseamos.

y La investigación para este artículo fue financiada por una subvención del NIA, R37-
AG11761. Timothy Miller proporcionó apoyo estadístico y computacional. Monique Verrier
proporcionó asistencia editorial. Los editores de la revista hicieron muchas sugerencias
útiles.
188Journal of Economic Perspectives

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