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Este capítulo se tratara de cómo se forman las actitudes y como estas influyen en
la conducta y problemas ambientales y algunas investigaciones para ilustrar los
principios básicos.
De este modo aunque las actitudes han sido conceptualizadas por lo menos
correctamente como para permitir una evaluación que conlleve a una conducta,
aun cuando no hay garantía de que esta conducta dada o una actitud expresada
es un índice totalmente valido de una percepción evaluativa individual. Son
verdaderamente numerosas las situaciones y factores disposicionales que han
sido identificadas como los que pueden influenciar selectivamente expresiones
conductuales de actitudes, incluyendo perspectivas variables, como sentimientos
de respuesta; evaluación de aprehensión o automotivación de características de
demanda y la tendencia a buscar aprobación social.
Fishbein & Ajzen, (1975), afirman que las actitudes tienen su base en las
creencias, aun cuando estas y las actitudes están muy relacionadas entre sí, no
son equivalentes. Así la actitud de una persona hacia un objeto estará
determinada por una combinación compleja de creencias notables hacia un objeto.
Proponen dos factores importantes para la formación de conductas voluntarias:
actitudes y normas subjetivas. Se puede hacer la distinción entre actitud y
creencia. Se definen las actitudes como sentimientos evaluativos a cerca de una
conducta mas cercanas a las emociones o afectos; mientras las creencias son
suposiciones o hipótesis basadas en atribuciones hacia los objetos, mas apegadas
a las cogniciones e intenciones conductuales.
La evidencia sustancial sugiere que las actitudes tienen una influencia importante
en la adopción de conductas de salud como por ejemplo: anticoncepcional y uso
del condón; protección de cáncer para el pecho, cervical o colonrectal; el
mantenimiento de una dieta saludable; y la conducta de fumar. Sin embargo, la
relación entre las actitudes y la conducta es compleja, y si se entiende cómo las
actitudes influencian en la conducta esta puede ser mejorada por el uso de un
armazón teórico.
Educación ambiental
Para lograr este objetivo es importante tomar en cuenta los puntos que propone,
(Sauvé, 1994; en Álvarez, P. & Vega P. 2009).
Para llevar a cabo acciones que implican dicha sostenibilidad existen algunos
factores fundamentales relacionados con la conducta ecológica responsable que
deben considerarse como son; el compromiso o intención de conducta,
conocimiento de temas ambientales, conocimiento de estrategias de acción,
habilidades para la acción y factores personales como las actitudes, el locus de
control y la responsabilidad hacia el medio ambiente.
Por su parte los factores situacionales como la presión social, los condicionantes
económicos o la posibilidad de elección entre alternativas, pueden contrarrestar o
fortalecer la puesta en marcha de la conducta ecológica. tras un análisis empírico
de este modelo aplicado al cuidado del medio ambiente, puede decirse que la
motivación altruista de cuidado activo, medida a través de sentimientos de
preocupación y simpatía por los otros, es un predictor significativo de la conducta
ambiental que se espera manifestando un cuidado activo, como forma de
motivación altruista, contribuye a la motivación individual para actuar a favor del
medio ambiente. (Allen & Ferrand, 1999. en González L, 2002).
Ahora bien, la forma en que las personas actúan, ya sea para preservar o
deteriorar el ambiente, depende su forma de pensar, y de cómo evalúan el impacto
que tienen las problemáticas ambientales en su bienestar. Por lo tanto, se puede
entender que la educación ambiental, proviene directamente de las creencias y
habilidades del sujeto (Lazarus & Folkman, 1984. en Martínez, Montero & Lena,
2001).
Las habilidades y conocimientos ambientales, que son fundamentales transmitir en
la educación, son entendidos como la creencia que tiene el sujeto respecto a si
posee o no conocimientos de la conducta ambiental, así como la habilidad para
ejecutarlos. Smith, B., Bruner, S. & White, W. (1995) dichas habilidades y
conocimientos ambientales a estimular, pueden ser clasificados de la siguiente
manera
No cabe duda que la degradación del medio ambiente, así como el consumo
excesivo de los recursos naturales, ha dado lugar a problemas ambientales como
lo señala González (2006) algunos de estos son: la contaminación (agua, aire y
suelo), la deforestación, el desgaste de la capa de ozono, escasez de agua, el
cambio climático los cuales son ocasionados según Vargas et al. (2001) por la
falta de actitud o de sensibilización ambiental de la población en general.
Es por ello que desde la Psicología Ambiental, (Alvarez & Vega, 2009) define a las
actitudes ambientales como “los sentimientos favorables o desfavorables que se
tienen hacia alguna característica del medio o hacia un problema relacionado con
él”.
Por su parte,Taylor & Tood (1995), las actitudes y la intención de actuar tienen
una importante influencia sobre el comportamiento cuando otros factores no
impiden que éste se lleve a cabo, sobre todo en lo que se refiere a los
comportamientos individuales de consumo y de participación ambiental, en
resumen, los autores entienden la actitud ambiental como un determinante directo
de la predisposición hacia acciones a favor del medio.
Asimismo, Baldi & García (2005) definen la actitud pro-ambiental como la
información que promueve en los individuos los pensamientos, conocimiento, y
creencias para mejorar y desarrollar opiniones para poder tomar decisiones
saludables; además las actitudes pro-ambientales constituyen los juicios,
sentimientos y pautas de conductas favorables o desfavorables que una persona
manifiesta hacia un hábitat o ambiente determinado y que condicionan su
comportamiento dirigido a la conservación o degradación del ambiente en
cualquiera de sus manifestaciones.
Ahora bien, nadie puede ignorar aunque entre la ciudadanía de los países
occidentales existe una gran preocupación por la actual crisis ambiental, evitan la
implicación personal y como señalan Alvarez & Vega (2009), culpan a las
instituciones de estos problemas de la degradación del medio ambiente, además
de una escasa relación entre esta preocupación ambiental (actitud proambiental)
que manifiestan y su estilo de vida, el cual es incompatible con esta sostenibilidad,
ya que por ejemplo, a pesar de que entre la población, hay un alto porcentaje de
sujetos que se muestra preocupado por el medio ambiente, no obstante, el
número de personas lleva a cabo conductas concretas como no arrojar basura al
suelo, ahorrar agua o reciclar, es reducido. (Perelló & Luna, 1989, en Álvarez &
Vega, 2009).
Por otro lado (Hernández & Hidalgo, 1998 citado en Martínez, 2004) mencionan
que la conducta proambiental también es conocida de diversas formas como por
ejemplo: “conducta protectora del ambiente”, “Conducta proecológica”, “conducta
ambiental responsable”, “conducta ecológica responsable” así como “conducta
ambiental amigable” empleado así más recientemente, aunque el nombre más
popular es conducta pro-ambiental.
Finalmente siguiendo a Van Liere y Dunlap (1981), las personas que llevan a cabo
alguna conducta pro-ambiental suelen mostrar una actitud más favorable hacia
esa conducta concreta y no tanto una actitud general favorable hacia el medio
ambiente. Por tanto, cada persona expresa su preocupación por el medio
ambiente a través de alguna conducta relacionada con un aspecto concreto del
mismo.
Por lo cual a través del programa de Cultura del Agua del Organismo de Cuenca
Aguas del Valle de México (OCAVM), se hace una investigación, en la que se
aplicó un instrumento para la formación y capacitación de promotores de la
Delegación Tlalpan del Distrito Federal, que evaluó las creencias, conocimientos y
motivos sobre el ahorro del agua. Finalmente esta investigación, se llevó a cabo
para poder lograr un cambio de actitud y de comportamientos hacia la
problemática.
Maldonado (2006, en Bermúdez, Terán, Caldera & Castillo, 2011) menciona que
desde finales del siglo XX hasta la actualidad, en el siglo XXI, la demanda de
recursos naturales, en consideración a la excesiva sobrepoblación, ha obligado a
los gobiernos a racionalizar los recursos naturales para el abastecimiento humano.
Esto a su vez, genera mayor cantidad de residuos sólidos, que, según Maldonado,
son productos reutilizables, ya que la mayoría de estos residuos pueden ser
utilizados como materia prima.
Por otro lado la conducta proambiental también es conocida por diversos nombres
como por ejemplo: “conducta protectora del ambiente”, “Conducta proecológica”,
“conducta ambiental responsable”, “conducta ecológica responsable” así como
“conducta ambiental amigable” empleado así más recientemente, aunque el
nombre más popular es conducta pro-ambiental.
Siguiendo a Van Liere y Dunlap (1981), las personas que llevan a cabo alguna
conducta pro-ambiental suelen mostrar una actitud más favorable hacia esa
conducta concreta y no tanto una actitud general favorable hacia el medio
ambiente. En si las actitudes constituyen valiosos elementos para la predicción de
la conducta. Estas actitudes pueden cambiar; las interpretaciones teóricas se
implican sobre la naturaleza de las actitudes. También se proponen dos factores
importantes para la formación de conductas voluntarias: actitudes y normas
subjetivas. La expectativa de que las actitudes generales deberían predecir
conductas específicas es razonable. Un problema común encontrado al estudiar
es que las actitudes o pueden influir en las conductas o pueden ser influidas por
las conductas.
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