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POLICIA NACIONAL DEL

PERU
Perú: derrames de petróleo exponen el abandono de las comunidades indígenas

2021

Perú: derrames de petróleo exponen el abandono de las


comunidades indígenas

INTEGRANTES
ALO 2 PNP HIDALGO ROJAS
PERCY
ALO 2 PNP CABRERA LOPEZ
EDWIN ANTONI
ALO 2 CASTRO CANTALICIO
SAMIR
ALO2 PNP GOMEZ ROJAS GUIAN
LUIS
ALO 2 PNP VERGARA CORTEZ
MIGUEL ÁNGEL
ALO 2 PNP ZALDIVAR KOLLER

1
JOSÉ IVÁN
ALO 2 PNP ALMONACID
ESPINOZA, Alejandro Wilfredo
2
PRESENTACION
El presente es un trabajo de investigación titulado. Perú: derrames de petróleo
exponen el abandono de las comunidades indígenas La elección no fue al azar. Este
tema ha sido desarrollado en concordancia con lo dispuesto y señalado por el docente
del curso. Pará el desarrollo recurrí tanto a fuentes materiales (libros, artículos, etc.)
así mismo traté de realizar el trabajo de la manera más clara posible, poniendo énfasis
a lo que rige nuestro ordenamiento jurídico con respecto a este tema
Espero, de esta manera, que el material ofrecido sea de su agrado al lector

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INTRODUCCION

Era la mañana del 18 de junio y en Nuevo Progreso, unos pueblos indígenas


atajan situado en la Amazonía norte de Perú, a pocos kilómetros del pequeño
poblado portuario de Suramérica, en la región de Loreto, el petróleo se filtraba
por una tubería que cruza las tierras de la comunidad, contaminando el arroyo
que usan sus habitantes para beber, cocinar y lavarse.

Petroperú, la compañía estatal que opera el oleoducto, dijo en ese momento y


como en otras oportunidades que el derrame estaba ligado nuevamente a un
acto de vandalismo. A la comunidad esta versión no la convenció y no permitió
que comenzaran las labores de limpieza hasta que los representantes de la
fiscalía realizaran una inspección en presencia de sus líderes y

Han pasado dos meses desde que el derrame fue reportado y el olor a petróleo
aún se deja sentir en la quebrada, allí donde una barrera color naranja trataba
de contener semanas atrás el avance de una mancha negra. Las familias
entonces trataban de reunir el agua de la lluvia para atender sus necesidades,
pues salvo por una entrega inmediatamente después del incidente, Petroperú
no les había hecho llegar agua embotellada, aduciendo que no es su política
cuando se reporta un daño deliberado al oleoducto. A pesar de la declaración
de emergencia sanitaria en el distrito, ninguna entidad del estado llevó agua a
Nuevo Progreso.

El derrame en Nuevo Progreso del 18 de junio fue uno de los tres registrados
en los últimos meses cerca de Suramérica, y uno de los más recientes en una
serie de al menos 20 reportados desde junio de 2014 en el tramo amazónico
del oleoducto norperuano, el mismo que transporta petróleo desde el norte de
la Amazonía peruana a través de las montañas de los Andes hasta la costa del
Pacífico.

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5
Perú: derrames de petróleo exponen el abandono de las
comunidades indígenas
Los habitantes de Nuevo Progreso, comunidad indígena awajún donde ocurrió
uno de los últimos derrames, se sienten castigados, pues el Estado no les ha
entregado agua y alimentos bajo la premisa de que el incidente fue causado
por un acto de “vandalismo”.

Como en otros casos, las negociaciones con los funcionarios del Estado
evidenciaron una vez más que los derrames de petróleo se han convertido en
una oportunidad para pedir la atención de necesidades básicas como
educación, salud y trabajo.

Suramérica, Perú. - Olguín Macedo Kayap, 37, había salido a pescar cuando
vio una mancha negra que se aproximaba por un caño que se une con una
quebrada cercana a su comunidad. De inmediato regresó para alertar a sus
compañeros y volvieron con baldes para evitar que el crudo llegue hasta las
viviendas.

Era la mañana del 18 de junio y en Nuevo Progreso, un pueblo indígena


awajún situado en la Amazonía norte de Perú, a pocos kilómetros del pequeño
poblado portuario de Suramérica, en la región de Loreto, el petróleo se filtraba
por una tubería que cruza las tierras de la comunidad, contaminando el arroyo
que usan sus habitantes para beber, cocinar y lavarse.

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Un derrame de petróleo ocurrió el 18 de junio en la comunidad Nuevo
Progreso, en Daten del Marañón. Foto: Romel Babilonia.

Petroperú, la compañía estatal que opera el oleoducto, dijo en ese momento y


como en otras oportunidades que el derrame estaba ligado nuevamente a un
acto de vandalismo. A la comunidad esta versión no la convenció y no permitió
que comenzaran las labores de limpieza hasta que los representantes de la
fiscalía realizaran una inspección en presencia de sus líderes.

La diligencia fiscal estuvo originalmente programada para el 9 de julio, sin


embargo, Petroperú decidió posponerla por la protesta de varias federaciones
indígenas de la zona autodenominadas Comunidades Indígenas Afectadas por
la Actividad Petrolera.

Tres días antes, el 6 de julio, cientos de manifestantes se habían apoderado de


la estación de bombeo Nº 5 de Petroperú, cerca de Suramérica, y según la
empresa estatal no se podía garantizar la seguridad de los inspectores. Nuevo
Progreso optó por no participar en la protesta ni en la toma de la estación,
porque los líderes de la comunidad ya estaban en una mesa de diálogo con
representantes del gobierno nacional.

Han pasado dos meses desde que el derrame fue reportado y el olor a petróleo
aún se deja sentir en la quebrada, allí donde una barrera color naranja trataba
de contener semanas atrás el avance de una mancha negra. Las familias
entonces trataban de reunir el agua de la lluvia para atender sus necesidades,
pues salvo por una entrega inmediatamente después del incidente, Petroperú
no les había hecho llegar agua embotellada, aduciendo que no es su política
cuando se reporta un daño deliberado al oleoducto. A pesar de la declaración
de emergencia sanitaria en el distrito, ninguna entidad del estado llevó agua a
Nuevo Progreso.

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“Siempre traíamos agua de la quebrada para cocinar y para lavar”, cuenta
Yolanda Ukunchan Chayuk, una mujer de 58 años que vive en la comunidad
desde antes de la construcción del oleoducto. Hoy confiesa, sin embargo, que
no pueden recolectar las plantas comestibles y medicinales que crecen al
borde del riachuelo, y que tiene miedo de comer pescado de la zona.

“Siento como si estuviera en una cárcel”, dice. “A pesar de que somos vecinos
del oleoducto, no hemos sido atendidos.”

El derrame en Nuevo Progreso del 18 de junio fue uno de los tres registrados
en los últimos meses cerca de Saramiriza, y uno de los más recientes en una
serie de al menos 20 reportados desde junio de 2014 en el tramo amazónico
del oleoducto norperuano, el mismo que transporta petróleo desde el norte de
la Amazonía peruana a través de las montañas de los Andes hasta la costa del
Pacífico.

La tubería, que tiene más de cuarenta años, forma parte de un conflicto


complejo que combina asuntos relacionados con el medio ambiente, la
economía y los territorios indígenas. Cada vez que ocurre un derrame,
independientemente de la causa, salen a relucir las disparidades extremas
entre los millones de dólares en ingresos petroleros bombeados de la región
nororiental de Loreto, en las últimas cuatro décadas, y la vulneración de los
derechos de las comunidades indígenas en cuyos territorios fue levantada esta
industria.

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LAS DEMANDAS 

Mientras los habitantes de Nuevo Progreso esperaban la llegada del


helicóptero que transportaba a los funcionarios del Estado y representantes de
la compañía, Sabino Escalante Suyu, el apu o presidente de la comunidad,
enumeraba en una pizarra cada uno de los puntos que debían ser atendidos
durante las negociaciones.

La palabra agua encabezaba la lista. Su fuente de suministro ha quedado


inutilizable y esto los obliga a caminar al menos 20 minutos, por los senderos
del bosque, para llegar al arroyo más próximo y volver a casa con pesados
recipientes de agua, una tarea que generalmente recae en las mujeres y niños.

La segunda demanda: comida. Los pobladores que suelen atrapar los peces
del arroyo saben que ahora necesitan un reemplazo, pues temen que la base
de su dieta esté contaminada.

Los siguientes temas que apuntaba en la pizarra eran atención médica y


educación, necesidades básicas que deberían ser atendidas por el Estado sin
que exista un derrame de por medio.

Escalante esperaba también que los residentes de Nuevo Progreso fueran


contratados para limpiar el petróleo vertido.

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Estas exigencias forman parte de un descontento mayor que viene de años
atrás, que alcanza a otras localidades y que persiste. Los derrames de petróleo
les ofrecen a las comunidades la oportunidad de estar frente a frente con
representantes del gobierno y presentar sus demandas directamente.

La protesta que condujo a la toma de la Estación de Bombeo Nº 5 de


Petroperú, entre el 6 y el 20 de julio, arrastraba por lo tanto demandas de 2016,
las mismas que plantearon las organizaciones indígenas cuando bloquearon el
río Marañón.

Los pedidos de entonces incluían una inspección externa de la tubería


deteriorada, el reemplazo de la infraestructura, la remediación tras 40 años de
contaminación por petróleo en el Amazonas, una compensación por los daños
causados, una ley de monitoreo ambiental y la conformación de una «comisión
de la verdad» para investigar los impactos de décadas de operaciones
petroleras mal reguladas en comunidades locales.

En los últimos dos años y medio, los líderes indígenas han estado negociando
una serie de demandas con el gobierno, entre ellas el desembolso de USD 3
millones para financiar un plan de desarrollo «pospetróleo» en Loreto, y una
nueva ley de petróleo y gas que podría distribuir los ingresos de manera más
equitativa entre las comunidades locales.

Por eso cuando la reunión programada para el 27 y 28 de junio con altos


funcionarios del gobierno no se concretó, las organizaciones no tardaron en
convocar una protesta el 5 de julio que se levantó el 20, cuando el gobierno
aceptó emitir un decreto que ordenaba evaluar las necesidades de las
comunidades para «cerrar la brecha» en los servicios en Loreto. Los líderes de
las Comunidades Indígenas Afectadas por la Actividad Petrolera firmaron un
nuevo acuerdo con el gobierno el 6 de agosto.

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La vida en las comunidades

El oleoducto fue una maravilla de la ingeniería cuando se construyó en la


década del setenta, casi veinte años antes de que Perú comenzara a
implementar regulaciones ambientales modernas. Pero se ha deteriorado
con el paso del tiempo y las agencias de fiscalización peruanas han
denunciado a Petroperú por no mantener adecuadamente esta
infraestructura.

Más allá de estos problemas, los millones de dólares generados por la


industria petrolera en la región nororiental de Loreto contrastan con el hecho
de que se trata de una de las zonas más pobres del Perú.

La mayoría de los habitantes de las comunidades cercanas a las


concesiones petroleras y distribuidas a lo largo de la ruta del oleoducto son
indígenas. Sus casas de madera con techos de paja o de lata están
sostenidas por pilotes, para mantener las tablas del piso por encima del
agua durante la temporada de lluvias.

Y aunque el oleoducto que cruza sus tierras transporta petróleo a los


generadores de energía, la mayoría de las comunidades carece de
electricidad y solo algunas familias cuentan con pequeños generadores que
funcionan a gasolina.

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Las principales fuentes de agua para beber y cocinar son arroyos, ríos o
lagos. Estudios realizados por la Autoridad Nacional de Agua, Dirección
General de Salud Ambiental y otras entidades del estado han encontrado
que el agua de la mayoría de esas fuentes no es apta para el consumo
humano, debido a la presencia en niveles mayores a los permitidos de
ciertos minerales o la contaminación por bacterias.

Las protestas en las áreas de explotación de petróleo de Loreto se registran


desde principios de la década de 2000, a medida que las organizaciones
fueron aprendiendo sobre los riesgos ambientales y de salud, y sobre los
derechos indígenas consagrados en la legislación peruana y los tratados
internacionales.

Estas protestas además están relacionadas con “la desigualdad que ha


primado en la utilización de los beneficios de la explotación de los recursos
vinculados al petróleo”,
dice Deborah Delgado,
profesora de sociología
de la Pontificia
Universidad Católica del
Perú en Lima, que
estudia los impactos de
los derrames de petróleo
en comunidades a lo
largo del río Marañón.

Cuando piden una mejor


educación y atención
médica, junto con
trabajos o algún tipo de actividades generadoras de ingresos, los
pobladores exigen ser tratados como ciudadanos de pleno derecho, dice
Delgado.

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Los derrames de petróleo han generado una industria local de limpieza de
las áreas afectadas que ofrece empleos que pagan mucho más por la mano
de obra no calificada que los trabajos que, generalmente, está disponibles
en las comunidades indígenas situadas a lo largo de la ruta del oleoducto.
Sin embargo esta bonanza es pasajera, pues cuando el trabajo termina los
pobladores se quedan con las consecuencias: los daños ambientales, las
preocupaciones sobre la salud, la incertidumbre de si los peces son seguros
para comer y el conocimiento de que sus fuentes de agua tradicionales,
principalmente de agua superficial, no son aptas para el consumo humano.

“Estamos ante una situación muy injusta que afecta a estas personas”, dice
Alicia Abanto, quien dirige el área de medio ambiente, servicios públicos y
pueblos indígenas en la Oficina de Defensoría del Pueblo del gobierno de
Perú. Y agrega que ha habido una “profunda desatención por parte del
Estado peruano hacia las comunidades nativas más alejadas del país, que
además están en la zona del oleoducto”.

Lo que arrastran los derrames 

En la mañana del 23 de julio, Escalante y los residentes de Nuevo Progreso,


junto con representantes de la oficina del fiscal, Petroperú, el Organismo de
Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) y el Organismo Supervisor de
la Inversión en Energía y Minería (Osinergmin) realizaron una caminata de
media hora hasta el sitio de la ruptura del oleoducto.

A los trabajadores les tomó varias horas usar cuatro cabrestantes


o winches para sacar la tubería del lodo y remover el sello temporal. Una
vez que se limpió la superficie, las marcas de una sierra quedaron
expuestas.

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Las sospechas por casos de vandalismo y la avalancha de derrames en
2016 ya habían impulsado a Petroperú a implementar una nueva política de
contratación para las labores de limpieza. Los trabajadores de la comunidad
afectada, por ejemplo, no pueden ser contratados para evitar crear un
incentivo perverso, y Petroperú no proporciona alimentos ni agua, dejando
al gobierno cualquier acción al respecto.

Sin embargo, a pesar de que el Poder Ejecutivo decretó un estado de


emergencia en cinco localidades en la provincia de Datem del Marañón, las
autoridades regionales y locales no entregaron agua a Nuevo Progreso ni a
Nueva Jerusalén. Escalante lamenta que toda su comunidad esté siendo
castigada por las acciones de vándalos no identificados.

«Nunca hemos causado y nunca causaremos» daños a la propiedad del


gobierno, dijo.

Aunque hay pruebas contundentes de que varios derrames se deben al


vandalismo, dice Abanto, en la mayoría de los casos los autores no han sido
identificados. Sin embargo, los funcionarios tienden a mirar con recelo a la
comunidad local, violando el derecho a la presunción de inocencia, dice.

«Estos crímenes no se investigan adecuadamente porque es muy complejo,


pero estos crímenes tampoco se evitan», indica.

Las agencias gubernamentales, precisa, necesitan un plan integral para


proteger la infraestructura petrolera y prevenir estos casos.

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El derrame en Nuevo Progreso es uno de los tres registrados cerca de
Saramiriza, los cuales a su vez son los últimos de una serie que comenzó
en junio de 2014 con una fuga en Cumínico, una comunidad Kukama del
bajo Marañón. Precisamente los acontecimientos ocurridos en Cumínico
marcaron un punto de inflexión tanto en la visibilidad de los derrames de
petróleo a lo largo del oleoducto como en la forma como se manejan en el
Perú.

El incidente en Cuninico, según Osinergmin, se produjo por un problema de


corrosión en la tubería. Petroperú contrató en ese momento a hombres
locales para que se metieran en el agua mezclada con crudo para buscar el
punto de ruptura, pero no les proporcionaron equipo de protección.

Las imágenes que difundieron algunos medios de comunicación mostraron


a hombres con la ropa empapada en petróleo. También se reportó que al
menos uno de los trabajadores era un menor de edad. Esto llevó a la
renuncia de la junta directiva de Petroperú, y la compañía se vio en la
necesidad de contratar a empresas calificadas para los trabajos de limpieza.
Esas compañías a su vez subcontrataron a empresas locales que
emplearon, igualmente, a residentes de la zona. El salario diario que se
pagó en Cuninico bordeaba los USD 20, muy por encima de los USD 3 a 4
que antes se cobraba por trabajos eventuales de agricultura o de otro tipo.

16
Un derrame se reportó unos meses después, en San Pedro, comunidad que
limita con Cumínico. Los gerentes de Petroperú dijeron que la tubería había
sido cortada deliberadamente, insinuando que los trabajos de limpieza
creaban un incentivo perverso para el vandalismo.

Una nueva ronda de derrames empezó en enero de 2016, cuando un


movimiento de tierra en una colina cercana al pueblo de Chiriaco causó una
ruptura del oleoducto y la filtración de petróleo. Un mes después ocurrió otro
derrame en la comunidad Wampis de Mayuriaga, que fue causado por la
corrosión o abrasión de la tubería. En los dos casos, el salario para los
trabajadores aumentó a cerca de USD 45 diarios. Siguió otro, en la
comunidad de Barranca, provocado por un movimiento de la tierra, y luego
uno en una quebrada próxima a la ciudad de Nieva causado, según la
empresa, por un corte.

A partir de agosto del 2016, hubo una serie de ocho derrames en el primer
tramo del oleoducto, en el valle del bajo Río Marañón, que según Petroperú
fueron producto de cortes hechos deliberadamente. En un momento, los
derrames parecían moverse de una comunidad a otro río arriba y, según
Petroperú y Osinergmin, en todos estos casos la tubería fue cortada
intencionalmente.

Petroperú presentó denuncias formales ante la fiscalía contra sospechosos


«desconocidos», y esta abrió investigaciones. Algunas de ellas han sido
archivadas, mientras que otras permanecen activas.

Una comisión del Congreso de la República establecida para investigar los


derrames tampoco logró identificar a los autores, pero en el informe final,
emitido en noviembre de 2017, señaló que se requería de una mayor
investigación en algunos puntos específicos.

La comisión descubrió, por ejemplo, que se crearon varias compañías para


atender las labores de limpieza, algunas con muy poco capital o

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experiencia. Algunas de estas empresas facturaron millones de dólares por
esos trabajos, especialmente durante 2016.

Según el informe, además, algunas tenían vínculos con el personal de


Petroperú. Las conclusiones sugerían la posibilidad de colusión en la
contratación, y hasta la existencia de una «organización criminal» que
controlaba la adjudicación de los contratos de limpieza dentro de Petroperú.
Por eso en las conclusiones se instaba a realizar una mayor investigación.

Según Beatriz Alva Hart, gerente corporativa de gestión social y


comunicaciones de Petroperú, planean iniciar una investigación interna.

Esto se suma, según la funcionaria, a las medidas tomadas en 2018 en el


valle del bajo río Marañón con el objetivo de frenar “el vandalismo”. No solo
se decidió no contratar para el trabajo de limpieza a gente de la misma
comunidad donde sucede el derrame, según Alva Hart, sino que también
empezaron a pagarle a habitantes locales para patrullar la ruta del oleoducto
y mantenerlo libre de vegetación.

La vida después de un derrame

Meses o años después de haber sufrido derrames de petróleo, las


comunidades viven con las secuelas ambientales, sociales y económicas.
En muchas de ellas todavía hay restos de petróleo en los sedimentos
debajo del oleoducto, y si estos se remueven con un palo o cae una lluvia
fuerte aparece el brillo característico del crudo.

Los trabajos de limpieza, mientras duran, crean una suerte de bonanza


económica local que permite a las familias construir nuevas viviendas o
expandir las estructuras existentes. Sin embargo, este escenario genera
también una inflación local que se hace evidente cuando los trabajos
desaparecen y los precios no vuelven a caer al nivel previo al auge, dice
Delgado.

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Y entonces las preocupaciones se agudizan. Las personas se preguntan si
los peces son seguros para comer y si ellos o sus hijos sufrirán efectos a
largo plazo en la salud por los derrames. Además, suman nuevas tareas a
su rutina como colocar recipientes para recoger la escorrentía del techo
durante las lluvias, aunque esta agua es insuficiente para las necesidades
de una familia.

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Cuando sucede un nuevo derrame, como en el caso de Nuevo Progreso, las
comunidades a veces no permiten que Petroperú inicie los trabajos de
limpieza hasta que se instale una mesa de diálogo. Es una de las pocas
formas que tienen las comunidades para sentarse frente a frente con
representantes del gobierno para presentar sus necesidades e intentar
conseguir servicios u otros beneficios.

Las comunidades y organizaciones ven en las negociaciones, consultas y


protestas una oportunidad para presionar por los derechos económicos,
sociales y culturales, dice Roger Merino, profesor de política pública de la
Universidad del Pacífico en Lima.

«Estas demandas a menudo se enmarcan como ambientales, por razones


estratégicas, pero sobre todo están enraizadas en el derecho al territorio y la
autodeterminación», indica.

En una región como Loreto, donde la llegada de las compañías petroleras


siguió el camino de una larga historia de abuso de los pueblos indígenas por
los barones del caucho, los comerciantes de carne de caza y pieles, los
madereros y otros buscadores de fortuna, los disturbios actuales también
reflejan un deseo de alejarse de las relaciones económicas que se remontan
a la época colonial, dice Delgado.

La legislación más reciente, incluida una ley que exige se consulte a las
comunidades indígenas sobre las decisiones del gobierno o los proyectos
de desarrollo que las afectan, es un paso para reducir ese legado colonial.
Aunque no sean perfectos los procesos, representan un avance, según
Delgado.

“Si bien Petroperú tiene una herencia colonial fuerte, puede aprender” de las
agencias gubernamentales que, a través de tales procesos, intentan
establecer relaciones más equitativas con las comunidades, dice Delgado.

“El Estado puede hacerlo. Puede salir de esta herencia”.

20
UBICACIÓN DONDE SE ENCUENTRA NUEVO
PROGRESO

PROVINCIA DE
TOCACHE DISTRITO
DE SAN MARTIN

NUEVO PROGRESO

21
REPORTE DE CONFLICTOS SOCIALES ACTIVOS Y LATENTES EN DIFERENTES
DEPARTAMENTOS
Departamento Activos Latentes TOTAL

Amazonas 2 0 2

Ancash 15 2 17

Apurímac 8 1 9

Arequipa 6 2 8

Arequipa/Cusco 2 0 2

Ayacucho 8 5 13

Ayacucho/Huancavelica 0 1 1

Cajamarca 12 6 18

Callao 0 1 1

Cusco 10 8 18

Cusco/Junín 0 1 1

Cusco / Madre de Dios 1 0 1

Cusco / Madre de Dios /


Puno 1 0 1
Huancavelica 5 4 9

Huánuco 1 0 1

Ica 3 0 3

Ica/Lima 0 1 1

Junín 10 4 14

La Libertad 5 3 8

Lambayeque 1 2 3

Lima 11 9 20
Loreto 9 2 11

Madre de Dios 1 2 3

Moquegua 3 3 6

Moquegua/Puno 1 0 1

Moquegua/Tacna 0 1 1

Nacional 13 4 17

Pasco 4 1 5

Piura 13 3 16

Puno 16 4 20

San Martín 2 4 6

Tacna 3 2 5

Tumbes 2 0 2

Ucayali 1 1 2

Total 169 77 246

22
CONCLUSIONES

La mayor amenaza que sufre actualmente nuestra Amazonía es el


impacto de la actividad petrolera. Los derechos de las nacionalidades
indígenas contemplados en la Constitución Ecuatoriana han sido
violados, muchos contratos de participación con empresas
transnacionales han sido firmados sin que exista una consulta previa a la
comunidad para que se realicen trabajos de exploración y explotación.

La contaminación por petróleo crudo o refinado es generada accidental o


deliberadamente: Se estima que 3 mil 800 millones de litros entran cada
año a los océanos como resultado de las actividades humanas, de
éstos, sólo ocho por ciento se debe a fuentes naturales; por lo menos 22
por ciento a descargas operacionales 

La actividad petrolera afecta notablemente la vida organizativa de la


nacionalidad kichwa y su economía. Con el agua, el aire y el suelo
contaminados se ha afectado las bases de subsistencia socio-
organizativa, sin respetar los derechos de las personas, de las
nacionalidades indígenas y de la naturaleza y no hay una política de
estado que garantice los derechos a la vida, la libertad y dignidad.

Existen dos alternativas disponibles para eliminar los vertimientos de


agua de formación con petróleo, descargadas al medio ambiente natural:
tratando el agua antes de la descarga para eliminar todos los
hidrocarburos y metales, o reinyectando el agua producida a la
formación de donde proviene o a cualquier formación adecuada.

Las comunidades y organizaciones ven en las negociaciones,


consultas y protestas una oportunidad para presionar por los
derechos económicos, sociales y culturales, dice Roger Merino,
profesor de política pública de la Universidad del Pacífico en Lima.

23
RECOMENDACIONES

Que los gobiernos de turno deben proporcionar a los miembros de las


nacionalidades indígenas información oportuna, apropiada y completa, que
pueda
ser comprendida plenamente por ellos, asegurando previamente la
participación
efectiva, es garantizar el acceso a la información que permitirá a las
comunidades
indígenas estar adecuadamente informadas para el seguimiento y
evaluación de
las actividades y para la adopción de acuerdos
Concienciara a la población local sobre impactos ambientales de las
actividades
extractivas y generar propuestas desde las necesidades y cosmovisión de la
población local para un desarrollo equitativo e equilibrado.
Propender en las organizaciones indígenas a la creación de espacios e
instancias
de debate para consolidar criterios para la toma de decisiones.
Emprender una campaña masiva de conciencialización y de motivación de
los
derechos colectivos con la finalidad de ejercer nuestros derechos.
A través de encuentros y congresos los dirigentes busquen un norte
estratégico en
la toma de decisiones en el ámbito petrolero.

24
BIBLIOGRAFIA

ACOSTA, Alberto, 1993, Amazonía por la vida, Debate ecológico sobre


el
problema petrolero en el Ecuador, Quito Ecuador.
ACCION ECOLOGICA, 1984, Población indígena y desarrollo
amazónico, Abya
Yale.
ACCION ECOLÓGICA, 2000, El Ecuador post petróleo, Quito, Ecuador.
ESTRADA, Jenny, 2001, En la historia petróleo del Ecuador 1911 1976,
Senefalder, Guayaquil, Ecuador.
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operaciones hidrocarburíferas en el Ecuador.
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consecuencias humanas del desarrollo del petróleo, N° 30, Quito, Ecuador.
CANOSA, Raúl, 2000, Constitución y medio ambiente, Dykinson.
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Ecuador, Las
reglas de juego, FLACSO, Sede Ecuador.
FONTAINE, Guillaume, 2004, Petróleo y desarrollo sostenible en
Ecuador, Las
apuestas, FLACSO, Sede Ecuador.
GUEVARA, David, 1995, Napo con su propia voz, Consejo Provincial de
Napo.

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FLACSO –
Sede Ecuador.

25
PAGINA WEB

https://www.defensoria.gob.pe/wp-content/uploads/2018/07/
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https://es.mongabay.com/2019/08/peru-derrames-de-petroleo-
comunidades-indigenas/

https://mongabay-latam.lamula.pe/2019/08/13/derrames-de-
petroleo-exponen-el-abandono-de-las-comunidades-indigenas-
en-loreto/mongabaylatam/

https://www.ohchr.org/Documents/HRBodies/CRC/Discussions/
2016/EQUIDAD_2.pdf

https://www.defensoria.gob.pe/wp-content/uploads/2018/10/
Informe-de-Adjunt%C3%ADa-N%C2%BA-001-2018-DP-
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https://amazonwatch.org/assets/files/201102-feconaco-
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https://amazonwatch.org/assets/files/201102-feconaco-
informe.pdf

https://www.dge.gob.pe/epipublic/uploads/asis-indigena/asis-
indigena_2020.pdf

26
FUENTES DE VERIFICACION

27
ANEXOS
A continuación, el mapa de los casos activos y latentes por
departamento y por tipo de conflicto

28
IMÁGENES SOBRE EL SUCESO DEL DERAME DE PETROLEO EN AMAZONAS

29
CONFLICTOS SOCIALES DE DIERENTES LUGARES

30
31
32
Thank you

33

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