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Boletín La Laja, nº 7, Asociación La Laja. Amigos del Patrimonio Natural y Cultural de Conil de la
Frontera, Cádiz, 2006, pp. ¿?
(metido ord.)

CONIL AÑO 1563: UNA ALMADRABA ESPECTACULAR

Araceli Guillaume-Alonso
Universidad París-Sorbonne 
  

Almadraba de Conil en el siglo XVIII (Archivo Ducal de Medina Sidonia)

EL CONTEXTO

La temporada de pesca de atún de los años 1563 y 1564 fue, en ambos casos, particularmente
generosa, en un contexto particular tanto en la casa ducal como en la monarquía española. En otoño
de 1558, había fallecido el sexto duque, ya viudo, dejando a un nieto heredero del ducado menor de
edad, haciéndose cargo de la tutoría, como correspondía, su madre doña Leonor de Sotomayor,
condesa de Niebla, viuda del conde desde hacía ya algunos años. Como otras mujeres que en
diferentes épocas hubieron de tomar las riendas de la Casa de Medina Sidonia, doña Leonor se
mostró a la altura de las circunstancias, asumiendo plenamente sus funciones y gobernando los
estados con mano firme.

1
En fechas cercanas a las de la muerte del sexto duque, también había fallecido, en Yuste, el
emperador Carlos V, su contemporáneo, dejando las manos libres para el pleno gobierno de la
monarquía católica a su hijo Felipe II, en el que había abdicado dos años antes en Bruselas, pero el
cual no volvió a la península hasta después del fallecimiento de su padre. Los primeros años del
reinado efectivo de Felipe II, después de su regreso a España, fueron años “recios” como los
hubieran sin duda calificado, de vivir, Vives o cualquiera de los humanistas erasmianos de la
juventud del emperador. Ya antes del fallecimiento de Carlos V, el descubrimiento de núcleos
protestantes y filo-protestantes en Valladolid y Sevilla, dio lugar a una fuerte represión religiosa,
que se concretó después con varios autos de fe colectivos en ambas ciudades, entre 1559 y 1562.
Además, el cierre ideológico importante que se estaba produciendo se confirmó con la publicación
del Índice de libros prohibidos de 1561, el decreto de retorno obligatorio de los estudiantes de las
Universidades extranjeras con excepción de Bolonia y Roma y un reconocimiento explícito por
parte de la monarquía del papel que debía desempeñar en el control de las conciencias la
Inquisición, dirigida entonces y renovada por el ambicioso Fernando de Valdés.

En el plano político, quiso igualmente dejar constancia el nuevo monarca de su concepto de


monarquía absoluta intentando por todos los medios reducir privilegios y exenciones fiscales.
Como, además, la situación económica heredada de su padre y las guerras recientes con Francia
habían desembocado en la primera quiebra general del reino de 1557, la busca incesante de nuevos
ingresos acompañó el proyecto político centralizador (1). En lo relativo a las almadrabas, lo más
importante fue el intento, en 1562, de recuperar en provecho exclusivo de la Corona todas las
salinas de España con carácter de monopolio. Este intento contradecía los términos del privilegio
de almadrabas de que gozaba la casa ducal de Medina Sidonia y la jurisprudencia de un uso
ininterrumpido del producto de las salinas de la región libres de impuestos, desde tiempo
inmemorial (2).

La condesa de Niebla, con sus consejeros, supo defender el derecho consuetudinario,


consiguiendo la exención de impuestos sobre la sal para toda aquella necesaria para salar el atún
procedente de sus almadrabas, aunque el pleito quedó abierto durante medio siglo (3). En realidad,
todo parece indicar que los años medianos del siglo XVI se sitúan en un momento álgido para la
Casa Ducal, y no sólo si nos atenemos a los resultados de las almadrabas. De todas maneras,
independientemente del estado de la hacienda real, endeudada a pesar de la ventajosa paz de
Cateau-Cambresis de 1559, el reino de Castilla vive a mediados del siglo XVI un momento de
crecimiento económico y demográfico que no será convenientemente aprovechado, pero que se
percibe en la periferia andaluza, sobre todo si lo comparamos con la segunda mitad del reinado de
Felipe II y con otros momentos posteriores del siglo XVII.

Curiosamente, sin que podamos explicarlo ni encontrarse una relación directa de causa a efecto,
los resultados de la pesca almadrabera reflejan perfectamente los momentos de auge o de
decadencia de la economía en términos generales y no sólo de la Casa Ducal. Así, a partir de 1571,
los resultados de la pesca presentan un descenso brutal en el número de capturas que nunca volverá
a alcanzar, ni de lejos, los niveles que tuvo entre 1540 y 1570, siendo esta última fecha la misma
que los historiadores del periodo suelen elegir para marcar el inicio de la recesión o decadencia de
la monarquía española, sobre todo en sus aspectos económicos y demográficos (4). Con diferencias
considerables de un año a otro, las dos almadrabas de Conil y Zahara reunidas, arrojan resultados
globales de entre 80.000 y 125.000 atunes pescados cada año, entre 1540 y 1570, siendo muy
inferior el número de capturas antes de esas fechas y cayendo en picado después. Antes de 1540, a
principios del siglo XVI, la cifra anual es de unos 30 ó 40.000 atunes de media y, después de 1570,
por dar tres ejemplos concretos, si en 1570 se pescaron 115.335 atunes, en 1572 sólo se capturaron
37.884 atunes y, en 1573, 13.317, en todos los casos sumando los resultados de las dos almadrabas.
A partir de 1572, sólo una vez se llega a un total de 66.819 atunes anuales, situándose la media en
torno a las 20.000 capturas hasta 1675, y a 15.000 o incluso menos más tarde, según avanza el siglo
XVII y a lo largo de todo el XVIII (5).
2
En función de estas cifras, los años de 1563 y 1564 son particularmente espléndidos, tanto en
Conil como en Zahara, sumando ambas 110.152 atunes el primer año y 125.388 atunes el segundo,
estando generalmente Zahara por delante de Conil y siendo el año 1563 particularmente fecundo en
esta segunda localidad, aunque no es el mejor de su historia.(6)
 
LA ALMADRABA DE CONIL DE 1563
 
La pesca: incidencias y resultados

  Empezó la pesca el lunes 26 de abril, aunque la remienda de redes comenzó diez días antes,
según reza en los salario pagados a los remendadotes. Se guarda la mar hasta el jueves 29 sin pescar
porque hay un vendaval de sudeste primero, y tormenta después. El jueves 29 se levanta el primer
bol con 8 atunes, uno de los cuales se lleva inmediatamente, según costumbre, al joven duque a
Sanlúcar. El viento de levante vuelve a interrumpir la pesca un par de días después pero poco a
poco el número y contenido de los boles se hace más importante, llegando el martes 4 de mayo a
levantarse cinco boles con 695 atunes en el primero de ellos y sumando 1.482 atunes en total la
jornada. En los días sucesivos, se interrumpe la pesca algún día que otro, siempre por viento del sur,
pero en general hay muy pocas interrupciones ese año hasta el 19 de junio, día en que se guarda la
mar por última vez, antes de llevar toda la almadraba a tierra a las diez de la mañana y desarmar la
pesquería, puesto que hacía ya tres días que no se pescaba nada.

En total, la pesquería duró 55 días y hubo pesca en 44 jornadas con once sin atún por viento,
tormenta o agua turbia que son los tres argumentos utilizados en el Diario para justificar el que no
hubiera capturas. En realidad, la última semana sólo se cogieron 36 atunes lo que contrasta con las
cantidades que preceden y justifica que se desarme la pesquería algo antes de lo que se hacía
algunos años en que se mantenía hasta San Pedro, sobre todo en años menos propicios que éste del
que tratamos.

En efecto, el total de atunes capturados fue en Conil en ese año de 52.744 piezas, de las cuales
1.863 no figuran en el primer total porque no se contabilizaron en la cuenta general ya que se fueron
vendiendo para pagar la mano de obra no especializada: ventureros, cloqueros y cargadores (7). Ese
mismo año Zahara arroja cifras aún superiores ya que se capturaron 57.954 piezas, es decir 5.210
más que en Conil. En ambos casos se trata de cifras altísimas que no se van a dar, en el transcurso
de los siglos, más que en un número limitado de ocasiones.

El detalle de la pesca del año 1563 permite subrayar algunas jornadas con resultados tan
importantes que medio siglo después no se volverán a producir nunca más y que parecerán
totalmente míticos a las generaciones posteriores, hasta el punto de exagerarlos por encima de las
3
cifras reales. Si nos atenemos a los datos concretos de nuestro Diario, la mejor jornada en Conil fue
la del viernes 7 de mayo en que se pescaron 4.690 atunes en cuatro boles, uno de los cuales
encerraba él solo 2.745 atunes (8).

Esta jornada fue seguida de cerca por la del lunes 10 de mayo con 3.162 atunes en cuatro boles,
con uno de 2.098 piezas; la del domingo 16 de mayo con 2.171 atunes pescados en cinco boles; la
del lunes 17 con 2.333 en tres boles, el martes 18 con 3.660 atunes pescados en tres boles, uno de
ellos de 2.086 piezas; el jueves 20 con 2.487, en cuatro boles; el domingo 23 con 2.943 en cinco
boles, etc. La pesca en grandes cantidades culmina el juenes 27 de mayo con 2.284 atunes
capturados en cuatro boles y el sábado 28 con 3.122 en otros cuatro boles para ir después
descendiendo a lo largo de junio con algún día aún que rebasa los 1.000 atunes como fue el caso el
domingo 6 de junio. Aunque el 16 de junio se levantó un bol con 36 atunes, como aparece aislado
en medio de seis días sin capturas, se puede considerar que el paso de los peces cesó el domingo 13
de junio (9).

En el afán por establecer claramente cifras tan elevadas, los nombres de compradores y el importe
de la pesca, este Diario no se extiende en incidencias del faenar cotidiano como suele ocurrir en
otros diarios. Verdad es que la cantidad de trabajo y la abundancia de pesca debieron de dejar poco
tiempo libre a ventureros y otros trabajadores temporales para disputas y reyertas. Un elemento que
desconcierta es el del peso de los atunes, que nunca figura en los Diarios, todo lo más aparece, de
manera excepcional, la mención “eran pequeños” para justificar un precio más bajo de lo habitual.
Aquí el Diario, muy escueto, sólo lo precisa una vez, el 24 de mayo, día en que se levantaron dos
boles, de 256 y 428 atunes respectivamente, consignando un detalle revelador: los atunes del
primer bol se venden a 166 mrs pieza, es decir 23 reales y 3 mrs, pero los 428 del segundo bol se
meten en la Chanca del duque. De ellos 50 se venden a un particular, sin especificar precio, 141 se
venden “por menudo” y 237 se cortaron en la Chanca “como muy pequeños” (10). Podemos pues
deducir que se eligen lo más pequeños para elaborarlos, prepararlos para la conserva y destinarlos a
la venta ya transformados y los más grandes para la venta directa. Aun así, la cuestión del tamaño (o
sea del peso) no está suficientemente esclarecida en los diarios y no sabemos en qué medida
determinaba el curso del atún.
 
Precios, compradores e ingresos de la pesca

Partiendo de lo que ya hemos visto, el Diario de la almadraba de Conil de 1563, como casi todos
los Diarios, indica precios muy fluctuantes que resulta difícil justificar por carecer de precisiones
sobre el criterio que los determinaba. Es fácil deducir que, por ejemplo, si entre el 28 y 30 de mayo
se venden los atunes a 9, 7, o incluso 6 reales y medio unidad es debido a la gran oferta que se
produce esos días, con las numerosas capturas que ya hemos señalado. De la misma manera se
entiende que los que se venden los tres primeros días de la pesquería, por la novedad y también la
escasez puesto que hay varios días de tormenta en medio, alcancen el precio récord de 15 reales
unidad que no se vuelve prácticamente a dar y que baja a 9 reales entre las máximas a partir del
martes 4 de mayo en adelante. No obstante, sólo el tamaño puede justificar la tarifa excepcional de
13 reales unidad que paga un comprador de Sevilla el jueves 6 de mayo, por el primer bol del día de
23 atunes en total. Efectivamente, ese mismo día, el tercer bol de 160 atunes se vende en su
totalidad a Juan de Córdoba, vecino de Sevilla por 7 reales y el cuarto bol de 135 atunes, al mismo
comprador por 130 mrs, es decir menos de 4 reales pieza. Hay días con curso estable entre el primer
y el último bol, pero, en términos generales, es como si el curso del atún bajara a lo largo del día.
Ahora bien, es difícil concluir si era por mayor demanda al iniciarse la jornada sin saber lo que iba a
acontecer después o porque los mejores atunes se pescaban en los primeros boles del día (11).

En muchos casos, cuando un bol cuantioso lo adquiría entero un comprador, podemos suponer
que el precio se ajustaba a la circunstancia o que se había producido una puja entre los compradores
teóricos, tradición ésta tan arraigada hasta nuestros días. Nada en los diarios indica las
4
circunstancias particulares de la venta, aunque la identidad de algunos compradores importantes y
las cantidades considerables que adquirían, nos hacen deducir que se les reservaba un trato especial.
Desde este punto de vista, la almadraba de Conil del año 1563 está indiscutiblemente bajo el signo
de mercaderes catalanes y, en menor medida, mallorquines y valencianos (12).

Los compradores de atún presentan por lo general una doble tipología: por un lado los mercaderes
que compran cantidades importantes y cuya cuenta figura en lista aparte, individualizada, en los
diarios. Estos mercaderes son en algunos casos vecinos de la región andaluza pero, las más,
proceden de otros lugares de la península e incluso del extranjero y compran los atunes a cuenta.
Por otra parte, encontramos una serie de pequeños compradores, del entorno o de la región cuya
mención se produce con ocasión de la compra, pero que no tienen cuenta abierta por lo que
suponemos que compraban al contado o, en algunos casos, mediante cédula de crédito extendida
por banqueros sevillanos, como los Espinosa.

Entre los mercaderes con cuenta en la Casa que compraron en Conil en el año de 1563, varios de
ellos catalanes o levantinos, como ya se ha dicho, encontramos a Antonio de Origüela de Cartagena,
Joseph Ibáñez, valenciano, vecino de Alicante, Juan López de Alcaraz y Simón de Chavarri
presentados como “genoveses” pero probablemente instalados en Sevilla y que parecen muy
vinculados a los Espinosa, los banqueros que trabajaban con la casa Ducal. También encontramos a
Pedro Bidel, valenciano, Francisco Hernández, vecino de Alicante, Juan Cerres (o Serres), de
Barcelona, Serafín Bajes también de Barcelona, Bartolomé Muto, mallorquín, Pedro de Gaviria de
Alicante, Jaime Monteagudo (o Jaume Motagudo), Miguel Pujol y Joseph Moradell catalanes. Los
demás son de la región del Estrecho y cercanías o están afincados allí, como Diego Rodríguez, M.
de Escobar y Juan de Marín, vecinos de Vejer o Francisco Moreno y Juan Enrique de Azevedo,
ambos de Conil, y algún otro vecino de Sevilla, de Medina o de Chiclana y algunos genoveses y
catalanes pero afincados en Cádiz (13). Todos ellos compran al duque atunes en gran cantidad, la
sal para salarlos y los recipientes –barriles, cuñetes– “vasija” para conservarlos.

La preparación se lleva a cabo en pequeñas chancas, independientes de la de la Casa Ducal. En


total, hay 33 cuentas individuales de mercaderes de este tipo que revelan un sistema de pago muy
complejo, estando los más importantes relacionados con banqueros sevillanos como Juan López de
Ayala o los Espinosa, agentes del duque, proveedores de fondos en Sevilla para las necesidades de
la Casa y para cubrir las deudas pendientes, por lo que muchas transacciones de atunes se saldan
mediante cédula o letra de pago a favor de la condesa regente, a 6 días vista, en Sevilla,
centralizadas en casa de esos mismos banqueros citados. Otro intermediario importante es en esta
almadraba el catalán Bartolomé Creus, con intereses en Sevilla que facilita crédito para la compra a
otros compradores. En una ocasión, uno de los compradores de Chiclana presenta un libramiento de
la condesa en su favor para saldar un remanente de los 600 ducados que había empleado en una
compra de trigo, cebada y paja por orden de la Casa en el año 1561 y del que quedaba una suma
pendiente.

Cuenta aparte merecen los atunes vendidos “por menudo” como dijimos con anterioridad, que
enteros o troceados, se pagaban por unidad pero al contado. Esta categoría no hay que confundirla
con la relativa pequeña cantidad de atún embotado que venden los agentes de la Casa ya preparado
en sus recipientes (14). Los compradores “por menudo” cuya compra varía mucho en cantidad, de
unos a otros, proceden de lugares de los alrededores y de toda Andalucía o de Murcia : Jerez,
Sevilla, Medina, Jaén, Córdoba, Marchena, Úbeda, Lora, Aracena, Málaga, Los Palacios, Arcos, El
Puerto, Lucena, Chiclana, Antequera, Sanlúcar, Huelva, pero también de Valdemoro, Getafe,
Lugo... Un clérigo de Conil, cuyo nombre no figura, compra, “por menudo” 177 atunes por un total
de 50.445 mrs. aunque no se dice si con fines comerciales o para otro uso. Las partidas por menudo
van de 1 atún ó 2 atunes a más de un centenar. Algunas veces encontramos en la compra por
menudo los mismos nombres que en alguna cuenta de mercaderes, lo que hace pensar que en este
caso pagan al contado ya que la suma no figura en la cuenta principal. Entre esta categoría de
5
compradores hay varios conventos como el de Guadalupe. Sin embargo, gran número de ellos e
iglesias y monasterios reciben ya atún de la condesa, a título de “limosna”. De los 962 “barriletes
quintaleños de atún salado” que se preparan ese año en Conil, 699 se entregan como limosna a 38
diferentes entidades religiosas en Sevilla, Jerez, Córdoba, Lebrija, Cádiz, Vejer, Sanlúcar, Cazalla,
Carmona, etc., además de Guadalupe. Los 196 barriletes para el monasterio extremeño son con los
72 de San Isidoro del Campo de Sevilla, fundación de la Casa, las dos partidas más importantes de
los destinados a limosna. Ese año se añaden 132 barriles suplementarios a los doce tradicionales
reservados al monasterio de San Francisco de Vejer, probablemente en acción de gracias por el
resultado espectacular de la pesca en ambas almadrabas (15). También obsequia la condesa a varias
personas con regalos de atún salado, como a Pedro del Castillo, regidor de Cádiz que recibe 100
barriletes “para el proveimiento de su casa (16).

En resumidas cuentas, de los 52.744 atunes pescados en 1563, 50.881 vendidos enteros, al
contado o a cuenta, o preparados para la conserva, más la sal vendida a granel y los recipientes
vacíos montan un total de 15.160.834 mrs -es decir unos 40.500 ducados (17)- que se cargan al
tesorero de la almadraba de ese año, Juan de Mendoza. Las cantidades se reparten como sigue:

39.2330 atunes, vendidos a mercaderes, a cuenta: 8.491.125 mrs (6 rs y 12 mrs, uno)


8.274 atunes, vendidos “por menudo”: 2.074.772 mrs (7 rs y 16 mrs, uno)
3.050 atunes, cortados en la Chanca del duque: 501.641 mrs (preparados en 962 barriletes a 14 rs y
md°. y 73 cuñetes “de blanco” a 1 ducado)

  A estas sumas, hay que añadir las dos partidas de 324 y 1. 863 atunes que sirvieron para pagar a
ciertas categorías de personal. Los caloneros, bolicheros y proeles recibieron, además de su salario
12 atunes cada uno, seguramente como medida disuasiva para evitar tentación de robar o para
recompensarles por los buenos resultados, ya que estas categorías de trabajadores cualificados
solían ser de la región. Los 324 atunes se calcularon por un valor de 9 reales, superior pues al precio
medio de venta real. La segunda partida de 1.863 atunes, vendidos al contado, importaron 718.691
mrs (es decir más de 11 reales cada atún) suma que permitió ir pagando a los jornaleros: ventureros,
cloqueros y cargadores, como se ha dicho más arriba. El resto del ingreso procede de la venta de la
sal y de los recipientes a los particulares y mercaderes. En total se vendieron 2.878 cahíces de sal a
12 reales cahiz  (18).

Pero no hay que confundir ingresos con beneficios, algo que se produce con frecuencia cuando se
habla de las almadrabas. En el año 1563, la cantidad mítica de 80.000 ducados, producto de las
almadrabas, tan utilizada por los historiadores, se alcanzó y hasta rebasó entre la dos almadrabas de
Conil y Zahara, según lo acabamos de ver, pero en términos de ingreso bruto, antes de deducir las
sumas de gastos de montaje, salarios y abastecimiento en productos diversos que vamos a
considerar a continuación.
  
Coste de la almadraba: salarios y gastos

  El monto total de los salarios, dejando de lado la mano de obra no cualificada, que en este Diario
figura aparte por haberse destinado la venta de una cantidad de atunes con ese fin, como ya hemos
visto más arriba, es de 479.714 mrs (19), además de una serie de raciones que aparecen consignadas
aparte y de los 324 atunes que se agregaron al sueldo de algunas categorías, no sabemos si como
parte del sueldo propiamente dicho o como propina. Entra en esta suma tanto el salario del armador
mayor y armadores como el de la gente de mar y tierra, desde atalayas, esquipazones, bolicheros,
caloneros, proeles y otros marineros pasando por el mayordomo de la Chanca, y demás saladoras,
cocineros, etc. hasta escuderos, guardas, carreteros, boyeros y cura. Éste cobra 22 reales por las
misas que dijo domingos y fiestas a la gente de la mar durante la almadraba “en el toldo” (20) a esta
suma, hay que añadir los 718. 691 mrs, producto de la venta de atún que se habían destinado a pagar
6
a ventureros, cloqueros y cargadores (21). El número de estos trabajadores es variable, en función
de las fechas y va en aumento, según va pasando más atún. Los primeros días hay 60 ventureros, 20
cloqueros y 18 cargadores pero para el 10 de mayo ya son 150 los ventureros que llegarán a ser 165
algunos días mientras los cloqueros no rebasan 28 y los cargadores siguen siendo 18. Un criado del
duque se desplaza a Jerez, en cuanto el atún se hace abundante, para conseguir hombres
suplementarios y vuelve con un centenar. Son jornaleros ya que ninguno de ellos cobra los días en
que no hay paso de atún. En total, los salarios representan una parte importante del coste de la
almadraba: unos 3.400 ducados si tenemos en cuenta el regalo de atunes a varias categorías, sin
contar las raciones de vino para todos y de carne y otros alimentos para las categorías principales.

Más difícil es calcular las sumas que se iban gastando a lo largo del año para organizar la
almadraba, desde la compra de cuerdas, madera y cáñamo además de utensilios diversos, y de los
gastos de flete para el transporte hasta Conil. Poca cosa queda de un año para otro en la Chanca
porque muchos objetos se subastan al acabar la almadraba, sobre todo más adelante, en los años
difíciles. En 1563, al haber sido beneficiaria, quedaron bastantes cosas que figuran en dos pequeños
inventarios y se dejaron a cago de alguien de la localidad. Las principales eran : 11 barcos, dos
boliches, 700 esteras y 5 piezas de red de cáñamo (22).

Un gasto que aparece con claridad en las cuentas es el los fletes de la sal, que llega del 1 de junio
al 10 de julio desde Sanlúcar, Huelva, Puerto de Santa María, Cádiz y Puerto Real, seguramente,
por las fechas, debido a la gran cantidad de pesca, en suplemento de lo que se había previsto. Sin
embargo, en las cuentas sólo figura el flete pagado a los barqueros por un total de 127.268 mrs. y
medio y no el coste de la sal propiamente dicho. Se resumen los “gastos de proveimiento de la
almadraba en toda la temporada” en 226.092 mrs pero son los que se hacen cuando está ya armada,
en Conil : por ejemplo tres atunes de limosna en cuanto se empieza a pescar : uno para el Santísimo
Sacramento, otro para las ánimas del Purgatorio y el tercero para Nuestra Sra. de las Virtudes que se
entregan a los mayordomos de cada cofradía, o en hacer cuñetes, reparar botas, salar, cortar y
estibar atún en la Chanca, hierba y paja para los caballos, alquiler de caballos para unos, de camas
para otros, carreteros suplementarios para hacer frente a la cantidad de pesca e incluso tela para
hacer “talegos para llevar dineros a la cámara del duque”. Las condiciones excepcionales de la
pesca llevan a aumentar el número de saladoras de la Chanca que llegan a ser 21 y de los
cobradores de la venta de atún que son 10 los días de más necesidad. También se aumentan las
raciones de vino a cloqueros y cargadores “los días que ovo mucha pesca” y se paga a un pintor por
un retablo para decir misa todos los días en la Chanca y se compran dos cálices. Sin embargo hay
momentos en que le falta liquidez al tesorero para pagar tantos gastos y tiene que mandar a Sevilla
por 200 ducados para ir pagando a los jornaleros (23). La cuenta de gastos diversos “de
proveimiento suma” 226.092 mrs.

Resumiendo el coste:

gastos de proveimiento 226.092 mrs


paga de la gente de mar y tierra 479.714 mrs
fletes de sal 127.268 mrs
paga de ventureros y otros jornaleros 599.864 mrs
Total : 1.432.938 mrs
 
A esa suma habría que añadir el coste de la sal, de la madera para construir los cuñetes y
barriletes, de la mano de obra y tantísimos gastos que aparecen a lo largo del año en las cuentas de
la Casa pero que nunca se pueden desglosar completamente para ofrecer un balance fidedigno de
cada una de las almadrabas, sin duda porque éstas estaban tan integradas en el funcionamiento
global del estado ducal, ocupaban a tantos deudos del duque, daban tanto trabajo e ingresos a gentes
de sus señoríos que la cuestión de unos beneficios particulares esclarecidos para cada pesquería no
parecía asunto prioritario en la contabilidad ducal. No obstante, había conciencia precisa de lo que
7
eran los años buenos, como el de 1563, que permitió dedicar una suma importantísima a cubrir
deudas pasadas, gastos presentes y compras suntuarias.

Bolichada en la almadraba de Conil en el siglo XVIII (Archivo Ducal de Medina Sidonia)


   
Balance aproximado y conclusiones

 Un balance inmediato, aunque parcial, como ya se ha dicho, permitió a la hacienda ducal, disponer
entre dinero en metálico y haberes bancarios de 3. 176.547 mrs, como resultado de la almadraba de
Conil de 1563, independientemente de los resultados de Zahara y después de haber cumplido con
toda toda una serie de limosnas y regalos. Ese dinero figura en las cuentas, a partir de las cartas de
libramiento extendidas por la condesa y, una vez más, mezcla materias muy variadas, algunas de las
cuales podrían entrar plenamente en el capítulo de gastos de ocasionados por la almadraba, las
menos y para otras no se especifica el destino de la suma que parece corresponder a pagos de
antiguas deudas, incluso de épocas muy anteriores. Son veinte partidas, dos de las cuales consignan
sumas que se llevan directamente a la cámara del duque. La tercera partida es la más importante y
corresponde al pago de 10 joyas para la “cámara del duque” por un total de 708.750 mrs (es decir
1.890 ducados). Las joyas se habían comprado en Sevilla, a Bultario, y el compromiso financiero
se había firmado ante notario el 9 de diciembre de 1562.

Entre ellas, figuran un rubí y diamante grandes tasados en 700 ducados y una gargantilla con 17
piedras preciosas estimada en 645 ducados. Una compra de otro tipo, interesante, por parte de la
condesa en nombre de su hijo, es la de 436 tajos de salinas “con un pedazo de tierra”, en el término
de Conil, las salinas de la Ojiva, por un precio de 300 ducados de los que se pagan 250 al contado.
Indudablemente, el éxito de la almadraba de ese año, los problemas con el estanco de la sal aún sin
resolver en 1563 y la dificultad de encontrar gente dispuesta a labrar sal por temor al monopolio,
inducen a la condesa a invertir en ese producto tan esencial para la almadraba. Por lo demás, se
cubren varias deudas y compromisos del difunto duque y se dan otras limosnas de poca monta al
hospital de la misericordia de Conil. El tesorero desembolsa la suma de 71.739 mrs que es el
diferencial entre su haber y su debe y las cuentas están saldadas.

Sin poder hacer con precisión un balance de la almadraba de Conil de 1563, es evidente que
parece corresponder a uno de los mejores ejemplos de esos años míticos en los que el atún,
superabundante, pasaba del océano al mar interior en bancos compactos, dando a las transparentes
8
aguas del Estrecho destellos plateados salpicados de espuma y aportando a las arcas del ducado de
Medina Sidonia elevados ingresos y gran bienestar económico. Parece indudable que, como por
parte de la Casa Ducal siempre se ponían los medios necesarios “para el buen suceso de la
almadraba”, los resultados de las capturas dependían en gran parte de otros factores que los
humanos. Se puede suponer que las condiciones climáticas u otras de orden ecológico favorecieron
en algunos años el paso del atún y no en otros. En este sentido, resulta sorprendente la coincidencia
señalada al principio de este trabajo entre la abundancia o escasez de atún y la abundancia o escasez
de otros bienes en la España de los siglos XVI y XVII y en particular en el capítulo de la
demografía. Como las mismas causas producen los mismos resultados, quizá hubo factores
climáticos, ambientales que produjeron escasez de todo y no sólo de atunes, a partir de 1570.
Consecuencia de la escasez pudo ser una alimentación insuficiente, pobre, que necesariamente
desemboca en reducción de la fertilidad, en mayor mortandad y, por ende, en descenso
demográfico y en fragilidad frente a las epidemias. Es como si el atún del Estrecho funcionara como
una metáfora de la abundancia o de la escasez de la España de los siglos de oro.

Notas

(1) En 1561, la deuda de la Corona rebasaban los 29 millones de ducados. Ver Modesto Ulloa, La
Hacienda Real de Castilla en el reinado de Felipe II, Roma, Librería Sforzini, Centro del Libro
Español, 1963, p. 501-501.

(2) Las salinas pertenecían por lo general a particulares, que las trabajaban y vendían su producto,
pagando un tributo al señor jurisdiccional, que fuera el duque de Medina Sidonia el de Medinaceli u
otro, Ibid. p. 239.

(3) Carlos V ya había contemplado la cuestión del estanco de la sal  sin decidirse a adoptarlo. En
1562 se decreta el estanco y entre 1562 y 1564, la situación no va ser nada clara para las salinas
andaluzas. En 1564, la condesa en nombre del duque gana tres cédulas en su favor y consigue una
exoneración por 5.000 cahíces de sal anuales para salar el atún y otras disposiciones. Ver mi
articulo: "Madragues et salines andalouses sous Philippe II: litige économique et enjeu de pouvoir",
Castilles, Paris: Université Paris IV-Sorbonne, U.F.R. d'Études ibériques, 1993, col. Ibérica
Nouvelle Série, 2, p. 169-181. 

(4) Es la fecha que se suele dar como tope al crecimiento demográfico en la mayoría de los lugares,
si exceptuamos casos especiales como el de la ciudad de Sevilla. Es también el momento en que se
empieza a producir un fuerte éxodo rural, debido a la enorme subida de los precios y a otros
factores que no podemos analizar aquí.

(5) Tomamos estas cifras de Diarios de Almadrabas, conservados en el Archivo ducal, publicadas
en apéndice por Domingo Bohórquez Jiménez, El Ducado de Medina Sidonia en la Edad Moderna,
Cádiz: Ayuntamiento de Chiclana de la Frontera- Diputación de Cádiz-Unicaja, 1999, 2 tomos (t. II,
p. 790-794). Aunque las cifras aportadas por D. Bohórquez Jiménez presentan alguna diferencia con
las que hemos podido comprobar directamente en los Diarios, tienen la ventaja de dar una visión
global de resultados.

(6) La elección del año 1563 no es totalmente fortuita : se basa en que el Diario de la almadraba de
ese año es muy completo y está muy bien conservado. Ver Archivo Ducal de Medina Sidonia, serie
Medina Sidonia, Diarios almadrabas (en adelante M.S.), legajo 3915, Conil 1563.

(7) Ibid., folio 10.

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(8) Ibid. f. 3. Seguramente una de las cifras récord de toda la historia de las almadrabas pero que
necesita ser cotejada con otras de las demás temporadas de elevado rendimiento para poder
afirmarlo con rotundidad.

(9) Ibid. f. 2 a 9 [v°].

(10) Ibid., f. 6 [v°]. La expresión « por menudo » plantea algún problema porque parece ser
utilizada en este Diario con dos acepciones distintas, ambas recogidas en el Diccionario General
Etimológico de la Lengua Española de Roque Barcia (Madrid, establecimiento tipográfico de
Álvarez hermanos, 18880-1883, 5 tomos) : menudo […] dinero o plata menuda “Se aplica al dinero
y en especial a la plata en monedas pequeñas[… ]; por menudo “En las compras y ventas vale lo
mismo que por mínimas partes”. Aquí, siguiendo la definición y teniendo en cuenta que se llevaron
a la Chanca, cabe suponer que los 141 atunes se vendieron limpios o ya despedazados a particulares
(y quizá también los 50 vendidos a Enrique Acevedo) y los otros 237 se metieron en barriles y
cuñetes para ser vendidos ulteriormente, en esta forma, por la gente del duque, como veremos más
adelante. Sin embargo, da la sensación – según las cuentas posteriores – que el atún por menudo, se
vendía al contado, en ese dinero contante y sonante que tanto necesitaba la Casa para ir sufragando
gastos. De hecho en el f. 23 se hace una diferencia entre los “atunes por menudo” que suman un
total de 2.074.772 mrs y el “menudo de atún” que sólo representa un ingreso de 3.012 mrs.

(11) Por ejemplo el jueves 20 de mayo. El primer bol se vende a 6 reales y medio, el tercero a 5 y el
cuarto a 4 reales. Ibid., f. 5[v°]. O el viernes 21 con un primer bol de 311 atunes vendidos a una
misma persona a 8 reales pieza y el tercero de 102 atunes, vendidos todos a otra persona por 6
reales y medio unidad. Ibid., f. 6.

(12) El origen geográfico de los compradores varía según las épocas

(13) Ibid., f. 120 a 166: Cuentas de los mercaderes o compradores de atún.

(14) Ver supra, nota 9.

(15) M.S. leg. 3519, f. 169-170.

(16) Ibid., f. 170 [v°].

(17) Recordamos que cada real vale 34 mrs, y cada ducado 11 reales o 375 mrs. Las cuentas
alternan continuamente las sumas en cada una de estas unidades.

(18) Un cahiz son 12 fanegas.

(19) Ibid., f. 85 [v°].

(20) Id.

(21) Ibid., el detalle de esta suma figura en un cuadernillo de 11 folios, cosido al final del legajo.
Los atunes con este fin se venden aparte entre el 2 de mayo y el 13 de junio a los mismos
mercaderes que los pagan al contado o a particulares en pequeñas cantidades. No suele darse esta
práctica de separar esta nómina, otros años. No se dice donde consiguen la sal y vasija para estos
atunes.

(22) Ibid., f. 172-174.

(23) Ibid., f. 73-74 [v°].


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