Está en la página 1de 20

INTRODUCCIÓN

«Entonces, doctor, ¿según usted todos los novelis-


tas, hombres y mujeres, son unos neuróticos? », pregun-
ta André Maurois en Tierra de promisión . • Para ser más
exactos -responde-, todos serían unos neuróticos si
no fueran novelistas ... La neurosis hace al artista, y el ar-
te cura la neurosis. »
El gran misterio del genio y la locura aparece como
un prejuicio que Maurois resume mediante esta elegan-
te fórmula de la neurosis que hace al artista. No se debe
olvidar que Tierra de promisión es una novela moralis-
ta que publicó en 1943, entre una larga serie de biogra-
fías de hombres ilustres: la de Shelley (i 923), Disraeli
(1927), Byron (1931), Marcel Proust (1949), George
Sand (1952), Victor Hugo (1955) y Balzac (1965). Esta
mirada de historiador y biógrafo parece conducirlo a la
evidencia de la originalidad del proceder artístico.
La cuestión del genio y la locura es antigua; ya Aris-
tóteles la plantea en un texto célebre, el Problema XXX,
al que recientemente se le ha añadido el subtítulo El hom-
bre genial y la melancolía. Se pregunta en esencia por
qué los hombres excepcionales son con tanta frecuencia
melancólicos. Por melancolía, Aristóteles no sólo en-
tendía esa tristeza soñadora vinculada a la imagen del ar-

-9-
tista que reaparecerá en el Renacimiento o en la época
del romanticismo, sino también esa noción antigua de
la mezcla de los humores que marca la naturaleza de la
personalidad. Más tarde Diderot, recuperando la idea de
Aristóteles, formulará ese lugar común -el gema cer-
cano a la locura- que los primeros psiquiatras somete-
rán a discusión en el siglo XIX . Esta «diferencia» de los
seres fuera de lo común es una idea ampliamente exten-
dida, según la cual el creado r, el genio, es un inadapta-
do, un excéntrico, una persona inestable, obsesionada
por su obra y, en caso extremo, rayana en la locura.
Al mismo tiempo se plantean otros interrogantes
-¿qué es el genio?, ¿qué es la locura?- que hacen que
esta reflexión resulte particularmente delicada. ¿Qué
imagen tenemos del genio? ¿ La del héroe puro al que se
rinde culto? ¿La del don divino de las aptitudes inna-
tas? ¿Y de la locura? ¿Qué tipo de locura? ¿El deliri o,
la depresión? ¿Cómo nos representamos nuestra pro-
pia locura?
Ahora bien, cuando la visión de la cultura se acerca a
la de la medicina, desconfiemos de esa manía de los mé-
dicos de ver enfermos por doquier. Recientemente he
podido conocer estudios médicos muy serios sobre la
patología de los grandes hombres, que harían sonreír si
redujéramos la imagen que tenemos de ellos a esos albu-
res de la salud muy naturales en cada uno de nosotros.
Me refiero a la nefritis de Mozart, al reuma de Cristóbal
Colón, al «accidente» de Ravel, a la ceguera de John
Milton, a los vértigos de Lutero, a la dermatosis de Os-
car Wilde, al párkinson de Hitler, al asma de Séneca, a
la anorexia de Kafka, al alzheimer de Swift, a la dislexia
de Dickens ... Todas estas supuestas afecciones -en al-
gunos casos probadas- tienen un fundamento, pero en
definitiva no explican ni la vida ni la obra. Las mismas
críticas deben aplicarse a los afectos y al ámbito mental;
en ningún caso la obra puede reducirse a una patología.

-10-
-

El arte o el genio pro~eden de múltiples componentes


que sIempre conservaran una parte de misterio.
Sin embargo, esta vieja idea del parentesco entre
genio y locura encuentra en la actualidad argumentos
de respuesta en una nueva concepción psiquiátrica de
los trastornos del humor, que ilumina el misterio de la
creatividad y enriquece la lectura psicoanalítica del mo-
vimiento creativo. La obra parece nacer ·de una sabia
mezcla de la dificultad de ser y un factor energético
constitucional, el mismo que ha animado a todos los
creadores de universos, a todos los aventureros de lo
imposible, poetas, magos, profetas, pintores, inventores,
músicos, políticos ... Rimbaud, Schumann, Goethe, Van
Gogh, Mozart, Hemingway, Balzac, Flaubert, Nietzs-
che, Miguel Ángel, Rousseau, Simenon, Picasso ...
Así, biografías, autobiografías y pato biografías nos
proporcionan testimonios directos, análisis y opiniones
psiquiátricas que corroboran la intuición de Aristóteles.
La exaltación creadora es íntima de la melancolía, her-
mana de la depresión e hija de la manía, pero también
pariente cercana de la locura cuando la obra ya no con-
sigue contener todos los afectos. Entonces esa lectura
sin concesiones de los destinos fuera de lo común nos
lleva a conclusiones sorprendentes: el humor genial pa-
rece distribuirse de un modo muy desigual entre las ar-
tes del lenguaje (poesía, literatura) y las artes no verba-
les (plásticas y musicales).
Las primeras se encuentran a escasa distancia de los
trastornos mentales, la depresión es uno de sus mecanis-
mos. El escritor nace a partir de sí mismo y adopta un
seudónimo. La escritura es un crimen para aspirar a la
. .
eXIstenCIa.
Las segundas tienen pocos vínculos con la locura, la
depresión no es muy frecuente en ellas, y resulta sor-
prendente constatar que prácticamente ningún pintor ni
músico utilizan seudónimo. ¿Acaso la literatura es co-

-11-

TE
- - - -- . . '--

mo una fruta prohibida? ¿Acaso la vista y el oído prote-


gen de la locu ra?
Al margen de las críticas que puede provocar -y
que provocará- semejante análisis de los seres excep-
cionales, la coherencia de los hechos es suficientemente
explícita para suscitar la reflexión y aceptar la evidencia
de un factor propio del genio, que yo he llamado "fac-
tor humano», y de una función social que calificaré de
"función chamánica», pues la originalidad del proceder
creador presenta innumerables puntos en común con
ese papel provocador y catalizador de la sociedad que
el chamán desempeña en aquellas tribus nómadas del
mund o antiguo que todavía hoy subsisten como un tes-
timonio del origen, como un resto fósil de los cazado-
res-recolectores de los que nosotros somos los últimos
herederos.

El genio domina los siglos y trasciende la humani-


dad. Es una herencia de nuestra historia y continúa
siendo uno de los grandes interrogantes de nuestro es-
píritu.

-12-
• -=

tOó 5. Napoleón; 6. John Milton; 7. Samuel Johhson;


8. san Pablo; 9. Leonardo da Vinci ... El carácter arbitra-
rio y profundamente personal de semejante palmarés
salta a la vista incluso de los menos avisados.
En el mismo género literario, el inventario realizado
por diplomáticos europeos de cincuenta personajes ilus-
tres que han marcado la civilización occidental quizá
se adapta más a esta noción de genio, pero suscita la
misma crítica en cuanto a su elección arbitraria: 1. Wi-
lIiam Shakespeare; 2. Leonardo da Vinci; 3. Carlomag-
no; 4. Beethoven; 5. Rembrandt; 6. Goethe; 7. Erasmo;
8. Cristóbal Colón; 9. René Descartes; 10. Jean-Jacques
Rousseau; 11. Miguel Ángel; 12. Johann Sebastian Bach;
13. Galileo; 14. Gutenberg; 15. Isaac Newton; 16. santo
Tomás de Aquino; 17. Karl Marx; 18. Voltaire; 19. Dan-
te; 20. Charles Darwin; 21. Soren Kierkegaard; 22. Al-
bert Einstein ... (Le point, n.O349).
Aunque podríamos multiplicar los ejemplos hasta el
infinito, la noción de genio sigue siendo personal, posee
una fuerte carga cultural y subjetiva. Así, en su diverti-
do Diario de un genio, Salvador Dalí ridiculiza la clasi-
ficación de los grandes artistas de la historia del arte
(cuadro 1) puntuando el genio: ¡un 20 para Leonardo y
un O para Mondrian!

2. LA NOCIÓN DE LOCURA

El término popular . Iocura»* abarca realidades muy


distintas a lo largo de los siglos, y más aún desde hace al-
gunos años. El follis latino es ante todo un «fuelle (souf-
flet) para el fuego», lo que sugerirá el sentido metafórico

" Téngase en cuenta que se trata de una obra francesa y que, por
lo tanto, la etimología y las referencias históricas corresponden al tér-
mino francés: Jau. (N. de la T.)

-28-
Cu"dro [
Palmarés de los genios según Salvador Dalí
(tomado de Diario de un genio)

Técnica Inspiración Color Tema Genio Composición Origmalidad /vlistcriu Autcnticidat.

LI:ONAII.lX) DA VINCl 17 18 15 19 20 18 19 lO 20
MFJSS()~lFR 5 O 1 3 O 1 2 17 18
INCRES 15 12 11 15 O (, (, 10 20
VELAzQUEZ lO 19 20 19 20 20 20 15 20
Bour;ULHEAt; 11 1 1 1 O O O O 15
DALI 12 17 10 17 19 IX 17 19 19
') 11, o
, 7
PICA~SO 9 19 l~ 20 2
RAFAEL 19 19 18 20 20 20 20 20 20
MANET 3 1 1, 4 O 4 5 O 14
VERMI'.EH Uf<: Duvr 20 20 20 20 20 20 1') 20 10
O 1. I,
MONDRIAN O O O O O 1 05 - "
-
------ ~ - -,-- -- --

de hombre soufflé, es decir, tonto o idiota, Pero a partir


del siglo XII el fol es, en la acepción común, un enfermo
mental. En 1694, el Diccionario de la Academia France-
sa todavía dice que falo fou es aquel «que ha perdido el
sentido, el espíritu, que es víctima de la demencia », Es la
gran época del internamiento de la locura, que Michel
Foucault convertirá en una nueva lepra: - De hecho, la
verdadera herencia de la lepra no es ahí (en la enferme-
dad venérea) donde hay que buscarla, sino en un fe-
nómeno muy complejo y del que la medicina tardará
mucho tiempo en apropiarse, Ese fenómeno es la locu-
ra» (Historia de la locura en la época clásica),
El edicto real de 27 de abril de 1656, edicto de crea-
ción del hospital general, marca el inicio del gran «en-
cierro», aísla e interna a todos aquellos -mendigos,
ociosos, holgazanes, borrachos, mentirosos, impúdi-
cos",- que pervierten a la sociedad, La paradoja de la
locura y de su carácter incomprensible suscitará has-
ta hoy actitudes contradictorias, Entre la buena y la ma-
la pobreza, nos dice Michel Foucault, - la primera acepta
el internamiento y encuentra en él reposo; la segunda 10
rechaza y, por consiguiente, lo merece » (op, cit) Este
razonamiento paradójico no difiere mucho de! comenta-
rio irónico y ampliamente extendido en las casas de lo-
cos del siglo XIX: -Ése está loco de atar, porque asegura
que na lo está,»
De la «nave de los locos» al sanatorio psiquiátrico,
el razonamiento de la exclusión siempre es el mismo:
está loco aquel que ofende las reglas de la moral, del
bien pensar y de la sociedad, Contrariamente a lo habi-
tual en e! hospital general, donde la admisión requería
siempre un diagnóstico médico, e! ingreso en el hospital
psiquiátrico parecía depender, hasta hace unos años, de
un criterio más social que clínico, ya que se admitían en
él, además de a los enfermos mentales, a todos aquellos
-delincuentes, alcohólicos, toxicómanos o vagabun-

-30-
dos- cuyo comportamiento perturbaba el orden social.
Este criterio de rareza es la alienación, un término muy
a.certado, y~ que procede. del latín alienus (otro) y signi-
Ílca en realidad ~converttrse en otro». Ese cajón de sas-
tre ~e.la locura ,acogerá en el transcurso de los siglos a
frenetlcos y lunancos, tontos, ,dlOtas e imbéciles insen-
satos, necios, violentos o incurables, y más tard~ a ilu-
minados y visionarios, realidades mentales todas ellas
que suponen diferencias clínicas -las unas de grado, las
otras de naturaleza- y nos conducen imperceptible-
mente al margen de la normalidad social. Basta recordar
que, en todo el mundo, los opositores políticos o los
marginales han sido internados, y en ocasiones incluso
"psiquiatrizados •. ¿En qué medida, entonces, los ilumi-
nados y los visionarios son locos o profetas? ¿No será el
profeta un loco que ha triunfado? Oskar Panizza nos
recuerda que para numerosas culturas tradicionales, y
en la Antigüedad, la locura es una inspiración divin~.
Así, la palabra hebrea navi designaba a la vez al profeta
y al loco. «Los turcos llamaban a los enfermos mentales
"hijos de Dios" [... ] ¡as sacerdotisas del oráculo de DeI-
fas o bien estaban locas o bien eran conducidas al éxta-
sis utilizando medios artificiales» (op. át.).
En el límite de la enfermedad y de la sociedad hay
otras categorías: el disoluto y el temerario, el libertino y
el homosexual, el mago y el blasfemo. La psiquiatría mo-
derna, que ya no juzga estos comportamientos ni esta-
blece un cuadro clínico de ellos, en ocasiones realiza
diagnósticos de personalidad para comprender las evo-
luciones marginales, que no competen fundamental-
mente a la psiquiatría sino que afectan al orden social. Si
bien las sociedades tradicionales convierten la locura en
la otra cara de la razón, el Occidente racional y «positi-
vo» sólo acepta categorías sin ambigüedad. Se ha con-
sumado la ruptura con el pensamiento tradicional: a un
lado se encuentra la rectitud, la ley y la razón; al otro,

-31-

rr
el mal, el crimen y la sinrazón, porque «el loco no pue-
de pensar y el pensamiento no puede ser loco» (A. de
Waelhens).
La rápida evolución de la psiquiatría en los siglos XIX
y XX ha transformado profundamente el significado del
término "locura», que hoy en día sólo se utiliza en el ha-
bla popular. La clínica médica lo ha sustituido por los
términos «neurosis», «psicosis», «melancolía» o «depre-
sión». Jean-Pierre Brouat, que ha estudiado las repre-
sentaciones populares de la locura, nos muestra que en
la actualidad el término «locura» se aplica más bien a la
realidad clínica de la psicosis, enfermedad mental habi-
rualmente grave que procede de la estrucrura psíquica y
que popularmente es muy distinta de la depresión. «La
locura -dice Jean-Pierre Brouat- es una cuestión de
naruraleza, mientras que la depresión es un suceso pasa-
jero. El depresivo es un sujeto tratable, el loco no lo es
Jamás.»
Esta imagen moderna de la locura contrapuesta a la
depresión es tan cierta como el hecho de que los dos
términos se han utilizado con frecuencia uno por otro,
bien para exagerar la locura o bien para excusarla. A los
depresivos se les ha tratado de locos para rechazarlos de
una forma más efectiva, y a los locos delirantes se les ha
llamado depresivos para difuminar su enfermedad.
La clínica psiquiátrica es una realidad muy distinta:
la del dolor moral y el sufrimiento mental que contem-
plan todos los médicos, en especial los psiquiatras.
Contrariamente al tópico, no se trata de trastornos ima-
ginarios ni de una posición filosófica de la mente. Cua-
lesquiera que sean sus concepciones, las enfermedades
psicológicas y mentales son enfermedades, es decir, que
reflejan una alteración del estado de salud mental, una
perturbación de las funciones psicológicas y unas modi-
ficaciones más o menos específicas del funcionamiento
neurobiológico. Como tales, requieren un diagnóstico y

-32-

~,
la utilización de estrategias terapéuticas apropiadas, que
a. menudo llevan asocIada una aproximación psicoló-
gIca y relacIOnal, llamada pSIcoterapia, y en caso necesa-
rio una medicación específ!ca llamada quimioterapia. Es
Importante desterrar un toplCO que en la actualidad se
considera falso, según el cual los débiles se curan con me-
dicamentos y los fuertes mediante la palabra de la psi-
coterapia. Hay indicaciones para unos e indicaciones pa-
ra otros, como también las hay para la asociación de
ambos, en función de la naturaleza y la evolución de la
enfermedad, para llevar cuando ello es posible a la cura-
ción, que Michael Balint definía como el «retorno a la
autonomía»).
Un siglo de psiquiatría ha visto aparecer corrientes de
pensamiento y concepciones distintas de la enfermedad,
ha visto descubrir medicaciones y métodos psicotera-
péuticos, así como las modificaciones experimentadas
por la clínica con la evolución de los tratamientos. El si-
glo XIX médico todavía conoce las dos representaciones
de la locura y la melancolía, a menudo reducidas respec-
tivamente al furor y la tristeza. La melancolía existe des-
de la noche de los tiempos; es hija de la antigua teoría de
los humores que otorgaba a la bilis negra -literalmen-
te, bilis (eolia) negra (melan)- el poder de engendrar
la tristeza. El sistema de los cuatro humores naturales
(sangre, pituita, bilis amarilla y bilis negra) permitía,
mediante su sutil mezcla, describir cuatro tipos de carác-
ter (sanguíneo, colérico, flemático y melancólico) y ex-
plicar así numerosas enfermedades, ?esde la epIlepSIa
hasta la hipocondría, pasando por el turor agresIvo o la
inmensa tristeza. Y durante más de dos mil años la me-
lancolía se irá adaptando al gusto de la época. La Grecia
clásica del siglo v a. de C. modela durante mucho tlem-
po la nosografía médica a través de los afor~smos hipo-
cráticos: «Cuando el temor y la trIsteza persIsten mucho
tiempo, es un estado melancólico» , afirma Hipócrc¡-

-33-
ICS. Con Homcro, el melancólico será condenado a la
soledad y la pesadumbre devoradora. Jean Starobinski
hace una lectura muy moderna del canto VI de La ¡izada
y de la depresión de Belerofonte, cuya desdicha es el re-
sullado de haber caído en desgracia a ojos de los dioses.
Unos siglos más tarde, Galeno impone su visión de la
enfermedad humoral, que se llama melancolía cuando
afecla al espíritu e hipocondría cuando se origina en las
entrañas. Finalmente, las grandes épocas pasionales de!
Renacimiento y e! romanticismo son las que convertirán
la antigua melancolía en un estado anímico, e incluso en
una manera de ser. Los diferentes estados de la Melan-
colía de Alberto Durero no tienen nada que envidiar a
la Graziella de Lamartine, a la Aurelia de Nerval o al
Spleen de Baudelaire. El melancólico-romántico incor-
pora la tristeza a lo cotidiano y contempla su dolor en la
profunda soledad del replegarse en sí mismo. «La me-
lancolía es la dicha de estar triste», añade Victor Hugo
en Los trabajadores del mar. Se mezclan muy íntima-
mente una actitud filosófica, la búsqueda poética y la en-
fermedad depresiva que experimentarán dolorosamente
esos insaciables soñadores de absoluto. De este modo
llegan al alba de la época moderna una locura liberada de
sus cadenas y una melancolía impregnada de filosofía
que desaparece de la observación clínica, pues los delirios
y la excitación maníaca ocupan prácticamente toda la
atención de los médicos. A mediados del siglo XIX, con-
cretamente en 1854, dos grandes médicos franceses des-
criben una articulación de estos dos conceptos, la locura
y la melancolía: Baillarger presenta Note sur un genre de
folie dont les acces sont caractérisés par deux périodes
régulieres, l'une de dépression, l'autre d'excitation, y Ju-
les Falret publica Folie circulaire, que tiene en cuenta una
ciclotimia regular entre depresión y excitación. Este cua-
dro clínico fundamental de la alternancia entre melanco-
lía y locura maníaca se convertirá en «locura maníaco-

-34-
depresi~a", luego en «psicosis maníaco-depresiva. con
Kraepdln, en 19! 5, en «enfermedad maníaco-depresiva.
a fmes de I~s anos s.etenta y en .trastorno bipolar del
humor» segun los cntenos dIagnósticos de la American
Psychiatric Association (DSM III en 1980). La alternan-
cia maníaco-depresiva ya no es locura, ya no es psicosis,
es un trastorno partIcular de las variaciones del humor
entre depresión y excitación, un trastorno que parece es-
pecialmente frecuente entre los creadores)' los persona-
jes excepcionales, como constataremos a lo largo de esta
reflexión.
Al mismo tiempo, la revolución freudiana imponía
su concepció n psicodinámica de los trastornos menta-
les oponiendo neurosis y psicosis. Así, el psicoanáli-
sis elabora desde hace casi un siglo un conocimiento
irreemplazable de los mecanismos del funcionamien-
to del aparato psíquico, que las aportaciones recientes
de la biología no desmienten. Estos dos enfoques son
totalmente complementarios pese a la negativa de cier-
tos fundamentalistas de la biología o del psicoanálisis,
que reducen el conocimiento exclusivamente al campo
de su práctica.
La segunda revolución de este siglo es sin duda al-
guna la de la invención de los medicamentos psicotro-
pos: en 1952, Henri Laborit utilizó por primera vez un
neuroléptico, la cloropromazina, y más tarde lo hicie-
ron Jean Delay y Pierre Deniker. En unas decenas de
años, la investigación psicofarmacológica realizó tales
progresos que se descubrieron uno tr~S otro los neur~­
lépticos, los tranquilizantes, los anslolmcos y los. 11lpno-
ticos, los antidepresivos y los normotímlcos, medIcamen-
tos reguladores del humor. El hecho de compre~der
mejor sus mecanismos de acción permite al. mIsmo tIem-
po proponer modelos biológicos de la pSICOSIS y de la
depresión. .
Por último, la evolución más recIente es la experi-

-35-
~~ _ _ _ _ _ _ _ _. =e ._ - - _ ------

mentada por la medicina clínica, que se transforma a


medida que esos estados patológicos se conocen más a
fondo y se curan mejor. La progresiva estabilización de
los delirios psicóticos, que ya no se manifi estan abierta-
mente desde que son tratados con neurolépticos, ha de-
jado espacio al campo inmenso de la depresión, que se
hallaba parcialmente enmascarado por la «locura». El
propio hecho de que los cuidados terapéuticos de los
pacientes psicóticos hayan mejorado ha puesto en evi-
dencia que probablemente la enfermedad maníaco-de-
presiva es muy frecuente. Su reciente tratamiento con
sales de litio y normotímicos, medicamentos estabiliza-
dores del estado de ánimo, ha permitido tomar conci en-
cia de que en numerosos casos no se trataba de una psi-
cosis, sino de variaciones del humor que daban lugar a
una expresión delirante en los momentos de exaltación,
como lo hacían antaño las fiebres o los episodios infec-
ciosos cuando no se trataban. Así, un gran número de
estados que en otros tiempos se consid eraban psicóti -
cos, entre ellos determinadas formas de esquizofrenia y
de enfermedad maníaco-depresiva, serían en realidad la
expresión de trastornos del humor del que se conoce su
carácter de predisposición a menudo familiar. Actual-
mente la depresión -y por este término entenderé los
estados depresivos mayores- se considera la fase bioló-
gica automantenida de una descompensación del sis-
tema nervioso, de una desestabilizació n de! sistema
neuromodulador con independencia de su origen, ya sea
por propensión o adquirida como consecuencia de un
conflicto psicológico en la infancia. La permanencia de
la angustia y sus consecuencias en el transcurso de las
tensiones creadas por e! conflicto psicológico son las
que desencadenan la enfermedad depresiva. En lo que
a esto se refIere, las psicoterapias están indicadas antes
de. la fase de depresión para evitar que ésta sobrevenga,
mIentras que los medicamentos antidepresivos consti-

- 36 -

.. ...
tuyen la terapéutica de la fase depresiva. Finalmente es
preciso saber que el riesgo de suicidio, nunca desdeña-
ble, impone recurrir a tratamientos a base de medica-
mentos.
Me ha parecido necesario exponer ampliamente el
desarrollo de estas ideas, con frecuencia controvertidas ,
para que se comprenda la articulación del genio y la locu-
ra, que en gran parte de los casos seguirá el camino de la
depresión y la enfermedad maníaco-depresiva. Los ejem-
plos históricos y literarios que presentaré no tenían en su
época ni las mismas referencias ni las mismas repercusio-
nes que hoy en día.
Una vez más, para agilizar el texto, el término .locu-
ra» será utilizado en todos los sentidos que permite la
lengua, y especialmente en su sentido popular de extrava-
gancia fuera de lo común. Es evidente que el contexto
eliminará cualquier ambigüedad.

3. E L GENIO Y LA LOCURA

Esta hermosa idea de la proximidad entre genio y


locura, mencionada de esta forma en el siglo X'IlI, es en
realidad una invención de la Antigüedad. Al parecer,
el primero en enunciarla es Plató n en Fedm y en el Tee-
teto, afirmando que los hombres geniales se enfurecen
con facilidad y están habitualmente .fuera de sí mis- o
mos». Pero es Aristóteles quien la inmortaliza magis-
tralmente introduciendo así su Problema XXX: ,,¿Por
qué razón todos aquellos que han sido hombres excep-
cionales, en lo que respecta a la filosofía, la ciencia del
Estado, la poesía o las artes, son manifiestamente me-
lancólicos, algunos incluso hasta el extremo de padecer
males cuyo origen es b bilis negra ... ?»
La magnífica y reciente traducción al francés de la
obra de Aristóteles, realizada por Jackie Pigeaud, pone

-37-
de manifiesto, en este texto pionero, la ausencia directa
de los dos términos, «genio» y «locura», que en realidad
son una formulación que data del siglo XVIII y en es-
pecial de Diderot. Veremos hasta qué punto esta visión
de la Antigüedad se encuentra, en definitiva, más cerca
de nuestras concepciones actuales de lo que lo ha estado
la de los siglos pasados. En lugar de «genio», Aristóteles
utiliza los términos peritoi andres, que Pigeaud traduce
por «los hombres excepcionales», precisando que peri-
toi significa «excesivo, extraordinario», «que se sale de
lo norma]", uso probado en aquella época para calificar
a los seres excepcionales. Esto se acerca a nuestra con-
cepción moderna del genio, aunque con esa noción par-
ticular de la exuberancia y el exceso en los comporta-
mientos que permite entrever una personalidad de humor
expansivo. En lugar de .locura», Aristóteles menciona
la «melancolía., que entonces designaba esa mezcla de
los humores que, cuando es excesiva, afecta al cuerpo o
al estado de ánimo. La concepción aristotélica de la me-
lancolía es también muy moderna, en la medida en que
se considera una tendencia, una propensión (<<todos los
melancólicos son pues seres excepcionales, y no por en-
fermedad sino por naturaleza» J, propensión que de for-
ma secundaria puede llegar a ser enfermiza y provocar
una afección corporal o incluso la locura.
Aristóteles nos propone aquí una interesante lectura
clínica al presentar un amplísimo abanico de la melan-
colía, desde la tendencia no enfermiza a la meditación
hasta el acceso depresivo y el peligro de suicidio (<<por
eso los suicidios por ahorcamiento se dan sobre todo
entre los jóvenes, aunque también se producen entre los
viejos; muchos se suicidan después de haber bebido» J,
melancolía que también puede confinar a la locura, de-
signada aquí con dos términos: manía, la manía, exci-
tación y exuberancia del humor, el polo positivo de la
depresión; y ekstasis, el éxtasis, que literalmente signifi-

-38-
ca salir de uno mismo (ek-stasis) y que refleja muy bien
el desdoblamtento de la locura o de la creación, el extra-
vío del espíritu alucinado, iluminado o inspirado, según
el COnt~~to e~ el que se exprese. Aristóteles precisa así la
gradaclOn ammlca de los personajes excepcionales entre
manía y depresión melancólica, según la mezcla de los
humores y su concentración en bilis negra: «Si el estado
de la mezcla está totalmente concentrado, son melan-
cólicos en el más alto grado; pero si la concentración se
encuentra un poco atenuada, nos hallamos ante seres ex-
cepcionales.»
Este breve texto fundador enuncia ya numerosos
puntos cuya pertinencia en nuestro desarrollo determi-
naremos. Para Aristóteles, los seres excepcionales no
cruzan la frontera de la melancolía, pese a ser su natura-
leza profunda. Esta idea motriz recorrerá los siglos ba-
jo la pluma de todos los comentaristas del pensamiento
clásico. Cicerón la retoma en Las tusculanas (1, 33), Sé-
neca en De tranquillitate animi (15), y también lo hacen
Plutarco y Galeno. Pero un proverbio latino ya inmor-
taliza esta idea: Nullum est magnum ingenium sine mix-
tura demen/iae (<<No hay grandeza de espíritu sin una
pizca de locura»).
Esta imagen reaparece a continuación en el siglo xv,
en la obra de Marsilio Ficino De tripbce ·vita, de 1489,
con la noción de la influencia de Saturno en el compor-
tamiento genial. La melancolía saturniana es un don del
cielo que por sí solo permite el entusiasmo creador del
que hablan los antiguos. Esta concepción médico-~stro­
lógica fue adoptada por el mundo del Renaclmlen,to,
que reconocerá la existenCIa de gema en los :nelancoh-
cos nacidos bajo el signo de Saturno. En el SIglo xv, la
valoración cultural y social del comportamiento melan-
cólico -excéntrico, inestable, solitario- intensificó
una tendencia natural de la expresión artística. La idea
se encuentra de nuevo en Montaigne (Ensayos, n, 2),

-39-

=
pero sobre todo en el Examen de ingenios de Huarre de
San Juan, de 1575, obra que tuvo mucha influencia en
roda Europa y que dio a conocer realmente el pensa-
miento de Aristóteles.
En el siglo XVIll, Diderot y la Enciclopedia elaboran
este tópico del genio y la locura, un tópico ahora fuerte-
mente enraizado en las mentes. En J 750, por ejemplo,
Boerhave, el gran médico de la escuela de Viena, enun-
cia este aforismo como una verdad: «Siempre hay cierto
delirio en los grandes espíritus.»
Sin embargo, el siglo XIX y los primeros psiquiatras
son esencialmente los que confirmarán esa relación ín-
tima entre el genio y la locura, ilustrándola con casos
clínicos y razonamientos todavía empíricos. En 1820,
en su célebre artículo «De la lipemanía o melancolía»,
el gran psiquiatra ]ean-Étienne Esquirol precisa que
él prefiere el término - lipemanía» a «melancolía», "de-
masiado popular y ahora pervertido» para expresar la
influencia nostálgica del dolor esp iritua l. Esquirol
encuentra este rasgo patológico en Mahoma, Lutero,
Catón, Pascal, Rousseau ... y sobre todo, precisa, en las
artes y las ciencias. Lélut, un psiquiatra menos cono-
cido, retomará esta idea en sus dos famosas patobio-
grafías, Du démon de Socrate, de 1836, y L 'amulette de
Pascal, de 1846, obra que lleva por subtítulo Pour servir
a ['histoire des hallucinations. Desafiando a la crítica
(será agriamente censurado por Sainte-Beuve), Lélut
ataca la imagen sagrada de la cultura clásica y propone
una lectura sin concesiones de las alucinaciones de Só-
crates y las obsesiones de Pascal. En 1859, Moreau de
Tours hará un análisis idéntico de la excitación maníaca
cíclica de Gérard de Nerval, aproximando la excitaci ón
creadora al estado maníaco.
Este concepto de la relación entre genio y locura no
se abandonará jamás. En 1869, Francis Galton, primo
de Darwin, desarrolla en su obra H ereditary Genius la

-40-
idea de la transmisión hereditaria de las capacidades in-
telectuales, a través del estudio de numerosos perso-
najes de familias ilustres. Sus argumentos, que en la ac-
tualtdad ya no son muy convincentes, ejercerán una
poderosa influencia en Francia sobre Théodule Ribot ,
que publica L 'hérédité psychologlque en 1878 y en Ita-
lia, sobre Cesare Lombroso, cuya obra Ú hombre
genial, de 1877, será una de las reflexiones más COntro-
vertidas, y a la vez más innovadoras. Con todo, Lom-
broso, que más tarde se convertirá en e! nosógrafo de la
criminalidad y la locura, tuvo el mérito de aplicar un en-
foque clínico a su razonamiento sobre el genio, y sobre
tod o de poner de manifiesto el carácter estacional de Ja
obra de algunos creadores y su relación con el caráner
cíclico del humor.
Dado el carácter permanente de la controversia, nu-
merosos psiquiatras tratarán de realizar una síntesis de
esta delicada cuestión, como Xavier Francone con Le
génie et la folie en 1890, y Oskar Panizza en su célebre
conferencia «Genio y locura» en 1891. El siglo finaliza
con la convicción de que existe un profundo parentesco
entre el genio y la locura. Panizza habla de Martín Lu-
tero en los siguientes términos: ,,¡De no ser por Ja crisis
de melancolía en la celda de! convento de Erfurt, no ha-
bría habido Reforma!»
A principios del siglo xx y en torno a Freud, el psi-
coanálisis de la obra abandonará el concepto de locura
para precisar con más sutileza la psicodinámica del mo-
vimiento creador. La escuela psiquiátrica alemana, por
su parte> desarrollará la noción de .patobiografía», aná-
lisis clínico de la biografía, con Móbius> Lange-Eich-
baum, y finalmente Ernest Kretschmer, cuya obra Hom-
bres geniales, de 1929, sigue siendo en ,nuestros días e!
trabajo más elaborado sobre esta cuestlon.
La corriente de pensamiento anglosajón dio prefe-
rencia desde principios de siglo a los estudios estadísti-

-41-

cos, entre los que destacan el de Catell, A Statistical


SCltdy o[ Eminent Men, de 1903, y el de Havelock Ellis,
A SCltdy o[ British Genius, de 1923, que pasa revista a
más de mil personajes ilustres sacados de diccionarios
biográficos. Los recientes trabajos de Andreasen, Simon-
ton, Akiskal, Iremonger, etc. continúan utilizando este
método de análisis biográfico, aunque con selecciones
más cuidadas y un enfoque clínico evidentemente muy
distinto, que pone de relieve la gran frecuencia de los
trastornos bipolares del humor -anteriormente deno-
minados maníaco-depresivos- entre los personajes ex-
cepcionales o sus familiares cercanos.
La id ea ha evolucionado de este modo, aunque sin
alejarse de la observación inicial y muy pertinente de
Aristóteles. Es más, yo incluso diría que se ha acercado
a ella.

-42-

También podría gustarte