Está en la página 1de 59

Universidad Adolfo Ibáñez

Escuela de Psicología
Programa de Magíster en Psicología Clínica. Mención Psicoanálisis

EL EROTISMO URETRAL: ORÍGENES Y DESTINOS DE UN CONCEPTO

Tesina para optar al grado de Magíster

Estudiante: ANDRÉS BEYTÍA R.


Profesor Director: Mg. GONZÁLO LOPEZ M.

Santiago de Chile, 23 de junio de 2020


ÍNDICE

I. El erotismo uretral en la clínica y la teoría psicoanalítica: planteamiento del problema (p. 1)


II. El erotismo uretral en la obra de Sigmund Freud (p. 6)
1. Referencias de Freud al erotismo uretral (p. 6)
2. Síntesis de de las referencias de Freud: la fase fálico-uretral (p. 16)
III. El erotismo uretral en otros autores contemporáneos a Freud (p. 18)
1. Isidor Sadger (p. 18)
2. La Escuela de Berlín (p. 21)
2.a. Karl Abraham (p. 22)
2.b. Johan van Ophuijsen y Jeanne Lampl-de Groot (p. 25)
2.c. Karen Horney (p. 26)
IV. El erotismo uretral en los autores posfreudianos: los destinos de un concepto (p. 28)
1. La pulsión y el erotismo uretral en la obra de Melanie Klein y del grupo kleiniano (p. 29)
2. La pulsión y el erotismo uretral en la obra de Donald Winnicott (p. 34)
3. La pulsión y el erotismo uretral en la obra de Jaques Lacan (p. 37)
4. El erotismo uretral en la Escuela Argentina (Chiozza y Grus; Liberman y Maldavsky) (p. 39)
V. Conclusiones y propuestas para desarrollar teóricamente (p. 42)
Referencias (p. 50)
I. El erotismo uretral en la clínica y la teoría psicoanalítica: planteamiento del problema

La presente tesina consiste en una investigación teórica que se apoya en preguntas


despertadas por la presencia del erotismo uretral en la clínica psicoanalítica y las posibilidades de
su interpretación. Es necesario hacer explícito que en adelante, y considerando los planteamientos
de Sigmund Freud en relación a la pulsión, se entenderá el erotismo uretral como un componente
de la libido compuesto por una fuente de estímulo intrasomática en continuo fluir que, por medio
de su representante, constituiría una exigencia de trabajo para lo psíquico (Freud, 1915); que
tendría habitualmente como condicionamiento central (Freud, 1905) la vejiga y la uretra1; que
debe su nombre a la proyección de su actividad principalmente sobre la uretra (periferia) (Freud,
1905); que tiene en la orina un objeto privilegiado; y que se apuntalaría en la necesidad corporal
de la micción y sus sensaciones circundantes por medio de la acción específica (Freud, 1950
[1895]) aportada por el otro de los cuidados2.
Con el objetivo de dar cuenta del sustento de las preguntas en la clínica, se hará referencia
breve y esquemática a tres casos clínicos ya expuestos de un modo similar en una publicación
anterior (Beytía, 2018)3:

El primer caso trata de una paciente de 25 años que, tras una crisis de angustia, había
desarrollado una fobia a transportarse en el metro que estaba dificultando su trabajo y su vida
cotidiana. La primera crisis fue descrita del siguiente modo: “iba en un horario con mucho flujo,
empecé a sentir ahogo y miedo a no poder controlarme, a poder hacerme pipí”. Algo pudo
elaborase en relación al flujo, en tanto flujo corporal, o con respecto a la relevancia del contacto
entre los cuerpos dentro del vagón del metro, pero aún así la conexión entre la angustia y el temor
a orinarse quedó bastante obscura. De todas formas se pudo trabajar psicoanalíticamente durante

1 En determinadas condiciones patológicas –como la litiasis urinaria– podrían agregarse los riñones, uréteres y la
próstata.
2En la obra de Freud encontramos una figuración ejemplar de esta forma de apuntalamiento en el caso del pequeño
Hans (Freud, 1909, pp. 88-9)
3 Las referencias clínicas han sido suficientemente modificadas como para resguardar la identidad de los/as
pacientes.

1
algunos meses hasta que la paciente se encontró mejor, cedió la fobia, pudo retornar a sus
actividades y decidió interrumpir el análisis.
El segundo caso trata de un paciente de 23 años que consultó en primera instancia por
temas referidos a la eyaculación precoz. Luego de algunos años en análisis estaba pasando por un
periodo en que se habían agudizado notablemente sus inquietudes por las sensaciones anales y
estomacales, bastante características de él. De pronto ocurrió un viraje muy nítido en que estas
preocupaciones se desplazaron, por primera vez durante el análisis, hacia las sensaciones en su
pene, con temores por la posibilidad de haberse orinado sin querer en el trabajo, mancharse los
pantalones con orina y pasar un bochorno en público. En torno a este desplazamiento de lo anal a
lo uretral se pudo elaborar su hábito de interrumpir sus relaciones sexuales, antes de penetrar, con
una ida al baño para orinar, esto con el propósito de “purificar algo” y así no confundir sus ganas
de orinar con ganas de eyacular durante el coito. También aparecieron –por primera vez durante
el proceso– recuerdos de un período de enuresis secundaria a sus siete años. Vale la pena
mencionar que tras ese período de trabajo ocurrió un significativo restablecimiento de su función
genital, que fue seguido por un retorno a las preocupaciones anales y un nuevo desplazamiento a
las preocupaciones uretrales, hasta conseguir una tramitación más definitiva a sus conflictos.
El tercer caso trata de una paciente de 36 años con la que pude apreciar un fenómeno
clínico consistente en una serie de siete sueños –durante el transcurso de unas dos semanas– que
pusieron en primer plano el acto de orinar. Al trabajar con ellos se pudo llegar a la insistencia del
deseo de figurarse orinando como hombre. Estas formaciones oníricas tenían un correlato muy
directo en su acción cotidiana de orinar en la ducha intentando hacer puntería al desagüe como
podría hacerlo un varón, la que pudo referir por primera a propósito de los sueños. Durante el
análisis tuvo también otros sueños similares y, además, aportó otros elementos en los que el
erotismo uretral cobró relevancia, tales como su insistencia en defenderse de la idea que algún
hombre la meara, giro lingüístico que usaba habitualmente en el sentido que la hiciera propiedad
suya; la figuración de una mujer sádica que quema a un hombre y luego orina sobre él; un
recuerdo encubridor de haber visto por primera vez a un hombre orinando a los doce años; y su
insistencia en cortar a los hombres diciéndoles que iba al baño a orinar cuando se aburría

2
durante las relaciones sexuales, lo que en sus asociaciones decía relación con su envidia de la
facilidad para llegar al orgasmo en sus compañeros.

Estos ejemplos clínicos muestran de manera bastante nítida la relevancia que puede cobrar
el erotismo uretral en el quehacer clínico psicoanalítico. A esto se suman elementos uretrales más
habituales que, como decía Freud, se «entrometen» cotidianamente en el trabajo psicoanalítico
(ganas de orinar durante la sesión como evidente reacción a un conflicto, rituales uretrales al
ingresar o salir de la consulta, etc.), otros síntomas uretrales relativamente frecuentes (por
ejemplo, en niños/as las distintas formas de enuresis; en hombres la incapacidad de orinar en
presencia de otros hombres; en mujeres la cistitis recurrente; y, en general, las uretritis con causas
inespecíficas), la presencia de elementos uretrales en los sueños y su aparición múltiple en
recuerdos4. Las investigaciones de Liliana Messina (2016 y 2018), desarrolladas de manera
independiente de esta investigación, refuerzan la relevancia de este ámbito del erotismo en la
clínica psicoanalítica contemporánea, exponiendo su trabajo psicoanalítico con mujeres
aquejadas de vejiga espástica y llegando a conclusiones teóricas divergentes –aunque no
excluyentes– de la presente investigación, estando en su caso más cercanas a la teoría del trauma
en Freud.
La presencia del erotismo uretral en el trabajo con los pacientes ha abierto diversas
preguntas referidas a las posibilidades interpretativas de estas formaciones psíquicas. Para la
presente investigación, la principal de ellas será: ¿cuál es el lugar del erotismo uretral en el
desarrollo de la libido en la obra de Freud? O de otro modo: ¿existe un primado del erotismo
uretral así como ha sido descrito para el erotismo oral, anal, fálico y genital? Junto con la
pregunta por el lugar y el primado de esta modalidad del erotismo se abren otras, íntimamente
vinculadas, que dicen relación con el valor, el significado o el modo en que se representa
psíquicamente el erotismo uretral: ¿cuáles serían las propiedades específicas que distinguirían al
erotismo uretral de otros componentes de la libido?; ¿cuál es la presencia del erotismo uretral en
la formación de síntomas?; y ¿cuáles serían los aportes del erotismo uretral a la formación del
carácter?

4 En los capítulos siguientes se agregarán otras formaciones psicopatológicas a las aquí referidas.

3
Esta investigación privilegiará la presencia de esta forma del erotismo en la obra de
Sigmund Freud y los trabajos de algunos de los psicoanalistas contemporáneos a él (capítulos II y
III, respectivamente). Esta perspectiva está justificada por dos motivos: en primer lugar, por el
interés de investigar el lugar de esta modalidad del erotismo en la obra del fundador del
psicoanálisis y en los orígenes del psicoanálisis, momento en que se establece el campo teórico y
clínico de la pulsión y, en segundo lugar, debido a que, como intentaremos demostrar, el interés
por el erotismo uretral fue bastante relevante en los comienzos del psicoanálisis, pero la atención
a este componente de la pulsión habría ido disminuyendo con el paso de los años. Se propone que
esto se debería, por una parte, precisamente a cierta dificultad para ubicar esta modalidad del
erotismo en las teorías de la libido de Freud y Abraham y, por otra, a que la amnesia de la
sexualidad infantil ha terminado por inocular al psicoanálisis mismo.
Con respecto a este último punto, tal vez sea necesario hacer algunos señalamientos sobre
el desarrollo histórico del psicoanálisis y la presencia o ausencia de la sexualidad en la reflexión
psicoanalítica. Si bien puede destacarse que tanto Freud como Abraham –probablemente los
mayores referentes teóricos en el ámbito de la pulsión– realizaron aportes notables al estudio de
la libido, también debe consignarse que ambos esperaban que desarrollos teóricos posteriores
arrojaran mayor luz con respecto a las preguntas que los guiaban, es decir, estaban conscientes de
la índole parcial de sus descubrimientos y del carácter interminable de sus investigaciones. Freud,
por ejemplo, señaló que “tenemos derecho a esperar que el continuado empeño analítico nos
depare datos mucho más amplios sobre el desarrollo de la función sexual normal” (Freud, 1905,
p. 181), mientras que Abraham (1924), por su parte, comparaba su esquema libidinal con “los
horarios de los trenes expresos, donde sólo se inscriben las estaciones más grandes en las que
paran. Las paradas que hay entre ellas no pueden ser detalladas en un resumen de esta clase” (p.
377). Si bien es cierto que los intereses de Freud mismo se inclinaron al final de su obra hacia
otros ámbitos del psiquismo –el estudio del yo, la relación con la realidad, el superyó y la pulsión
de muerte–, siempre tuvo una muy alta consideración por la pulsión sexual y se mantuvo alerta
frente a quienes intentaran de distintos modos expulsar a la sexualidad del psicoanálisis. Sus
conocidas disputas con Jung o su argumentación contra la interpretación anagógica de Silberer
(véase Freud, 1900 [1899], p. 518) son buenos ejemplos de aquello. Ahora bien, los intentos por

4
desexualizar el psicoanálisis no se detuvieron con la muerte de Freud y, de acuerdo con las
elocuentes descripciones de Green (1995 y 1998), en el psicoanálisis posfreudiano habría
ocurrido un proceso en que la sexualidad habría sido retirada de la investigación en formas más
sutiles o groseras, ya sea dando por resueltas la preguntas sobre ella o simplemente dándola por
irrelevante dentro del quehacer teórico-clínico psicoanalítico. Green (1995) nos señala su
constatación de que “la sexualidad había sido reducida a un lugar bastante subalterno, si no
insignificante y, a veces, prácticamente nulo entre los instrumentos conceptuales que se suponía
que esclarecían nuestras ideas” (p. 674) y denuncia una actitud antisexual al interior del
psicoanálisis, específicamente en referentes como Fairbairn, Kohut, Hartmann y algunos
kleinianos. Una de las ideas que motivan la escritura de la presente tesina es que el erotismo
uretral habría sido una de las víctimas de la actitud antisexual que denuncia Green. La presente
investigación toma claramente una posición al respecto, intenta poner de relieve un aspecto de la
sexualidad, continuar las investigaciones del fundador del psicoanálisis en este campo, quien
solía destacar que inter urinas et faeces nascimur5.
Luego de revisar las referencias de Freud y de otros de los pioneros del psicoanálisis –que
constituirán el centro de la presente investigación–, se ha agregado un capítulo con algunas
referencias a autores posfreudianos para figurar cuáles han sido los destinos teóricos de la pulsión
y, especialmente, del erotismo uretral después de la primera y segunda generación de
psicoanalistas. Se ha querido incorporar este capítulo para ayudar a entender por qué a muchos de
los psicoanalistas contemporáneos no les resultaría evidente la ubicación teórica del erotismo
uretral. Con este objetivo se recurrirá a algunos de los psicoanalistas más influyentes después de
Freud –Melanie Klein, Donald Winnicott y Jaques Lacan– y se referirán los trabajos de algunos
psicoanalistas en Argentina donde, excepcionalmente en comparación con otras latitudes, ha
habido cierto interés por el estudio del erotismo uretral.
Se espera que este recorrido permita proponer respuestas a las preguntas que guían esta
investigación, que se pueda formular una perspectiva con respecto a estos fenómenos y que el
recorrido permita abrir nuevas preguntas que puedan estimular futuras investigaciones. En este

5 Trad.: nacemos entre orina y heces.

5
sentido, se acepta la invitación de Freud y se intentará aportar a llenar las lagunas que la amnesia
infantil ha engendrado en nuestro conocimiento de los comienzos de la vida sexual.

II. El erotismo uretral en la obra de Sigmund Freud

En este capítulo se pretende abarcar las referencias al erotismo uretral en los escritos
publicados del fundador del psicoanálisis, sea cuando lo menciona directamente o cuando se
interpreta que está ahí presente aunque falte el nombre. En el primer acápite se realizará un
recorrido básicamente cronológico –por momentos excesivamente condensado– que permitirá ir
produciendo una impresión general del lugar del erotismo uretral en la obra de Freud por medio
de sus insistencias y desarrollos. En el segundo acápite se sintetizarán y organizarán estas
referencias.

II. 1. Referencias de Freud al erotismo uretral

Es bastante notorio que el erotismo uretral –a diferencia de lo oral, anal, fálico y genital,
con sus correspondientes subestadios– no poseería en lo explícito el título de una organización
determinada y no comandaría un período de tiempo al modo de un primado. Esto llama la
atención porque, como se verá, desde el comienzo (1893) hasta casi el final de su obra (1933),
Freud puso su atención con bastante insistencia sobre el erotismo uretral y los procesos de
micción.
En 1893, Freud publicó un trabajo neurológico titulado Sobre un síntoma que a menudo
acompaña la enuresis nocturna de los niños6 en el que daba cuenta de su observación de la
existencia de una hipertonía de las extremidades inferiores en niños aquejados de enuresis. Esta
publicación es un testimonio de cómo los proceso urinario y en particular la enuresis llamaban la
atención de Freud en una época en la que su interés profesional ya se había desplazado hacia lo

6 Este trabajo no forma parte de las Obras completas de Amorrortu. El título de este trabajo fue traducido por
Etcheverry como: Sobre un frecuente síntoma concomitante de la enuresis nocturna (véase Freud (1897)).

6
psíquico. Y, si bien Strachey comenta que “no hay indicios en este artículo de ningún posible
determinante psicológico” (Strachey en Freud, 1897, p. 237), una lectura más detenida del
artículo encuentra referencias a la angustia y el pudor como explicaciones para la enuresis o,
aunque descartada, a la costumbre de contraer los muslos uno contra otro “por temor a la pérdida
de orina” (p. 204)7. Al año siguiente, Freud publicó Las neuropsicosis de defensa (1894), texto en
el que ilustra su teoría con cuatro ejemplos clínicos. El segundo caso, que bien merecería la pena
ser transcrito en forma íntegra, da cuenta de la situación de una mujer que sufría por el temor
(fobia) de que “le asaltarían las ganas y entonces se orinaría; ello después que una urgencia así la
constriñó realmente a abandonar una sala de concierto durante la ejecución” (p. 57). Freud
concluyó, desde el trabajo con la paciente, que la fobia decía relación con que en la sala de
concierto estaba sentada cerca de un hombre que le resultaba atractivo y, entregada a una
ensoñación erótica, se excitó sexualmente y “le sobrevino aquella sensación corporal que es
preciso comparar con la erección del varón y que en ella –no sé si ocurre así en general– concluía
con una ligera presión en la vejiga. (…) Las ganas de orinar habían acompañado siempre a la
erección, pero sin que ello la impresionara hasta aquella escena” (p. 57). La inclinación a reprimir
la excitación sexual hizo que este afecto se transfiriera sobre las ganas de orinar concomitantes.
Posteriormente, en el Proyecto (1950 [1895]), hizo una breve referencia a la mojadura
como uno de los elementos que, junto al hambre, perturban el dormir (p. 381) y también
encontramos una referencia a este tópico en la Carta 97 a Fliess (1950 [1892-99]), fechada el 27
de septiembre de 1898, donde relató parte de su trabajo con un joven que apenas podía caminar
“a causa de su rigidez en las piernas, espasmos, temblores, etc.”8 (p. 317). Si bien para Freud los
determinantes más superficiales de los síntomas del paciente decían relación con épocas en que la
gonorrea y constantes erecciones dificultaron su marcha, propuso determinantes más profundos
relacionados con una enuresis nocturna a los siete años, la que atribuyó a excitaciones sexuales

7 Es interesante como este apretar los muslos posteriormente será referida como una técnica masturbatoria,
principalmente en las mujeres, lo que será relevante para los vínculos del erotismo uretral con la masturbación.

8 Es notable el modo en que aquí retorna la observación clínica del vínculo entre la enuresis y la rigidez de las
piernas.

7
espontáneas o por seducción en la infancia, y a la “angustia grandiosa” como reacción a la
amenaza de su madre de “contárselo al maestro y a todos sus condiscípulos” (p. 317)9.
Ya en La interpretación de los sueños (1900 [1899]) las referencias al erotismo uretral se
vuelven múltiples, por momentos complejas y diferentes en cada nueva edición del texto. Las
alusiones son bastante ricas y extensas, por lo que aquí sólo se mencionarán los elementos que
parecen más relevantes. Hay tres sueños donde los contenidos uretrales están particularmente
presentes, dos fueron soñados por Freud y uno, por otro hombre. El primero de ellos, de la
versión de 1900, es un sueño muy interesante por como adelanta vínculos muy posteriores en la
obra de Freud; trata de un hombre que ve dos muchachos que riñen, donde el orinar de pie se
entrelaza asociativamente con la visión de los genitales femeninos como “carne viva” o “herida”;
y con “el recuerdo de un castigo o amenaza de su padre a causa de su curiosidad sexual” (p. 215)
demostrada en ocasiones de ver a niñas desnudas cuando era un niño. El segundo es un sueño de
Freud, conocido como sueño del conde Thun, en el que él le pone por delante un orinal
masculino a un señor mayor y ve “plásticamente la posición del otro y su miembro que orina.
(Después me despierto con ganas de orinar)” (p. 224). Una parte de la interpretación de este
sueño dice relación con una venganza hacia su padre (los papeles están invertidos) y el recuerdo
de un reproche de su padre por continuar mojando su cama a los dos años de edad. En unas
oraciones agregadas en 1914 refirió la “íntima conexión entre el mojarse en la cama y la
ambición como rasgo de carácter” (p. 229-30). El último de estos sueños, también de Freud, es el
del escusado al aire libre, en el que él se figura orinando con un largo chorro que limpia todo y
desprende pegotes de mierda del escusado. Su interpretación apunta directamente hacia la
ambición (Gulliver y Hércules) y su combinación con la venganza (Rabelais). Es llamativo cómo
aquí, en torno a lo uretral, aparece una referencia a Hércules que retornará en su pluma más de
treinta años después en Sobre la conquista del fuego (1932 [1931]) (véase infra)10. Además de

9Vale la pena destacar la presencia de la amenaza y la angustia en torno a la enuresis, ámbitos que más adelante
entrará en vinculación con el complejo de castración.

10 Se propone que, sin forzar las cosas, en esta referencia mítica a Hércules y su limpieza de la mierda de los establos
de Augias por medio del agua, podríamos sobreinterpretar este sueño como la figuración del establecimiento de una
represión primaria (orgánica) (Brudny, 1990) entre lo anal y lo uretral. En relación a este sueño, Anzieu (1959)
señalará escuetamente que tiene como tema latente “el pasaje del estadio anal al estadio uretral” (p. 370), lo que
refuerza esta interpretación.

8
estos relatos sueños, hay múltiples referencias al tema. Por ejemplo, al abordar la relevancia de
las fuentes somáticas para la formación del sueño y poner en relieve específicamente los
estímulos corporales internos durante el dormir –estímulos íntimamente conectados con la
definición de la pulsión–, refiere a la “conocida influencia que sobre el contenido de nuestros
sueños ejerce el estado de excitación de los órganos de la digestión, de la vejiga y de los órganos
sexuales” (p. 233). También hay menciones al agua como simbolismo frecuente del estímulo
vesical11 (p. 239) y de la orina (p. 372), y agrega que soñar frecuentemente con nadar daría cuenta
casi siempre de personas que “en su infancia se han mojado en la cama y ahora repiten en el
sueño un placer al que aprendieron a renunciar hace ya mucho tiempo” (p. 397). Mención aparte
merecen tres agregados al acápite La figuración por símbolos en el sueño. Otros sueños típicos.
del capítulo VI. El primero, escrito por Freud e incluido en la versión de 1914, insiste en el
simbolismo de la orina por medio del agua (pp. 372-3); en el segundo, tomado de Otto Rank y
agregado en 1911, se asocian las poluciones nocturnas con el onanismo infantil y “escenas
placenteras de mojarse en la cama” (p. 376); y en el tercero, agregado en 1919, Freud aborda los
modos simbólicos en que en un sueño se da satisfacción a los estímulos vesicales y, tras referir a
Hipócrates y Scherner, respalda la hipótesis de Rank de que “buen número de los «sueños por
estímulo vesical» en verdad son causados por un estímulo sexual [genital] que busca satisfacerse
primero por el camino de la regresión a la forma infantil del erotismo uretral” (p. 405) y agrega
una nota al pie donde cita a Rank: “«Las mismas figuraciones simbólicas que en la dimensión
infantil están en la base del sueño vesical aparecen en la dimensión “reciente” con un significado
eminentemente sexual: agua = orina = esperma = fluido amniótico; navío = “navegar” (orinar) =
útero (caja); mojarse = enuresis = coito = embarazo; nadar = vejiga llena = estadía fetal; llover =
orinar = símbolo de la fecundación (…); orinar = polución». (Rank, 1912d, pág. 95.)” (Freud
1900 [1899], p. 405, n. 68).
Tras una breve referencia al peso de la enuresis en los historiales clínicos neuróticos en
Psicopatología de la vida cotidiana (1901; véase p.145), en el Caso Dora (1905 [1901]) se
presentan variadas indicaciones al tema de la presente investigación. En este trabajo, Freud hizo
una primera referencia a la doble función de los genitales: “los genitales, y en especial el

11 El estímulo vesical dice relación con las sensaciones de vejiga llena durante el dormir.

9
miembro masculino, pueden recordar las funciones excrementicias porque aquí el órgano, además
de servir a la función sexual, sirve a la micción. Y aún este desempeño es el conocido de más
antiguo, y el único conocido en la época presexual” (p. 29)12. Más adelante, a propósito del
primer sueño de Dora, Freud rondó durante casi todo un capítulo alrededor de la micción,
trabajando un plano actual –la escena del beso con el señor K.– y un plano infantil, en el que
interpreta una escena en la que el padre la despierta para que no moje la cama en la noche. Con
respecto al plano infantil se extendió en el par fuego/agua, que será una de las características de
la reflexión de Freud en cuanto a la orina13. Desde distintos ángulos desarrolló el vínculo fuego-
agua, a veces como opuestos y a veces como sinónimos en cuanto al amor y la excitación sexual.
También se detuvo por primera vez en lo que será otra de las insistencias de Freud en este tópico:
el vínculo de la enuresis, principalmente secundaria, con la masturbación infantil (en el caso de
Dora, a los siete u ocho años).
Posteriormente, en Tres ensayos (1905) profundizó en lo que había planteado
anteriormente a propósito de Dora y vinculó el asco hacia los genitales masculinos en las
muchachas histéricas con la explicación de que “sirven a la micción” (p. 138). Cuando estaba
intentando dar cuenta de la activación de las zonas genitales en la infancia, señaló que ésta “tanto
en los varones como en las niñas se relaciona con la micción (glande, clítoris)” (p.170). Un poco
más adelante especificó que “la sintomatología de estas exteriorizaciones sexuales [la
masturbación infantil] es pobre; del aparato sexual todavía no desarrollado da testimonio casi
siempre el aparato urinario, que se presenta, por así decir, como su portavoz. La mayoría de las
afecciones vesicales de esta época son perturbaciones sexuales; la enuresis nocturna, cuando no
responde a un ataque epiléptico, corresponde a una polución” (p. 172)14.
También es relevante que en relación a la pulsión parcial de ver, referida a la curiosidad por
ver los genitales propios y los de otros15, es habitual que se desarrolle un particular interés por

12 Durante esta época, con presexual, Freud se refiere a pregenital.


13 Hizo un agregado sobre esto en la versión de 1909 de La interpretación de los sueños (1900 [1899], pp. 397-8).

14 Freud insistirá en el nexo de la enuresis con la polución en Apreciaciones generales sobre el ataque histérico
(1909 [1908]) al señalar que “no hay derecho a sostener que la micción involuntaria sea incompatible con el
diagnóstico de ataque histérico; no hace más que repetir la forma infantil de la polución violenta” (p. 210)
15 Esta es claramente la propuesta de Freud en Pulsiones y destinos de pulsión (1915).

10
mirar “la micción y la defecación de los otros” (p. 175), porque son ocasiones privilegiadas para
esta pulsión. Vale la pena destacar una nota agregada en 1920 en la que señaló que “es preciso
atribuir a cada individuo un erotismo oral, anal y uretral, y la comprobación de los complejos
anímicos que les corresponden no implica juicio alguno sobre anormalidad o neurosis” (p. 187, n.
51) y que, al hablar de la investigación sexual infantil –acápite agregado en 1915 al segundo
ensayo– refiera que la mayoría de los niños solucionan la pregunta por el comercio sexual con
“alguna relación de comunidad {Gemeinsamkeit} proporcionada por las funciones de la micción
o la defecación”. Por otra parte, también tenemos que destacar la célebre referencia al trabajo de
Lou Andreas-Salomé agregada en 1920, en la que –en un esfuerzo contrario a la presente
investigación– se enfatizan las estrechas analogías entre los procesos anales y genitales: “el
aparato genital sigue vecino a la cloaca y [para citar a Lou Andreas-Salomé] «más aún: en el caso
de la mujer no hace sino tomarle terreno en arriendo»” (p. 170, n. 25). Finalmente, encontramos
otra nota agregada en 1920 (p. 218, n. 11) que no hizo sino resumir el trabajo al que nos
referiremos a continuación.
En Carácter y erotismo anal (1908), Freud volvió a situar la uretra entre aquellas “partes
privilegiadas del cuerpo (genitales, boca, ano, uretra), que merecen el nombre de «zonas
erógenas»” (p. 154)16. Y, si bien en este escrito evidentemente se centró en los complejos de
carácter vinculados con el erotismo anal, refirió “la desmedida, «ardiente», ambición de los
otrora enuréticos” (p.158) que ya había señalado en La interpretación de los sueños (1990
[1989])17. Ese mismo año publicó Sobre las teorías sexuales infantiles (1908b), donde lo uretral
tuvo su lugar en conexión con el problema de saber de dónde vienen los niños, en las frecuentes
teorías de «orinar cada uno en presencia del otro» o de que «el marido orina en la bacinilla de la
esposa» (p.198). Esto dice relación con que “el niño no puede colegir que del miembro sexual se
evacúe otra sustancia que la orina, y en ocasiones una «doncella inocente» se muestra indignada
la noche de bodas por el hecho de que el marido le haya «orinado dentro»” (p. 199). También en

16 En Cinco conferencias sobre psicoanálisis (1910 [1909]) insistirá en esta secuencia: “La principal fuente del
placer sexual infantil es la apropiada excitación de ciertos lugares del cuerpo particularmente estimulables: además
de los genitales, las aberturas de la boca, el ano y la uretra, pero también la piel y otras superficies sensibles” (p. 40).
17 Nótese el juego de palabras, evidentemente intencionado, que establece un nexo entre lo ardiente {brennend} de
la ambición y el fuego.

11
ese trabajo señaló, al parecer por primera vez, los intentos de las niñas de “orinar en la postura
posibilitada al varón por la posesión del pene grande” (p.194), vinculados con la envidia del pene
en la mujer18.
Por esta misma época publicó Análisis de la fobia de un niño de cinco años (1909), un
trabajo sumamente relevante para pensar el significado de la pulsión y del erotismo uretral para la
sexualidad infantil; es tal la insistencia de esta temática y su vínculo con la diferencia entre los
sexos que merecería un trabajo de relectura completa del caso desde esta perspectiva, lo que
superaría los márgenes de la presente investigación. Aún así, en este contexto es posible realizar
algunas puntualizaciones. La primera de ellas, y la más general, es que de comienzo a fin la
investigación sexual infantil, la diferencia entre lo animado y lo inanimado, la diferencia entre los
sexos, la diferencia entre las generaciones (tamaños grandes y chicos), la pulsión de ver, el
complejo de Edipo, la masturbación infantil –manual o por retención de orina– y la castración
giran en torno a los procesos de micción y al hace-pipí (el modo en que Hans se refería al pene).
Podemos agregar que, en segundo lugar, la investigación del muchacho se ve por momentos
obstaculizada por los esclarecimientos del padre y de Freud, en los cuales aseveran que todas las
personas de sexo femenino no poseían hace-pipí alguno (véase pp. 25, 28 y 29), lo que contrasta
con otros momentos en los que reconocen que sí tienen un hace-pipí, sólo que es diferente (por
ejemplo, p. 53). También habría que destacar cómo la temática de la diferencia sexual se soporta
sobre un entrelazamiento pulsional entre la pulsión de ver y el placer en el propio genital, lo que
deriva en una particular curiosidad por los procesos de micción y defecación. Finalmente, habría
que enfatizar cómo en el desarrollo del caso el interés del niño “recae [simultáneamente] sobre el
Lumpf y el pipí”(p. 55), representados también por unos calzones negros y unos amarillos de la
mamá, por un barullo fuerte y uno más débil, respectivamente. Freud expresa como conjetura,
especialmente valiosa para esta investigación, que el material da cuenta de que el agudo oído de
Hans “ha notado muy bien la diferencia del ruido según sea un hombre o una mujer quien
orine” (p. 55), y no toma tan en cuanta la relación de oposición entre el erotismo anal y el uretral.
En este contexto, y sin contradecir la interpretación de Freud, habría que destacar que el material
también está dando cuenta de una oposición entre ambas modalidades del erotismo, donde el asco

18 Insistió sobre este mismo elemento en El tabú de la virginidad (1918 [1917], p. 200).

12
está asociado a los calzones negros (heces) y no a los amarillos (orina) y donde el miedo está
asociado al barullo fuerte del Lumpf y no al barullo más sutil del pipí; es decir, el material podría
figurar, nuevamente, una represión primaria (orgánica) entre el estadio anal y el uretral (Brudny,
1990)19.
En la 20ᵃ conferencia. La vida sexual de los seres humanos (1917 [1916-17]), luego de
referir las trasposiciones de la pulsión anal, hace una breve referencia a que los niños parecen
apreciar “con particular orgullo sus hazañas urinarias” (p. 288) y, más adelante, cuando está
abordando las teorías sexuales infantiles, señala que luego de la teoría del coito sádico propia de
la fase sádico-anal, “a una edad más avanzada, sospecha que el órgano masculino tiene una
participación esencial en la generación de los niños, pero no puede atribuir a esta parte del cuerpo
otra función que la micción” (p. 291)20.
Tras breves referencias al tema en Sobre las trasposiciones de la pulsión (1917), donde
situó la orina muy cerca de las heces en tanto regalo –al señalar que “con la orina se producen
reacciones parecidas [al erotismo anal], aunque no tan intensas” (p. 120)–, volvió a abordar el
tema con mayor detención en el caso del Hombre de los Lobos (1918 [1914]). En este trabajo
encontramos tres ámbitos de referencias al erotismo uretral. El primero de ellos dice relación con
una época en la que el paciente estaba experimentando sus primeras excitaciones genitales y,
junto con esto, estaba iniciando su investigación sexual y se encontró con el problema de la
castración: “en esa época pudo observar a dos niñas –su hermana y una amiga de esta– en el acto
de orinar. Ya a raíz de esa visión su inteligencia le habría permitido entender las cosas, sólo que
se comportó como suelen hacerlo otros niños varones. Desautorizó la idea de que ahí veía
corroborada la herida con que amenazaba la ñaña” (p. 24). En el segundo enfatizó el vínculo de la
enuresis con el fuego, a propósito de las asociaciones del paciente sobre Johannes Huss –
reformador checoslovaco que murió en la hoguera–, quien “como otros que llenan esta condición

19 Merece la pena consignarse una breve referencia de esta temática en los apuntes originales sobre el caso del
Hombre de las Ratas, donde se describe un recuerdo en que “de pequeño yació entre padre y madre y mojó la cama,
tras lo cual el padre le pegó y lo echó de la cama” (Freud, 1909b, p. 222).
20 Se tendría que destacar que en este pasaje de la conferencia habría una correspondencia entre el desarrollo de la
libido y de la organización en torno a un primado con las teorías sexuales infantiles: se comienza con teorías orales
sobre la reproducción, luego habría un énfasis en las teorías sádicas (anales) y, posteriormente, teorías en las que
destaca la presencia de la orina. Desde luego se trataría de una cuestión de énfasis y predominio, ya que todas estas
fantasías se superponen.

13
[muerte en la hoguera] se convirtió en héroe de los que antaño fueron enuréticos” (p.84) y
también enfatizó el íntimo nexo entre la vergüenza y la micción involuntaria (diurna y nocturna),
aún mayor que el vínculo entre la vergüenza y la incontinencia intestinal, destacando que “es
posible que en estas reacciones y nexos estén presentes unos precipitados de la historia cultural
de la humanidad, de raíces más profundas que todo cuanto se ha conservado para nosotros por sus
huellas en el mito y el folklore” (p. 85, n. 2). En el tercer ámbito propuso a la micción como una
de las alternativas de reacción frente a la escena primordial, junto con la defecación, tendiendo a
vincular la reacción de defecación con la pasividad y la identificación con la mujer en la escena,
mientras que la reacción de micción, en el mismo contexto, con una identificación con el padre,
es decir, con un rol activo. Señaló que el paciente sólo pudo haber comprendido la acción del
padre en el coito como un orinar, cosa que repitió en la escena con Grusha, lo que produjo una
amenaza de castración por parte de ella. Posteriormente, volvió sobre el tema en uno de los
puntos cruciales de la publicación, cuando comenzó a abordar el cruce entre filogénesis y
ontogénesis, entre la fantasía originaria y la realidad, al preguntarse: “¿estamos autorizados a ver
en el acto de orinar el niño de a pie, mientras la muchacha friega el piso de rodillas, una prueba
de su estado de excitación? (…) ¿O bien la situación fue del todo inocente, la micción del niño
una pura casualidad, y la escena misma fue sexualizada en el recuerdo sólo más tarde, luego que
discernió la intencionalidad de situaciones parecidas?” (p. 88)21.
En «Pegan a un niño» (1919) volvió sobre el tema de las fantasías sexuales infantiles y
plantea que en la organización genital infantil el niño vislumbra que los genitales tienen relación
con la reproducción “aunque sus cavilaciones puedan buscar la naturaleza de la intimidad
presupuesta entre los padres en vínculos de otra clase –por ejemplo, en el dormir juntos, en el
orinar en común y cosas parecidas– y los contenidos de esta índole pueden ser captados en
representaciones-palabra antes que eso obscuro que se relaciona con los genitales” (p. 185).
Además, en El yo y el ello (1923), cuando abordaba el encuentro con la diferencia sexual en la
fase fálica del varón, planteó que el niño llega a descubrir que el pene no es patrimonio de todos
los seres semejantes a él por la visión de los genitales de una hermana o compañerita de juegos,

21Freud aparentemente no retomará esta asociación entre una reacción identificatoria activa (uretral) y una pasiva
(anal) en relación a la escena primordial.

14
“pero niños agudos ya tuvieron antes, por sus percepciones del orinar de las niñas, en quienes
veían en otra posición y escuchaban otro ruido, la sospecha de que ahí había algo distinto, y luego
intentaron repetir tales observaciones de manera más esclarecedora” (p. 147).
De este modo llegamos a una época en que Freud presentará las síntesis finales de sus
ideas en torno al erotismo uretral. Por una parte hay dos publicaciones en las que aborda los
vínculos de la masturbación en la fase fálica con la enuresis nocturna y la amenaza de castración.
En la primera de ellas, El sepultamiento del complejo de Edipo (1924), al referir la fase fálica en
el varón y la amenaza de castración, señaló:

(…) con notable frecuencia acontece que al varoncito no se lo amenaza con la castración por jugar con la

mano en el pene, sino por mojar todas las noches su cama y no habituarse a la limpieza. Las personas

encargadas de la crianza se comportan como si esa incontinencia nocturna fuese consecuencia y prueba de

que el niño se ocupa de su pene con demasiado ardor22 y probablemente aciertan en ello (p. 183).

Freud prosigue el pasaje equiparando la enuresis nocturna con la polución del adulto y
proponiendo que ella es expresión de la excitación que esfuerza al niño a la masturbación durante
el complejo de Edipo. La segunda publicación es Algunas consecuencias psíquica de la
diferencia anatómica entre los sexos (1925), donde volvió a articular la masturbación durante el
complejo de Edipo del varón con la enuresis nocturna y el complejo de castración, proponiendo
la siguiente síntesis: “el hecho que el niño siga mojándose en la cama sería el resultado del
onanismo, y el varoncito apreciaría su sofocación como una inhibición de la actividad genital y,
por tanto, en el sentido de una amenaza de castración” (p.269). Por otra parte, hay otras tres
publicaciones en las que retoma y se extiende en los vínculos de la micción con el carácter y el
fuego. El primero de ellos es El malestar en la cultura (1930 [1929]) donde, al estar refiriendo la
domesticación del fuego como un sobresaliente logro cultural, se extendió en una nota (p. 89, n.
3) sobre sus conjeturas a propósito del origen de esta hazaña cultural y retomó sus antiguas
asociaciones acerca de Gargantúa y Gulliver, proponiendo que en la base de este logro estaba la

22 Esta vez la aparición del ardor es propia de la edición castellana. En el texto original en alemán la palabra es
allzueifrig, adjetivo que podríamos verter por en exceso afanosa o demasiado fervorosa, pero sin referencia al fuego.

15
renuncia al placer de la competencia homosexual, expresado en extinguir con orina las llamas
fálicas del fuego. Propuso también que la mujer habría sido designada “guardiana del hogar [y
del fuego] porque su conformación anatómica no le hubiera permitido ceder a esa tentación de
placer [apagar el fuego con orina]” (p. 89, n.3). Finalmente destacó “la regularidad con que las
experiencias analíticas atestiguan el nexo entre ambición, fuego y erotismo uretral” (p. 89, n. 3).
El segundo trabajo de este grupo es la 32ᵃ Conferencia. Angustia y vida pulsional (1933 [1932])
donde acentuó el vínculo entre el erotismo uretral y la ambición como rasgo de carácter,
señalando que éste sería “quizás todavía más firme” (p. 93) que el vínculo entre el erotismo anal
y los clásicos rasgos de carácter asociados a él (orden, ahorratividad y terquedad). El último
trabajo de Freud al que se hará referencia es Sobre la conquista del fuego (1932 [1931]), la única
publicación de Freud en la que el tema del erotismo uretral ocupó el lugar central. El eje de este
artículo breve y rico en asociaciones es una reflexión en torno al momento cultural de la
domesticación del fuego a propósito de la saga de Prometeo. Freud interpretó el mito, recurriendo
al simbolismo y la mudanza en lo contrario, y propuso que la caña de hinojo donde Prometeo
escondió el fuego tras robárselo a los dioses sería un símbolo del pene. Además, sugirió que el
castigo impuesto a Prometeo tras su hazaña –que su hígado sea devorado día tras día por un
águila– daría cuenta de la venganza de la humanidad contra el héroe, debido a que nos legó la
prohibición de satisfacer la rivalidad fálica por medio de la extinción del fuego con orina.
También articuló este mito con la saga de Hércules, liberador de Prometeo, interpretando su
combate contra la Hidra de Lerna como la extinción del fuego con orina (agua), expresión de un
momento cultural posterior a la conquista del fuego, en el que se permitió apagar el fuego cuando
este fuera un incendio amenazante. Aunque el grueso del artículo está constituido por las
referencias a los mitos, de principio a fin aparecen pensamientos acerca de la pulsión, su
constante renovación y la renuncia a ella. Al respecto, destaca la reflexión de Freud acerca de las
dos funciones que se conjugan y excluyen mutuamente en el pene: la función de la micción (agua)
y la función genésica (el fuego de la excitación libidinal genital). Finalmente vuelve sobre el
plano de las fantasías y teorías sexuales infantiles uretrales: “el niño cree todavía poder reunir
ambas funciones; según su teoría, los hijos se producen porque el varón orina en el vientre de la
mujer” (p. 178).

16
II. 2. Síntesis de de las referencias de Freud: la fase fálico-uretral

En un intento de organizar las referencias de Freud al erotismo uretral, podrían indicarse


algunos puntos centrales de su reflexión que, desde luego, están íntimamente asociados entre sí:

a) Tiene un vínculo con el segundo período de masturbación, el onanismo de fase fálica.


La enuresis nocturna sería el equivalente infantil de la polución.
b) A diferencia del erotismo oral y del anal, está cargado por la diferencia entre los sexos.
c) Las amenazas en torno al control de esfínteres uretrales serían equivalentes a la
amenaza de castración.
d) Está vinculado con las teorías sexuales infantiles que imaginan que la micción cumple
un papel en el origen de los niños.
e) Tiene un firme nexo con la ambición y la vergüenza como rasgos de carácter.
f) Está conectado simbólicamente con el fuego y el agua. Esto obedece a motivos
filogenéticos y ontogenéticos. Los primeros dicen relación con que el logro cultural de la
conquista del fuego implicó la prohibición de la rivalidad fálica expresada en la extinción de las
llamas con la orina; la mujer habría sido designada guardiana del hogar por su disposición
anatómica que le dificultaría extinguir el fuego con su orina. Los motivos ontogenéticos dicen
relación con la experiencia de que los genitales, y particularmente el miembro masculino,
conjugan y excluyen mutuamente la función de la micción (agua) y la función sexual genital
(fuego).

Estas insistencias sugieren que en la obra de Freud habría tal cercanía entre el erotismo
uretral y la fase fálica que finalmente serían parte de una misma organización, a la que se justifica
denominar fase fálico-uretral de la libido.

17
III. El erotismo uretral en otros autores contemporáneos a Freud

Luego de este recorrido temático por la obra de Freud se abordarán algunos trabajos de
otros de los primeros psicoanalistas que se refirieron al erotismo uretral. Se considerarán los
aportes de Isidor Sadger, uno de los primeros colaboradores de Freud en Viena, y de un grupo de
autores que se articulan en torno a la influencia de Karl Abraham en Berlín.

III. 1. Isidor Sadger

Este médico fue miembro de la Sociedad Psicológica de los Miércoles y, durante muchos
años, uno de los más estrechos colaboradores de Freud en Viena (Vallejo, 2008). Realizó varios
aportes tempranos a temáticas relevantes sobre la sexualidad en psicoanálisis y el mismo Freud
reconoció sus contribuciones en relación a ámbitos como las perversiones, la homosexualidad
(véase Freud, 1905, p. 123, n. 1) y la bisexualidad (véase Freud, 1908c, p. 146, n. 8). También, en
los orígenes del psicoanálisis sostuvo –en su momento contra Freud– la tesis de que “los traumas
más significativos y severos son infligidos al niño a través de una demostración excesiva de
afecto. Además, la nodriza no puede sino provocar cierta excitación sexual” (Sadger en Vallejo,
2008, p. 159); esta perspectiva será posteriormente desarrollada por Freud y encontraría cabida,
por ejemplo, en la tesis de la seducción generalizada de Laplanche (1984). También habría sido
el primer psicoanalista en acuñar el termino conjunto de sadomasoquismo en su trabajo titulado
Sobre el complejo sado-masoquista (1913) y el primero en publicar un trabajo propiamente
psicoanalítico sobre el narcisismo (Sadger, 1908; Padovan, 2017), dos años antes de la
publicación del artículo sobre Leonardo (Freud, 1910), donde aparece por primera vez este
concepto en los escritos del fundador del psicoanálisis. Sin embargo, junto con su carácter de
pionero en relación a la teoría de la sexualidad en psicoanálisis, habría otros aspectos que lo
habrían situado entre los más conservadores del movimiento psicoanalítico, como su defensa de
la teoría de la degeneración, su expectativa “terapéutica” de modificar la orientación sexual de los

18
homosexuales, su rechazo a admitir mujeres en la Asociación Psicoanalítica de Viena y su
oposición a que los legos ejercieran el psicoanálisis23.
En este contexto, más allá de referir a Sadger como uno de los primeros teóricos de la
sexualidad en psicoanálisis, interesa destacar su artículo titulado Sobre el erotismo uretral
(1910)24, el cual nunca fue referido por Freud en sus publicaciones. En él, Sadger realiza un
esfuerzo bastante minucioso –posiblemente el más minucioso en la literatura psicoanalítica– por
definir el erotismo uretral y acompaña la parte teórica con la presentación de cuatro casos
clínicos. Quizás la mayor crítica que podría hacerse a su trabajo es que se concentra
especialmente en esta modalidad del erotismo en los hombres, descuidando parcialmente su
presencia en las mujeres. El autor define el erotismo uretral –al que a veces también designa
erotismo urinario– del siguiente modo:

En mis estudios, pronto me di cuenta de que mucha gente posee un segundo erotismo junto con el anal, que

es igual de fuerte, y en algunos casos incluso más poderoso, y que está relacionado principalmente con el

aparato urinario distal, así como con los productos que allí se excretan, y en algunos casos ya se conoce en

la primera infancia. Este "erotismo uretral", como me gustaría llamarlo sin prejuicios por el momento, debe

ser tomado en un sentido muy extenso. (…) Por erotismo uretral no entiendo el erotismo de la uretra y la

orina solamente, sino también el erotismo de todo el sistema urinario periférico desde la vejiga hasta el

orificium externum uretrae. A partir de la pubertad o poco antes, este erotismo uretral se convierte a menudo

en un modelo para toda la vida sexual [genital] posterior. Es inmediatamente obvio lo particularmente cerca

23 Habría que sopesar más detenidamente cuán conservador era efectivamente Sadger en estos aspectos y cuán
conservador era en relación a otros analistas de la época, incluyendo al mismo Freud. Es llamativo lo poco que se
sabe de este autor a pesar de haber estado bastante presente en los orígenes del psicoanálisis y durante cerca de
treinta años. Esto posiblemente dice relación con que cayó en desgracia dentro del movimiento psicoanalítico, entre
otras cosas, debido a la escritura de Sigmund Freud, Persönliche Erinnungen [Sigmund Freud: recuerdos personales]
(1929), una biografía de Freud que no fue publicada por esos años y fue resistida –quizás derechamente censurada–
por algunos de los analistas más poderosos y cercanos a Freud (Jones, Eitington, Federn). Esta biografía fue recién
publicada en inglés en 2005 bajo el título Recolleting Freud (University of Wisconsin Press) –con comentarios
críticos de Alan Dundes– y en 2006 en alemán con su título original (Berlín: Diskord) –con comentarios de Andrea
Huppke y Michael Schröter–. En el estudio de Vallejo (2008) se da a entender que la relación de Freud con Sadger
habría sido tensa durante varios años y que el segundo habría reclamado que no se les daba suficiente
reconocimiento ni un lugar de importancia dentro de la institución psicoanalítica, tanto él como los analistas vieneses
en general. Su biografía de Freud daría cuenta de lo ambivalente que era su relación con el fundador del
psicoanálisis. Su destino fue trágico: terminó apartado del movimiento psicoanalítico y murió en 1942 en
Theresienstadt.
24 Este trabajo no ha sido traducido al español ni al inglés desde el alemán. Tanto la traducción del título como las
citas son del tesista. Por la complejidad idiomática que presenta la parte clínica, se ha decidido profundizar más en la
parte teórica que en los casos clínicos presentados por el autor.

19
que están ambos [el erotismo uretral del erotismo genital], incluso si ambos productos de los pacientes no

fuesen regularmente equiparados psíquicamente. El aparato urinario y sexual [genital] de un hombre corren

por el mismo camino en toda la parte periférica del cuerpo, es decir, la uretra, y la llamada "neurasthenia

sexualis" es, aparte de los fenómenos histéricos e hipocondríacos, básicamente una perturbación de las

funciones urinarias más que de las sexuales [genitales]. El hecho de que el tracto urinario periférico esté

predeterminado como zona de placer puede explicarse para el sexo masculino por la presencia de la corpora

cavernosa urethrae, es decir, órganos típicos de la voluptuosidad {Wollust} y en ambos sexos por la

irrigación de los genitales periféricos por la orina (Sadger, 1910, pp. 409-10)25.

De esta extensa cita podemos destacar la relevancia que Sadger le da a la zona erógena en
su definición, la importancia que le otorga a esta modalidad de erotismo –equiparable a la del
erotismo anal– y su énfasis en la cercanía del erotismo uretral con el erotismo genital. Sobre este
último aspecto profundizará más adelante, al señalar –parafraseando a Freud– que “en la infancia,
la orina da señales para el aparato sexual todavía no desarrollado como una especie de tutor
{Vormund} (Freud)” (p. 418).
Además, en su texto establece una serie de nexos sugerentes con el erotismo uretral: hay
muchas referencias a sus vínculos con la angustia, el miedo y la masturbación; lo asocia con la
pulsión de ver en su vertiente activa y pasiva; plantea que el erotismo uretral sería una de las
causas menos conocidas del masoquismo debido a su relación con el dolor que puede llegar a
producirse en la zona en las prácticas retentivas, las amenazas y palizas por parte de los padres;
refiere que el estímulo vesical llega a producir erecciones, a las que llama “erecciónes urinarias”;
señala que los niños demuestran su amor orinando sobre otras personas; alude a las fantasías
sexuales de que la madre es orinada por el padre durante el coito como la teoría sexual clásica del
erotismo uretral y que incluso “algunas muchachas tienden a persistir en el engaño, a menudo
hasta el matrimonio. Bastantes de ellas están profundamente indignadas en la noche de bodas
porque, en su opinión, el marido se ha meado indecentemente sobre ella” (p. 416, n. 1)26; propone
que en los enfermos de la próstata y los adultos mayores retornan muy claramente al erotismo

25 El contexto permite interpretar que en este trabajo Sadger usa la palabra “sexual” para referirse al erotismo genital.
26 En esto está reproduciendo el planteamiento de Freud (1908b).

20
urinario; refiere el nexo con el fuego que Freud había planteado en el Caso Dora (1905 [1901]);
destaca la igualación de la orina con el agua y otros objetos líquidos; y propone formas de
sublimación de esta modalidad del erotismo en los deporte náuticos, la elección de profesiones
vinculadas con el agua y el arte (principalmente la realización de fuentes).
Por otra parte, correspondería mencionar los modos en los que Sadger pensó el vínculo
del erotismo uretral con la psicopatología. Además del nexo ya mencionado con la neurastenia,
propone que:

Las formas quizás más misteriosas de eyaculación precoz y retardada, de las frecuentes poluciones o

espermatorreas, el congressus interruptus para prolongar el placer, la neuralgia de los genitales periféricos,

la impotencia psíquica, los trastornos urinarios nerviosos en los adultos están adquiriendo ahora un rostro

completamente nuevo. Son simplemente una continuación del erotismo urinario infantil, con el mismo

sentido y preservación incluso de la forma exterior, sólo que ahora las sustancias sexuales reales asumen el

papel sexual, y a veces incluso obstaculizan eróticamente la excreción fisiológica de la orina. Donde antes

había incontinentia urinae, ahora hay poluciones frecuentes, espermatorrea y eyaculación precoz. La

rententio urinae se traduce en una eyaculación retardada (p. 419).

Habría que agregarle las asociaciones con la impotencia psíquica, que forman parte del texto y no
se expresan en la cita anterior.

III. 2. La Escuela de Berlín

En este acápite se hará referencia a la presencia del erotismo uretral en un grupo de


psicoanalistas que ejercieron y/o se formaron en Berlín antes de la Segunda Guerra Mundial.
Entre ellos tiene un lugar especial Karl Abraham, quien fue el líder teórico del Instituto
Psicoanalítico de Berlín, que lleva su nombre en la actualidad27; de él realizaremos una

27El Instituto que lleva su nombre es el de la Asociación Psicoanalítica Alemana (DPV) en Berlín, escindida en 1950
de la Sociedad Psicoanalítica Alemana (DPG). Los controvertidos orígenes de la DPV están marcados por la
búsqueda de continuar el trabajo original, “freudiano”, del Instituto de Berlín, el cual habían perdido los miembros
de la DPG durante el régimen nazi.

21
apreciación más general de su obra. En relación a Johan van Ophuijsen, Jeanne Lampl-de Groot y
Karen Horney solo tomaremos algunas publicaciones ejemplares.
Puede ser relevante consignar que todos los autores que consideraremos, además de
Abraham, fueron analizados por él. Además, Melanie Klein, cuya obra se referirá en el cap. IV,
podría perfectamente ser considerada como parte de este grupo, debido a su interés por el
erotismo uretral, a su formación en Berlín y a haber sido analizada por Abraham.

III. 2. a. Karl Abraham

En las publicaciones de este autor se encuentran bastantes referencias al erotismo uretral


y, por el desarrollo que tuvo este tópico entre sus analizados, puede suponerse que también fue un
ámbito que tuvo bastante presencia en su trabajo clínico.
En primer lugar, y a modo de ejemplo, habría que mencionar dos trabajos en los que
considera esta modalidad del erotismo. En Manifestaciones del complejo de castración femenino
(1920a) se detuvo en la aparición de significaciones urinarias en los sueños de mujeres,
proponiendo que “el sacar la jeringa del bolsillo sugiere el método de micción masculino” (p.
268) e indicando que la enuresis nocturna sería uno de los determinantes más importantes del
complejo de castración: “la enuresis de la mujer descansa con frecuencia sobre el deseo de orinar
al modo masculino” (p. 269). En esta misma línea, al referir el caso de una paciente que sufría de
raptos de llanto en Un breve estudio de la evolución de la libido (1924), señaló que “durante la
menstruación, que solía excitar de un modo típico su complejo de castración, apenas dejaba de
llorar” (p. 365). En una nota al pie agregó que “ese copioso flujo de lágrimas representaba a su
deseo inconsciente de orinar como un hombre” (n. 258, p. 367).
Pero más allá de estos ejemplos puntuales, hay al menos dos trabajos en los que abordó
más teóricamente el tópico del erostismo uretral. El primero de ellos es La valoración narcisista
de los procesos excretorios en los sueños y en la neurosis (1920b) donde da varios ejemplos que
dan cuenta de una fantasía de omnipotencia de las funciones y productos de la vejiga y el
intestino, explícitamente vinculados al erotismo uretral y anal, respectivamente. Resulta
interesante que Abraham destacase que “estamos acostumbrados a ver que las sensaciones anales

22
y uretrales están estrechamente relacionadas con los impulsos infantiles de amor” (p. 244),
aunque por otro lado “corresponde enteramente con nuestra experiencia respecto a la
ambivalencia de la vida instintiva del neurótico el que encontremos que las funciones y productos
del intestino y de la vejiga son utilizados como instrumentos de los impulsos hostiles” (p. 244).
Con esto se quiere destacar que, si bien Abraham puso mucho énfasis en cómo estos
componentes de la pulsión son puestos al servicio del sadismo, consideró fuertemente una parte
amorosa, lo que marcaría una diferencia de énfasis con la posición de Klein28. También habría
que mencionar que en este trabajo postula que la omnipotencia de los excrementos, vinculada con
una sobreestimación narcisista, sería la precursora de la omnipotencia de los pensamientos.
Finalmente, también valdría la pena destacar que –de un modo muy similar a los planteamientos
de Klein– en este artículo aparecen el erotismo anal y el uretral como muy cercanos o como
subordinados a la categoría de “procesos excretorios” , sin apreciarse un lugar muy definido para
cada uno. El segundo trabajo, y donde más se detuvo en esta temática, fue Ejaculatio Praecox
(1917) en el que señaló tener muy presentes las contribuciones de Freud y Sadger con respecto al
erotismo uretral. En su análisis de la eyaculación prematura se centró en “la uretra como zona
erógena dominante” (p. 213), resaltando la semejanza entre la eyaculación prematura y una
micción involuntaria y pasiva:
“la emisión no se efectúa como una expulsión rítmica, sino como un simple flujo de semen. Si la emisión no

es acompañada por activos movimientos corporales o por una erección máxima, o siquiera por rítmicas

contracciones del perineo, y si en realidad tiene lugar “ante portas”, entonces la presencia del semen en

cuanto sustancia es todo lo que queda para recordarnos la emisión normal de los productos sexuales. Por

otro lado, resulta muy notable la semejanza de la eyaculación prematura con otro proceso fisiológico, a

saber, la micción (…). De modo que la eyaculación prematura puede ser considerada como una

combinación de los dos procesos: es una eyaculación en lo que atañe a la sustancia que se emite, y una

micción en cuando al modo de hacerlo” (p. 214)29.

28Como se apreciará en el cap. IV, en este punto Winnicott se mantuvo más cercano a la postura de Abraham que
Klein.
29Es interesante esta observación, ya que la definición de Abraham de la eyaculación prematura se acerca mucho a la
espermatorrea de Sadger.

23
Propuso que este tipo de pacientes “se han rezagado en una etapa definida de la evolución de la
libido” (p. 215), en el placer de la excreción como vehículo de desafío a la madre, por lo que en
ellos “la zona genital, en el sentido estricto, no se ha convertido en la zona predominante” (p.
215). Cuando Abraham abordó esta inhibición del desarrollo de la libido recurrió al narcisismo,
lo cual es muy interesante para explicar el vínculo entre la ambición y el erotismo uretral
propuesto por Freud. A propósito refirió al “alto valor que se le asigna normalmente al pene en el
período del narcisismo infantil (…) una sobreestimación del pene en cuanto órgano de la
micción, de modo que cuando el pene tenga que cumplir su verdadera función sexual, se rehusará
a hacerlo” (p. 222) y señaló que estos pacientes “exhiben un erotismo uretral excepcionalmente
marcado, opuesto al erotismo genital” (p. 227).
Ahora bien, uno de los mayores aportes de Abraham a la teoría de la pulsión fue su
propuesta de separación en subestadios orales, anales y genitales, realizada en su célebre texto Un
breve estudio de la evolución de la libido (1924). En esa publicación tuvo en consideración la
separación en dos de la etapa genital en una etapa fálica y una genital definitiva ya referidas por
Freud (1923b)–, pero no se explayó sobre ella, mientras que, por el contrario, se extendió en la
separación en dos tanto de la etapa oral como de la etapa anal. Debido a la temprana muerte de
Abraham en 1925, no habría llegado el momento en que se concentrara teóricamente en la
diferenciación entre las dos últimas sub-etapas de la libido (fálica y genital definitiva). Sin
embargo, tras la lectura del conjunto de sus trabajos se pueden realizar algunas conjeturas en
relación al lugar que le podría haber dado al erotismo uretral. La primera dice relación con
destacar que cuando realiza una especulación acerca de los paralelos entre la ontogénesis
biológica (embriología) y la evolución de la libido, se refiere al “aparato urogenital” (Abraham,
1924, p. 381) para diferenciarlo del desarrollo embrionario anal; es decir, a diferencia de Klein,
Abraham tenía en consideración una clara diferencia entre lo anal y lo urogenital, basada en los
primeros sistemas embrionarios. La segunda, y más significativa, es que tras una lectura de
Ejaculatio Praecox (1917) a la luz de la separación entre las etapas fálica y la genital definitiva
que realizó en 1924, podría proponerse que esa patología daría cuenta de una significativa
fijación y regresión a la fase fálica –caracterizada por el primado del erotismo uretral– que no ha
permitido que la zona genital en sentido estricto haya devenido zona erógena dominante.

24
III. 2. b. Johan van Ophuijsen y Jeanne Lampl-de Groot

Estos dos psicoanalistas holandeses formados en Berlín resultan relevantes debido a la


importante presencia del erotismo uretral en algunas de sus presentaciones clínicas y a que, a
diferencia del principal trabajo de Abraham sobre el tema (Abraham, 1917), sus observaciones
estuvieron más dirigidas a la sexualidad de las mujeres. Se abordarán a estos autores en conjunto
por la similitud de sus propuestas y del material clínico que describen.
Con respecto a Van Ophuijsen puede destacarse que en Observaciones sobre el complejo
de masculinidad en las mujeres (1924 [1917])30, cuando indicaba la relevancia del momento del
encuentro con la diferencia entre los sexos, refirió el caso de una mujer que “después de haber
visto orinar a un varón, se desarrolló en ella el deseo de ser hombre para poder hacer otro tanto.
Este incidente determinó hasta ahora su forma de satisfacción sexual, que obtiene con la
masturbación. Otra paciente H. pudo observar a su padre y su tío que no tenían reparo en orinar
delante de ella” (p.88)31. También escribió sobre una tercera paciente que durante un tiempo
“había dejado de orinar sentada para hacerlo parada” (p. 89) y, más adelante, una cuarta, en la que
“su complejo de masculinidad se manifestaba en el hecho de querer orinar como un hombre,
trataba de alargar la uretra, por ejemplo, pasando su orina a través de un tubo” (p.101).
Posteriormente, a propósito del caso en el que más profundiza en el artículo, indicó como
momento principal en el comienzo de su neurosis un sueño erótico a sus cuatro años en el que
había experimentado una especie de orgasmo (en realidad, una enuresis nocturna cuando ya sabía
controlar el esfínter). Avanzando en el texto se multiplican las asociaciones entre la orina, su
placer por la música, recuerdos de acompañar a su madre a orinar al baño, fantasías de que el

30 Este trabajo presentado oralmente en 1917 es la primera referencia al complejo de masculinidad, noción que
posteriormente será tomada por Freud con un sentido algo diverso. Para Freud el «complejo de masculinidad» es uno
de los posibles derivados del «complejo de castración», mientras que Van Ophuijsen no establece una jerarquía entre
ellos, ambos estarían en el mismo nivel y derivarían de la visión traumática de un genital masculino. En este trabajo,
Van Ophuijsen planteó que el «complejo de castración» y el «complejo de masculinidad» tendrían en común la
creencia en la posibilidad de poseer un órgano genital masculino, pero la diferencia radicaría en que en el primero se
desprendería un sentimiento de culpa, mientras que en el segundo la culpa estaría ausente (aunque no
completamente). En el primero predomina la sensación de una pérdida producida como castigo por una conducta
sexual reprochable, en tanto que en el segundo predomina la sensación de amargura por haber sido maltratadas y la
protesta contra ese trato injusto.
31Más adelante en el mismo texto aportó otro ejemplo en el que, más que la visión, se destaca la escucha del ruido al
orinar.

25
hombre orina en la mujer, ataques de llanto, curiosidad permanente por funciones vesicales, etc.
Como idea principal, propuso “una regresión al estadio de desarrollo de la libido autoerótica,
principalmente al del erotismo uretral” (p.101) e indicó la “íntima conexión entre el complejo de
masculinidad, la masturbación infantil clitoridiana y el erotismo uretral” (p. 103), es decir, lo que
posteriormente será la fase fálica en la obra de Freud.
En relación a Lampl-de Groot puede señalarse que en su trabajo La evolución del
complejo de Edipo en las mujeres (1928) también hizo una referencia a los procesos urinarios al
abordar el encuentro de la niña con la diferencia sexual: “[ella] descubre que el genital del varón
es más grande, más poderoso y más visible que el suyo, y que aquel puede usarlo activamente
para orinar, proceso que para la niña tiene una significación sexual” (p. 55). Además, abordó el
caso de una mujer32 que tenía la costumbre de llamar a sus padres en la noche cuando sentía
ganas de orinar con la intención de molestarlos, hasta que una noche el padre la golpeó en las
orejas. Refirió un sueño erótico con la madre, a sus cuatro años, que terminaba en una sensación
de deleite supremo que se habría correspondido con una enuresis nocturna y afirmó que “incluso
en su vida posterior el erotismo uretral desempeñó un papel particularmente importante en esta
paciente” (p. 65). Además, aludió al recuerdo de otra paciente que a sus cinco o seis años “se
había puesto las ropas de su hermano mayor y se había exhibido orgullosamente frente a todo el
mundo. Además de esto, había hecho repetidos intentos de orinar como un varón” (p. 67).
En síntesis, en ambos autores hay una insistencia en considerar el erotismo uretral como
un elemento relevante en su clínica, vinculado con la tramitación de la diferencia sexual durante
la fase fálica de la mujer y con la masturbación femenina correspondiente a esta fase. También
destacan en sus trabajos el vínculo con las pulsiones de ver y de escuchar activas.

III. 2. c. Karen Horney

En relación a esta autora, podemos señalar que en sus primeras publicaciones desarrolló
un punto de vista bastante personal con respecto a la sexualidad femenina, que tomaba los

32Al leer los trabajos de Lampl-de Groot (1928) y el de Van Ophuijsen (1924 [1917]) podemos formarnos la idea de
que ambos trabajaron con la misma paciente. Después de un tiempo de trabajo, Van Ophuijsen la habría derivado con
Lampl-de Groot para que pudiera trabajar mejor los conflictos con su madre.

26
planteamientos de Freud y Abraham como referencias, aunque por momentos tomaba distancia
con ellos, por ejemplo, en relación al valor de las sensaciones vaginales infantiles33. Además, ya
durante los años 20 comenzó a poner énfasis en la relevancia de la cultura patriarcal en la
sexualidad femenina misma –por medio de una sugestión de ser inferior que comienza a ocurrir
desde el nacimiento– y en la teoría psicoanalítica sobre la sexualidad femenina (véase Horney,
1926).
Se tomará como ejemplo su artículo Sobre el complejo de castración en la mujer (1924)34,
trabajo presentado previamente en el Congreso de Berlín de 1922. El trabajo podría resumirse
como un intento muy bien fundamentado clínica y teóricamente sobre la materia al proponer que
el complejo de castración en la mujer no descansa en último término en la envidia del pene, sino
que serían la decepción edípica con el padre y la subsecuente identificación con él en tanto objeto
perdido las que reforzaría regresivamente la envidia del pene. En su argumentación da cuenta de
que tenía muy en consideración tanto los trabajos de Freud como los de Abraham sobre el tema.
Ahora bien, cuando se refiere a la envidia del pene propone comenzar el análisis “por la
forma en la que la “envidia del pene” se manifiesta directamente con mayor frecuencia, a saber,
el deseo de orinar como un hombre” (p. 51), deseo que estaría compuesto por tres partes: el
erotismo uretral, la escoptofilia y los deseos onanistas suprimidos. Es interesante que la autora
señale que no se extenderá mucho en el tema del erotismo uretral en sí, “pues ya se ha insistido
bastante en este factor, siendo el más obvio” (p. 52), y luego insiste en este punto:

Ahora bien, aunque es cierto que en las niñas pequeñas debe surgir un fuerte sentimiento de desventaja en

relación con el erotismo uretral, aún así se exagera el papel que desempeña este factor si, como se ha hecho

hasta ahora en muchas partes, le atribuimos de inmediato todo síntoma y toda fantasía cuyo contenido es el

deseo de orinar como un hombre (p. 52).

33Véase el trabajo de Horney, Die Verlugnung der Vagina (1933) [La desmentida de la vagina]. Con respecto a la
sexualidad femenina, Horney solía confrontar notoria y explícitamente los postulados de Helene Deutsch –otra de las
pioneras en este campo–, quien era bastante más apegada a los planteamientos de Freud y Abraham, sus dos
analistas.
34 La traducción del título y de las citas son del tesista.

27
Lo que se quiere enfatizar con estas citas es que Horney está dando cuenta que habría sido tal la
consideración que tenían los analistas por esta modalidad del erotismo que llegaba a ser una
referencia obvia y a veces exagerada para muchos analistas. La propuesta de Horney es que la
fuerza motriz del deseo de orinar como un hombre se encuentra en la escoptofilia autoerótica y
pasiva, por sobre el erotismo uretral mismo, dado que para la pequeña niña sería más difícil
mostrarse y verse a sí misma al orinar. Finalmente, se detiene en los deseos onanistas suprimidos
como el tercer componente de la envidia del pene, debido a que los niños tendrían permitido
agarrarse su genital mientras orinan –lo que ellas entienden como una autorización para
masturbarse–, mientras que ellas no.
En síntesis, aunque para ella lo más determinante para el complejo de castración dice
relación con la resolución del complejo de Edipo, esta autora le da un lugar muy relevante al
erotismo uretral en la envidia del pene, proponiendo una estrecha conexión con la masturbación
infantil y diferentes destinos de la escoptofilia.

IV. El erotismo uretral en los autores posfreudianos: los destinos de un concepto

En este capítulo se realizará una aproximación al modo en que abordaron el campo de la


pulsión y en especial el erotismo uretral algunos de los principales referentes del psicoanálisis
posfreudiano. Estas aproximaciones son bastante generales y dan cuenta de una lectura detenida
de sus obras, mas no exhaustiva. Se ha tenido especial consideración por la obra de Melanie
Klein, Donald Winnicott y Jacques Lacan debido a la influencia que han tenido sus trabajos, al
interés por sus escritos en los programas impartidos por ICHPA y a que la difusión de sus
respectivas obras ha tenido una fuerza sin duda determinante en el psicoanálisis
contemporáneo35; desde luego, esta influencia se ha extendido a las formas de entender la

35 Klein y Lacan terminaron formando escuelas muy relevantes dentro del psicoanálisis. El caso de Winnicott es
diverso porque, si bien en vida se rehusó a formar una escuela, se han producido agrupaciones en torno al trabajo de
este autor, como The Squiggle Foundation en Reino Unido o los grupos y encuentros en torno al pensamiento de
Winnicott en Latinoamérica. Las obras de estos tres autores han sido tan potentes que han afectado fuertemente el
modo de entender el psicoanálisis, generando relevantes aperturas e inevitables cierres teóricos. Particularmente con
respecto al tema de la presente investigación se propone que sus obras no habrían fomentado particularmente la
investigación del erotismo uretral.

28
pulsión. Con respecto a Klein, también se considerará a algunos de los autores más relevantes
dentro del grupo kleiniano (Rosenfeld, Bion y Meltzer). Finalmente, se harán referencias a los
trabajos de algunos psicoanalistas argentinos que tuvieron consideración por el erotismo uretral y
le dieron un lugar en el desarrollo de la libido.

IV. 1. La pulsión y el erotismo uretral en la obra de Melanie Klein y del grupo kleiniano

Esta autora tiene un lugar particularmente relevante en el destino teórico y clínico del
erotismo uretral, debido a que –comparativamente con Winnicott y Lacan– sería la que más lo
consideró y lo referiría insistentemente en sus publicaciones; podría señalarse que en
determinado momento su interpretación del erotismo uretral se volvió hegemónica al punto de
hacer palidecer otras referencias, incluyendo las de Freud. Es importante señalar que se ha optado
por abordar su obra en este capítulo por la influencia que ha tenido en el psicoanálisis
posfreudiano, aunque su trabajo también podría haber formado parte del capítulo anterior, junto
con el de autores contemporáneos a Freud, como una de las representante de la Escuela de Berlín
y una discípula de Karl Abraham.

En la teoría de Klein se habría ido produciendo un desplazamiento en el que fueron


cobrando cada vez más relevancia las fantasías con respecto al interior del objeto,
particularmente el cuerpo de la madre, por sobre la idea de la fuente de la pulsión en el propio
cuerpo. Si Willy Baranger (1977) llega a señalar que “el pasaje de Freud a Melanie Klein se
manifiesta primero en un cambio de énfasis que se desplaza de la pulsión al objeto” (p. 487), acá
se puede especificar que en su obra se privilegia la investigación de la relación de objeto por
sobre la fuente de la pulsión –énfasis que se habría ido agudizando entre muchos de sus
seguidores36–, y agregando un desplazamiento sutil desde la oposición placer/displacer hacia la
oposición bueno/malo. Además, en el grupo kleiniano se amplió el estudio de la pulsión de

36Valdría la pena puntualizar que, si bien se observa este desplazamiento en la obra de Klein, en sus trabajos también
se aprecia muy claramente que el objeto es el objeto de la pulsión y siempre conserva a la fuente como una
referencia relevante. Es en otros autores kleinianos, por ejemplo, Rosenfeld, donde se realizan investigaciones sobre
la relación de objeto bastante más desligadas de la teoría de la libido y de la fuente. Este punto se retomará más
adelante.

29
muerte y la destructividad, y la pulsión llegó a ser reemplazada por la noción de fantasía
inconsciente como corolario mental o representante psíquico de los instintos (Isaacs, 1948; Segal,
1964)37. Finalmente, la noción misma de pulsión (Trieb) sufrió una importante confusión
conceptual con el concepto de instinto (Instinkt) que afectó la posibilidad de un mayor desarrollo
de este aspecto de la teoría en los círculos kleinianos, asunto, por lo demás, característico de la
escuela inglesa. Junto con esto, en la obra de Klein se desarrolló una particular concentración en
la fase oral, al punto de hacer palidecer la importancia de los otros componentes libidinales por
ser posteriores (criterio genético); por este motivo la lectura que Klein hace del erotismo uretral
es generalmente durante el primado de la zona oral o durante la fase del sadismo máximo. Este
énfasis tendría muchas consecuencias debido a que, por una parte, en la obra de Klein no habría
una consideración por el erotismo uretral durante un primado del erotismo uretral mismo y, por la
otra, se enfatizarían especialmente los componentes sádicos y supuestamente más tempranos del
erotismo uretral.

En la obra de Klein apreciamos bastante transversalmente una presencia de la orina como


“algo peligroso que quema, corta y envenena” (Klein, 1931, p. 244) y que, junto con las heces, es
un vehículo del sadismo en la fantasía. Por ejemplo, en La importancia de la formación de
símbolos en el desarrollo del yo (1930) señala: “En la fantasía [durante la etapa del sadismo
máximo], los excrementos son transformados en armas peligrosas: orinar es para el niño lo
mismo que lastimar, herir, quemar, ahogar, mientras que las materias fecales son homologadas
con armas y proyectiles” (p. 225). También en Notas sobre algunos mecanismos esquizoides
(1946), en referencia al temor persecutorio en la fase oral y a la definición de la identificación
proyectiva, dice:
Sin embargo, aunque la libido oral mantiene la primacía, impulsos y fantasías libidinales y agresivos de

otras fuentes entran en acción y provocan una confluencia de deseos orales, uretrales y anales, tanto

libidinales como agresivos. (…) Los fantaseados ataques a la madre siguen dos líneas principales: una es el

impulso predominantemente oral de chupar hasta la última gota, arrancar con los dientes, vaciar y robar del

37 Estas definiciones abordan decididamente los “instintos” –entiéndase, la pulsión– como extrapsíquicos, pasando
por alto la complejidad del deslinde entre lo anímico y lo corporal en la obra de Freud, en la que muchas veces la
pulsión queda del lado de lo psíquico, como representante psíquico de los estímulos provenientes del interior del
cuerpo.

30
cuerpo de la madre los contenidos buenos (Expondré la relación de estos impulsos con el desarrollo de las

relaciones de objeto en referencia a la introyección). La otra línea de ataque deriva de los impulsos anales y

uretrales e implica expulsar sustancias peligrosas (excrementos) fuera del yo y dentro de la madre. Junto

con estos excrementos dañinos, expelidos con odio, también son proyectados en la madre, o, como prefería

decirlo, dentro de la madre partes escindidas del yo (p. 17).

Ahora bien, esta autora aludiría al erotismo uretral durante la etapa del sadismo máximo
(Klein, 1930) o bajo la primacía [primado] del erotismo oral (Klein, 1946), y siempre junto con el
erotismo anal, es decir, de un modo en que resulta difícil distinguirlo teóricamente del erotismo
anal. En la reciente cita de sus Notas vincula teóricamente, por un lado, el erotismo oral con la
introyección y, por el otro, el erotismo anal y el erotismo uretral –como un conjunto– con la
proyección. Entonces, el erotismo uretral tiene un lugar significativo en la teoría kleiniana, es uno
de los elementos fundamentales para el concepto de identificación proyectiva –que se constituirá
en el concepto central de la psicopatología entre los autores poskleinianos–, pero no alcanza a
distinguirse claramente del erotismo anal. Con respecto a este punto, se considera que no es lo
mismo una distinción fenomenológica que una teórica entre el erotismo uretral y el anal; son
fenomenológicamente distinguibles en la clínica, pero teóricamente forman parte de una misma
categoría. Ahora bien, una posible distinción teórica entre el erotismo uretral y el anal en el texto
de 1930 –sobre la que Klein no se pronuncia– podría apoyarse en que el primero está relacionado
con verbos en gerundio, es decir, acciones (lastimar, herir, quemar38, ahogar), en tanto que el
segundo, con objetos (armas, proyectiles). Este podría se un punto de partida de futuras
investigaciones.

Antes de cerrar este acápite, valdría la pena hacer algunas referencias a los trabajos de tres
influyentes autores dentro del grupo kleiniano: Herbert Rosenfeld, Wilfred Bion y Donald
Meltzer.

Con respecto a Rosenfeld podría destacarse que desarrolla una teoría sobre el narcisismo
(Rosenfeld, 1971 y 1987), tema poco frecuente en la obra de Klein. Su propuesta teórica toma de
Freud (1915) la idea de que en el narcisismo habría un odio al objeto, lo que lo lleva a articular

38 Destáquese el quemar, faceta del erotismo uretral que, como se vio en los capítulos precedentes, se vincula con los
trabajos Freud, Sadger y Abraham.

31
este concepto con la pulsión de muerte, la envidia y la identificación proyectiva, formando así el
campo de estudio de la “psicopatología del narcisismo destructivo” (Rosenfeld, 1987, p. 36). Es
importante destacar que en la obra de Rosenfeld van palideciendo cada vez más –hasta
desaparecer–, las referencias al desarrollo de la libido o a los vínculos de la psicopatología con
las zonas erógenas, e incluso la oralidad deja de ser una referencia explícita o relevante. Podría
señalarse que, si bien este autor hace un desarrollo muy fecundo de la noción de identificación
proyectiva de Klein, termina por distanciar este mecanismo de las vivencias corporales presentes
en la propuesta de Klein, lo que, desde luego, también ocurre con el erotismo uretral.

Bion, por su parte, también desarrolla el concepto de identificación proyectiva de las


Notas de Klein (1946), pero poniendo énfasis en la proyección de las partes escindidas del yo. En
otras palabras, si la definición de la identificación proyectiva de Klein contemplaba que en los
ataques proyectivos habían excrementos (orina y heces) y partes escindidas del yo, Bion teoriza
principalmente las segundas39. Por ejemplo, en Sobre la alucinación (1958) el énfasis está puesto
en la escisión del yo, del aparato perceptivo, de la psiquis o de la personalidad, y la proyección o
expulsión de estas partes escindidas sobre objetos externos; una definición en negativo diría que
el acento no está puesto en las sensaciones anales o uretrales que estarían a la base de la
proyección, sino más bien en el hecho de que los mismos sentidos son reversibles, es decir,
ingieren y evacuan (excretan). La ingesta sería análoga a los procesos orales, mientras que la
evacuación, a los procesos excretorios anales y uretrales, pero se trataría de una analogía. En
Ataques al vínculo (1959), el autor realiza un desarrollo de su teoría sobre la psicosis y presenta
dos referencias a la orina. La primera de ellas –que da cuenta cuan presente tenía la interpretación
de Klein del erotismo uretral– pertenece a un ejemplo clínico en el que un paciente con
dificultades para dormir señaló que “no podía pensar porque estaba mojado” (p. 130). Bion sintió
que ese estar mojado se refería a “una expresión de odio y envidia del tipo de las que asociaba a
ataques urinarios sobre un objeto” (p. 130) y su interpretación fue que “temía dormir porque para
él representaba el escurrimiento de su propia mente” (p. 131). Además, señaló que sus buenas

39La cita tiene una cierta ambigüedad en el sentido de que los excrementos también serían parte del yo, en el sentido
de un yo amplio que contiene también las partes del cuerpo. Pero junto con eso, Klein también está distinguiendo los
excrementos de las partes del yo, que podrían entenderse como los elementos más funcionales del yo (percepción,
atención, memoria, etc).

32
interpretaciones “eran constantemente fragmentadas por él y se transformaban en orina mental
que se escurría incontrolablemente” (p. 131). Más adelante en el mismo artículo, al abordar las
características de los objetos y los contenidos en el proceso de soñar esquizofrénico en
comparación con el sueño normal, hizo una analogía con la orina y las heces, respectivamente;
los sueños psicóticos “se componen de un material tan infinitamente fragmentado, que carecen de
componente visual” (p. 135) o “un continuo de fragmentos diminutos e invisibles” (p. 135),
mientras que lo que habitualmente llamamos sueños [neuróticos], “son vivenciados por el
paciente como sólidos”. Es decir, Bion estaría acentuando las diferencias en el grado de
integración entre la orina y las heces, y vincularía esto con lo esquizoparanoide y lo depresivo,
respectivamente, pero sin desarrollar mayormente esta distinción y, nuevamente, sin explicitar si
se trata simplemente de una analogía o si estas relaciones dan cuenta de nexos teóricos con el
erotismo uretral y el anal.

Con respecto a Meltzer, se puede destacar que en sus trabajos lleva a cabo un recorrido en
el que, en el paroxismo de la descripción del interior del objeto interno y de las fantasías
intrusivas, reaparece el registro de la pulsión. En su libro Claustrum (1992) describe tres
compartimientos de la madre interna –el pecho-cabeza, el recto y el genital– que, aunque no lo
haya explicitado, son correlativos a las tres principales organizaciones pregenitales descritas por
Freud (oral, anal y fálico). En esto hay algo que distingue claramente a Meltzer de otros autores
kleinianos y tiene relación con que para él la identificación proyectiva es inducida por un
quehacer (masturbatorio) en el propio cuerpo40. Esto lo desarrolla muy claramente en su trabajo
La relación entre la masturbación anal y la identificación proyectiva (1966), en el que da cuenta
de que mientras se desarrolla la masturbación anal infantil “va tomando forma una fantasía de
intrusión secreta en el ano de la madre”. En síntesis, se quiere destacar en Meltzer dos elementos:
la relevancia que adquieren en su obra, en comparación con otros autores kleinianos, los tres
estadios pregenitales de la libido propuestos por Freud y que vuelve a situar las experiencias en el
propio cuerpo a la base del mecanismo de la identificación proyectiva. Aún así su obra, en el

40 Otro elemento distintivo de su teoría, pero que en el contexto de esta investigación no parece tan relevante, es que
él desarrolla los procesos de identificación proyectiva con objetos internos, mientras que Klein y muchos de los
kleinianos desarrollan la identificación proyectiva con objetos externos. Véase Meltzer (1992).

33
contexto de esta investigación, produce un problema: a primera vista, en ella no hay mayor
consideración ni lugar para el erotismo uretral.

IV. 2. La pulsión y el erotismo uretral en la obra de Donald Winnicott

Con respecto a este autor, se puede señalar –muy a grandes rasgos– que se dedicó a
investigar las condiciones materno-ambientales para la integración del yo y el despliegue de la
pulsión. Winnicott refirió sistemáticamente la relevancia de la pulsión e incluso realizó
desarrollos teóricos importantes en esta línea, tales como proponer la pulsión como una de las
fuentes de integración (1958 [1945]), aportar el concepto de psique-soma (Winnicott, 1958
[1949] y 1988), la acentuación de la relación de la agresión con lo muscular y la discusión de la
noción de pulsión de muerte (Winntcott, 1958 [1950-55]). Aún así, la parte más difundida de su
obra da la impresión que se detuviera en los márgenes del origen de la pulsión y se conformara
con el desarrollo de la libido propuesto por Freud y reelaborado por Klein.
Sin embargo, se considera que la publicación de su obra completa en inglés en 2017 y el
trabajo que se está realizando de traducción al castellano irán permitiendo apreciaciones más
complejas y diversas de su obra. Es así como la lectura de algunas de sus primeras publicaciones
permite hacerse una impresión de las ideas que tenía Winnicott con respecto al erotismo uretral,
principalmente como una de las herramientas conceptuales con las que se acercaba a la
comprensión de la enuresis, tema sobre el que publicó cuatro trabajos entre 1929 y 1936. La
persistencia y evolución de estas ideas en sus trabajos posteriores puede ser materia de próximas
indagaciones.
Los primeros trabajos de esta época (Winnicott, 1929 y 1930)41 establecen claramente que
la enuresis y sus causas son parte de la vida emocional infantil42 e intenta describir dos grupos
principales de pacientes enuréticos, que se superponen. En el primero habría una sensibilidad
aumentada del tracto urinario propia de niños inquietos, vinculando los síntomas con “fantasías

41 Las traducciones son del tesista.


42Un ejemplo de la fuerza con que Winnicott defendió las comprensión psicoanalítica de la enuresis en esta misma
época es su Letter to Robina Addis (Winnicott, 1936a).

34
inconscientes, no necesariamente vinculadas con las sensaciones de la micción, sino más bien
pertenecientes a las sensaciones masturbatorias [genitales]; y la angustia deriva del sentimiento
de culpa que acompaña las fantasías inconscientes de masturbación en estos niños ” (Winnicott
1929, p. 141). En el segundo grupo, la enuresis “más frecuentemente nocturna, acompaña
fantasías de micción, una reedición de sensaciones reales o fantaseadas de la infancia,
característicamente en relación con alguna persona o situación (…). En este grupo es típico que
no haya incremento de la sensación del tracto urinario, y es en estos casos en los que muchos
observadores han reportado anestesia” (p. 141). El autor propone que en este segundo caso la
enuresis es “parte de una regresión, y la fantasía perteneciente a la sensación genital ha teñido
aquellas pertenecientes a la micción (…). El afecto principal es placentero, derivado de la
experiencia infantil de la micción en relación con la madre o la cuidadora. El segundo afecto es
agresivo, usualmente cruel (representado en la pistola de agua de juguete)” (Winnicott, 1930, p.
144-5). Más adelante concluye que “en la psiconeurosis la micción puede ser reinvestida con el
sentimiento que pertenece propiamente a la organización genital, y en consecuencia está sujeta a
las inhibiciones, compulsiones, anestesias y excitación de ese ámbito” (p. 147).
En 1931, Winnicott publicó un artículo bastante más extenso titulado Trastornos de la
micción43, en el que se extiende en los dos grupos antes mencionados y en el diagnóstico
diferencial con aquellos casos en que hay trastornos de la micción debido a bases físicas
(infecciones, diabetes, etc.). En este escrito puso énfasis en que las excreciones son –durante la
infancia y hasta en la vida adulta– formas de expresar amor y odio, y refirió la cualidad
destructiva imaginaria y la rivalidad expresada en términos de micción. También propuso que el
orinarse junto con el castigo resultante pueden formar una situación estable, más o menos
satisfactoria, al modo de una histeria de conversión, y destacó que “la enuresis, en este tipo de
caso, no es la enfermedad; es el intento de cura espontánea de un trastorno subyacente (…). La
enfermedad es algún grado de expresión de la inhibición emocional en términos genitales” (p.
321). Más adelante agregará que la enuresis secundaria puede ser una especie de “válvula de
seguridad emocional” (p. 322).

43 La traducción es del tesista.

35
El último de los trabajos de Winnicott que se considerará es Contribución a una discusión
sobre la enuresis (1936b), bastante rico en ideas. En este trabajo puntualiza que la enuresis, en
tanto síntoma, “puede reaparecer en la pubertad bajo la forma de poluciones nocturnas y,
posteriormente, ser expresadas parcialmente en la eyaculación precoz” (p. 392). Propuso que en
un análisis puede encontrarse que la principal fantasía inconsciente que acompaña la enuresis es
erótica o agresiva, pero que “siempre el elemento importante para el entendimiento psicológico
es la fantasía inconsciente, de hecho, las diferentes capas de la fantasía (…). Las principales
emociones expresadas por el mojar la cama son amor, odio y reparación, y también las ganas de
deshacerse de lo que se siente como malo” (p. 392). También propuso que, por un lado, la
enuresis está relacionada con fantasías inconscientes persecutorias e intentos de poner lo malo
afuera, mientras que por el otro, “con depresión latente, y puede ser parte de un intento de llenar
un agujero; este agujero sería el resultado, en la fantasía inconsciente, del vaciamiento de la
madre amada, el continente de la bondad, vaciamiento que es a su vez resultado de la conversión
del amor en voracidad por la frustración” (p. 392). Además, relaciona la satisfacción y el placer
con la bondad, por un lado, mientras que el dolor y la frustración con la maldad, el odio y los
objetos malos, por el otro. Esto lo lleva a pensar que “la madre que entrena a su bebé en la
limpieza puede ser, desde el punto de vista del bebé, la creadora del mal” (p. 393), por lo que
señala que es un verdadero peligro enseñarle a las madres a entrenar tempranamente los
esfínteres de sus bebés, sugiriendo que el control de esfíteres sólo será estable cuando los niños
puedan identificarse inconscientemente con los padres o las figuras ideales. También, se quiere
destacar la relevancia fundamental que Winnicott da, para el desarrollo emocional saludable, al
hecho que las madres reconozcan en las excreciones de su hijo un genuino regalo amoroso y llega
a señalar que, en algunos casos, la enuresis puede ser signo de un avance en el desarrollo
emocional. Finalmente, merece la pena destacar una frase bastante categórica de Winnicott:
“ningún análisis podría ser completado sin el análisis de los sentimientos sobre la incontinencia
urinaria y otros tipos de incontinencia” (p. 393).
Una de las características de muchos trabajos de Winnicott es que no acostumbra a ser
muy explícito con sus referencias teóricas. En el ámbito del erotismo uretral podemos suponer la
influencia de los trabajos de Freud por los vínculos que establece con la masturbación, la culpa,

36
el apuntalamiento y las ideas acerca de la regresión libidinal; de Abraham con respecto a los
excrementos como vehículos de expresión de impulsos amorosos y hostiles; y de Klein con
respecto a al énfasis en la fantasía inconsciente, las persecución, la depresión y el lenguaje de
objetos buenos y malos. En este ámbito se diferencia de esta última autora por medio de una
mayor consideración por la madre concreta y, así como Freud y Abraham, por poner en relieve
los aspectos amorosos de los procesos excretorios.

IV. 3. La pulsión y el erotismo uretral en la obra de Jacques Lacan44

En cuanto a la obra de Lacan, puede destacarse que él aportó al rescate de la noción


freudiana de Trieb que permitió diferenciar la pulsión del instinto para el psicoanálisis francés y,
posteriormente, el psicoanálisis en general; en torno a esta diferenciación pudo proponer una
lectura crítica de aquello que llamó mitología de la maduración instintual, aquella esperanza
ideal de “alcanzar el cielo de la plena realización del objeto genital, y aun del objeto a
secas” (Lacan, 1953, p. 255). Junto con esto, realizó otros aportes relevantes a la temática de la
pulsión como, por ejemplo, volver a darle un lugar relevante al registro fálico –en comparación
con el núcleo de la Escuela Inglesa–, formalizar el concepto de objeto a en tanto objeto de la
pulsión, intentar articular el exhibicionismo y el voyeurismo en relación con los otros
componentes de la libido –lo que llamará lo escópico–, y su propuesta de vincular más
directamente la palabra y lo auditivo con la pulsión –lo que denominará lo invocante (Lacan,
1962-3)–. Además, fue uno de los primeros en darle relevancia a la noción freudiana de
Nachträglichkeit, traducido como effect après-coup (Dahl, 2010), lo que aportó a complejizar el
determinismo lineal del pasado sobre el presente que predominaba en la Standard Edition de
Strachey y en la compresión hegemónica de la Escuela Inglesa, y representado muy claramente
por el principio genético kleiniano (Laplanche, 2012 [1989-1990]).
En el trabajo de este autor hay una consideración por el erotismo uretral y su vínculo con
la ambición propuesto por Freud; esto se aprecia en los comienzos de su enseñanza en el

44Cuando se ha usado alguna versión inédita de los seminarios de Lacan, se ha agregado el número de la clase en
una nota al pie.

37
Seminario -145, al señalar que “el erotismo uretral está ligado al rasgo de carácter ambicioso. El
lenguaje da cuenta de ello cuando alguien dice: “Él apunta más alto de lo que puede mear”… La
pasión ambiciosa tiene un carácter relativo: el ambicioso quiere siempre llegar más alto que el
otro, su pasión ambiciosa está pues siempre insatisfecha”46. Se puede leer una referencia similar
en la siguiente cita del Discurso de Roma (Lacan, 1953):

La palabra en efecto es un don de lenguaje, y el lenguaje no es inmaterial. Es cuerpo sutil, pero cuerpo. Las

palabras están atrapadas en todas las imágenes corporales que cautivan al sujeto; pueden preñar a la

histérica, identificarse con el objeto del penis-neid, representar el flujo de la orina de la ambición uretral o el

excremento retenido del gozo avaricioso (p. 289)

También hay otras apariciones de temáticas vinculadas al erotismo uretral en el Seminario 1 a


propósito de una presentación del caso de Roberto por Rosine Lefort47 o al analizar los sueños de
Freud en el Seminario 2 (Lacan, 1955-1955)48. En el el Seminario 4 vuelve sobre el tema al
considerar un caso publicado por Ruth Lebovici en el que un paciente desarrolla un fantasma
perverso de ver a una mujer mientras orina y, posteriormente, ser visto por ella mientras él
orina49, y al abordar el caso del pequeño Hans50. En este mismo seminario, al hablar de Pegan a
un niño (Freud, 1919) y el Caso de la joven homosexual de Freud (1920), vincula la orina como
objeto de las fantasías sexuales infantiles con la diferencia entre los sexos durante el complejo de
Edipo:

Si Freud llega a decir que si los objetos pregenitales intervienen en la dialéctica edípica, es porque se

prestan más fácilmente a las representaciones verbales. El niño puede decirse con mayor facilidad que lo

que el padre le da a la madre es, por ejemplo, su orina, porque él conoce muy bien el uso y la función de la

orina, además de su existencia como objeto. Es más fácil de simbolizar, es decir, añadirle un signo más o

45 Clase Primera
46 Acá está claramente haciendo referencia al vínculo que establece Freud entre el erotismo uretral y la ambición.
47 Clase VIII
48 Clases XIII y XIV
49 Clase V
50 Clase XVII

38
menos, es un objeto que ya ha alcanzado cierta realización en la imaginación del niño. Sin embargo, esto

sigue siendo difícil de aprehender y de difícil acceso para la niña51.

También en el Seminario 6 encontramos una referencia a la aproximación de Melanie Klein al


erotismo uretral cuando señala:

“ella dice muy bien que el significante falo, primitivamente, concentra sobre sí todas las tendencias que el

sujeto ha podido tener en los órdenes oral, anal, uretral; y que antes, incluso, de que pueda hablar de genital,

ya el significante falo concentra en sí todos los valores, y especialmente los valores pulsionales, las

tendencias agresivas que el sujeto ha podido elaborar”52.

Ahora bien, a pesar de estas referencias bastante dispersas en la obra de Lacan, puede
destacarse que, aunque en su obra hay una clara consideración por el erotismo uretral y la orina
como objeto pulsional y que considera algunos aspectos teóricos de Freud y Klein con respecto a
la temática, no se aprecia en la obra de Lacan una elaboración teórica del lugar del erotismo
uretral en el desarrollo de la libido. Además, habría que señalar que la consideración por este
ámbito de la libido tenderá a disminuir –hasta desaparecer– en la elaboración teórica de Lacan.

IV. 4. El erotismo uretral en Argentina (Chiozza y Grus; Liberman y Maldavsky)

En el psicoanálisis argentino se encuentran, al menos, dos ámbitos de referencia en los


que ha existido una consideración por el erotismo uretral.
El primer ámbito son los trabajos de un grupo de psicoanalistas y médicos que se
reunieron en 1967 en torno al Centro de Investigación en Psicoanálisis y Medicina Psicosomática
(CIMP), cuyo principal referente fue Luis Chiozza. Este grupo, animado por el postulado de
Freud de la “erogeneidad como propiedad general de todos los órganos” (Freud, 1914, p. 81),
desarrolló desde los años sesenta una exploración de la erogeneidad de diversos órganos del
cuerpo. Es así como estudiaron procesos erógenos hepáticos, esplénicos, insulino-pancreáticos,

51 Clase VII
52 Clase XII

39
cardíacos, tímicos, pulmonares, epilépticos, esqueléticos y alérgicos (Aizenber, s/a). En este
contexto, Ricardo Grus, presentó oralmente entre 1970 y 1986 una serie de seis trabajos sobre el
erotismo urinario53, entre los cuales se conoció el título de una ponencia (Grus, [1974]) y de un
trabajo publicado (Grus, 1977). Se pudo acceder a un texto de Chiozza y Grus titulado
Psicoanálisis de los trastornos urinarios (1993 [1978-1992]) que sintetizaría el trabajo de ambos
médicos con respeto a este tema. En este trabajo proponen la noción de erotismo urinario como
un concepto más amplio que “la expresión “fálico-uretral”, de uso corriente en psicoanálisis” (p.
141)54. Por otro lado, hacen una breve pero contundente compilación de algunos lugares y temas
en los que Freud refiere el erotismo urinario, destacando vínculos con la vergüenza; el orgullo y
la megalomanía; la competencia; el placer evacuatorio, la masturbación y las poluciones; el fuego
y el agua; las fantasías de nacimiento y de regresión al vientre materno; las fantasías o sueños
diurnos; y la ambición. También aportan una valiosa síntesis de referencia sobre esta modalidad
del erotismo en autores considerados en la presente investigación, como Abraham y Klein, y
otros autores que no han sido considerados en este contexto, tales como Aberastury, Coriat,
Dosuzkov, Groddeck, Lijalad, Michaesl, Weizsaecker y Yazmajian. Además, se detienen en
consideraciones sobre ciertos trastornos específicos, como la litiasis urinaria (cálculos) y la
hipertrofia o hiperplacia de próstata.
Del trabajo de Chiozza y Grus se valora lo sugerente de sus páginas, las reflexiones que
realizan sobre las lágrimas y las piedras en relación a los cálculos, y la atención a expresiones
populares urinarias (por ejemplo, las distintas acepciones de la palabra angurria). También se
aprecia su resumen del tema en Freud y que la amplitud de sus referencias puede propiciar una
profundización de la investigación en este campo. Sin embargo, una apreciación crítica del
enfoque de estos autores observa un énfasis excesivo por integrar sus conclusiones sobre el
erotismo urinario con sus propias investigaciones anteriores sobre el duelo primario o la fantasía
general excretoria, descuidando de este modo la articulación de sus conclusiones con el corpus
teórico freudiano. Además, se echa de menos una mayor consideración por la noción de primado

53Sadger también utilizó la noción de erotismo urinario aunque, a diferencia de Grus y Chiozza, como sinónimo del
erotismo uretral.
54 Se volverá sobre esta cita más adelante.

40
o de organización libidinal, y la idea de la proyección de la actividad pulsional central en la
periferia del cuerpo (Freud, 1905).
Ahora bien, la referencia al uso corriente en psicoanálisis de la expresión fálico-uretral
da a entender que en determinado momento del psicoanálisis argentino se tenía bastante en
consideración un vínculo entre la fase fálica y el erotismo uretral, lo que adelanta las
conclusiones de la presente investigación. Esto condujo al segundo ámbito de referencia: los
trabajos de David Liberman y David Maldavsky, ya que la noción de un nivel Fálico Uretral (FU)
está presente en el Algoritmo David Liberman propuesto por David Maldavsky. El propio
Maldavsky, al ser consultado sobre la reunión de la fase fálica con el erotismo uretral, señaló: “en
realidad, yo recibí esta articulación entre ambos componentes (fálico y uretral) de Liberman, mi
maestro, el cual a su vez supongo que lo recibió, de la misma manera natural, de autores
precedentes, posiblemente kleinianos”55. En Liberman (1971, p. 226 y sigs.) se aprecia cómo él le
da un uso conceptual a la idea de una fase fálico-uretral, pero remite esta expresión a Envidia y
gratitud de Klein (1957). Lo interesante es que en el trabajo de Klein, tanto en su versión original
en inglés como en su traducción al castellano, encontramos referencias a “impulsos uretrales”,
pero no la reunión de lo fálico con lo uretral. De este modo cabe preguntarse por el origen y la
transmisión de esta noción, si éste se encuentra en otras publicaciones o si habrá formado parte de
una tradición oral dentro de algunos círculos de analistas en Argentina o de otras regiones.
El trabajo de Liberman y Maldavsky es bastante extenso como para abarcarlo en este
contexto. El énfasis de su propuesta está puesto en la descripción y formalización de la expresión
en el lenguaje y en la motricidad de las diferentes formas de erogeneidad y las diferentes defensas
frente a ellas, estudiando esto, en general, en relación a los diferentes cuadros psicopatológicos y,
particularmente, en el discurso de los pacientes en las sesiones. Con este objetivo, ambos autores
propusieron métodos de investigación concretos, en los que se considera como formas de la
erogeneidad a los seis subestadios de la libido propuestos por Abraham (1924), denominando al
quinto de ellos el nivel fálico-uretral. Maldavsky (2000) agregó un séptimo nivel de análisis que
denominó libido intrasomática, referida a la investidura de los órganos internos. En este contexto
valdría la pena ejemplificar cómo Maldavsky (2000) aprecia la presencia del nivel fálico-uretral

55 Comunicación personal por correo electrónico con el tesista del 5 de diciembre de 2018.

41
en una discusión clínica entre psicoanalistas a propósito de una paciente que solía citar refranes
durante las sesiones:

En ese momento el terapeuta recuerda uno, que la paciente citaba a menudo: “el que se quemó con leche, ve

la vaca y llora”. Un tercer terapeuta cuenta entonces algunos fragmentos de un caso propio, el de un

adolescente tardío que usaba refranes a menudo, susurraba en los momentos en que narraba escenas en las

que estaba comprometido y aludía con frecuencia al fuego y al temor a quemarse, de modo literal y

simbólico (pasar vergüenza). Era un paciente en el cual prevalecía una fuerte erogeneidad uretral, y que de

pequeño se complacía en orinar contra los troncos de los árboles, como los perros, en la tentativa de marcar

un territorio, actividad que había derivado luego en fuertes deseos ambiciosos. El terapeuta que presenta el

caso de la mujer comenta, a su vez, que su paciente había sido enurética hasta los 8 años, y que su hija, de 5,

también lo era. Agrega que a menudo pedía pasar al baño a orinar en mitad de la sesión. Esta conducta

parecía ligada con su tendencia a retener duraderamente las heces, con lo cual el orinar era una forma de

aliviar la presión en la zona (p. 703).

En esta cita valdría la pena destacar la presencia al quemar, el fuego, la vergüenza, la ambición, la
enuresis y orinar como un perro, elementos que, como queda claro luego de la lectura de los
capítulos anteriores, dan cuenta de la continuidad de los trabajos de Liberman y Maldavsky con
la obra de Freud y los primeros psicoanalistas en su forma de entender las manifestaciones del
erotismo uretral.

V. Conclusiones y propuestas para desarrollar teóricamente

Si bien la presente tesina ha consistido en un recorrido teórico, valdría la pena recordar


que sus preguntas provienen de experiencias clínicas concretas y similares a las que se presentan
en el consultorio de cada psicoanalista. Luego de este recorrido, el temor a orinarse en el metro,
la preocupación por la posibilidad de tener una mancha de orina en el lugar de trabajo y la
figuración directa de elementos uretrales en los sueños –entre muchas otras posibles

42
manifestaciones–, adquieren mayores elementos para orientar la interpretación y para la
profundización del trabajo clínico con los pacientes. En este sentido, se comparte la impresión de
Sadger cuando señala que hay muchas manifestaciones clínicas que adquieren un rostro
completamente nuevo si se considera el erotismo uretral y, aún más específicamente, su lugar en
la teoría de la libido.
Con respecto a la obra del fundador del psicoanálisis, se ha podido figurar con claridad
que él pensaba en el erotismo uretral como uno de los componentes más relevantes de la libido y
varios psicoanalistas lo entendieron así durante los primeros años de nuestra disciplina, al punto
que, parafraseando a Karen Horney, insistían bastante sobre este punto y lo consideraban obvio.
Además de los aportes de Freud a este ámbito, entre estos psicoanalistas destacan las
contribuciones tempranas de Isidor Sadger y la figura de Karl Abraham, este último tanto por sus
propuestas teóricas como por la influencia que puede suponerse sobre sus analizados (Klein, Van
Ophuijsen, Lampl-de Groot y Horney). Sin embargo, no se encuentra una referencia explícita al
lugar del erotismo uretral dentro del desarrollo de la libido en los trabajos de Freud ni en los de
Abraham. Por su parte, entre los tres posfreudianos que hemos considerado como lo más
relevantes –Klein, Winnicott y Lacan– hubo una clara consideración por los aportes de Freud y
Abraham sobre el tema, pero ninguno de ellos privilegió el estudio de este componente de la
pulsión ni le dio un lugar preciso en el desarrollo de la libido. Melanie Klein expuso
insistentemente un aporte personal sobre el erotismo uretral que ha terminado siendo hegemónico
en algunos ambientes psicoanalíticos, desarrollando una teoría sobre la presencia de esta
modalidad del erotismo bajo el primado del erotismo oral o durante la fase del sadismo máximo.
El aporte de esta autora es sin lugar a dudas muy esclarecedor de ciertos ámbitos del psiquismo
temprano, pero en relación al erotismo uretral enfatiza excesivamente sus componentes sádicos y
sólo lo describe en un lugar de subordinación con respecto al erotismo oral. Además, hemos
podido ejemplificar cómo entre algunos psicoanalistas argentinos como Chiozza, Grus, Liberman
y Maldavsky hubo una consideración por el erotismo uretral y lo ubicaron en una relación de
copertenencia con la fase fálica.
Luego de este recorrido teórico y clínico ha llegado el momento de intentar dar respuesta
a las preguntas que han guiado la presente investigación. En primer lugar, valdría la pena destacar

43
que desde el comienzo de la vida –o al menos la extrauterina– el erotismo uretral constituye un
componentes muy importante de la libido y, por lo mismo, del trabajo clínico psicoanalítico. Este
ha sido definido, recurriendo a elementos freudianos, como una fuente de estímulo intrasomática
en continuo fluir que –por medio de su representante– constituiría una exigencia de trabajo para
lo psíquico, tendría habitualmente como condicionamiento central la vejiga y la uretra, debe su
nombre a la proyección de su actividad principalmente sobre la uretra (periferia), tiene en la orina
un objeto privilegiado, y que se apuntalaría en la necesidad corporal de la micción y sus
sensaciones circundantes por medio de la acción específica aportada por el otro de los cuidados.
Una de las particularidades del erotismo uretral –que lo diferencian del erotismo oral y del
anal– es que trae consigo la carga de la diferencia anatómica entre los sexos. En algún momento
de la infancia, con apoyo en el aumento de las sensaciones de la zona y de las posibilidades
masturbatorias fálicas, la diferencia sexual cobraría relevancia en torno a la micción –ya sea por
la escucha de una diferencia en el ruido, por la mirada de una posición diferente o por una
observación más directa– . Ahora bien, aquí surgen las siguientes preguntas: ¿es la diferencia
sexual apreciada en torno a la micción un precursor de la diferencia sexual misma?, ¿una
diferencia se deriva de la otra?, ¿funciona la diferencia observada en torno a la micción como un
sustituto regresivo o defensivo de una diferencia sexual que vendía a ser más verdadera? y ¿es un
elemento contingente o necesario del encuentro con la diferencia sexual?
En la obra de Freud estaría implícito que el erotismo uretral tiene un primado durante la
fase fálica y es un componente necesario del encuentro con la diferencia sexual en esta fase, lo
que lo pone en una relación de copertenencia con el complejo de castración. Esto tiene como
principio que se piense en el encuentro con la diferencia sexual como algo que acontece durante
un período de tiempo en el que se acumulan diferentes experiencias –relatos, percepciones,
amenazas–, entre las que nunca faltarían aquellas vinculadas con las formas de micción
características del hombre y de la mujer. En otras palabras, en la propuesta de Freud hay una
firme soldadura entre la masturbación de la fase fálica, la enuresis, la diferencia anatómica entre
los sexos y la amenaza de castración. Las teorías sexuales infantiles uretrales serían
características de la fase fálica, y estarían reforzadas por el desconocimiento del semen y de la
verdad en relación a los procesos de reproducción humana. Las presentaciones teóricas y clínicas

44
de Sadger, Abraham, Van Ophuijsen, Lampl-de Groot y Horney, aunque aportan diferentes
énfasis, no vendrían sino a confirmar los principales hallazgos de Freud en este campo. Esto hace
que sea esclarecedor redescubrir (o rescatar) la noción de fase fálico-uretral de la libido.
Ahora bien, la diferencia sexual de la fase fálica no es idéntica a la diferencia sexual
correspondiente a la fase genital. Esta última se caracteriza por la experiencia56 del semen, el
descubrimiento de la vagina por parte del hombre, el aumento de las sensaciones vaginales en la
mujer tras la pubertad y la valoración de las diferencias de ambos genitales. Es por esto que la
fase fálico-uretral se considera regresiva en relación a la organización genital, ya que en ella se
establece una verdadera primera forma diferencia los sexos, pero rudimentaria en relación a la
comprensión que posibilita la fase genital; en otras palabras, las consecuencias que se desprenden
de esta primera diferencia sexual son falsas, debido a la falta de experiencias que permitan una
comprensión más cercana a la realidad57.
También, hacia su frontera inferior, el erotismo uretral ha sido frecuentemente confundido
con el erotismo anal. Si bien hay algunas referencias en Freud y otros autores que acercan
bastante a estas dos modalidades del erotismo y los confunden, la mayoría de las referencias del
fundador del psicoanálisis aportan argumentos para distinguir estas formas del erotismo y
proponer que –usando la terminología de Brudny– existiría una represión primaria orgánica entre
ellas; se llegó a esta idea a propósito del sueño del excusado al aire libre y del material aportado
por el paqueño Hans. Por su parte, Abraham también entregó argumentos para esta separación en
términos de sistemas embrionarios. Otro de los elementos que justifica esta separación –que
constituye una observación personal y que no ha sido mencionado por Freud ni por los otros
autores considerados aquí– es que durante el dormir, en condiciones normales, desde el
nacimiento se establecen diferencia entre ambos esfínteres: los esfínteres anales se mantienen
cerrados para las heces, mientras que el esfínter uretral puede relajarse y permitir el paso de la
orina. En otras palabras, durante el dormir está facilitada la enuresis y no así la encopresis. Esta
diferencia de comportamiento entre los esfínteres y el dormir también se traduciría en

56Freud enfatiza las sensaciones corporales y sus respectivos representantes pulsionales en el desarrollo libidinal, por
sobre un conocimiento intelectual de los procesos corporales y de la reproducción humana.
57En este punto, valdría la pena referir el error común de criticar a Freud pensando en que él estaba de acuerdo con
los postulados y las fantasías de la fase fálico-uretral, cuando lo que el estaba intentando era más bien describir las
características de una organización sexual infantil y sus implicancias psicopatológicas.

45
manifestaciones muy diferentes de estos esfínteres en relación al sueño, las que merecerían
mayor investigación clínica. En términos generales, podríamos aseverar que estos dos grandes
grupos de estímulos no se prestan habitualmente a confusión en términos de su representante
psíquico, sus objetos y metas.
El modo de interpretar el erotismo uretral dependerá –como en cualquier ámbito
interpretativo– de la particularidad de cada situación clínica. Sin embargo, en términos generales
y cuando el erotismo uretral es preponderante en el material, es probable que el significado de las
manifestaciones diga relación con alguno de los aspectos de la fase fálica y las dificultades en su
resolución. Además, los autores revisados permiten pensar que la interpretación podrá variar en
caso que el erotismo uretral no sea la corriente libidinal preponderante y esté supeditado al
primado de otro componente pulsional –como en la propuesta de Klein–, que es relevante
considerar la ambivalencia del amor y la agresividad –como destacaron Abraham y Winnicott– y
que es necesario atender sus vínculos con otras corrientes libidinales como, por ejemplo, la
mirada en sus vertientes pasivas o activas –como lo plantea Freud y luego muy claramente
Horney, y como lo sugiere la casuística usada por Lacan–. También han aparecido referencias a la
presencia del erotismo uretral vinculadas a la forma líquida de las formaciones psicopatológicas o
a determinadas características del lenguaje. Finalmente, al considerar la vertiente simbólica,
estaría muy conectado con el fuego y el agua.
En relación a la formación de síntomas, se ha referido una gran diversidad de síntomas
vinculados con el erotismo uretral. Entre ellos destacan las distintas formas de enuresis propias de
la fase fálica misma y de las regresiones a ella, y otros trastornos que dicen directa relación con la
micción en vertientes que se podrían clasificar de conversiva (vejiga espástica, hiperestesia y
anestesia uretral), fóbica (angustia de orinar en baños públicos), obsesiva (rituales urinarios),
perversa (por ejemplo, ciertas formas del exhibicionismo y el voyeurismo uretral, o sus vínculos
con el masoquismo y la necesidad de castigo) o psicosomática (cistitis recurrentes, algunas
formas de uretritis, hiperplasia de próstata o litiasis urinaria); entre todas estas manifestaciones
hay algunas que tienen un nexo más claro y otras que merecerían más estudio, como la
hiperplasia prostática o la litiasis urinaria. Con respecto a la esfera sexual –en su sentido
restringido– hay referencias insistentes a la eyaculación precoz y retardada, la espermatorrea, la

46
impotencia sexual, las poluciones frecuentes y la neuralgia de los genitales exteriores. También se
considera, siguiendo los indicios aportados por Abraham, que este componente de la libido puede
ser uno de los fundamentos de ciertos raptos de llantos, especialmente en mujeres. Finalmente, el
erotismo uretral estaría a la base de la psicopatología de la identificación proyectiva en la obra de
Klein o, al menos, algunas formas de ella.
Con respecto al carácter, destaca claramente el énfasis de Freud en los rasgos de la
ambición y, aunque menos frecuentemente, la vergüenza.
Junto con encontrar los elementos necesarios para responder a las preguntas de esta
investigación, durante ella se han abierto nuevas preguntas en relación a los autores con los que
se ha trabajado. Una primera tarea pendiente sería investigar teórica y, sobre todo, clínicamente
las metas y los destinos del erotismo uretral. En este sentido, podría valer la pena indagar las
diferencias entre el placer de retención y el placer de expulsión uretral, el valor erógeno de
orinarse (placer autoerótico), las implicancias de la masturbación uretral y las fantasías
asociadas, las diferencias psíquicas entre la vertiente activa (orinar a otro) o la pasiva (ser
orinado), y, siguiendo una sugerencia de Maldavsky58, la posibilidad de identificarse con la orina
misma. En el plano del apuntalamiento también quedan abiertas varias preguntas relevantes que
dicen relación con el otro de los cuidados y la acción específica; en esta dirección ya se dirigieron
los trabajos de Winnicott al abordar teóricamente a esa madre que entrena a su bebé en la
limpieza. También, podría ser provechoso continuar la propuesta de Liberman y Maldavsky e
indagar las características que aporta el erotismo uretral al lenguaje y la motricidad. Además,
podría ser provechoso indagar las particularidades de la relación de objeto en el ámbito del
erotismo uretral, específicamente las formas del apoderamiento (por ejemplo, marcar un
territorio) y del duelo. Y, por último, merecería la pena describir más claramente la presencia del
erotismo uretral en el transcurso por los complejos de Edipo y castración en el hombre y la mujer,
con sus aportes a la fijación, la regresión, la resolución o la sublimación.
Finalmente, hay que destacar que la presente tesina se ha enmarcado en el proyecto de
volver a situar la investigación sobre la sexualidad infantil en el centro del trabajo psicoanalítico,
en linea con las propuestas que iniciaron nuestra disciplina y con las mencionadas críticas de

58 Comunicación personal con el tesista.

47
Andrè Green. Una de las preguntas que cobra fuerza con la presente investigación dice relación
con los motivos que han llevado a retirar la sexualidad de la investigación psicoanalítica o, en
algunos casos, a personificar el oxímoron de una postura psicoanalítica antisexual. En este
contexto sólo se podría dar cuenta de algunas conjeturas acerca de los caminos que podrían
recorrerse para responder esta pregunta. En primer lugar habría que mencionar el hecho de que
ciertos psicoanalistas se han concentrado en elementos teóricos o campos clínicos propios del
psicoanálisis y complementarios a la teoría de la libido, pero que no forman parte del campo
misma de la libido o que lo bordean, tales como las pulsiones yóicas o de autoconservación, el
funcionamiento y la constitución del yo, la desligadura, lo traumático o las condiciones
ambientales necesarias para el establecimiento de la pulsión sexual; si bien estos ámbitos de
investigación son absolutamente necesarios para el psicoanálisis, se propone que se vuelven
teóricamente problemáticos cuando se independizan completamente, desarticulándose del ámbito
de la sexualidad. Por ejemplo, en psicoanálisis puede estudiarse muy detenidamente al yo, pero si
ese estudio se desarticula del vínculo del yo con la sexualidad y se atiende únicamente a su
vínculo perceptivo o adaptativo con la realidad, se estaría investigando algo así como un yo
prefreudiano. Otro camino posible consiste en preguntarse por los riesgos políticos, la mala
prensa y los conflictos con otras instituciones –académicas, religiosas, etc.– que conlleva el
hecho de plantear públicamente la relevancia de la sexualidad infantil para la comprensión del
psiquismo; los argumentos de Jung en contra del énfasis que le daba Freud a la sexualidad y el
requisito del Instituto Göring de retirar la sexualidad para poder seguir ejerciendo y salvar al
psicoanálisis o a algunos psicoanalistas durante el nacionalsocialismo avalan este camino de

48
investigación59. También habría que preguntarse si el retiro de la sexualidad dice relación con la
dificultad de algunos analistas por lidiar con aspectos de su propia sexualidad infantil y por la
comodidad defensiva que puede conllevar que tanto nuestras teorías como el trabajo con nuestros
pacientes deje de tener relación con la sexualidad y consideren aspectos más elevados o
supuestamente más fundamentales; en este sentido, sería un problema de análisis del analista.
La pregunta por el lugar teórico del erotismo uretral ha llevado a destacar un fragmento
relevante de la fase fálica que no ha sido suficientemente considerado. Es posible que la
profundización del trabajo con la sexualidad de los pacientes y algunas de las propuestas teóricas
más relevantes que pueda aportar el psicoanálisis en relación a la sexualidad contemporánea
tengan relación con revitalizar nuestra comprensión de las características y las implicancias de la
fase fálico-uretral de la libido, precisamente en un momento en que pareciera más viable
abandonar nuestros postulados fundamentales para poder decir algo pertinente. Esta
revitalización no se trata de una repetición dogmática de los postulados de Freud, sino más bien
de la apropiación del trabajo siempre inacabado con la pulsión y sus destinos.

59 El 10 de mayo de 1933 se realizó una quema de los libros de varios intelectuales influyentes de la época, entre los
que se encontraba Freud, en Berlín y otras 21 ciudades universitarias, con el objetivo de evitar que los estudiantes
alemanes pudieran ser corrompidos por sus teorías. La Asociación Alemana de Estudiantes (DSt) envió una circular
en la que proclamaba la quema de los libros de los principales autores con una sentencia que en el caso de Freud
rezaba del siguiente modo: “¡Contra la sobreestimación de la vida pulsional que destruye el alma, por la nobleza del
alma humana! Entrego a las llamas los escritos de Sigmund Freud” (Gegen seelenzerfasernde Überschätzung des
Trieblebens, für den Adel der menschlichen Seele! Ich übergebe der Flamme die Schriften von Sigmund Freud)
(Kapferer, 2001, pp. 90-1). Este acontecimiento histórico demuestra lo molesto que puede llegar a ser culturalmente
el psicoanálisis y la hostilidad que puede encontrar en la cultura, no sólo por sus vínculos con el judaísmo, como es
evidente en el caso que estamos refiriendo, sino también por su énfasis en la sexualidad.
El Instituto Göring es el modo en que se conoce al Instituto Alemán para la Investigación Psicológica y la
Psicoterapia (Deutsches Institut für psychologische Forschung und Psychotherapie), dirigido por Matthias Heinrich
Göring –primo de Hermann Göring–, que absorbió a la Sociedad Psicoanalítica Alemana (DPG) durante el régimen
nazi.

49
REFERENCIAS

Abraham, K. (1917). Ejaculatio Praecox. En: Abraham, K. (1980). Psicoanálisis clínico. Buenos
Aires: Horné.

Abraham, K. (1920a). Manifestaciones del complejo de castración femenino. En: Abraham, K.


(1980). Psicoanálisis clínico. Buenos Aires: Horné.

Abraham, K. (1920b). La valoración narcisista de los procesos excretorios en los sueños y en la


neurosis En: Abraham, K. (1980). Psicoanálisis clínico. Buenos Aires: Horné.

Abraham, K. (1924). Un breve estudio de la evolución de la libido, considerada a la luz de los


trastornos mentales. En: Abraham, K. (1980). Psicoanálisis clínico. Buenos Aires:
Horné.

Aizenberg, S. (s/a). Las zonas erógenas, las identificaciones y el pensamiento. Contribuciones a


la teoría del carácter.

Anzieu, D. (1959). El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis. México D. F.:


Siglo Veintiuno Editores, 2008.

Baranger, W. (1977). Validez del concepto de objeto en la obra de Melanie Klein. Revista de
Psicoanálisis. Vol. 34, nº3.

Beytía, A. (2018). El lugar del erotismo uretral en el desarrollo de la libido. Intercambio


Psicoanalítico, Vol. VI, Nº 2, año 2018, pp.73-86.

Bion, W. (1958). Sobre la alucinación. En: Bion, W. (1967). Volviendo a pensar. Buenos Aires:
Ediciones Horné.

Bion, W. (1959). Ataques al vínculo. En: Bion, W. (1967). Volviendo a pensar. Buenos Aires:
Ediciones Horné.

50
Brudny, G. (1990). Represión primaria. Sus acepciones en la obra de S. Freud. En: Casaula, E.,
Coloma, J. y Jordán, J. F. (1991). Cuarenta años de psicoanálisis en Chile. Santiago:
Ananké.

Chiozza, L. y Grus, R. (1993 [1978-1992]). Psicoanálisis de los trastornos urinarios. En:


Chiozza, L. (2008). Afectos y afecciones 2: los afectos ocultos en la enfermedad del
cuerpo. Obras completas tomo XI. Buenos Aires: Libros del Zorzal

Dahl, G. (2010). Nachträglichkeit, Wiederholungzwang, Simbolisierung. Zur psychoanalytischen


Deutung von primärprozesshaften Szenen {Trad. Propia: A posteriori, compulsión a la
repetición, simbolización. Hacia la interpretación psicoanalítica de la escenas
capturadas por el proceso primario}. Psyche, 2010, Nr. 5, p. 385-407.

Freud, S. (1893). Sobre un síntoma que a menudo acompaña la enuresis nocturna de los niños.
En: Freud, S. (2018). Textos inéditos y documentos recobrados. Buenos Aires: Miño y
Dávila.

Freud, S. (1894). Las neuropsicosis de defensa. Obras completas, Volumen III. Buenos Aires:
Amorrortu, 2008.

Freud, S. (1897). Sumario de los trabajos científicos del docente adscrito Dr. Sigm. Freud. Obras
completas, Volumen III. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

Freud, S. (1900 [1899]). La interpretación de los sueños. Obras completas, volúmenes IV y V.


Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1901). Psicopatología de la vida cotidiana. Obras completas, Volumen VI. Buenos
Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1905 [1901]). Fragmento de análisis de un caso de histeria. Obras completas,


Volumen VII. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. Obras completas, volumen VII. Buenos Aires:
Amorrortu.

51
Freud, S. (1908a). Carácter y erotismo anal. Obras completas, Volumen IX. Buenos Aires:
Amorrortu.

Freud, S. (1908b). Sobre las teorías sexuales infantiles. Obras completas, Volumen IX. Buenos
Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1908c). Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad. Obras completas,
Volumen IX. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1909 [1908]). Apreciaciones generales sobre el ataque histérico. Obras completas,
Volumen IX. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1909). Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Obras completas, Volumen X.
Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1909b). A propósito de un caso de neurosis obsesiva. Obras completas, Volumen X.


Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1910 [1909]). Cinco conferencias sobre psicoanálisis. Obras completas, volumen IX.
Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1910). Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci. Obras completas, volumen XI.
Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1914). Introducción del narcisismo. Obras completas, volumen XIV. Buenos Aires:
Amorrortu.

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Obras completas, volumen XIV. Buenos Aires:
Amorrortu.

Freud, S. (1917 [1916-17]). 20ᵃ conferencia. La vida sexual de los seres humanos. Obras
completas, Volumen XVI. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

Freud, S. (1917). Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal. Obras
completas, Volumen XIX. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

52
Freud, S. (1918 [1914]). De la historia de una neurosis infantil. Obras completas, Volumen XVII.
Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1918 [1917]). El tabú de la virginidad. (Contribuciones a la psicología del amor, III).
Obras completas, Volumen XI. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1919). «Pegan a un niño». Contribución al conocimiento de la génesis de las


perversiones sexuales. Obras completas, Volumen XIX. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1920). Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. Obras


completas, Volumen XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

Freud, S. (1923). El yo y el ello. Obras completas, Volumen XIX. Buenos Aires: Amorrortu,
2008.

Freud, S. (1923b). La organización genital infantil (Una interpolación en la teoría de la


sexualidad). Obras completas, Volumen XIX. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

Freud, S. (1924). El sepultamiento del complejo de Edipo. Obras completas, Volumen XIX.
Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

Freud, S. (1925). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos.
Obras completas, Volumen XIX. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

Freud, S. (1930 [1929]). El malestar en la cultura. Obras completas, Volumen XXI. Buenos
Aires: Amorrortu, 2008.

Freud, S. (1932 [1931]). Sobre la conquista del fuego. Obras completas, Volumen XXII. Buenos
Aires: Amorrortu, 2008.

Freud, S. (1950 [1892-99]). Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Obras completas,


Volumen I. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1933 [1932]). 32ᵃ conferencia. Angustia y vida pulsional. Obras completas, Volumen
XXII. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

53
Freud, S. (1950 [1895]). Proyecto de psicología. Obras completas, Volumen I. Buenos Aires:
Amorrortu.

Green, A. (1995). ¿Tiene la sexualidad alguna relación con el psicoanálisis? Revista


Psicoanálisis APdeBA, Vol. XXII, N°3, 2000, pp. 673-698.

Green, A. (1998). Las cadenas de Eros. Buenos Aires: Amorrortu, 1998.

Grus, R. [1974]. El erotismo urinario. Revisión histórica del concepto. Algunos desarrollos.
Presentado en el Centro de Investigación en Medicina Psicosomática (CIMP), Buenos
Aires. Inédito.

Grus, R. (1977). Consideraciones sobre la excreción, el erotismo urinario y la enuresis. Eidón


N°7, CIMP-Paidós (p. 65-73). Horney, K. (1924). On the genesis of the castration
complex in women. International Journal of Psychoanalysis, Vol. 5, pp. 50-65.

Horney, K. (1926). The flight from womanhood: the masculinity-complex in women, as viewed by
men and by women. International Journal of Psychoanalysis, Vol. 7, pp. 324-339.

Horney, K. (1933). Die Verleugnung der Vagina. Ein Beitrag zur Frage der spezifisch weiblichen
Genitalangs.{Trad. propia: La desmentida de la vagina. Contribución a la pregunta por
las angustias genitales específicamente femeninas}. Internationale ärztliche Zeitschrift
Psychoanalyse, pp. 372-384.

Isaacs, S. (1948). The Nature and Function of Phantasy. En: Klein, M., Riviere, J., Isaacs, S. y
Heimann, P. (1952). Developments in Psycho-Analysis. Londres, Hogarth Press.

Kapferer, N. (2001). Die Nazifizierung der Philosophie der Universität Breslau 1933-1945.
Münster: Lit Verlag

Klein, M. (1930). La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo. Obras


completas, volumen I. Buenos Aires: Paidós.

Klein, M. (1931). Una contribución a la teoría de la inhibición intelectual. Obras completas,


volumen I. Buenos Aires: Paidós.

54
Klein, M. (1946). Notas sobre algunos mecanismos esquizoides. Obras completas, volumen III.
Buenos Aires: Paidós.

Klein, M. (1957). Envidia y gratitud. Obras completas, Volumen III. Buenos Aires: Paidós, 2008.

Lacan, J. (1953). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. En: Lacan, J.
(1966) Escritos 1. México: Siglo XXI, 2009.

Lacan, J. (1954-5). El seminario de Jaques Lacan: libro 2: El yo en la teoría de Freud y en la


técnica psicoanalítica. 1° ed. 13° reimp. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1962-3). El seminario de Jaques Lacan: libro 10: la angustia. 1° ed. 7° reimp. Buenos
Aires: Paidós.

Lampl-de Groot, J. (1928). La evolución del complejo de Edipo en las mujeres. En: Varios
autores. (1967). Psicoanálisis y sexualidad femenina. Buenos Aires: Paidós.

Laplanche, J. (1984). Nuevos fundamentos del psicoanálisis: la seducción originaria. Buenos


Aires: Amorrortu Editores.

Laplanche, J. (2012 [1989-1990]). El après-coup. Buenos Aires: Paidós.

Liberman, D. (1971). Lingüística, interacción comunicativa y proceso psicoanalítico. Tomo I.


Buenos Aires: Nueva Visión.

Maldavsky, D. (2000). Erogeneidades, defensas y lenguaje: aportes al desarrollo de una


metodología psicoanalítica de investigación (ADL). Psicoanálisis APdeBA, Vol. XXII,
Nº 3, 2000 (pp. 699-718).

Meltzer, D. (1992). Claustrum. Una investigación de los fenómenos claustrofóbicos. Buenos


Aires, Spatia, 1994.

Meltzer, D. (1966). La relación entre la masturbación anal y la identificación proyectiva. En:


Meltzer, D. (1994). Claustrum. Una investigación de los fenómenos claustrofóbicos.
Buenos Aires: Spatia, 1994.

55
Messina, L. (2016). Si mi padre (hubiera estado) otro gallo cantaría. Historias de vejigas
espásticas. En: Fenieux, C. G. y Rojas, R. (2016). Sexo y psicoanálisis. Una mirada a la
intimidad adulta. Santiago: Pólvora.

Messina, L. (2018). Fenómenos de desajuste. Proposición para la clínica psicosomática. Tesis


para optar al grado de Doctora en Psicología. Universidad de Chile.

Padovan, C. (2017). The medical-psychiatric origins of the psychoanalytical concept of


narcissism. Revista Ágora (Río de Janeiro), Vol. XX, Nº 3, pp. 645-655.

Rosenfeld, H. (1971). A clinical approach to the psychoanalytic theory of the life and death
instincts. Int. J. Psycho-Anal., 52:169-178.

Rosenfeld, H. (1987). Impasse e interpretación. Madrid: Tecnipublicaciones.

Sadger, I. (1908). Psychiatrisch-Neurologisches in psychoanalitischer Beleuchtung {Trad.


Preguntas neuropsiquiátricas a la luz del psicoanálisis}. Zentralblatt für das
Gesamtgebiet der Medizin und ihrer Hilfswissenschaften, IV, Nº 7 pp. 45-7 y Nº8 pp.
53-7.

Sadger, I. (1910). Über Urethralerotik {Trad.: Sobre el erotismo uretral}. Jahrbuch für
psychoanalytische und psychopathologische Forschung, 2 (2), 409-450.

Sadger, I. (1913). Über den sado-masochistischen Komplex {Trad: Sobre el complejo sado-
masoquista}. Jahrbuch für psychoanalytische und psychopathologische Forschungen. Nr.
5, 1913, pp. 157–232.

Segal, H. (1964). Introducción a la obra de Melanie Klein. Barcelona, Paidós, 1982

Vallejo, M. (2008). Los miércoles por la noche, alrededor de Freud. Buenos Aires: Letra Viva.

Van Ophuijsen, J. (1924 [1917]). Observaciones sobre el complejo de masculinidad en las


mujeres. En: Varios autores. (1967). Psicoanálisis y sexualidad femenina. Buenos Aires:
Paidós.

56
Winnicott, D. W. (1929). Enuresis. En: Winnicott, D. W (2017). The Collected Works of D. W.
Winnicott, Vol 1. Oxford: Oxford University Press.

Winnicott, D. W. (1930). Short communication on enuresis. En: Winnicott, D. W (2017). The


Collected Works of D. W. Winnicott, Vol 1. Oxford: Oxford University Press.

Winnicott, D. W. (1931). Micturition disturbances. En: Winnicott, D. W (2017). The Collected


Works of D. W. Winnicott, Vol 1. Oxford: Oxford University Press.

Winnicott, D. W. (1936a). Letter to Robina Addis. En: Winnicott, D. W (2017). The Collected
Works of D. W. Winnicott, Vol 1. Oxford: Oxford University Press.

Winnicott, D. W. (1936b). Contribution to a Discussion on Enuresis. En: Winnicott, D. W (2017).


The Collected Works of D. W. Winnicott, Vol 1. Oxford: Oxford University Press.

Winnicott, D. W. (1958 [1949]). La mente y su relación con el psique-soma. En: Winnicott, D. W


(1958). Escritos de pediatría y psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1979.

Winnicott, D. W. (1958 [1945]). Desarrollo emocional primitivo. En: Winnicott, D. W (1958).


Escritos de pediatría y psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1979.

Winnicott, D. W. (1958 [1950-55]). La agresión en relación con el desarrollo emocional. En:


Winnicott, D. W (1958). Escritos de pediatría y psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós,
1979.

Winnicott, D. W. (1988). Naturaleza humana. Buenos Aires: Paidós, 1993.

57

También podría gustarte