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HOY SE CUMPLE ESTA PALABRA

Jesús no es un mito. Fue un hombre que vivió arraigado en un territorio concreto, la tierra de
Caná, la tierra de Israel, la palestina de los romanos; perteneció a una tribu, a una familia con la
que aprendió los relatos de los orígenes de su pueblo, de sus luchas, y el encuentro con el Dios de
sus padres. Trabajó como carpintero/artesano, algo así como "un hombre para todo" en aquella
época, para ganarse la vida Tuvo amigos de todas clases, discutió con los representantes de la
religión oficial y de las diversas sectas. Habló, actuó, vivió en medio de un pueblo muy concreto,
adoptando su fe y sus costumbres, hablando su lenguaje, participando de su psicología.

Jesús, por lo tanto, es un hecho histórico, y nuestro cristianismo sería falso si no tomásemos en
cuenta la verdad "carnal" de ese hecho. Jesús es un hombre, y lo que más importa es qué tipo
hombre fue. Ese es el motivo de las cuestiones que se plantearon en Nazaret, cuando el
evangelista Lucas nos presenta, en el comienzo de su relato, un retrato de Jesús. Porque la
realidad de la humanización de Dios no agota la inteligencia de estas tres palabras: Jesús de
Nazaret. El escándalo nace de la vinculación entre estas dos afirmaciones: Jesús es de Nazaret;
pero es también aquel que, al desarrollar el libro de las Escrituras en la sinagoga, declara a
propósito del pasaje de Isaías: "Esta Escritura que acaban de oír se cumple hoy".

En ese hombre creemos que se concentra toda la aventura de los hombres con Dios. Él es la cima y
el todo de la propuesta del Dios para con la humanidad.

La frase lapidaria de Jesús: "Esta Escritura se cumple hoy", Será la provocación permanente de ese
hombre llamado Jesús. No creemos solamente en un gran hombre, en un héroe admirable de
nuestra humanidad. Afirmamos que él es "la última palabra" de Dios.

Decir que hoy se cumple la Palabra de Dios – y esta es la misión de toda homilía- no solo significa
que se realiza una profecía antigua o que un texto inspirado toma repentinamente importancia. Lo
que se cumple no es ante todo la Palabra de los profetas o de los teólogos, sino esta Palabra de
Dios más profunda que humaniza al hombre, así como la vida y la condición del universo.

No se trata, pues, de hacer una homilía que tratara de aplicar tal o cual texto inspirado, tal o cual
palabra profética a los acontecimientos vividos por los miembros de la asamblea; se trata más bien
de revelar, como lo hace el Evangelio con el acontecimiento privilegiado Jesucristo, cómo el
acontecimiento vivido actualmente por los hombres y los cristianos es revelador del designio
cristificador de Dios.

Las fuentes y el vocabulario bíblicos deben desdoblarse en fuentes y vocabularios sociológicos y


psicológicos. Para esto es preciso disociar la obra de Jesucristo del contexto sociocultural al que
está ligada, lazo que la "palabra" de los evangelistas ha reforzado con frecuencia, para verla en
acción en el ambiente contemporáneo como una respuesta a la búsqueda de Dios que lleva a cabo
un pueblo concreto al que se dirige la homilía.

De esta manera, en el momento actual de los hombres es como la homilía incorpora el "hoy" de
Dios y merece ser el ministerio de la Palabra de Dios.
Cristo (o San Lucas) parece haber detenido intencionadamente su lectura en el momento en que la
profecía de Is. 61 anunciaba "un año de gracia". Pasa en silencio el versículo siguiente, que
anunciaba el juicio de las naciones: y un día de venganza para nuestro Dios" (Is. 61, 2), para insistir
exclusivamente, sin duda, en la gracia de Dios. Estas palabras de gracia provocan el asombro de la
asamblea (v.22) y son el origen de los incidentes narrados en los vv. 25-30. Precisamente para
reforzar la idea de que su misión, toda, es de gracia y no de condenación, Cristo (o Lucas) ha
añadido dentro de la cita de Is 61, 1-2 un versículo, tomado de Is. 58, 6, sobre la libertad ofrecida a
los prisioneros.

Cristo define de una vez su misión como una proclamación del amor gratuito de Dios a todo
hombre. Tal revelación sólo podía producir escándalo a los judíos que esperaban la escatología
con todo el ardor que el odio a los paganos podía producirles.

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