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“Ello”

En aquel momento sentí que algo cambió… Algo turbó el espíritu tranquilo de esta
habitación y comenzó a empaparse de un silencio inquietante… Justo cuando volví la
mirada hacia mi espejo negro y robusto, una helada sonrisa empezó a dibujarse en la
atmósfera; este espasmo torcido del ambiente se acercó a mí, silente, me rozó la
espalda y me susurro al oído que; cada noche me visitaría en el reflejo de la noche. Me
quedé perplejo y una onda violenta de escalofrío me sacudió entero, sentí un miedo
animal, me tiritaban los ojos y se me entumeció la cabeza. Desde ahí vi como la
habitación comenzó a desdibujarse delante de mí… Pude percibir, en ese momento, la
horrible sensación que se produce cuando la delgada línea de la idea y el hecho
desparecen. Las paredes empezaron a asfixiarse una a la otra y una cantidad enorme
de pus caía del techo, atragantando los sollozos del piso sucio y mugriento. La
oscuridad se apoderó de la habitación. Sentí un frío denso y espeso, deseoso de
hedores a sangre y muerte. Así, entonces, estas cuatro almas se volvían carne y esta
sublime tempestad me arrastraba a sus ingrávidas soledades que flotaban cuál
fantasma era el festín de ésta tiniebla. Después de eso volví a mirar mi espejo negro y
robusto, pero descubrí que al mirarlo no era yo quien se reflejaba; tras él era la absorta
y mal oliente imagen de la culpa hecha cuerpo, una garganta colgante en la profundidad
de las cuerdas, que atisban la oscuridad del alma, ahogada en su propio vómito de
culpas. Pero ¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Es acaso igual que cuando el frío pareciese
abrir la carne y colarse por la abertura y estancarse en los ya gélidos huesos y que al
salir desollan la piel, para recordarnos que el cuerpo está vivo?
¿Estar vivo? Quizás ahora deba estar vivo, quizás ahora deba acercarme a él, el que se
ve tan sublime, tan majestuoso, no puedo evitar mirarlo y siento algo extraño al hacerlo,
un estremecimiento ¿Qué será todo esto? ¿Será acaso un sueño del cual no me quiero
despertar? Mi Dios, no sabes cuanto te ansío, te siento muy cerca de mí. Y siento como
la libido me recorre entero al mirarte, sé que no debo… no debo… Pero, ¿será posible?
¿Será posible que yo sienta esto? Pero se siente bien.
- (suena la puerta) ¿Padre Lucas? ¿Está usted ahí? —dijo Francis
- Sí, por supuesto hijo, pasa.
- Padre Lucas, lo estaba buscando, espero no interrumpirlo.
- No te preocupes, cuéntame, Francis, ¿en qué te puedo ayudar?
- Necesito su consejo y no conozco a nadie más de confianza que usted.
- Cuéntame hijo.
- Desde hace un tiempo me siento muy confundido sobre las cosas que siento y tengo
miedo de que Dios me aborrezca por ello.
- Dios no te aborrece, hijo, pero continúa por favor.
- La otra noche me sentí distinto, tuve una sensación de fuego em mi interior, y tuve una
erección… y me toque… ¿Qué es esto que siento, Padre? ¿Es normal?
- Por supuesto que lo es, se llama pubertad, hay cambios en el cuerpo y es normal
sentirlo.
- Pero Padre, no lo sentí viendo a una mujer, lo sentí al ver un hombre…
Me apabullo, como unas campanas infinitas aquel ángel… me apabullo...
- Búscame más tarde, luego hablaremos de eso, no preocupes, creo que es normal
aún. Será mejor que vuelvas a tu catequesis búscame cuando termines.

Se fue y Dios me miraba y yo le mire a él. Y sabíamos lo que iba a suceder. Nos
veríamos y nos abrazaríamos una vez más.

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