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La competencia territorial del Estado en principio, es muy amplia; se extiende sobre todas las
personas que habitan el territorio estatal e incluso sobre las que se encuentran allí
provisoriamente, como también sobre las cosas y las consecuencias jurídicas de los que allí
ocurren. En su versión completa, esta competencia que ejerce el Estado se le denomina como
soberanía territorial, misma que recae sobre el propio territorio nacional y accesoriamente sobre
los espacios asimilados como lo son el mar territorial y el espacio aéreo. Sin embargo, esta
competencia territorial tiene ciertas limitaciones o restricciones, por ejemplo, las propias zonas
marítimas contiguas, las servidumbres internacionales, entre otras; dichas limitaciones pueden
llegar a tal grado que, en ciertos casos, la soberanía territorial del Estado se reduce prácticamente
a un nudum ius, es decir, un derecho real de dominio puro.
Aquellas que se utilizan cuando el territorio Aquellas que actúan sobre un territorio que
sobre el que se establece la competencia no está sometido a la competencia de otro
se encuentra sometido a la de algún otro Estado en el momento en que se establece
Estado, por tanto, se trata de un territorio sin sobre él la competencia de un nuevo Estado.
dueño, de una denominada terra nullius
Algunos de los modos anteriores han perdido en la actualidad toda relevancia práctica, como es el
supuesto de la ocupación, o la validez internacional, como en el caso de la conquista.
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Por ello, el territorio resulta ser un elemento esencial del Estado Moderno, y la pérdida de este se
traduciría como la muerte del propio Estado, dado que ya no tendría un lugar en donde ejercer su
soberanía y competencia.
Algunos autores sostienen que el territorio cumple con dos funciones principalmente, una de
carácter negativa y otra positiva:
1. Una función negativa, en cuanto a que este circunscribe, en virtud de sus fronteras, los limites
de la actividad estatal y pone un dique a la actividad de los Estados extranjeros dentro del
territorio nacional.
2. Una función positiva, consistente en constituir el asiento físico de su población, la fuente
fundamental de los recursos naturales que la misma necesita, y, el espacio geográfico donde
tiene vigor el orden jurídico que emana de la soberanía del Estado.
Un ejemplo de frontera natural, es la existente entre los países de Argentina y Uruguay, que se
encuentran separados por el Rio de la Plata.