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Introducción

a Gramsci
Carlos Nclson Coutinho

Ediciones Era
Para Elza y Nathan,
mis padres

Primera edición en portugués: 1981


Título original: Gramsci
© Carlos Nelson Coutinho
'traducción: Ana María Palos
Primera edición en español [ampliada] 1986
1SBN: 968-411-146-0
Derechos reservados en lengua española
© 1986, Ediciones Era, S. A.
Avena 102, 09810 México, D. F.
Impreso y hecho en México
Printed and Made in México
índice

Prefacio, 11
I. Una contradictoria formación
juvenil: 1910-1918, 13
II. Consejos de fábrica y democracia
obrera: 1919-1920, 30
III. Transición a la madurez: 1921-1926, 43
IV. Observaciones metodológicas sobre
los Cuadernos de la cárcel, 75
V. Teoría ampliada del Estado, 108
VI. La estrategia socialista en
“Occidente”, 130
VII. El partido como “intelectual
colectivo”, 148
VIII. Conclusión: la universalidad de
Gramsci, 161
Notas bibliográficas, 170
Prefacio

Esta introducción al pensamiento de Gramsci pretende


exponer y analizar los puntos decisivos de la forma­
ción y sistematización de su teoría política. Así, des­
pués de abordar los “años de aprendizaje” (1910-
1926), en los cuales Gramsci asimila progresivamente
los elementos esenciales de la herencia de Marx y Le-
nin, intento discutir los problemas metodológicos cen­
trales de su obra de madurez —los Cuadernos de la
cárcel— y mostrar los tópicos concretos donde a mi
juicio Gramsci establece con Marx y Lcnin no una
relación de simple continuidad, sino una auténtica re­
lación dialéctica de conservación/renovación.
Semejante concentración en la teoría política, me
obligó a dejar de lado, o a tratar sólo marginalmcnte,
muchos aspectos importantes de la reflexión grams-
ciana: bastaría recordar, como ejemplos, sus análisis
del vínculo entre literatura y sociedad, el concepto de
cultura nacional-popular, las agudas indicaciones sobre
la historia de Italia, el estudio de la temática del
americanismo y del fordismo, sus muchas observacio­
nes sobre cuestiones de educación, etcétera. Esa con­
centración me parece justificada, sin embargo, por la
propia estructura interna de la obra de Gramsci: como
trataré de mostrar, en particular en el capítulo iv, la
política es el punto focal desde el cual Gramsci analiza
la totalidad de la vida social, los problemas de la cul­
tura, la filosofía, etcétera. Y, además de esto, es la
esfera de la teoría política —o, de modo más amplio,
la elaboración de una ontología raarxista de la praxis
política— lo que me parece constituir la contribución
esencial de Gramsci al marxismo.
Estoy de acuerdo con Umberto Cerroni cuando di­
ce que

si se considera cuidadosamente la dramática evolu­


ción de la teoría política del socialismo en el curso

11
del siglo xx, es forzoso afirmar que solamente con I. Una contradictoria formación
Antonio Gramsci llega esa teoría a una elaboración juvenil: 1910-1918
suficientemente articulada, capaz de competir con la
teoría política oficial.1
El aprendizaje intelectual y político de Gramsci no
Sería falso, por otra parte, deducir de esa justa cons­ comenzó en 1914, año en que —estudiante universi­
tatación de carácter histórico-universal la existencia,
en la obra de Gramsci, de indicaciones precisas y com­ tario en Turín, donde reside desde 1911— ingresa en
una organización juvenil del Partido Socialista Italiano.
pletas sobre todos los problemas políticos hoy enfren­ Nacido en 1891, en Cerdcña, una de las más atrasa­
tados por el movimiento socialista de inspiración raar- das regiones de Italia, Gramsci experimenta desde
xista. Por eso, trataré de indicar brevemente, en esta
niño las difíciles condiciones de vida de las capas más
introducción, los momentos en que la reflexión grams- bajas de la población italiana. Aunque supera brillan­
ciana fue concretada —conservada, pero también ele­
temente los exámenes de admisión a la escuela en
vada a nivel superior— por la elaboración teórica y
1903, Gramsci —a causa de las difíciles condiciones
por la acción práctica de sus herederos más directos,
materiales de su familia en aquella época— no puede
los comunistas italianos, entre los cuales destaca la proseguir sus estudios; se ve obligado a trabajar du­
figura de Palmiro Togliatti.
rante dos años, a pesar de su deficiencia física (a con­
Por lo tanto, el reconocimiento de la posición cen­ secuencia de una caída, cuando tenía cuatro años,
tral de Gramsci en la construcción de la teoría política
marxista y de la estrategia socialista en nuestro tiem­ Gramsci quedaría jorobado), en la oficina del catas­
tro de Ghilarza, donde carga durante diez horas por
po no nos debe llevar a ninguna nueva y peligrosa
día legajos de procesos a veces más pesados que él.
canonización dogmática. No existe el “gramscismo”,
así como no existe el “leninismo”, si con esos términos
Años más tarde, recordaría la injusticia de que fue
víctima: aunque fuese el mejor alumno de la clase, no
se pretende indicar un conjunto de dogmas fijos e in­
pudo proseguir sus estudios, al contrario de los que
mutables, obtenidos mediante la descontextualización
se valían del hecho de ser hijos de las familias más
y consiguiente deshistorización de afirmaciones litera­
les de los dos grandes revolucionarios. Ya en 1923, prósperas de la región.1
Lukács decía: “En cuestiones de marxismo la orto­ Finalmente, entre 1905 y 1908, gracias a los es­
doxia se refiere exclusivamente al método".2 Esa ob­ fuerzos de la madre y las hermanas, Gramsci reanuda
servación me parece enteramente válida también para los estudios residiendo (en condiciones extremadamen­
Gramsci. Y es por ese motivo que atribuyo una par­ te precarias) en casa de una campesina en Santu
ticular importancia a la metodología contenida en los Lussurgiu, a quince kilómetros de Ghilarza, donde en-
Cuadernos de la cárcel. 1 Los datos biográficos contenidos en este libro han sido
extraídos sobre todo de Giuseppe Fiori, Vida de Antonio
Río de Janeiro, noviembre de 1980 Gramsci, ed. Península, Barcelona, 1968: y de “Cronología
dclla vita di Antonio Gramsci”, en Antonio Gramsci, Lettere
dal Carcere, Turín, 1965, pp. xxi-xlviii. [Para una cronología
de la vida de Gramsci en lengua española véase “Cronología
1 Umbcrto Ccrroni, Teoría política y socialismo, ed. Era, de la vida de Antonio Gramsci”, en Antonio Gramsci, Cua­
México, 1976, p. 135. dernos de la cárcel. Edición crítica a cargo de Valentino
2 Georg Lukács, Historia y consciencia de clase, cd. Gri- Gerratana, del Instituto Gramsci, ed. Era, México, 1981, to­
jalbo, México, 1969. mo 1, pp. 37-67 (E.)J

12 13
tonces residía su familia. Data de ese periodo su pri­ beca obtenida por concurso, ingresa en la Universidad
mer contacto con la prensa socialista: su hermano con la intención de formarse en lingüística—, Gramsci
mayor. Gennaro, que había emigrado a Turín, le envía se adhiere al Grupo de Acción y Propaganda Anti­
periódicamente el Avanti!, órgano central del Partido proteccionista, que congrega a intelectuales meridio-
Socialista Italiano (PSI). Para proseguir sus estudios, nalistas; se vuelve también lector asiduo del periódico
Gramsci se traslada después a Cagliari, capital de Cer- L’Unitá, dirigido por el socialista meridionalista Gaeta-
deña; allí vive con Gennaro, que había regresado de no Salvcmini, cuya actividad principal es la lucha
Turín y trabajaba como tesorero de la Cámara del contra la política proteccionista aplicada entonces por
Trabajo (una especie de coordinación sindical a nivel el gobierno del liberal Giovanni Giolitti (1903-1913),
municipal). Gramsci frecuenta reuniones del movi­ política que contaba con el apoyo tácito del grupo
miento socialista local, fuertemente marcado, en esa parlamentario reformista del PSI. Salvemini está con­
época, por tendencias regionalistas y autonomistas. En vencido —una convicción que Gramsci adoptará y
una redacción escolar sobre el tema “Oprimidos y desarrollará en los años subsiguientes— de que la po­
opresores”, que data probablemente de noviembre de lítica proteccionista es el instrumento de formación de
1910, el joven sardo muestra rasgos de su primer un bloque conservador, que une a los industriales
aprendizaje socialista. Después de afirmar que las gue­ del norte y a los grandes latifundistas del sur, en detri­
rras y las conquistas aún forman parte de la vida mento sobre todo de las poblaciones campesinas meri­
normal de los hombres, y de insinuar que el pueblo dionales. Las medidas proteccionistas, al permitir altos
sardo es un pueblo oprimido por los italianos del nor­ márgenes de lucro para los industriales del norte, fa­
te, Gramsci concluye con tonos proféticos: vorecen la política de pequeñas concesiones a sectores
obreros, practicada por Giolitti y refrendada por los re­
La revolución francesa ha abatido muchos privile­ formistas. Gramsci se convierte en defensor del libre-
gios. ha levantado a muchos oprimidos, pero no ha cambismo, que él juzga no sólo un medio para favore­
hecho más que sustituir a una clase por otra en el cer el desarrollo de las fuerzas productivas del sur,
dominio. Ha dejado, sin embargo, una gran ense­ sino también para quebrantar la tentativa reformista de
ñanza: que los privilegios y las diferencias sociales, integración del proletariado norteño (o de su capa su­
puesto que son producto de la sociedad y no de la perior) en el bloque dominante.3 El “sardismo” de
naturaleza, pueden sobrepasarse. La humanidad ne­ Gramsci es, así, uno de los principales presupuestos
cesita de otro baño de sangre para borrar muchas de de su anticapitalismo juvenil; pero es también, al mis­
esas injusticias.2 mo tiempo, una de las fuentes de su aversión a las
concepciones políticas e ideológicas reformistas, bas­
tante vivas en el PSI de entonces.
Madura en él, en ese periodo, al lado de una pro­
funda rebeldía contra las desigualdades sociales, un in­ 3 Sobre el antiproteccionismo del joven Gramsci, cf. Gian-
carlo Bergami, // giovane Gramsci e il marxismo 1911-1918.
tenso sentimiento regionalista. Su primer artículo, de Milán, 1977, pp. 33-50. Describiendo ese periodo de la histo­
1910, lo publica en el diario autonomista de Cagliari, ria de Italia, Togliatti observó en 1950: ‘Toda la economía
Unione Sarda. Ya en Turín —donde, gracias a una del país se mantiene sobre la base de un sistema de tarifas
arancelarias perjudiciales tanto para los obreros como para
los campesinos y las capas medias, favorables solamente a los
2 Antonio Gramsci, “Oprimidos y opresores”, en Antolo­ grupos de privilegiados, de cuyo seno emerge, cada vez más
gía. Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán, ed. fuerte, una plutocracia protegida por el Estado” (Palmiro
Siglo XXI, México, 1984, p. 10. Togliatti, Momenti della storia d'Italia, Roma, 1974, p. 104).

14 15
Pero hay otro componente, tal vez aún más decisivo, a graves lesiones en el propio historicismo?
en la formación juvenil de Gramsci. Al ingresar en la
Universidad, entra en contacto con el movimiento cul­ Por lo tanto, no es casual que Croce, después de un
tural idealista, dirigido sobre todo por Benedetto Croce primer periodo en el cual se presenta (sin haber sido
y Giovanni Gentile, dos filósofos neohegelianos radi­ nunca marxista) como el portavoz del revisionismo de
calmente contrarios a la tradición positivista que domi­ Bernstein y de Sorel en Italia, se convierta más tarde
nara, a finales del siglo xix, en los medios culturales en un liberal antidemocrático y profundamente anti­
del norte de Italia. (Esa hegemonía cultural del posi­ comunista; tampoco es casual que Gentile, después de
tivismo era resultado de una mentalidad cientificista, una interesante tentativa juvenil de presentar al mar­
ligada al rápido desarrollo industrial de aquella región xismo como una “filosofía de la praxis”, se pase con
italiana.) Contra el evolucionismo vulgar, contra el armas y bagajes al fascismo, convirtiéndose en uno de
cientificismo empirista y positivista. Croce y Gentile los principales ideólogos del régimen mussoliniano (del
exaltaban el valor de una cultura filosófica, humanis­ cual fue durante varios años ministro de cultura).
ta; contra el apego a los hechos, defendían el valor del Tales elementos problemáticos ya estaban contenidos
espíritu, de la voluntad y de la acción. en el neoidealismo italiano en la época en que el joven
No es difícil hoy, a distancia de tantos años, deter­ Gramsci es influido por él (aunque el carácter clara­
minar claramente el carácter problemático e incluso mente restaurador del movimiento sólo llegue a mani­
antiprogresista y restaurador del neohegelianismo ita­ festarse más tarde). Sin embargo, lo que entonces des­
liano, que —como su congénere alemán—4 era mucho taca, por lo menos en la “lectura” de Gramsci, es el
elemento liberador, el elemento que acentúa el papel
más un regreso al eticismo abstracto de Kant y Fichte, de la voluntad y de la acción en la transformación de
con un fuerte matiz irracionalista, que una verdadera lo real, el rechazo del fetichismo de los “hechos” y
reanudación del historicismo dialéctico y concreto de de los mitos cientificistas que llevaban a un deterni­
Hegel. Es así con plena razón que Francesco Valen- nismo vulgar y fatalista. Y ese deterninismo vulgar se
tini llama al renacimiento del idealismo en Italia “con­ había convertido, en gran parte, en la ideología oficial
trarreforma de la dialéctica”, observando que el mismo del socialismo italiano. Fundado tardíamente, en 1892,
el PSI combinaba el culto del cientificismo, vigente en
se encuadra en un movimiento de restauración cul­ la cultura burguesa progresista de la Italia septentrio­
tural, que continúa ideológicamente a la reacción nal, con la interpretación estrechamente evolucionista
romántica. La polémica antipositivista, en nombre y economicista del marxismo que predominó en la II
de la “dignidad del espíritu”, formaba parte de las Internacional, en particular en el Partido Socialdcmó-
preocupaciones políticas, después del gran miedo crata Alemán, que se había convertido rápidamente en
provocado por la Comuna de París y por el creci­ el partido-guía de los socialistas italianos.
miento del movimiento socialista. [...] Esto lleva En ese cuadro, los importantes escritos filosóficos
al abandono de ciertas conquistas de la filosofía del marxista Antonio Labriola (1843-1905) tuvieron
hegeliana. Esencialmente, al abandono de los resul­ un destino singular: influyeron fuertemente en las for­
tados de la polémica antisubjetivista y, por lo tanto, mulaciones de los jóvenes Croce y Gentile, pero fueron
poco discutidos entre los socialistas. Apartado de la
4 El neohegelianismo alemán fue muy bien analizado por 5 Francesco Valentini, La controriforma della dialettica.
Georg Lukács, El asalto a la razón, ed. Grijalbo, México, Coscienza e storia ncl neoidealismo italiano, Roma, 1966,
1968, pp. 441-70. p. 8.

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I

acción práctica del PSI (cuyo eclecticismo doctrinario xismo se interpretaba como una defensa de los hechos
le provocaba aversión), y por eso acusado de diletan­ contra la voluntad, de la objetividad “natural” contra
tismo, Labriola no pudo quebrantar la preponderancia la subjetividad creadora.
masiva en el PSI del evolucionismo vulgar de tipo Ya en el año de la fundación del PSI, en 1892,
kautskiano, aunque sus escritos revelasen una original Filippo Turati —que más tarde sería líder de la co­
concepción del marxismo, sumamente atenta a la he­ rriente reformista— afirmaba: “Mucho depende de las
rencia hegcliana y dialéctica de Marx y Engels. Por cosas, del ambiente, de las circunstancias; poco, no
otro lado, si su posición teórica estaba contra la ideo­ obstante la ilusión, deriva del propósito y del querer.
logía dominante del PSI, sus posiciones políticas —bas­ Los hechos determinan las ideas y subvierten las previ­
ta pensar, por ejemplo, en la defensa de la acción co­ siones”. La compleja dialéctica de causalidad y teleo­
lonial italiana en Libia— colocaban a Labriola en el logía (o de determinismo y libertad), que está en el
ámbito de la II Internacional; y esto dificultaba corazón de la ortología del ser social de Marx, era
la aceptación de sus ideas por los socialistas más radi­ enteramente abandonada. No es casual que Turati, de
cales, que buscaban un nuevo camino durante el perio­ pleno acuerdo con Kautsky, defendiese una síntesis
do de la primera guerra mundial. De cualquier modo, entre marxismo y darwinismo, base para la afirmación
aunque muchas de sus ideas filosóficas lleguen a Grams- de una evolución vulgar y fatalista:
ci a través de Croce y Gentile, no parece haber sido
muy grande la influencia directa de Labriola en la for­ Marx es precisamente el Darwin de la ciencia so­
mación juvenil del socialista sardo.6 cial. [...] Podría decirse que la suya es la doctrina
de la transformación de las especies históricas anexa­
Así, era dominante entre los dirigentes socialistas das al transformismo biológico de los darwinistas.
una concepción positivista-evolucionista del marxismo;
y esa concepción quedaba a la medida para justificar Y, en el caso de Turati, el fatalismo aparecía como
ideológicamente la práctica política inmovilista, fata­ clara cobertura ideológica para una práctica refor­
lista, que predominaba entonces en las corrientes en mista:
que se dividía la mayoría del PSI. Tal como Kautsky,
el gran mditre á penser de la II Internacional, los prin­ Los dos núcleos [proletariado y burguesía] se for­
cipales ideólogos del PSI entendían la revolución prole­ man y, a medida que el antagonismo se simplifica,
taria como el resultado de una inexorable ley del al mismo tiempo se acentúa. Al final de este proceso
desarrollo económico: el progreso de las fuerzas pro­ tenemos la revolución social. No tememos reformas
ductivas, al agudizar la polarización de clase y conducir económicas y políticas, porque el fondo de nuestra
a crisis de tipo catastrófico, llevaría fatalmente, en un doctrina es una concepción optimista. Pensamos que
momento dado, a un colapso del capitalismo, con la el río desemboca fatalmente en el mar.7
consiguiente irrupción de la insurrección proletaria. En
cuanto a eso, tocaba al proletariado fortalecer al máxi­ Las cosas no eran distintas entre Jos representantes
mo sus organizaciones y esperar el “gran día”; a la de la corriente “maximalista” (así llamados por ser
intransigencia doctrinaria se sumaba una posición ob­ defensores del “programa máximo”), verbalmentc
jetivamente pasiva, de expectativa inmovilista. El mar- opuesta al reformismo, y que conquistó la dirección
' Las tres citas de Turati fueron tomadas de Giacomo Ma-
c Lo que no quiere decir que esa influencia no se volviera rramao, Marxismo e revisionismo in Italia, Bari, 1971, pp. 13,
mucho más fuerte en la época de los Cuadernos. 30 y 43.

IR 19
del PS1 en 1912. Giacinto Menotti Serrati, su princi­ que Turati no tardó en dar explícitamente. El abismo
pal líder, declaraba en 1919, revelando tener una con­ entre la táctica y la estrategia —la incapacidad para
cepción del marxismo similar a la de Turati: articular el objetivo final con la lucha concreta pa­
ra aproximarse a él— se refleja en el falso dilema
Basamos toda nuestra concepción maximalista en la “reforma o revolución”, en la oposición/complementa-
doctrina inarxista y en su interpretación más rígida ridad de remolquismo reformista y de pasividad maxi­
(casi diría sectaria). Negamos el voluntarismo, tanto malista. Y como, en la práctica, los reformistas actua­
el anarquista como el reformista. Nosotros, marxistas, ban y los maximalistas se limitaban a hacer agitación
interpretamos la historia y no la hacemos; nos mo­ y propaganda, los primeros —aunque en minoría—
vemos, a lo largo del tiempo, siguiendo la lógica eran en verdad los dirigentes del partido, su corriente
de los hechos y de las cosas. El industrialismo, el hegcmónica.
trustismo, el imperialismo, la guerra: ésos son los Desde su ingreso en el PSI, Gramsci no se siente a
hechos burgueses que maduran el devenir socialista.8 gusto en el ambiente determinado por ese falso dua­
lismo. Ciertamente, simpatiza con el radicalismo de
La común interpretación fatalista y positivista del los maximalistas, pero no acepta su pasividad y su
marxismo condicionaba la respuesta sólo aparentemen­ verbalismo vacío. Y, si el mcridionalismo antiprotec­
te distinta que reformistas y maximalistas daban a la cionista del joven sardo lo prepara para recusar el
cuestión de la lucha por el socialismo. Por un lado, reformismo, o sea, una política centrada en los intereses
los maximalistas se limitaban a esperar pasivamente la corporativos de una restringida aristocracia obrera sep­
hora cero, “el gran día”, que acarrearía “naturalmen­ tentrional, su bagaje idealista —la asimilación del neo-
te” la evolución del capitalismo; en cuanto a ellos, se hegelianismo de Croce y Gentile— le va a servir para
trataba de evitar cualquier compromiso con el orden denunciar y superar el positivismo fatalista que está
vigente, empeñando todas las fuerzas en una acción en la base del inmovilismo maximalista.
de propaganda radical e intransigente; el resultado de El principal elemento de ese bagaje idealista del jo­
esa posición era una mezcla de radicalismo verbal y ven Gramsci lo constituyen dos famosos ensayos, pu­
de impotencia práctica. Por otro lado, los reformistas blicados en 1899, en los cuales Gentile presenta su
—sin reconocer que la lucha por las reformas no es un interpretación del pensamiento de Marx.9 A partir
movimiento unívoco, sino un terreno dinámico de alter­ de una lectura de las Tesis sobre Feuerbach, Gentile
nativas, donde la correlación de fuerzas puede alterarse intenta demostrar —oponiéndose a la interpretación ya
tanto a favor del proletariado como de la burguesía— formulada por Croce—10 que lo esencial del pensa-
se limitaban a endosar las pálidas reformas propuestas
por las clases dominantes, en la convicción ingenua * Los dos ensayos, “Una critica del materialismo storico”
y “La filosofía della prassi”, se publicaron por primera vez en
de que, día más día menos, “el río desembocaría en el forma de libro en 1899. Están ahora reeditados en Giovanni
mar” (Turati), o sea, el socialismo llegaría como por Gentile, Ixi filosofía di Marx, Florencia, 1974, pp. 13-165.
milagro; y de ahí a confundir las propias reformas con 10 La interpretación “revisionista” del marxismo por parte
el socialismo, el movimiento con el objetivo final, co­ de Croce, que, además de la refutación del marxismo histó­
rico, implica también una “superación” marginalfcta de la ley
mo ya lo hacía Bcrnstein, no había más que un paso, del valor-trabajo, está contenida en los ensayos recogidos en
Benedetto Croce, Materialismo storico ed economía marxis-
8 Según Enzo Santarelli, La revisión? del marxismo in Ita­ tica, Barí, 1973 (la edición original es de 1900). Para la con­
lia, Milán, 1977, p. 221. troversia entre Croce y Gentile sobre la interpretación de la

21
miento de Marx no es el determinismo económico de­ Rastros de la interpretación de Marx por Gentile
fendido por los teóricos de la II Internacional (entre están presentes en toda la producción gramsciana del
los cuales Gcntile incluyó al propio Engels), sino una periodo.12 Así, ya en un artículo de 1914, Gramsci di­
“filosofía de la praxis”: una concepción según la cual ce: “[...] los revolucionarios [. ..] conciben la his­
no es la economía, sino la praxis humana, la voluntad toria como creación de su propio espíritu”.13 Y, en
subjetiva, el verdadero motor de la historia. Cierta­ abril de 1917, saludando los acontecimientso rusos,
mente, la “lectura” de Gentile —al cautivar unilate­ no titubea en ver en la revolución proletaria la reali­
ralmente el momento de la voluntad y de la subjetivi­ zación del imperativo categórico kantiano:
dad— termina por reducir la praxis a un acto ético,
perdiendo de vista la compleja articulación entre obje­ Éste es el fenómeno más grandioso que la iniciati­
tividad y subjetividad, entre naturaleza c historia, entre va del hombre haya producido. El delincuente se ha
teleología y causalidad, articulación que Marx ve en el transformado, en la revolución rusa, en el hombre
trabajo económico (en el “metabolismo entre el hom­ que Emmanuel Kant, el teórico de la moral absolu­
bre y la naturaleza”) y, por consiguiente, en las for­ ta, había anunciado; el hombre que dice: la inmensi­
mas superiores de praxis, que tienen en el trabajo su dad del cielo fuera de mí, el imperativo de mi con-
célula y su modelo. Puede decirse, así, que la “filoso­ cieiencia dentro de mí. Es la liberación de los es­
fía de la praxis” que Gcntile atribuyó a Marx tiene píritus.14
más que ver con el idealismo subjetivo de Fichtc, con
la dialéctica abstracta del Yo y del No-Yo, que con la En la acción de los bolcheviques, con los que sim­
dialéctica materialista del autor de El Capital. Pero, patiza inmediatamente, Gramsci percibe la plena reali­
de cualquier modo, su colocación llamaba la atención zación de su visión del marxismo, una visión radical­
hacia un aspecto decisivo del pensamiento marxiano mente antipositivista y antievolucionista, pero no exenta
—la centralidad de la praxis en la construcción del de fuertes rasgos de idealismo subjetivo y de volunta­
rismo:
ser social—, aspecto que había sido enteramente igno­
rado por el marxismo de la II Internacional.11 Gentile
anticipa, en cierto modo, una “lectura” del marxismo Él [Lenin] y sus compañeros bolcheviques están per­
que va a tener sus ejemplos mayores, en 1923, en suadidos de que es posible realizar el socialismo en
Marxismo y filosofía, de Karl Korsch, y en Historia cualquier momento. Están nutridos de pensamiento
y consciencia de Clase, de Georg Lukács. (No es este marxista. Son revolucionarios, no evolucionistas. Y
el pensamiento revolucionario niega que el tiempo
el lugar apropiado para mostrar cómo esta obra de sea factor de progreso. Niega que todas las expe-
Lukács, aunque contenga también elementos idealistas,
es mucho más concreta y más profunda que la de Lenin, Obras completas, ed. Cartago, Buenos Aires, 1970, t.
Gentile.) xxu, p. 180.
12 Sobre la relación entre el joven Gramsci y Gentile, cf.
G¡anearlo Bcrgami, op. cit., pp. 100-107; y Leonardo Paggi,
filosofía de Marx, cf. “Dal cartcggio Gentilc-Croce’’, en Gio- Antonio Gramsci e il moderno principe, Roma, 1970, t. i, pp.
vanni Gentile, op. cit., pp. 171-266. 18-23.
11 Es también la opinión de Lenin. Al mencionar el libro 13 Antonio Gramsci, “Neutralidad activa y operante’’, en
de Gcntile en una bibliografía sobre Marx, en 1914, observa: Antología, cit., p. 12.
“El autor señala algunos aspectos importantes de la dialéc­ 14 Antonio Gramsci, "Notas sobre la revolución rusa”, en
tica materialista de Marx, que escapan habitualmcntc a la Revolución rusa y Unión Soviética, ed. Roca, México, 1974,
atención de los kantianos, los positivistas, etcétera’’. (V. I. pp. 14-15.

22 23
riencias intermedias entre la concepción del socialis­ nizada, parece al joven Gramsci un medio privilegiado
mo y su realización deban tener una comprobación para romper con la falsa alternativa entre reformismo
absoluta e integral en el tiempo y en el espacio. inocuo y maximalismo vacío. La cultura le parece, se­
Basta que estas experiencias se den en el pensa­ gún podemos ver en la última cita, un medio privile­
miento para que sean superadas y se pueda prose­ giado de superar el individualismo, de despertar en
guir adelante.15 los hombres su conciencia universal. Y la batalla de
las ideas se vincula así también, en el joven Gramsci,
Esta mezcla de antipositivismo y voluntarismo, que a una concepción integral, amplia, del socialismo:
es el rasgo específico del marxismo juvenil de Grams-
ci, encuentra su forma “clásica” en el célebre artículo Los socialistas —dice en 1917— no tienen que sus­
“La revolución contra ‘El Capital’ ”: al mostrar que la tituir un orden por otro. Tienen que instaurar el or­
voluntad humana, “plasmadora de la realidad objeti­ den en sí. La máxima jurídica que quieren realizar
va”, es el verdadero motor de la historia, los bolche­ es: posibilidad de realización íntegra de la perso­
viques habrían superado el economicismo, pues ellos nalidad humana, reconocida a todos los ciudadanos.'*

viven el pensamiento marxista, el que nunca muere, Y cuando, en el mismo año, propone la fundación
que es la continuación del pensamiento idealista de una Asociación Socialista de Cultura, que a su en­
italiano [sic] y alemán, y que en Marx se había tender coadyuvaría a completar el frente de la lucha
contaminado con incrustaciones positivistas y natu­ obrera (que es unilateral si sólo se limita a las batallas
ralistas.10 económicas y políticas), afirma: “El socialismo es una
visión integral de la vida: tiene una filosofía, una mís­
En la actividad socialista desarrollada por Gramsci tica, una moral”.19 Es interesante registrar que tanto
hasta la Revolución de Octubre, un lugar de excepcio­ Scrrati, líder de los maximalistas, como Amadeo Bor-
nal importancia corresponde al trabajo de educación, diga, que más tarde confluirá con Gramsci en la fun­
a la lucha para preparar las condiciones subjetivas dación del Partido Comunista, combaten duramente el
de la praxis revolucionaria. Gramsci está convencido, proyecto gramsciano de fundar asociaciones culturales
como dice en enero de 1916, de que socialistas, considerándolo un proyecto idealista, una
pérdida de tiempo.
toda revolución ha sido precedida por un intenso Pero Gramsci no desiste y, con algunos amigos, fun­
trabajo de crítica, de penetración cultural, de per- da a fines de 1917 —fuera de los cuadros del PSI—
meación de ideas a través de agregados humanos al un Club de Vida Moral, un gremio destinado a
principio refractarios y sólo atentos a resolver día promover debates intelectuales que eduquen moral y
a día, hora por hora y para ellos mismos, su pro­ culturalmente a los jóvenes socialistas. Los debates
blema económico y político.17 —orientados por Gramsci— se destinaban casi siem­
pre a desarrollar la personalidad moral de los inte­
La batalla cultural, la preparación ideológica orga- grantes del club, contribuyendo a que superasen el
individualismo y adquiriesen una conciencia del valor
15 Antonio Gramsci, “Los maximalistas rusos”, en Partido
y revolución, ed. de Cultura Popular, México, 1974, p. 9. 18 Antonio Gramsci, “Tres principios, tres órdenes”, en
Antonio Gramsci, “La revolución contra ‘El Capital’ ”, ibid., p. 22.
en Antología, cit., p. 35. 19 Antonio Gramsci, “Per una associazione di cultura”’ en
17 Antonio Gramsci, “Socialismo y cultura”, en ibid., p. 16. SG, p. 144.

94 25
de la solidaridad humana. Gramsci veía ese desarrollo veremos—, indica la ruptura objetiva de Gramsci con
de la personalidad como un presupuesto ético del so­ la impotencia maximalista, con el aplazamiento de
cialismo integral que quería construir. En una carta cualquier medida concreta para después de la revolu­
que dirige al pedagogo Giuseppe Lombardo-Radicc ción, aunque Gramsci siguiese formalmente ligado, en
(de orientación gentiliana). para solicitar sus conse­ esa época, a la fracción maximalista en el interior del
jos, Gramsci muestra que concibe el Club de Vida PSI.
Moral como una alternativa práctica al verbalismo de Podemos ahora proponer algunos elementos para un
los maximalistas: balance. La formación juvenil de Gramsci tuvo el mé­
rito de librarlo de los callejones sin salida positivistas
En Turín, creemos que no basta con la proclama­ y fatalistas que paralizaban al PSI de su tiempo; de
ción verbal de los principios y de las máximas mo­ prepararlo para una concepción más rica y articulada
rales que necesariamente deberán instaurarse con el del socialismo (concebido también como creación de
advenimiento de la civilización socialista. Buscamos una nueva cultura y de un hombre nuevo); de evitar
organizar esa proclamación: dar ejemplos nuevos su paso por la ideología deformante de la II Interna­
(para Italia) de asociacionismo.20 cional;21 y de hacer más fácil su comprensión del sig­
nificado de Lenin y de la revolución soviética. Pero
En esa experiencia del “Club de Vida Moral”, tuvo también —y de ahí su carácter contradictorio—
Gramsci revela al mismo tiempo los puntos fuertes y aspectos negativos, algunos de los cuales, ciertamente
las debilidades de su concepción socialista de la épo­ minimizados o parcialmente corregidos, siguieron ma­
ca: por un lado, todavía concibe de modo idealista, nifestándose incluso en los escritos de la cárcel. Me
eticista, los fundamentos de la educación y de la praxis refiero, sobre todo, al hecho de que el carácter marca­
socialista (basta recordar que uno de los principales damente idealista de esa formación apartó a Gramsci
textos discutidos en el Club son las máximas mora­ de un análisis más detallado de las transformaciones
les del estoico romano Marco Aurelio); pero, por otro económicas por las que pasaba su tiempo: su marxis­
lado, revela una justa preocupación por los elementos mo juvenil se reveló impermeable a la comprensión
culturales que forman parte de la lucha por el socialis­ profunda de la importancia del momento económico y,
mo, que no se agota en las transformaciones econó­ como tal, del momento de causalidad, del determinis-
micas, y políticas. El socialismo es también la creación mo, para un análisis efectivamente dialéctico del ser
de una nueva cultura, sin la que no podrá realizar ple­ social. La intransigencia ética, por otro lado, lleva a
namente sus potencialidades: y esa es una idea que perder de vista, en esa fase de su evolución, las nece­
Gramsci jamás abandonará, como podemos ver en sus sarias mediaciones exigidas por la acción política; el
reflexiones carcelarias sobre la importancia de una justQ combate al reformismo casi le hace defender un
“reforma intelectual y moral”. Además de esto, la idea
de que no bastan las declaraciones verbales, de que es 21 Éste es uno de los muchos puntos en que la formación
preciso comenzar a construir las bases del socialismo ideológica juvenil de Gramsci y la de Lukács presentan analo­
gías. El propio Lukács, en una entrevista de 1967, conside­
aún antes de tomar el poder —una idea que adquirirá raba un hecho positivo el haber sido influido por sociólogos
trazos concretos en la época del Ordine Nuovo, como burgueses como Simmel y Max Weber y no por la ideología
de la II Internacional: “No me arrepiento en absoluto de ha­
20 Carta de Gramsci a Lombardo-Radice, marzo de 1918, ber tenido como primeros maestros en sociología a Simmel
en Giancarlo Bergami, op. cit., p. 154. En la misma obra y Max Weber en lugar de a Kautsky” (Hans Heinz Holz,
(pp. 121 ss.), Bergami hace una historia bastante documen­ Leo Kofler, Wolfgang Abendroth, Conversaciones con Lukács,
tada del Club de Vida Moral. cd. Alianza, Madrid, 1971, p. 135).

26 27
“todo o nada” que, a veces, se aproxima peligrosamente juntamente con sus compañeros del semanario L’Or-
a la criticada pasividad maximalista: dine Nuovo, se pone como meta “traducir Lenin al
italiano”, o sea, analizar concretamente la realidad na­
O todo o nada, decíamos. Y la guerra nos dio la cional de su país para descubrir en ella los elementos
razón. O todo o nada debe ser nuestro programa de capaces de hacer posible la creación de un Estado
mañana. El golpe de maza, no el desgaste paciente proletario, soviético.
y metódico. La falange irresistible, no la lucha de
topos en trincheras fétidas.-2
Si recordamos su concepción madura sobre la “gue­
rra de posiciones”, sobre la necesidad de una larga
lucha para conquistar las trincheras de la sociedad
civil, veremos cuán distante está el Gramsci de los
Cuadernos del Gramsci de 1916.
Pero no necesitamos esperar a los Cuadernos para
registrar procesos de evolución en la concepción del
socialista sardo. Bajo la influencia de la revolución
rusa, de un conocimiento aún precario (pero ya efec­
tivo) de los textos de Lenin y de otros bolcheviques,
Gramsci comienza —ya en 1918— a aproximarse más
intensamente a la realidad concreta, a analizar más de
cerca las mediaciones de lo real, a concebir las tarcas
intermedias que son necesarias para la realización del
objetivo final. El “todo o nada” va cediendo su lugar a
una comprensión del valor de las conquistas parciales:
La lucha política —dice Gramsci, en noviembre de
1918— vuelve a procesarse en un ambiente de rela­
tiva libertad, condición para que los ciudadanos
puedan conocer la verdad, puedan reunirse, puedan
discutir los programas económicos y políticos, pue­
dan organizarse después de haber identificado su
voluntad y su conciencia como una voluntad y una i
conciencia social organizadas en partido.22
23
Estaba abierto el camino para una nueva fase, su­
perior, del aprendizaje de Gramsci: la fase en la cual,
22 Antonio Gramsci, “Vecchiezze” en Sotto la mole 1916-
1920, Turín, 1960, p. 199.
23 Antonio Gramsci, “II dovere di cssere forti’’, en Scritti
giovanili 1914-18, Turín, 1958, pp. 337-38 (citado en lo suce­
sivo como SG).

28 29
incluso a comparecer en los primeros encuentros de la
II. Consejos de fábrica y democracia nueva Internacional.
obrera: 1919-1920 La necesidad de “hacer política” se planteaba de
forma apremiante a los jóvenes socialistas que habían
fundado UOrdine Nuovo. Ya en el número 7 de la
En abril de 1919, juntamente con Angelo Tasca, Pal- publicación, del 27 de julio de 1919, el planteamiento
miro Togliatti y Úmberto Tcrracini, Gramsci lanza en culturalista inicial sufre una alteración. Gramsci y To­
Turín una “reseña semanal de cultura socialista”, el gliatti, con el apoyo de Terracini, promueven contra
periódico UOrdine Nuovo. A primera vista, la finali­ Tasca lo que más tarde Gramsci llamaría el “golpe de
dad de la publicación no se aparta mucho de las an­ Estado redaccional”: en el artículo “Democracia obre­
tiguas preocupaciones gramscianas: se trata de editar ra”1 hay una clara propuesta en el sentido de pasar
un órgano que sea centro de creación y difusión de de la batalla de las ideas a una acción política con­
cultura socialista, de la preparación ideológica que, creta. Hacer política se convierte, en el cuadro de la
como ya vimos, él considera elemento esencial de la revolución mundial inminente, en un sinónimo de “ha­
lucha para crear las condiciones de la transformación cer como en Rusia”, o sea, de elaborar la teoría y la
socialista. Pero el proyecto “cultural”, en el nuevo cua­ práctica de la revolución soviética (o de los Consejos)
dro histórico abierto por la Revolución de Octubre, en Italia. Para el grupo de UOrdine Nuovo, la solida­
adquiere un carácter más global y más concreto. La ridad con la Internacional Comunista (IC) no quiere
revolución soviética reveló a Gramsci, en la práctica, ser. como lo será para los maximalistas del PSI, una
algo que él ya venía proclamando en teoría: la volun­ solidaridad esencialmente retórica y formal: “hacer
tad revolucionaria, la iniciativa de un sujeto colectivo como en Rusia”, construir los presupuestos de la revo­
organizado, puede hacer triunfar los ideales del socia­ lución socialista en su propio país, es el modo concreto
lismo incluso allí donde las condiciones objetivas (en­ de revelar en la práctica la adhesión esencial a la IC,
tendidas según una visión estrictamente economicista) a las enseñanzas de Lenin y los bolcheviques, que —a
parecen no estar aún “maduras” para la transforma­ través de varias traducciones— UOrdine Nuovo co­
ción. Con la revolución soviética y, más ampliamente, mienza a divulgar en Italia.2
con el final de la guerra mundial, se pone al orden del Pero veamos cómo el propio Gramsci, en un artículo
día —en toda Europa— la cuestión del socialismo. de agosto de 1920, explica el programa del semanario
Todo parecía indicar que la era de la revolución mun­ después del “viraje” del número 7. La cuestión que el
dial había comenzado. El Partido Socialista Italiano, periódico se planteaba era la siguiente:
beneficiado por su actitud neutral durante el con­
flicto (actitud que, aunque determinada en gran parte ¿Hay en Italia, como institución de la clase obrera,
por la pasividad maximalista, evitó la adopción de las algo que pueda compararse con el Soviet, que tcn-
posiciones socialpatrióticas que provocaron el colapso
1 Antonio Gramsci, “Democracia obrera”, en Antología,
de los principales partidos de la II Internacional), cit., pp. 58-62.
emerge de la guerra en una posición de fuerza. Parti­ 2 Ya en febrero de 1919, antes de la fundación de L’Ordine
cipa en las conferencias de la “izquierda intemaciona­ Nuovo, Gramsci demuestra haber asimilado una esencial lec­
lista” en Suiza, apoyadas por Lenin, y presenta luego ción leninista: “El problema concreto sólo se resuelve en el
Estado; y, por lo tanto, nada es ‘concreto’ sin una concepción
su candidatura para ingresar en la III Internacional, general de la esencia y de los límites del Estado” (Antonio
que se fundaba entonces. Serrati. entonces líder de la Gramsci, “Stato c sovranitá”, en Scritti politici, cd. Riuniti,
corriente maximalista, mayoritaria en el partido, llega Roma, 1967, p. 188).

31
ga algo de su naturaleza? ¿Algo que nos autorice a tado pacíficamente por los empresarios; únicamente al
afirmar: el soviet es una forma universal, no es una final de la guerra, en 1919, es que la Asociación de
institución rusa, exclusivamente rusa; el Soviet es Industriales estipula con la Federación de Metalúrgicos
la forma a través de la cual, en cualquier lugar en la aceptación de las Comisiones, o sea, el reconoci­
donde haya proletarios en lucha por conquistar miento explícito del derecho de los obreros a tener
la autonomía industrial, la clase obrera manifiesta una representación en el interior de la propia fábrica.
esa voluntad de emanciparse; el Soviet es la forma Las Comisiones Internas, según el pacto, tenían como
de autogobierno de las masas obreras; existe un ger­ finalidad principal la de garantizar y defender, en el
men. una veleidad, un esbozo tímido de gobierno local de trabajo, los derechos de los trabajadores (la
de los soviets en Italia, en Turín? [. . .1 Sí, existe participación en los premios de producción, las condi­
en Italia, en Turín, un germen de gobierno obre­ ciones adecuadas de trabajo, etcétera). Los dirigentes
ro, un germen de Soviet; es la comisión interna; de la Comisión debían ser elegidos por los obreros
estudiemos esta institución obrera, hagamos una en­ sindicalizados; ellos eran, así, los delegados del sindi­
cuesta, estudiemos también la fábrica capitalista, cato en el interior de la empresa, ya que eran nom­
pero no como organización de la producción mate­ brados directamente por las direcciones sindicales.®
rial [sino] como forma necesaria de la clase obrera, Para usar un término que se pondría de moda más
como organismo político, como “territorio nacional” tarde, la Comisión era una simple “correa de trans­
del autogobierno obrero.3 * 5 misión” del sindicato y gozaba de escasa autonomía.
Y es precisamente esa característica lo que Gramsci y
Apegado a un estricto concepto de las funciones sus amigos pretenden modificar. Antes que nada, se
“culturales” del periódico, y mucho menos dispuesto trata de hacer de la Comisión Interna un organismo
a romper con las formulaciones tradicionales del PST y representativo de todos los trabajadores de la fábrica,
de los sindicatos, Tasca rechaza esta propuesta. Grams- incluyendo a los técnicos y a los ingenieros; así, todos
ci lo acusa de entender por “cultura” deben poder votar y ser votados, independientemente
de estar o no afiliados a los sindicatos. Gramsci pre­
[. ..] “recordar”, no “pensar”, y [...] recordar co­ tende que la organización de la Comisión Interna se
sas muertas, cosas desgastadas, la pacotilla del pen­ haga por equipos, agrupando inicialmcnte a los traba­
samiento obrero/’ jadores de una misma sede, cuyos representantes se
reúnen entonces con los representantes de las otras
El joven sardo, al contrario, entiende por cultura secciones de la fábrica para formar un comité directivo
un modo de pensar la realidad concreta, de intervenir general. Con eso, cree Gramsci, la organización se
en su transformación. Por eso, después del “‘golpe de vinculará de modo más directo e inmediato al propio
Estado de redacción” del número 7, “el problema del proceso productivo, volviéndose capaz de controlarlo
desarrollo de la Comisión Interna se convirtió en el y dirigirlo. Cumplidas esas alteraciones, la Comisión
problema central, la idea de L’Ordine Nuovo”? Interna se transforma en Consejo de Fábrica.
Aunque habían surgido en 1906, de modo tímido,
las Comisiones Internas jamás fueron un hecho acep­ Estas modificaciones del régimen de funcionamiento
tienden a promover una alteración esencial de la jun­
3 Antonio Gramsci. “El Programa de L’Ordine Nuovo", en ción: los Consejos de Fábrica ya no se conciben como
Antología, cit., pp. 98-99.
< Ibid.. p. 99. 6 Cf. Paolo Spriano, “L’Ordine Nuovo” e i consigli di fab-
5 Ibid., p. 100. brica, Turín, 1971, pp. 47 ss.
instrumentos de defensa de los derechos inmediatos del La dictadura proletaria [sólo] puede encarnar en un
trabajador, sino como un medio para elevar al obrero tipo de organización específico de la propia activi­
de su condición de asalariado a la condición de pro­ dad de los productores y no de los asalariados, de
ductor. Y en eso se distingue fundamentalmente de los esclavos del capital [como es el caso de los sin­
los sindicatos de oficio y de industria. En la medida dicatos]. El Consejo de Fábrica es la célula primor­
en que los sindicatos son la organización adecuada dial de esa organización.
a la figura del trabajador como asalariado, en que son
los instrumentos a través de los cuales los obreros Y Gramsci prosigue:
negocian mejores precios para la mercancía fuerza de
[... ] el Consejo de Fábrica es el modelo del Estado
trabajo, aparecen —dice Gramsci, en “Sindicatos y proletario. Todos los problemas inherentes a la or­
consejos”— como “el tipo de organización proletaria
ganización del Estado proletario son inherentes a la
específico del periodo de la historia dominado por el organización del Consejo:10
capital. [...] [El sindicato] forma parte integrante de
la sociedad capitalista, y [su] función es inherente al Gramsci supone además que el Estado socialista de­
régimen de propiedad privada”.7 Los Consejos, por berá resultar de la articulación de los diversos Consejos
el contrario, son la base para que el obrero se eleve de Fábrica en un Consejo Ejecutivo Central, al cual
a la condición de productor: deberán sumarse los consejos de los campesinos. Pero,
en este punto, su argumentación no es muy nítida: aún
El obrero sólo puede concebirse a sí mismo como le falta, como veremos, una clara concepción de la
productor si se considera como parte inseparable de
política de alianzas.
todo el sistema de trabajo que se resume en el objeto
Las propuestas de UOrdine Nuovo encontraron, des­
fabricado; sólo si vive la unidad del proceso indus­
de el principio, gran aceptación entre los obreros de
trial que requiere la colaboración del peón, del obre­
ro calificado, del empleado de administración, del Turín, particularmente los metalúrgicos. Comisiones de
Fábrica según los moldes sugeridos por Gramsci fue­
ingeniero, del director técnico.8 ron implantadas en numerosas empresas; en octubre
Y la capacidad de concebirse de ese modo, o sea, de 1919, cincuenta mil obreros, de cerca de treinta em­
como parte integrante del trabajador colectivo, es algo presas, ya están organizados en consejos.11 Pero la
asegurado por la organización del Consejo de Fábrica reacción negativa de los sindicatos reformistas y de la
dirección nacional del PSI no se haría esperar: la Fe­
tal como Gramsci la prevé. deración de Metalúrgicos acusa a Gramsci y a sus ami­
A los consejos, con todo, les está destinada una fun­
ción aún más elevada. Partiendo de la idea de que “el gos de ser “sindicalistas revolucionarios”, “anarco-sin-
Estado socialista existe ya potencialmente en las ins­ dicalistas” y, sobre todo, de pretender minar el papel
tituciones de vida social características de la clase obre­ y la acción de los sindicatos tradicionales. Serrati se
ra explotada”,9 Gramsci concluye que muestra escandalizado con la idea de conceder dere­
cho de voto, en las elecciones para los consejos, a los
7 Antonio Gramsci. “Sindicatos y consejos”, en Consejos no sindicalizados; para él, eso llevaría al partido y a
de fábrica v Estado de la clase obrera, ed. Roca, México, los sindicatos a perder el control de los nuevos orga­
1973, p. 37. nismos. Inclusive Bordiga, que poco después confluirá
8 Antonio Gramsci, “Sindicalismo y consejos”, en ibid.,
p. 52. 10 Antonio Gramsci, “Sindicatos y consejos”, cit., p. 38.
9 Antonio Gramsci, “Democracia obrera”, cit., p. 59. 11 Paolo Spriano, op. cit., p. 54.

34 35
con el grupo de L’Ordine Nuovo en la fundación del ducción. Esa laguna esencial de la concepción ordino­
PCI, difiere profundamente de la concepción grams- vista —como Gramsci reconocería años más tarde—13
ciana de los consejos. Para Bordiga, las propuestas de lleva también a subestimar el papel del partido polí­
UOrdine Nuovo revelan tico, del partido de vanguardia de la clase obrera, en
un puro y simple retorno al gradualismo reformista; cuanto instrumento privilegiado de síntesis política que
a éste, llámese reformismo o sindicalismo, lo define posibilita la conquista de la hegemonía en aquel terri­
torio más amplio, que trasciende la fábrica y está for­
el error de suponer que el proletariado pueda eman­ mado por lo que Gramsci llamaría más tarde “sociedad
ciparse ganando terreno en las relaciones económi­
civil”. Incluso el papel de los sindicatos aparece exce­
cas, mientras que el capitalismo aún detenta, con sivamente restringido: los sindicatos no se limitan
el Estado, el poder político.12 —como entonces suponía Gramsci— a negociar me­
El error central de L’Ordine Nuovo, para Bordiga, jores condiciones de venta para la fuerza de trabajo,
residía en la confusión entre consejos de fábrica, órga­ sino que pueden ejercer también un papel activo en la
nos técnico-económicos de control de la producción organización y unificación de la clase obrera, siendo
(que él admite que sólo serán útiles después de tomado un canal importante para su interferencia en la direc­
ción de la vida nacional como un todo. Por otro lado,
el poder), y soviets, que son organismos de represen­ al contrario de lo que Gramsci parece suponer, la an­
tación política. tigua función de los sindicatos no desaparece en el
Las posiciones de Bordiga —aunque unilaterales,
como veremos— plantean algunas cuestiones válidas socialismo; siguen siendo un organismo válido tanto
para el análisis de las limitaciones de la experiencia para la defensa de los obreros contra eventuales dis­
ordinovista. En realidad, al concebir la fábrica como torsiones burocráticas (como ya reconocía Lenin en
“territorio nacional” de la clase obrera, Gramsci incide 1921, en la célebre polémica con Trotsky), cuanto
de cierto modo en un error corporativista: no ve que para proporcionar un canal autónomo para la partici­
la dominación y la dirección política de la clase obrera pación de los obreros en la vida nacional.
—condiciones para la creación de un Estado socialis­ Pero estos límites de la posición de Gramsci en 1919-
ta— no se limitan al control inmediato de la produc­ 1920 no deben ocultar los indiscutibles puntos positi­
ción material, sino que implican también una acción vos de sus formulaciones, los cuales pueden y cierta­
hegemónica sobre el conjunto de las relaciones socia­ mente deben ser integrados a sus concepciones de la
les. Esto significa que el “territorio” de la clase obrera madurez. Es el caso, antes que nada, de la importan­
va más allá de la fábrica: abarca la totalidad de las cia que Gramsci atribuyó, en la construcción de la de­
instituciones sociales, políticas y culturales que asegu­ mocracia socialista, a los organismos de base, a los
ran la reproducción de la vida social como un todo que él llama (con Marx y Lenin) “autogobierno de
(e, inclusive, la reproducción de la producción econó­ las masas obreras”. Esto lo lleva, en una posición co­
mica). En cierto modo, Gramsci parece suponer que rrecta y llena de implicaciones para el futuro, a negar
el control de las fuerzas productivas dispensa (o de­ que el Estado socialista deba ser concebido como una
termina automáticamente) la dirección y la dominación dictadura de partido, criticando
sobre las relaciones sociales de producción y repro-
13 Cf. Por ejemplo, su carta a Togliatti del 18 de mayo de
12 Amadeo Bordiga, “Per la costituzione dei Consigli Ope- 1923, en Palmiro Togliatti, La formazione del gruppo diri­
rai in Italia” (1920), en Bordiga-Gramsci, Dibattito sui Con­ gente del Partito Comunista Italiano nel 1923-1924, Roma,
sigli di Fabbrica, Roma, 1973, p. 48. 1974, pp. 61-69.

37
[... ] el mito revolucionario de acuerdo con el cual lugar. Bordiga considera “gradualismo reformista” toda
se concibe la instauración del poder proletario como tentativa de aproximación al objetivo final, toda con­
una dictadura del sistema de secciones del Partido quista intermedia que amplíe la hegemonía de la clase
Socialista.14 obrera y altere a su favor la correlación de fuerzas
existente. No es casual, por lo tanto, que defienda ex­
Como consecuencia, surge en él una concepción plu­ plícitamente una posición de expectativa pasiva, de
ralista del socialismo, una concepción que ve la domi­ espera del “gran día”:
nación proletaria como algo que deba ejercer una plura­ El maximalismo tendrá su primera victoria con la
lidad de organizaciones: conquista de todo el poder por el proletariado.17
[...] en el Consejo está encarnada la forma actual Y, en una formulación en que parece responder al
de la lucha de clases encaminada hacia la conquista rechazo gramsciano a identificar dictadura del prole­
del poder. Y la red de instituciones en las que se tariado con dictadura de partido, dice Bordiga:
desenvuelve se perfila en este orden: el Consejo, el
sindicato, el Partido Socialista.15 Los soviets de mañana deberán tener su génesis en
las secciones locales del Partido Comunista. Tales
Y en otro lugar: secciones deberán tener listos los elementos que,
inmediatamente después de la victoria revolucionaria,
[...] el problema [es] la construcción de un aparato se propondrán al voto de la masa .electoral proleta­
estatal que en su ámbito interno funcione democrá­ ria, a fin de constituir los consejos de delegados
ticamente, es decir, que garantice a todas las ten­ locales.18
dencias anticapitalistas la libertad y la posibilidad
de convertirse en partidos de gobierno proletario.16 Una concepción de la dirección política como algo
impuesto de arriba hacia abajo, a través de elecciones
Finalmente, hay aún otra lección esencial del Grams- que se limitan a ratificar decisiones tomadas por la
ci ordinovista: para que ese aparato estatal socialista cúpula partidaria: tal es la alternativa que Bordiga
funcione democráticamente, para que tal pluralismo de propone a la concepción gramsciana de una democra­
instituciones y de partidos pueda ser efectivo, es nece­ cia pluralista de base.
sario que haya democracia también en la fábrica, en el La experiencia de los consejos, con sus grandezas y
local de producción, en la célula básica de la infraes­ limitaciones, concluyó prácticamente en un fracaso. En
tructura material de la sociedad. abril de 1920, presionada por la intransigencia patronal,
Contra esas intuiciones de largo alcance, plenas de la clase obrera turinesa —dirigida en gran parte por el
futuro, se yergue la concepción estrecha y maximalista grupo de UOrdine Nuovo— se declara en huelga; a
de Bordiga; una concepción que, como veremos, con­ pesar de su éxito inicial en Turín, la huelga permanece
servará a lo largo de todo el periodo en que fue diri­ nacionalmente aislada y, por ello, los obreros son de­
gente máximo del nuevo partido comunista. En primer rrotados. Gramsci y sus amigos acusan directamente a
los sindicatos reformistas y a la dirección del PSI por
Antonio Gramsci, “El partido y la revolución’’, en Con­
sejos de táurica y Estado de la clase obrera, cit., p. 64. 17 Amadeo Bordiga, “Gli scopi dei comunisti” (1920), en
15 Ibid., p. 69. Bordiga-Gramsci, op. cit., p. 78.
Antonio Gramsci, “El problema del poder’’, en ibid., 18 Amadeo Bordiga, “Formiamo i Soviet?’’ (1919), en ibid.,
p. 61. p. 41.

39
ción del viejo Partido Socialista: las declaraciones de
el fracaso: al condenar la huelga e impedir su expan­ Scrrati y de su fracción mayoritaria, de apoyo irres­
sión a nivel nacional, provocaron su derrota. Pero se tricto a la revolución rusa y a la Internacional Co­
trataba todavía de una derrota parcial. En septiembre munista, hacen creer en la posibilidad de convertir al
de 1920, los industriales —atemorizados por el cre­ PSI en un partido comunista, a través de la expulsión
cimiento y fortalecimiento de los Consejos de Fábri­ de los reformistas (minoritarios).18 Sin embargo, des­
ca— amenazan con un lockoul de las empresas, en pués de la ocupación de las fábricas y la derrota del
caso de que los obreros insistan en organizar los con­ movimiento, Gramsci ya se orienta claramente hacia la
sejos; cumplida la amenaza, los trabajadores turineses escisión del PSI. La posición de dimisión asumida por
ocupan las fábricas y, a través de los consejos, se re­ la dirección maximalista frente a la huelga hace que
velan capaces de dirigirlas y de asegurar el nivel de Gramsci, aunque tardíamente, comience a sentir la
producción. Los consejos tienen así una oportunidad necesidad de constituir una fracción comunista a nivel
de probar su función revolucionaria; demuestran la via­ nacional, una fracción capaz de presionar a los maxi-
bilidad de la autogestión obrera en las empresas, la malistas y, en caso necesario, de servir de base para
inutilidad económica de los empresarios como organi­ la fundación de un nuevo partido. En ese periodo, el
zadores de la producción. Giolitti (el viejo políti­ grupo de L’Ordine Nuovo se dedica a la tarea de for­
co liberal había sido encargado nuevamente de for­ mar “grupos comunistas” en las fábricas, valiéndose
mar un gobierno, al final de la guerra) evita recu­ para ello del prestigio y los vínculos obtenidos en la
rrir a la represión, contando con el desgaste natural del lucha por los consejos. En un importante artículo titu­
movimiento; la ocupación, así, se prolonga por más lado “El Partido Comunista”, concluido en octubre de
de quince días. Los límites de la concepción ordinovis- 1920, Gramsci esboza en la práctica una autocrítica
ta, sin embargo, se imponen duramente: una vez aban­ de su anterior subestimación de la cuestión partidaria.20
donados por la dirección del PSI y por los sindicatos, Comentando ese artículo, el historiador Paolo Spriano
los obreros de Turín se ven obligados a negociar en hace una observación extraordinariamente interesante:
posición de inferioridad. Consiguen aún conservar las
Comisiones Internas, pero prácticamente en el nivel [Gramsci] invoca aquí un partido nuevo que surja
anterior a la guerra: como simples órganos de defensa de las cenizas del viejo, que sea el partido de la
de los derechos laborales en las fábricas. La experien­ Internacional y, por eso, comunista. Ese tipo de par­
cia había revelado que la clase obrera no puede triunfar tido, ese tipo de organización proletaria —afirma
si restringe su lucha al territorio de la fábrica: el Gramsci—, es el instrumento y ¡a forma histórica
“territorio nacional” de la clase obrera, al contrario de del “proceso de íntima liberación a través del cual
lo que entonces pensaba Gramsci, es efectivamente el obrero, de ejecutor, se convierte en líder y guía;
todo el territorio social y político de la nación. se revela como “forma particular de la revolución
Gramsci hace rápidamente el balance de la situación. proletaria”. Tal vez no sea equivocado afirmar que
Ya a partir de mayo, después de la primera huelga,
comienza a ganar cada vez más espacio, en las colum­ 19 Cf. Antonio Gramsci, “Por una renovación del Partido
Socialista”, en Antología, cit., pp. 71-77. Es interesante ob­
nas de L’Ordine Nuovo> la cuestión del partido. Ini- servar que Lenin aprobó enteramente este artículo, conside­
?ialmente, Gramsci aún cree —como también Lcnin y rándolo la mejor plataforma para resolver la cuestión del
a Internacional Comunista— en la posibilidad de re­ partido en Italia.
solver esa cuestión, esto es, la de la creación de un or­ 20 Antonio Gramsci, “El Partido Comunista”, en Consejos
ganismo político revolucionario, a través de la renova­ de fábrica..., cit., pp. 126-39.
41
tales características son, en parte, las que se atri­ III. Transición a la madurez: 1921-1926
buían a los consejos en escritos anteriores.21
Gramsci había asimilado también, en el periodo de
L’Ordine Nuovo semanal, dos importantes puntos del
1. FUNDACIÓN DEL PCI. GRAMSCI Y EL FASCISMO
leninismo: por un lado, la necesidad de situar la cues­
tión del Estado como cuestión central de la revolución
socialista, indicando al mismo tiempo los modos con­ Al final de la guerra, los socialistas italianos —con
cretos de aproximarse a la construcción de ese nuevo excepción de los reformistas— creían que Italia estaba
Estado, rompiendo con la espera pasiva y espontaneísta encaminándose rápidamente hacia una situación revo­
en la “gran catástrofe”; y, por otro, la necesidad de lucionaria. Gramsci también concuerda con esa evalua­
construir un partido de tipo nuevo, un partido efectiva­ ción, pero la formula de un modo mediatizado, ajeno
mente comunista y revolucionario, capaz de dirigir al a cualquier fatalismo. En mayo de 1920, precisamente
conjunto de la clase obrera y de sus aliados en el pro­ en el artículo en que defiende la “renovación del PSI”,
ceso de preparación para la toma del poder y en su afirma:
posterior reconstrucción. Así, importantes pasos habían
La fase actual de la lucha de clases en Italia es la
sido dados en la conquista del leninismo, que —como fase que precede a la conquista del poder político
observa Giorgio Amcndola— “fue para Gramsci una
por el proletariado revolucionario [...] o bien a
conquista lenta”.22 Faltaba aún un punto decisivo, que una tremenda reacción de la clase propietaria y de
Gramsci asimilaría en los años siguientes: la necesidad
la casta de gobierno:1
de basar la táctica y la estrategia de la clase obrera en
el análisis concreto de la situación nacional concreta, De acuerdo con el método dialéctico de Marx y
única condición para plantear correctamente la cues­ I cnln, Gramsci ve el movimiento social como un cam­
tión de las alianzas; la cuestión de la transformación
po de alternativas, como una lucha de tendencias, cuyo
de la clase obrera en clase dirigente y nacional. d. • enlace no está asegurado por ningún “determinismo
económico” de sentido unívoco, sino que depende del
iv,tillado de la lucha entre voluntades colectivas orga-
ni/.idas. Convencido entonces, aunque tardíamente, de
l.i importancia central del partido político en la forma-
• ion de una voluntad colectiva, Gramsci va a dedicar
• u . esfuerzos —hasta entonces concentrados en la for­
ín .nion de los consejos de fábrica— a la construcción
del nuevo partido. (Baste recordar que, ya desde sep­
to mbre de 1920, el grupo de L’Ordine Nuovo dedicará
• .pedal atención a la tarea de crear “grupos comunis-
i.n” cu las fábricas de Turín.)
Pero la comprensión relativamente tardía de la im-
21 Paolo Spriano, op. cit., p. 119. poihincia central del problema del partido pondrá a
22 Giorgio Amendola, ‘‘Rilcggendo Gramsci”, en Varios
autores, Prassi rivoluzionaria e storicismo in Gramsci, Qua- • Antonio Gramsci, “Por una renovación del Partido So-
derni di Critica Marxista, Roma, 1967, p. 34. ■ hdbliT, cit., p. 72.

49
43
Gramsci en una situación de desventaja frente a la co­ lémica con el grupo de L’Ordine Nuovo\
rriente comunista dirigida por Amadeo Bordiga. Ya El maximalismo —dice— obtendrá su primera vic­
desde 1919. Bordiga articulaba, en torno a su periódico toria con la conquista de todo el poder por el pro­
II Soviet, editado en Nápoles, a una fracción comunista letariado. Antes de eso, no tiene nada que hacer
de implantación nacional, a los “maximalistas absten­ sino promover la organización cada vez más vasta,
cionistas”. La formación teórica de Bordiga y de su consciente y homogénea de la clase obrera en el te­
grupo era radicalmente distinta de la de Gramsci. Bor­ rreno político.2
diga acepta, radicalizándolas, todas las implicaciones
fatalistas y “catastrofistas” de la interpretación positi- El Partido Comunista que Bordiga tenía en mente,
vista-cconomicista del marxismo que era típica de la por lo tanto, era un destacamento de doctrinarios in-
II Internacional: por ello jamás comprenderá, ni si­ Iransigcntes, aislado voluntariamente de las masas y
quiera después de su participación en la IC y en la ilr la política concreta, en espera del “gran día”, en el
dirección del PCI, el significado del leninismo, es decir, cual tendrían lugar al mismo tiempo la primera victoria
la drástica ruptura que Lenin operó con la tradición v la victoria final. Nada más ajeno, como puede verse,
de la II Internacional, bien fuese recuperando los ele­ u la concepción leninista del partido.
mentos dialécticos que son parte esencial del marxismo Ya en el encuentro de unificación de las diversas
auténtico (como el valor constitutivo de la praxis y h acciones comunistas, realizado en Imola en noviembre
de la subjetividad), o bien renovando las enseñanzas de »lc 1920, se evidencia con claridad la preponderancia
los “clásicos” a fin de comprender adecuadamente los numérica de la corriente de Bordiga. Y es con esa co-
nuevos hechos históricos emergentes (teoría del impe­ iiclación interna de fuerzas que la fracción comunista
rialismo, importancia del elemento democrático en la unificada llega al XVII Congreso del PSI, realizado
revolución socialista, creación de un partido de tipo • ii I ivorno, en enero de 1921. La fracción —formada
nuevo, etcétera). pin los abstencionistas bordiguianos, por el grupo de
i 'Ordine Nuovo, por un ala de los maximalistas ma-
Al contrario de Lenin, lo que hace Bordiga es radi­ Hilarios encabezada por Gennari y por algunos par-
calizar aún más el inmovilismo resultante de la tradi­ I.miéntanos agrupados en torno a Graziadei y a Mara-
ción economicista-fatalista de la II Internacional y de i'inl obtiene 58 783 votos, casi cuatro veces más que
los maximalistas italianos, al añadirle un elemento que ln votación obtenida por la corriente reformista (di-
refuerza el espíritu de pasividad: la defensa del absten­ lífida por Turati), que alcanza apenas 14 685 votos.
cionismo electoral. Bordiga suponía que la tarea de P* io la fracción “centrista” de Serrad, la vieja corriente
los comunistas era crear un partido de “puros”, de in­ ni nimalista (provisionalmente rebautizada como “co-
transigentes, de “pocos pero buenos”. Y, para eso, iniiiiisia unitaria”), detenta la mayoría del Congreso:
no bastaba con expulsar a los reformistas y concentrar •>H 02K votos. Serrati reafirma su fidelidad formal a
todos los esfuerzos en la organización (impidiendo su ln IC, pero se rehúsa a cambiar el nombre del PSI
“contaminación” por los movimientos de masa); era poi el de Partido Comunista y a expulsar a la minoría
preciso, además, impedir que ese destacamento de “pu­ o lonnista (que eran dos de las 21 condiciones im-
ros” fuese arrastrado a ilusiones parlamentaristas, “dc- ...... tus por la IC para aceptar en su seno a un partido
mocratistas”, que sólo servían para fortalecer a los hikíoihiI), El rechazo de Serrati, sumado a la intran-
reformistas. Un perfecto resumen de las concepciones hlprucia revelada por la fracción comunista (intransi-
de Bordiga, que mezclan la fraseología revolucionaria
con el fetichismo de la organización, aparece en su po­ • Anímico Bordiga, “Gli scopi dei comunisti”, cit., p. 78.

44 45
gcncia apoyada en ese momento por la delegación de P<’1, abriendo camino para el “gran día”, para la in-
la IC presente en el Congreso), vuelve la escisión ine­ •iiilección proletaria. La pasividad, el fatalismo y el
vitable. Los delegados comunistas se retiran de la ple- dm irinarismo izquierdista son evidentes en esa formu-
naria y se dirigen a otro local, donde tiene lugar —el la« ióir, la socialdemocracia, el PSI, se vuelve el enemigo
21 de enero de 1921— la fundación del “Partido Co­ principal a combatir y a desmoralizar. El PCI debe
munista de Italia, Sección Italiana de la Internacional • «inscrvarsc puro, sin contaminarse con alianzas o con
Comunista”. Se elige un Comité Central de quince \Iih tilos más intensos con el movimiento de masas. La
miembros, de mayoría inequívocamente bordiguiana; ius chillad de una organización autónoma del proleta-
solamente dos integrantes del grupo de L’Ordine Nuovo u ido revolucionario —que es el motivo inspirador de
forman parte de ese CC, Gramsci y Terracini. Terra- la política de escisiones defendida por Lenin y por la
cini, en los años siguientes, se convertirá en un intransi­ l< ’ se transforma en Bordiga en la defensa del aisla­
gente defensor de la política ultraizquierdista de Bor­ miento y del sectarismo, que se expresan en la obsesión
diga. L’Ordine Nuovo. que desde el lo. de enero se • !• la “organización” considerada como un fin en sí
publicaba ya como “diario de la fracción comunista”, nihina.
se vuelve órgano oficial del nuevo Partido. Gramsci IVio, apenas formuladas, las posiciones de la direc-
sigue siendo su director-responsable, pero la línea del • lón bordiguiana entran en abierto contraste con la
periódico es entonces claramente definida por la direc­
política defendida por la IC y, en particular, por el pro-
ción partidaria, o sea, por Bordiga.3
l'i.i I ruin. Ya a partir del III Congreso (1921), em-
Aunque el año de 1921 esté marcado en Italia por ph /a a operarse en la IC una “corrección de rumbo”,
una masiva ofensiva fascista contra las organizaciones »pn va en sentido contrario a las posiciones asumidas
políticas y sindicales de la clase obrera, tanto comu­ i I PCI en sus primeros años de vida. La escisión
nistas como socialistas, la nueva dirección bordiguiana »!• !•»•. viejos partidos socialistas, favorecida o provo-
subestima el peligro de un golpe fascista. La opinión • i'l.i por la IC, aunque hubiese tenido el mérito de
del PCI se expresa claramente en las llamadas Tesis • • h organismos autónomos del proletariado rcvolu-
de Roma, una resolución política aprobada por el II • i •mino, no resultó un éxito numéricamente: en casi
Congreso del Partido, realizado en enero de 1922. (La IihIom los países europeos, la mayoría de la clase obrera
aprobación se dará sólo consultivamente, ya que las i i.meció bajo la dirección de los viejos partidos so-
Tesis fueron desaprobadas por la IC, que las conside­ • hilili niócratas y siguió afiliada a los sindicatos refor-
raba ultraizquierdistas.) Según las Tesis, Italia se di­
ml in . Además, la revolución mundial —esperada, en
rige hacia una “fase socialdemócrata”; el partido debe
Iih artos 1918-1920, como algo inminente por los din-
esperar que esa fase se realice plenamente, no por |m iii« bolcheviques— demostró ser un proceso más
tratarse de un paso hacia adelante, un “objetivo inter­
medio” o un medio para obstaculizar la amenaza fas­ • omplrjo, mas mediatizado, de duración mucho más
Ihi'.i, las repúblicas soviéticas de Hungría y Bavaria
cista cada vez más real, sino porque significaría la
completa disgregación del Partido Socialista y, de ese ti derrotadas; las grandes huelgas europeas de pos-
modo, la ocasión para que la mayoría del proletariado i •• o a no condujeron, como se suponía, a movimientos
iiimii i cccionales. Por otra parte, se organiza la reacción
(que aún sigue al PSI) se ponga bajo la dirección del
• ♦•piiiillsta, que pasa a la ofensiva. Con su extraordina-
3 Para la fundación del PCI, cf. Paolo Spriano, Storia del
ii • lucidez política, Lenin —ya en 1920— empieza a
Partito Comunista Italiano, Turín, 1967, vol. I: Da Bprdifja p» •• ibii en el extremismo de izquierda uno de los peli-
a Gramsci, pp. 108-21. principales a combatir; y uno de los errores centra­

46 47
les de ese extremismo, como él observa, es la sobrcsti- socialista en Occidente. Lenin afirma claramente —ya
mación del valor internacional de la experiencia rusa, en 1918— que, si la conquista del poder fue relativa­
la tentativa de trasponer de modo mecánico e inmediato mente fácil en Rusia (siendo difícil, en cambio, la
al Occidente desarrollado ciertos métodos y procesos construcción del socialismo), en Occidente ocurriría
que se revelaron válidos para la Rusia “atrasada”.4 lo contrario: la mayor complejidad de las sociedades
El periodo que se inicia en 1921 plantea de forma occidentales haría más difícil la conquista del poder,
nueva la relación con la socialdemocracia. Es conocido, exigiendo un proceso más largo, una capacidad de “ha­
por ejemplo, el consejo que Lenin diera a Serrati: “pri­ cer política” mucho mayor que la exigida en Rusia.5
mero, es preciso romper con Turati y con los refor­ La dirección del PCI, y en particular Bordiga, re­
mistas; después, es preciso hacer alianza con ellos”. Ya chaza explícitamente las nuevas orientaciones emanadas
que, para Lenin, es imposible la conquista del poder sin de la Internacional. Acepta, como aparente concesión
el consenso de la mayoría del proletariado, y ya que la a la IC (de donde provenía en gran parte el prestigio
socialdemocracia sigue representando a esa mayoría, del PCI), únicamente la idea de un frente único sindi­
los nuevos partidos comunistas deben encontrar un cal para la base; pero rechaza claramente el frente único
medio de relacionarse con las masas socialdcmócratas, político con los socialistas, así como la consigna de
de influir en ellas. Surge así, en el III Congreso de la “gobierno obrero-campesino” en cuanto objetivo inter­
IC, bajo la directa inspiración de Lenin, la política medio. Y la disensión entre Bordiga y la Internacional
del “frente único obrero”; los PCs deben buscar acuer­ se vuelve aún más aguda cuando, en octubre de 1922,
dos con los partidos y sindicatos socialdemócratas, Serrati y la mayoría maximalista del PSI resuelven
tanto por la base como por la cúpula, para impedir finalmente expulsar a la fracción reformista, con lo que
que la burguesía monopolista descargue sobre la clase vuelve a plantearse la cuestión de la fusión entre el
obrera y sobre las masas trabajadoras el peso de la PSI y el PCI. Bordiga se opone tenazmente a la fusión
crisis económica de la posguerra. Los acuerdos no de­ y sabotea por todos los medios cualquier aproxima­
ben limitarse al terreno económico, sino abarcar tam­ ción a Serrati; solamente en 1925, cuando Bordiga
bién el nivel político; para ello, la Internacional pro­ ya no dirige al PCI y cuando Serrati es ya minoritario
pone la consigna de “gobiernos obreros” (o, en el caso en el seno del PSI, es que el viejo líder maximalista
de los países más atrasados, de “gobiernos obrero-cam­ —al frente de la corriente llamada “terzinternaziona-
pesinos”), que serían formados por comunistas, social­ lista” (debido a su adhesión a la IC)— ingresa final­
demócratas y otros partidos populares (o sólo por estos mente en el Partido Comunista. Pero ya estamos, en
últimos con el apoyo externo de los comunistas). Tales ese momento, en el periodo de la dirección antibordi-
gobiernos de coalición se concebían como “objetivos guiana de Gramsci.
intermedios”, como etapas de transición en la lucha En los dos años inmediatamente siguientes a la fun­
por la dictadura del proletariado. Empieza a esbozarse dación del PCI, en 1921 y 1922, Gramsci no se dife­
una nueva concepción estratégica para la revolución rencia mucho de las posiciones de la mayoría bordi-
guiana. Es cierto, sin embargo, que —ya antes de las
4 “[...] después de la victoria de la revolución proletaria,
aunque no sea más que en uno de los países avanzados [...],
Tesis de Roma— se revela en él una concepción me-
Rusia se convertirá poco después de esto no en un país mo­
delo, sino de nuevo en un país atrasado (en el sentido ‘so­ 5 Cf., por ejemplo, el “Informe Político del Comité Cen­
viético’ y socialista).” (V. I. Lenin, La enfermedad infantil tral al Séptimo Congreso Extraordinario del PC (b) de Rusia
del comunismo, en Obras escogidas, en tres tomos, cd. Pro­ (6-8/III/1918)” en V. I. Lenin. Obras Completas, cit., t.
greso, Moscú, 1966 t. i, p. 371. xxviii, p. 299. Lenin repetirá esta idea hasta su muerte.

48 49
diatizada y rica del fascismo, bastante diferente de las Esa “doble alma”, dice Gramsci, motiva divisiones in­
formulaciones esquemáticas de Bordiga y su grupo. ternas en el fascismo, llevando a su táctica a oscilar
Alfonso Leonetti, su viejo compañero de L’Ordine entre el “legalismo” y el “subversivismo” o, más pre­
Niiovo, tal vez tenía razón cuando —en 1966— dijo cisamente, a una hábil y pragmática combinación de
que “Gramsci es el primer teórico marxista— el único esos dos métodos?
de su tiempo— en tratar de definir [al fascismo] con­ Sin embargo, lo que me parece ausente en los escri­
siderando su naturaleza de clase y sus características tos gramscianos del periodo —un hecho comprensible,
particulares”.6 Así, ya el 2 de enero de 1921, en el si se toma en cuenta que el fascismo aún no llegaba
segundo número de L’Ordine Nuovo diario, Grams­ al poder, y mucho menos al poder absoluto, lo que sólo
ci publica su famoso artículo sobre “el pueblo de los ocurriría en 1926— es una concepción del fascismo
monos”, donde insiste en la novedad esencial de la que lo considere no sólo como un movimiento reac­
reacción fascista: en el hecho de estar ante un movi­ cionario de tipo nuevo, capaz de proporcionar apoyo de
miento reaccionario con base de masas, o sea, apoyado masas a los sectores económicamente dominantes, sino
en la lucha de la pequeña burguesía para reconquistar también como un eventual régimen reaccionario de
el lugar político y económico que venía perdiendo en nuevo tipo. O sea: como una dictadura del capital
función de las transformaciones monopolistas que el financiero que se apoya en una amplia red de organi­
capitalismo italiano experimentó sobre todo durante los zaciones de masas, sobre el consenso organizado de la
años de la guerra.7 En un artículo posterior, titulado mayoría de la población; como un régimen, en suma,
“Subversivismo reaccionario”, de junio del mismo año, radicalmente distinto de las viejas dictaduras conser­
Gramsci se empeña en captar otros aspectos específicos vadoras de tipo semiparlamentario o militar. No cabe
de la nueva reacción, como, por ejemplo, el hecho de duda de que los elementos para una teoría del fascis­
asumir tácticas de acceso al poder que se diferencian mo como régimen empiezan a aparecer en los escritos
claramente de las utilizadas por la vieja reacción con­ posteriores a la “marcha sobre Roma”. Así, por ejem­
servadora; aunque tolerados e incluso apoyados por los plo, en su intervención en el Congreso de Lyon, en
aparatos legales del Estado, los fascistas actúan a par­ 1926, Gramsci observa ya:
tir “de abajo”, de movimientos situados al margen de
las instituciones estatales, abandonando frecuentemente Sin duda, también deben examinarse con atención
el terreno de la legalidad y promoviendo lo que Grams­ las distintas estratificaciones de la clase burguesa.
ci llama “subversivismo reaccionario”.8 *Y Gramsci in­ Además, es preciso examinar las estratificaciones del
dica además, en “Los dos fascismos”, de agosto, la propio fascismo, ya que —dado el sistema totalita­
presencia en el movimiento fascista de una “doble al­ rio que el fascismo tiende a instaurar— será en el
ma”, que proviene de su doble génesis: de movimiento mismo seno del fascismo donde tenderán a surgir
pequeñoburgués urbano, de orientación antiobrera, por los conflictos que no se pueden manifestar por
un lado; y de tropa de choque de los grandes latifun­ otras vías.10
distas contra los movimientos campesinos, por el otro.
Tales elementos, juntamente con las observaciones
6 Alfonso Leonetti, Notes sur Gramsci, París, 1974, p. 36. de Gramsci sobre el movimiento fascista, serán bri-
7 Antonio Gramsci, “El pueblo de los monos’’, en Sobre
el fascismo. Prólogo y selección de Enzo Santarelli, ed. Era, u Antonio Gramsci, “Los dos fascismos”, en ibid., pp. 89-90.
México, 1979, pp. 67-70. 10 Antonio Gramsci, “Intcrvento alia Comisione Política”,
8 Antonio Gramsci, “Subversivismo reaccionario”, en ibid., en costruzione del Partito Comunista 1923-1926, Turín,
pp. 80-81. 1971, p. 486 (citado en lo sucesivo como CPC).

50 51
llantemente recogidos y sistematizados por Togliatti en de la “marcha sobre Roma”, que llevaría a Mussolini
sus lecciones de 1935 en Moscú,11 que a mi parecer al poder, Gramsci vuelve a hablar del “futuro Estado
proporcionan la más completa y sistemática teoría del socialdemócrata italiano”, que sería “realizado en co­
fascismo como régimen totalitario. Pero, de cualquier mún [...] por populares y socialistas”; y llegar a decir
modo, creo que la ausencia de evaluación de las posi­ incluso que “también en el partido fascista existen sín­
bilidades de un régimen fascista —ausencia que puede tomas evidentes de la podredumbre socialdemócrata”.15
documentarse en los escritos gramscianos de 1921- En esas condiciones, es normal concluir que “la lucha
1922— explica, por lo menos en parte, la “capitula­ contra la socialdemocracia, contra el Partido Socialista
ción” de Gramsci ante las tesis centrales de la mayoría traidor, se identifica con la lucha por la liberación del
bordiguiana: Gramsci termina asumiendo la idea de proletariado”.16 Y el ataque contra los socialistas no
la inminencia de una fase socialdemócrata en Italia, se limita a la derecha reformista, sino que adopta tonos
de la cual el fascismo sería sólo (consciente o incons­ tal vez aún más duros contra los “centristas” de Se-
cientemente) un instrumento de preparación.12 rrati, a los que Gramsci no titubea en llamar “canallas
Así es como, en julio de 1921, Gramsci —des­ maximalistas”.17 Comentando esa fase de brutal secta­
pués de haber analizado con tanta agudeza la novedad rismo del PCI, Spriano observa:
del movimiento fascista— termina por reducirlo a “un
plan político [que] tiene como meta imponer a los je­ Los “turineses” no constituyen una excepción. Las
fes socialistas su retorno a la legalidad constitucional instancias democráticas y la pasión libertaria que
c inducirlos a la colaboración”.18 Y, demostrando con­ animaban a L’Ordine Nuovo parecen silenciadas y
cordar con las tesis de Bordiga (que rechaza el “frente sofocadas, o mejor, desdeñadas en el partido.18
único” político con los socialistas), completa:
No es fácil explicar las razones de esa “adhesión”
Contra el avance de la clase obrera se formará la de Gramsci a las tesis más esquemáticas y doctrina­
coalición de todos los elementos reaccionarios, des­ rias de Bordiga. Inspiradas en la pasividad maxima-
de los fascistas hasta los populares [antepasados de lista, en un fatalismo economicista radical, en una
la democracia cristiana] hasta los socialistas: los so­ concepción doctrinaria y “apocalíptica” de la revolu­
cialistas se convertirán incluso en la vanguardia de ción, tales tesis se revelan frontalmente contrarias a
la reacción antiproletaria, porque conocen mejor que los motivos ideológicos y culturales que inspiraron la
nadie las debilidades de la clase obrera.14 acción y la formación teórica de Gramsci, tanto en su
periodo inicial (hasta 1918) como en la época de
Todavía en febrero de 1922, sólo diez meses antes L’Ordine Nuovo semanal (1919-1920). No hay que
11 Palmiro Togliatti, Lezione sul fascismo, Roma, 1970. Antonio Gramsci, “La sostanza dclla crisi”, en SF, p. 453.
Id
*• Ibid., p. 455.
12 Bordiga, en 1921, llega a decir —anticipando la línea
IV Antonio Gramsci, “Bisogna parlar chiaro”, en SF, p. 379.
*"
izquierdista del “socialfascismo”, que sería aprobada por la
IR
Internacional en 1929— que “fascistas y socialdemócratas son Paolo Spriano, Storia del Partito..., cit., vol. i, p. 182.
dos aspectos del mismo enemigo del mañana” (citado en Rc (¡riéndose, sin embargo, a la parte sindical de las Tesis sobre
Paolo Spriano, Storia del Partito..., cit., vol. I, p. 127). Hoiiiii, redactadas por Tasca y Gramsci (ibid., p. 183), Spriano
13 Antonio Gramsci, “I capí c le masse”, en Socialismo e < «mienta que “revela indudablemente una preocupación unitaria
fascismo. L’Ordine Nuovo 1921-1922, Turín, 1966, p. 224 •mu intensa (que las tesis políticas, redactadas por Bordiga].
Se pueden percibir fácilmente, en la segunda parte [de las tesis
(citado en lo sucesivo como SF).
14 Antonio Gramsci, “Bonomi”, en Sobre el fascismo, cit., sindicales], los clásicos motivos gramscianos ordinovistas: el
del sistema de los Consejos de Fábrica y el del control obrero”.
p. 82.

52 53
excluir una adhesión sincera, íntima, motivada por un “centro dirigente”, que fuese capaz de derrotar a la
cierto “complejo de inferioridad” de Gramsci ante las dirección izquierdista de Bordiga y, al mismo tiempo,
innegables capacidades organizativas de Bordiga, ante de impedir que la minoría de derecha asumiese la di­
la extraordinaria vitalidad de este (en contraste con las rección del Partido con el apoyo externo de la Inter­
precarias condiciones físicas y psiconerviosas del joven nacional.20
sardo), ante el hecho, sobre todo, de haber sido Bor­ En su carta del 18 de mayo de 1923, dirigida a
diga quien anticipó la temática del partido, en una Togliatti, Gramsci empieza por una autocrítica:
época en que Gramsci aún estaba unilateralmente preo­
cupado con la cuestión de los Consejos. No es ésa, Es preciso crear en el interior del partido un núcleo,
sin embargo, la interpretación de Togliatti; apoyado en que no sea una fracción, de camaradas que tengan
indicios posteriores del propio Gramsci, Togliatti pien­ el máximo de homogeneidad ideológica y, por lo
sa que la adhesión fue únicamente exterior, ya que tanto, sean capaces de imprimir a la acción práctica
Gramsci criticaba privadamente las posiciones sectarias un máximo de unidad de dirección. Nosotros, del
de las Tesis de Roma y sólo silenciaba públicamente viejo grupo de Turín, cometemos muchos errores
sus críticas porque temía favorecer a la “minoría de en ese campo. [...] Por haber rechazado en 1919-
derecha” (Tasca, Graziadei), que maniobraba junto a 1920 la idea de crear una fracción, quedamos aisla­
la IC para apartar a Bordiga y conquistar mediante un dos, simples individuos o casi, mientras que en el
acto administrativo la dirección del partido.19 otro grupo, el abstencionista [bordiguiano], la tra­
dición de fracción y de trabajo en común dejó mar­
cas profundas que todavía hoy tienen reflejos ideo­
lógicos y prácticos muy considerables en la vida del
2. EL COMBATE CONTRA EL SECTARISMO partido.
El hecho, sin embargo, es que esa “adhesión” de
Gramsci a las posiciones de Bordiga (o, si se prefiere, Y, después de revelar su concordancia con la línea
su silencio táctico ante ellas) no duró mucho tiempo. de la IC, rechazada por Bordiga, Gramsci sigue di­
Un hecho biográfico provocaría un “viraje” decisivo ciendo:
en la actitud y en las concepciones políticas del co­ Creo que nosotros, que nuestro grupo, debe conti­
munista sardo; en mayo de 1922, es enviado a Moscú
como representante del PCI ante la IC, teniendo así nuar al frente del partido porque estamos realmente
la oportunidad de profundizar aún más su proceso de en la línea del desarrollo histórico. [...] Esta­
conocimiento y asimilación de los principios esenciales mos en el curso de la corriente histórica y tendremos
éxito, con sólo que sepamos remar bien y conservar
del leninismo. En consecuencia, en las cartas que, a el timón firme en nuestras manos.
partir de mayo de 1923, empieza a enviar desde Moscú
y Vicna a Togliatti y otros viejos compañeros de
Ya en esa primera carta, por otro lado, Gramsci
L’Ordine Nuovo semanal, Gramsci rompe con las con­
cepciones de Bordiga, revelando su adhesión a las tesis señala dos puntos esenciales en donde se debe romper
“frentistas” de la Internacional. Y comienza a exhor­ con el doctrinarismo abstracto e inmovilista de Bordiga:

tar a sus viejos amigos a constituir con él un nuevo 20 Toda la correspondencia de 1923-1924 entre Gramsci y
sus compañeros está reproducida en ibid., pp. 45-345. Cf. tam­
19 Palmiro Togliatti, La formazione del gruppo dirigente..., bién, sobre este periodo, la Introducción de Togliatti al vo­
lumen citado, pp. 11-40.
cit„ p. 22.

54 55
[Tenemos que] hacer una discusión de política ac­ fin estratégico, que es la destrucción del enemigo
tual y no un examen de fenómenos históricos gene­ y la ocupación de su territorio, sin haber alcanzado
rales: hacer propuestas prácticas e indicar a la masa antes una serie de objetivos tácticos tendientes a
orientaciones prácticas de acción y organización.21 dispersar al enemigo antes de enfrentarlo en campo
abierto.23
En un pequeño artículo, publicado dos años des­
pués, en julio de 1925, Gramsci presentaría de modo En ese breve artículo, Gramsci revela dos cosas:
sintético lo que opone su nueva visión dialéctica y le­ 1] que ya es capaz, gracias a la mediación de Lenin,
ninista al maximalismo de Bordiga. Antes que nada, de convertir su viejo y arraigado rechazo de la visión
caracteriza lúcidamente la esencia teórica de maxima­ fatalista y mecanicista del marxismo en un método
dialéctico positivo, concreto, tendiente al análisis ma­
lismo: terialista de la realidad; 2] que ya asimiló, gracias
El maximalismo es una concepción fatalista y me- nuevamente a la influencia de Lenin. algunas intuicio­
canicista de la doctrina de Marx [...] Es ineluc­ nes que más tarde, en los Cuadernos, lo llevarán a po­
table que el proletariado venza [dice el maximalis­ ner la “guerra de posición” como el método propio
mo]. Es inútil que la gente se mueva: ¿para que para la conquista de la hegemonía y del poder en las
moverse y luchar, si la victoria es fatal e ineluctable? sociedades occidentales desarrolladas.
Y un maximalista puede estar [...] también en el La lucha contra Bordiga, así, se traba esencial­
Partido Comunista. También en ese caso él cree que mente en nombre de Lenin; y no en nombre de un
es inútil moverse y luchar en lo cotidiano; él se li­ Lenin concebido como compendio de definiciones aca­
mita a esperar el gran día. Las masaá tienen que badas, de un Lenin entendido como creador de un
venir a nosotros, dice él, porque la situación objetiva “leninismo” doctrinario y abstracto, sino en nombre del
las empuja hacia la revolución. Por lo tanto, vamos método dialéctico y materialista que está en la base de
a esperarlas, sin tantas historias de maniobras tác­ la acción práctica y de las formulaciones políticas del
ticas y de expedientes de ese tipo.22 gran revolucionario ruso: de un método que indica
en el análisis diferenciado (concreto) de lo real y en el
A ese fatalismo impotente, disfrazado con una ideo­ respeto a sus mediaciones la tarea básica del marxismo
logía ultraizquicrdista, Gramsci contrapone el método concebido como guía para la acción. Pero, a pesar de
de Lcnin, un método dialéctico que toma en cuenta eso, fue con algún esfuerzo —como revelan las cartas
todas las mediaciones y “astucias” de lo real: intercambiadas entre 1923 y 1924— como Gramsci
consiguió convencer a sus viejos amigos de UOrdine
El camarada Lenin nos enseñó que, para vencer a Nuovo (Togliatti, Terracini, Leonetti, Scoccimarro) de
nuestro enemigo de clase, que es poderoso, que tie­
romper con la línea de Bordiga e iniciar un “nuevo
ne muchos medios y reservas a su disposición, debe­ curso” en el partido. Y ese poder de persuasión resultó,
mos aprovechar cualquier desorden en su seno y cu gran parte, de la justeza, la lucidez y la seguridad
debemos utilizar a todo aliado posible, aunque in­ intelectual con que Gramsci analizó y enfrentó, en sus
cierto, vacilante y provisional. Él nos enseñó que,
cartas y artículos de la época, las cuestiones que se
en la guerra de los ejércitos, no se puede alcanzar el planteaban al joven PCI y al movimiento comunista
internacional.
21 Ibid., pp. 64, 66 y 67.
22 Antonio Gramsci, “Massimalismo ed estremismo”, en
•> Ibid., pp. 248-49.
CPC, p. 248.

56 57
En una larga carta del 9 de febrero de 1924, envia­ en sí mismo, sino que debe adecuarse y ser expresión
da desde Vicna (donde se encontraba imposibilitado de la línea política adoptada. Por tanto, si es necesario
de regresar a Italia a causa de un mandato de prisión romper el aislamiento, conquistar en la lucha cotidiana
decretado contra él por el gobierno fascista), Gramsci la hegemonía de la clase obrera, asegurarse las alianzas
explica punto por punto su disensión con Bordiga. En necesarias para hacer avanzar la lucha, entonces el
primer lugar, combate duramente el fetichismo de la instrumento organizativo adecuado para esa línea polí­
organización que floreciera en los primeros años de tica tendrá que ser un partido de masas. En esa subor­
vida del PCI: dinación de la organización a la política, Gramsci re­
vela haber aprendido una lección más de Lenin.
El error del partido ha consistido en poner en pri­ Por otro lado, contra la concepción “administrativa”
mer plano y abstractamente el problema de la or­ de la revolución, que él denuncia en la teoría de la
ganización, lo cual, además, ha significado sólo la organización de Bordiga, Gramsci insiste en la necesi­
creación de un aparato de funcionarios ortodoxos dad de abandonar el doctrinarismo, de emprender un
para con la concepción oficial. Se creía y se sigue análisis concreto de las situaciones, un análisis dife­
creyendo que la revolución depende sólo de la exis­ renciado;
tencia de un aparato así, y se llega incluso a creer
que esa existencia puede determinar la revolución.24
es preciso formular con exactitud determinadas tesis
En contraste con la concepción bordiguiana de “po­ sobre la situación italiana y sobre las posibles fases
cos pero buenos”, de un partido exclusivamente de de su desarrollo posterior. [... ] Dentro de un cierto
cuadros, Gramsci insistirá —sobre todo en los años lapso, nuestro partido tendrá la mayoría de su lado:
1924-1926— en la necesidad de hacer del PCI un par­ no obstante, aunque ese periodo no sea cronológi­
tido de masas, ligado orgánicamente a los movimientos camente largo, será ciertamente denso de fases su­
populares. Sólo así, observa Gramsci correctamente, el plementarias, que tendremos que prever con cierta
partido podrá salir del inmovilismo fatalista y “hacer exactitud a fin de poder maniobrar y no caer en
errores.26
política” de modo efectivo:
Fue en la última conferencia del partido [la “Con­ La primera aplicación concreta de la idea de “fases
ferencia de Como”, en mayo de 1924, cuando •.iiplcmentarias” (o intermedias) aparecerá claramente
Gramsci asumió prácticamente la dirección en lugar < n la época de la crisis Matteotti, en 1924, cuando el
de Bordiga] cuando nuestro partido planteó explí­ fascismo —acusado directamente de haber asesinado
citamente, por primera vez, el problema de conver­ til parlamentario socialista— sufre una intensa y apa-
tirse en el partido de las más amplias masas italianas, m inemente falsa crisis de hegemonía, de legitimidad;
de convertirse en el partido que realiza la hegemonía < n ese momento, se vuelve evidente la posibilidad de
del proletariado en el amplio cuadro de la alianza • pie. entre la caída del fascismo y la dictadura del pro-
entre la clase obrera y las masas campesinas.25 l« i.iriado, se dé lo que Gramsci llama “intermedio
democrático”, o sea, un retorno al régimen liberal-
En suma, para Gramsci la organización no es algo di mocrático bajo la dirección política de los partidos
24 Antonio Gramsci, “Carta a Togliatti, Terracini y otro»
burgueses antifascistas y de los partidos reformistas.
(9-11-1924)“, en Antología, cit., p. 144.
25 Antonio Gramsci, “Dopo la confcrenza di Como”, en Palmiro Togliatti, La formazioite del gruppo dirigente. . .,
II. p. 199.
CPC, p. 182.

58 59
Todavía en 1926, cuando Mussolini ya había conse­ tica: tomando en cuenta la importancia de la cuestión
guido controlar la tempestad provocada por el caso institucional en Italia, el hecho de que la monarquía
Matteotti, Gramsci vuelve a insistir en la idea —que ya era claramente reconocida por la mayoría de la
no abandonará nunca, ni siquiera en la cárcel, como oposición y de las capas populares como uno de los
veremos después— de que “no es cierto y ni siquiera pilares del fascismo, Gramsci propone una “traducción
probable que el paso del fascismo a la dictadura del italiana” de la consigna de gobierno obrero-campesino:
proletariado sea inmediato”.27 A esa visión dialéctica la idea de la lucha por una Asamblea Constituyente
de las mediaciones de lo real —a esa comprensión Republicana, sobre la base de consejos obreros y cam­
del hecho de que la dirección del movimiento social pesinos. Ciertamente, se trataba de una consigna to­
jamás es unívoca, sino que siempre plantea alternati­ davía estrecha, en la medida en que su segunda parte
vas— corresponde la comprensión gramsciana de la —la idea de los consejos— no podía ser aceptada por
necesidad de consignas intermedias, como es el caso los sectores democrático-burgueses antifascistas y repu­
del “gobierno obrero-campesino”, capaces de desblo­ blicanos; pero revela, metodológicamente, un esfuerzo
quear positivamente una situación de impasse y de al­ de concreción nacional, que fue un rasgo caracterís­
terar la correlación de fuerzas en favor del proleta­ tico de la dialéctica de Lenin y que se volverá de ahora
riado.28 en adelante una preocupación permanente de Gramsci.
Y Gramsci revela además otra preocupación meto­ En 1926, por ejemplo, volverá a afirmar que
dológica de inspiración claramente leniniana: la de
concretar nacionalmente las consignas de carácter ge­ Para todos los países capitalistas se plantea un pro­
neral, eliminando su marca necesariamente abstracta. blema fundamental, el del paso de la táctica del
Así, ya en 1924, observa que es preciso frente único, entendido en sentido general, a una
táctica determinada, que se plantee los problemas
establecer concretamente el significado italiano de concretos de la vida nacional y actúe sobre la base
la consigna del gobierno obrero y campesino, dar a de las fuerzas populares tal como están determina­
esa consigna una sustancia política nacional.29 das históricamente.30
Él no tardaría en trasponer esa indicación a la prác-
Es una indicación del método que —como vere-
27 Antonio Gramsci, “Un examen de la situación italiana , iiios • Gramsci aplicará en su más importante trabajo
cix Sobre el fascismo, cit.» p. 211. , »»„ • Irl periodo ¿precarcelario,
pivvaivciiuiu, ci el estudio
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ral), una concepción instrumental, tendencialmente agita oía 1 Poda la nueva problemática b-uiuoviunu
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que la fórmula del “gobierno obrero-campesino es uní li.irá expresión sintética en las famosas Tesis de Lvon
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del desarrollo
dTdewrroV^S situación italiana y las tarea ? *lue ffue aprobado por amplia orarnsci y jllo-
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dei PC1 (tesis de Lyon)“, en i------ .
ed Pasado y Presente, México, 1977, p. 259J.
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™ Antonio Gramsci, “D-5“ProbVemY di* oggi e ‘di domani”, a Amonio Gramsci, “Un examen de la situación italiana**,
CPC, p. 181.

60 61
Todavía en 1926, cuando Mussolini ya había conse­ tica: tomando en cuenta la importancia de la cuestión
guido controlar la tempestad provocada por el caso institucional en Italia, el hecho de que la monarquía
Matteotti, Gramsci vuelve a insistir en la idea —que ya era claramente reconocida por la mayoría de la
no abandonará nunca, ni siquiera en la cárcel, como oposición y de las capas populares como uno de los
veremos después— de que “no es cierto y ni siquiera pilares del fascismo, Gramsci propone una “traducción
probable que el paso del fascismo a la dictadura del italiana” de la consigna de gobierno obrero-campesino:
proletariado sea inmediato”.27 A esa visión dialéctica la idea de la lucha por una Asamblea Constituyente
de las mediaciones de lo real —a esa comprensión Republicana, sobre la base de consejos obreros y cam­
del hecho de que la dirección del movimiento social pesinos. Ciertamente, se trataba de una consigna to­
jamás es unívoca, sino que siempre plantea alternati­ davía estrecha, en la medida en que su segunda parte
vas— corresponde la comprensión gramsciana de la —la idea de los consejos— no podía ser aceptada por
necesidad de consignas intermedias, como es el caso los sectores democrático-burgueses antifascistas y repu­
del “gobierno obrero-campesino”, capaces de desblo­ blicanos; pero revela, metodológicamente, un esfuerzo
quear positivamente una situación de impasse y de al­ de concreción nacional, que fue un rasgo caracterís­
terar la correlación de fuerzas en favor del proleta­ tico de la dialéctica de Lenin y que se volverá de ahora
riado.23 en adelante una preocupación permanente de Gramsci.
Y Gramsci revela además otra preocupación meto­ In 1926, por ejemplo, volverá a afirmar que
dológica de inspiración claramente leniniana: la de
concretar nacionalmente las consignas de carácter ge­ Para todos los países capitalistas se plantea un pro­
neral, eliminando su marca necesariamente abstracta. blema fundamental, el del paso de la táctica del
Así, ya en 1924, observa que es preciso frente único, entendido en sentido general, a una
táctica determinada, que se plantee los problemas
establecer concretamente el significado italiano de concretos de la vida nacional y actúe sobre la base
la consigna del gobierno obrero y campesino, dar a de las fuerzas populares tal como están determina­
esa consigna una sustancia política nacional.29 das históricamente.30
Él no tardaría en trasponer esa indicación a la prác-
lis una indicación del método que —como vere­
27 Antonio Gramsci, “Un examen de la situación italiana”, mos— Gramsci aplicará en su más importante trabajo
ea Sobre el fascismo, cit., p. 211. del periodo precarcelario, el estudio inacabado sobre
28 Es cierto que Gramsci, en esa época, tenía del “gobierno
obrero-campesino’’ (y de las consignas intermedias en gene*
‘Algunos temas de la cuestión meridional”.
ral), una concepción instrumental, tendencialmente agitadora, loda la nueva problemática gramsciana —la nece-
que se vincula más a la orientación izquierdista que Zinóvie\ hlnd de análisis concretos de la situación italiana, el
imprimiría a la Internacional después del V Congreso (1924) l'ioblcma de las consignas intermedias, la defensa de
que a la inspiración originaria de Lenin. Un ejemplo de esi
concepción instrumental y agitadora aparece en las Tesis dt muí política realista contra la pasividad maximalista,
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que la fórmula del “gobierno obrero-campesino” <
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del desarrollo histórico” (“La situación italiana y las tarea -ase rea «I c documento Gramsri LVun
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del PCI (tesis de Lyon)”“, La Fecrfr™ políticos
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ed. Pasado y Presente, México, 1977, p. 259].
29 Antonio Gramsci, “Problemi di oggi e di domani”, ci "• Antonio Gramsci, “Un examen de la situación italiana”,
•II, p. 214.
CPC, p. 181.

60 61
(90.2%) en el III Congreso del PCI, realizado en rados por Gramsci en sus notas de la cárcel, cuando
enero de 1926.31 Ciertamente, al lado de sus innume­ su relación con la herencia de Lcnin y de la III Inter­
rables elementos positivos (entre los cuales resalta la nacional ya no sea una relación de asimilación, sino
tentativa de análisis marxista de la sociedad italiana y una relación dialéctica de continuidad/supcración. De
de sus alternativas, la primera tentativa del genero cualquier modo, la presencia de tales límites no anula
realizada por el PCI desde su fundación), las Tesis de la importancia de las Tesis de Lyon ni, de modo más
Lyon contienen también, sin embargo, puntos débiles, general, el valor permanente de muchos de los con­
que señalan —más quizá que los límites personales de ceptos elaborados por Gramsci en ese periodo de tran­
la reflexión gramsciana en ese periodo— los propios sición hacia la madurez. Es el mismo Amendola quien
límites de la concepción política de la III Internacional. reconoce la importancia histórica del Congreso de
(Límites que sólo serán superados en el VII Congre­ Lyon:
so de la IC, de 1935, cuando se plantee la cuestión
del “frente popular”, iniciándose así el proceso de su­ Después de Lyon, el PCI fue capaz de abrir su
peración de una concepción simplemente instrumental camino, de desarrollar una política, de enfrentar las
de la democracia política y de las alianzas. Sólo en­ duras pruebas de la clandestinidad, de pagar el du­
tonces los comunistas demostrarán —bajo el impacto ro precio de los sacrificios. Después de Lyon, el PCI
de la experiencia fascista y nazi— haber llegado a una tuvo un grupo dirigente unido, agrupado en torno
nueva evaluación de la cuestión democrática.) Ya nos a Gramsci, formado sobre la base de una rica ex­
referimos, al hablar del carácter instrumental y a veces periencia política y de una áspera lucha política.
estrecho de las consignas intermedias, a algunas limi­ En ese sentido, puede afirmarse que el III Congreso
taciones contenidas en las reflexiones de Gramsci en del PCI fue el verdadero congreso de constitución
ese periodo. Giorgio Amendola, escribiendo en 1978, del partido.33
proporcionó quizá la mejor síntesis de los “juicios
erróneos” y de la “rigidez doctrinaria” que conservan I LAS PRIMERAS FORMULACIONES DEL CONCEPTO DE
las Tesis de Lyon. Tales puntos negativos se conden­
HEGEMONÍA
sarían, supone Amendola,
en la apreciación de las otras fuerzas políticas, en No obstante los límites antes apuntados, fue en el pe-
particular de las socialistas: en la indicación de una liodo que va de 1921 a 1926, en particular en los tres
pretendida división de tareas contrarrevolucionarias últimos años, cuando tuvo lugar la efectiva transición
entre fascismo y democracia; en el carácter instru­ <lc Gramsci hacia la madurez: es en esa fase cuando
mental de los objetivos políticos intermedios; en k empiezan a tomar cuerpo, a partir de una creciente asi­
incapacidad de plantear de modo coherente la vincu milación del leninismo, algunos de los conceptos bási-
lación entre la lucha por la democracia y la luchí •os que Gramsci desarrollaría en los Cuadernos de la
por el socialismo.32 cárcel, y que representan, como veremos, su contribu­
ción específica y original al desarrollo y la renovación
Muchos de esos límites, como veremos, serán supe •Id marxismo. La primera formulación relativamente
madura de esos conceptos básicos aparece en dos tra­
31 Para referencias bibliográficas, cf. nota 28 de este ca bajos redactados por Gramsci después de las Tesis de
pítulo.
32 Giorgio Amendola, Storia del Partitu Comunista Italiam
1921-1943, Roma, 1978, p. 102. » Ibid., pp. 102-103.

62 63
Lyon, en octubre de 1926, o sea, en su famosa “Carta asimilación del leninismo, ya capacita a Gramsci —en
al Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) ese periodo— para comprender la importancia central
de la Unión Soviética” y en el ensayo inacabado sobre de la política de alianzas. Ya no afirma, como lo hacía
“Algunos temas de la cuestión meridional”. en la época de teorización de los consejos, que la
Pero antes de esto, ya en 1924, recogiendo las ob­ fábrica es el “territorio nacional” de la clase obrera;
servaciones de Lenin sobre la mayor dificultad para la Gramsci ahora está convencido de que, para conver­
conquista del poder en las sociedades capitalistas avan­ tirse en “clase dirigente”, para triunfar en aquella es­
zadas, Gramsci formularía por primera vez una posi­ trategia más compleja y de largo alcance, el proleta­
ción que, desarrollada y concretada, formará el eje en riado no puede limitarse a controlar la producción
tomo del cual giran las notas de la cárcel: la idea de económica, sino que también debe ejercer su dirección
una diferencia estructural entre las formaciones econó­ político-cultural sobre el conjunto de las fuerzas so­
mico-sociales del “Occidente” y el “Oriente”, con la ciales que, por tal o cual razón, de tal o cual modo,
necesaria consecuencia de que es preciso elaborar es­ se oponen al capitalismo. Y, para poder hacerlo, la
trategias que tomen en cuenta esa diferencia y se ade­ clase obrera tiene que conocer el territorio nacional
efectivo sobre el que actúa, tiene que conocer y do­
cúen a ella.
minar los mecanismos de reproducción global de la
[...] en la Europa central y occidental —observa formación económico-social que pretende transformar.
Gramsci, en su carta ya citada de febrero de 1924—, Ahora bien, esa reproducción global, en el caso de Ita­
el desarrollo del capitalismo no sólo ha determina­ lia, pasa necesariamente por la “cuestión meridional”,
do la formación de amplios estratos proletarios, sino porque conserva los residuos feudales del Sur, porque
también, y por lo mismo, la aristocracia obrera, con forma con los latifundistas meridionales un bloque his­
sus anexos de burocracia sindical y de grupos so- tórico dominante, por eso la burguesía industrial puede
cialdemócratas. La determinación, que en Rusia era poner en funcionamiento los mecanismos de reproduc­
directa y lanzaba a las masas a la calle, al asalto ción del capitalismo italiano. Para romper tales meca­
revolucionario, en Europa central y occidental se nismos, la clase obrera tiene que asumir como suya
complica con todas estas sobrestructuras políticas la tarea de resolver la “cuestión meridional”: tiene que
creadas por el superior desarrollo del capitalismo, dirigir políticamente a la masa de los campesinos y
hace más lenta y más prudente la acción de las ma­ conducirlos a la realización de una reforma agraria
sas y exige, por tanto, al partido revolucionario, toda tadical, que ponga fin al poder de los latifundistas y,
una estrategia y una táctica mucho más complicadas ilo ese modo, destruye las relaciones hegemónicas que
y de más respiro que las que necesitaron los bol­ la burguesía industrial del norte sigue ejerciendo so-
cheviques en el periodo comprendido entre marzo y hre el conjunto de la población meridional. Estamos
noviembre de 1917.34 aquí ante la temática que Gramsci abordará en su
lamoso ensayo sobre “Algunos temas de la cuestión
Esa estrategia más compleja y de largo alcance —) meridional”.35
ya aquí se insinúa la idea de la “guerra de posicio­
nes”— tiene su centro en la cuestión de la hegemonía, La percepción gramsciana de la importancia central
en la cuestión de las alianzas de clase. La comprensiór <lc la “cuestión meridional” para Italia, sin embargo.
de la necesidad de “hacer política”, que le viene de h
•• Antonio Gramsci, “Algunos temas de la cuestión meri-
34 Antonio Gramsci, “Carta a Togliatti, Tcrracini y otra ilional”, en La cuestión meridional, ed. Dédalo, Madrid, 1978,
rp 97-131.
(9-11-1924)“, cit., p. 146.

64 65
no se inicia con este ensayo ni terminará con él. Como restauración”, queriendo indicar con eso que al desarro­
vimos, desde su primera juventud, Gramsci siempre llo de las fuerzas productivas corresponde la conser­
atribuyó una posición destacada al problema del sur vación de elementos atrasados de las relaciones so­
de Italia; y volverá a hacerlo varias veces en los Cua­ ciales.36
dernos de la cárcel, donde el tema le sirve de punto En la medida en que dejó sin solución el problema
de partida para un examen profundo y agudo de las de una reforma agraria radical, jacobina, la “revolución
vicisitudes históricas del capitalismo italiano. Aunque desde arriba” del Risorgimento generó la “cuestión me­
lo haga con más precisión en los Cuadernos, ya en ridional”, que se expresa antes que nada en la no in­
textos anteriores Gramsci señala la característica cen­ tegración del mundo campesino meridional en los pro­
tral del capitalismo italiano: la de ser un capitalismo cesos de modernización económica y política. Y Grams­
débil, dirigido por una burguesía que fue incapaz de ci va más allá: él cree que la burguesía no es ya capaz
romper con los elementos de atraso existentes en la de resolver la cuestión meridional, alterando su siste­
sociedad italiana y de imponer su proyecto político ma de alianzas. Y esto porque, además de impuesto
al conjunto de la nación. El movimiento de unifica­ desde arriba, el capitalismo italiano es un capitalismo
ción nacional, o Risorgimento. realizado a mediados débil y tardío, no pudiendo así disfrutar de las venta­
del siglo xix, fue dirigido por la burguesía liberal mo­ jas de una amplia explotación colonial. El sur, atrasado
derada, en alianza con los grandes sectores latifundis­ V semifeudal, funcionó objetivamente como un terri­
tas y bajo la égida de la monarquía piamontesa. Esto torio colonial explotado por la burguesía industrial del
hizo de él lo que Gramsci acostumbraba llamar “re­ norte. Era no sólo un mercado cautivo (aunque res­
volución pasiva” (o “revolución desde arriba”, o “revo­ tringido), guarnecido por el proteccionismo; era tam­
lución sin revolución”); es decir, un proceso de trans­ bién, y tal vez sobre todo, una fuente de fuerza de
formación que excluyó la participación de las fuerzas trabajo barata para la industria del norte. Esa situación
democráticas y populares del nuevo bloque de poder, favorecía no sólo a la burguesía septentrional, sino
de las fuerzas interesadas en la completa erradicación también a los grandes latifundistas del sur, que eran
de los restos feudales y, como tal, en una revolución piotcgidos así por el Estado contra transformaciones
radicales en el estatuto de la propiedad rural. Más que
agraria que integrase a los campesinos en la economía
capitalista moderna y los atrajese hacia la esfera de la eto: los grandes márgenes de lucro disfrutados por la
hegemonía burguesa y democrática. Los liberales mo­
burguesía del norte, gracias al proteccionismo y al vo­
derados “cooptaron” a los elementos más activos del luminoso ejército industrial de reserva, favorecían las
'« ntativas de “cooptación” transformista de algunos
Partido de Acción, del partido demócrata radical pe-
«•Clores obreros, que se expresaban políticamente en el
queñoburgués, pero no realizaron su programa; ese pro­
ceso “transformista” (de “transformación” de la van­ •• Hay una analogía esencial entre los conceptos grams-
guardia del sector radical gracias a su cooptación por i.mos de “revolución pasiva”, “revolución-restauración”, etcé-
el bloque dominante), es, además, según Gramsci, la '•i.i, y el concepto leniniano de “vía prusiana” (tal como se
titiniiila, sobre todo, en V. I. Ixnin, “El programa agrario de
principal forma de conquista de la hegemonía en un i-» MK-ialdemocracia en la primera revolución rusa de 1905-
proceso de “revolución pasiva”. Al excluir a las masas • en Obras completas, cit., tomo xin, pp. 223 ss. La
populares, al renovar al país “desde arriba”, el Risor­ líkicncia sería más de énfasis, pues mientras que Lenin
gimento generó en Italia un proceso de modernización • rntíia los aspectos económicos de la “modernización conser-
(sin dejar de indicar sus consecuencias políticas),
conservadora. De ahí que otro de los temas usados Hriinsci se concentra sobre todo en los aspectos políticos,
por Gramsci para caracterizarlo sea el de “revolución- "i* (estructurales.

66 67
reformismo. Con eso, un sector privilegiado de la clase el fin de unir en torno a sí esos estratos, realizando
obrera —una “aristocracia obrera”— terminaba por con ellos una alianza en la lucha contra el capitalis­
contribuir a consolidar el bloque industrial-agrario que mo y, de ese modo, aislando al propio capitalismo.
dominaba el país y era responsable directo de las mi­ La clase obrera, en Italia, se vuelve clase dirigente
serabilísimas condiciones de vida del campesinado en la medida en que hace de la cuestión meridional
del sur. una cuestión nacional. Plantear el problema de la
Por lo tanto, la alianza obrero-campesina no es sólo, hegemonía obrera significa, para Gramsci, plantear
para Gramsci, la condición de victoria de la revolución el problema de la función nacional de la clase
proletaria.37 Es también un modo de quebrantar la obrera.89
influencia de los reformistas sobre la clase obrera, “de
modificar la orientación política y la ideología general
del proletariado mismo como elemento nacional”;38 * La idea de que la conquista de la hegemonía por una
clase implica su transformación en clase nacional —de
haciendo suya la “cuestión meridional”, la clase obrera
se sustrae a la esfera de la hegemonía burguesa, se clase que sólo se puede ser clase dominante cuando se es ya
dirigente, cuando ya se cuenta con el consenso
convierte a su vez en clase nacional, o sea, capaz de
ejercer su propia hegemonía sobre la mayoría de los de la mayoría de la población trabajadora— es la gran
trabajadores (los campesinos). El problema de la he­ adquisición teórica de los últimos años de Gramsci en
gemonía, de la conquista del consenso, se convierte ya lilwrtad. Podríamos decir que es el gran tema que él
aquí en el problema central de la estrategia gramsciana lleva consigo a la cárcel, y que servirá como hilo con­
de transición hacia el socialismo. Condición para con­ ductor de sus reflexiones de la madurez. Es cierto que,
quistar la hegemonía es que el proletariado abandone cu 1926, aún le hace falta, por lo menos de modo
la mentalidad corporativista, que se expresa en el re­ explícito y sistemático, el concepto de “sociedad civil”
formismo, dejando de defender únicamente sus inte­ -o, más precisamente, la teoría del Estado como sín­
reses inmediatos, grupales, y convirtiéndose así en clase tesis de “sociedad política” y “sociedad civil”—, que
nacional: en clase que asume y hace suyas todas las dará a la noción gramsciana de la hegemonía su ca-
reivindicaciones de las capas trabajadoras y, en parti­ lácter específico, su novedad esencial: la “sociedad
cular, en el caso concreto de la Italia de entonces, de * i vil”, como veremos, se convierte en “portador ma­
las masas campesinas meridionales. Comentando el en­ terial” de la función social de la hegemonía. Pero la
sayo de Gramsci sobre “Algunos temas de la cuestión idea de la articulación entre dominación y dirección,
meridional”, observó correctamente Luciano Gruppi: «ntre creación del nuevo Estado proletario y hegemo­
nía, es decir, la distinción (en la unidad) entre las
La hegemonía es esto: determinar los rasgos especí­
funciones de dominación y de hegemonía, ésa es una
ficos de una condición histórica, de un proceso, vol­ idea que ya aparece en 1926. Y no sólo en el ensayo
verse protagonistas de las reivindicaciones de otros •.obre “Algunos temas de la cuestión meridional”, lo
estratos sociales, de la solución de las mismas, con
que ha sido generalmente observado, sino también en
37 “El proletariado puede convertirse en clase dirigente ) lu famosa carta que, poco antes de su prisión, Grams-
dominante en la medida en que consigue crear un sistemi • i —en nombre de la Ejecutiva del CC del PCI— en-
de alianza de clase que le permita movilizar contra el capita
lismo y el Estado burgués a la mayoría de la población tra vló al comité central del Partido Comunista Soviético,
bajadora’’ (“Algunos temas de la cuestión meridional”, cit.
p. 101). Luciano Gruppi, // concetto di egemonia in Gramsci, Ro-
3* lbid., p. 102. ••m, 1972, p. 78.

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tratando de las divergencias surgidas entre la mayoría En esos países, la conquista de la hegemonía debe
agrupada en torno a Stalin y Bujarin, por un lado, y, preceder a la conquista del poder. Pero él insiste, por
por otro, la minoría encabezada por Trotsky y por otro lado, en el hecho de que también en las sociedades
Zinóviev. de menor complejidad política, como Rusia, la clase
El objetivo inmediato de la carta es solicitar a los obrera no puede subestimar la cuestión de la hegemo­
dirigentes soviéticos que no lleven la divergencia hasta nía: incluso después del acceso al poder, debe seguir
el punto de ruptura, a fin de evitar una pérdida de pres­ siendo dirigente (si ya lo era antes) o luchar para serlo
tigio de la URSS y del PCUS en el movimiento comu­ (si aún no lo era). Y, tal como en los países capita­
nista internacional. Aunque se alinea con la mayoría y listas desarrollados, también bajo el régimen proletario
atribuya a la oposición el peligro mayor de la escisión, la condición para convertirse en fuerza hegcmónica es
Gramsci dice abiertamente que no está seguro de que superar todo espíritu corporativista y elevarse a la con­
la mayoría sepa evitar los excesos en su victoria (él dición de clase nacional:
teme que extravenza, o sea, que abuse de los adversa­
rios vencidos). Los años siguientes, por desgracia, no [...] el proletariado no podrá cumplir su función
harían sino dar la razón a los fundados temores de dirigente más que si abunda en espíritu de sacrificio
Gramsci: los métodos de la “extravictoria”, que fueron y se ha liberado completamente de todo residuo de
llegando hasta los ignominiosos procesos de los años
corporativismo reformista o sindicalista.41
treinta, se convirtieron en regla en las disputas entre Por eso es que Gramsci da su apoyo a la mayoría,
los bolcheviques a lo largo de los tristes años del te­ que defiende la Nueva Política Económica (NEP), ins­
rror stalinista. pirada directamente por Lenin: la NEP tiene entre sus
Pero, además de ese objetivo inmediato, la carta principales metas promover un paso gradual al socia­
posee un núcleo que me parece de la mayor importan­ lismo en el campo, un paso que se funda en el consenso
cia: me refiero a la preocupación central con la cues­ <lc los campesinos (obtenido a través de la batalla
tión de la hegemonía, con la capacidad que debe tener cultural y de los estímulos económicos) y no en la
la dictadura proletaria de no limitar su acción a la coerción y la violencia (como ocurrirá en los años
simple coerción, sino de basarla esencialmente en el 1918-1921, durante el “comunismo de guerra”).
consenso de las masas trabajadoras y, en particular, < ¡ramsci, como Lenin, está convencido de que la NEP
del campesinado (que era, en la URSS de entonces, la rs la única estrategia de construcción del socialismo
mayoría de la población). Gramsci está convencido, capaz de conservar la confianza de la mayoría de la
por un lado, de que las cuestiones de la hegemonía se población soviética (formada por los campesinos), o
plantearán de forma nueva en los países occidentales ra, de asegurar la dirección política de la clase obrera
más desarrollados: v su dominación como hegemonía. Defiende la política
[.. .] todos los problemas inherentes a la hegemonía de la NEP por estar convencido, en suma, de que el
del proletariado se presentan en Italia en una forma proletariado “no puede mantener la hegemonía y su
sin duda más compleja y aguda que en la misma dictadura si no sacrifica, incluso cuando ya es domi­
Rusia [.. . ] porque nuestros campesinos tienen una nante, esos intereses inmediatos [corporativos] a los
riquísima tradición organizativa.40 intereses generales y permanentes de la clase [el socia­
lismo]”.42 En la política de los opositores a la NEP
40 Antonio Gramsci, “Carta al Comité Central del Partidc
Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética (I4-X-1926)". “ Ibid., p. 205.
en Antología, cit.» p. 204. ♦’ Ibid., p. 206.

70 71
sino también por afinidades de naturaleza cultural. Por IV. Observaciones metodológicas sobre
eso, cuando él dice que la cuestión campesina en Italia
asumió “dos formas típicas y peculiares: la cuestión los Cuadernos de la cárcel
meridional y la cuestión vaticana” ** está planteando
una dimensión nueva del problema de la hegemonía.
Para volverse clase dirigente, el proletariado debe tam­ I I manuscrito sobre “Algunos temas de la cuestión
bién dar respuesta a las cuestiones ideológicas vividas meridional” quedó inconcluso: el 8 de noviembre de
por sus aliados potenciales: si los campesinos italianos 1926, cuando todavía lo estaba redactando, Gramsci
encuentran una explicación para el mundo en la reli­ fue encarcelado. Elegido diputado por el PC1 en 1924,
gión católica, si viven el catolicismo como problema < iratnsci se creía protegido por el fuero parlamentario,
efectivo y real, entonces es preciso que la capacidad de v no consiguió escapar a tiempo del “golpe dentro del
dirección se manifieste también en la lucha para com­ golpe” dado por Mussolini: usando como pretexto un
prender las raíces profundas de esa escuela cultural, oscuro atentado terrorista de que fuera víctima días
para encontrar en ella los elementos capaces de ser untes, y del cual escapara ileso, Mussolini suprimió a
orientados en el sentido de los objetivos centrales de (males de 1926 las últimas y precarísimas libertades
la transformación social y cultural propuesta por la democráticas que aún restaban en Italia en la primera
clase que es candidata a la hegemonía. La batalla de (use de su gobierno. El proceso de creciente fascisti-
las ideas —el diálogo y la confrontación cultural— ■»h ión del Estado llegaba a su fin: se instalaba enton-
asume una importancia decisiva en la lucha por la he­ • es el sistema totalitario (Gramsci), en el cual el Par­
gemonía. La antigua preocupación de Gramsci con las lamento fue suprimido, todos los partidos no fascistas
cuestiones de la renovación cultural encuentra ahora • lisucltos, toda la población encuadrada en una red
una dimensión más concreta. Ésa es la razón por la • apilar de organizaciones fascistas de masa (sindicatos,
que el problema de los intelectuales —el papel esen­ asociaciones juveniles, femeninas, infantiles, recreati­
cial que les toca en la agregación o disgregación de una vas, etcétera). Comenzaba para Gramsci una dura vida
relación de hegemonía, en la formación o conservación • l« martirios: preso, confinado, procesado, condenado
de un “bloque histórico”— aparece con tanta fuerza, a más de veinte años de prisión, padeciendo en la cár-
por primera vez, en el ensayo sobre “Algunos temas • d males atroces, Gramsci sólo será liberado en abril
de la cuestión meridional”. Y también ése es un tema • l. 1937, pocos días antes de su muerte, en una ma­
que será ampliamente examinado y desarrollado en los niobra de Mussolini para impedir que muriese como

Cuadernos de la cárcel. riisionero del fascismo.

I I I CARÁCTER UNIVERSAL DE LOS “CUADERNOS”

i ii el proceso que condenó a Gramsci, junto con otros


(inventes comunistas, en junio de 1928, el fiscal
lituista había dicho: “Es preciso impedir que ese ce­
ní no funcione durante veinte años”. Fue por ello que,
mi gran dificultad, Gramsci obtuvo autorización para
Antonio Gramsci, “Algunos temas de la cuestión meri .ludiar y escribir en la prisión. Las primeras notas y
dional”, cit., p. 102. ♦puntes son de 1929, prácticamente tres años después

74 75
de su detención y un año después de su condena. A Desde el punto de vista inmediatamente formal, su
partir de entonces y hasta 1935, cuando sus precarias plan no puede realizarse; aunque contengan innume­
condiciones de salud le impiden definitivamente tra­ rables pasajes “definitivos” (sobre todo aquellos donde
bajar, Gramsci escribe casi ininterrumpidamente. Llena, Gramsci reescribe y reagrupa notas anteriores), los
con su pequeña letra, 29 cuadernos escolares con notas < 'nademos conservan un agudo carácter fragmentario.
y otros cuatro con ejercicios de traducción; aborda en I >csde el punto de vista del contenido, sin embargo, la
ellos asuntos variadísimos, pero los organiza en torno nicocupación sistemática es evidente: como veremos,
hay algunos temas centrales, relacionados entre sí, en
a algunos ejes principales: no es raro que, después de
una primera redacción, rehaga y agrupe temáticamente, torno a los cuales se articula estructuralmente el vasto
material investigado. Podríamos decir, usando la dis­
en los llamados “Cuadernos especiales”, las notas ini­ tinción de Marx, que los Cuadernos contienen un pri­
ciales, dándoles un nuevo tratamiento más sistemático. mer tratamiento del material de la investigación, pero
En la edición crítica, recientemente publicada, los cua­ que Gramsci no tuvo ni el tiempo ni las condiciones
dernos ocupan casi 2 500 páginas de texto impreso? necesarias para trabajarlo adecuadamente según el
Gramsci tenía plena conciencia del carácter circuns­ método de exposición.3 Pero insistimos en la salvedad:
tancial de su obra hasta entonces, la cual —salvo quizá desde el punto de vista inmediatamente formal —si
el ensayo incompleto sobre “Algunos temas de la cues­ mis atenemos al contenido estructural—, es posible
tión meridional”— se componía esencialmente de ar­ peicibir las líneas del encadenamiento dialéctico de las
tículos periodísticos breves, de informes políticos, de determinaciones y categorías investigadas, lo que per­
discursos. Creo haber destacado, en los capítulos ante­ mite recomponer partes esenciales de los Cuadernos
riores, el valor teórico y metodológico de esa vastísima < gtin los criterios del método marxiano de exposición,
producción precarcelaria; pero es imposible negar su • sto es, mediante un proceso de explicitación catego-
carácter circunstancial, fuertemente “fechado”, que • nd que va de lo abstracto a lo concreto.
da a gran parte de la misma un interés más documental
Basta pensar, por ejemplo, en la preocupación grams-
que propiamente teórico. Apenas llegado a la prisión, hma por establecer el “primer elemento”, la “célula”
en una carta del 19 de marzo de 1927, comunica a su !• la política, que él apunta correctamente en la exis-
cuñada —la principal interlocutora de su amplia co­ '•m ia de gobernantes y gobernados, de dirigentes y
rrespondencia carcelaria— la intención de realizar
tu igidos.4 Esa célula —por su carácter abstracto y de
ahora un trabajo “/wr ewig'\12 o sea, un trabajo desti­ i'imto de partida, al exigir una explicitación (concreti-
nado a durar, menos circunstancial y más sistemático
>iii<m) dialéctica e histórica— tiene una función me-
1 Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel. Edición crítia
• •»di ilógicamente análoga a la de mercancía en El Ca­
a cargo de Valentino Gerratana, del Instituto Gramsci, ed nal de Marx. Así como Marx parte de la mercancía
Era, México, 1981 (6 tomos) [citado en lo sucesivo come d< sus determinaciones para elaborar las categorías
Cuadernos]. Una minuciosa descripción de los Cuadernos ) hiAm complejas y ricas de su crítica de la economía
de los métodos utilizados en su edición crítica se puede lee
en Valentino Gerratana, “Sulla preparazione di un’edizionr
critica dei Quaderni del carcere", en Varios autores, Gramsi • Para la distinción entre método de investigación y método
e la cultura contemporáneo, Roma, 1969, vol. II, pp. 455-74 U • «posición, cf. Karl Marx, El Capital, ed. Fondo de Cultura
y también en el prefacio del mismo Gerratana a los Cuadei • ■«Hiómica, México, 1975, t. i, p. xxm.
nos, t. 1, pp. 11-35. • Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la po-
2 Antonio Gramsci, “Carta a Tatiana Schucht (19-111 v sobre el Estado moderno, ed. Juan Pablos, México,
IÍD. pp. 40-42.
1927)“, en Antología, cit., p. 224.

76 77
política, entre las cuales se encuentra la del capital los Cuadernos. Hay así, entre las formulaciones teó-
como relación social, también Gramsci parte de su ticas de Gramsci anteriores a la prisión y las con-
“primer elemento” (la distinción gobernantes-gober- tenidas en los Cuadernos, una relación dialéctica: las
nados) para explicar las más importantes determi- reflexiones carcelarias, gracias al tratamiento “für
naciones de su teoría crítica de la política. Aquel ewig”, elevan a un nivel superior los elementos siste-
primer elemento, analizado, revela su génesis histórica filáticos contenidos en los escritos anteriores: pero, al
en la distinción entre clases sociales antagónicas: y, mismo tiempo, conservan la dimensión histórica de és-
explicado y concretizado, se desdobla en las neccsa- tos, su estrecha vinculación con los problemas concretos
rías distinciones a realizarse en el interior de las super- del presente. Y esa superación/conservación permite a
estructuras (en la esfera de la política),5 entre las Gramsci, en los Cuadernos, lograr un equilibrio casi
cuales destaca la elaboración de las determinaciones perfecto entre el momento histórico y el momento sis-
dialécticas de la sociedad civil/aparatos privados de temático, cuya articulación es el núcleo de la dialéc-
la hegemonía y de la sociedad política/aparatos esta- tica materialista de Marx, Engels, Lenin, Lukács.
tales de coerción. También podríamos mostrar, sin Tenemos, así, un reculer pour mieux sauter. El “dis­
dificultad, que toda la teoría gramsciana del partido Imiciamiento” de Gramsci frente a la praxis política
político —de su función y de su estructura interna— Inmediata, aunque involuntario, tuvo como resultado
resulta de una explicación de la “célula” gorbernantes- ampliar el horizonte y profundizar el nivel de su pro­
gobernados. •hicción teórica, haciéndola capaz de responder e inci-
De inmediato, podemos afirmar que fue el distan- lir sobre una praxis más vasta, más universal. Sin dejar
ciamiento forzado de las actividades políticas y perio- de ser un pensador profundamente italiano (tal vez la
dísticas cotidianas lo que posibilitó a la producción mayor parte de las notas de la cárcel esté dedicada
carcelaria de Gramsci el asumir ese carácter más sis­ •I examen de cuestiones directamente relacionadas con
temático, más “definitivo”, más histórico-universal i ijilia), el Gramsci de los Cuadernos asumió una es-
.Sería un error, sin embargo, pensar que esa producción • dura decisivamente universal:
carcelaria no tiene nada que ver con las vicisitudes
históricas y políticas de la época; lo nuevo es que esa Hay que señalar —observa el historiador inglés Do-
vinculación se da entonces en un nivel más amplio, nald Sassoon— que Gramsci no propone un “camino
en el nivel del periodo histórico y no en aquel del día italiano hacia el socialismo”, sino un camino “occi­
tras-día o de la coyuntura inmediata. Incluso cuando dental” en contraposición al “oriental”.6
sigue reflexionando sobre temas que ya abordó en d
periodo anterior a la cárcel, y que representan un» Si recordamos que, para Gramsci, “Oriente” y “Oc-
especie de “condensación” teórica de su experiencil idente” no son conceptos geográficos, sino que indican
política inmediata en los años 1914-1926, esa dimen rentes tipos de formación económico-social, en fun-
sión histórico-universal del tratamiento aparece ahon "ii sobre todo del peso que en ellos posee la sociedad
como regla. Y es también desde ese ángulo histórico ♦vil en relación al Estado; y si recordamos que, para
universal que Gramsci aborda los varios hechos políti i, las formaciones “orientales” tienden históricamente
eos que siguen sucediendo “allá afuera”, en el mundf • convertirse en “occidentales”, ya que el fortaleci-
exterior, hechos que ciertamente —de modo directa •»«uto de la sociedad civil resulta del propio desarro-
o indirecto— estimulan las reflexiones encerradas ci
• Donald Sassoon, Togliatli e la vía ¡Italiana al socialismo.
5 Ibid., pp. 34-35. • dal 1944 al 1964, Turín, 1980, p. 164.

78 79
lio histórico, entonces se hace aún más evidente ese (ación de las ideas básicas del leninismo. En los tres
carácter universal de sus reflexiones. Una universali­ capítulos finales, al analizar conceptos-clave de los
dad que, además, sólo tenderá a crecer, a medida que Cuadernos, veremos cómo representan objetivamente
se acentúa el proceso necesario de “occidentalización” una superación dialéctica de muchas de esas ideas bá­
de las sociedades mundiales. sicas del gran revolucionario ruso. Una superación
dialéctica: esto significa que el Gramsci maduro no
niega las conquistas del leninismo, sino que conserva
2. EL LUGAR DE GRAMSCI EN LA EVOLUCIÓN DEL
• ii núcleo central al mismo tiempo que lo desarrolla.1
MARXISMO
Porque fue rigurosamente leninista es que Gramsci pu­
Si fuese posible resumir en una pregunta el problemi do realizar ese movimiento de superación, del mismo
al cual los Cuadernos intentan dar una respuesta modo como por haber sido el más consecuente marxis-
ew/g”, o sea, de valor histórico-universal, esa pregunti la de su tiempo es que Lenin pudo renovar y actualizar
sonaría así: ¿por qué, a pesar de la crisis económica la herencia de Marx y Engels. Deben ser, así, prelimi-
aguda y de la situación aparentemente revolucionaria nnrmente recusadas, a mi juicio, dos posiciones igual­
que existía en buena parte de Europa occidental a h mente unilaterales: 1] la que ve en Gramsci una alter­
largo de toda la primera posguerra, no fue posible nativa al leninismo, o sea, una trayectoria teórica que
repetir allí, con éxito, la victoriosa experiencia de lo l'.utiría directamente de Marx (o de Sorel, o de Croce)
bolcheviques en Rusia? Para responder a esa pregunta y sería distinta o incluso antagónica a la trayectoria
como veremos, Gramsci promovería un desarrollo ori r*imiela de Lenin; 2] y la que, reconociendo correc-
ginal de algunos conceptos básicos de Marx, Engclt i‘miente el vínculo esencial entre Gramsci y Lenin,
y Lenin. Y si, como creemos, esa renovación gram» minimiza el momento de la renovación, de la supera-
ciana del marxismo y del leninismo es la tentativa bastí • lón dialéctica, del “ir más allá”.
ahora más sistemática de responder a las cuestiona | j¡ su práctica teórica, Gramsci no entiende el le­
cruciales de la estrategia de transición al socialismo ci ninismo (y el marxismo en general) como un conjunto
los países desarrollados, una transición que continúi «Ir definiciones acabadas, sino como un método para
en el orden del día, entonces su actualidad y su ccn • I descubrimiento de nuevas determinaciones:* o me-
tralidad se hacen evidentes: así como no era posible, a im aún, como método para explicar nuevas determi­
la época de Gramsci, renovar el marxismo sin estable na iones a partir del desdoblamiento de las antiguas,
cer una relación prioritaria de continuidad/superaciól
dialéctica con el patrimonio categorial de Lenin, taro ’ "Considero que, en esas posiciones de Gramsci, hay algo
poco es posible realizar hoy una operación semcjaiu •|íh» no sólo ‘selecciona’ determinados aspectos del leninismo,
—en lo que ésta tiene de necesario— sin una relaciéf ri • Mr iéndolos frente a otros, sino que ‘fuerza* su sentido y
del mismo tipo con la obra del autor de los CuadA •« desarrolla. Gramsci es esencial para la reconstrucción de la
nos de la cárcel. (Y tal vez no sea inútil recordar quí hhloiia real del movimiento obrero, precisamente porque fue
1 ♦ mediación que encaminó una innovación con relación a
sin una renovación dialéctica permanente, que acoro I mili, sin abandonar ni dejar de lado el patrimonio positivo
pane y responda a la evolución de la propia realidad «witenido en el leninismo” (Pietro Ingrao, “Perché il dibattito
el marxismo se convierte en una colección de dogma* ♦i Gramsci'’, en Masse e potere, Roma, 1977, p. 245).
En los tres primeros capítulos de este libro, intci • Para la contraposición entre el método de las definiciones
tamos demostrar cómo la trayectoria de Gramsci hasl imcliifísico) y el método de las determinaciones (dialéctico),
t Gcorg Lukács, Estética, ed. Grijalbo, Barcelona, 1965, vol.
1926 tiene como línea dominante la progresiva asini • |»p 29-30.

80 81
las cuales —siendo dialécticas— eran determinaciones (sociedad política 4- sociedad civil), la nueva estra­
necesariamente abiertas a la evolución histórica, y que tegia para el socialismo en “Occidente” (guerra de po­
exigían, por eso mismo, una renovación permantente. sición), etcétera— se encuentran también in nuce en
Los planteamientos básicos de Lenin, así, son conser­ Ins reflexiones de Lenin, en particular en los últimos
vados (en lo que tienen de esencial) y elevados al nivel •ños de su vida. (Ya nos referimos a los análisis que
superior (por la incorporación de las nuevas determi­ llevan a Lenin a la adopción de la política del “frente
naciones generadas por el desarrollo histórico-social). único” para el Occidente y a su afirmación del carácter
Como es evidente, no hay otro modo de ser fiel, si­ neoclásico” de la Revolución Rusa.)
multáneamente, al método dialéctico del materialismo Muchos autores analizaron ya la estructura de El
histórico y a la dialéctica objetiva de la realidad social, 1 apital como la explicación de un proceso lógico, de
ya que dicho método es la reproducción mental de esa ••use histórico-ontológica. cuyo movimiento consiste en
dialéctica, que es hecha también, en sí, ontológicamen- In elevación de lo abstracto a lo concreto, en el paso
te, por la articulación entre continuidad y renovación. •lo determinaciones más simples (o menos complejas) a
No fue otro el método que el propio Lenin utilizó determinaciones cada vez más concretas (más abar-
en relación a Marx cuando, en El Imperialismo, des­ • adoras y ricas).10 Podríamos, extrapolando, afirmar
cubrió y analizó las nuevas determinaciones que el •|H(* la relación de conservación/superación que se da
predominio del capital monopolista trajo al modo de • uiic Marx y Lenin, o entre Lenin y Gramsci, repre-
producción capitalista en general. Ese descubrimiento • uta —mutatis mutandis— un movimiento similar de
y ese análisis sólo se pudieron hacer porque Lenin no "iicrctización. Es inmediatamente evidente, por ejem­
rompió con el sistema categorial de El Capital (que plo. que el movimiento que va de las determinaciones
reproduce las leyes de la fase competitiva del capita* la mercancía a la ley de la tendencia decreciente de
lismo, leyes que son replanteadas —en forma transfi* ' » tasa de ganancia, dentro de El Capital, es un movi-
gurada— en la fase monopolista); al contrario, tal sis­ •irnlo que se orienta de lo abstracto hacia lo concreto,
tema fue conservado, al mismo tiempo en que era des­ ’•» la totalidad simple a la totalidad compleja. Pero me
arrollado y explicado dialécticamente, en la obra d( i'aiccc que también el movimiento que va de la tenden-
Lenin.9 Ese pasaje dialéctico, que implica ruptura ) •i decreciente de la tasa de ganancia, en El Capital, a
continuidad, sólo fue posible porque las nuevas deter­ procesos de formación de los monopolios y de ex-
minaciones del imperialismo, sistematizadas por Lenin i «ilación del capital, en El Imperialismo, sigue una
ya estaban contenidas en embrión en los trabajos dt Hiccción análoga. Aquella formación y esta exporta­
Marx: basta pensar, por ejemplo, en la relación entrt lón son tendencias que se oponen a la tendencia de­
el dominio de los monopolios, indicado por Lenin, ) miente de la tasa de ganancia; y, como se sabe, Marx
las tendencias a la concentración/centralización dd •nnideraba esas tendencias opuestas como determina-
capital, que son un momento esencial de la ley mai •ih s inmanentes a la propia ley de la tendencia de­
xiana de la acumulación. De modo análogo, las nueva miente.11 Así, en la medida en que descubrió nuevas
determinaciones descubiertas por Gramsci —la diferciv •ulencias opuestas, todavía desconocidas en la época
cia estructural entre las formaciones sociales de “Oriciv Marx, Lenin volvió más concreta la ley formulada
te” y de “Occidente”, la teoría ampliada del Estad!
< I entre otros, Evald V. Iliénkov, La dialettica delVas-
9 Interesantes observaciones sobre este tema pueden encol r del concreto nel Capitale di Marx, Milán, 1961, en
trarse en Gueorgui Rudenko, La metodología leninista en !• •Hk iilnr pp. 93-156.
investigación del imperialismo. La Habana, 1966, pp. 21-11 “ Hurí Marx, El Capital, cit.. t. iij, pp. 236 ss.

82 83
en El Capital, al atribuirle nuevas determinaciones. Lx he Gramsci y Marx.
que es concreto en el interior de un sistema dado (li Sin embargo, no debe suponerse que este proceso
ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganan • Ir concretización entre sistemas categoriales de dife-
cía en El Capital), puede convertirse, sin embargo • rutes pensadores sea un proceso lineal y continuo.
en un momento relativamente abstracto cuando sirve d¡ Xsí como hay elementos en la reflexión de Marx que
punto de partida para otros sistemas (el de El Impe no fueron conservados/superados por Lenin, o ni si­
tialismo de Lenin). Pues bien: cuando Gramsci s< quiera asimilados (basta pensar en el caso de la cate­
eleva de la idea de que todo Estado es un Estado de cía aría de la enajenación), del mismo modo la recep-
se, idea esencial en la teoría política de Marx y d • ión gramsciana de Marx y de Lenin deja de lado
Lenin, a la determinación de los modos por los cuale • Irinentos importantes del pensamiento de ambos. El
este carácter clasista se explica en las sociedades má uso más visible, inclusive por sus repercusiones en la
complejas del “Occidente” del siglo xx (o sea, ya n( < (incepción del marxismo en Gramsci, se refiere a
sólo a través de los aparatos represivos del Estado l»i inexistencia en su obra de un desarrollo dialéctico
sino de una articulación entre tales aparatos y los “apa •Irl análisis marxiano y leniniano de las transforma-
ratos privados de la hegemonía”, esto es, entre la so • iones sufridas por el capitalismo. El peculiar antieco-
ciedad política y la sociedad civil), cuando hace eso ntunicismo de Gramsci, que fue un poderoso instru­
Gramsci efectúa igualmente un movimiento que va d mento en su lucha contra el positivismo de la II Inter-
la abstracto a lo concreto. •"H ional, se conservó también en los Cuadernos’, y me
puiecc ser responsable de una subestimación del aná-
Para evitar malentendidos, es preciso recordar qu
h l\ económico concreto.12 Pero, además de esto, tam-
ese paso de lo abstracto a lo concreto (o de un siste
es posible indicar (como veremos después) la
ma menos concreto a otro más concreto) no es un mo picscncia en Gramsci de formulaciones filosóficas ge­
vimiento sólo ni primariamente gnoseológico, relativf ni mies que, aunque superen dialécticamente algunas
a una profundización del conocimiento: se trata, anta •mihitcralidades gnoseologistas contenidas en Materia-
bien, de un movimiento histórico-ontológico, en la me htmo y empiriocriticismo, están lejos de la riqueza ca-
dida en que es la propia realidad, en su explicación •• poiial de la dialéctica materialista esbozada por Lenin
la que realiza el movimiento de tal paso. Por ejemplo • ii mus Cuadernos filosóficos. En suma, el punto prcci-
del modo de producción mercantil simple, a través de h donde, a mi juicio, reside el movimiento de renova-
capitalismo competitivo, hacia el capitalismo monopo lón dialéctica de los “clásicos”, en la obra madura
lista; o de un Estado donde predomina el elemcnli Gramsci, es el terreno de la teoría política.
“coerción”, donde la sociedad civil es débil y amorfa
a un Estado que equilibra coerción y hegemonía, do ■ 'Todos —con excepción tal vez del economista—, en­
minación y dirección. En otras palabras: ontológici jillarán iluminaciones en los Cuadernos" (Eric Hobsbawm,
mente, en el devenir histórico, las determinaciones ma • hi.i pietra angolare del marxismo”, en Rinascita-ll Contení-
simples (más abstractas) son replanteadas y transí» fiunmeo, 25 de julio de 1975, p. 16). Enzo Santarelli gene-
• nll/a esa debilidad de la reflexión económica para todo el
guradas en las determinaciones más complejas (mS HiAiMismo italiano; habla de "una carencia, casi increíble para
concretas). Y, en ese sentido, si la novedad no deb «mu tradición marxista auténtica, de un pensamiento econó-
ocultar la continuidad, también ésta puede llevar a 'i Hiko autónomo; en suma, el momento de la elaboración po-
minimización de aquella. De ahí que insistamos en < hik <» filosófica predomina claramente en el pensamiento mar-
•hia italiano, como se puede ver incluso en la obra de sus
carácter dialéctico —conservación/renovación— d: ilHhinios exponentes” (Enzo Santarelli, La revisione del mar-
vínculo entre Gramsci y Lenin y, a través de éste, en • iiiiiíj ¡n Italia, cit., p. 28).

84 85
3. GRAMSCI COMO CRÍTICO DE LA POLÍTICA subjetivas y objetivas. Y, según esa acepción, es justo
decir con Gramsci —pues corresponde a un hecho
En cierto modo, podríamos incluso decir que, para patológico real— que todas las esferas del ser social
esa renovación, contribuyó la subestimación grams- son atravesadas por la política, contienen a la política
ciana de la economía: la exclusión de la economía de como elemento real o potencial ineliminable. Podre­
su campo visual (o, cuando menos, la subestimación mos comprender esto mejor si observamos que, en
de ella) permitió a Gramsci desarrollar de modo crea­ < sa acepción amplia, política en Gramsci es sinónimo
dor los aspectos propiamente políticos de la teoríi •le “catarsis”.
marxista, que habían sido tratados superficialmente pot
el economicismo de la II Internacional y volverían i Se puede emplear el término “catarsis” —dice
serlo en la época de Stalin. Esa concentración en k Gramsci— para indicar el paso del momento me­
político significa que Gramsci tiende a ver todas lai ramente económico (o egoísta-pasional) al momen­
esferas del ser social a partir del ángulo de su relación to ético-político, esto es, la elaboración superior de
con la política: son frecuentes, en los Cuadernos, lai la estructura en superestructura en la conciencia
referencias al hecho de que “todo es política”, sea h de los hombres. Ello significa también el paso de lo
filosofía, la historia, la cultura o incluso la praxis cr “objetivo a lo subjetivo” y de la “necesidad a la li­
general. En ese sentido, me parece correcta la formik bertad”. La estructura, de fuerza exterior que tirani­
lación del pensador catótico A. R. Buzzi, cuando dice: za al hombre, que lo asimila, que lo vuelve pasivo,
“Es la política la que forma el núcleo central dd se transforma en medio de libertad, en instrumento
pensamiento de Gramsci, lo que da sentido y articu­ para crear una nueva forma ético-política, en origen
lación a todas sus investigaciones históricas y rcflexio de nuevas iniciativas.15
nes filosóficas”.18 La elección de ese “punto focal’
político, sin embargo, sólo marginalmente perjudica • Penemos aquí, claramente esbozado, el momento del
la elaboración teórica de Gramsci. llllto entre el deterninismo económico y la libertad
Para comprender esto, es preciso antes de nada en­ política; en ese nivel, la “catarsis” es el proceso por
tender lo que Gramsci quiere decir con el concepto dt • I cual una clase supera sus intereses económico-cor­
“política”. Gramsci usa ese concepto en dos sentido^ porativos inmediatos y se eleva a una dimensión univer-
que podríamos llamar “amplio” y “restringido’’. En si Md, “capaz de generar nuevas iniciativas”. En otras
acepción amplia, lo político se identifica prácticamente palabras: es el momento en el cual la clase deja de
con la libertad, la universalidad, con toda forma de pn • i puro fenómeno para volverse sujeto consciente
xis que supera la simple recepción pasiva o la maní do la historia. Tenemos así el equivalente gramsciano
pulación de datos inmediatos (pasividad y manipulación del paso de la “clase en sí” a la “clase para sí” (Marx),
que caracterizan buena parte de la praxis técnico-eco o de la elevación de la conciencia trade-unionista a
nómica y de la praxis cotidiana en general)1314 y se oricn conciencia político-universal de clase (Lenin). Si no es
ta conscientemente hacia la totalidad de las relaciono capaz de realizar esa “catarsis”, una clase social no pue­
do convertirse en clase nacional, representante de los
13 A. R. Buzzi, La théorie politique Antonio Gramil Intereses de un bloque histórico mayoritario, y, de ese
Louvain-París, 1967, p. 187.
14 Sobre la distinción entre praxis manipulatoria (repetí
tiva) y praxis universal izante (apropiadora), cf. Carlos N<l ,a Antonio Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía
son Coutinho, El estructuralismo y la miseria de la razó* de llencdetto Croce, ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1973,
ed. Era, México, 1973, pp. 61-83. |. 47.

86 87
modo, no puede conquistar la hegemonía en la sociedad. ♦Icl ser social, en la medida en que es el resultado de
Pero sería equivocado limitar a esa aplicación el hi articulación de determinismo y de libertad, de cau­
concepto gramsciano de “catarsis”, o sea, de “política” salidad y de “deber ser”.
en sentido amplio. Pues es ontológicamentc correcto En su acepción “restringida”, por su parte, el con-
decir que toda forma de praxis, inclusive la que no se • epto, de “política” aparece en Gramsci en su sentido
relaciona directamente con la formación de la concien­ habitual, esto es, como el conjunto de prácticas y de
cia política de clase, implica la potencialidad del “mo­ objetivaciones que se refieren directamente al Estado,
mento catártico”, esto es, la potencialidad de un paso a las relaciones de poder. Si, en su primera acepción,
de la esfera de la manipulación —de la recepción pa­ • orno “catarsis”, la política puede ser considerada un
siva del mundo— a la esfera de la totalidad (de modi­ momento ineliminable de la estructura ontológica del
ficación de lo real); o, lo que es otro aspecto del mis­ social, en esa segunda acepción aparece, al con-
mo proceso, el paso de la conciencia “egoísta-pasional” iunió, como algo históricamente transitorio. O sea,
(particularista) a la conciencia universal (la conciencia Gramsci no es un “politólogo” (y mucho menos un
de nuestra participación en el género humano).10 *Y* es * * * politólogo” con desviaciones politicistas), sino un
interesante observar que Gramsci registra ese paso • milico de la política; y eso en el preciso sentido en que
inclusive en el interior de la misma praxis política en­ Marx no es un “economista” (y mucho menos un “eco-
tendida en sentido restringido: es lo que ocurre cuando ••• unicista”), sino un crítico de la economía política.
distingue entre, por un Fado, la “gran política”, que Gomo es sabido, Marx examina las leyes del capital
“comprende las cuestiones vinculadas a la fundación ♦"> sólo para mostrar su concatenación interna, su es-
de nuevos Estados, con la lucha por la destrucción, la IfUCtura sincrónico-sistemática, sino también para reve-
defensa, la conservación de determinadas estructuras ’ ir que esa estructura no es algo natural, eterno, sino
orgánicas económico-sociales”; y, por el otro, la “pe­ «Igo que tiene una génesis histórica (tiene presupuestos
queña política” (“política del día, política parlamenta­ Mi acapitalistas que son replanteados como momentos
ria, de corredores, de intriga”), que corresponde “a • diucturales de la reproducción del capital) y que
las cuestiones parciales y cotidianas que se plantean presenta contradicciones internas que apuntan a su su­
en el interior de una estructura ya establecida”.17 La peración. Gramsci, siguiendo las huellas de Marx, asu­
“pequeña política” podría ser fácilmente identificada mo una posición similar en relación a la política en el
con la praxis manipulatoria, pasiva, que sufre el deter- •unido “restringido”:
minismo en vez de ejercerlo, mientras que la “gran
política” de Maquiavelo —que “no puede [.. .] dejar La innovación fundamental introducida por la filo­
de ocuparse del ‘deber ser’, no entendido por cierto en sofía de la praxis en la ciencia de la política y de la
sentido moralista”—18 es un momento de afirmación historia es la demostración de que no existe una
de la teleología, de la libertad. Por lo tanto, el supuesto “naturaleza humana” abstracta, fija e inmutable
“panpoliticismo” de Gramsci indica la percepción dia­ |...] Por lo tanto la ciencia política debe ser con­
léctica y materialista de un aspecto ontológico esencial cebida en su contenido concreto (y también en su
formulación lógica) como un organismo en des-
10 Esa generalización de la “catarsis”, aunque esencialmente «rrollo.1®
concentrada en las esferas de la ética y de la estética, aparece
en Georg Lukács, Estética, cit., vol. u, pp. 491-525.
17 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo., cit., p O sea, del mismo modo como Marx concibió la eco-
175.
18 Ibid., p. 64. •• Ibid.. p. 31.

88 89
nomía política. Y la historicidad de la política no es nivel superior en la sociedad comunista, en la sociedad
sólo estructural: es la misma esfera política (en su “regulada”.
acepción restringida) la que, en opinión de Gramsci,
tiene carácter histórico. Ella surge en el tiempo, ya que
sólo existe política cuando hay gobernantes y gober­ 4. SOBRE LAS RELACIONES ENTRE ECONOMÍA Y
nados. dirigentes y dirigidos, una división que —como POLÍTICA
Gramsci indica— tiene su matriz última en la división
de la sociedad en clases y, por lo tanto, en un hecho Por lo tanto, en ambos casos, de pleno acuerdo con
que no siempre existió; y, además de eso, deberá des­ < I método ontológico-social de Marx, Gramsci no po­
aparecer con el tiempo, en una “sociedad regulada”, o ne la subjetividad por encima de la objetividad (lo
sea, precisamente cuando desaparezca la división de que él hará algunas veces cuando trata de temas específi-
la sociedad en clases.20 Del mismo modo como, en esa < ámente filosóficos); y, lo que más nos interesa aquí,
“sociedad regulada” (comunista), los organismos so coloca a la política encima de la economía. Para
cíales deberán absorber la economía (en el sentido comprender eso, sin embargo, es preciso efectuar otra
de subordinar sus leyes espontáneas y aparentemente (uecisión terminológica: nuevamente de acuerdo con
naturales al control consciente y programado de loi darx, Gramsci no concibe la economía como sinónimo
productores asociados), así también —piensa Grams de relaciones técnicas de producción, como lo hacen
ci— deberán absorber al Estado (la sociedad política) y por eso merecen la dura crítica gramsciana— tanto
pues las funciones de ese “cuerpo separado” se disol­ Ihijarin como Achille Loria. Para Gramsci, la econo­
verán en las relaciones conscientes y consensúales que mía aparece no como la simple producción de objetos
caracterizan a la sociedad civil. En suma: Gramsci crc< materiales, sino como el modo por el cual los hombres
tan poco en el homo politicus de la teoría burguesa inociados producen y reproducen no sólo esos objetos
marcado por una innata “voluntad de poder”, come materiales, sino sus propias relaciones sociales globa­
Marx creía en el famoso homo oeconomicus y su c» les. Combatiendo los planteamientos tecnicistas de Bu-
rácter “natural”. |niin,21 Gramsci observa:
De ese modo, podemos decir que el supuesto “pan
politicismo” de Gramsci es, en última instancia, mái La concepción del “instrumento técnico” es total­
una apariencia que una realidad. Si se la entiende el mente errónea en el Ensayo Popular [en la Teoría
su sentido “amplio”, como “catarsis”, la política es ul del materialismo histórico, de Bujarin] [. . . ] Del en­
elemento ineliminable de toda praxis humana; y, al peí sayo de Benedetto Croce sobre Achille Loria {Ma­
cibir que “todo es política”, Gramsci no deforma I terialismo histórico y economía marxista) surge que
real, sino que indica un aspecto esencial de la ontoM precisamente Loria fue el primero en sustituir arbi­
gía marxista del ser social, el momento de la articu trariamente (...) la expresión “fuerzas materiales
lación entre subjetividad y objetividad, entre libertad
y determinismo. Y, si se la entiende en su sentid! ’• Es interesante observar que, ya en 1925, reseñando el
libio de Bujarin, Lukács criticaba precisamente esa confusión
“restringido” (como sinónimo de esfera política, de ti •uhc “técnica” y “fuerzas productivas sociales” (cf. Georg
laciones de poder), la política será superada dialécí lukács, “Nicola Bucharin: Teoría del materialismo storico”,
camente, o sea, conservada/eliminada/elevada a ip ni Scritti politici giovanili 1919-1928, Barí, 1972, pp. 186-202).
• ii interesante paralelo entre las críticas de Bujarin por parte
le (iramsci y de Lukács está en Aldo Zanardo, “II Manuale
20 Sobre el “fin de la política”, cf. más adelante, cap. ■ ill llukharin visto dai comunisti tedeschi e da Gramsci”, en
item 2, p. 122. Vados autores, Studi gramsciani, Roma, 1958. pp. 337-68.

90 91
de producción” y “conjunto de las relaciones socia­ cas”.24 Sólo después es que se puede evaluar la corre­
les” por la de “instrumento técnico”.22 23 lación de fuerzas específicas políticas, donde los fac­
tores subjetivos desempeñan —dentro del cuadro dado
Y aquí, me parece, Gramsci demuestra haber recu­ por los factores objetivos— un papel determinante; en
perado plenamente la crítica de la economía política ese nivel, lo que cuenta es el “grado de homogeneidad,
realizada por Marx, o sea, la negativa a concebir la uutoconciencia y organización alcanzado por los dife-
economía como algo aislado de la totalidad social, del ientes grupos sociales”,25 o sea, elementos que resul-
“conjunto de las relaciones sociales”. i.m de la acción consciente, del papel de los sujetos
Y tampoco niega Gramsci la “determinación en úl­ colectivos organizados, entre los cuales destaca el par­
tima instancia” (Engels) de la totalidad social por la tido político.
economía. Es conocido su explícito planteamiento del De modo aún más general, el mismo reconocimiento
problema: del papel determinante de las relaciones económicas
.(parece cuando Gramsci completa su observación, ya
La estructura y las superestructuras forman un “blo­ parcialmente citada, sobre la “catarsis”:
que histórico”, o sea que el conjunto complejo y líl proceso catártico coincide con la cadena de sín­
discorde de las superestructuras son el reflejo del tesis que resultan del desarrollo dialéctico. (Recordar
conjunto de las relaciones sociales de producción?1 siempre los dos puntos entre los cuales oscila este
proceso: que ninguna sociedad se plantea fines para
Aquí, una vez más, la infraestructura material —la cuya solución no existan ya, o estén en condiciones
economía— se define como “conjunto de relaciones de aparecer, las condiciones suficientes y necesarias;
sociales”: y es ese conjunto el que ejerce la determi­ y que ninguna sociedad perece antes de haber ex­
nación “en última instancia”. Tal criterio metodoló­ presado todo su contenido potencial.)26
gico aparece claramente en sus análisis concretos, co­
mo, por ejemplo, en la brillante reflexión sobre la En otras palabras; el “proceso catártico” —el mo­
“correlación de fuerzas”, entendida como presupuesto mento de la libertad, de la teleología, del deber ser,
imprescindible para orientar la acción política. Grams­ de la iniciativa del sujeto— no se da en el vacío, sino
ci empieza precisamente por establecer el momento • ii el interior de determinaciones económico-objetivas
objetivo de esa correlación, aquel que no se da en el •pie limitan (pero sin anular) el ámbito de juego de
nivel de las relaciones económicas, que es “indepen­ > i libertad. Tal como en Marx, en Engels, en Lcnin, en
diente de la voluntad de los hombres”, pudiendo “ser i ukács, también en Gramsci la economía determina la
medido con los sistemas de las ciencias exactas o físii |M>lítica no mediante la imposición mecánica de resul­
tados unívocos, fatales, sino condicionando el ámbito
22 Antonio Gramsci, El materialismo histórico..., citJ do las alternativas que se plantean a la acción del su-
p. 163. Esa concepción antitecnicista de la economía marxiana !• lo. Ese papel determinante de la objetividad, por un
fue admirablemente resumida por Engels: “La economía n> lado, es claramente afirmado en lo que se refiere a
trata de cosas, sino de re/acíonej entre personas y, en última I
instancia, entre clases; si bien estas relaciones van siemptl la política en sentido amplio, la “catarsis”, que es vista
unidas a cosas y aparecen como cosas (Federico Engels, “Can • orno elaboración teleológica del movimiento de la cau-
los Marx, Contribución a la crítica de la economía política",!
en Marx-Engels, Obras escogidas en tres tomos, ed. Progres" '* Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..., cit., p. 71.
Moscú, 1974, t. i, p. 529. •* Ibid.
23 Cuadernos, tomo 3, p. 309. [Subrayado mío. Carlos Nd ** Antonio Gramsci, El materialismo histórico. . cit., p. 47
son Coutinho.] n 8.

92 93
salidad económica. Y, por el otro, es reafirmado frente i la coerción de las leyes naturales, la correspondiente
a la política en sentido restringido: y no me refiero socialización de la política implica lo que podríamos
solamente a la determinación económica concreta de llamar “retroceso (tendencial) de las barreras econó­
cada acción política singular (como vimos en el caso micas”, con la consiguiente ampliación de la autono­
del análisis de la correlación de fuerzas), sino a la mía y del poder determinante de la esfera política sobre
determinación por la economía, “en última instancia”, • I conjunto de la vida social. Cuanto más se amplía la
de la propia esfera política en general. Pues es evidente socialización de la política, cuanto más rica y articu­
que tanto la génesis de lo político (la existencia de lada sea la sociedad civil, tanto más serán determinados
clases antagónicas, que condiciona a gobernantes y go­ los procesos sociales por la teleología (por la voluntad
bernados) como su conservación/superación (absor­ • •lectiva organizada) y tanto menos se impondrá la
ción en la “sociedad regulada”) dependen, en última • misalidad automática y espontánea de la economía.20
instancia, de la economía entendida como “conjunto Gramsci captó con gran lucidez ese hecho histórico-
de las relaciones sociales”, ya que dependen del surgi­ • Mitológico, inclusive poniéndolo en la base de su for­
miento y desaparición de las clases sociales. mulación de la estrategia específica de transición al
Hay todavía otra problemática —esencial— en la •«•tialismo en las sociedades “occidentales”. Ya en
que Gramsci revela plena comprensión de la ontología • ‘>26, antes de su encarcelamiento, Gramsci observaba:
marxiana del ser social en lo que se refiere a las rela­
ciones entre economía y política. Como se sabe, Marx I ..] en los países de capitalismo avanzado, la clase
siempre insistió en el hecho de que el proceso de socia­ dominante posee reservas políticas y organizativas que
lización de la producción —que lleva a la progresiva no poseía, por ejemplo, en Rusia. Esto significa
disminución del tiempo de trabajo socialmentc nece­ que ni siquiera las gravísimas crisis económicas tie­
sario— no es únicamente un proceso irreversible, in­ nen repercusiones inmediatas en el campo político.30
dependiente de la voluntad humana, sino que implica
también un progresivo “retroceso de las barreras natu Y, en los Cuadernos, cuando el concepto de socie­
rales”, esto es, la ampliación del ámbito de juego de dad civil recién elaborado le permite dar mayor con-
la libertad humana frente a las determinaciones natu Itclón al planteamiento de 1926, Gramsci polemiza
rales.27 También se ha observado ya que la socializa -•nica el “catastrofismo” economicista de Rosa Luxem-
ción de la producción, al disminuir la jornada de tra •’Utgo, observando:
bajo y al agrupar a grandes segmentos humanos, esté |l'n los] Estados más avanzados [...] la “sociedad
en la base de los procesos de socialización de la parli
cipación política, de la creación de múltiples y articu­ •• Está claro que esa situación alcanza su expresión máxi-
lados sujetos políticos colectivos; está en la base, en • rn el comunismo: “la novedad esencial [del comunismo!
suma, de la creación y del fortalecimiento de lo que «il el desarrollo de la humanidad consiste en que el movi-
Gramsci llamó “sociedad civil”.28 Esto significa que. ♦uio de la economía se puede regular ahora de un modo
mlaf lamente tcleológico, o sea, en que la teleología crece
si al proceso de socialización de la producción econó mi anterior condición de mero momento de un desarrollo
mica corresponde una tendencia al “retroceso de ul causalmente puesto hasta convertirse en categoría cen-
barreras naturales”, un mayor ámbito de juego frente •i Ucicrminante del proceso, aunque sin poder abolir, como
obvio, el carácter causal-legal ¡forme del proceso mismo”
27 Cf. Georg Lukács. Historia y consciencia de clase, '•♦oig Lukács, “Lcnin y los problemas del periodo de trans-
Grijalbo, México, 1969. en Lenin, ed. Grijalbo, México, 1970, p. 160).
25 Carlos Nelson Coutinho, A democracia como valor un» •• Antonio Gramsci, “Un examen de la situación italiana”,
versal, Sao Paulo, 1980, pp. 25 ss. r 212.

94 95
civil” se ha convertido en una estructura muy com­ <lc trincheras y de fortificaciones entre lo económico
pleja y resistente a las “irrupciones” catastróficas del v lo político; o, en otras palabras, promueve un mayor
elemento económico inmediato (crisis, depresiones, “retroceso de las barreras económicas”.
etcétera): las superestructuras de la sociedad civil Así, a pesar de formulaciones filosóficas aún idea­
son como el sistema de las trincheras en la guerri listas, Gramsci revela poseer en la práctica una con­
moderna.81 cepción correcta de la relación entre economía y polí­
tica a nivel ontológico. Y ella le permite no sólo fun­
Por lo tanto, al contrario de lo que piensa cierto damentar correctamente sus análisis concretos de la
marxismo economicista vulgar, las relaciones entre eco totalidad social, sino que representa inclusive un des­
nomía y política no están dadas de una vez por todas: molió dialéctico creativo de los principios del mate­
el modo de articulación entre las dos esferas, el mayof rialismo histórico: si tanto Marx y Engels como Lenin,
o menor poder de determinación en su acción recíproca, al contrario de los teóricos de la II Internacional y de
dependen del tipo específico de formación social, sien Ion stalinistas, señalaron siempre las mediaciones entre
do por lo tanto un fenómeno histórico. Y aquí Grams- economía y política, combatiendo el mecanicismo eco­
ci “descubre” una ley que Lukács formularía sistemé* nomicista, ninguno de ellos indicó sistemáticamente
ticamente muchos años después: la innegable “prioii •que yo sepa— el modo por el cual esas mediaciones
dad ontológica” de una esfera en relación a la oto •on condicionadas históricamente, o sea, sufren altera-
(del ser en relación a la conciencia, de la base econó • iones (siendo más simples o más complejas) de acuer­
mica en relación a la superestructura), o sea, el hecho do con la formación cconómico-social concreta, de
de que sin el ser no existe la conciencia o de que sin li •i< iierdo con el grado de socialización de la política y
base no existen las superestructuras, no implica abso­ ♦Ir autonomía de la sociedad civil en la formación so-
lutamente la idea de una jerarquía lógica o causal éter • tul en cuestión. (Ese grado de socialización de la polí-
na y fija entre las dos esferas en cuestión.32 Si el salvaje ih n, naturalmente, está condicionado a su vez —“en
primitivo es enteramente impotente frente a las perju última instancia”— por el grado de socialización de la
diciales consecuencias económicas de una catástroM pioducción, esto es, por la economía: de ahí que el
natural (una sequía, una inundación, etcétera), no ocu "retroceso de las barreras económicas” sea solamente
rre lo mismo con una sociedad donde la socializaciói hmdcncial, no implicando nunca —tal como en el caso
de la producción, desarrollando los recursos tecnoló­ •Id “retroceso de las barreras naturales”— una completa
gicos de combate a las sequías, etcétera, proporción» • liminación de las mismas barreras. Por eso, cuando se
un mayor “retroceso de las barreras naturales”. IXi •Hiere al comunismo, Marx demuestra que la amplia-
mismo modo, diría Gramsci, no se puede comparar d • lón del “reino de la libertad” no elimina, sino que úni-
papel determinante de los fenómenos económicos cu iimente disminuye, la presencia de un “reino de la ne-
una formación carente de sociedad civil, donde los hom mklad”.)33 Este fundamental descubrimiento ontológico
bres están atomizados y se mueven según la esponl* •le Gramsci forma parte de sus muchas contribuciones
neidad “egoísta-pasional”, con ese papel en una fot ♦I desarrollo de la teoría marxista. Y tal vez pudiése­
mación donde una rica sociedad civil —sirviendo •’■ mos incluso decir que, a pesar de residuos idealistas en
mediación entre el mundo de la economía y las objctl Im reflexiones específicamente filosóficas de Gramsci,
vaciones del Estado en sentido estricto— abre una scii» Uñemos en su obra los elementos esenciales de una au­
31 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..., cit., p. H téntica ortología materialista de la praxis política.
32 Georg Lukács, Historia y consciencia de clase, cit.. p
2 ss. y 103 ss. w* ¡Cari Marx, El Capital, cit., t. m, p. 759.

96 97
5. LA IDEOLOGÍA COMO REALIDAD PRACTICA teológico (el que conoce), termina por eliminar el
papel activo del sujeto en general en la construcción
Como sería de prever, es también a partir del “punto •le la vida social, afirmando que el hombre se limita
focal” de la praxis política que Gramsci elabora sus i reflejar y registrar una realidad que se procesa inde­
reflexiones específicamente filosóficas, que ocupan grao pendientemente de su voluntad. (Es la posición, por
parte de los Cuadernos. Y, si ese “politicismo” le per­ ejemplo, que se expresa en el Tratado de Bujarin, tan
mite, por un lado, llegar a una teoría fecunda sobre duramente criticado por Gramsci en los Cuadernay.)
el carácter ontológico de la ideología y sobre su papel Pero la corriente que llamaríamos “historicista”, y de
en la vida social, lo lleva con frecuencia, por otro lado, i.i cual Gramsci conscientemente forma parte,34 35 tiende
a caer en posiciones idealistas cuando aborda ciertas ii caer en una unilateralidad opuesta. Afirmando la
cuestiones filosóficas específicas. Ese idealismo se ma­ indisoluble vinculación entre conocimiento y praxis, el
nifiesta en las observaciones de Gramsci que abarcan necesario condicionamiento histórico de todo conoci­
cuestiones de teoría del conocimiento (de gnoseolo- miento, esa corriente termina por identificar cono-
gía), así como de ontología de la naturaleza, sin afec­ Imiento en general con ideología, negando la posibili-
tar esencialmente, sin embargo, sus posiciones onto- • Iml de una representación objetiva (científica) de lo
lógico-sociales. Rechazando con razón una “lectura” icnl: si el hombre forma parte del proceso objetivo
determinista y fatalista del marxismo, que niega el •le la realidad social, todo conocimiento acerca de esa
papel del sujeto (de la praxis) en la formación de la nuil idad —piensa tal corriente— será necesariamente
objetividad social, Gramsci —que en eso se aproxima ideológico, o sea, reflejará no tanto algo que existe
a una corriente marxista que tiene sus exponentes en el •‘liria de la conciencia y de la voluntad del sujeto que
joven Lukács y en Karl Korsch— termina por negai • onoce, sino las aspiraciones y los proyectos del sujeto
en la práctica un tipo específico de conocimiento, el pie actúa.
conocimiento científico, cuya tarca esencial consiste en I n realidad, aunque la relación gnoseológica no
reflejar la realidad y sus alternativas del modo más igotc de ningún modo el vínculo entre sujeto y objeto
objetivo posible, o sea, evitando cualquier proyección nomo parece creer el materialismo vulgar), no hay
de “brotes extraños” (Engels) del sujeto que conoce en ninguna incompatibilidad entre la posibilidad de la
la realidad que quiere conocer. •Itiicia (del conocimiento objetivo) y la realidad om-
Pero el hecho de que la ciencia (inclusive la social) •ilpicsente de la praxis (del actuar teleológico). Al
deba ser desantropomorfizadora, o sea, deba esforzarse • mtrario: la necesidad del conocimiento científico
por captar el objeto sin proyectar en él elementos pro­ •Ir un conocimiento que revele los nexos causales
pios del sujeto que conoce,84 no significa, de ningún i objetivos) sobre los cuales va a operar la teleología
modo, que el propio sujeto no forme parte —ontoló iln iniciativa del sujeto)— resulta de, y es seguida
gicamente— de la estructura objetiva del ser social que ihu, la propia naturaleza de la praxis. Es porque ne-
la ciencia trata de reproducir. El materialismo vulgai. *•1111 realizar eficientemente su trabajo —digamos, la
mecanicista, que tantas veces se presenta como el autén ii/n— que el salvaje primitivo tiene que escoger el tipo
tico marxismo, deja de lado el segundo aspecto de l| M piedra adecuada, por sus propiedades objetivas (du-
cuestión: generalizando para el sujeto ontológico (el ni, etcétera), para construir su hacha. En esa forma
que actúa) algo válido únicamente para el sujeto gnu
“ Basta pensar en sus innumerables definiciones del mar-
34 Sobre el carácter desantropomorfizador de la ciencia, d iMHíi como “historicismo absoluto”, “consecuente”, “integral”,
Georg Lukács, Estética, cit., vol. i, pp. 24, 42 ss. y 147-2 lí ••llera.

98 99
simple de praxis ya está contenida la posibilidad y !i • I carácter de ciencia, de conocimiento objetivo de lo
necesidad de la ciencia. Con nuevas determinacionci • il. Dice: “[...] en realidad, la ciencia es también
más complejas, esa misma estructura se reproduce ec Iinclusive la de la naturaleza] una superestructura, una
formas superiores de praxis. Por ejemplo: es porque ideología”.88 Y esto es consecuencia de la misma con-
necesita iluminar adecuadamente la praxis del proleta­ • cpción gramsciana de la objetividad; afirmar la exis-
riado en su lucha por la emancipación que Marx estu­ •- ncia de una realidad objetiva independiente del sujeto
dia de modo objetivo —como un “proceso histórico tiie conoce es, para él, una manifestación de materia-
natural”—36 las leyes de la producción y de la repro Hmiio vulgar, de mecanicismo, incluso de misticismo*.
ducción del capital. El hecho de que los resultado!
teóricos obtenidos por Marx se conviertan posterior­ El concepto de “objetivo” del materialismo metafí-
mente en ideología, en concepción del mundo, volvién­ sico parece que quiere significar una objetividad que
dose momentos determinantes de la praxis de millonci existe fuera del hombre; pero cuando se afirma
y millones de hombres, ese hecho no anula de modc que una realidad existiría aun si no existiese el hom­
alguno el carácter objetivo y científico de tales resul­ bre, se hace una metáfora o se cae en una forma de
tados; y, por otro lado, cuanto más científico, objetivo, misticismo.39
sea un conocimiento, tanto más amplia, universal )
eficiente será la praxis social por él iluminada. Puede verse, además, que Gramsci ni siquiera distin­
Pero ese nexo orgánico —a nivel ontológico— entrt gue entre el concepto de objetividad (las creaciones del
ciencia e ideología, entre conocimiento y praxis, no nieto colectivo en la esfera del ser social, que poseen
hace que los descubrimientos de la ciencia pierdan so - como es el caso de la ley de la tendencia decreciente
objetividad: la ley de la tendencia decreciente de li • le la lasa de ganancia— una objetividad de tipo pecu-
tasa de ganancia actúa con la misma objetividad cot '"ii) y el concepto de objetividad en general (la objeti­
que actúa la ley de la gravedad, aunque —al contrario vidad, por ejemplo, de una ley o de un hecho natural),
de ésta— aquella ley resulte de la acción de innúmcroi rara él, toda objetividad puede ser identificada (sin
proyectos teleológicos (subjetivos) singulares y pucd( mediaciones) con la subjetividad humana: en esa me­
ser alterada (si lo fuera todo el sistema capitalista); dida, su rechazo del positivismo “materialista” se hace
por la acción de un sujeto humano colectivo y orgal acompañar, como en su juventud, por rasgos marca-
nizado. Por lo tanto, Gramsci está equivocado cuando -Inmente idealistas. “Objetivo significa siempre —di-
afirma que “la misma filosofía de la praxis [el mar • c - ‘humanamente objetivo’, lo que puede correspon­
xismo] es una superestructura”,37 que se distinguiríi dí en forma exacta a ‘históricamente subjetivo’. O
de las “otras ideologías” solamente por su caráctej ni: que objetivo significaría ‘universalmente subjeti­
más duradero y menos circunstancial. La particularidad vo*.” 40 Con semejante posición, resulta difícil explicar
del marxismo, al contrario, es que es una ciencia que.1 no sólo la objetividad de la ley de la gravedad antes
al mismo tiempo y conscientemente^ sirve de base pa •• Ibid., p. 63.
ra la construcción de una ideología, de una concepciói Ibid., p. 151.
del mundo, de una praxis política. <0 Ibid., p. 150. Sobre los elementos idealistas en la con-
• pción de la objetividad en Gramsci, cf. las interesantes ob­
Pero no es sólo al marxismo que Gramsci le niega laciones de Luciano Gruppi, // concetto di egemonia in
Gramsci, cit., pp. 144 ss. Una opinión enteramente favorable
s® Kart Marx, El Capital, cit., t. i, p. xv. • las posiciones filosóficas de Gramsci, y que además puede
37 Antonio Gramsci, El materialismo histórico..., cid -<r leída con provecho, está en Jacques Texier, Gramsci et
p. 245. U philosophie du marxisme, París, 1966, pp. 7-99.

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de que todos los hombres tomasen conocimiento de chis por Engels y Lenin)42 de “verdad absoluta” y de
ella, antes de que se convirtiese en “umversalmente "verdad relativa”, cuya dialéctica permite superar el
subjetiva”, sino que incluso es difícil comprender la historicismo subjetivista sin caer en el materialismo
objetividad de los hechos sociales: ¿será que la ley de dogmático vulgar: todo conocimiento tiene un aspecto
la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (aun­ históricamente relativo, en la medida en que el tanto
que sea una objetivación humana y no una objetividad do objetividad que es capaz de alcanzar en cada opor­
natural) necesita esperar a ser “umversalmente subjc* tunidad depende de las condiciones históricas, de los
tiva” para convertirse en una realidad objetiva, onto- objetivos históricamente determinados que la praxis
lógico-social, que incide duramente y determina el com­ lo propone alcanzar, etcétera, pero ese conocimiento
portamiento de hombres que nunca oyeron hablar de contiene también otro aspecto, un elemento de verdad
ella? absoluta, en la medida en que fue reproducida —aun­
En suma, en el caso de sus concepciones filosóficas, que siempre parcialmente— una realidad que es inde­
la concentración en el “punto focal” político lleva a pendiente de la conciencia del sujeto gnoseológico, del
Gramsci a dos equívocos principales, de fondo idealis­ sujeto que conoce.
ta: 1] a no distinguir gnoseológicamente entre ciencia Tanto la identificación entre ciencia e ideología co­
e ideología, entre conocimiento objetivo y falsa con* mo la confusión entre objetivación y objetividad re­
ciencia, con la consecuencia de transformar todo co­ sultan del hecho de que Gramsci, enteramente concen-
nocimiento humano (incluso las ciencias naturales) cu Irndo en la tarea de elaborar una ontología de la praxis
expresión de una subjetividad de clase históricamente política, sólo examina el conocimiento en su relación
condicionada; 2] a confundir objetivación histórico* directa con la praxis, o sea, en cuanto conocimiento
social con objetividad natural, lo que lo lleva a intro­ implícito en toda acción humana, desde la más simple
ducir elementos fuertemente idealistas en su ontologíi a la más compleja. Y, aquí, no obstante los momentos
de la naturaleza. (En este punto, me parece evidente de idealismo que esa concentración provoca en otros
que Gramsci nunca superó la concepción neohegeliani terrenos, Gramsci alcanza determinaciones decisivas
de Gentile y de Croce, para los cuales “toda realidad para el esclarecimiento ontológico-social de la relación
es espíritu”, siendo la propia naturaleza una “categoií* cutre conocimiento y política, entre conciencia y praxis
del espíritu”.) Y es por eso que, en su subjetivación política. Pues es evidente que esa relación —que trans­
de la objetividad, Gramsci no se detiene ni siquiera ió! ¡na todo conocimiento (incluso el de origen cien-
ante la materia física: utico) en ideología— es decisiva para una justa com-
pielisión tanto de la praxis política en general como
La materia, por tanto, no debe ser considerada en do la propia ideología como realidad práctica. En otras
sí, sino como social e históricamente organizada palabras: si lo ve desde el ángulo de su inserción en
por la producción y la ciencia natural, por lo tanto, la praxis, todo conocimiento es efectivamente ideolo-
[debe ser considerada esencialmente como] una ch *•* De paso, sería interesante observar que, en un pasaje no
tegoría histórica, una relación humana.41 lili luido en la primera edición de los Cuadernos, Gramsci
• \ tiende a Engels algunas objeciones hechas al “materialismo
Rechazando el concepto de “verdad objetiva". vulgar” de Bujarin: “Es cierto que en Engels \Anti-Diihring]
Gramsci no puede operar con las categorías (elabora te encuentran muchas tendencias que pueden conducir a las
desviaciones del Ensayo [de La teoría. . . de Bujarin]” (Qua-
dtini, tomo 4). En esta afirmación de un supuesto residuo
41 Antonio Gramsci, El materialismo histórico..di. materialista vulgar en Engels se puede detectar el eco de la
p. 170. Influencia juvenil de Gentile sobre Gramsci.

102 103
gía; y no hay praxis (y, en particular, la praxis polí­ •nación radical de la sociedad. Si la ideología es deci­
tica) que no movilice para su efectivación un bagaje siva en la orientación práctica de los hombres, entonces
cualquiera de conocimientos. En ese sentido, la onto- • i crítica ideológica —la batalla cultural— se convierte
logía materialista de la praxis política —que es la má­ •’« un momento decisivo en la lucha por agregar una
xima contribución de Gramsci al desarrollo teórico- nueva “voluntad colectiva” nacional-popular, en la lu-
filosófico del marxismo— no sería completa sin una lui por superar una vieja relación de hegemonía y
teoría de la ideología. Y Gramsci va a proporcionamos • trar una nueva.
esa teoría en los Cuadernos. Por lo tanto, para Gramsci, la ideología —la filo-
Al definir lo que entiende por filosofía, Gramsci nos •»íía. la concepción del mundo— es algo que trascien­
da su concepto general de ideología. La filosofía, para de el conocimiento y ya se articula directamente con la
él, es ideología al igual que la religión, porque ri«íctica, con la política. Es interesante observar que no
i otra la definición de ideología en los últimos traba-
es unidad [. ..] entre una concepción del mundo y |0l ontológicos de Lukács:
una norma de conducta adecuada a ella (...) He
ahí también por qué no se puede separar la filosofía Incluso siendo una forma de conciencia, la ideolo­
de la política, y por qué se puede demostrar, al con­ gía no es absolutamente idéntica a la conciencia
trario, que la elección y la crítica de una concep­ sobre la realidad, sino —en cuanto medio para
ción del mundo es también un acto político.43 enfrentar conflictos sociales— está eminentemente
dirigida hacia la praxis, compartiendo con ésta, na­
Esa identidad entre filosofía e ideología, entre con­ turalmente en el ámbito de su propia especificidad,
cepción del mundo y política, lleva a Gramsci a decir la orientación en el sentido de transformar la reali­
correctamente que todo hombre es filósofo, o sea, que dad (y la defensa de la realidad dada contra las ten­
todo hombre manifiesta en su acción —a través de su tativas de cambio tiene la misma estructura prác­
lenguaje, de su sentido común, de sus creencias, et­ tica).45
cétera— una concepción del mundo;44 si no poseyeso
esa concepción del mundo, aunque tosca y contradicto­ Y todavía hay otra semejanza. Gramsci ve en la filo-
ria, el hombre no podría actuar. La tarea de la filosofía •ufíu, en cuanto forma superior de ideología, en con­
de la praxis, en cuanto ideología superior, coherente y mute con las ideologías superficiales y fragmentarias
orgánica, es realizar una crítica de esas concepciones '»* la vida cotidiana (sentido común, folclore, etcéte-
del mundo todavía confusas y contradictorias, mar­ i), los elementos que permiten promover una univer-
cadas por elemento “egoísta-pasionales”, corporativis- di/ación, esto es, el paso “catártico” del momento
tas, individualistas; es promover “una reforma inte­ ooísta-pasional” (corporativo) al momento “ético-
lectual y moral”, que difunda entre las masas una nueva •lítico” (hcgemónico-universal). No es otra la opinión
cultura, superior, radicalmente laica e inmanentista, Lukács:
que contribuya a formar en tomo del proletariado lisas generalizaciones [realizadas por la ideología],
—convertido en clase hcgemónica y nacional— un nue­ orientadas en sentido práctico-político, aunque pro-
vo “bloque histórico” capaz de emprender la transfor-
•• Georg Lukács, “11 momento idéale e l’ideologia”, en
43 Antonio Gramsci, El materialismo histórico..., cit, Ul Aut n. 157-58, 1977, p. 43. Se trata de un capítulo de la
pp. 10-11. •lumia parte, todavía inédita, de Historia y consciencia de
44 ibid., pp. 7 ss. tir.

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elucidas en sus puntos de partida individuales poi que aún existan contradicciones antagónicas.
estímulos intelectuales y emocionales, constituyen c! Esta aguda percepción de la ideología como reali­
médium que permite a la praxis política sobrepasa! dad ontológico-social es un momento en el cual Grams-
el interés inmediato de clase y transformarse en un ci se revela próximo a Marx y distante de las posiciones
movimiento socialmentc universal.46 economicistas que niegan o minimizan el papel de las
ideologías en las transformaciones sociales: basta pen­
Y, aunque la posición de Lukács sea más mediad* car en la frase de Marx, que Gramsci tanto gustaba de
zada (ya que no reduce el conocimiento humano a h citar,48 según la cual “la teoría se convierte en poder
ideología, sino que deja espacio en su ontología tam­ material tan pronto como se apodera de las masas”.49
bién para las formas objetivas de conocimiento cien* Por otro lado, así como Gramsci vio que todas las
tífico), él converge con Gramsci en las conclusión# esferas del ser social son atravesadas por la política,
finales sobre el concepto de ideología: ambos se ni# conteniendo la “catarsis” como momento potencial o
gan a analizar la ideología desde un punto de viste efectivo, vio también —y correctamente— que toda for­
estrictamente gnoseológico, o sea, sólo como falsa con­ ma de conciencia humana, en la medida en que se orienta
ciencia en contraste con conciencia adecuada (cien directa o indirectamente hacia la praxis social, es atra­
cia). Ambos analizan la ideología como fuerza real vesada por la ideología, contiene en mayor o menor
como hecho ontológico, que altera y modifica la vid» grado componentes de tipo ideológico (de síntesis tco-
humana, aun cuando sjs contenidos cognoscitivos n ila-praxis); y, viceversa, que toda forma de praxis, en
corresponden adecuadamente a la reproducción de li particular de praxis política, transformadora, requiere
realidad (basta pensar aquí en los brillantes análÍMi v moviliza necesariamente elementos de conocimiento.
de Gramsci sobre la religión, sobre las ideologías po Para Gramsci, la conciencia humana no es un simple
pulares, etcétera). Y es precisamente en función df epifenómeno, sino —bajo la forma de ideología— un
ese peso ontológico, y no de su contenido de verdad elemento otológicamente determinante del ser social;
que Gramsci distingue las ideologías entre sí: hay, el y la percepción de esto constituye uno de los momentos
primer lugar, lo que él llama las “ideologías arbitra más fecundos de la concepción antieconomicista y an-
rías”, individuales o de pequeños grupos, artificíale* ilmecanicista que Gramsci tuvo del marxismo. Por lo
“inventadas”, que son de breve duración y tienen pM •unto, si la confusión entre ciencia e ideología deforma
incidencia sobre lo real; y, en segundo lugar, teneimí •linchas de sus formulaciones en el terreno de la teoría
las “ideologías orgánicas”, que dan expresión a las n» •leí conocimiento, y si su ontología de la naturaleza
piraciones de grandes corrientes históricas, de clases | Hlá prejuiciada por la identificación entre objetivación
grupos con vocación hegemónica y con capacidad y objetividad, eso no le impide —ni siquiera una vez—
convertirse en clases nacionales, las cuales atraviesa mi mular observaciones pertinentes y fecundísimas en
épocas históricas enteras y mueven a la acción a grii • I terreno de la ontología del ser social.
des masas humanas.47 La “filosofía de la praxis”, I
marxismo, sería precisamente una ideología de ese M
gundo tipo: su validez histórica, según Gramsci,
pará todo el periodo que nos separa de la “socicdlj
regulada”, del comunismo, esto es, todo el periodo H •• Cf. por ejemplo ibid.
Karl Marx, “Contribución a la crítica de la filosofía del
lbid., p. 501. tombo de Hegel”, en Karl Marx-Arnold Ruge, Los anales
47 Cuadernos, tomo 3, p. 159. hunco-alemanes, ed. Martínez Roca, México, 1973, p. 109.

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V. Teoría ampliada del Estado un elemento de la superestructura, precisamente a la
sociedad civil. “En Marx, ese momento activo y posi­
tivo es estructural; en Gramsci, es superestructura!.” 3
Gramsci sería así un idealista, en la medida en que
pasaría a colocar en la superestructura política, y no
1. EL CONCEPTO DE “SOCIEDAD CIVIL”
en la base económica, el elemento determinante del
proceso histórico.
Cuando nos referimos, en un capítulo anterior, a las En realidad, la interpretación equivocada de Bobbio
primeras formulaciones del concepto gramsciano de he­ proviene de dos malentendidos. En primer lugar, tene­
gemonía (en cuanto concretización y enriquecimiento mos una falta de consecuencia en su argumentación:
de las formulaciones de Lenin), observamos que fal­ ni el concepto de sociedad civil en Gramsci no es el
taba aún un elemento esencial en la determinación de mismo que en Marx, ¿por qué entonces atribuirle la
la especificidad y de la novedad de la teoría política misma función (de determinación “en última instan­
de Gramsci: el concepto de “sociedad civil” como por­ cia”) que tenía en el pensador alemán? Y, en segundo
tador material de la figura social de la hegemonía, lugar, en estrecha conexión con el anterior, Bobbio
como esfera de mediación entre la infraestructura eco­ oxamina la cuestión de la sociedad civil en Gramsci
nómica y el Estado en sentido restringido. Ese concepto ni relación con el vínculo de condicionamiento recí­
tomará cuerpo en los Cuadernos. Norberto Bobbio, que proco entre infraestructura y superestructura, sin ver
ha escrito uno de los más completos análisis filológicos que el concepto se refiere, en realidad, al problema del
de este concepto, observa acertadamente: “Para una listado: el concepto de “sociedad civil” es el medio
reconstrucción del pensamiento político de Gramsci, el privilegiado a través del cual Gramsci enriquece, con
concepto-clave, el concepto que debemos tomar como nuevas determinaciones, la teoría marxista del Estado.
punto de partida, es el de sociedad civil”.' Indepen­ Y si bien es verdad, como vimos, que ese enriqueci­
dientemente de sus méritos filológicos, sin embargo, el miento motiva una concretización dialéctica en la cues­
análisis de Bobbio me parece que conduce a falsas tión del modo por el cual la base económica determina
conclusiones teóricas. El socialista italiano señala co­ Ins superestructuras (o sea, esa determinación es más
rrectamente una diferencia esencial entre los conceptos compleja y mediatizada donde la sociedad civil es más
de sociedad civil en Gramsci y en Marx; mientras que inerte), ello no anula en modo alguno, como vimos
Marx identifica sociedad civil con base material, con también, la aceptación gramsciana del principio básico
infraestructura económica, “la sociedad civil de Grams­ del materialismo histórico: el de que la producción y
ci no pertenece al momento de la estructura, sino al de reproducción de la vida material, al implicar la pro­
la superestructura”.2 Pero, a partir de ahí, Bobbio llega ducción y reproducción de las relaciones sociales glo­
a una falsa conclusión: como en Marx la sociedad civil bales, es el factor ontológicamente primario en la expli­
(la base económica) era el factor ontológicamcnte pri­ cación de la historia. Fijar correctamente ese punto
mario en la explicación de la historia, Bobbio parece me parece esencial para evaluar de modo justo el lu-
suponer que la alteración efectuada por Gramsci lo gnr de Gramsci en la evolución del marxismo, así como
debe llevar a retirar de la infraestructura esa centra tu concepto de sociedad civil: Gramsci no invierte ni
lidad ontológico-genética, explicativa, para atribuirla a niega los descubrimientos esenciales de Marx, sino que
1 Norberto Bobbio, Gramsci e la concezione delta socieu} tan sólo los enriquece, amplía y concreta, en el cua-
civile, Milán, 1976, p. 21.
2 Ibid., p. 27. * Ibid., p. 28.

108 109
dro de una aceptación plena del método del materia­ lisnio en su obra principal. Pues esa percepción del
lismo histórico. ispccto represivo (o dictatorial) como aspecto prin­
¿Y de qué modo Gramsci “amplía”, con su concepto cipal de la dominación de clase corresponde, en gran
de sociedad civil, la teoría marxista “clásica” del Es­ medida, a la naturaleza real de los Estados a los que
* * gran descubrimiento de Marx, Engels y Le­
tado?41 El u* enfrentaron Marx, Engels y Lenin. En una época de
nin en el campo de la teoría política fue la afirmación escasa participación política, cuando la acción del pro-
del carácter de clase de todo fenómeno estatal; ese Iclariado se ejercía sobre todo a través de vanguardias
descubrimiento los llevó a “dcsacralizar” el Estado,5 a combativas pero poco numerosas, que actuaban obli-
desfetichizarlo, mostrando que la aparente autonomía idamente en la clandestinidad, era natural que el as­
y “superioridad” del mismo tienen su génesis y explica­ pecto represivo del Estado burgués se pusiera en primer
ción en las contradicciones inmanentes de la sociedad |>lano en la misma realidad y, por eso, mereciese la
como un todo. La génesis del Estado reside en la divi- . atención prioritaria de los clásicos. Gramsci, sin em-
sión de la sociedad en clases, razón por la que sólo exis-1 i’nrgo, trabaja en una época y en un ámbito geográfico
te cuando y en cuanto que existe esa división (que pro­ en los cuales ya se generalizó una mayor complejidad
viene a su vez de las relaciones sociales de produc- ¡ •Irl fenómeno estatal: él puede ver así que, con la
ción); y la función del Estado es precisamente la de •nicnsificación de los procesos de socialización de la
conservar y reproducir tal división, garantizando así participación política, que toman cuerpo en los países
que los intereses particulares de una clase se impongan occidentales” en el último tercio del siglo xix (forma-
como interés general de la sociedad. Marx, Engels y ion de grandes sindicatos, de partidos de masa, con-
Lenin examinaron también la estructura del Estado: pilsta del sufragio universal, etcétera), surge una esfera
indicaron en la represión —en el monopolio legal y/o •iicva, dotada de leyes y de funciones relativamente
de hecho de la coerción y de la violencia— el modo autónomas y específicas, tanto frente al mundo econó­
principal a través del cual el Estado en general (y, mico como ante los aparatos represivos del Estado.
como tal, también el Estado capitalista liberal) hace Precisamente en un pasaje de los Cuadernos donde
valer su naturaleza de clase. En suma: los “clásicos”, mnliza “la doctrina de Hegel sobre los partidos y las
tendencialmente, identifican al Estado —la máquina nodaciones como trama ‘privada’ del Estado” —un
estatal— con el conjunto de sus aparatos represivos. pasaje que está entre las primeras anotaciones carce-
Sería prueba de antihistoricismo apuntar esa carac iiins de Gramsci, pues data de 1929—, nuestro autor
terización como resultado de una visión unilateral de nuestra cómo su concepto de “sociedad civil”, su con-
los clásicos, del mismo modo como sería antihistori • |n ión ampliada del Estado, parte precisamente del
cismo acusar a Marx por no haber tratado del imperio ■«conocimiento de esa socialización de la política en
I capitalismo desarrollado, de esa formación de sujetos
1 Por lo que yo sé, la expresión “concepción ampliada d<i ••Uticos colectivos de masa. Gramsci dice:
Estado" para designar las reflexiones de Gramsci fue usad#
por primera vez por Christine Buci-Glucksmann, Gramsci > Su concepción de la asociación [de Hegel] no puede
el Estado. (Hacia una teoría marxista de la filosofía), ed. Siglo
XXI, México, 1985, pp. 93-142. A pesar de observaciones in *cr todavía más que vaga y primitiva entre el político
teresantes y provechosas, la autora formula algunos plante» y el economista, según la experiencia histórica de la
mientos generales sobre la teoría gramsciana del Estado col Boca, que era muy limitada y daba un solo ejemplo
los cuales no estoy de acuerdo. logrado de organización, el “corporativo” (política
5 Cf. Valentino Gerratana, “Lenin e la dissacrazione dclh injertada en la economía).
Stato”, en Ricerche di storia del marxismo, Roma, 1972, pg
173-211. Marx no podía tener experiencias históricas supe­

110 111
riores a las de Hegel (al menos muy superiores) mina las determinaciones registradas por los “clásicos”,
El concepto de Marx de la organización sigue estan­ pero representa —y Gramsci está consciente de eso—
do todavía atado a estos elementos: organizaciones un enriquecimiento y un desarrollo de las mismas.
de oficios, clubs jacobinos, conspiraciones secretas de La teoría ampliada del Estado en Gramsci (conser-
pequeños grupos, organización periodística.® vación/superación de la teoría “clásica”) se apoya en
ese descubrimiento de los “aparatos privados de he­
Marx, por lo tanto, no pudo conocer —o no pudo gemonía”, lo que lleva a nuestro autor a distinguir dos
tomar debidamente en cuenta— los grandes sindicatos. esferas esenciales en el interior de las superestructuras.
que agrupan a millones de personas, los partidos po-1 Justificando en una carta a Tatiana Schucht, de sep­
líticos obreros y populares legales y de masas, los par-1 tiembre de 1931, su nuevo concepto del intelectual,
lamentos elegidos por sufragio universal directo y secrc-1 Gramsci proporciona quizá el mejor resumen de su
to, los periódicos proletarios de tiradas inmensas, I concepción ampliada del Estado:
etcétera. No pudo, en suma, captar plenamente una!
dimensión esencial de las relaciones de poder en una I Yo amplío mucho —dice— la noción de intelectual
sociedad capitalista desarrollada: precisamente aquella! y no me limito a la noción corriente, que se refiere a
“trama privada”, a la que Gramsci se refiere, y que j los grandes intelectuales. Este estudio me lleva tam­
más tarde llamará “sociedad civil”, “aparatos privado* r bién a ciertas determinaciones del concepto de Es­
de hegemonía”; o sea, los organismos de participación! tado, que generalmente se entiende como sociedad
política voluntaria, y que no se caracterizan por el uso | política (o dictadura, o aparato coactivo para con­
de la represión. Al acuñar la expresión “sociedad ci- I figurar la masa popular según el tipo de producción
vil” para designarlos, como vimos, Gramsci se aparta y la economía de un momento dado); y no como
terminológicamente de Marx;67 8por el contrario, y como equilibrio de la sociedad política con la sociedad civil
lo indica el mismo texto que acabamos de citar, parece (o hegemonía de un grupo social sobre la sociedad
aproximarse en cierto modo a la terminología de Hegel, nacional entera, ejercida a través de organizaciones
el cual introducía en la “sociedad civil” a las “corpo que suelen considerarse privadas, como la Iglesia,
raciones”, o sea, asociaciones económicas que pueden los sindicatos, las escuelas, etcétera).9
verse como formas primitivas de los modernos sindi
catos.® Pero la eventual derivación terminológica <l< Por lo tanto, el Estado en sentido amplio, “con
Hegel no debe ocultar la novedad del concepto graim •nievas determinaciones”, conlleva dos esferas princi-
ciano: con él, Gramsci expresa un hecho nuevo, uní i«ules: la sociedad política (que Gramsci también llama
nueva determinación del Estado, que no niega o cll ¡ litado en sentido estricto” o “Estado-coerción”), que
rMá formada por el conjunto de los mecanismos a
6 Cuadernos, tomo 1, p. 122. 'iiivés de los cuales la clase dominante detenta el mo­
7 Gerratana, en su respuesta a las tesis de Bobbio anterku nopolio legal de la represión y de la violencia, y que
mente discutidas, observo que el alejamiento de Gramsci H
consciente: cuando, en los ejercicios de traducción hechos en h identifica con los aparatos de coerción bajo el con-
cárcel, vierte la expresión marciana Biirgerliche Gesellschafi 'inl de las burocracias ejecutivas y policiaca militar;
no lo hace con el término habitual de “sociedad civil’*, i la sociedad civil, formada precisamente por el con­
con la expresión literal “sociedad burguesa” (Valentino Geni junto de las organizaciones responsables de la clabo-
tana, en Varios autores, Gramsci e la cultura contemporatu*
cit., vol. r, pp. 169-73).
8 Cf. G.W. F. Hegel, Filosofía del derecho, ed. Juan h / Antonio Gramsci, “Carla a Tatiana Schucht (7-IX-
blos, México, 1980, § 250-56, pp. 206-209. •II) , en Antología, cit., p. 272.

1 12 113
ración y/o difusión de las ideologías, incluido el sis- I por una materialidad (social) propia. Mientras que la
tema escolar, las Iglesias, los partidos políticos, los I sociedad política tiene sus portadores materiales en
sindicatos, las organizaciones profesionales, la orga- I los aparatos represivos del Estado (controlados por las
nización material de la cultura (revistas, periódicos, || burocracias ejecutivas y policiaca-militar), los porta­
editoriales, medios de comunicación de masa), etcétera. | dores materiales de la sociedad civil son lo que Grams­
Dos problemáticas básicas distinguen estas esferas, I ci llama “aparatos privados de hegemonía”, o sea, or­
justificando el que reciban en Gramsci un tratamiento ganismos sociales colectivos voluntarios y relativamente
relativamente autónomo. En primer lugar, tenemos una autónomos frente a la sociedad política. Gramsci regis­
diferencia en la función que ejercen en la organización tra aquí el hecho nuevo de que la esfera ideológica,
de la vida social, en la articulación y reproducción de en las sociedades capitalistas avanzadas, más comple­
las relaciones de poder. Ambas, en conjunto, forman jas, conquistó una autonomía material (y no sólo fun­
“el Estado (en el significado integral: dictadura d- cional) en relación al Estado en sentido estricto. En
hegemonía)”;10 Estado que, en otro contexto, Grams­ otras palabras: la necesidad de conquistar el consenso
ci define también como “sociedad política + sociedad activo y organizado como base para la dominación
civil, esto es, hegemonía acorazada de coerción”.11 En —una necesidad generada por la ampliación de la so­
ese sentido, ambas sirven para conservar o promover cialización de la política— creó y/o renovó determi­
una determinada base económica, de acuerdo con los nadas objetivaciones sociales, que pasan a funcionar
intereses de una clase social fundamental. Pero el mo­ como portadores materiales específicos (con estructura
do de encaminar esa promoción o conservación varía y legalidad propias) de las relaciones sociales de he­
en los dos casos: en el ámbito y a través de la so­ gemonía. Y es esa independencia material —al mismo
ciedad civil, las clases buscan ejercer su hegemonía, tiempo base y resultado de la autonomía relativa asu­
o sea, buscan ganar aliados para sus posiciones me­ mida ahora por la figura social de hegemonía— la que
diante la dirección política y el consenso; por medio funda otológicamente la sociedad civil como una es­
de la sociedad política, al contrario, las clases ejercen fera diferente, dotada de legalidad propia, que funciona
siempre una dictadura, o, más precisamente, una do­ como mediación necesaria entre la estructura econó­
minación mediante la coerción. Así, como podemos ver, mica y el Estado-coerción. Y tenemos aquí un ejemplo
es la sociedad política (o el Estado-coerción) el mo­ más de aplicación concreta por Gramsci, en la esfera
mento del fenómeno estatal que recibió la atención do la praxis política, de la ontología materialista del
prioritaria de los clásicos, mientras que las nuevas de­ *cr social que está en la base de la producción teórica
terminaciones descubiertas por Gramsci se concentran de Marx: no hay forma o función social sin una base
en la sociedad civil. Y la novedad introducida por material, no hay objetividad histórica que no resulte de
Gramsci no dice tanto respecto de la cuestión de li l.i dialéctica entre esa forma social y su portador mate­
hegemonía, ya abordada por Lenin, sino del hecho de rial. Concretamente: en Marx, no hay valor de cambio
que la hegemonía —en cuanto figura social— recilx un valor de uso, no hay plusvalía sin producto exceden­
ahora una base material propia, un espacio autónomo te. no hay relaciones sociales de producción sin fuerzas
y específico de manifestación. productivas materiales, etcétera; en Gramsci, no hay
Precisamente aquí reside el segundo punto de diír hegemonía, o dirección política e ideológica, sin el con-
renciación entre las dos esferas: ellas se distinguen llinto de organizaciones materiales que componen la so­
ciedad civil en cuanto esfera del ser social, etcétera.12
10 Cuadernos, tomo 3, p. 112. •- Sobre la dialéctica entre la base material y la forma
11 Ibid., p. 76.

114 115
Aunque insista sobre la diversidad estructural y fun­ dirigente de los grupos afines o aliados.16
cional de las dos esferas de la superestructura, Grams-
ci no pierde de vista el momento unitario.13 Así, al En ese contexto, la supremacía aparece como el
definir la “sociedad política”, la muestra en relación momento sintético que unifica (sin homogeneizar) la
de identidad-distinción con la sociedad civil; la socie­ hegemonía y la dominación, el consenso y la coerción,
la dirección y la dictadura. Cabe recordar además que,
dad política es para Gramsci, esas dos funciones —o dos grupos de
el aparato de coerción estatal que asegura “legal­ funciones— existen en cualquier forma de Estado; pero
mente” la disciplina de aquellos grupos que no el hecho de que un Estado sea más hegemónico-consen-
“consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está
sual y menos “dictatorial”, o viceversa, depende de la
constituido considerando toda la sociedad, en pre­ autonomía relativa de las esferas superestructurales,
visión de los momentos de crisis en el comando y del predominio de una o de otra, predominio y auto­
en la dirección [en los aparatos privados de hege­ nomía que, a su vez, dependen no sólo del grado de
monía], casos en que el consenso espontáneo vie­ Socialización de la política alcanzado por la sociedad
ne a menos.14 en cuestión, sino también de la correlación de fuerzas
Y, en otro lugar, explica aún mejor la dialéctica cutre las clases sociales que disputan la supremacía.
(unidad en la diversidad) entre sociedad política y so­ Me parece importante subrayar aquí la cuestión de
lu autonomía material de la sociedad civil en cuanto
ciedad civil:
La supremacía de un grupo social se manifiesta de nisgo específico de su manifestación en las sociedades
dos modos, como “dominio” y como “dirección inte • .ipitalistas más complejas. Y ello porque estamos ante
un tópico sobre el cual hay en los Cuadernos cierta
lectual y moral”. Un grupo social es dominante res ambigüedad: Gramsci parece oscilar entre una posición
pecto de los grupos adversarios que tiende a “liqui­
dar” o a someter incluso con la fuerza armada; y ci »|uc afirma la presencia de la sociedad civil incluso en
sociedades precapitalistas —una posición menos fre-
social, cf. el excelente libro de Isaak Ilich Rubín, Ensaya • uente y que va desapareciendo a medida que sus no-
sobre la teoría marxista del valor, cd. Cuadernos de Pasado im avanzan en el tiempo—, y otra posición, más sólida
y Presente, Córdoba, 1974, en particular caps. i-vn. y fundamentada, que afirma que la sociedad civil es
13 En cierto lugar, Gramsci afirma que “la distinción cnut mni característica distintiva de las sociedades donde
sociedad política y sociedad civil [es] una distinción metódíu i'iiste un grado elevado de socialización de la política,
[y no] una distinción orgánica en la realidad efeclivi
sociedad civil y Estado se identifican (Notas sobre Maqiii* ilv organización popular. La ambigüedad encuentra
velo..., cit., p. 54). La afirmación puede prestarse a un» • hita justificación en el hecho de que también las for-
interpretación errónea (ya aceptada, por lo demás, por vaim mus precapitalistas de dominación de clase, incluso las
estudiosos), según la cual Gramsci no habría afirmado abiertamente dictatoriales y despóticas, se apoyaban
distinción material-ontológica (“orgánica”) entre las dos cd»
ras. Esa interpretación no sólo choca con todo el espífH 'i’inilinente en la ideología, pues carecían de algún modo
de las reflexiones gramscianas, negando objetivamente su i» •Ir legitimación para poder funcionar regularmente. Pa-
vedad y originalidad, sino que es literalmente contradicha p I decisivo, en la conquista de esa legitimidad por un
otro pasaje de los Cuadernos en donde Gramsci se refiere, a I dado de tipo fcudal-absolutista, por ejemplo, fue el
un modo dialécticamente correcto, a la “identidad-distimM
entre sociedad civil y sociedad política” (Cuadernos, tomo I
• ’ Antonio Gramsci, “El problema de la dirección política
p. 14 Antonio Gramsci, Los intelectuales y la organización 4
289). • l.i formación y el desarrollo de la nación y del Estado
la cultura, ed. Juan Pablos, México, 1975, p. 18. •’lciiio en Italia”, en Antología, cit., p. 486.

116 117
desempeñado por la ideología religiosa: la Iglesia era Por otro lado, también contra el planteamiento más
el “aparato ideológico de Estado” fundamental en la maduro de Gramsci, Althusser afirma que “el Estado
época feudal y en la época del absolutismo, lo que siempre ha estado ‘ampliado’ [siendo] un equívoco
ciertamente explica la razón por la cual Gramsci, en (considerar] esta ‘ampliación’ como un hecho recien­
algunas notas de los Cuadernos, parece identificar la te”.19 Yo creo que, de ese modo, Althusser no sólo
relación Iglesia-Estado con la relación sociedad civil- deforma las reflexiones de Gramsci y les retira el tra­
sociedad política, incluso en épocas en las que no existe zo original, sino que también se imposibilita para
una sociedad civil en el sentido moderno de la palabra, comprender la especificidad de la esfera ideológica en
en el sentido que es dominante en las reflexiones grams- el mundo del capitalismo desarrollado. Se pierde —lo
cianas y que marca su originalidad y especificidad.16 que no es de extrañar tratándose de Althusser— pre­
No fue por casualidad que utilicé el término “apa­ cisamente la dimensión histórica de la cuestión pro­
puesta por Gramsci.
ratos ideológicos del Estado”, el cual —como se sa­ Por lo tanto si, incluso recusando el fundamento
be— fue acuñado por Louis Althusser.17 Ese término,
teórico y las conclusiones de Althusser, utilicé su ex­
a mi parecer, y como el mismo Althusser se preocupa presión “aparatos ideológicos de Estado” (que él con­
por dejar claro, no es sinónimo del término gramsciano
“aparatos privados de hegemonía”, con el cual nuestro trapone a “aparatos represivos del Estado”), fue porque
autor denomina a los organismos de la sociedad civil a mi parecer designa la situación de la ideología pre­
cisamente cuando el Estado aún no se había “amplia­
moderna. Para Althusser, do”. o sea, en las sociedades de tipo precapitalista: en
Gramsci más oscureció que iluminó [la cuestión] tales sociedades, había una unidad indisoluble entre
cuando retomó la vieja distinción burguesa entre Iglesia y Estado, de modo que la Iglesia no se situaba
sociedad política y sociedad civil [.. .] lo que im­ aún como algo “privado” en relación al Estado como
plica volver a fundarse en la distinción jurídica de entidad “pública”. La ideología que la Iglesia transmi­
hecho [burguesa] entre “público” y “privado”. [... ] tía (y hay que recordar que controlaba todo el sistema
Es desde el punto de vista de la burguesía que exis­ educativo) no tenía ninguna autonomía en relación al
te una distinción entre “sociedad política” y “socie­ 1 stado-coerción, ala “sociedad política”. Con la ayuda
del Estado, la Iglesia imponía esa ideología de modo
dad civil”.1* coercitivo, represivo, con los mismos medios de que
10 Cf., por ejemplo, Cuadernos, tomo 3, p. 75. %e valía el Estado para imponer su dominación en ge­
17 Cf. Louis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos de neral. Con las revoluciones democrático-burguesas y ya
Estado”, en Posiciones, ed. Grijalbo, México, 1977, pp. 75- en la época de la implantación de los primeros regíme­
137. En este ensayo, Althusser se refiere a Gramsci sólo una
vez, en nota a pie de página, para decir que fue “el único nes liberales (de participación política restringida), se
que previamente ha transitado por el camino que vamos a produce un hecho nuevo: el que podríamos llamar
emprender”, pero que “no sistematizó sus intuiciones, que noe laicización del Estado. Los instrumentos ideológicos
han llegado como notas agudas pero fragmentadas” (ibid.. de legitimación, comenzando por las Iglesias, pasan
pp. 91n-92n). En realidad, como traté de demostrar, las po«
siciones de Gramsci sobre el Estado “ampliado” constituyen n ser algo “privado” en relación a lo “público”; el
una teoría sistemática; la cuestión es que esa teoría es dh l.stado ya no impone coercitivamente una religión; e
tinta e incluso antagónica a la teoría análoga de Louis Al Incluso el sistema escolar, controlado por el Estado,
thusser.
19 Louis Althusser, “El marxismo como teoría finita”, en
pasa a admitir cada vez más una disputa ideológica
Varios autores. Discutir el Estado, ed. Folios, México, 1982. «• Ibid., p. 15.
pp. 13-14.

118 119
dentro de sí mismo. Las ideologías, aunque natural­ estricto, Althusser propone una estrategia política que
mente no sean indiferentes al Estado, se vuelven algo —acentuando excesivamente el carácter “separado” del
“privado” en relación a él: la adhesión a las ideolo­ partido obrero y su radical diferencia en relación al
gías en disputa se convierte en un acto voluntario (o Estado— propone una lucha que debe emprenderse
relativamente voluntario) y ya no algo impuesto coer­ enteramente juera del Estado (aquí, del Estado en sen­
tido amplio):
citivamente.
Se crean así, en cuanto portadores materiales de
esas visiones del mundo en disputa, en lucha por la Por principio, coherentemente con su razón de ser
hegemonía, lo que Gramsci llama “aparatos privados política c histórica, el partido [obrero] debe estar
fuera del Estado [...], Jamás debe considerarse
de hegemonía”: y no se crean solamente nuevos “apa­ como “partido de gobierno”.22
ratos hegemónicos” generados por la lucha de las ma­
sas (como los sindicatos, los partidos, los periódicos Pierde sentido, entonces, el núcleo de la estrategia
de opinión, etcétera); también los viejos “aparatos gramsciana de la “guerra de posiciones”: la idea de
ideológicos de Estado”, heredados por el capitalismo, que la conquista del poder de Estado, en las socieda­
se vuelven algo “privado”, pasan a formar parte de la des complejas del capitalismo reciente, debe ser pre­
sociedad civil en su sentido moderno (es el caso de la cedida por una larga batalla por la hegemonía y por el
Iglesia e, inclusive, del sistema escolar). Se abre así consenso en el interior y a través de la sociedad civil,
la posibilidad, que Althusser niega explícitamente,20 de o sea, en el interior del Estado en su sentido amplio.
que la ideología (o el sistema de ideologías) de las Mientras que la posición de Althusser lleva necesaria­
clases subalternas obtenga la hegemonía en el interior mente, fuese él consciente o no, a la idea de un choque
de uno o varios aparatos hegemónicos privados, incluso frontal con el Estado (ya que es imposible debilitarlo
antes de que tales clases hayan conquistado el poder I
progresivamente por medio de la “ocupación” de es­
del Estado en sentido estricto, o sea, se hayan vuelto pacios situados en su interior), la posición de Gramsci
clases dominantes. Es la posibilidad que Gramsci en­ implica la idea de una “larga marcha” a través de las
trevé cuando dice que “un grupo social puede y hasta instituciones de la sociedad civil. Como dice aguda­
tiene que ser dirigente [hegemónico] ya antes de con- I mente Biagio De Giovanni,
quistar el poder gubernativo que, además, en el cuadro I
de las sociedades complejas, donde el Estado se “am­ Gramsci sitúa en el centro del análisis de los Cua­
plió”, se vuelve también necesidad, ya que —prosigue dernos la idea de la transición como proceso. Se
Gramsci— “ésta es una de las condiciones principales elimina, sustancialmente, el concepto de un colapso
para la misma conquista del poder”.21 repentino de la sociedad burguesa-capitalista. [.. .]
Por lo tanto, la distinción entre los conceptos de En el centro de esa idea de la transición como pro­
Althusser y de Gramsci no es sólo teórica o histórica, ceso, está el tipo nuevo de reflexión que Gramsci
sino que implica también importantes consecuencias desarrolla acerca del Estado.23
políticas. Al considerar los organismos de la sociedad
civil como parte integrante del Estado en su sentido En otras palabras: está su concepción del Estado

20 I.ouis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos de El 17 Louis Althusser, “El marxismo como teoría finita”, cit.,
r 17.
tado
21 ”Antonio
, cit., pp.Gramsci,
96-97. “El problema de la dirección política ” Biagio De Giovanni, “Gramsci e l’elaborazione succesiva
en la formación y el desarrollo de la nación y el Estad»» '•I Partito Comunista”, en Varios autores, Egemonia Stato
Wllto in Gramsci, Roma, 1977, p. 56.
moderno en Italia’”, cit., p. 486.
121
120
como síntesis de sociedad política y de sociedad civil, crónico en relación a la época en la cual Gramsci escri­
de Estado-coerción y de aparatos privados de hege­ be (probablemente 1932 o 1933): él apoya al “intér­
monía. prete del movimiento mayoritario”, dirigido por Stalin
y Bujarin, que derrotó en 1925-1928 a la llamada “opo­
sición de izquierda”, haciendo prevalecer la política
2. “sociedad regulada” y fin del estado de la NEP contra la política anticampesina de la co­
Es de gran importancia observar el modo por el cual, lectivización forzada.25 Y, en segundo lugar, puede verse
en función de esa autonomía relativa (funcional y ma­ que el apoyo es dado en la lucha contra Trotsky, cu­
terial) de las esferas de la superestructura, Gramsci yas posiciones —ya duramente criticadas en la “Carta
concreta la teoría de Marx, Engels y Lenin sobre la de 1926 al Comité Central del PCUS”— Gramsci no
extinción del Estado en la sociedad comunista sin cla­ dejará de combatir a lo largo de los Cuadernos, viendo
ses, que el acostumbra llamar “sociedad regulada”. en Trotsky al “teórico político del ataque frontal en
Como vimos, la teoría del fin del Estado es un aspecto un periodo en que éste es sólo causa de derrotas”.26
esencial de la “crítica de la política”, que es a su vez Gramsci no se refiere, por lo tanto, a la dura lucha de
momento ineliminable —así como la “crítica de la eco­ Stalin contra Bujarin y la “oposición de derecha”, que
nomía política”— de la teoría social marxista. Y, tam­ comenzó en 1928-1929, y que vio a Stalin alinearse
bién aquí, Gramsci, a mi juicio, establece una relación objetivamente con la política económica de la oposi­
de continuidad/superación con los “clásicos”. Este ción trotskista-zinovievista contra la política gradua­
desarrollo se hizo posible, en gran parte, porque lista de la NEP, defendida por el grupo bujariniano.
Gramsci tuvo la oportunidad de evaluar la experiencia Pero, aunque Stalin no sea criticado directamente
concreta de la construcción del socialismo en la Unión en las notas de la cárcel, Gramsci planteó observacio­
Soviética, casi quince años después de la Revolución nes negativas sobre su actuación y su personalidad en
de Octubre. En ese sentido, creo que las notas de las conversaciones que matenía con sus compañeros de
Gramsci al respecto, que analizaremos a continuación, prisión. Así, a finales de 1930, Gramsci habría con­
indican una clara discordancia con los caminos segui­ lindo a su amigo y camarada Enzo Riboldi:
dos en la URSS después del viraje de 1928-1929, o
sea, después del fin de la concepción gradualista y con­ Es preciso tomar en cuenta que el habiius mental
sensual de transición al socialismo, implícita en la de Stalin es bien diferente del de Lenin. Lenin al
NEP, y el inicio de la “revolución desde arriba”, en­ haber vivido durante muchos años en el extranjero,
camada en la colectivización forzada y en la rápida poseía una visión internacional de los problemas po­
industrialización. lítico-sociales, lo que no puede decirse de Stalin, que
Es cierto que, en los Cuadernos, la única referencia siempre permaneció en Rusia conservando la men­
hecha a Stalin es una referencia positiva: considerán­ talidad nacionalista que se expresa en el culto a
dolo “intérprete del movimiento mayoritario”, Grams los “grandes rusos”. También en la Internacional,
ci se coloca al lado de Stalin contra Trotsky en la Stalin es primero ruso y después comunista: es pre­
cuestión de la disputa sobre la posibilidad de construc­ ciso tener cuidado con él.27
ción del socialismo en un solo país.24 Pero debe obser­
varse que, en primer lugar, ese apoyo a Stalin es ana- I Cf. en este libro, cap. ni, parte 3, p. 63.
•• Cuadernos, tomo 3, p. 105.
Antonio Gramsci, sobre Maquiavelo..cit., pp ” Citado en Paolo Spriano, Síoria del Partito..., cit., vol.
147-48. •». (/// anni della clandestinitd, p. 275.

122 123
Otro colega de prisión, Ercole Piacentini, observa considerada como una “perpetua división del género hu­
en sus memorias: mano”, sino “sólo [como] un hecho histórico, que res­
ponde a ciertas condiciones”. Es preciso, pues, “crear
De Stalin, [Gramsci] habló dos o tres veces; dijo que las condiciones bajo las cuales desaparezca la necesi­
conocía el testamento de Lenin [que llama a Stalin dad de la existencia de esa división [entre gobernantes
“arrogante y grosero” y pide su alejamiento de la y gobernados]”.31
secretaría general del Partido] y concordaba con su Quien haya leído El Estado y la revolución sabe que
contenido.28 Lenin revelaba igual preocupación por la completa
Más importante que esos recuerdos, sin embargo, socialización del poder, o, más precisamente, por la
que siempre pueden estar viciados por cierto anacro­ participación de todos en la gestión de las relaciones
nismo, me parecen las observaciones contenidas en económicas y sociales. Pero, mientras que Lenin (y
los Cuadernos que se refieren indirectamente a la ac­ más aún Engels) prevé una extinción casi automática
tuación de Stalin después del “viraje” de 1929. del Estado, como resultado de la extinción progresiva
Volvamos, antes de abordar esa cuestión, al pro­ de las clases en el plano económico y de la difusión
blema de la extinción del Estado. Para Gramsci, esa del saber entre las masas, Gramsci parece suponer la
extinción significa la desaparición progresiva de los me­ necesidad de una lucha en el terreno específico de la
canismos de coerción, o sea, la “reabsorción de la política y de las instituciones socialistas para hacer
sociedad política en la sociedad civil”.29 Las funciones posible el fin de la enajenación que se expresa en la
sociales de la dominación y de la coerción —a medi­ existencia del Estado separado de la sociedad, cual­
da que se avanza en la construcción económica del quiera que sea su contenido de clase. Es lo que parece
socialismo— deben ceder progresivamente espacio a la resultar de sus notas sobre la “Estadolatría”, que exa­
hegemonía y al consenso. minaremos más detalladamente a continuación, en las
cuales advierte que “la ‘estadolatría’ no debe ser aban­
El elemento Estado-coerción —dice Gramsci— se donada a sí misma”, sino que “debe ser criticada”.82
puede imaginar extinguióle a medida que se afirman I s como si dijese que el “Estado obrero con deforma­
elementos cada vez más conspicuos de sociedad re­ ciones burocráticas” (Lenin) tenía una dinámica pro­
gulada (o Estado ético o sociedad civil).80 pia, generando intereses que apuntan a su perpetua­
ción. De ahí la necesidad de una permanente “crítica
Por otro lado, esa reabsorción del Estado por la so­ socialista”, en cuanto parte integrante del proceso que
ciedad civil —el fin de la enajenación de la esfera Gramsci frecuentemente designa como “reforma inte­
política— va ligada a una preocupación básica reve lectual y moral”.
lada por Gramsci: la de que la división entre gober­ No me parece difícil ver en esa formulación grams-
nantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos, que clana del fin del Estado —a través de la creación de
él reconoce como necesaria en determinado nivel de una “sociedad (auto-)regulada”, donde desaparezca
desarrollo de la formación social (en el cual no sólo la distinción entre gobernantes y gobernados— una po­
existe la división de la sociedad en clases, sino incluso sición contraria a las teorías divulgadas por Stalin,
un cierto grado de división técnica del trabajo), no sei icgún las cuales el Estado-coerción tiene que fortale­
-8 Ercole Piacentini. “Con Gramsci a Tliri”, en Rinascito
cerse al máximo durante el periodo de transición al
25 de octubre de 1974, p. 32.
29 Cuadernos, tomo 2, p. 346. I ■’ Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..cit., p. 41.
80 Ibid., tomo 3, p. 76. | •* Cuadernos, tomo 3, pp. 282-83.

124 125
comunismo. No me parece que tengan otro sentido las “gobierno de funcionarios” (hacer que la vida esta­
observaciones contenidas en la referida nota sobre la tal se vuelva “espontánea”).34
“Estadolatría”, redactada en 1931 o 1932. Gramsci
empieza reconociendo que, en determinados países, es Y si observamos que poco antes, Gramsci contra­
necesaria una fase de fortalecimiento del Estado du­ pone el “gobierno de los funcionarios” al “autogobier­
rante las primeras etapas de construcción del socia­ no”, la sociedad política a la sociedad civil, vemos
lismo: que su crítica a la “estadolatría” —además de ser una
clara critica a la gestión burocrática del Estado— es
Para algunos grupos sociales que antes de acceder una defensa del “autogobierno de los productores”, ex­
a la vida estatal autónoma no han tenido un largo presado a través de los organismos de la sociedad civil,
periodo de desarrollo cultural y moral propio e in­ l o que la nota de Gramsci parece decir, en síntesis,
dependiente (como en la sociedad medieval y en las es lo siguiente: si la sociedad civil es débil antes de la
monarquías absolutas se hacía posible por la existen­ loma del poder, la tarea del Estado socialista es forta­
cia jurídica de los Estados u órdenes privilegiadas), lecerla después, como condición para su propia extin­
un periodo de estadolatría es necesario e incluso ción, en cuanto Estado, para su reabsorción en los
oportuno.33 organismos autogestionados de la sociedad civil. Y en
eso Gramsci concuerda enteramente con Lenin, cuando
O sea: ahí donde la sociedad civil es débil, donde éste dice que “el socialismo triunfante no puede con­
las tradiciones de democracia política y de organización
solidar su victoria y llevar a la humanidad a la extin­
popular autónoma son débiles o inexistentes, el paso ción del Estado sin la realización de una democracia
a un nuevo orden no puede contar con los mismos
presupuestos que en una sociedad “occidental”; y, de completa”.35 El punto nuevo, la concreción gramsciana
de la teoría “clásica” del fin del Estado, reside en su
ese modo, se hace necesario un periodo “dictatorial”,
idea de que aquello que se extingue son los mecanismos
de fortalecimiento del Estado-coerción. Éste es precisa­
mente el caso —y las referencias de Gramsci cuando del Estado-coerción, de la sociedad política, conser­
vándose los organismos de la sociedad civil, que se
habla de “gobiernos absolutistas” no dejan lugar a
dudas— de la Rusia zarista, primero, y de la joven convierten en portadores materiales del “autogobierno
de los productores asociados”.
República Soviética, después.
Pero, en una observación en donde, me parece, se Por otro lado, hay todavía un punto en el que las
encierra una clara oposición al “modelo stalinista”, icflexiones de Gramsci me parece que chocan con la
Gramsci afirma luego que: teoría y la práctica del stalinismo: en el claro rechazo
•le la identificación entre partido y Estado y en la
Sin embargo, esa “estadolatría” no debe ser aban­ defensa del Estado socialista como un Estado laico y
donada a sí misma, no debe, especialmente, conver­ no-ideológico. Gramsci dice que,
tirse en fanatismo teórico y ser concebida como
“perpetua”: debe ser criticada, precisamente parí en las sociedades en las que la unidad histórica de
que se desarrolle y produzca nuevas formas de vida sociedad civil y sociedad política se entiende dia-
estatal, en las que la iniciativa de los individuos )
de los grupos sea “estatal” aunque no se deba a' '« Ibid.
V. I. Lenin, Una caricatura del marxismo y el econo-
33 ibid. '•tumo imperialista, en Obras completas, cit., tomo xxiv, p. 78.

126 127
lácticamente (en la dialéctica real y no sólo concep­ ¡¡tica marxista, sino que lo lleva también a dar indica­
tual), y el Estado es concebido como superable por ciones concretas aunque breves y sumarias—, sobre
la “sociedad regulada” [lo sea, en las sociedades so­ las modalidades de construcción del socialismo. Y esas
cialistas], el partido dominante no se confunde orgá­ indicaciones, como vimos, proporcionan elementos pa­
nicamente con el gobierno, sino que es un instru­ ra una crítica marxista del modelo stalinista impuesto
mento para el paso de la sociedad “civil-política a en la URSS, sobre todo después de 1929, un modelo
la “sociedad regulada”, en cuanto a que absorbe en sí que Gramsci considera “estatolátrico”, burocrático-
a ambas, para superarlas (no para perpetuar la con­ nutoritario, centrado en una falsa identificación entre
tradicción), etcétera.36 Estado y partido. Ciertamente, sería un anacronismo
hacer de Gramsci un “eurocomunista” avant la lettre\
Si relacionamos esa observación con la afirmación pero también sería equivocado dejar de lado esas indi­
anterior sobre la necesidad de criticar la “estadola- caciones suyas en el sentido de una concepción original
tría”, podemos concluir que —si el partido se identifica de la construcción del socialismo, diferente del camino
con el gobierno, con el Estado— existe una tendencia seguido en la URSS y en otros países socialistas, limi­
a que el Estado-coerción (en la forma de Estado-Par­ tando así su originalidad a la formulación de una nue­
tido) se perpetúe, sin que se tenga un instrumento va estrategia de la lucha por el socialismo en los países
adecuado para criticar el burocratismo autoritario que “occidentales”.
de él emana y para luchar por su reabsorción en la
“sociedad regulada”. Por otro lado, en una nota en
que habla de la “lucha por una cultura superior autó­
noma”, Gramsci la define como
la parte positiva de la lucha que se manifiesta, en
forma negativa y polémica con los a privativos y los
anti (anticlericalismo, ateísmo, etcétera). Se da así
una forma moderna y actual al humanismo laico
tradicional, que debe ser la base ética del nuevo
tipo de Estado.37

En la defensa del Estado socialista como un Estado


laico, humanista y no-ideológico, Gramsci combate
otros dos pilares del “modelo” stalinista, el cual, iden­
tificando partido y Estado, identifica también la ideo­
logía del partido con la ideología del Estado.
Para concluir, podemos observar que el concepto de
sociedad civil proporciona a Gramsci no sólo los insJ
trumentos para concretar la teoría “clásica” del fin del
Estado, que es parte integrante de la crítica de la /w|
30 Cuadernos, tomo 3, p. 53.
37 Antonio Gramsci, El materialismo histórico..., cilJ
p. 87.

128
129
VI. La estrategia socialista en diacrónicos, que llevan a una formación social a “occi-
dentalizarse”. AI referirse a la teoría de la “revolución
“Occidente” permanente” en la formulación que le habían dado
Marx y Engels,1 o sea, “como expresión científicamen­
te elaborada de las experiencias jacobinas” de la revo­
1. GUERRA DE MOVIMIENTO Y GUERRA DE POSICIÓN
lución francesa, Gramsci observa:
La teoría ampliada del Estado es la base que permite La fórmula es propia de un periodo histórico en el
a Gramsci responder de modo original a la cuestión cual no existían aún los grandes partidos políticos
del fracaso de la revolución en los países occidentales: de masa ni los grandes sindicatos económicos y la
ese fracaso ocurrió, supone Gramsci porque no se tomó sociedad estaba aún, bajo muchos aspectos, en un
debidamente en cuenta la diferencia estructural que estado de “fluidez”.2
existe entre, por un lado, las formaciones sociales de
“Oriente” (entre las cuales se incluye la de la Rusia Paulatinamente, sin embargo, en la medida en que
zarista), caracterizadas por la debilidad de la sociedad el desarrollo de ios procesos de socialización de las
civil en contraste con el predominio casi absoluto del fuerzas productivas lleva a una socialización de la par­
Estado-coerción; y, por otro, las formaciones sociales ticipación política, en que esa “fluidez” propia de la
de “Occidente”, donde se da una relación más equili­ época del liberalismo de participación restringida cede
brada entre sociedad civil y sociedad política, o sea, su lugar a la “estructura masiva” de las democracias
donde se realizó concretamente la “ampliación” del modernas —y Gramsci pone el punto de inflexión en
Estado. A partir de esa respuesta, Gramsci puede for­ 1870—,3 las sociedades europeas pasan a “occidenta-
mular, de modo positivo, su propuesta de estrategia lizarse”: se impone así un cambio en la estrategia de
para los países “occidentales”: en las formaciones la lucha socialista.
“orientales”, el predominio del Estado-coerción impone
a la lucha de clases una estrategia de ataque frontal, La fórmula cuarentiochesca de la “revolución per­
una “guerra de movimiento”, dirigida directamente manente” —concluye Gramsci— es sometida a una
hacia la conquista y conservación del Estado en sentido relaboración, encontrando en la ciencia política su
estricto; en “Occidente”, al contrario, las batallas de­ superación en la fórmula de “hegemonía civil”. En
ben empréndese inicialmcnte en el ámbito de la socie­ el arte político ocurre lo mismo que en el arte mi­
dad civil, tendiendo a la conquista de posiciones y de litar: la guerra de movimiento deviene cada vez más
espacios (“guerra de posición”), de la dirección po­ en guerra de posición/
lítico-ideológica y del consenso de los sectores mayo-
ritarios de la población, como condición para el acceso En esa importante anotación de Gramsci, hay dos
al poder del Estado y su posterior conservación. tópicos que deben señalarse. En primer lugar, vemos
Antes que nada, hay que disipar un posible malen­ que la necesidad de una nueva estrategia no es impuesta
tendido: la “occidentalidad” de una formación social 1 Cf. Marx-Engels, “Mensaje al Comité Central de la Liga
no es, para Gramsci, un hecho puramente geográfico, de los Comunistas”, en Obras escogidas en tres tomos, ed.
sino sobre todo un hecho histórico. O sea: Gramsci Progreso, Moscú, 1976, t. i, p. 183. El texto es de marzo de
no se limita a registrar la presencia sincrónica de for­ 1850.
maciones de tipo “oriental” y de tipo “occidental”, 2 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..cit., p. 112.
2 Ibid., p. 113.
sino que indica también los procesos histórico-sociales, 4 Ibid.

130 131
solamente por la diferencia sincrónica, simultánea, en­ una de las condiciones principales para la conquista
tre sociedades “occidentales” y “orientales”, sino tam­ del poder); luego, cuando ejerce el poder y aunque
bién por la diferencia diacrónica —en el interior de las lo tenga firmemente en las manos, se hace dominan­
sociedades hoy “occidentales” —entre periodos mar­ te, pero tiene que seguir siendo también “dirigente”.5
cados por la debilidad de la organización de masas
(donde se impugna la “guerra de movimiento”, el cho­ Esa aguda percepción de las transformaciones his­
que frontal con el Estado-coerción) y periodos de tóricas ocurridas en las sociedades capitalistas, con la
intensa socialización de la política (donde la conquista consiguiente necesidad de una renovación de la estra­
paulatina de posiciones ocupa el lugar central en la tegia marxista de transición al socialismo, no debe
estrategia obrera). En ese sentido, la “guerra de mo­ ocultar el hecho de que Gramsci —al formularla—
vimiento” sería aplicable no sólo a los Estados absolu­ estaba dando también una batalla política actual, pre­
tistas o despóticos de tipo “oriental”, sino también a cisamente contra los que no advertían la necesidad de
los Estados liberales elitistas de los dos primeros ter­ esa renovación. Para él, el
cios del siglo xix, mientras que la “guerra de posición” paso de la guerra de movimiento (y del ataque fron­
sería válida para los Estados democráticos modernos.* tal) a la guerra de posiciones incluso en el campo
Por lo tanto, la renovación/superación, gramsciana político [.. .] me parece la cuestión de teoría polí­
no se refiere únicamente a la táctica concreta de los tica más importante planteada por el periodo de la
bolcheviques rusos en una sociedad de tipo absolutista, posguerra y la más difícil de resolver justamente.
implicando la imposibilidad de su aplicación universal,
sino que engloba también un cierto blanquismo resi­ Y, en seguida, critica duramente a Trotsky por se­
dual presente en las formulaciones de Marx y Engels, guir proponiendo la teoría de la “revolución perma­
sobre todo hacia 1848, cuando lidiaban con sociedades nente”, del ataque frontal, “en un periodo en que éste
liberales que aún no se habían “occidentalizado” ple­ sólo es causa de derrotas”.6
namente. En segundo lugar, cabe observar la correla­ Pero seria interesante observar que aunque sus crí­
ción que Gramsci establece entre “guerra de movimien­ ticas se dirijan explícitamente a Trotsky y (como ve­
to” y “revolución permanente”, por un lado, y entre lemos) a Rosa Luxemburgo, Gramsci se opone aquí,
“guerra de posición” y conquista de la “hegemonía en realidad, a toda la línea política seguida por la
civil”, por el otro; la clave de la “guerra de posición”, Internacional Comunista en el periodo que va de 1929
de la estrategia adecuada a los países “occidentales” o ii 1934; una línea basada, como se sabe, en la falsa
que se “occidentalizan”, reside precisamente en la lu­ suposición de un inminente colapso del capitalismo,
cha por la conquista de la hegemonía, de la dirección de la apertura de una crisis revolucionaria mundial
política o del consenso. O, para usar las palabras del (concebida en términos de “catastrofismo económi­
mismo Gramsci: co”), con la consiguiente deducción de la necesidad
de adoptar una táctica de ataque frontal, de ofensiva
Un grupo social puede y hasta tiene que ser dirigente en todos los planos, según la cual incluso la social-
ya antes de conquistar el poder gubernativo (ésta es dcmocracia debía ser tratada y combatida como a una
“hermana gemela del fascismo”. No es preciso insistir
* Y está claro que esa periodización, válida para Europa,
no se repite en otras regiones del mundo; pero esto no niega
los procesos de “occidentalización” —más tardíos— ocurrido» 8 Antonio Gramsci, “El problema de la dirección políti-
también en algunas de esas otras regiones, sobre todo en cit., p. 486.
América Latina. '■ Ibid., tomo 3, p. 105.

132 133
aquí sobre los trágicos resultados a que llevó esa reanu­ un cuidadoso reconocimiento de carácter nacional.7
dación aventurerista de la “guerra de movimiento”
como estrategia de los partidos comunistas occidenta­ El concepto de “sociedad civil”, como vemos, in­
les, en un periodo en que ésta “sólo es causa de de­ troduce aquí una concreción esencial en relación a
rrota”. Escribiendo en 1930-1932, cuando la aplica­ una formulación análoga a la de 1924, ya citada.
ción del “viraje izquierdista” de la IC estaba en pleno Es precisamente esa “relación equilibrada” entre Es­
avance, Gramsci no podía ignorar que sus ataques a tado y sociedad civil la que desautoriza, en Occidente,
Trotsky —entonces políticamenete derrotado y en el la sobrestimación del papel de las crisis económicas
exilio— se aplicaban con mucha mayor propiedad en el proceso de disgregación del bloque dominante
a la política de la propia IC. y, en consecuencia, el establecimiento de la estrategia
Combatiendo el trotskismo y, al mismo tiempo, el en la idea de un “asalto revolucionario” al poder. La
“viraje izquierdista” de Stalin después de 1929, Grams­ polémica de Gramsci toma aquí como blanco a Rosa
ci se mantiene fiel a las directrices indicadas por Lenin Luxemburgo, pero las críticas que él dirige al econo-
en el III Congreso (1921) de la IC, cuando el “izquicr- micismo y al catastrofismo de la gran revolucionaria
dismo” es duramente combatido y la IC propone una polaca valen igualmente —y tal vez con aún mayor ade­
política de “frente único” con las demás fuerzas obre­ cuación— para las posiciones defendidas por la IC en el
ras y socialistas, una política que intuía la mayor com­ periodo 1929-1934. Contra Rosa, Gramsci insiste en
plejidad de las sociedades “occidentales”, pero que el hecho de que,
sería abondonada por Stalin precisamente a partir de [... ] en lo que respecta a los Estados más avan­
1928-1929. zados, [...] la “sociedad civil” se ha convertido
Me parece que Ilich [Lenin] comprendió —observa en una estructura muy compleja y resistente a las
Gramsci— que era preciso un cambio de la guerra “irrupciones” catastróficas del elemento económico
de movimiento, aplicada victoriosamente en Oriente inmediato (crisis, depresiones, etcétera): las super­
[esto es, en Rusia] en 1917, a la guerra de posicio estructuras de la sociedad civil son como el sistema
nes, única posible en Occidente [...] Esto es lo de trincheras en la guerra moderna.8
que creo que significa la fórmula del “frente único”
Ese sistema de mediaciones —que implica un “re­
Y Gramsci prosigue, estableciendo de modo concreto troceso de las barreras económicas”, o sea, una mayor
la determinación central de la diferencia entre Orienteautonomía de lo político— convierte a las crisis revo­
lucionarias en las sociedades “occidentales” en algo
y Occidente: mucho más complejo. Tales crisis ya no se manifiestan
En Oriente, el Estado lo era todo, la sociedad civil inmediatamente como resultado de crisis económicas,
era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Es­ Incluso aparentemente catastróficas, y no imponen, por
tado y sociedad civil había una justa relación y en lo tanto, una solución rápida y un choque fron-
el temblor del Estado se discernía de inmediato hil; se articulan en varios niveles, englobando un pe­
una robusta estructura de la sociedad civil. El Es riodo histórico más o menos largo. De ahí por qué
tado era sólo una trinchera avanzada, tras la cual Gramsci, para definirlas, se refiere a la noción de
se hallaba una robusta cadena de fortalezas y ca­ » Ibid.» p. 157.
samatas; en mayor o menor medida de un Estado • Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..cit.,
a otro, se comprende, pero precisamente eso requchi I» 94.

134 135
“crisis orgánica”, o sea, a una crisis que —a diferen­ rentes alternativas, es decir, puede tener diferentes
cia de las “crisis ocasionales” o “coyunturales”— no soluciones. De inmediato, la clase dominante puede
lleva consigo la posibilidad de una solución rápida tener condiciones para seguir dominando a través de
por parte de las clases dominantes y significa una pro­ la pura coerción; a medio plazo, puede ciertamente
gresiva disgregación del viejo “bloque histórico”.9 recomponer su hegemonía, por medio de concesiones,
Si la “crisis orgánica”, en su aspecto económico, se de maniobras reformistas, etcétera, para lo cual con­
presenta como manifestación de contradicciones estruc­ tará con la incapacidad de las fuerzas adversarias para
turales del modo de producción, también aparece —en presentar soluciones positivas y constructivas. Pero la
el aspecto superestructura!, político-ideológico— como tendencia dominante, aunque no inevitable, es la de
crisis de hegemonía. Y así es como Gramsci la define: que las clases dominadas —favorecidas por el carácter
estructural de la crisis— amplíen su arco de alianzas
y su esfera de consenso, inviertan a su favor las rela­
Si la clase dominante ha perdido el consenso, o sea,
ciones de hegemonía y, de ese modo, al convertirse en
si ya no es “dirigente”, sino únicamente “dominan­
te”, detentadora de la pura fuerza coercitiva, esto clases dirigentes (al presentar propuestas de solución
para los problemas del conjunto de la nación), creen
significa precisamente que las grandes masas se han
las condiciones para llegar a la situación de clases do­
apartado de las ideologías tradicionales, no creen
ya en lo que antes creían, etcétera. La crisis consiste minantes.
precisamente en el hecho de que lo viejo muere y En suma: en la “guerra de posiciones” que atra­
lo nuevo no puede nacer.10 viesa una crisis de hegemonía, preparándola o dándole
progresivamente una solución, no hay lugár para la
espera mcsiánica del “gran día”, para la pasividad
La crisis de hegemonía, en cuanto expresión política espontaneísta que cuenta con la irrupción de una ex­
de la crisis orgánica, es el tipo específico de crisis re­
volucionaria en las sociedades más complejas con alto plosión de tipo catastrófico como condición para el
“asalto al poder”. El criterio central para la decisión
grado de participación política organizada. Se caracte­ de la crisis es la iniciativa de los sujetos políticos co­
riza —al contrario de la crisis “catastrófica”— por
lectivos, la capacidad de hacer política, de envolver
un periodo relativamente largo de maduración, en el
a grandes masas en la solución de sus propios proble­
cual se da una compleja lucha por espacio y posicio­ mas, de luchar cotidianamente por la conquista de es­
nes, un movimiento de avances y retrocesos. Como pacios y posiciones, sin perder de vista el objetivo final
toda crisis, la de hegemonía puede dar lugar a dife­ de promover transformaciones de estructura que pon­
gan fin a la formación económico-social capitalista.
9 De paso, cabe señalar que Gramsci usa la expresión “blo­
que histórico” en dos acepciones distintas, aunque relaciona­ Si la crisis económica no se traduce espontáneamente
das dialécticamente: 1] como la totalidad concreta formada en la disgregación del bloque dominante (sino que
por la articulación de la infraestructura material y las super­ incluso puede, en ciertas condiciones, favorecer una
estructuras político-ideológicas y 2] como una alianza de cla­ reagregación de ese bloque), ello significa que tal dis­
ses, bajo la hegemonía de una clase fundamental en el modo
de producción, cuyo objetivo es conservar o revolucionar una gregación depende directamente de la capacidad de la
formación económico-social existente. Sobre las acepciones clase dominada para hacer política; o, en otras pala­
del concepto de “bloque histórico” y sus determinaciones, cf. bras, para conquistar progresivamente para sí la he­
la didáctica exposición de Mugues Portelli, Gramsci y el blo­
que histórico, ed. Siglo XXI, México, 1979. gemonía perdida por la clase dominante. Tenemos así
10 Cuadernos, tomo 2, p. 37. que esa conquista de la hegemonía, la transformación

136 137
de la clase dominante en clase dirigente antes de la de “crisis orgánica”, etcétera. Y, en segundo, opera un
toma del poder, es el elemento central de la estrategia profundo reconocimiento del “terreno nocional” ita­
gramsciana de transición al socialismo; una estrategia liano, gracias a sus detallados estudios sobre el proceso
que, además de impuesta por la mayor complejidad peculiar de transición al capitalismo en Italia (a través
de las sociedades “occidentales”, tiene la ventaja de de una “revolución pasiva” o “revolución sin revolu­
ofrecer resultados más estables, seguros, pues —se­ ción”), sobre la centralidad nacional de las cuestiones
gún Gramsci— “la ‘guerra de posiciones’, una vez meridional y vaticana, sobre el carácter cosmopolita y
ganada, es decisiva definitivamente”.11 Y no está de no nacional-popular de la cultura y de los intelectuales
más recordar aquí que para convertirse en clase diri­ italianos, etcétera. Un lugar destacado, en ese reco­
gente, hegemónica, la clase obrera debe volverse nocimiento del “terreno nacional”, es el ocupado por
—como ya lo indicó Gramsci desde mediados de los las formulaciones de Gramsci sobre la “fase de tran­
años veinte— clase nacional*, o sea, debe superar cual­ sición” que, a su juicio, debería existir entre la caída
quier espíritu corporativista y asumir como suyos todos del fascismo y la revolución socialista en Italia. Es una
los problemas efectivos de la nación. Como veremos cuestión que merece ser examinada más detalladamen­
en el próximo capítulo, un papel decisivo en esa trans­ te, no sólo por su interés intrínseco, sino porque te­
formación de la clase obrera en clase nacional lo desem­ nemos aquí un ejemplo —el único— de aplicación
peña su partido político de vanguardia. concreta de los principios generales de la estrategia
Gramsci registra la intuición de Lenin sobre la ne­ gramsciana de transición a una situación nacional
cesidad histórica de pasar de la guerra de movimiento concreta.
a la guerra de posiciones, dice lo siguiente:

Ilich no tuvo tiempo de profundizar su fórmula, aún 2. LA CUESTIÓN DE LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE


teniendo en cuenta que él podía profundizarla sólo EN ITALIA
teóricamente, mientras que la misión fundamental
era nacional, o sea que exigía un reconocimiento del lodos los datos y declaraciones hoy disponibles son
terreno y una fijación de los elementos de trinchera unánimes en confirmar un hecho: que Gramsci difirió
y fortaleza representados por los elementos de la radicalmente de la posición asumida por el PCI a par­
sociedad civil.12 tir del “viraje” de 1929, esto es, desde la adopción y
aplicación en Italia de la línea política izquierdista
En realidad, este planteamiento de Gramsci puede V aventurerista aprobada por la dirección stalinista de
leerse también como un programa de trabajo: a lo la IC. Ya vimos hasta qué punto esa discordancia se
largo de los Cuadernos, él se empeña precisamente transparenta en las notas de la cárcel, a través de una
en profundizar los dos momentos, en hacer aquello polémica indirecta, en la cual el blanco de la crítica
para lo que Lenin “no tuvo tiempo”. En primer lugar, no es la IC sino Trotsky y Rosa Luxemburgo. Se trata
emprende la profundización a nivel teórico, con su teo­ de examinar ahora, aunque brevemente, las razones
ría ampliada del Estado, con la formulación de la dife­ que motivaron la oposición de Gramsci a las conse­
rencia entre las formaciones “orientales” y “occiden­ cuencias nacionales que la nueva dirección del PCI
tales”, con los conceptos de “guerra de posición” y -encabezada por Togliatti— extrajo del “viraje” de
ln IC.13 Ya en 1929, el PCI previó para Italia el sur-
11 Ibid.» tomo 3, p. 106.
Ibid.» p. 157. ” Sobre el “viraje” de la Internacional y sus consecuencias

138 139
gimiento de una crisis revolucionaria inminente, a par­ do en cuonta ese descontento, los partidos liberal-de­
tir de supuestos síntomas de disgregación del régimen mocráticos y reformistas acentuarían su oposición
fascista; estarían planteados así, en la orden del día, contra Mussolini (en vez de converger con el fascis­
no ya objetivos transitorios (como la “asamblea repu­ mo), lo que hacía verosímil la posibilidad de sustitu­
blicana sobre la base de los consejos obreros y cam­ ción del fascismo por un régimen de libertades demo­
pesinos”, propuesta por Gramsci en 1925), sino la cráticas.13 Gramsci, así, se mostraba fiel no sólo a la
dictadura del proletariado, a ser implantada mediante realidad objetiva, sino también a su antigua concep­
un “asalto al poder” de tipo insurreccional. La polé­ ción: todo hacía prever una fase intermedia, demo­
mica contra los partidos antifascistas de tipo liberal- crática, entre la caída del fascismo y el establecimiento
democrático se acentuó; el Partido Socialista se con­ del socialismo.
virtió, a su vez, en blanco principal de los ataques, pues Gramsci va aún más allá: comentando el “viraje”,
así correspondía a la teoría stalinista del “socialfascis- cree descubrir en el PCI un retorno a las viejas ten­
mo” (o sea, de la socialdemocracia como “a la izquier­ dencias maximalistas, contra las cuales él ya comba­
da del fascismo”, aún más peligrosa que éste, dado tiera duramente —con éxito— durante los años 1924-
su poder de mistificación sobre las masas proletarias). 1926. Bordiga acababa de ser expulsado del PCI,
Gramsci estuvo abiertamente en desacuerdo con la acusado de trotskista, pero el espíritu maximalista del
nueva línea política adoptada.14 Según los recuerdos bordiguismo parecía continuar dominante (también fue
de Bruno Tosin, que convivió con Gramsci en la cárcel expulsado, en el mismo periodo, Angelo Tasca, que se
de Turi entre 1930 y 1931, él no compartía el juicio alineó con las posiciones de Bujarin y era acusado,
del PCI sobre la situación italiana: no creía que se por lo tanto, de desviación “de derecha”). El PCI
tratase de una situación revolucionaria, cuyo desenlace insistía en orientarse por una política de “todo o nada”,
debiese necesariamente conducir a una insurrección pro­ centrando su táctica en la “guerra de movimiento” y
letaria. Tampoco le parecía correcto afirmar que los en el ataque frontal, en una época en que —como
partidos burgueses o reformistas de la oposición anti­ diría Gramsci— esa táctica “sólo es causa de derrota”.
fascista se estuviesen preparando para una convergen­ Contra el “viraje” de 1929-1930, Gramsci reafirma los
cia con el régimen mussoliniano, como lo afirmaba la principios que inspiraron su propio “viraje” leninista
dirección del PCI. En su opinión, había ciertamente y antibordiguiano de 1924: es preciso hacer política,
un descontento frente al fascismo, particularmente entre intervenir activamente en la realidad, sin quedarse es­
los obreros, los campesinos y las capas medias; pero ese perando pasivamente la llegada del “gran día”. Veamos
descontento —aunque se expresase claramente en po­ cómo resume Tosin las consideraciones de Gramsci a
siciones contrarias a la monarquía, identificada con el este respecto:
fascismo y con la opresión— estaba lejos de conducir a
una posición inequívocamente socialista, favorable a la Según Gramsci, hablar de amplios movimientos de
dictadura del proletariado. Todo indicaba que, toman- masas, de huelgas y hasta de huelgas generales [co­
mo estaba haciendo la nueva dirección del PCI] es
“maximalismo” vacío. Antes de llegar verdadera­
en el PCI, cf. Paolo Spriano, Storia del Paríito..., cit., vol.
ii, pp. 210-338. mente a una situación revolucionaria, es preciso
14 Lo mismo ocurrió con otro importante dirigente comu­ trabajar dura y largamente entre las masas, con con­
nista preso: Umberto Terracini, antiguo compañero de Grams- signas simples y comprensibles, por objetivos tran-
ci en la época de L’Ordine Nuovo semanal. La posición de
Terracini está resumida en ibid., vol. u, pp. 262 ss. 16 Bruno Tosin, Con Gramsci, Roma, 1976, pp. 93-106.

140 141
sitorios: por ejemplo, ya desde ahora se puede plan­ en el seno de la cual pueden plantearse las reivin­
tear, entre los obreros, campesinos y capas medias, dicaciones más sentidas por la clase obrera trabaja­
el problema constitucional. Debe buscarse una ac­ dora; en el seno de la cual se puede y se debe
ción común con todos los grupos antifascistas, ten­ explicar, a través de representantes propios, la acción
dente a derribar la monarquía y el régimen musso- del Partido, que debe tener como meta demistificar
liniano, presionando con la consigna de la república. todos los programas de reforma pacífica, demostran­
Finalmente, él considera no sólo posible, sino do a la clase trabajadora italiana cómo la única so­
incluso inevitable, un periodo de transición más o lución posible en Italia reside en la revolución pro­
menos largo, con la formación de una Asamblea letaria.17
Constituyente, que podrá ser también el preludio de
una República Soviética de Obreros y Campesinos.1* La importancia de una Constituyente en cuanto eta­
pa en la “guerra de posición” por el socialismo es una
También Athos Lisa, otro colega de cárcel de Grams- convicción que acompañará a Gramsci durante todo el
ci (y que fue liberado en 1933), confirma el desacuer­ periodo carcelario: todavía en 1935, pide a su amigo
do de nuestro autor, al comunicar en aquella época a l’iero Sraffa que transmita al partido la misma reco­
la dirección del partido las posiciones del dirigente mendación.18
preso: Pero no se debe atribuir a Gramsci lo que es de sus
sucesores, en particular de Togliatti. Es cierto que
El primer paso a través del cual es preciso conducir Gramsci, en su periodo carcelario, no tenía de esa fase
a esos estratos sociales [campesinos, pequeñobur- intermedia —de ese “periodo de transición” democrá­
gueses] consiste en hacer que se pronuncien sobre el tico— la visión amplia y articulada que, sobre todo a
problema institucional y constitucional. La inutilidad partir de 1944, después de las experiencias de los “fren­
de la Corona es actualmente comprendida por todos tes populares” y de la coalición de los países demo­
los trabajadores, inclusive por los compañeros más cráticos contra el nazifascismo, aparecerá en las for­
atrasados de Basilicata y Cerdcña. mulaciones que Palmiro Togliatti y Eugenio Curicl,
entre otros, darán del concepto de “democracia pro­
La lucha por la Constituyente se presenta no sólo gresiva”: o sea, de un régimen democrático republicano
como una oportunidad de promover una alianza con que, gracias a la articulación dialéctica entre los orga­
otras fuerzas, de “hacer política”, sino también de con­ nismos tradicionales de representación democrática
quistar posiciones en la lucha por la hegemonía de la (parlamentos, etcétera) y las nuevas instituciones de
clase obrera. democracia directa (consejos de fábrica, de barrio, et­
cétera), permite el progresivo avance en el sentido de
Por eso, la táctica del partido —continúa Gramsci, transformaciones sociales y económicas profundas, de la
según el informe de Lisa— debe centrarse en ese permanente conquista de posiciones en el rumbo del so­
objetivo, sin temor a parecer poco revolucionario. cialismo.
Debe hacer suya, antes que los demás partidos en
lucha contra el fascismo, la consigna de la “Consti­ Athos Lisa, Memorie, Milán, 1974, pp. 82-95. Una de­
tuyente”, no como fin, pero sí como medio. La tallada narración de las relaciones entre Gramsci y el PCI
“Constituyente” representa la forma de organización16 el periodo de la cárcel está en Paolo Spriano, Gramsci in
"turre e il paríito, Roma, 1978.
'* Cf. Paolo Spriano, Storia del Partito..., cit., vol. n, p.
16 Ibid., p. 98. W.

142 143
A los que nos preguntan qué república queremos ruptura asumió en la URSS es un criterio históri­
—decía Togliatti en 1945—, les respondemos sin camente falso. Las modalidades de la ruptura asu­
titubeos: queremos una república democrática de men formas diversas dependiendo de cada país. Pue­
los trabajadores, queremos una república que se con­ den asumir, en ciertos casos, la forma de una trans­
serve en el ámbito de la democracia y en la cual formación cualitativa diluida.™
todas las reformas de contenido social sean realiza­
das en el respeto al método democrático.10 Empezaban así a adoptar rasgos concretos las for­
mulaciones gramscianas sobre la transición en “Occi­
En la formulación de Togliatti, por lo tanto, la de­ dente”. Punto culminante en esa concreción es el VIII
mocracia política pierde su carácter de etapa a ser Congreso del PCI (1956), cuando gana una forma ple­
cumplida y abandonada en el momento del “asalto al namente explícita la “vía italiana al socialismo”. Co­
poder”, en el supuesto “gran día”, para adoptar las mentándola, observa Amendola:
características de un conjunto de conquistas a ser con­
servadas y elevadas a nivel superior —o sea, dialéc­ La estrategia de avance democrático hacia el socia­
ticamente superadas— en la democracia socialista. lismo en un país de capitalismo desarrollado, ela­
Esa comprensión de una transición al socialismo a borada explícitamente después del VIII Congreso
través de la consolidación y profundización de la de­ (1956), pero seguida de hecho desde la formación
mocracia política aparece también claramente en Eu­ en 1944 del “partido nuevo”, excluye la hipótesis de
genio Curiel, el joven comunista italiano asesinado por una crisis revolucionaria que se desenvuelva, según
los fascistas en 1945, durante la Resistencia. En apun­ las indicaciones proporcionadas sobre la base de la
tes que datan de marzo o abril de 1944, Curiel —ade­ experiencia soviética, hasta la conclusión de la con­
más de definir correctamente la relación entre lucha quista del poder por medio de una insurrección ar­
por la hegemonía y avance democrático hacia el socia­ mada. La transformación del poder en un sistema
lismo— formula también una nueva concepción sobre de capitalismo monopolista de Estado impone a la
las formas de ruptura revolucionaria en los países clase obrera otros y diferentes caminos de acceso
“occidentales”: a la dirección del Estado. La conquista del poder no
puede realizarse a través de uno o más hechos, con­
La democracia progresiva no significa únicamente centrados en el tiempo y en el espacio, como en una
una etapa, una fase a la cual se llega y en la cual se tragedia clásica, sino que se realiza en un multifor­
permanece durante algún tiempo a fin de retomar me y prolongado proceso de transformación revo­
alimento para seguir adelante: la democracia pro­ lucionaria de la sociedad.21
gresiva es la formulación política del proceso social
de la revolución permanente. [. ..] La existencia do Las formulaciones de Gramsci sobre el papel de una
una democracia progresiva es condicionada por c| < onstituyente en la transición entre fascismo y socia-
continuo progreso social, por una participación po­ Iímuo ya indican ciertamente una tentativa, aunque tí­
pular cada vez más decisiva en el gobierno, por la mida c insuficiente, de concretar sus notables dcscu-
hegemonía cada vez más madura de la clase obrera,
Eugenio Curiel, Scrilti 1935-1945. Roma, 1973, vol. 2,
[. . .] Remitirse necesariamente a las formas que la19 * ir 74-75.
" Giorgio Amendola, “La crisi dclla societá italiana e il
19 Palmiro Togliatti, “Raporto al V Congresso del PCI”, cu PíHlilo Comunista’*, en Gli tumi dclla Repubblica, Roma, 1976,
Opere scelte. Roma, 1974, pp. 440-41. IT 115-16.

144 145
brimientos estratégicos. Sin embargo, correspondería a Y tal vez pudiésemos incluso decir que la actuali­
los herederos de Gramsci, que trabajaron y trabajan dad y el poder de incidencia de un partido socialista,
en condiciones históricas más favorables, transformar en el mundo de hoy, dependen en notable medida de
las indicaciones del gran marxista sardo en un consis­ su capacidad para asimilar creadoramente los elementos
tente y articulado conjunto de formulaciones políticas universales contenidos en la teoría política gramsciana.
e ideológicas concretas. Pero la novedad de esas for­
mulaciones22 no puede y no debe hacer olvidar su
profundo víriculo de continuidad dialéctica con las re­
flexiones carcelarias de Gramsci. Ingrao observa co­
rrectamente:
Nuestra actual referencia a Gramsci no es un hecho
filológico, ni tampoco un rito litúrgico. Es el encuen­
tro con la investigación teórica más avanzada que
se hiciera, después de las derrotas proletarias y po­
pulares de los años veinte, en el movimiento obrero
mundial y, en particular, en el arco de las fuerzas
que se vinculan a la Tercera Internacional.23

Por eso, tiene plena razón el comunista austríaco


Frank Marek cuando dice:
No creemos cometer un error cuando afirmamos que
la grandeza y la influencia del Partido Comunista
Italiano se deben, no en último lugar, al hecho de
que fue modelado y marcado por el espíritu de
Gramsci.24
22 Una de esas novedades es la concreción del concepto de
hegemonía mediante su articulación con el pluralismo: “Ha­
blamos hoy de hegemonía y de pluralismo. Diría de modo más
preciso: hegemonía de la clase obrera en el pluralismo; ba­
talla por una hegemonía obrera que se manifieste en el plu
ralismo. Es una fórmula que no se limita a indicar una direc­
ción de la clase obrera basada en el consenso; es una fórmula
que ya alude a una precisa forma política y estatal de con­
senso” (Pietro Ingrao, “Perche il dibattito su Gramsci”, cit.,
p. 240).
23 Ibid., p. 241. Sobre la relación entre Gramsci y sus
herederos italianos, cf. también el ensayo de Biagio De Gio
vanni, “Gramsci e l’elaborazione succesiva del Partito Comu
nista”, cit., pp. 55-81.
24 Franz Marek, “Gramsci e il movimento operaio dell’Eu
ropa Occidentale”, en Varios autores, Prassi rivoluzionaria t
storícismo in Gramsci, cit., p. 207

147
VIL El partido como “intelectual El primer punto de continuidad entre Gramsci y
Lenin se revela en la propia función que ambos atri­
colectivo” buyen al partido en su relación con la clase. Todo lec­
tor del ¿Qué hacer? recuerda dos elementos básicos,
universales, no específicamente “rusos”, de la concep­
La teoría del partido político de la clase obrera ción leniniana del partido. Entre tales elementos de
—cuya asimilación, como vimos, fue uno de los puntos valor universal, destaca la comprensión —por parte
esenciales del aprendizaje de Gramsci en el periodo de Lenin— de que la tarea básica del partido obrero
anterior a la cárcel— ocupa igualmente un lugar des­ de vanguardia, del partido de la revolución socialista,
tacado en la estructura de los Cuadernos. Gramsci pre­ es la de contribuir para superar en la clase obrera una
tendía, incluso, dedicarle un estudio específico, el conciencia puramente trade-unionista, sindicalista, pro­
cual —bajo la inspiración de El Príncipe de Maquia- porcionando al contrario los elementos teóricos y or­
vclo— sistematizara los rasgos distintivos del partido ganizativos para que esa conciencia pueda elevarse al
revolucionario moderno, del partido comunista, que nivel de la conciencia de clase, esto es, al nivel de
Gramsci designa con el nombre de “moderno Prínci­ la totalidad, de la aprehensión de una conflictualidad
pe”. Primera novedad, en comparación con la investi­ no sólo inmediata entre patrones y obreros en la lucha
gación de Maquiavelo, es que el “moderno Príncipe” por la fijación del salario (batalla que no pone en dis­
—el agente de la voluntad colectiva transformadora— cusión la misma realidad capitalista del asalariado),
ya no puede ser encarnado por un individuo. En las descubriendo los vínculos políticos globales de la clase
sociedades modernas, más complejas, corresponde a un obrera con las demás clases antagónicas, aliadas o
“organismo” un “elemento de sociedad complejo”, el potencialmente aliadas de la sociedad. Situándose en
desempeño de las funciones que Maquiavelo aún atri­ ese nivel, gracias a la mediación del partido, la clase
buía a una persona singular. Y Gramsci, como mate­ obrera enfrenta directamente la cuestión del Estado,
rialista, no pretende “inventar” ese organismo, pues la cuestión del poder.4
el mismo “ya ha sido dado por el desarrollo histórico Traducida al lenguaje peculiar de Gramsci, la tarea
y es el partido político”;1 o sea, es uno de los elementos del “moderno Príncipe” consiste en superar enteramen­
más característicos de la red de organizaciones que te los residuos corporativos (el momento “egoísta-
forma la moderna sociedad civil. pasional”) de la clase obrera y contribuir a la forma­
El vínculo de dependencia entre las formulaciones ción de una voluntad colectiva nacional-popular’, o
gramscianas sobre el “moderno Príncipe” y la teoría sea, de un grado de conciencia capaz de permitir una
del partido en Lenin es bastante evidente.2 Tal vez sea iniciativa política que englobe la totalidad de los es­
uno de los dos tópicos concretos de la teoría política tratos sociales de una nación, capaz de incidir sobre
donde, a pesar de importantes diferencias de énfasis,
es menos marcada la capacidad renovadora de Grams­ sentadas sobre todo, en estrecha relación con el concepto de
ci en relación a la herencia leninista.3 “democracia progresiva”, a partir de 1944. Una exposición
sintética de los conceptos togliattianos de “democracia progre­
siva” y de “partido nuevo” está en Carlos Nelson Coutinho,
1 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..., cit„ p. 28. “Apresentado”, en Palmiro Togliatti, Socialismo e democra­
2 Cf. Palmiro Togliatti, “II leninismo nel pensiero c cia. Río de Janeiro, 1980, pp. 9-17.
nell’azione di Antonio Gramsci”, y “Gramsci e il leninismo”, 4 V. I. I^nin, ¿Qué hacer? Teoría y práctica del bolche­
ambos en Gramsci, Roma, 1967, pp. 135-55 y 157-82. vismo. Seguido de las “Actas del II Congreso del POSDR”
Esa necesaria renovación aparecerá mucho más claramente (1903) y el debate sobre el concepto de partido. Edición a
en las formulaciones de Togliatti sobre el “partido nuevo”, prc- cargo de Vittorio Strada. Ed. Era. México, 1977, pp. 109-270.

148 149
la universalidad diferenciada del conjunto de las rela­ a la necesidad social. La explicación y el conflicto entre
ciones sociales. El partido, así, aparece como una ob­ intereses corporativos lleva, en última instancia, a la
jetivación fundamental de lo que Gramsci llama “mo­ reproducción de la formación económico-social existe-
mento catártico”; no es casual, por ejemplo, que afirme te. Solamente el paso al momento “ético-político” —lo
explícitamente que, “en los partidos, la necesidad ya que Lenin llama “conciencia que viene de fuera” (de
se ha convertido en libertad”.5 El partido, por lo tanto, fuera de la praxis economicista, no de fuera de la am­
no es un organismo corporativo —“un comerciante no plia praxis totalizante que envuelve al conjunto de la
entra a formar parte de un partido político para hacer sociedad)—, solamente ese paso permite al proletariado
el comercio, ni un industrial para producir más”,6 et­ superar sus divisiones corporativas y volverse clase
cétera—, sino un organismo político, unlversalizante: nacional, dirigente, hegemónica.8 Para Gramsci, la
posibilidad de volverse clase hegemónica se encarna
En el partido político, los elementos de un grupo precisamente en la capacidad de elaborar, de modo
económico-social superan este momento [corporati­ homogéneo y sistemático, una voluntad colectiva na­
vo, egoísta-pasional] de su desarrollo histórico y se cional-popular; y sólo cuando se forma esa voluntad
convierten en agentes de una actividad de carácter colectiva es que se puede constituir y cimentar un
nacional o internacional.7 nuevo “bloque histórico” revolucionario, en cuyo seno
la clase obrera (liberada de corporativismos) asume el
Y si el partido, en cuanto organismo colectivo, re­ papel de clase dirigente. La construcción homogénea
presenta la elevación de una parte de la clase, de su de esa voluntad colectiva es obra prioritaria, según
vanguardia, de la fase económico-corporativa a la fase Gramsci, del partido político: aparece así, el papel de
política, de la particularidad a la universalidad, de la síntesis, de mediación, que el partido asume, no sólo
necesidad a la libertad, es natural que una misma ele­ en función de los organismos particulares de la clase
vación —aunque en diferentes niveles— ocurra tam­ obrera (sindicatos, etcétera), sino también en función
bién en cada uno de sus miembros individuales. Por de las diversas instituciones de las demás clases subal­
consiguiente, no sólo el partido como tal es una obje­ ternas; y esos organismos e instituciones —gracias a la
tivación del “momento catártico”, una fijación estruc­ mediación del partido— se convierten en las articula­
tural suya, sino que cada persona singular —al ingresar ciones del cuerpo unitario del nuevo “bloque históri­
en el partido— realiza total o parcialmente ese “mo­ co”. (Aún no existe en Gramsci la idea explícita de
mento”, capacitándose para actuar de modo más libre que esa mediación pueda ser realizada por más de un
y más consciente en la sociedad en que vive. partido; es una idea que sólo tomará cuerpo en la ela-
En otras palabras: así como, en Lenin, la experien­
cia inmediata del conflicto entre patrones y obreros, * Esa característica centra] del partido comunista ya fue
al ser resultado de una praxis particularista y repetiti­ Indicada por Marx y Engels en 1848: ‘‘Los comunistas sólo
va, lleva solamente a una conciencia limitada, “sindi­ M! distinguen de los demás partidos proletarios en que, por
calista”, también en Gramsci la fijación en el momento una parte, en las diferentes luchas nacionales de los prolc-
i.ir ios destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el
económico-corporativo mantiene la conciencia en el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por
nivel de la pasividad, de la impotencia objetiva frente oirá parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que
l’.isa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan
5 Cuadernos, tomo 3, p. 200. itempre los intereses del movimiento en su conjunto" (Marx-
0 Antonio Gramsci, Los intelectuales y la organización df Bngels, Manifiesto del partido comunista, en Obras escogidas
la cultura, cit., p. 21. •n tres tomos, cit., vol. i, p. 122). [Subrayado mío, Carlos
7 Ibid., pp. 21-22. Nclson Coutinho.)

150 151
boración teórica de sus herederos, en particular en la pero nunca ignorados.
teoría togliattiana del “partido nuevo”.)
Aunque Gramsci “flirtea”, en algunos momentos, Esta unidad de la “espontaneidad” y de la “direc­
con la terminología de Georges Sorel, no se debe de ción consciente”, o sea, de la “disciplina”, es pre­
modo alguno suponer que concibe la formación de esa cisamente la acción política real de las clases su­
voluntad colectiva de modo subjetivista, voluntarista, balternas en cuanto política de masas y no simple
como simple construcción de una “idea-fuerza” o de aventura de grupos que pretenden representar a las
un “mito” que moviese a la clase, pero sin tener nada masas.14
que ver con la realidad objetiva concreta (como es el
caso del mito de la “huelga general” en Sorel).9 Esa No es preciso insistir en el hecho de que la lucha por
voluntad colectiva es concebida por Gramsci como esa unidad entre movimiento de masas y dirección
“conciencia activa de la necesidad histórica”,10 o sea, consciente, ese momento de síntesis “disciplinadora” y
como la necesidad elevada a conciencia y convertida de mediación político-universal, es la tarca central del
en praxis transformadora. Y, dado que una voluntad partido: de un partido que Gramsci ya concibe como
colectiva sólo puede ser suscitada y desarrollada cuan­ partido de masas y no como secta doctrinaria y aven-
do existen condiciones objetivas para ello, el partido hirerista. Superando el sectarismo doctrinario de Bor-
tiene que realizar un “análisis histórico (económico) diga (contra quien parecen haber sido dirigidas las
de la estructura social del país dado”,11 como condi­ observaciones anteriores), pero también el esponta-
ción para elaborar una línea política capaz de incidir ncísmo de Sorel o de Rosa Luxemburgo, Gramsci vuel­
efectivamente sobre la realidad. ve a encontrar aquí la correcta dialéctica entre objetivi­
Es en ese sentido que deben leerse las importantes dad y subjetividad, entre espontaneidad y conciencia,
observaciones de Gramsci sobre “Espontaneidad y di­ que está en la base de la teoría leniniana del partido.
rección consciente”.12 13
En ellas, Gramsci se sitúa cier­ La formación de una voluntad colectiva se liga or­
tamente contra el fetichismo de la espontaneidad, gánicamente a lo que Gramsci ¡lama, repetidas veces,
criticando a los que recusan o minimizan la lucha per­ reforma intelectual y moral”. El partido no lucha so­
sistente y cotidiana para dar a los movimientos espon­ lamente por una renovación política, económica y
táneos una dirección consciente, o sea, una síntesis meial, sino también por una revolución cultural, por
político-intelectual que supere los elementos de cor- la creación y el desarrollo de una nueva cultura.
porativismo y transforme tales movimientos en algo El moderno Príncipe —dice Gramsci— debe ser y
homogéneo y capaz de acción eficaz y duradera. Pero no puede dejar de ser el abanderado y el organizador
él tampoco cree que la voluntad colectiva pueda sus­ de una reforma intelectual y moral, lo cual significa
citarse solamente desde arriba, por un acto arbitrario crear el terreno para un desarrollo ulterior de la
del partido, sin tomar en cuenta “los sentimientos ‘es­ voluntad colectiva nacional popular hacia el cum­
pontáneos’ de las masas”.15 Esos sentimientos —prosi­ plimiento de una forma superior y total de civiliza­
gue— deben ser educados, purificados, orientados, ción moderna.15
9 Para las relaciones entre Gramsci y Sorel, cf. Nicola
Badaloni, // marxismo di Gramsci, Turín, 1975. Gramsci retoma aquí, en un nivel superior, sus an­
10 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..., cit. p. 29 tiguas preocupaciones juveniles con el trabajo cultural,
n Ibid.
12 Cuadernos, tomo 2, pp. 51-55. 14 Ibid. [Subrayado mío, Carlos Nelson Coutinho.J
13 Ibid., p. 53. n Antonio Gramsci, Nota? sobre Maquiavelo. . ., cit., p. 31.

152 153
con la batalla de las ideas. Como pocos marxistas en crática) de los mecanismos de poder. La “reforma
su tiempo, comprende plenamente el valor de las ob­ intelectual y moral”, entonces, revela un segundo as­
servaciones de Marx, Engels y Lcnin, según las cuales pecto: si es condición necesaria para la conquista de
el frente cultural —junto con el frente económico la hegemonía en las sociedades “occidentales” comple­
y el frente político—. es un terreno decisivo en la jas, es igualmente elemento decisivo en la batalla por
lucha de las clases subalternas. el fin de la “estadolatría”, del “gobierno de los funcio­
Pero esa continuidad con los “clásicos” no debe narios”, o sea, en la lucha por la disolución del Estado
ocultar el elemento de novedad, por lo menos en cuanto y por la consiguiente creación del “autogobierno de
al énfasis: si la estrategia de transición al socialismo en los productores asociados”.
“Occidente” implica un intenso esfuerzo por la conquis­ Ese lugar decisivo que la “reforma intelectual y mo­
ta de la hegemonía, del consenso y de la dirección polí­ ral” ocupa en la reflexión de Gramsci va a determinar
tico-ideológica ya antes de la toma del poder, entonces el destacado papel que él atribuye a los intelectuales
la batalla cultural —momento fundamental de la agre­ en la formación y en la construcción del partido polí­
gación del consenso— adquiere una importancia deci­ tico. “Todos los miembros de un partido deben ser
siva. Sin una nueva cultura, las clases subalternas considerados como intelectuales”, dice Gramsci; y no
seguirán sufriendo pasivamente la hegemonía de las por el nivel de su erudición, sino por la función que
viejas clases dirigentes. Gramsci dice siempre que la ejercen en el partido, “que es directiva y organizativa,
dirección política es también e indeclinablemente di­ es decir, educativa o sea intelectual”.17 Por eso, inter­
rección ideológica: al luchar por la difusión de masas pretando adecuadamente el pensamiento de Gramsci,
de una nueva cultura —o sea, de una cultura que recoja Togliatti designó al partido de la clase obrera como
y sintetice los momentos más elevados de la cultura “intelectual colectivo”.28 Pero, si examinamos la con­
del pasado, que una la profundidad intelectual del cepción que tiene Gramsci de los mismos intelectuales,
Renacimiento con el carácter popular y de masas de la tal vez no sea exagerado invertir la afirmación de To­
Reforma—,1C el “moderno Príncipe” estará creando gliatti y decir que, para nuestro autor, también el
las condiciones para la hegemonía de las clases subal­ intelectual es un partido político. Ese estrecho vínculo
ternas, para su victoria en la “guerra de posiciones” entre la función intelectual y la función político-parti­
por el socialismo. daria llevó al estudioso francés Jean-Marc Piotte a
Más todavía: como la construcción plena de la nueva observar correctamente:
sociedad “regulada” implica en Gramsci, como vimos,
el fin de la división entre gobernantes y gobernados, El partido corresponde tan bien a la noción de inte­
o sea, la absorción del Estado-coerción por los meca­ lectual que se podría creer que Gramsci definió al
nismos consensúales de la sociedad civil, es imprescin­ intelectual en relación al partido y pensando en el
dible suprimir no sólo la apropiación privada de los partido. El estudio del partido, por lo tanto, sería
medios de producción de la riqueza material, sino tam­ la mejor manera de comprender la noción de inte­
bién eliminar la apropiación privada o elitista del saber lectual.19
y de la cultura. Sólo así será posible poner fin a la
división entre “intelectuales” y “personas simples” y, 17 Antonio Gramsci, Los intelectuales y la organización de
de ese modo, suprimir la apropiación grupista (buro- la cultura, cit., p. 21.
> 18 Cf. por ejemplo Palmiro Togliatti, “II leninismo nel pen-
siero e nell’azione di Gramsci”, cit., p. 151.
lf Antonio Gramsci, El materialismo histórico..., cit., a lu Jean-Marc Piotte, La pensée politique de Gramsci. París,
p. 92. 1970, p. 71.

154 155
Existen —según Gramsci— dos tipos principales de en revistas, periódicos, etcétera) ejercen frecuentemen­
intelectuales. En primer lugar, tenemos el “intelectual te la función de partidos políticos. Es así, por ejemplo,
orgánico”, que aparece en estrecha vinculación con el que él se refiere al partido “constituido por una élite
surgimiento de una clase social determinante en el mo­ de hombres de cultura que tienen la función de dirigir
do de producción económico, y cuya función es dar desde el punto de vista de la cultura, de la ideología
homogeneidad y conciencia a esa clase, “no sólo en general, un gran movimiento de partidos afines”.22 O
el campo económico, sino también en el social y en el cuando afirma que “un periódico (o un grupo de pe­
político”; y, en segundo, tenemos a los “intelectuales riódicos), una revista (o un grupo de revistas), son
tradicionales” que, habiendo sido en el pasado una también partidos o fracciones de partidos.23 Y Gramsci
categoría de intelectuales orgánicos de determinada cla­ llega incluso a suponer que fue el carácter cosmopolita
se (por ejemplo los curas en relación a la nobleza de los intelectuales italianos (el hecho de ser intelec­
feudal), forman hoy, después de la desaparición de tuales orgánicos de una fuerza no-nacional-popular,
aquella clase, una capa relativamente autónoma e in­ la Iglesia Católica) una de las causas principales de la
dependiente.20 Lo que importa señalar aquí es que am­ tardía unificación nacional italiana; los intelectuales,
bos tipos ejercen objetivamente funciones análogas a desvinculados del pueblo-nación, no fueron capaces de
las del partido político: dan forma homogénea a la dar expresión coherente a la conciencia de clase bur­
conciencia de clase a la que están orgánicamente liga­ guesa y de volverla elemento hegemónico en la for­
dos (o, en el caso de los intelectuales “tradicionales”, mación de un bloque histórico anticosmopolita. En
a las clases a las que dan su adhesión) y, de ese modo, suma: en una época en que aún no existían los par­
preparan la hegemonía de esa clase sobre el conjunto tidos políticos de masas, los intelectuales italianos —al
de sus aliados. Son, en suma, instrumentos de conso­ contrario, por ejemplo, de los franceses— no fueron
lidación de una voluntad colectiva, de un “bloque capaces de desempeñar adecuadamente la función de
histórico”. constructores de una voluntad colectiva hegemónica.24
Así, ya en su ensayo de 1926 sobre “Algunos temas Pero, como vimos, si todos los miembros de un
de la cuestión meridional”, Gramsci mostraba cómo partido son intelectuales, no todos lo son en el mismo
la hegemonía de los latifundistas sobre los campesinos nivel. Y es sobre esa diferencia de nivel que Gramsci
del sur se daba no a través de un partido político, construye su conocida teoría de la estructura interna,
sino de la capa de los intelectuales rurales medios, los orgánica, del “moderno Príncipe”. Esa estructura debe
cuales —dirigidos ideológicamente por Croce y por basarse en “tres grupos de elementos”: 1] un estrato
Giuseppe Fortunato— agregaban a los campesinos de “hombres comunes, medios”, caracterizados más
atomizados y los subordinaban a los intereses del bloque “por la disciplina y fidelidad” que “por el espíritu crea-
histórico industrial-agrario que dominaba a la Italia de
la época. “El campesino meridional —observaba 22 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..., cit., p. 45.
Gramsci— está ligado al gran terrateniente por medio k 23 Ibid.
24 Y, recíprocamente, cuando surge el partido político, éste
del intelectual.” 21 Y, en los Cuadernos, no serán po­ pasa a ser para Gramsci una de las principales fuentes de
cos los lugares donde indique cómo grandes intelectua­ creación de intelectuales orgánicos: “Hay que subrayar la im­
les individuales (o grupos de intelectuales reunidos portancia y el significado que tienen, en el mundo moderno,
los partidos políticos, para la elaboración y difusión de las
20 Antonio Gramsci, Los intelectuales y la organización..., concepciones del mundo [...1 Por ello se puede decir que
cit., pp. 12 ss. los partidos son los claboradores de nuevas intelectualidades
21 Antonio Gramsci. “Algunos temas de la cuestión meri­ integrales y totalitarias’’ (El materialismo histórico..., cit.,
dional", cit., p. 123. p. 18).

156 157
tivo”; 2] un elemento de cohesión principal, que orga­ crático de su centralismo y asuma, al contrario, los
niza y centraliza, o sea, que dirige el partido; 3] y un rasgos de un “centralismo burocrático”. Un partido
estrato intermedio, que sirve de vínculo entre los otros cohesionado y centralizado es democrático, piensa
dos, presentando rasgos de uno y otro.25 (De paso, Gramsci, 1] cuando se da una permanente circulación
cabe advertir que Gramsci no concibe esa diferencia, entre los tres estratos en su interior; 2] cuando su
al modo de la “teoría de las élites” de Pareto, como función no es regresiva y represiva, conservadora de
una división “eterna” entre individuos superiores e in­ lo existente, sino progresista, orientada a “elevar el
feriores; él no sólo prevé una gran movilidad interna nivel de la nueva legalidad a las masas atrasadas”; 3]
en el partido, sino —a largo plazo— cree que será cuando no es un “simple ejecutante”, sino “un deli­
tarea del partido eliminar la propia diferencia, así como berador”.26 Sin embargo, si pierde ese carácter demo­
el Estado deberá eliminar la diferencia entre gober­ crático, un partido cohesionado y centralizado —buro-
nantes y gobernados, en el proceso de disolución del cratizándose— se convierte en un “órgano de policía
Estado en las organizaciones de la “sociedad civil”.) y su nombre de ‘partido político’ es una pura metáfora
Gramsci, en cierto modo, concentra su atención en el de carácter mitológico”.27 Gramsci, probablemente, te­
segundo estrato, en el estrato de los “capitanes”: sólo nía en mente, al hacer esa crítica, al Partido Nacional
con éstos, ciertamente, no existiría un partido, sin em­ Fascista; pero no puede excluirse la posibilidad de que
bargo —como “es más fácil formar un ejército que for­ pensase también en los rasgos nuevos que el Partido
mar capitanes”— es a partir de ese estrato que un Comunista de la URSS iba asumiendo después, sobre
partido político de masas puede estructurarse. Me pa­
todo, de la involución stalinista de 1928-1929. Tam­
rece evidente que, al redactar esas notas, Gramsci bién en ese caso, gracias a la identificación rígida entre
pensaba en la experiencia de su propio partido durante
los años de la represión fascista: el mantenimiento de
partido y Estado (criticada, como vimos, por Grams­
ci) y al carácter represivo asumido en su vida interna,
un estrato de “capitanes” dotado de cohesión orgánica
y de unidad política era la condición previa para trans­ el PCUS se convirtió mucho más en un ejecutante que
formar al PCI en un gran partido de masas, en cuanto en un deliberador; y el centralismo democrático, teo­
fuese posible —con el fin del fascismo y de la repre­ rizado y aplicado por Lenin, fue claramente sustituido
sión— agrupar al ejército de afiliados. por un centralismo de tipo burocrático-autoritario.28
En la medida en que Gramsci (como Lenin) concibe O sea: el PCUS asumió precisamente los rasgos que
el partido de vanguardia de la clase obrera como un Gramsci critica duramente en sus notas.
todo cohesionado y estructurado, y no como una agre­ Y, si Lenin no es responsable por esa involución,
gación amorfa de intereses corporativos; y en la medida Gramsci —que asimiló y enriqueció la teoría leniniana
en que sólo cuando está así cohesionado y estructurado del partido, inclusive advirtiendo los riesgos que un
es que el partido obrero puede volverse organizador partido centralizado puede llevar consigo—, tampoco
y expresión de una voluntad colectiva, es normal y puede ser considerado defensor de una concepción sta­
justo que Gramsci conceda un privilegio orgánico al es­ linista y totalitaria del partido y de la sociedad socia-
trato de los “capitanes”, al núcleo dirigente. Pero el
I 26 Ibid., pp. 50-51.
hecho es que Gramsci no deja de observar los riesgos
de que un partido centralizado pierda el carácter demo­ 27 Ibid., p. 51.
28 Sobre los procesos involutivos y degenerativos sufridos
por el PCUS bajo la dictadura de Stalin, cf. el excelente libro
25 Cf. Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo..., cit., de G iuliano Procacci, II partito nell’Unione Soviética 1917-
pp. 47-48. 1945, Barí, 1975, sobre todo pp. 101-69.

158 159
lista en general.2y Es cierto que él no formuló de modo VIII. Conclusión: la universalidad de
claro, ni podía hacerlo en su tiempo, una explícita
teoría del pluralismo socialista; también aquí, esa tarea Gramsci
correspondía a los herederos de Gramsci, en particular
a Togliatti, cuya teoría de la “democracia progresiva”
implica la clara afirmación de la posibilidad —y, en A lo largo de este libro, intenté repetidas veces resaltar
muchos casos, de la necesidad— de construir el socia­ el carácter profundamente universal del pensamiento
lismo con pluralidad de partidos, etcétera. Pero, en la de Gramsci. Su teoría “ampliada” del Estado (socie­
propia concepción de Gramsci —en su teoría del fin dad política más sociedad civil) y su teoría “procesual”
del Estado, en su crítica a la “estadolatría”, en su y “molecular” de la revolución socialista (“guerra de
rechazo a identificar partido y Estado en el socialismo, posiciones” y no “guerra de movimiento”) constituyen
en su defensa del fortalecimiento de la sociedad civil un punto de inflexión en la historia del pensamiento
después de la toma del poder, etcétera— están conte­ marxista. No es posible hablar hoy de “marxismo” sin
nidos />i /wce los fundamentos de la superación dia­ tomar en cuenta el hecho de que esas teorías, en la
léctica de algunos aspectos excesivamente “fechados” medida en que son las respuestas histórico-materia-
de la teoría lcniniana (por él asimilada) del partido de listas más adecuadas a los procesos sociales que con­
la clase obrera. Más que eso: es el mismo historicismo figuran toda una época, vuelven en cierto modo “ana­
de Gramsci el que lo lleva a afirmar claramente la ne­ crónicas” muchas de las formulaciones de Marx, Engels
cesidad de una permanente renovación de la teoría y y Lenin sobre el Estado y la revolución. Gramsci, co­
la práctica del partido obrero, en consonancia con la mo también intenté demostrar, es responsable de una
renovación de la misma realidad y como condición para superación dialéctica del pensamiento marxista “clá­
desempeñar adecuadamente la función para la cual ese sico”, tanto en lo que se refiere a la teoría del Estado
partido fue creado. como a la de la revolución socialista; y superación
dialéctica es la traducción aproximada de la noción
Se puede decir —observa Gramsci— que un partido hegeliana de Aujhebung, de un proceso de desarrollo
jamás está acabado y formado en el sentido de que que ciertamente conserva, pero que también elimina y
todo desarrollo crea nuevas tareas y nuevas cargas, eleva a un nivel superior. Por lo demás, si bien indiqué
pero también en el sentido de que en ciertos partidos la presencia de ciertos límites en la teoría gramsciana
[los comunistas] se verifica la paradoja de que con­ del partido revolucionario —o sea, una insuficiente
cluyen de formarse cuando no existen más, es de­ capacidad para adecuar la teoría leniniana del “partido
cir/ cuando su existencia deviene históricamente de vanguardia” a su propia concepción “procesual-
inútil [porque desaparecieron las clases sociales y, molecular” de la transición al socialismo, que requiere
por lo tanto, la clase de la cual ellos eran expre­ la construcción de un partido democrático y de ma­
sión].30 sas—, cité ejemplos de cómo Gramsci, tanto en el
plano metodológico como a través de ciertos plantea­
mientos concretos, mostró la necesidad de una Aufhe-
bung también en ese terreno, anticipando elementos
2» Cf., por ejemplo, la grosera polémica contra Gramsci de la teoría togliattiana del “partido nuevo”.
iniciada por el socialdemócrata de derecha Luciano Pellicani,
Gramsci e la questione comunista, Florencia, 1976, especial­ El reconocimiento de la novedad y de la universa­
mente pp. 55 ss. lidad de las formulaciones de Gramsci, sin embargo,
30 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavclo..cit., p. 47. no se dio de inmediato, ni de una forma libre de pro­

160 161
blemas. Puesto que, como era de preverse, los primeros algunos intérpretes, que consiste en negar el momento
“gramscianos” fueron sus coterráneos, se dio una ten­ de continuidad/conservación entre Gramsci y Lenin.)
dencia —de la cual no escaparon los mismos italia­ Pero reconocer la universalidad de Gramsci no sig­
nos— en el sentido de concebir a nuestro autor como nifica de ningún modo, como ya dije antes, la supo­
a un simple precursor de la “vía italiana al socia­ sición de que se hallen contenidas en su obra respuestas
lismo”. En una época en que las herejías contra el ya listas y acabadas para todos los desafíos teóricos y
“marxismo-leninismo” (un hábil seudónimo para “sta- prácticos que la realidad de hoy plantea a los marxis-
linismo”) podían expresarse solamente (y cuando tas. Ya mostré, en el capítulo vi, cómo la estrategia
podían) bajo la forma de “comunismos nacionales”, gramsciana de la “guerra de posiciones” y de conquista
no debe sorprender esa tendencia a encerrar a Gramsci de la hegemonía carecía de mayor concretización. Fue
en los límites de la problemática de su propio país. precisamente Togliatti el primero en emprender ese
Por otro lado, incluso los que operaban prácticamente proceso de concretización, al elaborar su concepción
en la senda de la renovación teórica promovida por de la “democracia progresiva” como forma de transi­
Gramsci tendían (como es muchas veces el caso del ción al socialismo.2 Pero ese proceso no ha cesado aún;
propio Togliatti) —por motivos “tácticos” y/o por la basta pensar, por ejemplo, en la reflexión de Pietro
persistencia de hábitos mentales arraigados— a mini­ Ingrao sobre la “democracia de masas”, sobre la ne­
mizar la novedad y la universalidad del autor de los cesidad de articular la hegemonía con el pluralismo
Cuadernos, presentándolo como un “leninista” tout en la lucha por el socialismo y en la construcción de la
court.1 En la relación dialéctica entre Gramsci y Lcnin sociedad socialista.3 En esos casos, por lo demás, no
se privilegiaba unilateralmente el momento de la con­ se trata simplemente de una “aplicación” de Gramsci
servación, en detrimento de la eliminación y de la ele­ a realidades concretas: se trata, al mismo tiempo, de
vación a un nivel superior. Fue preciso aguardar la un desarrollo teórico-político que conserva y supera
profundización del proceso de liquidación de los viejos las posiciones gramscianas originales. Ciertamente, es
dogmas stalinistas heredados de la Tercera Internacio­ imposible entender la noción de “democracia de ma­
nal para asistir al progresivo reconocimiento de que sas” de Ingrao sin relacionarla con la concepción grams­
Gramsci no es simplemente “el mayor leninista ita­ ciana de “sociedad civil” y de “hegemonía”; pero tam­
liano”, sino el más importante pensador político mar- bién sería erróneo no ver que la noción de hegemonía
xista de nuestro siglo. (Ese reconocimiento, cierta­ en el pluralismo (que implica la articulación de demo­
mente, no justifica la unilatcralidad opuesta, propia de cracia dirigida con democracia representativa) es en
1 Tal fue la apreciación de Gramsci que, después de un
Gramsci una noción apenas embrionaria, que no fue
periodo de simple desconocimiento, pasó a predominar en el desarrollada adecuadamente o que, tal vez, no hubie­
pensamiento oficial de los países del llamado “socialismo real­ ra podido serlo en su época.4 Por lo tanto, la univer-
mente existente”, en particular en la Unión Soviética. Un
sugestivo ejemplo de esa tendencia puede verse en el artículo 2 Para el análisis de las relaciones entre Togliatti y Grams­
de Vladímir Trofímov, “Os problemas da la hegemonía do ci, cf. los importantes trabajos de Giuseppc Vacca, Saggio
proletariado c sua ditadura nos trabalhos de /Xntonio Grams­ su Togliatti e la tradizione comunista, Bari, 1974, y de Nicola
ci” (en Varios autores, O marxismo na atualidade, Sao Paulo, Auciello, Socialismo ed egemonia in Gramsci e Togliatti. Bari.
1968, pp. 365-72), que concluye categóricamente: “En la 1974.
cuestión de la dictadura y de la hegemonía del proletariado, 3 Las posiciones de Ingrao están contenidas, sobre todo, en
Gramsci se mantuvo consecuentemente con las posiciones le­ sus libros Masse e potere, cit., Crisi e terza via, Roma, 1978,
ninistas. En esa cuestión, como en todos los problemas vitales, y Tradizione e progetto, Bari, 1982.
el pensamiento de Gramsci marchó por ese camino, que es el 4 El “tal vez” se refiere al hecho de que —aunque de modo
camino del desarrollo creador del marxismo”. no plenamente sistemático— esta idea ya aparece en los prin-

162 163
i
salidad de Gramsci no exime a los marxistas que en como un continuo formarse y superarse de equili­
él se inspiran de dos tareas básicas: 1] concretar sus brios inestables (en el ámbito de la ley) entre los
formulaciones teóricas generales, “aplicándolas” a la intereses del grupo fundamental y los de los grupos
época histórica propia y a la propia realidad nacio­ subordinados, equilibrios en los cuales los intereses
nal; 2] continuar el desarrollo teórico de los conceptos del grupo dominante prevalecen, pero hasta cierto
de Estado y de revolución socialista, enriqueciendo los punto, no hasta el nudo interés económico-corpo­
planteamientos gramscianos con las nuevas determina­ rativo.®
ciones aportadas por la evolución de la realidad ocu­
rrida después de su muerte. No es casual que esa frase de Gramsci aparezca en
Procuré indicar —refiriéndome brevemente a algu­ el contexto de un tópico titulado “Análisis de las si­
nos planteamientos de Togliatti, Eugenio Curie]. Gior- tuaciones. Correlación de fuerzas”.
gio Amcndola c Ingrao— cómo ambos movimientos No obstante, cuando “aplica” su teoría del Estado
fueron (y siguen siendo) realizados por los comunis­ a la estrategia de transición al socialismo, Poulantzas
tas italianos. Sin embargo, precisamente para hacer revela —de modo similar a los eurocomunistas italia­
evidente la universalidad de Gramsci, es importante nos— que superó dialécticamente a Gramsci: mientras
recordar que no fueron los italianos los únicos en que éste concebía la lucha por la hegemonía y por la
recoger la herencia gramsciana a través del proceso conquista de posiciones como algo que se procesaba
dialéctico de “conservación-renovación”. Bastaría re­ en el seno de la sociedad civil (de los “aparatos pri­
cordar aquí la obra de Nicos Poulantzas, expresión vados de hegemonía”), Poulantzas va más allá y habla
(aunque trágica y prematuramente interrumpida) de de una lucha análoga que llevar a cabo también en el
una de las más lúcidas reflexiones políticas marxistas mismo interior de los aparatos estatales en sentido
de la actualidad. Después de una fase en que fue pro­ estricto (en lo que Gramsci llamó “sociedad política”).
fundamente marcado por el formalismo estructuralista Este largo proceso de toma del poder en una vía de­
de Althusser, Poulantzas —en sus últimas obras— re­ mocrática hacia el socialismo —observa Poulant­
tomó plenamente sus orígenes gramscianos; ello le per­ zas— consiste esencialmente en desarrollar, refor­
mitió presentar, como síntesis de sus brillantes análisis zar, coordinar y dirigir los centros de resistencia
del Estado capitalista, una definición ejemplar del [... ] en el seno de las redes estatales, creando y
fenómeno estatal: “El Estado [es] la condensación ma­ desarrollando otros, de tal forma que estos centros
terial de una correlación de fuerzas entre clases y frac­ —en el campo estratégico que es el Estado— se
ciones de clase, tal como ésta se expresa, siempre de conviertan en centros efectivos de poder real [...].
modo específico, en el seno del mismo Estado”.5 Esta [Este proceso] significa claramente un proceso de
formulación de Poulantzas tiene una clara inspiración ruptura efectivas, cuyo punto culminante —y forzo­
gramsciana: samente existirá uno— reside en el basculamiento
de la relación de fuerzas a favor de las masas popu­
[...] la vida estatal —dice Gramsci— se concibe lares en el terreno estratégico del Estado.7
cipales teóricos del “austromarxismo” desde los años veinte.
Cf., en particular, Max Adler, Democrazia e consigli operai. Tenemos, sin duda, una “elevación a un nivel supe-
Barí, 1970.
5 Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo, ed. Siglo 6 Antonio Gramsci, “Análisis de las situaciones. Correla­
XXI, México, 1979, p. 154. Cf. también las entrevistas de Pou­ ciones de fuerzas”, en Antología, cit., p. 415.
lantzas contenidas en Repéres. Textes sur l’État, París, 1980, 7 Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo, cit., pp.
pp. 109-83. 316-17.

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A
rior” de la formulación de Gramsci. Pero ¿hubiera Gramsci en España, en la República Federal Alemana
podido Poulantzas desarrollar su estrategia socialista- c incluso en Japón.9 No me es posible aquí ni siquiera
democrática sin el concepto “ampliado” del Estado y aludir brevemente al contenido concreto —de valor
sin la teoría de la “guerra de posiciones” elaborados teórico ciertamente desigual— de las múltiples obras
por Gramsci? sobre y/o a partir de Gramsci publicadas fuera de
La universalidad de Gramsci, por lo tanto, se ex­ Italia. Basta recordar que, con toda probabilidad, ya
presa antes que nada en el hecho de que su proble­ sobrepasan en número la bibliografía gramsciana pro­
mática teórica sirve como punto de partida necesario ducida por autores italianos; y esto me parece, por sí
para los principales y más significativos intentos con­ sólo, una expresiva comprobación de la universalidad
temporáneos de renovación de la teoría política mar­ y actualidad de los conceptos gramscianos.
xista. Pero, por otro lado, esa universalidad tiene tam­ Cabe registrar, last but not least, el hecho innegable
bién una dimensión geográfica: se vuelve cada vez más de la creciente influencia de Gramsci sobre los pensa­
evidente que los procesos de “occidentalización” (de dores marxistas latinoamericanos. En los principales
“ampliación” del Estado gracias a la creación y com- países de nuestro continente, no sólo se multiplican las
plejificación de la sociedad civil) tienden a generali­ ediciones de las obras de Gramsci,10 sino que también
zarse en áreas geográficas situadas fuera del ámbito de hay ya innumerables estudios que se valen explícita­
la Europa Occidental y de los Estados Unidos. Esto mente de sus conceptos para pensar las realidades na­
convierte la universalidad de Gramsci en algo nacio­ cionales (subrayo el plural) de América Latina. Una
nalmente concreto para los socialistas de un número tradición marxista bastante arraigada, oriunda de la
creciente de países. Tercera Internacional, tendió por muchos años a tra­
Claro está que, como era de preverse, la “recepción” tar sumariamente a todos los países latinoamericanos
internacional de Gramsci ocurrió inicialmente —por lo como “semicolonias” atrasadas, equiparables por su si­
menos de modo más sistemático— en los países ya tuación de dependencia a los países de Africa y Asia.
plenamente “occidentalizados”, en particular en los Esa caracterización comienza a ser progresivamente su­
europeos. Aunque tardíamente (un atraso que se debe, perada; se difunde cada vez más, entre los pensadores
y no en última instancia, a la persistencia del dogma­
tismo “marxista-leninista”), la obra de Gramsci penetró interpretazioni, Milán, 1975, pp. 136-55; y C. Mouffe y A. S.
con gran intensidad —a partir de los años sesenta— Sassoon, “Gramsci in France and Italy. A Rcview of Litera-
en la cultura marxista francesa y de los países de len­ ture”, en Economy and Society, vol. 6, n. 1, febrero de 1977.
» Cf. respectivamente, J. Solé-Tura, “Gramsci c la cultura
gua inglesa.8 También puede registrarse la presencia de spagnola", en Varios autores, Gramsci e la cultura contem­
*
poránea, cit., vol. ¡i, pp. 381-87; E. Brissa, “Note sul a rice-
s En Francia, basta recordar los trabajos ya citados de zionc di Gramsci in Gemianía”, ibid., pp. 398-95; c 1. Yama-
Christine Buci-Glucksmann, Hugues Portelli, Jacques Texier y zaki, “Gli studi su Gramsci in Giappone”, ibid., pp. 443-51.
Jean-Marc Piotte. En los países de lengua inglesa, entre 10 En la década de los sesenta, el lector latinoamericano
otros, merecen señalarse: John M. Cammet, Antonio Gramsci ya disponía de un cuerpo de escritos extraídos de los Cua­
and tlie Origins of Ilatían Communism, Stanford, 1967; Perry dernos de la cárcel (publicados entre 1958 y 1962, en Argentina,
Anderson, “Las antinomias de Antonio Gramsci”, en Cua­ por la Editorial Lautaro, y en portugués, en Brasil, entre
dernos Políticos, n. 13, México, julio-septiembre de 1977, pp. 1966 y 1968, por la Editorial Civilizadlo Brasileira) que,
5-57; Alastair Davidson, Antonio Gramsci: Towards an Intel­ por su amplitud, no era accesible en aquel momento ni siquiera
ectual Biography, Londres, 1977; y Anne Showstack Sassoon, al lector de lengua francesa o inglesa. Y, desde 1950 (o sea,
Gramsci’s Politics. Londres, 1980. Para valorar la impor­ tres años antes de la edición francesa), el lector de nuestro
tancia de Gramsci fuera de Italia, cf. —también aquí, entre continente ya disponía de una edición en español (Lautaro,
otros— Gian Cario Jocteau, I^ggcre Gramsci. Una guida alie Buenos Aires) de las Cartas desde la cárcel.

166 167
marxistas de nuestro continente, la idea de que las la misión fundamental era nacional, o sea, requería
principales naciones de la región han alcanzado un un reconocimiento del terreno y una fijación de los
grado de modernización capitalista que las aproxima elementos de trinchera y de fortaleza representados
mucho más —en sus bases económicas y en sus estruc­ por los elementos de la sociedad civil.12
turas políticas, sociales y culturales— a los países “oc­
cidentales” de desarrollo capitalista “medio” (la Italia Por lo tanto, el reconocimiento de la universalidad
de 1945, la España de hoy) que a los países “orienta­ de Gramsci —del valor efectivo y actual de su teoría
les”, como la Rusia de 1917 o la China de 1949.11 Si para la América Latina “occidental”— no exime a los
ello es verdad, como creo que lo es, ya no es posible marxistas de nuestro continente de esa “tarea funda­
pensar en el “Occidente” latinoamericano sin recurrir mental”: del examen concreto de nuestras realidades
a la teoría “ampliada” del Estado y, consecuentemente, nacionales específicas. Un examen que, ciertamente, ya
ya no se puede concebir su transición al socialismo está haciéndose, y que, en sus mejores resultados, no
fuera de los marcos de una progresiva conquista de la ha sido ajeno a la inspiración y al estímulo de la obra
hegemonía a través de una “guerra de posiciones”. En de Antonio Gramsci.
otras palabras: cuando los latinoamericanos leemos
hoy a Gramsci, ya sabemos que de nostris fabula
narratur.
Pero, a fin de que las teorías gramscianas puedan
contribuir efectivamente a una revaluación marxista
de la realidad latinoamericana, capaz de superar defi­
nitivamente los viejos prejuicios tercerinternacionalistas,
es preciso recordar una indicación metodológica del
mismo Gramsci. Al referirse al hecho de que Lenin
“no tuvo tiempo” de profundizar la estrategia revolu­
cionaria adecuada al Occidente, Gramsci inmediata­
mente recuerda que esto sólo podría hacerse a nivel
teórico, ya que
11 La relación entre la influencia de Gramsci en nuestro
continente y el carácter “occidental" de las principales na­
ciones latinoamericanas fue destacado en el bello estudio de
Juan Carlos Portantiero, “Los usos de Gramsci", en Antonio
Gramsci, Escritos políticos (1917-1933), cit., pp. 9-82. También
yo destaqué ese aspecto, refiriéndome específicamente al Bra­
sil, en mi estudio “Gramsci e nos", incluido en Carlos Nelson
Coutinho, A democracia como valor universal, cit., pp. 43-60.
Pero, mientras que Portantiero (a partir de una aguda distin­
ción entre la caracterización de dos tipos de sociedad “occiden­
tal" en Gramsci) parece suponer que los principales países
latinoamericanos serían siempre “occidentales" (cf. op. cit., pp.
65 ss.), yo formulo la hipótesis de que el proceso de “occiden-
talización" vivido por el Brasil a partir, sobre todo, de los
años treinta, no anula la presencia de rasgos “orientales" en
la formación histórica de ese país. 12 Cuadernos, t. 3, p. 157.

168 169
Notas bibliográficas cargo de Renzo Martinelli, cd. Riuniti, Roma, 1974).
Además de esto, un buen número de cartas enviadas
por Gramsci a sus compañeros de dirección del PCI
entre 1923 y 1924, exhortándolos a asumir una posi­
ción contraria a la de Bordiga, están ahora recopiladas
1. Gramsci no publicó ningún libro durante su vida. en Palmiro Togliatti, La formazione del gruppo diri­
Toda su producción anterior a la cárcel se compone gente del Partito Comunista Italiano nel 1923-1924
de artículos y ensayos más o menos de circunstancias, (ed. Riuniti, Roma, 3a. edición, 1974).
con la única excepción, quizás, del manuscrito incon­ El historiador Paolo Spriano seleccionó y prologó
cluso sobre “Algunos temas de la cuestión meridional”
(1926), incluido en La questione meridionale [cd. Ri- una útilísima antología de los escritos juveniles de
Gramsci que incluye en el Apéndice algunas notas
nascita, 1952; cd. Riuniti, 1966. Hay traducción es­ de los Cuadernos'. Scritti politici (ed. Riuniti, Roma,
pañola en cd. Dédalo, Madrid, 1978. (E.)J La mayoría
1974, 3 vol.), publicada por primera vez en 1967 en
de esos artículos y ensayos fue publicada sin firma, o
con diferentes seudónimos, en varios periódicos obre­ un solo volumen.
ros de la época, sobre todo en II Grido del Popolo, en Finalmente, en el primer semestre de 1980 la editorial
la edición piamontesa de Avanti!, en las tres series de Einaudi inició la publicación, a cargo de Sergio Ca­
L’Ordine Nuovo y en L’ünitá. La tarca de recopilarlos prioglio, de la edición crítica de todos los ensayos y
en forma de libro aún está en proceso, pues siguen artículos del periodo precarcclario. Hasta ahora, sólo
descubriéndose y publicándose artículos que permane­ se ha publicado el primer tomo; Cronache torinesi
cen inéditos en forma de libro, muchos de los cuales 1913-1917 (898 pp.). Sin embargo, ya están anun­
son de atribución discutible. ciados dos más: La cilla futura (febrero de 1917-abril
La primera edición aún incompleta de los textos an­ del 1918) e II nostro Marx (mayo de 1918-abril de
teriores a la prisión empezó a realizarse en 1954, en la 1919).
serie de las Opere de Antonio Gramsci (ed. Einaudi, [En cuanto a las ediciones en español del periodo
Turín, 1947-1971), después de la publicación de las precarcelario de la obra de Gramsci, además de los
Cartas y de los Cuadernos de la cárcel. Esta edición libros citados remitimos al lector a la excelente /hi/o-
comprende cinco volúmenes, numerados del 8 al 12: logia preparada por Manuel Sacristán (cd. Siglo XXI,
Scritti giovanili 1914-1918 (1958); L'Ordine Nuovo México. 1970) y a Sobre el fascismo. Prólogo y selec­
1919-1920 (1954) [hay una versión española que con­ ción de Enzo Santarelli (ed. Era, México, 1979). Asi­
tiene algunos de los ensayos incluidos en la ver­ mismo, véase Escritos políticos (1917-1933), (ed. Pa­
sión original: Antonio Gramsci, Consejos de fábrica sado y Presente, México, 1977), Contra el pesimismo.
y Estado de la clase obrera, ed. Roca, México, 1973. Previsión y perspectiva (ed. Roca, México, 1974) y
(E.)]; Sotto la Mole 1916-1920 (1960); Socialismo Partido y revolución. Selección de trabajos de 1917
e fascismo. L’Ordine Nuovo 1921-1922 (1966) y La a 1926 (ed. de Cultura Popular, México, 1974), pu­
construzione del Partito Comunista 1923-1926 (1971). blicado por primera vez en 1972 bajo el título La con­
Con el posterior descubrimiento de nuevos textos cepción del partido proletario (ed. cit., 1972). (E.)]
gramscianos se publicaron, fuera de la serie de las
Opere, dos tomos más de artículos: Scritti 1915-1921 2. La publicación de los materiales del periodo de la
(a cargo de Sergio Caprioglio, ed. La Pietra, Milán, cárcel se inició en 1947, con la edición de una selec­
2a. edición, 1976) y Per la veritá. Scritti 1913-1926 (a ción que contiene 218 cartas de las Lettere dal carcere

170 171
(vol. 1 de las Opere, ed. cit.). En 1965, a cargo de Turín, iv vols.) Esta edición reproduce, en el orden
Sergio Caprioglio y Elsa Fubini, se publicó una edición en que fueron redactados, los veintinueve cuadernos
completa que contiene 428 cartas: Lettere dal carcere escolares utilizados por Gramsci en la cárcel (se ex­
(Einaudi, Turín, 1965). [Hay una traducción española cluyeron únicamente los tres cuadernos que contienen
de una selección de 156 cartas: Cartas desde la cárcel, ejercicios de traducción); reproduce inclusive, cuando
ed. Cuadernos para el Diálogo, colección Divulgación existe, la primera redacción de textos que Gramsci
Universitaria, Serie Biografía n. 82, Madrid, s/f. (E.)J rescribió y reagrupó después en los llamados “Cua­
En 1948, siempre por Einaudi y en la edición citada dernos especiales”, donde pretendía dar una forma más
de las Opere, se inicia la publicación de los Cuadernos, sistemática a sus apuntes. El volumen iv, con cerca de
a cargo de Felice Platone y con la supervisión de Pal- mil páginas, está dedicado enteramente al aparato crí­
miro Togliatti. Como se sabe, el criterio utilizado para tico, con indicaciones bibliográficas e históricas esen­
esa primera edición fue el de agrupar las notas de ciales para la perfecta comprensión de los textos. Se
acuerdo a grandes temas más o menos sugeridos por trata de una edición absolutamente indispensable para
el mismo Gramsci, realizándose algunos cortes y reor­ quien desee profundizar en el estudio de la obra de
denando todo el material. Incluso después de la edición Gramsci. [En 1981 Ediciones Era inició la publicación
crítica (véase infra), esta primera edición, varias veces de la traducción al español de la edición crítica de
reimpresa, sigue siendo indispensable para una aproxi­ los Cuadernos de la cárcel. A diferencia de la edición
mación al pensamiento de Gramsci. italiana, en esta nueva presentación tanto las Notas
Ocupando respectivamente los tomos 2 al 7 de las como la Descripción de ¡os cuadernos aparecen al fi­
Opere, esa edición presenta los siguientes títulos: II nal de cada tomo. (E.)]
materialismo storico e la filosofía di Benedetto Croce
[El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto 3. Organizando en 1967 una “Bibliografía gramsclana”
Croce, ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1973; ed. Juan (cf. Gramsci e la cultura contemporánea, ed. Riuniti,
Pablos, México, 1975. (E.)J; Gli intellettuali e l’orga- Roma, 1969, vol. n, pp. 477-544), Elsa Fubini, regis­
nizzazione delta cultura (1949) [Los intelectuales y la tró nada menos que 947 títulos de artículos, ensayos y
organización de la cultura, ed. Juan Pablos, México, libros publicados hasta entonces sobre Gramsci en va­
1975. (E.)] II Risorgimento (1949) [El “Risorgimeri­ rias lenguas y diferentes países. La autora ya advertía,
to”, ed. cit., 1980. (E.)J; Note sul Machiavelli, sulla en aquella época, que su investigación era incompleta.
política esullo Stato moderno (1949) [Notas sobre Ma- Desde 1967 hasta la fecha el interés por Gramsci cre­
quiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, ció extraordinariamente, tanto en Italia como en el
ed. cit., 1975. (E.)J; Letteratura e vita nazionale mundo entero. Es de suponer que el número de títulos
(1950) [Literatura y vida nacional, ed. cit., 1976. (E.)] sobre él se haya por lo menos duplicado en relación
Este último volumen contiene en el Apéndice un gran a lo establecido en la bibliografía de Elsa Fubini.
número de “Crónicas teatrales” escritas por Gramsci Resulta así imposible, en estas sumarias Notas Bi­
entre 1916 y 1920 para el periódico Avanti! y Passato bliográficas, catalogar títulos sobre Gramsci sin come­
e presente (1951) {Pasado y presente, ed. cit., 1977. ter injusticias y arbitrariedades. Sin embargo, el lector
(E.)] encontrará un buen número de indicaciones bibliográ­
En 1975, a cargo de Valentino Gerratana, del Insti­ ficas en las notas de este libro. Creo que son suficien­
tuto Gramsci, finalmente se publicó la edición crítica tes para una primera aproximación a la teoría política
de los Cuadernos', Quaderni del carcere (ed. Einaudi, de Antonio Gramsci.
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