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ENCUMBRAR
ANA MARÍA CASTILLO ALEJO
Introducción 7
I
Belleza y Grandeza 11
II
Alimento y Medicina 25
III
Plantar, Encumbrar y Proteger 35
IV
Recibir el Laurel de Victoria 45
Introducción
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sacrificio de tu único hijo; bendice y cuida para que lleven tu evangelio
hasta el fin del mundo. La visita culmina con una oración que realiza en
mazahua uno de los nativos convertidos. Invitando a la multitud presente
a aceptar a Jesús como su salvador, después de repartir el Nuevo
Testamento en mazahua, dejaron al pueblo.
Después de ese acontecimiento, como un aluvión, llega a los poblados de
localización del pueblo indígena mazahua una diversidad de asociaciones
religiosas, agrupaciones denominacionales, instituciones eclesiásticas y
movimientos cristianos. Cada organización, especialmente los protestantes
que no siguen a Lutero y a Calvino, en clara oposición y hasta enemistad
con la iglesia católica romana se instalan y se extienden con tres
consecuencias: la fragmentación de las poblaciones que hablan el idioma
mazahua y siguen la cultura ancestral; la división de los territorios
comunitarios; el uso selectivo de las expresiones artísticas, idiomáticas y
folklóricas.
Una de las labores denigrantes y destructivas de las misiones cristianas
consiste en la persecución, la anulación y en la succión de la creencia, la
religiosidad y de la cosmogonía ancestral. Absolutamente todas las
variedades del cristianismo, a la creencia de los pueblos originarios,
denominan prácticas idolátricas. Bajo esta catalogación combaten,
aniquilan, dividen y hasta usurpan. De manera especial, la práctica
dendrocéntrica del pueblo originario mazahua, equiparan con los altares
que menciona la Biblia y que deben ser destruidos.
Según afirmaban mis abuelos y mis abuelas, de las dos partes de mi
ascendencia, ser mazahua significa VIVIR DONDE ABUNDAN LOS
VENADOS QUE TOMAN EL AGUA EN LOS MANANTIALES. En la cosmogonía
mazahua, la parte central de la creencia ancestral, son tres elementos
bióticos: los animales, las plantas y las personas integrados, armonizados
y envueltos con el agua; pero completamente abrazados, enlazados e
integrados a los elementos abióticos. Para el pueblo originario mazahua,
la fuerza y el fluir de la vida, proceden de la parte biótica de todo lo que
existe siempre fecundado y animado por la dimensión abiótica.
Parte de la creencia, la cosmogonía y de la espiritualidad mazahua son las
gratitudes que se ofrecen a KJIMI MIZHIKJIMI en los bosques, las cuevas,
debajo de los árboles grandes, los caminos, las montañas y en las rocas.
Se trata de seis tipos de ofrendas: los primeros frutos de las siembras, los
dulces elaborados en la comunidad, las comidas preparadas para las
ocasiones especiales de celebración, las herramientas de hierro que ya no
se utilizan, los panes y los licores. Las personas extrañas que llegan a ver
estas gratitudes, por proceder de los poblados en donde la adoración a las
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entidades vivificadas sucede con abundantes regalos múltiples, de
inmediato consideran que son ceremonias y ritos de cultos paganos. Al
observar el lugar donde se hallan colocadas las gratitudes, sin pensar en
otras posibilidades, identifican con la adoración a los diversos elementos
componentes de la Naturaleza y el Universo.
Las personas que están afiliadas a las diversas denominaciones
evangélicas, las organizaciones religiosas y a las iglesias cristianas no
podrán entender la espiritualidad de los pueblos originarios que tiene un
doble destino: se adora y se agradece al Creador en y con la territorialidad
colectiva que se posee y se dispone; se eleva la gratitud, el respeto y la
admiración a la Naturaleza y el Universo por constituir las fuentes
permanentes de los medios de subsistencia. La religiosidad de los pueblos
originarios no desconoce la diferenciación y la jerarquía universal.
Por las constantes acusaciones de idólatras y paganas por usar a los
árboles, los bosques y a los manantiales como los lugares de externación
de las gratitudes al Creador y a las fuentes dotantes de los medios de
subsistencia cotidiana, aparte de preguntar a una inmensa cantidad de
mayores y ancianas mazahuas, me aboqué a leer la Biblia con los ojos de
mis ancestros. El motivo es uno: responder a la interrogante si colocar a
las ofrendas, los agradecimientos y las admiraciones a los contenidos y los
componentes de la Naturaleza y el Universo es adorar a la obra de las
manos o a las fabricaciones con el trabajo.
Después de adentrarme en los textos bíblicos, de nueva cuenta, acudí a
los mayores y a las ancianas para saber de a quién se brindan las ofrendas,
las primicias y las gratitudes que se ponen en determinados sitios. Sin
excepción, de modo categórico, afirmaron: se adora a KJIMI MIZHIKJIMI,
se respeta a XOÑIJUMÚ, se anda con JYARÜ JYÁSS’Ü, se vive con YEYA, se
marcha hacia A XOJÑI y se conserva la salud con JÑÕ’NÜ. Esta forma de
entender la dinámica orgánica es naturalismo, realismo y vitalismo. Las
respuestas que recibí a mis inquietudes quedaron claramente
determinadas: la adoración de los pueblos originarios se dirige directa,
inmediata y continuamente al Creador; pero sin abandonar y sin olvidar
las gratitudes a la tierra, el suelo, el territorio y a las otras existencias por
su benevolencia, compañía y servicios para vivir.
Con esta determinación, ubicándome en la tradición ancestral, tuve que
interpretar algunos textos bíblicos. En esa interpretación con la
cosmogonía original, en medio de continuas ráfagas con la llamada sana
doctrina de los salvadores de las almas, hallé en la Biblia dos
procedimientos ceremoniales, rituales y litúrgicos antiguos. La experiencia
de los patriarcas, la vivencia de las multitudes que llegaron a confederarse
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en el desierto adoptando el nombre de pueblo de Israel y el testimonio de
los profetas que muestran la INVOCACIÓN al Creador en los árboles, los
cerros, los montes y en el desierto. La práctica de los pueblos que adoran
las fabricaciones, las hechuras, las seraficaciones, las entidades vivificadas
y los ídolos elaborados de diversos materiales.
Existe una clara distinción y diferencia entre estas dos formas de operar la
comunidad litúrgica. Se trata de dos modelos, dos estilos y dos caminos
en la religiosidad popular. La religiosidad naturalista no venera, no adora,
no reverencia, no ama ni se postra ante los resultados del trabajo y la obra
de las manos. Pero sí honra, protege, glorifica y dignifica a las dos grandes
fuentes de la vida: el Creador y la creación. Quienes no entienden así su
religiosidad, su creencia y su espiritualidad simple y llanamente reniegan
su procedencia, niegan su origen y su destino. Los pueblos originarios, las
comunidades aborígenes y las poblaciones nativas reconocen su doble
origen y por lo tanto externan su gratitud a ambas jerarquías.
Los pueblos indígenas depositan la esperanza, la confianza y su entrega
no en el ser humano ni en las hechuras, sino en el Creador y en la creación
que conceden la vida, la subsistencia y la permanencia. En este sentido
son realistas, porque la Biblia afirma: maldito es la persona que confía en
otra persona (Jeremías 17; II Tesalonicenses 2; II Timoteo 2; II Pedro 2;
Jueces 18; Salmo 1, 115 y 146; Apocalipsis 3; Isaías 2, 30 y 31; Oseas
5). El deber, la responsabilidad y la obligación cumplen al operar los dos
mandatos originales del Creador: trabajar, laborar, labrar, cultivar y
cuidar. Es en el acontecer económico donde los pueblos originarios viven
la espiritualidad y experimentan la religiosidad.
PLANTAR Y ENCUMBRAR es una explicación de la religiosidad naturalista y
de la espiritualidad de la acción. Presenta al reino vegetal como una
dimensión existencial llena de pureza, vitalidad, belleza y de grandeza que
rodea, acompaña y propulsa la existencia. Es el recurso disponible de
mayor prestancia para el reino animal y el ser humano. Sin la vegetación
no existe la posibilidad de la replicación, la multiplicación, el poblamiento
y la continuidad de la especie. Los ancestros al honrar, respetar y cuidar a
la vegetación acontecieron una espiritualidad, una mística, un ideal, una
creencia y una cosmogonía creacionista. Esta creencia y cosmogonía
ancestral deben y tienen que seguir operando. El movimiento ecuménico,
cuando realmente es respetuoso de la pluralidad confesional y de la
multiplicidad existencial, no puede ni debe combatir, negar y buscar
destruir la creencia ancestral.
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I
Belleza y Grandeza
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la orografía, el relieve, la vegetación y la expulsión de la fauna a otros
lugares que no permiten su continuidad. En la actualidad, las jurisdicciones
o los países, se encuentran repletas de los caminos pavimentados que
desde la cima de los cerros o de los medios de transporte aéreo se
observan cual cinturones negros que humean. Las ciudades se dejan mirar
a través de la nube gris o mediante la focalización de los humos que salen
de las usinas.
Los diversos cortes, los rasuramientos, los arrasamientos y las
escarbaciones de los cerros, las montañas, las rocas, las peñas, los
bosques, los ríos, los manantiales y de las lagunas con las construcciones
de las vías de comunicación y trasporte, las ciudades y otras
infraestructuras para el proceso económico son muestras de cómo el
rostro, la presencia y la taxonomía de la Naturaleza quedan desfiguradas,
rasmilladas, pintadas, adornadas y ennegrecidas con las acciones
racionales, intencionales y soberbiales del ser humano. El acontecer
económico prevaleciente, en esencia y en la forma, en sus intenciones y
objetivos o en sus intereses y finalidades es inhumano, cruel y antivida.
La razón es simple: deja sin trabajo y sin ingresos a las mayorías
poblacionales del Planeta reduciendo a la condición de seres dependientes
totales. Las poblaciones en el Planeta se encuentran divididos en tres
grupos: los que poseen los medios de producción y controlan el acontecer
económico; los que producen y constituyen la fuerza laboral; los que
dependen de los resultados del trabajo y el desgaste de las energías de
quienes generan la riqueza social.
El sistema económico opresor, por alentar el tener y el poseer más para
valer, es profundamente antiético, antiestético y antiecuménico. La
belleza, la maravilla y la grandeza de la creación reconocida, valorada y
estimada por el mismo Creador (Génesis 1), desde que se abandona la
economía natural de subsistencia, son constante y crecientemente
dañadas y denigradas. La creación es bella, hermosa, pura y plena
solamente en su condición, situación y forma primigenia. Todas las
destrucciones con las transformaciones, las acciones, las determinaciones
y los procederes del ser humano son monstruosidades y atrocidades
antiestéticas.
Vivir en el medio rural, estar localizados en las zonas apartadas de las
ciudades y hallarse ubicados en las cumbres de las montañas es poseer un
cristal mágico que tiene la propiedad de mostrar las partes de la tierra, la
Naturaleza, el Plantea y de otros mundos siderales. Los pueblos originarios
con ese cristal transparente echamos un vistazo a la creación. A la vez
oteamos el horizonte, el panorama y la lejanía. Con ese mirar, otear y
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divisar encontramos que la Naturaleza y el Universo son encantadoras,
mágicas, grandiosas, ricas y multiformes. Desde la parte alta de los
poblados, en algunas ocasiones del pico de los cerros, observamos cómo
es el espacio, el contexto y el medio en que estamos viviendo. Subiendo a
las montañas, las rocas, las peñas y a los cerros logramos divisar todas las
direcciones. En un giro de 360 grados podemos identificar cómo es el
movimiento de rotación y traslación.
Los pueblos originarios que se localizan en sus territorios fraccionados,
acorralados y codiciados en forma constante desde que se impuso el
colonialismo, por las condiciones orográficas y topográficas agrestes, para
garantizar la seguridad subsistencial conservan su cosmogonía ancestral.
Ésta consiste en la acción desplegada por:
a) El poblador del Jardín de Edén: la persona puso nombre a todas las
existencias (Génesis 2).
b) El Creador: a la hora en que sopla el viento de la tarde escucharon
los pasos del Todopoderoso que andaba en el Jardín (Génesis 3).
c) Abraham: plantó un árbol, un tamarisco, en Beer Sheva y allí invocó
al Señor que es la eternidad y la inmensidad (Génesis 21).
d) Moisés: atravesando el desierto llegó hasta el monte Horeb y allí el
Omnipotente se le apareció en medio de una zarza que flameaba sin
quemarse (Éxodo 4).
e) Elías: aléjate y quédate siempre de pie ante mí en la montaña (I
Reyes 19).
f) Jesús: como era una tradición, Jesús, salió y fue al monte de los
Olivos acompañados de sus discípulos. Al llegar al lugar les dijo: oren
para que no caigan en tentación. Alejándose de ellos, puesto de
rodillas, se puso a orar (Lucas 22; Mateo 26; Marcos 14).
Cuatro espacios cumplen un rol especial para los pueblos indígenas en el
ejercicio de su cosmogonía: las zonas desérticas, los cerros, los montes y
los manantiales. En estos lugares, la belleza y la grandeza, se manifiestan
de una manera intensa y desconcertante. Son los espacios en donde el
Creador se manifiesta con claridad y de modo directa. La Biblia está llena
de referencias sobre estos tipos de territorios en los que, el DADOR DE
VIDA Y SOSTÉN, llama a diversos sujetos para cumplir una misión. Son los
sitios en donde se percibe los intensos fenómenos naturales como sucesos
que preceden, acompañan y siguen al Creador.
Hay una predilección por la vegetación. El motivo presenta Génesis 1 y 2.
Son cinco las cualidades, las condiciones y las prestancias que emergen de
la narración: (1) es un contenido y componente importante de la creación;
(2) constituye la alimentación principal tanto del ser humano como de las
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demás existencias bióticas; (3) es la generadora de la humedad; (4) es la
alineadora de los límites existenciales de la humanidad; (5) es la
conformadora de los ecosistemas en los pisos geológicos. Estos rasgos de
la vegetación son comprobadas por las diferentes sapiencias disciplinarias.
Génesis 4 recién muestra la utilización de la vegetación, en especial de la
agricultura, como un mecanismo y una fuente de la religiosidad. Génesis
6 a 8, con la aparición de nuevos sistemas de comunicación y transporte y
las múltiples construcciones, muestran cómo la vegetación queda rasurada
por un lado, y por el otro, contiene la protección y el resguardo de los
animales.
Es con Abraham que surge el dendrocentrismo como un fenómeno
religioso. La Biblia distingue únicamente dos tipos de vegetaciones:
comestibles e incomestibles. En la religiosidad natural, la cosmogonía
ancestral, plantar un árbol conlleva tres incrustaciones, integraciones e
incorporaciones: (1) con las profundidades de la Naturaleza y el Universo;
(2) con las altitudes y las elevaciones existenciales; (3) con todas las
existencias presentes y operantes en la localización. Son las relaciones que
fundan la invocación y la evocación al Creador. La fitorítmica, una dinámica
ancestral de la interacción de la belleza, el movimiento y de las
fructificaciones, ocupa la parte medular de la cosmogonía primigenia.
No confundir la fitorítmica con la fitomagia. Ésta última es un proceder de
los seguidores de las distintas corrientes iniciáticas. La FITORÍTMICA es un
proceso-sistema que abarca cuatro acciones interpenetradas: (1) el uso
múltiple de la vegetación con fines alimentarios, medicinales, defensivos y
estéticos; (2) el seguimiento de la dinámica operacional de la vegetación
en sus movimientos hacia lo alto o a la interioridad y la profundidad (la
verticalidad), la expansión del follaje y las ramas (la horizontalidad), el
generar los frutos (la fructificación) y los sacudimientos con los fenómenos
naturales (la purificación); (3) la permanencia resistiendo, aguantando y
soportando los intensos y continuos embates de los fenómenos naturales
universales; (4) la replicación, la multiplicación y la expansión mediante
las conglomeraciones, los ecosistemas, los biotopos, la biocenosis y las
coexistencias.
Los pueblos originarios son completa y totalmente fitorítmicos. Por este
motivo, desde el pasado lejano, vienen concediendo un ESTATUS especial
a la vegetación. Su variedad, su tamaño, su resistencia, su rol y su forma
son apreciadas como prototipos a aplicar en el orden histórico. El
movimiento de la vegetación con los tres sucesos naturales universales:
los terremotos, los vientos y las lluvias son altamente estimados; porque
es cuando reconocen la forma natural de sacudirse, limpiarse, purificarse
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y permanecer mostrando la firmeza, la solidez y la consistencia. Es allí
donde detectan el proceso de renovación, expansión y de recuperación
eliminando lo viejo, lo caduco y lo innecesario. Es donde logran
comprender que la creación está sujeta a la autogeneración, la
autopurificación, el autodesarrollo y a la autoexpansión. Pero el ser
humano solo, única y exclusivamente logra reponer las energías que pierde
en forma persistente.
Para la economía natural de subsistencia, los contenidos y los
componentes de la Naturaleza y el Universo, son indispensables,
imprescindibles e insustituibles. Todos los bienes, los productos y las
mercancías que se producen son resultados de la mezcla y la combinación
de los elementos configurantes de la creación. Así, la artificialidad, la
luminosidad y la pomposidad, aparte de ser simples reproducciones de los
diferentes aspectos de la creación, son fenómenos derivados, superficiales
y pasajeros. Las enormes edificaciones, las grandes construcciones y las
imponentes urbanizaciones son imitaciones de la grandeza, la visibilidad y
de la morfología de la creación.
La economía mercantil monetarizada, un acontecimiento que opaca y trata
de eliminar a la economía natural de subsistencia, genera en las
poblaciones la PÉRDIDA del deleite por lo natural, lo bello, lo hermoso, lo
real y lo original. Impone la artificialidad, el legalismo, el formalismo, la
ilusión, la utopía, lo sensual, el hedonismo, el sexismo, la descomposición,
la vagancia, el parasitismo, la burocracia, la tecnocracia, la banalidad, las
presunciones, el moralismo, lo superfluo, la propaganda, el fetichismo, el
autoritarismo, la contaminación y la demagogia. La conversión del ser
humano en cosas, objetos y mercancías concediendo valor, organicidad y
aliento de vida a la obra del ser humano o a los resultados del trabajo
singulariza a la economía clasista.
En la economía mercantil monetarizada no se respeta, no se ama y no se
agradece a la Naturaleza y el Universo. Tampoco se adora al Creador y se
cumplen sus mandatos. Por el contrario, en forma generalizada y de
manera creciente, suceden tres eventos que la Biblia narra de esta
manera:
a. Este es el pan que el Omnipotente les da como alimento. Y ésta es
la orden a cumplir: recoja cada quien lo que necesita para comer y
según el número de integrantes de la familia. Los israelitas hicieron
de esa forma. Unos recogieron más y otros menos según la medida
acordada. No le sobró al que recogió mucho ni le faltó al quien
recogía poco. Cada quien recogió la cantidad que necesitaba.
Después Moisés dio la nueva orden: Nadie debe dejar algo para el
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día siguiente. Sin embargo, algunos no hicieron caso a la orden dada
con Moisés y dejaron bastante para el siguiente día, pero lo que
guardaron y dejaron se llenó de gusanos y tenían un olor
desagradable. Esto causó que Moisés se enojara mucho con todas
las personas (Éxodo 16).
b. Baja inmediatamente, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto,
se perdió. En poco tiempo se apartaron del camino que ordené
seguir. Hicieron un becerro de oro y están adorando, presentando
ofrendas y aclamando: ¡Israel este es tu dios que te sacó de Egipto!
(Éxodo 32; Deuteronomio 9).
c. Dejaron al Todopoderoso que sus antepasados adoraban y que los
sacó de Egipto entregándose a adorar a los ídolos de las personas
que vivían a su alrededor…. Y así los Israelitas empezaron a vivir
entre los cananeos, hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos.
Sus hijos e hijas se casaron con los hijos y las hijas de aquellos
pueblos y adoraron sus dioses (Jueces 2 y 3).
La religión que usa el proceso económico mercantil monetarizado es el
fetichismo que propulsa la fatalidad y amamanta la muerte. En cambio la
religiosidad de los pueblos indígenas es eminente e inminentemente
totemista, animista, vitalicia y hierofánica. Esta diferenciación entre la
cosmogonía primigenia y las doctrinas canonizadas es fundamental. En
ambas formas de la religiosidad, aparte de ocupar un lugar destacado,
presenta un rol decisivo la estética. Quienes practican el fetichismo son
fomentadores y ejecutores del arte surrealista, impresionista, cubista,
abstraccionista, grafista, pictórico, dadaísta, consumista, decorativo,
ornamentalista, iconográfico, catastrofista, romanticista, dramático y
escenográfico con pretensiones de seriedad, futurista, libre y de
autenticidad. Es la estética que trata de combinar la fantasía, la realidad,
los símbolos, los sucesos, la cotidianidad y las figuras geométricas sin
llegar a expresar la naturalidad, la certeza y el espíritu colectivista.
Para las poblaciones nativas, las comunidades aborígenes y los pueblos
indígenas, LA ESTÉTICA, LA AXIOLOGÍA Y LA COSMOGONÍA, por estar
contenidas, expresadas y manifestadas en la Naturaleza y el Universo son
condiciones y acontecimientos naturales, originales y universales. Son
sucesos continuos dentro de la conglomeración, la sincronización, la
cohesión y la confluencia total. El ser humano, según el pensar y el saber
ancestral, únicamente efectúa tres actos en el campo de la estética: copiar,
replicar o reproducir lo que existe; combinar, mezclar, entretejer, abstraer,
enmallar, plataformar, cruzar, pegar, amontonar, sobreponer, enrollar,
embobinar y juntar lo que es visible con la fantasía, la realidad con la
ilusión y las existencias con las invenciones; modelar, diseñar, esculturar,
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tallar, pulir, fragmentar y armar a partir de las existencias. El arte indígena
es manufactura artesanal generalmente, porque las otras formas de
expresión artística y folklórica son replicaciones de las cualidades, los
movimientos, las acciones y los comportamientos de las existencias. Para
los pueblos originarios, el arte y la ciencia, por emerger del vivir, el laborar
y el cuidar, son las interacciones de la humanidad con sus progenitores, el
contexto y el ambiente general.
Una regla ancestral de los pueblos originarios, operante en la actualidad,
establece: si quieres conocer tu cuerpo necesitas mirar detenidamente
todo cuanto está rodeándote, pero si centras tu mirada en el brillar del
agua de los manantiales estarás vendado sin poder apreciar todo cuanto
el padre y la madre conceden . Con esta directriz antigua, las comunidades
indígenas, logran identificar la belleza, la maravilla y la hermosura en:
a. Los suntuosos bosques, la selva, los matorrales, los sembríos, los
campos, las estepas, las hierbas, las plantas, los árboles y en las
praderas.
b. Los lagos, las lagunas, los manantiales, los ríos, los ojos de agua, el
mar, las escorrentías, las lluvias, los vapores y en las humedades.
c. Las impetuosas rocas, las piedras, los cerros, las montañas, los
barrancos, las quebradas, las mesetas, las lomas, las llanuras, las
cuevas, las ranuras, los hoyos, los picos y en las cimas.
d. Los fenómenos naturales como los vientos, los huracanes, los
terremotos, la polvareda, los aluviones, los rayos, los relámpagos,
los desgajamientos, el arco iris, la granizada, la escarcha, la nieve,
el cambio de las estaciones, la alternancia del día y la noche, los
cambios climáticos y en la sequedad.
e. Los desiertos arenosos, pedregosos, arcillosos, calcinados e
incandescentes.
f. Los pantanos, los hielos perpetuos, las sábanas blancas, las franjas
estrechas, los volcanes, los animales, los microorganismos y en los
minerales.
g. El sol, la luna, las estrellas, los planetas, la atmósfera, los espacios
y las interacciones intersiderales.
El Universo y la Naturaleza, el Planeta y la tierra, quedan mostradas como
una variedad en expansión. Los territorios, los espacios y los suelos se
exhiben como los lugares fantásticos, maravillosos, llenos de existencias,
policromáticos, altamente compactados, hablando ruidosamente y siempre
soportando “la modificación que efectúa el ser humano con el trabajo y
usando las tecnologías”. Al cambio en la fisonomía y la morfología de la
Naturaleza, el Planeta y del suelo, los apostadores por la oportunidad para
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todos en el sistema asalariado, consideran el acondicionamiento acogedor
y confortable del hogar, el hábitat y de la localización. Los rasuramientos,
las deforestaciones, las excavaciones profundas, los traslados de los
recursos naturales, el tiradero de la basura, las eliminaciones de la flora y
la fauna, la desviación del fluir del agua y la desaparición de los cerros son
vistas como las múltiples huellas del mejoramiento del Planeta.
Se confunde la transformación que implica la destrucción con el
mejoramiento. El ser humano, con sus acciones y decisiones ejecutadas
en el trabajo, quita muchos contenidos y componentes de la Naturaleza y
el Universo para amontonar, trasladas, triturar y esparcir en otros lugares.
El ser humano no puede ni tiene la condición para añadir algo a la creación.
Como activo destructor de su contexto natural, en vez de considerar
simples instrumentos a las tecnologías, eleva a la entidad vivificada que
expresa el triunfo del ser humano sobre las demás existencias.
Los mercantilistas y los monetaristas, en un esfuerzo por camuflar su
egoísmo y soberbia, anuncian que la humanidad pasó de débil e indefenso
ante la Naturaleza al dominio y control total sobre ella arrancando el velo,
mostrando el camino audaz, aumentando el poderío, utilizando las
energías y asentando la felicidad. En el proceso económico clasista se
romantiza a la Naturaleza y a la tierra. Se ve como el gran contenedor de
los recursos naturales que deben y tienen que ser explorados, ubicados,
extraídos, utilizados y convertidos en las mercancías. De esta manera, las
poblaciones en la actualidad, viven en un ambiente fabricado y
consumiendo los productos que ya no reciben directamente de la
Naturaleza, el suelo y la tierra.
Es fundamental comprender cómo es la trama de la vida para seguir
disfrutando la BELLEZA y la GRANDEZA de la Naturaleza, el Universo, la
tierra, el suelo y del Planeta. La vida surge, existe y fluye con, en y por las
interrelaciones y las conglomeraciones de las existencias . Ninguna
existencia es independiente. El ser humano no está solo, libre e
independiente, sino envuelto por la diversidad, la multiplicidad y la
poliformidad existencial. Es otro elemento, componente y contenido de la
Naturaleza y el Universo.
Para la espiritualidad originaria, la religiosidad ancestral, la belleza y la
grandeza, proceden del Creador y de la creación. El Espíritu Supremo vive,
se encuentra y se manifiesta en todos los contenidos y los componentes
de la creación. El circuito existencial, el fluir de la vida, dónde, cuándo,
cómo y quiénes, siempre es la confluencia del espacio y el tiempo, la
materia y el espíritu o del ser y el estar. La manifestación física, visible y
palpable del Creador es la Naturaleza y el Universo. Por eso es un craso
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error pensar, soñar y creer en un Dios remoto que vive en la patria
celestial, en los cielos y en el más allá del sol. La grandeza, la belleza y la
pureza se hallan en la creación por proceder, emerger y surgir del Creador
que es santo, omnipotente y causa origen de todo lo que existe. Génesis
3 no indica que el Creador haya salido de su creación y abandonado al ser
humano.
Desde el punto de vista ancestral, la presencia del Creador, tiene que
entenderse y vivirse con la profundidad de la experiencia interactiva de las
existencias, el nivel del desarrollo de las especies, la capacidad exploradora
del ser humano, el grado de penetración en las interioridades de la
creación, el contacto con los procesos intersiderales, el cumplimiento de
los mandatos del Omnipotente, la apertura a la infinitud y la eternidad, la
gratitud a la Naturaleza y el Universo, la entrega a los designios del
Todopoderoso, la comunión con la totalidad, la corresponsabilidad con las
existencias y con el uso de los flujos de gravedad del Espíritu Supremo.
Únicamente así se llega a la espiritualidad de la acción, la adoración en
espíritu y a la unificación global.
Presentar al Creador como el vindicador de los valores morales, el dador
de la sabiduría y el salvador es tratar de capturar en el antropomorfismo
exaltado. El Creador es el generador de la bondad, la verdad, la belleza y
de la grandeza. En ese sentido se reconoce a ÉL ser el arquitecto universal,
el creador, el dador de vida y sostén, el supremo ser y la fuente primera y
última de la vida. El nivel, el grado y la forma de la espiritualidad y la
religiosidad se conocen, valoran y se determinan CON LOS TIPOS DE
RELACIÓN E INTERACCIÓN que existe entre el ser humano y la creación.
Porque de allí surgen la comprensión de la realidad que es objetiva y
subjetiva a la vez.
No se discute ni se relega LA ULTIMIDAD Y LA SUPREMACÍA DEL CREADOR,
sino se busca en dónde y cómo ÉL está presente, comunicándose y siempre
otorgando su bendición. Para la cosmogonía primigenia, la creencia
ancestral y la religiosidad indígena, EL CREADOR, anda, camina, pasea y
opera en la creación. Las Escrituras, la Biblia, son un complemento de esta
comunicación y la manifestación gloriosa del Creador. Conceder prioridad,
unicidad y exclusividad a los textos bíblicos es caer en una herejía:
reconocer la superioridad de la razón, la conciencia y la idea.
Los pueblos originarios no deducen la presencia y la acción del Creador,
sino CONSTATAN en la creación su incesante y permanente manifestación.
La cosmogonía ancestral, la creencia antigua, inicia el vivir, el laborar, el
pensar y el saber con la materialidad existencial. No tratan de comprender
la idea sobre Dios, suceso que es básico en la teología, sino que, de
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generación en generación y en forma transespacial, con las energías que
reciben, acumulan, descargan, transfieren, desgatan y se reponen en y por
la Naturaleza y el Universo llegan a la causa origen del ser universal, global
y total. Los antepasados legaron una regla para la ascensión civilizatoria:
desde la experiencia cotidiana, adquiriendo una conciencia universal,
transitar en el plan de la elevación integral del Creador hasta adquirir la
conciencia divina con el impulso de la personalidad del Espíritu Supremo
presente, actuante y comunicante.
El camino y la verdad en la postura de los pueblos indígenas se encuentran
solamente en el fluir de la vida. La creación es paradisíaca por contener,
mostrar, generar, dotar y expresar la belleza, la maravilla, el misterio, la
grandeza, la plenitud y la pureza. Con y en la creación irrumpen las
ENERGÍAS CREADORAS y las POTENCIAS OPERATIVAS. Precisamente por
esto y en este sentido, SER FECUNDOS, FRUCTIFICAR, MULTIPLICARSE Y
POBLAR Y LABORAR Y CUIDAR, las órdenes centrales y primigenias del
Creador, son MANDATOS-INVITACIONES que deben cumplirse sumergidos
en la fuente de la vida.
La humanidad, el ser humano, para ascender a las dimensiones, los niveles
y los ámbitos superiores nuevos de la existencia necesita tener un punto
de partida: las interrelaciones multiformes y multimodales del Creador con
su creación. Son los sistemas, los procesos, las constelaciones, las
conglomeraciones, los sucesos, las coexistencias, las codependencias, los
enlazamientos, las replicaciones, las concatenaciones, las correlaciones y
las sincronizaciones generales, globales y universales que EMPUJAN el
desarrollo desigual, la expansión y la trascendencia.
Hay un vasto escenario en el cual las interacciones entre el Creador y la
creación suceden. Los pueblos originarios otorgan la primacía a la
OMNIPRESENCIA del Creador. En todo el Universo, la Naturaleza y en las
existencias está siempre presente ÉL. Para la cosmogonía ancestral, el
Creador, es una presencia universal, una operación incesante, un poder
global absoluto, una energía vivificante, una mente total y una
personalidad misteriosa. Es con la materialidad, el fluir de la vida, la
belleza, la grandeza y la fuerza de todo lo que existe y conforma la gran
familia que se acepta, se recibe y se comprende al Creador. El Creador en
la sapiencia ancestral es la fuente, el circuito y el destino del ser en el
estar. El ser humano no está separado de la creación. El reconocimiento
de lo divino, lo natural y lo humano en acciones y reacciones recíprocas
son la reflectividad universal, la actualidad global, la operatividad
ascendente y la presencia-conciencia total.
24
II
Alimento y Medicina
26
pobladores del Planeta a confraternizarse, conglomerarse y socializar. La
historia se crea y avanza con la comunidad. La civilización se construye,
se conserva y se impulsa con la colectividad. El individuo, la persona e
incluso la familia quedan asimilados y subsumidos por el colectivismo. El
proceso económico, el sistema de producción, la territorialización de las
actividades y las ocupaciones, la multiplicación, el poblamiento y la
continuidad de la especie suceden con el comunitarismo.
En el pensar y el saber ancestral, entre la humanidad y la creación, no
existen las barreras separantes. La procedencia dual de ser humano: de la
creación y del Creador, de manera inconfundible, colocan a éste en la
situación y la condición de dependiente total. Toda pretensión de
independencia, libertad y de autonomía es inválida. El ser humano existe,
se desarrolla y prosigue GRACIAS a las benevolencias que vienen de las
dos grandes y únicas fuentes de la vida. Estas fuentes son anteriores,
superiores y envolventes.
La jerarquización y la diferenciación existencial son procesos-sistemas que
traspasan a todas las existencias. El ser humano que no admite y acepta
esta realidad objetiva subjetiva total, por sus presunciones libertarias y de
poseer el poder, entra a un suceso de engreimiento lleno de terquedad,
morosidad, obsesión y obstinación. Los llamados pecados capitales
mortales tienen su raíz y tronco en dos procesos económicos que la Biblia
narra en los capítulos 3 y 4 de Génesis: la alteración del sistema
alimentario tergiversando los mandatos primigenios del Creador y el
derramamiento de la sangre como la validación de la fragmentación del
proceso económico y el inicio de la contaminación del ambiente natural.
Uno de los problemas que la humanidad enfrenta en la actualidad es la
inseguridad subsistencial, la desnutrición y la alteración severa en el
funcionamiento de su organismo. Todos los delitos, todos los crímenes,
todas las ignominias y todas las depravaciones del ser humano se
condensan en un solo asunto: desobedecer al Creador denigrando,
maltratando, destruyendo y triturando a los contenidos y los componentes
de la Naturaleza y el Universo. Esta desobediencia es total y absolutamente
de carácter económico.
El ser humano al aceptar la invitación, la convocatoria y la propuesta de la
serpiente parlante: cuando coman el fruto de ése árbol que los prohibió
sabrán todo y serán como Él , entra a la senda criminal. En vez de la
sabiduría, el conocimiento total, adquiere la ignorancia, la presunción y la
pretensión. El primer crimen del ser humano es modificar con la sustitución
el proceso alimentario y el sistema nutricional. Con este proceder alega
contar con la astucia, la habilidad, la inteligencia, la sagacidad y la
27
perspicacia. En forma persistente afirma: soy inocente, nunca he faltado a
las leyes ni estoy contra el Creador. A pesar que siente los dolores, tiene
los diversos defectos físicos, sintiéndose hijo predilecto, se envanece
creyendo hallar la felicidad en sus obras. Sus continuos esfuerzos por
mejorar quedan afectados por una mal congénito: nace robusto, pero vive
amenazado con la muerte por el envenenamiento a través de la
alimentación.
Por cuestiones económicas unos, por asuntos de salud otros, por motivos
religiosos algunos y el resto por instinto comienzan a adoptar al
vegetarianismo como sistema alimentario. Este volver a los inicios de la
existencia en el Planeta, a todas luces, indica que el sistema alimentario y
el proceso nutricional obedecen a razones cosmogónicas y a las reglas
ancestrales. El VEGETARIANISMO es una espiritualidad, una cosmogonía y
una religiosidad primigenia. Vegetarianismo y naturalismo conforman la
visión global de la vida de los pueblos originarios.
El ser humano, por origen y por su composición, es FITÓFAGO. Esta
cualidad queda descrita en Génesis 1 y 2: les doy toda la vegetación que
hay, todas las plantas que existen, todas las hierbas que crecen y todos
los árboles que abundan para que los sirva de alimento . El consumo de la
vegetación según los dos primeros capítulos de Génesis es tanto para el
ser humano como para los animales. Se trata de la alimentación sencilla,
simple, abundante, pura y natural. La humanidad por compartir los
alimentos con los animales, la única manera de conservar y expandir la
vida, combina en su existencia la animalidad, la materialidad y la
naturalidad.
Vivir en conformidad con la Naturaleza y el Universo se encuentra en el
sistema alimentario y el proceso nutricional. Cuando la naturalidad y el
vegetarianismo se correlacionan y se compactan, en todos los espacios y
momentos, la fecundidad, la replicación, la multiplicación y el poblamiento
acontecen con vigor y virtudes mediante el laborar y el cuidar. La vitalidad
orgánica, el espíritu reluciente y la persona sana emergen exclusivamente
con la alimentación y la nutrición naturalista. Precisamente por esta razón,
los pueblos indígenas, reconocen que la Escritura Sagrada y el Templo
Viviente son la Naturaleza y el Universo.
La regla primigenia y ancestral que viene desde el pasado lejano es
permanente: vivir una vida sana, limpia y fructífera es no consumir los
alimentos que intoxican, envenenan, contaminan y descomponen . El
sistema alimentario actual, aparte de ser altamente dañino y artificial, es
costumbrista que obedece a razones culturales, morales, mercantiles y las
posibilidades monetarias. Por cuestiones de sobrevivencia, las diversas
28
poblaciones, consumen lo que logran adquirir comprando y desechan
aquellos productos que son imposibles de pagar. Tal es el proceder en el
ámbito subsistencial en la sociedad actual. El tránsito del consumo de
vegetales a los animales: todo lo que se mueve y vive servirá de alimento
(Génesis 9), aparte de adulterar el arte del vivir, inserta en la existencia
los vicios y sus efectos que acortan la vida.
En la sociedad actual, todas las razas y las clases sociales diferentes a los
pueblos indígenas y opuestos al comunitarismo, ensalzan tanto a los
grandes inventos, las tecnologías, las edificaciones y a las hechuras.
Afirman que el ser humano salió de la barbarie a la civilización, pero siguen
aconteciendo la acción de Caín: derramar la sangre. Se jactan de dominar,
controlar, utilizar y modificar los fenómenos naturales, la superficie, el
suelo y a los territorios con su inteligencia, su valor y el progreso. Pero
sigue lamentándose de su precariedad, la insatisfacción, las enfermedades
y de la fatalidad.
Descubrir los secretos de la creación, conocer la dinámica de los
organismos y de las existencias inorgánicas, generar los climas artificiales
y modificar la estructura genética no conceden una solución a un problema
existencial: descubrir la cura para los males históricos y en especial para
las enfermedades. El camino al saber pleno, la felicidad y a la salud
rebosante siguen siendo una búsqueda. Las consecuencias, los resultados
y las secuelas de la SUSTITUCIÓN DEL SISTEMA ALIMENTARIO continúan
azotando a las generaciones. El cambio climático, el calentamiento global,
genera el horror, el miedo y la consternación.
El pecado original, comer el fruto del árbol incomestible, sigue flagelando
al ser humano. El castigo fue y es inevitable: la pérdida de la vitalidad
orgánica y la muerte. El sufrimiento es severo. La modificación, la
alteración y la sustitución de la alimentación naturalista y vegetariana
afecta a la humanidad. Las afectaciones son materiales y naturales: la
Naturaleza y el Universo que están presentes en el ser humano y éste
depende para su existencia de aquellas operan con los ABRUPTOS de la
vida. Las elaboraciones, las fabricaciones y las hechuras con los derivados
y las combinaciones de los contenidos y los componentes de la Naturaleza
y el Universos causan trastornos anatómicos y fisiológicos.
La alimentación primigenia, la vegetación y el agua, fueron y siguen siendo
de los pueblos indígenas los procesos subsistenciales remotos y únicos
empleados milenariamente. No es fortuito que el Creador, a través de
Moisés en la gran marcha por el desierto, clasifica el sistema de consumo
tanto de la vegetación como de los animales. La regla dada es simple: la
alimentación santa y el vivir la santidad. Con la alimentación vegetariana
29
surge y se desarrolla la ciencia de la curación, los conocimientos médicos
y la ciencia de la salud. Una lectura de Éxodo, Levítico, Números y
Deuteronomio indican una regla primigenia en continuidad operacional: la
materia se cura, se sana y se restablece con la materia; pero las
afectaciones psicosomáticas se eliminan con la ejecución plena de los
mandatos originales del Creador. En la experiencia y la vivencia de los
pueblos originaros, la alimentación y la medicina naturalista, al combinarse
proceden en la conservación de la vitalidad con la asimilación de las fuerzas
vitales que solamente tienen, disponen y entregan la Naturaleza y el
Universo.
Todas las causas de las enfermedades, la fatalidad y de los padecimientos
se llegan a removerse y extinguirse con el EMPLEO de los elementos
naturales, la energía universal y de las potencias cósmicas. Este es un
proceder ancestral. En la sapiencia antigua, la cosmogonía primigenia, una
alimentación sana, limpia y natural acompañada por las labores
constantes, los desplazamientos permanentes y los movimientos continuos
fortalecen el cuerpo y desarrollan los mejores espíritus. Consumir los
productos y las mercancías elaboradas con los saborizantes, las sustancias,
los colorantes y los ingredientes no naturales es impropia, indigesta y
causante de las enfermedades.
La alimentación naturalista es higiénica, preventiva y nutritiva. Los pueblos
indígenas no se preocupan del por qué se muere, sino qué alimentos hay
que comer para dejar de enfermarse y morir. La salud, la vitalidad
orgánica, el fluir de la vida y el desarrollo se obtienen con las fuerzas, las
energías y las potencias que entregan los progenitores originales del ser
humano que siempre están a su alcance. Existe un dicho antiguo entre los
pueblos indígenas: todo es maravilloso, sano y puro cuando sale
directamente de la Naturaleza, pero las obras de las manos degeneran y
causan estragos. Los procederes que más dañan al ser humano son sus
pretensiones de mejorar, corregir, controlar y embellecer a la Naturaleza.
En vez de proteger, cuidar y respetar la fuente de su subsistencia,
implantando las normas jurídicas que cautelan su derecho de oprimir,
sojuzgar y despojar, todo lo trastorna, lo desfigura, lo deforma, los
corrompe y los desperfecciona con sus costumbres absurdas, los placeres
antinaturalistas y sus acciones corrosivas. Al contrariar a la dinámica
universal y a los procesos globales, desde que se instala el sistema de
propiedad privada de la tierra, ejecuta las acciones y los comportamientos
que conducen a la fatalidad, la decadencia y la degeneración. No solamente
pervierte su mente y cauteriza su conciencia, sino también degenera y
descompone su organismo. Tanta es la ignorancia, la presunción y la
30
soberbia de ser humano para desechar LA FISONOMÍA Y LA TAXONOMÍA
de la Naturaleza y el Universo. Por eso, con grandes pujos de gloria y
honor, fabrica, construye y consume todo cuanto es artificial que le
ocasiona grandes gastos y múltiples malestares. Queriendo sustraerse del
alimento naturalista, en la convicción de ser diferente a los animales, entra
a relegar la selección de los alimentos que señala la Naturaleza y prioriza
las mercancías que salen del sistema de producción.
Los pueblos indígenas siguen operando el sistema de alimentación narrada
en Génesis 1 y 2. Recolectan los diversos componentes de la vegetación
natural, sembrada y cultivada para alimentarse. Las poblaciones nativas,
los pueblos originarios y las comunidades indígenas siguen siendo
vegetarianas en sumo grado. La postura de que el “hombre primitivo” vivió
con la caza y a pesca es completamente errónea. Los primeros habitantes
y los pobladores del Planeta son frugívoros. La razón es simple: los
vegetales y sus frutos pueden consumir en su estado original. Inclusive los
primeros utensilios, las primeras herramientas y las iniciales tecnologías
sirvieron con el procesamiento de la vegetación.
Cuando el ser humano se torna omnívoro, en especial carnívoro, todo su
organismo se modifica. Se produce una recomposición fisiológica. Por eso,
Plutarco, afirma con certeza: “¡Oh asesino desnaturalizado que os llamais
hombre!, y que sois cien veces más salvaje que las fierras, ¿quién os obliga
a derramar sangre de inocentes animales? ¿Por qué matáis y martirizáis
tan cruelmente a esos seres mansos que no hacen daño a nadie, sino que
os son útiles en las faenas de la vida, os ayudan en vuestras labores, se
hacen vuestros fieles compañeros y os dan su lana para vestirse y su leche
para alimentaros? ¿Qué más exijís de ellos? ¿Por qué les matáis? ¿No
produce acaso la tierra suficiente fruto para vuestro alimento?”.
Es la convocatoria y el llamamiento de los pueblos indígenas a modificar
las costumbres antinaturalistas de la sociedad contemporánea. Es una
exhortación a dejar de consumir los alimentos compuestos e irritantes. Es
una invitación a llevar una vida natural. Es una exigencia a vivir en
concordia con la Naturaleza y el Universo. Es una aclamación a comer los
alimentos que menos fatigan, pero que conceden la mayor cantidad de las
sustancias vitales.
Tiene que evitarse la introducción, la formación y la presencia de materias
extrañas en el organismo. Solamente el consumo de la vegetación, en la
tradición y la práctica ancestral, libera al organismo de las sustancias
venenosas, los estupefacientes y de los aturdimientos. El consumo de la
vegetación purifica la sangre. Alimentándose con la forma en que la
Naturaleza indica y entrega directamente los medios de subsistencia se
31
llega a dejar y alejare de los vicios. Mientras el ser humano siga
consumiendo los venenos y prosigue relegando a la Naturaleza, por su
manera artificial de vivir, provoca el envejecimiento rápido y ocasiona su
autoeliminación: se mata. La medicina que consume en vez de curar las
enfermedades, en la mayoría de las ocasiones, genera otras nuevas, oculta
a las existentes y atrae otras desconocidas. Es importante tomar en cuenta
la postura ancestral: las comidas vegetarianas son cantos a la Naturaleza
y las comidas de carne son operaciones caníbales.
Los antepasados, los ancestros, siempre afirman: sacrificar a un animal
para comer es caer en un doble delito. Se elimina un ser biótico y se
provoca el daño. La comunicación de Cervantes en Don Quijote es
ilustrador: a éste caracteriza la virtud y la nobleza de alimentarse con
raíces, agua y frutas; pero Sancho tiene la costumbre de ser glotón que
solo piensa en comer, tomar vino y consumir alimentos grasosos. Para la
cosmogonía ancestral, la naturalidad y la simplicidad, son dos procesos
complementarios, esenciales y benéficos. La vida sana y la salud sin
afectaciones se encuentran en la acción y la reacción recíproca del ser
humano con los fenómenos naturales universales, los sucesos
intersiderales, los elementos naturales y los procesos geodinámicos. La
alimentación naturalista contiene los procesos nutritivos, depurativos,
tonificantes, regenerantes y reconstituyentes.
El consumo de los alimentos refinados y elaborados con sustancias
derivadas y de modo artificial convierten al ser humano en una criatura
débil, enferma y propensa a múltiples afectaciones. El naturalismo y el
vegetarianismo pueden ayudar a una purificación plena externa e
internamente. Para las comunidades indígenas, la alimentación natural,
equivale a cultivar la salud. El componente y el contenido BIÓTICO de la
Naturaleza y el Universo, donde se ubica el ser humano, para vivir
requieren la confluencia de las fuerzas-energías externas y de las potencias
y las disponibilidades internas. El organismo es un acumulador,
transformador, transmisor y transferente de la energía.
La fuerza principal para la salud, la vitalidad orgánica y el desarrollo pleno
del ser humano es el aire que va cohesionado al agua y a los alimentos.
La pureza de la sangre depende de la calidad del oxígeno. El organismo
aguanta y combate a las enfermedades no con las medicinas, sino con la
alimentación oportuna y adecuada. En la sapiencia ancestral, la salud no
se encuentra en el funcionamiento normal de unos y algunos órganos
vitales, sino en la operatividad completa, buena y constante del todo el
organismo. Por ese motivo, cualquier tratamiento solo en el órgano
afectado o se cree dañado, es antinatural. El cuerpo humano es una
32
nexación compleja y un entretejimiento diverso de una pluralidad de
sistemas, órganos, procesos, partes, elementos y componentes. En esta
sincronización, interpenetración e intercomunicación solamente la
alimentación y la nutrición natural pueden impulsar el fluir de la vida sin
alteraciones y sin convulsiones.
En la cosmogonía ancestral, la alimentación y la buena salud, el comer y
el curarse, se encuentra exclusivamente en la Naturaleza y el Universo.
Algo abominable no podrás comer (Deuteronomio 14; Levítico 11; I Pedro
2) es la regla dada en el desierto. Esta es la regla ancestral. La
alimentación natural se consume y se ingiere no para ser santos, sino
porque ya lo son. Para los pueblos indígenas, el arte del vivir y el arte de
la manutención, se encuentran en el disfrute, el goce y en el cuidado de la
Naturaleza y el Universo. El vivir se halla incrustado, anclado y
sedimentado en la tierra, en el suelo y en el espacio. La naturalidad, la
simplicidad y el vegetarianismo se imponen porque somos de la tierra,
surgidos de ella y sujetados a ella.
Todo el proceso biológico se condensa en tres sucesos continuos,
correlacionados y compactados: la alimentación y la bebida, la replicación
y la reproducción, y, el laborar y el cuidar. La historia es testigo de cómo
estos tres eventos sostienen el fluir de la vida. Existe una estrecha
interacción entre la comida y el estilo de vida, entre la mentalidad y el
temperamento o entre la complexión y el comportamiento. El avance
histórico y el desarrollo social quedan delimitados por los tipos de
alimentación. El ser humano para proseguir en su marcha al porvenir copia
e imita las formas, las estructuras, los procesos y las relaciones naturales
universales.
Para las comunidades nativas y los pueblos indígenas, la importancia del
vivir, reside en desplegar la bondad y la generosidad de la Naturaleza y el
Universo. Con eso se adquiere el goce de la vida. Precisamente por esta
razón, los pueblos originarios, no distinguen entre la comida y la medicina,
entre la alimentación y la curación. Todo lo que existe en la Naturaleza y
el Universo no solamente es bello, bueno, sino también útil y beneficioso
para el ser humano. Pero solamente la vegetación tiene la singularidad de
ser la comida y el remedio a la vez. La importancia de la alimentación
natural se considera como el régimen de la salud.
La distinción entre la comida y el remedio en los pueblos indígenas es difícil
de delimitar y enmarcar. En la creencia antigua, la sapiencia ancestral, la
alimentación que nutre y fortalece al cuerpo a la vez ataca y elimina a las
enfermedades. El hogar de los pueblos indígenas al mismo tiempo son
restaurantes y sanatorios. La verdadera curiosidad sapiencial en los
33
pueblos indígenas es siempre una curiosidad gastronómica. La
alimentación natural indígena, para las poblaciones citadinas, aparece
insípida, tonta y demasiadamente limitada. Tres eventos singularizan a la
alimentación natural indígena que privilegia a la vegetación: textura,
resistencia y dotación de energía vital. Tales situaciones van acompañadas
por la frescura, el color y la fragancia. Los pueblos originarios afirman que
es mejor CONFIAR en la Naturaleza en vez de la civilización, las hechuras
y en las obras.
En la creencia ancestral, los pueblos indígenas, depositan su confianza y
esperanza en lo duradero, lo firme y lo perenne. Tal situación no desdice
la importancia de las construcciones, las transformaciones y de los avances
logrados. La confianza tienen en una doble dimensión y ritmo: en el
Creador que es el dador de la vida y el sostén, y, en la Naturaleza y el
Universo que son las fuentes generantes, contenedoras y dotantes de los
medios de subsistencia. Las acciones, los resultados del trabajo y las
elaboraciones son sucesos que ayudan al vivir. Las dos bondades
universales son las que sostienen y permiten el fluir de la vida.
Los pueblos originarios, las colectividades indígenas y las poblaciones
autóctonas siguen operando cuatro dinámicas que se institucionalizaron en
el pasado lejano: el sistema alimentario y el proceso nutricional natural y
vegetariano; el colectivismo como la formación histórica; la consideración
de todo lo que existe su gran familia; las reglas ancestrales que guían al
acontecer económico y las relaciones múltiples. Las cuatro dinámicas se
hallan compactadas a la cronología universal, los sucesos naturales
universales y los procesos intersiderales. La obtención de los medios de
subsistencia queda delimitada por las cuatro dinámicas.
En la cosmogonía primigenia y en la creencia ancestral, la tierra y la
Naturaleza, aparte de conceder los medios de subsistencia, dotan al ser
humano de una dinámica interna y externa sujeta a la purificación, la
regeneración y el perfeccionamiento. Porque comer y curarse al mismo
tiemplo implican y conllevan hallarse en el movimiento, el ritmo, la
candencia y en la expansión universal. El funcionamiento vital y la
operatividad del organismo son parte del movimiento, el desarrollo y de la
expansión de la Naturaleza y el Universo. La energía, el movimiento y la
alimentación son sucesos correlacionados. El asunto es saber entrar,
permanecer y aprovechar la raíz y la fuente de la vida.
34
III
Plantar, Encumbrar y Proteger
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arrasamiento. Los profetas anuncian y comunican la situación que
prevalece después de la invasión y la ocupación: las posesiones y las
tierras en poder, disposición y control de los opresores. Tal acontecer
implica el saturamiento con las producciones extranjeras y el descuido de
la producción nacional. De esta manera, el laborar y el cuidar, el sembrar
y el cosechar, el plantar y el recoger los frutos, pasan a segundo orden.
Existe una intensa imposición de lo extraño, lo ajeno y lo externo a lo
propio, lo interno y lo autóctono. El palacio y el templo, las tres grandes
instituciones económicas, las doctrinas y los conocimientos, y, las
tecnologías y las monedas OPERAN con la preponderancia de lo mundial,
lo planetario, lo extranjero y lo internacional. Esta realidad objetiva
subjetiva histórica viene desde las monarquías antiguas, pero que en la
actualidad se instala con mayor tenacidad y vigor. El desarrollo de los
países acontece con fines extranacionales y todas las referencias al avance
endógeno son simples reyertas teóricas.
Salir de la tierra natal y de la localidad ancestral significa abandonar el
territorio donde las poblaciones rurales viven en condiciones deplorables.
El fenómeno de la migración, la plaga muy antigua, sigue atacando a las
comunidades nativas y a los pueblos indígenas. Las ciudades, las
metrópolis, los centros industriales y los lugares laborales ATRAEN con las
ofertas de progreso, bienestar y abundancia. Así, en algunos poblados,
solo quedan habitando las mujeres, las personas que se consideran adultos
mayores y la niñez. La salida de la localización original tiene dos destinos:
hacia el Norte que se considera el paraíso verde y las ciudades dentro de
la jurisdicción.
Extensos territorios comunitarios, grandes espacios de las poblaciones
indígenas, se encuentran abandonados. Sus habitantes salieron unos en
forma esporádica y otros de manera definitiva para instalarse en las
ciudades o adentrarse en las entrañas de la gran obra de los pioneros.
Desde los campos de las plantaciones y los sembradíos, las construcciones
disímiles, los lavaderos de los utensilios, los pisos de los edificios, los
jardines, los tiraderos de basura y de los tallares logran sacar algunos
benjamencitos para mandar a sus familiares en remesas periódicas.
Quienes se acomodaron a los gustos y las exigencias de los novísimos
pioneros ya no vuelven a la patria que tanto añoran, doran y ensalzan.
Los indígenas que no llegan a conformar la fuerza laboral, por no cumplir
con los requisitos formales que exigen las instituciones económicas, se
dedican a dar la continuidad a la producción artesanal. Las mujeres
indígenas que llegan a las ciudades, especialmente a la capital del país,
tienen solamente tres opciones para garantizar la subsistencia: ser las
39
trabajadoras domésticas (las chachas, las sirvientas y las chanclas según
la terminología no indígena), ser las vendedoras callejeras (las llamadas
marías por los intelectuales de rango mayor) o ser las complacientes de
las pasiones de los varones que se jactan de su hombría, machismo y
virilidad (las rameras y las meretrices en la jerga coloquial). La niñez
indígena en las ciudades siempre acompaña a las madres y realiza las
actividades que les proporcionan los reales y los centavos para contribuir
a la subsistencia.
Al ver las tierras ociosas, los capitalistas y los inversionistas, llegan a tres
apreciaciones: los indígenas son pobres por ser ociosos, no querer trabajar
y no saber aprovechar la tierra; los indígenas solo quieren recibir sin
aportar; los indígenas solamente hacen, elaboran y producen cositas para
adornos y no los bienes de gran valor. Con esta valoración del ser y el
hacer de los pueblos indígenas, quienes afirman desde las instituciones del
Estado y de las empresas privadas que ya pasó el tiempo del colectivismo
y de la propiedad comunitaria de la tierra, se lanzan a la privatización de
los territorios comunitarios o a utilizar a las colectividades rurales en las
llamadas actividades lucrativas, el turismo ecológico y el cuidado de las
reservas de los recursos naturales.
En vez de plantar, sembrar y cultivar en los territorios colectivos, los
espacios comunitarios y en las localizaciones indígenas, todos los
emprendimientos y las formas empresariales, SE DEDICAN a saquear, a
quitar, a extraer y a llevarse la riqueza natural. Los pueblos indígenas y
las poblaciones nativas con estas acciones y procedimientos no obtienen
los beneficios prometidos, el bienestar anunciado, la prosperidad alegada
y el desarrollo ofrecido. Los que se benefician con el turismo ecológico, los
pueblos mágicos, la agricultura controlada, el mejoramiento del ganado y
las actividades forestales son los mercantilistas, los intermediarios, los
empresarios y algunos políticos.
Uno de los objetivos del mercantilismo y del monetarismo es
DESARRAIGAR EL APEGO A LA TIERRA de los pueblos indígenas y de las
comunidades rurales. El clasismo y el racismo se abocan a combatir con
todo tipo de armas tres sedimentaciones de los pueblos originarios: (1) la
vida viene de la tierra, se multiplica en la tierra, se expande con la tierra
y fluye por la tierra; (2) la concordia, la armonía, la solidaridad, la
conglomeración, la colectividad y la integridad que existen en la Naturaleza
y el Universo operando en el ser humano; (3) el ser humano tiene una
gran familia universal al que debe todo y de la que obtiene todo . Quitar,
arrebatar y romper estas sedimentaciones significa DEJAR SIN VIDA, SIN
ALIENTO Y SIN ALMA a las comunidades nativas, las poblaciones
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aborígenes y a los pueblos indígenas. Todos los movimientos de los
pueblos indígenas emergen, acontecen y proceden con el suelo, la tierra,
el territorio y el espacio. La libertad en la cosmogonía ancestral queda
circunscrita y delimitada por el espacio comunitario. El desarrollo que es
desigual, en la creencia antigua, es la manifestación de las dos
dimensiones existenciales: el origen y el destino, la lejanía y la cercanía,
lo visible y lo invisible, y, lo supremo y lo insignificante.
La cosmogonía ancestral, la creencia indígena y las reglas primigenias
contienen LOS IMPERATIVOS transgeneracionales y transespaciales: la
vida surge de la vida, pero en su replicación para multiplicarse y
expandirse deben suceder los procesos de acoplamiento, la fecundación,
la anidación, la formación y la concepción. Sin estos procesos no existe y
no puede darse la continuidad existencial y la perpetuación de la especie.
Para la visión indígena, LA VIDA Y EL VIVIR, son sucesos creacionales y no
operaciones mecánicas.
Para las colectividades originarias, los pueblos indígenas, LA BIOGÉNESIS
Y LA COSMOGÉNSIS, son determinantes. Son las dos formas de proceder
y surgir. La vida se planta, se siembra y se cuida. La BIOCULTURA y la
PERMACULTURA sostienen la cosmogonía ancestral. Todo el proceso
existencial indígena sucede, acontece y avanza con la combinación de lo
natural, la materialidad, la espacialidad y la cronología universal . La
mecánica, la artificialidad y la luminosidad imitada son sucesos ajenos y
opuestos al naturalismo, al vitalismo y al realismo indígena.
Estar y vivir siempre anclados en los sucesos naturales universales, en los
acontecimientos geológicos y en los ecosistemas conglomerados es la
cualidad indígena. En este sentido, los pueblos indígenas, son los
operantes persistentes de un proceso antiguo: el proceso existencial sigue
un rumbo que va desde la siembra y la germinación, pasando por el
crecimiento, la floración y los frutos, hasta la recolección, la cosecha, el
resguardo y la disposición. Tal también es la regla dada por el Creador al
pueblo de Israel (Levítico 19, 23 y 25; Deuteronomio 16, 22, 24 y 28;
Éxodo 23; Génesis 26; Amós 9; Isaías 5, 17, 28, 30, 41, 55, 62 y 65;
Jeremías 8, 12, 17, 24, 29 y 31; Zacarías 8; Hageo 1, Miqueas 6; Oseas
10 y 14; Marcos 4; Mateo 13; Lucas 8; Salmo 1, 80 y 92; Ezequiel 15, 17,
19, 31 y 47; I Crónicas 16; Daniel 4).
Plantar, encumbrar, proteger y cuidar la vegetación es la regla primigenia .
Esta regla viene desde el pasado lejano en que se impone el colectivismo
y el comunitarismo, pero que en la actualidad tiene su vigencia, operación
y continuidad en los pueblos indígenas. El proceso económico clasista,
mercantil y monetarista, es totalmente contrario a esta regla; porque su
41
esencia necrofílica obliga a la devastación, la deforestación, la extinción y
la destrucción de la vegetación. La flora y la fauna, en la concepción del
mundo de las poblaciones no indígenas, al ser consideradas como simples
recursos naturales renovables, son sujetos a la destrucción, la
diseminación, la explotación y a la sustitución. En cambio en la postura
indígena son integrantes de la familia universal junto con todas las
existencias inorgánicas.
Dos destinos, dos rumbos y dos caminos existen en la vida según la
cosmogonía indígena: el colectivismo y el individualismo, el mercantilismo
y la reciprocidad, el ser humano maldito y el bendito, el quien confía en
sus obras y quienes en el Creador, el quien acontece la destrucción y
quienes se dedican a plantar, los que provocan la sequedad y los que
riegan hasta los desiertos o los que no dan frutos y los que producen
abundantes frutos EN CONSTANTE OPOSICIÓN Y LUCHA. Se trata de dos
estilos del vivir. Son dos modelos de cumplir los mandatos originales del
Creador: cultivar, labrar, laborar y cuidar.
PLANTAR Y ENCUMBRAR funda y sostiene el habitar en un ambiente
adecuado y sano. Solamente plantando, encumbrando y cuidando a la flora
y la fauna, sin descuidar a las existencias abióticas, se llega a superar la
sequedad, a enverdecer los desiertos y a eliminar las tierras saladas. La
esterilidad, la infecundidad, la desolación y la inutilidad en la creencia
ancestral se superan y se trascienden con la siembra, la plantación, el
cultivo y el laborar. Solamente con la vegetación, el ser humano en todos
los espacios y tiempos, echa raíces profundas en la tierra, se mantiene en
vitalidad orgánica y no deja de multiplicarse.
Las cualidades, las prestancias y la importancia de la vegetación radican
en cuatro sucesos naturales: (1) atrae, genera, conserva y distribuye el
agua con la interacción de los diversos eventos cósmicos y los fenómenos
meteorológicos; (2) sirve de sombra, alimento, protección, instrumento y
de medicina al ser humano y a los animales; (3) evita los deslizamientos,
las fragmentaciones, los desvaídos, las erosiones, los derrumbamientos,
las cuarteadoras, los desgajamientos y los desplomes de los suelos, los
cerros y de los territorios; (4) genera la humedad, la fertilización y la
proliferación de los microorganismos que son indispensables para que la
flora y la fauna existan.
Para los pueblos indígenas, la vegetación junto con la fauna, embellecen
al vivir. Por eso, PLANTAR, ENCUMBRAR Y PROTEGER, son las labores, son
las acciones y son los procesos fundamentales. En la regla ancestral, el ser
humano, para subsistir necesita irrevocablemente de la vida vegetal y
animal, pero sin relegar a las existencias inorgánicas. La materia orgánica
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e inorgánica, el espacio y la cronología universal, la energía y el
movimiento, la tierra y el suelo, así como todos los contenidos y los
componentes de la Naturaleza y el Universo CONFORMAN el ambiente
natural, el contexto general y el entorno global del ser humano. El arraigo
y el desarraigo están íntimamente relacionados con la vegetación, la fauna
y las existencias que deben ser enaltecidas, agradecidas y protegidas.
En la cosmogonía indígena, en el plantar y en el encumbrar, son
importantes dos situaciones: el inicio que es la siembra, la plantación y la
forestación y la cosecha que es la obtención de los resultados, la
recolección de los frutos, el resguardo de los productos y el disfrute. El
periodo intermedio, un lapso largo según el tipo de vegetación que se
planta y se encumbra, abarca una multiplicidad de sucesos, acciones y
procedimientos que se orientan a la disposición y el uso de los frutos, los
productos y los bienes. Durante el crecimiento o el proceso del salto de la
siembra a la cosecha, por la existencia de los peligros y las adversidades,
tienen que efectuarse las vigilancias, los seguimientos, los riegos y las
interacciones. En el plantar y en el encumbrar CONFLUYEN los sucesos
naturales universales y las benevolencias de la Naturaleza y el Universo
con los esfuerzos, las labores y el calor humano.
Sin dicha combinación y cohesión no existe la agricultura, la ganadería y
la forestación. Las satisfacciones de las necesidades básicas proceden
principalmente del plantar, encumbrar, proteger y cuidar. El proceso
económico, ayer como hoy, se levanta y discurre con el plantar, el
encumbrar y el cuidar. Los pueblos indígenas siguen dando lecciones
gratuitas a quienes desde las instituciones de formación profesional
pretenden aplicar las doctrinas codificadas al cuidado del medio ambiente.
Porque la esperanza, la mística, la entrega y la pasión de los pueblos
indígenas sigue siendo la visión de los antepasados: sembrar, cultivar,
plantar, encumbrar, proteger y cuidar a la vegetación es la continua tarea
para seguir viviendo (Miqueas 4; Isaías 41; Apocalipsis 22).
Plantar y encumbrar es un arte, un oficio y una técnica. Para efectuar la
siembra, la forestación y el enverdecimiento se requieren de una
personalidad pétrea, un ánimo inextinguible, un temperamento artístico y
una ingeniosidad sin par. Quienes conocen, saben y operan el goce de la
Naturaleza y el Universo tienen la identidad y la facultad para determinar
con exactitud lo que es permisible, lo adecuado y lo que es beneficioso en
determinados espacios.
Rocas, vegetación, animales, sol y manantiales conforman los elementos
esenciales del plantar y el encumbrar. El espíritu universal, la conciencia
cósmica y la mente global se manifiestan en estos elementos. Los pueblos
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indígenas son especialistas en asimilar, aplicar y utilizar cada uno de estos
elementos de manera sincronizada. Para tal suceso asientan y confirman
que la Naturaleza es la obra de arte sin opacidades, la fisonomía
fenomenal, la imagen multimodal, la comunicación poliforme y la belleza
original. Donde el sentimiento de aprecio, valoración y empatía suceden
hacia la vegetación como la fuente primaria de la subsistencia. La vida, el
hogar y la ubicación sin la vegetación se asemejan a las personas
desnudas, a los lugares secos y a los terrenos calcinados.
Una regla ancestral describe esta situación de modo siguiente: las casas y
los corrales se construye, se hacen y se rehacen, pero la vegetación
germina, crece y da flores y frutos, y por lo cual, todo lo que crece y se
extiende es superior, mejor y hermoso que lo que se construye. Es la
vegetación la fuente y la manifestación de los tipos de belleza: la ternura,
la gracia, la austeridad, la majestuosidad, la rareza, la fuerza, la pureza,
la antigüedad, la novedad, la muda, el cambio, la innovación, el retoño y
la permanencia. La vegetación habla, pero su lenguaje es misterioso,
grandioso y polifacético.
La armonía, la compenetración y la interacción del ser humano con la
Naturaleza y el Universo suceden con la vegetación. La asociación y la
conglomeración de las existencias conceden la comodidad, la oportunidad
y la seguridad subsistencial al ser humano con los ecosistemas, los
biotopos y la biocenosis. La Naturaleza, el suelo, la tierra y el Planeta
aparecen ante la humanidad como un ARREGLO DE FLORES, AROMAS,
ENCANTOS Y EFLUVIOS con la vegetación. En el vivir, la selección, la
jerarquización y la clasificación de la vegetación para el plantar y el
encumbrar, son determinantes.
El QUÉ HACER en los pueblos indígenas se condensa exclusivamente en el
plantar, el encumbrar, el proteger y el cuidar. Sin esta labor, tarea y misión
no acontece el vivir. Plantar, encumbrar, proteger y cuidar IMPLICAN
atraer, invitar y desenvolver la confluencia, la correlación y la convergencia
de las existencias. El fluir de la vida adquiere hermosura, textura y
complejidad con los cambios de las estaciones que se manifiestan con
nitidez en la vegetación. La grandeza, la belleza, la frescura y la vivacidad
de la existencia, el panorama y del contexto residen en la amplitud, la
abundancia, la profundidad y la regularidad de la vegetación. La
alimentación fresca, inmediata y continua concede la vegetación. Por eso,
los pueblos indígenas, a la vegetación llaman LA CABELLERA de la tierra.
44
IV
Recibir el Laurel de Victoria
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defenestración campean en las valoraciones de los pueblos indígenas.
Ridiculización, prejuicios y discriminaciones prevalecen hacia los pueblos
originarios y las comunidades nativas. Por lo cual, como oferta y premio,
lanzan la cristianización, la sujeción y la resignación. Y como aliciente tiran
la abundancia y la inmortalidad a alcanzar en el paraíso celestial y después
de la muerte.
Los pueblos indígenas quieren, exigen y buscan vivir sin la opresión, sin la
exclusión y sin la discriminación. Su lucha es por conservar, disponer y
resguardar la integridad territorial comunitaria. Para tal suceso piden y
solicitan a las instituciones del Estado, a las empresas y a los organismos
diversos no privatizar su sistema de propiedad colectiva de la tierra. A la
vez exigen que no sigan privilegiando a lo urbano, lo citadino y a las
ciudades en perjuicio, el desmedro y el abandono del campo. Para las
colectividades indígenas lo esencial y lo central no solamente es la
persona, sino la comunidad.
Sangre y lágrimas han costado a los pueblos indígenas obtener el
reconocimiento de su estatus colectivo como persona jurídica ante los
diferentes organismos globales y por parte del Estado. Siguen costando
actualmente conservar, disponer y utilizar sus territorios, su cultura, su
idioma y sus reglas primigenias. Pero se hallan en constante zozobra por
la INTROMISIÓN de las tres instituciones económicas en los espacios, las
tierras y en las disponibilidades indígenas bajo distintos pretextos, los
ofrecimientos variados y las promesas llamativas.
Los pueblos indígenas siguen siendo considerados las poblaciones bajo
tutelaje. Las diversas normas jurídicas que cautelan la existencia, el
desenvolvimiento y el avance de los pueblos indígenas no impulsan su
emancipación y su proceso nativo del desarrollo. Siempre se hallan sujetos
a las determinaciones, las regulaciones, las gestorías y a las formaciones
de las poblaciones no indígenas. Incluso el reconocimiento constitucional
de ser la base de la identidad nacional y el fundamento de la
multiculturalidad queda sometido a las determinaciones del poder central
que impone las formas de gobierno no indígena.
Todos las propuestas de desarrollo sostenidos a los pueblos indígenas
vetan su futuro. La razón es simple: exigen que las poblaciones
autóctonas, las comunidades aborígenes y los pueblos indígenas
entreguen, vendan o compartan con las tres instituciones económicas sus
posesiones, sus territorios y sus disponibilidades. Con estas propuestas y
exigencias, el Estado y las empresas privadas, quieren anular cuatro
dinámicas de los pueblos originarios: su sistema de propiedad colectiva de
la tierra, sus reglas ancestrales, su creencia antigua y sus expresiones
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culturales. A éstas últimas, en forma incesante, alteran, vacían y deforman
con el sincretismo doctrinal: presentan a las mayordomías, los sistemas
de cargo, las cofradías, los santorales, las fiestas patronales y la moral
cristiana como los elementos configurantes de la creencia, la cosmogonía
y de la sapiencia ancestral.
Es importante señalar: los pueblos indígenas no viven en las tinieblas ni
practican la idolatría. Son totemistas, animistas y panenteístas, pero jamás
fetichistas. Esta es la gran diferencia entre las doctrinas canonizadas que
dispersan las agrupaciones religiosas de toda índole y la creencia ancestral
primigenia. Para las nacionalidades nativas y los pueblos originarios no
existe una separación entre las dos lejanías: el origen y el destino por estar
abrazados, enroscados y correlacionados como el tiempo, el espacio, el
movimiento y la energía. El pasado no es un asunto superado y olvidado
que simplemente hay que recordar y rememorar, sino un suceso presente
en la actualidad. El futuro no es una dimensión existencial que recién
vendrá, sino un ámbito actual del vivir en el devenir.
Precisamente aquí reside un impulso especial: se vive, se lucha y se labora
para satisfacer las necesidades crecientes aquí y ahora siempre mirando
al porvenir. Los pueblos indígenas por la operatividad de las reglas
ancestrales, la presencia de la cosmogonía primigenia y la continuidad
histórica del sistema de propiedad colectiva de la tierra no esperan ni
anhelan recibir la corona de laurel. Para ellos, en todos los espacios
planetarios y en todas las circunstancias, el bienestar, el desarrollo y la
trascendencia se logran y se obtienen cuanto mayor, mejor e intensamente
se cumplen el plantar, el encumbrar, el proteger y el cuidar. Además, en
la postura indígena, las buenas ideas y el buen proceder no llegan ni vienen
del cielo, sino que surgen y se realizan en el acontecer económico.
La vitalidad orgánica y la prosecución del colectivismo entre y de los
pueblos indígenas hay que hallar en su cosmogonía. Esta cosmogonía
afirma que la Naturaleza es la madre universal de la humanidad y el
Universo el padre santo. De esta aseveración surgen y se estructuran la
creencia antigua, la religiosidad primigenia y la espiritualidad de la acción.
A los pueblos indígenas mantiene y enrumba en una UNICIDAD ORGÁNICA
que se llama colectivismo dos aspectos de su existencia: la materialidad
centrada en el sistema de propiedad comunitaria de la tierra y las
expresiones culturales que reconocen a todo lo que existe la familia global.
Sin las dos condiciones y dimensiones existenciales, los pueblos indígenas,
aparte de estar completamente disueltos y dispersados, carecerían de la
memoria, la conciencia y de la razón colectiva. La cosmogonía indígena
constituye el componente esencial de la razón y la voluntad ancestral. La
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representación del ambiente natural, las relaciones históricas, el sentido al
porvenir y las finalidades que efectúan los pueblos indígenas siempre
apuntan a la organización de la materialidad existencial y al aseguramiento
de la subsistencia. Tales acciones y determinaciones muestran que la
concordancia, la armonía y la sincronía con la Naturaleza y el Universo son
las implantantes y las propulsoras del desarrollo. En este caso, la
cosmogonía expresada en las reglas precisas, sostiene, legitima y mueve
la dinámica comunitaria.
La recolección, la agricultura, la caza, la pesca, la artesanía y la ganadería
siguen siendo las actividades y las ocupaciones económicas que cumplen
un rol determinante en los pueblos indígenas. Este acontecer económico
requiere tres protecciones: la integridad, la inviolabilidad, la inafectabilidad
y la inajenabilidad de los espacios, los territorios, las tierras y el suelo
comunitarios; la inmodificabilidad y la insustituibilidad de las reglas
ancestrales y los sistemas de dirección; la autenticidad, la originalidad y la
primacía de las manifestaciones culturales, las sapiencias médicas, la
creencia, la cosmogonía y de las expresiones artísticas. Sobre estas
protecciones y regulaciones puede y debe acontecer la diversificación de
la producción.
Recibir la gratificación, aceptar la benevolencia, tomar la caridad, acoger
los reconocimientos y admitir el humanitarismo para los pueblos indígenas
significan RESPETAR, RESGUARDAR Y NO MERCANTILIZAR sus tierras, sus
posesiones y sus recursos. El premio, la victoria y el galardón que pueden
otorgar el Estado, las empresas y los organismos globales a los pueblos
indígenas son CONSERVAR Y ACRECENTAR la territorialidad comunitaria y
la localidad colectiva. De lo contrario sus acciones, sus decisiones y sus
regulaciones son simples parapetos clasistas.
Las prácticas ancestrales, condensadas en las reglas y en la cosmogonía,
señalan, enseñan y establecen tres celebraciones en los pueblos
originarios: el respeto, el cuidado y la protección de la pureza, la
integridad, la armonía, la belleza, la grandeza y la taxonomía de la
Naturaleza y el Universo; la honra, la dignificación y el amor a los
antepasados, los ancestros y los mayores; la gratitud, la adoración y la
obediencia al Creador, al Espíritu Supremo y al Absoluto. Éstas y no otras
conforman y constituyen la confesionalidad, la creencia y la cosmogonía
ancestral. A partir de esta creencia se asume y se vive en la totalidad
existencial.
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ANA MARÍA CASTILLO ALEJO, indígena mazahua, Responsable del
Movimiento Interconfesional de Misiones Indígenas (MIMI) y Coordina
el Programa de Desarrollo Armonioso de los Pueblos Indígenas en el
Centro Transdisciplinario para el Humanismo Económico, A. C. Procede
de San Antonio de las Huertas, Municipio de San Felipe del Progreso,
Estado de México.