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Tusquets Editores

Serie cinematográfica Román Gubern


dirigida por Román Gubern Joan Prat Carós

Volumen 8
LAS RAÍCES
DEL MIEDO
Antropología del cine de terror
Diseño de este volumen: Clotet-Tusquets Indice

R.113.g940%

P. 9 Primera parte, Román Gubern

15 edición: febrero 1979 47 Segunda parte, Joan Prat Carós


O Román Gubern y Joan Prats Carós 49 Drácula
' 79 El hombre-lobo
;
99 Frankenstein
123 La momia
148 La mujer rebelde

Reservados todos los derechos para Tusquets Editores,


Barcelona, 1979
j Tusquets Editores, ed 24, Barcelona-17
ISBN 84 -7223 - 586
Depósito legal: B,. aho 1979
Gráficas Diamante, Zamora, 83, Barcelona-18
El presente libro consta de dos partes. La pri-
mera contiene una transcripción parcial de un
curso que dicté en la primavera de 1977 en el Cali-
fornia Institute of Technology, de Pasadena, con
el título The Horror Film: Á Social Mirror of the
Unconscious Life. Al traducir mi texto del inglés
al castellano he introducido ocasionalmente ez-
plicaciones o matices aclaradores y, sobre todo, he
suprimido integramente una segunda parte del
curso dedicada al estudio monográfico de varios
mitos concretos, agrupados en las siguientes cate-
gorías: Tiranía y Rebelión (Doctor Galigari y Con-
de Zarof), el mito del Humanoide (El Golem Y
Frankenstein), Obsesiones Necrofílicas (el Vam-
piro, la Momia y el Zombi), Hombre y Animal(el
mito de la Bella y la Bestia) y el Terror Cotidiano
(ilustrado por las películas Freaks 1932 y Dead
of Night 1945).
Precisamente la segunda parte de este libro está
compuesta por una colección de estudios monográ-
ficos acerca de mitos particulares (Drácula, el
Hombre-Lobo, Frankenstein, la Momia y la Mujer
Rebelde), analizados por Joan Prat Carós, algu-
mos de los cuales proceden de una reelaboración
de trabajos suyos previamente publicados en la
revista «Triunfo» desde finales de 1973 y alo lar-
go de 1974. Pese a la división del libro en dos
partes y a cargo de dos autores distintos, se ha
concebido con un criterio de coherencia global y
de unidad orgánica.
Román Gubern
Primera parte
|

MES
El cine de terror, como género bien acotado de
la industria cultural euroamericana, forma des-
de hace años parte integrante del folklore de la
sociedad industrial, como lo forman también la
música pop, las tiras de cómics, los seriales ra-
diofónicos, el western o el strip-tease. Todos estos
géneros o productos suelen inspirar un desdén sis-
temático y global desde las cúspides sacerdotales
de la cultura highbrow, que desdeñan detenerse
tanto en los valores intrínsecos de tal producto
concreto —la tragedia de King Kong, un lamento
de los Rolling Stones—, como en la valoración
sintomática de estas vastas parcelas de la fanta-

a
sía popular. Sólo en años recientes ha comenzado
a despertar cierto interés antropológico por estu-
diar el folklore de la era electrónica, con métodos
y Criterios similares a los que se utilizaron para
investigar primero (¡curiosa paradoja!) culturas
lejanísimas y prácticamente desconectadas de
nuestras tradiciones. Regresados de las islas poli-
nesias o de remotas tribus centroafricanas, los
antropólogos descubren que en sus propios hábi-
tats se ofrece un riquísimo acervo folklórico que
está aguardando su atención y su análisis. Mitos
como Drácula, Frankenstein o el Hombre-Lobo
resultan tan significativos para entender las neu-
rosis, las frustraciones y los déficits colectivos de
nuestra sociedad como lo resultan un dios de la
lluvia o una diosa de la fecundidad en viejas cul-
turas neolíticas. Sobre el carácter sintomático del
cine de horror existe ya hoy amplio consenso,
cuando se comprueba que sus períodos de máxi-
mo desarrollo y originalidad (pues los estereoti-
pos repetitivos han existido siempre) han corres-
pondido a situaciones sociales traumáticas: el

1
Cine expresionista de la convulsiva República les motivaba primordialmente el sensacionalis-
Weimar, en el marco de la inflación de las E mo ni la vocación de insólito y espanto, que serán
chas sociales que desembocarían en el nazismo ten cambio rasgos característcos de la novela gó-
(período 1919-1926), la Gran Depresión en los Es- tica inglesa y, poco después, el melodrama escé-
tados Unidos (período 1931-1939), los monstruos
nico inglés.
apocalípticos despertados en el cine japonés por No es ocioso observar que también la aparición
dos explosiones atómicas (período posterior a de la novela gótica y del melodrama inglés tuvie-
1945), la invasión de poseídos por el demonio y ron lugar en el marco convulsivo de la transfor-
de
esforzadosexorcistas en el marco de la actual cri- mación de la sociedad británica, con la implanta-
sis capitalista, con su inflación galopante, su ele- ción del modo de producción industrial, el acele-
vado desempleo y la catástrofe ecológica como rado desarrollo urbano, los movimientos migra-
fondo (desde 1974 hasta hoy). De un modo torios de masas del campo a la ciudad y el colap-
un
tanto apresurado se podría concluir que los perío- so de las formas de vida tradicionales ligadas a la
dos de convulsión o inseguridad social han acti- economía preindustrial. En este contexto dramá-
vado los _temores más profundos y atávicos (pér- tico de «explotación manchesteriana», tan bien
e pacitdad csumisión: mutilación, muerte) glosado por Marx y Engels, no cuesta trabajo leer
'uUMAano an encontra - la novela Frankenstein (1816), de Mary Shelley,
flejo en la pantalla: as como una constatación literaria del trágico fracaso
de la «libre empresa» capitalista (el fracaso del
científico que quiere fabricar en su laboratorio un
El horror como fabulación literaria doble del ser humano). Y al bucear en las cone-
y

xiones entre el trauma colectivo y ciertas obras


_La expresión inglesa Horror es en la prác- maestras del género no deja de sorprender que los
tica cinéfila anglosajona sinónimo de ai que acaso sean sus títulos más significativos ha-
nematográfico fantástico-terrorífico», diverso por yan hallado precisamente su génesis en un sueño
lo tanto del mero cine fantástico (como Peter de sus: autores. Según confesión de sus propios
Ibbetson o Portrait of Jennie) y también del mero autores, del sueño nocturno o matutino nació, en
Cine terrorífico, que puede no ser fantástico, como efecto, el embrión de fabulaciones del peso mito-
ocurre con las crónicas filmadas de Jack el Destri- lógico de El Castilo de Otranto (1764) *, de Horace
pador o del estrangulador de Boston. Aquí res- Walpole y que inaugura el género, del Frankens-
petaremos el significado inglés del término al tein, de Mary Shelley, del Dr. Jekyll and Mr.
a al a terrorífico, o género de ho- Hyde (1886), de R.L. Stevenson, y del Drácula
ror, defio)
terroi un modo indistint: o (en rigor:
igor: género
gér fan- (1897), de Bram Stoker. La coincidencia es, más
que sorprendente, netamente sintomática, sobre
icho esto, es imperioso señalar que el Sl todo cuando recordamos a Freud aseverando que
tos narrativos fantástico-terroríficos, con a «el sueño es la vía real hacia el subconsciente».
nes, profecías cumplidas, fantasmas o dioses, abun- Naturalmente, la narrativa de terror no fue el
dan tanto en la tragedia griega como en los dra- único género codificado para el mercado de las
mas isabelinos, pese a lo cual éstas y otras obras fabulaciones populares y, junto al «sensaciona-
similares no constituyen propiamente un género lismo terrorífico» nació poco después, en perfecta
cuyopropósito primordial sea el de asustar a sus simetría, el «sensacionalismo virtuoso». La creen-
públicos, como ocurrirá con la ficción literaria de cia cristiana de que las ciudades, centros antagó-
horror que comienza a codificarse desde media-
dos del siglo xvm. Ni a Sófocles ni a Shakespeare * Publicado en castellano por Tusquets Editores, Edi-
ciones de Bolsillo n.* 67, Serie Negra, 1972. (N. del E.)
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nicos de la vida rural y polos de atracción-san-
gría migratoria, eran sede de todo vicio y pecado, terror, nacen en casi perfecta sincronía con el cine
condujo a militantes religiosos a editar en los y con los primeros cómics, protagonizados por
Estados Unidos unos llamados chapbooks ejem- Yellow KidiLos pulps recibirían un golpe fatal
plaristas, voceados por vendedores ambulantes durante la Primera Guerra Mundial, debido a las
junto a su cargamento de cordones de zapatos y cuotas restrictivas de papel y al ascenso del cine
de alfileres. Estos panfletos narraban historias de y de la radio en la escala de las preferencias po-
doncellas seducidas por un desaprensivo, arras- pulares. Desde entonces, los que McLuhan ha lla-
tradas al lodo de la prostitución, entregadas al mado electric media (cine, radio, televisión) se
vicio del alcohol y fallecidas abandonadas en un han convertido en los más importantes genera-
lecho de hospital. Eran obuses de grueso calibre dores o vehículos de fabulaciones de horror en la
empleados en las campañas redentoras del Ejér- sociedad industrial, expandiendo universalmente
cito de Salvación. los viejos mitos literarios (Frankenstein y Drácu-
Pero la violencia de la nueva sociedad indus- la, por ejemplo, han alcanzado una talla planeta-
trial estaba encontrando ya nuevos espacios en el ria con la que no soñaron sus autores), O dando
negocio editorial. Ya el telégrafo transcontinen- nuevas formulaciones a los terrores atávicos y pe-
tal (1861) había permitido la rápida transmisión rennes de la humanidad.
de noticias desde el violento Oeste al resto del
país, alimentando la mitología de la narrativa del
western. Mientras, la inseguridad de las junglas La «impresión de realidad» de las fantasías terro-
urbanas implantaba los arquetipos de grandes ríficas
detectives (Nick Carter) y, mucho más tarde, se
consolidaban en la industria editorial los relatos El cine terrorífico, tal como lo hemos caracte-
de ciencia-ficción (Edgar Rice Burroughs) y las rizado, aparece definido por su condición fantás-
aventuras exóticas (Tarzan, 1912), contando con tica y, en rigor científico y aceptadoslos códigos
antecedentes tan ilustres como Emilio Salgari, narrativos, por exponer fabulaciones rigurosamen-
Karl May y Henry Rider Haggard, como nostal- te inverosímiles. Los protagonistas de nuestro gé-
gia de la naturaleza y de la aventura negadas nero son vampiros, monstruos, hombres-lobos,
por la hosca rutina de la civilización industral. zombis, hombres invisibles y, en general, una va-
La edad de oro de esta narrativa popular se riopinta tipología que no tiene cabida posible en
produce en los Estados Unidos con la aparición en la naturaleza. No obstante, pese a que todos sabe-
1896 de los pulps, publicaciones así llamadas por mos perfectamente que estos seres no existen, no
estar impresas en barato papel de pulpa de made- han existido, ni pueden existir en la naturaleza, al
ra y que se vendían al módico precio de diez contemplarlos en la pantalla los admitimos como
centavos. Tres factores hicieron posible la' expan- reales y sus acciones generan en nosotros emo-
siva irradiación de los pulps: la reducción del ciones profundas. Viendo una película sentimos
analfabetismo en el mercado, la disminución del emociones (lloramos, reímos, nos asustamos) pre-
costo de producción del ejemplar por su barato cisamente porque creemos en los acontecimientos
papel y por otras mejoras tecnológicas, y la eco- que vemos en la pantalla o, más exactamente, les
nómicamente ventajosa inserción de publicidad concedemos el atributo de veracidad (de hecho,
que, con sus anuncios de grandes almacenes, reye- es por esta razón por la que el público va al Cine:
lan el creciente poder de compra de la mujer ame- para aceptar unas mentiras como verdaderas y
,¡ticana. No es irrelevante señalar que los pulps,
con sus relatos de aventuras, de misterio y de 1, Sobre los pulps consúltese la introducción de Tony
odstone a su antología The Pulps. Fifty Years of Ame-
e Pop Culture, Bonanza Books (Nueva York, 1970).
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vivir emociones-con ellas). Este fenómeno, que se concebido como espectáculo y generador de fas-
conoce como «impresión de realidad» del cine, re- cinación.
sulta especialmente notable en un género como el E
Unaparadoja de la «ilusión de realidad» es que
que nos ocupa, basado en la flagrante inverosi- no se cumple con idéntica fuerza en el espectáculo
militud ontológica de sus propuestas, reconoci- teatral, en el que en cambio los actores no son
das y admitidas como tales por el espectador. sombras, sino seres de carne y hueso, y el espa-
(También el lector de novelas fantásticas es víc- cio escénico y los objetos son tridimensionales.
tima de la ilusión de realidad de lo narrado, si Precisamente esta brutal veracidad física del tea-
bien el lenguaje verbal del relato posee un infe- tro opone una «barrera de realismo» a la ilusión
rior nivel de concreción referencial que los signos perceptiva, creemos que por cinco razones bá-
icónicos del cine, por lo que el lector debe recrear sicas:
en su imaginación, a partir del estímulo verbal, 1) El actor real, al interpretar in vivo, eclipsa
las imágenes ausentes, que serán distintas para con la fuerza de su presencia física al personaje
cada lector: un ejemplo óptimo del amplio papel interpretado, que queda secundarizado, contribu-
desempeñado por la imaginación del lector en este yendo a paralizar la ilusión de realidad de la
género lo ofrecen los monstruos «horribles» e «in- ficción.
descriptibles» que hallamos en algunos textos de 2) La fuerza de la presencia física del actor
Lovecraft. Coñcluyamosesta distinción señalando tiende a subrayar hipertróficamente lo «conven-
que la narración verbal sugiere, mientras el cine cional» de todas las convenciones escénicas: los
muestra). decorados (naturalistas o estilizados), los maqui-
La «impresión de realidad» del cine ha sido llajes, los juegos luminotécnicos, el atrezzo, la
uno de los caballos de batalla de la semiología en ausencia de exteriores (urbanos o rurales) vero-

A TA
años recientes. Su fundamentación clásica, tal símiles, etc.
como aparece en Metz, se basa en la veracidad fo- 3) Larelación público-escenario, mediante la
tográfica incrementada por la veracidad del mo- convención del «cuarto muro» omitido a través del
vimiento. «El movimiento aporta pues (a la foto- que se observa la representación, enfatiza en el
grafía) dos cosas —escribe Metz—: un índice de espectador la «conciencia de espectáculo». En el
realidad suplementaria y la corporeidad de los ob- Cine, la movilidad de la cámara destruye la con-
jetos»?. Renunciemos a proseguir aquí el examen vención del «cuarto muro», que tampoco es asi-
del índice de realidad añadido por el universo milable a la pantalla: durante la proyección la
acústico del film y por la fotografía en color. El pantalla desaparece como tal y pasa a ser un «es-
caso es que las imágenes en la pantalla, debido pacio escópico» (Metz).
a ciertas condiciones técnicas de su reproducción El escenario teatral es más ancho en la em-
de la realidad, aparecen al espectador como vistas bocadura y se estrecha hacia el foro, mientras que
O espiadas a través de un gran ventanal (panta- en el cine casi siempre el primer término de la
lla), tras el cual discurre el flujo de una vida autó- imagen es más estrecho que su fondo, reprodu-
noma no sujeta a las manipulaciones de unos pro- ciendo este espacio expansivo del cine el ángulo
fesionales de la ficción. Las imágenes se imponen de visión que suele ofrecérsele al ojo humano en
así al espectador con la autoridad de lo verda- la realidad 3,
dero y sobre ese principio —el make belive— se
ha edificado todo el aparato industrial del
cine 3. Esta aguda observación fue realizada por vez pri-
mera en 1916 por el psicólogo germanoamericano Hugo
2. A propos de Vimpression de réalité au cinéma por Múnsterberg en The Film, Á Psychological Study. The
Christian Metz, en su Essais
sur la signification au Silent Photoplay in 1916, reedición de Dover Publica-
ma, tomo 1, Ed. Klincksieck (París, 1968), pág. 17.ciné- tions Inc. (Nueva York, 1970), págs. 34-35.

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titulado Surréalisme et CinémaS, mostraba el ca-
5) El nivel de luminosidad de la sala, que im- rácter onírico de la expresión cinematográfica, ca-
pide aislar psicológicamente al espectador, contri- lificando al cine de «alucinación consciente». Era
buye a reforzar la «conciencia de espectáculo» normal que los surealistas, fascinados por los
que es típica de la función teatral. mecanismos liberadores del sueño, prestasen aten-
En el espectáculo cinematográfico, como ire- ción a esta analogía. Mario Verdone, comentando
mos viendo, la oscuridad del local y otros-dispo- la contribución surrealista, escribe que el cine
sitivos crean en cambio en el espectador una siempre ha existido, porque «el film interno es
situación semi-hipnótica, en la que éste acepta el el sueño» '. Pero ha sido tal vez Luis Buñuel quien
flujo sobre la pantalla con autoridad onírica mejor ha formulado la analogía, al escribir: «El
(= con la autoridad de lo verdadero), del mismo mecanismo productor de imágenes cinematográ-
modo que los sujetos alienados en la caverna de ficas, por su manera de funcionar, es, entre todos
Platón creían ver en las sombras proyectadas en los medios de expresión humana, el que más se
su pared la «vida real», según un paralelismo per- parece al de la mente del hombre, o mejor aún, el
tinentemente desarrollado por “Jean-Louis Bau- que mejor imita el funcionamiento de la mente
dry *. Entre los dispositivos que contribuyen a im- en estado de sueño. El film es como una simula-
poner esta ilusión en el espectador figuran en lu- ción involuntaria del sueño. B. Brunius nos hace
gar destacado aquellos que duplican los mecanis- observar que la noche paulatina que invade la
mos humanos de percepción y de evocación de los sala equivale al cerrar los ojos; entonces comien-
estímulos del mundo físico. La percepción móvil za en la pantalla y en el hombre, la incursión por
del mundo físico, conseguida en el hombre por el la nochede la inconsciencia 7». En 1932, el escritor
movimiento de los ojos, del cuello y por el despla- ruso Ilya Ehrenburg tituló a su ácida crónica
zamiento de cuerpo, es reproducida por la movili- sobre Hollywood Fábrica de sueños y Jean Eps-
dad de la cámara tomavistas, mientras que la evo- tein llamó al cine «máquina para soñar», añadien-
cación selectiva de los estímulos del mundofísico do que «los procedimientos que emplea el discur-
en el pensamiento, en la memoria y en los sueños so del sueño y que le permiten su sinceridad pro-
es Supneada por la discontinuidad y las elipsis funda, encuentran sus análogos en el estilo cine-
que el montaje cinematográfico hace posibles. matográfico tp. Edgar Morin ha dedicado a este
Estos dispositivos son fundamentales en la ope- tema bastantes páginas y observaciones, como las
ración de investir perceptivamente a las fantasías siguientes: «El dinamismo del film, como el del
más descabelladas con la autoridad de lo auténtico. sueño, hace tambalear los marcos del espacio y del
tiempo. La ampliación o la dilatación de los obje-
tos en la pantalla corresponden a los efectos ma-
La película cinematográfica como flujo onírico * croscópicos y microscópicos del sueño. En el sue-
ño y en la película los objetos aparecen y desapa-
Desde hace ya muchos años,críticos, cineastas, recen, la parte representa al todo (sinécdoque). El
sociólogos y psicólogos han señalado, de mil mane-
ras diversas, las analogías que existen entre el 5. «La Revue Hebdomadaire» vo. 34, no 8 (París,
proceso de comunicación cinematográfica y la ex- 21 febrero 1925).
periencia onírica. Hagamos un pequeño repaso del 6. Le avanguardie storiche del cinema, por Mario
E Societá Editrice Internazionale (Turín, 1977),
tema, sin pretender ser exhaustivos. Ya en 1925 el pág. 42.
francés Jean Goudal, en un artículo precursor id El cine, instrumento de poesía, en «Universidad
de México» (diciembre de 1958).
4. Le dispositi approches_métapsychologiques de 3. L'Intelligence d'une machine, por Jean Epstein,
Mrcecnion de réalité, en «Communications» no 23 Editions Jacques Melot (París, 1946), pág. 142.
1975).

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tiempo también se dilata, se encoge, se invierte *. con cierto rigor intuiciones u observaciones como
La identidad entre ambos lenguajes le pareció las antes expuestas. En primer lugar recordemos
tan obvia a Béla Balázs, que llegó a escribir: que percibimos los sueños, no como sueños, sino
«Después de todo, en las películas mostramos imá- como realidad (y por eso nos producen espanto
genes oníricas. Las imágenes oníricas son tan sub- las pesadillas). Aquí es pertinente la leyenda de
Jetivas que no proceden de una realidad exterior, aquel poeta chino que no sabía si era un hombre
sino que nacen de la imaginería interna de la me- que había soñado la noche anterior que era una
moria. No obstante, soñar es un fenómeno natural mariposa, o bien una mariposa que estaba soñan-
y objetivo, el material específico del arte cinema- do que era un hombre. Despojada esta leyenda de
tográfico %», Identidad que haría concluir a André su aura poética, debe concluirse prosaicamente
Bazin que «la psicología del espectador de cine que en el presente de indicativo de cada sueño te-
tendería a identificarse a la del durmiente soña- nemoscerteza de estar viviendo una realidad, no
dor lp, Marc Ferro coincidiría en esta perspecti- un sueño. El espectador de una proyección cine-
va al escribir que «el lenguaje del cine se revela matográfica no se encuentra en una situación
ininteligible; como el de los sueños, es de inter- idéntica. En el espectador cinematográfico se da
pretación incierta ?». Y adoptando una postura Una Copresencia, pero también un divorcio, entre
más netamente sociológica, Siegfried Kracauer lla- el conocimiento (sabe que está asistiendo a un es-
maría a las películas «sueños manufacturados» y pectáculo) y la emoción (participa intensamente
añadiría: «En tanto que las películas son un en- de la la «verdad» de lo mostrado en la pantalla).
tretenimiento masivo, están obligadas a abastecer Esta peculiarísima escisión entre su conocimiento
a los supuestos deseos y ensueños del público en y su vida emocional tiene una formulación pre-
general. Significativamente, Hollywood ha sido cisa, que es de uso normal en la lengua inglesa:
llamado fábrica de sueños”. Ya que la mayor parte suspensión de la incredulidad (suspension of the
de las películas comerciales son producidas para disbelief). Esto significa que el espectador deja
un consumo masivo, podemos asumir legítima- en suspenso su incredulidad (racionalidad) para
mente que existe una cierta relación entre sus sumergirse emocionalmente en una fabulación que
intrigas y tales ensueños tal como aparecen estar acepta como auténtica. Este rasgo, sobre el que
extendidos entre sus clientes; o dicho de otro volveremos luego, define la peculiaridad del en-
modo, se puede suponer que los acontecimientos sueño cinematográfico. ,
en la pantalla se apoyan, de algún modo, en mode- Veamos a continuación, uno por uno, los diez
los de sueños reales, promoviendo porlo tanto la , factores principales en que se asienta la analogía
identificación del público B». entre comunicación cinematográfica y experiencia
La analogía, por lo tanto, no es nueva, y lo que onírica:
haremos a continuación será intentar sisternatizar 1) El rito cinematográfico se inicia con el os-
curecimiento progresivo de la sala, que Brunius
9. Le Cinéma ou homme imaginaire, Les Editions ha comparado al cierre de los párpados en el hom-
du Minuit (París, 1956), pág. 85. bre. Entonces se produce una oscuridad total,
10. Theory of Film. Character and Growth oj a New que es la antesala fisiológica de la proyección cine-
Art, Dover Publications (Nueva York, 1970), pág. 95,
11, Quest-ce que le cinéma?, tomo III, Ed. du Cerf matográfica tanto como del sueño. En alguna oca-
(París, 1961), pág. 70. sión hemosasistido a la proyección de ciertas pelí-
«2. ¿Cinéma et Histoire, Denotl/Gonthier (París, 1977) culas que van precedidas de una prolongada ban-
pág. 93,
13. Theory of Film. The Redemption of Physical Rea- da negra, con partitura musical, que alarga e>
lity, Oxtord University Press (Nueva York, 1960), pág. cepcionalmente este lapso preonírico de un modo
163. muy funcional y eficaz, en la medida en que acen-
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túa nuestro alejamiento psicológico de la realidad
cotidiana. Tal es el caso de la obertura de 2001: modelo dinámico que se desarrolla como una se-
A Space Odyssey, de Stanley Kubrick, sumamente cuencia ubicua, de gran flexibilidad espacio-tem-
funcional para prepararnos para la inmersión en poral, como la que en el cine es posible merced a
el período cuaternario que abre el film. los movimientos de cámara y al montaje. El conti-
2) La oscuridad reinante en la sala aísla al es- nuum desarrollado por la película y por el sueño
pectador de su entorno, del mismo modo que es, de modo lato, una fabulacii argumentada y
al durmiente y en contraste con lo que le ocurre de duración variable. En la industria cinemato-
al espectador teatral, para quien resulta más difí- gráfica se emplan las expresiones cortometraje y
cil abstraerse de la «comunidad de espectadores» largometraje, para distinguir tales duraciones.
por las razones antes expuestas. En esta situa- Durante el sueño fisiológico, un durmiente normal
ción que puede calificarse de pre-hipnótica, el es- suele tener a lo largo de la noche cinco o seis sue-
pectador se halla enfrentado a un gran espacio ños oníricos (caracterizados por el MOR, quesig-
escópico (pantalla), que cubre gran parte de su nifica «movimientos oculares rápidos»), de dura-
área de visión, y en el que se desarrollará la fabu- ción progresivamente creciente. El último sueño
lación. onírico puede durar una hora aproximadamente
- 3) En esta disposición, la proyección de la pelí- y vendría a ser el «largometraje» nocturno del
cula significa un bombardeo ininterrumpido de durmiente. Cada sueño onírico está separado del
estímulos audiovisuales que, por la cantidad y precedente por intervalos de unos noventa minu-
continua secuencialidad de la información, satu- tos, período de tiemo que constituye un ciclo bá-
ran los canales ópticos y acústicos del espectador, sico en la fisiología humana (ciclo del metabolis-
tendiendo a bloquear o a reducir grandemente su mobasal, ciclo respiratorio, etc.). Este ritmo bási-
capacidad crítica y reflexiva, mientras suscitan en co del ser humano tiene también alcance psicoló-
cambio intensaménte respuestas emocionales. La gico. Sujetos experimentales aislados sin estímu-
percepción de una fabulación cinematográfica es los, pero en condiciones confortables, elaboraron
por lo tanto, como la experiencia onírica, una ex- despiertos fantasías de noventa minutos de dura-
periencia de resultados predominantemente emo- ción en todos los casos, respetando por lo tanto
cionales. De ahí que, salvo en casos extremos de aquel ciclo, en el Laboratorio del Sueño del Hos-
distanciamiento por la ínfima calidad de la pelí- pital de la Administración de Veteranos de San
cula o por el planteamiento distanciador del reali- Diego (California). Es éste un buen lugar para
zador (insólito en el repertorio del cine comercial), recordar que la duración standard de un largome-
durante la proyección el espectador sólo puede ve- traje corriente se sitúa también en torno a la hora
rificar su complacencia o disgusto ante el mensaje y media.
que está recibiendo, sin poder articular (la tira- 5) En el sueño, tanto como en el cine, lo in-
nía del flujo ininterrumpido de la cinta no se lo sólito, lo ilógico y la violación de las leyes natura-
permite) un juicio crítico acerca de él. Sólo al les resultan perfectamente aceptables, dentro de
concluir la proyección está el espectador en condi- las convenciones de cada género. Nadie cuestiona
ciones de racionalizar su experiencia —suplacer o en una sala de cine la aberración zoológica llama-
su disgusto— y de reflexionar críticamente sobre da King Kongni el que, entre los millones de ven-
ella. Exactamente igual a lo que ocurre con los tanas que hay en Nueva York, el gorila gigante
sueños, que sólo pueden ser objeto de reflexión y acierte sin esfuerzo a localizar aquélla de la habi-
análisis tras su conclusión y en estado de vigilia. tación en que se halla su amada. Ni nadie se ex-
4) La película cinematográfica, como el sueño traña, antes al contrario, de que el vampiro perez-
y a diferencia del espectáculo teatral, ofrece un ca alcanzado por un rayo de luz solar, o que un
ser humano pueda transmutarse en hombre-lobo.
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Son transgresiones habituales de la lógica simila- «vive» su papel en el plano de la fantasía y de
res a las que tienen lugar en los sueños oníricos de los sentimientos. Pero al mismo tiempo el espec-
cada noche. Y los recursos lingitísticos identifica- tador proyecta un haz de sentimientos (amor,
dos por Freud como configuradores de la pecu- odio, deseo sexual, etc.) hacia los restantes perso-
liar lógica del sueño se observan sin dificultad najes de la fabulación: la madre amada, el ene-
en el cine: la condensación (sobreimpresiones, migo odiado, la mujer deseada, etc. Como ejem-
sinécdoque pars pro toto), el desplazamiento (me- plo de proyección de sentimientos no sincrónicos
tonimias cinematográficas) y la transposición (ale- con los del personaje cita Miinsterberg la escena
gorías, metáforas y símbolos cinematográficos). que muestra a un niño pequeño riendo y jugando
6) A diferencia del sueño onírico, tal como lo al borde de un precipicio, sobre el que no proyec-
ha observado Christian Metz, en la proyección ci- tamos alegría sino nuestros sentimientos de alar-
nematográfica el espectador no forma parte de la ma y espanto por el peligro del que el niño es in-
fabulación, no aparece representado en el discúr- consciente.
so que se desarrolla en la pantalla '. La experien- Con estos mecanismos psicológicos, el mirón
cia infantil del espejo, asevera Metz, permite al escoptofílico y distante que es el espectador se
espectador constituir un mundo de objetos sin ne- transmuta en activo partícipe de la fabulación, no
cesidad de aparecer él mismo en su reflejo. Pero, en grado menor al que opera en sus sueños. La
de todas maneras, a pesar de esta ausencia, no es prueba suprema de la intensidad de esta partici-
menoscierto que existe una intensa participación, pación la suministran aquellos accidentes que in-
una integración emotiva del espectador en la fa- terrumpen bruscamente la proyección de una pelí-
bulación que se desarrolla en la pantalla. Esta cula y, al encenderse la luz, nos devuelven brutal-
característica es tan acusada que fue observada mente a nuestro propio Yo y a nuestra prosaica
ya en los primeros años del cine mudo. Así, en realidad (una sala con butacas y espectadores en
1915, Hugo Minsterberg observaba esta empatía torno). El profundo malestar psicológico experi-
con las siguientes palabras: «Por una parte tene- mentado (desazón, incomodidad y hasta vergien-
mos aquellas emociones en las que los sentimien- za) pone en evidencia la intensidad de la partici-
tos de las personas en la obra son transmitidos pación (fuga) emocional del espectador durante la
a nuestro propio espíritu. Por otra parte, hallamos proyección, vivendo una vida ajena. Recuérdese
aquellos sentimientos con los cuales respondemos aquí la profunda desazón que se experimenta tam-
a las escenas de la obra, sentimientos que pueden bién al ser despertado en medio de un sueño oní-
Tico.
ser enteramente diferentes, quizás exactamente
opuestos a aquéllos que expresan las figuras en 7) Una prueba de la intensa integración psico-
la obra '». Al hacer esta distinción, Minsterberg lógica del espectador en la fabulación la suminis-
estaba diferenciando con claridad lo que más tarde tran sus alteraciones fisiológicas, de origen emo-
se llamaría identificación y proyección, las dos cional, en el curso de la proyección: aceleración
formas de integración emocional con las que el del ritmo cardíaco, de la respiración, contracción
espectador participa en la fabulación. Existe iden- de músculos pequeños, erección sexual, etc. Todas
tificación cuando el espectador asume el punto de estas reacciones fisiológicas son también obser-
vista de un personaje y haciéndose emotivamen- vables en el durmiente durante el sueño onírico.
te solidario de su peripecia y de su conducta 8) Pero a pesar de la intensa participación psi-
cológica del espectador/durmiente en la fabula-
14, Le signifiant imaginaire en «Communications» ción, su status se define por la pasividad física,
no 23 (1975), pág. 32. concomitante con su incapacidad para modificar
15. The Film. A Psychological Study. The Silent Pho- los acontecimientos de la fabulación, rasgo espe-
toplay in 1916, op. cit., pág. 53.
24 25
cialmente desagradable en las pesadillas y en cier-
tos films de terror. La pasividad física del sujeto rebral) una necesaria estimulación. La anterior
y la correlativa autonomía del sueño/film son ras- observación cobra mayor sentido cuando se cons-
gos fundamentales de la experiencia onírica y Ci- tata que numerosísimos experimentos revelan que
nematográfica. En el caso del durmiente soñador, la extensión del sueño oní.
las células cerebrales del Locus coeruleus, cuya
actividad contribuye al tono muscular, son inhib:
jeto. Esta mayor necesidad de sue írico en su
das durante el sueño, para evitar que los durmien- función restauradora durante períodos de dificul-
tes se movilicen bajo el estímulo de la ensoñación. tadpsicológica, evoca el consejo que damos al
Esta función protectora ha sido comprobada me- amigo deprimido para que se distraiga más a me-
diante operaciones quirúrgicas practicadas en ga- nudo y se «evada» a través de películas diverti-
tos para destruirles sus mecanismos de inhibición, das. Al llegar a este punto hay que volver a re-
de modo que durante sus ensoñaciones saltaban cordar a Mario Verdone cuando escribe que «el
y se agitaban dormidosen el interior de susjaulas. film interno es el sueño».
9) Tanto el sueño como el film, pese a su auto- Tras este inventario de instructivas analogías
entre el sueño onírico y la comunicación cinema-
nomía e independencia de la voluntad del sujeto,
admiten un mecanismo de defensa cuando el nivel tográfica, debemos señalar otra vez que, pese a
de agresividad psicológica. de la fabulación (pesa- todo, el espectador de cine permanece despierto,
dillas o ciertos films de terror) resulta insoporta- en un estado definido por la copresencia de su
ble. En tales casos extremos el sujeto se desco- conciencia despierta y de una elevada credulidad
necta de la fabulación cerrando los ojos y salien- que se traduce en una integración emotiva en la
do de la sala (cine), o bien con el despertar sal- fabulación. De esta original situación debería con-
vador activado por la propia angustia de la pe- cluirse que el cine es un mecanismo generador de
sueños para uso de personas perfectamente des-
sadilla.
10) Existe, por último, otra sorprendente ana- piertas (= alucinaciones).
logía entre las funciones del sueñofisiológico y de
la comunicación cinematográfica en su práctica
usual. Al sueño onírico se le reconocen funciones Algunos efectos de la comunicación cinemato-
gráfica
adaptadoras o reparadoras, de protección del ego,
que han sido formuladas a través de numerosas
A. partir de los rasgos señalados en el apartado
hipótesis ', Para Ephron y Carrington, el sueño anterior (especialmente en 3, 5, 6, 7 y 10), se cons-
onírico surge como una defensa necesaria contra tata sin esfuerzo que los estímulos y respuestas
una «monotonía» cortical excesiva durante el re- emocionales predominan en el espectador cine-
poso nocturno, proporcionando una excitación re- matográfico sobre los cognitivos o reflexivos. En
querida por el córtex. Ante esta explicación, re-
sulta tentadora la extrapolación que interpreta el
esta situación de subordinación del pensamiento
al sentimiento, es normal que la vulnerabilidad
espectáculo cinematográfico como una defensa
emocional del espectador facilite la inducción de
contra la monotonía y rutina de la vida cotidiana, conductas, especialmente las de connotación afec-
proporcionando al sujeto (en rigor, a su córtex ce-
tiva. Es en este plano de la influencia social en
16. Las observaciones que siguen proceden de The el que el cine se demuestra especialmente eficaz :
Functions of Sleep, de Ernest L. Hartmann (Yale Uni- modas, canciones, estilos de maquillaje, expresio-
versity, 1973). Las referencias proceden de la versión nes verbales, hábitos sociales, etc. Es decir, en la
castellana, Funciones del sueño fisiológico, Ed. Labor inducción de valores y conductas de la llamada
(Barcelona, 1977), págs. 22, 115, 117 y 169. «cultura cotidiana». 8
26
27
Pero el impacto emocional y los valores afecti- cauer desvelar la significación profunda y sub-
vos generan a su vez en el espectador efectos de consciente del cine de terror alemán mediante
dimensión ideológica. La ejemplaridad del héroe, una especie de «psicoanálisis colectivo», que le
expresada por su belleza física y su habilidad, permitía detectar las neurosis y crisis de la bur-
induce la adhesión emocional de los espectado- guesía alemana de la República de Weimar en su
res y, con ella, la adhesión y aceptación de sus traumática marcha hacia el nazismo '* Desde aque-
valores éticos y de la ideología de la que es llas fechaslas técnicas de análisis se han depurado
portador. Mientras que la repulsividad del vi- considerablemente, como lo muestra, por ejem-
llano (su físico, su tono de voz, su forma de plo, el estudio de Thierry Kuntzel sobre otro clá-
expresarse, etc.) induce a que el público repudie sico del cine de terror, The Most Dangerous Game
con él los valores de que es portador, connotados (1932), de Schoedsack y Pichel1.
negativamente por su presencia y por su conduc- El contenido latente de las películas actúa sobre
ta. Los espías soviéticos en las películas y cómics el subconsciente del espectador, cerrando así el
norteamericanos de la «guerra fría» ofrecieron un ciclo de su producción subconsciente en su estadio
ejemplo óptimo de ideologización de sus mode- genético, y esto explica que podamos considerar a
los estéticos. Esta modalidad de transmisión ideo- la producción cinematográfica en su conjunto
lógica del cine fue enunciada ya en 1930 por como un espejo de las ansiedades, neurosis y frus-
Eisenstein al describir el famoso circuito «de la traciones sociales. El reflejo no es simplemente
imagen al sentimiento, del sentimiento a la idea» mecánico, sino que obedece a una rigurosa inte-
y encuentra también su plasmación en la pre- racción social, por la cual el cine refleja ciertas
sencia de los monstruos del cine de terror. realidades (más o menos manipuladas) y al rever-
Y de la analogía entre flujo onírico y discurso tir este reflejo sobre el público refuerza socialmen-
cinematográfico se colige que las películas pue- te los elementos de que se nutrió. Sobre este aspec-
den ser analizadas con idénticos criterios a los to especular del cine, entendido como reflejo so-
descritos por Freud en La interpretación de los cial y en última instancia como producto de un
sueños. En este libro Freud distinguió entre el trabajo social que deja su impronta en la película,
contenido manifiesto del sueño y'su contenido vale la pena contemplar dos niveles distintos:
latente Y, El primero es el texto del sueño, con su 1) Podemos hablar en primer lugar de un re-
desarrollo episódico explícito y que en el caso del flejo fenomenológico, de carácter semi-documen-
cine podemos asimilar al texto fílmico, en su di- tal, que devuelve a la sociedad sus expresiones
mensión de relato o de cadena de episodios explí- verbales, sus modos de vestir, sus hábitos coti-
citos que suelen conducir a un desenlace grati- dianos (y por ende su mitología), lo que explica
ficador (triunfo del principio del placer en el hap- la productividad sociológica del estudio de pelí-
py end). El contenido latente, en cambio, subyace culas del pasado. Este reflejo fenomenológico está
a la superficie del texto y requiere de un análi- basado en dos razones. La primera radica en que
sis sutil para hacer emerger la realidad profunda la tecnología reproductora del cine —la repro-
enmascarada por el texto manifiesto del sueño. ducción fotográfica y la acústica— hace inevita-
Al fin y al cabo las películas se generan desde los ble un cierto grado de naturalismo en la repro-
niveles subconscientes de sus autores, padeciendo ducción sobre la pantalla de los actores, de sus
en su formulación precisa un proceso de mutación
formal, similar al que Freud llamó elaboración 18. From Caligari to Hitler. A Psychological Histo
onírica (Traumarbeit). Ya en 1947 intentó Kra- ne German Film, Dennis Dobson Ltd. (Nueva Yorke
17. Obras Completas de Sigmund Freud, Editorial 19. Le Travailil dudu film,
0. fin 2, en «Communications» n.>o 23
Biblioteca Nueva (Madrid 1948), pág. 235.

28 29
como enel análisis de muchos sueños, el psicoaná-
vestidos, de sus conductas y. de los escenarios en lisis de la máscara puede ser sumamente reve-
que se mueven, impregnados todos ellos- de las lador acerca de lo que la máscara oculta.
convenciones y modas propias de su época. Y la
nda razón radica en que, al buscar las pelí-
culas la identificación del público a través del La hipercodificación del género
reconocimiento formal de sus personajes y de la
aceptación de sus situaciones, deben eliminarse No vamos a plantear aquí la delicada cuesti
aquéllos excesivamente extravagantes o demasia- ón
de la delimitación o acotación precisa de un géne-
do alejados de la posibilidad estadística, suscepti- ro cinematográfico, al modo que lo ha hecho To-
bles de extrañar al espectador e pedi su identi- doroy con la literatura fantástica, entre otras ra-
fijación. Tanto es así, que incluso las reconstruc- zones porque el cine es un complejo de fenómenos
ciones del pasado en las películas llamadas «his- semióticos, en el que intervienen códigos divers
tóricas» (Quo Vadis, biografías de Napoleón, etc.) os
de lenguajes diversos (verbal, gestual, vestimen-
se manipulan para aproximarlas a la sensibilidad tario, fotográfico, escenográfico, ete... Por otra
del público de cada época, en sus maquillajes, en parte, todos los géneros cinematográficos conoci
la estilización del vestuario, en las reacciones de dos hasta hoy son a su vez tributarios de -
los actores, etc. Y el diferente look que separa a fuentes
culturales previas y extra-cinematográficas,
Bela Lugosi de Christopher Lee revela que hasta ya
sean musicales como la revista y la Opereta
los vampiros son permeables a los gustos de cada (cine
musical), o procedan de la crónica oral o escrita
época. Por eso toda película (dei repertorio co- de
una colonización violenta (western), o del fenó-
mercial, se entiende) simula formalmente las meno del bandidismo urbano y de la mafia (cine
apariencias de la vida real, con las característi- de gangsters), o, en general, de la tradición oral
cas externas del momento de su producción, y de del periodismo, del cuento, la novela y el
ahí deriva la primera dimensión especular del teatro
en sus variadas formas (e incluso de la pintu
cine. ra
como es obvio en algunosfilms de vanguardia
2) También ofrece un coeficiente de especu- ). El
cine terrorífico. no sólo no escapa a esta regla
laridad el hecho de que las películas usualmente sino que suministra un óptimo ejemplo de
reflejen la ideología y los valores de las clases prolon-
gación de una mitología y de unas estructuras na-
dominantes, que son las que financian la produc- rrativas previas procedentes de otros medios
ción de películas (financiación que debe, no obs- (li-
terarios, iconográficos y hasta de la vieja
tante, articularse con un colectivo de especialistas tradi-
ción folklórica campesina). Por esta razón, y no
asalariados, ejecutores materiales de la película, por otra, hemos dedicado un apartado anterior
y de cuya articulación pueden surgir fisuras en a
examinar someramente la fabulación literaria te-
la función ideológica reproductora y contradiccio- rroríf
ica que nace a mediados del XVII, aunqu
nes con los objetivos del capital). Pero, aun en los algunas de sus fuentes (como en el tema del e
casos más patentes en que el propósito del film sea vam-
O Pa mucho másatrás.
el de ocultar la realidad social y estimular la eva- i
El cine de terror es, por lo tanto, u: |
sión del público —operetas nazis, comedias ri- rígidamente codificado od la industria y E
sueñas de la Depresión, cine de exaltación impe- ta en rigor de familias de subgéneros. Quier
rial durante el bloqueo antifranquista—, precisa- e
decir esto que dentro del cine terrorífico existe
mente por su ocultación evasiva se convierten en un
nutrido subgénero dedicado al vampirismo
un elocuente documento y en testimonio socio- , con
sus reglas propias, como existe otro perfecta-
lógico de aquello a lo que se aspira como sustitu- mente definido dedicado al mito del humanoide
to de unarealidad ingrata (ocultada). En este caso,

30 3i
(ciclo de Frankenstein) o dedicado al hombre- modo de articulación, que puede conocer algunas
lobo, al zombi, etc., cada uno de ellos sometidos a variantes episódicas, pero que subyace de un
normas bien precisas y muy raramente intercam- modo estable en las obras de cada ciclo o sub-
biables entre sí. En esta normativa rectora del género: el mito del vampiro, el mito de Frankens-
género —y de cada uno de sus subgéneros— po- tein y su creatura, el mito de la Bella y la Bes-
demosdistinguir por lo menos, y yendo de lo par- tia, etc.
ticular a lo general, los cánones iconográficos, los Y al llegar a este último apartado arribamos
cánones diegético-rituales y los cánones mítico- propiamente a lo que Todorov ha llamado «se-
estructurales. mántica del género», entendiendo por tal una
Los cánones iconográficos del cine terrorífico tipología de los temas del género % Gérard Lenne
se ciñen al aspecto visual del medio y, dentro de ha intentado reducir tal semántica en base a un
él, se autolimitan a aquéllos que incluso en su modelo binario —el peligro viene del exterior
condición estática están investidos de significa- versus el peligro es creado por el hombre—, que
ción específica. Estos cánones rigen por lo tanto tiende a una simplificación extrema y engañosa,
para los seres, los objetos, los lugares y el estilo como ha puesto de relieve recientemente una cin-
fotográfico utilizados en las películas del género, ta como Carrie (1977), de Brian De Palma, incó-
independientemente de su condición diegética. modamente encajable en tal clasificación 2. Cree-
Los cánones que regulan la imaginería del castillo "mos en cambio que los ejes dominantes del género
del vampiro, del laboratorio del sabio loco, de la terrorífico ñacen de formulaciones míticas ligadas
sala de tortura, del uniforme de Drácula, o del a creencias populares y a temores nacidos en con-
maquillaje del hombre-lobo, han sido perfecta- textos' socioculturales muy precisos y que la me-
mente codificados y ritualizados por la industria cánica del modelo binario ofrece, por lo tanto, es-
del cine. Como lo están el uso del claroscuro, de casa operatividad cultural y antropológica. Seña-
las penumbras, de los colores lívidos para el ros- laremos a continuación, y a título de ejemplo, al-
tro humano, o el contraste del rojo de la sangre gunos de estos grandes ejes míticos, que a veces
sobre superficies blancas (los grandes operadores pueden entretejerse unos con otrcs, como vere-
del género, como Karl Freund entre los pioneros mos inmediatamente:
y Floyd Crosby en la era del color, han sido los 1) El descanso eterno después de la muerte.
grandes expertos y depositarios de este reperto- Esta creencia (o esperanza), que se halla en casi
rio iconográfico). todas las religiones, aparece como una clara raíz
Las normas diegético-rituales regulan las situa- del mito terrorífico de los muertos-vivientes o de
ciones canónicas del género y las propias de cada los no-muertos (undead), que no han podido al-
uno de sus subgéneros, como el beso-mordisco del canzar la paz eterna prometida tras la verdadera
vampiro, la ceremonia de la creación del huma- muerte. En esta categoría necrómana hallam:
noide en el laboratorio, la transmutación del hom- naturalmente, al vampiro, al zombi y a la momia
bre-lobo, o la resurrección de la momia milenaria. También el monstruo fabricado por el «docto:
Son escenas nodales que no pueden faltar en nin- Frankenstein está compuesto por partes proce-
guna de las películas de cada subgénero particu- dentes de diversos cadáveres a las que se les
lar, aunque ocasionalmente se eliminen por elip- retorna artificialmente a la vida, tras su muerte,
sis haciendo que esta figura retórica, en defini- para padecer una existencia penosa. Casi no hace
tiva, enfatice aquella situación canónica en la
fantasía del espectador (conocedor del código). 20, Introduction a la littérature fantastique, por Tzve-
Los cánones mítico-estructurales, por último, tan Todorov, Ed. du Seuil (París, 1970), pág. 99.
21, Le cinéma «fantastique» et ses mythologies Ed.
contemplan cada modelo mítico y su particular du Cerf (París, 1976), págs. 63-65.

32 33
falta añadir que el desasosiego tras la muerte es,
según muchasreligiones, el castigo merecido por Frankenstein desafiando el poder biogénico de
un pecado grave (pecado mortal) y la existencia Dios al crear vida en un laboratorio, toda la peli-
de una segunda vida penosa es por lo tanto una grosidad de los «sabios locos» ha nacido de su
transparente alegoría de la condenación eterna excesivo control sobre las fuerzas de la natura-
y del infierno. El mito de los muertos-vivientes leza, fuente de su poder desmedido y merecedor
tiene por consiguiente un origen religioso, de un castigo final. p
y con- Y, en último lugar, el exceso de oder del ti-
cretamente luciferino, y no parece casual que
gracias al elaborado ritual de la verdadera muerte rano puede obedecer a una anomalía física, con
el vampiro pueda por fin alcanzar la paz lo cual entramos en el apartado de los monstruos
eterna, superpotentes: el gorila gigantesco de King Kong
ni que en la versión de Frankenstein (1931),
James Whale, el monstruo sea destruido al final de (1933), las hormigas monstruosas de Them!(1951),
por un fuego purificador. o el vegetal de configuración humanoide de The
2) La tiran.a. La tiranía, como forma hiper- Thing from another World (1950). Sobre los mons-
trófica, omnímoda e incontrolada de poder, truos superpotentes, que constituyen otro mito
rece como la raíz política de muchos mitos apa- antiigualitario por exceso de poder, habremos de
terro- volver más tarde.
ríficos. El poder del tirano Puede proceder
fuentes diversas. Puede ser, por ejemplo de 3) La pérdida de identidad. Uno de los temo-
, el po- res más endidos y atávicos de la humanidad
der económico, como lo es el poder terrateniente
y feudal del conde Drácula, que explota y es el de la pérdida de la propia identidad, lacop-
chupa versión e istinta, amenaza que
la sangre de sus pobres campesinos. Tambié
n el puede resultar más espantosa que la mutilación
conde Zarof, en The Most Dangerous Game
es un aristócrata ruso y, más precisamente,(1932), o la muerte. Este temor aparece en muchísimos
un
ex-general del ejército contrarrevolucionario mitos recogidos por el cine terrorífico: la víctima
que no (lo mordida por un vampiro se transmuta en vam-
deja de tener connotaciones políticas),
quien reina despóticamente sobre su isla. Ambos piro y parecida tragedia les ocurre a las víctimas
son mitos de opresión y en particular de del mordisco del hombre-lobo. Pero también frag-
domi- mentos de personas muertas son conjuntados por
nación sexual (en ambos casos aparecen presas
femeninas y el refinamiento sádico del conde el doctor Frankenstein para dar vida a un nuevo
ruso sujeto, a una nueva identidad lastimosa. Y la pro-
responde a una líbido cada vez más exigent
pero ambos son también mitos de la e), tagonista de The exorcist (1974) pierde su identis
sociedad dad para convertirse en una niña-demonio, igual
feudal y pre-industrial, mientras que el
primer que les ocurre a los protagonistas del ciclo de
Doctor Mabuse (1921), de Fritz Lang,
será un reencarnaciones-posesiones iniciado con The Re-
mito del poder financiero, y el Proteus 1V
(super- surrection of Peter Proud (1975). Mientras que
cerebro electrónico convertido en tirano) de De-
mon Seed (1977), de Donald Cammell, encarn otagonista de The Cat People (1942) —
a el
despotismo en la sociedad científico-tecnológic
a,
a
El terror que inspira e, tirano es, en todos transmuta en pantera. Pero tal vez la obramaes-
los tra del ciclo sea The Invasion of the Body
casos, el terror hacia su sumisión. Snat-
En otros casos, la fuente del poder incontro- che 5 T , en donde unos dobles
lado es la ciencia y de este temor nace de origen vegetal duplican físicamente y suplan-
el arque- tan la personalidad de sus víctimas, en una típica
tipo popularizado como «sabio loco». Desde
gari, dotado Cali- alegoría anticomunista de los años de “guerra
de extraordinario poder hipnótico en
la versión original del mito, hasta el doctor fría»,
Victor Que el tema de la pérdida de identidad no es
34
35
nuevo se demuestra mediante su tradición lite- cuando hoy leemos The Divided Self de R. D.
raria, con obras de Dostoyewski, Hoffmann y Poe Laing nos hallamos ante párrafos y observaciones
entre otros, quienes codificaron literariamente el clínicas que resultan rigurosamente aplicables a
mito conocido universalmente con la expresión nuestros mitos. Cuando Laing se refiere, por ejem-
Al Doppelgúnger, que es la variante del plo, a un «individuo que parece ser el vehículo
«doble» en el tema de la pérdida de la propia de una personalidad que no es la propia. La per-
identidad. Sin necesidad de remontarse j sonalidad de aiguna otra persona parece “poseerz
a imagen refl le' y expresarse a través de sus palabras y ac-
jada_como—ajena, algunos críticos ha to en ciones 3», no podemos sino pensar en el Mr. Hyde
los experimentos de magnetismo (hipnosis) de usurpando o reemplazando al Dr. Jekyll, o en
Franz Anton Mesmer en el siglo xvm uno de los los protagonistas de The Exorcist o de Invasion
puntos de arranque de este mito en la edad mo- of the Body Snatchers. Y al espíritu científico y
derna. En efecto, los sujetos bajo influencia hip- racional dei doctor Frankenstein y del doctor
nótica ejecutaban una extraña conducta, distinta Jekyli parece especialmente aplicable la obser-
a la exhibida en su estado normal, lo que podía vación de que «se experimentan como dividido:
alimentar la hipótesis de que dos personalidades en una mente y un cuerpo. Usualmente se halla
¡distintas coexistían en aquel sujeto, una de ellas más identificados con la mente”, Laing observa
¡Inconfesable y revelada sólo por los pases mag- pertinentemente la relación sadomasoquista que
néticos que hacían emerger al otro Yo. Precisa- suele entablarse entre ambas entidades % y casi
mente el mito del di ostula que el parece aludir directamente al doctor Frankenstein
individuo no es una unidad o un ser único, sino y a su creatura cuando escribe que «algunas per-
que su personalidad está habitada por una dupli- sonas parecen haber entregado sus vidas a un
¡cidad de entes o de seres: de ahí la doble iden- robot que se ha convertido (aparentemente) en
[tidad. No otro es el caso del Jek: : indispensable %». Y más adelante Laing parece
o del estudiante de Praga que vende su reflejo estar pensando en cambio en el protagonista de
en los espejos y este doble vive una vida inde- Le locataire (1976), de Polanski, cuando escribe:
pendiente, ni el William Wilson de Poe, quien «el individuo descubre de pronto que ha adqui-
al matar al final a su doble impertinente se causa rido unas maneras, unos gestos, un modo de ha:
su propia muerte (estos últimos casos son, en blar, una inflexión de voz que no es propia, sin
rigor científico, casos de «autoscopia», en los que que pertenece a otra persona 7».
el paciente ve a «otro» que es el mismo paciente). Queda con esto claro que el mito del Doppel-
E incluso el mito de Frankenstein ha podido ser gúnger tiene una última fundamentación pato-
interpretadopor Martin Tropp a la luz del mito lógica bien conocida por la psiquiatría actual. En
E oegande o en el monstruo el alter- su formulación artística, la doble personalidad ha
Dr iniestro del doctor, el ladoido inconfesable
i de adquirido a veces interesantes connotaciones so-
ciológicas, como cuando presenta ciertas contra-
La psiquiatría moderna habla corrientemente dicciones entre las dos caras opuestas de un per-
del «Yo escindido» para referirse a la esquizofre- sonaje: la imagen socialmente respetable del su-
nia, perturbación patológica de la personalidad
que se halla formulada míticamente en los textos 23. The Divided Self. An Existential Study in Sanity
and Madness, Penguin Books (Harmondsworth 1975),
de muchos de los novelistas antes citados. Así, pág. 58.
24. The Divided Self, op. cit., pág. 65.
22. Mary 25. The Divided Self, o) 'it., pá
(Boston 1976) Shelley's
pp. EleMonst ñ Co.
onster Houghton Mifflin 26. The Divided Self, o) it., pá; 04.
27. The Divided Self, op. cit., pág. 104.
36 37
jjeto y una realidad sórdida que está ocult ntos instintos o, si se quiere, entre el cien-
a (es de-
cir, el reverso de mitos como Supermán, El Lo Jekyll y su perverso Hyde, o entre el sabio
o El Coyote, cuya doble personalidad tieneZorro una
,
Frankenstein y su monstruosa creatura. A tra-
estructura opuesta). Tales son los casos vés de estos monstruos las pulsiones sexuales re-
de los
honestos y respetables burgueses o docto primidas en el Ello y la agresividad acumulada
res con
emblemática chistera (como Caligari, en por la represión continua de la vida social y de
sión original) que en realidad viven su ver-
una doble sus restricciones podrían hallar su válvula de
vida secreta como crueles asesinos. El caso de escape sin remordimiento. No es casual que el
Landrú, que inspiró al Monsieur Verdo rasgo definidor de Mr. Hyde en la versión de
uzx
de Chaplin, o el del histórico Doctor Betio (1946) Mamoulian sea precisamente el sadismo sexual.
t acu-
den pronto a la mente como ejemplos 4) La monstruosidad. La monstruosidad es una
inquietan-
tes de «respetables-burgueses-asesinos». categoría de la anormalidad y la anormalidad, a
Y no olvi-
demos que el conde Drácula es un elegante su vez, es un concepto de fundamentación esta-
y aten-
to aristócrata y terrateniente, que oculta tras dística. Es anormal lo que no es normal y Corrien-
noble fachada una personalidad diabó su
lica. te, es decir, regularmente estadístico. Y lo anor-
Tal vez la formulación más ejemplar y parad mal inquieta y asusta, especialmente cuando se
mática del mito proceda del Dr. Jekyll y ig-
Mr. Hyde, trata de la grave anormalidad que comúnmente
llevado en numerosas ocasiones a la panta llamamos monstruosidad. La reflexión crítica más
lla, pero
Jamás superando la versión de Rouben seria realizada sobre este fenómeno sigue perte-
Mamou-
lian, de 1932. Su peculiaridad radica en neciendo a Mary Shelley, ya que su monstruo es
que am-
bas personalidades coexisten en el mismo originalmente «bueno», desde el punto de vista
cuerpo
—no hay pues autoscopia—, pero el docto psicológico y moral, pero la fealdad extrema de
r tiene
que descubrir una droga capaz de liberar su anormalidad física suscita una aversión hacia
de ellas y hacer posible su metamorfosis físicaa una
y él que acaba siendo responsable de su soledad
moral . Nótese claramente la diferencia entre y de sus ulteriores maldades. En rigor, el mons-
mera coexistencia de ambas personalidades la
(como truo de Frankenstein se convierte en criminal
en Caligari o en Drácula) y la transforma debido a su fealdad física, a su monstruosidad.
ción
Plena en un físico distinto (más bajo y joven Podría establecerse un meticuloso catálogo de
la novela de Stevenson, pero notoriamen en
te mons- la monstruosidad en razón de sus características
truoso en todas sus versiones fílmicas, físicas y de su origen. Por sus características fí-
que han
enfatizado puerilmente la metonimia sicas se es monstruoso por ser invisible (The In-
maldad =
fealdad). En la base del mito se halla, natural- visible Man, 1933), o por ser demasiado pequeño
ment e, la atávica creencia maniqueísta del prin- (The Devil Doll, 1936; The Incredible Shrinking
cipio del Bien y del Mal, que hallamos Man, 1957), o por ser demasiado grande (King
en tantas
religiones y filosofías primitivas (como el Kong; las hormigas de Them!), o por ser mitad
maz-
deísmo persa). Ocurre, no obstante, que desde
los hombre y mitad animal (los diversos hombres-
hallazgos de Freud —posteriores a la publi lobos; la mujer-pantera de The Cat People; The
cación
de la novela de Stevenson—, esta división Fly, 1959), o, por poseer poderes paapaicolózicos
lógica mito-
ha encontrado una formulación más (Carrie), etc. EEl criterio del origen biológico anor-
rada y científica con la teoría del Supergeo depu- mal, es decir, no concebido de unarelación sexual
Ello, que desde una perspectiva de personalid y del
ad clásica, abre el gran capítulo de los diversos hu-
escindida habría que plasmar como dicot manoides que en el cine han sido (Der Golem,
tre los principios morales (o la moral omía en-
implantada Homunculus, el monstruo de Frankenstein), mien-
o-ace ptada en la sociedad) y frente a ella los tur- tras en otro apartado se incluyen todas las aberra-
38 39
ciones taxonómicas de la
a df e Souls,esc193 ala zoológica (Ki;
bala de plata bendecida disparada al corazón del
éte,
195 4: De 3 loe Crea
2; La da hombre-lobo, la electricidad para «cocer» al hu-
ture ffrom th. e Black Lagoon
, manoide vegetal de The Thing from Another
La cuestión de la monstruos World, etc. Una vasta provincia del género terro-
re cierta atención, porque laidad animal requie- rífico, y en particular del subgénero protagoni-
hombre y el animal ha sido sie relación Ente el
zado por monstruos, está basada en el modelo
de miedo o de poder (es deci mpre una relación enunciado por Andrew Tudor como «perseguir-
r, de violencia), en
lo-y-destruirlo %», articulándose todas las películas
de este ciclo en torno a esta exigencia, presente
desde las cintas de vampiros hasta la lucha cien-
tífica de militares y zoólogos contra las hormigas
gigantes de Them! (en este caso, se trata de una
alegoría de la subievación de la naturaleza contra
el hombre moderno, convertido en peligroso
de identidad (hombre-lobo; La aprendiz de brujo con dedos atómicos).
redimida ésta por el amo Belle et la Bé
r de la Bella), o Doa
como amenazadora monstruos
leza. Tal vez ha idad de la natura- La gratificación del cine terrorífico
sido H. P. Lovecraft quien
ha atisbado, en lenguaje mejor
post-darwiniano, la in-
quietud profunda e irracion
al que al hombre sus- En todos los estudios acerca del cine terrorífico
—algunos de indiscutible mérito, como el de Gé-
rard Lenne y la historia de Carlos Clarens 3—,
falta siempre la explicación a la que tal vez sea
la pregunta más crucial para entender la popu-
laridad masiva del género, a saber, ¿por qué ra-
zones gusta el cine de terror? ¿Qué gratificacio-
nes concretas proporciona a su público? La perti-
nencia de estas preguntas se dobla cuando pen-
samos que, en principio, el terror proporciona a
los espectadores unas emociones punitivas (an-
gustia, inquietud, miedo, repulsión, ansiedad) VE
por supuesto, nos disgusta sobremanera el terror
padecido en la vida real, como el que sentimos
al ser asaltados durante la noche por un descono-
ia del cine. cido. La pregunta clave es, por lo tanto: ¿Cómo
a condición física de la anorma y por qué gratifica el cine terrorífico? Tratemos
ant e muchos monstruos del gén lid de responder a esta cuestión con cuatro bloques
ero a
acuciante: ¿Cómo destruir
al de respuestas:
vibles los medios de destrucci monstruo? Inser- 1) En primer lugar debe constatarse la dífe-
malidad de muchos monstr ón normales, la anor- rente naturaleza, y la correlativa diferente acti-
necesidad de inventar ciertosuos ha generado la
e hipercodificados Para con ritos excepcionales 28. Image and Influence. Studies in the Sociology of
la estaca clavada en el corsum ar su destrucción:
azón del vampiro, la
Film, George, Allen and Unwin (Londres, 1974), pág. 209.
29. Horror Movies. An Illustrated Survey, Secker
and Warburg (Londres, 1968).
40
41
s
tud del público, entre el horror real psicológicamente a salvo y por ello puede gozar
(doc
y las fabulaciones terroríficas. Un docu umental) privilegiadamente como mirón de la crueldad ejer-
mental so-
bre los campos de exterminio nazis cida sobre otras personas (en la pantalla), a sa-
, o sobre las
víctimas de Hiroshima, o sobre ciertas biendas de que se trata de una fabulación (lo que
extremas de subnormalidad humana formas
propone un suprime cualquier sentimiento de culpa o de
ejemplo óptimo de mensaje terrorífic corresponsabilidad), y mantenimiento su sadismo
o,
mensaje produce un profundo malestar pero tal voyeur en los límites del autocontrol y de los so-
y disgusto
en el público, estadísticamente comp cialmente tolerable Su placer es por lo tanto el
roba
razones que van desde la 'corresponsabildo (por
idad so- derivado de una escoptofilia sádica, con connota-
cial de los espectadores, y que se ciones sexuales en las respuestas fisiológicas sus-
trata de olvidar,
hasta razones de «sensibilidad»). El públ citadas.
noce y distingue claramente el terror
ico reco- >
Aquí es casi obligada una breve reflexión acerca
la ficción o les otorga trat «real» de del sensacionalismo como ley de oro de los mass
amientos so-
ciales distintos: Por lo general elude media en la industria capitalista. El imperativo
al primero y
suele sentirse gratificado por el segu de la competencia comercial y del beneficio econó-
ndo.
¿Por qué razonesel público se siente grati mico coloca al sensacionalismo en sus diversas for-
por las fabulaciones terroríficas? El ficado
público se mas (espectacularidad, sexo, violencia, misterio,
siente atraído por los estímulos emoc suspense, estrellas famosas, etc.) Como el norte y
ionales insó-
litos e intensos, que son rarísimos en guía de sus sistemas de producción de mensajes
la rutina de
la vida real, pues proporcionan a su ' para el entertainment colectivo. Enel caso del
sist
vioso un shock salutífero, concomitante ema ner- Cine terrorífico, el motor sensacionalista es preci-
estimulante descarga de adrenalina con una
, dilatación ar- samente la crueldad y esto explica que la progre-
terial, aceleración de la circulación y la respi siva competencia comercial en el mercado se da
ción, etc. Este thrilling físico es muy ra-
similar en traducido en una creciente escalada de la crueldad
sus efectos fisiológicos al que sentimos en en el género en los últimos años. Tras los venera-
de un escarceo erótico y no es irreleva el curso
nte que la bles monstruos de antaño, víctimas de tabúes cen-
tensión emocional del estímulo, en el curs sores y autocensores, los nuevos horrores del cine
fabulación terrorífica, culmine con o de la
un intenso se han vuelto más pérfidos e inquietantes. Rose-
desahogo final, que puede ser parangon mary's Baby (1968), de Polanski, señaló un hito
ado en al-
gunos aspectos al desahogo sexual. Esta con su bebé demoníaco, que convertía explosiva-
ciónfisiológica Positiva, generada estimula-
por las descar- mente a la extrema inocencia en perversión, ex-
gas neuronales como respuesta al estí trema, si bien su imagen no aparecía en pantalla
mulo de lo
insólito y de lo cruel, es posible porque y su presencia era evitada al espectador, salvo una
tador permanece a salvo en su butac el espec-
a, está física- levísima sugerencia al final. The Ezxorcist (1974)
mente al margen de la amenaza exhi dio un paso importante al tomar como protago-
bida y si la
agresividad de la fabulación es exce nista a una niña inocente y dulce como receptácu-
siva para sus
umbrales de tolerancia puede desco lo de la posesión diabólocia, lo que conducía el
nectarse: de
ella cerrando los ojos o saliendo de brutal contraste inocencia-perversión hasta extre-
decir, mantiene al estímulo y a sus la sala. Es
prop mos casi casi insoportables, El último ejemplo de
ciones bajo control, al igual que los ias emo- esta escalada sensacionalista a la busca de formas
juegan a autoasustarse introduciend niños que
o la cabeza, o extremas de «inocentes perversos» ha procedido
avanzando unos pasos, en una habitaci de It's Alive (1976), de Larry Cohen, protagoniza-
ón a oscu-
ras, a sabiendas de que tienen la retir do por un sanguinario recién nacido asesino (el
ada despeja-
da y fácil. El espectador permanece, asunto no deja de tener cierta miga, pues el bebé
por lo tanto,
42
43
il,
es un mutante con garras, equipado por la natura so King Kong: «El hijo de Kong —escribe Da-
-
leza para sobrevivir en una sociedad hipercompe Aa e el ista más altruista jamás pre-
-
titiva, cruel y amenazada por el desastre ecológi- sentado en la pantalla, pero esto se volvió en
co). Pero la escalada de la crueldad tiene probable- contra suya. La función primaria de un malvado
mente su propio techo, más allá del cual se pro- de ficción es la de expresar la agresividad repri-
duce la parodia involuntaria. mida del público ». Añadamos que este fenómeno
2) Fl intenso horror mostrado en la pantalla no es único ni específico del cine terrorífico, ya
tiende a minimizar los probier y, contratiempos que ha sido observado que también en los melo-
comparativamente menores de la vida real dramas radiofónicos las radioyentes tienden a
y cum-
pie así una enérgica función evasiva. Tras con- identificarse hasta cierto punto con la «mala mu-
templar las crueldades desplegadas por el mons- jer», que es más erotizada y carnalmente seduc-
truo en un universo de espanto, la realidad exter- tora, y en ciertos aspectos mucho más fascinante,
na recobra o refuerza su habitabilidad y su coe- que la dulce y honesta heroína *.
ficiente de seguridad para el espectador. Esta 4) La destrucción final del monstruo, que en-
ca-
racterística es una de las probables razones carna o simboliza siempre un poder sobrehumano:
que
explican la función terapéutica o compensato o sobrenatural, supone una derrota vicarial, en el
ria
del género en épocas de intensa crisis o inse- plano de la imaginación, de nuestros más temi-
guridad colectiva (función escapista /euforizante bles enemigos, los enemigos subracionales o todo-
).
3) En elcine terrorífico, tal como ha señalado poderosos que escapan a nuestro control (desti-
Lenne, el espectador se escinde sutilmente en una no, situación social, contratiempos, fatalidad, o los
doble identificación, por una parte con la víctim demonios personales de cada sujeto). Refiriéndose
a
de la que se siente solidario, pero también en cier- a las pesadillas, J.A, Hadfield ha observado que
ta medida con el monstruo o el enemigo, «los monstruos de nuestras pesadillas son esen-
ya que
así puede liberar proyectivamente toda 12 cialmente nuestros propios impulsos *», identi ad
agresi-
vidad acumulada por las frustraciones, las que ayuda a entender —vista la analogía entre el
restric-
ciones y las reglamentaciones de la vi la social, flujo cinematográfico y el onírico— el poder libe-
En
esta situación paradójica, deseamos que la vícti rador, catártico y terapéutico de la destrucción
huestro semejante— escape del vampiro, ma
pero ritual del monstruo que corona como final feliz a
también desearaos que el vampiro cierre su tantas películas del género. En la pantalla de cine
cerco
en torno a su víctima, pues de otro modo los monstruos del inconsciente son pues objeti-
no ha-
bría tensión emocional. Lenne ha formulado este vados físicamente, como ocurría conlos «mons-
aspecto liberador de la identificación espectador- truos del Ello» liberados por la civilización Krel
monstruo con la siguiente síntesis: «Todo en Forbidden Planet (1956), y tal plasmación obje-
lo que
no puede o no osa hacer “en la vida” (en el plano tiva no hace sino facilitar su destrucción ritual y
líbido/en el plano destrudo), lo hace por media liberadora. La muerte del monstruo en la pantalla
ción del monstruo %». De lo cual se deriva -
que los nos libera así de nuestros propios monstruos, aun-
antagonistas excesivamente débiles o poco cruele que sea sólo en el plano de la fantasía. Y con este
frustren la operación catártica Y provocan s
un fra-
caso de la película. Les Daniels ha constatado 1, Living in Fear. A History of Horror in the Mass
también este interesante fenómeno al examinar medio, Charles Soribners Sons (Nueva Vorka 1975)pá.
fracaso de Son el gina 136. F A
of Kong (1933), una secuela del fa-
2. The Effects of Mass Communication, por Jose)
T-Klapper, The BroPress (Nueva York190), pá, 130.
30. Le cinéma «fantastique» et ses mythologies,
op. . Dreams and Nightmares, Penguin Books (Har-
cit., pág. 36. mondsworth, 1971), pág. 189.
44 45
euforizante exorcismo final, en dos
tos (film/subjetividad), se niveles distin-
produce un retorno sa-
lutífero al «orden de lo real»
genera una de las más inte (= seguridad) y se
proporcionadas por el géne nsas gratificaciones
ro terrorífico a su
vasto público.
N

Román Gubern

Segunda parte

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