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Queridos hermanos, el Evangelio que nos presenta la liturgia de hoy miércoles 23 de

septiembre está tomado de San Lucas.

En el Jesús da poder y autoridad a los discípulos sobre toda clase de demonios, además les
invita a curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los
enfermos, diciéndoles: No lleven nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero;
tampoco lleven túnica de repuesto. Quédense en la casa donde entren, hasta que se vayan de
aquel sitio. Y si alguien no los recibe, al salir de aquel pueblo sacúdanse el polvo de los pies…

Es importante denotar que San Lucas antepone la sanación al envío, y es que Jesús quiere que
estemos sanos. Se trata de una salud no sólo física, sino también psíquica y espiritual; los
discípulos misioneros debemos tener la capacidad de llevar a los demás la alegría del
Evangelio, pero siempre desde nuestra alegría.

Sin embargo, el Evangelio no es para sabios y doctos, sino para gente sencilla, por eso los
discípulos de Jesús, más que palabras, llevamos amor, más que teorías, llevamos alegría.

Todos los bautizamos tenemos esa capacidad ineludible de evangelizar… y no necesitamos ir al


África, -que es legítimo- sino que podemos anunciar a Jesucristo en nuestras familias, a
nuestros amigos, en nuestro trabajo… No es fácil, pero contamos con la ayuda de Dios.
Tampoco se trata de anunciar a Jesús con una biblia, sino con nuestro testimonio, nuestra
actitud de vida: que bonito que nos vieran felices, y que se dijeran para sí mismos: esa persona
es feliz porque Cristo le ha transformado.

Pidamos a Dios que nos de la gracia de ser valientes predicadores de su Evangelio.

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