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Capítulo XIII 1

Pedro Berruguete: Santo Domingo presidiendo un auto de fe (1475).


2 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

HISTORIA
DE
LOS JUDÍOS
EN LA INQUISICIÓN
DE HISPANOAMÉRICA

Sergio Rubén Maslatón


Capítulo XIII 3

EDICIONES ÉTICA

HISTORIA

DE LOS JUDÌOS

EN LA INQUISICIÓN

DE HISPANOAMÉRICA

Sergio Rubén Maslatón

Primera Edición: 1000 libros


México, Octubre de 2005

EDICIONES ÉTICA
4 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

DEDICATORIA:

Hijo mío, faltan menos de dos meses para tu llegada a este mundo material en el que pronto nos reuniremos.

Deseaba dedicarte un nuevo libro como lo hiciera hace algunos años con tu hermano Jonathan Moshé… pero la
inspiración no se me presentaba.

El anhelo había quedado establecido en mi corazón, como así también la frustración cuando me di cuenta de que ya
no me quedaba tiempo para empezar y culminar alguna obra de interés para obsequiar al mundo que tú vienes a
conquistar.

Decían los antiguos: “Domínate (conócete) y dominarás al mundo”. Me supongo que se refieren al microcosmos
llamado hombre que es un pequeño gran mundo lleno de posibilidades.

“El que conquista sus pasiones es más fuerte que el que conquista una ciudad”.

De todos modos, para el Creador no hay ninguna dificultad para dar la inspiración que estaba buscando.

Y algunos días después de haber iniciado esta humilde labor con la que quiero honrar tu llegada al mundo, me he
dado cuenta que no sólo éste, sino casi todos mis viejos anhelos de la infancia, se han realizado de una forma
mágica o milagrosa.

Debes confiar plenamente en la fuerza que el Creador ha depositado en tu alma. Y cuanto más limpia la tengas
mayor será tu inteligencia y posibilidad de irradiar luz a ti mismo y a tus congéneres… Podrás ver cada vez con
mayor claridad cuanto más te aboques a realizar la obra por la cual fuiste traído al mundo con la bendición del
Creador.

No sabemos cual sea tu finalidad exclusiva, aquella que solamente tú podrías llegar a realizar… Pero sabemos que
si sometes toda tu vida a cumplir la Voluntad de Dios, y haces su Voluntad como propia, entonces, el Creador te
recompensará con grandes e inimaginables tesoros.

No te dejes seducir nunca con míseros regalos materiales como paga por tu esfuerzo por adquirir sabiduría. No. No
necesitamos ninguna comodidad ni la buscamos. Sólo queremos cumplir nuestro destino sabiendo que todo lo que
nos ha otorgado el Creador nos fue dado como un simple depósito que no nos pertenece, y todo, para poder
acercarnos cada vez más a Él.

Es triste decirlo, pero llegas a una generación cuya decadencia moral a todos nos tiene atrapados.

Busca la soledad para hacer contacto con tu alma pura y siempre escucha sus verdades. Luego, obra en
consecuencia. Lo que piense tu corazón debe ser lo que exprese tu boca, y tus actos deben seguir a tus dichos.

Busca la paz y persigue la paz siguiendo las enseñanzas de Aarón HaCohén.

En este libro conocerás los terribles sufrimientos que padecieron muchos judíos que quisieron vivir como judíos,
pero no se lo permitieron.
Capítulo XIII 5
Es lamentable que muchos judíos de la actualidad no quieran ni sepan vivir como tales. Y creo que este es el mayor
problema que se le presenta a tu incipiente generación.

El día es breve y la tarea que te toca realizar es muy vasta y complicada como para que pierdas tu tiempo en
discusiones vanas. Si tus palabras son atendidas, las dirás. En caso contrario aprende a guardar silencio y mostrar
respeto a todas las personas que tengas en frente, y sobre todo a aquellas personas que consideres equivocadamente
inferiores a ti, y recuerda que vienes de una gota fétida y no olvides cual será tú final: alimento para los gusanos.

¡Ay! Mi estimado hijo, a pesar de todo, nuestro orgullo nos impide sentir un verdadero temor y amor a Dios.

Debes adquirir la sabiduría de todas las personas que conozcas.

Todo este enmarañado mundo de percepciones infinitas que podrás experimentar viene a traerte el mensaje oculto
de la Divinidad que habita dentro de ti. En la más serena soledad y en los momentos de recogimiento de tus
plegarias podrás sentir palpitar tu corazón sediento de espiritualidad.

Si logras abstraerte de todas las seducciones materiales del consumismo social al que vienes a habitar y aprendes a
realizar los mandatos de D-s sin esperar nada a cambio y a sabiendas de que todo lo que te acontece es justo lo que
te mereces, si aprendes a aceptar tu destino como un noble vástago de la descendencia de Aarón HaCohén,
entonces, Dios te recompensará con la mayor alegría: la de poder conocerLo a través del estudio y el cumplimiento
de Sus estatutos. Y recuerda que cuantos menos placeres te concedas menos daño harás a tu alma pura. Restringe
tus deseos, aprende a conformarte con lo más necesario e indispensable. No pidas prestado. Ni uses nada que no
sepas que realmente te pertenece. Cumple tu palabra. No hay mayor abolengo que el estudio y la instrucción.
Jamás avergüences a nadie por ningún motivo. Haz todo el bien que puedas a todos los que puedas. Aléjate de todo
el que disfrute de los pleitos y de los que se la pasan difamando. Compórtate siempre con modestia. Deja que el
deseo te persiga, pero tú no lo persigas a él. Habla poco y haz mucho. Antes de hablar piensa en el beneficio que
vas a traer con tus palabras. En fin, hay muchos libros de los que puedes extraer grandes enseñanzas morales. Pero,
de donde mejor debes saciar tu sed es de tu propia cisterna que viene llena de los mejores manantiales de la
santidad que Dios imprimió en tu alma pura; trata de mancharla lo menos posible.

Cuando tengas la edad suficiente memorízate la página 31 de la Guemará Shabat, donde Hilel dice que toda la Torá
se sintetiza en lo siguiente: NO HAGAS A NADIE LO QUE NO TE GUSTA QUE TE HAGAN A TI.

Así aprenderás a vivir en paz con el mundo que te circunda.

Quiero que sepas que tu llegada a este mundo vino a poner fin a muchas preocupaciones colmando a tus padres de
infinita alegría y mayor tranquilidad… Y me despido con las mismas palabras que le escribí a tu hermano mayor:

“Que llegues a ser el que debes ser”.

Tu padre, S.R.M.
6 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

INTRODUCCIÓN

En el año 1492 más de cien mil judíos fueron expatriados vergonzosamente de España. Con total impunidad e
injusticia el gobierno expropió sus casas, campos y haciendas… Más de treinta mil de estos míseros emigrantes
cruzaron la frontera hacia Portugal. Allí el rey los defraudó exigiéndoles el pago anticipado de cuantioso dinero a
cambio de ocho meses de estadía en sus dominios.

En el año 1497 el príncipe Manuel de Portugal pidió la mano de la princesa Isabel, hija de Isabel la Católica.
Condición preliminar para el casamiento fue la imposición de expulsar a los judíos de Portugal.
Capítulo XIII 7
Pero, don Manuel no quiso que la fuga de sus capitales y sus intelectos provocaran la hecatombe en la economía de
su reino.

Optó por forzarlos a la conversión al cristianismo. El pueblo en masa arremetió ferozmente contra el indefenso
pueblo hebreo y arrastró a sus integrantes, niños, mujeres, esposos, abuelos, a los golpes hasta las iglesias para que
recibieran las aguas del bautismo o, en su defecto, una muerte violenta en manos de la ira popular.

Los descendientes de estos ilustres judíos que se mantuvieron fieles a la religión de sus mayores buscaron
desesperado refugio en tierras lejanas e ignotas. Algunos, muy pocos, lograron el amparo del rey de Turquía. El
resto se diseminó hacia todas las latitudes. Los del norte de África fueron violados y violentados salvajemente por
las tribus nómades. Algunos de ellos lograron establecerse en Marruecos. En Ámsterdam floreció la comunidad de
la que nació el filósofo Baruj Spinoza.

Los más avezados y aventureros acompañaron al gran Cristóbal Colón en su epopeya que lo llevó al
descubrimiento del Nuevo Mundo. Después, gran parte de la tripulación de Hernán Cortés estuvo conformada por
estos ilustres descendientes de los judíos que ocultaban su origen “infecto” con nombres católicos aparentando
gran devoción por la iglesia, pero llevando interiormente los más nobles ideales hebreos.

Tal vez, imaginaron hallar en América la redención para tantos sufrimientos lejos de los peligros del Tribunal del
Santo Oficio, que los perseguía hasta conducirlos al quemadero.

Es muy difícil narrar la historia de estos mártires de la conquista española en América.

Durante cientos de años jamás se ha nombrado el origen judío de la mayoría de los próceres de las colonias
españolas en el Nuevo Mundo.

Es sorprendente la cantidad de fundadores y gobernadores de muchísimas provincias de origen judío a lo largo de


los Virreinatos del Perú y de México.

La dificultad radica en que ellos mismos debían ocultar su origen “infectado de la vil sangre judía” para no ser
prendidos por la Santa Inquisición que le auguraba grandes suplicios y muerte certera.

Suenan en mis oídos las palabras de mi estimadísimo profesor de Historia del Colegio Nacional de Buenos Aires,
Fraboschi, al que tanto debo: “La historia es la narración verídica de los hechos más importantes realizados
por el hombre, estudiados cronológicamente y en su encadenación causal”.

Más de una vez interrumpía sus clases sorprendido e indignado porque jamás se nombraba a los judíos en el
devenir de la Historia.

Han pasado 26 años desde aquel entonces y desconforme con el grave error y ofensa a la verdad que se comete en
toda institución que busca el conocimiento y que sigue las costumbres inquisitoriales de difamar u ocultar como
cosa vergonzosa el origen judío de los próceres que dejaron honda huella en la Historia Universal, me he propuesto
investigar estas cuestiones.

Y así fue que re-escribí la historia de los judíos de España y Portugal fielmente narrada por el magnánimo Don
José Amador de los Ríos.

Al abocarme en esta investigación en la que originalmente pretendía seguir el rastro de los valerosos emigrantes
españoles de 1492, he hallado sólo fragmentos, míseros jirones de los despojos de un pueblo al que se quiso
exterminar.

La misma dificultad que padeció este glorioso pueblo decidido a no morir fue la misma que hallé al querer escribir
esta historia.
8 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Y los únicos registros fidedignos son los mismos que llevaba anotados la Santa Inquisición. Los inquisidores tenían
por regla documentar fielmente los procesos de los reos que lograba capturar.

Es nuestra obligación reconocer el mérito de grandes investigadores como Don José Toribio Medina, Don
Genaro García, Boleslao Lewin, Cecil Roth y Alberto Osorio, quienes dedicaron largas horas extenuantes a
revisar la documentación original de los Archivos de la Inquisición que aún se conservan, para rescatar del olvido
algunos procesos llevados a cabo por el funesto Tribunal.

A continuación el lector podrá darse una idea general de las angustias y padecimientos que sufrieron los mártires
del judaísmo español y portugués que pretendieron la ansiada libertad al internarse en las inhóspitas tierras del
Nuevo Mundo.

El empuje dado por los Marranos, los judíos ocultos, en las Colonias de España y Portugal fue indispensable para
el desarrollo y la posterior independencia de las actuales naciones latinoamericanas. ¿En dónde brillan con más luz
las leyes en contra de las injusticias sociales, como la esclavitud, por ejemplo, que en los ideales judíos que la
nación hebrea ha querido inculcar en el mundo desde hace más de tres mil años?

No hay ningún empacho en decirlo, quienes conocen los consejos del Martín Fierro, obra única en su género, que
busquen en las famosas y sagradas obras del Rey David y de su hijo el rey Salomón (Salmos / Tehilim, Provervios /
Mishlé, Eclesiastés / Kohelet), y no encontrarán ninguna novedad, ninguna idea nueva.

Fue ésta la forma en que los descendientes de los judíos coloniales siguieron transmitiendo a la posteridad los
ideales del humanismo judío que solamente puede ser negado por los enemigos del género humano.

¿De donde sacó el presidente Don Domingo Faustino Sarmiento sus ideales de imponer la educación obligatoria en
la incipiente Nación Argentina?

Leyendo su libro, Facundo, Civilización o Barbarie, se encontrarán tantas referencias eruditas sobre el Antiguo
Testamento, que es muy difícil negar sus orígenes hebreos.

Desde sus orígenes el ideal humanitario del judaísmo fue aprender y enseñar una mejor convivencia entre los
hombres.

El pueblo hebreo tuvo que enfrentarse a los enemigos de todo humanismo posible y ha sacrificado a lo largo de su
historia a sus hijos para mantener su viejo ideal de paz y armonía social.

A pesar de los horrores espantosos cometidos por el Santo Oficio de la Inquisición quinientos años después, en los
mismos lugares en que el brutal oscurantismo oprimió a los pueblos indígenas y asesinó salvajemente todo vestigio
de judaísmo, el pueblo hebreo vuelve a resurgir como el Ave Fénix, a imponer con su ejemplo de ayuda social,
beneficencia, tesón por el estudio y el trabajo constante, que la verdad tarde o temprano ha de develarse y salir del
entierro en que quiso ser sepultada.

Para finalizar unas palabras de agradecimiento a don Isaac Romano Totah, quien me ha estimulado a realizar esta
ardua labor histórica.

Han pasado ya casi dos siglos desde que la Inquisición fue abolida. Miles de familias enteras fueron destruidas por
su incansable odio y mezquina ambición desenfrenada.

Miles de inocentes fueron quemados en las hogueras.

Quisiera que este libro fuera un homenaje que honre la memoria de las desdichadas víctimas y mártires del Santo
Oficio en América.
Capítulo XIII 9
México, vísperas de Sucot, 5766 / octubre del 2005

Sergio Rubén Maslatón

CAPÍTULO I

Del 8 de diciembre de 1812 al 5 de febrero de 1813 las Cortes Generales y Extraordinarias de España debatieron el
proyecto de abolición del horroroso Tribunal de la Inquisición, por considerarlo contrario a las nuevas leyes
promulgadas.

De esas declaraciones de los mismos gobernantes presentamos a continuación una breve síntesis, a partir de la cual,
el lector avezado, podrá conocer detalles horrorosos del funcionamiento del temido Tribunal.

LEGISLACIÓN ANTIGUA SOBRE EL CASTIGO DE LOS HEREJES

Antes de que fuera establecida la Inquisición, hasta el siglo XV, los obispos eran los encargados de corregir los
errores de los feligreses de sus diócesis, en combinación con las leyes civiles.

Si los extraviados se ajustaban dócilmente a las decisiones de la Iglesia concluían inmediatamente los juicios y
acusaciones en su contra.
10 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Si el hereje permanecía en su obstinación era entregado al poder secular como contumaz (terco, porfiado,
intolerante, etc.).

Era castigado con penas corporales por haber violado las leyes.

Antes de gestarse la Inquisición en España, la vigilancia de las leyes del reino era suficiente para dar lustre a la
caridad de la iglesia.

Durante quince siglos no hubo en España más inquisición que la sabiduría de sus leyes, predicadas primero por
orden de los emperadores romanos y más tarde por los reyes.

MOTIVOS DEL CAMBIO

La herejía de los maniqueos surgió en el siglo XII y se extendió con diferentes nombres en el XIII y el XIV.

Estas sectas nacidas en Francia penetraron en España.

Se oponían al matrimonio y enseñaban a compartir a las mujeres. Desobedecían a los pastores del clero. Y
aparentando humildad eran soberbios, rebeldes y turbulentos.

Iban por doquier sembrando sus errores y confundiendo a los ingenuos. En lugares ocultos celebraban sus
sacrificios inmundos.

Las autoridades civiles y eclesiásticas se unieron para combatirlos.

Pero, en vez de alentar los cuidados de los obispos y el clero, en vez, de promover la vigilancia de los magistrados
y jueces, se enviaron a todas las provincias comisionados eclesiásticos para inquirir y averiguar quienes eran los
seductores y seducidos. Éstos eran enviados a las autoridades civiles y eclesiásticas para recibir su castigo.

A estos comisionados se los llamó inquisidores.

Inocencio III aprobó esta institución en el año 1204.

En 1218 se extendió a Italia, Alemania e Inglaterra.

En 1232 se introdujo en el reino de Aragón.

Estos comisionados o inquisidores tenían poca autoridad.

Por lo general, castigaban a los herejes con la imposición de la instrucción, la paciencia y la oración.

Algunos inquisidores fueron más rigurosos y provocaron gran mortandad entre los herejes, principalmente en
Francia.

El pueblo se opuso a semejantes abusos dando inicio a las guerras civiles y religiosas.

Finalmente las cosas se calmaron cuando se les quitó el poder a esos maléficos inquisidores que exterminaban a los
herejes.

Hasta el siglo XV los obispos eran los únicos jueces en las causas de la fe.

La Inquisición española se estableció por otro motivo.

Los moros y los judíos eran tolerados y podían profesar su culto en sus mezquitas y sinagogas.
Capítulo XIII 11
Tenían sus propios jueces y gozaban de algunos derechos.

Los que se convertían al cristianismo se enlazaban a las más encumbradas familias y obtenían los empleos más
honrosos del estado y de la iglesia.

Los mismos ministros judíos administraban las rentas públicas y muchos eran distinguidos y condecorados en los
palacios de los reyes.

Por otro lado, los cristianos no podían servir en casas de judíos, ni asistir a sus fiestas ni invitarlos a las suyas. No
podían comer ni beber juntos, ni bañarse en las mismas aguas, ni tomar vino o medicinas hechos por los judíos.

Estas leyes discriminatorias levantaban un muro que separaba a los vecinos que vivían amparados por un mismo
rey.

Eran dos pueblos separados por leyes y costumbres diferentes y a veces antagónicas.

Además, la administración y el cobro de los impuestos estaban en manos de los judíos.

Mientras los cristianos se quejaban por las presiones ejercidas por los tesoreros judíos, los reyes y los príncipes
buscaban sus servicios, para que administraran y solventaran las rentas públicas y las privadas.

Los judíos apoyaban con su dinero a los reyes y a los príncipes.

El disgusto contra los judíos aumentaba día a día y llegó a generalizarse.

Muchas veces las Cortes españolas presionadas por las murmuraciones populares, pidieron a los reyes que
destituyeran de su cargo a los ministros judíos que se ocupaban de la administración de las rentas.

Los reyes negaron esas peticiones alegando la conducta y eficacia de sus antepasados y las urgencias del estado.

Finalmente, no habiéndose tomado las precauciones necesarias, repentinamente se amotinaron casi todos los
pueblos y ciudades de España, y en 1391, ante la más lamentable impunidad, y casi de común consentimiento, se
abalanzaron sobre las juderías cometiendo una mortandad espantosa, robando e incendiando lo que a su paso
encontraban.

Aterrados los judíos corrieron a las iglesias en búsqueda de la salvación por medio de las aguas del bautismo. Pero,
estas conversiones en masa no podían ser sinceras, y sólo pretendían calmar las iras populares.

Cuando las cosas se calmaron, los judíos volvieron a profesar su religión en secreto.

Los más firmes y resueltos se expatriaron. Pero, los más tímidos y apegados a sus intereses dentro de España se
protegían simulando una fe falsa en el cristianismo.

La Iglesia y el Estado no ganaron nada con estas conversiones hipócritas y fingidas.

Los judíos convertidos por la fuerza estaban resentidos.

Los cristianos nuevos unieron sus fuerzas a los opositores del gobierno real. Y sus costumbres dentro del seno de la
iglesia eran una burla, pues, la mayoría, mantenía sus antiguas convicciones judías, reñidas con las ideas y leyes de
la iglesia.

No obstante, después de las matanzas generalizadas por toda España del año 1391, muchos judíos y sinagogas se
mantuvieron en pie dentro de Castilla y Aragón.
12 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Los reyes mantenían dentro de sus cortes a muchos ministros judíos. Algunos de los que se habían convertido al
cristianismo eran judíos secretos, y otros, ya no profesaban ni el judaísmo ni el cristianismo.

Cuando llegó el reinado de los reyes católicos, muchos obispos, frailes, abades y administradores eran judíos,
algunos abiertamente y otros en secreto.

Los reyes Católicos temieron que sus mismos letrados predicaran la Ley de Moisés.

Tal confusión, desorden, anarquía y las conversiones forzadas llevaron a los reyes Católicos a reprimir el orgullo
de los judíos y exigir el respeto y la obediencia debida a la autoridad real.

Con respecto a la religión esto era mucho más difícil. O se debía proceder permitiéndoles a los conversos retornar a
su antigua fe obligándoles solamente a informarse sobre la fe católica y luego ellos eligieran libremente, o bien,
castigar públicamente a los herejes para que escarmienten los demás.

Pero, este método fue ineficaz, porque mientras el entendimiento y el corazón no se convenzan, los castigos,
amenazas y anatemas solamente consiguieron hacer más sigilosa la hipocresía del que se había convertido
forzadamente sin ninguna convicción a favor del cristianismo.

El odio popular no permitía a los judíos seguir viviendo como tales y exigía su conversión forzada. Pero, dicha
conversión era irreal. El judío es judío aunque no lo quiera.

El consejero de la reina, Fray Hernando de Talavera sugería el empleo de medios de persuasión suaves acordes a
los evangelios.

El rey era más enérgico y estaba a favor de la inquisición.

Las conversiones forzadas como no eran sinceras provocaron muchas discordias.

Muchos judíos se encumbraron hasta las más altas dignidades de la iglesia y para dar testimonio de sus nuevas
convicciones religiosas empezaron a atacar a sus antiguos hermanos.

La reina empezó a ser presionada para que permitiera una inquisición violenta sobre los herejes.

Se le solicitó al papa Sixto IV el establecimiento de la inquisición en España. Y en noviembre de 1478 quedó


establecida oficialmente.

ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN

La bula papal de 1478 concedió a los reyes católicos la facultad de nombrar inquisidores y de remover a los jueces
ordinarios eclesiásticos y poner a otros en su lugar.

Este golpe fatal dado a la autoridad de los obispos otorgaba a los reyes católicos un poder terrible, que fue
contrario a los intereses y derechos de la nación.

Luego de la muerte de la reina, su confesor fue tenazmente perseguido por la Inquisición de Córdoba.

Sevilla fue la primera ciudad en sufrir los horrores del Santo Oficio en 1480. Los conversos aterrorizados
abandonaron la ciudad.

Clamaron ante el papa por los abusos y asesinatos que cometía la Inquisición injustamente.
Capítulo XIII 13
El 29 de enero de 1482 el papa alegó que los inquisidores que torturaron a los presos con terribles tormentos
desobedecieron el asesoramiento de los reyes y sus jueces, por lo cual revocaba la facultad dada a los reyes de
nombrar a los inquisidores.

El 4 de febrero el papa nombró a los nuevos inquisidores.

Así los reyes católicos perdieron el poder absoluto al perder la facultad de nombrar a los inquisidores.

Ante las quejas de los reyes el papa nombró al arzobispo de Sevilla Iñigo Manrique como juez supremo. Y toda
apelación por los abusos del Santo Tribunal debía dirigirse a su persona.

En el mismo año (1483) fray Tomás de Torquemada, confesor del rey, fue nombrado en su lugar, como inquisidor
general de la herética parvedad y apostasía.

El inquisidor general tenía la facultad de nombrar y revocar a todos los inquisidores subalternos. Los reyes estaban
obligados a aceptar los nombramientos de los inquisidores.

Así fue como Torquemada, gozando de un poder absoluto, arregló los tribunales de la Inquisición, nombrando a las
personas que consideraba más aptas y revocando a los que no seguían sus ideas.

Por lo general los inquisidores pertenecían a la orden de Santo Domingo.

Ante los abusos y las quejas, los reyes colocaron algunos obispos que funcionaban como jueces eclesiásticos,
fiscales y actuarios pero sin debilitar el poder de los inquisidores.

Sin embargo, Torquemada estableció enseguida tribunales permanentes en Sevilla, Córdoba, Jaén y Ciudad Real,
enviando a sus emisarios a distintos pueblos.

En 1484 formuló las instrucciones y procedimientos a seguir por la Inquisición.

Ordenó que se ocultasen los nombres de los testigos. Adoptó e impuso la confiscación de los bienes del acusado;
exceptuando de esta pena a los que se denunciaban a sí mismos y abjuraban de sus errores durante un período muy
breve de gracia.

Promovió las denuncias de padres contra hijos, y de éstos contra aquellos.

Con la excusa del gran número de herejes judaizantes cuyas riquezas, poderío y parentesco con las familias más
distinguidas eran amenazantes, se permitió anular el derecho común en sus tribunales.

Torquemada alegaba que había un pueblo metido dentro del otro, y que no se podía castigar a los individuos sin
que la comunidad se resintiese, y sin exponer a los testigos al odio y el resentimiento.

Con estos argumentos Torquemada logró el mayor sigilo excluyendo toda información de sus tribunales a los
obispos y eclesiásticos descendientes de judíos.

Formó un consejo real supremo para asesorarse de las cuestiones jurídicas.

Los inquisidores provinciales no podían actuar sin la anuencia del inquisidor general.

Torquemada podía tomar consejo de quien quisiera y obrar como le diera la gana sin rendir cuentas a nadie (ni a su
propia conciencia).
14 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
IDEAS DEL SISTEMA DE LA INQUISICIÓN E INCOMPATIBILIDAD DE ÉL CON LA
CONSTITUCIÓN

La Inquisición es incompatible con los ideales constitucionales.

No había apelación en los tribunales de la inquisición a ningún superior eclesiástico, ni a ningún obispo. Un
delegado del obispo podía concurrir solamente a presenciar la sentencia pero jamás a la formación de los procesos.

El inquisidor general ni siquiera debía rendir cuentas de su proceder al Sumo Pontífice, porque los reyes querían
que las causas eclesiásticas acabaran en sus reinos.

El tribunal de la Inquisición era independiente de la autoridad eclesiástica y también de la civil.

La inquisición sin tener que responder ante ninguna autoridad disponía de la honra, los bienes y la vida de los
acusados.

La prisión se ejecutaba siempre con el secuestro de bienes. Sólo alimentaban a la mujer y a los hijos que no tenían
edad para trabajar.

Los reos eran encarcelados separadamente quedando aislados e incomunicados. Nadie podía visitarlos, ni sus
padres, hijos o cónyuges.

El abogado y el confesor necesitaban una licencia especial del tribunal para visitar al reo.

El abogado siempre debía ver al reo acompañado de un inquisidor.

Se les preguntaba acerca de su genealogía judía.

La Inquisición funcionaba principalmente contra la herejía judía.

Los reos nunca sabían la causa de su detención ni del arresto.

Generalmente el fiscal los acusaba de herejes.

Para agravar su situación indagaban la vida del reo mediante torturas.

El fiscal concluía siempre su acusación pidiendo que si no se probaba se torturase al reo hasta arrancarle la
confesión esperada.

El tormento siempre era presenciado por los inquisidores.

El reo nunca sabía quien lo había denunciado ni de que se lo acusaba.

A los reos declarados herejes se les confiscaban todos sus bienes, y se los entregaba (relajaba) al poder secular para
que ejecutara la sentencia (morir en la hoguera).

Si las pruebas no eran convincentes o si los reos se arrepentían se los obligaba a abjurar de la ley de Moisés. Se los
vestía con un sambenito. Terminada la condena se colgaba en la iglesia el sambenito como recordatorio infamante
y deshonra de los parientes.

Toda la familia del reo quedaba excluida de las funciones públicas, civiles y eclesiásticas.

El tribunal de la inquisición no dependía de nadie.

Sus cárceles eran secretas, sus procedimientos guardaban el mayor sigilo.


Capítulo XIII 15
El inquisidor general arrancaba en medio de la noche al esposo de brazos de su cónyuge, a los padres frente a sus
hijos, y a éstos, frente a aquellos. No había esperanza de volver a verlos hasta que se dictara la condena o fueran
absueltos.

Nadie podía defender al reo ni a su familia. Todos caían en desgracia inmediata.

Además de sufrir la pérdida del esposo, los hijos o el padre, sus bienes eran secuestrados, finalmente se
confiscaban todos los bienes y la familia era deshonrada públicamente.

Estas arbitrariedades eran incompatibles con las nuevas constituciones.

La inquisición violaba todas las reglas de la justicia universal.

Todas las venganzas y pasiones podían satisfacerse impunemente a través de la inquisición sin que hubiera ningún
responsable.

Durante tres siglos los inquisidores pudieron hacer lo que quisieron sin mayor limitación que su inteligencia
perversa y dudosa moralidad.

La inquisición influía sobre el mismo gobierno. Nadie estaba exento de caer en sus redes.

Los hombres ilustrados vivían aterrados bajo su amenaza constante.

La Inquisición fue un instrumento formidable del gobierno para oprimir y exterminar a aquellas personas a quienes
por la decencia pública, o por la burocracia de las fórmulas de los tribunales, era difícil sacrificar.

Si el objetivo de la inquisición era preservar la pureza de la religión, ¿por qué no se ha visto un mejoramiento
moral del pueblo español desde su creación? Los mismos inquisidores fueron los más inmorales de todos.

Si después de tres siglos de inquisición se hubieran visto mejoradas las costumbres, purificadas las conciencias e
ilustrado el reino, podríamos decir algo en su favor.

La inquisición fue una deshonra para el cristianismo español.

Fue el brazo derecho del tirano que quiso oprimir a la nación.

La inquisición se burlaba de los principios de la moral pública.

Los hombres ilustrados siempre han odiado la inquisición.

Los de buena fe, pero ignorantes, no podían amar ni odiar lo que no conocían.

Sólo los que se complacieron con imponer su yugo han defendido este tribunal.

La inquisición fue un instrumento de los déspotas para mantener su absoluta dominación arbitraria.

Después de arrebatar los bienes y las vidas de los cristianos nuevos, la inquisición se dedicó a perseguir a los
hombres más sabios e ilustres. Con el tiempo, logró aniquilar en España toda ilustración persiguiendo a los literatos
y los sabios, promoviendo la ignorancia y el embrutecimiento del pueblo.

En el siglo XVII los autos de fe descargaron su furia contra pobres infelices que se habían extraviado en su
imaginación.

Los autos de fe fueron un insulto a la razón y a la humanidad, un descrédito para la Nación española.

Brujas y hechiceras eran brutalmente perseguidas.


16 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Estos errores que deberían haber sido corregidos mediante la instrucción pública y la educación, llevaron a la
hoguera a pobres gentes, mientras sus familias eran infamadas.

La ignorancia que la Inquisición provocó en la Nación la hizo fuerte, respetable y temible.

En 1768 fueron quemadas algunas personas humildes en Lerena y en 1780 fue quemada en Sevilla una desdichada
consideraba bruja.

¡Imagínese el lector… quemar a una pobre mujer por sus hechizos y extravíos!

Con el pretexto de proteger la religión los inquisidores cometieron todo tipo de atropellos e injusticias secuestrando
los bienes de muchísimas personas honradas.

Todas las industrias y el cultivo de las ciencias mermaron con la expulsión de los judíos de la Península Ibérica
(año 1492). La Inquisición se encargó de empeorar las cosas.

España entró en una pendiente de decadencia moral, económica, política y espiritual. La pobreza se extendió como
una epidemia.

La religión cayó en la más fanática superstición.

Se descuidó la instrucción pública y el ejercicio de las virtudes morales.

Surgieron prácticas ridículas y folletines con cuentos de falsos milagros y supersticiones.

Ni las personas más sabias y respetables estaban a salvo de las garras implacables del Santo Tribunal.

Cuando no podía apresar a los autores, prohibía sus obras, aunque éstas no tuvieran defecto alguno.

También prohibió la lectura de la Sagrada Escritura en castellano. Como si el español fuera un idioma indigno de
recibir y transmitir la palabra de Dios.

El gran sabio fray Luis de León fue apresado por el Santo Tribunal por haber vertido al castellano el libro de los
Cánticos sin pedir permiso a la Inquisición.

Muchísimos sabios y eruditos fueron tratados horrorosamente por el Santo Oficio.

La inquisición destruía todo con el falso pretexto de mantener la religión. A la manera de un lobo hambriento y
feroz se devoraba a las ovejas y al pastor, llegó a encarcelar a muchos obispos.

Toda España estaba confundida y aterrada con este monstruoso Santo Tribunal.

El modo de formar las causas, sentenciarlas y ejecutarlas era tristemente vergonzoso.

La maledicencia, la calumnia, la delación y la venganza eran sus principios básicos.

Tomaba por verdaderas atroces calumnias.

En sus obscuros calabozos murieron miles de inocentes víctimas de su odio depravado.

En las cámaras de tormento o en la hoguera otros miles exhalaron el último suspiro.

El silencio y el secreto encubrían sus abusos.

Ordenaba una obediencia ciega a sus mandatos y nadie era responsable de lo que ejecutaba.
Capítulo XIII 17
Obligaba al padre a acusar al hijo y al hijo a acusar a su padre. Enfrentaba a los esposos, a los hermanos, parientes
y amigos… sembrando el odio y el terror por doquier.

Todos estaban obligados a observarse, denunciarse y acusarse mutuamente.

Un comisario del Santo Oficio acompañado de sus ministros estaba autorizado a allanar impunemente las
viviendas, aunque fuera a medianoche, con un sigilo misterioso, y arrancar a un padre del seno de su familia,
inspirando el terror, impidiéndole despedirse de su esposa e hijos. En el acto quedaba condenada toda la familia a
una segura infamia, y éste era el único patrimonio que la víctima podía trasmitir a su descendencia, porque también
en el acto le secuestraban todos sus bienes.

Las generaciones venideras, aún antes de nacer, quedaban condenadas por las infamantes acusaciones del Santo
Oficio, a la extrema pobreza y mendicidad, al oprobio y la vergüenza.

Así era como el Santo Oficio destruía de un solo golpe la reputación de toda una familia de honrados y laboriosos
ciudadanos.

En los Edictos que llamaban de Fe, y que se promulgaban cada año invitaba a que se delataran a sí mismos todos
los que temían ser delatados por otros: a los que se entregan dentro de un plazo determinado les prometía perdón;
pero con los que se resistían no habría misericordia: serían arrestados, confiscados todos sus bienes, y después de
torturados, muertos en la hoguera (si es que no morían antes en la cámara de tormentos).

La Inquisición abolió la libertad de conciencia.

Imagínese el lector, obligar a alguien a delatarse a sí mismo para que su nombre y el de su familia quedasen
infamados en los registros de la Inquisición, ¡es el colmo de la tiranía!

Era tanto el terror de ser apresado que en menos de cuarenta años en las Andalucías se delataron voluntariamente
30.000 personas, y muchas de ellas por delitos que no sabían ni podían cometer, como brujerías, hechicerías, tratos
con el demonio y otras fábulas y tonterías con que el vulgo vivía engañado.

La Inquisición aplicaba horrorosos tormentos tanto a los inocentes como a los culpables.

El hereje más obstinado, el más declarado apóstata, el más rebelde judaizante, era sentenciado después de mil
preguntas misteriosas. Se lo encerraba en húmedos y obscuros calabozos separados de todo consuelo humano. Se
lo atormentaba para que confesara sus delitos… pero, el reo no sabía de qué se lo acusaba, ni sabía entonces, que
delitos no cometidos debía declarar para evadir así las torturas, que muchas veces terminaban con la muerte.

Una polea colgando del techo por la cual pasaba una gruesa soga es el primer espectáculo que se le presentaba al
infeliz reo.

Los ministros de la Inquisición ponían grillos en sus pies cargados de 100 libras de hierro. Le amarraban los brazos
por la espalda y le sujetaban las muñecas con una soga. Luego lo levantaban y lo dejaban caer precipitadamente
hasta dos veces, con lo cual provocaban la dislocación de los miembros del cuerpo más fornido.

Pero, si el reo no confesaba lo que los inquisidores querían oír, continuaba la tortura en el potro. Le amarraban los
pies y las manos y le daban hasta ocho vueltas a la rueda. Si aún no confesaba lo que ellos deseaban oír (y que él
reo desconocía), le metían un pañuelo en la garganta y le hacían tragar grandes porciones de agua para que se
sintiera la agonía del que se está ahogando.

Pero, esto no era suficiente. Completaba la escena el tormento del brasero, con cuyo fuego lento le freían los pies
desnudos, untados con grasa y asegurados a un cepo…, el teclado de la computadora se resiste a seguir escribiendo
semejantes horrores.
18 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
¿Eran estos los ministros de un Dios misericordioso, piadoso y clemente? ¿Eran estos monstruos los que pretendían
mantener la pureza de la religión del amor?

Dios no quiere la muerte del pecador sino que corrija su error.

Pero la Santa Inquisición quería la muerte sin dar lugar a ningún tipo de arrepentimiento.

¿Qué soluciones daba la Inquisición para mantener la pureza de la fe? ¿La prédica, la paciencia, la dulzura, la
caridad? ¡No! Solamente aplicaba azotes, cadenas, torturas y hogueras.

¿Adónde quedaba el ejemplo de Moisés que habiendo encontrado la oveja perdida de entre cientos la cargaba en
sus hombros para reintegrarla al rebaño? Claro, la Inquisición perseguía tenazmente a los que se regían por la ley
de Moisés.

Los ministros de la inquisición presenciaban los tormentos y veían y escuchaban todo el dolor y los horribles
alaridos que provocaban sádicamente en sus pobres víctimas. Luego sentenciaban a muerte invocando el nombre
de Jesucristo, condenando a los relajados a las llamas de la hoguera.

El inquisidor con una mano entregaba a los reos al juez civil para ser conducidos a la hoguera, y con la otra
sostenía en alto un crucifico que representa la muerte de quien pidió el perdón de sus enemigos.

Y era tan grande la hipocresía del Santo Tribunal, que después de haberle arruinado la vida al reo y su familia, lo
entregaba al juez civil, implorando, suplicando, exhortando que los condenados fueran tratados con dulzura y con
piedad.

¿Estas suplicas eran sinceras? ¡Juzgue el lector!

Al reo lo quemaban vivo o muerto después de ser ahorcado.

A pesar de la súplica que el inquisidor hacía al juez secular, éste estaba obligado a ejecutar la sentencia, so pena de
ser excomulgado y quedar sujeto al Santo Tribunal de la Inquisición.

Recordemos que los ministros de la inquisición ya habían presenciado las torturas y los suplicios del reo. Luego
asistían al acto público donde el reo era azotado, ahorcado y quemado vivo o muerto.

Esa refinada e hipócrita misericordia pedida por el inquisidor al juez secular no era más que una burla insultante
contra la humanidad.

¿Así mantenía la Inquisición la pureza de la religión cometiendo crímenes de lesa humanidad?

Y para colmo de males, la autoridad del Santo Oficio recaía también sobre los muertos. ¡En muchísimas
oportunidades mandaba profanar las tumbas para exhumar los esqueletos de los que tal vez murieron fieles al
judaísmo y arrojarlos a las llamas junto con el hijo que quemaban vivo!

Y además, falta denunciar las enormes riquezas que expropiaba dejando a familias enteras en la indigencia.

Y no satisfechos de difamar la memoria de los antepasados manchaban las puertas de las Iglesias con los nombres
de las familias infamadas que así eran denigradas: verdaderos monumentos a la degradación moral que dan
testimonio de la crueldad, el encono, la ira y el odio execrable de estos monstruos de la Santa Inquisición.

Siglos después, cuando la Inquisición ya no podía encontrar a más descendientes de los judíos para arrebatarles sus
vidas y sus bienes, olvidando el fin para el cual fue creada, se transformó en el vil instrumento de los gobiernos
déspotas.

¿Es este el celo que puso para mantener la pureza de la religión?


Capítulo XIII 19
¿Y se ha podido llamar a este diabólico tribunal el Santo Oficio?

ORIGENES DE LOS JUDÍOS OCULTOS EN AMÉRICA

En 1391 miles de judíos fueron obligados a convertirse por la fuerza. Las persecuciones no sólo cayeron sobre los
judíos sino también sobre los conversos y sus descendientes.

En la medida que los cristianos nuevos se alejaban del judaísmo y se encumbraban en las funciones públicas
vedadas a sus hermanos, crecía la animosidad hacia ellos.

El verdadero español debía ser de sangre pura, sin antepasados judíos que mancharan su genealogía.

El clero fue el primero en prohibir a los nuevos cristianos descendientes de judíos ocupar cargos eclesiásticos.

Los enemigos de los conversos ponían en duda su sinceridad al abrazar el cristianismo.

A mediados del siglo XV surge en España una polémica. Los católicos viejos querían imponer a los nuevos
cristianos las mismas restricciones que pesaban sobre los judíos.

El establecimiento de la Inquisición fue solicitado para que atacara a los apóstatas del cristianismo de origen judío.

Todos los clérigos de origen judío quedaban excluidos de formar parte del Santo Tribunal.

La persecución racial se basaba en la sangre de los reos quienes al ser descendientes de judíos eran considerados
culpables de apostasía.

Algunos de los cristianos nuevos unieron sus fuerzas para enfrentar a la Inquisición violentamente, pero fueron
destruidos.

La principal actividad de la Inquisición se dirigía a destruir a los cristianos nuevos (marranos).

La situación de los judíos que se mantuvieron firmes en su fe empeoró porque se los culpó de influir en sus
antiguos hermanos recientemente convertidos al cristianismo para atraerlos a su antigua fe.

A fin de eliminar este problema, los reyes Católicos decidieron expulsar a todos los judíos de sus reinos.

1492 fue el año de la expulsión y del descubrimiento de América.

Aquí comienza la dramática historia de los marranos.

Miles de judíos expulsados de España se establecieron en Portugal, donde sufrieron terribles desgracias y
tormentos.

Abandonaban su país para mantenerse fieles al judaísmo.

El rey de Portugal, don Juan, los recibió por dos motivos; incrementar el patrimonio nacional con las riquezas de
los judíos e incorporar a su servicio a sus esmerados pensadores, administradores y científicos, como el astrónomo
Abraham Zacuto.

El rey don Manuel, antes de casarse con la princesa española, se comprometió a expulsar de su reino a todos los
judíos en 1497.

Pero, para evitar la fuga de capitales obligó a los judíos a bautizarse bajo pena de muerte.
20 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Tenemos que hacer una distinción entre estos judíos que prefirieron el destierro antes de mantener la comodidad de
sus hogares al precio de abjurar de su religión, y los judíos que se quedaron en España ocupando altas funciones y
dignidades públicas y eclesiásticas al precio de la abjuración.

Los que se quedaron en España podrían seguir ocultamente unidos a sus viejas creencias y costumbres judías.

Pero los expatriados eran intransigentes en este punto: judíos hasta la muerte. Habían abandonado la seguridad de
sus hogares para correr innumerables riesgos en tierras extrañas para salvaguardar su judaísmo.

El papa no permitió que la Inquisición se estableciera en Portugal hasta 1536 teniendo en cuenta que los judíos
habían sido forzados violentamente a bautizarse, lo cual no podía asegurar de ningún modo una conversión sincera.

Los judíos que quedaron en España no tuvieron problema en aceptar la conversión sincera o aparente. Pero los de
Portugal difícilmente se dejarían doblegar por las amenazas de la Inquisición.

Veremos más adelante que los portugueses emigrados a las colonias americanas eran considerados como netamente
judíos.

Fueron los portugueses los que fundaron la famosa comunidad sefaradí (española) de Ámsterdam, de donde surgió
Spinoza; también los portugueses se establecieron en Londres, Nueva Amsterdam (Nueva York), en Francia y en
Zamosc (Polonia). Y en todos estos lugares sus comunidades prosperaron.

Todos los cristianos nuevos apenas abandonaban el suelo Portugués, se declaraban plenamente judíos.

En América todo portugués era sospechoso de tener sangre impura (judía) en sus venas.

Todos los funcionarios públicos y todos los dignatarios de la iglesia procedentes de Portugal fueron perseguidos
por el brazo implacable de la Inquisición en América Latina.

LOS PROTECTORES ARAGONESES (MARRANOS) DE COLÓN Y LAS JOYAS DE ISABEL LA


CATÓLICA

Casi todos los amigos aragoneses de Colón eran marranos.

Los cristianos nuevos dominaban la economía y el comercio del reino de Aragón.

Cuando Colón llegó a España gran parte de los ministros de Aragón eran cristianos nuevos: Luis de Santángel era
escribano de ración; Gabriel Sánchez, tesorero general; Alfonso de la Caballería, vicecanciller; Sancho de
Paternoy, maestre racional; Felipe Climent, protonotario; y la esposa del secretario del rey, don Juan Coloma, era
una conversa.

Estos ministros trabaron íntima amistad con Cristóbal Colón.

No sabemos si la afinidad racial o de religión influyó en estas relaciones, porque no sabemos si realmente Colón
fuera judío.

Los marranos constituían las mayores riquezas y la mayor ilustración en suelo español.

Por lo cual, supieron valorar en seguida los ambiciosos proyectos de Colón.

Los ministros marranos de los reyes fueron perseguidos por la Inquisición.


Capítulo XIII 21
El nieto de Azarías Chinillo, cuyos parientes fueron quemados en las hogueras de la Inquisición, era Luis de
Santángel, quien proporcionó a los reyes la suma de dinero necesaria para el descubrimiento de América. ¿Cómo
devolvieron los reyes Católicos los favores prestados por su fiel servidor? Luego veremos las garras insaciables de
la Inquisición caer sobre el mismo Luis de Santángel.

El segundo viaje de Colón a las Indias (América) también fue financiado con dinero perteneciente a los judíos.
Pero, esta vez no fue dado voluntariamente con intenciones lucrativas, sino que fue confiscado a todos los casi
200.000 mil judíos que tuvieron que abandonar España precipitadamente a raíz del vergonzoso Edicto de
Expulsión. A los judíos no se les permitió vender sus bienes raíces ni mucho menos sacar oro o dinero fuera de
España al momento de expatriarse.

La rapacidad de los inspectores de aduana no permitía que ningún objeto conteniendo oro atravesara la frontera.

Colón parecía ser un agente comercial de los judíos.

Se desconoce la cantidad de judíos que viajaron con Colón en el primer viaje a las Indias. Posteriormente,
muchísimos pasajeros marranos arribarían al Nuevo Continente. Casi la mitad de los tripulantes de la flota de
Hernán Cortez al llegar a México eran judíos que escapaban de la Inquisición.

Luis de Torres era uno de los 39 españoles que quedaron en la Navidad mientras Colón regresaba al Viejo Mundo.
Y fue el primer judío en pisar el continente americano. Y el primero en manifestar su fidelidad a la religión judía.
Muchos otros seguirán sus pasos. Y a ellos nos referiremos en los siguientes capítulos.
22 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

CAPÍTULO II

LOS MARRANOS EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS

Durante los primeros diez años a partir del descubrimiento de América todos los barcos que llegaban a sus costas
traían inmigrantes marranos.

En 1501 se introdujeron las primeras leyes raciales contra los marranos.

Se les exigía a los nuevos inmigrantes un certificado de “limpieza de sangre”. Aquel que tenía un abuelo judío
estaba infestado.

Pero la principal población de judíos ocultos no provenía de España, sino de Portugal.

LOS CRIPTOJUDÍOS COLONIZAN EL BRASIL

En 1500 una expedición portuguesa al mando de Pedro Álvarez Cabral tomó posesión de la terra de Santa Cruz,
después llamada Brasil.

Los portugueses, desconociendo las riquezas que ocultaba Brasil, no deseaban dispersar sus fuerzas internándose
en su territorio. Pero, los cristianos nuevos (los judíos que fueron obligados a convertirse en 1497) no perdieron la
oportunidad de abandonar el territorio de Portugal donde la Inquisición los perseguía.

Lograron que uno de ellos tomara en arriendo las tierras recién descubiertas. Un cristiano nuevo que influía en la
corte portuguesa, Fernando de Noronha, logró que esto fuera posible.

Se dirigió a Brasil con tres calaveras y fue el primero en izar la bandera de Portugal en la isla que hoy lleva su
nombre.

En 1501 Noronha firmó el convenio de explotación y colonización del Brasil.

Los primeros conquistadores del vasto territorio fueron cristianos nuevos (judíos ocultos).

En cuanto se vieron libres del peligro del Santo Oficio retomaron sus antiguas prácticas religiosas.

Pero, esta tranquilidad sólo duro treinta años.

A medida que los marranos iban acrecentando su patrimonio en el Nuevo Mundo aumentaba en España y Portugal
su interés por las colonias.

A partir de 1534 comenzaron a llegar nuevos colonos, conquistadores y autoridades eclesiásticas. Empezaba a
declinar la libertad religiosa que antes manifestaron los marranos.

Las persecuciones no comenzaron de inmediato, porque en un principio, las nuevas autoridades necesitaron del
apoyo de los marranos, quienes habían logrado establecer buenas relaciones con sus vecinos indígenas o
autóctonos.
Capítulo XIII 23
La Compañía de Jesús era una orden que se oponía a los dominicos y a las persecuciones raciales. Influyó sobre el
nuevo gobierno para demorar los estragos que luego cometería la Inquisición.

En 1579 son nombrados los primeros comisarios del Santo Oficio en la Nueva Lusitania. Estos comisarios eran una
especie de jueces de instrucción en materia de fe. Ellos iniciaron las primeras investigaciones hasta que en 1591
comienza la más rigurosa intolerancia, cuando los inquisidores del Santo Oficio llegan a Brasil.

Los marranos huyen precipitadamente hacia las colonias españolas pensando burlar así las pesquisas del temido
Santo Tribunal.

El puerto de Buenos Aires estaba situado en el confín del mundo y muchos deciden refugiarse allí.

Numerosas familias portuguesas (marranas) vivían en Buenos Aires manteniendo productivas relaciones
comerciales con sus hermanos de la costa brasileña.

PRIMERA COMUNIDAD JUDÍA DEL NUEVO MUNDO

En 1630 Holanda conquistó Pernambuco y allí permitió y toleró la fundación de una comunidad judía.

Los judíos que estaban siendo perseguidos como fieras salvajes en los dominios coloniales de España y Portugal,
rápidamente se trasladaron a los dominios holandeses.

Fue la primera vez en muchísimos años que los judíos pudieron burlar las llamas de las hogueras de la Inquisición
y con toda tranquilidad rezar a Su Dios.

Fundaron todo tipo de instituciones comunitarias de beneficencia, se ocupaban de la instrucción religiosa de sus
hijos y se defendían de los ataques antisemitas.

De su seno surgió el escritor don Jacobo Lagarto, autor de Tienda de Jacob, redactada en Hebreo.

La primera comunidad judía de Nuevo Mundo llegó a tener casi 1500 habitantes y se eclipsó en 1654, cuando las
fuerzas portuguesas y españolas expulsaron a los holandeses del Brasil.

Los judíos se dispersaron con dirección a Nueva York (llamada en esa época Nueva Ámsterdam), a Holanda y a las
colonias españolas. Muchos de estos últimos fueron inmolados en las hogueras de la Inquisición.

LOS MARRANOS PORTUGUESES EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS

En todas las colonias españolas se infiltraron los marranos portugueses. Los marranos se mezclaron en casi todo
tipo de funciones públicas, civiles, militares y eclesiásticas.

Públicamente vivían como cristianos, mientras que en la intimidad de sus hogares profesaban secretamente la
religión judía.

Los marranos se dedicaron principalmente al comercio, las artesanías y al ejercicio de la medicina.

El puerto más cercano al Brasil era el de Buenos Aires. Allí será notable la influencia de los marranos portugueses.
Iban a Buenos Aires sin intención de quedarse allí, sino como punto intermedio de su travesía hacia el Alto Perú
(actual Bolivia, rico en minerales) y al Bajo Perú, que era el centro comercial y administrativo de vasto Virreinato.

Los marranos de Paraguay, Tucumán y Buenos Aires alcanzaron privilegiadas posiciones económicas. Enviaban
importantes remesas de oro y plata hacia Portugal.

El 17 de octubre de 1602 una cédula real ordena la expulsión de los “portugueses” que entraron sin licencia a
poblar las colonias del Virreinato del Perú.
24 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
El Río de la Plata se iba poblando de una vasta población marrana proveniente del Portugal.

La gran distancia que separa al puerto de Buenos Aires de Lima (Perú) los mantenía alejados de la tremebunda
persecución implacable de la Santa Inquisición. ¿Santa?

En 1619 el Procurador general de las Provincias del Río de la Plata y Paraguay solicita la intervención de la
Inquisición en el puerto de Buenos Aires.

El principal puerto de acceso a las provincias del Perú se encontraba en Puertobelo y Panamá; le seguía en
importancia el puerto de Buenos Aires. Hay más de mil leguas de camino entre ambos puertos. Por estas razones el
Santo Oficio de la Inquisición estableció sus macabros tribunales en Lima y en Cartagena, que era el acceso al
Nuevo Reino de Granada.

Por lo cual, los marranos se internaban por el puerto de Buenos Aires situado en el Río de la Plata, distante de la
influencia del maldito tribunal. La cercanía de Buenos Aires con las costas del Brasil perteneciente al Reino de
Portugal hacía aún más favorable la permanencia judía en dicho puerto.

***

El sacerdote Pedro Logó, en 1760 declara que en el puerto de Colonia Sacramento (actual Colonia) en la otra banda
del Río de la Plata, se reúne toda la escoria de Portugal y Brasil. La levadura vieja del judaísmo portugués amenaza
corromper la masa cristiana española. La falta de ministros de la inquisición que vigilen la pureza de la fe permite
que estos judíos no asistan a oír misa ni cumplan con la Iglesia.

Muchos judíos vivieron ocultamente en estas tierras, y al emigran hacia Londres o Ámsterdam han mostrado
abiertamente su judaísmo.

***

En 1634, Curazao, en poder de Holanda, fue el puente a la inmigración marrana de Portugal que se dirigía a las
colonias españolas.

CAPÍTULO III

LA INQUISICIÓN EN HISPANOAMÉRICA

ESTABLECIMIENTO DE LOS TRIBUNALES DEL SANTO OFICIO


Capítulo XIII 25
A pesar de las medidas restrictivas muchos marranos se establecieron en las colonias españolas.

Los cristianos nuevos que eran descubiertos perdían sus oficios y funciones públicas. Los judaizantes (judíos
ocultos o criptojudíos) eran oprimidos por la diabólica garra de la Santa Inquisición.

En 1493, con el segundo viaje de Colón, arribaron los primeros ministros de la Inquisición.

En 1569 se establecieron los malditos tribunales de Lima y de México.

En 1610 se instituyó un tercer tribunal maldito en Cartagena.

El primer obispo americano fue fray Alonso Manso.

En 1512 recibió del Santo Oficio la facultad de obrar como inquisidor.

El primer judío mandado a quemar por fray Manso fue un escribano cubano, Alonso Escalante, en 1523.

Al principio las autoridades eclesiásticas oprimieron a los marranos. Después, en vista de su desarrollo económico
el Santo Oficio se estableció en América con la única finalidad de perseguir a los herejes judaizantes y sus
riquezas.

En América la Inquisición mostró mucha mayor crueldad que en España. Aquí asaban a sus víctimas a fuego lento
para aumentar el suplicio.

LOS COMISARIOS DE LA INQUISICIÓN Y SUS CORCHETES

La Inquisición era un alto tribunal, una corte suprema ideológica y religiosa. No existía ningún otro tribunal
adonde apelar. El Santo Oficio era la máxima autoridad. Y esta impunidad fue aprovechada por sus inmorales
ministros para satisfacer sus pasiones y ambiciones criminales.

En casi todas las colonias la Inquisición ejercía su nefasta vigilancia por medio de sus jueces de instrucción,
llamados comisarios.

Únicamente los indios no estaban sometidos a los caprichos del diabólico tribunal por ser considerados seres
inferiores intelectualmente. Éstos quedaban bajo la jurisdicción de los curas doctrineros.

El resto de la población blanca, negra, mulata y mestiza caía bajo la observancia del Santo Tribunal.

Las distancias que separaban de México y de Lima y las vastas extensiones de las colonias españolas no sirvieron
para salvar de los quemaderos a los indefensos judíos ocultos.

El Santo Oficio envió a sus comisarios a todas las comarcas de ambos Virreinatos (el de Perú y el de México).

Todos los funcionarios del Santo Oficio debían certificar la pureza de sangre que no debía estar infestada de
genealogía judía por cuatro generaciones.

En cada obispado había un eclesiástico que era comisario de la Inquisición. Trabajaban con él cuatro legos que
eran llamados familiares y que se dedicaban a indagar a los posibles criminales que en secreto mantenían su fe
judía.

Estos familiares tenían jurisdicción sobre todas las colonias de todo el vasto dominio español en América.

Los comisarios se encargaban de la fase primera de investigación policíaca. Los familiares ejecutaban sus órdenes.
26 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Los autos de fe sólo se montaban en México, Lima y Cartagena. Pero, esto no quiere decir que el resto del
Virreinato estaba libre de la vigilancia inquisitorial. Al contrario, los comisarios y familiares ejercían una
inspección cuidadosa sobre la vida privada de los habitantes de todas las colonias americanas.

Costosísimos y portentosos eran los autos de fe que celebraba la Inquisición. Asimismo, el sostenimiento de la
macabra red de informantes y colaboradores era muy oneroso.

Cuando el Santo Oficio detenía a un hereje que por lo general era un próspero comerciante, en el acto secuestraba
todos sus bienes. Los acreedores del reo no podían reclamar lo adeudado por éste, hasta que se dictaminara la
sentencia.

Sin embargo a los deudores del reo el representante local del Santo Oficio se encargaba de cobrarles
inmediatamente las deudas contraídas con él.

El simple hecho de la detención requería de un complicado sistema administrativo y policial. Además afectaba a
decenas de individuos que mantenían relaciones comerciales con el reo.

Por otro lado, toda su familia y su descendencia quedaban infamadas e inhabilitadas para ejercer funciones
públicas.

El traslado del reo a la sede del Tribunal era responsabilidad de los comisarios y sus corchetes.

Mientras en México y Lima los aparatosos autos de fe eran un despliegue público del gran poderío y terror que la
Inquisición ostentaba, en el resto de Hispanoamérica, imponía su autoridad con la lectura periódica de los edictos
de Delación y Anatema.

En Santo Oficio extendía sus redes a todas las ciudades y no solamente a las tres en donde se celebraban los
diabólicos autos de fe (México, Lima y Cartagena).

En Buenos Aires, Montevideo, Asunción, La Paz, Cochabamba, Arequipa, Quito, Guayaquil, La Habana, Caracas,
Monterrey y Guaxaca muchos judíos fueron detenidos por el Santo Oficio.

Cada tres años, el primer domingo de cuaresma, por la tarde, se presentaban uniformados en la casa del comisario y
formaban una aterradora procesión a caballo, acompañados por el notario, el alguacil mayor y los familiares,
recorriendo las calles y plazas públicas más frecuentadas al son de clarines, cajas y atables.

Cuando en algún lugar se concentraba el pueblo, atraído por el poco común espectáculo, el pregonero de la
Inquisición anunciaba:

“Mandan los Señores Inquisidores Apostólicos (de Lima, México y Cartagena) que todos los vecinos, moradores,
estantes y residentes en esta Villa o Ciudad, y seis leguas en contorno, vayan el domingo que viene, segundo de
esta Cuaresma a la Iglesia Catedral o Parroquial de ella, a oír los Edictos generales de la Fe, que se han de leer y
publicar después del primer Evangelio de la Misa mayor; y el domingo cuarto vuelvan a la misma hora a oír el
Edicto de Anatema, y lleven consigo a todos los de su casa de diez años arriba, lo cual cumplan so pena de
excomunión mayor, y so la misma pena mandan que en ninguna otra Iglesia ni Monasterio haya sermón en las
dichas dos dominicas; mándase publicar para que venga a noticia a todos”.

El día de la lectura del Edicto de Delaciones, las autoridades políticas, municipales y eclesiásticas debían
presentarse en la sede del comisario de la Inquisición, para llevarlo en procesión a la iglesia principal.

Allí era recibido con los más altos honores y se daba lectura al Edicto:

“Nos los inquisidores contra la herética parvedad y apostasía en los reinos del Perú, Nueva España y Nueva
Granada, a todos los vecinos y moradores de la ciudad, de cualquier estado, condición preeminencia y dignidad que
sean, salud en Cristo”.
Capítulo XIII 27
“Por cuanto os hacemos saber que, para mayor acrecentamiento de la fe, conviene separar la mala semilla de la
buena, y evitar todo deservicio a Nuestro Señor, os mandamos a todos y a cada uno de vosotros que si supieres,
hubieres visto u oído decir que alguna persona viva, presente, ausente o difunta haya dicho o creído algunas
palabras u opiniones heréticas, sospechosas, erróneas, temerarias, malsonantes, escandalosas o blasfemias, lo digáis
y manifestéis ante Nos.”

“Os mandamos denunciar ante Nos si sabéis y habéis oído decir que algunas personas hayan guardado los sábados
en observancia de la ley de Moisés, vistiéndose en ellos camisas limpias u otras ropas mejoradas, poniendo en la
mesa manteles limpios y echando en la cama sábanas limpias por honra del dicho sábado, no haciendo lumbre ni
otra cosa en él, guardándolo desde el viernes en la tarde. O que hayan desechado la carne que han de comer. O que
hayan degollado reses o aves que han de comer, probando primero el cuchillo en la uña para ver si tiene mella. O
que hayan comido carne en Cuaresma y otros días prohibidos por la Iglesia, sin necesidad para ello. O que hayan
ayunado el ayuno mayor que los judíos llaman del perdón, andando aquel día descalzos. O que rezasen oraciones
de judíos y a la noche se demandasen perdón unos a otros, poniendo los padres a los hijos la mano a la cabeza para
santiguarlos. O si cuidasen el ayudo de la reina Ester y otros ayunos de judíos de entre semana, como el lunes o
jueves, no comiendo en dichos días hasta la noche, salida la estrella; y en aquellas noches no comiendo carne y
lavándose un día antes para los dichos ayunos, cortándose las uñas y las puntas de los cabellos, guardándolas o
quemándolas con oraciones judaicas. O celebrasen la pascua comenzando por comer lechuga, apio u otras
verduras. O si bendijese la mesa según el rito de los judíos. O si diciendo algunas palabras bebiese cada uno un
trago de un solo vaso de vino. O si rezasen los
Salmos de David sin gloria Patri. O si esperasen al Mesías. O si alguna mujer guardase cuarenta días después de
parida sin entrar en el templo. O si cuando nacen las criaturas las circuncidan y ponen nombres judíos. O si se
lavasen, después de bautizados, el sitio donde se les puso por el cura el óleo. O si algunos están casados al modo
judaico. O si cuando está alguna persona en artículo de muerte le volviesen la cara a la pared, y después de muerto
le lavasen con agua caliente, rapándole la barba y los sobacos. O si derramasen agua de los cántaros en casa del
difunto. O si comiesen en el suelo, detrás de puertas, pescado y aceitunas, y no carne, en duelo del difunto. O si lo
enterrasen en tierra virgen o en osario de judíos. O si alguno ha dicho que tan buena es la ley de Moisés como la de
Cristo.”

La impresionante lectura del Edicto de Delaciones conmovía las fibras más hondas de la población americana
colonial. Los portugueses eran sospechosos de ser judíos.

Dos semanas después se publicaba el Edicto de Anatema.

Después de una solemne procesión con cruces cubiertas de luto y cirios encendidos, se efectuaba la lectura del
Edicto inquisitorial. Luego apagaban los cirios y candelas en el agua bendita diciendo:

“Así como mueren estos cirios y candelas, mueran las ánimas de los tales rebeldes y contumaces y sean sepultados
en los infiernos.”

Estas eran las terroríficas manifestaciones públicas del poder de la Inquisición en Hispanoamérica que ejercía una
estricta vigilancia sobre la conducta privada de las gentes.

Los comisarios eran los encargados de detener a los herejes, secuestrar sus bienes y enviarlos a la sede del tribunal
donde más tarde se celebraban los autos de fe.

Podían detener a un reo sin autorización previa de la Inquisición cuando tenían sospechas bien fundadas de su
judaísmo.

SUPRESIÓN DEL TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO EN HISPANOAMÉRICA


28 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Las inmensas y dispares unidades administrativas llamadas virreinatos, se derrumbaron cuando se relajaron los
lazos con la metrópoli, y cada una de ellas afrontó sus problemas de modo particular.

En México la Inquisición fue suprimida por primera vez en 1813 a consecuencia de las Cortes de Cádiz. Pero, fue
reestablecida en 1815 como secuela del retorno al trono de Fernando VII.

Fue abolida definitivamente cuando el absolutismo español fue derrocado.

***

En Nueva Granada (Venezuela, Colombia y parte de Ecuador) la abolición del Santo Oficio chocó con la
resistencia abierta y enconada de los Inquisidores. El tribunal fue suprimido y sus integrantes expulsados como
consecuencia de la rebelión popular de Cartagena en 1811.

Pero, los inquisidores en vez de marcharse a España, se establecieron en Santa María y siguieron ejerciendo sus
funciones.

Cuando la ciudad cayó en poder de los patriotas, huyeron a Portobelo.

Reconquistada Santa María por las fuerzas realistas, retornaron al puerto y permanecieron allí hasta el nuevo
reestablecimiento de la Inquisición, cuando el ejército español al mando de Morillo conquistó Cartagena.

El inquisidor José Oderiz restableció oficialmente el tribunal del Santo Oficio en Nueva Granada el 15 de agosto de
1815.

La Inquisición desapareció con el triunfo de las fuerza patrias. Y quedó abolida oficialmente por un decreto del 3
de setiembre de 1821 de los Estados Unidos de Colombia.

***

En Perú, el Santo Oficio fue abolido el 23 de setiembre de 1813. Y fue restablecido el 16 de enero de 1815. Ambos
hechos dependieron de los acontecimientos políticos de España, antes y después del retorno al trono de Felipe VII.

El terrorífico tribunal quedó abolido definitivamente el 18 de setiembre de 1820, por mandato del último virrey
español del Perú.

***

La primera medida contra la Inquisición en Chile fue tomada por el Congreso de 1811.

Si bien el Congreso no procedió con energía, decidió al menos impedir que los recursos del país sirviesen al
sostenimiento material del tribunal de Lima.

Cuando las Cortes de Cádiz en 1813 declararon abolida la Inquisición en todos los dominios españoles, se publicó
en Santiago la notificación oficial.

Restablecido al trono Fernando VII, el 30 de marzo de 1815 se restableció la Inquisición en Chile.

***

La emancipación de España provocó la tolerancia religiosa y la libertad de pensamiento.

En Argentina no se extinguió el Santo Oficio con la Revolución de Mayo de 1810. Por el contrario, siguió
ejerciendo su macabra actividad a favor de la pureza racial y de la fe, aún después del establecimiento de la
Primera Junta de Gobierno.
Capítulo XIII 29
Las primeras autoridades argentinas no confesaban sus fines separatistas y pretendían gobernar provisionalmente
en nombre del rey Fernando VII que estaba cautivo de Napoleón Bonaparte.

Los integrantes de la Asamblea Constituyente del año 1813 juramentaron con la fórmula de “autoridad soberna”
con lo cual estaban declarando la independencia argentina; votaron el texto del Himno Nacional; aprobaron el
escudo y el sello de las Provincias Unidas del Río de la Plata; suprimieron la esclavitud, los títulos de nobleza y el
empleo de los instrumentos de tortura por las autoridades civiles; finalmente, abolieron la Inquisición.

No sabemos categóricamente quien fue el autor de la histórica moción. Es muy probable que la iniciativa
correspondiera al diputado por Salta, el ilustre porteño Pedro José Agrelo (1776-1846). El presidente de la
Asamblea, Dr. Tomás Valle y el sacerdote patriota Valentín Gómez, apoyaron enérgicamente esta moción.

Es interesante señalar que aún después de abolido el tribunal del Santo Oficio, en Buenos Aires los inquisidores
pretendieron continuar con sus funciones.

Denunciado ante los constituyentes que el Prelado local de la Comunidad de Observantes de San Francisco había
dado lectura de algunos decretos de la Inquisición de Madrid y Lima, se disculpó hipócritamente alegando que
“creyó que aunque se haya suprimido la Inquisición, no sucede así con todas las disposiciones que emanan de
ella”…

Por decoro nos abstenemos de hacer cualquier comentario.

Pero, con esto no termina la historia del tribunal del Santo Oficio en la Argentina.

Con la caída del Gral. Alvear y la subida al poder de las fuerzas conservadoras se intentó restablecer la Inquisición.
No obstante, declarada la independencia en 1816 la Inquisición se esfumó.
30 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

CAPÍTULO IV

PRESENCIA JUDÍA EN PANAMÁ EN EL SIGLO XVI

El conquistador Pedro Arias Dávila (Pedrarias) fue Gobernador y Capitán General de Santa María la Antigua del
Darién a comienzos del siglo VXI.

Pedraías descendía de judíos de Castilla por vía materna y paterna.

En 1516 el Tesorero Alonso de la Puente y el Contador Diego Márquez acusaban al Obispo Quevedo de perseguir
a los judíos nuevos (conversos), quienes eran elementos indispensables para el desarrollo de la economía de la
incipiente colonia.

Se cree que el Adelantado Vasco Núñez de Balboa, al igual que Cristóbal Colón, descendía de familias judías que
escapaban de los brazos siniestros de la Inquisición.

Balboa descubrió el Océano Pacífico (Mar del Sur) en 1513 y Pedrarias, el 15 de agosto de 1519 estableció sobre el
litoral la ciudad de Panamá. Las expediciones de Pedrarias anexaron a los dominios españoles las extensiones que
van desde Panamá hasta Nicaragua.

La Ciudad de Panamá dio albergue a muchísimos judíos que ocultamente huían de las garras de la Inquisición.

***

El portugués Sebastián Rodríguez nació en la Villa de Famalicaon. El destino lo llevó a las Indias (América).

Buscando la amistad de otros portugueses judaizantes llegó hasta Panamá. Pretendió establecer una sinagoga
disimulada detrás de una barbería en la ciudad vieja, en la calle de Calafates. Pero, fue apresado por la Inquisición.
Capítulo XIII 31
Algunos apellidos de los marranos que pasaron por Panamá en tiempos coloniales fueron: Espinosa, Vergara,
Ávida, de Oliva, Valencia, Lorenzo, de Lima, etc.

Durante tres siglos nuestros antepasados judíos vivieron en las colonias españolas con la amenaza constante de ser
denunciados, torturados y quemados.

Vagaron por los confines del Nuevo Mundo sin la guía de sus maestros y rabinos, sin el apoyo de comunidades
sólidamente cimentadas, sin libertad de expresión ni de culto. Sacrificaron todo, hasta sus mismas existencias para
preservar un judaísmo que poco a poco se iba adulterando y mezclando con tradiciones autóctonas.

En 1624 Cristóbal de Valvas, Gobernador de Portobelo, presenta una queja al Real Consejo de Indias
testimoniando la presencia y proliferación descarada de mercaderes portugueses descendientes de judíos e infieles
que viven en su ley.

***

En 1610 se estableció en Cartagena un tribunal dependiente de la Inquisición. Los marranos soñaron con fundar
una nación hebrea en el nuevo continente, algunos ilusos tuvieron la esperanza de hallar alguna de las tribus
perdidas.

Desparramados a su suerte esperaban la redención que nunca les llegó. Murieron salvajemente infamados y
maltratados por el Santo Oficio. Y los que esquivaron tal triste desenlace fueron mezclándose con las familias
criollas hasta perder casi todo vestigio de judaísmo.

He conocido a algunos descendientes de estos valerosos judíos que han sobrevivido a las persecuciones y a la
asimilación. La familia de Castro proveniente de Curazao que estuvo bajo el dominio de Holanda es una de las
primeras en fundar la comunidad judía panameña. Su historia arranca de mediados del siglo XIX.

Muchos otros descendientes de estirpe judía desconocen su pasado glorioso como miembros activos de la Casa de
Israel. Algunos siguen practicando algunos rituales sin saber el por qué de esas costumbres que se fueron
transmitiendo de generación en generación. (Por ej.: encender velas el viernes por la noche).

CAPÍTULO V

EL MARTIRIO DE DOÑA FRANCISCA NUÑEZ DE CARVAJAL (1589) Y OTROS JUDAIZANTES


32 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Por regla general, en los procesos del Santo Oficio el fiscal acusador debía pedir que el reo fuera “puesto a cuestión
de tormento”.

El reo debía delatar a otros judaizantes y además confesar sus propios delitos judaicos. Para aumentar su desgracia
nada se le decía acerca de lo que los Inquisidores esperaban arrancar en esas inhumanas confesiones. El reo no
sabía de qué se lo acusaba. Simplemente le exigían que dijera la verdad, pero sin aclararle sobre que asunto debía
declarar.

En 1589 se abrieron procesos contra Luis de Carvajal quien era el gobernador del reino de León. Todos sus
parientes fueron apresados y martirizados.

A continuación presentamos un fragmento del proceso que se formó contra doña Francisca de Carvajal, tomado de
los mismos archivos de la Inquisición de México (Nueva España).

“… la debemos de condenar y condenamos a que sea puesta a question de tormento,… para que diga y confiese
enteramente la verdad,… y si en el dicho tormento muriese ó fuere lisiada ó dél se le siguiere efusión de sangre ó
mutilación de miembro sea á su culpa y cargo y no á la nuestra por no haber querido confesar enteramente la
verdad…

“La susodicha (doña Francisca de Carvajal) llorando digo que creyó derechamente en la ley de Moisén (Moisés) y
esta es la verdad y que se duelan de ella y de los huérfanos de sus hijos de quien tiene pena más que de su propia
vida, y que no la afrenten por amor de Dios.

“Y con esto fue llevada á la cámara del tormento… á ora de las ocho y media de la mañana poco más o menos.

“Y estando en ella, fue tornada á amonestar que por Reverencia de Dios diga la verdad, si no se quiere ver en este
trabajo y peligro, dixo que la verdad es que ella creyó derechamente en la ley de Moisés por enseñanza del dicho
Licenciado Morales y por librarse de los Señores Inquisidores ha dicho que creya (creía) en ambas leyes, porque es
burla que no creya en la ley Jesucristo sino en la ley de Moisés,… y que miren que es mujer, y no la afrenten, ni
desnuden porque aquí ha de morir y sus hijos quedarán huérfanos y clamarán delante de Dios y ella morirá aquí
mártir y afrentada y su alma irá a gozar de Dios porque no saldrá de aquí viva.

“Y con esto amonestada, fue mandado entrar y entro el ministro, y que la desnude, y dixo, que la maten, ó den
garrote luego y no la desnuden ni afrenten aun que le den mil muertes. Lo que dixo de rodillas llorando mucho. Y
que miren que es mujer y viuda y honesta y que quien no se sufre hacer esto en el mundo en especial donde hay
tanta santidad y que ya a dicho que creya en la ley de Mosién y no en la de Jesucristo y no hai mas que decir, ni
sabe de mas, de que es triste desconsolada y viuda con hijos que clamarán a Dios.

“Y estando desnuda con unos zaraguelles y la camisa baja, en carnes de la cintura arriba fue tornada á amonestar
que diga la verdad con apercibimiento que se pasará con el tormento adelante.

“Dixo a voces que todo es maldad y que le vaya en remicion de sus culpas.

“Fuéronle mandados ligar los brazos flojamente y estando ligados fue vuelta á amonestar que diga la verdad y no
dé lugar á que se pase adelante.

“Dixo que la verdad toda ha dicho y que miren que quitan la madre a los hijos y que nunca tal entendió que se
usara con una mujer, y que ella encomienda a Dios su alma y ofrece este martirio al que en el libro de Espeja de
consolación a leydo que padecieron los macabeos…

“Amonestada que diga la verdad le fue mandada dar y apretar una vuelta de cordel á los brazos, diósela, y dio
muchos gritos, diciendo, tanta crueldad tanta ¡ay! ¡que me muero! Apretósele más y dijo lo mesmo muchas veces
con muchos gritos,… que todo lo ha confesado y no la quieren creer.
Capítulo XIII 33
“Amonestada, se le dio segunda vuelta de cordel á los dichos brazos en la mejor forma, y dio nuevos gritos – que
se muere- que se muere- y que le den la muerte junta porque la descoyuntan del todo y le acaban la vida, que no lo
puede sufrir…

“Y por que no quiso decir otra cosa, amonestada que diga la verdad, le fue mandada dar tercera vuelta de cordel, en
la mejor forma, diósela, y dixo, ya tengo dicho que creya y guardaba la ley de Moisés y no la de Jesucristo, y dio
nuevos gritos, y que tengan misericordia de ella, que ha dicho toda la verdad y se muere.

“Amonestada que diga la verdad, se mandó dar y dio otra cuarta vuelta de cordel en la mejor forma, y dio grandes
gritos, que se muere que no lo puede sufrir, y que ya se les acabó a sus hijos su triste madre.

“Diósele otra quinta vuelta de cordel á los brazos y dijo lo mesmo muchas veces y no se pudo sacar otra cosa sino
gemir echada la cabeza sobre los brazos y cordeles y luego dijo que ya ha dicho la verdad, y no la quieren creer, ni
tiene que decir más, de la crueldad que hacen con ella, y que se conduelan de su martirio por amor del Señor, que
se muere.

“Y habiéndole dado las dichas cinco vueltas de cordel, en la dicha forma, fue mandada tender y ligar en el potro,
amonestada que diga la verdad y no dé lugar á que se prosiga este tormento, con tanto riesgo de la vida, como es,
quedándole tanta parte del tormento por pasar y padecer lo cual todo es a su cuenta y riesgo por no querer decir la
verdad, con que excusaría los martirios y dolores que sufre.

“Y estando tendida en el potro fue vuelta a amonestar en la mejor forma, y que por reverencia de Dios diga ya la
verdad y se compadezca de sí misma… sólo puedo dar testimonios… me tratan con tanta crueldad jamás oída en
mujer. ¿Y es posible que así se hace aquí con las mujeres? No sé que decir sino que triste nací del vientre de mi
madre y desdichada fue mi suerte y ni triste vejez. Y vuelta a tender en el potro y mandada ligar, brazos, muslos y
espinillas y que se le pongan los garrotes y se prosiga el tormento, la susodicha se volvió á levantar y levantada de
rodillas arrimada al potro dixo que también enseñó la ley de Moisés a su marido…

A veces, se suspendía el tormento porque el reo comenzaba a hacer nuevas confesiones denunciando a sus
correligionarios.

Algunos valerosos soportaban el suplicio con gran entereza. Otros morían en medio de los más inhumanos dolores.

Después del potro seguía el tormento del agua, que consistía en tender al reo en el mismo potro, y por medio de un
lienzo colocado profundamente en su garganta hacerle tomar grandes tragos de agua, provocándole dolores
insoportables y asfixia.

Si a pesar de esto no confesaba nada, se decía que había vencido el tormento.

Los inquisidores decían al reo que los tormentos continuarían cuando ellos lo considerasen conveniente.
34 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

CAPÍTULO VI

ALGUNOS DATOS SOBRE EL FUNCIONAMIENTO DE LA INQUISICIÓN

En el proceso de 1595 contra Antonio López, por judaizante, el reo venció el tormento.

“Quitósele la argolla de hierro de la garganta, y que se quiten los garrotes y levantar del potro, y levantado fue
amonestado, que pues se usa con él esto, diga la verdad; dijo que él recorrerá su memoria y si se acordara de algo
lo dirá aunque no tiene que decir otra cosa.

“Los Señores Inquisidores mandaron cesar el tormento, considerándolo insuficientemente atormentado, y con
protesta de continuar cada vez y cuando que convenga; y así se le notificó al reo.
Capítulo XIII 35
“Y con esto fue desligado de las vueltas de los brazos y llevado a la cárcel cerca de la cámara del tormento, donde
fue curado, mirado con cuidado aunque algo lastimado no había lesión ni quebradura.

***

Los instrumentos de tortura eran diferentes en cada Inquisición, así como el modo de aplicar el tormento.

Las sentencias de la Inquisición podían ser:

a) Absolución del cargo, cuando el reo probaba su inocencia.

b) Instancia, cuando el fiscal acusador no probaba la culpabilidad el reo.

c) Reconciliación, si el reo confesaba, denunciaba a otros judaizantes y se mostraba verdaderamente


arrepentido, retractándose y prometiendo enmendarse y no volver a caer en sus delitos judíos. De todos
modos, estos delincuentes salvaban sus vidas pero perdían indefectiblemente todos sus bienes y su honra,
no pudiendo rehabilitarse en la sociedad. Sus hijos y nietos también padecían de la misma infamia, y
quedaban condenados a la pobreza y miseria extremas.

d) Relajación: se entregaba al reo al brazo secular para que le aplicara el castigo, pidiendo siempre
hipócritamente misericordia para él, que inexorablemente era conducido a la muerte en la hoguera, ya sea
quemándolo vivo o muerto después de aplicarle el garrote. Esta sentencia pasaba la infamia a las
generaciones venideras (hijos y nietos) quienes quedaban privados de los oficios públicos, civiles y
eclesiásticos. No podían ser médicos, ni abogados ni contadores, ni arrendadores de rentas, ni vestirse con
dignidad, etc.

Los reos sentenciados se iban aglomerando en las cárceles hasta que se celebraba el auto de fe.

Todos salían portando velas y cada uno vestido con un sambenito con dibujos que representaban respectivamente
sus crímenes.

Algunos debían pronunciar su abjuración de la ley de Moisés, y otros eran relajados (quemados en la hoguera).

En el mismo acto la Inquisición declaraba el fallo, el juez emitía la sentencia y el reo era ejecutado.

Presentamos a continuación la sentencia de doña Mariana de Carvajal, doncella de 29 años de edad, hija de doña
Francisca de Carvajal, la misma viuda que fue atormentada y relajada por el Santo Oficio en 1589.

“… fallamos… haber probado bien y cumplidamente su acusación… en consecuencia de lo cual declaramos la


dicha Doña Mariana de Carvajal haber sido y ser hereje, apóstata fautora y encubridora de herejes, ficta y simulada
confidente, impenitente, relapsa y por ello haber caído e incurrido en sentencia de excomunión mayor… y en
confiscación y perdimiento de todos sus bienes los que le mandamos aplicar y aplicamos a la cámara y fisco Real
de su Majestad y a su receptor en su nombre, desde el día y tiempo en que comenzó a cometer los dichos delitos de
herejía… y que debemos relajar y relajamos a la persona de la dicha Doña Mariana de Carvajal a la justicia y brazo
seglar especialmente al Doctor Francisco Muñoz de Monforte, corregidor de esta ciudad,… a los cuales rogamos y
encargamos muy afectuosamente como de derecho mejor podemos que traten benigna y piadosamente a ella y
declaramos los hijos e hijas de la dicha doña Mariana de Carvajal y sus nietos por la línea masculina, ser inhábiles
e incapaces y los inhabilitamos para que no puedan tener ni obtener dignidades, beneficios, ni oficios, así
eclesiásticos como seglares ni otros oficios públicos, ni de honra, ni poder traer sobre sí oro, plata, perlas, piedras
preciosas, ni seda, ni paño fino, ni andar a caballo, ni traer armas, ni ejercer ni usar cosas que por derecho común
les son prohibidas a semejantes inhabilitados.

Firmaron esta sentencia definitiva los Licenciados Don Alonso de Peralta y Don Bernardo de Quiros
conjuntamente con el Doctor Don Juan de Cervantes.
36 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
En el auto de fe celebrado el domingo 25 de marzo de 1601, doña Mariana de Carvajal, hija de doña Francisca
quien fuera brutalmente torturada y quemada dos años antes, fue relajada y entregada al brazo seglar, sufriendo la
misma suerte lamentable de su madre.

“Fallo atenta la culpa que resulta contra la dicha Doña Mariana de Carvajal que la debo condenar y condeno a que
sea llevada por las calles públicas de esta ciudad (México) en una bestia y con voz de pregonero que manifieste su
delito, sea llevada al tianguis de San Ipólito y en la parte y lugar que para esto está señalado se le dé garrote hasta
que muera naturalmente, y luego sea quemada en vivas llamas de fuego hasta que se convierta en ceniza y della no
haya ni quede memoria, y por esta mi sentencia definitiva, juzgando así lo pronuncio y mando. Firma: el Doctor
Monforte.

La sentencia fue pronunciada públicamente en una plaza en la esquina de la calle San Francisco.

Ese mismo día, el 25 de marzo de 1601 llevaron a doña Mariana de Carvajal al tianguis de San Ipólito y en el
quemadero que allí estaba se ejecutó la sentencia en su persona por mano del Xpoval, mulato verdugo.

***

Cuando la sentencia era contra un muerto se quemaban sus huesos y se confiscaban sus bienes.

Si la sentencia era contra un ausente se lo quemaba simbólicamente en estatua.

Los penitenciados y condenados salían al auto de fe con insignias de sus delitos, que eran por lo general una vela
pintada de verde, una soga atada al cuello, coroza (especie de mitra) y un sambenito (saco sin mangas similar a una
túnica de color amarillo que llegaba poco más debajo de la cintura). Sobre el sambenito se pintaba una cruz roja
originalmente. Pero después se sustituyó la cruz por el aspa de San Andrés.

Los reconciliados llevaban el dibujo del aspa en el sambenito.

Los que debían morir por el garrote y quemados sus cuerpos sin vida llevaban pintado un busto y llamas vueltas
hacia abajo para indicar que serían quemados muertos.

Los que serían quemados vivos portaban las figuras de llamas envolviendo un busto, rodeados de demonios en
señal de que después de ser quemados los demonios cargarían con su alma.

Los sambenitos eran colocados en las iglesias para infamar a sus descendientes.

Los sentenciados a usar el sambenito a perpetuidad no podían salir a la calle sin usar la infamante prenda.

Algunos vestían el sambenito con tal descaro que de allí surgió en México la frase de “hacer gala de sambenito”,
cuando alguien da muestra de tener satisfacción de lo que debiera causarle bochorno y rubor.

***

La Inquisición disponía de una cárcel secreta en donde los reos quedaban completamente incomunicados hasta la
sentencia definitiva.

También había una cárcel perpetua o de misericordia en la que los condenados podían trabajar en algún arte u
oficio para ganar el sustento. En algunos casos permitían al reo salir a buscar limosnas. Y en algunos casos de
reconciliados se les obligaba a vestir el sambenito recluidos en sus propias casas.

Los bienes de los denunciados siempre eran confiscados en el mismo acto de la detención. Y jamás se restituían los
bienes que “legalmente” el Santo Oficio expropiaba de las manos de nobles e inocentes trabajadores que después
de denodado esfuerzo y privaciones habían logrado forjar su patrimonio.
Capítulo XIII 37
A veces los reos lograban salvar sus vidas, y otras veces recobraban su libertad. Pero, los dineros quitados por la
Inquisición jamás se devolvían… tampoco la honra perdida.

Todos los sospechosos de herejía que no se presentaban a denunciarse a sí mismos y pedir reconciliación en el
breve plazo que la Inquisición otorgaba con el “edicto de gracia”, pedían irremisiblemente sus bienes, que pasaban
a la Cámara y fisco del rey.

Algunos historiadores sostienen que el rey don Fernando el Católico creó la Inquisición General en España con el
objetivo principal de confiscar los bienes de los judíos.

La acusación es terrible y vergonzosa pero está fielmente documentada en el empeño manifiesto de apoderarse
inescrupulosamente de la fortuna de cualquier hombre a la menor sospecha y con el menor pretexto.

Sabiendo Torquemada, confesor de doña Isabel, que los Reyes Católicos estaban a punto de ceder a las peticiones
de su ministro el Rab Abarbanel para que inhibieran el terrible edicto de expulsión a cambio de una abultada suma
de dinero, irrumpió en la cámara real con un Crucifijo en la mano, diciéndoles:

“Judas vendió a este señor por treinta dineros y le entregó a sus enemigos, si este hecho VV.AA. le alaban y tienen
por bueno, véndanlo por mayor precio, que yo dejo el oficio que me han dado, porque no se me pueda imputar
culpa alguna en este hecho, del que VV. AA. darán cuenta a Dios y de la justificación de tal contrato”.

La legalidad del secuestro de los bienes se basaba en la imputación de que los herejes no eran dueños de los
mismos. Por eso al Santo Oficio le interesaba saber cuando había comenzado el acusado a cometer el crimen de
herejía.

En los procesos en contra de los difuntos tenían la consideración de no secuestrar los bienes de los herederos hasta
que no se pronunciara la sentencia. Pero, entonces se reclamaba el capital del difunto más las ganancias obtenidas
por los herederos, desde la fecha en que se suponía que había cometido sus herejías.

Al mismo tiempo que se prendía a un reo se le secuestraban sus bienes. El Santo Oficio brindaba una cantidad
mínima mensual de los bienes secuestrados a la esposa e hijos del prisionero.

Pero, si los hijos tenían la edad suficiente para trabajar, entonces, la Inquisición alegaba que el dinero secuestrado
era para la manutención del reo.

Si el reo se arrepentía sinceramente y denunciaba a cuantos judaizantes recordara, pidiendo ser reconciliado en el
gremio de la iglesia, entonces, podía obtener la libertad y ser exceptuado de usar el infamante sambenito a
perpetuidad.

Sin embargo, todos sus bienes quedaban confiscados a favor del rey.

Y cuando la denuncia era tan leve que carecía de fundamentos para ameritar la detención inmediata y consiguiente
secuestro de los bienes, el acusado de todos modos tenía que pagar una multa, que según Torquemada, servía “para
ayuda y socorro en la guerra santa que los Serenísimos Rey y Reina hacen contra los moros de Granada, enemigos
de nuestra santa fe católica”.

Pasaron cientos de años después de que Don Fernando y Doña Isabel se apoderaron de Granada, y sin embargo,
siguió exigiéndose el pago de dicha multa a miles de inocentes.

Los reyes de España solicitaban a la Inquisición que pusiera gran cuidado en pesquisar libros prohibidos (luteranos
y hebreos).

Ni la alta posición ni los antecedentes limpios salvaban a un hombre de las denuncias ante el Santo Oficio.
38 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Ni la muerte era barrera suficiente para resguardar al finado de la ambición macabra de la Inquisición. Los bienes
del difunto eran confiscados, sus restos exhumados, sus huesos incinerados, y sus descendientes infamados.

Y cuando no hallaban el sepulcro del denunciado quemaban sustitutivamente una estatua para denigrar su
memoria.

Los miembros de la Inquisición debían probar con testigos su “limpieza de sangre”. No podían tener ancestros
judíos por cuatro generaciones.

Todos sus miembros debían pertenecer a la cofradía o hermandad de San Pedro Mártir o de Verona, que
remplazaba a la “milicia de Cristo” fundada por santo Domingo de Guzmán.

El más horroroso componente del Santo Oficio estaba representado por la figura del fiscal.

El fiscal presentaba la denuncia cubriendo con su nombre el del verdadero delator.

Siempre pedía el tormento y la confiscación de bienes. Amontonaba las pruebas.

Sin conocer al reo no le daba tregua en sus ataques alevosos.

Mientras que el fiscal tenía conocimiento de todos los trámites, diligencias del proceso, pruebas verdaderas o
ficticias, nombres de los testigos, el acusado, en cambio, ignoraba de qué se lo acusaba, las estratagemas y engaños
de su enemigo; además de sufrir horrorosos tormentos en los que confesaba cualquier cosa con tal de dejar de
sufrir.

El fiscal influía no sólo en el curso del proceso sino tanbién en la sentencia final. Además contaba con maliciosos
servidores y espías que confundían y perdían al reo.

El preso estaba incomunicado sin ninguna mano amiga que le diera consuelo. No disponía de medios para preparar
su defensa.

El Santo Oficio era una farsa, una burla a la humanidad.

El reo estaba condenado de antemano.

Lamentablemente la huella de esta herencia inhumana se conserva en muchas instituciones de países civilizados. Y
aunque la lucha entre acusado y acusador no sea tan despareja, hay semejanzas en las injusticias del mal trato
persecutorio que reciben los presos.

***

La Inquisición en México llegó a realizar los autos de fe con una magnificencia y una suntuosidad increíbles, que
daban muestra de su poder y riqueza.

El quemadero en donde los sentenciados a muerte morían en la hoguera estaba situado en la parte occidental del
paseo que hoy se llama Alameda.

El primer auto de fe en México se ejecutó en 1573 por el doctor don Pedro Moya de Contreras.

Algunos historiadores sostienen que el espíritu de la Iglesia jamás estuvo de acuerdo con procedimientos
criminales como los empleados por la Santa Inquisición. Sin embargo, las bajas pasiones surgidas del seno del
Cristianismo a lo largo de la historia nos eximen de defender esta posición.
Capítulo XIII 39
El papa, el rey y el virrey encontraron en el Santo Oficio el resorte poderoso para afianzar su poder absoluto por
medio del terror. Para oponerse a la Inquisición era necesario renegar de la autoridad del papado y de la monarquía,
pues ambos poderes apoyaron al Santo Oficio.

Como todos los poderes fundados en el terror empleó una palabra que sirviera de fórmula y pretexto de sus
crímenes atroces: herejía.

Cualquier frase ambigua podía ser tomada como herejía.

Las grandes tiranías y los gobiernos del terror fundan su opresión en una palabra que permite y “legaliza” la
persecución, confiscación y asesinato.

En Argentina el gobierno militar luchaba para erradicar el menor vestigio de “marxismo leninista”. Las víctimas de
los Césares caían por el crimen de “lesa majestad”. La Revolución Francesa no se asqueó de hacer rodar tantas
cabezas y confiscar tantos bienes bajo la acusación de “traición”. Para establecer los despotismos las naciones
hispanoamericanas lucharon contra la “conspiración”. Los nazis solamente pretendían realizar una cuestión
higiénica: hacer una “limpieza de sangre para preservar la pureza de la raza aria”.

No es justo condenar al Cristianismo y a las preocupaciones religiosas de un pueblo que sufría tan terrible azote
por los estragos cometidos por un grupo de fanáticos criminales que aprovechando las circunstancias donde
reinaron las más bajas pasiones humanas provenientes de reyes déspotas y papas ambiciosos crearon y apoyaron al
Santo Oficio de la Inquisición.

CAPÍTULO VII

EL AUTO DE FE DE 1590 EN MÉXICO


40 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

Por sospechosos en la observancia de la ley de Moisés fueron penitenciados:

Gonzalo Pérez Ferro, portugués que negó los cargos y sufrió el tormento.

Don Luis de Carvajal, gobernador del Nuevo Reino de León, de quien hablaremos más adelante.

Ambos fueron desterrados de las Indias.

Fueron reconciliados con confiscación de bienes “por haber guardado y creído la ley muerta de Moisés y hecho sus
ritos, celebración de pascuas, ayuno, guarda de sábados y las demás ceremonias de la dicha ley, esperando la
llegada del Mesías, que les daría riqueza y gloria, creyendo no haberlo sido Nuestro Señor Jesucristo…”:

Doña Francisca Núñez de Carvajal, portuguesa, hermana del gobernador don Luis de Carvajal, y sus hijas doña
Isabel Rodríguez de Andrade, doña Catalina de León, doña Mariana Núñez, de 17 años de edad, doña Leonor de
Andrade, de 16 años, don Luis de Carvajal y doña Catalina de León, su prima, y Hernando Rodríguez de Herrera.

Condenados en estatua por herejes judaizantes con confiscación de bienes fueron: Francisco Rodríguez de Matos,
portugués, marido de doña Francisca Núñez de Carvajal, padre de la desgraciada familia, quien ya difunto fue
condenado por las declaraciones de su esposa e hijas; y Baltasar Rodríguez de Carvajal quien logró escaparse
después de ver apresar a algunos de sus hermanos.

Fray Gaspar de Carvajal, dominico de 33 años de edad, perteneciente a la misma familia, estuvo recluido seis
meses por no haber denunciado que sus padres y hermanos judaizaban.

Tomás de Fonseca Castellanos, portugués, mercader, vecino de las minas de Tasco, preso por haber dicho y hecho
algunas cosas de la Ley de Moisés, que no comía Tocino, etc. Probó que su denunciante era un enemigo capital y
fue absuelto en la instancia.

Julián de Castellanos, hereje judaizante, fue reconciliado con confiscación de bienes, cárcel perpetua y uso del
sambenito.

Fray Francisco de Luna por observar la ley de Moisés fue reconciliado, sentenciado a cárcel perpetua y diez años
de galeras sin goce de sueldo, además recibió 200 azotes.

Beatriz Henriquez, portuguesa, sospechosa de judaizar, venció el tormento y fue absuelta.

Fueron reconciliados con confiscación de bienes por herejes judaizante que creían en la ley de Moisés y esperaban
al Mesías los portugueses Jorge y Domingo Rodríguez hermanos residentes de Manila, que fueron llevados presos
a México.

Ambos fueron condenados con el sambenito y cárcel perpetua.

El licenciado Manuel Morales, médico portugués, era el cabecilla de todos los judíos condenados en el auto de fe
del 24 de febrero de 1590. Logró fugarse y fue relajado en estatua.

Además fueron sentenciados muchos otros por seguir las ideas de Martín Lutero, por bigamia, por blasfemias, etc.
Capítulo XIII 41

CAPÍTULO VIII

EL AUTO GENERAL DE 1596 EN MÉXICO

De los 66 reos condenados en el auto de fe de1596, diez fueron relajados (quemados) en estatua, otros diez
quemados en persona, y el resto, reconciliados.

Un religioso iba acompañando a cada reo en la procesión hasta la sentencia definitiva.

Los reconciliados judaizantes iban con sambenitos. Los casados dos veces con corozas pintadas. Las hechiceras
con corozas blancas, velas y sogas. Los blasfemos con mordazas en las lenguas y velas en las manos.

Los de menor delito iban adelante, los relajados atrás y finalmente los que enseñaron la ley de Moisés. Éstos iban
con las corozas retorcidas y enroscadas simbolizando la falsedad de sus enseñanzas.

Los portugueses Jerónimo y Francisco Rodríguez fueron condenados por no haber denunciado a otros herejes
judaizantes.

La sevillana Ana Váez fue reconciliada por sospechas de cuidar la ley de Moisés.

Jorge Álvarez, su esposo, fue reconciliado y recibió cien azotes, confiscación de bienes, cárcel perpetua y el uso
del sambenito.

Otros reconciliados fueron: Manuel Gómez Navarro que recibió 200 azotes y 6 años de trabajo forzado en las
galeras al remo sin remuneración.

Los portugueses y menores de edad: Pedro Enriquez, Andrés Rodríguez, Sebastián de la Peña, Domingo Coello,
Diego Días Nieto, 5 años de galeras.
42 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Marco Antonio, portugués que fue torturado para que declarase acerca del cuidado del sábado y para que
denunciase a sus correligionarios, satisfaciendo las exigencias del Santo Oficio.

Daniel Benitez quien confesó en el tormento que se había acercado a la ley de Moisés estando en la cárcel
persuadido por Luis de Carvajal.

El portugués Sebastián Rodríguez quien fue torturado por no haber denunciado a su mujer cuando guardó un ayuno
de los judíos.

La sevillana Constanza Rodríguez esposa del anterior.

La viuda Clara Enriquez y su hija Justa Mendez.

Otra viuda: Boyante Rodríguez quien confesó en el tormento.

Ana López, viuda, y su hija Leonor Díaz.

Catalina Enriquez encarcelada embrazada y en víspera de su parto. Su esposo Manuel de Lucena.

Finalmente los comerciantes portugueses Jorge Váez, Manuel Francisco de Belmonte, Duarte Rodríguez y Andrés
Rodríguez.

Del total de 66 reos 49 se salvaron de las llamas.

Los condenados a morir en la hoguera por observar la ley Moisés fueron por orden según se presentaron en el
tablado:

Manuel Díaz, hermano de Andrés Rodríguez, quien ya había sido reconciliado. Era esposo se Isabel Rodríguez. No
delató en el tormento a sus cómplices de los delitos judaicos. Y el Santo Oficio sólo dejaba con vida a los que se
denunciaban a sí mismos y delataban a otros.

Además, después de que al reo le hacían el “favor” de reconciliarlo con la iglesia, previa confiscación de todos sus
bienes, si reincidía, el fin era ineludiblemente la hoguera.

Beatriz Enriquez de Payba, portuguesa viuda de Simón Payba. Era madre de Catalina Enriquez, quien había sido
reconciliada, y suegra de Manuel de Lucena. Fue condenada por la delación de tres de sus hijos y su yerno quienes
no soportaron los inhumanos tormentos.

Diego Enriquez, hijo de Beatriz, soltero. Había salido reconciliado de un auto de fe siete años antes.

La víspera de la ejecución unos religiosos le ofrecieron una cruz para “ayudarlo a bien morir”, pero la rechazó
afirmando que deseaba morir en la ley de Moisés dada por Dios. Luego en la madrugada tomó la cruz y se
convirtió.

Manuel de Lucena, portugués, tratante de las minas de Pachuca, marido de Catalina Enriquez y yerno de Beatriz.
Un sacerdote simulando ser un compañero de celda espió sus herejías y lo denunció luego al Santo Oficio.

Doña Francisca Núñez de Carvajal que ya había sido reconciliada por el Santo Oficio, viuda de Francisco
Rodriguez Matos, relajado en estatua. Fue atormentada para que denunciara a sus cómplices, pero nada dijo. Ya
nos referimos a sus suplicios en el capítulo VII de esta obra.

Doña Isabel Rodríguez de Andrade, hija de la reo precedente, esposa de Gabriel Herrera, había sido reconciliada.
Fue torturada y venció el suplicio sin delatar a nadie.
Capítulo XIII 43
Doña Catalina de León y de la Cueva, hermana de la anterior y esposa de Antonio Díaz de Cáceres. Venció el
tomento.

Doña Leonor de Carvajal, de 21 años, hija de doña Francisca y esposa de Jorge de Almeida.

LUIS DE CARBAJAL “EL MOZO”

Y finalmente, Luis de Carvajal, su hermano, “mozo soltero”, alias José Lumbroso, hijo de doña Francisca. Ya
había sido reconciliado, pero siguió practicando el judaísmo. Por eso, fue condenado con mordaza a la relajación
(hoguera).

Confesó que nunca se había apartado de la ley de Moisés ni que pensaba apartarse, pues deseaba vivir y morir en
dicha ley dada a Moisés en el Monte Sinaí, aunque cuando había sido reconciliado fingió haberse convertido al
cristianismo para salvar su vida.

Confesó haber guardado los sábados desde que había sido reconciliado. Ayunaba los lunes y jueves, y el día del
Perdón y el de la reina Esther. Celebraba la Pascua del Cordero. No comía carne de cerdo ni pescado que no
tuviese escamas. Y esperaba al Mesías que aún no había llegado. Y que era una burla la creencia en Jesucristo, a
quien llamaba Juan Garrido. Y a la madre María, la llamaba Juana Hernández.

Decía que era una blasfemia llamar Dios a Jesucristo. Pues Dios no es lujurioso. Alegaba que los cristianos son
idólatras. Recitaba de memoria los 13 fundamentos del judaísmo según Maimónides.

Causaban admiración sus conocimientos de las Sagradas Escrituras.

Le peguntaron si deseaba intercambiar ideas con personas doctas que trataran de convencerlo de “sus errores”. Y
aceptó la oferta.

Pero los sacerdotes católicos que intentaron persuadirlo nada lograron. Luis de Carvajal se mantuvo firme en sus
convicciones. Luego confesó en una audiencia que había permitido que trajeran a esas personas doctas para tratar
de enseñarles la ley de Moisés, pues eran ellos los que estaban en el error.

Imagine el lector semejante entrega al Creador de un judío fervoroso que hasta los últimos momentos con la
amenaza de la muerte por tortura y la muerte segura por la hoguera, con semejante valentía hiciera esta declaración
a los inquisidores.

Estuvo preso 22 meses antes de la ejecución. No probó un bocado de alimento taref (prohibido según la ley de
Moisés). Ayunaba casi todos los días y rezaba de 3 a 4 horas diarias, dirigiendo su rostro hacia el Oriente
(Jerusalén).

Mientras sostenía las audiencias frente al Tribunal del Santo Oficio cada vez que nombraba a Adonai (Mi Señor),
se hincaba en señal de reverencia. El Tribunal no se cansaba de advertirle que no judaizara delante de ellos.

Deseaba morir como mártir de la ley de Dios entregada a Moisés en el Monte Sinaí, y no traicionando a su Dios,
ahorcado antes de ser quemado, sino morir en vivas llamas.

Sabiendo que su madre y hermana estaban presas les mandaba mensajes escritos para que se mantuvieran firmes en
el judaísmo y que muriesen en su ley. Les decía que en el cielo las estaban esperando con coronas y guirnaldas de
gloria.

El Santo Oficio pensó que Luis estaba poseído por el Demonio porque decía que oía en sueños que debía preservar
la ley de Mosiés.

Además había predicho el día del auto de fe antes que los inquisidores lo dieran a conocer.
44 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Un día que era llevado de la audiencia a la cárcel se echó a correr y saltó a un patio cayendo parado; si hubiera
caído de cabeza seguramente hubiera muerto condenando su alma por suicidarse. A lo que Luis respondió al Santo
Oficio que Sansón también se había muerto a sí mismo matando a los que con él estaban.

El santo Oficio creía que estas cosas eran provocadas por el Demonio.

Dijo llamarse José Lumbroso, porque soñó una noche, la primera vez que estuvo preso en el Santo Oficio, que
Salomón sacó una cucharada de licor de una botella y se la dio por mandato de Dios. Después se despertó y ya no
sintió la prisión como antes, sino que había quedado reconfortado y consolado. Entendió que dicho sueño fue una
lumbre que Dios le dio para que guardase su ley y entendiese las Sagradas Escrituras.

Cuando fue torturado delató a uno de sus cómplices que también guardaba la ley de Moisés. La primera vez que
estuvo preso se la enseñó a su compañero de cárcel. Y en esta oportunidad se la enseñó a Daniel Benítez.

Un día leyó el capítulo XVII del Génesis que relata el mandato de Dios a Abraham de que se circuncidara él y toda
su gente. Luego se retiró al campo y debajo de un árbol se circuncidó con unas tijeras rotas. Y esto lo protegió
contra la lujuria.

Luis de Carvajal había sido penitenciado el 25 de febrero de 1590 con el destierro de las Indias por ser sospechoso
de cuidar la ley de Moisés. Había nacido en la villa de Mogodorio, en Portugal, en 1539. Llegó a México en 1567 a
establecerse como labrador en una finca que compró en Tampico.

De acuerdo a lo referido al Santo Oficio nos enteramos de cómo fue su vida en México:

“De más de veinte años a esta parte me he ocupado del servicio de Dios Nuestro Señor y de nuestra santa ley
evangélica y del Rey Nuestro Señor, é fecho todas las cosas que se han ofrecido de su servicio, sin perdonar gasto
ni trabajo de mi propia persona y haciendo con la fidelidad y constancia que como católico cristiano y vasallo
debo, según mis fuerzas, como se verá por lo siguiente:

“Primeramente, habrá veintidós años que la primera vez que entré en esta Nueva España (México) vine por
almirante de una flota que por orden de S. M. se hizo en la Isla de Palma para esta Nueva España por virtud de una
cédula real, y sin salario; y viniendo por Jamaica, cumpliendo lo que S. M. dio por orden, yo por mi persona con
los bateles de las naos y la mitad de la gente, quedando el general en la flota, entré en el puerto de la dicha Jamaica
y rendí tres naves de corsarios que allí estaban surtas al resgate de cueros y se las entregué rendidas al gobernador
de aquella isla, sin tomar cosa alguna para mí.

“Y luego que llegué a esta Nueva España, siendo yo alcalde ordinario de Tampico, aportando al puerto de la dicha
villa cien ingleses de los que escaparon de Joán Aquinés, inglés, y contra la opinión de todos los vecinos, que de
miedo querían huir, aprestando gente para ello, con veinte hombres salí a ellos y los rendí, prendiendo á ochenta y
ocho, que los más murieron, y los envié presos al visorrey don Martín Enriquez; y de algunos de ellos se hizo
justicia, habiendo sido presos por este Santo Oficio por herejes, por lo cual fueron condenados muchos de ellos,
como V. S. sabe; y luego porque de ahí a pocos días se alzaron los indios de la comarca y provincias de Xalpa de
que antes estaban sujetos y tributarios y quemaron al pueblo principal de Xalpa, que eran mexicanos, y quemaron
el monasterio y entraron en los pueblos de Jelitla y Chapuluacán, y les despoblaron muchos sujetos y derribaron las
iglesias; y para el remedio envió el Virrey á don Francisco de Puga, su lugarteniente, con 24 soldados, con mucho
salario y costa de S. M., y como no hizo cosa de provecho, me fue cometida aquella guerra con no más de 10
soldados, con que dentro de 10 meses que de continuo, con mucho riesgo de mi persona, los sujeté y rendí y puse
de paz y en obediencia á S. M. y reduje al conocimiento de Dios Nuestro Señor, de cuya ley habían apostatado, y
reedifiqué el pueblo de Xalpa de nuevo é hice en él un fuerte de los mejores que hay en la Nueva España de piedra
y cal, y dentro de él una iglesia y monasterio, sin costa para S. M., cuyo edificio vale más de veinte mil pesos, lo
cual hice yo por mi propia persona, con que se asegura por muchos años toda aquella tierra y los pueblos de Jelitla,
Chapuluacán, Acicastla y Suchitlán que se querían despoblar y donde han residido frailes y soldados; y aunque
alguna vez por ocasión que los indios antes que del todo se pacificasen dieron ocasión para que fuesen presos y los
pudiera repartir condenados á servicio, conmigo y con mis soldados, no lo quise hacer, anteponiendo el servicio de
Capítulo XIII 45
Dios y de S. M. al propio mío, y allí se le administraron y se le administran á todos los de aquella provincia los
santos sacramentos, y nunca me quedó premio por todo lo dicho; y en esta pacificación asistió Juan de Portes,
escribano que es hoy de ante los oficiales de S. M., siendo un escribano que dará de ello fe, demás que de esto y la
atrás de los dichos navíos ingleses consta por información de oficio hecha en esta Audiencia Real con más de 20
testigos, cuyo original está en el oficio se Osorio, secretario de la Audiencia, que suplicó á V. S. me adjuntara al
proceso que se trata contra mí, donde consta de lo dicho y de otros muchos servicios, y fue hecha la dicha
información el año postrero que vino don Diego Maldonado por general.

Y luego que fui llegado á esta Nueva España con el oficio de gobernador del Nuevo Reino de León, á donde traje,
por mandado de S. M., más de cien pobladores casados y solteros, á mi costa, en una nave mía que se perdió en el
puerto de Tampico después de surta, que me costaron á traer más de doce mil pesos; porque los indios chichimecos
salineros cercanos á la dicha villa, donde comienza la dicha gobernación, habían muerto de los vecinos más de
cuatrocientos españoles que salieron á tierra de los mismos que dieron á…. (palabra ilegible) y más de otros
cincuenta…. y habían despoblado muchos pueblos de paz y derribado las iglesias y profanado los ornamentos y
tenían atemorizada la tierra; de manera que, demás que no se podía caminar los caminos en tierra de paz, se querían
despoblar, aunque con muchos soldados y capitanes á costa de S. M. que habían el Virrey y Audiencia por diversas
veces enviado á remediarlo, y aunque pusieron muchos presidios á la misma costa, no hubo remedio hasta que yo á
mi costa y riesgo de mi persona y hacienda y sin ninguna de S. M. los busqué diversas veces, y hallándolos hube
batalla con ellos, y fueron muertos y presos la mayor parte, de que se hizo justicia, y por este castigo quedó la tierra
segura y pacífica y ha nueve años que no se mata hombre, lo que sucedía á cada día de antes, y dicen los pocos
indios que quedaron que no quieren matar á nadie porque yo les he mandado que no lo hagan, y así, si prenden á
alguno, lo dan al resgate y no lo matan; y se excusaron los presidios de soldados que había, por lo dicho, á costa de
S. M., y de que yo no he habido premio más de mucho trabajo y costa. Consta de este servicio y de otros muchos
por información de cien testigos que está en un proceso que el fiscal de S. M. trató contra mí, que hube contra él
sentencia de revista, la cual información hizo Pedro Morán, relator, y está este proceso en el dicho oficio del dicho
secretario Osorio, que suplico sea mandado traer aquí para que conste de lo que digo; y demás de esto, en los
papeles que tengo dicho que estaban míos en poder de fray Gaspar, están dos informaciones cerradas y selladas que
se hicieron de oficio á mi pedimento en la Audiencia de Guadalajara y son ambas de un tenor sobre mis servicios
por mi hechos a S. M.: suplico se abra una de ellas y se verá lo que aquí digo y otros muchos servicios dignos de
premio y galardón y honra, que hasta agora no me ha sido dado….

“Y después de esto, cumpliendo lo que S. M. me tiene mandado, entré la tierra adentro al Norte por la de guerra,
pacificando los naturales que en todo aquel distrito hallé… puse en paz más de doce mil personas, en una distancia
de más de setenta leguas. Ellos nunca atacan a ninguno con el apellido de Carvajal porque saben que nosotros no
les hacemos daño alguno. Les puse en todas sus rancherías cruces que ellos reverencian.

“… descubrí muchas minas de plata y poblé la ciudad de León y la villa de Cueva, donde puse ingenios… y
pacifiqué más de cuatro mil indios. Hice a mi costa la iglesia de la villa de la Cueva… y pagué al vicario dos mil
pesos que le debían los vecinos por salario.

“Descubrí las provincias de Nuevo México.

***

A continuación se sintetiza el discurso dado por Carvajal en su propia defensa.

“Después de levantaron los indios haciendo mucho mal, quemando iglesias y despoblando la tierra. Los soldados
de su majestad después de diez años de luchas no lograron poner remedio al levantamiento de los indios, hasta que
yo, por orden se S. M. y sin ninguna costa de la real hacienda, con más de cuarenta soldados, corriendo muchos
riesgos y con gran costo de mi hacienda, vencí a los indios y los rendí y pacifiqué a más de tres mil de ellos que
ahora obedecen a S. M.

“Quemé sus casa de adoración y más de sus doce mil ídolos, enseñándoles nuestra santa ley.
46 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
“Fueron bautizados en tres días más de trescientos muchachos y muchachas. “Las provincias volvieron a poblarse
pacíficamente. “Así se ahorraron los seis mil pesos que antes mandaba S. M. para mantener a los soldados.

“Con intentos (intenciones) particulares, como es notorio he sido traído preso a la cárcel, y por eso algunos indios
se han vuelto a alterar (rebelar), por creer que estoy muerto, porque el temor que tenían a mi persona los hacía estar
a raya, y ellos dicen que como ya estoy muerto no le temen a nadie. Y si yo volviera a la gobernación mi sola
presencia bastaría a ponerlos en paz. Y esto consta por declaraciones de varios frailes y autoridades.

“Y últimamente poblé una villa en las minas de Coahila que yo descubrí, y que llamé Almacén, donde se saca
plata, donde se extraen más de cincuenta mil pesos para S. M. Hice la iglesia a mis costa. Y hay testigos de esto.

“Nunca he cometido delito de infidelidad, ni lo que el fiscal dice en su acusación. Ni se hallará en mí dolo ni
malicia sino haber vivido toda mi vida de la manera y en las ocupaciones que tengo dicho. Deben ser anuladas las
acusaciones en mi contra y restituirme la fama y honra que por esta prisión me pudo resultar, declarándome por
católico cristiano.

***

Continúa el documento extraído de los archivos de la Inquisición.

“Llegó a Nueva España (México) Luis de Carvajal en 1580 en la flota del general Franciso de Luján en la que
venía el virrey de México, el Conde de Coruña.

“El mismo virrey recomienda a Luis de Carvajal como la persona más idónea para pacificar a los indios
chichimecas, porque se ha criado entre indios y los conoce.

“El Rey nombró a Carvajal como gobernador del Nuevo Reino de León para sí y para el heredero que nombrase
porque no tenían hijos. El territorio comprendía desde los límites de la provincia del Pánuco, hasta Nueva Galicia y
Nueva Vizcaya. Además le concedió el rey el derecho de llevar con él a cien pobladores, que saldrían de España
sin necesidad de cumplir con el requisito que exigían las leyes, de probar que eran cristianos viejos y no de linaje
de judíos o moros recién convertidos.

“Carvajal sacó de España a muchas personas de su familia y las llevó al Pánuco, esto causó su pérdida, porque
realmente, como se ve fuera de duda, en los procesos respectivos, casi todos eran judaizantes y observaban las
leyes de Moisés y practicaban los ritos y ceremonias de los judíos.

“Carvajal refiere en su escrito como llevó adelante su conquista apoderándose de parte del territorio en que después
se formaron los Estados de Coahuila y Nuevo León y en el año 1589 le mandó aprehender el virrey Marqués de
Villa Manrique, entregándole á la Inquisición que le reclamó.”

“En su casa, concluyen los inquisidores, estuvo siempre pertinaz (terco en la ley de Moisés), sin querer sujetarse a
nuestra santa fe católica. Después que la justicia seglar le condenó a que fuese quemado vivo, nos informaron se
había convertido, pero entendióse lo había hecho para evitar el rigor de la sentencia.”

“Luis de Carvajal reconciliado por judaizante en el auto de 1590 y después relajado en persona por su relapsia
(reincidencia) en el auto de 1596, tan obstinado y pérfido judío, que decía que si no hubiera Inquisición en estos
reinos, contaría él por los dedos de sus manos los católicos cristianos, y se dejó quemar vivo.”

***

Después de condenados los vivos se procedió a juzgar a los muertos. Eran éstos, Domingo Rodríguez, sevillano,
que había sido antes reconciliado, que ya difunto hacía cuatro años fue denunciado de no haber confesado un
ayudo de la reina Ester.
Capítulo XIII 47
Y por eso fue condenada su memoria y fama y quemado en estatua y huesos (que se sacaron del lugar donde estaba
enterrado). También se le confiscaron los bienes que había dejado a sus herederos.

Antonio Rodríguez, su hermano, fue condenado del mismo modo y con la misma sentencia.

Relajados (quemados) en estatua, por cuidar la ley de Moisés, y como ausentes fugitivos, fueron Antonio López de
Morales, sobrino del licenciado Manuel Morales, gran judío dogmatista que había sido relajado en estatua por el
Santo Oficio de México.

Juan Rodríguez de Silva, Francisco Jorge, doña Isabel Pérez o López, mujer del licenciado Morales, Antonio
López, Fabián Granados, Franciso Váez y Miguel Rodríguez, hermano de Luis de Carvajal, todos portugueses, de
casta y generación de judíos y parientes cercanos de los que fueron relajados (quemados) en sus personas.

Los reconciliados fueron condenados a cárcel perpetua para evitar que derramaran sus pérfidas ideas heréticas
judaicas por la ciudad. Los esposos vivían separados y casi incomunicados. A las hijas las hacían servir en las
casas de familias honestas. Y a los hijos los alejaban de sus padres enseñándoles algún oficio.

La lista de los penitenciados es muy extensa. Solamente citamos algunos para dar una idea de los procedimientos
del Santo Oficio, vergüenza de la cristiandad española.

CAPÍTULO IX

EL AUTO DE FE DEL 25 DE MARZO DE 1601

La víspera del auto de fe, una procesión de 700 clérigos y frailes marchó portando velas verdes desde la Iglesia de
Santo Domingo hasta la Alameda donde estaba el tablado donde los reos serían sentenciados.

El Virrey y la Audiencia se presentaron a las seis de la mañana. 123 reos serían condenados. Aunque sea tedioso
nombrar a todos los reos creemos que es nuestro deber indeclinable recordar los nombres de los que murieron
como mártires en defensa del judaísmo y del derecho al libre pensamiento.

Pedro Hernández, por blasfemo, portugués que decía no creer en Dios ni en la Santa María, ni en los santos, ni
creería en ellos hasta que se lo lleven los diablos.

Por casarse dos veces fueron castigados: Hernando de Carvajal, Juan Gutiérrez de Estrada, José de Molina, Juan
Rodríguez Gatón, Juan Alonso de Cabrera, Manuel Luis e Inés de Cisneros. Todos estos fueron azotados y
desterrados.

El clérigo Juan Plata, capellán del convento de monjas de Santa Catalina de Sena de la Puebla de los Ángeles, por
mantener relaciones amorosas con una monja y “otra serie de porquerías”. Quedó cesante de todas sus funciones
religiosas.
48 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Su cómplice, Agustina de Santa Clara, fue apresada por el Santo Oficio. Diego de Simanca recibió cien azotes por
lamentar la muerte de su hijo alegando que si Dios se llevaba a una criatura inocente, no debía de ser Dios.

Por sospechosos de la secta de Calvino abjuraron: Alberto de Meyo, Juan Enrique, Juan Fressos, Jorge de Brujas,
Guillermo Enriquez. Se les prohibió salir de Nueva España y debieron pagar abultadas multas.

Antonio Gómez, portugués, comerciante, quien al ver pasar por la puerta de su casa a unos indios que llevaban un
Cristo no hizo ninguna reverencia ni se quitó el sombrero, por lo cual lo hicieron sospechoso de ser judío, lo que
negó. Venció el tormento y no denunció a nadie ni se reconoció judío. Recibió 200 azotes, 5 años de trabajo
forzado en las galeras y destierro perpetuo de las Indias.

Marina de San Miguel por manifestar fantasías heréticas diciendo que Cristo se le había aparecido en figura de
demonio y que había mantenido relaciones íntimas con ella. Salió con mordaza y recibió 200 azotes.

Francisco Ruíz de Castrejón, mulato, fue preso por poseer un librito que decía que hay que adorar el Santísimo
Sacramento. Salió con mordaza y le dieron 200 azotes.

Diego Enriquez fue apresado por declarar que todas las naciones se podían salvar siguiendo cada cual su ley
particular y sin recibir las aguas del bautismo. Venció el tormento y fue condenado en abjuración y multa.

Por sospechosos de la ley de Moisés abjuraron de vehementi los portugueses Leonor Rodríguez, Rodrigo Tavares,
de 65 años de edad, y Antonio Díaz de Cáceres. Todos sufrieron los horrores de la cámara del tormento y lo
vencieron sin denunciar a sus correligionarios ni confesar sus crímenes “heréticos”. Al último se le aplicaron 12
vueltas a los brazos en el potro, 12 garrotes y 7 jarros de agua… y sobrevivió. Tuvieron que pagar una multa de
1000 ducados.

Reconciliados por diversos delitos fueron:

Juan Antonio Donci, condenado a 4 años de cárcel por decir que los cuerpos no resucitarían en día del juicio.

Pedro de Garagarza, por decir que por hurtar y fornicar nadie se iba al infierno. Se lo castigó con 100 azotes,
confiscación de bienes y destierro.

Lorenzo Machado, portugués por decir 10 años antes, cuando se había embarcado en Cádiz hacia Nueva España,
que si bien los cuerpos resucitarían el día del juicio, no gozarían de gloria ni sufrirían penas. Se le confiscaron sus
bienes.

Juan Luis, mestizo, por sostener pactos con el demonio y traer su figura pintada en un brazo. Recibió 200 azotes y
5 años de trabajos forzados en las galeras a remo sin sueldo.

Los inquisidores para dar alguna novedad en el espectáculo no presentaron a los reos de cada delito conjuntamente,
sino que iban variando y alternando su lamentable exhibición. Así los holandeses salieron en dos grupos, los
judaizantes en otros dos, presentando a los reos de culpas diversas y los reconciliados con los que debían abjurar.
Luego, siguieron los relajados (quemados) en persona y después, los huesos de los que no había sobrevivido a las
torturas del Santo Tribunal.

Los holandeses secuaces de Calvino también fueron condenados recibiendo 200 azotes, 5 años de remo forzado en
las galeras sin sueldo y confiscación de bienes: Diego del Valle, Adrián Cornelio, Juan Thames, Rodrigo Jacobo,
José de la Haya, Juan del Campo, Filies, Martin Díaz, quien venció las torturas.

Los ingleses de la secta de Lucero fueron: Pascual Sandre, Juan Catón, que recibió 200 azotes, Juan Bebel,
Francisco Alemán, Tomás Day, Juan de Escato, Miguel Faques, Gregorio Miguel, Cristóbal Miguel, Juan Pérez y
Rodrigo Horbert.
Capítulo XIII 49
Todos fueron condenados a salir en el auto con vela y hábito, se les confiscaron sus bienes y se les prohibió salir de
Nueva España.

El holandés Cornelio Adrián Cessar a los 26 años de edad fue apresado por pertenecer a la secta de Lutero. Se le
confiscaron sus bienes y recibió tres años de prisión.

Los portugueses acusados de judaizar y guardar la Ley de Moisés que fueron reconciliados y condenados a cárcel
perpetua y confiscación de bienes fueron:

Tomás Fonseca de 80 años de edad estaba muy enfermo y por eso no fue torturado. Gonzalo Pérez Ferro y
Bernardo de Luna recibieron 200 azotes.

Héctor Fonseca, Manuel Gil de la Guardia, Manuel Álvarez, Antonio López, Diego López Regalón, Manuel
Gómez Silvera, Francisco Rodríguez, Antonio Méndez, Álvaro Carrión, Jorge Fernádez, Antonio Díaz Márquez,
Ruy Díaz Nieto, Simón Rodríguez, Manuel Tavares, Jorge Álvarez, Jorge Rodríguez, Isabel Machado, doña Ana
de Carvajal, de 19 años de edad, hija de Francisco Rodríguez de Matos, relajado en estatua por judío, y de doña
Francisca de Carvajal que había sido relajada (quemada) en persona, Leonor de Cáceres, de 14 años de edad, cuya
madre doña Catalina de León había sido quemada por el Santo Oficio.

Después de esta niña salieron los que fueron condenados a ser quemados: Simón Santiago, sospechoso de la secta
de Calvino, fingió estar loco. Después de soportar el suplicio de las torturas, se dejó quemar vivo.

El holandés Tomás de Fonseca por guardar la Ley de Moisés. Y doña Mariana Nuñez de Carvajal, hija de
Francisco Rodríguez Matos y de Francisca de Carvajal y hermana de Luis (quemado en el auto precedente).

Mariana Nuñez murió con mucha contrición, pidiendo a Dios misericordia por sus pecados, abrazando
(confesando) “la santa fe católica”, con tanto sentimiento y lágrimas que enternecía a los que la oían, besando la
cruz que llevaba en las manos, con tan dulces palabras, que silenciaban a los religiosos que iban con ella…

El Santo Oficio argumentaba que los sufrimientos padecidos por los herejes quemados servían como expiación por
sus pecados; de este modo pretendían evitarles las llamas del infierno, quemándolos en este mundo.

Sin embargo, este argumento era una hipocresía delirante, puesto que no explican los casos como el que acabamos
de citar (el de Mariana Nuñez), en los que el reo aceptaba la conversión al cristianismo recibiendo los “santos
sacramentos” antes de ser quemado.

Los inquisidores experimentaban un placer enfermizo después de lograr una victoria ilusoria sobre el reo que
después de haber sido martirizado poco antes de morir recibía las aguas del bautismo.

He aquí una gran contradicción que reafirma la perversidad criminal de estos monstruos de la Inquisición. ¿Si el
reo había sido bautizado por qué luego lo quemaban y no dejaban vivir? ¿Si el esfuerzo empleado por los religiosos
en ese sentido de lograr la conversión del reo tenía alguna eficacia sobre su alma por qué se lo condenaba a ser
muerto brutalmente en las llamas?

Después de salir los 107 reos condenados comenzaron a sacar las estatuas de los que habían logrado escapar, de los
que habían muerto en la cámara de la tortura y los huesos desenterrados de los que fueron condenados después de
fallecer.

Miles de judaizantes fueron sufrieron similares suplicios a los descritos en diversos autos de fe realizados durantes
los siglos XVII y XVIII.
50 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

CAPÍTULO X
LA GRAN CAZA DE PORTUGUESES (JUDÍOS)
EN EL SIGLO XVII
DESTACADAS FIGURAS MARRANAS DEL SIGLO XVI

Durante el siglo XVII hubo una gran afluencia migratoria hacia las colonias españolas. En el Virreinato de México
desde el siglo XVI padecieron los judíos horribles tragedias en las que mostraron al mundo su heroísmo.

Hernando Alonso se había destacado por su valor en las épicas batallas contra el imperio azteca, pero fue quemado
por “observante de la ley de Moisés” en 1528.

Don Luis de Carvajal y la Cueva (1539-1590) fue el fundador y gobernador del Nuevo Reino de León (un territorio
de más de 700.000 kilómetros cuadrados). Era un judío que se había convertido al cristianismo. Fiel al monarca
español y a su nueva religión cuando necesitó poblar su inmensa gobernación, creyó oportuno recurrir a sus
familiares, todos ellos fervientes criptojudíos (judíos ocultos).

Esto ocasionó graves conflictos dentro de la familia. Pero, con su sobrino del mismo nombre (Luis el Mozo)
mantuvo cordiales relaciones. Lo designó como su sucesor. No obstante, el sobrino era uno de los más fervientes
judíos de la familia y su destino fue el mismo que el resto: todos murieron quemados en las horrorosas hogueras de
la Inquisición.

***

El Virreinato del Perú se extendía desde Panamá hasta Tierra del Fuego. En los siglos XVI y XVII se pobló de
portugueses escapados de la amenaza inquisitorial. El más interesante y pintoresco judío portugués fue el obispo de
Tucumán, fray Francisco de Vitoria.

Llovían las denuncias en contra de la fortuna y la conducta de Vitoria. Fue acusado ante las autoridades de la
Inquisición de Lima de ser hijo de judíos quemados en Lisboa y de mostrarse indiferente a la observancia de los
preceptos cristianos.

Pero, no le pudieron demostrar nada en concreto, salvo una actitud comercial poco apropiada para un eclesiástico y
un carácter vehemente y autoritario. Fray Victoria fue llamado a España lo que significaba la destitución de su
cargo. Murió de muerte natural en 1592.
LA MAYOR HAZAÑA DE LA INQUISICIÓN
EN HISPANOAMÉRICA: COMPLICIDAD GRANDE
La Inquisición de Lima y México estaba esperando la oportunidad de apresar a los judíos ocultos.

A pesar de los horrorosos crímenes de la Inquisición los criptojudíos vivían con cierta tranquilidad. Se mantenían
ocultamente fieles al judaísmo y según los documentos de la inquisición sucedieron los siguientes hechos en Lima:
Un portugués de 24 años de edad, Antonio Cordero, empleado en la tienda de Diego López de Fonseca, dijo en
agosto de 1634 que los sábados no quería vender.
Capítulo XIII 51
Un viernes le preguntaron por qué almorzaba con un pan y una manzana en vez de comer tocino y respondió al
modo judío con otra pregunta: “¿Había yo de comer lo que no comieron mis padres y mis abuelos?”

Al percibir el peligro intervino su patrón e intentó desmentir la indiscreción cometida por Cordero… era demasiado
tarde. El asunto fue denunciado a la Inquisición. No se pudo confirmar la denuncia con suficientes testigos. Pero,
se extremó la vigilancia.

Se ordenó a los comisarios que enviaran una lista completa de los portugueses de sus distritos. Además, para evitar
la fuga de capitales Cordero fue detenido para arrancarle sus secretos judíos.

El joven portugués desapareció misteriosamente el 2 de abril de 1635. Los inquisidores para no levantar sospechas
no le secuestraron sus bienes siguiendo los procedimientos oficiales, sino que lo ocultaron secretamente en las
cárceles del Santo Oficio.

Cordero desapareció sin dejar rastros. Fue torturado brutalmente y confesó todo lo que sabía y lo que no sabía.

El 11 de mayo de 1635 su patrón y dos judíos más fueron arrastrados a la cárcel de la Inquisición de Lima.

El 11 de agosto del mismo año los inquisidores cayeron sobre todos los judíos que fueron denunciados en la
cámara de la tortura. La catástrofe que se inició con unas palabras imprudentes de Antonio Cordero en agosto de
1634 tuvo su trágico desenlace el 23 de enero de 1639.

En el auto de fe fueron condenadas a la cárcel 51 judíos; 11 fueron quemados vivos; 1 fue quemado post mortem y
la joven Mencía de Luna murió mientras la torturaban. Estos fueron los condenados, pero los detenidos por la
“complicidad grande peruana” fueron en total 108. Todos fueron brutalmente torturados.

Además, estas detenciones de tantos comerciantes importantes provocaron una grave crisis financiera y muchos
negociantes de Lima se arruinaron.

El Santo Oficio exigía el cobro inmediato de las deudas que se habían contraído con los detenidos, pero nunca
satisfacía las deudas que estos debían a terceros. El sistema bancario quebró. La crisis general fue tan grave que el
Santo Oficio se vio obligado a descongelar parte de las sumas secuestradas, pero exigiendo a cambio amplias
garantías.

Debido a la confiscación de sus bienes, todos sus familiares cayeron en mísera desgracia, con el agravante que sus
descendientes quedaban infamados por las prescripciones raciales.

La Inquisición de Lima se apoderó de los libros de los mayoristas limeños. De allí obtuvieron extensas listas de
clientes de todo el virreinato, la mayoría provenientes de Portugal, por lo tanto, sumamente sospechosos de ser
judíos ocultos.

***

La Inquisición de Cartagena siguió el vergonzoso ejemplo que la de Lima. En 1536, 21 presuntos judaizantes
fueron detenidos.

Dos años después nueve judíos eran quemados en la hoguera.

Uno de ellos murió víctima de las torturas, pero esto no lo salvó de la confiscación de sus bienes ni de la
infamación de toda su familia.

***
52 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
La práctica del judaísmo en México se realizaba con mayor imprudencia que en Lima. Los marranos de México
tenían la irreflexiva costumbre de enviar a un negrito vestido de colorado tañendo un tamboril para anunciar la
llegada de las fiestas religiosas.

En 1642 un clérigo comunicó al Santo Oficio que dos muchachos, criados suyo, oyeron decir a cuatro portugueses
que si en la ciudad hubieran otros cuatro valientes como ellos, prenderían fuego al tribunal del Santo Oficio y
terminarían con su malicia.

Se ordenó a las autoridades del puerto de Veracruz que impidieran la salida del puerto de todo portugués.

La Inquisición rentó varias casas para construir en ellas las cárceles que necesitaba y comenzó a prender a los
judíos portugueses secuestrando al mismo tiempo sus cuantiosos bienes.

Como no tenían dinero para rentar las casas lo pidieron prestado a los mismos familiares de la Inquisición con la
promesa de devolverlo con las ganancias obtenidas de las confiscaciones que harían sobre los sospechosos de
judaizar.

El 13 de julio de 1642 comenzaron las detenciones, y más de cuarenta personas de ambos sexos fueron detenidas.

El Virrey solicitó que el oro incautado fuese depositado en la Casa Real, pero los inquisidores no quisieron
compartir el botín.

Los cuatro primeros portugueses detenidos al ser torturados inhumanamente denunciaron a otros judíos. Y estos
denunciaron a otros, hasta que el Santo Oficio llegó a albergar 190 reos acusados de judaizar.

Familias enteras fueron encarceladas e incomunicadas; y sus haciendas secuestradas. Muchos de los “pérfidos”
hebreos que vivían esparcidos por diferentes ciudades fueron traídos a la cárcel de la Inquisición de México.

Las casas que rentaron para usar de cárceles en frente de la iglesia nueva de la Encarnación estaban atestadas.
Entonces, rápidamente y con gran sigilo mandaron construir nuevas cárceles en el interior de la iglesia de la
Encarnación.

Los primeros presos no tenían dinero suficiente para sufragar los gastos iniciales del Santo Oficio. Solicitaron
nuevos préstamos para la manutención de los reos. Luego descubrieron que los judíos portugueses habían
escondido sus riquezas por temor a que el Virrey se las confiscara con motivo del levantamiento de Portugal.

Los inquisidores buscaban complicar a los reos con delitos que ameritasen la muerte por la hoguera (relajación).

La primera en declarar con su madre y hermanas fue Clara de Rivera. Se supo que la familia Rivera había
profanado la imagen de Cristo dándole golpes.

Los inquisidores deseaban mostrar toda la opulencia de su poder mediante castigos ejemplares.

Supieron que los reos continuaban con sus ritos judaicos estando presos. Algunos ayunaban, cuidaban el sábado y
rezaban mirando en dirección a Jerusalén.

Muchos de los reos eran hijos y nietos de reconciliados. Y los inquisidores no deseaban que ninguno de ellos
quedara libre por no ocasionar la admiración de los otros judíos, al saber que alguno de sus correligionarios pudo
burlar el rigor del Santo Oficio, después de haber soportado los tormentos y sin haber denunciado a nadie.

Por ello, a los que se salvaban de las llamas les obligaban a vestir el infamante sambenito para escarmiento de su
familia y de los demás.
Capítulo XIII 53
Entre los acusados por la Inquisición estaba Melchor Juárez, secretario del obispo Palafox. Su hermano había sido
relajado (incinerado) en el auto de fe de 1601. Y su esposa había muerto en la cárcel de Llorente mientras se la
procesaba por judía.

Pasaron tres años y el Santo Oficio deseaba apurar los procesos para celebrar un nuevo auto de fe. Sin embargo,
con gran valor los judíos callaban los nombres de sus cómplices encubriéndolos y esto entorpecía y frenaba
momentáneamente la continuación de las causas de la fe.

Por fin, llegó el día esperado. El 16 de abril de 1646 en el primer auto de fe fueron penitenciados 39 judaizantes.

Reconciliados con sambenito por judíos fueron: Antonio López de Orduña, Blanca Méndez, Clara Antúnez, Clara
Tejoso, Esperanza Rodríguez, Francisco Núñez Navarro, Francisco Díaz de Montoya, Francisca Tejoso, el capitán
Franciso Gómez Tejoso, Gaspar Váez Sevilla, Gabriel de Granada, Jerónimo Núñez, Juana Tinoco, Juana e Isabel
del Bosque, Isabel de Rivera, Isabel Duarte, Isabel de Tejoso, Luis Núñez Pérez, Luis de Tejoso, Luis de Mezquita,
Margarita de Rivera, Margarita de Morera, Manuel Antúñez, Manuel Carrasco, Manuel Rodríguez Núñez. Manuel
Díaz de Castilla, Miguel de Tinoco, María del Bosque, don Nuño de Figueroa, Pedro de Espinosa, Rafael de
Granada, Simón Juárez de Espinosa, Simón Fernández de Torres, Tomás Núñez de Peralta, Tomás López de
Monforte, Tomé Gómez y doña Violante Tejoso.

Doña Clara de Rivera que murió en la cárcel fue reconciliada en estatua por judía.

El 23 de enero de año siguiente (1647) fueron reconciliados por judíos 21 individuos: Antonio Méndez Chilón,
doña Beatriz Henriquez, Diego Juárez de Figueroa, Duarte Rodríguez, Fernando Rodríguez, Francisco López
Correa, Francisco de Juan Jaramillo, Francisco Franco de Morera, Francisco de Acosta, Jerónimo Fernández
Correa, doña Isabel Henriquez, Juan Méndez de Villaviciosa, Juan Rodríguez Juárez, Juan Caroso, Manuel Álvarez
Arellano, Nuño de Silva, Pedro López de Morales, Pedro Fernández de Castro, Rodrigo Fernández Correa, Tomás
Méndez y Pedro de Espinosa.

El 29 de marzo de 1648 en el tercer auto de fe fueron penitenciados y reconciliados 16 por cuidar la ley de Moisés,
uno quemado en persona, dos quemados post mortem (sus huesos) y 18 fugitivos quemados en estatua.

Los reconciliados era: Pedro Bernal, Antonia Gómez, Catalina Gómez, Gracia Gómez, Catalina Gómez la Cartuja,
Antonio de Burgos, Luis González, Blanca Henríquez, Damián de Lucena Báez, Manuel Díaz Santillán, Enrique
Jorge de Acosta,Leonor Enríquez, Diego Díaz Báez, Francisco Váez Castelbranco, Simón de Fonseca Enríquez y
doña Felipa Núñez de la Paz.

Al día siguiente en el cuarto auto de fe fueron penitenciados 21 judíos.

Simón Rodríguez Núñez fue relajado en persona (quemado). Era portugués vecino de Sevilla, relapso en el
judaísmo.

Al día siguiente, en el auto del 30 de marzo de 1648 fueron castigados: Alejo de Castro de ochenta y dos años de
edad, vecino de Manila, el judaizante Francisco de León Jaramillo, Juan Méndez, Jorge Ramírez de Montilla,
Melchor Rodríguez López, doña Ana Juárez, Ana Núñez, de trece años, Antonia Núñez, de quince años, Beatriz
Enríquez, Blanca Juárez, Clara Núñez, Diego Rodríguez Arias, Francisco López Díaz, Jorge Jacinto Bazán, Leonor
Martínez, de catorce años, Manuel Acosta, Manuel de Mella, doña Micaela Enríquez, doña Rafaela Enríquez,
Rafael de Sobremonte, , Sebastián Cardoso, Simón de León y Violante Juárez.

Pero, todos estos autos no eran más que un ensayo preparatorio para el aterrador auto de fe realizado el 11 de abril
de 1649. Las cárceles se liberaron de muchos reos y los inquisidores pudieron dedicarse con más ahínco a los reos
más graves.

EL AUTO GRANDE
54 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Durante muchos meses estuvieron organizando los preparativos para montar el teatro donde se daría la tétrica
función.

El auto de realizó el 11 de abril de 1649. Un mes antes se invitó a los más nobles caballeros y a los hombres más
distinguidos de la ciudad.

El número de judíos penitenciados en este auto y los tres precedentes, clasificados como de “la complicidad
grande” fue de 190 judaizantes.

La comitiva dio seis pregones anunciando la noticia del ostentoso auto de fe en los siguientes lugares: a las puertas
del Santo Oficio, de la casa del Arzobispo, del palacio real, del Cabildo, en la calle de San Francisco y finalmente
en Tacuba.

Cincuenta mil espectadores fueron testigos de la celebración del auto grande, de los cuales, veinte mil habían
venido de otras ciudades a presenciar el gran espectáculo.

El virrey y presidente de la Real Audiencia era el obispo de Yucatán.

El tablado de los reos estaba muy cerca de la Real Universidad. Una Cruz Verde se hallaba depositada en la iglesia
de Santo Domingo desde la mañana.

Se habían colocado tablados, andamios, asientos y carrozas por las calles en donde pasaría la procesión de los reos.

Acompañaban la procesión de reos que iban vestidos cada uno con dibujos en los sambenitos que representaban la
gravedad de sus delitos, coros fúnebres, cirios encendidos, campanas sonando fúnebremente en todas las iglesias
mientras duraba el triste desfile hasta el lugar donde serían sentenciados.

La procesión se dirigió por la calle de la Encarnación hasta la esquina el Convento de las religiosas de Santa
Catalina, y luego torció por las del Reloj, hasta salir a la plaza mayor, y pasando frente el palacio real, embocó por
la puerta que daba entrada a la plazuela del Volador, donde salieron a recibirla otros veinte religiosos dominicos.

Toda la noche la pasaron los dominicos rezando rosarios y misas continuamente hasta el amanecer.

Las carrozas de espectadores estaban colocadas en dos filas guardando sus lugares desde un día antes de la
celebración del auto de fe.

Mientras tanto, en la Inquisición, a las ocho de la noche se reunieron todos los confesores de las distintas Órdenes
religiosas para asistir a los reos condenados a muerte por la hoguera.

Fueron distribuidos de dos en dos en los calabozos de los reos.

Catorce reos fueron sentenciados a relajar (quemar).

Todos menos el valiente Tomás Treviño de Sobremonte, quien declaró que quería guardar la ley de Moisés hasta
morir, protestaban por su inocencia. Entre ellos algunos podían haber salvado sus vidas si hubiesen delatado a otros
de sus correligionarios y si hubiesen aumentado sus acusaciones; pero, prefirieron morir como mártires del
judaísmo y no como réprobos del cristianismo obligados a vestir el infamante sambenito y apartados de todas las
dignidades de la sociedad.

A las nueve, Isabel Núñez, mujer de Duarte de León, solicitó una audiencia que duró más de una hora. Después
pidió otra audiencia que se continuó hasta las tres de la mañana. Consiguió que se suspendiese su salida y la de
Leonor Váez, mujer de otro reo condenado a relajar (quemar) al día siguiente.
Capítulo XIII 55
A las cuatro de la madrugada llegó al Santo Oficio del Arzobispo, don Juan de Mañozca, el mismo que había
fundado la Inquisición de Cartagena en Indias, y quien había actuado en la de Lima y en el Consejo Supremo.
Entonces, tenía más de setenta años y llevaba cuarenta al servicio de los Tribunales del Santo Oficio.

Se les dio de desayunar a los reos. Mañozca ordenó que se iniciara la procesión. Comenzaron a tañer las campanas
de la Catedral seguidas de todas las iglesias.

Había setenta y siete estatuas de los reos difuntos reconciliados y condenados a relajar con los nombres de los que
representaban escritos en las espaldas.

Había veintitrés cajas llenas de huesos destinados al quemadero e iban detrás de las estatuas a las que
correspondían.

Los condenados a relajar (quemar) llevaban sambenitos pintados con llamas y figuras de demonios y culebras que
rodeaban las llamas de las corozas. A los que no se callaban se les pusieron mordazas.

A los relajados se les dio una cruz verde. Los hombres iban con los brazos atados atrás, por ello las cruces las
llevaban los confesores. Las mujeres las iban cargando ellas mismas. A cada uno de los reos que serían quemados
los acompañaban los dos confesores que habían pasado la noche con ellos tratando de convertirlos al cristianismo
antes de morir.

Al amanecer empezó a salir la procesión. A la cabeza iban diez y seis familiares de la Inquisición, luego los curas
con las cruces de las parroquias; después las setenta y siete estatuas, y entre ellas las veintitrés cajas de huesos;
luego los reos con sambenitos a media aspa, los reconciliados de aspa entera, en total, cuarenta, con sus respectivas
insignias y vela verde en las manos.

Al final, los trece relajados (que serían quemados) en persona, con sus confesores que iban preparándolos para la
muerte.

Detrás iba el alcalde de las cárceles llevando un bastón negro, seguidos de los ministros del Tribunal, todos a
caballo, y a continuación una mula ricamente enjaezada cargando un cofre de nácar que contenía las causas y
sentencias de los reos. La mula era escoltada por dos lacayos con librea y doce alabarderos. Terminaba la
procesión con el alguacil mayor y el secretario Saravia quienes iban a caballo.

Fueron leídas las condenas de 53 reos presentes, de 47 que habían muerto, de 10 de los que murieron en las míseras
cárceles y de varios de los fugitivos. En la ciudad de México se efectuó la mayor tragedia de los judíos que fueron
quemados en las hogueras en una ceremonia pública.

De los 13 quemados se destacó la figura del mártir Tomás Trebiño de Sobremonte, que a pesar de ir amordazado
no cesaba de articular las voces que podía gesticulando con desesperación. Trebiño afrontó su destino con gran
heroísmo y tuvo la suficiente entereza para consolar a su esposa y su suegra quienes también fueron incineradas en
el mismo auto de fe. Más adelante hablaremos de él.

A las siete de la mañana se inició la celebración del auto de fe con discursos de las dignidades eclesiásticas. Se leyó
la bula del papa Pío V a favor de la Inquisición ponderando sus “nobles” funciones.

El alcalde con bastón negro, séquito de ministros y escolta de alabarderos traía al reo que era llamado para que le
leyeran su causa.

Las primeras causas que se leyeron fueron las de los relajados en persona y las de los reos difuntos en estatuas. A
las tres de la tarde se terminó a lectura de todas las causas de los siguientes reos: el francés Fancisco Razén por
seguir a Lutero y Calvino; por sospechosos de judíos, Diego Díaz, Francisco Botello, Francisco Gómez de Medina,
Francisco Luis, de setenta años, Francisco de Campos Morales, Manuel Méndez de Miranda, Matías Rodríguez de
56 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Olivera, Pedro de Campos y Sebastián Vaez de Acevedo, quienes fueron condenados a destierro perpetuo y
cuantiosas multas.

Fueron condenados con confiscación de bienes a abjurar de su religión, usar el infamante sambenito, doscientos
azotes y cárcel perpetua irredimible, por judíos observantes de la ley de Moisés: Antonio Caravallo, Baltasar Díaz
Santillán, Diego Correa, Duarte Castaño, doña Elena de Silva, Francisco Nieto, Francisco López de Fonseca,
Gómez de Silva, Inés Pereira, Jorge Duarte, Isabel Tinoco, Isabel de Silva, doña Juana Enríquez, Juan Duarte, Luis
Pérez Roldán, Pedro Tinoco y Simón Váez Sevilla, quien era el más rico de todos y acostumbraba recibir a sus
correligionarios emigrados desde Pisa, España, Liorna, etc. en su casa, y luego los acomodaba y repartía por toda la
tierra dándoles mercancías.

Doña Catalina Enríquez de ochenta años murió a los seis meses de entrar a la cárcel, fue reconciliada en estatua
junto con Gaspar Juárez quien también murió en prisión.

Relajados en persona por relapsos en la ley de Moisés, fueron: Doña Ana de León Carvajal, de sesenta y siete años,
la única sobreviviente de la familia Carvajal que había sido reconciliada en el auto general de 1601 cuando tenía
diez y nueve años y quedó viuda de un mercachifle; fue la última en ser quemada.

Su padre, Fancisco Rodríguez Matos, portugués, había sido relajado (quemado) en estatua en el auto de 1590 y su
madre doña Francisca Núñez de Carvajal fue relajada en persona el 8 de diciembre de 1596. Su hermano Luis de
Carvajal se dejó quemar vivo. Toda la familia Carvajal había sido perseguida y condenada por el Santo Oficio.
Doña Ana era tenida por santa entre los judíos. Doña Ana padecía de un cáncer de pecho tan agudo que se le veían
las entrañas.

Ana Gómez, madrileña de cuarenta y tres años, hija de Leonor Núñez, también condenada a relajación
(incineración). Pertenecía a una familia perseguida por la Inquisición hasta sus abuelos por ambas lados. Obtuvo la
reconciliación el 2 de abril de 1635 y fue quemada en 1649.

Antes de ser quemada sus hijos y su hermana le suplicaron que confesase para que la Inquisición se apiadara de
ella y en vez de quemarla viva la quemara muerta después de asfixiarla. Valerosamente, doña Ana Gómez murió
santificando el Nombre de Dios firme en la ley de Moisés.

Antonio Váez Tirado, portugués de sesenta y cinco años, que era el sacerdote de los judíos en México, y que había
sido reconciliado en el auto de fe de Santo Domingo el 15 de junio de 1625.

Duarte de León Jaramillo, portugués de cincuenta y cinco años, que dos veces se había salvado de la muerte en las
cárceles del Santo Oficio en 1628 y en 1635.

Francisco López Blandón, mexicano, de 31 años, que había sido reconciliado por judaizante en 1635.

Leonor Gómez, madre de Ana y su esposo, Tomás Treviño de Sobremonte, mercader de 57 años. Después de haber
sido reconciliado en 1625, con secuestro de bienes por judío judaizante relapso, se le probó que durante la prisión
había ayunado cinco años. La noche en que se le notificó la sentencia de relajación, se quitó la máscara de fingido
católico y dijo que era judío y quería morir como judío, y que le llegaba la muerte al concluir un ayuna de 72 horas.
Salió al cadalso con sambenito y coroza de condenado, sin cruz verde en las manos, porque no la aceptó, mordaza
en la boca, porque eran tantas las “blasfemias” que decía que aún así no se calmaba. Fue quemado vivo.

Relajados en persona por fictos (fingidos) y simulados confidentes e impenitentes, fueron doña Catalina de Silva,
sevillana, Gonzalo Flores (Váez Méndez), portugués, Gonzalo Váez, doña Isabel Tristán, casada con Luis
Fernández Tristán, rlajado en estatua. Simón Montero, portugués.

Por haber muerto en las cárceles fueron relajados en estatua: Agustín de Rojas, marido de Leonor Váez, portugués
que al cuarto día de prisión se ahorcó. Doña Blanca Enriquez, hija de Juana Rodríguez, famosa “dogmatista
rabina”. Doña Catalina de Rivera, sevillana de 27 años. Diego Núñez, Enrique Fernández, Francisco Home, Isabel
Capítulo XIII 57
Núñez, de Burdeos, casada con Luis Pérez Roldán, reconciliado, hijo de Diego Fernández Cardado, y hermano de
Ana Gómez, María Gómez y Francisco Blandón, todos quemados.

Doña Isabel de Silva, de 52 años, doña María de Rivera, sevillana de 38 años, que se dejó morir de hambre y
finalmente, Miguel Núñez de la Huerta, que amaneció un día muerto en la cárcel.

Relajados en estatua como fugitivos judaizantes fueron: Blas López, Diego de Campos Segovia, Diego Rodríguez,
Jorge de Montoya, holandés, Manuel Coronel, Pedro de Guevara, todos portugueses; Julián de Arboláez, holandés
y Pedro de Mercado, madrileño, hombre de letras, autor de una comedia en cuya representación (y este fue uno de
los principales cargos que le hicieron) cedió las primeras sillas a dos judíos que habían sido reconciliados, estando
de pie otras muchas personas católicas y honrados, habiendo aguardado a esos dos reconciliados para empezar la
comedia, y después, los invitó a su casa.

Difuntos relajados en estatua fueron: Álvaro Acuña, Álvaro Núñez de Segovia, Amaro Días Martaraña, doña Ana
Enríquez y otros, en total 47. Había catorce palos con leños en la base en el quemadero. Iban subiendo a los reos y
les daban garrote, oprimiendo sus cuellos hasta matarlos por asfixia, luego serían quemados atados al palo. El
único que prefirió ser quemado vivo fue Tomás Treviño quien no dio ninguna señal de arrepentimiento. Se acabó
el suplicio después de las siete de la noche.

Doña Isabel Núñez y doña Leonor Váez se salvaron de ser quemadas dando muestras de sincero arrepentimiento.
Fueron reconciliadas con sambenitos y cárcel perpetua por judaizantes, en la iglesia de Santo Domingo, el 21 de
abril, diez días después del auto. Recibieron además 200 azotes cada una.

EXTINCIÓN DEL CRIPTIJUDAÍSMO EN HISPANOAMÉRICA

Mientras aumentaba el terror ejercido por el Santo Oficio, los lazos que unían a los judíos ocultos se iban
aflojando. La falta de rabinos y de libros hacía muy difícil la transmisión del judaísmo a las nuevas generaciones.

A pesar de todo, en el siglo XVIII había pequeñas comunidades dispersas por todos los rincones de las colonias. A
finales del siglo XVIII la Inquisición había logrado su objetivo. Los descendientes de los judíos arruinados y
deshonrados perdieron todo su vigor.

CAPÍTULO XI

SINGULAR FIDELIDAD A LA FE JUDÍA Y UN EXTRAORDINARIO CASO DE CONVERSIÓN AL


CRISTIANISMO
58 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

LA FIGURA PRINCIPAL DE LA “COMPLICIDAD GRANDE” PERUANA

Manuel Bautista Pérez era el jefe espiritual de los judíos peruanos de la primera mitad del siglo XVII.

Nació en 1593 en Sevilla en donde existía la mayor comunidad de criptojudíos (judíos ocultos).

Su padre fue español y su madre portuguesa.

También el Dr. Francisco Maldonado da Silva y el conquistador Luis de Carvajal estaban casados con sevillanas.

A los seis años de edad Manuel Bautista Pérez fue llevado a Portugal. En su juventud se trasladó a las Indias
(América) en donde llegó a amasar una gran fortuna.

Poseía una vasta cultura y profundas aspiraciones espirituales. Se reunía con los teólogos portugueses. Fue un gran
mecenas. La Universidad limeña de San Martín le otorgó varios reconocimientos.

Aunque había nacido en Sevilla, para la Inquisición era portugués, no sólo por sospecharlo judío sino también
porque hablaba mayormente en ese idioma.

Cuando fue detenido se originó una leyenda que narraba los siguientes hechos.

En agosto de 1635 a medianoche pasó por la casa de unos portugueses un joven alcoholizado. El borrachín vio
luces en el piso de arriba y escuchando ruidos decidió subir pensando que allí había una fiesta.

Pudo ver a través de un vidrio que Manuel Bautista Pérez dirigía un discurso a sus correligionarios portugueses
(judíos).

Había un crucifijo de tamaño natural. Cuando Pérez terminó de hablar, los presentes se acercaron a la estatua y por
turnos descargaban golpes sobre ella.

El borrachín fue con el chisme a la Inquisición. Pocas horas después eran detenidos más de 100 portugueses judíos
que eran los hombres más ricos de la ciudad.

Pérez le ofreció al virrey del Perú, conde de Chinchón hacerse cargo de la custodia y manutención de la Sala de
Armas. Pero, temieron que luego Pérez se aliara a sus enemigos portugueses.

Aunque treinta de sus correligionarios los denunciaron, Pérez negó los cargos que la Inquisición declaraba en su
contra.

Ni siquiera mediante las horribles y reiteradas torturas consiguieron arrancarle la menor confesión acerca de sus
delitos. Tampoco pudieron obligarlo a traicionar a ninguno de sus correligionarios.

Pocos mártires del judaísmo pudieron soportar con entereza el inhumano dolor de los huesos triturados y de los
miembros descoyuntados.

Sin embargo, la Inquisición se apoderó de las listas de sus representantes comerciales de todo el virreinato. Y casi
todos eran sospechosos de judaizar, por lo cual fueron investigados y apresados. En el auto de fe de Cartagena de
1638 muchos de ellos fueron quemados.

Manuel Bautista Pérez podía haberse salvado de la pena capital si hubiese mostrado humildad y pedido perdón por
sus errores y aceptar los vejámenes infamantes con que la Inquisición rotulaba a los reconciliados con la fe
católica. Pero, prefirió desafiar al terrible tribunal muriendo como un mártir del judaísmo santificando el Nombre
de Dios.
Capítulo XIII 59

SUBLIME SACRIFICIO DEL


DR. FRANCISCO MALDONADO DE SILVA
Nació en Tucumán, Argentina, en 1592. Prefería llamarse Eli Judío. Era hijo de un médico judío portugués y de
una cristiana vieja de abolengo.

En 1601 su padre y su hermano mayor fueron detenidos por el comisario local del Santo Oficio y enviados a Lima
para recibir las penas correspondientes por sus delitos judaizantes.

Francisco Maldonado seguía hasta entonces fervorosamente la religión católica.

Sus compañeros del convento de San Francisco y sus vecinos comenzaron a maltratarlo y rechazarlo por su sangre
judía.

Cuatro años después del encarcelamiento, el 13 de marzo de 1605, su padre fue “reconciliado” con la Iglesia en un
auto de fe y sentenciado a seis años de cárcel.

Debía abandonar las Indias (América). Pero debido a la falta de médicos se le revocó la pena obligándolo a vivir y
ejercer su profesión en el puerto del Callao.

Francisco fue al Perú para acompañar a su padre y proseguir sus estudios en la Real y Pontificia Universidad de
San Marcos.

Bajo el influjo de padre se convirtió al judaísmo dispuesto a sacrificarse por su amor al Creador.

Su padre le enseñó lo que no aprendió en la Universidad sobre el arte de curar. Pero, falleció en 1616, pues había
quedado muy debilitado después del terrible encarcelamiento y las torturas a manos del Santo Oficio.

Francisco se estableció en Santiago de Chile donde se casó con la sevillana Isabel Otáñez.

Fue nombrado por el Cabildo como médico oficial de la ciudad.

Decidió circuncidarse exponiéndose a gravísimas consecuencias si era descubierto por la Inquisición.

Intentó enseñar a sus dos hermanas el amor por la ley de Moisés.

La Inquisición obligaba a denunciar los delitos de la fe cometidos por los parientes cercanos y por uno mismo. El
judío oculto debía denunciarse a sí mismo si luego quería evitar ser incendiado en la hoguera.

Fueron muy raras las denuncias de este tipo.

Incluso don Luis de Carvajal que era un fiel cristiano nuevo fiel a su rey y a su nueva religión, jamás denunció a
sus familiares que seguían observando con fidelidad los rituales judíos.

Las hermanas de Francisco Maldonado cometieron la crueldad de denunciar a su hermano ante las autoridades del
Santo Oficio.

Pasaron ocho meses hasta que el comisario del Santo Oficio recibiera la autorización de Lima para proceder en su
contra.

Maldonado se había trasladado a Concepción.

En esa época se dedicó a estudiar sus libros de teología. Entre ellos figuraba el Escrutinio de las Escrituras, escrito
por el obispo de Burgos, el converso Pablo de Santa María (Salomón HaLeví). Descubrió que era un libro
tendencioso y acomodaticio en el que el autor había imaginado una controversia de preguntas y respuestas entre un
60 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
cristiano y un judío. Y quedó perplejo ante la ingenuidad con que se trataba siempre de desprestigiar las
concepciones hebreas y realzar las equivocaciones cristianas.

Todos sus libros fueron secuestrados por la Inquisición.

El 23 de julio de 1627 Maldonado tuvo el triste honor de ser interrogado por el Santo Oficio del Virreinato del
Perú.

Mostró su temple negándose a prestar juramento en nombre de los “santos evangelios” y en cambio, “si he de jurar,
juraré por el Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra y es el Dios de Israel”.

Los inquisidores quedaron perplejos porque estaban acostumbrados a presenciar el lamentable espectáculo de los
reos temblando de miedo. Si embargo, Maldonado los enfrentaba con total desfachatez y desparpajo.

Maldonado informó a sus inquisidores sobre sus propios rituales judíos pero aseguró que no iba a denunciar a
nadie.

A pesar de la erudición de los eclesiásticos de alto rango dentro de la Inquisición ninguno supo apreciar la pureza
de corazón, la honestidad intelectual y la sinceridad espiritual del ferviente judío. El fanatismo intolerante no
permite el acceso a la conciencia de los valores más legítimos.

Los teólogos cristianos mantuvieron 15 debates con Maldonado para hacerlo entrar en su fe.

Doce años sufrió los tormentos terribles e inhumanos de las cárceles de la Inquisición, pero nada pudo doblegar su
alma entregada al judaísmo.

Durante su confinamiento escribió un libro en defensa de su religión.

En el auto de fe del 29 de enero de 1639, llamado de la “complicidad grande”, la Inquisición ordenó que Francisco
Maldonado de Silva fuera quemado vivo junto con su libro colgando del cuello.

Un testigo presencial relató lo siguiente:

“Y es digno de reparo, que habiéndose acabado de hacer la relación de las causas de los relajados, se levantó un
viento tan recio que afirman vecinos antiguos de esta ciudad, no haber visto otro tan fuerte en muchos años.
Rompió con toda violencia la vela que hacía sombra al tablado, por la misma parte y lugar donde estaba el
condenado, el cual, mirando al cielo, dijo: “Esto lo ha dispuesto así el Dios de Israel, para verme cara a cara desde
el cielo”.

***

La noticia del monstruoso proceso inquisitorial de 1639 llamado “complicidad grande” peruana llegó a Europa.

Las comunidades de origen portugués se sintieron muy afligidas.

Al poco tiempo, estas comunidades tuvieron otro motivo de honda pena: la “complicidad grande” mexicana, en la
que fue inmolado el mártir Tomás Treviño de Sobremonte, después de soportar horrorosos tormentos. La noche
antes de su muerte algunos teólogos y confesores trataron de hacer que abjurara de su fe, y al día siguiente mientras
lo acompañaban a ser ejecutado tuvo la valentía de responder a los confesores católicos que según les había
demostrado la noche anterior a ellos les convendría convertirse al judaísmo y abandonar sus falsas creencias.

T. T. de Sobremonte era un hombre rico. La Inquisición secuestró todos sus bienes. En momentos en que el
verdugo encendió la hoguera que iba a quemarlo vivo, lo exhortó con un valiente grito: “¡Eche más leña al fuego,
que de mi dinero la pagan!
Capítulo XIII 61
Y así murió recitando el Shemá santificando el Nombre de Dios.

EL SANTO DE LA LEY JUDÍA EN MÉXICO

T. T. de Sobremonte era un estudiante salamantino que a los 16 años de edad, en 1609, abandonó la Universidad
para sentar plaza de paje. Mató a un compañero de servicio por haberlo llamado judío en forma despectiva.

Por la rama paterna descendía de hidalgos cristianos viejos. Su madre era judía.

Es extraordinario el odio con que la Inquisición hace referencia a su nombre.

Los escritos del fiscal emplean entre otros los siguientes apelativos: protervo y pérfido judío; fingidor, simulador,
execrado reo; perro inmundo que volvió al vómito y a relamer lo que de su estómago había lanzado la apostasía;
judío de marca mayor; audaz reo; malicioso reo; depravado y astuto gran judío; rabino; ignorante reo; perverso
judío; rabí de su falsa Ley; sacerdote y rabino falso; maldito reo; sacerdote rabino y persona famosa entre los
hebreos, cristianos, herejes judaizantes, apóstatas de Nuestra Santa Fe Católica; maestro y dogmatizador muy
celoso de su falsa Ley; judío desdichado e infeliz; fingido cristiano y verdadero judío; circunciso y recutido judío;
indómito y rebelde judío; justificado reo; sacerdote falso; fautor y encubridor de herejes.

T. T. de Sobremonte fue uno de los más fervientes judíos de México. Era un hidalgo impetuoso y de un orgullo
innato y desbordante.

En 1629, pocos años después de su primera condena inquisitorial que le obligó a vestir en público el infamante
sambenito y le prohibió ejercer empleos y usar vestimentas de los hidalgos, se casó con María Gómez.

El fiscal del Santo Oficio en México lo acusó de vestir seda, portar armas y andar a caballo. De inmediato se
comprobó el delito. Pero, Treviño, a sabiendas del peligro que corría su vida por no haber cumplido al pie de la
letra la condena del tribunal, aparentando una humildad que no sentía, se dirigió a la Inquisición con un escrito que
informaba el privilegio obtenido del mismo Inquisidor General de España permitiéndole vestir nuevamente la
indumentaria de los hidalgos.

Acompañaba el escrito con cien pesos “para gastos de este Santo Tribunal”. Expresó también su esperanza de que
el tribunal “usara la clemencia que suele usar” y aceptara su donativo perdonándole su indiscreción. Y así sucedió.

A cada paso que daba era espiado. Se vio acosado por sujetos que lo extorsionaban amenazándolo con acusarlo a la
Inquisición, la cual iba acumulando las pruebas en su contra de donde vinieran, sin preocuparse de su veracidad.

Todos sus parientes habían sido detenidos por practicar ritos judíos.

Aconsejó a su propia esposa que se entregara ella misma a la Inquisición con la esperanza de que lograra una
mayor misericordia del riguroso tribunal.

Mientras tanto Treviño organizaba la fuga de todos los que aún no había apresado el Santo Oficio. Y buscaba la
forma de rescatar a los que habían caído en sus inmundas cárceles.

Para ello, contrató a un negro empleado de las cárceles secretas.

Tuvo la valentía de presentarse personalmente a la alcaldía de la Inquisición para darle consejos a su suegra. El
fiscal se sintió agraviado por semejante osadía inaudita.

Treviño había violado el hermético secreto del tribunal del Santo Oficio entrando y saliendo ileso de sus cárceles
burlando su guardia.
62 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Como la suegra y la esposa de Treviño sufrían por primera vez la prisión del Santo Oficio, recibieron la
“misericordia”de la Inquisición, es decir, se las dejaba con vida después de sufrir mil tormentos y haber prometido
no incurrir nuevamente en apostasía. Fueron condenadas a varios años de cárcel y a vestir el infamante sambenito.

Treviño engañó al tribunal fingiendo un gran enojo e indignación contra su suegra y su esposa por la “pertinacia
(obstinación) judía”. Y se mostró tan indignado que pidió no volver a vivir junto a su esposa. Esta burla al tribunal
jamás se la perdonaron, pues cayeron en ridículo al ordenarle expresamente que reanudara su convivencia
matrimonial.

La segunda detención de Treviño significaba una muerte segura. Y él sabía que aunque confesara y pidiera
clemencia o negara su culpa y se confesara cristiano, de todos modos sería quemado en las llamas del macabro
tribunal.

No obstante, continuó practicando en secreto sus rituales judíos con mayor unción y obligando a sus hijos a seguir
su ejemplo.

Treviño abrigaba la esperanza de embarcarse con el resto de su familia hacia los Países Bajos.

Pero, no pudo realizar su propósito, pues fue apresado por la Inquisición con motivo de la “complicidad grande”
mexicana.

Antes de detener a Treviño la Inquisición había reunido todas las pruebas para inculparlo de su delito judaizante.

Pero, no satisfecho el Santo Oficio con todas esas pruebas prosiguió la indagación en la cámara de tormento.

Torturando a su hijo y a doña Margarita de Rivero supieron que Treviño se había burlado del tribunal la primera
vez que estuvo preso al solicitar de su compañero de celda, el portugués Antonio Báez Castel Blanco, que le
practicara la circuncisión, que también se realizó en su hijo Rafael.

Esta acusación no dejaba ninguna esperanza a Treviño de salvar su vida.

El 15 de diciembre el tribunal ordenó a cuatro cirujanos del Santo Oficio que en presencia del notario y del alcalde
de las cárceles secretas, examinaran al reo y a su hijo.

Constatada la circuncisión sólo se había concluido la primera parte del proceso inquisitorial. Faltaba la segunda
parte: la relativa a la denuncia de otros judaizantes. Los reos eran torturados para que delataran a sus
correligionarios y así ayudaran a los inquisidores en su noble labor de salvar las almas de esos pobres desdichados
judíos quemándolos vivos para ahorrarles el fuego del infierno; suponían que si los quemaban en este mundo
quedaban exentos de los sufrimientos del infierno.

Los inquisidores sabían que Treviño no denunciaría a ningún correligionario, por eso pusieron fin a las torturas y a
los interrogatorios.

El 14 de marzo de 1647 el fiscal presentó el acta de acusación contra Treviño. Entonces pudo deducir de qué se le
acusaba y quiénes eran los testigos, pues la Inquisición mantenía en secreto los motivos de la acusación y los
nombres de los testigos que la denunciaban.

El abogado de la Inquisición no servía para nada.

Treviño inició su defensa alegando en un escrito que su hijo había declarado falsamente en su contra aterrorizado
por la amenaza de la tortura.

Desmiente el examen de los cuatro cirujanos diciendo que ni él ni su hijo están circuncidados.
Capítulo XIII 63
En el último escrito de su defensa fechado el 11 de febrero de 1649 se compara a la trabajosa abeja, “que tan
provechosa es a Dios y al Rey y a su amo; a Dios con su cera para las iglesias, al Rey con sus muchas alcabalas de
la miel y cera, y a su amo con su mitad de miel y cera, porque la otra mitad le queda para el sustento en el invierno
que no hay flores. No es razón que por el zángano consumidor se quite la vida a la trabajosa abeja”.

Con esto hace referencia a la pobreza de sus delatores y a su propia riqueza de la que tanto los inquisidores como
los testigos se querían apropiar.

Estuvo cinco años preso y cuando no conseguía que le dieran alimentos kasher se mantenía en ayunas y por ello
estuvo al borde de la muerte. Prefirió morir a transgredir los preceptos de su religión.

El 11 de abril se celebró el más exorbitante y monstruoso auto de fe de América llamado de la “complicidad


grande” mexicana.

El atardecer de la víspera dio inicio a la ceremonia el fúnebre tañido de las campanas de todas las Iglesias de
México, capital de Nueva España. Durante toda la noche se sucedieron misas en el teatro que serviría al auto de fe.
Al amanecer, se redoblaron las campanas de las iglesias. Acto seguido se vistió a los reos con las insignias
correspondientes a sus delitos.

Treviño de Sobremonte a pesar de ir amordazado llamaba la atención de la concurrencia porque no cesaba de


articular las voces que podía, gesticulando desesperadamente.

El tétrico desfile de los presos con sus vestimentas infamantes y con los dibujos representando sus castigos en el
infierno llegó al teatro a las siete de la mañana.

Al mismo tiempo se presentaron los directores del sanguinario espectáculo, los inquisidores y las autoridades
civiles.

Tres confesores acompañaban a Treviño. En un gesto de humanidad le ofrecieron su última comida. Pero, Treviño
firme en su “parvedad, apostasía, contumacia y perfidia judaicas” rechazó el generoso ofrecimiento declarando que
seguía un ayuno de 72 horas.

Fustigados por tal inaudita manifestación, los tres frailes con mayor vehemencia, continuaron sus esfuerzos para
disuadirlo de sus errores.

A muy poca distancia de la hoguera, los representantes de la Inquisición y el judío, al que le quitaron la mordaza,
debatieron sobre los cálculos correctos para conocer la llegada del Mesías y sobre las referencias reales o presuntas
de Jesucristo en las Sagradas Escrituras.

Fue tan grande el ardor del judío que le trajeron una Biblia para enseñarle el capítulo noveno de Daniel y los
capítulos segundo, tercero y cuarto de Jeremías en donde se habla de la profecía de la llegada del Mesías.

Desafiando la paciencia de los frailes, el indómito judío pronunció las siguientes palabras: “no te canses, que he de
morir judío; conviértete tú y hazte judío; que lástima que sabiendo te quieres condenar”. El fraile al que se dirigió
se llamaba Corcherón.

Acto seguido se le puso nuevamente la mordaza.

Con los gestos y la mirada exhortaba a sus compañeros a que murieran firmes en la Ley de Moisés.

Tuvo el valor de consolar a su esposa y a su suegra que iba padeciendo terribles dolores como consecuencia de los
malos tratos de las torturas, antes de que leyeran sus sentencias de muerte muy cerca de la hoguera que las
quemaría.

A su suegra le dijo mientras pasó frente a él camino de las llamas: “acuérdate de la madre de los Macabeos”.
64 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Los que creen poseer la verdad absoluta son capaces de cometer los crímenes más abominables en nombre de sus
ideales.

Un documento de la Inquisición describe los últimos momentos de Tomás Treviño de Sobremonte: “Echaron la
leña al brasero y subieron el último al infeliz Tomás Treviño de Sobremonte, a quien le aplicaron la llama a la
barba y rostro, por ver si la pena le hacía cuerdo y el dolor desengañado; más él con palabras y acciones consumió
su impenitencia final y atrayendo la leña con los pies se dejó quemar vivo, sin dar ni un solo indicio de
arrepentimiento, antes no pudiendo ya hablar, desde la llama se le veía hacer meneos con la cabeza y manos, como
quien decía que no a la voz común que le clamaba su conversión, empeñado ya desde esta vida a padecer el
preludio de las llamas eternas con tan claro testimonio de su reprobación lamentable. Ardió la espantosa hoguera y
resolvió en pavesa y humos las estatuas, las cajas de huesos y los cuerpos miserables de los apóstatas, siendo la
vengadora llama ejecutora de la divina justicia y forjadora de los trofeos que el Tribunal Sagrado de la Fe
levantaba aquel día, en crédito de la persona de Cristo Crucificado, y en honra y gloria de su Eterno Padre y de su
santísima ley. Acabóse este suplicio a poco más de las siete de la noche.”

POEMA A LA MEMORIA DE TREBIÑO

Por el historiador judío español Miguel de Barrios, 1660.


Años catorce en cárcel rigurosa
Por defender de Dios la verdad pura
Treviño arrastra á la cadena dura
Que le dá el ser la sacra Ley su esposa:

Tolera Job segundo, Eva engañosa,


Con gran constancia en la miseria obscura:
Porque la luz que al cielo le apresura
Guía su aliento en senda tenebrosa:

El fuego al que le arrojan no le espanta


Con la leña que Isaac lleva en su celo
Por seguir del gran Padre a la Ley santa.

Ya Indiano Elías, por subir al cielo


En el carro voraz que lo levanta
Deja la capa de su polvo al suelo.

EL VENERABLE ANTONIO SAN PEDRO

Aunque no era frecuente que un criptojudío se convirtiera al cristianismo sinceramente a continuación


presentaremos el caso del portugués judío Antonio Rodríguez Correa, quien después de una condena de la
Inquisición de Lima abrazó fervientemente la fe católica.

Para ganar su sustento fue marinero en la isla Margarita (Venezuela), pulpero en Potosí (Bolivia), minero en
Huancavelica (Perú) y mercader en Arequipa (Perú). No llegó a acumular una fortuna y se dedicaba al comercio
ambulante antes que ser detenido por sus “crímenes judaicos”.

Iba a Lima a comprar mercancías que vendía en las afueras de la ciudad. El 22 de mayo de 1604 fue detenido; lo
habían denunciado acusándolo de que ayunaba en determinadas fechas, de que recitaba los salmos de David al
modo judío (sin gloria patri), de que poseía un libro de rezos judíos en castellano, de que no denunció el “crimen
judío” de varios de sus amigos y de que celebró junto a ellos el Día del Perdón. Llamado ante los inquisidores para
responder por sus “crímenes”, Antonio Rodríguez Correa confesó con humildad todos sus errores, anunciando que
Capítulo XIII 65
por la noche había oído una voz que le decía: “¡Antonio! ¿Por qué me ofendiste?”… sintiendo como unas escamas
que caían de sus ojos, iluminándosele el entendimiento con gran claridad.

Tales confesiones milagrosas frecuentes en las cárceles de la inquisición, como así también las vehementes
promesas de los reos de seguir fieles al cristianismo impresionaban muy poco a los inquisidores.

Lo que si influía en su ánimo era la buena voluntad del acusado de confesar sus delitos inmediatamente y los de
terceras personas sin haber pasado por la cámara del tormento. Antonio Rodríguez Correa cumplió a satisfacción
ambos requisitos del Santo Oficio. El 13 de marzo de 1605 se efectuó el auto de fe en cual fue condenado a 3 años
de permanencia forzosa en Lima bajo la vigilancia de la Inquisición. Se le confiscaron todos sus bienes y se lo
condenó al uso infamante del sambenito, motivo de burla y escarnio. Transcurridos los tres años debía abandonar
las Indias. Su situación era difícil porque no tenía medios de subsistencia. Buscó refugio en el convento de la
Merced, donde le hicieron trabajar en la cocina. Al transcurrir los tres años se le permitió quitarse el sambenito
porque los informes sobre su piedad cristiana eran muy buenos.

Sin la vestimenta infamante se embarcó a España y en la travesía se salvó milagrosamente de un naufragio. Entró
en un convento de dominicos como sirviente. Esta orden cuidaba celosamente la “limpieza de sangre”.

Y por ello buscó refugio entre los mercedarios descalzos. Y permaneció en esa orden por diez años. Su vida fue tan
virtuosa que cuando murió en 1622 la Santa Sede hizo una investigación sobre su conducta piadosa y colocó al
hermano Antonio San Pedro entre los Venerables de la Iglesia Católica. Vemos que entre los marranos nos sólo
hubo mártires y héroes, sino también renegados y algunos que se convirtieron sinceramente al cristianismo.

Creemos necesario decirlo, porque tal es la verdad y porque de esa manera se evitan generalizaciones apresuradas.

CAPÍTULO XII

LOS ÚLTIMOS CONDENDOS A LA HOGUERA

La procesión comenzó a salir de las casas del Santo Oficio a las seis de la mañana… era el 19 de noviembre de
1659.

A Pedro García de Arias, condenado a relajar (quemar), se le puso una mordaza para acallar sus quejas y lamentos
que proclamaban a viva su inocencia y la cruel injusticia y el furor diabólico de la Inquisición.

Fray Diego de Arellano predicó su sermón. Luego, el Virrey arrodillado presentó su juramento de fidelidad a la fe
católica.
66 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Hasta la una del mediodía se leyeron las causas de los condenados. Se interrumpió la lectura de las sentencias
cuando el Virrey, seguido de los inquisidores Medina Rico y Sáenz Mañozca y otros ministros fueron a comer
dentro del mismo Cabildo.

Invirtiendo el orden comenzaremos a relatar las penas de los castigados con menor severidad.

Los condenados por blasfemos hereticales recibieron doscientos azotes y trabajos forzados. Eran vendidos por 4 a
10 años a algún obraje para cubrir los gastos del Santo Oficio.

Los casados dos veces fueron enviados a remar a las galeras por 6 años.

Luis Pérez Roldán, que había sido reconciliado por judaizantes en el auto del 11 de abril de 1649, maestro de
esgrima, habieno sido castigado con doscientos azotes y hábito perpetuo (sambenito) que debía traer sobre sus
vestimentas en señal de su infamia, incumplió esta formalidad. Por ellos fue preso por impenitente. Confesó que
nadie quería comprar sus productos ni servicios mientras vestía el sambenito.

A pesar de que pidió misericordia recibió 100 azotes y fue encarcelado para ser liego desterrado del reino.

Por sospechosa en el “crimen de judaísmo” fue presa con secuestro de bienes María de Zárate, mexicana, vecina de
Tacubaya, mujer de Francisco Botello, uno de los relajdos (quemados) en este auto.

Antes de ser apresado denunció con enojo que su esposo y parientes habían sido encarcelados injustamente y
solamente con el fin de arrebatarles su dinero.

La reo fue puesta en el tormento “y se la torturó conforme al derecho y estilo del Santo Oficio, y habiendo dicho
que no tenía más que decir y que cuanto se decía contra ella era falso y mentira, se pronunció sentencia y ella
respondido que el Tribunal hiciera lo que fuera servido que ella no debía nada; y puesta en la cámara del tormento,
fue amonestada que diga la verdad conforme al estilo del Santo Oficio, y puesta y amarrada se le repitieron las
amonestaciones, y le dieron dos vueltas a la rueda en las piernas y cuatro vueltas en los brazos”, y no confesó nada
nuevo.

Como se había hecho tarde, los inquisidores suspendieron la tortura para continuarla en el momento que lo
considerasen más oportuno. El tormento duró una hora aproximadamente y según declaró el cirujano no le
provocaron lesiones graves, a pesar de estar muy maltratada.

Salió como penitente con vela verde en las manos y soga en la garganta, abjuró del judaísmo y pagó 1000 pesos de
multa y fue condenada a 4 años de cárcel en un hospital para cuidar a las enfermas.

María de los Ángeles, mulata, esclava, presa por haber usado de suertes y supersticiones para adivinar cosas
ocultas y “futuros contingentes”, con sospechas de pacto explicito con el Demonio, además de las penas
espirituales de estilo, recibió 200 azotes y fue condenada a ser vendida por 6 años para trabajar en un obraje.

Como sospechoso en la secta de los herejes alumbrados salió Salvador de Victoria, por otro nombre Pedro de
Zavala, religioso lego de España, y que en México andaba con hábito de ermitaño, dando señales aparentes de
virtud y santidad, se decía escogido de Dios para el remedio del género humano y fundar una nueva orden religiosa
con doce compañeros, mediante la cual se aplacaría la ira de Dios contra los hombres por sus culpas.

Publicaba revelaciones y visiones que afirmaban haber tenido, y milagros ejecutados por él en varias ocasiones.

Después de recibir distintas penitencias espirituales fue colocado en el convento de San Francisco en calidad de
hortelano, y de allí se escapó una noche, y siendo atrapado luego le dieron 200 azotes por las calles públicas de la
ciudad.

Teresa Romero, natural de Cholula, vecina de México, de 28 años de edad, soltera, que se hacía llamar Teresa e
Jesús, y hermana de Nicolaza de Santo Domingo, que había sido penitenciada en el auto del 29 de octubre de 1656,
Capítulo XIII 67
por embustes de visiones engañando a mucha gente y enriqueciéndose ilícitamente. Dio a luz estando presa en las
cárceles del Santo Oficio. Recibió 200 azotes y reclusión por 10 años en un hospital.

Josefa Romero, hermana de la anterior, murió en la cárcel.

Manuel Méndez, portugués, vecino y mercader de Tlaxcala, falleció en la cárcel; a sus herederos se les regresaron
sus bienes, pues resultó ser inocente del delito judío.

El clérigo José Bruñón de Vertiz, natural de Pamplona, de 41 años de edad, fue preso en setiembre de 1649 con
secuestro de bienes, como director y maestro de Josefa de San Luis Beltrán y María de la Encarnación, cuyos
raptos y revelaciones tenía apuntados en dos gruesos volúmenes que enseñó al Tribunal.

Se relata que las almas de los muertos se comunicaban con ellas solicitando que dijeran algunas misas para salir del
purgatorio.

En una ocasión el clérigo dijo que Tribunal era su enemigo, pero que eso estaba profetizado en el Eclesiastés, y que
era una advertencia de Jeremías al Tribunal, todo lo cual, daba claros indicios de que el pobre hombre estaba
rematadamente loco.

En abril de 1656 se enfermó muy gravemente y pensaron que estaba poseído por el demonio, por lo cual, lo
exorcizaron varias veces, obviamente, sin resultado alguno.

Al poco tiempo murió y fue enterrado en un rincón de las cárceles.

Siguió la causa en contra de su memoria y su fama. Se lo condenó a salir en estatua en el auto de fe que fue
despojada de los hábitos e insignias clericales y vestida con las ropas de los relajados (quemados vestidos con
sambenito y coroza con llamas) en el cadalso, y un letrero que decía su nombre. La estatua fue quemada junto con
sus huesos hasta que convertirse todo en cenizas.

A continuación relataremos brevemente las causas de los reos condenados a la hoguera.

Diego Días, portugués que residía en Tacubaya, viudo de Ana Gómez quien había sido quemada en el auto del 11
de abril de 1649. Había sido apresado el 7 de enero de 1643, y fue condenado en 1649 a salir con sambenito de
media aspa y abjurar como sospechoso de judío, y destierro perpetuo de las Indias (América), que no cumplió.
Empezó a vagar de un lado a otro para no se descubierto. Fue apresado por segunda vez el 26 de febrero de 1652
por judaizante relapso. Tenía más de 70 años y necesitaba un bastón para caminar; jamás confesó sus delitos
judíos.

Se negó a salir en la procesión que lo llevaba al quemadero a portar una cruz en su mano prefiriendo morir dentro
de la ley de Moisés. Reprendido por uno de los padres que lo acompañaban, respondió: “pues, padre, ¿no es bien
que nos exhortemos a morir por Dios?

Fue condenado a morir en vivas llamas hasta que de él no quedara memoria.

Diego Díaz fue llevado a San Hipólito, donde fue puesto en un madero. El verdugo le dio garrote (muerte por
asfixia antes de quemarlo hasta quedar convertido en cenizas). Antes de morir hizo señas a otros condenados,
Botello y Aponte, animándolos a morir santificando el Nombre de Dios dentro de la ley Judía.

Franciso Botello tenía más de 65 años; había nacido en la villa de Priego en Andalucía. Fue preso pos primera vez
en 1642. Seis años después sin haber confesado sus delitos judíos, estando desnudo y amarrado en el potro en el la
cámara del tormento, se le dieron 8 vueltas para torturarlo, dos en las piernas y seis en los brazos, desde las 9 hasta
las 11 y media, y nunca confesó.
68 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Lo único que dijo fue: “¡ay! ¡ay! ¡ay!”, muchas veces, llamando a la Virgen y gritando que no había hecho, dicho
ni oído nada acerca de las acusaciones que hacían en su contra. Salió en el auto de fe del 11 de abril de 1649.
Abjuró por sospechas de judaizante y recibió 200 azotes y destierro perpetuo de las Indias.

Su segunda causa empezó el 11 de mayo del 1650 por haber sido denunciado que se hallaba tierra adentro, sin
cumplir su destierro, “y como trayendo una mano maltratada del tormento que pasó, decía: cinco mil pesos me ha
costado; algún día me los volverán”.

Declarado hereje judaizante, apóstata de la fe católica, protervo y pertinaz en la observancia de la ley de Moisés,
fautor y encubridor de herejes judaizantes, maestro de dicha ley y pervertidor de personas católicas, fue condenado
a ser relajado (quemado), con confiscación de bienes.

Notificado de la sentencia de muerte los clérigos intentaron convertirlo al cristianismo agotado todos sus recursos.
Pero fue en vano. El reo respondía a todo lo que se le decía con despropósitos y cosas muy ajenas de lo que le
trataban de inculcar para descargo de su conciencia y medicina de su alma. Además, preguntaba si no se haría caso
de su linaje, como si fuese un gran caballero, siendo descendiente de viles e infames hebreos.

Note el lector la perversa hipocresía de los clérigos cómplices del sistema carcelario inquisitorial.

Si honestamente pensaban que su alma se salvaría mientras abrazara la fe católica minutos antes de ser quemado,
entonces, no se entiende para que luego lo quemarían en el caso de que aceptara ser bautizado.

Mientras esperaba que leyeran su sentencia trató de hablar con su mujer, quien también sería condenada en el
mismo auto, pero para impedírselo lo situaron dos gradas más abajo en el tablado en que los res reos esperaban su
triste final.

Entonces, se puso a platicar alegremente con los reos más cercanos.

Fue llevado por las calles acostumbradas hasta la plaza de San Hipólito y allí lo quemaron hasta quedar convertido
en cenizas… “y de él no quedara memoria” (Libro 779, fol. 426).

Trescientos cincuenta años después de su injusta muerte honramos su memoria con este humilde homenaje escrito.

Francisco López de Aponte, natural del Faro, en los Algarbes, de 44 años de edad, tonelero, casado en la Habana,
de donde pasó a México y se hizo curandero pregonando poderes en el aliento y las manos para quitar la calentura.
Fue preso el 25de Enero de 1657 por decir varias proposiciones contrarias a la fe católica y tener pacto implícito y
explícito con el Demonio. Su abogado lo declaró loco y pidió que se suspendiese su causa.

Los médicos declararon lo contrario. Transcribimos a continuación la sentencia:

“Christi nomine invocato. Fallamos atentos los autos y méritos del dicho proceso, indicios y sospechas que de él
resultan contra el dicho Francisco López de Aponte, que le debemos condenar y condenamos a que sea puesto a
cuestión de tormento, en el cual esté y persevere por tanto tiempo cuanto a Nos bien visto fuere, para que en él diga
la verdad de lo que está testificado y acusado, con protestación que le hacemos que si en el tormento muriese, o
fuere lisiado, o si se siguiese efusión de sangre o mutilación de miembros, sea a su culpa y cargo, y no a la nuestra,
por no haber querido decir la verdad; y por esta nuestra sentencia así lo pronunciamos y lo mandamos.”

Este pobre infeliz, mientras lo amarraban para ser terriblemente torturado e intimado varias veces a que diga la
verdad , preguntó ingenuamente que qué verdad querían que dijera. Declaró simplemente que él ya había dicho la
verdad, y suplicó a sus captores que le dijeran que debía declarar para verse libre de tales tormentos.

Le dijeron que si no había dicho la verdad, debía decirla en ese momento. El reo preguntó con total candidez “que
qué diablos ha de responder”.
Capítulo XIII 69
Se mantuvo tranquilo y quieto sin manifestar ninguna emoción ni quejarse mientras le daban la primera vuelta.
Amonestado para que diga la verdad, dijo que no sabe que verdad ha de decir, con lo cual se le mandó apretar otra
vuelta. No se quejó no dijo nada. Otra vez le amonestaron que diga la verdad y otra vez volvió a preguntar que qué
verdad debía decir. Lo dejaron un buen rato que soportara el dolor, pero no él no manifestó ningún sentimiento.
Con lo cual se mandó a dar la tercera vuelta y se le ataron los brazos para la primera vuelta. Le dieron la primera
vuelta y no hizo ninguna señal de dolor, ni se quejó ni habló palabra alguna. Le amonestaron nuevamente para que
dijera la verdad y respondió que no había verdad que decir aquí.

Como no se quejaba a pesar del suplicio al que lo estaban sometiendo, los inquisidores pensaron que estaba
endemoniado o había tomado alguna cosa para insensibilizarse al dolor.

Probablemente estaba en estado de psicosis que lo desconectó de la sensación al dolor.

Al día siguiente muy temprano fueron llamados Sebastián del Castillo, Juan e Correa, Andrés Alberto y Francisco
Días de León, cirujanos, para que en su presencia y su asistencia quiten todo el cabello y el vello de las partes
genitales y de la parte anicular y bajo las axilas de Francisco López de Aponte y observen si en algún lugar
encuentran una señal de pacto con el diablo.

No hallaron ninguna señal ni en la boca ni en los oídos ni el intestino que de indicios de que había tomado algo
para hacerse insensible al dolor.

Dos horas más tarde los inquisidores volvieron a llevar al reo a la cámara del tormento.

Le pidieron que diga toda la verdad para evitar tantas molestias. Respondió que ya había dicho la verdad y que no
tenía nada más que decir.

Fue sentado en el banco y se la amarró la cincha. Le sangraba un brazo que había sido herido en día anterior.

Le preguntaron al reo si no era mejor decir la verdad que soportar los tormentos; a lo que respondió que no sabía
que verdad de día decir. El cirujano examinó la herida del brazo y se resolvió postergar la tortura hasta que cerrara
la herida.

El martes 23 de setiembre de 1659 los inquisidores continuaron con el tormento. A las ocho en punto de la mañana
llevaron a Francisco López de Aponte desde su cárcel a la sala del tormento. Le pidieron que diga la verdad por
Dios Nuestro Señor y su gloriosa y bendita madre Nuestra Señora la Virgen María y así se evite las torturas. Dijo
que no tenía nada que decir.

El reo fue a sentarse al banco sin hacer ninguna manifestación de emoción alguna. Le amarraron la cincha, los
brazos y las piernas al potro. Se le dio la primera vuelta a los brazos. Le amonestaron que diga la verdad y
respondió que no había nada que decir. Los inquisidores al ver tanta pertinacia (obstinación) del reo decidieron
detener el tormento.

Le habían reventado ambos brazos que sangraban copiosamente pero el reo se fue caminado hasta su cama como si
no hubiera pasado nada. Eran las ocho y cuarto de la mañana.

Finalmente, Francisco López de Aponte fue declarado hereje apóstata y condenado a se relajado (quemado) en la
hoguera con confiscación de bienes.

La noche que le comunicaron la sentencia, la víspera del auto, el licenciado Corchero trató de persuadirle de sus
errores y el reo le preguntó ingenuamente “¿qué errores son los míos?”. El sacerdote le dijo que era un error negar
que no hay Dios, a lo que el reo respondió: ¿Pues no es verdad? Mira, desengáñate, que no hay Dios, ni infierno, ni
70 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
gloria, y que todo es mentira; nacer y morir, y acabóse”. Dicho esto enmudeció sin responder a cosa alguna que se
le dijese”…

Se presentó al auto de fe con total desvergüenza y descaro frente a sus jueces burlándose de los padres confesores
que asistían a los demás relajados y antes de morir exclamó: “¿No he hecho muy bien mi papel?”.

El fiero y pertinaz hereje fue quemado vivo sin dar señal de arrepentimiento.

Juan Gómez, natural de Oporto, en Trujillo había tomado el hábito de San Francisco y después en Venezuela el de
Santo Domingo. Penitenciado por la Inquisición de Cartagena por proposiciones heréticas, fue preso con secuestro
de bienes el 28 de mayo de 1658 por hereje sacramentario y enseñar doctrinas opuestas a la fe católica. Su
acusación constaba de 18 capítulos.

Fue condenado a ser relajado (quemado).

La noche que le comunicaron la sentencia los confesares se admiraron del terrible espanto y horror que provocó en
el triste reo. Y aunque esa noche se confesó y solicitó varias audiencias siguió afirmando sus revelaciones y
añadiendo cosas nuevas en su comprobación. Probablemente, padecía una psicosis delirante aguda.

Como a las cinco de la tarde Juan Gómez fue llevado sobre un caballo y acompañado pregonero hasta la plaza de
San Hipólito. Fue puesto en un madero quemado vivo hasta que su cuerpo quedó transformado en cenizas.

Pedro García de Arias, natural de Toledo, de 60 años de edad. En Sevilla vendía frutas por las calles. En Nueva
España fue primero pastor, después lego del Carmen y sirviente de un hospital de México, donde vestía hábito de
ermitaño, con el cual anduvo vagando por muchos lugares del virreinato.

A pesar de que apenas sabía leer y escribir las más graves acusaciones en su contra se basaban en tres libros
heréticos que supuestamente él había escrito.

Para que se pueda juzgar el estado mental del reo baste decir que por ser autor de tales libros no podía equivocarse
en nada y que jamás nadie podría acusarlo de haber cometido falta alguna y que se salvaría sin problemas bebiendo
20 tazas de chocolate al día. Nuevamente, estamos en presencia de una psicosis delirante; al menos, eso es lo que
parece.

Como se refería a los inquisidores con términos ofensivos, se le hizo dar públicamente 200 azotes por las calles y a
voz de pregonero. Gritaba que lo castigaban porque servía a Dios y que si en 6 días no lo soltaban él sabría lo que
iba a hacer.

Un día cerró la puerta de entrada de su calabozo con una frazada y un colchón bien clavado que aseguró con una
viga que había sacado del piso.

Cuando se le notificó su sentencia de muerte (relajación) se pasó la noche gritando que quería que le diese la causa
por la cual era condenado a morir, puesto que era inocente de toda culpa. Afirmaba que no tenía pecados ni pediría
misericordia aunque le quemasen vivo.

Salió al auto de fe con mordaza y con los tres libros que supuestamente había escrito colgados al cuello para que se
quemaran con él. En el tablado estuvo como un toro feroz y desesperado, con un aspecto horrible. Al concluir la
lectura de su causa, bramando dijo que le castigaban injustamente por servir a Dios y por las buenas cosas que
había escrito. Hasta el último momento insistió en que sus escritos no tenían errores.
Capítulo XIII 71
Sebastián Álvarez o Rodríguez, natural de Bayona, Galicia de más de 63 años de edad, su juicio estaba más
perdido que el de Arias. Tenía una maleta llena de papeles que decían que él era Jesucristo, ya que en el capítulo V
del Apocalipsis se decía que sólo Jesucristo era digno de entender la Sagrada Escritura, y como él comprendía la
profundidad del texto sagrado, concluía con toda certeza que el era Dios.

En la primera audiencia cuando se le pidió que diese su genealogía dijo que para la gente de afuera era Sebastián
Álvarez, pero para el Santo Oficio, Jesucristo.

Vemos otro caso de psicosis cuyo tratamiento terminó en la hoguera.

Era tal su manía de escribir sus delirios que después de haber sido sorprendido con papel que había pedido con la
excusa de dibujar, se valía de las tablas y ruedas de las cajas de conservas que le daban o luego sacaba tabletas de
las vigas de la cárcel, que luego pulía.

Los inquisidores dudaron de la sensatez del reo y no sabían si estaba loco o no. Pero, finalmente, declararon que
estaba en perfecto uso de sus facultades intelectuales.

La noche antes de su muerte estuvo argumentando con los confesores que él era Jesucristo y que tres días después
de morir resucitaría.

Al amanecer enmudeció completamente y antes de ser sacado de su celda se puso a leer diferentes líneas que había
escrito con carbón en las paredes de cu cárcel.

En el tablado los clérigos lo instaron a que pidiera misericordia pero él se negó diciendo disparates. Luego pidió
audiencia y se la concedieron. Fue enviado a la Inquisición evitando momentáneamente la sentencia de muerte.
Luego veremos lo que el destino le deparaba.

Este fue el último reo condenado a relajar (quemar). La inquisición cometió terribles injusticias y crueldades
inauditas con este infeliz, al que después de mantenerlo preso durante 17 años en una cárcel espantosa e inhumana,
quemaron al fin vivo.

El 25 de octubre de 1642 se presentó en el Tribunal el capitán Felipe Méndez denunciando a don Guillén
Lombardo, irlandés residente en México, diciendo que le había comunicado un proyecto diabólico para hacerse
virrey en el próximo año de 1643.

Le propuso levantarse con él y titularse soberano independiente. Además, le había mostrado las cartas que había
escrito para enviarle al Papa y al rey de Francia, ofreciendo libertad a los indios, negros y mestizos para que lo
apoyasen, dando a entender que era hijo de Felipe III y hermano de Felipe IV; ya que para averiguar el resultado
de su empresa se había aconsejado con un indio hechicero.

Ese mismo día prendieron a Guillén Lombardo de Guzmán, quien afirmaba que descendía de la nobleza de Irlanda.

Dijo haber estudiado en Londres matemáticas y griego y que a los 12 años publicó un folleto contra el rey de
Inglaterra, y que para que no lo mataran salió huyendo por barco, y que lo prendieron cuatro navíos herejes, en los
cuales fue nombrado general gracias a sus muchas virtudes, y que por mucho tiempo fue un corsario que surcó
todos los mares del mundo, y que habiendo llegado a Burdeos huyó hacia París, pasó a Vizcaya y de allí a Santiago
de Galicia, y que consiguió una beca en el Colegio de los niños nobles, donde estudió Filosofía y otras Artes.

Llegó al puerto de Deán un navío de herejes y se embarcó en él con otros dos religiosos y en tres días redujo a los
herejes a la santa fe católica y los puso al servicio del rey, y llevó a 250 de esos herejes hasta el Santo Oficio de
Galicia que los absolvió y reconcilió.
72 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
El rey enterado de este servicio lo mandó a llamar a a Madrid y antes de entrar al palacio compuso un poema, y
después fue a ver al Duque e Medina de las Torres quien lo llevó de su brazo derecho en la carroza del Patriarca de
las Indias a ver al rey. Luego el Conde Duque lo recibió como alumno pues el rey le concedió una beca librándole
de tomarle exámenes por su gran erudición.

En el Colegio le pusieron muchos sirvientes y criados para atenderlo. Dijo que allí estudió Teología y escribió las
hazañas del rey Filipo IV, nuestro señor, un discurso de la lágrimas de Magdalena dedicado a la Condesa de
Olivares, y un relato de la muerte del Duque de Frisbán a quien mató el coronel Burler, primo del reo, al cual su
Majestad envío a Tusón, y también escribió alguno panegíricos y después consiguió una beca en un Colegio de
Salamanca y el rey le pidió que fuera a Flandes a servir al Infante Cardnal, habiendo pasado primero por
Norlenguin donde sucedió la batalla famosa que el mundo celebra, y que ganaron gracias a su participación y
valentía y por la disposición que dio a los escuadrones. Dijo que después pasó a Bruselas y ayudó a los soldados
irlandeses a conquistar un fuerte. Pero antes de esto estuvo en la batalla naval del general don Lope de Hoces en el
canal de Inglaterra contra Holanda.

Y luego fue a Madrid para que el rey lo condecore y le pague por sus servicios. Su relato lleno de disparates
confirma que se trataba de una psicosis delirante. Dijo que el rey lo envió e Inglaterra pero que temía regresar
porque el rey de Inglaterra estaba enojado por el panegírico que había escrito en su contra y que por ello resolvió
viajar a Nueva España en donde debía ser el virrey como pago de sus muchos servicios al rey de España.

Sus relatos continuaban dando cientos de nombre de autoridades con los que supuestamente se comunicaba. Había
escrito una carta al rey de 20 pliegos.

¿Qué era lo que había de verdad en semejante discurso?

Sospechamos que algo de vedad había mezclada con hechos absolutamente inverosímiles. No dudamos de que
poseía una ilustración privilegiada, conocía muy bien inglés, griego, italiano, francés, castellano y latín, y a los
poetas y filosos clásicos. Había estudiado matemáticas y conocía las obras de los padres de la Iglesia. Además
poseía una memoria prodigiosa.

Salió de Madrid en 1640 y no sabemos porque razón fue a Nueva España. Confesó a un compañero de cárcel que
había tenido amores con una cortesana y que por ello en rey lo mandó a Nueva España con una renta de 3000 pesos
de las cajas reales.

Arribó a México en el mismo barco que el Virrey. Fue denunciado a la Inquisición dos años después en 1642

Guillén era un megalómano. Sus delirios de grandeza lo llevaron a imaginar que derrocaría al virrey ocupando su
lugar. Creía que era una injusticia que los reyes españoles dominaran las colonias de América ya que su autoridad
derivaba de una bula del Papa del que desconocía su poder.

Suponía que era justo que en nombre de los pobres y de Dios cualquiera que los liberase podría ser electo como su
rey si así quisieran los vasallos.

Don Guillén había logrado reunir un pequeño grupo 500 seguidores que pretendían deponer al Virrey de sus
funciones, ocupar el gobierno, y levantar tropas bien pagas en todo el país, declarando luego su independencia de
España.

Don Guillén pensaba liberar a los esclavos, cortar las relaciones comerciales con España, eliminar los tributos de
los indios, enviar embajadores a Francia, holanda, Venecia, Portugal e Irlanda. Pretendía dejar en sus funciones a
los empleados públicos que quisieran apoyarlo. Los impuestos cobrados pos los obispos los cobraría él. Mandaría
liberar a todos los presos de la Inquisición.

Don Guillén tenía preparadas cartas para el rey de Francia y otros reyes que creía enemigos de España. También
escribió una carta para el Papa ofreciéndole apoyo económico. Había enviado emisarios a diversos pueblos
Capítulo XIII 73
indígenas para ganarse la voluntad de los esclavos a los que prometía liberar. Se había hecho pasar por hijo de
Felipe III y de una noble señora irlandesa.

Preso en la cárcel pensó en fugarse en la primera noche de Navidad, pues con el cansancio de la Noche Buena la
gente dormiría profundamente.

El 13 de diciembre de 1650 murió el arzobispo Mañozca y comenzó a redactar un memorial en su contra pues lo
odiaba. Para escribir utilizó el papel que había comprado junto con el tabaco. Y la tinta la guardó de un tintero que
se le había dado para escribir su primera defensa.

Uso unas plumas de gallina que encontró en la cárcel.

Narraremos como hizo para fugarse de la prisión. Empezó a hacer en las vigas muescas, rompió en tiras tres
sábanas, dos camisas y una almohada, y las trenzó. Ató las sogas en las muescas de las vigas.

Llegado el día durmió toda la tarde y le pidió a su compañero que lo despertara a las ocho de la noche. Arrancó la
reja y salió por la ventana, tomó un bracero, hierros, ropa y las vigas. Fue hasta el callejón donde habría de cortar la
verja que salía al jardín. Encendió los hierros y la cortó. Buscando por los ángulos del jardín la pared más baja
treparon y bajó colgado de la soga ; lo siguió su compañero y así se fugaron.

A las tres de la mañana llegaron por la calle del Reloj al patio de la obra de la Catedral, donde dejó a su compañero
mientras fue a fijar dos de los panfletos que sacó escritos, colocando uno en la puerta de la Iglesia Catedral y el
otro en la de Provincia. Encontró a un soldado de la guardia y le entregó un escrito de 18 fojas rotulado para el
Virrey, diciéndole que era de la Habana y que él lo traía desde Veracruz y que acababa de llegar y era muy
importante entregarlo.

Regresó don Guillén con su compañero y fueron hasta el barrio de Santa María la Redonda, donde pegó otros tres
folletos en la Cruz que llamaban de los Talabarteros, en las desembocaduras de las calles de Tacuba y Donceles. Al
amanecer lo vieron los indios y se alborotaron pensando que era un ladrón. Él negó serlo y pidió que lo llevasen a
la casa que estaba buscando. Pasó todo el día en esa casa. Le escribió una carta al visitador general del reino. El
anfitrión prefirió mudar a su huésped a casa de su compadre en la calle Donceles.

A las siete y media de la mañana la Inquisición se enteró de la fuga de los reos. Llegó a manos del Virrey Conde de
Alba lo que le había escrito.

En los folletos escritos por don Guillén Lombardo se denunciaban los monstruosos crímenes cometidos por el
Santo Oficio de la Inquisición y aconsejaban al virrey deponer de sus funciones y encarcelar a los inquisidores por
traición a Dios y al Rey.

La Inquisición respondió con un edicto en el que amenazaba con la pena de 400 azotes, multa de dos mil ducados
para gastos del Santo Oficio y excomunión mayor y diez años de trabajo forzado en las galeras del Rey de España,
al remo y sin sueldo, al que ayudare de alguna forma a Guillén Lombardo a realizar plenamente su fuga, y aclaraba
que el folleto editado por Lombardo era una infamia que achacaba gravísimos crímenes y calumnias contra el recto
proceder del Santo Oficio.

Luego de amenazar a los posibles encubridores de los reos fugados, prometían total impunidad a los que los
relatasen, aunque hubieran sido cómplices de dicha fuga, si se los entregaba dentro de una hora.

En seguida supo la Inquisición por una denuncia del que lo había alojado la noche de su fuga, que don Guillén se
hallaba oculto muy cerca del Tribunal.

Mientras un coche con cortinas cerradas lo llevaba de regreso a la cárcel el pueblo irritado sacando las espadas
gritaba: “¡Al perro hereje judío!”.

Lo encadenaron al cepo de pies con esposas en las manos.


74 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Pidió una audiencia que se le negó. Entonces, mandó a decir que si no lo querían oír porque les hablaba en latín, lo
haría entonces en castellano. Y que deseaba verles las caras para repetirle lo idiotas que eran.

Tres años después tuvo audiencia y presentó un memorial que era un ataque tremendo contra la Inquisición.

Después de muchos años de cárcel el reo empezó a dar indicios de volverse loco. Ayunaba rigurosamente y rezaba
continuamente. Las acusaciones en su contra consistían de 228 capítulos. Fue condenado a ser relajado con
confiscación de bienes. Se lo acusó entre otras cosas de ser hereje de la secta de Calvino, Pelagio y Lucero, de
tener pactos con el Demonio y consultar con astrólogos para saber el futuro y de conspirar contra el rey.

La noche anterior a ser quemado dio claras muestras de estar alucinando con demonios y figuras con las que
hablaba. Mientras estaba en el tablado no dijo una sola palabra y se estuvo quieto como una estatua sin responder a
lo que le preguntaban.

Le habían puesto una cruz en su mano con la que se limpiaba las narices y levantaba el bigote, despreciando de está
forma al Santo Oficio apunto de ser quemado vivo en el auto de fe de 1659.

Fueron quemados vivos cinco reos: Guillén Lombardo, Diego Díaz (judío declarado), Francisco Botello, Francisco
López de Aponte y Pedro García Arias.

Fueron quemados en la Alameda, en la plaza del convento de los padres Descalzos de San Francisco. Había más de
40.000 personas reunidas bajo la lluvia para presenciar el espectáculo. Mientras se dirigía la procesión de reos al
quemadero, un fraile acercó una cruz a la boca del judío para que la besara pidiendo la salvación eterna, pero, el
judío le respondió: “quite, padre, que un palo a nadie salva”.

Por equivocación empezaron a darle garrote (muerte por asfixia) pero luego se dieron cuenta del error y le
terminaron quemando medio vivo ( o medio muerto), sufriendo así ambos castigos.

A Francisco López de Aponte un fraile le dijo que pronto sabría si había Dios y demonios, Y respondido que si hay
infierno, allá tendría muchos amigos con quien pasarla.

Francisco Botello, el más ferviente judío, se dejó quemar vivo.

Guillén Lombardo al ver que ningún demonio acudía en su ayuda, se dejó caer estando su garganta atrapada en la
argolla y así murió antes de ser quemado.

Pedro García de Arias fue el último en morir. Viendo como moría Guillén Lombardo, dio un grito de terror entre la
confusión y el gentío, pidiendo que acudiera en su ayuda alguno de los padres carmelitas descalzos para morir
como cristiano.

El fraile lo hizo hincar de rodillas delante de la muchedumbre enardecida y le exigió que relatara retractándose
todas sus herejías, pedir perdón a todos los que había ofendido con su venenosa lengua, y admitir la justificación
del Santo Tribunal en su sentencia. Absuelto sacramentalmente lo amarraron al palo, le pusieron los cordeles al
cuello y lo mataron por asfixia; acto seguido lo quemaron junto con sus escritos.

Rápidamente quedaron convertidos los cinco reos en cenizas.

Causó gran horror “la vengadora llama ejecutora de la justicia divina que triunfaba sobre la herejía”. El suplicio
acabó a los ocho de la noche. Se concluyeron de leer las causas de los demás reos muy tarde en la noche. Al día
siguiente, a las once de la mañana, los reos fueron condenados a ser deshonrados y azotes públicamente fueron
conducidos por las calles acostumbradas.

En la tarde, los inquisidores visitaron al Virrey para agradecerle sus “favores”.


Capítulo XIII 75
El viernes 21 los restantes reos abjuraron de sus creencias judías y fueron entregados a las cárceles para ser
enviados algunos trabajar sin sueldo a las galeras y otros a los hospitales donde irían a servir.

Veamos que pasó con Sebastián Álvarez. Dos días después del auto siguió insistiendo que para el Santo Tribunal él
era Jesucristo. Fue condenado a ser quemado vivo si no desistía de su delirio

Al llegar a la esquina de la calle del Reloj del Palacio Real el reo se retractó de su opinión de ser Jesucristo y se fue
“confesando hasta el brasero y murió con muchos actos de contrición y detestación a voces de sus errores y
herejías.”

Desde el establecimiento del Tribunal hasta finales del siglo XVI se registran 878 procesos; durante el siglo
siguiente, 1402.

CAPÍTULO XIII

CONCLUSIONES

UN DILEMA SIN SOLUCIÓN


76 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Durante más de 300 años los marranos trataron de mantener en secreto el ejercicio su religión, mientras
externamente se mostraban como cristianos.

El Edicto de Expulsión del 31 de marzo de 1492 obligó a los 200.000 judíos que habitaban en España a decidir
entre tres alternativas posibles:

a) Abandonar España y perder todos sus bienes para preservar su fe en tierras inciertas.

b) Abrazar sinceramente el cristianismo recibiendo las aguas del bautismo.

c) Negarse a elegir y aferrarse a la ilusión de seguir siendo judíos españoles disfrazados de cristianos.

Este camino tortuoso de la simulación fue el que eligieron los judíos que posteriormente fueron llamados en forma
despectiva: marranos (cerdos, despreciables, sucios, etc.). Los marranos eran despreciados y perseguidos tanto por
los judíos como por los cristianos, pues ambos los consideraban traidores a ambas religiones.

La historia de la dispersión de los judíos por el Imperio Romano ha mostrado que para la supervivencia de un
pueblo exiliado en la diáspora son necesarias dos condiciones básicas y complementarias:

a) La vida religiosa del grupo étnico debe existir con sus estructuras y mecanismos de retroalimentación y
reproducción (rabinos, sinagogas, enseñanza del idioma hebreo, estudio de los textos sagrados, prácticas
rituales colectivas y hogareñas, etc.)

b) Libertad de conciencia y culto que se apoyan en el reconocimiento y la aceptación por parte del gobierno
del país que alberga a los judíos (ya sea la mayoría cristiana o musulmana).

La aceptación de la peculiaridad judía implica una discriminación que diferencia a la comunidad hebrea y separa
de algún modo a sus miembros del conjunto global que los rodea. Por ejemplo, en el norte de Italia, durante el siglo
XVII los sefarditas fueron reconocidos y admitidos como judíos. Así los judíos vivían en barrios apartados
vistiendo una indumentaria peculiar y gozando de la libertad de practicar su religión.

Cuando las dos condiciones básicas faltan la continuidad del pueblo hebreo con sus raíces tradicionales se ve
seriamente amenazada.

Con el edicto de expulsión de 1492, que coincide con la Reconquista española contra los moros y el primer viaje
del gran Colón en su afán descubridor del Nuevo Mundo, se obligó a los judíos a asimilarse al cristianismo y negar
su individualidad milenaria.

Al perder la libertad religiosa los judíos perdieron la continuidad y la perpetuación de sus valores sagrados.

Fue así como desaparecieron las condiciones necesarias para la supervivencia del grupo judío: la práctica religiosa
dinámica y el reconocimiento y aceptación de su peculiaridad.

Los marranos aceptaban exteriormente ser como los demás, pero interiormente pretendían ser judíos.

Durante tres siglos los marranos vivieron las angustias resultantes de la disyuntiva: asimilación del cristianismo o
rechazo.

Finalmente, rotos los lazos con las comunidades de otras latitudes, disuelta su organización religiosa ya no tenían
medios para seguir viviendo como judíos: Paulatinamente, los hijos y nietos de los quemadas iban adoptando el
cristianismo y distanciándose cada vez más de sus costumbres y tradiciones hebreas.

CONDICIONES DE LA SUPERVIVENCIA
EN NUEVA ESPAÑA
Capítulo XIII 77

Los marranos que se establecieron en Nueva España (México colonial) sufrieron más cruentas persecuciones que
los que se quedaron en España o Portugal.

Dentro de España y Portugal, los marranos lograron reavivar sus costumbres en el transcurso del siglo XVII gracias
a sus conexiones con los judíos de Francia, Italia y Holanda quienes podían practicar libremente el judaísmo.

Sus relaciones familiares y comerciales llegaban hasta las islas Filipinas, casi toda Europa, las costas del África y
las colonias americanas.

Los marranos de las colonias americanas tenían muchas menos posibilidades de ir a las juderías europeas o de
recibir la visita de algún rabino.

Cuando algún judío llegaba al virreinato los marranos lo interrogaban incansablemente acerca de la suerte de sus
hermanos europeos, sobre las fiestas, los ritos y costumbres a seguir. La ignorancia de los marranos sobre su
religión va a aumentar con el paso de las generaciones. A falta de una verdadera enseñanza religiosa, los marranos
aprendían acerca del judaísmo a partir de los edictos de fe promulgados por el Santo Oficio, en los cuales se
describían todas aquellas prácticas sospechosas que debían ser denunciadas.

El marrano español estaba más amenazado por la sociedad profundamente cristiana que lo rodeaba y podía
reconocer y denunciar inmediatamente todo ritual hebreo. El marrano de la colonia estaba menos expuesto a la
persecución pero corría el peligro de la asimilación segura. Estaban rodados por indígenas, mulatos, negros y
mestizos que los confundían con los opresores cristianos. Sus sirvientes aprovechaban cualquier oportunidad para
vengarse de ellos delatándolos al Santo Oficio.

El personal doméstico y el vecindario eran las amenazas más graves contra los marranos.

Los que los denunciaban sabían que no serían descubiertos.

El populacho se enardecía ante los espectáculos y la pompa de los autos de fe.

Los marranos que buscaron refugio en las colonias españolas no lo hallaron. Las regiones densamente pobladas del
virreinato estaban controladas por la Inquisición. Y el marrano que se ocultó en las lejanías, finalmente perdió su
identidad judía mezclándose con los lugareños.

Muchos de los marranos prefirieron mezclarse con la aristocracia cristiana. En la actualidad, es sorprendente la
cantidad de familias de abolengo católico que descienden de los primeros colonos marranos de ambos virreinatos
(Perú y Nueva España).

LA ASIMILACIÓN BUSCADA

Algunos judíos optaron por convertirse al cristianismo y conseguir altos cargos clericales. Así, pretendían proteger
a sus familias de toda sospecha de seguir judaizando.

Un ilustre rabino de Burgos llamado Salomón HaLeví, se convirtió adoptando el nombre de Pablo de Santa María,
llegando a ser obispo de Cartagena y Burgos. Algunas familias marranas de Nueva España siguieron su ejemplo
despreciable.

Por ejemplo, a finales del siglo XVI, Gaspar Carvajal se hizo dominico.

A mediados del siglo XVII varias hermanas de Antonio Caravallo se hicieron monjas.
78 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
La familia Campos había sido perseguida por el Santo Tribunal de Portugal. Un tío paterno llegó a ser decano de
Coimbra, y del lado materno muchos de estos judíos ocuparon cargos eclesiásticos.

La primera generación de la familia Campos llegada de Portugal se divide en dos bandos; por un lado los
judaizantes y por el otro los que prefieren abrazar activamente el cristianismo.

La segunda generación se asimila aún más al cristianismo. Y ya en la tercera generación se habían olvidado las
prácticas judías.

Y este fenómeno se repetirá en casi todas las familias marranas. En un principio se reunían para compartir los
rituales judíos, pero con el paso de las generaciones y de las horrorosas persecuciones del Santo Oficio se irán
asimilando al cristianismo.

Algunos aristócratas marranos se casaron con cristianas viejas para evadir de este modo el implacable brazo de la
Inquisición.

Otros adoptaron sinceramente el cristianismo como resultado de la fuerte presión que los rodeaba.

Muchos descendientes de los judaizantes que fueron quemados prefirieron apegarse al cristianismo para evitar los
tormentos inquisitoriales. Este fue el caso de los hijos de Ana de León, la última sobreviviente de los Carvajal.

Los marranos repudiaban los matrimonios mixtos pero permitían las relaciones amorosas ilícitas entre judíos y
cristianas.

Los casamientos de los judíos con las cristianas eran muy raros.

No obstante, eran más frecuentes los casamientos de mujeres hebreas con cristianos de la aristocracia católica.
Pues, el vástago de una mujer judía era más probable que se mantuviera judío.

Cuando un judío se casaba con una cristiana rompía definitivamente sus lazos con el judaísmo, pues los hijos
siguen la religión de la madre.

Los que buscaban estas alianzas matrimoniales eran los marranos más adinerados que así pretendían salvarse de la
Inquisición.

Aunque la gran mayoría de los marranos no buscó la asimilación y vivió atormentada simulando externamente un
cristianismo falso y tratando de seguir sus tradiciones judías.

Resulta sumamente difícil conocer las oscilaciones que sufrieron hasta que finalmente fueron absorbidos por la
cultura mayoritaria.

ASIMILACIÓN PARCIAL Y CONSCIENTE

Además de la asimilación definitiva y buscada mediante el paso al catolicismo y los matrimonios exogámicos, se
fue dando una asimilación parcial de los hombres, que al comerciar se veían obligados a tratar constantemente con
los cristianos.

No podían negarse a ser bien acogidos por la sociedad cristiana.

No podían negarse a entrar a una iglesia a rezar juntos.


Capítulo XIII 79
No podían negarse a recibir el bocado ofrecido de carne de cerdo (alimento ritualmente prohibido).

No podían guardar el sábado o las festividades hebreas sin llamar peligrosamente la atención de sus vecinos
cristianos.

Para los hombres que gozaban de cierta importancia social cierto grado de asimilación era obligatorio.

Realizar un ayuno comunitario era cosa muy complicada para los marranos. Uno puede fingir que ya ha comido o
que está invitado a comer en alguna otra parte o que se siente enfermo, y escabullirse a dar un paseo solitario a la
hora del almuerzo; también se puede engañar a los sirvientes.

Sin embargo, la mayoría empleó una solución para diferir la responsabilidad del ayuno a alguna mujer necesitada a
la cual se le enviaba una donación para que ayunara en su lugar.

Las relaciones comerciales y sociales desembocaban en sinceras amistades que influían sobre la asimilación de los
marranos.

Los amores ilícitos también muestran un deseo consciente de pasarse al otro bando.

Este deseo consciente de asimilarse al cristianismo colonial para sobrevivir y no ser pesquisado por la Inquisición
no fue tan devastador como el deseo inconsciente de asimilación que atacaba a la médula misma de la religión
judía de los marranos.

Ante la imposibilidad de ser guiados por verdaderos rabinos y de reunirse en sinagogas, la religión queda oculta en
lo más recóndito de los hogares, por lo cual, serán las mujeres las que más apego manifiesten por la religión. Son
ellas las que inculcan en los niños el amor por la ley de Moisés.

Hermanas, hijas, primas y tías se reunían alrededor de la abuela, quien era la guía espiritual.

Pero, estas reuniones en vez de ser piadosas se mezclaban con la llegada de los hombres y sus amigos.

Las estrictas normas religiosas que deben ser respetadas son violadas en estas reuniones, pues, lo principal era
atraer a los correligionarios a cualquier precio, incluso, reformando los rituales.

Y así se mezclaban los ayunos con la promiscuidad y el libertinaje.

El adulterio con los correligionarios fue cosa frecuente.

La religión de los marranos se perturbó cuando las reuniones que debían ser piadosas terminaban siendo sensuales
y provocativas.

La fe ancestral era cosa de mujeres que desvirtuaron toda la solemnidad para disfrutar de veladas más amenas
mezcladas de sensualidad y erotismo.

Las mujeres desconocían la lengua hebrea, no poseían libros y eran incapaces de trasmitir las tradiciones bíblicas.

Trataban de enseñar los ritos que conocían: ayunos, baños rituales, los preceptos relacionados a la sexualidad y a
los alimentos, las ceremonias mortuorias.

En estas condiciones el judaísmo marrano se convirtió en un conjunto formal de prácticas domésticas, perdiendo la
dimensión especulativa tan característica del Talmud.

Sin autoridades religiosas ortodoxas se van rompiendo los lazos que los unen a las auténticas tradiciones y
costumbres hebreas.
80 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Su desaparición como grupo étnico diferenciado será inevitable.

Algunas familias marranas comían carne de cerdo. La morcilla era cosa que repugnaba al paladar de los marranos,
porque además de poseer cerdo tiene mucha sangre (lo cual está prohibido).

El pan ázimo (sin levadura) que se come en la festividad de Pesaj era raro de conseguir. Solamente algunas
familias más religiosas lo producían para el consumo propio.

Dejaron de descansar los sábados para dedicarse a sus labores.

Además de la incomunicación con las comunidades europeas y la falta de rabinos, era necesario ocultar su
judaísmo de los ojos de la Inquisición. Por eso, comer tocino y trabajar el sábado eran dos formas claras de
mostrarse como verdaderos cristianos, aunque en el fuero interno rechazaran toda idolatría.

LA ASIMILACIÓN INCONSCIENTE

Las mujeres eran las que debían mantener las tradiciones judías en sus casas. Mezclaron a ellas muchas prácticas
supersticiosas.

Algunas llegaron a abrigar la idea de que mezclando la sangre de la menstruación con chocolate caliente se podía
seducir al hombre pretendido.

El aislamiento de los marranos en el seno de una sociedad mayoritariamente cristiana y la imposibilidad de


mantener su identidad van propiciando el terreno para que las costumbres judías se tiñan con los tintes de la
idolatría y la superstición.

Muchos marranos ayunaban los miércoles alegando que lo hacían para honrar a la Virgen del Carmen. Así, poco a
poco van mezclando a su religión elementos netamente cristianos.

Algunos confundían a los santos con los patriarcas, otros usaban muchos rosarios y medallas para despistar, otros
vestían hábitos cristianos para ocultar su judaísmo.

Otros rezaban a San Moisés.

No había ninguna autoridad religiosa que corrigiera los errores y exabruptos de los marranos.

De esta forma la ilusión de supervivencia judía bajo el disfraz del cristianismo va a culminar en una inevitable
asimilación.

Tal vez, la comunidad judía de Pachuca (Venta Prieta) sea la única de todo el continente americana que ha
guardado un fiel recuerdo de la religión de sus ancestros, y esto, teniendo en cuenta que sus descen-dientes se han
mezclado a las familias autóctonas mezclando en sus prácticas rituales muchísimas costumbres paganas que
desvirtuaron completamente su antigua religión.

La identidad judía de los marranos se iba desfigurando con el paso de las nuevas generaciones y las constantes
persecuciones del Santo Oficio.

Sólo encontraremos algunos casos aislados de los mártires que hemos querido honrar en las páginas de este libro,
que hicieron intentos desesperados e infructuosos por imponer la ley de Moisés.
Capítulo XIII 81
Finalmente, la temida asimilación que los marranos de las colonias americanas habían pretendido esquivar, terminó
por aniquilarlos como grupo peculiar.

Actualmente, la mayoría de las familias cristianas de abolengo que ostentaran pos generaciones altos cargos
públicos provienen de las familias marranas que se asimilaron.

EL RECHAZO DE LA ASIMILACIÓN

Los marranos lucharon contra la asimilación, pero, quedarse en Nueva España o en el Virreinato del Perú
significaba perder tarde o temprano su identidad judía.

Muchos marranos emigraron a Holanda, Flandes, Italia o Salónica. Donde se unieron con las comunidades hebreas
que allí vivían gozando de cierta libertad de culto.

Pero, la mayoría no quería dejar la Indias (América) sin llevar consigo cuantiosos bienes.

Muchos marranos que eran penitenciados por el Santo Oficio que los reconciliaba después de confiscarles todos
sus bienes, en vez, de escapar inmediatamente hacia Europa, permanecían en América con la esperanza de rehacer
un capital importante para no emigrar con las manos vacías. Por lo general, los Inquisidores como hambrientos
sabuesos volvían a caer sobre el desdichado para arrebatarle nuevamente el esfuerzo de sus años de labor honrada y
mandarlos al quemadero.

El rechazo contra la asimilación era una ilusión, porque la única manera de preservar su identidad judía era
abandonando los dominios donde el Santo Oficio los perseguía a muerte.

La primera medida que los marranos tomaron contra la asimilación fue la de la endogamia; solamente se casaban
entre ellos.

Eran muy frecuentes los matrimonios entre primos, tíos y sobrinas. Eran frecuentes las relaciones amorosas entre
los marranos y los cristianos pero casi nunca desembocaban en un matrimonio.

Otra forma de resistencia contra la asimilación era evitar asistir a las iglesias empleando para ello cientos de
ardides, llegando muy tarde o muy temprano a la misa, volteando la cabeza cuando el sacerdote daba una bendición
enseñando un crucifijo.

Un rabino llamado Simón Motero rezaba sus oraciones católicas con un rosario desprovisto de cruz. Los marranos
rezaban omitiendo el nombre de Jesús.

La identidad judía de los marranos se iba borrando por falta de un dinamismo religioso.

Algunos marranos casados con indígenas o mulatas lograban convertirlas al judaísmo.

Cuando una judía se casaba con un cristiano nuevo lo más probable era que el cónyuge retornara a su antigua fe.

Se registran casos en Pachuca de un proselitismo tendiente a conseguir nuevos fieles para la causa judía.

Margarita de Rivera aprendió de su primo y esposo que: “nuestro Señor Jesucristo no era concebido por obra del
espíritu sino que era hijo de un carpintero y haviendo estado nuestra señora con la costumbre ordinaria de las
mugeres; y por esta ocasión, no havía querido San Josephe llegar a ella, por ser ceremonia de la ley de Moysen no
llegan los hombres en semejantes ocasiones (menstruación) y que los que la guardaban dejaban las puertas abiertas;
y biendo el carpintero que vivía cerca de la casa de Nuestra Señora que estaba sola y la puerta abierta, entró a verla
82 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
y de esta junta, engendró a Nuestro Señor Jesucristo, pensando Nuestra Señora que el hombre que con ella estaba
esa su marido San Josephe; y por haverse concebido contra la costumbre de la ley, salió un tal mal hombre y
embustero como Nuestro Señor Jesucristo… como San Josephe havía visto preñada a su mujer, ella se havía ydo
huyendo porque no la matara…”.

Esta versión niega el fundamento del cristianismo con relación a llegada del Mesías.

La existencia de los judíos implica la negación de las creencias católicas. Y tal vez, éste sea uno de los motivos
principales que generaron el antisemitismo por parte de la Iglesia.

Los marranos eran depreciados por las ortodoxias de ambas religiones. Los judíos veían con malos ojos la
observancia de rituales cristianos que los marranos debían practicar.

Los marranos eran vistos como traidores a su fe por ambos credos.

Los marranos vivían en una confusión y una amenaza constante de ser descubiertos en su doble vida, pues no
seguían correctamente las leyes de Moisés ni las de Jesús.

Durante las procesiones de Semana Santa los marranos se burlaban de las imágenes de Cristo y de la Virgen a
quien llamaban doña María y don Manuel.

Hacían ademanes ocultos obscenos cuando el sacerdote levantaba la hostia.

EL ANIQUILAMIENTO

El judaísmo de los marranos se iba degenerando hasta crear en su imaginación a un San Moisés.

Cuando no había peligros la solidaridad entre los marranos era muy activa. Todo inmigrante llegado de Europa
tenía asegurado el techo, la comida y un empleo. Pues, siempre se encontraba con algún pariente lejano a conocido
de su ciudad o aldea, que lo acogía en su seno.

La comunidad marrana apoyaba constantemente a las viudas, huérfanos y desvalidos.

Cuando algún judaizante caía en prisión, si al salir no había denunciado a ninguno de sus correligionarios recibía
cuantiosos regalos por parte de la comunidad.

Pero, con los golpes de la persecución de la Inquisición los vínculos solidarios se van fracturando. Los marranos
vivían aterrados de ser descubiertos por el Santo Oficio y morir quemados en la hoguera.

Los más ricos marranos tienden a la asimilación; prefieren mezclarse con al aristocracia cristiana para ocultar su
origen y salvar sus vidas y patrimonios.

Pero, los más pobres, y sobre todo las mujeres, se muestran mucho más aferrados al judaísmo.

Los ricos mercaderes marranos se van asimilando a la cultura reinante y van abandonando sus costumbres y ritos
judaicos.

Por el contrario, los pobres, los desvalidos, las viudas, ven en la religión el único refugio para sus padecimientos.

Los que cuidan le religión judía reciben donaciones por parte de los ricos, para que realicen algún ritual o ayuno en
su nombre; el mercader más soberbio no podía despreciar a una mujer pobre que era considerada como una mujer
devota, pues hacerlo significaba proclamar y admitir que lo que ella representaba, es decir, la fidelidad al judaísmo,
era una cosa secundaria y sin importancia para él.
Capítulo XIII 83
Esta dicotomía aún subsiste y la observamos en la relación que hay entre algunos comerciantes que no respetan los
ritos judíos, y sin embargo apoyan económicamente algunas instituciones ortodoxas, suponiendo con esto,
compartir los méritos que en su nombre se realizan.

Mientras el judío se va asimilando cada vez más a la cultura reinante imitando las costumbres de la masa cristiana
mayoritaria en las modas del vestido, del consumo, de las diversiones sociales, la frecuentación de los mismos
restaurantes y lugares públicos, y posteriormente las alianzas matrimoniales, por el contrario el judío ortodoxo vive
aislado autoexcluido de muchísimos de los placeres de la sociedad que lo circunda.

El judío ortodoxo transmite su herencia a las próximas generaciones refugiado en la estricta observancia religiosa.

Se comprenderá que los marranos que se mostraron más fieles a sus tradiciones hebreas eran los que más peligros
corrían y los que fueron perseguidos con más crueldad por la Inquisición.

Entonces, los más ricos marranos se iban asimilando a la cultura cristiana para no ser encarcelados. Al estallar toda
la virulencia de los autos de fe de mediados del siglo XVII se produce una ruptura entre ambas tendencias
marranas; las pobres mujeres que antes eran sustentadas por los ricos mercaderes y que gozaban de gran respeto y
prestigio dentro de la comunidad, son vistas como las responsables de las persecuciones inquisitoriales. Los
marranos que seguían fieles a la tradición judía por un lado eran respetados, pero por el otro eran despreciados
como un elemento amenazador.

En el proceso de la asimilación los marranos no resolvieron rechazar abiertamente la religión de sus padres;
paulatinamente iban abandonando sus ritos y costumbres y, por lo general, buscaron alianzas matrimoniales con la
aristocracia cristiana.

Los que nada tenían o muy poco que perder vivían a costa de la religión.

La oposición entre ricos y pobres ayudó al Santo Oficio a prender a los reos. Muchos de los encumbrados marranos
preferían asimilarse olvidando y negando sus lazos familiares con los que se habían venido a menos.

Mientras aumentaba el ascenso en la escala social mayor era la asimilación de los marranos.

Los marranos eran constantemente chantajeados por posibles denunciantes quienes eran sobornados para que no
los delaten al Santo Oficio.

Entre los años 1642 y 1649 los inquisidores apresaron a cientos de judaizantes en un fenómeno que se denominó
“complicidad grande”.

Las estratagemas vergonzosas que utilizaron para que los primeros encarcelados denunciaran a sus correligionarios
son tan terribles como las mismas torturas. Encerraban a los reos junto con algún colaborador inquisitorial
disfrazado de preso que se hacía confidente de los desdichados para sonsacarles información.

Interceptaban la correspondencia y la respondía a su capricho y voluntad.

Por ejemplo: una señora muy pobre llamada doña Blanca Rivera, envió una carta solicitando a uno de los
mercaderes más influyentes de la comunidad marrana, don Simón Váez Sevilla, que le enviare cierta suma de
dinero a la cárcel para sobornar al alcalde. Los inquisidores hicieron que el alcalde enviara una carta de respuesta
alegando que los ricos mercaderes marranos no querían saber nada con ella. De esta forma provocaban el rencor y
la sed de venganza logrando que los que estaban presos denunciaran a los que aún estaban libres.

De esa forma los pobres traicionaban a los ricos y los ricos traicionaban a los pobres.

Algunos pocos mártires se mantuvieron firmes hasta el final en sus nobles convicciones judías, prefiriendo morir
en la hoguera santificando el Nombre de Dios antes de lacerar sus almas puras con la infamia de la traición.
84 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Pero, la mayoría aterrada por tantas presiones terminaba cediendo a la voluntad perversa del Santo Oficio.

CONCLUSIÓN

Intentamos plasmar una idea aproximada de la manera en que los marranos enfrentaron su realidad en las colonias
españolas del Nuevo Mundo.

Su asimilación era inevitable. Vivían en medio de la confusión y el abandono más radical. Sin guías espirituales
que les enseñaran el camino de la vida religiosa, sin una verdadera cohesión organizada, no pudieron defenderse
del implacable castigo del Santo Oficio.

De la más cerrada endogamia, poco a poco fueron aceptando las alianzas matrimoniales con los cristianos como
una forma de buscar la salvación. No obstante, la Inquisición persiguió a los hijos de estos matrimonios, pues hasta
la cuarta generación eran investigados los indicios de la limpieza de sangre.

No encontramos en esta desgarradora historia de los exiliados españoles una verdadera organización o un proyecto
deliberado para salvar la identidad judía.

Los marranos quedaron abandonados a sus propias fuerzas pues eran despreciados por sus lejanos correligionarios.

La clandestinidad y la simulación aceleraron el proceso asimilatorio.

Los que lograron sobrevivir a las hogueras no tenían la fuerza de transmitir sus ideales a las generaciones
siguientes.

Muchos se salvaron escapando a las colonias inglesas u holandesas.

Ignoramos el paradero de los miles de marranos que cambiando sus nombres por otros de raigambre cristiana se
ocultaron en lejanos páramos evitando el castigo terrible del Santo Oficio.

En ambos virreinatos (Perú y México) no fue reavivada la llama del judaísmo con nuevas inmigraciones, y esa es la
causa principal de la asimilación completa de los marranos que desaparecieron casi plenamente del continente
americano.

Los pocos descendientes de estos esforzados judíos por mantener su identidad se mezclaron con los indígenas y
mestizos hasta desaparecer poco a poco. Solamente conocemos a los judíos de Venta Prieta (Pachuca, México) y
tal vez, de alguna aldea del valle de Puebla y del desierto de California, que permanecieron por siglos fieles a la
esperanza mesiánica del judaísmo.
Capítulo XIII 85

ÍNDICE
CAPÍTULO V 43
CAPÍTULO I 11 El martirio de doña Francisca
Legislación antigua sobre Núñez de Carvajal en el año 1589.
el castigo de los herejes.
Motivos del cambio. CAPÍTULO VI 47
Establecimiento de la Inquisición. Algunos datos sobre el
funcionamiento de la Inquisición.
Ideas del sistema de la Inquisición e
Incompatibilidad de la Constitución.
CAPÍTULO VII 55
Orígenes de los judíos
El auto de fe de 1590 en México.
ocultos en América.
Los protectores aragoneses CAPÍTULO VIII 57
(marranos) de Colón y El auto general de 1596.
las joyas de Isabel la Católica. Luis de Carvajal “el Mozo”.

CAPÍTULO II 29 CAPÍTULO IX 67
Los marranos en las El Auto de Fe del
colonias españolas. 25 de Marzo de 1601
Los criptojudíos colonizan el Brasil.
Primera comunidad judía CAPÍTULO X 71
del Nuevo Mundo. La gran caza de portugueses
Los marranos portugueses (judíos) en el siglo XVII.
en las colonias españolas. Destacadas figuras marranas
del siglo XVI.
CAPÍTULO III 33 La mayor hazaña de la inquisición
en Hispanoamérica:
La inquisición en Hispanoamérica.
La complicidad grande.
Establecimiento del los
El auto grande.
Tribunales del Santo Oficio.
Extinción del criptijudaísmo en
Los comisarios de la Inquisición Hispanoamérica.
y sus corchetes.
Supresión del Tribunal del Santo CAPÍTULO XI 83
Oficio en Hispanoamérica.
Singular fidelidad a la fe judía y
un extraordinario caso de
CAPÍTULO IV 41 conversión al cristianismo.
Presencia judía en Panamá La figura principal de la
en el siglo XVI. “complicidad grande” peruana.
86 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica
Sublime sacrificio del Dr. Francisco CAPÍTULO XIII 111
Maldonado de Silva. Conclusiones.
El santo de la ley judía en México. Un dilema sin solución.
Poema en Memoria de Condiciones de la supervivencia en
Tomás Trebiño. Nueva España.
El venerable Antonio San Pedro. La asimilación buscada.
Asimilación parcial y consciente.
CAPÍTULO XII 95 La asimilación inconsciente.
Los últimos condenados El rechazo a la asimilación.
a la hoguera. El aniquilamiento.

BIBLIOGRAFÍA

 Documentos Inéditos o muy Raros para la Historia de México,


GENARO GARCÍA, 1906.

 El Santo Oficio en América, BOLESLAO LEWIN, 1950.


Capítulo XIII 87
 Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en
México, JOSÉ TORIBIO MEDINA, 1905.

 Historia de los Marranos, CECIL ROTH, 1931.

 Historia Social, Política y Religiosa de los Judíos de España y


Portugal, DON JOSÉ AMADOR DE LOS RIOS, 1848.

 Inquisición y Sociedad en México (1571-1700), SOLANGE


ALBERRO.

 Los Judíos bajo la Inquisición en Hispanoamérica,


BOLESLAO LEWIN, 1960.

 Los Judíos en la Nueva España, ALFONSO TORO.

 Medio Milenio de Presencia Hebrea en Panamá, ALBERTO


OSORIO OSORIO, Fundación Filantrópica Fidanque,
Panamá, 2004.

HISTORIA
DE
LOS MÁRTIRES

JUDÍOS
88 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

DE LA

INQUISICIÓN
EN HISPANOAMÉRICA

Sergio Rubén Maslatón

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Capítulo XIII 89
90 Historia de los Judíos y la Inquisición en Hispanoamérica

HISTORIA DE LOS

JUDÍOS
Y LA

INQUISICIÓN
EN HISPANOAMÉRICA

Sergio Rubén Maslatón


Capítulo XIII 91

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