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criaturas

ocultas en los rincones del pueblo gritaron con euforia.

El hombre sintió cómo su sangre se fugaba por un hueco. Aterrorizado, estiró su


brazo hacia la chica mientras caía de espaldas sobre el suelo. La muerte se puso
a su lado, le acarició el cuello y luego se chupó los dedos.

La chica observaba todo con el corazón pateándole el pecho. Y en ese instante se


dio cuenta de algo curioso: estaba disfrutando mucho de la escena…

Dos Trenes

El primer hombre salió de casa: perfumado, recién bañado y con zapatos


lustrados.

Antes de salir, su esposa le preguntó a qué hora regresaría. Como respuesta


obtuvo un puñetazo en el rostro que le dejó un recuerdo color lila en el ojo
izquierdo.

Su hijo pequeño, parado en la puerta de la cocina, fue testigo de la escena.

Contempló el cuerpo de su madre caer abruptamente, seguido de un sonido


hiriente producido por el llanto de la mujer. El primer hombre giró la cabeza
para ver a su hijo, dedujo su miedo, y se le acercó sonriendo para tranquilizarlo.

«No debes temerme. Yo nunca te haría daño a ti… pero escúchame, debes ir
aprendiendo. Así es como se trata a una mujer. Créeme, nunca te dejará de esta
forma. Tú eres un campeón, eres el rey, y todo rey necesita alguien que lo
obedezca, ¿no es así? Algún día, cuando crezcas, encontrarás a alguien como tu
madre, alguien que te guste y de quien puedas ser el dueño. ¿Me entiendes? Ven
acá, quita esa cara larga, que mañana te traeré un regalo».

El niño sonrió viendo a su padre. Este le plantó un beso en la frente y luego le


hizo cosquillas en el cuello, haciendo que el niño se olvidara de la escena.

El primer hombre cruzó la puerta y la noche lo recibió con un beso. La luna


brillaba en sus zapatos y su sonrisa estaba lista para ser usada como arma. Pensó
un poco en lo que le había dicho a su hijo, su padre le había dado el mismo
discurso cuando niño, y se preguntó si había omitido algo.

Se olvidó del asunto al siguiente instante, ahora necesitaba enfocar su atención

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