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No soy una mercancía ni tampoco un objeto.

No es fácil darse cuenta que sola se está mejor. Cuesta muchas horas sin dormir.
Tazas de café. Cajetillas de cigarro. Insomnio recurrente. Toneladas de depresión.
Preguntas sin respuesta. Silencio inquebrantable. En este mundo de doble moral,
donde por desgracia, las propias mujeres son las que no se permiten avanzar,
abrazadas por narrativas exclavisantes e inoperantes, basadas en cursilería y
discursos patriarcales que solo hacen que se metan el pie una y otra y otra vez.
Estoy harta. Cada vez más harta. Nací mujer. Es el privilegio más grande que
puede existir, pero pocos lo entienden, mejor dicho, pocas. Y es una vergüenza.
Realmente me avergüenzan aquellas que señalan a otras. Las que se enfundan
en trajes de pudor y moralismo. Las que juzgan mientras están hasta la nariz de
mierda. Y ya sé que no puedo cambiar al mundo.

¡Bueno fuera!

Imagínense que tengo a la madre más machista del planeta. Tóxica a morir. La
cual ha querido taladrarme hasta el cansancio que, si te acuestas con alguien
debes obtener un beneficio, si no, te vuelves, como dice ella, una “cachera”. ¿Han
escuchado termino más asqueroso antes? Se los traduzco, una “cachera” es
aquella mujer que tiene relaciones sexuales con un hombre y este no le da nada a
cambio, ósea, no le paga las cuentas, no la mantiene, no le da ni el más mínimo
regalo ni tiene un “compromiso con ella”, y por lo tanto (para mi mamá y muchas
de su especie) es una idiota. En ese discurso crecí. La palabra puede tener
muchos significantes, desde la perspectiva de la Real Academia de la Lengua, y
todas varían dependiendo el lugar, pero si lo podemos resumir, según el
diccionario, una cachera es aquella mujer que es adicta a las relaciones sexuales,
osea algo muy cercano a una ninfómana. Y aún teniendo 2022 años de existencia
en este planeta, seguimos rankeando a la gente (y de preferencia a la mujer)
desde el número de parejas sexuales que haya tenido en su vida. Dato
fundamental para poder conocer su inteligencia, sus capacidades, competencias,
carácter, costumbres, educación, etc.

Terriblemente opresor.

Lo peor es como no se quiere salir del juego y como las más, le entran con un
afán desbordado por complacer y de esa manera, según ellas, lograr mejores
estatus y aceptación. Porque ser libre siempre será penado. Ser coherente más.
Por eso mejor sola que con gente a la que no voy a cambiar, pero sobre todo, que
no me va a cambiar a mí. Porque si por algo he luchado durante toda mi vida, a
sido siempre por mis ideales, defendiéndolos a capa y espada. Soy una mujer.
Soy un ser humano. No soy una mercancía ni un objeto.

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