EDUCAR CON AMOR Y PACIENCIA

AUTOR: GUADALUPE DOMÍNGUEZ

EDITORES MEXICANOS UNIDOS

INTRODUCCIÓN
La llegada de un bebé a la familia llena de alegría y felicidad a los
padres, sin embargo, es una experiencia que genera muchas preguntas
que exigen respuestas para lograr el bienestar integral del pequeño, y
un elemento clave para lograr ese buen desarrollo es la educación
como base fundamental de la socialización.
Sabemos que en la actualidad educar a un hijo es complicado, porque
involucra frustración, enojo y agresión tanto para los padres como
para los hijos. Son innumerables las familias que tienen grandes
dificultades en el trato padres e hijos y por lo mismo resulta complejo
educarlos. El colmo es que algo tan sencillo como ir a la tienda de la
esquina o al supermercado, se hace complicadísimo si el padre quiere
ir acompañado de su pequeño hijo, porque sabe que si el niño quiere
“algo” y no lo puede comprar, seguramente el pequeño se
transformara e un dictador que le hará un berrinche y se desatará el
enfrentamiento en caso de no poder darle gusto comprándole sus
caprichos, así que los padres piensan dos veces si quieren ir con el niño
o no porque no han aprendido a poner límites.
Este libro pretende ser una herramienta simple y práctica para ir
aprendiendo a poner límites y establecer reglas que vayan amoldando
la conducta del pequeño, desde su etapa de recién nacido hasta los
tres años, a este periodo de vida se le conoce como la etapa del NO.
A continuación, encontrará una pregunta que debe responder antes
de continuar la lectura, para que sea usted quien establezca las
prioridades que quiere transmitir a su hijo.
¿QUÉ NO ME GUSTA QUE HAGA MI HIJO?
Identifique aquellas actitudes o comportamientos que no le gustan de
su hijo o que crea que so inapropiados, tomando en cuenta lo
siguiente:
a) No generalice: Aclare lo que no le gusta, por ejemplo: llora sin
motivo, avienta la comida, etc.
b) Se aconseja que: Cada persona que conviva con su hijo pueda
escribir una lista de las actitudes que no le gusta de él.
c) Compare las listas, enumere las actitudes negativas y haga una
nueva lista con las que se repiten.
El corregir malas actitudes es algo desgastante tanto para uno como
padre, como para el hijo. Es por eso que se debe tener claro qué se
quiere cambiar del niño y enfocarse en cada comportamiento.
IMPORTANTE: Por favor, mientras establece límites para disciplinar a
su hijo no se sienta culpable, recuerde que aunque usted es el único
responsable de la educación de su hijo “no hay padres perfectos”.
Actúe con el conocimiento adquirido y con base en su sentido común.
Se recurre a los límites como una herramienta en la educación y
disciplina para los hijos, para hacer de ellos personas aceptadas,
sociales y queridas.
LA EDUCACIÓN EN NUESTRAS MANOS
Día con día, somos testigos o partícipes de escenas en las que los niños
convertidos en pequeños tiranos someten a sus padres y el siguiente
ejemplo es muestra de lo que ocurre.
Mi vecina Josefina, se enfrentó a Memo, su pequeño hijo de tres años,
que hizo un gran berrinche gritando y pataleando de pie para imponer
su voluntad. Mi vecina lo miró nerviosa y le gritó, pero el pequeño al
ver que tenía espectadores nos barrió con la mirada y se tiró al suelo
para controlar la situación. La reacción de Josefina fue repetirle a su
hijo “¡Cálmate, Memo! ¡Cálmate!”, el niño fingió no escucharla y
Josefina, paralizada, no sabía cómo reaccionar, así que lo jaló del brazo
y se lo llevó casi a rastras. Mientras tanto, los que estábamos en el
pasillo escuchábamos como su hijo no paraba de gritarle: “¡Mamá
mala, tonta y fea!”
Estas escenas que hace años no se veían, ahora se han vuelto
comunes, y las causas son muchas; una de ellas es que en la actualidad
los padres insisten en comportarse como amigos de sus hijos y no
como padres.
Otro asunto es que los pequeños tienen acceso a mucha información,
que va implícita con los adelantos tecnológicos que generan la cultura
de la inmediatez; por eso, los niños quieren todo al momento, no
después, todo lo que piden lo quieren “ya”, lo cual provoca poca
tolerancia a la frustración, y la poca tolerancia a la frustración le quita
al niño de hoy y al hombre de mañana la posibilidad de actuar en un
mundo que no gira alrededor de él, en una sociedad que no permite
que siempre nos salgamos con la nuestra porque existen los otros que
también merecen respeto y consideración.
La falta de tolerancia a la frustración hace que los niños “intolerantes”
hagan berrinches porque quieren el juguete de otro niño, porque
quieren una comida diferente y avientan la que tienen. Son niños que
pegan porque sí, ya que se sienten enojados y, en general, muestran
su frustración con agresiones.
El resultado de estas actitudes origina que los padres se conviertan en
víctimas de hijos autoritarios, y que las cosas no sean como deberían
ser. Falla la educación de los niños, porque se invierten los papeles, de
ahí que observamos cómo los hijos les reclaman a sus padres de
manera abusiva y ellos se someten, sin saber cómo responder.
Terminan por doblegarse a la voluntad de sus hijos mandones. Si este
es su caso, no se desanimen y piensen que cuanto más temprano
tomen el asunto de la educación de sus hijos en sus manos, se verán
beneficiados con una disciplina que conviene a todos. Sin temor hay
que empezar desde que son bebés.
Otro ejemplo de los comportamientos inadecuados lo comparte
Víctor, padre de Óscar, un niño de tres años:
Fuimos a una de esas papelerías grandes, mi hijo tomó unos lápices de
empaque llamativo y, pues sí, pensé en comprárselos pero al intentar
quitárselos para ponerlos en la canastilla él empezó su pataleta. El
colmo fue al pagar, la señorita tenía que pasar el empaque por la caja
y por ningún motivo quería soltar la caja. Apenándome aquella
situación, le dije a la cajera:
-Perdone, pero no puedo hacer más, él siempre se sale con la suya,
creo que es como su madre.
Se acercó una empelada de la tienda y pidió que le trajeran otra caja
de colores para tomar de ahí el precio, mientras la fila de las personas
que querían pagar se hacía más grande, pero ninguno protestaba,
todos estaban al pendiente de qué hacía mi berrinchudo hijo. Cuando
por fin pagué la caja de colores, dije en voz muy baja: “Gracias,
señorita, disculpe”, y salí apenado del lugar. La angustia,
desesperación e impotencia que sentí en el momento me impidió
pensar y valorar el tiempo del resto de las personas que estaban
formadas esperando a ser atendidas y que tuvieron que aguantar la
pataleta de Oscarito”.
En la actualidad, parece que lo más importante es complacer a los
niños para evitar contradecirlos, algunas veces por el temor de
“frustrarlos”, otras veces por no querer enfrentar su agresividad y su
enojo, pero sin importar el por qué no nos enfrentamos a ellos, los
pequeños de todas maneras se conducen como egoístas,
demandantes y agresivos, además parece que la sociedad apoya este
mal comportamiento, porque es espectadora de lo que sucede y no
pasa nada.
Catalina cuenta lo siguiente:
Aún no soy madre, pero creo que muchas veces son las mamás las
mismas causantes de que sus hijos fortalezcan sus actitudes de
pequeños tiranos. Por ejemplo, es cada vez más frecuente encontrar
en el transporte público a u niño, de entre 3 y 5 años, sentado
cómodamente mientras que su madre con expresión de cansancio está
parada al lado de este pequeño tirano que exige el asiento para él
solo. Uno pensaría que el niño abusa de su madre, pero en realidad la
culpable es ella, por no haberle enseñado a su hijo que es mamá quien
debe sentarse y podrí llevarlo en el regazo.
Estas actitudes de las madres son las que hacen que luego veamos a
hombres y mujeres jóvenes incapaces de ceder los asientos a personas
ancianas, mujeres embarazadas o personas con alguna discapacidad,
algunos incluso fingen estar dormidos, pero otros no lo están; parece
que se ha perdido la sensibilidad. Cómo no va a suceder eso, si se les
hace creer a los niños que son el centro de todo y no se les hace
comprender que existe “el otro” que merece respeto.
A pesar de los ejemplos citados hasta aquí, recordemos que educar es
una tarea que requiere de un gran compromiso y responsabilidad por
parte de nosotros los padres, y aunque debería ser algo sencillo y
divertido, que nos diera la oportunidad de compartir con nuestros
hijos momentos maravillosos es común que en ocasiones, desde que
nos estrenamos como padres, la situación se convierta en algo difícil e
inmanejable, porque no hay fórmulas mágicas, aunque si se requiere
que por nuestra parte tengamos disciplina, compromiso y sentido
común, elementos que no son independientes, sino que van
acompañados de las siguientes actitudes:
 COMUNICACIÓN: para establecer y mantener una buena
comunicación lo primero que debemos hacer es observar y
escuchar a nuestros pequeños para conocerlos. De alguna manera
para ellos seremos los dictadores, pero tenemos que considerar
ser flexibles y benévolos, cediendo en algunas cosas.
 COHERENCIA: esto quiere decir que lo que decimos debe ir
apoyando con lo que hacemos, así los padres debemos seguir las
mismas normas y valores que transmitimos a nuestros hijos.
 Esa coherencia implica la no desautorización entre adultos delante
del niño, si entre papá y mamá hay diferencias, o entre abuela y
mamá, estamos dando “armas” al niño para salirse con la suya.
Tampoco debemos involucrarlo en discusiones que surjan entre los
padres o adultos que intervienen en su educación.
 FIRMEZA: como padres, buscamos promover en los niños la
formación de carácter; que se genere en ellos una actitud de lucha
y que se superen, a pesar de los fracasos. Es por eso que como
padres no debemos cambiar una enseñanza por otra, ni tampoco
dejarnos llevar por los caprichos de los hijos.
 PACIENCIA Y CONSTANCIA: los padres debemos tener mucha
paciencia para no pasar por alto los malos comportamientos de los
niños, así que si se le llama la atención quitándole un juguete o
sólo sentándolo en otro lugar lo debemos repetir cada vez que él
desobedezca. Así que cada vez que el niño actué de manera
contraria a nuestras indicaciones, recibirá una reprimenda que no
debe pasarse por alto simplemente porque las circunstancias nos
orillan a dejarla para después.
 SER POSITIVO: da buenos resultados el resaltar los logros del niño,
en lugar de remarcarle sus errores. El felicitar a los pequeños por
sus logros los hace más receptivos a las indicaciones que los padres
les damos.
 OBJETIVIDAD: se trata de hacerle saber al niño que desaprobamos
su conducta y no a su persona.
Educar es una tarea que requiere de compromiso, responsabilidad y
sentido común por parte de los padres. Después de hacernos
conscientes de qué herramientas tenemos los padres para educar y
disciplinar a nuestros amados hijos seguimos con la práctica. Pero
¿Cómo educar y disciplinar a nuestros pequeños si la mayoría de
nosotros, cuando nos convertimos en padres, desconocemos cómo
debemos comportarnos porque nunca hemos hecho nada que se le
parezca? Prácticamente, a lo largo de la vida, todos los adultos hemos
tratado a muchas personas, y quizá en el trabajo hasta hemos estado
al frente de algunos compañeros, pero no de un bebé o de un niño del
cual somos responsables al cien por ciento. Esto explica que nos
resulte tan difícil controlar el comportamiento de nuestros hijos, todos
los días y a todas horas desde que nacen, porque son responsabilidad
nuestra y si nos equivocamos, no se puede culpar a nadie nada.
Desde que son bebés, nuestros hijos requieren de nuestra
perseverancia y esfuerzo, aunque nos debe quedar en claro que no
hay “padre o madre perfecto”; y tampoco debemos ser demasiado
duros con nosotros mismos, si ya hemos cometido errores o nos
sentimos culpables porque parece muy difícil seguir los consejos que
se sugieren.
Antes de adentrarnos más en el tema, consideramos que en cada
etapa de la vida podemos enseñar a los niños todo aquello que están
preparados para aprender, respetando el desarrollo individual de cada
uno. Por ejemplo, aunque durante la primera etapa de la vida de la
educación del bebé aprenden a hablar, cada uno lo hará a su modo,
unos son muy habladores y otros lo son menos, incluso las diferencias
se reflejan en los diversos tonos de voz. Otro ejemplo de esto es que
todos los bebés aprenden a ponerse de pie y a andar, pero a unos les
gustará más moverse que a otros y la postura de cada uno al caminar
será diferente. También aprenderán a comer solos pero cada uno
tendrá sus platillos preferidos.
Como padres responsables debemos tener presente que al corregir
actitudes que son desagradables e indeseadas, desde los primeros
años de vida, nos ahorramos conductas más complicadas en los
adolescentes. Un ejemplo de qué ocurre si todos estos métodos para
educar no se llevan a cabo, lo comenta Gloria, quien reconoció su
error y nos lo trasmite en la siguiente narración:
Mi hijo Adolfo, de 12 años, llegaba a casa dizque a estudiar con cuatro
o cinco compañeros de la escuela, este hecho no me gustaba porque
me quitaba privacidad y tranquilidad. Todo lo aguanté, pero después
de cinco meses del ciclo escolar llegué a mi límite; entonces, empecé a
llamarle la atención delante de sus compañeros. Cometí el error de no
hablar con él, lo cual provocó que Adolfo se hiciera rebelde y grosero
conmigo, empeorando la situación. Fue hasta que ésta se hizo
insoportable, que recibí ayuda de un pedagogo y empecé a
comunicarme con él hablando de lo que ambos callábamos. No diré
que fue fácil, pero sí pudimos llegar a acuerdos y con el diálogo, la
paciencia y la constancia con afecto, pudimos resolver nuestras
diferencias, además de que era consciente de que mi hijo ya estaba a
punto de ser un adolescente y la situación podía agravarse.
Un juramento del pasado
Es común escuchar entre adultos que durante su niñez juraron que
cuando tuvieran hijos serían padres amorosos y democráticos, pero
bastaron los primeros meses de convivencia “difícil” con su primer hijo
para olvidar su promesa.
Cuando la relación con nuestros hijos no funciona bien, suele ser
porque desde el inicio de la misma no consideramos que somos padre
e hijo y vemos a nuestro hijo como un semejante, sin autoridad, ni
jerarquías, de esta manera se sobrellevan los primeros llantos, pero
suele ocurrir que la situación se empieza a transformar y empeora a tal
grado, que cuando llega el primer berrinche por parte de nuestro hijo
la promesa que algún día nos hicimos los padres, pasa a ser un
recuerdo, la razón es que la relación padre e hijo que se había soñado,
al parecer no sucederá.
Para evitar estas desagradables situaciones, debemos iniciar la
educación de nuestros hijos desde que son bebés. Es normal que las
personas, estemos o no en pareja, al convertirnos en padres
desconozcamos cómo afrontar estas nuevas circunstancias que se
empiezan a dar. Inclusive, o sabemos ni qué hacer cuando inician sus
llantos “desesperantes” y, ante la inexperiencia de qué hacer para
calmarlo, hacemos de todo para tranquilizarlo. Es así como los bebés
se van convirtiendo, sin querer, en pequeños dictadores de la relación
familiar, de tal manera que los “incautos” padres somos dominados
poco a poco, le restamos prioridad a la pareja y descuidamos el
matrimonio.
¿Les parecen conocidas las frases?: “En mi familia, lo principal son mis
hijos”, “Mis hijos vivirán una niñez mejor que la mía” o “No quiero que
mis hijos se traumen”.
Son frases que, sin lugar a dudas, nos conducen a los padres a vivir
sentimientos de culpa si no podemos cumplir los caprichos de los hijos.
Y lo mismo ocurre con las mamás que se cansan de estar al lado de su
hijo todo el día y, agotadas, esperan al papá que llegará a casa para
escuchar quejas. Sin embargo, ambos, en su afán de procurar el bien a
su hijo siguen complaciéndolo.
Erróneamente, los padres hacen hasta lo imposible para mantener a
los hijos felices.
Un ejemplo de cómo se maneja entre los padres el deseo de
complacer al hijo, es la siguiente conversación entre Luisa y Mario, que
tienen un pequeño de 3 años.
LUISA: Amor, fíjate que Mayito quiere una tablet ¿qué te parece si se
la compramos?
MARIO: pero si es muy pequeño para eso.
LUISA: No, mi Amor, sus compañeritos ya la tienen y es nuestra
obligación darle lo necesario para su buen desarrollo.
MARIO: Está bien, se la podemos regalar de cumpleaños o mejor para
navidad, así programamos ese gasto.
LUISA: Pero amor, falta mucho para su cumple y para fin de año…
mmm… bueno y es que sus compañeros y sus amigos ya la tienen,
¿qué dices?
MARIO: Es que tenemos muchos gastos.
LUISA: Lo sé, pero es nuestro hijo y si no lo tiene se puede acomplejar,
y lo peor es que crezca con esa frustración… ¿qué piensas?
MARIO: Tienes razón, hay que ver cómo le hacemos y se la compramos
para la próxima quincena.
Este es un claro ejemplo de la forma en cómo los padres hacen hasta
lo imposible para mantener a los hijos felices, fomentando la idea de
que pueden obtener cualquier cosa sólo necesitan pedirá, sin hacer un
mínimo esfuerzo. De esta manera se genera una actitud de flojera y se
crea una concepción equivocada de que merecen todo sin dar algo a
cambio.
Así las cosas, lo único que se logra es que los hijos, cualquiera que sea
su edad, tengan una mala o pésima conducta. Los padres de desviven
por los hijos y olvidan que éstos necesitan de alguien que les enseñe a
vivir, no que se desviva por ellos y que renuncie a su vida, ni que se
sacrifique. Aunque no lo parezca, estas actitudes suelen ser el motivo
para que surja un problema importante en la relación familiar, ya que
se le da al hijo una posición de gran importancia en la familia y así
comienza el autosacrificio por parte de los padres y en el momento en
que el hijo se vuelve el centro de la pareja, el matrimonio empieza a
colapsar.
La relación de pareja también se complica puesto que al intentar
complacer al hijo, surgen diferencias entre los padres sobre cuál es la
mejor manera de educarlo. Pero seamos realistas, no es obligatorio
que la pareja tenga un mismo método de disciplina hacia sus hijos, eso
sería casi imposible porque sus personalidades son distintas; la madre
tendrá sus métodos y el padre los suyos, aquí lo que importa
realmente es el apoyo entre ambos, que no se noten las
contradicciones porque los niños sacan provecho de esto. Aquí
presentamos un ejemplo de lo anterior:
CARLITOS: ¿Mami, puedo comerme una paleta?
MAMÁ: No, porque apenas te estás aliviando de la gripe.
CARLITOS: ¿Papi, me puedo comer una paleta?
PAPÁ: Sí, claro.
CARLITOS: (piensa) “Que bueno que tengo dos papás, por eso puedo
comerme mi paleta”.
Un ejemplo de la jerarquía familiar es cuando viajamos en coche, el
lugar que toman los padres indica claramente que los asientos
delanteros son de papá y mamá, y el o los hijos tienen su lugar en el
asiento de atrás. Eso significa que los padres van al frente porque ése
es su lugar dentro de la familia y van sentados uno junto a otro para
que así se manifiesta el apoyo; en cambio, el o los hijos van en el
asiento de atrás y esta posición significa que están bajo el cuidado de
los adultos, no están por arriba ni delante de ellos.
Un caso del mal entendido compromiso de ser padres, es el de
Amanda, quien dice: “Mi vida es para ellos: mi esposo y mis pequeños;
les cocino, los cuido y, hace apenas unas semanas me doy un
tiempecito para leer cuando todos están dormidos”.
Al pareces, puede ser una buena madre con todos, pero la realidad es
que se está abandonando a sí misma y dicho abandono le provoca una
sensación de vacío. Además de que genera en los hijos la impresión de
esta incondicionalidad les da derecho a exigir, a protestar y a poner a
los padres en la posición de dar y dar.
La misma Amanda nos compartió un ejemplo del comportamiento de
ella y uno de sus hijos:
Era domingo, cuando estaba tomándome un momento de descanso y
estaba viendo un película, entonces llegó mi pequeño Lalo y me pidió
que lo ayudara con la tarea que tenía pendiente desde el viernes, pero
decidió hacerla justo en ese momento cuando yo estaba descansando
y así que apagué la tele y tuve que ayudarlo, porque sabía que era mi
obligación.
El hecho de que Amanda haya accedido a olvidarse de la película y
ayudara a su hijo es una actitud frecuente en los padres, que refleja la
mala educación y carencia de disciplina de sus hijos. Esta actitud a la
larga se volverá en contra de padres e hijos.
Lo más común es encontrar que los padres hacemos hasta lo imposible
para mantener a nuestros hijos felices sin conseguirlo, y lo único que
logramos es que tengan una mala o pésima conducta. Nos desvivimos
por los hijos, olvidamos que ellos requieren de alguien que les enseñe
a vivir, no que se desviva por ellos y que renuncie a su vida, ni que se
sacrifique, porque estas acciones les van creando culpa que se ve
reflejada cuando al paso del tiempo se les dice: “Hice esto y aquello
por ti, y ahora me lo pagas de este modo, no me llamas, no vienen; no
eras así“.
Este comportamiento equivocado hace que los hijos se conviertan en
tiranos, pero al paso de los años en una mayoría de casos, dejan de
realizar su vida, al sentir que si no renuncian a ella para desvivirse por
sus padres, se sienten culpables. Es por esto que no se debe caer en el
desvivirse por los hijos, hay que vivir con ellos y enseñarles como
pueden vivir sin nosotros, siendo ellos.
Recuerde: no ayudamos a nuestros hijos al hacerles sentir que hemos
dejado todo por ellos, porque de ser así aprenden a depender de
nosotros y nos considerarán los seres más importantes para ellos, les
creamos dependencia emocional, contrario a lo que debemos buscar
para nuestros hijos, que sean independientes. Así que no somos malos
padres por trabajar fuera de casa o por salir con los amigos o con
nuestra pareja sin niños.
 El respeto se construye y demuestra
en los momentos divertidos y en los momentos
de corrección o al poner límites.
El respeto se define como el reconocimiento de los intereses y
sentimientos de uno mismo y del otro, por eso se manifiesta tanto en
los momentos divertidos que pasamos con los hijos, como cuando los
corregimos o les ponemos límites. Cuando un niño crece en un
ambiente basado en el respeto tiene la capacidad de transmitir su
sentir a las personas que lo rodean.
Para la buena relación y convivencia entre padres e hijos, el respeto es
fundamental, así será más sencillo comunicarnos con el pequeño, y no
sólo eso, también se facilitará el comprenderlo, ya que tendrá la
confianza de venir a nosotros cuando necesite ayuda.
Límites
El corregir y disciplinar a los hijos es una manera de apoyarlos.
Durante la primera infancia, de cero a seis años, es necesaria una
corrección del comportamiento porque lo que aprenden a esta edad
repercutirá en su desempeño a nivel intelectual, social y laboral, a lo
largo de su vida. Una llamada de atención (y no digo que sea una
nalgada o algo físico, como quitarle algún privilegio o algún permiso)
será una corrección efectiva. Lo único que se le aconseja es que debe
ser una llamada de atención o reprimenda que usted crea
conveniente, pero eso sí, siguiendo las reglas que se enlistan a
continuación:
Normas para tomar en cuenta antes de iniciar la disciplina.
1. No atrase una buena corrección o llamada de atención, esta se
debe realizar en el momento correcto.
2. No amenace, las amenazas son todo lo contrario a mostrar
respeto.
3. No huir después de dar la corrección, sea cual sea ésta, se debe
hablar con el hijo; no estoy diciendo que se deben dar
explicaciones o disculpas, sino simplemente hablar y dejar las
cosas claras.
Como padres, al paso del tiempo escucharemos con regularidad la
frase: “No es justo”, y será muy repetida desde que nuestro hijo
conozca su significado, pero realmente ¿qué es justo? La respuesta es
que lo justo es darle al niño todo lo que le podemos dar dentro de
nuestras posibilidades en relación a lo que se merece de verdad, es
decir no le podemos comprar algún juguete en especial si no nos
respeta, avienta la comida, hace berrinches por todo y en general
tiene un mal comportamiento.
En pocas palabras, si nuestro hijo pide justicia, primero se la debe
ganar. Por otro lado, como ya se mencionó, el hijo no debe estar en un
altar dentro de la familia, es por eso que le podamos dar todo lo que
se merezca, pero sólo dentro de nuestras posibilidades, ya sean
económicas o temporales.
Desde que uno escucha la palabra “límites”, la asociamos a la
represión de la libertad y en parte es cierto, aunque si la vemos como
lo necesario para mantener una relación educada y de respeto con los
demás, entonces lograremos ver a los límites como algo natural.
Por regla, límite se define como un punto máximo al que puede llegar
algo. Cuando aplicamos este concepto a la educación de nuestros
hijos, estamos diciendo que con los límites establecemos de forma
anticipada, consciente y clara, las situaciones, conductas y actitudes
que nosotros como padres admitiremos de ellos.
De este modo, les marcaremos hasta dónde les permitiremos llegar
(tolerancia) y las consecuencias que se aplicarán en caso de
desobedecer y pasarse de los límites que les indicamos para evitar
conflictos.
¿Cuándo se ponen los límites a los niños?
Los límites debemos ponerlos en todas aquellas circunstancias que nos
crean enojo, irritabilidad e incomodidad y queremos cambiar, por eso
la creación de ellos será responsabilidad de cada familia para cada uno
de sus hijos, dejando establecido lo que está permitido, o no, hacer en
el hogar. Y no se habla de premios, porque estos implican
recompensas y no se trata de eso, lo que funciona en el
establecimiento de límites es el manejo de los privilegios que ya
disfrutan los niños, son actividades o cosas de las que disponen pero
no se han ganado.
Al crear los límites debemos tener muy claro dos puntos:
1. ¿Por qué los estamos marcando?
2. Qué cambio es el que queremos lograr en nuestro hijo.
Esto es para que podamos explicar a los hijos lo que se espera de ellos.
Características de los límites
1. Ser respetados.
2. Ser claros: los padres debemos estar seguros de que
explicamos y dimos a entender con claridad el límite impuesto
a nuestro hijo.
3. Ser firmes y determinantes: no deben confundirse estos
conceptos con agresividad ni violencia.
4. Deben aplicarse con perseverancia y consistencia: significa que
ya sabemos que límites pondremos sin importar nuestro
estado de ánimo o la circunstancia.
5. Tranquilidad: no deben establecerse con desesperación o ira,
sino con serenidad.
6. Credibilidad: este punto merece mención aparte, porque de lo
contrario pueden surgir respuestas que nos disgustarán. Sólo
por mencionar algunas de las respuestas de los hijos serían:
 No hacer caso al límite fijado
 No confiar en lo que nosotros como padres le dijimos
 No sabrá que tan serio tomar la orden
 No entender la gravedad de lo que sucede
 No tomar en cuenta las indicaciones de los padres
 Y el riesgo que se corre es que se puede caer en la
impunidad, continuando con su mal comportamiento.
Resumiendo: un límite debe marcarse de manera consciente,
clara y anticipadamente a un comportamiento que como
padres desaprobamos, y que de no cumplirse y rebasarse,
entonces tendrá consecuencias, eso significa que para que
exista un límite debe haber una autoridad que lo haga valer y
esa autoridad la ejercemos los padres.
Toda esta herramienta planteada hasta aquí, crea todo un
Código Familiar de Valores, basado en tres principios básicos de
la educación de los hijos. Son los siguientes:
1. Aceptar que la disciplina es una guía positiva para la
vida.
 2. Establecer las consecuencias que resientan nuestros
hijos, con el objeto de censurar sus desatinados Ordenar su espacio
comportamientos. 1. Ordenar juguetes y después su material escolar
3. Enseñar que se obtiene lo ganado, significa que no se 2. No ensuciar y saber limpiar
permitirá más el que nuestros hijos deseen algo y lo 3. Cuidar el entorno natural
obtengan de forma automática, se lo deben ganar.
Aprender aspectos de su higiene
La disciplina significa que estamos estableciendo guías razonables, 1. Controlar esfínteres
efectivas y justas, que moldearán a nuestros hijos por pequeños que 2. Lavarse los dientes, las manos y la cara
sean, para convertirlos en personas capaces de ir solucionando los 3. Bañarse
problemas de la vida conforme se van presentando. 4. Sonarse solo, toser y estornudar correctamente
Para aplicar la disciplina necesitamos tiempo y conocimiento del 5. Dejar el baño limpio después de utilizarlo
desarrollo humano, así sabremos las capacidades que tiene nuestro
hijo y nos podemos dar permiso para hacer lo que a nuestro juicio y Aprender a vestirse
sentido común nos dice es lo mejor para ellos. 1. Vestirse solo
Para adentrarnos en la educación y disciplina de los pequeños, a 2. Dejar la ropa sucia en su lugar
continuación aparece un cuadro que resume las actividades que 3. Intentar atarse las agujetas
paulatinamente son capaces de realizar los niños durante sus primeros
años de vida. Comer
1. Hacerlo solo
Actividad 2. En un horario establecido
1. Lo que pueden realizar 3. Normas de comportamiento como masticar con la boca
cerrada
Movimiento
1. Cuando esté despierto estar en el suelo Manejar emociones
2. Gatear y sentarse 1. Superar miedos nocturnos y los berrinches
3. Ponerse de pie y andas 2. Adaptarse a la escuela
4. Correr, saltar y trepar
Convivencia
Juego 1. Ayudar en casa en tareas sencillas
1. Solo 2. Aprender a compartir
2. Con otros niños
Inicio de la educación en los primeros 24 meses