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Lógica y Argumento
La publicación de este libro fue realizada con el apoyo de la Comisión Sectorial de Enseñanza (CSE) de
la Universidad de la República.
© José Seoane
© Departamento de Publicaciones, Unidad de Comunicación de la Universidad de la República
(UCUR)
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Capítulo 1
El objeto de la lógica
Enunciados y argumentos
Oraciones
enunciados
no-enunciados
te, deseamos establecer ciertas relaciones entre enunciados. Por ejemplo, aspiramos
a convencer a determinado interlocutor de que, si admite la necesidad de aumentar
2 Esta concepción basada en la noción de información encuentra una poderosa justificación filosó-
fica en Barwise y Etchemendy (1999). Una consecuencia importante de este énfasis informacio-
nal es que podría ampliarse, por así decir, la noción de argumento arriba ofrecida, permitiendo
formas o modalidades no lingüísticas de codificar la información.
3 La discusión en torno a la noción de argumento ha cobrado un énfasis especial en los últimos
tiempos. El lector interesado en internarse en la selva de literatura relativamente reciente sobre tal
noción puede consultar, por ejemplo, Van Eemeren, Grootendorst y Kruiger (1987). Un ejemplo
de tratamiento filosófico de la cuestión puede apreciarse, por ejemplo, en Parsons (1996).
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Como en otras ciencias, un buen punto de partida es empezar con una noción
esquemática, pero valiosa a la luz de ciertos fines o de ciertos supuestos asumidos. La
forma de entender «argumento» en este contexto exhibe esas cualidades.4 En las líneas
que siguen se caracteriza este concepto de un modo habitual en la literatura lógica.
En primer término, un argumento es una cierta estructura lingüística conforma-
da por enunciados. La peculiaridad de la misma reside en que se afirma una relación
entre determinados enunciados —denominados «premisas»— y un enunciado —
denominado «conclusión»— que puede parafrasearse así: la conclusión se sigue o se
desprende o se extrae de las premisas. Un ejemplo nos ayudará a comprender mejor
tal relación:
Ejemplo I
donde las «Prei» (1≤i≤n, siendo i un entero positivo) representan premisas, «Con»
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4 Una discusión acerca de ciertos fines o supuestos que guían la construcción de este concepto de
argumento correcto desde el punto de vista de la lógica (y que resultan relevantes para el propio
modelo de argumento expuesto) puede leerse en Seoane (2004).
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identificatoria en muchos casos dista de ser trivial; en general, en contextos como
los de una asamblea gremial, la Cámara de Senadores o un congreso científico (por
citar algunos ejemplos), las personas exponen sus argumentos de una forma com-
pleja y expresivamente rica, alejada de la pacífica transparencia del esquema pre-
misas/conclusión arriba expuesto. Esto obliga al que se propone ponderar tales
argumentos a un cuidadoso esfuerzo analítico previo, a saber, identificarlos.
Como una aproximación inicial, podríamos decir que la lógica se interesa por
la argumentación. Pero esto, como es obvio, no basta para caracterizar la lógica; en
las próximas secciones iremos, paulatinamente, acercándonos a una primera carac-
terización de la disciplina.
Problemas y tareas
1. Construya un argumento, guiándose por el ejemplo I. Use la conclusión de
su argumento, para construir un segundo argumento en que la misma oficie
de premisa.
2. Los siguientes textos periodísticos poseen evidentes pretensiones argumen-
tales. Identifique premisas y conclusión en cada caso:
si la mutua competencia [entre marcas de cigarrillos] fuera la única causa de
los gastos multimillonarios en el rubro publicitario, la lógica diría que las
grandes compañías deberían unirse para apoyar a los gobiernos que promue-
ven la supresión de la publicidad de cigarrillos, favoreciendo así un «statu quo»
que protegería a las poderosas marcas líderes de las amenazas de los pequeños
competidores. Por cierto que en todo el mundo, y también en Uruguay, suce-
de exactamente lo contrario. (Daniel Kliman, Cortinas de humo, Relaciones,
marzo 1998).
Si el atentado al que el dictador [Pinochet] sobrevivió en septiembre de 1986
hubiese tenido éxito la transición chilena hubiese sido completamente distinta.
Para algunos simplemente no hubiese existido transición sino un baño de san-
gre. Para otros, el propio régimen militar, presionado por la oposición interna
y por las fuerzas democráticas externas, dentro y fuera de América Latina, sin
el factor de unidad que ha sido el dictador, habría ido cediendo espacios y la
Concertación habría asumido en condiciones más favorables, menos «atadas»
(J. Cayuela, Chile: apuntes para el fin del siglo, Brecha, año 13, n.° 640).
La reflexión meta-argumental
Antes del surgimiento de la lógica como disciplina —que se sitúa en Grecia,
aproximadamente en el siglo IV antes de Cristo— obviamente se formularon y dis-
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a h
tángulos cuyos ángulos rectos están indicados en el diagrama. Dado que el valor de
los lados es 1, podemos inferir, aplicando el Teorema de Pitágoras, que h2 =12+12
=2 o sea h=
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En este capítulo daremos la noción intuitiva de tal relación; el resto del libro puede
entenderse como un esfuerzo por elucidar, es decir, esclarecer, rigorizar esta noción
básica. El concepto intuitivo de consecuencia lógica puede caracterizarse como sigue:
a. Si una ciudad está al norte del Río Negro, se ubica al norte de Montevideo.
La ciudad de Florida está al norte de Montevideo
La ciudad de Florida está al norte del Río Negro.
13 El adjetivo «deductivo» puede usarse como sinónimo de «lógicamente correcto» (en tal caso,
carece de sentido la expresión «argumento deductivo incorrecto») o puede usarse como sinónimo
de «argumento que se pretende lógicamente correcto». Este último uso será el que frecuentemen-
te adoptaremos en el presente libro.
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contradicción, ese supuesto no puede ser verdad, es decir, su negación es verdad. La
garantía que proveen ciertas estructuras es que, dada la verdad de las premisas, se
tiene necesariamente la verdad de la conclusión —tal es el caso de la argumentación
por el absurdo, aunque aún es muy pronto para comprobarlo.
Brevemente expresado, el recurso a la forma o estructura lógica aparece
entonces como una vía notable para resolver el problema de la identificación o del
reconocimiento de la relación de consecuencia lógica entre premisas y conclusión.14
Como se ha subrayado, no basta a los efectos de la corrección lógica el carácter
preservador de la verdad, debe adicionarse el carácter necesario de tal preservación.
Esta dimensión o cualificación modal es (como hemos visto) esencial a la caracte-
rización de nuestro concepto intuitivo. Es decir, hay relación de implicación entre
premisas y conclusión si siempre (este vocablo expresa la necesidad) que las premi-
sas son verdaderas, la conclusión también lo es. No necesariamente debe resultar
evidente cómo tal transmisión necesaria de la verdad puede quedar garantizada por
propiedades formales o estructurales de la argumentación. A los efectos de aclarar
esta idea, introduzcamos un nuevo argumento:
Adviértase que tanto la conclusión del ejemplo I (p. 15) como la del ejemplo II
parecen desprenderse con igual necesidad de las respectivas premisas, no importan-
do que, en el primer caso, se hable de sirenas y, en el segundo, se hable de lógicos.
Luego ese «desprenderse con necesidad» de la conclusión a partir de las premisas
no puede deberse a los respectivos contenidos de los argumentos sino a la forma o
estructura compartida por ambos. Pues bien, ¿cuál es dicha estructura?
La pregunta no es fácil pero una estrategia intuitiva destinada a responderla
podría consistir en determinar cuáles son las porciones lingüísticas que tanto el
ejemplo I como el II poseen en común. Éstas serán precisamente las responsables
de la corrección lógica. Al igual que en el caso del esquema de argumentación por
el absurdo podemos colocar letras para representar aquellas expresiones lingüísti-
cas en que se producen las variaciones que —atendiendo a estos casos— no son
relevantes para los actuales propósitos. El resultado de tal operación podría quizá
esquematizarse así:
Si A entonces B
Esquema (Modus Ponens)
A
B
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14 Existen aquí diversas cuestiones conceptuales sutiles y profundas. Pero, en beneficio de la clari-
dad expositiva, prescindiremos en este momento de la exposición de discutirlas; más adelante nos
referiremos a algunas de ellas. El enfoque presentado sigue las ideas expuestas en Etchemendy
(1983).
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Se podría intentar demostrar —y lo haremos más tarde— que, efectivamente,
esta estructura garantiza la verdad de la conclusión, dada la verdad de las premisas.
Ahora, a los efectos de ayudar a la intuición, puede ser útil notar cómo al efec-
tuar sustituciones arbitrarias —respetando solo ciertas restricciones relativamente
obvias— obtenemos argumentos en los cuales la verdad de la conclusión parece
seguirse con necesidad de la verdad de las premisas. Más adelante nos detendre-
mos con más detalle en las antedichas restricciones que gobiernan la sustitución,
por el momento baste advertir que solo deberían sustituirse las letras mayúsculas
por enunciados y, una vez que sustituimos una cierta letra por un enunciado, de-
bemos hacerlo en todas las oportunidades que aparece la letra, es decir, siempre
que aparece la letra en nuestro esquema aparecerá el mismo enunciado en nuestro
argumento que resulta de la sustitución en el esquema. Los ejemplos I y II de arriba
pueden entenderse así como resultados de sustituciones específicas en el esquema
de arriba —tradicionalmente denominado «Modus Ponens». Estas observaciones
son una primera aproximación al papel del recurso al análisis estructural o formal de
los argumentos que desarrolla el lógico.
El objeto de la lógica
Si se atiende a los desarrollos anteriores pueden ofrecerse una primera caracteri-
zación del objeto de la lógica. La misma podría expresarse así: la lógica se ocupa del
estudio de la argumentación deductiva.
Se puede encontrar en la literatura —como hemos señalado— dos usos de la pa-
labra «deductivo». En algunos casos, se habla de «argumento deductivo» solo cuando
la conclusión es consecuencia lógica de las premisas y luego las nociones de «argu-
mento deductivo», «argumento lógicamente correcto» y «argumento válido» coin-
ciden. En otros casos se entiende por «argumento deductivo» aquellos argumentos
en que se pretende o se aspira a que las premisas impliquen la conclusión. Luego, si
la relación de implicación se da, se dice que son correctos (válidos) y si la relación
de implicación no se da, se dice que son incorrectos (inválidos). En este libro, como
dijimos, este último uso será el predilecto. La caracterización preliminar del objeto
de la lógica dada arriba adquiere un significado quizá algo diferente dependiendo
del uso escogido. Si entiendo bien, es más hospitalaria si coincide con nuestra elec-
ción terminológica pero aún así la misma parece excesivamente restrictiva. Veamos
brevemente este aspecto.
Existe cierto tipo de argumentos que exhiben estas dos inquietantes cualida-
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por los mismos parece haberse reavivado.15 Aún tomado el vocablo «deductivo» en
el sentido en que lo hemos tomado aquí parece incapaz de cubrir la totalidad de
estrategias argumentales pertenecientes a dicha categoría. Es esta una primera razón
por la que resultaría conveniente matizar nuestra caracterización general.
Pero existe aún una segunda y quizá más poderosa razón para hacerlo. La mate-
matización de la lógica la torna, en el sentido habitual de la palabra, una disciplina
matemática. Y este hecho (conjuntamente con otros factores) supuso la aparición
de ricas motivaciones intelectuales provenientes de las matemáticas que cautivaron
la atención de los lógicos. Existen conexiones profundas e imposibles de exponer
aquí entre los diversos campos de estudio que surgen en el seno de la lógica pero
parecería forzado sostener que todos ellos se encuentran conectados de igual forma
con el problema de la evaluación argumental. Uno de esos campos es la teoría de
conjuntos —cuyos rudimentos estudiaremos pronto— pero no es el único. Además
se suelen distinguir (tradicionalmente) teoría de modelos, teoría de la prueba y teoría
de la computabilidad. Esta proliferación de intereses lógicos ha llevado a algunos
autores a caracterizar la lógica como el estudio de los lenguajes formales. Estas ob-
servaciones nos aconsejan también temperar algo nuestra caracterización inicial del
objeto de la lógica.
Aunque hemos visto razones para matizar nuestra caracterización inicial del ob-
jeto de la lógica, debe reconocerse que la misma captura un aspecto esencial del
trabajo de la disciplina. Luego, en este libro, nos ocuparemos de la lógica como
teoría de la corrección deductiva argumental, esto es, hemos escogido, a los efectos
de exponer las nociones básicas de la teoría lógica, como motivación fundamental
el estudio de la corrección argumental. Dado que para desarrollar tal teoría el lógico
apelará a la consideración estructural o formal de la argumentación, veremos que
el lenguaje natural no le resultará satisfactorio. Luego se embarcará en la tarea de
construir lenguajes artificiales, lenguajes hechos a la medida de los propósitos del
análisis formal i.e. lenguajes formales. De este modo el estudio que desarrollaremos
aquí cae cómodamente también en la caracterización de la lógica como teoría de los
lenguajes formales.
Una observación final destinada a evitar equívocos. Debiera ser evidente que no
todo argumento es un argumento deductivo. Los argumentos deductivos son solo
parte de la colección más amplia de los argumentos; existen argumentos que preten-
den que las premisas justifiquen la conclusión pero no que lo hagan vía la relación
de consecuencia lógica. Existen pues otras formas de evaluar la corrección de un
argumento que no son los patrones de la corrección deductiva. En un sentido am-
plio, ese tipo de argumentos pueden denominarse «inductivos». La idea más general
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asociada a esta colección de argumentos es que, si bien en ellos las premisas no im-
plican la conclusión, le otorgan a la misma «mayor probabilidad» o «verosimilitud».16
15 Un tratamiento especialmente influyente de las mismas es el propuesto por Hamblin (1970).
16 En algunos manuales tradicionales de lógica, por ejemplo Copi (1994), puede encontrarse una
caracterización detallada de las argumentaciones inductivas así como una clasificación de las mis-
mas. Una caracterización rápida pero conceptualmente certera puede leerse en Pereda (1995).
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Como el lector quizá ya ha concluido, en realidad puede evaluarse un argumento
usando criterios diferentes; más que situar la diferencia entre colecciones de argu-
mentos entonces la misma podría situarse en modos o patrones de evaluación.17
Es obvio que debemos evaluar argumentos, digamos así, en forma pertinente. Un
argumento deductivo, en el sentido que hemos dado aquí a este término, deberá ser
evaluado en términos de si su conclusión es consecuencia lógica de sus premisas
pero un argumento inductivo debiera ser evaluado en términos de si su conclusión
es, por así decirlo, consecuencia «inductiva» de sus premisas.
Problemas y tareas
1. Si tuviera que evaluar la comprensión de este capítulo, ¿cuáles serían las pre-
guntas que propondría? Formule seis interrogantes.
2. Responda las siguientes cuestiones:
a. ¿Qué se entiende aquí por «enunciado»?
b. ¿Qué se entiende por «argumento»?
c. ¿Cuáles son los dos modelos argumentales estudiados?
d. ¿Cómo se caracteriza la relación de «consecuencia lógica»?
e. ¿Cuál es el objeto de la lógica?
3. Compare el cuestionario elaborado por usted en el ejercicio 1 con respecto
al presentado en el ejercicio 2. A la luz de esta comparación, proponga un
cuestionario que le parezca óptimo.
17 Como respecto de otros tópicos básicos discutidos en este capítulo, puede resultar muy útil la
lectura del capítulo 2 del libro de Haack (1991).
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