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Género y educación
Para citar este artículo: Mary Lou Rasmussen (2009) ¿Más allá de la identidad de género?, Género y
Educación, 21:4, 431-447, DOI: 10.1080/09540250802473958
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Género y educación
Vol. 21, No. 4, julio 2009, 431-447
[La investigación que abarque lo mejor de ambos mundos teóricos -teorías modernistas
y postmodernistas/posestructurales- será, a mi juicio, la más útil para avanzar. Pero, al
hacerlo, deberíamos evitar los enfoques orientados al consumo y a la moda de "escoger
y elegir" que, en última instancia, poseen una integridad teórica y una cohesión analítica
limitadas. La investigación educativa debe lidiar con las tensiones de la teoría feminista
e intentar resolverlas. (Dillabough 2001, 25)
...no puede haber feminidad hegemónica, porque estar en una posición hegemónica es
también estar en una posición de poder; es ser capaz de construir el mundo para uno
mismo y para los demás de manera que el poder no sea cuestionado y se dé (más o
menos) por sentado como parte del orden de las cosas. La hiperfeminidad, por otro
lado, es una posición sin poder, que se define por la ausencia del poder inherente no
sólo a la masculinidad hegemónica, sino, en virtud del dividendo patriarcal y la
construcción dualista de la masculinidad y la feminidad, a todas las masculinidades.
(Paechter 2006, 256)
Me resulta difícil aceptar que todas las feminidades sean impotentes en relación con
todas las masculinidades. En su estudio "Otros chicos", Renold se centra en "las
experiencias de los chicos que eligen no cultivar sus masculinidades a través de los
discursos y las prácticas hegemónicas" (2004, 247). En este estudio, Renold se basa,
en parte, en el trabajo anterior de Paechter (1998) para considerar cómo las
masculinidades son objeto de complejas relaciones de poder, y demuestra de forma
convincente que la masculinidad no es garantía de patriarcado. Esta investigación
socava la afirmación de que todas las masculinidades, independientemente de su
configuración, acumulan necesariamente un "dividendo patriarcal" que se niega a
todas las feminidades. Esta afirmación se cuestionará más adelante en este
documento cuando considere las experiencias de algunas mujeres trans en el espacio
de los baños públicos. En mi opinión, esta afirmación carece de matices.
Mi malestar con el uso que hace Paechter de las masculinidades hegemónicas de
Connell ha reso-
nanzas en la crítica de Moller (2007) al uso que hace Connell de este dispositivo
conceptual. Para Moller
Mientras que gran parte de la masculinidad dominante sitúa a los hombres que la
personifican como sexualmente deseables, su opuesto, la mujer cuidadora, centrada en
el hogar y con hijos, es el exterior del sexo, más allá del deseo tanto de los hombres
como de las lesbianas marimachos... La relación dualista entre la masculinidad y la
feminidad, ya sea reivindicada por los hombres o por las mujeres, sitúa tanto a la
feminidad extrema como a la normativa como sin poder y, de hecho, como patológica.
(Paechter 2006, 257)
Una vez que comprendamos que no todas las masculinidades son enteramente
masculinas, ni las feminidades femeninas, podremos pensar en nosotros mismos como
seres humanos que construimos nuestras identidades de diversas maneras, algunas de
las cuales están relacionadas con formas ideales de masculinidad y feminidad, y otras
no... Al hacer esto nos liberaremos, tanto como investigadores como individuos, de las
concepciones binarias de la masculinidad y la feminidad que limitan tanto lo que
podemos pensar como lo que podemos ser. (Paechter 2006, 262)
Aunque Paechter espera que su análisis nos libere de las concepciones binarias de la
masculinidad y la feminidad, Clegg señala que Paechter se basa en las concepciones
binarias de género para argumentar que tiene atributos masculinos (Clegg 2008, 213).
Paechter se describe a sí misma como "no una mujer masculina", aunque sí que tiene
"atributos masculinos significativos" (nombrando un estilo combativo de
argumentación como tal atributo) (Paechter 2006, 262). Para Paechter, estas
categorías constituyen "parte de lo que es la persona que soy yo" (p. 262) y "ser
hombre o mujer (o algo totalmente distinto)... tiene poca relación con la forma en que
esa persona procede a construir su feminidad o mascu- lidad" (p. 262). Del mismo
modo, Clegg, basándose en Paecther, sostiene que "la identidad como hombre o
mujer, o como otro, parece ser un caso de quien uno cree que es y se relaciona con el
sentido de sí mismo, más que con los conceptos discursivos móviles de sí mismo que
varían según la situación y el contexto" (Clegg 2008, 212).
Lo que resulta inquietante de estas concepciones del género es la representación de
la agencia
como situado principalmente en el yo. El argumento fundamental que tengo con la
lectura de Paechter de la categoría de género es que pone demasiado énfasis en la
capacidad del individuo para liberarse de las restricciones de género. Su postura de
que el género es "algo bastante definido y constante a lo largo del tiempo (incluso
para aquellos que cambian de género durante su vida no es una cuestión cotidiana o
ajustada a la situación)" (Paechter 2006, 259) no subraya el papel que las categorías
normalizadoras de género pueden desempeñar en la deshumanización de ciertas
actuaciones de género.
Este es un punto reforzado por Bronwyn Davies en su discusión sobre la
subjetivación y la película The Crying Game, donde señala que
...el trabajo que se realiza tanto al constituirnos a nosotros mismos como al ser
constituidos por otros como sujetos viables, y también el trabajo que se necesita hacer
constantemente para mantener nuestro acceso al posicionamiento deseado de sujeto
viable. (Davies 2006, 435)
Teorizar el género, preguntarse por las formas en que los cuerpos habitan los diferentes
sexos y géneros y por las estructuras sociales que hacen posible esas habitancias, no es
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sugerir que ninguna de esas categorías sea incidental o carezca de sentido. La forma en
que encarnamos el género es la forma en que teorizamos el género, y sugerir lo
contrario es malinterpretar tanto la teorización
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Al llamar nuestra atención sobre el papel heurístico que desempeñan las categorías de
sexualidad y género (y también se podría incluir el sexo en esta lista), Valentine hace
posible ver cómo las comprensiones generales pueden verse complicadas y/o
reinscritas por las categorías que empleamos habitualmente. Los símbolos que
aparecen en las puertas de los aseos dan por sentado que los cuerpos encajan en dos
categorías claras, y luego proceden a clasificarlos basándose en esta presunción, una
presunción que rara vez se cuestiona en la producción de la señalización de los aseos.
Se trata de una distinción importante: los aseos dan veracidad a la presunción; en
efecto, nos dicen quiénes somos y cómo definir a quienes nos rodean. No elegimos
simplemente ser "queer" en respuesta al espacio del aseo; más bien, los aseos
públicos son una característica arquitectónica que puede hacernos sentir "queer", o
hacer que otros vigilen la identidad de género: desmintiendo la idea de que podemos
liberarnos de algún modo del binario de género. Como argumenta Salamon en su
análisis de un bar de lesbianas en San Francisco:
Los baños segregados son instancias obvias del sistema binario de género, pero no
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puede decirse que sean ese sistema. El poder de imponer un sistema binario de género
no se encuentra en ningún baño en particular ni en las mujeres y los hombres que
pueden vigilar ese territorio contra el
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género, sino que se dispersa a través de toda una matriz de "instrumentos, técnicas,
procedimientos, niveles de aplicación, objetivos". (Salamon 2006, 584)
Siguiendo con Salamon, es posible ver que no tendría sentido tener siluetas de
hombres y mujeres en las puertas de los baños si esta heurística no fuera comúnmente
aceptada. La matriz del plan de estudios, la cultura popular, la ley, la política y las
creencias religiosas, etc. que imponen el binario de género sostiene el poder de las
siluetas. En el proceso, las categorías/actuaciones que no se ajustan al binario pueden
quedar ofuscadas o ser vistas como un espectáculo. Este sistema plantea dilemas a
una persona como Ash, que señala que "el baño que utilizo no siempre es el que me
identifica, sino el que considero más seguro en ese momento". 3
Valentine señala además que, al tratar de entender las relaciones entre la
sexuación y el género, sigue habiendo "una pregunta que hay que formular antes de
poder explorar esa relación: entre las experiencias humanas que nos interesan,
¿cuáles cuentan como "de género" y cuáles como "sexuales"? (2004, 215). Los aseos,
quizá especialmente los escolares, son un caso interesante en este sentido, un espacio
en el que confluyen el sexo, la sexualidad y el género; y dependiendo del contexto, se
priorizarán diferentes heurísticas. Para algunas jóvenes, los aseos son espacios para
perfeccionar una identidad de género heteronormativa: en mi instituto unipersonal,
los aseos se utilizaban como salón de belleza a la hora de comer (en este espacio se
podían hacer piercings en las orejas, peinarse y maquillarse, lejos de la mirada del
profesor).
Otros presentan los aseos escolares como espacios sexualizados y espacios de
violencia al mismo tiempo. Por ejemplo, las películas Get Real (1999)4 y Show Me
Love (1998)5 muestran los aseos como un lugar en el que la identidad sexual de los
jóvenes es, a su vez, confirmada, cuestionada o negada. Como escriben Kerry Mallen
y John Stephens (2002) en "Love's coming (out): Sexualising the space of desire',
estas dos películas intentan deliberadamente alterar las narrativas espaciales
asociadas a los aseos escolares y a los aseos públicos frecuentados por los chicos.
En Get Real, un agujero en la pared de un aseo público sirve de espacio para que
[estudiantes y hombres mayores] espíen encuentros sexuales ilícitos entre
homosexuales, así como de medio para examinar a una posible pareja sexual. Este
voyeurismo es perverso, ya que perturba el placer visual que ha quedado íntimamente
ligado a la ideología patriarcal con sus estructuras de mirar (masculino) y ser mirado
(femenino). Este es un caso... en el que la mirada ocupa un espacio queer, demostrando
complicidad con el voyeurismo, el deseo y el placer visual, y desbaratando la
asociación de la mirada con los rígidos roles de género. El acto de mirar que realizan
los personajes también ayuda a que el espectador sea consciente de la calidad particular
de su propia mirada. Las películas se las ingenian para situar al espectador de forma que
se centre la atención en la naturaleza específica de su mirada, ya que nos convertimos
en testigos/voyeur de las trayectorias espaciales de los personajes a través de los
espacios privados y públicos: el dormitorio, el baño, la casa, la escuela. (Mallen y
Stephens 2002, párrafo 6)
Las expectativas sobre cómo debe comportarse uno en el retrete también se ven
alteradas en el clímax de Show Me Love; aquí, Agnes y Elin declaran públicamente
su amor mediante el acto de salir del retrete al unísono, una salida pública que
coincide con la constatación privada de la atracción por el mismo sexo. Cuando
sospechan que Elin no está sola en el cubículo, los estudiantes forman rápidamente
una multitud, golpeando la puerta del baño, pidiendo a Elin que "salga". Los
estudiantes que exigen su salida esperan claramente que Elin esté con un chico.
Mientras tanto, los espectadores comparten las deliberaciones de Agnes y Elin sobre
las consecuencias de salir del espacio del baño al unísono: se dan cuenta de que esta
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actuación constituirá una declaración que no se ajustará a las expectativas de sus
compañeros. En esto, podemos ver que el público
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Los aseos son espacios en los que se mantienen y difunden las categorías sexuales y
de género. Pero también es cierto que la reforma de las expectativas de lo que
"debería" ocurrir en el espacio del aseo no se logrará simplemente reetiquetando las
puertas de los aseos, ni con una "extraña" actuación queer.
...alguien que está acostumbrado, pero sin embargo cada vez sorprendido, a ser tomado
por un hombre en los baños de mujeres - lo que usted se refiere más económicamente
en su libro como "el problema del baño" - me parece que hay una experiencia y tal vez
incluso una distinción crítica útil que debe hacerse entre los momentos en que la
masculinidad femenina se gestiona activamente y se realiza, como, por ejemplo, los
drag kings, y esos momentos, con mayor frecuencia, como señalas, en el baño público
(pero tal vez también podríamos incluir todas esas industrias de servicios cuya medida
de profesionalidad es la interfaz de género de sus clientes: "¿Una copa para usted,
señor?'), cuando las atribuciones de género, tal vez las propias, tal vez radicalmente
opuestas a cómo uno se imagina a sí mismo, te cogen por sorpresa. (Jagose y
Halberstam 1999, párrafo 22)
La acusación "te has equivocado de baño" dice realmente dos cosas diferentes. En
primer lugar, anuncia que tu género está reñido con tu sexo...; en segundo lugar, sugiere
que los baños de un solo género son sólo para aquellos que encajan claramente en una
categoría (masculina) o en otra (femenina)... La frecuencia con la que las "mujeres"
desviadas del género son confundidas con hombres en los baños públicos sugiere que
un gran número de mujeres femeninas dedican una gran cantidad de tiempo y energía a
vigilar a las mujeres masculinas. (Halberstam 1998, 24)
Halberstam señala además que esta tendencia a vigilar el género en los baños es
particularmente aguda en el espacio del aeropuerto, "donde la gente se mueve
literalmente a través del espacio y el tiempo de manera que quiere estabilizar algunos
límites (el género) incluso cuando quiere atravesar otros (el nacional)" (p. 20). Si el
género está muy vigilado en los aeropuertos (y ésta es también mi experiencia en los
viajes aéreos), también lo está en algunas escuelas y en algunas conferencias. Por
ejemplo, la conferencia anual de la Asociación Americana de Investigación
Educativa (AERA), al menos en mi experiencia, parece ser una semana
particularmente desafiante en términos del "problema del baño": un lugar en el que el
usuario del baño de género ambiguo no es un hombre ni una mujer, y por lo tanto se
desvía del género (Halberstam 1998, 21). Mi experiencia en AERA en San Francisco
consistió en sentirme desviada por el día, y en sentirme decididamente anodina en
términos de género mientras navegaba por la escena queer de San Francisco por la
noche.
Es evidente que la vigilancia del retrete es uno de los mecanismos por los que el
género
binario se mantiene. Las personas disconformes pueden ser vistas como el problema
(no "pertenecen" al baño); una manifestación de este problema es evidente en las
acciones de la "policía de género" y su identificación y alienación de aquellos que
transgreden demasiado fuera del binario de género. Estas ansiedades pueden
dificultar las experiencias de escolarización de los
estudiantes/padres/profesores/profesores que pueden ser catalogados como no
conformes con el género. Para aquellos cuya asistencia se ve obligada en el espacio
de la escuela, los aseos pueden convertirse en un lugar de discriminación, acoso y
violencia persistentes. 6
En el sur de Inglaterra, Kath Browne (2004) ha llevado a cabo un estudio sobre lo
que también denomina el "problema del baño", "en el que las mujeres son leídas
como hombres en los aseos y, en consecuencia, son objeto de reacciones abusivas e
incluso violentas" (p. 331). Este estudio también acuña el término "genderismo"
"para describir las lecturas hostiles y las reacciones ante los cuerpos ambiguos en
cuanto al género" (p. 331). En última instancia, Browne no está interesada en buscar
una solución al "problema del baño", sino que se centra en nuevas herramientas
teóricas que ayuden a otros a dar cuenta de las prácticas culturales que sitúan a las
personas fuera de las normas de género que se dan por sentadas (p. 332). Considera
que "las categorías binarias de sexo y género se dan en un contexto... por lo que se
puede afirmar que, al igual que el lugar nos (re)hace (y sexúa), se (re)hace (y sexúa)"
(pp. 334-335). Browne continúa argumentando que invoca conscientemente la
retórica de los "ismos" (al acuñar el término "genderismo") para "validar la
reivindicación del prejuicio... Quiero sostener que el genderismo y la
homofobia/heterosexismo son formas de discriminación diferentes pero relacionadas
y entrelazadas" (p. 336). Para concluir su artículo, Browne comenta que "para
algunos, "convertirse" en mujer, algo que a menudo se da por sentado, puede ser una
lucha agónica por "encajar" dentro de determinadas dicotomías que (re)crean
espacios y lugares corporales cotidianos" (p. 343).
El análisis del genderismo avanzado por Browne es interesante en el contexto de
Género y educación 455
este trabajo porque habla de la importancia actual de la identidad de género en las
prácticas cotidianas de los cuerpos de género ambiguo. Aunque me incomoda esta
idea de estudiar el genderismo, no porque nos impida considerar las nociones de
identidad y equidad (se podría decir que Browne se centra mucho en estas
cuestiones), sino
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porque centrarse demasiado en las experiencias individuales del "problema del baño"
podría desviar rápidamente a la gente del interrogatorio sobre cómo operan las
heurísticas de la sexualidad y el género en los distintos espacios. Reiterar las
reivindicaciones sobre la discriminación también es, en mi opinión, indicativo de una
suposición subyacente de que identificar y documentar la discriminación ayudará a
combatir la homofobia y el heterosexismo. Creo que es improbable que estas
relaciones de poder se deshagan.
Me inclino más por las posibilidades sugeridas por un comentario anterior de
Browne, según el cual "la desviación de la norma puede revelar el lugar común como
producido (Bell et al. 1994); en este caso, los cuerpos y lugares sexuados se
convierten constantemente en femeninos en lugar de existir como tales" (Browne
2004, 339). Centrarme en los aseos como espacios arquitectónicos me interesa
porque sigue demostrando las complejas formas en que la sexualidad y el género se
encarnan, se promulgan, se disciplinan y se imaginan de otro modo. Al negarme a
solucionar el "problema del baño", también soy consciente del placer y el peligro que
se puede experimentar en el espacio del baño, dentro y fuera de la escuela. En otras
palabras, la cuestión de la equidad de género no es una prioridad para mí a la hora de
contemplar las prescripciones diarias de sexo y género en el espacio del baño.
...las actuaciones no tienen lugar en lugares ya existentes [el aseo]... Los escenarios no
preexisten a sus actuaciones, esperando en cierto sentido a ser trazados "por las
perforaciones"; más bien las actuaciones específicas hacen que estos espacios nazcan...
tenemos que pensar en los espacios como performativos. (Gregson y Rose 2000, 446)
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En otras palabras, los aseos son espacios en los que pueden producirse deslices, y al
poner de relieve el potencial de movimiento en esos lugares (corporal, psíquico,
afectivo, punitivo, placentero, mundano, efímero, olfativo) -movimientos que no sólo
están determinados por el género, el sexo y las sexualidades- puede ser posible
animar a los jóvenes a pensar de otra manera sobre sí mismos mediante un estímulo
para pensar de forma diferente sobre el aseo familiar. Al adoptar este enfoque, el
futuro siempre es incierto, lo cual es sin duda un punto importante. La relación entre
los cuerpos, las estructuras sociales y los entornos de vida y trabajo construidos y sus
interacciones ideales no es una cuestión que pueda resolverse" (Grosz 2001, 150).
Conclusión:
En este artículo he defendido la importancia que sigue teniendo el cuestionamiento
de las categorías de identidad de género en la investigación y la teoría relacionadas
con el género y la educación. En respuesta a un llamamiento a ir más allá de la
identidad de género, he argumentado que los debates sobre la identidad de género
siguen siendo parte integrante de este amplio campo de investigación. A partir de ahí,
he intentado esbozar y criticar algunos debates contemporáneos sobre la identidad de
género dentro y fuera de la educación. En la sección final de este artículo, también he
considerado la importancia de la interrelación entre la personificación y las teorías de
género. Esta discusión, en relación con el espacio del retrete, subraya la fluidez de la
actuación de género, sus representaciones y sus limitaciones.
Al escribir este artículo, también soy consciente de que las experiencias vividas
por las personas en materia de género informan necesariamente sobre la forma en que
teorizan sobre el género; por lo tanto, diferentes personas tendrán diferentes
relaciones con el llamamiento de Dillabough a ir "más allá de la identidad de
género". Como señala Sala- mon,
[El género, tal y como se vive y se encarna, es, en cierto sentido, siempre teorizado.
Cuando se hace una distinción entre la teorización y la actuación de la expresión del
género, podríamos hacer bien en preguntarnos a quién o a qué sirve tal distinción.
(Salamon 2006, 378)
Agradecimientos
Me gustaría agradecer a Emma Renold, Debbie Epstein, Mary Jane Kehily, Lou Preston y a
los revisores anónimos sus comentarios críticos y de apoyo en la preparación de este artículo.
Notas
1. Para un análisis detallado de algunos de los muchos problemas que percibo en la
investigación relacionada con la identidad sexual en la educación, véase Rasmussen, M.
Género y educación 459
(2006) Becoming Subjects: Sexualities and Secondary Schooling (Nueva York,
Routledge).
460 M.L. Rasmussen
2. Una versión anterior de este debate fue presentada por el autor en 2005 en la Conferencia
Anual de la Asociación Australiana de Investigación en Educación, Parramatta,
diciembre.
3. Consulte http://groups.yahoo.com/group/appetitefordeconstruction para obtener más
información sobre los retretes de cacerolas y los genderqueers.
4. Dirigido por Simon Shore.
5. Dirigido por Lukas Moodysson, también conocido como Fucking Åmål.
6. La película Toilet Training (2003) de Tara Mateik pone de manifiesto los problemas a los
que se enfrentan las personas que transgreden las normas de género en los baños
segregados por sexos, véase Children's British Broadcasting Commission (CBBC). 2003.
School gets full-time toilet police. http://news.bbc.co.uk/ cbbcnews/hi/uk/newsid_
1837000/1837916.stm.
7. Véase http://news.bbc.co.uk/cbbcnews/hi/club/your_reports/newsid_2747000/2747887.stm.
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