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Lawrence Kohlberg - Psicología Del Desarrollo Moral-Desclée de Brouwer (1992)
Lawrence Kohlberg - Psicología Del Desarrollo Moral-Desclée de Brouwer (1992)
DESARROLLO MORAL
LAWRENCE KOHLBERG
DESCLEE DE BROUWER
1992
INDICE
jradecimientos............................................................................................... 9
Mogo a la edición castellana................................... ................................... 13
llogo a Ensayos sobre el desarrollo m oral............................................... 17
£ producción.................................................................................................... . 33
A péndices...........................................................................................................
A. Los seis estadios de juicio de justicia............................................... ......
B. Los nueve dilemas hipotéticos................................................................
C. De los subestadios a los tipos morales: moralidad heterónoma y autó
noma, con Ann Higgins, Mark Tappan, Dawn Schrader........... ...........
R eferencias........................................................................................................
Bibliografía de escritos de Lawrence K ohlberg...........................
AGRADECIMIENTOS
Puesto que este libro significa una línea de trabajo que comenzó con mi pro
puesta de tesis doctoral en 1955, me gustaría expresar mi agradecimiento a mis l l
ores y comité de la tesis doctoral Helen Koch, Anselm Strauss y William Stephen-
on. Helen Koch, ya fallecida, fue una extraordinaria tutora, y toda la ayuda que
o haya podido ofrecer a estudiantes, ha sido tomada de su ejemplo. El sociólogo
i mselm Strauss es quizás el primer especialista americano que intenta integrar la
teoría estucturalista de Piaget al interaccionismo simbólico de George Herbert
Mead, tema que se repite con frecuencia en este libro. El más reciente intento he
cho en este campo fue llevado a cabo por Jurgen Habermas, a quien también estoy
intelectualmente muy agradecido tal y como se indica en la segunda parte de este
' jlumen. Cosa poco frecuente entre escritores sobre el diálogo, un tema muy ac
hual en nuestros días, Jurgen tiene la habilidad de participar profundamente en diá-
jgos, habilidad de la que yo me he beneficiado mucho. Tuve la oportunidad, en
rtra ocasión (Kohlberg 1970), de expresar mi gratitud a Will Stephenson, admira
ble y todavía un prolífico escritor de más de ochenta años de edad. Me gustaría
también reconocer mi duradera amistad con Jack Gewirtz quien me introdujo en la
luténtica forma de investigación de la psicología infantil, y que, siendo aun un
>rofesor joven durante los años cincuenta, inventó el paradigma experimental de
prendizaje social. Aunque yo preferí escoger el paradigma de Strauss en lugar del
10 Jack, nuestras largas conversaciones sobre la relación de la comunicación entre
adigmas todavía continúan. Es difícil imaginar que este libro se pudiera haber
rito por alguien que no estuviera educado en Chicago, donde estudiando con
Pesores cómo Henry Sams (Kohlberg, 1973) y Alan Gerwith, aprendí de la
stencia de una gran tradición moral, desde Aristóteles a Kant, Mili y Dewey, y
í su importancia tanto en filosofía como en literatura. Siendo ya un graduado en
/sicología, tuve la suerte de aprender teoría y práctica clínica con Bruno Bettel-
eim, Cari Rogers, Bill Henry y Sam Beck; también aprendí filosofía con Charles
Viorris, y desarrollo humano adulto con Bernú>e Neugarten y Bob Havighurst.
10 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
quiero reafirmar mi agradecimiento hacia ella, aún cuando sigue pensando que lo
mejor de mis escritos es «Beds for Bananas», que escribí a los diecinueve años
(K o h lb e rg 1949).
La elaboración de la parte teórica de estos ensayos fue en gran medida posible
por haber abandonado temporalmente la enseñanza, gracias, en primer lugar, a la
concesión de un premio a la carrera científica otorgado por N.I.M.H., y que duró
desde 1969 hasta 1974, y luego por la concesión de una beca por parte de la Fun
dación Danforth desde el año 1974 al 1980. Estoy profundamente agradecido a
Gerri Bagby, vicepresidente de la Fundación Danforth, por su consejo, apoyo y
amigable papel como «oficial» para poner las cosas por escrito durante este tiem
po. Yo también creo que el escribir mantiene una gran función de diálogo. Tanto
este libro como el anterior los he escrito para mis amigos, colegas y estudiantes,
gente toda ella con quien uno puede mantener un diálogo sobre cualquier progra
ma de investigación que se esté llevando a cabo.
Imre Lakatos (1978), el historiador y también filósofo de las ciencias, ha teni
do el buen juicio de ver que una teoría científica no es un sistema axiomático de
deducción hipotética, sino un cambiante y creciente programa de investigación.
Algunos críticos como Phillips y Nicolayev (1978) han mantenido que mi teoría es
un programa «regresivo», que solo añade epiciclos a epiciclos tal y como se expli
ca la astronomía en Ptolomeo. Lapley y Serlin (1983) y Puka (1979) han respondi
do a Phillips y Nicolayev afirmando que mi teoría es un programa progresista. El
lector es muy libre de juzgar, pero su juicio se debe de basar en la forma en que la
teoría se ha expuesto a una evolución. Cuando comencé este trabajo, la téoría es-
tructuralista de Piagct estaba desfasada dentro de la psicología americana. Para
cuando se escribieron los primeros ensayos de este libro, el estructuralismo estaba
de moda; ahora está desfasado de nuevo. Los programas de investigación no si
guen, o al menos no deberían de seguir, las modas de la psicología americana; de
todas maneras los críticos serios merecen la cortesía de una respuesta, cosa que he
tratado de hacer en este volumen.
En este volumen no he contestado a la muy importante e informada crítica que
me hace gente como Richard Peters, puesto que es en el siguiente volumen donde
tengo intención de hacer referencia a la crítica sobre la educación moral. El siguiente
tomo va a descubrir una más ecléctica «teoría de Kohlberg», puesto que, tal y como
se dice en el prólogo, la educación moral no debe de cometer el «error de los psicó
logos» de tratar de que la práctica educativa se derive de alguna teoría psicológica.
El próximo tomo va a reconocer también el trabajo de otro grupo de importantes
profesores, estudiantes y colegas a los que no he mencionado en esta nota.
Quiero, además, agradecer la ayuda de Carole Lee, que, no solamente mecano
grafió este libro sino que fue el principal soporte del Centro de Educación Moral
durante los años en los que se escribió.
Deseo, finalmente, expresar mi aprecio por las personas cuya evolución este li
bro recoge, personas que han cooperado cada tres años y por un período de vein
tiún años en otra tentativa al dilema de Heinz. A lo largo de los años, se han con
vertido en amigos y no simples sujetos de una investigación.
PROLOGO A LA EDICION CASTELLANA
Para el ser humano y para el investigador pocos temas son tan atractivos como
el desarrollo moral, el mundo de los valores y su relación con la acción moral.
Ya en la Grecia Antigua, Sócrates y sus discípulos discutían en los diálogos
platónicos en tomo a la siguiente cuestión: ¿Qué es una acción moral? Hoy en día,
esta pregunta está lejos de responderse tal y como se hizo en la época de Platón y
Aristóteles, aunque persiste el interés acerca de este interrogante.
En la actualidad, he tenido la posibilidad de comprobar este interés en el ámbi
to de la «educación de los valores», por parte de muchos de ios profesionales que
trabajan en instituciones educativas.
La propia Reforma del Sistema Educativo incide directamente en este tema a
través de los ejes transversales que aparecen a lo largo del diseño curricular base.
Así, en loj>j^ te rn d o s cumculares de cada área, aunque con confusiones concep
tuales, sejiabla de valores, actitudes y normas.
Pienso que~exlste "un cierto desconcierto respecto a cómo se puede trabajar, de
una manera no convencional o arbitraria, el desarrollo moral. He observado que
muchas instituciones progresistas deciden no plantearse la educación moral para
evitar un «adoctrinamiento» de sus miembros. De esta manera se justifica la relati
vidad ética de los valores morales, lo cual conduce a una situación en la que lo
más adecuado parece ser no enseñar ningún valor moral.
Todas las personas que trabajamos en educación, sabemos que el aspecto mo
ral está implícito tanto en los procesos como en los contenidos de las propias insti
tuciones. Hqt ello, resulta imposible«no' educar moralmente»!
Ahora bien, las diferentes conceptualizaciones de la moralidad dependen del
marco teórico en que nos situemos. Se pueden encontrar definiciones y orientacio
nes distintas, tanto desde el punto de vista metodológico como educativo, según la
perspectiva que se adopte. No es lo. mismo que nos preocupe directamente la con1
ducta observable o que estemos interesados en conocer las intenciones de la persona
que actúa. Por ejemplo, en los años sesenta muchos norteamericanos dejaron de pa
14 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
gar sus impuestos;la mayoría lo hizo por una moralidad instrumental que les daba la
posibilidad de ser «no honrados». Otros lo hicieron por desobediencia civil, al consi
derar injusta una guerra que no merecía más dólares en impuestos. La conducta ob
servable no difiere, pero sí las razones para comportarse de una determinada manera.
Se puede decir que, básicamente, existen dos maneras de explicar el desarrollo
moral. Por un lado, las concepciones normativas han interpretado la moralidad
como una «copia» de los valores de la sociedad. La mayoría de estas interpretacio
nes pertenecen a enfoques no cognitivos, los cuales defienden que los procesos de
razonamiento no son importantes para la explicación de la conducta humana. To
das estas posturas están basadas en una concepción funcionalista y entienden la
moralidad como una intemalización de las normas sociales, lo cual ha llevado, en
muchas ocasiones, a confundir «norma convencional» con «valor moral», como ha
sucedido en la mayoría de los trabajos anteriores a los años sesenta.
Por otro lado, existen otras posturas que han explicado la moralidad como «la
construcción» de principios morales autónomos por parte de cada individuo. Estas
interpretaciones son propias de los enfoques cognitivos, que entienden el desarro
llo como el producto de la interacción entre las estructuras del sujeto y las del me
dio ambiente. Sostienen el postulado de que ningún conocimiento humano, excep
to las formas hereditaria» más elem entales, está inscrito en las estructuras
orgánicas genéticas.
La obra de L. Kohlberg, su aportación tanto teórica como empírica, se enmarca
en esta última conceptualización.;
L. Kohlberg, nacido en Bronxville, Nueva York, en 1927, de ascendencia ju
día, se doctora en psicología por la Universidad de Chicago en el año 1958. En su
tesis doctoral demuestra, a través de un estudio longitudinal, que el desarrollo mo
ral es un proceso interactivo que no depende de la cultura y que se puede compro
bar universalmente. Esta hipótesis ha sido comprobada por él y por otros investi
gadores que se han interesado en conocer la evolución del juicio moral desde las
estructuras menos equilibradas hasta las más desarrolladas.
Este autor, que fundó y dirigió el Centro para la Educación Moral en la Uni
versidad de Harvard, donde impartió las disciplinas de educación y psicología so
cial, ha sido capaz de elaborar un modelo de educación moral desde un posiciona-
miento filosófico nada ambiguo.
La utilización del concepto de «moral» en L. Kohlberg, se realiza en términos
de universalidad basándose en el principio de justicia e implica las características
siguientes:
—La moralidad se define en su carácter formal de razonamiento moral, no en
términos de contenido moral.
—El concepto de moral hace referencia a juicios basados en principios morales
universales, más allá de implicaciones sociológicas del término «moral» de
finido como normas o reglas.
Es desde este posicionamiento filosófico y epistemológico desde donde se pue
de comenzar un debate crítico.
PROLOGO A LA EDICION CASTELLANA 15
¿ E s ta m o s d e a c u e rd o e n q u e e x is te n p r in c ip io s m o r a le s u n iv e r s a le s ?
¿Es el modelo de L. Kohlberg únicamente válido para las «democracias occi
dentales?
T o d o s e s to s in te r r o g a n te s d e b e n p la n te a r s e a n te s d e lle v a r c u a l q u i e r tip o d e e x
p e rie n c ia p e d a g ó g ic a a la p r á c tic a .
Por estas razones, es necesario tener bien definido el modelo teórico del que
partimos, ya que éste condiciona nuestra manera de investigar y trabajar.
Las ideas y trabajos que en este volumen se recogen, cuya versión original fue
publicada en el año 1984, presentan muchos aspectos sobre los cuales debemos
continuar investigando. Sin embargo, nos ofrecen un punto de referencia sólido y
un modelo teórico consistente para trabajar el desarrollo de los valores morales en
aquellos contextos donde existan las relaciones humanas.
Igualmente nos estimula para ir encontrando respuestas a muchos de los inte
rrogantes que surgen, no sólo de posicionamientos teóricos diferentes, sino de mo
dos de intervención que conllevan objetivos básicamente distintos en la práctica
educativa.
En este volumen se ofrecen fundamentos filosóficos y se presentan trabajos
empíricos que ilustran cómo trabajar en la práctica educativa la construcción de
principios morales autónomos.
L. J£oWbe£g, al comienzo de sus investigaciones y por fidelidad al modelo es-
tructuralista, no tuvo demasiado en cuenta las distintas situaciones, contextos o
contenidos reales en la explicación del desarrollo moral.Esto explica su interés en
los razonamientos que subyacen a cualquier contenido moral.
En el transcurso- de su investigación, al comenzar a trabajar en las escuelas, se
interesó ;por las situaciones de la vida real y la acción moral. El y sus colaborado
res, con el fin de comprobar en la práctica las nuevas hipótesis que iban surgiendo,
pusieron en marcha diversos programas de intervención educativa* A través de es/
tos programas se demuestra que para poder favorecer la consistencia entre el juicio
y la conducta moral, no sólo es necesario intervenir a nivel individual, sino que es
preciso hacerlo a nivel grupal e institucional.
Sin embargo, hay que destacar que el razonamiento moral es una competencia
cognitiva necesaria pero no suficiente para la acción moral.La consistencia entre el
razonamiento moral y la conducta moral (relación analizada en el Capítulo 7) es
uno de los grandes retos que tenemos las personas que trabajamos en este campo.
Se sabe que las variables personales y las variables contextúales facilitan o impi
den la «actualización» de la «competencia moral».
Esto nos lleva a plantearnos algunos interrogantes:
¿Se puede/debe intervenir para educar las variables personales?
¿Se puede intervenir en el control de las variables contextúales?
¿Que podemos aportar lós‘ pedagogos y psicólogos que trabajamos en este
campo, no sólo para comprender esta relación sino para favorecerla?
Algunos investigadores piensan que la relación .entre razonamiento y conducta,
moral es una paradoja.Para resolverla han desarrollado una teoría de aprendizaje y
desarrollo moral de doble vía. El juicio moral se explica según los principios pía-
16 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Concepción Medrano
PROLOGO
Este es uno de los tres tomos sobre el desarrollo moral. Se ha intentado que
cada uno de ellos fuera independiente de los demás, pero la corriente de ideas y
discusiones que emana de ellos, lógicamente hace sugerir que se lean en el orden
siguiente:
Volumen primero. Filosofía del desarrollo moral: estadios morales y la idea
de justicia.
Volumen segundo. Psicología del desarrollo moral: características y vali
dez de los estadios morales.
Volumen tercero. Educación y desarrollo moral:estadios morales y prác
tica.
Los tres tomos están dirigidos a un público muy amplio y tienen un fin, asimis
mo, muy general. Al escribirlos, he tenido en cuenta por una parte, al lector espe
cializado, como son los estudiantes graduados en psicología, filosofía (teología) y
educación, alumnos míos y que siguen un curso llamado «Desarrollo Moral y
Educación Moral». He tenido también en cuenta a un público más general, como
son todas aquellas personas interesadas en una teoría de educación moral que
combina (1) una teoría filosófica de la justicia con (2) una teoría psicológica del
proceso del desarrollo moral para generar una (3) teoría educativa que prescribe
una razonable practica de educación moral en las escuelas.
Al pensar en un público más amplio, he considerado que la educación moral
tiene interés para más gente que unos pocos especialistas y estudiosos. Los libros
de lectura requeridos para el curso que imparto son: La República, de Platón, Edu
cación moral, de Emile Durkheim, Juicio moral del niño, de Jean Piaget, y Demo
cracia y Educación, de John Dewey. Estos libros sobre educación moral no fueron
18 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
El segundo volumen, sobre psicología, expone mis primeros y también más re
cientes escritos e ideas. La idea básica de la existencia de seis estadios psicológi
cos del desarrollo moral se remite a mi tesis doctoral de 1958. Sin embargo, se han
necesitado veinte años para validarla empíricamente. Este período de veinte años
no ha sido una simple recopilación de entrevistas sobre situaciones de dilema he
chas a mis primeros sujetos cada tres años. Ha sido, más bien, un período de revi
sión y clarificación de las definiciones de los diferentes estadios y el método para
evaluarlas; este proceso se completó el mismo año de la publicación del primer
tomo. Además de los datos longitudinales propiamente dichos, el segundo volu
men refleja una revisión de ideas en respuesta a las discusiones mantenidas con
mis colegas psicólogos.
El tercer volumen, en el que estoy trabajando ahora, representa un posterior
conjunto de ideas sobre las que he ido avanzando. Cuando comencé mi tesis sobre
psicología moral, yo ya era consciente de una tradición de pensamiento sobre edu
cación moral con orígenes en Platón. Sin embargo, en el mundo contemporáneo,
parecía como si los únicos interesados en el tema fueran los optimistas educadores
de las escuelas dominicales y los líderes del movimiento Scout. En el año 1958,
este estereotipo no era tan incorrecto. No fue hasta el año 1971 que empezó a pu
blicarse una revista académicamente seria, la Revista de Educación Moral. A prin
cipios de los años sesenta, y en algunos de mis escritos, empecé a especular sobre
ciertas implicaciones del desarrollo de los estadios morales en el campo de la edu
cación. En 1969, estaba yo en plena actividad de reflexión cuando, y para mi sor
presa, un estudiante ya graduado, Moshe Blatt, mantuvo durante seis meses a estu
diantes de grado medio y superior ocupados en la participación de debates
socráticos en situaciones de dilemas surgidas en el aula. Descubrió que, siguiendo
este método, una tercera parte de estos estudiantes había avanzado en un estadio
dentro de los diferentes estadios de moralidad, en contraste con otros estudiantes
tipo, cuyos estadios permanecieron invariables (Volumen Tercero, Capítulo 13).
Mi primera respuesta a esta evidencia de cambio de estadio como resultado de la
enseñanza al estilo socrático fue una conferencia que di sobre filosofía (publicada
PROLOGO 19
bien que la virtud se puede enseñar o de qué forma se adquiere. El hecho es que,
lejos de saber si la virtud se puede enseñar, más bien no tengo ni idea de lo que la
virtud en sí misma es.» *
Una vez que el psicólogo reconoce que la psicología del desarrollo moral y su
aprendizaje no se pueden tratar sin hacer referencia a las preguntas filosóficas
¿Qué es la virtud? y ¿Qué es la justicia? el único camino a seguir es el tomado por
Platón y Dewey , lo cual conlleva a escribir un tratado que describe el desarrollo
moral en una escuela y sociedad que al filósofo le parecen justas.
Aunque mis primeras aproximaciones al desarrollo moral y educación se hicie
ron en forma de investigación psicológica, he tratado de evitar el «sofisma del psi
cólogo»: aquello que hace de una teoría buena por recopilar y organizar los datos
de una investigación psicológica, es lo que también la hace buena para definir los
fines y métodos educativos. Un ejemplo de este error es, en mi opinión, la creen
cia de que, puesto que la teoría del condicionamiento operante de Skinner (modifi
cación de la conducta) es buena porque recoge y ordena datos psicológicos sobre
el aprendizaje en los animales y a veces en humanos, tiene, por consiguiente, que
ser una buena teoría para prescribir a los profesores en los métodos y objetivos del
aprendizaje en el aula. *
La teoría de Skinner pone en un compromiso el sofisma del psicólogo, hasta el
punto de que proclama que, puesto que un psicólogo puede ir «más allá de la liber
tad y dignidad» de las ideas, ordenando e interpretando datos de investigación so
bre el aprendizaje de los niños, las ideas de libertad y dignidad no^son, por consi
guiente, ideas necesarias para profesores y ciudadanos comprometidos con la
educación moral. Esta afirmación de Skinner se examina en el Capítulo 3 del pri
mer Volumen, «Desarrollo como el objetivo de la educación». Rochelle y yo, por
el contrario, creemos que las ideas de justicia o el derecho de todo niño y adulto a
la libertad y dignidad humanas, son el punto de partida de la investigación psicoló
gica y de la práctica educativa, más bien que hipótesis psicológicas surgidas de da
tos cuantitativos de investigación.
En filosofía moral, al sofisma del psicólogo se le llama «sofisma naturalista».
Es la equivocada creencia de que la pregunta filosófica ¿Por qué es una acción real
mente buena o mala? puede contestarse directamente mediante afirmaciones cien
tíficas sociales sobre la causa o motivo de la acción. El capítulo central del Primer
Volumen, «Del Es al Debe: cómo comprometer el sofisma naturalista y conseguir
escapar de él en el estudio del desarrollo moral», es una argumentación sobre los
usos de la psicología del estadio moral en respuesta a cuestiones filosóficas a- la
vez que evitando «el sofisma naturalista» del psicólogo.
las respuestas dadas por Sócrates (Capítulo 2); luego por Kant, interpretado por
John Rawls en Teoría de la juticia (Capítulo 5); luego por John Dewey en Demo
cracia y educación (Capítulo 3), y más recientemente por Piaget en El juicio mo
ral del niño (Capítulo 4). Siguiendo a Sócrates, Kant y Piaget, la respuesta que
mis colegas y yo ofrecemos dice que la primera virtud de una persona, escuela o
sociedad es la justicia, interpretada de una forma democrática como equidad o
igual respeto para toda la gente.
La justicia democrática es una respuesta a la pregunta deontológica: ¿Cuáles
son los derechos de la gente y qué deberes traen consigo esos derechos? Dada la
respuesta de justicia democrática a la cuestión deontológica, necesitamos todavía
responder a la pregunta teleológica: ¿Cuál es la finalidad de la vida de una persona
o de una escuela o de la existencia de la sociedad? Nuestra respuesta es la de John
Dewey (y en cierto sentido la de Aristóteles): el objetivo de la educación y de la
vida cívica es el desarrollo intelectual, moral y personal (Capítulo 3).
Lo que es realmente nuevo en nuestras respuestas a estas cuestiones es el marco de
progresión sistemática con el que nos acercamos a ellas. El marco del estructuralismo
(análisis de sistemas invariables de relaciones entre ideas) que subyace a cualquier in
tento de definir estadios, es básico en la teoría cognitivo-evolutiva de psicología mo
ral ofrecida en estos volúmenes. En el aspecto filosófico, este marco de estructuralis
mo da origen a una teoría de la virtud como justicia. Aunque Platón, Dewey y Piaget
dieron cada uno un significado diferente a la palabra justicia, los tres reconocían la
justicia como la primera virtud de una persona porque es la primera virtud de la so
ciedad. Entendían la justicia como una estructura, un modelo de equilibrio o armonía
dentro de un gríípo o sociedad. El tema del primer volumen es la oposición entre mi
teoría psicológica y las teorías estructurales de la filosofía moral.
El Volumen Primero se divide en cuatro partes. La primera utiliza los estadios
morales para abordar los problemas de la filosofía educativa. De la misma manera
que lo hicieran Sócrates y Dewey, mis colegas y yo creemos que la pregunta de fi
losofía moral (¿Qué es la virtud?), es en primer y ultimo término una pregunta de
educación, que es la práctica de la filosofía.
La Segunda Parte se centra directamente en aspectos de filosofía moral. Es,
por consiguiente, la parte central del Primer Volumen y contiene dos capítulos,
«Del Es al Debe» (Capítulo 4) y «La justicia como reversibilidad» (Capítulo 5).
En estos capítulos se argumenta sobre la existencia de estadios de razonamiento y
juicio moral, sobre que el núcleo de cada estadio es una subyacente idea de justi
cia y que cada estadio más alto resuelve mejor los problemas de justicia.
Las dos restantes partes del Primer Volumen aplican la teoría de estadio desa
rrollada en las dos primeras partes a problemas dentro de las ciencias humanas. La
Parte Tercera aplica los estadios morales y el ideal de justicia que estos implican a
cuestiones de filosofía política y la filosofía de la ley. Se centra en dos decisiones
de la Corte Suprema de Estados Unidos.
La primera decisión de la Corte Suprema, que se estudia en el Capítulo 7, es la
decisión Furman, prohibiendo muchos usos de la pena de muerte como una viola
ción de la octava enmienda que prohíbe «el castigo cruel y poco frecuente». El ca
22 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
pítulo 7 apoya esta decisión basándose (1) en que poco a poco, el sentimiento pú
blico e individual se está moviendo hacia la consideración de la pena capital como
cruel y poco frecuente y (2) que la pena capital viola la justicia Ralwsiana y otros
principios de justicia del sexto estadio.
En el Capítulo 8 hago referencia a otra decisión, la decisión Schempp, que hace
de la observancia y enseñanza religiosa en la escuela, una violación de la primera
enmienda y de la separación de iglesia y estado. Esta decisión se ha tomado como
una prohibición de la educación moral en las escuelas, basada en que tal educación
es la propagación de una crencia de humanismo seglar. En el capítulo discuto que
la enseñanza de la justicia en las escuelas no es una violación del derecho de mi
norías o mayorías religiosas, sino que es en realidad parte de la visión que la aso
ciación de padres tiene de las escuelas públicas. Yo ofrezco una concepción evolu
tiva de la enseñanza de la justicia.
La Cuarta Parte se adentra en el área de las ciencias humanas que tocan temas
que van más allá de la justicia, como son la teología y la literatura. La justicia es la
primera virtud de la ley y de la acción pública y personal, por consiguiente, es la
primera virtud de una persona. Pero la vida no es justa, así que ¿qué va a pensar o
sentir uno cuando su sentido de la justicia no encaja dentro de sus propias acciones
o las acciones de los demás? Este es el primer conflicto que se le plantea al lector
o escritor de tragedias. Es el primer problema al que se enfrentan los teólogos
cuando hablan de religión o de fe. Los capítulos 9 y 10 no intentan contestar a es
tas profundas dudas; solo intentan dirigir la atención al elemento de justicia pro
puesto por estas preguntas y por las respuestas a ellas.
El Volumen Primero comprende, pues, los siguientes capítulos:
P r im e r a parte. E s t a d io s m o r a l e s y f in e s d e l a e d u c a c ió n
S egunda parte. E s t a d io s m o r a l e s y l a id e a d e j u s t ic ia
T ercera parte. E s t a d io s m o r a l e s y a s p e c t o s l e g a l e s y p o l ít ic o s
Capítulo 6. «El futuro del liberalismo como ideología dominante del mundo
occidental» (1977).
Mi análisis inicial estructural de las filosofías políticas liberales o progresistas,
lleva a una declaración de evolución moral a nivel de sociedad y sitúa el concepto de
justicia de estadio 6 de Rawls dentro del contexto de los problemas contemporáneos.
Capítulo 7. «La pena capital, evolución moral y la constitución» (1975), con
Donald Elfenbeim.
Nos dedicamos con detalle a los aspectos filosóficos y psicológicos de un pro
blema moral, la pena capital. Nuestras explicaciones de por qué la pena capital se
rechaza uniformemente en el estadio más alto pero se acepta en estadios inferio
res, indica la relación entre el contenido y la estructura del pensamiento moral.
Capítulo 8. «Educación moral y religiosa en las escuelas públicas: un punto
de vista evolucionista»(1967).
En este capítulo declaro que la enseñanza de la justicia en las escuelas públicas
no es una violación de las libertades de los niños o de la separación de iglesia y es
tado.
C uarta parte. E s t a d io s m o r a l e s y p r o b l e m a s m a s a l l a d e l a j u s t ic ia
El Segundo Volumen se divide en tres partes. Las dos primeras trazan la teoría
psicológica de los estadios morales desde formulaciones anteriores hasta el pre
sente. En la segunda parte se incluye una respuesta a las criticas. La tercera parte
presenta los datos longitudinales y el método de evaluarlos, que justifica la teoría.
Aunque el Capítulo 1 del Volumen Segundo se publicó en 1969, estuvo prece
dido por diez años de investigación y por escritos sobre la psicología del desarro
llo moral, que comenzó con mi tesis doctoral (Kohlberg, 1958). Empecé la tesis en
un esfuerzo por replicar la descripción de los estadios de juicio moral de Piaget
(1948), para ampliarlos a la adolescencia y examinar la relación del crecimiento
escalonado con las oportunidades de tomar el rol de otros en el entorno social. Es
tos objetivos me llevaron a mi revisión y elaboración del modelo de dos estadios
de Piaget en seis estadios de juicio moral, que en un principio, y un tanto precavi
damente, se llamaron «tipos ideales evolutivos». El hilo conductor del Segundo
Volumen es el progresivo refinamiento de mis definiciones de estadio y su evalua
ción a través de un estudio longitudinal durante veinte años, que se diseñó para es
clarecer si mis tipos ideales eran estadios «realmente», es decir, si formaban una
secuencia invariante a través de la cual se mueven todos los seres humanos, aun
que en diversos grados y puntos finales de desarrollo. Este trabajo longitudinal se
ofrece en la Tercera parte del Segundo Volumen.
Aún sin tener resultados claros sobre este supuesto de secuencia invariante de
la hipótesis de estadio, empecé a perfilar sus implicaciones teóricas en el proceso
del desarrollo moral y su relación con la conducta moral. Sus implicaciones defi
nen una teoría o paradigma cognitivo-evolutiva para el estudio de la moralización
del niño, que es básicamente diferente de la ofrecida por teorías de aprendizaje
conductistas o explicaciones psicoanalíticas de la formación del superego. Estas
diferencias las expliqué en el primer capítulo de la Primera Parte, comparando al
gunos de los hallazgos de investigación de cada paradigma. El segundo capítulo
teórico presenta una declaración bastante reciente de la naturaleza de los estadios
de juicio moral y sus implicaciones en el proceso de moralizacón. Mi idea más re
ciente sobre los estadios dentro del dominio moral está incluida en la segunda par
te del Segundo Volumen. La segunda parte se divide en dos capítulos. El primero
aborda revisiones de nuestra teoría de lo que ahora llamamos «estadios de justi
cia», haciendo la distición entre estadios de justicia «duros» y niveles de desarro
llo de conocimiento social, y aclarando que nuestra tarea teórica es, siguiendo a
Habermas (1983), una hermeneútica reconstrucción racional de la ontogénesis. El
segundo capítulo responde a algunos críticos cuyas posturas son representativas de
la serie de cuestiones y críticas socio-científicas que se han suscitado.
PROLOGO 25
E l s e g u n d o v o lu m e n in c lu y e p u e s lo s s ig u ie n te s e n s a y o s :
S eg u nd a parte. E s t a d io s m o r a l e s : u n a a c t u a l iz a d a d e c l a r a c ió n d e l a t e o r ía
Y UNA RESPUESTA A LOS CRITICOS
test» para producir puntos en entrevistas orales sobre dilemas hipotéticos. Por otro
lado, parecía una moderna reafirmación de la idea socrática de la educación moral
como un diálogo sobre el conocimiento del bien (Capítulo 2 del primer Volumen).
Mi primer escrito para los profesores, hecho con la colaboración de Elliot Tu-
riel en 1971, trataba de justificar y explicar la discusión moral socrática como un
método para controlar tanto los dilemas hipotéticos como los conflictos reales
dentro del aula (Capítulo 2 del Tercer Volumen).
Mi siguiente escrito para profesores elaboró las amplias implicaciones del pun
to de vista de John Dewey sobre el desarrollo como el objetivo de la educación
moral (Capítulo 3 del Tercer Volumen). El primer resultado práctico de esta linea
de pensamiento fué la incorporación de la discusión de dilemas dentro del progra
ma académico. Pude llevar a cabo esta idea por primera vez en colaboración con
Edwin Fenton, un destacado creador de programas educativos de «los nuevos estu
dios sociales». En el Capítulo 5 del Tercer Volumen, «Desarrollo moral y los nue
vos estudios sociales», elaboré la justificación de esta unión de la discusión de di
lemas con los objetivos de los estudios sociales.
Para 1970, y mientras continuaba trabajando sobre estrategias para combinar la
discusión de dilemas morales con el programa académico de la escuela, me había
ya concienciado del hecho de que la educación moral necesitaba ocuparse del
«programa o plan de estudios oculto» o la «atmósfera moral» de la escuela (Capí
tulo 7 del Tercer Volumen). La declaración más melodramática sobre la necesidad
de ocuparse de la atmósfera social o el curriculum oculto de una institución salió
del trabajo sobre reeducación moral en la prisión (Capítulo 9 del Volumen Terce
ro). Este capítulo observa que los presos de los reformatorios tomaban parte, de
forma seria, en discusiones socráticas sobre hipotéticos dilemas morales, pero vi
vían en una atmósfera de prisión de dilemas morales auténticos y reales. Este con
flicto nos llevó a intentar crear, en uno de los módulos de la prisión, la atmósfera
moral de una comunidad justa. La comunidad justa sería la parte central de una
empresa que también se comprometería a discutir dilemas (Capítulo 10 del Tercer
Volumen). Durante el tiempo en que estuve trabajando más duro para llegar a ex
plicar el concepto de atmósfera moral, hice una visita de investigación al kibbutz
Sassa en Israel (Capítulo 8 del Tercer Volumen). Además de operar como una de
mocracia directa en la mayoría de los temas de decisión, el kibbutz obtuvo la auto
ridad del grupo en nombre de la comunidad. Aunque los profesores del kibbutz y
yo mismo nos preocupamos por las implicaciones de conformidad con el grupo,
los profesores y algunos de los estudiantes más adultos eran gente claramente de
principios, no conformistas. Esta visita nos llevo a mí y a mis colegas a un serio
esfuerzo por clarificar la idea de comunidad que estábamos tratando de llevar a
cabo y añadir a las prácticas de justicia democrática en el módulo de la prisión. El
resultado fue una creciente y cambiante teoría de comunidad justa, desarrollada
por primera vez en la prisión (Capítulos 9 y 10 del Tercer Volumen), y luego en la
escuela pública alternativa Cluster en Cambridge y la escuela alternativa Scarsdale
(Capítulos 11, 12 y 15 del Tercer Volumen). Tanto la teoría como los experimen
tos de las escuelas y de la prisión, están en continuo cambio. Los dos aspectos tie
28 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
nen, sin .embargo, suficiente posibilidad de éxito como para que merezca la pena
escribir sobre ellos.
Los capítulos del tercer volumen son, pues, los siguientes:
Capítulo 1. Introducción histórica: La relación entre teoría y profesores es
una calle de doble sentido» (1978).
La historia de mis esfuerzos en el campo de la educación revela mi creciente
consciencia de la «falacia del psicólogo» y mi consiguiente esfuerzo por crear una
teoría con sentido para los profesores a través de la colaboración en una participa-
tiva escuela alternativa.
P r im e r a parte. E s t a d io s m o r a l e s y c u r r ic u l u m . D e c l a r a c io n e s t e ó r ic a s
PARA EDUCADORES
Capítulo 2. «Lo que el profesor puede hacer en el aula para estimular el desa
rrollo moral «(1971) con Elliot Turiel.
Cómo la discusión moral en el aula sobre conflictos reales dentro de la clase y
sobre dilemas hipotéticos, puede convertirse en un medio para la evolución del es
tadio moral de los estudiantes.
Capítulo 3. «La vía cognitivo-evolutiva a la educación moral: una declaración
actualizada de la teoría de Dewey» (1975).
Esta reflexión sobre la teoría de estadio moral en psicología y filosofía, hace
hincapié en las raices del pensamiento de Dewey, relacionando la teoría con el ac
tual trabajo experimental en educación moral.
Capítulo 4. «Temprana educación social y moral «(1980), con Thomas Licko-
na».
Las discusiones socráticas y la comunidad del aula son estrategias viables y
apasionantes para el desarrollo y educación moral en los primeros cursos escola
res.
Capítulo 5. «Desarrollo moral y los nuevos estudios sociales» (1973).
Trato aquí los debates sobre la moral evolutiva como parte de los objetivos y
métodos de «los nuevos estudios sociales». Las dificultades y fracasos de «los
nuevos estudios sociales» provienen de su negligencia de las características de es
tadio de los adolescentes.
Capítulo 6 «¿Debería la Universidad estimular el desarrollo moral?» (1976).
Este capítulo es una breve declaración del lugar de la discusión moral en una
educación liberal, y un informe sobre un curso piloto de ética para estudiantes aún
no graduados.
Se g u n d a parte. El c u r r ic u l u m o c u l t o y e d u c a c ió n m o r a l
T ercera parte. La t e o r ía d e la c o m u n id a d ju s t a
Capítulo 10. «La alternativa de comunidad justa hacia la corrección: Una teo
ría» (1975) con Kelsey Kaufmann, Peter Scharfy Joseph Hickey.
Nuestro primer experimento intensivo en educación moral fue la creación de
una democracia participativa acentuando la discusión moral en una prisión de mu
jeres. Presentamos aquí la teoría tras esa intervención.
Capítulo 11. «La comunidad justa en teoría y en la práctica» (1984).
En este capítulo trazo mi idea sobre educación desde (1) un enfoque inicial so
bre el diálogo socrático (llevando finalmente a un estadio 6) a (2) un enfoque en
ayudar a crear comunidades justas en escuelas en Cambridge y Scarsdale.
Capítulo 12. «La atmósfera moral de las escuelas secundarias: un estudio
comparativo» (1984) con Ann Higgins y Clark Power.
Aquí elaboramos e integramos la idea de Durkheim de moralidad de grupo con
nuestra teoría de estadio moral para evaluar el cambio de valor moral en el grupo
escolar.
C uarta p a r t e . I n f o r m e s s o b r e la p r a c t ic a e x p e r im e n t a l d e la e d u c a c ió n m o r a l
sujetos de mi tesis doctoral, que habían sido entrevistados cada tres años durante
doce años (Kramer, 1968; Kohlberg y Kramer, 1969). Nuestra primera interpreta
ción, sobre la que informamos en el Capítulo 6, fue aceptar nuestro sistema de ca
lificación de estadio como válido, e interpretar las anomalías como evidencia de
un auténtico retroceso durante los años universitarios. Nuestra segunda interpreta
ción (Kohlberg, 1973, resumida en el Capítulo 6 de este tomo) consideraba el apa
rente retroceso de algunos de nuestros estudiantes universitarios al estadio 2, como
un «Estadio 4, 5» en transición, el rechazo de la moralidad convencional sin lá
consolidación de una moralidad de más principios. Esta hipótesis de «Estadio 4,
5» se vuelve a evaluar en el Capítulo 6 a la luz de hallazgos actuales. La interpre
tación de 1973 se igualaba a una reafirmación de la hipótesis de secuencia en los
datos longitudinales, pero supuso un reconocimiento del fracaso en los detalles,
tanto de la definición como de la medición de estadio.
Nunca había creído que mi método de asignación de estadio fuera adecuado.
Como ya he mencionado antes, mi tesis describía los estadios no como verdaderos
estadios, sino solo como orientaciones morales de tipos ideales. Yo pensaba que
un estudio longitudinal era necesario no solo para evaluar sino también para defi
nir una secuencia invariante de los estadios. No pensé que mi tesis doctoral fuera a
proporcionar un «test» o «escala» de desarrollo de juicio moral. Pensé, más bien,
que mi método era un método de busqueda de evaluación, compuesto de dos alter
nativas, calificación de frase y valoración global de la narración. En términos de
fiabilidad, los datos de mi tesis indicaban que el método llevaba a un consenso en
tre evaluadores o entre dilemas, suficiente para comparar promedios de grupos de
edad (u otros grupos) en términos de hipótesis teórica. Los datos no justificaron el
método como un test que sitúa a los sujetos individuales en términos de test-retest
y otros criterios de fiabilidad de test.
Algunos años después de que yo llegara a la conclusión de que el método de la
tesis doctoral no era el adecuado, Kurtines y Grief (1974) escribieron una crítica a
nuestro método y teoria, y llegaron a la misma conclusión. Sin embargo, llegaron
a recomendar tirar el estadio teórico «bebé» con el «agua del baño» del método de
calificación. Las anomalías en los datos, concluyeron ellos, anulaban a la vez la teo
ría y el método de asignación. Uno no puede lógicamente, cosa que ellos hicieron,
cuestionarse la teoría y el método de forma simultánea. Mis colegas y yo investi
gamos el iñétodo antes de investigar la teoría.
Antes de preocupamos por desarrollar un método o «test» de confianza, nues
tra mayor dedicación fue la de revisar las definiciones de estadios utilizando un ni
vel de juicio clínico, y ver si tales valoraciones eran reales en términos de captar
una secuencia invariante en nuestros sujetos longitudinales. Este método de eva
luación fue lo que se llamó por nosotros el método intuitivo de valoración de as
pecto, en uso desde 1972 a 1975. Los resultados longitudinales con este método
clínico fueron publicados en un escrito de Kohlberg y Elfenbein en 1975, y están
vueltos a publicar dentro del Primer Volumen, en el Capítulo 7. Estos resultados
indicaban una adecuada conformidad con la hipótesis de secuencia por este méto
do relativamente subjetivo.
INTRODUCCION 39
interés por la atmósfera moral que hemos empezado a trabajar seriamente con una
perspectiva sociológica. Nuestro primer capitulo rechaza la perspectiva sociológi
ca de Durkheim por considerar que reduce el juicio moral racional del individuo a
irracionales normas compartidas de un grupo. El Volumen Tercero cita a Durk
heim como fuente de nuestro propio pensamiento sobre atmósfera moral como es
tadios de estructura de grupo o de normas colectivas.
Mis primeros escritos fueron, en parte, una exageración del caso a favor del
desarrollo moral individual racional, porque habia sido muy ignorado por la cien
cia social moderna. El Capítulo 7 («Relación del juicio moral con la acción mo
ral»), lo mismo que el Capítulo 1 («Estadio y secuencia») es una declaración de la
importancia del desarrollo moral individual que, una vez reconocida, permite vol
ver, en el Tercer Volumen, al análisis dé factores de grupo, reconociendo su im
portancia y su caracter un tanto «sui generis». La atmósfera social y moral de gru
pos e instituciones se ha estudiado de muy diversas formas, considerando todas
ellas los aspectos de contenido de la atmósfera social. El Tercer Volumen propone
estudiar la atmósfera moral del grupo en términos de estructura, más que de conte
nido. Propone que se consideren las normas colectivas o compartidas con una es
tructura similar a la de estadio, tal y como hemós hecho anteriormente con el razo
namiento individual. Este estudio (o fase de investigación) está todavia en su
comienzo, debido, en parte, a su dificultad, pero también a su muy estrecha rela
ción con el pensamiento e investigación sobre educación, presentados en el Tercer
Volumen. La investigación sobre la atmósfera moral depende de un estudio etno
gráfico en profundidad. Tal estudio depende de una variedad de percepciones in
formales o tácitas, y del conocimiento de los grupos o instituciones estudiados. No
se puede estudiar la atmósfera moral del aula o la escuela sin tener una larga expe
riencia como participante u observador en la escuela. Así pues, nuestra idea de at
mósfera puede verse de forma más clara en nuestro siguiente tomo sobre educa
ción que en este volumen, que es una tercera fase de teoría e investigación
psicológica.
ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Segundo Volumen
vigor son las teorías de aprendizaje social que equiparan la socialización moral
con el aprendizaje eji situación a través de modelos y de refuerzo, y la teoria psi-
coanalítica que apoya la temprana formación de un superego que induce a ja culpa
o una conciencia a través de la identificación con, o incorporación de, la autoridad
de los padres y estandards. Las dos teorías están de acuerdo en que el desarrollo
moral es la internalización de los modelos de los padres y de las culturas. A la
hora de contrastar la teoría cognitivo-evolutiva con las dos clases de teoría de so
cialización, necesitamos revisar, aunque no sea más que brevemente, algunos as
pectos filosóficos del primer tomo. El libro de ensayos sobre filosofía hace refe
rencia, de forma explícita, a dos temas más que el lector de este segundo volumen
debe de tener en cuenta. Estos dos temas son la relatividad del valor al definir la
moralidad y la relación entre una definición científica de la moralidad y la defini
ción filosófica de la moral. En el prólogo general llamé «sofisma de los psicólo
gos» al hecho de creer que una definición de moralidad se podría hacer simple
mente en términos de eficacia al ordenar datos de investigación sin hacer
referencia a la preocupación filosófica sobre lo que realmente debería de ser.
< En el Capítulo 3 del primer tomó’, citamos como ejemplo de sofisma de los psi
cólogos la afirmación de Skinner «Las cosas buenas son refuerzos positivos. Los
efectos reforzantes de las cosas, pertenecen al campo de la ciencia conductista que,
en la medida que se ocupa del refuerzo operante, es una ciencia de valores. Los re
forzadores efectivos son temas de observación y nadie los puede poner en duda».
En esta declaración Skinner, a una palabra de valor, «bueno», la equipara con
o la deriva de una palabra con significado de acto, como es «refuerzo positivo».
Esta ecuación es muy discutible. Podríamos preguntamos si el obtener refuerzo
positivo es realmente un bien moral intrínseco. Nadie puede ser capaz de discutir
las observaciones sobre qué es un refuerzo efectivo , pero sí que se podría poner
en duda si el refuerzo positivo es realmente «bueno» en un sentido filosófico.
Continua Skinner hasta tomar un punto de vista socialmente relativista de lo bue
no. Dice «Lo que un cierto grupo de gente llama bueno, es un hecho. Cada cultura
tiene su propio conjunto de cosas buenas, y lo que puede ser bueno en una cultura
puede no serlo en otra».
En el primer tomo nos ocupábamos del relativismo y del sofisma de los psicólo
gos porque nosotros mismos estábamos interesados en elaborar una idea de justicia
que se enfrentara ún miedo a un cuestionamiento filosófico. En este tomo nos ocu
pamos de estos temas desde el punto de vista de los psicólogos como científicos
que predicen y explican la conducta moral. En los Capítulos 1, 3 y 7 de este tomo,
intentamos demostrar que las definiciones socialmente relativistas de moralidad,
como la de Skinner, son incompetentes, no solo para el filósofo moral, sino para el
psicólogo que intenta ordenar y explicar las observaciones de investigación sobre la
conducta moral. Los psicólogos que intentan mantener sus propias filosofías mora
les fuera de la deiFímcTóñ de l'ó que ellos estudian, han tendido a ser relativistas so
ciales, y tal es el caso de Skinner. Otro ejemplo es la definición de Berkowitz
(1964): «Los valores morales son evaluaciones de acciones qui;, generalmente, los
miembros de una sociedad dada creen que están «bien» o «maj».
TEORIA DEL DESARROLLO MORAL . 45
El relativista social ignora el hecho de que los actos morales individuales tie
nen sus propios puntos de vista. La desobediencia civil del estudiante es un ejem-
pío de conducta estudiada por los psicólogos, que puede estar mal según el modelo
de la mayoría, pero puede estar bien según los modelos morales del propio agente
moral. Los estudios de los valores morales socialmente relativistas que abandonan
el punto de vista del actor, inducen pronto a inconsistencias y a una falta de capa
cidad de ordenar los datos de investigación recogidos. El acuerdo con los estan-
dards de la mayoría no hace distinciones entre conducta moral y temas de practi-
calidad, acuerdos o. costumbres!’Él relativista social ha buscado algo en la forma y
no solo el contenido de una conducta o actividad que la distingue como moral.
Este aspecto formal ha sido la «interiorizada» naturaleza de la moral, su ser dirigi
da por factores internos, independientemente de lo adecuado de la situación.
Cuando los relativistas sociales estudian la conducta moral según sus definiciones,
no encuentran una conducta consciente o internamente dirigida. Descubren, como
lo hicieron Hartshome y May, que los adolescentes (y por extensión los adultos)
no se dividen en grupos, los conscientemente honestos y los deshonestos. Descu
bren, por el contrario, que los factores situacionales, independientes de la concien
cia, son lqs que parecen ser los determinantes de una conducta honesta.
Mis colegas y yo estamos, por ,el contrario, a favor de empezar a estudiar los
juicios morales del actor, Tal estudio puede llevamos a salimos del problema de la
relatividad individual y cultural, puesto que parece ser que existen valores morales
culturalmente universales que se desarrollan a lo largo de una secuencia invariante
de estadios. Los estadios de juicio más altos tienen características formales que los
hacen ser morales y que son más precisos que el vago concepto de concienciación
o interiorización. En tanto en cuanto que>la acción de un individuo se corresponde
con su juicio y en tanto en cuanto este juicio es distintivamente moral, como lo es
jen sus estadios superiores, podemos definir una acción como «moral», indepen
dientemente de variaciones culturales o puntos de vista de lo correcto e indepen
dientemente de factores de adecuación situacional. Los Capítulos 2 y 8 ofrecen
una definición positiva de acción moral como acción que se corresponde con for
mas o estadios maduros de juicip moral.
Hemos revisado los supuestos filosóficos que sirven de base a la primera parte.
Hasta la ságunda parte no añadimos las~modificaciones y consejos sobre nuestras
ideas filosóficas. La primera modificación la hacemos a partir de la interpretación
que hace Habermas de nuestro trabajo como una «racional reconstrucción de onto-
géhesis». En esta interpretación, los derechos filosóficos sobre la mayor adecua
ción de los estadios superiores, pueden ser empíricamente disconformes, pero la
confirmación empírica de los estadios no permite una directa reclamación de ma
yor adecuación para los estadios superiores, lo cual da un privilegió filosófico es
pecial a la psicología del desarrollo.
La segunda modificación sigue la distinción filosófica hecha por BoyxL(1977)
y otros, entre tres campos de razonamiento moral: primero, el campo deóntico de
lo correcto y obligatorio; segundo, el campo aretaico de lo probable y meritorio en
la acción y carácter humanos; y tercero, el campo de los ideales de la vida buena.
46 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Solo desde el punto de vista de justicia deóntica, tienen los Estadios 5 y 6 derecho
a una última adecuación. Esto, junto con unos datos empíricos pobres sobre el Es
tadio 6, nos lleva a modificar, pero no abandonar, nuestro desafío de que el Esta-
dio 6 es el que define la reconstrucción racional del desarrollo. Utilizando estos
tres campos de razonamiento moral, interpretamos el trabajo empírico de Carol
Gilligan (1982) sobre la ampliación del estudio del razonamiento moral hacia lo
que vemos como juicios aretaicos de virtud personal y de responsabilidades espe
ciales con otras personas a las que uno se siente ligado, así como posiblemente
añadiendo ideales de vida buena, un punto de atención de Armón (1984). Clasifi
cando el campo de justicia deóntico como solo uno de los tres campos de razona
miento moral, denominamos nuestros estadios «estadios de razonamiento de justi
cia», y sugerimos que solo el dominio de justicia deóntico es el que está abierto a
una definición en términos de estadios jerárquicos secuenciales duros, tal y como
están definidos por Piaget.
Pensando ya en la tercera parte, el relativismo no es problema solo para psicó
logos y filósofos que estudian la moralidad; es también un problema para la perso
na en desarrollo. Las interrupciones en el desarrollo moral, que se consideran am
pliamente en el Capítulo 6, surgen del problema de la relatividad, cuando el joven
se da cuenta del mismo. En aquel capitulo informamos sobre estudiantes universi
tarios que a veces declaran un egoísmo instrumental y relativista, estudiantes que
en los últimos años de escuela secundaria, estaban en el cuarto o, como nosotros
creíamos, quinto estadio. En el Capítulo 6 hacemos la distinción entre la naturale
za de este emotivismo relativista de la época universitaria y el egoísmo del tipo del
estadio 2. Llegamos a la conclusión de que este egoísmo moral relativista no es
una vuelta al segundo estadio, sino más bien un paso de transición de la moralidad
convencional a la de principios. Bajo el escepticismo moral de los relativistas uni
versitarios existe una incipiente consciencia de un principio, el principio de tole
rancia o libertad de conciencia. Estos estudiantes, están, fundamentalmente, dando
un paso de transición de moralidad convencional a moralidad de principios. La
transición se refleja en una consciencia de la relatividad cultural de las definicio
nes de los valores que puede generar un escepticismo sobre la moralidad en gene
ral. Si las normas y leyes de nuestra sociedad pueden considerarse como cultural
mente relativas, la juventud puede cuestionarse la validez o calidad de todas las
normas morales y ver que el caracter egoista o hedonista, tiene un punto de vista
tan válido o más que el de la moralidad social (o convencional). En el Capítulo 6
revisamos nuestros casos que muestran un relativismo radical, abandonándolo lue
go, puesto que definen principios de justicia y tolerancia porque tienen, en poten
cia, una validez universal. En los Capítulos 8 y 9 ofrecemos datos empíricos sobre
la universalidad cultural de los estadios y de los valores morales que definen.
Los Capítulos 5 y 6 reflejan una creciente concienciación de la necesidad de
distinguir, de forma más precisa, entre contenido y estructura (o forma) en la defi
nición y valoración de los estadios morales. Esta concienciación no estaba presen
te en la afirmación programática de «Estadio y secuencia», Capítulo 1 de este
tomo. La descripción de los estadios como tales en aquel capítulo está desfasada y
TEORIA DEL DESARROLLO MORAL 47
p
CAPITULO 1
Gran parte de la investigación del autor de la cual se informa aquí ha sido apoyada por
N. I. C. H. D. Grant HD02469-01. La primera mitad del capítulo és una revisión de un es
crito preparado por el Consejo de Investigación de la Ciencia Social, Comité sobre sociali
zación y Estructura Social, Conferencia sobre el desarrollo moral, Arden House, Noviem
bre, 1. 963 apoyado por MH 4160 de N. I. M. H.
50 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
cia del entorno en sí mismo se entiende que está básicamente modelado por es
tructuras que están determinadas de forma genética. El aprendizaje ocurre y se da
en ciertas grietas o espacios abiertos del modelo genético, y la estructuración de lo
que se aprende es dada por estos modelos (Lorenz, 1965). Como un ejemplo, la
«estampación» etológica o la freudiana «fijación libidinal» representa un tipo de
aprendizaje, una determinación de respuesta por estimulación del entorno. Sin em
bargo, el «aprendizaje» requerido representa una sensibilidad específica o un pun-
. to abierto en una respuesta sociosexual genéticamente modelada. Para poner otro
ejemplo, un insecto o pájaro pueden aprender un «mapa» específico de la geogra
fía de su hogar, pero los etologistas consideran este mapa como estructurado por
una organización innata del espacio en general (Lorenz, 1965).
Cuando tratan los cambios en la evolución, las teorías innatistas, como la de
Gesell (1954), han acentuado la idea de estadios de madurez abiertos. La modela
ción de estas formas de conducta específicas de una edad, su orden y su duración,
se cree que están programados dentro del organismo. El organismo crece como un
todo, de forma que el enseñar o forzar a una temprana maduración en una área es
pecífica será o bien inútil o bien entorpecerá el modelo total del niño y el equili
brio del crecimiento.
En contraste con las teorías innatistas, las teorías de aprendizaje pueden tener
en cuenta factores genéticos en la personalidad y en la facilidad de aprendizaje de
una respuesta compleja, pero suponen que la estructura básica de respuestas com
plejas es el resultado de la estructura del entorno del niño. Se cree que tanto los
conceptos específicos y las estructuras cognitivas generales como las categorías de
espacio, tiempo y causalidad son los reflejos de las estructuras existentes fuera del
niño, dadas por el mundo físico y social.
Casi por necesidad, la idea de que la estructura del mundo extemo es la fuente
de la estructura cognitiva del niño, ha llevado a una descripción de la evolución de
la estructura en términos asociacionistas. Óesde John Locke a J. B. Watson y B. F.
Skinner (Kessen 1965) los teóricos que defienden el entorno han considerado la
estructura de conducta como el resultado de la asociación de un estímulo con otro,
con respuestas del niño y con experiencias de placer y dolor.
Hemos contrastado el supuesto maduracional de que la estructura mental bási
ca es el resultado de un modelaje innato con el supuesto de la teoría del aprendiza
je de que la estructura mental básica es el resultado del modelaje o asociación de
hechos en el mundo exterior. Por contraste, el supuesto cognitivo-evolutivo es que
la estructura mental básica es el resultado de una interacción entre ciertas tenden
cias que estructuran el organismo y la estructura del mundo exterior, más que el
reflejo de cualquiera de ellos directamente.
Esta interacción lleva a estadios cognitivos que representan las transformacio
nes de simples tempranas estructuras cognitivas cuando se aplican (o asimilan) al
mundo exterior y se acomodan o reestructuran por el mundo exterior en el proceso
de hacer referencia a él.
El punto central de la postura cognitivo-evolutiva es, pues, la teoría de estadios
cognitivos, que tienen las siguientes características generales (Piaget, 1960):
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 55
de palabras como sueño y real. Los padres dicen con frecuencia a los niños que
sus sueños no son reales, que no deben de preocuparse por ellos, que los sueños
están en nuestra mente, etc. En la teoría del aprendizaje, esta enseñanza oral lleva
al niño de la ignorancia al conocimiento de la definición cultural del sueño. Es un
poco difícil que esta visión del aprendizaje oral sirva de explicación para la se
cuencia invariante en el desarrollo del concepto de sueño, puesto que no parece
probable que a los niños se les enseñe el paso 3 más tarde que el 2 y el 1.
Paso 0 1 2 3 4 5 6
Número de niños americanos que encajan en los tipos de escala=72; fuera de los
tipos=18
Número de niños Atayal dentro de las escalas tipo= 12
Número de niños Atayal fuera de los tipos=3
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 61
Figura 1.1.
Diferenciación entre lo hechos irreales dentro del hechos irreales fuera del
interno no compartido y cuerpo invisibles a otros cuerpo (cuadros, pelícu-
lo externo compartido las)
les como las ya mencionadas de cariño y disciplina inductiva son más claras cuan
do se toman entre actitudes actuales de los padres y actitudes de adolescentes o
preadolescentes. A nivel de preescolar no se han encontrado relaciones positivas
entre el cariño de los padres y las actitudes morales (Sears, Rau y Alpert, 1965;
Burton, Maccoby y Allinsmith, 1961), ni el cariño de los padres en etapas de pre
escolar predice actitudes en los preadolescentes.
Nuestro trabajo indica que lps estudios de socialización de la moralidad han
producido pocos pronósticos empíricos de conducta moral. Allí donde se han des
cubierto pronósticos (como en los estudios de Glueck (Glueck y Glueck, 1950) so
bre delicuencia) estas predicciones arrojan poca luz sobre cualquier teoría del pro
ceso de socialización. Un método de razonamiento de por qué los estudios de
socialización han fracasado está comprendido en los escritos de aprendizaje social
revisionistas, tales como Aronfreed (1969), Bandura (1969) y Gewirtz (1969) que
en su tiempo se ocuparon de estudiar las correlaciones niño-educación, del tipo de
los que acabamos de describir. Según su punto de vista, este fracaso es, en parte,
metodológico y en parte teórico. Desde el punto de vista metodológico, la evalua
ción de la conducta por el sistema de entrevista oral y tests y el uso de una meto
dología correlacional, no puede esperarse que lleve a las firmes conclusiones ha
lladas a través de manipulaciones experimentales de la conducta social. Desde la
parte teórica, la conducción de estudios naturalistas por marcos hipotéticos freu-
dianos (y de Hull) concernientes a estados internos (por ejemplo «identificación»,
«culpa») que tienen un vago excedente de significado, ha llevado a la incapacidad
de los investigadores para ponerse de acuerdo sobre las medidas apropiadas de es
tos estados o a obtener predicciones inequívocas a partir de las teorías implicadas.
El convencimiento de estas críticas se indica por los poderosos resultados obte
nidos en sus estudios de la socialización, dados por Aronfreed (1969), Bandura
(1969) y Gewirtz (1969), en donde Aronfreed, por ejemplo, es capaz de mostrar
que todos los niños aprenden, al menos mínimamente, a «resistir a la tentación»
para conseguir un juguete atractivo a causa del castigo experimental (retirada de
un dulce y censura), pero ese grado de resistencia está relacionado, de forma regu
lar, con la duración del castigo. Estos tremendamente claros resultados experimen
tales no están apoyados por los estudios naturalistas, que no muestran una canti
dad o tiempo de castigo (Burton y otros, 1961) relacionados con la resistencia a la
tentación. Desde la perspectiva del que hace el experimento, se podría decir con
convencimiento, «tanto peor» para los estudios naturalistas. Los hallazgos basados
en una clara metodología no se anulan por falta de apoyo dé una-metodología tur
bia. La teoría tras los experimentos del aprendizaje social no implica ninguna pre
dicción de los efectos del temprano refuerzo de los padres en una posterior con
ducta social. Las teorías del aprendizaje por refuerzo no son teorías de cambio
estructural; no mantienen que los aprendizajes de los niños sean irreversibles o
que deben determinar la posterior conducta en situaciones diferentes. Parte de la
forma estratégica de muchos experimentos del aprendizaje social es demostrar la
reversibilidad de lo aprendido; es decir, mostrar que la conducta aprendida desapa
rece por falta de refuerzo. Las teorías del aprendizaje social no proclaman una ex
68 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
relacionan con las medidas a otra edad. Aunque no se han llevado a cabo estudios
longitudinales de conciencia de educación del niño, sí se ha hecho un estudio de la
agresión (Sears, 1961). Sears descubrió que las correlaciones de agresión'en niños
a la edad de cinco años dejaron de correlacionarse con la agresión en los mismos
niños a la edad de doce años. Esto apenas sorprende a la luz del hecho de que las
medidas de agresión a los cinco años fracasaron en predecir la agresión en los
doce. Dada una similar inestabilidad longitudinal en la «fuerza de conciencia», la
falta de consistencia en los hallazgos sobre sus correlatos de educación del niño no
es sorprendente.
el posterior ordenamiento según esos mismos rasgos, si los dos ordenamientos es
tán distanciados en un espacio de muchos años (Kagan y Moss, 1962; MacFarlane,
Alien, y Honzik, 1954; Sears, 1961; Emmerich, 1964). Los rasgos de personalidad
fuera del campo cognitivo que han demostrado ser más estables son aquellos que
tienen poco interés para la teoria de la socialización, por ejemplo, los rasgos de
temperamento como introversión-extroversión y actividad-pasividad^Kagan y
Moss, 1962; Emmerich, 1964). Estos rasgos no son interesantes para la teoria de la
socialización porque sus componentes estables parecen ser ampliamente innatos
Gottesman, 1963) más que ser productos de la socialización, puesto que son ras
gos de estilo más que contenido de acción social, y porque no predicen el ajuste
general del individuo a su cultura (La Crosse y Kohlberg, 1969)^
El estudio de la socialización en términos de formación de personalidad bajo el
supuesto de estabilidad de rasgos, es pues, injustificado J . a mayoría de las teorias
de formación de la personalidad no asumen la estabilidad de los rasgos. Asumen,
más bien que la personalidad atraviesa por transformaciones radicales en el desa
rrollo pero que existe una continuidad en el desarrollo del individuo a través de es
tas transformaciones. Dicho de otra forma, estas teorias conceptualizan el desarro
llo de la p ersonalidad com o una secuencia ordenada de cam bio, con la
localización del individuo en un punto posterior de la secuencia relacionada con la
localización en un punto anterior de la secuencia. En palabras de John Dewey
(1938) «La psicología trata de conductas de vida, de la conducta caracterizada por
cambios que tienen lugar en una actividad que es seriada y continua con referencia
a los cambios dentro de un entorno que es continuo a la vez que cambiante en de
talles» (p. 106).
Dewey asumía que la conducta está determinada por la actual situación en la
que la persona está tomando parte, la situación es tal y como esa persona la define.
Esta definición, a su vez, es un resultado de percepciones que se desarrollan a par
tir de situaciones anteriores, por ejemplo, «Uno y el mismo cambio del entorno se
hace o convierte en mil estímulos diferentes en condiciones diferentes de conducta
continuada o seriada» (Dewey, 1930, pag. 8)
En este sentido, la temprana experiencia determina la elección de uno ú otro
camino o secuencia del desarrollo. No lleva a la fijación o estampación de los ras
gos llevados de una situación a otra a lo largo de la vida. Como dijo John Ander-
son (1957), «El organismo joven es fluido, el subsiguiente desarrollo puede tomar
cualquier dirección de entre muchas. Pero una vez que la elección está hecha y se
ha tomado la dirección, se dan cambios irreversibles y acumulativos» (p. 39).
A la vez que la continuidad en el desarrollo de la personalidad se puede definir
en términos de un numero de secuencias alternativas disponibles a los diferentes
individuos en diferentes situaciones sociales, la mayoría de las teorias evolutivas
de personalidad han utilizado la noción de una única y universal secuencia de esta
dios de personalidad (S. Freud, 1938; Gesell, 1954; Erikson, 1950; Piaget, 1929).
Tales teorias de estadio consideran la conducta social del niño como reflexiones
de la visión del mundo típica de la edad y como mecanismos de actuación, más
que como reflexiones de características de caracter ya establecidas. Cuando un
74 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
niño se mueve de un estadio a otro, los teóricos evolutivos esperan que su conducta
cambie radicalmente pero que sea pronosticada en términos de conocimiento de la
anterior localización del niño dentro de la secuencia de estadio y de las experien
cias que intervienen estimulando o retardando el movimiento al estadio siguiente.
Si se quiere encontrar continuidad en el desarrollo de la personalidad, las teo
rías de estadio mantienen que la personalidad debe de definirse en términos de lo
calización en secuencias regulares de desarrollo de edad. La primera y principal
implicación de este punto de vista es que la descripción de personalidad debe de
hacerse en términos evolucionistas de edad. En la mayoría de los estudios de so
cialización, los conceptos de desarrollo según la edad han sido teóricamente asu
midos, pero empíricamente ignorados. Hemos señalado esto en los estudios que
están orientados psicoanalíticamente, que continúan definiendo las diferencias in
dividuales con medidas de «fuerza de superego», que se supone, en teoría, que es
tán relacionados con el desarrollo psicosexual, a pesar del hecho de que estas me
didas no se relacionan, empíricamente, con el desarrollo de edad. Es también
verdad en más estudios de socialización orientados a la teoría del aprendizaje, que
define la socialización como una conformidad aprendida a los niveles del grupo e
ignora las relaciones de tal conformidad con el desarrollo de edad. Normalmente
estos estudios suponeii que el desarrollo social generalmente coincide con la «so
cialización».
En la definición de Child (1954) la socialización es «el proceso por el que un
individuo, nacido con potencial de conducta de una enorme variedad, es llevado a
desarrollar una conducta concreta confinada dentro de un campo más estrecho de
lo que es costumbre para él según los niveles de su grupo». La idea de socializa
ción del desarrollo moral está implicada en su definición en términos de fuerza de
resistencia a la tentación y fuerza de culpa. «Resistencia a la tentación» significa
la cantidad de conformidad con las reglas morales culturales, «culpa» significa
grado de conformidad a estas reglas morales después de un desvio, en la forma de
culturalmente supuestas maneras de reparación por desvió. Dentro del campo psi
cosexual, la socialización se ha definido como un incremento de conformidad de
actitudes a normas culturales para papeles masculinos o femeninos normalmente
medidos por tests M-F.
; A la vez que ha parecido plausible equiparar «desarrollo moral» o «desarrollo
psicosexual» con el grado de conformidad a la cultura, al final esa conformidad no
define de hecho las tendencias del desarrollo según la edad. En el campo de la mo
ralidad, la dimensión de incrementada «resistencia a la tentación» experimental
mente medida («honestidad» en términos anticuados) no parece definir en absolu
to una tendencia de desarrollo de edad. Sears y otros (1965) no encontraron un
aumento en honestidad desde los cuatro a los seis años; Grinder (1964) no lo en
contró en edades de siete a once años; y Hartshore y May (1928-30) no encontra
ron aumento en honestidad desde los once hasta los catorce años. En él area psico
sexual la «intemalización» o «identificación», es decir, preferencia y elección de
tipo sexual, no aumenta regularmente o de forma clara con la edad después de los
siete años (Kohlberg, 1966b). La falta de estabilidad longitudinal en medidas de
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 75
evolutivo mantiene que una mirada más de cerca a los cambios en el tiempo, indi-
, ca regularidades que representan cambios básicos en la forma de respuesta más
bien que cambios en su fuerza. Esta es, desde luego, la implicación de una expli
cación de la evolución en términos de estadios. Las nociones de estadio son esen
cialmente construcciones tipológicas ideales diseñadas para representar diferentes
organizaciones psicológicas en varios puntos de la evolución. La doctrina de esta
dio hipotetiza que estos tipos de organización cualitativamente diferentes son se-
cuenciales, y de ahí que el estatus evolutivo del individuo es previsible o acumula
tivo en el sentido de continuidad de lugar en una escala ordinal.
En lo que hasta ahora se ha dicho, existe poca divergencia entre los puntos de
vista de las vias psicoanalítica, neopsicoanalítica y evolutivo-cognitiva de la perso
nalidad. La vía cognitivo-evolutiva diverge de las otras, sin embargo, en acentuar
que las secuencias de cambios en organización o forma de conducta tienen un fuer
te componente cognitivo. Por el lado lógico, nuestra vía proclama que la evolución
social está basada cognitivamente porque cualquier descripción de la forma o mo
delo de una estructura de respuestas sociales, está necesariamente vinculada a cier
tas dimensiones cognitivas. La descripción de la organización de las respuestas so
ciales de los niños, está vinculada a una descripción de la forma en que los niños se
perciben a sí mismos y al mundo social. Incluso las psicologías de «profundidad»
reconocen que no hay afectos divorciados de una estructura cognitiva. Mientras que
la psicologia social intentó durante mucho tiempo medir las actitudes como puras
intensidades, el nacimiento de una teórica psicología social de actitudes ha surgido
del reconocimiento de que el componente afectivo de las actitudes está en gran par
te configurado y cambiado por la organización cognitiva de estas actitudes.
Desde el punto de vista empírico, la vía cognitivo-evolutiva se deriva del he
cho de que la mayoría de los claros y marcados cambios en la evolución psicológi
ca del niño son cognitivos, en el sentido de edad mental o cociente intelectual. La
influencia de la inteligencia en las actitudes y conducta social de los niños es tal
que tiene un mayor número de correlaciones de conducta social que cualquier otro
aspecto de personalidad observado (Cattell, 1957). En términos de predicción, An-
derson (1960) resume su estudio longitudinal de ajuste de la siguiente manera:
«Nos sorprendió la aparición del factor inteligencia en una variedad de nuestros
instrumentos (actitudes familiares, responsabilidad y madurez, ajuste) a pesar de
nuestros intentos por minimizar la inteligencia al seleccionar nuestras medidas de
personalidad. Luego nos sorprendió el que, por predicción durante un largo tiempo,
el cociente intelectual parece llevar una pesada carga predictiva en la mayoría de
nuestras medidas de los resultados. Debe de mencionarse que, en un número de estu
dios, el ajuste tanto a nivel de niño como de adulto, siempre que se incluye la inteli
gencia, aparece como un factor más significativo que las medidas de personalidad».
Parece que el poder del cociente intelectual para predecir la conducta y ajuste
social surge de numerosas fuentes, incluidas las experiencias de éxito tanto en la
escuela como éxitos sociales asociados a la inteligencia. Sin embargo, una gran
parte del poder predictivo del cociente intelectual deriva del hecho de que una
evolución cognitiva más rápida se asocia a una evolución social más rápida. Esta
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA. 77
rales cambian de forma cognitiva con el desarrollo. Como ejemplo, está general
mente reconocido que las concepciones y sentimientos de justicia («dar a cada uno
su merecido») se basan en concepciones de reciprocidad y de igualdad) Reciproci
dad e igualdad son, sin embargo, formas cognitivas asi como morales, Piaget
*<1947) ha hecho un número de estudios sugiriendo que la consciencia de reciproci
dad lógica (reconocimiento de que soy hermano de mi hermano) se desarrolla con
la formación de operaciones concretas a los 6-7 años. Nuestros estudios (Kohl
berg, 1969) indican que el uso de la reciprocidad como una razón moral aparece
por primera vez a la misma edad.
Otro ejemplo de forma cognitiva en el juicio moral es la consideración de las in
tenciones, en oposición a las consecuencias físicas al juzgar la maldad de una ac
ción. Según Piaget (1948) el desarrollo de la intencionalidad moral corresponde a la
diferenciación cognitiva más general de objetivo y subjetivo, físico y mental, discu
tido ántériormente en este capítulo. Consecuentemente, no es sorprendente encontrar
que en todas las culturas, clases sociales, grupos de sexo y subculturas estudiados
(Suiza, América, Bélgica, Sioux, Papagoa, aborígenes chino-malasios, mejicanos, is
raelíes, hopi, zoni) se encuentren tendencias de edad hacia una creciente intenciona
lidad. No es sorprendente tampoco encontrar que esta tendencia se correlaciona
siempre con la inteligencia o el desarrollo mental en todos los grupos en donde se ha
tenido acceso a medidas de inteligencia. Por último, no sorprende encontrar que ta
les diferencias culturales o subculturales existentes son explicables debido a la canti
dad de estimulación cognitiva y social provista por la cultura en cuestión.
Como un ejemplo, en todas las naciones estudiadas hay diferencias de clases so
ciales en la dirección de una intencionalidad más temprana por parte de Ja clase me
dia. No hay diferencias de clase en los valores sino en la estimulación cognitiva y
social del desarrollo. En cada clase, los niños más mayores y más inteligentes son
más intencionales. Si la «demora» del niño de clase más baja se pudiera explicar
como debida a un diferente sistema de valor subcultural adulto, los niños más mayo
res y más brillantes de clase baja tendrían que ser más «retrasados» que los niños
más jóvenes y menos inteligentes de clase baja, puesto que deberían haber aprendido
mejor el sistema de valor de la clase baja. La intencionalidad es un ejemplo de una
tendencia cultural de evolución que es universal y regular en su desarrollo porque
tiene una base «de forma cognitiva» en la diferenciación de lo físico y lo mental.
Por contraste, algunas de las dimensiones de juicio moral estudiadas por Piaget,
son realmente asuntos de contenido más que de forma cognitiva. Un ejemplo es la
dimensión de respuesta a las expectativas del compañero, como opuesto al adulto.
Piaget (1948) hipotetiza esta dimensión como parte de su estadio autónomo, pero
su base lógica para derivar ésto a partir de una consideración de forma cognitiva es
vaga y poco convincente. No hay nada que sea cognitivamente más maduro sobre
preferir a un compañero que a un adulto. No sorprende encontrar que esta dimen
sión no varía regularmente con la edad cronológica y mental, qu$ las tendencias de
la edad están ausentes en algunos grupos nacionales (ejemplo, Suiza) y que en ge
neral esta dimensión es sensible a una amplia variedad de influencias culturales y
subculturales que no se pueden analizar en términos de evaluación de la evolución.
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 79
nes involucradas en la tabla anterior. Como indica la Tabla 1.6, cada estadio lleva
consigo una diferenciación que no está presente en el estadio precedente.
6. Orientación de
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ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA... 83
Aunque la evidencia está muy lejos de ser completa todo hace pensar hasta
ahora que los estadios responden a los criterios de estadios propuestos en nuestra
primera sección. Esta evidencia viene de estudios llevados a cabo en Taiwán, Gran
Bretaña, México, Turquía y Estados Unidos. Además de chicos de zonas urbanas
de clase media y baja, los estudios han incluido a chicos de pueblos, analfabetos y J
semianalfabetos, de Turquía, México (un grupo Maya) y Taiwán (un grupo Ata
yal).
Las figuras 1.2. y 1.3. sugieren Ja universalidad cultural de la secuencia de los
estadios que nosotros hemos encontrado. La figura 1.2. presenta las tendencias en
edad para chicos de zonas urbanas de clase media de Estados Unidos, Taiwán y
México. En todos estos países, a la edad de diez años, el orden de uso de cada es
tadio es el mismo que el orden de su dificultad o madurez. En Estados Unidos,
para los dieciseis años el orden es el opuesto, del más alto al más bajo, excepto
que el Estadio 6 se usa poco todavía. A los trece años, el Estadio 3, el del buen
chico, un estadio medio, es el más usado. Los resultados en Méjico y Taiwán son
los mismos ¡excepto que el desarrollo es un poco más lento.f El aspecto más notable
es que el pensamiento de Estadio 5 a los dieciseis años es mucho más prominente
en Estados Unidos que en Méjico o Taiwán. De todas maneras, está presente en
los otros paises, así que sabemos que no es simplemente una construcción demo
crática americana. La segunda figura (1.3) muestra los resultados de dos pueblos
aislados, uno en Yucatán y otro en Turquía. La similitud de modelo de los dos
pueblos es extraordinaria]! Aunque el pensamiento moral convencional (Estadios 3
y 4) aumenta regularmente desde los diez a los dieciseis años, a los dieciseis no ha
alcanzado todavía una clara ascendencia sobre el pensamiento premoral (Estadios
1 y 2 ). Los estadios 5 y 6 están totalmente ausentes en este grupo. Las tendencias
para grupos urbanos de clase más baja son intermedias en grado de desarrollo en
tre las tendencias para los chicos de clase media y los chicos de pueblo.
Aunque las tendencias de edad de las figuras 1. 2 y 1. 3 indican que ciertos
modos de pensamiento son generalmente más difíciles o avanzados qué otros mo
dos, de pensamiento, no prueban que el alcanzar cada modo de pensamiento sea un
prerrequisito para alcanzar el siguiente más alto dentro de una secuencia hipotética. ^
La importancia del efecto de la secuencialidad se puede mostrar claramente
desde dos puntos de vista. Con respecto a la definición de desarrollo moral, no
está nada claro que los Estadios 5 y 6 deban utilizarse para definir puntos finales
de desarrollo de la moralidad. La figura 1. 2 indica que el Estadio 4 es el estadio
dominante de la mayoría de los adultos. Es posible considerar los Estadios 4, 5 y 6
como tipos alternativos de respuesta más que como una secuencia. Esta es, sin
duda, la idea de algunos escritores que consideran a los tipos de carácter conven
cional-autoritario en adultos (Estadio 4) opuestos a los tipos de carácter humanista
(Estadios 5 y 6), representando canales alternativos de cristalización de personali
dad. Si las personas de Estadios 5 y 6 pueden mostrar que han pasado por el Esta
dio 4, mientras que personas de Estadio 4 no han pasado por los Estadios 5 y 6, se
puede argumentar que la jerarquía de estadio constituye más que un juicio de valor
por parte del investigador.
88 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
A favor. Nadie va a pensar que eres malo si robas el medicamento, pero tu fa
milia pensará que eres un marido inhumano si no lo haces. Si dejas
que tu mujer muera nunca serás capaz de mirar a nadie a la cara.
En contra. No solo el farmacéutico, sino todo el mundo pensará que eres un cri
minal. Después de robar te sentirás mal pensando cómo has traído el
deshonor a tu famjlia y a ti mismo; nunca vas a mirar a nadie a la
cara.
Estadio 4. Acción motivada por anticipación de deshonor y por culpa del daño concreto he
cho a otros^(Diferencia el deshonor fomial de la desaprobación informal. Dife
rencia la culpa por malas consecuencias, de la desaprobación.)
A favor. Si tienes algo de sentido del honor, no dejarás que tu mujer muera
porque tienes miedo de hacer lo único que la puede salvar. Siempre
te sentirás culpable de que tú causaste su muerte si no haces lo debi
do para con ella.
En contra. Estás desesperado y puedes no saber que no actúas bien cuando ro
bas el medicamento. Pero sabrás que actuaste mal después que fuiste
castigado y enviado a prisión. Siempre te sentirás culpable por tu
deshonestidad y por quebrantar la ley.
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA... 89
" Nuestras tendencias de edad indican que un gran número de conceptos morales
y formas de pensamiento solo tienen significado en edades avanzadas y requieren
la extensa experiencia social y el crecimiento cognitivo representado por el factor
edad.' Desde puntos de vista normales del proceso de la moralización estos cam
bios en edad en formas de pensamiento moral se interpretarían simplemente como
unas sucesivas adquisiciones o intemalizacipnes de los conceptos morales cultura
les. Nuestros seis tipos de pensamiento representarían seis modelos de moralidad
verbal dentro de la cultura adulta, que son sucesivamenta absorvidas a medida que
el niño crece más sofisticado verbalmente. El orden de edad requerido podría sim
plemente representar el orden en que la cultura representara los diversos conceptos
involucrados, o podría simplemente reflejar que se requiere una mayor edad men
tal para aprender el tipo de concepto más alto.
Como contraste con lo anterior, nosotros hemos defendido la interpretación evo
lutiva de que estos tipos de pensamiento representan estructuras que emergen de la
interna acción del niño con el entorno social, mas que directamente reflejar estructu
ras externas dadas por la cultura del niño. La consciencia dé las prohibiciones y man
90 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
datos básicos de la cultura, así como cierta «intemalización» de las mismas, existe
desde el primero de nuestros estadios y no define su sucesión. El movimiento de un
estadio a otro representa, más bien, la forma en que esas prohibiciones^ así como as
pectos más amplios de la estructura social, se adoptan en la organización de un orden
moral en el niño. Este orden se puede basar en el poder y mandato externo (Estadio
1), en un sistema de intercambios y en satisfacciones de una necesidad (Estadio 2), en
el mantanimiento de expectativas legítimas (Estadios 3 y 4) o en ideales o principios
lógicos generales de organización social (Estadios 5 y 6). Aunque estas sucesivas ba
ses de un orden moral surgen de la consciencia que el niño tiene del mundo social ex
terno, representan también procesos activos de organizar y ordenar este mundo.
Debido a que los tipos más altos de pensamiento moral se integran y suplantan,
más bien que se añaden, a los modos de pensamiento más bajo, la técnica de medi
ción de Guttman (1954) utilizada para el concepto del sueño en nuestra primera
sección, no es la apropiada para nuestro material, basado en el uso de los estadios
en respuestas libres. ^Resulta apropiada si medimos la comprensión de cada.estadio
de los niños, en lugar del uso de ella. Rest (1968) pidió a sus sujetos que repitieran
con diferentes palabras das declaraciones en cada estadio, del estilo presentado en
las tablas 1.5 y 1.6. En general los sujetos puedan repetir correctamente las decla
raciones en todos los estadios por debajo de su nivel o en su propio nivel, pueden
también repetir correctamente algunas, pero no todas, las declaraciones en un esta
dio superior al suyo propio, pero fracasan en repetir correctamente declaraciones
en dos o más estadios por encima del suyo (Rest 1968; Rest, Turiel y Kohlberg,
1969). Aún cuando en el caso de que los sujetos puedan repetir una declaración
dos estadios por encima del suyo, su comprensión encaja con un modelo de escala
de Guttman, es decir, ellos comprenderán todas las declaraciones por debajo de la
declaración más dos, incluida la declaración por encima de la suya propia.
Aunque el modelo del uso de estadios no encaja con un modelo acumulativo,
sí encaja con un modelo de secuencia no acumulativo. El perfil de uso de otros es
tadios en relación al estadio modal del niño está presentado en la figura 1.4. Esta
figura muestra que como término medio, el 50% de los juicios morales de un niño
encajan en un único estadio. El resto está distribuido alrededor de este modo en
forma decreciente según uno se mueve sucesivamente más adelante en la escala
ordinal desde el estadio modal. El perfil de respuesta de un individuo representa tí
picamente un modelo compuesto por el estadio domíriánté en él qué el sujeto se
encuentra, un estadio que está abandonando pero que todavía utiliza_ejij?jerta for
ma y un estadio hacia el que se mueve pero qué no ha «cristalizado» todavía.
El modelo de uso de los diferentes estadios se hace más inteligible cuando se
recuerda que en cierto sentido todos los estadios más bajos son accesibles o al me- ^
nos comprensibles para el sujeto. El modelo de uso está dictado por una preferen
cia jerárquica por el estadio más alto que un sujeto puede producir. Aunque los su
jetos tengan dificultad en comprender estadios por encima del suyo y no tengan
dificultad con estadios por debajo del suyo, prefieren estadios superiores a esta
dios inferiores. Si pueden entender declaraciones dos estadios por encima del
suyo, lo prefieren a una sola declaración por encima. Si comprenden declaraciones
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 91
un estadio pero no dos por encima, las prefieren antes que a declaraciones bien
dos por encima o una por debajo de la suya. Si a los sujetos se les presentan decla
raciones hipotéticas en su propio nivel, y todavía no han hecho declaraciones pro
pias, los sujetos tienden a preferir la declaración por encima de su propio nivel.
Parece, pues, que los modelos de uso de los estadios están dictados por dos órde
nes secuenciales opuestos, uno de preferencia y otro de facilidad) con un estadio mo
dal individual que representa el estadio más preferido que el individuo utiliza. Parece
que los estadios morales empíricamente responden al criterio de secuencia y de inte
gración jerárquica discutidos en nuestra primera sección y que lógicamente lo hacen
en el sentido de que cada estadio representa una diferenciación é integración lógicas
de conceptos anteriores, como se indica en las Tablas 1.5. y 1.6. En cierto sentido se
puede decir que los estadios representan una secuencia jerárquica bastante indepen
diente del hecho de que corresponden a tendencias de evolución con la edad. La Ta
bla 1.7. presentaba declaraciones de Adolf Eichmann, un lider nazi, declaraciones, en
general, de Estadios 1 y 2. Se puede argumentar que los adolescentes alemanes cre
cieron dentro de una ideología moral nazi, de estadios 1 y 2, en el mismo sentido en
que se puede decir que los niños atayal crecen en una idea de sueño de estadios 1 y 2.
En tal caso, difícilmente defenderíamos que la secuencia de la evolución según la
edad se correspondería completamente con la secuencia que acabamos de describir.
Hallazgos anteriores tomados de un estudio longitudinal de chicos americanos,
se dirigen directamente al aspecto de hasta qué punto la ontogenia de hecho sigue
la secuencia lógica. Estos hallazgos se basan en cincuenta chicos, la mitad de ellos
de clase media, la otra mitad de clase trabajadora. Fueron estudiados cada tres
años por un periodo de doce años. En un principio sus edades oscilaban enre los
diez y los dieciseis años y al terminar el estudio tenían entre veintidós y veintiocho
años. Aunque solo se han analizado al completo los datos sobre la evolución des
pués de los dieciseis años (Kramer, 1968), los hallazgos muestran un cuadro de
cambio ontogénico, dirigido, secuencial o de paso a paso. La única excepción es
que en un periodo de edad (del final de la escuela secundaria a mitad de edad uni
versitaria), el 20% de los chicos de clase media «retroceden», o caen y bajan en la
puntuación total. Suben otra vez después de la universidad, de manera que ningu
no de ellos está por debajo de su nivel de enseñanza secundaria. Hacia el final de
la veintena, casi todos están por encinia de ese nivel. Esta «regresión» temporal no
ocurre entre la población de clase baja o en ambiente no universitario. Los únicos
casos de «regresión» encontrados en la muestra de clase baja fueron entre seis de
lincuentes a los que se siguió de forma longitudinal. Para tres de ellos la cárcel y
escuela reformatorio tuvieron un efecto «regresivo» sobre la moralidad. ¿
' S ecitatr estos datos sobré la regresión para aclarar el significado de secuencia
en el estudio de ontogenia sugerido en conexión con el concepto de sueño atayal.
La teoría proclama que el curso «normal» de la experiencia social lleva a una pro
gresión a través de la secuencia. Formas especiales de experiencia, como la cárcel,
pueden tener un efecto «regresivo». Si se encuentra «regresión» a causa de una ex
periencia universitaria, la experiencia universitaria debe de analizarse en términos
diferentes de los apropiados para el movimiento secuencial anterior o posterior, tal
y como ha hecho Kramer (1968) utilizando conceptos de «conflicto cognitivo».
92 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
* El primer número de código de esta columna se refiere a los Estadios 1-6 (véase Ta
bla 1.2); el segundo número se refiere al aspecto de moralidad implicado (véase Tabla 1.4).
Fuente: Kohlberg, 1967, p. 177
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 93
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1.2. Tcndcncias de edad en el juicio moral en niños urbanos de clase media de tres naciones diferentes
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-2 -1 0 +1 +2 +3
Hemos visto que los estadios de juicio moral ofrecen una definición de conti
nuidad a través de transformaciones del desarrollo necesarias antes de que pueda
empezar el estudio naturalista de la socialización. Veremos ahora cómo estos esta
dios de juicio, definidos «cognitivamente», iluminan el «no cognitivo» desarrollo
moral de las esferas del afecto y de la acción. Esta frase es, sin embargo una decla
ración equivocada tanto de lapostura de Piaget como de la nuestra, que no es la
postura de que el conocimierítb determina el afecto y la conducta, sino que el de
sarrollo del conocimiento y el desarrollo del afecto tienen una base estructural co
mún. En lugar de decir, como lo hice anteriormente, que «las tendencias regulares
del desarrollo, en edad, del juicio moral tienen una base cognitivo-formal», debe
ría de haber dicho que «las tendencias de desarrollo, en edad, del juicio moral tie
ne una base estructural formal paralela a la base estrucutural del desarrollo cogni
tivo».! Aunque la idea de paralelismo cognitivo-afectivo no es obscura, para los
psicólogos americanos ha sido difícil de entender. La doctrina, sin embargo, ha
entrado en la literatura de la investigación americana, puesto que ha sido elabora
da independientemente por Wemer (1948) y sus seguidores (Witkin 1969). Una
dimensión estructural del desarrrollo, como por ejemplo la «diferenciación», se
considera que caracteriza todos los aspectos de la personalidad, la perceptual, la
emocional social y la intelectual. Al medirse por tareas perceptivas de desarrollo en
edad, la «diferenciación» está altamente correlacionada con las medidas estandard
de la inteligencia psicométrica, así como con una variedad de actitudes y caracte
rísticas sociales, Harvey y otros (1961), elaboraron también una idea de «paralelis
mo estructural» de desarrollo de personalidad en términos de una diferenciación e
integración estructural de conceptos de uno mismo y de otros, implicando tanto
correlaciones cognitivas como de actitud.
%Según el punto de vista de Piaget (1952a) los tipos de pensamiento y los tipos
de sentimiento son esquemas que desarrollan un conjunto de características estruc
turales generales que representan sucesivas formas de equilibrio psicológico. El
equilibrio de esquemas afectivos y esquemas interpersonales lleva consigo muchas
de las mismas características estructurales básicas, como el equilibrio de esquemas
cognitivos. Se cree generalmente que la justicia (descrita como equilibrio de ba
lanzas) es una forma de equilibrio entre reclamaciones interpersonales en conflic
to, y así lo mantiene Piaget (1948), «En contraste con una regla dada impuesta^al
niño desde fuera, la regla de justicia es una condición inminente de las relaciones
sociales o una ley que gobierna su equilibrio», p. 29 lj* Según Piaget la lógica no es
una regla cultural aprendida impuesta desde fuera sino una ley que gobierna el
equilibrio ente ideas más que entre personas. Tanto la violación de la lógica como
la violación de la justicia pueden suscitar fuertes afectos. El fuerte componente
afectivo del sentido de la justicia no es inconsistente con su base estructural.
Como ya se estableció anteriprmente, la estructura de reciprocidad es a la vez una
estructura cognitiva y un componente estructural del sentido de la justicia.
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 97
Lo que se está diciendo es, no que los estadios de juicio moral sean cognitivos,
sino que la existencia de estadios morales implica que el desarrollo moral tiene un
básico componente estructural. Aunque los motivos y afectos están involucrados
en el desarrollo moral, el desarrollo de estos motivos y afectos está, en gran parte,
mediatizado por los cambios en los modelos de pensamiento. /
Entre las implicaciones de esta afirmación están las siguientes:
1. Debería de haber una copelación empírica entre la madurez de juicio moral
y los aspectos no morales del desarrollo cognitivo.
2. Los estadios de juicio moral o las secuencias-se tienen que describir en tér
minos cognitivo-estructurales, incluso respectó a aspectos «afectivos» de
juicio moral, como la culpa, la empatia, etc.
3. Debería de haber una correlación empírica entre la madurez sobre aspectos
«afectivos» y cognitivos de la moralidad, incluso si ía madurez afectiva se
mide por un test proyectivo o métodos de entrevistas no centradas explícita
mente en el juicio moral.
4. La forma en que el juicio moral influye en la acción debería también ser ca
racterizable en términos cognitivo-estructurales.
5: Las influencias del entorno social favorables al desarrollo del juicio moral
deben de ser influencias caracterizábles en términos cognitivo-estructurales,
por ejemplo, en términos de oportunidades de toma de rol.
Con respecto al grimer punto, las correlaciones entre tests de grupo sobre co
ciente intelectual y iii^el de juicio moral a los doce años, oscila de .30 a .50 en di
versos estudios. Estas correlaciones indican que la madurez moral tiene una base
cognitiva pero no es simplemente inteligencia verbal apíicapa a probíerñas mora
les. Se indica éste hecho por la existencia de un factor general de nivel moral en
contrado entre nuestras situaciones después de las correlacionas debidas a a la in
teligencia por la que están controladas. S$ sugiere la relación entre juicio moral y
desarrollo intelectual por el hecho de que nuestras definiciones de estadio asumen
que las operaciones piagetianas concretas son necesarias para la moralidad con
vencional (estadios 3 y 4) y que las operaciones formales son necesarias para la
moralidad de principios (estadios 5 y 6). Cierta evidencia preliminar e inacabada
de que éste es el caso, se nos da por el hallazgo de que la madurez de juicio moral
y un test de operaciones formales correlacionaron .44 con probada inteligencia
verbal controlada. El pensamiento piagetiano que acabamos de anticipar, así como
otras consideraciones, sugiere que la madurez cognitiva es una condición necesa
ria pero no suficiente para la madurez de juicio moral. Aunque las operaciones
formales puMári ser necesarias para la moralidad de principios, se puede ser físico
teórico y no hacer juicios morales al nivel de principios. De hecho sé descubre una
relación curvilínea entre el cociente intelectual y la madurez moral. En la exten
sión por debajo de la media, se da una correlación lineal (r = .53) entre el cociente
intelectual y la madurez moral, mientras que no se ve relación (r = .16) entre las
dos medidas en el grupo por encima de la media. Dicho de otra manera, los niños
con cociente intelectual por debajo de la media, están, casi todos, por debajo de la
98 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
media en madurez moral. Niños de cociente intelectual por encima de la media es
tán igualmente por debajo o por encima en madurez moral. Las teorías que se aca
ban de proponer sugieren no solo una relación no linear entre el cociente intelec
tual y la madurez moral, si no un declive en la correlación entre los dos con la
edad. El juicio moral continúa evolucionando hasta los veinticinco años (Kramer,
1968) aunque solo para la mitad de la población de clase media, mientras que la
madurez intelectual general no lo hace. Aunque los niños inteligentes alcancen el
estadio de operaciones antes que los menos inteligentes, la mayoría de estos últi
mos niños lo alcanzan en algún momento. Los niños menos brillantes tienden a
evolucionar más lentamente en el juicio moral, pero pueden evolucionar durante
más tiempo. El cociente intelectual es, pues, un mejor indicador de un temprano
grado de evolución que de una posición final, cosa que está más determinada po^
la experiencia social.
El segundo punto (que los aspectos afectivos del desarrollo moral se deben des
cribir en términos cognitivo-estructurales) se documentó parcialmente por nuestra
indicación de cójno nuestros estadios definían afectos morales, en la Tabla 1.6, de
la misma manera que definían dimensiones «cognitivas» como la intencionalidad,
en la Tabla 1.5. La Tabla 1.6 indica que cada afecto «más alto» requiere una dife
renciación cognitiva no hecha por el siguiente afecto «más bajo».
La Tabla 1.6 asigna a la culpa por desviación de las reglas convencionales que
llevan a un daño a otros, a un Estadio 4 (a la culpa por violación de principios in
ternos se le asignó él Estadio 6). La culpa del estadio 4 implica diferenciar la preo
cupación por la propia responsabilidad según las reglas del estadio 3 («vergüenza»
o preocupación por la desaprobación de otros). El interés del estadio 3 por la desa
probación es, a su vez, una diferenciación de las preocupaciones de los estadios 1
y 2 por el premio y el castigo, características de estadios más bajos.
En cierto sentido, el componente cognitivo-estructural de la culpa sería obvio
si nqjiubiera sido ignorada por la teoría psicoanalítica. La culpa en su sentido más
precisa es un autojuicio moral y presupone la formación de maduros o internos
niveles.de juicio moral. Los psicoanalistas han supuesto la temprana formación de
culpa interiorizada, de tendencias de auto castigo y auto-crítica, y han supuesto,
por lo general, que esta formación ocurre a una edad temprana, entre los cinco y
los siete años, como reacción al complejo de Edipo. De hecho, los investigadores
que han utilizado tests del tipo de completar una historia para ver las reacciones de
culpa, no encuentran claras tendecias de auto crítica y auto castigo que aparezcan
en respuesf^á Hi^órias-de^tran^sgresión-hasta'ta preadolescencia o tardía infancia.
Cuando a niños menores de siete años se les pregunta, casi nunca dicen que un
niño desviado de la conducta y que escapó del castigo se podría sentir mal. Aun
que los niños jóvenes no muestran culpa consciente, proyectan un castigo no rea
lista dentro de historias incompletas de transgresión. Los investigadores que están
orientados al psicoanálisis han tomado tal idea de castigo como un reflejo de la
culpa inconsciente del niño, que se proyecta al mundo porque es inconsciente. De
hecho, no se ha acumulado evidencia suficiente para creer que es verdad, puesto
que la idea de castigo no se correlaciona positivamente con otras conductas que
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 99
podrían representar una intemalización moral. Tanto la idea de castigo del estadio
1 como la de culpa del estadio 4 o 6 representan una ansiedadpor el desvío de las
reglas, estructuradas de formas diferentes.j En cierto sentido, la sensación en el es
tómago es Támisma tanto si es miedo por acontecimientos externos como por mie
do al auto juicio de uno mismo. La diferencia está en que en un caso el sentimien
to se interpreta por el niño como un miedo a las fuerzas externas que sancionan, y
en elo tro , caso s]e i n t ^ el niño como producido por sus propios juicios
morales, Cuando el niño llega a la adolescencia tiende a rechazar el miedo coma
báse para la conformidad. Si un chico es miembro de una banda de delincuentes,
negará la ansiedad que siente porque es de «gallinas» tener miedo a los policías. Si
ha desarrollado formas de juicio moral más maduras, ligará la misma sensación en
el estómago con sus auto juicios y dirá, «No lo podría hacer, me odiaría si lo hicie
ra». La_diferencia entre los dos es una diferencia cognitivo-estructuraíjno una di
ferencia en intensidad o tipo ^é^áfectoT Es uñá diférenciáTéáí, sin embargo, puesto
qúe el fuerte miedo al castigo no predice resistirse a la tentación, mientras que la
culpa auto crítica sí lo hace.
Hemos señalado ya que los estudios de test proyectivo indican que la culpa
auto crítica aparece aproximadamente a la misma edad que el juicio moral conven
cional. La coincidencia en la edad de aparición de la culpa proyectiva y de los jui
cios morales «maduros» o convencionales sugiere que los dos deberían correlacio
narse entre niños de una misma edad. (Esta era la tercera im plicación del
paralelismo estructural de nuestros estadios). Los hallazgos más claros de correla
ción son los aportados por Ruma y Mosher (1972). Ruma y Mosher decidieron
que podían evitar los problemas de medición de culpa imaginaria si medían la cul
pa en la conducta real en una población de treinta y seis chicos delincuéntes. Las
medidas de culpa se basaron en las respuestas a un conjunto de preguntas en entre
vista, sobre cómo~se seritTárelXhicoantes y después dé sus actos delictivos (asalto
o robo). La primera medldaTüeTá^sTTma de puntos significativos por respuestas
que expresaban auto juicio negativo y contrición (2) en oposición a respuestas que
expresaban preocupación por el castigo (1) o una falta de preocupación (0). La co
rrelación entre estas medidas y una puntuación de madurez moral basada en unas
valoraciones por peso de estadio, valoraciones de respuesta a cada una de seis de
nuestras situaciones de conflicto fue A l{p < .01). Esta correlación era indepen
diente de la edad, del cociente intelectual o de los efectos de una clase social. Se
encontró también una correlación de .31 (p < .05) entre la medida de culpa de si
tuación de la vida real y la escala de culpa de Mosher, una medida de culpa por el
sistema de completar una frase utilizando referencias sugeridas por la concepción
psicoanalítica de la culpa (Ruma y Mosher, 1967). La correlación de la madurez
de juicio moral y la escala de culpa de Mosher era . 55. La madurez de la ideolo
gía del juicio moral se relacionaba de alguna manera mejor con dos medidas de
culpa — una de la vida real, una proyectiva— que lo que lo hacen entre sí.
Con respecto a la emoción moral, nuestro punto de vista es que la definición
«cognitiva» de la situación moral determina directamente la emoción moral que la
situación suscita. Este punto de vista ha sido mantenido por la escuela «interaccio-
100 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
nista simbólica» de psicología social, que ha acentuado la Idea de que las defini
ciones simbólicas comunicadas socialmente determinan las actitudes y emociones
semidas-y- experimentadas por el individuo en distintas situaciones . Los hallazgos
empíricos que apoyan este punto de vista general son acumulativos y chocantes, y
constituyen parte del contenido de muchos libros de texto de psicología social.
Una linea llamativa de evidencia es la que hace referencia a los efectos de las dro
gas en la conducta. Estudios naturalistas realizados p or sociólogos sugieren clara
mente que las experiencias agradables de la mariguana)y la adicción a esta droga
dependen del aprendizaje de las «apropiadas^defimcíones simbólicas de la expe
riencia (H. Becker, i 963)! Estudios^experirnentales indican que aunque los estimu
lantes autónomos obtienen una estimulación generalizada, si esta estimulación se
experimenta como enfado, regocijo o alguna otra emoción, depende d e ja definid
ción sociaj j e ja situación que acompaña a la administracioñ de las_drogas
(Schachter, 1964).
¿En nuestra opinión la forma básica en la qúe el «afecto» se socializa no es tan
to por castigo y premio como por comunicación de definiciones de situaciones que
causan un afecto socialmente apropiado. Además, nuestra vía apunta a ciertas ba
ses cognitivas fundamentales y «naturales» de emoción moral, y entiende las defi-
niciones culturales corno representativas ^ de ciertas elaboracioHes y énfasis se
lectivos .de-estas bases& Los utilitaristas estaban casi en lo cierto al hacer hincapié
en que lajbase central de la emoción moral es el miedo a los resultados d é la ac-
ción humana po rja pena y el daño (o alegría y bienestar) hacia seres humanos (o
casi humanos)ííNuestros estudios de juicio moral en una variedad de culturas occi
dentales y no occidentales indican que el abrumador foco de elección y sentimien
to moral está en tales consecuencias de bienestar personal. La vida socialdel niño
se basa en la «empatia», es decir, en la consciencia de otros seres con sentimientos
y pensamientos como los de uno mismo/ Él análisis del desarrollo del ego por
Baldwin (1906) y G. H. Mead (1934) han indicado de forma clara que el auto con
cepto es un concepto de un yo compartido o un yo como los demás. Eljaiñojio^
puede tener un ego autoconsciente sin tener el concepto de otros egos. El daño
percibidoIf^Fós e i l S íñmediaTám tan intensamente, comprendido
com olo es el daño hacia uno mismo. La empatia nojiene que enseñarse al niño;
jxo,fen_Qjnieno^primario. Lo que la socíalizacíon y el desarrollo alcanzan es la or
ganización de fenómenos empáticos en preocupaciones consistentes simpatéticas y
morales, no la creación de la empatia como tal.
Nuestra idea de la forma en que los valores morales influyen en la acción, es
generalmente similar. En nuestra segunda sección señalábamos ya que los estudios
de socialización de «resistencia a la tentación» habían aportado pocos hallazgos
sólidos, porque la «resistencia a la tentación» es en gran parte específica de la si
tuación, tal y como lo demostraron Hartshorne y May (1928-30). Aunque se en
cuentran bajas correlaciones entre hacer trampas en una situación y hacer trampas
en otra, estas correlaciones no se deben a valores morales interiorizados en el sen
tido usual. Estas correlaciones se deben sobre todo a factores no morales de «fuer
za de ego» de cociente intelectual y atención, y las correlaciones entre tests de ha
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 101
cer trampa desaparecen cuando estos factores de ego están controlados (Grim y
otros, 1968). La atención, medida como desviación estandard del tiempo de reac
ción, se ha demostrado que se correlaciona en los años cincuenta y sesenta con la
puntuación sobre tests de trampear. Los «valores» o actitudes morales concebidos
como cantidad afectiva en el sentido usual de actitud social, no predicen directa
mente la conducta en situaciones de conflicto. Media docena de estudios demuestran
que no hay correlación positiva entre la expresión verbal del valor de la honesti
dad o la maldad del trampear y la honestidad real en situaciones experimentales
(en estudiantes en escuela secundaria o universitarios). Sin duda, parte de este fra
caso de correlación se debe a las tendencias «falsas» del auto informe._ELniismo
deseo quejleva a un deseo a trampear para obtener una buena puntuación, lleva a
un apoyo excesivo a lós válóres de Ta moral convencional. Sin embargo" eí proble
ma es más profundo que todo^ esóTpuesto que Tas medidas proyectivas de intensi
dad de afecto de la culpa, fracasan en predecir la resistencia a la tentación a no ser
que incluyan los componentes auto críticos cognitivo estructurales ya discutidos.
El problema real es que las medidas generales de intensidad de apoyo de actitudes
morales, tienen poca relación con las fuerzas que determinan la conducta en situa
ciones concretas de conflicto.
Cuando se usan medidas de juicios morales y actitudes cognitivas y evoluti
vas, se obtienen mejores resultados. Aunque Hartshorne y May (1928-30) encon
traron solo correlaciones bajas entre estos tests de conocimiento moral conven
cional r = .30) y medidas experimentales de honestidad, las correlaciones fueron
al menos positivas y significativas. Cuando se utiliza mi medida transcultural de
madurez moral, se obtienen mejores resultados. En un estudio, las correlaciones de
madurez de juicio moral con las evaluaciones de concienciación moral de los pro
fesores fueron .46, y con las evaluaciones del profesor sobre la justicia con los
compañeros .54. En otro estudio la correlación de la madurez moral con la evalua
ción del compañero sobre el carácter moral fue .58. Estas correlaciones no son de
masiado claras en su significado, puesto que el juicio moral es una variable clara
de la evolución con la edad, mientras que las evaluaciones de carácter moral no lo
son. Unas relaciones más claras entre juicio y acción se dan si los estadios particu
lares de juicio moral se refieren a (en teoría) significativos tipos de decisiones mo
rales.
Como ejemplo, en las situaciones experirrjfotales de trampeo, el punto crítico es
si seguir la norma cuando las expectativas convencionales del adulto y del grupo
no se mantienen. Los investigadores dejan a los niños sin supervisión en una situa
ción en la que se supone supervisión. No solo indican que no importa que haya
trampeo, casi sugieren su posibilidad (puesto que necesitan tramposos para su es
tudio), Aunque el niño convencional crea que «hacer trampa está mal» y se preo
cupa por apoyar las expectativas de la autoridad, no tiene una razón real para
trampear si se da la tentación, si las autoridades no se preocupan y si los demás lo
hacen. Por el contrario, un sujeto ,con.ptincipi,os (Estadios 5 y 6) define este aspec
to como el que requiere^Tmantenimi de un contrato Implícito con el adulto y
reflejaquela toma de ventaja que implica el trampear todavía verdad, indepen
102 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
hacia los principips de justicia tras el orden social más que para el orden mismo, y
estos principios son,principios de reciprocidad o torna de rol unlversalizados.
jSi el desarrollo moral es fundamentalmente un proceso de la reestructuración
de modos de toma de rol, entonces al. input social que estimula el desarrollo moral
se Je puede denominar «oprtunidades de toma de rol». El primer requisito para la
toma de rol es/la participación en un grupo o institución. La participación es, en
parte, una cuestión de cantidad de interacción y comunicación en el grupo, puesto
que la comunicación presupone una toma de rol. Además, la centralización del in
dividuo en la comunicación y estructura de la toma de decisión del grupo mejora
las oportunidades de toma de^rol. Cuanto más responsable es el individuo por la
decisión del grupo y por sus propios actos en sus consecuencias para el grupo,'más
debe el individuo desempeñar los roles de las otras personas del grupo^Se ha man
tenido a veces que el subordinado toma el rol del superior más que viceversa
(Brim 1958). Si ésto es verdad, solo es verdad a nivel de la diada. El líder del gru
po debe de tomar los roles de todos los subordinados y ser consciente de las rela
ciones de uno con otro, mientras que el subordinado es requerido a tomar sólo el
rol del lider. Es probable que las posiciones de liderazgo requieran no sólo tomas
de rol más complejas ú organizadas sino más efectivamente neutras, objetivas y
formas de toma de rol de «reglas y justicia», puesto que el lider debe de mediar
entre los conflictos dentro del grupo, como Parsons y Bales (1955) dicen que es el
caso del papel de «padre» o «lider instrumental». Mientras que los roles de lide
razgo podría esperarse que requirieran más toma de rol que los roles de seguido
res, es también probable que «el liderazgo democrático» requiera más toma de rol
que el «liderazgo autocrático» por parte del lider y del seguidor, puesto que el li
der de grupo debe de ser más sensible a las actitudes de los miembros y los miem
bros se comunicarán más con el lider y tendrán más responsabilidades con la deci
sión del grupo, como Lippett y White sugieren en su estudio, (1943).
L-Para el niño en desarrollo, hay una secuencia de grupos o instituciones en los
que participa. El primero, la familia, ha recibido la mayor atención en las teorías
de la socialización. Desde nuestro punto de vista, sin embargo, (1) la participación
familiar no es única o críticamente necesaria para el desarrollo moral y (2) las di
mensiones en las que estimula el desarrollo moral son primariamente dimensiones
generales por las que otros grupos estimulan el desarrollo moral, es decir, las'cii-
mensiones de creación de oportunidades de toma de rol; Con respecto al primer
punto, n^ hay evidencia de que la familia sea una situación únicamente neéesaria
para _el normal desarrollo moral. Un horfanato normal es un entorno pobre en Tér
minos de oportunidades de toma de rol, así que no sorprende encontrar niños más
retrasados en el desarrolo del juicio moral en las instituciones, que niños retrasa
dos que viven con sus familias. Sobre las mismas medidas de Piaget (1948) res
pecto a que los niños institucionalizados son más retrasados que los niños en fami
lias, sin embargo, los niños de kibbutz son iguales a los niños de ciudad que viven
en familias. En general, los niños de kibbutz son «normales» en desarrollo moral a
pesar de una notable reducción en la cantidad de interacción con sus. padres. Ante
riormente, apuntábamos que las malas familias contribuyen en gran medida a la
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 107
social y cociente intelectual que niños minuciosamente escogidos por sus compa
ñeros de la clase, tienden a ser bastante más lentos en el desarrollo moral que los
líderes. Esta lentitud, sin embargo, no se manifiesta como un estancamiento en el
estadio 1, más o menos equivalente al estadio heterónomo de Piaget. En particular
la participación en un grupo de compañeros no es especialmente algo que facilite
el desarrollo de las dimensiones morales sobre las que Piaget centra su atención,
en oposición a otras dimensioes del desarrollo moral. No se han encontrado dife
rencias en las medidas de la intencionalidad entre las estrellas sociométricas y los
rechazados o entre niños de kibbutz (centrados en grupos de compañeros) y niños
de ciudad. En resumen, pues, aunque la participación en el grupo de compañeros
parece que estimula el desarrollo moral, su influencia parece más conceptualizada
en términos de ofrecer oportunidades generales de toma de rol que de tener formas
de influencia únicas y muy específicas.
Un tercer tipo de participación aparentemente importante para el desarrollo
moral es la participación en las instituciones secundarias de la ley, el gobierno y
quizásjgl trabajo. Un índice de oportunidades diferenciales de participación enHfórs
estructuras sociales de gobierno y trabajo o economía es el status socioeconómico.
Está bastante claro que la clase más baja no puede y no siente tanto poder ni res
ponsabilidad por las instituciones de gobierno y economía como lo hace la clase
media. Esto, a su vez, tiende a generar menos disposición a ver estas instituciones
desde una perspectiva generalizada, flexible y organizada basada en varios roles
como puntos de ventaja. La ley y el gobierno se perciben de forma bastante dife
rente por el niño que tiene un sentido de posible participación en el orden social,
que por el niño que no lo tiene. El efecto que tal sentido de la participación tiene
en el desarrollo de los juicios morales referidos a la ley, se sugiere por las siguien
tes respuestas de personas de dieciseis años a esta pregunta, «¿Debería de obede
cerse una ley si se cree que no es una ley buena?». Un chico de clase social baja
responde: «Sí, la ley es la ley y no puedes hacer nada al respecto. Hay que obede
cerla, deberías. Para eso está ahí». (Para él la ley es simplemente una cosa obliga
toria que está ahí. El hecho de qüe él no participa en ella, «no hay nada que puedas
hacer», significa que la tienes que obedecer —Estadio 1).
Un chico de clase media alta,^'cociente intelectual igual) responde «La ley es
la ley, pero creo que la gente por si misma puede decir lo que está bien o mal. Su
pongo que las leyes se hacen por muy diferentes grupos de gente con diferentes
ideas. Pero si no crees en la ley, deberías tratar de cambiarla, no deberías de deso
bedecerla». (Aquí las leyes se ven como el producto de varios legítimos grupos de
interés e ideológicos, que varían en sus creencias. El papel de obedecer a la ley se
ve desde el punto de vista de hacer política democrática —Estadio 5).
Estudios del desarrollo del juicio moral en Taiwán, Méjico, Estados Unidos
(donde los grupos de clase estaban equiparados en cociente intelectual) y Turquía,
indican que los hombres urbanos de clase media y baja atraviesan los mismos es
tadios, y que la clase baja es más retardada en el desarollo que la clase media. El
retraso es más marcado cuando la clase baja es más pobre (Méjico, Turquía) que
donde es más estable económicamente (Taiwán, Estados Unidos).
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 109
Hasta cierto punto, las diferencias entre la gente de pueblos y la de grupos ur
banos pueden también considerarse como representativas de las oportunidades di
ferenciales para la toma de rol y la participación en instituciones secundarias. El
que habita en un pueblo de Taiwán, Turquía y Méjico crece con un sentido de par
ticipación en el pueblo, pero poco en el más remoto sistema político, legal y eco
nómico. Hasta un cierto punto, las progresiones según la edad son similares a las
de los hombres de clase urbana baja, excepto por un fracaso total, más qu^relativo,
en alcanzar los estadios más generalizados del principio moral, y excepto por una
tendencia menor a la fijación adulta a un nivel moralmente alienado (Estadio 2).
Estos hallazgos contrastan con muchas ideas sociológicas de cómo los miem
bros del grupo determinan el desarrollo moral. Se cree a menudo que el niño toma
algunos de sus valores morales básicos de su familia, algunos de su grupo de com
pañeros y otros de su grupo de clase social, y que estos valores básicos tienden a
entrar en conflicto uno con otro. En lugar de que la participación en varios grupos
cause conflicto en el desarrollo de la moralidad, parece que la participación en di
versos grupos converge en estimular el desarrollo de valores morales básicos, que
no se transmiten por un grupo en particular en oposición a otro/El niño vive en un
mundo social total en el que las percepciones de la ley, de los grupos de amigos y
de las enseñanzas de los padres influyen uno en el otro. Aunque diversa gente y
grupos hagan demandas conflictivas inmediatas sobre el niño, no parecen regalar
le estímulos conflictivos o diferentes para el desarrollo moral general.
Los ejemplos de oportunidades de toma de rol que acabamos de elaborar son,
esencialmente, especificaciones de la creencia general de que cuanto más estímulo
social hay, más rápido se da el nivel de desarrollo moral. Estas teorías no explican
las específicas transiciones de un estadio a otro o la eventual fijación en un estadio
concreto. Tal explicación requiere unas teorías de conflicto estructural y acopla
miento estructural, excesivamente elaborado en el campo moral por Turiel (1969).
El problema, puesto a discusión por la teoría del estadio, es que los estímulos reci
bidos por el niño, o bien se asimilan a su propio nivel o de ninguna manera se per
ciben como estímulos. Por ejemplo, a un delincuente de Estadio 2 se le ofrecen
«oportunidades de toma de rol» por parte de un psicoterapeuta comprensivo, pero
estas oportunidades se perciben como oportunidades para «timar a un bobalicón»
y no estimulan el desarrollo más allá del estadio 2. En los estudios de Rest (Rest,
1968; Rest y otros, 1969) se descubrió que había una fuerte tendencia a asimilar
juicios morales de estadio más alto que el del sujeto o uno por debajo. El problema^
de cambio moral parecería ser el de presentar estímulos que sean a la vez suficien-r
temente incongruentes como para estimular conflicto en los esquemas de estadiof
existentes en el niño y suficientemente congruentes como para ser asimilables con)
cierto refuerzo de adaptación.
Con respecto a la asimilación de los juicios morales hechos por otros, las no
ciones de «acoplamiento» que acabamos de mencionar sugieren que habría una
máxima asimilación de juicios morales a un nivel por encima del nivel del sujeto.
Esto se vio de forma clara en nuestra anterior discusión de los estudios de Rest so
bre la jerarquía de la comprensión y la preferencia de los seis estadios. Para poner
110 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
involucrado como una dimensión de aprendizaje dentro del estudio; desde el co
mienzo los niños compartían.) El estudio, pues, lleva solo a la conclusión de que
los niños ajustarán la localización de un bolígrafo de forma que reciba un refuerzo,
-pgro este hallazgo no parece tener una significación teórica para el problema del
cambio estructural en el desarrollo.*
Ün segundo tipo de vía de aprendizaje social a la estructura evolutiva se pone
de ejemplo por Bandura y Mac Donald (1963) en su inducción experimental de
cambios en el juicio moral piagetiano. No está bastante claro si el intento del estu
dio era explicar el cambio estructural en términos, de aprendizaje social o demos
trar que las definiciones de la conducta según Piaget (1948) no tenían ningún com
ponente estructural.
-+E1 primer intento implicaría que Piaget había identificado correctamente unas
respuestas con algunas propiedades estructurales, pero había empleado una teoría
defectuosa «de madurez» para explicar su desarrollo, que podría explicarse mejor
por procesos de aprendizaje social. El segundo intento implicaría que Piaget había
atribuido incorrectamente propiedades estructurales a sus mediciones de estadio
moral, bien porque sus métodos eran pobres o bien porque las respuestas de los
juicios morales no tienen propiedades estructurales. El mismo Piaget (1948) creía
que sus estadios de juicio moral son estructurales en el sentido de que ( 1) repre-
séñtan «todos estructurales», es decir, una constelación de características indicati
vas de actitudes globales hieterónomas o autónomas hacia las reglas y (2) constitu
yen una secuencia relativamente irreversible. Según Piaget, un índice de la
localización del estadio del niño es el de su juicio en términos de intenciones o
consecuencias cuando los dos están en conflicto, por ejemplo, juzgar que está peor
romper diez tazas mientras se friega que una sola taza al robar un dulce. Bandura y
MacDonald (1963) hicieron pruebas a niños de segundo grado sobre una serie de
encuestas de este tipo y descubrieron que algunos pertenecían al «estadio autóno
mo» (juzgado según las intenciones), mientras que algunos estaban en el «estadio
heterónomo». Niños de cada estadio fueron luego expuestos a modelos reforzados
que emitían el tipo de juicio opuesto. Bandura y MacDonald descubrieron un
substancial aprendizaje del tipo de respuesta opuesto. No solo se aprendió un «es
tadio más alto» sin dificultad, sino que se generalizó hacia unas nuevas unidades
del test. El aprendizaje era casi igual, tanto si era «progresivo» como «regresivo».
La conclusión, según parece, que se saca del estudio es que la intencionalidad se
* El lado positivo de estos estudios surge allí donde la conducta estudiada es de una ob
via significación práctica. Así, Baer y sus compañeros (Baer, Peterson y Sherman, 1967)
demuestran que las conductas de problemas específicos de niños de preescolar responden a
la localización con una conducta más positiva por técnicas operantes. A la luz de las ten
dencias de los profesores a definir inapropiadamente la conducta molesta como representa
tiva de estructuras de personalidad patológica y responder en consecuencia, estos estudios
tienen una falta de utilidad obvia. Sin embargo, excepto en su impacto sobre la evaluación
del niño por parte de otros, las manipulaciones de Baer son posiblemente tan estructural
mente inadecuadas al desarrollo de la personalidad del niño como lo son la inducción de
Azrin y Lindsley (1956) de las conductas de bolígrafos cambiados de los niños.
114 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
agreüde par mecanismos ordinarios reversibles del aprendizaje social y que las
tendencias de edad en la intencionalidad descubiertas por Piaget corresponden a
un aprendizaje de las normas culturales adultas.
Los hallazgos de otros estudios nos advierten sobre la aceptación de estas con
clusiones. Algunos de estos hallazgos provienen de estudios experimentales de la
instrucción de la conservación (revisado en Sigel y Hooper, 1968; Kohlberg,
1968). Casi todos estos estudios han dado mucha importancia al aspecto de si los
cambios en la conducta inducidos por la instrucción son «estructurales» o no. «El
cambio estructural» se ha fijado por:
Aunque los hallazgos de alguna manera entran en conflicto, surgen las siguien
tes conclusiones (Kohlberg, 1968):
* Los temas suscitados aquí están elaborados y documentados en las discusiones de las
réplicas del estudio de Bandura y MacDonald (1963) hechos por Crowley (1968) y Cowen,
Langer, Heavenrich, y Nathanson (1968).
116 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
sus otras creencias «naturales». Un estudio de Cowen y otros (1968) apunta que el
aprendizaje regresivo en el estudio de Bandura y MacDonald llevaba consigo un cier
to conflicto y que este aprendizaje tenia en cierto sentido unas propiedades diferentes
del aprendizaje progresivo. En una parte de su estudio, Cowen y otros replicaron los
hallazgos de Bandura y MacDonald. Su estudio llevaba también consigo un test más
extensivo de la generalidad y estabilidad del aprendizaje requerido. Tales tests indica
ron que el aprendizaje hacia abajo era menos estable en el tiempo que el aprendizaje
hacia arriba, como se expresa en el uso en declive de las razones morales hacia abajo
del modelo (consecuencias) en un post-test retrasado en dos semanas para el grupo
regresivo, en contraste con ningún declive en la retención de las razones del modelo
del grupo aprendiendo hacia arriba. Esta discrepancia entre el razonamiento hacia
arriba y hacia abajo fue marcada especialmente por unas nuevas pruebas en contrapo
sición al retest. Además, los autores señalan que, para ambos grupos de aprendizaje,
casi todo el aprendizaje tuvo lugar en las dos primeras pruebas, que el aprendizaje ra
ramente estuvo por encima del criterio del sesenta por ciento, y que los niños pare
cían muy confusos e inciertos con sus razonamientos después de las pruebas de
aprendizaje. Más que el suave cambio que sigue a las leyes generales del aprendizaje,
los niños parecían haberse confrontado con el hecho de que una autoridad social con
tradecía las nociones propias de los niños. Sus respuestas a largo plazo a esta contra
dicción variaban según si la autoridad exponía un punto de vista por encima o por de
bajo del punto de vista del niño. En resumen, el estudio de los efectos de la influencia
socid enJas respuestas a varios niveles evolutivos, puede contribuir a un entendimien
to de esa amplia línea fronteriza de la socialización en la que los procesos del apren
dizaje cultural y los procesos cognitivo-estructurales se influyen mutuamente.
Los estudios del aprendizaje social considerados hasta ahora han sido funda
mentalmente esfuerzos por negar más que por explicar el cambio estructural evo
lutivo. El trabajo de Aronfreed y otros, sin embargo, representa un esfuerzo positi
vo por explicar el cambio estructural evolutivo dentro de los principios generales
de las teorías asociacionistas del aprendizaje social. Tal y como sugiere Aronfre
ed, el^cambioestructural evolutiyp^eslá ngmialmente definido por los teóricos del
aprendizaje,social como una ¿internalizacióri». Según Aronfreed, ^
«La conducta del niño pequeño inicialmente depende en gran medida de su expe
riencia de los hechos externos que se trasmiten a través de la presencia y actividad
de sus agentes socializadores. Pero su conducta se llega a gobernar gradualmente,
hasta cierto punto,-por unos monitores internos que parecen transportar muchas de
las funciones de los controles externos requeridos en un principio para establecer la
conducta». (Aronfreed, 1969, p. 263).
experimental. Por ejemplo, Aronfreed cree que el castigo experimental suave con
ducirá al niño a resistirse a tocar juguetes atractivos aún en ausencia de un monitor
adulto, y que este castigo es más efectivo si está programado con exactitud para
comprender el comienzo del acto de tocar. Aronfreed interpreta este efecto como
el resultado del clásico condicionamiento directo de la ansiedad a unos indicado
res internos de la incipiente acción (en oposición al condicionamienton de la an
siedad a indicadores externos de castigo). Tal inducción experimental de la inter-
nalización parece análoga a los procesos básicos de la socialización natural
diseñados para producir una conformidad fiable en la ausencia de sanciones. Pare
ce también análoga a la tendencia de desarrollo natural en los niños hacia el auto
control, auto-gobierno o fuerza deí ego. Cuando se considera con cuidado la ana
logía con el auto-control, se hace evidente que el niño condicionado a sentir
ansiedad por las señales quinestéticas de una acción incipiente no ha ganado en
auto-control más que lo ha hecho el perro condicionado de la misma manera o el
niño cuya ansiedad condicionada muestra una fobia. El auto-control implica un
control e inhibición de la acción por un ego organizado con representaciones cog
nitivas de sí mismo y del mundo y con una inteligente flexibilidad a las condicio
nes e indicativos de inhibición o libertad de acción. En la medida en que la inhibi
ción de acción se determina rígidamente por los paradigmas del condicionamiento
clásico, indica la ausencia de auto-control en el sentido usual.
Si la intemalización estudiada experimentalmente no ha mostrado la formación
de nuevos mecanismos estructurales de auto-control, tampoco ha representado un
cambio estructural evolutivo. Como apunta Aronfreed, existe poca evidencia de
que las inducciones experimentales de resistencia a la tentación tengan el carácter
general e irreversible de cambio estructural evolutivo. El mero hecho de que un
niño seguirá las instrucciones sin alguien en la habitación, no es en sí mismo una
evidencia de que se ha producido algo más que el aprendizaje situacional reversi
ble. Está claro, entonces, que las inducciones experimentales de la «intemaliza
ción» no se puede decir que representen la inducción de un cambicL_eslructural-
evolutivo en la ausencia dé una evidencia directá de géhéralidad situacional y de
la irreversibilidad de tal aprendizaje.
Hemos declarado que los estudios experimentales de la intemalización no han
estudiado ni la adquisición de nuevos mecanismos de auto-control ni la formación
del irreversible aprendizaje transituacional, y de ahí que no arrojen luz sobre nin
gún proceso de «intemalización» diferente de los procesos generales del reversible
aprendizaje en situación específica. En este sentido no son diferentes de los estu
dios naturalistas de intemalización discutidos anteriormente. Los estudios experi
mentales han definido de forma operacional la intemalización como un grado de
conformidad a la conducta instruccional del experimentador. Ya se ha dicho ante
riormente que los estudios naturalistas sobr^Ja intemalización moral la han defini
do también en términos de conformidad, es decir, comd conformidad afejciiya, de
conducta o cognitiva a los estandards morales de la cultura del niño. Otro ejemplo,
la «intemalización» del rol sexual se ha estudiado en términos de «masculinidad-
feminidad», o «identificación del rol sexual», es decir, en términos de tests de con
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 119
ral, muy corriente especialmente entre la clase social más baja, es «Mantenerse al
margen de los problemas». Está claro que tal norma no se puede mantener como
un ideal moral por un individuo, independientemente de los procesos de «intema
lización de las normas» a los que el individuo está expuesto. Nuestra propia postu
ra es que la única norma completamente interna es un principio moral, y c(ue un
principio moral (nuestro Estadio 6) se define según un conjunto de atributos for
males que son culturalmente universales.
El primer punto aparecido por la concepción de estadio es, pues, que la inter-
nalidad es simplemente parte de la concepción de una orientación moral, no una
dimensión general de la socialización definible sin referencia al concepto de una
orientación moral. La diferencia entre los principios morales y otros estandards
culturales es simplemente que no se espera que uno tenga una orientación^comple-
tamente interiorizada hacia otros estandards culturales. Los principios morales son
imperativos categóricos, todos los demás estandards son imperativos hipotéticos
dependientes de los objetivos del individuo en la situación. Los niños jóvenes pue
den primero requerir de la advertencia y castigo para cepillarse los dientes, y des
pués empiezan a cepillárselos sin sanciones. En el adulto, tal orientación «interio
rizada» de la norma de cepillarse los dientes es bastante diferente de una
orientación interiorizada hacia una norma moral. Si un hombre olvida su cepillo
de^'enres TiTüñ viaje, no siente ninguna obligación de cepillárselos ni ninguna
culpa si no lo hace. Justificará su limpieza de forma instrumental y egoísta (pre
viene de caries y mantiene los dientes limpios) más que porque se respeta la nor
ma o principio de cepillado de dientes. En resumen, pues, I3. intemalización moral
el sentido de desarrollo de los principios morales no se puede igualar a la di-
mensión general del aprendizaje de la norma social.
El significado de la intemalización en el campo moral clarifica también un se
gundo punto implicado por la posición del estadio, que es que la intemalización
debejlaJULevar consigo una correlación cognitiva así como afectiva. El hombre de
lá calle sabe que un perro o un niño pequeño puede ser educado para dejar de co
mer carne en polvo cuando está hambriento, incluso en ausencia de vigilancia por
el agente socializante, pero rechaza considerar tal conformidad como «moral». De
la misma forma, la desviación del perro no se considera inmoral ni causa una in
dignación moral, porque al perro no se le considera moral. El perro no es ni moral
ni inmoral «porque no distingue bien de mal». Cuando el perro ha «interiorizado»
la regla de abstenerse de comer carne en polvo, no es porque está «actuando según
un ideal que a él le parece correcto independientemente de la alabanza o la culpa»,
sino porque no ha discriminado correctamente las ocasiones en donde el castigo es
probable de las ocasiones en que no lo es. El animal o niño pequeño no tiene el
concepta de una regla que guía su conducta, sino que en cambio está respondiendo
a señales de la situación física o social a la que ha sido condicionado. Los niños
adquieren las ideas de las normas para los cinco o seis años, pero no es hasta la
adolescencia donde los niños formulan de forma cognitiva los principios morales
en el sentido de MacDougall, de ideales que guían la conducta de uno indepen
dientemente del apoyo social o autoritario extemo.
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA. 121
desacople) de las expectativas evolutivas del padre o madre y las capacidades evo
lutivas del hijo o hija.
* Este resumen de las teorías del desarrollo del yo social y moral de Baldwin y Mead
está elaborado en Kohlberg (1982) y Hart y Kohlberg (1985).
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 123
distintiva tendencia de copia activa, puesto que ellos creen que todas las imágenes
y representaciones son formas de acción y no una pasiva reintegración de sensa
ciones (como afirmaba el asociacionismo y el psicoanálisis).
Cualesquiera que sean los puntos de vista en cuanto aTpapel de la imitación en
el desarrollo de la representación cognitiva, existe poca duda de que la imitación
es un mecanismo tremendamente básico en la formación del conocimiento social.
Impresionados por fenómenos tales como el juego socio-dramático, apenas hay un
escritor preocupado por el problema de cómo el niño llega a conocer su sociedad,
que no ha sido sorprendido por el lugar de las tendencias imitativas o de toma de
rol del niño en el crecimiento de tal conocimiento.
La idea de Baldwin de que el conocimiento de la sociedad se desarrolla en el
niño primeramente por imitación parece decir poco más que el axioma de aprendi-
z ^ e jo c ja l de que el conocimiento que el niño tiene de la sociedad crece a través
dej[apreadizaje, por medio de la observación, de la conducta de otros (aprendiendo
lo que traducido en una actuación se llama imitación). La característica más distin
tiva de la idea de Baldwin es que t^l imitación proporciona la estructura de las re
laciones sociales del niño, es decir, de sí mismo cuando se relaciona con otros.
Dentro del punto de vista de aprendizaje social sobre la imitación, es un asunto de
poca importancia el hecho de que una respuesta se aprenda por imitación o por un
intento reforzado y error, puesto que funciona de la misma forma una vez que se
aprende. Por el contrario Baldwin cree que la imitación es impojíafite^iQigueJfeti;
tem ina l^estructura del auto-concepto del niño, y de sus conceptos de otros, una
estructura que, a su vez, determina el uso del modelo de conducta aprendido a tra
vés de la imitación.
Según Baldwin,
su interpretación por medio de otro acto imitativo por el que proyecta su auto-con
cepto en las personas de otros». (1906, p. 527).
La idea central de Baldwin (hecha también por Mead, 1934) es que el^ auto-
concepto del niño y su concepto de otros crece necesariamente en correspondencia
de uno a uno. El niño no puede aprender por observación el modelo de conducta
de otro sin ponerlo en múltiples formas posibles de actuar, abiertas a sí mismo.
Una vez que se convierte en algo que él podría hacer, cuando otros lo hacen ellos
también se atribuyen las actitudes subjetivas conectadas a la representación del
acto por parte de uno mismo.
Como declaró Baldwin,
«Lo que la persona piensa de sí misma es un polo o término y el otro polo es el
pensamiento que ella tiene de la otra persona, el «otro», Lo que él se llama a sí mis
mo ahora es, en gran medida, una incorporación de elementos que en otro periodo él
llamo otro. El año pasado creía yo que mi amigo W. tenía habilidad para andar en
bicicleta. Este año yo he aprendido a andar en bicicleta y he tomado imitativamente
los elementos anteriormente reconocidos en la personalidad de W. sobre mí mismo.
124 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Todas las cosas que yo espero llegar a ser son ahora, antes de adquirirlas, elementos
posibles de mi pensamiento de otros.
Pero debemos de hacer notar que cuando yo pienso en el otro, debo de analizarle
como una persona según lo que yo creo de mí mismo, la única persona a quien co
nozco en la forma íntima llamada «subjetiva». Mi idea de mi amigo no está agotada
por los movimientos de andar en bicicleta ni por ninguna recopilación de tales actos.
Tras ésto está la atribución del hecho mismo de la subjetividad que yo tengo. Cons
tantemente enriquezco las acciones que en un principio eran suyas sólo, y luego se
hacen mías por imitarle, con el significado, el valor subjetivo que mi apropiación de
ellos me ha capacitado a hacer». (1906 pp. 13-18)
Según Baldwin también, la unidad básica del ser es una relación bipolar uno
mismo-otro, con una tendencia resultante a jugar el papel del otro, es decir, los ni
ños tienen una actitud o «imitativa» o «proyectiva» hacia otra persona. Cuando los
niños están imitando o aprendiéndo del otro, sus actitudes son de «ajuste», o sea,
su conducta está siendo estructurada por la conducta estructurada del otro. No tie
ne importancia si la acción de un niño se estructura por el otro en la forma de imi
tación espontánea o en la forma de instrucción o de una orden. Un modelo se toma
como una orden implícita, y una orden explícita siempre puede modelarse (ejem
plo, «Hazlo así,» acompañado de una demostración). En cualquier caso, la estruc
tura de la actividad pertenece a ambas partes, pero se pasa de la activa a la pasiva.
El foco central está en una estructura extraña que el agente activo tiene y que el
pasivo no tiene.
Por el contrario el ser activo o asimilativo es el que sabe lo que hace y que pro
yecta en el otro sus propias actitudes pasadas. Tanto si el niño es activo como pa
sivo, hay un foco sobre una actividad de una persona con una actitud de acomoda
ción a ella en el otro. La actitud del niño que practica algo ya aprendido a través
de la imitación es, pues, siempre diferente de la actitud mantenida en el proceso de
aprenderlo. Al aprender una actividad asociada con el poder o competencia supe
rior del adulto, la actitud del niño es acomodaticia y,_en ese sentido, inconsistente
con la actividad que s ie s ta aprendiendo. Según ésto, el niño tiende a darse la
vuelta y practicar la actividad ante los ojos de otra persona a quien el niño pueda
impresionar, en quien el niño pueda «proyectar» la admiración o sumisión sentida
cuando aprende el acto.
126 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
* La interpretación que acabamos de adelantar altera las causas de las relaciones entre
la imitación y la aprobación social. Gewirtz (1969) señala, lo mismo que Baldwin, que casi
toda la conducta que la socialización requiere es una conducta que los niños ven que otros
hacen primero. Según ésto, dice Gewirtz, cuando un niño es premiado por un avance en so
cialización, es también premiado por la imitación, y así nace un habito de imitación. En una
sección posterior, consideraré este argumento más detalladamente.
128 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
persona mayor o en una situación nueva el niño espera ser el objeto en términos de
qué acción determinada por el otro es llevada a cabo.
Tanto si el yo que determina la acción del^njft&es el otro (el adulto) o es el
propio yo del niño lo que es «egoísta», es <yn yo bipolar, no un yo compartido o
que comparte. El acto de ajustarse o de obedecer aí adulto no implica necesaria
mente una experiencia de autocontrol y falta de egoísmo por el niño, puesto que el
autocontrolar al niño y exigir un sacrificio de los deseos del niño no es su propio
yo. Aunque la acción del niño puede estar determinada por el yo dominante del
otro, ese otro yo se concibe por el niño en su propia imagen como un yo básica
mente impulsivo o necesitado de gratificación. La experiencia de una obligación
no egoísta requiere que los dos yo se identifiquen o unifiquen, una integración que
no se alcanza por los motivos de imitar o de obedecer en sí mismos.
¿Cómo surge tal concepto de un yo compartido que quiere ser bueno y ajustar
se a la regla? La experiencia requerida, dice Baldwin, es la experiencia en la que
el niño percibe al padre presionando al niño a conformarse a algo ajeno al padre.
Tal experiencia no es bipolar, puesto que el padre quiere que el niño sea como él
ep relación a la actitud del padre hacia la regla. El yo del padre se considera como
a la vez mandando (al niño) y obedeciendo (la regla) simultáneamente. El iniciar
la acción y el conformarse son partes del mismo yo, un yo autocontrolado.
Tal conformidad a una tercera parte podría percibirse simplemente por el niño
como indicativa de que una tercera persona domina al padre lo mismo que el padre
domina al niño. Sin embargo, el hecho de que tal presión a conformarse continúa
en ausencia de la tercera persona o de la autoridad tiende a dar salida al concepto
de un yo generalmente conformista. Además, el hecho de que la conformidad se
comparte en la familia o en el grupo da origen a un sentido de un yo común, que el
niño va a llegar a ser.
En un principio tal yo general o ideal está en gran parte en la imagen de los pa
dres. Es ideal para el niño, es lo que el o ella va a ser, pero es en gran parte cons
ciente en los padres. Esto no significa que no hay diferenciación de los padres y de
la regla; los padres son quienes obedecen la regla. Significa que la imagen de un
yo bueno, conformista, que obedece a las normas, tiende a estar en la imagen de
los padres.*
pn resumen, Baldwin mantiene la idea de que desde los tres a los ocho años el
niñó evoluciona de ver la interacción gobernada por relaciones bipolares yo-otro, a
verla gobernada por reglas. Estas reglas se comparten por ambos miembros de la
diada yo-otro. «Proyectadas» en otros dentro del curso de la acción, las reglas son
lo que Mead (1934) llamó «el otro generalizado», las reglas y actitudes comunes
compartidas por el grupo. Como estas reglas se ve que rigen el yo, pero son cono
cidas y seguidas de forma imperfecta por el yo, son el «yo ideal». El sentido del
yo que sigue la regla, «yo ideal», es más personal y más equiparado al padre que
lo es _el sistema de reglas en sí mismas, «el otro generalizado».
Las ideas de Baldwin implican que cuando un niño joven desarrolla un sentido
de sí mismo como un «buen chico» gobernado por reglas compartidas, sus relacio
nes con otros se ven crecientemente dominadas por un sentido de sí mismo como
un «buen chieo>>-cuyas relaciones de compartir con otros (especialmente los más
cercanos a él) se basan en esta «boridád» común, este «yo ideal» común. Sus for
mas no morales de auto-aspiración (su deseo de ser un yo fuerte, poderoso, inteli
gente) no son ni ideales ni una base para compartir, y en ese sentido no son un «yo
ideal». Dada la formación de un yo ideal, determina las formas de la relación so
cial así también regula la conducta moral.
Como ejemplo del papel del yo ideal en las relaciones sociales, se podría citar
el estado de «estar enamorado» tal y como se define convencionalmente (o román
ticamente). Todos los análisis psicológicos del amor, incluido el psicoanalítico, es
tán de acuerdo en que requiere una relación de identificación (o compartir entre
los yos) que líevá consigo la idealización del otro y un sentido de estar gobernado
por una no egoísta o sacrificada preocupación por el objeto amado. En otras pala
bras, lleva consigo un sentido de compartir basado en el yo ideal, no en el yo con
creto.
A pesar del campo de acción obvio y de las sugerentes teorías de Baldwin y
Mead sobre el papel de la imitación y toma de rol en la función del yo social, estas
teorías han sido ignoradas casi por completo por la investigación a cargo de los
psicólogos infantiles. El resto de este capítulo intentará elaborar estos conceptos,
compararlos con conceptos psicoanalíticos o de aprendizaje social más familiares,
y documentarlos según los hallazgos de investigación.
otros malos sucesos) y la persecución de los valores por parte del yo estriba en evi
tar los objetos y hechos físicos «malos». Para el Estadio 3, los estandards culturales
se conciben como «internos» en el sentido de que se definen como disposiciones o
virtudes psicológicas en el yo y expectativas morales (y virtudes) en otros, y el yo
se define como «alguien que trata de ser una buena persona». A este nivel conven
cional, los valores se ven todavía dependientes de algunas relaciones sociales de
compartir, dependientes de un orden social concreto con experiencias compartidas.
El estandard se mantiene por otros. Solo en el estadio de principios, más que en el
de identificación con la autoridad, se orientan las normas como completamente in
ternas, en el sentido de basarse en una auto-selección (una universalidad ideal o la
capacidad para ser compartido) más que en el compartir mismo.
El punto de vista cognitivo-evolutivo mantiene que el desarrollo de las identifi
caciones moralmente relevantes es una fase relativamente avanzada de desarrollo
del proceso imitativo, y por consiguiente, que una teoría de identificación con los
padres debe de formar parte de una explicación mucho más ámplia del desarrollo
de los procesos imitativos en general. Las teorías psicoanalíticas de identificación
con los padres son obviamente inadecuadas para tratar con los fenómenos de imi
tación que constituyen la base de gran parte del aprendizaje ordinario situacional y
social reversible del niño. Como dice Bandura (1969, p. 233):
«Según las teorías (neo-psicoanalíticas) de la identificación, para conseguir que
un niño emule a un jugador de baseball como Mickey Mantle, sería necesario que el
niño desarrollara un intenso apego al musculoso modelo, lo cual retendría entonces
una respuesta afectiva. O el joven tendría que desarrollar deseos incestuosos hacia la
señora Mantle y sentimientos hostiles de rivalidad hacia el golpeador».
funciones. Piaget (1951) ha intentado utilizar esta estrategia para definir los prime
ros estadios de imitación. Según Piaget, la imitación se define funcionalmente (pri
macía de la acomodación sobre la asimilación) de una forma continua, pero cada
nuevo estadio de inteligencia o conocimiento lleva a un nuevo estadio de imitación.
El punto de vista cognitivo-evolutivo sobre la identificación difiere del psicoa-
nalítico en los siguientes aspectos:
1. La identificación se considera como un estadio cognitivo-estructural de más
procesos imitativos generales o de compartir social.
2. Según eso, no depende únicamente de motivos y ligaduras particulares sólo
.presentes en la temprana relación padres-niño.
3. Las identificaciones no están totalmente fijadas, ni son irreversibles o «inte
riorizadas». Las identificaciones son «soluciones» a tareas evolutivas que
pueden cambiar de objeto o naturaleza con unas tareas evolutivas nuevas.
Se había dicho que la vía cognitivo-evolutiva distingue la identificación (mo
delo duradero, generalizado y percepción de una porción del yo compartido con
los padres) de la imitación, pero hace una diferenciación relativa y de estructura
evolutiva, más que procesos dicótomos. En la vía cognitivo-evolutiva, las tenden
cias duraderas a tomar modelo son sólo un componente de una mayor constelación
de actitudes llamadas «identificación» o «satelización. La constelación incluye los
siguientes componentes:
a. tendencias a imitar al padre/madre u otro modelo,
b. dependencia y ligazón emocional con el padre/madre,
c. tendencia a estar conforme con las expectativas normativas del padre/madre,
d. similitud con el padre/madre
e. idealización del padre/madre o de su competencia y virtud,
f. delegada auto-estima derivada de la competencia o estatus del padre/madre,
g. habilidad para derivar la auto-estima de la aprobación de los padres y así
abandonar otras fuentes de prestigio o competencia, con una asociada segu
ridad de auto-estima, moderado nivel de aspiración, etc.
Se cree que esta constelación se desarrolla más o menos gradualmente de los
cuatro a los diez años en la mayoría (no todos) de los niños «normales», y se debi
lita o declina con el crecimiento de la independencia en la adolescencia. Según
ésto la constelación es un gran componente en la definición de un estadio infantil
posterior del desarrollo del ego, según las teorías de Baldwin, Ausubel, Loevinger
y yo mismo.* La existencia de tal constelación de actitudes ha recibido un consi
* El foco alternativo más importante para definir este período de desarrollo social ha sido
el que Piaget (1948) y H. S. Sullivan (1953) han hecho sobre la evolución de actitudes de
«Estadio 2» de competición igualitaria, cooperación e intercambio en oposición a la evolución
de actitudes de «Estadio 3» de identificación, búsqueda de aprobación, lealtad y gratitud hacia
los padres. He argumentado que los dos se desarrollan en esta época pero que existe una rela
ción jerárquica y unificada (más que conflictiva) entre estos dos focos de evolución.
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 135
dría esbozar una analogía, en cierto sentido superficial, entre las relaciones con los
padres y las relaciones con un dios personal dentro del desarrollo moral. Los niños
de diversas religiones (católica, protestante, judia, musulmana, budista, ateos) pa
san por la misma secuencia de estadios morales. A medida que pasan por estos es
tadios, las relaciones religiosas se redefinen. (Por ejemplo, un chico protestante de
Estadio 2 dice, «La mejor regla es ser un buen cristiano. Se bueno para con Dios y
El será bueno contigo». Sobre ser un «buen hijo» dice también, «Si haces cosas
por tu padre, él hará cosas por ti».) Las actitudes hacia Dios, a su vez apoyan las
actitudes morales, particularmente al nivel de moralidad convencional. Esto ocurre
porque dan a los niños la sensación de que alguien, además de sí mismos, se preo
cupa realmente de que sean buenos, es decir, de que tienen alguien con quien com
partir sus expectativas morales de sí mismos. De la misma manera, una vez que las
relaciones con los padres se han definido en términos de identificación moral,
tienden a apoyar las actitudes morales porque ofrecen un apoyo generalizado y
cuidado de que el niño esa bueno. Aunque la «sociedad» u otras autoridades espe
ran que los niños «sean buenos», los niños son sólo uno de entre muchos para todo
el mundo excepto para sus padres.*
Desde el punto de vista cognitivo-evolutivo es, pues, imposible concebir tales
características básicas y casi universales de desarrollo de la personalidad como
moralidad causada directamente por una identificación con los padres. Existen dé-
masiadas fuerzas evolutivas y culturales que tienden a producir una moralidad
«normal» para ver estas actitudes como dependientes de unas relaciones únicas y
especiales con los padres. Tal y como elaboraremos más adelante, las oportunida
des de toma de rol requeridas para el desarrollo moral, no necesitan ser específica
mente conocidas, ni necesitan implicar identificación en ningún sentido especial.
Según ésto, nuestra idea es que las identificaciones no causan intemalización mo
ral (o rol sexual) sino que evolucionan paralelas a ellas y. ayudan a apoyar las acti
tudes sociales o morales. Los cambios cognitivo-evolutivos en las ideas de las nor
mas morales y de los roles socio-sexuales son fuerzas causativas en la formación
de identificaciones con los padres, tanto o más que lo contrario. La evidencia de
las investigaciones que apoyan la idea cognitivo-evolutiva (al contrario que la psi-
coanalítica) del papel de la identificación en el desarrollo psicosexual y moral se
expondrá brevemente al final de este capítulo, después de considerar el proceso
imitativo y su desarrollo.
* Puede ser la pérdida del apoyo que supone la preocupación especial de los padres para
que sea bueno lo que lleva a una «regresión» al hedonismo instrumental al abandonar el ho
gar en parte de la población en edad universitaria (Kramer, 1988). El descenso en actitudes
de identificación con los padres, así como el descenso en actitudes religiosas, parece carac
terizar tanto la regresión a una moralidad preconvencional como la progresión a una morali
dad de principios en una población universitaria (Haan, Smith y Block, 1968). Si nadie más
se preocupa de que el ego sea bueno, se tiende a caer en objetivos y estandards auto-escogi
dos, tanto si son amorales como si son moralmente principiados. En el segundo caso, uno se
preocupa del principio, más que de «ser un buen yo».
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 137
Las observaciones que hace Piaget de estos cinco estadios de imitación son lo
suficientemente precisos como para generar un test de evolución del niño en esta
dios secuenciales definiendo una escala acumulativa Guttmann (Hunt y Uzginis,
1967). Entre otras dimensiones que caracterizan esta escala evolutiva están las de
cisiones de una creciente generalidad situacional, independencia de la presencia
del modelo, e idenpendencia de un estímulo normalmente utilizado al distinguir
entre imitación e identificación. En los primeros estadios de la imitación, el niño
simplemente repite respuestas específicas hechas por otro que están ya en su re
pertorio y que están modeladas ante sus ojos. En los estadios finales de Piaget, o
de imitación sensomotriz (para los dos años) el niño jugará a ser una persona au
sente en el sentido de representar deliberadamente un conjunto de conductas que
caracterizan a otra persona. Esta es la primera aproximación evolutiva de una con
ducta parecida a la imitación.
Desde el punto de vista de Piaget, la organización cognitiva sensomotriz está
más o menos completamente desarrollada para los 2 años, pero los procesos de or
ganización cognitiva que caracterizan la madurez en el nivel sensomotriz deben de
repetir-se otra vez al nivel conceptual-simbólico, proceso que se completa (a nivel
de conceptos concretos) hacia los 7-8 años con la consecución de la lógica de las
clases, relaciones y número. Con respecto a la identificación, el estadio final de la
imitación sensomotriz introduce al niño en el comienzo de la identificación, es de
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.., 139
cir, las ocupaciones simbólicas del yo con otro (más que las ecuaciones de un acto
del yo con un acto del otro). Desde el punto de vista de Piaget, las descripciones
psicoanaliticas de las fantasías de la identificación que requieren transformaciones
de identidad «mágicas» o lógicamente imposibles , pertenecen a este periodo de
pensamiento simbólico pero prelógico (2-5). Al comienzo de este periodo los ni
ños primeramente «fantasean», actúan con roles diferentes del suyo propio, y lue
go, gradualmente, aprenden (o desarrollan) un fuerte sentido de los límites de su
propia identidad, es decir, de que no pueden cambiar de sexo o de edad, que no
pueden tomar el lugar de sus padres, etc. Asociado a un (1) claro establecimiento
de los límites de identidad física está el aumento de (2) tomar como modelo, de
forma selectiva, a personas similares en identidad, (3) de tomar modelos de forma
selectiva, según los atributos de los modelos admirados que se pueden compartir
porque son destrezas y virtudes psicológicas que se enseñan, más que atributos y
símbolos físicos, y (4) consciencia de que la posibilidad de compartir es a través
de exhibir las normas de bondad del modelo con respecto a las actividades del rol
de niño más que directamente imitando las actividades del rol de los adultos.
Estas tendencias se ilustraron mediante las citas que explicaban la teoría de
Baldwin y el concepto de «satelización» de Ausubel. Todos ellos implican una
tendencia a estructurar los procesos imitativos en términos de ideas de roles es
tructurados, es decir, de categorías de personas en unas relaciones definidas entre
sí, con unas funciones definidas normativamente. Estas ideas de rol dependen en si
mismas de las «operaciones concretas», es decir, de la lógica de las clases y rela
ciones.
Las tendencias evolutivas en la estructuración cognitiva de la modelación y los
conceptos de identidad entre los 4 y 8 años que acabamos de enumerar, han for
mado la base de una teoría general del desarrollo psicosexual en esos años que yo
he propuesto para su consideración (Kohlberg, 1966b, Kohlberg, Slaby y Uhlian,
1985). La teoría explica un gran número de tendencias evolutivas según edad y las
consecuencias, que parecen producirse independientemente de las vicisitudes de
las relaciones con los padres. La teoría se puede resumir así:
1. La naturaleza concreta, física y simbólica del pensamiento e intereses de los
niños les lleva a entender las relaciones interpersonales según los actos del cuerpo,
y definir los roles sociales según las características y diferencias físicas. La elabo
ración de las bases físicas de los conceptos de rol sexual en el pensamiento con
creto del niño lleva a un centro de significado común de estos conceptos, indepen
dientemente de las variaciones estructurales y familiares dentro de la definición de
rol sexual.
2. Según ésto, existen tendencias o secuencias evolutistas «naturales» en las
actitudes de rol sexual, tendencias no directamente estructuradas por el aprendiza
je cultural, que son el producto de la evolución cognitiva. A causa de las dimen
siones físicas naturales de los conceptos de rol sexual y a causa de las transforma
ciones evolutivas culturalmente universales en los modos de conceptualizar, es
posible componer algunas tendencias evolutivas relativamente invariables en los
conceptos y actitudes del rol sexual.
140 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
3. El hecho de que los conceptos de rol sexual tengan dimensiones físicas su
giere que la formación de una identidad de rol sexual supone, en gran parte, la
comprensión y aceptación de una realidad física más que un proceso primeramen
te determinado por fantasías sexuales, reforzamiento social o identificación con
los modelos. La identidad básica del rol sexual del niño es en gran parte el resulta
do de una auto-categorización hecha anteriormente en el desarrollo como hombre
o mujer. Aunque depende de un etiquetado social, esta categorización es básica
mente un juicio cognitivo de la realidad más que un producto de premios sociales,
identificaciones con los padres o fantasías sexuales. Los juicios de la realidad «soy
de verdad un chico y siempre seré un chico» o «soy una chica y siempre lo seré»,
son juicios con un curso regular evolutivo relativamente independiente de las vici
situdes del etiquetado y refuerzo sociales. Este curso de la evolución según la edad
depende de los modos complejos de organización y desarrollo cognitivos. La esta
bilización de la identidad de rol sexual implicada en el juicio «soy y siempre seré
un chico» depende de los tipos de reorganización cognitiva discutidos por Piaget
(1. 947) como la «conservación de la identidad de los objetos físicos», y no se
completa hasta los 6-7 años, a la vez que otras formas de conservación física se es
tabilizan por completo.
4. Las fuerzas motivacionales implicadas en tales juicios de la realidad son
motivos generales de competencia que orientan al niño tanto hacia una adaptación
cognitiva a una realidad estructurada, como hacia un mantenimiento de la propia
estima. Por consiguiente, las preferencias de tipo sexual en las actividades y rela
ciones sociales (masculinidad-femineidad) son en gran parte el producto de tales
juicios de la realidad de la identidad sexual. El chico, habiéndose catalogado a sí
mismo como varón, sigue valorando los modos masculinos por la tendencia gene
ral a valorar positivamente los objetos y actos compatibles con la identidad conce
bida de uno mismo.
5. En gran parte el valor del refuerzo social para el niño se determina por su
identidad sexual más que al revés. Como opuesta a una secuencia de aprendizaje
social «el chico quiere premios, se le premia con cosas de chico, por consiguiente,
él quiere ser un chico», una teoría cognitiva asume una secuencia, «el chico dice
que es un chico. Quiere pues hacer cosas de chico; por consiguiente la oportunidad
de hacerlas y la presencia de modelos masculinos es recompensada».
6. La tendencia a valorar de forma positiva y a imitar objetos parecidos a uno
mismo, tiende a mostrarse en el desarrollo del niño en la forma de imitación y
simpatía por el padre o madre (del mismo sexo que el niño). El preferente apego
del niño por el padre contra la madre proviene de, más que causa, la identidad bá
sica del rol sexual y de las tendencias a imitar preferentemente al padre. Depende
no solo de una previa identidad estable de género (punto 3 arriba) y de valores
masculinos (punto 4), sino de la formación de categorías cognitivas abstractas de
parecido implicadas en la inclusión que el Chico hace de su padre dentro de una
categoría de «nosotros los hombres».
7. El efecto de identificación con el padre (en el caso de los chicos) no es,
pues, causar al niño el desear y adscribirse a estereotipos generalizados de rol se
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 141
xual y a una identidad de género básica, sino ayudar a definir el papel masculino
en términos más individualistas relacionados con las definiciones del rol del padre.
Esto no hace al chico más «masculino» pero puede servir para hacer que el chico
se adecúe más a las expectativas de los padres. En concreto, puede llevar al chico
a definir sus aspiraciones de rol masculinas en términos más «morales» y más
orientados a logros, en oposición a los términos más físicos encontrados en la ima-
gineria de rol sexual del niño pequeño. La identificación con el padre o madre del
mismo sexo es más una consecuencia que una causa de las tendencias naturales de
la auto-categorización y estereotipicación del rol sexual. Su función evolutiva es,
fundamentalmente, canalizar las aspiraciones y estereotipos relativamente inmadu
ros del rol sexual hacia unas aspiraciones culturalmente conformistas y de rol
«moral».
El hecho de que los cambios evolutivos en la imitación y la identificación que
acabamos de discutir sean cognitivo-estructurales ha sido muy bien documentado.
Piaget (1951) y Hunt y Uzgiris (1967) documentan punto por punto las relaciones
entre los estadios de imitación y los estadios generales de la inteligencia sensomo
triz. La naturaleza cognitiva de la estabilidad de la identidad del género, de la con
ducta del apego al mismo sexo, y de la imitación al mismo sexo, se ha analizado
mostrando sus relaciones relativamente invariables con la edad mental en oposi
ción a otros factores (Kohlberg y Zigler, 1967). La formación de las identificacio
nes normativas de «buen chico» con los padres, se correlaciona con la madurez de
juicio moral (a su vez correlacionada con la edad mental), asi que es también en
gran parte una evolución cognitivo-estructural.
Acabo de esbozar algunos de los cambios cognitivo-estructurales del desarro
llo según la edad, a través de los cuales se produce el proceso imitativo. Estos
cambios son paralelos a unos cambios evolutivos claros en el nivel de imitación en
situaciones experimentales. A la edad de 2-3 años, existe un periodo «negativista»
bien documentado (Ausubel, 1957). Entre los 3 a 5 años hay un aumento regular
en la conformidad con lo sugerido o con la instrucción, acompañado por un incre
mento en la imitación (Kohlberg y Zigler, 1967). En un estudio que se expone más
adelante en este mismo capítulo, Kuhn y Langer (1968) hallaron solo un 20% de
niños de 3 años que imitaban al experimentador adulto en una condición experi
mental «neutra» (se dijo a los niños que podrían hacer lo que quisieran), en la que
el 80% de niños de 4 años imitaron. Desde luego que los niños de 3 años imitaron
lo mismo (20%) en una condición en la que se les dijo que no imitaran que en una
condición neutra.
Entre los 5 y los. 8 años se produce un descenso en la imitación de un modelo
adulto en condiciones experimentales neutras (Kohlberg y Zigler, 1967), de forma
que los niños de 8 años se parecen superficialmente mucho a los de 3 años en la
disposición a imitar. Las tendencias mencionadas son, otra vez, en gran parte, una
función de madurez cognitiva, de edad mental más que cronológica. En el periodo
de 3-4 años donde la imitación se encuentra evolutivamente en aumento, los niños
inteligentes imitan más que los niños medios, mientras que los niños inteligentes
imitan menos a los 6-8 años, periodo en que la imitación desciende (Kohlberg y
142 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
reposo. Lo mismo que los análisis operantes, supone que un análisis motivacional
es el de (a) las condiciones bajo las que ésta, en oposición a aquella actividad, se
da y (b) la cualidad de la acción dirigida. Esta cualidad dirigida , cree, no se puede
definir según los objetivos o estados finales, que son distintos de las actividades o
estructuras de conducta que las buscan (o apartir de la situación en la que el orga
nismo se encuentra), sino que debe de definirse según las formas de relación entre
la acción y sus resultados (o entre el acto y el objeto), formas sugeridas por pala
bras como maestría. Es este rechazo a separar el acto y el» refuerzo» lo que dife
rencia las teorías de la motivación del efecto, no sólo de la teoría del impulso sino
de las explicaciones no impulsivas de la motivación en función del refuerzo exter
no. El argumento general para los conceptos efectivos de la motivación ha sido
maravillosamente presentado por White (1959). Al llamar «cognitivo» a un con
cepto de la efectividad del motivo para la imitación , lo hacemos porque los con
ceptos de la efectividad son requeridos de forma más clara por las actividades cog
nitivas, que son muy difíciles de explicar según «impulsos» o refuerzos. Es casi
imposible tratar las características «energéticas» y las «estructurales» indepen
dientemente de las adctividades cognitivas. Las características «motivacionales»
de un objeto que suscita curiosidad y las actividades sobre el objeto que hace que
la curiosidad finalice, se definen por la relación de las características cognitivo-es-
tructurales del objeto con las características cognitivo-estructurales de los modelos
de conducta del niño, relaciones que se pueden definir según un balance o acopla
miento estructural. Si un objeto encaja en un esquema o estructura de conducta,
pero no lo hace demasiado bien, suscita una conducta exploratoria o de maestría,
como se ha manifestado repetidamente desde los días en que Baldwin (1895) for
mulaba, por primera vez , la idea de «asimilación» y «esquema». Suponer que la
motivación de la conducta imitativa donde mejor explicada está es en la teoría de
la efectividad , es afirmar que las condiciones que suscitan la imitación son un
moderado grado de desensamblaje entre la estructura de la conducta del niño y la
conducta del modelo (o más tarde entre la estructura de la conducta del niño y la
estructura de la situación, puesto que este desajuste puede reducirse mediante la
imitación al modelo) y las condiciones que lo determinan son un mejor estado de
acoplamiento, equilibrio o «maestría» entre la conducta del niño y la del modelo
(o entre la conducta del niño y la situación).
Intentaremos desarrollar el punto de vista anterior sobre la motivación por imi
tación, a partir de algunos hechos. El primero es que gran parte de la imitación pa
rece estar intrínsecamente motivada, en el sentido de no tener un refuerzo externo
obvio por el que el acto imitativo es instrumental o dependiente. Bandura (1969)
habla de mucho de la imitación no reforzada en apariencia con el nombre de «re
fuerzo sustituido», puesto que ninguno de sus estudios requiere, de forma directa,
reforzar al niño por imitar. Sin embargo, no se pueden explicar estos hallazgos de
imitación de modelos de poder o instruidos según el refuerzo sustituido, puesto
que el poder lleva a la imitación, pero el consumo de recursos no (Bandura, Ross,
y Ross, 1963c). Bandura obtiene un alto nivel de imitación en sus grupos expues
tos a sus modelos sin poder o sin cuidado.
144 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
En uno de sus estudios, Bandura y Huston (1961) tenían a un adulto que dio
respuestas instruidas a un grupo de niños de preescolar mientras jugaban con ju
guetes, a la vez que ignoraban a un segundo grupo. El adulto hizo luego diversos
gestos agresivos(golpear una muñeca de goma) y no agresivos (desfilar), a la vez
que realizaba una tarea sencilla que el niño realizaba después. En la condición ins
truida casi todos los niños imitaron al adulto (100% en la agresión, 65% en desfi
lar). Lo que es chocante, sin embargo, es que en la condición de control, se produ
jo también una gran cantidad de imitación (80% en la agresión y 25% en el
desfile). La imitación en el grupo de control no se atribuye a la imitatividad social
mente aprendida de los niños pequeños. La discrepancia entre el 100-80% de agre
sión y el 65-25% de desfile lo aclara bastante. Incluso el 65-25% de niños desfi
lando, sin embargo, es alto, comparado con los hallazgos de otros estudios.
Cualquiera que (como yo, Kohlberg y Zigler, 1967) haya intentado hacer que los
niños de preescolar imiten un modelo experimental, sabrá que no es tan fácil. El
éxito de Bandura en conseguir imitación se debe a las cosas interesantes y diverti
das que hizo hacer a sus modelos. Un adulto andando como un pato por una habi
tación y gritando «¡marchen, marchen, marchen!» o golpear una muñeca con los
puños, es sin duda un espectáculo fascinante para un niño. Si el adulto no es tonto
y parece completamente estimulante, («instructivo»), el niño probablemente hará
lo que el otro ha hecho.
Si a los niños de preescolar a menudo les gusta imitar conductas interesantes
con ninguna consecuencia de refuerzo extrínseco, los niños todavía más pequeños
son aún más claros en este deseo. Esto se demuestra por los resultados estandards
que se pueden alcanzar con tests de imitación a niños pequeños, como los creados
por Valentine (1942), y por Hunt y Uzgiris (1967), en la línea de Piaget (1951).
Un desconocido obtiene estas conductas imitativas una a una sin seguirlas de nin
gún refuerzo claro . Los tests funcionan independientemente del historial de re
fuerzo social anterior del niño, pero no puede hacerse que funcione con especies
no imitativas. Cualquier persona que observe estos tests de imitación con niños, se
dará cuenta de dos características cualitativas de la imitación temprana, que poste
riormente pone en evidencia su independencia de reforzadores extrínsecos. Prime
ra, ocurre fundamentalmente en un contexto de juego, más que en el contexto de
ser un medio para un objeto externo. Segunda, la imitación temprana muestra cla
ramente una alegría en la reproducción de detalles inapropiados de la acción del
modelo. Parece haber un deseo de imitación exacta por el mero hecho de imitar,
más que simplemente alcanzar cierto grado de similitud asociada al refuerzo. En
otras palabras, la similitud buscada no es como una clave discriminativa asociada
al refuerzo, como en una respuesta de «acoplarse a la muestra», sino que se busca
sin un criterio de similitud.
Puesto que la primera imitación parece estar a menudo intrínsecamente moti
vada porque es específica de la especie o característica de algunas especies grega
rias (como los primates), y puesto que es tan universal dentro de la especie, se ha
considerado con frecuencia como instintiva. Existen ciertas características fuertes
de la imitación que, sin embargo, no encajan en nuestros conceptos del instinto. La
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 145
imitan es que sean interesantes. Una única señal para el valor de interés es la aten
ción, así que cualquier cosa que lleve a una acción a la que haya que atender puede
ser suficiente para que conduzca a su imitación. Muchas de las dimensiones de in
terés o atención han sido catalogadas pór Berlyne (1961) bajo nombres tales como
la complejidad, la novedad, etc. La declaración de que las condiciones para una
imitación son cognitivas implica que no se encuentran en las necesidades físicas in-
traorganísmicas fijadas, sino en dimensiones «objetivas» del estímulo que lo hace
interesante. Estas dimensiones o condiciones no se localizan completamente en el
estímulo, puesto que incluyen también su acoplamiento a la estructura de la con
ducta del niño, como se implica por dimensiones como «novedad», o por la dimen
sión de similitud del modelo con el yo (por ejemplo, que es una persona que está
siendo imitada). En general, si una persona hace algo interesante, el niño intenta
asimilarlo a las capacidades de su propia conducta; el niño intenta saber si también
lo puede hacer. Si la conducta no es interesante o si el niño, a través de la repeti
ción, está seguro de que lo puede hacer, no es probable que imite la pregunta.
Una forma de estudiar los estadios de imitación de Piaget (1951) es considerar
los como una serie de progresiones en los tipos de acontecimientos que causan la
imitación. Siguiendo los conocimientos fundamentales de Baldwin (1895), Piaget
definió la imitación y su desarrollo según la creciente complejidad de las «reaccio
nes circulares».
La unidad fundamental de la conducta dirigida durante la infancia es una reac
ción circular, es decir, una acción tipificada que produce estímulos que son los
causantes naturales del acto en cuestión. Las primeras y más simples reacciones
circulares son aquellas innatamente dirigidas a producir tal reacción (succionar,
que en sí produce la presión táctil en la boca que de forma natural hace causar el
succionar, o apretar el puño que produce la presión en la palma de la mano del
niño, haciendo causar de forma natural un posterior apretón). Estas conductas lle
van de forma natural a unos ciclos de repetición y pronto generan integraciones en
las que las actividades en una modalidad (sacudir la mano) llevan a un feedback
sensorial en otra modalidad (el espectáculo de una mano que se mueve) lo cual lle
va a la repetición de la actividad de la primera modalidad, repeticiones con un va
lor funcional (desarrollando una coordinación de ojo-mano). A ésto se le llama
«reacción circular primaria», y a su vez es seguida de un estadio de «reacción cir
cular secundaria» (el feedback del acto proviene de su efecto al mover un objeto
externo), «reacción circular terciaria», etc. Estas progresivas complicaciones de la
reacción circular definen los estadios de la inteligencia sensomotriz de Piaget
(1952b). Como estadios de reacción circular, definen una tendencia activa a repe
tir cualquier modelo de conducta con una producción «circular» de estimulación
de feedback.* Postulando una tendencia activa a la repetición, fue el genio de
Baldwin el que vio que la base de que los niños imitaran a otro no era diferente de
la base para imitarse a sí mismos. Si los niños, por accidente, tuvieran una conduc
de la mayoría de los estudiosos del refuerzo social hacia las variables evolutivas.
El tercer punto no se ha estudiado en absoluto en la investigación.
El resto de esta parte del capítulo pretende documentar el primer punto. Da lu
gar a las siguientes conclusiones:
a. El refuerzo social afecta la imitación del niño sobre todo porque tiene un
valor informativo, es decir, porque el premio se percibe como indicativo de
que la respuesta del niño es correcta o está de acuerdo con un nivel de la
mente de una persona más competente que él/ella. El refuerzo social fun
ciona fundamentalmente como una definición de la respuesta correcta; no
funciona como una bola de comida para una rata. Si se trata de una situa
ción en la que un refuerzo social no simboliza un juicio de conformidad
normativa, el refuerzo social deja de funcionar.
b. Se dará una extinción de la imitación «aprendida» bajo un refuerzo social,
en las condiciones en las que al niño se le de una información relevante de
que la situación o las reglas son «nuevas» o cambiadas.
c. En algunos casos el refuerzo social funciona como el equivalente de una
instrucción directa a imitar. Allí donde aparece una mediación más sutil de
la imitación por el deseo de éxito en la tarea, se produce, sobre todo, en si
tuaciones en que la definición de las reglas del juego es ambigua.
d. La ambigüedad cognitiva general del niño preescolar sobre las reglas del jue
go, alienta tanto la imitación como la susceptibilidad al refuerzo, que no pare
ce ser «normativo» o instructivo para el adulto. Puesto que los niños pequeños
tienen pocos estandards claros cognitivamente definidos o poca información
respecto a la correcta actuación, no discriminan claramente entre una actua
ción correcta y el ser premiados, y por eso es más probable que parezcan estar
gobernados por unas casualidades extrínsecas y arbitrarias de refuerzo social.
La primera implicación es que la efectividad de los refuerzos sociales depende
de la interpretación que el niño hace de ellos como un símbolo de un juicio com
petente, de una actuación correcta. Para ilustrarlo, un analista del aprendizaje so
cial instaló en un preescolar una máquina que emitía una grabación, «eso está
bien», después de que se presionaba una barra, bajo varios refuerzos. Después de
un divertido movimiento inicial de la máquina, sin duda motivado por el deseo de
lo novedoso, la máquina se aletargó y su poder reforzante se disipó. Obviamente,
«eso está bien», no representaba un juicio social. Otra ilustración la dan los estu
dios de Bandura sobre el «refuerzo delegado». Los modelos que recibían un re
fuerzo social eran imitados en el estudio de Bandura y MacDonald (1963) sobre el
modelo de juicio moral. Sin embargo en otro estudio, modelos adultos a los que se
les dio «premios» sociales concretos (dulces, helados, etc) no fueron más imitados
que los que no eran premiados. La interpretación más probable es que los modelos
nominados no recibieron sus premios en la forma en que podían considerarse
como indicativos de una actuación correcta.
El hecho de que la efectividad de refuerzo social depende de un contexto nor
mativo se ha obscurecido por el deseo del niño preescolar de asumir un contexto
150 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
normativo, una «regla» sobre la que se basa el premio, donde nada existe. Por
ejemplo, en un estudio no publicado conté un cuento a unos niños, en el que un
niño vigilaba con cuidado a su hermano pequeño y fue castigado por su madre
cuando ella volvió (o abandonó al niño pero fue premiado por la madre cuando
ella volvió). La mayoría de los niños de cuatro años (aún sabiendo que estaba
«bien» cuidar al niño obedientemente) dijeron que el niño castigado era malo por
cuidar al bebé de forma obediente. La mayoría de los niños de cinco años dijo que
el que el niño cuidara al bebé estaba bien pero era un chico malo porque «debe de
haber hecho algo mal para que se le castigue», y pasaron por una serie de contor
siones cognitivas para equilibrar el acto y la sanción. Para los siete años, la mitad
de los niños fueron capaces de desligar claramente la «bondad» o la regla del re
fuerzo y decir que el niño era bueno y que debía de haber algo tonto o malo en la
madre para castigarle (manteniendo todavía un equilibrio cognitivo pero de una
clase de equilibrio de justicia más diferenciada). Esta demostración de la extensión
hasta dónde el refuerzo social «arbitrario» lleva un significado normativo para el
niño de preescolar, sugiere que un refuerzo social arbitrario deberá todavía mucho
de su poder a su habilidad para definir el acto del niño como bueno o malo (o
como próspero o fracasado). Cuando la recompensa concreta y el castigo se equi
paran a ser bueno o malo, el valor de las recompensas físicas o sociales adminis
tradas por una autoridad se deba tanto a su supuesta conexión con la actuación
adecuada y correcta, como al valor de la correcta actuación debida a su asociación
con refuerzos físicos. Más aún es el valor informativo del refuerzo que define la
actuación correcta lo que probablemente lleva a cualquier efecto duradero que pu
diera tener. Según ésto, los efectos de refuerzo concreto y arbitrario se supone que
tendrían efectos más duraderos a una edad en la que se confunden con lo normati
vo, y en una situación en donde lo normativo es ambiguo.*
Un ejemplo experimental de este punto se ofrece en un estudio de Bandura,
Ross y Ross (1963b), que descubrieron que los niños probablemente imitarían más
la conducta agresiva de Rocky, el matón, si Rocky consiguiera golperar a su vícti
ma y tomar sus juguetes, que si fuera vencido. En la situación de éxito, el 60% de
los niños dijo que les gustaría ser como Rocky «porque él era un peleón y tenía
buenos juguetes». Aunque no le atribuían ninguna virtud, decían que su víctima
era «un llorón, no compartía, era tacaño, callado», etc. Esto apenas sorprende
cuando se descubre que la mayoría de los niños de esta edad (4-6 años) no sólo di
cen que «los chicos buenos ganan», sino que explican que puedes saber quienes
son «los chicos buenos» en televisión, porque ellos ganan (Kohlberg 1965). Ban
dura (1969) considera este equilibrio cognitivo como una reducción de la disonan
* Como ilustración, a niños entre los 9 y 16 años se les preguntó si «cambiarían de opi
nión» sobre una cuestión de juicio moral por cincuenta centavos en el estudio de Kohlberg
(1958). Sujetos de Estadio moral 1 decían, «si, porque sabes la respuesta, tienes la respuesta
al final del libro (de donde las respuestas se sacaban). » Sujetos de Estadio 2 decían, «coge
ría los cincuenta centavos y te diría que cambiaría mi opinión». Niños por encima de Esta
dio 2 decían que no cambiarían de opinión.
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA. 151
cia cognitivo-verbal ex post facto, es decir, racionalización por imitación que los
niños quieren hacer a toda costa por recompensas relegadas. Por el contrario,
nuestra interpretación lo hace causativo y cree que Bandura no alcanzará este
«efecto de refuerzo delegado» con niños mayores de 7 años, que son más capaces
de diferenciar la bondad del éxito arbitrario.
Hemos dicho que los efectos más duraderos del refuerzo social dependen de
sus componentes normativo-informativos. No se puede dudar que una recompensa
concreta o un premio, engendra un incentivo más inmediato para actuar, que un
simple reconocimieto verbal de que la respuesta del niño es correcta. El efecto de
una recompensa concreta como incentivo añadido puede llevar a un mayor o más
rápido aprendizaje, así como a una mejor actuación. Sin embargo, no existe mucha
razón para creer que una recompensa concreta engendra una disposición a largo
plazo más que lo hace una señal de aprobación social, dado que el refuerzo lleva o
a cualquier aprendizaje o a un cambio de conducta. Aunque los niños pueden ac
tuar con más deseo para conseguir un premio físico que sólo decírseles que está
bien, el mantenimiento de la conducta a largo plazo depende de la estabilidad cog
nitiva de la definición que los niños tienen de la conducta como «buena» o «co
rrecta». Los efectos de la recompensa dependen para su estabilidad bien de la es-
pectativa de la futura recompensa o bien de la redefinición de la conducta próspera
o buena. Como ya se ha dicho, los dos tienden a igualarse por parte de los niños
pequeños, que sólo crean expectativas generalizadas de recompensa si ellos creen
que la conducta se considera en general buena por los adultos. Los niños entienden
que el que ellos consigan caramelos o no por una actuación, está altamente rela
cionada con la situación y con el adulto; el componente más generalizado de su
aprendizaje es el de si el acto es bueno o no.
Un ejemplo de la flexibilidad cognitiva o la reversibilidad del aprendizaje imi
tativo bajo una recompensa concreta lo ofrece un estudio hecho por Turiel y
Guinsburg (1968). La situación utilizada por Turiel era la «convencional» de imi
tación instrumental de Miller y Dollard (1941), en que el niño observa al modelo
que busca dulces bajo una de dos cajas. Cuando se le dijo que el experimentador
habia puesto dos caramelos bajo una caja, el experimentador tomó parte en «imita
ción fuera de test». Cuando no le dijo que habia puesto un caramelo bajo cada
caja, el niño tomó parte en contraimitación de «no test» (fue a la otra caja). Si el
niño imitara durante muchas pruebas recompensadas bajo la condición imitación-
recompensa, de todas maneras pararía de imitar inmediatamente al decírsele que el
segundo caramelo se habia colocado en la otra caja. La cuestión es, desde luego,
que recompensas anteriores por imitación, directa o delegada, son inapropiadas
allí donde la situación se puede definir directamente de forma cognitiva. La imita
ción premiada sólo se va a mantener allí donde es apropiada a las «reglas del jue
go» o donde «las regías del juego» son cognitivamente ambiguas.
En resumen, he dicho que los efectos más duraderos del refuerzo social en ni
ños entre los 3 y 8 años son el resultado del valor informativo de tal refuerzo en
definir normativamente la respuesta «próspera» o «correcta». Solo desde tal pers
pectiva tienen sentido los estudios de los efectos de «refuerzo delegado», como el
152 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
bolas en el recipiente como yo lo hice. Tendré un premio para darte cuando vuel
va»), pasando por 4, condición «neutra» («Puedes hacer lo que quieras mientras
yo no esté. Te daré un premio cuando vuelva»), hasta 7, instrucciones de no imitar
el acto («Cuando me vaya, asegúrate de no hacer lo que yo hice. Cuando vuelva te
daré un premio»).
Los resultados de los actos obligados indicaban que la condición «neutra» se
trató como una instrucción a imitar. Bajo las instrucciones «explícitas» (Condicio
nes 1-3), el 100% de un grupo de niños de cuatro años imitaron el acto. En la con
dición «neutra», el 80% de los niños imitaron el acto. Ninguno de los niños imitó
el acto bajo la condición de instrucción negativa. Con respecto a la «imitación in
cidental», (ejemplo, la imitación de los actos del experimentador no mencionados
en las instrucciones), los resultados fueron igualmente claros. En la condición neu
tra, el 80% de los niños se involucraron en la imitación incidental. En la siguiente
condición, más neutral, («No tienes que poner las canicas en el recipiente, como
yo lo hice»), hubo un 50% de imitación. En todas las demás condiciones de ins
trucción no hubo una imitación incidental substanciádmenos del 20% imitaron)
aún cuando se dijo a los niños que imitaran el acto. Estos resultados indican clara
mente que los niños solo imitaron de forma incidental cuando estaban perplejos
sobre lo que se suponía que tendrían que hacer. Si sabían lo que tenían que hacer,
bien porque se les decía de forma positiva (imitar) o negativa (no imitar), no toma
ban parte en la imitación incidental.
Es improbable que esta tendencia del 80% de los niños de cuatro años a imitar
incidentalmente en la condición neutra fuera debida a cualquier disposición gene
ralizada a imitar basada en un refuerzo social anterior por imitar. Si ese fuera el
caso, se esperaría que los niños imitaran cuando se les dijera directamente que
imitaran, puesto que ésto indicaba que la situación era una situación de refuerzo
por imitación. Se esperaría más variación individual que la que se dio. Las dife
rencias individuales encontradas fueron puramente cognitivo-evolutivas. La mayo
ría de los niños de tres años fracasaron en imitar directamente (20%) en la condi
ción neutra (como se dijo antes), y fracasaron también en imitar indirectamente en
ésta o en cualquier otra imitación. Dicho de otra forma, no habían desarrollado to
davía el concepto de que «en caso de duda, haz lo que haga el modelo».*
El estudio de Kuhn y Langer indica cómo una clase de ambigüedad cognitiva,
la de la definición de la tarea, determina cantidad de imitación. El estudio sugiere
una continuidad entre los determinantes de la imitación en la niñez (ejemplo, la
ambigüedad en la definición de la tarea) y los estudiados por psicólogos sociales
de adultos interesados en las condiciones de conformidad a las normas del grupo
interpuestas por las conductas o juicios de otros. En otros contextos, la incertidum-
bre cognitiva de los niños con respecto a su capacidad de triunfar en la tarea de
efectos del refuerzo anterior a una tarea (Tumure y Zigler 1964) asi como los efec
tos del refuerzo directo y delegado en la conducta imitativa. Junto con los hallaz
gos sobre el valor de interés del acto del modelo, discutido anteriormente, esta in
terpretación sirve de explicación a gran cantidad de los hallazgos experimentales
sobre la imitación en niños pequeños.* Los hallazgos restantes sobre las caracte
rísticas del status del modelo en relación a las del niño, se tratarán en la siguiente
sección.
* Los estudios que sugieren las interpretaciones Skinnerianas más mecanicistas del
aprendizaje de la imitación, se han llevado a cabo con niños autistas (Lovaas, 1967) o clara
mente retrasados (Bair y otros, 1967) que no han alcanzado la madurez cognitiva preescolar
y no parecen ofrecer la imitatividad «natural» discutida anteriormente, que se decía que au
menta con tal madurez cognitiva.
156 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
lo ha hecho el otro, del que uno está separado. Los procesos requeridos en la iden
tificación se han supuesto que son ilógicos en otro sentido, en el sentido de ser
ecuaciones del yo con otros que uno no puede «realmente» llegar a ser o que es
malo llegar a ser. Finalmente los procesos involucrados se han asumido que son
ilógicos en el sentido de llevar a ecuaciones yo-otro dolorosas o de auto-castigo,
por ejemplo, en la creación de un «superego».
Tanto la idea de un estado de fuerte déficit como la de un proceso de pensa
miento mágico están entrelazadas, puesto que cierto estado de déficit debe de ser
un motivador para los procesos cognitivos mágicos. Dicho de otra forma, las teo
rías psicoanalítica y neopsicoanalítica han supuesto que la identificación es lógica,
es decir, una defensa, y debe pues ser una reacción a una experiencia de intensa
pena o a un estado de energía negativa. El caracter defensivo de la identificación
se da por sentado, no sólo por su caracter ilógico sino por su presumible rigidez,
fijeza o persistencia ante lo inapropiado de la situación.
Tal y como voy a empezar a detallar a continuación, aunque las teorías psicoa
nalítica y neopsicoanalítica de la identificación se diseñaron para explicar lo pato
lógico y estructuralmente fijado, las aplicaciones de la investigación de las teorías
han sido hacia los fenómenos de imitación ordinaria o a la percepción auto-cons-
ciente de la similitud con el rol sexual de los padres o con los padres. Ninguno de
estos fenómenos revela nada establecido rígidamente, puesto que las medidas de
identificación no son fijas o estables longitudinalmente (el chico que durante un
año está muy identificado con el padre, no lo está al año siguiente, Kohlberg,
1965). Ninguno de estos fenómenos lleva tampoco consigo nada directamente iló
gico o patológico, puesto que no hay nada por sí más ilógico o patológico acerca
de pensar que uno tiene valores o rasgos personales como el padre más que de la
madre.* Con respecto al rol sexual, el proceso por el que el niño adquiere una
identificación con su propio rol, no es el proceso por el que niño adquiere una
identificación «ilógica» o «patológica» con el rol del sexo opuesto, como nuestra
teoría cognitivo-evolutiva mantenía. Puesto que los estudios de tipificación sexual
en niños de preescolar y escolares incluyen pocos niños con una definida identifi
cación con el sexo opuesto, sino sólo los niños más y menos «maduros» en el de
sarrollo de una identidad lógica o conformista, estos estudios son también irrele
vantes para las teorías de la identificación angustia-defensa.
A la luz de lo que se ha dicho, no sorprende encontrar que revisiones de los ha
llazgos de estudios sobre la imitación y la similitud percibida ofrezcan poco apoyo
a las mencionadas teorías psicoanalíticas (Kohlberg, 1963a; Bandura, 1969). Más
específicamente sugieren las siguientes limitaciones sobres estas teorías:
1. Teoría analítica. Aunque una atención anterior (y quizás un retiro de la
atención) se correlacionan con la imitación-identificación en un cierto nú
* No hay una correlación positiva entre las medidas de similitud con el padre/madre del
sexo opuesto y las medidas de «falta de ajuste» o «neurosis» en las mujeres, y sólo una li
gera correlación en los hombres.
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA. 15 7
der o control sobre los hechos. Tal desarrollo presupone un diferenciación entre el
yo (como un punto de agencia) y el otro (como un punto de agencia), un sentido
de relación causal y una diferenciación entre lo que el yo causa y lo que otros cau
san. Estas diferenciaciones entre los conceptos de objetividad y causalidad evolu
cionan en un orden secuencial y se completan para el final de sengundo año de
vida (Piaget, 1954). A esta edad, el deseo de destreza se refleja en la necesidad de
hacer cosas por uno mismo. Un incidente típico es la frustración de un niño de dos
años al ponerse el abrigo, seguido de una fuerte rabieta, si su madre intenta ayu
darle. La rabieta indica que el niño diferencia de forma clara lo que él puede cau
sar de lo que otros pueden hacer y como resultado, sólo lo que él puede hacer con
duce a un sentido de «destreza».
Hemos apuntado a la evolución cognitiva de una diferenciación yo-otro en la
causalidad como transformadora de la motivación del efecto, la asimilación de lo
interesante, en un deseo definido por el poder y control de las cosas y de la gente.
En un principio, parecería que tales esfuerzos de competencia llevarían solo a una
conducta independiente y negativista más que imitativa. Está claro, sin embargo,
que tal esfuerzo por el poder y control es una precondición a percibir un control y
poder superior en un modelo, y a imitar como resultado. En una fase inicial de fal
ta de diferenciación entre el yo y el mundo, los niños pueden no imitar el acto del
adulto que genera consecuencias interesantes, (hacer girar a los pájaros) porque
«creerán» que ellos mismos generaron esas consecuencias. En una fase posterior,
sin embargo, imitarán al adulto para ganar la confianza de que ellos también pue
den generar esas consecuencias interesantes. En la fase de negativismo, los niños
hacen una diferenciación aún más clara entre lo que pueden hacer y lo que el otro
puede hacer. Antes de esta fase, es típico que se sientan satisfechos si el acto se
completa con la ayuda de la madre o alguien como el yo.* En la fase negativista la
insistencia o independencia en la realización de un acto es la independencia en
ejecutar un acto «imitativamente» aprendido de otros. En nuestro ejemplo, «poner
me el abrigo yo solo», es todavía una imitación del acto de los cuidados de la ma
dre. Así pues, la «independencia», «hacer las cosas por sí solo», es todavía una ex
presión de la motivación de la competencia que genera una posterior imitación.
La crisis negativista proclama la clara consciencia de que existe algo más po
deroso en ser el modelo que en imitar. Esto primero lleva a la «conducta del míra
me», la necesidad de cambiarse los roles imitador-imitado, descrito en conexión
con la teoría de Baldwin (1906). Lleva también a una creciente selectividad de los
modelos en base al poder y competencia relativos. Con una mayor consciencia de
la competencia y el poder, el niño ganará una capacidad o poder generalizado ha
cia los adultos o hacia otros, independientemente de las consecuencias particulares
del acto específico del adulto. Llegado este punto, los niños tienden a creer «a cie
gas» el hecho de que el acto del adulto es una demostración de competencia y po
der, y lo imitan para asegurarse de que ellos también pueden actuar como un «chi
co mayor» lo que se está modelando.
Las evoluciones cognitivo-estructurales de la diferenciación entre la competen
cia del yo y el otro que acabamos de tratar son, en gran parte, responsables de la
creciente imitación generalizada de modelos adultos encontrada entre los tres y
seis años. En el periodo entre los cinco y ocho años, existe un desarrollo cognitivo
posterior eri el concepto de competencia, lo cual lleva a una imitación selectiva de
buenos y adiestrados, en oposición a modelos más viejos y poderosos y a una mo
delación selectiva de conducta buena y habilidosa por parte del modelo (en con
traste con otros aspectos de su conducta). Estas tendencias se han comentado ante
riormente en este mismo capítulo y se han relacionado con el desarrollo de la
conceptualización concreto-operacional de los atributos y relaciones del rol. Según
los conceptos de competencia, solamente vamos a acentuar aquí que el cambio es
de nociones físicas a psicológico-normativas de la competencia relativa de los in
dividuos. Durante el periodo anterior (3-5 años) el niño asimila la virtud y destreza
de los individuos superiores en su status de edad, que se define según el tamaño y
fuerza física. Un ejemplo citado anteriormente fue el del chico que comentaba la
destreza del adulto como un producto de «mayor cuerpo, mayor cerebro». Los ni
ños menores de cinco años no tienden a ser capaces de distinguir la edad del tama
ño y suponen que el crecimiento físico lleva automáticamente a que el adulto po
sea una competencia, lo mismo que su propio crecimiento les ha llevado a no ser
más esa categoría que es la peor de todas, «bebés». Para la edad de los primeros
años escolares el niño ha discriminado los atributos físicos de la competencia (ser
grande y fuerte, y poseer cosas) de los atributos «psicológicos» de la competencia
(«ser inteligente», «saber cosas», «hacer las cosas bien», «ser bueno») que repre
senta el ajuste de la conducta a un rol definido normativamente con un estatus en
un orden social (Kohlberg, 1965). Asociada a esta diferenciación, está una imita
ción más refinada y disciplinada de la forma de hacer las cosas «buena» e «inteli
gente» del modelo, más que un simple compartir la actividad.
Asociada a esta diferenciación entre la competencia y la edad-tamaño, está una
creciente diferenciación de las competencias apropiadas a hombres y mujeres. A
nivel preescolar las diferencias de sexo están más o menos igualadas a las diferen
cias de edad. Los sexos son diferentes porque los hombres son físicamente más
fuertes y grandes que las mujeres, lo mismo que los adultos son mayores y más
fuertes que los niños (Kohlberg, 1966b). A modo de ejemplo, Philip, el niño de
cuatro años, dijo a su madre, «Cuando seas mayor, para ser padre puedes tener tu
también una bicicleta (como la del padre)». Como las «virtudes» o formas de com
petencia están discriminadas de la edad-tamaño, estas virtudes se convierten pro
gresivamente en típicas del sexo. Entre los cuatro y siete años, las niñas desarro
llan una clara percepción de que la competencia femenina y el estatus se basan en
ser «atractivas» y «agradables», más que en ser agresivas, poderosas y sin miedo.
(Los chicos hacen unas distinciones parecidas, al aprender a diferenciar las cuali
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 161
* En las chicas esta toma de modelo no es parte de un deseo global de ser como el pa
dre, sino que se debe a la idea de que él conoce la forma correcta de hacer las cosas mejor
que la madre; él es más inteligente etc.
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 16 3
Con respecto al primer punto, Van Maner (1967) descubrió que la similitud de
valor de chicos adolescentes con el padre no se correlacionaba con la dominancia
del padre sobre el niño o con la dominancia del padre sobre la madre. La identifi
cación de los chicos estaba, sin embargo, correlacionada con la competencia exter
na de la ocupación del padre (éxito y satisfacción en el trabajo percibido por el pa
dre, la madre, y en parte, «objetivamente»). Un 66% de los niños de los ochenta
padres descontentos con su trabajo, tenían un bajo grado de acuerdo con sus pa
dres, comparado con sólo el 7% de los niños de los 225 padres restantes.
En cuanto al segundo punto, la dominancia del padre sobre la esposa (Hethe-
rington, 1965; Hetherington y Frankie, 1967) se ha descubierto que se correlacio
na clara y marcadamente con la imitación-identificación de los chicos con el pa
dre/madre (del mismo sexo) medido en una situación semi-experimental. Estos
mismos estudios indicaron que no había relación entre la dominancia materna y la
identificación de las chicas con la madre. La dominancia es una forma de compe
tencia en los padres porque es apropiada al rol (según se percibe por los niños),
pero no es una forma de competencia en las madres. Estos hallazgos aclaran diver
sos problemas de los experimentos del aprendizaje social sobre la imitación. A tí
tulo de ejemplo, entre 16 grupos experimentales del estudio de Bandura y otros
(1963c) sobre el control de las fuentes, el único efecto de toma de modelo fue el
encontrado por chicos que imitan al hombre adulto y que fue ignorado por una
mujer adulta que ofrecía recompensas al chico sujeto. Los premios eran carame
los, galletas, etc. cosas que normalmente se ofrecen por las «figuras maternas».
Los chicos en esta condición tendían a criticar a la señora que regalaba cosas y
simpatizaban con el hombre ignorado (ejemplo, «Ella no es generosa, es tacaña.
John se portó valientemente aún cuando ella no compartía»). Incluso en preesco
lar, cuando el poder femenino viola los estereotipos sexuales de generosidad feme
nina y cuando la importancia masculina coincide con la «valentía» y «valor» mas
culinos, parece ser una virtud típica del sexo y no revelan el poder que lleva a la
imitación. Además de lo apropiado del rol de la competencia del modelo, una teo
ría cognitivo-evolutiva debería de recalcar que la relevancia del rol del modelo
para el propio niño es un determinante fundamental de imitación. Un determinante
importante de la relevancia es el grado de similitud entre el niño y el modelo. A un
nivel adulto, ésto se ha documentado por Scotland y sus colegas (Scotland, Zan-
der, y Natsoulas, 1961). A nivel de niñez, y en el nivel de igualdad de rol, es tan
básico como para haberse ignorado. Ya hicimos notar que a un nivel inicial de
imitación los niños sólo «imitan» la conducta de otros que ya está en su propio re
pertorio, es decir, no se distingue la repetición que los bebés hacen de las acciones
de otros y la repetición de sus propias acciones. En otros estadios se repite la con
ducta extraña de otros, pero con una creciente sensibilidad hacia la cualidad nece
saria para servir de modelo a otro. Aunque el niño imita a los animales y a las co
sas físicas, ésto es probablemente porque los límites del ego como animado
inhumano no están claramente diferenciados del no ego como inanimado e inhu
mano. En cualquier caso, para los 5 años la imitación prolongada de lo no humano
se considera como patológica. Para los 5 años la igualdad del sexo del niño y el
164 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
* Esta tendencia es, desde luego, relativa según la tarea. En un entorno instructivo con
una respuesta correcta, los adultos son imitados preferentemente; en una situación de prefe
rencia de valor los imitados preferentemente son los compañeros.
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 16 5
Figura 1. 5.
Neopsicoanalítica Cognitivo-evolutiva
Y
2. La imitación como un sustituto de los
i
2. D eseo de una conformidad normativa,
cuidados de los padres. por ejem plo, un sentido de estandards
compartidos para la conducta, deseos de
imitar.
(Kohlberg, 1976b). El desarrollo del apego y la identificación del chico con el pa
dre es de particular interés, porque es el primer apego fuerte que no se puede ex
plicar por teorías de cuidados físicos o de instinto social, tan a menudo presenta
das en discusiones sobre la ligazón madre-niño. La existencia del cambio se ha
documentado en estudios con diversas clases sociales y grupos étnicos, utilizando
diferentes medidas que muestran a chicos de preescolar de alguna manera orienta
dos al sexo femenino en juegos con muñecas y en pruebas experimentales de de
pendencia social hacia la figura del adulto y de los padres, y muestran un cambio a
una preferencia de orientación masculina aproximadamente a los seis años (Kohl
berg, 1966b). Aunque todas las teorías de la identificación postulan tal cambio de
madre a padre en el chico, ninguna ofrece un mecanismo muy adecuado para ello.
No parece que el cambio pueda ser resultado del hecho de que el padre sea en rea
lidad el que cuida y premia durante estos años mientras que la madre cesa de ha
cerlo, aunque la explicación psicoanalítica según la ansiedad de castración suscita
muchas dificultades al explicar un cambio positivo en la dependencia.
La explicación cognitivo-evolutiva de un cambio evolutivo en la orientación
del chico hacia sus padres es clara. La teoría defiende que un chico aprende a tipi
ficarse sexualmente a sí mismo y a sus actividades durante su segundo o tercer año
de vida. Para los 3 o 4 años, el chico sabe bastante bien que es un chico y prefiere
«cosas de chico» a «cosas de chica» simplemente porque se gusta a sí mismo y
aquello que es familiar o parecido a sí mismo. Hasta este momento de su evolu
ción ha permanecido orientado a su madre. Con su tendencia ahora a preferir acti
vidades masculinas, el niño busca un modelo para estas actividades. Así pues, bus
ca el modelo en el padre más que en la madre. La imitación lleva a su vez a una
dependencia emocional en el padre. La secuencia se muestra en la figura 1.6.
La existencia de tal secuencia se confirmó en un estudio semilongitudinal de
chicos en edades entre los 4 y 8 años (Kohlberg, 1966b; Kohlberg y Zigler, 1967).
Lo mismo que otros estudios, éste indicó que había una clara preferencia* por ob
jetos y actividades tipificadas por el sexo, para la edad de 3 años (en la Escala IT
de Brown (1956) y el Test de Dibujos de Sears y otros (1965)), una clara preferen
cia por imitar la figura del hombre para los 5 años (en la medida de Hartup (1962)
de imitar al muñeco padre frente a la muñeca madre y en la medida de imitar a un
experimentador masculino más que a uno femenino), y una clara preferencia por
orientar la dependencia social hacia el hombre a los 6 años (en la medida de Am-
mons y Ammons (1949) de elección relativa del muñeco padre y madre como
agente de cuidados y en una medida de cantidad y «dependencia» de habla a un
experimentador varón, en oposición a un experimentador femenino.)
La edad en la que un niño avanzaba a través de esta secuencia, variaba consi
derablemente. Uno de los mayores determinantes de la velocidad del movimiento
era la madurez cognitiva. Como grupo, los chicos inteligentes de cuatro años
(edad mental 6) expresaron una preferencia masculina en la dependencia e imita
* Una preferencia masculina «clara» en estos tests denota que más del 60% de las res
puestas o elecciones del grupo fueron para la figura u objeto masculino.
16 8 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
ción así como en la clase de sexo, mientras que los chicos medios no expresaron
preferencia de dependencia masculina hasta los 6 años*, (Kohlberg y Zigler,
1967).
Figura 1.6.
V
V
2. Identificación o imitación del padre. 2. Imitación o identificación con el padre.
Y Y
3. Identificación de tipo sexual 3. Orientación al padre com o principal
premiador con una asociada compañía-
dependencia.
* Los chicos brillantes atraviesan la secuencia de forma más rápida que los chicos me
dios porque (a) estabilizan cognitivamente una identidad de género de forma más rápida
(como en el test de «conservación del rol sexual»), (b) se hacen conscientes de las relacio
nes generales de la similitud también de una forma más rápida, por ejemplo, llegan a saber
que ellos y sus padres son los dos hombres a una edad más temprana (como en el test de
formación de concepto) y (c) se hacen antes conscientes de la competencia de los adultos
masculinos (como en el saber el rol económico del padre).
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA. 169
sumido en Kohlberg, 1966b). La mitad de los sujetos del estudio, todos ellos chi
cos negros, provenían de hogares con ausencia del padre, la otra mitad, de hogares
con padre. Estos grupos fueron a su vez igualmente divididos por edad (5 y 7) y
por cociente intelectual (de término medio y ligeramente retrasados). A los chicos
se les dieron los mismos tests del estudio de Kohlberg y Zigler (1967). Las ten
dencias de edad para los chicos negros tanto de padre ausente como presente y de
cociente intelectual medio, fueron bastante similares a las encontradas en una po
blación blanca de clase media y de cociente intelectual medio. Para los 7 años casi
todos los chicos tenían un 100% de elección masculina en la Escala IT, y una clara
mayoría estaban orientados al padre, en oposición a la madre respecto a las medi
das de identificación. A los 5 años la elección de la identificación estaba mezclada
(alrededor del 50%) y la tipificación del sexo era incompleta. Se encontraron cla
ros efectos del cociente intelectual tanto en grupos de padre ausente como padre
presente, parecidos a los encontrados en niños de clase media (Kohlberg y Zigler,
1967). Los chicos de 7 años ligeramente retrasados eran más como sus compañe
ros de la misma edad mental (los chicos de 5 años de cociente intelectual medio)
que como sus compañeros de edad cronológica (chicos de 7 años de cociente inte
lectual medio). En resumen, el desarrollo general, cognitivo y social lleva a los
chicos de padre ausente a desarrollar actitudes de «identificación» hacia padres no
existentes, actitudes que son similares a las que los chicos con padre presente de
sarrollan hacia sus propios padres.
Estos hallazgos indican que la tendencia evolutiva según la edad hacia la iden
tificación con el padre, no se puede explicar por ninguna de las teorías normales,
como la analítica (un aumento en los cuidados y recompensas por parte del padre),
la teoría de la identificación defensiva (miedo a represalias por parte del padre por
un apego sexualizado a la madre), teoría de refuerzo social (la madre cambia a re
compensar a los chicos por imitar al padre). Todas estas teorías suponen un padre
activo y presente.*
En el caso de la identificación del chico con el padre (o con un profesor), he
mos acentuado una secuencia definida en la que una identidad similar precede a la
imitación, la cual precede al apego-dependencia. Lo hemos hecho así para recalcar
el hecho de que el elemento de la identificación-grupo que parece ser el más senci
llo evolutivamente y más temprano en el niño, la dependencia social (la necesidad
de una proximidad, ayuda y respuesta) no es, en general, el primer elemento en la
formación de ataduras humanas**. El caso del desarrollo de la identificación del
chico con el padre entre los 4 y 8 años es artificial, puesto que los requisitos cog-
* Las chicas también parece que aumentan la identificación con el padre, aunque menos
marcadamente, en el periodo de los cuatro a los siete años, en parte debido a la creciente
consciencia del prestigio o competencia del rol del padre. En esta evolución no parece que
haya una secuencia particular en el relativo aumento de los componentes de imitación y de
pendencia de la identificación.
ESTADIO Y SECUENCIA: VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA... 171
Si en contraste con las teorías físicas se toma el deseo de una unión social con
otro ser social como el «motivo» principal para el apego, entonces este deseo deri
va de las mismas fuentes de motivación que el implicado en los propios afanes del
niño por una estimulación, por una actividad, destreza y auto-estima. La motiva
ción social es una motivación para una estimulación compartida, una actividad
compartida y una auto-estima y competencia compartidas. La dependencia social
implica una dependencia de otra persona como una fuente para tal actividad y para
la competencia o estima del ser. La naturaleza básica de la motivación de la com
petencia, es la misma tanto si el yo o el otro se perciben como el agente principal
que produce la estimulación, actividad, o la competencia deseada, es decir, si el
fin es «una destreza independiente», una destreza social (dominancia), o una de
pendencia social. Las diferencias entre los dos son diferencias en las estructuras
cognitivas de las involucradas relaciones yo-otro.*
En mi referencia anterior a la teoría de Baldwin del yo socialbipolar, indiqué el
sentido exacto en que el mismo deseo por dominar una actividad o situación lleva
ría al niño, en un cierto momento, a una imitación y en otro momento a un «luci
miento» dominante, en un,tercer momento a un «hacerlo yo mismo» independien
te. Cité trabajos que mostraban que la imitación y la «dependencia verbal» eran
tendencias relacionadas una con la otra y con una brillantez y destreza activa en
los niños de preescolar. Los trabajos mostraban que mientras que esas tendencias
estaban positivamente correlacionadas en los niños, estaban negativamente corre
lacionadas en algunas situaciones, siendo algunas situaciones apropiadas para la
imitación, otras para la dependencia verbal, otras para la destreza independiente.
Estas definiciones de situación estaban a su vez relacionadas con el estado cogniti
vo-evolutivo y el auto concepto del niño. La polaridad entre la destreza activa y la
dependencia pasiva es, pues, no una polaridad entre dos motivos sino una polari
dad de situación-social y auto-definición. (Generalmente los niños dependientes-
pasivos no son los que tienen un fuerte motivo para una ligazón social. Si lo fue
ran, se involucrarían más en la conducta independiente, lo cual les haría ganar una
aprobación social.)
Los modelos más fisicistas han encontrado apoyo al considerar el apego tem
prano a causa de la dependencia física de los bebés y su aparente similitud con las
crias de especies inferiores de instintos más definidos o rígidos. Está claro, sin em
bargo, que no existe tal apego definido a la madre en el niño menor de seis meses,
es decir, no existen reacciones de separación antes de ese periodo. (Yarrow, 1964;
Schaffer y Emerson, 1964). Esto arroja sospechas sobre las explicaciones de im
presión o condicionantes mecanicistas, que son posibles en la formación temprana
de los apegos de las especies inferiores.
Los apegos humanos (y quizás de los primates), aún en los dos primeros años
de vida, reflejan el hecho de que son apegos hacia otro ser o centro de conciencia
y actividad como uno, es decir, que son «identificaciones».
El hecho del apego humano implica las siguientes características:
1. El apego lleva consigo una similitud con el otro. El apego es sólo hacia otra
persona, no hacia objetos físicos. El signo distintivo de la impresión del ins
tinto en especies inferiores es que un objeto señuelo puede imprimerse. En
crias de monos, podría haber un apego a una manta o una tela, pero no es
un apego social, como los Harlow descubrieron (Harlow y Harlow, 1962).
Tanto si están involucradas las mantas de «reconfortar por contacto» como
las botellas que reducen la energía oral, ninguna de ellas crea un apego so
cial.
2. El apego lleva consigo amor o altruismo hacia el otro, actitud no sentida
hacia botellas o madres de tela. El altruismo, desde luego, presupone la
conciencia «proyectable» de los sentimientos y deseos del otro, es decir,
empatia o simpatía.
3. El apego y el altruismo presuponen auto amarse. La lucha por satisfacer a
otro presupone la capacidad o disposición por satisfacerse a uno mismo. El
sentido común asume que el yo (como cuerpo y centro de actividad) es
amado intrínsecamente, no instrumentalmente (por ejemplo, no porque el
cuerpo o las actividades del cuerpo se sigan de refuerzo o reducción de
energía). Es este núcleo de auto-amor lo que se requiere también en organi
zar el apego a otros.
4. El apego lleva consigo una clara unión posesiva o relación que une al yo y
al otro. Esto se ve claro cuando la unión es menos posesiva «egoístamen
te», como en el apego de los padres con el niño. La diferencia entre el ape
go de padre/madre y el de la enfermera o madre adoptiva con el niño, ilus
tra este componente.
5. El apego presupone el deseo por una estima a los ojos del otro o por un
apego reciproco. En otras palabras, presupone una motivación de auto esti
ma y la necesidad de una aprobación social, presuponiendo, de nuevo, una
consciencia proyectable.
En resumen, una unión social humana presupone una relación con otro yo, una
relación que lleva consigo diversos tipos de compartir y de identificación entre el
yo y el otro.
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 17 3
ral de una insuficiente estimulación tanto social como cognitiva, que lleva a un re
traso cognitivo y emocional más que a un «daño» irreversible(Casler, 1961; Dennis
y Najarían, 1957). Mientras que los adolescentes y adultos con un largo historial de
privación social, de maltrato y de pasar de una institución o casa adoptiva a otra pa
recen tener una deficiente capacidad de apego social, no existe evidencia clara de
que estos efectos se deban en mayor medida a una privación infantil que a influen
cias posteriores en sus vidas. En concreto, en la medida en que la institucionaliza-
ción o privación tienen profundos efectos sociales, parece que lo que produce débi
les ataduras sociales se debe a la ausencia de una interacción social estable y
duradera, más que a la falta de cuidados matemos. A. Freud y Dann (1951) infor
man de las profundas identificaciones y apegos entre niños pequeños que crecieron
en un campo de concentración nazi sin cuidados matemos. Este informe sugiere, a
un nivel humano más profundo, los apegos sociales normales que la interacción y
el compartir causan a nivel de los monos en los estudios de Harlow (1959).*
Hemos señalado que la evidencia sugiere que los apegos sociales positivos se
desarrollan por una motivación y placer intrínsecos para tomar parte en la interac
ción social, independientemente de los instintos e impulsos corporales específicos.
Hemos dicho también que la evidencia sugiere que este aspecto de desarrollo del yo
tiene un curso evolutivo natural y una robustez en las primeras etapas de la vida, así
que al igual que otros aspectos del desarrollo del yo, responde a una variedad más
ámplia de unos tipos funcionalmente equivalentes de estimulación social que lo que
se sugiere en las doctrinas del «amor de madre». Vamos a trazar ahora algunos pa
sos del desarrollo del apego social implicados en esta descripción.
Al igual que los estadios de imitación, las progresiones evolutivas del apego
según la edad se generan mediante cambios cognitivo-estructurales. En el periodo
infantil ésto se muestra en el trabajo de Decarie (1965). Decarie descubrió (a) unos
estrechos paralelismos de edad entre las progresiones piagetianas en los conceptos
de objeto físico y las relaciones-objeto sociales o los estadios psicoanalíticos del
ego, y (b) correlaciones entre ambas, de tal manera que los niños avanzados en
una escala lo estaban también en la otra. Por varias razones, es más plausible asu
mir que el avance cognitivo es el factor más básico o causal de este paralelismo,
aunque existe alguna razón para pensar que el avance cognitivo se refleja antes en
el mundo del objeto-social que en el mundo del objeto-físico. En el periodo prees
colar ésto se insinúa en mi propio trabajo sobre el apego al padre que acabo de re
sumir. Nuestro bosquejo de la evolución del apego según la edad acentúa los si
guientes puntos en las teorías cognitivo-evolutivas del desarrollo del ego:
* W olff (1965) señala que la atención hacia estímulos externos en niños muy pequeños
era más baja cuando el niño tenía hambre o estaba visceralmente sobreexcitado. Lo que si
gue supone que las «respuestas sociales» del niño son parte de esta ámplia atención hacia el
mundo exterior, más que el que el niño atiende al mundo exterior solo cuando está involu
crado algo externo con un visceral estado de energía.
176 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
familiar (tanto las caras como otras configuraciones), sonsaca la sonrisa, porque
lleva a una rápida asimilación de una experiencia incierta (Piaget, 1952b).* En el
sentido que Piaget le da, la sonrisa social temprana de los niños es funcionalmente
continua con gran parte de su posteriores sonrisas y risas ante estímulos diverti
dos, es decir, estímulos que primero son incongruentes, pero que de repente «en
cajan» de una forma un tanto inesperada, como lo recalcan todas las teorías del
humor.
Hemos señalado el papel de la asimilación de lo conocido e interesante en una
respuesta social positiva, la sonrisa. El fracaso en asimilar lo incongruente y lo no
conocido parece ser el responsable de otra respuesta temprana de «apego», la reac
ción de «ansiedad ante un extraño» que ocurre entre los 8-12 meses (Morgan y
Ricciutti, 1968). Antes de que ésto suceda, todas las caras tienden a asimilarse al
esquema conocido «madre». El no encajar en el esquema parece inducir a una an
siedad ante el desconocido. Después de que la ansiedad «normal» se ha calmado
dentro de la evolución (por ejemplo, después del primer año) la donación de una
máscara por parte de la madre conseguirá una reacción de respuesta ansiosa simi
lar ante la incongruencia de lo aparentemente conocido (aunque la presentación de
una máscara no lo hará).** Todavía no sabemos suficiente ni sobre la evolución
del esquema del niño ni sobre las condiciones generales de la unión esquema-es-
tímulo, para especificar cual es la cantidad de incongruencia óptima para producir
una atención que suscita placer y cual es una sobrecarga de incongruencia que
produzca angustia. Sin embargo, el trabajo creciente sobre la infancia, sugiere de
forma clara que las respuestas «sociales» tempranas se entenderán dentro de un
amplio cuadro de reacciones asimilativas a los estímulos modelo, más que según
unas respuestas específicas premodeladas respuestas a unos estímulos innatos de
escape por «apego» o «vuelo», o por la historia previa de condicionamiento (Ric
ciutti, 1968).
Una implicación de lo dicho hasta ahora es que las respuestas de «apego so
cial» de los niños durante los primeros 8 meses son sencillamente parte de su res
puesta a una estimulación extema modelada, más que ser genuinamente «social» o
formar la base necesaria para futuras ligazones humanas. Hemos dicho que la pre
ferencia por los padres más que por el desconocido, lo que se llama «ansiedad ante
* La idea de que sonreír a las caras humanas se debe a una asociación con la satisfac
ción del alimento, ha sido rechazada. La asociación cara-esquema con la botella del alimen
to redujo, más que aumentó, el sonreír a un esquema de la cara en niños de orfanato (porque
lo hacía excesivamente natural) (Wilson, 1962). La idea de que la cara humana constituye
un «mecanismo de escape innato» específico para una respuesta instintiva de sonrisa parece
también insostenible, ya que una gran variedad de estímulos complejos sonsacarán la sonri
sa. (Wilson, 1962).
** Lo mismo que el sonreír a una cara se ha considerado como que lleva consigo un
mecaniso innato de escape, la ansiedad del desconocido se ha considerado como una res
puesta innata de «evasión» que termina el periodo de «impresión» o de apego (Schaffer,
1966). El ataque de ansiedad del desconocido no sólo no determina el potencial para el ape
go, sino que desaparece en una forma en que las respuestas instintivas de evasión no lo ha
cen.
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 17 7
* Bowlby, (1969) y otros han exagerado la especificidad y profundidad del apego sim
biótico a la madre en el segundo año de vida. Un reciente y detallado estudio de las reaccio
nes de niños en edades entre 1 1/2 y 3 años ante la hospitalización, llevaba consigo compa
raciones de madre ausente, «madres sustituías» voluntarias, y grupos viviendo en común.
Aunque muchos de los niños de madre ausente mostraron una gran.aflicción , no había dife
rencias en las reacciones de aflicción entre los grupos de la madre real y de la sustituía
(Branstetter, 1969).
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 179
si la relación simbiótica de los niños con sus madres constituye un soporte más fa
vorable o básico que sus relaciones con compañeros y otros adultos para cultivar
el deseo de compartir, y una renuncia «satelizante» de los deseos no compartidos y
las fuentes de auto-estima, lo cual es fundamental para la formación de posteriores
ligazones sociables estables.*
Las teorías del desarrollo del ego de Baldwin (1906), Piaget (1948), Ausubel
(1957), y Loevinger (1966) sugieren que el desarrollo posterior de las ataduras so
ciales y el desarrollo de las actividades morales del niño son diferentes lados de la
misma moneda. M. Blatt (en una investigación no publicada) ha descubierto que
las ideas que los niños tienen sobre el amor y la amistad atraviesan por estadios
paralelos a mis estadios de juicios morales. No es hasta el comiezo del Estadio 3,
la moralidad del «buen chico» a los 6-7 años, que los niños expresan el deseo de
ser apreciados, independientemente de que se les den premios; expresan el deseo
de hacer algo por alguien que les gusta; sentir que son amigos o que son aprecia
dos por alguien de prestigio les incrementa la uto-estima; o pensar que les gusta
ser padre o madre o amigo, aún cuando en algunos momentos les frustre. En este
punto la atadura social del niño al padre se convierte en la identificación moral sa
telizante. Pasada la satelización, el desarrollo del apego y amor hacia la intimidad,
se presentará en un tratamiento posterior.
IDENTIFICACION Y PSICOPATOLOGIA
* Debe de decirse que las teorías psicoanalítica, etológica o de estímulo que centran una
dependencia o apego posterior en las relaciones madre-hijo en los primeros 3 años, no se
basan en ningún hallazgo importante de investigación. Los hechos son más en el sentido
contrario. Como ejempo de entre tantos, Kagan y Moss (1962) encontraron una correlación
de sólo .33 entre la dependencia afectiva en los primeros 3 años de vida y en edades de 6-9
años y una correlación similar de .33 entre la ansiedad por la pérdida de cuidados durante
los mismos periodos.
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 181
azar de la misma clase social. Todos los estudios sobre los que se informa, no in
dican correlación entre la masculinidad-femineidad del niño y la masculinidad-fe-
meinidad de los padres del mismo sexo (Terman y Miles, 1936; Mussen y Ruther-
ford, 1963; Angrilli, 1960). No existe correlación significativa entre el estadio o
nivel de madurez moral (definida por mis métodos) de chicos adolescentes o jóve
nes adultos y el de sus padres (Holstein, 1968; Kramer, 1968). Aunque las madres
«de principios» es más probable que tengan hijos «convencionales» que las ma
dres menos avanzadas, esto no se debe a mecanismos de identificación. Si lo fue
ra, las madres convencionales deberían tener niños de nivel más convencional que
las madres de principios (Holstein, 1968).
2. Las medidas de identificación (similitud percibida) con el padre del mismo
sexo no se refieren de forma clara y consistente a la madurez moral y de rol sexual
o a la «intemalización» moral y de rol sexual (ejemplo, la aceptación de actitudes
y estándares de moral convencional). Con respecto al rol del sexo, las medidas de
femineidad de las chicas tienden a correlacionarse con las medidas de identifica
ción con el padre más que con la madre. Las medidas de masculinidad de los chi
cos se correlacionan con las medidas de identificación con el padre en la mayoría,
pero no en todos los periodos de edad. Con respecto a la moralidad, se producen
correlaciones significativas bajas entre las medidas de identificación con el pa
dre/madre y el código de aceptación de la moral convencional. No son medidas es
pecíficas de sexo;por ejemplo, la identificación moderada con el padre/madre del
mismo sexo, no está más claramente relacionada con actitudes morales que lo que
lo está la identificación con el padre/madre del sexo opuesto. Estas correlaciones
pueden explicarse mejor dentro de la línea de los descubrimientos sobre la cordia
lidad y el amor; por ejemplo, si a los niños les gustan sus padres, tienden a estar de
acuerdo con ellos y a aprender más de ellos tal y como se muestra en las medidas
de actitud moral y en las medidas de familiaridad percibida.
3. No existe un «factor de identificación- intemalización» generalizado en la
personalidad de los niños. Las medidas de las actitudes o desarrollo moral y de rol
sexual no se correlacionan una con la otra. Las medidas de identificación no se co
rrelacionan bien entre sí. Las medidas de identificación a una edad no predicen las
medidas de identificación a otra edad.
4. La presencia de un padre/madre del mismo sexo no es necesaria para una
evolución moral o psicosexual norm al. Los niños de kibutz y los niños en hogares
donde no existe el padre son poco diferentes de los niños de familias completas en
todas la medidas o aspectos observados de la «normalidad» o desarrollo del rol se
xual, así como de las actitudes y conducta morales.*
Existe una mala interpretación extendida de los hallazgos que indican «la im
portancia del padre para el desarrollo de la identidad del rol sexual en el chico». De
hecho, ningún estudio ha mostrado marcadas diferencias entre chicos con padre au
sente y padre presente con respecto a las medidas de actitudes masculino-femeninas
(Terman y Miles, 1936; Barclay y Cusumano, 1965; C. Smith resumido en Kohl
berg, 1966b). Un estudio longitudinal naturalista realizado por McCord, McCord y
Thurber (1962) no halló ninguna diferencia entre familias de padre ausente y padre
presente en la incidencia de afeminación o homosexualidad en los chicos.
Aunque estos hallazgos contradicen de forma clara cualquier teoría que procla
ma que las identificaciones particulares o las buenas relaciones con los padres son
necesarias para una evolución social normal, existen algunos hallazgos que indi
can que las malas relaciones con los padres retrasan o impiden tal desarrollo. Por
ejemplo, McCord y otros(1962) descubrieron que familias completas con profun
dos conflictos matrimoniales, generaban chicos «afeminados» más frecuentemente
que, o bien las familias sin conflictos o bien las familias con ausencia del padre.
Hetherington (1965) y Hetherington y Frankie (1967) creen también que los hijos
de padres muy sumisos son inferiores en imitación al padre y en tipificación se
xual comparados con los hijos de padres muy dominantes. Los hijos de padres do
minantes no parecían ser diferentes entre una población al azar y una población
con ausencia de padre, según C. Smith (Kohlberg 1966b). Dicho de otra manera
aunque las relaciones marcadamente negativas, desviadas o conflictivas madre-pa
dre producen transtomos en las actitudes de rol sexual, la exposición a una interac
ción madre-padre «buena» o conformista no es ni necesaria para un desarrollo nor
mal del rol sexual (puesto que no favorece a los chicos de padre presente con
respecto a los de padre ausente), ni favorece el desarrollo normal del rol sexual
(puesto que los padres muy masculinos y dominantes, no es probable que tengan
hijos más masculinos que los padres en el término medio).
En el área moral, los hallazgos de los Glueck (Glueck y Glueck, 1950) indican
claramente que es más probable que los chicos delincuentes procedan de «malas»
familias, según cualquiera de los criterios de «maldad». Pero, de nuevo, una rela
ción específica con un buen padre no es necesaria ni suficiente para un desarrollo
moral normal o avanzado, puesto que la ausencia del padre, el nivel moral del pa
dre y el uso de «buenas» técnicas de educación con el niño, no predicen tal madu
rez. (Speicher-Dubin, 1982).
El contraste entre los hallazgos relativamente claros sobre los efectos desvian
tes de los malos padres y la falta de hallazgos sobre los efectos de la ausencia pa
terna (o de Variaciones normales en las prácticas de educación del niño) en la so
cialización, es teóricamente importante por varias razones.* Limitándome a la
interiorizados en chicos con la presencia del padre que en una muestra de padre ausente con
el mismo cociente intelectual y de la misma clase social (Hoffman, 1969).
* Las implicaciones prácticas de esta conclusión significan una revolución en el trabajo
social actual y en los servicios de salud mental para niños, dirigidos actualmente a ayudar al
niño bajo la suposición de preservar su relación con una familia «mala» pero completa.
ESTADIO Y SECUENCIA! VIA COGNITIVO-EVOLUTIVA.. 183
Para entender mejor el estadio moral, resulta útil situarlo dentro de una secuen
cia del desarrollo de la personalidad. Sabemos que lo individuos pasan por un pro
* En la versión castellana se han respetado las fechas de los escritos que en la versión
original estaban en preparación o en imprenta.
! 86 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
ceso de estadios morales, avanzando un paso a medida que ascienden desde un Es
tadio 1 básico hacia el Estadio 6 o más alto. Hay también otros estadios por ios que
los individuos deben de pasar, quizás los más básicos son los estadios de razona
miento lógico estudiados por Piaget (1947). Después de que el niño aprende a ha
blar, se dan tres grandes estadios evolutivos de razonamiento: el intuitivo, el opera
torio concreto y el operatorio formal. Hacia los siete años, los niños entran dentro
del estadio de pensamiento lógico concreto; entonces pueden ya hacer inferencias
lógicas, clasificar cosas y utilizar relaciones cuantitativas sobre cosas concretas. En
la época de la adolescencia, muchos, pero no todos los individuos entran en el esta
dio de operaciones formales, en donde pueden razonar de forma abstracta. El pen
samiento operatorio formal puede considerar todas las posibilidades, considerar las
relaciones entre los elementos de un sistema, formar hipótesis, deducir conclusio
nes de las hipótesis y probarlas y examinarlas con la realidad. Muchos adolescentes
y adultos alcanzan el estadio de operaciones formales sólo de forma parcial; exami
nan todas las relaciones existentes entre una cosa y otra al mismo tiempo, pero no
consideran todas las posibilidades y no forman hipótesis abstractas.
En términos generales, casi ningún adolescente ni adulto estará por completo en
el estadio de operaciones concretas, muchos estarán en el estadio de operaciones for
males parciales y la mayoría en el estadio más alto de operaciones formales (Kuhn,
Langer, Kohlberg y Haan, 1977). Puesto que el razonamiento moral es claramente
un razonamiento, el razonamiento moral avanzado se basa en un razonamiento lógi
co avanzado. Existe un paralelismo entre el estadio lógico de un individuo y su esta
dio moral. Una persona cuyo estadio lógico es solo operatorio concreto, está limita
da a los niveles morales preconvencionales, Estadios 1 y 2. Una persona cuyo
estadio lógico es solo «bajo» en operaciones formales, está limitada a los niveles
morales convencionales, Estadios 3 y 4. Aunque el desarrollo lógico es una condi
ción necesaria para el desarrollo moral, no es, sin embargo, suficiente. Muchos indi
viduos están en un estadio lógico más alto que el paralelo estadio moral, pero nadie
está en un estadio moral más alto que su estadio lógico (Walker 1980).
Inmediatamente después de los estadios de desarrollo lógico vienen los de percep
ción social o toma de rol o perspectiva social (véase Selman, 1976). Describimos en
parte estos estadios cuando definimos los estadios morales. Estos estadios de toma de
rol describen el nivel en el que la persona ve a otra gente, interpreta sus pensamientos
y sentimientos y considera el papel o lugar que ocupan en la sociedad. Estos estadios
están muy estrechamente unidos a los morales, pero son más generales, puesto que no
tratan simplemente de la justicia y de elegir entre lo correcto y lo incorrecto. El hacer
un juicio de justicia a un cierto nivel es más difícil que simplemente ver el mundo a
ese nivel. Al igual que ocurre con la lógica, el desarrollo de la percepción social de un
estadio ocurre antes, o es más fácil que el desarrollo del estadio paralelo de juicio mo
ral. De la misma manera que hay una secuencia vertical de pasos hacia arriba desde el
Estadio moral 1 al 2 y al 3, así también hay una secuencia horizontal de pasos en mo
vimiento desde la percepción lógica a la social y al juicio moral. Primeramente, los
individuos alcanzan un estadio lógico, digamos que de operaciones formales parcia
les. que les permite ver «sistemas» en el mundo, ver un conjunto de variables relacio
ESTADIOS MORALES Y MORALIZACION: LA VIA . 187
nadas como todo un sistema. Posteriormente los individuos alcanzan un nivel de per
cepción social o toma de rol, en donde ven a otra gente entendiéndose unos con otros
según el lugar que cada uno ocupa en el sistema. Por último alcanzan el Estadio 4 de
juicio moral donde el bienestar y orden del sistema social total o sociedad es el punto
de referencia para juzgar lo «justo» o «correcto». Hemos descubierto que los indivi
duos que se mueven hacia arriba dentro de nuestros programas de educación moral
tienen ya la capacidad lógica y a menudo la capacidad de percepción social adecuada
al estadio más alto hacia el que se mueven (Walker, 1980).
i Dentro de ésta secuencia horizontal, hay un paso final: la conducta moral. El
actuar de forma moralmente alta requiere un alto nivel de razonamiento moral. No
se pueden seguir principios morales (Estadios 5 y 6) si no se entienden o no se
cree en ellos. Se puede, sin embargo, razonar en términos de tales principios y no
vivir de acuerdo con ellos. Hay una serie de factores que determinan si una perso
na en concreto, en una situación concreta, vive de acuerdo con su estadio de razo
namiento moral, aunque el estadio moral es un buen pronosticador de la acción en
diversas situaciones experimentales y naturalistas (Kohlberg, 1969).
Resumiendo, el estadio moral está en relación con el avance cognitivo y la
conducta moral, pero nuestra identificación de estadio moral debe de basarse sólo
en el razonamiento moral.
Los seis estadios morales se agrupan dentro de tres grandes niveles: nivel pre-
convencional (Estadios 1 y 2), nivel convencional (Estadios 3 y 4) y nivel post
convencional (Estadios 5 y 6).
Para entender los estadios, Lo mejor es empezar por entender los tres niveles
morales. El nivel moral preconvencional es el nivel de la mayoría de los niños me
nores de nueve años, de algunos adolescentes y de muchos adolescentes y adultos
delincuentes. El nivel convencional es el nivel de la mayoría de adolescentes y
adultos de nuestra sociedad y de otras sociedades. El nivel postconvencional se al
canza por una minoría de adultos y, normalmente, solo después de los veinte años.
El término «convencional» significa conformidad y mantenimiento de las normas y
expectativas y acuerdos de la sociedad o autoridad por el mero hecho de ser reglas,
expectativas o acuerdos de la sociedad. En el nivel preconvencional, el individuo^
no ha llegado todavía a entender y mantener las normas sociales convencionales.
Siempre hay alguien que a un nivel postconvencional entiende y acepta, en general,
las normas de la sociedad, pero esta aceptación se basa en la formulación y acepta
ción de los principios morales generales que subyacen a estas reglas. En algunos
casos, estos principios entran en conflicto con las normas de la sociedad, en cuyc
caso el individuo postconvencional juzga por principio más que por acuerdo.
Una forma de entender los tres niveles es considerarlos co:no tres difererrites tl_
pos de relaciones entre el yo y las normas y expectativas- de la, sociedr *™-
este punto de vista el Nivel I es una persona preconvencional, pata c vi^^en ^as n01'
18 8 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
mas y expectativas sociales son algo externo a sí mismo; el Nivel II es una perso
na convencional, en la que el yo se identifica con las reglas y expectativas de
otros, especialmente de las autoridades; y el Nivel III es una persona postconven
cional, que ha diferenciado su yo de las normas y expectativas de otios y define
sus valores según unos principios autoescogidos.
V.
Tabla 2.1. Los seis estadios morales
Estadio 2. Indivi Seguir las normas sólo Servir las necesidades Perspectiva individua
dualismo, finali cuando es en inmedia e intereses propios en lista concreta. C ons
dad instrumental, to interés^^eaJ&ujenj un mundo en el que ciencia de que todo el
e intercambio. acfü¡ar^para^onseguir hay que reconocer que mundo tiene sus intere
los propios intereses y otra gente tiene tam ses a perseguir y esto
Ú " necesidades y dejar bién sus intereses. lleva a un conflicto, de
que los demás hagan lo forma que lo correcto es
mismo. Es correcto lo relativo (en el sentidr
que es justo, lo que es individualista concreto)
un intercam bio, un
acuerdo, un trato.
Nivel II: Conven Vivir en la forma en La necesidad de ser Perspectiva del indivi
cional. que la gente de alrede una buena persona duo en relación con
Estadio 3. Mu dor espera de uno o lo ante uno mismo y ante otros individuos. Cons
tuas expectativas que la gente en general los demás. Cuidar de ciencia de sentimientos
interpersonaies, espera de su papel Je otros. Creencia en la compartidos que tienen
relaciones, y con- hijo, hermano, amigo, Regla de Oro, deseo de preferencia sobre los in
íormidad inter- cíc. «Ser bueno» es im mantener las normas y tereses individuales. Re
psrsonal. portante y significa que la autoridad que man laciona puntos de vista a
se tienen buenas inten tengan los estereotipos través de la Regla de
ciones, preocupándose de buena conducta. Oro concreta, poniéndo
por los demás. Signifi se en el lugar de otra
c a ' ¿ambién mantener persona. No considera
unas mutuas relaciones todavía la perspectiva
de gi^titud, lealtad y del sistema generaliza
confianza. do.
SI ADIOS MORALES Y MORALIZACION: LA V 189
Dentro de cada uno de los tres niveles morales hay dos estadios. El estadio se
gundo es una forma más avanzada y organizada de la perspectiva general de cada
nivel más importante. La tabla 2.1 define los seis estadios morales en términos de
(1) lo que está bien, (2) la razón para mantener el bien, y (3) la perspectiva social
tras cada estadio
Joe se interesa por mantener la ley y su razón para ello es el bienestar de la so
ciedad como un todo. De forma clara está hablando como un miembro de la socie
dad. «Una de nuestras reglas es proteger a todo el mundo dentro de nuestra socie
dad». Este interés por el bien de la sociedad surge de que él toma el punto de vista
de «nosotros como miembros de la sociedad», que va más allá del punto de vista
de Joe como un ser concreto, individual.
Vamos a contrastar esta perspectiva convencional de miembro de la sociedad con
la perspectiva preconvencional individual concreta. Esta última es la perspectiva del
individuo en situación de pensar en su propio interés y en los intereses ue otros indi
viduos por los que él puede preocuparse. Siete años antes, Joe, a la edad de diez años
y en respuesta a la misma pregunta, ilustró la perspectiva concreta individual:
P. ¿Por qué no debes de robar en unos almacenes?
R. No está bien robar en los almacenes. Va en contra de la ley. Alguien podría verte
y avisar a la policía.
El «ir en contra de la ley» tiene un significado muy diferente en los dos nive
les. En el Nivel II, la ley se hace por y «todo el mundo», como indica Joe a
los diecisiete años. En el Nivel I, es algo impuesto por la policía y, consecuente
mente, la razón para obedecer la ley es evitar el castigo. Esta razón se deriva de
los límites de una perspectiva de Nivel I, la perspectiva de un individuo que piensa
en sus propios intereses y en los intereses de otros individuos aislados.
Vamos a referimos ahora a la perspectiva del nivel postconvencional. Es c orno
la preconvencional en el sentido de que vuelve al punto de vista del individuo más
qué a tomar el punto de vista de «nosotros miembros de la sociedad». El punto de
vista individual que se toma en el nivel postconvencional, sin embargo, puede ser
universal; es el de cualquier individuo moral racional. Consciente de la perspecti
va de miembro de la sociedad, la persona postconvencional se la cuestiona y rede-
fíne en términos de una perspectiva moral individual, de manera que las obligacio
nes sociales se definen en formas que se pueden justificar a cualquier individuo
moral. El compromiso d§,un individuo con la moralidad básica o con principios
morales está visto como necesario para su toma de perspectiva de sociedad o acep
tación de las leyes y valores de la sociedad. Las leyes y valores-de la sociedad, a
su vez deben de ser tales, que cualquier persona razonable pudiera comprometerse
con ellas, cualquiera que sea el papel de la per j ?. sociedad y cualquier so
ciedad a la que la persona pertenezca. La perspectiva postcbnvencional es, pues,
prioritaria a la sociedad; es la perspectiva de un individuó que se ha comprometi
do moralmente o que mantiene los niveles en los que debe de estar basada una so
ciedad buena y justa. Es ésta una perspectiva por la que (1) una sociedad particu
lar o un conjunto de prácticas sociales se deber de juzgar y (2) \ina persona puede,
de forma racional, comprometerse con la sociedad.
192 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
La malicia de robar está en que viola los derechos morales de los individuos,
que son anteriores a la ley y a la sociedad. Los derechos de propiedad vienen de
derechos humanos más universales (tales como las libertades que no se interfieren
eii la libertáu de otros). Las exigencias de la ley y de la sociedad derivan de dere
chos morales universales, más que viceversa.
Debe de observarse que la referencia a las palabras derechos o moralmente co
rrecto o conciencia, no necesariamente distingue la moralidad convencional de la
postconvencional. El orientarse a lo moralmente correcto o seguir el dictamen de
la conciencia en contraposición a seguir la ley, no necesita indicar la perspectiva
postconvencional del individuo moral racional. Los términos moralidad y con
ciencia pueden usarse para referirse a normas y valores dé grupos que están en
conflicto con las leyes civiles o con las reglas del grupo mayoritario. Para un testi
go de Jeová que ha ido a la cárcel por «conciencia», la conciencia puede querer
decir la ley de Dios interpretada por su secta o grupo religioso, más que el punto
de vista del individuo orientado hacia principios o valores morales universales.
Para considerarlas postconvencionales, estas ideas o términos tienen que usarse de
forma que quede claro que tienen un fundamento para un individuo racional o mo
ral que todavía no se ha comprometido con ningún grupo o sociedad o con su pro
pia moralidad. «La confianza», por ejemplo, es un valor básico tanto a nivel con
vencional como postconvencional. A nivel convencional, la honradez es algo que
uno espera de los demás en una sociedad. Joe, a los diecisiete años, lo expresa así:
P. ¿Por qué se debe de cumplir lo prometido?
R. La amistad se basa en la confianza. Si no te puedes fiar de una persona, no hay
mucha base para tratar con ella. Uno debe intentar ser tan digno de confianza
como pueda porque la gente te recuerda por esto y se te respeta más si se puede
confiar en ti.
A este nivel convencional Joe considera la honradez como alguien honrado así
como alguien que podría romper una confianza. Ve que el individuo necesita ser
digno de confianza no sóio para asegurarse el respeto y para mantener relaciones
sociales con otros, sino también porque, como miembro de la sociedad, espera la
confianza de los demás en general.
/ Al nivel postconvencional, los individuos dan un paso adelante. No asumen
automáticamente que están en urii^sociedad en la que necesitan la amistad y respe
to de otros individuos/Consideran cambio por qué una sociedad o relación so
ESTADIOS MORALES Y MORALIZACION! LA VIA . 193
cial presupone una confianza, y por qué el individuo debe de ser digno de confian
za si quiere formar parte de la sociedad. A los veinticuatro años, Joe se muestra
postconvencional en su explicación de por qué debe de cumplirse una promesa:
Creo que las relaciones humanas en general se basan en la confianza, en fiarse
de otros individuos. Si no hay forma de fiarte de nadie, no puedes tratar con nadie y
esto te hace sentirte sólo. Todo lo que haces durante el día está en relación con algún
otro, y si no lo haces sobre unas bases justas es un caos.
Hemos definido una perspectiva moral postconvencional según las razones del
individuo de por qué algo está bien o mal. Necesitamos ilustrar esta perspectiva
cuando está en situación de tomar una situación real o de definir lo que está bien.
La persona postconvencional es consciente del punto de vista moral que cada indi
viduo debe adoptar en una situación de conflicto moral. Más que definir expectati
vas y obligaciones desde el punto de vista de roles en la sociedad, como lo haría
cualquiera a nivel convencional, el individuo postconvencional mantiene que las
personas en estos roles deben orientarse hacia un «punto de vista moral». A la vez
que el punto de vista moral postconvencional reconoce también las establecidas
obligaciones socio-legales, el reconocimiento de obligaciones morales puede to
mar prioridad cuando los puntos de vista moral y legal entran en conflicto.
A los veinticuatro años Joe refleja el punto de vista moral postconvencional
como una perspectiva de toma de decisión en respuesta al dilema de Heinz sobre
robar una medicina para salvar a su esposa (veáse «Los nueve dilemas hipotéti
cos», Apéndice B):
Comenzaremos por los dos estadios más fáciles de explicar, los Estadios 3 y 4,
que se incluyen dentro del nivel convencional. En la sección anterior hemos hecho
mención a la perspectiva aislada individual de los Estadios 1 y 2 y la contrastába
mos con la perspectiva de Joe a los diecisiete años, perspectiva de un inexperto
miembro de la sociedad y que pertenece al Estadio 4. La afirmación de Joe sobre
la importancia de la honradez al tratar con otros, refleja claramente la perspectiva
del que toma el punto de vista del sistema social. La perspectiva social en el nivel
3 es menos consciente del punto de vista de la sociedad o del bien de la totalidad
de la sociedad. Como ejemplo de Estadio 3 vamos a considerar la respuesta de
Andy a un dilema sobre si contar a su padre la desobediencia de un hermano, des
pués de que el hermano se lo ha confiado.
Debería pensar en su hermano, pero es más importante ser un buen hijo. Tu pa
dre ha hecho tanto por ti. Si no se lo dijera, tendría remordimiento de conciencia más
que hacia mi hermano, porque mi padre no confiaría en mí. Mi hermano lo entende
ría; mi padre ha hecho mucho por él también.
Por una parte estaba bien decírselo porque su pac¿e podría pegarle. Por otra par
te no estaba bien porque es su hermano el que le va a pegar si lo cuenta.
ESTADIOS MORALES Y MORALIZACION: LA VIA . 195
Para Joe, el punto de vista moral no es todavía algo prioritario al punto de vista
legal. Para él tanto la ley como la moralidad se derivan de los derechos y valores
individuales, y los dos están más o menos al mismo nivel. En un Estadio 6, la obli
gación se define según unos principios universales éticos de la justicia. He aquí
una respuesta de Estadio 6 al dilema de Heinz:
Legalmente está mal pero moralmente está bien. Los sistemas de leyes son válidos
sólo en tanto en cuanto reflejan el tipo de ley moral que todos los seres racionales pueden
aceptar. Uno debe de considerar la justicia personal implicada, que es la raíz del acuerdo
social. La base de la creación de una sociedad es la justicia individual, el derecho de cada
persona a una consideración igual de sus derechos en cualquier situación, no sólo las que
se puedan codificar por una ley. La justicia personal significa, «Considerar a cada perso
na como un fin, no como un medio».
Esta respuesta indica una conciencia muy clara de un punto de vista moral ba
sado en un principio («Considera a cada persona como un fin, no como un me
dio») lo cual es más básico que el punto de vista sociolegal.
Aunque todas estas orientaciones se pueden utilizar por un individuo, mis cole
gas y yo afirmamos que la estructura esencial de la moralidad es una estructura de
justicia. Las situaciones morales son de conflicto de perspectivas o interés; los
principios de justicia son conceptos para resolver estos conflictos, para dar a cada
uno lo que se le debe. En un sentido, la justicia puede hacer referencia a las cuatro
orientaciones. El mantenimiento de la ley y el orden se puede considerar como
justicia (orden normativo) y maximizar el bienestar del grupo se puede considerar
como justicia (consecuencias de utilidad). En definitiva la parte central de la justi
ESTADIOS MORALES Y MORALIZACION: LA VIA 197
Declaración 1
P. ¿Tenía Heinz que haber hecho esto?
R. No tendría que hacerlo.
P. ¿Porqué?
R. Porque luego se convertiría en un ladrón si le cogieran y le llevarían a prisión.
Según la Tabla 2.2., esta afirmación revela las siguientes concepciones morales
de Estadio 1:
1. Reglas: Es malo robar o quebrantar las leyes cualquiera que sea la razón,
«sería un ladrón», es una violación de la ley y de la policía.
2. Conciencia: Está mal porque lleva un castigo.
Declaración 2
P. ¿Es el deber de un marido el robar?
R. Creo que no.
Estadio 1
1. Reglas: Cree que Heinz no debe de robar la medicina, porque robar es malo,
cualquiera que sea el motivo; está en contra de la ley y viola el poder superior
de la policía.
2. Conciencia: La preocupación por lo incorrecto del robar está en el miedo al
castigo.
3. Altruismo: Piensa en su propio bienestar, no en el de otra gente, como su mu
jer.
4. Obligación: La obligación es sólo lo que él tiene que hacer, un marido no tiene
que robar para su mujer.
5. Propio interés: Se rinde al poder y al castigo allí en donde el propio interés ra
cional diría que se defendiera a sí mismo o tratara de salir impune.
6. Toma de rol: Puesto que el Estadio 1 no ve las cosas desde el punto de vista de
otras personas y no supone que los demás vean las cosas desde el punto de vis
ta de uno, espera un castigo por robar, sin importar por qué hizo lo que hizo.
7. Justicia: La justicia en el castigo es simplemente la retribución por cometer un
delito, por quebrantar la ley.
200 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Declaración 3
P. Si te estuvieras muriendo de cáncer pero estuvieras suficientemente fuerte, ¿ro
barías la medicina para salvar tu propia vida?
R. No, porque aunque tuvieras tiempo para coger la medicina, la policía te llevaría
a prisión y morirías allí de todas maneras.
Estadio 2 Es su inmediato valor al marido y a Todo el mundo quiere vivir más que
la mujer. Asume que el marido pen nada. Puedes reponer la propiedad
saría que la vida de la mujer merece pero no la vida.
la pena com o para robar, pero no
está obligado si a él su mujer no le
gusta lo suficiente. El valor de la
vida para una persona que no es su
poseedora, depende de la relación;
no robarías por salvar la vida de un
simple amigo o conocido.
Estadio 4 Aunque se crea que el robar está La vida es valiosa porque D ios la
mal, se entiende el valor general o lo creó y la hizo sagrada.
sagrado de la vida humana o la regla O la vida es valiosa porque es básica
o norma para salvarla. Sagrado signi a la sociedad; es un derecho básico
fica que todos los demás valores no de la gente.
se pueden comparar con el de la
vida. Es un valor general; la vida es
valiosa independientemente de la re
lación hacia la otra persona, aunque
esto no te obliga a robar.
Estadio 5
Se reconoce que en esta situación el Todo el mundo o la sociedad debe,
derecho a la vida de la esposa está moral y lógicam ente, anteponer el
por encima del derecho a la propie derecho a la vida de cada individuo a
dad del farm acéutico. Hay cierta otros derechos, como el derecho a la
obligación de robar para alguien que propiedad.
se está muriendo; todo el mundo tie
ne derecho a vivir y a que se le salve
la vida.
ESTADIOS MORALES Y MORALIZACION: LA VIA 203
solo dos valores en cada una de las tres historias. La forma estándard, Forma A,
contiene tres historias que cubren seis valores tal y como exponemos a continua
ción:
Historia III: Heinz roba la medicina
Valores: Vida, propiedad
Historia II: El juez debe de decidir si castiga a Heinz
Valores: Conciencia, castigo
Historia I: El padre rompe una promesa hecha a su hijo
Valores: Contrato, autoridad
Existe una segunda forma, Forma B, con fines de retests, con historias diferen
tes que cubren los mismos valores.
El manual para evaluar el valor de forma estándard presenta juicios de‘criterio
que definen cada estadio sobre cada carácter para cada historia. Un juicio demerite-
rio es el modelo de razonamiento que es más distintivo de un estadio dado. En teo
ría, tal razonamiento es la consecuencia de la definición estructural del estadio.
Empíricamente el juicio de criterio se usa por un número considerable de sujetos
en ese estadio (definido por su puntuación global) y no en otros estadios.
En la antigua entrevista de puntuación de la frase, las frases se ajustaban a fra
ses «prototipo» de cada estadio de un manual. En cierto sentido, el nuevo sistema
vuelve a este procedimiento, pero con controles./Él primer control es para la pre
sencia de la respuesta según el contenido o valor de la respuesta/El nuevo sistema
elimina el problema de si un juicio de criterio en un cierto estadio no se expresa
porque el sujeto no tiene una estructura de estadio para ese concepto, o si no se ex
presa porque el contenido ( o valor) de la respuesta no se ha sonsacado por medio
de la entrevista. El segundo control diferencia entre acoplamiento a una frase ver
bal y acoplamiento a un juicio de criterio. Por parte de la unidad de respuesta, esto
implica qué la unidad de interpretación es mayor que la frase. Implica también que
la estructura de estadio del juicio de criterio se clarifica o distingue de los ejem
plos o ejemplares particulares.
La metodología para establecer la puntuación estándard es como la metodolo
gía de Loevinger (Loevinger y Wessler, 1970) para evaluar el estadio del ego, en
el sentido de que las pruebas de criterio se definen por referencia a su uso por indi
viduos que han sido clasificados en estadios de forma intuitiva/La diferencia está,
sin embargo, en que los juicios de criterio no son el resultado ae un completo aná
lisis empírico de las pruebas; deben más bien encajar lógicamente en la descrip
ción teórica del estadio. /
En mi opinión este sistema de evaluación va lo más lejos posible en dirección
a una estandarización o nivelación a la vez que mantiene una validez teórica. Defi
nimos «validez» como la verdadera, medida de desarrollo, es decir, de secuencia
invariante longitudinal. Una idea más común de la validación de un test es la pre
dicción a partir de un test a cierto criterio externo al test, del cual el test sé supone
que es un indicador./ÍJtilizando esta última idea, algunas personas suponen que un
test de juicio moral debe de validarse por predicción de la «conducta moral»/ En
ESTADIOS MORALES Y MORALIZACION: LA VIA 205
este sentido, los test de «conocimiento moral» de Hartshome y May (1928-30) fra
casan en validez, puesto que no predicen bien la conducta moralmente conformista
en los experimentos o evaluaciones. Hemos discutido que el desarrollo del estadio
moral predice la madurez de la conducta moral mejor que las mediciones de Harts
home y May; pero también hemos discutido que la conducta moral no es un criterio
externo adecuado para «validar» un test de juicio moral. Desde el punto de vista de
la teoría cognitivo-evolutiva, la relación entre el desarrollo de juicio y la acción es
algo a estudiar y teóricamente conceptualizado; el tema no es cuestión de «validar»
un test de juicio mediante una correlación cuantitativa con la conducta.
Utilizando la idea de validación externa del criterio, otras personas han consi
derado que un test de desarrollo moral debe de validarse por su relación con la
edad, significado clave del término evolución/ A la vez que nuestra medición de la
madurez del juicio moral está correlacionada con la edad cronológica en adoles
centes entre los diez y dieciocho años (r = +.71), tal correlación no significa «vali
dar». Hay muchos adultos moralmente inmaduros, de manera que un test que ma-
ximizase la correlación con la edad se referiría ecológicamente a la edad pero:
tendría poca relación con el desarrollo morajl.El criterio de validez del desarrolló
del juicio moral es la validez de la construcción, no la predicción de un criterio ex
terno. La validez de la construcción significa aquí el acoplamiento de los datos ob
tenidos por medio de un test a los componentes primarios de su definición teórica.
;La definición teórica primaria de desarrollo moral estructural es la de una organi
zación que pasa a través de estadios secuenciales invariantes./fel método de estadio
estructural satisface este criterio en el sentido de que los datos longitudinales eva
luados muestran un cambio por estadios de forma invariante. El criterio para la va
lidez de nuestro nuevo test-tipo del razonamiento moral está en congruencia, o
predice, la puntuación estructural.
La validez de una medida de desarrollo moral tiene una dimensión filosófica o
ética, así como una dimensión psicológica, es decir, el requerimiento de que un es
tadio moral más altó sea una forma de razonamiento filosóficamente más adecua
da que un estadio más bajo (respecto a unos dilemas morales). Este es un juicio
sobre formas de pensamiento, no una graduación del valor moral del individuo.
Mantengo (Kohlberg, 1971b) que cada estadio más alto de razonamiento es una
forma más adecuada de resolver problemas morales juzgados por criterios filosófi-
co-morales. /Esta afirmación está, de nuevo, hecha por estadios estructurales de
evaluación; un test «estandartizado» puede decirse que es válido siempre que se
correlacione o prediga un estadio estructural.^
Una teoría alternativa a la medición estandartizada del desarrollo moral está
declarada en la presentación de Rest de su Test de definición de valores (1976).
Rest se apoya primeramente en la teoría más usuaLde la construcción y validación
de un test empírico. La construcción de un test se hace por un análisis empírico de
las pruebas. El test está concebido como para evaluar una continua variable de la
madurez moral más que unos discontinuos estadios cualitativos|La validación de
un test se define primeramente por las correlaciones con diversos criterios, tales
como la edad, haber estudiado filosofía moral, etc. Rest, lo mismo que mis colegas
206 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
1. Las ideas utilizadas para definir los estadios son las ideas de los sujetos, no
las nuestras. Las conexiones lógicas entre las ideas definen un estadio dado.
El análisis lógico de las conexiones en el pensamiento de un niño es en sí
mismo teóricamente neutro. No está condicionado a una teoría psicológica
más que lo está el análisis de un filósofo sobre las conexiones lógicas en el
pensamiento de Aristóteles.
2. El hecho de que un estadio posterior incluye y presupone el estadio anterior
es, de nuevo, un asunto de análisis lógico, no de teoría psicológica.
ESTADIOS MORALES Y MORALIZACION: LA VIA . 207
5. Las influencias ambientales dentro del desarrollo moral están definidas por
la calidad y extensión general del estimulo cognitivo y social a través del
desarrollo del niño, más que por las experiencias especificas con los padres
o las experiencias de disciplina, castigo y premio.
Estos supuestos contrastan de forma marcada con los de las teorías del
«aprendizaje social», o «socialización» de la moralidad. El trabajo de Aronfreed
(1968), Bandura y Walters (1959), Berkowitz (1964), Hoffman (1970), Miller y
Swanson (1960), Sears, Rau y Alpert (1965), y Whiting y Child (1953) puede
incluirse en esta categoría. Las teorías del aprendizaje social suponen lo siguien
te:
Al entender los efectos del entorno social en el desarrollo moral debemos con
siderar las oportunidades que el niño tiene de proveerse de una toma de rol en el
entorno. Las variaciones en las oportunidades de toma de rol existen según la rela
ción de los niños con sus familias, sus grupos de amigos, su escuela y su nivel so
cial en relación a una estructura de la sociedad más amplia como es la económica
y la política.
Con respecto a la familia, la disposición de los padres de permitir y fomentar el
diálogo sobre aspectos de valor, es uno de los determinantes más claros del avance
de estadio moral en los niños (Holstein, 1968). Tal intercambio de puntos de vista
y de actitudes es parte de lo que llamamos «oportunidades de toma de rol.» Res
pecto a grupos de la misma edad, los niños con alta participación en grupos de
compañeros están más avanzados respecto al estadio moral, que los que tienen una
baja participación. Respecto al estatus en una sociedad más amplia, el estatus so
cioeconómico se correlaciona con el desarrollo moral en diversas culturas, Kohl
berg y Candee, editores, en preparación). Esto se debe, creemos, al hecho de que
los niños de clase social media tienen más oportunidades de tomar el punto de vis
ta de los roles más distantes, impersonales e influyentes de las instituciones bási
cas de la sociedad (ley, economía, gobierno) que las que tienen los niños de clase
social más baja. En general, cuanto más alta sea la participación de un niño indivi
dual en un grupo o institución social, más oportunidades tiene ese niño de tomar
las perspectivas sociales de otros. Desde este punto de vista, la amplia participa
ción en cualquier grupo no es esencial para el desarrollo moral pero lo es la parti
cipación en algún grupo. No sólo es necesaria la participación, sino que lo es tam
bién la reciprocidad de la toma de rol. Si, por ejemplo, los adultos no consideran el
punto de vista del niño, el niño puede no comunicarse o no tomar el punto de vista
del adulto.
Para ilustrar los entornos de extremos opuestos en oportunidades de toma de
rol, podemos mencionar un orfanato americano y un kibutz israelí. De todos los
entornos que hemos estudiado, el orfanato americano tenía niños a los niveles más
bajos, Estadios 1 y 2, incluso en la adolescencia (Thrower, en Kohlberg y Candee,
editores, en preparación). De todos los entornos estudiados, un kibutz de Israel te
nía niños a los niveles más altos, con adolescentes principalmente en Estadio 4 y
con un considerable porcentaje en Estadio 5 (Reimer, 1977). Tanto el entorno del
orfanato como el del kibutz llevaban consigo una baja interacción con los padres,
pero los dos entornos diferían de forma importante en otros aspectos. Los huérfa
nos americanos no sólo carecían de interacción con los padres sino que tenían muy
poca comunicación y toma de rol con los empleados. A-a relación entre los niños
era incompleta, con muy poca comunicación y con ninguna estimulación o super
visión de la interacción del grupo por parte del personal. Se sugirió que la carencia
de oportunidades de toma de rol causó un retraso en la toma de rol así como en el
juicio moral. Esta sugerencia se hizo por el hecho de que los niños del orfanato hi
cieron mal una prueba de toma de rol que fue pasada por casi todos los niños de su
edad cronológica y mental/Por el contrario, los niños del kibutz estaban ocupados
en una intensa interacción entre compañeros, supervisada por un jefe de grupo que
ESTADIOS MORALES Y MORALIZACION: LA VIA . 211
En el test sobre el juicio moral, este chico empezaba a mostrar una preocupa
ción por el afecto, las promesas, etc, típico de un Estadio 3; pero en su mundo ta
les cosas no significaban nada. La madre de este chico es de Estadio 2, pero el en
torno del orfanato no ofrece un mundo moral de estadio más alto. Aunque las
monjas que dirigen este orfanato en concreto son, a nivel personal, convencional
mente morales, su ideología moral se traduce a una estructura de justicia que este
chico percibe como de Estadio 1. Dice el chico:
212 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
tructuraciones similares en las relaciones del yo con los valores de otras áreas tales
como el éxito en el trabajo, el arte, la política, la religión, etc.
Nosotros sin embargo mantenemos que existe una unidad y consistencia con
las estructuras morales, que las singulares características de las estructuras mora
les se definen por una filosofía moral formalista y que el tratar al desarrollo moral
como una simple faceta del desarrollo del ego (o cognitivo) significa omitir mu
chos de sus problemas y características específicos. Creemos que:
1. El desarrollo cognitivo o las estructuras son más generales que, y están in
cluidas en, las estructuras del ego y en el juicio moral.
2. Las generalizadas estructuras del ego (modos de percibir las relaciones so
ciales y el yo) son más generales que, e incluyen, las estructuras morales.
3. El desarrollo cognitivo es una condición necesaria pero no suficiente para el
desarrollo del ego.
4. Hay ciertos rasgos del desarrollo del ego que son condición necesaria pero
no suficiente para el desarrollo de las estructuras morales.
5. Cuanto más alto es el estadio moral, más diferente es del paralelo estadio de
ego.
Aunque estas afirmaciones sugieren una alta correlación entre las medidas de
desarrollo del ego y las medidas del desarrollo moral, tal correlación no implica
que el desarrollo moral pueda definirse simplemente como una división o área de
desarrollo del ego. Se puede encontrar una estructura moral distinta de las estruc
turas del ego, sólo si los estadios morales se definen primero de forma más especí
fica que las utilizadas para caracterizar el desarrollo del ego. Si esta especificación
no se hace en la definición inicial del desarrollo moral, nos vemos limitados a dis
currir que el desarrollo moral es simplemente un aspecto del desarrollo del ego,
como han hecho Peck y Havighurst (1960) y Loevinger y Wessler (1970). La inca
pacidad de Loevinger de diferenciar las unidades morales de las unidades no mo
rales en su medición del desarrollo del ego, demuestra sencillamente que sus crite
rios del desarrollo moral no fueron más específicos que sus criterios generales de
desarrollo del ego.
En resumen, una amplia teoría psicológica cognitivo-evolutiva de la moraliza
ción es una teoría del desarrollo del ego. Más aún, para entender el funcionamien
to moral, el estadio moral del individuo debe de situarse dentro del contexto más
amplio de su nivel de ego. El ver los estadios morales como simples reflejos del
nivel de ego es, sin embargo, perder la capacidad de definir teóricamente, y de en
contrar empíricamente un orden en el campo específicamente moral de la person-
salidad humana.
Segunda Parte
Estadios morales: Una formulación actualizada y
respuesta a los críticos
Durante aproximadamente veinte años la teoría de los estadios de razonamien
to moral de Kohlberg ha sido reconocida como la más importante perspectiva cog-
nitivo-estructural sobre el desarrollo moral. Detalladas formulaciones de esta teo
ría (en el orden escrito) y las diferentes afirmaciones sobre ella pueden encontrarse
en el Capítulo 1 de este volumen, «Estadio y secuencia» (1969); Capítulo 4 del
Volumen I, «Del Es al Debe» (1971); Capítulo 2 de este volumen, «Estadios mo
rales y moralización» (1976); y el Capítulo 5 del primer volumen, «La justicia
como reversibilidad» (1978). Además de las discusiones de varios aspectos psico
lógicos y filosóficos, estas declaraciones ofrecen (a) descripciones de la jerarquía
del estadio, (b) discusiones de los cambios que se han dado en los métodos que
mis colegas y yo utilizamos para puntuar el razonamiento moral, y (c) datos que
apoyan nuestra idea de que el desarrollo moral pasa por nuestra jerarquía de esta
dios a través de una secuencia invariante, independientemente de las variedades
interculturales en las normas y creencias morales.
Este trabajo ha suscitado una gran polémica durante los últimos diez años. Al
gunos estudiosos han desafiado las demandas etico-normativas y de corte cultural;
otros han discutido que la teoría y el método son sexualmente tendenciosos y fra
casan en describir adecuadamente y en documentar una idea teóricamente comple
ta del campo moral. Los Capítulos 3 y 4 presentan nuestro punto de vista sobre és
tos y otros aspectos; el Capítulo 4 responde de forma específica a las críticas más
importantes hechas a nuestro trabajo.
La segunda parte se dedica a dos aspectos. En el Capítulo 3 presentamos una
sistemática y detallada argumentación sobre la actual formulación de la teoría de
Kohlberg. Este capítulo (a) describe la teoría como una reconstrucción racional de
la ontogénesis de los estadios del razonamiento de la justicia; (b) ofrece una argu
mentación de los supuestos metaéticos subyacentes a la teoría; (c) hace distinción
entre los supuestos ético- normativos y los metaéticos que nosotros mantenemos y
(d) detalla nuestra idea del campo moral. Además de ésto, dirigimos nuestra aten
ción a las diferencias que hacemos entre estadios «duros» y «blandos», entre for
ma y contenido, y entre subestadios A y B. Por último, discutimos la naturaleza de
nuestras actuales posiciones respecto a los Estadio 6 y 7 y ponemos al lector al día
218 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
VISION GENERAL
mas son útiles y quizá cruciales para entender mi perspectiva y el momento ac
tual de la teoría.
Habermas comienza por contrastar «el hermeneuticismo extremo» con el posi
tivismo, como vías para la metodología de la ciencia social.
«El hermeneuticismo extremo está representado por Gadamar (1975), que decía
que el estudio científico social es básicamente una cuestión de interpretación de los
trabajos particulares o «textos» no diferente de la interpretación practicada en las
ciencias humanas en campos de estudio tales como la crítica literaria o la historia.
Como contraste complementario, los positivistas mantienen que no hay problemas
generales de interpretación de la ciencia social, solo existen aspectos de términos Teó
ricos en operación, test de la validez y fiabilidad de los tests o instrumentos concre
tos, y la prevención de que el experimentador o el observador sean tendenciosos en
estos tests. Ultimamente se ha dado un cambio interpretativo en gran parte de la
ciencia social, cubriendo formas de interpretación tan fenomenológicas y particula
res como la etnometodología.» (Habermas, 1983, p. 251).
* El rechazo positivista a tratar las frases como juicios morales para interpretarse como
comunicaciones se indica por un intercambio a principios de los años 60 cuando yo enseña
ba en Yale, que todavía era baluarte del conductismo. Di una conferencia sobre mi investi
gación sobre el desarrollo del juicio moral y puse una cinta magnetofónica con respuestas
de niños al dilema de Heinz, representando diferentes estadios. Al terminar la cinta, un
oyente preguntó, «¿Por qué nos ofrece usted estos ejemplos de conducta verbal?». El resul
tado fue no sólo un cierto cinismo sobre la relación entre el razonamiento moral y la acción
moral, sino un rechazo a aceptar que el estudio tanto del razonamiento moral como de la ac
ción moral podrían dar paso a un fidedigno conocimiento si estuviera basado en una actitud
interpretativa.
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 227
dio 2 sean egoístas o manipulativas, puesto que tienen una preocupación tan ge
mina. por lo justo o correcto como la que tienen los individuos con pensamiento
de Estadio 5.Saber que el pensamiento de alguien es de Estadio 2, no es decir que
la persona no se comporte moral o justamente; es reconocer su sentido de la justi
cia o rectitud, ayudar a entender su punto de vista. Un buen entrevistador o árbitro
del juicio moral, lo mismo que un buen abogado, comienza su estudio viendo el
mundo a través de los ojos del entrevistado». Dicho de otro modo, como dice Ha-
bermas (Haan y otros, 1983) «El intérprete entiende lo que el autor pudo querer
decir sólo hasta el punto en queeritiénde las razones que permiten que la exposi
ción del autorjparezca racional. Así pues, el intérprete entiende el significado de
su texto sólo hasta el punto en que él considera por qué el autor se sintió con dere
cho a poner a consideración como verdaderas ciertas afirmaciones, a reconocer
como correctos ciertos valores y normas, a expresar como sinceras ciertas expe
riencias» (Habermas, 1983, p.257).
Vamos ahora a ensamblar la idea hermeneútica de Habermas con nuestra teoría
cognitivo-estructural. El primer significado de cognitivo para nosostros es que las
observaciones de otros se hacen de forma fenomenológica, es decir, intentando
ponerse en el papel del otro, ver las cosas desde su punto de vista consciente. Se
gundo, por cognitivo queremos decir que entrevistar y puntuar son actos de «inter
pretar un texto» en tomo a algunas categorías filosóficas compartidas del signifi
cado. Puesto que cada uno de nosotros ha pasado por los estadio morales y ha
mantenido el punto de vista de cada estadio, deberíamos de ser capaces de situar
nos dentro del marco interno de un estadio dado. Entender a otros, ponerse en el
marco de otros, es ser capaz de generar a partir de sus declaraciones otras declara
ciones que ellos pueden hacer o hacen desde ese marco, no porque estamos impo
niéndoles un marco para predecir futuros actos del habla, sino porque podemos or
ganizar el mundo como ellos lo hacen; es decir, de momento podemos compartir
sus significados. Estos dos principios están implicados en el ejemplo de analizar la
estructura de la filosofía de Aristóteles. Podemos clasificar la filosofía de Aristóte
les dentro de un tipo general (por ejemplo naturalista, teleológico o perfeccionista)
que representa una clase de filosofías, pero tal clasificación tiene sentido sólo des
pués de que hemos trazado el modelo del pensamiento de Aristóteles y visto la
naturaleza y cultura humana a través de sus ojos. Como dijo una vez William Ja
mes «elaborar el significado de un autor a partir de los diferentes textos no tiéne
sentido a no ser que antes se haya entendido bien la parte central de su visión me
diante un acto de imaginación». No podemos, desde luego, exigir de los puntuado-
res del juicio moral un potencial duradero para los «actos de imaginación» en el
sentido completo, pero deberíamos de tener en cuenta la declaración de James.
«Cognitivo» significa, pues, no sólo (1) la actividad fenomenológica o imagi
nativa de toma de rol y (2) la búsqueda de relaciones y transformaciones lógicas o
inferenciales, sino también (3) la definición de la estructura del sujeto en términos
de los significados que él encuentra en el mundo. Describimos al sujeto según sus
percepciones del mundo y de los significados que el mundo tiene para él, no según
las palabras que se refieren a entidades hipotéticas «dentro» de la mente del sujeto,
228 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
como el «superego». Para nosotros, los juicios morales se refieren a los significa-
dos morales del mundo (por ejemplo a leyes, y estados de justicia), y para enten
der este hecho nuestra discusión de entrevistas ha recalcado el punto de que la en
trevista es un diálogo, una comunicación entre dos personas.
La anteriormente mencionada visión hermenéutica de los actos de entrevistar y
puntuar me llevó a rechazar, por inapropiado, el uso de una vía psicométrica o es
tandartizada para entrevistas y puntuación. Como es ya bien sabido, mi primera
aproximación metodológica utilizaba «entrevistas clínicas» y valoraciones clínicas
de un valor. En 1975, algunos de mis colegas y yo comenzamos a elaborar un ma
nual estandartizado de puntuación del valor y una entrevista estandard para eva
luar el razonamiento moral. El resultado de este trabajo es el instrumento de medi
da actualmente utilizado y descrito en Colby y otros, (1983). Es un instrumento
que creemos que nos permite tener nuestro pastel psicométrico e interpretarlo her-
meneúticamente también.
Este cambio de un método de puntuación intuitivo a una técnica estandartizada
de puntuación nos parece que refleja un cambio de una idea de la interpretación
como arte a una idea de la interpretación como «ciencia», es decir, como actividad
investigativa que utiliza un método razonablemente fidedigno de observación.
Este «método», sin embargo, se basa todavía en la postura comunicativa y enfática
de un interprete, no en una postura positivista de alguien que trata de clasificar y
predecir la «conducta» como algo diferente del significado.
Habermas apunta hacia una dificultad en aceptar la ciencia social como inter
pretativa, pero todavía una ciencia. Esta dificultad surge del hecho de que la inter
pretación no tiene valor neutro, sino que es más bien normativa.
«Hay tres consecuencias del hecho de que entender lo que se dice requiere una
participación, no solo observación. Una dificultad es que lo que se entiende como
actitud de actuación, necesaria para la interpretación, tiene que subordinarse a la ac
titud objetivizante. Otra gran dificultad es el impacto de los valores sobre el discurso
de establecer los hechos. Estas dificultades se deben al hecho de que el marco teóri
co para un análisis de la conducta diaria (juicios morales) debe de conectarse con el
marco de las interpretaciones diarias del propio participante (de los juicios morales).
Estas interpretaciones están ligadas tanto a las cognitivas como no cognitivas recla
maciones a la validez, mientras que las propiedades teóricas están simplemente refe
ridas a la verdad. Estas consecuencias del papel participativo de un intérprete ame
nazan la misma neutralidad de valor y la independencia del contexto, que parecen
condiciones necesarias para la objetividad del conocimiento teórico. Sin embargo
Charles Taylor (1971) y Alvin Gouldner (1972) han argumentado, de forma convin
cente, en contra de la posibilidad del lenguaje neutro de valor en nuestro campo.»
(Habermas, 1.983, p. 257)
Lo arriba expuesto es consistente con nuestro punto de vista. Los juicios mora
les que nosotros puntuamos, no sólo son juicios normativos, sino que nuestra teo
ría , sobre la cual se basa nuestro sistema de puntuación, es en sí misma normativa
por naturaleza. A la vez que estamos en contra de clasificar a las personas dentro
de «compartimentos», nuestro procedimiento de puntuación no especifica una ac
titud neutra de valor hacia los juicios morales de los sujetos. Al contrario, nuestra
teoría y nuestro método presuponen una postura hacia la mayor o menor racionali
dad moral de los juicios morales que se interpretan. Por lo tanto, nuestras interpre
taciones de estadio no son neutras de valor; implican alguna referencia normativa.
En este sentido, nuestra teoría de estadios es básicamente lo que Habermas llama
una «reconstrucción racional» del progreso evolutivo. Nuestra teoría es una re
construcción racional porque (a) describe la lógica evolutiva inherente al desarro
llo del razonamiento de justicia con la ayuda del (b) criterio normativo del Estadio
6 que se considera como el estadio más adecuado (más reversible) del razona
miento de justicia.
Es por estas razones arriba mencionadas que nuestra teoría requiere de un aná
lisis filosófico moral así como de un análisis científico social, aunque no necesita
reclamar que ha establecido una «prueba» filosófica por sí misma. Dada la necesi
dad de una reconstrucción normativa, sin embargo, ¿es posible tener una teoría so
cial científica basada en una interpretación que se pueda medir empíricamente?
Habermas dice:
que prometan generar alguna clase de conocimiento objetivo y teórico. Tal conoci
miento objetivo y teórico creado dentro de un modelo hermeneútico depende de las
teorías consideradas como reconstrucciones racionales de los significados tácitos de
las experiencias por sujetos humanos. (Habermas, 1983, p. 258)
* Esta cita está tomada de la Etica de Aristóteles (Nueva York: Cari ton House, sin fe
cha), pp. 271-276. No se da el nombre del autor.
234 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
La idea de justicia de Aristóteles incluye pues lo que más tarde se llamó utilita
rismo o benevolencia, un interés por maximizar el bien público o la felicidad ge
neral de la comunidad política. Incluye además nociones de equidad y justicia en
la distribución de los bienes, y nociones de reciprocidad e igualdad en las transac
ciones privadas.
Lo arriba expuesto es una revisión breve y limitada de las orientaciones filosó
ficas y psicológicas en las que me basé para definir una perspectiva sobre el desa
rrollo moral así como el desarrollo del razonamieto de justicia. Admitimos que
este énfasis que en mi trabajo se hace sobre la virtud de la justicia, no refleja total
mente todo lo que reconoce que forma parte del campo moral. Entendemos que
además de la justicia el campo moral incluye también la referencia a una virtud re
calcada por la doctrina ética cristiana. Esta virtud, ágape en griego, es la virtud
que conocemos por caridad, hermandad, amor, cuidados o comunidad. En la in
vestigación americana moderna, a esta virtud se le ha llamado conducta prosocial
(véase por ejemplo Rushton (1982) y Mussen y Eisenberg-Berg (1977) o una «éti
ca de cuidado y responsabilidad» Gilligan (1982)).
En los estudios clásicos de la conducta moral de Harsthome y May (1928-30),
la moralidad se define según una idea estrecha de la justicia como honestidad y al
truismo, y el cuidado como un «servicio». Los filósofos formalistas modernos
como Frankena (1973) y Peters (1971) reconocen, sin embargo, al menos dos vir
tudes o dos principios: el principio de justicia y el principio de benevolencia.
Cuando se trata la benevolencia como un principio, es el principio de utilitarismo
y se le considera parte de la justicia. Tanto el utilitarismo como la justicia (Rawls
1971) son virtudes o principios que regulan la relación de los miembros de la so
ciedad entre sí y la sociedad como un todo. Aunque estos dos principios se ajustan
a nuestra teoría y sistema de puntuación, admitimos que el «principio» de altruis
mo, cuidado, o amor responsable no ha sido adecuadamente representado en nues
tro trabajo. Este punto ha sido enérgicamente resaltado por Gilligan (1977, 1982).
Desde 1976, Gilligan y sus colegas han estado analizando la forma en que las
personas contruyen dilemas morales de la «vida real», tales como el dilema de si
abortar o no. Gilligan ha argumentado tanto la forma en que la gente resuelve es
tos dilemas como las evaluaciones que ofrecen para sus propias resoluciones. Muy
a menudo estos dilemas se centran en un conflicto entre el cuidado por uno mismo
y el cuidado por los demás. Como resultado del uso de tales dilemas, Gilligan y
sus colegas han definido una orientación de cuidado y responsabilidad, que ellos
creen que es diferente de una orientación de justicia según la han definido.
Gilligan y sus colegas descubrieron que hay más mujeres que hombres que
prefieren la orientación de cuidado y más hombres que mujeres que prefieren la
orientación de justicia, aunque ambas orientaciones se usan por la mayoría de los
sujetos. (Trataremos este aspecto de las diferencias de sexo en el Capítulo 4 de
nuestra sinopsis y respuesta a los críticos de Gilligan y sus colegas.)
Entendemos que lo que Gilligan defiende es que nuestros dilemas morales y
sistema de puntuación eran limitados en el sentido de que no se referían a dilemas
(u orientaciones a esos dilemas) de relaciones y obligaciones especiales. Las reía-
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 235
ciones especiales incluyen las relaciones con la familia, amigos y grupos de los
que uno forma parte y es miembro. Creemos que las situaciones de dilema que
incluyen tales relaciones especiales pueden resolverse mediante una ética de jus
ticia universalista de respeto hacia las personas o reglas, y con los conceptos de
reciprocidad y contrato. Sin embargo, creemos también que tales situaciones pue
den, asimismo, resolverse mediante una moralidad de relaciones particularistas,
que diferencia dichas relaciones especiales de las relaciones universalistas regi
das por el razonamiento de justicia. Algo central a la ética de las relaciones parti
cularistas son las ideas con matices afectivos y las actitudes de cuidados, amor,
lealtad y responsabilidad. El rey Lear de Shakespeare trata del amor y lealtad de
Cordelia por su padre, y la lealtad de Kent, Gloucester y el bufón hacia su señor
feudal. Trata sobre la traición de Lear por sus otras dos hijas, Regan y Goneril.
La «injusticia» que hace que Lear se vuelva loco, no es la injusticia de Regan y
Goneril en su sentido estricto, es decir, la injusticia en el número de criados que
ellas permiten que Lear mantenga, después de que él les ha dado su reino; es más
bien la deslealtad de dos hijas hacia un padre «generoso». Según palabras de
Lear: «! Cuánto más doloroso que la mordedura de una serpiente es tener un hijo
desagradecido!».
Carol Gilligan tuvo la agudeza de prestar atención a una orientación moral en
marcada en situaciones o relaciones de cuidados particularistas «que se entrome
ten» en las respuestas a su dilema del aborto, y tanto ella como nosotros hemos
descubierto que esta orientación a veces «se entromete» en nuestros dilemas de
justicia. En una entrevista a un hombre de 30 años que da una respuesta de tipo
ideal de Estadio 5 al dilema de Heinz, en cuanto a la prioridad del derecho a la
vida por encima del derecho de la propiedad, nosotros también encontramos un
sentido de cuidado entre seres en conexión, que aparece en esta discusión del de
ber del marido hacia su esposa: «Existe un compromiso hacia la otra persona; el
matrimonio es como algo en dos cuerpos, y en ese sentido hay una responsabili
dad; ella no puede hacerlo por sí misma. Es como una extensión de tí mismo».
Aún siendo alto en el estadio de justicia, este sujeto es también capaz de unlversa
lizar las relaciones especiales de cuidado hacia un extraño. Dice: «Jesús nos habla
del individuo junto a la carretera y del extraño que le ayudó. Se sintió humano y
ese fue un vínculo suficiente.»
Este y otro material no nos indica que haya dos moralidades generales diferen
tes, una moralidad de justicia y generalizada equidad y otra completamente sepa
rada o moralidad de cuidados. En nuestra opinión, las obligaciones especiales de
cuidados presuponen, pero van más allá de, los deberes generales de la justicia,
que son necesarios pero no suficientes para ellos. Así pues, los dilemas de relacio
nes especiales pueden dar lugar a respuestas de cuidados que suplementan y pro
fundizan el sentido de las obligaciones generalizadas de justicia. En nuestros dile
mas tipo, las consideraciones de relación especial son en cierto sentido
adicionales, puesto que van más allá de los deberes debidos a otros en base a los
derechos de la persona. Estas consideraciones no necesitan estar en conflicto con
una ética de justicia; en nuestro ejemplo, el cuidado de Heinz hacia su esposa pro
236 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
responsabilidad es algo que hay que tomar si decides tomarla, pero es mejor ir con
cuidado. Cuando llegas a una situación en la que puedes tener que tomar responsa
bilidades, piénsalo bien y con cuidado y entérate de lo que haces porque es una
carga muy pesada. Implica a otros también, no sólo a uno mismo. Eso siempre da
una nueva dimensión a las cosas. Si alguien forma parte de la vida de otro, ése es
un asunto de responsabilidad mutua. Es un asunto muy serio.»
En resumen, esta mujer veía su divorcio como una decisión personal que lleva
ba consigo una responsabilidad y preocupación por su marido, pero no lo conside
raba como una decisión o dilema moral. En respuesta a una pregunta sobre lo que
haría que algo fuera un problema moral para ella, describe un imaginario dilema
de familia. «Normalmente cuando dos principios que yo considero valiosos parece
como si chocaran, entonces es muy difícil decidir sobre las cosas. Cuando pienso
en cosas como abusar de los niños por ejemplo, existe el principio de unidad fami
liar y el principio de bienestar del niño. Ese puede ser un problema para mí aunque
creo que en ese caso siempre miraría por el bienestar del niño. Creo que ése es el
principio más alto».
Esta mujer define la moral en oposición a dilemas personales como los que re
quieren una solución justa a un conflicto entre normas o principios; algo que no es
ni posible ni requerido en su «personal» decisión de divorcio.
Al comienzo de la entrevista se le pidió que se describiera a sí misma. Su res
puesta desembocó en una discusión sobre su filosofía moral. Dijo: «Soy demasia
do perfeccionista, creo yo; pero por otra parte creo que he madurado en compren
sión y compasión. Me gustaría creer que estas dos cosas también forman parte de
mi carácter. Tolerante, creo, excepto en mis principios básicos; se han hecho más
fuertes.» El entrevistador preguntó entonces cuales eran sus principios más impor
tantes. Ella contestó: «El único que creo que importa más que nada es el de los de
rechos humanos. Yo actuó de manera muy impaciente al tomar una vía situacional
hacia las cosas en muchos casos en los que haya un principio involucrado.» La
mujer que hemos citado diferencia entre los dilemas morales y los personales en la
misma línea de definición de lo moral que nosotros utilizamos al desarrollar los
dilemas morales tipo. Ella piensa que los dilemas y decisiones personales no son
morales en el mismo sentido que los son las decisiones de justicia. Sin embargo
ella ha dado un ejemplo de cada uno de los dos significados de la palabra moral,
paralelo a nuestra diferenciación, aunque ella no llama decisión moral a lá clase de
decisión a la que Gilligan se refiere.
No dudamos en estar de acuerdo en que la orientación que esta mujer ofrece
sobre su divorcio es una orientación moral en el segundo sentido de la palabra mo
ral según la hemos definido anteriormente. Lo que llama la atención es que ella
hace aquí una diferenciación, que nosotros mismos haríamos, entre las diferentes
clases de dilemas o situaciones correspondientes a las diferencias fundamentales
en el tipo de toma de decisión apropiada a cada una de las dos clases de dilemas.
Es pues, la clase de dilemas diferentes apuntada anteriormente lo que requiere
diferentes tipos de consideraciones morales. Los ejemplos de la mujer de los dos
dilemas o decisiones, su propio divorcio y el imaginario caso de abuso del niño,
238 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
demuestran los dos sentidos de la palabra moral. Su resolución del dilema de abu
so del niño contra la unidad familiar puede considerarse universalizable, imparcial
y correcta por parte de todos los seres humanos. La decisión de su propio divorcio
no se considera universalizable o imparcial y no es necesario que otro ser humano
esté de acuerdo con ella, ni siquiera su marido. En otras palabras, aunque la deci
sión de divorciarse implica aspectos de responsabilidad moral, no puede resolver
se desde el «punto de vista moral», mientras que el dilema de abuso del niño sí se
puede, en la forma en que esta mujer lo explica.
Hemos presentado dos casos de sujetos postconvencionales o Estadio 5 que
usan ambos tipos de consideraciones morales en sus razonamientos. En nuestro
primer caso, el sujeto contesta al dilema de Heinz añadiendo consideraciones de
cuidado a los principios y derechos de justicia que utilizó para resolver el dilema.
En nuestro segundo caso, la mujer situó las consideraciones morales sobre el di
vorcio en la esfera de toma de decisión personal que no se puede resolver por ra
zonamiento y principios racionales que aspiran a una elección universal y correcta.
Se entiende que las decisiones personales son cultural, histórica e individualmente
relativas, aunque se requiere cierto grado de empatia, sensibilidad y comunicación
para resolver tales problemas. Considerada de esta forma, creemos que la diferen
cia que Gilligan hace entre una moralidad de cuidados y una moralidad de justicia
es una diferencia mantenida en la mente de todos los seres humanos, sean hombres
o mujeres, una creencia también mantenida por Gilligan (1982). Según nuestro
punto de vista, sin embargo, estos dos sentidos de la palabra moral no representan
dos orientaciones morales diferentes que existen al mismo nivel de generalidad y
validez. Consideramos que la justicia es tanto racional como implicadora de una
actitud de empatia. Esta es la razón por la cual proclamamos lo siguiente: que
existe una dimensión junto a la cual se pueden situar varios dilemas y orientacio
nes morales. Los dilemas y las orientaciones morales personales de obligaciones
especiales (como ya hemos discutido anteriormente) representan un fin de esta di
mensión, y los dilemas hipotéticos estandard de justicia y las orientaciones de jus
ticia, representan el otro fin.
En el nivel postconvencional del razonamiento de la justicia se entiende la di
ferencia entre estas dos clases de dilemas. El razonamiento a este nivel postcon
vencional lleva a una tolerancia sobre la resolución de los dilemas personales de
obligaciones especiales, mientras que al mismo tiempo se mantiene un marco ge
neral de justicia no relativa, que provee el contexto dentro del cual tiene lugar la
toma de decisión moral personal, que es una variable individual. En este contexto
hacemos la aclaración de que Higgins, Kohlberg y sus colegas han comenzado una
investigación piloto, no publicada todavía, sobre la toma de decisión adulta acerca
del cuidado de los padres ancianos. Los datos indican un reconocimiento por parte
de los sujetos de que la justicia requiere que el padre/madre ancianos reciban cui
dados que aseguren su bienestar. Los datos indican también, sin embargo, que pa
rece que se considera un asunto de decisión personal basado en el contexto inter-
grupal del individuo. Este hecho, al menos, es uno de los hallazgos de un estudio
dirigido por Higgins, Power y Kohlberg (1984).
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 243
* Véase Kohlberg (1973a) y el Capítulo 6 de este tomo para un tratamiento más com
pleto de las similitudes y diferencias entre los estadios Eriksonianos y los estadios de razo
namiento de la justicia.
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 245
nen no sólo a la naturaleza de los estadios sino también al foco de las teorías sobre
las que se basan. El foco de los modelos de estadio funcional sobre el yo coincide
con la idea de estadios de un ego en evolución, visto como ejecutor o selecciona-
dor que utiliza estructuras cognitivas y de otra clase. En contraste con ésto el foco
de los estadios estructurales duros está sobre las formas de razonamiento manifies
to más que sobre los procesos de afirmación o definición del ego.
Las características estructurales pueden resumirse de los estadios funcionales
Eriksonianos (Snarey, Kohlberg y Noam, 1983). Erikson (1977, pp.204-206;
1964, pp. 136-141, 171-172) ha declarado su aceptación general de los modelos
piagetianos y de Kohlberg como «cabos o ramales» del desarrollo que describen la
base estructural de la unidad funcional del individuo en cada estadio. De forma si
milar Piaget y Kohlberg han hecho alusión o han estado a favor de paralelos lógi
cos entre sus teorías y el modelo de Erikson (Capítulo 6; Kohlberg, 1973a, 1984,
en imprenta; Piaget, 1973). Sin embargo, el modelo de Erikson no tiene como fi
nalidad una descripción estructural del desarrollo infantil y adulto.
Durante los últimos años se han publicado cierto número de definiciones teóri
cas y empíricas de «estadios», que normalmente se consideran esencialmente es
tructurales más que funcionales. Muchos de estos modelos de estadio intentan sa
tisfacer los cuatro criterios generales piagetianos de m ocólos de estadio
estructural. Aunque estos modelos intentan concordar con estos ib e rio s , el grado
en el que concuerdan no es del todo claro. Mientras que estos modelos tienen un
ajuste general a los criterios piagetianos, creemos que no es un ajuste completo.
Para defender esta tesis, vamos primero a examinar detalladamente, de forma teó
rica y empírica, las características de algunos criterios piagetianos de estadio duro.
Nuestra idea es que si estos criterios se interpretan rigurosamente, distinguirán los
estadios estructurales duros de los estadios estructurales blandos. Lo que sigue a
continuación es un detallado examen de dos criterios piagetianos: la idea de una
totalidad estructurada y la de una integración jerárquica. Luego utilizamos estos
dos criterior para distinguir la teoría del desarrollo del ego de Loevinger (1976) de
la teoría de Kohlberg sobre el desarrollo moral. La primera la vemos como la teo
ría que articula un modelo de estadio blando; la segunda la entendemos como una
teoría de desarrollo de estadio duro.
Para Loevinger el desarrollo del ego se caracteriza por cambios cualitativos en
la complejidad a medida que el ego en desarrollo atraviesa por una invariante se
cuencia jerárquica de estadios. Los estadios integran «cabos o ramales» de desa
rrollo de la personalidad a través de dimensiones de caracter, estilo interpersonal,
preocupación consciente y estilo cognitivo. El desarrollo del ego representa el de
sarrollo de «estructuras» en el sentido cognitivo-evolutivo de «una lógica interna a
los estadios y su secuencia» (1976, p .ll). La esencia del desarrollo del ego, dice
Loevinger, «es la búsqueda de un coherente significado de la experiencia» (Loe
vinger y Wessler, 1970, p.8).
Para comparar la perspectiva de Loevinger sobre los estadios del ego con lo
que aquí se define como una perspectiva estructural dura, señalaremos primera
mente las ideas que ambas perspectivas comparten. La primera y más básica idea
246 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
compartida es la idea del ego. Ambas perspectivas están de acuerdo en que existe
una relativa unidad a la personalidad, es decir, el ego que razona, juzga, evalúa y,
hablando en general, funciona para dar sentido al mundo. Segundo, las dos pers
pectivas están de acuerdo sobre los requisitos generales del modelo de estadio je
rárquico de Piaget: es decir, que los modelos de estadio representan (a) un todo es
tructurado que (b) evoluciona dentro de una secuencia invariante que (c) forma
integraciones jerárquicas. Tercero ambas perspectivas aceptan la idea de que el
juicio y caracter morales son aspectos o dimensiones esenciales del desarrollo del
ego que contribuyen a la formación de estadios generales del ego. Una cuarta área
de acuerdo entre la perspectiva de Loevinger y la perspectiva estructural dura con
cierne a la construcción y puntuación de los tests. Tanto Loevinger, que procede
de un entorno sicométrico, como los estructuralistas duros que se han regido por
supuestos piagetianos, se alejan de los procedimientos tradicionales sicométricos y
construyen tests que intentan extraer las estructuras subyacentes. La vía de Loe
vinger está de acuerdo con el estructuralismo. Ella dice que el que construye los
tests encuentra estructuras evolutivas, no por un método inductivo sino por un mé
todo «abductivo», una especie de «mutuo atar con correas» que lleva consigo un
continuo ir y venir entre las reflexiones teóricas y las respuestas que los sujetos
dan. Por último aunque Loevinger no ha dicho que su modelo tenga una validez
universal o de corte cultural, parece que probablemente la tiene, a la vista del apo
yo recibido por las investigaciones hechas en Curacao, Israel, Alemania, Quebec
franco parlante, y Japón (Kusatsu, 1973; Lasker, 1974a, 1974b, 1977; Limoges,
1978; Snarey y Blasy, 1980; Snarey, 1982; Vetter, 1978).
Los supuestos mencionados anteriormente son aquellos que generalmente se com
parten por los modelos estructurales duros y blandos. Vamos a pasar ahora a hablar
sobre las diferencias teóricas y empíricas entre estas dos perspectivas, a través de un
examen de estos dos criterios piagetianos de estadio estructural ya mencionadas.
El primer criterio piagetiano que se va a examinar en detalle es el de «totalidad
estructurada». Este criterio se consideró por parte de Piaget (1960, 1972) como el
criterio central de los estadios estructurales. Al principio notaremos que/parece un
acuerdo general entre las perspectivas estructurales duras y blandas, en cuanto a la
naturaleza y concepción de la «totalidad estructural». Esta idea generar puede des
cribirse como una concepción de la organización subyacente del pensamiento que
determina las respuestas a tareas que no son claramente similares. La implicación
empírica general de esta concepción es que el pensamiento* de los individuos se
hará manifiesto en un único estadio dominante cuando se observe a través de
ejemplos de contenido diverso, aunque también puede darse la presencia o uso del
estadio adyacente al dominante (Colby y otros, 1983).
Un examen más detallado de la construcción piagetiana de una totalidad es
tructurada muestra, sin embargo, marcadas diferencias entre los modelos de esta
dio estructural duro y blando. Estas diferencias giran, en parte, alrededor de las di
ferentes concepciones de la estructura utilizadas por los dos modelos.
Para Piaget (1970) una estructura es un sistema de leyes transformacionales
que organizan y gobiernan las operaciones del razonamiento. Este sistema forma
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 247
Desde una perspectiva más empírica los estadios de Loevinger son no-transfor-
macionales. Más que el que cada nuevo estadio represente una integración o
transformación del estadio anterior, sus nuevos estadios surgen de la suma de as
pectos evolutivos nuevos con los utilizados para definir el estadio anterior. Su je
rarquía de estadio parece ser un sistema más y más inclusivo, acumulativo, y no
un sistema basado en integraciones consecutivas. La representación de los estadios
1-5 y 1-6 de Loevinger de la Tabla 3.2 ilustra este punto.**
* Loevinger ha sido criticada por esta omisión. Véase Habermas, 1979; Broughton y
Zahaykevich, 1977.
** Esta representación de los estadios 1-5 y 1-6 está tomada de la Tabla 1, «Some Miles-
tones of Ego Development», en Loevinger (1976).
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 251
Tabla 3.2
Estadio: Autónomo
Código: 1-5
Control del impulso/Desarrollo del caracter: Añadir Tolerancia, dar cara a
las conflictivas necesidades internas
Estilo interpersonal: Añadir Respesto por la autonomía, interdependencia
Preocupaciones conscientes: Sentimientos transmitidos de forma muy viva,
integración de lo filosófico y lo psicológico, causalidad psicológica de
la conducta, concepción del rol, auto-realización, el ser dentro del con
texto social
Estilo cognitivo: Creciente complejidad conceptual, modelos complejos,
tolerancia a la ambigüedad, amplio campo, objetividad
Estadio: Integrado
Código: 1-6
Control del impulso/Desarrollo del caracter: Añadir Reconciliación de con
flictos internos, renuncia de lo inalcanzable
Estilo interpersonal: Añadir Mantenimiento de la individualidad
Preocupación consciente: Añadir Identidad
Estilo cognitivo: El mismo
NOTA: Añadir significa además de la descripción que se aplica al nivel anterior.
SUBESTADIOS A Y B
podría encontrar un puente teórico entre el juicio moral y la acción moral centrán
dose en los juicios de responsabilidad, es decir, los juicios de la responsabilidad
del yo para actuar de una forma «moralmente correcta».
La reseña de Blasi (1980) y el estudio hecho por Kohlberg y Candee (Capítulo 7)
indican que la relación del estadio moral con la acción es una relación monotóni-
ca. En otras palabras, cuanto más alto es el nivel de razonamiento, más probable
es que la acción sea consistente con la elección moral hecha sobre un dilema. Esta
relación monotónica se ha observado incluso en situaciones en las que el factor de
contenido de la elección moral es consistente a través de los estadios. Por ejemplo
McNamee (1978) descubrió que una gran mayoría de sujetos en Estadios 3 y 4
pensaban que era correcto ayudar a un, en apariencia, drogado que pedía ayuda.
Incluso habiéndose puesto de acuerdo sobre la elección deóntica, los sujetos en
Estadio 4 estaban más dispuestos a ayudar al drogado que lo estaban los sujetos de
Estadio 3. Unos resultados similares a los de McNamee se dieron en (a) el reanali-
sis de Candee y Kohlberg sobre los datos de Haan, Smith y Block (1968) del Mo
vimiento de libertad de expresión de Berkeley, y en (b) el reanalisis de Candee y
Kohlberg de los datos de Milgram (1963), del que informé en 1969. (Capítulo 7).
Basados en la reseña de Blasi (1980) y en el trabajo de Rest (1983a, 1983b),
Candee y yo explicamos la relación monotónica entre el estadio moral y la acción
que se ofrece en la literatura por la hipótesis de que la acción moral es el resultado
de un proceso de tres pasos. El primer paso es el de hacer un juicio deóntico de
justicia de la situación. El segundo paso es el hacer un juicio del que uno mismo
es responsable para que se lleve a cabo este juicio deóntico de la situación moral.
El tercer paso es el llevarlo a cabo. En otras palabras, el aumento monotónico en
consistencia según el estadio, entre el estadio moral y la acción, se explica por la
hipótesis de que hay un aumento monótonico de consistencia por estadio entre el
juicio deóntico hecho y un juicio de la responsabilidad del yo para llevar este jui
cio a la práctica.
El hipotetizado aumento monotónico en consistencia por estadio entre los jui
cios deónticos y los juicios de responsabilidad se ha observado por Helkama
(1979) sobre las respuestas a dilemas hipotéticos. Helkama descubrió que en Esta
dios 3 y 4 alrededor del 50% de los sujetos dijo que Heinz debería de robar el me
dicamento, pero que de ese 50% sólo el 28% decía que Heinz sería responsable si
su mujer muriera porque él no robó para ella. En el Estadio 5 (y 4/5), sin embargo,
más del 50% de los sujetos creían que Heinz sería responsable en caso de que la
esposa muriera. Así pues, hubo casi el doble de consistencia entre un juicio deón
tico de lo correcto y un juicio de responsabilidad en el Estadio 5, como se observó
en los estadios convencionales.
Los juicios de responsabilidad para actuar llegan a ser progresivamente con
sistentes con los juicios hipotéticos y con los juicios deónticos de la vida real a
medida que uno se mueve hacia estadios altos en la jerarquía de Kohlberg. Esta
progresiva consistencia es lo que se esperaría como la base de mi teoría (Volu
men I, Capítulo 4), que cada estadio más alto es más prescriptivo en el sentido de
que con más éxito hace la diferencia entre la obligación y responsabilidad moral
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 261
rechos de propiedad. Creemos también que el uso del principio utilitario de obte
ner el mayor bienestar posible para todos los involucrados en el dilema lleva tam
bién a la misma elección de robar.
Nuestras consideraciones filosóficas nos dejan con la idea de que una acción
moral es una acción (a) que es «objetivamente correcta» en el sentido de que el
uso de los principios filosóficos por parte de los razonadores de Estadio 5 lleva a
un acuerdo sobre lo que constituye una acción «correcta», y (b) que es «subjetiva
mente correcta» tanto si está guiada por un juicio o razón moral que es «correcto»
en la forma como si está de acuerdo con la elección objetivamente correcta.
Este controvertido punto de vista filosófico nos induce a decir que, al menos
en algunas situaciones, los sujetos de principios o de Estadio 5 realizan acciones
que son correctas tanto en contenido como en forma. Sin embargo, esto no sólo se
aplica a los estadios más altos o de principios. Los sujetos de estadios más bajos a
veces escogen el contenido «correcto», «justo», o «de principios» para responder a
nuestros dilemas hipotéticos. Y más aún, lo escogen de una manera que está for
malmente cercana a lo que tanto Kant como Piaget llamarían autónoma. En cuanto
al contenido, escogen la alternativa de preservar la justicia o los derechos huma
nos en contra de obedecer las leyes o autoridades en situaciones en las que éstas
son arbitrarias o en conflicto con los derechos y la justicia.
En la discusión sobre el subestadio dentro de este capitulo sobre la actual si
tuación de la teoría, hemos descrito dos orientaciones diferentes a los dilemas hi
potéticos tipo y los hemos utilizado para definir un subestadio B orientado hacia
la justicia más que hacia reglas y a lo pragmático. Al subestadio B le dimos un
caracter más prescriptivo, más reversible y más universalista que al subestadio A.
De esta forma, y en contraste con los juicios de un subestadio A, los juicios de
los derechos y la responsabilidad hechos en el subestadio B se parecen a los jui
cios de los derechos y la responsabilidad hechos en los estadios de principios.
Manteniendo constante el estadio, los juicios de responsabilidad hechos en el su
bestadio B contienen menos complicaciones de pretexto que los juicios de res
ponsabilidad en el subestadio A. Las respuestas de subestadio B reflejan las «res
puestas correctas» de Estadio 5 a nuestros dilemas, así como una comprensión
intuitiva de las razones de principios para estas elecciones. Mientras que un suje
to razonador en Estadio 5 es explícito y racional en su respuesta, una persona de
subestadio B es alguien que intuitivamente percibe los valores centrales y las
obligaciones del dilema y utiliza estas intuiciones para generar un juicio de res
ponsabilidad o necesidad en el dilema. En el dilema de Heinz esta intuición es la
del valor intrínseco de toda vida humana y su prioridad por encima de la propie
dad. Tal intuición produce un juicio de obligación universal para preservar esa
vida. En el Dilema III’ es la intuición de que un acto de conciencia moral, como la
cometida por el robo del medicamento por parte de Heinz, no debería de ser legal
mente castigado, independientemente de la legalidad, tendencia o consideracio
nes de orden social. En el «Dilema de Joe y su padre», Dilema I, es la intuición
de lo sagrado o del valor intrínseco de mantener las promesas (especialmente a
los niños) y una intuición de una responsabilidad universal y prescriptiva por
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 263
Hasta ahora hemos discutido la acción moral como si fuera algo determinado
solo por factores psicológicos internos al sujeto. Pero éste no es el caso, puesto
que la acción moral normalmente se da en un contexto o grupo social, y ese con
texto tiene normalmente una profunda influencia en la toma de decisión moral de
los individuos. Las decisiones morales individuales se hacen, en la vida real, casi
siempre en el contexto de normas de grupo o procesos de toma de decisión en gru
po. Más aún, la acción moral individual es, a menudo, una función de estas nor
mas o procesos. Por ejemplo, en la masacre de My Lai, soldados americanos indi
viduales asesinaron a mujeres y niños que no combatían. Lo hicieron no porque su
juicio moral acerca de que tal acción era moralmente correcta fuera inmaduro ni
porque, como individuos, estuvieran «enfermos» en algún sentido, sino porque
participaban en lo que era esencialmente un grupo de acción tomada en base a nor
mas de grupo. La elección moral hecha por cada soldado individual que apretaba
el gatillo estaba dentro de un contexto institucional más ámplio como es el ejército
y sus procedimientos de toma de decisión. Las decisiones de los soldados depen
dían, en gran parte, de una definición colectiva de la situación y de lo que se debe
ría de hacer al respecto. Para abreviar, la masacre de My Lai fue más una función
de la «atmósfera moral» del grupo que prevalecía en aquel lugar en aquel momen
to, que del estadio de desarrollo moral de los individuos presentes.
Un primer estudio que explora la atmósfera moral de un grupo o institución en
relación a su efecto sobre la acción fue el hecho por Kohlberg, Hickey y Scharf
(1972). El punto de partida del estudio fue nuestro análisis de las respuestas dadas en
discusiones morales de grupo sobre dilemas reales e hipotéticos en el reformatorio
de Cheshire. Los juicios y razonamiento de los internos parecían ser más altos sobre
dilemas hipotéticos, tanto los dilemas tipo como los dilema hipotéticos de discusión
en grupo, que los juicios sobre dilema de la realidad de Cheshire. El estudio descu
brió que ninguno de los 34 internos puntuó más alto en los dilemas reales de la pri
sión que sobre dilemas tipo de fuera de la prisión, y de los 16 internos caracterizados
como de Estadio 3 en dilemas de fuera de la prisión, 11 puntuaron en Estadio 2 en
los dilemas de prisión. Los internos tendían a ver las relaciones con otros internos en
términos instrumentales de Estadio 2. Los internos eran considerados como «despe
llejándose uno al otro», «machacando» a los internos más débiles y «sermoneando»
a sus amigos. A la vez que las relaciones con otros internos eran necesarias para una
protección mutua, estaban sin embargo, normalmente consideradas como dañadas
por el «enfrentamiento». El enfrentamiento era necesario para defender los intereses
propios de cada uno y para «engañar» a los guardas y otros internos.
En este estudio de 1972, se hizo un intento por articular la idea de un estadio de
atmósfera moral que podría ser diferente de un estadio moral del propio sujeto indivi
dual. Se ha conseguido un posterior refinamiento del concepto de atmósfera moral en
el contexto del estudio de tres escuelas alternativas democráticas y sus contrapartidas
de escuelas secundarias regulares. Nuestra elaboración de la noción de atmósfera mo
ral se ha publicado de forma inicial por Power y Reimer (1978), y por Higgins, Power
266 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
y Kohlberg (1984). El estudio de Power y Reimer analiza los juicios morales hechos
en reuniones de grupo o en comunidad, mientras que el estudio de Higgins y otros
analiza respuestas individuales de entrevistas morales, tomando al estudiante de es
cuela secundaria como un «informante antropológico» de las normas y cultura de la
escuela. Básico a estos análisis de la atmósfera moral es la observación y definición
de normas colectivas. Las normas compartidas por el grupo se pueden discriminar del
juicio moral individual tanto en discusiones de grupo como en entrevistas de atmósfe
ra moral. Las distinciones que estos estudios hacen se basan sobre todo en la noción
de Durkheim (1961) de que las normas son prescripciones que surgen de las expecta
tivas compartidas por un grupo. Además de las normas colectivas, tanto Durkheim
como nosotros mismos hemos estudiado el sentido de la comunidad o el sentido de la
solidaridad del grupo y la cohexión alcanzada en el grupo. Es este sentido de comuni
dad, solidaridad y cohexión lo que nosotros llamamos atmósfera moral.
Con respecto a las normas colectivas, hemos tomado la postura de que existe
una interpretación colectiva del estadio y una justificación de las normas de alguna
forma distintas del estadio moral individual. En el estudio de Kohlberg, Hickey y
Scharf (1972) los prisioneros que estaban en Estadio 3 en su pensamiento, perci
bían las normas de la prisión según el Estadio 2. Power (1979) fue capaz de de
mostrar que en el curso de cuatro años hubo un crecimiento longitudinal, no sólo
en el estadio de las normas colectivas sino también en su fase en la escuela alter
nativa Cluster de Cambridge. Sin embargo, no todas las normas avanzaron hacia
un estadio y fase más altos. Mientras que las normas de propiedad y confianza se
desarrollaron de esa manera, las normas que prohibian el uso de drogas no mostra
ron mucho avance en estadio y fase.
Las Tablas 3.5 y 3.6 ofrecen ejemplos de las fases en el aumento de las normas
colectivas y la valoración de la comunidad, respectivamente. La Tabla 3.7 presen
ta un ejemplo de los estadios en el crecimiento de normas colectivas y de la valo
ración de la comunidad que se desarrollaron en la escuela alternativa y que se ma
nifestaron en reunionen en grupo y en entrevistas individuales sobre dilemas
prácticos o de la «vida real».
Los estudios realizados por Higgins y otros (1984) informan del desarrollo en
grupo a lo largo del tiempo en aspectos de atmósfera moral descritos en las Ta
blas 3.5-3.7. Este desarrollo en estas condiciones de atmósfera moral fue mayor en
la escuela alternativa democrática que en la escuela secundaria regular muestreada.
Debemos de añadir que las diferencias de atomósfera moral en la percepción
normativa parece que están relacionadas con las diferencias de conducta real. Por
ejemplo, durante el primer año de la Escuela Cluster de Camgridge robar era lo ha
bitual. En el segundo año las normas colectivas de confianza y las normas de res
ponsabilidad colectiva se habian desarrollado hasta tal punto que cada miembro de
la comunidad se comprometía a contribuir con 25 centavos para restituir 10 dólares
que se habían robado del billetero de un estudiante. No hubo casos posteriores de
robo en la escuela durante los tres años siguientes, y los estudiantes se pusieron de
acuerdo en que ni ellos ni sus compañeros se verían implicados en ningún robo du
rante este tiempo. Por contraste, nunca una norma en contra de ir a la escuela dro
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 267
II. «Esprit de Corps» Extrín La escuela se valora como una institución que
seca: ayuda al individuo y el individuo siente cierta
lealtad hacia la escuela que se manifiesta en el
espíritu de equipo y en el apoyo a los equipos
de la escuela.
III. Comunidad Intrínseca Es La escuela se valora como el sitio en el que los
pontánea: miembros sienten una motivación interior para
ayudar a otros de la comunidad de grupo y la
comunidad genera unos sentimientos especiales
de proximidad entre los miembros.
Estadio 2
Todavía no hay una consciencia ex No existe un claro sentido de la co
plícita de los valores normativos co munidad aparte de los intercambios
lectivos. Sin embargo, hay expecta entre los miembros del grupo. La co
tiva s g en era liza d a s de que los munidad denota una colección de in
individuos deben reconocer los dere dividuos que se hacen favores unos a
chos individuales concretos y resol otros y se apoyan uno en el otro para
ver los conflictos a través de un in protegerse.
tercambio. La comunidad se valora mientras que
satisface las necesidades concretas de
sus miembros.
Ejemplos: Ejemplos:
1. No «regañar» a otro miembro del La com unidad es como un banco.
grupo. Regañar o denunciar a alguien Los miembros se reúnen para inter
del grupo a las autoridades, no se cambiar favores, pero no puedes to
aprueba porque se expone a la persona mar más de lo que das.
que ha roto la ley a un posible castigo.
2. No molestes a otros. Vive y deja
vivir.
3. Ayuda a otros cuando tú quieras.
Estadio 3
Los valores normativos colectivos se El sentido de la comunidad se refiere
refieren a las relaciones entre los a un conjunto de relaciones y cosas
miembros del grupo. Ser miembro de compartidas entre los miembros del
un grupo implica vivir con unas ex grupo.
pectativas compartidas. Los conflic El grupo se valora por la amistad de
tos deberías de resolverse por invoca sus miembros. El valor del grupo se
ción a valores normativos colectivos equipara al valor de sus expectativas
mutuamente aceptados. normativas colectivas.
Ejemplos: Ejemplos:
1. Los miembros de un grupo deben 1. La comunidad es una familia en la
ser capaces de confiar uno en otro que los m iem bros cuidan uno del
con sus posesiones. otro.
2. Los miembros de un grupo deben 2. La comunidad es noble porque
cuidar a otros miembros del grupo. ayuda a otros.
270 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Estadio 4
Los valores normativos colectivos La escuela se valora explícitamente
consideran a la comunidad como una como una entidad distinta de las rela
entidad distinta de sus miembros in ciones entre sus miembros. Se valoran
dividuales. Los miembros están obli los compromisos e ideales del grupo.
gados a actuar para conseguir el bie La comunidad se entiende como un
nestar y armonía en el grupo. todo orgánico compuesto de sistemas
interrelacionados que llevan adelante
el funcionamiento del grupo.
Ejemplos: Ejemplos:
1. Los individuos no sólo son res Robar afecta a la «comunidad más
ponsables de ellos mismos sino que que al individuo porque eso es lo que
comparten la responsabilidad por el somos. No somos sólo un grupo de
grupo en su totalidad. individuos».
2. Los individuos deberían participar
en la organización política del grupo
dando a conocer su opinión y siendo
votantes informados.
tros criterios se han desarrollado a partir del análisis continuado de nuestros datos
longitudinales. Ninguno de nuestros sujetos longitudinales de Estados Unidos, Is
rael o Turquía lo ha alcanzado. Un tratamiento más completo de una entrevista
como un caso de un posible sexto estadio psicológico del desarrollo adulto se pre
senta en el Capítulo 6 y una perspectiva más ámplia sobre el desarrollo ético adul
to se ofrece en Kohlberg (1984, en imprenta). Los materiales de caso a partir de
los cuales construimos nuestra definición teórica de un sexto estadio en el Volu
men I provenían de escritos de una pequeña muestra de élite, élite en el sentido de
su preparación filosófica formal y de su capacidad y compromiso con el liderazgo
moral. Se puede poner como ejemplo el caso de Martin Lutero King, que no sólo
fue un lider moral sino también alguien con una graduación en la teoría moral de
Tillich.
Aunque las dos consideraciones, filosófica y psicológica, nos llevan a conti
nuar haciendo hipótesis y a buscar un sexto estadio moral, nuestros datos longitu
dinales no nos han proporcionado material necesario para (a) verificar nuestra hi
pótesis o (b) construir una detallada descripción de la puntuación manual que nos
permitiría la identificación fiable de un sexto estadio.
Hasta 1972 nuestra conceptualización y definición de test manual del Estadio 6
se basaba en nuestro método de corte seccional y ideal-típico para la puntuación
del estadio (Kohlberg, 1958). Este método clasificaba como de Estadio 6 las res
puestas de escuela secundaria y universitaria que ahora se puntuan como de Esta
dio 5, Estadio 4 y a veces incluso Estadio 3 en el manual estandard de puntuación
del valor (Colby y Kohlberg, 1984, en imprenta). El material que de manera for
mal se puntuó como de Estadio 6, se puntúa ahora como de subestadio B en uno
de estos estadios más bajos. Un ejemplo de razonamiento de subestadio B es su in
tuición de la primacía de la vida por encima de la propiedad y el uso de esta jerar
quía de valor para justificar de una manera universalista el deber moral de salvar
una vida (por ejemplo, salvar la vida independientemente de las relaciones de
afecto). Tal razonamiento constituiría bien una resolución 3B o 4B del dilema de
Heinz, dependiendo de otras características de respuesta. Otro ejemplo se puede
ver en la historia de Joe y su padre (Dilema 1). Las respuestas de subestadio B a
este dilema reflejan una jerarquía moral intuitiva en la que el cumplir la promesa
tiene prioridad sobre el reclamo de la autoridad en la relación padre-hijo. Tal razo
namiento define una obligación moral universal de cumplir las promesas. Así
pues, el razonamiento de subestadio B refleja dos propiedades: (a) una intuición
de la jerarquía de contenido moral explícitamente discutida y escogida por nues
tros razonadores de Estadio 5 y (b) la completamente universalizada y moralmente
prescriptiva forma de los juicios de rectitud y obligación atribuidos a nuestra idea
teórica del Estadio 6. Sin embargo, estas orientaciones de subestadio B carecen de
lo que es crítico para nuestra idea teórica de Estadio 6, que es la organización de
un juicio moral alrededor de un principio moral de justicia y respeto hacia las per
sonas claramente formulado, que proveá de una base racional para la primacía de
este principio. El subestadio B representa una intuición de partes tanto de la forma
como del contenido de soluciones alcanzadas con razonamiento en Estadio 5 o 6,
272 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
pero que no puede articular todavía el principio central de justicia que, de forma
racional, justifique este contenido y forma.
El subestadio B no sólo trata los datos de juicio moral que anteriormente clasi
ficamos como Estadio 6, sino que también trata o utiliza parcialmente la implica
ción juicio-acción de Estadio 6. Los sujetos de subestadio B no sólo tienden a te
ner como el contenido de su elección en dilemas reales la acción escogida por
sujetos de Estadio 5 (o en teoría, pensadores de Estadio 6) sino que tienden tam
bién a actuar de forma consistente a esa elección (Kohlberg y Candee, 1984, Capí
tulo 7).
Si el Estadio 6 es una construcción teórica no necesaria para ordenar los exten
sivos datos empíricos que nosotros y nuestros colegas hemos recogido, uno puede
entonces preguntarse por qué nos preocupamos todavía por seguir fieles a su pos
tulación teórica. No mantenemos esta postulación de Estadio 6 por los ordinarios
fines de la descripción del desarrollo de la pesonalidad y las diferencias de perso
nalidad dirigidas típicamente por una teoría psicológica; más bien continuamos
con la postulación porque entendemos nuestra teoría como un intento de recons
truir racionalmente la ontogénesis del razonamiento de la justicia, una tarea que
requiere un estadio final para definir la naturaleza y punto final de la clase de de
sarrollo que estamos estuchando. En otras palabras, un estadio final, con el princi
pio de justicia como un principio organizador, nos ayuda a definir el área de acti
vidad humana en estudio.
Un estadio final de juicio moral debería ser uno por el que el teórico puede dar
una descripción racional y una justificación racional. Piaget, por ejemplo, ha defi
nido un punto final de razonamiento lógico matemático y físico en términos del
«grupo INRC» de las operaciones formales (Piaget, 1983, p.124). Sin pensar en te
ner un «modelo racional» final de un punto final para el desarrollo del juicio mo
ral, vemos el modelo de justicia de John Rawls (1971) como una descripción ra
cional de partes de nuestro sexto estadio. Nuestro uso de Rawls de esta forma, no
significa que creamos que su teoría de justicia normativa es la teoría de justicia
que debería de aceptarse o se aceptará por los filósofos morales como la moral
mente más adecuada . Utilizamos mas bien la teoría de John Rawls como un mo
delo racional de partes de nuestro sexto estadio, porque la consideramos como un
ejemplo de las nociones de equilibrio reflexivo y reversibilidad, cosa que una teo
ría estructural dura o piagetiana de los estadios adopta caracterizar el dominio de
la justicia en las interacciones sociales, justamente tal y como las nociones de re
versibilidad y equilibrio caracterizan el dominio del razonamiento lógico-matemá
tico y físico (Volumen I, Capítulo 5).
Aún cuando nuestra formulación general de un hipotético sexto estadio y su
parcial ejemplificación a través del modelo de Rawls se prueba que es incorrecta,
consideramos importante continuar la búsqueda de un estadio final más allá del
Estadio 5. Esto es así por intereses filosóficos así como por inquietudes psicológi
cas.
Nuestro interés en el Estadio 6 comparte con otras teorías del juicio de princi
pios (como el utilitarismo) un gran esfuerzo por haber alcanzado un consenso ra
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 273
Para resumir nuestro pensamiento actual sobre los aspectos filosóficos suscita
dos por la idea del Estadio 6 según las críticas respondidas en el Capítulo 4, dire
mos que, habiendo suspendido algunos reclamos para el Estadio 6, no estamos
obligados a abandonar la teoría del Estadio 6 como un punto final ideal para la re
construcción racional de los estadios de justicia ontogenéticos. Más bien, al recor
tar los reclamos hechos respecto al Estadio 6, hemos intentado distinguir como es
peculativas algunas partes ético-normativas de la teoría de otras, en principio
metaéticas,partes de la teoría, que creemos que son más demostrables. A la parte
demostrable de la teoría la llamamos Estadio 5. Sin embargo, vemos en la forma
del Estadio 5 la base o potencial para evolucionar a una estructura de Estadio post-
convencional que reconoce los principios racionales y los derechos universales.
En la parte central de nuestra respuesta a las críticas, Capítulo 4, defenderemos
nuestra idea del desarrollo a través del Estadio 5, pero no intentaremos «demos
trar» nuestros primeros postulados para el Estadio 6.
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 275
Para interés de los lectores de este volumen sobre la psicología del desarrollo
moral, hay incluso una consideración más importante que el abandono del reclamo
de un sexto Estadio moral, con su resultante reclamo de que tal estadio resuelve la
mayoría de los problemas filosóficos. Nos referimos a la distinción entre los su
puestos filosóficos anteriores al estudio del desarrollo moral y las conclusiones fi
losóficas morales a perfilarse desde la teoría de los estadios para la resolución de
problemas en filosofía moral y educación moral. En «Del Es al Debe», hago la
distinción de la siguiente manera:
«Las cuestiones generales discutidas en este ensayo son (a) ¿Qué requiere el es
tudio psicológico del desarrollo de los conceptos morales en la forma de supuestos
fi losóf ico-morales y epistemológicos sobre el razonamiento moral? y (b) ¿Qué pue
den las conclusiones psicológicas del estudio de los conceptos morales y su desarro
llo decirnos sobre su estatus epistemológico o filosófico moral?» (p. 101)
para empezar el estudio psicológico del desarrollo moral como hemos hecho. El
apoyo personal de las reivindicaciones de adecuación filosófica de los estadios
más altos es una cuestión de elección, y la postura personal de uno puede ser sim
plemente que utilizar el marco del estadio moral es un arma fructífera para la in
vestigación científica. Esto se ha sugerido en nuestra discusión sobre la atenuación
de los reclamos del Estadio 6. En consecuencia, en este volumen no intentaremos
presentar argumentos detallados para estos reclamos ético-normativos.
Hay sin embargo ciertos supuestos metaéticos necesarios para empezar el estu
dio de la moralidad, que los psicólogos que utilizan el concepto y medida de esta
dio deben aprobar al menos parcialmente. En lo que nos queda de esta sección va
mos a discutir estos supuestos y ofrecer argumentos para respaldarlos. Quedará
claro para el lector que nuestra manera de hablar aquí presupone que las creencias
ético-normativas, metaéticas y empíricas de la ciencia social son distintas y esta
presuposición necesita, a su vez, una aclaración. Estos tres diferentes tipos de dis
curso teórico se definen de la siguiente manera en la Etica de Frankena:
Podemos distinguir tres clases de pensamiento que de una u otra manera se rela
cionan con la moralidad.
1. Existe la investigación empírica descriptiva, histórica o científica, como la
que se hace por los antropólogos, historiadores, psicólogos y sociólogos. El objetivo
aquí es describir o explicar los fenómenos de la moralidad o producir una teoría de
características humanas que se aplique a cuestiones eticas.
2. Hay un pensamiento ético-normativo del estilo del que Sócrates hacía en el
Critón, o que cualquiera lo puede hacer, preguntando que es lo que está bien, qué es
lo bueno o lo obligatorio. Esto puede tomar la forma de declarar un juicio normati
vo, como el principio utilitario «Siempre está mal hacer daño a alguien o causar des
dicha» y dar razones para este juicio o para este principio.
3. Hay también un pensamiento «analítico», «crítico», o «metaético». No intenta
contestar a cuestiones generales ni particulares sobre lo que es bueno o correcto.
Pregunta y trata de responder a cuestiones lógicas, epistemológicas o semánticas,
como la siguiente: «¿Cuál es el significado o uso de las expresiones “moralmente
correcto” o “bueno”? ¿Cómo se pueden establecer o justificar los juicios éticos o de
valor?» (Frankena, 1973, p. 4-5)
Hemos dicho que hemos utilizado nuestros estudios psicológicos, junto con la
teoría formalista ético-normativa, para generar una filosofía moral o una postura
normativa, y que nuestras conclusiones son filosóficamente controvertidas. Diji
mos que menos controvertidos son los supuestos metaéticos que yo hice al estu
diar el desarrollo moral. Estos supuestos pueden tomarse como declaraciones de la
filosofía de la ciencia social.
Nuestros supuestos iniciales pueden establecerse también según esa rama de la
filosofía llamada «metaética». Muchos científicos sociales que estudian la morali
dad no han sido conscientes de la metaética y de la necesidad de hacer y justificar
supuestos metaéticos o filosóficos. Por el contrario han tratado de evitar toda re
flexión filosofante o metaética apelando ser científicos libres de valor o neutros,
más que filósofos.
En esta sección vamos a establecer los supuestos metaéticos de Kohlberg y ar
gumentar a favor de su valor como guías para un examen. Hacemos esto en parte
para llamar la atención sobre las deficiencias de los supuestos alternativos.
Mi línea de discusión a favor de mis supuestos representa una forma de «filoso
fía moral analítica», trabajo que intenta analizar o explicar lógicamente los signifi
cados del lenguaje ordinario, en este caso el lenguaje ordinario sobre la moralidad.
Al formular en un principio, en mi tesis doctoral mi línea respecto al desarrollo mo
ral, estaba muy influenciado por Languaqe of Moráis de R.M. Haré (1952).
En contraste con mis esfuerzos por establecer teóricamente un concepto del de
sarrollo moral consistente con el cuidadoso uso del lenguaje moral ordinario, la
mayoría de los psicólogos modernos que tratan sobre la moralidad han supuesto
que la confianza en los significados de la moralidad y el lenguaje moral ordinario
es «acientífico» y que, por el contrario, es necesario construir un nuevo lenguaje
«científico» para hablar sobre la moralidad. Su ideas del significado del lenguaje
científico han sido las de un positivismo lógico, una filosofía de la ciencia mante
278 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
no hay validez lógica o empírica para las expresiones morales y que son simple
mente expresiones emotivas, están tirando al bebé científico por el agua de la ba
ñera emocional. Esta consecuencia puede verse en las siguientes manifestaciones
del conductista B. F. Skinner y del psiquiatra James Gilligan.
«Las cosas buenas son refuerzos positivos. La física y la biología estudian las
cosas sin referencia a sus valores, pero los efectos reforzantes de las cosas pertene
cen al campo de la ciencia conductista que, en la medida en que se interesa por un
reforzamiento operativo, es una ciencia de los valores. Las cosas son buenas (positi
vamente reforzantes) presumiblemente por las casualidades de supervivencia bajo
las que la especie evolucionó. Es parte del talento genético llamado «naturaleza hu
mana» el que sea reforzado de formas particulares por cosas particulares... Los re
fuerzos efectivos son temas de observación y nadie puede discutirlos» (Skinner
1971, p. 104)
«La moralidad está muerta. Se mató a sí misma: la auto-crítica a la que la filoso
fía moral se sometió a sí misma durante los dos últimos siglos no dejó otra alternati
va honesta más que el reconocer que el único conocimiento posible es el de los he
chos científicos, no de los valores morales.» (J. Gilligan, 1976, p. 144)
motivos y las construcciones del significado moral que se expresan en las conduc
tas.
elementos morales). En otras palabras, Skinner parece aceptar cierto conjunto par
ticular de normas como referencia para el significado de la moralidad. Por el con
trario, nosotros partimos de un hipotético significado universal de la moralidad y
vemos si este significado moral se encuentra en las diversas culturas o si hay de
hecho una variación de lo que creemos que en potencia son normas y elementos
morales universales.
Nuestro trabajo muestra que el desarrollo individual en el razonamiento moral
es una continua diferenciación entre la universabilidad moral y los hábitos y cre
encias más subjetivos o culturalmente específicos. Mientras que las conductas mo
rales o las costumbres parece que varían de cultura a cultura, bajo estas variantes
en costumbres parece que hay unas formas universales de enjuiciar y valorar. Las
costrumbres sexuales varían ámpliamente según la época cultural e histórica, in
cluso si las normas sobre la vida y la propiedad varían menos cláramente. Esta va
riación en costrumbres sexuales no implican necesariamente las diferencias en va
lores morales básicos o en formas de enjuiciar. Las costumbres culturalmente
cambiantes de la monogamia y poligamia son compatibles con las universales cul
turalmente subyacentes normas morales de dignidad personal, de compromiso y
confianza de las relaciones sexulaes.
Quizás nadie más que un relativista cultural afirmaría que no hay diferencia
entre las formalidades culturales y la moralidad, y nadie sino un relativista cultural
defendería que puesto que ellos razonan moralmente sus juicios sólo se aplican a
miembros de su propio grupo. Como ya mencionamos anteriormente, Elliot Turiel
(1980) ha investigado sobre esta diferencia entre la costumbre y la moralidad.
Apunta que los conferenciantes morales y sus afirmaciones pueden ser productos
de varias culturas pero, hablando moralmente, en el sentido de prescriptivamente
(más que como documentalistas culturales), ellos pueden hablar con una intención
universalizable.
Todas estas consideraciones, advertencias y críticas son una parte importante
de la creciente teoría e investigación que utiliza supuestos universalistas. Debemos
preguntar a los críticos de nuestra teoría universalista si es que nos están aconse
jando sobre cómo desarrollar una mejor teoría universalista o negando la posibili
dad de tal aproximación universalista sobre unas bases relativistas. Los críticos
que aseguran que nuestra teoría y nuestros hallazgos son culturalmente tendencio
sos (por ejemplo Simpson, 1974 y Sullivan 1977) suponen implícitamente que el
completo esfuerzo para formular una teoría universalista es, en sí y de por sí, cul
turalmente tendencioso. Una teoría que ofrece principios universalizables, dicen
ellos, es una teoría que representa la perspectiva de la ideología liberal occidental.
Esta crítica puede ser cierta en el mismo sentido en que las teorías científicas y los
conceptos de los métodos científicos postmedievales son, históricamente, creacio
nes occidentales. Lo mismo ocurre con la filosofía moral racional que es en gran
parte una empresa liberal occidental. Los orígenes culturales de una teoría, sin em
bargo, nos dicen poco sobre su validez. Las críticas relativistas de nuestra teoría
confunden nuestra afirmación de que ciertos principios y estadios morales evolu
cionan universalmente con la afirmación de que nuestra teoría sobre ellos es ade
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 283
Hay una diferenciación posterior hecha por filósofos morales e ignorada por
muchos psicólogos: es la diferenciación entre los juicios válidos o racionales y las
discusiones sobre los hechos, sobre lo que «es», y los juicios racionales o válidos
y las discusiones sobre los valores, sobre lo que «debe de ser». A la confusión en
tre «es» y «debe» los filósofos morales lo llaman «falacia naturalista». Mantenién
dose tras la ciencia social, el relativismo es la falacia naturalista y cuando se prac
tica por los psicólogos es el derivado directo de afirmaciones sobre lo que la
naturaleza humana, los valores humanos y los deseos humanos deben de ser desde
afirmaciones psicológicas sobre lo que ya son. Podríamos añadir que este razona
miento pasa por alto la diferenciación entre lo que es deseado y lo que es deseable.
La afirmación de B. F. Skinner (1971), citada anteriormente, ofrece un buen
ejemplo de la falacia del psicólogo. En esta declaración, Skinner trata por igual o
deriva una palabra de valor {bueno) de una palabra de hecho {refuerzo positivo).
Esta ecuación es cuestionable, pues siempre se puede preguntar si el obtener un re
fuerzo positivo es bueno en cualquier situación concreta. La falacia del psicólogo
o la falacia naturalista es un falso argumento (falacia) porque siempre podemos
hacer la pregunta ¿Por qué es bueno eso? o ¿Según qué estandard es eso bueno?
Skinner no se enfrenta de manera adecuada a una pregunta posterior, llamada por
los filósofos la pregunta abierta. Mientras que él siempre define lo bueno como
«supervivencia cultural», la postulación de la supervivencia cultural como un va
lor último suscita la pregunta abierta también. Podemos preguntar ¿Por qué debe
ría la cultura nazi (o la cultura americana) sobrevivir? La razón por la que Skinner
no está interesado en responder a la pregunta abierta sobre la supervivencia es por
que él es un relativista cultural y un naturalista ético que cree que cualquier razo
* Debemos hacer notar que las personas que razonan a niveles postconvencionales tien
den a definir las normas de una forma mucho más similar que lo hacen las personas que ra
zonan a niveles preconvencionales o convencionales.
286 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
namiento sobre lo que es bueno o sobre la validez de los principios morales no tie
ne sentido. Como se indicó por las declaraciones citadas anteriormente, el ignorar
la posibilidad de un discurso moral racional diferente del discurso científico sobre
los hechos lleva al supuesto de que cualquier cosa que no es científica es relativa y
arbitraria.
La sotisficada postura metaética oculta tras la falacia naturalista es la del natu
ralismo. Esta postura llamada naturalismo se define por Harman (1977, p. 14) así:
«El naturalismo es la idea de que los juicios y experiencias morales se reducen a
subyacentes estados naturales de la misma manera que la experiencia y el juicio del
color se reduce a las declaraciones sobre las frecuencias de luz que llegan a la retina.
Esta es ciertamente una plausible sugerencia para ciertos hechos evaluativos no mo
rales. Considérese, por ejemplo, lo que se implica en algo que es una cosa buena
dentro de su tipo, un buen cuchillo, un buen reloj, o un buen corazón. Ciertas funcio
nes están asociadas a estos tipos de cosas. Algo es bueno en su clase en la medida en
que de una forma adecuada encaja con su función, un buen cuchillo corta bien, un
buen reloj marca la hora precisa, un buen corazón bombea la sangre con la adecuada
presión. Pero el problema surge cuando este análisis se aplica a la ética. Es difícil es
tablecer la obligación que uno tiene de preservar una vida en estos términos. ¿Es este
un juicio real? Si suponenos el hecho de que tú debes de preservar una vida humana,
¿cómo se relaciona ese hecho con los hechos de observación.? No es en absoluto ob
vio que nuestro analisis se haga extensivo a este caso.»
Mantenemos con Haré (1952, 1963) la idea de que, al contrario que el natura
lismo, el lenguaje y los juicios morales son fundamentalmente prescriptivos, no
descriptivos. Haré (1963) argumenta que parte del significado del juicio moral es
descriptivo, puesto que se refiere a hechos; pero esto no agota el significado del
juicio moral. Los juicios morales tienen un elemento adicional prescriptivo en su
significado. Este elemento prescriptivo implica que los juicios morales dirigen,
mandan o nos obligan a tomar alguna acción. Sin embargo, las prescripciones mo
rales no son simplemente órdenes para realizar acciones concretas. Son imperati
vos que se derivan de ciertas reglas o principios de acción que el hablante toma li
gado a sus propias acciones. Estas reglas o principios pueden ser muy específicos
en instrucción e idiosincráticos para la persona que habla, pero son todavía reglas
o principios con características específicas construidas dentro de ellos. Por ejem
plo, decir que un acto de mantener una promesa está bien o es obligatorio puede,
para una acción dada, tener que decirse así, «que quien haya prometido hacer algo,
allí donde la promesa no se hizo a la fuerza o engañado, cumpla lo que ha prome
tido hacer a no ser que esté en conflicto con ayudar a una persona en abrumadora
necesidad» (Haré, 1963, p. 107). Según Haré, entonces, un juicio moral es un
compromiso implícito a la acción por parte del hablante y por otros que comparten
el principio del hablante, un compromiso detallado como una regla o un principio.
La noción de una regla o principio requiere a su vez, lógicamente, que los jui
cios morales sean prescripciones universalizables. Kant argumentaba que los prin
cipios morales maduros son moralmente universalizables en el sentido del impera
tivo categórico, «Deja que la máxima de tu conducta sea el deseo universal.» En
este sentido los principios son universalizables si están enmarcados en ser justifi
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 287
cables a, y aplicados por, todos los agentes morales. Haré, sin embargo, no recla
ma una universabilidad en este fuerte sentido normativo. Más bien mantiene la
universabilidad como una declaración lógica o metaética sobre el significado de
las palabras, como el requisito necesario de las palabras morales. Esta es una con
dición que se puede dar incluso en los juicios morales culturales o éticos de los re
lativistas. Dice Haré:
«Al hablar de una tésis «lógica» quiero decir una tésis sobre los significados de
las palabras, o dependiendo solamente de ellas. He venido manteniendo que el signi
ficado de la palabra «debe» y otras palabras morales es tal, que una persona que las
utiliza se compromete a sí misma con una regla universal. Esta es la tesis de la uni
versabilidad. Hay que diferenciarla de los puntos de vista morales tales como el que
todo el mundo debe siempre permanecer fiel a las reglas universales y gobernar toda
su conducta de acuerdo con ellas, o que uno no debe hacer excepciones en provecho
propio... Las ofensas contra la tésis de la universabilidad son lógicas, no morales. Si
una persona dice «Debo actuar de cierta manera, pero nadie más debe de actuar de
esa forma en circunstancias similares» entonces, según mi tésis, está abusando de la
palabra «debe»; se está contradiciendo a sí mismo.» (1963, p. 31-32)
Hemos dicho que los significados de los juicios morales son prescriptivos, no
descriptivos, como lo proclaman los naturalistas éticos. Sin embargo, esto no quie
re decir que los juicios morales no tengan características cognitivas, que no estén
basados en el razonamiento, aunque tal razonamiento no sea el mismo que el razo
namiento científico. Una reacción típica al descubrimiento de que los juicios mo
rales no tienen verdad descriptiva o de ciencia natural es decidir que los juicios
morales no tienen ningún estatus cognitivo, que son simplemente la expresión de
las emociones. Esta es la reacción de James Gilligan (1976) cuando dice «La mo
ralidad está muerta... El único conocimiento posible es el de los hechos científicos,
no de los valores morales. Las creencias y juicios morales son simplemente las
contrapartidas cognitivas de los dolorosos afectos que subyacen a toda moralidad,
vergüenza y culpa.»
Las ideas expresadas por James Gilligan han sido sistemáticamente elaboradas
por algunos filósofos morales modernos, tales como C. L. Stevenson (1963). Re
sumiremos estas ideas, siguiendo a Harman (1977, p. 27)
«El nihilismo es la doctrina ele que no hay hechos morales, no hay verdad moral,
ni conocimiento moral. El nihilismo moderado dice que aún siendo ésto a sí, la mora
lidad no debería de abandonarse, pues la moralidad no describe los hechos sino que
hace algo más. Una sugerencia que se hace a menudo es que los juicios morales ex
presan las actitudes y los sentimientos de la gente que hace esos juicios. Valorar algo
es estar en un estado emocional de estar a favor de algo, no un estado cognitivo.»
proceso racional para alcanzar el fin, pero desde el punto de vista del emotivismo
no se puede defender una postura de valores últimos o fines en sí mismos.
El emotivismo encuentra difícil de explicar el hecho de que a veces considere
mos a los juicios morales correctos o incorrectos. Las pasiones y los sentimientos
no pueden estar bien o mal para el emotivista, y si los juicios morales expresan
simplemente sentimientos, no es fácil ver cómo estos juicios están bien o mal. Lo
correcto o incorrecto de un juicio depende de las razones ofrecidas, y la postura
emotivista ignora la racionalidad como un aspecto de juicio.
No está claro que el emotivista pueda explicar la relevancia del razonamiento y
apelar al principio del juicio moral. Anteriormente a la dependencia del juicio mo
ral sobre los principios la llamábamos «prescriptivismo.» Podemos ver ahora
cómo el juicio moral es cognitivo en el sentido de que requiere un razonamiento a
partir de y hacia unos principios. Muchos psicólogos no querrían aceptar el emoti
vismo de J. Gilligan o Stevenson; por el contrario, estarían de acuerdo en que los
juicios morales Implican principios prescriptivos y que esos principios se justifi
can y se aplican a través del razonamiento. Sin embargo ellos creen que nuestro
análisis del juicio moral es demasiado «incruento», demasiado ligado a la fria ra
zón, sin ofrecer un papel suficientemente normativo en el juicio moral a los senti
mientos de empatia, compasión, indignación, etc.
Mientras que el emotivismo excluye el componente racional del juicio moral,
nuestro supuesto del cognitivismo, al contrario del racionalismo kantiano, no nie
ga el afecto como un componente integral del juicio moral o del razonamiento de
la justicia. Por ejemplo, nuestra teoría reconoce el afecto en las llamadas al respeto
por la dignidad de las personas así como en las llamadas a la responsabilidad y
cuidados entre las personas. Nuestra teoría reconoce el afecto pero siempre como
estructurado por procesos cognitivos tales como la toma de rol, o el ponerse uno
en el lugar del otro. Este afecto estructurado podría manifestarse como simpatía
por la víctima moral, indignación ante el explotador moral, y/o preocupación por
la toma de responsabilidad o cuidados.
Las formas en la que la toma de rol y otros procesos cognitivos organizan los
sentimientos morales están quizás todavía mejor elaboradas por Adam Smith
(1948) en su Theory of Moral Sentiments. Hume (1930) había basado el lado emo
tivo del juicio moral en la empatia por la persona afectada por las consecuencias
de una acción moral. A esta observación Smith añadió los elementos de simpatía
con el agente y motivo de la acción así como de simpatía con la persona afectada
por las consecuencias de la acción. Para Smith esta auto-proyección dentro del rol
del actor suscita el sentimiento de «propiedad» es decir, nuestro sentimiento de la
idoneidad de la acción. Su base emocional es un sentido de placer de hallarnos no
sotros mismos siendo similares o estando de acuerdo con el otro. Para Smith la
emoción moral más fuerte era el sentido de injusticia derivado tanto de la antipatía
hacia, o insastisfacción con, el acusado como de la simpatía hacia el resentimiento
de la victima.
De acuerdo con Smith, nuestros juicios de simpatía o antipatía hacia otros nos
preocupan sobre si los demás pueden simpatizar con nosotros. Esta preocupación
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 289
Frankena continúa para elaborar criterios que justifiquen los juicios de valor
moral. Puesto que su escrito en este sentido expresa justamente nuestra idea del
punto de vista moral, lo vamos a citar por completo.
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 291
rasgos de caracter; (b) si está dispuesto a universalizar los juicios propios; (c) si las
razones propias para los juicios propios consisten en hechos sobre lo gue las cosas
juzgadas hacen a las vidas de seres sensibles en términos de promocionar o distribuir
el bien y el mal no moral; y (d) cuando el juicio es sobre uno mismo o de uno mis
mo, las razones de uno incluyen tales hechos sobre lo que las propias acciones y dis
posiciones hacen a las vidas de otros seres sensibles como tales, en caso de que otros
se vean afectados. Se tiene moralidad o guía de acción moral si y sólo hasta el punto
en que se hacen juicios normativos desde este punto de vista y se guía por ellos
(Frankena, 1973, pp. 112-114).
El principio de la principialidad
Hemos dicho que los juicios morales son prescriptivos y que articulan reglas o
principios morales, y en la anterior subsección, identificamos «el punto de vista
moral» como un punto de vista basado en, y referido a, los principios. El punto de
vista opuesto a nuestro supuesto de principialidad es un punto de vista al que lla
maremos «relativismo contextual».
Un ejemplo de relativista contextual es Munsey (1980) editor del volumen de
las críticas y comentarios sobre la teoría de Kohlberg titulada Moral Development,
Moral Education and Kohlberg. En su propio capítulo de dicho volumen titulado
«Cognitive-Developmental Theory and Moral Development: Metaethical Issues»,
Munsey toma una postura fundamentalmente metaética, de lo que ella llama «teo
ría del acto» de John Dewey y contrasta esta postura con la «teoría de la norma»
de Kant o Rawls. Según Munsey una teoría de la regla basa el juicio y la elección
moral en reglas constructivas (o lo que nosotros llamamos principios) como los
dos principios de justicia de Rawls.
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 293
«Como contraste, los teóricos del acto mantienen que las reglas morales no son
una parte requerida para la evidencia que justifica los juicios morales singulares.
Más bien, pueden hacerse justificados juicios morales poco comunes simplemente
sobre los hechos particulares relevantes de un dilema moral dado. No hacen falta
consideraciones generales (por ejemplo reglas morales o principios). La identifica
ción de los hechos particulares moralmente relevantes, a la vez que está facilitada
por las reglas morales, es lógicamente independiente de ellas... Aunque según la teo
ría del acto, las reglas morales no son una condición necesaria para justificar los jui
cios morales pero sí son una parte muy importante de las deliberaciones morales.
Son generalizaciones morales derivadas de resumir nuestro conocimiento de los fac
tores particulares moralmente relevantes que garantizaron nuestros juicios morales
pasados... El aspecto que concierne a la naturaleza de las reglas morales puede en
tenderse como el aspecto de si las reglas morales válidas (cualquiera que sean, reglas
de utilidad o reglas de justicia) son reglas constitutivas o reglas arbitrarias. Si las re
glas se más como reglas arbitrarias, funcionan como punto de partida en las delibe
raciones posteriores y están implícitas en nuestra identificación espontánea de cier
tos factores relevantes a una resolución justificada de un dilema moral actual. Sin
embargo, no define nuestra identificación reflexiva todos los factores moralmente
relevantes. Siempre es posible reconocer factores situacionales nuevos relevantes a
un factor de resolución justificado que puede no estar adecuadamente cubierto por
una estructura actual de reglas arbitrarias, sin importar lo adecuadas que pudieran
ser.» (Munsey, 1980, pp. 163-164).
La postura de la «teoría del acto» tomada por Munsey podría denominarse «re
lativismo contextual» en lugar de «teoría del acto». Es una postura «Deweyta», se
guida por cierto número de nuestros críticos, incluidos Gilligan y Murphy (1979)
y Aron (1980).
Munsey enmarca su crítica en términos de la articulación del relativismo con
textual de John Dewey. Dewey (véase Dewey y Tufts, 1932, pp. 347-353) crítica
de absolutos los puntos de vista de la teoría moral o de los principios morales.
«El estudio desde este punto de vista descubre de forma concreta la limitación
de la teoría moral y su labor positiva. Muestra que no es competencia de la teoría
moral o de los principios morales el proveer de una solución hecha en serie a gran
des dilemas y perplejidades morales. Pero también deja claro que aunque la solución
a un dilema tiene que llegar por la acción basada en la elección personal, la teoría
puede dar luz y guiar la elección, ofreciendo alternativas y aclarando lo necesario
cuando escogemos una alternativa y no otra. Muestra, en fin, que la función de la teo
ría moral no es proveer de un substituto para la elección reflexiva personal, sino ser
un instrumento para la deliberación más efectiva y por tanto para una elección más
inteligente.»
regla establecida, porque entiende que este valor necesita una interpretación en si
tuaciones concretas.
Asi pues, es el razonamiento de principios el que entiende el valor de la perso
nalidad humana como una forma de construir una resolución de un dilema moral,
pero no entiende este valor como una regla substancial que dicta a priori lo que
esa resolución debería de ser.
El dilema de Heinz de robar para salvar una vida puede resolverse por el razo
namiento de justicia de Estadio 5, que utiliza lo que Dewey llama una «jerarquía
de valores establecida» situando el valor o norma de la vida por encima del valor
de la propiedad. Tal jerarquía, o una visión absolutista del valor de la vida, no re
suelve, sin embargo, los dilemas de la eutanasia. Otro dilema que utilizamos, el
del médico, pregunta si un doctor debería de hacer caso a la súplica de un enfermo
desahuciado que tiene fuertes dolores. El paciente decide, de forma reflexiva, pedir
al médico una gran dosis de morfina que aliviará el dolor pero que acortará mucho
su vida. ¿Debe el doctor acceder a esta petición? No si él mantiene un punto de
vista absolutista del valor de la vida física sobre el valor de evitar el dolor. El dile
ma lleva consigo, sin embargo, una consideración reflexiva de la calidad de vida,
no su completa preservación así pues un Deweyta podría sopesar y resolver el pro
blema. Nosotros vemos el dilema del doctor tan clarificante del principio ético
subyacente al valor de la vida como la jerarquía de la vida sobre la propiedad. Este
principio, el respeto a la personalidad, dicta el robar la medicación para salvar una
vida en el dilema de Heinz pero determina que el doctor acceda a la petición de la
mujer enferma desahuciada en favor de la autanasia, por respeto a la personalidad
y dignidad humanas. Así pues el principio de respeto a la personalidad es una for
ma general de ver las situaciones concretas; no es una regla establecida.
Hemos articulado nuestras ideas de la moralidad de principios como una forma
de ver las perspectivas humanas en situaciones concretas de nuestra discusión de
un sexto estadio de principios del juicio moral. En nuestra concepción teórica, un
sexto estadio se basa en un proceso de toma de rol ideal o «sillas musicales mora
les» en el que cada persona en su imaginación cambia de lugar con cada una de las
personas del dilema antes de establecer su postura como la correcta. Esta concep
ción de toma de rol ideal intenta sintetizar las ideas de Dewey, la reconstrucción
por parte de G. H. Mead (1934) del imperativo categórico de Kant como toma de
rol universalizable, la teoría del contrato social de Rawls y la idea de la formación
de la voluntad discursiva de Habermas (1979).
En la teoría de Rawls la toma de rol ideal es una declaración de un punto de
vista moral para escoger los principios de justicia de la libertad y la igualdad. La
toma de rol ideal se especifica escogiendo una «postura original», bajo un velo de
ignorancia sobre quién es uno dentro de la sociedad. Esta perspectiva lleva a rubri
car esos principios de justicia sobre los que se debería de estar socialmente de
acuerdo. Desde nuestro punto de vista se podría decir que cierto compromiso ge
neral con los principios de justicia urge al sujeto a tomar un rol ideal para resolver
dilemas morales. En este sentido nuestro punto de vista de los principios morales
reconoce el contexto situacional de cada problema moral.
296 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
principios sino también los especificados por Kant pueden considerarse mejor
como construcciones, un punto de vista compatible con la teoría constructivista
del desarrollo cognitivo de Piaget.
Respecto a los principios morales, nosotros seguimos a Rawls en su formula
ción de los principios como un proceso en espiral de «alcanzar un equilibrio refle
xivo». Según ésto, los principios o métodos para juzgar se aplican tentativamente
a casos o a dilemas. Allí donde hay discrepancia entre el principio y nuestras intui
ciones sobre la acción correcta en el dilema, podemos o bien reformular el princi
pio o bien decidir que nuestra intuición moral estaba en un error. Cualquiera que
sea lo que decidamos, nos movemos hacia adelante para considerar otros casos,
estando abiertos al cambio hasta que llegamos a un «equilibrio reflexivo» entre
nuestros principios y nuestras intuiciones morales sobre casos concretos.
En el contexto de los aspectos resaltados por Munsey (1980), mi opinión de los
principios morales, es que son construcciones evolutivas y no axiomas a priori o
inducciones de una experiencia pasada . Esta idea deriva del supuesto constructi
vista de Piaget, es decir, que las estructuras mentales no son ni biológicas innatas a
priori ni hábitos inductivos aprendidos de forma pasiva a partir de experiencias
sensoriales, sino que son más bien construcciones activas de experiencias que se
asimilan mientras que se acomodan a ellas.
En el volumen de Munsey (1980), Boyd (pp. 203-288) aclara este aspecto
constructivista de las ideas de justicia de Kohlberg y Rawls.
«(Tanto en la teoría de Kohlberg como en la de Rawls) los juicios de justicia de
principios se consideran como emergentes de un proceso dinámico de interacción en
tre las personas, concebidas como agentes gue se autodeterminan y que siguen las nor
mas. según esta teoría, la “justicia” se refiere, como Edward Cahn ha discutido, “no a
un estado sino a un proceso, no a una condición sino a una acción. Justicia significa
el proceso activo de remediar o prevenir lo que provocaría un sentido de injusticia”.
En el contexto de la justicia en este sentido, los juicios de principio no derivan su
validez de un estatus epistemológico de certidumbre atribuida a los principios'referi
dos, sino más bien derivan de ser considerados como lo que todas las personas po
drían acordar cuando estas personas buscan regular sus interacciones de forma justa.
La actitud primera de Rawls y la “toma de rol ideal” de Rohlberg deben considerarse
en primer lugar como formas de comenzar una discusión moral; son interpretaciones
de procedimiento de cómo las personas buscan entre sí un estado provisional, diná
mico, de equilibrio reflexivo sobre temas que atañen a sus interacciones en el mun
do.»
es una facultad moral de conciencia que produce intuiciones concretas o una morali
dad política como la intuición de que la esclavitud está mal. El segundo modelo trata
a las instituciones de la justicia no como claves de la existencia de principios inde
pendientes sino como aspectos estimulados de una teoría a construir, como si un es
cultor se pusiera a tallar un animal que se ajusta mejor a un montón de huesos que
dio la casualidad de encontrar juntos. El “modelo constructivo” no supone, como lo
hace el modelo natural, que los principios de justicia tengan alguna experiencia obje
tiva establecida de tal manera que las descripciones de estos principios deben de ser
verdaderas o falsas de una forma estandard. Hace el supuesto diferente de que los
hombres y las mujeres tienen una responsabilidad de ajustar el juicio particular sobre
el que ellos actúan con un programa de acción coherente. El modelo natural podría
mos decir que considera las intuiciones desde el punto de vista personal del indivi
duo que las mantiene y que las considera como observaciones de la realidad moral.
El modelo constructivo considera las intuiciones desde un punto de vista más público;
es el modelo que alguien podría proponer para el gobierno de una comunidad en la
que cada uno de sus miembros tiene unas fuertes convicciones que difieren, aunque
no en gran medida, de las construcciones de otros.» (Dworking, 1976, pp. 27-28)
Boyd dice, además, que el modelo constructivista considera que las personas
tienen actitudes de respeto mutuo.
«Las personas no se consideran como independientes, aisladas “seguidoras de
reglas”, con mayor o menor acceso directo a la verdad moral, sino como seguidoras
de reglas en relación, que deben construir y reconstruir continuamente a través de un
diálogo público la perspectiva de la que las reglas que gobiernan sus acciones tienen
validez.» (Boyd, 1980, p. 204)
«Al proceso por el que se llega a una decisión moral reversible lo llamamos
“toma de rol ideal”. El juicio moral del Estadio 6 se basa en la toma de rol bajo la
idea de que todos los otros actores están también gobernados por la Regla de Oro y
acomodados de mutuo acuerdo. La toma de rol ideal es el procedimiento de decisión
requerido por la actitud de respeto a las personas y de la justicia como equidad. Una
decisión alcanzada de esta forma está en “equilibrio” en el sentido de que es “correc
ta” desde el punto de vista de todos los involucrados, siempre que estén gobernados
por una actitud moral o una concepción de la justicia, siempre que quieran tomar el
papel de otros.» (Volumen I, Capítulo 5, p. 197).
En las secciones anteriores hemos discutido una definición del juicio moral se
gún los criterios formales del punto de vista moral. Recalcamos en particular dos
características formales del juicio moral, la prescriptividad y la universabilidad.
Nuestros supuestos iniciales nos condujeras al diseño de un instrumento de investi
gación que mide el razonamiento sobre dilemas de derechos conflictivos o de la
distribución de recursos escasos, es decir, problemas de justicia. No hicimos uso de
dilemas sobre temas prosociales a favor de otros que no fueran enmarcables como
conflictos de derecho. Además de esta limitación a los dilemas de justicia centra
mos nuestras preguntas de prueba y nuestros procedimientos de puntuación en ob
tener juicios que fueran prescriptivos y universalizables, a la vez que ignoramos las
declaraciones de un sentimiento personal y aquellas que intentaban volver a escribir
la situación del dilema para resolverlo. Hasta cierto punto este último tipo de mate
rial, a menudo obtenido de los dilemas sobre las preocupaciones prosociales, es
300 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
tado por métodos de análisis de factor. Podría haberse dado el caso de que el desa
rrollo de los juicios morales fuera específico de otras ciertas normas o virtudes
aparte de la justicia, como las normas de honestidad o de lealtad y afiliación en las
relaciones interpersonales. Si este hubiera sido el caso, no hubiera surgido ningún
factor general de justicia, sino sólo factores del desarrollo de normas específicas.
Aunque nosotros presupusimos un factor general de justicia al definir nuestros di
lemas morales y las estructuras de estadio, esta predefinición no garantizaba un
éxito empírico en la definición real de un campo moral unificador.*
Al centramos en la justicia no estamos negando la posibilidad de extender la
idea de los estadios de juicio moral a otros, y posiblemente más amplios, concep
tos del campo moral. Particularmente ausente de nuestros estudios ha estado el in
terés por el razonamiento moral sobre las elecciones que van más allá del deber y
la justicia, es decir, los dilemas que obtienen una elección supererogatoria. Como
ya hemos discutido en un apartado anterior sobre sobre la ampliación del campo
moral, yendo más allá de la justicia creemos que Eisenberg-Berg así como Carol
Gilligan y sus colegas pueden concluir con las definiciones de lo que nosotros lla
maríamos estadios de desarrollo blandos. Al menos este es el camino en el que he
tratado la ética supererogatoria en un capítulo escrito con Shulik y Higgins titula
do «The Aging Person as a Philosopher», (Kohlberg, 1984, en imprenta) en donde
veo que el amor responsable se relaciona con los niveles de Fowler (1981) de
orientación ética y religiosa al definir una vida buena y llena de sentido.
Aunque los supuestos de la primacía de la justicia no se han «demostrado» por
nuestra investigación, el hecho de que los datos recogidos bajo este supueto res
pondan a los requisitos de secuencialidad, totalidad estructurada y relación con la
acción indica la fecundidad empírica del supuesto.
Al construir nuestro manual de puntuación seguimos a Frankena (1973) al dis
criminar entre orientaciones o «teorías» de la rectitud. Clasificamos en estas orien
taciones a la justicia como el orden normativo o la orientación de seguir la regla;
la orientación de la consecuencia utilitaria (y egoísta); la orientación perfeccionis
ta o de búsqueda de armonía; y la orientación de justicia. Nuestra propia teoría,
como la de Rawls (1971), recalca la justicia como lo justo, y nosotros trataremos
de indicar cómo la justicia tiene primacía entre todas las orientaciones. Sin embar
go, como veremos, cada orientación puede proclamar el definir criterios de justi
cia. Después de clasificar las cuatro orientaciones hacia situaciones de justicia,
nuestro manual continúa clasificando elementos u operaciones utilizados en el ra
zonamiento dentro de cada orientación (véase la Tabla 3.8)
* Podemos decir que ha habido otros intentos por descubrir factores cognitivos unita
rios, pero han fracasado. En la década de los 20, por ejemplo, los psicometristas intentaron
definir un discreto dominio de la «inteligencia social» utilizando tests de inteligencia sobre
situaciones sociales. Descrubrieron, sin embargo, que no había tal campo general de la inte
ligencia social separada de la inteligencia general, como anteriormente se había definido
por Spearman. A sí pues, el concepto de inteligencia social no recibió apoyo empírico de los
estudios dirigidos a evaluarlo.
LA FORMULACION ACTUAL DE LA TEORIA 303
Tabla 3.8.
Los elementos
Consecuencias egoístas:
6. Buena reputación (mala reputación).
7. Búsqueda de premio (evitar el castigo).
Consecuencias utilitarias:
8. Buenas consecuencias individuales (malas consecuencias individuales).
9. Buenas consecuencias de grupo (malas consecuencias de grupo)
Justicia:
14. Equilibrio de perspectivas o toma de rol.
15. Reciprocidad o merecimiento positivo.
16. Mantenimiento de la equidad y justicia procesal.
17. Mantenimiento del contrato social o acuerdo libre.
Las normas
1. Vida 6. Autoridad
a. Preservación 7. Ley
b. Calidad / Cantidad 8. Contrato
2. Propiedad 9. (Derechos civiles)
3. Verdad 10. (Religión)
4. Afiliación 11. Conciencia
5. (Amor erótico y sexo) 12. Castigo
304 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
rol ideal o «sillas musicales morales»; para Rawls (1971) como la idea de una pos
tura original bajo el velo de la ignorancia; y finalmente para Habermas (1979) en su
idea de interacción gobernada por una ética del habla reconocida universalmente.
En los ejemplos anteriores hemos visto rasgos de la operación de reciprocidad,
a través de los estadios de razonamiento de justicia, para poder distinguir las ope
raciones de justicia de las perspectivas de justicia. Hemos dado ejemplos de cómo
la operación de reciprocidad se extiende y limita en su aplicación a las personas
según esas personas y sus derechos se crean y consideran por perspectivas socio-
morales concretas.
Finalmente, un último comentario sobre la reversibilidad, en la medida en que
puede considerarse como una propiedad de un estadio de razonamiento de la justi
cia. Anteriormente hemos presentado el criterio de reversibilidad encajando mejor
que nada en la orientación de la equidad, en oposición a las otras tres orientacio
nes de justicia. En aquel momento esbozamos la forma en la que la operación de
reciprocidad se redefine en cada estadio más alto, puesto que está secuencialmente
articulada en conjunto con perspectivas de justicia nuevamente desarrolladas.
Queremos ahora mostrar cómo cada nueva perspectiva de estadio se puede com
prender que es más reversible que su estadio precedente.
La reciprocidad del Estadio 2 se considera como un intercambio concreto de
favores o peleas. Piaget (1932) expresa la no reversibilidad de ese intercambio
concreto según su conducción a un interminable ciclo de venganza sin equilibrio
ni punto final. Cuando al razonamiento de Estadio 1 y 2 se le pregunta qué es lo
que la Regla de Oro diría que se debería de hacer si alguien viniera a pegarte, con
testaría que se le tendría que devolver el golpe. Sin embargo, en el Estadio 3 un
sujeto entiende que un interminable ciclo de venganza no es reversible o equilibra
do. Esta comprensión se hace evidente cuando los niños nos dicen que las peleas
podrían continuar por siempre, implicando que tal conducta no lleva a una solu
ción del conflicto. La idea de justicia de Estadio 3, considerada como reciprocidad
ideal, «Haz a otros lo que te gustaría que te hicieran a tí», lleva a una idea más
equilibrada o reversible de la reciprocidad, que implica un cierto estado de un final
pacífico acordado por ambos participantes en la disputa. Este ideal es lo que se
implica por la perspectiva de una tercera parte, de Estadio 3, cuando razona con
perspectivas de equidad como es la reciprocidad.
En el Estadio 4 la perspectiva que se toma es la que Mead (1934) llama pers
pectiva del otro generalizado, es decir, la perspectiva de alguien que podría situar
se en cualquiera de los roles de la sociedad. En el Estadio 3, la reversibilidad se
consigue manteniendo las normas compartidas de los motivos buenos, mientras
que la reversibilidad de Estadio 4 se alcanza por una noción de imparcialidad y
consistencia a través de los roles sociales en términos de procedimientos y dere
chos. El razonamiento de Estadio 3 no tiene forma de tratar justamente los roles y
las expectativas normativas para los roles, que legitimizan los motivos no altruis
tas como el interés por la propiedad que el farmacéutico tiene, por ejemplo. En
cambio el razonamiento de Estadio 4 reconoce estos motivos como unos derechos
institucionados y reconoce los métodos de procedimiento dentro del sistema legal
310 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
para alcanzar la reversibilidad. El Estadio 4 puede juzgar, por ejemplo, que Heinz
debería de robar el medicamento pero condicionado al proceso legal que podría
imponerle un castigo o restitución al farmacéutico. Se debe equilibrar aquí el reco
nocimiento de que Heinz tiene motivos para robar, (que provienen del hecho de
que él era un buen marido y una persona preocupada) con sus obligaciones hacia
el farmacéutico como dueño de una propiedad y ciudadano que cumple la ley. La
solución conseguida en el Estadio 4 es más reversible en que podría acordarse o
prescribirse por la postura del farmacéutico o el marido en el dilema de Heinz.
En el Estadio 5 se supone que cada actor debe de ser capaz de tomar una pers
pectiva anterior a la sociedad en la que la prioridad de valorar la vida por encima
de la propiedad podría compartirse desde el punto de vista de Heinz o del farma
céutico por igual. Esa jerarquía es reversible y equilibrada en el sentido de que po
dría tomarse por personas en cualquiera de los roles sociales del dilema de Heinz.
En el Estadio 6 la reversibilidad se convertiría en una operación auto-consciente
de las sillas musicales morales al hacer elecciones justas.
Concluyendo, hemos tratado de mostrar cómo cada nueva perspectiva de justi
cia y su estadio interpretan operaciones del elemento de equidad como la igualdad
y la reciprocidad. Cada nuevo estadio reinterpreta las obligaciones de una forma
que responde a dos criterios de adecuación del razonamiento de justicia. El prime
ro es la mayor generabilidad e inclusividad de cada perspectiva más alta sobre su
perspectiva anterior: por ejemplo la perspectiva de una tercera parte del Estadio 3
es más general e inclusiva que una perspectiva individualista de Estadio 2. El se
gundo criterio es el creciente grado de reversibilidad de la estructura de justicia de
cada estadio más alto, visto desde el punto de ventaja del estadio más alto del ra
zonamiento de la justicia, el Estadio 6.
En resumen, en esta parte hemos aclarado el significado exacto de nuestros es
tadios como reconstrucciones racionales de la ontogénesis de los juicios de la jus
ticia, desde la perspectiva de una teoría de la justicia como universabilidad y re
versibilidad. Según estos criterios cada estadio es más adecuado moralmente que
su precedente y el Estadio 6 cumple por completo estos criterios formales. Los fi
lósofos pueden no estar de acuerdo con nuestro supuesto de la primacía de la justi
cia al definir el razonamiento moral, o con los criterios de reversibilidad y univer
sabilidad como criterios por los que una forma de razonamiento de la justicia
puede decirse que es más adecuada o racional que otra. Pero al menos nuestra teo
ría de la adecuación está expresada de forma clara, sin los problemas de postula
dos de relaciones de identidad «es al debe» que Habermas y otros filósofos han
considerado dudoso y ambiguo.
RESUMEN Y CONCLUSION
tadio, en lugar de utilizar los dilemas tipo que hemos utilizado en nuestra investi
gación longitudinal. Además, creemos también que esta investigación va a reque
rir del estudio de personas que tienen cierta reconocida competencia o liderazgo
en tomar decisiones morales dentro del mundo social adulto, los jueces, hombres
de estado, etc.
Además del aspecto referente al Estadio 6, creemos que queda mucho por ha
cer, tanto en teoría como de forma empírica, sobre el tema del entendimiento de
las relaciones entre el juicio moral y la acción moral. Un trabajo de este tipo debe
de producir una información que nos dirá más sobre la estructura lógica de nues
tros estadios de justicia y sobre nuestra idea de que forman una jerarquía de cre
ciente adecuación.
Concluyendo, en lo que creemos que nuestros críticos han alcanzado con éxito
a partir de sus escritos es en dar importancia a ciertos aspectos teóricos y metodo
lógicos hacia los que debemos sensibilizamos. No creemos que ellos han descu
bierto que mi trabajo ha sido tendencioso en cualquier sentido «duro» de la pala
bra, sino que mi trabajo y cualquier otra investigación científica social puede ser
y sería tendenciosa si los investigadores no toman en consideración los supuestos
normativos y metaéticos utilizados. Creemos, además, en la línea de Weber
(1949), Habermas (1983) y otros, que la objetividad es un «momento» de indaga
ción científica; que la esencia o el «verdadero» valor de la objetividad no reside en
alguna cualidad permanente, basada en lo hechos, inherente al objeto de la indaga
ción, sino que se encuentra más bien entendida como un proceso de comprensión
que es la relación cambiante entre el investigador y lo que él o ella observan. Cree
mos que es esta orientación teórica y metodológica, expresada de forma justa por
Habermas en su idea de «hermeneútica objetiva», lo que caracteriza a nuestro tra
bajo.
CAPITULO 4
«El tema dominante de los escritos de Kohlberg es que lo que es moral no es una
cuestión de gusto o de opinión. Kohlberg aborrece el relativismo. Tiembla ante la
idea de que los códigos morales del hombre podrían ser como los idiomas y las co
midas del hombre, diferentes pero iguales. El proyecto de Kohlberg en estos ensayos
es establecer que existe una moralidad objetiva que la razón puede revelar; definir
esa moralidad objetiva en términos de justicia, equidad, igual respeto por todas las
personas y los derechos “naturales” del hombre; y defender esa formulación contra
los relativistas, conductistas, románticos, emotivistas, psicoanalistas y defensores de
la pena capital y de la educación del carácter. Lo que Kohlberg busca es una concep-
tualización de lo que es moral derivado de las premisas que ninguna persona racio
nal podría posiblemente negar, por medio de lo cual ninguna persona racional podría
evitar — preferiblemente la lógica deductiva» (p. 226, 293).
Shweder proclama que fallamos en nuestro esfuerzo por separar la forma del
contenido y en nuestro esfuerzo por mantener que en los estadios postconvencio
nales más altos existe una similitud formal entre el juicio moral y el razonamiento
a través tanto de la cultura como de las teorías morales particulares. Mantiene que
yo he confundido una forma de juicio moral de principios o postconvencional con
el contenido de la ideología liberal.
«Decidir si una gente en particular tiene que ser tratada igual o de diferente ma
nera, es introducir supuestos no racionales; por ejemplo, que ser justo es tratar a
cada uno como si tuvieran los mismos derechos naturales e inalienables* Esta idea de
la justicia bastante substancial está rubricada por humanistas laicos pero no se re
quiere por la razón o de hecho.»
«Robar será ilegal; no contra la ley formal sino contra la ley moral. Si estuviéra
mos en una sociedad utópica, mi jerarquía de valores y los de otros se haría efectiva
a través de un consenso. (¿Cuáles son esos valores?) El socialismo, pero no me pida
que lo explique. En la Utopía existirá todo en lo que yo creo, todo el mundo será
igual. En esta sociedad el valor de la vida se mantiene perfectamente. Creo que todo
el mundo tiene derecho a la felicidad. La gente no nace genéticamente igual y no es
justo que uno que es más fuerte física o mentalmente alcance la felicidad a expensas
de alguien más débil, porque el derecho a la felicidad es un derecho básico de todos
e igual para todos.»
que no estamos de acuerdo es con la opinión de Sullivan de que estas raices e inte
reses intelectuales han producido (a) una teoría que articula una visión parroquial
más que universalmente válida del Estadio 6 y del desarrollo de las estructuras del
razonamiento de la justicia y (b) una teoría que sólo puede funcionar como una
justificación de falsa conciencia de las prácticas de explotación presentes en las
sociedades capitalistas occidentales. *
En respuesta a lo arriba expuesto, creemos en primer lugar que el que mi teo
ría articule una descripción parroquial o universal válida del razonamiento de la
justicia y su desarrollo, es una cuestión que debe de responderse en base a un
test empírico. En nuestra opinión, ésta no es una cuestión que se pueda respon
der a priori, a través de un análisis de las bases económicas e intelectuales de la
teoría.
Dentro del contexto de la discusión de las revisiones de la teoría, hemos decla
rado en términos generales nuestra respuesta a la acusación de parroquialismo de
Sullivan con respecto al Estadio 6 (véase el Capítulo 3). En aquella discusión, ya
no afirmo haber verificado de forma empírica la existencia de un razonamiento de
Estadio 6. Sin embargo, dada nuestra postura de una perspectiva racionalmente
constructiva, mantenemos y, en un sentido ético normativo, defendemos la idea de
un Estadio 6 como el punto final de la ontogénesis del razonamiento de la justicia.
Anteriormente hicimos notar que la idea de Estadio 6 está abierta a debate filosófi
co y que los investigadores no necesitan aceptar nuestras ideas ético-normativas
como suyas propias para llevar a cabo trabajos de investigación en el campo del
razonamiento de la justicia. Desde nustro punto de vista defendemos nuestra idea
de Estadio 6 porque representa para nosotros una estructura de la justicia que es
totalmente reversible. Mientras que Habermas (1979) se ha cuestionado esta pro
puesta, nosotros creemos que defendemos con éxito nuestra perspectiva contra su
crítica. (Nuestra discusión de Habermas completa este capítulo). Sullivan sin em
bargo no critica nuestra idea del Estadio 6 de esta manera. Por el contrario, él sus
cita preguntas respecto al Estadio 6 y a mi teoría general, diciendo que constituyen
una defensa de falsa conciencia del status quo y representan mal el dominio de la
moral debido a nuestra confianza en la perspectiva del estructuralismo.
No estamos de acuerdo con la opinión de Sullivan de que mi teoría sólo puede
funcionar como una justificación del status quo. Sullivan puede tener razón al
creer que el espíritu de las luces está muerto, que a través de los tres últimos siglos
las ideas liberales se han expuesto de forma deshonesta y se han utilizado para
camuflar los intereses de algunos grupos poderosos. Sin embargo, sóTo porque la
teoría de Kohlberg sobre el razonamiento de la justicia parte de la tradición liberal,
no significa que se usará o pueda usarse de forma similar. Se pueden utilizar mar
tillos para clavar clavos o para golpear a la gente, y a cual de estos usos se ponen
* Con estas afirmaciones Sullivan manifiesta haber cometido el error genético de dos
formas. El lector recordará que el error genético es la tendencia a evaluar una teoría, no por
méritos propios sino en base a (a) bien los intereses o características biográficas de su autor
o (b) bien a sus apuntalamientos sociohistóricos.
SINOPSIS Y RESPUESTAS DETALLADAS A LOS CRITICOS 327
los martillos no se puede predecir en base a una comprensión de los factores tec
nológicos, culturales o sociohistóricos que llevaron a su creación.
No estamos proclamando que, puesto que se puede utilizar para diferentes fi
nes, la teoría esté por consiguiente «libre de valor», porque ya hemos reconocido
que no es independiente de los diversos supuestos ético-normativos que nosotros
mantenemos. En este contexto estamos simplemente diciendo que no se puede
predecir cómo se usa la teoría de Kohlberg en base a la consideración de sus raíces
intelectuales. Se podría, y quizás se ha utilizado para preocupar las mentes con ra
zonamientos «morales» para actos inmorales. Sin embargo, se puede utilizar más
fácilmente, y esperamos que se haga más frecuentemente, para ocupar las mentes
con razones morales para los actos morales. Si los principios articulados por el ra
zonamiento del Estadio 6 se pueden utilizar por un maquiaveliano como «consig
nas morales» para camuflar las realidades de explotación, también es cierto que se
pueden utilizar como justificaciones morales para denunciar tales realidades.
En su exigencia por una teoría del desarrollo moral más completa, Sullivan en
tiende correctamente que no hemos estudiado suficientemente el papel jugado por
aspectos tales como la sensibilidad moral y la imaginación moral. Entendemos,
desde luego, que los comentarios de Sullivan dentro de este contexto son más
constructivos que críticos.
La teoría del desarrollo moral de Kohlberg es una teoría que se centra en los
procesos de toma de decisión moral y en estructuras cognitivo-morales que se asu
men para suscitar esos procesos. Hemos reconocido anteriormente que entende
mos que la teoría del razonamiento de la justicia es necesaria pero no suficiente
para definir el campo total de lo que se entiende por desarrollo moral. Así pues,
estamos abiertos a todo intento constructivo de ampliación de nuestra apreciación
de este campo.
Para concluir, sin embargo, deseamos recalcar un punto que para nosotros es
obvio, es decir, que una vía cognitiva al estudio del razonamiento de la justicia es,
por definición, una perspectiva que estudia el desarrollo y uso de los procesos cog
nitivo-morales. Tal y como los definimos y estudiamos, los juicios niorales son
juicios «razonados». Estamos de acuerdo en que su construcción está, muy proba
blemente, influenciada por sus relaciones con la emoción, imaginación y sensibili
dad moral, y alentamos a quien esté interesado en hacerlo que investigue estas re
laciones. Creemos, sin embargo, que el estudio del razonamiento moral es valioso
por derecho propio.
Para embellecer su argumento sobre la importancia de la imaginería y la ima
ginación moral al fomentar un sentido de compromiso moral, Sullivan cita uno de
los más memorables discursos de Martín Lutero King. Es cierto que la imagina
ción e imágenes morales utilizadas por Martin Lutero King para fomentar el com
SINOPSIS Y RESPUESTAS DETALLADAS A LOS CRITICOS 329
promiso con la acción al servicio de los derechos civiles, es una amplia evidencia
que justifica las preocupaciones de Sullivan. Creemos también que es, sin embar
go, probable que, si se pudiera preguntar al Dr. King por qué era importante que
«la libertad suene desde las colinas de New Hampshire y desde las poderosas
montañas de Nueva York», él hubiera manifestado para nosotros una razón moral
de Estadio 6.
tuación de estadio total o mixta , con la intención de exponer una progresión lon
gitudinal en tales puntuaciones. Dicho de otra forma, para nosotros un «punto»
como técnica de mareaje no puede captar la integridad conceptual de la evolución
moral de una persona.
En términos de significación psicológica, debemos resaltar que una diferencia
de 15 puntos en mareaje de madurez moral entre grupos (y Gilligan y otros infor
man de una diferencia de sólo 13 puntos) no se puede tomar como una diferencia
significativa. La diferencia de 15 puntos está dentro del límite de error de test-re-
test que se encuentra en diversos estudios (Colby y otros, 1983).
Gilligan y otros (p. 36) llegan, desde un análisis anterior, a esta conlusión:
«Así, al replicar bajo condiciones bien controladas la diferencia de sexo, ante
riormente mencionada, a favor de los hombres en el nivel de Kohlberg de madurez
moral, el estudio actual apoya a los críticos de la teoría de Kohlberg que mantienen
que, particularmente en el nivel postconvencional, esa teoría refleja una perspectiva
limitada machista occidental y puede, por consiguiente, ser tendenciosa contra las
mujeres y otros grupos cuyas perspectivas morales son, de alguna manera, diferen
tes.»
Estamos en total desacuerdo con esta conclusión y creemos que no tiene nin
guna garantía, dados sus propios hallazgos. En nuestra respuesta discutiremos en
profundidad la evidencia para nuestro desacuerdo con su conclusión, basada en
una revisión del campo de la investigación en general. Gilligan supone que los
hombres, para resolver problemas de conflicto y relación interpersonal es más pro
bable que utilicen operaciones piagetianas de reciprocidad y de igualdad. Por el
contrario, hipotetiza que las mujeres probablemente construyen un problema mo
ral dentro de los límites de una conexión incuestionable y usan el altruismo o el
auto-sacrificio como la solución a problemas interpersonales.
En su libro y en la ya citada investigación con sus colegas, Gilligan se precipi
ta a una conclusión de tendencia del test con la que nosotros no estamos de acuer
do. Estamos de acuerdo en que nuestros dilemas de justicia no tienden a la orienta
ción de cuidados y respuesta, y estamos de acuerdo en que nuestro manual de
puntuación no lleva a una completa evaluación de este aspecto del pensamiento
moral. No estamos de acuerdo, sin embargo, en que los dilemas y estadios del ra
zonamiento de la justicia lleven a un injusto y tendencioso mareaje a la baja del
razonamiento de las chicas y mujeres, tal y como Holstein sugiere, porque están
medidas utilizando una secuencia de estadio y un manual de puntuación desarro
llados sobre un muestra de hombres.
Esta carga de tendencia sexista en el test puede haber sido parcialmente cierta
respecto al método inicial de Kohlberg (1958) para puntuar el estadio. En aquella
época la preocupación de un sujeto por las normas de cuidado y afiliación tendía a
puntuarse en Estadio 3 y una preocupación por las normas de la ley, tendía a pun
tuarse como Estadio 4. Vemos ahora tales preocupaciones como características del
contenido del razonamiento. El sistema de puntuación de aspecto estandard de
1984 mantiene ahora constante tal contenido normativo y evalúa las diferencias
formales en el uso de operaciones de justicia y perspectiva sociomoral para definir
SINOPSIS Y RESPUESTAS DETALLADAS A LOS CRITICOS 333
Estadio 3. Así, se afirma que las mujeres han sido inadecuadamente clasificadas
por lo bajo. Aunque Gilligan no ha definido los estadios estructurales dentro de la
orientación de cuidado, sí distingue entre tres niveles dentro de esta orientación.
Un nivel preconvencional que es fundamentalmente egocéntrico; un nivel conven
cional que está fundamentalmente preocupado por el cuidado hacia los demás; y
finalmente un nivel postconvencional que equilibra el cuidado propio y el cuidado
por los demás.
Respuesta: En el Capítulo 3, en nuestra discusión de la ampliación del cam
po moral, tratamos en extensión la idea de Gilligan de que hay una orientación
de cuidados diferente de una orientación de justicia y asumimos que ésta es la
tesis más importante de Gilligan. Sin embargo, la propuesta por la que Gilligan
ha tenido una mayor atención popular, y la que más critica mi método y mi teo
ría, es la postura de que los dilemas morales y el sistema de puntuación estan
dard son de tendencia sexista de antemano, y evalúan por lo bajo las respuestas
femeninas.
Para tratar este aspecto vamos a resumir brevemente los estudios sobre las di
ferencias de sexo en el razonamiento de la justicia sobre nuestros dilemas estan
dard. Aquí hay dos aspectos que están implicados. El primero es si existen dife
rencias sexuales en las medidas entre los hombres y las mujeres sobre nuestros
dilemas del razonamiento de la justicia. El segundo aspecto es si las respuestas de
las mujeres a los dilemas pueden puntuarse según estadios de justicia y producir
los mismos resultados de una secuencia invariante y de una totalidad estructurada
que los estudios longitudinales de Colby y otros (1983) han encontrado en los
hombres.
Con respecto al tema de la media de las diferencias de sexo en los estadios del
juicio moral, citaremos una amplia revisión de la literatura hecha por Walker
(1982) de cincuenta y cuatro estudios utilizando la entrevista de juicio moral de
Kohlberg, y veinticuatro estudios utilizando la medida DIT del juicio moral de
Rest (1979).
Walker comienza diciendo: v
«En estos estudios tomaron parte 1131 sujetos con edades entre 21 a más de 65
años. Las diferencias de sexo en el razonamiento moral en la edad adulta son un
poco más frecuentes que en edades tempranas; o dicho de otra manera, las diferen
cias de sexo son más frecuentes en esta generación que en generaciones posteriores.
(Es imposible separar las diferencias evolutivas y de edad con estos datos). De las 19
muestras estudiadas, se dieron 4 diferencias significativas, todas ellas favorables a
los hombres.
Al contrario que los estudios tratados en secciones anteriores en que tomaban
parte muestras bastante homogéneas de estudiantes de escuela y universidad, es evi
dente en estos estudios que revelan diferencias en el razonamiento moral que el sexo
se confundía con la educación y/o con diferencias de ocupación. Haan y otros (1976)
descubrieron que los hombres puntuaban más alto en las dos muestras, de 21 a 30
años de edad y de 47 a 50 años (padres del grupo más joven). Las mujeres más ma
yores de este estudio eran en su mayoría amas de casa (según Haan, 1977).
En los dos restantes estudios que revelaron diferencias, el sexo se confundió de
igual manera con las diferencias de ocupación. Holstein (1976) descubrió que las di
ferencias en su primer test favorecían a los hombres (409 contra 366) pero no en el
retest. En su muestra de clase media alta, casi todos los hombres trabajaban en nego
cios, gerencias o profesiones, mientras que sólo el 6% de las mujeres eran emplea
das. De igual forma, Parikh (1980) descubrió que los hombres de su muestra de la
India, puntuaban más alto que las mujeres (326 contra 280). Todos los hombres eran
profesionales auto-empleados, mientras que la mayoría de las mujeres eran amas de
casa.
Para resumir, está claro que las diferencias de sexo en el razonamiento moral en
la edad adulta se revelan sólo en una minoría de estudios, y entonces se da cuando
las diferencias de sexo se confunden con las diferencias en el nivel de educación y
ocupación. No existe evidencia de diferencias de sexo en el estadio dominante de ra
zonamiento moral en la edad adulta.
En la revisión de Rest (1979) de la investigación DIT de diferencias sexuales,
éste descubrió que sólo 2 de 21 muestras producían diferencias sexuales. En ambas
muestras, las mujeres mostraron mayor puntuación. Desde esta revisión, unos pocos
estudios más han mostrado diferencias sexuales, todos con mujeres que demostraron
un mayor desarrollo moral (Cistone, 1980; Garwood y otros, 1980; Leathy, 1981).
Un hallazgo adicional y de singular importancia publicado por Garwood y otros
(1980), fue que los hombres mostraban más preferencia por las declaraciones del Es
tadio 3 que las mujeres».
Una segunda hipótesis suscitada por la teoría de Gilligan es que nuestros dile
mas tipo de razonamiento de la justicia y nuestro sistema de puntuación del valor
no reproducirán los hallazgos de secuencia invariante y de totalidad estructurada
para las mujeres, cosa que ha ocurrido para los hombres, tal y como se publicó en
el estudio longitudinal de Colby y Kohlberg (1984, en imprenta). Esta hipótesis
338 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
sería anticipada si, como dice Gilligan, nuestro sistema de puntuación de la justi
cia no se aplica a las mujeres dado que sus preferencias son a favor de una orienta
ción de cuidados y respuesta. El estudio de Snarey (1982) ofrece, de nuevo, los
mejores datos sobre esta hipótesis. Los mismos hallazgos de secuencia invariante
y de totalidad estructurada encontrados en hombres americanos se descubrieron en
este estudio longitudinal de hombres y mujeres. Un segundo estudio mostrando un
movimiento progresivo y no saltándose ningún estadio, hecho a mujeres y dentro
de los límites de fiabilidad de test-retest, fue el estudio hecho por V. Lois Erickson
(1980). Además, los análisis clínicos de los datos de Snarey sugieren que muchas
mujeres, al igual que algunos hombres, hicieron cierto uso de la orientación de
cuidado y respuesta de Gilligan, en respuesta a nuestros dilemas estandard de jus
ticia. Este hecho, sin embargo, no llevó a puntuar inferiormenete sobre el instru
mento de puntuación de aspecto estandard, que tien de a la orientación de justicia.
Dicho de otra manera, mientras que puede haber diferencias de sexo en orienta
ción de preferencia para enmarcar los dilemas morales, como sugiere Gilligan,
ésto no lleva a la conclusión de parcialidad o invalidez del test de razonamiento de
la justicia como una evaluación de la competencia en el razonamiento de la mis
ma.
Esta mujer definía los dilemas morales, como nosotros lo hemos hecho, como
conflictos entre dos normas legítimas o «principios». Ella no considera los dilemas
de responsabilidad en las relaciones especiales, como morales.
El estudio de Higgins, Power y Kohlberg (1984), resumido en el Capítulo 3,
informaba de que ambos sexos utilizaban las consideraciones de justicia y respon
sabilidad en los dilemas de escuela. Las diferencias mayores en el uso de las dos
orientaciones se atribuían a (a) el tipo de dilema preguntado y (b) la atmósfera so
ciomoral de la escuela. El dilema sobre ayudar a otro estudiante sonsacaba orien
taciones de cuidados, mientras que un dilema sobre un robo sonsacaba orientacio
nes de justicia. Las diferencias mayores, sin embargo, eran no diferencias de
dilema (y no había diferencias de sexo) sino diferencias en la naturaleza de la at
mósfera escolar. En las escuelas alternativas de comunidad democrática se usaba
mucho más la orientación de responsabilidad que en la correspondiente escuela
superior. En resumen, este estudio sugiere que ambas consideraciones se usan por
ambos sexos y que la orientación preferencial está en gran parte en función del
tipo de problema moral definido y de la atmósfera sociomoral del entorno en el
que se sitúa el dilema. Los dilemas situados dentro de una «comunidad» o «fami
lia», es más probable que imploren cuidado y respuesta, lo mismo que los dilemas
de responsabilidad y cuidados que van más allá del deber, por ejemplo, dilemas en
los que se hace más de lo que el dilema requiere, dilemas de obligaciones especia
les hacia los amigos y la familia. La elección de la orientación, parece que es una
función del entorno y dilema, no del sexo.
En nuestro trabajo hemos intentado también aislar la orientación de cuidado y
respuesta en nuestros dilemas de justicia basados en la descripción de esta orienta
ción dada en el Capítulo 3. Para maximizar la posibilidad de encontrar tal orienta
ción, nos centramos en la muestra de mujeres de kibbutz israelí, dando por supues
to que íbamos a encontrar la orientación que se usaba por las mujeres y en un
entorno que, como nuestras escuelas de comunidad justa, tendría fuertes ligaduras
de cuidado interpersonal y de cuidado por un grupo o comunidad especial.
Nuestros hallazgos provisionales son (1) que el uso de tal orientación global
era raro, incluso en la muestra de mujeres; (2) que, cuando ocurría, era específico
del dilema, más que darse en todos los dilemas (se utilizó la Forma A en este estu
dio); y (3) que cuando se daba, era específico de estadio (era más probable que se
diera a la edad en la que el sujeto estaba en «temprana convencional» o Estadio 3,
y sería reemplazada por una orientación de justicia en un estadio posterior).
El caso 252, es el de una mujer de kibbutz y sirve como ejemplo para ilustrar
estos puntos. A los 14 años, cuando se le puntúa en Estadio 3 contesta así al dile
ma de Heinz (Dilema III, Forma A):
340 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
«El está deliberando si debería robar. Ama a su mujer, no quiere que ella muera,
así que está haciendo lo correcto. No tenía otra alternativa. (¿Es el deber de un mari
do?) Es una obligación moral. Depende de la persona, si él ama a su mujer y está
dispuesto a robar por ella. Podría ser otra persona que no lo haría. La quiere tanto
que está dispuesto a robar por ella».
A los 21 años, cuando el caso 252 está en Estadio 4 (3), sus respuestas se clasi
ficaron básicamente como de orientación deóntica, aunque las consideraciones de
cuidados se integraron dentro de esta orientación. Sobre el dilema de Heinz (For
ma A, Dilema III) ella dice:
«Rotundamente, porque cuando la vida humana está en juego y la única forma
de salvarla es obteniendo dinero, la vida es más importante que el dinero. El fin jus
tifica los medios en este caso. Sobre todo cuando la vida de su mujer está en peligro
y no es un extraño. Este dato realza la obligación. Creo que la vida humana es algo
importante y tiene gran valor. (¿Y si Heinz no amara a su mujer?) Si, porque como
persona humana y moral, debe de hacer todo lo posible por salvar otra vida humana.
Si no tuviera suficiente valor para hacerlo, no es culpable porque su obligación inter
na era hacerlo y nadie tiene derecho a forzarle a hacerlo.»
Su respuesta al Dilema III’ (si Heinz debe de ser condenado a la cárcel) fue
otra vez clasificada en la orientación de justicia. Sin embargo en su respuesta se
integraron elementos de cuidado: 1
«El juez debería suspender la condena, porque Heinz no es un criminal. No roba
para beneficio propio y el juez lo debe de reconocer. Tiene que tener en cuenta las
circunstancias especiales que llevaron a Heinz a su acción. Desde el punto de vista
moral está actuando según su propia moralidad. Quebranta la ley por moralidad.
Desde el punto de vista moral, no fue un delito. Pero una sentencia permutada es
también una sentencia, puesto que no creo que es inocente de que cometiera un deli
to y que debe de ser reconocido. La ley debe de proteger a la sociedad, de lo contra
rio la condición de la sociedad se desmoronaría. Si una persona actuara sólo según
su conciencia, sería un caos, pero si la conciencia de Heinz es idéntica a la concien
cia o moralidad de la sociedad, entonces no debería de tener un castigo duro: tanto la
sociedad como Heinz creen que la vida es importante».
SINOPSIS Y RESPUESTAS DETALLADAS A LOS CRITICOS 341
Para entender este caso, es útil volver a la Tabla 3.1 del Capítulo 3, en donde
elaboramos las características de la orientación de cuidado y respuesta tal y como
fueron descritas por Gilligan (1982) y por Lyons (1982). La característica central
de la orientación de cuidado de este hombre adulto es su supuesto de que existe
una conexión o unión entre el marido y la mujer. Este sentido del ser conectado,
lleva a un sentimiento de responsabilidad psicológica, necesidad o «desespera
ción» sobre la obligación de cuidar a su mujer. La unión se ve como intrínseca
mente válida. Este sujeto es capaz de universalizar esta unión de cuidado para de
clarar que Heinz tendría la responsabilidad de robar incluso para ayudar a un
extraño. No llega a esta conclusión a partir del derecho a la vida que el extraño tie
ne (como ocurriría en la orientación de justicia) sino a partir de la idea cristiana
del buen samaritano, del cuidado, de un sentido de ágape hacia todos los seres hu
manos que están en relación uno con otro. «Se sintió humano y esa fue una ligadu
ra suficiente».
Dicho de otra forma, la decisión de ayudar al extraño viene de una orientación
de cuidados hacia unas ligaduras universales, a la conexión de todos los seres de la
SINOPSIS Y RESPUESTAS DETALLADAS A LOS CRITICOS 343
vista gorda a muchas de las consideraciones de mérito y retribución que son las
connotaciones de justicia de muchos que razonan en estadios más bajos. El razo
namiento de un estadio anterior a menudo separa la justicia de una ética de cuida
dos. Sin embargo por el hecho de un respeto a las personas como fines en sí mis
mas, la acción de Estadio 6 del dueño de la viña, manifiesta no sólo justicia sino
también la ética de cuidados.
Vemos que hay personas no sólo en estadios postconvencionales sino también
en convencionales que responden a los dilemas tanto de la vida real como a los hi
potéticos en formas que incluyen e intentan integrar los intereses de la justicia y de
los cuidados. Creemos que la justicia y el cuidado no manifiestan líneas diferentes
de desarrollo moral. Piaget hablaba de la moralidad infantil como representativa
de dos moralidades, no una, es decir, una moralidad de respeto heterónomo y una
moralidad de respeto mutuo. Nuestro propio trabajo sugiere que estas diferencias
representan diferentes subestadios dentro del crecimiento secuencial a través de
mis estadios de razonamiento de la justicia. Lo mismo que nuestro reconocimiento
de los subestadios «piagetianos» dentro de un contexto más ámplio de crecimiento
secuencial de los estadios, aceptamos en parte la diferenciación de Gilligan de dos
orientaciones en el juicio moral, que pueden variar en énfasis de persona a persona
y de situación a situación. No creemos, sin embargo, que el crecimiento de la jus
ticia y de la ética de cuidados representen dos diferentes líneas de desarrollo del
estadio moral (es decir, estructural).
Lo anteriormente discutido se puede resumir afirmando que el énfasis de Gilli
gan en la orientación de cuidado y respuesta ha ampliado el campo moral más allá
de nuestro enfoque sobre el razonamiento de la justicia. Sin embargo no creemos
que existen dos orientaciones distintas u opuestas, o dos líneas en la ontogénesis
de las estructuras del estadio moral. En el último capítulo sobre las revisiones de
mi teoría, indicábamos por qué nuestro enfoque sobre la justicia era más capaz de
tratar una formulación según los estadios estructurales piagetianos «duros» que lo
serían algunos otros enfoques sobre otros elementos de la moral, como un enfoque
sobre las consideraciones de cuidados. A Gilligan y sus colegas les corresponde
determinar si, en realidad, hay estadios «duros» dentro de la orientación de cuida
dos. Si ella quiere proclamar que existen estadios de cuidado en un sentido piage-
tiano de la palabra estadio, ella tendrá que demostrar el movimiento progresivo, la
sencuencia invariante, la totalidad estructurada, y las relaciones del pensamiento
con la acción para su orientación, en forma similar a la que nosotros hemos de
mostrado tales características ontogénicas para la orientación de justicia (véase,
por ejemplo la presentación de los datos longitudinales sobre el razonamiento de
la justicia en Colby y Kohlberg, 1984, en imprenta).
El cuestionarse la idea de dos moralidades distintas, cosa que hemos hecho en
esta respuesta, es paralelo a un escrito de Gertrude Nunner-Winkler (1984) titula
do «Two Moralities? A Critical Discussion of an Ethic of Care and Responsibility
Versus an Ethic of Rights and Justice.»
Nunner-Winkler dice que en la medida en que existen diferencias entre las vías
de justicia y de cuidados, estas diferencias no son diferencias de postura ética bási
346 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
ca sino diferencias en el énfasis sobre dos tipos de deber moral. Siguiendo a Kant,
Nunner-Winkler cree que los deberes perfectos son deberes negativos de no inter
ferencia con los derechos de otros. Los deberes perfectos o negativos pueden lle
varse a cabo por cualquiera en cualquier tiempo y lugar y con respecto a todo el
mundo. Los deberes imperfectos, por el contrario, son deberes positivos que no
prescriben actos específicos sino que sólo formulan una máxima que es guiar la
acción, por ejemplo, la práctica de cuidados.
«Tal máxima traza un amplio conjunto de cursos de acción recomendables, algu
nos de los cuales el actor comprende mediante la aplicación de reglas pragmáticas y
al mismo tiempo teniendo en cuenta las condiciones concretas, tales como las prefe
rencias individuales o localizaciones en el espacio y la historia. Los deberes imper
fectos nunca pueden observarse por completo; es imposible practicar el cuidado todo
el tiempo y con todo el mundo. Las máximas o principios positivos no especifican
cuales y cuantas buenas acciones tienen que llevarse a cabo y a quién han de benefi
ciar para que se pueda decir que la máxima se ha cumplido. Esta orientación hacia
un deber imperfecto, que Gilligan caracteriza como una ética de cuidado, encuentra
su más precisa expresión en la siguiente cita de Gilligan (1977): «¿Está bien gastar
dinero en un par de zapatos cuando tengo ya un par y otra gente anda descalza?»
La forma que toma esta reflexión, la pregunta, es prueba de que se deriva de un
deber imperfecto, a saber, del principio de caridad que no define su propia forma de
aplicación, sus propios límites, y el grado al que está ligado. Nadie negaría que am
bas clases de deberes se consideran como parte de la moralidad de uno, la unidad de
la cual se constituye por adhesión a algún procedimiento universalizante que, según
Kant, vale para los dos tipos de deberes».
los perfectos. A modo de ejemplo, no es más probable que las mujeres, más que
los hombres, nazcan con la tendencia natural de «cuidados» o deber «imperfecto»
de aliviar de su dolor a una persona enferma de muerte, mientras que ésto está en
contraste con el deber perfecto de preservar la vida de la mujer (Forma B, Dilema
IV de Kohlberg). Puesto que Nunner-Winkler no encontró estas diferencias de
sexo en el juicio moral, en el sentido estricto de razonamiento de la justicia, ella
sugiere que a lo que Gilligan realmente se refiere es a las diferencias de sexo en
los ideales de la vida buena. Estos ideales del yo y de la vida buena pueden rela
cionarse con la imagen del yo como conectado, pero operan no a través del juicio
moral, sino a través de intereses específicos del ego. A modo de ejemplo, Nunner-
Winkler cita el ejemplo de Gilligan de un chico y una chica de 6 años de edad res
pondiendo al dilema que se crea cuando al jugar con un amigo ellos descubren que
quieren jugar a cosas diferentes. «Gilligan cita como típico de la niña ‘No estamos
riñendo en serio y estamos de acuerdo en lo que vamos a hacer’, mientras que el
niño dice ‘Yo quería ir fuera, él quería quedarse dentro. Yo haré lo que yo quiera,
él puede hacer lo que quiera.’» Nunner-Winkler dice entonces:
«Según está descrito, este dilema no es un dilema moral sino el conflicto interno
de un individuo que escoge entre sus propias necesidades internas. Cada niño tiene
dos deseos, el deseo de jugar a un juego específico y el deseo de jugar con un amigo
específico. La niña prefiere ceder la oportunidad de jugar al juego preferido por la
oportunidad de jugar con su amigo. El niño demuestra estar más interesado en jugar
al juego preferido y estar sólo que jugar con su amigo. Hasta aquí, cada niño puede
haber escogido entre diferentes necesidades que demostraron no ser simultáneamen
te satisfactorias. A juzgar por ésto, no hay nada moral en esta elección; es bien sabi
do que las mujeres están más interesadas en las relaciones y que los hombres lo es
tán más en las cosas (objetos). Ninguna de estas preferencias es moralmente más
recomendable».
«La evidencia empírica para tal divergencia de las orientaciones éticas viene del
trabajo de Perry que, al igual que Kohlberg, siguió el desarrollo intelectual y ético
los años universitarios. Sin embargo, allí donde Kohlberg habla del orden de la ra
zón y la idea del ideal moral, Perry habla del desorden de la experiencia, el darse
cuenta que la vida misma es injusta. Perry plantea el problema de cómo el pensa
SINOPSIS Y RESPUESTAS DETALLADAS A LOS CRITICOS 349
miento responde a las experiencias que demuestran los límites del conocimiento y la
elección. Al hacerlo así, Perry describe una revolución en el pensamiento, que lleva
a la percepción de todo conocimiento como contextualmente relativo, un radical
“cambio de 180 grados en orientación”, que viene del descubrimiento de que “aún
en sus más lejanos alcances, sólo la razón dejará al pensador con varios contextos le
gítimos y sin forma de escoger entre ellos de ninguna manera, a no ser que él pueda
justificar a través sólo de la razón. Si entonces abandona por completo la razón, re
trocede a lo irresponsable en multiplicidad (“Todo el mundo tiene derecho a opi
nar”). Si todavía intenta respetar la razón, tiene ahora que excederla también. Puesto
que “la fusión última de los aspectos epistemológicos y morales” hace del acto de
conocer un acto de compromiso, por el que se toma responsabilidad personal, Perry
centra el drama del desarrollo de la tardía adolescencia en el tema de la responsabili
dad que entra primero como una figura nueva en el terreno ya familiar de la justifi
cación lógica. Sin embargo, puesto que la comprensión de la responsabilidad exige
un modo contextual de pensamiento, la preocupación por la responsabilidad signifi
ca un cambio fundamental en la orientación ética que lleva a lo que Perry llama “el
periodo de responsabilidad”. Siguiendo este cambio, el juicio “está calificado siem
pre por la naturaleza del contexto en el que uno se sitúa para observar”, de tal mane
ra que la interpretación del problema moral determina la forma en que se juzga y re
suelve. A sí pues los principios considerados una vez como absolutos se reconsideran
dentro de una interpretación contextual. Como resultado, los problemas morales
considerados anteriormente dentro de unos términos filosóficos como problemas de
justificación, llegan a considerarse en términos psicológicos como problemas de
compromiso y elección.»
una escala de nueve puntos (por ejemplo 3, 3/4,4, 4/5, etc) entonces se encuentran
sólo cuatro casos de «retroceso» en los datos de Murphy y Gilligan, tres de los
cuales son un descenso de medio estadio y sólo uno desciende un estadio comple
to. De todas las posibles ocasiones para un retroceso, sólo había observados un
15% (cuatro de veintiséis). Esto está dentro del límite del 17% de «retroceso» de
bido a factores de test encontrados en datos de test-retest, por Colby y Kohlberg y
otros (1983). Así pues no podemos saber si los cuatro casos de Murphy y Gilligan
son verdaderamente regresiones.
Aunque hemos discutido que los hallazgos de regresión de Murphy y Gilligan
están dentro de los límites de error de medición, hay otro aspecto de sus datos que
merece mencionarse. Todos los estudiantes de su estudio participaron en un curso
de elección ética y política dirigido por Gilligan, Kohlberg y otros. El curso se
centraba en la discusión de dilemas morales hipotéticos y de la vida real, así como
en el estudio de los filósofos morales clásicos. Un objetivo explícito del curso era
el desarrollo moral de los estudiantes y la formación de una orientación moral de
principios. En esta clase se hicieron dos valoraciones de razonamiento moral.
Hubo un movimiento aproximado de un cuarto de estadio hacia arriba desde el
Tiempo 1 al Tiempo 2, aunque Murphy y Gilligan no informan de estos datos.
Este movimiento de estadio hacia arriba es de la misma magnitud que el encontra
do en otros proyectos experimentales. Algunos de estos estudios (por ejemplo
Blatt y Kohlberg, 1975) han informado también de retrocesos ocasionales en tests
de seguimiento, donde el razonamiento de un estadio más alto había sido asimila
do sólo superficialmente y estaba a más de un estadio por encima del nivel de pre-
test del sujeto. Así pues, cierta duda o parcial rechazo del razonamiento de princi
pios apuntado de forma anecdótica en unos pocos casos por Murphy y Gilligan,
pueden reflejar un posterior cuestionamiento sobre el contenido didáctico, más
que un posterior rechazo de un estadio natural de razonamiento adquirido.
Otro punto señalado por Murphy y Gilligan es que, a pesar de la aparente re
gresión de su muestra según la escala de Kohlberg, su muestra de sujetos demues
tra un desarrollo continuado según se mide por la escala de Perry de razonamiento
ético en la madurez. Estamos de acuerdo con su idea de que hay un desarrollo en
epistemología moral o reflexión metaética sobre la validez de las interpretaciones
«absolutas» de la moralidad en la adolescencia avanzada y en la madurez. Cree
mos también que este desarrollo puede ocurrir después de la consecución de los
estadios de principios del razonamiento de la justicia. Sin embargo, no estamos de
acuerdo con la interpretación que hacen de que este desarrollo lleva a una regre
sión en el razonamiento de la justicia o a la puesta en duda o abandono de los prin
cipios de justicia cuando se aplican a dilemas morales de la vida real.
En nuestra discusión de las revisiones a la teoría (Capítulo 3), distinguíamos
entre estadios estructurales piagetianos «duros» y niveles o estadios «blandos» de
reflexión sobre el ego, el mundo social y el cosmos en mayor amplitud. Decíamos
que estos estadios «blandos» podrían caracterizar el desarrollo adulto que se basa
en úna reflexión personal, una evolución que los estadios «duros» fracasarían en
definir. Los niveles o estadios de Perry también presentan, en nuestra opinión, for
SINOPSIS Y RESPUESTAS DETALLADAS A LOS CRITICOS 351
mas de reflexión metaética sobre la validez de los niveles de verdad y justicia, so
bre el origen de su autoridad y sobre sus límites de cara al desacuerdo entre las
personas y autoridades que los mantienen. Al igual que los niveles de fe de Fowler
(1981), los estadios de Perry reflejan un desarrollo metaético o reflexivo adulto,
no captado por nuestros estadios estructurales «duros». En nuestra argumentación
del Capítulo 3, hicimos referencia a los juicios morales como gobernados por re
glas en contraste con los de principios, y dejamos claro que nuestra interpretación
de los principios los ve como construcciones humanas más que como la aplicación
de absolutos a priori a los principios morales. Al contrario que las reglas morales
absolutas y fijas, los principios morales se caracterizaban como métodos o formas
de ver y de construir respuestas a situaciones morales complejas. Nuestro propio
punto de vista «constructivista» sobre la naturaleza, origen y validez de los princi
pios morales es, en sí misma, una postura metaética basada en una investigación
psicológica y una reflexión moral-epistemológica. En este sentido nuestra postura
no es una declaración normativa de principios que se obtendría por las descripcio
nes de estadio de la justicia, sino que es más bien caracterizable por esquemas de
desarrollo epistemológico y metaético como los de Perry y John Broughton
(1982a, 1982b). En este sentido, nuestra propia postura constructivista es compati
ble con la idea de Perry de un desarrollo en la madurez que va más allá, o implica
más, que la consecución del razonamiento de justicia de principios (Estadio 5).
Volvamos ahora al ejemplo puesto por Gilligan y Murphy que, según ellas, de
muestra un desarrollo simultáneo en la escala de Perry y un abandono del razona
miento moral de principios (Estadio 5) según la escala de Kohlberg. Discutiremos
que su material de caso no indica que el continuo desarrollo dentro del «relativis
mo contextúa!» lleve al abandono de los principios del Estadio 5, sino que tal de
sarrollo lleva a un marco más contextual de estos principios. Defenderemos que
no hay contradición entre un marco de conflicto principiado y contextualmente re
lativista como sugieren Gilligan y Murphy. Utilizaremos como ejemplo del asunto
un caso al que Gilligan y Murphy llamaron «dilema del hecho» del Filósofo 2.
Ellas interpretan la integración de la experiencia del Filósofo 2 con este dilema
como representativo de una erosión relativista de sus principios de justicia de Es
tadio 5 anteriormente mantenidos. Por contraste, vemos su crecimiento a través
del tiempo como una búsqueda más contextualizada de la aplicación correcta de
sus principios, hacia los que él permanece comprometido.
El dilema con el que el Filósofo 2 se enfrenta (un sujeto puntuado en Estadio 2
en los dilemas hipotéticos «clásicos») era que el marido de la mujer con quien él
estaba manteniendo relaciones no estaba informado de ello. Esta falta de informa
ción suscitó en el Filósofo 2 una cuestión de obligación moral para hacer que el
marido conociera el asunto. Dijo: «Si yo veo cierta clase de situación injusta conti
nuada, tengo una especie de obligación por arreglarla en la forma en que yo consi
dere apropiada. Habría que informar al marido, puesto que de lo contrario, él no
tendría la información necesaria para juzgar cuales serían sus mejores intereses en
la situación. A mí me hubiera gustado saber toda la verdad. Creo que la verdad es
algo básico.»
352 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Levine, C.G.: «Stage Acquisition and Stage Use. An Appraisal of Stage Dis-
placement Explanation of Variation in Moral Reasoning.» Human Development
22(1979), pp. 145-164.
Sinopsis: Levine presenta y discute de forma crítica tres modelos del supuesto
estructuralista de que los estadios morales constituyen una jerarquía. El modelo
más radicalmente estructuralista identificado por Levine es el modelo de «despla
zamiento» de Turiel (1974, 1977). El modelo de desplazamiento proclama que
cuando se adquiere o se llega a un estadio nuevo, el estadio previo se reorganiza
totalmente y ya no existe más como estructura; es decir, cualquier ejemplo empíri
co del uso del estadio previo, es conceptualizado por Turiel no como el uso de la
estructura sino como el contenido del actual estadio modal del sujeto que está ex
perimentando una reconstrucción. Turiel mantiene esta teoría porque él cree que
se deben de ver ejemplos de uso de estadio aparentemente más bajo de estáforma
356 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
bién sobre la ética, la consciencia, la razón y la vida misma» (p. 102). Parece,
pues, que el pensamiento de segundo orden requiere un pensamiento operativo
formal, es decir, la capacidad de reflexionar sobre el pensamiento. En este contex
to, lo que nosotros hemos distinguido como razonamiento metaético, en oposición
al razonamiento ético-normativo, es lo que Gibbs llamaría «pensamiento existen-
cial». Lo que Gibbs llama «pensamiento existencial» en los Estadios 3B, 4B, y 5
nosotros lo identificamos como el desarrollo de la capacidad de generar declara
ciones sobre lo que es la moralidad, de identificar los fundamentos para ello en las
concepciones de la naturaleza humana y la metafísica, y de justificar su necesidad.
Un ejemplo de tal teorización moral sería una generalizada declaración teórica so
bre la naturaleza de un contrato social, típico de un pensamiento de Estadio 5. Tal
declaración podría identificar las leyes de una sociedad y luego ofrecer una justifi
cación o crítica teórica en favor de ellas con el uso de una perspectiva anterior a la
sociedad. Aunque los pensadores en Estadio 5 generan a veces tales teorías mora
les (metaéticas), es su razonamiento ético-normativo sobre dilemas particulares lo
que nosotros utilizamos al clasificarlas como Estadio 5. Este razonamiento norma
tivo lleva consigo nuevas operaciones de justicia en el sentido en el que las opera
ciones de justicia se discutieron en el Capítulo 3 sobre la primacía de la justicia. El
hecho de que el razonamiento de la justicia de Estadio 5 no es una teoría moral
«existencial» enraizada en un pensamiento metaético culturalmente específico
(Estadio 5), se indica por el hecho de que el Estadio 5 parece que se usa por perso
nas «educadas» de los países del Este así como del Oeste (Capítulo 8; Capítulo 9;
Parikh, 1980; Lei y Cheng, 1982).
Otro criterio de «estadios duros» o piagetianos es su relación con la acción.
Ciertos estudios sobre el juicio y la acción (Blasi, 1980; Kohlberg y Candee, 1984;
Capítulo 7) indican que el juicio de Estadio 5 es más predictivo de acción moral
que lo es cualquier otro estadio más bajo. Presentamos esta evidencia de la investi
gación juicio-acción porque nos documenta de que las estructuras morales son de
hecho estructuras «duras» y sistemas en acción en el sentido piagetiano.
Aunque no estamos de acuerdo con Gibbs en la eliminación del Estadio 5
como un estadio natural piagetiano duro, estamos de acuerdo en que el desarrollo
moral en la madurez más allá del Estadio 5 parece caracterizarse por una reflexión
y teorización metaética y «existencial», fenómenos que se pueden estudiar con
modelos de estadio «blando» de epistemología (Perry, 1968), fé (Fowler, 1981),
responsabilidad (Gilligan, 1982) y concepciones de «la vida buena» (Erdynast, Ar
món y Nelson, 1978).
Tal y como indica nuestra discusión de la construcción del subestadio B
(véase Capítulo 3), el contenido del pensamiento ligado al subestadio B no es
un asunto de la metaética como teoría moral, sino que se define firmemente
como una orientación ético-normativa a los dilemas específicos. Finalmente
creemos que el argumento de Gibbs, de que el razonamiento postconvencional
es raro y por consiguiente sospechoso como sistema en acción natural piagetia
no, es una crítica a la que ya nos hemos referido en nuestra respuesta a Eliza-
beth Simpson.
360 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Para que un acto del habla se produzca de forma adecuada, el hablante debe de
producir una frase de tal forma que (a) su contenido proposicional parezca cumplir
el requerimiento de «verdad»; (b) que su contenido lingüístico exprese «verazmen
te» las intenciones del hablante; y (c) que como expresión hablada sea «correcta» en
el sentido de que sea conforme a una moral reconocida o un contexto normativo. Di
cho de otro modo, la competencia comunicativa se manifiesta en la capacidad del
hablante para «fijar una frase bien formada en relación con la realidad» de forma
que se defina como aceptable por el oyente. El oyente debe de ser capaz de compar
tir el conocimiento del hablante, confiar en que sus expresiones sean sinceras y por
último, compartir la orientación de valor implicada por el acto del habla. De esta for
ma, los actos del habla colocan al hablante y al oyente en un molde interpenetrante
compuesto de los siguientes tres «campos de la realidad:» (a) «‘El’ mundo de natu
raleza externa», sobre el que hacemos declaraciones de verdad; (b) «‘Mi’ mundo de
naturaleza interna», sobre el que construimos verdaderas expresiones de nuestras ne
cesidades y nuestras intenciones; y (c) «‘Nuestro’ mundo de la sociedad» sobre el
que hacemos declaraciones que implican legitimidad o justicia (y haciéndolo así, de
forma normativa sancionamos las relaciones interpersonales). Es importante apuntar
que cuando surgen situaciones que amenazan con debilitar el consenso entre el ha
blante y el oyente, el primero debe articular y hacer afirmaciones sobre la verdad, lo
justo, lo correcto como reclamaciones de validez surgidas de forma explícita.
De una forma más sencilla, Habermas está estableciendo que (a) la competen
cia comunicativa es la capacidad de articular y, si es necesario, ejecutar, argumen
tando, reclamaciones de verdad, justicia y rectitud a través del medio del habla y
(b) que la competencia comunicativa es evolutiva en el sentido de que está estruc
turada por tres niveles o estadios de acción comunicativa.
Antes de revisar la perspectiva de Habermas sobre el razonamiento moral, de
bemos primero comentar de forma breve su idea de la formación de la identidad
del ego. Para Habermas, el punto final ideal de la formación de la identidad del
ego es un estado de autonomía racional, es decir, un estado de auto-consciencia y
competencia comunicativa que permite que el individuo mantenga y reinterprete
su identidad a través de la «acción comunicativa». Los actos del habla al nivel de
acción comunicativa ayudan a la comprensión autónoma del ser a través de la de
pendencia de la interacción con otros individuos. La competencia, para ocuparse
en tal acción del habla, se basa en una consciencia postsociocéntrica, «postcon
vencional» de las acciones y los motivos del ser y otro, y por esta razón construye
y utiliza «procedimientos seguidos por la comunidad» para ejecutar reclamaciones
de la verdad, lo verdadero y lo correcto. La identidad del ego como un estado de
autonomía racional es, en otras palabras, un estado en el que tanto el componente
cognitivo como el afectivo del ser, se pueden articular y entender a través de un
proceso comunicativo tomando en consideración «la formación discursiva de la
voluntad». Para Habermas, pues, la identidad del ego se basa en una idea de auto
nomía dependiente de la interacción con los demás.
Según esta discusión, debería ser obvio que más que estar tangencialmente re
lacionada con su teoría de desarrollo del ego, la teoría de la comunicación de Ha-
362 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
bermas ofrece la base conceptual para ella. Como veremos a continuación, esta in
terpenetrante relación que asocia la competencia comunicativa con el desarrollo
del ego se expone en el análisis que Habermas hace del razonamiento moral. Para
él, un juicio moral es una manifestación del uso de destrezas comunicativas para
ejecutar un reclamo válido de la rectitud, que a su vez es una expresión interactiva
de la formación de la identidad del ego.
Hay que decir, sin embargo, que al centrarse en lo temas del desarrollo moral y
del ego, Habermas habla de competencia interactiva más que comunicativa. Com
petencia interactiva es un concepto que sintetiza la idea de competencia comunica
tiva, evolucionando dentro de estructuras de acción comunicativa, con (a) aquellos
estadios cognitivos cuya existencia debe de asumirse como prerrequisito para una
competencia comunicativa y (b) las formas en que los roles sociales se perciben a
través de la ontogénesis de la competencia comunicativa. Esta idea de competen
cia interactiva se representa en la Tabla 4.1. Las columnas de la Tabla 4.1. mues
tran los tres niveles de competencia interactiva (una síntesis de las competencias
en «Estructuras generales de acción comunicativa» con «Calificaciones de con
ducta de rol»). Estos niveles de competencia interactiva están también expuestos
en las dos primeras columnas de la Tabla 4.2, con el nombre de «competencia del
rol» según Habermas.*
Como apuntábamos más arriba, uno de los objetivos principales de Habermas
en este escrito es validar la lógica evolutiva que subyace a la jerarquía de estadio
de Kohlberg. Habermas cumple este fin deduciendo mis estadios de razonamiento
moral de sus estadios de competencia interactiva. Para Habermas, el razonamiento
moral se puede considerar como «la capacidad de hacer uso de la competencia in
teractiva para, de forma consciente, procesar los conflictos de acción moralmente
relevantes» (p.88). Se puede entender el razonamiento moral como un hecho de
competencia interactiva, manifestado en evaluar un reclamo de la validez de la
justicia. Como tal, el razonamiento moral es para Habermas una manifestación de
la formación de la identidad del ego. Habermas (1979, p.82) expresa su trabajo de
validación de mi jerarquía de estadio de la forma siguiente:
«Me gustaría llegar a este objetivo mediante la conexión de la consciencia moral
con las calificaciones generales para la conducta de rol. Primero, presento estructu
ras de la posible acción comunicativa y por supuesto en la secuencia en la que el
niño crece dentro de este sector del universo simbólico. Luego, coordino estas es
tructuras básicas con las destrezas (o competencias) cognitivas que el niño debe de
adquirir para poder moverse en el respectivo nivel del entorno social, es decir, to
mando parte primero en una interacción incompleta, luego en una interacción com
pleta y por último en comunicaciones que requieren el paso de una acción comunica
tiva al discurso. Segundo, quiero mirar esta secuencia de calificaciones generales
para la conducta de rol (al menos provisionalmente) desde puntos de vista lógico-
evolutivos, para, finalmente, derivar los estadios de consciencia moral de estos esta
dios de competencia interactiva.»
* Las Tablas 4.1. y 4.2. son los esquemas 3 y 4, respectivamente, que se encuentran en
Habermas (1979; pp. 83, 89).
Estructuras generales de la acción comunicativa Requisitos de la conducta de rol
III Acción y dis Principios Interpretacio Identidad del Entender y Diferenciar en D if e r e n c i a r
P en sa m ien to curso comuni nes competiti ego aplicar las nor tre heterono- entre normas
operativo for cativos vas de las ne mas reflexivas mía y autono particulares y
mal cesidades (principios) mía generales, in
dividualidad y
SINOPSIS Y RESPUESTAS DETALLADAS A LOS CRITICOS
ego en general
363
Tabla 4.2. 364
-
incompleta placer — evitar el
dolor por medio de
Acciones y la obediencia—
-
co n se cu en Placer/dolor gene Entorno natural y so
&
<N
dolor por el inter
cambio de equiva
lentes
m
pretadas cultural de grupos primarios referencia primaria
mente
a
Sistemas de (Deberes concre Reciprocidad Moralidad concreta Miembros de la co Pensamiento con Ilb
normas tos) incompleta de grupos secunda munidad política creto según un
rios orden específico
ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Dolor/placer unlver Libertades civiles, Todos los asociados Ley naturaí ra
«o
salizado (utilidad) bienestar público legales cional
III
Principios Deberes unlversali Reciprocidad Libertad moral Todos los humanos Etica formalista
NO
zados completa como personas priva III
das
Parece que según las Tablas 4.1. y 4.2, Habermas considera que los niveles de
competencia interactiva se basan, en parte, en transformaciones de las percepcio
nes de las normas, motivos de un actor y otros actores.
Habermas deriva mis estadios de sus propios estadios de competencia interac
tiva a través de su énfasis en la reciprocidad como una propiedad fija de las estruc
turas de una posible interacción en cada nivel de acción comunicativa. * Como se
dijo antes, estas estructuras de interacción son primero interacción incompleta,
luego interacción completa y por último acción comunicativa y discurso (véase la
columna 2 de la Tabla 4.1). Con el supuesto de que la reciprocidad no es una nor
ma per se, sino que «pertenece en sí misma al conocimiento interactivo de los su
jetos hablantes y actuantes», Habermas razona que la interacción incompleta, a
causa de su naturaleza egocéntrica, es compatible o con la reciprocidad incompleta
o la completa; dice que la interacción completa es sólo compatible con la recipro
cidad incompleta y por último que la acción comunicativa es compatible sólo con
la reciprocidad completa (véase la columna 3 de la Tabla 4.2). Habermas (1979,
pp. 89-90) deriva los estadios de Kohlberg basado en estas observaciones.
«Los estadios de consciencia moral se pueden derivar aplicando el requerimiento
de reciprocidad a las estructuras de acción que el niño en crecimiento percibe en
cada uno de los diferentes niveles (Tabla 4.2). En el Nivel I, sólo pueden ser rele
vantes las acciones concretas y las consecuencias de la acción (entendidas como
sanciones o premios). Si se requiere una reciprocidad incompleta, obtenemos el Esta
dio 1 de Kohlberg (orientación castigo-obediencia); la reciprocidad completa produ
ce Estadio 2 (hedonismo instrumental). En el Nivel II el sector relevante a la acción
se expande; si requerimos una reciprocidad incompleta para expectativas concretas
ligadas a personas, obtenemos el Estadio 3 de Kohlberg (orientación de buen chico);
el mismo requerimiento para sistemas de normas produce el Estadio 4 (orientación
de ley y orden). En el Nivel III, los principios se convierten en el tema moral; por ra
zones lógicas se debe de requerir una completa reciprocidad. En este nivel los esta
dios de consciencia moral se diferencian según el grado en el que los motivos de la
acción se estructuran simbólicamente. Si se permite que las necesidades relevantes a
la acción permanezcan fuera del universo simbólico, entonces las normas de acción
universalistas admisibles tienen el caracter de reglas para maximizar las normas le
gales generales y de utilidad que dan forma a la persecución estratégica de intereses
privados, bajo la condición de que el egocentrismo del segundo estadio sea literal
mente alzado a un principio; esto corresponde al Estadio 5 de Kohlberg (orientación
legalista contractual). Si se entienden las necesidades como algo interpretado cultu
ralmente pero adscritas a individuos como propiedades naturales, las normas de ac
ción universalistas admisibles tienen el caracter de normas morales generales. Se su
* Rest (1979) a principios de los años 70 creó y evaluó un test de elección múltiple
acerca de nuestra idea del desarrollo moral por estadios. Más recientemente, Gibbs y Wida-
man (1982) han creado un test escrito y en parte sin resultados previsibles sobre los prime
ros cuatro estadios morales y han generado datos de validez sobre él. Obviamente el test de
elección para estas diversas medidas de estadio es un aspecto complejo que depende en
372 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Nuestro primer capítulo de esta sección, que compara nuestro método con el de
Loevinger, hace hincapié en dos temas. El primero es que los dos empezamos con
estadios definidos teóricamente, pero nos insertamos en una modificación empírica
tanto del concepto teórico como de los datos empíricos sobre pruebas de test para
alcanzar una medida válida. Dentro de esta similitud, Loevinger se acerca más al
supuesto clásico de examinar la personalidad, en el sentido de que una única res
puesta es un signo probabilístico de una organización subyacente, mientras que no
sotros nos aferramos a la validez nominal de una respuesta que concuerda estructu
ralmente con una definición teórica de estadio. Nuestro estructuralismo teórico, que
distingue entre forma y contenido, se ha doblegado, sin embargo, a las regularida
des de nuestros datos empíricos longitudinales más que mantener una fidelidad a un
sistema teórico a priori. Muchas secuencias de estadios podrían construirse tenien
do una estrecha secuencia lógica, pero sólo algunas, o una, existen en el mundo em
pírico real del desarrollo del juicio moral. La interacción en doble sentido entre las
definiciones teóricas de las secuencias de estadio y los datos empíricos es uno de
los principales focos de atención de nuestro segundo capítulo de esta sección, el
Capítulo 6, «Continuidades y discontinuidades en el desarrollo moral Revisado de
Nuevo» (un ensayo diferente se publicó por mí en 1973 como «Continuidades y
discontinuidades en el desarrollo moral del niño y el adulto. Revisado»).
El Capítulo 6, que se centra en el relativismo de la juventud y en la experiencia
de la vida adulta, informa sobre los datos que nos llevaron a redefinir el razona
miento de principios como un desarrollo adulto más que el estadio adolescente
discutido por Kohlberg (1958) o en el Capítulo 1. Paralela a esta redefinición esta
ba la definición de un subestadio autónomo en los estadios convencionales durante
la escuela secundario, que parecían de principios o postconvencionales. Los datos
y el método sobre los subestadios están recogidos en el Apéndice C. Este cambio
en la colocación de los estadios morales postconvencionales a la madurez fueron
resultado de lo que Kohlberg y Kramer (1969) llamaron «regresión» en la juventud
(utilizando el método de puntuación y la definición de estadio de Kohlberg de 1958).
El Capítulo 6 continúa con un tema que comienza en el Capítulo 5, el tema de que
los estadios de juicio moral son un subdominio autónomo de un dominio más am
plio llamado por Loevinger desarrollo del ego o, más recientemente, desarrollo del
ser, un campo que Loevinger cree que es unitario e indivisible y del que el desa
rrollo moral es una dimensión o aspecto. Como contraste, el Capítulo 5 reafirma la
tesis elaborada en la primera parte, Capítulo 2, de que el desarrollo cognitivo pia
getiano es una condición necesaria pero no suficiente para el nivel de toma de
perspectiva social de Selman (1980) que, a su vez, es necesario pero no suficiente
para el desarrollo de un estadio moral. Dos recientes estudios de Walker (1980)
gran parte del fin del investigador. En algunos casos el test de elección para confirmar, ex
tender y revisar mi propia teoría del desarrollo moral es el descrito en el compendio de
Colby y Kohlberg (1984), pero hay muchos fines o usos para los tests de desarrollo social y
rio proclamamos que nuestro método (Kohlberg, 1979, Kohlberg 1982d) sea el óptimo para
muchos de estos fines.
METODOS Y RESULTADOS EMPIRICOS 373
En su conjunto, la tercera parte se refiere a las tres cuestiones centrales que los
psicólogos se preguntan sobre nuestros estadios de juicio del razonamiento de la
justicia. La primera, si son realmente estadios de juicio secuenciales, holísticos,
culturalmente universales, se discute en los Capítulos 5, 8 y 9. La segunda cues
tión es si tienen alguna relación significativa con la conducta moral o la acción
moral. El Capítulo 7 no sólo indica que hay una correlación entre el juicio y la
conducta sino que propone un modelo a través del cual el estadio moral influye en
la acción, centrándose en la conceptualización de Blasi (1980, 1983) y de Rest
(1983b). Rest propone cuatro fases de decisión moral, desde (1) una sensibiliza
ción al problema, a (2) una definición de una acción correcta, a (3) una definición
de lo que sería la acción del ser, a (4) la ejecución de la acción. Lo mismo que
ocurre en la toma de perspectiva social, el juicio moral entra en (1) una sensibili
zación, pero el modelo propone que el estadio moral entre centralmente a (2) definir
una acción deóntica correcta o justa y (3) a hacer un juicio que es la responsabili
dad del ser el comprometerse con la acción deónticamente correcta. El Capítulo 7
analiza una serie de aspectos relacionados entre sí. Para que un estadio moral pre
diga una acción, la estructura de estadio moral debe de definir el contenido del jui
cio moral, es decir, el juicio de que una acción dada es un dilema que está bien o
mal. Este capítulo informa de que tanto en los dilemas hipotéticos (Heinz) como
en los de la vida real, al igual que los dilemas Milgram o el Movimiento de Liber
tad de Expresión de California, existe normalmente un consenso de Estadio 5 so
bre qué acción es la correcta y también el uso de las razones de Estadio 5 de por
qué es correcta. En muchos dilemas existe un aumento monotónico en los juicios
de que la elección del contenido del Estadio 5 está bien a medida que se avanza de
estadio. Más claramente todavía, existe un aumento de consistencia entre un juicio
de justicia (juicio deóntico) y un juicio de responsabilidad para comprometerse
con la acción deónticamente correcta según uno progresa paso a paso hacia esta
dios más altos.
En el Volumen I afirmé que cada estadio más alto es más autónomo, universa-
lizable, prescriptivo y reversible. En este volumen, utilizamos este supuesto sobre
los estadios (y los subestadios) para concluir que los sujetos en estadios más altos
serán progresiva o monotónicamente más consistentes o responsables al relacionar
el contenido de su acción moral deóntica con su actuación real, consistencia me
diatizada por un juicio de responsabilidad. La naturaleza de este juicio de respon
sabilidad se va a elaborar de forma más completa en el Volumen III en conexión
con datos sobre respuestas de estudiantes de escuela secundaria a dilemas morales
que se dan en las escuelas.
Utilizando los hallazgos de Hartshome y May (1928-30) el Capítulo 7 se cen
tra en un tema tratado ya en la primera parte, las artimañas de las definiciones con-
ductistas sobre la conducta moral. Argumenta que el juicio de si un acto es moral
mente correcto o bueno, moralmente malo o incorrecto, o moralmente neutro, sólo
se puede definir estudiando los juicios morales y las motivaciones que lo infor
man. El segundo tema que el Capítulo 7 trata es la crítica del relativismo social
como una forma de definir la moralidad. Los que proponen concepciones conduc-
376 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
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Los tipos de estadio del ego de Sullivan, Grant, y Grant; Peck; Kohlberg; Bull; y Perry están tomados de Loevinger, 1976.
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Tabla 5.1. Comparación de los estadios de Loevinger y Kohlberg
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EL SIGNIFICADO Y LA MEDIDA DEL JUICIO MORAL 381
Primero existen diferencias entre nosotros sobre cómo definir los estadios y ar
ticular su lógica interna. Loevinger define sus estadios en parte según estructuras, y
en parte según funciones y motivos pertinentes a la defensa y auto-exaltación. Yo
defino los estadios sólo en términos de estructuras cognitivas o formas de pensar o
juzgar. Nuestras posturas teóricas diferentes conducen a diferencias en la formula
ción de un «estadio», y por consiguiente a diferencias en lo que nosotros intenta
mos medir. Los dos buscamos medir estructuras de pensamiento y juicio utilizadas
por el ego; Loevinger intenta medir también las funciones y motivos del ego.
Segundo, existen diferencias entre nosotros al dividir el campo del desarrollo
del ego. Loevinger ve un ego único, diferenciado pero indivisible a la vez, simultá
neamente involucrado en el funcionamiento cognitivo, interpersonal y moral. Des
de el punto de vista de Loevinger, no hay necesidad de dividir el campo del ego.
Según nuestro punto de vista, el ego comprende subdominios relativamente cir
cunscritos y auto-contenidos, cada uno de ellos poseídos de una estructura diferen
te, independientemente del funcionamiento de un ego unitario. Mientras que Loe
vinger persigue capturar en sus estadios del ego la interrelación del desarrollo del
ego, el estilo cognitivo, los intereses del ser y el desarrollo moral o de caracter, no
sotros creemos que estos aspectos diferentes de funcionamiento están gobernados
por estructuras cognitivas diferentes. Así, para nosotros el estilo cognitivo apunta
hacia el campo de la estructura definido por los estadios de las operaciones cogniti
vas o lógicas de Piaget. El estilo interpersonal y los intereses del ser para nosotros
apuntan hacia el campo de la estructura estudiado por Selman en su intento de des
cribir los estadios de toma de rol, perspectiva social y conceptos de relaciones in
terpersonales (Selman y Jaquette, 1977). Los términos caracter y control del impul
so denotan para nosotros el campo de la estructura llamado juicio y razonamiento
moral. Intentamos evaluar sólo esto último —el desarrollo del juicio moral.
Basándome en la teoría de Piaget, modificada por el impacto de hallazgos em
píricos (véase Capítulo 2), he sido conducido a hipotetizar unos estadios paralelos
y correspondientes en cada dominio del ego, y también a argumentar que el alcan
zar un estadio en cualquier dominio depende de alcanzar un cierto estadio en uno
de los otros dominios. Así, doy por supuesto que el alcanzar el estadio de opera
ciones cognitivas formales de Piaget, es una condición necesaria pero no suficien
te para alcanzar el cuarto estadio de los conceptos interpersonales de Selman. Este
estadio requiere tomar la perspectiva de una tercera persona sobre las relaciones
diádicas, requiere unas ideas de responsabilidad en las relaciones y requiere un
éxito social. Así mismo, doy por supuesto que se debe de alcanzar el cuarto esta
dio de conocimiento social de Selman para llegar a nuestro cuarto estadio de juicio
moral, es decir, para la emergencia de conceptos de deber definidos por la con
ciencia y por los valores y leyes subyacentes de la sociedad. De nuevo tenemos
aquí una cuestión de condición necesaria pero no suficiente. La idea de condicio
nes necesarias pero no suficientes incluye nuestra idea del significado del estadio
de juicio moral para la conducta y motivación. Lo que entendemos como razona
miento moral es una competencia cognitiva, necesaria pero no suficiente para cier- -
tos tipos de motivación y conducta.
382 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
ella llama «circularidad de salvedad». Mis colegas y yo rechazamos esta «vía del
signo» y hemos requerido que cada prueba del manual refleje claramente la estruc
tura del estadio al que está ligado.
Todo esto es, sin duda, bastante abstracto y denso. Voy a pasar, por consi
guiente, al material ilustrativo para que se pueda ver mejor cómo el trabajo de Loe
vinger y el mío se relacionan entre sí sobre cuestiones de tests.
Mi test, como alguno de ustedes ya saben, consta de dos formas: A y B. Cada
forma incluye tigs dilemas morales hipotéticos; uno que muestra un conflicto entre
ayudar a alguien a mejorar la calidad de vida, violando la ley, en contra de obedecer
la ley; un segundo dilema de conflicto entre respetar la conciencia contra hacer justi
cia retributiva o castigo e impedimento; el tercero implica un conflicto entre el man
tenimiento de un contrato en oposición al mantenimiento de la autoridad legítima.
Así, en uno de los dilemas, se pregunta a los sujetos si un doctor debería dar una so-
bredosis de morfina a una enferma de cáncer sin curación posible si ella lo pide. Este
dilema es la contrapartida en Forma B al más conocido dilema de Heinz, que toca el
tema de si un marido debería robar un fármaco para salvar la vida de su mujer. En
los dos ejemplos, el dilema hace referencia al conflicto moral entre la calidad de
vida a expensas de la ley y la obediencia de la ley en sacrificio de la calidad de vida.
Tomando como paradigmático la construcción de este dilema de Forma B y la pun
tuación de las respuestas al mismo, trataré de mostrar cómo introducimos la estruc
tura en las pruebas del test y llegamos a la estructura a partir de las respuestas.
Al mismo tiempo que comento la construcción de este dilema y los principios
y las reglas que rigen el análisis de las respuestas para poder llegar a la estructura
de estadio, tengan delante de ustedes las Tablas 5.2, 5.3, y 5.4. La Tabla 5.2 repre
senta una página de nuestro manual para respuestas de puntuación de estadio al di
lema de «matar por compasión».
Primeramente, un comentario sobre las formas alternativas. Para nosotros
construir un test con formas alternativas para la evaluación de la estructura evolu
tiva requería una previa planificación del campo del contenido así como una deli
mitación lógica del campo de la estructura. Esto era necesario aunque no fuera
más que para mantener constantes los temas de contenido al construir las formas
alternativas. La clasificación de los temas de contenido que intentamos incorporar
en nuestras pruebas y esperamos proveer en las respuestas, se deriva de la filosofía
moral y la sociología de la moral, en los que se han hecho intentos disciplinados
para llegar a normas y aspectos morales universales. Estos temas a los que llama
mos elementos y normas están registrados en la Tabla 5.3. Al diseñar nuestro test
nosotros los creadores tuvimos que hacer un análisis temático del contenido así
como considerar los aspectos de la estructura. El procedimiento de nuestro manual
requiere que el que puntua el test sea capaz de hacer lo mismo.
EL SIGNIFICADO Y LA MEDIDA DEL JUICIO MORAL 385
Juicio de criterio #7
Dilema: IV
Aspecto: Ley
Norma: Ley
Elemento: Buscando compensación (evitando el castigo), 11.7
Estadio: 2
Juicio de criterio
(El doctor no debería dar la medicación a la mujer) porque él arriesgaría su trabajo o
iría a la cárcel.
(Nota: No marcar este punto si es una respuesta a la pregunta general ¿»Por qué es
importante obedecer la ley»? A no ser que la respuesta se refiera al doctor en esta si
tuación de matar por piedad)
Estructura de estadio
El no matar a la mujer se justifica porque lleva consigo un riesgo de castigo (más que
una certeza). El castigo se ve como algo a evitar instrumentalmente. El riesgo de casti
go prevalece sobre el reconocimiento de la sensatez pragmática desde el punto de vista
de la mujer de darle el medicamento.
Indicadores críticos
Debe de utilizarse una de las siguientes justificaciones como la principal para no matar a
la mujer: (a) castigo como posible o probable, un riesgo a tener en cuenta en la decisión;
o (b) otras consecuencias desfavorables para el doctor (podría perder su trabajo, etc).
Ejemplos comparativos
1. ¿Debe el doctor dar la medicación que la hiciera morir? ¿Por qué? No, el doctor po
dría ser acusado de matarla. Debería darle algo para calmarla. (¿Por qué?) Perdería
su carrera e iría a prisión. Primero debe de protegerse a sí mismo y no matarla.
2. ¿Debe el doctor dar la medicación qúe la hiciera morir? ¿Por qué? No. Se le acusa
ría de matarla. Ella podría tomar su propia sobredosis. Si él lo hiciera podría perder
su licencia y quedarse sin trabajo.
Ejemplo de conjetura
(Nota:Puntuación aproximada solo si no hay otro material puntuado sobre ese aspec
to y ponderada 1/2 comparación)
1. ¿Debe el doctor hacer lo que ella pide y darle la medicación? No, creo que no. Creo
que es mucho pedir de un médico, pedirle que haga eso aún cuando ella tenga mucho
dolor. Se supone que un doctor no hace eso. (¿Por qué?) Yo creo que está en su código
que no deben de administrar un medicamento a nadie para ayudarle a morir antes o ha
cerle morir rápidamente. Si se descubriera que él ha dado la medicación a esa mujer,
probablemente sería expulsado de su profesión y no podría entrar en otro sitio.
(Nota: Esto se refiere a la probabilidad de que el doctor perderá su trabajo tal y como
se requiere por el indicador crítico (b), pero el riesgo de las consecuencias indesea
bles no se utiliza como argumento central contra el asesinato por piedad como los in
dicadores críticos especifican.)
386 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Los elementos
I. Elementos modales
1. Obedecer (consultar a las personas o la deidad. Debe obeder, obtener con
sentimiento (debe consultar, persuadir).
2. Culpar (aprobar). Debe de ser culpado, desaprobado (debe de ser aproba
do).
3. Retribuir (exculpar). Debe retribuir (debe exculpar).
4. Tener derecho (no tener derecho).
5. Tener obligación (no tener obligación).
//. Elementos de valor
A. Consecuencias egoístas
6. Buena reputación (mala reputación). .
7. Búsqueda de recompensa (evitando castigo). V
B. Consecuencias utilitarias
8. Buenas consecuencias individuales (malas consecuencias individuales).
9. Buenas consecuencias de grupo (malas corísecuencias de grupo).
C. Consecuencias ideales o que ayudan a la armonía
10. Proteger el caracter.
11. Proteger el auto-respeto.
12. Ayudar a la armonía o ideal social.
13. Ayudar a la autonomía y dignidad humana. \
D. Justicia
14. Equilibrar perspectivas o tomas de rol.
15. Reciprocidad o renuncia positiva.
16. Mantenimiento de la equidad y la justicia de procedimiento.
17. Mantenimiento del contrato social o el acuerdo libre.
Las normas
1. Vida 6. Autoridad
a. Preservación 7. Ley
b. Cantidad/Calidad 8. Contrato
2. Propiedad (9. Derechos civiles)
3. Verdad (10. Religión)
4. Afiliación 11. Conciencia
(5. Amor erótico y sexo) 12. Castigo
bajo cual de los dos aspectos de valor en conflicto cae la respuesta. En el ejemplo
de la Tabla 5.2. la respuesta cae bajo la categoría de mantener la ley. Esta respues
ta no determina en sí misma la estructura del estadio de la respuesta. Valorar la
obediencia a la ley puede tener lugar en cualquier estadio.
El segundo acto de clasificación del contenido está, por consiguiente, dirigido
a determinar las razones para valorar la obediencia a la ley en este ejemplo. Estas
razones nos acercan más a la estructura. Como hemos visto, la Tabla 5.3. recoge
diecisiete «elementos de valor». Se derivan de los esfuerzos de filósofos morales
para clasificar tipos de valor moral. Como se fijarán, la respuesta del ejemplo se
inscribe en el Elemento 7, «evitar el castigo». Ahora bien, alguien no adiestrado
en nuestro sistema de puntuación, o familiarizado con él sólo superficialmente,
podría llegar a la conclusión de que la respuesta es Estadio 1 en base a este segun
do acto de clasificación del contenido. Pero el Estadio 1 no está inequívocamente
indicado por una respuesta que refleja el valor del elemento de evitar el castigo. El
valor de evitar el castigo puede también surgir de una estructura de Estadio 2
como ocurre en este caso. Se necesita pues, un instrumento para discriminar una
estructura de Estadio 2 de una de Estadio 1 donde se da una respuesta de castigo.
Tal instrumento es una declaración teórica de la estructura de Estadio 2 pertinente
al aspecto de la ley y el elemento de evitar el castigo.Esto se presenta en el párrafo
llamado «estructura de estadio» en la prueba manual de la Tabla 5.2.
Una segunda y complementaria herramienta para llegar a la estructura de esta
dio se ofrece en el párrafo titulado «Indicadores críticos». Esta categoría compren
de aquellos indicadores que reflejan si está involucrado un cierto tipo de tendencia
(aquí, una tendencia egoístamente pragmática de Estadio 2) al pensar en el castigo.
Consideremos ahora los ejemplos de respuestas. Los ejemplos emparejados, pa
san los indicadores críticos. El ejemplo que se adivina, no pasa los indicadores crí
ticos pero parece dar cierta evidencia de encajar en la estructura de estadio de la
prueba del manual. Un ejemplo fallido no sólo fracasaría en incorporar los indica
dores críticos sino que supondría una estructura diferente requerida al valorar el
evitar el castigo, de la que caracteriza el Estadio 2. Por ejemplo podría suponer va
lorar el evitar el castigo a la luz de preocupaciones de estadio convencional por una
reputación dentro de un contexto social, más que por pragmatismo de Estadio 2.
Antes de contrastar esta prueba de nuestro manual con una prueba paralela del
de Loevinger, permítaseme revisar y elaborar algunas diferencias en nuestras pos
turas. El concepto de estructura en el esquema de Loevinger se refiere menos a
una forma de pensamiento que a una función y contenido de personalidad general
estable y consistente —el uso implicado en conceptos psicoanalíticos de la estruc
tura del carácter. Es decir, la estructura dentro del esquema de Loevinger es una
entidad de personalidad subyacente hipotética como el ego psicoanalítico. Por el
contrario, la estructura a la que yo me refiero no es potencialmente tangible, es
una construcción para incluir una variedad de respuestas claras diferentes. Las res
puestas de los sujetos a los dilemas y sus consiguientes respuestas a un examen
clínico se consideran que reflejan, muestran o manifiestan la estructura. Son las
verificaciones de la estructura «prototípica» en la actualidad, en condiciones espe
388 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
cíales. Puede haber desacuerdo entre los investigadores con respecto a la exactitud
de la atribución de una cierta estructura, dadas ciertas respuestas (por ejemplo,
cuestiones de fiabilidad entre puntuadores), pero no puede haber error en el senti
do de una equivocación en deducir a partir de un juicio a cierto estado de asuntos
precedentes al, concurrentes con, o subsiguientes al juicio. Así, mi procedimiento
no es del mismo orden que el que se adopta al hacer predicciones de lluvia a partir
de las nubes o fuego por el humo, o apendicitis por un alto recuento de células
blancas o una respuesta de una prueba en el MMPI concluyendo en esquizofrenia
o hipocondriasis. En aquellos casos, se está tratando no con reflexiones, exhibicio
nes o manifestaciones sino con signos o índices.
La vía del signo une fundamentalmente signos con signos y no va, en princi
pio, más allá de los signos patentes. Mi propia postura no va de signo a signo, sino
que más bién va de expresiones o «símbolos» a lo que se postula como un tema
común o «estructura». No hay forma de descubrir esa estructura o dar a conocer la
estructura como otro signo. En ese sentido es una construcción más que una infe
rencia y está garantizada sólo en base al ordenamiento «inteligible» de las pruebas
patentes. Se podría decir que la estructura hipotética es el principio de la organiza
ción de las respuestas. Tratarla de la misma manera que las respuestas sería, en el
sentido de Ryles, cometer una equivocación de categoría.
Por el hecho de que Loevinger considere sus pruebas de test como signos que
son indicadores probabilísticos de una organización subyacente de la personalidad,
no hay necesidad para que sus categorías de puntuación sean definidas de forma
estructural en el mismo sentido que lo son las nuestras. De hecho, ella no deja cla
ra la diferenciación entre estructura y contenido en sus definiciones de estadio y
procedimientos de puntuación. Vamos a ilustrar esto revisando una de sus prue
bas.
La Tabla 5.4 ofrece una prueba del test de Loevinger de completar una frase.
El comparar la prueba del manual de Loevinger con la presentada anteriormente
de nuestro propio manual, ilustra tanto nuestras ideas diferentes de estructura
como las resultantes diferencias de posturas en nuestras vias de construcción de
test. Para simplificar la comparación, escojo pruebas que mantienen constantes la
estructura de estadio y el foco de contenido. Tanto las pruebas de Kohlberg como
las de Loevinger son morales en contenido, las dos son Estadio 2 (Delta en el es
quema de Loevinger). Si en el manual de Loevinger forzamos la diferenciación
entre contenido y estructura utilizada en nuestro propio sistema de puntuación, el
resultado es que algunas de sus categorías de puntuación parecen estructurales en
nuestro sentido. Es decir, son reflexiones conceptualmente directas de los princi
pios organizativos del estadio. Otras están más cerca de lo que consideraríamos
como contenido. Pueden lógicamente ser consistentes no sólo con el estadio al que
representan sino también otros estadios; de hecho están empíricamente más alta
mente asociadas con el estadio con el que están en afinidad.
La categoría 2 en el detalle de muestra está muy cerca de lo que llamamos es
tructura pero es todavía contenido asociado a la estructura. El contenido o aspecto
de valor es nuestro aspecto de conciencia. La categoría 2 refleja una no valoración
EL SIGNIFICADO Y LA MEDIDA DEL JUICIO MORAL 389
Delta
Las reacciones características de Delta mostradas en esta prueba son la insensibilidad
(«lo permito») y la demanda de persistencia («siempre hago lo que quiero»). «Tengo
que mentir a alguien que confía en mí» ofrece una negación de la responsabilidad de
los propios actos. «No puedo hacer lo que quiero» es ilógico como respuesta pero claro
como expresión de voluntariedad. Las respuestas basadas en no tener éxito o en dar
que hablar indican una falta de conciencia casi tan claramente como decir que no se
tiene. La única categoría aquí que nombra la transgresión de una regla se refiere al ro
bar; se puede suponer que este es el caracter concreto de esta transgresión que impre
siona a la gente antes en el desarrollo que el mentir o trampear.
1. Yo robo
si cojo su dinero
cojo algo que no es mío
2. No tengo conciencia; mi conciencia nunca me molesta
nada
no me molesta
no tengo preocupaciones
siempre hago lo que quiero
3. Lo permito
me doy cuenta de ello
4. Se habla de mí, sospechoso
mi madre sospecha de lo que he estado haciendo
siento que alguien me mira
5. Tengo que mentir, hacer trampas, etc. (1-3, 1)
tengo que mentira alguien que confía en mí
miento sobre algo
me veo forzado a decir una mentira piadosa
6. No tengo éxito en lo que quiero hacer (1-3, 13; 1-3/4, 14)
no puedo hacer lo que quiero
soy un inconsiderado y no consigo burlarme de Jan
hago algo estúpido
Sin clasificar
Pierdo un tiempo precioso haciendo tests como éste
390 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
La categoría 1, «Mi conciencia me molesta si robo», está todavía más lejos que
la categoría 2 en representar lo que llamaríamos la estructura representada por el
estadio auto-protector de Loevinger. El manual de Loevinger resalta que robar es
un contenido más concreto de valoración moral que mentir o engañar. Pero en
nuestros términos, es claramente contenido, una declaración de lo que está mal o
bien, no una expresión directa de la estructura o de la forma de razonar sobre por
qué algo está mal o bién.
La categoría 3 se acerca más a representar la estructura misma, en oposición a
ser un signo probable del estadio Delta. «Mi conciencia me molesta si yo le dejo»
indica que la culpa y vergüenza son estados afectivos sujetos a control del ego a la
luz de una valoración instrumental de un ego con intención, más que impulsos y
sentimientos de Estadio 1-2. Indica también que la culpa y vergüenza no tienen le
gitimidad o valor que representen la moralidad social o los valores sociales, la ca
racterística del pensamiento convencional pasado el segundo estadio. Esta clase de
análisis es representativo de lo que estaría reflejado en el párrafo de estructura de
estadio de nuestro manual. No aparecería, sin embargo, en el manual de Loevin
ger. Su manual no incluye declaraciones interpretativas que explican la estructura
de las pruebas del manual y las atan a la estructura total de los estadios que repre
sentan.
En cuanto a la metodología del test, las diferencias entre la epistemología de
Loevinger y la mía se expresan en las diferencias de actitud al valor nominal por
un lado y al análisis empírico de la prueba, por otro.
Nuestro test actual rechaza tanto la vía del signo como la selección y puntua
ción de las pruebas a través del análisis empírico de la prueba. Cada prueba debe
de tener un valor nominal en representar el estadio según se define por la teoría.
No se le puede situar en el estadio simplemente porque el análisis empírico de la
prueba indique que tiene un valor probabilístico como signo del estadio.
Los supuestos de Loevinger en la construcción de test están entre los extre
mos radicales de nuestra vía piagetiana y el MMPI. Ella acepta la via empírica
del signo de MMPI, pero sólo si se puede hacer consistente con cierto grado de
análisis lógico o teórico, con cierto grado de valor nominal. Ella llama a su postu
ra la postura que evita circularidad entre la lógica teórica y el análisis empírico de
la prueba.
En este contexto «circularidad de salvedad» significa una relación entre el con
cepto de ego y el análisis empírico de la prueba. Como ejemplo, la respuesta «Mi
conciencia me molesta si robo», no tiene un claro valor nominal como reflejo de
un estadio auto-protector. Si hubiera sido inicialmente situada en el estadio con
formista por inferencia e influencia de la teoría clínica, Loevinger la categorizaría
en su estadio auto-protector, basándose en el análisis de la prueba que indicaba
que está asociado a la asignación clínica del protocolo total de ese estadio. Loevin
ger lo llama circularidad de salvedad más que empirismo bruto o arreglo empírico
de la consistencia interna o fiabilidad de un test, porque es un proceso en espiral
que modifica o mejora la idea de cada estadio y no justo la consistencia interna del
test o validez concurrente en el sentido psicométrico.
EL SIGNIFICADO Y LA MEDIDA DEL JUICIO MORAL 391
dilema se puntuó sin conocimiento de respuestas a los otros dilemas, así que estas
cifras no pueden ser un artefacto de tendenciosidad del evaluador). Las altas corre
laciones entre las formas alternativas descritas aquí sobre la fiabilidad, ofrecen
más evidencia a la consistencia del estadio de razonamiento de un sujeto a través
de un contenido diferente.
Al interpretar estos resultados que parecen tan claros, queda sin embargo un
problema por resolver. El problema surge de la circularidad en la forma que los
números se generaron —una circularidad que explica las diferencias entre los re
sultados del análisis de Kramer (Kohlberg y Kramer, 1969) y el actual. Desde un
punto de vista también extremo, los datos representan un esfuerzo desesperado por
salvar una hipótesis teórica después de que se desconfirmó por los datos de Kra
mer. Desde un segundo punto de vista extremo, simplemente significan el progre
so en una descripción inductiva de los estadios.
Para mí, el punto de vista más plausible no es probar la teoría inductiva o la hi-
potético-deductiva, sino el punto de vista de lo que Loevinger llama «circularidad
económica» en la definición y medición de una construcción. Loevinger revisó sus
definiciones de estadio a la luz de los análisis empíricos de pruebas, diseñadas
para aumentar la fiabilidad y validez de su test. Yo hice la revisión circular no tan
to con el criterio de la consistencia o fiabilidad de la prueba sino con el criterio de
la secuencia, nuestro criterio básico de validez de construcción. Desde este punto
de vista, los resultados de la Tabla 5.8 definen la validez de construcción de nues
tro test. Citaré una frase sobre el criterio apropiado de la validez de construcción
de nuestra medida de estadio moral que hice en el Capítulo 2.
402 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Longitudinal 2% 4% 1%
Tn aT n + 1 (3/177) (6/160) (2/171)
Test-Retest 19% 23% 10%
TI a T2
Lontitudinal 7% 8% 7%
TnaTn+ 1
Test-Retest 19% 33% 20%
TI aT 2
* En este análisis sólo se incluyen las entrevistas longitudinales que fueron puntuadas a
ciegas.
Dicho de otra manera, los datos sobre la secuencia longitudinal nos dicen me
nos sobre la verdad de la teoría que sobre la valided de la construcción de un test
basado en la teoría. Es menos una declaración sintética o explicatoria sobre la na
turaleza que una declaración analítica sobre los estadios estructurales. Dice: antes
de tratar de explicar los datos de cambio y desarrollo con una teoría cognitivo-
evolutiva, asegúrate de que tus datos se pueden observar con una medida que tú
has construido para que la regla de la secuencia encaje.
Lo mismo ocurre con las valoraciones de fiabilidad de los tests de estadio.
Desde el punto de vista de las teorías de estadio como la de Piaget o la mía, la fia
bilidad del test y la validez de construcción del test es la misma cosa. En el caso
del estadio estructural, la validez de la construcción exige una alta fiabilidad de
test-retest y de forma alternativa. Un estadio es un todo estructurado; el individuo
debe de ser consistente con diversos estímulos y ocasiones para examinar la es
tructura. No tengo tiempo para extenderme, pero nuestros datos de fiabilidad de
las Tablas 5.5-5.7 se ajustan bastante bien a esta exigencia.
EL SIGNIFICADO Y LA MEDIDA DEL JUICIO MORAL 403
ASPECTOS TEORICOS
estadio moral, era poco convincente para nosotros. Puesto que era poco convin
cente para incluir la regresión o retroceso en un esquema de estadio moral, nos vi
mos obligados a (a) revisar las definiciones de Estadio 5 y 6 y (b) a distinguir en
tre un subestadio B m oralm ente más autónom o y un subestadio A menos
autónomo a nivel convencional (Estadios 3 y 4).
El cuarto aspecto que se discute en este capítulo lleva consigo la clase de expe
riencia que estimula el avance a un pensamiento de principios. Nuestros hallazgos
hacían pensar que el desarrollo moral no se daba sólo a través de los procesos des
critos en los anteriores capítulos teóricos (2 y 3). Describí anteriormente el cambio
de estadio moral como una reorganización cognitiva de los conceptos normativos
de la sociedad y relacionado con las normas fundamentales de la justicia. Los fac
tores de cambio incluyen (a) un crecimiento cognitivo «puro» hacia un estadio ló
gico más alto, (b) un crecimiento social-cognitivo a través de las oportunidades
para una toma de rol más amplia y (c) experiencias de conflicto cognitivo-moral
entre el razonamiento moral de cada uno y los de los demás (o entre las estructuras
de razonamiento de uno y los dilemas morales que uno no puede resolver). Todos
estos tipos de factores son factores de una experiencia moral relativamente indi
recta más que de una elección moral personal.
Estos procesos de «experiencia indirecta» parecían relativamente adecuados
para explicar el progreso a través de los estadios preconvencionales y convencio
nales, en donde el movimiento representa un cuadro progresivamente adecuado de
la sociedad tal y como es. Parecen sin embargo inadecuados para explicar la causa
del avance a un nivel de principios auto-escogidos pero universales que van más
allá de la sociedad y con los que pueden entrar en conflicto. La construcción de
principios parecería requerir un proceso mucho más auto-reflexivo de construc
ción y elección de principios que provienen del tratramiento de las propias expe
riencias. A favor de una noción de un proceso diferente en progreso hacia el pen
samiento de principios está el que el avance a pensamiento de principios es mucho
más difícil que los avances previos. Apoyando también la idea, está el que la tran
sición está a menudo asociada a una crisis moral de relatividad auto-consciente:
»Las misteriosas fuerzas del desarrollo que llevaron a nuestro 20% de una mo
ralidad convencional a un hedonismo de Estadio 2, pusieron las cosas en orden.
Todos y cada uno de los que habían retrocedido, habían vuelto a una mezcla de
moralidad de Estadio 4 y 5 para los 25 años, con un poco más de Estadio 5 o prin
cipio de contrato social, un poco menos de Estadio 4 o convencional, que en la es
cuela secundaria.
»Un ejemplo que citamos fue el caso 65, o ‘Raskolnikov’. Como ‘retrogradado
a Estadio 2’, él era un ‘Nietzchiano’ que fue desde Chicago a una universidad del
sur, donde todos eran blancos, y aceptó un racismo Darwiniano social. El Caso 65,
previamente en Estadio 4, había sido el estudiante más respetado, presidente del
consejo de la escuela secundaria durante años. En su entrevista en el segundo año
universitario, sin embargo, comentó que hacía dos días había robado un reloj de
oro a un amigo de la escuela. Lo hizo porque su amigo era demasiado bueno, de
masiado confiado, como Jesucristo, y él quería enseñarle cómo es el mundo. Dijo
que no se sintió culpable por robar, pero sí frustrado. Su acto había fracasado por
que su confiado amigo insistía en que él había puesto el reloj en otro sitio o lo ha
bía perdido, y sencillamente, no quería creer que se lo habían robado». (Kohlberg
y Kramer, 1969, p. 108)
En una nueva entrevista ya en sus años mediados los veinte, era abogado de
una gran empresa, vivía en los alrededores de la ciudad y expuso un pensamiento
moral de Estadio 4.
A los hallzagos sobre «regresión» y vuelta al contrato social, Kohlberg y Kra
mer tuvieron una interpretación según los conceptos de Erikson de crisis de identi
dad y compromiso renovado. Después de que los individuos habían construido la
habilidad para un pensamiento moralmente de principios, todavía tenían que com
prometerse a hacerlo. Este compromiso era a menudo parte de la resolución de una
crisis de identidad en la que el individuo manifestaba una «regresión» en el pensa
miento moral.
«Este modelo de ‘regresión’ y estabilización puede verse como reflejo del de
sarrollo del ego eriksoniano más que una representación del desarrollo de las es
tructuras de estadio moral propiamente dichas. El desarrollo del ego en la esfera
moral es aprender cómo usar las estructuras morales que uno tiene para promover
los objetivos personales de uno. Desde este punto de vista, los modos de pensa
miento moral son estructuras desarrolladas en la niñez pero los usos de estos mo
dos de pensamiento, su significación para el individuo, son asuntos de desarrollo
en la adolescencia tardia.Hasta entonces, los niños viven en un mundo que ellos
no hicieron y en el que las elecciones que deben de hacer son limitadas. Erikson
nos ha familiarizado con el hecho de que la sociedad occidental ofrece a los estu
diantes que han terminado la escuela secundaria, un moratorio psicológico que les
permite vivir impulsos o bien hédonistas o bien moralmente idealistas (reflejados
en cualquier cosa, desde perseguir una vida placentera hasta una vida en corpora
ciones pacíficas) con una libertad que nunca han tenido ni tendrán más adelante en
su vida. Esto llega a su fin cuando el establecimiento interior de una identidad o la
presión exterior para hacerse responsable en un trabajo y la paternidad, llevan al
410 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Nota: Las figuras 6.1 y 6.2 están tomadas de Perry, W .G., «Cognitive and Ethical
Growth, » Chapter 3 in Chickering, A., ed., The Modern American College4, San Francis
co: Jossey. ‘Bass, 1981.
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.. 411
Calificaciones
Postura 1 Las autoridades saben, y si trabajamos duro, y aprendemos D u a lid a d
todo y conocemos las respuestas correctas, todo irá bien. básica
Transición ¿Pero que hay de esos otros sobre los que oigo hablar? ¿Y di
ferentes opiniones? ¿E incertidumbres? Algunas de nuestras
autoridades no se ponen de acuerdo entre ellos o parece que no
saben, y algunos nos crean problemas en lugar de respuestas.
Postura 2 Las verdaderas autoridades deben de tener razón, las otras Multiplici-
son un fraude. Nosotros tenemos razón. Otros son diferen- dad prele-
tes y no la tienen. Las buenas autoridades nos dan proble- gítima
mas para que aprendamos a encontrar la respuesta correcta
por nuestro pensamiento independiente propio.
Transición Pero incluso las buenas autoridades admiten que no cono
cen todas las respuestas todavía.
Postura 3 Entonces algunas incertidumbres y opiniones diferentes son Multiplici-
reales y legítimas temporalmente, incluso para las autorida- dad subor-
des. Están trabajando en ello para llegar a la verdad. dinada
Transición Pero hay tantas cosas cuyas respuestas ellos no conocen. Y
no las conocerán por un largo tiempo.
Postura 4a Cuando las autoridades no saben las respuestas correctas, Multiplici-
todo el mundo tiene derecho a opinar; nadie se equivoca. dad coordi-
Transición Pero algunos de mis amigos me piden que defienda mis nada
(y/o) ideas con hechos y razones
Transición Entonces ¿qué derecho tienen ellos a clasificamos? ¿Sobre
qué?
Postura 4b En algunas ocasiones las autoridades no piden la respuesta R elativis-
correcta; quieren que nosotros pensemos sobre las cosas en- mo subor-
cierta forma, manteniendo la opinión con datos. Eso es por dinado
lo que nos clasifican.
Transición Pero de esta «manera» parece funcionar en la mayoría de
las ocasiones, e incluso fuera de ellas.
Postura 5 Entonces todo pensamiento debe de ser como éste, incluso R elativis-
para ellos. Todo es relativo pero no igualmente válido. Tie- mo (con-
nes que entender cómo funciona cada contexto. Las teorías textual) ge
no son la verdad sino metáforas con que poder interpretar los neralizado
datos. Tienes que pensar sobre tu pensamiento.
Transición Pero si todo es relativo, ¿soy yo relativo también? ¿Cómo
. sé que estoy haciendo la elección correcta?
Postura 6 Veo que voy a tener que tomar decisiones en un mundo in- C om pro-
cierto sin nadie que me diga que tengo razón. m iso pre-
Transición Estoy perdido si no. Cuando decida sobre mi carrera, (o visto
matrimonio o valores), todo se enderezará.
Postura 7 Bueno, ¡me he comprometido por primera vez! Compromi
Transición ¿Por qué eso no lo arregla todo? so inicial
Postura 8 He tomado diferentes compromisos. Los tengo que sopesar, Orientación
¿cuántos? ¿hasta dónde? ¿qué tienen de ciertos, de tentadores? en los com-
Transición Las cosas se contradicen. No puedo entender de forma lógi- promisos
ca los dilemas de la vida.
Postura9 Esto es cómo será la vida. Tengo que ser entregado pero C om pro-
comedido, luchar por mis valores respetando a los demás, m isos que
creer que mis valores más profundos son correctos, pero es- e v o 1u c i o -
tar dispuesto a aprender. Veo que voy a volver sobre mis nan
pasos una y otra vez, pero espero que de forma más sabia.
412 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Desarrollo
R
e
Dualismo modificado por
la multiplicidad a Compromisos
^or que evolucionan
4a +
s
m
o
Retirada Escape
Términos
Dualismo. División del significado en dos campos —bueno contra malo, correcto
contra incorrecto. Nosotros contra ellos. Todo lo que no es éxito es fracaso y cosas así.
Las respuestas correctas existen en algún sitio para todos los problemas, y las autorida
des las conocen. Las respuestas correctas se memorizan por medio de un duro trabajo.
El conocimiento es cuantitativo.La agencia se experimenta como «ahí fuera» de la
autoridad, puntos de test, el trabajo correcto.
Multiplicidad. La diversidad de opinión y valores se reconoce como legítima en
áreas donde las respuestas correctas todavía no se conocen. Las opiniones permanecen
atomísticas sin un modelo o sistema. No se pueden hacer juicios entre ellos, así que
«todo el mundo tiene derecho a opinar; nadie puede decirse que actué mal».
Relativismo. Diversidad de opiniones, valores y juicios derivados de fuentes cohe
rentes, evidencia, lógica, sistemas y modelos que permiten el análisis y la compara
ción. Puede que algunas opiniones no merezcan la pena, aunque sean asuntos sobre los
que la gente razonable no estará de acuerdo. El conocimiento es cualitativo, depen
diendo de los contextos.
Compromiso (con C mayúscula). Un proceso de afirmación, elección o decisión
(carrera, valores, política, relación personal) hecho con el conocimiento del relativismo
(diferente de los compromisos con c minúscula nunca cuestionados). La acción se ex
perimenta dentro del individuo.
Contemporizar. Postponer el movimiento por un año o más.
Escape. Alienación, abandono de la responsabilidad. Explotación de la multiplici
dad y relativismo para evitar el compromiso.
Retirada. Evitar la complejidad y ambivalencia por la regresión al dualismo colo
reado por odio de lo otro.
Nota: Las figuras 6.1 y 6.2 están tomadas de «Cognitive and Ethical Growth», C a p ítu lo 3,
por Perry, W.G., en The Modern American College, San Francisco: Jossey-Bass, 1981.
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.. 413
El análisis de casos no parecía que concordara con el desarrollo dentro del es
quema de Perry de una forma directa a un desarrollo moral normativo. Por ejem
plo, el análisis hecho después de Kohlberg y Kramer, 1969 indicó que el Caso 65
avanzó de una postura 4a de Perry, multiplicidad oposicional, a unos compromi
sos personales en el matrimonio y en el trabajo dentro de una postura 7 relativa
contextualmente sin avanzar a un Estadio 5 de nuestro esquema de estadio moral.
La postura tomada por Turiel (1974, 1979) implica que el movimiento al siguien
te estadio más alto lleva consigo alguna duda y sentido de la contradicción dentro del
estadio en el que el sujeto está funcionando en la actualidad. Es decir, el modelo de
equilibrio piagetiano insinúa que los sujetos experimentarán una contradicción dentro
de su propio estadio de pensamiento, un sentido de la contradicción reflejado en una
falta de deseo por hacer juicios morales firmes o generalizados. El indicador de tal
sentido de la contradicción dentro de un estadio debería de ser un sentido del relati
vismo, es decir, un cuestionarse por la validez de la habilidad de uno en hacer juicios
morales sobre los demás o de otros en hacer juicios morales aplicables a uno mismo.
Turiel (1977) da cuenta de alguna verificación longitudinal de relativismo
como desequilibrio y como transiciones. En su informe de 1974 estudió a catorce
estudiantes no graduados, descubriendo que cinco de ellos estaban en un estadio
de transición y relativista. Después de dos años, Turiel (1977) los volvió a entre
vistar. Todos los sujetos en transición habían alcanzado el Estadio 5 de forma cla
ra. Todos los demás sujetos eran convencionales en el retest, tal y como lo habían
sido en el primer test.
En contradicción con los hallazgos de Turiel, no todos los casos de marcado
relativismo o subjetivismo son aquellos de desequilibrio de juventud. Esto se indi
ca en una obra reciente escrita por Fishkin (1983). Fishkin entrevistó a individuos
en edades entre 30 y 40 años, graduados en la Universidad de Yale o en Cambrid
ge (Inglaterra). Un cierto número de estos sujetos mantenían posturas que podrían
considerarse radicalmente subjetivistas, y parecían mantener estas posiciones por
que para ellos parecía ser la única respuesta posible a ciertas cuestiones o dificul
tades metaéticas sobre la base de cualquier ética normativa. Fishkin creó un esque
ma tipo de escala lógica Guttman para clasificar las posturas metaéticas, esquema
que se presenta en la Figura 6.3.
Según Fishkin, sus tipos representan un orden de posturas sobre los juicios mo
rales.
Postura 1, la absolutista, es que siempre está mal violar los principios morales,
y que este juicio de maldad es racionalmente incuestionable (la postura de Kant).
Postura 2, la de la inviolabilidad, en la que se dice que estaría objetivamente
mal violar los principios, pero no que sean racionalmente incuestionables.
Postura 3, la objetivista, en la que los principios o juicios se deben de aplicar
de forma consistente a todo el mundo y se basan en consideraciones que todo el
mundo debería de aceptar si es que van a tomar un punto de vista moral (la postura
de Rawls, 1971).
Postura 4, la de la universalizabilidad, que acepta que los principios o juicios
morales pueden ser subjetivos y arbitrarios, pero están limitados por la condición
de que se aplican consistentemente a todo el mundo que está en las mismas cir
cunstancias (la de Haré, 1963).
Postura 5, la interpersonal, en la que cada persona no sólo juzga por sí misma
sino que juzga por otros además de ella misma, aunque no necesariamente de una
forma universalizable. La persona puede juzgar a otros dentro de la misma cultura
o grupo pero sus juicios no son aplicables a los que están fuera de ella.
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO... 415
I II III IV V VI VII
1. Absolutista + _ _ _ _ _ _
2. Inviolabilidad + + - - - - -
3. Validez objetiva + + + - - - -
4. Universalizabilidad + + + + - - -
5. Juicio interpersonal + + + + + - -
Postura 6, juicio de uno mismo, dice que los juicios sólo pueden hacerse por la
persona para sí misma. Las personas que rechazan incluso esta postura son amora-
listas.
Fishkin dice que Kohlberg (1973a) y Turiel (1974), no tienen razón en sus de
claraciones sobre el subjetivismo y relativismo como un estadio desequilibrado de
transición entre el Estadio 4 (moralidad convencional) y el Estadio 5 (moralidad
postconvencional). Señala primero la estabilidad de algunos subjetivistas a pesar
del tiempo. Segundo apunta al hecho de que el subjetivismo y relativismo pueden
aparecer en otros estadios; por ejemplo, se puede encontrar subjetivistas en «Esta
dio 3 1/2» y «Estadio 5 1/2». Colby (1978) ha descrito casos de «Estadio 3 1/2» y
en este capítulo describiremos a un relativista personal decisionista de «Estadio 5
1/2». Básicamente él dice que el subjetivismo en principio es una postura o res
puesta a problemas metaéticos, no a problemas ético normativos, diferenciación he
cha en el Capítulo 3. Estamos de acuerdo, en parte, con la diferenciación de Fish
kin. El relativismo y el egoísmo moral son problemas metaéticos, no problemas de
lo que es justo que se resuelva por una elaboración de una ética normativa específi
ca. El subjetivismo y el relativismo serán posturas metaéticas que se encuentran en
condiciones históricas y culturales de un bajo consenso sobre cualquier norma mo
ral básica o sobre cualquier base religiosa o metafísica para una creencia moral.
Por todas estas razones, hemos desistido en llamar al relativismo y al subjeti
vismo «Estadio 4 1/2», un estadio de transición. Mantenemos, sin embargo, nues
tra convicción de que cierta forma de subjetivismo o relativismo es una condición
necesaria pero no suficiente para el movimiento a Estadio 5. Esto es porque una
idea de la tolerancia liberal y de los derechos individuales universales representa
el principio de Estadio 5 que presupone un cuestibnamiento sobre la legitimidad o
lo absoluto del sistema de reglas de una cultura (Estadio 4). Este capítulo docu
menta esta relación en profundidad. No hemos estudiado todavía las posturas me
taéticas de nuestros sujetos longitudinales que nunca alcanzaron el Estadio 5. Po
dríamos señalar que los tipos de posturas epistemológicas metaéticas o morales
416 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Tabla 6.1.
1. No hará juicios 1. Puede hacer jui 1. Piensa que la pri 1. Cree que puesto
prescriptivos (deber, cios prescriptivos para mera responsabilidad que las sociedades
correcto, debería) ni sí pero no los hará es hacia uno mismo varían y la sociedad
para otro (Heinz) ni para otro (Heinz). y que tal ética egoís de uno no cumple las
para sí. a. Expresa respues ta es igual o más vá condiciones mínimas
2. Emotivista— Cree tas morales en tér lida que una morali de justicia es de mala
que los actos morales minos de lo que dad de respeto al voluntad hacer ju i
y los juicios morales yo haría en lugar bienestar y derechos cios prescriptivos ge
son simplemente la de Heinz. de otras personas. nerales sobre lo que
expresión de emocio 2. Centralizada en la 2. Ve que es posible un individuo debería
nes de gusto y dis emoción— Mucho de que la sociedad ope de hacer en su propia
gusto, aprobación y lo que entra en una re con los individuos sociedad.
desaprobación; no acción o juicio moral con una moralidad 2. Toma una pers
'son nada más. se basa en los senti egoísta y cree que de pectiva de fuera de
3. Establece de for mientos del ser (o del hecho mucho del la sociedad que no
ma explícita que las otro) sobre otras per mundo funciona de está claramente ba
decisiones del ser y sonas. esa manera. sada en una idea an
de otro se refieren al 3. Establece explíci terior a la sociedad de
individuo o a su cultu tamente que las deci los principios o dere
ra y por consiguiente siones propias y las chos que deberían de
no tienen validez in del otro se refieren a ser universales en to
trínseca. los valores o cultura das las sociedades.
4. Rechaza los tér del individuo.
minos morales o pres
criptivos tales como
bueno, malo, deber,
etc.
Relativismo decisionista
(Universalismo subjetivo IV de Fishkin)
Como se indicó en el Capítulo 5, una puntuación 4(3) indica una mezcla de Estadios 3 y 4,
con más uso de Estadio 4 que de 3.
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.. 419
El Caso 2 ilustra una clara progresión estructural y lógica del Estadio 4 pasan
do por el «4 1/2» al 5. En la escuela secundaria, cuando su pensamiento moral era
puntuado como Estadio 4(3), había aceptado lo que en capítulos anteriores hemos
llamado el punto de vista convencional de miembro de la sociedad. En el «Estadio
4 1/2» él se cuestionaba el derecho que tiene la sociedad a imponer su moralidad
sobre los individuos. El relativismo se confundía con una concepción de los dere
chos individuales. Equiparó los derechos individuales con la toma de una perspec
tiva centrada en el ego. Una continuada reflexión a lo largo de su relativismo en la
época de segundo año universitario le llevó a ver que la validez subyacente de re
lativismo egoísta era un principio más general de respeto hacia los derechos indi
viduales. Al igual que los autores de la Declaración de Independencia, vio que la
legitimidad de las leyes se basaba en su función de preservar los derechos a la vida
y a la libertad. Este movimiento a Estadio 5 no le llevó a un absolutismo sino a un
relativismo más moderado. En respuesta a la pregunta «¿Qué significa morali
dad?», él contesta, «Nadie en este mundo conoce la respuesta».
Los fenómenos de relativismo han sido cruciales para situar el pensamiento mo
ral de principios como un estadio moral que se da en la juventud y en la madurez.
420 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Hasta ahora hemos utilizado los Casos 2 y 65 para ilustrar dos tesis. La prime
ra es la de Turiel de que el relativismo representa un desequilibrio de transición de
una moralidad convencional a una postconvencional. La segunda ha sido la tesis
de que el razonamiento postconvencional requiere una transformación de razona
miento que claramente lleva consigo un nuevo estadio moral «duro». Queremos
ahora añadir una tercera consideración, presentada por primera vez en el escrito de
Kohlberg y Kramer (1969), que el progreso a un razonamiento de principios se re
laciona con la experiencia de vida de la responsabilidad personal moral. Esta ex
periencia de vida a su vez se puede dividir en dos fases, una primera fase de res
ponsabilidad por el yo en contextos de conflicto moral que inducen al relativismo
y una segunda fase de responsabilidad social, a menudo relacionada con el trabajo,
que lleva a la consolidación del pensamiento de Estadio 5.
Al presentar los datos de los casos sobre la experiencia del trabajo, descubrire
mos que la transición de Estadio 4 a 5 puede durar mucho tiempo; no puede ser el
proceso rápido que Turiel sugiere en sus datos (1977). Descubriremos también que
mientras que el relativismo de transición es necesario para el avance hacia el Esta
dio 5, no es suficiente. Un caso para demostrar ésto es el Caso 65, que pasó del re
lativismo radical y egoísta a una vuelta al pensamiento de Estadio 3/4, luego se es
tabilizó durante un largo período en el Estadio 4 en una época en la que trabajaba
con éxito como abogado y tenía una familia. Sólo a los 40 años alcanza el Caso 65
una cantidad puntuable de razonamiento del Estadio 5 (más de un 25%). Este caso
y otros los vamos a estudiar en términos de la influencia de la experiencia del tra
bajo para alcanzar el Estadio 5. Una segunda experiencia influyente para cierto
número de nuestros sujetos fueron los conflictos que sufrieron acerca del servició
militar en Vietnam.
Antes de dedicamos a estos casos, concluiremos nuestra discusión de la transi
ción del Caso 2 a una moralidad postconvencional. El Caso 2 fue relativamente
elocuente sobre las experiencias que precipitaron su forma egoísta de relativismo.
428 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
miento del Estadio 5 para los 25 años. Tres de nuestros sesenta casos, los Casos
17, 37 y 42 o el 5%, utilizaron el Estadio 5 por primera vez a los 28 años. Dos su
jetos (3% de nuestra muestra) los Casos 44 y 67, utilizaron un razonamiento del
Estadio 5 a los 32 años. Así pues, sólo el 13% de nuestros sujetos alcanzaron el
Estadio 5 y todos ellos entre los 24 y 32 años. Volvimos a entrevistar a unos pocos
sujetos a los 40 años y uno, el Caso 65, había avanzado al Estadio 5. El Estadio 5
es pues un estadio de madurez.
La segunda generalización es que todos los sujetos dentro del 13% que alcan
zaron el Estadio 5, tenían educación universitaria, por ejemplo masters o doctora
dos en medicina, negocios, teología, leyes o una de las ciencias sociales o físicas.
Este hecho sugiere que o una o ambas —educación postgraduada y un prolongado
moratorio de un trabajo inmediato, eran una condición para el desarrollo de pensa
miento del Estadio 5 en esta muestra americana. Nuestra interpretación del papel
de la educación universitaria para alcanzar el Estadio 5 en esta muestra se aprecia
por dos descubrimientos. Primero, la educación universitaria puede ser necesaria
en nuestra muestra americana, pero no es suficiente para alcanzar el Estadio 5. De
los doce sujetos con formación graduada, cinco o casi la mitad, fracasaron en lle
gar a un razonamiento del Estadio 5 durante y después de graduarse. El otro sujeto
además del Caso 2 que alcanzó el Estadio 5 durante su época de universidad es el
Caso 14, que había estado en la marina, había trabajado en la sección de seguridad
en unos grandes almacenes y se había casado en el intérvalo de cuatro años entre
que terminó su estancia en la universidad y entró en la escuela de graduados.
Segundo, y más importante, un hallazga adicional sugiere que no es simple
mente la educación superior sino la experiencia real de toma de decisión moral y
responsabilidad en el trabajo seguido de una educación superior o profesional, más
que la educación en sí misma, lo que lleva a un razonamiento del Estadio 5. El
Caso 2, que hemos visto en secciones anteriores, mostró por primera vez pensa
miento del Estadio 5 cuando completaba su master en negocios y trabajaba como
ingeniero químico. Los Casos 17 y 44, los dos médicos de la muestra, fueroft pun
tuados en el Estadio 4 cuando estaban en la escuela médica pero alcanzaron Esta
dio 5 sólo después de completar la escuela médica y el periodo de residencia y
después de que estuvieron en un periodo que ellos describieron como marcado por
unos trabajos de responsabilidades morales fuertes. El Caso 65 ha sido entrevista
do recientemente por séptima vez (en 1983) a los 40 años de edad;más tarde ha
blaremos de las résponsabilidades morales que él percibe al practicar la abogacía y
la relación de este hecho con su avance al razonamiento del Estadio 5.
Vamos a informar de forma breve sobre un estudio piloto hecho por Bakken
(1983) de las diferencias de edad en el estadio de juicio moral en una muestra de
gente de clase media en edades entre 30 y 55 años. Este es uno de los pocos estu
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.. 431
dios que utilizan el actual sistema de puntuación que cubre los años de mediada la
edad adulta. La muestra de Bakken comprendía treinta y dos hombres y sesenta y
dos mujeres. Ella utilizó tres categorías de edad, 28 a 36 años, 37 a 45 años y 46 a
55 años. Nuestra atención se va a centrar en los hombres con el propósito de hacer
una proyección a partir de los hallazgos de nuestro estudio longitudinal. Pero de
bemos de informar que se encontraron diferencias de sexo con una correlación sig
nificativa entre la educación y el estadio de juicio moral en las mujeres pero no en
los hombres. Estos resultados indican la importancia de la experiencia educativa
para el desarrollo moral de las mujeres y son consistentes con la discusión de la
educación y el razonamiento moral del Capítulo 5.
De cara a este capítulo, la conclusión principal del estudio de Bakken fue el
aumento en el uso de razonamiento moral de Estadio 4/5 para hombres entre los
30 años (28-36) y los 40 (37-45) y entre los 40 y 50 (46-55). Ningún sujeto de 30
años mostró ningún pensamiento de Estadio 4/5 o 5. El 10% del grupo de 40 años
mostró pensamiento de Estadio 4/5, y el 50% del grupo de hombres de 50 años
eran predominantemente de Estadio 4/5. Aunque estos repentinos cambios de cor
te seccional son probablemente debidos en parte a accidentes de muestreo, sugie
ren que nuestros hallazgos longitudinales de incremento de uso de pensamiento de
Estadio 4/5 y 5 en los años 20 y 30 se pueden extrapolar a un incremento conti
nuado a través de los años cuarenta y cincuenta. Similares hallazgos de un aumen
to en Estadios 4 y 5 de juicio moral desde los 20 a los 40 años se ofrecen en Pratt,
Golding, y Hunter, (1983)
Para concluir, el continuo aumento del desarrollo del razonamiento de princi
pios o de Estadios 4/5 y 5 después de completar la educación superior de los 20
años, sugiere la importancia de las experiencias morales posteducativas en el
avance hacia un razonamiento de principios.
LA GUERRA DE VIETNAM
fuera de la norma liberal básica que domina tanto Europa como América y estaría
en la misma situación que un negro o un chicano. Ha roto una de las reglas de la
sociedad liberal en el sentido de que la propiedad es sagrada».
Aunque el Caso 23 en este momento tiene una perspectiva fuera de la sociedad
americana y occidental, esta perspectiva no define de forma clara los derechos y
valores universales del Estadio 5. A la pregunta de si Heinz tenía moralmente ra
zón, contesta «Está actuando de forma pasionalmente moral. Está violando dere
chos de propiedad a la luz de algo basado en los instintos, supongo, en la pasión
humana».
Se le pregunta «Supon que fuera un caso de robar por pasión pero no por sal
var una vida», y contesta «No creo que hubiera diferencia, necesariamente».
Así pues, la respuesta del Caso 23 muestra una cualidad de relativismo perso
nal, centrado en la emoción, tal y como se define en la Tabla 6.1. A un segundo
criterio de relativismo personal, relatividad cultural, cuando está acompañado de
una descripción de la injusticia de la sociedad de uno, lo llamamos relativismo po
lítico (Tabla 6.1). El Caso 23 está dispuesto a hacer un juicio de que la actual so
ciedad americana es injusta pero no quiere definir algunos principios de justicia
más universales a los que las sociedades deberían adherirse. En conjunto, el Caso
23 es representativo de un relativismo político según los criterios de la Tabla 6.1.
En respuesta al dilema del capitán que ordena a un hombre llevar a cabo una
misión peligrosa, contesta «Todo el tema se integra en el contexto de la responsa
bilidad, promesa y acuerdo y todo lo que América ha tenido como sociedad. Yo
entiendo todo exactamente fuera de eso, de manera que la situación está completa
mente fuera de mi marco de referencia, así que no podría decir una cosa o la otra.
La conciencia de cada uno es diferente». En el dilema de Joe y su padre (Dilema I,
Forma A), dice él «Esto es demasiado abstracto. Sin conocer la postura del padre
es muy difícil contestar, no sabiendo la postura de Joe o la de su padre». En estos
dos dilemas rechazó tomar postura y simplemente considero ambas partes, el pa
dre o la autoridad del capitán (Dilema V, Forma C) y el hijo o los derechos del
soldado.
Cuatro años más tarde, a los 28 años, sus respuestas se puntuaron como de Es
tadio 4/5. Durante un tiempo él había combinado la organización de una comuni
dad con el trabajo como intermediario de mercancías que le permitía mantenerse
económicamente. Después terminó de trabajar como organizador de una comuni
dad por las irregularidades y conflictos de intereses en la postura tomada por su
superior en la organización de la comunidad. Así pues, parcialmente había vuelto
a entrar en lo que él pensó que era una «sociedad liberal», es decir una sociedad
centrada en los derechos y normas de la propiedad, hasta el extremo de trabajar
como intermediario de mercancías y de rechazar las irregularidades financieras en
la operación de la organización de la comunidad. Se sintió moralmente obligado a
evidenciar las irregularidades y a abandonar la organización.
Todavía mantenía un grado bastante alto de relativismo pero de un tipo más
contextual. Al dilema de Heinz respondió diciendo «Es difícil comentar sobre
cuestiones morales sin tener en cuenta el entorno social y económico, cosa que no
434 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
hacen las situaciones hipotéticas. Debería de haber una sociedad en la que Heinz
no tuviera que robar para conseguir una medicación, una sociedad como la británi
ca con su Seguridad Social». En principio recomienda una protesta no violenta, di
ciendo que el robo llevaría a un mal precedente.
Continúa diciendo «Creo que el problema moral que uno siente, va a formar
parte del tipo de sociedad en la que vives. Si vives en los Estados Unidos te man
tienes fiel a la ley tal y como se interpreta por la corte suprema; si vivieras en la
Unión Soviética la ley o las decisiones formarían parte del gobierno del Soviet.
Por otro lado si eres representante de un cuerpo pequeño de la humanidad que tie
ne principios que son tan uni-versales y justos, podrías interpretarlo desde otra
perspectiva. Allí donde la moralidad está dictada por las estructuras particulares,
¿quién dice lo que es moralmente correcto?».
La postura relativista del Caso 23 en Estadio 4/5 difiere de la de otros sujetos
longitudinales cuya posición está altamente politizada. Pero en ambas entrevistas
comparte con otros sujetos las dos características básicas del relativismo, la renun
cia a hacer juicios prescriptivos por otros en muchos de los dilemas y las declara
ciones explícitas sobre la relatividad cultural. El relativista personal se centra en
su falta de disposición en prescribir por otros las decisiones de su propia concien
cia personal. El Caso 23 en cambio, se centra en el hecho de que un juicio de justi
cia con algunas reclamaciones universales podría ser válido sólo si estuviera in
corporado en una estructura política justa. Aunque él tenga disposición a hacer
juicios sobre la justicia de las sociedades y a condenar la sociedad americana
como injusta por su naturaleza capitalista, él no es capaz de hacer juicios morales
consistentes o universalizables sobre lo que un individuo moral debe de hacer,
dado que lo que percibe es la no existencia de una sociedad justa. Es incapaz de
articular los principios de justicia que deben de guiar a un individuo moral o a una
sociedad justa, es decir, de articular una perspectiva moral previa a la sociedad to
mada por alguien con una estructura de razonamiento del Estadio 5 más consolida
da.
Obviamente nuestra postura de que el relativismo político extremo es anterior
a la total consecución de una moralidad postconvencional o de principios más que
ser consistente con él, representa nuestra propia perspectiva filosófica y teórica,
postura que es rechazada por algunos de nuestros críticos, por ejemplo Sullivan y
Simpson, discutidos en el Capítulo 4. Sin embargo, creemos que nuestra postura
se verá apoyada por posteriores seguimientos longitudinales de casos como el
Caso 23.
En nuestra opinión, el Caso 23 está todavía en un proceso de desarrollo de su
estadio de razonamiento moral, en su pensamiento sobre aspectos del relativismo,
y en su vida moral. Su actividad como organizador de una comunidad puede haber
significado su esperanza de unirse «al pequeño cuerpo de la humanidad que tiene
principios que son tan universales y justos que podrías interpretarlo desde otra
perspectiva.» Más que proveer un sentido de ayudar a la sociedad a moverse hacia
principios más universales y justos, su trabajo no era siquiera compatible con la
justicia legal del Estadio 4. A los 28 años su aspiración profesional es «tener una
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.. 435
Aunque avanzando hacia una diferenciación del valor de las personas sobre las
reglas, él dice que sus juicios se centran en sentimientos personales y no se deben
de universalizar. Su pensamiento se expresa bien en la siguiente declaración gene
ral que hizo sobre la moralidad:
«La moralidad es una serie de juicios de valor. Para mí decir que algo está mo
ralmente bien significa que en mi propia conciencia, basada en mi experiencia y mis
sentimientos, lo juzgaría correcto. Pero es el individuo, basado en su individualidad,
quien determina si algo está bien. No tiene por qué estar bien siempre. Creo que lo
que digo es que no creo que tengo un derecho moral para imponer mis niveles mo
rales sobre nadie.»
tivo, utilizando los criterios de la Tabla 6.1 para definir el relativismo personal, él
se ha convertido en un relativista personal. Respondió así al dilema de Heinz.
«Supongo que si una persona cree en las reglas de la sociedad, no, no debería de
hacerlo. Supongo que si yo estuviera en su lugar sin ninguna otra solución, yo haría
lo mismo. Era lo correcto según su mente, aunque esté en contra de la ley. Vuelve a
lo que la persona siente. Si quieres mantener la sociedad por la ley, no, no deberías.
Si fuera yo, diría que habría una justificación moral para ello basada en mis expe
riencias y sentimientos personales.»
P. ¿Crees que estaría moralmente bien para cualquiera o es él el único que puede
decidir si es moralmente correcto o no?
R. No puedes decir que está bien para cualquiera en esa situación. No creo que yo
puedo hacer un juicio mirándolo a través de sus ojos. No creo que puedo genera
lizar en esta situación. Puedo hacer juicios sobre lo que creo que está bien mo
ralmente. No creo que, si las experiencias de alguien son diferentes, pueda yo
decir que su juicio está bien o mal.
P. ¿Estaría bien en tu opinión robar por un amigo?
R. Dependería de la circunstancia y de cómo me sintiera yo. Probablemente lo ha
ría.
P. ¿Y por un desconocido?
R. No creo que tuviera ninguna motivación para hacerlo con un desconocido. Su
pongo que estamos unidos a toda la humanidad, pero el hecho es que el mundo
está lleno de desconocidos.
El relativismo personal del Caso 67 a los 29 años cesa cuando su propio punto
de vista coincide con el de las reglas y leyes de la sociedad y hace un juicio de Es
tadio 4. Lo mismo que hiciera antes de ir a Vietnam, habla así sobre el matar por
compasión:
«Un doctor no puede hacerlo ni legal ni moralmente. El ha hecho la promesa de
Hipócrates de salvar la vida. Lo que yo considero que es el valor de la vida, estaría
moralmente mal en mi propia opinión. No tenemos el derecho a pedir que nazcamos
o pedir la muerte, aunque ésto nos lleva a la religión, y eso ya es otra cosa.»
Para los 33 años el Caso 67 había progresado hacia una idea de moralidad más
universalista y fue puntuado como de Estadio 4/5 en los dilemas estandard. Res
pondió así al dilema de Heinz:
Hemos intentado sacar dos conclusiones sobre el Caso 67. Primera, después de
un período de estabilización en el Estadio 4 a través de la escuela de graduados,
los conflictos morales de su servicio en la guerra del Vietnam causaron un dese
quilibrio en su marco del Estadio 4. Este desequilibrio se manifestó por primera
vez en un creciente cuestionarse y un creciente relativismo al que llamamos relati
vismo personal. Segunda, ésto se vio seguido por el movimiento a una postura con
un pensamiento substancial del Estadio 5 y el declive del relativismo personal a
favor de una perspectiva más integrada, universalista.
Menos definido que los Casos 23 y 67 es el Caso 14. En su entrevista de uni
versidad fue puntuado en Estadio 4 y estaba en un gran conflicto moral sobre si
alistarse en el ejército para ir a Vietnam. Preguntado sobre la guerra del Vietnam
dijo:
«No quiero ir y estoy completamente confuso sobre lo que tengo que hacer.
Nos hemos metido en algo en lo que no deberíamos habernos metido. No veo cómo
podamos salir. Cuanto más adentro vamos, peor. Hicimos muchas promesas a la
gente de allí y no podemos irnos. A sí que sinceramente no sé. Estoy completamente
confuso. Estoy intentando ir a Inglaterra como estudiante graduado. Si intentan ti
rarme atrás no sé que voy a hacer. Estoy tentado de romper la notificación porque
no quiero verme metido en una guerra con la que no me puedo comprometer. Odio
estar en la situación de disparar por una guerra en la que no creo y en una situación
que no entiendo. Si hubiera sido la segunda guerra mundial, no hubiera habido pro
blema.»
Sin embargo, a los 24 años el Caso 14 nos dice que había estado en la marina.
Su experiencia en la marina la describe como una experiencia de responsabilidad y
de ser requerido a tomar los puntos de vista de otra gente. Dice:
«Bueno, terminé haciendo mucho trabajo de personal de alto nivel y eso no hace
daño a nadie. Te enseña a organizarte y a terminar las cosas a tiempo. Y a trabajar
con gente, ya sabes distintas clases de roles de autoridad y relacionarse con ellos.
Era interesante. Yo estuve en muchos lugares del sureste de Asia. Provenía de una
familia conservadora. Adquirí el conservadurismo básico liberal de mi padre y lo
trasladé como unas tres ranuras a la derecha, lo cual es una total desatención hacia
cualquier otra persona. Me doy cuenta ahora de que si sigues la idea de que no eres
el guardián de tu hermano, es una cosa moral fácil de creer porque te libera de cual
quier responsabilidad para con otro. Creo que es la razón por la que la gente la si
gue.»
En resumen, todos los casos que hemos discutido en esta sección, los Casos
23, 67 y 14, provenían de un origen conservador. La injusticia que percibieron de
la guerra en Vietnam condujo a varios grados de cuestionarse su propio origen, la
sociedad y la objetividad de los juicios morales. Para cada uno de ellos, sin embar
go, la relatividad no se solucionó de forma inmediata, sino que requirió algunos
años de reflexión y responsabilidad para alcanzar la destreza de hacer juicios de
Estadio 5 de forma tolerante pero en ninguno de los modos del relativismo, descri
tos en la Tabla 6.1.
438 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Además del relativismo, creemos que la experiencia del trabajo con un cierto ni
vel de complejidad moral requiere que una persona tome a la vez la perspectiva de los
individuos dentro de un sistema y del sistema como un todo, y que esta experiencia
ayuda al desarrollo del pensamiento de principios. Cuando las reglas de un sistema o
una institución entran en conflicto con el bienestar o con los derechos de un individuo
dentro de ese sistema, la persona que está en una situación de responsabilidad para re
solver ese conflicto debe, necesariamente, formular ideas o principios que reconozcan
las reclamaciones justas de ambos para resolver el conflicto y actuar de forma justa y
responsable. Un aspecto esencial de la experiencia del trabajo es la toma de rol. ¿Has
ta qué punto un trabajo permite, estimula o necesita una toma de rol moral o empática
más que una toma de rol estratégica o no moral? ¿Quiénes son las personas o grupos
cuyo papel uno debe de tomar —clientes, compañeros, autoridades, subordinados, la
organización en su conjunto o una combinación de estos componentes?
Un segundo aspecto importante, y que está relacionado con el anterior , es la
extensión de la responsabilidad para un resultado justo o moral. ¿Requiere el tra
bajo que uno tome la responsabilidad por las decisiones y consecuencias que afec
tan a otros?
Al combinar estos aspectos, nos hacemos las siguientes preguntas: ¿Estimula
el trabajo a que uno use la toma de rol estratégica con otros en puestos de autori
dad por encima de uno, aquellos hacia quienes uno es responsable y considerado,
y a usar la toma de rol moral o de empatia con los clientes, compañeros y subordi
nados de uno, aquellos por quienes uno se siente responsable?
En general creemos que los puestos de mayor responsabilidad estimulan la
toma de rol moral más que lo hacen los puestos de baja responsabilidad. Tales
puestos más bajos a menudo limitan la toma de rol de los superiores a preocupa
ciones estratégicas por obtener elogios o aprobación y evitar castigos y desaproba
ción. No hace falta decir que ejecutivos al más alto nivel de organización de traba
jo, también pueden comprometerse, y a menudo se comprometen, en gran cantidad
de toma de rol estratégica hacia los subordinados, pero tienen en general una ma
yor libertad y oportunidad para una toma de rol moral.
Para ilustrar el papel de la experiencia del trabajo en el avance del Estadio 4 al
5, utilizaremos primero los dos únicos médicos de nuestra muestra longitudinal.
Los dos razonaban en el Estadio 4 al final de su formación profesional y después
de tres años de trabajo. Los dos, sin embargo, avanzaron hacia el Estadio 4/5 en
los dilemas hipotéticos estandard durante la primera década de la práctica de la
medicina como médicos autónomos. En 1969, el Caso 17 como estudiante de pre-
medicina y el Caso 44 como estudiante de medicina, los dos dijeron que el médico
no debería de matar por compasión a la mujer del dilema de la eutanasia. El Caso 17
argumentaba que sólo Dios puede tomar tal decisión y el Caso 44 decía que viola
ba el juramento hipocrático. Los dos utilizaron mucho razonamiento de Estadio 4
y no mostraron señales de relativismo personal.
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.. 439
Muy bien, como digo es una situación bastante corriente. Es una situación por la
que casi todo el que esté dentro del campo de la medicina durante un largo tiempo
va a tener que atravesar más de una vez. Desde mi punto de vista, cuando una perso
na está tan enferma, siendo obvio para los que le cuidamos que su supervivencia es
imposible, y la persona sabe que no hay oportunidad de sobrevivir, se llega a una es
pecie de graduación del tratamiento en la que es muy fácil decir, «De acuerdo, esta
persona tiene mucho dolor así que no vamos a mantener ninguna medicación que le
haga sentirse aliviado». Ahora bien, hay veces cuando la situación es exactamente
ésta, la cantidad de medicación necesaria para hacerlo sentir bien puede fácilmente
ser mortal y ese es el camino que muy bien podemos tomar.
P. ¿Y cómo lo justificas?
R. Lo justificas en base a que en mi trabajo como médico, lo primero y más impor
tante es hacer que el paciente se sienta lo mejor posible, más que decir dogmáti
camente que mi trabajo es salvar la vida a toda costa.
Ahora vemos que el Caso 44 da una idea contraria del juramento ético que ha
tomado, idea que está fijada en un sentido de su propia responsabilidad personal
hacia el bienestar del paciente.
En 1976, durante la última entrevista, los dos médicos utilizaron fundamental
mente razonamiento de Estadio 5. Por primera vez los dos pensaron que la mujer
debería de tener derecho a tomar la última decisión.
El Caso 17 dijo:
P. ¿Pero debería ella de tomar la últimá decisión?
R. Creo que si un paciente es capaz, y conociendo todos los datos y todo, entonces
sí.
440 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLÓ MORAL
P. ¿Por qué?
R. Creo que una persona debe de tener la dignidad de morir en la forma que ella eli
ja en sus tres a seis últimos meses y si quiere vivir con un dolor que casi la inca
pacita. Es una decisión de valor. Sinceramente creo que una persona debe de te
ner el derecho de decir la forma en la que debe de morir.
Los dos médicos creían que la ley contra la muerte por misericordia está mal y
debería de cambiarse, aunque reconocían lo complejo de intentar crear una ley jus
ta en el caso de matar por compasión. Los dos médicos señalan también que en la
vida real ningún doctor puede con seguridad predecir la muerte de nadie, siendo
las decisiones de la vida real más difíciles que las expuestas en el dilema. Para
ellos, pues, la experiencia de ser médico no les ha ofrecido las respuestas, pero en
cambio les ha situado ante dilemas que sólo se pueden describir de forma adecua
da, aunque no siempre resolver, en el Estadio 5.
El aumento de responsabilidades en el trabajo desde estudiantes de medicina
hasta internos, residentes y practicantes en los médicos es paralelo a su desarrollo
desde un razonamiento convencional a uno de principios.
El Caso 44 era jefe anestesista de un hospital universitario. Su trabajo en 1976
consistía en practicar anestesias, enseñar, y algo de administración.
El dice que al hacer bien su trabajo está cumpliendo dos grandes responsabili
dades, la de cuidar al paciente y la de enseñar a los estudiantes de medicina y resi
dentes. Según su descripción, sus relaciones tanto con los estudiantes como con
los pacientes se caracterizan por una toma de rol moral. En respuesta a preguntas
sobre sus responsabilidades y su filosofía del trabajo dijo:
«Soy responsable de ver que la anestesia se administra de forma segura y eficaz a
los pacientes, de que los pacientes obtengan un buen cuidado. Soy también responsa
ble de ver que se lleve a cabo la parte educativa del programa, y cuando soy yo quien
administra la anestesia, me hago responsable del paciente que estoy cuidando; soy
responsable del cuidado total del paciente en cuanto a anestesia se refiere. No creo
que hay conflicto entre las dos responsabilidades pero disfruto de las dos y estoy con
tento de ser capaz de tener las dos responsabilidades; es muy satisfactorio cuidar de
los pacientes y administrar bien la anestesia. Estoy muy satisfecho también cuando yo
personalmente trabajo en un caso y todo va bien y el paciente vuelve en sí bien y ex
presa que ha sido una experiencia agradable. Estoy también satisfecho cuando un re
sidente que ha estado bajo mi supervisión tiene la misma experiencia y también cuan
do un residente expresa de una u otra forma que está contento con la enseñanza.»
Nunca habló de sus relaciones con otra gente en términos de su situación supe
rior como director ni hizo alusión a la jerarquía entre el personal que sabemos que
existe en el mundo médico.
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.. 441
Hemos señalado que nuestros dos doctores pasaron por cierto grado de relati
vismo personal mientras todavía puntuaban en el Estadio 4 cuando los dos estaban
en la escuela de graduados. Los dos avanzaron a Estadio 4/5 después de un perío
do de práctica de trabajo responsable. La experiencia de la responsabilidad en el
trabajo después de la escuela de graduado o profesional parece ser menos conduc
tiva a un movimiento al Estadio 5 para los abogados que para los médicos de
nuestra muestra. Para aclarar este punto vamos a tomar de nuevo el Caso 65, el
442 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Las respuestas del Caso 65 a los dilemas hipotéticos no son consistentes con su
orientación moral hacia el trabajo, pero el elemento práctico o estratégico surge de
forma más aparente en su entrevista de trabajo. Es un abogado que se hace cargo
de casos para grandes corporaciones, con cantidades de dinero desde veinticinco
mil hasta diez millones de dólares, como miembro de una gran firma legal con
ciento veinte abogados.
«Desde luego, yo tengo una filosofía, todos los abogados la tienen. Primero, en
cuanto al aspecto combativo del pleito, intento colocar a mi oponente fuera de con
trol. Considero a mi oponente como un enemigo, alguien con quien pelear. Esto no
significa que no me pueda sentar y hablar con él sobre cosas de interés mutuo y que
no podamos intercambiar datos de ayuda mutua. Pero en el momento decisivo, es mi
enemigo. Puedo llevarme bien con él y ser educado pero es mi enemigo y creo que
todos los pleitistas tienen que tener esta actitud. Cuando él apela, inmediatamente
cambio de actitud y me vuelvo circunspecto.
Otra cosa, con mis clientes soy tremendamente honesto.Todo lo contrario de
como soy con mis oponentes. Y tercero, tienes que ser en cierto sentido un poco psi
cólogo al tratar con clientes, testigos y jurados. Trato lo más posible de ponerme en
el lugar de estas personas. Y cuarto, soy de confianza y serio. Hago citas,’llamo a la
gente por teléfono, o doy una explicación. Creo que soy muy honrado dentro de mi
empresa. La única gente con la que me muestro poco comunicativo es con mis opo
nentes en un juicio y con otros abogados. Pero aparte de eso, trato de ser honrado y
de confianza y directo con mis compañeros y clientes.»
El Caso 65 reconoce hasta cierto punto que su filosofía pragmática y hostil lle
va consigo algunos conflictos con los estandards de la justicia.
«Las grandes corporaciones tienen el dinero no sólo para conseguir un buen ta
lento legal sino para negar acusaciones, aunque sean malas y no tengan razón.Tienen
el tiempo y dinero para negarlas y yo represento a esas grandes corporaciones y lle
vo esos casos. Pero hay veces en las que me siento como si estuviera golpeando a un
hombre pequeño y su abogado no tiene el tiempo o el dinero y mi cliente lo tiene.
Hay cierta injusticia en eso. Me aprovecho de la gran corporación y del dinero que
tiene y eso no está bien.»
444 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
¿Cómo vive él consigo mismo? ¿Se siente responsable de los resultados injus
tos de algunos casos? No, es claro y está convencido de que su trabajo no incluye
el sentirse responsable de.la resolución y resultado de los casos. La responsabili
dad de resultados justos la deja en manos del sistema de leyes, jurados, jueces.
Esta clara división de la responsabilidad entre él mismo como abogado y el siste
ma de justicia le permite decir que lo puede soportar y «hasta ahora no he tenido
imsomnio a causa de eso».
Los aspectos de injusticia o los problemas morales a los que él se enfrenta en
su trabajo son de dos tipos —el grado de honradez con los oponentes y el aprove
charse del dinero y talento de sus clientes, las grandes corporaciones. Al primer
tipo lo describe así:
«Trato de ser honrado con mis oponentes en la corte, hasta el punto de que es el
mejor interés de mi cliente. Pero la ley me permite mantener secretos y yo los man
tengo. Los mantengo pero he tenido dilemas en los que yo quizás debería haber de
clarado o mostrado algo a un oponente de una u otra forma y no lo hice. Siempre hay
un continuo problema. La ley te permite mantener secretos y te permite esconder co
sas, así es que yo me aprovecho de eso. La ley tiene que funcionar así. A veces he te
nido que hacer cosas que realmente no quería hacer, pero el cliente lo quería y la ley
me lo permitía, así que lo hice y me ayudó a ganar el caso. Eso es algo que tiene que
ver con el distrito legal, y la alternativa es salirse y yo no quiero hacer eso.»
excelente cualidad a tener, no digo que sea una cualidad moralmente buena y quiero
decirte que los mejores abogados que conozco tienen esa cualidad, pueden defender
a cualquiera y parecen buenos defendiéndoles, lo cual es otra forma de decir que hay
muy pocos juicios morales y eso es bueno para ser un buen abogado defensor; puede
ser malo como persona, puede destruirte como persona pero es bueno poseer esa
cualidad como abogado defensor.»
En esta entrevista a los 36 años hemos recalcado que el juicio moral del Esta
dio 4 del Caso 65 forma parte de una filosofía del trabajo de legalismo estratégico,
con la que no se siente muy cómodo. Durante esta entrevista mostró también seña
les de que la moralidad avanzaba dentro de una postura más central en su pensa
miento sobre su trabajo y su vida. El cree que llegar a estar financieramente segu
ro le ha permitido pensar en estar menos interesado en sí mismo.
«Creo por desgracia que la mayoría de la gente actúa según su propio interés
hasta el máximo que su código moral se lo permite. Dilatan el código al máximo po
sible en su propio interés. En mi caso concreto solía ser así, y creo que ahora está
cambiando. Creo que la moralidad, y hablo de una moralidad a un alto nivel, se ha
convertido en algo más importante de lo que era. Sé que se ha convertido en algo
más importante para mí que lo que era hace tres o cuatro años. No estoy seguro de
ser único. Creo que he llegado a un punto en el que se ha satisfecho mucho del pro
pio interés. Materialmente he alcanzado todo lo que hubiera querido, más de lo que
hubiera querido nunca, más de lo que nunca deseé. No soy el único; a no ser que una
persona sea insaciable creo que se llega a un punto de pensamiento en términos más
de bien y mal, tanto en lo que hago profesionalmente como de forma privada. Pero
hace tres años yo hubiera dicho que eso era lo único que paraba mi propio interés, el
único límite, no mataré a nadie.Haría cualquier cosa que que yo pudiera justificar sin
llegar a ese extremo.Ahora pienso sobre una cuestión moral antes que lo hacía en el
pasado ante un problema.Creo que me puedo permitir decir más no o hacer lo co
rrecto más que hace 4 años.»
446 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Siete años más tarde en 1983 el Caso 65 respondía a una entrevista de juicio
moral escrita en Forma B y a preguntas sobre su trabajo. Se le puntuó Estadio 4/5.
Cuando se le preguntó «¿Qué significa la palabra moralidad para ti?» él contestó:
«Creo que esto es muy difícil de contestar, sobre todo en esta época de ningún
consenso en cuanto a los códigos de conducta. Para mí significa una forma básica de
actuar hacia los hombres para salvaguardar el respeto mutuo y la dignidad y confian
za entre los humanos.»
do. Parece que lo mismo ocurre también en el caso de otro abogado de nuestra
muestra longitudinal, un abogado de una empresa que ha razonado de forma con
vencional en Estadio 4 a lo largo de su vida adulta hasta la última entrevista hecha
en 1983 a la edad de 39 años. Es también interesante resaltar que este abogado
nunca atravesó por un periodo de relativismo de ninguna clase durante su juven
tud.
Aunque el papel de abogado requiere un alto nivel de responsabilidad en el tra
bajo para estos dos hombres, separa la responsabilidad de la defensa de la respon
sabilidad de la justicia del resultado de un juicio, responsabilidad que se sitúa en el
sistema judicial. Además para ellos el papel de abogado define claramente hacia
quién se debe uno manifestar empático, honesto y abierto y hacia quién debe uno
de actuar de forma estratégica. Asi pues parecería que diferentes profesiones ofre
cen diferentes incentivos y oportunidades para una toma de rol moral o empática,
aún cuando son del mismo alto grado de responsabilidad y estatus social. Por últi
mo queremos señalar que parece haber una pequeña correspondencia directa entre
las respuestas de estos sujetos a los dilemas morales hipotéticos estandard y su
orientación de juicio moral a sus situaciones de trabajo.
que los sujetos evolucionan al Estadio 4/5 sin una educación formal después de la
escuela secundaria y sin aparentemente grandes responsabilidades de trabajo del
estilo que acabamos de describir. Sin embargo, atravesaron por una fase de relati
vismo personal parecida a la de nuestros sujetos americanos. Respecto al dilema
de Heinz, un sujeto de kibutz dijo:
«Sí, según mis valores, pero no tengo derecho a venir y decirte que no tienes ra
zón. Cada persona tiene su propio conjunto de valores, su propia moralidad. Cuanta
más gente esté de acuerdo en un valor, tanto más objetivo es ese valor. Estará más cer
ca de la verdad, aunque yo no sé qué verdad. No puedo decir que haya una justicia o
moralidad absoluta. Hablo desde un lugar y un tiempo específico, y eso es relativo.»
Hemos hecho referencia a datos que indican que el Estadio 5 es un estadio típi
co de la edad adulta basado en la experiencia de la vida personal, primero de un
cuestionamiento relativista y luego de una experiencia personal de responsabilidad
y sus conflictos. Nuestros datos longitudinales no ofrecen una evidencia clara de un
posterior desequilibrio después de la consolidación del Estadio 5 y su resolución
por nuestro Estadio 6 postulado de forma filosófica. Aún sin la directa confirmación
longitudinal de nuestra formulación, merece la pena informar sobre algunos casos
que ilustran nuestra idea del Estadio 6 aunque de ninguna manera lo confirman.
Uno, y sólo uno de nuestros casos, que primeramente puntuó Estadio 6 a los 28
y 32 años, expresó su razonamiento de Estadio 5 con un creciente sentido de su re
latividad y de un paréntesis existencial entre la justicia abstracta de una orienta
ción de Estadio 5 hacia los derechos humanos universales y un compromiso con la
acción.
A los 28 años, el Caso 37 responde así al dilema de Heinz:
Si yo supiera que hiciese algún bien, robaría. El hacerlo presupone que creo que
está moralmente bien por el valor de la vida humana. Es decir, desde una perspectiva
estamos alcanzando un absoluto en ésto. No creo que haya absoluto aquí. Es absolu
tamente relativo al punto de vista que el hombre tiene.
P. ¿Tiene el marido una obligación de robar para su mujer?
R. Por lo que respecta al papel de un marido, no. Yo lo haría y existe un acuerdo.
Las obligaciones se acuerdan, son de mutuo acuerdo y recíprocas.
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.. 449
P. ¿Y para un desconocido?
R. No puedo decir con honestidad que me sentiría obligado a robar por alguien que
no conozco. Existe una obligación de que el hombre ayude a su compañero, pero
no puedo vivir si tomo esta obligación en cada momento. A no ser que yo quiera
ser un Jesús y morir en la cruz, teóricamente estoy escogiendo hacer ésto para
toda la gente. Es difícil para mí hablar de eso excepto filosóficamente, porque no
estoy preparado para hacerlo.Pero vuelvo al presupuesto inicial de que la vida es
más valiosa que la propiedad. O la tomas en serio o no.
P. ¿Debería todo el mundo reconocer el valor de la vida sobre la propiedad?
P. No, no creo que todo el mundo tiene que pensar así. Eso es imponer mis valores
sobre ellos. Ellos pueden escoger llevar diferentes tipos de vida. Creo que mi
idea es la mejor.
P. ¿Debería el juez condenar a Heinz o dejarle libre?
R. Debería dejarle libre. Porque el no darle una condena contribuiría al total creci
miento y desarrollo de una sociedad más humana que valoraría la vida sobre la
propiedad.
lo hace o no. Y o mismo me haría responsable de ello. No puedo decir lo que Heinz
debe o no debe de hacer. No creo que la gente tenga derecho a decir a otra gente lo
que deben de hacer o proclamar algún valor absoluto.»
hemos citado resuelven los dilemas por el uso de una jerarquía de derechos y valo
res, como por ejemplo, la jerarquía de la vida de la esposa por encima de la pro
piedad del farmacéutico en el dilema de Heinz. En cambio, un caso de corte sec
cional responde a nuestros dilemas hipotéticos tipo de acuerdo con un simple,
general, universal y reversible principio ético. El principio es el principio mencio
nado en el Volumen I, el principio de igual respeto, o tratar a cada persona como
un fin, no como un medio. Ella empieza con los derechos y reclamaciones de otros
individuos, no con sus querencias o intereses, como hacen los utilitarios. Pero su
uso del principio requiere claramente un sentido de cuidado y responsabilidad que
es ligeramente diferente de los estereotipos normales de los principios de justicia
kantianos. Su principio integra el modo de cuidado personal y responsabilidad y el
modo de justicia deóntica discutida en el Capítulo 4 en conexión con el trabajo de
Gilligan. Debe de decirse que este caso es el de una mujer de 32 años a la que lla
maremos Joan y que está graduada en filosofía. Joan empieza enmarcando el dile
ma de Heinz como un dilema de posible comunicación y diálogo, la toma de rol
reversible recalcada por Habermas.
te; supongo que ésa es una forma de expresarlo. Y cuando surge un conflicto en
tre estas dos cosas, creo que es más importante la protección de la vida humana.
P. ¿Es importante que la gente haga todo lo que puede para salvar la vida de otra
persona?
R. No. Yo tengo esta responsabilidad natural de la que hablo, salvar tu dignidad, inte
gridad, como ser humano autónomo. Y ahora cuando pienso «¿Tengo alguna res
ponsabilidad de salvar tu vida?» creo que depende. Si voy paseando por la calle sí,
haría todo lo posible por salvar la vida de cualquiera. Quiero decir, si yo viera que
alguien iba a ser atropellado por un coche, le empujaría a esa persona hacia fuera
del paso del coche. Esa sería la forma en que yo reaccionaría automáticamente.
Pero en otra situación depende. Si estás enfermo de muerte y has decidido que pre
ferirías un suicidio racional o preferirías no seguir ningún tratamiento de quimiote
rapia, cualquiera de esas cosas, no creo que tengo derecho a entrometerme en esa
decisión tuya, a decirte que debes de seguir esa terapia y que eso va a alargar tu
vida durante una semana o un mes o algo. No me veo a mí misma haciendo eso, no.
P. Déjame que te pregunte ésto: volviendo a la situación inicial de Heinz y la medi
cación y a decidir si robar o no, ¿hay alguna consideración que surge en tu men
te, más que otras, al tomar una decisión de este tipo?
R. Yo diría que hay dos cosas. La primera es que nadie tiene derecho a tomar una
decisión que afecte la dignidad e integridad de otra persona sin haber una discu
sión entre la gente involucrada. Eso lo primero. Segundo, en esta situación tan
extraña en donde se llega a la decisión de una única persona, y tengo problemas
en imaginar que esto ocurra nunca, luego se llega a preservar la dignidad e inte
gridad... y por la razón de vida que normalmente está involucrada en eso, de otra
persona. A sí que creo que lo que digo es eso, bueno, no digo que preservar la
vida es lo más esencial o básico. Creo que lo importante es preservar la dignidad
e integridad de una persona.
P. ¿Si Heinz no ama a su mujer, debe de robar la medicación?
R. No creo que debe de robar la medicación por amor, creo que la debe de robar, si
llega a ese punto lejano, por un sentido de responsabilidad para preservar la
vida, no por amor. Creo que la responsabilidad, tal y como la utilizo aquí, signi
fica un reconocimiento de la dignidad, por parte de todo ser humano, pero podría
ceñirlo más, si quieres, a las personas. Y la responsabilidad es algo que se mere
ce ese reconocimiento. Si te respeto como una criatura con dignidad y singulari
dad propia, especial, al reconocer eso, yo no me voy a entrometer contigo; no te
voy a herir conscientemente, existen toda esta serie de negativas que son parale
las a ser responsable, y también hay algunas positivas. Y eso es reconocerte
como un ser único, importante e íntegro, en cierto sentido, y hacer lo que pueda
por mantener todo eso.
P. Imagina que la persona que está muriendo, no es su esposa sino un extraño.
¿Debe Heinz robar la medicación por un extraño?
R. Suponiendo que se va de nuevo a tratar toda la situación, ya sabes, a hablar y...
seguro, sí.
P. ¿Es un deber o una obligación para Heinz?
R. Cuando me veo en la obligación de hacer algo pienso en otra persona que tiene
una reclamación especial, que va más allá de la clase de reclamaciones mínimas
que todos tenemos unos con otros. Eso es una obligación para mí. Y responsabi
lidad es lo que yo siento de forma natural para cada persona. No se me impone
desde fuera, es parte de mi naturaleza como ser humano.
P. ¿Hay alguna solución correcta a problemas morales como el de Heinz, o cuando
la gente no está de acuerdo es la opinión de cada uno igualmente correcta?
R. Bueno, desde luego que hay alguna respuesta correcta. Y la respueta correcta
surge del sentido de reconocimiento de otra gente en las formas que he descrito
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.., 455
El juez decidió otra cosa y envió a la fugitiva a la institución juvenil del estado. El
trabajo de Joan incluia el llevar a la chica a la institución, cosa que hizo. Sin embargo,
por el camino, ella describió una casa que estaba a mitad de camino del siguiente es
tado y le dio a la chica algo de dinero para el autobús. A la altura de un semáforo, la
chica saltó del coche; Joan se paró a tomar un café y llamó al juez para decirle que la
chica había escapado. Se le despidió del trabajo, pero más tarde se enteró de que la
chica estaba en la casa sobre la que ellas dos habían hablado anteriormente.
Así pues, Joan ya se había enfrentado anteriormente a un dilema parecido en
su forma a nuestros dilemas hipotéticos, en donde se enfrentan el bienestar y los
derechos de otro con las reglas y autoridad establecidas. La decisión de Joan a fa
vor de la chica fugitiva mostraba un esfuerzo, aunque con poco éxito y muy limi
tado, por dialogar con el juez. Su solución al dilema demostraba también que ella
tenía fuerza moral y que se sacrificaba en contra de sus propios intereses.
Al terminar este breve resumen de la vida de Joan, seguimos viendo que des
pués de ser expulsada de su trabajo, fue a la escuela de graduados en educación
para obtener el certificado de profesora. Después, dio clases en la escuela secunda
ria durante dos años, con un grupo de adolescentes que comprendía a los muy bri
llantes y a los disminuidos (este grupo se le adjudicó por requerimiento propio).
Se dio cuenta de que tuvo éxito en crear un ambiente de respeto mutuo en el aula y
una satisfacción en enseñar. Consideró esto como un éxito, no tanto por ella mis
ma sino por los valores morales en los que ella creía.
Al mismo tiempo, los valores morales de Joan llegaron a articularse en una
clase de graduados en filosofía, al leer a Kant. Ella creía que leer las ideas de Kant
era como reconocer que las creencias e intuiciones que ella había mantenido du
rante largo tiempo podían articularse y justificarse de forma objetiva y racional.
Hasta el momento Joan ha seguido con su trabajo como profesora y se ha visto
muy envuelta en trabajar de forma altruista con mujeres y adolescentes problemá
ticas y maltratadas.
Nuestra presentación del razonamiento en Estadio 6 de esta mujer de 32 años
no es una evidencia exacta para definir claramente y de forma teórica un «estadio
duro» basado en datos longitudinales y de corte cultural. Sugiere algunos de los te
mas de nuestra actual investigación empírica para una definición de un sexto esta
dio que surge en la madurez, y sugiere nuestra insatisfacción, lo mismo que la in
satisfacción del Caso 37, con el Estadio 5 como una descripción del punto final
del desarrollo del razonamiento moral.
lio con un modelo de experiencia personal de madurez. La mayor parte del desa
rrollo del estadio moral se da en la niñez y en la adolescencia y no requiere la ex
periencia personal de la elección moral ni la responsabilidad que se dan en la vida
adulta.
Muchos hallazgos apoyan la idea de que la experiencia necesaria para el desa
rrollo de un estadio moral en la niñez y en la adolescencia es fundamentalmente
cognitiva y simbólica y no necesita de unos tipos especiales de experiencia perso
nal. Al usar el término «cognitivo», como opuesto a «personal», no queremos de
cir que lo cognitivo se oponga a lo emocional, social o de conducta. Las estructu
ras m orales del juicio que nosotros estudiam os como estadios pueden ser
altamente emocionales, son manifiestamente sociales y están relacionadas con la
elección y la acción. Pero al llamar cognitivos a los estadios morales, queremos
decir que son formas de pensar, son generalizados y simbólicos. Hemos visto, sin
embargo, que las experiencias que llevan consigo un pensamiento que conduce a
un desarrollo moral no son simplemente experiencias lógicas. El desarrollo del es
tadio moral no es simplemente el decalaje horizontal del pensamiento lógico a si
tuaciones sociales. Un adolescente operativo formal, para alcanzar un razonamien
to moralmente de principios, debe de pasar por experiencias sociales y morales
que no se pueden conceptualizar como experiencias que ayudan a transferir princi
pios lógicos a situaciones sociales. Son más bien experiencias que conducen a
unos transformantes modos de juicio de lo moralmente correcto y justo. A menudo
las experiencias que promueven tal cambio tienen un componente emocional bas
tante fuerte. Lo mismo que la emoción entra dentro de las experiencias que llevan
a un cambio, es, sin embargo, la emoción la que es la causa y la que acompaña a
una vuelta a pensar.
Puesto que los estadios morales estructurales representan formas generales de
pensamiento, tanto la capacidad para los estadios convencionales superiores como
la preferencia por estadios superiores pueden desarrollarse de forma relativamente
rápida en un entorno social y cognitivamente rico. No es necesaria una gran expe
riencia de decisión y elección moral personal para moverse de un estadio al si
guiente durante la niñez y adolescencia. Nuestro hallazgo provisional de que el
pensamiento de principios no aparece hasta la madurez sugiere que quizás se re
quiera un diferente tipo de experiencia para alcanzar el juicio moral de principios
diferente de la que se requiere para alcanzar los estadios anteriores. Aunque nues
tra teoría cognitivo-evolutiva recalca que los niños construyen cada nuevo estadio
«por sí mismos», el sentido en el que los individuos construyen el estadio de razo
namiento moral de principios por sí mismos es de alguna manera diferente del
sentido en el que construyen estadios anteriores. Hasta el Estadio 4 cada nuevo es
tadio representa un proceso más amplio y adecuado de toma de rol, de percepción
del sistema social. El pensamiento de principios es, sin embargo, no una percep
ción más adecuada de lo que el sistema social es, sino que más bien es una postu
lación de principios hacia los que la sociedad y el ser deben de comprometerse.
Tener principios en el juicio moral no es simplemente «ver» los principios de for
ma cognitiva. Es (a) ver su adecuidad ideal a pesar del hecho de que no son una
458 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
realidad social con la que conformarse, es (b) ver una base para comprometerse
con estos ideales y (c) al mismo tiempo ver un compromiso hacia una sociedad
real en la que uno actúa de forma consistente con esos ideales. Esto parece reque
rir más que las experiencias de toma de rol suficientes para moverse a través de
los estadios hasta el Estadio 4, que representa un conocimiento bastante adecuado
del sistema social.
Aunque nuestra evidencia es limitada, parece que hay dos tipos de experiencia
diferentes, la «personal» como opuesta a la simbólica, importantes para el movi
miento hacia un pensamiento de principios. Las dos comparten aspectos comunes
y las dos se dan sólo después de la escuela sencundaria. La primera experiencia
puede ser la experiencia de irse de casa para entrar en la comunidad universitaria
con unos valores en conflicto en el contexto de moratorio, cuestionarse la identi
dad y la necesidad de un compromiso. Como hemos visto anteriormente en este
capítulo, esta experiencia, por sí misma, puede no ser suficiente, y crisis morales
tales como Vietnam pueden precipitar a una «fase relativista» del tipo de las que
hemos descrito en la Tabla 6.1. Este cuestionarse parece parte del proceso de mo
vimiento al Estadio 5 más que un proceso de cuestionarse y comprometerse con
una moralidad separable del desarrollo de estadio moral mismo, tal como la inter
pretación de Kohlberg y Kramer (1969) o la de Perry (1968) podrían sugerir.
Hasta la universidad, el adolescente normalmente vive en un mundo que él no
construyó y en el que las elecciones hechas son restringidas. El movimiento hacia
un pensamiento de principios en el período universitario y de postgraduado está en
relación a un anticipado compromiso. Es sólo más tarde que la persona de forma
típica tiene (a) la experiencia de una mantenida responsabilidad hacia el bienestar
de otros y (b) la experiencia de una elección moral irreversible, que son las señales
de una experiencia moral personal en edad adulta y que Erikson (1959) considera
esenciales al desarrollo del sentido ético en el estadio de productividad. En este
capítulo hemos escogido ilustrar estos aspectos de la experiencia moral personal
adulta ya que se manifiestan en las responsabilidades morales en el trabajo.
Para resumir, para un movimiento de pensamiento convencional a uno de prin-
cipios(Estadio 5), parece que se requieren las experiencias personales de la elec
ción que requieren un cuestionarse y un compromiso, en cierto tipo de integración
con el estímulo de la reflexión cognitivo moral. Es probable según ésto que el pen
samiento de principios no se alcance en la adolescencia. Las conclusiones de
Kohlberg y Kramer sobre los «hechos» de desarrollo moral en la época posterior a
la adolescencia están en absoluto acuerdo con la percepción de los «hechos» de
Erikson (1964). El escrito aquel apoyaba la creencia que Erikson tenía de que el
adolescente es capaz de darse cuenta de los principios éticos universales, aunque
sólo el adulto puede ser ético de forma consistente. Según Erikson:
relaciones íntimas y asociaciones de trabajo por las que el hombre puede esperar
compartir una vida de productividad y competencia. Pero ésto puede engendrar sus
propios peligros, la defensividad territorial de uno que se ha instalado y busca una
eterna seguridad en la super-identidad de las organizaciones. (1964, pp. 224-225).
Según Erikson el sentido ético o poder ético del adulto depende no sólo de re
solver la propia identidad sino de establecer relaciones de cuidado o productividad
hacia otros. Según la idea de Erikson cuando esta productividad se combina con
una más inclusiva identidad con la especie humana, puede dar como resultado una
ética vivida que es universal, o según nosotros un Estadio 6.
Nuestros datos actuales insinúan que las conclusiones iniciales de Kohlberg y Kra
mer (1969) de que los principios de Estadio 5 y 6 son utilizados por los adolescentes
como ideologías, eran incorrectas y por consiguiente no se necesita una diferenciación
eriksoniana entre la capacidad y el uso funcional para diseñar el desarrollo adulto.
La formulación de Erikson sugiere que para todos los individuos debería de
haber un movimiento adulto de una orientación «ideológica» hacia una orientación
«ética», de la misma manera que hay una progresión del ego a través de las fases
de las crisis de identidad y de compromiso. En cambio, nuestra actual idea «úni
ca» del desarrollo implica que las experiencias de la juventud y madurez llevan a
un uso «estabilizado» o «ético» del juicio moral sólo en los relativamente pocos
adultos que también se mueven a un estadio del juicio moral de principios.
Queremos presentar ahora una base de la integración entre nuestra teoría es
tructural y la teoría de Erikson de los estadios de ego en la madurez, base más am
plia que lo que nuestra línea de pensamiento insinúa.
Antes de sugerir las líneas de integración necesitamos, sin embargo, revisar de
forma breve las diferencias entre las dos vías, resumidas en la Tabla 6.2.
La primera diferencia importante entre los dos modelos es que el modelo es
tructural comienza con unas relativamente rígidas diferenciaciones que el modelo
funcional pasa por alto. Las diferenciaciones son entre «estructura» y «contenido»,
entre «competencia» y «actuación» (uso conductista), y entre «cantidad» y «cali
dad» en el desarrollo. Relacionado con la rigidez de estas diferencias está el hecho
de que el modelo estructural insiste en que (a) la naturaleza de cada estadio nuevo
es una estructura definitivamente definible, una estructura definida por una lógica
interna y (b) cada estadio más alto es lógicamente, cognitivamente o filosófica
mente más adecuado que el estadio precedente y lógicamente lo incluye.
La segunda diferencia básica entre los modelos de estadio es que según nos
movemos de un puro estructuralismo al definir estadios, volvemos a una explica
ción psicológica más que lógica de los estadios y del sentido en el qiie un estadio
posterior es más adecuado que su precedente. Esta diferenciación entre la adecui-
dad lógica y la psicológica está a su vez relacionada con la tercera diferencia bási
ca, el foco de atención de los estadios de ego o el yo como aquello que cambia y
se hace más adecuado con el desarrollo. Aunque las dos teorías de estadio estruc
tural y funcional mantienen que existe un paralelismo entre el desarrollo del ser y
las orientaciones al mundo, los estadios cognitivo y moral insisten en el polo mun
do mientras que los estadios funcionales insisten en polo yo.
460 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Piaget Erikson
Naturaleza de los estadios
Los estadios son diferentes para una Los estadios son elecciones o usos de
función única, por ejemplo, juicio mo fu n c io n e s nuevas por un ego — las
ral, razonamiento lógico. Según esto, funciones o elecciones anteriores per
estadios posteriores reemplazan a los manecen como fondo para el nuevo es
anteriores. La experiencia que lleva a tadio. La experiencia que lleva al desa
desarrollo es una experiencia cogniti rrollo es una experiencia personal,
va, especialmente las experiencias de especialm ente las experiencias y la
conflicto y correspondencia cogniti elección de conflicto personal.
vos.
Los estadios cognitivos de Piaget y mis estadios morales describen una serie
de crecientes conocimientos adecuados de un mundo físico y social relativamente
constante. El mundo moral objetivo en el que el niño vive es básicamente el mis
mo a través de su desarrollo desde el punto de vista de una teoría estructural. Los
cambios básicos del mundo moral del niño provienen de los cambios evolutivos de
la percepción del mundo por el niño. En cambio, el foco del modelo de Erikson
está en el ser cambiante. Aunque el mundo sociomoral es más o menos constante,
el ser del niño, la competencia del niño y la situación en ese mundo, está cambian
do constantemente. Erikson intenta caracterizar estos cambios alrededor de una se
cuencia invariante de desafíos y aumentos de un sentido de la competencia del yo.
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES EN EL DESARROLLO.. 461
ser moral? Existe un contraste más claro entre el principio ético y las preocupacio
nes egoístas o hedonistas que entre el contrato social y el hedonismo. He argumen
tado que la respuesta a la cuestión ¿Por qué ser moral? en este nivel está vinculada
a la pregunta ¿Por qué vivir? (y a la pregunta paralela ¿Cómo enfrentarse a la
muerte?), de tal manera que la madurez moral última requiere una madura solu
ción a la pregunta del significado de la vida.
CAPITULO 7
La primera cuestión que surge del estudio del juicio moral es la de la relación
entre el juicio moral y la acción. El reciente trabajojie Blasi (1980), que revisaba
un gran número de estudios, indica^ue la mayoría de éstos'muestran una correla
ción entre el estadio de juicio moral y la acción. Sin embargo, la existencia de co
rrelaciones sólo plantea problemas a la psicología moral y a la filosofía moral. El
objetivo de este capítulo es revisar estudios empíricos que ayuden a avanzar hacia
una teoría de la acción moral. Una teoría de la acción moral debe de ser tanto una
teoría psicológica como una teoría filosófica. Tal y como se discutió en el Capítulo 3,
el estudioempírico del desarrollo moral debe de comenzar por algunos supuestos
normativos o filosóficos, no puede ser neutro de valor. Al mismo tiempo, creemos
que una teoría filosófica normativa del desarrollo moral puede desarrollarse a tra
vés de una espiral entre el refinamiento de los supuestos filosóficos y los hallazgos
empíricos. Lo mismo que en el estudio del desarrollo del juicio moral, suponemos
que una acción considerada moral debe de reunir cierta adecuación estandard. Pero
¿qué es una acción moral adecuada o «virtuosa»? Esta es la pregunta discutida por
Sócrates y sus compañeros en los diálogos platónicos, pero está muy lejos de res
ponderse hoy en día como lo fue en la época de Platón y Aristóteles. Antes de ela
borar nuestros propios supuestos filosóficos, intentaremos demostrar la necesidad
de tal clarificación filosófica ^revisando los confusos y contradictorios resultados
hallados por Hartshome y Ma^ (1928-30) en lo que permanece como una investiga
ción psicológica empírica clásica sobre la conducta y el carácter moral.
mantenida por un grupo dado en una situación dada, era correcta. Sin embargo,
comenzaron sus estudios examinando a los líderes educativos, religiosos y de la
comunidad sobre las virtudes básicas de la moralidad, concluyendo en una lista
que incluía la honestidad, el servicio y el auto-control. (La alternativa hubiera
sido comenzar con algunos principios definidos y justificados filosóficamente,
como por ejemplo el principio de la justicia, del cual'la honestidad es una parte o
derivado). Dado este punto de partida, mantenían que cuanto menos frecuente
mente un niño trampeaba, mejor era el carácter del niño con respecto a la virtud
de la honestidad. Suponían también que había un componente cognitivo interno y
de actitud de honestidad y otras virtudes que ellos estudiaron, el servicio y el
auto-control. En un sentido no estricto, aceptaron algo parecido al supuesto de
Aristóteles de que las virtudes tanto se aprenden a través de hábitos como se guían
de forma cognitiva. Platón y Aristóteles pensaban que la conducta honesta es la
expresión de un principio racional de de la justicia.Posiblemente un psicólogo
moderno que se orientara hacia los aspectos filosóficos involucrados fijaría un.
modelo ideal de acción justa o honesta y analizaría la conducta de los niños o
adolescentes en relación a este modelo. Hartshome y May, por el contrario, mira
ron simplemente y de forma inductiva a las conductas que de forma no exacta se
corresponden con las ideas de honestidad que son de sentido común, correlacio
nando estas conductas unas con otras y con tests de conocimiento moral y de ac
titud moral. A finales de los años 1920 Hartshome y May (1928-30) a través de
una serie de estudios que incluían a diez mil niños, esperaban demostrar que al
gunos niños serían consistentemente honrados y otros consistentemente no honra
dos. Sus experimentos permitían la oportunidad de trampear en un número de
pruebas experimentales llevadas a cabo en entornos escolares, en casa y en la co -.
munidad.
De forma específica Hartshome y May comenzaron su trabajo con las siguien
tes hipótesis: (1) los adolescentes podían dividirse en tipos honrados y no honra
dos; (2) los adolescentes que hacían trampas en algunas situaciones era probable
que las hicieran en otras; (3) la conducta moral de un individuo se podía preveer a
partir de su informe verbal de valorar un alto estandard de honestidad y su conoci
miento de las normas convencionales de honestidad.
A pesar de una elaborada serie de estudios, la mayor parte de las hipótesis de
Hartshome y May no se confirmaron. Sus resultados mostraban que los adoles
centes no podían dividirse entre tipos honrados y no honrados. La conducta de
engaño no estaba distribuida de una forma bimodal, sino que más bien estaba dis
tribuida en una curva de campana normal alrededor de una media de trampeo mo
derado. Descubrieron que engañar en una situación de test no pronosticaba bien
el engañar en otras situaciones. La correlación media entre diferentes tests de
identidad era baja, r = .25 en los estudios de Hartshome y May de 1928 (p. 383)
y r = .21 en los estudios de 1930 (p. 169). En la medida en que había orden entre
las tareas, era en términos de riesgo. Las tareas por las que el parecido de la de
tección se percibia alto, obtenían menos trampeo. Una limitación para estos resul
tados es que cuando las tareas eran similares (ejemplo, dos tests de coordinación
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 465
oooooooooo
0- 0 0 0 0 0 0 0 0 0
INSTRUCCIONES: Este test se hace con los ojos cerrados. Coloca la pluma o el lápiz
en el primer círculo. Luego marca el primer círculo con el número uno, el segundo con el
número dos, el tercero con el número tres, etc. Con los ojos cerrados muévete a la segunda
fila e inserta desde el número 11 hasta el 20.
466 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
¿Por qué no cree la gente que la honestidad se indica completamente por este
test? Parece haber dos fuentes de escepticismo. Una es que el test no suscita fuer
tes motivos ni a favor ni en contra del engaño. La conducta honesta es el resultado
de un conflicto entre una tentación y un estandard moral. Un test de conducta mo
ral debe de tener un fuerte componente emocional. El linaje de emoción en la no
ción de psicología de conciencia y moralidad viene de los profetas a través de San
Pablo hasta la idea de Freud de la batalla entre el ello y el superego. Como dijo
San Pablo «La carne tiene deseos en contra del espíritu y el espíritu contra la car-
ne, de forma que no puedes hacer lo que te gustaría». Todo esto se ha transmitido
en muchos libros de texto de psicología; la conducta moral es una resistencia a la
tentación resultante del resultado algebraico de dos fuerzas, el deseo camal o de
las necesidades y la anticipación de la culpa de la conciencia mediatizada por un
ego, yo, o voluntad. Así pues, la primera explicación que tenemos que considerar
es que el fracaso de Hartshorne y May en encontrar determinantes internos de la
conducta moral fue debido a un método de test en el que los sujetos no estuvieron
emocionalmente involucrados en seguir o violar un standard.
En un intento por reparar esta deficiencia, Lehrer (1967) intentó crear un test
moral que requiriera una «batalla de conciencia». Creó un test de arma de rayos si
guiendo el modelo de Grinder (1961). El arma de Grinder fue programada para
obtener una puntuación en destreza de disparo justamente un poco por debajo de
lo que era necesario para obtener un premio en el disparo, una bonita pulsera de
identificación del ejército bañada en plata. Los sujetos de doce años para quienes
este test estaba diseñado tenían la oportunidad de trampear un poco su puntuación
para obtener el premio. Al contrario del test de los círculos, podría haberse pensa
do que estos niños habían sido expuestos a una lucha entre sus impulsos y sus
consciencias. En cualquir caso Grinder (1962) informa que el 80% de los niños
acabó haciendo trampa. Como dijo San Pablo, «No puedes hacer las cosas que ha
rías». Lehrer, sin embargo, no estaba satisfecha con el diseño de Grinder. Ella
quería tentar aún más a los niños, mediante una secuencia cuidadosamente progra
mada de puntos que conducían a los niños al borde del éxito en una forma realista
pero al azar. El dispositivo electrónico resultante costó mil dólares pero Lehrer y
yo mismo creimos que merecía la pena para obtener un auténtico dilema moral
para los niños. Para sorpresa nuestra, sin embargo, cuando Lehrer llevó la máqui
na a dos escuelas primarias y la pasó a cien niños, sólo el 15% de los niños tram
peó, frente al 80% que hizo trampa con el modelo de Grinder (Lehrer, 1967). Di
cho de otra forma, nuestro invento había reforzado la conciencia de un 70% de la
población. La máquina parece ser que impresionó a los niños por ser una computa
dora que puntuaba por sí misma, mientras que el modelo de Grinder no. Parece
que el 70% que engañan con el modelo de Grinder pero no lo hacen con el arma
de rayos de Chicago, apenas han tomado una decisión de conciencia. AsLpues,
aún si tenemos éxito en suscitar conflictos emocionales más fuertes basados en la
metodología que hemos mencionado, tenemos que concluir que la conducta moral-
está fundamentalmente definida por factores de situación, incluida la convenien
cia.
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 467
asociar las diferencias de conducta moral con las diferencias de conocimiento mo
ral comparando dos poblaciones. Primero pidió a mujeres de la Universidad de
Texas (presumiblemente su población «virtuosa») que hicieran una lista de veinti
cinco vicios según su grado. Defectos como «murmurar» o «holgazanear» se con
sideraron malos aunque se situaban en la parte media de la lista. Otros tales como
robar y mentir estaban mucho más cerca del comienzo de la lista. Sin embargo el
defecto que se consideraba peor de todos es uno cuyo significado poca gente co
noce hoy en día. Se le llamaba «irregularidad sexual.» Para mostrar la esperada re
lación entre el conocimiento moral y la conducta moral los investigadores pasaron
su informe al grupo más inmoral de mujeres que pudieron encontrar, las de la Pe
nitenciaria de Texas. Para sorpresa de ellos el orden de distribución era exacta
mente el mismo. Aunque las mujeres diferían en aspectos generales de su conduc
ta de vida, no diferían en lo que ellas «sabían» que estaba bien.
La investigación de la época que siguió a Hartshome y May (1930 hasta me
diados de 1960) "situó el conocimiento moral en el contexto de unas construcciones:
de personalidad mayores, como el superego, la conciencia o el caracter. Si la in
vestigación previa se había centrado en el conocimiento de lo que un individuo
debe de hacer, es decir, el conocimiento moral, la investigación posterior se centró
en indicaciones de la fuerza con la que el individuo haría o se resistiría a hacer
ciertas cosas. A este conjunto de factores puede llamársele actitudes morales. Las
actitudes morales durante este periodo se medían por la fuerza de la culpa o auto
censura o la negación de la transgresión en respuesta a historias proyectivas que
llevan consigo la violación de prohibiciones morales normales.
Sin embargo, la relación de las actitudes morales con la conducta era baja,
como se sugerió en mi revisión de 1963. Las conclusiones de esa revisión son pa
recidas a las de una revisión hecha por Pittel y Mendelsohn (1966) que estudiaron
también tests de actitud no proyectiva. Concluían diciendo:
«Un número de estudios ha mostrado bajas correlaciones, ninguna relación, o in
cluso relaciones negativas entre los valores y la resistencia a la tentación (por ejem
plo, Hartshome y otros, 1929; Mills, 1958), culpa y resistencia a la tentación (por
ejemplo Grinder, 1962; Burton, 1959; Allinsmith, 1960; Maccoby, 1959; Sears y
otros, 1960) y ningún estudio ha demostrado que la fuerza de los valores morales, la
resistencia a la tentación, y la propensión a dar respuestas de culpa proyectiva todos
ellos covarían.» (Pittel y Mendelsohn, 1966, p. 34).
SUPUESTOS FILOSOFICOS
juicio moral es el único factor distintivamente moral entre todos los factores que in
fluyen en la conducta moral. Es pues, sólo en virtud de este factor que la conducta
puede considerarse como genuinamente moral.» (Kleinberger, 1982, p. 154)
nes. En el estadio más alto esto se hace en una forma que los filósofos llaman
«principios». El sentido común o el pensamiento convencional tienden a igualar la
idea de principio con el mantenimiento de una norma como «decir la verdad» o
«no robar» como absolutos que no admiten excepciones. En cada estadio, sin em
bargo, se consideran los factores de situación al hacer un juicio. Por ejemplo, en la
situación de Heinz, el principio de formulación es de justicia o respeto por la per
sonalidad humana. Este principio puede dictar que uno viola la ley o viola las nor
mas de honestidad. Sin embargo, en otras situaciones el principio dicta la confor
midad con la ley o la conformidad con las normas de honestidad.
Pero ¿qué nos dice «la estructura moral operativa o principio» de un individuo
sobre sus acciones morales? La predicción a la acción a partir de estadios o princi
pios requiere que tengamos en cuenta los juicios intermedios que un individuo
hace."Uno no actúa directamente por principios, sino que actúa por unos juicios
específicos de contenido engendrados por esos principios. Suponemos que los
principios morales o «estructuras de razonamiento moral» conducen a dos juicios
más específicos, uno un juicio de elección deóntica, y el otro un juicio de respon
sabilidad. Los juicios morales cumplen dos funciones psicológicas que considera
mos necesarias para una acción moral. La primera es una función deóntica de de
cisión, un juicio de lo que está bien. La segunda es una función de seguir al pie de
la letra, un juicio de responsabilidad de actuar según lo que uno ha juzgado como
correcto.
Según Frankena (1973) un juicio deóntico es un juicio de que un acto está bien
o es obligatorio. Los juicios deónticos derivan de una regla o principio. La aplica
ción del principio de justicia de Kant, el imperativo categórico, o el principio utili
tario de Mili del bien supremo serían ejemplos de juicios deónticos. Los juicios
deónticos sirven como función de decisión del razonamiento moral. Responden a
la pregunta ¿Qué acción es la correcta a seguir? El segundo juicio, el de responsa
bilidad, incluye un elemento que Frankena llama aretaico, «un juicio de lo moral
mente bueno, malo, responsable o culpable». Siguiendo a Galón (1980) un juicio
deóntico puede considerarse como un juicio de primer orden de lo correcto, y la
responsabilidad como una afirmación de segundo orden de la voluntad de actuar
según ese juicio. Los juicios deónticos son deducciones proposicionales a partir de
una estructura de estadio o principio, mientras que los juicios de responsabilidad
son actos de una voluntad que escoge. Para Galón los juicios de responsabilidad
responden no sólo a la pregunta ¿Por qué X está bien? sino también a preguntas
como ¿Por qué yo? ¿Por qué tengo que hacer X?
Siguiendo a Blasi (1983, p.35), «Los juicios morales, antes de llevar a una ac
ción a veces se procesan a través de un segundo conjunto de reglas o criterios, los
criterios de responsabilidad. La función de un juicio de responsabilidad es deter
minar hasta qué punto aquello que es moralmente bueno o correcto es también es
480 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
trictamente necesario para uno mismo». De esta forma los juicios de responsabili
dad cumplen la función de «seguir hasta el final». Según Blasi, «Los criterios uti
lizados para alcanzar los juicios de responsabilidad se relacionan con la auto-defi
nición o la organización de uno mismo. La transición del juicio de responsabilidad
a la acción está apoyada en la tendencia a la auto-consistencia... Siguiendo una ac
ción inconsistente con el juicio de responsabilidad de uno, la culpa se experimenta
como una respuesta emocional a la inconsistencia dentro del yo».
Tenemos, pues, un modelo en el que la relación del estadio moral (y como ve
remos el subestadio moral) con la acción moral está mediatizada por la interven
ción de dos juicios, el juicio de elección deóntica y el juicio de responsabilidad.
Volveremos a este modelo después de completar nuestra discusión de lo que cons
tituye una acción moral.
tuaciones que juzgaron que estaban bien cuando fueron colocados fuera de la
misma situación.
Los juicios de responsabilidad están normalmente precedidos de un juicio de
óntico de la justicia. Sin embargo, Gilligan (1982), que estudió el razonamiento y
juicios de las mujeres sobre una decisión de aborto real, observó que los sujetos
hacían a menudo un juicio de responsabilidad sin hacer primero un juicio deóntico
de justicia. Esto puede ser cierto cuando los actos de sacrificio moral se hacen
para los niños, la familia y los amigos, es decir, en «juicios de obligación espe
cial». Puede también ser cierto en el caso del altruismo supererogatorio hacia los
desconocidos y de las acciones morales que benefician a un grupo, comunidad o
institución, es decir, actos de responsabilidad social que van más allá de los requi
sitos de los derechos, deberes o principios.
Las situaciones de acción que vamos a considerar en este capítulo, sin embar
go, son acciones que llevan consigo un juicio deóntico de justicia. Proponemos
que hay un aumento monotónico en hacer un juicio de responsabilidad en consis
tencia con el juicio deóntico según avanzamos de estadio a estadio. Esto significa
a su vez que hay un aumento monotónico en la proporción de sujetos que actúan
«moralmente» o en consistencia con su juicio deóntico hecho fuera de la situación.
Citaremos estudios que muestran esta tendencia monotónica a la consistencia mo
ral. El primero, un estudio hecho por Helkama (1979) muestra que hay un aumen
to monotónico en la consistencia entre un juicio deóntico de «debería» y un juicio
verbal de responsabilidad en el dilema de Heinz. El segundo estudio, hecho por
McNamee (1978) muestra que hay un aumento en consistencia entre el juicio de
óntico y la conducta real.
La Tabla 7.1 está tomada de Helkama. Muestra que existe cierto aumento por
cada estadio en la primera columna, llamada juicio deóntico (ejemplo, Heinz debe
robar); hay un aumento mucho mayor por cada estadio en la segunda columna,
«Heinz es responsable si su esposa muere». La tercera columna muestra un au
mento en la proporción de sujetos cuyo juicio de que Heinz era responsable estaba
en consistencia con su juicio de que Heinz debería de robar.
Para ilustrar un aumento en la consistencia de la conducta moral real, vamos a
revisar un estudio hecho por McNamee (1978). McNamee describe la situación
experimental así:
Estadio
Pregunta * 3a 4 5
1. ¿Debe Heinz de robar la medicación? (Sí)b 42% 56% 67%
2. Si Heinz roba la medicación y su esposa muere ¿es
responsable? 17% 28% 53%
3. Porcentaje de pensar que Heinz debe de robar y que
también le hacen responsable 27% 29% 50%
N en estadio (52) (43) (15)
NOTA: Los números indican el porcentaje de sujetos en cada estadio que dan la respuesta
del paréntesis. Método de puntuación: el método de aspecto estandard de 1975.
a. El Estadio 3 incluye el Estadio 3(4). El Estadio 4 incluye el Estadio 3/4. EP Estadio 5 in
cluye el Estadio 4/5.
b. Otras elecciones incluyen «no debería robar» y «podria robar».
FUENTE: Helkama, 1979.
2 36% 9% 0% 25% d i)
3 77% 27% 0% 38% (29)
4 69% 38% 0% 55% (17)
5 83% 73% 20% 88% (29b)
NOTA: Las columnas son porcentajes de sujetos que responden en ese estadio. La media
MMS de sujetos que ayudaron llevándole a otro sitio = 430; de sujetos que no ayudaron = 350
(F=19.4 d.f.= 1/88 p <.01.) El método de puntuación: método de aspecto de 1972.
a. La consistencia es el porcentaje de sujetos que pensaron que debían de ayudar y que lo
hicieron llevando a la víctima a otro sitio.
b. Cinco de estos sujetos fueron puntuados inicialmente en Estadio 6. Los resultados hubie
ran sido 100%, 100%, 60% y 100% en las diferentes columnas.
FUENTE: Adaptado de McNamee, 1978.
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 483
Nuestros estadios de juicio moral se definen por la forma del juicio moral, no
por su contenido. Creemos que los estadios más altos son más morales en su for
ma. Muchos filósofos morales discuten que hay un «método moral» para llegar al
juicio moral, lo cual lleva a un acuerdo considerable substancial sobre lo que es
justo y está bien en situaciones dé problema moral. Aún si el seguir el método mo
ral no lleva a un acuerdo sustancial, es el componente moral crítico del juicio de
valor. Un ejemplo de un elemento crítico «del método moral» es la imparcialidad,
el esfuerzo por considerar el interés y punto de vista de todas las partes involucra
das en los problemas morales, no considerar la situación sólo desde el punto de
vista de uno mismo. «El no relativismo metodológico» ha sido particularmente re
calcado por filósofos morales formalistas desde Kant a contemporáneos como
Haré (1963), Frankena (1973), Baier (1965), Peters (1968) y Rawls (1971). Todos
afirman que «un punto de vista moral» o un método moral lleva consigo ciertas
características formales de juicio moral, incluida la universalizabilidad, prescripti
vidad, reversibilidad y generalidad.
Desde nuestro punto de vista, podemos definir la moralidad de los juicios mo
rales formalmente, sin compromiso hacia un código particular. Vamos a observar
estas respuestas del Estadio 5 a los dilemas de Heinz.
P. ¿Debería Heinz robar la medicación?
R. Si; su obligación de salvar la vida de su mujer debe de tener preferencia sobre su
obligación por respetar los derechos del farmacéutico.
P. ¿Qué está peor, dejar que alguien se muera o robar?
R. Dejar que alguien se muera. Porque el valor de la vida humana es lógicamente
anterior al valor de la propiedad.Es decir, la propiedad puede no tener valor a no
ser que se proteja la vida humana.
Este sujeto hace un juicio prescriptivo (dice lo que Heinz debería hacer), pre
ponderante (la vida prevalece sobre otras consideraciones morales o no morales) y
universalizable a cualquier vida y al punto de vista de cualquiera, incluido el del
farmacéutico. Es en este sentido formal que decimos que el juicio es completa
mente moral. Sin embargo, otro sujeto puede argumentar a favor de apoyar la ley
en la situación de Heinz, y ser considerado también como Estadio 5, como ocurre
en estas respuestas:
P. ¿Por qué necesitamos leyes?
R. Porque es muy difícil para la gente el vivir juntos a no ser que haya leyes que
gobiernen sus acciones. No todo el mundo es bueno, ciertamente, y tenemos que
tener algún código para asegurar que todo el mundo tenga sus propios derechos
individuales.
Hemos aclarado el sentido en que los juicios sobre el dilema de Heinz u otro
de nuestros dilemas tipo pueden considerarse «morales» o «moralmente de princi
pios» en términos formales. Esto, sin embargo, no constesta todavía al problema
de definir la acción moral. Para definir la acción moral necesitamos ser capaces de
definir el contenido de una acción, la elección hecha, como moral. Debemos mos
trar la conexión entre la forma de un juicio y su contenido.
El dilema de Heinz pide que un sujeto juzgue si está bien obedecer la ley. El
dilema está preparado de antemano, de tal forma que sólo una de las dos accio
nes en conflicto pueda juzgarse como correcta, bien para satisfacer la norma mo
ral de la vida humana o para satisfacer la norma moral de la ley (o propiedad).
Tales dilemas tienden a desembocar en una solución por la dependencia en un
principio moral. Los filósofos distinguen entre una regla moral, o una norma
moral, y un principio moral. No robar, respetar la propiedad, ser honesto, son
varias afirmaciones de una regla moral o norma moral de la propiedad. En el di
lema de Heinz, la norma está contra otra norma o regla moral, la norma de sal
var la vida humana. La cuestión deóntica es ¿qué regla es la que hay que seguir?
Cuando las normas o reglas entran en conflicto, se requiere un principio. Un
principio moral, como algo diferente a una regla, implica dos cosas. Primero, no
es un «tú harás» o «no harás», es una forma de ver, de escoger cuando dos reglas
entran en conflicto. Es un método de elección moral. Segundo, es algo que está
bajo una regla, el espíritu bajo la ley más que la ley en sí, es una actitud, o una
idea que genera reglas. Es más general y universal que una regla. Entre los prin
cipios éticos apuntados por los filósofos hemos mencionado el principio de justi
cia de Kant y el principio de utilidad de Mili. El principio de justicia de Kant es
el principio de respeto a la personalidad y dignidad humana, Trata a cada perso
na como un fin en sí misma, no como un medio. El principio de Mili es el prin
cipio de maximizar la felicidad humana o el bienestar y minimizar el sufrimiento
humano. En la situación de Heinz ambos principios morales conducen al mismo
juicio es decir, que robar está bien. Es en este sentido que en el Volumen I hici
mos la consideración de que las acciones de robar la medicación eran moralmen
te correctas.
De forma empírica, hemos descubierto que sujetos que razonan en el Estadio
5, están de hecho de acuerdo en que Heinz tiene derecho a robar la medicación.
Más del 90% de sujetos del Estadio 5 en Estados Unidos, Finlandia e Israel hacen
esta elección, comparado con alrededor de 60% de sujetos en estadios más bajos
(Capítulo 8 y Capítulo 9). Hemos descubierto que en ciertos casos existe un apoyo
tanto filosófico como empírico para un «derecho universal» en definir la acción
moral.
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 487
1/2 (14) 42 33 31 57 23 00 27 33 20 40
2 (10) 64 12 50 60 60 11 36 78 50 16
2/3 (43) 67 52 67 60 57 00 57 47 53 53
3 (48) 62 46 58 35 37 20 79 76 74 74
3/4 (75) 74 40 63 30 78 41 67 82 71 71
4 (24) 63 42 63 29 36 36 37 100 91 100
4/5 (10) 90 100 89 81 50 100 50 50 100 100
En los datos de la Tabla 7.3 estamos apuntando a dos aspectos separados pero
relacionados. El aspecto filosófico es el de si a ciertas acciones se les puede llamar
morales según un criterio universal o universalizable. El hecho de que haya un
consenso por parte de sujetos de principios, por aquellos que se esfuerzan por to
mar un punto de vista moral universalizable, no prueba de ninguna manera que la
acción sobre la que están de acuerdo sea moralmente justa o correcta. Sugiere, sin
embargo, que los argumentos morales o filosóficos convergerán en algunos dile
mas controvertidos (en el caso de la Tabla 7.3 los dilemas I, III, III’, IV, P.C., VII
y VIII). Dicho de otra manera extiende el rango de acciones y situaciones que pue
den considerarse «morales» más allá de aquellas sobre las cuales la mayoría de los
participantes están de acuerdo, como el dilema de McNamee, hacia dilemas menos
consensúales. Si cada situación empíricamente estudiada tiene que ser útil para de
sarrollar una teoría aretaica de validez moral, debe de sujetarse a un análisis y ar
gumentación filosófica moral. El hecho empírico del consenso, bien por todos los
sujetos como en el dilema de McNamee o por sujetos de principios como en el di
lema de Heinz, ofrece, sin embargo, unas guías para el resultado de tal razona
miento. En la situación de McNamee, donde la responsabilidad para ayudar a un
extraño en necesidad no entra en conflicto con una responsabilidad igualmente
fuerte por ayudar al experimentador, nuestra intuición es que hubiera sido correcto
que el sujeto ayudara al extraño en necesidad. El consenso sobre la elección deón
tica encontrado por McNamee después del Estadio 3 tiende a confirmar esta intui
ción pero no es en sí mismo la base para asignarle el nombre de moral. La misma
línea de razonamiento se aplica a situaciones más controvertidas sobre las que sólo
los sujetos de principios se ponen de acuerdo.
Volviendo a los aspectos psicológicos, los datos de la Tabla 7.3 y hallazgos si
milares son más directos en enlazar las estructuras de estadio con el contenido de
la elección. Presumiblemente, para que la estructura de estadio determine la ac
ción, debe de haber un juicio del contenido de la elección deóntica. Esperamos
mostrar más tarde, dentro de este mismo capítulo, que en aquellos dilemas donde
existe un consenso del Estadio 5 sobre la elección deóntica, habrá un aumento mo-
notónico de poner en práctica esa acción en cada estadio más alto.
Estadio Moral
Pregunta 2 3 4 5 X2 tau
parece bastante corriente entre los adultos y que se dio entre niños de onceavo
grado. Sólo dos niños prestaron atención, y la consideraron seriamente, a la in
sistencia del entrevistador de que el propio héroe, según la historia, había juzga
do que ayudar era la decisión correcta. Sin embargo, en la última referencia in
cluso estos niños no podían estar de acuerdo en que la culpa era justa en esta
situación»
Aunque la mayoría de los sujetos del onceavo grado respondieron de una for
ma similiar a la de los de sexto grado, se descubrieron importantes diferencias.
Blasi las resume así: «Los de onceavo grado, incluso en mayor medida que los niños
más pequeños, forman un grupo heterogéneo y comienzan a mostrar la variedad
de actitudes que se descubren en una muestra media de adultos. Tras estas actitu
des se descubre una clara consciencia de la distancia del agente moral individual,
de la norma de obediencia y de su libertad respecto a las normas sociales. La ten
dencia a evaluar los aspectos morales según criterios subjetivos es fuerte y general
entre los niños» más mayores, sobre todo al decidir sobre una obligación estricta
(‘tiene que’ o responsabilidad).»
Algunos ejemplos son: «Si se le pregunta cuales son sus valores morales y va a
tener que quebrantarlos para seguir en el hospital, entonces ella no debe de hacer
lo;» «Creo que debe de tener sus propios principios y vivir según ellos, porque si
no tienes tus propios principios... no vas a ser tú mismo realmente nunca más. Vas
a ser una gran masa junto con el resto de los demás.» «Las órdenes... no es una ex
cusa, porque entonces ella actúa como un robot. Tú eres también una persona.
Quiero decir, sólo por el hecho de que eres una enfermera no significa que pierdas
tu personalidad.» Estos comentarios indican una relación entre la responsabilidad
consistente y la autonomía, característica de nuestros estadios y subestadios más
avanzados.
En resumen, Blasi descubrió tendencias evolutivas generales según la edad ha
cia una creciente consistencia verbal entre los juicios atribuidos de elección deón
tica y de responsabilidad. Los juicios de responsabilidad considerados bien como
una estricta obligación personal o el «tener que hacerlo», o bién como una respon
sabilidad ante la crítica, se subjetivizaron de forma creciente, relacionándose con
el juicio interno del actor y con la edad.
Tendencias evolutivas similares en los juicios de responsabilidad, relacionadas
de forma explícita con nuestros estadios morales, se descubrieron por Helkama
(1979). Blasi identificó una clase de lo que llamamos excusas o cuasi-obligacio-
nes, las que requerían órdenes provenientes de una autoridad legítima. En el estu
dio hecho por Helkama del dilema de Heinz, una «cuasi-obligación» paralela es la
de obediencia a la ley. En la mayoría de las situaciones la obediencia a la ley es
una obligación moral. Es también una «cuasi-obligación» desde el punto de vista
del Estadio 5 de un juicio deóntido de Estadio 4, que sostiene que robar está bien
en el dilema. Se da como una razón por qué Heinz no es responsable para sujetos
de los Estadios 3 y 4 que creen que Heinz debe de robar. Mientras que una preocu
pación por la ley puede llegar a ser una cuasi-obligación en el dilema de Heinz, así
también lo puede ser una preocupación muy diferente, la preocupación por la con
492 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
ciencia. Los sujetos de los Estadios 3 y 4 dieron como una razón de por qué Heinz
no era responsable de su esposa que robar era moralmente imposible para Heinz, o
que tenía que ser un ciudadano respetable. El concepto de conciencia utilizado fue
el de una preocupación por las reglas sociales establecidas, más que el de una de
cisión principiada de conciencia. Ilustra, sin embargo, cómo incluso una preocupa
ción por la conciencia puede reflejar una cuasi-obligación al hacer juicios de res
ponsabilidad.
Hemos dejado claro el sentido en el que los juicios de responsabilidad se hacen
más prescriptivos por estadio, y el sentido en que los estadios más altos son capa
ces de eliminar excusas o cuasi-obligaciones al juzgar la responsabilidad. Es im
portante distinguir excusas cuasi-obligatorias de defensas conscientes o precons-
cientes contra la admisión o consciencia de actuar mal, tales como la negación o
proyección. Las excusas cuasi-obligatorias son razones morales generadas por es
tructuras del estadio de juicio moral, razones que bajo ciertas condiciones son
obligaciones genuinamente morales pero que están guiadas por consideraciones de
justicia dentro de la situación concreta. El amor y cariño por la esposa en el dilema
de Heinz se utiliza por algunos sujetos como una razón de excusa cuando el juicio
deóntico se basa en la obediencia a la ley. Desde un punto de vista de principios,
en donde la elección deóntica se basa en el derecho a la vida, la obediencia a la ley
es en este caso concreto sólo una excusa para el fracaso en actuar de forma res
ponsable.
Tenemos que considerar ahora el crecimiento monotónico de la responsabili
dad por cada estadio según una concepción evolutiva positiva de la responsabili
dad. Esto se puede explicar mejor como el crecimiento de una idea positiva de la
libertad moral o autonomía con cada estadio. La responsabilidad es básicamente
un concepto y juicio metaético. Al final, un juicio de responsabilidad requiere una
postura metafísica, o una postura sobre la naturaleza de la naturaleza humana, con
respecto a los aspectos metafísicos de la libre voluntad contra el determinismo. Un
juicio de responsabilidad es siempre en parte un juicio de hecho, de causalidad; no
es una declaración puramente prescriptiva o normativa de lo que debería ser. No
es, sin embargo, un puro juicio de causalidad de hecho; implica que alguien debe
de permanecer responsable, no que alguien sea responsable en un sentido pura
mente descriptivo causal. Los juicios de responsabilidad se refieren a estadios mo
rales porque el juicio de responsabilidad es una respuesta a la pregunta ¿De qué
tiene uno que ser rresponsable? A un nivel de principios, uno debe de ser respon
sable de actuar a la luz de un principio.
En cada estadio, los juicios de responsabilidad implican un juicio de libertad y
poder por el sujeto. Sólo a un nivel postconvencional se ve involucrada la libertad,
una libertad de escoger principios o valores supremos.
En el Estadio 3 y 3/4, Helkama descubre que hay sujetos que dicen cosas
como «Heinz no es responsable porque es un ‘ciudadano respetable’». Para estos
sujetos, Heinz no es libre para escoger su postura moral sobre robar, o escoger si
es o no un «ciudadano respetable» cuando su esposa se está muriendo. En cam
bio, los sujetos postconvencionales consideran a Heinz moralmente libre, es de
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 493
cir, libre para escoger sus propios valores supremos o principios, o escoger entre
las normas conflictivas de la vida y la propiedad en el dilema. Un sujeto de Esta
dio 4/5 dice, «Heinz es responsable porque ha sido forzado a escoger y ha escogi
do la actitud más sencilla. Deja morir a su esposa y no es culpable según la ley.
No tiene derecho moral para evitar su responsabilidad y dejar que su mujer mue
ra. La decisión última está en sus manos» Los sujetos postconvencionales tienen
un sentido de la tolerancia y relatividad sobre la elección del principio pero un
sentido de que un actor es o debería ser responsable de la elección. Las personas
pueden elegir de forma diferente, pero la elección debe de hacerse de forma res
ponsable. «Heinz es responsable. Situó sus propios ideales de honradez por enci
ma de la vida humana. Es su punto de vista, que es diferente al mío. Sería intere
sante discutirlo con él».
En resumen, los estudios de Blasi, Candee y Helkama sobre los juicios de res
ponsabilidad muestran:
1. Los juicios de responsabilidad muestran de forma clara un modelo monotó
nico de responsabilidad creciente hacia los dilemas verbales que no siempre
se muestra por juicios deónticos.
2. Esta tendencia monotónica es de una creciente prescriptividad (o consisten
cia) en los juicios de responsabilidad.
3. La creciente prescriptividad puede interpretarse como el descuento de excu
sas o «cuasi-obligaciones» al hacer juicios de responsabilidad en estadios
sucesivamente más altos.
4. Puede también interpretarse como un creciente concepto de libertad moral o
autonomía en los estadios más altos.
Estos modelos monotónicos en los juicios de responsabilidad, hallados en los
dilemas verbales, nos lleva a esperar un aumento monotónico en acción justa o
moral, en situaciones en que la mayoría de los sujetos están de acuerdo en una
elección deóntica, como en el estudio de McNamee. Donde hay un consenso del
Estadio 5 o elección deóntica, lleva a la misma expectativa, y a un cierto aumento
monotónico de tal elección por estadio.
Nuestras consideraciones filosóficas nos dejaron con la idea de que una ac
ción moral es una acción que es (a) «objetivamente correcta» en el sentido de que
los principios filosóficos tal y como se usaron por sujetos del Estadio 5 acordaron
que la acción es correcta, y (b) «subjetivamente correcta» si estaba a la vez guia
da por un juicio o razón moral que estaba «bien» en la forma, y era consistente en
el contenido con la elección objetivamente correcta. Psicológicamente observa
mos que (a) hay muchas situaciones en las que hay una tendencia monotónica ha
cia la elección deóntica que es favorecida en el Estadio 5 y (b) en todas la situa
ciones hay un aumento monotónico en los juicios de responsabilidad con un
estadio moral más alto. Así, aún en situaciones donde todos los sujetos están de
acuerdo en la elección deóntica, debería haber un aumento monotónico en mani
festaciones de conducta de esa elección debido a los crecientes juicios de respon
sabilidad.
494 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Subestadios
Nuestro controvertido punto de vista filosófico nos conduce a decir que, al me
nos en algunas situaciones, los sujetos principiados o del Estadio 5, llevan a cabo
acciones que están bien tanto en la forma como en el contenido. Esto no sólo se
aplica a los estadios de principios o más altos. Sujetos en un estadio más bajo, a
veces escogen el contenido «justo», «correcto», «principiado» sobre nuestros dile
mas hipotéticos. Y aún más, lo escogen de forma que es muy cercana a lo que
Kant y Piaget llamarían autónoma. En términos de contenido, escogen la alternati
va de preservar la justicia o los derechos humanos y el bienestar, en contra de obe
decer las leyes o autoridades en situaciones en que éstas son arbitrarias o están en
conflicto con los derechos y la justicia. ¿Cómo podemos identificar y caracterizar
tales sujetos de estadio más bajo?
En el Capítulo 6 y Apéndice C, hemos discutido dos orientaciones diferen
tes a los dilemas hipotéticos tipo. El subestadio B está orientado a la autonomía
y la justicia, y el subestadio A a un respeto heterónomo a las reglas o a la auto
ridad. Cada subestadio se puede dar en cualquiera de los principales estadios
estructurales. Caracterizamos al subestadio B como más prescriptivo, más re
versible, más universalista y autónomo que el subestadio A. De esta forma, los
juicios de responsabilidad hechos en subestadio B son más como juicios de res
ponsabilidad hechos en estadios más altos que lo son los juicios de subestadio
A. Los juicios de responsabilidad hechos en subestadio B contienen menos
complicaciones de excusa, menos «cuasi-obligaciones», que los juicios de su
bestadio A, de la misma manera que los juicios de responsabilidad de un esta
dio más alto contienen menos complicaciones de excusa que los juicios de res
ponsabilidad de un estadio más bajo. Las respuestas de subestadio B reflejan
las «respuestas correctas» del Estadio 5 a nuestros dilemas y una comprensión
intuitiva de las razones centrales para estas elecciones. Una persona de subesta
dio B es alguien que intuitivamente o en su «conciencia o corazón» percibe los
valores y obligaciones centrales del dilema articulado de forma racional por el
Estadio 5 y utiliza estas intuiciones para generar un juicio de responsabilidad o
necesidad en el dilema.
En el dilema de Heinz (III), esta intuición es la del valor intrínseco de lo que
una vida humana vale, su prioridad por encima de la propiedad y un juicio resul
tante de obligación universal para salvar tal vida. Sobre la cuestión del castigo de
Heinz (III’) es la intuición de que un acto de conciencia o justicia moral, como la
de Heinz, no debería de castigarse legalmente, independientemente de las consi
deraciones de legalidad y orden social. En el dilema de Joe y su padre (I), es la
intuición del valor intrínseco o lo sagrado de mantener lo prometido (sobre todo a
los niños) y la responsabilidad universal y prescriptiva de cumplir las promesas.
Estos juicios de subestadio B sobre los tres dilemas en la Forma A sólo reciben
su completa justificación racional y de principios en el Estadio 5. Pero en esta
dios más bajos pueden gobernar o predecir elecciones y acciones responsables.
Nosotros pronosticamos pues, que los sujetos por debajo del Estadio 5 que actúan
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 495
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LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 497
Las situaciones en las que se esperaría no encontrar relación alguna entre el es
tadio moral y la acción moral son aquellas en que los principios morales no con
vergen en una alternativa única «más moral». En estos casos cualquier conducta
puede considerarse como moralmente correcta. En la práctica tales situaciones
pueden identificarse como aquellas en las que los sujetos en el Estadio 5 no obtie
nen consenso en sus juicios o en su conducta. Aunque teóricamente es importante,
no vamos a examinar aquí estos estudios.
Blasi (1980) llevó a cabo una exhaustiva revisión de estudios relacionando el
juicio moral con la acción moral. Aunque reveló un número de relaciones empíri
cas entre la acción moral y las diversas medidas del razonamiento moral, Blasi
concluyó que tales estudios arrojaban poca luz sobre la conexión teórica entre las
dos variables. Esperamos corregir esto en esta sección. Para hacerlo vamos a exa
minar estudios concretos seleccionados de la revisión de Blasi. Los estudios se se
leccionaron bien por la singularidad de los aspectos a los que hacían referencia o
por su claridad metodológica. En todos los casos los resultados de los estudios ci
tados son típicos de otros estudios dentro de su área, que utilizaron la entrevista
tipo de juicio moral y el manual de puntuación (Colby y otros, 1983).
Estadio
3 3/4 4 4/5
Elección
Bien Mezcla Mal
Estadio: 3 3/4 4 4/5 3 3/4 4 4/5 3 3/4 4 4/5
Porcentaje de
ocupación 23% 54% 63% 75% 11% 17% 12% 60% 0% 0% 0% 0%
(N total por
estadio) (13) (66) (71) (29) (9) (30) (24) (5) (14) (37) (20) (1)
Hemos visto que la inmensa mayoría de los sujetos de estadios más altos juz
garon correcto ocupar el edificio y de hecho lo hicieron. ¿Cómo podemos explicar
el hecho de la ocupación cuando se daba entre sujetos de estadio más bajo? Es
aquí donde examinamos el efecto del subestadio. Como se comentó anteriormente,
los sujetos de estadio más bajo que están en el subestadio B, intuitivamente hacen
juicios morales que tienen muchas de las mismas características formales como lo
hacen los juicios hechos por sujetos de Estadio 5. Así pues, si los sujetos del Esta
dio 5 (representados aquí por sujetos de Estadio 4/5) normalmente ocuparan el
edificio, podríamos esperar que los sujetos del subestadio B en cada estadio tam
bién lo ocupen más a menudo que lo harían sus contrapartidas de subestadio A. El
test de esta hipótesis se muestra en la Tabla 7.7.
La Tabla 7.7 muestra la relación del estadio y subestadio con la ocupación. In
cluye al subestadio A, subestadio B y un grupo intermedio que se puntuó como su
bestadio B de forma ambigua. El efecto del estadio y subestadio en la ocupación
es acumulativo. En cada estadio más alto y en cada subestadio más cercano a B,
más sujetos ocuparon el edificio. Esto indica que nuestra construcción de subesta
dio es más que únicamente una elección deóntica .
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 503
Estadio
3 3/4 4 4/5
Subestadio A
Porcentaje de ocupación 0% 21% 21% 60%
(TVpor estadio) (30) (85) (57) (5)
B ambiguo
Porcentaje de ocupación 44% 44% 53% 58%
(N por estadio) (9) (41) (40) (12)
Subestadio B
Porcentaje de ocupación 57% 67% 83%
(N por estadio) (0) (7) (18) (18)
La situación Milgram
Subestadio A
Porcentaje de abandono 0% 0% 0% 0%
(TVpor estadio) (2) (6) (1) (9)
Ambiguo
Porcentaje de abandono 100% 0% 100% 18%
(TVpor estadio) (1) (9) (1) (11)
Subestadio B
Porcentaje de abandono 100% 50% 100% 86%
(TVpor estadio) (1) (2) (4) (7)
Totales por estadio 50% 6% 87%
(4) (17) (6) (27)
Para explicar los modelos, de nuevo apelamos a los hipotetizados juicios media
dores de elección deóntica y de responsabilidad. La elección deóntica se midió por
las preguntas de si los sujetos querían retirarse, independientemente de si ellos en re
alidad lo hicieron. Tales juicios fueron hechos por todos los sujetos del Estadio 4 y
todos los del subestadio B. El juicio de responsabilidad se midió en los dilemas mo
rales estandard por nuestra clasificación de subestadio. Aunque no se midió directa
mente en nuestra versión del estudio de Milgram, existe evidencia de otras versiones
llevadas a cabo por Milgram, de que tales juicios influyeron poderosamente en la
conducta. Según Milgram (1974) existen presiones para que todos los sujetos de los
experimentos de obediciencia entren en lo que él llama «el modo agente». Una vez
que los individuos entran en esta actitud no pueden por más tiempo evaluar la mora
lidad de las acciones por sí mismos, sino que se ven como agentes que llevan a cabo
las órdenes de sus superiores. Sin embargo, Milgram informa que las personas que
abandonaron el experimento, parecían abandonar su sentido de la responsabilidad
considerablemente menos a menudo que lo hacían los sujetos que eran obedientes.
Por ejemplo, un sujeto del experimento de Milgram que abandonó, razonaba así:
P. Es absolutamente esencial que usted continué.
R. Bueno, no lo voy a hacer; no con el hombre que grita para salir.
P. No tiene usted otra alternativa.
R. Claro que tengo una alternativa (incrédulo e indignado): ¿Por qué no voy a tener una
elección? Vine aquí por mi propia voluntad... Creo que ya he ido demasiado lejos.
P. ¿Quién cargó con la responsabilidad de sacudir al aprendiz en contra de su vo
luntad?
R. Lo acepto sobre mí completamente. (Milgram, 1974, p. 51)
Por el contrario los sujetos que no abandonaron el experimento razonaban así:
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 505
P. Tanto si le gusta como si no, nosotros debemos de pasar por todo esto.
R. Rechazo hacerme responsable. El está ahí dentro bociferando.
P. Es absolutamente necesario que usted continué, instructor.
R. (Indicando las preguntas no usadas): Hay demasiados aquí... quiero decir ¿quién
va a cargar con la responsabilidad si a ese señor le ocurre algo?
P. Yo soy responsable de todo lo que le ocurra. Continué, por favor.
R. Está bien. (Milgram, 1974, p. 53)
Aunque no tenemos entrevistas estandard de juicio moral sobre los dos sujetos
mencionados anteriormente, parece claro que los juicios de responsabilidad he
chos en el primer caso son consistentes con el subestadio B y con el Estadio 4/5,
mientras que la falta de responsabilidad personal en la segunda cita es consistente
con el subestadio A y con el Estadio 3/4.
Nivel
Nivel Porcentaje de engaño
N
Convencional (17) 53%
Postconvencional (18) 17%
NOTA: Los porcentajes son la proporción de sujetos que engañaron en ese estadio. X2 = 3.64
(df = 1), p <.05. Método de puntuación: método de evaluación de historia de 1985.
FUENTE: Schwartz, Feldman, Brown, Heingartner, 1969.
1 73%
2 80%
3 64%
4 43%
NOTA: X2= 11.30, p <.02, N = 302. Método de puntuación: método de 1958.
FUENTE: Simpson y Graham
Estadio
Estadio Porcentaje de engaño
N
1 (27) 81%
2 (28) 64%
3 (32) 78%
4 (31) 55%
5 (5) 20%
NOTA: El porcentaje es la proporción de sujetos en ese estadio que engañaron. Método de
puntuación: evaluación de la historia (1958) (X2 = 8.65, p <.01, Estadio 5 contra todos los
demás.)
FUENTE: Krebs y Kohlberg.
/
Respuesta
Estadio N por estadio
A tiempo Tarde Sin devolución
2 33% 0% 66% (3)
'3 40% 33% 27% (15)
4 91% 0% 9% (11)
5 100% 0% 0% (2)
NOTA: El porcentaje es la proporción que en ese estadio respondieron. X 2 = 6.90, p <.01.
Método de puntuación: el método de aspecto de 1972.
FUENTE: Krebs y Rosenwald, 1977.
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 509
Todos estos últimos experimentos están involucrados con el tema del contra
to. En el estudio de Krebs y Rosenwald la conducta moral consistía en llevar a
cabo un contrato hecho con el experimentador. En los tres estudios sobre el en
gaño (Krebs y Kohlberg; Simpson y Graham; y Schwartz y otros) el «contrato»
para ser honrado estaba menos explícito, pero desde el punto de vista de princi
pios puede decirse que existía. En el experimento McNamee (ayudar al estudian
te drogado), en la situación Milgram, y en el estudio MLE, todos ellos citados
anteriormente, se requería romper un contrato implícito hecho con el experimen
tador o la autoridad para poder llevar a cabo la acción moral. Si nos ponemos a
considerar estos siete estudios, vemos que la acción moral se llevó a cabo por la
minoría de sujetos preconvencionales, por aproximadamente la mitad de los su
jetos convencionales, pero por una gran mayoría de los sujetos postconvenciona
les. Se puede llegar a una mayor comprensión de estos resultados si se conside
ran estas situaciones tal y como podrían ser vistas por las personas en cada
estadio moral.
Los sujetos preconvencionales consideran y ven el mundo moral a través de
una variedad de «principios operativos» egocéntricos.A este nivel las expectativas
de autoridad deben estar ligadas a premios y castigos. En las situaciones de enga
ños la minoría de sujetos que no engañó puede haber pensado que la autoridad
continuaba requiriendo una conducta honesta. Sin embargo, el mayor numero de
sujetos preconvencionales que engañaron, pueden haberlo hecho así, porque la
autoridad no les indicó que los requerimientos usuales serían reforzados. En las si
tuaciones de engaño no había castigos por engañar ni premios por ser honrado.
Puesto que las expectativas de la autoridad se vieron considerablemente debilita
das, los sujetos preconvencionales pueden haberse sentido «libres» para hacer lo
que querían. Podían incluso haber justificado el engañarse a sí mismos razonando
que si la autoridad no hubiera querido que ellos engañaran, habría prohibido el en
gaño explícitamente y habría anunciado que habría sanciones por hacerlo. No sa
bemos si los sujetos preconvencionales de estas situaciones hicieron en realidad el
juicio deóntico de que engañar estaba bien. Más probablemente, la conducta de la
autoridad permitió que tales sujetos juzgaran que ellos no eran responsables de de
fender las prohibiciones normales sobre el engaño.Así pues, nuestra expli-cación
del engaño parecería basarse en la fase de cumplimiento de nuestro modelo, y qui
zás también en la fase de decisión (funciones 2 y 3 de la Figura 7.2).
En la situación prosocial (McNamee) las expectativas de la autoridad no eran
ambiguas. En aquel caso se esperaba de forma clara que los sujetos se abstuvieran
de ayudar al estudiante drogado. Puesto que no se daba premio por violar las ex
pectativas del experimentador, casi ningún sujeto preconvencional lo hizo.
Pasando ahora al nivel convencional del razonamiento moral, vemos que los
sujetos en el Estadio 3 parecen haber experimentado un conflicto considerable
mente mayor al pensar sobre estas situaciones. Tal y como se pone de manifiesto
en el estudio de Krebs y Rosenwald, mientras que el 73% de los sujetos del Esta
dio 3 devolvieron el cuestionario, casi la mitad de ellos lo hicieron tarde. Podemos
suponer que para todos los sujetos del Estadio 3, el mantener la promesa o cumplir
510 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
el contrato hecho era un valor positivo.El conflicto que este grupo experimentó
puede explicarse por el hecho de que muchos aspectos de la estructura moral del
Estadio 3, que normalmente hubieran apoyado el cumplir la promesa como un va
lor, estuvieron ausentes en los experimentos. En el Estadio 3 el cumplir lo prome
tido se ve como parte del mantenimiento de unas buenas y duraderas relaciones.
Tal razonamiento confunde cumplir un contrato con otra persona con tener la
aprobación de esa persona. En los estudios de engaño y contrato los sujetos no
iban a ver al experimentador nunca más ni recibirían su aprobación. Por consi
guiente las obligaciones normales hacia el experimentador se debilitaron.
Otro aspecto del razonamiento dél Estadio 3, que lleva al inconsistente modelo
de conducta, es la creencia de que se considere que las acciones son responsabili
dades sólo en tanto en cuanto se aceptan de forma general por el grupo. Sin em
bargo, en estas situaciones los sujetos, de forma típica, decidieron llevar a cabo o
no llevar a cabo la acción moral únicamente. Así pues, un sujeto individual no te
nía forma de saber si la norma de mantener el contrato con el experimentador aún
funcionaba . El resultado de estas fuerzas era producir aproximadamente el 40%
de la práctica de la conducta moral entre individuos del Estadio 3.
Se observó una mayor cantidad de conducta honrada en el Estadio 4. Esto pue
de deberse a la mayor probabilidad de que sujetos del Estadio 4 vieran su obliga
ción con el experimentador en el contexto de un sistema social total. Para que tal
sistema funcione, se debe de esperar que la gente, en general, cumpla sus obliga
ciones de contrato. Mientras que en este caso el experimentador puede haber dado
la impresión de debilitar esas expectativas, muchos sujetos del Estadio 4, presumi
blemente se sumaron a lo que hubieran sido las expectativas normales del experi
mentador para ser consistente con otras situaciones.
El casi total cumplimiento del contrato entre sujetos del Estadio 5 en los expe
rimentos de engaño, la casi total ruptura del contrato en el estudio McNamee y las
situaciones MLE y Milgram, se pueden explicar por el hecho de que tales sujetos
consideran el contrato y la confianza como las bases de todas las relaciones socia
les. Los contratos sobre los que se acuerda de forma libre se consideran válidos, a
no ser que se ponga en peligro el bienestar o los derecho de otros, una condición
presente en los casos McNamee, Milgram y MLE. Desde el punto de vista del Es
tadio 5, cuanto más confiado sea un contratante legítimo , más obligado y forzado
al honor debe de ser el individuo de principios.
Hasta ahora, hemos explicado por qué la obligación de mantener la promesa se
debilitaba, especialmente en estadios inferiores. No hemos explicado sin embargo,
por qué existía la fuerza alternativa para de hecho violar el contrato. La tentación
de engañar no es una fuerza instintiva absoluta sino que tiene una estructura cog
nitivo-evolutiva. Esto se hizo visible en la situación McNamee, en donde explicá
bamos que el fracaso en ayudar se debía no a un impulso egoísta sino a una cuasi-
obligación por estar de acuerdo con las expectativas del experimentador. En los
estudios de los engaños había también una cuasi-obligación «tentando» al sujeto
—la cuasi-obligación de actuar bien, o sacar una buena puntuación en el test. La
fuerza de esta cuasi-obligación parece explicar por qué en el experimento de
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 511
Krebs y Rosenwald se dieron más engaños en los test de los círculos y bloques
que en los de la casa y el arma de rayos, aunque las altas puntuaciones en los dos
últimos juegos hubieran sido recompensados con un premio.
El modelo monotónico de una decreciente falta de honradez de estadio a esta
dio, refuerza nuestra idea de que la acción moral incluye tanto un juicio de justicia
deóntica como un juicio de responsabilidad para llevar a cabo los actos justos. En
el estudio de Krebs y Rosenwald se hizo un contrato allí mismo, pero realizar el
contrato llevaba consigo un cumplimiento retardado. Los que no prosiguieron pen
saron que no eran responsables de completar el contrato, argumentando que proba
blemente otros no lo seguirían haciendo, de manera que daba lo mismo si un suje
to menos no devolvía el custionario al experimentador.
Resumen teórico
Basándose en estas ideas, Grim, Kohlberg y White (1968) recogieron una varie
dad de medidas de estabilidad de la atención, incluida una baja desviación estandard
del tiempo de reacción de apretar un botón en respuesta a una señal previa, variando
al azar el tiempo antes de la señal real para responder; un número de medidas de es
tabilidad autonómica, como la respuesta galvánica de la piel;y un número de tests de
honradez de Hartshome y May y clasificaciones de los profesores sobre conducta
moral. Utilizando el análisis del factor, descubrieron un único y primer factor que
corta en sección la estabilidad de la atención, la estabilidad autonómica o «afectiva»
y las diversas clasificaciones morales hechas por los profesores. Creyeron que este
factor era una «voluntad» o factor de control del ego, en la línea del pensamiento de
James y Piaget. La variable mejor o la más altamente intencionada sobre este factor
fue la estabilidad o desviación de bajo estandard de reacción, tanto por los de prime
ro como los de sexto grado (los dos grupos analizados). Había una importante dife
rencia en el factor único hallado por los dos grados. Para los de primer grado, los
tests de honradez de Hartshome y May no estaban significativamente intencionados
sobre este factor, aunque lo estaban para el primer factor que utilizaban los de sexto
grado. Grim, Kohlberg y White interpretaron esta discrepancia como una sugerencia
de que para los de primer grado el factor es un factor general de control de la con
ducta pero no un factor específicamente moral, en el sentido de inhibir la conducta
auto-interesada (ganar puntos haciendo trampas en un test) cuando no había autori
dades o sanciones. Para los de sexto grado, los tests de honradez de Hartshome y
May de manera significativa llevaban intención sobre el primer factor, haciendo su
poner a los autores que, para esa edad, los valores y juicios morales se habían desa
rrollado suficientemente para hacer del factor ego o control de la conducta un factor
que ellos sinceramente pensaban que representaba la voluntad moral.
La medida de baja desviación estandard del tiempo de reacción, fue utilizada
después por Krebs (1967), como se informa por Krebs y Kohlberg (en preparación),
para distinguir una «voluntad» o factor de «control del ego» de un factor del estadio
de juicio moral, puesto que cada uno podría contribuir a la conducta de engaño en
una variedad de tareas, incluida la del «arma de rayos» y los «círculos», descritos en
nuestra discusión anterior sobre los hallazgos de Hartshome y May. Además del fac
tor «voluntad» o variable del tiempo de reacción, se utilizó un segundo factor «de
control del ego», la inteligencia psicomotriz. Hartshome y May descubrieron que es
tas variables de «control del ego» se correlacionan con la honestidad en sus tests.
Los tests de persistencia y control motriz de la atención se correlacionaron desde
r = .03 a r = .36 con tests individuales de honradez. Las correlaciones entre el co
ciente intelectual y la resistencia al engaño oscilaban de r - . 18 a r = .49.
Krebs (1968) estableció grupos de cociente intelectual alto y bajo , y de alta y
baja graduación en la medida del tiempo de reacción de la atención. La extensión
del estadio de juicio moral para la muestra total iba desde el Estadio 1 al Estadio 5
(sistema de puntuación 1958). La muestra era de adolescentes, estudiantes de co
mienzos de escuela secundaria. Se preparó el estudio de cara a examinar la inte
racción entre el estadio de juicio moral y los controles del ego para determinar la
conducta honrada. Se esperaba que los controles del ego solo aumentarían la ac
514 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
N Engaño N Engaño
N Engaño N Engaño
Esperábamos que nuestros hallazgos con respecto al segundo control del ego,
la atención, fueran paralelos a los encontrados para el cociente intelectual. La Ta
bla 7.14 muestra los resultados.
Tal y como esperábamos, los sujetos preconvencionales que tenían una aten
ción alta era más probable que trampearan que los de baja atención. Estando me
nos distraídos en la tarea, los sujetos de atención alta preconvencionales fueron
más capaces de «seguir su objetivo» de trampear. Sin embargo, entre los sujetos
convencionales, no se encontraron las diferencias que se esperaban. Así pues, la
atención no parece que sea un control del ego tan fuerte o claramente entendido
como es el cociente intelectual.
Cuando combinamos las tres variables, juicio moral, cociente intelectual y aten
ción, podemos hacer predicciones poderosas sobre la incidencia del trampear. Como
muestra la Tabla 7.15, podemos identificar claramente las características de aquellos
sujetos que es casi seguro que trampeen, es decir, sujetos preconvencionales cuyos
dos controles del ego son altos, y sujetos convencionales cuyos controles de ego son
bajos. Como hemos indicado, se supone que las razones para trampear son muy dife
rentes en los dos casos. En el caso de los sujetos preconvencionales, los altos contro
les del ego les hizo armonizar suficientemente con la situación como para que pen
saran que podían trampear y salir airosos de ella. Al no tener ninguna razón para
abstenerse de trampear, lo hicieron.En el caso de los sujetos convencionales, supo
nemos que los bajos controles del ego aumentaron la tentación para trampear.
Hemos revisado varios estudios que analizan diferentes tipos de conducta moral
y hemos visto que todos ellos se pueden explicar por el mismo conjunto de factores.
Creemos que hay una evidencia clara de una conexión lineal entre el pensamiento
moral y la acción moral, e igualmente una clara evidencia para nuestro modelo ya
esbozado anteriormente. Sin embargo, otra postura que ve una menor congruencia
entre pensamiento y acción es la expresada por Brown y Herrnstein (1975). Aunque
simpatizan con la vía cognitivo-evolutiva, estos autores opinan que las situaciones
mencionadas aquí son o muy atípicas o se pueden explicar por otras consideraciones
no morales. Lo más importante de su argumento es lo siguiente:
Hemos considerado en extensión sólo aquellos casos en los que una de dos ac
ciones propuestas parecía moralmente superior a los sujetos en cualquier estadio de
razonamiento moral. Al tratar de explicar el hecho de que en los estudios de Asch,
Milgram, Latane y Darley, y Zimbardo, un importante porcentaje de sujetos no hizo
lo que presumiblemente pensó que debería de hacer, hemos hipotetizado una serie de
variables complicadas: el grado de preocupación moral personal; la asignación de la
responsabilidad moral; las discrepancias entre la moralidad de los actos descritos
verbalmente y de los mismos actos experimentados en una situación de autoridad y
los actos que se vuelven moralmente neutros cuando existe una evidencia de que na
die se preocupa. Creemos que todos estos factores pueden explicar los numerosos
casos conocidos en los que el razonamiento moral y la acción moral no concuer-
dan.»
Hasta ahora hemos demostrado que el juicio moral influye en la conducta mo
ral en condiciones experimentales mediante la definición de la situación según los
derechos y responsabilidades apropiadas al estadio moral de un individuo. La ten
dencia predominante era que las personas, a cada estadio más alto de razonamien
to moral, actuaban más consistentemente en la dirección de apoyar los derechos y
actuar responsablemente, y menos a menudo en la direción de apoyar lo que noso
tros llamábamos cuasi-obligaciones. Además, hallamos una mayor consistenia en
tre la elección deóntica de alguien y su acción en cada estadio más alto, una con
sistencia que creemos que está motivada por un juicio de responsabilidad. Fuera
del laboratorio, se debe de esperar que exista la misma relación.
Una situación fuera de laboratorio, el estudio MLE, se ha discutido ya. Otras
dos que se discutirán aquí son el asesinato en masa de My Lai y el escándalo Wa-
tergate. Son no sólo situaciones fuera de laboratorio, sino situaciones políticas en
el sentido de que están llevadas a cabo por un grupo de gente en relación con
otro.
La primera situación, que lo mismo que el experimento Milgram, lleva consigo
el preguntarse por la legitimidad de una autoridad, es la masacre de My Lai. Este
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 519
hecho tuvo lugar durante la guerra de Vietnam e incluía el asesinato, por parte de
tropas americanas, de veintidós civiles de un pueblo del que se sospechaba de mo
vimientos Vietcong. La defensa principal de los soldados era que ellos actuaban
según órdenes que previamente les habían sido dadas por sus superiores. Este he
cho encaja en la obscura prespectiva socio-psicológica de que las fuerzas de la si
tuación producen una conducta inmoral en las situaciones sociales del tipo Mil
gram. De hecho para casi todos los miembros de la compañía esto era cierto.
Todos excepto uno de los soldados presentes en My Lai, participaron en los asesi
natos en masa.
El 24 de noviembre de 1969, la cadena de televisión CBS mantuvo una entre
vista con Paul Meadlow, un soldado que admitió que tomó parte en la masacre de
civiles de My Lai. Meadlow (según su propio testimonio) siguiendo órdenes del
teniente Calley, había disparado varios polvorines de balas M-16 contra civiles
vietnamitas. El pensamiento de Meadlow, tal y como se reveló en la entrevista y
tras el testimonio del juicio de Calley, parece ser una mezcla de pensamiento mo
ral de Estadio 2 y 3. Por ejemplo, su idea de la autoridad parece preconvencional.
Se obedece a un oficial, no porque se respeta a la sociedad que él representa sino
más bien porque se desea evitar el castigo que podría resultar de la desobediencia.
Meadlow manifiesta:
«¿Por qué lo hice? Se supone que teníamos que obtener una compensación de
este pueblo por los hombres que habíamos perdido. Todos ellos eran simpatizantes
de Vietcong. Por aquel tiempo yo creía que estaba actuando correctamente porque,
como ya he dicho, yo perdí compañeros. Perdí a un buen compañero, Bobby Wil-
son» (Hammer, 1975, p. 159)
«Parecía como la cosa más natural en aquel entonces. Me estaba empezando a
sentir aliviado de lo que yo había visto allí... mis compañeros estaban siendo asesi
nados o heridos —no teníamos ninguna compensación, así que era simplemente eso,
una venganza.» (New York Times, 25 de noviembre de 1969).
«Después de una semana la compañía llegó al punto LZ. El teniente Calley orde
nó a Michael Bemhardt disparar contra una mujer que corría. Este, faltándole coraje,
corrió tras ella gritando: «Dong lay», que significa «Alto» en vietnamita, pero ella
escapó. (El decidió) «Yo dispararía y fallaría a propósito después de esto». (Hersh,
1975, p. 25)
El pensamiento de Bemhardt sobre los dilemas hipotéticos tipo, a los que res
pondió después de su vuelta a los Estados Unidos, fue predominantemente de Es
tadio 4B con algo de pensamiento postconvencional de Estadio 5.
He aquí algunos estrados de su respuesta al dilema de Heinz.
Según estas citas, vemos que Bemhardt se refiere a los derechos legales y mo
rales del farmacéutico así como a los de la esposa. Sin embargo, él interpreta los
derechos morales del farmacéutico en términos de equidad. Según el punto de vis
ta de Bernhardt, el farmacéutico también debería de reconocer el valor jerárquico
de la vida sobre la propiedad. Más aún, Bemhardt ve que toda vida humana es de
igual valor y úniversaliza la vida de la esposa a todos los seres humanos. El valor
de una persona «de la calle» es tan importante como el valor de la vida de alguien
cercano a ti. Dicho de otra manera, Bemhardt establece una prioridad sobre la vida
humana, pero es también capaz de ver que ia vida tiene valor independientemente
de las categorías sociales en las que un individuo cae. Este razonamiento satisface
los criterios para el subestadio B (jerarquía, universalidad y prescriptividad), al
menos al nivel de Estadio 4.
Es razonable creer que fue la actitud moral expresada anteriormente lo que
permitió a Bemhardt respetar la vida humana de todas las personas de My Lai,
fueran americanas o vietnamitas. Por el contrario, otros miembros de la compañía
de Bemhardt definían las vidas humanas como algo esencialmente diferente cuan
do las características sociales de estos seres humanos cambiaban. La incapacidad
de muchos soldados americanos de entender el lenguaje y las costrumbres de los
vietnamitas parece haberles llevado a definir a los vietnamitas como «menos hu
manos». Esto es dicho por Bemhardt en la siguiente declaración:
«Tiene que ver con la comunicación. Es uno de los aspectos de la humanidad y
esta gente (los vietnamitas) no parecían estar comunicándose con los hombres de mi
compañía. Como ya dije, uno de los aspectos de la humanidad es la capacidad de co
municarse, y como ellos perdieron esto, es como si dijéramos, bajaron un nivel en la
escala humana (no suficientemente humanos) y esto les hace mucho más fáciles de
liquidar. Pero para mí, yo puedo entender ahora que ellos estaban al mismo nivel de
humanidad que yo estaba por lo que a mí respectaba. Total, desde el primer instante
que yo les vi y vi cómo nuestros hombres reaccionaban ante los vietnamitas, allí
mismo y entonces decidí que no estaba bien.»
Un segundo aspecto de pensamiento del estadio más alto que Bemhardt mostró
sobre el dilema moral fue la idea de que la obediencia a la ley y a la autoridad
debe de ponerse a prueba de la conciencia.
«La ley es sólo la ley y muchas veces está mal. No es necesariamente justa sólo
porque es la ley, mi tipo de ciudadano se guiaría por su propia ley. Estas serían más
estrictas que en muchos de los casos que las leyes reales lo son. La gente debe de
guiarse por sus propios estandards, por su auto-disciplina.»
«Estaba yo contándole al capitán Franklin el caso de una anciana que fue dispa
rada. Yo no podía entender por qué fue disparada al no detenerse. Primero, ella está
en su propio país. Nunca descubrimos nada que indicase que ella fuera algo más que
lo que realmente parecía ser, una no combatiente. No era tampoco el caso de que hu
biéramos sido barridos por una anciana con un saco de pescado lleno de granadas.
Les dije que se le disparara a distancia. Dijeron que dispararla era una orden del ofi
cial de brigada. No podían pensar en una forma mejor de hacerla detenerse Yo hu
biera dicho que no. Yo no la hubiera hecho detenerse en absoluto. No hay nada que
necesite una excusa para vivir. Lo mismo se aplica al bombardeo del pueblo. Si hay
gente en el pueblo, no lo bombardees. Cuando pensé en disparar a gente, me dije a
mí mismo, «Bueno, voy a hacer mi propia guerra y que ellos hagan la suya», porque
sencillamente no estábamos de acuerdo en nada.»
Aunque hemos visto que la percepción que cada individuo tiene de una situa
ción moral en My Lai difería debido al estadio moral, las decisiones no se hicieron
sólo por los individuos que actuaron en solitario. Las decisiones morales de la vida
real, y especialmente en situaciones políticas tales como las que acabamos de dis
cutir aquí, son casi siempre un proceso de toma de decisión en grupo o una norma
de grupo. La acción moral individual es a menudo la función de estas normas o
procesos. Por ejemplo, en la masacre de My Lai, soldados americanos aislados
asesinaron a mujeres y niños civiles. Lo hicieron así en parte porque, como indivi
duos, estaban sujetos a una serie de obligaciones y cuasi-obligaciones que les per
mitían, al menos en parte, justificar lo que en otras circunstancias ellos mismos
podrían haber considerado una conducta inmoral. La razón de que estos soldados
fueran capaces de justificar acciones que ellos normalmente podrían no haber jus
tificado, es que My Lai fue esencialmente una acción de grupo, tomada en base a
normas de éste y a la autoridad jerárquica. La elección moral hecha por cada sol
dado individual que apretó el gatillo estaba dentro de un contexto institucional
más amplio del ejército y de los procedimientos de toma de decisión. Sus decisio
nes dependen en gran parte de una definición colectivamente compartida de la si
tuación y de lo que se debería de hacer con ella, en resumen, «la atmósfera moral»
del grupo.
EL ESCANDALO WATERGATE
«Veo ahora que la clave está en el efecto que el término «seguridad nacional» te
nía sobre mi juicio. Esas mismas palabras servían para bloquear mis análisis críticos,
sugerir que la seguridad nacional estaba siendo invocada incorrectamente, era invitar
a una confrontación con el patriotismo y la lealtad y por eso parecía ir más lejos del
marco, y en oposición a la realización leal de los deberes de mi departamento... la
definición misma de la seguridad nacional fue lo que hizo que el presidente persi
guiera su planeada línea de acción» (Krogh, 1974, p. 16).
«Si el hombre por naturaleza es un ser social, si estamos destinados a vivir y tra
bajar juntos, si nuestro objetivo es la libertad de cada uno a escoger lo mejor que
puede discernir, si perseguimos hacer lo que podamos para avanzar hacia la conse
cución de estas creencias, entonces los derechos de expresión, privacidad, dignidad
y otras libertades fundamentales de otros hombres tal y como la ley de derechos de
clara, deben de ser respetados tanto por personas del gobierno como por personas
privadas.» (Cox, 1974, p. 67).
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 527
Estadio Moral
Pregunta 2 3 4 .5 x2 tau
Estadio Moral
Pregunta 2 3 4 5 x2 tau
NOTA: Los números son porcentaje de sujetos en cada estadio que escogen la respuesta en
paréntesis. Estadio moral definido como el estadio más alto en el que el sujeto dio 25% de
sus respuestas sobre la entrevista de juicio moral.
Las preguntas 1, 2, 4, 5, 12-16 están abreviadas para la Tabla. Método de puntuación: pun
tuación de valor estandard de 1976.
a. p <.05
b. pc.OOl
FUENTE: Candee, 1976
CONCLUSIONES
hay castigo, o que un sujeto del Estadio 3 pueda engañar cuando otra gente agra
dable engaña. Implícita en la definición de «bueno» del Estadio 3 está la idea este
reotipada de «lo que la mayoría de la gente hace» y lo que «la mayoría de la gente
espera», lo cual es mucho más importante, al definir las condiciones de la situa
ción de engaño o no engaño, que lo es la variación en la intensidad de la declara
ción sobre el valor de la honradez.
La relación observada entre el estadio de juicio moral y la acción indica que a
menudo existe una relación entre la forma en que los sujetos definen los derechos
y deberes en situaciones hipotéticas verbales y las formas en las que los definen en
situaciones reales. Esa relación está dibujada en el modelo de juicio moral y ac
ción moral desarrollado anteriormente. Los lectores pueden remitirse a la Figura
7.2. El modelo cubre cuatro fases del proceso juicio-acción, una fase de interpreta
ción del problema moral, una fase de elección deóntica, y una fase de cum- pli-
miento que consta tanto de juicios morales como de destrezas no morales. Estas
fases son paralelas al modelo de cuatro componentes de Rest (Rest, 1983) y son
consistentes con el modelo del ser moral de Blasi (Blasi, 1980). Sin embargo, en
contraste con estos teóricos, nosotros hemos limitado nuestro modelo a las carac
terísticas cuya relación empírica con los estadios morales se han mostrado.
El modelo de la Figura 7.2 contiene cuatro determinantes morales, dos gene
rales y dos específicos. Los determinantes generales incluyen el estadio moral y
el subestadio moral. Los estadios y subestadios conducen también a determinan
tes que son más específicos de situaciones particulares. Estos son los juicios deón-
ticos (¿Qué está bien?) y los juicios de responsabilidad (¿Somos responsables de
actuar según lo que está bien?). Una revisión de estudios seleccionados apoya
nuestra propuesta de que, en situaciones donde hay acuerdo de conducta en el Es
tadio 5 (definido como el 75% de sujetos que tienen la misma conducta) existe
una relación monotónica entre esa conducta y los estadios de razonamiento mo
ral. A cada estadio más alto, una mayor proporción de sujetos realizaron la acción
del Estadio 5.
Desde el punto de vista de la elección deóntica, las situaciones morales se
agrupan en dos tipos. El primer tipo es consensual. Son estas las situaciones en las
que existe un amplio acuerdo de que una conducta, como el engaño, está mal. En
estas situaciones, ocurre que la relación monotónica es debida a que las personas,
en cada estadio más alto, hacen más a menudo el juicio de que son responsables de
llevar a cabo esa norma.
En el segundo tipo de situación no existe consenso general. Si en una de las si
tuaciones los sujetos del Estadio 5 tienden a estar de acuerdo sobre lo que está
bien, entonces encontramos un aumento monotónico de sujetos de estadios más
bajos que también están de acuerdo en que esa elección es correcta. Por consi
guiente, el modelo monotónico en casos como el MLE son debidos tanto a un au
mento en la probabilidad de que los sujetos a cada estadio más alto juzguen que
una acción dada está bien, como a la creciente probabilidad de que los sujetos en
cada nivel más alto juzguen que se sienten responsables de llevar a cabo la acción
correcta. También como se supuso, en aquellos estudios en los que pudimos medir
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 531
do cuando podemos decir que la conducta del Estadio 5 de retirarse del experi
mento Milgram, ayudar en el caso McNamee, devolver los cuestionarios de Krebs
y Rosenwald, permanecer honrado en los experimentos de engaño y ocupar un
edificio en Berkeley, son acciones morales.
Además de los determinantes morales de la acción dibujados en la Figura 7.2,
existe un componente no moral, los controles del ego tales como la atención, la in
teligencia y el retraso en la gratificación, que permiten que el sujeto lleve a cabo lo
que juzga que está bien. Los controles del ego, junto con los juicios de responsabi
lidad claramente morales y la obligación, constituyen una analogía psicológica
con lo que los filósofos-psicólogos han llamado voluntad moral.
Por último, debemos recordar al lector que no esperamos hallar una relación
entre estadio moral y acción moral en todas las situaciones. En las situaciones en
las que no existe acuerdo deóntico en el Estadio 5 o en donde los principios mora
les no llevan a una única «situación más moral», no esperamos encontrar una rela
ción monotónica entre estadio y acción. Si ninguna acción es claramente preferible
desde un punto de vista de principios, entonces no deberíamos esperar que el desa
rrollo del razonamiento moralmente principiado favoreciera crecientemente una
alternativa sobre la otra. Las situaciones de este tipo pueden incluir, por ejemplo,
permitir al Cuerpo de Preparación de Oficiales en Reserva (ROTC) la entrada al
campus universitario, o abortar. En estos casos, una consideración tanto de los de
rechos como del bienestar, no producen soluciones claras, en gran parte porque
existen desacuerdos sobre los hechos. Por el contrario, las situaciones en las que
se ha estudiado la conducta moral tienen una solución en términos de una máxima
consideración de los derechos y/o el bienestar de aquellos involucrados. Un méto
do específico de predecir qué situaciones serán de consenso y cuales no en el Esta
dio 5, está todavía por establecerse. Sin embargo, una vez que se sabe que los su
jetos del Estadio 5 están de acuerdo sobre una situación concreta, entonces se
encuentra una relación monotónica entre el estadio moral, el subestadio moral y la
conducta del Estadio 5.
Al centramos en los factores de juicio moral y voluntad al interpretar los estu
dios de la conducta moral, no hemos estado intentando explicar toda la variedad
de conductas moralmente relevántes. Es obvio que hay una gran multitud de varia
bles dentro de la situación social o en la personalidad del individuo que tienen in
fluencia sobre esas conductas. Tal y como apuntábamos en nuestra introducción
filosófica, el objetivo de este capítulo ha sido elaborar un modelo de las caracterís
ticas morales de la acción social que puedan definir un modelo de acción moral
que satisfaga algunos criterios filosóficos para una acción moralmente digna, y
que pueda ayudar a guiar las vías para una educación moral. El estudio de las va
riables no morales u «otras» variables que influyen en la conducta moral ha sido
de menor significación para nosotros. Según esto, nuestro modelo supone un éxito
en explicar una parte muy significativa de la variedad de conducta en los estudios
que hemos revisado.
Debe de hacerse una consideración más importante acerca de los estudios que
hemos revisado y sobre el modelo que hemos sugerido. Todos los estudios revisa
LA RELACION DEL JUICIO MORAL CON LA ACCION MORAL 533
dos han sido llevados a cabo en los Estados Unidos, de forma que los hallazgos no
pueden considerarse de universalidad de corte cultural. Una futura investigación
debería de dirigirse hacia algunos de los aspectos suscitados en este capítulo,
como la investigación intercultural de la que se informa en los Capítulos 8 y 9, que
estaba dirigida a ciertos aspectos respecto a la validez longitudinal y la universali
dad de los estadios de juicio moral. Es probable que el contenido de la elección
moral y la relación entre estructura de estadio y contenido, puedan variar de una
cultura a otra.
Sin embargo, deberíamos de esperar que el aumento monotónico en el juicio
de responsabilidad y las acciones resultantes en una creciente concordancia con la
elección deóntica, se dieran en las diferentes culturas. Una cierta evidencia, muy
limitada, en Finlandia, Israel y América, sugiere que hay un consenso del Estadio 5
en algunas culturas, en dilemas como el de Heinz. La idea de que existe cierto
contenido culturalmente universal de la acción justa requiere mucha mayor evi
dencia que la que hemos podido ofrecer en este capítulo.
CAPITULO 8
METODO*
Sujetos
* Parte de esta sección está tomada de Turiel y otros (1978). Véase esa fuente para más
detalles.
UNIVERSALIDAD CULTURAL DE LOS ESTADIOS DE JUICIO MORAL.. 537
1964 7 5 3 — —
1966 7 9 6 2 —
1970 — — 3 3 —
1976 — — — 9 5
venes y hombres jóvenes que habían vuelto hace poco de servir en el ejército tur
co. Estos sujetos representan a una sociedad bastante tradicional según los crite
rios utilizados por Lemer (1958) al hablar de la sociedad Turca. Los sujetos de las
ciudades eran de escuela elemental, escuela secundaria y universidad o trabajado
res jóvenes. Todos los sutos de ciudad analizados en el presente estudio, pertenecían
a una clase social media (a juzgar por la ocupación de los padres).
Las entrevistas tuvieron lugar en 1964, 1966, 1970 y 1976. En 1964 fueron
analizados veintitrés sujetos de pueblo en edades entre 10 y 17 años. En 1966,
quince de estos sujetos fueron examinados de nuevo y diez sujetos de pueblo y
veintiséis sujetos urbanos fueron añadidos a la muestra. En 1970 seis de los suje
tos de pueblo fueron estudiados de nuevo y se entrevistó a quince estudiantes uni
versitarios en edades entre 18 y 25 años.En 1976 nueve de los siete sujetos de pue
blo, y cinco de los sujetos de ciudad fueron reexaminados. Así pues, algunos de
los sujetos fueron entrevistados sólo una vez, mientras que otros fueron entrevista
dos dos, tres o cuatro veces. Todos los sujetos están incluidos en el estudio trans
versal. Sólo los entrevistados dos o más veces están incluidos en el estudio longi
tudinal. El número de sujetos de los estudios longitudinales y de corte seccional,
según edad y grupo social se presenta en las Tablas 8.1 y 8.2. Un cuadro completo
de la muestra longitudinal se ofrece en la Tabla 8.4.
Tabla 8.2. Número de sujetos en el estudio transversal por edad y grupo social
Edad
Pueblo 17 14 16 16 63
Ciudad 11 9 6 20 46
Cada sujeto tuvo una entrevista oral individual que comprendía (cada año)
los mismos seis dilemas morales hipotéticos y un conjunto estandard de pregun
tas de prueba. Estos dilemas eran versiones revisadas de las historias estandard
de Kohlberg adaptadas para hacerlas más apropiadas al entorno turco. Un ejem
plo de dilema se presenta en la Tabla 8.3. En 1964 y 1966 las entrevistas se hi
cieron a través de un intérprete. En 1970 y 1976 las entrevistas se realizaron por
el mismo estudiante graduado de habla turca que acudía a una universidad en
Estados Unidos y que había sido preparado en la técnica de entrevista de juicio
moral.
De cara a este estudio, todas las entrevistas se organizaron por dilemas, hechas
al azar por sujetos y año y luego puntuadas utilizando el nuevo manual de puntua
ción de la forma estandard (Colby y Kohlberg, 1984, en imprenta), que supone un
emparejamiento de los juicios de la entrevista con los criterios de juicio moral
orientados a un estadio, criterios organizados según el valor moral (dos valores
por dilema). La puntuación se dio por dilema, no por potrocolo. Así pues, un dile
ma fue puntuado por todos los sujetos, luego un segundo dilema y así sucesiva
mente. Los puntuadores desconocían la identidad, edad y grupo social de los que
respondían. Además del estadio moral, el juicio de criterio también indica el modo
de la justificación moral. Para cada sujeto, se computó el porcentaje de uso de
cada uno de los cinco estadios de juicio moral, como una función de todos los jui
cios puntuados. El sujeto entonces recibía una puntuación de estadio que podía ser
un estadio único (si sólo un estadio tenía más del 20% de sus juicios) o un estadio
mixto, indicando su estadio dominante y el estadio secundario (cuando más del
20% de sus juicios caían en este estadio).*
Treinta protocolos seleccionados al azar fueron puntuados por otro experto
examinador: para veintitrés protocolos (78%) hubo un completo acuerdo en la
puntuación del estadio, mientras que para siete protocolos hubo una discrepancia
en medio estadio (por ejemplo, 2(3) y 3(2)). En ningún caso hubo una gran discre
pancia. Para todos los protocolos hubo un acuerdo para el subestadio. La correla
ción entre la PMM (Puntuación de Madurez Moral) dada por dos examinadores
fue .83. La consistencia interna se calculó por los puntos recibidos por el indivi
duo en los seis dilemas. La figura alfa Cronbach obtenida fue .72.
* Originariamente se podía obtener una puntuación que indicaba una mezcla de más de
dos estadios que podían estar muy distanciados uno del otro, por ejemplo, 1(3)(5). Esto
nunca ocurrió en la muestra actual, en donde todos los sujetos estaban ó bien en un estadio
ó bien en una mezcla de dos estadios adyacentes.
UNIVERSALIDAD CULTURAL DE LOS ESTADIOS DE JUICIO MORAL.. 539
RESULTADOS
La Tabla 8.4 muestra los estadios y la PMM de los sujetos del estudio longitu
dinal en cada momento del test. Cada fila representa un sujeto. La tabla nos permi
te seguir el desarrollo del juicio moral de un individuo en dos, tres o cuatro mo-
540 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
mentos a la vez, donde la edad representada oscila entre los 10 y los 28 años. La
tabla muestra una clara secuencia de avance en juicio moral: de treinta y cinco
cambios, sólo cuatro, o el 11.4% va en contra de nuestra predicción, una distribu
ción cuya probabilidad de ocurrencia es sólo .001 (por test de signo, Siegel, 1956).
En ningún caso encontramos el salto de un estadio.
La Tabla 8.5 muestra la distribución de los sujetos en el estudio transversal se
gún el estadio, por edad y grupo social. Los sujetos con una puntuación mixta (por
ejemplo los que tenían más de 20% de sus respuestas en cada uno de dos estadios),
fueron combinados dentro de una categoría de estadio mixto, que no distingue en
tre estadio dominante y secundario (por ejemplo los Estadios 2(3) y 3(2) se dan
bajo la misma categoría de 2/3). La Tabla 8.6 presenta las medias y las desviacio
nes estandard de la PMM según la edad y el grupo social. Los datos de PMM fue
ron expuestos a análisis de variación por edad (cuatro grupos) y grupo social. Los
análisis mostraron un fuerte efecto de la edad, F (3, 101) = 48.1, y del grupo so
cial, F (1, 101) = 26.7, ambos significativos al nivel .001 y una interacción no sig
nificativa. Un análisis posterior (test t posthoc) reveló que todas las diferencias de
los grupos por edades en cada grupo social fueron significativas al nivel .05.
Un examen de las Tablas 8.5 y 8.6 apuntan hacia las siguientes sugerencias:
(1) Tanto en grupos de pueblo como de ciudad, los hallazgos del estudio transver
sal son consistentes con los del estudio longitudinal. Los resultados muestran un
avance secuencial con la edad a través de los estadios de juicio moral. La correla
ción entre PMM y edad es de .71 (N = 109). En ningún caso encontramos una re
gresión en la medida de PMM de un grupo con el avance en edad. (2) Los datos
muestran que el desarrollo de juicio moral continúa después de los 18 años tanto
en los sujetos de ciudad como en los de pueblo. Este resultado es similar a los ha
llazgos en Estados Unidos que muestran que el desarrollo moral continúa al menos
en la tercera década de la vida (Kohlberg, 1973a). Este resultado es de especial in
terés para la población de pueblo, a la luz de los siguientes puntos. (3) Encontra
mos que la proporción de desarrollo de juicio moral es más lenta en el pueblo que
en la ciudad, y que ésto es también cierto para nuestros sujetos más mayores. Las
diferencias entre sujetos de pueblo y de ciudad son estadísticamente significativas
para cada uno de los cuatro grupos de edades (la significación está al nivel .01 por
el test posthoc t en los cuatro casos). (4) No descubrimos ningún sujeto mayor de
15 años en la ciudad o de 18 en el pueblo dentro de un estadio preconvencional
puro (Estadios 1 y 2), aunque en el grupo de edad de los más mayores encontra
mos sujetos en un estadio mixto 2/3. (5) Entre los sujetos de pueblo hay una indi
cación de estabilización en el Estadio 3. Sólo dos de dieciséis (12.5%) del grupo
de más edad, muestran algún signo de desarrollo de Estadio 4, comparado con
nueve de veinte (45%) sujetos de ciudad de esta edad. La impresión de que los su
jetos de pueblo se estabilizaron en el Estadio 3 se fortalece por la tendencia apre
ciada en el punto 6. (6) La Tabla 8.4 muestra que en general los sujetos tienden a
mostrar un estadio mixto más que un estadio puro. Sin embargo, esta tendencia es
más débil después de los 18 años, especialmente en nuestros sujetos de pueblo.
Hasta los 18 años, sólo trece de setenta y tres (17.8%) están en un estadio puro
UNIVERSALIDAD CULTURAL DE LOS ESTADIOS DE JUICIO MORAL.. 541
(estadio puro indicando que sólo un estadio obtiene más del 20% de las puntuadas
respuestas del sujeto), mientras que después de esta edad encontramos que nueve
de dieciséis sujetos de pueblo (56.3%) y siete de veinte sujetos de ciudad (35%)
muestran respuestas de Estadio 3 puro. La diferencia entre el porcentaje de sujetos
de estadio puro en el grupo de edad entre 10-18 años y el grupo de más edad, es
estadísticamente significativa, x2 = 7.18, p <.01. La consistencia en el razona
miento moral de los sujetos más mayores, especialmente los de pueblo, sugiere
una tendencia a estabilizarse, al menos temporalmente, en este estadio de razona
miento. ¿Se da entonces el caso de que la gente de pueblo tiende a permanecer en
el Estadio 3, como ocurre con los sujetos de Kenia, según Edwards (1975)? No se
puede dar aquí una respuesta certera sin tener un seguimiento posterior de los su
jetos de pueblo.
Grupos de edades
Sujeto 10-11 años 12-13 años 14-15 años 16-17 años 18-19 años
Estadio PMM Estadio PMM Estadio PMM Estadio PMM Estadio PMM
Grupos de edades
Sujeto 20-21 años 22-23 años 24-25 años 26-28 años
Estadio PMM Estadio PMM Estadio PMM Estadio PMM
1 — — 2(3) 218 — — — —
2 — — 3 281 — — — —
3 — — 3 296 — — — —
4 — — — — 3 294 — —
6 — — — — — — 3(2) 283
7 — — 3 311 — — 4(3) 365
8 — — — — — — 3 261
16 4(3) 340 — — — — — —
17 4(3) 347 — — — — — —
18 2(3) 231 — — — — — —
19 4(3) 353 — — — — — —
20 — — 4(5) 434 — — — —
21 — — 3(4) 367 — — — —
22 — — — — — — 2(3) 241
23 3(2) 218 3 296 — — — —
Tabla 8.5. Número de sujetos en varios estadios por edad y grupo social
10-12 años:
Pueblo 1 12 3 1 17
Ciudad — 4 2 4 1 — — — 11
13-15 años:
Pueblo 5 3 6 14
Ciudad • — 1 — 8 — — — — 9
16-18 años:
Pueblo 2 2 12 16
Ciudad — — — 4 1 1 — — 6
+ 19 años:
Pueblo 5 9 2 16
Ciudad — — — 4 7 8 — 1 20
UNIVERSALIDAD CULTURAL DE LOS ESTADIOS DE JUICIO MORAL... 543
Tabla 8.6. Medias y desviación estandard para PMM por edad y grupo
Grupos de edades
Grupo social 10-12 años 13-15 años 16-18 años + 19 años
Pueblo:
M 167.05 202.6 228.7 279.3
DS 31.19 31.4 27.7 39.9
Ciudad:
M 206.7 243.3 274.8 312.6
DS 51.4 32.9 34.3 41.0
Valor t 2.549* 2.979* 3.266* 2.457*
* p <.01.
DISCUSION
INTRODUCCION
CUESTIONES A INVESTIGAR
Este estudio considera seis cuestiones específicas de investigación. Las tres pri
meras aplican indicadores psicológicos convencionales de fiabilidad y validez a mi
teoría. ¿Hasta qué punto es el desarrollo moral de los habitantes de kibbutz, según se
mide por mi modelo y método, como el de otras personas? Las otras tres aplican los
métodos antropológicos a mi teoría. ¿Hasta qué punto es el razonamiento moral de
los habitantes de kibbutz diferente del razonamiento de la gente de otras culturas?
Cuestiones evolutivas
Secuencia de estadio
El supuesto de la secuencia invariante de mi teoría del desarrollo moral debe
de apoyarse en los resultados combinados de los datos longitudinales puntuados a
ciegas. El cambio de estadio debe de ser secuencial y hacia arriba y las regresiones
de estadio no deben de encontrarse más allá de un nivel explicable por un error de
puntuación (confróntese Kurtines y Grief, 1974; Broughton, 1978b; Capítulo 5).
Totalidad estructural
La totalidad estructural es un criterio empírico crítico de la validez de la cons
trucción. La consistencia interna del modelo y medida se estableció previamente
por sujetos de los Estados Unidos, utilizando el manual de puntuación estandard
(Capítulo 5; Colby y Kohlberg, 1984, en imprenta). Una réplica de sus análisis so
bre los datos longitudinales del kibbutz deberían producir unos hallazgos similares.
Cuestiones culturales
que las diferencias sexuales en el nivel del desarrollo moral, no se espera que se
den entre sujetos de kibbutz. Es decir, aunque el aspecto de la diferencia sexual
dentro del juicio moral es un tema de debate muy actual (Gilligan, 1977, 1982),
diríamos que no se encontrarán diferencias sexuales, a no ser que los roles sexua
les culturalmente definidos, asignen diferentes derechos educativos y sociales a
hombres y a mujeres. Puesto que la ideología kibbutz acentúa la igualdad de los
roles sexuales, al menos de forma ideal, podríamos anticipar que no habrá diferen
cias sexuales en el desarrollo moral entre la gente de kibbutz.
METODO
Muestras
lilea por un grupo de hombres y mujeres judios jóvenes que habían crecido dentro
del Movimiento de Juventud de la Guardia Joven (Hashomer Hatzair).
El sistema educativo del kibbutz Ramat Yedidim es, en general, típico de la idea
de otros kibbutz dentro de la Federación Nacional de Kibbutz (Kibbutz Artzi), la Fe
deración más leal a la forma tradicional de estructurar el entorno de aprendizaje en un
kibbutz. Grupos pequeños de compañeros según la edad (kvutzot) viven juntos en sus
propias casas desde que son bebés hasta los dieciocho años, edad a la que se incorpo
ran al ejército. Cada uno de estos grupos tienen un nombre, que cumple las mismas
funciones de identificación que un apellido familiar en los Estados Unidos, aunque
también mantienen el apellido familiar. Cada grupo de niños tiene uno o más profeso
res a jomada completa que dirigen su educación, y tienen también un guardián (meta-
pelet) que es responsable de dirigir e introducir a los niños en la vida en comunidad y
trabajar en las actividades de la casa de los niños. Puesto que hasta cierto punto, los
compañeros son su familia y sus educadores son las figuras de los padres, existe una
unidad poco corriente en su experiencia tanto educativa como de trabajo y social. El
Kibbutz Ramat Yedidim, sin embargo, ha modificado un elemento de la forma tradi
cional de educar a los adolescentes en el movimiento kibbuz, en el sentido de que
ellos integran por completo dentro del sistema educativo de kibbutz a jóvenes nacidos
en ciudad. A casi todos estos jóvenes se les llama judios de Oriente Medio (sus pa
dres emigraron a Israel desde los países árabes) y provienen de entornos económica
mente inferiores. Un grupos de personas de 12 a 13 años, proveniente de Oriente Me
dio se integra al kibbutz a través de los servicios de la organización Juventud Aliyah
y se integra a un cuerpo paralelo de juventud nacida en kibbutz. Este nuevo cuerpo de
jóvenes nacidos en kibbutz y nacidos en ciudad se educan y viven juntos hasta su ma
durez temprana (compárese Snarey, 1982; Reimer, 1977; Kohlberg, 1971a).
Los noventa y dos adolescentes de este estudio están divididos en cuatro sub-
muestras, cada una de las cuales corresponde a un grupo de kibbutz. Cada sub
muestra de estudiantes educados en kibbutz comprende tanto a adolescentes naci
dos en kibbutz como a adolescentes nacidos en la ciudad. Los sujetos de las cuatro
submuestras estaban viviendo en el Kibbutz Ramat Yedidin,. con las dos excepcio
nes siguientes: la submuestra I estaba completada por sujetos nacidos en kibbutz
provenientes del Kibbutz F y con dos grupos de jóvenes nacidos en ciudad y edu
cados en ciudad; la submuestra II estaba completada por un grupo de jóvenes naci
dos en ciudad y educados en kibbutz provenientes del Kibbutz M.
Instrumento de investigación
Se utilizó la entrevista de juicio moral de Kohlberg, Forma A, para recoger los
datos longitudinales sobre el desarrollo moral. Los tres dilemas en Forma A son III,
el clásico dilema de Heinz sobre el conflicto de un marido entre aspectos de vida y
de ley; III’, el dilema Brown, del conflicto de un juez entre la conciencia y el casti
go; y I, el dilema de Joe, conflicto padre-hijo entre la autoridad y el contrato. Cada
dilema va seguido de una serie de nueve a doce preguntas estandard diseñadas para
aclarar las razones de «por qué» un sujeto ha emitido un juicio moral concreto.
UNIVERSALIDAD CULTURAL DE LOS ESTADIOS DEL JUICIO MORAL.. 551
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552 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Puntuación y análisis
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554 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Hallazgos y Análisis
Hallazgos evolutivos
Se van a combinar los hallazgos de las cuatro muestras, para evaluar el grado
en el que respaldan las tres cuestiones evolutivas respecto a los supuestos teóricos
básicos de mi modelo evolutivo y la fiabilidad del nuevo método de puntuación.
Los resultados se compararán también con los hallazgos de dos previos estudios
longitudinales del desarrollo moral —uno en Estados Unidos y otro en Turquía—
que han utilizado el manual de puntuación estandartizada.
ma A era de 19%. Informé también que las regresiones longitudinales en los Es
tados Unidos eran 5% para la entrevista en Forma A utilizando la escala de nue
ve puntos, y 7% utilizando la escala de trece puntos, y así concluimos que pues
to que los cambios test-retest son bastante más del doble que los cambios
longitudinales, parece razonable atribuir las violaciones de la secuencia longitu
dinal a un error de medición. Se podría añadir, desde luego, que algunas de las
no revocaciones podrían ser también debidas a un error de medición, pero pare
ce razonable también concluir que los supuestos respecto a la secuencia evoluti
va y las regresiones, están respaldados por los hallazgos del kibbutz, puesto que
el porcentaje de violaciones de la secuencia longitudinal en este estudio longitu
dinal de kibbutz era casi idéntico al hallado en el estudio longitudinal de Estados
Unidos. Esta conclusión está también respaldada por el hecho de que en ningún
caso ningún sujeto longitudinal se saltó un estadio. Cada sujeto alcanzó su esta
dio más alto en el momento de la última entrevista, pasando por cada uno de los
precedentes estadios intermedios entre las puntuaciones de estadio de la primera
y la última entrevista.
Totalidad estructural
He sugerido que además de la secuencia invariante, el criterio empírico más
crítico de la validez constructiva es la «totalidad estructural», o la consistencia
interna. Esto se refiere a la generalidad del uso del estadio a través de aspectos y
dilemas morales dentro de la entrevista. Si se entiende que los estadios son tota
lidades estructurales, el estadio de un sujeto debería de ser consistente con va
rios dilemas y aspectos morales. Se hicieron una serie de análisis para evaluar
esto.
Un indicativo de que un estadio forma una totalidad estructurada, sería el gra
do en el que un individuo en concreto razonase en el mismo estadio o dos estadios
adyacentes en cualquier momento de la entrevista. Las ciento sesenta entrevistas
ofrecidas en la Tabla 9.3, indican que en 150 de los casos (94%) todo el razona
miento estaba en un estadio principal o en dos estadios adyacentes, y 10 de las en
trevistas (6%) incluían un razonamiento en tres estadios adyacentes. En ningún
caso hubo ningún sujeto razonando en estadios no adyacentes. Las entrevistas que
muestran un razonamiento en tres estadios adyacentes se identificaron que utiliza
ban un 10% de límite de error (véase Colby y Kohlberg, 1984, en imprenta). El
6% que muestra el uso de tres estadios descubierto en este estudio longitudinal, es
comparable al estudio longitudinal de Estados Unidos, en el que el 9% de las en
trevistas mostraban un razonamiento en tres estadios adyacentes.
Otro procedimiento para evaluar la totalidad estructural, consiste en examinar
las correlaciones entre las puntuaciones de estadio para cada uno de los seis aspec
tos que forman la puntuación total de la entrevista. Una correlación matriz para la
muestra completa se presenta en la Tabla 9.5. Las correlaciones, en total consis
tencia con mis supuestos, fueron todas positivas, significativas y ligeramente altas
(.74 a .42).
556 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
55-2 3 300
55-4 3 300
56-2 3 311
56-4 3 300
57-2 3/4 340
57-4 3* 300
58-2 2/3 250
58-4 3 282
59-2 3 307
59-4 3/4 338
60-2 2/3 250
60-4 3 300
61-2 3 300
61-4 3 300
62-2 3 300
62-4 3 310
63-2 3 300
63-4 3 318
64-2 3 300
64-4 3 311
* Los huecos en los números de la identidad del sujeto se refieren a sujetos de corte seccional
que no han sido incluidos en este informe longitudinal.
x indica una inversión de la puntuación de estadio.
b significa 10% o más del uso de un tercer estadio.
Progresión de estadio
2 a 2/3 1
2 a 3 1
2/3 a 3 13
2/3 a 3/4 12
2/3 a 4 1
3 a 3/4 23
3 a 4 8
3/4 a 4 1
3/4 a 4/5 3 65,6%
Regresión de estadio
3 a 2/3 3
3/4 a 3 3. 6,3%
Total 96 100 ,%
UNIVERSALIDAD CULTURAL DE LOS ESTADIOS DEL JUICIO MORAL.. 561
el grupo de 18-19 años, a cuya edad el 14.3% de este grupo obtuvo la puntuación
de Estadio 4. El Estadio 4/5 también aparece por primera vez en el grupo 18-19
años de edad, pero no es corriente hasta el grupo de 24-26 años. Los estadios 4/5 y
5 parecen pues confirmarse como estadios de madurez y no de adolescencia.
En resumen, la media de puntuaciones de madurez moral aumentó de forma
gradual y consistente de 278 a los 12 años a 377 a los 24-26 años. Un análisis de
la regresión indicó que la edad explica el 40% del desacuerdo en las puntuaciones
de la madurez moral.
Como indica la Tabla 9.6, las normas de edad israelíes se comparan bastante
favorablemente con los hallazgos de los dos estudios longitudinales previos que
han utilizado el sistema de puntuación estandartizado. Colby y yo descubrimos
que las puntuaciones sobre la entrevista en Forma A en los Estados Unidos, oscila
ban del Estadio 1 al Estadio 4/5 entre los 10 y los 26 años, y Nisan y yo también
descubrimos que en Turquía las puntuaciones oscilaban del Estadio 1 al Estadio
4/5 entre los 10 y los 28 años; las puntuaciones israelíes son de alguna manera si
milares; oscilaban del Estadio 2 al Estadio 4/5 entre los 12 y los 26 años, pero no
había puntuación en los Estadio 1 o 1/2. Las puntuaciones de estadio medio de
kibbutz en todas la edades eran consistentemente más altas que las puntuaciones
de estadio medio en los Estados Unidos o en Turquía. Por ejemplo, el Estadio 2/3
desapareció en el kibbutz para los 16 años, mientras que continuaba dándose hasta
los 24 en Estados Unidos y hasta los 26 en Turquía. Por otro lado el Estadio global
4/5 se dio por primera vez en la muestra kibbutz a los 18 años, pero en los Estados
Unidos el Estadio 4/5 se presentó por primera vez a los 24 años; el único sujeto de
la muestra de Turquía que puntuó en Estadio 4/5 tenía 23 años.
Otra dimensión de la relación entre edad y estadio, es la estabilidad de las diferen
cias individuales, es decir, la relación entre la puntuación de un sujeto a una edad con
la puntuación del mismo sujeto a una edad posterior. De esta forma, se examinaron
las correlaciones entre la puntuación de madurez moral para las diferentes edades.
Las correlaciones fueron positivas, pero no siempre altas o significativas: La correla
ción más alta fue entre la puntuación a los 15-17 años y la puntuación a la edad 18-19
(.75 p <.05), pero las puntuaciones a los 13-14 años fueron los mejores predictores de
la puntuación en la adolescencia tardía y en la madurez temprana, (.48 con puntuacio
nes a la edad de 15-17, .49 con puntuación a los 18-19 años y .56 con puntos a las
edades de 20-23). El estudio longitudinal de Kohlberg y Colby realizado en Estadios
Unidos descubrió también que las puntuaciones a las edades de 13-14 años eran me
jores predictores de estadios posteriores, posiblemente porque esta edad representa un
periodo de estabilización después de entrar en la adolescencia. Las puntuaciones a los
12 años pueden ser predictores pobres, porque algunos individuos que alcanzarán las
operaciones formales dentro del desarrollo cognitivo, no lo han hecho todavía y el de
sarrollo cognitivo es un prerrequisito necesario para el desarrollo moral. Las correla
ciones entre las puntuaciones a la edad de 13-14 años con los estadios posteriores (co
rrelaciones sobre las cuales informamos Colby y yo mismo), fueron en general más
altas que lo que se descubrió en el presente estudio: .70 con puntos en edades 16-18,
.46 a los 20-22, .70 a los 24-26 y .67 a los 28-30 años.
UNIVERSALIDAD CULTURAL DE LOS ESTADIOS DEL JUICIO MORAL... 563
Hallazgos culturales
Los hallazgos sobre los que informamos en la sección anterior, apoyaban los
supuestos evolutivos subyacentes a la teoría del desarrollo moral de Kohlberg.
Aunque estos datos han prestado apoyo a argumentos a favor de la universalidad
intercultural de mi modelo, así como a mi método de estudiar el juicio moral, no
han respondido a la singularidad intercultural del razonamiento moral entre gente
de kibbutz. Esta sección se va a centrar en el contenido cultural del razonamiento
moral y en las formas en las que las características culturales del razonamiento
moral kibbutz pueden ser únicas.
moral (1977, 1982). La Tabla 9.7 presenta una tabulación cruzada de sexos por es
tadio global para todos los cuerpos que comprendían tanto sujetos masculinos
como femeninos (es decir, las muestras 2, 3 y 4). La asociación entre sexo y pun
tuación de estadio moral es débil (V de Cramer = .19) y no significativa (X2= 4.65,
d f = 3 , p = NS).
La relación entre el sexo y los estadios morales específicos se puede examinar
considerando el porcentaje de razonamiento en cada estadio por hombres y mujeres.
Esta información se presenta en la Tabla 9.8. El sexo y el uso de estadio están interta-
bulados para cada estadio. La fuerza de la asociación entre el sexo y el porcentaje que
utiliza un estadio particular es siempre débil (V oscilando de .16 a .25), y los sexos no
difieren significativamente en los porcentajes con que usan cualquiera de los estadios.
En resumen, no había diferencias signficativas en cuanto al sexo en el razona
miento moral de sujetos masculinos y femeninos. El control por antecedentes cul
turales, uso de estadio, y tiempo de entrevista tampoco revelaron ninguna diferen
cia significativa.
Tabla 9.7. Tabulación cruzada de sexos por la puntuación del estadio global
Hombres n 21 25 25 7 78
% 26,9 32,0 32,0 8,9
Mujeres n 9 25 20 2 56
% 16,0 44,6 35,7 3,5
Estadio uno
Hombres n 76 2 0 0 0
% 97.4 2.5
Mujeres n 54 2 0 0 0
% 96.4 3.5 NS
Estadio dos
Hombres n 47 11 15 4 1
% 60.2 14.1 19.2 5.1 1.2
Mujeres n 40 7 5 4 0
% 71.4 12.5 8.9 7.1 NS
Estadio tres
Hombres n 2 6 11 34 25
% 2.5 7.6 14.1 43.5 32.0
Mujeres n 1 2 8 19 26
% 1.7 3.5 14.2 33.9 46.4 NS
Estadio cuatro
Hombres n 31 15 17 9 6
% 39.7 19.2 21.7 11.5 7.6
Mujeres n 21 14 8 13 0
% 37.5 25.0 14.2 23.2 NS
Estadio cinco
Hombres n 74 4 0 0 0
% 94.8 5.1
Mujeres n 52 3 1 0 0
% 92.8 5.3 1.7 NS
NOTA: N = 134; n hombres = 78, n mujeres = 56. Los porcentajes se refieren a las filas
pudieron entender como juicios de estadio más alto desde una perspectiva de la
comunidad kibutz.Para ilustrar esta tesis, se da el siguiente ejemplo de una entre
vista con una mujer de 19 años:
P. ¿Va contra la ley que M oshe robe la medicación? ¿Eso lo hace moralmente
malo?
R. Estará contra la ley formal, será ilegal pero no está contra la ley moral. Otra vez,
si estuviéramos en una sociedad utópica mi jerarquía de valores y la jerarquía de
otros tras un consenso, se actualizaría.
P. ¿Cuáles son esos valores?
R. ¡El socialismo! Pero no me hagas explicarlo.
P. ¿Qué está mal en una sociedad no socialista que la hace injusta?
R. En una utopía habrá todas las cosas en las que yo creo. No habría robo, asesinato
y todo el mundo sería igual. En esta sociedad, el mayor valor, el valor de la vida,
se mantiene perfectamente. Devaluar la vida está prohibido. Es como nuestro
sueño, nuestro ideal. En un sentido es ridículo puesto que esta utopía no se va a
conseguir nunca, desde luego. Puedes observarlo en los niños de preescolar;
ellos son muy crueles y desagradables entre sí.
P. ¿Debería la gente hacer todo lo que puede por obedecer la ley en un mundo im
perfecto?
R. Sí, a no ser que hiera o ponga en peligro otro valor importante. Pero hablando en
general, la gente debería obedecer la ley. La ley se hizo para proteger del robo,
del asesinato y de otros usos injustos del poder. Creo que todos tienen derecho al
auto-progreso y a alcanzar la felicidad. La gente no es igual genéticamente y no
es justo que uno que sea físicamente más fuerte alcance la felicidad a través de
cualquier medio y a expensas de uno que es más débil, porque el derecho a la fe
licidad es un derecho humano básico de cada persona y es igual para todos. Una
sociedad no kibbutziana basada en el poder niega el derecho y la posibilidad de
los que son más débiles para alcanzar su felicidad.
P. ¿La gente que quebranta la ley debería ser castigada?
R. Desde el punto de vista de la sociedad, sí, pero es demasiado general. Uno tiene
que tener en cuenta ambas partes de lo que significa la ley de la conciencia tras
la ley legal formal. Es un ciclo infinito entre estas cosas... es una paradoja por
que a veces tienes que quebrantar la ley formal que se creó para proteger la ley
tras la ley.
CONCLUSION RESUMIDA
Algunas partes de este apéndice están adaptadas del manuscrito sin publicar (1983) de
C. Levine y E. De Vos, «The Form-Content Distinción and Kohlberg’s Theory o f Moral
Development.» Este apéndice es una revisión del apéndice del Volumen I que aparece en
este volumen como Tabla 2.1 en el Capítulo 2.
572 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
En el Estadio 1 las normas son reglas concretas que no están identificadas con
la perspectiva psicológica o las expectativas de ningún individuo, incluido uno
mismo. Las normas son, en cambio, categorías de conducta buena y mala. Estas
categorías definen tipos de acciones y tipos de personas (por ejemplo, ladrones,
buenos hijos, personas importantes etc). La igualdad en el Estadio 1 es una noción
de distribución por estricta igualación a aquellos que están clasificados dentro de
cualquier categoría de actor o persona. La distribución desigual puede ser acepta
ble hacia personas de una menor categoría. La reciprocidad es una noción de «in
tercambio» de bienes o acciones sin tener eí) cuenta la valoración psicológica de
los bienes o acciones por uno mismo o el otro. Este intercambio está equilibrado
en términos de la idea de «lo mismo píór lo mismo» (por ejemplo, los esquimales
matan focas, así que las focas deberían de matar esquimales). Las operaciones de
equidad y toma de rol prescriptiva están ausentes en el Estadio 1 a causa de la na
turaleza egocéntrica y heterónoma de este estadio de razonamiento. Finalmente, en
LOS SEIS ESTADIOS DEL RAZONAMIENTO MORAL 575
las consecuencias negativas para uno mismo. El supuesto de que el otro está tam
bién operando desde este punto de vista, lleva a un énfasis en el intercambio ins
trumental como un mecanismo a través del cual los individuos pueden coordinar
sus acciones en beneficio mutuo. Así pues, no se aprecia ya el realismo moral del
Estadio 1. Una importante limitación del Estadio 2 es que fracasa en ofrecer un
medio para decidir entre reclamaciones conflictivas, encargando o fijando priori
dades sobre las necesidades e intereses en conflicto.
En este juicio la relación recíproca entre trabajar por dinero y ser capaz de gas
tarlo, se ve que se aplica lo mismo al padre que al hijo.
La justicia correctiva en el Estadio 2 puede involucrar la referencia a necesida
des o intenciones individuales como la base para la equidad. «El doctor no debería
de ser condenado a muerte por matar a la mujer por misericordia, porque ella que
ría morir y él simplemente trataba de quitarle el dolor». Esto significa el comienzo
de un reconocimiento de que una persona puede ver el punto de vista de otra y, en
respuesta, modificar su propia acción. Otro ejemplo es el siguiente: «El juez no
debería castigar al médico, porque el juez pensaría que si él fuera el enfermo, que
rría que el médico lo matara también».
La justicia conmutativa en el Estadio 2 se basa en el intercambio instrumental
que sirve para coordinar de forma simple las necesidades e intereses de los indivi
duos. Por ejemplo, parece importante mantener la promesa para asegurar que otros
te las mantengan a ti y hagan cosas agradables por ti, o es importante para evitar
ponerles furiosos.
rol bueno, altruista o prosocial y en los buenos o malos motivos, como indicativo
de la moralidad personal general. Este reconocimiento de la importancia de los
motivos distingue también las normas del Estadio 3 de las reglas del Estadio 1.
Como resultado de una perspectiva socialmente compartida, el individuo en el Es
tadio 3 está particularmente preocupado por mantener la aprobación social y la
confianza personal.
Las operaciones de justicia del Estadio 3 se presentan muy claramente en la re
gla de oro de toma de rol —Haz a otros lo que te gustaría que otros te hicieran.
Lógicamente, esto requiere la coordinación de las operaciones inversas y recípro
cas. Requiere una operación de segundo orden por la que un intercambio recíproco
del Estadio 2, está sujeto a evaluación por referencia a una norma compartida, en
contraste con la cual se puede juzgar su justicia. Es decir, los intercambios recí
procos no son necesariamente justos, sino que deben de afirmarse o negarse en re
lación a estandards de conducta moralmente buena, que se mantienen fuera del in-
tercambio recíproco.
P. ¿Por qué?
R. Lo hizo por afecto... que es lo que la mayoría de los humanos harían.
uno se definen por estandards de la sociedad de tal manera que cada uno cuenta
como un ciudadano. Por ejemplo, se razona que «debes obedecer la ley incluso si
no estás de acuerdo con ella, porque una ley está hecha por la mayoría de la gente
y tú tienes que considerar lo que es bueno para la mayoría». Ejemplos de la ope
ración de equidad en el Estadio 4 se pueden observar en las siguientes respuestas:
«El juez debería de ser clemente con Heinz para demostrar que la ley puede ser
justa o humana». Dicho de otra forma, la equidad en este estadio hace excepcio
nes a la aplicación general de las normas en base a la idea de que los estandards
sociales pueden no ser suficientemente sensibles a tener en cuenta ciertas circuns
tancias o necesidades del individuo. Esta operación de equidad es diferente de la
idea del Estadio 3, en el sentido de que es el sistema y no otra cosa específica lo
que se reconoce que es el agente responsable para hacer excepciones. La opera
ción de reciprocidad en este estadio se articula como una «norma de reciproci
dad» que une al individuo con la colectividad. Existe un sentido del deber, de la
obligación o la deuda con la sociedad contraído por los beneficios recibidos al vi
vir o ser miembro de las instituciones de la sociedad. Tal idea se expresa en la si
guiente respuesta al Dilema III: «El farmacéutico debería de haber utilizado su
invento para beneficio de la sociedad», y «es importante salvar la vida de otro
porque la gente debe de tener cierto sentido de la responsabilidad hacia otras per
sonas en atención a la sociedad». La operación de toma de rol prescriptiva en el
Estadio 4 alcanza una perspectiva equilibrada entre' las acciones individuales y
los estandards de la sociedad, una idea expresada en la siguiente respuesta:
«Heinz debería de robar la medicación, pero debería de saber también que está
mal a los ojos de la sociedad y que tendrá que estar dispuesto a aceptar las conse
cuencias». Finalmente, en este nivel la operación de universabilidad crea la idea
de limitar la desviación por respeto al mantenimiento de las actitudes universali-
zadas de un respeto a la ley y la integridad de la organización social. Esta idea se
expresa en la siguiente respuesta: «Hay que obedecer a la ley porque el respeto a
la ley se destruye si los ciudadanos creen que la pueden quebrantar simplemente
porque no están de acuerdo con ella». La justicia distributiva del Estadio 4 se
basa en el uso coordinado de las tres operaciones de justicia. Sin embargo, en el
Estadio 4 estas operaciones se modifican por un interés por la imparcialidad, un
respeto a las instituciones sociales (tales como los sistemas de autoridad y propie
dad privada), y las consideraciones de mérito social y contribución a la sociedad.
Generalmente, el mantener el respeto a los derechos de propiedad como una de
volución al esfuerzo invertido, se considera que es básico para la organización
social. Por otro lado, los derechos de propiedad pueden también considerarse
como dependientes de la demostración de la responsabilidad social. Esto se ilus
tra por la siguiente respuesta al Dilema III:
P. ¿Tenía el farmacéutico derecho a cobrar tanto?
R. No, el sacar tanto provecho es ignorar su responsabilidad hacia las personas.
sido definidos por nosotros como personas, por acuerdos a los que hemos llega
do a través de alguna clase de proceso social, y de esa manera puedo estar ale
jándome del concepto....
Oro. No es sólo Heinz quien toma el punto de vista de la persona que muere, del
farmacéutico y de sí mismo, sino que haciéndolo así cada persona (el farmacéuti
co, la persona que muere) se supone que toma el punto de vista del otro exponien
do su interés y modificándolo. Una tercera formalización se expresa a través del
énfasis en el diálogo, como en lo que Habermas llama una situación de comunica
ción ideal, el equivalente al diálogo interno descrito por Kohlberg. Una cuarta,
formalización utilitaria hecha por Harsanyi, es la de considerar las preferencias
bajo la condición de tener una igual probabilidad de ser cualquiera de los involu
crados en una situación o una sociedad. Esto se manifiesta en respuesta a un dile
ma mediante la consideración del punto de vista de cada persona involucrada y
equilibrando esos puntos de vista. También se manifiesta en las declaraciones ex
plícitas de la valía, dignidad o igualdad de cada ser humano, es decir, expresando
la actitud de respeto o cuidado por las personas como fines en sí mismas, no sólo
como medios para alcanzar otros valores, por muy deseables que sean, tales como
el bien de la sociedad o la supervivencia y el desarrollo humanos. Igualmente se
manifiesta en el uso del criterio de universabilidad, es decir, ¿me gustaría que al
guien en mi lugar (o en el de Heinz) escogiera la forma que yo he escogido?.Y en
cuarto lugar se manifiesta en el uso de uno o más principios generales para tomar
una decisión. Los principios generales son diferentes tanto de las reglas como de
los derechos, primero en ser prescripciones positivas más que proscripciones ne
gativas (no matar, no robar ni engañar), y segundo en que se aplican a todas las
personas y situaciones. El respeto a la dignidad humana puede implicar a veces el
quebrantar las reglas o violar los derechos socialmente reconocidos (robar la me
dicación, dar una dosis mortal de morfina a petición de una moribunda con dolor).
Los principios generales en el Estadio 6 pueden ser uno o varios. Los principios
únicos incluyen el principio de la justicia o respeto por la personalidad o dignidad
humanas y el principio de utilidad o benevolencia, es decir, actuar como para ma-
ximizar el bienestar de todos los individuos, la actitud de cuidado humano univer
sal ó ágape. Los múltiples principios de justicia incluyen el principio de la máxi
ma calidad de vida para cada uno, la máxima libertad compatible con la libertad
de otros, la equidad o justicia en la distribución de los bienes y el respeto. Estos
principios se pueden expresar bien en términos del lenguaje de los derechos huma
nos (y deberes recíprocos) o bien en el lenguaje de cuidados y responsabilidad ha
cia los «hermanos y hermanas» humanos.
Operaciones y principios
Form a A
Dilema III: En Europa, una mujer estaba a punto de morir de un tipo de cáncer
muy raro. Había una medicación que los médicos pensaron que la podría salvar.
Era una forma de radio que un farmacéutico de la misma ciudad había descubierto
recientemente. La medicina era cara de producir pero el farmacéutico cobraba diez
veces más de lo que a él le había costado elaborarla. El pagó 400 dólares por el ra
dio y cobraba 4000 por una pequeña dosis. El marido de la enferma", Heinz, acudió
a todo el que conocía para pedir dinero prestado, e intentó todos, los medios lega
les pero sólo pudo conseguir unos 2000 dólares, que es justamente la mitad de lo
que costaba. Heinz le dijo al farmacéutico que su mujer se estaba muriendo y le
pidió que le vendiera el medicamento más barato o que se lo dejara pagar más
adelante. Pero el farmacéutico dijo: «No, yo descubrí la medicación y voy a sacar
dinero de ella.» Así pues, habiendo intentado todos los medios legales, Heinz se
desespera y considera el entrar por la fuerza en la tienda del hombre para robar la
medicación para su esposa.
(Las preguntas 1 y 2 del Dilema IIV son optativas. Si escoge no utilizarlas, lea
el Dilema III’ y su continuación y comience con la pregunta 3)
*8. ¿Qué significa la palabra conciencia para ti? Si fueras el Doctor Jeffer
son, ¿cómo influiría la conciencia en tu decisión?
*9. El Doctor Jefferson tiene que tomar una decisión moral. ¿Debería una
decisión moral basarse en los sentimientos o en el razonamiento sobre lo
correcto y lo incorrecto?
*10. ¿Es el problema del Doctor Jefferson un problema moral? ¿Por qué o
por qué no?
*10a. En general, ¿qué es lo que hace de algo un problema moral, o qué signi
fica para ti la palabra moralidad!
*11. Si el Doctor Jefferson va a decidir qué hacer pensando en lo que está
bien, debe de haber alguna respuesta, alguna solución correcta. ¿Existe
alguna solución correcta a los problemas morales como el del Doctor
Jefferson, o cuando la gente no está de acuerdo, es la opinión de todo el
mundo igualmente correcta? ¿Por qué?
*12. ¿Cómo sabes cuando has llegado a una buena decisión moral? ¿Existe
una forma de pensar o un método por el que se puede llegar a una deci
sión buena o adecuada?
*13. La mayoría de la gente cree que pensar y razonar en el campo científico
puede conducir a una respuesta correcta. "¿Es verdad que ocurre lo mis
mo con las decisiones morales, o son diferentes?
Dilema II: Judy era una chica de doce años. Su madre le prometió que podría ir a
un concierto especial de rock que tenía lugar en su ciudad si es que ella ahorraba cui
dando niños y parte del dinero de la comida, para comprar una entrada para el con
cierto. Se las arregló para ahorrar los 15 dólares que costaba la entrada más otros 5
dólares extra. Pero entonces su madre cambió de idea y dijo a Judy que tenía que gas
tar el dinero en ropa nueva para la escuela. Judy se desilusionó y decidió ir al concier
to de cualquier forma. Compró una entrada y dijo a su madre que sólo había podido
ahorrar 5 dólares. Aquél sábado se fue al concierto y dijo a su madre que había estado
pasando el día con una amiga. Pasó una semana sin que su madre descubriera nada.
Judy entonces dijo a su hermana mayor, Louise, que había estado en el concierto y
había mentido a su madre. Louise duda si decir a su madre lo que Judy hizo.
1. ¿Debe la hermana mayor, Louise, decir a la madre que Judy mintió so
bre el dinero o debe de callar?
la. ¿Porqué?
*2. Pencándoselo, Louise recapacita sobre el hecho de que Judy es su her
mana. ¿Supone eso alguna diferencia en la decisión de Louise?
*2a. ¿Por qué o por qué no?
*3. (La siguiente pregunta está diseñada para sonsacar el tipo moral del su
jeto y se la considera optativa). El hecho de decirlo ¿tiene algo que ver
con ser una buena hermana?
*3a. ¿Por qué o por qué no?
*4. ¿Es importante en esta situación el hecho de que Judy ganara su propio
dinero?
596 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
(La siguiente pregunta está diseñada para sonsacar la orientación del sujeto y
se la considera optativa.)
Form a C
El juicio moral del niño de Jean Piaget (1932, 1965), definía los estadios mora
les no en el sentido estricto estructural o la forma de «estadio duro» de nuestro
método de puntuación estandard, sino según una vía tipológica ideal, una vía tam
bién utilizada en mi definición original (Kohlberg, 1958) de los estadios morales.
En la vía tipológica ideal, se supone que un conjunto de temas de contenido esco
gidos, permanecen unidos por una estructura subyacente, postulada pero no obser
vable, que hace que un elemento de contenido sea compatible con los otros. Los
dos tipos ideales que Piaget definió eran los tipos heterónomo y autónomo. Si
guiendo a Kant y, en parte, a Durkheim, Piaget consideró la moralidad como un
respeto a las reglas y finalmente a las personas que originan las reglas. Para Piaget
había dos tipos de respeto y dos correspondientes tipos morales. El primer tipo era
el del respeto unilateral hacia los padres u otras autoridades y las reglas que ellos
prescribían (una «mezcla sui géneris de afecto y miedo o respeto»). El segundo
tipo era el del respeto mutuo entre compañeros o iguales, y de respeto por las re
glas que guiaban su interacción. La justicia en el sentido de reciprocidad y de
igualdad era la estructura subyacente de la moralidad autónoma, lo mismo que la
conformidad o la obediencia a la autoridad y a la regla hecha por la autoridad lo
era de la moralidad heterónoma. Dice Éiaget, «Nuestros primeros estudios nos lle
varon a la conclusión de que las normas de la razón, y en particular la importante
* Una elaboración más amplia de este apéndice va a publicarse por Cdlby y Kohlberg
(1984). Los autores desean agradecer las importantes contribuciones q u eO ieryl Armón,
Daniel Candee, Eileen Gardner, y Ting Lei han hecho a este apéndice. \
602 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
Existen tres razones por las que Piaget no cree que esta tipología defina estadios
verdaderos o «duros». Primero, su observación empírica mezcla el contenido con la
DESDE LOS SUBESTADIOS A LOS TIPOS MORALES.. 603
estructura, como se sugiere por su declaración de que el tipo de respuesta que él ob
tiene puede verse influenciado por la clase de educación que el niño recibe. Segun
do, él ve que las dos moralidades están en oposición, más que creer que la morali
dad autónoma crece y es una transformación de la moralidad heterónoma. Dice,
«Encontramos en el campo de la justicia esa oposición de las dos moralidades so
bre las que a menudo hemos dirigido la atención de los lectores» (1965, p. 324).
Tercero, las dos moralidades se originan en dos diferentes tipos de relaciones y
experiencias sociales, las de respeto unilateral y mutuo. Caracterizando la moralidad
autónoma como surgiendo de la solidaridad entre iguales, pregunta él «si la morali
dad autónoma no podría desarrollarse sin un estadio preliminar durante el cual la
conciencia del niño se moldea por su respeto unilateral hacia el adulto. Como ésto
no se puede probar experimentalmente, es inútil discutir este punto» (1965, p. 324).
Aún cuando Piaget no concibe su teoría definiendo estadios verdaderos, cree
que son evolutivos según la edad. Hay dos razones para ésto. Primero, a medida
que el niño crece, es más capaz de entrar en relaciones de respeto mutuo y solida
ridad entre compañeros, lo cual genera la moralidad autónoma. Segundo, la mora
lidad heterónoma está menos equilibrada que la moralidad autónoma.
«Pero lo cierto es que el equilibrio moral alcanzado por las concepciones com
plementarias del deber heterónomo y del castigo es un equilibrio inestable, debido al
hecho de que no permite que la personalidad crezca y se expanda en toda su exten
sión.» (1965, p. 324)
Según Piaget, como ya hemos dicho, con la edad hay un predominio gradual
del tipo autónomo sobre el tipo heterónomo, más que una transformación cualitati
va de una moralidad a otra. Expresada en términos ligeramente diferentes, Piaget
no cree que existe una lógica interna según la cual la diferenciación e integración
evolutivas llevan a que la moralidad heterónoma se transforme en una moralidad
autónoma, lo cual presupone un estadio previo de moralidad heterónoma.
Más aún, según Piaget, tal predominio de moralidad autónoma depende de la
clase de relaciones sociales o de la sociedad en la que el niño vive. Piaget espera
que en las sociedades tradicionales o gereontocráticas basadas en lo que Durkheim
llama solidaridad mecánica, la moralidad heterónoma se extenderá hasta la edad
adulta y que sólo las sociedades basadas en la «solidaridad orgánica» o coopera
ción y en la «democracia igualitaria» y la emancipación de una generación de la
otra, es lo que hace pcffcible que los niños y adolescentes desarrollen en el sentido
que él señaló (1965, p. 325).
«El objetivo de este escrito es establecer y discutir una postura dentro del marco
estructural que pueda ofrecer algunas respuestas a los críticos. A lo largo de este es
crito, se le llama perspectiva de los dos mundos, siendo estos dos mundos los que el
niño comparte con los padres y con los amigos. La tesis es que los padres y amigos
contribuyen igual pero de forma diferente al desarrollo del niño.
Para empezar, la tesis comienza con la premisa de que las estructuras se forman
a partir de interacciones interpersonales. Para continuar, la tesis se centra en la reci
procidad que se mantiene en las interacciones. Estos puntos de vista de partida son
608 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
poderosos y de cada uno de ellos deriva el punto de vista de los dos mundos. Piaget
Sullivan y otros sugieren que existe una forma común de interacciones de padres con
hijos. La describen a través del concepto de reciprocidad de complemento (Hinde
1976). Es decir, la parte que los padres juegan en las interacciones es la de lider o ar
bitro. Esto significa que dicen a los hijos lo que tienen que hacer o no, aceptando o
rechazando las contribuciones de los hijos a las interacciones. Los hijos, a su vez
tienen la parte de seguidores o aprendices. Su papel en las interacciones es comple
tar la parte comenzada por los padres...
Los padres tienen el derecho de medir la conducta para hacer un juicio sobre
ella. Necesitan hacer eso todo el tiempo. El elemento importante, sin embargo, es
que lo pueden hacer mientras que los hijos no son capaces. Esto da el significado
completo de árbitro que se encuentra en su unilateralidad. Si esto no fuera así, el
niño tendría el derecho de juzgar las acciones de los padres. Más críticamente, cuan
do el padre y el hijo no están de acuerdo, ninguno de ellos impondría una solución
pero los dos entrarían en una negociación. Los dos querrían ceder sus puntos de vista
respectivos para un ajuste con el otro hasta que se llegara a un acuerdo.
Lo que se acaba de decir es la descripción más apta de las interacciones de los
compañeros cuya forma general sigue la reciprocidad de la simetría (Hinde, 1976).
De esta forma, cada compañero es libre de actuar como lo ha hecho el otro o se es
pera que actúe consecuentemente. Cuando uno ofrece un juguete, el otro puede ofre
cer caramelos. Cuando uno pega, el otro puede vengarse. Cuando uno da su opinión,
«Deberíamos de jugar a ésto», el otro es libre de ofrecer una opinión diferente, «No,
deberíamos de jugar a ésto.» Al actuar por tumos en las interacciones, los compañe
ros pueden duplicar las contribuciones de uno y otro, sin nadie que sea capaz de dar
el paso y hacerse cargo. En caso de que uno de los compañeros tratara de hacerlo, el
otro podría hacer lo mismo.» (1981, pp. 35-44).
Después de una serie de esfuerzos preliminares para definir una tipología evo
lutiva de «subestadios» A y B como se han descrito arriba y se han discutido bre
vemente en el Capítulo 2 (publicado por primera vez en 1973) y en el Capítulo 6
(una versión anterior fue publicada en 1973), en 1980 nosotros empezamos un tra
bajo serio de reconstrucción de la tipología piagetiana para aplicarla a nuestros di
lemas hipotéticos. En el Capítulo 6, recalcamos que el razonamiento que nosotros
en un principio pensábamos que era postconvencional, más tarde se destruía en los
años relativistas de universidad, y por consiguiente nos vimos obligados a definir
los «subestadios» autónomos en los estadios convencionales (Estadios 3B y 4B).
En el Capítulo 7 descubrimos que estos «subestadios» eran necesarios para expli
car una acción autónoma en aquellos que no habían alcanzado el razonamiento
postconvencional o de principios. Además de la posible utilidad de una tipología
piagetiana para relacionar el juicio con la acción, nosotros creimos que sería útil
en la forma en que Piaget lo intentó inicialmente, como un índice del tipo de reía-
612 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
ciones sociales en las que el individuo estaba insertado, las de autoridad jerárquica
o las de corporación y solidaridad igualitaria. Nosotros creíamos que variaban con
la cultura, la clase y la participación del grupo de compañeros, independientes del
estadio.
Según ésto, construimos un manual para puntuar los tipos morales para las
Formas A y B. Los detalles técnicos de este sistema de puntuación se presentan en
otro lugar (Tappan, Kohlberg, Schrader, y Higgins, 1984). Los criterios para el
Tipo B tomados de la monografía de Piaget, se ofrecieron por primera vez de for
ma algo diferente en el Capítulo 3, y se reproducen aquí como Tabla C.2.
Como se puede ver, la Tabla C.2 no está estrictamente dirigida a las razopes de
por qué una acción dada está bien, que es el foco de nuestros estadios morales,
sino más bien se centra en lo que se considera que está bien o es obligatorio. Esto
se hace más evidente si la elección es uno de los cinco criterios que deben de pa
sarse por asignación del Tipo B a cada dilema. Ser autónomo como criterio no es
una respuesta a una pregunta de por qué. Se deduce dejas respuestas del sujeto so
bre lo que el marido o el juez o el hijo consideran aí llegar a una decisión, por
ejemplo, la consideración del juez de la ley o de la autoridad por un lado y Una li
bertad para considerar lo que es una balanza justa de precedente legal con la moti
vación moral de Heinz por otro lado. Una relación de hijo y padre o marido y mu
jer se puede decir que lleva consigo un respeto mutuo y solidaridad, independiente
de las razones de estadio para la elección correcta. Por ejemplo, un sujeto nos dice
en el Dilema I, «si yo fuera el padre yo querría que mi hijo actuara de forma en
que yo me sintiera orgulloso de él y trataría de dar ejemplo para que él creciera de
la misma manera.En el hijo funciona de la misma manera, respeto, respeto mutuo
de uno para el otro.»
Esta respuesta ilustra de forma implícita el criterio de la reversibilidad o el in
tercambio de rol, asumiendo imaginativamente el rol del padre como un buen pa
dre al definir el rol del hijo. Otro ejemplo de reversibilidad lo da otro sujeto. Se le
pregunta, «El dar el dinero ¿tiene algo que ver con ser un buen hijo?» El sujeto
responde «No, un buen hijo es obediente pero cuando el padre de entrada actúa
mal, no creo que el hijo tenga que obedecerle.» En este caso las definiciones de
los roles del buen hijo y del buen padre son reversibles o recíprocas una con la
otra. Sin embargo, los estadios de estas respuestas no son los mismos, siendo la
primera del Estadio 4, Tipo B, y la segunda del Estadio 3, Tipo B.
El constructivismo, otro criterio de Tipo B, se refleja en la comprensión del
sujeto de lo que es la ley. Por ejemplo, en el Dilema III (robar la medicación),
el sujeto puede suponer que la ley será flexible o «misericordiosa» con Heinz
de forma que quebrantar la ley no tiene por qué ser una consideración primor
dial para Heinz. O en III’ (el juez que sentencia a Heinz), un sujeto dice, «Yo
creo que la ley es un intento de mantener la igualdad o restaurarla», expresando
claramente el criterio de constructivismo, así como expresando de forma implí
cita los criterios de respeto mutuo (entre las autoridades legales y los sujetos) y
la reversibilidad (entre el rol del juez y el demandado o entre todas las perso
nas).
DESDE LOS SUBESTADIOS A LOS TIPOS MORALES... 613
que ser un primera clase para que tu familia se sienta orgullosa de tí. Simplemente
hay que ser un buen chico y ellos no van a sentir nada diferente respecto a tí. Es
agradable pero no es muy importante.»
Se le preguntó sobre «alguien que se parezca a tu padre» y respondió, «Bueno,
es agradable pero no deberías de parecerte a nadie a no ser que fueran realmente
buenos. Tienes que tener tu propia idea y tus propios sentimientos, y si actúas
exactamente como tu padre adquieres el hábito de seguir a otra gente. Ellos podrí
an hacer algo malo.»
Como se dijo anteriormente el Caso 18 fue puntuado 3B en esta época de la
entrevista. Es fácil entender por qué describí el Estadio 3 como «el estadio del
buen chico» según ese material (Kohlberg, 1958). Está claro también que la auto
nomía del Caso 18 o la orientación de Tipo B diferenciaba el yo ideal, la concien
cia o ser una buena persona del hecho de imitar o copiar a su padre o a otra gente
en general, y estaba, más bien, basada en ser una no secuaz «buena persona».
En Kohlberg (1958) y Kohlberg (1982b), siguiendo a Baldwin, apunto hacia la
moralidad del yo ideal, especialmente en el Estadio 3B, que representa el primer
«imperativo categórico» auténtico , para utilizar el término de Kant.
En el Capítulo 1 presento, de forma breve, la teoría de Baldwin de los estadios
de desarrollo intelectual y epistemológico recientemente elaborados de forma em
pírica por Broughton (1982b).
Influyendo y anunciando a Piaget, la teoría de la lógica genética de Baldwin
postulaba un dualismo original de lo subjetivo y lo objetivo y un sucesivo conjun
to de diferenciaciones de lo subjetivo y lo objetivo, diferenciando primero la dis
tinción entre real e irreal; luego la distinción interno-externo; después la distinción
entre mental y físico; y por último la distinción entre el yo «trascendental» subjeti
vo como experimentador y el yo objetivo como el contenido de la experiencia.
Baldwin (1911) tiene una serie paralela de estadios morales resumidos en la
Tabla C.3.
En Kohlberg (1958) se tomó la tipología de Baldwin en parte para definir los
tres primeros estadios. En el Capítulo 2 cité la respuesta del Estadio 1 del niño de
nueve años, Tommy, al dilema de Heinz con su confusión del valor de las vidas
humanas con su importancia y el valor de los muebles para ilustrar las característi
cas sintélicas, adualístas o proyectivas del Nivel I de Baldwin tal y como se resu
men en la Tabla C.3.
El primer nivel de evaluación realizado por el niño es la reflexión de una mul
tiplicidad de características concretas. En primer lugar, el valor proyectivo lleva a
una confusión de las cualidades físicas o perceptuales de un acto o un objeto con
su valor, tanto si este valor es instrumental (técnico, económico) como moral. La
bondad o maldad moral e instrumental de una persona no sólo se confunden entre
sí sino con cualidades físico-perceptivas como limpio-sucio, bonito-feo, etc. El va
lor de un acto se juzga según sus consecuencias físicas manifiestas más que según
su finalidad o conformidad con los estandards. La similitud física entre dos obje
tos implica que ambos tienen un valor moral similar, de forma que los juicios de
valor se justifican en base a la similitud valor-irrelevante.
618 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
muere siempre puedes tener otro. Bueno, si él se casara con alguna otra, no tendría
la misma mujer que él había tenido.» La ingenuidad de la vía puramente instrumen
tal del Estadio 2 de Tommy, vía hacia el valor moral, sugiere la necesidad de un ter
cer nivel, el estadio ideal o ético de la evaluación moral, de Baldwin. En el estadio
ético los valores intrínsecos son, por ejemplo, los valores o fines que son deseables
más que simplemente deseados. El término ideal implica una diferenciación entre
los deseos que la gente tiene y los que debería de tener. En el nivel ético se tiene un
yo ideal, en el sentido de desear poseer motivos o fines éticamente buenos.
Este tercer nivel está parcialmente presente en el Estadio 3, tal y como se indi
có en nuestra discusión de la entrevista del yo ideal del Caso 18. Sin embargo, no
está claro en todas las personas de Estadio 3, sino sólo en las que nosotros llama
mos Tipo B. El Tipo A del Estadio 3 confunde el yo ideal y el «debe» moral con
lo que generalmente se hace y se espera de y por la mayoría de la gente o de los
chicos (o chicas); es conformista, no autónomo.
Un segundo caso, el Caso 37, discutido como adulto en el Capítulo 6, es también
ilustrativo del concepto de Baldwin del yo ideal de la obligación moral, cuando se le
entrevistó por primera vez a los trece años, y que fue puntuado Tipo B del Estadio 3.
Cité el Caso 37 (Kohlberg, 1958) de trece años en su respuesta al Dilema IV
(dilema de la eutanasia), que llevaba implícito un conflicto entre las reglas contra
el asesinato por un lado , y la simpatía por el sufrimiento por otro lado.
«Si yo fuera médico, no me gustaría matar a la gente, pero en cierto sentido esta
ría haciéndole un favor. Eso es asesinato. Realmente no lo sé pero no puedo ver que
se mate a alguien... Yo no creo que se debería de matar a una persona lo mismo que
a un animal. No sería ningún cumplido para esa persona, pero ella lo quería. Estoy
tratando de ponerme en el lugar del médico y no creo que nadie pueda imaginarse el
dolor. Si fuera absolutamente necesario, si ellos estuvieran seguros de que ella mori
ría y si ella estuviera loca, lo harían de la forma menos dolorosa posible.»
Elección: El conflicto está entre el juicio legal y lo que el individuo racional está
justificado, a hacer. Aunque legalmente «mal», tendencia a decir que robaría.
Valor: El fin, valor de la vida, no justifica por completo los medios.
R oles: El deber a la vida está dentro de y lim itado por el m arco legal
general.Una persona racional y natural preferiría robar e ir a la cárcel antes que la
pérdida de su esposa.
Justicia: El farmacéutico, sin embargo, tiene sus derechos legales, independien
temente de su injusticia.La injusticia del farmacéutico no hace al caso para la deci
sión legal y racional, aunque se percibe.
En dos escritos recientes Wright (1982, 1983) elabora el significado y valor ac
tual de la tipología de Piaget a partir del más reciente trabajo hecho por mí y por
otros investigadores que utilizan los estadios de Kohlberg. Wright da por sentado
el hecho de que los estadios de Kohlberg se corresponden mucho mejor con lo que
en el Capítulo 3 se llaman estadios duros que con la tipología de Piaget. El es
consciente de los límites de la tipología de Piaget desde un punto de vista de esta
dio puramente estructural, limitaciones elaboradas por Kohlberg (1958, 1964) y
por Kohlberg y Helkama (en preparación). Sin embargo, argumenta que los esta
dios de Kohlberg no evalúan ciertos aspectos importantes del juicio moral resalta
dos en la teoría de Piaget. Señala que los estadios de Kohlberg se definen como ti
pos de razonamiento sobre la acción del dilema hipotético. Las declaraciones de
obligación o justicia hechas en respuesta a estos dilemas requieren, según Wright,
el razonamiento deductivo de las normas y elementos generales de la estructura
del estadio del niño. En cambio, según Wright, la teoría de Piaget, si no sus datos
empíricos, está mucho más centralmente dirigida al sentido de las obligaciones
prácticas del niño y al sentimiento social de respeto del que deriva, es decir, el
sentido de la obligación de un niño hacia otros sociales con quienes el niño está
relacionado en situaciones de elección en la vida real. Wright afirma que la teoría
de Piaget se centra en la moralidad «práctica» del niño, mientras que mis estadios
son estadios de la moralidad «teórica» de éste. Aunque nosotros no aceptamos la
idea de que nuestros estadios son estadios de moralidad simplemente «teórica», es
cierto que el interés central de Piaget estaba en el sentido de obligación del niño
en situaciones reales y en los tipos cualitativos de tales obligaciones, más que en
el razonamiento moral del niño.
Dada esta interpretación de Piaget, la tipología piagetiana puede verse como
proveedora de una visión adicional hacia dos aspectos de la moralidad del niño no
representados por completo por nuestros estadios. Primero, Wright dice que la ti
pología de Piaget ofrece una explicación más significativa de la relación del juicio
moral con la acción. En el Capítulo 7 apuntábamos esta contribución, mediante la
demostración , en parte, de la relación que el «subestadio» B de los estudios de
juicio-acción añade en gran parte con la predicción de la acción por los estadios
convencionales. Los estudios mostraron un aumento monotónico de acción justa
624 ENSAYOS SOBRE EL DESARROLLO MORAL
por estadio con una gran mayoría de sujetos del Estadio 5 y del «subestadio» B,
Estadios 3 y 4, sujetos involucrados en la acción correcta.
Más fundamentalmente todavía, la crítica de Wright afirma que nuestros dile
mas hipotéticos son «teóricos» mientras que la tipología de Piaget es «práctica».
El hecho de que una orientación autónoma hacia nuestros dilemas hipotéticos, así
como el estadio en nuestros dilemas, prediga la acción moral, nos parece que reba
te la idea de Wright de que nuestra vía está sólo dirigida hacia la «moralidad teóri
ca».
CONCLUSIONES
Por último, hay una cuestión de psicología y filosofía sobre los campos a los
que una tipología de la moralidad heterónoma y autónoma pueden aplicarse de
forma útil. El campo a partir del cual hemos desarrollado nuestra tipología especí
fica (Tipo A y Tipo B) es el campo de la justicia o derecho deóntico. Normalmen
te diferenciado de este campo está el campo de lo bueno, como una aspiración ha
cia una vida buena o hacia ser una persona buena o virtuosa.Que una tipología de
heteronomía y autonomía sea aplicable a los campos de lo bueno, queda por resol
ver y está sin estudiar.
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