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ARQUIDIÓCESIS DE BARQUISIMETO

PASTORAL LITÚRGICA
BARQUISIMETO-EDO. LARA

CELEBRACIÓN DE LA
PALABRA EN FAMILIA
XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Subsidio litúrgico preparado por la Pastoral Litúrgica de la


Arquidiócesis de Barquisimeto, para ayudar a las familias en la Celebración
del Tiempo ordinario, en medio de la pandemia del Covid-19
N°. Tiempo Ordinario
XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
RITO INICIALES
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del
Espíritu Santo. R/ Amén.

SALUDO
El Dios de la esperanza, que con la acción del
Espíritu Santo nos llena de su alegría y de su paz,
permanezca siempre con todos nosotros. R/ Amén.

ACTO PENITENCIAL
L. Querida familia, humildemente, con corazón
arrepentido, reconozcamos nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante
ustedes, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi
culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso
ruego a santa María, siempre Virgen, a los
ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que
intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.

L. Dios todopoderoso tenga piedad de


nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la
vida eterna. R/ Amén

Se dice GLORIA

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OREMOS
Te pedimos, Señor, que tu gracia nos inspire y
acompañe siempre para que podamos descubrirte en todos
y amarte y servirte en cada uno. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que siendo Dios vive y reina contigo, en la
unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lectura del libro del libro de la Sabiduría. (Sb 7, 7-11)
Supliqué y se me concedió la prudencia; invoqué y vino
sobre mí el espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y a
los tronos, y en comparación con ella tuve en nada la
riqueza. No se puede comparar con la piedra más preciosa,
porque todo el oro, junto a ella, es, un poco de arena y la
plata es como lodo en su presencia. La tuve en más que la
salud y la belleza; la preferí a la luz, porque su resplandor
nunca se apaga. Todos los bienes me vinieron con ella; sus
manos me trajeron riquezas incontables.
Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 89)


R. Sácianos, Señor, de tu misericordia.

L. Enséñanos a ver lo que es la vida, y seremos sensatos.


¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener compasión de tus
siervos? ¿Hasta cuándo? /R.

L. Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida


toda. Alégranos ahora por los días y los años de males y
congojas. /R.
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L. Haz, Señor, que tus siervos y sus hijos puedan mirar tus
obras y tu gloria. Que el Señor bondadoso nos ayude y dé
prosperidad a nuestras obras. /R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Carta a los Hebreos. (Hb 4, 12-13)
Hermanos: La palabra de Dios es viva, eficaz y más
penetrante que una espada de dos filos. Llega hasta lo más
íntimo del alma, hasta la médula de los huesos y descubre
los pensamientos e intenciones del corazón. Toda creatura
es transparente para ella. Todo queda al desnudo y al
descubierto ante los ojos de Aquel a quien debemos rendir
cuentas.
Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Marcos (Mc 10,
17-30)
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le
acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante El y le
preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar
la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas
bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los
mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no
robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás
fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre". Entonces él le
contestó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy
joven". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo una cosa te
falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así
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tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme".
Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue
apesadumbrado, porque tenía muchos bienes. Jesús,
mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos:
"¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de
Dios!" Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas
palabras; pero Jesús insistió: "Hijitos, ¡qué difícil es para los
que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más
fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a
un rico entrar en el Reino de Dios". Ellos se asombraron
todavía más y comentaban entre sí: "Entonces, ¿quién
puede salvarse?" Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: "Es
imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios
todo es posible". Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ya
ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte".
Jesús le respondió: "Yo les aseguro: Nadie que haya dejado
casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o
tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta
vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas,
madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro
mundo, la vida eterna".
Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.

Comentario:
Las Lecturas de hoy nos presentan a la Sabiduría Divina
en oposición a las riquezas.

Comenzando con la Primera Lectura del Libro de la


Sabiduría (Sb. 7, 7-11), se nos hace ver que la Sabiduría es por

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mucho preferible a los bienes materiales y a cualquier clase de
riquezas, sea cual fuere, no importe su valor.

Por cierto, no se refiere el texto a la sabiduría de saberes


humanos, sino la Sabiduría que viene de Dios. ¿Qué es la
Sabiduría? Es aquel don mediante el cual podemos ver las
cosas, las personas, las circunstancias de nuestra vida como
Dios las ve; nos permite apartarnos de nuestros criterios
humanos -limitados y equivocados- para ver desde la
perspectiva de Dios.

Esa Sabiduría la elogia así la Primera Lectura: “La prefería


a los cetros y a los tronos, y en comparación con ella tuve en
nada la riqueza ... todo el oro, junto a ella, es un poco de arena
y la plata es como lodo”.

Ningún poder, ninguna joya, ninguna riqueza puede


compararse con la Sabiduría. Por eso San Pablo considera
“pérdidas” todas las “ganancias humanas” y considera
“basura” cualquier cosa, comparada con Cristo, el Hijo de Dios,
la encarnación de la Sabiduría misma. (cfr. Flp. 3, 7-8)

Quien quiera dejarse llevar por la Sabiduría Divina debe,


primero que todo, leer, escuchar, meditar y comenzar a vivir la
Palabra de Dios, porque -como nos dice el mismo San Pablo en
la Segunda Lectura (Hb.4, 12-13): “La Palabra de Dios es viva,
eficaz y más penetrante que una espada de dos filos. Llega
hasta lo más íntimo del alma ... y descubre los pensamientos e
intenciones del corazón”.

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Nadie puede permanecer indiferente si se deja
escudriñar por la Sabiduría de Dios contenida en su Palabra. Si
nos dejamos guiar por la Sabiduría Divina, tarde o temprano
quedamos desnudos, todo queda al descubierto. Y ... o
cambiamos para dejarnos guiar por la Sabiduría o nos
oponemos a ella. Que equivale a decir que nos oponemos a
Dios, pues Dios es la Sabiduría misma.

Uno de los temas más delicados e incomprendidos de la


Sabiduría Divina nos lo narra el Evangelio de hoy (Mc. 10, 17-
30). Se trata del suceso del joven que se le acercó corriendo a
Jesús para pedirle su consejo: “Maestro bueno, ¿qué debo
hacer para alcanzar la vida eterna?”.

La primera cosa que resalta es la inmediata respuesta de


Jesús: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios”.
Con esto el Señor quiere hacer saber al joven que se ha dado
cuenta de su fe. Prácticamente, le hace notar que se ha dado
cuenta de que Él es Dios.

Por ello quizá, Jesús avanza un poco más y no sólo le


propone lo básico -los 10 Mandamientos- sino que “mirándolo
con amor”, le propone la máxima expresión de Sabiduría:
renuncia de todos los bienes terrenos, para seguirlo a Él,
Sabiduría Infinita. Es una invitación a desestimar la riqueza para
estimar sólo a Dios.

Este personaje hubiera sido uno de los Apóstoles, pero


lamentablemente, hoy ni siquiera sabemos su nombre: lo

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conocemos simplemente como el joven que no supo seguir a
Cristo, “porque tenía muchos bienes”.

Y ... ¿nosotros? ¡Cuántas veces no hemos hecho lo


mismo que este joven! ¿Cuántas veces no hemos preferido las
riquezas, el poder, las glorias, lo pasajero de este mundo, a
Dios? ¿Cuántas veces nos hemos aferrado a lo perecedero, a
lo que se acaba, a lo frívolo y vacío, para decir que no a Dios?
¿Cuántas veces no hemos dicho que no a Dios, para cambiarlo
por una posición, un dinero, una joya, un poco de riqueza?

De allí la grave sentencia del Señor: “Más fácil le es a un


camello entrar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el
Reino de Dios”.

Algunos exégetas comentan que en realidad esta frase


del Señor no era la hipérbole (exageración) que parece ser, sino
que se refería a la dificultad que los camellos tenían para
traspasar una de las puertas de entrada de Jerusalén, llamada
justamente “El Ojo de la Aguja”. Con todo y que esta
explicación “deshiperboliza” el comentario de Jesús, la
dificultad para los ricos sigue existiendo.

Y ¿quiénes son los ricos? Jesús lo explica de seguidas en


este mismo texto: “rico = el que confía en las riquezas”. Rico,
entonces es todo aquél que confía más en los bienes materiales
que en Dios. Ricos son todos los que, igual a este joven,
prefieren las riquezas a Dios... o inclusive aquéllos que
convierten a las riquezas en su dios.

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No es éste el único pasaje del Evangelio en el que
aparece la riqueza como un obstáculo muy difícil de superar
para alcanzar la salvación. Pero ... ¿es que la riqueza es mala en
sí misma? ¿Es que es malo ser rico?

No parece ser así. Lo que sucede es que los seres


humanos tenemos una tendencia muy marcada y muy
peligrosa de apegarnos de tal forma a las riquezas que llegamos
a colocar los bienes materiales por encima de Dios o, inclusive,
en vez de Dios.

Sin embargo, la mayoría de los seres humanos


parecemos no darnos cuenta de esto, sino que nos apegamos
¡tanto! a las riquezas y a los bienes materiales, como si éstos lo
fueran todo. De allí la sentencia del Señor, que se completa con
esta otra frase: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el
Reino de Dios!”.

Por cierto, los discípulos se asombran y preguntan:


“Entonces, ¿quién puede salvarse?”. Contesta el Señor: “Es
imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo
es posible”.

No hay salvación fuera de Jesucristo, el Hijo de. Para Él


todo es posible, aún la salvación de aquéllos que prefieren las
riquezas a Dios.

Ahora bien, es cierto que Dios nos salva, pero no nos


salva sin nuestra colaboración. ¿Y cuál es nuestra
colaboración? Pues, nuestra respuesta positiva a la gracia
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divina, o sea, el ir aprovechando todas las gracias que Dios va
derramando a lo largo de nuestra vida. Y el Señor, para quien
todo es posible, quiere y puede quitarnos muchos pecados.
Puede hasta desapegarnos de los bienes materiales.

Que el Señor, para quien todo es posible, pueda


desapegarnos de las riquezas y hacer que las tengamos por
“basura” al compararlas con la Sabiduría y con Dios mismo.

Sin embargo, pensemos en los que, teniendo una


llamada especial del Señor –como la que tuvo el joven rico- sí
han dejado todo por Él.

Los Apóstoles en este pasaje le dicen al Señor: “Señor, ya


ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”, a lo que
Jesús responde: “Yo les aseguro: nadie que haya dejado casa,
o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por
Mí y por el Evangelio, dejará de recibir en esta vida, el ciento por
uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras,
junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”.

Y como comentario a esta promesa del Señor y a lo


efímero de las riquezas, dejamos al Padre Emiliano Tardiff,
quien fuera gran predicador mundial de la Renovación
Carismática, a que, con su característica sabiduría, llena de un
maravilloso humor, nos convenza de lo inconveniente que es
apegarse a las cosas materiales y de cómo funciona el ciento
por uno prometido por Jesucristo. ¡Es un recuento imperdible!

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Estaba el Padre Emiliano Tardiff en una gira de
predicación por África, en la que el Señor había realizado
grandes prodigios de curaciones de todo tipo. Y solía el Padre
contar en sus predicaciones esto que aparece también en su
libro “Jesús está vivo”:

Un Prefecto africano, por cierto, protestante, quiso


agradecer al Padre Emiliano por las curaciones que el Señor
había realizado en dos miembros de su familia. Cuenta que
este Prefecto estaba muy emocionado y le llevó un ‘regalito’
para que lo guardara como recuerdo ... se trataba de un
auténtico colmillo de elefante.

“Quise guardarlo en mi maleta, pero no cabía. Entonces


lo envolví y continué el viaje. Sin embargo, tuve que pagar
exceso de equipaje por culpa del dichoso colmillo que pesaba
mucho. Al bajar del avión, por poco olvido el colmillo en la
banda de equipajes. En una mano cargaba mi pequeña maleta
y en la otra aquel envoltorio. El ‘regalito’ comenzaba a serme
estorboso y costoso”.

Sucedió que una persona le hizo saber lo valioso que era


un colmillo de elefante y los riesgos que se corrían con el tráfico
del marfil. Y cuenta el P. Emiliano: “A partir del momento que
supe el precio del colmillo y los riesgos que corría con él, cambió
mi vida. Inmediatamente le compré una maleta especial que
cuidaba con más esmero que la mía. En los aeropuertos
crecían los problemas: al salir pagaba exceso de equipaje y al
llegar tenía que orar así:

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-Señor, yo soy testigo de que Tú abres los ojos a los ciegos.
Ahora ciérraselos a estos señores para que no vean el colmillo
... Tú sabes que es un ‘regalito’.

“Cuando me hospedaba en una casa, lo primero que


guardaba y escondía era el costoso colmillo. A veces hasta lo
ponía debajo de la cama, y al regresar de predicar por la noche,
lo primero que hacía era arrodillarme para buscar mi colmillo.
A veces lo sacaba y lo contemplaba por algunos segundos.
Después de acariciarlo lo volvía a guardar cuidadosamente.

“Un día estaba en oración cuando de pronto comencé a


pensar en el valioso colmillo y las preocupaciones y ansiedades
que me habían venido desde que viajaba conmigo ... Entonces
exclamé en voz alta:

-Señor, qué razón tenías cuando dijiste


‘bienaventurados los pobres’, porque cuando yo no cargaba
colmillo no tenía problemas como ahora.

“Me levanté de la oración y regalé el colmillo, con lo que


regresó inmediatamente la paz a mi corazón. Desaparecieron
las preocupaciones, los excesos de equipaje y hasta las
distracciones en la oración.

“Con esto he aprendido que los colmillos de elefante:


llámese poder, dinero, gloria, cosas materiales, son siempre
fuente de esclavitud. Lo peor es que ante ellos nos postramos
y nos distraen del verdadero Dios. ¡Qué incómodos son estos
colmillos! ¡Cuánto exceso de equipaje pagamos por ellos!
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¡Qué pesados son, sobre todo cuando atrás del colmillo
cargamos al elefante completo!”

Continúa el Padre Emiliano:


“Que no necesitamos de los bienes materiales los que
confiamos en el Señor, me lo demostró hermosamente el
Dueño de todas las cosas. El boleto de Camerún y Senegal
costó $1.680. Como era demasiado dinero para esos países tan
pobres les pedí que no me dieran nada por mi trabajo, sino que
simplemente pagaran el costo del boleto. Así, entre los dos
países, me dieron $1.700”.

Alguien se enteró del asunto y le hizo ver que sólo le


estaban dando $20. ¡Menos de un dólar por día! El Padre no
dudó, sino que respondió, haciendo mención al Evangelio de
hoy:
-No te preocupes, el Señor nos da el ciento por uno.

De regreso a casa después del viaje a África, el Padre


comenzó a abrir la correspondencia retrasada y se tropezó con
una que decía así: “Hemos pensado enviarte un ‘regalito’ para
la evangelización. Al leer la palabra ‘regalito’, me acordé del
colmillo de elefante y solté la carta asustado. En eso cayó de la
misma un cheque por $2.000. ¡Exactamente cien veces más
que los $20 que me habían dado en África! Yo me reí y le dije a
Jesús:

-Se ve que eres un buen judío, pues has hecho


perfectamente las cuentas al darme el ciento por uno ...”

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Se recita el «Credo»
PRECES
Este pueblo tuyo que camina hacia tu Reino para
entrar en tu banquete eterno, presenta ante Tí las
necesidades de esta vida cotidiana. Tú que tan bien las
conoces, acompáñanos atendiendo lo que tus fieles te
suplican: ESCUCHA A TU PUEBLO, SEÑOR.

1. – Por la Iglesia: el Papa, los obispos, diáconos y


demás personas que caminan hacia Ti, para que
acudan en tu ayuda ante cualquier dificultad, sabiendo
que sólo en Dios se encuentran verdes pastos y fuentes
tranquilas. OREMOS
2. – Pidamos por todos aquellos que andan en sus
negocios dando la espalda a Dios, para que
convirtiéndose a la Luz encuentren a Cristo que es
Camino, Verdad y Vida. OREMOS
3. – Por los que son llamados a la fiesta eterna del
Señor, que nuestra plegaria sirva para reparar las faltas
de su corazón y puedan compartir la mesa con
Cristo. OREMOS
4. – Por la paz en nuestros países y en nuestro
mundo, para que aquellos que tienen la solución en sus
manos descubran en Cristo el camino para obtener la
verdadera paz que El nos brinda. OREMOS
5. – Por los enfermos y aquellos que sufren algún
mal del alma o del cuerpo, para que encuentren dentro
del rebaño de Dios esas fuentes de tranquilidad y
reposo. OREMOS

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6.- Por todos los aquí reunidos para que veamos
en cada Eucaristía un anticipo de la mesa que Dios nos
tiene preparada, e invitemos continuamente a otros a
esta mesa. OREMOS

Señor, atiende estas suplicas y repara nuestras


fuerzas. Prepáranos para continuar el camino y haz que
al final de nuestros días, participemos del banquete que
Tú nos tienes preparado. Te lo pedimos por Jesucristo
nuestro Señor. Amen.

RITO DE COMUNIÓN
L. Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente la oración que Cristo nos
enseñó:

Padre nuestro que estás en el cielo; santificado sea


tu Nombre; venga a nosotros tu
reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el
cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

L. Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles, la paz les


dejo, mi paz les doy, no mires nuestros pecados sino la
fe de tu Iglesia y conforme a tu Palabra, concédenos la
paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de
los siglos. (Todos los participantes se dan un saludo)

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ORACIÓN DE COMUNIÓN ESPIRITUAL
Creo, Jesús mío, que estas realmente presente en
el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas
las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi
alma, pero no pudiendo hacerlo ahora
sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi
corazón. Y como si ya te hubiese recibido, Te abrazo y
me uno del todo a Ti. Quédate conmigo y no permitas
que jamás me separe de Ti. Amén.

OREMOS
Te pedimos, Señor, humildemente, que el Cuerpo
y la Sangre de tu Hijo que hemos recibido en alimento,
nos comuniquen su misma vida. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.

CONCLUSIÓN DEL RITO


L. Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos
tiene y hemos creído en él.

Que el Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal


y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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