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C olección Freud 0 Lacan Maud Mannoni

Dirigida por Roberto Harari

LO NOMBRADO
Y LO INNOMBRABLE
La ùltima palabra de la vida

Ediciones Nueva Vision


Buenos Aires
T ïtu lo dcl original en (rances:
Le nom m é et l'in n o niable. Le dernier m ot de la vie
© E d itio n s D e n o ë l, 1991

T rad u cción de Iren e A g o f f


A la m emoria de O ctave

En el éxito
recordadme muerto,
pues seréis siempre felices.

Edipo en C olono

I.S.B.N. 950-602-269-0
© 1992 por Ediciones Nueva Visión S A IC
Tucumán 3748, (1189) Buenos Aires, República Argentina
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Im preso en la Argentina / Printed in Argentina
C a p ítu lo 1

L A V E JE Z E N L A A C T U A L ID A D

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L a v e je z en la actu alidad

U no se mucre, solía decir Françoise Dolto, cuando ha terminado de


vivir. Y , para ella, v iv ir era sinónimo de actividad. Conectada por
sondas a tubos de oxígen o, durante los últimos meses de su vida
siguió recibiendo a discípulos y colegas mientras temía que el avance
de la enfermedad le restara tiem po para transmitir a las generaciones
futuras lo esencial de un combate. La carta de los derechos del niño
no estaba aún terminada de redactar cuando la muerte sorprendió a
D olto en plena actividad, a los ochenta años.
También la enfermedad (problemas cardíacos serios) pusieron
brusco fin a la vida de Fedor. En 1981 tuvo que jubilarse y esta
jubilación resonó com o un tañido fúnebre. Fedor se aisló; el pudor le
im pidió compartir el drama de su soledad con quienes lo rodeaban.
Por más que parientes y am igos le asegurasen una presencia, había
momentos en que Fedor interrumpía el contacto. Identificado con una
intensa actividad profesional -sus pacientes, sus alumnos, su sed de
leer y aprender-, equiparó la inactividad profesional y el aspecto
invalidante de una enfermedad con lo innombrable, es decir, la
muer fe“ En esa vida “ descansada” que debía llevar ahora, ya no había
sitio para la palábra ñi para el sueño. El único sentido de esta vida
e fá T e lo fr a fin á muerte, retomar a ella con alegría. Term inado su
último libro, Fedor deseó que sus cenizas, arrojadas al mar, regresa-
, sen a su tierra de origen. Pidió a sus am igos que celebraran su partida
danzando (sobre un barco) y con una comida bien rociada en Cannes,

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en el restaurante preferido de la familia. En 1987, se puede decir que de urgencia de un hem atoma subdural), sus secuelas invalidantes, un
Fedor abandonó París para llegar a Cannes a tiem po de m orir, en esa com a ocasionado por un error m édico (la interrupción de la cortisona
casa comprada treinta años antes para albergar lo que deb ió ser la y su reem plazo por 150 gotas de Haldol bastaron un día para
v e je z fe liz de un matrimonio rodeado de hijos... derribarlo), el regreso a una vida mutilada, la lucha por v o lv e r a
¿Quién de nosotros no soñó alguna v e z con el retiro-retom o a un situarse com o sujeto y liberarse de la dependencia médica, en todo
abra de vacaciones eternas (la recobrada dicha de la infancia)? La esto, en este horror cotidiano, O ctave no pensó nunca. Vuelto a la
realización está lejos de adecuarse siempre al principio del placer1 vida tras un com a de d iez días, me dijo: “ Estoy liquidado, llévenm e
presente al com ienzo en el fantasma. El contraste surgido bajo los a un establecim iento de la M .G .E .N .” . “ Acabarás tu vida en casa,
rasgos de lo im posible es lo reai (lo que no tiene arreglo) y desde rodeado de am igos” , fu e mi respuesta. O ctave recuperó de inmediato
entonces esto no puede ser reconocido com o tal por el sujeto. Ocurre >, los referentes del abuelo de su infancia: “ Eso es, tengo la pipa a mi
así que la persona se aferra a las vías del displacer por no poder poner alcance, falta lumbre deleñ a.” Jamás se habló de la muertesal v o para
en palabras la viven cia de un presente en el que el sujeto ya no decir, la víspera de su deceso, que “ el diablo no iba a hacerse con é l” .
encuentra su sitio. La mirada del otro, lejos de ser un soporte, lo D e hecho, en alguna parte O ctave v o lv ió a hallar un sitio com o ser
inmortal (incluso en mi propia denegación de la muerte). Su estado
fragmenta.
Françoise ponía a la vista Iaejempiariclad de la valentía; murió en m ejoró, luego se le declaró una infección viral, y la muerte lo
plena tarea com o mueren los combatientes, oscilando no obstante sorprendió el dom ingo 30 d e ju lio de 1989, a ias 20 horas, estando
entre el deseo de n o faltar a una tradición de palabra (enseñante) y el presentes los am igos, su lujo y su nieto. D e todos modos él sabía que
anhelo de reencontrarse con Boris, cuyo duelo fue muy d ifícil de iba a morir, por algo la última noche me habló tanto, de amor: “ te he
hacer. La muert e de éste 1a dejó amputada de una parte de ell a misma. querido tanto, tanto” ..., para asestarme luego un reproche que me
O ctave Mannoni había anticipado su jubilación com o enseñante dejó petrificada y que después, durante ei duelo, alimentó las
para poder consagrarse al psicoanálisis y a su deseo de escribir. autoacusaciones: “ Nunca debiste escupir sobre tu padre a los seis
Aunque no vacilaba en calificarse de perezoso, la inactividad no años.” Este reproche m e d ejó sin voz... O ctave no murió resignado
form aba parte de su universo. N o hablaba de la vejez, pero de v e z en sino indignado. La muerte “ se había hecho con é l” . Petrificada por
cuando mencionaba al abuelo corso de su infancia, que le contaba su reproche, no supe oír su confesión de amor (él, que había sido tan
cuentos al calor de la lumbre. N o caminaba, pero su avanzada edad secreto y avaro en declaraciones) ni su demanda de que le dijera hasta
lo convertía en el sabio al que se escucha y cuya presencia era qué punto también y o lo amaba. M e escuché a m í misma hablarle en
indispensable para todos. El camino de O ctave entre 1975 y 1989 un registro completamente distinto: “ T e acom paño hasta el final de
estuvo marcado por actos de renunciamiento sucesivos (el tenis, el tu vida por lo mucho que m e diste.” Pero de la muerte, Octave no
autom óvil, el restaurante, los viajes, la sexualidad). M uy pronto sus quería oír hablar. ¿ N o intentaba tal v e z recuperar un amor con la
salidas se limitaron a las conferencias que pronunciaba en ci forma del que recibiera primero de su madre?2 A l día siguiente, el
C .F.R .P., del que fue miembro fundador en 1982. C om o ya no salía, terreno iba a ser ocupado por la diosa de la muerte, obligando a
sus am igos acudían a él. Fantaseó que su v ejez acabaría alguna v e z O ctave a renunciar al am or e incluso a rechazarlo. Pues O ctave
apaciblemente, en un sillón de ruedas. Sin embargo, esta even ­ quería vivir. La última palabra de su vida fue un grito de rebelión
tualidad no debía privarlo de sus discípulos, colegas y am igos. En conjuratoria, muchas veces repetido: “ el diablo no me tendrá” . L a -jé.
muerte no fue una elección suya.
una palabra, O ctave se había “ preparado” para la vejez: la de un
sabio, así no pudiese caminar. El horror de la enfermedad (operación
1 C f. Freud, “ L e thème des trois coffrets” (1 9 ! 3), Essais de psychanalyse
appliquée , Gallimard, Idées, pág. 103.
1 J. Lacan, Seminario del 6 de m ayo de 1964 (inédito).

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fijada arbitrariamente a los 60 65 años con la “ ju b ilación ” , y
L a muerte de Françoise D olto fue más serena. Tam bién ésta
confundida con el fin de la vida activa, produce a veces en ciertas
llegaba demasiado pronto, amputando la realización de una obra
personas unos e!eetos traumáticos devastadores. Llegad o este m o ­
inacabada.3Pero Françoise, que era creyente, se persuadió de que no
mento, el obligado abandono de la vida activa marca para el sujeto
tardaría en reencontrarse con Boris. M urió aceptando las cosas tal
la entrada en la vejez. N o sucede lo mismo con quienes tienen la suerte
com o eran.
de encontrar a esta edad actividades sustituí i vtts. “ Un anciano, decía
N o es raro que, antes de abandonar una vida que se anhelaba
Sartre,5 jamás se siente un anciano. Com prendo por otros lo que
proseguir, el sujeto d eje surgir el sueño de una relación de cum pli­
implica la v ejez en aquel que la mira desde fuera, pero yo no siento
miento de todos los deseos, satisfacción mágica que se instala en un
mi vejez.” Los cam bios fis io ló g icos (disminución progresiva en la
universo de amenazas permanentes (evolución inexorable de la
eficiencia de las diversas funciones del organism o) son v ivid o s
enferm edad); la resolución de este inmenso espejismo se produce
(com o la menopausia en las mujeres) de una manera muy diferettle
entonces sobre el fondo de una ruptura catastrófica en el vínculo con
.deuin indi vidu oa otro. L o s factores económ icos, sociales y culturales
el ser amado. Se deja entonces la vida con el sentimiento del engaño,
no son'ájen o s a l a mejontTpeor áp feciációtrd eféh vejeciriiien k x En
pues la maestría perdida remite al sujeto a la certeza de haber sido
efecto, n oasTiH lTslabTeci5réttím ite^itre'foñorm áf y^lo patológico,
víctim a de una estafa. L os vivo s pueden, en efecto, asistir al que
lo que m ovió a Ajuriaguerra a decir que “ uno envejece corno vi v ió ” ,
morirá, pero éste da el último paso en soledad, “ escamoteado” , con
señalando así el impacto de los años que precedieron a la vejez. Una
gran frecuencia ante las barbas de quienes le rodean. En estos casos
vida rica y plena conduce más fácilm ente a una v e je z serena, pero
la muerte se conduce com e un “ gentleman ladrón” .
esto dista mucho de ser la regla. Cuando la pasión de una vida se ha
. ¿Cuándo nos hacem os viejos?4 Si esel brusco deterioro del estado
confundido con la acción o la creación en cualquier terreno, no es tan
( físico lo que revela al sujeto la dependencia a la que se ve proyectado
fácil renunciar de un día para otro al lugar que se ocupaba en la
; (o el p eligro de llegar a serlo), esta desgracia (la enfermedad), que
sociedad.
/ hace a un lado cualquier esperanza, puede sobrevenir a cualquier
L os gobernantes, en Francia, la U .R .S.S., Japón o U .S .A .,
) edad. La repercusión no será la misma a los veinte años que pasados
superaron largamente la edad del retiro impuesto a sus conciudada­
i las ochenta. La “ condena a muerte” está ahí, presente, desde el
nos. Por otra parte, estudios realizados por Bartley (1977/’ revelan
nacimiento. U no acaba por olvidarla.
que el ausentismo, así com o los accidentes de trabajo, son mucho
La v e je z no tiene nada que ver con la edad cronológica. Es un
menos frecuentes en los trabajadores viejas que en los jóvenes. A s í
estado de espíritu. H ay “ viejos” de veinte años, jóven es de noventa.
pues, no salo en el privilegiad o mundo de la jtolítica, de los
! Es úná cuestión de generasidad del corazón, pero también una
intelectuales y los creadores el placer de trabajar subsiste com o un
manera de conservar dentro de nosotros la suficiente com plicidad
placer que desea uno llevar hasta su térm ino (la muerte). Hay
con el ni ño que hem os sido. Aquel que ensujuventud se identificó con
también cantidad de trabajadores, en particular artesanos o agricul­
el señor serio y respetable, aquella que tempranamente quiso encar­
tores, que pueden sentirse aún hasta tal extrem o ligados a su función
nar a “ la dama” , serán a buen seguro unos abuelos respetables, pero
que, al perderla, abandonan una parte de sí m ism os y desde entonces
\ el renunciamiento (a un papel) no será para ellos necesariamente
no tienen más posibilidad que la de esperar la muerte, “ pasando el
más fácil. T od o s quisiéramos dejar.para después, para lo más tarde
' posible, la renuncia a lo que fuimos. D e ahí que la noción de vejez

5 Le Nouvel Observateur, 1980, citado en Brian M ishara y Robert R. R ied el,


3 Françoise parlió no obstante, nos dice Catherine, su hija, con el sentimiento
Le vieillissement, op. fit . , pag. 17.
de haber concluido su tarea. 6 D. Bartley, Compulsory Retirement: a Re-Evaluation , Personnel, 1977,54,
pags. 62-67.
4 C f. Brian L. M ish a ra y Robert G. Riedel, Le vieillissement, PUF, 1984.

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tiem p o” en el ocio. L os viajes de temporada baja organizados para personas de edad en situación de tener que retirarse de toda vida
la tercera y cuarta edad (por iniciativa de la municipalidad o de activa. Las repercusiones difieren según que se trate de personas
algunas mutuales), aunque en un principio constituyan un excelente solas (viudos, viudas, solteros) o de personas independientes que
n eg ocio hotelero, pueden ayudar también moralmente a aquellos a tienen un fam ilia e intereses culturales o políticos (sin contar los
quienes el deseo de v ivir mantiene con vida. Una de mis antiguas recursos afectivos que puede procurar cierta form a de beneficien-
empleadas domésticas, Marie-France, se jubiló de manera efectiva a cia). Cada v ez que una persona entrada en años sufre de depresión
los 80 años. D e origen campesino, llegó a París tras el fallecim iento sin saberlo (fijada a la sensación de “ v a c ío ” de la vida), y o intento,
de su m arido alcohólico. D ejó la granja a sus hijos y recibió, a con la ayuda del sujeto, instalar en la realidad un marco soportable
cam bio, un pequeño apartamento en París. Esperó 80 años para de vida. Esto obliga al sujeto a nacer proyectos, a verse con gente y
perm itirse atender su cuerpo (una catarata que pudo haberse operado muy a menudo le brinda ocasión para recuperar la capacidad de
mucho antes), y primeramente para posibilitar su recuperación de la soñar, que había perdido. Si no existe una fam ilia, los am igos pueden
vista. Y o asistí a su metamorfosis: se regaló a sí misma (aprove­ sustituirla. Si la fam ilia existe, sabemos que las m ejores relaciones
chando facilidades que ofrecía su mutual agrícola) el placer de son siempre aquellas donde se mantiene cierta distancia... P or otra
realizar una serie de viajes alojándose en hoteles de lujo. C onoció parte, los nietos y bisnietos sirven a menudo de nexos entre las
mujeres de su edad cuyo contacto mantuvo. N o “ v o lv ió al terruño” generaciones. En la actualidad, sin embargo, jó ven es y viejo s desean ~
(a reecontrarse con sus h ijos) hasta diez años después, y allí murió, no vivir bajo el mismo techo. Y de ese modo, cuando ya no es
cuidándose de no molestar a nadie. N o fue éste el caso de Am élie, razonable que el padre anciano v iva solo, si carece de los recursos
quien, siendo relativamente jo ve n (70 años), com enzó a perder el uso suficientes y no puede pagar una ayuda a d om icilio, lós hijos lo
de la palabra, a no poder vestirse ni ocuparse de su asco personal. “ colocan” en una institución (y e llo sin consideración de la edad: a
Replegad:! sobre sí misma, incontinente, se había vuelto una extraña los 70 o a los 90 años...).
para su m edio fam iliar. L e quedaba la sonrisa y una mirada En la actualidad se estima en un 20 a 25 % la proporción de
interrogadora que parecía estar pidiendo perdón. Vencida por el personas de edad condenadas a acabar sus vidas en una institución.
deterioro que la sumergía y que agobiaba a la familia, A m élie, muda, La vejez de un gerente de empresa no será, sin em bargo, la misma que
dejaba ver lo intolerable de un anonadamiento. V iv ió así diez años la de su obrero. Ninguno correrá el riesgo de encontrarse con el otro
encerrada en un espacio entre la vida y la muerte. Antes de dejar en el mismo tipo de establecimiento (lo que sí podría ocurrir, por
efectivam ente a los vivos, ya había entrado en el reino d élos muertos. ejemplo, en el caso de una operación cardíaca en un hospital de
prestigio). En efecto, la gamá de instituciones va del “ m oridero”
-reservado a postrados carentes del menor recurso- hasta el cuatro
estrellas, pasando por las “ fam ilias de acogida” para personas de
A s p ec to social d el en vejecim ien to edad. En esta variedad de colocaciones lo peor se codea con lo mejor,
descubriendo a menudo abismos de inhumanidad y soledad.8
Hay viudas (de ingresos modestos) que viven encerradas desde
Una teoría del “ descomprometerse” 7 supone establecido que las hace más de veinte años. L o que les falta es calor humano, así com o
personas de edad se retiran por sí solas de toda vida social. N o sobra contactos táctiles. “ Soy -decía una de estas mujeres, universitaria-
voluntad para preguntarse si no es la sociedad la que coloca a las una^jíemoñaT(5petada, pero ¿cuánto hace que nadie m e toma en sus

7 C f. Gérard Badou, Les nouveaux vieux. Seuil, 1989, pág. 249. * C f. Gérard Badou, op. cit., pág. 249.

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brazos? (...) A nuestros hijos, añadía, los criamos mal. Hicieron E n v e jec er no es en absolu to lo qu e se piensa
carrera, vien en a verm e, pero se han olvidado de jugar. S ó lo tengo
gente digna a rni alrededor, necesitaría una pizca de locura...”
L o que esta mujer pedía al cabo de veinte años de viudez, era no Cuando se habla de vejez, generalm ente se em pieza por hacer el
sólo un contacto táctil sino también una mirada. Pero esta búsqueda catálogo de todo lo que se debilita con la edad; la visión, la dificultad
estaba destinada al fracaso, pues lo que miraba nunca era lo que para caminar, la memoria que vacila, las relaciones sexuales que se
esperaba ver. En el mismo m ovim iento por el que perseguía una hacen cada v ez menos frecuentes, a menudo por la im potencia del
miráda, es decir, un soporte que la ayudase a vivir, desde el lugar en cónyuge. Prácticamente no se habla de la sexual idad, quese transfor­
que estaba se sentía com o fotografiada, y una división se producía ma en temui a, en contactos sostenidos por la v o z, la mirada, el tacto.
entresuser ysu falso exterior. En el ju ego de señuelo que se instituía, Soñar con el amor es posible, sin embargo, hasta el final. L os
no estaba entonces segura de poder recuperar el placer del juego. L o necesarios y sucesivos duelos por las facultades perdidas tieñen que
que surgía com o “ i m [xxlim enio” en la relación con el otro era el pudor venir secundados por otras formas de estimulación y reinvención
(esconder su profundo desamparo) y la negativa a despertar lástima. permanente de uno mismo con el otro. Esto im plica un m ínim o de--
El placer de encontrarse con sus hijos y am igos la impulsaba, sin que Dresencia d e l ofro. Para cada ser vivien te sexuado se trata de una
lo supiese, a un m ovim iento de retirada. L o deseado era un señuelo, búsqueda infinita y un tanto ilusoria del com plem ento de sí en este
o sea el im posible reencuentro con el objeto perdido (en la persona otro. “ El ser viviente, nos dice Lacan, al estar sujeto al sexo, ha caído
de su esposo). Este duelo im posible de hacer la empujaba, en la obra bajo la acción de la parte individual.” 9 Esta parte de uno mismo,
de vida, a introducir la figura de la muerte. Por lo que se refiere a sus perdida para siempre, hace del vivien te sexuado un ser mortal. Pero
hijos, icios estaban de sospechar que v iv ía su presencia de manera son los prejuicios los que tíos mueven a pensar que lo que llaman
negativa. L o cierto es que su “ colocación” en un establecimiento en “ andropausia” en el hombre es fuente de dificultades sexuales. En
las meses que siguieron a la muerte del cónyuge, no ayudó a esta efecto, la disminución de la hormona masculina no interviene
mujer a reinventar su vida/ El aislamiento contribuyó a deslizaría prácticamente en el mecanismo de la erección .10
hacia un im aginario regresivo donde, en realidad, sólo el recuerdo del Pero ciertos hombres, por temor a no ser ya superpotcntes,
")
pasado pod ía aportarle alguna satisfacción, mientras que las relacio­ renuncian de la tioclieirTa^tñáñanait'tSdaTelacTóñ'sexua 1. En cuanto
nes con el otro estaban com o destinadas a deteriorarse con el tiem­ a la mujer, la menopausia la ha librado Jcl temor al embarazo. Su
po. El sentim iento de extruñeza que invadía todo el espacio relacional vida sexual gana a menudo en serenidad e incluso puede ser mas
la deja aa con una sensación de vacío interior, de rebelión y desorien­ agradable que antes. En realidad, jog verdaderos obstáculos para la
tación. vida sexual son sobre íódó de orden p sicológico y social. Las viudas -r-
La persona entrada en años, cuando se da cuenta de que ya no son,’ por ejemplo', ¿has numerosas que los viudos, y las instituciones ;
puede operar com o antes sobre el mundo ambiente, no tiene más no tolcranJbicn jos vínculos amorosos entre jxírsotfáArfe edad.'Se’' ^
elección, parece, que retirarse (del mundo) a la depresión. La olvida que lo que mantiene v iv ó á un ser humano es cT á fecfo, la
angustia puede traducirse en agitación, en interpretaciones paranoi- ternura, un espacio de sueño en el que haya si tio para la presencia de
des, mientras asistimos, paralelamente, a una aminoración en el alguien que nos escuche.
ritmo de las funciones vegetativas. La destrucción del cuerpo, vivida En un barrio popular de París, un autor a n ó n im o " escribió con
al m odo de un castigo eterno, puede venir asociada entonces a la idea
de inmortalidad. 9 J. Lacan, Seminario del 27 de m ayo de 1964 (inédito).
10 Pierre G u iilet, L ’aventure de l ’âge , Hatier, Paris, 1989, pág. 124.
" Citado por Gérard Badou, op. cit., pág. 263.
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un problema, pues la sociedad teme enfrentar las necesidades de una
pintura negra sobre una tapia: “ V es, A m élie, nuestra decrepitud,
“ sociedad de viejos” disminuidos, pobres y mal alojados...
nuestra vista que disminuye y nuestro oído que falla. Esto se llama
Es preciso cambiar, ciertamente, de mentalidad: en interés de las
envejecer. La piel se nos marchita, A m élie, los pasos son un esfuerzo
personas mayores (y en el nuestro) hay que pensar cóm o abrirles y
tras otro. Cada mañana el despertar resulta más d ifícil. La inconti­
sostenerles posibilidades enriquecedoras de experiencia. M e im pre­
nencia amenaza. L a memoria se ablanda. Y a ves, A m élie, vam os a
siona la manera en que las personas de edad (aisladas) que vienen a
m orir.” Parecería un grito de amor y una llamada, todo a la vez. Una
consultar por un estado depresivo, cambian rápidamente no bien han
llamada para exorcizar cualquier riesgo de soledad, segregación y
podido recobrar en lo real a lg o del orden de una estima de sí (dar
.muerte. Pues_cn lo inconsciente,12 nos dice Freud, cada cual está
lecciones a niños enfermos, búsqueda de un segundo o ficio , encuen­
persuadido de su inmortalidad.
tros sociables en el barrio, cursos para la tercera edad en la
* L a v e je z (con el cuerpo que se transforma) podría constituir un
Universidad). M e interrogo también por la form a en que, cuando la
momento fe liz de la vida en el que la memoria se ejercería com o
enfermedad se instala, las personas viejas se ven arrastradas al ciclo
“ recuerdo” de una historia pasada para transmitir a las generaciones
infernal de la sobrecompensación de drogas corregida por otros
futuras. L o que se v iv ió adquiere entonces sentido en función de los
medicamentos. H ay ancianos que mueren por esta causa. La angus­
otros. Pero e! drama de muchos ancianos perdidos cñ 'süs referentes
tia de la fam ilia induce al m édico a angustiarse a su v ez, hasta perder
es que ya nadie les habla. Y entonces no encuentran palabras para
a veces la cabeza. En Francia hay una grave carencia de especialistas
expresar su desasosiego. Existen formas de demencia que son, así,
en medicina interna, que son los encargados de “ atender” de una
resultado de un doble encierro: el del süjefó en el interior de sí mismo
manera globalizadora (y no órgano por órgano). En cualquier caso,
y el del otro, que ya no intenta comunicarse con él. Pues el m edio
no se puede tratar todo. Puede ocurrir, por ejem plo, que una v ez
exterior nunca es totalmente ajeno a la evolución de la demencia de
operada una catarata se descubra que las retinas fueron dañadas por
un individu ), demencia que, hallándose separado el sujeto del
otra enfermedad y que el sujeto sólo quedará ligado al mundo de los
mundo, será aun más invalidante.
v iv o s gracias a unos cassettes... Para que esto resulte soportable el
A com ienzos de siglo, las personas de edad (esperanza de vida: 45
anciano deberá estar rodeado por un m edió cálido y solícito. L o que
años) encontraban un lugar en el seno de sus familias. Pero durante
no es síempre é ! casoT“ ' ' ~~— 1— — -—•
mucho tiempo los ancianos fueron poco numerosos frente a los
muchos hijos y padres en actividad. La prolongación de la vida pasó
a ser, con el correr de los años, un hándicap, puesto que la sociedad
em pezó a juejarse del aumento de miembros improductivos. En
C u erp o enferm o. E spacio social
1945,n se fijó arbitrariamente la jubilación a los 65 años (en esta
época la esperanza de vida era de 62). N o era largo este tiempo de
m erecido “ descanso” . Jubilación y muerte no estaban lejos de
En la Edad M edia, en la época de las epidem ias y sobre todo de la
coincidir. Hace poco supimos que biológicam ente el hombre puede
peste, la enfermedad aparecía com o el horror visible de un cuerpo
vivirh asta los 100 añ osy morir sano. Esta perspectiva de longevidad
transformado14 que se había vuelto monstruoso para uno m ism o y
(1.115.000 personas ancianas para el año 2000) crea en el presente
para los demás. Los progresos de la m edicina (la hem odiálisis, por
ejem plo, para quienes padecen de insuficiencia renal) permiten hacer

12 S. Freud, “ Considérations actuelles sur la guerre et la mort” ( 1915), Essais


14 C f. C lau din e H crtzlieh , Janine P ierret, Malades d ’hier, malades
de psychanalyse, Payot, PbP. d ’aujourd'hui , París, Payot, 1984.
13 C f. Pierre G uillct, op. cit., pàg. 18.

18 19
exteriorm ente más discreto el alcance del cuerpo por la enfermedad,
otros, la minusvalía física “ no se v e ” , lo que asusta es la anormalidad
“ eso no se v e ” y e llo tranquiliza al paciente (y a quienes le rodean).
y el deterioro mentales. En Inglaterra le negaron la hem odialisis a un
Prótesis y máquinas, así com o numerosos procedim ientos terapéuti­
pordiosero “ no rentable” y se m o v ilizó todo un barrio para pagárse­
cos cotidianos, toman hoy la posta del cuerpo desfalleciente.15
la... Entre las degradaciones “ molestas” cabe incluir h oy a los
M ientras que el trastorno del “ parecer” disminuye, la incapacidad de
enfermos de edad avanzada. El “ papy-boom ” no estaba previsto. N o
un “ hacer” (dificultades motrices, entre otras) constituye para el
falta mucho para responsabilizarlo por c! actual desequilibrio del
individuo la auténtica señal de la enfermedad. El cuerpo enferm o, que
sistema de salud. En 1990 hay en Francia 2 m illones de ancianos de
da h oy menos m iedo, hace resurgir no obstante, en el plano del dolor
más de 80 años. Se teme que en el año 2000 la cifra se duplique.
y el deterioro, la misma angustia, aun cuando intentemos ocultar su
500.000 postrados19viven actualmente en este país, mientras que
horror.
sólo se dispone de 70.000 plazas para estancias prolongadas. Ahora
El espacio de la enfermedad se ha desplazado hacia el interioi del
bien, las “ estancias prolongadas” albergan solamente a los ancianos
cuerpo. Los enferm os hablan de sus radiografías, de sus exámenes
más válidos, cuyas fam ilias deben desembolsar sumas mensuales de
b ioló gico s, de la detección de los anticuerpos del virus H.I.V.,
10.000 a 15.000 francos. L o s Centros convencionados rechazan a
detección que creó una nueva categoría de enferm os entre los
los “ demasiado afectados” , “ demasiado pobres” , “ demasiado v ie ­
individuos sanos: los “ seropositivos” . El “ cuerpo de la enferm edad”
jo s ” ... Los desechados de la estancia prolongada intentan la
y el “ cuerpo enferm o” tienden a separarse. P or una parte, la
“ estancia media” (duración máxima de alojam iento por la Seguridad
décodiltcación de la enfermedad remite a mensajes infracorporales
social: 80 días). Después, casilla de sal i da: las urgencias, con que las
provistos por el saber m édico (la verdad clínica ya no se cir­
familias se quitan a sus viejos de encima, y la búsqueda por la
cunscribirá sólo a lo v is ib le )16y, por otra parle, una verdad insiste en
asistente social de un lugar que aceptara entreabñr sus puertas. Es
el ser del enfermo, quien percibe la existencia de un mal que no se deja
así com o ciertas personas de edad acaban su vida solas, trans­
leer por el observador. La decodificación remite hoy la enfermedad
portadas de camillas de ambulancia a camas de hospital para
y el cuerpo a un espacio social definido en ténninos de integración o
terminar finalmente en el hospital psiquiátrico, cuando los servicios
no integración social, de dependencia o independencia. Un informe
exhiben el letrero: “ com pleto” . Personas dependí entes se encuentran
del 1 N S E R M 17enumera así 18 categorías de minusvalías a “ reparar”
con que las han atado a un sillón,20 lo que amenaza con provocar
en el plano m édico-social. Estas minusvalías abarcan tanto al
severos trastornos psicopatológicos en los lobinas. El “ chaleco-
insuficiente renal crónico com o al retrasado profundo, pasando por
cinturón” parece haber suplantado al “ chaleco qu ím ico” y, en un
las minusvalías físicas y sensoriales (se deja un lugar a la “ tecnología
contexto donde sólo hay 2 asistentes para 36 personas, el número de
salvadora” de los órganos a reparar). El verdadero problema es la
amarrados al sillón o a la cama en los fines de semana y feriados se
acogida que presta el hombre de la calle a lo que se puede calificar
hace proporcional a la disminución de un personal ya insuficiente en
de anormal.18 Y , en este punto, las reacciones son diversas: los
el servicio.
ntediosde comunicación de masas informan del caso de un encargado
Estos establecimientos, aseptizados y tecnologizados, suelen
de restaurante que le negó una mesa a un ex víctim a de la polio; para
ignorarlo todo del simple intercambio humano. Los ancianos de
“ buen puntaje” son los pasivos y los que duermen todo el día. Nada
15“ Du corps horrible à l’ espace de la m aladie", La Quinzaine littéraire , n - 5 14.
agosto de 1988, págs. 23-26.
19“ Leerépusculedes vie u x ",T .F . 1 (T elevisió n francesa, primera cadena), 22
16 C f. M ichel Foucault, Naissance de la clinique , Paris, PU F, 1963, págs. 94-95.
h 35, el !2 de septiembre de 1989. Cf. Samuel Luret, “ L e parcours de la h on te” ,
17 IN S E R M , Réduire les handicaps, L a Documentation française, 1985.
Le Nouvel Obsermteur, 31 de agosto-6 de septiem bre de 1989.
‘8 C f. L . A can, M . Fardeau, H J . Sticker, L'homme réparé, artifices, victoires,
Paris, G allim ard, col. Découvertes, 1988. 20 C f. Robert Chamballon, “ La cam isole gérialrique” , Le Monde del 22 y 23
de ju lio de 1990.

20
se quiere saber de los perturbadores, cuya protesta ti ene sin em bargo Asistim os ya a un dcsmantelamiento de los servicios de Salud. Se
v a lo r de verdad (referido a una concepción normativa de la geron ­ cierran camas sin redistribución de personal, sin acondicionamiento
tología que reduce al individuo a la condición de mero objeto de de nuevas estructuras (y ello tanto para los ancianos com o para los
“ cuidados” , estándole negado el derecho a la palabra). polidiscapacitados). Se calculó que en determinado momento el 45
' 'En una comunicación a la Academ ia de m edicina de París,21 el % de los pacientes tendrán que ser excluidos de los centros especia­
profesor Robert Hugono t, je fe del servicio de gerontología elíni ca en lizados, sin pensarse ni por un momento en instalar otros tipos de
el Centro hospitalario de la universidad de G renobie, estimaba en un estructuras.
20 % la proporción de personas de edad sometidas a sevicias N o podem os matar a los viejos. Y sin embargo, a¡ observar la
psicológicas dentro de sus propias familias, y en un 2 a 5 % las que unanimidad europea frente a las economías a realizar en el presu­
teman que padecer sevicias físicas. Entre las sevicias médicas en puesto de Salud, empezando por los viejos, vuelven a nuestra
práctica, el profesor Hugonot ubicaba la privación de cuidados y los memoria antiguas prácticas que Simone de Beauvoir22 expuso en
abusos de neurolépticos. Estas estadísticas son frute de serias amplios términos y que mencionaré ahora sucintamente.
investigaciones llevadas a cabo en Suecia, Noruega, Finlandia, L o s trabajos de Frazer enfatizaron la importancia que reviste,
Estados Unidos, Canadá. En Francia, las autoridades administrativas para la supervivencia de la sociedad en ciertos pueblos prim itivos, el
cierran los ojos y se contentan con aplaudir la devoción de las dar muerte al je fe antes de que sus fuerzas deci inen a fin de que pueda
fam ilias y del personal asistente. Pero es evidente que en este país se vi vi r con todo su vi gol en el cuerpo de su sucesor. C reenci as si m i 1ares
maltrata a las personas m ayores tanto com o en otros. Según el inducen a ancianos de otros sitios (islas F id ji) a darse voluntariamen-
C fl *,
profesor Hugonot, el 40 % de los lugares de acogida no ofrecerían a óte la muerte a fin de evitar que la decrepitud los amenace para la
sus huéspedes condiciones decentes de vida. Después de esta eomuni - 3*eternidad. En el noreste siberiano, los hijos criados duramente por un
cación, la propia Academ ia de medicina form ó una com isión vincu­ v padre que tenía sobre ellos derecho de vida y muerte, 5e vengaban de
lada con los ministerios de Salud y Justicia. H o y se estudian los > él cuando alcanzaba la vejez. Maltratados en su infancia, el o d io les
m edios para prevenir las sevicias morales y físicas y hasta para * llevaba a dejar morir a sus viejos padres por falta de cuidados. En el
acondicionar lugares de escucha y “ teléfonos verdes” , com o se hizo ''sur de A frica, los tonga abandonan a sus hijos de 3 a 14 años a los
con las mujeres golpeadas o los hombres violentos. Se invitó a las ^ abuelos. Los niños conocen el hambre, roban y sustraen la com ida de
comunas a abrir centros de recepción diurnos para personas de edad, ’v ,
los ancianos, con los que no son cariñosos. N o hay ni nguna tradición
a fin d e ayudar a las fam ilias a mostrarse menos intolerantes con sus bcultural y social, la memoria del pasado no se transmite. Entre los
mayores... hopis, los ancianos que están por morir son dejadi s en una choza
Las perspectivas en materia de Salud pública para después de só lejos del caserío. Se los abandona con un poco de agua y comida. L os
1992 se anuncian sumamente inquietantes. En los países europeos se esquimales incitan a sus viejos a acostarse en la nieve en espera de
están planeando restriccion es presupuestarias que afectarán que llegue la muerte. En Japón, se abandona a los muy viejos en “ las
particularmente a las personas de edad. Cuestan muy caras y llegan montañas de la muerte” .
a demasiado viejas: así se constata. Se intenta instalar entonces, de H ay que esperar al despliegue de la magia y las religiones, así
manera arbitraria, una separación entre lo social y lo sanitario, com o al advenimiento de una vida económica más holgada, para que
erigien d o nuevos guetos para las personas de edad avanzada.22 la situación ofrecida al anciano por la sociedad experim ente un
vuelco total. En ciertas sociedades se instala incluso una gerontocra-
21 M arc Ainbroise-Rendu, “ L es grands-parents martyrs” , Le Monde del 29 de
cia. El viejo inspira respeto, se le teme. Hasta la década de 1930 fue
ju n io de 1990.
22 C f. J. M . Toulouse, Vie sociale et traitement, nB 15-16, Nueva Fórmula,
agosto de 1990.
23 C f. Simone de Beauvoir, La vieillesse, Gallim ard, 1970, págs. 52-213.

22 23
i í. .. ■~~r 1 í * *
considerable, entre ios lele (cerca del C on go), el poder de los hombres J rebeldía es su única manera de hacerse reconocerj y la form a en que
de edad. Tenían el m onopolio del o fic io y, antes de retirarse, puede subsistir una posibilidad de palabra. N o preparados para
transmitían a un jo ven sus secretos. Con todo, seguían siendo vinculam os con las personas de edad, nuestra sordera nos quita
indispensables para la comunidad en lo atinente a la preservación de recursos para que vuelvan a arrancar com o sujetos deseantes. Y esto
los ritos religiosos y al secreto de los remedios, y también eran resulta más' importante aún cuando personas de edad avanzada
indispensables para las negociaciones matrimoniales. L o s jóven es sufren operaciones mutilantes; pues, insertado en la palabra, si no se
aceptaban la tiranía de los viejos sabiendo que, cuando muriesen, escucha al ser hablante en su desamparo, éste adopta una actitud de
heredarían a sus viudas y accederían a su v e z a los p rivilegios de ia desafío y se afeira a un significante velado por el lenguaje: la muerte.
edad avanzada. Freud destacó el hecho de que nuestra propia muerte no nos es
Las costumbres varían mucho según que las com unidades sean representable; frente a ella som os siem pre espectadores.24 En lo que
bandas poco estructuradas o que las tribus se establezcan sobre un se refiere al muerto, celebramos tan sólo sus méritos. Guardamos
tetri torio. Cuando la sociedad se hace agrícola, reglas aplicadas a los hacia el muerto los miramientos que se deben al hombre vivo. La
linajes definen los derechos sucesorios y los intercambios matri­ crisis más antigua de la humanidad fue, según Freud, el parricidio,
moniales. N o se expulsa al ascendiente al pasado. La comunidad el asesinato del padre originario de la horda prim itiva, padre cuya
incluye tanto a los vivos com o a los muertos. El antepasado es un imagen se transfiguró en divinidad. “ N o mataras” , añade (recogien ­
espíritu b en évolo que habita bajo el techo de los descendientes. El do una frase bíblica), “ nos proporciona la certeza de que descen­
hom bre de más edad conduce las ceremonias donde se rinde al demos de un linaje de asesinos que llevaban en la sangre el deseo de
antepasado muerto el culto a que es acreedor. matar, com o tal v ez aún nosotros m ism os.” Esta observación,
Sim one de Beauvoir explica magistralmen' e de qué modo, en ¡as asociada al esclarecimiento etnográfico, debería volvern os más
sociedades primitivas, un anciano tiene más posibilidad de ser bien atentos a lo que nos sucede con los discapacitados y las personas de
tratado y sob revivir entre los ricos que entre los pobres, entre los edad, es decir, con los im productivos expulsados por la sociedad de
sedentarios que entre los nómades. Demuestra con sim ilar claridad consumo (y para los cuales pronto irá en disminución el reem bolso
que los pueblos civil) zados aplican el mismo trato, salvo el asesinato, de su asistencia por la Seguridad social).
que está prohibido. A finales del siglo xvui la tradición burguesa
perpetúa la veneración de que se hace objeto ni m ayor; la literatura
del siglo x jx , en cambio, ofrece del anciano una visión más realista
y muestra la disparidad de situaciones según que pertenezca a las L a vejez, verd a d de la condición hum ana
clases superiores o a las explotadas. En el siglo xx, la disolución de
la célula fam iliar hace que la sociedad deba sustituir paulatinamente
a la fam ilia e instaurar una política de la vejez. En los albores del año “ ¿Qué grado de bondad y de humor hay que alcanzar para soportar
2000, la situación se toma más severa. La pregunta que hoy se jri horror de la vejez?” ,25escribe Freud a Lou Andreas-Salom é en una
plantea es, directamente: ¿qué hacer con nuestros viejos? carta del 16 de mayo de 1935. Añade que depende ahora por
El derrumbe psíquico en ancianos enfermos, aislados o mal completo de su hija Anna, y que estuvo enormemente acertado al
tolerados por su familia o por la Institución, se debe a que en su
relación con el otro la persona de edad ya no es tratada com o sujeto
sino sólo com o un mero objeto de cuidados. Su deseo y a no encuentra 24 Freud, “ Considérations actuelles sur la guerre et la m ort” (1915), Essais de.
psychanalyse, op. cit., pdgs. 26-35.
anclaje en el deseo del Otro. En su relación con el otro, el anciano
25 Lou Andréas-Salomc, Correspondance avec Sigmund Freud , Gallim ard,
instala ju egos de prestancia y oposición de puro prestigio. La 1970, pdg.255, caita de Freud del 16 de m ayo de 1935.
fabricar a esía hija... D iez anos antes,26 describía a la misma Lou la brindaban sus allegados? Pero lo que retomaba en ella era el odio.
indiferencia que se apoderaba de él, la coraza de insensibilidad que Freud nos enseñó que el niño conoce el od io antes que el am or y que,
se estaba formando... “ Una manera - d ic e - de em pezar a ser inorgáni­ paradójicamente, este sentimiento subsiste después com o un escudo
c o .” Su marcha se hace penosa (1929) y la lectura deja de interesarlo para la conservación del y o [m oi ]. Avanzada la v eje z,29el rxlio puede
(28 de julio de 1929). Pero nueve años antes había perdido a su hija presentarse com o protección del sujeto antes de su muerte, adquirir
Sopliie: “ Descubro en el fondo de mi ser” -escrib e entonces a inclusive una tonalidad erótica y convertirse en soporte para la
Feren czi-27 “ el sentimiento de una ofensa nareisista irreparable.” continuidad de una relación amorosa. H ay personas viejas que, vi vas
Freud pide casi disculpas por dejar caer sobre su interlocutor el peso aún, nos fuerzan a hacer el duelo de lo que representaron para
de su tristeza. En realidad lo tranquiliza cuando cita a Schiller y nosotros en una época en que la calidad de los intercambios instau­
G oethe para evocar la hora invariable del deber y del dulce hábito rados con ellas no tenía precio. L o que estas ancianas ignoran es que
de vivir, que se supone lo ayudan a que todo siga como de su m edio suele estar dispuesto a aceptarlas com o son, aun si su vida
costumbre. En 1915, Freud, sin dejar de observar que “ nuestro tuviera que reducirse a una subsistencia puramente vegetativa. Son
inconsciente es inaccesible a la representación de nuestra propia ellas las que se retiran del ju ego antes de tiempo, heridas irrem e­
muerte” , sugiere que “ reservem os a la muerte el lugar que le diablemente en el duelo de la imagen brillante de sí mismas que se
corresponde. Si quieres soportar la vida -añ ade-, has de estar niegan a hacer.
^dispuesto a aceptar la muerte (si vis vitam, para mortem ) ” . Esta El problema del deseo es algo que el hom bre,tiene que situar,
/ “ aceptación” de la muerte se instala para él en el lugar de la represión, encontrarla lo largo de toda su vida,30 y con gran frecuencia a sus
l y Freud recomienda ira buscar algún recurso en la ficció n y el teatro. expensas. El sujeto intenta reconstituirse en una demanda elevada al
“ En ellos - d ic e - ,28 encontramos todavía personas que saben cóm o Otro. Busca en el Otro una suerte de garantía que le permita situarse
/morir, que hasta se las com ponen para matara otro. Encontramos en y nombrarse. Arrastrado por el interrogante de lo que es, el sujeto,
la ficción -añ ade- la pluralidad de vidas que necesitamos. M orim os a nivel del fantasma, al término de su interrogación, se encuentra
con el héroe con el que nos hemos identificado, sobrevivim os a él y com o corte. L o s duelos sucesivos que fue 11evado a hacer se cumplen
estamos listos para morir con otro héroe.” bajo la forma de objetos que se le desprenden: pezón, excrementos,
El día en que una am iga escritora de más de ochenta años me mirada, voz. La respiración, en cam bio -señala Lacan -, no se
anunció que había perdido el deseo de leer, com prendí que lo que se desprende (lo contrario sería dramático), se ritma. L o que queda de
había extinguido en ella era el deseo de vivir. La sujeto estaba los objetos de los que el sujeto acepta separarse, es una marca (marca
efectuando el duelo de sí misma, de su identidad. Desconstruida, de un significante que, continúa Lacan, lo extrae de un estado
espectadora de su propia caída, clamaba por la biuerte. L e parecía primero para llevarlo, para identificarlo con una potencia de ser
menos terrible que el horror de lo que estaba vivien do. Su palabra diferente, superior). La mutilación sirve para orientar el deseo hacia
acabó quebrándose, brechas y grietas se habían introducido en la un más allá sim bólico (así pues, los ritos de iniciac ión garantizan que
matriz sim bólica donde se origina el Yo \Je] del ser hablante y sólo desde entonces podrá designarse "com o tal el ser del sujeto).
deseante. ¿D e qué podía sostenerse aún sino del amor que le Según la experiencia de Françoise D olto, esta teoría del deseo se
funda también en duelos sucesivos que se deben cum plir en cada
26 S. Freud, Curresponüance, 1873-1939, Gallimard, 1966, carta del 10 de
etapa de la vida para alcanzar la plenitud de la etapa siguiente. La
m ayo de 1925, pág. 390.
etapa siguiente..., un día, resulta ser la muerte o la asfixia mortal.
27 ¡bid., pág. 358, carta del 4 de febrero de 1920.
28 S. Freud, Thoughtsforthe timeson warancideath, 1915, SE. X Il.págs. 289-
301, “ Considérations acíuelles sur la guerre et la mort” , Essaisdepsychanalyse,
29C f. Charlotte Herfray, La vieillesse, Epi, D escléed c Brouwer, 1988, pág. 95.
np. cit.
30 J. Encan, Seminarios del 11 de marzo y 8 d e abril de 1959, inéditos.

26 27
Este es un real difícilm ente representable. S ólo corno espectadores muerte. Y no la simultaneidad de la muerte con lo que ya estaba casi
asistimos a nuestra muerte. El sujeto, al final de la carrera, se muerto... Esa muerte que él había mirado con el enloquecim iento de
encuentra desarmado en relación con la situación de dependencia un animal; comprendía que tener m iedo significaba tener m iedo de la
absoluta que es llam ado a vivir. Frente al peligro (la amenaza que la vida. El m iedo a m orir justificaba un apego sin límites a lo que está
enfermedad reenvía al sujeto), el paciente puede defenderse, sin v iv o en el hombre.”
^em bargo, de dos maneras: haciéndose él mismo obstáculo para En El rey Lear, cuyo protagonista es un anciano, la v e je z se revela
cualquier posibilidad de curación (al saberla engañosa, anticipa el com o la verdad de la condición humana. Sólo partiendo de ella se
poder de la muerte sobre él), ó manteniéndose al margen del juego, comprenderá al hombre.32 En el drama de este anciano cuya v e je z se
! dejando para mañana la problemática de la muerte que le atañe. parece a la locura, Shakespeare nos hace escuchar una verdad
/ Persiste siem pre un desajuste entre la cadena repriínida y lo mani­ emparentada con el horror de existir. Condenado (por la maldad de
fiesto del discurso, lo que toma problemático saber en qué nivel se ios suyos) al exilio, hace oír su desasosiego.33
sitúa verdaderamente el deseo. D e este modo, com o el deseo siempre L o que el rey Lear demanda a los dioses es, con la fuerza de la
es en algún punto deseo del deseo del Otro, un suicidio (o la muerte indignación, reencontrar, recuperar la estima de sí mismo: antes que
demandada ai otro) dista mucho de ser simple, por la form a en que el espectáculo de la miseria y la degradación, es preferible el de la
nuestra im potencia nos cuestiona. locura.
En todo chama se revelan planos superpuestos en cuyo interior En todos los mitos (Frcud lo recuerda constantemente), el hijo,
puede instalarse la dimensión propia de la subjetividad humana. L o después de haber admirado a su padre, experimenta un vínico
que el sujeto destía verdaderamentees una cosa altamente problemática apremio: sustituirlo. La reconciliación sólo tiene lugar una vez que
para el analista. La histérica procura crearse un deseo insatisfecho, el padre ha muerto. En loque atañe al inconsciente, mantiene distante
" ) el obsesivo no se sostiene síñó de un desco mí posible: las dos vías
entrañan su verdad. En el acto de habla, lo que cuenta es el presente. 32 Cf. Súrteme de Bcauvoir, La vieillesse, op. cit ., págs. 176-185.
En este presente se plantea un interrogante dirigido a la hora del 33 W illiam Shakespeare, Obras completas publicadas bajo la dirección de
encuentro del sujeto con lo que éste quiere en última instancia. Dicho Pierre Leyris y Hcnry Evans, Cam bridge Univ. Press., 1959. Trad. francesa,
Fonncs ct rcflcts, pág. 159.
interrogante aparece con una respuesta, la de una verdad sin espe­
¡Oh, cielos, dadme la paciencia! ¡ l o paciencia que necesito!
ranzas. Esta última tiene por soporte una noción de abandono, de Veis aquí, dioses, a un pobre anciano
traición, emparentada con la muerte recibida por el otro (pues éste ya Tan lleno de sufrimientos como de años, p o r unos y otros
no puede hacer nada por nosotros). T oda muerte (demandada, afligido;
buscada o padecida) lleva en sí, efectivamente, su huella de desespe­ Dioses, si sois vosotros los que armáis el corazón de mis hijas
Contra su padre, no me volváis loco hasta el punto
ranza ligada a una profunda rebeldía.^
de soportarlo con cobardía; tocadme con fie ra indignación,
“ C ó m o morir felices” es la pregunta que, com o contrapunto, ¡N o dejéis que el arma de las mujeres, las gotas de las lágrimas,
form ula A lb ert Camus31 en un contexto donde se delimita, en su Manchen m i rostro de hombre! ¡N o ! furias desalmadas,
novela, la noción del bien vivir (en el sentido de una calidad de la M e tomaré sobre vosotras dos tales revanchas
vida). “ N o quería morir com o un enfermo... no quería que la Que el universo... haré tales cosas...
¿ Q ué cosas ? no lo sé todavía, pero serán,
enferm edad fuese lo que suele ser, una atenuación y una especie de
Espantosas para la tierra. Creéis que voy a llorar;
transición hacia la muerte. Loquequería, todavía inconscientemente, No, no lloraré;
era el encuentro de su vida, rebosante de sangre y salud, con la Tengo plena razón para llorar; pero este corazón
En cien m il añicos se romperá
A lbert Camus, La morí heureuse, Galliinard, 1981, págs. 195-199. Antes de que llore. ¡Oh, locura, me volveré lo co !

. L- i-
28 ■: 29
-c- -j-¡ <-< v.
.—-r~".
fue som etido a la primera operación del paladar y sospechó que se
a la muerte pero casi no otorga lugar a la vejez. Por otra parte, en
trataba de un cáncer. Un mes después perdió a su meto preferido, de
nuestra sociedad moderna domina el mito de la belleza y de la eterna
cuatro años (el hijo de Sophie). Fue la única ocasión en que lo vieron
juventud. La vejez, al “ apoderarse” de nosotros, siempre lo ha hecho
llorar. Continuó trabajando a pesar de laenfermedad, de lossufrimien-
de manera inesperada. L os signos precursores están ahí, pero sólo a!
tos físicos y los duelos. A sus am igos les pidió que no le hablaran de
asaltamos un mal incurable nos abandonan bruscamente las ganas
de existir. En Fibrilles (1966),34 M ichel L eiris explica el desierto al susalud. A su m édico, que lo ayudara a morir con decencia si alguna
v e z los sufrimientos se hacían intolerables. L o s últimos veinte años
que se v io arrojado súbi tamente: “ Cuando la anulación por la muerte
de la vida de Freud iban a organizarse incluyendo el espacio de la
o la senilidad ya no esavizorada com o un destino sino esperada com o
enferm edad en su campo de trabajo. En una carta a Abraham 37
\ un mal aprestándose a golpeam os, puede ser - y es mi caso- que
fechada el 4 de m ayo de 1924, le dice:
; perdamos hasta las ganas de proponemos alguna cosa.” El final de
una vida -en una época en que a nadie ie conviene especialmente el Es preciso que se ponga usted en mi lugar por una simpatía activa,
' que los hombres lleguen a muy viejo s - en cierto m odo nos vuelve a para no guardarme rencor Supuestamente en vías de curación,
¡ lleva r a lo que fuim os, a lo que realizamos, y al pesar de no haber tengo profundamente impresa en mí la convicción pesimista de mi
com pletado una obra o tenido éxito en la vida. Mientras el anciano fin cercano, convicción que se alimenta de las pequeñas miserias e
es económ ica y psicológicamente independiente, sigue habiendo ingratas sensaciones provocadas sin cesar por mi cicatriz, una
i ganas de vivir, pero no sucede lo m ism o cuando se instala la suerte de depresión senil centrada en la distorsión entre un irracio­
enfermedad (y, junto con ella, la dependencia, la soledad, el abando­ nal deseo de vivir y una resignación dé~se~ntklbcomun. Éxperimen-
toademas una necesidad de descanscTy uña aversión contra el
no). Si hay muertes apacibles, hay también formas de resignación
comercio de los hombres que no tienen manera de realizarse, ya que
cercanas a una rebeldía impotente.
no puedo esquivar 6 y hasta 7 horas de trabajo diario...
“ N o me siento viejo, medecía unamigo médico. La v eje z ñoqui ere
decir nada, salvo el dolor de una etapa donde los com pañeros de una A los duelos y el sufrimiento se sumaron tropiezos instituciona­
vida comienzan a dejamos. Cuando muere un amigo, con él se va una les. El Com ité austríaeo de psicoanálisis padeció la amenaza de
parte de nosotros. O tro más Lme digoegoistaméFfRrcürfcada anuncio disolución. Freud sob revivió al Com ité que le sucedió, a la A so cia­
deu n deceso-, otro más a quien ya no podré telefonear, descolgar el ción internacional que él mismo había creado, pero se preguntó si el
tubo para decirle: ¿C óm o te va?— Bien, gracias, estoy bien...” psicoanálisis iba a sobrevivirle a su vez. Una coraza de insensibi 1idad
A los sesenta años Freud conoció, recordémoslo, la experiencia fue en volvién dolo lentamente. Fue su manera de cumplir el paso de
del duelo más irreparable (la muerte de varios de sus h ijos) y luego lo orgánico a lo inorgánico: murió en septiembre de 1939. La coraza
la prueba de la enfermedad. En una carta del 4 de febrero de 1920, de insensibilidad (que se alternaba con una profunda humanidad en
escribía a Ferenczi:35 “ M e preparé durante años para la pérdida de su relación con los seres que amaba) lo ayudó a superar ¡a angustia
mis hijos varones, y ahora ha muerto mi hija; com o soy profun­ vinculada al abandono. Sin embargo, el psicoanálisis “ lo dominaba”
damente íncreyente, no tengoanadiea quien acusar y sé que no existe y continuó escribiendo hasta el fin de su vida, lo que no fue obstáculo
ninguna instancia a la que pueda uno elevar su queja.” Dos años para que confesara, en el ep ílogo de 1935 a su A utobiografia,™ que
después Freud com enzó a padecer trastornos cardíacos.36 En 1923

37 S. Frcud-Karl Abraham , Correspondance, 1907-1926, G allim ard, 1969,


34 Citado en Sim one de Beauvoir, La vieillesse, op. cit., pág. 401. pág. 366.
33 S. Freud, Correspondance, 1873-1939, op. cit., pág. 358. 34 S. Freud, Ma vie et lapsycharudyse (1925), G allim ard, 1935, PostScript ro
36Trastornos que comenzaron de hecho en 1893 (carta inédita a Fliess del 18- an Autobiographical Study, S.E. X X , págs. 71-74. Trad. francesa en Sigmund
10-1893). C f. M ax Schur, Lo mort dans la vie de Freud, Gallim ard, 1975, pàg.62. Freud presenté par lui-méme, Gallim ard, 1984.

31
30
durante los últimos diez años no había hecho ninguna contribución C apítu lo 2
d ecisiva en el plano de la creación.
El 21 de septiembre de 1939 Freud recoi dó a su médico, M ax E L HOM BRE FRENTE A LA M UERTE
Schur, la promesa que éste le había hecho casi veinte años atrás: " M e
prom etió entonces no abandonarme cuando llegara mi hora. Ahora
esto es sólo una tortura y ya no tiene sentido.” 39 Expresó el deseo, y
así se hizo, de que su hija Anna fuese informada de la voluntad de su
padre de acabar con lo insoportable. El m édico le aplicó una
in yección de dos centigramos de morfina. A liviad o, Frcud se durmió.
A las doce horas, la dosis fue repetida. A l cabo de sus fuerzas, Freud
entró en com a y no v o lv ió a despertar.
Sobre la muerte, Freud había escrito en 1915:40

A n t e e l m u e r to m is m o a d o p ta m o s una actitu d sin gu la r, c o m o d e L o s progresos de la m en tira


a d m ira c ió n a a lg u ie n qu e ha lle v a d o a c a b o a lg o m u y d ifíc il... L a
c o n s id e r a c ió n al m u erto -q u e p ara nada la n e c e s ita - está para
n o s o tro s p o r e n c im a d e la v e rd a d , y para la m a y o r ía d e n osotros,
Dejar la vida a la hora elegida es hoy, tanto com o ayer, un p rivile gio
s e g u ra m e n te tam bién p o r en cim a d e la c o n s id e ra c ió n a los v iv o s .
del que serlo gozan los iniciados. La muerte, cuando se la anhela
lúcidamente (al margen de un estado depresivo y porque ya está uno
Tras dieciséis años de luchas y sufrimientos Frcud aceptó el
despojado de su vida), ha de ser “ segura y calm a” . En el extranjero
desenlace ineluctable de la enfermedad, con la salvedad de que pidió
(desde 1935 en Gran Bretaña, 1938 en N ueva York , 1967 en los
dom inar este desenlace. En lo que a él tocaba, decidió que había
Países Bajos), existen asociaciones por el derecho a morir con
llegad o la hora de abordar la muerte de una manera decente, y el
dignidad. Hubo que esperar a 1980 para qu ese crease en Francia una
m édico cum plió su contrato. Freud murió com o un patriarca,
asociación semejante. Para el no iniciado (y vá lid o), arrojarse desde
rechazando toda expresión de sensiblería y piedad. A b re vió su vida
lo alto de la torre E iffel sigue siendo la elección radical más “ segura” ;
para no ofrecer com o espectáculo lo intolerable de un sufrimiento.
ingerir medicamentos en dosificación inadecuada puede conducirle
T ocad os los límites, quiso permanecer dueño de su elección, y dejar
a tuto, en efecto, a terapi;. intensiva. Para enfrentar este “ agujero” de
la vida, lúcido.
la formación médica, una asociación holandesa creó, en 1973,1 una
entidad reservada a los m édicos en la que se procuraban las con di­
ciones científicas necesarias para practicar la eutanasia en la fase
terminal de las enfermedades incurables (cuando el paciente que
sufre lo ha pedido). En Gran Bretaña, un libro titulado Jean’s Wuy,2
detalla la composición del cóctel medicam entoso (preparado con un
m édico) que se tendrá en reserva para el día en que la enfermedad
ingrese en su fase terminal.

39 M a x Schur, La m ort dans la vie de Freud , op. cit., pâgs. 622-623.


411S. Freud, 'C on sidération s actuelles sur la guerre et la mort” ( 1915), Essais 1 Nederlandse V ereniging vo o r vryw illig e euthanasie.
de psychanalyse, op. cit., pdg. 27. 2 Derek Humphrey, Jean '.v Way, ed. Fontana C ollin s, 1975.

33
En 1990, el control del dolor (manejo de m orfínicos, cotí i coi des, presenta bajo una figura aterradora) era la muerte súbita (accidente,
psicotrópicos, etc.) experim entó tales progresos que la demanda de envenenamiento). Esta muerte estaba marcada por el sello de la
eutanasia en la fase terminal de las enfermedades retrocede frente a maldición, com o si unas misteriosas fuerzas demoníacas hubiesen
las posibilidades de cuidados paliativos bien conducidos, con lo que dado origen al drama; a estas mismas fuerzas dem oníacas se atribuía
el d olor queda suprimido en la casi totalidad de los casos. L o que hoy en la Edad M edia el origen de la epilepsia y la locura. L,a muerte
s e tom a en cuenta ese ¡final de una vida. Se advierte en la actualidad familiar (por entonces se moría en público) recibe de Philippe Aries
que la demanda de eutanasia por parte de la fam ilia o del personal el nombre de muerte domesticada,5En el siglo x vm y hasta com ien­
asistente corresponde a lo intolerable de una vivencia, la de ellos. A l zos del xix era usual que vecinos, am igos y sacerdotes asistieran al
final de este libro volverem os sobre esta problemática. moribundo. La casa se abría para todos. A s í sucedió durante mucho
D e estas prácticas no es de buen tono hablar: en nuestras tiempo en las zonas rurales francesas. Luego, con los progresos de
sociedades se ha optadopor hacer a un lado la enfermedad y la muerte la medicina, lle gó la muerte que Philippe A ries califica de salvaje. En
hasta el extremo de engañar incluso al enferm o sobre la gravedad de la actualidad cuesta darle un nombre a la muerte. Asusta, y es com o
su estado. Sucedió con el propio Freud:3 fue el “ C om ité” (Ahraham, si no debiese existir. En otro tiem po el hombre sabía que alguna vez.
Eitingon, Ferenczi, Jones, Rank y Sachs) el que decidió (con el iba a m orir y se preparaba para ello , así com o para separarse de sus
acuerdo del m édico que lo atendía) ocultarle la necesidad de una bienes. Seexponía el cuerpodel muerto. En Bretaña, un him no bretón
nueva operación a fin de que pudiese viajar de nuevo a Rom a con su llamaba a ios fieles a que viniesen a contemplar las osamentas: los
hija A nna (en 1923). Durante el último año de su vida (1939), Jones osarios se convertían en vitrinas de exhibición? L o s testamentos
h izo con ocer a Freud la “ solicit ud” manifestada a su respecto por el eran con gran frecuencia testamentos místicos donde el hombre
“ C o m ité ” . Freud, furioso, le preguntó: “ ¿Con qué derecho?” En expresaba el recuerdo del trayecto de una vida que la muerte le
efecto, los am igos habían decidido, “ por su bien” , aplazar la fecha de restituía. Adem ás, el testador procuraba dejar un mensaje a su
una operación que posteriormente demostró ser más que necesaria: descendencia. De este m odo se transmitía una tradición, de la vida
en el tren que llevaba a Freud de Verona a Rom a se le declaró una más allá de la muerte, a la generación siguiente. Las tumbas tenían
hem orragia... A l regresar de Italia, cuando el profesor Hans Pichler la función de conservar inscripta sobre la lápida sepulcral la memo­
1o exam inó y le di jo la verdad, Freud recibí ó el diagnóstico con sangre ria de una reputación (y e llo más aún cuanto que le pudo haber sido
fría. Su rebeldía ante la idea de haber sido engañado remitía a su negada al difunto en vida). Las inscripciones en el suelo y las paredes
interlocutor aun interrogante ético: ¿tenemos derecho a disponer del de las iglesias3 parecían tener que asegurar la gloria del difunto
cuerpo de los pacientes sin darles posibilidad de una elección, deseoso de i mponer a la posteridad el recuerdo de su vida.
fundada en los riesgos que podrían correr en caso de intervención o Esta tradición no se ha perdido totalmente en nuestros días.
de no intervención quirúrgica? Conozco personas que se endeudaron para construirse en el pueblo
En su libro L ’homme devant la morí,4 Philippe Aries explica de de su elección una suerte de “ casa-tumba” . Un obrero e lig ió la aldea
una manera magistral el cambio de actitud de la sociedad frente a la
enferm edad y la muerte. En la Edad M edia, la muerte se hallaba 6 Id., ihid., pág. 36.
1 Id., ihid., 1.1, pág. 67.
regulada por un ritual. Daba el tiempo del aviso.5 Las personas
Vayamos al osario, cristianos, veamos las osamentas
sim ples eran observadores de los signos sobre sí mismos. Llegada De nuestros hermanos (...)
la hora, morían como tenía que ser. La muerte maldita (que se Veamos el estado lastimoso a que se los redujo (...)
Ya los veis, rotos, fragmentados (...)
3 M a x Schur, La m orí dans la vie Je Freud , op. cit ., pág. 431. Escuchad, pues, su enseñanza, escuchadla bien...
4 Ph ilippe Aries, L ’hormne devant la m orí , Seui), 1977, col. Points. (A . L e Braz)
5 Id., ¡bul., pág. 13 ( c f los caballeros ep. La canción de Rolando). * Id., ihid., págs. 221-226.

35
natal de su esposa para erigirse en ella un monumento, mientras que cias exigen que los deudos retomen a su vida normal una v e z
ésta tom ó sus disposiciones para unirse a su propia madre en otro cumplido el plazo establecido por el uso. Se exige la represión de la
panteón familiar... El d ivo rcio afectivo de la pareja v iv a afloró así tristeza en lugar de su liberación, com o se acostumbraba antaño. Se
hasta en la muerte. Otra anciana corsa se niega a que la entierren en
instala poco a poco una aseesis (el aplazamiento del g o c e ) que va a
ia propiedad fam iliar para no encontrarse a llí con sus hermanas... y constituir el lecho del capitalismo. La vida no resulta más deseable
e lige una tumba anónima abandonada en una ciudad en la que carece que la muerte.
de todo lazo fam iliar, anies que reunirse con su marido en e! pueblo A comienzos del siglo xvm los entierros tienen lugar en cem en ­
de! que éste era oriundo... terios separados de la iglesia y se hace sentir una oposición respecto
P oco a poco, com o lo recuerda Philinpe Aries, el arte de vi vir pasó de los curas, que prefieren seguir enterrando a sus muertos en el
a ocupar el lugar del arte de morir. La meditación sobre la muerte recinto de sus templos. Hacia la misma época, se perfila (con Sade)
se instala entonces dentro de una vida (bien empleada): una suerte de vértigo de la nada y la búsqueda de un retom o a la
naturaleza. Aries cita además una novela de 1804- 1805 donde uno
Para morir felices, a vivir hay que aprender, de los personajes se despide de los suyos, en su lecho de muerte, con
para vivir dichosos, a morir hay que aprender.9
estas palabras:11 “ Nada quedará de mí. M u ero en mi totalidad,
oscuro com o si no hubiese nacido. Recibe pues, nada, a tu presa.”
Estos versos ¡gu adañ os -nos recuerda Philippe A r ie s - son del
Mientras que en el siglo xvm razones de “ conveniencia social”
calvinista D uplessis-M om ay. Si se confía en Dios no es necesario
pusieron escollos al trabajo de duelo, rasgos m elancólicos caracteri­
prepararse para la muerte. Erasmo, por su parte, se oponía enérgica-
zarán después a toda una época. El deudo que no puede reanudar su,
m entea la tradicional escena deabsolución del moribundo. L a iglesia
vida normal en los plazos establecidos es invitado a buscar refu gio
«.le la Contrarreform a conservó sólo lo esencial de esta escena: el
en el convento... Puesto que el grupo social ha„quitado su sosten a la
viático y la extremaunción. Progresivamente, y bajo la influencia de
reacción frente a la pérdida del ser amado, lo que se instala es la
la élite reformadora, los manuales del m orir desaparecen. Los
depresión (sin decir su nombre). Se pierde interés en el mundo
sustituyen libros piadosos para la vida de todos los días. Se trataba,
exterior, así com o en cualquier nueva elección de objeto que recuerde
en efecto, de una hipocresía que la élite intentó denunciar alzándose
al difunto. Ahora bien, mientras que en la depresión12es el mundo el
contra la idea, procedente del siglo x v i,10de que se puede contar con
que quedó vacío, en la melancolía se siente empobrecido el propio
una buena muerte oara compensar una mala vida.
yo. Hay entonces identificación narcisista con el objeto perdido;
En lo cotidiano 'a muerte sigue siendo un trance importante, pero
surgeel odio, haciendosufriral objeto quesustituyó al objeto perdido
el rigorism o de los reformadores pesará sobre las tradiciones indu­
(o al propio deudo), sufrimiento en el que no está del todo ausente una
ciendo tura m ayor discreción en las ceremonias. Habrá que esperar
connotación sádica. N o ha desorprender entones el que asistiéramos,
a la segunda mitad de! s iglo xvm para ver reaparecer, entre creyentes
en el siglo xtx, a un ascenso del sadismo, primero inconsciente y
y no creyentes, el anhelo de una “ buena muerte’’ parasí. Unresultado
después confeso.13 La naturaleza, lejos de ser la Providencia, sigue
de la devaluación de la “ buena muerte” será su desacralización. En
siendo un mundo hostil exterior al hombre.
efecto, ia banalización de la muerte está muy próxima a la denega­
El hombre, nos dice Philippe Aries, opuso la sociedad por él
ción (en la que Freud hará luego hincapié). \x> que el hom bre pide,
construida a la naturaleza que él comprimió. M oral y religión
en realidad, es partir olvidando que la muerte existe.
L o s ritos de muerte se simplifican cada v ez más. Las convenien­
11 Id., ibid., t. II, pág. 62.
12 S. Freud, “ Deuil et m élancolie” (1917), Métapsychoiogie, G allim ard, col.
9 Id., ib id .,i. II, pág. 12. Idees, págs. 148-165.
10 Id., ibid., t. II, págs. 16-19. - 13 P. Aries, L ’homme devant la morí, op. cit., t. II, pág. 79.

'ioA
o
¿ación a d om icilio ” excluye de su campo (en la práctica) a los
restringieron ia sexualidad con prohibiciones que varían de una enfermos graves en estado terminal.15 Se ha vuelto im propio dejar a
sociedad a otra. La muerte perdió su aspecto salvaje, acabó dom es­ la vista la degradación que acompaña a la vejez. N o bien decae un
ticada (h om ologad a casi a las diferentes etapas de la vida: infancia, hombre considerado “ brillante” , se lo esconde. A su vez, los am igos
adolescencia, mayoría, edad adulta, v ejez y muerte). E! hombre ya no se alejan “ por pudor” o bien para protegerse del d olor de ver
es considerado com o un todo. A l morir, deja un cuerpo destinado a degradarse a un ser querido. Podem os decir que los viejos, cuando
retom ar al p olvo , su alma ingresa en la vida eterna. Pronto, sin están enfermos, queílan apartados de la vida siendo que avín viven.
em bargo, la naturaleza, equiparada con las fuerzas demiúrgicas, Ya nc se los trata com o sujetos, sino com o niños objetos de cuidado
pasa a ser la primera rival de Dios.*4 ~----- - y a los que se pide silencio. El m edio, además, sea fam iliar u
Para varias generaciones de médicas (siglos x v-x vm ), sólo la hospitalario, está mal preparado para ayudar a un prójim o a terminar
descom p osición de los cuerpos daba a la muerte un carácter real. El confortablemente su vida pues sólo la cuarta parte de los deudos ha
em balsam am iento prolongaba, por decirlo así, alg o de la vida. Para asistido a la muerte de un ai legado.
el hom bre de antaño la muerte traía alegría al agonizante. Los : Huimos de la muerte, y también de la enfermedad. En los años
creyentes n o la consideraban una detención de la vida sino un paso sesenta llamaron a O ctave Mannoni a la cabecera de su madre
a una vida distinta. L u e g o los entierros se hicieron cada vez más agonizante, pero ésta expiró antes de llegar su hijo; en el m om ento de
laicos, aunque se toleren los servicios confesionales. El culto de los saber que tomábamos el avión, cerró los ojos y dijo: “ A s í está bien,
muertos cam bia: en el s ig lo xrx se recomienda embalsamar y hay si.no, podría perturbarse por mi causa.” Del arreglo m ortuorio se
preocupación por d evo lver al muerto su dignidad. A principios del ocupó la vecina, quien nos esperó para organizar las exequias. Y o no
XX, la muerte de cada cual es todavía asunto de todos. T o d o el grupo había visto un muerto en mi vida (salvo en la sala de disecciones) y,
sex ial debe ser consolado por la pérdida de uno de sus miembros. con todo elcariñ oque sen tí a por mi suegra, necesi té de v eras 1a ayuda
Sin em bargo, en la segunda mitad del siglo xix se produce un de los vecinos para atreverme a entrar en la habitación. N os ayudó
vu elco en la relación del moribundo con su m edio (lo que no deja de el ritual corso, al que sólo tuvim os que asomarnos para satisfacerla
coin cidir con el com ienzo de la medicalización). El enfermo sabe que costumbre. Este ritual permite que el sobreviviente cumpla su deber
va a m orir, pero sus fam iliares fingen ignorarlo. El enferm o calla, para con el abuelo que se marcha. Abora bien, en las grandes
pues se niega a ser tratado com o un moribundo (volverem os sobre ciudades fue desapareciendo. Se suprimió el luto, y el deudo queda
est o más adelante, a propósito de La morí de ¡van lllitch). El médico, apartado de sus amigos si no consigue v ivir absteniéndose de hablar
1: m ayoría de las veces, se v e llevado a mentir. Se actúa, pues, com o del desaparecido. En la actualidad parecería que hablar del muerto
sí la muerte no existiera. Pero el cuerpo está ahí, necesitando trajese desgracia a los vivos. D e este modo, no sólo se expulsa al
cuidados, exhalando olores y no siempre grato de contemplar. El enfermo'afh'íSpiíaTp'Se eluden los entierros, sino que la gente escapa
en ferm o asiste poco a poco a un espaciamiento de las visitas. Por de los deudos... La “ buena” muerte de hoy corresponde, pues, a la
decencia, no se exhibe ya a un hombre que agoniza. N o contento con muerte maldita de antaño (la muerte que pasaba desapercibida). La
frustrarlo de su muerte (el m édico tiende más bien a escabullirse no “mala” muerte es la que perturba al medio, sea que el en ferm o se
bien advierte su im potencia para curar), desde entonces se aísla al rebele, sea que se retire de los v iv o s anticipando su hora.
“ condenado a morir” en el hospital, que ha p asadoaserel único sitio
en el que es posible, de una manera decente, morir en secreto. 15 Las estructuras de hospitalización a d om icilio (H . A . D.) descansan sobre una
La carga de los cuidados se repartía ayer entre la familia, los familia extremadamente disponible (qu e interrumpe toda actividad remunerada
en el exterior). Si la familia continúa su vida profesional y al m ism o tiem po quiere
vecin os y los amigos. H o y, esto es imposible. S ólo unos pocos
tener al enferm o en su dom icil io, esto supone que pueda afrontar los costos de una
pri vi legiados mueren todavíaensus casas. La así llamada “ hospitali-
empleada doméstica más una enfermera privada durante ¡as 24 horas del día.

14Id. ibid., t. II, pág. 103.


39
38
I
L a resistencia del m edio hospitalario a la muerte es proporcional
poseen nociones de gerontología. En su interior, ¡a arquitectura no
a la impotencia que siente el m édico cuando no puede prolongar ia
\ está concebida para la persona que ya no puede desplazarse.
.vida de sus pacientes. Es frecuente que el m édico se escabulla.16
Mientras que en ocasiones se divisa desde la ventana un parque
L a muerte siem pre estuvo excluida del saber m édico (salvo en
magnífico, la exigua habitación no permite al enferm o tener a su
medicina lega l); así pues, los médicos no están preparados en
alcance un mínimo de objetos familiares: las repisas están muy altas,
absoluto para ayudar a los enfermos en el final de sus vidas. En
los múltiples tomacorrientcs son inaccesibles, los prolongadores
cuanto a los que no trabajan en hospital, se encuentran muy poco con
traídos por las am igos fueron “ guardados” en el armario de inmedia­
la muerte y su refu gio en el silencio es a menudo idéntico al de sus
to por el personal; el inválido ni siquiera tiene acceso a su aparato de
colegas de institución. La muerte del paciente es el fracaso del
radio; en cuanto al teléfono, es inalcanzable... A l paciente se lo tolera
médico, y su primera reacción inconsciente es malquistarse con él o
si se cal la. Y , en efecto, en este clima aseptizado aprende rápidamente
emprender la fuga... V V 'V A '- ' a callarse, a no alimentarse más, a no beber más, y a morir. La
En la década de 1960 nació en Estados Unidos un m ovim iento en
arquitectura es bella, todo está limpio, poco importa que todo sea
pro de la dignidad del agonizante. Ningún servicio hospitalario
humanamente inadecuado: si el enferm o se deshidrata, es un carac­
admitía ia idea de albergar moribundos... Sin embargo, psicólogos,
terial. Hay múltiples sitios de esta ciase: porejem plo, una institución
soció lo go s y psiquiatras deseaban hablar con ellos para saber que
especializada en reeducación de fracturas de fémur en personas de
condiciones se brindaban a los enfermos en estado terminal. L levo
edad, deja morir a una persona de 70 años de un edema de pulmón
tiem po vencer la resistencia de los médicos... Y cuando E. Kübbler-
no detectado a tiempo; los médicos “ pasan” , menos atentos a los
Ross, médica a su vez, publicó en Estados Unidos su libro On deaih
pacientes que los guardas de coches-cama a sus pasajeros.18
and dying (1 9 6 9 ),17 la tirada superó el millón de ejemplares...
^ L o que al agonizante le cuesta tolerar es la idea de la insigni­ 18 Existe una distancia enorme entre lo que prevé la ley para las personas
ficancia de su caso: él va a morir y la gente actúa com o si no pasara inválidas de la 3*y 4aedad y la aplicación kafkiana de los textos en vigor. Mien ras
nadáT N o sé le presta ni un m ínim o de atención amistosa: el médico que en Bélgica una mutual presta atención a la realidad económ ica de los gastos
dr* se encuentra incóm odo. Pocos hospitales o clínicas m u tu a lis ta s necesarios para mantener a los enfermos en dom icilio, en Francia una mutual
(Mutual genera! de la Educación nacional) elige, en los hechos, una política de
“ cuidados” basada en su propio desarrollo institucional. D e este m odo, nuestros
16L o experim enté personalmente: un méd ico de guardia se fugó, literalmente, amigos poetas, escritores, profesores universitarios, acaban su vida en La
d icién dole a la enfermera: “ D ios m ío, el señor Mannoni se muere...” Para ser Verrière por no haber podido afrontar la realidad parisiense del costo de una
franca, si me lo hubiese dicho no le habría hecho el menor caso. Por suerte los enfermera. Este costo, según las agencias (qu e prosperan y se m ultiplican) t varía
am igos estuvieron con O ctave hasta el f nal. Sólo el último día, una enfermera me de 10.000 a 12.000 francos por semana. El auxiliar no diplom ado cuesta, en otras
dijo: "E l señor M annoni no está bien, esta v ez hay que acostarlo.” C osa que hice. agencias, 14.000 francos por mes. Estos “ auxiliares” se reclutan exclusivam ente
Ella sabía lo que y o no sabía aún. Pero cuando al anochecer le anuncié a la auxi 1iar entre los inmigrantes. Tal mercado paralelo llena el vacío de los servicios
que m e ayudaba que O ctave acababa de morir, ésta se escapó aterrorizada... públicos, que cierran los ojos ante lo que podría calificarse de explotación de la
dejándom e por suerte con los amigos y mis hijos, que me brindaron el socorro enfermedad y la desgracia. En Francia, se alienta en los hechos la hospitalización
necesario. A visada por teléfono, el ama de llaves oriunda de Norm andía estuvo cuando las mutuales necesitan, para su propia rentabilidad, enferm os que ocupen
allí a la inedia hora, preocupada por el modo en que iban a “ preparar” a su patrón, sus camas. La Seguridad social no se siente involucrada.
vestirlo, hacerlo embalsamar para que durante ocho días am igos y discípulos L o queramos o no, el mundo se encuentra actualmente ante una opción de
pudiesen venir a despedirse. Estas tradiciones ayudan a los sobrevivientes a civilización. Jacques R u ffié concluía en estos tenninos un artículo reciente (Le
sentirse acompañados... La vida y la muerte se codean así en el departamento, Monde , 25 de m ayo de 1988) sobre los riesgos de subdesarrollo de la medicina
püéstcTquéya al día siguiente recibía y o com o de costumbre a los analizandos, francesa: "Esta disparidad ante el sufrimiento, la enferm edad y la muerte
acompañando en otros m om entosa los amigos que deseaban quedarse conO ctave. constituiría la injusticia más chocante de este fin desiglo. A los diez añosde haber
17Citado por P. Ariés, op. cit., t. II, pág. 299. E. Kübbler-Ross, On death and muerto Robert Debré, ¿su valor y el de sus am igos no habrá servido de nada? Ha
dying , M e M illun, N ueva Y ork, 1969. llegado la hora de poner fin a esta desesperanza.”

40 41
me quiere el otro'} L o angustiante es el no sé (lo que soy para el otro).
A I lado de esto se dibuja la construcción del futuro, la de unidades
Aquí es donde la mirada del otro aporta a! paciente seguridad o
de asistencia que recibirán a los moribundos para su última morada:
inseguridad. En efecto, el sujeto se sostiene de ¡a mirada y de la v o z
sueño asegurado hasta el resultado final. A q u í al menos el sufri­
del otro.
m iento está excluido y, la inconsciencia, garantizada. ¿Por que no
En el origen de la vida, el grito del lactante brota com o llamada y
construiremos también un día hospitales a los que los hombres
éste recibe a cam bio una respuesta “ continente” de la angustia
vendrán a morir porque decidieron que ha llegado su hora? Candida­
original. Aprenderá después, en cierta etapa, el ju e g o de soltar ci
tos no faltan. Hasta parecen numerosos. “ Nuestro m odelo de ¡a
pecho y de v o lv e r a tomarlo. Este primer objeto (que ocupa un lugar
muerte, según Philippe A ries,19cundió en aquellos puntos en los qui­
preciso en el vínculo con el otro, la madre) está destinado a ser desde
se sucedieron dos creencias: primero, la creencia en una naturaleza
el origen un objeto soltado, que se ubica en una relación específica
que parecía elim inar a la muerte, y después la creencia en una técnica
con el otro. El deseo, al ser tentación (deseo del deseo del Otro), nos
que reem plazaría a la naturaleza y elim inaría a la muerte de una
devuelve siempre a la angustia tal com o la encontramos en su función
manera más segura.” L o que podem os com probar es que la genera­
original: el afecto se marcha a la deriva21(pues aquello que lo amarra
ción actual anhela hasta tal punto descargarse de sus viejos que, en
está reprimido). Pero en tanto sujeto del inconsciente, la falta puede
un país com o U .S .A .,s e llegó a fabricar doctores del duelo (docto rs
ser deseo, partici pando siempre de algún vacío que se podrá 1leñar de
ofg rief) cuya función es ayudar a las fam ilias de luto. ..mientras dura
diferentes maneras. Así, en cada etapa de la vida el hombre es
el entierro. El duelo más allá de los funerales ya no tiene curso. Hoy
llamado a hacer el duelo de la etapa precedente. Sin embargo, en la
en día, no se ttgta tanto de honrar a los muertos com o de proteger al
etapa de la v eje z ya no hay esperanzas de una ganancia (la que
v iv ó ffe n te a la muerte desús al legados. En e l presente, el único lugar
procura, por ejem plo, el paso de la adolescencia a la edad adulta). L o
al qué la muerte está reíegada'es ci hospital (a veces se le agrega,
que se perfila en último término es una pérdida radical, pero lo que
según el m odelo anglosajón, la cresa de los muertos; sigue entonces
insisteen el presentees la rememoración de un i vida vivid a con el ser
a la crem ación un breve “ memorial service” con que se rindo
amado (compañeros de trabajo, am igos). Este trabajo de duelo (de lo
homenaje al desaparecido).
que uno fue) precisa sostenerse de una dimensión narcisista idea­
lizada, a saber: que, aun degradado, el sujeto esté seguro de que
hallará en el Otro un garante, sin lo cual atacará, a través de su propia
L a esperanza excluida
imagen degradada, al objeto en que se convirtió.
El espacio por el que el sujeto avanza forma parte de lo real,22 y
la realidad de este espacio ha de ser a: rehendida en sus tres
-¡THabría que tender un puente entre la etapa en la que el paciente se
dimensiones, real, imaginaria y simbólica. Solo a través del marco
i sabe condenado pero se aferra todavía a la vida, y la etapa en que
del fantasma se mantiene o cobra forma algo referid o al deseo. La
| renuncia a ella pues el sufrimiento lo desborda.Este tiempo intenne-
constitución del sujeto se efectúa siempre en el lugar del Otro, el
d io puede ser largo y hasta durar a veces varios años, pero en la
síntoma es su resultado, su electo es el deseo.23 El paciente que se
actualidad se tiende en exceso a considerar al enferm o com o mero
encuentra al final de la vida, y aunque haya dejado de hablar, está
ob jeto de cuidados, cuando para él es crucial que se privilegien lo1
'
atento a la realidad de la vid a q u e s elc o fre c e,a lo sefecto sd e palabras
momentos en que puede interpelárselo com o sujeto.
(efectos del significante) que hacen surgir en él una dimensión de
Freud define la angustia com o señal20 articulada con un peligro
vital. El ser humano se sostiene, hasta el final, de la pregunta: ¿qué 21 Cf. J. Lacan, Seminario del 14 de noviem bre de 1962 (inédito).
22 C f. J. Lacan, Seminario del 12 de junio de 1963 (in éd ito ).
” P. Aries, 0 /7. cit ., t. II, pág. 305. 23 Id. ibid.
20 C f. J. Lacan, Seminario del 3 de ju lio de 1963 (inédito).

42
significado de tonalidad persecutoria o tranquilizadora. Todas estas tiem po se reduce al espacio del que está uno prisionero. El hombre,
“ naderías” que constituyen la sal de la vida representan una contri­ en general, llamado a morir un día, sine hora, tiene frente a sí dos
bución esencial cuando se empieza a sentir uno disminuido, sin más perspecúvas: la resignación, o la rebeldía hecha de un deseo de vivir
esperanza que un fin próximo. Perdido en sus referentes, el enferm o lo que queda por vivir. Intenta aferrarse a aquella parte del pasado
em pieza a preguntarse dónde está, porqué v iv e aún y si la existencia que puede aún, en el presente, constituir un proyecto para el mañana.
que lle vó v a lió la pena de ser vivida. Quiere entonces detener el tiempo. Desde que el mal ha hecho presa
El pasado supone un futuro que se presentifica en el presente. de él, Iván Jllitch25 v iv e pendiente del diagnóstico médico; ¡o que
Cuando ya no se puede soñar con e! futuro y el presente ha perdido reclama es el nombre de su enfermedad, saber si el desenlace será o
todo interés, subsiste un pasado que a su v e z depende de los no fatal. Su m edio fam iliar parece despreocupado de lo que le sucede.
recuerdos, si es que éstos no se han horrado por com pleto; “ el que no L os compañeros de trabajo y subalternos comprueban, en cam bio, la
recuerda -escribe V ictor H u go- está más muerto que los muertos” . agravación del estado de! célebre jurista, quien com ienza a acumular
Quien espera (m orir) se encuentra com o suspendido hasta ci momen­ equivocaciones y a enredar de manera inextricable los casos ju dicia­
to en que súbitamente todo parece acelerarse: la enfermedad incura­ les. Iván Illitch lucha contra la mentira y a la v ez se al'erra a ella. Se
ble que se lleva a Iván 1Hitch en pocos meses, la esperanza desterrada da cuenta, no obstante, de que los cuidados m édicos no hacen más
que se im pone sobre los desesperadas de V ictor H ugo o los conde­ que alimentar el dolor y de que, al cabo, la muerte le espera.
nados de D osloievski. Para ellos, todo va a jugarse en unas horas.24
Apéndice... riñón flotante -se dice- ...¡oh!, no se trata de eso [...].
Ei condenado tiene esperanzas mientras no se fije la hora certa.
La esencia vital está escapando y no puedo hacer nada por retenerla.
Las agujas del tiempo no cesan de girar, luego llega el momento
Así es. ¿Para qué engañarse? N o es acaso evidente para todo el
inexorable en que se anulan todos los plazos, el momento en que el mundo excepto para mí mismo que me estoy muriendo, que todo ha
de acabaren unas pocas semanas, en unos pocos días [...] ya mismo,
24 V ícto r H ugo, “ Vcni, V idi, V ix i", Oeuvres poétiques com í tetes, Jean-
Jaeques Pauvert, 1961, París, pág. 429.
tal vez.26
He vivido bastante, ya que en mis achaques Sus seres cercanos se empeñaban en que la vida continuara, com o
Camino sin hallar brazos que me auxilien,
en el pasado. Ahora todo el mundo se instala en la com edia para
Río apenas a los niños cercanos,
K las flo res han dejado de alegrarme; sostener la moral de Iván Illitch. Se convencen de que sus trastornos
1-1 no son graves. Poco falla para que le traten de enfertno imaginario.
H ice lo que pude; serví, velé, i L o seguro es que Iván Illitch percibe claramente que algo ha
Y con frecuencia se rieron de mi esfuerzo. cambiado en su relación con la familia, con los am igos: se siente
M e asombré de que me odiasen,
tratado com o un niño, com o un niño al que se reprende en ciertos
Pues mucho sufrí y mucho trabajé.
momentos, si toma mal sus medicinas. La com plicidad del silencio
l-l
Ahora, mi mirada se abre sólo a medias; se rom pió por un instante a causa del cuñado. Asustado ante el
N i siquiera me vuelvo si me nombran; deterioro del enfermo, se encierra en el salón con Praskovia Fedorov-
Desbordo de estupor y de fastidio, com o un hombre na, la esposa de Iván, y le dice: “ Es hombre muerto27 (...) mira sus
Que se levanta antes del alba y no ha dormido.
ojos... N o hay luz... ¿Qué tiene, exactamente?” Iván Illitch sorprende

N i siquiera me digno, en mi oscura pereza,


la conversación, acepta consultar a un m édico eminente y por un
Responder al envidioso cuya lengua me ofende.
¡Oh, Señor! ¡Abreme las puertas de la noche, 25 León Tolstoi, La morí d ’lvan Illitch, Stock, L ivre de Poche.
Para que me vaya y desaparezca! 26 Id., ibid., pág. 53.
Abril tic 1848 21 Id., ibid., pág. 5 1.

44 45
tiem po se aferra a !a idea de que todo retomará a su orden normal. nes de vida y muerte.29 El od io reaparece al m ism o tiempo que el
L e exigen que se trate, y él se sabe moribundo. C om ien za a odiar a dolor. Quiere estar solo. Cuando ei dolor se desvanece, su h ijo y su
su mujer; luego, poco a poco, a todos quienes le rodean, excepto a su mujer están a su cabecera. Siente piedad por ellos y se dice que para
criado Guerassime. A l tercer mes de su enfermedad repara en que su ellos es preferible que desaparezca.
presencia ha adquirido un peso tal para los suyos que las preguntas — El dolor, ¿dónde está?
que le conciernen giran sólo en tom o del m om ento en que, por fin, los — La muerte, ¿dónde está?
liberará al desaparecer (pues su propio suplicio se ha convertido en L a agonía se prolonga durante dos horas. “ ¡Se acabó la muerte!,
el suplicio de todos). Para luchar contra el insom nio y el dolor, se pensó... ¡Y a no existe! Iván Illitch aspiró una bocanada de aire (...)
aumentan gradualmente las dosis de opio y de morfina. L e preparan estiró sus miembros y murió.” 30
una alim entación especial, fétida. Iván vi ve su estado de mal en peor, El discurso sobre el instante vivid o se extingue con el último
pues el deterioro físic o le lleva a ensuciarse (d efeca en sus propios aliento. Iván Illitch ha muerto sin ruido. La muerte “ inconveniente”
calzon es) y a oler mal: “ Debes de sentir asco... Discúlpame... N o de Illitch nos conducirá, com o hemos visto, en otro tiempo (1930-
puedo evitarlo” ,28 le dice a su criada. “ ¡Vam os, señor!... N o pasa 1950), a la muerte “ ocultada” en el hospital. “ La muerte y yo
nada. ¿Está usted enferm o, no?” -escribe Jankélevitch-,31 nos excluim os la una al otro y nos expulsa­
Cuando Iván Illitch está con su criado, el sufrim iento cesa. En mos recíprocamente; mientras y o estoy, la muerte está ausente y,
efecto, su criado es el único que no miente, el único que percibe el cuando la muerte está presente, soy yo el que ya no estoy.”
desasosiego de su amo: “ T od o s moriremos un día, ¿no?... Entonces, El v iv o no se adapta a la muerte. Esta lo torna siempre por
¿por qué no tratar de ser útiles?” Hay momentos en que Iván se sorpresa.
sorprende deseando que le tomen en brazos com o a un niño, que le
com padezcan. Pero en otros, prisionero de su personaje, puede
conversar con una visita sobre tal o cual sentencia del Tribunal
Supremo. L a idealización o la renegación de la m uerte
A s í pues, Iván participa en la mentira que le envuelve. El m édico
le engaña pero, una y otra vez, Iván se aferra a su mirada e intenta
leer en ella la esperanza. Esperanza y desesperación están tan “ La idealización, para Freud,32 es un proceso que afecta al objeto,
entrelazados que el paciente, cuando pide la verdad, pide también que engrandeciéndolo y exaltándolo psíquicamente sin que cambie su
se lo proteja de ella. Iván Illitch asiste a su ocaso y al mismo tiempo naturaleza.” La teoría kleiniana sitúa la idealización com o un
alza una barrera entre una verdad objetiva y la viven cia de su proceso de defensa;33 se trata de defender al “ objeto bueno” de
sufrimiento. Una v o z insiste en su interior: “ Quiero vivir. — ¿ V iv ir cualquier posibilidad de ataque destructivo. L a idealización de la
c ó m o ?” contesta la voz. muerte se presenta ante todo en quienes padecieron una vida de
Entonces Iván Illitch se pone a rememorar su niñez. Sólo en ello privación. Avizoran la muerte com o reencuentro de un abra de paz
encuentra gracia. Sus recuerdos, no obstante, parecen referirse a (com o en los negro spirituals).
otro. Es com o si se desdoblara. O, mejor, el Yo que trae los recuerdos
29 Id., ¡bid., pág. 87.
concierne a otro y no a él mismo. Así, otro en él se manifiesta
30 Id., ibid., pág. 91.
anunciando su muerte inminente, pero todavía es la vida lo que Iván 31 Vladim ir Jankélevitch, La mort , Flammarion, 1977, pág. 270.
Illitch reclama cuando los dolores ceden. Se dice que su vida no fue 32 S. Freud, “ Pour introduire le naricissism e” , 1914, La vie sexuelle, P U F ,
más que una perpetua mentira destinada a enmascarar las cuestio­ pág. 98.
33 C f. Hanna Segal, An Introduction to the Work o f M elanie Klein, Hogarth,
28 Id., ibid., pág. 62. 1973.

47
La noción de renegación34 fue despejada por Freud “ en su ai encarnizamiento terapéutico en boga en otros .servicios) Tender
constante afán de describir un mecanismo originario de defensa ante Loving care nurses. Estos asistentes hablan de sus enfermos en un
!a realidad exterior. La renegación concierne no sólo a una afirm a­ intenso contexto em ocional. En verdad, se “ sacraliza” al moribundo.
ción que se impugna, sino a un derecho o bien que se rechaza” . Estas El asistente exhibe una suerte de división (splitting), y el enfermo
dos posiciones participan de nuestra actitud frente a la muerte y idealizado se encuentra com o protegido de las fuerzas destructoras.
frente al que está por morir. En su trabajo sobre la idealización de En cuanto la muerte triunfa sobre la vida, se entabla un proceso de
la muerte , 35 Anna W ithm an expone lúcidamente los efectos de su reparación. Subsiste, empero, una ambigüedad de la situaciórg com o
sem inario sobre su público (estudiantes de medicina, personal lo ilustra el caso siguiente.37
asistencial, enferm eros) según que aborde la noción del duelo o la de La autora menciona el caso de un paciente, señor L., afectado por
acompañamiento del moribundo. En el primero de los casos, siguen un cáncer de estóm ago en fase terminal. La enfermera acaba de
a la exposición espontáneos y animados debates; en el segundo, lo aplicarle una inyección de morfina. Se encuentra (en presencia del
(jue dom ina es el evitamiento a exponerse a su interrogación. A je fe de enfermeras) con la fam ilia del paciente. Entre éste, su familia
continuación, la autora pasa a examinar este cam bio de “ humor” : y las enfermeras se entabla un diálogo. De pronto el señor L. vom ita
“ En la actualidad, cuando com ienzan a ser denunciados los efectos y parece totalmente desvalido. El estudiante encargado de tomar
enajenantes de intervenciones intensivas aplicadas a ciertos pa­ notas se apresura a marcharse y su observación con cluye con el
cientes terminales (...)a lg o pasa,com osi se cal lase o hiciese a un lado desasosiego del enfermo. Una semana después, el señor L. muere. La
la verdad d e la muerte próxim a.” Se realizó no obstante un enorme enfermera que tan devotamente lo había atendido, se niega a entrar
esfuerzo (sobre todo en Inglaterra y Estados Unidos) con personal de en la habitación del muerto para recogerse, y hasta dice sentir asco.
asistencia para que se ayude al enfermo en el final de su vida y se En este caso la muerte pudo más que las tentativas de “ reparación”
o frezca una presencia ante el desamparo. Los trabajos de Elisabeth inconscientes respecto de la protección que se debía asegurar al
K ü b bler-R oss36 sensibilizaron - lo repetim os- a la opinión con “ objeto bueno” expuesto a destrucción. Las defensas que tocan a la
respecto al derecho a m orir con dignidad, haciendo de este tránsito idealización del moribundo se perciben en la form a de expresar el
de la vida a la muerte un momento exaltante que debiera ser incluido asistente su relación con el enferm o durante el seminario, cuando le
en la dim ensión de la vida. Su equipo dice incluso que la muerte no falta toda distancia. El asistente y los familiares de! paciente se
existe, que hay que considerarla com o la idílica coronación en la enfrentan con procesos inconscientes internos y con procesos vincula­
transición d e una etapa de la existencia a otra. Esta idealización de dos a las relaciones interpersonales. Las estrategias de defensa de un
la muerte integra también los valores de las religiones y es la base de individuo pueden convertirse, entonces, en las del grupo en el que se
sueños de “ salvataje” en los más indigentes. L o s fantasmas relativos encuentra inserto. El orden de defensa de un solo asistente en el
a la experiencia de la muerte nos ofrecen superpuestas dos concep­ equipo puede producir, a consecuencia de un “ derrape” , un efecto de
cion es de la vida: una de el las integra a la muerte; en la otra, la muerte grupo y quedar entonces institucionalizado. De hecho, las defensas
está excluida. L o que sorprendió a Anna W itham es el hecho de que de que dispone luí individuo en un trabajo dado lo ayudan a controlar
los cnferm erossesentían“ grati ficados” si podían ejercer una función la angustia y a hacer frente a las cosas. La situación cambia cuando
de “ nursing” de los pacientes agonizantes. Se les dice (por oposición la reacción individual se muta en sistema. Las estrategias de defensa
frente a un enfermo en fase terminal difieren, no obstante, de un
34 J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Vocabulaire de psychiuuüyse, PUF, 1967, asistente a otro (oscilan entre la posición depresiva y la posición
págs. 116-117.
maníaca). Cada uno de ellos intenta controlar la angustia de una
35 Anna W itham , The Idealization ofD ying, Free associations, n9 3, London,
1985, págs. 80-92.
36 E. Kübbler-Ross, On Death arud Dyirig, op. cit. 37 Anna Witham, The Ideulization o f Dying, op. cit., págs. 86-91.

48 4«
perdida. Pero la idealización de la experiencia de la muerte suele incluso de éste, es porque inconscientemente se siente “ amenazado”
tener el efecto de incrementar la atención a la persona del moribundo. por los dioses vengadores. Ahora bien, para Freud, la vida, lejos de
La renegación de la muerte, igualmente presente en nuestras ser una diosa exaltante, se caracteriza tan sólo por su aptitud para la
estructuras sociales (y hospitalarias), induce em pero al asistente a muerte. La vida -añade Lacan - no quiere curarse.*2 L a vida
una conducta de evitam iento cuando la muerte ha llegado y ya nada conjunta a la muerte retoma a 1a muerte. Pero, en el fon d o de nosotros
se puede hacer. Esta conducta toma im posible la acogida de los mismos, rechazamos esta realidad. Cuando nos enfrentamos con el la
sobrevivientes (lo s padres y la fam ilia del muerto). A h ora bien, la nos quedamos sin palabras, petrificados.
presencia junto al deudo parece sumamente necesaria, más aún En 19Ó2, C olette Au dry relató de una manera magistral la muerte
cuando en la actualidad es él quien debe com enzar en su interior un de su perra. En realidad, esta prueba se cot il'undía con !a de la muerte
trabajo de “ reparación” a través de los dolorosos procesos del duelo, de sus padres acaecida en la misma época, y lo inconsciente se puso
reinstalando al muerto en su propio mundo interno, ampliando este a hablar en el registro del desplazamiento tic un dolor.
mundo y enriqueciéndolo. Ciertos asistentes son capaces de identifi­
carse lo suficiente con el deudo com o para ayudarlo. Anna Witham Murió como todos los perros, con su secreto de perro que ni siquiera
sugiere que las estructuras hospitalarias se preocupen por acom ­ existía, puesto que ella lo ignoraba; y cuando uno habla de ellos,
pañar al agonizante y por estar luego presentes ante la familia. En todas las palabras se desvirtúan. Todo lo que describo, cuento,
efecto, si los servicios se olvidan de fam ilia (o se le esconden), es imagino, está desvirtuado. Ella nunca pudo echarme en cara lo que
pensaba de lo que yo pensaba de ella y de lo que yo había hecho de
por haber v iv id o la muerte com o un fracaso de la medicina.
ella. Como no pensaba nada de (sobre) lodo lo que nosotros podemos
L a muerte, desde el momento er. que se emparenta con lo
pensar, nada sabía al respecto y la tenía sin cuidado. Y el sólo hecho
innombrable,38deja al sujeto sin palabras para abordar lo que le toca
de que yo diga: si ella hubiese podido... (¿qué? ¿hablar? ¿pensar? ser
en e! tranceque comparte con el deudo. L o que es nombrable se revela
un hombre dentro de un cuerpo de perro), el que yo no pueda no
en los sueños donde volvem os a hallar el paso a una simbolización, decírmelo muestra a las claras que todo está desvirtuado. Comple­
con sus leyes. La realidad vivida pasa por mediaciones, formaciones tamente desvirtuado. [...] En el fondo del apaciguamiento que
imaginarias, desconocimientos a nivel de lo simbólico. Sin embargo, finalmcn tese instaló, un pedazo de mí continúa inconsolable. Como
en el orden de la intersubjetividad conocem os una especie de una muela enferma, no puedo tocarlo sin sufrir; y lo toco. Sé (más
limitación de las capacidades individuales,39 El campo v ivid o del allá de lo que me digan y de lo que me digo) por qué la encontré esa
drama humano se sitúa en otro lugar y no en la pura apreciación de mañana en el reducto oscuro entre la pared y la bañera: en el último
lo real. N o se puede ignorar el telón de fondo sobre el que se instala momento se sintió tan incómoda, tan extraña a sí mismay desnaturali­
el diálogo con aquel a quien se habla. El juego está ya jugado,401' zada hasta la médula, tan reducida, tan al final de todo, que no le
restaba otra cosa que creerse culpable. Una falta desconocida la
suerte está echada. A sí, pues, suele haber confusión entre el desam­
aplastaba. Entonces se fue a morir de vergüenza a su rincón de
paro por el que el sujeto intenta poner en palabras lo que deviene para
penitencia, y yo no estuve allí.43 [...) Un perro [sigue diciendo
él toma de conciencia, y una suerte de concepto (punto ideal), asiento
Colette Audry] es alguien por cuya muerte lloramos... La muerte de
de todos los espejismos posibles. La denegación de la palabra surge mi padre era mi desesperación de no poder perdonarle su vida.44
donde no está permitido hablar, ocultándose en este lugar las diosas
que no perdonan.41 Si el asistente escapa de la fam ilia del muerto e L o s muertos, que se llevan su secreto, fuerzan a las v iv o s a
confesar el propio. El trabajo de duelo de la autora inaugura un relato
38 J. Lacan, Seminario del 12 de m ayo de 1955 (notas personales).
42 Id., ibid.
39 Id., ibid.
40 Id., ibid. 43 C olette Audry, Derrière la baignoire, Gallim ard, 1962, pág. 237.
41 J. Lacan, Seminario del 19 de m ayo de 1955 (nota:; personales). 44 Id., ibid., pág. 226.

50 51
hecho de violen cia contenida, de odio-amor, de toda la ambivalencia eos. Un hombre no sospecha que está calcando su vida de la del
que tejiera, de pequeña, en la relación con sus padres. Los recuerdos antepasado de quien su madre le habló, otro reproduce en su vida los
desfilan, se encabalgan... con sus anhelos de muerte, con su cariño estragos que remiten a estados v ivid o s por su padre antiguamente,
por un animal que la acaparaba siendo que esto usurpaba su y otro no pasa debajo de una escalera por temor a causarle la muerte
libertad... pues ella le había dado loqu e había negado a loshombres... a alguien. En psicoanálisis, hallam os en ¡a neurosis obsesiva el
“ M i turno se acaba -escrib e Colctte A u dry-, el tumo de su vida y el impacto de los anhelos de muerte reprimidos. Estos reaparecen bajo
turno de su muerte.” 45 Surge enseguida una proyección de ella en el una forma diferente e “ im piden” al sujeto vivir plenamente su vida:
futuro: el día en que se sienta verdaderamente vieja no tendrá éste se prohíbe vivir, com o si tu viese que preservar, com o si tuviese
necesidad de un perro... “ al que el amor de una vieja no molesta,46que que proteger continuamente la vida de alguien. L o que ya no se asume
estará colm ado por él (...) Y , al liacerlo, me creeré joven . Por poco en forma colectiva se disfraza de creencias y supersticiones que
que no se sienta uno demasiado impotente, la vida nos atrapa por la acaban rigiendo la vida del individuo.
manga y se agatra bien fuerte” . Se trata aquí, una y otra ve/, del Cuando se pierden las tradiciones culturales, que son origen de
entrelazamiento de la vida y la muerte, del odi o y el amor. El fantasma toda vida creativa, también ellas muestran tendencia a “ reencontrar­
de la v e je z proyectada en el futuro remite a la infancia (y a los brazos se” bajo Informa de neurosis privadas.48 En nuestros sueños, al igual
que nos acogen). Pero bien sabemos que el desenlace fatal, la muerte, que las pueblos primitivos, seguim os codeándonos con la muerte. De
nos tomará siempre desprevenidos. este modo, advertimos en nuestra relación con lo inconsciente
perpetuos deslizamientos... El deseo de vivir trae consigo, en efecto,
tensiones y una parte de perturbación que, una v e z extinguida la
tensión, conducen sin em bargo al placer. En el principio del placer49
S eg reg a ción
en ejercicio Freud distingue a las pulsiones de muerte, com o si el
principio del placer estuviese a su servicio. Esta hipótesis de Freud
En la actualidad, nuestras sociedades se defienden de la enfermedad sobre la tendencia del hombre a reproducir el pasado más remoto,
y la muerte mediante la segregación. incluido el de la materia inerte concebida com o anterior a la vida,
sigue com plicando a muchos analistas. Pues lo que se observa en la
A q u í h a y a lg o im p o rta n te :47 la s e g re g a c ió n d e los m u ertos y
práctica (y quizá por esto m ism o inventó Freud el concepto de
m o rib u n d o s c o rre a la p ar con la de los an cian os, los niños re b e ld e s
pulsión de muerte),50 es el peso sobre un destino de la repetición (a
( o lo s o tr o s ), lo s m a rg in a d o s , los in m igran tes, los d elin cu en tes, etc.
L a s s o c ie d a d e s d e antaño, p o r más d iv id id a s q u e estu viesen en el
diferenciar de .ocla búsqueda del objeto perdido). L o vem os operando
p la n o s o c ia l, n o eran s e g re g a tiv a s , tenían sus cla ses, sus p o b re s , sus no sólo en el relato de casos clínicos en los analistas sino también en
m e n d ig o s , sus m a rg in a d o s, sus cu lpables, sus lo c o s y sus m uertos. los poetas.
T e n g o la im p re s ió n , im p o s ib le d e ju s tific a r, d e qu e fue el c a m b io de En 1979,51 dos mujeres jóvenes, una de ellas clnóioga y la otra
a ctitu d h a cia la m u erte lo que d e c id ió lo s o tro s cam b ios. psicoanalista, publicaron el resultado de una investigación realizada
durante varios años en un hospicio de la región parisiense. A l dejar
Sin salarlo, hoy seguimos pese a lodo, com o ayer, viviendo con
que hablaran los internados y asistentes, lograron el surgimiento de
los muertos. V ivien d o con ellos, e ignorándolo. Esto se deja leer en
Les dificultades psicológicas que deben afrontar a veces los neuróti-
4# Cf. Octave Mannoni, op. cit., pág. 12.
45 Id., ibid., pág. 236. 49 S. Freud, “ A u -delà du principe du plaisir” (1920 ), Essa is de psychanalyse,
46 Id., ibid., pág. 233. op. cit.
47 O ctave M annoni, Despsychanalystes vousparlent de la mort, Tchou, 1979, 50 Cf. Octave Mannoni, op. cit., pág. 8.
pág. 10. 51 C f. M ichèle Daehery M icheline W einstein, Histoirede Louise, Seuil, 1979.

53
una palabra auténtica que nos toca en lo más profundo. N o s sentimos más de uno quisiera ganar algún dinerillo, aunque sólo fuese para
im plicados en esa miseria que relega, a salvo de nuestra mirada, a concurrir al bar de al lado del hospicio, que representa un auténtico
ancianos de la cuarta edad que nos hacen oír lo que hemos hecho de “ lugar de vida” en el que uno “ se d ivierte” ... aunque se trate del único
ellos. Cada uno v iv e de manera singular una v e je z que echa raíces, lazo con el mundo exterior.
más allá de todo un itinerario de vida, en la infancia de cada cual. A l hacer hablar al personal, las autoras del libro pudieron despejar
Cada uno conserva dentro de sí, com o mediador de palabra,52 la también la trama de lo que habría sido susceptible de constituir un
im agen de quien lo ayudó inicialmente a vivir, hablar, amar. La colectivo... de haber existido en el equipo una voluntad de volcar
supervivencia de cada uno se debe a la existencia de un ser amado, hacia la vida la “ casa de p lom o” ,54 aquella en la que los asistentes
se trate del padre idealizado de la infancia o de una madre idealizada novatos se encuentran frente a semejante deshumanización, perdidos
que desapareció. L o que hay de v iv o se aferra así a una imagen del com o están en sus referentes (salascom unesy salas “ especializadas”
pasado, im agen de padres muertos o imagen de lujos o nietos que en las que se junta enferm os cuya muerte se aguarda). “ Juntar a la
estos v iejo s han tenido o no. L o que la historia de Louise deja ver de gente en función de su muerte es, para los v ivo s , privilegiar a la
manera absolutamente ejemplar, es que el sexo no está ausente en la muerte en relación con la vida” ,55 señalan con razón las autoras. En
cuarta edad. Aunque ya no exista una familia, subsiste al menos la efecto, a los sobrevivientes se les hace d ifícil el trabajo de duelo
posibilidad de conocer en un bar a un ser que amaremos, con el que cuando el instinto de conservación necesario para la pulsión de vida
se establezcan relaciones amorosas clandestinas. O bien resta una no tiene mucho que hacer en ei habitáculo de la muerte (lugar donde
im agen, un ser que, en su ausencia, nos hace soñar, permitiéndonos la espera del acontecimiento mortal... puede durar meses). Para
así sobrevivir... “ Una sociedad donde los seres humanes no dan personas conscientes esta espierà tiene algo de intolerable. La su­
cabida en sus corazones a esos viejos trabajadores ahora im producti­ pervisore, próxima a jubilarse, evoca la época en que las condiciones
vos, es una sociedad que ya no tiene poesía, que ya no tiene alma.” 5' de trabajo le permitían conocer a cada enfermo. C on ocía su nombre,
Las autoras de este libro nos enseñan mucho sobre la perennidad del su ambiente, sus inquietudes. H o y esto ya no es posible, dice, en unos
deseo, sobre el am or que sostiene las ganas de v iv ir y sobre la servicios a'estados donde falta personal. Mientras que la je fa de
desesperanza que sobreviene cuando volvem os a experimentar, en la enfermeras, cuya partida es inminente (y que se alegra de dejar un
cuarta edad, el abandono que pudimos conocer durante la infancia. sitio en el que dio tanto de sí misma a expensas de su propia fami lia:
A sistim os m aravillados a la poesía, a la generosidad de corazón que sólo tenía libre un dom ingo cada siete...), habla con humanidad de las
se hacen oír a veces entre los seres humanos más deteriorados: son personas ancianas que tiene a su cargo, la visión de la ergoterapeuta,
a menudo, pero no siempre, ancianos que tuvieron una primera por caricaturesca quesea, presenta la verdad bajo una luz mucho más
infancia fe liz C intentan v olver a conectarse a través de recursos pesimista'. Para ella los ancianos son larvas, y los hace responsables
creativos que permanecieron vivos en su interior. Algunos, para no de su propia desgracia. Ella, que es de origen proletario, identifica
perder la memoria, canturrean las canciones de su infancia y añaden : con el subproletariado a los enferm os de que se ocupa. En su relación
“ N o quisiera terminar en la miseria, sucio y despreciado sobre un con ellos se conduce com o si tuviera sobre éstos un poder de vida o
camastro... tengo m iedo de acabar despreciado. N o se debería muerte. Posee una concepción jerárquica de su función, y desprecia
despreciar a los que están enfermos.” “ al pequeño personal ignorante” . Ningún sentido de la convivencia
L o que se teme es el riesgo de perder la cabeza. L o que se denuncia sino una concepción absolutamente burocrática de un o fic io centra­
es la infantilización a que se los somete. La ergoterapia gusta, pero do en la obligación de hacer, dentro de un contexto donde la sordera
a la palabra del otro es total.
52 C f. prefacio de Françoise D olto en M . Dacher, M. W einstein, Histoire de
Louise, op. cit., pág. 14.
53 Id., ibid., pág. 13. 54 M . Dachcr, M . W einstein, Histoire de Louise, op. cit., pág. 158.
53 Id., ibid., pág. 159.

54
55
El capellán, por su palle, sustituye a un colega que debió victoria, una muerte esperanza, una muerte ideal, aquella de la que,
marcharse a raíz de una depresión nerviosa... y lo que le impulsa a evidentemente, no podemos hablar sino desde su lugar.” L o que
ocupar el lugar que le toca en este sitio es una visión política de una parece haber interpelado particularmente a las autoras de este libro
sociedad que tiende a desembarazarse de sus viejos. Este capellán es la rabia de v iv ir de esta mujer de setenta y seis años ingresada una
habla de hospicios “ penitenciarios” en los que se exilia, para primera vez en el hospicio por una cirrosis hepática. En el bar de
castigarlos, a las alcoh ólicos reivindicantes y a los marginales.56 enfrente conoce a Jean (que anda por los 50). “ Sus primeras
Insiste en la necesidad que tienen las personas mayores de conservar relaciones sexuales, acontecidas poco después, le dejan un recuerdo
suficiente agresividad com o para sobrevivir a la situación que se Íes deslumbrado.” 62 En este bar, único sitio de intercambios para los
ofrece: “ L o s viejos... no pueden v ivir sino a través de la protesta...” 57 pensionistas del hospicio, Louise, pese a su hediondez, reina. Paga
Subraya igualm ente el hecho de que el anciano no posee un lugar copas, hace reír, canta, habla de sexo, y su alegría es contagiosa.
privado: las confidencias hay que hacerlas en público. Sin embargo, Cuando ella no está se instala la tristeza. En todo este relato se habla
existen las habitaciones individuales (en lospabellonesnuevos), pero de amor y de pasión. En primer término Louise conserva de su niñez
no hay timbre y, separado del exterior, el anciano queda sujeto el recuerdo idealizado de su educación con las monjas. La conside­
verdaderamente al aislamiento. Para remediar esta situación (¡el raron inteligente y la invitaron a seguir estudiando, pero pagó su
progreso es incontenible!), se construyen ahora habitaciones para relación con su madre con una im posibilidad para procrear. Buscó
dos o cuatro, ¡con m icrófonos instalados al pie de la cama! Condu­ durante toda su vida un padre ideal, y sus amantes (en especial Jean)
cido al hospicio, el anciano tiene que arraigarse o morirá antes de un encaman a esta figura paterna. Louise es su hija incestuosa. Expul­
mes. “ L o que más reprocho -d ice el capellán-, com o hombre,58 es la sada del har, Louise entra en Bicétrc y tres años después vu elve y se
m ezcla c e dementes con personas de edad..., en su lugar ... si no instala frente al bar-hotel, esperando el regreso de Jean. Pero Jean ya
tuviese la fe... diría: m e pregunto por qué no se eliminan ...’’ Cuando no la quiere. La dueña del bar, por su lado, la soporta. Louise va
un v ie jo muere, no se habla del asunto, nadie sabe nada. Sin embargo perdiendo entonces toda su alegría y, vencida por la cirrosis, es
hay aquí 500 muertos por año, sobre una población de 2.000 recogida en la calle; dirección, Bicétrc. Sabe que va a morir y
intemos,59 y el 45 % de los viejos mueren durante los seis primeros conserva su ánimo, manifestándose agradecida a todos aquellos
meses de su llegada al hospicio.60 (Jean, Paulo, M áxim e, etc.) que vienen a verla. “ N a cí -d ic e -
Tanto para el capellán com o para el psicoanalista -dicen las demasiado pronto en un mundo demasiado v ie jo .” M uere al día
autoras del lib ro -, el hospicio es el lugar extremo de la denegación siguiente. Libre, ella juega su verdad.63
del ser l umano. En él se liquida toda una dimensión de la relación con Si esta historia nos involucra tanto es por damos una lección desde
el otro. El personal tiene m iedo, los galenos también, y los ancianos el propio fondo de la miseria física y de la degradación. C om o sujeto,
temen ser “ desplazados” a otro lugar... Y las autoras del l ibro sueñan Louise se mantuvo interpelable hasta el final. Ella nos dice de su
con la creación de un lugar abierto al exterior, donde los pensionistas alegría por brindar felicidad. Reparte esta felicidad sin hacer cuen­
podrían comunicarse entre sí, enriquecerse mutuamente... tas. Un día se topa con el vacío, con la soledad, con el egoísm o
La historia de Louise es ejemplar. “ Louise -d ic e una de las humano: eso es lo que la destruye, aunque antes logró un último
autoras-,61 fu e para m í una historia de amor. Su muerte, una muerte encuentro “ social” en tom o de su lecho de muerte. Louise, con su
generasidad de corazón, logró subvertir el hospicio o, para decirlo
56 Id., ibid., pág. 175.
mejor, confirmar la tesis: el único m edio de permanecer v iv o y
37 Id., ibid., pág. 176.
38 Id., ibid., pág. 180.
creativo en el hospicio, es hallar enfrente un bar-hotel en el que
39 Id., ibid., pág. 181.
60 Sim cne d e Beauvoir, La vieillesse, ap. cit., pág. 273.
1,2 Id., ibid., pág. 216.
63 Id., ibid., pág. 239.
61 M . Dacher, M. W cinstein, Histoire de Louise, op. cit., pág. 214.

56 57
albergar sos amores y su cuota de sueño. Esta cuota de sueño remite
“ El humor hace reír, el humorista no se ríe.” 69 La persona aquejada
al sujeto a la im agen de un ser amado, y es un soporte tan importante
por el sufrimiento podría, nos dice Freud,70 obtener la ganancia de
de la vida que ciertas rupturas, por su efecto de revelamiento,
placer humorístico-, pero sólo quien no está im plicado en la situación
desestabilizan al sujeto precipitándolo en el asesinato-suicidio. La
afectiva penosa puede abandonarse a la risa por placer cómico. Y
ausencia de una relación con el otro sobre la cual, desconociéndolo,
Freud recordará la historia de! condenado que, en el camino que lo
se fundaba t<xla una vida, hace surgir bruscamente en el fantasma la
conduce a su ejecución, reclama un echarpe por m iedo a tomar frío.
figura de la muerte. Desde entonces, el deseo intenta reconquistar en
Esta actitud es para el sujeto una form a de apartarse de la desespe­
ella el objeto perdido. Esta fascinación por la muerte no es otra cosa
ración. “ El humor -escribe también Freud- puede ser considerado
“ que afirm ación desesperada de la vida“ .64 “ El sujeto dice: ‘ ¡N o !’ a
com o la más elevada de estas realizaciones confusas.” 71
este ju e go desortijado la intersubjetividad donde e¡ deseo sólo se hace
L o que m e pareció ejem plar en el estudio de M . Dacher y M.
reconocer un m om ento para perderse en un querer que es querer del
W cinstein sobre los ancianos dehospicio, es el m odo en que lograron
otro. Pacientemente, sustrae su vida precaria a las aborregantes
delimitar el lugar extraterritorial del hospicio (el liar-hotel) en el que
agregaciones del Eros del sím bolo para afirm arlo en una maldición
se reúnen los despistados del barrio y del hospicio para compartir el
sin palabras.” 65 La identificación con el otro se efectúa entonces por
g o zo de vivir (con una risa donde se m ezcla una pasión que mantiene
el sesgo de una figura mortal bajo cuyos rasgos tendrá lugar en lo
a raya la desesperanza y la muerte). Intramuros, el anciano se ve
sucesivo la evocación de su ser.
despojado de su existencia, y la administración contribuye a acen­
Lacan destacó en otro lugar66 el poder separativo del ojo: “ Poder
tuar, con sus imposiciones, la carencia de referentes en la que se
que indiqué en san Agustín, el del niño pequeño que mira a su padre
precipita a esta masa de “ personas desplazadas” . Se crea una
suspendido del pecho de su madre, con una mirada amarga que lo
situación extrema en la que el individuo aislado acaba renunciando
descom pone y produce sobre sí mismo un efecto de veneno.” En lo
a entablar una relación consigo mismo. Y a no form a parte de los
que respecta a la envidia, se funda en el temor de que el otro goce del
vivos. La dialéctica extra/intramuros tiene, por su parte, el poder de
o b jeto deseable, y el efecto es un impulso destructivo; al matar al
reintroducir la risa, el chiste picante, el sexo, sobre un fon do de
otro, uno destruye su propia creatividad^ La generosidad inagotable
muerte, alcohol y desesperanza.
puede tener también com o reverso la amenaza de anonadamiento de
La muerte no solamente ilustra la vida que la precedió sino que
sí, cuando el sujeto es desestabilizado por la angustia de persecución
también interroga al poder m édico y a los efectos de un diagnóstico
que súbitamente lo sumerge y aniquila.
que anuncia la hora certa del fin de una vida. El testimonio de M ary
Sin em bargo, un anhelo de muerte inconsciente cambia de
Catherine Bateson sobre la muerte de unos padres fuera de serie (los
naturaleza cuando se toma consciente. Se instala desde entonces en
antropólogos G regory Bateson y Margaret M ea d ) reviste en este
lo im agin ario hasta el punto de suscitar la risa ante el revelam iento
aspecto un m áxim o interés.72 En 1978, los m édicos diagnosticaron
de que es objeto.67“ La angustia, las lágrimas, el m iedo, la ira, forman
cáncer en ambos progenitores. M argaret M ead murió en el otoño de
un grupo con la risa.” 68 La risa aparece entonces com o reacción a
1978 (de cáncer de páncreas) y G regory Bateson (de cáncer de
a lg o hostil o angustiante. Se trata a veces de un recurso desesperado
pulmón) durante el verano de 1980. En el otoño de 1977, M argaret
que se presenta en su form a más pura bajo la vestimenta del humor.
M ead ya había empezado a adelgazar, pero coordinó vigorosam ente

M J. Lacan, Ecrits , Seuil, 1966, pág. 320. 69 Id., ibid., pág. 164.
“ Id., ibict., pág. 320. 70 S. Freud, Le mot d'esprit et sa relation d l ’inconscient (1905), Ed.
66 J. Lacan, Seminario del 11 de marzo de 1964 (notas personales). Gallim ard, pág. 400.
67 O ctave M annoni, “ L e rire” , Un si v if étonnement, Seuil, 1988, pág. 161. 71 Id., ibid., pág. 407.
63 Id., ibid., pág. 163. 72 M ary Catherine Bateson, Regarás sur mes parents, du Seuil, 1989, págs.
261-279.
58
59
un congreso de la Am erican Anthropological Association en Texas. y ella peleaba por retener la vida. A l final, sostuvo estrechas
L o que más la preocupaba era el cáncer de G regory, pues los m édicos relaciones con una curandera. Era una mujer divertida y cálida;
le habían dado -a é l- poco tiem po de vida. G regory se som etió a alejaba de sí ai espectro de la muerte. En el m om ento de morir
durísimos tratamientos y estuvo tres veces en reanimación. Cuando Margaret se enfureció con la curandera, que le había prom etido la
su hija fue a verlo, él había iniciado un proceso de remisión de largo curación... y la d ejó al perderse toda esperanza. M argaret, cremada
alcance y enfrentaba socarronamente la predicción médica de una por propia disposición, fue sepultada en un cementerio de campo y
muerte cercana. Recordaba sobre todo los durísimos exámenes que recibió, nos dice su hija, la medalla de la libertad a título postumo...
casi lo mataron y consideraba que la profesión medica parecía tener Gregory, por su parte, tardó dos años en morir... El ardor por la
talento para crear nuevas patologías. En cuanto regresó a su hogar, vida le permitió reanudar su vida profesional. S ólo al final fue
la fam ilia se m o v iliz ó para ayudarle a continuar su trabajo (un libro, atacado por una neumonía; lo internaron y ¡e aplicaban calmantes
conferencias). A l cabo de un mes, el libro estaba casi acabado y hasta atontarlo. S ólo estuvo dos semanas en el hospital. Unos am igos
Bateson firmaba ya un contrato para el I ibro siguiente... Hasta la fase zen lo hicieron salir y lo recibieron en su cusa de huéspedes de San
final de su enfermedad, desempeñó el papel del eterno escéptico73 y Francisco. Estudiantes zen se turnaban para atender su cuerpo,
siguió dando conferencias. manteniéndose respetuosos de su persona. L is idas y venidas de cada
Para M argaret lo único grave era la enferm edad de Gregory, uno iban acompañadas de un ritual. En los últimos días ya no podía
siendo que ella misma no podía com er a causa del dolor. Eso no le com er ni hablar, pero reconocía una presencia amante. Su hija le leyó
im p idió planificar sus actividades para los próxim os cinco años. En sus pasajes preferidos del Libro de Job. La respiración acabó por
la década de 1950, había redactado un documento destinado a evitar detenerse y !a vida lo abandone'). Sus am igos zen se mantuvieron
sobre sí intervenciones médicas inútiles. D ejó instrucciones precisas presentes durante varios días para sostener a la fam ilia y despedirse
para que nadie se empeñara en hacerla v iv ir si sus facultades de él en el crematorio, salmodiando cantos...
intelectuales se deterioraban. N o quería dejar la vida en inferioridad Así, pues, {»d e m o s enfermar de cáncer y morir en casa... Es la
de condiciones. Llegado el estadio final de la enfermedad y el gran lección que saco yo de este relato. La suerte de G regory fue
hostigam iento de un dolor cada v ez más agudo, Margaret se opuso haber rechazado los vaticinios m édicos y haber podido reanudar
a la muerte (en una suerte de desafío lanzado a G regory, quien por lazos con la vida. Su segunda suerte fue que los am igos zen lo
su parte seguía v ivo ). Se rodeó sólo de am igos que aceptaran arrancaran del hospital y lo “ d evolvieran ” a una vida social en un
com partir su ilusión (la de que su hora tío había llegado). Durante el contexto en el que ya no había negación de la enfermedad (sus fuerzas
verano de 1978 organizó un C oloqu io sobre el futuro en Chautu- lo abandonaban), pero donde se le garantizó has a el final un lugar
qua,74 persuadida de que en los años ochenta iban a multiplicarse los de sujeto (el de un sujeto al que se escucha y con quien se habla).
peligros y a ahondarse las disparidades económicas. Por las noches, Margaret Mead, por su parte, logre') con verli r su c uarto de hospi ta 1
su hija se ocupaba de ella, llevándole té o compresas de hielo. De día, en lugar de encuentros para colegas, alumnos, am igos y parientes. La
tenía a su auditorio en v ilo y proseguía con sus viajes profesionales negación de la enfermedad le permitió combatir hasta el final. M urió
(i nc 1uso en una época en que se desplazaba en si 1la de ruedas). L u e go . “ naturalmente” , siendo que había pedido por escrito que si sus
su estado de salud e x ig ió que la hospitalizaran, pero Margaret tuerzas la abailuonaonii se pusiese una su s oías. /\i auc» uai so m iiui u
cam biaba de médicos... no bien éstos ponían en duda la posibilidad certa, se expresó su rebeldía ante la muerte. De ahí que sea posible,
de una curación. Recibía junto a su cama a multitud de visitantes, en el fantasma, desear que nuestros días se abrevien y que en la
negando que se moría; aplicaciones intravenosas la mantenían viva realidad “ la vida nos atrape” hasta el punto de que renunciemos a
acortar su plazo.
3 Id., i bul., pág. 267. Y a hemos visto que, cuando se goza de buena salud, puede uno
‘A Id., ibid ., pág. 270.

60 6!
querer anticiparse a la muerte dejando precisas instrucciones escri tas En el hospicio St. Christopher, de fxmdres, el 80 % de ¡os
para que el m édico ponga fin al doior, aun si e llo redunda en un cancerosos requiere en determinado momento un tratamiento con
acortamiento de la vida. En lo cual se afirma una postura contradic­ opiáceo mayor.76 A veces, es heroína. El impacto del dolor depende
toria, puesto que es muy posible que en el último minuto el su jen; estrechamente de la localización de las lesiones cancerosas: el dolor
quiera “ reanudar” su vida, exigiendo al mismo tiem po el alivio del es más intenso en el cáncer de huesos y útero (85 % ), en los cánceres
dolor. El sujeto no quiere morir, pero de todas form as es consciente de estóm ago (75 % ), en el cáncer de pulmón (70 %). En los casos de
de que la vida se le está escapando. leucemia, la queja por dolores parece ser tan sólo del 5 %. El
Margaret M ead, a pesar de si misma, más allá de su muerte, abre problema del dolor involucra seriamente, pues, a los asistentes,
con su ejem plo el debate sobre la eutanasia activa (utilizar una quienes muy a menudo no están en condiciones (por carecer de
jeringa, com o en el caso de Freud) o ¡a eutanasia pasiva (alimentar suficiente especialización) de mejorar con eficiencia la calidad de
una sonda de perfusión con un cóctel lítico D .L .P .) que, según los vida de sus pacientes. El efecto físico del dolor afecta la moral y
casos, acarrea la muerte con mayor o menor rapidez. M argaret Mead modifica seriamente la personalidad de un individuo. Este recupera
había deseado acortar su vida pero, llegado el momento, cam bió de su estado emocional “ normal” en cuanto se da con la dosificación
opinión, lo cual no im pidió que la muerte la venciera. apropiada del antálgico (en ciertos casos basta con una cordotom ía
A s í pues, cada caso de paciente en fase terminal de cáncer se percutánea de finalidad antálgica)... Por importante que sea evitar en
muestra en su singularidad propia. El verdadero problema es el un principio el suministro de dosis elevadas de analgésicos opioides,
control del dolor: la muerte llega entonces apaciblemente. Las las investigaciones demostraron que los cancerosos tratados con
técnicas de cuidados paliativos son poco conocidíis aún en Francia opioides mayores nosehacen p o re llo toxicómanos (una v ez lograda
(pese a un folleto difundido en mayo de 1987 por el ministerio de la curación del cáncer). A sí pues, el control del dolor parece ser un
Salud) y en Estados Unidos. Los especialistas en este tema se elemento muy variable de un paciente al otro, sobre todo en el dolor
encuentran más bien en Gran Bretaña y Canadá. El control de canceroso crónico. Los autores77 mencionan dosis de morfina oral
m orfínicos, en efecto, se aprende y administra según protocolos que varían de 5 a 30 m g cada cuatro horas, dosis que, nos dicen,
específicos. Con ciertos pacientes, además de aumentarse la dosis de alcanzan a veces los 50 mg o más cada cuatro horas. H ay que suponer
m orfina, se agregan corticoides o barbilúricos. La vida se acorta y dolores muy severos para aplicar dosis semejantes. Si se utilizan los
el resultado es la muerte, pero no se la administra directamente. Esta medios apropiados, se obtiene un a livio en el 87 % de los casos. La
situación se corresponde de hechoeon la ambivalencia de los propios dosis de morfina puede llegar a los 800 mg/24 horas. Pero, en la
pacientes. Apenas se sienten mejor, ya no exigen que se los “ mate". mayoría de los países, la resistencia de los médicos a este tipo de
Jean-Mari e Gomas,75especialista en cuidados [ aliati vosa dom icilio, tratamiento parece estar sobre el tapete. Las investigaciones de
habla de un paciente atendido por un colega a quien éste había Cartwright78y colaboradores dan estadísticas muy di ferentes de las
prescripto un tratamiento morfínico. El colega le telefoneó, pertur­
bado, porque el enfermo se ahogaba. Horror puro. Gom as aconsejo 76C f. J.-J. Bonica, Importance o f the Problem (ofC ancer Pain), en J.-J. Bonica
entonces inyectar dos veces, con breves intervalos, 120 mg de & V . Ventafrida (E ds.), Advance in Pain Research and Therapy, t. 2, Raven Press,
Solumedrol. A l día siguiente el paciente experimentó una notable N ew York, 1979.
Tw ycross R.G., “ T h e Brompton Cocktail“ , en ibid., t. 2.
mejoría. Estuvo lúcido hasta el final, bajo morfina y corticoides.
Tw ycross R.G. and Lack S.A., Symptom Control in Far Advanced Cancer:
M u rió ocho días después, durmiendo. A s í pues, el “ tratamiento” ,
Pain R elief Pitman Books, London, 1983.
válid o para un caso, no lo es para otro. 77 R.G. Tw ycross & S.A. Lack, Symptom C ontrol in Far Advanced Cancer:
Pain Relief, op. cit.
75 C f. J.-M. Gomas, Soignerd domiciledesmaladesen fin d e vie, C erf, 1988, 78 A . Cartwright, L . H ockey and A .B .M . Anderson, Life Before Death,
pág. i 5 5. Routledge & Kegan Paul, London, 1973.

63
y A lem ania) no se persigue al m édico culpable de eutanasia. En
de las hospitales ingleses especializados en cuidados paliativos tic
Francia, la Orden médica procesó a Léon Schwartzenberg; aun así,
cancerosos en lase teirainal. En unos, los enferm os sufren antes de
son muchos los enferm os que piden m orir recurriendo al m étodo del
morir; en los otros, los pacientes mueren lúcidos y en paz, rodeados
célebre caneerólogo. L o repetimos: el verdadero problema no es éste.
de los suyos, y esto incluso en el hospital (los hospitales más
No se trata tanto de elegir la eutanasia activa o pasiva, com o de
conocidos son el St. Christopher Hospice o St. Joseph’ s Haspice, de
brindar un verdadero acompañamiento humano a enferm os en
Londres). En Francia se abrieron algunos centros de cuidados
situación de desamparo (lo cual supone un personal suficiente),
paliativos que siguen el m odelo del St. Christopher tle Lor.Jrw.
siempre sobre la base de un control de los recursos contra e! dolor,
citem os entre otros el hospital de Saint-M alo (Dr. L o ic R évillo n ) y
cosa que en Francia está muy lejos de constituir una realidad.80
el Hospital internacional de la universidad de París.79
C om o veíamos, G regory Baleson acabó su vida en el seno de una
C on todo, es preciso situar el abordaje y tratamiento del dolor en
comunidad zen; otro am igo terminó la suya dentro de su propio
un contexto cultural y religioso, y comprender así la razón por la que
hogar, rodeado de sus familiares y aliviado por una atinada d osifica­
en determinada cultura es posible combatir el dolor mientras que en
ción de morfina y corticoides. A s í pues, el escándalo p rom ovido
otra el m édico niega al paciente la posibilidad de tener un fina! de vida
alrededor de Schwartzenberg revela sobre todo nuestro desco­
soportable. Además, está claro que hoy, frente al tratamiento del
nocimiento ante la muerte. Precisamente por no querer saber nada de
dolor, los hombres siguen siendo desiguales. Existen aun numerosos
ella, ciertas médicas (de “ la Orden” ) prefieren desviarse de un
sitios donde los analgésicos son proscriptos en dosis insuficientes
problema que pone en jaque a la medicina. Ahora bien, la medicina
(que además los enfermeros “ corrigen” ). Ciertos centros reciben
tiene un papel que cumplir cuando se trata de v o lv e r tolerable un final
personas de edad afectadas de cáncer gravísim o y las dejan mo-
de vida espantoso. N o es cuestión de utilizar píldoras rasadas o
ralmente en un estado de total abandono, lo cual confína con la no
azules para desembarazarse de un enferm o molesto; es preciso crear
asistencia de la persona en peligro. En cambio, se abruma a estas
en su derredor una cadena de presencia humana, sobre el fondo de un
personas con neurolépticos, antidepresores, analgésicos diversos,
tratamiento adaptado a la persona de edad provecta. En los pocos
proscriptos sin tener en cuenta los efectos secundarios, en forma tul
servicios de cuidados paliati vas existentes en Franciase organizaron
que muchas veces los pacientes quedan sin poder com er. A s í pues,
“ grupos de la palabra” conducidos por psicoanalistas: quienes más
los factores emocionales y el desamparo moral pueden agravar
acuden son los asistentes no médicos. En la mayoría de las casos lo
seriamente un cuadro clínico orgánico ya sombrío.
que está en ju ego es su propia relación con la muerte. En efecto, de
En Estados Unidos los individuos tienen derecho a oponerse, por
esto dependerá luego la posibilidad de que los asistentes acompañen
“ testamento de vida” , al menor encarnizamiento terapéutico. Sin
cálidamente a un enfermo, hablándole de la vida (la que tuvo, los
em bargo, la ley no acepta la idea de eutanasia activa. En c ie r t o s
amigas y parientes que le quedan, etc.). L o repetimos: la demanda de
Estados la muerte termina siendo negociada, en los hechos, caso por
los pacientes es que se aminore su sufrimiento, morir lúeidos. Esto
caso entre los médicos, los juristas, el paciente y su familia. Los
supone en el m édico una decodificación correcta entre aquella parte
hombres d e ley reconocen que la historia ha dejado atrás al derecho.
de la queja que proviene del dolor físico, y aquello que remite a un
En todas partes el poder legislativo esquiva el tratamiento de la
dolor moral, sin minimizar la superposición de trastornos y hasta su
cuestión, pero en la mayoría de los países (sobre todo Países Bajos
80 A pesar délas claras consignas lanzadas por el m inisterio de Salud desde el
79 A gregu em os que en 1990 la poción antálgica, llamada poción de Broinplon,
26 de agosto de 1986, referidas a la atención que habría de aportarse al a livio del
ya no se prescribe. Citemos finalmente, a título de inform ación, el hospital
dolor y al acompañamiento de pacientes en final de vida. La noción de cuidados
Corentin-Celton en Issy-les-Moulincaux. El doctor Jacques A rvieu , especialista
paliativos supone primero el intento de ayudar al paciente a llegar al térm ino de
en geriairía, se ocupa con competencia y devoción de las personas ancianas en
su vid a sin su frir: cuando H su frimiento se hace controlable , en la m ayoría de los
fina! de vida. El pabellón de gerontología está a cargo de enfermeras de gran
calidez (pero de número insuficiente). casos la demanda d e eutanasia desaparece.
determinación recíproca. Una asistencia inteligente supone, pues,
tarios (el costo de alojam iento en estructuras especializadas) llegan
procurarse los m edios para garantizar al paciente una calidad de a los 15.000 francos por mes y por persona. Este precio es aún más
vida. La muerte, incluso programada, llega siem pre demasiado elevado cuando se trata d e asegurar una atención correcta a d o m ici­
pronto: de e llo dan fe los propios paeientes cuando, habiendo lio. Ahora bien, la Seguridad social no reem bolsa estos gastos. L a ley
reclam ado la muerte, se insurgen en un último sobresalto de vida. obliga a la fam ilia a compartirlos. Si no lo hace, el costo será des­
Nuestra generación popularizó la coníracepción química y coi: contado de la herencia. N o hay que sorprenderse, pues, del porcentaje
e llo desacralizó un ámbito spbre el cual reinaba de manera absoluta de suicidios entre las personas de edad: se niegan a sign ificar una
el D ios de los cristianos. En la actualidad, el hombre que ha llegado carga para su descendencia y eligen lúcidamente que la calidad de
a controlar el nacimiento desea tener derecho a controlar la muerte. vida de sus hijos y nietos no se vea afectada por la desgracia que los
Tras la desacralización de la muerte se perfila, empero, el peligro de golpea. Para ellas, su propia retirada de la escena es una manera de
una manipulación del hombre por el hombre. Y ante este peligro el
alimentar la vida.
legislador titubea. ¿C óm o codificar la eutanasia?8' Léon Schwart/.et >
berg tampoco es favorable a ella. El quiso poner sobre el tapete el
problem a de nuestra concepción de la vida, de nuestro derecho a
abandonarla cuando ésta ya está abandonándonos. A liv ia r el dolores H ip ocresía de la sociedad
algo que el ministro de Salud considera hoy com o un deber para el
m édico, aun si el lo ha de implicar una abreviación de la vida. L o que La política de v ejez de las sociedades occidentales es escandalosa.
prácticamente no se toma en cuenta (la falta tic personal tiene mucho Reduce a sus miembros (incluidos los servidores del Estado) a la
que ver en e llo ) es la necesidad de una presencia junto a una persona condición de desechos por cuanto ya no son explotables. La sociedad
aislada en un ám bito extraño (y que es fácil v iv ir de manera se aparta de los trabajadores no productivos: la “ máquina” social es
persecutoria). Asegurar una presencia es también saber acariciar un una trituradora de hombres. La Seguridad social, francesa o norte­
rostro y dar con las palabras que atraigan el interés del enfermo, su americana (el sistema “ seguro de enfermedad” ) sólo razona en
“ enganche” a la vida. La verdadera cuestión ética es ésta. Porque términos de rentabilidad. Improductivos, los ancianos se sienten
hoy, aunque nos prestemos a comunicar a los asistentes las recetas inútiles e indeseables. El ejecutivo superior es llamado a jubilarse
letales, nonos tomamos tiempo ni nos permi tim osel esfuerzo decrear desde los cincuenta años (edad en que se lo aparta de la carrera por
en tom o del enferm o el ámbito que este necesita. En escala ministerial la promoción) y en Estados Unidos el obrero82 sueña con el pueblo
hay disposición para cubrir todas las formas de eutanasia, pero no al que se iré: a vivir cuando cumpla los cuarenta y cinco... Se crea de
para asignar el personal necesario a la tarea de asegurar un final de- este mod< una sociedad en la que los jóven es quedan aislados de los
vida decente a los pacientes condenados. viejos. Los Estados, para tranquilizar sus conciencias, fom entan
En realidad, la Seguridad social no se hace cargo de las p e rs o n a s establecimientos para personas de edad avanzada. M ás d e la mitad
de cuarta edad afectadas por una dolencia invalidante. En 1990, 7 no responden a las condiciones m édico-psicológicas requeridas. Las
m illones y m edio de pacientes tienen más de 65 años. Entre ellos. enferm erasestánsubcalificadasyel personal subpagado. Sin em bar­
500.000 necesitan una asistencia cotidiana. D e aquí a d iez años esta go, estas casas constituyen inversiones rentables para los financis­
asistencia involucrará a un millón de personas. Los gastos su píeme n- tas... En estos nursing homes (cuyo m odelo tiende actualmente a ser
importado a Francia), la vida produce el efecto de matar al anciano ,
81 En un artículo publicado por Le Monde c\ 3 de mayo de 1991, FranckNouchi
nos inform a que una proposición “ que admitía el principio de eutanasia fue a quien se le quita todo deseo de vivir.
adoptada el ju eves 25 de abril de 1991 por la comisión de m edio ambiente, salud
pública y protección de los consumidores del Parlamento europeo (...) en medio 82 R.E. Burger, “ Qui s’ occupe des personnes âgées?” , Saturday Re view del 25-
de una indiferencia casi general". 1-60, reproducido por S. de Beauvoir en La vieillesse , op. cit ., págs. 575-604.

66 67
Sin em bargo, la mayoría de las personas de edad permanecen en juicio. El afán de reducir los costos condujo a los poderes públicos
el ám bito donde se encuentran sus recuerdos, sus objetos personales. a buscar fam ilias de acogida, a alentar la creación de pequeñas
Aun así, en Estados Unidas la asistencia a d om icilio no supera las unidades de vida y hasta de residencias de alojamiento temporario,
cuatro horas diarias...; en Francia ni siquiera se cum plen estas cuatro con un personal no preparado para la tarea que le espera.
horas efectivas. L o rentable sigue siendo la Institución, y si en ésta El verdadero problema es que la persona discapacitada (mental,
la persona acaba triturada, mala suerte. física o por edad) nos reenvía a una imagen degradada y envilecida
Para los ricos se construyen sénior houses: departamentos de lujo de nosotros mismos. Y para esto que es insoportable inventamos la
de dos a tres habitaciones, salas de bridge, salón, com ed or común, segregación. La segregación n ocon ciem e únicamente al apartamien­
com idas servidas en la habitación si se desea, lavado de ropa, to de las personas inválidas, sino sobre todo a la falta de respeto que
enfermeras y m édicos permanentes... pero a las personas dependien­ se les testimonia en el seno de las instituciones y familias. Hasta de
tes se las envía al hospital. su serse despoja, lo repetimos, a los mayores inválidos. Se trata de
En la actualidad, las tercera y cuarta edad han pasado a ser un un hecho cultural que “ no carece de efecto sobre la vida. Cuando
mercado para los inversores. Es tan poco el respeto que se observ a Pascal escribía: ‘ m orirem ossolos’ , pensaba er. una soledad en m edio
por la persona humana, que los poderes públicos terminaron por de todos. N o habría imaginado una situación donde, en última
conm overse (cf. las cláusulas abusivas de los reglam entos intemos, instancia, cada cual acaba siendo el único al que mira su propia
donde se ejerce, entre otros, el arbitrario derecho de eviecion) muerte” .884 Esta soledad que conocen los marginados, los enferm os y
3
N um erosos contratos quitan a los pensionistas el derecho a decorar los viejos inválidos, constituye la otra cara del neoutilitarismo que se
su departamento a su gusto, el derecho de elegir a sus compañeros de ha adueñado de la vida pública. A s í pues, nuestros propios hijos
mesa. Les abren la correspondencia. lx>s horarios de comidas y pagarán en forma de nuevas neurosis privadas la inhumanidad con
descanso no guardan ninguna relación con los tradicionales. Solo que nosotros mismos tratamos a nuestros ascendientes. Una chiqui­
una “ élite” , escogida según criterios morales, tiene acceso a estos lla de diez años se v o lv ió literalmente “ loca” cuando sus padres
establecimientos, aislados, además, de toda vida social. internaron a la abuela (senil) que la había criado. Puso en ju ego,
El aumento numérico de los mayores dependientes observado en trágicamente, el anhelo de muerte de sus padres respecto de esta
lcxs dos últimos decenios, obligó a la colectividad a hacerse cargo de abuela. “ Quieren que se muera para quedarse con la casa.” Pero
la recepción y alojam iento que tienen derecho a esperar. Sin embar­ mientras se espera la muerte de la abuela, es la nieta quien adopta de
go, los derechos de las personas de edad no se respetanP En 1985, manera devastadora los rasgos de una senilidad “ repudiada” . Un
el secretariado de Estado encargado de los Jubilados y Personas de matrimonio cuyos miembrostienen 70 años se ocupa de la ascendien­
edad intenta m odificar los reglamentos internos de los e s t a b le c i­ te, de 92. Los dos enferman. Para “ aguantar” , habrían precisado la
mientos en el sentido de una m ayor humanidad, y procura que se ayuda de una persona a tiempo com pleto, especializada en los
supriman las cláusulas abusivas de los contratos. M ás tarde, en problemas relaciónales que surgen en el contacto con las personas
1987, se publica una Carta de los derechos y libertades de la persona mayores. Pero la hospitalización ad om icilio está lejos de ofrecer esta
m ayor dependiente, bajo el impulso de la Fundación nacional de calidad de vida. En realidad, todo descansa en la familia, casa que
geron tología y del secretariado de Estado encargado d e la Seguridad dista mucho de resultar obvia, sobre todo si el anciano padece, por
social. T ien e razón Y v e s Louage cuando teme que esta carta resu lte ejemplo, la enfermedad de Alzheim er. A s í pues, es la fam ilia
letra muerta. En efecto, no sólo las instituciones están en tela de ampliada de antaño la que en la actualidad hace pesar su ausencia
sobre los adultos en desgracia. La fam ilia nuclear ha engendrado sus
83 Y v e s Louage, secretario general de la asociación 'L e s petits l'reres deí' propios límites. A l estrechar su espacio, creó su propio gueto. En
pauvres” , en N ie o le Lépine y Marie- Paséale Nobécourt, Quand les paren!*
vieillissent, A c ro p o le, 1988, págs. 155-169 m O. tviannoni, Un si v if étonnement, op. cu., pág. 230.

68
cuanto a las estructuras sociales, fueron incapaces de apoítar un nuestra historia a nivel de una experiencia de la destrucción com o tal.
re le v e pues no ofrecen otra cosa que lugares institucionales de Esta voluntad de destrucción es también un fantasma de v o lv e r a
desarraigo. Así, cuando la fam ilia se siente extenuada por la enfer­ em pezar todo a partir de nada. (D ejen -s e le dice a una primera
m edad de uno de sus miembros, surge la violencia; la elección a fa m ilia - a su hijo en tal o cual hospital de Suiza: al diablo con él,
efectuar girará en lo sucesivo en tom o a esta paradoja: la muerte del tengan otro, olvídenlo. Pongan a su madre en el hospicio -se le dice
uno o del otro. Un acompañamiento a d om icilio competente durante a una segunda-: todavía tienen ustedes que v iv ir su vida, etc.) Esta
las veinticuatro horas del día crearía, por el contrario, un espacio voluntad de recom ienzo es introducida en la dimensión de la historia,
susceptible de cob ijar otra lógica: la vida para el uno y para el otro. dependiente a su vez, nos recuerda Lacan, de la existencia de la
En El malestar en la cultura ,8 *85 Freud cita esta frase de H. Heine:
3 cadena significante. M ás allá de esta cadena se postula una suerte de
ex nihilo sobre el cual se funda y que introduce en el mundo una
S i e l buen D io s q u ie re h a cerm e c o m p le ta m e n te fe liz , q u e m e
organización significante. El dom inio del Bien, insiste Lacan, es el
c o n c e d a v e r a s e is o s ie te d e m is e n e m ig o s c o lg a d o s d e un á rb o l. C on
nacimiento del poder. Disponer de nuestros bienes es tener derecho
e l c o ra z ó n e n t c r n c c id o le s p erd o n a ré, antes d e qu e m u eran , tod a s las
a privar de ellos a otras personas. Justamente del poder de privar de
o fe n s a s q u e m e h a y a n in flig id o en v id a . C ie rta m e n te , d e b e uno
p e rd o n a r a sa s e n e m ig o s , p e ro n o antes d e qu e se lo s c u e lg u e .
ellos a otras personas surgirá el otro como tal. La privación -sigu e
diciendo Lacan- es una función instituida en lo sim bólico en el
Freud se detiene entonces ante el amor al prójimo, en un mundo sentido de que lo real está siempre lleno. L o i mportante es saber que
donde D ios está muerto para nosotros.86 R evela de este m odo una elprivador es unafunción imaginaria (e se l otro con minúscula). El
verdad: el hombre no es un ser bonachón sediento de amor, sino semejante, cuando se lo reduce a una relación especular, se presenta
com o privador. La dimensión del Bien erige así una muralla en el
un ser q u e d e b e in c lu ir entre sus d atos in s tin tiv o s una bu en a suma
d e a g r e s iv id a d [...]. E l h o m b re está ten tado, en e fe c to , d e sa tisfa cer
cam ino de nuestro deseo. Por más que en el curso de la historia
su n e c e s id a d d e a g re s ió n a e x p ea sa s d e su p ró jim o , d e e x p lo ta r su hayam osquerido matar al Padre para instaurar después el retom o del
tra b a jo sin re s a rc im ie n to s , d e u tiliz a r lo s c x u a lm e n te s in su c o n s e n ­ amor, una vez suprimido el obstáeulo, el go ce sigue estando de todos
tim ie n to , d e a p ro p ia rs e d e sus b ien es, h u m illa rlo , in f lig ir le s u fr i­ m odos prohibido. L o s obstáculos con que tropieza el sujeto cuando
m ie n to s , m a r tir iz a r lo y m atarlo. Homo honúni lupus: fre n te a todas se interna en el camino de un goce sin freno, se leen en la neurosis
las en señ a n za s d e la v id a y d e la h istoria , ¿q u ien ten d ría v a lo r para individual a nivel del robustecimiento de las exigencias del superyó.
im p u g n a r es te a d a g io ? Este otro, nuestro prójim o, surgido a veces en la figura de la víctim a
que sobrevive a todos los malos tratos, retoma bajo la pluma de Sade
> Esta hostilidad primaria amenaza a la sociedad civilizada y eleva
con insistencia estereotipada. Eista relación con el otro por mediación
a unos hombres contra otros. En este punto, declara Freud, la
de las ataduras sádicas tiene, sin embargo, cierta relación con la
sociedad im pone la necesidad de una etica, de un ideal de amor
psicología del obsesivo, encerrado en una armadura en cuyo interior
contrapuesto a la naturaleza humana primitiva.
se atasca para impedirse v ivir y amar. V o lve m o s a hallar esta
A s í pues, el lugar que nuestra sociedad concede a los marginales
relación de maldad con el otro en la relación que mantenemos con
y v ie jo s despierta en cada uno de nosotros algo de memorable en
nosotros mismos. La incorporación del padre, que se repite en la
83 S. Freud, M alaise dans la civilisation (1929), PU F, págs. 63-65.
historia de la humanidad (y de la neurosis), nos vu elve malos con
86 ~Si Dios está m uerto para nosotros -nos dice Lacan-, es porque lo está desde nosotros mismos; pero hay otra razón, y es que a este padre tenemos
siem pre. Nunca fue el padre más que en la m itología del hijo, la del mandamiento mucho que reprocharle.
qu e ordena amarlo, a él, el Padre, y que en el drama de la Pasión nos muestra que Lacan distingue aquí entre el padre real y m ítico del que habla
hay una resurrección más allá de la muerte." (J. Lacan, Seminario de marzo-mayo
Freud, y el padre imaginario, fundamento de la imagen providencial
de 1960, notas personales )

70 71
de D ios. Pero, a la larga, el superyó se convierte también en odio a C a p ítu lo 3
Dios, por haber hecho tan mai las cosas. A s í pues, para el hombre tic I
común, el ser para la muerte (muerte real arriesgada, muerte- FREUD, L A E N FE R M E D A D Y L A M U E R TE
elegida, asumida) se presenta bajo el velo del odio. Y en esto reside
toda la am bivalencia del amor y el odio. La culpabilidad del hombre
es, por su parte, el reflejo de este odio. Según Freud, “ el mandamiento
‘ama a tu prójim o com o a ti m ism o’ es inaplicable, aparece com o
defensa contra la agresividad. ¡Qué obstáculo para la civilización
-añ a d e-,87ha de ser la agresividad si defendem os de ella nos hace tan
in felices com o presumir de civilizados!” . El accesoal deseóse paga;
yo pago todo goce, dice Freud, con una libra de carne. El superyó
c olectivo elaboró sus exigencias, y las relaciones de los hombres
entre sí remiten a una ética lanzada contra el punto débil de la
L a enferm edad, la m uerte
civilización , Eila es una tentativa terapéutica de obtener a través de
mandamientos (el superyó) lo que no se pudo obtener por otras vías.
Pero el interrogante que Freud plantea es éste: ¿no se hicieron
En una carta escrita el 10 de m ayo de 1923 a Lou Andreas Salomé,
“neuróticas ” las civilizaciones por influencia de la civilización
Freud le confiesa su cansancio por las agresiones físicas padecidas
misma? T od a civilización tiende, bajo un intenso empuje erótico, a
a causa de un cáncer de mandíbula que no cesará de avanzar y
unir a los hombres “ en una masa sostenida por apretados lazos; pero
motivará después, entre el dolor, m últiples operaciones: “ Comparto
no lo consigue sino reforzando el sentimiento de culpabilidad” .888
9
totalmente su opinión sobre el desamparo que experimentamos ante
N o s in tro d u c ís en la vida; los males físicos particularmente dolorosos; al igual que usted, los
In flig ís a l desdichado la culpa encuentro desesperantes y, si fuese posible reprocharlos a alguien
Y lu e g o lo abandonáis a l castigo. personalmente, innobles.” 1
P u e s toda fa lta se expía en este m undo.*9 Tres años antes, en Lo siniestro ,2Freud propuso la noción de una
angustia reprimida y que en determinado momento retoma. L o que
Esta im precación dirigida a las potencias celestiales existe en el
habría tenido que permanecer en la sombra, ha salido de ella. Freud
corazón de cada uno de nosotros. Y con los asistentes se ha de evocar
nos habla en este texto de nuestra relación con la muerte. Las casas
justamente esta relación de cada cual con el odio, la violencia y el
embrujadas, ¿no albergarán el espíritu de los muertos, com o si
amor, cuando consagran una lonja de vida a los discapacitados, los
subsistiera el lugar que acogiese su retom o? Cuando murió Octave
enferm os o ios viejos. Pues detrás del don del amor está el apetito de
Mannoni, la estudiante senegalesa que cuidaba nuestra casa se negó
un poder a ejercer sobre el otro, lo que nadie supo ilustrar m ejor que
durante un año a quedarse sola en el departamento e incluso a com er
Sade. Pues en los juegos del dolor la víctima permanece com o un
sin compañía. En Senegal se observa el luto durante un año, y
soporte indestructible, sosteniéndose entonces el deseo en el fantas­
mientras tanto dos personas cuidan la casa abandonada por el
ma de un sufrimiento eterno.
muerto. La inobservancia de esta costumbre ocasiona -m e decía

87 S. Freud, Malaise dans la civilisation , op. cit., pags. 104-105. 1S. Freud, Correspóndanse, 1873-1939, Gallimard.
88 Id., ibid., pdg. 91. 2S. Freud. The uncanny, 1920, S.E. X V II, págs. 246-247. Trad. franc. en
89 G oethe, “ Les chants du joueur de harpe” , en Wilhelm Meister 1821, citado
L'Inquietante Etrangeté et nutres essais, Gallim ard, págs 245-252.
por Freud en ibid., pâg. 92.

no 73
e lla - el retom o de los djinns (espíritus que merodean por ¡as noches), las puertas del infierno. Freud no oí vida esta lección en sus investiga­
quienes se a posen tan en las casas insuficientemente cuidadas durante ciones. ______
la ausencia del muerto. Pasado un año, se entiende que el muerto ha El empobrecimiento de una vida ríca en sufrimientos, asi com o la
dejado realmente el lugar. Antes, se le debe una presencia en el tendencia del hombre a excluir la muerte de la vida, he aquí lo que r
territorio que le perteneció. Freud explica por su parte que “ la induce a Freud a volverse tempranamente hacia el mundo de la
biología no pudo decidir aún si la muerte es el destino necesario de ficción, del teatro, donde encuentra un sustituto a lo que la vida le
todo ser v iv o o si es tan sólo un accidente regular aunque tal vez hizo perder,4Freud insiste en la necesidad de trasponer a Otra escena
inevitable en el interior de la vida” .' Las religiones prolongan la esta pluralidad de vidas que necesitama-i. Se muere con tal o cual
existencia en un más allá y, nos dice Freud, en nuestros días muchos héroe, se sobrevive a tal o cual otro .. E insistirá en ei m odo con que,
hombres de ciencia creen aún en la posibilidad de una comunicación bajo el nombre de historia, se dispensa en las escuelas cierta
d e este tipo. N o es, por tanto, para asombrarse el que conserve aún enseñanza que Freud sintetiza esencialmente com o una sucesión de
tanta intensidad el m iedo prim itivo al muerto, a quien se puede tener asesinatos de pueblo a pueblo. V e aparecer la renegación de la muerte
incluso por un en em igo del superviviente capaz de arrastrarlo a su al h ilo de los enfrentamientos de los hombres entre sí, como una
propio in fiem o. A s í pues, la piadosa senegalesa, tan fiel a Octave, no convención ligada a la civilización.5Ad vierte también en el manda­
se sintió “ libre” hasta que se cumplió el aniversario de la muerte de miento No matarás la certeza de que provenim os de mía estirpe de
éste. Antes, todo eran señales de que el diablo amenazaba con asesinos. “ El hombre de las primeras edades sobrevive -declara -
llevársela (estuvo presente cuando O ctave repitió “ el diablo no se intacto en lo inconsciente.” Freud vincula el heroísm o con aquella
hará con m igo” , y creyó que le estaría reservada la misma suerte...). seguridad deseripta en los cuentos: nada puede pasarte. Se arrostran
En cuanto a lo siniestro, Freud señala también su presencia en la los peligros, la muerte no es tenida en cuenta. Otra cosa sucede con
epilepsia y la locura. N os remite en este caso a la acción demoniaca la angustia de una muerte, surgida ésta de un sentim iento de
atribuida en la Edad M edia a las manifestaciones patológicas. En culpabilidad. Freud estudió sus repercusiones en la neurosis y en la
cuanto a los fantasmas de ciertas personas que temen ser enterradas melancolía. El civilizado -da a entender Freud- vive por encima de
en estado letárgico, ,Freud los vincula con la nostalgia de continuar sus medios. Se adapta a las guerras, sin dejar de reprimir sus deseos
vivien d o en el seno materno. El espanto (de morir) se transformaría sanguinarios para con el extranjero y también sofocando en sí la parte
así en una suerte de voluptuosidad (vinculada con un retom o al seno de odio que ocupa un espacio en el amor (y que alimenta después las
materno). Freud insiste en que el surgimiento de lo siniestro se angustias de abandono).
produce al desaparecer la distinción entre fantasía y realidad; ve en En la melancolía, el y o se suprime, y desde entonces el sujeto se j
e llo la fuente de numerosas prácticas mágicas, prácticas que reapa­ encuentra como sobre un barco ebrio, jug, ¡ete de la furia de las olas
recen con formas diversas en la vida de ciertos neuróticos. (la instancia paterna, no cumpliendo ya su función de protección,
Necesidad de m orir y deseo de vivir, con esto se topa Freud en su abandona al yo a los efectos del superyó ciego y asolador). Pero
em peño por despejar el concepto teórico y el lugar ocupado por el volvem os aballar -d ice Freud- rasgos similares en situaciones así
problema del más allá en el destino de un individuo. Así, una de las llamadas normales, cuando el sujeto tiene que afrontar un verdadero
cosas que intenta descubrir en El delirio y los sueños en la Gradiva peligro vital. Siente entonces una desprotección tan grande que se
de Jensen (1907), “ El tema de la elección de un cofrecillo ” (1913), cree abandonado (en un nivel inconsciente, el abandono remite a las »•
pero también en “ M ás allá del principio del placer” (1920) y El potencias protectoras maternas de la primera infancia).
porvenir de una ilusión (1927), es el origen del concepto de
4 C f. S. Freud, “ Considerations actuelles sur la guerre et la m orí (191 5 ), en
inmortalidad. En la m itología griega, memoria y o lvid o se sitúan en Essays de psychanalyse, op. cit., p. 28
5 Ibid., pp. 34-36.
3 Id. Ibid., p. 247.

/4 75
En una carta a Martha del 25 de octubre de 1883,6 Freud le com o !a hallarnos en el Libro de Job8 y la respuesta que se le intentó
escribe: dar: basta con resistirse a la tentación o incluso con arrepentirse.
Para Freud, el inocente acaba siendo siempre, en algún punto, un
Tan a menudo he deseado mía dulce muchacha que pudiese serlo criminal en intención. Pues las fantasías de la infancia en lo que tocan
todo para mí, y he aquí que la tengo [...]. Aunque haya permanecido a los añílelos de muerte, se traducen un día u otro en simamos. El
pobre, puedo obtener los bienes a los que aspiraba y me veo a salvo procurador, en la persona del superyó, pasa a ser entonces agente de
de lo peor: el sentimiento de abandono. la pulsión de muerte. Cuanto más inocentes nos reclamamos, m is (a
consecuencia de un desplazamiento de las pulsiones agresivas) se
En 1938, un tiem po antes de morir, Freud evocará un libro en
encarga de atormentarnos el superyó.
lengua alemana (E l emperador, los sabios y la muerte) donde el
A s í pues, El malestar en la cultura no puede encontrar rem edio
protagonista, en un mundo que se ha quedado sin habitantes, muere
en la virtud (amor al prójim o, bondad), pues ésta es el resultado de
abandonado bajo una noche glacial.7 Cuando Freud vuelve a tratar
una idealización y no de una sublimación. Antes de Freud, ios poetas
de la angustia de muerte, la sitúa ya sea com o reacción a una amenaza
ya habían señalado una relación entre el deseo sexual, el amor, con
exterior, ya sea en el curso de un proceso interno, com o en la
los fantasmas [ fantômes] que los persiguen com o la sombra (agre­
m elancolía. Sin em bargo, se trata siempre de un proceso desarrolla
sividad, odio). A l final de su vida Freud se asombra de haber tardado
do entre e! y o y la severidad de un superyó (que actúa com o
tanto tiempo en vincular am or y destrucción. V e ejercerse en la
procurador). Freud muestra una especie de jerarquía del p eligro que
civilización un robustecimiento de los sentimientos de culpabilidad.
tarde o temprano puede traducirse en el deseo de morir (deseo que
A l tiem po que desecha la ilusión de las posiciones religiosas, piensa
pasa a ser fuente de angustia de muerte). Sin embargo, en toda
que el hombre no tiene otra salida que utilizar al m áxim o el
enferm edad grave (y éste era el caso de Freud), el deseo de vivir
sentimiento de culpabilidad, adoptando com o basamento una suerte
interviene y procura imponerse donde la muerte está, por otra parte,
■“ de am or a la verdad” . A lg o , sin embargo, no marcha en la
ejerciéndose. L o cierto es que el núcleo del sentimiento de peligro es
civilización, y el hombre encama este malestar “ haciendo” síntomas,
situado por Freud del lado de un desamparo impensable, aquel que
' los que remiten al sujeto, más allá de sí mismo, a otro dratna que se
surge cuando la ilusión de ser inmortal se impone com o ilusión al
“ apodera” de él y lo rebasa. M ientras Freud escribía en Viena la
sujeto.
novela de M oisés (y desu asesinato), se sabía bajo la amenaza mortal
de las nazis: e.v una muerte como cualquier otra, decía; su inquietud
parecía estar mucho más del lado del temor de que su escrito (Moisés
y la religión monoteísta) irritara a las autoridades religiosas de
L a cu lp ab ilid a d d el superviviente
Viena y Roma, que del lado de la amenaza a la que estaba expuesto
en la realidad.
Pero ya en La interpretación de los sueños9 se perfila, parale­
El problem a que retuvo a Freud hasta el final de su vida fue el de la
lamente a la correspondencia Freud-Flicss, el tema de la culpabili­
culpabilidad. En particular, el caso de la culpabilidad del inocente tal
dad del superviviente. En 1898, Freud tiene el siguiente sueño
(conocido por el nombre de non vixit): “ He ido por la noche al
6 S. Freud, Correspondance, ¡ 873-1939, op. cit. L ettersof Sigmund Freud , laboratorio de Brücke; llaman suavemente a la puerta. A b ro y doy
1873-1939, T lie Hogart Press, London, 1961. Loneliness quedó traducido al
paso al (difunto) profesor Fleisch, quien entra con varios extraños y,
francés por soledad, mientras que el Harrap's Standard Dictionary m enciona el
térm ino “ sentimiento de abandono", que comprende el término soledad.
8 O. Maniioni, Freud, 1968, págs. 169T73.
7 Citado por M ax Schur, La mort dans la vie ele Freud , op cit., pág. 438, n. 3. 9 S. Freud, L'intérpretation des rêves (1900).

76
tras pronunciar unas palabras, se sienta a su mesa.” Lu ego sigue un 1891. Freud, quien, al igual que su novia Martha, había absorbido
segundo sueño: cocaína com o estimulante, no se v o lv ió por ello toxicóm ano. Su
culpabilidad de superviviente no es ajena, empero, a este aconteci­
M i amigo Fl. ha venido inesperadamente a Viena en el mes de julio;
miento. L os puestos de adjunto en el laboratorio de Brücke eran
lo encuentro en la calle, conversando con mi (difunto) amigo P y
¡imitados y Freud, en efecto, abrigaba deseos de muerte con respecto
voy con ellos a un sitio donde se sientan frente a frente ante una
a Fleischl, para quien la vida se había convertido, además, en un
mesita, acomodándome yo en la cabecera. Fl. habla de su hermana
y dice: “ Murió en tres cuarios de hora” , y luego algo como: “ este es perpetuo tormento. Por otra parte, Fleischl había prestado dinero a
el umbral.” Como P. no le comprende, Fl. se vuelve hacia mí y me Freud en varias ocasiones, y fue uno de estos préstamos lo que le
pregunta qué le he contado a P. sobre él. Embargado entonces por perm itió ir a París a estudiar con Charcot. A s í pues, de alguna
un extraño sentimiento, quiero decir a Fl. que P. (no puede saber manera se sentía en deuda con Fleischl, y estaba muy m ortificado por
absolutamente nada porque) no vive. Pero digo, percatándome yo lo que le sucedía. En cuanto al otro revenant del sueño, al que Freud
mismo del error: “ Non vixit.” Luego miro a P. de una manera aniquila con la mirada, se trata de Josef Paneth, monitor de! instituto
penetrante, y él empalidece bajo mi mirada, se desdibuja, sus ojos Brücke. En el sueño Freud lo trata com o en algún m om ento se había
adquieren un azul enfermizo y por último se disuelve. Ello me causa sentido tratado por el profesor Brücke. Por lo demás, Paneth
una extraordinaria alegría, comprendo ahora que Ernsi Fleischl no
esperaba el deceso de Fleischl con la esperanza de ocupar su lugar,
era tampoco sino una aparición, un rev en a n !,* y encuentro perfecta­
¡pero murió un año antes que éste! Paneth también fue am igo de
mente verosímil que un personaje de esta clase no exista sino
Freud y lo ayudó a instalarse.
mientras uno quiera y pueda ser suprimido por el deseo.
L o que Freud confiesa en sus asociaciones es que, donde existan
Lino tic los rsvenants del sueño era Emst Fleischl, asociado del jerarquía y avance, hay espacio para un deseo contenido de ocupar
fis ió lo g o Ernst Brücke en cuyo laboratorio Freud trabajara en sus el lugar del rival. La hermana muerta de Fliess a la que se alude en
com ienzos. Fleischl provenía de una familia aristocrática acom oda­ el sueño se llamaba igual que la hermana del sobrino (John) de Freud.
da y se dirigía hacia un estupendo futuro universitario en momentos En sus cartas a F lie ss ," Freud menciona la crueldad con que él y su
en que la carencia de recursos materiales de Freud, así com o su sobrino un año mayor trataron a veces a esta pequeña sobrina (de la
origen judío, com plicaban sus posibilidades de una carrera exitosa.10 misma edad que Freud), y también los celos que sintió al nacer un
Fleischl (objeto de identificación y envidia de Freud) se hirió en una hermano, tañendo él un año, hermano que murió cuando Freud tenía
mano al realizar un experimento y hubo que amputarle varios dedos. tres. “ Este sobrino y este hermano menor determinaron el carácter
Para combatir el dolor, recurrió a la morfina. P or aquella época neurótico pero también la intensidad de todas mis amistades” ,
Freud dedicaba sus investigaciones a la cocaína, que a suju ic io podía declara. El 9 de octubre de 1898, Freud, poco antes del sueño non
curar la morfinomanía del paciente. En un principio los resultados vixit, saluda el nacimiento de la hija de Fliess, llamada Paulinchen,12
obtenidos en Fleischl parecieroti milagrosos. S ólo después pudo diciéndole: “ Piensa que muy pronto Paulinchen se te aparecerá com o
advertirse que los síntomas de esta toxicomanía eran peores aún que la reencarnación de tu hermana.”
los engendrados por la adicción a la morfina. Así, Freud asistió, “ ¡ A quí está, pues -añade Schur-, el tema del aparecí do en el sueño
impotente, al deterioro físic o y mental de su rival amado y admirado.
Se reprochó por haberle recomendado la cocaína. Fleischl murió cu " S. Freud, La naissance de la psychanalyse, PU F, carta del 3/10/1897.
12 M . Schur, La m orí dans la vie de Freud, op. cit., págs. 192,205,642. Se trata
* En francés en el original alemán. Significa, en castellano, “ aparecido” ¡N- de una carta del 9 de octubre de 1898 a Fliess en la que tres líneas parecen haber
sido censuradas en las ediciones francesa e inglesa: Das behagen das aus Deinetn
de la T.J.
10 Desarrollado en M ax Schur, La morí dans la vie de Freud , op cit., págs. Briefenhervorleuchtet thut wolundtheiltsich mit. M erka u f wie bald Paulinchen
195-293.
sich ais die Reincornation Deiner Schwester D ir enthüllen wird (...).

75 79
non vixit\ De quien Freud no habla -d ice Schur- es de su hermano D u elo y m elancolía
Julien.” Fliess, nacido el año en que murió este hermano, en cierto
m od o es igualmente el aparecido y la reencarnación del hermano...
T ie m p o después, aludiendo a oiro sueño, Freud confiesa su satislac El duelo se sitúa en el cam po del principio de realidad-, hay
ción por haber sobrevivido a un am igo de infancia... y luegoal propio separación respecto del objeto, puesto que ya no existe. El trabajo de.
Fliess (carta del 21-9-1899). Y , sin em bargo -añ ade-, “ por desgra duelo consiste, por tanto, en la desinvestidura de un objeto al que es
cia, no m e es posible prescindir de ti, que representas al público y tanto más difícil renunciar cuanto que con él se pierdo una parte de
todavía tengo sesenta páginas para som eterte". uno mismo. La nostalgia del objeto perdido se reaviva cada v e z que
El trabajo que realiza Freud sobre sí mismo concierne a sus deseos una situación viene a recordar el propio apego a este ser amado.
hostiles, a sus anhelos de muerte; necesita de Fliess para elaborar su Freud intenta deslindar aquello que en las etapas del duelo se localiza
propio análisis, sabiendo em pero que no podrá continuar el camino a nivel de La angustia, del d olor y del duelo propiamente dicho 14
con él debido a la cada vez. más acentuada divergencia entre ¡as Procura esclarecer la relación concerniente a la transferencia de la
teorías de ambos. Tarde o temprano, Fliess iba a ser apartado. sensación de dolor del terreno físico al terreno psíquico. La
Cargada de culpabilidad, la correspondencia de Freud expone los investidura nostálgica de un ser amado hace posible -d ic e - abs­
siguientes interrogantes: “ ¿Quién soy y o para equi pararme a Copé mi traerse del dolor físico.
co, G a lile o y Darwin, cuando el hombre cuyas teorías tanto he Si el principio de realidad e x ig e al superviviente separarse de un
adm irado pasa por loco? ¿Iréa Rom a,siendo que mi padre no lo hizo, objeto que ya no existe, esta pérdida de objeto remite sin embargo,
que A n íbal no llego más allá del lago de Trasi rueño y que M oisés solo en el plano de lo vivido, a una situación traumática. Son las
pudo avizorar la Tierra prometida?” 13 Este más que lancinante situaciones de satisfacción las que crearon el objeto que va a faltar
con flicto abrirá (o acentuará) el temor (supersticioso) que tiene en el momento de desaparecei. Una necesidad (del am ado) que da pie
Freud de morir en ciertas fechas determinadas. Se reconoce en los a un deseo, va a crear, en el ca-so de una pérdida, una situación nueva
pensamientos obsesivos de sus paeientes, y el año en que Fliess lo marcada por el dolor, que es una reacción a esta pérdida (vivid a a
ataca con violencia resurgen en Freud sus acuciantes preocupaciones veces com o abandono). La angustia pasa a ser entonces, por
en to m o a las fechas de su muerte. L o que su relación con Fliess esta desplazamiento, reacción a un peligro procedente del objeto perdido
poniendo en ju eg o es, por lo tanto, su culpabilidad de superviviente. (ya que la muerte puede traer desgracia al superviviente).
En efecto, precisamente cuando Freud com ienza a perfilarse como En “ Una neurosis demoníaca en el siglo x v ii” ,15 Freud evoca la
figura importante de su tiempo, el idealizado, sobrestimado am igo historia del pintor Cristob; / Haitzmann, quien para curar su depre­
F liess es puesto a un lado. Y esta culpabilidad, referida a la perdida sión (m elancolía) causada por la muerte de su padre, se entregó al
de un ser querido, no deja tic despertar una culpabilidad más antigua dem onio para librarse de sus tormentos. El demonio se compromete
relacionada con la muerte del padre y del hermano de Freud; y la a reemplazar al padre difunto durante nueve años y el pintor espera
dificultad propia del trabajo de duelo, por lo mismo que una p a rté e le recobrar con ello la capacidad de trabajo perdida con la muerte de un
sí acompaña a toda pérdida. padre al que amaba y odiaba. El pacto tía por sobreentendido, no
obstante, que después de su muerte Haitzmann pertenecerá entera-

14 S. Freud, Inhibition, Symptoms and Anxiety (addenda C anxiety pain and

rnourning), págs. 69-172, S.E., X X . Trad. francesa Inhibition, symptôme et


angoisse (1926), PUF, págs. 107-112.
15 S. Freud, “ Une névrose dém oniaque au X V I I e siècle” (1923), Essais de
14 C itado por M . Schur, op. cit ., págs. 227, 293.
psychanalyse appliquée, Gallim ard, págs. 221-229.

81
mente al dem onio. Este, aceptado com o sustituto paterno, interroga El 19 de junio de 1923, el luto parece encam izaise con la familia.
a Freud por el lado de los vínculos de ambivalencia tejidos entre el El hijo más pequeño de Sophie, Heinerle, de cuatro años y medio,
hijo y e! padre. Freud llega inclusive a preguntarse si la inhibición muere de una meningitis tuberculosa. Freud, en una carta a Feren-
para crear, sobrevenida tras la muerte del padre, no sería una suerte czi,20 confiesa por primera vez sufrir de depresión y, en una carta a
de obediencia a posteriori de la interdicción planteada por el padre Binswanger (15 de octubre de I9 2 6 ),21 le dice: “ Heinerle hacía para
mientras v iv ía (y transgredida por el h ijo ) de ejercer el o fic io de m í las veces de todos mis hijos y de los otros nietos; desde que él
pintor. Esta obediencia a posteriori, que priva al h ijo de fuentes de murió, no quiero a mis nietos y la vida ha dejado de alegrarme.”
ingresos, aparecería entonces com o manifestación de remordimien­ Durante el año 1928, Jones pierde a una hijita. Freud le escribe el 11
tos y autocastigo logrado. de marzo:
Freud considera el duelo “ normal” com o un proceso largo y
doloroso que termina resolviéndose por sí solo al hallar objetos de M i dolorosa participación (en el duelo de Jones) me devuelve a mi
propia experiencia. Reconozco que el cáliz que tuvo usted que
reem plazo para lo perdido.16El acento recae sobre la lucha incesante
apurar de una sola vez me fue servido a mí en dos porciones. Por
que debe librar el hombre para reconquistar la vida (a través de las
supuesto, Sophie era una hija a la que amábamos, pero no era una
pérdidas sufridas por la muerte, la enfermedad, las guerras). Según
niña. Sólo tres años después, en junio de 1923, cuando murió el
Freud, el analista estaría m ejor preparado que los demás para
pequeño Heinerle, sentí que ya estaba harto de la vida. El y su hijita
afrontar el sufrim iento y la muerte. En una carta a Eitingon del 21 de mostraban un singularísimo rasgo común. También Heinerle po­
enero de 1929,17 Freud, a propósito de la muerte de un am igo muy seía una inteligencia superior y una gracia inefable; ¡solía decir que
querido, T on i von Freund (a quien vio perecer de cáncer en m edio de moriría pronto! ¿De dónde lo saben estos niños?22
terribles dolores), escribe que “ soportó su estado desesperante con
una lucidez heroica y no deshonró al psicoanálisis” . A l enterrara este La pérdida de un hijo es una prueba de la que el adulto no se rehace
am igo Freud se entera de que su hija Sophie, de veintiséis años y jamás. Queda amputado de una parte de sí mismo proyectada en su
madre de dos pequeños hijos, ha enfermado de gravedad. En pocos descendencia. D e pronto se ve muy viejo, com o fuera del tiempo,
días acabará con ella una neumonía gripal fulminante.18 Después puesto que ya no puede soñar con el futuro a través de su descenden­
toca el tum o al padre de Jones: “ ¿Recuerda usted, le escribe Freud, cia. Esta “ ofensa narcisista irreparable” a la que Freud alude afecta
una época en que hubiese tantos muertos?” (carta del 12-2-1920). al ser de una manera tan radical que el sujeto ya no encuentra
A s í pues, en pocos años Freud debe arrostrar la enfermedad palabras para traducir ¡o que siente. La muerte, al llevarse al hijo,
cancerosa de Binswanger, la muerte de Toni von Freund (d e metás­ quiebra al padre.
tasis abdom inales) y la pérdida de una hija, antes de desarrollar él
mismo, tres años después, un tumor maligno. Sumamente afectado ¿ P o r qu é de m i h ijo has segado, ay, la vida.
por estos duelos y por lo irreparable de estas pérdidas, Freud intenta Si tu brazo deja v iv ir a un padre desdichado ?ri
recuperarse en y a través del trabajo. “ La pérdida de un h ijo” , escribe
a P fister,19“ parece ser una ofensa grave, narcisista, lo que llamamos La muerte de un hijo toca al adulto en sus fuerzas vivas hasta el
duelo surge probablemente después.” punto de marcar la interrupción de su propia afición a la vida. En

16 S. Freud, “ Considérations actuelles sur la guerre et la mort“ (1915), Essais 20 Carta del 18 de ju lio de 1923, citada por M . Schur, op. cit., pág. 428.
de psychanalyse, op. cit., págs. 7-41. 21 Id., ibid., pág. 429.
17 M ax Schur, La m ond aos la vie de Freud, op. cit., pág. 381. 22 Id., ibid., citado por Schur, pág. 482.

!* Id., ibid., págs. 381-382. 23 Víctor Hugo, Plaintesd’un pe re sur la m orí de son j ¡ Is, en Oeuvres poétiques .

19 S. Freud, Correspondance, 1873-1939, Gallisr.ard, carta de! 27-1 1920. completes, Jean-Jacques Pauvert.

82 83
cuanto a la muerte de Sopliie, se produjo en el momento en que Freud sentirse responsable de la muerte de aquél. La causa desencadenante
terminaba “ M ás allá del principio de placer” , del que había publica­ de la melancolía desborda, pues, el problema del duelo y engloba
d o un resumen un año antes en “ L o siniestro” 24: “ Un efecto siniestro todas las situaciones conflictivas en las que el am or-odio se ve
s e produce (...) al borrarse la frontera entre fantasma y realidad; m ezclado con los perjuicios padecidos, las humillaciones, etc. Una
cuando se nos presenta com o real algo que hasta entonces habíamos suerte de goce sádico -d ice Freud- se evidencia en el tormento que
tenido por fantástico...” A ! vivirse un duelo, lo unheimlieh nunca es se in flige el m elancólico y que puede conducirlo trágicamente a la
totalmente extraño. En lo inconsciente, el muerto amenaza con con­ autodestrucción. El maníaco, por su parte, en su insaciable búsqueda
vertirse en e! enem igo del superviviente... Pero en nuestros días, dice de nuevas investiduras de objeto, testimonia haberse liberado del
Freud, superponemos a este temor la actitud unívoca de la piedad. objeto que le hacía sufrir. Freud se ptegunta entonces por qué razón
Mientras se cumple el trabajo de duelo, puede instalarse una en el “ duelo normal” no habría espacio (a! final del trabajo de duelo)
actitud de rebeldía y conducirá! sujeto a una psicosis alucinatoria de para esta etapa de “ triunfo” que hallamos en la manía. V e ejercerse
deseo.25 Para el deudo es una manera de conservar el objeto perdido en el trabajo de duelo una tentativa “ lograda” de desprendí miento del
Mientras que en el proceso normal del “ trabajo” de duelo el y o acaba sujeto respecto del objeto: el principio de realidad sale vencedor, el
por recobrar su libertad, no sucede lo mismo en la melancolía, donde objeto ha desaparecido por completo. De hecho, el am or ha podido
la pérdida del objeto queda sustraída a la conciencia. El paciente sabe encontrar refugio en el yo del sujeto (que se ve así incrementado).
oscuramente a quién ha perdido, pero no lo que ha perdido con la Cuando Catherine D olto dice, refiriéndose a su madre muerta: “ está
muerte del ser amado. Observamos también en la melancolía aquella aquí conm igo, la siento en la habitación” , no se dirige a ningún
ausencia de interés propia del duelo (donde el yo se encuentra com o espíritu de ultratumba que hubiese venido a visitarla sino que ésta es
absorbido por una pén ida que lesiona el ser mismo del sujeto). El su manera de hacer sabar que está ahora al servicio de una obra a
mundo parece vacío. En la melancolía, dice Freud, el propio y o se realizar, obra que no carece de relación con la herencia espiritual
em pobrece y se odia hasta el punto de provocar el castigo (en forma legada por los dos progenitores. Por mi parte, lo que m e “ mantuvo
de una internación deliberadamente perseguida). L o que le falta al entera” el año en que O ctave murió fue poder consagrarme a los
m elancólico -señala- es ja dimensión de la vergüenza (que en el Cuadernos que había dejado con vistas a su publicación. Nous nous
neurótico expresa un desasosiego a nivel desús pautas de identidad). quittons. C ’est la ma rou te* representa el itinerario de una vida
El m elancólico necesita hacer oír a quienes le rodean todo lo m alo que sembrada, entre otras cosas, por el am or y el abandono. Cuando
piensa de sí mismo. Ep alguna parte hay identificación con el objeto salga este libro -m e d ecía-, yo les haré señas desde ultratumba y
perdido, hasta el pumo de hacerse uno mismo, en tanto objeto (de habrá una fiesta para celebrar el acontecimiento: una fiesta, y no una
deseo), un objeto abandonado. misa de aniversario. ¿N o dice acaso un proverbio m algache que un
Según Abraham, la negativa del m elancólico a alimentarse (en los hombre no está muerto mientras se siga hablando de él?
casos severos) sería el equivalente de cierta forma de “ canibalismo” ,
com o si el sujeto permaneciera en busca de una incorporación del
objeto perdido. De este modo se revela, a raíz de la pérdida del objeto
d e amor, la am bivalencia del vínculo con el ser amado. F.n otras Fechas en las qu e Freu d iba a m o rir r '
form as de duelo patológico los autorrcproches conducen a! sujeto a ■ f< 14-

E1 psicoanálisis nos ha enseñado que uno de los problemas que


24S. Freud, L'inquiétante étrangeté et nutres essais, 1919, Gallim ard, págs.
211-263.
podemos encontrar en el obsesivo es que convierte su vida en un
25 C f. S. Freud, “ Dcuil et m élancolie" (1917). Métapsychologie , Gallim ard,
págs. 147-174. * Traducción aproximada: Nos separamos. Ese es mi camino. [N . de la T .)

85
esperar .26 L o que el obsesivo espera... es la muerte del amo. abierto con el padre, condensación de los conflictos con los colegas,
persuadido com o está de que sólo a partir de entonces la vida sera y habla de la ensoñación en la que se d ijo que, de haber sido h ijo del
posible para él. L a espera se hace construcción de un espacio entre gran M e y nert, hubiera progresado más rápidamente. L o que reapa­
la muerte y él mismo. En la relación am o-esclavo, Lacan hace n ota r rece en las asociaciones del sueño es la pregunta:
con todo acierto que esta actitud de hacer de la propia vida una espera
se revela com o un miento de transformar la angustia en esperanza. ¿Qué son cuatro o cinco años comparados con la duración de una
El obsesivo está en suspenso: !o que él no asume es su ser-para-iu- vida? La cifra 51 [sigue diciendo Freud] es la edad en que c¡ hombre
muerte. El amo, por el contrario, nada tiene que esperar com o no sea parece más expuesto. Algunos colegas murieron súbitamente al
la muerte propia. En el mito hegeiiano, dice también Lacan,272 8la alcanzarla; entre ellos, uno que, después de largos años de espera,
muerte es entrevista a través de un miedo imaginario. Aparece com o acababa de ser nombrado profesor.
lo puesto en ju eg o en una relación intersubjetiva (lo que implica que
su funcionamiento se instale en una regla del juego). Esta cifra 51 señala también el cálculo establecido por W . Fiiess
En la relación transferencia! de Freud a Fiiess (pero el problema (28 + 23) según el cual los 51 años marearían el término de la vida
subsistirá durante toda la vida de Freud), se reserva un espacio a la de Freud o por lo menos un período crítico. H em os visto que Freud,
predicción de la fecha de su muerte. Fiiess había construido una preocupado por sus síntomas cardíacos, al principio se había dado
teoría sobre los ciclos periódicos que presidían el nacimiento, la 41 o 42 años com o fecha posible de su muerte. El mejoramiento de
enfermedad y la muerte. Los 40 años le parecían una edad vulnerable. su salud le hizo temer después la fecha de 51 años (que en el sueño
Fiiess reaccionó de un modo supersticioso y antepuso al plazo es la fecha en que el hombre está más expuesto). Sin embargo, en las
posible de su muerte el de una enfermedad (de la que podría emerger asociaciones del sueño Freud no menciona el influjo inconsciente que
“ reparado” y curado). En cuanto a Freud, éste fijó la fecha tic su ejercían sobre él las teorías de Fiiess. Su insistencia en decir que
muerte en los 41 y 42 años. Pasada esta última fecha, se dio luego cuatro o cinco años son poco en la vida de un hombre remite, pese
cierto respiro, pero su vida siguió jalonada por oráculos que anun­ a todo, a un n o-d ich o que tuvo que pesar en la historia de Freud. Si
ciaban su muerte y que no cedieron por más que los sometiera al Freud nació en 1856 (en el año que siguió al nuevo matrimonio de
análisis. Jakob Freud), recordem os que fue en el año que siguió a 1851, o sea
En sus sueños (en el capítulo consagrado a los sueños absurdos),28 en 1852, cuando Jakob Freud se casó con una mujer que no era la
las cifras 51 y 56 aparecen reiteradamente vinculadas con el sueño madre de S. Freud; cosa que éste “ ignoraba” conscientemente.
del padre muerto. En un sueño, Freud recibe en 1851 una nota del En El porvenir de una ilusión, Freud, a propósito de su estudio
Ayuntamiento donde se le reclama el pago de una hospitalizacii ñ de los actos obsesivos y ejercicios religiosos (estudio que se publicó
(requerida por un ataque). Ahora bien -d ic e -, en esa fecha él no había primero en 1907), explica hasta qué punto el sentimiento de culpa­
nacido y su padre ya había muerto. En el sueño habla con su padre bilidad puede hacer nacer una angustia expectante, verdadera
y se entera de que en 1851 su padre se había emborrachado (se espera de la desgracia. El ceremonial obsesivo puede servir en cierto
trataba en realidad de M eynert) y lo encerraron. Freud le pregunta si m odo com o medida conjuratoria de protección.
se casó inmediatamente después y calcula que él debió de nacer en En 1904, después de un diferendo con Fiiess, Freud inició un corto
1856. En su análisis de este sueño, Freud señala a la v ez el conflicto viaje con su hermano Alexander, diez años menor que él. Tenían la
costumbre de ir a Rom a y pasar allí varias semanas. Pero esta v e z
26 Cf., J. Lacan, Le Séminaire , livre I, 1953-1954, “ Les écrits techniques de Alexander dispoma sólo de ocho días y decidieron ir a Corfú via
F reu d", Seuil, 1975, pág. 315.
Trieste. En Trieste, el hotelero les aconsejó que fueran m ejor a
27 Id., ibid., pág. 249.

28 S. Freud, L ’interprétation des rêves, op. cit., págs. 236-244. Atenas, donde hacía menos calor y en tres días podrían visitar

86 87
gratamente la c i u d a d . L a reacción ante este consejo fue una
primero. (..:) Hace unos años me descubrí -escribe también a Jung­
conducta paradójica. Freud la analizará posteriormente en una
la convicción de que moriría entre la edad de 61 y 62 anos (...). La
“ Carta abierta a R om ain Rolland” en ocasión del septuagésimo
superstición de que m oriré entre los 61 y las 62 años revela ser el
aniversario de éste.230 La felicidad de conocer la A cróp olis se tradujo
9 equivalente de la convicción de que con La interpretación de los
primero en un humor desapacible ai comprar los bil letes para Atenas. sueños com pleté !a obra de mi vida, de que ya no necesito hacer nada
Una v e z en la A crópolis, Freud exclam ó, admirado: “ ¡A s í que todo y puedo morir tranquilo.” El pesimismo de Freud se alterna no
esto existe de veras, exactamente com o lo aprendimos en la escuela ! " obstante con una voluntad de v ivir y disfrutar las b ellezas de la vida.
L le g ó a no creer en la realidad que estaba viviendo. Su interlocutor Queda abiertoenél un espacio para la creación, la esperanza, incluso
se sintió sorprendido, esperaba un clamor de admiración pero no el en los peores momentos de la guerra y en las crueles pruebas de la
sentimiento de extrañeza que invadió a Freud. Fue com o si en esc
enfermedad. Freud deseaba v iv ir mientras la vida mereciese ser
m ism o instante Freud hubiese dicho: Sé bien que estoy en la
vivida.
A cróp olis; pero sin embargo no lo creo. Según Freud, puede darse
En esta misma carta a Jung, al tiempo de confesar la influencia
el que un sujeto eníerm e a causa del fracaso, pero también que
secreta ejercida por Fliess en el año en que la superstición ocupó
nautrague cuando un descose realiza. La repulsa interior surge en el
semejante espacio en su vida, se informa al final sobre las investi-
lugar de una im posibi lidad extem a: ei sujete) no se siente con derecho
gacionesjunguianas en materia de complejos espiritistas, agregando
al placer que lo impregna. En Atenas, las preocupaciones de Freud
que está pronto para oír hablar de ellos com o de un dulce delirio que
sobre la fecha de su muerte alcanzaron cierto paroxismo, pero loque
uno mismo no comparte. Las actitudes supersticiosas y la obsesión
ocupó el frente de la escena lue el sentimiento de desreaiizacion,
por la muerte (la suya y la del otro) que pueden jalonar (y envenenar)
mientras confiaba a su hermano ¡e l camino que habían hecho los
toda una vida, aparecen vinculadas por Freud con el sentimiento de
hijos, comparados con su padre! El padre, comerciante,no había omnipotencia infanti 1. Podernos decir que toma conciencia de el lo no
cursado estudios secundarios, Atenas no significaba nada para él.
sólo durante su relación con Fliess sino también a través del anáfisis
P or lo tanto, ¡era este sentimiento de piedad filia l lo que impedía a
de sus pacientes, especialmente el de un caso de neurosis obsesiva
los dos hermanos experimentar placer! A l terminar su carta a
publicado en 1909.32 Descubre entonces el odio indestructible al
Rom ain Rolland, Freud añade: “ Y no le asombrará ya que el recuerdo
padre, odio inconsciente, no nombrable, que puede resurgir com o un
de este incidente en la A cróp olis vuelva a hostigarme a menudo desde
relámpago en ocasión de dificultades amorosas, com o si el padre
que y o mismo m e he hecho viejo, necesitando indulgencia y no
pasara a ser entonces un obstáculo para el amor. Este odio rechazado
pudiendo viajar.”
por lo consciente puede aparecer ulteriormente com o origi .1 de
En una carta a Jung fechada el 16 de abril de 1909,31 Freud
duelos patológicos. Si un duelo normal concluye su evolución en uno
menciona el viaje a Grecia con su hermano Alexander y la forma en
o dos años, un duelo patológico, indica Freud, tiene una duración
que, riada su obsesié>n por los números 61 y 62, procuraba evitarlos
ilimitada. Superstición y ascetismo quedan situados por Freud en
(y haber recibido en el hotel la habitación n9 31 lo tranquilizó sólo a
este paciente en una tercera organización psíquica,33 que permitía
medias: ¿acaso 31 no era la mitad de 61-627). “ Este número mas
a este hombre cultivado tener “ dos opiniones sobre el mismo tema y
jo v e n y ágil mostró ser aún más obstinado en su persecución que el
dos concepciones diferentes de la vida. Esta última personalidad
preconsciente contenía, añade Freud, en m ayor parte formaciones
2 9 s . Freud ,A DisturbanceofM em oryonthe Acrópolis, 1936,S.E. X X II,p á gs.
reactivas a sus deseos inconscientes” . C om o señala correctamente
239-248. Trad .fran cesa“ Un trouble de m ém oire s u r f A cro p o le" (cartaa Romain
R ollan d ), Résultats, idées, problèmes, II, PUF, 1985, págs. 221-230.
30 Id., ibid., págs. 239-248.
32 S. Freud, “ L ’ homme aux rats” , Cinq psychanalyses, P U F , págs. 216-217.
31 S. Freud-C.G. Jung, Correspondance, I, Gallim ard, págs. 295-297. 33 Id., ibid., pág. 260.

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89
M ax Schur,34 tal actitud respecto de la superstición y la muerte no cumpleaños de Freud constituyó un acontecimiento en el m edio
sólo es propia de la neurosis obsesiva. En Freud la encontramos analítico, Freud, en una carta a A m o ld Z w e ig ,40 no dejó de observar
com o síntoma resistente al análisis. que el ministro de Educación le había enviado felicitaciones oficiales
En una carta a Abraham del 29 de m ayo de 1918,35 Freud vuelve- y corteses, ¡pero que se prohibió la publicación de este suceso en los
sobre la fecha del aniversario de su madre: “ Cumplirá -escrib e- 83 periódicos! (P o r otra parte, muchos periodistas austríacos y extran­
años, y ya no está dem asiado fuerte.” El temor de Freud, quien acaba jero s expresaron su o d io .) En su carta del 18 de m ayo de 1936, Freud
de cumplir 62 años, es m orir antes queeila y el que se le deba anunciar dio a entender que sus preocupaciones personales ya no parecían
su muerte lo llena de espanto. Por otra parte, el plazo correspondiente girar en tom o al plazo fatídico sobre la fecha de su muerte, sino a sus
a su propia muerte aparece entre líneas en las cartas escritas a interrogantes sobre su deseo de vivir: “ N o puedo habituarme a las
Abraham; en efe cto , Freud no deja de pensar en la edad a la que miserias y el desamparo de la vejez, y avizoro con una suerte de
murieron su padre y su hermano mayor (81 años y m edio). En 1920, nostalgia el tránsito a la nada.”
en “ M ás allá del principio de placer” ,36 Freud intenta teorizar esta L a última labor que aguardaba a Freud fue fam iliarizarse con el
insistencia en el hombre de repetir lo reprim ido (para el caso, la sufrimiento y la necesidad de morir.
obsesión en cuanto a la fecha de su muerte) como experiencia vivida
en el presente en lugar de ser rememorada. La construcción que
entonces propone será presentada com o “ especulación (...) que cada
cual, dice, aceptará o rechazará según sus disposiciones persona­ H e entrado en la v e rd a d e ra v e je z
les,” .37 Y el artículo se cierra con el verso del poeta Rückert:

L o que n o se p u ed e a lca n za r volando, hay que a lca n za rlo cojea nd o


“ Freud nos enseña, declara Lacan (...), que la última palabra de la
vida, cuando se la Ira despojado del habla, no puede ser sino la
C o je a r, d ic e la E scritu ra , no es p eca d o.
m aldición última expresada en el final de Edipo en Colono. La vida
El otro plazo fatídico para Freud fue el de sus 80 años (habiendo no quiere curarse. (...) La vida sólo piensa en descansar lo más
determ inado Fliess com o edad crítica la de 40 años).38 Se mostró posible mientras espera la muerte.” 41
reticente a celebrar su 80a aniversario (recordem os que la fecha A propósito del tema de los “ Tres cofrecillos” ,42 Freud, refi-
“ crítica” era para él la de 81 años y medio, edad a la que murieron riéndosealoscuentosdeGrim m , habla del mutismo com o
su padre y su hermano Emmanuel). Sobrevivir a los desaparecidos ción de la muerte. La tercera de las hermanas entre las que se hará
no dejaba de rem itirlo a la culpabilidad del superviviente que la elección -d ice a propósito del cuento de los “ Seis cisnes” -, será
mencionábamos, y superar al padre despertaba, com o hemos visto, una muerta... la diosa de la muerte. Hallamos de nuevo este tema de
una culpabilidad inconsciente vchiculizada por el asesinato del las tres hermanas en el drama del rey Lear quien, condenado a
padre primitivo, más tarde divinizado,39 Si la celebración del 80e muerte, no quiere renunciar a que se le diga cuánto le aman. “ El
anciano, continúa Freud, busca en vano recobrar el am or de la mujer
34 Cf. M ax Schur, La mort dans la vie de Freud, op. cit., págs. 289 y 378.
35 S. Freud-K. Abraham, Correspondance, 1907-1926, Gallimard, pág. 280.
40 S. Freud, Correspondance, 1873-1939, op. cit., págs. 468 y 469.
36 S. Freud, “ A u -d elà du principe du plaisir” (1920), Essais de psychanalyse,
41 J. Lacan, Le Séminaire, livre 2, 1954-1955, Seuil, págs. 271-272.
Payot, PbP, pág. 57.
42 S. Freud, “ L e thème des trois coffrets” (1913), Essais de psychanalyse
37 Id., ibid., pág. 65.
appliquée, Gallimard, col. Idées, págs. 95, 102, 103. N ueva trad. francesa " L e
M Cf. M ax Schur, op. cit., pág. 544.
m o tif du choix des coffrets, L'inquiétante étrangeté et autres essais, Gallim ard,
39 Cf. S. Freud, L ’homme Moïse et la religion monothéiste ( 1939), Gallimard,
col. Conn. de l’ Inconscient, 1985.
col. Conn. de l'Inconscient, pág. 178.

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tal com o lo recibió primero de su madre; sólo la tercera de las hijas de partida de 33 operaciones y de indecibles sufrimientos que
del Destino, la silenciosa, diosa de la muerte, lo recogerá en sus abarcan un período de dieciséis años.
brazos.” Freud fue som etido luego a tratamientos de rayos X sin que Hajek
En este texto Freud nos muestra la senda con flictiva y dolorosa osara revelar a Freud (¡o que éste no dejaba de saber) que se trata de
que sigue el hombre antes de alcanzar la última etapa de su vida. un cáncer. La prótesis recibe el apodo de “ el monstruo” , tan d ifícil
Recordem os q u esóloa los 67 años (en 1923) hi zoq u e lecon fit muran es de retirar y de v olver a colocar La trompa de Eustaquio sufre
veladamente lo que él sabía y al mismo tiempo rechazaba: que daños que acaban por afectar la audición. El segundo cirujano,
padecía de un cáncer avanzado en la mandíbula. A l principio !u Pichlcr, un prestigioso estom atólogo, fue de una total fidelidad a
verdad le fue dicha sólo a medias, en forma de mentira. Se habló de Freud y, en lo que se refiere a competencia, se superó. D e 1926 a
leuccplasia, mientras que se trataba de un epitelioma. M ax Schur,4 1936 las lesiones precancerosas tuvieron que ser tratadas quirúrgi­
quien posteriormente se convirtió en su m édico personal por reco- camente o porclectrocoagulación. En 1936 la lesión vuel v e a resultar
m endaciónde la princesa M a n e Bonaparte, dedica unascicn páginas cancerosa y, en 1939, su em plazam iento le im pide recurrir a la
a los diversos avances de la enfermedad y del tormento físico que cirujía.
generó. D e estos años de calvario sólo tomaré algunos aspectos L o s últimos dieciséis años de la vida de Freud estuvieron marca­
relevantes. dos, pues, por un envejecim iento en el que el sufrim iento se alternaba
Poco después de cumplir los 65 años (fecha temida), Freud con un estado de salud estacionario y un suplicio que alcanzaba los
44 que ha entrado en la verdadera
comunica en una carta a Ferenczi4
3 lím ites de lo tolerable. La agudeza de este sufrimiento lle v ó a Freud
vejez. Esto marca un viraje que no carece de relación con la a concluir, d iez años antes de su muerte, un contrato con M ax Schur46
enfermedad que se anunciará dos años después. En 1923, Freud por el cual éste se com prom etía a ayudarlo a abreviar su vida llegado
informa a Jones45 que él mismo ha decretado “ un tumor en su el momento. “ Puedo soportar - le dice en 1929- fuertes dolores, odio
mandíbula y el costado derecho del paladar” . El diagnóstico que los calmantes, pero espero que no me dejará usted sufrir inútilmen­
em ite Freud (tumor canceroso) no es aceptado, los m édicos preten­ te.” C om o enfermera e lig e Freud a su hija Anna y rechaza cualquier
den que se trata sólo de una leucoplasia causada por el tabaco. otra presencia femenina para los cuidados cotidianos que es preciso
M arcus Hajek, al tiempo que aconseja “ una pequeña operación", suministrarle. D e este modo, el sostén de Freud en los últimos diez
hace esta observación curiosa: “ Nadie puede esperar que vivirá años de su vida fueron una devota hija y un m édico de form ación
eternamente.” Félix Deutsch visita a Freud en la clínica donde van a analítica que se había com prom etido a no mentirle. En 1924 Freud
operarlo y se da cuenta de que se trata de un cáncer, F t f ud insiste para reanuda su actividad y se interroga sobre la angustia de muerte,47sin
que lo ayuden a “ desaparecer de este mundo con decencia si el dejar de referirse a Groddeck quien, dice, “ no se cansa de repetir que
sufrimiento se hiciese intolerable” . La operación no sale bien. Se lo que llamamos nuestro yo se conduce en la vida de una manera
declara una hemorragia sin que Freud pueda avisar a nadie, pues el totalmente pasiva, que somos vividos por fuerzas desconocidas que
timbre está descompuesto. Un enano que pasa por allí escucha los escapan a nuestro control” . En este texto introduce Freud la dualidad
pedidos de auxilio, busca ayuda y ciertamente le salva a Freud la entre la pulsión de muerte y la pulsión de vida. “ La aparición de la
vida. La operación mal conducida (Jones nos dice que no se tomaron vida -escrib e- sería, pues, la causa de la continuidad de la vida y al
precauciones para evitar el encogim iento de la cicatriz.) es el punto
46 Ernest Jones, La vie et l ’oeuvre de Si^tnund Freud , op. cit., t. IJI, pág. 165.

43 M . Schur, op. cit., págs. 415-625. M ax Schur iba a convertirse en el m édico personal de Freud y a v ig ila r su estado
44 Ernest Jones, La vie el l ’oeuvre ele Sigmund Freud , t. III, PU F, caria a diariamente.
Ferenc/.¡ del 8 d e m ayo de 1921, pág. 89. 47 S. Freud, “ L e m oi et le 9 a” (1923), Essaisdepsychanalyse, op. cit., págs.
45 Id., ihid., págs. 10i - 109. 235-254.

92 93
mismo tiem po de la tendencia a la muerte, y la vida misma sería un hitleriana y la caza de judíos, sin contar la hostilidad de las
combate y un com prom iso entre estas dos tendencias.” Entre otros autoridades con respecto al análisis, uno de cuyos puntos culminan­
puntos, Freud desarrollará la noción de odio com o compañía del tes fue el proceso incoado a R eik por charlatanismo, al que Freud
amor, analizando los elementos puestos en ju ego en la relación reaccionó escribiendo A nálisis profa no.52A. cada mejoría en el plano
sádica con el otro. En síntesis, la muerte como problema meta de la salud, Freud reacciona por un apetito de v iv ir y una com bati­
psicológico es abordada con amplitud tanto en “ El y o y el e llo ” com o vidad permanentemente renovada.

en Inhibición, síntoma y angustia.4* Tras la publicación de El porvenir de una ilusión(\921), Freud


Aunque en 1924 Freud reanude su actividad terapéutica y reciba experimenta una disminución de su productividad. Su prótesis
seis pacientes por día, en su carta a Eitingon4 49 del 22 de marzo de
8 com ienza a hacerlo sufrir. En 1928, M ax Schur pasa asersu m édico
1924 expone no obstante la precariedad de su estado de salud, com o personal y lo asiste cotidianamente. Con Schur, lo mismo que con
si le importara prevenirlo de sus minusvalías (su prótesis, la sordera Pichlcr, Freud insiste para que no se lo trate com o un colega sino
del oído derecho y también “ mi manera de comer, que no tolera com o paciente, y exige jxxler abonar los honorarios a que ambos son
ningún espectador” ). L o que Freud pide a sus am igos es que no le acreedores. La conclusión de las Nuevas conferencias (1 9 3 2 )5' deja
hablen d e su salud. A. precia a Pfister por no aludir nunca a ello. Pero a Freud nuevamente abatido. El 27 de noviem bre de 1932,54envía su
reserva sus con fiden cias para Lou Andreas-Salomé.50 En una carta estudio a Arnold Z w e ig acompañado por esta carta: “ Dentro de
del 13 de m ayo de 1924, le confiesa: “ He soportado todas las pocos días recibirá usted una última obra, tal v ez realmente la última,
realidades repugnantes, pero m e cuesta aceptar las posibilidades, no un com plemento a la Introducción. Después de una gripe con otitis
admito de buen grado esta existencia bajo amenaza de despido.” En mi salud ha disminuido.”
la vida cotidiana, Freud se hace un deber controlar y hasta disimular L a Alemania hi llerista se pone en marcha en enero de 1933. Freud
su sufrim iento, para proteger a la v e z a sus pacientes y a las tres se inquieta por la suerte de A rn o ld Z w e ig , pero no cree que la
mujeres que lo aman (Martha, Minna y Anna). El 10 de mayo de persecución nazi vaya a extenderse a Viena. N o se decide a marchar­
1925, en respuesta a los deseos formulados por Lou Andreas-Salomé se a Suiza o Francia. En una carta a M arie Bonaparte55 del 16 de
con m otivo de su sexagésim o noveno aniversario, Freud le escribe: marzo de 1933, le escribe: “ N o creo que exista peligro alguno aquí
“ Una caparazón de insensibilidad me va envolviendo lentamente; y, para el caso de que tuviera que producirse, estoy firm em ente
cosa que com pruebo sin quejarme. Es también una salida natural, resuelto a esperarlo en este mismo sitio. Si me matan, bueno. Es una
una manera de com enzar a volverse anorgánico. Llam an a esto, creo, manera de moni r com o cualqui cr otra. Pero probablemente esto no es
serenidad de la edad.” Esta carta indica una suerte de aceptación de más que una bravata de poca monta.” C om o se ve, le cuesta a Freud
lo que de ahí en más pasará a constituir su universo cotidiano. A la creer en la crueldad ó ;1 proyecto nazi. Pese a su salud cada v e z más
enfermedad se le añaden los duelos, la muerte, com o hemos visto, de quebrantada, permanece atento a los hechos de la vida cotidiana de
Sophie y Heinerle, y luego, en la Navidad de 1925, el fallecimiento su círculo más cercano, el nacimiento del hijo de Schur, el del hijo de
de Abraham (abatido por un cáncer de pulmón).51 A esta pérdida Jones. El 19 de febrero de 1934 estalla en Austria la guerra civil. El
irreparable se suman para Freud dificultades con la Asociación de gobierno se orienta hacia el fascismo. Aconsejan a Freud irse de
psicoanálisis y posteriormente los sucesos acaecidos en la Alemania
52 S. Freud, La question de l ’analyseprofane (1926), Galiím ard, col. C on n .de

48 S. Freud, Inhibition, symptôme et angoisse (1926), PUF. F in co nscient.


49 M ax Schur, La m ort dans la vie de Freud, op. cit., págs. 448-449. 53 S. Freud, Nouvelles conférences d ’introduction d la psychanalyse (193 2 ),

50 Lou Andreas-Salom é, Correspondance avec Freud, Gallim ard, 1970, págs. Galiímard, col. Conn. de Flnconscicnt.

170-192. 54 M ax Schur, La m orí dans la vie de F re lu í , op. cit., pág. 323.


51 E. Jones, La vie et l ’oeuvre de Sigmund Freud, op. cit., t. III, pág. 132. 33 Ernest Jones, La vie et l'oeuvre de Sigmund Freud, op. cit., t. III, pág. 211.

94 95
Viena, pero a él ie costó mucho decidirse. En una carta dei 19 de posible al obtener las autorizaciones necesarias. Pc>co antes se
febrero de 1934, escribe a M arie Bonaparte:56“ El futuro es im p revi­ desarrolló un absceso que requería una operación, y Freud llega en
sible. (...) Si los nazis llegan aquí y traen con sigo los m ism os ambulancia hasta el tren que lo I levará a París, donde lo espera M arie
desenfrenosqueen Alem ania, entonces, por supuesto, tendremos que Bonaparte. Freud se restablece en casa de ésta antes de proseguir su
marcharnos.” E! final del ario 1936 se caracteriza a la v e z por la viaje hacia Inglaterra, donde se lebrinda un recibí m ienu>triunfal. En
agravación de los sufrimientos de Freud (quien no'sólo puedeapenas una extensa carta a M ax E iíingon (del 6 de ju n io de 1938),59 Freud
com er, sino que bebe con enorme dificultad) y por una declaración comenta con detalles la partida de Viena de los diferentes miembros
del m inisterio de Educación nacional austríaco que no deja a Fruid de la fam ilia, su alegría de haber escapado a los nazis gracias al
insensible. En una carta a M arie Bonaparte57del 17 de diciem bre de apoyo de personalidades de primer plano tanto en Francia com o en
1936, le anuncia las decisiones de! ministerio: “ La época de la labor Inglaterra y Estados Unidos. Com binado todo esto con el temor por
científica que se realizaba a! margen de ciertos supuestos previos su fin próxim o. Sus hijos yerguen la cabeza, su mujer se muestra
-c o m o sucedía en la era liberal- ha pasado ya; desde ahora en animada: “ ¿Seré el único -e sc rib e- que no ios sigue, el único en
adelante, toda ciencia deberá trabajar al unísono con la Weltans decepcionar a los míos?”
chauung cristiano-germánica...” Freud ama la casa que ocupó en Londres cerca de R egen t’s Park.
Después de una enésima operación con Piehler, Freud deja L a fam ilia se esfuerza por recrear la atmósfera del departamento
escapar un “ N o puedo más” . Luego sobreviene, el 5 de febrero de vienes, añadiéndole un m ayor confort. En una carta a M arie Bona­
1937, la muerte d e Lou Andrcas-Salomé. Freud estaba muy ligado parte, Freud le escribe el 28 de abril de 1939:60
a ella. Atraviesa de nuevo un períododepresivo. Se conjugan a la vez
la agresión interna (el avance de la enfermedad) y la externa (ya no N o ando bien, están en juego mi enfermedad y las secuelas dei
se podía subestimar las amenazas nazissobre Austria). Freud logra tratamiento, pero ignoro en qué proporción ¡o uno y lo otro. Han
todavía publicar trabajos en 1937. Tiene en gestación, además del intentado impregnarme de una atmósfera de optimismo diciéndome
Moisés (que se publicó en 1939), Análisis te rniinablee interminable que el carcinoma se encuentra en regresión, que los síntomas
(1937) y Construcciones en psicoanálisis (1937). reactivos son sólo pasajeras. N o creo nada de todo esto y no me gusta
El año 1938 em pieza muy mal, se agrava el estado de salud de que me engañen [...].
Freud (las lesiones cancerosas se aproximan a la base de la órbita),5*
los nazis invaden Austria el 11 de marzo de 1938. El dom icilio de El 8 de septiembre de 1938, Piehler llega a Londres y opera a
Freud es allanado y saqueado varias veces. Freud mantiene su Freud bajo anestesia general en la London Clini c. Freud se restablece
entereza y conserva su sangre fría. M arie Bonaparte y Jones parten lentamente y el 27 de septiembre de 1938 se muda a su casa del
para V iena; por otro lado, la embajada norteamericana está dispues­ número 20 de M aresfeld Gardens. Esta mejoría duró menos de un
ta a ayudar a Freud enviándole un oficial “ de visita” a cada alerta de año. Cuando M ax Schur lo v e el 8 de ju lio de 1939, lo encuentra muy
pesquisa. Martin Freud y Anua son citados por la Gestapo en varias delgado y además “ tejido necrosado y fétido se había alojado en la
ocasiones, pero salen en libertad. Luego, poco a poco los miembros zona de la última lesión” .61 L os sufrimientos se han hecho intolera­
de la fam ilia obtienen autorización para emigrar. El 4 de junio de bles, pero Freud no acepta barbitúricos ni opiáceos. El olor fétido va
1938 Freud es autorizado a partir para Londres (vía París), acompaña­ en aumento pero, com o señala M ax Schur, en esa época no se cuenta
d o por los suyos y por M ax Schur. Partida que Emest Jones hace con antibióticos. Freud está agotado. M arie Bonaparte viene a

56 M a x Schur, La m orí dans la vie de Freud, op. c it., p;íg. 532. 59 S. Freud, Correspondance , op. cit., carta 301. págs. 486-488.
57 Erncsl Jones, La vie et l ’oeuvre de Sipinurul Freud, op. cit.,1. III, pág. 240 60 S. Freud, Correspondance, op. cit., carta 315, pág. 500.
58 M a x Schur, La morí dans la vie de Freud, op. cit.. pág. 581. 61 M ax Schur, La m orí dans la vie de Freud, op. cit., págs. 618-621.
decirle adiós a principios de agesto de 1939. A fines de agosto, Freud C apítu lo 4
se despide de su nieta Eva. Su despacho se ha transformado en
enferm ería, la cama tiene que ser protegida con un mosquitero pues L A U L T IM A V E Z D E TO D A S .
el o lo r fétid o atrae a líes moscas. En este estado d e deterioro total, L A M E D IC A L IZ A C IÓ N D E L A M U E R T E
habiendo llegado al lím ite de sus posibilidades de vida, el 21 de
septiembre de 1939, Freud, en acuerdo con su hija Anna, pide a Max
Schur que ponga fin a una tortura que ya no tiene sentido. Dos
centigramos de m orfina62 bastan para dejar dorm ido a Freud. Doce
horas despulís se repite la dosis. Freud entra en un com a del que no
despertará.
Cuando pidió acabar con todo, Freud había llegado ya, podríamos
decir, al término de su vida. Para dormirse por fin en paz le basta con
que le acompañen, al tiem po que desaparecía la máscara del sufri­
A riesgo de repetirme, trataré de nuevo vari os de los temas abordados
miento.
en las páginas precedentes con el fin de aclarar, entre otras cosas, lo
Hacia el final de la vida de Freud, sólo su perro, sustrayéndose a
que insiste en ei plano de las demandas de eutanasia.1La quinta parte
sus caricias, expresaba lo horrendo de la situación. Este perro se
de la población francesa tendrá pronto más de 60 años. Las personas
echaba al otro extrem o del cuarto, asustado por el o lor que emanaba
de más de 80 representan ya el equivalente del número 'de niños
de su amo. Esta mirada de perro no pudo menos que hacer compren­
menores de 2. Tres de cada cuatro personas de más de 85 años son
der a Freud de qué m odo se había convertido para sí m ism o en ob jeto
consideradas hoy com o dependientes; su número debería pasar, de
de asco. C om o hem os visto, en 1939 no existía la antibioterapia. En
aquí a veinte años, a un m illón (de más de 85 años).
la actualidad es posible ejercer una acción eficaz sobre el olor y
El sostén a las personas de edad y sus fam ilias, la ayuda que se
rehabilitar de este m odo la imagen corporal. En 1990, éste es incluso
otorga para su mantenimiento a dom icilio, representan la política del
el primer afán de cualquier m édico que se ocupe de cuidados
secretariado de Estado a cargo de las Personas de edad. Sin embargo,
paliativos a enferm os cancerosos en fase terminal. En cuanto al
las medidas prácticas implantadas están lejos de corresponder a la
sufrí miento de las pruebas morales y materiales, Freud tuvo estatura
am bición política que se proclama. La concepción de un servicio de
para soportarlo; pero la degradación física, no. Podem os decir no
enfermería a dom icilio (H .A .D .), integrado en el seno de un equipo
obstante qi :, gracias a la presencia solícita de los suyos, logró llegar
dinám icoque proporcionaría igualmente ayudas domésticas y apoyo
basta el final de la tragedia de la humana condición. C om o Edipo,
médico, existe en teoría. En la práctica, esta ayuda “ volante”
hubiese podido exclamar, revelando con e llo la mentira protectora
descansa en una infraestructura fam iliar sólida supuestamente pre­
que lo envolvía: “ Ahora causo horror a los dioses.”
sente las veinticuatro horas del día. En realidad, la ayuda a d om icilio
de carácter privado sólo está al alcance de sectores acomodados, los
únicas que pueden pagar veinticuatro horas diarias de colaboración
de un personal asistente calificado, no reem bolsado a su costo real
por la Seguridad social y la M .G .E .N . Las fam ilias que pelean por
mantener a d om icilio a sus allegados gastan a veces en un año

62 Esta dosis de m orfina no parece elevada frente a las de 900 mg/24 h que se
administran hoy com o antálgico sin que den la muerte por resultado. 1 C f Dossier sobre gerontología en Le Bulletin des psychologues, noviem bre
de 1984, ns 62.

98 99
reservas económ icas que Ies lle vó toda una vida reunir. Y cuando, eutanasia, debate que ilum inó (a través del trabajo efectuado com o
ante la insuficiencia de los m edios disponibles, se recurre finalmente contrapunto por las unidades de cuidados paliativos) otra manera de
a 1a hospi ta 1izaci ón, el 50 % de los mayores de 80 años mueren dentro abordar la muerte, “ resocializándola” .
d e los seis meses que siguen a su internación. En los hechos, las François Mitterrand, en su alocución de apertura del Primer
estructuras oficiales de mantenimiento a dom icilio contribuyen sólo congreso de la A sociación europea de cuidados paliativos (París, 17
con la 1/24 parte de los gastos cotidianos. C o m o señalan lasfam ilias de octubre de 1990), form uló el voto, ante las 1.600 especialistas
enfrentadas con el deseo de mantener a d om icilio a un miembro reunidos, “ no de que se multipliquen por doquier unidades de
anciano y dependiente, el “ problema en el mantenimiento de una cuidados paliativos -(...) no se las debe convertir en sistem a- sino de
persona de edad es la duración. Dispuestos al principio a m ovilizar que nuestra sociedad sepa acercarse a la muerte de una manera
todas nuestras fuerzas, en la duración nos agotarnos” .2 distinta” .5
L a “ población de riesgo” es hoy la de la cuarta edad:3 700.000 ¿C óm o “ resocializar la muerte” ? Esta es la pregunta que v o lv e -
viejo s ya no salen al exterior, un número casi equivalente necesita mas a hallar hasta en el fundamento de la obra de M au rice A b iven
ayuda para desplazarse. Las buenas voluntades no alcanzan, las (quien en 1987 creó, recordém oslo, la primera unidad de cuidados
estructuras fam iliares y sociales son defectuosas. Esta dificultad de paliativos en el Hospital internacional de la universidad de París). L o
nuestra sociedad para hacer un lugar a sus “ viejo s” tiene por efecto que está en tela de ju ic io es la medicina concebida únicamente para
la inquietud de éstos por representar una carga para sus hijos. Una curar. Se recuerda así la enseñanza del St. Christoph er’s H ospice de
parte de ellos prefiere abandonar la vida con discreción. Casi la Londres con respecto a la actitud médica a adoptar con enferm os
mitad de los suicidios de personas mayores en Francia son terminales: lo que queda por hacer cuando se entiende que ya no
cometidos, según nos informamos, por individuos de más de .55 hay n ida que hacer.6 Si la medicina ya no puede curar, puede
años. Después de los 85 el suicidio es diez veces más elevado que proporcionar a liv io y perm itir a! paciente v iv ir su vida hasta su
entre losjóvenes de 15 a 24 anosó Se trata de suicidios exitosos (dos término entre los suyos (parientes, am igos). N o olvid em o s que con
tercios com etidos por hombres). Estas suicidios remiten no tanto a el correr de los años las sociedades occidentales fueron apartando a
una llamada de socorro com o a un acto determinado cuyo fin es los enfermos terminales de su círculo fam iliar; el 70 % mueren hoy
acabar con la vida. L o s jubilados viudos y viudas de la cuarta edad en hospital, mientras que en el s iglo pasado ei 90 % morían en su casa.
n o aceptan envejecer, com o tampoco la soledad y la pérdida de Los progresos de la medicina no pudieron suprimir la muerte que es,
autonomía. Los campesinos viejos se sui cidan tres veces más que los com e decía Ivan Illich,7 el enem igo al que hay que abatir. La muerte
directivos de empresa y que los miembros de profesiones liberales. de un individuo se sitúa actualmente en una im agen planetaria de
Entre los últimos, el personal puede reemplazar, en efecto, a la guerras sucesivas y de fin del mundo. E\ to m b a de cobalto pasó a
fam ilia cuando ésta falta. L o cierto es que el índice de suicidio de las ser tan útil a la humanidad com o la bom ba atómica, pero h oy la
personas mayores es, en Francia, das a tres veces más elevado que muelle de un hombre sólo excepcional mente promueve la solidaridad
entre sus vecinos europeos; lo cual no deja de abrir un interrogante de un gm p o (to lo en ciertos círculos intelectuales y políticos se rinde
sobre el lugar que se reserva en Francia a las personas de edad. En homenaje al desaparecido). L o s rituales de la m edicina acabaron por
este honzon te segregativo echa sus raíces el debate actual sobre la imponer la muerte en el hospital. Después de la prevención de la
enfermedad, lo que se impone com o imagen en las m edios de
2 M a ria Songa, Le Bulletin des psychologues, nov. 1984, n8 62, pág. 28. comunicación de masas es la muerte (muerte asociada a seguros
3 C f. M arc Ambroise- Rendu, “ Les grands-parents martyrs". Le Monde,
viern es 29 d e ju n io de 1990. 5 Fraude Nouehi, “ V iv re ia m ort", Le Monde , 18 de octubre de 1990.
4 M arc A m b ro ise Rendu, “ L e suicide des personnes âgées” , Le Monde, 14 de 6 Desarrollado por Franck N'ouchi, “ V iv re la m orí", op. cit.
febrero de 1990. 7 Ivan Illich, Némésis médicale , Seuil, 1975.
ilim itados para los ricos, muerte solamente admitida si los últimos el superviviente se opera a menudo a partir de las ultimas palabras
m edios técnicos fueron utilizados en el hospital). Ei m édico no acepta del moribundo, palabras a las que el deudo se aforra. Pasan a ser
que su paciente muera y, si entra en el cam po donde se confiesa la puntos de referencia que rigen después su propia vida (o la atormen­
im potencia médica, la tentación de llamar a la ambulancia (para tan, según la ferocidad ejercida por el superyó).
desembarazarse del “ caso” ) prevalecerá sobre la de acompañar al Desdo hace un siglo, esta vida colectiva llevada a su término por
en ferm o en su hogar, hasta el final de su vida. La muerte natural dio uno de sus miembros se v io cada v e z más amputada de lo que para
paso, en nuestros días, a la muerte técnica (en reanimación). Y a no el deudo podría tener de fecundo una separación lograda. Escamo­
se inform a ni consulta al paciente sobre lo que desea que se intente tearla muerte es también dejar al deudo ei ífrentado con un sinsentido
para ali viarlo. Hasta la fam ilia es tenida a distancia de la verdad de al que a su propia vida le resultará d ifícil recurrir. “ Sin m edio
un fin ineluctable. H em os llegado a la era de la muerte escamoteada, circundante-dice W innicott-, no hay supervivencia física o afectiva
fenóm eno denunciado ya hace más de veinte años bajo este tèrmini ). del lactante.” L o mismosucede con el anciano. Este casi no sobrevi ve
H o y son raras las personas de edad que conocen la serenidad de un a la hospitalización. M ás que esperar ¡a muerte, algunos desean
final de vida descripta el s iglo pasado por Brillat-Savarin.8 Este entonces anticiparse a ella.
m agistrado epicúreo, escritor gastrónomo, relata en su única obra Los progresos de la medicina se instalaron en una sociedad cada
Fisiología del gusto o Meditaciones de gastronomía trascendente vez más tecnocràtica. A inique no pueda uno curarse, hoy en día está
(1 82 5) el deceso de su tía abuela de 93 años: en condiciones de controlar el dolor, con la salvedad de que el 91 %
de los estudiantes del último año de medicina10 confiesan no haber
Había conservado todas sus facultades y no se percató de su estado
recibido conocimientos suficientes para ejercer com o m édicos clíni­
sino por haber perdido el apetito y el debilitársele la voz. ¿Estásalií,
cos. P or otro lado, una gran parte del cuerpo m édico francés casi no
sobrino mío? Sí, tía, estoy a sus órdenes, y creo que debería tomar
se siente involucrado por el m anejo de los antálgicos (cuestión
un poco de vino añejo. Dame, amigo mío, el líquido baja más. Le
hice beber medio vaso de mi mejor vino. Ella se reanimó al instante sumamente delicada cuya enseñanza, hasta una fecha muy reciente,
y, volviendo hacia mí sus ojos, que habían sido bellísimos, muchas se dispensaba mejor en el extranjero que en Francia ). A s í pues,
gracias, dijo, por este último servicio; si alguna vez llegas a mi edad, podemos observar el vínculo actual entre una sociedad cada vez
verás que la muerte se vuelve tan necesaria como el sueño. Estas menos social y una medicina de punta cuyo efecto es expulsar al
fueron síes últimas palabras,y media hora después se había donnido anciano enfermo al hospital. Curiosamente, la preocupación por un
para siempre. final de vida digno aparece entonces a través de la conquista del
derecho a la eutanasia.
L a curación, recuerda Lacan,9 “ es la realización del sujeto en la
Descubierto en 1950," el cóctel litico (m ezcla de lies productos:
existencia por la palabra, por una palabra que a fin de cuentas es
un neuroléptico, un sedante y un m orfinice) fue utilizado primero
siem pre una palabra que le viene de otra partey lo atraviesa. (...) Pero
com o anestésico. En 1975 los hospitales comenzaron a extender su
esta vida, a fin de cuentas, no piensa más que en m orir (o e n dorm ir)".
uso a la eutanasia. Las decisiones se toman generalmente en equipo.
L a tía de Brillat-Savarin, al morir, le dejó no solamente una última
Los cócteles líricos nacidos en 1950 (gracias al profesor Huguenard
palabra sino también la alegría de compartir con él su m ejor vino...
y a Henri Laborit, cirujano de la marina) perseguían el exclu sivo
Esta palabra del final, aunque no diga nada sobre la muerte, hace
propósito de evitar los shocks operatorios y anestésicos eti los
com prender la vida de la que desprende un sentido.
Puede ocurrir que no quiera uno morir, pero que no pueda
10 Leon Schwartzenberg y Pierre Viansson-Ponté, Changer la m orí , Albín
s ob revivir y una v o z se extinga para siempre. El trabajo de duelo para M ichel, 1985.

* Citado por Ivan üiich en Némésis medicale , op. cit., pág. 2 0 1 . Eric Favereau, “ La m ortelle derive du cocktail lytique” , Liberation , 30 de
octubre de 1990.
9 J. Lacan, Seminario del 19 de m ayo de 1955 (notas personales).

103
su vida de otra manera, d e que su d olor mudo pueda ser abreviado12
grandes operados de la época. Esta mediación se em pleó espe­ (sin que el m édico caiga bajo la sanción del artículo 63 del C ó d ig o
cialm ente en las repatriaciones de los grandes heridos de la guerra de penal que persigue la inasistencia a una persona en peligro).
Indoclána. En 1955 el descubrimiento es utilizado para calmar los “ ¿Qué es sob revivir y sob revivir a qué? La cuestión es esa.13 En
dolores de los pacientes. V einte años después ya n o se tra ta de cal mar lo q u e respecta al ser hablante, nos dice Lacan, hay a ig o que se I lama
sino de “ desconectar” al paciente som etido a perfusión D .P.L. Es
acto, y no cabe la m enor duda de que el sentido, la característica del
posible hacerle v o lv e r a la conciencia interrumpiendo la perfusión,
acto en cuanto tal es exponer la propia vida, arriesgarla; éste es
así c o m o s c puede dejar la perfusión para ayudar a acelerar la muerte. estrictamente su lím ite (...). La vida tiene un solo sentido, poder
En ciertos servicios, su uso se ha hecho corriente y a veces se lo jugarla.” Jugarse la vida tiene algo de apuesta. Negarse a “ acabar su
administra sin que e* paciente lo pida. Esta práctica se cumplió vida com o una legum bre” y dejarse m orir |K>r deshidratación y
durante unos d iez años en m edio del silencio oficial. El desarrollo desnutrición si no hay nadie que os ayude a com er y a beber, es lo que
tardío de los cuidadas paliativos (veinte años después de los anglo­
y o descubrí al visitar a ciertas personas ancianas hospitalizadas. Se
sajones) invierte hoy muchos datos del problema, puesto que en 1990 marchan en dos o tres meses, sin hacer ruido. Se marchan en una
nos hallamos frente a una alternativa: o bien la eutanasia (de ser oposición pasiva a lo que podría mantenerlas vivas (una vida
posible, con el acuerdo dei paciente), o bien el antálgico en forma de vegetativa). “ M orir -señala también L a c a n -,14 es a lg o que os
cuidados paliativos. El problema ético gira alrededor de la siguiente sostiene. Si no creéis en ella, ¿acaso podríais soportar la '/ida que
cuestión: si le corresponde al m édico programar o n o la fecha en que tenéis? Es la certeza de que esto acabará, añade Lacan, lo que os
morirá su paciente. perm ite soportar esta historia (...). La muerte es un acto de fe .”
En toda agonía debe ser tenido en cuenta el sufrimiento del
N o escapamos, pues, al ocaso, a los órganos que nos sueltan, a las
paciente, de quienes lo atienden, de la familia. M uchos paciemes se piernas que ya no nos llevan, al descanso súbitamente requerido.
conformarían con que se les a livie de su dolor. La administración de C olctte Audry, evocando la muerte de su bisabuela, escribe:
cócteles líricos parece efectuarse, no obstante, en servicios sobre­
cargados donde e! m édico se encuentra frente a casos muy graves y La víspera de esa mañana fue un día como los demás, habías leído
a una peligrosa escasez de personal auxiliar (271 puestos de enfer­ los diarios como de costumbre. Ln criada, al no verte bajar, entró en
meros no encontraron titulares en 1990). Si los enferm os quedan tu cuarto, te encontró en tu cama, absolutamente despierta. Con la
extenuados, los enferm eros también. El cóctel lírico utilizado en el mente tan clara como la noche precedente, le significaste tu
“ caso por caso” es, a pesar de todo, el revelador del malestar intención de quedarte ahí, sin comentarios. Corrió la noticia: la
hospitalario y d e la clamorosa insuficiencia de personal en unidades señora Doumcrgue no bajó esta mañana. No habías caído al
ocupadas por casos graves (com o el Sida en estadio terminal). Un levantarte, no habías pedido ayuda, era como si hubieses decidido
resultado quese observa esque, lejos de ayudar al paciente a c o n c lu ir que los tiempos estaban cumplidos [...). N o comías casi nada,
hablabas de una cosa y de otra, pero muy poco y los dias pasaron.
dignamente su vida, los médicos se desembarazan del problema sin
su consentimiento (tal es, en cualquier caso, el resultado del e x c e le n t e
L a bisabuela murió con los ojos cerrados (til ti ma jugada a quien,
estudio coordinado por Eric Favereau).
en la fam ilia, se arrogaba la función decerrar los párpados aún tibios
El otro revelador de la tecnicidad médica de h oy consiste en la
de los moribundos).
negativa de los sanos a aceptar la idea del encarnizamiento te raptar
tico. Muchas personas han tenido un familiar- que conoció una
n Asociación A .D .M .D . (A sociación para el derecho de morir con dignidad).
muerte horrenda (sondas colocadas por la fuerza hasta el agotamien­
13 J. Lacan, Conferencia en la I Universidad católica de Lovaina , 13-10-1972.
to), y en recuerdo de lo que no pudieron hacer por ellos se pusieron 14 Id., ibid.
lu ego a militar para que otros pacientes tengan el derecho de acabar

1Í \ A
H a b ía s d e c id id o qu e la hora de tu in e v ita b le derrota n o so n a ría , para C om o hemos visto a lo largo de este libro, el hombre cree que
e lla , la v ic to ria q u e se preparaba. [...] A q u e lla a q u ie n c o n fia b a s tu puede prepararse para la muerte. En realidad, cuando la enferm edad
c a d á v e r era toda tuya. E n cargad a d e v e la rte , no h aría s in o c o m p le ta r surge, nunca se está preparado de veras para ella. Podem os hacerle
sus cu id a d os, y así, tu m u erte sería tuya hasta e l f in al. T e d o rm iste frente, nada más. En todo deseo hay una parte de i lusión. En el sueño,
in v io la d a . lo nombrable es el paso a una sim bolización con sus leyes. En la fase
terminal hallamos el deseo de dormir, pero también la muerte, del
C o lette Audry terminó este libro tres años antes de su propia
lado de lo innombrable com o tal. Freud mostró que, en el plano del
muerte. Intentó rememorar su “ transferencia” con su bisabuela (la
fantasma inconsciente, aparece en ocasiones el deseo de mantener el
austera protestante del Gard). L o que la “ trabajaba” era el deseo de
dormir como tal. Tam bién hallamos esta noción por el rodeo del y o
1legar a situarse, a “ aprehenderse” a partir de un pasado salpicado de
que deviene actividad fantas-mática.“ — Una v ez cumplida la desmi-
“ habladurías” y de no-dicho, al hilo de tres o cuatro generaciones;
tificación, nos hallamos en presencia de la muerte. Sólo resta esperar
interrogando con ello lo que en esta traína significante había podido
y contemplarla.13 — Por qué no, responde Lacan; en Edipo en
constituirla com o sujeto de una palabra (en su singularidad).
Colono, Edipo dice esto: ‘ ¿Ahora que no soy nada resulta que soy un
hombre?’ Cuando está en C olon o -recuerda Lacan- agrega: ‘ sin
C o m p ru e b o que eres tú qu ien m e prestas h o y el ú ltim o s o c o rro .
embargo estaba furioso’ . — El ‘ no soy nada’ no es, necesariamente,
P en sa r en ti n o m e qu ieb ra, m e h aces c o m p a ñ ía tra n q u ila m en te.
la muerte. ¿Acaso lo que puede suplantar a un humanismo no debe
S u m e rg id a a m i v e z en la senda d escen d en te, te e n c u e n tro d elan te
d e m í, ergu id a c o m o un m o jó n m ilita r d e trazos d esg a sta d o s, y so y
pasar entre el ‘ no soy nada’ y la muerte? Entre lo que uno no sabe
ayu d ad a a fran qu ear la gran edad e s c rib ie n d o s o b re t i . 15
todavía, y el fin, queda una vida por llenar.” 19
En ciertas enfermedades letales, ese tiem po que queda por llenar
Lacan habló de una paciente que una vez. soñó “ con una infinidad se reduce dramáticamente. El sujeto sólo tiene entonces una idea lija:
de vidas que se sucedían a ella misma sin fin posible. Se despertó que la vida le deje la posibilidad de llevar a su término la labor
- d ic e - casi loca. La vida se sostiene porque alguna v e z acabará’ . En emprendida. Pero es también esta lucha por vivirhasta el final lo que
cualquier caso, es lo que esta historia parece evocar. Apresado en un le permite “ aguantar” rnásallá desús lím ites y, cuando no puede más,
fuera-de-referentes, en un fuera-del-1 imite, el sujeto corre el riesgo de reclamar el descanso y hasta ambicionar un fin.
enajenarse en el espejismo que desde ese momento se im pone a él. Cuando el anciano advierte que se está volvien d o dependiente, lo
L e jo s de ser una diosa exaltante, la vida tal corno la encontramos en más penoso para él es la impresión de perder al mismo tiem po su
el drama del paso a la existencia se presenta, repitámoslo, conjunta condición de sujeto. Los médicos lo reducen a la condición de órgano,
a la muerte. L o real que se impone es obstáculo al principio del de un órgano que es preciso arrancar a diversas formas de desorden.
placer, la cosa no tiene arreglo.'6 irse algo de nuevo que surge en Apresado en el engranaje de radiografías y exámenes de laboratorio
determinado momento en la economía del sujeto es un im posible que, diversos, el paciente se convierte en algo d é lo que los médicos hablan
en el campo del placer, nunca es reconocido com o tal. L o cual lleva entre sí, y hasta en objeto de un puro m on ólogo29 del m édico
a Lacan a decir que “ el camino del sujeto con respecto al cual puede consultado, que sólo conversa ahora con la medicina. Incluso los
situarse el término satisfacción, este camino del sujeto pasa entre dos
murallas de lo im posible” .17 18 Intervención de Coiette Audry en el Seminario de Lacan del 12 de m ayo de
1955 (notas personales).
15 Colette Audry, Françoise l'ascendante, Gallimard, 1986, págs. 140-142. 19 Esto es lo que Coiette Audry intentó hacer entender a Lacan el 12 de m ayo

16 J. Lacan, Seminario del 6 de m ayo de 1964 (notas personales). de 1955.


17 J. Lacan, Le Séminaire, livre X I, “ Les quatre concepts fondamentaux de la 20 Pierre Viansson-Ponte, en Scbwartzenberg-Viansson-Ponté, Changer la
psychanalyse” , 6 de mayo de 1964, Seuil, pág. 152. morí, op. cit., pág. 169.

106 107
propios hijos del paciente tienen dificultad para enterarse por el tal que hay una manera de mentir que dice una verdad? D e lo que se
trata no es tanto del discurso que pueda pronunciarse entre doctores
cuerpo m édico de lo que ocurre realmente con su progenitor. M u y de
a p oco se ios confrontará con la realidad de una enfermedad cuya com o de las palabras que se ¡e dirán al paciente, en una lengua de lo
evolución y efectos invalidantes se les oculta (cáncer, pero también cotidiano que tome en cuenta el desamparo humano y el lím ite de lo
que el sujeto puede querer escuchar. Si en ocasiones el saber m édico
cualquier accidente vascular o cardíaco inherente a la vejez). La
solución propuesta después del hospital (cuando se im pone una queda en ridículo ante el paciente, es porque dicho saber no le sirve
para nada a él, sujeto, puesto que se lo excluye a! tratárselo com o un
operación) es generalmente la de otro circuitohospitalario, vía casas
de convalecencia, donde la persona anciana perderá cada v e z más sus objeto del que los especialistas o las fam iliares conversan entre sí.
Los efectos de las palabras sobre un sujeto siguen siendo, hasta su
puntosde referencia. L o q u ee n general desea es v o lv e rá su casa, pero
esto supone, en casos invalidantes, la instalación de una estructura último suspiro, efectos de! significante. Sin em bargo, ¡a cita con la
asistencia), incivil, y la seguridad de una presencia permanente (que verdad puede resultar para siempre una ci ta fallida, por lo m ism o que
lo que se ejerce en el inconsciente del sujeto, en el plano de la
la Seguridad social no ofrece).
La mirada del paciente sobre las personas que lo rodean participa repetición, es una voluntad de ocultamiento. Cierta amiga de más de
de un hacer ver21que nada tiene de apaciguador. El paciente mide en 80 años, sabiéndose condenada, se ingeni ó para terminar rápidamen­
el que lo mira la distancia que desde ahora los separa. Este poder de te pero manteniendo el control de los acontecimientos. Abandonó así
separación ejercido por el o jo lleva en sí su función mortal. El sujeto una vida porque, vivien do ella aún, esa existencia sobre la que
ninguna palabra tenía ya influjo había pasado del lado de la muerte.
se sabe ahora soio en el mundo de sanos que lo rodea. Conocí
Veinte años antes de morir, Colette Au dry,24 que acababa de
personas ancianas que al final de sus vidas aceptaron con extraña
serenidad su visión totalmente deficiente, y hasta se negaron a que se perder a sus padres, relató, según hem os comentado, la muerte de su
perra haciendo de pantalla a otros duelos:
intentase mejorarla (acoplando lupas a los anteojos); ya no veían
nada, centradas com o estaban en el “ mundo del adentro” (corno diría
Se tennina mi turno. El turno de su vida y el turno de su muerte. La
D olto). Su manera de aferrarse aún a la vida era rechazar aquello que
muerte de su muerte no se completará sino con mi propia vida. |...J
podía matarla, interrumpiendo el pcxler m aléfico relacionado con lo
M e figuro un departamento todo revuelto del que se llevan los
que surgía del o jo que las miraba, petrificándolas al mismo tiempo. últimos muebles, cubierto de marcas claras de cuadros en las
M o d o también, para ellas, de dejar el mundo de las apariencias por paredes y de globos de pelusa negra en los rincones. Este departa­
el mundo de las esencias, que les parecía más real y más verdadero. mento u otro, y un chiquilh, saca una foto del montón de papeles,
El enfermo, com o d ijo muy bien Schwartzenberg,22 siente perfec­ libros, cajas y trapos sacrificados. Alguien le dice: “ Esta era
tamente que quienes lo rodean no son honrados con él y lo engañan, Duchka, la perra de mi abuelo cuando era chico". Sin contar estas
y que hasta se burlan de él (y no sólo en casos de cáncer). Debilitado hojas que estoy escribiendo, y que yo olvidaba.
pero lúcido, siente la angustia y el m iedo en el otro, sabe que es el otro
(el cónyuge, el asistente, el am igo) quien busca preservarse bajo el U n o sueña en vida con la muerte tanto más gustosamente cuanto
pretexto de preservarlo a él. que conserva ia ilusión de que algo de sí perdurará en la descen­
El paciente espera del m édico que le diga la verdad, pero ai mismo dencia. La persona desaparece, la especie continúa. Entre el duro
tiem po la experiencia demuestra que la cosa no es tan sencilla: ¿no deseo de durar,25mencionado por Eluard, y el deseo de dorm irai que
se ejerce también lo inconsciente en el sentido del engrudo,23en forma
24Colette Audry, Derrière la baignoire, op. cit., pág. 236.
21 Cf. J. Lacan, Seminario del 11 de m arzo de ¡964, notas personales.
25 Cf. J. Lacan, Seminario 1969-1970, “ E! reves del psieoanálisis” (notas
2 2 C f. L . Schwartzenberg, P. V ianssor.- Ponte, Changarla m orí, op. cit., pág. 188. personales).
23 C f. J. Lacan, Seminario del 29 de enero de 1964 (notas personales).

IOS
alude Freud en La interpretación de los sueños, hay una verdad que también a dom icilio, pero hemos visto a lo largo de este libro cóm o,
escapa en el m om ento en que creemos apresarla. Cuando la muerte en la actualidad, “ morir en casa” está reservado solamente a los ricos
se apodera de nosotros siempre es, lo repetimos, por sorpresa y, para (diga lo que diga Jean-Marie G om as).28 V olverem os sobre este
efectuar el pasaje, estamos desesperadamente solos. punto.
Para el deudo, la posibilidad que se le brinda de acompañar a uno L o que persiste hasta el último día de la vida es la sensibilidad del
de los suyos hasta el final de su vida facilita el trabajo de duelo. La sujetoa los efectos de una palabra. Las palabras juegan con todo su
separación con el objeto amado ocasiona entonces dolor, pero no peso en los efectos interpretativos producidos. Hasta podemos decir
angustia. El deudo se aferra ai respeto de las palabras pronunciadas que, gracias al ju ego d ei significante, loineonsciente/;roccí//rí ya por
poraquel que lodeja. Si lasúltimas palabras son palabras de rebeldía interpretación.29 La persona anciana sabe cuando le faltan el
de un condenado a muerte que quería vivir, es posible mantenerlo en respeto.
vida hablando de él. D e este modo, el “ nunca más” puede convertirse Ahora bien, muchas veces la fam ilia, por angustia, se conduce con
para ei superviviente en la condición necesaria de su propia transfor­ sus viejos tan mal com o pudo conducirse con sus hijos pequeños.
mación. Para un creyente, el adiós es provisional; para el incrédulo, Cuando la persona de edad se niega de pronto a alimentarse, quienes
la pérdida de un compañero debe ayudar a hacer v iv ir y amar los la rodean viven al paciente com o “ malo” y lo obligan, creyendo
“ brotes de hierbas” (D o lto dixit) que sembró aquél durante su vida. actuar bien pero en detrimento de su salud y de su bienestar. Cuando
Aunque la muerte evoque lo inasimilable del trauma, condensación un asistente encuentra las palabras que autoricen a la fam ilia a dejar
de lo irrevocable irreparable,26de todas formas nuestra vida sigue al v iejo un poco en paz., las cosas se arreglan, porque el contexto en
estando ligada a la muerte de quienes nos dejan y de esta muerte se el que se desenvuelve la enfermedad ha dejado de ser culnabi lizador,
puede hacer algo vivo. Sin embargo, el corte entre la nueva vida y la aun cuando las allegados al paciente se sientan siem pre culpabiliza-
antigua es irreductible: el renacimiento se instala sobre el fondo de dos a causa de la inminencia de la muerte, y ello más aún cuando, a
una ausencia eterna del ausente. nivel inconsciente, esta realidad siempre es inris o menos tenida a
T o d o el valor del trabajo de Maurice A b iv en 27 radica en la distancia. L o que el anciano tiene presente cuando está por morir son
importancia que concede a ía calidad de vida reservada a los que se los “ malos tratos padecidos” , es decir, las imposiciones y los
saben condenados a morir a breve plazo. Esta calidad de vida, que cuidados corporales que le recuerdan lo más arcaico de su infancia.
inclu ye a la fam ilia, prepara a ésta para separarse de un allegado La persona de edad distingue sutilmente a las figuras “ buenas” que
cu yo inminente duelo es el de un porvenir común. Ciertas parejas, la rodean, y a aquellas otras, execradas, de ciertos profesionales o
reservadas en su intercambio verbal, se ponen a hablar de veras y a parientes que la tratan com o si fuese un sim ple objeto. En cuanto a
descubrir la calidad de un intercambio a veces desconocido hasta los visitantes y amigos, también discrimina perfectamente entre los
entonces. El desencuentro de dos seres puede sellarse (transformándo­ “ que le hacen bien” y aquellos que pretiere tener lejos. Quienes más
se), en los días que preceden a la muerte, con una presencia de rara aportaron a O ctave fueron los jóven es (sobre todo los extranjeros) y
intensidad. Socializar el morir previene entonces los duelos patoló­ sus ex analizandos. Estaban también los compañeros de siempre y,
gicos, ensanchando la experiencia humana del superviviente. Este entre ellos, los que sabían valorizarlo con tacto. En lo que concierne
intercam bio alrededor del moribundo, que en este caso se etectúa en a los especialistas diversos a que acudimos, y o sabía de inmediato a
condiciones hospitalarias de acogida y confort excepcionales, está cuál iba él a recusar: “ Dale un libro mío, me decía, en francés o
sostenido por un equipo solidario del trance v ivid o por unos y otros. japonés, no importa, y acompáñalo hasta la puerta.” La traducción
Condiciones idénticas de confort y tranquilidad deberían existir
28 Dr. Jcan-Marie Gomas, Soigncr d domicile des muladas en fin de vie, ed.

26 V ladim ir Jankélévitch, La mort, op. cit., pág. 338. C erf, 1988.


21 Dr. M aurice A b iven , Pour une rnon plus humaine, Interéditions, 1990. í9 Cf. J. Latan, Seminario del 15 de abril de 1964 (notas personales).

110 111
de esta demanda era metafóricamente la siguiente: “ M e toma por un doloreír: si no lo lograba se enfurecía, reprochándomehaber sido con
im bécil, quítamelo de encima.” mi padre una hija rebelde y con mi h ijo una madre demasiado bien
Cuando hospitalizaron a Colette Audry, lle v é sus propios libros organizada que se proveía de niñeras y de madres de reem plazo (a
al hospital para que los asistentes supieran ante quién se encontra­ menudo me acusó de imponerle madres de reem plazo a través del
ban. Esto dice mucho sobre el desamparo que se apodera de nosotros personal de enferm ería). Durante toda una vida casi no m e había
en nuestra propia relación con los asistentes cuando se trata de un ser reprochado nada. Y sólo en el m om ento de dejar una vida de
al que amamos. Hacer saber que tal o cual persona es “ alguien” o “ lo convivencia me h izo la única escena que me marco (escena relacio­
fue” , es pedir que se lo trate con los miramientos a que uno entiende nada con una situación muy arcaica de vínculo con su madre).
son merecedores. Ahora bien, esta consideración debería ser brinda­ L a idea de preparar a un v iv o para su muerte30está lejos, pues, de
da a todo el mundo, se trate de un obrero, un analfabeto, un [xilitico ser obvia. Según Lacan,31 “ a ¡a vida le es indispensable que algo de
o un intelectual “ conocido” . La “ enfermedad” y la dependencia irreductible no sepa (...) que estoy muerto. Estoy muerto exacta­
tienen, en el plano de la nivelación de las clases sociales, el efecto mente por estar destinado a la muerte, pero, justamente, en nombre
siguiente: el anonimato para todos. C om o ser hablante, la persona de escalgo que no lo sabe, y o tampoco quiero saberlo” . El Noquiero
anciana hospitalizada ya no existe, y en muchas fam ilias mal saberlo se aborda según la estructura de cada uno. L a fe ayuda: uno
asistidas la carga real representada por un enferm o grave en d om ici­ se dice que se encontrará en el c ielo con los seres amados que lo
lio tiene el efecto de v o lv e r “ malas” a ciertas personas. Estas dejaron. Algunos deciden por sí m ismos abandonar una vida que ya
reaccionan com o aquellas madres que se quejan de que su hijo “ les no tiene sentido, y es su manera propia de librarse de la muerte. Otros,
ha hecho” un sarampión (com o si el sarampión estuviese dirigido por fin, se empeñan en conjurar a la muerte y no quieren saber nada
contra ella, la madre). A q u í, la agresividad de los adultos se tapa de la verdad de un pronóstico. “ U n o no se casa con la verdad, d ice
fácilm ente con el amor, es verdad, pero ante el menor revelamiento Lacan,32con ella no hay contrato y menos aún unión libre. La verdad
de una situación nos encontraremos con deseos de muerte, y la no soporta nada de todo esto. La verdad es seducción pri mero y para
persona de edad lo percibe. “ L o que gané al cambiar d e hospital, me embaucar.” Siguiendo esta lógica del maestro, O ctave nunca creyó
decía otra amiga, es que aquí nos hablan, no fingen. N o m e dan a a la hora del peligro en ¡a palabra de un médico. Habría con fiado más
hurtadillas medicamentos que me hacen m al” (se trataba de ncuro- en un brujo que le garantizara la inmortalidad.
lépticos mayores de efectos secundarios desastrosos). Gracias a la N o es tanto al enferm o al que hay que preparar para su muerte
soledad, en un ambiente tranquilizador, Colette Audry se puso a com o a quienes lo rodean, pues esto puede ayudarlos a comprender
remontar mentalmente el tk'.npo y a decirse que estaría muy bien con m ejora aquel a quien quisieran ayudar. Quienes tuvieron con O ctave
terminar. Para mí, cusunto acabado. Y a no tenía presente, pues éste ese don extraordinario de acompañamiento fueron los peruanos,
había quedado cortado de su infancia (del deseo d e crear). En cuanto argentinos, brasileños y uruguayos: venían para hacerlo reír, para
a O ctave, se aferraba a V ictor H ugo para no perder la memoria del hablarle de los poetas que él amaba. Donde había sufrimiento, ellos
tiempo. Pedía que lo divirtieran y me reprochaba que le enviase (a aportaban la vida (no olvidando que el sufrimiento y la muerte son
través de am igos) “ M adam e Popol'f” (niñera rusa de Bruno cuando parte de la vida).
era pequeño). Y o sólo podía estar allí sobre un fondo de ausencia. Se Esta globalidad de cuidados de enferm ería dispensados en el
quejó de ello la última noche, sintiéndose morir al tiempo que Hospital internacional de la universidad de París no es, com o vim os,
repudiaba esta idea. Habló de abandono, me d io a entender que en lo
sucesivo debería dedicarme a él las veinticuatro horas del día. Tem ía 30 Maurice A biven , Pour une m orí plus humaine , op. c i t pág. 109.
31J. Lacan, “ El revés del psicoanálisis” , Seminario del 18 de m arzo de 1970
que el diablo se lo llevara... Con todo, no podía tratarse de la muerte.
(notas personales).
Presa de la fiebre, bajo perfusión, exigía que y o continuara hacién- 32 Id., Seminario d el 18 de ju n io de 1970 (notas personales).

ii ii 9
z
inconcebible en dom icilio (pero el Estado, repitámoslo, no proporciona realiza del asistente al paciente sino de! asistente (o de la fa m ilia ) al
los m edios necesarios). En cuanto una persona se vu elve dependien­ médico; el enfermo se convierte en aquel del que se habla, y ya no es
te, es muy importante ocuparse de su cuerpo para que el paciente no escuchado. Italo S v e v o 3.4 describe magistral mente la forma en que
le tome aversión. Narcisizar el cuerpo, el aspecto del enferm o, es necesitó años para reponerse de la bofetada que le aplicó su padre
asegurarle el confort indispensable para su moral y su despertar justo antes de caer muerto. El m édico le había prohibido levantarse;
intelectual. T o d o puede ser hecho con buen humor, siempre y cuando el enfermero, la criada y el hijo se turnaban hasta la extenuación para
haya gente en la casa que mantenga el dinamismo de una vida social. forzarlo a quedarse acostado:
L a benevolencia existente en el Hospital universitario de París tiene
el m érito de desfuncionarizar el lugar hospitalario, así com o en el M i decisión estaba tomada: para obedecer las órdenes del médico
hogar es la diversidad de am igos de todas las edades y de todas las obligaría a mi padre a descansar por lo menos media hora. ¿No era
nacionalidades lo que aporta la nota de alegría que cada cual acaso mi deber? En ese mismo momento mi padre intenta llegar al
borde de su cama y levantarse. Una vigorosa presión de mi mano
necesita. Ahora bien, en domici lio los asistentes se sienten demasiado
sobre su hombro se lo impide, mientras que con voz fuerte e
aislados y, si ellos mismos se sienten deprimidos, deprimen al
imperiosa le ordeno que no se mueva. Aterrorizado en un principio,
enferm o. D e ahí el sistema de “ rotación” existenteen ciertos servicios obedece, pero casi de inmediato exclama:
privados (costosos) a dom icilio. L os enfermeros se “ rotan” de a dos — ¡Me muero!
o tres por semana para un mismo paciente, cosa que éste acepta Y se incorpora. Espantado a mi vez, suelto el brazo y he aquí a mi
siem pre que se asegure la regularidad de las presencias (transferen­ padre sentado al borde de la cama. Estamos frente a frente. Pienso
cias). En efecto, el equilibrio de los propios asistentes requiere que que su cólera se incrementó pues mi presencia delante de él iba a
subsista para ellos una playa de vida privada. Sin embargo, lo que frustrar, aunque sólo fuese un segundo mas, sus movimientos.
m e m olestó en la experiencia de Maurice A b iven es la idea de Seguramente tuvo la impresión de que, al mantenerme de pie ante
condena a muerte: el servicio sólo está abierto a diez enferm os cuyo él, que estaba sentado, le quitaba hasta el aire que necesitaba. A costa
“ p rivile g io ” es saber que la duración desús vidas no excederá de dos de un esfuerzo supremo consiguió ponerse de pie; levantó la mano
lo más alto que pudo, como si hubiese reparado en que no podía
meses. Es verdad que se trata de cancerosos y que el manejo de
transmitirle más fuerza que la de su propio peso, y la dejó caer sobre
antálgicos (reciente, y apenas compartido por el conjunto del cuerpo
mi mejilla. Después resbaló sobre la cama, y de la cama al piso.
m édico) constituye una indicación de hospitalización en este lugar ¡Muerto!
id ílico aun cuando atender a dom icilio siga siendo posible, com o lo Y o no sabía que estaba muerto, pero mi corazón se contrajo
demuestra .Jean-Marie Gomas.33 Para que el paciente se sienta bien dolorosamente bajo el efecto del castigo que, agonizante, había
(y seguro en su casa), es necesario sostener en el d om icilio la alegría querido él infligirme. Charles me ayudó a ponerlo de nuevo en su
de vivir. cama. Con lloros de niño reprendido, le grité al oído: — ¡No es culpa
La actitud de la fam ilia y los asistentes está estrechamente ligada mía! Es ese maldito doctor que quiere que estés acostado [...].
a la personalidad del médico: un carisma basado en la modestia Tuvieron que emplear la fuerza para sacarme de la habitación. El
induce confianza pn sí, mientras que el autoritarismo pedante estaba muerto y yo ya no podía probarle mi inocencia. [...]
(reacción a la ignorancia) genera en la familia una angustia de la que Creoquesi mi padre no hubiese muerto tendría yoaún esa confianza
que me suavizaba tanto la vida. Pero, muerto él, carecía de un
es víctim a el enferm o. Cuando la única prescripción es “ obedecer al
“ mañana” en el que proyectar mi resolución.
doctor” , el paciente desaparece y una violencia ciega (nacida del
m iedo a hacer mal las cosas) se ejerce. La transferencia ya no se
34 Italo Svevo, La conscience de Zeno (1923), G alüm ard, F olio, pács 46 78
33 Jean-Marie Gom as, Soigner á dom icile des malades en fin de vie, op. cii. 5 3 5 ,5 3 6 .

114 115
S vevo, que habló de esta muerte en su análisis, produjo mucho ninguna ayuda para acompañar a su padre en este final de vida (y
después un texto escrito y destinado a su analista en el que relata una para “ redim ir” de ese m odo su culpabilidad por haber sido un mal
vid a d on d eel autorse esfuerza por situarse, arrojando sobre sí m ism o hijo). Por el contrario, en su relación con su padre fue conm inado a
y sobre el mundo una mirada despiadada: ocupar una posición de matón, utilizando la fuerza para im pedir que
el padre “ agitado” deambulase por la habitación. Esta situación
La vida se parece un poco a la enfermedad: ella también procede por invertida en la que el padre quedaba colocado en el lugar de un hijo,
crisis y depresiones. A diferencia de las otras enfennedades, la vida y pesando sobre el h ijo com o adulto la carga de “ mantenerlo a raya” ,
es siempre mortal. N o tolera ningún tratamiento. Atender la vida provocó la ira impotente del padre. Esta relación, descripta por un
sería querer tapar los orificios de nuestro organismo, considerándo­ escritor talentoso, constituye en realidad la relación ordinaria,
los como heridas. Apenas curados, nos asfixiaríamos. cotidiana del “ tratamiento” de las personas ancianas en d om icilio o
en hospital. El primer reflejo de los asistentes es a menudo infantili-
Y concluirá con una visión apocalíptica del m ejor de los mundos:
zar al paciente, tratándolo com o un niño díscolo... R elaciones de
fuerza perfectamente inútiles y degradantes se instauran en una
Tal vez una catástrofe inaudita producida por las máquinas nos
situación donde no se toma en cuenta el bienestar del paciente (la
abrirá de nuevo el camino de la sal ud. Cuando ya no alcance con los
necesidad de hacerlo beber, el placer de la comida, que pueda o no
gases asfixiantes, un hombre hecho como los demás inventará, en
el secreto de su habitación, un explosivo comparado con el cual com er solo). En las hospitales se deja abandonadas a las personas
todos los que conocemos parecerán juegos de niños. Luego, un ancianas (excepto algunos raros establecim ientos geriátri eos). R ápi­
hombre hecho a su vez como los otros, pero un poco más enfermo damente se administran fuertes neurolépticos a los pacientes
que ellos, robará el explosivo y lo colocará en el centro de la Tierra. recalcitrantes. L a escandalosa falta d e enferm eros no les perm ite
Nadie oirá la formidable detonación; y la Tierra, otra vez en estado estar disponibles. Ellos mismos se quejan de sus degradantes condi­
de nebulosa, continuará su carrera por el cielo, librada de los ciones de trabajo, verdadero sabotaje de su vocación. Con e llo m ism o
hombres: sin parásitos, sin enfennedades. se destruye la calidad de su vínculo con el paciente. En cambio, en
el Hospital norteamericano el acompañamiento existe, pues a cada
En el mito freudiano, el padre muerto mantiene el goce en paciente difícil se le asigna un enferm ero privado durante las
reserva,35 Evocando la frase de K aram azoff: Si Dios ha muerto, veinticuatro horas: pero el costo es de 2.000 francos diarios a cargo
entonces todo está permitido , Lacan añade: “ La conclusión que se de la familia... además de otros pequeños gastos extra. <
im pone en el texto de nuestra experiencia es que a Dios ha muerto CuandoJean-MarieGomas e lo g ia d trabajo en equipo del H .A .D .,
responde ‘ D ios ha muerto, ya nada está perm itido’ .” y o sostengo que en realidad el ministerio de Salud creó esta estruc­
L a muerte del padre, lejos de liberar a S vevo, lo hace soñar con la tura m ovido exclusivamente por un afán de menor costo, con un
plácida vida que tenía antes, en vida de su padre, cuando podía personal de enfermería solícito pero desbordado, y por lo tanto
afirmarse com o hijo rebelde o mostrar indiferencia. Por entonces era totalmente insuficiente. Por propia confesión (según la experiencia
el padre el que se inquietaba por el futuro de su hijo. Su muerte marca que yo misma hice), no se coloca a los enfermeros en situación de
un viraje: ya no es el padre el que desespera del hijo, sino este último poder realizar un trabajo correcto. S ólo al sonar el m ediodía m e
quien, en su dolor, com ienza a desesperar de sí mismo y de su llegaba la ayuda asistencial para el “ baño relajante” de Octave. Es
porvenir. evidente que no esperábamos la llegada de este personal para
L a enfermedad del padre fue breve, el m édico lo v io perdido administrar los cuidados necesarios (d e ahí el recurso a las enferm e­
enseguida (a causa de su edema cerebral). El h ijo no contó con ras privadas fijas). En cuanto a las escaras en ios pies (recuerdo de
un error médico), este problema sí lo dejé al equipo H .A .D . Las
35 Cf. J. Lacan, Seminario del 18 de marzo de 1970 (notas peisonaies).

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confidencias de estos asistentes a !a cocinera me tiieieron saber que (D irección general de Salud) del 16 de agosto de 1986, concierne
n o se utilizaba el m edicam ento adecuado “ porque a la Segu le cuesta esencialmente a los enferm os (cancerosos) en fase terminal. Se haee
m uy caro” . Tuvieron la bondad de recomendarme una agencia de especial hincapié en los cuidados paliativos y en la necesidad de
enferm eras privadas a dom icilio, capaces de utilizar a mi costa la reciclaje de los médicos (a fin de que adquieran un perfecto con o ci­
pasta-Debrisan-que-cura-en-un-mes. ¡ Y en verdad no fue esta pasta miento de la clínica y manejo de los antálgicos). En los papeles está
lo que me arruinó! Pero esto dice mucho sobre el desprecio de la prevista toda una infraestructura de intervenciones a dom icilio, pero
Seguridad social hacia los pacientes. L e di lo que m e quedó a una parece que se ignora el desamparo de las fam ilias que no pueden
anciana hospitalizada, a quien también trataban, a un costo menor, pagarse el lujo de abandonar su trabajo. Los gastos que deben
afrontar las fam ilias obligadas a apelara una mano de obra privada,
con productos ineficaces.
H a y un mundo entre los discursos estereotipados de los políticos no reembolsada, exigen la liquidación de Uxlas las reservas del grupo
sob re las personas de edad y la aplicación concreta de las circulares familiar. Después, el superviviente se queda sin nada. Las estructu­
ministeriales. Parecería que ningún ministro ha tenido cerca de sí a ras están montadas en tal forma que el hospital pasa a ser la única
una persona m ayor dependiente, tan ciegos se muestran sobre cuanto opción posible. Y hay que haber estado a llí para creerse el desprecio
con que se trata al anciano dependiente.
d e inhumano acontece en la Francia de hoy. Si O ctave hubiera v ivid o
m ás tiempo, se habría constituido una “ asociación de am igos de Ciertas personas de edad poseen un orgullo, un sentido del honor
O c ta v e ” , pues concretamente su mantenimiento a d om icilio exigía que los vejámenes padecidos no consiguen destruir. La acumulación
los recursos de un príncipe Saudita. L o mismo sucedió con Colette de humillaciones precipita en ciertos casos al enfermo de edad
A u d ry. D e haber podido regresar a su casa, no hubiese sido posible avanzada hacia un repliegue total en una soledad ferozm ente d efen ­
mantenerla sino form ando una “ asociación de am igos de Colette dida, o b ien el anciano engendra una “ locura” asociada a! orgullo. L o
A u d ry ” (cosa que ella no hubiese aceptado, al no querer creer en incognoscible de la locura presente en cada uno de nosotros puede
sem ejante indigencia bajo un régimen socialista). hallar en ocasiones una exteriorización social. En otros casos, el
El interés del libro de Jean-Marie G om as (escrito más para los rechazo de la situación en la que se coloca a la persona m ayor
cancerosos terminales que para otras formas de enfermedades que dependiente puede conducir al desenlace ló gico del suicidio.
pueden ser más invalidantes aún) reside en su afán de mostrarse Nuestra época tiene razón al preocuparse por ayudar a los que
e fic a z para calmar el dolor. Calmado el dolor, el enferm o sólo sufren a muerte, pero olvida que otros ancianos dependientes recla­
excepcionalm ente pide la eutanasia. Son los asistentes descon man simplemente una calidad de vida que ya no están en condiciones
cortados los que demandan terminar con todo. Pero Jean-Marie de procurarse. En París, ¿cuántas personas dependientes viven en sus
G o m as parece ignorar (o no quiere saber nada de e llo ) que actual­ hogares en m edio de la miseria, la suciedad, la soledad, el hambre?
m ente el H .A .D . es posible únicamente con una infraestructura Y o las he conocido: lo que piden es no ser “ denunciadas” (ellas
fam iliar sólida; de lo contrario, se incurre en abandono del paciente. mismas emplean este término) para no quedar exiliadas en el
El m édico clínico de Octave, que murió pocos meses después que hospital. A s í pues, todo está por hacerse en 1(5que respecta a la cuarta
edad, y también a la tercera.
su paciente, pasaba con él en casa una hora varias veces por semana.
A p reciaba la alegría reinante y no ocultaba su estupor ante la En el presente, el deber de nuestra sociedad no es tanto aprender
d eficien cia de los servicios públicos, incluida la M .G .E .N . M e hacía a acercarse a la muerte d e otra manera, com o decidirse primero a
notar que en Francia no hay lugar para la cuarta edad. M ás vale saber si quiere asegurar una calidad de vida a sus viejos, una vida
m orirse antes (y aquí se comprende el lúcido suicidio de los sanos). digna y pacífica hasta el final. Actualmente no es esto lo que sucede.
L a muerte, com o recuerda Masud Khan, “ es el concepto de un
Su país los empuja a ello.
L a circular del ministerio de Asuntos sociales y de Empleo tem or que la conciencia humana no puede aprehender (...). Sobre

118 119
esta brecha entre la muerte, ese acontecimiento inapresable, y ¡a FUENTES
persona v iva , las palabras intentan tender una pasarela” .36 Su libro
termina con un reirán (válid o tanto para los niños com o para los
adultos): los invita a no hacer preguntas, con lo que evitarán recibir
mentiras a cambio...

Ask no questions
And you ’ll be told no lies

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