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CANCER DE PIEL

El cáncer de piel es el tipo de cáncer más frecuente. El cáncer de piel es más común
entre las personas que trabajan o practican deportes al aire libre y entre los que toman el
sol. Las personas de piel clara son particularmente susceptibles de desarrollar la
mayoría de las formas de cáncer de piel porque producen menos melanina. La melanina,
el pigmento protector que se encuentra en la capa externa de la piel (epidermis), ayuda a
proteger la piel de la luz ultravioleta (UV). Sin embargo, el cáncer de piel también
puede desarrollarse en personas de piel oscura y en personas cuya piel no haya tenido
una exposición al sol significativa. Los cánceres de piel también pueden aparecer años
después de un tratamiento con rayos X o una exposición a sustancias que causan cáncer
(por ejemplo, ingestión de arsénico).

Más de 3,5 millones de casos nuevos de cáncer de piel son diagnosticados en más de 2
millones de personas en los Estados Unidos cada año.

Los tres tipos principales de cáncer de piel son

 Carcinoma basocelular

 Carcinoma espinocelular

 Melanoma

Estos tres tipos son causados, al menos en parte, por la exposición solar a largo plazo.

Tipos menos comunes de cáncer de piel son

 Enfermedad de Paget del pezón o Paget extramamaria (generalmente cerca del


ano)

 Sarcoma de Kaposi

 Carcinoma de células de Merkel

 Fibroxantomas atípicos

Enfermedad de Bowen y queratoacantomas, que son formas de carcinoma de células


escamosas. También se puede desarrollar en la piel un linfoma, un cáncer de los
glóbulos blancos (linfocitos).

La mayoría de los cánceres de piel son curables, especialmente cuando se tratan en una
etapa temprana. Al principio, los cánceres de piel no causan síntomas. Por lo tanto,
cualquier crecimiento inusual de la piel que se expande o dura más de unas semanas
debe ser examinado por un médico.

Cribado del cáncer de piel


Las personas deben acudir a su médico si observan cualquier mancha o lesión en la piel,
que crean que es inusual o que ha cambiado de aspecto. Sin embargo, los médicos no
están seguros de que los exámenes anuales de rutina de la piel (ya sea realizados por el
médico o por la misma persona) para la detección de posibles lesiones sospechosas
reducirían el número de muertes por cáncer de piel.

Prevención del cáncer de piel

Debido a que muchos cánceres de piel parecen estar relacionados con la exposición a
los rayos UV, los médicos recomiendan una serie de medidas para limitar la exposición
a los rayos UV desde la primera infancia.

 Evitar el sol: por ejemplo, buscando la sombra, minimizando las actividades al


aire libre entre las 10:00 a.m y las 4:00 p.m (cuando los rayos del sol son más
fuertes), y evitando tomar el sol y el uso de cabinas de bronceado

 Vestir ropa protectora: por ejemplo, camisas de manga larga, pantalones y


sombreros de ala ancha

 Utilizar protector solar: al menos con factor de protección solar (SPF) 30 con


protección UVA y UVB y siguiendo las indicaciones (repitiendo la aplicación
cada 2 horas y después de nadar o sudar). No obstante, no debe prolongarse la
exposición al sol por el hecho de utilizarlo

Los médicos no saben si estas medidas reducen las probabilidades de que las personas
desarrollen un melanoma o mueran a causa de este tipo de cáncer. Sin embargo, la
protección solar sí que hace disminuir el riesgo de desarrollar un carcinoma
basocelular o un carcinoma de células escamosas, y también parece demostrado que el
uso de cabinas de bronceado, en particular por los jóvenes, parece aumentar el riesgo de
melanoma.

Tratamiento de los cánceres de piel

Los médicos tratan la mayoría de los cánceres de piel quitándolos quirúrgicamente. Por
lo general, la cicatriz que queda después de la cirugía depende del tamaño del cáncer
original que, si se detecta temprano, será pequeño.

El cáncer más grande o más invasivo puede requerir la eliminación de una cantidad
significativa de piel, que puede tener que ser reemplazada con un injerto de piel o un
colgajo cutáneo.

En el caso de un injerto de piel, un pedazo de piel se retira de otra área del cuerpo de la
persona, generalmente donde hay una mayor cantidad de piel y esta se encuentra más
laxa. Esta sección de piel se sutura en el área de donde se extirpó el cáncer.

En el caso de un colgajo cutáneo, los médicos trasladan piel de un área adyacente para
reemplazar el área de la que se extrajo el cáncer. Con un colgajo (pero no en el caso de
un injerto) la piel transferida no se corta por completo de su lugar de origen, de manera
que continúa recibiendo su suministro de sangre original. Además, un colgajo suele ser
más grueso que un injerto

LUPUS ERITEMATOSO SISTEMICO

¿EN QUÉ CONSISTE LA ENFERMEDAD? 

El lupus eritematoso sistémico forma parte de las llamadas enfermedades autoinmunes


sistémicas. Consiste en una alteración de la autoinmunidad, por la que el paciente
fabrica en exceso una serie de proteínas, llamadas anticuerpos, que atacan algunas de
sus células y órganos.

El lupus eritematoso sistémico puede afectar prácticamente a cualquier órgano, por eso
decimos que es sistémico, haciéndolo en forma de brotes, durante los cuales el paciente
puede padecer entre otros síntomas, dolores musculares y articulares, pérdida de peso,
fiebre, cansancio, manchas en la piel tras exposición solar, etc. Estos brotes, distintos en
cada paciente, se pueden presentar de forma grave o leve, en intensidad y duración y se
combinan con períodos de remisión durante los cuales el paciente está asintomático.

Las afectaciones más frecuentes son las renales, cardíacas, pulmonares, articulares,
neurológicas y cutáneas. En cada brote puede presentarse uno o varios síntomas.
Podemos decir dada su diversidad, que cada paciente padece un lupus diferente.

¿PODRÍA HABERLA EVITADO? , Y EN SU CASO ¿QUE DEBO DECIR A


AMIGOS Y FAMILIARES PARA QUE NO LA TENGAN?

El origen del lupus eritematoso sistémico hoy en día es desconocido, se piensa que
puede tener una base genética, con influencia de factores ambientales, hormonales, etc.

En ningún caso es una enfermedad infecciosa, por tanto, no se contagia, es una


alteración inmunológica de quien la padece. Se manifiesta entre los 15 y 40 años es más
frecuente en las mujeres que en los hombres la relación es de 9 a 1. Es una patología
crónica, ya que no se ha encontrado curación, aunque sí se ha avanzado mucho en su
tratamiento, que ayuda a mejorar la calidad de vida en la gran mayoría de los casos.

El estrés emocional y físico, el embarazo, diversos fármacos, los estrógenos, las


infecciones y la luz ultravioleta de la radiación solar pueden desencadenar actividad de
la enfermedad y el inicio de la sintomatología. 

¿QUÉ PUEDO HACER PARA MEJORARME?

El tratamiento del enfermo con LES es complejo por ser una enfermedad todavía de
causa desconocida y de manifestaciones clínicas múltiples. Es una enfermedad sin
tratamiento específico. La complejidad del LES hace difícil establecer unas pautas
únicas de tratamiento o de protocolizar el tratamiento de esta enfermedad. No obstante,
podemos decir que el pronóstico del LES ha cambiado favorablemente en los últimos
años, ya que, en general, se diagnostica y se trata mejor.
Actualmente, no existe ningún tratamiento etiológico del LES ni puede establecerse una
guía terapéutica uniforme, por ser el LES una entidad de curso variable, con
manifestaciones clínicas cuya gravedad depende del órgano afectado y de la intensidad
de tal afección y, al mismo tiempo, porque los diversos fármacos empleados no están
exentos de efectos secundarios. Además, existe un porcentaje de pacientes que
presentan remisiones clínicas espontáneas y otros cuya enfermedad muestra un curso
tan benigno que apenas requiere tratamiento.           

Los fármacos más utilizados en el LES son los antipalúdicos, los antiinflamatorios no
esteroideos, los corticoides y diversos inmunodepresores.

Antipalúdicos: Todos los pacientes con LES, desde el momento del diagnóstico e


independientemente del grado de gravedad que presenten, deberían ser tratados con
antipalúdicos dado que controlan la actividad de la enfermedad, previenen las
trombosis, mejoran el perfil metabólico de los pacientes, disminuyen el daño orgánico
reversible y la mortalidad. Son especialmente útiles para las manifestaciones generales,
cutáneomucosas y articulares. El de elección por su menor tasa de efectos secundarios
es la hidroxicloroquina.

Antiinflamatorios no esteroideos: Se usan ampliamente por sus efectos antitérmicos,


analgésicos y antiinflamatorios. Las manifestaciones articulares (artralgias y artritis) y
de las serositis (pleuritis y/o pericarditis) responden con frecuencia a estos
medicamentos.

Glucocorticoides: Los más usados son los de vida media corta (prednisona,


prednisolona y deflazacort) ya que permiten cambios en su dosificación. Están
indicados en aquellos pacientes con enfermedad cutáneoarticular activa que no han
respondido a los antiinflamatorios no esteroideos y antipalúdicos, en casos de intensa
alteración del estado general que no ha mejorado con el reposo y el tratamiento anterior
y en las manifestaciones sistémicas graves (nefropatía, anemia hemolítica,
trombocitopenia marcada, miocarditis y vasculitis). Sus múltiples efectos secundarios
(osteoporosis, hipertensión arterial, hiperglicemia, dislipemia, etc.) obligan a buscar la
mínima dosis eficaz y la citada asociación con fármacos inmunodepresores que faciliten
su progresiva disminución.

Inmunodepresores: Están indicados en la nefropatía proliferativa difusa o la focal con


proliferación extracapilar, en casos de afectación del sistema nervioso central,
hemorragia pulmonar, citopenias graves y en aquellos pacientes que requieran dosis
altas de corticoides para controlar la actividad de la enfermedad o que precisen reducir
sus dosis por presentar efectos secundarios establecidos. Los más importantes son el
micofenolato de mofetilo, la ciclofosfamida, la azatioprina y el metotrexato.

Tratamientos biológicos: El objetivo en los últimos años ha sido hallar terapias que
actúen selectivamente sobre las células del sistema inmunitario implicadas en el LES,
con el fin de obtener mejores resultados con menor toxicidad. Dentro de este grupo
destacan el belimumab y el rituximab. 
CANCER DE CUELLO UTERINO

El cáncer de cuello uterino, también llamado cáncer cervical, se desarrolla en el


cuello del útero (su porción más inferior).

 Este tipo de cáncer generalmente está producido por una infección por el virus
del papiloma humano (VPH), que se transmite durante las relaciones sexuales.

 El cáncer de cuello uterino puede producir hemorragia vaginal irregular, pero los
síntomas pueden no aparecer hasta que el tumor es grande o se ha diseminado.

 La citología (Papanicoláu) suele detectar alteraciones, aunque suele ser


necesario realizar con posterioridad una biopsia.

 El tratamiento generalmente consiste en la extirpación quirúrgica del tumor y, a


menudo, del tejido circundante y, si el tumor es grande, se suele asociar a
radioterapia y quimioterapia.

 La realización regular de la prueba de Papanicoláu (citología cervicovaginal) y


la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) pueden ayudar a prevenir
el cáncer de cuello uterino.

El cuello uterino es la parte inferior del útero que continúa hacia la vagina.

El cáncer de cuello uterino (carcinoma cervical) es el tercer cáncer genital más


frecuente entre todas las mujeres y el más frecuente entre las mujeres jóvenes. La edad
promedio de diagnóstico es alrededor de los 50 años, pero puede aparecer desde los 20
años.

Este tipo de cáncer generalmente está ocasionado por el virus del papiloma humano
(VPH), que se transmite durante las relaciones sexuales. Este virus también es el
causante de las verrugas genitales (ver Verrugas genitales (infección por el virus del
papiloma humano o infección por VPH)).

El riesgo de desarrollar un cáncer de cuello uterino es mayor en los siguientes casos:

 Tener relaciones sexuales por primera vez a una edad temprana

 Tener más de una pareja sexual

 Tener relaciones sexuales con hombres cuyas parejas anteriores han tenido
cáncer cervical

 Fumar cigarrillos
 Tener un sistema inmunitario debilitado (debido a un trastorno, como el cáncer,
el sida o estar en tratamiento con quimioterápicos o corticoesteroides)

Cuanto menor sea la edad de la primera relación sexual y cuantas más parejas sexuales
se hayan tenido, mayor es el riesgo de padecer cáncer de cuello uterino.

Aproximadamente del 80 al 85% de los cánceres de cuello uterino son carcinomas de


células escamosas y se desarrollan en las células planas y de apariencia cutánea que
recubren el cuello uterino. El resto de los cánceres son en su mayoría adenocarcinomas,
que se desarrollan a partir de las células glandulares.

El cáncer de cuello de útero comienza con cambios lentos y progresivos en las células
normales de la superficie del cuello uterino. Estos cambios, que se denominan displasia
o neoplasia intraepitelial cervical, se consideran premalignos. Esto significa que si no se
tratan, pueden convertirse en cáncer con el tiempo, en ocasiones después de varios años.

El cáncer de cuello uterino comienza en la superficie del cuello del útero y puede
penetrar profundamente bajo la misma. El cáncer puede extenderse directamente a los
tejidos cercanos, incluida la vagina. Pero también puede penetrar en la rica red de vasos
linfáticos dentro del cuello y desde allí diseminarse hacia otras partes del cuerpo. Rara
vez, se disemina a través del torrente sanguíneo

Síntomas

Las alteraciones premalignas generalmente son asintomáticas. En las primeras etapas, el


cáncer de cuello uterino puede ser asintomático. El primer síntoma generalmente es un
sangrado vaginal anormal, lo más a menudo después de una relación sexual. Un
manchado o una hemorragia más copiosa se puede producir entre ciclos menstruales.
También los periodos pueden tener un sangrado excepcionalmente abundante. Los
cánceres más avanzados con frecuencia causan hemorragia o una secreción vaginal
maloliente y dolor en la zona pélvica.

Si el cáncer está diseminado, puede causar dolor lumbar e hinchazón de las piernas. El
sistema urinario puede obstruirse, y sin tratamiento, producir una insuficiencia renal y la
muerte.

Diagnóstico

La prueba de Papanicoláu (citología cervicovaginal) rutinaria u otras pruebas similares


pueden detectar las fases iniciales del cáncer de cuello uterino (ver Exploración
ginecológica : Exploración pélvica). La citología detecta con precisión hasta un 90% de
los cánceres cervicales, incluso antes de que se desarrollen los síntomas. También puede
detectar las displasias. Las mujeres con displasia deben ser examinadas de nuevo a los 3
o 4 meses. La displasia se puede tratar para prevenir el cáncer.

Si se observa una masa, úlcera u otra zona anormal en el cuello uterino durante un
examen pélvico, o si la citología detecta displasia o cáncer, debe realizarse una biopsia.
Por lo general, el médico utiliza un instrumento con lentes binoculares de aumento
(colposcopio, ver Procedimientos diagnósticos : Colposcopia), introducido a través de la
vagina, para examinar el cuello uterino y escoger el lugar idóneo para la biopsia. Se
realizan dos clases de biopsia:

 Biopsia con sacabocados: se extirpa una porción diminuta del cuello uterino,
previamente seleccionada con el colposcopio.

 Legrado endocervical: se raspa del interior del cuello uterino el tejido que no
puede verse fácilmente.

Estas biopsias causan poco dolor y una pequeña hemorragia. Cuando se realizan de
forma conjunta estos dos procedimientos generalmente proporcionan suficiente tejido
para que el anatomopatólogo establezca un diagnóstico.

Si el diagnóstico no está claro, se realiza una conización, mediante la cual se extrae una
porción más grande de tejido en forma de cono. Por lo general, se utiliza un bucle de
alambre fino por donde circula una corriente eléctrica. Este procedimiento se denomina
procedimiento de escisión electroquirúrgica con asa. Como alternativa, también puede
utilizarse un láser (un haz de luz muy concentrada). Cualquiera de estos dos
procedimientos requiere únicamente anestesia local y puede llevarse a cabo en la
consulta. En algunas ocasiones se utiliza un bisturí convencional, pero este
procedimiento es necesario realizarlo en el quirófano y requiere anestesia.

Si se diagnostica cáncer de cuello uterino, se deberá determinar su tamaño exacto y su


localización (estadio). La estadificación empieza con una exploración física de la pelvis
y una radiografía de tórax. Por lo general, para determinar si el cáncer se ha diseminado
a los tejidos cercanos o a partes distantes del cuerpo se lleva a cabo una tomografía
computarizada (TC), una resonancia magnética nuclear (RMN), o una combinación de
TC y tomografía por emisión de positrones (PET). Si estos procedimientos no están
disponibles, el médico puede realizar otros procedimientos para comprobar órganos
específicos, como una cistoscopia (vejiga), una sigmoidoscopia (colon) o una urografía
IV (vías urinarias).

Los estadios van del estadio I (precoz) al IV (avanzado). La estadificación se basa en el


grado de diseminación del cáncer:

 Estadio I: el cáncer está confinado al cuello uterino.

 Estadio II: el tumor se ha diseminado fuera del cuello uterino, incluyendo la


parte superior de la vagina, pero todavía está dentro de la pelvis (que contiene
los órganos reproductivos internos, la vejiga y el recto).

 Estadio III: el cáncer se ha extendido por toda la pelvis (incluyendo la parte


inferior de la vagina), a veces obstruyendo los uréteres y/o ocasionando
trastornos renales.
 Estadio IV: el cáncer se ha diseminado a la vejiga o al recto, o a órganos
distantes.

Pronóstico

El pronóstico depende del estadio en el que se encuentre el cáncer. Los porcentajes de


mujeres que sobreviven 5 años después del diagnóstico y el tratamiento son los
siguientes

 Estadio I: del 80 al 90% de las mujeres

 Estadio II: del 60 al 75%

 Estadio III: del 30 al 40%

 Estadio IV: menos del 15%

Si el cáncer recidiva, por lo general lo hace en los primeros 2 años.

Prevención

Citología cervicovaginal (prueba de Papanicoláu)

El número de muertes por cáncer de cuello uterino se ha reducido en más del 50% desde
la introducción de la citología cervicovaginal (prueba de Papanicoláu). Los médicos
suelen recomendar que las mujeres se realicen la prueba de Papanicoláu cada 2 años
entre las edades de 21 y 30 años. A los 30 años, se debe practicar simultáneamente una
citología y un análisis para detectar el VPH. Si los resultados son normales, la mujer
puede programar sus citologías cada 3 a 5 años, siempre y cuando no cambie su estilo
de vida sexual. La prueba se debe realizar hasta los 65 años.

Cualquier mujer que haya tenido un cáncer de cuello uterino o una displasia debe
hacerse citologías cervicovaginales una vez al año.

Las mujeres en las que los resultados de la citología han sido normales y se les han
extirpado el útero por causas distintas de cáncer, no necesitan hacerse citologías ni
pruebas de VPH.

Si todas las mujeres se realizasen una citología siguiendo las recomendaciones, las
muertes por este cáncer podrían prácticamente eliminarse. Sin embargo, alrededor del
50% de las mujeres no se revisan con regularidad. Además, aproximadamente la mitad
de las mujeres que tienen cáncer de cuello uterino no se han realizado una citología en
10 años o más.

Vacuna contra el VPH


La vacuna contra el VPH se dirige a los tipos de VPH que causan la mayoría de los
cánceres de cuello uterino (y las verrugas genitales y otros tipos de cáncer, incluidos los
del ano, la vagina, el pene, la garganta y el esófago). La vacuna contribuye a prevenir el
cáncer de cuello uterino y otros cánceres, pero no los trata. Se administran 3 dosis de la
vacuna (ver Vacuna contra el virus del papiloma humano). La primera dosis es seguida
por una segunda dosis 2 meses más tarde. La última dosis se administra 6 meses
después de la primera. Los médicos recomiendan que las niñas (y niños) sean vacunados
a los 11 o 12 años, pero pueden ser vacunados a partir de los 9 años. Es mejor vacunarse
antes del inicio de las relaciones sexuales, pero incluso si la joven o la mujer ya es
sexualmente activa, debe ser vacunada.

Preservativos (condones)

No está claro si el uso de preservativos durante las relaciones sexuales ayuda a prevenir
el contagio del VPH.

Tratamiento

El tratamiento depende del estadio del cáncer. Puede incluir cirugía, radioterapia y
quimioterapia.

Estadios precoces

Si solo está afectada la superficie del cuello uterino (estadio I precoz), el médico puede
eliminar completamente el cáncer al extirpar parte del cuello uterino realizando una
conización mediante escisión electroquirúrgica, con láser o con bisturí. Estos
tratamientos permiten preservar la capacidad reproductiva. Debido a que el cáncer
puede recurrir, el médico aconseja realizar revisiones y una citología cada 3 meses
durante el primer año y cada 6 meses a partir de esa fecha. Rara vez es necesario
extirpar el útero (histerectomía).

Si el cáncer en etapa precoz afecta a algo más que la superficie del cuello del útero
(estadio I tardío), o ha comenzado a extenderse dentro de la pelvis (estadio II precoz),
las opciones incluyen

 Una histerectomía asociada a la extirpación de los tejidos adyacentes,


ligamentos y ganglios linfáticos (histerectomía radical)

 Una histerectomía radical más radioterapia y quimioterapia (que a menudo se


administra antes de la cirugía para reducir el tumor)

Cualquiera de estos tratamientos consigue la curación en aproximadamente el 85 al 90%


de los casos. Se pueden extirpar los ovarios, aunque en mujeres jóvenes con ovarios
normales y funcionantes no se extirpan. Si el médico descubre durante la cirugía que el
cáncer se ha diseminado fuera del cuello uterino, se puede utilizar la radioterapia
después de la cirugía.
Si la mujer con un cáncer de cuello uterino en estadio I tardío desea preservar su
capacidad reproductiva, puede someterse a un procedimiento llamado traquelectomía
radical. En este procedimiento se extirpa el cuello del útero, el tejido próximo al mismo,
la parte superior de la vagina y los ganglios linfáticos de la pelvis. Para extirpar estos
tejidos, el médico puede

 Practicar una cirugía abierta mediante una incisión en el abdomen

 Utilizar un tubo delgado y flexible provisto de una pequeña cámara


(laparoscopio) que introduce a través de una pequeña incisión justo por debajo
del ombligo, y luego utilizar los instrumentos quirúrgicos a través del
laparoscopio (cirugía laparoscópica), a veces con ayuda robótica.

 Extirpar los tejidos tumorales a través de la vagina, no siendo necesario realizar


ninguna incisión cutánea

El útero y la vagina restantes se suturan entre sí. Por lo tanto, la mujer todavía puede
quedarse embarazada. Sin embargo, debe dar a luz por cesárea. Este tratamiento parece
ser tan eficaz como la histerectomía radical en muchas mujeres con cáncer de cuello
uterino en sus primeros estadios.

Estadios tardíos (desde el estadio III tardío hasta el estadio IV precoz)

Cuando el cáncer se ha extendido en profundidad dentro de la pelvis o se ha diseminado


a otros órganos, se prefiere la combinación de radioterapia más quimioterapia (con
cisplatino). El médico puede realizar una laparoscopia o una cirugía abierta para
determinar si están afectados los ganglios linfáticos y por lo tanto determinar dónde
debe dirigirse la radiación. La radiación externa (dirigida a la pelvis desde el exterior
del cuerpo) se utiliza para reducir el tamaño del cáncer y para tratar el cáncer que se ha
propagado a los ganglios linfáticos cercanos. Luego se colocan unos implantes
radiactivos en el cuello del útero para destruir el cáncer (un tipo de radiación interna
llamada braquiterapia).

Si después de la radioterapia el cáncer persiste en la pelvis, el médico puede recomendar


la cirugía para eliminar algunos o todos los órganos pélvicos (lo que se denomina
exenteración pélvica). Estos órganos incluyen los órganos reproductores (la vagina, el
útero, las trompas de Falopio y los ovarios), la vejiga, la uretra, el recto y el ano. Si es
necesario extirpar todos los órganos, o cuáles deben ser extirpados, depende de muchos
factores como la localización del cáncer, la anatomía de la mujer y sus metas después de
la cirugía. Es necesario realizar aberturas permanentes para la orina (urostomía) y heces
(colostomía, ver figura Qué es la colostomía) en el abdomen para que estos residuos
puedan salir del cuerpo y ser recogidos en bolsas. Después del procedimiento, suele
producirse un sangrado, secreción e importante dolor espontáneo y a la palpación
durante algunos días. Por lo general, la estancia en el hospital es de 3 a 5 días. Pueden
producirse complicaciones como infección o dehiscencia de la herida quirúrgica,
obstrucción intestinal y formación de conexiones anormales entre órganos (fístulas).
Este procedimiento consigue la curación hasta en el 40% de las mujeres.

Diseminación amplia o recidiva

A veces se recomienda quimioterapia, por lo general con cisplatino y topotecan. Sin


embargo, la quimioterapia reduce el tamaño del cáncer y controla su propagación solo
entre un 15 y un 25% de las mujeres tratadas y este efecto suele ser solo temporal.

Complicaciones

La radioterapia puede provocar irritación en la vejiga o en el recto. Posteriormente,


como resultado del tratamiento, el intestino puede obstruirse y la vejiga y el recto
pueden lesionarse. Por lo general, los ovarios dejan de funcionar y la vagina se puede
estrechar.

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