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El cáncer de piel es el tipo de cáncer más frecuente. El cáncer de piel es más común
entre las personas que trabajan o practican deportes al aire libre y entre los que toman el
sol. Las personas de piel clara son particularmente susceptibles de desarrollar la
mayoría de las formas de cáncer de piel porque producen menos melanina. La melanina,
el pigmento protector que se encuentra en la capa externa de la piel (epidermis), ayuda a
proteger la piel de la luz ultravioleta (UV). Sin embargo, el cáncer de piel también
puede desarrollarse en personas de piel oscura y en personas cuya piel no haya tenido
una exposición al sol significativa. Los cánceres de piel también pueden aparecer años
después de un tratamiento con rayos X o una exposición a sustancias que causan cáncer
(por ejemplo, ingestión de arsénico).
Más de 3,5 millones de casos nuevos de cáncer de piel son diagnosticados en más de 2
millones de personas en los Estados Unidos cada año.
Carcinoma basocelular
Carcinoma espinocelular
Melanoma
Estos tres tipos son causados, al menos en parte, por la exposición solar a largo plazo.
Sarcoma de Kaposi
Fibroxantomas atípicos
La mayoría de los cánceres de piel son curables, especialmente cuando se tratan en una
etapa temprana. Al principio, los cánceres de piel no causan síntomas. Por lo tanto,
cualquier crecimiento inusual de la piel que se expande o dura más de unas semanas
debe ser examinado por un médico.
Debido a que muchos cánceres de piel parecen estar relacionados con la exposición a
los rayos UV, los médicos recomiendan una serie de medidas para limitar la exposición
a los rayos UV desde la primera infancia.
Los médicos no saben si estas medidas reducen las probabilidades de que las personas
desarrollen un melanoma o mueran a causa de este tipo de cáncer. Sin embargo, la
protección solar sí que hace disminuir el riesgo de desarrollar un carcinoma
basocelular o un carcinoma de células escamosas, y también parece demostrado que el
uso de cabinas de bronceado, en particular por los jóvenes, parece aumentar el riesgo de
melanoma.
Los médicos tratan la mayoría de los cánceres de piel quitándolos quirúrgicamente. Por
lo general, la cicatriz que queda después de la cirugía depende del tamaño del cáncer
original que, si se detecta temprano, será pequeño.
El cáncer más grande o más invasivo puede requerir la eliminación de una cantidad
significativa de piel, que puede tener que ser reemplazada con un injerto de piel o un
colgajo cutáneo.
En el caso de un injerto de piel, un pedazo de piel se retira de otra área del cuerpo de la
persona, generalmente donde hay una mayor cantidad de piel y esta se encuentra más
laxa. Esta sección de piel se sutura en el área de donde se extirpó el cáncer.
En el caso de un colgajo cutáneo, los médicos trasladan piel de un área adyacente para
reemplazar el área de la que se extrajo el cáncer. Con un colgajo (pero no en el caso de
un injerto) la piel transferida no se corta por completo de su lugar de origen, de manera
que continúa recibiendo su suministro de sangre original. Además, un colgajo suele ser
más grueso que un injerto
El lupus eritematoso sistémico puede afectar prácticamente a cualquier órgano, por eso
decimos que es sistémico, haciéndolo en forma de brotes, durante los cuales el paciente
puede padecer entre otros síntomas, dolores musculares y articulares, pérdida de peso,
fiebre, cansancio, manchas en la piel tras exposición solar, etc. Estos brotes, distintos en
cada paciente, se pueden presentar de forma grave o leve, en intensidad y duración y se
combinan con períodos de remisión durante los cuales el paciente está asintomático.
Las afectaciones más frecuentes son las renales, cardíacas, pulmonares, articulares,
neurológicas y cutáneas. En cada brote puede presentarse uno o varios síntomas.
Podemos decir dada su diversidad, que cada paciente padece un lupus diferente.
El origen del lupus eritematoso sistémico hoy en día es desconocido, se piensa que
puede tener una base genética, con influencia de factores ambientales, hormonales, etc.
El tratamiento del enfermo con LES es complejo por ser una enfermedad todavía de
causa desconocida y de manifestaciones clínicas múltiples. Es una enfermedad sin
tratamiento específico. La complejidad del LES hace difícil establecer unas pautas
únicas de tratamiento o de protocolizar el tratamiento de esta enfermedad. No obstante,
podemos decir que el pronóstico del LES ha cambiado favorablemente en los últimos
años, ya que, en general, se diagnostica y se trata mejor.
Actualmente, no existe ningún tratamiento etiológico del LES ni puede establecerse una
guía terapéutica uniforme, por ser el LES una entidad de curso variable, con
manifestaciones clínicas cuya gravedad depende del órgano afectado y de la intensidad
de tal afección y, al mismo tiempo, porque los diversos fármacos empleados no están
exentos de efectos secundarios. Además, existe un porcentaje de pacientes que
presentan remisiones clínicas espontáneas y otros cuya enfermedad muestra un curso
tan benigno que apenas requiere tratamiento.
Los fármacos más utilizados en el LES son los antipalúdicos, los antiinflamatorios no
esteroideos, los corticoides y diversos inmunodepresores.
Tratamientos biológicos: El objetivo en los últimos años ha sido hallar terapias que
actúen selectivamente sobre las células del sistema inmunitario implicadas en el LES,
con el fin de obtener mejores resultados con menor toxicidad. Dentro de este grupo
destacan el belimumab y el rituximab.
CANCER DE CUELLO UTERINO
Este tipo de cáncer generalmente está producido por una infección por el virus
del papiloma humano (VPH), que se transmite durante las relaciones sexuales.
El cáncer de cuello uterino puede producir hemorragia vaginal irregular, pero los
síntomas pueden no aparecer hasta que el tumor es grande o se ha diseminado.
El cuello uterino es la parte inferior del útero que continúa hacia la vagina.
Este tipo de cáncer generalmente está ocasionado por el virus del papiloma humano
(VPH), que se transmite durante las relaciones sexuales. Este virus también es el
causante de las verrugas genitales (ver Verrugas genitales (infección por el virus del
papiloma humano o infección por VPH)).
Tener relaciones sexuales con hombres cuyas parejas anteriores han tenido
cáncer cervical
Fumar cigarrillos
Tener un sistema inmunitario debilitado (debido a un trastorno, como el cáncer,
el sida o estar en tratamiento con quimioterápicos o corticoesteroides)
Cuanto menor sea la edad de la primera relación sexual y cuantas más parejas sexuales
se hayan tenido, mayor es el riesgo de padecer cáncer de cuello uterino.
El cáncer de cuello de útero comienza con cambios lentos y progresivos en las células
normales de la superficie del cuello uterino. Estos cambios, que se denominan displasia
o neoplasia intraepitelial cervical, se consideran premalignos. Esto significa que si no se
tratan, pueden convertirse en cáncer con el tiempo, en ocasiones después de varios años.
El cáncer de cuello uterino comienza en la superficie del cuello del útero y puede
penetrar profundamente bajo la misma. El cáncer puede extenderse directamente a los
tejidos cercanos, incluida la vagina. Pero también puede penetrar en la rica red de vasos
linfáticos dentro del cuello y desde allí diseminarse hacia otras partes del cuerpo. Rara
vez, se disemina a través del torrente sanguíneo
Síntomas
Si el cáncer está diseminado, puede causar dolor lumbar e hinchazón de las piernas. El
sistema urinario puede obstruirse, y sin tratamiento, producir una insuficiencia renal y la
muerte.
Diagnóstico
Si se observa una masa, úlcera u otra zona anormal en el cuello uterino durante un
examen pélvico, o si la citología detecta displasia o cáncer, debe realizarse una biopsia.
Por lo general, el médico utiliza un instrumento con lentes binoculares de aumento
(colposcopio, ver Procedimientos diagnósticos : Colposcopia), introducido a través de la
vagina, para examinar el cuello uterino y escoger el lugar idóneo para la biopsia. Se
realizan dos clases de biopsia:
Biopsia con sacabocados: se extirpa una porción diminuta del cuello uterino,
previamente seleccionada con el colposcopio.
Legrado endocervical: se raspa del interior del cuello uterino el tejido que no
puede verse fácilmente.
Estas biopsias causan poco dolor y una pequeña hemorragia. Cuando se realizan de
forma conjunta estos dos procedimientos generalmente proporcionan suficiente tejido
para que el anatomopatólogo establezca un diagnóstico.
Si el diagnóstico no está claro, se realiza una conización, mediante la cual se extrae una
porción más grande de tejido en forma de cono. Por lo general, se utiliza un bucle de
alambre fino por donde circula una corriente eléctrica. Este procedimiento se denomina
procedimiento de escisión electroquirúrgica con asa. Como alternativa, también puede
utilizarse un láser (un haz de luz muy concentrada). Cualquiera de estos dos
procedimientos requiere únicamente anestesia local y puede llevarse a cabo en la
consulta. En algunas ocasiones se utiliza un bisturí convencional, pero este
procedimiento es necesario realizarlo en el quirófano y requiere anestesia.
Pronóstico
Prevención
El número de muertes por cáncer de cuello uterino se ha reducido en más del 50% desde
la introducción de la citología cervicovaginal (prueba de Papanicoláu). Los médicos
suelen recomendar que las mujeres se realicen la prueba de Papanicoláu cada 2 años
entre las edades de 21 y 30 años. A los 30 años, se debe practicar simultáneamente una
citología y un análisis para detectar el VPH. Si los resultados son normales, la mujer
puede programar sus citologías cada 3 a 5 años, siempre y cuando no cambie su estilo
de vida sexual. La prueba se debe realizar hasta los 65 años.
Cualquier mujer que haya tenido un cáncer de cuello uterino o una displasia debe
hacerse citologías cervicovaginales una vez al año.
Las mujeres en las que los resultados de la citología han sido normales y se les han
extirpado el útero por causas distintas de cáncer, no necesitan hacerse citologías ni
pruebas de VPH.
Si todas las mujeres se realizasen una citología siguiendo las recomendaciones, las
muertes por este cáncer podrían prácticamente eliminarse. Sin embargo, alrededor del
50% de las mujeres no se revisan con regularidad. Además, aproximadamente la mitad
de las mujeres que tienen cáncer de cuello uterino no se han realizado una citología en
10 años o más.
Preservativos (condones)
No está claro si el uso de preservativos durante las relaciones sexuales ayuda a prevenir
el contagio del VPH.
Tratamiento
El tratamiento depende del estadio del cáncer. Puede incluir cirugía, radioterapia y
quimioterapia.
Estadios precoces
Si solo está afectada la superficie del cuello uterino (estadio I precoz), el médico puede
eliminar completamente el cáncer al extirpar parte del cuello uterino realizando una
conización mediante escisión electroquirúrgica, con láser o con bisturí. Estos
tratamientos permiten preservar la capacidad reproductiva. Debido a que el cáncer
puede recurrir, el médico aconseja realizar revisiones y una citología cada 3 meses
durante el primer año y cada 6 meses a partir de esa fecha. Rara vez es necesario
extirpar el útero (histerectomía).
Si el cáncer en etapa precoz afecta a algo más que la superficie del cuello del útero
(estadio I tardío), o ha comenzado a extenderse dentro de la pelvis (estadio II precoz),
las opciones incluyen
El útero y la vagina restantes se suturan entre sí. Por lo tanto, la mujer todavía puede
quedarse embarazada. Sin embargo, debe dar a luz por cesárea. Este tratamiento parece
ser tan eficaz como la histerectomía radical en muchas mujeres con cáncer de cuello
uterino en sus primeros estadios.
Complicaciones