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Pensar la cierna a
Inlroilneeión (Ir
Carlos Solís
Paídós I.C.IC. í ll.A .li.
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Koyré
Pensamiento Contemporáneo 34
PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO
Colección dirigida por Manuel Cruz
P en sar la ciencia
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Ediciones Paidós
I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona
Barcelona - Buenos Aires - México
Título original: Études d'histoire de la pensée philosophique:
a) De Pinfluence des conceptions philosophiques sur l’evolu-
tion des théories scientifiques (págs. 253-269)
b) Les philosophes et la machine (págs. 305-339)
c) Du monde de l’“a-peu-prés” á l’univers de la precisión
(págs. 341-362)
Publicado en francés por Éditions Gallimard, París
Traducción de Antonio Beltrán Man
Cubierta de Mario Eskenazi
1 ‘ edición, 1994
Quedan rigurosamente prohibidas, sin ia autorización escrita de los titulares del
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SUMARIO
Pensar la ciencia
Vida de Koyré
va, sino los vorixá los que están ligados por leyes cau
salmente no explicadas o inexplicables. De hecho no son
los cuerpos de nuestra experiencia común, sino los cuer
pos abstractos, las partículas y los átomos del mundo
newtoniano los que son los relata o los fundamenta de
las relaciones matemáticas establecidas por la ciencia.
b) La autointerpretación y autorrestricción positi
vistas de la ciencia no son en absoluto un hecho mo
derno. Como mostraron ya Schiaparelli, Duhem y otros,
son casi tan viejas como la ciencia misma y, como to
das las cosas o casi todas, fueron inventadas por los
griegos. El fin de la ciencia astronómica, explicaban
los astrónomos alejandrinos, no es descubrir el meca
nismo real de los movimientos planetarios que por los
demás no podemos conocer, sino sólo salvar los fenóme
nos, oc&Ceiv xa (paivópeva combinando sobre la base em
pírica de las observaciones un sistema de círculos y de
movimientos imaginarios —un truco matemático— que
nos permita calcular y predecir las posiciones de los
planetas de acuerdo con las observaciones futuras.
Por otra parte, Osiander (en 1543) recurre a esta epis
temología pragmatista y positivista para disimular con
ella el carácter revolucionario de la obra copernicana.
Y precisamente contra esta mala interpretación positi
vista protestan los grandes fundadores de la astrono
mía moderna, Kepler, que pone AITIOLOGETOS en el
título mismo de su gran obra sobre Marte,8 igual que
Galileo e incluso Newton que, a pesar de su célebre
hypotheses non fingo,9 en los Principios matemáticos
5. En EE.UU. y en la U.R.S.S.
LOS FILÓSOFOS Y LA MÁQUINA 75
na, en tanto que tal, no tiene nada que ver con todo esto;
en efecto, hay civilizaciones, grandes civilizaciones, ta
les como la china y la hindú que rechazaron la perso
nalización sin haber conocido jamás el maqumismo.
A mi parecer, el señor Schuhl tiene mucha razón al
poner el acento en la «segunda revolución industrial»
que cerró la edad de hierro e instauró la edad de la elec
tricidad. Con ella, en efecto, la humanidad abandonó
el periodo técnico de su historia y entró en el periodo
tecnológico, periodo que tiene sus propios caracteres,
muy a menudo opuestos a los de la época precedente.11
Por mi parte creo que se podría ir más lejos aún y
pretender que, incluso en su fase inicial, los perjuicios
del maqumismo (salvo en el plano estético) fueron mu
cho menores de lo que se dice. Sin duda no puede uno
leer sin rebelarse las descripciones de la miseria atroz
de las clases obreras en la primera mitad del siglo XIX
que nos han recopilado, por ejemplo, Engels y Buret.
Y menos aún puede leer, sin sentir repugnancia y ho
rror, los productos de la propaganda capitalista defen
diendo, en nombre de la libertad y del cristianismo, el
derecho de los patrones a hacer trabajar a los niños en
las minas y poner en la calle a los obreros enfermos o
viejos. (Es una lástima que el señor Schuhl no se haya
creído obligado a citar ejemplos de esta literatura.)12
La historia de la acumulación capitalista, tal como nos
16. Por eso las familias son numerosas en todas las partes en
que el niño no está protegido: en los países agrícolas, donde no existe
escolaridad obligatoria, y en los países industriales, donde no exis
te legislación del trabajo. Inversamente, la introducción de la pro
tección de los niños y de la escolaridad obligatoria, lleva, en breve
término —dos o tres generaciones— a una caída de la natalidad.
Add. 1959: Un trastocamiento de la situación demográfica se pro
duce en los países muy ricos, como Estados Unidos, y en los que
—como Francia y Canadá— toman a su caigo el sustento de los
niños.
LOS FILÓSOFOS Y LA MÁQUINA 85
21. Parece claro, en todo caso, que los carreteros nunca hicie
ron esa comparación. Por mi parte me inclino a creer que el engan
che del caballo nos llegó de Asia y que allí no fue más que una adap
tación del arnés del perro.
90 PENSAR LA CIENCIA
30. Del griego y del romano del periodo clásico. Sobre el tra
bajo en Grecia, además del libro harto conocido de G. Glotz, Le Tra-
vail dans la Gréce antique, París, 1920, véanse los destacables artí
culos del señor A. Aymard, «Hiérarquie du travail et autarcie
individuelle dan la Gréce archaíque» en Revue d ’histoire de la phi-
losophie et d ’histoire générale de la civilisation, 1943, y «L’idée du
travail ans la Gréce archaique» en Journal de Psychologie, 1948. De
ahí se desprende que el trabajo, en tanto que tal, no era en absolu
to despreciado en la Grecia arcaica.
100 PENSAR LA CIENCIA
Le vrai sire
Chátelain
Laisse écrire
Le vilain,
Sa m ain digne,
Lorqui'il signe
Egratigne
Le parchemin...41
16. No se mira hasta que no se sabe que hay algo que ver, y
sobre todo en tanto que se sabe que no hay nada que ver. La inno
vación de Leeuwenhoek consiste principalmente en su decisión de
mirar.
17. El catalejo no es un telescopio: haber transformado el pri
mero en el segundo es precisamente el mérito de Galileo.
132 PENSAR LA CIENCIA
ISBN fl4-4c1 3 - 0 Q 4 b - 0
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