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JOSÉ CONSUEGRA HIGGINS (q.e.p.d.)
RECTOR
JOSÉ CONSUEGRA BOLÍVAR
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ROSARIO GARCÍA GONZÁLEZ
DIRECTORA DE INVESTIGACIONES
MARÍA DE LOS ÁNGELES PÉREZ HERNÁNDEZ
DEPARTAMENTO DE PUBLICACIONES
WILMAR FERNANDO PINEDA ALHUCEMA
CARLOS MIRANDA MEDINA
GRUPO DE INVESTIGACIÓN
HISTORIA, SOCIEDAD Y CULTURA AFROCARIBE
DOLCEY ROMERO JARAMILLO
ISBN: 978-958-8930-15-2
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Editorial Mejoras
Calle 58 No. 70-30
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Julio de 2015
Barranquilla
Presentación............................................................................................ 7
Introducción............................................................................................ 11
Bibliografía............................................................................................. 143
5
PRESENTACIÓN
Sus ensayos penetran en ese brumoso campo de la historia cultural que se vale
de la experiencia de los historiadores, antropólogos, sociólogos o psicólogos
7
sociales para descubrir y hacer inteligibles los problemas asociados con la
fe, la creencia, el estigma, la fidelidad o la ideología. Es decir, con aspectos
conectados con la identidad en el plano de situaciones conflictivas y muy in-
trincadas que entran en el terreno de la cultura simbólica y de los intereses
materiales.
Esto ubica los ensayos de este tomo en la línea del conocimiento denso que
pretendió siempre Clifford Geertz, o de los estudios de caso o microhistóricos
del tipo de los construidos por historiadores tan relevantes como Carlo Ginz-
burg, Giovanni Levi o Luis González y González. Porque los estudios que
componen este libro hacen parte de lo que podría llamarse conocimiento local
o microhistoria, en el sentido de Geertz, de los europeos y latinoamericanos.
En todos ellos se presenta el interés por penetrar los objetos de análisis de ma-
nera profunda, descubriendo lo que la historia general no explora y utilizando
la escala microhistórica para conocer lo que desaparece cuando se aborda un
enfoque nacional o internacional. No hay aquí, sin embargo, una contradic-
ción entre macrohistoria e historia local o micro, sino un enfoque que utiliza
una escala más reducida para alcanzar matices o circunstancias que salen del
foco de observación si se emplea el punto de partida macro.
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jetos de estudio y es, también, la única terapia existente para contrarrestar los
mitos provenientes de la influencia ideológica o de la militancia política.
De esta tendencia bebe el historiador Romero Jaramillo, y por eso sus ensayos
representan un acercamiento inteligente a unos problemas complejos que es
pertinente analizar con los recursos de la ciencia histórica y desprendiéndose
de la pasión ideológica o del mito político. O sea, con independencia y co-
locando en primer plano la necesidad de construir conocimientos históricos
sólidos, que se defiendan por su propia consistencia interna y no por conside-
raciones externas ligadas al mundo ideológico-político.
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clavizadas para enfrentar y sobreponerse a las condiciones adversas a las que
fueron sometidas.
Las líneas gruesas que han orientado el trabajo de este historiador costeño y
del grupo de investigación Historia, Sociedad y Cultura Afrocaribe continúan
su proyección en este volumen. Sin abandonar sus intereses tradicionales, el
autor y sus colaboradores construyeron un discurso independiente y matizado
que integrará los estudios de historia regional y local del Caribe colombiano
como un aporte indiscutible.
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INTRODUCCIÓN
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podido dinamizar e iniciar la inclusión y presencia de los colectivos humanos,
que reclaman la emergencia y consolidación de nuevas identidades; en la pers-
pectiva de ser asumidos como sujetos históricos.
Es necesario aclarar que dos de los trabajos que presentamos aquí, no obstante
haberse desarrollado en el partido de Tierradentro de la antigua Provincia de
Cartagena, son significativos en términos históricos, sociológicos y antropo-
lógicos no solo para los citados espacios geográficos, sino también para la
región Caribe y el país en general; pues nuestro propósito es superar la simple
indagación histórica para convertirla en elemento referencial, que permita, a
partir de las experiencias compartidas en el pasado, construir y fortalecer los
procesos identitarios de las personas afrocolombianas.
1. BLANCO, José Agustín. El norte de Tierradentro y los orígenes de Barranquilla. Barranquilla: Banco
de la República, 1987.
12
En atención a las consideraciones anteriores, San Benito de las Palomas se
erige como un icono referencial de la identidad afrocolombiana; además de
ser la primera persona negra en acceder al santoral católico, se convirtió, des-
de el siglo XVI, en el patrono de las comunidades afrodescendientes de tres
continentes y de múltiples regiones, entre ellas la del Caribe colombiano. Su
presencia histórica en nuestro medio es producto de la diáspora trasatlántica
que tuvo a Cartagena como uno de los puntos de llegada, pero también como
lugar de donde partió la diáspora interna hacia otros lugares, entre otros, el sur
del partido de Tierradentro, es decir el territorio comprendido entre las serra-
nías de Luruaco, el río Magdalena y el Canal del Dique.
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El segundo ensayo, “Vicisitudes y resistencias de los esclavizados de “Ilícita
Introducción” en el Caribe colombiano, durante el siglo XVIII”, es un trabajo
colectivo de Dolcey Romero Jaramillo, Luis Miguel Caro Barrios y Laineth
Romero; que tiene la importancia de ser el primero en presentar, a diferencia
de otros, no las simples cifras del volumen de esclavizados introducidos por la
vía del contrabando, sino las vicisitudes, resistencias y situaciones que tuvie-
ron que enfrentar por su presencia “ilegal” en la región Caribe.
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SAN BENITO DE LAS PALOMAS:
HUELLA AFRODIASPÓRICA E IDENTITARIA
EN EL CARIBE COLOMBIANO
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
La presencia devocional de San Benito en el actual Repelón, hace parte del
mundo simbólico cultural creado y recreado por los cimarrones y arroche-
lados, que producto de la diáspora interna se instalaron en el sur del actual
departamento del Atlántico desde finales del siglo XVI. Su devoción en esta
zona se constituye en un indicador hasta ahora invisibilizado, de la preserva-
ción en el tiempo de uno de los elementos que sin lugar a dudas debe configu-
rar y fortalecer la identidad afrocolombiana.
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Dolcey Romero Jaramillo
1. VALTIERRA, Ángel. San Pedro Claver, el santo que liberó una raza. Bogotá: Ed. Pax, 1964. El
esclavo de los esclavos. Bogotá: Banco de la República, 1980.
2. BLANCO, José Agustín. “San Luis Beltrán en la historia y la geografía del departamento del Atlán-
tico”. En: El Atlántico y Barranquilla en la época colonial. Barranquilla: Ediciones Gobernación del
Atlántico, 1994.
* En Argentina por ejemplo, Norberto Pablo Cirio ha consolidado una línea de investigación sobre la
devoción de los afroargentinos a San Baltazar, el rey mago negro. En los cuatro artículos que ha pu-
blicado sobre este tema, se advierte la preocupación por mostrar cómo, aunque este culto se inició por
imposición de la Iglesia y de la Corona en el siglo XVIII, los esclavizados pudieron insertar temprana-
mente pautas culturales propias que condujeron a un sincretismo sui géneris. Véase CIRIO, Norberto.
“Vistiendo las ropas del santo. Atributos afro en la personalidad de San Baltazar”. En Memoria y
Sociedad, N° 15, 2003, Universidad Javeriana.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
rencia a San Benito de Palermo nos encontramos con una amplia producción,
aparecida entre los siglos XVII y XIX, que centran su atención en aspectos
tales como lo traumático y largo del proceso de santificación, su periplo vital,
actos milagrosos, enorme sabiduría, capacidad de levitar, prodigios y premo-
niciones, y virtudes.
3. Nos referimos a los trabajos de G. Fiume y M. Modica. San Benito el Moreno, santidad hagiográfica
y primeros procesos para su canonización. Palermo: Biblioteca Comunal de Palermo, 1998 y el de
Antonio Vaquero. San Benito de Palermo, primer negro canonizado. Madrid: Sociedad Educación
Atenas, 1989.
4. Entre estos podemos mencionar: La fortuna ibérica de San Benito de Palermo de Alejandro del Aira,
1985, y Negro fuente de luz: La historia de San Benito, el moro de Palermo de Humberto Castagna.
Palermo: Biblioteca Francesa, 1989.
5. BERNAND, Carmen. “Un sargento contra un rey”. En: ARES, Berta (Coord.). Negros, mulatos y
zambaigos. Derroteros africanos en los mundos ibéricos. Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Ame-
ricanos, 2000.
6. MORABITO, Vittorio. “San Benito el moro de Palermo. Protector de los africanos de Sevilla, de la
península Ibérica y de América Latina”. En: Negros, mulatos y zambaigos. Derroteros africanos en
los mundos ibéricos. Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 2000.
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Dolcey Romero Jaramillo
sente investigación. Morabito articula la vida del santo con problemas histó-
ricos y sociológicos de las poblaciones afro donde se le rinde culto. Además,
refamiliariza a estos con África y brinda una nueva reinterpretación de su
culto en América.
7. ROJAS TREJO, Belkis. Los santos de Mucuchies: entre el mito y la realidad. Inédito.
8. MORA QUEIPO, Ernesto y otros. San Benito en el sur del lago de Maracaibo: su imagen en la afri-
canización de la cultura y la historia local. Inédito.
9. DUQUE, Ana Ilda. San Benito de Palermo en la cordillera Andina y la hierofanía solar. Boletín del
Archivo Arquidiocesano de Mérida, Vol. XV, N° 35, 2011.
10. ERQUICIA CRUZ, José Eriberto. “El culto de San Benito de Palermo, elemento de la historia africa-
na en El Salvador”. En: Entorno, N° 51, Universidad Tecnológica del Salvador, julio de 2012.
11. MARTÍNEZ GARNICA, Armando. La devoción a San Benito de Palermo en Girón. Inédito.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
12. Véase: IZARD MARTÍNEZ, Gabriel. “Herencia, territorio e identidad en la diáspora africana: hacia
una etnografía del retorno”. Revista Estudio de África y Asia, Vol. 40 N° 1, pp. 89-115, enero-abril de
2005. Universidad Autónoma de México del Estado de Morales, México.
13. AROCHA, Jaime. “Afrogénesis, eurogenesis y convivencia interétnica en el Pacífico colombiano”.
En: ESCOBAR, Arturo, Pacífico, desarrollo o diversidad? Bogotá: Ecofondo-Cerec, 2007, pp. 300-
316.
14. VARGAS ÁLVAREZ, Lina María. Poética del peinado afrocolombiano. Bogotá: Alcaldía Mayor de
Bogotá, 2003.
15. FRIEDEMANN, Nina S. de. “Colombia: la mujer negra en la familia y su conceptualización”. En:
ULLOA, Astrid (Ed.). Contribución africana a la cultura de las Américas. Bogotá: ICAN, 1987, p. 26.
16. Ibíd., p. 39.
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Dolcey Romero Jaramillo
De acuerdo con este sociólogo, este término desde que se acuñó en la anti-
17. Véase, CHAVES, Margarita. “Identidad y representación entre indígenas y colonos de la Amazonía
colombiana”. En: SOTOMAYOR, María Luisa (Ed.). Modernidad, identidad y desarrollo. Bogotá:
ICAN, Colciencias, 1990, p. 277.
18. HALL, Stuart. Ethnicity: “Identity and difference. Radical América”. Vol. 23 N° 4, pp. 9-20. Citado
por RESTREPO, Eduardo, Teorías contemporáneas de la etnicidad. Bogotá: Editorial Universidad
del Cauca, 2004, p. 58.
19. GOFFMAN, Erving. Estigma: La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2003.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
güedad griega se utilizó para referirse a signos corporales con los cuales se
intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el estatus moral de quien lo
presentaba20. En esta época ya los esclavos eran incluidos entre los estigmati-
zados por su condición. Más tarde a la condición de esclavización se le agregó
el color de la piel; por estos atributos, el individuo estigmatizado es inhabili-
tado para una plena aceptación social21.
1. PREÁMBULO HISTÓRICO
Aunque este trabajo no se inscribe en los parámetros estrictamente hagio-
gráficos, es preciso aclarar que la Hagiografía actualmente, además de hacer
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Dolcey Romero Jaramillo
referencia a los textos que recogen las narraciones de la vida de los santos, se
constituye también en una de las tantas formas de escribir la Historia.
Para este tipo específico de Historia los insumos o fuentes principales están
referidas a las llamadas Vidas Ejemplares, que eran y son textos narrativos que
recogían diferentes aspectos que evidenciaban las manifestaciones de santi-
dad; sobre todo de los milagros, que permitieran allanar el camino y las prue-
bas que condujeran a un proceso de beatificación y canonización. En nuestro
país durante toda la historia, no obstante haberse adelantado varios procesos
de esta índole solo dos han sido exitosos: el de San Pedro Claver durante el pe-
ríodo colonial en Cartagena y el de Santa Laura recientemente en Antioquia.
22. BORJA, Jaime Humberto. “Historiografía y hagiografía: Vidas ejemplares y escritura de la historia en
el Nuevo Reino de Granada”. En: Fronteras de la Historia, 2007, Vol. 012, p. 55.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
las Palomas nos interesa en tanto que nos permite construir o fortalecer identi-
dades afrodescendientes o afrocolombianas, a partir de un pasado compartido
con un “héroe religioso afrodescendiente”, cuya imagen y patronato se exten-
dieron desde el siglo XVI por tres continentes, constituyéndose en un espejo
donde se podían mirar miles de personas negras en el pasado y en el presente.
23. MORABITO, Vittorio. “Notas al margen sobre el Atlántico Negro, acerca del fenómeno religioso en
los esclavos africanos y sus descendientes”. En: AGUDELO, Carlos (Coord.). El Atlántico Negro.
París: Editores de IHEAL, 2009, p. 42.
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Dolcey Romero Jaramillo
permitía explicar las Sagradas Escrituras y los problemas teológicos sin haber
aprendido nunca a leer ni a escribir24. Realizó numerosas curaciones, y cuando
salía del convento la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito o
encomendarse a sus oraciones. De acuerdo con la tradición, en 1589 enfermó
gravemente y por revelación conoció el día y la hora de su muerte que ocurrió
el 4 de abril de ese mismo año*.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
Con la santificación de San Benito en 1807, por primera vez una persona
negra asciende a los altares católicos. Después de varios siglos la Iglesia Ca-
tólica incorporaba en las filas de sus santos a un hombre negro. Con él, el
mundo afrocatólico tuvo la oportunidad de verse representado en alguien que
compartía las mismas características raciales de sus habitantes. En San Benito
(el pueblo) y luego en Repelón, el santo patrono fue y es un corracial.
Es pertinente aclarar que el acceso de San Benito a los altares no transitó por
un camino fácil, por el contrario, para ello se le colocaron una serie de obs-
táculos que se materializaron en la duración del proceso de beatificación y
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Dolcey Romero Jaramillo
Por ello es fácil deducir que fue la contundencia y la fuerza de los milagros y
de las premoniciones lo que hizo que en últimas el Vaticano aceptara que un
santo fuera portador de los marcadores raciales propios de los descendientes
de africanos, es decir, que en un cuerpo negro se anidara también la gracia de
Dios. Claro que San Benito fue convertido en santo por los pueblos especial-
mente negros, 200 años antes de que la Santa Sede lo hiciera, esta lo que hizo
fue ratificar lo que la voluntad popular ya había decretado.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
30. BORJA, Jaime Humberto. “Restaurar la salud. La cristianización de los esclavos en el siglo XVIII”.
En: 50 años de la abolición de la esclavización en Colombia. Cátedra anual de Historia Ernesto Res-
trepo Tirado, Mincultura, 2003, p. 252.
31. GUTIÉRREZ AZOPARDO, Ildefonso. Los afroamericanos. Historia, cultura y proyectos. Bogotá:
Editorial El Búho, 1996, p. 147.
32. Ibíd., p. 14.
27
Dolcey Romero Jaramillo
zar la vida eterna33. En un catecismo para negros en Cuba a finales del siglo
XVIII, se aclara cuál era en aquella época el mandamiento de Dios para los
esclavos, este dice textualmente:
El esclavo que cumple lo que debe hacer para ser buen esclavo, tiene
mucha cortesía con su amo, servirlo porque Dios quiere que lo sirva,
quererlo mucho porque Dios manda que lo quiera mucho34.
En este sentido, los santos se utilizaron por parte de los colonialistas como una
herramienta de control de las personas negras y de inoculación de códigos de
valores etico-cristianos, capaz de refrenarles sus apetitos personales y de obte-
ner un respeto del orden social establecido. De acuerdo con los colonizadores
y los misioneros franciscanos de 1700, el culto de San Benito “el Moro”, se
convierte en un soporte para el sostenimiento del orden social y político de la
Colonia35.
33. VILA VILAR, Enriqueta. “La evangelización del esclavo negro y su integración en el mundo ameri-
cano”. En: ARES, Berta (Coord.). Negros, mulatos y zambaigos. Escuela de Estudios Hispano-Ame-
ricanos. Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 2000, p. 191.
34. Ibíd., p. 191.
35. MORABITO. San Benito el moro de Palermo. Op. cit., p. 265.
36. Ibíd., p. 271.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
uno de sus biógrafos, fray Antonio Randazzoi, San Benito en 1626 rogaba
desde el cielo para que se hiciera posible la conversión de los indígenas37. Y
de acuerdo con la tradición palermitana la devoción entre los indígenas se for-
taleció con el restablecimiento de la visión perdida a un rey indígena38.
Parece ser que los esclavizados adoctrinados por los blancos se volcaron hacia
el catolicismo con la esperanza de conseguir libertad y salvación en el más allá
ante la imposibilidad de obtenerla en la tierra.
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Dolcey Romero Jaramillo
religiosas para acceder a sus propios santos, que utilizarían como señuelos
para expandir el catolicismo entre los esclavizados negros. En este propósito,
jesuitas, dominicos y franciscanos jugaron un papel importante. Durante el
período colonial no solo las ciudades rivalizaron por contar con un santo pro-
pio sino también las órdenes religiosas. En este sentido, cada una de ellas que-
ría tener un santo negro que le permitiera aumentar y consolidar su prestigio y
evangelización entre las personas negras. San Martín de Porres era dominico
y San Benito de Palermo, franciscano. Los jesuitas habían preparado a varios
negros para que merecieran la santidad oficial pero solo tenían en mente ase-
gurar la universalidad de la Iglesia41.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
Otra de las razones que nos lleva a pensar que en el caso que nos ocupa no se
pudo utilizar al santo como herramienta de control social es que sus devotos
eran libres. Lo que sí pudo haber, y en eso estamos de acuerdo, fue control
ideológico. Aquí de lo que se trata es de usar la figura del santo para mostrar
cómo desde lo afro se podía acceder a espacios que solo se habían diseñado
para los blancos: la santidad. Además de la posibilidad real de tener un pro-
tector o santo patrono con las características raciales y existenciales de las
personas negras, cimarrones, esclavizados y arrochelados de la provincia de
Cartagena.
Aunque hasta ahora el origen de la devoción de San Benito de las Palomas era
un asunto sin resolver, la persistencia de sus creyentes, sus fiestas y milagros,
muestran no solo la importancia de su figura histórica ligada a la construc-
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Dolcey Romero Jaramillo
ción simbólica y material del sur del departamento del Atlántico, sino también
como elemento de construcción y fortalecimiento de la identidad afrocolom-
biana.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
Esta otra cara de la diáspora encierra varios matices o rostros que se refle-
jan en los sonidos, ritmos, sazones, olores, colores, saberes, cosmovisiones y
creencias religiosas, entre otros, de los cuales han sido portadoras en el pasado
y en el presente las comunidades africanas y afrocolombianas.
44. LAO-MONTES, Agustín. “Sin justicias étnico-raciales no hay paz: Las afrorreparaciones en pers-
pectiva histórica mundial. En: MOSQUERA, Claudia (Ed.). Afrorreparación. Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia. CIS, 2007. p. 136.
45. ROJAS, Axel. Cátedra de Estudios Afrocolombianos. Bogotá: Universidad del Cauca, 2007, p. 87.
46. Ibíd., p. 87.
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Dolcey Romero Jaramillo
tantos rostros con que esta se presentó. De acuerdo con la citada antropóloga
estas pueden ser materiales o simbólicas, existen gracias a la supervivencia
de recuerdos y a las interiorizaciones en los sustratos profundos que son re-
forzados por los mismos afrocolombianos, al reproducir creencias religiosas,
canciones, toques de tambor, modelos semánticos, entre otros47. Es preciso
señalar el carácter dinámico y sincrético de las huellas de africanía al reela-
borarse y juntarse con elementos y matrices culturales europeas e indígenas.
Los que se huyeron de los distintos puntos geográficos del actual Caribe co-
lombiano para copar otros espacios, llevaron consigo las matrices culturales
que habían recreado y reinventado en los sitios de llegada. Uno de los elemen-
tos importantes que caracteriza a la diáspora es el desplazamiento geográfico.
En el caso que nos ocupa el desplazamiento de las personas esclavizadas se
produjo luego de que estas arribaran a Cartagena en los barcos de la trata.
34
San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
35
Dolcey Romero Jaramillo
Uno de los tantos destinos y rutas que escogieron los esclavizados desembar-
cados en Cartagena desde finales del siglo XVI y todo el XVII fue el sur del
actual departamento del Atlántico, específicamente el territorio delimitado por
el Canal del Dique, el río Magdalena y las sierras o montes de Luruaco.
48. MAYA, Adriana. “Diásporas africanas en Colombia. Visibilidad e invisibilización de los legados de
las culturas de África Occidental en tiempos del Bicentenario”. En: Rutas de Libertad 500 años de
travesía. Bogotá: Ministerio de Cultura, 2010, p. 132.
49. JIMÉNEZ, Orián M. “Los rostros de las culturas afrocolombianas”. En: BURGOS, Roberto. Rutas de
Libertad 500 años de travesía. Bogotá: Editorial Ministerio de Cultura. U. T., 2010, p. 185.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
50. Véase NAVARRETE, María Cristina. Cimarrones y palenques en el siglo XVII. Cali: Universidad del
Valle, 2003. “Construyendo el pasado del palenque de Matudere”. En: Historia Caribe N° 13. Univer-
sidad del Atlántico, 2008.
51. BLANCO, José Agustín. Sabanalarga, sus orígenes y su fundación definitiva. Bogotá: Banco de la
República, 1977, p. 46.
52. FALS BORDA, Orlando. Capitalismo y hacienda en la costa Atlántica. Bogotá: Punta de Lanza,
Colcultura, 1975, p. 22.
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Dolcey Romero Jaramillo
Santa Lucía. De los palenques, San Benito formaba parte del eje de circula-
ción del caño Piedras-Palogrande, y Betancur y Tabacal, del camino que co-
municaba a Timiriguaco (Villanueva) con Sabanalarga. Santa Lucía surgió a
orillas del Canal del Dique, luego que el ingeniero Totten construyera el tramo
comprendido entre Calamar y San Etanislao hacia mediados del siglo XIX. A
diferencia de las poblaciones de blancos, los palenques y pueblos de negros
fueron emplazados en zonas inhóspitas y poco atractivas para los españoles.
San Benito y Santa Lucía en las áreas anegadizas del Canal del Dique y Be-
tancur y Tabacal en las cimas de las serranías de Luruaco53.
Pero las condiciones o bondades geográficas y ambientales del sur del de-
partamento del Atlántico no solo fueron aprovechadas por los cimarrones y
palenqueros, a él llegaron también los llamados libres de todos los colores,
esencialmente los arrochelados, y todos aquellos que huían del poder español.
Parte de estos espacios se caracterizaron por la ausencia de las autoridades
civiles, militares y eclesiásticas. En consecuencia, el ordenamiento territorial
y los parámetros que se siguieron allí, partieron de la inventiva de sus propios
habitantes.
De acuerdo con Martha Herrera, la trashumancia para enfrentar los ciclos hí-
dricos anuales, la abundancia de espacios deshabitados con poca población
y la miseria natural hizo de estos lugares espacios pocos atractivos para los
curas y jueces54. Desde esta perspectiva, las personas que allí vivían fueron es-
tigmatizadas ya que sus normas de vida no se compadecieron con las de Dios
y del Rey. En un informe del virrey Eslava en 1742, este aseguraba que en los
alrededores de Sabanalarga, en una circunferencia de 19 leguas la población
vivía en 52 sitios donde,
53. ARRIETA, Armando. Los inicios de Barranquilla. Poblamiento en el bajo Magdalena, siglos XVI al
XVIII. Barranquilla: Universidad del Norte, 2007, p. 64.
54. HERRERA ÁNGEL, Martha. Ordenar para controlar. Bogotá: Academia Colombiana de Historia,
2002, p. 206.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
el área estaba poblada de diversas gentes, que viven por aquellos mon-
tes divididos los unos de los otros, sin gobierno político ni eclesiástico,
ignorantes de los misterios de nuestra Santa Fe y doctrina cristiana,
originado de hallarse retirados de las poblaciones donde hay justicia y
párrocos, y por esto imposibilitados de que los curas los enseñen ni les
administren los Santos sacramentos56.
A estos espacios afrodiaspóricos del sur del Atlántico llegaron, producto del
desplazamiento o la dispersión forzada o “voluntaria”, cimarrones y arroche-
lados que huían del control de las autoridades coloniales, con estas migracio-
nes apareció también desde Cartagena, producto de la Diáspora Afrocolom-
biana, el culto y la devoción a San Benito.
Entre las primeras órdenes religiosas que hicieron presencia en Cartagena con
el propósito de evangelizar tenemos a los franciscanos, a la cual perteneció
San Benito. Fueron sus hermanos de congregación los que introdujeron el
culto y la devoción del Santo Negro como herramienta para adoctrinar a los
pueblos negros de la Nueva Granada.
55. COLMENARES, Germán. Relaciones e informes de los gobernadores de la Nueva Granada. Bogotá:
Banco de la República. 1989. Tomo 1, p. 50.
56. HERRERA ÁNGEL. Op. cit., p. 209.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
Otros, sin apartarse de la génesis cimarrona del pueblo, aseguran que los es-
clavizados se escaparon de las distintas haciendas cercanas y crearon el palen-
que aprovechando las condiciones ambientales que les brindaba este sector y
que a larga les permitiría no ser develados. En esta misma dirección en torno
al origen cimarrón y palenquero de San Benito se ubican Juan José Nieto,
Armando Arrieta y en parte José Agustín Blanco, quien al respecto tiene dos
versiones.
En la descripción que hace de esta población Juan José Nieto en 1839, se pue-
de constatar que las condiciones geográficas y ambientales en que estuvo in-
mersa permitió que su existencia hubiera pasado desapercibida para las auto-
ridades, hasta cuando sus pobladores se trasladaron de lugar para dar origen al
actual Repelón. Además, dice que San Benito de las Palomas es una parroquia
de 1.406 vecinos, situada al lado de un caño que recibe sus aguas de San Eta-
nislao. Nieto es de la opinión de que este lugar es uno de los más miserables,
anegadizos e insalubres; asegurando que todos sus habitantes son negros y que
algunos testifican que esta población se fue formando con esclavos cimarro-
41
Dolcey Romero Jaramillo
nes59. Para Armando Arrieta, dado que no existen pruebas que determinen que
la génesis de San Benito está articulada a un pueblo de indios, a una hacienda
o al repartimiento de tierra otorgada a un español, lo más factible es que se
busque su origen en una rochela o en su defecto en un palenque. Sin descartar
la posibilidad de que en sus inicios fuera una rochela donde convivían negros,
mulatos y zambos, todo apunta a que fue un palenque. La topografía baja y
anegadiza no constituyó las condiciones para que españoles, criollos o nativos
se instalaran en ese lugar60.
59. NIETO, Juan José. “Geografía histórica, estadística y local de la provincia de Cartagena, República
de la Nueva Granada, descrita por cantones”. En: NIETO, Juan José. Selección de textos político-geo-
gráficos e históricos. Barranquilla: Ediciones Gobernación del Atlántico, 1993, p. 182.
60. ARRIETA BARBOSA, Armando. Guájaro. Presente y pasado de una micro región del norte de Co-
lombia. Barranquilla: Ediciones Tercer Milenio, 2000, pp. 86-87.
61. BLANCO, José Agustín. El sur de Tierradentro en el departamento del Atlántico. Paisaje físico y
poblamiento. Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 2010, p. 121.
62. Ibíd., p. 79.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
La otra referencia con que contamos de San Benito de las Palomas durante el
siglo XVIII, es la del obispo de Cartagena Diego de Peredo. En la correría que
en 1772 hizo este clérigo por dicha provincia describe a San Benito como un
sitio dependiente de la feligresía de San Etanislao en el partido de Mahates, y
ubicado en las orillas de un caño del Canal del Dique64.
Según esta posición, con el transcurrir del tiempo esta ranchería devino en
estancia adquiriendo cierta importancia hasta 1650, fecha en que se construye
el Canal del Dique. Con la puesta en servicio de dicho canal, la vía terrestre
ya no se necesitó para el transporte de carga y viajeros. En la ruta que antes
comunicaba a Cartagena con el río Magdalena hubo varias estancias, enten-
didas como lugares de descanso, de cargue y descargue de mercancías. Una
de estas fue San Benito. Después de salir de Cartagena los usuarios de este
43
Dolcey Romero Jaramillo
camino debían pasar por Timiriguaco, San Etanislao y por último a San Benito
donde hacían trasbordo de viajeros y carga para enrumbarse en canoas por las
ciénagas hasta llegar a Caño de Piedras, y por este hasta el río Magdalena65.
65. VILLA DEL RÍO, Juan de Dios. San Benito y Repelón. Barranquilla: Grafilaser Impresores, 2010,
p. 107.
66. DE PEREDO. Op. cit., p. 35.
67. Véase NIETO. Op. cit., p. 48. CORRALES, Manuel Ezequiel. Efemérides y anales del Estado de
Bolívar, Vol. I. Bogotá: Casa Editorial de JJ. Pérez, 1889, p. 81.
68. Véase, BLANCO. Op. cit., p. 80.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
El censo de 1851 muestra que San Benito en ese año contaba con 1.644 ha-
bitantes, de los cuales los que alcanzaron a sobrevivir a la catástrofe lograron
refugiarse en el sitio de Repelón donde ya seguramente moraba cierto número
de personas70. En torno a los orígenes de Repelón, el padre Revollo en 1909,
después de asegurar que está situado en un terreno plano y cenagoso, que se
fundó después de 1852 y que la mayoría de su población es de raza negra, dice
que a él se agregaron los habitantes de San Benito de las Palomas, pueblo que
estaba a orillas del caño de su mismo nombre y que fue destruido por una gran
creciente del Dique en el año de 185971.
Parece ser que el desplazamiento de San Benito a Repelón por las causas ya
mencionadas se inició a finales de 1848. En consecuencia Repelón se adhirió a
la totalidad de los habitantes de San Benito que se trasladaron definitivamente
a esta población en 1860. Como se ha podido observar, el desalojo, abandono
y el traslado a Repelón fue un proceso que duró 12 años. Es decir, estas dos
poblaciones coexistieron simultáneamente entre 1848 y 1860 en una dinámica
de transformación que significó el ocaso de una y el nacimiento, consolida-
ción y desarrollo de la otra.
45
Dolcey Romero Jaramillo
Si bien es cierto que existe una relación de coincidencia entre los documen-
tos escritos y la memoria colectiva de los repeloneros en torno a las causas
que determinaron el traslado de los sambenitenses hacia Repelón, también
es evidente tal relación en lo que tiene que ver con la presencia del culto y la
devoción del santo en esta población. Es un lugar común entre los habitantes
consultados, el asegurar que el santo en cuestión, antes de ser el patrono de
Repelón ya lo había sido de San Benito, el pueblo, y que fueron los sambe-
nitenses que al trasladarse por motivos de la inundación los que lo llevaron
consigo. Así lo expresan algunos de ellos:
San Benito viene del viejo pueblo, el que quedaba al lado de la ciénaga.
Del pueblo que fundaron los negros72.
46
San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
San Benito, me decía mi abuela, que era un pueblo que se fundó alre-
dedor de la ciénaga, y que con la creciente tuvieron que abandonarlo y
trasladarse a lo que hoy es Repelón y con el traslado se vino el santo75.
En relación con la sustitución de San Benito por San Antonio, aspecto al que
nos referiremos más adelante, el señor Eusebio Oliveros expresó:
San Antonio fue traído en 1946, pero San Benito no viene de ahora,
es de cuando aquellos negros quedaron derrotados en Cartagena sin
auxilio porque Murillo quería abatir a Bolívar, pero como Bolívar batió
con el nombre de Repelón; esos negros quedaron ahí rezagados y po-
blaron Mate, Palenque, San Pablo y María la Baja, y algunos de ellos
llegaron aquí de aquel lado de la ciénaga y fundaron el pueblito que le
dieron el nombre de San Benito77.
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Dolcey Romero Jaramillo
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
Hasta donde yo escuché, el cura que trajo a San Benito fue el cura
Bravo, en canoa de vuelta de Calamar, lo recibieron en Calamar y lo
trajeron por aquí, por la ciénaga, y ahí la gente lo esperó82.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
Cuando la procesión llega a este sitio se detiene, luego sin bajar al santo que
traen en andas lo enfrentan al que está instalado allí. En este lugar, los que lo
traen en hombros, sin bajarlo bailan, y con esto le transfieren sus movimientos
dando la sensación de que este también estuviera bailando. Todo este espe-
ctáculo se produce en medio de los fandangos y porros interpretados por la
banda musical que acompaña la procesión, el trago y el sonido de los vola-
dores. Luego que finiquita la actividad anterior, los devotos y el público en
general que se aglomeró en torno a este evento aplauden y lanzan vivas a San
Benito. Con el fandango, el baile y el enfrentamiento de los dos bustos toma
vida la imagen de San Benito, que como se podrá observar durante la fiesta,
sale de la iglesia, se une y preside la procesión. En este nuevo escenario deja
de ser un santo para convertirse en un negro más, en un Santo Bailón85. En
51
Dolcey Romero Jaramillo
otros lugares el baile al santo está relacionado con el pago de un favor recibi-
do, o como mecanismo que sirva para que se convierta en intermediario para
solicitar un milagro ante Dios86. Después de esta puesta en escena la procesión
continúa para finalmente llegar a la iglesia donde concluye.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
En torno a la paloma hay dos explicaciones: que simboliza la paz91 o que está
articulada o guarda relación con el lugar del cual obtenían el agua los habitan-
tes del pueblo viejo: San Benito de las Palomas, al pozo lo llamaban así: De
las Palomas92. Esto por supuesto no solo explicaría la presencia de esta ave
en las manos del santo sino también el nombre del pueblo. En Repelón, San
Benito está vestido con el hábito franciscano que incluye el cordón en la cintu-
ra93. En términos generales desde que se inicia su construcción iconográfica en
Sevilla en 1611, el santo ha sido presentado siempre con cabello crespo, frente
redonda y alta, mejillas prominentes, nariz y ojos grandes, sonrisa discreta,
53
Dolcey Romero Jaramillo
ligera calvicie sobre las sienes. Y casi nunca aparece con la mirada hacia abajo
como símbolo de la no subalternidad94.
En torno a los marcadores raciales que definen o tipifican a San Benito, sucede
lo mismo que con su indumentaria y simbología. Por ello en algunos luga-
res es portador de las características que le determinan una adscripción a la
raza negra. En cambio en otros ha sufrido un proceso de blanqueamiento. En
nuestro caso si bien el color de la piel denota y lo hace portador de elementos
raciales afro, sus facciones y cabellos siguen conectados con la intención de
desafricanizarlo.
En términos generales los milagros los podemos entender como hechos inex-
plicables desde la racionalidad humana y que en últimas se le atribuyen a la
intervención de seres de origen divino. Es un suceso o cosa rara, extraordina-
ria y maravillosa. En este sentido, Jacques Le Goff señala que lo maravilloso
siempre es un residuo sobrenatural que solo puede explicarse desde lo sobre-
natural95.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
A pesar del intento hasta ahora fallido de borrar a San Benito de la memoria
colectiva, en Repelón se nota un relativo agradecimiento con el santo, no solo
por ser el patrono de los ancestros y por vincularlo al surgimiento del pueblo
que dio origen al actual, sino también por los milagros que reciben de él, sobre
todo los agricultores, pescadores y campesinos97.
los mayores devotos son los milleros y los cultivadores de sorgo; espe-
rando el agua para que la cosecha no se pierda98.
55
Dolcey Romero Jaramillo
Bastantes milagros hace San Benito sobre todo a los agricultores, por-
que cuando han tenido sus cultivos malucones, lo aclaman, lo sacan y
los ha favorecido siempre con lluvia, sobre todo con la lluvia101.
Uno de los santos que más le tiene fe la gente para el agua es San
Benito103.
Es preciso destacar la imbricada relación que guardan los milagros con los
solsticios de invierno y verano y con el tiempo cíclico natural de muerte y
renacimiento representados por los ritos agrarios de siembra y cosecha104. A
San Benito lo han especializado en ser proveedor de agua.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
Como se habrá podido observar, las respuestas de los entrevistados nos llevan
a deducir que existe una íntima relación entre el santo, la sequía y el agua
lluvia, por ello Ana Ilda Duque considera que esta relación es la expresión
de una hierofanía solar, ya que la mayoría de las celebraciones del santo en
cuestión coinciden con el solsticio de invierno108. Frente al papel que juega
la lluvia para los sectores campesinos y la incertidumbre de su llegada en el
57
Dolcey Romero Jaramillo
Pero San Benito no solo se caracteriza por ser proveedor de lluvia en tiempos
de sequía, sino de parar los aguaceros cuando estos no dejaban que la proce-
sión se efectuara o llegará a feliz término por causa de la lluvia.
La petición o solicitud del favor para que sea tenido en cuenta por el santo,
casi siempre va acompañada de una promesa o manda que debe cumplir el
beneficiario en el momento o a partir de que se produzca el milagro. En la
práctica se establece un contrato o contraprestación por parte del favorecido
que debe cumplirle al santo posteriormente, como ya se dijo después de la eje-
cución del milagro. Cuando este se da y la promesa no se cumple casi siempre
se sobreviene el castigo que está referido o se materializa en la pérdida de lo
recibido.
Uno de los casos más conocidos en Repelón sobre esta situación es la que le
sucedió a Rogelio, más conocido como el ‘Cata’, uno de sus más fervientes
devotos y organizador histórico de la fiesta de San Benito:
Si pues, esto fue una siembra de sorgo que yo hice y cuando ya el sorgo
estaba empeñando; había una sequía que prácticamente se iba a perder
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
59
Dolcey Romero Jaramillo
Aunque algunos habitantes opinan que San Antonio tiene mayores devotos
que San Benito, a este último lo siguen considerando como el patrono del pue-
blo117, o que San Benito es el patrón de unos y San Antonio el de otros118, se da
por cierto que los mayores seguidores de San Benito se encuentran entre los
agricultores y campesinos. A la postre ellos han sido los mayores beneficiarios
de sus milagros: la lluvia. No obstante, todo indica que es una devoción cir-
cunstancial y utilitarista; solo se acuerdan de él cuando hay sequía119. La ex-
clusión de la corrida de toros o corraleja de las fiestas de San Benito la asumen
no solo como la causa de la disminución de los devotos y la poca importancia
que en los actuales momentos le prestan al 3 de abril, sino también como un
indicador del olvido y la exclusión que se le da al Santo Negro*.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
excluyente como uno de los tantos personajes que en Repelón fungen como
cronistas, percibe y caracteriza a las personas que participan de estas festivi-
dades; por supuesto pordebajeándolas y diferenciándolas de las que participan
de las fiestas de San Antonio. No hay duda de la incomodidad que para algu-
nos sectores de la población causa la presencia de un santo negro. La percep-
ción denota cierta ínfula de superioridad o “nobleza dieciochesca colonial”.
El referido “cronista”, después de explicar que los sambenitenses celebran dos
fiestas: La de San Isidro Labrador el 10 de mayo y la de San Benito el 3 de
abril, en torno a esta última expresa:
En lo que tiene que ver con las características de los devotos, Repelón no
escapa a la tendencia general de estos en Europa y en América. La mayoría
de sus seguidores se focalizan, como ya lo dijimos, en los grupos periféricos,
marginados y discriminados por sus marcadores raciales y económicos: escla-
vizados, cimarrones, libertos, arrochelados y afrodescendientes en general. En
últimas, han sido los que a través de los siglos no solo lo convirtieron en santo
sino que lo legitimaron como protector de los pueblos negros.
120. CABARCAS DÍAZ, Daniel. Deducciones prehistóricas de los orígenes de San Benito 1566. Inédito.
Fotocopias.
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Dolcey Romero Jaramillo
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
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Dolcey Romero Jaramillo
126. ROJAS, Axel. Si no fuera por los quince negros. Memoria colectiva de la gente negra de Tierraden-
tro. Cali: Editorial Universidad del Cauca, 2004, p. 27.
127. OSLENDER, Ulrico. “Espacio e identidad en el Pacífico colombiano”. En: CAMACHO, Juana y
RESTREPO, Eduardo (Eds.). De montes, ríos y ciudades. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropo-
logía, 1999, p. 50. Véase también a CHAVES, Margarita. “Identidad y representación entre indígenas
y colonos de la Amazonía colombiana”. En: SOTOMAYOR, María (Ed.). Modernidad, identidad y
desarrollo. Bogotá: ICANH, Colciencias, 1998, p. 227.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
67
Dolcey Romero Jaramillo
131. BARRENECHEA, Paulina. “María Antonia, esclava y músico: La traza de un rostro borrado por/para
la literatura chilena”. En: Atenea, Nº 491, 2006, pp. 87-98. Universidad de Concepción.
132. GOFFMAN. Op. cit., p. 35.
133. Ibíd., p. 11.
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San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
Haciendo eco de lo planteado por Goffman, no hay duda que los marcadores
raciales, en el caso de los afrodescendientes, se constituyen en signos de es-
tigmatización social. Los atributos raciales y étnicos de la negritud hasta el
surgimiento de San Benito de Palermo, no fueron compatibles con la santidad,
esta fue un espacio exclusivo y celosamente guardado para los blancos. Y
aunque la Iglesia lo utilizó para mostrar que las personas negras podían as-
cender al Reino de los Cielos, la concepción racista y discriminatoria en todos
los tiempos no lo avaló, y por el contrario, descalificó y sigue descalificando
su presencia destacada en cualquier ámbito, no solo en el religioso. Por ello
y a manera de ejemplo, no es casual en el caso nuestro, la invisibilización del
general Padilla, de Benkos y del negro Robles, entre otros, y por supuesto de
San Benito.
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Dolcey Romero Jaramillo
En Palermo, ciudad donde vivió y murió y por la cual se le conoce como San
Benito de Palermo, no obstante que el Senado lo proclamó como protector de
dicha ciudad en 1652, es decir como su patrono, en 1713, aunque con poco
éxito en los devotos, le dieron la protección de la ciudad a Santa Rosalía136.
Igual suerte corrió en nuestro país, en Girón. Allí fue parcialmente sustituido
por el Corpus Christi. Además, su cofradía fue reemplazada por la del Nazare-
no Crucificado. Este fenómeno según Armando Martínez Garnica expresa una
profunda transformación en las identidades137.
Desde hace rato hemos tenido dos patrones, pero siempre se festeja
más a San Antonio138.
70
San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
tiene San Antonio porque hasta la gente que está por fuera viene a su
fiesta. Claro, que no nos hemos olvidado de hacerle su fiestecita a San
Benito139.
71
Dolcey Romero Jaramillo
El abandono al que ha sido sometido San Benito, los intentos por sustituirlo y
borrarlo de la memoria, es asociado por algunos pobladores con la sequía, la
falta de lluvia y de pescado.
Sin lugar a dudas, los santos patronos o santos protectores juegan un papel
destacado en los procesos de construcción identitaria que se desarrollan sobre
todo en contextos rurales. Un pueblo por muy intrascendente que sea tiene un
santo patrono. En el Caribe colombiano, los núcleos poblacionales, además
de productos agrícolas, leyendas, danzas, expresiones musicales entre otras
manifestaciones que los identifican e individualizan deben tener un santo pa-
trono.
72
San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
En este sentido, la fiesta patronal convoca a los lugareños sin importar que
estén dentro o fuera de la región, el departamento o el país. Estos eventos en
los contextos rurales amén de renovar la fe, y ofrecer agradecimientos por los
favores recibidos, se convierten en espacio de sociabilidad y reencuentro de
sus habitantes que intentarán exponer lo mejor de sus atributos como muestra
del poder adquirido.
73
Dolcey Romero Jaramillo
74
San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
De acuerdo con esto, una forma de vengarse contra el color negro de su piel
es no pecar, lo que implica que el pecado es negro y la virtud de no pecar es
blanca. Sobre su imagen negra se crearon muchos mitos como el que era un
blanco, nacido de una reina blanca y de un esclavo negro, y que se convirtió en
negro en la edad adulta148. Entre la información recogida sobre la vida de San
Benito en el pueblo de Bobures, en Venezuela, aparece entre otras la siguiente
versión que no coincidencialmente se sitúa en la misma línea de Repelón y
México, alguien las echó a andar y a circular en los lugares donde se le rendía
culto y devoción.
Él era un niño alemán, de ojos azules, blanco, blanco. Está negro ahora
porque a él lo perseguían mucho las mujeres y él no quería hacer nada
con ellas, él todo lo quería con Dios. Él se ponía a orar y las mujeres
lo perseguían y le tiraban flores. Entonces fue donde Dios y le pidió un
horrible color pa’ huile a las mujeres y entonces Dios le dijo que cómo
hacía él, que ese era su color natural, que a él no podía cambiarle su
color y sin embargo, de eso él iba a ver149.
75
Dolcey Romero Jaramillo
Era bonita esa cara que tenía, la cara negra pero bonita152.
76
San Benito de las Palomas: Huella Afrodiaspórica e Identitaria en el Caribe Colombiano
A San Benito hay que valorarlo, debemos valorarlo porque sosmos ne-
gros como él158.
155. Ibíd.
156. ROJAS TREJO. Op. cit., p. 9.
157. DUQUE. Op. cit., p. 83.
158. Gregoria Carrillo Cabarcas. Entrevista. Repelón, 16 de mayo de 2013.
77
ANEXOS
ANEXO 1
Percepción de la imagen de San Benito en las distintas partes del mundo en
donde se guarda la devoción. División iconográfica de acuerdo a los elemen-
tos y la vestimenta que porta.
79
80
81
B. La vestimenta en la imagen
82
83
C. Con el Niño Jesús
84
85
D. Diversas expresiones, entre ellas la de la abundancia
y la cosecha correspondiente a la de los panes
86
87
88
ANEXO 2. SAN BENITO DE LAS PALOMAS
89
En el pueblo
En la procesión
90
En el pueblo
91
Adalberto Sarmiento “Chiquitera” y Rogelio Julio “El Cata”,
dinamizadores de la devoción de San Benito
92
Procesión
93
VICISITUDES Y RESISTENCIAS DE LOS ESCLAVIZADOS
DE “ILÍCITA INTRODUCCIÓN” EN EL CARIBE COLOMBIANO
DURANTE EL SIGLO XVIII
Dada la debilidad del imperio español para abastecer de todas las mercancías
necesarias a sus súbditos en las Indias, este monopolio, calificado como absur-
do por algunos investigadores, fue funcional en los primeros años de la colo-
nización. Pero el crecimiento demográfico experimentado en América durante
el siglo XVIII, unido a la incapacidad de España para atender la ampliación
de la demanda del consumo, y la intervención decidida de los comerciantes
extranjeros, hicieron del pretendido monopolio, una temprana utopía.
95
Dolcey Romero Jaramillo • Luis Miguel Caro Barrios • Laineth Romero Echávez
De acuerdo con Manuel Lucena, los piratas pronto comprobaron que, salvo un
golpe de suerte1, la captura de naves españolas cargadas de cueros y azúcares
era un flaco negocio. Se dedican entonces a asaltar las poblaciones costeras
del Nuevo Mundo. Las saqueaban y, finalmente, pedían rescate a sus vecinos
para no incendiarlas, lo que ciertamente aumentaba el botín. No obstante los
beneficios seguían siendo pírricos dada la pobreza reinante en las ciudades.
De estos asaltos y rescates por parte de los piratas fueron víctimas la mayoría
de las ciudades caribeñas consideradas de primera línea dentro del circuito
comercial español.
En nuestro medio las más afectadas fueron Riohacha y Santa Marta, esta últi-
ma debido a su estado de indefensión se la tomaron los llamados “bandidos”
del mar todas las veces que quisieron durante gran parte del período colo-
nial. Pero los rigores de estos ataques, aunque en menor proporción no fueron
inexistentes en Cartagena, pues no obstante que La Heroica contó con el sis-
tema de defensa militar con que España protegió desde finales del siglo XVII
a los puertos considerados por el imperio como fundamentales en su sistema
comercial, como La Habana, San Juan, Veracruz, Portobelo y Santo Domingo,
en ellos también se sintió la acción de los piratas.
96
Vicisitudes y Resistencias de los Esclavizados de “Ilícita Introducción”
en el Caribe Colombiano Durante el Siglo XVIII
CONTRABANDO Y PIRATERÍA
Ante la indiferencia e impotencia de España, a excepción de Cuba, Puerto
Rico y parte de República Dominicana, a partir de la segunda mitad del siglo
XVII las islas antillanas fueron usurpadas por Francia, Inglaterra, Holanda y
Dinamarca, países estos que convirtieron al Caribe en centros de operaciones
piráticas y del contrabando2.
2. MÚNERA, Alfonso. “Ilegalidad y frontera” 1700-1800. En: MEISEL, Adolfo (Comp.). Historia eco-
nómica y social del Caribe colombiano. Barranquilla, Colombia: Ediciones Uninorte, 1994, p. 111.
3. COLMENARES, Germán. Relaciones de mando. Colombia: Ediciones Banco Popular, 1989, Tomo I,
p. 68.
97
Dolcey Romero Jaramillo • Luis Miguel Caro Barrios • Laineth Romero Echávez
98
Vicisitudes y Resistencias de los Esclavizados de “Ilícita Introducción”
en el Caribe Colombiano Durante el Siglo XVIII
Este trabajo, además de mostrar las situaciones a las que se vieron enfrentados
los actores de este tipo especial de contrabando, es decir autoridades, hom-
6. Ibídem., p. 79.
7. Archivo General de la Nación. De ahora en adelante, AGN Contrabando. Tomo VI, 1752, ff. 822-851.
99
Dolcey Romero Jaramillo • Luis Miguel Caro Barrios • Laineth Romero Echávez
8. Ibídem. f. 235.
100
Vicisitudes y Resistencias de los Esclavizados de “Ilícita Introducción”
en el Caribe Colombiano Durante el Siglo XVIII
crímenes más horrorosos, de allí que una de las preguntas obligadas a los im-
plicados en todo proceso de comiso fue:
Si sabían del atroz delito y horrible culpa que cometían los que comer-
cian con cosas y géneros ilícitos, y que igual pena merecen los auxilia-
dores y fomentadores. También los que sabiendo callan y no dan parte
a los jueces9.
9. Ibídem. f. 240.
10. MIRAMÓN, Alberto. “Los negros del Caribe”. Boletín Historia y Antigüedades de la Academia Co-
lombiana de Historia. Vol. XXXI, Nos. 351-352. Bogotá, enero-febrero de 1944.
101
Dolcey Romero Jaramillo • Luis Miguel Caro Barrios • Laineth Romero Echávez
11. Ibídem.
102
Vicisitudes y Resistencias de los Esclavizados de “Ilícita Introducción”
en el Caribe Colombiano Durante el Siglo XVIII
cuales no contaba el erario. Ejemplo de esta situación, fue la del Dr. Joseph
Arturo Berrío, a quien al nombrársele abogado de la Real Audiencia, y juez
subdelegado del virrey para la venta y composición de tierras baldías y realen-
gas en la provincia de Cartagena en 1765, se le concedió permiso para indultar
los negros que encontrara de ilícita introducción en esa provincia12. Fue tanta
la demanda de estos casos, que hubo de crearse un título especial para esta
función, como la de Juez Privado de Indulto para la marca y composición de
negros esclavos de “ilícita introducción”.
En esta isla había dos hombres negros condenados a cadena perpetua, a quie-
nes las autoridades habían decidido cambiar dicha condena por el destierro a
algún lugar en donde les fuera imposible el regreso a Saint Thomas. En medio
de esta decisión llegó el citado capitán, a quien le fueron entregados los reos,
con la condición del destierro14. El capitán, sin ningún recato, los condujo a
Cartagena, donde los negoció con el comandante de ingenieros de dicha ciu-
dad, Manuel Anguamo, con el requisito de mantenerlos ocultos sin salir a las
calles de la ciudad o a su arrabal por no tener marca15. No obstante de estar
prohibido “todo trato y contrato con extranjeros en sus puertos y especial-
mente, el de la compra de esclavos, cuya introducción era prohibida, so pena
de comiso y cárcel para el infractor”16, al capitán no le pasó nada; en cambio
los dos hombres negros tuvieron que soportar el viacrucis de cuatro años en
103
Dolcey Romero Jaramillo • Luis Miguel Caro Barrios • Laineth Romero Echávez
prisión, hasta que estos demostraron que no habían sido esclavos en su lugar
de origen, es decir en Saint Thomas.
104
Vicisitudes y Resistencias de los Esclavizados de “Ilícita Introducción”
en el Caribe Colombiano Durante el Siglo XVIII
y de allí vino a parar a estas costas, que no sabe la población en que lo des-
embarcaron (Sabanilla) y que el motivo de haber sido abandonado aquí es por
hallarse enfermo y de no haber médico que lo curase en la embarcación. Que
en estas costas lo recogió un hombre que posteriormente lo remitió donde el
comandante de guardia de Sabanilla. Que no firma por no saber, y tiene una
edad aproximada de 22 años19. Concluida la declaración, el fiscal de Cartage-
na conceptuó que el referido esclavo debía desempeñarse como marinero de
las embarcaciones reales.
Esta decisión no fue del agrado del comandante de guardia de Sabanilla Dr.
Francisco Alvarado dado que según él, había recibido orden verbal del gober-
nador de curarlo, vestirlo y alimentarlo con la condición de que el negro que-
dara como de su propiedad. Para justificar su descontento mostró una relación
de gastos, a nuestro modo de ver, sobrefacturada, que ascendía a $114, cuyo
desglose es el siguiente:
- Cura de 17 días, manutención y medicación en Barranquilla. 10 ps.
- Conducción de Barranquilla a Cartagena enfermo a donde llegó el 2 de
febrero. Manutención. 12 ps.
- La manutención de 280 días a 2 ps cada día. 70 ps tres mudas de ropas.
12 ps.
- Cura y medicina en el Hospital San Juan de Dios. 10 ps20.
19. Ibídem.
20. Ibídem.
105
Dolcey Romero Jaramillo • Luis Miguel Caro Barrios • Laineth Romero Echávez
106
Vicisitudes y Resistencias de los Esclavizados de “Ilícita Introducción”
en el Caribe Colombiano Durante el Siglo XVIII
cios en peores condiciones que los demás, por el abuso a que fueron sometidos
por carecer de legalidad.
Debido a todo lo anterior, y para evitar ser descubiertos o caer en el ámbito del
comiso, a estas personas se les cambiaba constantemente de lugar. En las em-
barcaciones en que eran transportadas debían enfrentar situaciones similares
a las ya descritas: escondidas o revueltas con harinas, quesos o cerdos, entre
otros artículos. Y lo más dramático, la posibilidad real de ser lanzados al mar
antes de ser descubiertos o dejados en cualquier playa por enfermedad.
107
Dolcey Romero Jaramillo • Luis Miguel Caro Barrios • Laineth Romero Echávez
Con esta autodenuncia, Antonia logra quedar libre de comiso, pasando a ser
esclava del rey, y en cambio se condenó a su más reciente dueño, Nicolás Se-
púlveda, al pago de las costas procesales. Esta actitud de la autoincriminación
fue uno de los mecanismos o formas de resistencia que utilizaron los hombres
negros de “ilícita introducción” para acceder a la libertad o a formas más
humanas de existencia. Como este, reposan en los archivos coloniales varios
casos en que este tipo especial de esclavizado, al igual que los de las minas, el
servicio doméstico, o el de las haciendas, mostraron una actitud contestataria
y de resistencia, que les permitió, a través de la querella judicial o la astucia,
sustraerse de los procesos de comiso, y en muchos casos acceder a la libertad,
o salir de la tutela de sus dueños y convertirse en esclavos del rey.
108
Vicisitudes y Resistencias de los Esclavizados de “Ilícita Introducción”
en el Caribe Colombiano Durante el Siglo XVIII
Tal fue el caso de la mujer bozal libre de Guinea, Gerbacia Guillén, quien
por su corta vista, y por no poder realizar el trabajo de lavandera, tuvo que
dedicarse a la venta ambulante de géneros de tela que a la postre resultaron ser
de contrabando, delito por el cual fue encarcelada29. De su declaración quedó
claro que:
28. Ibídem.
29. AGN. Contrabando. Tomo V, 1796, ff. 317-330.
109
Dolcey Romero Jaramillo • Luis Miguel Caro Barrios • Laineth Romero Echávez
30. Ibídem.
31. Ibídem.
32. Ibídem.
110
Vicisitudes y Resistencias de los Esclavizados de “Ilícita Introducción”
en el Caribe Colombiano Durante el Siglo XVIII
33. Ibídem.
111
UN CASO DE CIMARRONAJE URBANO
EN LA BARRANQUILLA DEL SIGLO XVIII
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
Dentro del conjunto de opciones y caminos que le permitió a los afrodescen-
dientes escapar de la esclavización y acceder a la libertad, estuvo el cimarro-
naje. Este, de acuerdo al espacio en que se desarrolló y al número de personas
que decidían huir de la esclavitud, se clasificó en individual, colectivo, rural y
urbano. Barranquilla, al igual que otras poblaciones, se convirtió en epicentro
de fascinantes procesos de cimarronaje.
A finales del siglo XVIII, la actual capital del departamento del Atlántico ya
se había convertido en la población más importante del entonces partido de
Tierradentro. De acuerdo con el censo de 1777, este sitio albergaba en su
interior a 2633 almas, población que se constituía en ese momento en la más
alta de dicho partido; 42 de estos habitantes eran hombre y mujeres negras
esclavizadas*.
* José Agustín Blanco, el investigador que más información ha recopilado sobre el pasado colonial de
Barranquilla, considera que en su remoto origen, esta no es el resultado de un acto formal, expreso
y único de fundación, plasmable en una diligencia escrita y firmada por diez o veinte funcionarios y
personas particulares; sino el producto laborioso de todo un proceso étnico, económico y social de
gentes de los más insospechados horizontes: Cartagena y Mompox; Santa Marta o Ciénaga; la penín-
sula Ibérica o las Canarias; las haciendas de Tierradentro con sus vaqueros, corraleros o esclavos de
Guinea o Angola; la “nación” Jolofo, Bram o Arará o Carabalí.
Las investigaciones del citado historiador, sobre todo El norte de Tierradentro y los orígenes de Ba-
rranquilla, evidencian que la presencia de hombres y mujeres negras en esta ciudad se da paralela-
mente con los procesos embrionarios que condujeron a la aparición de la que es hoy la capital del
departamento del Atlántico. Es decir, los afrodescendientes estuvieron presentes en este espacio, como
trabajadores, concertados, libres o esclavizados a partir de 1590, no solo en la hacienda de San Nico-
lás, que después devino en sitio de libres y posteriormente en lo que actualmente es Barranquilla, sino
113
Dolcey Romero Jaramillo
Desde sus inicios en el siglo XVI, pero más durante el XVIII, comienzan a
insinuarse los perfiles del caserío que con el transcurrir del tiempo se conver-
tiría en el centro urbano más importante del Caribe colombiano, nos referimos
a su vocación comercial, usufructuando como era de esperarse las bondades
que le ofrecía el gran río de la Magdalena, que a la postre se constituyó du-
rante un largo período en la principal conexión entre el Caribe colombiano y
el interior del país. Es decir, durante el siglo XVIII la economía y la sociedad
de Barranquilla, adquirieron unos contornos determinados por la cercanía al
río, por la agricultura y la ganadería de los alrededores y por las labores ar-
tesanales. En este sentido se articula al comercio lícito e ilícito como puerto
de tránsito entre Cartagena, Sabanilla y Santa Marta y, además, como centro
de distribución de la mercancía hacia el interior, que obligaba el contacto con
Mompox y Calamar1.
también en otras como los Jagüeyes, El Mamón y Santa Cruz. Esta última, por ejemplo, en el siglo
XVI, de acuerdo con lo investigado por José A. Blanco, contó con la presencia de más de 200 esclavos
negros. A mediados del siglo XVII, doña Josefa de Simanca, futura esposa de Nicolás de Barros y de
la Guerra, propietario de la hacienda que dio origen al núcleo urbano que sería Barranquilla, antes
de sus nupcias declaró entre sus innumerables bienes que poseía en la Barranca de Tierradentro los
siguientes esclavos: Juan Jolofo, Gabriel, Sebastián y Antonio Angola, Joseph Criollo, María Arará
y María Carabalí; los apellidos aquí nombrados expresan por sí solos la conexión con los lugares de
donde fueron arrancados en África. Estas son algunas muestras o evidencias que justifican la presencia
temprana de hombres y mujeres negras en el espacio de lo que en la actualidad se ha constituido como
Barranquilla. Al respecto, véase: BLANCO, José Agustín. El norte de Tierradentro y los orígenes de
Barranquilla. Barranquilla: Banco de la República, 1987. Atlántico y Barranquilla en la época colo-
nial. Barranquilla: Ediciones Gobernación del Atlántico, 1994.
1. ZAMBRANO, Milton. “Fundación y establecimiento en el medio natural de Barranquilla 1715-1813”.
En: Historia general de Barranquilla. Sucesos. Barranquilla: Academia de Historia de Barranquilla.
1997, p. 37.
2. BLANCO. Atlántico y Barranquilla en la época colonial. Op. cit., p. 48.
114
Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
De acuerdo con José Agustín Blanco, en un poblado de 389 casas como era
Barranquilla, el exiguo número de 2 albañiles se explicaba porque en su to-
talidad las construcciones eran de techos de palmas y paredes de caña o ba-
hareque. Si hacia 1850, unos 70 años después, Salvador Camacho Roldán
conoció a Barranquilla como un “pajizo poblachón”, es fácil imaginarnos la
arquitectura de ese sitio en 17773.
3. Ibíd., p. 49.
4. El proceso consta de 134 folios y se encuentra en el Archivo General de la Nación, de ahora en ade-
lante AGN, Colonia, negros y esclavos de Bolívar, Tomo XII, ff. 283-417.
115
Dolcey Romero Jaramillo
Nicolás Fester era uno de los pocos negros esclavizados que podemos deno-
minar “atípicos”, dada la ruptura y el distanciamiento que se había operado en
ellos, en relación con las funciones que el Estado colonial les había impuesto.
Nicolás, además de ser oficial de albañilería, sabía leer y escribir, situación
que le permitió manejar relaciones, establecer contactos y hacer uso de las he-
rramientas institucionales, a partir de las cuales, él y otros esclavizados cons-
truyeron con éxito estrategias y caminos de libertad.
* No obstante, la población negra esclavizada utilizó todos los caminos habidos y por haber para romper
las ataduras de la esclavización, no hay duda de que paulatinamente se fueron convenciendo de las
bondades y posibilidades de obtener la libertad por vías diferentes a la rebelión y la confrontación
directa con el establecimiento en general o con los amos en particular. La idea de la liberación por la
vía legal, pasó de ser una utopía a una idea real. La lucha por la liberación a mediano plazo, aceptando
el estatus de esclavo, fue el recurso al que apelaron quienes pensaron también que la libertad podía
conseguirse actuando en la esfera del derecho colonial. De acuerdo con Hermes Tovar (De una chispa
se forma una hoguera, insubordinación y liberación: Nuevas lecturas. Tunja: Universidad Pedagógi-
ca y Tecnológica de Colombia, 1992), para marchar hacia la libertad de los esclavos asumieron que
los mejores caminos estaban más en los instrumentos jurídicos, que en los instrumentos de fuerza y
violencia.
116
Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
ellos durante los siglos XVIII y XIX, reflejan parte de la confrontación diná-
mica que se desarrolló en este período por la libertad o por cambiar de amo,
confrontación que no cesaría sino después de 1851, año en que se produce la
abolición de la esclavitud en nuestro país. En este sentido, los juzgados colo-
niales se convirtieron en espacios a donde acudieron los esclavizados negros
para hacer respetar sus derechos*.
EL PROCESO
Antes de entrar en la sindicación principal, Juan Fester pone de presente el
espíritu bondadoso y paternalista con que supuestamente ha tratado a Nicolás,
asegurando que este nació en su poder, y a fuerza de plata y calor humano le
enseñó a leer y a escribir, como también otros oficios y habilidades, entre las
que se destaca el oficio de albañil del que es un experto oficial.
* En este orden de ideas, es significativo mostrar el reclamo que en la Barranquilla de 1845, le entabló
Timoteo Henríquez a su amo Esteban Márquez:
“Señor personero municipal: Timoteo Henríquez esclavo del señor Esteban Márquez poniéndome
bajo el amparo del ministerio U. Solicito el beneficio de ser manumitido en la próxima celebridad de
este acto filantrópico de la ley de la república. En apoyo de esta solicitud hago presente a Ud. que soy
un hombre que cuento cerca de setenta años, y tengo seis hijos. Mi comportamiento ha sido honrado
sin que mis amos hayan tenido que castigarme pues dedicado siempre a su servicio he merecido su
admiración. Mi salud está arruinada, pues padezco enfermedades crónicas. El derecho del libertador
por tales motivos previene que se prefieran estas cualidades, y en su virtud yo espero que Ud. dis-
pensándome su patrocinio solicite de la junta de manumisión, o Concejo Municipal su redención”.
Barranquilla, marzo de 1845. Archivo del Concejo Municipal de Barranquilla. Libro de 1845 oficios.
Folios 128-129.
5. AGN. f. 286.
117
Dolcey Romero Jaramillo
6. Ibíd., f. 288.
7. LEAL, Bernardo. Matar a los blancos buenos es, luego Chocó acabará. Cimarronaje de esclavos
jamaiquinos en el Chocó 1728. En: Fronteras Nº 2. Bogotá, 1998. Al respecto, véase también el exce-
lente ensayo de QUINTERO RIVERA, Ángel y ÁLVAREZ, Luis Manuel. La etnicidad cimarroneada.
La metodización de ritmos en la música de la contraplantación. En América Negra Nº 8. Bogotá:
Pontificia Universidad Javeriana, 1994. En este trabajo se muestra cómo el término cimarrón fue uti-
lizado en el Caribe insular para designar a los animales que habían sido domesticados pero que vivían
salvajemente: el ganado (vacuno, porcino o caballar) y los perros en estado montaraz. El término se
refirió también a humanos que otros trataron de domesticar. Partiendo de lo anterior, el autor acuña el
concepto de amalgama étnica cimarrona para referirse a los huidos de todos los colores que buscaban
sacudirse de la opresión y los controles coloniales para crear espacios en donde se pudiera vivir en
“paz”. En el Caribe colombiano esta era la situación que se presentó en las rochelas. Al especto véase:
PALACIO DE LA VEGA, Joseph. Diario de viaje: Entre los indios y negros de la provincia de Carta-
gena de Indias en el Nuevo Reino de Granada. 1787-1788. Barranquilla: Ediciones Gobernación del
Atlántico, 1995; para referirse a los indios huidos utiliza el término de “indios incimarronados”.
118
Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
En esta diligencia, al igual que en los demás alegatos y documentos que pre-
sentó en adelante el apoderado de Juan Fester, se insistió en que Nicolás ade-
más de saber leer y escribir y ser oficial de albañilería, tiene el capricho de
buscar nuevo amo, y la costumbre de ausentarse sin motivo.
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Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
En este contexto económico y social, aparece a finales del siglo XVIII el ca-
rolino Código Negro, que amén de aceptar la condición humana del hombre
negro, legisla sobre la necesidad de proporcionarle vivienda, vestido y edu-
cación digna. Le determina unos parámetros a los oficios, abre espacios para
la acción lúdica y crea controles para la esclavización anciana e infantil. El
citado código dedicó en sus artículos finales especial atención a las penas que
debían aplicarse a los esclavizados que desobedecieran e irrespetaran a sus
amos. De acuerdo con la gravedad, el esclavizado podía ser castigado con
prisión, cadena, grilletes, maza, cepo o azotes que no excedieran los 25, con
instrumento suave, que no causara contusión de sangre. En esta misma direc-
ción se establecieron mecanismos para detener los excesos de los amos, entre
los que se encontraban la confiscación del esclavizado y su venta o traslado a
otro amo, esto es, el cambio de amo*.
* Todas estas normas que pretendían el ordenamiento de la vida de los hombres y mujeres negras,
hicieron parte del paquete de las reformas borbónicas tendientes a “proteger” la mano de obra escla-
vizada; ya que en la lógica reformista borbónica, la fuerza de trabajo esclavizada se erigió como el
factor fundamental para incentivar y fortalecer la ya largamente debilitada agricultura. El modelo a
imitar fueron las prósperas plantaciones del Caribe insular. Al respecto, véase LUCENA, Manuel. Los
códigos negros de la América española. Alcalá: Ediciones UNESCO/Universidad de Alcalá, 2000.
11. NAVARRETE, María. “Historia social del negro en Colombia”. En: Etnias, educación y archivos en
la historia de Colombia. Memorias del IX Congreso de Historia. Tunja: Universidad Pedagógica y
Tecnológica de Colombia, 1997, p. 57.
121
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122
Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
Los testigos que aportó Juan Fester eran todos funcionarios de la Corona, lo
cual es un indicador de sus entronques políticos y sociales con los sectores
dirigentes de la Barranquilla de la época. Ellos fueron: Manuel de Arciniegas,
Josef Peñate, Francisco Altahona y Roque Pinedo, corregidores de Barranqui-
lla; Josef de Llanos, corregidor y justicia mayor del partido de Tierradentro;
Santiago de Cardona, alcalde pedáneo y juez de comisión del sitio de Soledad;
Juan García Turín*, administrador de la real renta de correos; Francisco Gar-
cía, escribano de la administración de justicia, y Josef de León, notario.
* Este personaje es ya conocido en la historia del Caribe colombiano. Dirigió el censo que en 1777 se
realizó en el partido de Tierradentro, hoy departamento del Atlántico. Además de este prestigioso
encargo, fue nombrado en 1776 corregidor y justicia mayor de dicho partido.
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SENTENCIA Y APELACIÓN
Los argumentos y evidencias aportados por Nicolás a las autoridades no sur-
tieron ningún efecto, tampoco sus denuncias de no habérsele tenido en cuenta
la declaración de Ortiz que desmentía el robo, lo tardío en el examen médico
ni los grados de consanguinidad, amistad y dependencia de Juan Fester con
sus testigos.
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Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
A mediados del mes de enero de 1788 los padres de Nicolás, Valentina Anto-
nia del Puello, esclava y vecina de Cartagena, y Juan Eugenio Nieto, le envían
sendas cartas en extremo muy oportunas al conde de Pestagua, en las que tam-
bién apelan la sentencia. En ellas, además de plantearle al conde el maltrato
27. COLMENARES, Germán. “Casas, patrones de poblamiento y conflictos sociales”. En: Obras com-
pletas. Variada la selección de textos. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 2000, p. 112.
28. CHAVES. Op. cit., p. 110.
29. AGN. Op. cit., f. 379.
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de que era objeto su hijo, denuncian que el defensor de pobres nunca cuidó el
proceso de Nicolás, y que este “buscó en Cartagena la justicia que no había en
Barranquilla por el crecido caudal de su amo”30. Como se ha podido notar su
entorno familiar era de esclavización, sus padres y su hermana eran también
esclavos, y si bien las relaciones esclavistas rompieron la cohesión familiar,
en el caso que nos ocupa, los lazos con los padres persisten, por lo que jugaron
un papel de primer orden en sus legítimas aspiraciones.
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Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
los testigos de su amo siendo los unos compadres y los otros sus de-
pendientes, comensales y beneficiados era lógico que en su obsequio
hubieran ignorado y silenciado la verdad. Que no es cosa digna por
razones de su oficio ver certificar a un capitán a guerra, a un alcalde
pedáneo, a un administrador de correos y a un notario en materias
ajenas a sus peculiares ministerios, por cuya razón quedan sus certifi-
caciones en unas simples y desnudas exposiciones, no han convalecido
con sus juramentadas ratificaciones, porque este es un modo de testifi-
car reprobado en derecho33.
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Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
Vida licenciosa y sin sujeción es lo que quiere este esclavo, que como
se haya con el oficio de albañil, con el que cuenta para pagar un jornal
seguro a quien lo compre, que es el único medio de sacudir la subordi-
nación y andar a su libertad37.
Ante la insistencia del apoderado de Juan Fester para que se cumpla la senten-
cia de que el esclavo vuelva a su amo con el compromiso de venderlo después
de que trabaje un año en las obras del rey, Nicolás pasa de la apelación a la
solicitud de nulidad del proceso, pues según su criterio el abogado que se le
nombró de oficio no tuvo el tiempo necesario para instruirse en la causa. Por
tal motivo, solicita se le den
vista de los autos para proponer las que favorecen a su justicia, sus-
pendiendo toda ejecución y proveiendo por sí solo como juez de letras,
sin dejarse aconsejar de ningún modo de los asesores como que mi
oposición se termina contra sus pareceres38.
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Dolcey Romero Jaramillo
Si bien esta primera sentencia fue adversa para Nicolás, y sin ser parte activa
de las redes de poder, su experiencia y contacto con estas, le había dado el
saber de manipularlas y aprovecharlas. Por ello, se valió de esta experiencia a
lo largo del proceso en que se vio inmerso, no solo para instruir a su defensor,
sino también para tomar en sus manos las riendas del alegato para autodefen-
derse. Por ello, por medio de varios recursos judiciales en derecho, propios
de peritos en la materia, como la apelación y la nulidad bien fundamentadas,
logró finalmente liberarse de su amo como se había sentenciado en primera
instancia.
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Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
Pero esta solicitud ni siquiera fue respondida, ante lo cual Nicolás, como úl-
timo recurso para no caer de nuevo en las manos de su amo, acude al virrey a
quien le solicita providencia para que se obligue a su amo a cumplir la oferta
que hizo, en el sentido de que
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Este último recurso le cambió el curso al proceso y a la batalla jurídica que por
más de un año venía librando Nicolás para lograr salirse de las manos de Juan
Fester, pues un mes después de la solicitud al virrey, este le ordena al conde de
Pestagua que suspenda la entrega del esclavo hasta que este (el virrey) deter-
mine lo que tuviere por conveniente. En consecuencia, al conde no le quedó
otra alternativa que acatar la orden del virrey.
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Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
Para el fiscal era motivo de sospechas el hecho que Juan Fester le hubiera
gastado tantos esfuerzos en recuperar al esclavo solo por las bondades y las
virtudes de este, siendo que durante todo el proceso lo había tildado de insu-
bordinado, fugitivo y de malas operaciones; si esto era así, sería contradictorio
que lo quisiera tener en su seno. Considera el fiscal que el solo hecho de traba-
jar durante un año a ración y sin sueldo, constituye de hecho un castigo, y no
obstante la decisión tomada por el ilustre cabildo de Cartagena en sentenciar
al esclavo, el fiscal se preguntaba si el alcalde ordinario de esta ciudad tenía
potestad para proceder contra Nicolás, cuyo vecindario era Barranquilla, sitio
que estaba fuera de su competencia; y dado que el alcalde tuvo excepción de
jurisdicción pero el cabildo no, el fiscal solicitó que se cumpliera la primera
proposición, la del trabajo por un año en las reales obras, lo cual representaba
una atracción económica que la Corona no estaba dispuesta a despreciar. Este
nuevo elemento comienza a inclinar la balanza hacia Nicolás.
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A esta altura del proceso, y cuando las cosas estaban casi definidas, el apodera-
do de Juan Fester renuncia a su representación y es reemplazado por Anastasio
Gaviria, quien solicitó la nulidad de la decisión, dado que era gravosa para su
defendido. Este recurso hizo que Nicolás protestara nuevamente ante el virrey,
informándole que “desde el 22 de julio de este año su majestad había ordena-
do su traslado a las reales obras de Cartagena pero que estaban a primero de
octubre y aún su superior orden no se había obedecido”44. Además, aprovecha
la oportunidad para solicitar su traslado a la sala de presos del hospital San
Juan de Dios, para que se le tratara una afección en la garganta. Esta nueva
solicitud determina finalmente que el 19 de diciembre de 1788 se cierre este
tortuoso proceso, con el veredicto final que ordenaba el traslado a las reales
obras: “Pásese sin dilación conforme lo mandado anteriormente a las reales
obras de Cartagena a Nicolás Fester, librándose del efecto la correspondiente
orden al gobernador comandante general de la plaza”45.
140
Un Caso de Cimarronaje Urbano en la Barranquilla del Siglo XVIII
* El término muerto civil o muerto social, para designar la situación jurídica del esclavizado es acuñado
por María Chaves, Op. cit., y Christine Hunefeldt. Op. cit.
46. CHAVES. Op. cit., p. 125.
47. Una excelente caracterización sobre la esclavización urbana, su importancia y dimensión la encon-
tramos en HUNEFELDT, Christine. Op. cit. DÍAZ, Rafael. “La manumisión de los esclavos o la pa-
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