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Diego Sztulwark1
Toni Negri nos cuenta la historia apasionante de unos personajes plenamente reales a partir
de un héroe —el propio Negri— captado en diversas dimensiones vitales, contextuales,
militantes y filosóficas. Un héroe fallido, idea que surge de leer una frase clave del
libro: «He resistido y luchado toda mi vida. Ahora me toca volver a empezar».
A Toni Negri lo leemos desde inicios de los años 90, cuando comenzaron a llegar de
España las primeras traducciones de sus trabajos al castellano. Descubríamos en Fin de
siglo (1992) –con introducción de Gabriel Albiac– o en Las verdades nómadas (1996),
escrito en coautoría con Félix Guattari, una serie de tesis tan originales como orientadoras
en un contexto de violentas transformaciones: la caracterización del llamado bloque
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Politólogo por la Universidad de Buenos Aires y coordinador de grupos de estudio de pensamiento político y
filosófico. Escribe regularmente para el blog Lobo Suelto y forma parte del equipo editor de Tinta Limón
Ediciones. Es columnista en Radio La Tribu y miembro socio del Centro de Estudios Legales y Sociales.
socialista, del capitalismo mundial integrado o la querella modernidad/posmodernidad. Se
abría a nuestros ojos un modo nuevo de ser de izquierda, liberado de los esquemas de los
viejos partidos comunistas –en todas sus variantes, incluidas las maoístas y las trotskistas–
y provisto de recursos para confrontar las tendencias a la resignación melancólica de la
derrota. Filosofía y militancia se encontraban de un modo nítido en los procesos de
producción de subjetividad, enraizados, a su vez, en los antagonismos de las relaciones de
producción. Aquellos años de descubrimientos se completan con el estudio de un artículo
suyo en particular, «John Maynard Keynes y la teoría capitalista del Estado en 1929»,
publicado en el segundo número de la revista El cielo por asalto (otoño de 1991), dirigida
entonces por Atilio Borón y Horacio Tarcus, donde interpretaba a Keynes y al
keynesianismo como respuesta reformista del capital a la amenaza de autonomía obrera,
emergente con la Revolución Rusa, y al neoliberalismo como ofensiva global del capital
sobre cualquier compromiso con las fuerzas del trabajo. Con dos décadas de anticipación
a Imperio, Negri ponía en práctica unos procedimientos de periodización desde abajo, un
método de secuenciación que permitía captar las mutaciones productivas, subjetivas e
institucionales a partir de la dinámica determinante de las luchas obreras. Desde entonces
hemos encontrado en los textos de Negri una serie de indicaciones vigorizantes y una cierta
rigurosidad militante para atravesar transiciones de un modo particularmente fecundo.
Luego nos llegaron sus libros teóricos más sistemáticos. Sobre todo El poder constituyente.
Ensayo sobre las alternativas de la modernidad, publicado por primera vez en castellano en
el año 1994, en Madrid. Maquiavelo y Foucault se convertían en operadores centrales de
una apertura del campo jurídico a las prácticas populares, entendidas como productoras de
sociedad. La democracia no debía reducirse a defensa y legitimación, sino a diseño y
creación de un nuevo plano de instituciones, vinculadas a la praxis. Leímos esas páginas
bajo los efectos de las grandes maniobras de resguardo del «poder constituido»: la reforma
a la Constitución argentina en 1994 y la reelección de Menem en 1995. La obra de Negri se
confirmaba como la de mayor sistematicidad teórica y militante a la hora de re-situar la
lucha de clases como principio de inteligibilidad de procesos globalmente presentados
como una fiesta reaccionaria en la que la praxis colectiva sobraba. Cuando más tarde
leímos El tren a Finlandia (en una edición de 1990, con epílogo de Albiac), y conocimos
con mayor precisión algunos de los episodios de su biografía política, ya teníamos plena
conciencia del trayecto de activista, de prisionero y de fugitivo del cattivo maestro.
***
Hay quizás un paralelo entre ambas líneas: la historia, vivida como descubrimiento de los
mecanismos que encienden y estructuran una voluntad de transformación radical –cada
grupo, cada revista–, y los textos. Los cuales a su vez se distinguen entre textos leídos, de
Hegel, Lukács o Merleau-Ponty, y los ya mencionados textos escritos por él. Ambas
dimensiones se fusionan, y la lucha política –lucha estratégica de fuerzas– se intersecta con
el problema del conocimiento. La lucha crea perspectivas de verdad, al mismo tiempo que
la verdad debe ser creada en términos de intervenciones tácticas, consignas e
investigaciones teóricas de largo aliento sobre la producción en su aspecto técnico, el
Estado y el orden jurídico y la constitución de la subjetividad tal y como se pone en juego
en las clases sociales. Esta es también una historia enormemente inspiradora de la
investigación militante.
Traducido, como otros tantos libros de Negri, por su amigo madrileño Raúl Sánchez
Cedillo –autor también de las notas que acompañan esta edición de Tinta Limón y
Traficantes de Sueños, esta historia seguramente tendrá un valor especial para lectores y
militantes jóvenes de contextos no europeos, que, por ser más distantes de las referencias
temporales y espaciales relatadas, serán proclives a poner en marcha su propia imaginación
como recurso indispensable para acompañar a esta epopeya colectiva inconclusa y disfrutar
del escritor que pone en juego una conciencia de balances –más que de confesiones– que
procura dar cuenta de sus propias evoluciones y rupturas, como si fuera posible confirmar
así el destino o la justicia de lo hecho y de lo dicho.