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Perú: asedio ultraderechista a la victoria popular

Johnatan Fuentes

Para frenar la andanada fujimorista y abrir un nuevo ciclo de cambios profundos en Perú
solo hay un camino: unidad, unidad y más unidad.

Pedro Castillo, profesor rural y sindicalista de izquierda, es el virtual triunfador de la


segunda vuelta del pasado 6 de junio en Perú. Con un 50,13 % de votos válidos frente al
49,87 % de Keiko Fujimori, el estrecho margen de alrededor de 44 mil votos se ha
convertido en pretexto para el despliegue de maniobras fraudulentas por parte de la
ultraderecha, que no cesa en sus embates contra la democracia.

El relato espurio del fraude en mesa

A más de una semana del balotaje, la dilatación de la proclamación oficial de Castillo


por parte del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) refleja las maniobras fraudulentas
del fujimorismo, que no acepta su derrota.

El fujimorismo comenzó a hablar fraude sin atribuir responsabilidad directa a los


organismos electorales, pero sí acusando a PL de cometer actos irregulares. Solicitaron
134 recursos de nulidad de actas electorales (aproximadamente, cada acta comprende
300 votos) en el plazo estipulado por la legislación electoral e intentaron solicitar 806
nulidades más que no fueron admitidas debido al plazo perentorio. A la fecha, el 68 %
de las nulidades ingresadas conforme ley fueron declaradas improcedentes por parte del
Jurado Electoral Especial (JEE).

Fuerza Popular es consciente de que no cuenta con la correlación necesaria en las


instituciones electorales para perpetrar un fraude en tiempos regulares. Pero, sobre todo,
sus argumentos son inválidos y sumamente racistas: el objetivo, en general, pasa por
invalidar el voto rural. El relato del fraude en mesa es construido y reforzado con apoyo
de los grandes medios de comunicación, a la vez que se procura construir un
movimiento social ultrareaccionario con ribetes fascistas. Y los estudios jurídicos de
abogados corporativos de Lima se han puesto rápidamente al servicio de tal andanada.

El golpe institucional en curso

En su maniobra dilatoria, Fuerza Popular ha solicitado la auditoria informática de la


digitalización de las actas electorales a los organismos electorales. Además, ha indicado
que apelará la decisión del JEE respecto a las nulidades declaradas improcedentes por el
organismo electoral. También hay en curso una judicialización del proceso electoral,
que apunta a generar las condiciones para un golpe institucional. Un golpe institucional
que, en última instancia, persigue debilitar al nuevo gobierno para arribar lo más rápido
posible a una situación de vacancia presidencial.

El exparlamentario Victor Andrés García Belaunde, del partido Acción Popular y


artífice en las sombras de la aventura destituyente contra Vizcarra en noviembre de
2020, ha deslizado la posibilidad de convocar a nuevas elecciones ante el escenario de
incertidumbre prolongada. El exgeneral y congresista electo por Renovación Popular,
Jorge Montoya, ha escalado aún más en las expresiones golpistas, sosteniendo que es
necesaria la revocación de las autoridades del JNE y la ONPE, la nulidad de los
resultados del balotaje y la convocatoria a nuevas elecciones con auditores
internacionales.

El periodista Phillip Butters, de Willax Televisión, ha instado a desconocer al presidente


en funciones Francisco Sagasti y tomar por asalto el palacio de gobierno, en un llamado
abierto a un golpe de estado clásico, recurriendo a una imitación mediocre del asalto al
Capitolio por las huestes de Trump en Estados Unidos. Y es que en la elucubración
afiebrada de estos mercenarios mediáticos, el gobierno es cómplice del supuesto fraude
en mesa. El trumpismo a la limeña, atrincherado en Willax, donde un periodista ha
llegado incluso a llamar a matar a un congresista electo por Perú Libre, es la expresión
más recalcitrante y degradada de la ultraderecha peruana.

Las movilizaciones reaccionarias han levantado la cabeza del fascismo peruano, que
reedita los marcadores sociales de la extrema derecha mundial. Aunque algunos sectores
liberales se vienen desgajando de la andanada fujimorista, tienen cierta responsabilidad
en la consolidación de los grupúsculos fascistas en las calles de Lima y del golpe
institucional en curso.

La defensa del triunfo popular

Hace unos días que varios excandidatos presidenciales de derecha vienen


pronunciándose sobre la coyuntura política o manteniendo reuniones con Pedro Castillo.
Tal ha sido el caso de Daniel Salaverry o George Forsyth. Julio Guzmán, del Partido
Morado, ha reconocido a Pedro Castillo como presidente electo. Incluso César Acuña,
de APP (conocido por su pueril oportunismo), ha declarado estar de acuerdo con la
convocatoria a una Asamblea Constituyente. Todo esto indica un cambio parcial en la
correlación de fuerzas y cierto aislamiento del fujimorismo.

Por su parte, distintas delegaciones del campesinado del sur andino y la sierra central,
partidarias de Perú Libre, se dirigen en estos momentos a Lima para defender su voto
ante la ofensiva fujimorista y el intento de golpe racista por parte de las élites limeñas.
Vienen organizando vigilias en el frontis del Jurado Nacional de Elecciones y en el local
de campaña central de Perú Libre, al tiempo que participan de las movilizaciones en
defensa del triunfo popular.

Pero el movimiento popular peruano no cuenta —por ahora— con una dirección política
clara que le permita afrontar este escenario vertiginoso e incierto con mayor
contundencia. Sin embargo, ha dado sobradas muestras de estar dispuesto a luchar en
defensa de la democracia y contra treinta años de continuismo neoliberal, demostrando
ser portador de una mística solidaria ante el atropello oligárquico que resiste en Lima,
su último bastión. Para frenar la andanada fujimorista y abrir un nuevo ciclo de cambios
profundos en Perú solo hay un camino: unidad, unidad y más unidad.

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