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“No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de JAH.” Salmo 118:17.

¡Esta es una hermosa certeza! Sin duda estaba basada en una promesa, susurrada
interiormente en el corazón del Salmista, a la que se aferró y que disfrutó. ¿Es mi caso
semejante al de David? ¿Estoy deprimido porque el enemigo me insulta? ¿Multitudes
están en contra mía, y sólo unos cuantos de mi lado? ¿Me pide la incredulidad que me
acueste y muera en la desesperación, como un hombre derrotado y deshonrado? ¿Mis
enemigos comienzan a cavar mi tumba?

¿Qué pasará entonces? ¿Cederé al susurro del miedo, y renunciaré a la batalla, y con
ello renunciaré a toda esperanza? Lejos esté de eso. Hay vida en mí todavía: “No
moriré.” El vigor retornará y quitará mi debilidad: “viviré”. El Señor vive y yo también
viviré. Mi boca será abierta otra vez: “Contaré las obras de JAH.” Sí, y hablaré de la
tribulación presente como de otro caso de la fidelidad que obra maravillas y del amor
del Señor mi Dios. Aquellos que quieren tomar mis medidas para hacer mi féretro
harían mejor en esperar un poco; pues “Me castigó gravemente JAH, mas no me entregó
a la muerte.” ¡Gloria sea dada a Su nombre por siempre! Yo soy inmortal hasta que mi
obra sea completada. Mientras el Señor no lo quiera ninguna bóveda podrá encerrarme.

1 Corintios 15: 50-58.

Ayer estuve visitando a un ser muy querido en el hospital, llegue como a las dos y treinta de la
tarde, poco a poco fue llegando toda la familia. A las cinco y cuarentaicinco de la tarde, este
familiar muy querido dejo de respirar y fue dado por muerto. Lo asombroso de todo esto es
que la esposa, una señora que promedia los ochenta años, los hijos y los nietos no se
derrumbaron ante la partida del Nono querido. Me dieron la oportunidad de orar, de leer la
Biblia y presentar una reflexión para la familia; pero realmente, la fortaleza de los allí
presentes, me es un motivo de reflexión.

Oseas 13:14 “Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol” ¿A qué muerte se
está refiriendo esta profecía?

– La vida humana tiene un terrible peligro: está en contacto con el pecado; pero al mismo
tiempo tiene la oportunidad de escoger si se queda o no con ese pecado. “SI confesamos
nuestros pecados, EL es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad” dice 1 Juan 1:9 refiriéndose a lo que el Señor Jesús hace por cada uno de nosotros.
Ahora bien, esa vida humana, perdonada o no, inevitablemente va a morir, y ese es el terror
del ser humano. Hoy hay medicamentos y tratamientos que alargan un poco más la existencia;
pero de todas maneras va a dejar de ser. ¿Saben por qué? 1 Corintios 15:50 “La carne y la
sangre no pueden heredar el Reino de Dios” La Palabra de Dios nos dice que así como somos
“no podremos entrar al Reino de Dios”

¿A qué muerte se está refiriendo Dios a través del profeta Oseas?

1 Pedro 2:24 “Estando muerto a los pecados, vivamos”

– ¿Alguna vez ha visto a una abeja después de haber clavado su aguijón a alguien? Es como
uno mosca inofensiva y cansada.

– ¿Alguna vez ha visto como juegan algunos con las víboras? Le han quitado el aguijón, así las
han hecho inofensivas.

– ¿Sabía usted que la muerte también tiene un aguijón, y que si se la quitamos la hacemos
inofensiva? La muerte sin el aguijón no es nada, no existe.

1 Corintios 15: 55-56 ¿Dónde está, oh muerte tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya
que el aguijón de la muerte es el pecado”

Realmente no es la muerte la que debe preocuparnos. Es el aguijón. “Estando muerto a los


pecados, vivamos” La muerte sin el pecado es vida eterna.

== Ahora comprendo por qué la familia del Nono permaneció firme.

Pero la muerte con el aguijón es muerte eterna.

1 Corintios 15: 54c “Sorbida es la muerte en victoria” La palabra “sorbida” significa absorbida,
eliminada, consumida, inexistente. Nuestro Señor Jesucristo nos da la victoria, El hace
inexistente la muerte

1 Pedro 2:24 “Quien llevo El mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que
nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos la justicia; y por cuya herida fuisteis
sanados” Mucho más eficaz que los mejores medicamentos que la ciencia médica ha
descubierto para nuestros cuerpos humanos, es el remedio que Dios ha provisto para el
aguijón de la muerte.

1 Corintios 15: 57 “Mas gracias sean dadas a Dios que nos ha dado la victoria (sobre la muerte)
por medio de nuestro Señor Jesucristo”.

Una dama que fue mordida por un perro rabioso no quiso aceptar la vacuna antirrábica, no
creyó en ella, tampoco creyó lo malo de dicha infección; la arrojó al suelo y lo pisoteo. Cuando
le llegaron los inevitables ataques de la hidrofobia, la mujer desespero y reconoció su
ignorancia y terquedad. Rechazo el sacrificio y el costo que se gastó por el medicamento; ya no
hay nada que se pueda hacer, ella sola se había condenado a una muerte horrible.

Usted, ¿va a rechazar al único que nos puede dar la Victoria?

Salvados por la intervención de Jesús

"Aquí no gira entorno a la vida terrenal, sino que se trata de la vida eterna",
explicó el Apóstol Mayor. "Muerte eterna significa separación de Dios". En este
sentido, todos los seres humanos por ser pecadores están condenados a la
muerte. "Entonces vino Jesucristo y nos redimió por su sacrificio".

En seguida hizo una comparación con la adúltera que debía ser apedreada
(Juan 8:3-11): "Entonces vino Jesús e intercedió por ella, y eso la salvó". Y lo
mismo también es válido hoy: "Por la gracia de Jesucristo podemos vivir".

En las pruebas y las frustraciones nunca solos

Pero esto no significa que no tengamos que pasar por pruebas, dijo el Apóstol
Mayor haciendo mención a los tres varones que habían sido condenados a
morir en el horno de fuego (Daniel 3:1-30). Dios les ayudó a soportar las brasas
sin sufrir daño alguno. "Nos ha sido dada esta maravillosa promesa, que los
que le quedan fieles no morirán".

"Queremos vivir conforme al Evangelio de Jesús, pero no siempre lo logramos",


se refirió a Pedro cuando se estaba hundiendo en el lago de Genezaret (Mateo
14:22-32): "Él quería hacer exactamente lo que el Señor le había
encomendado, pero no lo logró". Pero Pedro gritó por ayuda y Jesús lo salvó.
"No tenemos que morir por ser débiles, cuando imploramos humildemente por
gracia".

Aprender a hablar de las obras de Dios

"Nuestra misión consiste en comunicar a los demás las obras del Señor", dijo el
Apóstol Mayor Schneider. "Pero debemos aprender a hacerlo" y mencionó una
serie de ejemplos para la pregunta: "¿Hablamos realmente sobre las obras de
Dios?".

 Cuando Moisés y Elías vinieron a Jesús en el Monte de la


Transfiguración, ambos grandes varones de Dios no hablaron sobre sus actos,
sino sobre lo que obraría Jesucristo. "Hablemos sobre las obras de Dios, no
sobre nuestras propias obras".
 Cuando la comunidad de Jerusalén fue perseguida, los primeros
cristianos no difundieron la noticia de su propio padecimiento, sino que
anunciaron el alegre mensaje de Jesús. "Comuniquemos a todos que Dios ha
hecho grandes cosas en nosotros".
 La Biblia no informa casi nada del delito cometido por el malhechor que
fue crucificado, sino que habla ante todo de la gracia que Cristo le ofreció.
"Hablemos más de la gracia de Jesús y no tanto de los pecados de nuestros
semejantes".
 La comunidad de Corinto estaba dividida porque los creyentes
invocaban a diferentes personalidades y tradiciones. Pero Pablo la exhortó a
hablar una misma lengua y a glorificar al Señor.

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