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Tomo 2 Alessandri Somarriva y Vodanovic
Tomo 2 Alessandri Somarriva y Vodanovic
C. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Código
(C) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Considerando
G. J. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Gaceta Jurídica
sec. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . sección
sent. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . sentencia
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CAPITULO XII
LA PRESCRIPCION ADQUISITIVA
1. DE LA PRESCRIPCION EN GENERAL
765. DEFINICIÓN; CLASES. En el primer tomo de esta obra dedicada a los dere-
chos reales se analizaron los modos de adquirir el dominio llamados ocupa-
ción, accesión y tradición. Toca estudiar el cuarto modo de adquirir: la pres-
cripción, el último que se considerará en este libro, pues la sucesión por
causa de muerte se aborda en las obras de Derecho Sucesorio.
La prescripción, de acuerdo con el artículo 2492 del Código Civil, “es un
modo de adquirir las cosas ajenas, o de extinguir las acciones y derechos
ajenos, por haberse poseído las cosas o no haberse ejercido dichas acciones y
derechos durante cierto lapso de tiempo, y concurriendo los demás requisi-
tos legales”.
De la definición anterior se deduce que la prescripción puede ser adquisi-
tiva o usucapión, y extintiva, liberatoria o prescripción de acciones. La primera
produce la adquisición de la propiedad y los demás derechos reales; la segun-
da opera la extinción de las acciones y derechos ajenos.
La usucapión o prescripción adquisitiva es, pues, un modo de adquirir la
propiedad de una cosa por su posesión continuada en las condiciones y
tiempo determinados por la ley. Los demás derechos reales también pueden
adquirirse por la usucapión.
La prescripción extintiva es la extinción de las acciones o derechos por no
ejercitarlos su titular durante el tiempo señalado por la ley y siempre que
concurran otros supuestos que ésta considera. La extinción del derecho o la
acción es consecuencia de la prolongada o reiterada inercia del titular que
no usa o ejercita su derecho o acción. Ocurre al revés en la usucapión o
prescripción adquisitiva, en que el prescribiente gana el dominio de la cosa
ajena por su actividad o diligencia posesoria.
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10 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
768. RAZONES EN VIRTUD DE LAS CUALES LA PRESCRIPCIÓN ESTÁ TRATADA AL FINAL DEL
CÓDIGO. El hecho de que la prescripción se encuentre tratada al final del
Código, tiene una justificación histórica y psicológica: histórica, porque ahí
se ocupa de ella el Código francés; psicológica, porque, como con mucha
razón ha dicho un autor, el legislador quiso cerrar su obra, coronarla, con
una institución como la prescripción, que viene a estabilizar y dar garantía a
todos los derechos contemplados dentro del Código.
1 Véase la Memoria de Prueba de HÉCTOR MÉNDEZ, Reglas comunes a toda prescripción, Concep-
ción, 1944.
12 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
que Heine (1797-1856), que estudió derecho con cierto asco físico, decía que
sólo un pueblo como el romano, formado por bandidos y picapleitos, era
capaz de inventar la prescripción y consagrarla en sus leyes, principalmente
en el Corpus Iuris Civilis, “ese libro único, cruel e infernal, que nos sentiría-
mos tentados de llamar la Biblia del Diablo”. También hace notar “la justa
repugnancia con la que el viejo Derecho germánico estigmatiza la prescrip-
ción; en la boca del campesino de la Baja Sajonia –agrega Heine– todavía
vive el bello y emocionante refrán: “Cien años de injusticia no hacen un año
de justicia” (Hundert Jahre Unrech machen nicht ein Jahr Recht).
Así, pues, es categórica la condenación del que, con Goethe, es el más
grande de los líricos alemanes y, según los peritos, el autor del mejor poema
escrito sobre el mar, llamado precisamente El mar del Norte.
Pero los juristas, no influenciados por el ritmo de las olas, en su inmensa
mayoría justifican la prescripción por razones de orden social y práctico. La
seguridad social exige que las relaciones jurídicas no permanezcan eterna-
mente inciertas y que las situaciones de hecho prolongadas se consoliden.
Por eso ha sido llamada la prescripción patrona del género humano. Es evidente
que se asegura la paz social si, transcurrido cierto tiempo, a nadie se consien-
te, ni siquiera al antiguo propietario, atacar el derecho del que actualmente
tiene la cosa en su poder. Por otra parte, hay un fondo de justicia en recono-
cer derecho al que ha sabido conservar la cosa y la ha hecho servir o produ-
cir, y en desconocer toda pretensión al propietario que no se ha ocupado de
ella. Por eso también puede decirse que uno de los varios fundamentos de la
prescripción es la presunción de que abandona su derecho el que no lo
ejercita, pues no demuestra voluntad de conservarlo. Y todavía resulta útil
sancionar con la prescripción al titular del derecho que lo pierde por su
negligencia.
La prescripción adquisitiva tiene además un fundamento práctico, espe-
cialmente en países como el nuestro, en que la inscripción en el Registro del
Conservador de Bienes Raíces no prueba el dominio. Para demostrar su
derecho, el actual poseedor debería demostrar el derecho de propiedad de
sus antecesores y de los antecesores de éstos, y así sucesivamente en una
cadena ininterrumpida: no bastaría al actual propietario presentar su título;
debería también probar que sus antecesores tenían el derecho de propiedad,
como asimismo el antecesor del antecesor y así sucesivamente, porque sabido
es que nadie puede transferir ni transmitir más derechos de los que tiene,
por manera que bastaría que uno de los causantes en esta escala infinita no
hubiera sido propietario para que el actual titular tampoco lo fuera. Fácil es
comprender las dificultades de semejante prueba, llamada con toda propie-
dad infernal (probatio diabolica), y fácil es también darse cuenta de la injusti-
cia que significaría no reconocer al actual titular su derecho porque uno de
sus remotos predecesores, de cincuenta, cien o doscientos años atrás, carecía
de derecho. La prescripción subsana todos los inconvenientes, pues basta
con acompañar, por lo general, títulos de diez años para probar el derecho
que se alega.
Por lo demás, puede que hasta el remoto predecesor hubiera tenido
derecho, pero que la prueba se haya esfumado por el largo tiempo transcu-
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 13
rrido. Mientras más tiempo pasa, la prueba se torna más difícil: “la memoria
se oscurece, los testigos mueren, el papel se pone amarillento, la tinta se
descolora. Y ¿dónde pondremos los archivos en que se amontonan día a día
los delgados escritos que sirven para probar las menores de nuestras preten-
siones?”2
En realidad, como dice el profesor belga René Dekkers, “la prescripción
es la compensación o reparación que el tiempo nos debe por las pruebas que
nos arrebata”.3
Puede que algunas veces la prescripción encubra o ampare una expolia-
ción: cuando aprovecha a un poseedor sin título y de mala fe, a un usurpa-
dor. Pero estas situaciones son raras y, en todo caso, es culpa del verdadero
propietario que en un tiempo largo ha sido indolente para reclamar su pro-
piedad. Hay razón para que el legislador piense que el dueño consentía en
ese estado de cosas y, por consiguiente, en la enajenación implícita de su
derecho. Una ley romana decía que es difícil presumir que no enajena quien
ha consentido que se usucapiese: “vix est enim, ut non videatur alienari qui
patitur usucapi” (Digesto, lib. 50, tít. 16, ley 28).
En fin, la prescripción desempeña una función social de gran importan-
cia; permite consolidar los derechos y asegura la paz social.
2 DEKKERS , Précis de Droit Civil Belge, tomo I, Bruxelles, 1954, pág. 850.
3 Idem.
14 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
773. RENUNCIAS EXPRESA Y TÁCITA. Según el artículo 2494 del Código Civil, la
prescripción puede ser renunciada expresa o tácitamente.
La renuncia es expresa cuando se hace en una declaración explícita.
Es tácita cuando el que puede alegarla realiza un hecho o acto que implica
reconocer el derecho del dueño o del acreedor; por ejemplo, cuando cumpli-
das las condiciones legales de la prescripción, el poseedor de la cosa la toma en
arriendo, o el que debe dinero paga intereses o pide plazo, o el que es deman-
dado permite que se le condene sin invocar a su favor la prescripción.
4 TORRENTE Y SCHLESINGER, Manuale di Diritto Privato, Milano, 1981, párrafo 40, pág. 90.
5 Sin embargo, una sentencia de la Corte Suprema de 29 de mayo de 1911, identifica el poder
de enajenar de que habla el artículo 2495 con la capacidad legal o de ejercicio definida por el
art. 1445 del mismo C. Civil (R., t. 9, sec. 1a. , pág. 139).
16 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
778. 3) PERSONAS QUE PUEDEN PRESCRIBIR Y CONTRA LAS CUALES SE PUEDE PRESCRI-
BIR.El artículo 2497 da la última regla general aplicable a ambas prescripcio-
nes: las reglas relativas a la prescripción se aplican igualmente a favor y en
contra del Estado, de las iglesias, de las municipalidades, de los estableci-
mientos y corporaciones nacionales, y de los individuos particulares que tie-
nen la libre administración de lo suyo.
Esta disposición vino a poner término a una situación de desigualdad que
existía anteriormente: tanto las iglesias como el Fisco se encontraban en
situación privilegiada respecto de los plazos de prescripción.
2. LA PRESCRIPCION ADQUISITIVA
I. DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS
782. REGLA GENERAL. La regla general es que las cosas sean susceptibles de
prescripción; sólo por excepción hay cosas imprescriptibles.
18 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
6 C. de Ap. de Valparaíso, 20 de septiembre de 1988, Gaceta Jurídica Nº 99, sent. 2, pág. 48 (C.
4º pág. 49).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 19
respectivas, de las aguas lluvias que corren por un camino público y torcer su
curso para utilizarlas. Ninguna prescripción puede privarle de este uso”
(art. 11).
7 C. de Ap. de Santiago, 20 de agosto de 1990, R. de D. y J., tomo LXXXVII, sec. 2a., pág. 163
(considerandos 2º a 8º, págs. 164 - 165).
20 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
8 Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, tomo XVII, Santiago, 1944, Nº 2350, pág. 57;
véase también el tomo VI de esta obra, Santiago, 1930, pág. 516.
Además de C LARO SOLAR, son partidarios de la tesis positiva: el ex profesor de la Universidad
Católica de Chile VÍCTOR DELPIANO, Naturaleza jurídica de la adjudicación, Memoria de Prueba, Santia-
go, 1933, pág. 135; el magistrado judicial don CARLOS BOTACCI, La prescripción entre comuneros, Memo-
ria de Prueba, Santiago, 1942, pág. 54; el ex profesor RAMÓN M EZA BARROS, Manual de la sucesión por
causa de muerte, Santiago, 1978, Nº 664, pág. 440.
9 Sostiene la tesis negativa MARCOS SILVA BASCUÑÁN, La partición de bienes, 3a. edición, Santiago,
1948, Nº 37, pág. 35.
22 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
en buena parte en el artículo 730 del Código Civil, adaptando su pauta. Esa
disposición preceptúa:
“Si el que tiene la cosa en lugar y a nombre de otro, la usurpa dándose
por dueño de ella, no se pierde por una parte la posesión ni se adquiere por
otra; a menos que el usurpador enajene a su propio nombre la cosa. En este
caso la persona a quien se enajena adquiere la posesión de la cosa y pone fin
a la posesión anterior. Con todo, si el que tiene la cosa en lugar y a nombre
de un poseedor inscrito, se da por dueño de ella y la enajena, no se pierde
por una parte la posesión ni se adquiere por otra, sin la competente inscrip-
ción”.
B. Posesión
785. NECESIDAD DE UNA POSESIÓN CON ÁNIMO DE SEÑOR O DUEÑO. Sólo la verdade-
ra posesión, la que se ejerce con ánimo de señor o dueño, conduce a la
adquisición de la propiedad por prescripción. Por eso, los simples detentado-
res o meros tenedores, que reconocen dominio ajeno, no pueden prescribir,
como tampoco los que se aprovechan de la omisión de los actos de mera
facultad del dueño o de los actos de mera tolerancia del mismo.
787. A CTOS DE MERA FACULTAD. Se llaman actos de mera facultad los que cada
cual puede ejecutar en lo suyo, sin necesidad del consentimiento de otro
(art. 2499, inc. final). El no ejecutar un acto a que faculta el derecho de
que se es titular, nada puede envolver a favor de un extraño. Así, el que
durante muchos años dejó de edificar en un terreno suyo, no por eso
confiere a su vecino el derecho de impedirle que edifique (art. 2499, inc.
2º). No podría este último alegar, por ejemplo, que desde hace más de
quince años gozaba de una vista a través del predio no edificado y que,
por consiguiente, adquirió la servidumbre de no edificar, de impedir que
el otro edifique, pues construir en un predio es un acto de mera facultad
del dueño, de cuya omisión no puede un tercero derivar posesión alguna
que lo habilite para prescribir.
Jesús: “Al que quiera quitarte la túnica, alárgale también la capa”.12 Así, pues,
cada vez que un acto de uso y goce sea considerable, el juez se sentirá
inclinado a mirarlo como de posesión o de ejercicio de un derecho propio
del agente, y no como de mera tolerancia.
De ordinario es también característica de este último, la transitorie-
dad o la intermitencia. Por ejemplo, si una persona, mientras construye
una obra en su terreno, ocupa con los materiales unos centímetros o un
par de metros de la amplia propiedad del vecino, todo inducirá a creer
que esa temporal ocupación se hizo como un acto de mera tolerancia.
Pero no sucederá lo mismo si la ocupación es más extensa y continua,
agregándose la circunstancia de que el ocupante sea constructor. Si no
se prueba lo contrario, el juicio se inclinará a suponer ahí el ejercicio
de un derecho propio o un acto de posesión.
La frecuencia con que se repiten los actos puede o no ser un síntoma de
acto de posesión; depende de diversas circunstancias. El mismo Código Civil
pone como ejemplo de acto de mera tolerancia el que un propietario no
impida que el ganado de su vecino transite por sus tierras eriales o paste en
ellas, hechos que indudablemente han de ser frecuentes, y no por eso el
propietario se impone la servidumbre de este tránsito o pasto (art. 2499, inc.
3º.). Pero si una vez al año llega un sujeto a instalarse por algunos días en la
cabaña que hay en una propiedad de campo, por espaciadas que sean estas
visitas, reiteradas sólo cada doce meses, habrá margen para pensar en un acto
de posesión más que en uno de mera tolerancia, salvo, como en todas las
hipótesis, una prueba en contrario.
El uso público, excluyente y continuo de una cosa, sin oposición de su dueño,
hace presumir que éste presta su aquiescencia y constituye un acto de pose-
sión apto para usucapir, o sea, para adquirirlo por prescripción adquisitiva.
Con mayor razón merecerá este calificativo la construcción de una obra sólida y
estable en el terreno vecino.
e) Cuestión de hecho. En cualquier caso, la verdadera naturaleza del acto
puede probarse por los interesados, y corresponde al juez del fondo resolver
soberanamente si se trata de un acto de posesión o de mera tolerancia. La
cuestión es, pues, de hecho y, por ende, su solución depende de las circuns-
tancias de cada caso concreto.
f) Cesación de la tolerancia. Los tolerantes, como los buenos, pueden dejar
de serlo. Pues bien, nada obsta a que el tolerante en cualquier tiempo decida
no soportar más los actos que dejaba hacer por pura condescendencia. Al
tercero no le sería lícito alegar una presunción de renuncia del tolerante a opo-
nerse a lo que hasta ese momento no rechazaba. Es un principio axiomático
que nadie puede ser constreñido a dejar usar o gozar de su propio derecho a
un extraño, si no tiene al respecto el deber jurídico u obligación de hacerlo, y
esto aunque en el pasado hubiere tolerado el ejercicio del derecho mismo.
C. Transcurso de un plazo
1) Accesión de posesiones
do el artículo 2500, inciso 2º, en armonía con las otras normas del Código,
sólo significa que la herencia, después de muerto el causante, no queda sin
posesión por el hecho de permanecer yacente; terminada la posesión del
causante empieza inmediatamente la del heredero. “Y en este caso no hay
accesión de posesiones porque no se juntan dos posesiones distintas; hay una
sola posesión, la del heredero, que la adquirió desde que fue deferida la
herencia, aunque lo haya ignorado (art. 722), y como, por otra parte, los
efectos de la aceptación o repudiación de una herencia se retrotraen al
momento en que ésta haya sido deferida (art. 1239), resulta inconcuso que la
posesión del heredero comenzó desde que la herencia le fue deferida, sin
que pueda estimarse interrumpida durante el tiempo de la yacencia. Nótese
bien que hemos dicho que no hay accesión de posesiones para el heredero
en cuanto al tiempo en que la herencia estuvo yacente, porque este lapso es
parte integrante de la posesión propia del heredero que comienza desde el
momento mismo en que muere el causante. Si el sucesor agrega la posesión
que tuvo el difunto en vida, entonces sí que hay accesión”.17
c) Las posesiones que se juntan deben ser útiles para prescribir.
“Las posesiones que se juntan deben ser todas útiles para la prescripción
adquisitiva; si una de ellas es inútil, no opera la accesión de posesiones. Sería
inútil, por ejemplo, la posesión iniciada con un acto violento por el que tiene
un título de mera tenencia; o la del que posee clandestinamente habiendo
de por medio un título de mera tenencia.”18
3) La posesión de los antecesores accede con sus calidades y vicios a la del sucesor
que agrega aquélla. “Es facultativo para el actual poseedor unir a su posesión la
del antecesor o la de una serie no interrumpida de antecesores; pero si
realiza tal unión, se apropia de la posesión o posesiones añadidas, con sus
calidades y vicios” (art. 717).
Cuando la posesión del sucesor y la del antecesor son de la misma natura-
leza, ninguna complicación hay. Si ambos reúnen las mismas condiciones
para prescribir ordinariamente, el nuevo poseedor tiene sin duda derecho
para sumar las dos posesiones. Igual ocurre si ninguno de ellos reúne esas
condiciones; ambos sólo podrán alcanzar la prescripción extraordinaria. En
una y otra hipótesis, las dos posesiones sucesivas del causante y el sucesor
pueden sumarse, ya que son de la misma naturaleza.22
Pero si los poseedores sucesivos no se hallan en la misma situación desde
el punto de vista de la prescripción, si uno solo de ellos tiene justo título y
buena fe, surgen complicaciones. Para resolverlas se da una regla sencilla y
práctica: los años útiles para la prescripción extraordinaria no pueden servir
para completar la prescripción ordinaria; pero los años útiles de ésta pueden
contarse para completar los de aquélla.23
Nuestra jurisprudencia ha dicho reiteradamente que la posesión irregular
del antecesor, si se agrega a la del actual poseedor regular, hace irregular la
posesión de este último.24
“Puede suceder que el actual poseedor sólo invoque la posesión de sus
antecesores más próximos, y no la de los más lejanos. En tal caso, la posesión
de éstos, como no accede a la del actual poseedor, ninguna influencia ejerce
sobre ella. Los tribunales han declarado que no habiéndose invocado por el
que alega la prescripción la posesión de uno de sus antecesores, no cabe
considerar los vicios que a ésta puedan afectar.”25-26
4) El sucesor no puede escoger sólo los antecesores que le convengan. “Si el actual
poseedor hace uso de la facultad que la ley le acuerda de poder agregarse a la
propia posesión la del antecesor o la de una serie no interrumpida de anteceso-
res, no podrá, dentro de la serie de accesión, escoger a los antecesores que
Pérdida de la posesión por haber entrado en ella otra persona. Dijimos que el
segundo caso de interrupción natural se produce cuando se ha perdido la
posesión por haber entrado en ella otra persona (art. 2502, Nº 2º). Y sabemos
que se deja de poseer una cosa desde que otro se apodera de ella con ánimo
34 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
de hacerla suya; menos en los casos que las leyes expresamente exceptúan
(art. 726). Tratándose de inmuebles inscritos, mientras subsiste la inscrip-
ción, el que se apodera de la cosa a que se refiere el título inscrito, no
adquiere posesión de ella ni pone fin a la posesión existente (art. 728, inc. 2º).
Por tanto, el apoderamiento material del inmueble inscrito no interrumpe la
prescripción.
29.a-b En este sentido, por ejemplo: C. Suprema, 2 septiembre 1938, R., t. 36, sec. 1a., p. 236; C.
Suprema, 25 abril 1986, R., t. 83, sec. 1a., p. 42.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 35
29.b Por ejemplo, en este sentido: C. Suprema, 18 julio 1955, R., t. 52, sec. 1a. , p. 185.
29.c Couture, Diccionario Jurídico, Buenos Aires, 1976, págs. 210-211 y 507.
36 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
sible que pone de manifiesto el propósito del titular del derecho de instar
por su resguardo, haciéndolo llegar a conocimiento de la justicia.
Los efectos de la interrupción no pueden quedar expuestos a las artes y
maniobras de la parte contraria. Esta, una vez presentada la demanda inte-
rruptora, podría dilatar o dificultar la práctica de la notificación más allá del
plazo de vencimiento de la prescripción, evitando de este modo su interrup-
ción por el recurso que, precisamente, tendía a impedir el progreso del curso
prescriptivo”.30.a
Por la tesis de que la interrupción de la prescripción se produce desde la
notificación de la demanda y no desde la interposición de ésta, se aduce que
este principio resulta de la norma según la cual no puede alegar la interrup-
ción de la prescripción ni aun el que ha intentado el recurso judicial “si la
notificación de la demanda no ha sido hecha en forma legal” (C. Civil,
art. 2503, Nº 1º)30.b
En consecuencia –se agrega– si la demanda se presenta a los tribunales
dentro del plazo de prescripción, pero la notificación de ella se practica
después de vencido dicho plazo, debe concluirse que no hubo interrupción.
Carece de todo asidero legal sostener que la presentación oportuna de la
demanda hace retrotraer a su fecha la de la notificación de ella realizada
después de cumplido el plazo de prescripción.31
A. Efectos de la interrupción
30.a C. Ap. Santiago, 29 octubre 1963, R. t. 60, sec. 2º, pág. 130.
30.b C. Ap. Santiago, 20 diciembre 1950, R. t. 48, sec. 2a., pág. 3; C. Suprema, 7 noviembre 1958,
R., t. 55 sec. 1a. , p. 17; C. Suprema, 26 noviembre 1991, R., t. 88, sec. 1a., pág. 102.
31 Ultima sentencia de la nota anterior.
38 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
porque tanto los actos jurídicos como los actos judiciales son de efectos
relativos.
faltar al título alguno de los requisitos establecidos por las leyes para que
tenga fuerza ejecutiva, no importa obtener la sentencia absolutoria de que habla el
Nº 3º del artículo 2503 del Código Civil que impediría alegar la interrupción
civil de la prescripción de la obligación que emana del mismo título.31.a
A. Prescripción Ordinaria
1) Generalidades
31.a C. Suprema, 17 de noviembre 1948, R. de D. y J., tomo XLVI, sec. 1a., pág. 186.
42 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
a) posesión regular, y
b) el transcurso del plazo que la ley señala (art. 2507).
812. FORMA DE COMPUTAR LOS PLAZOS. En vista del silencio del legislador res-
pecto a la forma de computar los plazos de prescripción, tenemos forzosa-
mente que aplicar las reglas generales, vale decir, los artículos 48, 49 y 50 del
Código.
En otras legislaciones, como la francesa por ejemplo, se dan reglas espe-
ciales para contar el plazo de prescripción. Sin embargo, parece que nuestro
legislador no lo creyó necesario, ya que había dado la regla general en los
artículos 48, 49 y 50.
Podemos decir, en síntesis, aplicando esos artículos, que el plazo de pres-
cripción es continuo, corre sin interrupción incluyendo los días domingo y los
que sean feriados legales, ya que en el Código Civil la regla general es que los
plazos sean continuos.
Además, este plazo es de días completos, y no se cuenta de hora a hora, sino
de medianoche a medianoche, de manera que el primer día no se cuenta.
2) Suspensión de la prescripción
Nótese que gozan del beneficio los menores, emancipados o no, es decir,
tanto los que son hijos de familia como los que no lo son, pues el legislador
no distingue. Por la misma razón, los dementes y los sordomudos están favo-
recidos por la suspensión, hállense o no declarados en interdicción.
819. LAS CAUSALES DE SUSPENSIÓN SON TAXATIVAS. La disposición del artículo 2509
del Código Civil, ¿es o no taxativa? En otros términos, ¿podría alegarse otra
causal de suspensión fuera de las mencionadas en ese artículo? Parece indis-
cutible que sólo se pueda aplicar a esas personas que enumera el artículo y
no a otras; la enumeración es taxativa.
De aquí se colige que aunque una persona se encuentre en la imposibili-
dad absoluta y total para interrumpir la prescripción, no se suspende a favor
de ella.
46 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
B. Prescripción Extraordinaria
823. b) LAPSO DE DIEZ AÑOS. El lapso necesario para adquirir por la prescrip-
ción extraordinaria es de diez años (art. 2511). Este plazo primitivamente era
de treinta años, a partir de la Ley Nº 6.162 de quince y después de la Ley
Nº 16.952 (que comenzó a regir en este punto el 1º de octubre de 1969) de
diez años, contándose según las reglas dadas por el Código en los artículos
48, 49 y 50.
El hecho de que la cosa sea mueble o inmueble es intrascendente.
Y como lo dice el artículo 2511 en forma expresa, el plazo de diez años
corre contra toda persona y no se suspende.
31.b En este sentido: EDUARDO BELMAR C., Sobre la utilidad de la posesión viciosa, artículo publicado
en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLV, sec. Derecho, págs. 27 a 36.
48 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
829. REGLAS APLICABLES. El artículo 2498 del Código Civil dice que se gana
por prescripción el dominio de las cosas corporales raíces o muebles, que
están en el comercio humano, y se han poseído con las condiciones legales. Y
agrega ese mismo artículo 2498: “Se ganan de la misma manera los otros
derechos reales que no están especialmente exceptuados”.
Hasta aquí hemos visto la prescripción, sus reglas y plazos en la adquisi-
ción del dominio. Cabe preguntarse, entonces, ¿qué reglas y plazos de pres-
cripción se aplican a los demás derechos reales? La respuesta la da el artícu-
lo 2512. Según esta disposición, la regla general es que en la prescripción de
los otros derechos reales se aplican las mismas reglas y plazos del dominio.
Así, pues, la prescripción del derecho de hipoteca, usufructo, uso y habita-
ción se rige por las reglas estudiadas.
La Corte Suprema, en una sentencia de 8 de mayo de 1990, declara que
la constitución de una hipoteca por quien no es dueño del bien raíz no
importa una causal de nulidad sino una de inoponibilidad respecto del ver-
dadero dueño y siendo la hipoteca un derecho real (C. Civil, art. 577), ella es
susceptible de ganarse por la prescripción adquisitiva (C. Civil, art. 2498),
cuando no ha sido constituida por el dueño.31.c
Ahora bien, el artículo 2512, después de preceptuar que los derechos
reales se adquieren por la prescripción de la misma manera que el dominio,
y que están sujetos a las mismas reglas, agrega que hay excepciones, que son
las que enunciamos a continuación:
32
En este sentido: H. MÉNDEZ S., ob. cit., págs. 53 a 62, Nos 21 a 27.
33
En este sentido: L. E. CONTRERAS A., De la prescripción extintiva civil, memoria de prueba,
Concepción, 1945, págs. 108 a 117, Nos 335 a 357.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 53
adquisitiva puede alegarse por vía de acción y por vía de excepción;34 otros
resuelven enfáticamente que debe alegarse como acción,35 y, finalmente, al-
gunas sentencias aceptan la excepción de prescripción adquisitiva, pero la
mayoría de las que siguen esta tendencia no agregan que dicha prescripción
debe entablarse necesariamente por esa vía.36
34 Corte Suprema, 17 de octubre de 1918, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XVI, sec. 1a,
pág. 301; Corte Suprema, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXI, sec. 1 a, pág. 595; Corte Su-
prema, 4 de abril de 1946, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLIII, sec. 1 a, pág. 418.
35 Corte de Santiago, 20 de septiembre de 1919, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIX,
sec. 1a, pág. 479; Corte de Temuco, 6 de mayo de 1940, Revista de Derecho de la Universidad de
Concepción, año VIII, Concepción, 1940, pág. 2667 (considerandos 15 a 19, págs. 2673 a 2674);
Corte Suprema, 13 de mayo de 1946, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLIII, sec. 1a, pág. 467.
36 Corte de Santiago, 8 de enero de 1927, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVI, sec. 2a,
pág. 1; Corte Suprema, 12 de enero de 1944, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLII, sec. 1a,
pág. 23; Corte Suprema, 4 de abril de 1946, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLIII,
sec. 1a, pág. 418; Corte Suprema, 15 de diciembre de 1947, Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo XLV, sec. 1a, pág. 324.
37 Sentencia de 6 de mayo de 1940, Revista de Derecho de la Universidad de Concepción, año
VIII, Concepción, 1940, pág. 2667. En el mismo sentido: Corte de Santiago, 20 de septiembre
de 1919, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIX, sec. 1 a, pág. 479.
37.a Sentencia de 9 de septiembre de 1966, R. de D. y J., tomo LXIII, sec. 1a, pág. 336.
37.b Sentencia de 27 de agosto de 1971, R. de D. y J., tomo LXVIII, sec. 2a pág. 52. La Redacción
de esta revista cita aquí, en la nota 8, diversos fallos sobre cómo debe hacerse valer en juicio la
usucapión o prescripción adquisitiva.
54 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
839. QUIÉNES PUEDEN ALEGAR LA PRESCRIPCIÓN. Desde luego, puede alegar la pres-
cripción el poseedor, como quiera que en su beneficio se encuentra estableci-
da. Del mismo modo, los sucesores del prescribiente (herederos, legatarios),
comprendiéndose los cesionarios, que son los que suceden al titular por acto
entre vivos. Pero no puede alegar la prescripción adquisitiva el que es dueño
de la cosa, ya que ella es un modo de adquirir las cosas ajenas.41
¿Puede un acreedor ejercer el derecho de alegar la prescripción que se
opera a favor de su deudor? Se dice que no, porque en nuestra legislación
positiva no hay una disposición general que consagre tal derecho a favor de los
acreedores.42 Hay, sí, una norma especial relativa al fiador, quien puede opo-
ner al acreedor la prescripción renunciada por el principal deudor (art. 2496).
843. CUESTIONES SUSCITADAS POR EL ARTÍCULO 2505. Son dos. La primera plan-
tea el problema de si el título inscrito que habilita para prescribir debe
emanar necesariamente del primitivo poseedor inscrito contra el cual se hace
valer la prescripción; en otras palabras, ¿puede estar totalmente desligado el
título del prescribiente respecto del título en contra del cual se prescribe?
La segunda cuestión consiste en saber si el artículo 2505 se refiere sólo a
la prescripción ordinaria o también a la extraordinaria.
845. a) TEORÍA SEGÚN LA CUAL LAS INSCRIPCIONES DE LOS TÍTULOS DEBEN ESTAR LIGA-
DAS EN ALGUNA FORMA. Afirmación de esta teoría. Aunque la persona que invoca la
prescripción tenga título inscrito, éste no le da la posesión legal necesaria para
prescribir si no se deriva del poseedor inscrito; al establecer el artículo 2505
que contra el título inscrito sólo tiene lugar la prescripción adquisitiva en
virtud de otro título inscrito, se refiere a un título cuya inscripción esté ligada en
alguna forma (real o aparente) con la inscripción del primer título, con la
inscripción del título en contra del cual se aduce la prescripción.
43 LIRA, El régimen de la inscripción conservatoria, alegato, Santiago, 1927, citado por J. HERRERA
SILVA, Nuestro sistema posesorio inscrito, memoria de prueba, Santiago, 1936, pág. 143.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 59
846. b) TEORÍA SEGÚN LA CUAL LAS INSCRIPCIONES DE LOS TÍTULOS PUEDEN ESTAR
DESLIGADAS. a) Afirmación de esta teoría. Para cancelar la inscripción existente y
obtener posesión del inmueble que se pretende prescribir, no se requiere
relación alguna entre la inscripción anterior y la posterior. La prescripción
contra título inscrito es posible a virtud de otro título inscrito, que bien
puede no emanar del poseedor inscrito anterior, sino de un tercero que
enajena como propio el bien raíz y hace entrega material del mismo al
adquirente que inscribe su título de anajenación.
b) Razones. 1) Si bien el artículo 728 establece que para que cese la pose-
sión inscrita es necesario que la inscripción se cancele, sea por voluntad de las
partes, o por una nueva inscripción en que el poseedor inscrito transfiere su
derecho a otro, o por decreto judicial, es de observar que el inciso 2º del
artículo 730 se pone en el caso en que el mero tenedor de ese inmueble
inscrito lo enajene a su nombre, y en este evento el adquirente mediante la
competente inscripción adquiere para sí la posesión poniendo fin a la pose-
sión anterior. Esta competente inscripción no puede ser la que emane del
poseedor inscrito, pues ese caso lo considera el artículo 728 y no es dable
suponer semejante redundancia. Por tanto, es forzoso concluir que la ley al
hablar de competente inscripción se está refiriendo a aquella que se efectúa
de acuerdo con los requisitos exigidos por el Reglamento del Conservador de
48 Sentencia de 8 de enero de 1927, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVI, sec. 2a,
pág. 1.
64 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
co; podrá ser una crítica estimable para modificar la ley, pero no para inter-
pretarla.
En su inmensa mayoría los fallos de los tribunales declaran que contra
título inscrito no hay lugar a prescripción ordinaria ni extraordinaria, sino en
virtud de otro título inscrito; y que el simple apoderamiento no da posesión,
y, por lo tanto, no puede conducir a la prescripción.49
Nótese bien que lo anterior no sirve para amparar inscripciones de papel
contra poseedores materiales de inmuebles no inscritos. A menudo ocurre
que se sabe que una persona es poseedor material de un inmueble no inscri-
to, y entonces un tercero fragua con otro una compraventa de ese bien, y el
supuesto adquirente, previa publicación de avisos, lo inscribe a su nombre;
en seguida, demanda de reivindicación al poseedor esgrimiendo la inscrip-
ción más o menos reciente. Nuestros tribunales han declarado que semejante
inscripción, que no deriva del verdadero dueño y que no representa tampoco
ninguna realidad posesoria, es inepta para desposeer al poseedor material
del bien raíz. Así, por ejemplo, un fallo declara: “Si la vendedora del bien
raíz no inscrito no era dueña ni poseedora del mismo y el comprador lo
inscribió previa publicación de avisos, mal puede prosperar la demanda rei-
vindicatoria de ese inmueble dirigida en contra de quien lo ha poseído mate-
rialmente sin violencia, clandestinidad ni interrupción por más de treinta
años. Para el acogimiento de la demanda habría sido necesario que el actor
acreditase haber adquirido el dominio del bien raíz por tradición. Y en la
especie tal posibilidad no se daba, pues es un hecho de la causa que la
vendedora no era dueña”.50
49 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomos: VII, sec. 1a, pág. 294; XIX, sec. 1a, pág. 102; XX,
sec. 1a, pág. 472; XXX, sec. 1 a, pág. 206; Gaceta Jurídica Nº 137, sent. 2, p. 109, etc.
50 C. Suprema, 7 de agosto de 1971, R. de D. y J., tomo LXVIII, sec. 1a, pág. 230.
APENDICE
Considerando:
67
68 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
DECRETO LEY:
Título I
DISPOSICIONES GENERALES
1 Inciso modificado, como aparece en el texto, por el artículo único de la Ley Nº 18.866, de 5
de diciembre de 1989.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 69
2 Modificado, como aparece en el texto, por el artículo único, letra a), de la Ley Nº 18.148, de
28 de julio de 1982.
70 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Título II
DEL PROCEDIMIENTO
Título III
3 Inciso agregado por el artículo único, letra b), de la Ley Nº 18.148, de 28 de julio de 1982.
72 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Art. 17. Los poseedores de inmuebles inscritos con arreglo a esta ley no
podrán gravarlos ni enajenarlos durante el plazo de un año, contado desde la
fecha de la inscripción.
Los Conservadores de Bienes Raíces deberán inscribir de oficio esta pro-
hibición, la que quedará cancelada, por el solo ministerio de la ley, una vez
transcurrido el referido plazo de un año. Vencido este término, dichos fun-
cionarios deberán alzarlas de oficio, sin necesidad de requerimiento de parte
interesada.
Los mencionados poseedores podrán, sin embargo, constituir en cual-
quier tiempo gravámenes en favor de organismos de crédito estatales o priva-
dos, servicios públicos o instituciones creadas por ley o en las cuales el Estado
tenga participación o representación.
Los poseedores de predios rústicos podrán, asimismo, enajenar el inmue-
ble en favor de los organismos o instituciones mencionados en el inciso
anterior o en beneficio de una persona natural dueña de otra pequeña pro-
piedad agrícola cuya explotación pueda complementarse con la de dichos
predios. En este último caso el cumplimiento de los requisitos mencionados
se acreditará mediante certificado expedido por el Servicio Agrícola y Gana-
dero.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 73
Título IV
Párrafo 1º
De la oposición
Art. 20. La oposición deberá deducirse ante el Servicio dentro del plazo
de treinta días hábiles, contado desde la última publicación a que se refiere
el artículo 11, y deberá contener la individualización de el o los oponentes,
sus fundamentos, los documentos y demás medios de prueba en que se apoya
y las peticiones concretas que se formulen.
Presentada la oposición, el Servicio deberá abstenerse de continuar la
tramitación de la solicitud y remitirá los antecedentes al Juez de Letras en lo
Civil de Mayor Cuantía del departamento en que estuviere situado el inmue-
ble.
Si éste estuviere situado en dos o más departamentos, será juez competen-
te el de cualquiera de ellos. Existiendo varios Juzgados de igual jurisdicción,
será competente el que se encontrare de turno.
Art. 23. El juez dictará sentencia dentro del plazo de diez días hábiles,
contado desde que haya vencido el término probatorio o se hayan cumplido
las medidas para mejor resolver que hubiere decretado.
Párrafo 2º
Art. 26. Sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 19, los terceros po-
drán, dentro del plazo de un año contado desde la fecha de la inscripción
del inmueble practicada por resolución administrativa o judicial, deducir
ante el Tribunal señalado en el artículo 20, las acciones de dominio que
estimen asistirles.
El procedimiento se ajustará a las reglas del juicio sumario establecido en
el Título XI del Libro III del Código de Procedimiento Civil.
Art. 27. Si el Tribunal acogiere la acción a que se refiere el artículo ante-
rior, ordenará la cancelación de la inscripción practicada con arreglo a esta
ley, conservando su plena vigencia las inscripciones que existían sobre el
inmueble con anterioridad a ella.
Párrafo 3º
Art. 28. Sin perjuicio de lo dispuesto en los artículos 19 y 26, los terceros
que acrediten dominio sobre todo el inmueble o una parte de él y que no
hayan ejercido oportunamente las acciones a que se refiere el párrafo 2º de
este título, así como los que pretendan derechos de comunero sobre el mis-
mo o ser titulares de algún derecho real que lo afecte, podrán exigir que
tales derechos le sean compensados en dinero en la proporción que corres-
ponda hasta la concurrencia del valor del predio, manteniendo para estos
efectos sus respectivos privilegios.
La determinación del valor de los derechos a falta de acuerdo de las
partes, se hará por el Tribunal oyendo al Servicio Agrícola y Ganadero o a la
Corporación Nacional Forestal, en su caso, tratándose de predios rurales, y al
Servicio de Impuestos Internos respecto de los inmuebles urbanos. Para los
efectos de la tasación se estará al valor comercial que tenga el bien en la
fecha en que se practique, excluyendo las mejoras adquiridas o realizadas por
el poseedor material. Si la tasación se refiriere a todo el inmueble o a una
parte de él, no podrá ser inferior a su avalúo fiscal total o proporcional,
reducidas las mencionadas mejoras que estuvieren comprendidas en él.
Art. 29. La acción a que se refiere el artículo anterior deberá ejercerse
dentro del plazo de dos años, contados desde la fecha de la inscripción, ante
el tribunal que señala el artículo 20, y se tramitará de acuerdo con las reglas
del procedimiento sumario.
Art. 30. Si la sentencia reconociere los derechos invocados, el valor de los
mismos fijados en ella se pagará, a falta de acuerdo entre las partes, con un
76 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Título V
DISPOSICIONES VARIAS
Art. 31. Los predios rústicos inscritos de acuerdo con las disposiciones de
la presente ley, sólo serán divisibles de acuerdo con las normas legales con-
templadas en el Decreto Ley Nº 752, de 1974, y sus modificaciones.
No se entenderá que hay división, cuando se solicite de acuerdo con esta
ley la regularización de la posesión o la constitución del dominio de un
inmueble que forma parte de otro de mayor extensión.
Art. 32. Las facultades que esta ley confiere al Servicio, podrán delegarse
en sus Directores Regionales, Jefes de Oficinas Provinciales o abogados del
Servicio, mediante resoluciones fundadas exentas del trámite de toma de
razón.
Se entenderá por Servicio, la Dirección de Tierras y Bienes Nacionales, la
que actuará a través del Departamento de Títulos en la forma que determine
el reglamento.
Art. 33. Por decreto supremo, dictado a través del Ministerio de Tierras y
Colonización, podrán señalarse zonas, áreas o regiones de aplicación prefe-
rente de la presente ley.
Las personas que en estos casos no impetraren los derechos que les con-
cede esta ley, podrán hacerlo después, siempre que las disponibilidades y
planes de trabajo del Servicio le permitan atender su solicitud.
Art. 34. Los organismos, instituciones o empresas del Estado y aquellos en
que éste tenga participación o representación, deberán dar preferencia en el
otorgamiento de préstamos o asistencia técnica, a las personas que los solici-
ten para propiedades inscritas a su nombre o que estén en trámite de inscrip-
ción, en conformidad a esta ley.
Art. 35. Las solicitudes de regularización de la posesión de acuerdo con
las normas del presente texto, así como los documentos, escrituras públicas,
inscripciones y sus copias y las demás actuaciones a que dé lugar este procedi-
miento, estarán exentas de todo impuesto fiscal.
Art. 36. El servicio gozará de privilegio de pobreza en todas sus actuacio-
nes.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 77
4 Inciso agregado por el artículo único, letra c), de la Ley Nº 18.148, de 28 de julio de 1982.
5 Letra agregada por el artículo único letras d) y e), de la Ley Nº 18.148, de 28 de julio de 1982.
78 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
DISPOSICIONES T RANSITORIAS
Artículo 1º Las solicitudes que en la fecha en que entre en vigor esta ley se
encontraren en tramitación judicial en conformidad a las disposiciones del
Decreto con Fuerza de Ley Nº 6, de 1968, del Ministerio de Agricultura,
continuarán substanciándose de acuerdo con las normas de ese cuerpo legal.
Las que se encontraren en la etapa de tramitación administrativa, se sujeta-
rán al procedimiento establecido en la presente ley.
Art. 2º Mientras se dicte el reglamento de la presente ley, la Dirección de
Tierras y Bienes Nacionales y el Departamento de Títulos mantendrán las
facultades que les confiere el Decreto con Fuerza de Ley Nº 6, de 1968, en
cuanto no se opongan a las disposiciones de este texto.
850. DERECHOS REALES LIMITADOS; SU RAZÓN DE SER. Los derechos reales limita-
dos o restringidos son aquellos que, comparados con el derecho real patrón,
el dominio, presentan un contenido más limitado o reducido. El usufructo,
por ejemplo, otorga al usufructuario las facultades de uso y de goce, pero no
la de consumo o destrucción de la cosa.
Como señala la doctrina, los derechos reales limitados se inspiran en un
principio de solidaridad social: las cosas objeto de dominio son útiles en
primer lugar al propietario, y por su mediación, a la economía nacional; pero
en ciertos casos pueden y deben prestar también utilidad a otras personas,
aunque en menor medida que la que da el dominio pleno.
851. CLASIFICACIÓN DE LOS DERECHOS REALES LIMITADOS. Los derechos reales limi-
tados se clasifican en dos grandes categorías: derechos reales limitados de goce
y derechos reales de garantía. Los primeros son los que permiten el uso directo
de la cosa; los segundos son los que facultan la utilización indirecta de la cosa,
esto es, su valor de cambio, para el caso de que no se cumpla la obligación
cuya ejecución garantizan.
79
80 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Por excepción, ciertas cosas muebles, como las naves aéreas y los buques y
artefactos navales de más de cincuenta toneladas de registro grueso, inscritos
en los respectivos Registros de Matrícula, son susceptibles de hipoteca, con-
forme a lo que expusimos en el tomo I de este tratado al estudiar la tradición
de los muebles registrados.
La prenda y la hipoteca confieren al acreedor, además del derecho de
persecución –común a todo derecho real–, el llamado derecho o facultad de
realización de valor, que permite al acreedor, una vez vencida la obligación, a
instar, en conformidad a la ley, la venta de la cosa garante, a fin de poder
cubrir y percibir el importe íntegro del crédito con el producto de la venta.
854. EL CENSO. Los derechos reales de garantía que hemos visto anterior-
mente, la prenda y la hipoteca, sirven para caucionar cualquier derecho
personal o crédito; hay también otro derecho real que desempeña la función
de garantía, pero sólo para un derecho personal determinado, con el cual
forma una unidad institucional: es el censo. Veamos esquemáticamente su
configuración jurídica.
Dice el Código Civil que se constituye un censo cuando una persona (cen-
suario) contrae la obligación de pagar a otra (censualista) un rédito anual reco-
nociendo el capital correspondiente, y gravando una finca suya con la responsa-
bilidad del rédito y del capital (art. 2022). Ejemplo: Primus vende a Secundus
una finca en determinada suma de dinero, conviniéndose que esta suma siga en
poder del comprador, el cual constituye un censo, es decir, contrae la obligación
de pagar un rédito o canon anual al vendedor, gravando la finca.
No hay obligación de devolver el capital; el censuario que está al día en el
pago de los cánones puede hacerlo si voluntariamente lo quiere, y en tal caso
la carga del censo se redime (arts. 2029, 2030 y 2039).
Correlativo a la obligación de pagar los réditos, es el derecho personal de
exigirlos por parte del censualista. Dicha obligación es propiamente una
carga real, que es el gravamen que afecta a una cosa y cuya prestación debe
hacerse por el titular activo del derecho real (el dueño de la finca en el
censo) o de la posesión que existe sobre ella. Trátase de una carga real para
el dueño de la finca, deudor de los cánones o réditos, porque la obligación
de pagar el rédito, canon o censo, como también se llama, sigue siempre al
dominio de la finca acensuada, aun respecto de los cánones devengados antes
de la adquisición de la finca; salvo siempre el derecho del censualista para
dirigirse contra el censuario constituido en mora, aun cuando deje de poseer
la finca, y salva además la acción de saneamiento del nuevo poseedor de la
finca contra quien haya lugar (art. 2033).
Pero el censualista tiene no sólo un derecho personal, sino también un
derecho real para perseguir la finca acensuada cuando el censuario no paga los
cánones vencidos (art. 2034).
Ambas situaciones están resumidas por la ley al decir que “el derecho de
censo es personal en cuanto puede dirigirse contra el censuario, aunque no
esté en posesión de la finca acensuada, y real en cuanto se persiga ésta”
(art. 579). Como derecho real, el censo, dentro de nuestra legislación, podría
definirse que es el derecho que grava a un inmueble para garantizar el pago
82 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
del capital impuesto sobre él y los cánones o réditos que debe efectuar el
dueño del inmueble en razón de haber reconocido a otra persona ese capital
a perpetuidad, o por tiempo indefinido y correspondiente a los réditos.
Naturaleza jurídica. El censo presenta semejanza con el mutuo hipotecario o
préstamo a interés garantido con hipoteca. Pero se diferencia en que el mutuo
siempre impone la obligación de devolver el capital prestado; el censo, por el
contrario, no obliga a devolver el capital reconocido (art. 2030). Por otra parte,
los réditos no son intereses, es decir, cantidades que se deben además del capital;
son sólo la única contraprestación del censuario a la del capital que reconoce al
censualista. Finalmente, la hipoteca garantiza una obligación puramente perso-
nal; el censo garantiza una carga real. Agréguese todavía que la hipoteca puede
o no constituirse para garantizar el mutuo; en cambio, el censo, mirado como
garantía, es inherente e inseparable del contrato de censo.
Debe concluirse que el censo, considerado en su unidad institucional, no
es una simple forma de otras figuras jurídicas, sino una institución con carac-
teres propios y peculiares.
Por otra parte, no puede dejar de recalcarse que es un resabio histórico
ligado con la economía y organización social de los tiempos feudales. Hoy a
nada responde.
857. LOS DERECHOS REALES LIMITATIVOS DEL DOMINIO. Hemos dicho que derechos
reales limitados son los que comparados con el derecho real patrón, el domi-
nio, presentan un contenido más restringido. La mayor parte de estos dere-
chos son, al mismo tiempo, limitativos de la propiedad, porque limitan o res-
tringen las facultades o poderes que ella otorga. Así, por ejemplo, el usufructo
es un derecho limitado, porque sólo confiere la facultad de uso y goce de la
cosa, y es, a la vez, un derecho limitativo del dominio, porque restringe la
859. UBICACIÓN DE LOS DERECHOS REALES LIMITADOS DENTRO DEL CÓDIGO C IVIL. El
Título VIII del Libro II del Código Civil, intitulado “De las limitaciones del
dominio y primeramente de la propiedad fiduciaria” (art. 732 y siguientes),
se refiere a ésta, al usufructo, el uso, la habitación y las servidumbres.
CAPITULO XIV
LA PROPIEDAD FIDUCIARIA
1. GENERALIDADES
87
88 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1 JÖRS-KUNKEL, Derecho Privado Romano, traducción castellana del alemán, Barcelona, 1965, págs.
500 a 502.
2 CASTÁN, Derecho Civil Español Común y Foral, tomo IV, Madrid, 1944, pág. 465.
90 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
3 Véase LARRAÍN ECHEVERRÍA, Las vinculaciones ante el Derecho, memoria de prueba, Santiago,
1929.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 91
mania, Código italiano de 1865) y otros las aceptan en forma muy restringida
(Francia, España, Código italiano de 1942).
4 Véase FRANCISCO ANTONIO ENCINA, Historia de Chile, tomo IX, Santiago, 1948, pág. 298, Nº 5.
5 “Se constituye un censo cuando una persona contrae la obligación de pagar a otra un rédito
anual, reconociendo el capital correspondiente, y gravando una finca suya con la responsabilidad
del rédito y del capital. Este rédito se llama censo o canon; la persona que le debe, censuario, y su
acreedor, censualista” (C. Civil, art. 2022).
92 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
5.a. J ACINTO C HACÓN. Exposición razonada y estudio comparativo del Código Civil Chileno, tomo II, 3a.
edición, Santiago, 1890, págs. 218 y 219.
94 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
871. REQUISITOS PARA LA EXISTENCIA DEL FIDEICOMISO. Son tres: 1) que los bienes
sobre los cuales se constituye la propiedad fiduciaria sean susceptibles de
constituirse en fideicomiso; 2) que se constituya a favor de dos personas, el
fiduciario y el fideicomisario y 3) que la traslación de la propiedad del prime-
ro al segundo dependa de una condición.
6 Véase H. RETAMAL A., Algunos problemas sobre propiedad fiduciaria, memoria de prueba, Santiago,
1953, Nos 16 a 19, págs. 28 a 30.
7 ALESSANDRI, según la versión taquigráfica de sus clases. Sigue a éste, W. O TÁROLA A., De
las reinscripciones en el Registro Conservatorio de Bienes Raíces, memoria de prueba, Concepción,
1947, pág. 31.
8 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo VIII, Santiago, 1933, pág. 27.
9 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo VIII, pág. 26, Nº 915.
10 ALESSANDRI, según la versión taquigráfica de sus clases.
11 Sentencia de 28 de octubre de 1926, R. de D. y J., tomo XXIV, sec. 1a, pág. 455.
96 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
878. EL FIDUCIARIO DEBE SER UNA PERSONA CIERTA Y DETERMINADA QUE EXISTA EN EL
MOMENTO DE CONSTITUIRSE EL FIDEICOMISO. Es un principio fundamental de cien-
cia jurídica que para adquirir derechos se precisa existir. Así vemos aplicado
este principio en el artículo 77, según el cual los derechos que se defieren a
una criatura que está en el vientre materno, no los adquiere en el momento
de la delación, sino en el momento del nacimiento, y mientras tanto, esos
derechos permanecen en suspenso sujetos a la condición de que el nacimien-
to se efectúe. Aplicando estos principios al fideicomiso, tenemos que llegar a
la conclusión de que el fiduciario debe ser persona, y debe existir en el
momento de constituirse el fideicomiso.
881. FALTA DEL FIDUCIARIO; DERECHO DE ACRECER. Para estudiar la falta del fidu-
ciario, hay que distinguir según que falte antes que se le defiera el derecho o
después.
a) Si se produce esta falta antes de que se le defiera el derecho, como,
por ejemplo, deja el testador a Pánfilo de fiduciario y Pánfilo es llamado al
cielo por su nombre antes que el testador; en este caso, hay que subdistinguir
según que el testador o el constituyente haya nombrado un substituto al fidu-
ciario o no.
El legislador no reglamenta expresamente los substitutos del fiduciario,
sino que, como después veremos, en los artículos 743 y 744 se refiere a los
substitutos del fideicomisario. Pero es evidente que no hay ningún inconve-
niente legal para que el constituyente designe un substituto al fiduciario.
Ahora bien, si en este caso que estamos poniendo falta el fiduciario y hay
nombrado un substituto, la propiedad fiduciaria pasa al substituto. Así, por
ejemplo, dice el testador: “Dejo tal casa a Pedro, y si Pedro no existe a mi
fallecimiento, a Juan, para que pase a Diego cuando se case”. Si la hipótesis
ocurre, la propiedad fiduciaria pasa a Juan.
Si falta el fiduciario y no se ha designado substituto, de acuerdo con el
artículo 748, pasa la propiedad fiduciaria al constituyente, si viviere, o a sus
herederos.
Pero puede suceder, como acabamos de indicar, que existan varios fidu-
ciarios. En tal caso, de acuerdo con el artículo 750, existiría entre ellos el
derecho de acrecer. En otros términos, quiere decir que si hay varios fiduciarios
y falta uno, la porción del que falta se junta con las demás. Ejemplo: dice el
testador: “Dejo esta casa a Pedro, Juan y Diego, para que pase a Antonio
cuando se reciba de abogado”. Fallece el testador, pero antes había fallecido
Pedro. Entonces, la porción de Pedro acrece a Juan y a Diego, es decir, se
junta a las cuotas de éstos.
b) Todo lo que precede es discurriendo sobre la base de que falte el
fiduciario antes que se le defiera el derecho. Pero si falta después y la condi-
ción aún no se cumple, la propiedad no puede pasar al fideicomisario. Ejem-
plo: dice el testador: “Dejo esta casa a Pedro para que la adquiera Juan
cuando se reciba de abogado”. Fallece el testador y Pedro adquiere la casa,
en tanto que Juan no se recibe aún. Después fallece Pedro. Cuando fallece el
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 99
12 Sentencia de 15 de abril de 1943, La Jurisprudencia al Día, año XV, pág. 154 (C. 11-12,
pág. 237).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 101
885. EFECTOS QUE PRODUCE LA FALTA DEL FIDEICOMISARIO. Para estudiar los efec-
tos que produce la falta del fideicomisario, hay que distinguir según que ella
se produzca antes de cumplida la condición o después de verificada ésta.
13 Nota al artículo 883 del Proyecto de 1853, que corresponde al artículo 736 del Código
vigente.
104 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
muere antes que Pedro, caduca el gravamen impuesto a éste, y Pedro re-
tiene la hacienda sin cargo de restitución. La asignación es un verdadero
fideicomiso”. 14
Cuando no es la muerte del fiduciario el evento de que pende la restitu-
ción, el fideicomisario, si no existe al momento de constituirse el gravamen,
deberá existir antes que pasen cinco años, pues de lo contrario esa condición
de existencia se tiene por fallida (arts. 738 y 739). Sin embargo, el Código
admite que las personas que al tiempo de abrirse la sucesión no existen, pero
se espera que existan, adquieran la asignación si llegan a existir antes de
expirar los diez años subsiguientes a la apertura de la sucesión (art. 962,
inc. 3º). Resulta, pues, que en el fideicomiso la referida condición de existen-
cia tiene un plazo de cinco años para cumplirse, y diez tratándose de asignacio-
nes testamentarias. Ahora bien, como el fideicomiso no sólo puede consti-
tuirse por acto entre vivos, sino también por acto testamentario (art. 735),
quiere decir que cuando se constituye por esta vía, o sea, a través de una
asignación testamentaria, cabe dudar si a dicha condición de existencia se
aplica el plazo de diez años contemplado para las asignaciones o el de cinco
previsto para el fideicomiso. ¿Cuál es la disposición que debe prevalecer?
¿Cuál ha de considerarse particular o especial? A juicio del redactor, prima la
norma del artículo 739, porque ella figura después de la que establece que
los fideicomisos pueden constituirse por acto entre vivos o por acto testamen-
tario y, en consecuencia, el plazo de caducidad de la condición, el de cinco
años que marca el artículo 739, se aplica cualquiera que sea la vía de la
constitución del fideicomiso. El artículo 739 es la norma especial o particular
de éste, y su especialidad comprende tanto al fideicomiso constituido por
acto entre vivos como al constituido por acto testamentario. Además, no
habría razón justificante para hacer la distinción y aplicar a la condición de
existencia el plazo de caducidad del artículo 739 cuando el fideicomiso se
constituyera por acto entre vivos otorgado en instrumento público, y el de las
asignaciones cuando se constituyera por acto testamentario.
La diferenciación de plazo, por lo que toca a la condición de existencia,
entre las asignaciones testamentarias en general y las que importen un fidei-
comiso, no existía originariamente; el plazo era el mismo: treinta años en el
Código aprobado en 1855, y quince después de las modificaciones que le
introdujo la Ley Nº 6.162, de 13 de marzo de 1938. La diferenciación anota-
da se produjo con la Ley Nº 16.952, de 1º de octubre de 1968 y que entró en
vigor un año después. Esa ley modificó diversas disposiciones de nuestro
ordenamiento jurídico y acortó principalmente diversos plazos de prescrip-
ción y de otro carácter. Pues bien, el proyecto de esta ley enviado por el
Ejecutivo consagraba en los artículos 739 y 962 un mismo plazo de caduci-
dad, el de cinco años. La Cámara de Diputados aprobó en idénticos términos
el proyecto; pero la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Regla-
14 Ejemplo puesto en uno de los proyectos al artículo correspondiente al 1087 del Código.
110 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
mento del Senado alteró el plazo en el artículo 962, y lo extendió a diez años.
Consideró, según expone en su informe, que en las hipótesis de esta norma
fijar un lapso de sólo cinco años equivaldría a hacer desaparecer la institu-
ción, pues, dadas las circunstancias concretas en que ella suele operar, el
plazo resulta muy exiguo. La modificación fue aceptada por el Senado y la
Cámara no puso reparos en un nuevo trámite constitucional. Y así quedó
definitivamente en la ley.
La razón expuesta en el informe dicho es vaga y abstracta. Quizá podría
aclararse pensando en las asignaciones ofrecidas en premio a los que presten
un servicio importante, asignaciones que valen si el servicio se presta antes de
expirar los diez años subsiguientes a la muerte del testador, aunque la perso-
na que preste el servicio no haya existido en ese momento (art. 962, inc. final).
Si el servicio que se busca premiar requiere, por cualquier circunstancia, un
lapso prudencialmente largo, se comprende que el de cinco años pueda ser
insuficiente. Así ocurriría, por ejemplo, en los incentivos para descubrimien-
tos científicos que suponen ensayos e investigaciones de largo tiempo. Pero
en la otra hipótesis del artículo 962, la de las asignaciones a personas que al
tiempo de abrirse la sucesión no existen pero se espera que existan, no
habría razón para fijarles un plazo distinto a la condición de existencia del
fideicomisario. La ley pensó de otra manera y hay que respetarla.
898. PLAZO DE CADUCIDAD DE LAS CONDICIONES QUE NO LO TIENEN FIJADO POR LEY.
Según algunos, cuando la ley no ha fijado un plazo máximo para que la
condición se cumpla, las partes pueden fijar uno cualquiera, aunque sobre-
pase los diez, veinte o más años, y si no fijan ningún plazo, la condición
puede cumplirse en cualquier tiempo, y no se tiene por fallida sino cuando
es cierto que el acontecimiento no sucederá. Por el contrario, otros afirman
que toda condición caduca en el plazo máximo señalado para la prescripción
extraordinaria (actualmente diez años). El Mensaje del Código Civil y diver-
sas disposiciones revelarían que ése es el espíritu del legislador. Entre tales
preceptos se citaba el artículo 739, relativo al fideicomiso, porque, en con-
cordancia con otros, establecía un plazo de caducidad para la condición
igual al requerido para la prescripción extraordinaria. Pero desde la vigencia
de la Ley Nº 16.952, la mentada concordancia desapareció; en virtud de la
modificación introducida por dicha ley, el artículo 739 prevé ahora otro pla-
zo. Este, que es de cinco años, “se refiere exclusivamente a la condición de
que pende la restitución de un fideicomiso, ya que no otra puede ser la
interpretación del precepto, y no a las condiciones en general”. Así lo subra-
ya la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Sena-
do en su informe sobre el proyecto de aquella ley.
El problema de la caducidad de las condiciones en general y las dos tesis
enunciadas serán objeto de profundización en el estudio de las obligaciones.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 111
I. DERECHOS
905. 3º. L IBRE ADMINISTRACIÓN. Si el fiduciario puede, como hemos visto, ena-
jenar y gravar la propiedad fiduciaria, con mayor razón tendrá el derecho a
la libre administración de ella. Así lo dice expresamente el Código, y agrega
que el fiduciario podrá mudar la forma de las especies comprendidas en el
fideicomiso, pero conservando su integridad y valor (art. 758, inc. 1º).
15 Corte de Santiago, 31 de marzo de 1914, Gaceta de los Tribunales, año 1914, 1er. semestre,
sentencia Nº 73, pág. 155.
16 Sentencia de 1º de julio de 1899, G. 1899, tomo I, Nº 2.003, pág. 1655.
17 L OEWENWARTER , Derecho Civil Alemán Comparado, Editorial Nascimento, Santiago, 1943,
pág. 677.
114 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
917. 1) TENEDOR FIDUCIARIO. Dice el artículo 749: “Si se dispusiere que mien-
tras pende la condición se reserven los frutos para la persona que en virtud
de cumplirse o de faltar la condición, adquiera la propiedad absoluta, el que
haya de administrar los bienes será un tenedor fiduciario, que sólo tendrá las
facultades de los curadores de bienes”.
El primer caso de excepción es, pues, el del tenedor fiduciario. “Dejo esta
casa –dice el testador– a Pedro, y mientras Pedro se recibe de abogado, tendrá
la casa Juan con la obligación de entregar los frutos a Pedro cuando se reciba
de abogado.” En el ejemplo, Juan es meramente un tenedor fiduciario, y tiene
los mismos derechos de los curadores de bienes, que están establecidos en los
artículos 473 y siguientes del Código Civil, especialmente el artículo 487. Por
cierto que las facultades de este tenedor fiduciario, como después veremos, son
mucho más exiguas que las de un propietario fiduciario.
Administración por un banco de los bienes constituidos en fideicomiso. Los ban-
cos comerciales que tengan establecido un departamento especial de comi-
siones de confianza pueden ser administradores de bienes constituidos en
fideicomiso, cuando así se haya dispuesto en el acto constitutivo. Ni el pro-
pietario fiduciario ni el fideicomisario, ni ambos de consuno, pueden privar
al banco de la administración. Si no se determinan los derechos, obligaciones
y responsabilidades del banco, corresponderán a éste las del curador de
bienes (Ley General de Bancos, art. 48, Nº 8).
I. DERECHOS
19 Revista La Jurisprudencia al Día, año XV, Santiago, 1943, considerandos 13 a 15, pág. 237.
120 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
926. FACULTAD PARA SOLICITAR QUE EL FIDUCIARIO RINDA CAUCIÓN. Un tercer dere-
cho del fideicomisario es, de acuerdo con el artículo 755, la facultad de
solicitar judicialmente que se rinda una caución por parte del fiduciario.
Como en otra oportunidad dijimos, el fiduciario no está obligado a rendir
caución de conservación y restitución, salvo que judicialmente se ordene a
pedido del fideicomisario.
II. OBLIGACIONES
5. EXTINCION
sucede que, cumplidos los cuatro años, Pedro hace uso de su derecho de
recomprar la casa que yo había dado en fideicomiso. Entonces, si se resuelve
el derecho que yo, constituyente, tenía sobre la casa, también se resuelve el
derecho del fiduciario y del fideicomisario, porque si se resuelve el derecho
del causante, también se resuelve el derecho del causahabiente. Esto es lo que
significa la disposición.
DEL USUFRUCTO
1. INTRODUCCION
938. LOS DERECHOS DE GOCE. Por lo general, las facultades del dominio, uso,
goce y disposición, se ejercen por una misma persona. Pero puede ocurrir
que el uso y el goce sean ejercidos por un sujeto y la facultad de disponer,
por otro. En tal caso, el primero tiene un derecho de goce sobre la cosa, y
puede corresponderle en virtud de una relación creditoria con el dueño o en
razón de un derecho real, según su derecho de goce sea personal o real.
El derecho personal de goce existe merced a un vínculo jurídico que une
al titular con el dueño de la cosa; este último, cumpliendo su obligación,
pone el bien a disposición del primero para su disfrute. Así sucede, por
ejemplo, en el arrendamiento y en el comodato: el arrendatario y el comoda-
tario, meros detentadores de cosa ajena, disfrutan de ésta en virtud del res-
pectivo contrato.
El derecho real de goce no implica ningún vínculo jurídico entre su
titular y el dueño de la cosa: el primero goza de ella por obra de su derecho,
que lo coloca en relación directa con el bien. Por tanto, el propietario no
está obligado a realizar ningún acto para poner la cosa a disposición del
titular del derecho de goce.
125
126 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
por el pacto y a nadie más; el gravamen no pesaría sobre el predio sino sobre
el dueño de éste al momento de celebrarse el acto. Y así, por ejemplo, si el
propietario de un bosque se compromete a dejarme cazar durante toda mi
vida en ese lugar, no podría yo, por ese solo hecho, exigir al comprador o
nuevo propietario del bosque que respete la estipulación suscrita con su ante-
cesor, el antiguo dueño o vendedor.
1.b C. Suprema, 5 de octubre de 1989, R. de D. y J., tomo LXXXVI, sec. 1 a., pág. 129 (C. 8,
pág. 130).
1c. Véase JORGE LÓPEZ SANTA MARÍA , “Acción de desposeimiento contra el usufructuario del
inmueble hipotecado intentada por el acreedor hipotecario de la nuda propiedad”, en R. de D. y J.,
tomo LXXXII, 1985, sec. Derecho, págs. 67 a 73.
1d. SERGIO ROSSEL C., citado por López Santa María en el trabajo mencionado en la nota
anterior, pág. 71, primera columna, al final.
1e. C. de Valparaíso, 28 de mayo de 1985, citada por LÓPEZ SANTA MARÍA, ob. cit., pág. 71,
segunda columna.
132 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.f C. Suprema, 17 de noviembre de 1985, Fallos del Mes Nº 323, sent. 2, pág. 643 (consideran-
dos 1º y 2º, págs. 643-644); R. de D. y J., tomo LXXXII, sec. 1a, pág. 71.
1.g C. de Valparaíso, 11 de diciembre de 1986, Gaceta Jurídica Nº 79, pág. 19 (considerandos 4º y
5º y parte resolutiva, pág. 20). Por sentencia de 21 de enero de 1987 la Corte Suprema confirmó
esta resolución, que había sido apelada.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 133
1.h Véase más extensamente el asunto de la cosa juzgada en los juicios de alimentos en V ODANO-
Derecho de Alimentos, Santiago, 1989, Nos 451 a 454, págs. 250 a 253.
VIC,
1.i C. Suprema, 22 de diciembre de 1986, R. de D. y J., tomo LXXXIII, sec. 1a, pág. 183 (conside-
rando 4º, pág. 184).
134 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
2 J UAN JORDANO BAREA, “El cuasiusufructo como derecho de goce sobre cosa ajena”, estudio
publicado en Anuario de Derecho Civil, tomo I, Madrid, 1948, pág. 984.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 135
3 J UAN JORDANO BAREA, “El cuasiusufructo como derecho de goce sobre cosa ajena”, estudio
publicado en Anuario de Derecho Civil, tomo I, Madrid, 1948, pág. 994.
4 Ibídem, pág. 1007.
136 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
alude a las cosas consumibles. Son éstas, pues, las que ha considerado también
el Código Civil chileno; la palabra fungibles está empleada en su acepción de
consumibles.
será difícil que el usufructuario los haga, pues tendrá temor de que la com-
pensación económica la aproveche el nudo propietario. Y éste, por su parte,
tampoco estará llano a hacer sacrificios, temeroso, de que si el usufructo se
prolonga por mucho tiempo el ganancioso será el usufructuario. Todas estas
dificultades tratan de superarse con una adecuada reglamentación legal.
Sin desconocer los inconvenientes, la existencia del usufructo en los Có-
digos es defendida porque presta una positiva utilidad social, como es la de
“asegurar a una persona recursos seguros durante su vida sin quitar la propie-
dad de los bienes a los herederos consanguíneos”.
I. USUFRUCTO LEGAL
la mujer, están sujetos a las reglas especiales del Título “De la patria potestad” y
del Título “De la sociedad conyugal” (art. 810).
La afirmación corresponde sólo en parte a la realidad. En efecto, el usu-
fructo del padre (o madre) de familia está reglamentado (arts. 243 a 245);
pero el del marido sobre los bienes de la mujer ninguna ley lo establece,
ningún precepto del Título “De la sociedad conyugal” lo reglamenta o siquiera
nombra. El Proyecto de 1853 sólo reconocía como usufructo legal el del
padre de familia sobre ciertos bienes del hijo; el llamado Proyecto Inédito
hace alusión, como el Código definitivo, al usufructo legal del marido sobre
los bienes de la mujer (art. 959, equivalente al actual 810). Esta diferencia
entre un proyecto y otro parece indicar el propósito del legislador de crear el
referido usufructo del marido. Sin embargo, a la postre, en el Código mismo
nada se estructuró; sólo quedó la referencia a dicho usufructo.
956. USUFRUCTO LEGAL DEL PADRE SOBRE LOS BIENES DEL HIJO DE FAMILIA; CARACTE-
RÍSTICAS. El padre, y en su defecto la madre en los casos que expresa la ley,
tiene un usufructo legal sobre todos los bienes del hijo de familia, salvo
ciertas excepciones. La materia se estudia con detalles en las obras de Dere-
cho de Familia. En este lugar sólo abordaremos lo esencial para anotar las
características especiales del usufructo legal señalado.
El artículo 243 del Código Civil dice:
“El padre goza del usufructo de todos los bienes del hijo de familia,
exceptuados los siguientes:
1º Los bienes adquiridos por el hijo en el ejercicio de todo empleo, de
toda profesión liberal, de toda industria y de todo oficio mecánico. Los
bienes comprendidos en este número forman el peculio profesional o
industrial del hijo;
2º Los bienes adquiridos por el hijo a título de donación, herencia o
legado, cuando el donante o testador ha dispuesto expresamente que
tenga el usufructo de estos bienes el hijo y no el padre;
3º Las herencias o legados que hayan pasado al hijo por incapacidad o
indignidad del padre, o por haber sido éste desheredado, en cuyo caso el
usufructo corresponderá a la madre si está separada de bienes.
Se llama usufructo legal del padre de familia el que le concede la ley.
El usufructo del padre de familia sobre las minas del hijo se limitará a
la mitad de los productos, y responderá al hijo de la otra mitad.
Cuando el donante o testador ha dispuesto que el padre no tenga el
usufructo de los bienes del hijo dicho usufructo corresponderá a la ma-
dre si está separada de bienes”.
En cuanto a las minas, los hijos de familia, como todo menor adulto, pue-
den hacer pedimento o manifestaciones sin necesidad del consentimiento o
autorización de sus representantes legales. Los derechos así adquiridos quedan
incorporados a su peculio industrial (C. de Minería, artículos 24 y 25). En
cambio, las minas que el hijo no descubra o denuncie sino que las adquiera por
otro título que no sea el de la constitución de la propiedad minera, como, por
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 139
957. ¿USUFRUCTO O SIMPLE DERECHO LEGAL DE GOCE EJERCIDO POR EL MARIDO SOBRE
LOS BIENES DE LA MUJER ? A pesar de que algunas disposiciones legales califican
de usufructo el derecho de goce que tiene el marido, como administrador de
la sociedad conyugal, en los bienes de la mujer (C. Civil, arts. 810 y 2466; Ley
de Quiebras, art. 64), ciertos autores le niegan ese carácter y lo consideran
simplemente como un derecho legal de goce.5 Afirman, desde luego, que no
es un usufructo legal porque ninguna ley lo ha establecido, y no se puede
concebir un derecho legal sin ley que lo consagre; y si es verdad que el
artículo 810 lo nombra es para manifestar que está sujeto a las reglas especia-
les del Título “De la sociedad conyugal”, pero en dicho título nada se dice al
respecto.6 Por lo demás, se agrega, ese pretendido usufructo no participa de
ninguno de los caracteres de tal: no existe respecto de terceros ni se ejerce
en la cosa fructífera misma sino sobre los frutos de ciertos bienes, mientras
éstos pertenecen a la mujer; enajenados, como ya no son propios de la
mujer, el marido no podría pretender ejercer este derecho con respecto al
nuevo propietario.7
El derecho a los frutos de los bienes de la mujer es un derecho de goce
que compete a la sociedad conyugal. Si lo ejerce el marido es porque le está
confiada la administración de los bienes de la mujer y de los sociales entre los
cuales se comprenden los frutos de esos bienes (art. 1725, Nº 2º). El carácter
de administrador es el que habilita al marido para percibir los frutos; su
percepción es uno de los actos administratorios que puede ejecutar en cuan-
to administrador de los bienes sociales y de los de su mujer.8
5 G ONZALO BARRIGA, De los regímenes matrimoniales, en general; del patrimonio de la sociedad conyugal y
de cada uno de los cónyuges, memoria de prueba, Imprenta Chile, Santiago, 1924, Nº 82, pág. 167.
6 A. A LESSANDRI R., Tratado práctico de las capitulaciones matrimoniales, de la sociedad conyugal y de los
bienes reservados de la mujer casada, Santiago, 1935, Nº 604, págs. 394-395.
7 Ibídem.
8 Ibídem, Nº 606, pág. 398.
140 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
960. a) USUFRUCTO CONSTITUIDO POR ACTO ENTRE VIVOS. 1) Acto constitutivo. En-
tre vivos, el contrato constitutivo es generalmente a título gratuito, una dona-
ción; raro es que sea a título oneroso (venta, permuta, transacción), pues el
usufructo se extingue por la muerte del usufructuario, aunque ocurra antes
del día o condición prefijada para su terminación (art. 806, inc. 2º), y tal
circunstancia –dice Josserand– imprime al negocio un carácter aleatorio, al
menos desde el punto de vista económico. Al momento de celebrarse el
contrato no puede determinarse la equivalencia de prestaciones, pues la
muerte del usufructuario puede inclinar la balanza a uno u otro lado: si
fallece prematuramente, habrá concluido un contrato ventajoso el nudo pro-
pietario; pero si aquél llega a una edad avanzada, ocurrirá lo contrario. Y en
verdad nadie sabe cuándo ni cómo abandonará esta tierra de leones y lagar-
tos. Porque, como decía el novelista francés Honorato de Balzac, “la muerte
es tan repentina en sus caprichos, como una cortesana en sus desdenes; pero
es más fiel, pues jamás ha abandonado a nadie”.
También en la partición puede constituirse un usufructo. De acuerdo con
la ley, “si dos o más personas fueren coasignatarios de un predio, podrá el
partidor con el legítimo consentimiento de los interesados separar de la
propiedad el usufructo, habitación o uso para darlos por cuenta de la asigna-
ción” (art. 1337, regla 6a). Algunos autores dicen que en este caso el usufruc-
to se constituye por sentencia judicial, porque el árbitro es un juez y la
partición, en esta ocurrencia, un juicio. Pero otros autores observan, con
razón, que aquí el usufructo se constituye por un acto voluntario de los
interesados, pues el consentimiento de éstos es la nota decisiva; el partidor
simplemente comprueba o verifica el acuerdo.
2) Vías por las que puede constituirse el usufructo por contrato. Como anota un
autor, la creación de un usufructo por contrato puede hacerse de dos mane-
ras diferentes: por vía de enajenación y de retención. En el primer caso el usu-
fructo es directamente el objeto del contrato: se crea a favor de una persona
que antes no tenía el goce de la cosa. En el segundo caso la constitución del
usufructo no es sino el resultado indirecto del contrato: el propietario enaje-
na la nuda propiedad de la cosa, reservándose el usufructo. El goce de la cosa
142 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
13
Corte Suprema, 7 de noviembre de 1916, R. de D. y J., tomo XIV, sec. 1a, pág. 340.
14Sentencias de 26 de julio de 1951, R. de D. y J., tomo XLVIII, sec. 1a, pág. 354, y de 13 de
diciembre de 1954, R. de D. y J., tomo LI, sec. 1a, pág. 605. Dice la primera: “La inscripción no es
propiamente una solemnidad de la constitución del usufructo, como pudiera en apariencia des-
prenderse de los términos del artículo 767 del Código Civil; es un acto posterior, dispuesto para la
tradición del derecho real, de modo que la palabra inscrita con que termina ese precepto, nada
agrega a lo que ya disponían los artículos 686 y 696 del Código Civil sobre la transferencia de
determinados derechos” (considerando 6º, pág. 369).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 143
real, instrumento público inscrito, agrega que “podría también estimarse que
la inscripción del usufructo en el Registro de Hipotecas y Gravámenes es una
solemnidad del acto constitutivo del derecho de usufructo”.14.a
Nosotros creemos decididamente que la inscripción no es solemnidad del
acto constitutivo, sino el modo de adquirir, la forma de otorgar el derecho
real.
La inscripción del usufructo sobre inmuebles debe hacerse en el Registro
de Hipotecas y Gravámenes (Reglamento del Conservador de Bienes Raíces,
art. 32); si se hace en otro, como en el de Propiedades, la inscripción carece
de valor.
14.a C. de Ap. de Santiago, 9 de agosto de 1989, Gaceta Jurídica Nº 110, sent. 2, pág. 38 (conside-
rando 2º, pág. 38).
15 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo VII, pág. 163.
144 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
16 Corte de Apelaciones de Santiago, 29 de mayo de 1969, R. de D. y J., tomo LXVI, sec. 2a,
pág. 30 (considerando 3º, pág. 31).
16.a C. Suprema, 22 de diciembre de 1986, R. de D. y J., tomo LXXXIII, sec. 1a, pág. 183; Gaceta
Jurídica Nº. 78, sent. 7, pág. 27.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 145
inc. 1º), porque, como decía el Mensaje, “unos y otros embarazan la circula-
ción y entibian el espíritu de conservación y mejora, que da vida y movimien-
to a la industria”.
Usufructo sucesivo es el concedido a varias personas una después de otra.
Usufructo alternativo es el concedido a varias personas sucesivamente, pero de
modo que al terminar el tiempo del último de los llamados, vuelve nuevamente
a gozar de la cosa el primero, y después el segundo, etc. Es un usufructo sucesivo
y circular. Ejemplo: se deja a Primus una casa en usufructo por cinco años,
cumplidos los cuales pasará en el mismo carácter a Secundus por un lapso igual,
en seguida volverá a Primus en la misma forma, y después a Secundus, y así
indefinidamente o por cierto número de años.
La sanción de la prohibición de los usufructos sucesivos y alternativos no
es la nulidad, porque el legislador señala un efecto especial a la contraven-
ción: los usufructuarios posteriores se consideran como substitutos, para el
caso de faltar los anteriores antes de deferirse el primer usufructo. El primer
usufructo que tiene efecto hace caducar a los otros; pero no dura sino por el
tiempo que le estuviere designado (art. 769, incs. 2º y 3º). Ejemplo: se deja
un fundo a Primus por quince años, para que pase después a Secundus
también por quince años; el usufructo no es nulo, sino que se considera que
Secundus es substituto de Primus, y aquél sólo podría adquirir el usufructo si
éste por cualquier causa llega a faltar al momento de deferirse el usufructo; si
tal no acontece, Primus recibe su usufructo, caducando el derecho de Secun-
dus; el usufructo de Primus durará sólo por el tiempo que el constituyente le
designó, o sea, no aprovechará el tiempo del usufructo caducado.
testador (art. 768, inc. 2º), porque en esta hipótesis, desde el momento en
que el usufructo puede ejercerse, al fallecimiento del testador, aparece como
puro y simple. Y tal no ocurre en el usufructo constituido por acto entre
vivos, por escritura pública, ya que en este caso el usufructo debería ejercerse
desde la fecha misma de la escritura constitutiva y a esta fecha la iniciación
del ejercicio esta suspendida.
La excepción a favor del usufructo constituido por testamento es una
mera aplicación de las reglas generales que el Código establece en los artícu-
los 1082 y 1072 sobre las asignaciones testamentarias a día y las asignaciones
testamentarias condicionales.
17 Oficio 283, de 29 de marzo de 1946. Véase el libro de ELOY SÁNCHEZ TORRES, Usufructo de
acciones de sociedades mercantiles (Problemas entre usufructuario y nudo propietario), Madrid, 1946.
18 Sentencia de 8 de agosto de 1955, R. de D. y J., tomo LII, sec. 1 a, pág. 223.
19 C OLIN ET CAPITANT, Traité de Droit Civil, tomo II, París, 1959, Nº 278, págs. 158-159, y la
jurisprudencia ahí citada.
20 LÉON JULLIOT DE LA M ORANDIÈRE, Précis de Droit Civil, tomo II, París, 1961, Nº 136, pág. 64.
150 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
21 JUAN GUTIÉRREZ, “De cuestiones prácticas sobre las leyes regias de España. De la segunda
parte de las nuevas recopilaciones reales”. Libro VII, Tratado de las Gabelas, Madrid, Editor Juan de
la Cuesta, MDCXII (1612), Cuestión XXXVI.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 151
α) Al primer caso se aplica la regla general del artículo 787, según la cual
“el usufructuario de cosa mueble tiene el derecho de servirse de ella según su
naturaleza y destino; y al fin del usufructo no es obligado a restituirla sino en
el estado en que se halle, respondiendo solamente de aquellas pérdidas o
deterioros que provengan de su dolo o culpa”. El usufructuario, pues, debe
restituir los mismos animales en el estado en que se encuentren, sin respon-
der por la natural disminución de fuerzas por el trabajo y la vejez, haciendo
suyos el estiércol, las astas, la lana, la leche y las crías, es decir, todos los
frutos de los animales. También puede obtener frutos civiles de los mismos,
arrendándolos, ganando premios con un caballo de carrera, etc. Puede, por
excepción, aplicarse la regla del artículo 789, cuando los animales son desti-
nados a la venta o abasto, como si se constituye un usufructo sobre novillos
de engorda.
Recuérdese que el artículo 789 dice que “si el usufructo se constituye
sobre cosas fungibles, el usufructuario se hace dueño de ellas, y el propieta-
rio se hace meramente acreedor a la entrega de otras especies de igual
cantidad y calidad, o del valor que éstas tengan al tiempo de terminarse el
usufructo”.
β) En el segundo caso nos encontramos en presencia de un usufructo de
ganado propiamente dicho; a él se aplica el artículo 788, que dice: “El usufruc-
tuario de ganados o rebaños es obligado a reponer los animales que mueren o
se pierden, pero sólo con el incremento natural de los mismos ganados o
rebaños; salvo que la muerte o pérdida fueren imputables a su hecho o culpa,
pues en este caso deberá indemnizar al propietario. Si el ganado o rebaño
perece del todo o en gran parte por efecto de una epidemia u otro caso
fortuito, el usufructuario no estará obligado a reponer los animales perdidos, y
cumplirá con entregar los despojos que hayan podido salvarse”.
Vemos que se aplican ciertas reglas propias, consecuencia de que el gana-
do constituye una universalidad distinta de los animales que lo componen.
Los derechos del usufructuario son mucho más amplios que los que tiene el
usufructuario de animales individualmente considerados, ya que no sólo hace
suyos los frutos de los animales, sino que puede disponer de todos los que
considere inhábiles para la reproducción, de los animales de engorda y de las
crías; su obligación es sólo restituir un rebaño y no restituir los mismos
animales; esta obligación está limitada en cuanto al número, de modo que
debe restituir igual cantidad. Si hay exceso, puede disponer de los animales
sobrantes; pero si faltan, sólo está obligado a reponer con las mismas crías.
Esta disposición concuerda con la del artículo 1984, referente al caso en
que se arrienda un fundo con ganado.
977. LAS REGLAS DEL DERECHO DE GOCE DEL USUFRUCTO PUEDEN DEROGARSE, porque
son supletorias de la voluntad de las partes. Expresa el artículo 791 que “lo
dicho en los artículos precedentes se entenderá sin perjuicio de las conven-
ciones que sobre la materia intervengan entre el nudo propietario y el usu-
fructuario, o de las ventajas que en la constitución del usufructo se hayan
concedido expresamente al nudo propietario o al usufructuario”.
152 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
to, quiere decir que éste queda en poder del cedente y sólo él, en calidad de
titular del derecho de usufructo, podrá hipotecarlo. Recordemos que “emo-
lumento” viene del latín emolumentum y, literalmente, significa “suma pagada
al molinero por moler el grano”, y de ahí que en general la palabra denota
ganancia, sin perjuicio de que exprese el concepto, dentro de algunas mate-
rias, en forma más específica o circunstanciada. En el usufructo el emolu-
mento vienen a ser los frutos a que tiene derecho el usufructuario.
Diversos preceptos legales inducen a pensar que el objeto de la cesión del
usufructo no es el usufructo mismo, sino su ejercicio, el emolumento del
derecho. Entre otros textos, pueden citarse los siguientes:
a) El que declara que, cedido el usufructo a un tercero, el cedente perma-
nece siempre directamente responsable al propietario (art. 793, inc. 2º). Esto
importa decir –expresa la Corte Suprema– que el derecho de usufructo con-
tinúa radicado en el usufructuario y que lo que se cede no es el derecho
mismo, sino los frutos a que tiene derecho el usufructuario.22
b) Las disposiciones según las cuales pierde el derecho de usufructo el
usufructuario que, no obstante la prohibición impuesta por el constituyente
cede el usufructo (art. 793, incs. 3º y 4º). Si al usufructuario cedente que
contraviene la prohibición de enajenar se le priva del derecho de usufructo,
es porque la cesión no lo ha despojado de ese derecho; de lo contrario no se
explicaría cómo, aun después de la cesión, pueda el usufructuario perder su
derecho.
22 Sentencia de 26 de julio de 1939, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXVII, sec. 1a,
pág. 177.
23 En este sentido: LUIS VICUÑA SUÁREZ, De la facultad de enajenar y de su prohibición impuesta en el
contrato, memoria de prueba, Valparaíso, 1928, pág. 203; A. ALESSANDRI BESA, La nulidad y la rescisión
en el Derecho Civil Chileno, memoria de prueba, Santiago, 1949, Nº 189, págs. 173-175.
154 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
984. DISTINCIÓN. Para estudiar en forma metódica las obligaciones del usu-
fructuario, hay que distinguir:
a) Obligaciones que tiene antes de entrar en el goce de la cosa;
b) Obligaciones que tiene durante el usufructo, y
c) Obligaciones que tiene una vez extinguido el usufructo.
985. INVENTARIO Y CAUCIÓN. Estas obligaciones, que son dos, han sido estable-
cidas por el legislador en consideración a los derechos del nudo propietario,
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 155
24 Nótese que los poseedores “provisorios” de los bienes del desaparecido están obligados a
formar inventario.
156 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
aludida, ya que cuando la ley ha estimado que no puede eximirse del deber
jurídico de hacer inventario, lo ha dicho expresamente, como en el caso de
los tutores y curadores (art. 379). Corresponde aplicar el principio de que en
Derecho Privado puede hacerse todo lo que la ley no prohíbe. Por tanto, en
el usufructo constituido a título oneroso las partes podrían convenir en no
practicar un inventario del estado de los bienes.
Por fin, el argumento de la tesis contraria de que la ley sólo faculta al
constituyente para exonerar de la caución al usufructuario, y no de la facción
de inventario, tiene una explicación histórica y no el alcance que se le atribu-
ye: la ley se refirió expresamente a la dispensa de la caución en razón de que
conforme a la antigua legislación, el testador no podía liberar de la caución
al usufructuario; para patentizar el cambio de criterio se hizo esa referencia
expresa en el Código. De la posibilidad de eximir de la obligación de hacer
inventario nada se dijo porque, en la antigua legislación, esa obligación no se
imponía,y el hecho de que ahora se exija no es motivo para darle carácter de
ineludible. Más todavía: el haber autorizado la ley la dispensa de la caución,
modificando en esto el antiguo Derecho Civil, sería una razón para admitir
que también puede exonerarse al usufructuario de la obligación de hacer
inventario.25
Con todo, en la práctica las más de las veces será obligatoria la facción de
éste, porque las leyes tributarias lo exigen, junto con la tasación de los bie-
nes, para determinar el monto del impuesto.
Derecho de usufructo fijado como pensión alimenticia; inventario simple. Referen-
cia. Véase nuestro Nº 964.
25 En este sentido: CLARO SOLAR. ob. cit., tomo VIII, Nº 1029, págs. 189 a 191.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 157
cosa, debe rendir caución y hacer inventario el nudo propietario está exento
de ambas obligaciones cuando se le adjudica la administración.
995. 1) GOCE DE LA COSA SIN ALTERAR SU FORMA Y SUBSTANCIA. Hay una obliga-
ción que es de la esencia del usufructo: el usufructuario debe gozar de la
cosa sin alterar su forma y substancia. Así lo establece el artículo 764.
Salva rerum substantia. Desde el Derecho romano la doctrina universal ha
tratado de explicar qué se entiende por conservar la forma y la substancia de
la cosa fructuaria (salva rerum substantia).26 Al respecto, no nos detendremos
en las interpretaciones puramente romanas; sólo señalaremos algunas que
sirven o se formulan en la actualidad.
28 En este sentido: J. PUIG BRUTAU, Fundamentos de Derecho Civil, tomo III, Barcelona, 1953,
pág. 307.
29 CASSAZIONE, 19 maggio 1956, II Massimario del Foro italiano, 1956, Nº 1.724, c. 313.
162 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
997. 3) CARGAS FRUCTUARIAS. Son las indispensables para que la cosa produz-
ca frutos y que el usufructuario debe satisfacer. Entran en esta categoría las
siguientes:
a) Las expensas ordinarias de conservación y cultivo (art. 795), ya definidas
en este libro en el capítulo de la propiedad fiduciaria (Nº 910 de este tomo).
b) Las cargas anuales o periódicas. Dispone el Código que son de cargo del
usufructuario las pensiones, cánones y en general las cargas periódicas con
que de antemano haya sido gravada la cosa fructuaria y que durante el usufruc-
to se devenguen. No es lícito al nudo propietario imponer nuevas cargas sobre
ella en perjuicio del usufructo (art. 796, inc. 1º).
Corresponde asimismo al usufructuario el pago de los impuestos periódi-
cos fiscales y municipales, que graven a la cosa durante el usufructo, en cual-
quier tiempo que se haya establecido (art. 796, inc. 2º).
Si por no hacer el usufructuario estos pagos los hiciere el propietario, o
se enajenare o embargare la cosa fructuaria, debe el primero indemnizar de
todo perjuicio al segundo (art. 796, inc. final).
29.a DOMENICO B ARBERO, Sistema del Derecho Privado, traducción del italiano, vol. II, Buenos Aires,
1967, Nº 561, pág. 390.
30 Ibídem.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 163
I. DERECHOS
31 JOSSERAND, Derecho Civil, tomo I, vol. III, Buenos Aires, 1952, Nº 1.924, pág. 421.
166 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
II. OBLIGACIONES
pues, por otra parte, sería enojoso e injusto que el nudo propietario pudiera
poner obstáculos al goce del usufructuario –indirecta y pasivamente, sin duda,
pero muy efectivamente– dejando que se hunda un edificio: ni la justicia ni
el interés general quedan de esa manera servidos”.33
1.020. 5) SE EXTINGUE POR LA RENUNCIA DEL USUFRUCTUARIO ( ART. 806 CASO 5º).
Se trata en este caso de un derecho que sólo mira al interés particular de su
titular, y su renuncia no está prohibida. Superfluamente, el artículo citado la
permite, ya que puede renunciarse, de conformidad con el principio general
contenido en el artículo 12.
De acuerdo con lo dispuesto en el Nº 3º del artículo 52 del Reglamento
del Conservador, la renuncia del usufructo debe inscribirse en el Registro
respectivo.
El juez, según la gravedad del caso, podrá ordenar, o que cese absoluta-
mente el usufructo, o que vuelva al propietario la cosa fructuaria, con cargo
de pagar al fructuario una pensión anual determinada, hasta la terminación
del usufructo (art. 809).
1.024. 9) EXTINCIÓN DEL USUFRUCTO POR EXPROPIACIÓN DEL PREDIO RÚSTICO SOBRE
EL QUE RECAÍA. La legislación agraria disponía que los derechos de fideicomi-
so, usufructo, uso y habitación que afecten a un predio expropiado por la
Corporación de la Reforma Agraria o a una parte del mismo, se extinguen
desde la fecha de la inscripción de dominio en favor de esa corporación. Sin
embargo, los mencionados derechos subsisten en la parte del predio expro-
piado que, en definitiva, quede en dominio del propietario. La sola extinción
de los derechos de fideicomiso, usufructo, uso y habitación no faculta a los
titulares para demandar indemnización, y la que proceda por otro motivo o
título que no sea la extinción, deben hacerla valer sobre el monto de la
indemnización. Normas especiales regulan la liquidación de indemnizacio-
nes por expropiaciones de predios rústicos efectuadas por la Corporación de
la Reforma Agraria de conformidad a la Ley Nº 16.640 (Ley Nº 16.640, de 28
de julio de 1967, art. 57; Decreto con Fuerza de Ley Nº 3, de 26 de diciembre
de 1967, sobre normas de la citada liquidación de indemnizaciones, publica-
da en el Diario Oficial de 9 de febrero de 1968, arts. 1º y siguientes).35
35 Este decreto con fuerza de ley aparece reproducido en la Recopilación de Leyes, Decretos con
Fuerza de Ley, Reglamentos y Decretos Agrarios, Santiago, Editorial Nascimento, 1968, págs. 32-35.
172 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1. DERECHO DE USO
1.031. CONSTITUCIÓN DEL DERECHO DE USO; APLICACIÓN DE LAS REGLAS DEL USUFRUC-
TO. Hay en el uso, como en el usufructo, dos derechos coexistentes: el del
nudo propietario y el del usuario. De ahí que el artículo 812 disponga que la
constitución y pérdida del derecho de uso se rigen por las mismas reglas que
el usufructo. Tenemos sí que anotar una diferencia: no hay uso legal.
1.032. CONTENIDO DEL DERECHO REAL DE USO. En la época clásica del Derecho
romano el derecho real de uso atribuía sólo la facultad de usar de una cosa
ajena, pero no la de gozar, esto es, de apropiarse de sus frutos: uti potest frui non
potest. Sin embargo, a fines de esa misma época, según algunos, o a partir de
Justiniano, según otros, el contenido del derecho fue ampliado; se permitió
al usuario una pequeña participación en los frutos (modica perceptio), limitada
a las necesidades del usuario y de su familia. El cambio de criterio se basó en
diversas consideraciones; entre otras, la de que hay cosas, como los predios
no edificados, que no rinden una utilidad verdadera si no se tiene sobre ellas
al menos un goce parcial. En efecto, ¿de qué valdría el derecho real de uso,
175
176 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
por ejemplo, sobre una viña si no se pudieran aprovechar por el usuario las
uvas, al menos en una pequeña cantidad?
Nuestro Código siguió esta tendencia, y permite el usuario servirse de la
cosa, usarla, en su sentido estricto, conforme a su destino y, además, apropiar-
se parcialmente de los frutos.
1.035. DERECHO DEL USUARIO DE UNA HEREDAD. El usuario de una heredad tiene
solamente derecho a los objetos comunes de alimentación y combustible, no
a los de una calidad superior; y está obligado a recibirlos del dueño, o a
tomarlos con su permiso (art. 817).
1.036. OBLIGACIONES DEL USUARIO. Son las mismas del usufructuario, sin más
modificaciones que las siguientes: el usuario no está obligado a rendir cau-
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 177
2. DERECHO DE HABITACION
DE LAS SERVIDUMBRES
1. GENERALIDADES
179
180 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1 Véase L UDOVICO BARASSI, I diritti reali limitati, Milano, 1947, pág. 122.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 181
2 Véase “Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas”, Código Civil, tomo II, art. 820,
pág. 143.
3 Ibídem.
4 Josserand, ob. cit., tomo I, vol. III, Nº 1.969, pág. 452.
5 Véase la cita de la nota 1 de este capítulo.
6 M. ROTONDI , ob. cit., pág. 286.
182 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
3. CLASIFICACION
DIVERSOS CRITERIOS
Un escritor francés decía: “¡El ocio! He ahí la más grande y bella conquis-
ta del hombre”. Pues bien, según fluye de las explicaciones anteriores, no hay
temor de que esta conquista la pierda el dueño del predio sirviente porque,
de acuerdo con un adagio universal, la servidumbre no puede consistir en la
obligación de hacer; Servitus in faciendo consistere non potest. El que sufre la
servidumbre debe dejar hacer o abstenerse de hacer, pero él nada está obli-
gado a hacer en razón del gravamen real mismo. La actividad debe desple-
garla el dueño del predio dominante, el titular del derecho de servidumbre,
y la carga se objetiviza materialmente en el predio que la soporta, sea a través
de un acueducto, o de una senda, o de un muro que soporta una construc-
ción ajena o que no puede elevarse más en beneficio de ésta, etc.
Aunque este punto lo tocamos anteriormente, conviene profundizarlo
ahora.
El Código Civil (art. 823) parece admitir excepciones a la regla que no
exige acción al dueño del predio sirviente. Porque después de señalar que
“servidumbre positiva es, en general, la que sólo impone al dueño del predio
sirviente la obligación de dejar hacer”, agrega: “Las servidumbres positivas
imponen a veces al dueño del predio sirviente la obligación de hacer algo”,
como la servidumbre de demarcación.
Sin embargo, los tipos que se miran como obligaciones de hacer constitu-
tivas de servidumbre, en realidad, según se verá en el análisis especial de la
demarcación y el cerramiento, no son servidumbres, sino obligaciones legales
basadas en las relaciones de vecindad. En otros casos las obligaciones de
hacer que corresponden al dueño del predio sirviente son obligaciones que
se agregan a la relación real de servidumbre, son accesorias de ésta y tienden a
permitir o facilitar el ejercicio de la misma. Así, puede establecerse volunta-
riamente que el dueño del predio sirviente estará obligado a remover él,
cada vez que se presenten, los obstáculos (tierra, piedras, basuras) que impi-
dan el libre curso de las aguas por el acueducto. En esta hipótesis, la servi-
dumbre consiste en dejar conducir por la heredad propia las aguas a que
tiene derecho el dueño del fundo dominante; la obligación de remover los
obstáculos es accesoria al gravamen real.
Estas obligaciones accesorias son propter rem, es decir, obligaciones en que
el deudor lo es por ser dueño de la cosa por cuya causa se le impone la
obligación: en este caso, dueño del predio sirviente; cambia de dueño la
cosa, automáticamente cambia el deudor de la obligación, pasa a serlo el
nuevo dueño de aquélla.
Debe observarse:
1) Que, lógicamente, la apariencia de que se trata no se refiere al dere-
cho mismo, sino al estado material del predio en que se ejerce la servidum-
bre, que debe revelar por obras o signos visibles y permanentes la existencia
de ésta, y
2) Que la noción de apariencia no es un verdadero criterio de clasifica-
ción de las servidumbres, pues no depende de la propia naturaleza de éstas
sino de un hecho accidental, la existencia o inexistencia de obras visibles y
permanentes destinadas al ejercicio del derecho. Y, así, hay servidumbres que
pueden ser aparentes e inaparentes, como la del tránsito en los casos que por
vía de ejemplo señala el artículo 824. La servidumbre de acueducto puede
ser aparente cuando el canal está a la vista, y será inaparente cuando el agua
se lleva por cañerías o por tubos subterráneos. Pero hay algunas que siempre
son inaparentes: no edificar, no plantar árboles, no elevar las paredes más
allá de cierta altura.
1.056. c) POR RAZÓN DEL EJERCICIO, las servidumbres pueden ser continuas y
discontinuas.
Servidumbre continua es la que se ejerce o se puede ejercer continuamen-
te, sin necesidad de un hecho actual del hombre; y servidumbre discontinua la
que se ejerce a intervalos más o menos largos de tiempo y supone un hecho
actual del hombre (art. 822).
El carácter de continuidad o discontinuidad de una servidumbre depen-
de de sus elementos constitutivos. Por eso una servidumbre no puede ser
indiferentemente continua o discontinua; una misma servidumbre no puede
tener sino uno de estos dos caracteres.
Para determinar si una servidumbre es continua o discontinua, se atiende
a la manera como se ejerce. Si para ejercerla se necesita un hecho actual del
hombre, si requiere de la actividad humana, es discontinua. Si se ejerce sin
necesidad de un hecho actual del hombre, es decir, si se ejerce por sí sola
por factores extraños a la actividad humana, es continua. El único elemento
que hay que tomar en cuenta para saber si una servidumbre es discontinua o
continua es la necesidad o no de un hecho actual del hombre. Así, la servi-
dumbre de acueducto es continua, porque, una vez construido el canal, el
agua corre o puede correr sin intervención del hecho actual del hombre. En
cambio, la servidumbre de tránsito es discontinua, porque su ejercicio se
manifiesta únicamente por la actividad del hombre. Las servidumbres discon-
tinuas, para surtir efectos, obligan al hombre a desplegar su actividad.
No es, pues, el hecho de que una servidumbre se ejerza continuamente y
sin intermitencia lo que sirve de base para esta clasificación. Perfectamente
puede darse el caso de una servidumbre continua que se ejerza con intermi-
tencia, como la del acueducto por el cual sólo pasa el agua de tiempo en
tiempo. En cambio, las servidumbres discontinuas no pierden su carácter de
tales aunque se ejerzan sin intermitencia alguna. Así, una servidumbre de
tránsito será discontinua aunque se transite continuamente por el predio
188 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
7.a P LANIOL Y RIPERT, Tratado práctico de Derecho Civil Francés, tomo III. Nº 897.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 189
7.b JEAN CARBONNIER, Droit Civil, tomo II, Première Partie, Paris, 1957, pág. 167.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 191
5. SERVIDUMBRES NATURALES
1.065. PROHIBICIÓN DE HACER CUALQUIERA OBRA PARA QUE LAS AGUAS DESCIENDAN.
No se puede hacer ninguna obra con el objeto de que las aguas desciendan.
No se puede dirigir un albañal o acequia sobre el predio vecino, si no se ha
constituido esta servidumbre especial (art. 833, inc. 2º). No habría inconve-
niente, pues, para que entre ambos dueños se constituyera una servidumbre
a fin de recibir las aguas que caen de un molino, por ejemplo; pero esta
servidumbre sería ya voluntaria.
1.067. OBRAS QUE PUEDEN HACERSE. Con todo, el dueño del predio inferior
tiene derecho a hacer dentro de él pretiles, malecones, paredes u otras obras
que, sin impedir el normal descenso de las aguas, sirvan para regularizarlas o
aprovecharlas, según el caso. También tiene el mismo derecho el dueño del
predio superior dentro de éste, pero sin hacer más gravosa la servidumbre
que puede soportar el predio inferior (C. de Aguas, arts. 74 y 75).
6. SERVIDUMBRES LEGALES
1.068. DEFINICIÓN. Las servidumbres legales son las que han sido impuestas
por la ley, es decir, aquellas que la ley autoriza o impone, aun contra la
voluntad del dueño del predio sirviente.
1.070. CLASES. De acuerdo con el mismo artículo 839, las servidumbres lega-
les de interés público son de dos clases: las que se refieren al uso de las
riberas para la navegación o flote, y las que se establecen por reglamentos u
ordenanzas especiales.
1.073. GENERALIDADES. Dice el Código Civil (art. 841) que las servidumbres
legales relativas a la utilidad de los particulares son “determinadas por las
ordenanzas de policía rural. Aquí se trata especialmente de las de demarca-
ción, cerramiento, tránsito, medianería, acueducto, luz y vista”.
La referencia a las leyes de policía rural podría hacer creer que estas servi-
dumbres sólo se aplican a los predios rurales, nunca a los urbanos, pero tal
conclusión sería errónea: nada impide que puedan presentarse con respecto a
esta segunda clase de predios. Más aún: si bien hay servidumbres que serán casi
siempre rurales, como las de demarcación, cerramiento, tránsito y acueducto, las
otras, las de medianería y de luz y vista, son casi siempre urbanas.
Fuera de las servidumbres enumeradas en este artículo y de que trata el
Código diversas leyes especiales han impuesto otras servidumbres legales de
interés privado que sólo mencionaremos porque son materia de otras ramas
jurídicas: servidumbre de fuerza motriz; servidumbres establecidas en benefi-
cio de los servicios eléctricos; servidumbres señaladas en la legislación, sobre
navegación aérea, las establecidas en beneficio de los ferrocarriles por la ley
respectiva; servidumbres en interés de la minería, etc.
A. La demarcación
8.a Sentencia de 28 de marzo de 1955, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LII, sec. 1 a.,
pág. 36.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 195
1.076. DERECHO Y ACCIÓN REALES. El derecho de solicitar que se fijen los lími-
tes que separan el propio fundo de los colindantes es real, ya se le mire como
servidumbre activa o como facultad del dominio o propiedad. Consecuente-
mente, la acción derivada de este derecho es real.
Conforme ha explicado la Corte Suprema, en el ejercicio del derecho de
demarcación “se hace abstracción y carece de importancia la persona del
dueño de cada predio, lo que configura la acción más bien como de natura-
leza real. En razón de que ella persigue sólo fijar la línea y levantar el deslin-
de, tiene todos los caracteres de una acción sumaria encaminada a resguardar
lo que cada uno está poseyendo según el respectivo título, en relación con
referencias a puntos de terreno”.
“Por consiguiente –agrega la Corte Suprema–, no puede aceptarse que la
acción ejercitada en un juicio de demarcación y cerramiento sea de servi-
dumbre y encaminada a producir una alteración en la forma del inmueble
de los demandantes, porque sus efectos no son los de una servidumbre y ni el
título del demandante ni el del demandado sufren alteración con la acogida
o el rechazo de la demanda. Debe concluirse que se trata de una gestión
judicial encaminada a la conservación de la cosa, ya que el fallo sólo tiene un
alcance declarativo de derechos preexistentes y no constituye un nuevo título
en favor o beneficio de ninguno de los litigantes.”8.b
8.b Sentencia de 28 de marzo de 1955, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LII, sec. 1 a.,
pág. 36.
196 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
12.a Corte Suprema, 7 de julio de 1910, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VIII, sec. 1a.,
pág. 277.
198 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
12.d Corte Suprema, 30 de noviembre de 1906, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IV,
sec. 1a. , pág. 103; Corte de Concepción, 28 de mayo de 1922, G. 1922, 1er. sem., Nº 196, pág. 777.
Con anterioridad, la Corte de Apelaciones de Santiago, en sentencia de 10 de septiembre de 1883,
había resuelto que sólo el dueño de un predio tiene derecho para demandar la demarcación de
límites con los propios colindantes (Gaceta, año 1883, Nº 2.554, pág. 1417).
12.e Véanse: AUBRY ET RAU, Cours de Droit Civil français, tomo II, Nº 199, pág. 338; BAUDRY -LACANTI-
NÉRIE ET CHAVEAU, Des Biens, tomo VI, Nº 905; P LANIOL ET RIPERT, ob. cit., tomo III, Nº 434; J OSSERAND,
ob. cit., 3a. edición, tomo I, Nº 1.437, etc.
12.f Sentencia de 28 de marzo de 1955, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LII, sec. 1a.,
pág. 36.
200 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
12.g Corte de Concepción, 16 de agosto de 1878, G. 1878, Nº 2.923, pág. 1220 (consideran-
do 3º, pág. 1222).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 201
B. Cerramiento
C. La medianería
12.H GÉO MINVIELLE, Dictionnaire des constructions, 13a. edición, París, 1949, expresión “Mur de
clôture forcée”, Nº 9.
204 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
otro, pues el dueño del predio que desea cerrarlo tiene acción para obligar a
los colindantes a que concurran a la construcción de cercas divisorias comu-
nes (art. 846). Por tanto, ese dueño puede imponer la carga a los propieta-
rios de los otros fundos, y en ese sentido el suyo sería predio dominante.13 Al
redactor no lo convence el argumento. A lo que hay que atender es no a la
iniciativa para imponer la carga, sino a la existencia de ésta y el beneficio, y
ambos, en definitiva, resultan recíprocos y no unilaterales.
b) Otros afirman que la institución en examen es simplemente una rela-
ción de vecindad regulada por disposiciones específicas en el ordenamiento
jurídico.
c) Finalmente, gran parte de los autores modernos ven en la medianería
una copropiedad accesoria y forzada. Que se trata de una copropiedad –argu-
yen–, nadie lo puede dudar; la misma ley lo dice con todas sus letras, al
hablar reiteradamente de los condueños (arts. 855, 857, etc.). Que se trata de
una copropiedad forzada, no lo dice la ley expresamente, pero sí lo da a
entender; basta leer el artículo 858 del Código Civil. Conforme a éste, cual-
quier copropietario de un cerramiento medianero puede exonerarse del car-
go de contribuir a su conservación y reparación abandonando su derecho de
medianería; pues bien, la solución más simple –se dice–, la partición de la
cosa indivisa, está totalmente excluida. Por lo demás, ¿cómo partir un muro
sin destruirlo? Con relación a los fundos contiguos, el cerramiento mediane-
ro es un accesorio; puede asimilarse a los bienes afectos al uso común de dos
fundos que pertenecen a propietarios distintos, como en el caso de la propie-
dad por pisos o departamentos.
pagándole la mitad del valor del terreno en que está hecho el cerramiento, y
la mitad del valor actual de la porción de cerramiento cuya medianería pre-
tende (art. 854).
Debe observarse que el derecho de hacer medianera la cerca o pared
divisoria es imprescriptible; lo mismo que el derecho de dominio, del cual es
una facultad, no se pierde por el no uso.
Como la adquisición se justifica por el uso común de un mismo cerra-
miento, ella se subordina a las necesidades del adquirente: éste puede limi-
tarse a comprar la parte de la altura, de la profundidad, de la longitud que le
fuera necesaria. De ahí que la ley hable del derecho de hacer medianera la
cerca o pared en todo o parte.
En cuanto a la naturaleza jurídica de la operación, algunos estiman que es
una expropiación, fundada en el interés general de evitar una pérdida de
terreno, de obra de mano y de materiales, pérdida que existiría si el vecino
del dueño de la pared divisoria privativa se viera obligado a hacer otra en sus
terrenos. Pero se ha replicado que en este caso el interés general no es de la
misma especie que el que consulta la Constitución Política para la proceden-
cia de la expropiación por causa de utilidad pública. Otros piensan que la
operación que se produce cuando el vecino hace uso de su derecho de hacer
medianera la cerca o parte divisoria es simplemente una venta: voluntaria, si
el propietario del muro consiente en la cesión; forzada, en caso contrario.
Y tal venta, por referirse a un inmueble, como es la muralla o cerca, debe
otorgarse por escritura pública e inscribirse en el Conservador de Bienes
Raíces, efectuándose en esta forma la tradición.
1.101-b FACULTAD PARA RECORTAR LOS MADEROS DEL VECINO. Agrega el inciso 2º
del artículo 855: “En circunstancias ordinarias se entenderá que cualquiera
de los condueños de una pared medianera puede edificar sobre ella, introdu-
ciendo maderos hasta la distancia de un decímetro de la superficie opues-
ta...” Pero bien puede acontecer que el otro propietario colindante también
quiera introducir maderos en el mismo paraje o hacer una chimenea. En este
caso, “tendrá el derecho de recortar los maderos de su vecino hasta el medio
de la pared, sin dislocarlos”. Nos encontramos aquí con otra manifestación
de justicia privada, es decir, de justicia por sí mismo: puede el dueño del
predio colindante cortar por sí mismo los maderos, sin necesidad de recurrir
a la justicia.
sexta parte de lo que valga la obra nueva. Esta indemnización es muy justa, pues
el mayor peso va a provocar reparaciones con más frecuencia y puede aun
acelerar la destrucción de la pared común; para evitar la gran dificultad
práctica de determinar en cada caso concreto el monto de la indemnización,
ha preferido la ley fijar una suma determinada, aunque arbitraria: la sexta
parte de lo que se gaste en la construcción de la obra nueva.
3a. El condueño que eleva la pared medianera pagará también la misma indemni-
zación todas las veces que se trate de reconstruir la pared medianera. Es consecuen-
cia de la misma regla anterior, ya que la ley debe necesariamente presumir
que esta reconstrucción se hace más frecuente por el hecho mismo de la
existencia de la obra suya.
4a. Será obligado a elevar a su costa las chimeneas del vecino situadas en la pared
medianera. Esta obligación es consecuencia de la de cada medianero de respe-
tar el derecho del otro condueño, que se hará ilusorio si con el alza de las
murallas se dejaran las chimeneas ciegas e inservibles. Es curioso señalar que
tanto esta regla como la anterior no se encuentran en el Código francés, sino
que fueron tomadas por don Andrés Bello de los primeros comentaristas de
este cuerpo de leyes, quienes las estimaban corolarios de las reglas generales.
5a. Si la pared medianera no es bastante sólida para soportar el aumento de peso,
la reconstruirá a su costa, indemnizando al vecino por la remoción y reposición de todo
lo que por el lado de éste cargaba sobre la pared o estaba pegado a ella. A diferencia
de las reglas anteriores, que se aplican en todo caso, este número supone la
situación en que la pared medianera no sea lo bastante sólida como para
soportar el aumento de peso; será una cuestión de hecho determinar si las
reparaciones o reconstrucción son necesarias por el mal estado de la muralla,
caso en que deben ser pagadas por mitad, o si únicamente el alza proyectada
obliga a hacerlas, caso en que deberán ser soportadas únicamente por el
propietario que eleva la muralla.
6a. Si reconstruyendo la pared medianera, fuere necesario aumentar su espesor, se
tomará este aumento sobre el terreno del que construya la obra nueva. Regla que se
refiere al mismo caso anterior, cuando es además necesario aumentar el
espesor de la muralla, y que resulta del hecho de que sea este propietario
quien se beneficie con la elevación de la muralla que desea hacer.
7a. El vecino podrá en todo tiempo adquirir la medianería de la parte nuevamente
levantada, pagando la mitad del costo total de ésta, y el valor de la mitad del terreno
sobre que se haya extendido la pared medianera, según el inciso anterior. Regla a la
que ya hicimos alusión y que no es más que una aplicación especial de la regla
general del artículo 854. Todo lo dicho a propósito de éste, puede repetirse
aquí; la única diferencia está en que el monto de la indemnización no se rige
en el caso especial por el valor actual de la porción de pared, sino por el valor
de construcción. Los comentaristas franceses atribuyen esta diferencia al de-
seo del legislador de evitar que el otro propietario especule, dejando alzar la
muralla y pagando luego la mitad del valor actual, que será generalmente
menor que el costo de construcción; la disposición legal se aplica, sin embar-
210 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
go, aun si por haber pasado muchos años, ya no exista tal intención, y en este
caso puede ser injusta, pues el valor de la pared debe haber disminuido por el
transcurso del tiempo. Todo lo dicho es con abstracción del problema de la
inflación monetaria.
4) Arboles medianeros
1.107. OBLIGACIÓN DE OBSERVAR LAS ORDENANZAS EN LAS OBRAS DE QUE PUEDA RESUL-
TAR DAÑO A LOS EDIFICIOS O HEREDADES VECINAS. Dice el artículo 856: “Si se trata
de pozos, letrinas, caballerizas, chimeneas, hogares, fraguas, hornos u otras
obras de que pueda resultar daño a los edificios o heredades vecinas, debe-
rán observarse las reglas prescritas por las ordenanzas generales o locales, ora
sea medianera o no la pared divisoria. Lo mismo se aplica a los depósitos de
pólvora, de materias húmedas o infectas y de todo lo que pueda dañar a la
solidez, seguridad y salubridad de los edificios”.
La Ley sobre Organización y Atribuciones de las Municipalidades, el Có-
digo Sanitario y leyes especiales contienen disposiciones relacionadas con
esta materia. Su estudio corresponde al Derecho Administrativo.
D. Servidumbre de tránsito
14 Corte de Santiago, 18 de noviembre de 1887, Gaceta de los Tribunales, año 1887, Nº 2.858,
pág. 1877; Corte Suprema, 29 de mayo de 1945, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLIII,
sec. 1a. , pág. 17.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 213
1.115. DERECHO DEL DUEÑO DE PREDIO SIRVIENTE PARA PEDIR QUE SE LE EXONERE DE
LA SERVIDUMBRE. El artículo 849 se pone en el caso de que concedida una
servidumbre de tránsito, no llegue después a ser indispensable para la explo-
tación del fundo, y dice: “Si concedida la servidumbre de tránsito en confor-
midad a los artículos precedentes, llega a no ser indispensable para el predio
dominante, por la adquisición de terrenos que le dan un acceso cómodo al
camino, o por otro medio, el dueño del predio sirviente tendrá derecho para
pedir que se le exonere de la servidumbre, restituyendo lo que, al establecer-
se ésta, se le hubiere pagado por el valor del terreno”.
E. Acueducto
1.117. GENERALIDADES. Todas las aguas del territorio nacional son bienes na-
cionales de uso público (C. Civil, art. 595; C. de Aguas, art. 5º). El uso de
ellas en beneficio particular puede hacerse en virtud de un derecho de apro-
vechamiento otorgado por la autoridad competente (C. de Aguas, art. 5º).
El derecho de aprovechamiento es un derecho real que recae sobre las aguas y
consiste en el uso y goce de ellas, con los requisitos que señala el Código de
214 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.120. QUÉ PREDIOS PUEDEN SER DOMINANTES. Todo predio o entidad que nece-
site agua para cualquier fin puede ser predio dominante. Así resulta de la
disposición del Código de Aguas según la cual toda heredad está sujeta a la
servidumbre de acueducto en favor de un pueblo, industria, mina u otra
heredad que necesite conducir aguas para cualquier fin (art. 77).
1.121. QUÉ PREDIOS PUEDEN SER SIRVIENTES. Todo predio puede ser predio sir-
viente de la servidumbre de acueducto, excepto los edificios, instalaciones
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 215
1.126. b) EXISTENCIA DEL DERECHO SOBRE LAS AGUAS QUE SE PRETENDE CONDUCIR.
El que desea establecer la servidumbre de acueducto debe probar que puede
disponer del agua que desea conducir.
1.135. LOS DERRAMES. Constituyen derrames las aguas que quedan abandona-
das después de su uso, a la salida del predio. Se presume el abandono de
estas aguas desde que el dueño del derecho de aprovechamiento hace deja-
ción de ellas, en los linderos de la propiedad, sin volver a aprovecharlas
(C. de Aguas, art. 43).
Los derrames que escurren en forma natural a predios vecinos pueden
ser usados dentro de éstos, sin necesidad de obtener un derecho de aprove-
chamiento (C. de Aguas, art. 44).
cauces vecinos. Para este fin, los predios intermedios quedan sujetos a servi-
dumbre (C. de Aguas, art. 95).
1.137. LUCES Y VISTAS. Luces son ventanas o huecos destinados a dar luz y aire
a los espacios cerrados y techados; vistas son huecos o ventanas que, además
del paso de la luz y el aire, permiten asomarse al predio vecino o, como decía
una costumbre francesa, dirigir “miradas penetrantes” sobre él.
Los conceptos anteriores son los que resultan de nuestra legislación o
están en consonancia con ella.
La ley habla de las vistas, pero si éstas se admiten cuando interviene una
distancia de tres metros o más, con mayor razón se admiten las ventanas de
meras luces.
1.141. CONDICIONES EN QUE DEBEN CONSTRUIRSE LAS VENTANAS DE LUZ EN LAS PARE-
DES QUE LAS ADMITEN CON RESTRICCIONES.
Estas condiciones son (art. 875):
1a. La ventana debe estar guarnecida de rejas de hierro, y de una red de
alambre, cuyas mallas tengan tres centímetros de abertura o menos, y
2a. La parte inferior de la ventana debe distar del suelo de la vivienda a
que da luz, tres metros a lo menos.
1.142. DERECHOS DEL VECINO. Aunque las luces hayan sido practicadas en la
forma que determina la ley, el vecino conserva, por su parte, las facultades de
su dominio. En consecuencia, puede adquirir la “medianería” de la pared
divisoria privativa, contigua a su fundo (art. 854), y hacer que se supriman
todos los huecos que le perjudiquen (art. 877); asimismo, puede levantar una
pared que le quite la luz al que la obtiene mediante ventanas construidas con
las condiciones que señala la ley (art. 876). En este punto, recuérdese lo
expresado al hablar del abuso del derecho.
Nótese también que el artículo 876 sólo rige la servidumbre legal de luz;
pero no se aplica tratándose de una servidumbre voluntaria, en que una
persona se compromete a no privar en alguna forma de luz al predio vecino.14.a
14.a C. Valparaíso, 15 de octubre de 1946, R. de D. y J., tomo LXVI, sec. 1a., pág. 855.
15 TRONERA: ventana pequeña y angosta.
220 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
pared en el mismo lugar. Además, la cosa común debe emplearse por cada
comunero conforme al destino de ella, y el destino de la pared medianera es
separar y permitir el apoyo de partes de la casa de cada condueño, pero no
recibir ventanas que den luz a la casa de uno de los comuneros.
Puede suceder que una pared divisoria privativa llegue a ser después
medianera; en tal caso, el que construyó la ventana debe clausurarla, a me-
nos que se deje subsistir voluntariamente, por mutuo consentimiento de
ambos dueños (art. 877).
1.146. CARACTERES DE LAS LUCES COMO SERVIDUMBRE LEGAL. a) Los que sostienen
que el predio gravado es el de la pared que tiene ventanas, lógicamente
concluyen que es una servidumbre negativa: el dueño del muro tiene la pro-
hibición de hacer las ventanas como le plazca. Por el contrario, los que
afirman que el predio gravado es el vecino, concluyen que es una servidum-
bre positiva: el dueño del predio vecino debe dejar al dueño de la pared
hacer las ventanas en la forma prescrita por la ley.
b) Es una servidumbre aparente: está continuamente a la vista, se mani-
fiesta por señales exteriores (ventanas, troneras).
c) Es continua: se ejerce sin necesidad de un hecho actual del hombre.
1.148. LAS DISPOSICIONES SOBRE LAS SERVIDUMBRES DE LUCES Y VISTAS SON DEROGA-
BLES POR LAS PARTES.Tales disposiciones no son de orden público, pues sólo
protegen intereses privados (la discreción entre los vecinos). En consecuen-
cia, éstos pueden derogarlas. Y, así, podrán convenir que el dueño de la
muralla la construya sin rejas o más abajo que a la altura legal; que el dueño
de un edificio tenga vista sobre el predio vecino, etc.
16 Véase: “Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas”, Código Civil, tomo II, 2a.
edición, Nos 6 y 7 de la jurisprudencia del artículo 880.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 223
7. SERVIDUMBRES VOLUNTARIAS
I. GENERALIDADES
16.a Sentencia de 15 de octubre de 1969, R. de D. y J., tomo LXVI, segunda parte, sec. 2a.,
pág. 87 (considerando 10, pág. 90).
224 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.151. LAS SERVIDUMBRES QUE NO PUEDEN IMPONERSE COMO LEGALES PUEDEN ESTA -
BLECERSE COMO VOLUNTARIAS. Cuando una servidumbre no puede exigirse o
imponerse como legal por faltar uno o más de los requisitos que la hacen
procedente en ese carácter, nada obsta para que se establezca como volunta-
ria. Así, por ejemplo, para la servidumbre de tránsito se requiere que el
predio dominante esté totalmente desprovisto de comunicación con el cami-
no público; puede suceder en un caso concreto que determinado fundo
tenga comunicación, aunque larga y costosa: el inconveniente se podría
subsanar con una servidumbre de tránsito voluntaria, establecida de común
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 225
acuerdo entre el dueño del predio que será sirviente y el del que lo será
dominante.
Sabemos que la llamada servidumbre legal de vista es negativa, impide
mirar al predio vecino; pero nada impide establecer una verdadera servidum-
bre de vista positiva con el carácter de voluntaria. Por ejemplo, el dueño de
un hermoso jardín podría convenir voluntariamente con el dueño del predio
vecino, situado a menos de tres metros, que este último abriera ventanas con
vista a las rosas y los alhelíes. En este caso, predio dominante sería el de las
ventanas, y sirviente el del jardín.
A. Del título
1.154. NOCIÓN. Cuando la ley dice que las servidumbres se pueden adquirir
por título, toma esta palabra en el sentido de acto jurídico generador de un
derecho, y no en el sentido de escrito o medio probatorio.
El acto constitutivo de servidumbre puede ser la convención, o el testa-
mento, y puede ser oneroso y gratuito.
17 AUBRY ET RAU, ob. cit., tomo III, París, 1900, párrafo 250, pág. 125.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 227
1.158. SUPLETORIO DEL TÍTULO; RECONOCIMIENTO DEL DUEÑO DEL PREDIO SIRVIENTE.
El título constitutivo de servidumbre puede suplirse por el reconocimiento expre-
so del dueño del predio sirviente (art. 883, inc.1º). Tal reconocimiento, que
puede emanar de un documento escrito o de la confesión judicial, no es otra
cosa que una declaración categórica del dueño del predio sirviente, que
manifiesta su voluntad de establecer la servidumbre.
El reconocimiento importa en el hecho una constitución de servidumbre
y, por lo mismo, en él deben aparecer precisados todos los elementos de la
servidumbre de que se trate. De ahí que no puede considerarse reconoci-
miento expreso de una servidumbre voluntaria el permiso abstracto y sin
17.a En este sentido: TOUILLIER, PARDESSUS, DURANTON Y Z ACHARIE, citados todos por este último
(Zacharie, Le Droit Civil Français, traducción francesa de la 5a. edición alemana, anotada por Massé y
Vergé, tomo II, París, 1855, párrafo 335 y nota 1, pág. 196).
18 AUBRY ET R AU, ob. cit., tomo III, párrafo 250, págs. 128-129.
228 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
detalles que para ello haya dado el dueño del predio que correspondería
calificar de sirviente.19
La ley no exige que el reconocimiento conste de escritura pública; luego,
basta un documento o escrito privado.20
1.160. CONCEPTO. Una persona cuando tiene dos o más predios puede co-
municar las utilidades de alguno de ellos a otro. Así, puede constituir un
acueducto en un fundo para llevar aguas a otras tierras suyas. En este caso no
hay servidumbre, pues ésta, por definición, no cabe en cosa propia: res sua
nemini servit. La destinación del predio al servicio de otro del mismo dueño es
un acto que emana del derecho de propiedad, y se llama tradicionalmente
destinación del padre de familia. Este es, pues, el acto por el cual el dueño de
dos predios establece entre ellos un servicio o relación que constituiría servi-
dumbre si los predios fueran de distintos dueños.
Si más tarde, por cualquiera causa (enajenación, partición), los fundos
pasan a ser de distintos propietarios, nace de pleno derecho la servidumbre,
o sea, el servicio establecido por el propietario único subsiste con el carácter
de servidumbre, siempre que en el acto por el cual se produce la diferencia-
19 Corte Suprema, 6 de mayo de 1916, R. de D. y J., tomo XIII, sec. 1a. , pág. 394.
20 Corte de Concepción, 28 de julio de 1905, G. 1905, tomo I, Nº 418, pág. 654.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 229
21 BAUDRY -LACANTINÉRIE, Précis de Droit Civil, tomo I, París, 1926, Nº 1830, págs. 873-874.
230 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
C. De la prescripción
1.162. SERVIDUMBRES QUE PUEDEN ADQUIRIRSE POR PRESCRIPCIÓN. Por regla gene-
ral, todo derecho subjetivo puede adquirirse por prescripción. Pero la ley
establece una excepción en materia de servidumbres: sólo permite adquirir
por prescripción las servidumbres que son a la vez continuas y aparentes. Ni
aun el goce inmemorial basta para constituir las servidumbres discontinuas
de todas clases y las servidumbres continuas inaparentes; unas y otras sólo
pueden adquirirse por medio de un título (art. 882).24
¿Cuáles son los motivos por los que la ley restringe el modo de adquirir
llamado prescripción a las servidumbres que son a la vez continuas y aparen-
tes?
Tradicionalmente se dice que el ejercicio de una servidumbre disconti-
nua implica actos que el dueño del predio que los sufre puede tomar como
fundados en su tolerancia, y no en una pretensión del que los realiza, y es
* El actual artículo 6º fue intercalado por el Decreto Ley Nº 753, publicado en el Diario Oficial
de 20 de noviembre de 1974.
234 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.167. CAUSAS DE EXTINCIÓN. Como las servidumbres son servicios que un predio
rinde a otro, ellas son, en principio, perpetuas como los predios mismos. “Si ellas
se extinguen (aun cuando los fundos subsistan) es más bien por accidente”.
El Código señala como causa de extinción de las servidumbres:
1) La resolución del derecho del constituyente;
2) La llegada del día o de la condición, si se ha establecido de uno de
estos modos;
3) La confusión;
4) La renuncia del dueño del predio dominante;
5) El no uso, o sea, el haberse dejado de gozar durante tres años;
6) La imposibilidad de ejercer la servidumbre por el estado en que se
hallan las cosas gravadas.
A estas causas pueden agregarse otras, como la expropiación del predio
sirviente.
Algunas de las causas mencionadas son aplicables a todas las servidum-
bres; otras sólo a las voluntarias.
25 Sentencia de la Corte de Casación de 16 de mayo de 1952, citada por Dekkers, ob. cit.,
tomo I, pág. 791, nota 1.
236 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.171. 4º. RENUNCIA DEL DUEÑO DEL PREDIO DOMINANTE. Las servidumbres se ex-
tinguen por la renuncia del dueño del predio dominante (art. 885, Nº 4º).
No hay en este precepto sino una aplicación particular de la regla general
que pueden renunciarse los derechos conferidos por las leyes, con tal que
sólo miren al interés individual del renunciante y que no esté prohibida su
renuncia (art. 12).
La renuncia puede ser expresa o tácita. Esta última exige que los actos de
que se deduce sean concluyentes, incompatibles con la voluntad de mante-
ner la servidumbre. En caso de duda, debe decidirse que no hay renuncia,
porque ésta no se presume. Habría, por ejemplo, una renuncia tácita si el
dueño del predio dominante que tiene sobre el predio vecino la servidumbre
de tránsito autorizara al dueño de este último para cortar el camino con una
construcción infranqueable; pero no habría renuncia si le permitiera cerrar-
lo con una puerta, siempre que le entregara una llave de la misma.
La ley dice que la servidumbre revivirá desde que deja de existir la imposi-
bilidad; en realidad, cuando esto ocurre, lo que revive es el ejercicio de la
servidumbre y no ésta, que ha continuado existiendo y sólo ha sufrido inte-
rrupción su ejercicio.
La imposibilidad de ejercer la servidumbre por el estado en que se hallan
las cosas trae la extinción de la servidumbre si se prolonga tres años; si la
imposibilidad no desaparece antes de haber transcurrido ese lapso, la servi-
dumbre se extingue.
241
242 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.177. c) SISTEMA DEL NÚMERO ABIERTO. Conforme al sistema del numerus aper-
tus, la ley no reduce el número de derechos reales a los que ella prevé y
tipifica. Por el contrario, deja abiertas las puertas para que se agreguen las
figuras que, atendiendo a sus necesidades, creen las partes con los caracteres
de reales (poder inmediato sobre la cosa y de eficacia absoluta, erga omnes,
frente a todo el mundo). Para ser considerados atípicos los derechos modela-
dos por las partes deben tener perfiles propios y han de llenar funciones que
no pueden lograrse con los típicos o con alguna combinación de éstos.
1.178. d) SISTEMA DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO CHILENO. 1. Tesis del “numerus aper-
tus”. Una minoría doctrinaria piensa que el ordenamiento jurídico chileno
admite el sistema del número abierto. No habría razón valedera para negar a
los particulares la facultad de crear derechos reales atípicos en los casos en
que resulte socialmente útil. Desde luego, se arguye, nuestra legislación care-
ce de un pronunciamiento que haga monopolio de la ley la creación de
derechos reales. Semejante declaración existe en el Código Civil argentino,
según el cual “los derechos reales sólo pueden ser creados por la ley” (art.
2502). Como en ninguna parte las leyes chilenas prohíben a los particulares
forjar derechos reales fuera de los esquemas preestablecidos por ellas, hay
que aplicar el principio “en derecho privado puede hacerse todo lo que la ley
expresamente no prohíbe”, tanto más cuanto que la enumeración que hace
el Código Civil de los derechos reales no es taxativa (art. 577, inc. 2º, comple-
1 En este sentido: BARASSI , Instituciones de Derecho Civil, traducción española del italiano, tomo I,
Barcelona, 1956, pág. 113, al final.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 243
mentado por el art. 579). Por último, el camino para que las partes creen
derechos reales fuera de los modelos del legislador se ve facilitado, cuando
recae sobre inmuebles, porque el Reglamento del Registro del Conservador
de Bienes Raíces dispone que puede inscribirse todo gravamen impuesto en
los inmuebles que no sea de los que necesariamente deben serlo. En esta
forma los terceros susceptibles de quedar afectados por el derecho real in-
mueble atípico, quedan en condiciones de tomar conocimiento del mismo y
no verse sorprendidos por su existencia.2
2. Tesis del “numerus clausus”; refutación de la contraria. A juicio del redac-
tor, la autonomía de la voluntad es impotente para crear derechos reales;
sólo puede actuar, poner en movimiento, a los tipos que la ley consagra. En
nuestra legislación, como en otras, la propiedad es el derecho patrimonial
básico de los individuos, y precisamente por esta condición se resiste a las
limitaciones del puro arbitrio privado, que ofrecen el riesgo de perturbar un
elemento económico y jurídico muy ligado al correcto funcionamiento so-
cial. Los argumentos de los partidarios del numerus apertus en la legislación
chilena son respetables y merecen ser desvirtuados con primor.
Nadie duda de que la enumeración del inciso 2º del artículo 577 del
Código Civil no es taxativa. Pero tal circunstancia, por sí sola, no autoriza
para admitir los derechos reales atípicos. Sólo significa que ese Código no
descarta la existencia de otros derechos reales, sin pronunciarse sobre si
ellos deben necesariamente ser configurados por ley o si también pueden
serlo por los particulares. Con todo, el método seguido por Bello para
enunciar y caracterizar los derechos reales y personales, parece revelar
que, en dos disposiciones, quiso dejar cerrado el círculo civilista de los
derechos reales. No incluyó todos éstos en una sola disposición, porque
había uno, el censo, que por presentar un aspecto real y otro personal,
exigía previamente dejar sentada la noción de derecho personal. Su or-
den fue claro y lógico: primero definió los derechos reales y señaló cuáles
tenían este carácter, este solo carácter (art. 577); en seguida definió los
derechos personales (art. 578), y por último, después de precisar los con-
ceptos genéricos apuntados, entró a ocuparse de un caso específico, el
del derecho de censo, que es personal en cuanto puede dirigirse contra el
censuario, y real en cuanto se persiga la finca acensuada (art. 579). Resul-
ta evidente que el autor del Código Civil no completó la lista de los
derechos reales en la misma disposición en que los perfiló en general,
porque había uno, el censo, que tenía estambres y pistilo, era real y
personal, y, por tanto, exigía ser tratado después de los dos caracteres
genéricos que en sí reunía. Sólo así resultaba plenamente comprensible.
Con las dos disposiciones, los artículos 577 y 579, se agota la enunciación
de los derechos reales de la órbita civilista nacional. Nada hace presumir que
en la intención del gran compatriota venezolano estuviera la idea de dar
tancia favorece para concederle los atributos de los derechos reales: poder
inmediato sobre la cosa y oponible a todos.
inc. 2º). La ley presume que si el dueño del terreno sabe que en él un extraño
está edificando, plantando o sembrando y se queda quieto, sin protestar ni hacer
nada por impedirlo, es porque quiere comprar esas cosas que incorporan a su
suelo, ya que no se presume el ánimo de donar de parte del tercero (art. 1393).
Sin duda, mientras el dueño del suelo no ejerza su derecho de recuperarlo
materialmente, el que edificó, plantó o sembró tiene un dominio separado; pero
expuesto a desaparecer en cualquier momento de sus manos, sin que nada pueda
hacer por impedirlo, si el dueño del terreno ejerce su derecho potestativo para
recuperar éste, mediante el pago del valor del edificio, plantación o sementera.
Resulta claro que la situación de diferenciación del dominio del suelo y la superfi-
cie es transitoria, y el derecho de propiedad del edificio, plantación o sementera,
de una precariedad (dependiente de la voluntad del dueño del terreno) que cons-
pira contra su propia naturaleza. La disposición está orientada hacia el logro de la
unidad del dominio, y por tanto mal puede sustentarse en ella un signo favorable
a la creación del derecho de superficie por los particulares.
También es intrascendente el argumento de que nuestra legislación no
es hostil a la división horizontal del dominio, porque contiene casos que la
suponen, como el de la pertenencia minera, el de la propiedad por pisos y
departamentos e incluso el de las concesiones de bienes nacionales. El
argumento no tiene gran valor porque los casos entrañan supuestos muy
específicos, de índole diversa, que responden a otras necesidades y, en fin,
porque, aún más, todos ellos, uno a uno, han sido esquematizados por la
propia ley, y esto, si bien autoriza para sostener que ella no siente repug-
nancia por la división de la propiedad entre suelo y superficie, el hecho es
que no la siente en los casos que ella organiza, y no en otros, y mucho menos
en los que pudiera forjar la libre autonomía privada. Digamos de paso que
algún autor,4 desprende reiteradamente del artículo 602 del Código Civil
que el concesionario de bienes nacionales tiene el derecho de propiedad
de las obras por él construidas sobre éstos, diferenciándose de la propie-
dad que tiene la nación toda en esos bienes nacionales. La verdad es que
el Código dice que el concesionario tiene, no la propiedad de las obras,
sino “el uso y goce de ellas”. Más todavía. El mismo artículo 602 parte de la
base que esas obras son, desde que se construyen en suelo nacional, tam-
bién de dominio nacional. Por eso agrega que “abandonadas las obras, o
terminado el tiempo por el cual se concedió el permiso, se restituyen ellas y
el suelo por el ministerio de la ley al uso y goce privativo del Estado (si se
trata de bienes fiscales) o al uso y goce general de los habitantes (si se
trata de bienes nacionales de uso público). Pero no se entiende lo dicho si
la propiedad del suelo ha sido concedida expresamente por el Estado”.
Vemos que las obras, como el suelo, se restituyen al dominio nacional, y
restituir es volver una cosa a quien la tenía antes, la nación toda. O sea, el
dominio de la superficie, el de las obras, apenas construidas, es de la
4 BORZUTZKY, ob. cit., págs. 204 (al principio), 210 (al final), etc.
252 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
LA REIVINDICACION
1. GENERALIDADES
255
256 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1 Sentencia de 28 de marzo de 1955, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LII, sec. 1a.,
pág. 36.
2 PRIETO C ASTRO, Derecho Procesal Civil, tomo I, Zaragoza, 1946, Nº 156, págs. 165-166; SCHÖNKE,
Derecho Procesal Civil, traducción de la 5a. edición alemana, Barcelona, 1950, pág. 88; CHIOVENDA,
Instituciones de Derecho Procesal Civil, vol. I, Madrid, 1936, Nº 39, pág. 196; LEO ROSENBERG, Tratado de
Derecho Procesal Civil, tomo I, Buenos Aires, 1955, págs. 254 y 255; COUTURE , Estudios de Derecho
Procesal Civil, tomo III, Buenos Aires, 1950, págs. 207 a 209.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 257
3 MESSINEO, Diritto Civile e Commerciale, vol. II, Milano, 1947, pág. 106.
258 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
4 Sentencia de 24 de mayo de 1930, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVIII, sec. 1a.,
pág. 51.
5 Corte de Temuco, 2 de septiembre de 1936, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXVII,
sec. 2a. , pág. 1.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 259
1.199. COSAS CORPORALES RAÍCES Y MUEBLES. Tanto las cosas corporales raíces
como las muebles pueden reivindicarse (art. 890, incs. 1º).
1.200. COSAS MUEBLES COMPRADAS POR EL POSEEDOR EN UNA FERIA U OTRO ESTABLECI-
MIENTO INDUSTRIAL EN QUE SE VENDAN COSAS MUEBLES DE LA MISMA CLASE . Según la
letra del Código, exceptúanse de la reivindicación “las cosas muebles cuyo
poseedor las haya comprado en una feria, tienda, almacén, u otro estableci-
miento industrial en que se vendan cosas muebles de la misma clase. Justifi-
cada esta circunstancia, no estará el poseedor obligado a restituir la cosa, si
no se le reembolsa lo que haya dado por ella y lo que haya gastado en
repararla y mejorarla” (art. 890, incs. 2º y 3º).
En verdad, el contexto mismo de la norma revela que las cosas compradas
en feria, tienda, almacén, etc., no constituyen excepción a la regla general de
que todas las cosas corporales pueden reivindicarse; dichas cosas no escapan
a la reivindicación: la excepción consiste sólo en que el reivindicador no
puede exigir lisa y llanamente la entrega de aquéllas, sino que debe reembol-
sar al poseedor lo que haya dado por ella y lo que haya gastado en repararla y
mejorarla. Naturalmente, el reivindicador puede repetir estas cantidades contra
7 P OTHIER, Tratado del derecho de dominio, traducción de Manuel Deó, Madrid, 1882, Nº 282, págs.
207–208.
262 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
8 En este sentido: Corte de Talca, 10 de junio de 1937, Gaceta de los Tribunales, año 1937, 1er.
semestre, Nº 99, pág. 420.
9 En este sentido: voto disidente de la sentencia citada en la nota anterior, suscrito por el
ministro don Eduardo Preuss; Corte de Apelaciones de Santiago, 13 de agosto de 1954, Revista de
Derecho y Jurisprudencia, tomo LI, sec. 4a., pág. 172.
También sustentan el mismo parecer las sentencias de la C. Suprema de 31 de octubre de
1961, R. de D. y J., tomo LVIII, sec. 4a., pág. 259, y de la C. de Apelaciones de Santiago de 4 de
octubre de 1966, R. de D. y J., tomo LXIII, sec. 4a., pág. 349; sentencia de la C. Suprema de 6 de
octubre de 1971, R. de D. y J., tomo LXVIII, sec. 4a., pág. 238; sentencia de la C. Suprema de 28 de
enero de 1976, Fallos del Mes, Nº 206, sent. 3, pág. 319.
Según lo ha resuelto la Corte de Concepción, en sentencia de 12 de mayo de 1954 (Revista de
Derecho y Jurisprudencia, tomo LI, sec. 4a. , pág. 145), el tercero que adquirió el objeto hurtado con
ocasión del delito no puede intervenir en el proceso criminal iniciado a causa del mismo delito,
pretendiendo obtener la restitución de dicho objeto por la vía meramente incidental.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 263
9.a C. Suprema, 29 de diciembre de 1958, R. de D. y J., tomo LV, sec. 4a. , pág. 224; C. Santiago,
31 de octubre de 1958, loc. cit.
9.b C. Suprema, 8 de junio de 1965, R. de D. y J., tomo LXII, sec. 1 a., pág. 132. Esta sentencia
lleva al pie un comentario favorable del profesor Fernando Fueyo L.
264 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
10 Véase: LUIS DÍAZ BALTRA, De la petición de herencia y de otras acciones del heredero, memoria de
prueba, Santiago, 1933, págs. 26 a 30, Nº 8; HUGO E. GATTI, “Petición de herencia”, monografía
publicada en el libro Estudios jurídicos en memoria de J. Irureta Goyena H., Montevideo, 1955, págs. 151
a 299.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 265
efectiva puede oponer a esta acción la prescripción de cinco años (art. 1269).
La acción reivindicatoria es imprescriptible, pues para perderla es necesario
que otro adquiera el dominio de la cosa por la prescripción adquisitiva
(art. 2517); por tanto, mientras una persona conserve la propiedad subsistirá
a su favor la acción reivindicatoria, transcurra el tiempo que transcurra.
1.203. COSAS INCORPORALES. Según nuestro Código Civil, sobre las cosas in-
corporales hay también una especie de propiedad; así, el usufructuario tiene
la propiedad de su derecho de usufructo (art. 583). De ahí que los otros
derechos reales pueden reivindicarse como el dominio; excepto el derecho
de herencia, que produce la acción de petición de herencia (art. 891).
El que reivindica su derecho de usufructo, por ejemplo, pide que le sea
reconocido por el poseedor y que éste sea condenado a entregarle la cosa
para poder ejercitar su derecho, esto es, para poder usufructuar la cosa. Del
mismo modo, como ha declarado la Corte Suprema,11 el titular de un dere-
cho de habitación puede reivindicarlo de su poseedor actual y, en conse-
cuencia, exigir las piezas sobre que recae su derecho.
11 Sentencia de 19 de mayo de 1903, Gaceta de los Tribunales, año 1903, sentencia 530, pág. 1553
(C. 3º, pág. 1555).
266 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
12 Corte Suprema, 24 de julio de 1928, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVI, sec. 1a.,
pág. 382.
12.a ISIDORO LA L UMIA, Corso di Diritto Commerciale, Milano, 1950, págs. 327 y siguientes; AGUSTÍN
VICENTE Y GELLÁ, Los títulos de crédito en la doctrina y en el derecho positivo, México, 1948, págs. 391 y
siguientes.
268 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
* Véase MANUEL VARGAS VARGAS, Nueva legislación sobre letras de cambio y pagarés, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1982.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 269
13 Sentencia de 26 de noviembre de 1907, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VI, sec. 1a.,
pág. 160.
14 Sobre títulos de crédito, véanse: A. V ICENTE Y G ELLÁ , ob. cit.; L A L UMIA , ob. cit., págs.
209 a 386; OLAF L IENDO S., Ensayo de una teoría general de los títulos de crédito, memoria de
prueba (inédita), Santiago, 1953; RAFAEL C ORREA F., Los títulos de crédito, versiones de las
clases de Derecho Profundizado y Comparado, redactadas por D RAGO V ODANOVIC H., edición
mimeográfica, Santiago, 1955.
15 Corte de Santiago, 8 de junio de 1911, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIX, sec. 1a.,
pág. 428; Corte de Iquique, 1º de julio de 1919, Gaceta de los Tribunales, año 1919, 2º semestre,
Nº 106, pág. 540. Idéntico: POTHIER, Tratado del derecho de dominio, Nº 286.
270 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
16 Digesto, libro VI, título 2, “De publiciana in rem actione”, ley 1a., párrafo 1; ley 2a. , ley 12,
párrafo 1.
En la fórmula procesal romana se decía al juez que juzgara como si hubiera transcurrido el
tiempo necesario para usucapir: “Sé Juez. Si Aulo Agerio hubiese poseído durante un año el esclavo
que compró y le fue entregado, y si por tanto este esclavo de que se trata le hubiese pertenecido
por derecho quiritario, etc.” (Gayo, Instituta, libro IV, título III, párrafo 36).
272 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
soris. Y si el actual poseedor tiene mejor derecho que el poseedor regular que
perdió la posesión, se comprende que con mayor razón este último no podrá
esgrimir la acción publiciana contra aquél.
g) Diferencias entre las acciones reivindicatoria y publiciana. El que entable la
acción reivindicatoria propiamente tal debe probar el dominio, mientras que
el demandante de la publiciana sólo debe acreditar haber adquirido una
posesión regular hábil para ganar la cosa por prescripción. Hay otra diferen-
cia relacionada con la eficacia de una y otra acción: la reivindicatoria puede
ejercitarse contra cualquier poseedor; la publiciana sólo contra los terceros
cuya posesión es de algún modo inferior a la que sirve de base al demandan-
te.
h) Utilidad de la acción publiciana. La acción publiciana resulta útil no sólo
para defender directamente la posesión regular de la cosa, sino indirecta-
mente el dominio. Sabido es que la prueba de éste es muy difícil en muchos
casos; entonces, el propietario, ejerciendo la acción publiciana, puede alivia-
nar su carga probatoria, limitándose a invocar y demostrar su mejor derecho
a poseer frente al adversario. De esta manera logra el mismo efecto práctico
que con la acción reivindicatoria: la devolución de la cosa.
Los tribunales chilenos, considerando fines prácticos, han estimado que
el actor que hace uso de la acción reivindicatoria debe estimarse que implíci-
tamente invoca también la acción publiciana si no logra probar su dominio
sobre la cosa reclamada, pero sí el mejor derecho a poseer que el contendor.16.a
1.210. EL ACTOR NO DEBE POSEER LA COSA PARA PODER ENTABLAR LA ACCIÓN REIVINDICA-
TORIA. Por definición, la acción reivindicatoria es la que tiene el dueño de una
cosa singular, de que no está en posesión, para que el poseedor de ella sea
condenado a restituírsela (art. 889). Siendo el fin de la reivindicación obtener
la posesión, mal se puede reclamar ésta si se tiene y conserva.
El dueño puede no estar en posesión de la cosa que le pertenece por
haberla perdido o por no haberla adquirido todavía. Ejemplo de este último caso
sería el del heredero que hereda una cosa de propiedad del causante, pero
que en vida de éste poseía un tercero que continúa en la posesión después de
la muerte de aquél.
Reivindicación de un inmueble inscrito. a) Los que parten de la base que la
posesión de un inmueble inscrito se conserva mientras no se cancele la inscrip-
ción, concluyen que si un tercero se apodera materialmente del predio, este
último no adquiere la posesión ni pone fin a la existente y, por lo mismo, el
dueño del inmueble no puede entablar acción reivindicatoria contra el usur-
pador: aquél no cumple con el requisito de estar desposeído de la cosa.
16.a Corte de Concepción, 7 de abril de 1885, Gaceta de los Tribunales, año 1885, Nº 566, pág. 327;
Corte Suprema, 9 de mayo de 1950, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLVII, sec. 1a., pág. 169
(considerando 6º).
274 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
16.b Corte Suprema, 21 de septiembre de 1955, R. de D. y J., tomo LIII, sec. 1a., pág 296, y 7 de
mayo de 1961, R. de D. y J., tomo LVIII, sec. 1a., pág. 23.
17 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo IX, Nº 1.805, pág. 459.
18 Sentencia de 29 de octubre de 1910, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VII, sec. 1a.,
pág. 359.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 275
19 Corte Suprema, 9 de mayo de 1917, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIV, sec. 1a.,
pág. 563; Corte Suprema, 18 de abril de 1932, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXIX, sec. 1a.,
pág. 393, etc.
20 Corte de Talca, 21 de junio de 1915, Gaceta de los Tribunales, año 1915, 1er. semestre, Nº 329,
pág. 801.
21 J. P ABLO VERGARA , La reivindicación, Legitimación activa y legitimación pasiva de esta acción,
memoria de prueba, inédita, Santiago, 1955, Nos. 25 y siguientes, págs. 50 y siguientes de los
originales mecanografiados.
22 Sentencia de 29 de diciembre de 1928, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVII,
sec. 1a. , pág. 117.
276 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.215. B. PRUEBA DE LAS VÍAS DERIVATIVAS. En tanto los modos originarios con-
fieren por sí mismos el dominio, los derivativos, por virtud del riguroso
principio de que ningún sujeto puede transferir más derechos que tiene,
condicionan o subordinan la existencia del dominio del adquirente a la del
de su causante. En consecuencia, la prueba del dominio adquirido derivativa-
mente supone demostrar no sólo la adquisición válida del actual titular, sino
también el derecho del causante que se lo transfirió o transmitió, y el del
causante de este causante hasta llegar al antecesor que adquirió el dominio
por un modo originario. Alcanzar hasta el dueño jurídicamente irreprocha-
ble es, por lo general, tarea larga, difícil y ardua, si no imposible; tan compli-
cada es la prueba a través de la escala de los sucesivos titulares, que desde la
Edad Media se la llama probatio diabolica, frase de justa retórica que puso en
boga el glosador florentino Accursio (1182-1260).
Si, como casi siempre sucede, no se puede remontar toda la escala hasta el
antecesor que adquirió la cosa por un indiscutible modo originario, no queda
sino probar el dominio por la prescripción o las presunciones judiciales.
a) Prueba por la prescripción del dominio adquirido derivativamente. Cuando
se alega la adquisición del dominio por tradición o por sucesión por causa de
muerte, la prueba completa de ese derecho forzaría a demostrar que el
actual titular lo tiene legalmente y que también lo tenían todos sus anteceso-
res en la propiedad; bastaría que una cualquiera de esas personas, aun el
causante más remoto, no hubiera sido dueño, para que tampoco lo fuera el
último y más nuevo de los adquirentes: la escala se desmoronaría desde
arriba hasta el último peldaño. Pero el derecho no puede vivir de la imagina-
ción jurídica y exigir una demostración perfecta de punta a punta; amoldán-
dose a la realidad factible, se contenta con una prueba que abarque sólo los
límites de la prescripción, ordinaria o extraordinaria. Si se prueba que se ha
poseído, por sí mismo o por sus causantes, durante el tiempo exigido para
prescribir, se habrá demostrado en forma absoluta el derecho de dominio.
La prescripción mitiga enormemente el esfuerzo probatorio: evita la com-
probación de la existencia del dominio en los causantes anteriores a la inicia-
ción del plazo prescriptivo que se toma por base.
Cuando la prescripción se invoca por un sujeto que legítimamente ha
adquirido el dominio por modos derivativos, en realidad actúa como medio de
prueba y no como modo de adquirir; este último papel lo desempeña la tradi-
ción o la sucesión por causa de muerte, según los casos. La prescripción
cumple su función adquisitiva sólo cuando se aprovecha de ella un usurpador
para convertirse en dueño. Con razón dice Josserand que la llamada prescrip-
ción adquisitiva no hace adquirir la propiedad más que por accidente, cuando
hace propietario a un non dominus; “su papel esencial más honorable, el único
honorable, es el de permitir la prueba de la propiedad que, gracias a la
prescripción, escapa a reivindicaciones lejanas e imprevisibles”.31
31 Derecho Civil, revisado y completado por ANDRÉ BRUN, tomo I, vol. III. Buenos Aires, 1952,
Nº 1.570, pág. 179.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 279
32 Corte de Talca, 10 de enero de 1922, Gaceta de los Tribunales, año 1922, 1 er semestre, Nº 164,
pág. 641.
282 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
33 Corte Suprema, 25 de mayo de 1916, Gaceta de los Tribunales, 1916, 1er semestre, Nº 60,
pág. 169, y Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIV, sec. 1a, pág. 1.
34 Corte Suprema, sentencias de 2 de septiembre de 1930, Revista de Derecho y Jurispruden-
cia, tomo XXVIII, sec. 1a, pág. 205; 21 de septiembre de 1933, Revista de Derecho y Jurispruden-
cia, tomo XXXI, sec. 1a , pág. 29; 6 de diciembre de 1944, Gaceta de los Tribunales, año 1944, 2º
semestre, Nº 56, pág. 240; 11 de agosto de 1949, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLVI,
sec. 1a , pág. 665.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 283
34.a Véase JOSÉ P ABLO VERGARA B., “Sujetos pasivos de la acción reivindicatoria. Casos contempla-
dos en los artículos 898 y 900 del Código Civil”, Gaceta Jurídica Nº 83, año 1987, págs. 3 a 14.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 285
de mala fe que por hecho o culpa suya ha dejado de poseer (art. 900, inc.
4º), situación que se estudia más adelante.
2) Poseedor de buena fe que, antes de trabada la litis, en la creencia de que es
suya la cosa, la enajena, haciéndose por esta causa imposible o difícil su persecu-
ción (ejemplo: enajenación de una cosa mueble a un desconocido): la acción de
dominio procede contra el que enajenó la cosa, para la restitución de lo que
haya recibido por ella (art. 898, inc. 1º, primera parte). En consecuencia, si la
enajenación no ha sido a título oneroso, esta acción de dominio no procede: si
el poseedor de buena fe, creyendo que era suya la cosa, la donó, nada tiene que
restituir por esta vía, que supone haber recibido algo por la cosa.
La acción de dominio contra el poseedor de buena fe que perdió la
posesión de la cosa antes de trabada la litis, requiere tres supuestos, que a
continuación se especifican:
a) Pérdida de la posesión por el poseedor a consecuencia de la enajena-
ción que hizo, y no por otra causa (hurto, robo, usurpación).
b) Dificultad o imposibilidad de la persecución en otras manos. Por tan-
to, si el actor ha entablado acción reivindicatoria contra los actuales poseedo-
res, adquirentes del primitivo que enajenó, no puede accionar también de
reivindicación contra este último: la demanda contra aquéllos demuestra la
inexistencia del obstáculo a que se refiere este supuesto.35
c) La dificultad o imposibilidad de perseguir la cosa de sus actuales po-
seedores debe provenir de la enajenación del primitivo poseedor y no de otra
causa, como la destrucción de la cosa por aquéllos.
Ha subrayado la Corte Suprema que no puede sostenerse que la acción
del artículo 898 se contrae a los bienes muebles en razón de que la persecu-
ción de los inmuebles nunca tendrá el carácter de difícil o imposible. Seme-
jante aseveración debe rechazarse. La acción procede respecto de ambas
clases de bienes. Porque, desde luego, la ley no distingue entre unos y otros.
Y, en seguida, porque la situación que contempla también puede darse res-
pecto de los bienes raíces. Por ejemplo, cuando el demandado coadyuvó en la
expropiación del predio, acto que por su naturaleza y objeto (dividir en lotes
el terreno) hace imposible la recuperación del mismo por su legítimo dueño.35.a
Confirmación de la enajenación por el reivindicador. El reivindicador que reci-
be del enajenador lo que se ha dado a éste por la cosa, confirma por el
mismo hecho la enajenación (art. 898, inc. 2º). El dominio se entiende trans-
ferido al adquirente desde el momento de la tradición que hizo el enajena-
dor (art. 682, inc. 2º, y 1819).
Extensión de la acción reivindicatoria al embargo de lo adeudado por el tercero al
poseedor que enajenó la cosa. Cuando el tercero a quien el poseedor enajenó la
cosa debe a éste todo o parte del precio, o la cosa que se obligó a permutar,
el reivindicador que demanda al poseedor puede, para garantía de sus dere-
35 Corte de Valparaíso, 16 de junio de 1914, Gaceta de los Tribunales, año 1914, 1 er semestre,
Nº 192, pág. 485.
35.a Sentencia de 26 de diciembre de 1966, R. de D. y J., tomo LXIII, sec. 1a, pág. 340.
286 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
36 El poseedor que adquirió la posesión con justo título y buena fe, si más tarde pierde esta
última, continúa siendo poseedor regular, pero se transforma en poseedor de mala fe, según se
desprende del artículo 702, inciso 2º. Es el caso del poseedor con buena fe inicial y que después, al
llegar a saber que es ajena la cosa, la transfiere a un tercero.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 287
Aplicación de las normas del poseedor de mala fe al de buena fe que durante el juicio
se ha puesto en la imposibilidad de restituir la cosa por su culpa. Todas las reglas
sobre el poseedor de mala fe rigen a éste sin consideración a la fecha en que
ha dejado de poseer; su estatuto es el mismo antes de iniciarse el juicio reivin-
dicatorio o durante él. Pero las normas del poseedor de mala fe se aplican al
de buena fe que durante el juicio se ha puesto en la imposibilidad de restituir la cosa
por su culpa (art. 900, inc. 4º). Y la solución es lógica: el poseedor de buena fe,
advertido por un proceso que sus derechos se le discuten, no puede ya conser-
var la convicción de la legalidad de su adquisición; cesa de estar de buena fe.
47 Gaceta de los Tribunales, año 1904, tomo II, Nº 1.395, pág. 449.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 291
50 Corte de Concepción, 24 de julio de 1886, Gaceta de los Tribunales, año 1886, tomo II,
Nº 2.126, pág. 1356.
51 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo IX, Nº 1.761, pág. 419. En el mismo sentido: Corte de Valparaíso,
7 de noviembre de 1902, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo I, segunda parte, pág. 166; Corte
de La Serena, 7 de enero de 1904, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo I, segunda parte, pág. 369;
Corte de Concepción, 11 de marzo de 1904, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo I, segunda
parte, pág. 582.
52 En la sesión 13 de la Comisión Mixta de Senadores y Diputados que revisó el Proyecto de
Código de Procedimiento Civil, al tratarse el artículo 281 (actual 291), el señor Enrique Richards
expresó no divisar razón para limitar el secuestro a las cosas muebles, ya que también puede
necesitarse esta medida precautoria para asegurar las resultas de las acciones ejercitadas respecto
de propiedades raíces. Don Manuel Egidio Ballesteros contestó que, en cuanto a estas últimas, el
artículo 283 (actual 293) autoriza el nombramiento de interventores, lo que, a su juicio, basta para
resguardar los derechos ejercitados sobre un bien inmueble. Así lo estimó también la Comisión...,
terminan las actas.
53 C. ANABALÓN, ob. cit., Nos 82 y 84, págs. 68 y 70.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 293
7. PRESTACIONES MUTUAS
54 ANABALÓN, loc. cit.; Corte de Tacna, 9 de diciembre de 1912, Gaceta de los Tribunales, año
1912, tomo II, Nº 1175, pág. 830.
55 Establecen también plazos judiciales los artículos 378, 1094, 1232, 1276, 1305, 2201 y 2291.
294 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.235. LUGAR EN QUE DEBE ENTREGARSE LA COSA MUEBLE. Sobre este punto, el
Código nada en especial dispone. Habría que aplicar, en consecuencia, las
reglas generales sobre el lugar en que deben cumplirse las obligaciones: la
restitución de la cosa reivindicada habría que hacerla en el lugar en que la
cosa se hallaba al tiempo de la contestación de la demanda; si el demandado
la hubiera transportado a otra parte, debería ponerla a disposición del reivin-
dicador en el lugar en que estaba en aquella fecha, siendo de su cuenta (del
demandado) los gastos de transporte (art. 1588 y 1589).
56 Corte Suprema, 10 de junio de 1920, Gaceta de los Tribunales, 1920, 1er semestre, Nº 23,
pág. 177; 7 de junio de 1921, Gaceta de los Tribunales, año 1921, 1er semestre, Nº 454, pág. 683.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 295
puede hacer valer en contra del poseedor las acciones que procedan; a su
vez, el poseedor, si está de buena fe, puede dirigirse contra aquel que le
transfirió la cosa.
1.237. B. INDEMNIZACIÓN POR LOS DETERIOROS QUE HA SUFRIDO LA COSA. Hay que
distinguir a este respecto entre el poseedor de mala fe y el de buena fe.
a) El poseedor de mala fe es responsable de los deterioros que por su
hecho o culpa ha sufrido la cosa (art. 906); no responde, pues, del caso fortui-
to, salvo que se haya constituido en mora de restituir, de acuerdo con la
sentencia que acogió la demanda reivindicatoria (art. 1547 y 1672).
b) El poseedor de buena fe, mientras permanece en ella, no es responsa-
ble de los deterioros que por su hecho o culpa ha sufrido la cosa, sino en
cuanto se hubiere aprovechado de ellos; por ejemplo, destruyendo un bos-
que o arbolado, y vendiendo la madera o la leña, o empleándola en beneficio
suyo (art. 906, inc. 2º).
El poseedor de buena fe inicial permanece en ella hasta la contestación de
la demanda, pues desde que conoce los títulos invocados en ésta, aunque
pueda seguir confiando en los propios, ya no puede tener la convicción
absoluta de su derecho que supone la buena fe.
En consecuencia, el poseedor de buena fe inicial responde de los deterio-
ros que por su hecho o culpa ha sufrido la cosa a partir de la contestación de
la demanda; respecto de los anteriores, la ley lo libera de la carga de indem-
nizar porque ha obrado en la creencia de ser dueño. Resulta lógico que el
poseedor de buena fe responda del provecho que ha obtenido por los me-
noscabos de la cosa, pues en este caso se ha enriquecido y no es equitativo
que se enriquezca a costa ajena.
Lo dicho respecto de los deterioros se aplican también a la pérdida o
destrucción parcial o total de la cosa, ya que existe la misma o mayor razón.
En cuanto a la enajenación de la cosa, véase lo que se expone en el Nº 1.221
de este tomo.
dos después, está sujeto a las reglas del poseedor de mala fe (art. 907, inc. 3º).
La Corte Suprema ha subrayado que la fecha inicial para la restitución de los
frutos por el poseedor de buena fe es la de la contestación de la demanda, que
es posterior a la notificación de ésta.57
¿Por qué el poseedor de buena fe hace suyos los frutos, o sea, está
dispensado de restituirlos? ¿Por qué este favor? Porque la aplicación de la
regla de la restitución conduciría a una injusticia. En efecto, los frutos, como
productos periódicos, están destinados a gastarse, y seguramente el poseedor
de buena fe así lo ha hecho. “Ha ajustado su tren de vida a las rentas que
creía tener. Sería arruinarlo obligarlo a reembolsar una suma equivalente tal
vez a los gastos diarios que ha hecho durante numerosos años y que no
podría pagar sino sustrayéndola a su capital, precisamente porque los frutos
se han gastado. Y no hay que olvidar, por otra parte, que el poseedor de
buena fe tenía, por definición, motivos plausibles para creerse propietario. El
no tiene nada que reprocharse. En cambio, el propietario, que ha dejado
que un tercero goce de su bien y que ha tardado en hacerlo expulsar, ha
cometido una negligencia. La pagará con el sacrificio de los frutos percibidos
por el tercero antes de la reivindicación. En resumen, el propietario conserva
su capital, y con él, la esperanza de frutos futuros”.58
imputan a los gastos ordinarios hechos para la producción de los frutos (art. 907,
inc. final).
Las expensas necesarias invertidas en obras permanentes “debe abonarlas el
reivindicador al poseedor, en cuanto hubieren sido realmente necesarias,
porque pueden ser sólo útiles; y en tal caso el reivindicador puede no estar
obligado a abonarlas, como luego veremos. La ley agrega que no está obliga-
do el reivindicador a abonar los gastos efectivos que las mejoras necesarias
hayan demandado al poseedor vencido, sino reducidos a lo que valgan las
obras al tiempo de la restitución: el poseedor ha aprovechado de esas obras y
en el tiempo transcurrido desde que fueron ejecutadas han podido deterio-
rarse; abona, por lo tanto, el reivindicador lo que efectivamente recibe; y lo
que el reivindicador recibe es el valor que efectivamente tienen las obras en
el momento en que se efectúa la restitución de la cosa en que tales obras
están hechas”.60
d) Si las expensas necesarias se invirtieron en cosas que por su naturaleza
no dejan un resultado material permanente, como la defensa judicial de la finca,
deben ser abonadas al poseedor en cuanto aprovechen al reivindicador, y se
hayan ejecutado con mediana inteligencia y economía (art. 908, inc. final).
66 C. Suprema, 14 de diciembre de 1960, R. de D. y J., tomo LVII, sec. 1a, pág. 367.
CAPITULO XX
PRIMERA PARTE
DOCTRINA GENERAL
Sección I
GENERALIDADES
1.247. CONCEPTO. Las acciones posesorias tienen por objeto conservar o re-
cuperar la posesión de bienes raíces o de derechos reales constituidos en
ellos (C. Civil, art. 916).
Por regla general, tutelan la posesión propiamente dicha y, por excep-
ción, la mera tenencia, cuando ésta es violentamente arrebatada a una perso-
na (art. 926). Pero en este último caso, como veremos oportunamente, se
discute el carácter posesorio de la acción.
303
304 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1 AUBRY ET RAU (ob. cit., tomo II, párrafo 177, pág. 108) no sin razón han dicho que al amparar
la posesión, lo que la ley protege y garantiza no es tanto la posesión misma como el derecho
probable de propiedad o de servidumbre cuya existencia aquélla hace suponer.
2 DEKKERS , ob. cit., tomo I, Nº 1.631, pág. 911.
* Para redactar este párrafo hemos consultado las siguientes obras: DUMONT, FRANÇOIS, Manuel
de Droit Romain, tomo I, París, 1947, págs. 409 y 410; J ÖRS-KUNKEL, Derecho Privado Romano, traducción
de la 2a. edición alemana Barcelona, 1965, párrafo 66, págs. 167 y 168; GIFFARD, Précis de Droit
Romain, 4a. edición, París, 1951, tomo I, Nº 573, págs. 341 a 342; S CIALOJA, Procedimiento Civil Romano,
traducción del italiano, Buenos Aires, 1954, párrafo 41, págs. 311 a 315.
306 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
3 Véase la crítica en L. PRIETO CASTRO, ob. cit., tomo II, Nº 401, págs. 57 a 60.
4 Introduction général aux coutumes, Nº 118.
5 P IERRE HÉBRAUD (profesor de Derecho Civil de la Facultad de Derecho de Tolosa), “Action
possessoire” en Repertoire de Droit Civil, de Dalloz, tomo I, París, 1951, pág. 133, Nº 20.
308 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.258. IMPORTANCIA DEL FALLO DEL JUICIO POSESORIO. La sentencia que decide el
juicio posesorio y reconoce a una de las partes la posesión, le confiere la
6 Véase HUGO PEREIRA A., La cosa juzgada formal en el procedimiento civil chileno, Santiago, 1954,
Nos. 70 a 78, págs. 161 a 179.
7 MESSINEO, Manual de Derecho Civil y Comercial, traducción de la 8a. edición italiana, tomo III,
Buenos Aires, 1954, pág. 245, Nº 11.
310 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
8
HÉBRAUD, ob. cit., Nº 49, pág. 135.
8.a
Apuntes de sus clases, págs. 38 a 39 de la edición mecanografiada correspondiente al último
curso de Derecho Procesal Civil.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 311
Proyecto del señor Lira: “Los juicios posesorios o interdictos pueden inten-
tarse...”, lo que daba a entender que todos los juicios posesorios eran inter-
dictos, pues hacía sinónimas ambas expresiones. En el Proyecto de 1893 la
disposición correspondiente aparece como en el Código actual: “Los inter-
dictos o juicios posesorios sumarios pueden intentarse...”; al agregarse el califi-
cativo de “sumarios” quedaría en evidencia que hay otros juicios posesorios,
que por no ser sumarios, no son interdictos. Nosotros creemos que el cambio
sólo quiso dejar precisado el significado o alcance técnico de la expresión
“interdicto” que se iba a emplear, sin que esto importe aceptar, dentro de la
legislación chilena, la existencia de los juicios posesorios ordinarios en gene-
ral. En seguida, el señor Valdés observa que el artículo 563 (antiguo 716) del
Código de Procedimiento Civil decía en el Proyecto del señor Lira: “Cual-
quiera que sea la sentencia (sobre la querella posesoria), se reservará siempre
a los que por ella fueren condenados el ejercicio de la acción de dominio que
pueda corresponderles con arreglo a derecho”. En el Proyecto de 1893 esta
disposición sufrió cambios; se redactó en la misma forma que en el Código
vigente: la reserva se refiere, no al ejercicio de la acción de dominio, sino al
de la acción ordinaria. La mayor amplitud de esta última haría caber no sólo la
acción de dominio, sino también la llamada acción posesoria ordinaria. El
cambio de redacción se justificaría, pues, para dar entrada a esta última.
Contradice tal interpretación, sin embargo, otra norma procesal que, refi-
riéndose justamente a la que invoca el señor Valdés, viene a precisar sus
términos. Es el artículo 564 (antiguo 721) del Código de Procedimiento Ci-
vil, que dice: “La sentencia pronunciada en la querella de restablecimiento
deja a salvo a las partes, no sólo el ejercicio de la acción ordinaria en confor-
midad al artículo 563, sino también el de las acciones posesorias que les
correspondan”. Esta norma, al igual que la del artículo 950 del Código Civil,
contrapone la acción ordinaria a las acciones posesorias, restringiendo así,
claramente en esta materia, el alcance de la primera a la acción de dominio.
Pero el señor Valdés cree que la disposición procesal incurre en una omisión,
la de la palabra “sumarias”; la omisión –según el señor Valdés– sería evidente,
pues el Título del Código de Procedimiento trata de los interdictos y éstos,
conforme al mismo Código, son sinónimos de los juicios posesorios sumarios.
Por tanto, la contraposición debe entenderse entre acción ordinaria y accio-
nes posesorias sumarias, quedando incluida la posesión ordinaria dentro de
la primera.
Los argumentos favorables a la existencia de la acción posesoria ordinaria
vienen al suelo si se considera que las acciones protegen un derecho o una
situación jurídica substantiva, y el derecho de posesión no está reconocido en
general en ninguna disposición de nuestro ordenamiento jurídico; mal pue-
de, entonces, el Código de Procedimiento Civil consagrar una acción respec-
to a un derecho o situación jurídica que legalmente no existe.
Todo esto lleva a concluir que la legislación chilena no consagra la llama-
da acción posesoria ordinaria, esto es, la dirigida a proteger el derecho de la
posesión o la posesión permanente o perpetua y sometida a la tramitación
del juicio ordinario o plenario; nuestro ordenamiento jurídico sólo reconoce
la acción posesoria interdicta o sumaria. Por tanto, después del plazo de
312 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
9 Corte de Concepción, 30 de agosto de 1940, Gaceta de los Tribunales, año 1940, 2º semestre,
Nº 131, pág. 547. Véase en el mismo sentido la nota de los profesores DAVID STITCHKIN Y AVELINO
LEÓN HURTADO , puesta a esta sentencia en la Revista de Derecho, de la Universidad de Concepción,
año VIII, Concepción, 1940, págs. 2820 a 2822.
10 Corte Suprema, 19 de julio de 1911, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IX, sec. 1a.,
pág. 524.
11 Corte de Concepción, 30 de agosto de 1940, Gaceta de los Tribunales, año 1940, 2º semestre,
Nº 131, pág. 547.
12 Corte de Concepción, 21 de noviembre de 1874, Gaceta de los Tribunales, año 1874, Nº 2818,
pág. 1356.
13 Digesto, libro VI, título II, ley 7, párrafo 6º. La cita de la ley romana en general aparece en el
artículo 1039 del Proyecto de 1853.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 313
interés social concurrente, ni la amplitud de los poderes del juez.14 Por otro
lado, el artículo 3º del Código de Procedimiento Civil dice que se aplica el
procedimiento ordinario a las gestiones, trámites y actuaciones no sometidos
a una regla especial diversa; pero no establece que los actos que tienen
prescrita una tramitación especial no puedan ajustarse al procedimiento or-
dinario.
1.262. PRESCINDENCIA DEL DERECHO DE DOMINIO EN LOS JUICIOS POSESORIOS. Las ac-
ciones posesorias tutelan el hecho de la posesión con independencia de la
propiedad y, consecuentemente, en los juicios posesorios no se debe tomar en
cuenta el dominio que por una o por otra parte se alegue (art. 923, inc. 1º).
Con todo, pueden exhibirse títulos de dominio para comprobar la pose-
sión, pero sólo aquellos cuya existencia pueda probarse sumariamente, y, a la
recíproca, no vale objetar contra ellos otros vicios o defectos que los que
puedan probarse de la misma manera (art. 923, inc. 2º).
Si la existencia de los títulos para comprobar la posesión importa una cues-
tión de lato conocimiento, aquéllos no deben considerarse en el interdicto.17
Determinar, por ejemplo, si el contrato de sociedad tiene la significación
de un título traslaticio de dominio no es materia del debate de un juicio
posesorio, sino de uno de lato conocimiento.17.a
Sección II
1.264. ENUNCIACIÓN. Pueden ser objeto de las acciones posesorias los bienes
raíces y los derechos reales constituidos en ellos, siempre que se trate de
bienes y derechos que puedan ganarse por prescripción (arts. 916 y 917).
19 Corte Suprema, 9 de mayo de 1950, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLVII, sec. 1a.,
pág. 169 (véase el considerando 6º).
316 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.267. COSAS QUE NO PUEDEN SER OBJETO DE LAS ACCIONES POSESORIAS. a) El Códi-
go chileno, como el francés, y al revés del alemán, no autoriza las acciones
posesorias respecto de los bienes muebles, tal vez por ser más fácil la prueba
del dominio.
b) Sobre las cosas que no pueden ganarse por prescripción, tampoco
puede haber acción posesoria (art. 917), ya que el fin de ésta es no sólo
mantener al poseedor en la situación material que goza o hacerle recuperar
la que gozaba, sino también permitirle continuar el curso de la usucapión: si
no puede haber posesión ni prescripción adquisitiva, lógica resulta la nega-
ción de las acciones posesorias.
1.269. UTILIZACIÓN DE COSA AJENA POR MERA TOLERANCIA DEL DUEÑO O POSEEDOR;
APROVECHAMIENTO DE LA OMISIÓN DE ACTOS DE MERA FACULTAD DE OTRO.
a) Principio. La omisión de actos de mera facultad, y la mera tolerancia de
actos de que no resulta gravamen, no confieren posesión, ni dan fundamen-
to a prescripción alguna (art. 2499, inc. 1º). En consecuencia, la persona que
se beneficia con la omisión de actos de mera facultad de otro, o que utiliza
una cosa ajena por mera tolerancia del dueño o poseedor, no tiene acción
posesoria contra ellos.
b) Actos de mera tolerancia. La ley los menciona, pero no los define. Des-
de el punto de vista del que los tolera, son de mera tolerancia aquellos actos
que para él entrañan el ejercicio de un derecho, como es permitirlos o no, y
a cuya ejecución no se opone por benevolencia y considerando que no
atentan contra la integridad del contenido de su derecho. Para el tercero
que los realiza son actos de mera tolerancia los que él lleva a cabo sin la
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 317
20-21 ANTONIO V ODANOVIC H.; véase su análisis de los actos de mera tolerancia en el Nº 780 de
este mismo tomo.
22 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXV, sec. 1 a., pág. 154.
318 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
23 En este sentido: Digesto, libro 43, título 17, ley 1, párrafo 9º; P OTHIER, Traité de la possession,
Nº 96; ARANGIO-RUIZ, Instituciones de Derecho Romano, traducción de la 10a. edición italiana, Buenos
Aires, 1952, pág. 305; AUBRY ET RAU, ob. cit., tomo II, párrafo 180, pág. 129, texto y nota 16; BEU-
DANT, Cours de Droit Civil Français, tomo IV, París, 1938, Nº 672, págs. 738 y 739; HÉBRAUD, ob. cit.,
Nº 105, pág. 138; René Rodière (profesor de la Facultad de Derecho de Argel), “Possession”, en
Repertoire de Droit Civil, Dalloz, tomo III, París, 1953, Nos. 31 y 32, págs. 776 y 777.
24 AUBRY ET R AU, loc. cit.
25 Corte de Santiago: 11 de noviembre de 1886, G. 1886, Nº 3.506, pág. 2203; 29 de noviembre
de 1887, Gaceta de los Tribunales, 1887, Nº 2.945, pág. 1957.
26 Sentencia de 19 de diciembre de 1910, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IX, sec. 1a.,
pág. 33.
27 Corte Suprema: 21 de diciembre de 1905, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo III, sec. 1a.,
pág. 96, y 10 de julio de 1928, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVI, sec. 1a. , pág. 313; Corte
de Santiago, 28 de agosto de 1937, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXVI, sec. 1a., pág. 348
(considerando 23, pág. 351); Corte de Talca, 23 de septiembre de 1942, Revista de Derecho y Jurispru-
dencia, tomo XL, sec. 2a., pág. 56.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 319
30 BEUDANT, ob. cit., tomo IV, Nº 758, págs. 838 y 839; RODIÈRE, ob. cit., Nº 392, pág. 816.
31 RIPERT ET BOULANGER, ob. cit., tomo I, Nº 3.730; D EKKERS, ob. cit., tomo I, Nº 1.394, pág. 780.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 321
las servidumbres discontinuas no sería sino una aplicación de esta regla. Por
lo que se refiere a las servidumbres continuas no aparentes, cuando son nega-
tivas (como la de no poder elevar las paredes sino a cierta altura), se presu-
men fundadas sobre actos de mera facultad, y sabido es que la omisión de
estos actos tampoco confiere posesión ni da fundamento a prescripción
alguna (art. 2499, inc. 1º). Si la servidumbre continua no aparente es positiva
(como una servidumbre de acueducto ejercida por un tubo subterráneo), la
no apariencia de la servidumbre se confunde con la clandestinidad de su
ejercicio.32
b) Excepciones reconocidas por la jurisprudencia francesa al principio que niega las
acciones posesorias a las servidumbres discontinuas o inaparentes. Racional o no este
principio, el hecho es que aparece consignado, expresa o tácitamente, en mu-
chas legislaciones. Y su aplicación trae inconvenientes prácticos, que la jurispru-
dencia de otros países, como la de Francia, ha tratado de paliar o mitigar,
reconociendo algunas excepciones, derivadas de un esfuerzo interpretativo, bas-
tante lógico, aunque, tal vez, poco estricto. Las excepciones al principio que
niega las acciones posesorias a las servidumbres discontinuas o inaparentes, se
aceptan en dos hipótesis: 1) cuando esas servidumbres se fundan en un título
convencional emanado del dueño del fundo sirviente o de sus autores, o en un
título legal, y 2) cuando dichas servidumbres son ejercidas menos a título de
servidumbre que a título de propiedad o de copropiedad del fundo ajeno.
1) La existencia del título convencional o legal hace desaparecer los funda-
mentos de mera tolerancia, de omisión de actos de pura facultad o de clan-
destinidad que determinan la negación de las acciones posesorias a las servi-
dumbres inaparentes o discontinuas. En efecto, si el querellante cuenta a su
favor con uno de esos títulos, no puede afirmarse ya que ejerce la servidum-
bre en la cual pretende ser mantenido, por omisión de un acto de mera
facultad del dueño del predio sirviente o por la mera tolerancia del mismo:
la existencia del título excluye necesariamente cualquiera de esas ideas. Tam-
poco se puede decir que es clandestina la servidumbre ejercida en virtud de
un título: si se trata de uno convencional, como él ha debido emanar del
propietario del fundo sirviente o de alguno de sus autores, fuerza es recono-
cer que dicho propietario no ha podido ignorarlo, y la servidumbre, aunque
sea inaparente positiva, deja de ser clandestina a su respecto; si se trata de un
título legal, el propietario, del mismo modo, ha debido conocerlo, pues se
supone que nadie ignora la ley.33
2) La segunda excepción que establece la jurisprudencia francesa al prin-
cipio de que las servidumbres discontinuas o inaparentes no pueden ser
32 B EUDANT ob. cit., Nº 758, págs. 838 a 841. En contra de la opinión que, por razones de
utilidad, justifica la imprescriptibilidad de las servidumbres discontinuas o no aparentes, véase
RIPERT ET BOULANGER, ob. cit., tomo I, Nos. 3.732 y 3.733.
33 RAVIART ET R AVIART, Traité théorique et pratique des actions possessoires et du bornage, 5a. edición,
París, 1929, Nº 225, págs. 234 a 236; HÉBRAUD, ob. cit., tomo I, Nos. 186 a 196, pág. 144. Véase la
copiosa jurisprudencia citada en ambas obras.
322 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
tuteladas por las acciones posesorias, se produce cuando los actos de goce
constitutivos de la posesión pueden considerarse, de acuerdo con las circuns-
tancias de la causa, como fundados más bien sobre un derecho de propiedad o de
copropiedad que sobre una servidumbre, es decir, cuando el propietario de un
fundo ha poseído sobre otro fundo un terreno únicamente afectado al ejerci-
cio de una servidumbre discontinua o inaparente.34 Así, un propietario pue-
de reputarse poseer sobre el fundo ajeno el terreno mismo del cual extrae
agua, en el que hace pastar su ganado, abrevar sus caballos y, en consecuen-
cia, puede valerse de las acciones posesorias si es turbado en la posesión de
este terreno. Principalmente, la jurisprudencia francesa ha decidido que si
no se puede adquirir por la prescripción una servidumbre de tránsito, se
puede adquirir la posesión del suelo sobre el cual se ejerce el pasaje.35
título voluntario, cierre el paso al dueño del fundo dominante. Sería absur-
do que para decretar la remoción de las obstrucciones al ejercicio de la
servidumbre hubiera de seguirse el procedimiento ordinario; bastaría al
demandante acompañar su título para que, conforme a la tramitación del
juicio sumario, se ordenara la reapertura del paso. Claro que el demandado
podría cuestionar la legitimidad o eficacia del título, y si estas objeciones
necesitaran un estudio lato, no quedaría otro camino que continuar el
procedimiento conforme a las reglas del juicio ordinario (C. de Procedi-
miento Civil, art. 681). Pero tales objeciones no pueden ser caprichosas o
hechas valer con el torcido propósito de dilatar la sustanciación de la con-
troversia, porque corresponde al juez decidir si existen motivos fundados
para cambiar el procedimiento sumario por el ordinario.
La conclusión a que nosotros llegamos respecto de las servidumbres vo-
luntarias también era sostenida, sin grandes explicaciones, porque le parecía
evidente, por don Humberto Trucco, ex presidente de la Corte Suprema y
uno de los más grandes profesores de Derecho Procesal que pasó por la
cátedra universitaria. Decía el señor Trucco: “Tampoco quedan comprendi-
das en la disposición procesal que se refiere a las servidumbres naturales y
legales (art. 680, inc. 2º, Nº 2º), las servidumbres voluntarias y todas las cues-
tiones que de ella deriven; pero si ellas requieren una tramitación rápida,
deben someterse al procedimiento sumario, a virtud de la regla general de la
aplicación de éste (art. 680, inc. 1º)... El procedimiento del juicio ordinario
sólo tendrá lugar en defecto de esta regla”.37
Vimos también que la jurisprudencia francesa concede la protección po-
sesoria a las servidumbres discontinuas o inaparentes cuando los actos de
goce constitutivos de la posesión pueden fundarse, más que sobre una servi-
dumbre, sobre un derecho de propiedad o de copropiedad. Este tempera-
mento puede aplicarse entre nosotros sin inconveniente hasta donde lo per-
mitan las normas que rigen la propiedad inscrita y la no inscrita.
Sección III
1. LA LEGITIMACIÓN ACTIVA
37 Derecho Procesal, versiones de las clases, edición mecanografiada de 1939, Santiago, 1939,
pág. 119.
324 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
39 Se ha tachado de incorrecta la redacción de este artículo en cuanto dice “tiene y está sujeto
a las mismas acciones...”, ya que tener rige acusativo y no puede traer el mismo complemento que
rige la expresión está sujeto (JORGE ORTEGA TORRES, Código Civil de Colombia, 3a edición, Bogotá, 1955,
artículo 975 –copia del artículo 919 del Código Civil chileno–, pág. 373).
40 Indivisión y partición, tomo I, 2a edición, Santiago, 1956, pág. 227, nota 1.
326 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
43.a C. de Concepción, 9 de agosto de 1884, G. 1884, tomo II, Nº 1.918, pág. 1178; C. Suprema,
16 de diciembre de 1910, G. 1910, tomo II, Nº 1.237, pág. 1627; C. de Santiago, 26 de julio 1927, R.
de D. y J., tomo XXVII, sec. 1a, pág. 1.
44 Corte de Santiago, 28 de agosto de 1937, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXVI,
sec. 1a, pág. 348.
328 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
48 Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil, tomo II, artículo 921, Nº 29, I,
pág. 236.
49 Ibídem, artículo 921, Nº 29, V, pág. 237.
50 HÉBRAUD, ob. cit., Nos. 61 y 85, págs. 136 y 137.
51 Sentencia de 21 de julio de 1941, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXIX, sec. 1a,
pág. 120; AUBRY ET RAU, ob. cit., tomo II, párrafo 187, págs. 232 y 238.
52 AUBRY ET R AU, ob. cit., tomo II, párrafo 187, pág. 239; HÉBRAUD, ob. cit., pág. 136, Nº 61.
330 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
52.aC. Suprema, 24 de diciembre de 1951, R. de D. y J., tomo XLVIII, sec. 1a, pág. 581.
52.bC. Suprema, 3 de mayo de 1967, R. de D. y J., tomo LXIV, sec. 1a pág. 109.
53 Corte de Talca, 23 de septiembre de 1942, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XL,
sec. 2a, pág. 56.
54 Comp.: HÉBRAUD, ob. cit., Nº 138, pág. 141.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 331
con el fundo vecino y que frecuentemente ellos ocupen parte del terreno de
éste. El plazo debe contarse desde el primer acto de turbación que contradiga
netamente la posesión ajena. Don Luis Claro Solar piensa que cuando han
sido varios los actos de molestia, el plazo para interponer la acción posesoria
se cuenta desde el último de dichos actos.59 Funda su opinión en la historia de
la ley: todos los proyectos del Código Civil, incluso el que fue presentado a la
aprobación del Congreso Nacional, decían: “contado desde el primer acto de
molestia o embarazo”; pero la Comisión encargada de hacer la edición co-
rrecta y esmerada del Código suprimió la palabra primer. Tal supresión de-
mostraría, a juicio de Claro Solar, que el plazo debe contarse desde el último
acto de la serie. Nosotros no lo creemos así. Estimamos que la palabra primer
fue borrada porque no tenía razón de ser, como quiera que lo decisivo es el
acto de molestia o embarazo inferido a la posesión, y éste existe desde el
momento mismo en que se produce, sin que importe que sea único o lo
sigan otros de la misma especie. Basta pensar en el caso en que el acto
perturbatorio es único para darse cuenta de que la supresión de la palabra
primer se justifica por su carencia de razón de ser y no porque en la mente del
legislador estuviera la idea del último acto de perturbación como punto de
partida del plazo en que debe interponerse la acción dirigida a conservar la
posesión. Por lo demás, si lo decisivo para el autor del Código hubiera sido
ese acto postrero, nada le habría sido más sencillo –a fin de aclarar en este
sentido la disposición– que sustituir la palabra primer por la contraria, último.
Finalmente, hay que considerar la hipótesis en que se produce una sola
molestia, pero como resultado de varios actos progresivos que se desarrollan
en un cierto espacio de tiempo. El punto de partida del plazo de un año será
el del acto que, por representar una inequívoca contradicción a la posesión
ajena, deba calificarse de molestia o embarazo inferido a ella.
d) Determinar cuál es el acto o el primer acto que contradice la posesión
ajena y a partir del cual debe contarse el plazo de un año que se tiene para
interponer la acción posesoria, es atribución de los jueces del fondo.
e) Las acciones que tienen por objeto recuperar la posesión expiran al
cabo de un año completo desde que el poseedor anterior la ha perdido. Si la
nueva posesión ha sido violenta o clandestina, se cuenta este año desde el
último acto de violencia, o desde que haya cesado la clandestinidad (art. 920,
incs. 2º y 3º), esto es, desde que se descubre por el despojado, el despojo.
f) En la doctrina se ha cuestionado si el plazo para interponer las accio-
nes posesorias es de caducidad o de prescripción especial. Pero, en Chile, sea
lo uno o lo otro, el plazo no se suspende, corre contra toda persona: porque
es característica de la caducidad que su plazo no se suspende si la ley no
establece expresamente otra cosa, y lo mismo ocurre con la prescripción
especial (art. 2524).
3. LEGITIMADOS PASIVOS
1.283. ACCIÓN CRIMINAL CONTRA EL USURPADOR. El Código Penal (arts. 457 a 462)
castiga el delito de usurpación. Comprende bajo este nombre las turbacio-
60 Corte de Tacna, 31 de mayo de 1904, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo II, sec. 2a,
pág. 191.
61 ZACHARIAE, citado por Aubry et Rau; AUBRY ET RAU, ob. cit., tomo II, párrafo 187, pág. 225,
texto y nota 10; Claro Solar, ob. cit., tomo IX, Nº 1.844, pág. 509.
334 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
62 En este sentido: RICCI, Derecho Civil teórico y práctico, traducción del italiano, tomo XI, pág. 42;
JULIO VERDUGO, ob. cit., pág. 72. Nº 96; S OMARRIVA, ob. cit., pág. 237, Nº 178.
63 SOMARRIVA, ob. cit., tomo I, pág. 239, nota 3.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 335
64 Véase Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil, tomo II, artículo 916,
Nº 27; artículo 917, Nº 6; artículo 930, Nº 17; artículo 932, Nº 7, y Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo XLIX, sec. 2a, pág. 139.
64.a R. de D. y J. tomo LXXXIII, sec. 2a, pág. 52 (considerando 7º, pág. 54).
65 Corte de Talca, 21 de septiembre de 1926, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVI,
sec. 1a, pág. 178.
65.a Corte de Concepción, 4 de septiembre de 1954, Revista de Derecho de la Universidad de
Concepción, 1954, pág. 381.
66 C. de Concepción, Gaceta de los Tribunales, año 1897, tomo III, Nº 4.577, pág. 145; Corte
Suprema, Gaceta de los Tribunales, año 1918, 2º semestre, Nº 599, pág. 1900.
66.a Estas palabras no deben inducir a pensar que se reconozca al copropietario una parte
determinada en la cosa; lo que tiene es una parte en el derecho de dominio que recae directamente
sobre la cosa, derecho que faculta para poseer esta última en la medida de la cuota de cada
comunero. En otros términos, la protección posesoria se refiere a la coposesión que, como anota
HÉBRAUD (ob. cit., Nº 174, pág. 143), no es necesariamente promiscua y confusa; y para evitar el
vicio de equívoco, se exige una caracterización neta de los actos de posesión del copropietario
sobre la cosa singular indivisa.
336 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.285. LAS AUTORIDADES PÚBLICAS COMO LEGITIMADOS PASIVOS DE LAS ACCIONES POSE-
SORIAS. Se ha cuestionado si pueden ser demandadas, mediante acciones po-
sesorias, las autoridades públicas por los actos que ordenen o ejecuten y que
perturben la posesión.
En Italia, la Corte de Casación no admite la acción de despojo contra
la administración pública, porque los actos realizados por ésta se presu-
men legítimos y porque al juez ordinario no lo es permitido, conforme al
artículo 4º del la ley derogatoria de lo contencioso-administrativo, revocar
o modificar el acto administrativo y condenar a la administración pública
a un facere, sino sólo al resarcimiento de los daños. Sin embargo, la acción
es admitida cuando la administración pública no ha obrado mediante un
acto administrativo, sino por uno de derecho privado o absolutamente
fuera de sus atribuciones.68 La Corte Suprema chilena, tratándose de la
querella de restablecimiento, ha tenido el mismo criterio que su colega
italiana; ha rechazado la acción respecto de los actos de autoridad, pero
no respecto de los de gestión.68.a
En Chile, suele defenderse la inadmisibilidad de las acciones posesorias
contra las autoridades públicas, afirmando que dichas acciones suponen he-
chos o actos ejecutados por particulares, que los puedan obligar o constituir
responsables, y no actos emanados de autoridades; respecto de los actos
ilegales de éstas que perturban la posesión, corresponden otros recursos
judiciales o administrativos, según el caso.69 Pero, en general, salvo excepcio-
nes, la jurisprudencia ha admitido las querellas posesorias contra las autori-
dades públicas, menos contra los actos ejecutados por orden del juez.
Ha declarado: a) que puede entablarse acción posesoria contra un
subdelegado, por acto de tal, sin perjuicio de la acción de éste contra el
superior responsable;70 b) que procede la querella de amparo contra el Fisco
por la perturbación que causa al declarar ilegalmente caducada, mediante
71 Corte Suprema: 20 de octubre de 1925, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIII, sec. 1a,
pág. 563; 1º de abril de 1931, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVIII, sec. 1a, pág. 506; Corte
de Santiago, 26 de abril de 1935, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo, pág. 51 (considerandos 12
y 13, pág. 52).
72 Corte de Santiago, 7 de junio de 1918, Gaceta de los Tribunales, año 1918, 2º semestre, Nº 346,
pág. 1060.
73 Corte de Iquique, 19 de agosto de 1917, Gaceta de los Tribunales, año 1917, 2º semestre,
Nº 235, pág. 696.
74 Corte de Concepción, 2 de mayo de 1914, Gaceta de los Tribunales, año 1914, 1er. semestre,
Nº 239, pág. 652.
75 Corte Suprema, 29 de agosto de 1944, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLII, sec. 1a,
pág. 273.
76 Corte Suprema, 19 de junio de 1950, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLVII, sec. 1a,
pág. 261.
77 Corte de Santiago, 25 de mayo de 1874, Gaceta de los Tribunales, año 1874, Nº 1.022, pág. 492.
78 Corte de Santiago, 30 de septiembre de 1887, Gaceta de los Tribunales, año 1887, Nº 2.361,
pág. 1447.
338 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Sección IV
EL DEBATE POSESORIO
79 Corte Suprema, 1º de julio de 1954, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LI, sec. 1a,
pág. 361.
80 Corte de Casación de Francia, 2 de enero de 1946, Recueil Dalloz, año 1946, pág. 133.
81 Corte de Casación de Francia, 9 de julio de 1946, Recueil Dalloz, año 1946, pág. 394.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 339
82-84 Véanse las disposiciones de este proyecto en S ANTIAGO LAZO, Código de Procedimiento Civil.
Orígenes, concordancias, jurisprudencias, págs. 578, 589 y 590.
340 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
85Véase el debate y la resolución de la Comisión en LAZO, ob. cit., págs. 589 a 592.
86 Palabras del miembro de la Comisión don José Antonio Gandarillas, que aparecen en LAZO,
ob. cit., pág. 590.
87 Observaciones del señor Gandarillas, que aparecen en LAZO , ob. cit., pág. 591.
88 HUMBERTO T RUCCO, Derecho Procesal, versiones de sus clases de 1939, edición mecanografiada,
Santiago, 1939, pág. 135; HUGO PEREIRA A., La cosa juzgada formal en el procedimiento civil chileno,
Santiago, 1954, págs. 170-171; ALBERTO ECHAVARRÍA LORCA, Juicios especiales, apuntes de clases redactados
por Drago Vodanovic H., edición mecanografiada, Santiago, 1954, pág. 25.
89 Así por ejemplo, la Corte de Apelaciones de Santiago declaró que aunque se acoja la
querella, los perjuicios que se cobran al querellado no pueden ser materia de un interdicto, sino de
juicio ordinario posterior (Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IX, sec. 1a, pág. 262; consideran-
do 3º, pág. 264). En el mismo sentido: Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomos XXI, sec. 1a, pág. 6, y
XXV, sec. 1a, pág. 672. En sentido contrario: Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIX, sec. 1a,
pág. 497. La Corte de Talca, siguiendo la práctica imperante hasta la promulgación del Código de
Procedimiento Civil y que es la que debería preferirse, según el miembro de la Comisión Revisora
del Proyecto del señor Lira, don José Antonio Gandarillas, resolvió que dentro del juicio posesorio
sólo es posible pronunciarse sobre la obligación de indemnizar los perjuicios, reservándose para un
juicio posterior la discusión acerca del monto de éstos (Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXIX,
sec. 2a, pág. 87).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 341
Sección V
1. PRUEBA DE LA POSESIÓN
90 Corte de Santiago, 27 de octubre de 1903, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IV, sec. 1a,
pág. 294 (C. 4º, pág. 297).
342 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
90.a C. Suprema, 1º de octubre de 1969, R. de D. y J., tomo LXVI, sec. 1a, pág. 219 (consideran-
dos 3º, 4º y 12, págs. 220-221).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 343
91 En este sentido: RUPERTO BAHAMONDE (ex profesor de Derecho Civil y ex rector de la Universi-
dad de Chile), según la doctrina sustentada en su cátedra; ALVAREZ GONZÁLEZ, La inscripción no es
requisito, garantía ni prueba de la posesión de los bienes raíces, memoria de prueba, Santiago, 1926; J.
MIGUEL MÉNDEZ B., De la posesión, memoria de prueba, Santiago, 1927.
92 Véase Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil, tomo II, artículo 924,
Nº 7, III.
93 ALEJANDRO SILVA BASCUÑÁN, La posesión necesaria para entablar una denuncia de obra nueva,
estudio publicado en los Anales Jurídico-Sociales de la Universidad Católica de Chile, año I, 1er.
semestre de 1936, Nº 1º, págs. 107 a 125. Véase especialmente la pág. 121.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 345
1.296. CASOS EN QUE SE APLICA EL ARTÍCULO 925 A LOS BIENES RAÍCES INSCRITOS.
Hoy se acepta generalmente que el artículo 925 se aplica, no sólo a los bienes
raíces no inscritos, sino también en algunos casos a los inscritos. Señálanse,
entre estos últimos, los siguientes:
1) Inmuebles cuya inscripción no ha durado un año completo. La inscripción
de menos de un año, aunque es prueba de posesión, no lo es absoluta: debe
complementarse con la prueba de los hechos positivos de que habla el artícu-
lo 925.94
2) Inmuebles con inscripciones paralelas. Cuando un mismo bien raíz apare-
ce con inscripciones vigentes a nombre de dos o más personas distintas, las
inscripciones, a juicio de varios, se neutralizan entre sí y se considera posee-
dor al que por hechos positivos a que sólo faculta el dominio demuestra
tener la posesión. Sin embargo, los que estiman que la inscripción es una
b) Accesión. Para los que restringen la aplicación del artículo 924 a las
propiedades inscritas cuya posesión arranca de un título traslaticio de domi-
nio, la posesión de los aumentos que por accesión experimenta uno de esos
inmuebles debe probarse conforme al artículo 925. Por ejemplo, el propieta-
rio riberano a un río que cultiva el terreno de aluvión que va accediendo a su
heredad, por más que ésta se encuentre inscrita, no podría probar con su
inscripción la posesión que va adquiriendo y, si se pone en conflicto con el
vecino, tendrá que establecer la posesión del terreno de aluvión por los
hechos positivos de que habla el artículo 925,103 sin perjuicio de tener que
exhibir la inscripción relativa a la cosa principal, el bien raíz inscrito.
Para otros, los aumentos que un inmueble inscrito recibe por accesión
quedan cubiertos por la inscripción de la cosa principal y, por ende, con esa
inscripción se prueba también la posesión de los aumentos. Huelga decir que
nada impide complementar la prueba de esta última con los hechos positivos
a que se refiere el artículo 925.
c) Prescripción adquisitiva. Aunque la ley considere la prescripción como
un justo título de posesión (art. 703), la verdad no es ésa, porque, al revés, es
la prescripción la que deriva de la posesión prolongada por el tiempo que la
ley señala. En consecuencia, no puede hablarse de la posesión que arranca
del título constituido por la prescripción, porque ésta no es título de aquélla.
Ni tampoco lo es la sentencia que declara la prescripción, pues se limita a
reconocer la posesión.
Para probar la posesión que condujo a la prescripción, se siguen las
reglas generales: si el inmueble adquirido no está inscrito, la posesión
se acreditará por los hechos positivos, a que alude el artículo 925; y si lo
está, por la inscripción con que se adquirió la posesión, conforme al
artículo 924.
103
C LARO SALAS, ob. cit., Nos. 620 y 622, págs. 384 y 386.
104
En este sentido: HUMBERTO TRUCCO, “Teoría de la posesión inscrita dentro del Código Civil
Chileno”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VII, sec. Derecho, pág. 34.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 349
Una segunda opinión afirma que la presunción del artículo 924 es sólo
relativa, pues parece evidente que la repulsa es contra otra prueba de pose-
sión distinta de la inscripción; la prueba de la inscripción no admite que se le
contraponga la de los hechos positivos señalados en el artículo 925, pero no
excluye que se le contraponga la prueba de posesión constituida por otra
inscripción sobre el mismo bien raíz.105
La jurisprudencia se ha inclinado en este último sentido. Ha resuelto que
al declarar el artículo 924 que no es admisible ninguna otra prueba con que se
pretende impugnar la posesión inscrita, se refiere a la inadmisibilidad de la
prueba de la posesión material que contempla el artículo siguiente, el 925.106
Por tanto, si dos personas tienen sendas inscripciones sobre el mismo predio,
una y otra podrían oponerse sus respectivas inscripciones de más de un año; y
debería ser protegido en el juicio posesorio el que hubiera inscrito primero,
según algunos, o el que tuviera el inmueble en su poder, según otros.
105 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo VII, Nº 901, pág. 586; HERRERA SILVA, Nuestro sistema posesorio
inscrito, Nº 10, pág. 73.
106 Corte de Valdivia, 19 de diciembre de 1932, Gaceta de los Tribunales, 1935, 1er. semestre,
Nº 1, pág. 49 (considerando 8º, pág. 51), y Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXII, sec. 1a,
pág. 213 (considerando 8º, pág. 216).
107 Sentencia de 24 de octubre de 1918, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XVI, sec. 1a,
pág. 320.
108 Corte de Temuco, 2 de abril de 1954, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LII, sec. 1a,
pág. 120.
350 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
el infractor será sancionado por el Servicio con multa de hasta cinco sueldos
vitales mensuales de la Región Metropolitana de Santiago. El reglamento seña-
lará la forma y procedimiento para la aplicación de la mencionada sanción”.
También los tribunales han sabido desbaratar el artificio. Es ilustrativa al
respecto la siguiente doctrina de la Corte Suprema:
“Si una persona vende un bien raíz no inscrito del cual no es dueño ni
poseedor, el comprador, aunque inscriba el inmueble previa publicación de
avisos, verá frustrada su demanda de reivindicación contra el sujeto que
posea materialmente el bien sin violencia, clandestinidad ni interrupción
desde mucho antes de aquella inscripción. Y el fracaso de la demanda es
indudable puesto que el comprador demandante no adquirió por tradición
el dominio, como quiera que no lo tenía el tradente vendedor. Tratándose,
por otra parte, de un inmueble no inscrito, mal corresponde aplicar el artícu-
lo 924 del Código Civil, que se refiere a la prueba de la posesión de los
derechos inscritos; en cambio, es perfectamente aplicable al caso lo dispuesto
en el artículo 925 del mismo Código”.109.a
Una prevención del mismo fallo, firmada por los ministros señores Eduar-
do Varas Videla y Juan Pomés G., resume y clarifica muy bien la doctrina
sostenida, al expresar:
“1º De la coordinación de las diversas reglas que forman parte del sistema
de la posesión inscrita en nuestro Código Civil debe desprenderse que es
poseedor de un inmueble quien lo tiene inscrito a su nombre. En realidad, la
ley presume que el poseedor inscrito de un bien raíz tiene el corpus y el
animus que según el artículo 700 constituye la posesión. Y, de acuerdo con las
palabras del Mensaje del Código Civil, como el Registro Conservatorio está
abierto a todos, no puede haber posesión más pública, más solemne, más
indisputable que la inscripción”.
Sin embargo, pueden existir inscripciones vacías que nada envuelven.
Constituyen lo que la doctrina llama inscripciones de papel. Carecen de todo
significado. Son meras anotaciones en el Registro Conservatorio que no res-
ponden a realidad posesoria alguna.
La inscripción en el Registro del Conservador es un símbolo de posesión.
¡Sin duda! Pero no puede, por el solo hecho de otorgarse, crear una pose-
sión que nunca ha existido.
Tratándose de inmuebles que todavía no han entrado al régimen de la ins-
cripción conservatoria, y por ende sólo se poseen materialmente, la nueva inscrip-
ción que a ellos se refiere, para que no sea de papel, ha de poner fin a la
posesión no inscrita que sobre el inmueble se ejercía.
Si la nueva inscripción deja subsistente la posesión no inscrita anterior,
carece de valor ante la ley. Porque por sí sola no constituiría posesión, como
quiera que, a pesar suyo, continuaría en posesión del inmueble el poseedor
no inscrito, y dos poseedores exclusivos sobre el mismo bien no caben. Evi-
dente.
109.a C. Suprema, 3 de agosto de 1971, R. de D. y J., tomo LXVIII, sec. 1a, pág. 230.
352 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Si alguien vende una cosa raíz ajena no inscrita y cuya posesión tampo-
co tiene el comprador por el solo hecho de inscribir, no adquiere la posesión
del inmueble mientras no sea capaz de hacer cesar la posesión anterior que
se sigue ejerciendo sobre el inmueble a pesar de la inscripción. Esta no basta
para coronar poseedor al adquirente del inmueble. Necesítase que dicha
inscripción vaya acompañada de la tenencia material; sólo así se entenderá que
el antiguo poseedor (no inscrito) ha dejado de poseer.
Para llegar a esta conclusión, preciso es no olvidar que el artículo 682
del Código Civil sienta el principio de que la tradición no confiere al adqui-
rente otros derechos que los que tenía el tradente sobre la cosa tradida y que
de los artículos 683 y 730 se desprende que, en cuanto a cosas raíces no
inscritas, para que la inscripción-tradición dé al adquirente la posesión es
necesario que el tradente que enajena la cosa como suya tenga la tenencia
material, o bien que el adquirente haga esa aprehensión por sí mismo.
2º Establecido que el vendedor no era dueño ni poseedor del inmueble
vendido y que el comprador que obtuvo su inscripción mediante avisos pre-
vios jamás lo ha poseído y que sólo se asila en la ficción legal de que lo posee
por tenerlo inscrito a su nombre, no hay sino una simple inscripción de papel,
que es ineficaz y, por lo mismo, lejos está de constituir un verdadero título
inscrito que dé base para invocar en favor de su titular lo establecido en los
artículos 2.505 (contra título inscrito no hay prescripción adquisitiva sino en
virtud de otro título inscrito...) y 924 (prueba de los derechos inscritos por la
inscripción) del Código Civil.
110 Corte de Concepción, 5 de marzo de 1898, Gaceta de los Tribunales, año 1898, tomo I,
Nº 332, pág. 220.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 353
SEGUNDA PARTE
Sección I
111 Corte Suprema, 7 de septiembre de 1932, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXX,
sec. 1a, pág. 23; Corte Suprema, 15 de septiembre de 1938, Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo XXXVI, sec. 1a, pág. 219.
354 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
112 Corte Suprema, 20 de septiembre de 1920, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXI,
sec. 1a, pág. 6.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 355
1.311. EFECTO FUNDAMENTAL PERSEGUIDO CON LAS ACCIONES POSESORIAS. Toda ac-
ción posesoria está dirigida a lograr un efecto fundamental, el de volver o
reintegrar la posesión al mismo estado que tenía antes de la turbación o
despojo. Un ejemplo de aplicación estricta de este principio lo ha dado la
Corte de Casación de Francia. En la especie, un propietario había extraído el
tubo por el que descendían las aguas de su vecino; éste se querelló, pidiendo,
a más de la indemnización de perjuicios, que el tubo fuera devuelto y coloca-
do en el mismo lugar en que había estado. Los tribunales de fondo accedie-
ron a todas las peticiones, menos a una, la relativa a la colocación del tubo
desalojado. Pues bien, la Corte de Casación dio satisfacción al querellante
también en este punto, porque las acciones posesorias se conceden para
113 CLARO SALAS, ob. cit., pág. 383; Messineo, Manual de Derecho Civil y Comercial, tomo III,
Buenos Aires, año 1954, pág. 236.
356 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Sección II
LA QUERELLA DE RESTABLECIMIENTO
114 Sentencia de 14 de junio de 1948, publicada en la Revue Trimestrielle de Droit Civil, Paris,
año 1948, pág. 489.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 357
115 RIPERT ET BOULANGER, ob. cit., tomo I, Nº 2.804; SAVATIER, Cours de Droit Civil, tomo I, Paris,
1947, Nº 642, pág. 326; JOSSERAND, Derecho Civil, tomo I, vol. III, Nº 1.402, págs. 59 y 60; DEKKERS, ob.
cit., tomo I, Nº 1.638, págs. 913 y 914.
116 HÉBRAUD, ob. cit., Nos. 130 y 133, pág. 140.
358 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
117C LARO SOLAR, ob. cit., tomo IX, Nº 1.863, pág. 527.
118Corte Suprema, 7 de enero de 1911, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IX, sec. 1a,
pág. 191; Corte de Santiago, 31 de marzo de 1920, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XVII, sec.
2a, pág. 17 (considerando 2º, pág. 21).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 359
119 Véanse las sentencias del Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil,
tomo II, artículo 928, Nº 5, I.
120 La Corte de Concepción, con un voto en contra, declaró que es fuerza inminente, que
autoriza la querella de restablecimiento, la amenaza de un tercero, que se dice dueño del fundo, de
arrojar al camino los animales del arrendatario, amenaza en virtud de la cual éste se retiró y
abandonó el fundo (sentencia de 12 de diciembre de 1903, Gaceta de los Tribunales, 1903, tomo II,
Nº 2.390, pág. 1242).
La Corte Suprema estableció que las amenazas y vejámenes para inducir al tenedor a abando-
nar un fundo no constituyen por sí solos despojo violento de la tenencia, no constando que como
consecuencia el querellante haya abandonado la tenencia (sentencia de 21 de octubre de 1905,
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo III, sec. 1a., pág. 182; considerando 8º, pág. 186).
121 Corte Suprema, 27 de julio de 1948, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLV, sec. 1a,
pág. 663.
122 Corte de Concepción, 22 de octubre de 1908, Gaceta de los Tribunales, año 1908, tomo II,
Nº 262, pág. 471; Corte de Talca, 9 de julio de 1931, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXIX,
sec. 2a, pág. 87.
360 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
123 Corte Suprema, 28 de julio de 1934, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXI, sec. 1a,
pág. 524.
124 Corte Suprema, sentencias de 22 de mayo de 1950, Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo XLVII, sec. 1a, pág. 205, y de 15 de marzo de 1952, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLIX,
sec. 1a, pág. 64.
125 Corte de Chillán, 19 de agosto de 1943, Gaceta de los Tribunales, año 1943, 2º semestre,
Nº 61, pág. 299.
126 AUBRY ET RAU, ob. cit., tomo II, párrafo 189, texto y nota 16; PLANIOL , RIPERT ET PICARD, Traité
Pratique de Droit Civil Français, tomo III, Nº 209.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 361
posesión del tercero de buena fe, tendrá que emplear la querella de restitu-
ción y no la de restablecimiento; y si es un mero tenedor, no le quedará
otro camino que pedir auxilio al propietario o poseedor para que éste
entable la acción correspondiente.
Dada la razón de ser de la querella de despojo violento, ella procede
incluso contra el dueño del inmueble en cuya posesión o tenencia el quere-
llante persigue ser restablecido.127 Por lo demás, la ley aclara toda duda aun
en casos que podrían ofrecerla, tratándose de querellas de amparo y de
restitución; dice que “el usufructuario, el usuario y el que tiene derecho de
habitación, son hábiles para ejercer por sí las acciones y excepciones poseso-
rias, dirigidas a conservar o recuperar el goce de sus respectivos derechos,
aun contra el propietario mismo...” (art. 922). Respecto de la querella de resta-
blecimiento, en ninguna hipótesis puede vacilarse que procede contra el
dueño mismo que despoja violentamente al poseedor o mero tenedor, pues
lo que se persigue es impedir y sancionar la violencia venga de quien viniere.
b) La querella de restablecimiento no puede hacerse valer contra la auto-
ridad administrativa, si ésta obra en el ejercicio de sus atribuciones propias,
ejerciendo una parte del Poder Ejecutivo, como cuando a virtud de un regla-
mento sanitario desaloja, con la fuerza pública, a los moradores de una casa
de tolerancia. Pero dicha querella puede dirigirse contra la autoridad admi-
nistrativa que, como cualquier particular, moviéndose en la esfera del Dere-
cho Privado, despoja violentamente a una persona de la posesión o tenencia
de un inmueble. La Corte Suprema ha declarado que debe acogerse la que-
rella de restablecimiento contra el Fisco que, después de haber dado en
arrendamiento o concesión ciertos terrenos fiscales, desaloja de ellos, con el
auxilio de la fuerza pública, al concesionario o arrendatario: tal desalojo no
es un acto de gobierno en interés de la colectividad, sino una medida arbitra-
ria; las dificultades originadas en el cumplimiento del contrato son materia
de la competencia del Poder Judicial, y no un asunto que el Fisco puede
resolver unilateralmente por sí y ante sí.128
127 Corte de Valparaíso, 8 de marzo de 1913, Gaceta de los Tribunales, año 1913, 1er. semestre,
Nº 309, pág. 998 (considerando 4º de 1a instancia, pág. 999).
128 Corte Suprema, sentencias de 2 de octubre de 1935, Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo XXXIII, sec. 1a, pág. 12, y de 1º de agosto de 1941, Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo XXXIX, sec. 1a, pág. 163.
129 Corte de Concepción, sentencias de 21 de marzo de 1904, Revista de Derecho y Jurispru-
dencia, tomo I, 2 a parte, pág. 582; de 4 de enero de 1913, Gaceta de los Tribunales, año 1913,
1 er. semestre, Nº 85, pág. 251, y de 4 de septiembre de 1954, Revista de Derecho de la Universi-
dad de Concepción, 1954, pág. 381.
362 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
130 Sentencia de 21 de octubre de 1905, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo III, sec. 1a,
pág. 182.
131 En este sentido: RAVIART ET R AVIART, ob. cit., pág. 224, y la jurisprudencia francesa ahí citada.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 363
es preciso ser detentador de la cosa para poder quejarse de haber sido expulsa-
do de ella, y solicitar ser reintegrado en la misma. Pero la detentación, que es
la tenencia material de la cosa, supone un objeto material sobre el cual recae.
Y no se concibe que el poseedor de un derecho real de servidumbre pueda
ser físicamente desposeído o expulsado por violencias o vías de hecho, pues-
to que él no tiene la detentación material de la cosa sobre la cual este derecho
puede ejercerse. El no puede ser sino turbado, entrabado, embarazado o
inquietado en el ejercicio de ese derecho, pues el propietario o el poseedor
del fundo sobre el cual pesa la carga ha conservado la posesión material y la
disposición física del predio sirviente. Por lo demás, la violencia que da lugar
a la querella de restablecimiento jamás puede entenderse respecto de la obra
hecha por alguien en su propio fundo. Por aplicación de estos principios no
podría acogerse una demanda tendiente a ser restablecido en el ejercicio de
una servidumbre de tránsito.132
Pero hay una excepción al principio de que las servidumbres no pueden
ser objeto de una querella de restablecimiento, y se refiere a las obras apa-
rentes efectuadas con el fin de facilitar el ejercicio de la servidumbre. La
destrucción de tales trabajos constituiría el despojo o expulsión violenta, ya
que en estos casos la detentación se aplica a los signos materiales de la
servidumbre, y no a esta misma. Por tanto, si una persona llega a clausurar la
ventana mediante la cual el vecino goza de la servidumbre de vista sobre un
fundo de aquélla, o si esa persona destruye la puerta que representa la señal
aparente de la servidumbre de tránsito, indudable es que el vecino podría
interponer la querella de restablecimiento, pues posee un derecho real sobre
su ventana o sobre su puerta y ha sido violentamente despojado de ella por
un tercero.133 Y dicha violencia no deja de revestir gravedad: hace desapare-
cer una prueba del derecho de servidumbre o, al menos, un signo aparente
de ella que tiene por efecto perpetuar a favor de su titular activo la intención
de poseer con prescindencia de todo acto material de goce.134
Los autores subrayan que cuando el restablecimiento se pretende en las
obras aparentes de una servidumbre, el querellante debe tener cuidado de
pedir ser restablecido en la posesión de estos signos u obras, con respecto a
los cuales existe el despojo violento; no debe solicitar el restablecimiento en
la posesión del derecho de servidumbre de que esas señales son la exteriori-
zación, porque planteadas en este último sentido las cosas, la destrucción de
las obras aparentes no habría que mirarlas sino como una turbación al ejerci-
cio de la servidumbre, hecho que sólo podría dar lugar a una querella de
amparo y no a una de restablecimiento.135
estado que antes se hallaban, prescribe en seis meses (art. 928), contándose
el plazo, naturalmente, desde la fecha del despojo.
136 Corte de Talca, 9 de junio de 1931, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXIX, sec. 2a,
pág. 67.
137 Sentencia de 27 de junio de 1919, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XVII, sec. 1a,
pág. 242.
138 ARTURO ALESSANDRI R., De la responsabilidad extracontractual en el Derecho Civil Chileno, Santiago,
1943, Nº 457, pág. 547.
139 Corte Suprema, 19 de julio de 1928, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVI, sec. 1a,
pág. 234.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 365
Sección III
143 Véanse las sentencias citadas en el Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código
Civil, tomo II, art. 921, Nº 29, I, pág. 280. En el mismo sentido: C LARO VIAL, ob. cit., Nº 95, págs. 156
a 158. En contra: Corte de Talca, 27 de diciembre de 1901 (Gaceta de los Tribunales, año 1901,
tomo II, Nº 3.457, pág. 1610), según la cual el intento de inscribir un título no constituye un acto
perturbatorio que pueda dar lugar a la correspondiente acción posesoria.
144 C LARO VIAL, ob. cit., pág. 157.
145 Véanse las sentencias del Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil,
tomo II, artículo 724, Nº 3, II. Puede agregarse el fallo de la Corte de Santiago de 13 de enero de
1953, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo L, sec. 2a, pág. 17.
146 C LARO VIAL, ob. cit., pág. 157.
146.a Corte de Santiago, 7 de julio de 1873. G. 1873, Nº 1398, pág. 618; C. Suprema, 7 de mayo
de 1924, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXII, sec. 1a, pág. 978.
368 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
147 Corte Suprema, 20 de septiembre de 1921, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXI,
sec. 1a, pág. 137.
148 C LARO VIAL, ob. cit., Nº 61, págs. 100 a 103.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 369
de esa cosa (art. 728, inc. 2º). La pérdida del poder material o físico no
produce la pérdida de la posesión inscrita. Pero el apoderamiento del ter-
cero, ¿constituye una perturbación de la posesión inscrita?
1. La respuesta es negativa para los que sostienen que la inscripción es
una ficción legal que, por sí sola, simboliza la posesión. Por tanto, a juicio de
ellos, el titular de la inscripción que perdió la posesión material no puede
instaurar una querella de amparo contra el que se apoderó del inmueble a
que se refiere el título inscrito. Mientras subsiste la inscripción, el poseedor
inscrito tiene una posesión imperturbable, según el decir de don Humberto
Trucco, el representante más caracterizado de esta teoría.149 Tal conclusión,
sin embargo, no significa privar de otras acciones al poseedor inscrito. Este
podría interponer contra el detentador: la querella de restablecimiento, si lo
ha despojado violentamente de la mera tenencia dentro de los seis meses
anteriores al reclamo (art. 916, 921, 926 y 928 del C. Civil y artículo 549 del
C. de Procedimiento Civil); si los actos de detentación no son violentos, o si,
siéndolos, han transcurrido más de seis meses del despojo, el poseedor inscri-
to puede instaurar otra acción nominada o innominada de carácter civil, la
de precario del artículo 2195 o la criminal de usurpación (art. 457 del Códi-
go Penal). Sólo hay turbación o embarazo –terminan los simbolistas– si el
detentador pretende inscribir el inmueble que está inscrito a favor de otro, y
despojo, si logra inscribir.150
2. La teoría que ve en la inscripción sólo una garantía del hecho real de la
tenencia con ánimo de señor o dueño, estima que el apoderamiento físico de
un bien raíz inscrito a nombre de otra persona, si bien, por sí solo, no produce
la pérdida de la posesión, la turba o embaraza. En consecuencia, el titular de la
inscripción que pierde la tenencia o poder físico sobre la cosa raíz inscrita
puede entablar la querella de amparo contra el detentador material.151
En este sentido, se ha declarado que el poseedor inscrito no puede quere-
llarse de despojo, pues la posesión de los derechos inscritos se prueba con la
inscripción y no puede el querellante perderla, no obstante el atropello del
querellado, sino en los términos del artículo 728, o sea, cancelándose la
inscripción, por voluntad de las partes, o por una nueva inscripción en que el
poseedor inscrito transfiere su derecho a otro, o por decreto judicial; mien-
tras subsista la inscripción, el que se apodera de la cosa a que se refiere el
título inscrito, no adquiere posesión de ella, ni pone fin a la posesión existen-
te. El despojado materialmente de su inmueble inscrito sólo puede querellar-
se de amparo.152 Del mismo modo, se ha resuelto que los actos materiales de
posesión no constituyen despojo sino perturbación o embarazo de la pose-
sión del inmueble inscrito antes de esos actos.153
149 “Teoría de la posesión inscrita dentro del Código Civil Chileno”, en Revista de Derecho y
Jurisprudencia, tomo VII, sec. Derecho, págs. 131 a 145.
150 TRUCCO , ob. cit., pág. 145.
151 En este sentido: CLARO VIAL, ob. cit., pág. 161.
152 Corte de Talca, 29 de septiembre de 1924, Gaceta de los Tribunales, año 1924, 2º semestre,
Nº 102, pág. 496.
153 Corte Suprema, 26 de noviembre de 1946, Gaceta de los Tribunales, año 1946, 2º semestre,
Nº 34, pág. 198.
370 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
154 Sentencia de 12 de marzo de 1929, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVII, sec. 1a,
pág. 183.
155 Sentencia de 21 de septiembre de 1955, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LII, sec. 1a,
pág. 294 (considerandos 11 y 13, pág. 303).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 371
TERCERA PARTE
Sección I
GENERALIDADES
1.333. REGLAS COMUNES A TODAS LAS ACCIONES POSESORIAS ESPECIALES. Hay tres
reglas comunes a todas las acciones posesorias especiales que trata el Código
Civil:
a) Conforme a la jurisprudencia, para entablar estas acciones no es nece-
sario tiempo alguno de posesión anterior; basta la posesión actual;
b) Las acciones posesorias especiales no tienen lugar contra el ejercicio
de servidumbre legítimamente constituida (art. 947), y
c) A todas estas acciones se aplica la norma sobre pluralidad de sujetos
activos o pasivos de la denuncia o querella que señala el artículo 946 del
Código Civil.
A continuación estudiamos todas estas reglas.
* Véase: HUERTA DÍAZ , PABLO, Algunas acciones posesorias especiales (Título XIV, Libro II del
Código Civil), memoria de prueba, Santiago, 1942.
156 C LARO SOLAR, ob. cit., tomo IX, Nº 1.868, pág. 535.
372 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
157 Corte Suprema, 16 de agosto de 1916, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIV, sec. 1a.,
pág. 142; Corte de Talca, 21 de septiembre de 1926, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVI,
sec. 1a, pág. 178.
158 Ibídem.
159 Corte Suprema, 26 de diciembre de 1917, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XV,
sec. 1a, pág. 329.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 373
Sección II
161
P RIETO CASTRO, ob. cit., tomo II, Nº 415, pág. 97.
162
Corte de Talca, 9 de enero de 1895, Gaceta de los Tribunales, año 1896, tomo I, Nº 203,
pág. 158.
163 P RIETO CASTRO, ob. cit., tomo II, pág. 98.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 375
164 Corte de Valdivia, 19 de diciembre de 1932, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXI,
sec. 2a, pág. 49.
165 Corte de Valparaíso, 15 de octubre de 1946, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLVI,
sec. 1a, pág. 855.
376 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.341. PREDIOS EN QUE PUEDE ESTAR LA OBRA NUEVA DENUNCIABLE. La obra nueva
denunciable puede tratar de construirse sobre el suelo de que está en pose-
sión el denunciante (art. 930, inc. 1º) o en el predio del denunciado (art. 931),
como si en el predio sirviente de éste se construye una obra que embaraza el
goce de una servidumbre constituida en él.
La diferenciación de ambas situaciones tiene trascendencia. En el pri-
mer caso, basta que se trate de construir cualquiera obra nueva sobre el
suelo del poseedor para que éste tenga derecho a denunciarla: la intromi-
sión extraña, mediante la obra nueva, salvo ciertas excepciones que más
adelante se verán, constituye por sí sola un atentado a la integridad del
bien ajeno o una turbación a la posesión del mismo que autoriza la inter-
posición de la querella. No ocurre lo mismo en el segundo caso, pues no
es suficiente ejecutar una obra en el predio sirviente para que ella sea
denunciable; es necesario, además, que esa obra embarace el goce de la
servidumbre en él constituida.167
1.342. OBRAS NUEVAS DENUNCIABLES. El Código Civil indica como obras nuevas
denunciables las que se verán a continuación.
a) Obra nueva que se trata de construir sobre el suelo de que otro está en
posesión; excepciones. Según nuestro Código, el poseedor tiene derecho para
pedir que se prohíba toda obra nueva que se trate de construir sobre el
suelo de que está en posesión. Pero no tiene el derecho de denunciar con
este fin las obras necesarias para precaver la ruina de un edificio, acue-
ducto, canal, puente, acequia, etc., con tal que en lo que puedan incomo-
darle se reduzcan a lo estrictamente necesario, y que, terminadas, se resti-
tuyan las cosas al estado anterior, a costa del dueño de las obras. Tampo-
co tiene derecho para embarazar los trabajos conducentes a mantener la
debida limpieza en los caminos, acequias, cañerías, etc. (art. 930).
Para que sea denunciable la obra nueva que se trata de construir sobre
el suelo de que otro está en posesión, en los casos en que ella no es por
excepción improcedente, basta con justificar esa tentativa; no hay necesi-
dad de probar incómodo alguno.168
169 Corte de Concepción, 27 de septiembre de 1890, Gaceta de los Tribunales, año 1890, tomo III,
Nº 4898, pág. 31.
378 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
170 Corte de Valdivia, 16 de mayo de 1913, Gaceta de los Tribunales, año 1913, 1er. semestre,
Nº 391, pág. 1220 (C. 3º, primera instancia, pág. 1221); Corte de Santiago, 7 de septiembre de
1915, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XV, sec. 2 a, pág. 25.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 379
1.345. EL JUICIO DE OBRA NUEVA. En la primera etapa del juicio es donde más
acentuada aparece la finalidad cautelar del interdicto. Presentada la deman-
da para la suspensión de una obra nueva denunciable, el juez sólo se cerciora
si la obra nueva es denunciable y, sin más, decreta provisionalmente la sus-
pensión y manda que se tome razón del estado y las circunstancias de la obra
y que se aperciba al que la esté ejecutando con la demolición o destrucción, a
su costa, de lo que en adelante se haga. Suspendida la obra, y mientras esté
pendiente el juicio, sólo puede hacerse en ella, previa autorización del tribu-
nal, lo que sea absolutamente indispensable para que no se destruya lo edifi-
cado (C. de Procedimiento Civil, art. 565 y 567).
En la segunda etapa del juicio se realiza el comparendo y, de acuerdo con
lo que las partes expongan y con la prueba que rindan, el juez dicta senten-
cia. Esta puede ser de ratificación o de alzamiento de la suspensión.
Si la sentencia acoge la denuncia, debe ratificar la suspensión provisional
que se había decretado; puede, además, ordenar la demolición de la obra, si lo
ha pedido con oportunidad el denunciante y el juez estima que el manteni-
miento aun temporal de la obra ocasiona grave perjuicio al denunciante y
éste otorga suficiente caución para responder por los resultados del juicio
ordinario. Si la demolición no procede, el vencido, a pesar de la ratificación
de la suspensión, puede pedir autorización para continuar la obra llenando
las siguientes condiciones: primera, acreditar que la suspensión le trae graves
perjuicios; segunda, dar caución suficiente para responder de la demolición
171 AUBRY ET RAU, ob. cit., tomo II, pág. 246, nota 2; Hébraud, ob. cit., Nº 122, pág. 139.
172 MESSINEO, ob. cit., tomo III, pág. 563; Torrente, ob. cit., párrafo 215, pág. 318.
380 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.346. LEGITIMACIÓN ACTIVA. El Código Civil dice que el poseedor tiene dere-
cho para pedir que se prohíba toda obra nueva que se trate de construir
sobre el suelo de que está en posesión (art. 930, inc. 1º). Respecto de las
otras obras nuevas denunciables, no establece en forma explícita quién pue-
de hacer la denuncia; el Código de Procedimiento Civil, por su parte, guarda
absoluto silencio.
Sin embargo, nuestra doctrina señala que pueden entablar esta denuncia:
1) Los dueños o poseedores de los edificios o heredades perjudicados
con la obra nueva (art. 930, inc. 1º; 931, inc. 2º y 3º; 948, inc. 1º);173
2) Los titulares activos de la servidumbre cuyo goce embaraza la obra
nueva construida en el predio sirviente (art. 931, inc. 1º);
3) Los que tengan en los edificios o heredades perjudicados con la obra
nueva los derechos de usufructo, uso o habitación. Aunque en relación con
estos sujetos se ha presentado la duda, más que nada por no haber reprodu-
cido el Código la disposición del Proyecto de 1853 que reconocía al usufruc-
tuario el derecho de denunciar la obra nueva, los autores no vacilan en
tenerlos por legitimados para esta acción.174
173 JOSÉ
BERNARDO LIRA, Prontuario de los juicios, tomo I, Santiago, 1895, Nº 489, pág. 364.
174
Fabres, ob. cit., tomo I, 2a edición, Santiago, 1893, nota 71, pág. 425; LIRA, ob. cit., tomo I,
Nº 489, pág. 364; C LARO SOLAR, ob. cit., tomo IX, Nº 1879, pág. 551.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 381
175 Corte de La Serena, 4 de octubre de 1907, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI,
sec. 1a, pág. 243.
176 Corte de Valparaíso, Gaceta de los Tribunales, año 1904, tomo I, Nº 98, pág. 29.
177 Corte Suprema, sentencias de 16 de agosto de 1916, Revista de Derecho y Jurispru-
dencia, tomo XIV, sec. 1 a, pág. 142, y de 15 de septiembre de 1938, Revista de Derecho y
Jurisprudencia, tomo XXXVI, sec. 1 a , pág. 219 (considerando 3º, pág. 223). En contra hay
también dos sentencias de la Corte Suprema: 4 de agosto de 1914, Revista de Derecho y
Jurisprudencia, tomo XII, sec. 1 a , pág. 363, y 22 de mayo de 1928, Revista de Derecho y Juris-
prudencia, tomo XXVI, sec. 1a , pág. 178).
178 Corte Suprema, 18 de julio de 1913, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 1a,
pág. 542.
382 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
que está en posesión. Cuando el inmueble no está inscrito, de más está decir
que para entablar la denuncia de obra nueva deberá demostrarse la posesión
actual de carácter material, única que en este caso existe. Pero cuando el
inmueble está inscrito, ¿habrá que invocar la posesión inscrita necesariamen-
te? ¿O será suficiente justificar la material? Y si el poseedor inscrito es una
persona y el material otra, ¿quién está legitimado para la denuncia? ¿El
poseedor material puede entablar la denuncia contra el poseedor inscrito?
A juicio de algunos, todas las interrogantes se resuelven con las normas
generales de la teoría de la posesión inscrita;179 en el sentir de otros, la única
posesión que se exige al denunciante es la posesión material: justificada ella,
la denuncia de obra nueva debe ser acogida aun contra quien exhiba a su
favor un título inscrito.180
La jurisprudencia es contradictoria. La Corte de Tacna resolvió que la
denuncia de obra nueva basada en el artículo 930 presupone para su ejerci-
cio que el que la hace valer esté en posesión material del suelo; no probándo-
se esa posesión, la denuncia es improcedente.181 Por el contrario, la Corte de
Valdivia declaró que establecida la posesión inscrita invocada por el quere-
llante con los respectivos títulos de dominio y acreditado con la prueba
testimonial rendida que dentro del respectivo predio se ha comenzado a
construir un nuevo cierro, procede acoger la denuncia de obra nueva.182
Sección III
179 En este sentido, SERGIO MENDOZA A., De los interdictos posesorios ante la jurisprudencia, memoria
de prueba, Santiago, 1948, pág. 58.
180 En este sentido, Alejandro Silva Bascuñán, “La posesión necesaria para entablar una denun-
cia de obra nueva”, en Anales Jurídico-sociales de la Universidad Católica, año I, Nº 1, Santiago, 1936,
págs. 107 a 125.
181 Sentencias de 23 de octubre de 1906, Gaceta de los Tribunales, año 1906, tomo II, Nº 933,
pág. 466, y 19 de diciembre de 1907, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo V, sec. 2a, pág. 124.
182 Sentencia de 2 de diciembre de 1936, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXVI,
sec. 2a , pág. 1.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 383
o por su vejez, amenaza ruina, que tememos que pueda hacer daño. Lo
dicho también se aplicaba a los árboles que amenazan caer sobre nuestras
casas o heredades, haciendo daño en ellas; pues entonces debe el juez man-
darlos cortar a instancia del interesado, después de comprobado el riesgo
por peritos (ley 12, título 52, partida 2a).
Entre nosotros, la denuncia de obra ruinosa puede definirse como la
acción que, para evitar o prevenir un perjuicio al sujeto que la entabla, se
dirige a obtener la enmienda, reparación o demolición de un edificio o
cualquiera otra construcción vecina que amenaza caerse, o el afianza-
miento o extracción de árboles mal arraigados o expuestos a ser derriba-
dos por casos de ordinaria ocurrencia (C. Civil, arts. 932 y 935; C. de
Procedimiento Civil, art. 571).
183 Casación de oficio, 30 de octubre de 1969, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LXVI,
sec. 1a, pág. 266.
384 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
184 Los juicios especiales, de acuerdo con las explicaciones de los profesores Fernando Alessandri y Darío
Benavente, por HIPÓLITO GATICA, Santiago, 1934, pág. 141.
185 En este sentido: CASTÁN, ob. cit., tomo II, pág. 127.
186 ROQUE BARCIA, Sinónimos castellanos, Buenos Aires, 1948, voces “Ruina, escombro”, pág. 426.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 385
187 Corte Suprema, 24 de abril de 1914, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. 1a,
pág. 305.
188 Corte Suprema, 21 de noviembre de 1929, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVII,
sec. 1a, pág. 643.
189 Corte Suprema, 25 de mayo de 1950, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLVII, sec. 1a,
pág. 218.
190 ARTURO A LESSANDRI RODRÍGUEZ, De la responsabilidad extracontractual en el Código Civil Chileno,
año 1943, Nº 348, págs. 423-424.
190.a Gaceta de los Tribunales, año 1904, tomo II, Nº 1488, pág. 554.
386 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1.360. CASO EN QUE LA REPARACIÓN SE HACE POR OTRA PERSONA QUE EL QUERELLADO.
Si se ordena la reparación de la obra ruinosa y el querellado no procediere a
realizarla, puede hacerlo otro a costa de aquél. El que se encargue de hacerla
debe conservar la forma y dimensiones del antiguo edificio en todas sus
partes, salvo si fuere necesario alterarlas para precaver el peligro. Las altera-
ciones han de ajustarse a la voluntad del dueño del edificio, en cuanto sea
compatible con el objeto de la querella (art. 933).
192.a Sentencia de 27 de diciembre de 1954, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LI, sec. 1a,
pág. 629.
192.b PEREIRA, ob. cit., Nº 76, pág. 176.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 389
Sección IV
1.366. ACCIONES CON RELACIÓN AL USO DE LAS AGUAS. Nos limitaremos a enun-
ciarlas.
a) Acciones contra las labores que tuercen la dirección de las aguas corrientes. El
origen de esta acción se encuentra en la actio aquae pluviae arcendae del
Derecho romano.193 Dentro del ordenamiento jurídico chileno se establece
que el que hace obras para impedir la entrada de aguas que no está obliga-
do a recibir, no es responsable de los daños que, atajadas de esa manera y
sin intención de ocasionarlos, pueden causar en las tierras o edificios ajenos
(C. Civil, antiguo art. 938, hoy trasladado al C. de Aguas, art. 125). Pero si se
hicieren estacadas, paredes u otras labores que tuerzan la dirección de las
aguas corrientes, de manera que se derramen sobre el suelo ajeno, o estan-
cándose lo humedezcan o priven de su beneficio a los predios que tienen
derecho de aprovecharse de ellas, los perjudicados tienen acción para pedir
al juez que las tales obras se deshagan o modifiquen y se resarzan los perjui-
cios. La acción se puede ejercitar no sólo respecto a las obras nuevas, sino a
193 Esta acción correspondía al dueño de un fundo rural para pedir la destrucción de los
trabajos que han modificado, en su perjuicio, el escurrimiento natural de las aguas lluvias. En los
tiempos de Justiniano la acción tiene un alcance más vasto, pues permite también regular la
distribución equitativa de las aguas, cualquiera sea su origen, y evitar todo menoscabo artificial en
perjuicio del vecino. Justiniano sería el padre del Derecho de Aguas. Véase: BONFANTE, Instituciones
de Derecho Romano, Madrid, 1929, págs. 306 a 308; IGLESIAS, Instituciones de Derecho Romano, vol I,
Madrid, 1950, págs. 123 y 124; S ARGENTI, L’actio aquae pluviae arcendae, Milano, 1940.
390 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
194 Corte de Santiago, 28 de agosto de 1937, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXVI,
sec. 1a. , pág. 348.
195 Aunque un poco antiguo ya, es útil El Derecho de Aguas ante la Cátedra, memoria de prueba
de don Samuel Lira Ovalle, que forma parte de la “Colección Manuales de Estudios” de la Universi-
dad Católica de Chile, Santiago, 1956. También es útil todavía en buena medida: Código de Aguas
(Colección de Leyes con indicaciones, notas y jurisprudencia), Editorial Nascimento, Santiago,
1969. Por último, véase Repertorio Código de Aguas, Santiago, 1979.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 391
dueño en darles salida sin daño de sus vecinos, se derramen sobre otro
predio, el dueño de éste tiene derecho para que se le resarza el perjuicio
sufrido y para que en caso de reincidencia se le pague el doble de lo que el
perjuicio importare (C. Civil, antiguo art. 940, hoy incorporado al C. de
Aguas, art. 127).
La acción que tiene el dueño perjudicado no es posesoria, porque no se
le desconoce su posesión. Se explica, entonces, que el Código de Procedi-
miento no la mencione como interdicto de ninguna clase. Trátase simple-
mente de una acción indemnizatoria del daño proveniente de un cuaside-
lito.
El doble pago del perjuicio que debe cumplir el dueño reincidente es un
ejemplo de pena privada, pues, en lo que excede a los perjuicios, representa
una sanción al culpable en beneficio de la víctima, y no en interés de la
sociedad, como las penas propiamente tales. Es una pena civil.
1.368. APLICACIÓN DE NORMAS DEL CÓDIGO CIVIL SOBRE ACCIONES POSESORIAS. Todo
lo que no está regulado por el Código de Aguas relativamente a las acciones
posesorias sobre las aguas, queda sujeto a las normas contenidas en los artícu-
los 930 a 950 del Código Civil (C. de Aguas, art. 128).
1.370. A CCIÓN Y JUSTICIA PRIVADA PARA LAS INMISIONES DERIVADAS DE LAS RAMAS
O RAÍCES DE ÁRBOL AJENO. Si un árbol extiende sus ramas sobre suelo ajeno,
puede el dueño del suelo exigir (por medio de un interdicto especial,
que se tramita como el de obra ruinosa) que se corte la parte excedente
de las ramas (C. Civil, art. 942, inc. 1º; C. de Procedimiento Civil, art. 571).
Si el árbol penetra en un suelo ajeno con sus raíces, el dueño del suelo
puede, él mismo, cortar las raíces (C. Civil, art. 942, inc. 1º). Lo preveni-
do en ambos casos se entiende aun cuando el árbol esté plantado a la
distancia debida (art. 942, inc. 2º).
El corte de las raíces de un árbol ajeno es un caso típico de justicia pri-
vada.
Sección V
ACCION POPULAR*
1.373. CONCEPTO. Acciones populares son las acciones que se reconocen a cual-
quiera persona para la defensa de un interés público, y sobre todo a aquellas
que, por el hecho que lo contraviene, también han sufrido o pueden sufrir
un daño en su interés privado.
Otros dicen que la acción popular consiste en el derecho concedido al
ciudadano de hacer valer en juicio intereses en lugar de los entes públicos,
que de ellos serían titulares y que también podrían proveer directamente a su
tutela.
1.374. ACCIÓN POPULAR CON RESPECTO A LOS LUGARES DE USO PÚBLICO. El Código
Civil declara que la municipalidad y cualquiera persona del pueblo tienen,
en favor de los caminos, plazas u otros lugares de uso público, y para la
seguridad de los que transitan por ellos, los derechos concedidos a los due-
ños de heredades o edificios privados (art. 948, inc. 1º).
El primer problema que hace surgir esta disposición es el relativo a si la
seguridad de los que transitan por caminos, plazas, calles, etc., es una condi-
ción para el ejercicio de la acción popular. Más de un fallo así lo ha estima-
do.196 Pero prevalece la interpretación contraria, esto es, que la municipali-
dad y cualquiera persona del pueblo tienen, tanto en favor de los caminos,
plazas y otros lugares de uso público, como para la seguridad de los que
transitan por ellos, las mismas acciones concedidas a los dueños de las here-
dades o edificios privados.197 La Corte Suprema ha explicado que la frase
incidental “y para la seguridad de los que transitan por ellos” no limita la
* Véase VILLABLANCA A., SANTIAGO, La acción popular ante el derecho privado, memoria de prueba,
Santiago, 1942.
196 Corte de Tacna, 30 de junio de 1904, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo III, sec. 1a,
pág. 96 (considerando 11, primera instancia, pág. 100).
197 C LARO SOLAR, ob. cit., tomo IX, Nº 1912, pág. 589.
394 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
acción popular sólo en beneficio de los transeúntes, sino que establece que,
además de poder ejercitarse en beneficio general, o sea, en favor de los
caminos, plazas y demás lugares de uso público, puede hacerse valer en pro
de los que transitan por ellos, cuando, por ejemplo, los vecinos, sin apropiár-
selas, pusieren entorpecimientos u obstáculos en las vías públicas.198
A nuestro juicio, el artículo 948 busca proteger los lugares de uso público
y la seguridad de los que transitan por ellos; la acción popular puede tender
a cualquiera de esos dos fines, a uno u otro y, con mayor razón, a ambos en
los casos en que concurran a la vez.
Se atenta contra las calles, plazas y demás lugares de uso público, sin
afectar la seguridad de los transeúntes, cuando, por ejemplo, los vecinos o
cualesquiera otros sujetos se apropian de una calle, cerrándola, o la ocupan
en parte con alguna construcción sin permiso alguno del poder administra-
dor.
Perjudica la seguridad de los transeúntes de lugares de uso público no
sólo en acto ilícito que menoscaba o deteriora esos lugares en forma de
hacerlos peligrosos (por ejemplo, el hoyo practicado en una calle), sino
también el estado de un edificio que amenaza desplomarse y dañar las calles
y a las personas que por ahí circulan. El peligro puede derivar, pues, de un
defecto del lugar de uso público mismo o de una cosa que da a ellos, como
las casas.
De acuerdo con lo anterior, se comprende nuestro desánimo por un fallo
de la Corte Suprema198.a en que aparecen distorsionados algunos conceptos y
móviles. Dos abogados, haciendo uso de la acción popular, demandaron al
Fisco por mantener en estado ruinoso el edificio en que funcionaban los
Juzgados del Crimen y la Sección Detenidos de Valparaíso, poniendo en
peligro la seguridad de las personas que diariamente concurren a ese edifi-
cio, como jueces, abogados, secretarios, actuarios, oficiales, etc.
La Corte Suprema, que no dio lugar al recurso de casación en el fondo
contra la sentencia de alzada, denegatoria de la querella, afirma, basándose
en las consideraciones del tribunal de la instancia o aceptándolas, que la
acción entablada lo fue en resguardo de un bien fiscal (el edificio de los
Juzgados), y no en el de un bien nacional de uso público, como lo exige el
artículo 948, que consagra la acción popular ejercitada. Por tanto, ella bien
rechazada estaría y la sentencia denegatoria no habría cometido ninguna
infracción a esa norma. ¿Cómo pudo interpretarse tan torcidamente la de-
manda de los abogados querellantes? Ellos pedían o la reparación del edifi-
cio o su derribamiento. Ahora bien, resulta obvio que la reparación en estos
casos no se solicita en favor del edificio mismo, el bien fiscal, sino que se
pide como medio de salvar del peligro a la calle, bien nacional de uso
198 Sentencia de 28 de julio de 1921, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXI, sec. 1 a,
pág. 37.
198.a Cas. Fondo, 17 de septiembre de 1971, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo LXVIII,
sec. 1a, pág. 286.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 395
público, y a las personas que por ella transitan, principalmente a las que lo
hacen de continuo por tener que concurrir obligada y cotidianamente al
inmueble que amenaza ruina.
Luego dice la Corte que el artículo 932 nada tiene que ver en la especie y
mal puede haber sido vulnerado por la sentencia recurrida, pues esa disposi-
ción se refiere a la querella o denuncia de obra ruinosa para la cual está
activamente legitimado el vecino del predio cuya ruina inminente se teme, y
en la especie los querellantes no invocan el peligro de un edificio vecino al de
ellos sino de uno fiscal –que no está en su vecindad– para librar del peligro a
los que trabajan o concurren al mismo. Pero olvida el alto y Excelentísimo
Tribunal que el artículo 948 permite a cualquier persona del pueblo intentar la
querella del artículo 932 en favor de los lugares públicos, y para la seguridad
de los que transitan por ellos, porque no otra cosa significa reconocer a esa
persona cualquiera “los derechos concedidos a los dueños de heredades o
edificios privados” (parte final del inc. 1º del art. 948). Precisamente, en be-
neficio de esos transeúntes, y sobre todo en el de los que debían pasar por la
calle a que daba el edificio para entrar a él y salir del mismo, los querellantes
interpusieron su acción.
Por último, seguramente pensando en que sólo si el daño amenaza a
personas indeterminadas hay acción popular, la Corte Suprema hace caudal de
que el tribunal de la instancia expresó que “los querellantes limitaron su
acción en beneficio del personal que desarrolla cotidianamente sus activida-
des en dicho edificio, incluyendo jueces, secretarios, abogados, oficiales y
actuarios, y en favor de los que a diario deben concurrir a los referidos
tribunales y de la Sección Detenidos de la Cárcel Pública”. Por nuestra parte,
entendido lealmente el tenor de la querella, no creemos que las palabras
reproducidas importen limitación de las personas en beneficio de las cuales
se interpuso la acción; sólo traducen una mención en relieve del grupo más
expuesto al daño contingente del asmático edificio, y no suponen olvido del
resto de los transeúntes.
En lo sustancial y decisivo estimamos certero el planteamiento jurídico de
los abogados querellantes. Acaso los sabios jueces creyeron lo mismo y se
vieron compelidos a una resolución de escasa o ninguna elegancia sólo para
evitarle al Fisco y a los mismos tribunales los perturbadores efectos de una
orden de demolición.
Sea como fuere, la sentencia es criticable y constituye un buen tema de lo
que algunos impunemente llaman “problematización”, sedicioso neologismo
ofensor de lenguas y oídos.
El segundo enigma de la disposición en análisis consiste en saber si
pueden deducirse como populares todas las acciones posesorias, o sólo las
que el Código Civil trata en el Título de las especiales. El criterio restringido
se funda en que la mencionada acción popular, como contenida en este
último Título, sólo puede aludir a las acciones que en el mismo se tratan, y
no a las acciones posesorias del otro Título (de amparo, de restitución y de
restablecimiento), y en que, además, la acción popular se concede en favor
de los caminos, plazas u otros lugares de uso público para seguridad de los
que transitan por ellos. La interpretación contraria, acogida por la Corte
396 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
199 Sentencia de 28 de julio de 1921, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXI, sec. 1a.,
pág. 37. En el mismo sentido: C LARO SOLAR, ob. cit. tomo IX, Nº 1.912, págs. 589 a 591.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 397
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