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Tomo 1 Alessandri Somarriva y Vodanovic
Tomo 1 Alessandri Somarriva y Vodanovic
C. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Código
(C) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Considerando
G. J. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Gaceta Jurídica
sec. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . sección
sent. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . sentencia
7
PRESENTACION
Con sumo agrado Editorial Jurídica de Chile ofrece la sexta edición de esta
obra clásica, cuyo título original fue De los bienes.
La primera edición y las que siguieron posteriormente han sido redacta-
das y actualizadas por don Antonio Vodanovic, basado en las explicaciones
de los profesores de la Universidad de Chile Arturo Alessandri Rodríguez y
Manuel Somarriva Undurraga.
A las sabias enseñanzas de los distinguidos maestros, el autor fue agre-
gando en cada nueva edición el resultado de su propia investigación, la
seriedad de sus estudios y el sello de su perseverante y laborioso espíritu.
A más de veinte años de la publicación de la última edición, Antonio
Vodanovic ofrece en el presente tratado un completo y exhaustivo análisis
de todas las materias referentes a los derechos reales. La sistematización y
coherencia de esta nueva edición han conducido al cambio parcial del título
de la obra que hoy presentamos, y que se caracteriza, además, por estar
completamente actualizada en cuanto a la legislación vigente, las últimas
concepciones doctrinarias y la jurisprudencia.
9
CAPITULO I
1 Véanse, por ejemplo, en este sentido: W EILL, T ERRÉ ET S IMLER, Droit Civil, Les biens, París,
1985; FERNANDO ROZAS VIAL, Derecho Civil. Los Bienes. Santiago, 1984.
11
12 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
pretendemos que una cosa corporal nos pertenece o nos compete una servi-
dumbre...”. (Comentario 4, título 1º, párrafos 1 a 3). Con palabras diferen-
tes expresan igual pensamiento el Digesto2 y las Instituciones de Justiniano3.
8. CARACTERES DEL DERECHO REAL COMPARADOS CON LOS DEL DERECHO PERSONAL. El
derecho real y el personal se diferencian en cuanto: a) a sus elementos
constitutivos; b) al objeto; c) a la determinación de éste; d) al carácter
absoluto del uno y relativo del otro; e) acciones a que dan lugar; y f) prerro-
gativas del derecho real de que generalmente carece el derecho personal.
12. d) CARÁCTER ABSOLUTO DEL DERECHO REAL Y RELATIVO DEL PERSONAL. El dere-
cho real es absoluto; el personal, relativo.
Por derecho absoluto se entiende aquel derecho cuyo titular puede ha-
cerlo valer contra todos los demás sujetos (erga omnes), porque se estima que
sobre todos ellos pesa el deber de no perturbar ni violar el derecho mismo.
Por derecho relativo se entiende el derecho cuyo titular puede hacerlo
valer sólo contra una o más personas determinadas, ligadas por un vínculo
específico.
¿Quiere decir lo anterior que fuera de estas personas determinadas, las
otras no están obligadas a respetar un derecho relativo? Claro que no. Cuan-
do un tercero ajeno al vínculo que supone el derecho relativo perturba el
ejercicio de éste, el derecho que toca invocar en la acción correspondiente
no es naturalmente ese derecho, sino otro, como el de no ser injustamente
dañado en la persona o en los intereses. Vayamos al ejemplo esclarecedor. Si
en mi ausencia el arrendador saca todo lo que tengo en la casa que arrien-
do, impidiéndome volver a ella, a pesar de no haber terminado el plazo del
contrato ni haber causal alguna para ponerle término anticipado, es induda-
ble que en la demanda que interponga haré valer el derecho al uso de la
casa dimanante del contrato de arrendamiento, uso que en virtud de éste
hállase obligado a proporcionarme. Es evidente que si un tercero extraño
ejecuta idénticas maniobras, en la demanda que entable en su contra no
podré invocar el contrato de arrendamiento por no haber respetado mi
derecho al uso de la casa, porque el respeto a tal goce no emana de un
contrato en que él no intervino, sino de la obligación general de no dañar
injustamente al prójimo (C. Civil, art. 2314).
Es trascendente la diferencia entre el derecho real y el personal marcada
por el carácter absoluto del uno y el relativo del otro, como quiera que el
primero compromete a todo el mundo y el segundo sólo a las personas que
originan la relación jurídica y a los continuadores de ellas, sus herederos. Si
para que mi propiedad no pierda luz convengo con el vecino establecer, a
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 17
17. b) T EORÍA ECLÉCTICA. Para esta teoría hay una diferencia fundamental
entre los derechos reales y los personales, aunque armoniza ideas de la
teoría clásica y de la personalista. En realidad, aseguran, los elementos cons-
titutivos del derecho real son dos:
1) la relación del sujeto con la cosa, que permite al primero recabar por
sí solo de la cosa las utilidades que ésta es capaz de proporcionar, correspon-
diéndole, por consiguiente, un poder autónomo;
2) la obligación (de contenido negativo) que tienen los terceros de no
invadir aquella relación autónoma y directa entre el sujeto y la cosa. El
primero es el elemento interno, el contenido económico o estático del dere-
cho real; el segundo es el elemento externo o dinámico, la garantía jurídica
de aquel contenido económico. Ambos elementos tienen importancia y de-
ben considerarse en la definición de derecho real que, de acuerdo con estas
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 21
ideas, se formula así: “Derechos reales son aquellos derechos privados que
atribuyen un poder de inmediata dominación sobre una cosa, oponible a
cualquiera”.4
Esta teoría puede aceptarse totalmente, pero nada nuevo sustancial agre-
ga a la teoría clásica.
4 LUDOVICO BARASSI , Instituciones de Derecho Civil, traducción del italiano, vol I, Barcelona, 1955,
págs. 111-112.
5 J ULIEN BONNECASE , Précis de Droit Civil, tomo II, París, 1934, págs. 622-623.
22 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
20. CONCLUSIÓN. Todas las teorías anteriores han sido objeto de críticas,
cuya exposición omitimos en obsequio a la brevedad y porque, en conclu-
sión, ponderados en su esencia pura, el derecho real y el derecho de crédito
son, como lo sostiene la teoría clásica, irreductibles el uno al otro, porque el
primero tiene por objeto una cosa material, al menos en principio, y el
segundo un acto o una abstención.
siendo contra la ley o contra derecho ajeno. La propiedad separada del goce
de la cosa se llama mera o nuda propiedad” (art. 582).
Observemos que el Código, en esta definición, establece que el objeto de
la propiedad es una cosa corporal. Más adelante veremos que también se
habla de “una especie de propiedad”, en que el objeto serían cosas inmate-
riales, producciones del intelecto. Oportunamente señalaremos dos puntos
de vista al respecto, es decir, si se trata o no del mismo tipo de propiedad
que recae sobre cosas corporales.
Una definición sintética de la propiedad dice que propiedad es la gene-
ral dominación sobre una cosa corporal.
2) Herencia. El derecho real de herencia no está definido por el legisla-
dor, pero se dice que es el derecho real que se tiene sobre la totalidad del
patrimonio de una persona difunta, excepto los derechos intransmisibles, o
sobre una cuota del mismo.
Se ha negado por algunos el carácter de derecho real de la herencia en
razón de que todo derecho real debe recaer sobre una cosa corporal, y la
herencia no lo es; ésta –se afirma– es una categoría de derechos absolutos,
pero no un derecho real. Sin embargo, resulta que nuestro Código al definir
el derecho real dice que es el que tenemos sobre una cosa sin respecto a
determinada persona (art. 577, inc. 1º), y al hablar de cosa no distingue, al
revés de lo que hace con el dominio, si la cosa es corporal o incorporal y,
además, expresamente, enumera el derecho de herencia entre los derechos
reales.
También se sostiene que en puridad de verdad el derecho de herencia
no es un derecho distinto del dominio o propiedad que el difunto tenía
sobre sus bienes. Pero se ha refutado argumentando que el carácter univer-
sal es propio del derecho de herencia y lo distingue del derecho de dominio
que versa sobre una cosa singular determinada, y el primero está provisto de
una acción propia, la de petición de herencia, en tanto que el segundo tiene
la suya, la acción reivindicatoria.
Es característica del derecho de herencia el de ser un derecho universal;
no recae sobre cosas determinadas, individualizadas, sino sobre el total o
una cuota del patrimonio transmisible del difunto.
El derecho de herencia no tiene propiamente naturaleza mueble ni in-
mueble, pues su objeto no son las cosas muebles ni inmuebles que pueda
contener, sino el patrimonio mismo o una parte o cuota intelectual de él, y,
como se sabe, el patrimonio es una cosa incorporal o, mejor, una abstrac-
ción jurídica.
Otra característica del derecho de herencia es su duración limitada. Su
misión práctica es servir como enlace o vínculo de continuidad entre el
derecho de dominio ejercido por el difunto sobre sus bienes y el que ejerce-
rá el heredero una vez efectuadas la partición y liquidación de la comunidad
hereditaria formada a la muerte del causante. La herencia tiene, pues, ca-
rácter provisional y está condenada a ser reemplazada por el derecho de
dominio, una vez producida la singularización de los bienes en el patrimo-
nio de los herederos adjudicatarios.
24 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
23. L A PRENDA. Nos referiremos ahora a derechos reales en cosa ajena que
no son de goce, sino de garantía, otorgados para la seguridad de un crédito:
la prenda y la hipoteca.
Concretándonos a la primera –que es la que aquí trataremos–, el Código
da una definición de concisión espartana, pero de contenido incompleto;
dice: “Por el contrato de empeño o prenda se entrega una cosa mueble a un
acreedor para la seguridad de su crédito” (art. 2384, inc. 1º). Nótese que la
palabra prenda sirve para designar el contrato, la cosa que se entrega en
garantía y el derecho real que surge para el acreedor.
Una mejor definición de la prenda, como derecho real, sería decir que
ella es un derecho real de garantía o seguridad que se constituye con la
entrega de una cosa al acreedor, el cual, en caso de que el deudor no
cumpla su obligación, puede, para satisfacer su crédito, instar la venta de la
cosa y pagarse con el precio alcanzado antes que otros eventuales acreedo-
res no provistos de un derecho de prelación.
La prenda que regula el Código Civil exige la entrega al acreedor de la cosa
garante. Pero, al lado de esta prenda común o civil, se han creado otras que
no exigen el desplazamiento de la cosa garante de manos del deudor a las
del acreedor. Unas de estas prendas sin desplazamiento son especiales, llama-
das así porque se refieren a ciertas cosas consideradas, en cada caso, por
leyes especiales: prenda agraria, prenda industrial, prenda de muebles ven-
didos a plazo, prenda de mercaderías depositadas en los almacenes genera-
les de depósito. Desde hace pocos años se ha establecido también una ley
general de prenda sin desplazamiento; es la Ley Nº 18.112, de 16 de abril de 1982.
Esta dice que el contrato de prenda sin desplazamiento es solemne. Se
otorga por escritura pública, como también su alzamiento, y tiene por obje-
to constituir una garantía sobre una cosa mueble, para caucionar obligacio-
nes propias o de terceros y conservando el constituyente la tenencia y uso de
la prenda (arts. 1º y 2º).
También se pueden dar en prenda cosas incorporales. Así, se puede dar
en prenda un crédito entregando el título; pero es necesario que el acree-
dor lo notifique al deudor del crédito consignado en el título, prohibiéndo-
le que lo pague en otras manos (C. Civil, art. 2389).
8 C APITANT Y OTROS, Vocabulario jurídico, traducción del francés, Buenos Aires, 1961, pág. 531.
28 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
29. D ERECHOS REALES QUE ESTUDIAREMOS EN ESTA OBRA. En esta obra estudiare-
mos no todos los derechos reales, sino sólo los de propiedad y los de goce
limitados: derechos de usufructo, uso, habitación, servidumbres activas. El
derecho de censo se explica dentro de los contratos, como asimismo los
derechos de garantía de prenda e hipoteca, y el derecho real de herencia se
analiza en el tratado de la sucesión por causa de muerte.
Por cierto, una gran sección dedicamos a la posesión que conduce a la
adquisición de la propiedad y otros derechos reales mediante el modo de
adquirir llamado usucapión o prescripción adquisitiva.
También nos referiremos a las denominadas propiedad intelectual (en
sentido restringido, o sea, a la propiedad literaria, artística y científica) y
propiedad industrial. Ambas forman parte de la propiedad intelectual en
sentido amplio y se encuadran en la categoría de los derechos intelectuales
9 J OSSERAND, Cours de Droit Civil Positif Français, tomo I, París, 1930, Nº 1.337, págs. 668-669.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 29
que, por versar sobre cosas inmateriales, gran parte de la doctrina no admite
englobarlos dentro de los derechos reales.
A continuación, precisamente, dedicamos algunas páginas a las nociones
fundamentales relativas a los derechos intelectuales.
10 Relacionado con la materia véase el breve estudio de C ARLOS DUCCI CLARO titulado “Las cosas
incorporales en nuestro derecho”, R. de D. y J., tomo LXXXIII, sec. Derecho, págs. 29 a 36.
30 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
11 Partidarios de esta doctrina son, entre otros, L UDOVICO B ARASSI , I diritti reali, Milano, 1934,
págs. 191 y siguientes, y MARIO ROTONDI, Instituciones de Derecho Privado, traducción del italiano,
Madrid, 1951, págs. 259-260.
32 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Ese artículo, el 584, dice en su primer inciso que “las producciones del
talento o del ingenio son una propiedad de sus autores”. Parece que don
Andrés Bello estimó necesaria esta declaración categórica porque hubo
tiempos en que se sostenía que “de ninguna manera debería reconocerse
un derecho individual exclusivo al autor o al inventor, en razón de que la
obra de arte y la invención no son más que el fruto o producto de una
época o el resultado de esfuerzos e investigaciones a las cuales pueden
haber contribuido, más o menos conscientemente, varias generaciones, de
manera que el autor o el inventor no es sino un individuo que, más afortu-
nado que otros, se ha ocupado del problema en el momento en que el
estado de las investigaciones científicas o artísticas lo han puesto a punto
para ser resuelto; y por esto no sería justo reconocerle solamente a él el
mérito y los frutos exclusivos”.12 Sin perjuicio de tener por cierto que en
los inventos y en las obras artísticas, como en todo, hay una contribución
de generaciones pasadas, es justo reconocer derechos a los que proporcio-
nan algo nuevo y no permitir que otros se aprovechen del esfuerzo ajeno.
Hay, además, una conveniencia social en estimular a los creadores, porque
de sus producciones se benefician todos. Por otra parte, hoy no ha dejado
de tomarse en cuenta la contribución de las generaciones pasadas y, en su
representación, la sociedad actual, a través de la ley, limita la exclusividad
del derecho del autor o del inventor, pasando, después de un tiempo
prudencial, al dominio público.
Vayamos al comentario del inciso 2º del artículo 584, que dice: “Esta
especie de propiedad (la de los autores sobre las producciones de su talento o
de su ingenio) se regirá por leyes especiales”.
Si Bello tomó la palabra especie en el sentido que le da la lógica, esto es,
división de una categoría más amplia, el género, habrá que aceptar que
consideró los derechos intelectuales como un tipo de propiedad. Pero si
tomó la mencionada palabra en su sentido etimológico, significativo de se-
mejanza, apariencia, ha de concluirse que estimó a los derechos sobre cosas
inmateriales sólo como una apariencia de propiedad o un tipo semejante a
ésta, o sea, parecido pero distinto.
Nosotros creemos que esta última inteligencia es la valedera, porque el
Código en ninguna parte enuncia un concepto genérico de propiedad, que
daría margen para estimar que una de sus especies es la que recae sobre
bienes corporales y otra la que tiene por objeto cosas inmateriales. Por el
contrario, el Código adopta el concepto único tradicional que circunscribe
el objeto del dominio o propiedad a “una cosa corporal” (art. 582). De ahí
que pensemos que Bello quiso decir que la pertenencia a los autores de las
producciones de su ingenio o de su talento es un tipo semejante, parecido a
la propiedad.
La distinción entre uno y otro significado de la palabra especie, fuera de
su mero interés teórico, podría tener uno práctico. Porque en algún caso,
frente a una laguna de las leyes especiales, podría creerse que siendo del
mismo género la propiedad de cosas corporales y la de las incorporales,
sería factible aplicar a la última las normas de la primera, y la verdad es que
tal criterio resultaría inadecuado, ya que –repetimos– las dos clases de pro-
piedades se parecen pero son distintas.
¿Podría sostenerse, al menos, que el derecho intelectual es un derecho
real? En apoyo de una respuesta afirmativa, cabría argumentar que, al igual
que los derechos sobre cosas corporales, los intelectuales confieren un po-
der absoluto y directo sobre las cosas inmateriales y, además, nuestro Código
no restringe el objeto del derecho real en general, a las cosas corporales,
como lo hace al definir el dominio o propiedad, sino que menciona la cosa
y no la restringe a la corporal, pues dice que “derecho real es el que tene-
mos sobre una cosa sin respecto a determinada persona” (art. 577). Pero se
replica que si bien por el poder absoluto e inmediato que dan los derechos
intelectuales sobre las cosas inmateriales se comportan, desde este punto de
vista, como derechos reales, difieren profundamente de ellos por los otros
caracteres ya enunciados.
Nosotros creemos que Bello intuyó tan profunda diferencia y habló de
una especie de propiedad y no de derechos intelectuales o sobre cosas inma-
teriales, porque todavía la doctrina no los había configurado genéricamente
y menos bautizado. Esto se vino a producir sólo en 1877 cuando el profesor
belga Edmundo Picard perfiló esos derechos y les puso un nombre.13
Por último, la Constitución Política de 1980 dice que asegura a todos “el
derecho de propiedad en sus diversas especies sobre toda clase de bienes
corporales o incorporales” (art. 19, Nº 24, inc. 1º). Sin duda, en esta disposi-
ción tomó la palabra especies en su significado de categorías de un género, el
cual comprendería la propiedad sobre bienes corporales y la propiedad
sobre bienes incorporales. Pero el constituyente no reparó en la diferencia
de ambos derechos que surge de la naturaleza de las cosas y, por ende, el
punto de vista teórico de la ley constitucional a nadie puede obligar, máxi-
me cuando de la misma regulación positiva de las leyes especiales les apare-
ce la distinción conceptual entre los derechos que recaen sobre cosas mate-
riales y los que recaen sobre las inmateriales. Por lo demás, al constituyente
lo único que le interesa es dejar establecido que protege los derechos que se
tengan sobre cualquiera clase de cosas, y esto sí que a todos obliga.
14 Véanse las sentencias de la Corte Suprema de las cuales se desprende claramente este
concepto: 6 de abril de 1964, R. de D. y J., tomo LXI, 2a. parte, secc. 1a. , pág. 50; 10 de diciembre
de 1965, misma revista, 2a. parte, sec. 1 a., pág. 467.
CAPITULO II
DE LA PROPIEDAD
1. GENERALIDADES
37. R AZÓN DE EXISTENCIA. Al igual que todos los derechos subjetivos patrimo-
niales, la propiedad tiene como razón de existencia la satisfacción de necesi-
dades humanas de carácter económico. Reconócese como poder para que el
individuo obtenga con el ejercicio de esta atribución los medios materiales
que le permitan cubrir sus necesidades y desarrollar su vida humana.
35
36 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
o del ingenio tienen sus autores (art. 584). Tales producciones son cosas
inmateriales, y por cosas inmateriales se entienden todas aquellas que no se
perciben por los sentidos, sino que se reconocen por medio del espíritu o
intelecto, excluyéndose los derechos. Las cosas inmateriales que representan
un valor patrimonial son objeto, en el sentir de muchos, no de los derechos
reales, sino de una tercera categoría de derechos patrimoniales, los llama-
dos derechos intelectuales, cuyos caracteres ya precisamos.
A continuación se exponen los principios y las normas de la propiedad
definida por el legislador, la que tiene por objeto cosas corporales; las otras
especies de propiedad se estudiarán oportunamente en otro lugar.
3 MARTÍN WOLFF, en el Tratado de Derecho Civil de Enneccerus, Kipp y Wolff, tomo III, Barcelo-
na, 1936, pág. 297.
38 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
5 PROUDHON, ¿Qué es la propiedad?, traducción del francés hecha por A. Gómez Pinilla, Edito-
rial Selecta, Santiago de Chile, 1932, págs. 5-6.
6 D UGUIT , Les transformations générales du Droit privé depuis le Code Napoleón, Alcan, 1912,
pág. 21.
42 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
10CASTÁN, Derecho Civil Español, Común y Foral, tomo II, Madrid, 1943, págs. 64-65.
11La z de “zadruga” pronúnciase como el sonido que imita el zumbido de la abeja.
12 PERIC, “Quelques particularités du Droit civil yougoslave”, estudio publicado en Compte
Rendu des Séances et Travaux de l’Académie des Sciences Morales et Politiques (Institut de France),
Nº mars-avril, 1928, París.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 45
53. b) R OMA. “Se discute vivamente hasta qué punto el Derecho romano
antiguo conoció la propiedad individual. Una teoría muy extendida afirma
que el patrimonio mueble (o, por lo menos, ciertas cosas muebles) y la casa
y el huerto eran de propiedad privativa del padre de familia, pero que la
tierra fue propiedad colectiva de la gens. La existencia de tal régimen de
propiedad puede demostrarse con datos seguros en el Derecho griego y en
el germánico, pero las noticias correspondientes a Roma son tan escasas y
tan equívocas, que las investigaciones no han podido ir más allá de las meras
presunciones”.14
Pero a partir de la Ley de las XII Tablas (año 449 antes de Jesucristo) la
propiedad se muestra individualizada por completo. Y dicha institución pasa
en Roma por dos fases comunes a las demás instituciones jurídicas de aquel
pueblo: “la del derecho de ciudad (ius civile) y la del derecho universal (ius
gentium). En la primera de ellas, la propiedad era una institución del Dere-
cho Civil. El dominio quiritario no podía pertenecer más que a un propieta-
rio romano; no podía recaer más que sobre una cosa romana (estando
excluidos, por consiguiente, los predios provinciales); no podía ser transmi-
tido o adquirido sino por un modo romano (como la mancipación o la
usucapión). Pero al influjo del ius gentium, fue apareciendo, al lado del
derecho formal de propiedad, la propiedad de hecho que el pretor tutelaba
(propiedad bonitaria). En la época de Justiniano el régimen de la propiedad
quedó unificado a base del derecho pretorio, llegándose al concepto moder-
no de la propiedad”.15
feudales para premiar los servicios que éstos les prestaban en las guerras.
Tales cesiones dieron lugar a la división posterior del dominio entre el
señor feudal y los vasallos. En efecto, los dueños o señores, ante la imposibi-
lidad de cultivar la tierra por sí mismos, las daban en concesión, mediante el
pago de un canon, a otras personas, los vasallos. Estos, a causa de la ampli-
tud y perpetuidad de su derecho, fueron considerados como propietarios a
su manera. En el hecho, llegaron a existir, sobre una misma cosa, dos clases
de propietarios; la propiedad del señor fue llamada dominio directo y la del
vasallo dominio útil.
6. ORIGENES DE LA PROPIEDAD
16 Véase en la citada obra de France el Libro II, Capítulo II, “El amojonamiento de los campos y el
origen de la propiedad”, págs. 55 a 59 de la edición hecha por Editorial Zig Zag, Santiago, s/f.
17-18 V ÉASE SUPRA Nº 47.
19 Resulta útil la consulta de ARMAND CUVILLIER, Manual de Sociología, traducción castellana,
Buenos Aires, 1956, párrafo 172, págs. 399-408; véase la copiosa bibliografía ahí citada. También
puede mencionarse a nuestro VALENTÍN LETELIER, cuyo libro Génesis del Derecho, aparecido por
primera vez en 1919, fue reeditado en Santiago, 1967; consúltense las págs. 84 y 142.
48 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
20 G ALDAMES, Historia de Chile, 9 a. edición, Santiago, 1944, págs. 94, 141 y 142.
21 E NCINA, Historia de Chile, tomo I, Santiago, 1940, pág. 395; FRÍAS, Historia de Chile, tomo I,
Santiago, 1947, pág. 192. Véase también: MCBRIDE , Chile: su tierra y su gente, versión castellana de
G. Labarca H., Santiago, 1938, y la “Introducción” de don Ernesto Greve a la obra publicada por
la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, intitulada Mensura de tierras de Ginés de Lillo, tomo I,
Santiago, 1941, págs. IV a XC.
22 FRÍAS, ob. cit., tomo I, pág. 193.
23 ENCINA , ob. cit., tomo I, pág. 396.
24 Véase el discutido libro de S ALVADOR DE MADARIAGA Cuadro histórico de las Indias, Buenos
Aires, 1945, págs. 97 y otras.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 49
sas, a causa del sistema de los mayorazgos, iniciado a fines del siglo XVII y
mantenido en vigor hasta mediados del siglo XIX.25
La concesión de mercedes de tierras perdió importancia durante el siglo
XVIII, “época en que se trató de lograr la colonización dirigida, sea dando
terrenos a soldados licenciados o a las personas que se comprometían a
sembrar trigo, lino y cáñamo. A ello hay que sumar los remates de tierras
fiscales. Todo esto contribuyó a regularizar la propiedad en el territorio
comprendido entre Copiapó y el Biobío”.26
En resumen, el origen de la propiedad territorial privada en Chile han
sido las asignaciones de solares, las mercedes o concesiones de tierras, los remates de
terrenos fiscales y la prescripción adquisitiva en los casos de posesión sin conce-
sión de las autoridades con arreglo a las leyes. Por tanto, la ocupación, por sí
sola, no ha sido título constitutivo de dominio de tierras.
28 Actas Oficiales de las sesiones celebradas por la Comisión y Subcomisiones encargadas del estudio del
Proyecto de la nueva Constitución Política de la República, Imprenta Universitaria, Santiago, 1926,
pág. 136.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 51
63. CLASIFICACIÓN DE LAS FACULTADES DEL DOMINIO. Las facultades del dominio
pueden clasificarse en materiales y jurídicas.
Son materiales las que se realizan mediante actos materiales que permiten el
aprovechamiento del objeto del derecho (uso, goce y consumo físico de la cosa).
Son facultades jurídicas las que se realizan mediante actos jurídicos. En-
tre éstos se encuentran los actos de disposición, que para ser ejecutados
requieren la facultad de disposición.
Todos están de acuerdo en que las facultades materiales forman parte
del contenido del derecho subjetivo, pertenecen a éste, de él emanan o
surgen. En cambio, la facultad dispositiva es materia de controversia: dis-
cútese si es, como las facultades materiales, integrante del contenido del
derecho o si es extraña y exterior al mismo. Más adelante veremos los térmi-
nos de la querella.
A. FACULTADES MATERIALES
65. b) FACULTAD DE GOCE. Es la que habilita para apropiarse los frutos y los
productos que la cosa da.
Precisamente en virtud de la facultad de goce el dueño de una cosa pasa
a serlo de los productos y frutos de ella. Nuestro Código Civil, sin embargo,
como el Código Civil francés, justifica la adquisición de ellos por el modo de
adquirir llamado accesión (art. 643). Tal concepción, además de ser inútil,
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 53
29-30Véase Demante, Cours analitique de Code Civil, tomo II, Nº 381 bis.
31 Véase el párrafo que, dentro de la legítima defensa, dedica Jiménez de Asúa, a los “apara-
tos mecánicos defensivos” (Tratado de Derecho Penal), tomo IV, Buenos Aires, 1952, párrafo 1.322,
págs. 227 a 232).
Una sentencia de un juzgado de Santiago acepta el uso de medidas de precaución para
defender la propiedad de futuros ataques siempre que, si los medios son peligrosos, sean ostensi-
bles o anunciados y no entren a actuar sino cuando se produce la agresión y la gravedad de las
consecuencias no sobrepase los límites de la necesidad (sentencia de 10 de mayo de 1935, Revista
de Ciencias Penales, tomo IV, Santiago, 1938, pág. 427).
54 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
B. FACULTADES JURÍDICAS
70. L IMITAR Y GRAVAR. Los derechos limitativos del dominio pueden ser de
goce (usufructo, servidumbre) y de garantía (prenda, hipoteca). Unos y
otros importan disponer de parte del valor económico de la cosa sobre que
recaen; por eso la facultad de limitar y gravar queda comprendida dentro de
la de disposición en sentido amplio. También se consideran tales derechos
limitativos como enajenaciones parciales y la facultad de limitar y gravar com-
prendida en la de enajenar. De ahí que la jurisprudencia ha declarado, casi
uniformemente, que la prohibición de enajenar las cosas embargadas por
derecho judicial comprende no sólo la transferencia de la propiedad, sino
también la constitución de prenda, hipoteca, servidumbre.32
La libertad de gravar tiene excepciones. Así, por ejemplo, la legítima
rigorosa no es susceptible de condición, plazo, modo o gravamen alguno,
aunque pueda sujetarse, sí, a la condición de que sea administrada por un
Banco durante la incapacidad del legitimario (Código Civil, art. 1192 y Ley
General de Bancos, art. 48, Nº 7).
71. D IFERENCIAS ENTRE LAS FACULTADES DE USO, GOCE Y CONSUMO, POR UNA PARTE, Y
DE DISPOSICIÓN JURÍDICA, POR OTRA.
a) Las primeras son facultades materiales, no
en el sentido de que no están reguladas por el derecho, sino porque su
función es material. El que usa su reloj, el que se apropia de los frutos de su
árbol, ejecuta una función material, como también el que consume esos
frutos al comerlos. En cambio, la facultad de disposición, en su sentido
jurídico, es, precisamente, jurídica porque su función es de esta naturaleza,
y se traduce en la realización de actos jurídicos. El que vende, hipoteca o
constituye una servidumbre realiza actos jurídicos y no actos materiales.
b) Las facultades de uso y goce pertenecen al contenido del derecho. ¿Y
la de disposición? ¿Forma parte del contenido del mismo derecho o es
extraña y exterior a él? La mayoría de los autores responden que la facultad
de disposición forma también parte del contenido del mismo derecho. El
que enajena una casa, dicen, no hace más que ejercitar su derecho de
32 El “Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas” (Código Civil, tomo IV, art. 1464,
enunciado 1) cita 17 sentencias en este sentido, siendo la última de la Corte Suprema de 6 de
agosto de 1935 (Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXII, sec. 1a., pág. 474); en sentido
contrario, sólo menciona dos, la última de las cuales fue dictada por una Corte de Apelaciones el
13 de abril de 1950 (Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLVII, sec. 2a , pág. 8).
56 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
artículo 672, inciso 2º, dispone que una tradición que al principio fue inváli-
da por haberse hecho sin voluntad del tradente o de su representante, se
valida retroactivamente por la ratificación del que tiene facultad de enajenar
la cosa como dueño o como representante del dueño. El artículo 706, inci-
so 2º, expresa que en los títulos traslaticios de dominio la buena fe supone
la persuasión de haberse recibido la cosa de quien tenía la facultad de enaje-
narla, y de no haber habido fraude ni otro vicio en el acto o contrato. El
artículo 1575, inciso 2º, establece que no es válido el pago en que se debe
transferir la propiedad sino en cuanto el que paga tiene facultad de enajenar.
En la cesión de bienes, el Código expresa que la cesión no transfiere la
propiedad de los bienes del deudor, sino sólo la facultad de disponer de ellos y
de sus frutos hasta pagarse de sus créditos. El artículo 2387 dice que no se
puede empeñar una cosa, sino por persona que tenga facultad de enajenarla.
36 Cas. fondo, 8 de enero de 1915, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIII, sec. 1 a.,
pag. 429.
37 Fallo que desechó la reposición pedida, 14 de mayo de 1947, Revista de Derecho y Juris-
prudencia, tomo XLVI, sec. 1a., pág. 486.
38 R. de D. y J., tomo LXVIII, sec. 2 a., pág. 71.
62 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
81. L AS CARGAS REALES. Llámase carga real aquel gravamen que, con
carácter periódico o intermitente, pero en todo caso reiterado, nace de
la ley o del contrato y que pesa sobre el que es dueño o poseedor (y
porque es dueño o poseedor) de una cosa, y consiste en entregar cual-
quier cosa (productos del fundo, dinero), o en realizar prestaciones de
naturaleza personal.39 Ejemplos: contribuciones o impuestos sobre bie-
nes raíces, derechos de pavimentación, el censo o canon que debe pagar
el censuario de año en año o en los períodos fijados en el acto constitu-
tivo (C. Civil, art. 2032); la obligación de pagar las expensas comunes
que tiene el dueño de un piso o departamento.
Las leyes de carácter administrativo ofrecen múltiples ejemplos de cargas
reales. Así, la legislación de caminos (Título III del texto único de la Ley
Orgánica del Ministerio de Obras Públicas y de las Normas sobre Caminos
Públicos, Decreto Nº 294 de aquel Ministerio, del año 1985, publicado en el
Diario Oficial de 20 de mayo del mismo año) dice que “los predios rústicos
deberán permitir la extracción de tierra, arena, piedras y demás materiales
análogos que fueren necesarios para la construcción y conservación de los
caminos (públicos)”. También impone a los dueños de los predios colindan-
39 MESSINEO, Manuale di Diritto Civile e Commerciale, vol. II, Milano, 1947, pág. 189, Nº 2.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 63
40 FRITZ FLEINER , Instituciones de Derecho Administrativo, traducción castellana del alemán, Barce-
lona, 1933, pág. 337; G UIDO ZANOBINI, Corso di Diritto Amministrativo, vol. IV, Milano, 1948, págs. 241
y siguientes.
64 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
compensación por algún beneficio especial que las instituciones del Estado
o del Municipio deben cumplir al contribuyente. Queda, pues, excluida
cualquiera pretensión de éste de obtener una contraprestación como funda-
mento del pago que hace.
Por el contrario, los ingresos a título conmutativo son aquellos que provie-
nen de las prestaciones de los particulares al Estado o al Municipio por
razón de un servicio, ventaja o utilidad especial que reciben de esos entes.
Llámanse conmutativos porque la prestación de los particulares se mira
como equivalente a la prestación del Estado o del Municipio, constituida
por el beneficio especial que éstos proporcionan a aquéllos.
Entre los ingresos a título conmutativo figuran las cargas preferentes, tam-
bién llamadas contribuciones especiales, que son prestaciones impuestas a los
particulares que obtienen un beneficio o ventaja especial en la institución,
construcción o conservación de una obra pública o en la prestación de un
servicio. Se parecen a los impuestos o contribuciones propiamente tales
porque se establecen en forma obligatoria; pero se diferencian en su alcan-
ce: los impuestos gravan a todos; las cargas preferentes, sólo a los particulares que
obtienen el beneficio especial. También estas últimas, como ya se ha dicho,
constituyen una contraprestación; no así los impuestos. La diferencia apare-
ce gráficamente en los recibos de impuesto de bienes raíces que, separada-
mente, indican el monto del impuesto y el correspondiente por el servicio
de extracción de basura (carga preferente).
Las cuotas de pavimentación son una categoría de los ingresos a título
conmutativo, son cargas preferentes y no impuestos o contribuciones propia-
mente dichas, porque el pago que hacen los particulares es una contrapres-
tación de la utilidad o ventaja especial que reciben: la pavimentación de las
aceras y calzadas que se hallan frente a sus inmuebles.
Los últimos fallos de los tribunales de justicia e informes del Consejo de
Defensa Fiscal establecen que las mencionadas cuotas no tienen el carácter
de contribución o impuesto, sino el de un gravamen especial.41
En sentencia de 29 de abril de 1954 (Revista de Derecho y Jurispruden-
cia, tomo LI, sec. 1a., pág. 95), la Corte Suprema ha dicho que “las cuotas de
pavimentación, por su naturaleza, no importan una contribución, porque
éstas son cuotas o cantidades que se imponen para las cargas del Estado,
características que no corresponden a aquéllas, que constituyen un grava-
men real que pesa sobre el inmueble beneficiado con las obras y sobre el
cual se hace efectiva la obligación de pagar el valor de la ejecución”.
84. COSAS SOBRE LAS CUALES PUEDE RECAER EL DERECHO DE PROPIEDAD. Pueden
ser objeto de propiedad las cosas apropiables e individualmente determi-
nadas. De acuerdo con la tradición romana, es necesario que se trate de
cosas corporales; en conformidad a otra tendencia, más liberal aunque
menos técnica, también las cosas inmateriales y los derechos pueden ser
objeto de la propiedad, porque a despecho de ciertas modificaciones que
imprime la incorporalidad, siempre concurren los atributos esenciales
que sirven para caracterizar el dominio.
Nuestro Código ¿comparte este último punto de vista? En la defini-
ción establece el principio de que el derecho real en estudio recae en
una cosa corporal (art. 582); pero inmediatamente agrega que “sobre las
cosas incorporales hay también una especie de propiedad. Así, el usufruc-
tuario tiene la propiedad de su derecho de usufructo (art. 583). Y después
de consagrar tal propiedad sobre los derechos, alude a la propiedad de
los llamados bienes inmateriales: “Las producciones del talento o del inge-
nio –dice– son una propiedad de sus autores. Esta especie de propiedad se
regirá por leyes especiales” (art. 584).
Según algunos, al hablar la ley de una especie de propiedad no quiere
significar que la propiedad que recae sobre las cosas incorporales sea
distinta de la que recae sobre objetos corporales; el uso de las expresio-
nes se justifica por las modificaciones que imprime al derecho la natura-
leza incorporal del ente sobre que recae aquél. Nosotros pensamos que
el Código mira al derecho sobre cosas inmateriales como semejante a la
propiedad sobre cosas corporales, pero distinto. Los argumentos ya los
expusimos en el número 33 de esta obra y a él nos remitimos.
66 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
87. c) CLASES DE PROPIEDAD EN CUANTO A LAS COSAS OBJETO DEL DERECHO. Desde
el punto de vista de su objeto, la propiedad se clasifica en civil (que es la que
reglamenta el Código del ramo), intelectual e industrial. Sobre el carácter
jurídico de estas últimas, como sabemos, la doctrina está dividida; algunos
autores estiman que no se trata de verdaderas propiedades.
Hay también otras propiedades que si bien, en cuanto a la naturaleza de
su objeto, no pugnan, en esencia, con la propiedad civil, el legislador, por
diversas consideraciones, las somete a una reglamentación especial, como la
propiedad minera.
42 P ICARD en el Tratado Práctico de Derecho Civil Francés, de Planiol y Ripert, tomo III, Nº 250.
68 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
92. E XTENSIÓN VERTICAL DEL DOMINIO. El poder del propietario, una vez esta-
blecidos los límites laterales de su dominio, es más o menos preciso en su
intensidad por lo que atañe a la superficie, esto es, el espacio superior del
suelo con todos los edificios y plantaciones que en él se contienen. Pero no
ocurre lo mismo respecto del espacio aéreo y el subsuelo. Como dice un
autor muy venerado por los españoles, don Gerónimo González, “el derecho
de propiedad sobre los predios presenta una densidad máxima en el plano
horizontal, donde la facultad de excluir a terceras personas y rechazar sus
inmisiones se halla dotada de máxima energía. Pero a medida que nos
alejamos en línea vertical hacia arriba o hacia abajo, se debilitan el poder de
hecho del propietario y la reacción jurídica contra las perturbaciones de su
derecho. Difícil es precisar matemáticamente el módulo de este decreci-
miento”.43
La extensión del derecho de propiedad en sentido vertical considera la
altura y la profundidad, es decir, el espacio “sobreestante” a un inmueble
determinado y el subsuelo del mismo. Los dos extremos no son de la misma
naturaleza y, por ende, no pueden enfocarse idénticamente desde el punto
de vista jurídico.
El subsuelo es una cosa y, en principio, conforme a todas las teorías, pertene-
ce al dueño del suelo o, al menos, puede pertenecerle. Una afirmación similar
respecto del espacio atmosférico no sería exacta en el ámbito de la teoría del
derecho. Porque, desde luego, el espacio no es una cosa, sino un concepto de
relación como el tiempo. Este es el intervalo entre dos hechos sucesivos; repre-
senta la sucesión de los acontecimientos, patentiza el fenómeno de los cambios.
Por su parte, el espacio es el intervalo entre unidades materiales coexistentes;
implica el orden de lo simultáneo. En consecuencia, como no se trata de una
93. T EORÍAS. a) La teoría más antigua, formulada por los glosadores, afir-
ma que la propiedad se extiende por arriba hasta el cielo (usque ad coelum vel
sidera), y por abajo hasta el centro de la tierra (usque ad centrum, ad inferos).
Se argumenta en contra que es absurdo concebir un derecho sin interés
en su utilización o cuyo ejercicio es prácticamente imposible. Sólo puede
halagar la vanidad del propietario territorial –dice un autor– el poder ex-
pandir su derecho hasta la estratosfera por arriba y hasta el centro de la
tierra por abajo.
b) La teoría restrictiva es radicalmente opuesta a la anterior. Reduce los
límites del derecho de propiedad sólo a la superficie del suelo; todo el
espacio aéreo o vuelo y todo el subsuelo serían inocupables a virtud del
puro derecho de propiedad.
Objétase que el uso normal del suelo implica el uso de las capas más
próximas del espacio aéreo y del subsuelo: los árboles fincan sus raíces
debajo de la tierra y se alzan sobre el suelo; los cimientos de los edificios
descansan más o menos profundamente en el subsuelo y se levantan a una
altura más o menos considerable. De aceptarse esta teoría, no podría funcio-
nar el derecho de propiedad inmueble.
c) La teoría ecléctica fija los límites del derecho de dominio en el inte-
rés práctico del propietario. Manifiesta que la extensión de tal derecho se
mide por su fin, y éste es garantizar el ejercicio de la actividad económica.
En consecuencia, el dueño del suelo extiende su derecho por el espacio y
por el subsuelo sólo y en la medida en que lo requiera el interés que deter-
mina el uso del fundo que le pertenece.
Esta teoría, iniciada por Ihering, mereció el aplauso de los autores y una
consagración positiva en las legislaciones modernas. El Código Civil alemán
dispone que el derecho del propietario de un fundo se extiende al espacio que
está sobre la superficie y al subsuelo; pero agrega que el dueño no puede
impedir aquellas intromisiones que se hagan a una altura o a una profundidad
tales que en realidad no tenga él ningún interés para impedirlas (art. 905).
Idéntica orientación siguen los códigos suizo (art. 667), brasileño (art. 526),
peruano de 1984 (art. 954), italiano de 1942 (art. 840), filipino de 1949 (art. 437).
Al respecto es corto, preciso y claro el Código Civil de Etiopía de 1960; dice:
a) la propiedad del suelo implica la del subsuelo, en toda la profundidad útil a
la explotación del suelo (art. 1209); b) la propiedad del suelo implica la del
70 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
44 JOSSERAND, Derecho Civil, revisado y completado por André Brun, traduc. castellana de S.
Cunchillos, tomo I, vol. 3º, Buenos Aires, 1950, pág. 91, Nº 1.449.
45 C. de Apelaciones de Concepción, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXV, sec. 1a.,
pág. 317 (C. 1º, 1a. inst., pág. 323).
72 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
I. GENERALIDADES
99. L A CONCEPCIÓN DEL CÓDIGO. El Código Civil chileno reconoce las restric-
ciones del dominio; pero demuestra no tener un concepto claro de su ver-
dadera naturaleza. Desde luego, en la definición establece como límites del
dominio la ley y el derecho ajeno (art. 582). Al considerar la ley parece
referirse a las restricciones o limitaciones inmanentes del derecho de pro-
piedad; pero al citar el derecho ajeno parece aludir promiscuamente a aqué-
llas y a las limitaciones no inmanentes. En seguida, caminando por las rutas
extraviadas de algunos Códigos foráneos en vez de regular las restricciones
al exponer la doctrina del dominio, “las reglamenta, por lo general, dentro
de las servidumbres legales. No obstante, son bien evidentes las diferencias
que existen entre una y otra institución. La servidumbre es, por su esencia,
una derogación al régimen normal de la propiedad (constituido por la
libertad de los fundos), mientras que las limitaciones (impuestas por la ley a
todos los predios que se encuentran colocados en determinadas condicio-
nes) señalan los contornos normales del dominio y constituyen precisamen-
te el derecho común de la propiedad”.46
cuando en el ejercicio del derecho propio, del que somos titulares, lesionamos
intereses ajenos? Si dentro de los límites de mi terreno elevo una enorme
muralla con el único y malévolo propósito de oscurecer la casa del vecino,
¿podría yo liberarme de toda responsabilidad alegando que está dentro de
mi derecho hacer cualquier cosa en el suelo de mi propiedad? Y más toda-
vía, si los actos de ejercicio de un derecho no aparecen inspirados por
ningún propósito doloso, ¿está obligado el tercero a soportar las consecuen-
cias perjudiciales para sus intereses?
48 G EORGE H UBRECHT , por ejemplo, sostiene que los compiladores justinianeos echaron
las bases del moderno concepto del abuso del derecho (Manuel de Droit Romain, tomo II,
París, 1943, págs. 180 y 181). Por el contrario, el profesor uruguayo Blas E. Rossi afirma que
esa teoría jamás tuvo aplicación útil entre los romanos (La Lex Aquilia, Montevideo, 1951,
págs. 113 a 115, Nº 37).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 75
49 En este sentido, MAHMOUD FATHY, La doctrine musulmane de l’abus des droits, Lyon, 1903.
50 Véase: CHAFIK CHEHATA , “La théorie de l’abus des droits chez les jurisconsultes musulmans”,
artículo publicado en la Revue Internationale de Droit Comparé, París, 1952, págs. 217 a 224.
76 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
105. AMBITO DEL ABUSO DEL DERECHO. La teoría del abuso del derecho no sólo
recibe aplicación en el derecho de propiedad, sino en todos los demás. Tanto
los derechos reales como los personales, los patrimoniales como los de fami-
lia, las garantías constitucionales como los derechos sindicales pueden llegar a
ejercerse abusivamente, en forma que reclame un correctivo jurídico.
En resumen, hoy por hoy la teoría del abuso del derecho se desenvuelve
en el campo del Derecho Privado y en el Derecho Público. Muchas son las
obras consagradas a su estudio en el Derecho Administrativo,51 en el Dere-
51 Véase, por ejemplo, MARTÍNEZ U SEROS, La doctrina del abuso del derecho y el orden jurídico
administrativo, Madrid, 1947.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 77
106. CRÍTICA A LA TEORÍA DEL ABUSO DEL DERECHO; REFUTACIÓN. a) Dícese que la
expresión “abuso del derecho” es una contradicción en los términos, pues si
hay abuso no existe derecho, y si hay derecho no existe abuso. Se ha replica-
do que la contradicción no existe porque el acto abusivo es conforme al
derecho subjetivo, pero contrario al objetivo, es decir, al conjunto de reglas
jurídicas. La contrarréplica expresa que el derecho subjetivo no es más que
un aspecto del derecho objetivo, de modo que no se concibe que el uno esté
en oposición con el otro.
Otros defensores de la expresión en análisis arguyen que habría contra-
dicción si se hablara de uso abusivo, pues el uso se contrapone al abuso; pero
no hay logomaquia cuando se dice abuso del derecho, pues de éste, como
de la libertad, puede usarse y abusarse.
b) Desde el punto de vista ideológico, los sostenedores de la teoría del
abuso del derecho argumentan en pro de ésta que “el derecho no es un
concepto absoluto, sino relativo, y como tal tiene límites, más allá de los
cuales no es operante como fuerza social protegida por la autoridad del
Estado, y si obra y ocasiona daños a otros, no merece protección. Lo mismo se
observa en otras manifestaciones de la vida social y moral, y la propia virtud
ejercitada más allá de ciertos límites puede cesar de ser virtud y considerarse
como un defecto. La máxima comúnmente admitida de que sumum jus est
summa injuria no expresa un pensamiento diferente. También aquí se trata
del problema del límite, tan esencial en Derecho. Si el límite es fijado por la
ley positiva, más allá del mismo existe el “no derecho o la actividad ilegal, y el
daño que se ocasiona es injuria datum (injuria inferida). Si el límite no es
expreso, hay que buscarlo en la naturaleza misma del derecho, donde se
encuentra siempre, procediendo con objetividad. El superarlo constituye una
violación, de iguales efectos que la superación del límite expreso”.53
107. CRITERIOS SOBRE EL ABUSO DEL DERECHO. a) De acuerdo con cierto sector
de la doctrina, el abuso del derecho es una materia que se rige por los
principios de la responsabilidad delictual y cuasidelictual civil. En conse-
cuencia, habría abuso del derecho cuando el titular lo ejerce dolosa o culpa-
52 P OLITIS, “Le problème des limitations de la souveranité et la théorie de l’abus des droits
dans les rapports internationaux” en Recueil des Cours de l’Académie de Droit International de La Haya,
tomo VI, 1925, págs. 1 a 116. Véase también el conocido libro de ALEXANDRE-CHARLES KISS, L’abus
de droit en Droit International, París, 1953 (200 páginas).
53 D’AMELIO, “Abuso del diritto”, en Nuovo Digesto Italiano, vol. I, 1937, pág. 49.
78 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
108. ELEMENTOS DEL ABUSO DEL DERECHO. La fijación de esos elementos de-
pende, naturalmente, del criterio que se siga para caracterizarlo. Una sen-
tencia del Tribunal Supremo de España declara que hay abuso del derecho
cuando concurren los siguientes elementos: a) uso de un derecho objetiva
o externamente legal; b) daño a un interés no protegido por una específica
prerrogativa jurídica; c) inmoralidad o antisocialidad de ese daño, manifes-
tada en forma subjetiva (cuando el derecho se actúa con la intención de
perjudicar, o sencillamente sin un fin serio y legítimo) o bajo forma objetiva
(cuando el daño proviene de exceso o anormalidad en el ejercicio del dere-
cho).54
Conviene precisar el requisito del daño a un interés no protegido por
una específica prerrogativa jurídica. Con esto se quiere significar que el
54 Sentencia de 14 de febrero de 1944, citada en Nueva Enciclopedia Jurídica, tomo II, Barcelo-
na, 1950, págs. 135 a 137.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 79
abuso del derecho implica lesionar ventajas o intereses ajenos que, por sí
mismos, no alcanzan a constituir derechos. En otras palabras, el abuso supo-
ne menoscabar o dañar prerrogativas que carecen de una protección especí-
fica en la legislación. Si el acto dañoso hiere a un derecho propiamente tal,
ya no entra en juego la teoría del abuso del derecho; reciben aplicación
otras figuras o instituciones, como los delitos o cuasidelitos, la colisión de
los derechos, etc., según las circunstancias.
Un ejemplo ilustrará el concepto: si construyo una pared altísima dentro
de mis tierras y, como consecuencia, oscurezco la casa del vecino, menosca-
bo una ventaja de que gozaba, la claridad en su inmueble; pero el manteni-
miento de esa claridad no es obligación mía que, como correlativa de un
derecho, pueda exigirme el vecino. Yo perjudico, pues, un interés ajeno que
no tiene una protección específica en el ordenamiento jurídico.
Aparte, sea hecha una digresión. Es de notar que en el ejemplo puede o
no haber abuso del derecho. Si la gran altura de la muralla es necesaria a mi
propiedad, no hay abuso del derecho, porque, dadas las circunstancias, uso
de mi derecho en forma normal; pero si la gran altura de la construcción no
responde a ningún fin útil y perjudico al vecino, el abuso existe.
109. ABUSO DEL DERECHO Y COLISIÓN DE DERECHOS. Explicado está que el abuso
del derecho hace chocar un derecho (el mío) con un simple interés (el del
vecino, en el ejemplo del número anterior). En la colisión de derechos la
pugna se produce entre dos derechos, el propio y el ajeno, y no entre un
derecho (el propio) y un simple interés (el ajeno). Podría decirse que hay
colisión de derechos cuando varios concurren de tal suerte que el ejercicio de
uno de ellos hace imposible o perjudica el del otro. En razón de que tan
respetable es el derecho propio como el ajeno, la teoría de la colisión de los
derechos armoniza, hasta donde es posible, la coexistencia de todos.
En general, establece que si la pugna es entre derechos de diversa jerar-
quia, el de la inferior debe ceder, reducirse o sucumbir ante el otro; si el
conflicto surge entre derechos de igual categoría, ambos deberán atenuarse
o condicionarse para coexistir, y si esto no es hacedero, ha de sucumbir el
que resulte menos respetable o útil, habida consideración a las circunstan-
cias del caso concreto.
Suele presentarse como ejemplo de colisión, aunque algunos lo invocan
erróneamente como de abuso del derecho, el del establecimiento industrial
cuyos ruidos vuelven intolerable la vida del vecino. En este caso, el dueño de
la fábrica o taller usa lícitamente su derecho, “y quizás hasta con grandes
beneficios para la colectividad”, sin intención alguna de perjudicar a otro;
pero el ejercicio de su derecho (al menos en barrios no industriales) se
limita o impide para asegurar la existencia del ajeno.
En el sentir del redactor, también representa un caso de colisión de dere-
chos la disposición de nuestro Código Civil –hoy incorporada con leves modi-
ficaciones al C. de Aguas (art. 56)–, que permite a cualquiera “cavar en suelo
propio pozos para las bebidas y usos domésticos, aunque de ello resulte me-
noscabarse el agua de que se alimente algún otro pozo; pero si de ello no
80 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
111. VARIABILIDAD DEL ABUSO DEL DERECHO. Como afirma el autor italiano
Rotondi, por la evolución de la conciencia jurídica, de las condiciones mora-
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 81
112. EJEMPLOS DE ABUSO DEL DERECHO. Empecemos por citar algunos casos na-
cionales, y entre éstos, uno de que conoció la Corte de Apelaciones de Valpa-
raíso. Cierto señor notó que su automóvil recién adquirido presentaba diver-
sas fallas técnicas, que la firma vendedora no pudo, después, corregir satisfac-
toriamente. El caballero se resignó, pero de malas ganas. Publicó avisos para
vender el vehículo; y en ellos, más que el deseo de vender, se trasuntaba
ostensiblemente la intención de desprestigiar la marca del objeto y la seriedad
de la firma vendedora. Pues bien, el tribunal declaró que el señor de marras
no se había limitado al ejercicio del derecho que, como dueño, le competía
de ofrecer en venta o permuta una cosa de su propiedad, sino que había
cometido un acto ilícito, y estaba obligado a reparar el daño causado.56
Otro caso más pintoresco, que no llegó a la justicia, fue el que ocurrió,
en un día de marzo del año 1952, en la ciudad de Viña del Mar: el dueño de
un salón de té, con el torcido propósito de molestar al cantante y la numero-
sa clientela de un establecimiento similar, pagó a un organillero ambulante
para que tocara largamente frente al local de este último. Requerido el
intrumentista callejero para abandonar el sitio, se negó; adujo que su permi-
so municipal no contenía limitaciones. En verdad, el sujeto envidioso come-
tió un acto de emulación, y el organillero abusó de la tolerancia que supone
el permiso municipal o cometió un “acto excesivo”.
La jurisprudencia extranjera ha hecho interesantes aplicaciones de la teo-
ría del abuso del derecho en materia de propiedad. Ha declarado que consti-
tuye abuso del derecho levantar sobre el propio edificio una chimenea enor-
me y falsa con el fin de privar de luz al inmueble vecino; colocar en una finca
varias figuras macabras al lado de un jardín de otro propietario; almacenar
abonos fétidos en un terreno vecino a un restaurante, para que el dueño de
éste se vea obligado a pagar un precio exagerado por aquel pedazo de tierra,
respecto del cual ya había demostrado interés en adquirirlo, etc.
55
ROTONDI, “L’abuso di diritto”, en Rivista di Diritto Civile, año 1923, pág. 118.
56Sentencia de 28 de mayo de 1925, R. de D. y J., tomo XXV, sec. 1a. , pág. 501. La Corte
Suprema rechazó los recursos de casación de forma y fondo interpuestos contra este fallo.
82 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
114. DERECHOS ABSOLUTOS. Hay algunos derechos que, por excepción y dada
su misma naturaleza o carácter, reclaman un ejercicio discrecional y libre de
toda fiscalización; no son susceptibles de abuso y jamás engendran responsa-
bilidad para su titular. Denomínanse derechos absolutos o, también, discre-
cionales, no causados, arbitrarios o codificados. El último nombre se explica
porque aparecen registrados por la ley y delimitados en forma precisa, a fin
de evitar cualquiera discusión sobre su alcance.
Derecho absoluto o no causado típico es el de los ascendientes para negar
su consentimiento al matrimonio de un descendiente menor de dieciocho
años: la negativa de aquéllos, que obsta al matrimonio de éste, no necesita
expresar causa alguna. (C. Civil, art. 112), o sea, puede ser caprichosa e infun-
dada. A mediados de 1972 se presentó un proyecto de ley para hacer fundada
la negativa y que, en definitiva, resuelva el juez. Pero el proyecto quedó inerte.
Entre los arbitrarios se cuenta el derecho de testar; y la disposición de
los bienes por testamento en la parte autorizada por la ley es válida cualquie-
ra sea el móvil que haya guiado al testador, incluso el de perjudicar a los
asignatarios forzosos o a los herederos abintestato, pues según la ley el
testador puede disponer de esa parte a su arbitrio (art. 1184).
En cuanto al derecho de propiedad, se estima que su ejercicio no puede ser
declarado abusivo cuando se trata de una prerrogativa legal, netamente
definida por la ley y cuyo ejercicio se entrega a la discreción del propieta-
rio.57 Así ocurre con el derecho de adquirir la medianería de una cerca o
pared divisoria (art. 854); con el derecho del dueño de una heredad para
pedir que se corten las ramas y para cortar él mismo las raíces del árbol
ajeno que penetran en aquélla (art. 942).
Todo comunero tiene siempre el derecho de pedir la división de la cosa
común, si no se ha estipulado lo contrario (art. 1317); son indiferentes al
legislador los móviles que impulsen al comunero a obrar así.
57 D ALLOZ, Repertoire de Droit Civil, tomo I, París, 1951, “Abus de Droit”, pág. 36, Nº 138.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 83
114 bis. CONCEPCIÓN SEGÚN LA CUAL LA TEORÍA DEL ABUSO DEL DERECHO ESTARÍA DE
MÁS. De acuerdo con una concepción moderna, el contenido del derecho
(es decir, las facultades que envuelve y otorga) se determina por el interés
concreto del titular. Si bien cada tipo de derecho se otorga en general con un
contenido apto par servir un interés, considerado abstractamente, la protec-
ción de la ley no puede llegar sino hasta donde coincida el interés concreto
de cada titular con el interés abstracto. Por otra parte, el contenido de todos
los derechos tiene también un límite general e interno, el de la solidaridad
entre los sujetos de la relación jurídica, supuesto para que pueda realizarse
la solidaridad en toda la comunidad. En consecuencia, el interés del sujeto
pasivo sólo debe subordinarse al interés concreto del sujeto activo, en la
medida en que la subordinación exigida no atente contra aquella solidari-
dad. De este límite general e interno del contenido del derecho subjetivo,
deducen los partidarios del mencionado punto de vista que el abuso del
derecho pasa a constituir una figura que no tiene ya razón de ser, porque si
se viola el límite de la solidaridad ya se sale del propio derecho y comienza a
deambularse fuera de éste y, en consecuencia, se trata lisa y llanamente de
un hecho ilícito que debe sancionarse según las normas generales.58
58 En este sentido: F. SANTORO PASSARELLI , Doctrinas generales del Derecho Civil, versión castellana,
Madrid, 1964, págs. 75-77.
59 Véase: C ARLOS L. DE HARO, El jus usus inocui, estudio publicado en la Revista de Derecho
Privado, tomo VII, Madrid, 1920, págs. 16 a 26.
84 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
64 Sobre los bienes ambientales se explaya S COZZAFAVA, I beni e le forme giuridiche d’appertenenza,
Milano, 1982.
92 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
69 Hay un Reglamento para la aplicación de esta ley, constituido por el Decreto Nº 3.858,
de 29 de octubre de 1970, de Educación, publicado en el Diario Oficial de 24 de noviembre de
ese mismo año.
96 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
131. c) RESTRICCIONES PARA EL USO DE LAS AGUAS. Entre las múltiples restric-
ciones que se imponen a la propiedad privada por razón del régimen de las
aguas, suelen señalarse como ejemplares la servidumbre de camino de sirga
y la de abrevadero.
1) Digamos previamente que camino de sirga es el que a orillas de los ríos
y canales sirve para llevar las embarcaciones tirando de ellas desde tierra.
Hay navegación a la sirga cuando la embarcación navega tirada de una
cuerda o sirga desde la orilla. Ahora bien, los dueños de las riberas están
obligados a dejar el espacio necesario para la navegación o flote a la sirga y
tolerar que los navegantes saquen sus barcas o balsas a tierra, las aseguren a
los árboles, las carenen, sequen sus velas, compren los efectos que libremen-
te quieran vendérseles, y vendan a los riberanos los suyos, pero, sin permiso
del respectivo dueño y de la autoridad local, no pueden establecer ventas
estructuras, cables, dispositivos, mecanismos y toda otra cosa que pueda cons-
tituir obstáculo a la navegación o a sus instalaciones complementarias. Los
plantíos y demás cosas en referencia constituyen un obstáculo a la navegación
aérea cuando sobrepasan las alturas máximas fijadas en las delimitaciones de
las zonas de protección de cada aeródromo; y constituyen fuente de interfe-
rencia a las instalaciones de ayuda a la navegación cuando entorpecen o
dificultan la plena utilización de esas instalaciones (art. 15). La persona que
con posterioridad a la determinación de una zona de protección construya o
erija en ella objetos que constituyan obstáculos o fuentes de interferencia a la
navegación aérea, debe suprimirlos o removerlos a su costa y sin derecho a
ser indemnizada (art. 17).
71 S AVATIER, Cours de Droit Civil, tomo I, París, 1947, pág. 341, Nº 663.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 101
139. CUÁNDO HAY INFRACCIÓN DE LOS DERECHOS DE VECINDAD. Hemos dicho que
hay molestias que deben tolerarse por ser propias de la vecindad. Corres-
ponde preguntar, entonces, cuándo merece sanción la intromisión directa o
indirecta en la esfera interna ajena.
El Derecho romano no formuló al respecto ningún criterio general;
pero la casuística de sus jurisconsultos trata diversos casos de vecindad. Así,
por ejemplo, un texto de Ulpiano decide que no es lícito al propietario de
una “taberna casiaria” (establecimiento destinado a elaborar o ahumar que-
sos) invadir con el humo que de ella proviene el edificio superior; que no le
es permitido al propietario de un fundo superior echar agua en el fundo
inferior; que no es posible picar piedra en el fundo propio haciendo saltar
los fragmentos sobre el fundo vecino. Pero acepta como lícita la propaga-
ción al dominio ajeno del humo poco molesto, como el del fuego de las
cocinas (Digesto, libro 8, título 5, ley 8, párrafos 5 y 6).
En general, puede decirse que el derecho sanciona la invasión de la
esfera interna de otro. Tal esfera está determinada por los confines del
fundo, y es violada cuando una persona obra o realiza actos que penetran o
se propagan hasta una propiedad ajena, y siempre que la “inmisión” (del
latín “hacer entrar en”, introducir) o la influencia exceda de los límites de
lo tolerable y de las necesidades sociales normales y generales.72
La invasión o intromisión puede ser directa (como arrojar o verter direc-
tamente materias en el fundo ajeno) o indirecta, esto es, consecuencia de
una actividad ejercitada en el fundo propio, pero que se extiende o repercu-
te en la propiedad de otro (por ejemplo, el humo que sale de mi casa y
penetra en la del vecino). También la intromisión puede ser material (supo-
ne introducir substancias materiales en el fundo vecino) e inmaterial (que no
supone la introducción de esas substancias: estrépitos, rumores).
Es base de la “inmisión” y de toda intromisión nociva un actuar humano;
si la penetración es obra de la Naturaleza, no hay inmisión y el vecino
deberá soportarla. Se cita como aplicación precisa de este pensamiento la
norma del derecho positivo según la cual el predio inferior está sujeto a
recibir las aguas que descienden del predio superior naturalmente, es decir,
sin que la mano del hombre contribuya a ello; y agrega que en el predio
72 Véase este concepto en BONFANTE , Las relaciones de vecindad, traducción castellana del
italiano, Madrid, 1932.
102 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
141. NECESIDAD DE UNA TEORÍA PARA SANCIONAR EN GENERAL LOS DAÑOS DERIVA-
DOS DE LA VECINDAD. Algunos sostienen que es inútil construir una teoría
para sancionar en general los daños derivados de la vecindad, porque en
el Derecho chileno hay una disposición de términos muy amplios que
permite hacerlo sin mayor esfuerzo especulativo. Tal disposición sería la
del artículo 1437 del Código Civil, que considera como fuente de las obli-
gaciones el hecho que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en
los delitos y cuasidelitos. Se advierte, en primer lugar, que esta norma no
se circunscribe a los delitos y cuasidelitos que, por definición, implican
obrar sin derecho o salirse de los límites de éste; es verdad que la norma
es amplia, porque alude a los delitos y cuasidelitos como ejemplo de la
afirmación primera y general. En segundo lugar, se hace presente que la
palabra daño no está limitada en su alcance por el legislador sólo a la
lesión de un derecho propiamente tal; por tanto, de acuerdo con su senti-
do natural y obvio, comprendería toda lesión, sea a un derecho, sea a un
mero interés. Puede que esto –aunque más dudoso– también sea verdad.
Sin embargo, la disposición del artículo 1437 del Código Civil no basta
para resolver el problema. Se olvida que hay que conciliar ese precepto
con el principio del ordenamiento jurídico que protege el derecho subjeti-
vo aunque con su ejercicio se cause daño a terceros. De ahí la necesidad
de buscar las restricciones, como la del abuso del derecho y la de las
relaciones de vecindad, en el espíritu general de la legislación. Por otra
parte, resulta evidente la insuficiencia del artículo 1437 para resolver la
cuestión si se considera que todos están de acuerdo en que ciertos daños y
molestias deben soportarse como un tributo a la vida en sociedad y al
progreso; es forzoso, entonces, determinar cuáles son los daños que deben
tolerarse y cuáles no, y la pauta no la da el mencionado precepto.
Deducción de una teoría general del espíritu de la legislación manifestado a través
de diversas disposiciones. En nuestro Derecho hay disposiciones de carácter
concreto sobre relaciones de vecindad o entre predios vecinos. Muchas de
ellas aparecen tratadas en los párrafos relativos a las servidumbres naturales
y a las servidumbres legales, y en este concepto las estudiaremos nosotros
oportunamente; pero, en realidad, constituyen el derecho común de la pro-
piedad inmueble o territorial: representan las restricciones normales del
dominio.
Y precisamente de esas disposiciones concretas, diseminadas a través de
la legislación patria, es posible deducir un principio sobre las relaciones de
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 103
I. R ESTRICCIONES GENÉRICAS:
73 “Las lecciones del profesor Ferrara”, dictadas en la Universidad de Madrid, del 14 al 20 de abril
de 1928, resumen de Joaquín de Dalmases publicado en la Revista de Derecho Privado, tomo XV,
Madrid, 1928, pág. 140.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 105
LA COPROPIEDAD
I. DE LA COPROPIEDAD EN GENERAL
1. GENERALIDADES
107
108 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
2 L UIS DONDERIS TATAY, La copropiedad, Teorías, Derecho Español, Madrid, 1933, pág. 26.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 111
153. a) ACTOS JURÍDICOS QUE LOS COPROPIETARIOS PUEDEN REALIZAR SOBRE SU CUO -
TA. Cada copropietario es considerado dueño individual y exclusivo de su
cuota-parte. Puede, en consecuencia, disponer de ella libremente (transmi-
tirla, venderla, hipotecarla), sin necesidad de consentimiento de los otros
comuneros (C. Civil, arts. 1812 y 1320).
La suerte de los actos celebrados respecto de la cuota-parte, quedan subor-
dinados a las resultas de la partición: si la cosa indivisa se adjudica al comunero
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 113
165. e) LA CUOTA DEL COMUNERO INSOLVENTE GRAVA A TODOS LOS DEMÁS. En las
prestaciones a que son obligados entre sí los comuneros, la cuota del insolven-
te grava a los otros (arts. 2311 y 1347).
3 CLARO S OLAR, Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, t. VI, Santiago, 1930, pág. 522,
Nº 389.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 117
6. EXTINCION DE LA COMUNIDAD
frente a los derechos iguales de los otros. El jurista francés Loysel decía:
“quien tiene un compañero tiene un amo” (qui a compagnon a maître).
Y en atención a todo esto, la ley establece que “ninguno de los coasigna-
tarios de una cosa universal o singular será obligado a permanecer en la
indivisión; la partición del objeto asignado podrá siempre pedirse con tal
que los coasignatarios no hayan estipulado lo contrario. No puede estipular-
se proindivisión por más de cinco años, pero cumplido este término podrá
renovarse el pacto” (art. 1317, incs. 1º y 2º). Ya hemos dicho que esta regla,
como todas las demás que figuran en el Título “De la partición de los
bienes”, son de aplicación general y no sólo en materia hereditaria.
Claro que la filosofía de la copropiedad en mano común o en forma
conjunta y regulada como un estado activo, es otra muy distinta de la copro-
piedad romana y meramente pasiva. En la primera, si bien, como es lógico,
existe la posibilidad de ponerle término por la partición u otra causa, no
constituye un anhelo de las partes.
4 B IONDO BIONDI, Istituzioni di Diritto Romano, Milano, 1952, pág. 260; Pasquale Voci, Istituzioni
di Diritto Romano, Milano, 1940, pág. 203.
5 C HEVALLIER, L’effet déclaratif de la transaction et du partage, These, Rennes, 1932, págs. 17 y 18.
120 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
172. DISCUSIÓN SOBRE LA NOCIÓN DEL ACTO DECLARATIVO. La noción del acto
declarativo que se desprende de las explicaciones anteriores se conforma a
la teoría que podemos llamar clásica sobre la materia. Pero urge advertir
que se trata de un concepto sobre cuyo contenido y alcance siempre se ha
discutido y sigue discutiéndose mucho.6
6 Véase ALESSANDRI, S OMARRIVA, VODANOVIC, Derecho Civil. Parte Preliminar y Parte General,
tomo II, Santiago, 1991, Nº 1.241, págs. 173-174.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 121
7. LA MULTIPROPIEDAD
174. IDEAS GENERALES. A menudo ocurre que, por diversas razones (salud, traba-
jo, vacaciones) ciertas personas necesitan ocupar, durante el curso del año, un
inmueble por determinado período de tiempo, y otras personas por uno distin-
to. Lo mismo sucede con empresas comerciales o industriales que han menester
de locales para exponer sus productos en temporadas distintas. Entonces dichas
personas o empresas deciden comprar en común un inmueble, alternándose,
por turnos, en su uso. Así ha surgido la figura de la llamada multipropiedad o
propiedad por turnos o multigoce. Consiste en un derecho de copropiedad, en sí
perpetuo respecto de cada comunero, y ejercitable por turnos. Cada uno de los
cotitulares se alterna, por determinados períodos, en el uso o goce del inmue-
ble, ajustándose en gran parte a las normas de la comunidad o específicamente
a las de la copropiedad y a las establecidas en forma contractual, supuesto que
los pactos no infrinjan las disposiciones de orden público.
La multipropiedad, si bien representa una especie o variedad de copropie-
dad, no encaja total ni adecuadamente en el esquema legal de ésta. Por eso,
para su regulación práctica, se recurre no sólo a las normas genéricas de la
comunidad, sino también a otras compatibles o análogas de otras instituciones,
como, tratándose del goce de la cosa, a ciertas disposiciones del usufructo.
Es corriente que los multipropietarios estipulen repartir las ventajas y cargas
(gastos de mantenimiento, impuestos, etc.) de acuerdo con el período que,
según se ha pactado, cada cotitular disfrute del inmueble.7 Claro que semejan-
tes estipulaciones tienen plena validez entre las partes, pero en los ordenamien-
tos jurídicos como el nuestro, que no aceptan otros derechos reales que los
consagrados por el legislador, entre los cuales no figura con perfiles propios la
multipropiedad, la cuestión frente a terceros y el Estado habrá que dilucidarla
ateniéndose a las normas de la copropiedad pura y simple.
La comunidad perpetua que por lo general entraña la propiedad por
turnos o multipropiedad es comprensible, porque si se compra un inmueble
para compartirlo por turnos pero continuamente a través de los años, resulta
arriesgada la comunidad temporal en que, si no se renueva el pacto de indivi-
sión, está ella condenada a desaparecer. La legislación chilena, que tiene en
mira sólo la comunidad pasiva, no acepta pactos de indivisión que duren más
de cinco años, aunque pueden renovarse. Por eso, entre nosotros, la multipro-
piedad debe adaptarse a esta duración y eventual renovación.
En Chile, en ciertas regiones turísticas del sur y en Viña del Mar, está
tomando vuelo la multipropiedad en el marco que las leyes permiten y con
las adaptaciones consiguientes.
8 AUGUSTE C HOISY, Historia de la arquitectura, traducción castellana, vol. I, Buenos Aires, 1944,
pág. 411.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 123
en los bienes de uso común tiene por objeto permitir al dueño del piso o
departamento usar y gozar del mismo. De aquí que todo cambio o modifica-
ción jurídica que afecte a la propiedad del piso o departamento se extienda
automáticamente a los bienes de uso común. Tal principio aparece consa-
grado en la ley. Dice ella que los derechos de cada propietario en los bienes
que se reputan comunes son inseparables del dominio, uso y goce de su
respectivo piso o departamento. Por consiguiente, en la transferencia, trans-
misión, embargo o gravamen de un piso o departamento se entenderán
comprendidos esos derechos y no podrán efectuarse estos mismos actos con
relación a ellos separadamente del piso o departamento a que acceden (art. 50).
179. INDIVISIÓN FORZADA DE LOS BIENES DE USO COMÚN. Estos bienes, por su
carácter funcional (cual es permitir al dueño del piso o del departamento
ejercitar el derecho de dominio exclusivo sobre él), no admiten división: los
bienes de uso común en ningún caso pueden dejar de ser comunes (art. 46,
inc. final); mientras exista el edificio, ninguno de los propietarios puede
pedir la división del suelo y de los demás bienes comunes (art. 60, inc. 1º).
Se ha fallado que dichos bienes comunes no pueden dejar de serlo ni
aun con el consentimiento de todos los comuneros (Ley General de Urba-
nismo y Construcciones, art. 111, inc. 2º).12
Pero la indivisión forzada cesa cuando carece de objeto mantenerla: si el
edificio se destruye en su totalidad o en una porción que represente, a lo
menos, las tres cuartas partes de su valor, cualquiera de los copropietarios
puede pedir la división de los bienes comunes, con arreglo a las normas
generales (art. 60, inc. 2º).
180. REQUISITOS QUE DEBE REUNIR TODO EDIFICIO CUYA PROPIEDAD SE DIVIDE POR
PISOS O DEPARTAMENTOS. Esos edificios deben cumplir con los requisitos que
indica el Reglamento de la Ley Nº 6.071, con las disposiciones de la Orde-
nanza General de Urbanismo y Construcciones, especialmente las relativas a
edificios y viviendas acogidos a la Ley de Propiedad Horizontal, y con lo
establecido en las Ordenanzas Locales que cuenten con la aprobación del
Presidente de la República (Decreto Nº 880, art. 64; Reglamento, art. 1º;
Ordenanza General de 1992, arts. 6.1.1. y siguientes).
Corresponde a la respectiva Dirección de Obras Municipales decidir si el
edificio que se pretende dividir en pisos o departamentos cumple con dichas
exigencias. Esta declaración, una vez hecha, es irrevocable. Y tiene especial
importancia, porque los notarios no pueden autorizar ninguna escritura pú-
blica en que se constituya o traspase la propiedad de un piso o departamento,
y los conservadores no pueden inscribir esos títulos, si no se inserta en ellos
copia auténtica del correspondiente certificado que otorga la Dirección de
Obras Municipales respectiva (Decreto Nº 880, art. 64, incs. 2º y 3º).
12 C. Valparaíso, 29 de julio de 1988, Gaceta Jurídica Nº 98, sent. 2, pág. 46 (C. 47).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 127
184. PRIVILEGIO DEL CRÉDITO POR EXPENSAS COMUNES. El crédito por la obliga-
ción del propietario de un piso o departamento por expensas comunes goza
de un privilegio de cuarta categoría, que prefiere, cualquiera que sea su
128 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
fecha, a los enumerados en el artículo 2481 del Código Civil (Decreto Nº 880,
art. 48, inc. 1º, segunda parte).
Esta disposición, al establecer un privilegio de cuarta clase sobre un bien
determinado (el piso o departamento), altera el sistema del Código Civil
respecto de los privilegios de cuarta clase, pues conforme al Código los
privilegios de cuarta clase son generales, afectan todo el patrimonio del
deudor y no una cosa determinada. También altera la disposición el princi-
pio de que los privilegios no subsisten respecto de los bienes que salen del
patrimonio del deudor; empero, el privilegio de cuarta clase por los créditos
derivados de expensas comunes puede hacerse efectivo sobre el piso o de-
partamento aunque pase a manos de un tercero adquirente. Las dos excep-
ciones señaladas a los principios generales tienen una razón de ser práctica:
garantizar lo más posible los créditos de la comunidad por expensas comu-
nes, proveyendo así al mejor funcionamiento de la institución de la propie-
dad dividida por pisos o departamentos.
187. USO Y GOCE DEL PISO O DEPARTAMENTO. Cada piso o departamento, según
los casos, constituye una propiedad distinta y, por ende, el uso y goce del
propietario corresponde al de una cosa propia, subentendiéndose las limita-
ciones que impone la relación de vecindad.
Pero como ésta es más estrecha que entre los que habitan casas individua-
les, la ley dio normas para asegurar una convivencia armónica. Dice que cada
propietario debe usar de su piso o departamento en forma ordenada y tran-
quila. No puede, en consecuencia, hacerlo servir a otros objetos que los con-
venidos en el reglamento de copropiedad, o a falta de éste, a aquellos a que el
edificio está destinado o que deben presumirse de su naturaleza y ubicación o
de la costumbre del lugar; ni ejecutar acto alguno que perturbe la tranquili-
dad de los demás propietarios o que comprometa la seguridad, solidez o
salubridad del edificio. Así, por ejemplo, no puede establecer taller, fábrica o
industria si el edificio se destina a la habitación; ni emplear su piso o departa-
mento en objetos contrarios a la moral o a las buenas costumbres; ni arren-
darlo a personas de notoria mala conducta; ni provocar ruidos o algazaras en
las horas que ordinariamente se destinan al descanso, ni almacenar en su piso
o departamento materias húmedas, infectas o inflamables que puedan dañar
los otros pisos o departamentos. Iguales restricciones alcanzan al arrendatario
y demás personas a quienes el propietario conceda el uso o el goce de su piso
o departamento (Decreto Nº 880, art. 51, incs. 1º, 2º y 3º).
En cuanto a las sanciones, la ley dispone que el juez, a petición del adminis-
trador del edificio o de cualquier propietario, puede aplicar al infractor arres-
to hasta de quince días o la multa que señala, y repetir estas medidas hasta
que cese la infracción. Todo lo cual se entiende sin perjuicio de las indemni-
zaciones que en derecho correspondan (artículo citado, inc. 4º).
130 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
13 C. Santiago, 4 de noviembre de 1965, R. de D. y J., tomo LXII, sec. 2a. , pág. 163 (conside-
rando 2º, pág. 168).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 131
188 bis. COMPETENCIA JUDICIAL. Las cuestiones que surjan respecto de la aplica-
ción de los preceptos de la Ley de Propiedad por Pisos y Departamentos son
de la competencia de los tribunales ordinarios de justicia, porque al respecto
no hay normas especiales y en consecuencia toca aplicar las normas comunes.
Se ha fallado que un reglamento de copropiedad no puede establecer
que dicho juez sea el que esté de turno al interponerse la demanda. La
causa corresponde sustanciarla, en los lugares de asiento de Corte en que
hay más de un juez de letras en lo civil, al juez que designe el presidente del
tribunal conforme al artículo 176 del Código Orgánico de Tribunales. Esta
norma legal es de orden público, destinada a la mejor distribución de las
causas; no puede ser modificada por acuerdo de las partes y, por ende,
tampoco puede motivar una prórroga de jurisdicción.14
De las infracciones a los reglamentos y estatutos de las citadas comunidades
de copropietarios y de las contiendas que se promuevan en lo concerniente a la
administración y conservación de los bienes comunes, incumbe conocer al juz-
gado de policía local correspondiente, con sujeción al procedimiento que debe
seguirse ante estos juzgados establecidos por la Ley Nº 18.287, de 7 de febrero
de 1984. El Servicio Nacional del Consumidor del Ministerio de Economía y
Comercio puede hacerse parte en las causas a que haya lugar (Ley Nº 16.391,
art. 8º, letra i), conforme al nuevo texto que le fijó el artículo 100 de la Ley
Nº 18.681, de 31 de diciembre de 1987, Ley Nº 18.959, de 1990, art. 5º, inc. 2º).
14 C. Suprema, 13 de junio de 1967, R. de D. y J., tomo LXIV, sec. 1 a., pág. 193.
Véase J OSÉ FERNÁNDEZ RICHARD, “La Ley de Propiedad Horizontal en relación a la competencia
de los Juzgados de Policía Local”, Gaceta Jurídica, Nº 119, año 1990, págs. 7 a 16.
132 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
190. SEGURO DEL EDIFICIO CONTRA RIESGOS DE INCENDIO. Todo edificio regido
por la llamada Ley de Pisos y Departamentos debe ser asegurado contra
riesgos de incendio, a menos que fuere declarado incombustible por la
municipalidad respectiva. El administrador es personalmente responsable
por los perjuicios que se irrogaren por el incumplimiento de esta obliga-
ción. Las primas de seguro se consideran expensas comunes (Decreto 880,
art. 62, incs. 1º, 2º y 3º).
BIBLIOGRAFÍA
191. a) TEORÍA QUE EXIGE UN TÍTULO Y UN MODO PARA LA ADQUISICIÓN DEL DOMI-
NIO Y LOS DEMÁS DERECHOS REALES. Por regla general, para adquirir un derecho
personal basta el solo contrato o acto constitutivo. Así, por ejemplo, perfec-
cionado el contrato de compraventa, nace para el comprador el derecho de
exigir al vendedor la tradición de la cosa. Pero tratándose de la adquisición
y transmisión de los derechos reales, además del contrato o acto constitutivo
es necesario, según la teoría tradicional, otro requisito, un modo de adqui-
rir. Para que el comprador llegue a ser dueño de la cosa, no basta la celebra-
ción del contrato; es preciso también que el vendedor realice la tradición en
favor del comprador.
La teoría tradicional, que tiene sus orígenes en el Derecho romano y que
fue ampliada y desarrollada por los intérpretes de la Edad Media, exige para
la adquisición y transmisión de los derechos reales un título o causa remota
de adquisición y un modo de adquirir o causa próxima de la misma. Y, desde
este punto de vista, el título es el hecho que da posibilidad o vocación para adquirir
el dominio u otro derecho real; y el modo de adquirir es el hecho idóneo para producir
en concreto la adquisición del derecho a favor de una persona. El comprador, por
ejemplo, llega a ser dueño de la cosa comprada en virtud del contrato
(título) y de la tradición de esa cosa que le hace el vendedor dueño (modo
de adquirir); el mero contrato sólo da al comprador la posibilidad para
adquirir el dominio, pero esa posibilidad se actualiza merced al modo de
adquirir llamado tradición.
133
134 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1 Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil, tomo II (Santiago, 1969), juris-
prudencia del artículo 588, enunciado Nº 2, pág. 26.
136 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
199. 4) M ODOS DE ADQUIRIR ENTRE VIVOS Y POR CAUSA DE MUERTE. Modo de adqui-
rir por causa de muerte es el que para operar presupone el fallecimiento de la
persona de la cual se deriva el derecho. No basta, pues, que un derecho esté
subordinado a la muerte de una persona; es necesario, además, que el dere-
cho que se adquiere derive de la persona difunta, que a ella le haya pertene-
cido. Por eso el derecho del beneficiario de un seguro de vida de cobrar el
seguro, la indemnización, a la muerte del asegurado, no es un derecho que
se adquiere por sucesión por causa de muerte, ya que ese derecho es del
beneficiario mismo; no lo tenía el difunto y mal podía transmitirlo; su muer-
te dentro de la vigencia del contrato de seguro es sólo la condición para que
el beneficiario adquiera el derecho de cobrar el seguro.
Por la sucesión por causa de muerte una o más personas vivas adquieren
el patrimonio dejado por una fallecida, o una cuota del mismo (la mitad,
tercio o quinto), o una o más especies o cuerpos ciertos (tal caballo, tal
casa), o unas o más especies indeterminadas de cierto género (un caballo,
tres vacas, seiscientos pesos fuertes, cuarenta fanegas de trigo) que forma-
ban parte del patrimonio dejado por el difunto (C. Civil, arts. 588 y 951).
Modos de adquirir entre vivos son los que para operar la adquisición de un
derecho presuponen la existencia de la persona de la cual otra deriva su
derecho, o no presuponen ni la existencia ni la muerte de otra persona de
la cual se derive el derecho, porque éste se adquiere originariamente, es
decir, nace en la persona de su titular. Modos de adquirir entre vivos de
carácter derivativo es la tradición, y modos de adquirir entre vivos de carác-
ter originario son la ocupación, la accesión y la prescripción.
200. MEDIANTE LOS MODOS DE ADQUIRIR SE PUEDE ADQUIRIR TODA CLASE DE DERE -
CHOS Y NO SÓLO EL DE DOMINIO. A pesar de que el artículo 588 está ubicado en
el Título correspondiente al derecho de dominio, debe advertirse que los
modos de adquirir también sirven para adquirir otros derechos reales, y aun
derechos personales.
Hay algunos modos que sirven para adquirir cualquier derecho real o
personal, como ser el dominio, el usufructo, servidumbre, créditos, etc.;
tales modos son la tradición y la sucesión por causa de muerte.
Dentro de los derechos reales, hay modos que se aplican a todos y otros
que se aplican sólo a algunos determinados. Por ejemplo: la accesión y la
ocupación son modos que se aplican sólo al dominio. La prescripción sirve
para adquirir todos los derechos reales, menos las servidumbres disconti-
nuas e inaparentes.
202. LA TRADICIÓN, PARA QUE OPERE, REQUIERE UN TÍTULO. Para adquirir el do-
minio cuando opera la tradición, se requiere que haya también un título
traslaticio de dominio. Desde este punto de vista, puede decirse que el título
es la causa que habilita para adquirir el dominio, la causa remota de la
adquisición del dominio. Y en este caso se requiere un título, por las siguien-
tes razones:
1) Porque así lo dice expresamente el artículo 675: “Para que valga la
tradición se requiere un título traslaticio de dominio, como el de venta,
permuta, donación, etc.”.
El título es traslaticio de dominio cuando sirve para traspasarlo. Ejem-
plos: la compraventa, la permuta, la donación, el aporte en propiedad que
hace el socio a la sociedad, la transacción cuando recae sobre el objeto no
disputado, de acuerdo con el artículo 703 del Código Civil.
2) Porque, según el criterio de nuestro Código, siguiendo al Derecho
romano, de los contratos sólo nacen derechos personales y jamás derechos
reales; en consecuencia, para adquirir el dominio se requiere la existencia
de un modo de adquirir, que en el caso del contrato es la tradición. Por
ejemplo, si yo compro una casa a Pedro, por el contrato de compraventa no
me hago dueño de la casa; solamente adquiero un derecho personal para
exigirle a Pedro que me entregue la casa. Y cuando Pedro me hace entrega
de ella, cuando ésta es inscrita en el Conservador de Bienes Raíces, sólo
entonces adquiero la casa y me transformo en dueño de ella. Sólo paso a ser
dueño a virtud del modo de adquirir. Por eso suele expresarse que en
muchos casos los derechos personales no son sino los reales en formación.
De aquí que sea preferible decir: no es la tradición propiamente la que
exige un título, sino que éste requiere de la tradición.
Hemos visto en otro lugar los criterios al respecto de las legislaciones
francesa y alemana.
2 Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil, tomo II, Santiago, 1969, pág. 25,
Nº 1 de la jurisprudencia del artículo 588.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 139
3 D. S TITCHKIN, Algunas consideraciones sobre posesión y prescripción, Clases de Derecho Civil Profun-
dizado y Comparado. Curso desarrollado en el año 1942 en la Universidad de Concepción.
CAPITULO V
DE LA OCUPACION
1. GENERALIDADES
143
144 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
es decir, las monedas o joyas que han permanecido largo tiempo ocultas sin
que se sepa quién es su dueño; los animales domesticados que recobran su
libertad natural.
De lo dicho resulta que en Chile sólo pueden adquirirse por ocupación
las cosas muebles, porque, con arreglo al artículo 590, son bienes del Estado
todas las tierras que, estando situadas dentro de los límites territoriales de la
República, carecen de otro dueño. De aquí que en Chile no hay tierras sin
dueño y, por lo tanto, no podrían adquirirse tierras por ocupación.
Al respecto corresponde citar el Decreto Ley Nº 1.939, de 1977, publica-
do en el Diario Oficial de 10 de noviembre de 1977, que establece normas
sobre adquisición, administración y disposición de bienes del Estado. En
uno de sus artículos dice que los bienes raíces del Estado no pueden ser
ocupados si no mediare una autorización, concesión o contrato originado
en conformidad a esta ley o de otras disposiciones legales especiales. Todo
ocupante de bienes raíces fiscales que no acredite, a requerimiento de la
División de Bienes Nacionales, poseer alguna de las calidades indicadas an-
teriormente, será reputado ocupante ilegal, contra el cual se pueden ejercer
las acciones posesorias establecidas en el Título IV del Libro III del Código
de Procedimiento Civil, sin que rija para el Fisco lo establecido en el Nº 1
del artículo 551 del citado Código, número según el cual el que intente
querella de amparo expresará en su demanda “que personalmente o agre-
gando la de sus antecesores, ha estado en posesión tranquila y no interrum-
pida durante un año completo del derecho en que pretende ser amparado”.
Sin perjuicio de esto, se pueden ejercer las acciones penales que correspon-
dan y perseguir el pago de una indemnización por el tiempo de la ocupa-
ción ilegal (art. 19, incs. 2º, 3º y 4º).
El modo de adquirir el dominio llamado ocupación queda reducido,
pues, a las cosas muebles, y a las cosas muebles corporales, porque las cosas
incorporales no pueden ser objeto de aprehensión material, y no podría,
por lo tanto, llenarse este requisito.
207. 2) L A ADQUISICIÓN DE LAS COSAS NO DEBE ESTAR PROHIBIDA POR LAS LEYES
CHILENAS O POR EL DERECHO INTERNACIONAL. Expresamente señala este requisito
el artículo 606. De acuerdo con esto, los animales que según las leyes chile-
nas pueden ser adquiridos por la caza o por la pesca, no pueden serlo en la
época en que las leyes u ordenanzas respectivas prohíban la caza o pesca de
determinadas especies; y, en general, no pueden adquirirse por ocupación
las cosas cuya adquisición prohíban las leyes chilenas, sea perpetua o tempo-
ralmente. El Derecho Internacional prohíbe el pillaje, o sea, la apropiación
individual que hace, no el Estado enemigo, sino un soldado o particular de
éste respecto de los bienes de propiedad privada de los vencidos; la propie-
dad privada en general no puede ser confiscada por el Estado vencedor. Por
cierto, todos estos principios de respeto son las más de las veces burlados en
el mundo actual. Durante las dos últimas guerras mundiales fábricas enteras
eran desmanteladas y trasladadas al país transitoriamente vencedor; éste
también se incautaba de los haberes extranjeros y de los depósitos privados
en los bancos; los nazistas arrebataron los bienes de los judíos o, como ellos
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 145
209. ENUNCIACIÓN. Con respecto a las cosas que pueden ser objeto de la
ocupación, ésta se divide en ocupación de cosas animadas, ocupación de
146 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
212. LOS ANIMALES DOMÉSTICOS NO PUEDEN SER OBJETO DE OCUPACIÓN. Los anima-
les domésticos no pueden adquirirse por ocupación, pues están sujetos a
dominio, tienen dueño, y el derecho de éste no se extingue por el hecho de
que el animal se fugue e introduzca en tierras ajenas, sean éstas cercadas o
abiertas, plantadas o no: la ley (art. 623) no ha distinguido. Esto se entiende
sin perjuicio de lo que al respecto dispongan las ordenanzas de policía
urbana o rural. Por regla general, estas ordenanzas de policía contienen
reglas especiales respecto de los animales aparecidos, los cuales de ordina-
rio, pasado cierto espacio de tiempo, son vendidos en pública subasta, por la
Municipalidad respectiva.
213. CUÁNDO PUEDEN SER OBJETO DE OCUPACIÓN LOS ANIMALES DOMESTICADOS. Los
animales domesticados, mientras conservan la costumbre de volver al ampa-
ro o dependencia del hombre, siguen la misma regla de los animales domés-
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 147
ticos, es decir, están sujetos a dominio y no pueden, por lo tanto, ser objeto
de la ocupación; pero si pierden esa costumbre, recobrando su libertad
natural, vuelven a la calidad de animales bravíos o salvajes (art. 608, inc. 2º),
y pueden ser objeto de la ocupación. En armonía con estos principios,
dispone el artículo 619: “Los animales bravíos pertenecen al dueño de las
jaulas, pajareras, conejeras, colmenas, estanques o corrales en que estuvie-
ren encerrados; pero luego que recobran su libertad natural, puede cual-
quier persona apoderarse de ellos y hacerlos suyos, con tal que actualmente
no vaya el dueño en seguimiento de ellos, teniéndolos a la vista, y que por lo
demás no se contravenga el artículo 609”.
El artículo 609 expresa que “no se puede cazar sino en tierras propias, o
en las ajenas, con permiso del dueño. Pero no será necesario este permiso si
las tierras no estuvieren cercadas, ni plantadas o cultivadas, a menos que el
dueño haya prohibido expresamente cazar en ellas y notificado la prohibi-
ción”. La referencia que hace el artículo 619 al artículo 609 no quiere decir
que el propietario pierda su derecho por el solo hecho de que el animal
fugitivo penetre en tierras ajenas en que no se puede cazar sin permiso del
dueño. Esa referencia significa únicamente que cualquiera otra persona no
puede apoderarse del animal, infringiendo las reglas del artículo 609. En
otras palabras, que la aprehensión del animal fugitivo por otra persona que
el dueño está sujeta a las mismas reglas que la aprehensión de cualquier
otro animal bravío; pero si el dueño va en seguimiento y el animal penetra
en tierras ajenas cercadas, o en tierras abiertas en que no se puede cazar sin
permiso del dueño, no por eso pierde su derecho sobre el animal, y puede,
para darle alcance, solicitar permiso al dueño del fundo de la heredad en
que el animal haya penetrado.
En resumen, tenemos que los animales bravíos o salvajes son los únicos
que pueden ser adquiridos por ocupación, porque si bien pueden serlo los
domesticados, sólo lo son cuando recobran su calidad de animales bravíos.
215. TIERRAS EN QUE PUEDE CAZARSE; SANCIONES. “No se puede cazar sino en
tierras propias, o en las ajenas, con permiso del dueño. Pero no será necesa-
rio este permiso, si las tierras no estuvieren cercadas, ni plantadas o cultiva-
das; a menos que el dueño haya prohibido expresamente cazar en ellas y
notificado la prohibición” (art. 609).
La notificación de esta prohibición puede ser hecha a los interesados
personalmente, o por medio de avisos en los diarios, o por carteles coloca-
dos en los lugares o entradas que dan acceso a la respectiva heredad.
La ley sanciona al que caza en tierras ajenas sin permiso del dueño,
cuando por ley está obligado a obtenerlo: lo cazado queda para el dueño de
las tierras, a quien además debe indemnizar de todo perjuicio (art. 610).
Por su parte, el Código Penal castiga con la pena de prisión en su grado
mínimo conmutable en multa al que entrare sin violencia a cazar o pescar en
sitio vedado o cerrado (art. 496, Nº 34); e impone la pena de prisión en sus
grados medio a máximo o multa al que con violencia en las cosas entrare a
cazar o pescar en lugar cerrado, o en lugar abierto contra expresa prohibi-
ción intimada personalmente (art. 494, Nº 21).
224. O RDENANZAS SOBRE CAZA Y PESCA . Aparte de estas reglas del Código
Civil, la caza y la pesca quedan sometidas a las ordenanzas generales o
especiales que se dicten, como lo dispone el artículo 622, que dice: “En lo
demás, el ejercicio de la caza y de la pesca estará sujeto a las ordenanzas
especiales que sobre estas materias se dicten. No se podrá, pues, cazar o
pescar sino en lugares, en temporadas, y con armas y procederes, que no
estén prohibidos”.
profunda gravedad con que, a principios del siglo XVIII (sobre todo los
profesores de universidades alemanas), exponen y discuten el derecho apli-
cable a los perros, a las palomas o a las abejas”.2 Reconociendo la exagerada
minuciosidad con que antaño algunos maestros abordaron los temas corres-
pondientes, no cabe duda, empero, de que hay justificación para que el
Derecho trate los puntos que pudieran controvertirse en torno a la propie-
dad de abejas y palomas. Nuestro Código Civil les dedica dos artículos espe-
ciales (620 y 621), muy similares, en el fondo, a los párrafos que se leen en
las Instituciones de Gayo, obra escrita hacia el año 161 de nuestra era.3
Dentro de la disposición general del artículo 619, las abejas y las palomas
son animales domesticados que pertenecen al dueño de la colmena o palo-
mar en que viven, mientras conservan la costumbre de volver a dicha colme-
na o palomar; pero si pierden esa costumbre, quedan sujetas a las reglas de
los animales bravíos, y pueden ser ocupadas por cualquier persona, salvo
que el dueño vaya en su persecución teniéndolas a la vista. Esta disposición
se aplica a las abejas, sin perjuicio de lo que establece el artículo 620, y a las
palomas, sin perjuicio de lo que dispone el artículo 621.
Dice el artículo 620: “Las abejas que huyen de la colmena y posan en
árbol que no sea del dueño de ésta, vuelven a su libertad natural, y cualquie-
ra puede apoderarse de ellas, y de los panales fabricados por ellas, con tal
que no lo haga sin permiso del dueño en tierras ajenas, cercadas o cultiva-
das, o contra la prohibición del mismo en las otras; pero al dueño de la
colmena no podrá prohibirse que persiga a las abejas fugitivas en tierras que
no estén cercadas ni cultivadas”. Vemos que no es sino una aplicación del
artículo 619.
Y el artículo 621 expresa: “Las palomas que abandonan un palomar y se
fijan en otro, se entenderán ocupadas legítimamente por el dueño del se-
gundo, siempre que éste no se haya valido de alguna industria para atraerlas
y aquerenciarlas. En tal caso estará obligado a la indemnización de todo
perjuicio, incluso la restitución de las especies, si el dueño la exigiere, y si
no la exigiere, a pagarle su precio”.
Se hace en este artículo una aplicación del principio de que nadie puede
enriquecerse con su propia culpa.
2 Véase, por ejemplo, P AUL TABORI , Historia de la estupidez humana, traducción del inglés, Edito-
rial Dédalo, Buenos Aires, 1961, pág. 210, al final.
3 Véanse en el Comentario Segundo, los párrafos 67 y 68. Este último dice: “Para los animales que
tienen la costumbre de ir y volver, como las palomas y las abejas, así como los ciervos, que tienen la
costumbre de ir a los bosques y volver, observamos tradicionalmente la regla según la cual desde
que han perdido el deseo de regreso, cesan de ser nuestros y pertenecen al ocupante; se estima que
han perdido el deseo de regreso cuando dejan de tener la costumbre de volver”.
154 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
a una industria apícola, cuyo propietario deberá contar para este efecto con
la autorización del Ministerio de Agricultura, que determinará los plazos,
condiciones y elementos con que se efectuará la explotación”. Todo esto y la
reglamentación correspondiente se encuentra en el Decreto con Fuerza de
Ley Nº 15, de 22 de enero de 1968, publicado en el Diario Oficial de 29 de
enero del mismo año, artículos 11 a 29.4
A. Invención o hallazgo
4 Véase la reproducción de este decreto con fuerza de ley en la “Colección de Leyes con
Indicaciones y Notas”, tomo de la Recopilación de leyes, decretos con fuerza de ley, reglamentos y decretos
agrarios, Editorial Nascimento, Santiago, 1968, págs. 137 a 144.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 155
229. ASIMILACIÓN DE LAS “RES DERELICTAE” A LAS “RES NULLIUS”. La ley, no obs-
tante haber enunciado el principio de que sólo las cosas que a nadie perte-
necen son susceptibles de la invención o hallazgo (art. 624, inc. 1º), ha asi-
milado, en el inciso 3º del mismo artículo, a las cosas que no han tenido
nunca dueño, las cosas que los romanos llamaban res derelictae, aquellas cosas
que el propietario abandona para que las haga suyas el primer ocupante. En
realidad, en las res derelictae hay una donación a persona indeterminada, y es
esta circunstancia, la de que la persona favorecida sea indeterminada, la que
ha hecho que el legislador las reglamente, no en la donación, sino en la
ocupación. Ejemplo típico de res derelictae son las monedas que en los casos de
bautizo arroja el padrino a los espectadores.
230. ANIMO DE ABANDONAR LA COSA. Para que una cosa sea res derelictae es
menester que la intención o ánimo del propietario de renunciar a su domi-
nio sea manifiesto, porque es regla general en Derecho que las renuncias no
se presumen, como tampoco se presume el ánimo de donación. No es lo
corriente que el hombre se desprenda voluntariamente de los objetos de su
propiedad; de manera que en caso de duda sobre si el propietario ha aban-
donado o no la cosa, deberá resolverse por la negativa, y las cosas conside-
rarse como especies al parecer perdidas. Por eso dice el artículo 624, en su
inciso 4º, que no se presumen abandonadas por sus dueños las cosas que los
navegantes arrojan al mar para aligerar la nave. Y no podía ser de otra
manera: porque, en primer lugar, las cosas no son arrojadas por su propieta-
rio, que tal vez ignora el hecho y, por lo tanto, no ha podido consentir; y en
segundo lugar, en tales situaciones se procede en esa forma, no para que el
primer ocupante haga suyas esas cosas, sino por razones de urgencia y para
salvar la vida. Pero esta presunción del inciso 4º del artículo 624 es una
presunción simplemente legal; puede probarse que hubo el ánimo de despren-
derse de las cosas.
C. Tesoro
232. REQUISITOS. De esta definición se desprende que para que haya tesoro
se necesita la concurrencia de los siguientes requisitos:
1) La cosa debe ser mueble. Porque en Chile no pueden adquirirse por
ocupación los inmuebles. De ahí que cuando pobladores sin casa realizan
“tomas” de terreno y hay posibilidad de traspasar éste u otro, se busque la
fórmula jurídica que conduzca a una adquisición legal.
156 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
233. EL DOMINIO DEL TESORO SE ADQUIERE POR EL SOLO HECHO DEL DESCUBRIMIEN-
TO,aunque el descubridor no se apodere de él. No exige el Código Civil una
aprehensión real y efectiva; se contenta con una aprehensión presunta.
236. FUNDAMENTO DEL DERECHO AL TESORO DEL DUEÑO DEL TERRENO EN QUE ES
HALLADO. Después de haber visto a quién pertenece el tesoro, cabe pregun-
tarse en virtud de qué fundamento adquiere el propietario del terreno en que el
tesoro se encuentra, la porción que la ley señala.
Para muchos autores, el título es la accesión; pero esta doctrina parece no
tener gran asidero en nuestro Código, porque el tesoro no es una cosa
producida por el terreno, y si hubiera de admitirse esta explicación, podría
el tesoro ser adquirido por el usufructuario. Lo que no sucede, porque se lo
prohíbe expresamente el artículo 786.
En realidad, el único y verdadero fundamento de la adquisición del
tesoro por el propietario es la ley.
¿Qué razón tuvo la ley para su determinación? Dícese que son razones
de orden histórico: que la propiedad va transmitiéndose de padres a hijos, y
que si se encuentra un tesoro, seguramente ha sido enterrado por los ante-
cesores del propietario, resultando justo que disfruten de él los descendien-
tes. Pero si esta explicación pudo ser valedera en la Edad Media, en la época
de los mayorazgos, no lo es hoy, en que las propiedades cambian de dueño
muy a menudo, y en que muchas suelen ser de empresas estatales, cooperati-
vas, sociedades, etc.
Claudio Bufnoir (1832-1898), famoso jurisconsulto francés, cree que el
tesoro es un valor sobre el cual nadie puede justificar derechos. La ley pudo
atribuirlo al Estado o al descubridor; pero como se trata de un “don de
fortuna”, pareció razonable hacer partícipe al dueño, ya que el hecho de la
158 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
237. PERMISO DE CAVAR EN EL SUELO PARA SACAR DINEROS O ALHAJAS. “Al dueño de
una heredad o de un edificio podrá pedir cualquiera persona el permiso de
cavar en el suelo para sacar dinero o alhajas que asegurare pertenecerle y
estar escondidos en él; y si señalare el paraje en que están escondidos y diere
competente seguridad de que probará su derecho sobre ellos, y de que abonará todo
perjuicio al dueño de la herededad o edificio, no podrá éste negar el permiso ni
oponerse a la extracción de dichos dineros o alhajas” (art. 627).
5 P ICARD, en el Tratado práctico de Derecho Civil Francés, de Planiol y Ripert, tomo III, Nº 607.
6 Excavaciones que se refieren a las artes y a los monumentos de la Antigüedad.
7 Excavaciones que dicen relación con los hombres que antes existieron.
8 Excavaciones relativas a los seres orgánicos cuyos restos o vestigios se encuentran fósiles.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 159
D. Captura bélica
9 HOCHLEITNER, Derecho Internacional Público, Buenos Aires, 1952, págs. 232 y 233.
160 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
10 LE FUR, Précis de Droit International Public, París, 1937, pág. 569. Véase también CHARLES
ROUSSEAU, Droit International Public, (Précis Dalloz), París, 1970, Nº 386, pág. 369.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 161
244. DIFERENCIA FUNDAMENTAL ENTRE LAS ESPECIES AL PARECER PERDIDAS Y LAS “RES
DERELICTAE”. Entre las especies al parecer perdidas y las res derelictae, hay una
diferencia fundamental: las res derelictae son cosas que su dueño ha abandona-
do voluntariamente, para que las haga suyas el primer ocupante: el propietario
ha demostrado manifiestamente su voluntad de desprenderse del dominio
de esa cosa; en cambio la especie perdida es una cosa respecto de la cual su
propietario no ha manifestado en forma alguna la intención de desprenderse del
dominio que tiene sobre ella: su separación de la cosa es involuntaria.
Una misma cosa puede ser res derelicta y especie al parecer perdida,
según sean las circunstancias en que el propietario se ha separado de ella.
Así, si una persona compra un diario, y después de leerlo lo arroja a la calle,
habrá una res derelicta, porque el abandono del diario por el propietario
246. ANIMALES QUE PUEDEN SER ESPECIES MUEBLES AL PARECER PERDIDAS. Según el
señor Alessandri, hay dos categorías de animales que pueden tener la cali-
dad jurídica de especie mueble al parecer perdida y serles por tanto aplica-
bles las normas de los artículos 629 y siguientes del Código Civil: a) los
animales domésticos, y b) los domesticados mientras conservan la costum-
bre de volver al amparo o dependencia del hombre. No pueden ser especie
al parecer perdida los animales domesticados que pierden dicha costumbre,
porque, al perderla, retornan a la categoría de animales bravíos y se convier-
ten en res nullius, pudiendo hacerlos suyos por ocupación cualquier persona
(art. 607 y 608). Tampoco pueden ser especies muebles al parecer perdidas
los animales bravíos o salvajes. En efecto, mientras viven libres e indepen-
dientes del hombre, de más está decir que no son susceptibles de revestir
esa condición, porque a nadie pertenecen y, por lo mismo, cualquiera pue-
de hacerlos suyos mediante la caza o la pesca. Y si estos animales han llegado
a ser objeto de dominio, tampoco pueden constituir especie mueble al pare-
cer perdida, porque, al recobrar el animal su libertad natural, o el dueño va
en su seguimiento teniéndolo a la vista, caso en que además de saberse
quién es el dueño, el animal, atendidas esas circunstancias, no está perdido
ni extraviado, o el dueño no va en su seguimiento, o, yendo, no lo tiene a la
vista, extremos ambos en que el animal recupera su calidad de res nullius
(art. 619 del C. Civil) y, por ende, cualquiera puede apoderarse de él.
No cree el redactor que los dos últimos extremos sean exactos en todas
las hipótesis. Si se trata de animales completamente extraños al país y que
indudablemente han sido introducidos por determinadas personas, parece
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 163
12 Gaceta de los Tribunales, año 1865, sentencia N.° 526, pág. 226.
164 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
253. DISPOSICIONES ESPECIALES. Sobre las disposiciones del Código Civil pre-
valecen las disposiciones de carácter especial (arts. 4.° y 13). Así, respecto a
las especies al parecer perdidas, prevalecen sobre las disposiciones estudia-
das algunas leyes especiales, como las relativas a ferrocarriles y aduanas.
En cuanto a los objetos encontrados en los ferrocarriles, rige el artículo 96
del Decreto Supremo N.° 1.157, de 13 de julio de 1931, que fijó el texto
definitivo de la Ley sobre Ferrocarriles.
Sobre mercaderías abandonadas en las aduanas, la normativa se encuen-
tra en la Ordenanza de Aduanas (texto definitivo de ésta se halla fijado en el
Decreto con Fuerza de Ley N.° 39, de 13 de octubre de 1982, del Ministerio
de Hacienda, publicado en el Diario Oficial de 13 de abril de 1983, arts. 141
a 175).
254. E SPECIES NÁUFRAGAS. Las especies náufragas han sido definidas como aque-
llas que proceden de alguna nave que naufraga en las costas de la Repúbli-
ca, o que el mar arroja a ellas, y que consisten en fragmentos de un buque o
efectos pertenecientes al aparejo o carga de un buque; y las cosas que los
navegantes arrojan al mar para alijar la nave en la tempestad o por temor de
naufragio, de apresamiento de enemigos, piratas, insurgentes, etc.
Generalmente, se consideran especies náufragas: 1.° las naves, sus efec-
tos muebles, su aparejo y carga, que se encuentren a la deriva en la superfi-
cie de las aguas, o que hayan sido arrojadas a las playas del mar, ríos o lagos;
2.° cualquiera especie que aisladamente se encuentre en las playas, aun
cuando primitivamente haya constituido parte de una nave, su aparejo o
carga; 3.° cualquier objeto caído al mar, ríos o lagos, durante faenas de
carga o de descarga, o en cualquiera otra ocasión.
Rigen las especies náufragas los artículos 635 a 639 inclusive, en la parte
no modificada por leyes especiales, como la Ley de Navegación, y otras que
establecen las normas conforme a las cuales debe efectuarse la extracción de
especies náufragas.
DE LA ACCESION
1. GENERALIDADES
259. CONCEPTO LEGAL. El Código Civil define la accesión como “un modo de
adquirir por el cual el dueño de una cosa pasa a serlo de lo que ella produ-
ce, o de lo que se junta a ella” (art. 643).
Puesto que este artículo no distingue, la accesión es un modo de adqui-
rir de todo lo que se junta a una cosa, sea natural, sea artificialmente. El
hecho material que produce el efecto jurídico de operar la adquisición del
dominio, es la unión de una cosa a otra, y como este fenómeno sólo es
posible en las cosas corporales, la accesión es un modo de adquirir que sólo se
aplica a estas cosas.
169
170 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
I. ACCESIÓN DE FRUTOS
ésta forma parte del tintero, y lo mismo que el dueño de casa lo es de los
postigos, porque forman parte de la casa. En seguida, la utilidad de los frutos
se obtiene separándolos de la cosa que los produce y desde el momento que se
separan, deja de haber accesión, deja de haber acrecimiento o aumento de la
cosa principal. De manera que pendientes los frutos no hay accesión, porque
los frutos forman parte integrante de la cosa principal, y separados, es un
absurdo, es contrario al sentido común pretender que haya accesión. Sin em-
bargo, el Código Civil, en su artículo 643, considera que el propietario adquie-
re los frutos por accesión.
264. PRODUCTOS Y FRUTOS. El Código Civil chileno dice que los productos de
las cosas son frutos naturales o civiles (art. 643).
Sostienen algunos que esta disposición importa confundir productos y
frutos. Estos serían aquellas cosas que, periódicamente y sin alteración sensi-
ble de su sustancia, produce otra cosa, llamada cosa-productora o cosa-
madre. Los productos, en cambio, serían aquellas cosas que derivan de la
cosa-madre, pero sin periodicidad o con disminución de la sustancia de esta
última (por ejemplo, las piedras sacadas de una cantera).
Caracteres comunes de frutos y productos serían su accesoriedad y su
utilidad, pues unos y otros representan un interés económico no principal.
Notas diferenciales serían la periodicidad de los frutos y el que la produc-
ción de éstos deje sensiblemente intacta a la cosa-productora o la fuerza
generatriz de ella.
Pero hay autores que afirman que la disposición según la cual los pro-
ductos son frutos, no representa una confusión sino la traducción legal del
significado gramatical y amplio de la palabra frutos (utilidad o provecho de
una cosa). La Corte Suprema ha adherido a esta concepción al declarar que
el artículo 643 dice que los productos de las cosas son frutos, sin atender a si
las cosas mismas disminuyen o no de valor al dar su producto; en consecuen-
cia, el caliche es fruto minero.2
2 Sentencia de 13 de abril de 1917, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIV, sec. 1a.,
pág. 517.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 173
3 Véanse: LUIGI M OSCO, Y frutti, Milano, 1947 (581 páginas); Nora Sepúlveda, Los frutos en el
Derecho Civil Chileno, Santiago, 1958 (226 páginas).
4 V OCI, ob. cit., pag. 115, párrafo 43, Nº 1.
5 Sentencia de 5 de septiembre de 1942, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XL,
sec. 1a. , pág. 165; Corte de La Serena, 28 de marzo de 1953, Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo L, sec. 2a., pág. 23. En contra, véase el voto disidente de esta última sentencia emitido por el
Ministro señor Sanfurgo Gómez.
174 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
268. I) FRUTOS NATURALES; CATEGORÍAS. “Se llaman frutos naturales los que da
la naturaleza, ayudada o no de la industria humana” (art. 644).
Los frutos naturales comprenden, pues, a los naturales propiamente ta-
les (o sea, los espontáneamente producidos por una cosa) y a los frutos
industriales (es decir, los que produce una cosa con la ayuda de la industria
humana, como el vino).
269. ESTADOS EN QUE PUEDEN ENCONTRARSE LOS FRUTOS NATURALES. Los frutos
naturales pueden encontrarse pendientes, percibidos o consumidos. Dice el
artículo 645: “Los frutos naturales se llaman pendientes mientras que adhie-
ren todavía a la cosa que los produce, como las plantas que están arraigadas
al suelo, o los productos de las plantas mientras no han sido separados de
ellas. Frutos naturales percibidos son los que han sido separados de la cosa
productiva, como las maderas cortadas, las frutas y granos cosechados, etc.; y
se dicen consumidos cuando se han consumido verdaderamente o se han
enajenado”.
Esta clasificación no tiene ninguna importancia respecto al propietario
de la cosa; únicamente la tiene respecto de terceros, porque éstos sólo se
hacen dueños de los frutos mediante su percepción.
270. II) FRUTOS CIVILES; CONCEPTO. Frutos civiles son las utilidades o rendi-
mientos que se obtienen de una cosa como equivalente del uso o goce que
de ella se proporciona a un tercero merced a una relación jurídica. Los
frutos civiles representan para el propietario el derecho de goce de la cosa
porque representan los frutos que él habría obtenido si hubiera explotado
personalmente esa cosa; de manera que los frutos civiles no son producidos
por la cosa misma, no salen de la cosa, sino que son producidos con ocasión
de la cosa. Ejemplo típico de frutos civiles son los precios o rentas de los
arrendamientos. Son también frutos civiles, según el artículo 647, los cánones
o pensiones (se llama canon el interés que produce el capital acensuado
conforme al artículo 2022); los intereses de capitales exigibles,6 entendiendo por
6 Los frutos del dinero son los intereses que produce; pero no el aumento de valor que
experimenta el dinero depositado como consecuencia de las variaciones del cambio internacio-
nal (C. Santiago, 16 de junio de 1887, Gaceta de los Tribunales, año 1887, sentencia Nº 1.231,
pág. 730).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 175
1) Aluvión
2) Avulsión
284. REQUISITOS NECESARIOS PARA QUE TENGA LUGAR. Es la cuarta y última de las
acciones de inmueble a inmueble, y se ocupa de ella el artículo 656.
Para que tenga lugar esta forma de accesión, se requiere la concurrencia
de los dos requisitos siguientes:
1º Que las islas se formen en ríos o lagos no navegables por buques de más de cien
toneladas.
El artículo 656 comienza diciendo: “Acerca de las nuevas islas que no
hayan de pertenecer al Estado según el artículo 597, se observarán las reglas
siguientes...”, y ese artículo 597 dice: “Las nuevas islas que se formen en el
mar territorial o en ríos y lagos que puedan navegarse por buques de más de
cien toneladas, pertenecerán al Estado”.
De manera que la regla del artículo 656 queda reducida a las islas que se
formen en los ríos y lagos que no sean navegables por buques de más de
cien toneladas.
180 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
285. SITUACIONES QUE HAY QUE DISTINGUIR PARA DETERMINAR A QUIÉN PERTENECE LA
ISLA. Concurriendo estos dos requisitos, llega el momento de determinar a
quién pertenece la isla, y hay que distinguir a este respecto tres situaciones
diversas:
A) La isla se forma por abrirse el río en dos brazos que vuelven a
juntarse;
B) La isla se forma en el lecho del río, y
C) La isla se forma en un lago.
286. A) LA ISLA SE FORMA POR ABRIRSE EL RÍO EN DOS BRAZOS QUE DESPUÉS VUELVEN
A JUNTARSE. Rige la regla 2a. del artículo 656. En este caso no se altera el
anterior dominio de los terrenos comprendidos en la nueva isla (art. 656,
primera parte de la regla segunda). Pero puede suceder que a consecuencia
de la formación de la isla, quede en seco una parte del lecho del río: este
terreno accederá a las heredades contiguas, como en el caso del aluvión
(art. 656, segunda parte de la regla segunda). En realidad, este caso está
comprendido en el cambio de curso de un río, pero el legislador consagró
esta regla expresa para evitar que se creyera que el terreno descubierto
pertenecía al dueño de los terrenos invadidos por el agua.
2) Toda la isla no está más cercana a una de las riberas, lo que sucederá
cuando la línea imaginaria divida o toque en cualquiera forma los bordes de
la isla. Se aplica, en este caso, el inciso 2º de la regla tercera del artículo 656,
según el cual las heredades de ambas riberas tienen derecho a la isla, dentro
de sus respectivas líneas de demarcación prolongadas directamente hasta el
agua y sobre la superficie de la isla. Las porciones que por la prolongación
de estas líneas correspondan a dos o más heredades, se dividirán entre éstas
por partes iguales (art. 656, regla tercera, inc. 3º).
288. C) L A ISLA SE FORMA EN UN LAGO. Se ocupa de este caso la regla sexta del
artículo 656. En conformidad a ella, la distribución de la isla se hará en la
forma que lo indica el inciso 2º de la regla tercera del mismo artículo, esto
es, en conformidad a la regla para la división de la isla que se forma en el
lecho de un río, cuando toda la isla no está más cercana de una de las
riberas que de la otra; pero no tendrán parte en la división del terreno
formado por las aguas, aquellas heredades cuya menor distancia de la isla
exceda a la mitad del diámetro de la isla, medido en la dirección de esa
misma distancia.
Surge aquí el problema de determinar a quién pertenece la isla cuando
ninguna de las dos heredades está a la distancia requerida para tener partici-
pación en la división de ella. Piensan algunos que la isla pertenece en comu-
nidad a todos los propietarios riberanos, mientras otros, y ésta parece ser la
solución más acertada, sostienen que la isla pertenece al Estado, porque
ninguno de los propietarios riberanos reúne las condiciones exigidas en la
ley para tener participación en la isla. En tal caso, adquiere imperio el
artículo 590, conforme al cual son bienes del Estado las tierras que, estando
situadas dentro de los límites territoriales, carecen de otro dueño.
289. LA ISLA, UNA VEZ FORMADA, CONSTITUYE UNA PROPIEDAD INDEPENDIENTE. Des-
préndense de aquí dos importantes consecuencias contempladas en las re-
glas cuarta y quinta del artículo 656.
Dice la regla cuarta: “Para la distribución de una nueva isla, se prescindi-
rá enteramente de la isla o islas que hayan preexistido a ella; y la nueva isla
accederá a las heredades riberanas, como si ella sola existiese”.
Con esta regla se ha querido evitar que los propietarios que hayan adqui-
rido las islas preexistentes pretendan tener derecho a la nueva isla. Así, por
ejemplo, si se forma una nueva isla que dista de la antigua menos que de la
ribera opuesta, el propietario de la antigua isla no tendrá derecho a la
nueva, si toda la nueva isla está más cerca de la ribera opuesta, aunque diste
menos de la isla antigua. Este es el significado y alcance de la disposición
cuando dice que se prescindirá enteramente de la isla o islas que hayan
preexistido a ella.
La otra consecuencia es la consignada en la regla quinta: desde el mo-
mento que la nueva isla forma una propiedad independiente, queda someti-
da a las reglas jurídicas del dominio, y el terreno de aluvión accederá única
y exclusivamente a la isla, cualquiera que sea la ribera de que diste menos el
182 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
nuevo terreno abandonado por las aguas. Así, si una isla ha accedido a los
propietarios de una ribera por encontrarse ella más cerca de esa ribera,
aunque por los aumentos que por aluvión reciba la isla llegue a pasar la
línea imaginaria que divide el río en dos partes iguales, los propietarios de
la ribera opuesta no pueden pretender derechos sobre la isla, porque esos
aumentos acceden a los propietarios que ya la habían adquirido desde su
formación.
289 bis. DERECHO COMPARADO. Por simple vía ilustrativa diremos que en el
Código Civil italiano de 1942 no hay accesión en el supuesto de una isla o
agregados de tierra que se formen en el lecho de los ríos o torrentes. En
efecto: a) si la isla se genera por avulsión, el propietario del fundo del cual
se ha separado conserva su propiedad; y b) en los demás casos las islas y las
uniones de tierra pasan al dominio público (art. 945).
290. CUÁNDO TIENE LUGAR. Se ocupan de esta especie de accesión los artícu-
los 668 y 669. La accesión de mueble a inmueble tiene lugar en los casos de
edificación y plantación o siembra ejecutadas en un inmueble, cuando los mate-
riales, plantas o semillas pertenecen a distinta persona que el dueño del
suelo.
La accesión de mueble a inmueble se llama también industrial, porque
no se debe a un hecho de la naturaleza, como en la accesión de inmueble a
inmueble, sino a un hecho humano, a la industria de los hombres.
dueño del terreno en que otra persona, sin su conocimiento, hubiere edifi-
cado, plantado o sembrado, tendrá el derecho de hacer suyo el edificio,
plantación o sementera, mediante las indemnizaciones prescritas a favor de
los poseedores de buena o mala fe en el título De la reivindicación, o de
obligar al que edificó o plantó a pagarle el justo precio del terreno con los
intereses legales por todo el tiempo que lo haya tenido en su poder, y al que
sembró a pagarle la renta y a indemnizarle los perjuicios”. En cuanto al
interés legal, recordemos que la Ley Nº 18.010, de 27 de junio de 1981, dice
que se aplicará el interés corriente en todos los casos que las leyes u otras
disposiciones se refieran al interés legal o al máximo bancario (art. 19).
La naturaleza y determinación de los derechos coexistentes del due-
ño del suelo y del de lo edificado, mientras está pendiente el derecho de
opción que al dueño del suelo asiste, suscita varios problemas en nuestra
legislación y en las similares a ellas en esta materia, como la legislación
española. El Tribunal Supremo de España ha declarado que mientras no se
haga efectiva la indemnización, el dueño del suelo no ostenta el dominio de
lo edificado, sembrado o plantado, y sí sólo el derecho de opción que esta-
blece el artículo 361 del Código Civil de ese país, análogo al inciso 1º del
artículo 669 de nuestro Código Civil.11 Por su parte, la Corte Suprema chile-
na ha dicho que el hecho de edificar en terreno ajeno constituye, conforme
al artículo 669 del Código Civil, una accesión de mueble a inmueble, y que
el dueño de este último puede adquirir los edificios por los medios que esa
disposición indica, esto es, pagando su valor. De aquí se deduce, agrega la
Corte Suprema, que es legalmente posible el derecho de propiedad sobre
los edificios independiente del dominio que tiene el dueño del suelo donde
aquéllos se levantaron.12
También el Tribunal Supremo de España ha expresado que mientras
existe la opción que al dueño del terreno se concede –que puede fácilmente
provocarse por el ejercicio de acciones adecuadas–, ni el dueño del suelo ni
el de lo edificado sobre él gozan de la situación de plenitud jurídica que
permita el ejercicio de la acción reivindicatoria.13 La Corte de Iquique, de
Chile, declaró que la edificación en terreno ajeno no da acción real que
pueda ejercitarse contra el actual poseedor del suelo en que está el edificio.14
La Corte de Talca dijo que es inaceptable la acción reivindicatoria de una
viña como cuerpo cierto, cuando se reconoce que ella ha sido plantada en
terrenos pertenecientes al demandado. En este caso, agrega ese tribunal, sólo
procede ejercitar derechos por la plantación de la viña en suelo ajeno; pero
11 Sentencia de 2 de enero de 1928, citada por CASTÁN T OBEÑAS, Derecho Civil Español Común y
Foral, tomo II, Madrid, 1943, pág. 164.
12 Sentencia de 1º de diciembre de 1928, publicada en la Gaceta de los Tribunales, año 1928,
2º semestre, sentencia Nº 68, pág. 434, y en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVII,
sec. 1a. , pág. 71.
13 Sentencia de 23 de marzo de 1943, citada por CASTÁN, ob. cit, tomo II, pág. 164.
14 Sentencia de 4 de noviembre de 1891, Gaceta de los Tribunales, año 1891, Nº 903,
pág. 417.
186 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
no reivindicar las plantas, que por su adherencia al suelo forman con éste un
mismo bien, ni menos reivindicar el suelo por haber plantado en él las
parras.15
Finalmente, el Tribunal Supremo de España ha establecido que el
plazo de prescripción que compete al dueño del suelo para hacer suyo lo
edificado, no empieza a contarse desde el momento de la edificación, sino
desde que los tribunales, por sentencia firme, deslinden los derechos del
dueño del suelo edificado, sembrado o plantado.16
299. CUÁNDO TIENE LUGAR; SUS CLASES. Tiene lugar cuando dos cosas muebles,
pertenecientes a diferentes dueños, se unen: la cosa accesoria pasa a perte-
necer al propietario de la cosa principal.
Se ocupan de esta especie de accesión los artículos 657 a 667, inclusive.
La accesión de mueble a mueble puede ser de tres clases: adjunción,
especificación y mezcla.
1) Adjunción
303. ATRIBUCIÓN DEL DOMINIO DE LAS COSAS ADJUNTADAS. En los casos de adjun-
ción, no habiendo conocimiento del hecho por una parte ni mala fe por
otra, el dueño de la cosa principal se hace dueño de la cosa accesoria, con el
gravamen de pagar al dueño de esta última el valor de ella (art. 658).
188 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
2) Especificación
3) Mezcla
314. 3a. PRESUNCIÓN DEL CONSENTIMIENTO; CONSECUENCIA. Hemos visto que tan-
to la adjunción como la especificación y la mezcla exigen que no haya
conocimiento de una de las partes, ni mala fe de parte de la otra. Si uno de
los interesados ha tenido conocimiento del uso que de una materia suya se
hacía por otra persona, se presume haberlo consentido y sólo tiene derecho
a su valor (art. 666). La ley supone que en este caso dicha persona tuvo
intención de vender la materia.
315. 4a. CONSECUENCIA DEL ERROR SIN JUSTA CAUSA Y DE LA MALA FE. El que ha
hecho uso de una materia ajena sin conocimiento del dueño, y sin justa
causa de error, está sujeto en todos los casos a perder lo suyo, y a pagar lo
que más de esto valieren los perjuicios irrogados al dueño; fuera de la
acción criminal a que haya lugar, cuando ha procedido a sabiendas.
Si el valor de la obra excede notablemente al de la materia, no tiene
lugar lo dicho anteriormente; salvo que se haya procedido a sabiendas
(art. 667).
Este último inciso de la disposición ha sido objeto de interpretaciones.
Claro Solar estima que cuando el valor de la obra excede notablemente al
de la materia, el especificador sólo puede ser condenado por el delito a que
haya lugar; pero no a perder lo suyo. 18 Otros, por el contrario, dicen que si se
ha procedido a sabiendas, hay lugar a la acción criminal y el especificador
pierde lo suyo, exceda o no considerablemente el valor de la obra al de la
materia.19 Nosotros creemos que el sentido y la letra de la ley dan la razón a
estos últimos. El notable mayor valor de la obra sólo entraña una excepción
a la regla del inciso 1º del artículo 667, en cuanto permite al especificador
conservar la obra y liberarse de responsabilidad aunque haya procedido sin
justa causa de error.
DE LA TRADICION
1. GENERALIDADES
316. DEFINICIÓN. Conforme al artículo 670 del Código Civil, “la tradición es
un modo de adquirir el dominio de las cosas, y consiste en la entrega que el
dueño hace de ellas a otro, habiendo por una parte la facultad e intención
de transferir el dominio, y por otra la capacidad e intención de adquirirlo.
Lo que se dice del dominio se extiende a todos los otros derechos reales”.
193
194 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
319. CASO EN QUE LA TRADICIÓN SIRVE DE JUSTO TÍTULO PARA PRESCRIBIR. Cuando
el tradente no es dueño de la cosa que entrega, la tradición no es un modo
de adquirir, sino que sirve de justo título para que el adquirente gane con
posterioridad la cosa por prescripción.
2. REQUISITOS DE LA TRADICION
324. ENUMERACIÓN. Los requisitos para que la tradición se efectúe son cua-
tro, a saber:
1) La presencia de dos personas, que se denominan tradente y adqui-
rente;
2) Consentimiento del tradente y el adquirente;
3) Existencia de un título traslaticio de dominio, y
4) Entrega de la cosa.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 197
1 Corte Suprema, 23 de junio de 1928, R. de D. y J., tomo XXVI, sec. 1a., pág. 241.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 199
Roma cuando se admitió que la tradición podía efectuarse, sea por la entre-
ga material de la cosa (de manu in manum datio), sea por una entrega ficta o
simbólica que exteriorizaba dicha intención armónica de las partes y evitaba
pérdidas de tiempo y rodeos inútiles. Así, la tradición de las mercaderías
que el vendedor tenía almacenadas en una bodega, se consideraba realizada
si, delante del local, aquél entregaba las llaves del inmueble al comprador
para que retirara después lo vendido.
Si la tradición recaía sobre un fundo, ya no era necesario para entender-
la consumada que el adquirente, a instancias del tradente, pisara el suelo
del inmueble; basta ahora que, desde una torrecilla vecina, el último señala-
ra al primero los confines del predio que le transfería. Y cuando se estable-
ció la práctica de consignar por escrito ciertos contratos, fue suficiente la
entrega del documento al adquirente para tener por efectuada la tradición
de los bienes raíces (traditio instrumentum). El simbolismo que patentizaba la
intención traslaticia y adquisitiva de las partes culminó en tiempos de Justi-
niano; entonces como hoy, entre nosotros, la tradición se tiene por realiza-
da con la inscripción del documento en que consta el contrato que obliga a
transferir la casa o la heredad. Tal inscripción resguarda mejor los intereses
de las partes y los terceros.
335. REPRESENTACIÓN DEL TRADENTE EN LAS VENTAS FORZADAS. En las ventas forza-
das que se hacen por decreto judicial a petición de un acreedor, en pública
subasta, la persona cuyo dominio se transfiere es el tradente, y el juez su
representante legal” (art. 671, inc. 3º).
Esta disposición crea una nueva y especial representación legal. En los
casos de las ventas forzadas que se hacen a petición de un acreedor y en
pública subasta, el juez asume la representación del deudor para los efectos
de realizar la tradición. Para que el juez sea representante del deudor, es
necesario que la venta sea forzada. Este derecho del acreedor de hacer ven-
der forzadamente las cosas del deudor para hacerse pago habría sido una
ilusión si no se hubiera dado al juez dicha representación legal. En efecto, si
el acreedor ha necesitado recurrir a los tribunales de justicia, es porque el
deudor no está llano a hacer entrega de la cosa o a prestar su consentimien-
to para que se venda una cosa de su propiedad y, con el precio que se
obtenga, pagar al acreedor.
Las ventas forzadas, en realidad, son un verdadero contrato de compra-
venta. Prueba de ello es que el legislador, al ocuparse de la compraventa, en
muchos casos se refiere expresamente a las ventas forzadas, como, por ejem-
plo, al hablar de la rescisión por lesión enorme.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 203
Han objetado algunos que en este caso de las ventas forzadas no existiría
tradición, porque no hay consentimiento, voluntad de parte del dueño de la
cosa, que es el ejecutado. Pero este consentimiento hay que buscarlo en otra
forma. De acuerdo con el artículo 22 de la Ley de Efecto Retroactivo de las
Leyes, a un contrato se entienden incorporadas todas las leyes vigentes al
tiempo de su otorgamiento, y el artículo 2465 del Código Civil, que contem-
pla el derecho de prenda general, autoriza al acreedor para hacerse pagar
en los bienes del deudor. Pues bien, a virtud de este derecho de prenda
general, la persona, al contratar, ya sabe que si no cumple con su obligación
podrá el acreedor sacarle sus bienes a remate. Y ahí se encuentra, entonces,
el verdadero consentimiento del ejecutado.3
Si bien el legislador da al juez la representación legal para el efecto de
subscribir la escritura pública de compraventa en las ventas forzadas, ello no
significa que el ejecutado tenga, en los demás trámites del juicio, al juez
como representante legal. Esta representación –insistimos– sólo sirve para
firmar la escritura de venta forzada y para proceder a la entrega de la cosa.4
Hay que advertir que las ventas a que se refiere el inciso 3º del artículo 671
son las ventas forzadas que se hacen a petición de un acreedor en pública
subasta, es decir, las que se hacen, sea en los juicios ejecutivos, sea en los casos
de quiebra. No quedan, por lo tanto, incluidas otras ventas que se hacen en
pública subasta, pero que no son forzadas, como por ejemplo, las ventas de los
bienes raíces de las personas sometidas a tutela o curaduría. En estos casos, de
acuerdo con el artículo 394 del Código Civil, la venta debe hacerse en pública
subasta, pero, como no es forzada, no se le aplica esta regla de la representa-
ción legal por parte del juez. Firmará, entonces, la escritura de venta el repre-
sentante legal, y no el juez. Por lo demás, así aparece de modo indiscutible en
el artículo 894 del Código de Procedimiento Civil.
La Corte de Santiago ha declarado que es nula la compraventa por falta
de consentimiento del vendedor, si en una subasta voluntaria concurre a
firmar la respectiva escritura el juez en representación de aquél, para lo cual
no está facultado.5
3 Corte Suprema, 26 de noviembre de 1908, R. de D. y J., tomo VI, sec. 1a. , pág. 266 (C. 17,
pág. 289).
4 Corte Suprema, 9 de julio de 1919, R. de D. y J., tomo XVII, sec. 1a., pág. 344.
5 Corte de Santiago, 4 de agosto de 1936, R. de D. y J., tomo XXXIV, sec. 2a. , pág. 70.
204 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
6 Corte Suprema, sentencia de 20 de junio de 1913, R. de D. y J., tomo XI, sec. 1a. , pág. 431;
de 28 de diciembre de 1907, R. de D. y J., tomo V, sec. 1a., pág. 419, y de 19 de diciembre de 1931,
R. de D. y J., tomo XIX, sec. 1a. , pág. 273.
7 Corte Suprema, 30 de octubre de 1947, R. de D. y J., tomo XLV, sec. 1a. , pág. 263.
206 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
de dominio, para que éste produzca los efectos deseados por sus autores, debe
seguir la tradición; sin ella no hay traslación del dominio.
8 Corte Suprema, 30 de octubre de 1947, R. de D. y J., tomo XLV, sec. 1a. , pág. 263.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 207
345. DIVERSAS FORMAS. Sabemos que en todo modo de adquirir hay un he-
cho material y en este caso el hecho material es la entrega de la cosa. Más
adelante veremos que la forma como se hace la entrega es distinta según se
trate de bienes raíces, de bienes muebles o de derechos personales.
3. EFECTOS DE LA TRADICION
346. DISTINCIÓN. Para estudiar los efectos de la tradición, hay que distinguir
si el tradente es dueño de la cosa que entrega o a su nombre se entrega, o si
no lo es.
9 Corte Suprema, sentencia de 20 de junio de 1913, R. de D. y J., tomo XI, sec. 1a. , pág. 431, y
de 19 de diciembre de 1931, R. de D. y J., tomo VI, sec. 2a. , pág. 100.
10 Corte Santiago, 26 de junio de 1909, R. de D. y J., tomo VI, sec. 2a., pág. 100.
208 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
y simple. Pero, de acuerdo con el artículo 680 del Código Civil, puede la
tradición transferir el dominio bajo condición suspensiva o resolutoria, con
tal que se exprese.
359. 2) T RADICIONES FICTAS. Son las que se hacen por medio de una ficción
que represente la verdad. Suelen citarse cuatro casos: a) tradición simbóli-
ca; b) tradición de larga mano (longa manu); c) tradición por breve mano
(brevi manu), y d) cláusula de constituto (constitutum possessorium). Esta no-
menclatura especial es de los intérpretes del Derecho romano y, según un
autor, “lejos de aclarar, ofusca la inteligencia de la materia”; y agrega que
seguramente por esto nuestro legislador rechazó dicha terminología.
quien se debieren los frutos de una sementera, viña o plantío, podrá entrar
a cogerlos, fijándose el día y hora de común acuerdo con el dueño” (art. 685).
Trátase de la tradición real de las cosas mencionadas, que se realiza, con
permiso del dueño, por la separación de esas cosas de la tierra en que se
encontraban (Pothier, Traité de Droit de Domaine, Ed. Bugnet, París, Nº 197).
El artículo 685 ha provocado cuestiones, que en seguida tratamos:
1) La Corte Suprema, en sentencia de 17 de julio de 1878, dijo que, de
acuerdo con esa disposición, la tradición de los frutos pendientes sólo pue-
de verificarse por la separación de ellos de la tierra o del árbol y no de otra
manera,12 es decir, sostuvo que sólo procedía la tradición real que consagra
el artículo 685, quedando excluida, por tanto, la tradición simbólica. Sin
embargo, no hay razón para no admitir la tradición simbólica de los mue-
bles por anticipación a que se refiere el artículo 685, la que puede realizarse
en conformidad al artículo 684. Así lo entendió también, posteriormente, la
misma Corte Suprema, en otra sentencia, de 27 de diciembre de 1917;13
admitió la entrega virtual o simbólica por medio de una escritura pública de
los árboles vendidos para su explotación.
2) El mismo tribunal ha sostenido que el artículo 685 se refiere a un
simple permiso del dueño, caso diverso del contemplado por el artículo 571, en
que se trata de la constitución de un derecho sobre los productos que allí se
mencionan, no siendo por tanto aplicable a este caso el artículo 685.14 Sin
embargo, son argumentos contrarios a esta interpretación restrictiva:
a) La fuente del artículo 685, esto es, la obra de Pothier precedente-
mente citada, que habla de las cosas que forman parte del predio y que han
sido “vendidas o donadas”. Se refiere, pues, no sólo a un simple permiso
gratuito, sino también a cosas que se deben a virtud de un título oneroso;
b) El inciso 2º del propio artículo 685 pone en evidencia que la disposi-
ción no sólo se refiere a una donación, sino a todos los casos en que una
persona tenga derecho a tomar o coger las cosas de que se trata. En efecto,
ese inciso dice: “Aquel a quien se debieren los frutos de una sementera...”, y
c) El artículo 685 no puede estimarse opuesto al 571, porque ambos
tratan puntos diferentes. Este último se limita a establecer que los productos
de los inmuebles, y las cosas accesorias a ellos, como las yerbas de un campo,
la madera y frutos de los árboles, los animales de un vivar, se reputan muebles,
aun antes de su separación, para el efecto de constituir un derecho sobre dichos
productos o cosas a otra persona que el dueño; aplicándose lo mismo a la tierra o
arena de un suelo, a los metales de una mina, y a las piedras de una cantera.
El artículo 685 se refiere a estas mismas cosas para determinar cómo se realiza
su tradición real.
II. TRADICIÓN DE LOS DERECHOS REALES SOBRE UNA COSA CORPORAL INMUEBLE
368. TIPOS DE REGISTROS: PERSONALES Y REALES. Registros personales son los que
se organizan tomando como pauta los nombres de las personas a quienes
218 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
afecta cada anotación o inscripción. Registros reales son los que se llevan por
predios: cada uno de éstos se matricula con un número de orden y le
corresponde una hoja especial, que constituye su registro. Permiten conocer
de un solo golpe de vista todas las mutaciones y gravámenes de una propie-
dad; revelan de inmediato, según cierto autor, el estado civil del inmueble.
Por el contrario, los registros personales obligan, para conocer la historia de
cada predio, a encontrar el nombre de todos los propietarios anteriores al
actual y revisar largos índices, remontándose quince o más años. Piénsese en
las operaciones a largo plazo que realizan, con garantía hipotecaria, diversas
instituciones de crédito o de previsión social.
Sin duda, los sistemas computarizados solucionarán en gran parte los
inconvenientes de los anticuados registros.
B. Sistema alemán
377. PAÍSES QUE HAN ADOPTADO EL SISTEMA ALEMÁN. Este sistema, considerado
como uno de los más perfectos, ha sido adoptado fielmente o con variantes
por diversos países: Hungría, Suecia, Portugal, Austria, algunos cantones
suizos, etc.
C. Sistema Torrens
378. ANTECEDENTES DEL SISTEMA. “El inventor del sistema fue Sir Robert To-
rrens (muerto en 1884). Siendo Director del Registro se asombró por el
contraste que presentaban, en las colonias australianas, dos especies de pro-
pietarios: los adquirentes de tierras públicas cuyos derechos derivaban direc-
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 221
D. Sistema de la transcripción
1) Nociones generales
395. LIBROS QUE CONSTITUYEN EL REGISTRO CONSERVATORIO. Los libros que pro-
piamente constituyen el Registro Conservatorio de Bienes Raíces son tres: el
Registro de Propiedad, el Registro de Hipotecas y Gravámenes y el Registro
de Interdicciones y Prohibiciones de Enajenar (Reglamento, art. 31).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 227
Pero, además, relacionados con estos libros, existen otros dos: el Reperto-
rio y el Indice General, que son libros generales que no forman propiamente
parte del Registro. La Corte Suprema en más de una ocasión lo ha dicho así.
Por ejemplo, en una sentencia de 8 de enero de 1948 declaró “que el libro
denominado Repertorio no forma parte del Registro propiamente tal, esta-
blecido en el Título IV del Reglamento de 24 de junio de 1857”.21 Esta
consideración, como veremos en su lugar, tiene consecuencias prácticas.
21 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLV, sec. 1 a., pág. 393; G., 1948, 1.er semestre,
Nº 4, pág. 27.
228 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
401. FORMA EN QUE SE LLEVAN LOS REGISTROS PARCIALES. Los registros parciales
(el de Propiedad, el de Hipotecas y Gravámenes y el de Interdicciones y
Prohibiciones de Enajenar) se llevan en papel sellado, organizados del mis-
mo modo que los protocolos de los notarios públicos, foliándose a medida
que se vaya adelantando en ellos (Reglamento, arts. 34 y 35). Empiezan y
concluyen con el año (Reglamento, art. 36). Las inscripciones se hacen en
cho funcionario puede ser condenado a pagar una multa por las faltas y
omisiones producidas en el desempeño de su cargo. Así, es sancionado
con multa si hace, niega o retarda indebidamente alguna inscripción; si
no anota en el Repertorio los títulos en el acto de recibirlos, etc. (Regla-
mento, arts. 96 a 98).
La responsabilidad civil de los conservadores está regida por las reglas
generales del Código Civil sobre delitos y cuasidelitos (art. 2314); la respon-
sabilidad funcionaria, por el Título XVI del Código Orgánico de Tribunales
(la sanción puede ir desde la amonestación privada hasta la suspensión de
funciones por cuatro meses, según la falta); y la responsabilidad penal, por
los principios generales del Código Penal, especialmente por las disposicio-
nes del Título de este cuerpo legal que se refiere a los crímenes y simples
delitos cometidos por empleados públicos en el desempeño de sus cargos.
411. DISPOSICIONES QUE LOS INDICAN. El artículo 52 del Reglamento del Regis-
tro Conservatorio establece los títulos que deben inscribirse; pero otras dis-
posiciones legales completan o refuerzan esta enumeración. Las citaremos
en cada caso.
27 En este sentido: Claro Solar, ob. cit., tomo VIII, pág. 432; Waldo Otárola, De las reinscripcio-
nes en el Registro Conservatorio de Bienes Raíces, Memoria de Prueba, Concepción, 1947, pág. 30,
Nº 34.
28 C. Suprema, 28 de julio de 1951, R. de D. y J., tomo XLVIII, sec. 1a. , pág. 354, y 13 de
diciembre de 1954, R. de D. y J., tomo LI, sec. 1a. , pág. 605).
236 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
29 En este sentido se pronuncia C LARO SOLAR , ob. cit., tomos V (pág. 71, Nº 2.400) y VII
(pág. 386, Nº 774).
238 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
32 Código Civil, artículos 501 (inciso 4º, agregado por la ley de 16 de marzo de 1893) y 502.
Este último establece la nulidad de los actos celebrados por el interdicto en términos generales,
sin distinguir si la sentencia ha sido o no publicada (Baudry-Lacantinerie, Precis de Droit Civil,
tomo I, París, 1926, pág. 581, Nº 1.228).
33 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo XVII (Santiago, 1944), pág. 343, Nº 2.777.
240 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
34 Las leyes de algunas Cajas dicen: “El Conservador de Bienes Raíces respectivo, a requeri-
miento de la Caja, procederá a inscribir esta prohibición”. Podría pensarse que la inscripción es
facultativa; pero el redactor estima que la frase intercalada “a requerimiento de la Caja” sólo
señala al interesado en solicitar la inscripción de la prohibición, precisamente para poder opo-
nerla a terceros. De lo contrario, la disposición estaría de más, porque el Reglamento del Registro
–que es en esta materia la ley común o general–, señala a las prohibiciones legales como de
242 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
420 bis. 10) DECRETO QUE DECLARA UNA POBLACIÓN EN SITUACIÓN IRREGULAR.
El decreto que declara una población en situación irregular debe inscri-
birse, a requerimiento de cualquiera persona o de oficio por los Con-
servadores de Bienes Raíces, en el Registro de Interdicciones y Prohibi-
ciones de Enajenar del Conservador de Bienes Raíces respectivo. Con el
solo mérito de dicha inscripción se entienden embargados, para todos
los efectos legales, el inmueble en que se encuentra ubicada la pobla-
ción, los bienes destinados a su uso y beneficio y todos los demás desti-
nados a las obras de urbanización. La enajenación de estos bienes em-
bargados produce objeto ilícito, a menos que el juez o la Corporación
de Servicios Habitacionales lo autoricen (Ley Nº 16.741), de 8 de abril
de 1968, sobre saneamiento de los títulos de dominio y urbanización de
poblaciones en situación irregular, art. 4º, incs. 1º y 3º).
35
C. de Santiago, 11 abril 1888, G., año 1888, tomo I, Nº 357, pág. 295.
* “La anticresis es un contrato por el que se entrega al acreedor una cosa raíz para que se
pague con sus frutos” (C. Civil, art. 2435).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 245
36 JOSÉ C LEMENTE F ABRES, Obras Completas, tomo IX, “Instituciones de Derecho Civil Chileno”
(Santiago, 1912), págs. 280-281, nota 56; CLARO SOLAR, ob. cit., tomo VII (Santiago, 1932), pág. 391,
correspondiente al párrafo 781; R. A. RAPOSO , pág. 111, párrafo 207.
37 La Corte Suprema declaró que, vendido separadamente un mismo fundo que se encuentra
en dos territorios a dos personas e inscrito por la primera de ellas en uno de los territorios y en el
otro por la segunda, ninguna adquiere legalmente el dominio por la competente inscripción que
debe hacerse en ambos territorios (sentencia de 11 de enero de 1926, Revista de Derecho y
Jurisprudencia, tomo XXIV, sec. 1a. , pág. 205). La Corte de Apelaciones de Temuco, siguiendo el
mismo criterio, resolvió, en un caso análogo, que si una de las personas inscribe el título en todos
los territorios a que por su situación pertenece el inmueble, sólo ella adquiere posesión de la
propiedad, no así la segunda, que sólo practicó la inscripción en uno de los territorios (sentencia
de 12 de diciembre de 1930, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXX, sec. 1a. , pág. 249);
CLARO VIAL (La posesión inscrita ante la doctrina y la jurisprudencia, Memoria de Prueba, Santiago,
1938, págs. 84-87, párrafo 51) mantiene este mismo punto de vista, que es el sostenido también
por el redactor.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 247
428. CASOS EN QUE DEBE PRESENTARSE EL TÍTULO DEL PODER. Sólo si la inscrip-
ción se pide para transferir el dominio de un inmueble, o de los derechos
reales de usufructo (uso, habitación), censo e hipoteca constituidos en in-
muebles, es necesario que el apoderado o representante legal presente el
título de su mandato o de su representación; en las inscripciones de otro
género basta que exhiba la copia auténtica del título en virtud de la cual
demanda la inscripción (Reglamento, art. 61). La mayor precaución con
respecto a la inscripción de las transferencias de derechos reales la justifican
los autores por el hecho de que ella importa la cancelación de la inscripción
existente en el Registro.38 Don José Clemente Fabres critica la disposición
de la ley, pues no ve razón para exigir la presentación del título del poder
sólo en el caso de transferencia y no también en el de constitución de los
derechos reales inmuebles: “tan grave es lo uno como lo otro”.39 Pero ante
la letra legal no puede extenderse la exigencia de la presentación del poder
a los casos en que se trata de constituir un derecho real.40
Presentación de copia auténtica. Para llevar a efecto la inscripción, debe
exhibirse (en verdad, entregarse) al Conservador copia auténtica del título
respectivo o de la sentencia o decreto judicial; en este caso, con certificación
al pie del respectivo secretario, que acredite ser ejecutorios; deben exhibirse
38 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo VII, pág. 395, párrafo 785.
39 Instituciones de Derecho Civil Chileno, tomo I, pág. 399.
40 Corte de Santiago, 14 de enero de 1932, Gaceta de los Tribunales, año 1933, primera
sección, sentencia Nº 77, pág. 318.
248 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
41 Corte de Santiago, 13 enero de 1953, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo L, sec. 2 a.,
pág. 17.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 249
42 La Corte Suprema ha declarado que las gestiones para obtener una inscripción no consti-
tuyen trámites de un juicio y que la resolución que dicta el tribunal para ordenarla tampoco
importa una sentencia definitiva o interlocutoria; sólo existe la formalidad señalada en el artícu-
lo 18 del Reglamento del Registro Conservatorio. En consecuencia, no se trata de ninguno de los
casos en que puede entablarse un recurso de casación en la forma (sentencia de 2 de mayo de
1936, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXIII, sec. 1a., pág. 292).
43 C. Suprema, 29 de abril de 1987, Fallos del Mes Nº 341, sent. 6, pág. 94 (considerando 5º,
pág. 95).
44 Corte La Serena, 22 de abril de 1952, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLIX,
secc. 2a., pág. 56.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 251
48 Este caso de que se haga constar al conservador la cesación de la causa que impedía la
inscripción, sin que se pida que la anotación presuntiva se convierta en ésta, ocurre cuando esa
constancia no la produce el que tiene su título anotado presuntivamente sino otra persona. En la
especie, el comprador no pudo inscribir porque el vendedor no tenía título inscrito a su nombre.
Más tarde, el último de los nombrados hizo las inscripciones especiales de herencia y de la
escritura de adjudicación, con lo que desapareció el obstáculo para inscribir la venta que había
hecho; pero el comprador no alcanzó a solicitar que se realizara la inscripción de su título
anotado presuntivamente.
49 Sentencia de 8 de enero de 1948, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLV, sec. 1 a.,
pág. 392.
50 R.A. RAPOSO R., ob. cit, pág. 16, Nº 12.
51 H. VALENZUELA E., La anotación en el Repertorio, Memoria de Prueba, Santiago, 1941,
págs. 17-18.
52 JOSÉ CLEMENTE FABRES, Instituciones de Derecho Civil Chileno, tomo I, pág. 366.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 253
contrario significa restringir ese plazo y crear una nueva caducidad por una
causa que la ley no ha señalado en parte alguna.
En resumen, y con todo, las inscripciones de títulos incompatibles con el
anotado presuntivamente no son válidas si se practican antes de que cadu-
que dicha anotación, sea que esto ocurra, como cree el redactor, sólo una
vez que ha expirado el plazo a que alude el artículo 15 del Reglamento, o
también, como afirma la Corte Suprema, cuando sin haber transcurrido ese
lapso ha cesado la causa que impedía la inscripción.53
53 Dice la Corte Suprema: “... de manera que caduca (la anotación presuntiva), sea por
haberse hecho constar la cesación de la causa que impedía la inscripción en el Registro del título
anotado en el Repertorio, sea por la expiración del plazo de dos meses a que se refiere el
artículo 15 del Reglamento; pudiendo, en consecuencia, hacerse inscripciones valederas en el
Registro en cualquiera de los dos casos” (Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLV, sec. 1a.,
pág. 392; considerando 11, pág. 399). A contrario sensu, en los otros casos las inscripciones “no son
valederas”.
54 Sentencia de 10 de diciembre de 1938, causa “Recurso de queja de Ramón Luis Arrau”.
55 Sentencia de 3 de diciembre de 1932, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXVII,
sec. 1a. , pág. 25.
56 Sentencia de 13 de enero de 1951, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLVIII,
sec. 2a. , pág. 9.
254 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
443. CASOS EN QUE LOS OTORGANTES DEL TÍTULO NO TIENEN INSCRITA A SU NOMBRE
LA PROPIEDAD VENDIDA. Si el dueño de un fundo lo vendiere sucesivamente a
dos personas distintas, y después de inscrito por uno de los compradores
apareciese el otro solicitando igual inscripción; o si un fundo apareciere
vendido por persona que según el Registro no es dueño o actual poseedor,
el conservador rehusará también la inscripción hasta que se le haga constar
que judicialmente se ha puesto la pretensión en noticia de los interesados a
quienes pueda perjudicar la inscripción (Reglamento, art. 14).
En los dos casos el fundamento de la negativa es idéntico. El comprador
que primero inscribe, adquiere el dominio (Código Civil, art. 1817); por
tanto, el segundo comprador que pretende inscribir, aparece derivando su
derecho de una persona que no es ya dueño, el vendedor, que perdió su
dominio en el instante mismo en que se realizó la tradición, la inscripción
del primer comprador. Es igual que si constara en el Registro que el vende-
dor no es dueño o actual poseedor.
444. CASO EN QUE UNO DE LOS COMPRADORES SÓLO TIENE ANOTADO PRESUNTIVAMEN-
TE SU TÍTULO, APARECIENDO DESPUÉS EL OTRO SOLICITANDO LA INSCRIPCIÓN DEL SUYO.
Si uno de los compradores sólo tiene anotado presuntivamente su título, y el
otro se presenta después solicitando la inscripción del suyo, ¿cómo se aplica
el artículo 14 del Reglamento? Los que sostienen que la anotación presunti-
va impide la inscripción de otro título incompatible, deben concluir, lógica-
mente, que al conservador corresponde rehusar la inscripción del segundo
requirente, sin perjuicio de anotar en el Repertorio el título de éste. Si la
anotación del primer requirente caduca, no hay obstáculo para realizar la
inscripción del segundo; pero si aquélla se convierte en inscripción, el con-
servador deberá negarse a la del segundo requirente hasta que se la haga
constar que judicialmente se ha puesto la pretensión en noticia del interesa-
do a quien pueda perjudicar la inscripción, esto es, el comprador que obtu-
vo la inscripción y que primero anotó su título en el Repertorio. Los que
afirman que la anotación en el Repertorio, durante su vigencia, no obsta a la
inscripción de otros títulos, deben concluir que si inscribe antes el segundo
requirente, no puede procederse a inscribir sin más trámite el título del
primero, una vez subsanados los defectos que se oponían a su inscripción;
habría que aplicar el artículo 14 del Reglamento en el sentido de que el
primer requirente estaría obligado a hacer constar al conservador que judi-
cialmente se ha puesto su pretensión en noticia del que fue segundo requi-
rente y obtuvo la inscripción de su título. La Corte Suprema, en armonía
con su tesis de que la anotación presuntiva no obsta a la inscripción de otros
títulos, se ha pronunciado por esta última solución.61
446. INSCRIPCIÓN DE ACTOS RELATIVOS A UNA FINCA QUE NO HA SIDO ANTES INSCRITA.
Para inscribir la transferencia por donación o contrato entre vivos de una
finca que no ha sido antes inscrita, exigirá el conservador constancia de
haberse dado aviso de dicha transferencia al público por medio de tres
avisos publicados en un diario de la comuna o de la capital de la provincia o
de la capital de la región, si en aquélla no lo hubiere, y por un cartel fijado
durante quince días por lo menos en la oficina del mismo conservador con
las designaciones relativas a las personas que transfieren y a los límites y
nombre de la propiedad materia del contrato. El conservador certificará el
cumplimiento de los requisitos indicados al pie del cartel y procederá a
protocolizar éste. Se sujetarán a la misma regla la inscripción o registro de la
constitución o transferencia por acto entre vivos de los derechos de usufruc-
to, uso, habitación, censo e hipoteca que se refieren a inmuebles no inscri-
tos. La inscripción no podrá efectuarse sino una vez transcurridos treinta
días contados desde el otorgamiento del certificado del conservador más
arriba mencionado (Código Civil, art. 693; Reglamento, art. 58).
Nótese, además, que cuando particulares intenten inscribir el dominio
de inmuebles que carezcan de título inscrito, el respectivo conservador de
bienes raíces está obligado a comunicar de inmediato este hecho a la Divi-
sión de Bienes Nacionales, acompañando copia de la solicitud pertinente. El
Decreto Ley Nº 1.939, de 1977, que establece normas sobre adquisición,
administración y disposición de los bienes del Estado, publicado en el Diario
Oficial de 10 de noviembre del mismo año, dice en su artículo 10:
“No se podrá inscribir el dominio de bienes raíces en conformidad con
lo dispuesto en el artículo 58 del Reglamento del Registro Conservatorio de
Bienes Raíces, sin informe favorable de la División de Bienes Nacionales. El
Conservador de Bienes Raíces remitirá oportunamente las respectivas solici-
tudes para este trámite. Tal informe deberá emitirse dentro del plazo de 30
días, contado desde la recepción del oficio del Conservador. Si no se evacua-
re la diligencia en dicho plazo, podrá prescindirse de ella.
Cuando no se solicitare informe a la División o éste fuere desfavorable y
se procediere a practicar la inscripción, ésta adolecerá de nulidad y deberá
bien concurrió con la mayoría en la sentencia de 30 de octubre de 1944, lo hizo por consideracio-
nes especiales, entre las cuales está la de que, en la especie, el primer requirente no hizo constar
en ningún momento que se había subsanado la causa que impedía la inscripción del título, no
pudiendo, por tanto, operarse la conversión de la anotación presuntiva en inscripción. Y esta
razón era exacta. Pero el voto especial del señor Trucco pone en evidencia que no estuvo de
acuerdo con la doctrina misma del fallo.
258 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
ser cancelada por el Conservador respectivo, sin más trámite, bastando para
ello el solo requerimiento de la División.
Sin perjuicio de lo dispuesto en el inciso anterior, los conservadores de
bienes raíces que contravengan esta disposición serán sancionados por la
Corte de Apelaciones respectiva en la forma establecida en el artículo 539
del Código Orgánico de Tribunales.
Del informe negativo de la División de Bienes Nacionales podrá recla-
marse dentro del quinto día ante la Corte de Apelaciones respectiva, la cual
fallará en única instancia.
La División podrá exigir a los ocupantes de bienes raíces que a su juicio
pudieren ser fiscales, que exhiban los títulos que justifiquen su posesión o
tenencia. La negativa sin fundamento a ello será considerada como una
presunción de que el inmueble efectivamente es de dominio fiscal y, ade-
más, el infractor será sancionado por el Servicio con multa de hasta cinco
sueldos vitales mensuales de la Región Metropolitana de Santiago. El Regla-
mento señalará la forma y procedimiento para la aplicación de la menciona-
da sanción”.
Todos los requisitos de publicidad mencionados tienden a evitar el frau-
de o la inscripción maliciosa de un inmueble; permiten a los que puedan ser
perjudicados por el acto tomar conocimiento y formular el reclamo adecua-
do.
Las formalidades contempladas en los artículos 693 del Código Civil y 58
del Reglamento del Registro Conservatorio, que se refieren a la primera
inscripción de un inmueble, sólo se exigen para la transferencia, por dona-
ción o contrato entre vivos, del dominio de una finca o para la constitución
o transferencia por acto entre vivos de los derechos de usufructo, de censo y
de hipoteca. En consecuencia, esas publicaciones no son necesarias para las
inscripciones hechas en virtud de otros títulos, como sentencias que decla-
ran adquirido el dominio por prescripción, adquisición del dominio o de los
otros derechos reales por sucesión por causa de muerte.62
También están exceptuadas de estas formalidades las inscripciones de
títulos de fecha anterior al día en que empezó a regir el Reglamento del Regis-
tro Conservatorio de Bienes Raíces (1º de enero de 1859). Los que preten-
dieren inscribir tales títulos, pueden hacerlo con sólo presentarlos. Si les
faltaren, la inscripción se hará entonces con las formalidades de publicidad
señaladas en el artículo 58. Las firmas de las partes no son necesarias en
ninguno de los dos casos mencionados; y las designaciones omitidas en los
títulos con las diligencias que corresponda practicar, cuando no los hubiere,
se suplirán por minutas firmadas por los interesados (Reglamento, art. 101),
las cuales debe el conservador agregar al respectivo Registro (Reglamento,
arts. 39 y 85).
449. DEBE HACERSE UNA INSCRIPCIÓN PARA CADA INMUEBLE. Debe hacerse una
sola inscripción, cualquiera que sea el número de los acreedores y deudores,
si hay entre aquéllos unidad de derechos, o si son éstos solidarios o indivisi-
ble la obligación. Pero si resulta de un título que muchos deudores o fiado-
res han hipotecado los inmuebles que singularmente les corresponden, se
verifican tantas inscripciones cuantos los inmuebles sean (Reglamento, arts. 71
y 72).
al acto, hacerlo manifiesto para que pueda ser conocido de todos y mal,
entonces, se cumpliría con este propósito de la ley al entenderse inscritos,
aunque no se los indique, los inmuebles por destinación por la sola inscrip-
ción del bien raíz a que están afectos”.67
455. CÓMO SE SUPLEN LAS FALTAS EN LOS TÍTULOS DE ALGUNAS DE LAS DESIGNACIO-
NES LEGALES QUE DEBE CONTENER LA INSCRIPCIÓN. La falta absoluta en los títulos
de alguna de las designaciones legales, sólo puede llenarse por medio de
escritura pública. Pero pueden salvarse por medio de minutas suscritas por
las partes las designaciones defectuosas e insuficientes de los títulos; la desig-
nación de los herederos en el caso de la posesión efectiva de la herencia;
las designaciones que deban completar la inscripción de una sentencia o
decreto judicial y las de las personas o representantes legales de las partes
(Reglamento, art. 82).
456. REGLAS A QUE ESTÁN SUJETOS LOS NOTARIOS APLICABLES A LOS CONSERVADORES;
ENMENDATURAS, ENTRELÍNEAS, ETC. En orden al modo de identificar las perso-
nas, salvar las enmendaduras o entrelíneas, y demás concerniente a la forma
y solemnidades de las inscripciones, los conservadores están sujetos a las
mismas reglas que los notarios respecto del otorgamiento de instrumentos
públicos (Reglamento, art. 84). Y así, el conservador deberá exigir la cédula
de identidad personal a las personas que intervienen en las inscripciones;
deberá salvar las enmendaturas o entrelíneas al final de las inscripciones y
antes de las firmas que correspondan, etc.
71 RAPOSO , ob. cit,. pág. 175; C LARO V IAL, ob. cit., pág. 44.
72 WALDO OTÁROLA A., ob. cit., págs. 60 y 98.
73 OTÁROLA, ob. cit., pág. 66.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 265
74 La formación de fundos por la unificación de los diversos títulos en una sola inscripción es
defendida por el señor RAPOSO , ob. cit., págs. 151-154; y combatida por el señor OTÁROLA, ob. cit.,
págs. 65-74.
75 OTÁROLA, ob. cit., pág. 74, Nº 115.
76 Corte Suprema, 2 de septiembre de 1930, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVIII,
sec. 1a. , pág. 205.
266 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
469. IDEA GENERAL. Hay ciertos bienes muebles que por su entidad y más o
menos fácil individualización se someten por la ley, para algún efecto jurídi-
co (publicidad de la tradición, fiscalización, administración u otro por el
estilo), al régimen de la anotación o inscripción en un registro público. Por
este motivo su disciplina jurídica se acerca en mayor o menor medida a la de
los inmuebles. Háblase, pues, de los bienes muebles registrados, que en uno o
más puntos se someten a un régimen parecido al de los bienes raíces o
inmuebles. Particular relieve tienen en esta categoría de cosas las naves
marítimas, las aeronaves y los automóviles.
Algunos muebles registrados, como las naves marítimas y las aeronaves,
precisamente por la posibilidad de inscribirse en registros públicos, pueden
ser objeto de hipoteca, garantía que no exige que el dueño del bien dado
para la seguridad de un crédito, se desprenda de la posesión de él ni de su
tenencia, al revés de lo que ocurre con las prendas ordinarias. Pero hoy se
admiten las llamadas prendas sin desplazamiento, en las que las cosas mue-
bles dadas en garantía no se entregan al acreedor, sino que permanecen en
poder de su dueño, como sucede con la llamada prenda industrial y la
prenda agraria. En estos casos las prendas se inscriben en registros especia-
les. Aun hay una ley general de prenda sin desplazamiento, Ley Nº 18.112,
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 269
g) Prueba del dominio de los vehículos adquiridos por sucesión por causa de
muerte. El dominio de los vehículos adquiridos por sucesión por causa de
muerte se inscribe con el mérito de los instrumentos que acreditan dicha
adquisición (Reglamento citado, art. 6º).
h) Instrumentos con el mérito de los cuales se hacen las anotaciones de graváme-
nes, prohibiciones, embargos y medidas precautorias que afecten a los vehículos inscri-
tos en el Registro. Esos instrumentos son los públicos o los privados autoriza-
dos ante notario que les sirvan de fundamento (Reglamento, art. 9º).
i) Inadmisibilidad de la prueba testimonial relacionada con el acto traslaticio de
dominio de vehículos motorizados. En el procedimiento de policía local no es
admisible la prueba de testigos para acreditar la existencia o fecha de un acto
que sea traslaticio del dominio de un vehículo motorizado (Ley Nº 18.287,
sobre procedimiento ante los juzgados de policía local, publicada en el
Diario Oficial de 7 de febrero de 1984, art. 12, inc. 2º).
j) La inscripción registral y la prueba del dominio del vehículo motorizado. He-
mos visto que para inscribir un vehículo motorizado en el Registro se exige
la prueba de dominio; sin embargo, dicha inscripción no prueba el domi-
nio. A primera vista parece ilógico; sin embargo, no lo es. Porque el funcio-
nario que practica la inscripción se atiene a los documentos que se le pre-
sentan, los cuales de acuerdo con un principio general, deben presumirse
auténticos y veraces mientras no se demuestre lo contrario. De ahí también
que la inscripción importe sólo una presunción de dominio del vehículo en
favor de la persona a cuyo nombre se realiza; dice la Ley de Tránsito: “Se
presumirá propietario de un vehículo motorizado la persona cuyo nombre
figure inscrito en el Registro, salvo prueba en contrario” (art. 38).
En consecuencia, nada se opone a que se pruebe que el dueño de un
vehículo motorizado es otra persona que aquella a cuyo nombre figura ins-
crito en el Registro.
471 bis. HIPOTECA. Aunque las naves son bienes muebles (C. de Comercio,
art. 828), pueden, al igual que los artefactos navales, ser gravados con hipo-
teca, siempre que unos y otros sean mayores y se encuentren debidamente
85 En el nuevo Libro III del Código de Comercio, art. 832, se habla separadamente de la
enajenación de las naves por acto entre vivos y de la constitución de derechos reales sobre ellas.
Sin duda, con la mencionada enajenación se ha querido aludir al traspaso del dominio, a su
transferencia, a su tradición. Pero la doctrina jurídica entiende por enajenación o alienación el
traspaso del derecho íntegro de una persona a otra persona o la constitución de un nuevo
derecho sobre la base de uno preexistente. La fórmula del Código de Comercio al hablar de la
enajenación de la nave, es decir, del derecho de dominio sobre ella, deja afuera –aunque no haya
sido su intención– los derechos reales limitados ya constituidos, como un usufructo que, induda-
blemente, puede transferirse. Por otro lado, no es rigurosamente exacto que la constitución de
otros derechos reales que no sean el dominio se efectúa en Chile, respecto de las naves mayores,
por la sola escritura pública, pues, por ejemplo, la hipoteca naval no tiene valor alguno si no se
inscribe en el respectivo Registro (C. de Comercio, art. 871, inc. 1º).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 273
reales inmuebles; pero tiene además otras finalidades, como la de dar publi-
cidad a la propiedad raíz, poniendo la fortuna territorial en un cuadro a la
vista de todos. Y precisamente por esta razón, la ley exige ciertas inscripcio-
nes que nada tienen que ver con la tradición. Tal ocurre tratándose de la
sucesión por causa de muerte y de la prescripción adquisitiva.
De acuerdo con nuestro Código Civil, la sucesión por causa de muerte es
un modo de adquirir el dominio (art. 588). Produce el traspaso de los bie-
nes del difunto al heredero, por el solo ministerio de la ley, en el momento
mismo de fallecer la persona de cuya sucesión se trata (arts. 955 y 956). Y
desde este momento también se adquiere la posesión de la herencia, aun-
que el heredero lo ignore (art. 722). Cada asignatorio se reputa haber suce-
dido inmediata y exclusivamente al difunto en todos los efectos que le hu-
bieren cabido... (art. 1344). De todas estas disposiciones armónicas se des-
prende que el heredero adquiere el dominio y la posesión legal de los
bienes hereditarios por el modo de adquirir llamado sucesión por causa de
muerte, y que esta adquisición se produce en el momento mismo de la
muerte del causante. Por tanto, el heredero no necesita de tradición, pues
adquiere las cosas por sucesión mortis causa, y es un principio que las cosas
no pueden adquirirse sino por un solo modo.
479. POSESIÓN LEGAL Y POSESIÓN EFECTIVA. “En el artículo 688 la ley contrapo-
ne la posesión legal de la herencia, que se confiere por el ministerio de la ley
al heredero, a la posesión efectiva, de ella que da al heredero el decreto
judicial; y en el artículo 696 expresa que los títulos cuya inscripción se pres-
cribe no dan o transfieren la posesión efectiva del respectivo derecho mien-
tras la inscripción no se efectúe...”.
“El heredero sucede al difunto en el momento en que ocurrió el falleci-
miento, por regla general; y en el mismo momento la posesión de la heren-
cia se le confiere por el ministerio de la ley sola; a esta posesión de la
herencia, el artículo 688 aplica el calificativo de legal, sin distinguir si el
heredero tiene o no los bienes materialmente en su poder.”
“La posesión efectiva de la herencia, según el artículo 688, es la que
obtiene el heredero judicialmente, acreditando su calidad de heredero tes-
tamentario con la exhibición de un testamento aparentemente válido en
que se le instituye heredero, o acreditando el estado civil que le da derecho
a la herencia a falta de heredero testamentario o de otro heredero abintesta-
do de mejor derecho; y generalmente el heredero tiene en este caso la
tenencia material de los bienes, su posesión es real. La posesión efectiva del
respectivo derecho que da o transfiere la inscripción del título, no traslaticio
o traslaticio de dominio, no es otra cosa que la posesión real, que resulta de
la tenencia con ánimo de señor o dueño. Advierte la ley que aun la materia-
lidad de la entrega del inmueble que se transfiere, aunque esté acompañada
del ánimo de transferir el dominio y de la intención de adquirirlo, no basta
para producir la tradición y dar la posesión del inmueble, mientras la ins-
cripción no se efectúe.”87
La Corte Suprema ha declarado que “el heredero putativo no puede
invocar como un modo de adquirir la posesión de una herencia el precepto
contenido en el artículo 688 del Código Civil, porque tal precepto consagra
un modo de adquirirla en favor del heredero real o efectivo y no del aparente
o putativo, disponiendo que en el momento de deferirse la herencia la
posesión de ella se confiere por el ministerio de la ley al heredero”.88
87 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo VII, págs. 370, 371 y 374, párrafo 756.
88 Sentencia de 9 de septiembre de 1953, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo L,
sec. 1a. , pág. 362.
89 Sentencia de 12 de mayo de 1905, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo II, sec. 1 a.,
pág. 393. En el mismo sentido, la Corte de Concepción en sentencia de 21 de septiembre de
1907, Gaceta de los Tribunales, año 1907. tomo II, Nº 824, pág. 286.
278 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
ción de un bien raíz sin que previamente se hubieran practicado las inscrip-
ciones señaladas en el artículo 688 del Código Civil, según el cual los here-
deros sólo pueden disponer de consuno de los inmuebles hereditarios des-
pués de hechas las inscripciones de posesión efectiva y de herencia.
Este error jurídico no se mantuvo. La jurisprudencia posteriormente
reconoció que la adjudicación a un heredero no importa disposición, o sea,
enajenación, sino simplemente una mera singularización o individualización
del dominio que pertenecía al adjudicatario en la comunidad. Por tanto, la
falta de la posesión efectiva de la herencia y de la inscripción especial de la
misma a nombre de todos los herederos, no anula la adjudicación.90
En fin, los que sostienen este punto de vista concluyen que el artícu-
lo 688 no tendría una sanción específica; la sanción habría que buscarla en
los principios generales. De éstos fluyen dos soluciones. La primera consis-
tiría en que el dominio no se transfiere por el heredero, no sale de su
patrimonio porque precisamente el artículo 688 impide disponer mientras
no se cumplan las inscripciones que manda; pero el adquirente podría
iniciar una posesión regular que lo habilitaría, después de cumplir un año
de posesión y una vez que el heredero realizara las inscripciones indicadas,
para entablar una querella de amparo dirigida a hacer cancelar la inscrip-
ción del heredero que perturba su posesión. “Cancelada esta inscripción se
pondría una nota de simple referencia a la tradición efectuada anterior-
mente por el heredero al tercero, con lo que el orden en el Registro se
volvería a recuperar.” La segunda solución que se desprendería de los prin-
cipios generales sería que la enajenación del heredero a favor del adquiren-
te estaría viciada de nulidad relativa: se habrían omitido en la enajenación
ciertos requisitos (las inscripciones del artículo 688) prescritos por la ley en
consideración a la calidad de heredero de la persona que enajena. Esta
nulidad se sanearía con la confirmación o ratificación del heredero de la
tradición efectuada, mediante el cumplimiento de las inscripciones del
artículo 688. Para el orden del Registro bastaría una simple anotación mar-
ginal de referencia a la ratificación o confirmación en la inscripción confir-
mada. Como se ve, ambas soluciones admiten saneamiento y no exigen la
reinscripción del título adquirido.98 Pero la tesis de la nulidad relativa como
sanción del artículo 688 ha sido impugnada, ya que dicha especie de nuli-
dad se sanea por el transcurso del tiempo (cuatro años) y la falta de las
inscripciones hereditarias jamás se sanea, según se desprende explícitamen-
te del artículo 688, conforme al cual el heredero no puede disponer en
manera alguna de los inmuebles hereditarios mientras no precedan las ins-
cripciones hereditarias.
100 Corte de Valparaíso, 11 de agosto de 1943, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLVI,
sec. 1a. , pág. 94.
101 Véase la nota crítica de Stitchkin a la sentencia citada anteriormente.
102 Corte Suprema, 3 de noviembre de 1906, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IV,
sec. 1a. , pág. 147; Corte de Temuco, 12 de diciembre de 1930, Revista de Derecho y Jurispruden-
cia, tomo XXX, sec. 1a., pág. 249; Corte de Valdivia, 4 de mayo de 1932, Revista de Derecho y
Jurisprudencia, tomo XXX, sec. 1a. , pág. 436.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 283
104 L. CLARO LAGARRIGUE, De los legados en general, Memoria de Prueba, Santiago, 1939, págs. 206
a 211.
105 La Corte Suprema ha declarado que los legados no son inmediatamente exigibles, aunque
sean de especie o cuerpo cierto, pues el artículo 1374 establece las diversas circunstancias, facto-
res y hechos que obstan al pago inmediato. Sentencia de 13 de diciembre de 1944, Revista de
Derecho y Jurisprudencia, tomo XLII, sec. 1a., pág. 474.
106 Estiman que no pueden los legatarios de bienes raíces inscribir a su favor el bien legado
con la sola presentación de la copia del testamento judicialmente reconocido, entre otros, RAPO -
SO, ob. cit., págs. 72 a 74, y CLARO VIAL, ob. cit., págs. 67 a 69, Nº 36.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 285
109 Corte Suprema, 3 de marzo de 1936, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXIII,
sec. 1a. , pág. 219 (considerando 5º, pág. 221).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 287
113 Véanse los artículos del señor Urrutia en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomos VI,
págs. 222 y siguientes, y VI, págs. 1 y siguientes, ambos en la sec. Derecho.
114 Corte Suprema, 14 de marzo de 1953, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo L,
sec. 1a. , pág. 90.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 289
La herencia es, pues, una cosa cuyo carácter depende de los bienes o espe-
cies que la componen.115
a) Si sólo se compone de bienes muebles, la herencia será cosa mueble y
su tradición deberá efectuarse por uno de los medios que el artículo 684
indica para la tradición de las cosas corporales muebles;
b) Si la herencia se compone únicamente de bienes inmuebles, será
cosa inmueble, y la tradición deberá efectuarse conforme al artículo 686 por
la inscripción del título en el Registro del Conservador, y
c) Si la herencia comprende muebles e inmuebles, tiene carácter mixto,
y su tradición también deberá efectuarse conforme al artículo 686.
La calificación de la herencia, como de todo derecho, depende, pues,
según sea mueble o inmueble la cosa en que recae (art. 580).
115 Véase J. Ramón Gutiérrez, “Cesión de derechos hereditarios”, Revista de Derecho y Juris-
prudencia, tomo VII, sec. Derecho, págs. 8 a 38.
116 Corte Suprema, sentencias: de 23 de septiembre de 1905, Revista de Derecho y Jurispru-
dencia, tomo III, sec. 1a. , pág. 130; de 26 de agosto de 1907, Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo V, sec. 1a. , pág. 6; de 9 de enero de 1914, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII,
sec. 1a. , pág. 248; de 13 de septiembre de 1920, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XIX,
sec. 1a. , pág. 296 (considerando 4º, pág. 201); Corte de Apelaciones de Santiago, sentencias de 6
de mayo de 1930, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVII, sec. 2a. , pág. 25; de 5 de
mayo de 1935, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXXIII, sec. 1a. , pág. 219; Corte de
Talca, 24 de julio de 1906, Gaceta de los Tribunales, año 1906, tomo I, sentencia 564, pág. 891;
Corte de Valparaíso, 2 de abril de 1917, Gaceta de los Tribunales, año 1917, tomo I, sentencia
130, pág. 334; Corte de Concepción, 14 de junio de 1927, Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo XXVI, sec. 2a., pág. 20; Corte de Chillán, 4 de octubre de 1938, Gaceta de los Tribunales,
año 1938, 2º semestre, sentencia 84, pág. 378; C. Suprema, 14 de marzo de 1953, Revista de
Derecho y Jurisprudencia, tomo L, sec. 1a., pág. 90.
117 Corte de Santiago, 17 de noviembre de 1874, Gaceta de los Tribunales, año 1874, senten-
cia 2.796, pág. 1341; Corte de Santiago, 14 de mayo de 1879, Gaceta de los Tribunales, año 1879,
sentencia 519, pág. 347; Corte de Tacna, 29 de diciembre de 1888, Gaceta de los Tribunales, año
1888, tomo II, Nº 3.332, pág. 1271; Corte de Valdivia, 10 de enero de 1913, Gaceta de los Tribu-
nales, año 1913, tomo I, Nº 114, pág. 309.
290 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
493. LA CESIÓN DEL DERECHO DE HERENCIA Y LAS INSCRIPCIONES DEL ARTÍCULO 688.
Para ceder el derecho de herencia no es necesario que el heredero haya
obtenido previamente la posesión efectiva de ésta. Ninguna disposición del
Código exige tal supuesto.121 Tampoco es menester que, antes de ceder los
derechos hereditarios, el heredero practique las inscripciones señaladas por
el artículo 688 del Código Civil, porque ellas se exigen para que el heredero
pueda disponer de algún inmueble, y la herencia no tiene este carácter
aunque contenga bienes raíces.122
Otras cuestiones relacionadas con la cesión de los derechos hereditarios
se analizan al estudiarla conjuntamente con los contratos que pueden servir-
le de título: la compraventa, la permuta, la donación.
119 Sentencia de 18 de diciembre de 1926, Gaceta de los Tribunales, año 1926, 2º semestre,
sentencia Nº 129, pág. 574.
120 Sentencia de 13 de mayo de 1961, R. de D. y J., tomo LVIII, sec. 1a., pág. 108.
Hay leyes especiales que para casos determinados suprimen uno o ambos requisitos del
artículo 1754; pero el estudio completo de esta materia corresponde al Derecho de Familia. Véase
en la edición oficial del Código Civil las notas de los artículos 1749 y 1754.
121 C. Suprema, 16 de agosto de 1920, R. de D. y J., tomo XIX, sec. 1a. , pág. 241.
122 C. de Santiago, 6 de mayo de 1930, R. de D. y J., tomo XXVII, sec. 2a., pág. 25.
292 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Bibliografía especial.
RAÚL V ERDUGO L., Cesión del derecho real de herencia, Memoria de Prueba, Concepción, 1952.
123 Corte de Talca, 13 de mayo de 1890, Gaceta de los Tribunales, año 1890, tomo I,
Nº 1.508, pág. 764; Corte de Santiago, 17 de agosto de 1892, Gaceta de los Tribunales, año 1892,
tomo II, Nº 1.531, pág. 5 (considerando 17, pág. 7); Corte Suprema, 28 de mayo de 1909, Revista
de Derecho y Jurisprudencia, tomo VI, sec. 1a., pág. 410; Corte de Talca, 24 de marzo de 1922,
Gaceta de los Tribunales, año 1922, 1er. semestre, Nº 167, pág. 653 (considerando 2º, pág. 655);
Corte Suprema, 19 de marzo de 1945, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLIII, sec. 1a.,
pág. 113.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 293
PROPIEDADES ESPECIALES
295
296 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1. LA PROPIEDAD AUSTRAL
501. OBJETIVOS PERSEGUIDOS POR LOS DIVERSOS CUERPOS LEGALES SOBRE LA PROPIE-
DAD AUSTRAL. Las graves anomalías enunciadas provocaron la dictación de
una multitud sucesiva de leyes, reglamentos y decretos cuyos objetivos, en
conjunto, eran: 1) defender a los indígenas de los que, aprovechándose de
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 297
su ignorancia, adquirían a vil precio las tierras que ellos cultivaban; 2) arrai-
gar definitivamente, y en forma legal, por razones de interés agrícola y
social, a los indígenas en las tierras en que estaban asentados; 3) defender
los intereses del Fisco chileno de los individuos que ilegalmente ocupaban
tierras de su dominio, y 4) organizar y regularizar la constitución de la
propiedad territorial en la región del austro que luego se precisará.
aguas compuesto por los cerros Trolhuaca y Calomahuida, entre las nacien-
tes de los ríos Malleco y Vilicura, todo el curso de este último río hasta sus
nacientes en el cordón divisorio de aguas precitado; el río Bío-Bío, entre la
desembocadura de los ríos Vilicura y Chaquilvín, y todo el curso de este río,
desde su desembocadura en el río Bío-Bío hasta sus nacientes en la línea
fronteriza con la República Argentina, y hacia el Poniente, por el curso del
río Vergara o Rehue, entre la desembocadura de los ríos Malleco y Picoi-
quén, todo el curso del río Picoiquén, desde su desembocadura en el Rehue
o Vergara hasta su naciente en la cordillera de Nahuelbuta. Desde estas
nacientes del río Picoiquén una línea recta hasta el nacimiento del río
Paicaví en la laguna Lanalhue y todo el curso del río Paicaví hasta el mar”.
1 Véanse, por ejemplo, las obras, hasta hoy bastante útiles, de ANTONIO ZULOAGA VILLALÓN,
Derecho Industrial y Agrícola, Santiago, 1943, págs. 21 a 70, y JORGE RODRÍGUEZ MERINO, Derecho Indus-
trial y Agrícola, Santiago, s/f, págs. 113 a 182.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 299
4) La ley cuida de dejar en claro que los títulos que exhiban o puedan
exhibir los particulares en la zona austral no los acreditan como dueños y es
por esto que, al referirse a ellos, la ley habla de las personas que “se crean
con derecho al dominio de los terrenos”.
5) Para dar las mayores facilidades posibles respecto de la revisión de
títulos, se dispone que los derechos que confiere la ley podrán ser ejercita-
dos no sólo por quienes tengan títulos exclusivos de dominio, sino también
por un comunero que tenga una cuota determinada o acciones y derechos,
sobre un inmueble con deslindes determinados y se da el derecho de pedir
el reconocimiento de la validez de los títulos a los acreedores hipotecarios
con respecto a los terrenos que les hayan sido hipotecados.
6) La ley también manifiesta enérgicamente el propósito del legislador
de que se estudien y definan todas las situaciones, sancionando a los que no
cumplan con la obligación de hacer anotar sus títulos, para su registro y
reconocimiento de su validez. Dispone, al efecto, que estas personas no
podrán transferir sus propiedades por acto entre vivos, no podrán imponer-
les gravamen alguno; las sanciona, además, con fuertes multas y deja a salvo
el derecho del Fisco para reivindicar el dominio.
De esta manera, nadie que se interese por conservar su dominio puede
dejar de someterse al estudio y revisión de sus títulos.
7) Trazándose un plan destinado a regularizar el dominio, la ley ha
reglamentado situaciones muy diferentes.
La obligación de someter los títulos a una revisión por el Gobierno y de
anotar en un registro especial del Ministerio de Bienes Nacionales acarrea,
como resultado práctico, el saber si las personas que se crean con derecho a
dominio poseen o no títulos válidos.
Era necesario, entonces, contemplar también la situación de las personas
que no se consideran con derecho a solicitar el reconocimiento de la validez
de sus títulos y que, en cambio, algún derecho tienen.
Proveyendo a esta situación, se dispone que esas personas podrán pedir al
Presidente de la República antes del 31 de diciembre de 1931 que les conceda
algunos de los beneficios que otorga el cuerpo legal, debiendo anotarse su
solicitud y sus títulos en otro registro especial del Ministerio citado.
Los beneficios que pueden solicitar estas personas son: obtener un título
gratuito de dominio o comprar al Estado las tierras que ocupen, en condi-
ciones sumamente ventajosas.
Los títulos gratuitos de dominio pueden otorgarse a los que ocupen y
cultiven tierras fiscales, siempre que hayan entrado en su tenencia antes del
16 de abril de 1928, fecha en que empezó a regir la Ley Nº 4.310, sobre
Constitución de la Propiedad Austral; pero limitados a cien hectáreas por
cada ocupante mayor de veinte años de uno u otro sexo y a veinte hectáreas
más por cada hijo vivo de uno u otro sexo.
La venta directa por el Estado, en condiciones especiales, puede obte-
nerse por los que ocupen materialmente desde diez años los terrenos, siem-
pre que hayan efectuado trabajos, en forma que determina el Reglamento,
limitándose la adquisición a dos mil hectáreas.
300 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
506. T ÉRMINO DE LA APLICACIÓN DE LAS LEYES SOBRE PROPIEDAD AUSTRAL. Este fin
o término lo marca el artículo 4º transitorio del Decreto Ley Nº 1.939,
publicado en el Diario Oficial de 10 de noviembre de 1977, que perento-
2. LA PROPIEDAD INDIGENA
508. TIERRAS INDÍGENAS. La legislación vigente al año 1993 define como tie-
rras indígenas las concedidas: a) a título de merced de conformidad a las
4 ALFREDO BARROS ERRÁZURIZ, Curso de Derecho Civil, Primer Año, Santiago, 1930, párrafo 241,
págs. 295-297.
304 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
511. ACCESO A LOS PROGRAMAS HABITACIONALES DEL SECTOR RURAL. Las personas
con calidad de indígena o de ocupante de una reserva conforme a las disposi-
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 305
favor del cónyuge sobreviviente o de uno o más de los herederos (inc. final
del citado art. 26 bis).
520. EL DOMINIO DEL ESTADO SOBRE TODAS LAS MINAS; CONCESIÓN DE EXPLORACIÓN
Y EXPLOTACIÓN EN FAVOR DE LOS PARTICULARES. El Estado es dueño de todas las
minas de su territorio. Y el dominio que tiene es absoluto, exclusivo, ina-
lienable e imprescriptible. En las minas quedan comprendidas las covaderas,
las arenas metalíferas, los salares, los depósitos de carbón e hidrocarburos y
las demás sustancias fósiles, con excepción de las arcillas superficiales. A este
amplio dominio del Estado no obsta la propiedad que las personas naturales
o jurídicas tienen sobre los terrenos en cuyas entrañas estuvieren situadas las
minas (C. de Minería, art. 1º).
Pero la ley reconoce a los particulares el derecho de solicitar y obtener
concesión minera de exploración y explotación sobre la inmensa mayoría de
las sustancias mineras. Por excepción, no son susceptibles de concesión mi-
nera los hidrocarburos líquidos o gaseosos, el litio y otros yacimientos que la
ley señala expresamente (C. de Minería, arts. 5º y 7º).
“La exploración, la explotación de los yacimientos que contienen sustan-
cias no susceptibles de concesión pueden ejecutarse directamente por el
Estado o por sus empresas, o por medio de concesiones administrativas o de
309
310 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
influencia que ellas ejercen en la agricultura e industria del país, y sea que
se consideren para el riego o como elemento generador de la fuerza motriz.
La necesidad de una buena legislación de aguas se hace más necesaria en
países que, como Chile, presentan condiciones topográficas y naturales dificul-
tosas, y para el aprovechamiento de nuestra agricultura el agua es un elemento
escaso. Por todo esto la ley debe, a través de sus normas, procurar que las aguas
se distribuyan racionalmente, en la medida adecuada a las necesidades de quie-
nes deben usarlas, sin que se desperdicien. Sólo así el aprovechamiento de las
aguas servirá eficientemente, en último término, a la comunidad toda.
Entre nosotros el régimen de aguas hállase principalmente en el Código
de Aguas, Decreto con Fuerza de Ley Nº 1.122, publicado en el Diario Ofi-
cial de 29 de octubre de 1981.
529. CLASIFICACIÓN DE LAS AGUAS TERRESTRES. Las aguas terrestres son superfi-
ciales o subterráneas. Las primeras son aquellas que se encuentran natural-
mente a la vista del hombre y pueden ser corrientes o detenidas. Son aguas
corrientes las que escurren por cauces naturales o artificiales. Llámanse
detenidas las aguas que están acumuladas en depósitos naturales o artificia-
les, tales como lagos, lagunas, pantanos, charcas, aguadas, ciénagas, estan-
ques o embalses (C. de Aguas, art. 2º, incs. 1º a 4º).
Son aguas subterráneas las que están ocultas en el seno de la tierra y no
han sido alumbradas (C. de Aguas, art. 2º, inc. último).
Las aguas que afluyen, continua o discontinuamente, superficial o subte-
rráneamente, a una misma cuenca u hoya hidrográfica, son parte integrante
de una misma corriente. La cuenca u hoya hidrográfica de un caudal de
aguas la forman todos los afluentes, subafluentes, quebradas, esteros, lagos y
lagunas que afluyen a ella, en forma continua o discontinua, superficial o
subterráneamente (C. de Aguas, art. 3º).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 313
532. USO DE LAS AGUAS PLUVIALES. El uso de las aguas pluviales que caen o se
recogen en un predio de propiedad particular corresponde al dueño de
éste, mientras corran dentro de su predio o no caigan a cauces naturales de
uso público. En consecuencia, el dueño puede almacenarlas dentro del pre-
dio por medios adecuados, siempre que no se perjudiquen derechos de
terceros (C. de Aguas, art. 10).
El dueño de un predio puede servirse, de acuerdo con las leyes y orde-
nanzas respectivas, de las aguas lluvias que corran por un camino público y
torcer su curso para utilizarlas. Ninguna prescripción puede privarle de este
uso (C. de Aguas, art. 11).
Son derechos de ejercicio permanente los que se otorgan con dicha cali-
dad en fuentes de abastecimiento no agotadas, en conformidad a las disposi-
ciones del Código de Aguas, así como los que tienen esta calidad con ante-
rioridad a su promulgación (C. de Aguas, art. 16, inc. 1º).
Los demás son de ejercicio eventual (C. de Aguas, art. 16, inc. 2º).
Los derechos de aprovechamiento de ejercicio permanente facultan para
usar el agua en la dotación que corresponda, salvo que la fuente de abasteci-
miento no contenga la cantidad suficiente para satisfacerlo en su integridad,
en cuyo caso el caudal se distribuye en partes alícuotas (C. de Aguas, art. 17).
Los derechos de ejercicio eventual sólo facultan para usar el agua en las
épocas en que el caudal matriz tenga un sobrante después de abastecidos los
derechos de ejercicio permanente (C. de Aguas, art. 18, inc. 1º).
Las aguas lacustres o embalsadas no son objeto de derechos de ejercicio
eventual (C. de Aguas, art. 18, inc. 2º).
El ejercicio de los derechos eventuales queda subordinado al ejercicio
preferente de los derechos de la misma naturaleza otorgados con anteriori-
dad (C. de Aguas, art. 18, inc. final).
Son derechos de ejercicio continuo los que permiten usar el agua en
forma ininterrumpida durante las veinticuatro horas del día (C. de Aguas,
art. 19, inc. 1º).
Los derechos de ejercicio discontinuo sólo permiten usar el agua durante
determinados períodos (C. de Aguas, art. 19, inc. 2º).
Los derechos de ejercicio alternado son aquellos en que el uso del agua se
distribuye entre dos o más personas que se turnan sucesivamente (C. de
Aguas, art. 19, inc. final).
2 Véase PATRICIO AGURTO TAPIA, “Los derechos de aprovechamiento de aguas no inscribibles”, Gaceta
Jurídica Nº 9, año 1988, págs. 3 a 13.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 315
536. ALVEO O LECHO DE LOS LAGOS, LAGUNAS, ETC.; SU PROPIEDAD. Alveo o lecho
de los lagos, lagunas, pantanos y demás aguas detenidas, es el suelo que ellas
ocupan en su mayor altura ordinaria. Este suelo es de dominio privado,
salvo cuando se trata de lagos navegables por buques de más de cien tonela-
das (C. de Aguas, art. 35, inc. 1º).
Dicho suelo de dominio privado pertenece a los propietarios riberanos,
conforme a las disposiciones sobre accesión prescritas en el Código Civil
(C. de Aguas, art. 35, inc. 2º, en relación con el art. 34).
547. DERRAMES. Constituyen derrames las aguas que quedan abandonadas des-
pués de su uso, a la salida del predio. Se presume el abandono de estas aguas
desde que el dueño del derecho de aprovechamiento hace dejación de ellas, en
los linderos de la propiedad, sin volver a aprovecharlas (C. de Aguas, art. 43).
Los derrames que escurren en forma natural a predios vecinos pueden
ser usados dentro de éstos, sin necesidad de obtener un derecho de aprove-
chamiento (C. de Aguas, art. 44).
La producción de derrames está sujeta a las contingencias del caudal
matriz y a la distribución o empleo que de las aguas se haga en el predio que
los origina, por lo cual no es obligatoria ni permanente (C. de Aguas, art. 45).
La existencia de un título respecto al uso de derrames, no importa limita-
ción de una mejor forma de utilización de las aguas por el titular del derecho
de aprovechamiento, salvo convención en contrario (C. de Aguas, art. 46).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 317
555. SERVIDUMBRE DEL PREDIO INFERIOR A RECIBIR LAS AGUAS QUE DESCIENDEN NATU-
RALMENTE DEL PREDIO SUPERIOR.
El predio inferior está sujeto a recibir las aguas
que descienden del predio superior naturalmente, es decir, sin que la mano
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 319
558. SERVIDUMBRE DE CAMINO DE SIRGA. Los dueños de las riberas son obliga-
dos a dejar el espacio necesario para la navegación o flote a la sirga (C. de
Aguas, art. 103). Se habla de camino a la sirga cuando la embarcación que
navega lo hace tirada de una cuerda o sirga desde la orilla.
La servidumbre de camino de sirga es exclusiva para las necesidades de la
navegación o flotación. No puede emplearse en otros usos (C. de Aguas, art. 106).
cual su propietario los tuviere destinados. Los no inscritos sólo pueden hipote-
carse conjuntamente con dicho inmueble (C. de Aguas, art. 110).
La hipoteca de los derechos de aprovechamiento inscritos debe otorgarse
por escritura pública e inscribirse en el Registro de Hipotecas y Gravámenes
de Aguas del Conservador de Bienes Raíces respectivo (C. de Aguas, art. 111).
562. DIVERSAS ORGANIZACIONES QUE PUEDEN FORMAR LOS USUARIOS. Si dos o más
personas tienen derechos de aprovechamiento en las aguas de un mismo
canal o embalse, o usan en común la misma obra de captación de aguas
subterráneas, pueden reglamentar la comunidad que existe como conse-
cuencia de alguno de esos hechos, constituirse en asociación de canalistas o
en cualquier tipo de sociedad, con el objeto de tomar las aguas del canal
matriz, repartirlas entre los titulares de derechos, construir, explotar, con-
servar y mejorar las obras de captación, acueductos y otras que sean necesa-
rias para su aprovechamiento. Tratándose de cauces naturales, pueden orga-
nizarse como junta de vigilancia (C. de Aguas, art. 186).
1. CUESTIONES GENERALES
325
326 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
1 P IETRO TRIMARCHI, Istituzioni di Diritto Privato, Milano, 1983, Nº 477, pág. 665.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 327
579. SOBRE QUÉ RECAEN PRECISAMENTE EL DERECHO DEL AUTOR Y EL DEL INVEN-
TOR. En toda obra literaria, artística o científica hay que distinguir la idea y
su expresión. Pues bien, el derecho de autor no protege la idea, sino la
expresión de la misma. La distinción –apunta un tratadista– “es particular-
mente clara en las obras científicas y críticas: el teorema matemático, la ley
científica, el principio filosófico, la observación crítica pueden de inme-
diato ser utilizados, retomados, repuestos, desarrollados por otros. Si así
no fuera se haría imposible el desarrollo mismo del pensamiento. El dere-
cho de exclusividad recae, en cambio, sobre la organización de la materia
y la forma de exponerla. De una manera análoga es protegida la expresión
narrativa de una novela, pero el argumento puede retomarse por otros”. 3
Lo dicho evidencia por qué la teoría de la relatividad enunciada por
Einstein en 1905 fue más tarde expuesta por otros, algunos de los cuales
incluso contribuyeron a su desarrollo; y también explica por qué después
del primero que escribió una novela sobre raptos de terrícolas por extra-
terrestres aparecieran decenas y decenas de obras de otros autores sobre
el mismo tema; y, finalmente, para terminar con los ejemplos concretos,
también se explica la razón por la cual entre nosotros se han escrito
obsesivamente más de ciento veinte memorias de licenciado sobre el
delito de violación, sin que los profesores informantes pudieran tachar a
ninguna de plagio...
En cuanto a las patentes de invención, ellas se conceden para productos
industriales y para procesos de elaboración relacionados con específicos
productos industriales; no se conceden para amparar principios científicos,
4 Idem.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 329
nerse a que otros utilicen la misma obra originaria para producir versiones
diferentes (art. 9º).
las pantomímicas, cuyo desarrollo sea fijado por escrito o en otra forma;
4) las composiciones musicales, con o sin texto; 5) las adaptaciones radiales
o televisuales de cualquiera producción literaria, las obras originalmente pro-
ducidas por la radio o por la televisión, así como los libretos y guiones corres-
pondientes; 6) los periódicos, revistas u otras publicaciones de la misma natu-
raleza; 7) las fotografías, los grabados y las litografías; 8) las obras cinemato-
gráficas; 9) los proyectos, bocetos y maquetas arquitectónicas y los sistemas de
elaboración de mapas; 10) las esferas geográficas o armilares, así como los
trabajos plásticos relativos a la geografía, topografía o a cualquier otra ciencia,
y en general, los materiales audiovisuales; 11) las pinturas, dibujos, ilustracio-
nes y otros similares; 12) las esculturas y obras de las artes figurativas análo-
gas, aunque estén aplicadas a la industria, siempre que su valor artístico pueda
ser considerado con separación del carácter industrial del objeto al que se
encuentran incorporadas; 13) los bocetos escenográficos y las respectivas es-
cenografías cuando su autor sea el bocetista; 14) las adaptaciones, traduccio-
nes y otras transformaciones, cuando hayan sido autorizadas por el autor de la
obra originaria si ésta no pertenece al patrimonio cultural común; 15) los
videogramas y diaporamas, y 16) los programas computacionales (Ley
Nº 17.336, art. 3º, modificado por la Ley Nº 18.957, de 5 de marzo de 1990,
que agregó los Nos. 15 y 16 al texto primitivo).
Nótese que el título de la obra forma parte de ella y debe siempre mencio-
narse junto con el nombre del autor, cuando aquélla sea utilizada pública-
mente. No puede utilizarse el título de una obra u otro que pueda manifies-
tamente inducir a engaño o confusión, para individualizar otra del mismo
género (art. 4º).
596. QUIÉNES TIENEN EL DERECHO DE UTILIZAR LA OBRA. Sólo el titular del dere-
cho de autor o quienes estuvieren expresamente autorizados por él, tienen
el derecho de utilizar la obra en las formas que la ley señala, como publicar-
la mediante su edición, grabación, emisión radiofónica o de televisión, re-
presentación, ejecución, lectura, recitación, exhibición y, en general, cual-
quier otro medio de comunicación al público, actualmente conocido o que
se conozca en el futuro... (art. 18).
Nadie puede utilizar públicamente una obra del dominio privado sin
haber obtenido la autorización expresa del titular del derecho de autor; el
que procede en contrario está sujeto a las sanciones civiles y penales corres-
pondientes (art. 19).
8 TRABUCCI, Istituzione di Diritto Civile, Milano, 1985, párrafo 188, pág. 462.
336 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
608. ACCIÓN POPULAR. Existe acción popular para denunciar los delitos san-
cionados en la Ley de Propiedad Intelectual. El denunciante tiene derecho
a recibir la mitad de la multa respectiva (art. 84).
HENRY JESSEN, Derechos intelectuales, traducción del francés de Luis Grez Zuloaga, Santiago,
1970;
SANTIAGO LARRAGUIBEL Z., Derecho de autor y propiedad industrial, Santiago, 1979;
ALAIN LE TARNEC, Propriété littéraire et artistique, París, 1986; ETORE VALERIO-ZARA ALGARDI, Il
Diritto d’Autore, Milano, 1943.
3. PROPIEDAD INDUSTRIAL
inciso segundo del artículo 39 de esta ley, sólo podrá solicitarse patente de
invención sobre los medicamentos de toda especie, sobre las preparaciones
farmacéuticas medicinales y sus preparaciones y reacciones químicas, siem-
pre que se haya presentado en su país de origen solicitud de patente con
posterioridad a la entrada en vigencia de esta ley”.
Este artículo transitorio se explica por la alarma que produjo la posibili-
dad de que la aplicación inmediata de la ley trajera un alza desmedida de los
medicamentos patentados con anterioridad.
611. COSAS INMATERIALES A LAS QUE SE APLICA NUESTRA ACTUAL L EY SOBRE P ROPIE-
DAD INDUSTRIAL. Dicha ley contiene las normas aplicables a los privilegios
industriales y protección de los derechos de propiedad industrial. Los referi-
dos privilegios comprenden las marcas comerciales, las patentes de inven-
ción, los modelos de utilidad, los diseños industriales y otros títulos de
protección que la ley pueda establecer (art. 1º).
619. CARACTERES FUNDAMENTALES QUE DEBEN TENER LOS SIGNOS PARA PODER REGIS-
TRARSE COMO MARCAS COMERCIALES. Los signos en que consisten las marcas que
se pintan en los establecimientos, o se imprimen o aplican a los productos,
deben ser originales y nuevos.
Se entiende que son originales cuando no consisten en una denomina-
ción genérica de la actividad, del producto o del servicio que ellos están
llamados a distinguir, o en una indicación descriptiva inherente a ellos. Por
eso, una fábrica de ropa no podría constituir como objeto de su derecho
exclusivo la frase “Fábrica de ropas”, o la imagen de un terno, a menos que
en seguida se acompañe de otros elementos característicos, como, por ejem-
plo, “Fábrica de ropas La Elegancia”, o la imagen del terno llevando en el
ojal una visible insignia con la sigla de la fábrica.
Se dice que un signo es nuevo cuando antes no ha sido adoptado y usado
por otros uno igual o semejante en un ámbito territorial y de mercado
análogo, de modo que en el público pueda surgir una confusión de activi-
dad o de producto. Y así, por ejemplo, si en Chile está registrada la marca de
lápices “Faber”, no podría otro fabricante de lápices pretender que se le
registrara para sus productos “Father”. Las palabras y sus significados son
muy distintos, pero los vocablos, al oído y a la lectura rápida, se prestan a
confusión.
620. C ONDICIONES O RESERVAS CON QUE PUEDEN INSCRIBIRSE COMO MARCAS CIER-
TOS SIGNOS. Nuestra ley señala esas condiciones y reservas y, en verdad,
todas ellas tienden a que los signos sean originales y novedosos para
evitar confusiones.
Así –dice la ley–, pueden también inscribirse las frases de propaganda o
publicitarias, siempre que vayan unidas o adscritas a una marca comercial
del producto, servicio o establecimiento comercial o industrial para el cual
se va a utilizar, debiendo necesariamente la frase de propaganda contener la
marca registrada que es objeto de la publicidad (art. 19, inc. 2º).
Si se solicita una marca comercial que contenga vocablos, prefijos, sufijos
o raíces de uso común10 o que puedan tener carácter genérico, indicativo o
descriptivo, puede concederse el privilegio, dejándose expresa constancia
que se otorga sin protección a los referidos elementos aisladamente conside-
rados (art. 19, inc. 3º primera parte).
10 El gramático español Rafael Seco dice: “Ya se ha visto cómo en caballo, caballero, caballar y
caballuno se descubre un elemento común que lleva dentro de sí el sentido fundamental y coinciden-
te de todos estos vocablos. Este elemento –caball– común e invariable se llama raíz. Del mismo modo,
en hacer, deshacer, rehacer y contrahacer encontramos la raíz común hac, a la cual anteceden elementos
intercambiables: des, re, contra. Estos elementos intercambiables que se añaden a la raíz, ya antepues-
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 347
tos, como en estos ejemplos, ya pospuestos, como en los anteriores, se llaman afijos: prefijos, en el caso
de preceder a la raíz, y sufijos, en caso de seguirla” (Manual de Gramática Española, Madrid, 1980,
Nº 93, pág. 130).
Otro gramático explica que se llaman “afijos las partículas que pueden colocarse de tres mane-
ras: al principio de una voz (prefijo), en medio (infijo) o al final (sufijo); en cualquiera de los tres
casos, los afijos modifican el significado de la voz a que se añaden; por ejemplo, si a confiar le
anteponemos el prefijo des–, la habremos convertido en desconfiar, cuyo significado es totalmente
opuesto al de la voz simple; si a metro le anteponemos kilo–, habremos multiplicado su significado
por mil (kilómetro), y si le posponemos –logía, la habremos convertido en un tratado o en una
ciencia (metrología)” (José Martínez de Sousa, Dudas y errores de lenguaje, Barcelona, 1974, pág. 69).
348 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
623. LÍMITES DE LAS MARCAS. Cada marca sólo puede solicitarse e inscribirse
para productos determinados, o bien para una o más clases del Clasificador
Internacional. Igualmente, sólo pueden solicitarse e inscribirse para servi-
cios cuando ellos son específicos y determinados de las distintas clases del
Clasificador Internacional. Asimismo, se puede solicitar y registrar marcas
para distinguir establecimientos industriales o comerciales de fabricación o
comercialización asociados a una o varias clases de productos determinados;
y frases de propaganda para aplicarse en publicidad de marcas ya inscritas.
Para los efectos del pago de derechos, la solicitud o inscripción de una
marca en cada clase se tiene como solicitud o registro distinto. Los registros
de marcas que distinguen productos, servicios y establecimientos industria-
les tienen validez para todo el territorio de la República. Los registros de
marcas que protegen establecimientos comerciales sirven sólo para la región
en que estuviere ubicado el establecimiento. Si el interesado quiere hacer
extensiva a otras regiones la propiedad de la misma marca, debe indicarlo
en su solicitud de registro, debiendo pagar el derecho correspondiente a
una solicitud y a una inscripción por cada región (art. 23).
624. DURACIÓN DEL REGISTRO DE MARCAS. El registro de una marca tiene una
duración de diez años, contados desde la fecha de su inscripción en el
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 349
625. REQUISITO NECESARIO PARA QUE LOS QUE ATENTEN CONTRA LAS MARCAS REGIS-
TRADAS PUEDAN SER SANCIONADOS CON LAS PENAS QUE SEÑALA LA L EY DE PROPIEDAD
INDUSTRIAL. Toda marca inscrita y que se use en el comercio debe llevar en
forma visible las palabras “Marca Registrada” o las iniciales “M.R.” o letra “R”
dentro de un círculo. La omisión de este requisito no afecta la validez de la
marca registrada, pero quienes no cumplen con esta disposición no pueden
hacer valer las acciones penales a que se refiere la Ley de Propiedad Indus-
trial (art. 25).
626. MULTAS A LOS QUE ATENTEN CONTRA LAS MARCAS REGISTRADAS. La ley conde-
na a pagar una multa a beneficio fiscal: a) a los que maliciosamente usaren
una marca igual o semejante a otra ya inscrita en la misma clase del Clasifi-
cador vigente; b) a los que defraudaren haciendo uso de una marca regis-
trada; c) a los que por cualquier medio de publicidad usaren o imitaren
una marca registrada en la misma clase del Clasificador vigente, cometiendo
defraudación; d) a los que usaren una marca no inscrita caducada o anula-
da, con las indicaciones correspondientes a una marca registrada; e) a los
que hicieren uso de envases o embalajes que lleven una marca registrada
que no les pertenece, sin que previamente ésta haya sido borrada, salvo el
caso que el embalaje marcado se destine a envasar productos de una clase
distinta de la que protege la marca. Al que reincida dentro de los últimos
cinco años en alguno de los delitos contemplados anteriormente, se le apli-
cará una multa que puede hasta duplicar a la precedente (art. 28).
628. REQUISITOS PARA QUE UNA INVENCIÓN SEA PATENTABLE. Para que una inven-
ción sea patentable debe ser nueva, tener nivel inventivo y ser susceptible de
aplicación industrial (art. 32).
350 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
637. SANCIONES DE MULTAS Y COMISO A LOS QUE EN DIVERSAS FORMAS BURLAN LAS
PATENTES DE INVENCIÓN. La ley indica estas sanciones y especifica las diversas
formas de tales burlas constitutivas de delitos (art. 52).
638. INDICACIONES QUE DEBE LLEVAR TODO OBJETO PATENTADO. Todo objeto pa-
tentado debe llevar la indicación del número de la patente, sea en el pro-
ducto mismo o en el envase, y debe estar antepuesta en forma visible la
expresión “Patente de Invención” o las iniciales “P.I.” y el número del privi-
legio. Sólo se exceptúan de esta obligación los procedimientos en los cuales,
por su naturaleza, no es posible aplicar dicha exigencia. La omisión del
requisito señalado no afecta la validez de la patente, pero quienes no cum-
plen con él no pueden ejercer las acciones penales a que se refiere la Ley de
Propiedad Industrial (art. 53, incs. 1º a 3º).
Cuando existen solicitudes en trámite se debe indicar esa situación, en el
caso que se fabriquen, comercialicen o importen con fines comerciales los
productos a los que afecta tal solicitud (art. 53, inc. final, conforme a la
rectificación del Diario Oficial de 2 de febrero de 1991).
644. INDICACIONES QUE DEBE LLEVAR TODO MODELO DE UTILIDAD. Todo modelo
de utilidad debe llevar en forma visible la expresión “Modelo de Utilidad” o
las iniciales “M.U.” y el número del privilegio. La omisión de este requisito
no afecta la validez del modelo de utilidad, pero priva a su titular de la
facultad de hacer valer las acciones penales establecidas en la Ley de Propie-
dad Industrial (art. 59, conforme a la rectificación publicada en el Diario
Oficial de 2 de febrero de 1991).
645. SANCIONES DE MULTAS Y COMISO A LOS QUE EN DIVERSAS FORMAS BURLAN LAS
PATENTES DE MODELOS DE UTILIDAD. La ley menciona esas sanciones y especifica
las diversas formas de tales burlas constitutivas de delitos (art. 61).
650. INDICACIONES QUE DEBE LLEVAR TODO DISEÑO INDUSTRIAL. Todo diseño in-
dustrial debe llevar en forma visible la expresión “Diseño Industrial” o las
iniciales “D.I.” y el número del privilegio. La omisión de este requisito no
afecta la validez del diseño industrial, pero priva a su titular de la facultad de
hacer valer las acciones penales establecidas en esta ley (art. 66).
650 bis. SANCIONES DE MULTA Y COMISO A LOS QUE BURLAN EN DIVERSAS FORMAS LAS
PATENTES DE DISEÑOS INDUSTRIALES.La ley señala esas sanciones y especifica las
diversas formas de tales burlas constitutivas de delitos (art. 67).
LA POSESION
1. GENERALIDADES
655. NATURALEZA JURÍDICA. Entre las múltiples discusiones que suscita la po-
sesión está la que versa sobre si ella es un hecho o un derecho.
Savigny sostiene que originariamente, en su principio, y considerada en
sí misma, la posesión es un mero hecho, porque se funda en circunstancias
1 C. Civil suizo, artículo 919: “El que tiene la potestad efectiva de la cosa tiene la posesión de la
misma. En materia de servidumbres y cargas territoriales, la posesión consiste en el ejercicio efecti-
vo del derecho”.
C. Civil alemán, artículo 854: “La posesión de una cosa se adquiere con la obtención del poder
de hecho sobre esta cosa”.
2 DANIEL OVEJERO , La posesión, Buenos Aires, edición de 1942, pág. 15.
357
358 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
materiales (corpus) sin las cuales no podría concebirse; pero agrega que es a
la vez un derecho, por las consecuencias jurídicas atribuidas al hecho y
porque hay casos en los cuales los derechos del poseedor son independien-
tes del hecho mismo.
Ihering afirma rotundamente que la posesión es un derecho, porque es un
interés jurídicamente protegido.
Las disposiciones de nuestro Código Civil aparecen informadas por el pen-
samiento de que la posesión es un hecho, desde la propia definición. Siempre
que el Código Civil chileno define un derecho dice que es una “facultad” o un
“derecho”; sin embargo, en cuanto a la posesión, expresa que es la tenencia..., y
la tenencia es un hecho. Por otra parte, Pothier, el autor que más decididamen-
te siguió Bello en esta materia, afirma también que “la posesión es un hecho más
bien que un derecho en la cosa poseída..., lo que no obsta que dé al poseedor
muchos derechos con respecto a la cosa que posee”.3
Estos argumentos bastan para concluir que dentro de nuestro Código
Civil la posesión es un hecho. Algunos agregan como prueba de que la
posesión no es un derecho, su no inclusión en la enumeración legal de los
derechos reales, “únicos entre los cuales podría tener cabida”. Pero la razón
no es convincente, porque no han faltado autores que han atribuido carác-
ter de derecho personal a la posesión. Molitor, por ejemplo, dice que ésta
no es un derecho real porque no autoriza la persecución, y tampoco
–agrega– es un derecho puramente personal, pues confiere sobre la cosa un
derecho inmediato. Sin embargo, se inclina a este último criterio, porque el
derecho se manifiesta por la acción, que en este caso sería personal. Final-
mente, dice que la posesión, por los motivos expuestos, podría calificarse
como “derecho real-personal”.4
Si se toman en cuenta estos antecedentes, podría replicarse que la ley no
cita la posesión en la enumeración de los derechos reales porque no la
consideró como un derecho definido o propiamente real.
Hoy día la doctrina considera infecunda la antigua disputa sobre si la
posesión es un estado de hecho o un derecho subjetivo, y resuelve la cues-
tión diciendo simplemente que la posesión es un estado de hecho protegido
por el derecho.
extraña alguna. Nuestro Código sigue, pues, la concepción del corpus susten-
tada por Savigny, de este hombre que fue gran amigo de Goethe, que tam-
bién, entre otros, tenía el título de abogado.
voluntad es poseer para otro, hay tenencia. Por esta razón de poseer para otro
no tenían los meros detentadores en el Derecho romano –salvo casos excep-
cionales– la protección de los interdictos.
Pero este animus domini no sólo debe existir en el fuero interno del
individuo, porque de ser así no habría más prueba de él que la declaración
del pretendido poseedor: ha de aparecer del título mismo en virtud del cual
detenta. Esta es la razón por la que a los meros tenedores, como el arrenda-
tario, no se les reconoce animus domini, pues en el título mismo que los
autoriza a disfrutar de la cosa reconocen la propiedad de otro.
La idea de la posesión exige el animus domini, esto es, que el que tenga la
cosa se conduzca a su respecto como propietario; pero no supone la convic-
ción de que se es efectivamente. Por eso el ladrón es tan poseedor de la cosa
robada como el propietario mismo. Y es bien difícil hallar una persona con
más ánimo de tener la cosa como señor y dueño que el ladrón. Si siguiéra-
mos al pícaro “Gil Blas” del francés Alain René Lesage, llegaríamos a contur-
barnos, pues sostiene que “a todos les gusta apropiarse de lo ajeno; éste es
un sentimiento general; únicamente es distinta la manera de hacerlo” (“la
manière seule de le faire en est différente”). Pero no sigamos conjeturando. Y
pensemos que Lesage se retrató en cierta medida a sí mismo, porque entró a
saco en la literatura española, y si no plagió, al menos se apoderó de mu-
chos temas, aunque les dio cierto sello personal.
Hecha la digresión, recordemos que el nombre de teoría subjetiva que se
ha dado al sistema preconizado por Savigny se explica por atribuir a la
voluntad un efecto preponderante en la caracterización de la posesión.
6 S ALEILLES, Elementos constitutivos de la posesión, versión española de J.M. Navarro, pág. 187.
362 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
663. TESIS DE SALEILLES. Saleilles está de acuerdo con Ihering en que el ani-
mus va implícito en el corpus y que no es más que el propósito de realizar éste.
Pero, a diferencia del maestro alemán, el francés dice que el animus no es de
una simple detentación o explotación económica, sino de apropiación económi-
ca. “El acto en que consiste el animus –dice Saleilles–, no es el simple acto de
tenencia y disfrute de la cosa, es el acto de señorío, y debe ser tal que impli-
que que no hay renuncia a este señorío y, por consiguiente, existe un animus
possidendi distinto de la voluntad de retener y gozar de la cosa, y luego, distin-
to del animus detinendi (ánimo de conservar la cosa) de que habla Ihering.”
El animus consiste en el propósito de realizar la apropiación económica
de la cosa, el propósito de obrar como dueño material de ella.
Toda relación de hecho con la cosa, esté fundada o no en un título
jurídico, constituye posesión si demuestra independencia económica del
poseedor; es poseedor todo aquel que en el orden de los hechos aparece
gozando independientemente, y no lo es el detentador dependiente de otra
persona, que posee como instrumento inteligente puesto al servicio ajeno.
Ejemplo: los trabajadores que utilizan las máquinas y cosas de las empresas.
No corresponde al legislador, según Saleilles, sin criterio alguno, cuándo
hay posesión y cuándo mera detentación. Toca a la doctrina esta determina-
ción con sujeción al criterio económico indicado, y debe señalar los casos de
mera detentación deduciéndolos de la vida jurídica y social. No es posible
fijar a priori las condiciones reveladoras de la mencionada independencia
económica, porque aquéllas emergen de las circunstancias sociales, las cos-
tumbres y la manera de ver las relaciones jurídicas que unen al hombre con
las cosas que explota: todo esto es esencialmente variable y, por consiguien-
te, no puede encuadrarse en la fórmula rígida de la ley. Hay que atender a
lo concreto y, como afirman los dialécticos, usar los principios como un
medio para conocer y determinar cada realidad específica.
664. TEORÍA QUE SIGUE EL C ÓDIGO CIVIL CHILENO. Nuestro Código Civil ha
seguido la teoría clásica de la posesión, pues da papel preponderante al
elemento psicológico del animus. Para adquirir la posesión se necesita el
corpus y el animus; pero para conservarla basta este último.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 363
665. POSICIÓN DE LOS CÓDIGOS DE ESTE SIGLO. Tales Códigos, como el alemán,
suizo, japonés, brasileño, mexicano, peruano, venezolano de 1942, etc., se
ven directamente influenciados por la teoría de Ihering.
Así, los Códigos alemán y suizo no oponen entre sí la mera tenencia y la
posesión. Distinguen entre el poseedor originario y el poseedor indirecto;
pero conceden a uno y otro las acciones posesorias.
El Código alemán llama posesión a la detentación y, por consiguiente,
suprime el requisito del animus domini. Pero se ha observado que para no
confundir la posesión con toda simple relación de contacto material, niega
el título de poseedores, y, por ende, la protección posesoria a los detentado-
res que no fueren más que servidores de la posesión o instrumentos de
posesión por otro (párrafo 855). El Código suizo, inspirándose en el ale-
mán, prescinde también de toda distinción entre detentación y posesión, y
ni siquiera consigna expresamente la excepción del Código germánico res-
pecto de los tenedores dependientes o subordinados.
El moderno Código Civil italiano de 1942, si bien define la posesión
siguiendo más o menos los principios de la teoría subjetiva, llega en sus
disposiciones a las mismas consecuencias prácticas que Ihering.
El Código Civil de Etiopía, de 1960 (importante por ser un texto que
recoge las direcciones del Derecho Comparado moderno), dice que “la po-
sesión consiste en el señorío efectivo que una persona tiene de una cosa”
(art. 1140), o sea, el que en el terreno de la realidad se comporta como
dueño es poseedor.
El Código Civil portugués de 1967, reformado en 1977, dice que “pose-
sión es el poder que se manifiesta cuando alguien actúa de la manera corres-
pondiente al ejercicio de los derechos de propiedad o de los otros derechos
reales” (art. 1251).
El Código Civil boliviano de 1975 expresa que la posesión es el poder de
hecho ejercido sobre una cosa mediante actos que denotan la intención de
tener sobre ella el derecho de propiedad u otro derecho real (art. 87, inc. 1º).
El Código Civil peruano de 1984 define la posesión como el ejercicio de
hecho de uno o más poderes inherentes a la propiedad (art. 896).
364 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
669. LA POSESIÓN ES, POR REGLA GENERAL, UNA VERDADERA PROPIEDAD APARENTE. Tanto
es así que el artículo 700, en su inciso 2º, establece que el poseedor se reputa
366 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
dueño mientras otra persona no justifica serlo, porque lo más común y corrien-
te es que la posesión vaya unida al dominio. De ahí que el legislador, ante un
poseedor, no puede menos que presumir un derecho de dominio.
Sin embargo, ésta no es una regla sin excepción; por el contrario, como
después veremos, hay poseedores que no son dueños de la cosa, y viceversa,
esto es, tambien hay propietarios que no tienen la posesión de la cosa.
I. POSESIÓN REGULAR
8 Véase en este sentido el interesante estudio de EDUARDO BELMAR C., “Sobre la utilidad de la
posesión viciosa”, publicado en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XLV, Santiago, 1948,
sec. Derecho, págs. 27 a 36.
370 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
680. FACTOR QUE NO SE CONSIDERA PARA LA CALIFICACIÓN DEL JUSTO TÍTULO. Para
calificar el título de justo no se toma en consideración si la persona de que
emana es verdaderamente propietario; no es necesario que el título, para
ser justo, sea otorgado por el dueño de la cosa. Así lo prueban diversas
disposiciones: a) el artículo 1815, que declara válida la venta de cosa ajena,
sin perjuicio de los derechos del dueño de la cosa mientras no se extingan
por la prescripción; b) el artículo 704, que no enumera entre los títulos
injustos la venta de cosa ajena; c) el artículo 683, del cual se deduce que si
se vende una cosa ajena y se inscribe la venta, se efectúa la tradición y por
este medio el adquirente principia una posesión que le dará derecho a
adquirir el dominio de la cosa por la prescripción. El dominio, en este caso,
no se adquiere por tradición, pero sí por prescripción.10
681. CARACTERES DEL JUSTO TÍTULO. 1) Debe tener aptitud suficiente para atri-
buir el dominio; no la tienen los títulos que importan reconocimiento de
dominio ajeno, como el arrendamiento, el comodato, la prenda.
2) El justo título debe ser verdadero, esto es, de existencia real. Por eso
son títulos injustos el falsificado (art. 704, Nº 1º), el meramente putativo,
como el del heredero aparente que no es en realidad heredero (art. 704,
683. a) TÍTULOS CONSTITUTIVOS DE DOMINIO. Son los que dan origen al domi-
nio, esto es, sirven para constituirlo originariamente.
Tienen este carácter la ocupación, la accesión y la prescripción (art. 703,
inc. 2º).
Producen, al mismo tiempo, la adquisición del dominio y la posesión; pero
puede que en determinados casos no den el dominio por falta de algún
requisito; en esta situación, si bien no operan como modos de adquirir, dan la
posesión desempeñando su función de justos títulos de ésta.
Pero de los títulos constitutivos de dominio sólo la ocupación y la acce-
sión sirven para adquirir la posesión. Ha sido un error del legislador el
haber incluido la prescripción entre los justos títulos de posesión, pues la
prescripción supone la posesión, “es resultado de ella cuando ha durado el
tiempo señalado por la ley; y por la prescripción basada en la posesión se
adquiere el dominio: la posesión es necesariamente anterior a la prescrip-
ción y no puede ser a la vez causa y efecto de ella”.12 Para adquirir una cosa
por prescripción es previo adquirir la posesión de la misma por otro título,
sea constitutivo o traslaticio.
13 Traité de la prescription qui résulte de la possession, párrafo II, “Due titre pro haerede”, Nº 62.
14 Sentencia de 21 de agosto de 1933, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXX, sec. 1a.,
pág. 552.
374 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
15 S TITCHKIN, citado por JULIO VERDUGO A., ob. cit., pág. 65, Nº 85, nota 162; Verdugo, según
declara expresamente, sigue esta misma tendencia.
16 VERDUGO, ob. cit., pág. 66, Nº 86.
17 Idem.
376 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
A. El justo título
Títulos injustos
692. DETERMINACIÓN DE LOS TÍTULOS INJUSTOS. El artículo 704 dice que “No es
justo título:
1º El falsificado, esto es, no otorgado realmente por la persona que se
pretende;
2º El conferido por una persona en calidad de mandatario o represen-
tante legal de otra sin serlo;
3º El que adolece de un vicio de nulidad, como la enajenación que
debiendo ser autorizada por un representante legal o por decreto judicial,
no lo ha sido; y
4º El meramente putativo, como el del heredero aparente que no es en
realidad heredero; el del legatario cuyo legado ha sido revocado por un acto
testamentario posterior, etc.
Sin embargo, al heredero putativo a quien por decreto judicial se haya
dado la posesión efectiva, servirá de justo título el decreto; como al legatario
putativo el correspondiente acto testamentario que haya sido judicialmente
reconocido”.
Ahora bien, el artículo 704 dice que no es justo título “el falsificado, esto
es, no otorgado realmente por la persona que se pretende”.
La jurisprudencia ha declarado que es falso un título cuando no ha sido
realmente otorgado por las personas que aparecen interviniendo; o cuando
no ha sido efectivamente autorizado por los funcionarios competentes que
aparecen interviniendo en su otorgamiento; o cuando ha sido adulterado en
condiciones que alteran o cambian su naturaleza jurídica.23 Por tanto, ha
dicho esa misma jurisprudencia, no puede calificarse de falso un instrumen-
to en mérito de antecedentes que sólo digan relación con su falta de veraci-
dad, si la falsedad depende exclusivamente de la ilegalidad o inexistencia de
la obligación que ese instrumento representa;24 y tampoco puede conside-
rarse falso el documento destruido y reconstituido sobre un papel pegado al
respaldo.25
696. T ÍTULO CONFERIDO POR UNA PERSONA QUE EXHIBE UN PODER DE OTRA QUE
NO TIENE LA CALIDAD DE DUEÑO. Como hemos visto anteriormente, la venta
de cosa ajena es justo título. En consecuencia, como el representante
obra a nombre y por cuenta de la persona que representa, si esta última
no es dueño de la cosa respecto a la cual el representante confiere un
título, el título es justo, tal como lo es el que otorga la misma persona
que no es dueño. No se opone a esta conclusión el Nº 2º del artículo 704,
porque no dice él que sea injusto el título conferido por una persona
que exhiba un poder de otra que no tiene la calidad de dueño, sino que
26 Corte Suprema, 23 de mayo de 1929, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVII, sec.
1a. , pág. 336.
27 J. VERDUGO, ob. cit., pág. 92, Nº 128.
28 J. VERDUGO, ob. cit., págs. 93-94.
380 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
B. La buena fe
suponga un error calificado, excusable; sólo significaría que, para los efectos
propios del acto de que se trata, el legislador impone, además de la buena
fe, un nuevo requisito, la excusabilidad de la falsa creencia. Y tanto es así,
dice Bonfante, que en el Derecho romano la mala fides era la antítesis de la
bona fides, y la negligentia lo era de la diligentia, pero nunca de la bona fides. Y
es por esto –agrega– que ciertos textos establecen que basta conducirse con
bona fides y, en cambio, otros exigen además diligentia.
Sin embargo, a juicio de la opinión mayoritaria, la buena fe representa
algo más que la mera ausencia de mala fe; es una convicción positiva: la
firme creencia de no obrar contra derecho, de actuar legítimamente. Y esta
persuasión sólo puede ser verdadera si tiene un fundamento de razón o que
pueda aceptarse como justo.
702. LA MALA FE, EL DOLO Y EL FRAUDE. De acuerdo con lo anterior, la mala fe,
como antítesis de la buena en el sentido de lealtad o ausencia de intención
malévola, no es otra cosa que la deslealtad o la intención de dañar o perjudi-
car. Como idea contraria a la de la buena fe-creencia, el concepto de mala
fe está condicionado, lógicamente, al que se tenga de la buena fe. Si para la
existencia de ésta sólo se exige que la falsa creencia derive de un error, la
mala fe será simplemente el conocimiento de la falta de derecho o de la
ilegitimidad de una situación. En cambio, si se considera buena fe única-
mente la que emana de una creencia excusable o diligente, mala fe será no
sólo el conocimiento de la falta de derecho, de la ilegitimidad de una situa-
ción, sino también la creencia errónea, pero no excusable o diligente, de
tener un derecho, de actuar legítimamente.
Como observa un autor, la mala fe no es la única noción antitética de la
buena fe; también lo son el fraude y el dolo. Este último jamás traduce una
creencia errónea en el que lo emplea; por tanto, sólo debe distinguirse de la
mala fe-deslealtad o intención de dañar o perjudicar. Por lo que toca al
fraude, es un concepto todavía más complejo: puede ser a la vez un estado
del conocimiento y una disposición de la voluntad.30
No resulta fácil la distinción entre mala fe, dolo y fraude. Lejos está la
doctrina de haber clarificado y delimitado estos conceptos, que guardan tan
estrecho parentesco. Hace notar Demogue que el autor Bedarride, después
de escribir cuatro volúmenes exclusivamente sobre el dolo y el fraude, no es
capaz de expresar una distinción neta entre estas figuras.31 Ripert, en uno
de sus libros,32 analiza los diversos aspectos del fraude, pero no logra dar
30 G ÉRARD LYON CAEN, “De l’évolution de la notion de bonne foi”, Revue Trimestrielle de Droit Civil,
tomo 44, año 1946, Nº 2, pág. 77.
Véase también: GÓMEZ ACEBO, “La buena y la mala fe en el Código Civil”, Revista de Derecho
Privado, año XXXVI, Madrid, 1952, especialmente págs. 192 y siguientes; y JOSÉ MEDINA PÉREZ, La
buena fe en la doctrina, la legislación y la jurisprudencia, Memoria de Prueba, Concepción, 1950; ANITA
RICHARDS A., La mala fe en el Código Civil, Memoria de Licenciado, Santiago, 1961.
31 DEMOGUE, Des obligations en général, tomo I, pág. 536, nota 3.
32 La régle morale dans les obligations civiles, Nos. 157 y siguientes.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 383
33 Véase MESSINEO, ob. cit., vol. I, párrafo 15 bis, Nº 17, pág. 148.
384 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
cho canónico, por el contrario, desde la Edad Media tiene establecido que la
buena fe debe subsistir durante todo el plazo de la prescripción. El Código
alemán consagra esta misma solución (art. 937).
El Código francés siguió el principio romano. También el nuestro se
pronunció en el sentido de que basta la buena fe inicial para la existencia de
la posesión regular. En efecto, el legislador chileno dice que se llama pose-
sión regular la que procede de justo título y ha sido adquirida de buena fe,
aunque ésta no subsista después de adquirida la posesión; por consiguiente,
se puede ser poseedor regular y poseedor de mala fe, como viceversa, el
poseedor de buena fe puede ser poseedor irregular (art. 702, inc. 2º).
El Código ha aceptado esta solución benigna, dicen Colin y Capitant,34
porque ha pensado, sin duda, que el que entra en posesión ignorando el
vicio que afecta al acto traslativo en virtud del cual tiene la cosa, no es
merecedor de grandes reproches si, al conocer después la falta de derecho
de su causante, conserva, sin embargo, la cosa poseída. La ley impone la
honradez, pero no la delicadeza. La prescripción ordinaria será concedida a
este poseedor, de virtud mediocre, sí, pero que en ningún caso puede asimi-
larse a un estafador.
34 Curso elemental de Derecho Civil, traducción castellana, tomo II, volumen 2, Madrid, 1923,
págs. 933-934.
35 Corte Suprema, 23 de julio de 1928, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVI,
sec. 1a. , pág. 241.
36 Corte Suprema, sentencias de 17 de octubre de 1905, Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo III, sec. 1a., pág. 161 (considerando 6º, pág. 171), y de 22 de mayo de 1929, Revista de
Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVII, sec. 1a. , pág. 336.
37 C. Suprema, 27 de julio de 1954, R. de D. y J., tomo LI, sec. 1 a., pág. 325.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 385
707. INFLUENCIA DEL ERROR EN LA BUENA FE. El error puede referirse a un hecho
determinante de la posesión, o al derecho, es decir, a las disposiciones legales que
establecen las condiciones de validez del acto de que procede la posesión.38
a) Error de hecho. Un justo error en materia de hecho no se opone a la
buena fe (art. 706, inc. 3º).
No cualquier error es compatible con la buena fe; sólo lo es el justo
error de hecho, y debe entenderse por tal, según el significado natural y
obvio de las palabras, el que tiene un fundamento de razón o aceptable
conforme a los principios de justicia.39 Corresponderá en cada caso determi-
narlo al juez. Habría, por ejemplo, un justo error de hecho de parte del que
compra una plegadera de marfil a una persona conocida y a la cual ha visto
por mucho tiempo usar como suya, aunque en realidad no le perteneciera.
Pero no concurriría un justo error de hecho si el mismo objeto se comprara
a un desconocido que, por diversas circunstancias, revela o parece que lo ha
habido mal. De la misma manera –y para poner un ejemplo clásico– habría
justo error de hecho si la compra se hiciera a un menor de edad que afirma
ser mayor y cuya apariencia física parece corroborar la aserción; pero si a
pesar de ésta, el aspecto del vendedor es ostensiblemente el de un menor de
edad, no podría aducirse por el comprador una justa causa de error.
Digamos, de paso, que es fácil engañarse con los cretinos, que cuando
son jóvenes parecen viejos, y que cuando llegan a la vejez “parecen más
jóvenes de lo que son, porque suelen modificarse muy poco físicamente”.
b) Error de derecho. Pero el error en materia de derecho constituye una
presunción de mala fe, que no admite prueba en contrario (art. 706,
inc. final). Es una consecuencia del principio de que nadie puede alegar
ignorancia de la ley después que ésta haya entrado en vigencia (art. 8º).
40 Corte de Concepción, 3 de abril de 1894, Gaceta de los Tribunales, año 1894, tomo I,
pág. 583, sentencia 773.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 387
C. La tradición
44 Sentencia de 7 de agosto de 1928, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XXVI, sec. 1a.,
pág. 446 (considerando 8º, pág. 450).
45 PLANIOL, Tratado elemental de Derecho Civil, “Los bienes”. Traducción castellana de la 12a.
edición francesa, México, 1945, pág. 105, Nº 2.280.
392 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
la buena fe y podrá prescribir el dominio, a pesar del vicio original con que
la inició”.46
Otros dicen que la posesión violenta es, relativamente a la prescripción, perenne y
de mala fe aunque cese de hecho la violencia, pues la posesión se califica de violenta
atendiendo al momento de su adquisición. El hecho de que tratándose de las
acciones posesorias dé el Código a entender que es un vicio temporal, no altera la
situación anterior, pues son diversos los fundamentos que se han tenido en vista
para hacer temporal el vicio en materia de interdictos posesorios. En efecto, la
única manera de evitar la justicia privada es dando acciones judiciales a los
interesados y este propósito no se conseguiría si aquéllas se negaran al que, no
obstante haber iniciado violentamente su posesión, posee hoy tranquila y pacífi-
camente; además, en los juicios posesorios sólo se discute una cuestión de
hecho: la posesión. Y por último es razonable que se le concedan acciones
posesorias al que ha poseído tranquilamente un año o más.47
46
CLARO SOLAR, ob. cit., tomo VII, pág. 509.
47
E. BELMAR C., “Sobre la utilidad de la violencia viciosa”, artículo publicado en la Revista de
Derecho y Jurisprudencia, tomo XLV, sec. Derecho, pág. 34, nota 14.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 393
3. LA MERA TENENCIA
49 D. DEL RÍO R., La accesión de posesiones, Memoria de Prueba, Santiago, 1951, pág. 19, Nº 28.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 397
2) El artículo 2500, inciso 2º, dispone: “La posesión principiada por una
persona difunta continúa en la herencia yacente, que se entiende poseer a
nombre del heredero”. Esta disposición tan breve ha recibido con justicia
críticas muy largas. En primer lugar, porque induce a calificar la herencia
yacente como persona jurídica, pues se la considera como capaz de poseer a
nombre del heredero, y como ella no es persona natural, habría que calificar-
la de jurídica, ya que sólo pueden poseer las personas, naturales o jurídicas.
En segundo lugar, si la herencia yacente se entiende poseer a nombre del
heredero, significa que detenta a nombre ajeno, y en ese caso no sería más
que un mero tenedor y, como tal, incapaz de poseer por cuenta de otro.
Finalmente, el inciso 2º del artículo 2500 rompe la unidad del sistema que
consagra el Código de la intransmisibilidad de la posesión, pues dice que la
posesión principiada por una persona difunta continúa en la herencia yacente.
La transmisibilidad de la posesión está indicada por el tenor literal de
este precepto, el cual, en su redacción, implica un resabio del sistema impe-
rante en el proyecto de 1853, que aceptaba la transmisibilidad de la pose-
sión a los sucesores universales (art. 860). Esta concepción fue alterada por
el Proyecto Inédito en los mismos términos del Código actual. Ahora bien,
los intérpretes han tratado de acomodar, mediante la exégesis, esta disposi-
ción perturbadora. Y, así, dicen que si bien su tenor literal es claro, no lo es
su sentido si se trata de entenderlo con el resto de los preceptos legales; por
tanto, para interpretarlo, puede consultarse su espíritu, manifestado a través
del contexto de las diversas partes del Código. Tal contexto, representado
por una serie de disposiciones (arts. 688, 717, 722), demuestra que la pose-
sión no se transmite, sino que principia en el sucesor. Por tanto, el artícu-
lo 2500, inciso 2º, interpretado armónicamente con dichas disposiciones, sólo
tendría el alcance de significar que mientras está yacente la herencia, los
bienes del causante no quedan sin posesión, sino que ésta corresponde al
heredero, como quiera que “la posesión de la herencia se adquiere desde el
momento en que es deferida, aunque el heredero lo ignore” (art. 722, inc. 1º),
y como quiera que los efectos de la aceptación o repudiación de una heren-
cia se retrotraen al momento en que ésta haya sido deferida (art. 1239). En
dos palabras, lo que quiere significar el inciso 2º del artículo 2500 es que la
herencia, después de muerto el causante, no queda sin posesión, por el
hecho de permanecer yacente; terminada la posesión del causante, empieza
inmediatamente la del heredero.
3) También podría pensarse que el artículo 725 contradice el principio
de que los hechos no se transfieren ni se transmiten, al decir que “el posee-
dor conserva la posesión, aunque transfiera la tenencia de la cosa, dándola en
arriendo, comodato, prenda, depósito, usufructo o a cualquiera otro título
no traslaticio de dominio”. Pero se ha observado que en este caso el legisla-
dor ha usado la palabra transfiera en su sentido vulgar; ha querido decir que
el poseedor conserva la posesión, aunque pase, lleve o entregue la tenencia,
de sus manos a las del arrendatario, comodatario, etc.51
4) El artículo 919 expresa que “el heredero tiene y está sujeto a las
mismas acciones posesorias que tendría y a que estaría sujeto su autor, si
viviese”. Esta norma parece dar a entender que la posesión del heredero es
la misma que la del causante. Tal anomalía se debe a que no se cambió la
disposición del artículo 919 después de haberse desechado el criterio del
Proyecto de 1853, que, como hemos advertido, reconocía en su artículo 819
la transmisión de la posesión. Hoy la norma del artículo 919 está en contra-
dicción con el sistema de intransmisibilidad de la posesión, que acogió en
definitiva el Código. Para salvar la antinomia, el profesor Somarriva cree
que hay que limitar la aplicación del artículo 919 al caso en que el heredero
hace uso del derecho de agregar a su propia posesión la del causante.
I. GENERALIDADES
52 CLARO SOLAR, ob. cit., tomo VII, Nº 863, págs. 532 y 533.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 401
A. Adquisición de la posesión
743. DISTINCIÓN ENTRE LOS BIENES INMUEBLES INSCRITOS Y LOS NO INSCRITOS. Cuan-
do estudiamos la institución del Conservador de Bienes Raíces, hicimos pre-
sente que don Andrés Bello no se había atrevido a exigir en forma imperati-
va la inscripción de todos los bienes raíces, porque creyó que era una medi-
da demasiado radical que podía traer serias perturbaciones en la vida jurídi-
ca. Sin embargo, estimó que con el devenir del tiempo llegarían a estar en
Chile inscritas todas las propiedades. Desgraciadamente el vaticinio del se-
ñor Bello no se ha cumplido; y es así como actualmente subsisten en Chile
dos clases de bienes inmuebles: los bienes inmuebles inscritos y los bienes
inmuebles no inscritos.
Para estudiar esta materia de la adquisición, conservación y pérdida de la
posesión, es necesario, pues, distinguir entre los inmuebles no inscritos y los
inmuebles inscritos.
55 Ibídem, Nº 2.271.
56 Ibídem, Nº 2.272.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 405
57 HUMBERTO T RUCCO, “Teoría de la posesión inscrita dentro del Código Civil Chileno”, estudio publica-
do en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VI, sec. Derecho, pág. 140.
408 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
Primera: La letra del artículo 724, que dice: “Si la cosa es de aquellas
cuya tradición deba hacerse por la inscripción en el Registro del Conserva-
dor, nadie podrá adquirir la posesión de ella sino por este medio”. La nor-
ma no distingue en cuanto a la naturaleza de la posesión y, por tanto, la
exigencia de la inscripción lógicamente debe aplicarse tanto para adquirir la
posesión regular como para adquirir la posesión irregular.
Segunda: Como la ley no hace esa distinción, resulta que la inscripción,
cuando se invoca un título traslaticio de dominio, no es un simple elemento de
la posesión regular, sino un requisito indispensable para adquirir toda clase de
posesión de propiedades raíces inscritas o no. De ahí que sea inaceptable el
argumento en contra de que, según el artículo 702, la tradición es sólo un
elemento constitutivo de la posesión regular y su falta, conforme al artículo 708,
sólo hace irregular la posesión sin inscripción (tradición), pero no impide
adquirir la posesión del inmueble no inscrito. Tal conclusión, verdadera como
regla general, encuentra su excepción en el artículo 724 tratándose de inmue-
bles para cuya posesión se invoca un título traslaticio de dominio.
Tercera: El espíritu del legislador es lograr que todas las propiedades se
inscriban para que llegue una época en que inscripción, posesión y propie-
dad sean conceptos que se identifiquen. Por eso el artículo 724, con sus
términos ampliamente generales, tiende a que cada vez que un inmueble
cambie de poseedor a virtud de un título traslaticio de dominio, se haga la
inscripción en el Registro Conservatorio. Si fuera posible adquirir la pose-
sión de un bien raíz no inscrito sin la correspondiente inscripción cuando se
invoca un título traslaticio de dominio, el espíritu del legislador quedaría en
gran parte frustrado.
b) Los que sostienen que no es necesaria la inscripción para adquirir la
posesión irregular de un inmueble no inscrito cuando se hace valer un
título traslaticio de dominio, apoyan su pensamiento en las razones que se
exponen a continuación:
Primera: La disposición del artículo 724, que, en síntesis, preceptúa que
nadie podrá adquirir la posesión de los inmuebles cuando se invoca un
título traslaticio de dominio sino por la inscripción, se refiere sólo a los
bienes raíces que ya han entrado al régimen de la propiedad inscrita. Así lo
confirmarían el inciso 2º del artículo 728 y el artículo 729. Dice el primero
que “mientras subsista la inscripción, el que se apodera de la cosa a que se
refiere el título inscrito, no adquiere posesión de ella ni pone fin a la pose-
sión existente”. Agrega el artículo 729: “Si alguien, pretendiéndose dueño,
se apodera violenta o clandestinamente de un inmueble cuyo título no está
inscrito, el que tenía la posesión la pierde”. Estos artículos indican que la
garantía que otorga la inscripción es para el poseedor inscrito y no para el
poseedor de inmuebles no inscritos. Si se reconoce que la posesión de estos
últimos se pierde por el apoderamiento violento o clandestino, lógico es
suponer que también se pierda en virtud de un título traslaticio de dominio,
cuando el adquirente toma posesión de la cosa.
Segunda: La tesis de que no es necesaria la inscripción para adquirir la
posesión de un inmueble no inscrito cuando se invoca un título traslaticio
de dominio, estaría confirmada por el artículo 730, que dice:
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 409
cancele, sea por voluntad de las partes, o por una nueva inscripción en que
el poseedor incrito transfiere su derecho a otro, o por decreto judicial”. Y
agrega este mismo artículo 728: “Mientras subsista la inscripción, el que se
apodera de la cosa a que se refiere el título inscrito, no adquiere posesión
de ella, ni pone fin a la posesión existente”.
6) El artículo 730 afirma que “si el que tiene la cosa en lugar o a nom-
bre de otro, la usurpa dándose por dueño de ella, no se pierde por una
parte la posesión, ni se adquiere por otra”. Y el mismo artículo 730 agrega,
en el inciso 2º: “Con todo, si el que tiene la cosa en lugar y a nombre de un
poseedor inscrito, se da por dueño de ella y la enajena, no se pierde por una
parte la posesión, ni se adquiere por otra, sin la competente inscripción”.
7) El artículo 2505 manifiesta que no hay prescripción contra título ins-
crito, sino a virtud de otro título incrito, y la prescripción comienza a correr
desde esta inscripción.
8) Y finaliza esta serie de artículos armónicos, el artículo 924, según el
cual “la posesión de los derechos inscritos se prueba por la inscripción, y
mientras ésta subsista, y con tal que haya durado un año completo, no es
admisible ninguna prueba de posesión con que se pretende impugnarla”.
Vemos, entonces, que en el Código Civil chileno la teoría de la posesión
inscrita se encuentra en las disposiciones de los artículos 686, 696, 702,
inciso final; 724, 728, 730, inciso final; 2505 y 924.
750. USURPACIÓN DEL MERO TENEDOR. Dice el inciso 1º del artículo 730: “Si el
que tiene la cosa en lugar y a nombre de otro, la usurpa dándose por dueño
de ella, no se pierde por una parte la posesión ni se adquiere por otra; a
63
Corte de Santiago, 15 de diciembre de 1970, R. de D. y J., tomo LXVII, sec. 2a., pág. 153.
64
Véase Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil, tomo II, Nº 4 de la
jurisprudencia del artículo 728.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 417
65 R. DE D. Y J., tomo LXXXIII, sec. 1a. , pág. 157; Fallos del Mes, Nº 336, sent. 14, pág. 782.
418 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
posesión anterior y dé origen a una nueva, ¿es necesario que esta nueva
inscripción guarde relación, aunque sea sólo aparente, con la anterior?
Cuando una persona suplanta al poseedor y se presenta como mandatario
suyo sin serlo, aparentemente es siempre el poseedor inscrito el que trans-
fiere su derecho; en el Registro del Conservador no hay solución de conti-
nuidad, la cadena de poseedores inscritos no se interrumpe. Pero si la
inscripción nueva ni siquiera aparentemente guarda relación con la anti-
gua, ¿puede aquélla cancelar ésta y permitir la posesión del titular de la
nueva inscripción? Supóngase que el inmueble está inscrito a nombre de
Primus; algún tiempo después Secundus, arrendatario de aquél, se dice
dueño del inmueble y se lo vende a Tertius. Este inscribe. La cuestión se
plantea en esta forma: ¿la inscripción de Tertius produce o no el efecto de
cancelar la inscripción de Primus?
Dice el inciso 1º del artículo 730: “Si el que tiene la cosa en lugar y a
nombre de otro, la usurpa dándose por dueño de ella, no se pierde por una
parte la posesión ni se adquiere por otra; a menos que el usurpador enajene
a su propio nombre la cosa. En este caso la persona a quien se enajena
adquiere la posesión de la cosa, y pone fin a la posesión anterior”.
Un mero tenedor que, precisamente, es el que tiene la cosa a nombre de
otro, aun cuando la usurpe, no mejora su título: porque la mera tenencia es
inmutable, y porque es un principio universalmente reconocido que nadie
puede mejorar su propio título. Pero, en cambio, si el mero tenedor enajena
a su propio nombre la cosa, según el artículo, se pone fin a la posesión
anterior y se da nacimiento a una nueva posesión: porque el artículo 717
establece que la posesión es personal, que no se transmite ni se transfiere.
Luego, no obstante que el título emana de un mero tenedor, la persona a
quien se enajena pasa a ser poseedor. Y es también por esto que el artícu-
lo 683 establece que si bien el tradente no puede ganar la cosa por prescrip-
ción, el adquirente puede ganarla; en otras palabras, cuando el tradente es
mero tenedor, si transfiere a otra persona, ésta puede ganar la cosa por
prescripción.
Como la disposición del inciso 1º del artículo 730 no distingue, se aplica
tanto a los bienes muebles como a los raíces no inscritos.
El inciso 2º del artículo 730 contempla el caso referente a los bienes
raíces inscritos, y dice: “Con todo, si el que tiene la cosa en lugar y a
nombre de un poseedor inscrito, se da por dueño de ella y la enajena, no
se pierde por una parte la posesión ni se adquiere por otra, sin la compe-
tente inscripción”.
Ejemplo: Pedro, dueño y poseedor inscrito, me arrienda un inmueble.
Yo, arrendatario, descubro que el título de Pedro tiene cierto defecto legal
y, sintiéndome con mejor derecho, le hago entrega material de la propiedad
a Juan. Ahora bien, esta entrega material que yo, mero tenedor, hago a
Juan, no hace que Juan adquiera la posesión, y tampoco que Pedro pierda la
suya “sin la competente inscripción”; en otros términos, con la competente
inscripción cesa la posesión anterior inscrita del poseedor, y la adquiere el
adquirente del mero tenedor.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 421
70 Véase Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil, tomo II, 2 a. edición, Nº 9
de la jurisprudencia del artículo 728 y Nº 8 de la del 730.
71 Idem, Nº 11 de la jurisprudencia del artículo 730.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 423
ACTUALIZACIONES
A. PROPIEDAD FAMILIAR
1 Véanse: Leslie Tomasello Hart, El régimen de participación en los gananciales, Santiago, 1994;
Claudia Schmidt Hott, Nuevo régimen matrimonial, Santiago, 1995; César Frigerio Castaldi, Regímenes
matrimoniales, Santiago, 1995; Pablo Rodríguez Grez, Regímenes patrimoniales, Santiago, 1996.
427
428 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
123-a. L EY Nº 19.300, SOBRE BASES GENERALES DEL MEDIO AMBIENTE. Esta ley,
publicada en el Diario Oficial de 9 de marzo de 1994, sin perjuicio de lo que
otras normas legales establezcan sobre la materia, regula el derecho a vivir en
un medio ambiente libre de contaminación, la protección del medio ambien-
te, la preservación de la naturaleza y la conservación del patrimonio ambien-
tal (artículo 1º).
El reglamento para la dictación de normas de calidad ambiental y de
emisión aparece en el diario oficial de 26 de octubre de 1995.
123-b. TERMINOLOGÍA. Dispone la mencionada ley que para todos los efectos
legales se entenderá: por contaminación la presencia en el ambiente de sustan-
cias, elementos, energía o combinación de ellos, en concentraciones o con-
centraciones y permanencia superiores o inferiores, según corresponda, a las
establecidas en la legislación vigente; por contaminante todo elemento, com-
puesto, sustancia, derivado químico o biológico, energía, radiación, vibra-
ción, ruido, o una combinación de ellos, cuya presencia en el ambiente, en
ciertos niveles, concentraciones o períodos de tiempo, pueda constituir un
riesgo a la salud de las personas, a la calidad de vida de la población, a la
preservación de la naturaleza o a la conservación del patrimonio ambiental;
por daño ambiental toda pérdida, disminución, detrimento o menoscabo signi-
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 429
C. LA PROPIEDAD INDIGENA
Corresponde reemplazar los números 508 a 518 por los que se transcriben a
continuación.
2 Véase: Mario Palma T., Normativa ambiental, Santiago, 1997 (366 págs.).
430 A. ALESSANDRI R. – M. SOMARRIVA U. – A. VODANOVIC H.
509. PERSONAS QUE SE CONSIDERAN INDÍGENAS PARA LOS EFECTOS DE LA LEY ESPECIAL
QUE LOS PROTEGE. Para los efectos de la ley especial que los protege se conside-
ran indígenas las personas de nacionalidad chilena que se encuentren en los
siguientes casos.
a) Personas que son hijos de padre o madre indígena, cualquiera que sea
la naturaleza de su filiación, inclusive la adoptiva. Se entiende por hijos de
padre o madre indígena, los descendientes de habitantes originarios de las
tierras identificadas en los números 1 y 2 del párrafo que precisa cuáles son
tierras indígenas (infra Nº 512 de esta obra).
b) Se consideran también indígenas los descendientes de las etnias indígenas
que habitan el territorio nacional, siempre que posean a lo menos un apellido
indígena. Un apellido no indígena se considera indígena, para los efectos de esta
ley especial, si se acredita su procedencia indígena por tres generaciones.
c) Finalmente, se consideran indígenas los sujetos que mantengan rasgos
culturales de alguna etnia indígena. Se entiende por rasgos culturales la
práctica de forma de vida, costumbres o religión de esta etnia de un modo
habitual o cuyo cónyuge sea indígena. En estos casos, es necesario, además,
que se autoidentifiquen como indígenas (Ley Nº 19.253, art. 2º).
Para todos los efectos legales, la posesión notoria del estado civil de padre,
madre, cónyuge o hijo se considera como título suficiente para constituir en
favor de los indígenas los mismos derechos y obligaciones que, conforme a
las leyes comunes, emanen de la filiación legítima y del matrimonio civil
(art. 4º, inciso primero, primera parte).
511. COMUNIDAD INDÍGENA. Para los efectos de la ley protectora se entiende por
comunidad indígena, toda agrupación de personas pertenecientes a una misma
etnia indígena y que se encuentran en una o más de las siguientes situaciones:
a) que provengan de un mismo tronco familiar; b) que reconozcan una jefatu-
ra tradicional; c) que posean o hayan poseído tierras indígenas en común, y d)
que provengan de un mismo poblado antiguo (art. 9º). En seguida la ley pres-
cribe cómo deben constituirse dichas comunidades y el registro de ellas en la
Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (arts. 10 y 11).
512. DETERMINACIÓN DE LAS TIERRAS INDÍGENAS. Son tierras indígenas las que en
seguida se especifican.
1º Aquellas tierras que las personas o comunidades indígenas actualmente
ocupan en propiedad o como posesión provenientes de los títulos que a
continuación se indican:
a) títulos de comisario de acuerdo con la ley de 10 de junio de 1823;
b) títulos de merced de conformidad con las leyes de 4 de diciembre de
1866, de 4 de agosto de 1874 y de 20 de enero de 1883;
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 431
quen y que recaigan sobre los actos o contratos relativos a tierras indígenas
(Ley Nº 19.253, art. 15, inciso 2º).
3 Observemos que la Ley Nº 17.729 entiende por reservas las tierras consideradas indígenas mien-
tras permanecen indivisas.
4 La Ley N.º 17.729 entiende por goce las diferentes porciones de terreno de la reserva ocupa-
da por una persona que las explota en forma independiente, en provecho y por cuenta propia. Por
hijuela entiende la porción de terreno que en la división de la reserva se adjudica a una persona en
propiedad individual y exclusiva (artículo 2º conforme al texto fijado por el decreto ley Nº 2.568,
de 1979).
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 435
se cuida de señalar los medios por los cuales la costumbre puede ser probada,
cosa que el Código Civil no hizo.
Disposiciones particulares
5 Este inciso primero del artículo 16 dice que la división de las tierras indígenas provenientes de
títulos de merced debe ser solicitada formalmente al juez competente por la mayoría absoluta de los
titulares de derechos hereditarios residentes en ella.
TRATADO DE LOS DERECHOS REALES 439