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Hobbes decía que el poder absoluto no nace por una imposición de lo alto, sino de la
opción de individuos que se sienten muy protegidos renunciando y concediendo la
propia libertad a un tercero. En virtud de esto; ustedes siguen anestesiando las mentes
por medio de los medios de comunicación masivos comprados, gel de limpieza y
similares. Con palabras de uso totalitario– autorizar y permitir – hasta llegar al punto
de permitiros controlar nuestras relaciones y sentimientos y certificar nuestros afectos.
Por lo tanto, en este sentido la fase dos no es otra cosa que la continuación de la fase
1: se cambia solo el nombre, como ha ocurrido antes este mes. Hemos entendido que
no se muere solo por el virus y ahora se podrá sufrir y morir gracias a ustedes y a las
leyes para la miseria y la pobreza. Y como en los mejores regímenes la culpa será
solo de nosotros los ciudadanos. Nos quitáis la libertad y nos decís que nos la
buscamos. Al grito de “divide et impera”. A pagar sobre todo nuestros hijos, almas
violentadas de acuerdo con quién supuestamente debería garantizar sus derechos.
Será permitida la vuelta al cole solo con pulseras para acostumbrarlos a la libertad
bajo vigilancia. A los “Tratamientos Sanitarios Obligatorios” esclavistas y campos de
concentración virtuales y a cambio de patinete y un tablet. Todo esto para satisfacer
los apetitos de un capitalismo financiero cuyo motor es el conflicto de intereses.
Representando por el OMS cuyo primer financiador “salvador del mundo” es el
conocido filántropo Bill Gates. ¡Lo sabemos todos ya!
Bill Gates ya en 2018 profetizaba una pandemia que luego fue simulada el pasado
octubre en el Event 201 en acuerdo con los amigos de Davos, y ya desde décadas él
se dedica a desarrollar diseño de despoblación y de control dictatorial de la política
global. Apuntando a obtener la primacía en agricultura, tecnología y energía. Él dice
literalmente en una declaración suya “Si hacemos un buen trabajo con las nuevas
vacunas, la sanidad y la salud reproductiva, podemos disminuir la población mundial
de un 10-15%”. Y sigue “Sólo un genocidio puede salvar al mundo”. Gracias a sus
vacunas él logró esterilizar a millones de mujeres en África y provocó una epidemia de
poliomielitis donde paralizó medio millón de niños en la India, y continúa con su
vacuna contra DTaP que provoca más muertes que la enfermedad misma.
Como también con sus OGM esterilizantes y regalados con tanta “bondad” a los
pueblos necesitados. Todo esto mientras piensa ya en distribuir el tatuaje cuántico por
el reconocimiento vacunal. Y las vacunas de ADN como herramientas para
reprogramar nuestros sistemas inmunitarios, además que hacer negocios con las
multinacionales que poseen las infraestructuras 5G en los EEUU.
Fuente | Sara
Cunial: https://it.wikipedia.org/wiki/Sara_Cunial | Discurso: https://gloria.tv/post/7iNuYY
kEFbgK4fVHpN1jW3MSM | El Correo de España (17/05/2020)
Compañeras, compañeros: Otra vez estoy en la lucha, otra vez estoy con ustedes, como ayer,
como hoy y como mañana. Estoy con ustedes para ser un arco iris de amor entre el pueblo y
Perón; estoy con ustedes para ser ese puente de amor y de felicidad que siempre he tratado de
ser entre ustedes y el líder de los trabajadores.
Estoy otra vez con ustedes, como amiga y como hermana y he de trabajar noche y día por hacer
felices a los descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón. He de estar
noche y día trabajando por mitigar dolores y restañar heridas, porque sé que cumplo con esta
legión de argentinos que está labrando una página brillante en la historia de la Patria. Y así
como este 1º de mayo glorioso, mi general, quisiéramos venir muchos y muchos años y, dentro
de muchos siglos, que vengan las futuras generaciones para decirle en el bronce de su vida o en
la vida de su bronce, que estamos presentes, mi general, con usted.
Antes de terminar, compañeros, quiero darles un mensaje: que estén alertas. El enemigo acecha.
No perdona jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté trabajando
por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria. Los vendepatrias de dentro, que se
venden por cuatro monedas, están también en acecho para dar el golpe en cualquier momento.
Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque
somos la patria misma.
Estoy orgulloso de reunirme hoy con vosotros en la que pasará a la historia como la
mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestra nación. Hace un siglo, un
gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclamación de
Emancipación. Este trascendental decreto fue un gran faro de esperanza para millones
de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó
como un amanecer dichoso para acabar con una larga noche de cautiverio. Pero cien
años después, las personas negras todavía no son libres. Cien años después, la vida
de las personas negras sigue todavía tristemente atenazada por los grilletes de la
segregación y por las cadenas de la discriminación. Cien años después, las personas
negras viven en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de
prosperidad material. Cien años después, las personas negras todavía siguen
languideciendo en los rincones de la sociedad americana y se sienten como exiliadas
en su propia tierra. Así que hemos venido hoy aquí a exponer una situación
vergonzosa. Hemos venido a la capital de nuestra nación en cierto sentido para cobrar
un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magnificientes
palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, estaban firmando
un pagaré del que todo americano iba a ser heredero. Este pagaré era una promesa
de que a todos los hombres –sí, a los hombres negros y también a los hombres
blancos– se les garantizarían los derechos inalienables a la vida, a la libertad y a la
búsqueda de la felicidad. Hoy es obvio que América ha defraudado en este pagaré en
lo que se refiere a sus ciudadanos de color. En vez de cumplir con esta sagrada
obligación, América ha dado al pueblo negro un cheque malo, un cheque que ha sido
devuelto marcado ‘sin fondos’. Pero nos negamos a creer que el banco de la justicia
está en bancarrota. Nos negamos a creer que no hay fondos suficientes en las
grandes arcas bancarias de las oportunidades de esta nación. Así que hemos venido a
cobrar este cheque, un cheque que nos dé las riquezas de la libertad y la seguridad de
la justicia.
No soy ajeno a que algunos de vosotros habéis venido aquí después de grandes
procesos y tribulaciones. Algunos de vosotros habéis salido recientemente de
estrechas celdas de una prisión. Algunos de vosotros habéis venido de zonas donde
vuestra búsqueda de la libertad os dejó golpeados por las tormentas de la persecución
y tambaleantes por los vientos de la brutalidad de la policía. Habéis sido los veteranos
del sufrimiento fecundo. Continuad trabajando con la fe de que el sufrimiento
inmerecido es redención. Volved a Mississippi, volved a Alabama, volved a Carolina
del Sur, volved a Georgia, volved a Luisiana, volved a los suburbios y a los ghettos de
nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de un modo u otro esta situación puede y
va a ser cambiada. Os digo hoy, amigos míos, que a pesar de las dificultades del
momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente enraizado en el sueño
americano. Tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y alcanzará el
verdadero significado de su credo: ‘Afirmamos que estas verdades son evidentes, que
todos los hombres han sido creados iguales’. Tengo un sueño: que un día sobre las
colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes
fueron propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la
fraternidad. Tengo un sueño: que un día incluso el estado de Mississippi, un estado
sofocante por el calor de la injusticia, sofocante por el calor de la opresión, se
transformará en un oasis de libertad y justicia. Tengo un sueño: que mis cuatro hijos
vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino
por los rasgos de su personalidad. Tengo un sueño... Tengo el sueño de que un día
allá abajo en Alabama, con sus despiadados racistas, con su gobernador que tiene los
labios goteando con las palabras de interposición y anulación, que un día, justo allí en
Alabama niños negros y niñas negras podrán darse la mano con niños blancos y niñas
blancas, como hermanas y hermanos. Tengo el sueño que algún día los valles serán
cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán
nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se
unirá todo el género humano. Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que yo
vuelvo al sur. Con esta fe seremos capaces de cortar de la montaña de desesperación
una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las chirriantes
disonancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe
seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a la cárcel
juntos, de ponernos de pie juntos por la libertad, sabiendo que un día seremos libres.
Este será el día, este será el día en el que todos los hijos de Dios podrán cantar con
un nuevo significado: ‘Tierra mía, es a ti, dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra
donde mi padre ha muerto, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera suene la
libertad’. Y si América va a ser una gran nación, esto tiene que llegar a ser verdad. Por
eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva
Hampshire Que repique la libertad desde las prodigiosas cumbres de las colinas de
New Hampshire. Que repique la libertad desde las enormes montañas de Nueva York.
Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pennsylvania. Que
repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve de Colorado. Que repique la
libertad desde las curvas vertientes de California. Pero no solo eso; que repique la
libertad desde la montaña de piedra de Georgia. Que repique la libertad desde el
Monte Lookout de Tennessee. Que repique la libertad desde cada colina y cada topera
de Mississippi, desde cada ladera. Que repique la libertad. Y cuando esto ocurra y
cuando permitamos repicar a la libertad, cuando la dejemos repicar desde cada pueblo
y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar la llegada de
aquel día en el que todos los hijos de Dios, hombres blancos y hombres negros, judíos
y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de juntar las manos y cantar con las
palabras del viejo espiritual negro: ‘¡Al fin libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios
Todopoderoso, somos al fin libres!’.
Sólo tengo una lámpara por la que se guían mis pies, y que es la luz de la experiencia.
No sé de ninguna otra manera de juzgar el futuro, que el pasado. Y a juzgar por el
pasado, quiero saber lo que ha habido en la conducción del ministerio británico de los
últimos diez años, para justificar las esperanzas con que los señores han tenido el
placer de consuelo a si mismos y a la Casa de Representantes. Os ruego, señor, que
no nos engañemos a nosotros mismos. Señor Presidente, hemos hecho todo lo que se
podía hacer, para evitar la tormenta que ahora se acerca. Hemos solicitado, hemos
protestado, hemos suplicado, nos hemos postrado nosotros mismos delante del trono,
y hemos implorado su intervención para detener la mano tiránica del ministerio y el
Parlamento. Nuestras peticiones han sido menospreciadas, nuestras protestas han
generado más violencia y el insulto; nuestras súplicas han sido ignoradas, y se nos ha
rechazado, con desprecio, desde el pie del trono. En vano, después de estas cosas,
podemos abrigar la esperanza de cariño de la paz y la reconciliación. Ya no hay
ningún margen para la esperanza. Si queremos ser libres; si queremos preservar la
inviolabilidad de los privilegios inestimable para los que hemos estado tanto tiempo
sosteniendo; si nos referimos no vilmente a abandonar la lucha noble en que nos
hemos dedicado tanto tiempo y que nos hemos comprometido nunca a abandonar
hasta que el objeto glorioso de nuestro concurso se obtenga, tenemos que luchar! Lo
repito, señor, tenemos que luchar! Un llamado a las armas y al Dios de los Ejércitos es
todo lo que nos queda!
Se nos dice, señor, que somos débiles, incapaces de hacer frente a adversario tan
formidable. Pero, ¿cuándo vamos a ser más fuertes? ¿Será la próxima semana, o el
año que viene? ¿Será que estamos totalmente desarmados? Y cuando un guardia
británico deba situarse en cada casa, ¿vamos a reunir la fuerza por la indecisión y la
inacción? ¿Vamos a adquirir los medios de resistencia efectiva, mintiendo sobre
nuestras espaldas, y abrazar el fantasma de la ilusoria esperanza, hasta que nuestros
enemigos nos hayan atado a nosotros de pies y manos? Señor, no somos débiles, si
hacemos un uso adecuado de los medios que el Dios de la naturaleza ha colocado en
nuestro poder. Tres millones de personas, armadas en la sagrada causa de la libertad,
y en un país como este que poseemos, resultan invencibles frente a cualquier fuerza
que el enemigo despache en nuestra contra. Además, Señor, no pelearemos nuestras
batallas solos, pues existe un Dios justo, quien preside sobre los destinos de las
naciones y quien levantará a sus aliados para que peleen nuestras cruzadas. La
batalla, Señor, no es solo para los fuertes. Es también para los vigilantes, los activos,
los valientes. Además, Señor, no tenemos elección. Aun si fuésemos lo
suficientemente fuertes para desearlo, ya es demasiado tarde para retirarse de la
contienda. ¡No existe la retractación sino es en la sumisión y en la esclavitud!
¡Nuestras cadenas se han roto! Sus chasquidos se escuchan en las praderas de
Boston. La guerra es inevitable. Así pues, ¡dejadla venir! Repito Señor: ¡Dejadla venir!
Resulta vano, Señor, prolongar este asunto. Los hombres podrán gritar: ¡Paz, Paz!,
pero la paz ya no existe. La guerra ya ha empezado. El próximo galeón que parta
hacia el norte traerá hasta nuestros oídos el retumbar de las armas. ¡Nuestros alientos
ya están en el campo de batalla! ¿Por qué permanecemos, entonces, inactivos? ¿Qué
es lo que los hombres desean? ¿Qué es lo que quieren? ¿Es la vida tan preciada, o la
paz tan dulce, como para ser comprada al precio de las cadenas y de la esclavitud?
¡Prohíbelo, Oh Dios Omnipotente! Ignoro el curso que otros han de tomar; pero en lo
que a mí me respecta: ¡Dadme libertad o dadme muerte!».