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El principio de legalidad
Orígenes
La justicia penal de las Monarquías absolutas europeas (Ancien Régime) se
caracterizó por una marcada irregularidad en el sistema jurisdiccional; por el desorden
y multiplicidad de leyes; por los innumerables privilegios para castigar de que gozaban
los señores feudales y, en particular, por el derecho del Rey o sus representantes para
castigar sin observar procedimiento regular alguno. Las "maisons de force", los
"hôpitaux généraux", las "órdenes del rey" o de los jefes de policía, las "lettres de cachet"
constituían toda una práctica represiva, y superpuesta a la "justicia regular" (ordinaria)
y muy frecuentemente opuesta a ella. El Soberano, directa o indirectamente, reclama,
decide y ordena ejecutar los castigos. Esto se explica por qué en el sistema, entonces
vigente, se consideraba que "en toda infracción hay un "crimen majestatis" y en el más
insignificante delincuente un pequeño regicida en potencia" (1). De allí que el derecho
a castigar fuese considerado como un aspecto del derecho que el Soberano tiene para
guerrear contra sus enemigos; un poder absoluto de vida o muerte.
Sin embargo, no sólo es de ver, en esta forma de ejercicio del poder punitivo,
la arbitratiedad real eficaz para eliminar "nobles infidèles ou grands vassaux
désobligéants". se trata de algo más complejo. Si el sistema de "lettres de cachet" alcanzó
una amplia aplicación y -al menos, durante un tiempo - una general aceptación, fue
debido a la demanda de las personas privadas interesadas a eliminar (temporal o
definitivamente) una de los suyos. Foucault y Farge, presentando las "lettres de cachet
de famille", se refieren a la puesta al servicio del público del poder absoluto del soberano.
Según estos autores, tales mandatos de detención no sólo llenan los vacíos dejados por
el sistema jurídico ordinario, sino que duplican el proceso y se introducen en él para
modificarlo y desnaturalizarlo (2).
Evolución legislativa.
Tenemos, por otro lado, que Franz von Listz calificó a la ley penal como la
"Carta Magna del delincuente", debido a que consideró que el principio de legalidad
hace de ella no sólo la fuente del derecho a castigar, sino, también, su límite; no sólo
garantiza la defensa de los ciudadanos ante los criminales, sino también a éstos frente al
poder del Estado(14).
Por su parte Beling culmina su teoría del tipo legal con la afirmación de que
"no hay delito sin tipo legal"(15).
Por esta razón, es procedente afirmar que una vez admitido el principio de
legalidad, la alternativa entre el argumento autoritario de que "está prohibido lo que el
legislador no ha declarado expresamente permitido", y el liberal de que "está permitido
lo que el legislador no ha declarado expresamente prohibido", se resuelve en favor del
último(20).
El derecho penal peruano es, como todo sistema moderno, un derecho escrito.
Es correcto, por lo tanto, decir "nullum crimen nulla poena sine lege scripta"(24).. lo que
comporta una prohibición dirigida al juez a fin de que no recurra al derecho
consuetudinario para determinar si una acción es delictuosa, o para fundamentar la
imposición o agravación de una sanción establecida en la ley.
Esto implica la afirmación de que el poder estatal emana del pueblo, y de que
la división de poderes es la base de la organización estatal. De allí que se considere que
el "fundamento democrático del principio de legalidad significa que sólo el poder
Legislativo es el capacitado para dictar leyes, por ser el representante de la voluntad
popular. Esto tendría ventajas de carácter técnico y político(26).. Las diversas
constituciones que se han sucedido en el Perú fueron elaboradas teniendo como base tal
concepción(27)..
Desde esta perspectiva, no creemos que sea correcto recurrir a criterios como
el de "situación de urgencia" o del "asentimiento expreso o tácito de los gobernados(37),
para admitir los decretos leyes como fuente de derecho penal en nuestro país. Nos parece
conveniente recordar con Kelsen que el Principio de legitimidad ("las normas jurídicas
permanecen válidas mientras no sean derogadas en la forma que el mismo orden jurídico
determine") únicamente vale en determinadas circunstancias. Deja de valer en el caso
de una revolución, entendida esta palabra en su sentido más general; de tal manera que
abarque el llamado "coup d'état". En una revolución, en este sentido amplio. ocurre
siempre que el orden jurídico de una comunidad es nulificado y substituido en forma
ilegítima por un nuevo orden, es decir, cuando la substitución no se hace en forma
prevista por el orden anterior(38).. Esta substitución se da aun cuando el régimen ilegal
reconozca vigencia a las normas anteriores, ya que por este hecho éstas no pueden seguir
siendo consideradas como las mismas.
La ley General de Aguas, en su art. 122, dispone: "El que contaminare aguas
superficiales o subterráneas, con daño para la salud humana, a la colectividad o flora o
fauna, infringiendo algunas de las disposiciones pertinentes de la presente ley, o las que
para evitar la contaminación, hubiere dictado la autoridad competente, será sancionado
de acuerdo con lo dispuesto en el art. 274 C.P., quedando obligado a reparar los daños y
perjuicios ocasionados".
a) Noción de certeza
Se afirmaba que las leyes deberían ser escritas en leguaje propio del pueblo,
a fin de que fueran un "libro familiar" (56), mediante el cual todos podrían saber qué
acciones son prohibidas y qué sanciones se imponen a sus autores. Con esto, se dio lugar
a la admisión de la ficción expresada en la frase "ignorantia juris criminalis nocet" (57).
Ficción que sobrevive en nuestro derecho, en cuanto el legislador dispone en el art. 87,
párrafo 20., que "la ignorancia de la ley penal no modificará en ningún caso la represión
de delitos que tengan señalada pena mayor que la de prisión" (58).
Por todas estas razones, nos parece utópica la idea de los autores del Proyecto
de 1985 (agosto), en la medida que no se limitan a reproducir el texto constitucional que
exige al legislador describir la infracción "de manera expresa e inequívoca", sino que
agregan: "sin dejar duda sobre los elementos que (la) integran". De esta manera, se cree
que es posible redactar normas claras cuya aplicación no de lugar a dudas. Así, estamos
a un paso de que se propugne la inutilidad de la interpretación.
b) Incertidumbre en que incurre el legislador: no descripción de la
"infracción"
Como ejemplo, podríamos citar el art. 289 que regula el delito de traición a la
patria, de la manera siguiente: "el que practicare un acto dirigido a someter la República
en su totalidad o en parte a la dominación extranjera o a hacer independiente una parte
de la misma, será reprimido con la pena de muerte" (actualmente, internamiento no
menor de 25 años). Al limitarse a decir el legislador "un acto dirigido a ..." no ha
individualizado suficientemente las acciones que pueden ser consideradas como
formando parte de esta clase de delito. Los juristas y la jurisprudencia suizos afirman en
relación al art. 265 de su Código Penal, cuyos antecedentes son la fuente inmediata de
nuestra disposición, que la expresión "acte tendant à" es tan amplia que comprende aun
los actos preparatorios (65). Si se tiene en cuenta, la pena prevista por el legislador
peruano, se comprenderá aún más fácilmente la insuficiencia con que ha sido descrita la
infracción.
Es asimismo incorrecto el art. 2 del D.L. 20066 del 26 de junio de 1973, que
estatuye: "Quienes organicen, fomenten, dirijan o propicien invasiones de terrenos en
áreas urbanas o de expansión urbana, de propiedad estatal o privada, son autores
intelectuales del delito de usurpación" y serán reprimidos según el art. 257 C.P. En
realidad, se trata de un nuevo delito; ya que son autores intelectuales, conforme el art.
100 C.P., los instigadores; es decir, quienes "intencionalmente decidieron a otro" a
cometer un delito.
Otro ejemplo interesante es el art. 13 del D.L. 20153 del 23 setiembre de 1973,
conforme al cual quien "fuere sorprendido con productos o mercancías a menos de 50
kilómetros de la frontera sin la autorización correspondiente, incurre en delito de
contrabando". Pero según el art. 1o. de la Ley 16185 del 20 de junio de 1966, el delito
de contrabando consiste en internar o extraer del territorio nacional, clandestinamente,
mercancías de cualquier clase, eludiendo en esa forma el pago de los impuestos y tasas
de aduanas o infringiendo disposiciones que prohiban o limiten dichas operaciones. La
acción principal que debe cometer el contrabandista es internar o extraer,
clandestinamente, mercancías del territorio nacional. De ninguna manera puede ser
equiparado a este acto el de guarda mercancías, sin el permiso correspondiente, a menos
de 50 kilómetros de la frontera.
Por último, señalemos otro defecto de técnica legislativa que tiene por
consecuencia eliminar la certeza de las normas. Entre los delitos contra la vida, el cuerpo
y la salud, el Código Penal contiene el delito de lesiones y entre las faltas contra los
mismos bienes jurídicos las vías de hecho. Según la culpabilidad, las lesiones son
intencionales o culposas y, de acuerdo a la magnitud del daño, graves 8art. 165 C.P.) y
leves (art. 166 C.P.). Estas últimas se diferenciaban de las faltas "vías de hecho" en
cuanto éstas consistían en "agredir a otro", sin causarle daño corporal ni afectar su salud
(art. 384 C.P.). Pero al dictarse el Código de Procedimientos Penales, se estableció en el
art. 12 que "se entiende que constituyen faltas contra el cuerpo y la salud las lesiones
leves que requieren asistencia facultativa hasta por un período de seis días" (74). De esta
manera, se modificó, a través de una norma procesal que fija el juez competente para
conocer de las faltas, el tipo legal correspondiente a las "vías de hecho" y al de lesiones
leves. El art. 10 del D. Leg 121, no ha corregido esta deficiencia.
Es decir, que esta pena era de aplicar a los autores de cualquier delito contra
la salud, ya sea que esté previsto en el Código Sanitario, en el Código Penal o en
cualquier otra ley. Las disposiciones contenidas en estos últimos, quedarían así
modificadas en cuanto a las penas. Este criterio fue admitido al reprimirse un caso
de ejercicio ilegal de la medicina en concurso ideal con el delito de homicidio culposo.
Al imponer la pena, el tribunal correccional escogió, en aplicación del Código Penal, la
más grave; que en su opinión era la señalada en el art. 186 del Código Sanitario. Criterio
que fue ratificado por la Corte Suprema en su resolución del 13 de noviembre de 1973
(78). La imprecisión radicaba en saber cuáles eran los delitos contra la salud, ya que el
mismo legislador consideraba como tales, en el art. 185 del Código Sanitario, la "huelga
de hambre", el "plagio", la "ocultación o sustitución de un niño", "el arrendamiento de
las cosas sin contar con las condiciones higiénicas y sanitarias para el uso que están
destinadas". Lo que permitiría a un tribunal considerar, igualmente, el delito de actos
obscenos en agravio de un menor como delito contra la salud y agravar enormemente la
pena. Además, se desarticuló todo el sistema de penas que refleja la jerarquía de los
bienes jurídicos admitida originalmente por el legislador. Así, un delito de peligro como
es el ejercicio ilegal de la medicina sería más severamente reprimido que el homicidio
culposo. En el texto original del Código Penal, se preveía, correctamente, lo contrario.
Por último, no está demás recordar que al señalar sólo el mínimo de pena
(penitenciaría o prisión no menor de seis meses) y no el máximo (que sería el máximo
legal de 20 años), el legislador dejaba tan amplia libertad al juez que era como si hubiera
indicado únicamente la clase de pena a imponerse. Las disposiciones penales del Código
Sanitario han sido, felizmente, derogadas por el citado D. Leg. 121, con lo que se ha
vuelto casi al sistema primigenio del Código Penal.
La certeza con que debe establecerse la pena para cada infracción se suele
lograr en nuestro medio, en razón a una peculiar técnica a nuestro legislador. Y, esta
técnica consiste en hacer referencia a las disposiciones de la parte especial del Código
Penal. Por ejemplo, al fijar la pena para quienes contaminen aguas subterráneas o
superficiales, con daño para la salud humana, a la colectividad, flora o fauna, se refiere
a la sanción prevista en el art. 274 C.P. (D.L. 17752 del 24 de julio de 1969,
reglamentado por Decreto supremo 930-73-G del 12 de setiembre de 1969). Pero, como
esta disposición regula el delito de contaminación de agua potable y se halla ubicada en
el título III de la sección sétima del Código Penal (Delitos contra la salud pública), ha
de concluirse que fue modificada, en cuanto a la pena, por el derogado art. 186 del
Código Sanitario (D.L. 17595 del 18 de marzo de 1969). Por lo que la pena para quien
contamine aguas subterráneas o superficiales debió ser fijada según la norma del Código
Sanitario. Este "sistema de cascada" que se crea por una deficiencia en la técnica
legislativa debe ser evitado, mediante la determinación directa de la escala penal para la
infracción en particular.
La comparación que hacen algunos autores de los tipos legales con las figuras
geométricas no es del todo correcta; ya que los "elementos" de aquellos no tienen la
precisión que distingue a los de las figuras geométricas. Si se denomina cuadrado a la
figura geométrica que tiene cuatro lados iguales; toda otra que tenga un lado más
pequeño que los otros, no podrá considerársela como tal. Más exactamente, se puede
decir que la inconveniencia de esta clase de comparación reside en que hace creer que
en derecho también existe, como en geometría, un modelo infalible para determinar
objetivamente la presencia de los elementos que constituyen las figuras. El análisis de la
manera como el juzgador determina la presencia de los elementos típicos en el
comportamiento concreto, permite comprender como se aplica judicialmente el principio
de legalidad.
Aun cuando ninguna de las tres primeras disposiciones del Código Penal que
comentamos, hace referencia a las medidas de seguridad y prevención, debe admitirse
que el principio de legalidad las comprende igualmente. Este criterio parece encontrar
asidero legal expreso, aunque incompleto, en el art. 10 C.P. En esta disposición se
estatuye que "las únicas penas y medidas de seguridad que puede imponerse son...". Es
incompleta porque, en realidad, no las enumera.
Del texto del art. 3 C.P. se comprende que la ley penal se aplica sólo a las
acciones que, previstas en ella, hayan sido cometidas durante su vigencia. Dicha
disposición dice, "acto u omisión que al tiempo de cometerse no estuviese calificado en
la ley". En doctrina se denomina a esta exigencia del principio de legalidad: prohibición
de la retroactividad de la ley penal" (87).
A pesar de que el art. 2 no lo diga expresamente, tal regla vale también para
la pena. Por esto, es un tanto imprecisa la fórmula empleada en el artículo antes citado:
"La (pena) que la ley señala para la infracción juzgada". La regla no es de que se aplicará
la pena vigente en el momento del juzgamiento, sino que se trata de la vigencia en el
momento de cometerse la infracción. Lo primero puede suceder, excepcionalmente, por
efecto de la regla de la retroactividad de la ley más benigna (88). En lo referente a las
medidas de seguridad no rige este aspecto de principio de legalidad. El párrafo 2o. del
art. 7 C.P. estatuye que "tratándose de medidas de seguridad o de educación tutelar... se
aplicará la ley vigente en el momento en que deban ser ejecutadas" (89).
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