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● Dentro del amplio abanico de colaboradores podemos situar a los técnicos, obreros,
empleados, gerentes, comisionistas, agentes, etc.
● Esta colaboración puede adoptar distintas características, por ejemplo, puede ser
una colaboración permanente, como es el caso de un gerente, u ocasional, como un
comisionista. Por otro lado, la colaboración puede ser interna o externa a la
empresa.
Los colaboradores subordinados o dependientes son aquellos que, como indica la propia
denominación, están en una situación de dependencia o subordinación con el empresario,
normalmente con carácter de cierta permanencia o estabilidad. Al Derecho Mercantil le
interesa en tanto que realicen actos u operaciones comerciales de carácter jurídico, para lo
cual ostentarán unas facultades de representación del empresario.
La relación jurídica interna que une al empresario con los colaboradores subordinados o
dependientes tiene naturaleza laboral y no mercantil, por tanto se trata de un contrato de
trabajo, que puede ser de carácter general (regulado en el Estatuto de los Trabajadores) o
especial (ej. cuando desempeñan una función de dirección en la empresa).
El Código de Comercio regula a los colaboradores dependientes en los artículos 281 a 302,
pero se trata de una regulación incompleta y equívoca, puesto que los califica como
mandatarios; esto no es correcto, porque aunque puedan tener un poder de representación
del empresario principal que es típico de un mandatario, la relación jurídica interna que los
une con el empresario principal es de carácter laboral. Así pues, estos colaboradores
dependientes pueden ser representantes del empresario, pero no se les puede considerar
comisionistas o mandatarios porque el vínculo no es de un contrato mercantil ni civil.
Si se trata de un gerente o el factor, se estima que tiene un poder general que puede estar
inscrito o no. Si se trata de dependientes u otro tipo de colaboradores subordinados,
tendrán poderes singulares, no de carácter general, que también podrían estar inscritos, u
otorgarse o presumirse por la labor continuada que realizan en una empresa.
● Los contratos de mera actividad tienen por objeto realizar una actividad concreta, y
basta realizar esa actividad con diligencia para que se considere cumplido el
contrato. Por tanto, para tener derecho a cobrar la remuneración correspondiente no
es necesario que se consiga o no un determinado resultado. Se regulan según el
esquema del contrato de arrendamiento de servicios, y puede revestir naturaleza
civil, mercantil y laboral.
● Los contratos de resultados tienen por objeto el propio resultado a alcanzar, y solo
desde ese momento se considera cumplido el contrato, y el colaborador tendrá
derecho a cobrar la retribución correspondiente. Estos contratos se regulan
conforme al esquema del contrato de arrendamiento de obra, y precisamente en
este grupo de contratos se pueden encuadrar los contratos mercantiles que
posteriormente estudiaremos y que regulan la colaboración independiente. Estos
son fundamentalmente el contrato de comisión, el contrato de agencia o el contrato
de mediación.
Concepto:
El Código de Comercio regula este contrato con mucho detalle. Este contrato nace en la
Edad Media, como muchas otras figuras del Derecho Mercantil. Nace con los mercaderes
medievales, los cuales desarrollaban un comercio entre ciudades (interlocal). Cuando
nacieron las ciudades nació el comercio con más intensidad. En este comercio los
mercaderes utilizaban la colaboración de otros mercaderes, y para ello se utilizaba el
contrato de mandato civil. En aquel momento, el mandatario (comisionista) actuaba en
nombre propio y por cuenta de su mandante o comitente. El Código de Comercio permite
que el comisionista actúe en nombre y por cuenta del comitente.
La comisión puede tener como objeto cualquier tipo de negocio mercantil. El contrato de
comisión tuvo históricamente mucha importancia, pero con el transcurso del tiempo, ese
mecanismo de colaboración se ha ido sustituyendo por otros instrumentos jurídicos (ej.
creando redes propias de distribución, contratando a agentes comerciales a través de una
relación más estables, o a través de concesionarios o de franquiciados que tienen negocios
que desarrollan de forma independiente). No obstante, aunque este contrato ha ido
perdiendo importancia, se sigue manteniendo y muchas veces se suele utilizar para realizar
negocios accesorios que revisten cierta complejidad y especialización.
Hay que decir que el contrato de comisión es el típico contrato de colaboración empresarial,
ampliamente regulado entre los artículos 244 y 280 del Código de Comercio. El Código no
nos da un concepto de este contrato, pero según la doctrina lo podemos definir como un
contrato celebrado entre dos comerciantes o entre un comerciante y otra persona por el cual
el comisionista se obliga a realizar, por encargo y por cuenta del comitente, una o varias
operaciones mercantiles.
● Es un contrato oneroso por el cual el comisionista recibe una retribución, salvo pacto
en contrario. Esto lo diferencia del contrato de mandato civil, ya que en este la regla
es la contraria (gratuito salvo que se pacte retribución).
Tal y como dispone el artículo 245 del Código de Comercio, el comisionista en el negocio de
ejecución de la comisión puede actuar de dos formas.
En ambos casos siempre lo hará por cuenta del comitente. Lo que sucede es que en el
contrato en nombre propio se utiliza el sistema de representación indirecta y en nombre de
su comitente, el sistema de representación directa. Según un caso u otro, los efectos de la
actuación del comisionista son diferentes, y a ellos se refieren los artículos 246 y 247.
El artículo 246 regula los efectos de la actuación del comisionista en nombre propio, es
decir, utilizando el sistema de representación indirecta.
Art. 246.
Cuando el comisionista contrate en nombre propio, no tendrá necesidad de declarar quién sea el
comitente, y quedará obligado de un modo directo, como si el negocio fuese suyo, con las personas
con quienes contratare, las cuales no tendrán acción contra el comitente, ni éste contra aquéllas,
quedando a salvo siempre las que respectivamente correspondan al comitente y al comisionista entre
sí.
● El comitente adquiere los derechos y también las obligaciones frente a los terceros
con los que ha contratado el comisionista. Esto se encuadra dentro del ámbito de la
relación externa de la comisión.
Art. 247.
Si el comisionista contratare en nombre del comitente, deberá manifestarlo; y, si el contrato fuere por
escrito, expresarlo en el mismo o en la antefirma, declarando el nombre, apellido y domicilio de dicho
comitente.
En el caso prescrito en el párrafo anterior, el contrato y las acciones derivadas del mismo producirán su
efecto entre el comitente y la persona o personas que contrataren con el comisionista; pero quedará
éste obligado con las personas con quienes contrató, mientras no pruebe la comisión, si el comitente la
negare, sin perjuicio de la obligación y acciones respectivas entre el comitente y el comisionista.
En ambos tipos de actuación, el Código de Comercio prevé en el artículo 253 que, una vez
celebrado un contrato por el comisionista con las formalidades correspondientes, el
comitente deberá aceptar todas las consecuencias de la comisión, quedando a salvo el
derecho de repetir contra el comisionista por las faltas u omisiones cometidas al cumplirla.
Diferencia entre el contrato de comisión y otras figuras contractuales
semejantes:
Art. 249.
Se entenderá aceptada la comisión siempre que el comisionista ejecute alguna gestión, en el
desempeño del encargo que le hizo el comitente, que no se limite a la determinada en el párrafo
segundo del artículo anterior.
Por otro lado, el Código de Comercio también impone determinados deberes o cargas a
aquellos que no quieran aceptar la comisión y rehúsan el encargo que se le ha concedido.
Así lo establece el artículo 248, que indica que, en caso de rehusar un comisionista el
encargo concedido, estará obligado a comunicarlo al comitente por el medio más rápido
posible. Además, también estará obligado a prestar la debida diligencia en la custodia y
conservación de los efectos y mercancía que el remitente le haya remitido hasta que
designe nuevo comisionista o hasta que el juez o tribunal se haya hecho cargo de dichos
efectos a solicitud del comisionista.
Art. 248.
En el caso de rehusar un comisionista el encargo que se le hiciere, estará obligado a comunicarlo al
comitente por el medio más rápido posible, debiendo confirmarlo, en todo caso, por el correo más
próximo al día en que recibió la comisión.
Lo estará, asimismo, a prestar la debida diligencia en la custodia y conservación de los efectos que el
comitente le haya remitido, hasta que éste designe nuevo comisionista, en vista de su negativa, o hasta
que, sin esperar nueva designación, el Juez o Tribunal se haya hecho cargo de los efectos, a solicitud
del comisionista.
La falta de cumplimiento de cualquiera de las obligaciones establecidas en los dos párrafos anteriores,
constituye al comisionista en la responsabilidad de indemnizar los daños y perjuicios que por ello
sobrevengan al comitente.
Es evidente que estas obligaciones no son obligaciones contractuales, porque el contrato no
existe todavía, sino que se trata de cargas o deberes que se establecen a favor de la
seguridad y la buena fe en el tráfico mercantil. Además, estos deberes solo son justificables
cuando el comisionista es un empresario dedicado a la actividad que se le encarga. El
incumplimiento por parte del comisionista de esos deberes legales no conlleva la aceptación
de la comisión, si no que el comisionista será responsable y deberá indemnizar por los
daños y perjuicios que su actuación ocasione al comitente, es decir, en este caso el silencio
o actitud pasiva no equivale a una aceptación, pero puede conllevar como efecto jurídico
una responsabilidad por parte de su autor frente al comitente.
El comisionista:
Según dispone el artículo 252, el comisionista será responsable de los daños y perjuicios
que ocasione al comitente por el incumplimiento de su encargo, salvo que ese
incumplimiento esté justificado por alguna causa legal.
Art. 252.
El comisionista que, sin causa legal, no cumpla la comisión aceptada o empezada a evacuar, será
responsable de todos los daños que por ello sobrevengan al comitente.
No obstante, hay determinados supuestos ante los cuales es posible que el comisionista
pueda suspender la ejecución de la comisión sin que por ello incurra en responsabilidad:
No obstante esta prohibición ha sido criticada por alguna doctrina que dice que no se
compagina bien en la actualidad con la objetivización de los contratos y obligaciones
mercantiles, donde lo más importante es sobre todo que se cumpla con el objeto del
contrato. Además también se dice que esta prohibición discrepa con el artículo 1721 del
Código Civil que, por el contrario, le permite al mandatario nombrar a otra persona que
realice el cargo siempre que el mandante no se lo haya prohibido.
Art. 262.
Si el comisionista hubiere hecho delegación o sustitución con autorización del comitente, responderá de
las gestiones del sustituto, si quedare a su elección la persona en quien había de delegar, y en caso
contrario, cesará su responsabilidad.
Art. 251.
Pactada la anticipación de fondos para el desempeño de la comisión, el comisionista estará obligado a
suplirlos, excepto en el caso de suspensión de pagos o quiebra del comitente.
Art. 257.
Serán de cuenta del comisionista los riesgos del numerario que tenga en su poder por razón de la
comisión.
Art. 258.
El comisionista que, sin autorización expresa del comitente, concertare una operación a precios o
condiciones más onerosas que las corrientes en la plaza a la fecha en que se hizo, será responsable al
comitente del perjuicio que por ello le haya irrogado, sin que le sirva de excusa alegar que al mismo
tiempo y en iguales circunstancias hizo operaciones por su cuenta.
Art. 264.
El comisionista que, habiendo recibido fondos para evacuar un encargo, les diere inversión o destino
distinto del de la comisión, abonará al comitente el capital y su interés legal, y será responsable, desde
el día en que los recibió, de los daños y perjuicios originados a consecuencia de haber dejado de
cumplir la comisión, sin perjuicio de la acción criminal a que hubiere lugar.
Art. 265.
El comisionista responderá de los efectos y mercaderías que recibiere, en los términos y con las
condiciones y calidades con que se le avisare la remesa, a no ser que haga constar, al encargarse de
ellos, las averías y deterioros que resulten, comparando su estado con el que conste en las cartas de
porte o fletamento, o en las instrucciones recibidas del comitente.
Art. 266.
El comisionista que tuviere en su poder mercaderías o efectos por cuenta ajena responderá de su
conservación en el estado que los recibió. Cesará esta responsabilidad cuando la destrucción o el
menoscabo sean debidos a casos fortuitos, fuerza mayor, transcurso de tiempo o vicio propio de la
cosa.
En los casos de pérdida parcial o total por el transcurso del tiempo o vicio propio de la cosa, el
comisionista estará obligado a acreditar en forma legal el menoscabo de las mercaderías, poniéndolo,
tan luego como lo advierta, en conocimiento del comitente.
Art. 268.
Los comisionistas no pueden tener efectos de una misma especie pertenecientes a distintos dueños,
bajo una misma marca, sin distinguirlos por una contramarca que evite confusión y designe la
propiedad respectiva de cada comitente.
Art. 270.
El comisionista no podrá, sin autorización del comitente, prestar ni vender al fiado o a plazos, pudiendo
en estos casos el comitente exigirle el pago al contado, dejando a favor del comisionista cualquier
interés, beneficio o ventaja que resulte de dicho crédito a plazo
Art. 273.
Será responsable de los perjuicios que ocasionen su omisión o demora, el comisionista que no
verificare la cobranza de los créditos de su comitente en las épocas en que fueron exigibles, a no ser
que acredite que usó oportunamente de los medios legales para conseguir el pago.
b) Obligaciones accesorias:
● Informar al comitente (art. 260): indica que deberá comunicar al comitente una doble
información, por un lado las circunstancias que influyan en el buen fin de la
operación, y por otro lado comunicar la celebración del contrato de ejecución de la
comisión.
Aquí surge una cuestión; ¿cuándo se devenga el derecho a cobrar la remuneración? Hay
dos posibilidades:
Sobre esta cuestión el Código de Comercio no indica nada, y se suele admitir la regla
general de que se devenga o nace la obligación cuando el comisionista ha celebrado el
contrato de ejecución. No obstante, alguna jurisprudencia del Tribunal Supremo ha
entendido que el nacimiento de la remuneración tiene lugar con la ejecución y cumplimiento,
y para ello se fundamenta en la aplicación de alguna norma de carácter laboral, en concreto
la normativa laboral especial que regula a los viajantes o representantes de comercio. A
pesar de esta opinión, la doctrina suele entender que esto último no es la práctica habitual,
salvo que se trate de un contrato de comisión que se prolongue en el tiempo, es decir,
casos en que el comisionista celebre operaciones sucesivas. En este caso se suele
establecer cuál es el momento de devengo de la retribución, incluyendo en el contrato una
cláusula, denominada cláusula salvo buen fin, que expresa que la retribución nacerá cuando
el contrato de ejecución haya llegado a un fin, eso sí, como estamos en un contrato de
carácter dispositivo donde rige la autonomía de la libertad, nada impide que las partes
decidan de mutuo acuerdo el momento o la circunstancia determinante del devengo de la
retribución.
Otra obligación es la provisión de fondos. Esto significa que el comitente deberá proveer
al comisionista los fondos necesarios para el desarrollo de la comisión con carácter previo a
su comienzo. También estará obligado a reponerlos cuando se hubiesen invertido los fondos
recibidos. También es posible pactar que el comisionista adelante o anticipe los fondos y, en
su caso, los supla.
Por último, el comitente deberá asumir los efectos del contrato que haya celebrado el
comisionista con un tercero. Esta obligación del comitente nace del propio contrato de
comisión y se encuadra dentro de las relaciones internas entre comitente y comisionista.
Como ya sabemos, son independientes de los efectos externos que se derivan del contrato
de ejecución de la comisión que el comisionista haya celebrado con un tercero, y a su vez
esos efectos también serán diferentes, según si el comisionista ha actuado en nombre
propio o en nombre del comitente.
b) En relación al comitente:
Una de las garantías la encontramos en el artículo 80.1 de la Ley Concursal, que dice que,
en caso de concurso del comisionista, el comitente tendrá derecho a excluir de la masa de
la quiebra aquellos efectos o mercancías que se encuentren en el poder del comisionista a
consecuencia de la comisión.
Este contrato se extingue por las causas generales de extinción de las obligaciones y
contratos (ej. por cumplimiento del encargo, imposibilidad sobrevenida de llevar a cabo la
comisión, etc).
● Revocación por parte del comitente: este supuesto se regula en el artículo 279, que
establece que el comitente podrá revocar la comisión libremente en cualquier estado
del negocio, pero eso sí, quedando siempre obligado a las resultas de las gestiones
practicadas antes de haberle hecho saber la revocación. Se prevé lo que se llama
una revocabilidad libre ad nutum, que se admite precisamente porque se trata de un
contrato fundado en la mutua confianza, y constituye una excepción a la doctrina
general de los contratos que normalmente requiere un mutuo consentimiento para
dar por extinguida la obligación. No obstante, a pesar del artículo 279, tanto la
doctrina como la jurisprudencia admiten el pacto de irrevocabilidad durante un
período de tiempo, cuando la comisión se haya establecido en interés común de
ambas partes, o en general cuando exista una causa para ello.
El contrato de mediación o corretaje es aquel contrato por el que una persona se obliga a
abonar a otra, llamada mediador o corredor, una remuneración por indicarle la oportunidad
de concluir un negocio jurídico con un tercero o por servirle de intermediario en esa
conclusión. Por tanto, un mediador lo que hace es facilitar la celebración de un contrato, y
su remuneración, que generalmente consiste en una comisión, está condicionada a dicha
conclusión; se devenga en el momento de la perfección del contrato facilitado por el
mediador, y habrá que entender que no va a depender de la ejecución por las partes de
dicho contrato.
Su naturaleza jurídica ha sido discutida, ya que hay una doctrina minoritaria que opina que
es un contrato unilateral, porque solo obliga a la parte que da el encargo al mediador a
realizar el pago de la retribución. Una doctrina mayoritaria, y también la jurisprudencia del
Tribunal Supremo opina que se trata de un contrato bilateral, puesto que el mediador o
corredor asume una obligación de hacer.
Regulación:
En cuanto a la regulación legal de este contrato hay que decir que es un contrato atípico,
que no tiene una regulación amplia, aunque existe un conjunto de normas que regula el
ejercicio de determinadas profesiones de mediadores, por ejemplo en el ámbito de los
seguros; los mediadores de seguros, o los llamados agentes de la propiedad inmobiliaria.