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En Romanos 4, Pablo usa dos ejemplos tomados del Antiguo Testamento para
defender la justicia atribuida. De Abraham se dice que “creyó a Jehová, y le
fue contado por justicia” (Génesis 15:6). Esto tuvo lugar antes de que
Abraham hubiese obedecido a Dios con respecto a la circuncisión como señal
del pacto. De una forma quizá más drástica aún, Pablo cita el Salmo 32:2, en
el cual David pronuncia una bendición sobre “el varón a quien el Señor no
inculpa de pecado” (4:8; véase también 2 Corintios 5:19).
Poner en la cuenta de alguien la justicia de otro, sin tener en cuenta
ninguna cosa buena que esa persona haga, es ya suficientemente glorioso,
pero no tenerle en cuenta a la persona sus pecados y actos de maldad es
más glorioso aún. Al justificarnos, Dios ha hecho ambas cosas
misericordiosa y justamente, debido al sacrificio de Cristo.