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CARLOrA CARVALLO DE NUÑEZ

,. I
í

MINISTERIO DE EDUCACION PUBLICA

LIMA
COLECCION ESCOLAR PERUANA

Bajo este título -que aspira a constituir


un símbolo en la Escuela Peruana- el Mi-
nisterio de Educaci6n Pública irá ofreciendo
una serie de obras donde, lejos de las limita-
ciones de los planes y programas de enseñanza,
se vaya forjando un panorama cabal y suges-
tivo de la cultura.
Dentro de su horizonte móvil, cuyas infini-
tas posibilidades abarcan todos los campos
del conoci.:nien to, han de hallar el niño y el
adolescente un valioso material para incur-
sionar por los predios superiores del espírítu,
a la vez que el sano goce que brinda la lectura
recreativa.
La COLECCION ESCOLAR PERUANA
no es una serie de textos de estudio, ni una
nueva librería para la consulta escolar, sino
un instrumento vivo de cultura que, armoni-
zando la especial sicología del niño y del ado-
lescente con los al tos y permanentes in ter eses
del pensamiento, abra nobles rutas de inquie-
tud espiritual en funci6n del porvenir.
Así, fiel a sus objetivos, entre los que ocupa
lugar preferente el de contribuir a la afirma-
ci6n de una auténtica conciencia nacional, la
COLECCION ESCOLAR PERUANA tien-
de a formar bibliotecas en las escuelas y cole-
gios de la República, aportando un fondo de
obras selectas de autores peruanos o referen-
tes al Perú, y en cu yo des arrollo editorial po-
drán también participar los alumnos y los
maestros del País, ya sugiriendo los temas que
más les interesen, ya escribiendo ellos mis-
mos sus propios volúmenes .

Prensas del Ministerio de Educaci6n Pública


Lima 1947
,

Biblioteca
' Nacio~aI
deI Perá

PAuL:RivEiT
1Q57
LIBRERIA INTERNACIONAL
DEL PERU S. A. V
s/.
't -
R U TS 1,
EL PEQ U E ÑO ALUCINADO

·' 1

.. . .· , ,. .

I
COLECCION ESCOLAR PERUANA
VOL. 3

DIRIGIDO POR AMADEO DELGADO PASTOR


ILUSTRACIONES DE LA AUTORA
CARLOTA CARVALLO DE NUÑEZ

EDICIONES DE LA DIRECCION DE EDUCACIOM ARTISTICA


Y EXTENSION CULTURAL
NOTICIA

~
l9 sólo pocos años miles de la Segunda Gra.n Guerra que
;e acentúa en nuestro proceso editcativo y cultitral la pre-
sencia de un movimiento destinado a darle categoría estéti-
ca y sentido orgáoiico a la Literatura Infantil, cuya hnportoo-
cia. rebalsa, los cauces de la simple recriación espiritual para in ...
crustarse en la rafa misma del problema f ornzativo del nifío. Si111
citar non1bres de a.ittores, ni hacer mayor hincapié en los diver-
sos aspectos que abarca el concepto de Literatura Infantil, es
oportuno recordar que en el Perú estanios a,ún en la etapa inicial
de su des(IJrrolto vale decir, la que corresponde a la producción!
d·e obras especialm ente dedi'cadas a los nifios, y cuyos pioneros
son. en su mayoría, 111aestros de escuela. y escritores jóvenes, en-
tre lo que se destaca la autora de este libro.
Cota Can allo - como fa.1niliiannente se la conoce en los
cenáculos li111ei1os- no tiene antecedentes ~itera1Yios, pues su im'.-
ciación artística tuvo por cmnpo la. pintura,, donde sit. obra mere-
ciera elo.r;iosos juicios críticos. Su historia como escritora co-
1111ºe11:::a, cJt rigor, con Rutsí, el Pequeño Alucinado, bello rela.to
d'e a11-1.biente y tema nacionales que ocupara el primer lugar en la.
.Sección P nw.na, Tercera. Categorfa, del Segun&o Concurso Li-
terario Latinoa111ericano que, en 1942, orga.nizó la Editorial Pa-
rrar & Rinehart, de Nueva. ·York.
Esta ausencia de a.ntecedentes literarios sirve· para resaltar
SQt calidad y prestancia intelectual, pues, ca.reciendo del estímulo·
gue significa wia producción juzgada y fácilniente convertible en
pun to de referencia para, la. autocrítica, realiza la haza.fía de situar
su nonibre al lado de consagradas figuras de nuestras letras.

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Rutsí, el Pequeño Alucinado destaca, junto a un estilo f l?tído
y elegante, hasta cua.tro condiciones prima.r:as que a.meritan la la-
bor intelectif;aJl de la azttora, a sa~er: amplio conocimiento de la
geografía, la historia y el f ollzlore peruanos; presencia de una sana
emoción nacionalista; auténtica vocación literaria.; y sensibilidad
pedagógica. A lo dicho se ha de a.ñad'ir el acierto en la selección
del tema 'y s1t cuidadoso planteaniiento en función de la peculiar
s.icología. del lector a quien está destinado el libro. Pero aún hay
más. El frecuente uso que, en sus páginas, se ~ce de leyendas y
costumbres nacionales, así como el tono ejein.pla:rizador con quP
se recogen las sitpersticiones hidígenas y la modalidades ver.-
nácu.las .de cada región, aumentan su finalidad recreat·iva y sit va-
lor literario.
En Rutsi, el Pequeño 'Alucinado se narra, las aventuras de
un geniecillo de la S elva -Rntsí-, quien pide a sit padre -d
Río- le otorgue figura hutnana para visitar el país efe los hom··
bres y .conocer su manera de vivfr. A.~í es cM110, obtenida la meta-
mórfosis, el travieso y b?trlón R utsí se lanza a tra.vés del niundo,
en i:n viaje· que aba.rea las tres regiones natura-les diel Perú. Su afán
de belleza y de verdad estimulado por un fino sentido poético fa-
1 1

ci!úa la captación del paisa,je el adentrarniien.to en las costumbres y


1

el a.copio de sabrosas leyencfas que, luego en el curso del relato,


1

·vístense de vivos colores y de aladas sugerencias . ..


e ometería1mos grave pecado de liviandad si dejáramos de
con..n'.gnGJr que Carlota Ca.rvallo de Núfíez obt1tvo el prim er pre-·
rn.io en el Concurso de T ea.tro Escolar promovido por el .Ministe-
rio de Educación Pública en 1944, cd cital presentó La Tacita de
Plata, comedfo de títeres, cuyo texto puede leerse en el segundo
volumen de <fista eolección.
Tal e.s, a graindes rasgos, el bala.nce litenwio de Carlota Car-
~allo de Núñez cuya fobor se completa con una valiosa produc-
1

ción inédiita, de la cual f arman pa,rte los siguientes títulos: Cantos


para los Niños, en colaboración con Andrés Sas, El Niño de Cris ..
tal Cuentos sin Hadas ni Príncipes 31 Diario de mis Hijos.

A·. D. P.

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PRIMERA PARTE
CAPITULO 1
DE COMO RUTSI SALIO DE LA SELVA

onceéis por ven tura la selva, la grandiosa


- - selva sudamericana? Si la conocéis, si algu-
na vez habéis visto desencadenarse sus oscuras fuerzas
primitivas, si habéis escuchado hacia el a tardecer sus
confusos rumores, donde a veces os parece percibir el
canto de eternidad de sus ríos, o el eco ronco de sus
montañas, el grave croar de gigantescos sapos, el chi-
rrido estridente de los monos, o el melodioso trinar
de misteriosas aves; si habéis sentido el embrujo de
su belleza y os habéis internado en el laberinto de sus
entrañas, quizás habréis descubierto que está poblada
de seres invisibles que viven en sus ríos y pantanos,
en sus innumerables cascadas, en sus apacibles reman-
sos, en sus montes y sus cuevas, y hasta en las chozas
abandonadas de los indios.
Pues bien, si los conocéis, si vuestro oído puro co-
n10 el de un niño no ha sido aún contaminado por la

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palabra del hombre, si vuestro corazón sencilllo ha po-
dido acercarse a la naturaleza y a la vida en sus más
ele1nen tales y primitivas formas, quizás conoceréis a
Ru tsí uno de los traviesos espíritus de la selva. Si no
lo conocéis, permitidme que os lo presente.
Rutsí es un diminuto geniecillo de los ríos, inquie-
to y burlón. Es él aquel que juega malas pasadas al martín
pescador, cuando éste espera algún pececilJo, inmóvil
en una rama próxima a lo.s ribazos. El anuncia a la
pequeña víctima el peligro que lo acecha, para que
cambie de rumbo. El es quien desata el cebo de lo1s an-
zuelos, el que moja las alas de las maripo)sas cuando se
aproximan a beber en lo.s charcos, quien azota las ca-
noas de los indios y las atrae a los remolinos, donde
alguna vez se perciben sus carcajadas. Es este Rutsí
el que acecha a Shambi la hija del cacique, cuando in-
troduce sus morenos pies en el río para llenar su ma-
cagua y darle de beber a sus hermanito.s. El es el que la
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salpica de agua los ojo s cuando despojada de su cushma,
se echa a nadar remontando la corriente. El es quien
de ver tan to a la muchacha ha llegado ~ encariñarse
con ella, y hasta se ha atrevido a murmurarle palabras
amables al oído, que Shambi parece no haber escu-
chado. El, finalmente, que en una noche misteriosa de
la selva, le ha dicho tímidamente al Buen Padre Río:
"Quiero ser hombre", frase que ha debido repetir va-
rias veces antes que el viejo, ya un poco so~·do, la pu-
diera en tender.
"¡Quiero ser hombre! -añadió- para que Sham-

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uando introduce sus moreno pies en el agua ...
bi pueda óir mi voz y para jugar .con ella, corriendo
por el sendero que conduce a su cabaña. Y quiero ser
hombre para saber lo que hay detrás de esta inmensi-
dad verde, y para ver a dónde alumbra el sol, cuando
desaparece tras de las altas copas de los árboles".
El P"adre Río lo 1niró extrañado. En realidad, nun-
ca había oído petición semejante de un geniecillo. Cuan-
do lo pensó un poco 1nás, montó en cólera y ordenó
al pobre Ru tsí que no volviera a incomodarlo con sus
impertinencias. Esa noche el Padre Río se agitó tur-
bulento entre su lecho , sin poder conciliar el sueño, y
el pobre geniecillo se ocultó entre los platanares, sin
tón1ar parte en las travesuras de sus alegres compañe-
ros.
Pasado algún tietnpo, Rutsí se había vuelto tan
melancólico qu e el P adre Río estaba muy preocupado.
lo mandó llamar y trató de disuadirlo con buenas ma-
neras de su loco in t en to. Le mostró los inconvenientes
que hallaría, lo difícil que sería su vida, acostumbrado
como estaba a holgar todo el día libremente, sin cono-
cer los t rabaj o's y penalidades que agobian a los hom-
bres. Pero Ruts í era un geniecillo testarudo y no quiso
hacer caso de consejos. Entonces el Padre Río le prome-
tió consultar a la Runa-marna, vieja hechicera que v"i-
vía en una cueva solitaria arrancándole sus secretos a
la naturaleza . Ella preguntaba al tibi, ave fatídica,
que can ta en las noches para anunciar las desgracias
y al Chuyachaqui, diablo burlón de pies desiguales
que se encarga de extraviar al caminante. Ella sabía

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preparar la ·pusanga y el piri-piri, bebedizos mági-
cos que utiliza la gente para hacerse querer, y el aya-
huasca que hace ver el porvenir.
Ella tenía oídos sobrenaturales, abiertos para los
ruidos m4s imperceptibles, y así oyó la llamada del
Padre Río y acudió esa noche para platicar con él.
-Uno de 1nis geniecillos - dijo el venerable vie-
jo-, el más alegre y travieso, desea convertirse en hom-
bre. . . . ¿Qué dices? . . . . ¿Lo puedes hacer ... . ?
-¡Oh Buen Padre Río -contestó la bruja, des-
pués de saludarlo reverentemente. Tengo. poderes ma-
ravillosos, es verdad, pero tú me pides demasiado! ....
Yo podría convertir a ese pequeño y loco espíritu en
serpiente o en ave, -pero en hombre ciertamente que
no. Si aceptas mi consejo, le daremos a n1odo de prue-
ba un cuerpo. de pájaro, un pájaro de hermoso pluma-
je y se sentirá muy feliz. También es posible, que cuan-
do trate de remontarse sobre las copas de los árboles
y se convenza de que es imposible atravesar la selva,
porque ésta es un mar verde sin fin, deseará volver a
ser un geniecillo del Río, con10 lo ha sido siempre.
Rutsí ºY? esa noche una llamada misteriosa. Era
una lechuz~ que le enviaba la Runa-mama para guiar-
lo a su cueva.
-· ¿Qué me quieres? -le preguntó Rutsí.
-El Buen Padre Río ha querido complacerte. Vas
a convertirte en un ser de carne y hueso -le contestó
la bruja.
Entraron a la cueva y los otros geniecillos que atis-

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baban curios amen te en los alrededores, oyeron roncas
palabras mágicas y estridentes chillidos.
De pronto rasgó el aire cálido de la noche el vuelo
todavía inexperto de un chirreclés. Eso era Rutsí desde
ese momento: un hermoso chirreclés.
Durn1ió temeroso acurrucado en una rama, porque
ahora debía guardarse de un sin fin de enemigos que
antes no conociera. La vida es así en la selva. Unos se-

res viven a expensas de los otros, y hasta los vegetales
se absorben entre ellos, en esa gigantes ca lucha por
la existencia. Las fuerzas en con tracias de la naturaleza
crean y destruyen al mismo tiempo, en un vértigo pri-
mitivo y salvaje.
Cuando einpezaba a albo rear, Ru tsí despertó so-
bresaltado. No estaba muy contento de su transforma-
ción, pero se conso'Ió pensando, que ahora Shambi lo
podría ver y escuchar. Para ella sería su can to más be-
llo y el magnífico brillo de su plumaje. Y ya más ale-
gre emprendió el vuelo hacia la choza del cacique, es-
perando encontrar a la pequeña Shambi.
Pronto la vió dirigirse al río, en busca de agua.
Rutsí trató de lla.marle la atención volando de rama en
rama, cerca de la orilla, pero Shambi estaba esa mañana
muy pensativa y no reparó en él.
Mientras tan to Uriangari, el hijo mayor del ca-
cique, se entretenía en ensayar su puntería disparando
su pucuna, rama hueca a través de la cual se soplan
pequeñas saetas y en cuyo manejo son muy diestros
los indios. Vió al pajarito y pensó que sería un buen

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blanco para probar su destreza. De pronto, RutsÍ sinti6
un agudo dolor en el corazón y lanzando un lastimero
quejido fue a caer desplomado a los pies de Shambi.
Esta lo recogió co1npasiva y lo apretó contra su pecho,
pero ya el pobre chirreclés estaba muerto.
Entonces Rutsí, el geniecillo, despojado de su cuer-
po, volvió al lado de su Padre Río. Este lo recibió ca-
riñosamente y le .dijo:
-Ya no te vuelvas a ir, hijo mío. ¿No vives más
feliz entre nosotros?
Pero Rutsí insistió en su deseo de ser hombre.
El Padre Río llan1ó nueva1nen te a la hechicera
y le ofreció" una recompensa, si complacía esta vez a
su pequeño Rutsí. La Runa- mama pidió un tie111po de
plazo, n1ien tras consultaba a las aves misteriosas de
la selva ....
Y otra vez la lechuza, llamó una noche al genie-
cillo y la bruja se encerró con él en la cueva, y los otros
diminutos espíritus que atisbaban en los alrededores,
oyeron un gran estrépito y luego apareció Rutsí com-
pletamente transformado.
La Runa-mama estaba satisfecha. Todos sus con-
juros y sortilegios, habían tenido felices resultados.
Rutsí se había convertido en una especie de hombre-
cillo salvaje, con toda la apariencia de un muchachi-
to. Tenía ~na cara muy linda y unos ojos n1uy vivos,
la tez bronceada y el pelo negro como el alquitrán.
"Serás un hombre, como lo has querido -dijo la
hechicera- y como tal estarás sujeto a sus necesi-

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dades y trabajos. Tendr~s .inteligencia, pero adem~s
te hago el don de en tender el lenguaje de todos los seres.
Tu corazón permanecerá sencillo y primitivo. Quie-
ro saber si esto sirve para escudarte de la maldad de
los hombres. Pero si algun día sufres, no te quejes de
mí. Yo te he advertido que eres un espíritu loco y so- •
ñador ....
Y cuando al fin eches de menos la soledad de los
bosques y desees regresar a Ja Madre Naturaleza, no.-
sotros te recibiremos con ten tos, y en tone es volverás
a ser un espíritu del río como lo has sido sie1npre" ....
Cuando Ja Runa-mama terminó de hablar, Rut-
sí, agradecido, se despidió de ella .
. Oculto entre un montón de hojas secas aguardó
la llegada de la mañana.
Cuando empezaba a filtrarse la luz por los claros
del bosque, Rutsí se puso en camino. Quería buscar a
la peqúeña Shambi, pero se hallaba desorientado.
Entonc es vió un pajarito parado en una rama cer-
cana y se atrevió a preguntarle:
-~ Sabes tú dónde vive la pequeña Shambi?
- ¿Quién, quién? -dijo el pajarito.
- La niña más bella, más dulce que habita la sel-
va .. ..
- ¿Quién, quién? -dijo nuevamente el pajarito.
-La que tiene el talle esbelto como el umiro y el
rostro más lindo y fragante que la flor de la shía-shía .. .
(Y al decir ésto Rutsí comparaba a Shambi con dos
hermosas palmeras).

17.
•/ ~ ¿Qu1en.
-¿ Qu1en. •/ ~ -repet1a monotonamen te e1 pa-
I I

. .
Jartto ....
Ru tsí impaciente le volvió la espalda . Olvidaba
que la avecilla no tiene otro can to, y por eso se le llama-
ba el quién-quién.
• ¡Qué difícil era para 1{uestro hombrecillo abrirse
paso entre la maleza que le cerraba el . camino! Había
perdido su agilidad de geniecillo que le pennitía jugue-
tear sobre las ondas del río o entre las gotas de lluvia y
cabalgar sóbre el lomo de las mariposas o en los rayos
del sol. Pero estaba tan contento y tenía tantos bríos,
que no sentía la menor fatiga.
Anduvo así n1uchos días, preguntando a cuanta
avecilla encontraba a su paso, pero las pequeñas aves se
habían vuelto tan desatentas con él que ni siquiera se
tomaban el trabajo de contestarle.
Vió tan1bién monos de infinitas clases. Los ma-
quisapas eran los n1ás simpáticos, con su pelaje negro
brillan te y su larga cola. Saltaban ágiles entre las ra -
mas, riéndose de él y arr0jándole cocos. Se pregunta-
ban, seguramente, de dónde había salido ese pequeño ser
tan ridículo. Una n1ona vieja insistió en que lo acampa-
ra hasta las ramas más altas de una inmensa lupuna.
Rutsí trataba de complacerla, pero de1noró un buen ra-
to hasta llegar a la copa. Los traviesos monitos se ba-
lanceaban colgados de las lianas, míen tras reían di-
vertidos. Después le obsequiaron ·frutas y semillas, que
él saboreó con placer. Cuando estuvo satisfecho se des-
pidió de los maquisapas y con tinu6 su camino.

18
be pton to, se desat6 una furiosa tempestad; 1a
lluvia caía como un diluvio. El huracán arrancaba de
cuajo árboles enteros. Ruts( completamente mojado
y res balando a cada instan te, corría por la flores ta.
Así pasó toda la noche y al amanecer escuchó muy ~er­
cano el n1lirmullo del río. Cuando llegó a la orilla vió
con júbilo que frente a él, sobre una barbacoa, o arma-
zón de troncos, se levan taba la cabaña del jefe indio,
techada con hojas de camona. En la puerta se hallaba
sentado Uriangari. Ru tsí lo saludó, pero el muchacho
miraba distraída1nen te hacia el río.
Poniendo sus manos a guisa de corneta, Rutsí le
gritó aún más de cerca: ·
- ¡Uriangari! ¡Uriangari!
El aludido se sorprendió al verle.
-¿ Quién eres ? - le preguntó.
-Soy tu a1nigo . ¿Dónde está tu hermanita, la
peque ña Shambi? ... .
Se entristeció la cara del 1nuchacho salvaje y re-
puso:
-Shambi ya no está aquí.
Y luego le contó, cómo su padre había n1uerto en
un combate con los hombres blancos, y éstos se habían
]]evado consigo a la pequeña Shambi, según decían
para que trabajara en los cafetales.
-¿Y hacia dónde fueron? - preguntó Rutsí muy
afligido.
-Los vi alejarse re1non tanda el río -dijo el mu-
chacho. Y luego añadió:

19
--B{1scala tú si lo deseas, pero yo no te acompaño.
Prefiero quedarme con los hombres de mi tribu.
Y se ofreció a hacerle una pequeña embarcación,
en que Rutsí pudiera navegar. Cortó una rama de água-
no y est~vo trabajando todo el día.
Entre tan to, Ru tsí quiso despedirse de su Padre
Río. Llamó tan1bién a los geniecillos de la selva, pero
no los pudo ver. Oyó solan1en te sus voces y as í supo
que lo acon1pañarían duran te su viaje. Tan'\bién oyó la
vü'z grave del Padre Río que le decía:
- No te fíes de los hombres, mi pequeño Rutsí.
No creas den1asiado en sus palabras. Y recuerda que
sólo volverás a nosotros cuando ese cuerpo que te he-
mos dado haya perecido. Ahora, aquí tienes 111i regalo.
Ante los ojos del ason1 brado Ru tsí apareció un
arco, con tres flechas de plata.
r~ el Padre Río añadió:
-Guárdalo_ que te puede servir.
Y al caer la tarde, estu vo lis ta la pequeña canoa
coh un solo remo, donde Uriangari había puesto unas
cuan tas provisiones para el viaje. Le enseñó a manejar-
la y se despidió de él, deseándole buena suerte en la
,
traves1a.
y así fue co1no nuestro pequeño salió de la selva,
para encontrar al ho1nbre y" a la civilización ....
COLECCION ESCOLAR PERUANA

VOLUMENES PUBLICADOS

1. -Lecturas Patri6ticas.
2. -Teatro Escolar.
3. -Rutsí, el Pequeño Alucinado, pbt
Carlota Carvallo de Núñez .

PROXIMOS VOLUMENES

4.-Mitos, Leyendas y Cuentos Perua-


nos.-Selecci6n y Notas de José
María Arguedas y Fra.ncisco Iz-
quierdo Ríos.

5.-Símbolos Nacionales de América.-


Compilaci6n, Pr6logo y Notas de
Amadeo Delgado Pastor.

6. -Antología de la Poesía Infantil Pe-


runn a,.,.......Selecci6n, Prólogo y Notas
de Amadeo Delgado Pastor.

OTRAS PUBLICACIONES

Poesía

l . -Urpi, por Mario Florián; Puna, por


Luis de Rodrigo; y Charango, por
l.uis N,ieto.

Cuento

2. -Tierra Mía, por Alfonso Pe14ez


Bazán; Cholerías, por Porfirio Me-
neses; y Tierras del Alba, por Fran-
cisco Izquierdo Ríos.

Ediciones de la Direcci6n de Educaci6n


Artística y Extensi6n Cultural
,,

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