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El siglo XVII sufrió y llevó a cabo una profunda revolución filosófico-científica de la cual
la ciencia moderna es a la vez raíz y fruto. Esta ruptura, que como tal implicó la
transformación de la misma concepción del mundo que soporta la forma en que nos
acercamos a él, presentó dos factores fundamentales:
1) Destrucción del cosmos: pérdida de validez en el campo de la teoría de las concepciones
del mundo como un todo finito, cerrado y jerárquicamente ordenado.
2) Infinitización del universo: a partir de la geometrización del espacio, el universo se
presenta unido por la uniformidad de sus leyes, esto es, homogéneo (como todo espacio
matemático)
Se trata entonces de un abandono de las cualidades como criterio de clasificación de lo real
(junto con la jerarquización que implicaba) y una puesta en el centro de lo cuantitativo, la
medición y el experimento como medio de acercamiento a aquello que se estudia.
A los ojos de Kepler la concepción de la infinitud del universo, en tanto implica pensarlo
como un único espacio uniforme, resulta una negación del orden jerárquico y armonía que
como cristiano devoto ve en el mundo. Su rechazo se apoya entonces en motivos
metafísicos pero, sin embargo, los argumentos que utiliza para demostrar la invalidez de
dicha doctrina se basan en que, desde su posición epistemológica, la astronomía tiene un
carácter fundamentalmente empírico. Por lo tanto la idea de la infinitud, al no poder
sostenerse en un empirismo, se le presenta como científicamente carente de sentido.
Recordemos que escribe con anterioridad al descubrimiento y utilización del telescopio por
lo que dicha ciencia aparece estrechamente ligada a la óptica no pudiendo contradecir sus
leyes mediante hipótesis. De aquí que defina la distribución concreta de las estrellas en
relación a aquello que observamos a simple vista sobre nosotros. Que esta imagen sea
distinta a la que recibiría un observador situado en otro punto del universo, le permite
mantener la particularidad de nuestro mundo y, por lo tanto la jerarquización que la
infinitud destruye.
Se trata de que para Kepler el mundo, ya sea finito o infinito, debe presentar una
organización que siga un patrón geométrico, podríamos decir “armonioso”, pues la
distribución al azar de las estrellas le resulta impensable. Pero en un mundo infinito, al
implicar homogeneidad del espacio, la única posibilidad es homogeneidad en la
distribución de las estrellas y esto contradice la observación.
Los descubrimientos astronómicos de Galileo, a pesar de que aumentaron la cantidad de
estrellas observables, no llevaron a Kepler a adherir a la doctrina de la infinitud del
universo sino que le pareció que confirmaban su propia visión. Si los nuevos astros
hubiesen sido planetas esto hubiese constituido un fuerte argumento a favor de la
homogeneidad del mundo presente en el pensamiento de Giordano Bruno pero que
finalmente se trate de lunas no lo afectaba en lo mas mínimo.
En la misma línea, el hecho de que las estrellas al ser observadas mediante el telescopio
solo reciban un pequeño aumento ya que quedan privadas del halo luminoso que las rodea,
se presenta a Kepler como una reafirmación de la diferencia entre los planetas y las
estrellas: Estas brillan por su propia luz. Sin embargo no son como el Sol, inmensamente
más brillante, no se trata de infinitos soles que coronan infinitos mundos: Nuestro mundo es
único, situado en un lugar único y rodeado de un conjunto único de estrellas.
Galileo y Platón.
Hablar de Galileo es hablar de la revolución científica del siglo XVI/XVII donde asistimos
a una mutación intelectual radical en igual o mayor medida a la que acontece en el siglo VI
AC en el pensamiento griego. Se ha explicado tal revolución de diversas maneras,
colocando el acento en distintas características de la ciencia que se presentó como fruto.
a) Transformación de la actitud del espíritu humano, de la vida contemplativa a la vida
activa. Si bien es cierto que la ética y la religión moderna reivindican el papel de la
praxis y que esto se cumple también para la ciencia moderna, no es correcta la
expresión de que “ la ciencia de Galileo y Descartes es la ciencia del artesano y el
ingeniero”. Esta ciencia fue elaborada por teóricos y filósofos, fue de gran
importancia para técnicos e ingenieros y produjo finalmente una revolución técnica;
no a la inversa: el desarrollo de la tecnología no explica el desarrollo de la ciencia
del siglo XVII.
b) Papel protagónico de la experiencia y de la observación en la nueva ciencia. No
puede negarse que fue la construcción y utilización del telescopio lo que permitió
los descubrimientos que representaron el ataque determinante a la astronomía y
cosmología pre-galileanas. Sin embargo si por observación y experiencia
entendemos la experiencia espontánea del sentido común, tendremos que afirmar
que esta fue más bien un obstáculo en la fundación de la ciencia moderna. El papel
positivo corresponde a la experimentación como interrogación metódica de la
naturaleza y presupone un lenguaje para formular las preguntas e interpretar las
respuestas: este será el lenguaje geométrico que al ser lo que subyace a la
experimentación no puede provenir de ella.
Hablamos entonces de la disolución del Cosmos que significa la destrucción de una
idea, la de un mundo finito, jerárquicamente ordenado. Esta es sustituida por la idea de
un universo infinito donde rigen las mismas leyes en toda su extensión y por lo tanto,
todas las cosas pertenecen al mismo nivel del ser, se trata de una negación de la
oposición entre mundo del cielo y la tierra. De allí la fundición entre astronomía y física
y en consecuencia aplicación de los métodos de investigación matemática al estudio de
los fenómenos del mundo sublunar, métodos aplicable hata el momento unicamente al
estudio de los fenómenos celestes. En este mundo de la geometría hecha real es donde
las leyes de las físicas clásicas encuentran valor y aplicación.
I
Podríamos distinguir a modo de esquema tres etapas que en la historia del pensamiento
científico corresponden a su vez a tres tipos distintos de pensamiento: a) Física aristotélica.
b) Física del ímpetus.
c) Física moderna del tipo de Arquímedes o Galileo.
La física aristotélica es una ciencia altamente elaborada, aunque no matemáticamente. Se
trata de una teoría que se apoya en datos del sentido común, los cuales son transformados y
estructurados de forma sistemática dando lugar a un todo dotado de una máxima coherencia
interna. Aquellos datos son muy simples y en lo cotidiano los admitimos tal como lo hacia
Aristóteles, es natural ver un cuerpo pesado caer <hacia abajo> y el fuego dirigirse <hacia
arriba>. Sin embargo, no se trata simplemente de un reflejo de estos hechos mediante un
lenguaje específico sino que tal distinción entre movimientos naturales y movimientos
violentos nace de una concepción del conjunto de la realidad que se sostiene en la creencia
en la existencia de principios de orden en virtud de los cuales los seres reales conforman un
todo jerárquicamente ordenado: un cosmos donde la naturaleza específica de cada
existencia particular define diferencias cualitativas que permiten afirmar la exigencia de
cierto orden determinado.
Asi, es solo en <su> lugar donde un ser alcanza su realización y llega a ser verdaderamente
él mismo, por esto tiende a ocupar ese lugar. En consecuencia, todo movimiento es una
perturbación del orden cósmico, una violencia ejercida sobre el cuerpo que lo hace
encontrarse fuera de su lugar o un esfuerzo del ser por volver a él cuando ha sido
violentado. El orden es entonces un estado puramente estático que tiende a perpetuarse
eternamente a si mismo ya que , como hemos dicho, una vez en su lugar la cosa dejará de
estar allí únicamente si es arrancada, forzada a un movimiento violento, cuyo producto será
el desorden y por lo tanto se tratara de algo momentáneo y anómalo. De otra manera el
desorden dominaría el cosmos y este ya no sería tal.
Ahora bien, a pesar de ser el movimiento para cada cosa movida un estado transitorio es
para el conjunto del mundo un fenómeno necesariamente eterno y eternamente necesario
pues cada movimiento resulta de un movimiento anterior y por lo tanto cada uno de ellos
implica una serie infinita de movimientos precedentes. Por otro lado no es exactamente un
estado sino un proceso de realización un devenir en el que la cosa hace acto lo que lleva en
potencia. El reposo como meta del movimiento difiere de la inmovilidad pesada del cuerpo
incapaz de moverse a si mismo y por lo tanto hablar de movimiento es hablar del ser de
todo lo que no existe mas que cambiando y modificando, el punto medio entre la perfección
absoluta, puro acto, y el reposo impotente como privación.
Finalmente, el hecho de que el proceso necesite para ser explicado de una causa implica
que tiene necesidad de un motor para producirse. En el caso del movimiento natural la
naturaleza propia del cuerpo, su forma, es lo que lo impulsa a su puesto; mientras que el
movimiento contra natura exige la acción de un motor que permanezca de manera continua
en contacto con el cuerpo pues no es admitida la acción a distancia. Dicha transmisión será
entonces posible únicamente mediante la tracción o la presión.
La física aristotélica forma entonces un todo coherente que son embargo presenta una falla:
ser desmentida diariamente por el lanzamiento. A pesar de que Aristóteles dio explicación
de este hecho adjudicando al medio ambiente, aire o agua, la doble acción de resistencia al
movimiento y causa/motor del mismo (al desplazarse por los laterales del objeto lanzado
queda detrás de este y lo impulsa), la critica a la dinámica aristotélica vuelve siempre a este
punto pues resulta imposible concebir tal acción desde el sentido común.
II
De la doctrina de los lugares naturales se deduce que dado que el propio ser de cada cuerpo
lo hace tender al lugar que le corresponde este se dirigirá a dicho lugar de la manera mas
rápida y directa posible. Todo movimiento natural será entonces en línea recta y con la
mayor rapidez que el medio, que se resiste, permita. De aquí que si existiese el vacío el
movimiento en él sería un movimiento infinitamente rápido y por lo tanto instantáneo, lo
que resulta imposible. Además en el vacío no hay lugares privilegiados, el movimiento
carecería de finalidad y en consecuencia de causa. En lo respecta al movimiento violento
resulta claro que el vacío no puede recibir, transmitir y mantener movimiento, por lo que no
existiría un motor.
La negación de la existencia del vacío en Aristóteles responde entonces a la
incompatibilidad con la concepción de movimiento como proceso y cambio, esto es,
movimiento teleológico. Solo los cuerpos geométricos pueden ser colocados en un espacio
geométrico (el vacío es homogéneo, infinito e intangible).
III
La dinámica aristotélica, como señalamos, resulta inconcebible desde el sentido común y
los argumentos contra ella vuelven siempre a este punto. Pueden clasificarse en dos grupos,
por un lado los “materiales”: resulta muy improbable que un cuerpo pesado pueda ser
movido por la acción del aire; por otro lado, los “formales”: es contradictorio atribuir al aire
la doble acción de motor y resistencia. Además, en última instancia, se desplaza el
problema al aire/agua pues ¿Cuál es el motor que permite su movimiento? Del
razonamiento en que se apoyan tales críticas nace la física del Ímpetus.
Efectivamente, por qué no suponer que el motor transmite al cuerpo movido una potencia o
fuerza que es la causa del movimiento, si mover cualquier objeto requiere un esfuerzo y es
claramente esta fuerza la que provoca tal movimiento. Pero el ímpetus tiene aun otra
función, la de vencer la resistencia del medio, de aquí que en los casos en los que la misma
no existe (como en el vacío) el ímpetus se mantenga inmortal.
Quizá el lector piense ahora en el principio de inercia, en la similitud entre tal principio y la
formulación del ímpetu que cabo de esbozar. Para prevenir de tal error deberemos recurrir
al mismo Galileo quien trato la incompatibilidad que nos interesa marcar. El ímpetus, dice
Galileo, es considerado como causa inmanente al movimiento, propia del objeto que ese
mueve aunque no al modo aristotélico de una naturaleza sino mas bien como cualidad
(como analogía podría pensarse en el calor) y dicha causa responde a su efecto no como
proceso de actualización pero sí como cambio. Esta misma concepción es lo que vuelve
incongruente plantear que dicha causa/ fuerza permanezca estable, inmutable. Si hablamos
de un cambio que afecta al objeto no podemos negar un cambio en su causa, en tanto es
pensada como propiedad del mismo y por lo tanto el movimiento que esta produce habrá de
aminorarse y apagarse.
Galileo entonces nos deja do lecciones de su análisis de la física del ímpetu: que esta es
incompatible con el principio de inercia y, tan importante como la primera, con un método
matemático.
IV
Estamos tan acostumbrados (y agregaría tan atravesados) por los principios y conceptos de
la mecánica moderna que tienden a aparecérsenos como nociones claras y simples mientras
que las dificultades que implico llegar a concebirlas nos muestra que quizás no sea de fiar
lo que la apariencia insinúa.
El concepto moderno de movimiento, por ejemplo, ¿que es? Principalmente algo que al
cuerpo le es indiferente, es decir, que no lo modifica y en consecuencia tanto este como el
reposo son sustancialmente equivalentes en lo que respecta al cuerpo en si mismo .De aquí
que el movimiento pueda atribuirse al cuerpo tan solo en relación a otro cuerpo que
suponemos en reposo .El movimiento es relativo, aparece como una relación que es al
mismo tiempo un estado, tal como el reposo, ambos persistentes y radicalmente opuestos
entre si.
Condene aquí hacer una aclaración, se trata de estados persistentes pero la eternidad solo
corresponde al movimiento rectilíneo uniforme siempre que ninguna fuerza externa actúe
sobre el cuerpo móvil y esto mismo implica la infinitud del universo .Para decirlo sin
rodeos no hablamos de cuerpos reales en espacio real sino de cuerpos matemáticos
desplazándose en espacio matemático.
No resulta tan extraña entonces la perplejidad del aristotélico frente a tal intento de
explicar lo real por lo imposible .El punto central versa pues sobre al papel que cumplen las
matemáticas en el estudio de la naturaleza y esto es un problema estrictamente filosófico e
incluso un problema casi tan antiguo como la filosofía misma .
Para los contemporáneos de Galileo esta es la cuestión que separa al aristotélico del
platónico .Si concebimos las matemáticas como una ciencia superior cuyas proposiciones
versan sobre lo real y tienen por lo tanto un peso decisivo en física ,somos platónicos ;si por
el contrario las matemáticas se nos presentan como una ciencia abstracta de menor valor a
aquellas que tratan con el ser real –física y metafísica - y en consecuencia insituable
dentro de una física que ha de construirse en base a la percepción y experiencia, somos
aristotélicos .
No hablamos aquí de la certeza de las matemáticas ,ningún aristotélico la ha puesto en duda
,sino de la estructura del ser y por lo tanto de la ciencia que de el trata .La naturaleza del ser
es cualitativa ,no hay exactitud matemática en las formas terrestres y es esta distancia entre
real e ideal lo que vuelve imposible aprehender la naturaleza mediante las matemáticas .Tal
distancia no existe en los cielos por lo cual la astronomía matemática si es posible y que se
le haya escapado dicha cuestión a Platón es precisamente su error .
Galileo sabe que la única manera de mostrar que pueden establecerse leyes matemáticas en
la naturaleza es haciéndolo efectivamente .La nueva ciencia es para el una prueba
experimental del platonismo.
La ley de inercia fue formulada por Galileo y prescribe que la velocidad alcanzada por un
cuerpo se mantendrá constante siempre que no existan causas externas de aceleración o
desaceleración.
Al observar el movimiento de un péndulo notaremos que la bola describe un arco cuyos
extremos se encuentran a la misma altura. En base a esto podemos suponer que si
construimos una rampa cuya forma se identifique con tal arco y dejamos rodar una pelota
por ella el resultado será el mismo que en la situación anterior: La bola recorrerá la rampa
hasta alcanzar la altura desde la cual comenzó su movimiento. Cuanto menor sea el ángulo
ascendente de la rampa mayor será el tramo de la misma que recorrerá la pelota hasta
alcanzar la altura inicial. Entonces, en caso de que el ángulo sea nulo y no existan fuerzas
que lo impidan, la bola continuará eternamente su movimiento en línea recta y con
velocidad uniforme.
Newton retoma este problema y lo explica en términos de fuerzas, así nace lo que hoy
conocemos como Primera ley de Newton o Principio de inercia: “Todo cuerpo persevera
en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su
estado por fuerzas impresas sobre él”. Esto se comprende a la luz de la Segunda ley de Newton:
“La resultante de fuerza (o fuerza neta que actúa sobre un cuerpo) equivale al producto de la masa
de dicho objeto por la aceleración”; así, un objeto en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme
presenta una aceleración igual a cero y, por lo tanto, la resultante es igual a cero. De aquí tal
“ausencia” de fuerzas que modifiquen el estado del objeto: estas se cancelan mutuamente.
Por otro lado, la Tercera Ley de Newton o Principio de acción y reacción establece que si un
objeto ejerce una fuerza sobre un segundo objeto, este último ejerce una fuerza de igual magnitud y
dirección pero en sentido opuesto sobre el primero. Se trata de que una fuerza nunca actúa en forma
aislada sino que se presentan en pares, además, dado que actúan sobre cuerpos distintos, no se
cancelan mutuamente.
Analizando la problemática de la caída libre Newton concluyó que la Tierra debe de ejercer una
fuerza sobre los objetos de modo tal que estos caigan directamente hacia ella. Desde esta óptica
también debe existir una fuerza que mantenga a la Luna girando alrededor de la Tierra o, más
específicamente, dos fuerzas: aquella que la colocó en un movimiento rectilíneo al formarse el
universo y la fuerza que ejerce la Tierra sobre ella. Esta acción simultánea de dichas fuerzas
determina el movimiento elíptico de la Luna alrededor de la Tierra.
Que este patrón se corresponda con la orbita de los planetas alrededor del sol lleva a Newton a la
generalización de su conclusión a todos los astros del universo: La Ley de gravitación Universal
que presenta como idea central [ que todos los objetos en el Universo se atraen entre sí y que la
magnitud de esa fuerza, dados dos cuerpos cualesquiera, es mayor cuanto más grandes sean
sus masas y menor cuanto más grande sea la distancia que los separa.