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Considera la Sala que por lealtad procesal no pueden las partes aceptar
que una prueba haga parte del acervo probatorio y en caso de que la
misma le resulte desfavorable, invocar las formalidades legales para su
admisión. La exigencia de la ratificación de la prueba testimonial
trasladada tiene por objeto la protección del derecho de defensa de la
parte que no intervino en su práctica, pero si ésta renuncia a ese
derecho y admite que la prueba sea valorada sin necesidad de dicha
ratificación, no le es dable al fallador desconocer su interés para exigir el
cumplimiento de una formalidad cuyo objeto no es otro distinto a la
protección del derecho sustancial (art. 228 C.P.). En consecuencia,
serán valorados los testimonios que obran dentro de la investigación
penal preliminar adelantada por el Juzgado 119 de Instrucción Penal
Militar, a pesar de que no hayan sido ratificados, por haber sido
solicitados como pruebas por ambas partes y los que obran dentro de la
investigación preliminar adelantada por la Procuraduría en cuanto no
afecten a la parte demandada por que ésta no los solicitó. Las
providencias dictadas en ambos procesos serán igualmente apreciadas.
CONSEJO DE ESTADO
SECCION TERCERA
ANTECEDENTES PROCESALES
1. Las pretensiones.
2. Fundamentos de hecho.
3. La sentencia recurrida.
4. Razones de la apelación.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
Considera la Sala que por lealtad procesal no pueden las partes aceptar
que una prueba haga parte del acervo probatorio y en caso de que la
misma le resulte desfavorable, invocar las formalidades legales para su
admisión 1 . La exigencia de la ratificación de la prueba testimonial
trasladada tiene por objeto la protección del derecho de defensa de la
parte que no intervino en su práctica, pero si ésta renuncia a ese
derecho y admite que la prueba sea valorada sin necesidad de dicha
ratificación, no le es dable al fallador desconocer su interés para exigir el
cumplimiento de una formalidad cuyo objeto no es otro distinto a la
protección del derecho sustancial (art. 228 C.P.).
Declaró el cabo primero del Ejército Rafael Enrique Barrera Mora (fls.
42-48 C–1) que en horas de la mañana del 11 de agosto de 1995,
entregó su arma de defensa personal al soldado Alexander Pedreros
Castiblanco, encargado de la cafetería de suboficiales, por razones de
seguridad, pues por estar de servicio portaba igualmente el arma de
dotación oficial, y le pidió que se la guardara en un sitio seguro. Se
trataba del “revólver marca SMITH WESSON cal. 38L No. D530777, que
aparece registrado en el lector nacional de armas al señor BARRERA
MORA RAFAEL ENRIQUE”, según el oficio suscrito por el comandante de
la primera brigada del Ejército, en respuesta al requerimiento formulado
por el Tribunal (fl. 4 C-3).
Fue el soldado Oscar Gamboa quien informó del hecho al cabo Rafael
Enrique Barrera, quien se dirigió inmediatamente a la habitación que él
ocupaba y allí halló tendido en el piso al soldado Rincón Jiménez.
Minutos más tarde llegó el mayor Bojacá, quien ordenó trasladar al
herido al hospital donde llegó sin vida, según la versión suministrada por
el cabo Barrera Mora (fls. 42-48 C-1).
Los soldados Fredy Alberto Vázquez Mendoza (fls. 53-54 C-1) y Bladimir
Alberto Pedreros Castellanos (fls. 55-56 C-1) y Raúl Armando Peña
Zambrano (fls. 61-63 C-1) confirmaron lo dicho por el dragoneante
Cepeda Toscano acerca de las manifestaciones realizadas por del
soldado Rincón Jiménez sobre su intención de suicidarse, pero aclararon
que nunca lo tomaron en serio porque era muy bromista. Además
aseguraron que aquél no tenía enemigos ni problemas con sus
compañeros, pues por el contrario era amigo de todos.
Las manifestaciones previas realizas por el joven ante sus amigos y que
éstos no consideraron serias por el carácter bromista del joven,
constituyen indicio serio de su intención de quitarse la vida. Confirman
la conclusión anterior, la inexistencia de pleitos o rencillas entre el
occiso y sus compañeros y superiores, que en caso de existir permitirían
al menos presumir que la causa de su muerte fue diferente.
La Sala da crédito a las versiones suministradas por los testigos, porque
en éstos no se advierten motivos de sospecha, son concordantes,
verosímiles y no fueron contradichas por otros medios probatorios, pues
debe advertirse que aunque los señores Hugo Tibavija Soto (fls. 125-
128 C-2), Melecio González Salamanca (fls. 129-130 C-2), Carlos
Orlando Ballesteros González (fls. 137-140 C-2), Claudio Rigoberto Soto
Salamanca (fls. 140-141 C-2) y Laureano Eugenio Carvajal Carvajal (fls.
142- 145 C-2) declararon en este proceso que Oscar Jahir era muy
querido por sus padres y hermanos y nunca les manifestó su intención
de suicidarse ni tenía motivos para eso. Tales testigos son personas
mayores, vecinos y amigos de la familia y no tenían con el joven la
intimidad que tuvieron sus compañeros en el batallón, de su misma
edad y sometidos a idéntica situación lo cual generaba mayor confianza
entre ellos.
III. Así las cosas, bajo el supuesto de que el soldado Oscar Jahir Rincón
se suicidó sin que hubieran intervenido otras personas en la formación
de su decisión ni en la ejecución del acto, deberá analizarse cuál es la
responsabilidad de la entidad demandada en el hecho.
En cuanto a la falla del servicio por omisión, debe tenerse en cuenta que
en estos el resultado es imputable al Estado sólo cuando se encuentran
acreditados los siguientes requisitos: a) “la existencia de una obligación
legal o reglamentaria a cargo de la entidad demandada de realizar la
acción con la cual se habrían evitado los perjuicios”2, b) la omisión de
poner en funcionamiento los recursos de que se dispone para el
adecuado cumplimiento del deber legal, atendidas las circunstancias
particulares del caso, c) un daño antijurídico y d) la existencia de
relación de causalidad entre la obligación omitida y el daño.
En este orden de ideas, para que surja el deber del Estado de reparar el
daño causado por el suicidio de un recluso o un conscripto es necesario
acreditar que por el trato que recibía en el establecimiento militar o
carcelario fue inducido a tomar esa decisión, o bien que la persona
sufría un trastorno síquico o emocional que hacía previsible el hecho y
que a pesar de ser conocida esa circunstancia por las autoridades
encargadas de su seguridad, no se le prestó ninguna atención médica
especializada, ni se tomó ninguna determinación tendiente a alejarlo de
las situaciones que le generaran un estado de mayor tensión o peligro.
El subteniente Angel Alberto Acosta Vargas (fls. 40-41 C-1) declaró que
el soldado nunca le comentó nada sobre sus problemas familiares o
afectivos; que sólo después de los hechos, otros soldados compañeros
del occiso le informaron sobre estos problemas; además que aquél había
intentado suicidarse en varias ocasiones haciéndose disparos en el
puesto 8 y en la guardia y que había realizado con un amigo el pacto de
que cuando cumplieran los 18 años se suicidarían y ambos cumplieron.
FALLA
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SECCION TERCERA
El fallo:
Pensar así no significa que desde fuera otro trate de dar sentido a la
existencia de una persona capaz y autónoma como en efecto lo es todo
sujeto de derecho. El suicida es un enfermo, es anormal pues la
naturaleza indica el instinto de conservación y por eso es que
precisamente tiene derecho al apoyo y debe ser asistido cuando el
Estado conoce sus intenciones, trátese de un ciudadano común y
corriente o del conscripto o del detenido que se encuentran bajo una
particular relación.
Mas bien, sería una actitud reprobable la del Estado que asiste al sujeto
(autónomo, independiente y libre que se autodaña y sobrevive, o se
expone y está en grave peligro), para auxiliarlo a fin de garantizarle el
cabal desarrollo de su personalidad, ayudándolo a eliminarse,
empujándolo o negándole el auxilio.
Fecha Ut-Supra.
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SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
SECCION TERCERA
En los anteriores términos dejo expuestas las dos causas de entidad que
me llevaron a salvar el voto.
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SECCION TERCERA
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Expediente 11.401. Actores: María Nuby López y otros.
Se concluye, entonces, en cuanto atañe al problema de la
imputabilidad del perjuicio sufrido por los conscriptos, que tanto el daño
especial como el riesgo excepcional sirven como factores de atribución
de responsabilidad, y en ambos subyace el principio de restablecimiento
del equilibrio frente a las cargas públicas, dada la situación de sacrificio
y peligro a que son sometidos, en beneficio de toda la comunidad,
quienes deben cumplir la obligación de prestar el servicio militar. Y ello
da lugar a la aplicación de un régimen objetivo de responsabilidad, que
se extiende a aquellos casos en que los familiares del soldado sometido
a conscripción reclaman la indemnización del perjuicio directamente
sufrido.
Respetuosamente,