Está en la página 1de 21

UNIDAD I: GOBIERNO

1. Conceptos de Gobierno y Administración.

Gobernar es ejercer funciones esencialmente de orden político. Con ello


se quiere expresar que cuando se gobierna, el foco de la acción está puesto en
orientar el destino del Estado, es decir, centrarse en aquellas materias
excepcionales de la sociedad política, esas son estructurantes de la comunidad.

Administrar, en cambio es conducir los asuntos corrientes y cotidianos


que están presentes de forma normal en la comunidad. Se trata de proveer a
la satisfacción normal de las necesidades públicas.

Esta distinción conceptual, cuando de mirar las realidades concretas de


que se trata, es más dificultosa de apreciar, en virtud de que gobernar y
administrar son funciones que forman parte de un mismo proceso de gestión
gubernamental.

Lo anterior, en el caso de nuestra institucionalidad, se ve reafirmado, si


se tiene presente que la Ley Orgánica Constitucional sobre Bases Generales de
la Administración del Estado estatuye, en estas materias, que “El Presidente de
la República ejerce el Gobierno y la Administración del Estado…”, agregando
que la Administración del Estado está constituida “por los Ministerios, la
Intendencias, las Gobernaciones y los órganos y servicios públicos creados
para el cumplimiento de la función administrativa,………”.
2. Presidente de la República. (Duración del mandato, requisitos
para ser elegido, forma de elección, atribuciones del Presidente de la
República).

En el Capítulo IV de la Constitución, se contempla lo que la Carta


Fundamental denomina “Gobierno. Presidente de la República” (Art. 24).

La primera gran definición tiene que ver con quien ejerce el gobierno y
la administración en Chile: al efecto, el inciso 1° del Art. 24 establece que “El
Gobierno y la administración del Estado corresponden al Presidente de la
República, quien es el Jefe de Estado”.

Se establece así un ejecutivo unipersonal al cual se le denomina


“Presidente de la República”, manteniendo nuestra Constitución una tradición
de larga data en nuestra historia institucional.

A este ejecutivo unipersonal se le asigna la doble calidad de Jefe de


Estado y Jefe de Gobierno.

Como Jefe de Estado, le corresponde al Presidente la “conservación del


orden público en el interior y la seguridad externa de la República”, teniendo
además a su cargo la conducción de las relaciones internacionales con otros
Estados y organismos internacionales. Como Jefe de estado, el Presidente
representa el símbolo de la continuidad y unidad de la Nación.

Como Jefe de Gobierno, al Presidente le corresponderá diseñar e


implementar su programa de gobierno.

+ Duración del mandato presidencial.

De conformidad con lo establecido en el inciso segundo del Art. 25 de la


Constitución, “El Presidente de la República durará en el ejercicio de sus
funciones por el término de cuatro años y no podrá ser reelegido para el
período siguiente”.

Sobre la duración del mandato presidencial, nuestra historia


constitucional ha presentado diversas definiciones.

Así, la Constitución de 1833, refirmando en estas materias lo ya


establecido en la Constitución de 1828, definió un período presidencial de cinco
años. La Constitución de 1925, aumentó ese período hasta seis años.
Originalmente, la Constitución de 1980, fijó, por su parte, un período de ocho
años. La reforma constitucional de 1989, sin embargo, y en forma transitoria,
estableció un período presidencial de cuatro años para quien asumiera como
Presidente de la República el 11 de marzo de 1990 (período en que ejerció esa
magistratura el Presidente Patricio Aylwin). Posteriormente, sucesivas reformas
constitucionales, modificaron los períodos presidenciales, encontrándose
actualmente vigente, la modificación del año 2005, que es la que estableció el
período antes dicho de cuatro años.

Cabe señalar, que al definirse en nuestra Constitución el período del


mandato presidencial, expresamente se estableció que el Presidente no podrá
ser reelegido para el período siguiente. Ello implica que podrá postular
nuevamente a la primera magistratura a futuro, salvo para el período que
sigue inmediatamente al suyo.

Salvo el período histórico conocido como el de los “decenios”, a


mediados del siglo XIX, nuestra tradición patria se ha presentado refractaria a
permitir la reelección inmediata de los Presidentes de la República una vez que
terminan su período presidencial. Sobre la conveniencia o inconveniencia de
esta reelección se ha debatido bastante, inclinándose nuestra doctrina por una
posición más bien conservadora en este sentido.

+ Requisitos para ser elegido Presidente de la República.

El inciso primero del Art. 25 de la Constitución establece los requisitos


necesarios para ser elegido Presidente.
En primer lugar se requiere tener la nacionalidad chilena adquirida de
acuerdo con lo prescrito a los numerales 1° o 2° de la Constitución. Esto
significa que la persona que se postule a Presidente debe haber nacido en el
territorio nacional o si ha nacido en territorio extranjero, debe ser hijo de
padre o madre chilenos.

En segundo término, debe tener cumplidos 35 años de edad. ¿Cuándo


debe cumplirse con este requisito de edad, cuando se postula o cuando se es
elegido o cuando se asume efectivamente la Presidencia? (asunto a discutir en
clases).

Finalmente, se debe poseer las demás calidades necesarias para ser


ciudadano con derecho a sufragio. Al utilizar el vocablo “poseer” nuestra
Constitución, determina que no basta solo cumplir los requisitos exigidos para
ser ciudadano con derecho a sufragio, sino que hay que estar en pleno y actual
goce de los mismos.

Por lo tanto, hay que considerar las limitaciones contempladas en los


Arts. 16 y 17 de la Constitución, que establecen los casos en que el derecho a
sufragio se suspende y se pierde la calidad de ciudadano, respectivamente.
(analizar estas disposiciones constitucionales en clases).

De los requisitos exigidos para ser elegido Presidente de la República, se


desprende que en nuestro país puede llegar a la primera magistratura una
persona analfabeta.

+ Forma de elección del Presidente de la República.

Quizás si el evento de mayor importancia en la vida cívica de un país


democrático sea la elección del Presidente de la República, movilizándose la
población entera en torno a la contienda electoral. Sin duda, las definiciones
que están en juego son la máxima importancia y afectan a todos de una forma
u otra, razón por la cual nadie se sustrae de dicho acontecimiento, asumiendo
diversas posiciones. Lo cierto es que nadie queda indiferente.

Nuestro sistema institucional contempla el sistema de elección directa


del Presidente de la República. Sin embargo, ello solo comenzó a hacerse a
partir de la dictación de la Constitución de 1925, donde se estableció elección
directa en primera vuelta y siempre y cuando el candidato triunfante ganara
las elecciones por mayoría absoluta. Si ello no ocurría, la elección pasaba a ser
indirecta ya que debía elegirlo el Congreso Nacional en Pleno, entre las dos
primeras mayoría relativas. Mientras rigió la Constitución de 1833, el sistema
de elección presidencial era el indirecto, que consiste básicamente en que los
ciudadanos eligen a ciertas personas, que se denominan electores, los que, a
su vez, eligen al Presidente de la República.

La actual Constitución, que ha sufrido modificaciones en esta materia, en


su Art. 26 inciso primero dispone que “El Presidente de la República será
elegido en votación directa y por mayoría absoluta de los sufragios
válidamente emitidos.

En el inciso segundo del citado artículo, la carta fundamental define


como se resuelve el caso en que se hayan presentado mas de dos candidatos y
ninguno de ellos haya obtenido la mayoría absoluta. En dicho evento, “se
procederá a una segunda votación que se circunscribirá a los candidatos que
hayan obtenido las dos mas altas mayoría relativas y en ella resultará electo
aquél de los candidatos que obtenga el mayor número de sufragios”. Esta
nueva votación se llevará a efecto al trigésimo día de efectuada la primera
vuelta, si ese día correspondiere a un domingo y si así no fuere al domingo
inmediatamente posterior a esos treinta días.

Cabe tener presente que para determinar el universo de votos que serán
considerados para los efectos de calcular cual es la mayoría absoluta, los votos
blancos o nulos se considerarán como no emitidos (inciso tercero del Art. 26).

La Constitución se pone en el hipotético caso en que uno o ambos


candidatos en competencia en la segunda vuelta muriere (inciso cuarto del Art.
26). En este evento, el precepto constitucional dispone que el Presidente de la
República deberá convocar a una nueva elección presidencial dentro del plazo
de treinta días contados desde la fecha del deceso. Convocada que sea dicha
elección, se celebrará el domingo mas cercano al nonagésimo (noventa) día
posterior a la convocatoria.

Si en el intertanto, expira el mandato del Presidente en ejercicio antes


de la asunción del nuevo mandatario electo, la presidencia de la república será
ejercida por el Presidente del Senado, y si éste falta, por el Presidente de la
Cámara de Diputados, y a falta de este último, por el Presidente de la Corte
Suprema de Justicia (inciso final del Art. 26 con relación al inciso primero del
Art. 28).

La elección presidencial deberá ser siempre calificada, función que le


corresponderá al Tribunal Calificador de Elecciones. Dicha calificación deberá
estar concluida dentro de los quince días siguientes de la primera o segunda
vuelta (inciso primero del Art. 27).

Finalizado el proceso calificatorio, el Tribunal Calificador de Elecciones


comunicará de inmediato al Presidente del Senado la “proclamación de
Presidente electo que haya efectuado” (inciso segundo Art. 27).
El Congreso Pleno entonces, reunido en sesión pública el día en que cesa
en sus funciones el Presidente en ejercicio, y sin que sea necesario un quórum
determinado, tomará conocimiento de la resolución del Tribunal Calificador de
Elecciones que proclamó al Presidente electo, y en esa misma sesión, le
tomará juramento o promesa de desempeñar fielmente el cargo de Presidente
de la República, conservar la independencia de la Nación, respetar y hacer
respetar la Constitución y las leyes. Cumplido lo anterior el Presidente electo
asumirá de inmediato sus funciones (inciso tercero y cuarto del Art. 27).
+ Atribuciones del Presidente de la República.

El art. 32 de la Constitución designa lo que son sus “atribuciones


especiales”.

Estas suelen clasificarse por la doctrina como atribuciones


constituyentes, atribuciones legislativas, atribuciones gubernamentales,
atribuciones administrativas y atribuciones judiciales.

En lo tocante a las atribuciones propiamente gubernamentales, se


distinguen las de naturaleza política, las de naturaleza internacional, las de
naturaleza militar y las de naturaleza financiera.

Veámoslas por separado:

- Atribuciones constituyentes:

El Presidente de la República, en este ámbito, tiene facultades


para presentar proyectos de reforma constitucional, y participar en su
discusión en el Congreso Nacional a través de sus Ministros. Además, respecto
de los mismos, puede aprobar, rechazar o formular observaciones a los
proyectos de reforma constitucional que le remita el Congreso, como también
en caso de ser aprobados en los trámites legislativos y contar además con su
acuerdo, promulgar y publicar las leyes de reforma constitucional resultantes
de dicho proceso. Todo ello de conformidad con lo previsto en el numeral 1°
del Art. 32 de la Constitución.
En este ámbito, resulta especialmente significativa, la atribución
del Presidente de convocar a plebiscito en determinada circunstancia –la única
que contempla nuestra Constitución-, conforme lo establece el numeral 4° del
citado Art. 32. La circunstancia especial en la que el Presidente puede ejercer
esta atribución está definida en el Art. 128 de la Carta Fundamental.
Dicho artículo está comprendido en el Capítulo XV de la
Constitución denominado “Reforma de la Constitución”, y se refiere a un
evento específico dentro del trámite de reforma constitucional que puede dar
origen a un proceso plebiscitario. Esto ocurre en el caso de que un proyecto de
reforma constitucional haya sido aprobado por ambas Cámaras – lo que
significa que tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados haya sido
aprobado por las tres quintas partes de los diputados y senadores en ejercicio-
y pase al Presidente para su pronunciamiento, y éste lo rechace totalmente. En
esa situación, si el Congreso Nacional insistiere en la reforma en su totalidad,
por las dos terceras partes de sus miembros en ejercicio de cada Cámara, el
Presidente deberá promulgar ese proyecto de reforma constitucional, a menos
que consulte a la ciudadanía mediante plebiscito.
El plebiscito tiene por objeto que el pueblo decida, a través de
votación popular, las discrepancias que existan entre el Presidente de la
República y el Congreso Nacional, con respecto a una reforma constitucional.
Es una iniciativa que está solo reservada al Presidente y limitada
específicamente a materias de reforma constitucional.

- Atribuciones legislativas:

Se distinguen aquellas que dicen relación con el proceso de


formación de la ley de las que se refieren al funcionamiento del Congreso.
Respecto de las primeras, en primer término cabe referirse a la
prevista en el Art. 32 N° 1 de la Constitución que establece que es atribución
del Presidente “Concurrir a la formación de las leyes con arreglo a la
Constitución, sancionarlas y promulgarlas”.
Se señala que nuestro régimen político es marcadamente
presidencialista, por el excesivo protagonismo del Presidente en el gobierno
del Estado, y, precisamente, ello se ve reflejado en la amplia gama de
atribuciones con que se le ha dotado en dichas materias. En efecto, el
Presidente de la República detenta atribuciones en cuanto a iniciativa en la
formación de las leyes, llegando incluso en tener iniciativa exclusiva en la
presentación de proyectos de ley en determinados casos (Art. 65); participa
además en la discusión parlamentario de los proyectos de ley a través de los
Ministros de Estados tanto en el trabajo de Comisiones como en Sala; puede
formular observaciones, denominadas “indicaciones”; y puede además solicitar
la “clausura” del debate. Puede también a través del “veto” (Art. 73) imponer
su voluntad sobre el Congreso, siempre que ese veto sea apoyado por un
tercio mas uno de los miembros de una Cámara. Mediante el veto el presidente
se puede oponer a un proyecto de ley aprobado por el Congreso. Finalmente,
promulga (Art. 72) y ordena publicar las leyes aprobadas (Art. 75 inciso final).
Respecto de aquellas atribuciones presidenciales que inciden en el
funcionamiento del Congreso cabe citar las siguientes: la contemplada en el
Art. 32 N° 2 de la Constitución, conforme a la cual el Presidente puede pedir
motivadamente que se cite a sesión a cualquiera de las ramas del Congreso, la
que deberá reunirse “a la brevedad posible”; y aquella atribución prevista en el
Art. 74, conforme a la cual el Presidente determina indirectamente la agenda
legislativa a través de la institución de las “urgencias”, que le permiten
determinar en forma exclusiva el ritmo legislativo de los proyectos de ley.

- Atribuciones gubernamentales:

El Presidente enfrenta durante su gestión situaciones no previstas


que no se pueden encuadrar en normas preestablecidas o en precedentes
frente a las cuales debe reaccionar y adoptar decisiones. También, dicha
autoridad suprema busca llevar a cabo su programa de gobierno, para el cual
fue electo, a fin de dar satisfacción a las necesidades de la Nación. Para ello, se
encuentra dotado de atribuciones que le permiten enfrentar dichos cometidos.
Según sea la naturaleza de estas necesidades, las atribuciones
correlativas se han clasificado en atribuciones presidenciales de naturaleza
política, atribuciones presidenciales de naturaleza internacional, atribuciones
presidenciales de naturaleza militar, atribuciones presidenciales de naturaleza
financiera y atribuciones presidenciales de naturaleza administrativa.
Veámoslas por separado.

a) Atribuciones gubernamentales de naturaleza política.


Tienen este carácter las atribuciones presidenciales
previstas en los numerales 4° y 5° del Art. 32, y que se refieren a la facultad
del Presidente de llamar a plebiscito y declarar los estados de excepción
constitucional, respectivamente.
Con relación a la facultad de llamar a plebiscito, ya
señalamos la circunstancia en que el Presidente puede convocarlo e
indudablemente una iniciativa de esta naturaleza importa un discernimiento
político muy cuidadoso desde el momento que la primera autoridad se somete
al escrutinio directo de la ciudadanía y corre el riesgo de quedar políticamente
muy debilitado si la opción que defiende es rechazada.
Respecto a los estados de excepción constitucional,
ellos solo pueden ser decretados, según el Art. 39 de la Carta Fundamental en
caso de guerra externa o interna, conmoción interior, emergencia y calamidad
pública, cuando además afecten gravemente el normal desenvolvimiento de las
instituciones del Estado. El principal efecto que provocan tales situaciones es
que el ejercicio de los derechos y garantías constitucionales pueden verse
afectados. Estos estados de excepción constitucional son el estado de
asamblea, el estado de sitio, el estado de catástrofe y el estado de emergencia
y se encuentran regulados en los arts. 40, 41, 42 y 43, 44 y 45 de la
Constitución.
Sin duda estas atribuciones tienen una naturaleza
política indiscutible teniendo presente los costos que en dicho ámbito
representan la afectación de derechos y garantías constitucionales de las
personas. De allí, que presenten el carácter de atribuciones excepcionalísimas.

b) Atribuciones gubernamentales de naturaleza internacional.


Tienen este carácter las atribuciones presidenciales
previstas en los numerales 8° y 15° del Art. 32 y que se refieren a la facultad
presidencial de designar a los embajadores y ministros diplomáticos como a los
representantes ante organismos internacionales, y su función como conductor
las relaciones políticas con las potencias extrajeras y organismos
internacionales, sumado a la función de concluir, firmar y ratificar los tratados
que el presidente estime conveniente para los intereses del país.

c) Atribuciones gubernamentales de naturaleza militar.


Las atribuciones presidenciales de esta naturaleza
están contempladas en los numerales 16°, 17°, 18° y 19° del Art. 32 de la
Constitución y se refieren a la facultad del Presidente de la República de
designar y remover a los Comandantes en Jefe de las tres rama de la defensa
nacional y al General Director de Carabineros, y disponer los nombramientos y
retiros de los oficiales de dichas instituciones (numeral 16°); la de disponer de
las fuerzas de aire, mar y tierra, organizarlas y distribuirlas de acuerdo a las
necesidades de la seguridad nacional (numeral 17°); asumir en caso de guerra
la jefatura suprema de las FF.AA (numeral 18°) y declarar la guerra, previa
autorización por ley (numeral 19°).
Cabe señalar que la atribución presidencial de
remover a los comandantes en jefe de las FF.AA. y Director General de
Carabineros, debe ceñirse a los procedimientos establecidos en el inciso
segundo del Art. 104 de la Constitución, conforme a los cuales, se exige que la
remoción sea verificada mediante decreto fundado informado previamente a
ambas Cámaras del Congreso Nacional.

d) Atribuciones gubernamentales de naturaleza financiera.


Ellas se encuentran definidas en el numeral 20° del
Art. 32 ya citado y se refieren a dos órdenes de materias: la primera es aquella
que encarga al Presidente de la República “cuidar de la recaudación de las
rentas públicas y decretar su inversión con arreglo a la ley”; y la segunda dice
relación con la facultad de decretar pagos no autorizados por la ley en casos de
calamidades públicas, agresión exterior, conmoción interna, grave daño o
peligro para la seguridad nacional o agotamiento de los recursos destinados a
mantener servicios que no pueden paralizarse sin serio perjuicio para el país.
En cualquiera de dichos eventos, el Presidente podrá girar anualmente hasta
un 2% del monto de gastos que fije la Ley de Presupuesto. Cabe hacer
presente que el Presidente, para hacer ejercicio de esta facultad, deberá dictar
un decreto que deberá ser firmado por todos sus ministros.

- Atribuciones administrativa:

Tienen este carácter las atribuciones presidenciales respecto al


nombramiento y remoción de Ministros de Estado, Subsecretarios, Intendentes
y Gobernadores y, en general, a los funcionarios de su exclusiva confianza. Se
suman a las anteriores la facultad presidencial para proveer los demás empleos
civiles de la administración que no se encuentran en la categoría de exclusiva
confianza conforme a los procedimientos establecidos en la ley. Con respecto a
la primera categoría de funcionarios públicos, la facultad presidencial se
establece en los numerales 7° y 10° del Art. 32 de la Constitución. Respecto a
la segunda categoría de funcionarios públicos, la facultad de proveer esos
cargos también se contempla en el numeral 10° ya citado.
También tiene el carácter de administrativa la facultad
presidencial contemplada en el numeral 6° del Art. 32, esto es, ejercer la
potestad reglamentaria en todas aquellas materias que no sean propias del
dominio legal, estos es, que solo puedan ser materia de ley, como igualmente
su facultad para dictar reglamentos, decretos e instrucciones que crea
conveniente para la ejecución de las leyes.
Se entiende por “potestad reglamentaria” la atribución especial
del Presidente de la República para dictar unilateralmente normas jurídicas
generales o especiales –decretos, reglamentos e instrucciones- destinados al
gobierno y administración del Estado, cuando ellas no han sido definidas como
materia de ley, o cuando persiguen reglamentar la aplicación o ejecución de las
leyes.
Se comprende igualmente dentro de las facultades
administrativas, aquella que autoriza al Presidente de la República a nombrar
al Contralor de la República (numeral 9° del Art. 32). En este caso el
nombramiento debe verificarse con acuerdo del Senado.
Finalmente, cabe comprender dentro de esta clase de facultades,
la atribución que tiene el Presidente para conceder jubilaciones, retiros,
montepíos y pensiones de gracia, con arreglo a las leyes (numeral 11° del Art.
32).

- Atribuciones judiciales:

En este plano el Presidente de la República cuenta con


atribuciones que se traducen en su participación en el nombramiento de los
magistrados de los Tribunales de Justicia (numeral 12° del Art. 32); en su
potestad para velar por la conducta ministerial de los jueces y demás
empleados del Poder Judicial mediante el ejercicio de las acciones que se
establecen en el numeral 13° del Art. 32; y la facultad de que está dotado para
otorgar indultos particulares en los casos y formas que determina la ley
(numeral 14° del Art. 32).
Con relación al nombramiento de los magistrados de los
Tribunales de Justicia, el Presidente nombra a los Ministros de Corte de
Apelaciones y Fiscales de las mismas, como a los Jueces Letrados, a
proposición de la Corte Suprema en caso de Ministros y Fiscales Judiciales de
Cortes de Apelaciones, y a proposición de la respectiva Corte de Apelaciones,
tratándose de Jueces de Letras. Designa igualmente a tres de los integrantes
del Tribunal Constitucional (Art. 92 de la Constitución), y a los Ministros y
Fiscales Judiciales de la Corte Suprema y al Fiscal Nacional, a proposición del
máximo tribunal y con acuerdo del Senado.

3. Ministerios: Estructura y función.

Los Ministros de Estado son definidos por la Constitución como “los


colaboradores directos e inmediatos” del Presidente en el gobierno y la
administración del Estado (Art. 33 de la Constitución).

Conforme a ello tienen la responsabilidad de la conducción de sus


respectivos ministerios, de acuerdo con las políticas e instrucciones que les
imparta el Presidente. Para ello, los Ministros de Estado deben proponer y
evaluar las políticas que deben implementar, junto con estudiar y proponer las
normas aplicables en los sectores bajo su responsabilidad. Deberán también
velar por el cumplimiento de las normas dictadas, asignar los recursos y
fiscalizar las actividades del sector que comprende su cartera (Arts. 20 y 19
inciso 2° de la Ley 18.575 sobre Bases Generales de Administración del
Estado).

Originalmente, el número de Ministerios, la organización de los mismos y


el orden de precedencia estaba fijado en la propia Constitución, pero a partir
de la Constitución de 1833, estas materias quedaron entregadas a la ley,
situación que se mantiene hasta el presente.

En efecto, el inciso segundo del Art. 33 de la Carta Fundamental


expresamente dispone que “La ley determinará el número y organización de
los Ministerios, como también el orden de precedencia de los Ministros
Titulares”, lo que flexibiliza la adecuación del gabinete ministerial a la
evolución natural del quehacer público.

La norma legal que precisamente se preocupa de determinar cuales


serán los Ministerios y su organización es la Ley Orgánica de Ministerios DFL
7912, de 30 de noviembre de 1927, a la que hay que sumar la ley orgánica
constitucional sobre Bases Generales de la Administración del Estado N°
18.575.

Este último cuerpo legal, en su artículo 24, dispone que “en cada
Ministerio habrá una o más Subsecretarías, cuyos jefes superiores serán los
Subsecretarios, quienes tendrán el carácter de colaboradores directos e
inmediatos de los Ministros” y “Les corresponderá coordinar la acción de los
órganos y servicios públicos del sector, actuar como ministros de fe, ejercer la
administración interna del Ministerio y cumplir las demás funciones que les
señale la ley”.

Luego, su artículo 26 dispone que los Ministerios se desconcentrarán


territorialmente mediante Secretarías Regionales Ministeriales, las que estarán
a cargo de un Secretario Regional Ministerial, el que representará al Ministerio
en la respectiva región.

Por su parte, el Art. 27 de ese cuerpo legal señala que además de los
Subsecretarios y de los Secretarios Regionales Ministeriales (SEREMIS), podrán
existir sólo los niveles jerárquicos de División, Departamentos, Sección y
Oficina.

+ Requisitos para ser nombrado Ministro de Estado.

Señalamos que los Ministros son nombrados y removidos por el


Presidente de la República conforme con sus atribuciones constitucionales (Art.
32 N° 7 de la Constitución).

Sin embargo, aquellas personas que el Presidente puede designar


como Ministros deben cumplir con ciertos requisitos.

Estos requisitos están contemplados en el Art. 34 de nuestra


Carta Fundamental y son los siguientes: ser chileno, tener cumplidos 21 años
de edad y reunir los requisitos generales para el ingreso a la administración
pública. Estos requisitos están señalados en el Estatuto Administrativo (Art. 11
del DFL 338 de 1960) y consisten: tener salud apta para desempeñarse en
cualquier parte del territorio de la República; haber cumplido con las leyes de
reclutamiento y de inscripción electoral; no haber sido condenado o
encontrarse sujeto a investigación judicial por crimen a simple delito; y tener
idoneidad profesional, lo que importa acreditar, a lo menos, 4° año medio
rendido o estudios equivalentes calificados por el Ministerio de Educación.

+ Incompatibilidades con el cargo de Ministro.

Las siguientes funciones públicas son incompatibles con la de


Ministros de Estado: los cargos de senador o diputado; todo empleo o comisión
retribuidos con fondos del Fisco, de las municipalidades, de las entidades
fiscales autónomas, semifiscales o de las empresas del Estado, o en aquellas
empresas en que el Fisco participe con aporte de capitales; y con toda otra
función o comisión de la misma naturaleza, exceptuándose solamente los
empleos docentes.
+ Responsabilidad del Ministro de Estado.

Con relación a la responsabilidad de un Ministro de Estado, cabe


distinguir entre aquella que se deriva de sus actuaciones como un simple
ciudadano en el ámbito de sus actividades privadas, como aquella
responsabilidad que se deriva como consecuencia del ejercicio de su cargo
como Ministro de Estado.

En el ámbito de su vida extra pública, o en aquella actividad que


el Ministro realiza fuera del ámbito de su cargo, es decir, actuaciones suyas
como un simple ciudadano particular, el Ministro de Estado responde al igual
como cualquier ciudadano. Sin embargo, está dotado en este ámbito de una
prerrogativa: las acciones judiciales que cualquier persona emprenda en su
contra, ya sean civiles o criminales, serán de conocimiento de un Ministro de
Corte de Apelaciones (Art. 50 del Código Orgánico de Tribunales). Esto quiere
decir, que precisamente por ser un Ministro de Estado, cualquier juicio que lo
involucre respecto de situaciones de su vida privada, lo substanciará un juez
de jerarquía mayor.

Lo anterior, puede ser mirado como un privilegio o como una


medida de protección para quien intente litigar en contra de esta clase de
autoridad pública.

Con respecto a los actos que un Ministro de Estado ejecute en el


ejercicio de sus funciones públicas, de conformidad con lo dispuesto en el Art.
36 de la Constitución, los Ministros de Estado serán responsables
individualmente de los actos que firmaren y solidariamente responsables de los
que suscribieren o acordaren con otros Ministros. Esta responsabilidad puede
ser administrativa, civil o penal.

Cabe tener presente, en todo caso, que cuando se trata de hacer


efectiva la responsabilidad de un Ministro de Estado, fundada en que éste
hubiere ocasionado injustamente perjuicios en contra de una persona en el
ejercicio de alguna de sus funciones, se requerirá que el Senado decida
previamente si ha o no lugar la admisión de acciones judiciales en su contra
(Art. 53 N° 2 de la Constitución). Se trata, en consecuencia de un antejuicio
destinado a una suerte de desafuero del Ministro de Estado, que busca
desalentar la interposición de acciones judiciales temerarias señalan los
comentaristas constitucionales.

Por su parte, la Cámara de Diputados puede acusar


constitucionalmente a los Ministros de Estado (Art. 52 N°2 letra b), fundado en
que ha comprometido gravemente el honor o la seguridad de la Nación, o por
haber infringido la Constitución o las leyes, o haber dejado éstas sin ejecución,
o por haber incurrido en los delitos de traición, concusión, malversación de
fondos públicos y soborno. Para llevar adelante esta acusación, se necesita el
patrocinio de a lo menos 10 Diputados ni mas de 20. Si esta acusación
prospera, el Senado, actuando como jurado, por la mayoría de sus miembros
en ejercicio definirá si el Ministro acusado es o no culpable del delito, infracción
o abuso de poder que se le imputa.

4. Bases Constitucionales de Administración del Estado.

El rol del Estado en la sociedad moderna es central e insustituible.


De allí, que su administración resulte clave para cumplir sus fines.

La forma como el Estado se organiza es determinante entonces


para hacer frente a los múltiples problemas que requieren de su participación.

Lo anterior, hace necesario que sea la propia Constitución la que


anuncie los fundamentos sobre los cuales debe organizarse el Estado y
determine el instrumento jurídico a través del cual ello se realice.

Así, el Art. 38 de la Constitución, dispone que una ley orgánica


constitucional deberá determinar cual será la organización básica de la
Administración Pública, entregando al legislador la tarea de hacerlo por medio
de una ley que requiere de un quórum especial para su aprobación, lo que
supone un alto grado de consenso en torno a ella.

Sin embargo, además, fija algunos criterios que deben ser


considerados en dicha ley: garantizar la carrera funcionaria; definir los
principios de carácter técnico y profesional de dicha carrera; asegurar el
principio de igualdad de oportunidades a quienes postulen a la función pública
y como igualmente su capacitación y perfeccionamiento.

Fruto de este mandato constitucional se dictó la Ley N° 18.575, de


5 de diciembre de 1985, cuyo texto refundido, coordinado y sistematizado, fue
fijado por el DFL N° 1/19653, del año 2001, que se titula precisamente Ley
Orgánica Constitucional sobre Bases Generales de la Administración del Estado.

En ella, se reafirman también otros principios contemplados en la


Constitución y que se resumen como sigue:
+ Los órganos de la Administración del Estado deben someter su acción a la
Constitución y las leyes;
+ Deben actuar limitando su acción dentro de la esfera de sus competencias y
solo ejerciendo las atribuciones que expresamente les haya otorgado la ley;
+ Están al servicio de la comunidad por lo que deberán atender a las
necesidades públicas de modo permanente y continuo;
+ Deben respetar la adecuada autonomía reconocida constitucionalmente a los
grupos intermedios presentes en la sociedad para cumplir sus propios objetivos
y los derechos de las personas para realizar cualquier actividad lícita;
+ Deben actuar por iniciativa propia en el cumplimiento de sus obligaciones;
+ Deben también actuar a solicitud de parte cuando así lo disponga la ley o
cuando se les requiera en el ejercicio del derecho de petición o reclamo;
+ Deben definir procedimientos administrativos ágiles y expeditos para
cautelar un accionar eficiente; y
+ Finalmente, los Órganos de Administración del Estado deben coordinarse y
propender a la unidad de acción evitando la duplicación o interferencia de
funciones.

Con todo, conviene también detenerse en el inciso 2° del Art. 38


de la Constitución, puesto que en él se consagra el principio básico que
sostiene la responsabilidad extracontractual del Estado.

En efecto, dicho precepto dispone que cualquier persona que sea


lesionada en sus derechos por la administración del Estado, de sus organismos
o las Municipalidades, podrá reclamar ante los tribunales correspondientes (es
decir, el tribunal competente de acuerdo con la ley), ello sin perjuicio de la
responsabilidad que pudiere afectar al funcionario que hubiera ocasionado el
daño.

Este inciso, que originalmente no estaba contemplado en el


artículo 38 de la Constitución, fue agregado mediante una reforma
constitucional introducida por le Ley 18.825, de 17 de agosto de 1989, que
además introdujo otras reformas al texto constitucional de 1980, y ha servido
de base para la construcción dogmática de la responsabilidad extracontractual
del Estado, sobre bases jurídicas distintas que la responsabilidad
extracontractual regulada en el campo del derecho privado.

UNIDAD II: CONGRESO NACIONAL Y FORMACIÓN DE LA


LEY.

1. Estructura e integración del Congreso Nacional.


El Capítulo V de la Constitución trata del Congreso Nacional y su
artículo 46 estatuye que el Congreso Nacional se compone de dos ramas: la
Cámara de Diputados y el Senado y que ambas concurren a la formación de las
leyes.

El Congreso Nacional es una de aquellas autoridades que, de


acuerdo con lo prescrito en el artículo 5° de la Constitución, la Nación delega el
ejercicio de su soberanía.

Sobre la forma como se organiza la función legislativa en nuestro


ordenamiento jurídico institucional, cabe señalar que la Constitución adscribe a
lo que en doctrina se denomina “sistema bicameral”.

Al respecto, cabe señalar que la Constitución, en esta materia no


ha hecho otra cosa que ser tributaria de nuestra historia.

En efecto, ya en el texto constitucional de 1822 se contemplaba el


sistema bicameral. Fórmula que se mantuvo en la Constitución de 1833 y se
reiteró nuevamente en la Constitución de 1925.

La Comisión Redactora de la Constitución de 1980, sobre esta


materia, según consta en sus actas, fue de parecer de mantener el sistema
bicameral teniendo en cuenta los siguientes fundamentos (someterlos a
discusión en clase):
+ Que la composición bicameral ha sido tradicional en nuestro
país y la experiencia ha sido en general positiva.
+ Que en una democracia moderna y estable, el Parlamento debe
ser la expresión de un justo y conveniente equilibrio entre dos fuerzas: una
renovadora, política, fiscalizadora y representativa de todas las Regiones del
país, la Cámara de Diputados, y la otra, que debe tener un carácter
moderador, nacional, de Cámara revisora y consejera, el Senado.
+Como sostienen numerosos constitucionalistas, el sistema
bicameral impide el despotismo* del Parlamento, peligroso no solo por ser
despotismo, sino porque implica una tiranía colectiva, y por ende,
irresponsable. (*El despotismo es un gobierno de una autoridad singular, una persona o un
grupo de personas que están estrechamente relacionadas, que podían gobernar con poder absoluto.).
+ Una segunda Cámara, constituida de una manera diferente, que
tienda a asegurar su idoneidad, sirve como freno, contra una legislación
apresurada e irreflexiva y conduce a una consideración serena y cuidadosa de
los proyectos.
+ Finalmente, la existencia de dos Cámaras, con una integración,
atribuciones y características diferentes, contribuye a evitar o atenuar los
conflictos que se pueden producir entre el Parlamento y el Gobierno.

Conviene tener presente además, que en los Estados Federales, el


sistema bicameral en consustancial a la organización del Parlamento, siendo el
Senado, por regla general, donde se encuentran representados
igualitariamente los estados miembros.
La crítica más frecuente que se formula al sistema bicameral es
aquella que sostiene que retarda significativamente la tramitación de las
leyes, al someterla a varios trámites parlamentarios en ambas Cámaras.

El lugar donde sesione el Congreso Nacional debe ser definido por


ley (Art. 63 N° 17 de la Constitución). Al efecto, la Ley N° 18.678, del año
1987, definió que éste sesionará en la ciudad de Valparaíso. Tradicional e
históricamente el Congreso Nacional siempre había funcionado en Santiago,
capital de la República.

El Congreso Nacional es un órgano del Estado autónomo e


independiente con relación a los demás órganos públicos establecidos en la
Constitución. Es así, como sus cuentas no son revisadas por la Contraloría
General de la República, sino mediante un mecanismo autogestionado por el
propio Congreso y regulado por su Reglamento Interno. Igualmente, tiene
facultad exclusiva de iniciativa de ley en materias que le atingen directamente
o afectan a servicios que dependan de él.

No obstante esa autonomía e independencia, la función legislativa


no la ejerce el Congreso Nacional por si solo. La comparte con el Presidente de
la República quien es, en estas materias, colegislador).

Sin perjuicio de lo anterior, y al igual que todo los demás órganos


del Estado, debe someter su acción a la Constitución y a las normas dictadas
conforme a ella (Art. 6° de la Constitución); y en caso alguno puede ejercer
funciones judiciales, avocarse a causas pendientes, revisar los fundamentos o
contenido de sus resoluciones o hacer revivir procesos fenecidos (Art. 76 de la
Constitución). (fin clase 28/10).

1.1.- Composición del Congreso Nacional.-

El Art. 47 de la Constitución establece que la Cámara de


Diputados está integrado por 120 miembros elegidos en votación directa, y se
renovará completamente cada cuatro años.

Por su parte, el Art. 49, señala que el Senado se compone de


miembros elegidos en votación directa por circunscripciones senatoriales con
relación a las regiones del país, cada una de las cuales constituirá, al menos,
una circunscripción. Durarán ocho años en su cargo, y se renovarán
alternadamente cada cuatro años.

Resulta importante resaltar que si bien la Constitución establece el


número total de diputados conforman la respectiva Cámara, no sucede lo
mismo con el Senado, cuya composición queda encomendada a una ley
orgánica constitucional, la cual debe también señalar las circunscripciones
senatoriales y la forma de elección.
Con relación al establecimiento de un sistema de elecciones, la
Constitución nada dice, dejando esa definición entregada a lo que disponga
una ley orgánica constitucional sobre la materia.

El sistema electoral para las elecciones de diputados y senadores,


se contempla en la Ley Orgánica Constitucional N° 18.700 sobre votaciones
populares y escrutinios, modificada en esta materia, por la Ley 18.799 de 26
de mayo de 1989.

En dicho cuerpo legal (Art. 178) dispone que habrán 60 distritos


electorales, y que cada uno de esos distritos elegirá dos diputados. Los
distritos en referencia están individualizados en el Art. 179 de la citada ley.

Con respecto a los senadores, la ley en referencia establece 19


circunscripciones senatoriales, cada una de las cuales elegirá a dos de ellos.

Así, y de esta forma, la Ley Orgánica Constitucional sobre


votaciones populares y escrutinios, establece el sistema electoral binominal.

Se critica dicho sistema es que otorga una sobre representación a


una minoría y con ello se altera la representación real que las fuerzas en
competencia representan, afectando con ello el principio mayoritario básico de
la democracia constitucional

1.2.- Requisitos para ser elegido Diputado.-

De conformidad con lo establecido en el Art. 48 de la Constitución,


para ser elegido Diputado debe cumplirse con los siguientes requisitos:
+ Ser ciudadano con derecho a sufragio: esto significa que debe
cumplirse con el requisito de encontrarse inscrito en los registros electorales y
no estar afectado por alguna causal de suspensión de la ciudadanía.
+ Haber cursado la enseñanza media o su equivalente completa:
con ello se busca garantizar un nivel de preparación del parlamentario que le
permita participar en el proceso legislativo informadamente. Cabe hacer
presente que la Constitución de 1980 contemplaba originalmente como
requisito en estas materias, sólo el saber leer y escribir.
+ Tener residencia en la Región a que pertenezca el Distrito
electoral correspondiente, durante un plazo no inferior a dos años contados
hacia atrás desde el día de su elección. Originalmente, ese plazo, en la
Constitución de 1980 era de tres años. Este es un requisito nuevo respecto de
la Constitución anterior (la de 1925) que no lo contemplaba. Su fundamento es
que los representantes parlamentarios tengan una efectiva vinculación con la
región que pretenden representar.
+ Finalmente, tener cumplido 21 años de edad, entendiéndose
que esa edad debe haberse cumplido al día de la elección.

1.3.- Requisitos para ser elegido Senador.-


Están establecidos en el Art. 50 de la Constitución y son los
siguientes:
+ Ser ciudadano con derecho a sufragio. Vale lo dicho con relación
a los diputados en esta materia.
+ Haber cursado la enseñanza media o su equivalente.
+ Tener cumplidos 35 años de edad, el día de la elección.
1.4.- Inhabilidades parlamentarias.-

Se distinguen entre inhabilidades absolutas y las inhabilidades


relativas.

Son absolutas aquellas que significan no cumplir con los requisitos


establecidas en la Constitución para ser elegidos diputados o senadores.

Son inhabilidades relativas aquellas que afectan a determinadas


personas y que le impiden ser candidatos a diputados o senadores.

Con relación a estas últimas, el Art. 57 de la Constitución las


señala en forma taxativa y dispone que no pueden ser candidatos a Diputados
y Senadores:
+ Los ministros de Estado.
+ Los intendentes, los gobernadores, los alcaldes, los consejeros
regionales, los concejales y los subsecretarios.
+ Los miembros del Consejo del Banco Central.
+ Los magistrados de los tribunales superiores de justicia (de
Cortes de Apelaciones y Corte Suprema) y los jueces de letras.
+ Los miembros del Tribunal Constitucional, el Tribunal Calificador
de Elecciones y de los Tribunales Electorales Regionales.
+ El Contralor General de la República.
+ Las personas que desempeñan un cargo directivo de naturaleza
gremial o vecinal.
+ Las personas naturales y los gerentes o administradores de
personas jurídicas que celebren o caucionen contratos con el Estado.
+ El Fiscal Nacional, los Fiscales Regionales y los Fiscales Adjuntos
del Ministerio Público, y
+ Los Comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, el Director
General de Carabineros, el Director General de la PDI y los oficiales
pertenecientes a tales cuerpos (estos casos de inhabilidades fueron
introducidos en la Constitución en virtud de la reforma constitucional del año
2005).

1.5.- Incompatibilidades parlamentarias.-

Se refieren a prohibiciones que afectan a los parlamentarios en


virtud de las cuales se les impide que simultáneamente a su función de tales
desempeñen otros empleos, cargos, funciones o comisiones que se establecen
en la Constitución.
Las incompatibilidades impiden que los parlamentarios en forma
paralela desempeñen determinadas actividades, mientras que las inhabilidades
precedentemente señaladas coartan la posibilidad de ser candidato a diputado
o senador.

Estas incompatibilidades están contempladas en el Art. 58 de la


Constitución, disposición que parte enunciando que son incompatibles entre sí
los cargos de diputado y senador, para luego señalar otras incompatibilidades
que tienen la misma identidad que las inhabilidades.

Las incompatibilidades parlamentarias, desde otra perspectiva,


generan incapacidades en cuya virtud ningún parlamentario puede ser
nombrado para un cargo incompatible (Art. 59 de la Constitución) desde que
es proclamado como electo por el Tribunal Calificador de Elecciones y hasta
que finalice su período. Si ello ocurriere, ese nombramiento adolecería de
nulidad.

Con todo, las incompatibilidades indicadas, que generan


incapacidades, no rigen en caso de guerra exterior, como tampoco, en dicho
escenario, rigen para los cargos de Presidente de la República, Ministros de
Estado y agentes diplomáticos.

Todas las limitantes señaladas precedentemente, que imponen


prohibiciones persiguen:
+ En el caso de las inhabilidades, que cualquier autoridad estatal
pueda ser candidato al parlamento valiéndose de su posición para hacer un
aprovechamiento abusivo de su autoridad para fines electorales;
+ En el caso de las incompatibilidades, reforzar la independencia
de la función parlamentaria con respecto del gobierno; y
+ En el caso de las incapacidades, impedir una incompatibilidad
sobreviniente.

1.6.- Prerrogativas parlamentarias.-

La constitución establece en favor de los parlamentarios, y con el


objeto de que puedan cumplir sus funciones propias las siguientes
prerrogativas:

1.6.1.- La inviolabilidad parlamentaria.-

Se trata de una inmunidad jurídica que establece a favor de los


parlamentarios una irresponsabilidad por las opiniones que manifiesten o el
voto que emitan en los pronunciamientos del parlamento.

Con ello se busca proteger de forma privilegiada la libertad de


opinión del parlamentario, incluso cuando aquella pueda significar la comisión
de un delito a significar un abuso.
En suma, los parlamentarios, bajo determinadas condiciones,
están exentos de toda responsabilidad civil y penal.

Esta inviolabilidad comprende solamente las opiniones y los votos


que emitan los parlamentarios en el ejercicio de sus cargos, en sesiones de
sala o de comisión. (Art. 61 inciso 1° de la Constitución).

Sobre esta materia, hay que recordar que el Art. 19 N° 12 de la


Constitución, consagra como garantía constitucional la libertad de opinión, sin
perjuicio de responder por los delitos y abusos que se cometan en su ejercicio,
por lo que con relación a los parlamentarios, esta garantía es mucho mas
amplia.

1.6.2.- El fuero parlamentario.-

Es también una inmunidad de la que están investidos los


parlamentarios, en virtud de la cual no pueden ser acusados o privados de
libertad, salvo en caso de delito flagrante, mientras la Corte de apelaciones de
la respectiva jurisdicción, reunido en pleno, no autorice previamente la
acusación declarando haber lugar a la formación de causa (Art. 61, incisos 2°,
3° y 4° de la Constitución).

Se trata de una inmunidad formal, que otorga a los


parlamentarios una garantía procesal especial, pero que no los exime de
responsabilidad de ninguna especie.

En todo caso tratándose de situaciones de delitos flagrantes, el


parlamentario puede ser arrestado en el acto, debiendo ser puesto de
inmediato a disposición del Tribunal competente, que en estos casos será
siempre la Corte de Apelaciones respectiva. (ver Art. 417 del Código Procesal
Penal).

Este fuero, importa entonces un pronunciamiento previo de un


tribunal superior, antes de que se pueda hacer efectiva la responsabilidad de
un parlamentario ante los tribunales de justicia, respecto a si existen
antecedentes suficientemente plausibles que ameriten formar causa en su
contra.

El Tribunal de alzada conoce en pleno de una petición de


desafuero parlamentario y los criterios sobre cuya base formula su
pronunciamiento se contemplaban en el antiguo Código de Procedimiento
Penal, al cual, en su Art. 612 establecía, a este respecto, que era necesario
que aparecieran “contra el diputado o senador, datos que podrían bastar para
decretar la detención de un inculpado”. Cabe recordar que cualquier juez del
crimen podía disponer la detención de un inculpado siempre que existieran
fundadas sospechas de su participación en algún delito.
El fallo de la Corte de Apelaciones en materia de desafueros en
apelable ante la Corte Suprema, tribunal este último que también conoce y
falla en pleno.

Si el desafuero prospera, el diputado o senador desaforado, queda


suspendido de su cargo y a disposición del juez competente, aplicándosele el
derecho común, por lo que podrá ser acusado, privado de su libertad y
eventualmente condenado.

1.6.3.- La dieta parlamentaria.-

El Art. 62 de la Constitución establece que los diputados y


senadores percibirán como única renta una dieta equivalente a la
remuneración de un Ministro de Estado incluidas todas las asignaciones que a
dichos funcionarios corresponden.

De esta forma, y al señalar expresamente la Constitución que los


parlamentarios recibirán como única renta la señalada en el citado artículo, se
excluye toda posibilidad de que estos puedan recibir ingresos adicionales a esa
dieta en razón de su cargo.

1.6.4.- Prerrogativas protocolares.-

En los reglamentos de ambas Cámaras y en disposiciones


reglamentarias o legales diversas se contemplan normas que se refieren al
tratamiento que deben dispensarse a los parlamentarios en determinados
casos, como por ejemplo ubicación preferente en ceremonias públicas, cuyos
alcances no tienen otra finalidad que reconocer la importancia de tales
funciones y que tienen mayor importancia de cumplir determinadas formas de
protocolo enraizadas en la cortumbre histórica.

1.7.- Causales de cesación en el cargo parlamentario.-

Un parlamentario cesa en el cargo si a su respecto concurre


cualquiera de las causales contempladas en el Art. 60 de la Constitución. Estas
causales son las siguientes:

1.7.1.- Por ausentarse el parlamentario del país por más de treinta días sin
permiso de la Cámara respectiva, o estando ésta en receso, sin permiso de su
presidente.
1.7.2.- Por caucionar o celebrar el parlamentario durante su ejercicio contratos
con el Estado. (*)
1.7.3.- Por actuar el parlamentario como procurador o agente en gestiones
particulares de carácter administrativo, en la provisión de empleos públicos,
consejerías, funciones o comisiones de similar naturaleza. Se trata, en este
caso que el parlamentario sea gestor administrativo de intereses particulares,
pues tratándose de intereses públicos su gestión es lícita. (*)
1.7.4.- Por aceptar el parlamentario ser director de Banco o de alguna
sociedad anónima, o ejercer cargos de similar importancia en esas actividades.
(*)
(*) Estas causales se configuran igualmente, si el parlamentario actúa a través
de interpósita persona, sea esta natural o jurídica, o por medio de una
sociedad de personas de la que forma parte.
1.7.5.- Por actuar el parlamentario como abogado o mandatario en cualquier
clase de juicio en contra del fisco.
1.7.6.- Por ejercer el parlamentario cualquier influencia ante las autoridades
administrativas o judiciales a favor o representación del empleador o de los
trabajadores en negociaciones colectivas o conflictos laborales, sean del sector
público o privado, o que intervengan en ellos ante cualquiera de las partes.
1.7.7.- Por actuar o intervenir el Parlamentario en actividades estudiantiles,
cualquiera que sea la rama de la enseñanza, con el objeto de atentar contra su
normal desenvolvimiento.
1.7.8.- Por incitar el parlamentario, de palabra o por escrito, a la alteración
del orden público o propicie el cambio del orden jurídico institucional por
medios distintos de los que establece la Constitución, o que comprometa
gravemente la seguridad o el honor de la Nación.

El parlamentario que perdiera su cargo en razón de la


configuración de cualquiera de las causales indicadas precedentemente, no
podrá optar a un cargo o empleo público, sea o no de elección popular, por el
término de dos años.

También cesará en sus funciones el parlamentario que, durante su


ejercicio, pierda algún requisito de elegibilidad o incurra en alguna causal de
inhabilidad (del Art. 57 de la Constitución).

Cabe consignar que los parlamentarios podrán renunciar a sus


cargos cuando les afecte una enfermedad grave que les impidan desempeñar
sus funciones lo que será calificado por el Tribunal Constitucional. (Art. 60
inciso final de la Constitución).

Por último, el órgano competente para pronunciarse sobre las


inhabilidades, incompatibilidades y causales de cesación en el cargo de los
parlamentarios es el Tribunal Constitucional (Art. 93 N° 14 de la Constitución),
a requerimiento del Presidente de la República o de a lo menos 10
parlamentarios en ejercicio.

También podría gustarte