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DERECHO CONSTITUCIONAL II.

Cuestionario de las unidades pendientes para participar en clase el día 5 de mayo 2021.

1. Límite e interpretación y supervisión de los derechos fundamentales:

Los límites o fronteras de los derechos consideran los demá s bienes y derechos
constitucionalmente protegidos por el ordenamiento jurídico, constituyendo un
sistema integrado y armó nico.

La Constitució n constituye un sistema armó nico y coherente de derechos, donde cada


una de sus normas es ú til para determinar tanto la delimitació n de los derechos como
las limitaciones (restricciones) a las que ellos podrá n estar sujetos.

Como sostiene Konrad Hesse, la «presunta contradicció n entre normas constitucionales


se puede solucionar de dos modos: establecer una decisió n de jerarquía o preferencia
en la aplicació n de una de las normas constitucionales sobre la otra o intentar conseguir
una optimizació n de forma que se apliquen ambas normas constitucionales a la vez».

Consideramos que no pueden utilizarse algunos enunciados constitucionales de


derechos o bienes jurídicos para anular otros; todos ellos son elementos constitutivos
del orden constitucional que no pueden entrar en contradicció n, pudiendo só lo existir
conflictos aparentes por una inadecuada o deficiente delimitació n de los derechos,
estos deben interpretarse siempre en el sentido de darles un efecto ú til y la má xima
efectividad, vale decir, optimizá ndolos dentro de su á mbito propio. Cada uno y todos los
derechos pertenecen a un sistema, gozando de igual valor en términos materiales y
axioló gicos. No hay norma alguna de la Carta Fundamental que autorice a aniquilar un
derecho o a desnaturalizarlo para favorecer a otro, a su vez todos ellos tienen
incorporado el límite del bien comú n, en la medida que las personas conviven en
sociedad.

Los límites de los derechos pueden clasificarse atendiendo a su formulació n, en


límites expresos y generales (bien comú n), límites expresos y específicos para cada
derecho (seguridad nacional, moral, orden pú blico, conservació n ambiental) o límites
implícitos, como puede ser la competencia general del legislador para regular y
desarrollar los derechos, en la medida que la Constitució n la reconozca como tal, como
ocurre en el caso españ ol.

También pueden clasificarse los límites atendiendo a si ellos está n establecidos para
asegurar a los demá s el disfrute de los mismos derechos o si ellos los límites está n para
impedir acciones dañ osas para la sociedad (armoniza los derechos de cada uno con el
bien comú n).

A su vez, teniendo presente el criterio de aplicació n y eficacia, los límites pueden ser
clasificados en límites expresos y de eficacia inmediata que son aquellos que derivan
directamente de la Constitució n y que operan sin necesidad de intervenció n legislativa;
o pueden ser límites de habilitació n, vale decir, límites que habilitan al legislador para
concretar limitaciones previstas en la Constitució n.

Supervisió n de los derechos fundamentales:

La regulació n del ejercicio de un derecho implica la previa delimitació n del derecho.

La regulació n presupone un derecho fundamental configurado en la Constitució n, la


que precisa su extensió n. Por ello consideramos que la regulació n del ejercicio del
derecho presupone la existencia y delimitació n del derecho, lo que constituye un
concepto de cará cter abstracto, tal definició n se hace mencionando genéricamente una
conducta que en la realidad será siempre susceptible de diversas modalidades al
concretarse.

El concepto o noció n de regulació n desarrollado por la jurisprudencia no es susceptible


de aplicarse a los derechos que establecen un contenido de cará cter negativo, donde no
se garantiza la ejecució n de una conducta sino que se establece la prohibició n de ella,
como ocurre con algunos derechos en nuestra Carta Fundamental, por ejemplo: el no
ser objeto de apremios ilegítimos (artículo 19 N×1), la inviolabidad del hogar (artículo
19 N×5), el no declarar como inculpado bajo juramento sobre hecho propio (artículo 19
N×7, literal f), la no aplicació n como sanció n de la pérdida de derechos previsionales
(artículo 19 N× 7 literal h); ya que estos derechos y garantías no constituyen conductas
que pueden sujetarse a formalidades o procedimientos.

El regular el ejercicio de un derecho se ha sostenido por la jurisprudencia del Tribunal


Constitucional españ ol, se refiere a la forma puramente externa de manifestació n de
derechos, de modo que la actuació n de éstos habría de someterse a requisitos que no
afectarían a la actividad misma y que se dirigirían a garantizar la publicidad de la
conducta amparada por el derecho fundamental (S.T.C. 11/81), o como procedimiento
o formalidades a las que se somete el ejercicio de un derecho, los que no pueden ser
«tan rígidos o difíciles de cumplir que en la prá ctica hagan imposible el ejercicio de
tales derechos».

Esta concepció n ha sido asumida también por el Tribunal Constitucional Chileno, el que
ha sostenido " Que, si bien por regular conforme al Diccionario de la Real Academia,
debe entenderse: `ajustado y conforme a reglas', ello no podría jamá s interpretarse en
el sentido de que se impida el libre ejercicio del derecho, por otra parte, si bien al
regular se pueden establecer limitaciones y restricciones al ejercicio de un derecho,
éstas claramente, de acuerdo al texto de la Constitució n, deben ordenarse por ley y no
mediante normas de cará cter administrativo"

2. Principios de interpretación de la constitución del 2010:

Principios de interpretació n constitucional

Reconocida la naturaleza jurídica de la Constitució n del Estado, debe reconocerse


también la posibilidad de que sea objeto de interpretació n. No obstante, la particular
estructura normativa de sus disposiciones que, a diferencia de la gran mayoría de las
leyes, no responden en su aplicació n a la ló gica subsuntiva (supuesto normativo –
subsunció n del hecho – consecuencia), exige que los métodos de interpretació n
constitucional no se agoten en aquellos criterios clá sicos de interpretació n normativa
(literal, teleoló gico, sistemá tico e histó rico), sino que abarquen, entre otros elementos,
una serie de principios que informan la labor hermenéutica del juez constitucional.
Tales principios son:

a)     El principio de unidad de la Constitució n: Conforme al cual la interpretació n de la


Constitució n debe estar orientada a considerarla como un “todo” armó nico y
sistemá tico, a partir del cual se organiza el sistema jurídico en su conjunto.

b)     El principio de concordancia prá ctica: En virtud del cual toda aparente tensió n
entre las propias disposiciones constitucionales debe ser resuelta “optimizando” su
interpretació n, es decir, sin “sacrificar” ninguno de los valores, derechos o principios
concernidos, y teniendo presente que, en ú ltima instancia, todo precepto constitucional,
incluso aquellos pertenecientes a la denominada “Constitució n orgá nica” se encuentran
reconducidos a la protecció n de los derechos fundamentales, como manifestaciones del
principio-derecho de dignidad humana, cuya defensa y respeto es el fin supremo de la
sociedad y el Estado (artículo 1º de la Constitució n).

c)      El principio de correcció n funcional: Este principio exige al juez constitucional


que, al realizar su labor de interpretació n, no desvirtú e las funciones y competencias
que el Constituyente ha asignado a cada uno de los ó rganos constitucionales, de modo
tal que el equilibrio inherente al Estado Constitucional, como presupuesto del respeto
de los derechos fundamentales, se encuentre plenamente garantizado.
d)     El principio de funció n integradora: El “producto” de la interpretació n só lo podrá
ser considerado como vá lido en la medida que contribuya a integrar, pacificar y
ordenar las relaciones de los poderes pú blicos entre sí y las de éstos con la sociedad.

e)     El principio de fuerza normativa de la Constitució n: La interpretació n


constitucional debe encontrarse orientada a relevar y respetar la naturaleza de la
Constitució n como norma jurídica, vinculante in toto y no só lo parcialmente. Esta
vinculació n alcanza a todo poder pú blico (incluyendo, desde luego, a este Tribunal) y a
la sociedad en su conjunto.

La premisa a destacar, en suma, en relació n a estos principios enunciados, como


mandatos cuyo fin es optimizar el contenido constitucionalmente protegido de los
derechos fundamentales, apunta a que los mismos sirvan para esclarecer mejor las
decisiones jurisdiccionales en el complejo campo de resolució n de las controversias
sobre tutela urgente. Y muchas veces, devienen en una tarea harto impostergable. 

3. Los conflictos entres derechos fundamentales, casos difíciles y la


ponderación como mecanismo de resolución de conflictos entre derechos
fundamentales.

Actualmente es bastante comú n, tanto en la doctrina como en la jurisprudencia


constitucional, que se hable de "conflicto" de derechos fundamentales. Segú n una visió n
conflictivista de los derechos fundamentales éstos son realidades que eventualmente
pueden entrar en oposició n entre sí. Esto es así porque se tiene el convencimiento de
que:

Al ejercer un derecho fundamental, éste se puede encontrar enfrente, en postura


disconforme a la de ese ejercicio con el titular de otro derecho fundamental que
pretende igualmente ejercerlo. En caso de conflicto o de antinomia subjetiva, si se
permite la paradoja, quien debe ceder y quien debe continuar có mo se construye ese
límite al derecho fundamental, son preguntas claves para una teoría de los derechos
fundamentales.

Incluso se afirma que "como las fronteras que definen los derechos son imprecisas, los
conflictos devienen inevitables y problemá ticos".

Segú n las posturas conflictivitas, los derechos fundamentales son realidades jurídicas
que de modo natural tienden a colisionar, lo cual lleva a aceptar que los conflictos se
hacen inevitables. Frente a una situació n de conflicto, la solució n se reduce só lo a
preferir un derecho y desplazar el otro, es decir, poner a uno de los derechos en
conflicto por encima del otro. Para esto se hace necesario encontrar los mecanismos
que justifiquen la preferencia de un derecho en detrimento del otro. Los principales
mecanismos de solució n que utilizan quienes parten de una visió n conflictivista de los
derechos humanos son la jerarquía y la ponderació n de derechos.

Ejemplo de propuesta de jerarquizació n es la que realiza Ruiz Miguel, para quien


existen unas libertades jerá rquicamente superiores a otras:

Si por democracia liberal se entiende el sistema político de toma de ciertas decisiones


por representantes en competencia entre sí y elegidos libre y temporalmente por todos
los ciudadanos, este sistema exige la preeminencia de algunas libertades que, en mi
opinió n, deben estar incluso por encima de la propia decisió n popular. La libertad de
expresió n y crítica, la libertad de asociació n y de reunió n, la libertad de sufragio activo
y pasivo en elecciones perió dicas, está n entre esas libertades esenciales mínimas.

Dentro de este mecanismo de solució n de los conflictos, la supremacía de uno u otro


derecho dependerá del baremo que se emplee para determinar la importancia de los
derechos involucrados en un litigio concreto, baremos que en definitiva vienen
bastante marcados por cuestiones ideoló gicas. Por ejemplo, en la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional españ ol se suele afirmar que la libertad de informació n es
jerá rquicamente superior al derecho a la intimidad o al derecho al honor, en cuanto
aquella libertad tiene una especial relevancia para el asentamiento democrá tico de una
sociedad, valor que no se encuentra en derechos como el derecho a la intimidad o el
derecho al honor.

En efecto, el Tribunal Constitucional españ ol ha atribuido a las libertades de expresió n


e informació n una "posició n prevalente" en el seno del ordenamiento jurídico
españ ol, justificá ndola precisamente en su valor institucional, y si bien se presenta
muchas veces como una preferencia que se define en cada caso concreto, en la prá ctica
las reiteradas declaraciones del mencionado Tribunal Constitucional han ido
consolidando un valor superior de cará cter general de las libertades informativas. Así,
opone estas libertades a "todos los derechos fundamentales e intereses de significativa
relevancia social", alcanzando en la prá ctica particular relevancia en lo que respecta a
los derechos al honor, a la intimidad y a la imagen:

Esta excepcional trascendencia [para la existencia de la opinió n pú blica libre como


elemento fundamental en un Estado democrá tico otorga a las expresadas libertades (de
expresió n e informació n) un valor de derecho prevalente sobre los derechos de la
personalidad garantizados en el art. 18.1 de la Constitució n, en los que no concurre esa
dimensió n de garantía de la opinió n pú blica libre y del principio de legitimidad
democrá tica.
En cualquier caso, para quienes emplean este mecanismo existe el convencimiento de
que los criterios que definirá n la jerarquizació n con mayor o menor dificultad
terminará n por configurarse siempre. Así, se tiene afirmado que "Puede ser difícil
buscar escalas y comparaciones en algunos casos, pero en otros es fá cil y siempre es
posible".

El otro usual mecanismo de solució n que se emplea dentro de la concepció n


conflictivista de los derechos fundamentales es la llamada ponderació n de derechos.
Este mecanismo, especialmente desarrollado en el á mbito anglosajó n,16 consiste en
sopesar los derechos o bienes jurídicos en conflicto con las especiales circunstancias
concretas que definen el caso que se intenta resolver, con el fin de determinar cuá l
derecho "pesa" má s en ese caso concreto, y cuá l debe quedar desplazado. No se trata de
una jerarquizació n general y abstracta, sino má s bien de una jerarquizació n en
concreto.

4. La suspensión de los derechos fundamentales.

Constitució n De La Repú blica Dominicana en su Art. 24. Habla acerca de la Suspensió n


de los derechos de ciudadanía. Los derechos de ciudadanía se suspenden en los casos
de: 1) Condenació n irrevocable a pena criminal, hasta el término de la misma; 2)
Interdicció n judicial legalmente pronunciada, mientras ésta dure; 3) Aceptació n en
territorio dominicano de cargos o funciones pú blicas de un gobierno o Estado
extranjero sin previa autorizació n del Poder Ejecutivo; 4) Violació n a las condiciones en
que la naturalizació n fue otorgada.

5. El estado de exención, poderes exenciónales, estado de emergencia de defensa


y conmoción

Artículo 262 Artículo 262.- Definició n. Se consideran estados de excepció n aquellas


situaciones extraordinarias que afecten gravemente la seguridad de la Nació n, de las
instituciones y de las personas frente a las cuales resultan insuficientes las facultades
ordinarias. El Presidente de la Repú blica, con la autorizació n del Congreso Nacional,
podrá declarar los estados de excepció n en sus tres modalidades: Estado de Defensa,
Estado de Conmoció n Interior y Estado de Emergencia.

(Derecho Constitucional) Poderes reforzados reconocidos al presidente de la


Repú blica por la Constitució n de 1958 (art. 16) en circunstancias particularmente
graves. Responden a esta idea: que el estado de necesidad imponga y justifique
un derecho constitucional de excepció n. El presidente de la Repú blica es el ú nico que
decide sobre la aplicació n del art. 16 y sobre la duració n de ello. Toma él, sin refrendata
ministerial, “las medidas que las circunstancias imponen”. Pero no puede disolver
la Asamblea nacional ni alterar la Constitució n.

Artículo 265 Artículo 265.- Estado de Emergencia. El Estado de Emergencia podrá


declararse cuando ocurran hechos distintos a los previstos en los artículos 263 y 264
que perturben o amenacen perturbar en forma grave e inminente el orden econó mico,
social, medioambiental del país, o que constituyan calamidad pú blica.

Artículo 264 Artículo 264.- Estado de Conmoció n Interior. El Estado de Conmoció n


Interior podrá declararse en todo o parte del territorio nacional, en caso de grave
perturbació n del orden pú blico que atente de manera inminente contra la estabilidad
institucional, la seguridad del Estado o la convivencia ciudadana, y que no pueda ser
conjurada mediante el uso de las atribuciones ordinarias de las autoridades.

6. Las garantías de los derechos fundamentales en el plano interno:

Las garantías normativas y judiciales de los derechos, solo pueden modificarse, sin que
ello produzca una reforma peyorativa o una disminució n de la eficacia jurídica de los
derechos, si se reemplaza una garantía por otra que mantenga el mismo nivel de
garantía o mejore el nivel de protecció n y eficacia del derecho potenciá ndolo por una
garantía que sea má s eficaz y amplia.

Asimismo, consideramos que constituye un límite material al poder de revisió n de la


Constitució n la garantía normativa constituida por el principio de reserva legal en
materia de regulació n de derechos, ya que ella concreta y realiza el principio
democrá tico que constituye otra garantía de los derechos y límite de la potestad
constituyente instituida o poder de reforma constitucional, salvo que la nueva
institució n constituya una forma má s efectiva de realizar la democracia en la regulació n
de los derechos fundamentales.

En la misma perspectiva, hay bastante jurisprudencia en el derecho constitucional


comparado, só lo a modo ejemplar podemos citar la doctrina de la Corte Constitucional
de Italia, la que ha emitido un conjunto de sentencias sobre los «principios supremos»
del ordenamiento constitucional que identifican, como establece Cervato en Italia, con
jurisprudencia de la Corte Constitucional italiana, señ alando la existencia de un «nú cleo
de principios inderogables incluso para las mayorías que pudieran reformar la
Constitució n: este nú cleo inviolable comprendería tanto los principios fundamentales
del ordenamiento constitucional como los derechos inalienables de la persona humana
(Corte Constitucional. Sent. 183 de 1973; 30 de 1971; 12 de 1972; 175 de 1973; 1 de
1977 y 18 de 1982
7. El derecho de la garantía del divino proceso y la tutela efectiva.

La Constitució n de 2010 consagra la protecció n efectiva de los derechos de la persona


como la funció n esencial del Estado. Esta funció n constitucional del Estado significa que
la efectividad es un principio estructural de este, lo cual se refleja en el diseñ o y puestas
a punto de las garantías de los derechos fundamentales, en específico de la tutela
judicial, garantía que antonomasia en todo Estado de derecho como el que quiere y
manda el artículo 7 de la nueva Carta Magna.

La Constitució n de la Repú blica Dominicana establece en su artículo 8 que “es funció n


esencial del Estado, la protecció n efectiva de los derechos de la persona, el respeto de
su dignidad y la obtenció n de los medios que le permitan perfeccionarse de forma
igualitaria, equitativa y progresiva, dentro de un marco de libertad individual y de
justicia social, compatibles con el orden pú blico, el bienestar general y los derechos de
todos y todas”.
Esa funció n esencial del Estado, asignada por la ley de leyes, se explica en el hecho de
que la dignidad humana es el “fundamento de la Constitució n” y del Estado (artículos 5
y 38), de donde se deriva que la Constitució n reconoce expresamente derechos al ser
humano porque este es digno y porque esta dignidad se considera “sagrada, innata e
inviolable” (artículo 38). Es por el hecho de que la Constitució n y el Estado tienen como
fundamento la dignidad humana que el Estado “se organiza para la protecció n real y
efectiva de los derechos fundamentales” y que “su respeto y protecció n constituyen una
responsabilidad esencial de los poderes pú blicos” (artículo 38).
La efectividad implica el reconocimiento real de la norma jurídica por sus destinatarios,
sean personas privadas o autoridades pú blicas. Esta efectividad es condició n necesaria
pero no suficiente de su eficacia: una norma inefectiva necesariamente es ineficaz en
tanto no alcanza los fines hacia los que debería encaminarse, pero una norma que es
efectiva porque se cumple realmente es ineficaz al no lograr los fines de la autoridad
que la diseñ ó . Esto ú ltimo ocurriría, por ejemplo, si la política de seguridad social
exigida por la Constitució n se cumpliese en la prá ctica, pero no lograse satisfacer el
derecho de todas las personas a contar con una adecuada seguridad social. Ahora bien,
como muy raras veces una norma que se quede en el papel y no trascienda a la realidad
es eficaz, “en el lenguaje jurídico la eficacia suele entenderse como el cumplimiento
efectivo de una norma; má s concretamente, una norma es eficaz cuando los
destinatarios ajustan su comportamiento a lo prescrito en la misma o, al menos, en los
casos en que esto no ocurre, cuando la norma tiene fuerza bastante para imponer la
consecuencia en ella prevista como reacció n al incumplimiento”.
Pero la eficacia, definida como la aptitud de la norma para procurar el resultado para
cuya satisfacció n fue concebida por la autoridad que la creó , no garantiza
necesariamente que la norma sea cumplida efectivamente en la prá ctica.
8. La acción constitucional de derecho de amparo.

Se trata de un derecho fundamental de la persona, no de una acció n o recurso particular


que se ventila ante un tribunal determinado. Rige en todos los mecanismos procesales
establecidos en la ley que en cualquier forma permitan alcanzar su objetivo.

El ejercicio del derecho de amparo impone al tribunal apoderado la obligació n de


amparar al demandante contra los actos constitutivos de las violaciones a los derechos
y garantías en que se basa el apoderamiento, ya sea cuando su materializació n se hace a
través de acciones o recursos establecidos en la ley (amparo judicial), al igual que
cuando es apoderado por la acció n autó noma de amparo (amparo constitucional), que
es interpuesta mediante un recurso sencillo y rá pido o judicialmente efectivo tendente
a obtener el amparo de los derechos fundamentales y a la vez a restablecer de
inmediato la situació n jurídica violada.

9. La acción constitucional hábeas data y del hábeas corpus:

EL HÁ BEAS DATA.
El há beas data, consagrada en el artículo 70 de la CRD, entró como acció n autó noma al
ordenamiento dominicano a partir de la reforma constitucional de 2010, y se amplía
constitucionalizando el derecho de autodeterminació n informativa. Se trata del
“derecho a conocer de la existencia y acceder a los datos que de ella consten en
registros o bancos de datos pú blicos o privados y, en caso de falsedad o discriminació n,
exigir la suspensió n, rectificació n, actualizació n y confidencialidad de aquellos. No
puede afectarse el secreto de las fuentes de informació n periodística”, reguilado esto
ú ltimo en el artículo 49 de la CRD.
El artículo 64 de la Ley 137-11, agrega que “La acció n de há beas data se rige por el
régimen procesal comú n del amparo”.
Posteriormente, entra en vigencia de la Ley No. 172-13 que tiene por objeto la
protecció n integral de los datos personales asentados en archivos, registros pú blicos,
bancos de datos u otros medios técnicos de tratamiento de datos destinados a dar
informes, sean estos pú blicos o privados.
El Tribunal Constitucional, en su sentencia TC/0024/13, dispuso que el há beas data es
una garantía constitucional que se caracteriza por su doble dimensió n: 1) una
manifestació n sustancial, que comporta el derecho a acceder a la informació n misma
que sobre una persona se maneja; y 2) una manifestació n de cará cter instrumental, en
tanto permite que la persona, a través de su ejercicio, proteja otros derechos
relacionados a la informació n, tales 12 como: el derecho a la intimidad, a la defensa de
la privacidad, a la dignidad humana, la informació n personal, el honor, la propia
imagen, la identidad, la autodeterminació n informativa, entre otros.

EL HÁ BEAS CORPUS.
El Há beas Corpus, como garantía del derecho a la libertad y a la seguridad personal, se
consagró expresamente en el ordenamiento jurídico dominicano con la promulgació n
de la Ley 5353, en fecha 22 de octubre de 1914, la cual permaneció vigente hasta el añ o
2002, 11 cuando el Có digo Procesal Penal, a raíz de su consagració n en sus artículos
381 y siguientes, la derogó .
Es la Constitución de 2010 la que establece – en su artículo 71 - formalmente el
concepto y objeto del Habeas Corpus.
Su procedimiento se rige por las disposiciones del Código Procesal Penal, y los
recursos contra el mismo son los previstos para el proceso penal ordinario, claro
que, tomando siempre en cuenta los principios de los procesos constitucionales.
Igualmente, como cualquier decisión jurisdiccional, esta podrá ser objeto de
revisión constitucional ante el Tribunal Constitucional, conforme los términos
establecidos en la Ley 137-11, los cuales explicaremos más adelante.
10.El defensor del pueblo:

El Defensor del Pueblo de la Repú blica Dominicana, entidad pú blica autó noma de rango
constitucional, creada mediante la Ley No. 19-01 que crea el Defensor del Pueblo, de
fecha 1ro de febrero de 2001 y reconocida por los artículos 80.5, 83.3 y 190-192 de la
Carta Magna.

El Defensor del Pueblo es una autoridad independiente, un ejecutor que no se


encuentra sujeto a  ninguna  limitante  má s  que  la  del  apego  a  la  ley. Su 
característica  es  la  neutralidad.  El  Defensor  del Pueblo tendrá autonomía funcional,
administrativa y presupuestaria. 

El objetivo esencial del Defensor del Pueblo es salvaguardar  las  prerrogativas 


personales  y  colectivas de los ciudadanos, plasmadas en nuestra Constitució n, en 
caso  de  que  sean  violadas  por  funcionarios  de  la administració n pú blica. Asimismo
deberá velar por el correcto funcionamiento de la administració n pú blica, a fin de que
ésta se ajuste a la moral, a las leyes, convenios, tratados, pactos y principios generales
del derecho.  
En el ejercicio de su ministerio, el Defensor del Pueblo estará investido de plenos
poderes y facultades a fin de iniciar, de oficio o a petició n de parte, cualquier
investigació n que conduzca al esclarecimiento de actos u omisiones del sector pú blico y
de las entidades no pú blicas que prestan servicios pú blicos. 

El Defensor del Pueblo o sus adjuntos podrá n inspeccionar las oficinas pú blicas y
aquellas entidades prestadoras de servicios pú blicos, sin previo aviso, y requerir de
ellas todos los documentos e informaciones necesarias para materializar su labor, los
cuales les será n suministrados de forma gratuita.

11.El poder jurisdiccional y la acción de inconstitucionalidad:

Acció n de inconstitucionalidad
 
Recurso legal que se tramita en forma exclusiva ante la SCJN por medio del cual se
denuncia la posible contradicció n entre la Constitució n y alguna norma o disposició n de
cará cter general de menor jerarquía: ley, tratado internacional, reglamento o decreto,
con el objeto de preservar o mantener la supremacía de la Carta Magna y dejar sin
efecto las normas declaradas inconstitucionales.

Las acciones de inconstitucionalidad pueden ser promovidas por los legisladores y las
legisladoras federales o locales o, quienes conformen una minoría parlamentaria que
represente al menos el 33% del total de quienes integran el ó rgano que haya expedido
la norma que se impugna. También pueden promover acciones de inconstitucionalidad:
el Procurador General de la Repú blica; los partidos políticos con registro ante el INE; o
los partidos con registro local, cuando se trate de leyes electorales; así como la CNDH y
los organismos locales en la misma materia.

Dichas acciones podrá n ejercitarse dentro de los treinta días naturales siguientes a la
fecha de publicació n de la norma. En el caso de los diputados podrá n interponerse en
contra de leyes federales. Por su parte, los senadores podrá n hacerlo en reconvenció n
de leyes federales o de tratados internacionales celebrados por el Estado Mexicano.

Si la SCJN declara que una norma es contraria a la Ley Suprema, ésta no podrá volver a
tener vigencia ni aplicá rsele a persona alguna.

12.El tribunal constitucional como garantía, como prevención de la constitución


y la protección de los derechos fundamentales:
El Tribunal Constitucional es el ó rgano supremo de interpretació n y control de la
constitucionalidad. Es autó nomo e independiente, porque en el ejercicio de sus
atribuciones no depende de ningú n ó rgano constitucional. Se encuentra sometido só lo a
la Constitució n y a su Ley Orgá nica - Ley Nº 28301.

El papel que debe desempeñ ar la jurisdicció n constitucional en la protecció n de los


derechos fundamentales, para concretizar la fuerza normativa constitucional de los
derechos fundamentales, César Landa ubica dicha labor en dos á mbitos: el estatal, vale
decir la protecció n contra el poder político del Estado; y el privado, es decir, la
protecció n contra el poder particular (JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y DERECHOS
FUNDAMENTALES. Centro de Derechos Humanos Facultad de Derecho Universidad de
Chile: 2010. ISSN: 1688-826X. Pá g. 65).

En el trabajo de César Landa subyace como planteamiento que una forma de proteger
los derechos fundamentales frente al poder político del Estado es preservar el Estado
democrá tico constitucional, ya que la aparició n de la fuerza normativa de los derechos
fundamentales solo es concebible en el Estado democrá tico constitucional. En ese
contexto cabe señ alar que la jurisdicció n constitucional debe y tiene que desempeñ ar el
papel de resguardar los principios democrá ticos, vigilando que se desarrolle un
adecuado funcionamiento de la representació n política, sobre la base del pluralismo;
cuidando que se mantengan abiertos y expeditos los canales de participació n
ciudadana, como vías de transformació n social pacífica y democrá tica; vigilando que se
facilite la representació n efectiva de las minorías, respetando el derecho al disenso;
preservando celosamente el respeto del principio de la separació n de funciones o la
distribució n horizontal y territorial del ejercicio del poder político; protegiendo
efectivamente los derechos fundamentales y las libertades ciudadanas. En síntesis, debe
resguardar los principios democrá ticos para garantizar un gobierno limitado, que
respete y proteja los derechos fundamentales.

13. Composición del tribunal constitucional, organización:

Tribunal Constitucional está compuesto por trece miembros que se denominan jueces
del Tribunal Constitucional, quienes permanecen en su cargo por un ú nico período de
nueve añ os. La Constitució n y la Ley nú m. 137-11 establecen un mecanismo para la
renovació n gradual de la composició n del Tribunal Constitucional cada tres añ os.
Actualmente, los jueces del Tribunal Constitucional son:
 Milton L. Ray Guevara, Juez Presidente
 Rafael Díaz Filpo, Juez Primer Sustituto
 Lino Vá squez Sá muel, Juez Segundo Sustituto
 Víctor Joaquín Castellanos Pizano, Juez
 José Alejandro Ayuso, Juez
 Alba Luisa Beard Marcos, Jueza
 Manuel Ulises Bonnelly Vega, Juez
 Justo Pedro Castellanos Khoury, Juez
 Domingo Antonio Gil, Juez
 María del Carmen Santana de Cabrera, Jueza
 Miguel Aníbal Valera Montero, Juez
 José Alejandro Vargas Guerrero, Juez
 Eunisis Vá squez Acosta, Jueza

Designación

Los jueces del Tribunal Constitucional son designados por el Consejo Nacional de la
Magistratura
Competencia material del Tribunal Constitucional El Tribunal Constitucional tiene
competencia para conocer en ú nica instancia:

Las acciones directas de inconstitucionalidad contra las leyes, decretos, reglamentos,


resoluciones y ordenanzas, a instancia del presidente de la Repú blica, de una tercera
parte de los miembros del Senado o de la Cá mara de Diputados y de cualquier persona
con interés legítimo y jurídicamente protegido;

El control preventivo de los tratados internacionales antes de su ratificació n por el


ó rgano legislativo;

Los conflictos de competencia entre los poderes pú blicos, a instancia de uno de sus
titulares;
los recursos de revisió n que se interpongan contra las decisiones jurisdiccionales que
hayan adquirido la autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada con posterioridad al
26 de enero de 2010, y en los casos previstos por la Ley 137-11; Los recursos de revisió n
que se interpongan en relació n con sentencias dictadas en materia de amparo.

14.La justicia constitucional en la Rep. Dom, principios.

La Justicia Constitucional se realiza mediante procesos y procedimientos


constitucionales que tienen como objetivo sancionar las infracciones constitucionales,
para garantizar la supremacía, integridad y eficacia de la Constitució n, la defensa del
orden constitucional, la adecuada interpretació n constitucional y la protecció n efectiva
de los derechos fundamentales.

A tal efecto, segú n expresó el Presidente en su comunicació n, la Ley Orgá nica estará
regida por los siguientes principios rectores: "constitucionalidad, interdependencia,
efectividad, oficiosidad, vinculatoriedad, inconvalidabilidad, favorabilidad, accesibilidad,
celeridad, informalidad, gratuidad, inderogabilidad y supletoriedad".

El Presidente precisó , ademá s, que el Proyecto buscaba definir y regular, "la Justicia
Constitucional y sus principios; la organizació n y atribuciones del Tribunal
Constitucional; los procesos y procedimientos constitucionales, entre los que se
encuentran: el control concentrado de constitucionalidad, el control difuso de
constitucionalidad y el control preventivo de los tratados internacionales; los conflictos
de competencia; las acciones de habeas corpus, habeas data y amparo; los
procedimientos particulares de amparo, entre los cuales se encuentran: el amparo contra
actos jurisdiccionales, el amparo de cumplimiento, el amparo colectivo y el amparo
electoral; la revisió n constitucional de sentencias, y el procedimiento de ejecució n de
sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Luego de las discusiones en la Cá mara del Senado, el Proyecto fue discutido en la Cá mara
de Diputados donde fue aprobado en fecha 1 de marzo de 2011, habiendo sido devuelto
al Senado mediante oficio No 201 de 4 de marzo de 2011 con el título de Ley Orgá nica
del Tribunal Constitucional y de los Procedimientos Constitucionales, el cual fue
precedido de una serie de "Considerandos", en los cuales se motiva el mismo,
expresá ndose entre otros aspectos sobre el "sistema robusto de justicia constitucional
independiente y efectivo," que "la tutela de la justicia constitucional fue conferida, tanto
al Tribunal Constitucional como al Poder Judicial, a través del control concentrado y el
control difuso" (Considerando Quinto).

En ese marco, las presentes notas está n destinadas a analizar globalmente este
importante Proyecto de Ley (en adelante "Ley Orgá nica"), en su versió n de fecha 1 de
marzo de 2011, en especial, só lo en lo que se refiera a sus previsiones en materia de
control difuso de la constitucionalidad (III); en materia de control concentrado de la
constitucionalidad, incluyendo el control a posteriori de la constitucionalidad de los
actos estatales y de omisiones legislativas, el control a priori de los tratados
internacionales y la solució n de conflictos de competencia de orden constitucional (IV), y
la revisió n constitucional de sentencias constitucionales (V) y de amparo (VI) por el
Tribunal Constitucional. No nos referiremos, por tanto, a los procesos constitucionales de
protecció n de los derechos fundamentales (amparo, habeas corpus, habeas data) que
también está n regulados detalladamente en la Ley Orgá nica (Arts. 63 a 114). Antes sin
embargo, haremos algunas precisiones sobre los sistemas de justicia constitucional (I), y
sobre las previsiones en la materia en la Constitució n de la Repú blica Dominicana, y
algunos principios generales en la Ley Orgá nica (II).

15.Competencia del tribunal constitucional:

El Tribunal Constitucional, como intérprete supremo de la Constitució n, es


independiente de los demá s ó rganos constitucionales del Estado y está sometido só lo a la
Constitució n y a su Ley Orgá nica. Es ú nico en su orden y extiende su jurisdicció n a todo el
territorio nacional.

El Tribunal Constitucional conoce, entre otros asuntos:

a) Del recurso y de la cuestió n de inconstitucionalidad contra leyes, disposiciones


normativas o actos con fuerza de ley del Estado y de las Comunidades Autó nomas;
b) Del recurso previo de inconstitucionalidad contra proyectos y propuestas de reforma
de Estatutos de Autonomía;
c) Del recurso y de la cuestió n contra las normas forales fiscales de los Territorios de
Á lava, Guipú zcoa y Vizcaya;
d) Del recurso de amparo por violació n de los derechos fundamentales relacionados en
los artículos 14 a 30 de la Constitució n;
e) De los conflictos constitucionales de competencia entre el Estado y las Comunidades
Autó nomas o de los de éstas entre sí;
f) De los conflictos entre ó rganos constitucionales del Estado;
g) De los conflictos en defensa de la autonomía local;
h) De los conflictos en defensa de la autonomía foral;
i) De la declaració n sobre la constitucionalidad de los Tratados Internacionales;
j) De las impugnaciones de las disposiciones y resoluciones de los ó rganos de las
Comunidades Autó nomas previstas en el artículo 161.2 de la Constitució n;
k) De la verificació n de los nombramientos de los Magistrados del Tribunal
Constitucional, para juzgar si los mismos reú nen los requisitos requeridos por la
Constitució n y su Ley Orgá nica;
l) De las demá s materias que le atribuyen la Constitució n y las leyes orgá nicas.

El Tribunal Constitucional puede dictar reglamentos sobre su propio funcionamiento y


organizació n, así como sobre el régimen de su personal y servicios, que han de ser
publicados en el Boletín Oficial del Estado.
16.La revisión constitucional de la supervisión constitucional:
17.El control preventivo y aportaciones de los estados internacionales:

El Tribunal Constitucional dominicano, de acuerdo al artículo 185, numeral 2),


establece "el control preventivo de los tratados internacionales antes de su ratificació n
por el ó rgano legislativo". La norma constitucional se complementa con los artículos 55
y siguientes de la Ley N° 137-11, la que determina por la redacció n del artículo 55, que
este es un control preventivo obligatorio, la norma establece que el Presidente de la
Repú blica someterá los tratados internacionales suscritos al Tribunal Constitucional, a
fin de que este ejerza sobre ellos el control previo de constitucionalidad". El Tribunal
deber decidir sobre la materia dentro de los treinta días siguientes a su recibo,
indicando cuando corresponda los aspectos en los cuales recae la inconstitucionalidad y
las razones en que fundamenta su decisió n, conforme al artículo 56 de la Ley. La
decisió n del Tribunal Constitucional es vinculante para el Congreso Nacional y el Poder
Ejecutivo.

El control preventivo obligatorio de los tratados internacionales parece má s coherente


con las obligaciones derivadas de la Convenció n de Viena sobre Derecho de los
Tratados de 1969, en sus artículos 26, 27 y 31, que obligan a cumplir los tratados libre y
voluntariamente ratificados, de buena fe, sin oponer el Derecho interno como obstá culo
al cumplimiento de las obligaciones internacionales, lo contrario implica una
desvalorizació n de la seguridad jurídica, una afectació n eventual del honor del Estado y
la responsabilidad internacional del mismo, cuando se realiza un control reparador de
los mismos.

De los procedimientos de control de constitucionalidad de tratados, los que se adecú an


de mejor forma a una perspectiva armó nica del Derecho Interno y Derecho
Internacional, como asimismo, al cumplimiento de buena fe de las obligaciones
vá lidamente contraídas por los Estados, sin oponer a ellos obstá culos de derecho
interno que son expresió n del propio poder estatal son, sin duda, los establecidos en las
Constituciones de Bolivia, Colombia, Ecuador y ahora de República Dominicana por ser
un control preventivo obligatorio respecto de todos los tratados internacionales, control
que impide que se produzcan conflictos entre derecho interno y Derecho Internacional.

Consideramos que un tratado o convenció n internacional ratificado y con las


comunicaciones de ratificació n canjeadas o cumpliendo las disposiciones de los
artículos 11 y 24 de la Convenció n de Viena sobre Derecho de los Tratados,
desarrollado por los ó rganos competentes, sin que exista un reparo previo de
constitucionalidad, habiéndose integrado el tratado o convenció n al ordenamiento
jurídico interno, es adecuado considerar la inexistencia de control represivo de
constitucionalidad, por razones de seguridad jurídica, de respeto a los actos propios, de
respeto al honor del Estado, de cumplimiento de los compromisos internacionales,
quedando solamente como alternativa legítima y viable la denuncia de la Convenció n o
tratado de acuerdo con las reglas del Derecho Internacional.

18. Los conflictos de competencia:

La ley 137-11 otorga atribuciones al Tribunal Constitucional para resolver los conflictos
de competencia. En una sentencia mediante la cual decide una acció n de esa naturaleza,
el TC explica que el objeto consiste en la controversia por la titularidad de la
competencia que le asigna la Constitució n a los ó rganos o personas de derecho pú blico,
ya sea por la jerarquía, la territorialidad o las funciones.
El TC abordó la naturaleza de esa clase de diferendos y asentó su criterio sobre el
alcance de los artículos 185-3 de la Constitució n, y 59 de la ley 137-11 que le confiere
esas prerrogativas.  
Conforme al TC, estos conflictos se producen cuando existe una disputa por atribució n
de las mismas acultades entre poderes pú blicos entre si; entre poderes pú blicos y
orgá nicos constitucionales, entidades descentralizadas y autó nomas, municipios y otras
personas de derecho pú blico; o cualquier de estas entre si, a instancia de sus titulares.
Ante esos casos, se está en presencia de conflictos de competencia positivos. Y cuando
dos o má s entidades constitucionales se niegan a asumir una competencia o atribució n
constitucional se está en presencia de un conflicto negativo.
Para que se configure un conflicto de competencia constitucional, los jueces identifican
cuatro requisitos:
1) Que exista una disputa entre ó rganos constitucionales u otras personas de
derecho pú blico por las atribuciones competenciales.
2) Que las competencias en dispta entre asignadas en la constitució n;
3) Que el conflicto se inicie a instancia del titular del ó rgano que invoca el conflicto;
4) Que el titular este legitimado por la norma que establece el mecanismo de su
elecció n, nombramiento o designació n.
Restas consideraciones está n contenidas en la sentencia 061-2012, mediante la cual el
TC declaro inadmisible una acció n de conflicto de competencias presentada por la Junta
Municipal de Tavera contra el Ministerio de Hacienda, por falta de calidad del
accionante.
19.La revisión de la acción de amparo del habeas data y del amparo de
cumplimiento.

La revisió n de la acció n de amparo:

El art. 94 de la Ley No. 137-11 prevé que las sentencias de amparo son recurribles “en
revisió n por ante el TC en la forma y bajo las condiciones” que ella, la ley, establece. El
art. 54 del mismo texto, al consagrar el procedimiento a seguir con ocasió n de la
revisió n de las decisiones jurisdiccionales firmes, dispone en su numeral 9 que cuando
el TC “acogiere el recurso, anulará la sentencia objeto del mismo y devolverá el
expediente a la secretaría del tribunal que la dictó ”.

Como se aprecia, no existen dos recursos de revisió n constitucional, sino má s bien dos
tipos de decisiones susceptibles de ser impugnadas mediante esa vía recursiva. Sin
embargo, cuando el TC revoca una sentencia de amparo no limita sus actuaciones a
verificar la infracció n constitucional denunciada, sino que prevaliéndose de una
supuesta laguna en la Ley No. 137-11, se aboca a conocer la acció n de amparo.

De ese modo equipara la revisió n a la apelació n, convirtiendo al TC en una segunda


instancia. Para justificarse, invoca, por un lado, el principio de autonomía procesal, y
por el otro, que la revisió n no asegura “la efectividad del derecho cuya tutela” invoca el
accionante. Si el TC fallase dentro de los plazos legales fijados, este ú ltimo argumento
resultase pueril. En cuanto a lo otro, la verdad es que no existe tal vacío normativo en la
Ley No. 137-11, y para que un ó rgano constitucional pueda ejercer la potestad de
creació n, es indispensable que para un supuesto planteado no se haya contemplado
solució n legal alguna.

Insisto que no existe má s que un recurso de revisió n, el cual fue adecuadamente


regulado por el legislador, por lo que me socorre el criterio de que mientras la repetida
ley no sea modificada, el TC debería limitarse a examinar las sentencias de amparo
impugnadas, y remitirlas, cuando las anule, al tribunal de envío. Y no se trata de aplicar
de manera aná loga el procedimiento que el art. 54.9 establece para las sentencias
firmes, sino de decidir la revisió n en la forma que ese texto prescribe.

20. La jurisprudencia del tribunal constitucional.

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