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2 de corintio 5 7

Normalmente usted ha visto a un ciego ser guiado por un perro guía, “camina por fe” con
su lazarillo. Tiene la certeza de que según lo que vea el perro, este le avisara para seguir,
parar o girar a la derecha o ala izquierda. Para comprender las señales que da el perro, lo
sujeta del arnés. ¿Por qué confía en el animal? Porque tiene algo que le no posee: la
vista. El ciego debe sujetar el arnés y estar conectado al perro guía. A veces se pregunta
¿Por qué nos paramos en esta esquina tanto tiempo? Porque pasan vehículos, y de esa
manera queda salvo del peligro inadvertido. En Isaías 42:16 señala “Y guiare a los ciegos
por camino que no sabían, les hare andar por sendas que no habían conocido; delante
de ellos cambiare las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les hare, y no
los desamparare”. Dios tiene nuestros días ya planificados, aunque no nos lo haya
mostrado todavía. El actúa fuera de tiempo, por lo que no lo retienen las limitaciones
contra las que nosotros luchamos.
Debemos vivir confiados siempre, tenemos fe siempre, aunque esto no quiere decir que
en algunos momentos de nuestra vida cristiana no vayamos a dudar o a sentir debilidad,
pero tras esos momentos es que nuestra fe se pule como el oro en el fuego, esos
momentos son los que nos enseñan que nuestra confianza solo viene de Dios y que no
tenemos a nadie más donde ir.

En la Biblia existieron muchísimos hombres de fe, que creyeron en Dios en el valle más
oscuro, y nunca se doblaron, porque ellos vivían confiados todos los días, porque sabían
en quién habían creído. Debemos conocer a Dios en su esencia y no dudar de que Él es
Poderoso para guardarnos firmes hasta el fin.

No andamos por vista sino por fe, no vemos solamente lo que pasa en este mundo físico,
sino que podemos ver más allá de todo esto, podemos ver una ciudad, una patria celestial
que nos espera, que Cristo nos fue a preparar, donde no tendremos necesidad de ninguna
cosa terrenal, sino que moraremos juntamente con Dios por toda una eternidad.

Jesús nos dijo que Él nos daría una paz que sobrepasaría todo entendimiento, una paz que
no depende de lo que el mundo nos dé, sino una paz que aún en medio de la tormenta,
podemos saber que Dios está con nosotros y en control, que basta que diga solamente
una Palabra, para que la tormenta se calme.

Uno de los ejemplos más destacados de andar por fe y no por vista fue el breve paseo que
dio Pedro sobre el mar de Galilea. Cierta noche, el apóstol Pedro se encontraba con varios
compañeros en un bote, cuando fueron sorprendidos por una tormenta. Estaban a punto
de hundirse, cuando, de la nada, vieron a Jesús que caminaba hacia ellos entre las
rugientes olas.
«Señor, si eres Tú», respondió Pedro, «dime que camine hacia ti sobre el agua». «Ven», lo
animó Jesús. Pedro se bajó del bote, caminó sobre el agua y se acercó a Jesús. (De
momento, bien.) Pero al ver el viento (ese fue el momento exacto en que cambió fe por
vista) sintió temor y empezó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» Jesús se
acercó de inmediato, extendió Su mano y lo sostuvo. «Hombre de poca fe», dijo, «¿por
qué dudaste?»

Uno de los mayores obstáculos de la fe, es el mundo que nos rodea. Al igual que las aguas
que se agitaban alrededor del apóstol Pedro, este mundo parece muy real. Nosotros,
sentimos mayor afinidad con nuestro entorno natural. Sentimos dolor al enfermar.
Escuchamos las burlas y amenazas de vecinos y familiares. Al quedarnos sin empleo, nos
enfrentamos a la dura realidad de ser despedidos y nos preguntamos cómo nos las
arreglaremos para pagar las cuentas. Los problemas familiares son reales. Los informes
médicos son reales. También lo son las tentaciones y debilidades de la carne.

Sea cual sea la situación, a nuestro alrededor vemos, oímos, saboreamos, olemos y
sentimos este mundo material. Estamos conscientes de él a través de nuestros sentidos.
Pero existe si se puede decir otra dimensión, no menos importante: la fe.

Si nuestra mente se ocupa mayormente del mundo y las cosas materiales, acceder al
elemento espiritual de la fe resulta sumamente difícil. Nos hundimos con facilidad en un
mar de dudas, al igual que el apóstol Pedro.

Por otra parte, apartar la mente de lo físico y concentrarse en lo espiritual es una de las
claves para aumentar la fe. Estudiar la Palabra de Dios y permitir al Espíritu de Dios obrar
en nosotros llena nuestra mente con la comprensión de lo espiritual. Asimismo, mediante
la oración nuestra mente se concentrará con mayor facilidad en la presencia de Dios en
nuestra vida.

Si Dios está obrando en tu vida con el fin de cultivar en usted determinada cualidad,
puede que el proceso demore un poco. Un trozo de carbón no se convierte en un
diamante de la noche a la mañana; lo mismo sucede con nosotros.

La fe implica confianza. Quien tiene fe no se rinde ni da nada por imposible. Quien tiene fe
no permite que las circunstancias o las pruebas lo despojen de su paz y de su alegría. Si no
claudicamos, y más bien nos aferramos a Dios pase lo que pase, si nos proponemos
firmemente creer en Sus promesas, aunque no veamos aún su cumplimiento, la victoria
será nuestra al fin. Una fe de ese calibre es invencible. Dios siempre nos sacará adelante.

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