Está en la página 1de 252

E Z E Q U a ANDER-EGG

El autor de este bòro, además de sus tareas en d


campo de la poltoca social d trabap soad y la
animaoón socio-aitural levadas a cabo en
diferentes pases de Aménca latra y Europa, ha
temdo también una langa trayectoria como profesor
universitario.
Prolifico escritor, considerando las pubkaoones
individuales, como coautor y las obras afearas en
las que ha partcpado. ha pubhcado más de tu
centenar de libras.
En cuanto a sus estudos invéntanos, es soaótogo.
politòlogo, economsta y planificador, habendo
alcanzado d grado de doctor. Una de sus
preocupaciones personales y profeaonaies domra rte
ha sido la de apbcar las ciencias socales para la
solución de problemas socales y para arm ar
diferentes formas de acaón soaal

EN LA MISMA COlfCCIÓN

Historia dd trabaio soaal


Técnicas de rwesbgpoón soaal
Nroducaón a la planácaoón
Diccxxiano dei trabajo social
Autoconstrucción y ayuda mutua
¿Cómo hacer reunones eficaces?
Introducción ai trabajo soaal
Metodología y práctica de la
anmación soao-cuteural
Metodologia y plebea dd desarrolo
de la comunidad (2 tomos)
Ezequef AnderEgg
[uJUxr'
Ezcquiel Ander-Egg

M étodos y técnicas
de investigación social

Vol. I

Acerca del conocimiento


y del pensar científico

Grupo Editorial Lumen


H v m a n ita s
B u e n o s A ir e s - M é x ic o
Colección Política, servido* y trabajo social

Directores: E /equicl Ander-Egg


María José Aguilar Idáñez

Dirección editorial: Scla Sierra


Elaboración del texto: Consuelo C o n e a
Supervisión de texto: Equipo editorial
Diseño de tapa: Gustavo M acn

3.a reimpresión

ISBN 987-00-0020-7

No está perm itida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratam iento infor­
mático. ni su transm isión de ninguna form a, ya sea electrónica, m ecánica, por foto­
copia, por registro u otros m étodos, m cualquier com unicación pública por u u e m a s
alámbricos o inalám bricos, com prendida la puesta a disposición del publico de la obra
de tal forma que los m iem bros del público puedan acceder a esta obra desde el lugar
y en el m om ento que cada uno elija, o por otros m edios, sin el perm iso p ro a o > por
escrito del editor.

© Editorial D istribuidora Lum en SRL. 2001

Grupo E ditonal Lumen


Viamontc 1674. (C1055A BE) Buenos Aires. R epública A rgentina
4373-1414 (líneas rotativas) Fax (54-11) 4375-0453
E-mail: editonal@ lum en com .ar
http:/Avww.lumen.com.ar
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
Todos los derechos reservados

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA


PRINTED IN ARGENTINA
Indice
Capítulo 1
Aproximaciones al conocimiento del conocim iento................................25
1. Para introducirse en el conocimiento del conocimiento................. 29
2. Realidad y conocimiento ........................................................................34
3. La relación sujeto-objeto...................................................................... 38
4. Acerca del conocimiento....................................................................... 40
5. Las formas del conocen como saber cotidiano
y como saber científico...............................................................................43
6. Las grandes cuestiones que comporta la problemática
del conocimiento.........................................................................................47
7. Las respuestas clásicas al problema del conocimiento....................52
8. Condicionamientos en la producción del conocimiento...................61
Capítulo 2
Aprender a pensar en la era planetaria.................................................... 75
1. Aprender a pensar.................................................................................. 79
2. Por qué el pensar debe situarse en un contexto planetario..............83
3. Pensar en el contexto de una rápida obsolescencia
de los conocimientos................................................................................ 86
4. Pensar desde la incertidumbre y la perplejidad................................88
5. Aprender a pensar la complejidad de lo rea l.................................... 92
6. Aprender a pensar en términos sistém icos....................................... 105
7. Desarrollar un pensamiento ecologizado......................................... 109
Anexo 1. El fin de las certidumbres...................................................... 117
Anexo 2. Las sugerencias de Edgar Morin para aprender
a pensar la complejidad...........................................................................121
Capítulo 3
La actitud científica como estilo de vida................................................. 125
Qué es y en qué consiste la actitud científica ..................................... 130
La esencia de la actitud científica.......................................................... 133
1. La búsqueda de la verdad................................................................... 134
2. La curiosidad insaciable..................................................................... 139
Formas de ser que expresan una actitud científica............................. 143
1. Tenacidad, perseverancia y disciplina...............................................144
2. Sinceridad intelectual...........................................................................146
3. Capacidad para objetivar................................................................... 147
Capítulo 4
Obstáculos para el desarrollo de una actitud científica......................155
1. Dogmatismo........................................................................................... 159
2. El espíritu de gravedad....................................................................... 163
Ezequiel Ander-Egg

3. El etnocentrismo o provincianismo cultural....................................... 165


4. El uso de argumentos de autoridad como criterio de verdad.......... 166
Capítulo 5
La ética de la investigación...........................................................................173
1. La ética del investigador en su relación de trabajo con otros
científicos y con sas colaboradores..................................................... 179
2. La formación permanente como ética de la responsabilidad...........180
3. La responsabilidad de los científicos frente a las
consecuencias de sus propias investigacionesn:.................................182
4. La coherencia existencial con las conclusiones científicas a
las que uno llega.................................................................................... 189
5. Los límites éticos de la ciencia.............................................................190
6. La bioética como nuevo rostro de la ética científica......................... 196
Anexo 1. Doce principios para una nueva ética profesional
de los investigadores..................................................................................207
Capítulo 6
La actitud científica como búsqueda de una ciencia con consciencia..209
1. Más allá de la ciencia............................................................................216
a. Interrogantes y preocupaciones que nos plantea la
revolución científico-tecnológica.................................................... 217
b. Ciencia y técnica: no para dominar la Tierra, sino para
sacralizar la vida.............................................................................. 221
2. El nuevo humanismo..............................................................................222
3. Nuestro puesto en el cosmos.................................................................230
a. La Tierra la galaxia, la vida y... todo lo existente
en el espacio tiempo......................................................................... 231
b. Breve historia de la cosmogénesis................................................. 233
c. Nuestra patria cósmica: la Vía Láctea..........................................236
d. La formación de nuestra ciudad cósmica: el Sistema Solar...... 237
e. Nuestra casa cósmica: la Tierra..................................................... 238
f El principio antrópico en cosmología............................................ 243
4. El homo sapiens irrumpe en la Tierra................................................ 244
a. Una historia de millones de años...................................................247
b. La ant ropogénesis.............................................................................248
c. La sustancia invisible que conforma el homo sapiens................ 250
5. En búsqueda del camino hacia la sabiduría....................................... 252
a. ¿Qué es la sabiduría?...................................................................... 254
b. ¿Qué es la vida?...............................................................................256
c. Nuestra vida: la de los humanos.................................................... 259
d. Sabiduría y vida................................................................................260
e. Hacia una cosmovisión de la fraternidad
y la comunión.................................................................................... 263
6
La sociología es la ciencia que posee
más m étodos y m enos resultados.
H enri Poincaré

Gran parte de lo que hoy se ofrece en la


m etodología de la ciencia social adolece
de supersofisticación. Existen dos clases
de esta supersofisticación. Está el con­
cienzudo análisis filosófico de los funda­
m entos de la investigación social y la ela­
boración, igualm ente concienzuda, de
com plejos detalles de técnicas.
Johan G althung

En el plano de la práctica de la investigación,


queda claro que la m etodología sociológica
sólo logrará progresos sustanciales a partir del
m om ento en que sea creación de los propios
investigadores, forjándola cada día, a fin de
que responda a necesidades determ inadas por
el contenido de sus investigaciones, en lugar
de echar mano al casillero de recetas para
adaptarse a las norm as de cientificidad institu­
cionalm ente consagradas.
M anuel Castells

No existe un método científico como


tal...; el rasgo distintivo más fértil de pro­
ceder del científico ha sido el utilizar su
mente de la m ejor forma posible y sin fre­
no alguno.
Bridgm an

7
*

<
Prólogo para la 3.“ edición
( 1 / e d ic ió n c o m e r c ia l)

P a ra q u ién se e s c r ib ió e ste lib ro

Para superar la prosa y la pose de cierta “jerigonza” proveniente del


cam po de las ciencias sociales, W right Mills recom endaba form ularse
algunas preguntas esenciales antes de escribir un libro; ¿para quién es­
toy tratando de escribir? es una de ellas. Y ésta es la cuestión prelim i­
nar que me he planteado al com enzar este libro.
Una respuesta adecuada para esta cuestión exige tener presente el
nivel de conocim iento del público al que va dirigido y, sobre todo, las
necesidades de ese público. Conform e con ese planteam iento prelim i­
nar, iniciam os la elaboración de este libiri que contiene los aspectos
sustanciales de los cursos profesados para gente que se inicia en el
cam po de las ciencias sociales. Y no siem pre destinado a futuros espe­
cialistas en esos cam pos. A dem ás de procurar darle un carácter m era­
mente introductorio, lo escribim os principalm ente pensando en los
profesionales y voluntarios que llevan a cabo actividades en el cam po
del bienestar social; en las personas responsables de asociaciones y
aquellas que realizan tareas de anim ación social y cultural, trabajo ba­
rrial u otras formas de intervención social. En suma: nos ha preocupa­
do escribir para aquellos que ponen su énfasis en la praxis más que en
la investigación propiam ente dicha; pero, que para realizar una acción
social con conocim iento de la realidad sobre la cual se va a actuar, es
necesario realizar ciertas investigaciones. Esto supone y exige algunos
conocim ientos sobre m étodos y técnicas de investigación.
Con esta observación prelim inar no afirmamos en modo alguno — lo
que además sería una vulgaridad— que existen diferentes metodologías
y técnicas según se trate de investigadores sociales o trabajadores de
campo. Creemos que los trabajadores sociales, por la índole de su tarea,
no necesitan de un dom inio m etodológico como el sociólogo, el psicó­
logo social, el antropólogo o el politicólogo; si lo tienen, tanto mejor,
pero su cam po específico está en el plano de la acción, aunque tengan

9
Ezequicl Aruirr-E^n

que realizar con frecuencia investigaciones y estudios sobre problem as


a los que se encuentran abocados para resolver. Este m anual pretende
ser una guía que ayude a esa finalidad; otros refinam ientos serían co ­
mo ir a un restaurante y pedir 25 c m 1 de sopa, a 60 grados centígrados
y a 775 mm de presión m ercurial.
Lo esencial de su contenido fue preparado en 1960 y publicado por
los alum nos de sociología de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional de C uyo; posteriorm ente fue editado por el Ins­
tituto de Estudios Políticos de la m ism a universidad, adem ás de algu­
nas ediciones “piratas” que han circulado. C uando profesam os por p ri­
m era vez el curso, que hoy se publica con algunos ajustes y actu aliza­
ciones, sólo existían en castellano dos textos de m etodología de la in­
vestigación social (el de G. L undberg y el de P. Young).
Hoy — año 1966— la situación ha cam biado; por eso nos resistim os
a que unos apuntes se publicaran com o libro; por otra parte, no han te­
nido una reelaboración y am pliación acorde con los conocim ientos ad­
quiridos en los últim os años. A dem ás, nuestra ocupación y p reo cu p a­
ción se orientan a los problem as de la planificación del desarrollo. > los
aspectos relacionados con la investigación adquieren una im portancia
secundaria en nuestra tarea cotidiana. E stas lim itaciones personales
nos parecieron m ucho m ayores cuando consideram os que en este ú lti­
mo lustro la sociología latinoam ericana ha ingresado firm em ente en la
etapa científica, a pesar de los residuos arqueológicos. Sin em bargo,
deseam os prestar un m odesto servicio a los no sociólogos y a los pro­
fesionales ajenos al cam po de las ciencias sociales que deben adquirir
conocim ientos básicos sobre investigación social. \ a los estudiantes
que necesitan “introducirse” en el tem a. Ésa es la única pretensión de
estas páginas: ser una introducción a las técnicas de investigación so ­
cial. Lejos de agotar el tem a, se trata apenas de una visión de c o n ju n ­
to; no hem os logrado tam poco guardar equilibrio entre los diferentes
capítulos: unos pueden ser m ás utilizables que otros. Si bien habíam os
elaborado diíerentes instrum entos para ejem p lificar algunas partes del
libro, razones de espacio — al m enos, para esta edición— nos obligan
a prescindir de ellos.
A quienes van a utilizar este libro — una sim ple guía de trabajo—
deseam os que él sea útil para ay u d ar a una acción eficaz, acción que

10
M étodos y técnicas de investigación sot ial

adquiere significado cuando tiene sentido de servicio al pueblo, ayu­


dando a m ostrar la realidad. Pero al m ism o tiem po decim os, con el ya
citado W right M ills, “evitad el fetichism o del m étodo y de la técnica” ,
uno y otra tienen un carácter instrum ental y com o tal deben ser utiliza­
dos.

E z e q u ie l A n d e r -E gg
Jusepín, Venezuela, 1966

11
Prólogo para la 14.a edición
La edición am pliada y corregida — profundam ente reform ulada en
su prim era parte— m antiene el carácter d id áctico de las ediciones an ­
teriores y su nivel de iniciación-. E speram os seguir siendo útiles a q u ie­
nes tienen una preocupación m ás directa por las diferentes form as de
acción social.

E z e q u ie l A n d l r -E o g
A ltea (A licante), 20 de noviem bre de 1979

Prólogo para la 19.a edición

Han transcurrido casi 23 años desde la prim era edición de este libro
y 15 años desde que la editorial H vm anitas co m en zó a distribuirlo por
A m érica latina y E spaña. A hora presen tam o s su cuarta reelaboración
que se publica com o 19.a edición.
D esde hace un cu arto de sig lo , cu a n d o p u b liq u é mi p rim er libro
— que no es p recisam en te é s te — , hasta hoy, toda mi obra escrita ha
estad o im pregnada, in sp irad a y m otivada por tres p reo cu p ac io n es
principales: •

• que las ciencias sociales sean in strum entos del proceso de lib era­
ción del hom bre;
• que los conocim ientos científicos tengan una aplicación práctica
y sirvan para la acción concreta y el m anejo de los p roblem as so­
ciales;
• que el m ayor núm ero posible de p erso n as se apropie de ese saber
y de esos instrum entos com o m edios para su propia autorrealiza-
ción, a nivel individual, grupal y co m u n itario .

12
M étodos y técnicas de investigación social

Todo esto ha exigido un constante esfuerzo para darles un carácter


didáctico a mis libros, tanto en el estilo com o en la presentación. R e­
conozco que esta preocupación m e exige algunas veces sacrificar la
profundidad a la claridad. En relación con este libro en concreto, he
preparado dos versiones: una de consulta (sobrepasa las 2.000 páginas)
y otra de iniciación (la que ahora tienes en tus m anos), que es apenas
un curso introductorio, pero con la pretensión de dar una visión global
de toda la problem ática de las técnicas de investigación social, insertas
en un m arco que desborda lo estrictam ente tecnológico y m etodológi­
co.
t-f

Tam bién nos hem os preocupado por la form a de presentación, sin


lugar a dudas “poco seria” para quienes siguen con sus em paques aca­
dém icos, pero absolutam ente necesaria hoy, cuando ya hem os pasado
de la galaxia G utenberg a la galaxia M arconi. Estam os en la civiliza­
ción de la im agen, las nuevas generaciones tienen m enor propensión a
leer, y necesitan m ás de lo visual... Los editores y autores deben saber
que no es indiferente el uso de uno u otro tipo de caracteres tipográfi­
cos, el uso o no de ilustraciones... A pesar de estar lim itados a no po­
der em plear colores diferentes, hem os tratado de que un tem a tedioso
y a veces aburrido, com o es el de las técnicas de investigación social,
sea legible, con alguna chispa de sim patía en el rostro de un Q uijote
anunciando lo que te espera en cada capítulo, con gráficos ilustrativos
y con una redacción articulada y visualizada... Todo esto ha sido hecho
pensando en ti, am igo lector.
En cuanto al fondo del libro — un m odesto libro para estudiantes y
para quienes desean iniciarse— sólo diré una cosa: el capítulo 7, “La
actitud científica com o estilo de vida”, es el único que es absolutam en­
te necesario leer para com prender el resto; los otros capítulos pueden
utilizarse de m anera aislada.
Esperam os serte útil.

E z e q u ie l A n d e r -E gg
Paris, agosto de 1982

13
Prólogo para la 50.a edición
U na vez más reelaboro este libro; es la quinta vez que lo hago a lo
largo de casi cuarenta años y... todavía seguirá reelaborándose; com o
todos mis libros, es un texto que siem pre acaba inacabado. En esta ú l­
tim a década el libro ha circulado, tanto en las ediciones de H vm anitas
com o en las de El A teneo y Lum en, sin que su contenido representase
mi pensam iento actualizado. F elizm ente, las películas (fotolitos) d e sti­
nadas a la reim presión se han deteriorado y ya no se pueden seguir h a­
ciendo ediciones del libro en su versión anterior.
A hora, puesto en la tarea de hacer una reelaboración total del libro,
soy consciente de su inacabam iento, aunque haya revisado lodo lo e s­
crito e incluido nuevos tem as que consideré necesarios para tener una
visión de conjunto y actualizada de la problem ática de la investigación
social. Al reelaborarlo, lo hice m anteniendo la preocupación inicial de
hace cuarenta años: ser didáctico y claro. He tratado — com o en las
versiones anteriores— de articular lo teórico con los aspectos o p erati­
vos de la investigación, am bos orientados a la resolución de problem as
hum anos y sociales.
Nueva versión, cincuenta ediciones y. com o ya lo advertí, un libro
todavía en reelaboración. H abía pensado desentenderm e de él. pero un
elem ental sentido de responsabilidad me “o b lig a” a reelaborarlo: el li­
bro sigue siendo dem andado; alrededor de los 170.000 ejem plares ven­
didos y “pirateados” dan cuenta de ello y me m otivan a dedicarle tiem ­
po y esfuerzo para actualizarlo.
Teniendo en cu en ta su extensión, ahora se publica en seis volúm e­
nes, que corresponden a diferentes partes de la edición anterior... S iem ­
pre he deseado disponer de tiem po y sosiego para escribirlo sin estar
tironeado por ocupaciones y preocupaciones de servicio. M e en c u e n ­
tro en el um bral de los 70 años y no he podido en contrar ese espacio.
A sum o, por tanto, la inconclusión de este libro com o la m ía propia...
D entro de diez años espero presentar una versión m ás elaborada, au n ­
que tendré parecida conciencia de su inacabam iento.
A m igo/a lector/a: este libro expresa un cam ino de búsqueda, avan­
zando entre incertidum bres, oscuridades, lim itaciones p erso n ales y la-

14
\ té tintos v técnicas Je investigación social

gunas de conocim iento. El autor de un libro — com o es ahora mi c a ­


so— construye una parte del texto; la otra construcción la hace el pro­
pio lector. De ahí que cada lectura de un libro — de cualquier libro— ,
de este libro que estás leyendo ahora, para que pueda ser bien aprove­
chado. debe ser una especie de reelaboración por parte de quien lee.
Este libro está m uerto si tú u otra persona no lo lee. Sería com o un
A D N inactivo que al ser leído se activa. Q uizás me preguntes cóm o h a­
cerlo. S im plem ente leyendo, reflexionando y pensando lo que lees. No
aceptes sin más nada de lo que digo. Piensa por ti m ism o, asum e com o
cosa tuya lo que piensas, aunque lo hayas aprendido de otro. Insisto:
piensa por ti m ism o, pero sin creer por ello que tienes recetas o res­
puestas acabadas y que la investigación social “en serio” com ienza con
lo que tú piensas y haces.
A través de este libro he de proporcionarte algunos instrum entos
m etodológicos y algunas técnicas. E ncontrarás algunas sugerencias
para organizar el trabajo de investigación, y para estudiar y analizar
m ejor la vida societaria. En sus aspectos m ás teóricos, encontrarás a l­
gunas reflexiones acerca del conocim iento y el pensar científico. Sin
em bargo, hay dos cosas que considero más im portantes: el que ap ren ­
das a pensar y el que asum as una actitud científica com o un aspecto de
tu estilo de vida (éste tiene otras dim ensiones que el conocer y el p en ­
sar). U na actitud científica no sólo ayuda a un m ejor uso de la razón y
de la capacidad para argum entar con fundam entos, sino tam bién a asu ­
m ir una actitud dialógica y un talante de respeto hacia las personas c u ­
yas opiniones no com partim os.
Los m étodos y técnicas de investigación social son inseparables de
la ciencia. A su vez, la ciencia y la tecnología son aspectos sustancia­
les de la época en que vivim os. Sin em bargo, debem os ir m ás allá del
racionalism o científico-tecnológico. C om o se explica en este libro, e s­
to es la búsqueda de una ciencia con conciencia; es la búsqueda de la
sabiduría.

P ara lle g a r a s e r un cien tífico,


h a y que leer, estudiar,
in v e stig a r y pen sar.

15
E zequ itl Ander-Egx

P ara lle g a r a la sa b id u ría ,


h a y que e x p e rim e n ta r y c o m p re n d e r;
saber, v iv ir y a m a r

Estam os muy cerca del com ienzo del siglo X XI. Un nuevo siglo,
com o un nuevo año, en sentido estricto, no es m ás que un núm ero en
un calendario, pero psicológicam ente nos crea una cierta p red isp o si­
ción a pensar en nuevos cam inos y nuevas posibilidades. A plicada a los
tem as que nos ocupan (la ciencia, el m étodo científico, la investiga­
ción, el conocim iento, el pensar...), nuestra propuesta, com o el sueño
deseable, la expresam os resum idam ente en las siguientes co n sid eracio ­
nes:
El m undo racionalizado-cicntífico-tecnológico ha configurado un
universo, una sociedad y un m odo de actuar:

• hiperobjetivo.
• em pírico-instrum ental.
• pragm ático-oportunista.
• prosaico-utililario.
• bu roe rát ico-de shu m an izado.

Estas notas o características, que a través de la ciencia y la te cn o lo ­


gía aportan su sello a la sociedad de finales de siglo, necesitan el c o m ­
plem ento y contrapeso del universo de: •

• la m úsica y la danza;
• la poesía y | a literatura;
• la ética y la estética;
• la m ística y la religión;
• el silencio, la soledad y la m editación;
• la alegría y el juego;
• el sentim iento, la afectividad y el erotism o;
• la pasión del am or y la tem u ra.

16
M étodos y técnicas d e investigación social

N ecesitam os una fertilización recíproca entre la racionalidad de


O ccidente y la capacidad de contem plación de O riente. E ntre la razón,
el análisis, la experim entación y la intuición, el silencio, la capacidad
para adm irarse y para en trar en com unión con todo lo existente... Ser
persona es lo verdaderam ente sustancial; ser un buen investigador so­
cial puede ayudar a explicar la realidad; ser científico es trabajar en el
ám bito de lo m ás elevado que ha creado la razón hum ana; la búsqueda
de la sabiduría es la m archa hacia la plenitud.

E z e q u ie l A n d e r -E g g
7 de septiem bre de 1999,
en Bom bay, India.
En el 38.° aniversario
de una dulce prim avera
y en la tierra del inefable G andhi.

17
M ÉTO DO S Y TÉC N IC A S
DE IN VESTIG ACIÓ N SOCIAL

I ________________
Volumen I
Acerca del conocim iento
y del pensar científico

Volumen II
La ciencia:
su m étodo y la expresión
del conocim iento científico

Volumen III
Cóm o organizar
el trabajo de investigación

Volumen IV
Técnicas para la recogida
de inform ación

Volumen V
E laboración, análisis
e interpretación de datos

Volumen VI
R edacción y presentación
de los estudios e investigaciones
Vo lu m en I

A c e r c a d e l c o n o c im ie n t o
Y DEL PENSAR CIENTÍFICO
Introducción

R eflexionar en to m o al con ocim ien to y al pensar científico, cu an ­


do en el escaparate de las ofertas intelectuales nos encontram os con “el
todo vale” de Feyerabend, el “pensam iento débil” de los italianos, la
“sim ulación” de B audrillard, el “pensam iento borroso” de B art Kosko,
la ciencia sfum atta, la era fuzzy, la filosofía flo u y la cultura light, que
han dom inado el discurso de las últim as décadas, puede parecer un es­
fuerzo a contrapelo de nuestra condición posm odem a. C uando todo se
relativiza y estam os inm ersos en una crisis de confianza en la racio n a­
lidad, no resulta una tarea fácil reflexionar sobre este tem a. C om ienzo
señalando este hecho, porque a partir de él podré situar mi búsqueda y
m is reflexiones en to m o a este problem a. Y tam bién, ¿por qué no?, mi
propia incertidum bre.
N o cabe duda de que uno de los acontecim ientos m ás notables de
los últim os siglos ha sido la aparición y desarrollo de la ciencia, y su
influencia com o un factor decisivo en la configuración del m odo de vi­
vir de los seres hum anos. C om o form a de conocim iento, ella — que ha
sido capaz de destruir m uchos m itos— term inó creando su propio m i­
to. “Sólo la ciencia — decía R enán en su libro E l p o rven ir de la c ien ­
cia— dará a la hum anidad eso sin lo cual ésta no puede vivir: un sím ­
bolo y una ley.” Y en otro pasaje agregaba: “L a ciencia, por sí sola,
puede m ejorar la desdichada situación del hom bre en la tierra.”
C onvertida progresivam ente en una fuerza de transform ación, la
ciencia, en su aplicación al proceso productivo a través de una avalan­
cha ininterrum pida de progresos tecnológicos, produjo profundas m u­
taciones en todos los ám bitos de la vida. C om o consecuencia de ello,
la idea de progreso científico quedó estrecham ente ligada a la idea de
posibilidades de resolver los problem as que afronta la hum anidad. E s­
te razonam iento condujo a la ilusión de la om nipotencia de la ciencia.
D e este m odo, considerada o convertida la ciencia en una panacea,
algunos pretendieron encontrar en ella la única vía para establecer la
verdad de las cosas y la única capaz de resolver todo tipo de proble-

21
Ezequiel Aruler-Exx

mas. A m edida que esta form a de considerar la ciencia fue siendo acep ­
tada de m anera generalizada, poco a poco se la transform ó en un c re ­
do, en una especie de religión o, si se quiere, en una especie de M esías
capaz de rescatar al hom bre de su ignorancia y su m iseria. C om o es
bien conocido, la historia no ha confirm ado esta fe en la ciencia; ha si­
do una confianza engañosa, desm entida de una m anera trágica y cruel,
especialm ente por las últim as guerras y por el poder de destrucción que
hem os sido capaces de desarrollar los seres hum anos. Por otra p an e,
no pocos problem as que afronta la hum anidad en los um brales del si­
glo XXI están estrecham ente relacionados con esta frustración. M ás
aún: la ciencia está en el origen de los dos m ayores problem as a los que
se enfrenta la hum anidad: el riesgo de una catástrofe ecológica y el de
un holocausto nuclear. N o decim os que la ciencia ha originado estos
problem as, sino que está en los orígenes de los m ism os, puesto que e s­
tos problem as no existirían si no se hubiese producido el actual d e sa ­
rrollo científico tecnológico. “La ciencia no es pecado ni grial — com o
nos advierte R oger S hattuck— . N o siendo nuestra hija sino invención
nuestra, la ciencia, en tanto que disciplina, nunca crecerá para pensar
por sí m ism a y ser responsable de sí m ism a.”(*>
Hoy, han de ser m uy pocos los que consideren la ciencia com o úni­
ca fuente de verdad, y difícilm ente haya alguien que afirm e que la
ciencia, por sí sola, sea el instrum ento m ás apto para asegurar el p o r­
venir y bienestar de la hum anidad. Sin em bargo, es oportuno tener p re­
sente que sin la ciencia probablem ente estaríam os sum idos en el error
y la ignorancia, y tendríam os m enos posibilidades para asegurar el fu­
turo de la hum anidad. L a disyuntiva ante la que nos encontram os no es
la de “ciencia o no cien cia”, de “ más o m enos cien cia”, sino de c ie n ­
cia para qué y para quiénes: es decir, el problem a básico que afro n ­
tam os es el de las condiciones necesarias para que el progreso cien tífi­
co y tecnológico se ponga al servicio de la hum anidad.
Si bien es cierto que esto, en últim a instancia, depende de d ecisio ­
nes de tipo político, no m enos cierto es que se trata de una p ro b lem á­
tica estrecham ente relacionada con el tem a que vam os a ex am in ar en
este libro y que hem os denom inado la b ú squeda de una cien cia con
con ciencia... C reem os que es im portante tener una educación c ie n tíñ -
(•) SHATTUCK. Roger, Conocimiento pr\>h¡tndo. Taurui. 1998

22
MJh hA>\ v técnicas tic invfsiixm ion social

ca, que es im portante adquirir conocim ientos científicos, pero m ás im ­


portante aún es aprender a pensar científicam ente y tener una actitud
científica, no sólo cuando se investiga, sino tam bién en la vida co tid ia­
na. Por ello hablam os de la actitud científica com o estilo de villa. Al
m ism o tiem po, estam os convencidos de que. para configurar ese estilo
de vida, tenem os que ir más allá de la ciencia: buscar una ciencia con
conciencia. O, lo que es lo m ism o, ir en búsqueda de la sabiduría. Un
pensam iento que integre todo eso, no en las especulaciones teóricas, s i­
no en la vida concreta de cada uno de nosotros, há de retroactuar sobre
las conciencias y traducirse en un m odo de vivir.
Este libro tiene pretensiones m uy m odestas: no es una reflexión
dentro de la esfera de lo que hoy se denom ina “ciencia de la cien cia”.
Tam poco es un análisis de la “ revolución científico-tecnológica” que
hoy vivim os, ni de los im pactos de la ciencia en la sociedad que co n s­
tituye uno de los tem as relevantes de la sociología actual. Ni siquiera
pretende ser una introducción al pensam iento científico...
Todas estas cuestiones están presentes. Pero lo que aquí planteam os
tiene un doble propósito: por una parte, ofrecer unas reflexiones que
ayuden a adoptar una actitud científica com o form a de pensar y de
hacer que hem os de incorporar a nuestro m odo de vivir; y. por otra,
destacar la necesidad de una reform a del pensam iento, com o insiste
perm anentem ente Edgard M orin. C reem os que ello ayudará a realizar
una vida m ás hum ana. A prender a pensar nos ayuda a no estar ciegos
ante lo que acontece en nuestra realidad, a entender un poco la crisis (o
las crisis), en las que vivim os y som os. Estoy convencido de que, si
asum im os de verdad una actitud científica, serem os m enos dogm áticos,
m enos sectarios y, consiguientem ente, más tolerantes, recordando que
la tolerancia es una praxis de la convivencia hum ana y no una confusa
m ezcla de m aneras de pensar... Siendo la ciencia la form a de conoci­
m iento m ás influyente, com o señala Jorge W agensberg, “es la form a de
conocim iento a la vez más alejada del ciudadano” ... Esperam os prestar
una pequeña ayuda que sirva para este propósito: así com o la ciencia y
la tecnología han penetrado hasta el últim o recoveco de nuestras vidas,
penetre tam bién la actitud científica en nuestro m odo de vivir.

E z e q u ie l A n d e r -E cig
A lbacete, 21 de m arzo de 1999.
En el d ía de M a rco s F ederico.
23
Advertencia para el volumen I

C om enzar un curso — y en este caso un libro— sobre m étodos y


técnicas de investigación social planteando y reflexionando sobre el
problem a del conocim iento, parece ser una cuestión de sentido com ún.
Sin em bargo, esto no siem pre ha sido así. Yo m ism o he incurrido en ese
error en relación con lo que hoy me parece la,lógica y la estrategia m ás
adecuada para iniciar un curso o un texto de esta naturaleza.
Vislum bré esta necesidad al hacer una autoevaluación y autocrítica
de mi práctica pedagógica enseñando m étodos y técnicas de investiga­
ción social. Proporcionaba procedim ientos m etódicos y técnicas esp e­
cíficas para conocer la realidad, particularm ente la realidad social; pe­
ro no se me había ocurrido decir algo acerca del conocer. La conclu­
sión de mi autocrítica la resum í en Io«siguiente: es una insuficiencia,
- f

hasta una especie de contradicción, querer enseñar una form a sistem á­


tica y m etódica, en sum a, una form a científica de conocer la realidad,
sin plantear previam ente en qué consiste el conocer. El tem a del cono- *
cim iento del conocim iento, me pareció una necesidad insoslayable.
Esta es la razón por la que, al hacer la 5 .a reelaboración del libro,
he considerado oportuno iniciarlo con un capítulo sobre el conoci­
m iento del conocim iento. Y en esta tarea consideré que había que ir
más allá del tratam iento del problem a de la relación sujeto-objeto y las
ya m anidas diferenciaciones entre el conocim iento vulgar y el co n o ci­
m iento científico, y de otras cuestiones de m enor significado que están
relacionadas con los problem as antes indicados.
A sí lo hacem os en el prim er capítulo del prim er volum en de M éto ­
dos y Técnicas de In vestigación (nuevo título que le dam os al libro).
C om enzam os reflexionando sobre el conocim iento. “ Esto no es una
paradoja — nos advierte M aturana— , es la expresión de nuestra exis­
tencia en un dom inio del conocim iento en el cual el contenido del c o ­
nocim iento es el conocim iento m ism o.”(*)

(•) MATURANA. Humberto. Bioìogy of Cofnition. Report BEI. 9.0 Urtvxnj in. B>ok>£»c-*J Cœ^vîer
tory, Universiry of Illinois. 1970.

24

Capítulo 1

Aproximaciones
al conocimiento del conocimiento

1. Para introducirse en el conocim iento d el conocim iento


2. R ealidad y conocim iento
3. Lo relación sujeto-objeto
4. Acerca d el conocim iento
5. Las fo rm a s d el conocer, com o sa b er cotidiano
y com o sa b er científico
6. Las grandes cuestiones que com porta la problem ática
d el conocim iento
7. L as respuestas clá sica s a l problem a d el conocim iento
8. C ondicionam ientos en la producción d el conocim iento

25
El co n o cim ien to es una represen tación (n e ­
ce sa ria m en te fin ita ) de un p e d a z o d e la re a ­
lid a d (presu n tam en te' in finita).
Jorge W agensberg

Ign oran cia, d esc o n o c id o , som bra, e sto es lo


qu e en con tram os en la idea d e co n o cim ien ­
to. N u estro con ocim ien to, tan íntim o y f a m i­
lia r p a ra n o so tro s m ism os, n os resulta e x tra ­
ñ o y extran jero cu an do se le qu iere conocer.
Y a q u í estam os, d e sd e e l com ien zo, an te la
p a r a d o ja de un co n o cim ien to que no só lo se
d esm ig a ja a la p rim e ra in terrogación , sin o
qu e d escu b re tam bién lo d e sc o n o c id o en é l
m ism o, ign oran do in clu so qu é sea conocer.
Edgard M orin

El o b s e r v a d o r es un sistem a vivien te y e l e n ­
ten dim ien to d e l co n o cim ien to co m o fe n ó m e ­
no b io ló g ic o d e b e d a r cuenta d e l o b se rv a d o r
y su rol en él.
H um berto M aturana

27
1. Para introducirse en el conocimiento del conocimiento

A ntes de hablar de la ciencia, de las características d el m étodo cien ­


tífico y de la investigación social, es m enester considerar el problem a
del conocim iento. En otras palabras, parece oportuno com enzar con al­
gunas consideraciones acerca del con ocim ien to del con ocim iento.
Frente a la responsabilidad de reescribir este libro, al igual que en
las ediciones anteriores, sólo tengo la m odesta pretensión de servir a
estudiantes preocupados e inquietos. A l reflexionar sobre las co rrec­
ciones y reelaboraciones que debía hacer, lo prim ero que constaté fue
la necesidad de com enzar el libro con algunas consideraciones sobre el
tem a del conocim iento. El no haberlo hecho en las ediciones anterio­
res fue un déficit im portante.
Sin em bargo, al hacerlo d e esta m anera, no dejo de tener dudas y
contradicciones. Soy consciente de que un estudiante que se inicia en
los m étodos y técnicas de investigación social no tiene planteados p ro ­
blem as epistem ológicos. P or otra parte, he sostenido que el curso de
epistem ología debe im partirse m ás bien hacia el final de una carrera
universitaria y no al principio, ni siquiera en los prim eros años. Esto,
adem ás, se deriva de un principio básico de la psicopedagogía que hoy
es am pliam ente aceptado: todo nuevo conocim iento debe estar ¿mela­
do en las estructuras cognitivas previas de los educandos. L os resulta­
dos del aprendizaje no dependen sólo de la situación de aprendizaje y
de los conocim ientos que se proporcionan a los estudiantes, sino tam ­
bién de los conocim ientos previos de los m ism os. C om o lo señalara
A usubel, “el factor sencillo m ás im portante que influencia el aprendi­
zaje es lo que ya sabe el que aprende. A verigüelo y enséñele en co n se­
cuencia” .1
Si no se tiene ningún anclaje en los conocim ientos previos del es­
tudiante, lo epistem ológico puede ser extrem adam ente aburrido; o, co ­
m o lo he constatado en algunas facultades de ciencias sociales, la e n ­
señanza de la epistem ología al com ienzo de la carrera sólo ha servido
para proporcionar un recetario que explica todo y, lo que es lo m ism o,

29
E zequitl Aruler-ExR

que form a dogm áticos... Con ello se logra, de hecho, todo lo contrario
de lo que podría proporcionar ese tipo de conocim iento.
Ésta es la razón principal que me llevó a iniciar el tem a explicando
cóm o ha sido la búsqueda de un sim ple estudiante, es decir, mí búsque­
da de respuesta a lo que es el conocer.
C om o éste es un libro para estudiantes y personas que sin realizar
estudios académ icos desean iniciarse en los m étodos y técnicas de in­
vestigación social, he creído que es m ás didáctico introducirlos en el
tem a, explicitando algunos hitos de mi itinerario, los interrogantes, las
búsquedas y las respuestas provisorias que he encontrado en relación
con este tema. N o lo hago porque mi búsqueda sea m odélica; todo lo
contrario: ella es una m archa desde la ingenuidad y la ig n o ra n c ia a in­
tuiciones vagas e im precisas; de la creencia en que la ciencia y el m é­
todo científico me podían ofrecer referencias ciertas, hasta llegar a un
nuevo punto de partida (el que tengo al escrib ir este libro) que supone
m archar “sin barandas” en m edio de la incertidum bre y la perplejidad:
el horizonte de mi ignorancia es cada vez m ás am plio.

A sí com ienza mi búsqueda

S iendo joven y apenas iniciado en el estudio de las ciencias socia­


les (el haber term inado una licenciatura es sólo un com ienzo), reflexio­
nando sobre los procesos sociales y el m odo de conocerlos, escribí lo
que consideré mi prim era conclusión o form ulación sobre estos tem as;
lo resum í en lo siguiente:
*
• lo único que no cam bia es el cam bio.
• y lo que m enos conocem os es el conocim iento.

A los pocos m eses, d escu b rí mi ignorancia e ingenuidad (entre p a ­


tética y ridicula), por lo que creía que era un “ hallazgo” . L o prim ero
(acerca del cam bio) ya había sido dicho (aunque con otras palabras)
hacía unos veinticinco siglos por H eráclito. Al constatarlo, desapareció
en mí, de m anera perm anente, la pretensión de ser un “C o ló n ” o “ vi­
kingo” descubridor.
30
SI¿unios y /¿ m ico s de investigación so<ial

En cuanto a la segunda cuestión, a poco de interesarm e por el tenia,


constaté que el problem a del conocim iento había sido m otivo de refle­
xión de m uchos filósofos a lo largo de veinticinco siglos y de algunos
científicos en las últim as décadas.
Sin form ación epistem ológica alguna, ignorando aun la existencia
de esta disciplina, me form ulé dos preguntas que hasta ese entonces se
me habían presentado com o obviedades: qué es co n o cer y cóm o co n o ­
cem os.
Para responder a estos interrogantes, leí y releí (creo que hasta m e­
dia docena de veces) el libro de Jean H essen Teoría del conocim iento.
Me inform é de que, si bien en la filosofía griega a partir de los sofistas
se plantea el problem a del conocim iento, y que en Platón y A ristóteles
existen m últiples consideraciones sobre esta cuestión, hasta el siglo
XVII esta problem ática no adquiere especificidad en el ám bito de la fi­
losofía. A sí hice un recorrido por Locke, Leibniz, Berkeley, H um e,
Kant y Fichte.
C onfieso que toda esta inform ación, obtenida por lecturas y asis­
tiendo a algunos cursos de filosofía, no fui capaz de traducirla a mi
práctica profesional en el cam po de las ciencias sociales; y, cuando
quise responder a la pregunta ¿qué es conocer?, no pude dar otra res­
puesta que la ingenua y sim ple que encontram os en las definiciones de
los diccionarios corrientes: co n o cer es lo que tiene lugar cuando un su­
jeto, en el ejercicio de sus facultades intelectuales, aprehende un obje­
to de conocim iento.
Pero hacia 1968 (hace poco más de treinta años), siguiendo una lí­
nea de reflexión que aprendí de mi m aestro Erich From m , adopté un
punto de partida para introducirm e en la com prensión del conocim ien­
to científico, para m ejor analizar los problem as sociales, económ icos,
culturales y políticos. Hay que “reunir — decía F rom m — dos áreas de
problem as que com únm ente se estudian por separado: las potencialida­
des, cualidades y estructura del carácter hum ano y los problem as so­
ciales, políticos y económ icos” .2 De ahí deduje — y con eso iba más
allá de lo que planteaba el m ism o F rom m — que hay que em pezar por
conocer al sujeto cognoscente. Pensé que, para profundizar en el tema,
hay que conocer algo de los propios procesos cognitivos.
D esde el prim er m om ento, tuve conciencia de que From m no plan-

31
E zcquitl Andcr-Euft

teaba de ese m odo el problem a; el libro ni siquiera trata del problem a


del conocim iento de m anera específica... El texto me resultó sugeren-
te, y me aferré a un punto de partida; com enzar a co n o cer al que co n o ­
ce. Esta intuición — parcialm ente válida— me resultaba insuficiente
para responder a las preguntas clave sobre la naturaleza del co n o ci­
m iento.
Al año siguiente de la publicación del libro de From m antes citado
— The Revolution o f H ope—, un joven pensador latinoam ericano (hoy
reconocido m undialm cnte), H um berto M aturana, publicaba N eu ro p h y­
siology o f Cognition (texto que conocí veinte años después). En este li­
bro, el problem a del conocim iento se form ula desde la biología (no
desde la filosofía, com o se había hecho tradicionalm ente). M aturana
ofrece un enfoque fundam entado científicam ente que ha servido de
inspiración para nuevos desarrollos. “El observador, nos dice, es un
sistem a viviente, y el entendim iento del conocim iento com o fenóm eno
biológico debe dar cuenta del observador y de su rol en él."3 Al año si­
guiente, en el C ongreso sobre A ntropología del C onocim iento — re a li­
zado en C hicago— , M aturana enriquece este nuevo planteam iento al
considerar el problem a del conocim iento, no desde la perspectiva del
sistem a nervioso, sino desde la perspectiva del operar b io ló g ico total
del ser vivo, o sea, de su autonom ía operacional.
En esto reside la cuestión central para entender la naturaleza c o g ­
noscitiva del ser hum ano. Al problem a que habíam os planteado al c o ­
m ienzo de este parágrafo — cóm o introducirse en el problem a del c o ­
nocim iento— , respondem os inspirados en M aturana: desde la refle­
xión que hem os de hacer sobre el sistem a viviente que es el sujeto c o g ­
noscente. Ya Piaget había anticipado que “tard e o tem prano se hará n e ­
cesario que la biología nos ayude a co m p ren d er cóm o son posibles las
estructuras lógico-m atem áticas y cóm o se adaptan de m anera eficaz al
m edio exterior” .4
L a idea piagetiana del enraizam iento vital del co n o cim ien to queda
form ulada en M aturana, que pone de relieve el “ isom orfism o e stru ctu ­
ral entre las organizaciones biológicas y cognitivas” .
El ser hum ano (que aq u í consideram os com o suieto co g n o scen te)
es m ás que alguien que conoce: es un ser m aterial entre otros seres m a­
teriales; es un organism o viviente entre otros organism os vivientes.
32
Métodos y técnicas de investigación social
-- ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------------------— ■ —

E se ser viviente es el que conoce; y ese co n o cer está enraizado en su


m ism a constitución física, bio ló g ica y neurològica. A dem ás, por lo que
conocem os hasta hoy, es el único ser vivo que sabe que sabe (al m e­
nos, en nuestro planeta).
Es obvio que aquí nos encontram
V* os en una situación diferente de
cuando estudiam os otros fenóm enos en donde preguntar acerca de al­
go y lo preguntado pertenecen a distintos dom inios. C uando nos inte­
rrogam os acerca del conocer, el preguntar y lo preguntado pertenecen
a lo m ism o.
E ste planteam iento inicial es apenas un arranque para las co n sid e­
raciones sobre el conocer del co n o cer que se desarrollan en este cap í­
tulo. N o ofrezco respuestas cerradas, sino alguna inform ación y puntos
de referencia para pensar sobre el tem a... Si el lector se inquieta por c o ­
nocer qué es el conocer y si se m otiva para verse a sí m ism o en el fe­
nóm eno del conocim iento, el objetivo de este capítulo se habrá lo g ra­
do.
El conocim iento del conocim iento es el punto de partida para
aprender a pensar científicam ente. N ecesitam os saber — tener al m e­
nos una idea— acerca de la naturaleza, el funcionam iento y el alcance
del acto hum ano de conocer. A dem ás, necesitam os d ar respuesta (aun­
que sea provisional) a la vieja cuestión sobre la relación entre el suje­
to que conoce y el objeto conocido, que, a lo largo de siglos, ha sido
una cuestión clásica y central d e lo que hoy se llam a epistem ología o
teoría del conocim iento.
A quella tom a de conciencia acerca de mi ignorancia sobre lo que es
el conocim iento — que en form a borrosa había vislum brado en los
años cincuenta— ahora, a m is 70 años, se ha transform ado en una ig­
norancia m ás lúcida, pues m ayores son las preguntas que me form ulo.
C onfieso al lector que estoy asom brado por esta cualidad hum ana que
todos poseem os y sobre la cual tan poco sabem os... D icho todo esto a
m odo de introducción en el tem a, voy a presentar algunas anotaciones
de m is reflexiones acerca del conocer.
Todos, o casi todos, adm itim os que los seres hum anos conocem os,
pero ¿qué conocem os?, ¿qué podem os conocer?, ¿qué podem os saber
acerca de la realidad?, ¿cóm o sabem os lo que creem os saber?, ¿cóm o

33
Ezequiel Ander-E^R

adquirim os conocim iento de la realidad y en qué m edida ese co n o ci­


m iento es seguro? En fin, nos podem os preguntar a m odo de síntesis
de todas estas cuestiones: ¿qué es el conocim iento? D urante m ilenios,
el hom bre ha reflexionado sobre estos problem as. Los filósofos preso­
cráticos, en el siglo VI a. C ., sentaron las bases de la teoría del co n o ci­
m iento que se ha d esarro llad o en O ccidente durante 26 siglos. A quí
nos lim itarem os a plantear una consideración resum ida de las respues­
tas que han tenido alguna vigencia en el siglo XX, para luego explicar
algunas cuestiones que servirán para introducim os en la com plejidad
del problem a del conocim iento.

2. R e a lid a d y c o n o c im ie n to

Por el solo hecho de vivir, el hom bre entra en relación con la reali­
dad. Ésta es una evidencia que bien puede servir com o punto de p arti­
da y base de nuestro análisis. Pero, apenas intentam os profundizar en
ella — o, lo que es lo m ism o, problem atizarla— , otra serie de cuestio- *
nes aparecen en nuestro horizonte de reflexión com o problem as o in­
terrogantes:

• ¿Q ué entendem os por realidad?


• ¿C uáles son los m odos de relación con la realidad?
• ¿C uáles son las relaciones sujeto-objeto en la realidad?

El hom bre existente está inserto en la tram a de la realidad. Pero


¿qué es la realidad?... La realidad es sim plem ente “ lo d ado” , “ lo exis­
tente” . Y lo existente, a su vez, es com plicadam ente la totalidad de
aquello con lo que el hom bre se relaciona o puede relacionarse en su
devenir; es el m undo en toda su riqueza ontológica. Tam bién es, por
tanto — según esta afirm ación— , “ lo que puede existir” y “ lo que ha
existido” .
Lo que para esta introducción a la investigación social conviene
enunciar, com o fundam ento de posteriores desarrollos, es la doble d i­
m ensión en que esa realidad se m anifiesta:

34
Métinios y técnicos Je investíftucitin social

• La realidad natural, que se identifica con lo no-hum ano (especial­


m ente con la naturaleza).
• La realidad social, que se identifica con los hum anos (especial­
m ente con la sociedad).

Q u é es la p rá c tic a social

M ediante la actividad hum ana, el hom bre se relaciona con “ lo otro”


que no es él. A hora bien, según las dim ensiones de la realidad, esta ac­
tividad — que en adelante llam arem os práctica social— se desarrolla
en un doble plano: el de las relaciones de los hom bres entre sí y de
estos con la naturaleza exterior.
D igam os, com o aproxim ación prelim inar, que el hom bre y la hum a­
nidad se hacen en esa práctica social; en este sentido, constituye un as­
pecto esencial del hom bre. Por ello aparecen dos aspectos inseparables
com o expresión de la práctica social: las relaciones del hom bre con la
naturaleza y las relaciones de los hom bres entre sí. ¿C óm o se expresan
estas relaciones? Existe una form a fundam ental: la actividad producti­
va por m edio del trabajo, ya que las rela cio n es con la n a tu ra le z a y
con los h o m b re s son fundam entalm ente relaciones de producción. Y,
com o estas relaciones a lo largo de la historia se han presentado bajo
form as de cooperación y de conflicto, am bas aparecen com o otro m o­
do de práctica social. Pero hay m ás: tam bién la cie n c ia , el a rte , la é ti­
ca y la m o ra l son form as de práctica social. Los conocim ientos cien ­
tíficos surgen de esa práctica, aunque no sólo de la práctica: el hom bre
interroga la realidad desde un determ inado m arco referencial, y da res­
puestas no ajenas a ese m arco. Pero las respuestas, sin las pruebas de
verificación que da esa práctica, no pueden ser consideradas com o ta­
les. El arte, por su parte, expresa un m odo de actividad hum ana, de
aprehensión estética de la realidad. Y, por últim o, la ética y la m oral,
com o estilo o m odo de relacionarse entre los seres hum anos, son tam ­
bién una práctica que se origina en las condiciones de existencia d en ­
tro de determ inados contextos históricos y espaciales.

35
Ezequiel Ander-Egg

M odos de relación con la realidad

Tenem os, pues, que el hom bre concreto es un ser en situación rela-
cional con la realidad. A hora bien, ¿cuál es el m odo de esa relación?
La práctica social nos pone de relieve tres m odos de relación del hom ­
bre con la realidad:

• los m odos de trabajar,


• los m odos de conocer,
• los m odos de ser.

L o s m odos de tra b a ja r

El prim ero de ellos — el trabajo— es la actividad m ediadora de las


relaciones con la realidad, a la vez que constituye el origen o génesis
del conocer y del ser. F orm ulado de una m anera m ás rigurosa, direm os
que las relaciones productivas — que no se reducen a lo económ ico si­
no a todas las esferas de la actividad hum ana— son el vínculo funda­
mental de la persona con la naturaleza y con los dem ás seres hum anos.

L os m odos de co n o cer

Las personas nos relacionam os tam bién con la realidad a través de


los m odos de conocer. De este hecho se deriva una serie de co n secu en ­
cias para todo lo referente al problem a del conocim iento y el m étodo
científico: ¿cóm o conocem os? es el prim er interrogante que surge de
esta relación. El conocim iento no se produce en un individuo aislado a
m odo de un átom o independiente — tal ser no existe en la realidad—
sino en un ser hum ano inserto en una tram a socio-natural. N o se e la ­
boran los conceptos y las teorías a partir o apoyados sólo en las ideas.
Y esto ocurre por una razón fundam ental: los seres hum anos pensam os
a partir de nuestras experiencias. Pero he aquí tam bién la otra cara de
la m oneda: cuando interrogam os la realidad, lo hacem os desde un d e ­
term inado cuerpo de conocim ientos, al m enos con el que nos p ro p o r­
ciona nuestra cultura, entendida ésta en sentido antropológico.
36
M étodos y técnicas de investigación social

El conocim iento no es ni una sim ple y exclusiva elucubración inte­


lectual, ni un m ero reflejo de experiencias. M ás aún: en la ciencia co n ­
tem poránea m uchos conocim ientos se adquieren p o r experiencia indi­
recta (por ejem plo, el peso de los isótopos a través del espectroscopio
de m asa: la trayectoria que se produce no existe en la naturaleza).

L o s m odos de ser

Pero no basta con dilucidar las form as de la realidad ni con consi­


derar al ser hum ano im plantado en esa realidad. E stos hechos nos en ­
frentan a otro problem a: ¿cóm o son las relaciones del individuo con la
realidad? L a respuesta a esta cuestión condiciona toda la problem ática
de la m etodología de la investigación social.
C om o la realidad no es constantem ente igual a sí m ism a sino esen ­
cialm ente dinám ica — el ser real es un perm anente devenir— , las rela­
ciones entre las personas y de éstas con la naturaleza se dan en un pro­
ceso dinám ico. El ser hum ano inserto en el tejido socio-natural es un
ser en devenir, en unidad d ialéctica con la naturaleza y la sociedad tam ­
bién en devenir. Todo el p roblem a de la m etodología de la investiga­
ción consistirá, fundam entalm ente, en resolver el problem a de cóm o
captar el m ovim iento de las cosas cuya form a hecha no es m ás que una
configuración transitoria. C ap tar sim ultáneam ente lo sincrónico y lo
diacrònico, de toda realidad con la que nos relacionam os, es exigencia
ineludible de todo conocer.
En síntesis: la realidad es dinám ica, cam biante; en consecuencia, el
m étodo para “aprehender” p s a realidad, la perspectiva desde la cual la
estudiem os, ha de ser concordante con ella. El enfoque dialéctico de
los problem as no es, entonces, una opción a p rio ri o sim plem ente ideo­
lógica, sino una necesidad derivada de la naturaleza m ism a de las co ­
sas. Pero la realidad es tam bién sistèm ica; el m odo de abordarla ha de
ser sistèm ico; y, com o cada hecho, fenóm eno o acontecim iento se rea­
liza en un determ inado contexto, necesitam os tam bién de un pensa­
m iento ecologizado.

37
Ezequiel Ander-Ef>}>

3 . L a r e la c ió n s u je to -o b je to

Por ultim o, y com o derivados de los problem as de las relaciones de


los seres hum anos con la realidad y las form as de hacerlo, se nos p lan ­
tea el problem a de la relación sujeto-objeto com o dos m iem bros o ele­
m entos de la relación cognoscitiva. La cuestión de la relación sujeto-
objeto es un problem a básico de la teoría del conocim iento y decisivo
en la form ulación de las ciencias y las tecnologías sociales. La relación
entre estos dos m iem bros es el punto de partida de toda teoría del co­
nocim iento.
No hay pensam iento ni conocim iento sin la exterioridad de aquel
que conoce. Sin em bargo, ¿puede el sujeto ponerse frente a la realidad
con total prescindencia de ella?, ¿el sujeto se desenvuelve con total in ­
dependencia del objeto?, ¿hay un dualism o entre el sujeto y el objeto?,
¿existe plena autonom ía del sujeto frente al objeto?, ¿todo lo que no es
sujeto se constituye en objeto de conocim iento?, ¿el conocim
*
iento tie-
ne su centro de gravedad en el sujeto o en el objeto? E stas son algunas
de las cuestiones que el debate actual trata de responder, sin em bargo,
a efectos de este trabajo, podem os introducir sintéticam ente el tem a del
siguiente modo.
D ecíam os que el ser hum ano no escapa de la realidad por la esp e­
culación filosófica, religiosa, m ística o científica; en consecuencia, el
sujeto está siem pre im plicado en esa realidad. En cuanto sujeto, el
hom bre nace y se desarrolla en una m atriz sociocultural, de ahí que la
creatividad, la producción del conocim iento y aun el trabajo científico
son expresiones sociales o, si se quiere, son un producto histórico, au n ­
que realizado por un sujeto o un conjunto de sujetos (cuando se reali­
za un trabajo de creación colectiva).
Sin em bargo, el hecho de que el ser hum ano — el sujeto co g n o scen ­
te esté im plicado en la realidad no significa que la sociedad y la n a­
turaleza se reflejen m ecánicam ente en el p en sam ien to y que el p en sa­
m iento sea totalm ente pasivo frente a la realidad. L a persona hum ana,
por sus m odos de trabajar, de conocer y de ser, es capaz de trascen d er
las circunstancias, aunque éstas siem pre co n stitu y en un co n d icio n a­
m iento.

38
M éhnlos v técnicas de investigación social

Y aquí se nos plantea una nueva cuestión: si el sujeto está im plica­


do en la realidad, ¿hasta qué punto es posible conocer sin actuar?... Es­
ta m anera de com prender las relaciones del hom bre con la realidad (na­
turaleza y sociedad), y la m ediación de los m odos de conocer, nos lle­
va a un nuevo nivel en nuestro análisis: la dicotom ía del conocer y el
actuar, de la teoría y la práctica, o'bien la dualidad sujeto-objeto pare­
cen ser supuestos inadecuados para el abordaje de la realidad. Por el
contrario, el conocer y la ciencia se nos aparecen com o insertos o c o ­
mo parte de las form as y de las relaciones del individuo con la reali­
dad. S ujeto-objeto no están solam ente uno frente al otro: se im plican y
se exigen m utuam ente. C onstituyen m om entos dialécticos de un m is­
mo proceso.
C om o resulta de este análisis, el problem a del conocim iento está es­
trecham ente ligado al problem a de la realidad o, para ser más precisos,
de cóm o nos relacionam os con esa realidad. A quí, a m odo de co n clu ­
sión del problem a de las relaciones sujeto-objeto, resum irem os la cu es­
tión en dos proposiciones que, a lo largo de este capítulo, vam os a m a­
tizar y profundizar:

• el sujeto de conocim iento es un sistem a viviente en las condicio­


nes reales de existencia;
• sujeto-objeto son dos polos de una realidad en relación dialéctica;
el prim ero desde su operar biológico, lo segundo com o “aquello”
que es observado y conceptuado.

El co n o cim ien to parece ser la resultante de unas inte­


racciones que se producen a m edio cam ino entre el su ­
je to y el objeto, y, por tanto, que dependen de am bos al
m ism o tiem po, pero a causa de una indiferenciación
c o m p leta y no de unos intercam bios entre form as d is­
tintas.
J e a n P ia g e t

39
Ezequiel Ander-Exx

4. A c e r c a d el c o n o c im ie n to

Al leer o escuchar a los investigadores que han reflexionado acerca


de la tarea que realizan, es frecuente que expresen la idea de que “el
asom brarse” y ‘‘el p re g u n ta r - son el inicio y la clave del trabajo cien ­
tífico... Al introducim os en el tem a del conocim iento, com enzarem os
con algunas preguntas para que el lector se inquiete y se interrogue
acerca de la naturaleza del conocim iento (en el anexo de este capítulo,
el lector encontrará un listado de preguntas que nos propone M orin).
C om o dice este autor, “ la noción de conocim iento nos parece una y
evidente. Pero, en el m om ento en que se la interroga, estalla, se div er­
sifica, se m ultiplica en nociones innum erables, planteando cada una de
ellas una nueva interrogación” .5
C om enzam os con algunas preguntas sim ples y básicas sobre este
asunto: ¿qué es conocer?, ¿cuál es el origen del conocer?, ¿qué p o d e­
m os conocer y cóm o podem os asegurar la validez de lo que co n o c e ­
m os?, ¿en qué m edida las situaciones existenciales personales co n d i­
cionan el conocer?, ¿cóm o influyen las condiciones sociales, c u ltu ra ­
les, políticas y económ icas en la producción del conocim iento?, cqué
relación existe entre nuestro tipo de inteligencia y nuestro estilo cog-
nitivo?, ¿qué tipos de procesos configuran los eventos cogm tivos?,
¿qué sabem os?, ¿cóm o sabem os?, ¿cóm o sabem os qué sabem os?,
¿cuáles son los saberes que nos perm iten el conocim iento del c o n o c i­
m iento?, ¿de qué depende el conocim iento? U na inm ensa literatura ha
tratado de responder a estas preguntas. N osotros nos lim itarem os a
contestar, brevem ente, algunas de estas cuestiones, sabiendo la in su fi­
ciencia de las respuestas (aunque lo intentem os guiados por nuestro
m aestro M orin) y con las dudas que introduce en mi m ente R oger Pen-
rose al m om ento de escribir estas líneas, con su libro Lo grande, lo p e ­
queño y la m ente h u m a n a ; especialm ente cuando afirm a: “quizá el c o ­
nocim iento no puede ser explicado en térm inos científicos” ...6 A l m e­
nos, habrá que intentarlo.
Al pensar acerca del conocim iento del conocim iento, la p rim era
cuestión que aparece en ese horizonte de reflexión, sin lugar a dudas,
es preguntam os ¿qué es conocer?, ¿qué es el conocim iento?... Si te n e­
m os en cuenta la cantidad de conocim ientos científicos producidos \

40
M étodos y técnicas de investigación so cia l

acum ulados hasta finales de este segundo m ilenio — que es el m o m en ­


to en que escribo este texto— , puecte parecer extraño, inútil y trasn o ­
chado, preguntarse ¿es posible el conocim iento? Y si a ello añadim os
el hecho de que en estas últim as décadas se está produciendo un c reci­
m iento casi exponencial de los conocim ientos científicos, la pregunta
hasta puede parecer ridicula; m ás todavía si a ello añadim os una p re­
gunta clásica de-la filosofía que K ant form uló con el interrogante qué
p od em os conocer; todo esto puede parecer una retórica inútil. N os
preguntam os acerca de las posibilidades del conocim iento, cuando te ­
nem os un cúm ulo im presionante de conocim ientos científicos, que h a­
ce cien años eran im pensables y que, ahora, en los um brales del siglo
X X I, se duplican cada 3-10 años, según el ám bito de diferentes cie n ­
cias y disciplinas.
Sin em bargo, estas consideraciones no son retóricas, ni inútiles.
“T enem os una necesidad vital de situar, reflexionar, de interrogar n u es­
tro conocim iento, es decir, co n o cer las condiciones, posibilidades y lí­
m ites de sus aptitudes para alcanzar la verdad a la que tiende... L a b ú s­
queda de la verdad va unida, a partir de este m om ento, a una investiga­
ción sobre la posibilidad de la verdad. Lleva, por tanto, en sí la n ecesi­
dad de interrogar la naturaleza del conocim iento para exam inar su va­
lidez... Vamos a intentar situar el com bate por la verdad en el nudo e s ­
tratégico del conocim iento del conocim iento“ .7 Sólo avanzando en es­
ta línea (ir descubriendo lo que sea el conocer), podem os ir superando
las ilusiones y las patologías del saber... N o es aquí en donde se va a
tratar esta cuestión. P ersonalm ente, no tengo capacidad para avanzar
en este tem a, ni vocación de epistem ólogo. M e preocupa fundam ental­
m ente la aplicación de los conocim ientos para resolver problem as. P e­
ro esta aplicación de los saberes debe estar bien fundada, de ahí que “el
co n o cer acerca de lo que sea el conocer” me parece im portante. P or
otro lado, tam bién tenem os en cuenta los destinatarios de este libro (es­
tudiantes y personas preocupadas por introducirse en el tem a de la in­
vestigación social). A ellos querem os decirles, sim plem ente, que el
problem a existe y que querem os inquietarlos para que no caigan en su­
perficialidades.

41
Ezequiel Ander-Eg%

Las preguntas básicas acerca del con ocer

Si bien aquí form ulam os cinco preguntas, éstas no agotan todos los
interrogantes sobre el conocim iento del conocim iento. Sólo querem os
m ostrar diferentes dim ensiones de la p roblem ática del conocer: onto­
lògica, gnoseològica, epistem ológica, m etodológica y psicobiológica.

*
• ¿Q ué es lo que p u ed e ser con ocido? E sta es una cuestión de c a ­
rácter ontologico, que condiciona las respuestas a las cuestiones
subsiguientes, pues responde a la pregunta ¿cuál es la naturaleza
de la realidad que es objeto de co n o cim ien to ? En nuestro caso,
¿qué clase de realidad es la realidad social?
• ¿Cuál es la relación entre el su jeto que con oce y el ob jeto por
conocer? É sta es la pregunta gn oseològica. H ace referencia a la
relación que existe entre el sujeto y el objeto, y a los problem as
que se derivan de esa relación, com o son las posibilidades de co ­
nocim iento, el tipo de relación que se da entre la realidad y el
pensam iento, etc.
• ¿Cuál es la relación del sujeto co g n o scen te con el objeto por
conocer, cu an d o se realiza una in vestigación cien tífica? A esta
pregunta responde la ep istem ología, que es la disciplina que tra ­
ta los problem as del conocim iento científico y su validación.
¿C óm o adquirim os conocim ientos?, ¿en qué m edida el co n o ci­
m iento es seguro?, ¿en qué se funda la validez del conocim iento
científico?, ¿cóm o sabem os lo que creem o s saber? A q u í la rela­
ción es entre un su jeto/observador/conceptuador y un objeto/ob-
servado/ conceptuado.
• ¿C óm o co n o cer? , o ¿cóm o p od em os co n o cer lo que q u erem o s
conocer? É sta es una pregunta de c arác ter m etod ológico: se tra ­
ta de una cuestión que depende de la resp u esta que se ha d ad o a
las anteriores cuestiones. Si un m étodo ex p resa una estrateg ia
cognitiva para el co nocim iento de la realidad — fundado en una
concepción ep istem o ló g ica— , la co n cep ció n que se te n g a de la
realidad y de las relaciones entre el su jeto co g n o scen te y el o b ­
je to por co n o cer es determ inante del m étodo, si se lo co n cib e

42
M étodos y técnicas de investigocidn so cia l

tanto com o estrateg ia cognitiva cuanto com o estrateg ia de a c ­


ción.
• ¿C uál es el origen del con ocim ien to?, o bien, ¿cóm o se produce
el conocim iento en el sujeto que conoce? La cuestión del origen
del conocim iento tiene sobre todo un sentido p sicológico en raiza­
do en lo biológico. ¿E s el pensam iento o la experiencia — o a m ­
bas com binaciones— la fuente y la base del conocim iento hum a­
no?, ¿cuál es el facto r determ inante en el conocim iento hum ano?
¿En dónde está el cen tro de gravedad, en el sujeto que conoce o
en el objeto conocido o conocible?

5. Las formas del conocer, como saber cotidiano


y como saber científico

Todos los seres hum anos poseen m ayores o m enores conocim ientos
según su grado y m odo de participación en la totalidad de la cultura.
En todos los hom bres existen saberes, pero por las form as o tipos de
conocim ientos pueden discernirse dos m odos principales:
• el sab er cotidiano,
• el sab er científico.
Se sabe, pues, de m anera natural por el solo hecho de vivir, y se sa­
be científicam ente cuando existe disposición para conocer con arreglo
a ciertos procedim ientos.

S ab er cotid iano

Es el saber o conocim iento que se adquiere con la experiencia co ti­


diana. Se trata de conocim ientos inconexos entre sí, a veces superficia­
les, constituidos por una yuxtaposición de casos y hechos. Es el m odo
com ún, corriente y espontáneo de conocer “que se adquiere en el trato
directo con los hom bres y con las cosas, es ese saber que llena nuestra
vida diaria y que se posee sin haberlo buscado o estudiado, sin aplicar
un m étodo y sin haber reflexionado sobre algo” .8

43
Ezequiel Ander-Egg

Su contenido es “la sum a de todos nuestros conocim ientos sobre la


realidad que utilizam os de un m odo efectivo en la vida cotidiana y del
m odo más heterogéneo” (com o guía para las acciones, com o tem a de
conversaciones, etc.). E xiste — añade H eller en otra parte de su en sa­
yo— un “determ inado m ínim o de saber co tid ian o ” . ¿C uál es ese m íni­
mo? Pues, la “sum a de los conocim ientos que todo sujeto debe interio­
rizar para poder existir y m overse en su am biente... Según las épocas y
los estratos sociales, cam bia el contenido y extensión del saber co tid ia­
no” .9
Este saber cotid iano se caracteriza por ser superficial, no sistem á­
tico y acrítico.
C uando decim os que es superficial no es en el sentido de frívolo, in­
sustancial o ligero, sino de que se conform a con lo aparente, con lo que
com prueba en el sim ple pasar ju n to a las cosas. Se expresa en frases
com o “porque me lo dijeron” , “ porque lo vi”, “porque lo leí” , “porque
todo el m undo lo d ice” ; para este tipo de conocim iento, el criterio de
evidencia inm ediata es suficiente.
O tra característica que se le atribuye al saber de la vida cotidiana es
la de no ser sistem ático, tanto en la form a de adquirirlo y vincularlo
com o en el m odo de estab lecer cánones de validación. Se lim ita a p e r­
cibir lo inm ediato a través de experiencias, vivencias, estados de áni­
mo y em ociones de la vida diaria, perm aneciendo a nivel de certeza
sensorial. El m ism o sujeto organiza las experiencias y conocim ientos
de un m odo no sistem ático.
D ecíam os que tam bién es a-crítico, puesto que, apoyado ú n ica­
m ente en la evidencia inm ediata, sólo percibe la epiderm is de la reali­
dad. Los conocim ientos del saber vulgar pueden ser verdaderos o no,
lo cierto es que la pretensión de serlo no se plantea de una m anera c rí­
tica o reflexiva. C om o ya se dijo, es un co n o cim ien to que está a nivel
de certeza sensorial, o sea, un saber que puede decir acerca de lo q u e
pasa, pero no por qué pasa lo que pasa.
Sin em bargo, debem os tener en cuenta que en nuestra ép o ca el sa­
ber cotidiano está penetrado por el saber científico. Se trata de algo re­
ciente que se ha verificado paralelam ente con la difusión de los m edios
de com unicación de m asas. “El saber cotidiano acoge (o puede suce­
der que acoja), ciertas ad q u isicion es cien tíficas, pero no el sab er
44
M étodos y técnicas d e investigación social

cien tífico com o tal. C uando un conocim iento científico cala en el p en ­


sam iento cotidiano, el saber cotidiano lo asim ila englobándolo en su
propia estructura.” E stos saberes científicos están im plicados “en el
p ragm atism o del pensam iento cotidiano... hay inform aciones y cono­
cim ientos científicos que form an parte de la cu ltu ra”.10

L a c ie n cia crece a p artir del co n o cim ien to c o m ú n y le


reb asa co n su c recim ien to : de hecho, la in vestigación
c ie n tífic a em p ieza en el lu g ar m ism o en q u e la e x p e ­
rie n c ia y el co n o cim ie n to o rd in ario s d ejan d e reso lv er
p ro b lem as o h asta d e plantearlos.
M ano Bunge

S ab er cien tífico

En su práctica social, el hom bre se enfrenta con una serie de p ro ­


blem as que no puede reso lv er con los conocim ientos corrientes ni por
sentido com ún.
P o r otro lado, para el hom bre que “naturalm ente desea saber” , c o ­
m o d ecía A ristóteles, no le basta la captación de lo externo, ni el sen ­
tido com ún, puesto que existen fenóm enos que no se captan en el solo
nivel perceptivo. Es preciso superar la inm ediatez de la certeza senso­
rial del conocim iento vulgar y espontáneo de la vida cotidiana; hay que
ir m ás allá del conocim iento ordinario. Este salto — que no supone una
discontinuidad radical en lo que hace a la naturaleza, pero sí en cu an ­
to al m étodo— conduce al con ocim ien to cien tífico. C om o lo explicó
E instein hace m edio sigiò, “toda ciencia no es nada m ás que un refina­
m iento del pensam iento co tid ian o ” .11
E ntre un tipo de saber y otro, hay una separación que no es cualita­
tiva sino de grado; lo d iferenciador no está dado p o r la naturaleza del
objeto de estudio, sino p o r la form a o procedim iento de adquisición del
conocim iento. E ntre uno y otro tipo de conocim iento, no hay una “rup­
tura” radical en lo que hace al contenido, tem a, sustancia o verdad. Sin
em bargo, hem os de advertir que esta afirm ación sólo es válida para el
cam po de las ciencias hum anas (al m enos, en su estado actual de desa-

45
E tcquiel Ander-Egg

rrollo). En las ciencias físicas y quím icas, existe una “ruptura” entre el
conocim iento vulgar y el conocim iento científico; lo m ism o ocurre en
el cam po de la biología, de la astrofísica y la cosm ología.
Volviendo al ám bito de las ciencias sociales, direm os que el corte o
diferencia radical reside fundam entalm ente en que el saber científico
se obtiene m ediante procedim ientos m etódicos con pretensión de vali­
dez, utilizando la reflexión sistem ática, los razonam ientos lógicos, y
respondiendo a una búsqueda intencionada. Para esta búsqueda, se d e ­
lim ita el problem a que se estudia, se diseña la investigación, se prevén
m edios e instrum entos de indagación, y se procede a un análisis e in­
terpretación de todo lo estudiado. En sum a: el conocim iento científico
es el resultado de una tarea de investigación que se vale del m étodo
científico.
Ni la veracidad ni la naturaleza del objeto co n o cid o son notas esen ­
ciales que distinguen uno y otro conocim iento; lo que las diferencia es
la form a de su adquisición, el m odo y los instrum entos del conocer. S a­
ber, por ejem plo, que el río Paraná se ha d esb o rd ad o no constituye un
conocim iento científico, aunque sí puede ser un conocim iento verda­
dero y com probable. A firm ar, pues, que la cien cia es el único cam ino
de acceso al conocim iento y a la verdad no es m ás que una expresión
del fetichism o cientificista. Por otra parte, un m ism o objeto — una
m ontaña, un cultivo, una determ inada co m unidad o las relaciones e n ­
tre padres e hijos— puede ser m otivo de observación tanto de un c ie n ­
tífico com o de un “ hom bre de la calle” .
El conocim iento científico no guarda una d iferen cia tajante o abso­
luta con el conocim iento de la vida cotidiana y su objeto o sustancia;
com o ya hem os m encionado, puede ser el m ism o. En los saberes que
se adquieren en la vida, por el solo hecho de vivir, hay con o cim ien to s
que están en la frontera m ism a del saber c ie n tífic o .11 El co n o cer c ien ­
tífico (a diferencia del conocim iento de la vida cotidiana, com p u esto
de saberes yuxtapuestos) pretende relacionar de m anera sistem ática to­
dos los conocim ientos adquiridos acerca de un determ inado ám bito de
la realidad.

46
M étodos y técnicas d e investigación social

S a b e r-d o x a y s a b e r-e p is te m e

Esta distinción entre el saber-doxa y el saber-epistem e nos parece


m ás fundam ental que la distinción ya tradicional entre el co n o cim ien ­
to vulgar y el conocim iento científico. El antecedente m ás lejano lo e n ­
contram os en Platón, pero hoy está distinción ha sido retom ada por una
de las m ás profundas pensadoras contem poráneas, A gnes Heller.
Según Platón, la tloxa u opinión es apariencial y se contrapone a la
ciencia y el saber verdadero. La recta opinión es el sentido com ún, p e­
ro no un saber cierto. Para H eller, la “doxa no puede ser separada de la
acción práctica, en ella está única y exclusivam ente su verdad. Pero no
en la praxis com o totalidad, y ni siquiera en un conjunto relativam en­
te grande de acciones, su verdad, por el contrario, se m uestra cada vez
en tipos particulares de acciones concretas conseguidas” .
Por el contrario, la epistem e ‘‘no constituye nunca un saber relativo
a una sola cosa, sino que es un saber sobre una cosa en relación con
otras cosas (conjuntos). E sta actitud no es práctica, sino teorética. C o ­
nocer un fenóm eno en el plano de la epistem e no significa sim p lem en ­
te poder reaccionar ante él (o bien saberlo producir), sino conocer la
conexión que lo liga a otros fenóm enos, captar el puesto que ocupa en
el sistem a de otros fenóm enos...” .
M ientras la d o xa , com o el saber cotidiano, es indem ostrable e irre­
futable en sus datos y preceptos, la epistem e — com o saber de la c ien ­
cia— posee un “doble sistem a de referencia. Por un lado (sus verda­
des) deben ser válidas en la realidad (praxis) y por otro lado deben ser
situables dentro de un determ inado sistem a cognoscitivo” .12

6. L a s g r a n d e s c u e s tio n e s q u e c o m p o r ta la p r o b le m á tic a
d e l c o n o c im ie n to

A partir de M o rin ,13 vam os a presentar cuatro grandes cuestiones


que nos pueden proporcionar una visión del conjunto de la problem á­
tica del conocim iento:

47
Ezequiel Ande r-Egg

• Lo que el conocim iento contiene.


• Los procesos que configuran todo evento cognitivo.
• Los saberes separados acerca del conocim iento del conocim iento.
• Puntos de reflexión para m.»pensar la com plejidad y m ultidim ensio-
nalidad del conocim iento.

a) L o q u e el co n o cim ien to co n tien e

En cuanto nos introducim os en lo referente a los contenidos del co­


nocim iento, nos encontram os con que el conocim iento alude a tres as­
pectos diferentes, pero inseparables: es una com p eten cia (o sea, una
habilidad para una cosa o estar instruido en ello), es una activid ad que
un individuo realiza de acuerdo con su desarrollo cognitivo y su c o m ­
petencia. Y, com o resultado de am bas, todo co n o cer es un sab er acer­
ca de algo. Estas diferentes dim ensiones del conocer nos deben preve­
nir para no caer en la sim plificación de reducirlo a una sola noción.
^ - U n a com petencia o aptitud para produ-
/ cir conocimiento.
El conocim iento c o n tie n e ...(■-------Una actividad cognitiva, que se efectúa
V en función de esta competencia.
Un saber, resultante de esas actividades.

C o n secu en tem en te, no p u e d e q u ed a r red u cid o a u n a sola n o ció n

b) E l co n o cim ien to co m o c o n ju n c ió n de p ro ceso s y


com o fe n ó m e n o m u ltid im e n sio n a l

En el estado actual acerca del conocim iento del conocim iento, hav
dos aspectos que nos introducen en el corazón m ism o de su com plejidad:

48
M étodos y técnicas de investigación social

• L a conjunción de procesos que se da en el acto o hecho de co n o ­


cer.
• La m ultidim ensionalidad del fenóm eno.

P ara M orin, éstos son los procesos y las dim ensiones del acto de c o ­
nocer:
e n e r g é tic o s , e lé c tr ic o s , q u ím ic o s , f i s i o ló ­
Todo evento cognitivo g ic o s , c e r e b r a le s , e x is te n c ia le s , p s i c o ló ­
necesita una conjunción g ic o s , c u lt u r a l e s , lin g ü ís tic o s , ló g ic o s ,
de procesos id e a le s , in d iv id u a le s /c o le c tiv o s , p e r s o n a ­
le s , tr a n s p e r s o n a le s e im p e r s o n a le s .

Se trata de un fenóm eno m ultidim ensional, habida cuenta de que el


acto de conocim iento es a la vez:

c) L o s saberes separados acerca d el co n o cim ien to


d e l co n o cim ien to

Es m ucho lo que se ha avanzado en las diferentes disciplinas acer­


ca del conocim iento. Sin em bargo, lo que ha acontecido es que se han
producido desarrollos paralelos: en gran m edida, cada especialista ig­
nora a los otros. En algunos casos, se enfatiza lo que se conoce o se ha
investigado desde la propia disciplina; y, desde un porciúnculo del sa­
ber sobre el conocim iento, se lo quiere explicar en su totalidad. A quí

49
Ezequiel Ande r-Egg

tam bién M orin nos aporta una visión global de saberes — parcelados y
separados— , que nos perm ite tener inform ación acerca del desafío,
aún pendiente, de unir estos saberes dispersos.

Los saberes que unidos perm itirían el conocim iento del co n o ci­
m iento se hallan ^ — ► separados y
parcelados en

C iencias fís ic a s C ien c ia s h u m a n a s


• inform ación
• L in g ü ística
• C om putación
• P sico lo g ía cognitiva
• Inteligencia artificial ve d esco n o cen y ve
• D iversas p sico lo g ías
excluy en en tre sí
• P sico a n álisis '
• P sico so c io lo g ía
• A n tro p o lo g ía cultural
C ien cia s biológicas
• S o cio lo g ías:
• Sistem a nervioso central
de la cu ltu ra
• Filogénesis y o ntogénesis del cereb ro
del c o n o c im ie n to
de la cie n cia
de la h isto ria de la c u ltu ra
de las c re en c ias
d e las ideas
C ada uno de los fra g m e n to s sep a ra d o s • En filosofía:
ignora el rostro g lo b a l d e l que fo r m a parte. teo ría del c o n o cim ie n to
• E n tre c ie n cia y filosofía:
ló g ic a-e p istem o lo g ía

Todas estas consideraciones, que hem os realizado apoyados fu n d a­


m entalm ente en Edgard M orin, tienen el p ro p ó sito de ay u d am o s a re­
flexionar, con más elem entos de ju ic io y con m ay o r profundidad, so ­
bre las cuestiones fundam entales acerca del conocim iento y, c o n se ­
cuentem ente, del tem a que nos ocupa y preocupa: la actitud científica
com o estilo de vida.

50
\ t ¿tintos v técnicas de inw stigación stn ia l

d) P untos de re flexió n pora p e n s a r la co m p lejid a d


V m u ltid im e n sio n a lid a d d el co n o cim ien to

Frente a la com plejidad y m ultidim ensionalidad del conocim iento:

S itu ar N uestro con o cim ien to ,


T enem os necesidad vital de R eflex ionar es decir,
R e-interrogar c o n o cer co n d icio n es
de nuestro
lím ites
co n o cer
p o sibilidades

Cual es la relación Cóm o podemos Cual es el origen


Quó es lo que CuJI es La relación
del sujeto cognos­ conocer lo que del conocim iento
puede ver conocido sujeto-objeto
cente con el objeto querem os conocer
por conocer en la in­
l_ . vestigación científica

Cuestión Cuestión
Cuestión Cuestión Cuestión
ontologies gno* eclógica
epistem ológica m etodológica psicohiológica

El c o n o c im ie n to depende de:

• condiciones físico-bio-antropo-socio-
culturo-históricas de producción

• condiciones sistém ico-lingüístico-


paradigm áticas de organización

En este parágrafo, apenas hem os esbozado la problem ática sobre el


conocim iento del conocim iento, con dos propósitos principales: d ar
una visión de conjunto de la m ism a, y poner de m anifiesto su co m p le­
jidad y m ultidim ensionalidad.

51
Ezcquiel Antier-Ext

7 . L a s r e s p u e s ta s c lá s ic a s al p r o b le m a d e l c o n o c im ie n to

C om o ya lo hem os indicado, si el tem a central de este libro es acer­


ca del pensar científico, de m anera indisociablc de esta cuestión nos
encontram os con el problem a-del c o n o c im ie n to . ¿Q ué es conocer?
A cerca de este problem a, hay una pluralidad de respuestas. Lo que
aquí presentim os en dos grandes apartados o tendencias es una sim p li­
ficación. H abida cuenta de los propósitos de este libro, hem os co n sid e­
rado necesario sacrificar una inform ación m ás exhaustiva y m atizada,
con el fin de m ejor cu m p lir los objetivos didácticos.
Las respuestas epistem ológicas que podríam os llam ar clásicas, en
el últim o siglo, podríam os resum irlas en las siguientes:

A m bas posturas pueden considerarse co m o respuestas particulares


al problem a del conocim iento. La prim era reduce los procesos cogni-
tivos a un m ero reflejo de la realidad que se proyecta en la m ente del
sujeto cognoscente. La segunda sostiene que lo que se conoce es una
organización cognitiva de datos, hechos, fenóm enos y procesos en
cuanto el sujeto participa activam ente en la construcción del c o n o c i­
m iento... A estas dos perspectivas ep istem o ló g icas nos vam os a referir
muy brevem ente; un análisis en profundidad exigiría presentar un a b a ­
nico m ás am plio y m atizado de las respuestas aJ problem a del c o n o c i­
m iento. Por otra parte, tendríam os que incluir las nuevas co rrien tes o
propuestas epistem ológicas: Popper, L akatos, K uhn. F eyerabend, B u n ­
ge, M aturana, M orin, etc.

52
I fcA M étodos y técnicas d e investigación social
4

P ositivism o, em p irism o lógico y n eop ositivism o

El positivism o prim ero, el em pirism o lógico o neopositivism o d es­


pués (en su versión vienesa y anglosajona) fueron, hasta pasada la m i­
tad del siglo X X , el paradigm a que dom inó la ciencia m oderna. C om o
postura epistem ológica, se apoya en la creencia de un universo su stan ­
cial que funciona com o una m áquina gobernada por leyes m ecánicas
que nos perm iten predecir el futuro y actuar en consecuencia.
D a por supuesta la posibilidad del “contacto” entre el sujeto co g ­
noscente y el objeto que se quiere conocer, de tal m odo que el sujeto
aprehende al objeto. C onsecuentem ente, lo percibido es lo dado, ya
que al conocer nos apropiam os y reproducim os una realidad au to -su b ­
sistente.
L a realidad es descifrable, consecuentem ente aprehendida p o r el
sujeto, sin otros lim ites que los que resultan de su desarrollo cognitivo
y de los instrum entos de que dispone y utiliza. D entro de esta co n cep ­
ción, en el acto de conocer hay una preponderancia de la realidad, en
cuanto el conocim iento seria captación de un m undo objetivo que ex is­
te independientem ente de nuestras percepciones. En el acto de co n o ci­
m iento, el sujeto aprehende al objeto, es decir, lo representa; no hay d i­
ferencia entre lo que se conoce y lo dado.
C aracterizado por el rechazo a toda m etafísica, tanto el positivism o
com o el em pirism o lógico y el neopositivism o, al no considerar ningún
tipo de conocim iento que directa o indirectam ente no tenga co rresp o n ­
dencia con hechos constatables, ha sido una llam ad a a los h ech os y
una exigen cia de realidad. Esto le aportó rigor y precisión al conocer,
frente a la vaguedad m4s o m enos quim érica de las elucubraciones sin
referencias em píricas, en un puro ju eg o especulativo de ideas ab strac­
tas sin conexiones o referencias con la realidad. Sin em bargo, dio una
interpretación dem asiado estrecha de la realidad y de los hechos; sobre
todo, cuando se expresa com o un realism o ingenuo y considera el c o ­
nocer com o un sim ple epifenóm eno de la realidad. El objeto de co n o ­
cim iento es aprehendido tal com o se da en la realidad. Al hacer afirm a­
ciones de este tipo, se confunden las interpretaciones de la realidad con
la realidad m ism a.

53
Ezequiel Ander-E^R

A ceptada la posición positivista/em pirista, el conocim iento sería


captación de un m undo objetivo que existe independientem ente de
nuestras percepciones. De esta realidad se pueden hacer afirm aciones
acerca de sus propiedades estructurales y relaciónales que es posible
captar con procedim ientos propios del m étodo científico y aun con el
sim ple saber vulgar. C uando se trata del conocim iento científico, se
utilizan procedim ientos que im plican una serie de exigencias m etodo­
lógicas que le son propias. Se procura, adem ás, form ular proposiciones
de carácter universal.
Si el conocer es sim ple reflejo de la realidad, el pensam iento sería
un radar/receptor que expresaría, en el caso de las ciencias sociales, lo
epifenom énico de la realidad social. Llevada al extrem o esta posición,
todas las ciencias serían furgón de cola de la realidad, en cuanto leen
el orden y los procesos que se dan en ella y captan las leyes subyacen­
tes.
La ilusión del C írculo de Viena, de fu n dam entar en el positivism o
lógico la certidum bre del pensam iento m ediante el desarrollo de una
“filosofía científica’’, cuyo objeto es el lenguaje de la ciencia, se hun­
dió a m edida que se tom aba conciencia de la insuficiencia de la verifi­
cación em pírica y de la verificación lógica, com o pruebas de certid u m ­
bre del conocim iento.
“A lrededor de 1926 la ontología realista ingenua com enzó a ago­
nizar. L a realidad parecería desaparecer a m edida que no m iraba cada
vez m ás profundam ente dentro de ella. P arecía que la realidad tom aba
diferentes form as en función de las preguntas que nos hacíam os y de
la form a en que nos las form ulábam os. En 1927, el P rincipio de in d e­
term inación de W em er.H eisenberg agregó leña al fuego. Este principio
afirm a que la experim entación en sí m ism a d eterm in a el estado o b ser­
vado del fenóm eno que está siendo estudiado, y que la decisión de lle­
var a cabo un experim ento de una cierta m anera, hace que ciertas ob­
servaciones sean posibles, e inevitablem ente hace que algunas otras
sean im posibles.’’14
D esde los años treinta, con diferentes grados de profundidad y con
diversas velocidades de cam bio según las d isciplinas, la crisis de la v i­
sión m ecanicista de la realidad (concepción estática de la naturaleza
funcionando com o un m ecanism o de relojería eterno e increado que el

54
SU uniost v técnicas de investigación social

científico puede co nocer) es reem plazada por una im agen evolutiva, de


un u n iv e rs o d e sb o c a d o en el que no todo puede predecirse. El m o d e­
lo determ inista, fundado en el positivism o, el em pirism o y el p ositivis­
mo lógico, es reem plazado por un m odelo probabilistic^. Esto p ro d u ­
ce una m etam orfosis de la ciencia, a la que ya no se considera capaz
de concebir la realidad rígidam ente prescriptiva en la que existen leyes
y orden. En la'física, se producen cam bios — expresados en el p rin ci­
pio de indeterm inación de H eisenberg— conform e con los cuales el fí­
sico debe verse a sí m ism o com o sujeto cognoscente. Lo objetivo (o lo
así llam ado) depende de factores subjetivos. Es, pues, un sujeto, el que
determ ina qué es lo objetivo. No es posible una diferenciación neta e n ­
tre el sujeto y el objeto. La objetividad científica, enraizada en la ló g i­
ca m ism a de la representación científica, pierde vigencia. El sujeto o b ­
servador, com o soporte de las construcciones científicas, es la p ersp ec­
tiva fundam ental desde donde se desarrolla la nueva epistem ología.

C o n s tru c tiv is m o

C oincidiendo con el co lap so de la ortodoxia positivista, el co n stru c­


tivism o va adquiriendo una creciente im portancia en el cam po de la fi­
losofía de la ciencia desde finales de la década de los sesenta. En e fe c ­
to, la concepción constructivista aparece com o contrapuesta al p o siti­
vism o, al positivism o lógico y al em pirism o, en cuanto las respuestas
gnoseológicas de los m ism os coinciden en afirm ar que las cosas se c o ­
nocen tal com o se ofrecen al sujeto, es decir, que éste aprehende y re­
presenta al objeto de conocim iento tal com o se da en la realidad, inde­
pendientem ente del sujeto cognoscente.
Para la posición constructivista, la re a lid a d que creem os conocer
no es registro, ni reflejo de lo existente, sino una c o n s tru c c ió n de
n u e s tro p e n s a m ie n to por el que organizam os nuestro m undo ex p eri­
m ental, y conform e con ello percibim os la realidad y actuam os sobre
ella. Los conceptos y categorías que aplicam os a los fenóm enos, h e­
chos o procesos no son propiedades objetivas de las cosas sino form as
lógicas, expresiones conceptuadas, categorizaciones, clasificaciones
que utiliza el sujeto co g n o scen te apelando al lenguaje científico de una
determ inada ciencia, expresiones del m ism o lenguaje com ún. N o co-

55
Ezequiel Ander-Efw

nocem os la cosa en sí, sino la cosa tal com o nosotros la “construim os \


conceptuándola y designándola.
En la actualidad, prácticam ente todos los científicos aceptan que los
conceptos y categorías que se utilizan para designar los fenóm enos, y
la form ulación de las m ism as teorías, son construcciones del sujeto
cognoscente. / ‘N osotros los científicos — dice M aturana— hacem os
ciencia com o observadores que explican lo que observan “ Y nos re­
cuerda que Einstein y otros científicos han considerado “que las teorías
científicas son creaciones libres de la m ente hum ana y que le m aravi­
llaba que por m edio de ellas pudiera uno com prender el U niverso.’ 15
En el acto de conocer hay una preponderancia del que conoce, de la
construcción que hace el sujeto cognoscente sobre el conjunto de las
realidades que observa y conceptúa. C ada persona que observa la re a ­
lidad, operando com o un sistem a procesador de inform ación, dice a l­
go sobre ella y al d e c ir expresa una construcción de su espíritu. N o
descubre hechos, dicen los constructivistas, sino que form ula p ro p o si­
ciones acerca de los hechos. Llevado esto a sus últim as consecuencias,
com o hacen los constructivistas radicales, habría tantas realidades so­
ciales com o observadores, y la realidad, los hechos y los fenóm enos
quedarían reducidos a sim ples construcciones hum anas. El m ism o
W atzlawich lo afirm a: “ Una realidad in v e n ta d a nunca puede — p reci­
sam ente por ser inventada— ser la realidad verdadera.”
Si aceptam os el carácter constructivo de los procesos cognitivos
(constructivism o gnoseológico), no hay por qué aceptar que la o rg an i­
zación de la realidad y de los hechos m ism os, tal com o la ve el sujeto,
es obra del m ism o sujeto (constructivism o o n to ló g ic o f C ada persona,
en cuanto sujeto cognoscente, sea o no un científico, al o b sersar la re a ­
lidad y decir algo sobre ella, expresa una construcción de su espíritu.
Un constructivista com o Paul W atzlaw ich afirm a que “toda realidad es.
en el sentido más directo, la c o n s tru c c ió n de quienes c re e n que d e s­
cubren e investigan la realidad. En otras palabras, la realidad su p u esta­
m ente h a lla d a es una realidad in v e n ta d a y su inventor no tiene c o n ­
ciencia del acto de su invención, sino que cree que esa realidad es al­
go independiente de él y que puede ser d escu b ierta“ .»* El m undo no es
real, para los constructivistas, sino en cuanto dado a un sujeto; lo que
conocem os del m undo (utilizo aquí el térm ino com o equivalente a rea-

56
M étodos y técnicos de investigación social
. - -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

lidad) no es el m undo, la realidad en sí m ism a, sino la construcción


i subjetiva que hace el sujeto cognoscente que ordena y clasifica el to-
' tutu revolution que es la m ism a realidad, designándola con form as de
! expresión propias del lenguaje científico y del lenguaje corriente.
N o cabe duda, com o afirm an los constructivistas (y los no construc-
tivistas), de que el sujeto cognoscente es quien construye los co n cep ­
tos, categorías, m odelos, hipótesis, teorías. Todos estam os de acuerdo
i en esto. Para los positivistas y los neopositivistas, parece que esto no
tenía m ucha relevancia. Pero los constructivistas afirm an, tam bién, que
los hechos son construcciones hum anas y que la m ism a realidad social
(o lo que llam am os así) es construida por ef observador. Esto es alta-
i m ente discutible, form ulado de una m anera tajante y sin m atices. No
es extraño, entonces, que los constructivistas que llevan el subjetivis-
i m o del conocer hasta sus últim as consecuencias no realicen ni investi-
! gaciones em píricas, ni elaboraciones teóricas. Están en la m eta-teoría.
En sus m anifestaciones patológicas, el-su b jetiv ism o constructivista
puede llegar a ser una form a de fantasía narcisista. De ninguna m ane­
ra afirm am os que ésta sea la posición de todos los que se denom inan
constructivistas, ni que el constructivism o no haya aportado nada a la
teoría del conocim iento. H em os querido señalar ciertas posturas extre­
m as que nos parecen infecundas y sin fundam entos.
Para resum ir las consideraciones de este parágrafo, hem os de señ a­
lar que dos peligros opuestos am enazan a estas respuestas ep istem o ló ­
gicas clásicas: reducir los procesos cognitivos a un m ero reflejo de la
realidad o considerarlos una construcción fantasiosa y delirante de lo
que el sujeto cognoscente considera que es la realidad.

N uestra tom a de posición

Al explicitar mi tom a de posición, no lo hago para presentar una


postura original, ni m ucho m enos. Sería pretencioso, pues no soy epis-
tem ólogo y no quiero caer en aquello que he criticado en otros libros:
autores que, sin form ación filosófica ni científica, escriben sobre ep is­
tem ología... A quí sólo quiero com partir un punto de vista y estar en
m ejores condiciones de com unicarm e con los lectores de este libro.

57
Ezequiel Ander-Exx

Parto del supuesto de que el conocim iento hum ano es posible. Esto
lo dan por sentado tanto el hom bre com ún com o el filósofo y el cien ­
tífico. Si el conocim iento no fuera posible, todo sería un espejism o, pu­
ro sueño o ilusión... El conocim iento es posible, pero lo que captam os
o creem os captar, ¿es lo real o su apariencia?, ¿es reflejo de las cosas
o construcción del espíritu? La realidad que supuestam ente co n o ce­
m os, ¿es hallada y conocida o construida e inventada? O ¿en qué m e­
dida es hallada y construida?... Éstas son cuestiones a las que han res­
pondido — cada una a su m anera— las dos posturas epistem ológicas
antes aludidas.
N uestro punto de vista — que podríam os d en o m in ar realism o críti­
co, ratio-vitalista— 'in te g ra aspectos de am bas posturas, considerando
que, en lo más profundo — com o dice M orjn— , “el problem a del c o ­
nocim iento se encuentra en el corazón del problem a de la v id a” ; y. h a­
ciendo referencia a Piaget, recuerda que éste “tuvo el sentim iento pro­
fundo de que las condiciones del conocihiiento, incluidos los datos a
p rio ri y las categorías, tienen com o fuente los principios fundam enta­
les de la organización viviente” .17 El co n o cim ien to tiene un enraiza-
m iento vital y no podem os disociarlo ni de la vida hum ana, ni de las
relaciones sociales. En los últim os años, M aturana hizo un d esarro llo
am plísim o de esta idea.
Partim os del supuesto de que existe un m undo objetivo, in depen­
diente del sujeto, pero esa realidad del m undo objetivo debe ser c a p ta­
da y aprehendida por alguien, un sujeto cog n o scen te que percibe a tra ­
vés de m ediaciones (teorías, conceptos, categorías, m odelos, etc.) y a
través de predisposiciones (elem entos que están subyaciendo en n u es­
tro m odo de pensar y de hacer, y de los cuales no siem pre som os c o n s­
cientes, com o son los paradigm as, las cosm o v isio n es. etc.). D ecim os
que existe una realidad independiente del sujeto cognoscente, pero el
conocim iento que tiene el sujeto está en raizad o vitalm ente en la co n s­
titución física, biológica, psicológica y neu ro ló g ica del ser hum ano que
conoce. Éste lee la realidad (la observa y la co n cep tú a), a través de las
m ediaciones a las que hem os hecho referencia. N o hay una sim ple re­
lación sujeto-objeto, lo que significa que no hay una lectura directa de
los hechos, ni de los fenóm enos, ni de los procesos, ni de la ex p erien ­
cia. Hay, pues:

58
M étodos y técnicas de investigación social
ñ<

un sujeto/observador/conceptuador y
un objeto/observado/conceptuado.

N adie recibe datos de la realidad com o si fuese una tabula rasa\ la


m ente hum ana no se com porta tfomo un receptor pasivo o m ero alm a­
cén de datos y de inform ación. Lo que recibe, lo recibe desde una es­
tructura m ental y lo integra en un sistem a de ideas en el que inserta to ­
do lo nuevo conocido. E xiste una realidad objetiva, pero el sujeto co g ­
noscente observa y conceptúa la realidad; construye el conocim iento
acerca de ella. C onsecuentem ente, el conocim iento que se tiene de la
realidad depende de cóm o la concebim os. Lo que se recibe se integra
a un sistem a organizado y en una estructura m ental preexistente. P or
eso, cuando interrogam os acerca de cóm o conocem os y en qué m edi­
da ese conocim iento es seguro, concluim os que ni la verificación e m ­
pírica ni la verificación lógica (la coherencia interna en el m odo de ra­
zonar) son suficientes para conocer la verdad de nuestro conocer.
A m odo de síntesis acerca de nuestro punto de vista, hem os de d e ­
cir:

• E xiste una realidad objetiva y las cosas de esa realidad tienen ex is­
tencia independientem ente del conocim iento que podem os tener
de ellas; esta form a de realism o ontològico se expresa tam bién en
lo gnoseològico.
• Pero, cuando conocem os esa realidad, estam os condicionados por
nuestra constitución física, biológica, psicológica y neurològica.
Todo cuanto podam os decir acerca de la realidad está dicho d es­
de un sujeto que observa, com prueba y conceptúa. La fuente de
conocim iento no consiste sim plem ente en la percepción que se
tiene de la realidad sino en el proceso de construcción y asim ila­
ción activa de esa realidad. El sujeto cognoscente, adem ás, está
inserto, form a parte de una determ inada realidad sociocultural y
pertenece a una determ inada época histórica.
i

A este cruzam iento entre realidad y construcción de la realidad des-

59
Ezequiel Ander-Egg

de el sujeto cognoscente es a lo que hem os llam ado realism o crítico.


Y, al enraizar el conocim iento en lo biológico, y en la vida toda del que
conoce, lo llam am os tam bién ratio-vitalista. N uestra tom a de posición
acerca del conocim iento la vem os preanunciada en lo que K ant decía
en la Crítica de la razón pura: VTodo nuestro conocim iento co m ien za
con la experiencia, no por eso origínase todo él en la experiencia.” O
dicho en lenguaje piagetiano: tanto el sujeto que construye com o el o b ­
je to que es asim ilado se constituyen en protagonistas de una ep istem o ­
logía, cuyas condiciones funcionales provienen de la naturaleza bioló­
gica de la inteligencia.
A hondando en estas ideas, hem os de decir que “nunca la ex p erien ­
cia de la realidad es evidencia de la realidad” . É sta es leída p o r un su­
je to que:

• tiene una determ inada lengua con la que piensa, se ex p resa y d e ­


signa (conceptúa) la realidad (eventualm ente, podría hacerlo con
m ás de una lengua); la lengua m aterna es el prim er instrum ento
de construcción del m undo social;
• pertenece a una determ inada cultura, es decir, tiene una herencia
social que le proporciona un determ inado m odo de ser, de pensar
y de actuar;
• tiene un sistem a de ideas organizado, desde el que conoce y d e s­
de el cual integra lo que conoce, interrogando, co nceptuando, tra ­
duciendo e interpretando la realidad;
• dispone de un conjunto de instrum entos intelectuales que c o n sti­
tuyen form as de aproxim ación a la realidad; en un cien tífico se
trata de conocim ientos de lógica inductiva y de m anejo del m éto ­
do científico y un conjunto de instrum entos operativos que son
expresados en procedim ientos para el abordaje y estudio de la
realidad.

Si bien la realidad existe independientem ente de nosotros, cu an d o


hablam os de algún aspecto de la realidad lo que hacem os es ex p resar
nuestra idea de ese aspecto de la m ism a.

60
M étodos y técnicas de inx-estigación social

8 . C o n d ic io n a m ie n to s e n la p r o d u c c ió n d e l c o n o c im ie n to

H abida cuenta de que este libro tiene com o finalidad presentar — de


una m anera didáctica y fácil de entender— algunas cuestiones básicas
sobre el pensar científico y el desarrollo de la actitud científica, m e ha
parecido útil dedicar unas reflexiones para llam ar la atención sobre los
condicionam ientos de la producción del conocim iento.
De ordinario, no som os conscientes — aun estando entrenados para
el trabajo científico— de todas las cosas que tom am os com o ya dadas,
cuando querem os estudiar algún aspecto de la realidad. Todos nos m a­
nejam os cotidianam ente con “ lo que está a m ano”, con m uchas cosas
que “hacem os porque se hacen“ . En ese “nivel ón tico ”, com o diría
H eidegger, se configuran m aneras de pensar, de ser y de actuar de las
cuales som os muy poco conscientes, pero ellas constituyen unas gafas
a través de las cuales leem os la realidad.
E stam os condicionados en nuestra lectura de la realidad y, co n se­
cuentem ente, en nuestra producción de conocim ientos. M uy pocos son
los que hoy todavía sostienen que el conocim iento es algo existente en
sí m ism o, que puede desarrollarse a partir de las ideas que surgen en la
m ente del científico, escindido de sus condiciones de existencia. N o es
posible un pensam iento científico desvinculado de los objetos y fen ó ­
m enos del m undo m aterial; sólo en el contacto con la realidad co n cre­
ta son posibles la producción y la fecundidad intelectual. Pero en esa
realidad concreta está inserto e im plicado el m ism o sujeto que conoce;
la producción del conocim iento está condicionada por la situación de
quién o quiénes lo producen.
A hora bien, esta prem isa epistem ológica no es un a p rio ri arbitra­
rio; tiene una base real que se deriva de un hecho al que aludirem os en
diferentes pasajes de este libro, a saber: que el sujeto del conocer está
im plicado en la realidad y de ella no puede separarse ni por la esp ecu ­
lación científica, ni por la especulación filosófica, pero puede trascen ­
derla y tom ar distancia. El hom bre/científico que se constituye en la
historia, en la praxis y en la reflexión, está inm erso en una realidad de
cuya totalidad form a parte tam bién com o sujeto cognoscente (observa-
dor/conceptuador/interrogador/receptor). La persona que piensa, co n ­
tiene en una unidad dialéctica lo objetivo y lo subjetivo.

61
Ezequiel Ander-Egg

Según esta prem isa, las form as de conocim iento están ligadas a las
form as del ser social, lo que equivale a afirm ar que el sujeto que cono­
ce no se separa de su existencia objetiva y ello condiciona la produc­
ción de conocim ientos. A partir de esta posición epistem ológica adop­
tada, se derivan dos conclusiones principales:

• la relación dialéctica e inescindible entre el ser y el conocer;


• el condicionam iento de la realidad sobre el conocim iento, y del
sujeto cognoscente sobre el conocer.

N uestra tesis no va m ás allá de la afirm ación precedente. D e ningún


m odo sostenem os que el pensam iento sea un “reflejo" de los objetos y
fenóm enos de la realidad m aterial y espiritual en la m ente del hom bre.
Si esto fuera así, el pensam iento sería puram ente pasivo, un sim ple ep i­
fenóm eno de la realidad social, incapaz de actuar transform adoram en­
te sobre ella. En este caso, las ciencias físico-naturales y las ciencias
sociales serían furgón de cola de la realidad, pero nunca germ en de
nuevas realidades. L a historia de la ciencia nos revela de m anera m ás
que suficiente que no es así: el conocim iento científico es m ucho m ás
que el reflejo de las cosas. Para que pueda considerarse com o tal, d e ­
be form ar parte de un sistem a o cuerpo de conocim iento; depende, y
form a parte, de una organización teórica que no está en la realidad m a­
terial.
Sin em bargo, ciertos resabios de la tesis epistem ológica del “ p en sa­
m iento com o reflejo de la realidad" han conducido a una visión m eca-
nicista de las relaciones entre la realidad (naturaleza y sociedad) y la
producción del conocim iento. Según esta tesis, los conocim ientos q u e­
dan reducidos a ser sim ples reflejos m ecánicos o fotográficos de la rea­
lidad en la m ente del hom bre. Tal concepción, con frecuencia ligada a
lo que se ha llam ado el “m anualism o m arxista", hoy está totalm ente
desechada... A unque eso no significa que el “m anualism o" haya d e sa ­
parecido.
R etom am os nuestro discurso: la realidad es la base y el punto de
partida de las ideas; el conocim iento es producto de condiciones h istó ­
ricas; el objeto influye sobre el sujeto, éste asim ila y se m odifica con

62
M étodos y técnicas de investigación social

esta influencia, pero a su vez tam bién actúa sobre el objeto. “El objeto
y el sujeto se m ezclan y se transform an m utuam ente en el acto del c o ­
nocim iento” , 18 com o decía Teilhard de C hardin. El sujeto, com o espí­
ritu que piensa, se integra en lo observado y conceptuado. El objeto se
da a un sujeto que observa y conceptúa.
*
Estos son puntos de coincidencia para toda una am plia corriente del
pensam iento contem poráneo. Las diferencias aparecen cuando dam os
un paso m ás y nos planteam os de m anera m ás específica la articulación
de la producción del conocim iento con la realidad antropo-social que
la condiciona, o bien en la correlación entre el proceso social y el p ro ­
ceso m ism o de las ciencias.
Según nuestro m odo de ver el problem a en este m om ento, p o d ría­
m os resum ir nuestro pensam iento en lo siguiente: el enraizam iento del
sujeto en las condiciones de su sociedad y el carácter histórico de la
producción científica nos revelan un cuádruple condicionam iento del
conocim iento en cuanto producto cultural:

• la situación contextual, en la coyuntura en que se desarrolla ese


conocim iento;
• los m arcos referenciales apriorísticos, com o son las opciones
científicas e ideológicas;
• los supuestos m etateóricos subyacentes: ontológicos, gnoseológi-
cos, lógicos, epistem ológicos y paradigm áticos;
• los factores personales.

A hora bien, si la actitud científica nos im pulsa a realizar un esfu er­


zo para introducir racionalidad al conjunto de la experiencia hum ana,
tam bién tenem os que hacer ese esfuerzo para explicar, tanto cuanto sea
posible, los supuestos y condicionam ientos de nuestra m anera de pen-

sar. E sta es la tarea que ahora vam os a intentar.


C uando hablam os de los con d icion am ien tos de la situación co n ­
textual, hacem os referencia a las circunstancias históricas, sociales,
económ icas, culturales y políticas en las que aparece y se desarrolla
ese conocim iento: las relaciones existentes entre los hom bres que se

63
Ezcquiel Ander-E%x

dan en un contexto determ inado y los problem as que afrontan, estab le­
cen y condicionan una determ inada y peculiar m anera de leer la reali­
dad. Todo investigador — com o cualquier otra persona— es parte inte­
grante de una sociedad, configurada por cuatro subsistem as, social, p o ­
lítico, cultural y económ ico, que inciden en el m odo de pensar y de ac­
tuar de los individuos. Por notable que sea un científico, su pensam ien­
to se desarrolla en una situación contextual, acotada en un tiem po y en
un espacio determ inado.
Tam bién hablam os del m arco referencial ap riorístico com o co n ­
dicionam iento del m odo de producir el conocim iento. ¿Q ué es un m ar­
co referencial apriorístico? E ntendem os por tal las opciones científicas
e ideológicas desde las cuales se aborda la lectura de la realidad.
N unca leem os/observam os la realidad desde una tabula rasa, lo ha­
cem os desde un sujeto que interroga y, cuando interroga la realidad, lo
hace desde categorías, significaciones, creencias, etc., que pueden ser
muy elem entales (sim ples prejuicios, sistem a de valores, pautas cu ltu ­
rales, etc.), o muy elaboradas: teorías científicas que constituyen el *
m odelo referencial usado para interpretar la realidad o ideologías que
constituyen una cosm ovisión configurada por una concepción de lo
que es el hom bre, la sociedad, la historia, el cosm os, y el alfa y om ega
com o principio explicativo de esta realidad en cuanto a su principio y
fin.
C uando hacem os referencia a los su p u estos m etateóricos. aludi­
m os a cinco cuestiones fundam entales que subyacen e im ponen o rien ­
taciones al conocer, a las form ulaciones m etodológicas y a la m ism a
elaboración teórica: ontológicas, gnoseológicas. lógicas, ep istem o ló g i­
cas y paradigm áticas. Se trata de cuestiones diferentes que no form an
parte del cuerpo teórico de la ciencia, pero que lo condicionan en sus
problem as, creencias y postulados subyacentes que. de m anera casi
siem pre im plícita, com parten los científicos sobre la base de razones
no siem pre reflexionadas.
A ntes de entrar a co n sid erar cada una de estas cuestiones, ad v erti­
m os que en el uso de estos térm inos no existe pleno acuerdo aún entre
los epistem ólogos. A sí, por ejem plo, com o explica L alande en su D ic-
tionnaire philosophique, la palabra “epistem ología en francés d esig ­
na lo que en inglés llam an “teoría del co n o cim ien to “ o gnoscología;

64
M étodos y técnicas d e investigación social

pero esta distinción no es usual en italiano. Para B unge, epistem ología


y filosofía de la ciencia, en cuanto “ram a de la filosofía que estudia la
investigación científica y su producto el conocim iento” ,19 son la m is­
m a cosa. Para M orin,20 la relación entre la epistem ología y las ciencias
cognitivas es extraña. Para las ciencias cognitivas, la epistem ología es
una de las ciencias que ellas abarcan; para la epistem ología, las c ien ­
cias cognitivas son algunas de las ciencias que ella exam ina. M orin,
por su parte, establece una relación recursiva entre esos dos puntos de
vista... Toda esta breve referencia nos pone de relieve la existencia de
desacuerdos en cuanto al uso de esta term inología. Esto supone que to ­
do cuanto vam os a decir q u ed a abierto a una discusión m ás am plia.
E ntrando en el tem a, m encionam os en prim er lugar las cuestiones
on tológicas, sin que ello signifique que sean prioritarias o m ás im p or­
tantes. E stas cuestiones hacen referencia a la naturaleza del objeto que
se estudia. En nuestro caso, se trata del objeto social, o sea, se p ro cu ­
ra responder a la cuestión de qué clase de realidad es la realidad social.
L a respuesta a esta pregunta condiciona la form a de abordaje de esa
realidad. C om o ya lo indicam os, “si un m étodo es, en efecto, un m odo
de acercarse a la realidad, la concepción de la realidad será d eterm i­
nante para el m étodo” . Y esto es lo que hace el m ism o D urkheim en su
libro L as reglas del m étodo sociológico. A ntes de indagar el m étodo
que conviene para el estudio de los hechos sociales, establece qué c la ­
se de realidad es un hecho social, o sea, la naturaleza y especificidad
del ám bito de aplicación de los m étodos y de las técnicas. L a pregun­
ta y la respuesta ¿qué es conocer? ha estado ligada a la pregunta y res­
puesta ¿qué es la realidad?
Hoy, las preocupaciones ontológicas han perdido im portancia: el
papel fundam ental y estratégico en la definición de los objetos, y en el
m odo de relacionam os con ellos, viene dado por la problem ática del
conocim iento. Se ha dado, pues, lo que podría llam arse un pasaje de
las preocupaciones ontológicas a las preocupaciones gnoseológicas o
de teoría del conocim iento. D e ahí la im portancia que han adquirido la
filosofía de la ciencia y la epistem ología que, com o ya se advirtió, p a­
ra algunos son lo m ism o y para otros son disciplinas diferentes. Hay,
pues, cuestiones condicionantes del m étodo que son de carácter gno-
seológico o de teoría del con ocim ien to. El problem a central, desde

65
Ezequiel Ander-E#%

este punto de vista, es el de estudiar la relación entre el sujeto/observa-


dor/conceptuador y el objeto/observado/conceptuado, en el acto m is­
mo de conocer. Tam bién trata de fundam entar aquello que perm ite d e­
cidir cuándo es posible aceptar una proposición — o enunciado— co­
mo presum iblem ente válido o, si se quiere, establecer cuándo un co n o ­
cim iento está bien fundado. El com ponente gnoseològico analiza el
problem a del conocim iento en general, m ientras que el com ponente
epistem ológico hace referencia al conocim iento científico en particu­
lar.
En cuanto a las cuestiones ep istem o ló g icas o de filosofía d e la
ciencia, éstas tratan de establecer las posibilidades del conocim iento
científico, su m odo de producción, sus form as de validación y sus lí­
mites. Se establece cóm o y cuándo puede generalizarse un co n o ci­
m iento científico, y cóm o se form alizan y articulan un conjunto de co ­
nocim ientos para articular una teoría. Se analiza la estructura form al de
las ciencias, el estudio crítico de los principios, conceptos y categorías,
y los resultados de la ciencia, de cara a determ inar su consistencia ló­
gica, su valor, su alcance y significado.(*) M e parece oportuno trans­
cribir en este contexto lo que entienden por epistem ología K lim ovsky
y Bunge; si bien sus perspectivas y form ulaciones no son coincidentes,
se trata de los dos epistem ólogos m ás im portantes que ha tenido A r­
gentina. Para el prim ero de estos autores, el térm ino se refiere “exclu­
sivam ente a los problem as del conocim iento científico, tales com o las
circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a su
obtención, y los criterios con los cuales se los ju stifica o invalida. L a
epistem ología sería, entonces, el estudio de las condiciones de pro d u c­
ción y validación del conocim iento científico” .21 Para B unge, “ la ep is­
tem ología, o filosofía* de la ciencia, es la ram a de la filosofía que estu ­
dia la investigación científica y su producto, el conocim iento cien tífi­
co .22 Uno y otro relacionan la epistem ología con el conocim iento
científico. De m odo general, para com pletar estas consideraciones, he­
m os de decir que el tratam iento o cuestión epistem ológica depende b á­
sicam ente de cóm o se ha respondido a la cuestión ontològica.
(*) La gnoseologia, o teoría del conocimiento, casi siempre hace referencia a la teoría del conocim iento en ge­
neral, mientras que los términos "epistem ología” y "filosofía de la ciencia" (en algunos sentidos, equivalente a
los anteriores) se usan preferentemente —com o adviene Ferrater M ora en su D iccionario d e fila se la — para
designar la teoría del conocimiento científico.

66
M étodos y técnicas d t investigación social

Por otra parte, toda m etodología tiene exigencias de carácter lógico


que hacen referencia a los criterios que especifican las leyes y form as
de pensar, y sirven de base com ún para todo saber hum ano. Se trata,
tam bién, de las reglas del conocim iento correcto, esto es, del proceso
del pensar arm onioso y coherente que indica los cam inos o procedi­
m ientos del espíritu hum ano qué’, desde un punto de vista general, se
siguen en el m étodo científico.
Se trata de fundam entar la selección de variables o caracteres co n ­
siderados pertinentes o esenciales; la descom posición/análisis de las
partes constitutivas y la com posición/síntesis de las partes que en el
análisis han sido descom puestas. C om porta, asim ism o, la co n sid era­
ción de las form as correctas de deducción e inducción. Es la lógica
form al que se ocupa de la form a y no de los contenidos del co n o ci­
m iento, proporcionando las reglas de ordenación de los nexos a través
de los cuales, si se parte de prem isas verdaderas, se puede tener segu­
ridad acerca de una conclusión. A dem ás de estas cuestiones de lógica
form al — que en el fondo es un procedim iento de dem ostración y d e­
ducción— , la lógica sim bólica (o lógica m atem ática) ha form alizado
los problem as clásicos de la lógica form al, valiéndose tanto de m éto­
dos de exposición sim bólicos y de la form alización de las operaciones
lógicas, com o de sus contenidos.
Tenem os, por últim o, el paradigm a o m atriz d isciplinaria, co n s­
tituida esencialm ente por las creencias com partidas por una co m u n i­
dad científica. Se trata de un supuesto m etateórico o factor supracog-
nitivo (com partido y no cuestionado en un m om ento histórico) que
condiciona el discurso científico y tiene sus consecuencias teóricas y
experim entales. Incluye los supuestos teóricos, generalizaciones sim ­
bólicas, m odelos y criterios que determ inan las preguntas, la aceptabi­
lidad de las explicaciones y las form as de aplicar los m étodos, técnicas
y procedim ientos.
Kuhn ha utilizado el térm ino con dos sentidos principales: com o
constelación de creencias, valores, técnicas, etc., que com parten los
m iem bros de una com unidad científica, y com o m odelo de problem as
y soluciones.23 Por su parte, M orin explica el paradigm a com o un
“principio de distinciones/uniones/oposiciones fundam entales entre al­
gunas nociones claves, que dirigen y ordenan el pensam iento, es decir,

67
Ezequieí A n der-E w

la constitución de teorías y de producción de d iscursos” .24


D esde que Kuhn publicara su libro The Slructure o f S e ie n ú fie R e-
volutions (1962), y se suscitaran los debates y desarrollos que o casio ­
nara su obra, la problem ática del paradigm a o paradigm as de las c ie n ­
cias, com o explicación de un supuesto m etateórico o factor supracog-
nitivo que condiciona el discurso científico, adquirió una im portancia
fundam ental.'L os cam bios de paradigm as producen las tran sfo rm acio ­
nes revolucionarias en el desarrollo de la ciencia y de las teorías c ien ­
tíficas.
M ás profundo que los paradigm as, que son m odelos subyacentes de
la ciencia, se encuentran los que se han dado en llam ar “códigos de c i­
vilización” o “códigos culturales subyacentes” . D ecim os que son más
profundos, pues subyacen en los m ism os paradigm as en cu an to son
m odos que nos han configurado m entalm ente para la lectura de la rea­
lidad, en cinco dim ensiones principales:

• el espacio,
• el tiem po,
• la relación persona-persona,
• la relación persona-naturaleza.
• la relación persona-trascendencia.

John G althung, de quien tom am os estas distinciones, ha estu d iad o


las diferentes lecturas que se hacen de esas cinco dim ensiones, según
sea la persona occidental u oriental (entendido esto en sentido cultural,
no geográfico).
Estos códigos de civilización subyacentes condicionan no tanto las
preguntas que puedan plantearse, com o las respuestas que se puedan
dar, ya que han configurado las form as de pensam ientos. A sí. pee
ejem plo, para un occidental, el universalism o con el centro en O c c i­
dente será su perspectiva del espacio. La idea de caída, salvación, p ro ­
greso, crisis, catarsis y de un final de salvación será su perspectiva del
tiem po. Y, en la relación hom bre-hom bre y hom bre-naturaleza, p rev a­
lecerá la idea del dom inio; m ientras la trascendencia — ligada en un fi­
nal de salvación— se dará en un cielo su pra-histórico o en una sceie-

68
M étodos y técnicas d e investigación social

dad sin clases intra-histórica. Este m odo de pensar no subyace en una


perspectiva oriental.
P or últim o, hablam os de los factores p erson ales o de la ecu ación
personal, no sólo en el sentido antes aludido de “ introducir al o b ser­
vador en la observación“, sino en el sentido de los factores m ás estric­
tam ente personales. “La ciencia, considerada com o conjunto acabado
de conocim ientos, es la creación hum ana m ás im personal; pero, c o n si­
derada com o proyecto que se realiza progresivam ente, es tan subjetiva
y está tan psicológicam ente condicionada com o cualquier otra em p re­
sa hum ana.’*25
E sta declaración de E instein nos ayuda parcialm ente a form ular la
cuestión que aquí querem os plantear com o condicionam iento de la
producción científica. Se trata de una cuestión que ha sido m uy poco
estudiada o considerada, pero no por ello deja de ser relevante. Bajo e s­
tas denom inaciones — factores personales, ecuación personal— , desde
la opción de clase con los resabios o no del origen de clase hasta los
factores estrictam ente psicológicos,(*) querem os llam ar la atención so­
bre las características de la personalidad que condicionan y que, a su
vez, se proyectan sobre el conocim iento, dándoles, a veces, una cierta
tonalidad. L a posición del individuo en la sociedad determ ina una m a­
nera de “ ver” la realidad, y la form ulación de sus ideas lleva un sello,
m ás o m enos m odificado, de su personalidad. Si los paradigm as, u tili­
zando el lenguaje de M orin, son el condicionam iento que tiene el d is­
curso de los factores su pracogn itivos, la ecuación personal puede
considerarse com o el conjunto de factores intracogn itivos (necesida­
des, aspiraciones), inseparables del sujeto cognoscente y de las d eter­
m inaciones culturales, sociales
J e históricas.
Todas las reflexiones sobre este punto han tenido un propósito cen ­
tral: llam ar la atención sobre la com plejidad y profundidad de los co n ­
dicionam ientos que influyen en nuestro proceso de producción del co ­
nocim iento. Estam os condicionados aun para leer nuestros co n d icio n a­
m ientos.

(• ) Com o ejem plo de esta influencia, señalam os los estudios de Gastón Bachelard sobre el psicoanálisis del co­
nocim iento objetivo, en los que dem uestra claram ente, por medio de diversos ejemplos, cóm o algunos factores
de la personalidad del científico — concretam ente. Bachelard analiza la influencia de la libido del que cono­
ce— influyen e incluso determinan las conclusiones e interpretaciones de los diferentes datos, o sim plem ente
condicionan el lenguaje utilizado (con lo que todo esto conlleva).

69
E?equiel Ander-Egg

Podem os introducir el análisis del observador que observa la reali­


dad, pero esto no elim ina los problem as de los lím ites y co n d icio n a­
m ientos de nuestros conocim ientos. A unque nos da un punto de p arti­
da más sólido: sabem os que “som os tributarios de condiciones bioan-
tropológicas del conocim iento... El conocim iento sim plificante ignora­
ba el problem a de sus propios lím ites, ya que pensaba reflejar la natu­
raleza m ism a de las cosas. El conocim iento com plejo, verdadero en
este sentido, tiene necesidad de reconocer perm anentem ente el proble­
ma de los lím ites y de los agujeros negros del conocim iento. D ebe sa­
ber que toda m irada conlleva su punto ciego, que todo principio de ex­
plicación descansa sobre alguna cosa inexplicable en su propio siste­
ma de explicación, que toda cultura nos ciega, aunque no sea m ás que
por etnocentrism o y creencia ingenua en el valor universal de sus m e­
dios de conocim iento’’.26
Para decirlo en breve: cuando el científico hace un abordaje de la
realidad que es el ám bito de su ciencia, lo hace desde dos opciones que
son, a p rio ri, su opción ideológica (si se quiere, tam bién podría decir­
se desde su cosm ovisión) y el m arco teórico de su ciencia. O, para ser
más preciso, de la teoría de referencia que le sirve para orientar su tra­
bajo de investigación.
Puestos en la perspectiva de las tareas propias de la investigación
social, y habida cuenta de lo que ya hem os exam inado acerca de que
el conocim iento no se produce prescindiendo del sujeto cognoscente,
ni del contexto, cabe form ularse cuatro preguntas:

• ¿D esde d ó n d e se co n o ce? E sto incluye desde la biografía p erso­


nal, la posición de clase, el país donde se vive, la institución d es­
de la que se trabaja, la coyuntura política, la situación eco n ó m i­
ca, etc.•
• ¿C ó m o se co n o ce? Es decir, desde qué a p rio ri científicos e ideo­
lógicos se aborda la realidad.
• ¿ C o n qué se co n o ce? O sea, qué instrum entos o procedim ientos
operativos se van a utilizar para ab o rd ar la realidad que es m o ti­
vo de estudio, y las categorías y co n cep to s con los que se “ lee” la
realidad.

70
< M étodos y técnicas de investigación social

* ¿Para qué se con oce? El conocer no es neutro en su intenciona­


lidad, siem pre se conoce para algo. A quí no entendem os la inten­
ción com o acto del entendim iento dirigido al conocim iento de un
objeto, sino la intención en cuanto finalidad del conocer: ¿para
qué se conoce?; esta cuestión no se agota con sólo indicar la fina­
lidad de ese conocer (verificar hipótesis, diagnosticar una situ a­
ción problem a, etc.), sino que alcanza el problem a de a quién sir­
ve el conocim iento. Las ciencias sociales no son avalorativas ni
apolíticas; la intencionalidad últim a del quehacer científico es la
dim ensión política de la ciencia. La tarea de hacer ciencia no p u e­
de desvincularse de su intencionalidad; y esto por una razón fun­
dam ental: la ciencia no tiene en sí m ism a su razón de ser.

Para tres categorías de procesos de investigación puede d e m o s­


trarse una in terrelación esp ecífica entre reglas ló g ico -m eto d o ­
lógicas e intereses d irecto res del conocim iento. É sta es la tarea
de una teoría crítica de la ciencia que burla las tram pas del p o ­
sitivism o. En el punto de partida de las cien cias e m p íric o -an a ­
líticas hay un interés técnico, en el de las cien cias histórico-
h crm en éu ticas un interés práctico, y en el de las cien cias o rien ­
tadas críticam en te aquel interés em an cip ato rio del co n o ci­
m iento que, sin concederlo, estab a ya com o base en las teorías
tradicionales...
J. Habermas
Ezequiel Ander-Egg

Bibliografía citada

1 A U SU B E L , D . P., Psicología educativa: un punto de vista cognitivo. M é­


xico, Trillas, 1976.
m
2 FROM M , Erich, La revolución de la esperanza, M éxico, FCE, 1968.
3 M A T U R A N A , Hum berto, “N eu rop h ysiology o f C ogn ition ”, en Garvin
(ed.): Cognition: A Multiple View, N ueva York, Spartan B ooks, 1970.
4 PIAGET, Jean, Biologie et connaissance, Paris, Gallim ard, 1967.
5 M O RIN, Edgard, El método. El conocim iento del conocimiento, B arcelo­
na, Cátedra, 1988.
6 PENROSE, Roger, Lo grande, lo pequeño y la mente humana, M adrid.
1999.
7 M ORIN, Edgard, op. cit.
8 BA B IN I, José, El saber, B uenos A ires, N ueva V isión, 1975.
9 HELLER, A gnes, Sociología de la vida cotidiana , Barcelona, Península,
1977.
10 ídem .
11 EINSTEIN , Albert, Out o f My Later Years, N ueva York, P hilosop hical L i­
brary, 1950.
12 HELLER, A gn es, op. cit.
13 M O R IN , Edgard, op. cit.
14 G U B A , Egon y L IN C O L N , Ivonne, Fourth Generation Evaluation, N e w ­
bury Park, Sage P ublications, 1964.
15 M A T U R A N A , Hum berto, op. cit.
16 W ATZLAW ICH, Paul, La realidad inventada, B u en os A ires, G edisa. 1989.
17 M O RIN, Edgard, op. cit.
18 T E IL H A R D de C H A R D IN , P., El fenóm eno humano, M adrid, Taurus,
1967.
19 B U N G E , M ario, Epistemología. Ciencia de la ciencia, B arcelona, A riel.
1980.
20 M O R IN , Edgard, op. cit.
21 KL1M OVSKI, G regorio, Las desventuras d el conocim iento científico,
B uenos A ires, A -Z Editora, 1994.

72
%této%ioi v ttcn n a s Je investí ¡(tnión um tal

22 BUNGE, Mario» op. cit.


23 KUHN. Thomas» l*i estructura Je las revoluciones científicas. México,
FCE» i m
24 MORIN. Edgard, F\ira salir del siglo XX. Barcelona. Kairós, 1981.
23 EINSTE1N. Albcrt. op. cil.
26 MORIN. Edgard. op cit.

73
Capítulo 2

Aprender a pensar
en la era planetaria

1. A p ren d er a p e n sa r
2. P or q u é el p e n sa r debe situarse en un contexto p la n eta rio
3. P ensar en el contexto de una rápida obsolescencia
de los conocim ientos
4. P ensar desde la incertidum bre y la p erp lejid a d
5. A p ren d er a p e n sa r la co m p lejid a d de lo real
6. A p ren d er a p e n s a r en térm inos sistém icos
7. D esa rro lla r un p en sa m ien to ecologizado
A n exo 1. E l fin de las certidum bres
A n exo 2. L as sugerencias de M orin p a ra aprender
a p e n s a r la com plejidad

75

i
I

La era planetaria exige situar todo en ese contexto


planetario. El conocim iento del m undo com o tal se
ha convertido en una necesidad a la vez intelectual
y vital. Es un problem a que se p la n tea a todo c iu ­
dadano: cóm o tener acceso a las inform aciones s o ­
bre el m undo y a dquirir la p o sib ilid a d de a rticu la r­
las y organizarías. Para tener esa p o sib ilid a d hace
fa lta una re fo rm a del p e n sa m ie n to .
E d g a rd M o rin

La nueva visión de la realidad que hoy se perfila,


se basa en la com prensión de las relaciones y d e ­
p en d en cia s recíprocas y esenciales en todos los f e ­
nóm enos: físico s, biológicos, psicológicos, sociales
y culturales. E sta visión va m ás allá de los actua­
les lím ites disciplinarios, conceptuales e institucio­
nales..., p ero las líneas generales del nuevo p a r a ­
digm a ya las están trazando m uchos individuos,
com unidades y g rupos que están ideando n uevos
m o d o s d e p e n s a r y que se están organizando s e ­
gún nuevos principios.
F r itjo f C a p r a

77
]
1. Aprender a pensar
I

H em os hablado del conocim iento y del co n o cer com o antesala del


tem a de este capítulo: aprender a pensar en la era planetaria. Y lo h e­
m os hecho porque existe una interdependencia entre el conocer y el
pensar.
C om enzam os nuestra reflexión sobre el tem a que vam os a tratar en
este capítulo, con una afirm ación extrem adam ente sim ple, obviam ente
clara, pero que no parece ser tan evidente si nos atenem os a los m éto­
dos pedagógicos propios de la m ayoría de las universidades: sab er
p ensar no es lo m ism o que sab er estudiar. E xisten m étodos y técn i­
cas — a veces, sim ples recetarios de reglas m nem otécnicas— para e n ­
señar a estudiar. Tam bién hay profesores que creen que enseñar a pen­
sar es entrenar a sus alum nos para que piensen com o ellos... Y, ya que
relacionam os el problem a con la universidad, advertim os que el apren­
der a pensar no se puede enseñar com o una asignatura más. Sin em b ar­
go, en el m odo de enseñar o, dicho con m ás precisión, en la m etodolo­
gía utilizada en el proceso de enseñanza/aprendizaje, se puede ayudar
a aprender a pensar. E nseñar a pensar tendría que ser uno de los o b je­
tivos esenciales de la educación. “ R esulta difícil — afirm a N ickerson—
im aginar un objetivo educativo m ás esencial que la enseñanza y el
aprendizaje de cóm o pensar con m ayor eficacia de lo que norm alm en­
te hacem os.” 1
P ensar es la form a de detenerse frente a las cosas, de interrogarlas
y de expresar las respuestas razonadas y reflexionadas; cuando se tra­
ta de la ciencia, estas respuestas se expresan en una abstracción cien tí­
fica. P ensar es, consecuentem ente, algo m ás com plejo y m ás im portan­
te que saber estudiar; es una cualidad m ás bien rara. No pretendem os
enseñar a pensar a través de un texto y en el estrecho lím ite de un c a ­
pítulo. Sim plem ente querem os com partir algunas reflexiones sobre el
pensar, con la esperanza de que sea una incitación a ello... M uchas ve­
ces nos hem os preguntado: ¿por qué no se enseña a pensar, siendo una
capacidad que se puede adquirir? Es cierto que pensar es algo peligro-

79
Ezequiel Ander-Egg

so para “lo establecido” , y para lo que es rutina en lo que se cree y en


lo que se hace. Pero, si la universidad es el lugar por excelencia (o d e­
bería ser) de la racionalidad y del pensam iento, ¿por qué no se enseña
a pensar? He encontrado en R. C rutchfield una respuesta bastante sa­
tisfactoria. En un articulo publicado en 1969, afirm a que se ha descui­
dado el desarrollo de las habilidades del pensam iento, porque se parte
de dos supuestos falsos:

1) que las habilidades de pensar no son susceptibles de ser en señ a­


das y
2) que no es necesario en señ arlas.2

Para que esta apertura pueda darse, es necesario com en zar con una
buena disposición para d esech ar las categorías del p en sar que son
obsoletas. Una persona que tiene un m ínim o de form ación académ ica,
teóricam ente, no tiene m ayor dificultad en aceptar que las teorías y los
conocim ientos cam bian; sin em bargo, en su m anera de pensar, puede
estar com o “ instalada” en unas categorías, problem as y m étodos que la
incapacitan para entender el presente, y m ucho m ás para abrirse al fu ­
turo y para proyectarse a lo radicalm ente nuevo.
Con frecuencia, esta instalación/prisión, en form ulaciones que fue­
ron válidas, y hasta de vanguardia y críticas en su m om ento, conduce
a un em pobrecim iento vital/intelectual, com o co n secu en cia de no sa­
ber vivir la aventura del conocim iento y de la búsqueda abierta hasta el
infinito.
Todos utilizam os categorías, m étodos, teorías, etc., para co m p ren ­
der y conocer la realidad. Pero, cuando todo eso lo utilizam os com o si
fuera válido m ás allá del tiem po y del espacio, co rrem o s el riesgo de
em balsam ar nuestro pensam iento con esas categorías, m étodos e in ter­
pretaciones. Y un pensam iento em balsam ado term ina por su b o rd in ar la
realidad a la teoría o, si se quiere, a una cuestión m ás sim ple, com o son
los propios deseos y opiniones. C on ello se corre el riesgo de que la
realidad contradiga brutalm ente sus form ulaciones teóricas, con el
agravante de no ver la realidad, ya que nos inclinam os a ver p referen ­
tem ente lo que está detrás de nuestros ojos, m ás que lo que se e n cu en ­
tra delante de ellos.
80
M étodos y técnicos d e investigación social

En parte, la obsolescencia del pensam iento es consecuencia de una


extrapolación inapropiada de una teoría o de un pensam iento que fue
válido en un determ inado m om ento, pero que las nuevas circunstancias
m uestran com o insuficiente o falso. Así, por ejem plo, querer seguir ra­
zonando en térm inos de una lógica aristotélica, de una geom etría eu-
clidiana o de una física new toniana es quedar fuera de la ciencia, es ig ­
norar los progresos y saltos cualitativos que se dieron en el pensam ien­
to científico. A lgo parecido ocurre en las ciencias sociales: ignorar a
M arx es ser un analfabeto en ese cam po; querer interpretar todo con el
instrum ental que M arx proporcionó es no com prender a M arx y es q u e­
d ar fuera de la ciencia y m utilado para com prender lo que pasa en el
m undo actual.
Sin em bargo, nosotros querem os ir m ás allá: no sólo se trata de su­
perar y desechar categorías obsoletas, sino de aprender a pensar un
m undo cada vez m ás com plejo, una realidad cada vez m ás com pleja,
problem as cada vez m ás com plejos, ciencias cada vez m ás com plejas;
sobre todo, las ciencias m ás avanzadas... En fin, lo que aquí querem os
plantear es el tránsito del paradigm a de la sim plificación al paradigm a
de la com plejidad.

Siempre se encontrarán algunos hombres que piensen por sí


mismos... Ellos, después de haber rechazado el yugo de la mi­
noría de edad, ensancharán el espíritu de una estimación per­
sonal del propio valor y de la vocación que todo hombre tiene:
la de pensar por sí mismo.
Emmanuel Kant

Para saber pensar

L a ciencia es un saber de respuestas a preguntas que alguien se for­


m ula y de respuestas a problem as que se afrontan. Para ello hay que
“ver” —> “algo que p asa” . Pero saber ver — com o dice M orin— “re­
quiere saber pensar lo que se ve” ..., y “saber pensar el propio pensa­
m iento” . D e ahí la “necesidad de pensam os pensando; de conocem os

81
ICzequirl A ruter t-.Rf,

conociendo” . ¿C óm o hacerlo? O . lo que es lo m ism o, ¿cóm o d esarro ­


llar las capacidades del pensam iento?
lie aquí el desafío del saber pensar que “ no es algo que ve obtiene
m ediante una técnica, receta, m étodo. S aber pensar no es solam ente
aplicar la lógica y la verificación de los datos de la experiencia. E sto
supone tam bién saber organizar los datos de la ex p erien cia’*.
Y para esto el m ism o M orin nos indica el cam ino:

l
r '• ordenan el p en sam ien to que
que reglas nos hace organizar lo real.
e s decir.
“T enem os que com prender i <
• sclccc»oaan/pnv ilcgian c»cr-
qué principios lo s d alos.
k* el i minan, c u b a llc m /a n ot/ov ~

“Saber pensar sign ifica indi se d a b le m e n te


saber pensar el propio p en sam ien to

Lo cierto es que no es habitual pensar sobre el p ro p io pensar. ¿P or


qué ocurre esto? A ntes, tenem os que p reguntam os: c j>*r qué pensam os
unos problem as y no otros?, ¿con qué criterio s hacem os la selección o
elim inación de los problem as que pensamos*7 C o n trariam en te a lo que
se podría pensar con una respuesta “ racio n al” , en el origen, m o m o o
fundam ento de nuestras eleccio n es, aun de las eleccio n es de los p ro ­
blem as científicos, m edian cu estio n es que no son ni de lógica, ni de
epistem ología. En cada cien tífico juegan m uchas v s a n a d a s razones:
conveniencias eco n ó m icas, co n v iccio n es filosóficas o religiosas, razo ­
nes de m ilitancia política, m otivos co m erciales o im pulsos im ag in ati­
vos... Tam bién influyen la propia cultura (en el sentido an tro p o ló g ico
del térm ino), las inquietudes que existen en un d eterm in ad o co n tex to
político o económ ico, y hasta las propias carac terísticas de p e rso n a li­
dad. ro d o esto no excluye las razo n es lógicas v científicas nvls e stn c -
lam ente racionales. C o m o vem os, las razones pueden ser m us vana-
M étodos y técnicas d e investigación social

das, y no siem pre se es consciente de esta dim ensión de la propia ecu a­


ción personal. De ahí una de las razones principales para aprender a
pensar el propio pensam iento, aunque ello no nos diga por qué no lo
hacem os.
El punto de partida del aprender a pensar es qu$ cada persona sea
capaz de pensar por sí m ism a acerca de los sistem as referenciales. Ya
hicim os alusión a este problem a al hablar de los condicionam ientos del
conocim iento y de la producción científica y cultural. N os referíam os
al m arco referencial apriorístico, pero aquí lo hacem os m ucho m ás am ­
pliam ente: no sólo incluim os las opciones ideológicas y científicas a
las que habíam os hecho referencia, sino tam bién las creencias religio­
sas, el sistem a de valores, los factores de personalidad (especialm ente
los em ocionales), y de m anera particular la propia cultura.
D espués — estrecham ente ligado a lo anterior— hay que analizar
los propios factores m otivacionales. En la*actividad científica, no sólo
existen razones lógicas y objetivas, sino que tam bién entrañan em ocio­
nes, im pulsos im aginativos, convicciones filosóficas e incluso pasión
“m ística”. En este punto, conviene recordar la declaración de E instein
a la que hicim os referencia, sobre los condicionam ientos psicológicos
de la ciencia.

2. Por qué el pensar debe situarse en un contexto planetario

D entro de m uy pocos m eses — el 1 de enero de 2001— iniciam os


el tercer m ilenio. Si algo hay que destacar com o el acontecim iento del
im pacto más global en el paso de este um bral, es el hecho de encon­
tram os en la era planetaria. El proceso iniciado a finales del siglo XV
culm ina en las últim as décadas del siglo XX: “Sobre nuestro planeta se
extiende por prim era vez — com o dice Vaclav Havel— una civilización
global y única.” La llam ada “civilización occidental” se ha convertido
en una “civilización m undial” . Todos los procesos económ icos, políti­
cos, sociales y culturales, y la tram a m ism a de las relaciones entre los
pueblos, adquieren una dim ensión m undial. Todos, de una u otra m a­
nera, sentim os sus consecuencias.
P or los im pactos de la globalización, estam os descubriendo el pro-

83
Ezequiel Ander-Egg

ceso de m undialización/planetarización. Y, gracias a los vuelos espa­


ciales, estam os descubriendo la Tierra. L a T ierra, vista desde fuera, nos
ofrece una perspectiva que nos perm ite pensar — com o dijo el astro­
nauta Russel Scheickhart— que es posible el com ienzo “de algo nue­
vo”. P or su parte, Pedro D uque, desde el D iscovery, nos decía que no
“veía fronteras” ... Todos los astronautas han tenido la percepción de la
Patria-Tierra, de que el planeta y la hum anidad son una única entidad.
Es probable que ello ayude a que todos com encem os a sentim os, al
m enos, com pañeros de la “nave espacial T ierra” .
L a m undialización es un proceso irreversible; estam os obligados a
vivir dentro de este proceso, aceptando sus retos y desafíos, y tratan ­
do de aprovechar las oportunidades que ofrecen para m ejo rar la cali­
dad de vida de los seres hum anos (por ahora, sólo de m anera lim ita­
da). Sin em bargo, frecuentem ente nos encontram os desconcertados,
sin saber muy bien a qué atenem os, y no sabem os bien qué es lo que
nos pasa.
E sto no es extraño que ocurra. Teorías, ideologías, paradigm as y ca­
tegorías de análisis, vigentes hasta hace poco m ás de u n a década, hoy
ponen en evidencia su insuficiencia explicativa. H ay un décalage, un
desajuste entre nuestra m anera de pensar y el m odo de ab o rd ar (a p ­
proach) la realidad, que presenta una creciente com plejidad de pro b le­
m as y procesos. El m odo de p en sar vigente en los um brales del siglo
X X I tiene dem asiados resabios de épocas pasadas, aunque sean relati­
vam ente cercanas en el tiem po. Todo ello, agravado por la sutil im po­
sición del pensam iento único que m achaca p erm anentem ente con la
enseñanza del catecism o que nos dice que “fuera del m ercado no hay
salvación” . Este m odo de pensar tiene una fuerza intim idatoria a nivel
inconsciente, pues llevá a creer que actuar de otra m anera no es una sa­
lida, ni una propuesta alternativa realizable, sino un suicidio, porque
estaríam os actuando a contrapelo de la historia.
P or otra parte, el pensam iento único ha producido un prag m atism o
que todo lo legitim a por los hechos. En esta legitim ación a fte r fa c t, lo
que vale son los resultados inm ediatos: todo va bien si au m en ta el PB I,
si las em presas son rentables, si controlam os la inflación, si atraem os
el capital extranjero...; lo que cuenta son los hechos, ellos nos ju stifi­
can y nos legitim an. E sta facticidad p ráctica tiene la ventaja de produ-

84
M étodos y técnicos d e investigación social

cir evidencias... Por eso éste es el tiem po de los pragm áticos, los o p o r­
tunistas y. en no pocos casos, de los cínicos.
D esde esta lógica, desde esta m anera de pensar, perm anecem os atra­
pados en la idea de “ lo que es” ; “ lo d ad o ” es “ lo que debe ser”, aun
cuando el m undo m arche — com o dice C harles Birch— en “trayectoria
de colisión” ; yendo m ás allá de un um bral adm isible para la sobreviven­
cia en el planeta... Ser suicida no es apartarse de la actual m anera de
pensar y de vivir (esto podría ser una señal de salvación), sino actuar
com o si no fuésem os responsables de lo que acontece, y seguir actuan­
do de tal m anera que los problem as se acum ulen hasta una inevitable
catástrofe final... A esto nos conducen las visiones parciales, descontex-
tualizadas, no incluidas en visiones más am plias y globalizadoras. De
este m odo se vive el día a día, respondiendo a los problem as coyuntu-
rales, sin dam os cuenta de lo que nos pasa, ni de hacia dónde vamos.
De ahí que necesitem os — com o atinadam ente ha señalado Raúl
M otta— cen trar “la m irada y la reflexión en el proceso de retroalim en-
tación entre la com plejidad y la planetarízación del m undo... Esta pla-
netarízación de la com plejidad y esta com plejidad de la planetariza-
ción es vivida y observada por nosotros com o la em ergencia de un es­
tado de intem perie espiritual y social conectado con una m etam orfosis
y una explosión de signos” .4
Podríam os am pliar estas consideraciones, pero hay una conclusión
que nos parece inm ediata y obvia: todo esto exige un cam bio en el m o­
do de pensar. Y este nuevo m odo de pensar tiene que ser un ap ren d er
a p en sar en la era planetaria. Es una exigencia y una necesidad que
se deriva de dos circunstancias principales:

• porque en un m undo planetarizado necesitam os situam os en un


contexto planetario;
• porque la evolución de las ciencias y de la m etodología científica
exige un nuevo m odo de pensar.

La escala global de las relaciones internacionales y el carácter m u n ­


dial de los principales problem as que afronta la hum anidad (explosión
dem ográfica, grandes desigualdades sociales, alteraciones del clim a,

85
Ezequiel Ander-Egg

deterioro de la capa de ozono, efecto de invernadero) nos ponen fren­


te a situaciones que exigen respuestas y soluciones planetarias.
Por otra parte, los cam bios producidos en la ciencia exigen tam bién
un nuevo m odo de pensar. P ensar en la era planetaria no sólo es tratar
de dar respuesta a los cam bios y desafíos producidos en el m undo en
que vivim os; es tam bién una exigencia de los cam bios y desafíos de la
ciencia.
Inspirado y guiado por M orin, he llegado a la conclusión de que el
saber pensar en la era planetaria se expresa en seis dim ensiones o for­
mas diferentes:

• P ensar en el contexto de una rápida obsolescencia de los co n o ci­


m ientos.
• P ensar desde la incertidum bre y la perplejidad.
• A prender a pensar la com plejidad.
• A prender a pensar en térm inos sistém icos.
• D esarrollar un pensam iento ecologizado.
• L a búsqueda de una ciencia con conciencia.

3. Pensar en el contexto de una rápida obsolescencia


de los conocimientos

De todos los aspectos referentes al cam bio social (uno de los tem as
centrales de la sociología desde su nacim iento hasta nuestros días), el
de m ayor significación e im portancia es el concerniente al ritm o del
cam bio. C om o ya lo indicam os, lo nuevo no es el problem a del cam ­
bio, sino de la aceleración del cam bio. V ivim os en un m undo que cam ­
bia, que cam bia aceleradam ente y que cam bia cada vez m ás acelerada­
m ente. Entre las consecuencias de esta aceleración de los cam bios, la
que tiene una relación m ás directa con la p roblem ática educativa es la
rápida obsolescencia de los conocim ientos. N o es extraño que la peda­
gogía contem poránea haya propuesto el postulado del “aprender a
aprender” com o uno de los pivotes principales en to m o a los cuales se
ha de estructurar la educación.
B aste decir, para com prender la rapidez y aceleración de estos carn­

M étodos y técnicas de investigación social

bios, que, en la vida de una persona nacida entre 1900 y 1910 y que es­
té viva hoy (2000), se han producido m ás cam bios que en toda la h is­
toria de la hum anidad. A nivel personal, nos encontram os frecuente­
m ente desconcertados: “no sabem os qué nos pasa y eso es precisam en­
te lo que nos p asa”, com o decía O rtega y G asset.
Si nos ceñim os a considerar solam ente los cam bios producidos por
el rápido crecim iento de los conocim ientos científicos, nos encontra­
m os que, entre 1900 y 1985, los conocim ientos en el cam po de las
ciencias duras (física, quím ica, biología) se m ultiplicaron por dos cada
década: desde 1985 a 2000, este tiem po se ha acortado. En el caso de
! la inform ática, en poco m ás de tres años se duplican las m ejoras y c o ­
nocim ientos. N os enfrentam os, pues, al hecho de una rápida obsoles­
I cencia y biodegradabilidad de los conocim ientos. El reconocim iento
de esta circunstancia debe producir una transform ación radical de las
i
! prácticas educativas, com o cuestión previa a la reform a del pensam ien­
i to, aunque ésta debe haberse dado — al m enos en algunos— para que
‘i el aprender a pensar en la era planetaria sea cada vez más generaliza­
do. Este cam bio en las prácticas educativas tiene dos aspectos o d im en ­
siones principales: •

• N o interesa tanto proporcionar inform ación y conocim ientos a los


alum nos (esto tam bién hay que hacerlo), com o el proporcionar
una m etodología de apropiación del saber. En este punto, convie­
ne recordar a Cari R ogers, cuando decía que “el aprendizaje so­
cial m ás útil es el aprendizaje del proceso de aprendizaje” .5 Este
ap ren d er a ap ren d er, com o necesidad y exigencia insoslayable
frente a la rápida obsolescencia de los conocim ientos, es lo que
los psicólogos constructivistas denom inan “proceso de autoes-
tructuración de nuevos conocim ientos” .
• A dm itido lo anterior, de que en el proceso de enseñanza-aprendi­
zaje lo que im porta prioritariam ente es la capacidad para apren­
der, de ello se sigue que la práctica educativa ha de ser b ásica­
m ente una práctica paidocéntrica (da preem inencia al que apren­
de). P or otra parte, este estilo pedagógico es capaz de m otivar
m ás que otras m odalidades, para un aprendizaje perm anente a tra­
vés de autodidactism o y el reciclaje dentro de un proceso de edu-

87
Ezequiel Ander-Egg

cación continua. Y esto es absolutam ente necesario para resp o n ­


der al desafío y las consecuencias de la rápida obsolescencia de
los conocim ientos:
— necesidad de form ación perm anente y m otivación para reali­
zarla con el gusto y disfrute de seguir adquiriendo nuevos co n o ­
cim ientos, reajustando algunos y desechando otros;
— hum ilde y honesta desconfianza acerca de nuestros saberes, a
los que hem os de som eter a revisión y crítica constante.

4. Pensar desde la incertidumbre y la perplejidad

La ciencia es un mo vi mi en lo/comba te hacia


la verdad en un océano de incertidumbres en
el que navegamos con algunas certezas.
Edgard Morin

A m edida que los seres hum anos dejaron de vivir en sociedades e s­


táticas, com enzaron a tener la sensación — y en ciertas ocasiones el sa­
cudim iento— de pasar de situaciones conocidas, estables y o rg an iza­
das, a otras nuevas, inciertas e inquietantes. Y, a m edida que las so cie­
dades se hicieron m ás com plejas, las incertidum bres se hicieron m ayo­
res, desde lo que acontece en la vida personal, hasta lo que ocurre en
la vida social, política y económ ica. Incertidum bre que se extiende al
universo en su totalidad.
H asta una época relativam ente reciente — aun en el siglo X X — , en
m edio de lo nuevo que se presentaba com o brum oso e incierto, e x is­
tían referencias estables; la gente pisaba tierra firm e en el orden del co­
nocim iento de la ciencia y de la religión. E sto ha cam biado en todos
los ám bitos de la existencia, de m anera especial en todo lo que co n cier­
ne a la tarea de pensar y, m ás aún, en lo que hace al pensar científico:
todo es posible, nada es absolutam ente seguro.
En esta últim a parte del siglo X X , quienes — en m ayor o m enor m e­
dida— tenem os algo que h acer en eso que se llam a la ‘"tarea de p e n ­
sar”, el m ayor desafío al que nos en fren tam o s es el de “pensar sin b a­
randas“ , com o decía H annah A rendt. Ya no tenem os referencias esta-
88
M étodos v técnicas d r w w jtip a c ió n social

bles, ni siquiera de lo que afu m am o s com o verdades científicas, cuya


obsolescencia y biodegradabilidad constatam os en el corto tiem po de
í la vida de uno m ism o. Hoy. en el cam po de la ciencia, hem os perdido

ilas barandas que eran algunas certezas m ás o m enos indubitables en las


que nos apoyábam os. M archam os a tientas en un laberinto de perpleji­
dades. en m edio de un “azar desorganizador” , com o dice A tlant, p re­
sente en el m undo físico, biológico y hum ano, y expresado en una re­
I lación dialógica orden/desorden/organización. s
C uando subim os y bajam os de las escaleras, contam os con las b a­
randas, aunque m uy pocas veces las utilicem os. Pero sabem os que “e s ­
tán a h f *y que a ellas podem os recurrir en caso de necesidad; es una se ­
g u n d ad tenerlas. Siem pre tenem os la posibilidad de agarram os a una
baranda para no caem os. A lgo parecido nos ocurría con el p en sam ien ­
i to científico hasta una época muy reciente. Luego, al introducirse las
ideas del caos y el azar (com o elem entos esenciales de la realidad),
pulverizaron el orden, el d eten n in ism o y el poder de predicción que
configuraban la ciencia m oderna.
A costum brados a “ las b aran d as” , es decir, a referencias estables e x ­
a presadas en las certidum bres en las que nos m ovíam os, hoy nos en co n ­
%
tram os con que ellas, en cuanto certezas indubitables, nos faltan. Nos
vem os en la necesidad de suspender o dejar entre paréntesis lo que eran
certidum bres absolutas y aceptar todos los riesgos que ello im plica; e s­
to no sólo es enfrentam os a lo incierto de lo que teníam os por cierto,
sino tam bién a la necesidad de revisar perm anentem ente nuestra m ane­
ra de pensar y la incertidum bre esencial a la vida de los seres hum anos.
i Por ello debem os saber situam os en una “dinám ica de la provisorie-
.*■*jr

d a d ”. en un cam ino de búsqueda pem ianente, en el que nunca podre­


1 mos elim inar la incertídum bre.
Si se quiere avanzar en el cam ino del conocim iento, m archando so ­
t bre la roca firm e de las certezas absolutas, no se avanza, se repite lo ya
1 dicho en la doctrina en que se expresa la pretendida verdad en la que
se ha instalado. Pero, si se quiere avanzar sobre el tem bladeral del re­
lativism o posm odem o, la incertidum bre no tiene entrada (aunque por
m otivos diferentes): los hechos son sim ples constructos intelectuales,
una creación cultural. No hay una realidad objetiva, sino tantas co n s­
trucciones m entales com o afirm aciones se hacen sobre esa realidad. El
Ezequiel Andtr-En^

constructivism o radical, en epistem ología, elim ina la incertidum bre.


Estas dos posturas son ajenas a la ciencia: la prim era sirve para ex­
presar doctrinas; la otra, para reflejar las respuestas que, con la form a
de constructos, da cada investigador. La conciencia que tienen los cien ­
tíficos m odernos, en los um brales del siglo X X I, de la obsolescencia y
biodegradabilidad de los conocim ientos, los hace avanzar titubeantes y
perplejos. A unque se avance en el conocim iento, de antem ano tenem os
que asum ir que todo saber es incierto. Frente a tpdo esto, tenem os que
aprender a pensar desde la incertidum bre. Si ella no nutre nuestra m a­
nera de pensar, caem os en la arrogancia del dogm ático, cuyo rasgo d is­
tintivo es la suficiencia, o en la infecundidad del relativista, para el cual
todo vale igual, lo diga quien lo diga.
Desde las posturas que a lo largo de la historia han expresado las
grandes certezas (com o han sido — y son— las grandes religiones y su
versión laica m ás acabada, el m arxism o)*se
♦/
ha intentado explicar los
fenóm enos y procesos globales y, al m ism o tiem po, se ha pretendido
— y se pretende aún— tener una verdad suficientem ente abarcativa y
estable, para dar respuestas aparentem ente satisfactorias a todas las
preguntas teóricas y prácticas que se pueden presentar, aun a los pro­
blem as existenciales. Las certezas absolutas ayudan a la proliferación
del parasitism o m ental, a ju stificar los co m portam ientos sectarios y
dogm áticos, y a generar la intolerancia y la intransigencia. P or el co n ­
trario, la incertidum bre ha abierto brechas en todos los dogm atism os.
Esta adhesión a certezas absolutas y esta inscripción en el m arco de
ideologías totalizantes (no necesariam ente totalitarias) es frecuente e n ­
tre quienes no tienen una personalidad autónom a (propio de los que n e­
cesitan de un gurú o de un dogm a), ni m ucha entidad intelectual, cuya
falta de inteligencia pueden ocultar con el recitado de algunos catecis­
mos. G urúes, dogm as, catecism os ofrecen puntos de referencias fir­
m es, estables y seguros. Para lograrlo, el en cu ad ram ien to en d eterm i­
nadas religiones, ideologías y partidos políticos perm ite, desde lo vis­
ceral, encontrar las certezas que posibilitan “andar por la \ ida” situ a­
dos en la verdad.
Todas estas grandes form ulaciones y propuestas, que nos perm iten
salir de las incertidum bres, han tenido — y tien en — la suficiente am ­
bigüedad (com o los horóscopos y predicciones del futuro) para dar pie

90
M étodos y técnicas d e investigación so cia l
=)
<

a las m ás opuestas exégesis e interpretaciones, y a prácticas ig u alm en ­


te dispares; pero, en todos los casos, siem pre situados en la segundad
de ten er una visión de la realidad que da respuestas verdaderas y satis­
factorias. N o hay lugar para la duda y la perplejidad; se vive en la cer­
teza de poseer el conocim iento cierto.
E ste m odo de pensar y de actuar nada tiene que ver con la ciencia,
cuyas conclusiones y resultados son, apenas, “una etapa en el cam ino
hacia la verdad”, com o nos recuerda B ertrand R ussell. La ciencia es un
conjunto de verdades de validez relativa; nunca se tiene la certeza de
haber captado la verdad.
Hoy, en el cam po científico y en el cam po del pensam iento en g e­
neral, vivim os un tiem po de derrum bam ientos y perplejidades; tiem po
de m uchas, grandes y variadas dudas, y de algunas certezas, ninguna
quizás absoluta. Todo descubrim iento científico es un avance, supone
un progreso del conocim iento, pero es tam bién un nuevo horizonte que
se abre a la ignorancia: sabem os m ás y m ejor lo m ucho que no sab e­
m os. Y conocem os m ás y m ejor los lím ites del entendim iento hum ano.
L os rápidos cam bios que se producen y la incertidum bre que ello c o n ­
lleva derrum ban todo dogm atism o entre las personas que piensan.
A b an d o n ar las certidum bres, o lo que es lo m ism o saber pensar d es­
de la incertidum bre y la perplejidad nos conduce y nos invita a una in ­
terpelación perm anente. A dm itiendo la rápida biodegradabilidad y o b ­
solescencia de los conocim ientos, se excluye toda instalación en ver­
dades adquiridas y toda form a de parasitism o m ental. Toda ciencia, to ­
da técnica, todo pensam iento, toda vida... están siem pre en perm anen­
te devenir. Todo pensam iento siem pre ha de ser corregido y reajustado,
reform ulado y reelaborado; nunca term inado.
El que conoce es un ser vivo; el fenóm eno cognoscitivo es conocer
una realidad en un perm anente devenir. Y ese devenir nos hace vivir en
la incertidum bre. P ensar conduce siem pre a evolucionar en la form a de
pensar. Q uienes dicen “yo pienso lo m ism o de siem pre” ..., dudo que
sean personas que piensan. L as ideas, los pensam ientos, las form ula­
ciones teóricas no son una revelación religiosa transform ada en d o g ­
ma. S iem pre tienen algo (o m ucho) de transí to n edad. Todo es indefi­
nidam ente m odificable.
H ay que estar siem pre dispuesto a dejarse interpelar (por la reali-

91
Ezequiel Ander-Egg

dad, los acontecim ientos, las personas). Hay que dar razones fundadas
de los argum entos y tesis que se esgrim en. Hay que rectificar las pro­
pias ideas, posturas y concepciones que uno ha sostenido, en el m o­
m ento m ism o en que queda en evidencia la necesidad de hacerlo.
Si uno tiene una actitud científica, tiene que ser capaz de interpelar­
se y de ponerse en duda; de interrogarse y cuestionarse... L a incerti­
dum bre elim ina de nosotros toda soberbia intelectual y es un aliciente
perm anente en la búsqueda de la verdad y en la curiosidad insaciable
que, en otra parte del libro, consideram os com o la esencia de la actitud
científica.

5. Aprender a pensar la complejidad de lo real

Complejidad: un concepto que la ciencia moderna in­


tenta aprehender sin haber conseguido todavía definir
satisfactoriamente.
Jo rg e W agensberg

E l co n o cim iento co m p lejo nos exige:


• situam os en la situación,
• co m p ren d em o s en la com prensión,
• co n o cem o s conocedores.
Edgard Morin

En la década de los treinta, Teilhard de C hardin señaló que el pro­


ceso de com plejidad creciente es uno de los aspectos sustantivos del
proceso de evolución. P osteriorm ente, P rigogine en el cam po de la bio ­
quím ica, Stengers en el de la biofísica, Bohm en el de la física y M o­
rin en el de las ciencias hum anas le han dado en estas últim as décadas
una form ulación científica acorde con la concepción actual de la cien ­
cia. L a teoría general de sistem as, la cibernética y el conjunto de sab e­
res que proceden de la ciencia de la tierra, de m anera p articular la eco ­
logía, no son ajenos a este esfuerzo de com prensión de la com plejidad.
Sin em bargo, existen circunstancias que están llevando a la n ecesi­
dad de desarrollar un pensam iento com plejo, ajenas a lo que acontece

92
M étodos y técnicas d e investigación social

en el ám bito de la ciencia; se trata de los desafíos del proceso de glo-


balización y la aceleración de los cam bios históricos. V ivim os en la era
planetaria, una de cuyas m anifestaciones es el proceso de planetariza-
ción/globalización en el que estam os inm ersos. A poco que intentem os
co m prender el m undo actual, las principales dificultades que afro n ta­
m os son la im bricación, retroacción y com plejidad de los problem as
insertos en una sinergia planetaria. Se ha dicho que vivim os en un
m undo de “com plejidad creciente y de com prensión retardada” . Por
otro lado, el desarrollo de la ciencia m oderna nós pone de relieve la
com plejidad de todo lo existente, y de m anera p articular de los seres
vivos. E sto exige — para aprender a p e n sa re n lá era planetaria— abrir­
se al pensam iento de la com plejidad de lo real, forjar un pensam iento
capaz de pensar esa com plejidad.
Este esfuerzo por aprender a pensar la com plejidad se expresa y se
realiza (lo decim os inspirados en M orin) en el tránsito del paradigm a
de la sim plicidad al paradigm a de la com plejidad. Es una exigencia, no
sólo de la com plejidad de los problem as que afrontam os — acrecenta­
da por la interdependencia de los problem as a escala planetaria— , si­
no tam bién de la com plejidad de las ciencias hoy m ás desarrolladas,
tanto la física cuántica com o la biología m olecular. N ecesidad urgente
en la sociología, dram ática en la política, en donde el pensam iento sim -
plificado/m utilante de nuestros políticos ha llevado a la hum anidad a
una situación lím ite, pues, adem ás de su incom petencia e inm oralidad,
producen “ ideas cada vez m ás sim plificantes para sociedades cada vez
m ás co m p lejas” .
N o se trata, pues, de un sim ple cam bio de teoría o teorías, sino de
un cam bio de paradigm as. U tilizando la term inología de K uhn,6 d iría­
m os que no es m om ento para avanzar por la vía de la ciencia norm al,
sino de la ciencia extraordinaria o revolucionaria; un paradigm a entra
en crisis porque los problem as no se pueden solucionar en el m arco del
antiguo paradigm a. El paradigm a de la sim plificación — en cuanto
búsqueda de unidades elem entales, identificables y explicativas— está
en crisis porque no sirve para explicar la com plejidad, ni del m undo, ni
de la ciencia, ni de los problem as a los que nos enfrentam os.
C on una finalidad puram ente d idáctica — de lo contrario, caeríam os
en la sim plificación que criticam o s— , podríam os resum ir el problem a

93
Ezequiel Ander-F.HR

planteado en el siguiente esquem a, que sintetiza las tesis de M orin7 so­


bre esta cuestión, teniendo en cuenta que “toda tentativa de hacer de la
com plejidad una fórm ula sim ple, una palabra clave, un recurso inge­
nuo, se convierte en lo contrario de la com plejidad” , con lo cual q u e­
daríam os “ atrapados” en el paradigm a científico clásico. H em os de ad ­
vertir que, al presentar sintéticam ente am bos paradigm as, no hay que
considerar el pensam iento com plejo com o lo opuesto del pensam iento
sim plificante. El paradigm a de la com plejidad incluye y engloba aJ p a­
radigm a de la sim plicidad.

Paradigma de:
duociarrvo

conduce a un prntam araao / fu t u o ad w z. a m


■CL a la n a p a de
SIM PLICIDAD
\ daty-vaervo
a pa¿a£x» edarve

una v iu d o m t t a m a u a 'i l n r r e i
la n a c m ilu a n A o
■ ( la a u ü ú í^ a á m
*
estática
dinámica
rrpriKxVi
cambio
orden n tn o a ta la f m n t a drr tu m
desorden ex d :b in : dr* t í i i m a l j »;
.r p ia a ú J ex i* o h m i o : « ' : : »
invan ación ¿epre*.
innovaoóo
reproducción • a r v r N r y pe-mar la <d- :c«vrtw ia srcxd id . :m>: in»
involución vervalad y n u ltu lin r » JaúmCi-ic'Uid uxbik uiuai
COMPIJÜIDAD dr ía — »dad • d r ía taita dr u »
indo kJuo k> que u r u l d a ) de toda ita k
permite pencar sociedad dad a n tro fu to n a j y e% capar de
dad
conduce a
a la vez • una m irada o v iu d o p o
drtcrnunivmo ízkkxíw »: gac hace n ra Ut»
libertad Ikxular veacoa
nulo • uru »corta fxVioac Irada
realidad tocia! onacríw ía n x id de “>131: *r
unidad . i r w : * p a n o a f — t o la mm
con fliclo bTpaxrx>a»
armonía Mcvur he gar rui 3namo:
1! ?

discordia
v c n l dr ía d t K 'x o .'s enríe
sujeto .van ^ue x ^vim. jri
objeto km : .mpiramcrai
laprsj
(iiArr
luJrnj
Jrmrtu

94
M étodos y técnicas de investigación social

E l p a ra d ig m a de la sim p lifica ció n

R eiteradam ente hem os hecho referencia a algunas características


del pensam iento reductor/unidim ensional, que produce un pensam ien­
to m utilado, y que conduce a acciones
s*
y políticas “que despedazan,
cercenan y suprim en en vivo el tejido social y el sufrim iento hum ano” .
A hora exam inarem os, para dar contenido al esquem a de los p arad ig ­
m as, algunos aspectos o dim ensiones particulares de lo que configura
el paradigm a de la sim plificación y que se expresa en una d eterm in a­
da m anera de pensar y en un determ inado uso de la lógica.
¿En qué consiste esa sim plificación? En lo sustancial, es una form a
de analizar los problem as y de explicar la realidad a través de un p en ­
sam iento reductor, unidim ensional, disyuntivo y m aniqueo, que deja
caer o rechaza “por sus categorías, jiro n es enorm es de lo real” . Con al­
guna frecuencia, la sim plificación se expresa por el prurito de explicar­
lo todo m ediante el uso de “palabras-clave” o a través de una fórm ula
única o sim ple. Y, cuando analiza o trata cuestiones puntuales, la sim ­
plificación consiste en estudiarlas de m anera descontextualizada.
C om o lo explica M orin,8 la sim plificación com ienza:

• cuando la distinción elim ina la relación entre el objeto y su en to r­


no;
• cuando la objetivación elim ina el problem a de la actividad co n s­
tructiva del sujeto en la form ación del objeto;
• cuando la exp licación se lim ita y se detiene en el análisis;
• donde la distinción se convierte en disyuntiva que separa y aísla
las entidades sin hacer que se com uniquen;
• cuando la ob jetivación se convierte en ob jetivism o (ilusión de
creer que nuestro espíritu refleja y no traduce la realidad ex te­
rior);
• cuando el análisis se convierte en reducción de lo com plejo a lo
sim ple, de lo m olecular a lo elem ental;
• cuando la elim inación de la am bigüedad de lo real se vuelve vi­
sión unilateral;

95
Ezequiel Ander-Egg

• cuando la elim inación de ciertos caracteres o aspectos del objeto


o del fenóm eno se convierten en unidim ensionalización, es decir,
reducción a un solo carácter o aspecto.

Q uizá convenga iniciar el análisis de la sim plificación con el m odo


de pensam iento d isociativo/disyuntivo. A veces, sobre todo en p o lí­
tica, las distinciones/disyunciones están ligadas a form as m aniqueas de
considerar los problem as o determ inados aspectos de la realidad. C u al­
quier cuestión se analiza en térm inos de “bien” o “m al” , “negro” o
“blanco”, haciendo una disyunción que se transform a en oposición ab­
soluta.

La simplificación es la barbarie del pensamiento.


La com plejidad es la civilización de las ideas.
Edgard Morin

El paradigm a de la sim plificación conduce tam bién a un pen sar re-


duccionista/unidim ensional/sim plificador. En el cam po de las ciencias
sociales, no pocas personas de talento, inteligentes, que hasta ponen
em peño en su trabajo, term inan por hacer “chapuzas intelectuales” por
su propensión al reduccionism o y la sim plificación, y su descuido de
la exigencia de m ultilateralidad de todo análisis.
P or su parte, el reduccionism o, la unidim ensionalidad y la sim plifi­
cación conducen a la m agia de las p alab ras-clave. Se trata de pala­
bras o expresiones tales com o “lucha de clases” , “plusvalía” , “ im peria­
lism o”, “aparatos ideológicos del E stado” , u otras de parecida índole
con las que se pretende explicar todo. O bien, por m edio de d isy u n ti­
vas, frecuentem ente sim plificadoras y m aniqueas, tales com o “dere-
cha/izquierda”, “socialism o/capitalism o” .
É stas son palabras “ gigan tes” (se extienden a todo un cam po), hi-
p erdensas (concentran el m áxim o de significación y de verdad), n ú ­
cleos (alrededor de los cuales gravitan creencias e ideas), card in ales
(indican lo bueno y lo m alo, lo bajo y lo alto...), estratégicas (son for­
talezas de nuestras creencias).9
Todo pensam iento sim plificado m utila la realidad (siem pre lo hace­
96
M étodos y técnicas de investigación social

m os en alguna m edida, en cu an to no la aprehendem os en su totalidad),


y m utila el pensam iento porque la sim plificación es un m odo de pen­
sar m utilante/m utilado. De aq u í dim ana la perentoria e insoslayable
necesidad de asum ir la com plejidad de la realidad, o de lo que tenem os
planteado en este parágrafo: la necesidad de pasar de un paradigm a de
la sim plicidad al paradigm a de la com plejidad.

La b ú sq u ed a d el p a radigm a de la com p lejid a d

¿En qué consiste esta revolución del pensam iento que perm itiría el
advenim iento de un “pensam iento com plejo, capaz de asociar lo que
está desunido y concebir la m ultidim ensionalidad de toda realidad an ­
tro posen: ial”?
Q uizás el cuadro general que hem os elaborado — a partir de la obra
de M orin— nos ayude a tener una visión de conjunto del problem a de
la asunción de la com plejidad y de lo que im plica la lógica de la co m ­
plejidad, expresada en un m odo de razonar que incluye el o rden-desor­
den-interacción-organización-creación presentes en el cam po de la fí­
sica cuántica com o en el de la astrofísica y la cosm ología; en los cam ­
pos m orfogenéticos de la biología y en la realidad eco-bio-socio-antro-
pológica de las ciencias hum anas.
A nte todo, es un paradigm a que perm ite pensar a la vez nociones
que son diferentes, antagónicas, distintas y opuestas, pero a su vez
com plem entarias, interdependientes, inseparables y recíprocas. Esta
lógica inclusiva y dialógica de la com plejidad im pone la necesidad de
articular diversos saberes y la m ultidim ensionalidad en que se expresa
la realidad. La com plejidad está estrecham ente ligada a la interdiscipli-
nariedad y la transdisciplinariedad.
Toda esta capacidad para pensar lo antagónico pero com plem enta­
rio, lo distinto pero inseparable, es lo que perm ite pensar la m u ltid i­
m ensionalidad de la realidad. Lo sustancial de esta m anera de pensar
se expresa en la capacidad para “asociar proposiciones aparentem ente
contradictorias” . En todas las situaciones-problem a que afrontam os,
existen hechos antagónicos que, considerados de acuerdo con el para­
digm a de la sim plificación, se presentan com o alternativas excluyentes.

97
líiequ iel Andrr-Hyy,

Tom em os el ejem plo que nos propone M orin, acerca de estas dos
proposiciones:
1. “ Los h o m b re s h acen la h is to ria icón ello se quiere decir que las
acciones, voluntades y estrategias hum anas se encuentran en las
fuentes de los procesos de transform ación histórica).”
2. “ L a h is to ria h ace a los h o m b re s (se quiere decir que los p ro ce­
sos históricos dom inan la conciencia de los hom bres, controlan
sus voluntades, hacen derivar sus acciones y estrategias.... el c o n ­
ju n to de los procesos histórico-sociales determ inan las conductas
y com portam ientos de los hom bres).”
C ada una de las proposiciones, por separado, son aceptables o — al
m enos— no son contestables; pero cada una, considerada aislad am en ­
te, es insuficiente o m utilante. “ El verdadero problem a consiste en ver
las dos caras antagonistas de una realidad histórica que sólo presenta
una.”
Pero, adm itidas la m ullidim ensionalidad y la com plejidad, una v i­
sión pol¡ocular nos llevaría a afirm ar:
• “ los hom bres hacen la historia que les hace;
• la historia hace a los hom bres que la hacen:
• los hom bres hacen su historia sin hacerla.” 10
La m ultidim cnsionalidad im plica tam bién, o se relaciona con. la
p o lic a u sa lid a d . En cada fenóm eno, proceso o problem a social existen
causas m últiples en donde las intcr-relroaccioncs se com binan, te n ien ­
do cada una de ellas un valor relativo. D ifícilm ente existe (p o r no d e ­
cir que es im posible) un problem a social que podam os explicar por una
sola causa. Tom em os..a m odo de ejem plo, el problem a de la d elin cu en ­
cia juvenil. Hay m uchas explicaciones de sus causas: la crisis de la fa­
m ilia, la pobreza extrem a, la pérdida de valores m orales, el resen ti­
m iento social, el uso extensivo de drogas, la falta de educación, el d e ­
sem pleo, la corrupción policial, el consum ism o. la sid a de los jó vene*
sin proyectos, horizontes o ilusiones, etc. C ada una de estas causas son
aceptables, pero, consideradas individualm ente, son insuficientes para
explicar lo que pasa. En cada caso concreto, existe una policausalidad
que lleva a la delincuencia; cada una de ellas tiene un valor relativo.
Esta idea de la policausalidad. en relación con los problem as scviales.

98
-1 M étodos y técnicas d e investigación social

ya estaba presente en el principio de interdependencia circular de c a u ­


sación acum ulativa que expusiera el econom ista sueco G unnar M yrdal,
en to m o a los años cincuenta y, en una versión m ás sim plificada, en el
llam ado “círculo vicioso de la pobreza” .
Para concebir y pensar la diversidad y la m ultidim ensionalidad de
toda realidad antroposocial, es necesaria una m irada o visión p olin u ­
clear. E sto, a su vez, nos ha de conducir a una teoría polinucleada.
¿C óm o poder.pensar la com plejidad — ya sea de la realidad física, b io ­
lógica, hum ana o social— , si nuestra m irada no se dirige a diferentes
núcleos de ésta y, al m ism o tiem po, no la abordam os sabiendo que d e ­
bem os tener en cuenta su m ultidim ensionalidad?
Es preciso ver (visión polinuclear) y pensar conjuntam ente (teoría p o ­
linucleada) los diferentes aspectos o caras de cada fenóm eno que estu ­
diam os y, al m ism o tiem po, tener en cuenta que esos fenóm enos son vis­
tos, percibidos, concebidos y coproducidos por un sujeto cognoscente.
La com plejidad, com o es obvio, no es la sim plificación, pero ta m ­
poco es la com plicación, sino ver y asociar lo que se distingue, co n si­
derar lo que es antagónico y al m ism o tiem po com plem entario, de m o ­
do que cada uno y recíprocam ente se hacen inseparables.
D ecíam os al com ienzo de este parágrafo — y así lo titulam os— : en
busca del paradigm a de la com plejidad. Y lo form ulábam os así, porque
— com o lo explica M orin— no existe en el m ercado un p aradigm a de
la com plejidad; lo que aparece aquí y allá en las ciencias es una p ro ­
blem ática de la com plejidad que, en el fondo, no es otra cosa que un
m odo de abordar la realidad, y de investigar, de acuerdo con la co m ­
plejidad de la realidad. Es un m odo de situarse con hum ildad frente a
la incertidum bre y la am bigüedad, frente a la perm anente biodegrada-
bilidad de los conocim ientos.
N o hay que pensar que, con sólo tener conciencia de la problem áti­
ca de la com plejidad, eso “produce inteligibilidad polinuclear”. Si así
pensásem os, con ello caeríam os en el error a veces señalado, de aque­
llos que, conociendo el m aterialism o histórico y el m aterialism o d ia ­
léctico — por ese solo hecho— , creen tener una com prensión y expli­
cación de los fenóm enos sociales, económ icos y políticos. Y, adem ás,
creen que es una com prensión global verdadera y correcta. N o, la bús­
queda del paradigm a de la com plejidad “únicam ente puede incitar a la

99
Ezequiel Ander-Egg

estrategia/inteligencia del sujeto investigador a considerar la co m p leji­


dad del problem a estudiado... Incita a dar cuenta de los caracteres m ul­
tidim ensionales de toda realidad estudiada” .11 Para decirlo en breve: se
trata de abrir el pensam iento a la com plejidad de lo real; esto supone y
exige una actitud de hum ildad en cuanto a la capacidad de co n o cim ien ­
to y com prensión de la realidad.

C óm o abrir el pensam iento a la com p lejid ad de lo real

Hay dos cosas previas que nos pueden ayudar en esta apertura: por
una parte, no confundiendo com plejidad con com plicación y, por otro
lado, superando el “fetichism o del fragm ento” , en palabras de B ohm ,
o la “barbarie de la especialización”, com o decía O rtega. Veam os algu­
nas ideas respecto de estas dos cuestiones.

La com plejidad no es la com p licación

Está claro que la com plejidad es lo contrapuesto del reduccionism o


y de la sim plificación cretinizante que se hace suficiente y pretende ex­
plicarlo todo, com o lo señala M orin. ¿P or qué existe, en algunos, la
tendencia a com plicar las cosas que quieren explicar? C reo que hay
dos razones principales: unos, porque no tienen ideas claras; cuando
escriben no expresan la com plejidad de lo existente, sino el desorden
que tienen en sus m entes. O tros lo hacen para aparecer com o eruditos
y profundos, a veces ocultando la vacuidad de su pensam iento.
Para algunos, escribir o hablar sirve para lo m ism o: para confundir
o para no decir nada. Son “ los que dicen con palabras ininteligibles lo
que todo el m undo sabe por sentido co m ú n ” , según la conocida "frase
con que algunos definen a los sociólogos que, despreocupados de la
realidad, se m ueven en una especie de geom etría del espacio social. A l­
gunos, con esas com plicaciones, hasta suelen p asar por autores difíci­
les y profundos, incapaces de traducir en palabras lo que preten d id a­
m ente piensan. H ace m ás de m edio siglo, haciendo referencia a este
esoterism o del lenguaje, C hesterton decía: “L a idea que no puede tra­
ducirse en palabras es una m ala idea; y la palabra que no puede co n ­
vertirse en obra es una m ala palabra.”
100
M étodos y técnicas d e investigación social
<

En otros casos, para usar una expresión de Sokal y B ricm ont en un


libro de reciente ap arició n ,12 se trata de una “prosa m ezcla de confu­
siones m onum entales o fantasías delirantes“..., que “a veces, se hunde
sim plem ente en la ebriedad verbal” . A unque esta frase hace referencia
a Paul V irilio, es aplicable al texto de todos los charlatanes que, por ra­
zones obvias, son m ás abundantes en las ciencias sociales que en físi­
ca, q uím ica o biología. En esas disciplinas, es m ás fácil decir tonterías
envueltas en un lenguaje “aparentem ente profundo” , sim plem ente por­
que están escritas en un lenguaje incom prensible y que, por otra parte,
si se lo analiza, se descubre que no quiere decir nada. C om plican para
“ im presionar” con una seudoerudición y con una prosa esotérica. To­
das estas farsas que com plican, ni siquiera se asom an al tratam iento de
la com plejidad. Un ejem plo tom ado de Lacan nos parece por dem ás
ilustrativo; usa las m atem áticas para expresar algunas ideas, cuando no
sabe d istinguir los núm eros irracionales de los núm eros im aginarios.
He aquí un texto que expresa m atem áticam ente la sim bolización del
goce del órgano eréctil.

“Así, calculando esa significación según el álgebra que utilizamos, a


saber:

S (significante)
------------------------ = (el enunciado), con S = (-1),
s (significado)

tenemos:

Es así como el órgano eréctil viene a simbolizar el lugar del goce. No


en cuanto él mismo, ni áfquiera en cuanto imagen, sino en cuanto par­
te faltante de la imagen deseada: por eso es igualable a - V T >

Esto no es pensam iento com plejo, es una delirante estupidez, un


sim ple “m acaneo”, com o se dice en A rgentina... ¡Pensar que algunos
lo tom an en serio y lo hacen, en nom bre de la “seriedad científica” ! Pa­
labras huecas, sin contenido, textos incom prensibles sin ninguna rela­
ción con las realidades concretas. Toda esta vacuidad, aunque en su
m om ento engañe a bobos, term ina por diluirse com o pom pas de jabón.

101
th e q u id Ander-Eftf

Esta cháchara seudocicntífica podría evitarse con una pequeña do%i% de


cultura... Es buen ejem plo de lo que es “ la co m p licació n “ sin el m enor
atisbo de pensam iento com plejo.

La especialización y la fragm entación del saber

Dejando estas breves consideraciones sobre la charlatanería intelec­


tual, volvemos al proceso de especial ización al que ya hicim os referencia.
En este proceso, se han dado dos fenómenos que interesa señalar aquí:

• La o las partes se han absolutizado hasta el punto de im pedir o d i­


ficultar la com prensión del lodo.
• Se ha perdido la unidad del saber.

Esta fragm entación del saber y la especialización parece que han si­
do un paso necesario — y hasta diría in e sitab le— que en su m om ento
tuvo un sentido, pero han term inado conduciendo a un nuevo o scu ran ­
tism o. “El crecim iento exponencial de los saberes separadas — v o lv e ­
mos a citar a Nlorin— hace que cada cual, especialista o no. ignore c a ­
da vez m ás el saber existente. Lo más grave es que sem ejante estado
parece evidente y natural.",? Ya lo había dicho C hesterton con la pizca
de hum or que lo caracterizaba: “ El especialista es aquel que sabe cada
vez más de un cam po cada vez más pequeño, en m archa hacia ese lí­
mite últim o, en el que sabrá todo de nada.”

La necesidad de recuperar una perspectiva glohal

H em os querido expresar esta problem ática, con palabras del físico


David B o h m ,14 y que denom inam os com o el paso del “ fetichism o del
fragm ento a la búsqueda de una “totalidad no dividida en m o \ »mien­
to fluyente . En la cultura contem poránea, existe el im p en o del frag ­
m ento o, lo que es lo m ism o, una visión fragm entaria v reduccionista
de la realidad. Frente a esa situación, hoy existe en alcunos una p reo ­
cupación por el rescate del sentido de totalidad, es decir, de pensar te­
niendo en cuenta un horizonte de totalidad. Esto in v ien e, según B ohm .

102
v técnicas d e investigación so cia l

el enfoque de la física m ee unicista, que inicialm ente considera las p ar­


tes, las partículas y los elem entos, separados y divisibles, para ascen-
! der desde allí por un cam ino de abstracciones cada vez más abarcan-
’ tes, hacia el todo. De lo que se trata es de seguir el cam ino inverso: par-
! tir de la totalidad no dividida desl universo y desde allí descender, por
i una vía de abstracciones, a las partes. Incluso estas partes aceptan ser
I ordenadas en “subtotalidades relativam ente autónom as” por las cuales
i el lenguaje de la física clásica seguiría siendo válido. Pero esas subto-
| tal id ades se integrarían en una totalidad mayor.
N uestro gran desafío es el de saber captar la to ta lid a d no d iv id id a
en m o v im ie n to flu y en te, com o dice Rohm. Hay, pues, tres notas c a ­
racterísticas en este desafío:
a) la idea de totalidad,
b) no dividida, y
c) en m ovim iento fluyente.
E sto supone un “orden im plicado o plegado” , en la expresión de
Rohm , en donde no se proponen conocim ientos adicionales o y u x ta­
puestos, sino que se procuran establecer conexiones y relaciones de los
I saberes, en una totalidad no dividida y en perm anente cam bio. Este tra­
tam iento integrador de los conocim ientos puntuales exige un enfoque
¡ globalizador e interdisciplinario.
E stim o que podem os term inar estas consideraciones sobre la “bar-
1 barie de la esp ecializació n ” y el “ fetichism o del fragm ento” , con una
idea de Ram ón y C ajal; decía en su libro El m undo a los ochenta años:
“ D iscrepo de quienes sostienen que un buen especialista puede ignorar
¡ cuanto rebasa el círculo de su atención habitual. No; el sabio, adem ás
j de la disciplina especialm ente cultivada, queda obligado, si no quiere
i' adocenarse, a saber algo de to d o ” 15

I L a b a r b a r ie de la e sp e c ia liz a c ió n y el fetich ism o del fra g m e n to ,


com o o b stá c u lo s p a r a p e n s a r la re a lid a d en su c o m p le jid a d

He aquí otra dificultad para aprender a pensar la com plejidad o, lo


que es lo m ism o, para abrirse a la com plejidad de lo real. Con m ucha
facilidad, el especialista tiende a tener una visión lim itada de los fenó-

103
Ezequiel Ander-Ef>g

m enos, hechos y procesos. D e ahí al reduccionism o y a la sim plifica­


ción, existe un corto trecho que difícilm ente no se recorra.
H ace más de m edio siglo que O rtega y G asset nos advertía sobre lo
que él llam ó “la barbarie de la especialización” . D escribe, en La rebe­
lión de las m asas, a esa “c a stá 'd e hom bres sobrem anera extraños que
son los especialistas. Son aquellos que ‘sab en ’ m uy bien su m ínim o rin­
cón del universo; pero ignoran de raíz todo el resto” . Y esto, añade en
otro pasaje, “porque antes los hom bres podían dividirse, sencillam ente,
en sabios e ignorantes, en m ás o m enos sabios y m ás o m enos ig n o ran ­
tes. Pero el especialista no puede ser subsum ido bajo ninguna de esas
dos categorías. N o es un sabio, porque ignora form alm ente lo que no
entra en su especialidad; pero tam poco es un ignorante, porque es un
‘hom bre de cien cia’ y conoce m uy bien su porciúnculo del U niverso.
H abrem os de decir que es un sabio ignorante, cosa sobrem anera grave,
pues significa que es un señor el cual se com portará en todas las cu es­
tiones que ignora, no com o un ignorante, sino con toda la p etulancia de
quien en su cuestión especial es un sabio... Al especializarlo, la civ ili­
zación le ha hecho herm ético y satisfecho dentro de su lim itación” .16
L o grave es cuando el esp ecialista op in a sobre cuestiones ajenas a
su especialidad, pero lo hace no com o un individuo corriente, sino co ­
mo científico. Al escrib ir esto, viene a mi m ente el caso de W illiam s
Shockley, prem io N obel de F ísica en 1956, co-inventor del transistor;
com o está claro, un científico em inente. En otro cam po ajeno a la físi­
ca, com o es el de la genética, sostuvo que los negros son m enos in teli­
gentes que los blancos y que, dada la tasa de natalidad de los prim eros,
se estaba llegando a una situación de retroceso en la evolución de la ra­
za hum ana.
D esde otra perspectiva, M orin aborda un p roblem a sem ejante alu­
diendo a “ la barbarie al interior de la cien cia” . Esa barbarie “es el pen­
sam iento disciplinar, la co m p artim en talizació n en d iscip lin as” . Esta
m ultiplicidad de esp ecializació n ha llevado a que m uchos científicos
sólo tengan “una visión de los problem as de sus respectivas d iscip li­
nas, que han sido arb itran am ente recortadas en el tejido co m p lejo de
los fenóm enos. E sos cien tífico s tienen una pobreza increíble para c o m ­
prender los problem as globales. Y hoy, todos los problem as im p o rtan ­
tes son problem as g lo b ales” .17

104
M étodos y técnicas de investigación so cia l

6. Aprender a pensar en términos sistémicos

“En los años treinta — nos dice C apra— la m ayoría de los criterios
clave del pensam iento sistèm ico habían sido ya form ulados por los
biólogos organicistas, los psicólogos de la G estalt y los ecólogos. En
todos esos cam pos, el estudio de los sistem as vivos — organism os, p ar­
tes de organism os y com unidades de organism os— habían conducido
a los científicos a la m ism a nueva m anera de pensar en térm inos de co-
nectividad, relaciones y contexto. Este nuevo pensam iento se veía ad e­
m ás reforzado por los descubrim ientos revolucionarios de la física
cuántica en el reino de los átom os y las partículas subatóm icas.” 18
D os décadas después, en m uchas de las m entes m ás lúcidas entre
los científicos de m ediados de siglo, existían una búsqueda y una p reo ­
cupación por unir las piezas del m undo del saber, u n a de cuyas notas
características era la de estar fragm entado en ciencias y especialidades
cada vez m ás lim itadas d entro de las m ism as disciplinas. “C ada vez se
sabe m ás sobre m enos”, com o suele decirse para indicar esta situación.
Esta preocupación no sólo se expresó en el intento de integrar las
ciencias en una teoría general interdisciplinaria, com patible con la a u ­
tonom ía de las distintas disciplinas, sino tam bién en el propósito de te ­
ner un m odo de abordaje de la realidad que fuese com ún. Estos inten­
tos surgían a partir de la constatación de que en los distintos cam pos del
saber existen relaciones isom órficas y una analogía de m étodos y p ro ­
blem as que, en últim a instancia, se resuelven en el m odelo de sistem a.
L a preocupación por la interdisciplinariedad y p o r tener enfoques
globalizantes de la realidad está subyacente en el pensam iento de m u ­
chos científicos, pertenecientes a diferentes cam pos del saber, desde
m ediados del siglo X X . E sto se da tanto en el cam po de las ciencias
naturales com o en el de las ciencias sociales. A skoff resum ió este n u e­
vo espíritu o m odo de co n sid erar los problem as, del siguiente m odo:
“D ebem os dejar de actuar com o si la naturaleza estuviera organizada
en disciplinas, en la m ism a form a que lo están en las universidades.” 19
En una publicación de la U niversidad de las N aciones U nidas, A.
D anzin resum ió los cuatro aspectos básicos de la búsqueda de un n u e­
vo paradigm a:

105
E iequiel Ander-Egg

• la relevancia de conceptos tales com o inform ación y negantropía;


• la aplicación generalizada de conceptos tales com o estudios cib er­
néticos y holísticos;
• la relevancia de la idea de evolución y el valor del tiem po;
• el no-determ inism o de situaciones particulares, cam bios, fluctua­
ciones y bifurcación, inestabilidad y azar.20

E strecham ente ligada con lo anterior (la creciente especialización


del saber), la Teoría G eneral de Sistem as aparece com o una form a de
asum ir la com plejidad de la realidad, cuya capacidad de conocim iento
y com prensión se hace difícil para los especialistas. C om o hem os m en­
cionado anteriorm ente, la división del co n o cim ien to en especial izac io­
nes (proceso que fue d esarrollándose a lo largo de casi un siglo) fue al­
tam ente fecunda para el desarrollo de las ciencias. Pero es a m ediados
del siglo X X cuando se tom a conciencia de que los conocim ientos e s­
pecializados son tanto m ás fértiles y fecundos, en la m edida en que se
integran los resultados en la totalidad de la que form an parte. D entro
de ese contexto, la idea que el todo es m ás que las partes se tran sfo r­
m a en el fundam ento de lo que sería el enfoque sistèm ico. E sto sig n i­
fica que existen cualidades em ergentes que nacen de la organización de
un todo y que pueden retro actu ar sobre las partes. Pero, al m ism o tiem ­
po, debem os afirm ar que el tod o es m en os que la su m a de las p artes,
puesto que las partes pueden tener cualidades que son inhibidas por el
todo. De este m odo, la perspectiva sistèm ica aparece com o una crítica
al paradigm a de la ciencia vigente hasta m ediados del siglo X X . La
Teoría G eneral de S istem as se co n sid era com o una respuesta al req u e­
rim iento de la m ism a ciencia que exigía una visión no fragm entaria de
la realidad para co m prenderla m ejor. Se tiene clara co n cien cia de que
la naturaleza no está co m p artim en tad a, ni los p roblem as sociales se
dan aisladam ente de un co ntexto social.
E xiste, adem ás, una co n flu en cia, en diferentes disciplinas, de lo que
se suele llam ar el p en sam ien to sistèm ico, antes de que se form ule de
m anera expresa la Teoría G eneral de S istem as. E stas confluencias se
podrían considerar com o las “ fuentes in m ed iatas” de la Teoría G eneral
de Sistem as. En la física cuántica, se refuta o supera el d eterm in ism o

106
M étodos y técnicas de investigación social

clásico de la física new toniana, que es reem plazado por el “principio


de indeterm inación” . En la biología, quedó totalm ente superada la co n ­
cepción m ecanicista de los sistem as vivientes. “En contraste con las
fuerzas físicas, com o la gravedad o la electricidad — decía Von Berta-
lanffy— , los fenóm enos de la vida sólo se encuentran en unidades in ­
dividuales llam adas organism os. Todo organism o es un sistem a, esto
es, un orden dinám ico de partes y procesos (com ponentes) que están
en m utua interacción.”21
P oco a poco aparece, tam bién, una nueva im agen del universo y del
hom bre. La visión m ecanicista de la ciencia fue puesta en cuestión. El
m odo de conceb ir la realidad com o si fuese una m áquina fue reem pla­
zado por la idea de organism o y de organización. La idea de orden en
el universo es reem plazada por las ideas de incertidum bre, desorden,
aleas, caos, bifurcaciones...
C om o lo explica C apra, “las principales características del pensa­
m iento sistèm ico em ergieron sim ultáneam ente en diversas disciplinas
durante la prim era m itad del siglo, especialm ente en los años veinte. El
pensam iento sistèm ico fue encabezado por los biólogos, quienes p u sie­
ron de relieve la visión de los organism os vivos com o totalidades inte­
gradas. P osteriorm ente, se vio enriquecido por la psicología de la G es-
talt y la nueva ciencia de la ecología, teniendo quizás su efecto más
dram ático en la física cuántica” .22
En ese contexto, en la segunda m itad del siglo X X , surge la Teoría
G eneral de Sistem as, con la pretensión de ser una alternativa a los e n ­
foques analítico-m ecánicos que fragm entaban la realidad, dividiendo
los fenóm enos en partes, tanto com o fuera posible, para analizarlos se­
paradam ente. E sto fue útil, com o se dijo, para profundizar en el análi­
sis de cuestiones puntuales, pero insuficiente para com prender y expli­
car la totalidad en la que se dan los com ponentes que se analizan. El
m étodo analítico partía del supuesto, no siem pre explícito en algunas
disciplinas, de que la com prensión de la totalidad y de los fenóm enos
m ás com plejos surgiría del análisis de las partes. Esto condujo a un
pensar reduccionista, en el que subyacía — com o diría M orin— el p a­
radigm a de la sim plicidad, que dificulta ver la unidad, m ultiplicidad,
totalidad, diversidad, organización y com plejidad de los fenóm enos.
D esde una perspectiva de la ciencia, vista en su concepción general

107
E zfqiòel Awler-Exx

y com o m odo de aproxim ación a la realidad, el pensam iento sistèm ico


im plica un cam bio de la perspectiva m ecanicista. Este cam bio p o d ría­
m os expresarlo diciendo que ha sido un “salto de la parte al to d o “ ... La
dificultad que todavía hoy afrontam os para lograr una form a de pensar
sistèm ica es que estam os inm ersos en la cu ltu ra de la fragm entación.
Este tránsito de una concepción/perspectiva m ecanicista a una con-
cepción/perspectiva sistém ica/ecológica podría sintetizarlo — de la
m ano de C apra— en el siguiente cuadro:

C o n c e p c ió n /p e r s p e c tiv a m e c a n ic is ta C o n c e p c ió n /p e r s p e c t iv a s iv t é m k a /e c o ló g ic a

M a rc o c o n c e p tu a l: M a rc o c o n c e p tu a l
El m u n d o c o n s id e ra d o c o m o m á q u in a g o b e r ­ El m u n d o c o n s id e r a d o c o m o o r g a n is m o v iv o .
n a d a p o r ley e s m a te m á tic a s .

P e rsp e c tiv a : P e rsp e c tiv a :


A to m is ta -re d u c c io n is ta . H o lís tic a - to ta liz a d o r a
L a s p a n e s o e le m e n to s p rim a n s o b re el to d o . E l to d o p rim a s o b re la s p a rte s o e le m e n to *

P e n s a m ie n to a n a lític o : P e n s a m ie n to s s is ié m ic o :
A ís la a lg o p a ra e n te n d e rlo y c o m p r e n d e r lo . E n c u a d ra a lg o d e n tr o d e u n a s itu a c ió n c o n ­
te x tú a !

M a n e ra d e p e n s a r fo c a liz a d a en las p a n e s o e le ­ M a n e ra d e p e n s a r e n té r m in o s d e p r o p ie d a d e s ,
m e n to s . re la c io n e s y c o n te x to

D e s m e n u z a los fe n ó m e n o s c o m p le jo s en p a rte s , L a s p a rte s s ó lo p u e d e n ^ct c o m p r e n d id a s en el


p a ra c o m p re n d e r el fu n c io n a m ie n to d e l to d o . c o n te x to d e un c o n ju n to m a s a r .

C a d a s is te m a c o m p le jo d e c o m p o r ta m ie n to E n lo s s is te m a s c o m p le jo s , el to d o tie n e p r o p ie ­
p u e d e e n te n d e rs e d e s d e las p r o p ie d a d e s d e las d a d e s q u e n in g u n a d e las p a n e s p o s e e L o s s is ­
p a rte s . te m a s n o p u e d e n s e r c o m p r e n d id o s p o r m e d io
d el a n á lis is d e la s p a n e s

L a a te n c ió n d e lo s b ió lo g o s se d e s p la z a d e los B ú s q u e d a d e r e la c io n e s o r g a n iz a d o r a s d e to d o s
o rg a n is m o s a las c é lu la s . lo s n o e l e s d e la e s tr u c tu r a vi s ie n te .

T e o ría , c e lu la r, e m b rio ló g ic a y m ic r o b io ló g ic a . L a s in s u f ic ie n c ia s de la p e rs p e c tiv a m e c a n ic is s a


a firm a la c o n c e p c ió n m e c a n ic is ta . p a ra el e s tu d io d e lo s s is te m a s \ix-cw y k » d e s ­
c u b r im ie n to s d e la fís ic a c u á n tic a lle v a ro n a q o e
se f o rm u la r a n lo s e n t e n a s c la s e d e l p c rts a m ic n -
t a 's i s ié m ie o .

H a y e s tr u c tu r a s fu n d a m e n ta le s , fu e rz a s y m e c a ­ C a d a e s tr u c tu r a e s x is la c o m o la m a n if e s ta c ió n
n is m o s a tra v é s d e los c u a le s é s ta s in te r a c tú a n , d e p r o c e s o s s u b y a c e n te s . El piensa m ie n to sxsié-
d a n d o lu g a r a p ro c e s a s . m ic o s ie m p re e s p e n s a m ie n to p ro c e s a l

108
M étodos v técnicas de investigación social

A prender a pensar en los um brales del siglo XXI supone tam bién la
necesidad de un enfoque sistèm ico, fundado en las siguientes razones
principales:

• La realidad es sistèm ica, es decir, los elem entos que la co m p o ­


nen se hallan en relación funcional, donde cada una de las partes
es interdependientc de las otras.
• Los problem as que afrontam os en la realidad son sistém icos,
habida cuenta de que existe una interrelación e interdependencia
entre los problem as.
• C onsecuentem ente, hay que abordarlos de m anera sistèm ica,
tanto para conocerlos com o para actuar transform adoram ente so ­
bre la situación-problem a que es m otivo de nuestro análisis y tra­
tam iento.

Se trata de asociar la idea de la unidad con la diversidad y m ultipli­


cidad, teniendo en cuenta que el todo es más que la sum a de las partes,
al m ism o tiem po que determ ina la naturaleza de las m ism as. Las p ar­
tes no se pueden entender aisladas del todo, al m ism o tiem po que son
interdependientes y están dinám icam ente interrelacionadas dentro del
contexto de una totalidad.

7. Desarrollar un pensamiento ecologizado

La visión o perspectiva ecológica consiste en percibir todo hecho,


fenóm eno o proceso en sus interconexiones, relaciones, interdepen­
dencias e intercam bios que, com o parte de algo, tiene con el entorno o
todo al que pertenece. Y cada caso, incluido y relacionado con una to ­
talidad mayor.
El pensam iento ecologizado no es otra cosa que una expresión del
paradigm a ecológico, entendido com o un m odelo explicativo caracte­
rizado por percibir y considerar todo fenóm eno autónom o (en el senti­
do de estar auto-organizado) en su relación con el todo al que pertene­
ce, sea éste su entorno o su contexto. Esto es acorde con los principios

109
Ezequiel Ander-Egg

básicos de la ecología: “todo está relacionado con to d o ”, “nada ocurre


de m anera absolutam ente aislada’’ y “nadie actúa en com pleta indepen­
dencia’’. Precisam ente esta idea de interrelación es la que fundam enta
tanto el pensam iento ecológico com o el pensam iento sistèm ico que,
con una perspectiva cibernética, nos perm ite incluir sim ultáneam ente
lo uno (el todo) con lo diverso (las partes).
Esta visión ya estaba potencialm ente contenida en la form ulación
de Ernst Haeckel que, en to m o a 1890, propuso el térm ino “eco lo g ía”
y la concepción de lo que sería una nueva ciencia que ponía de relieve
que nada de lo que ocurre en la ecosfera acontece de m odo aislado y
que todo cuanto existe se da en una com plicada red de in ter-re tro-rela­
ciones entre todos los organism os vivos y su entorno. E sta idea ya ha­
bía sido form ulada en el budism o, que afirm a la “ interdependencia fun­
dam ental de todas las cosas” ; y tam bién en el sivaism o: ‘T o d o está re­
lacionado con todo.”
Para algunos, el pensam iento ecologizado coincide con el pensa­
m iento sistèm ico en cuanto ofrece una perspectiva y un horizonte sim i­
lar en el m odo de pensar la realidad. De ahí que algunos incluyan en
una sola expresión — pensam iento ecológico-sistém ico— am bas pers­
pectivas, que tienen en com ún m irar las partes desde el todo, m irar el
todo más allá de las partes. E sta visión ecológica tiene dos incidencias
principales:

• una, en el m odo de pensar y abordar la realidad;


• otra, que influye en las prácticas sociales, buscando efectos siner-
géticos en las accién es concretas que se em prenden.

El pensam iento sistém ico-ecológico o, si se quiere, la perspectiva o


concepción sistém ico-ecológica de la realidad es un enfoque válido p a­
ra todos los niveles (desde el individuo y la fam ilia, hasta los grandes
colectivos, pasando por los grupos, asociaciones, organizaciones, etc.).
Esta visión com prende, asim ism o, un cuerpo integrado de conceptos
que incluye una concepción teórica y una dim ensión m etodológica y
práctica. En cuanto perspectiva teórica, pone de relieve, entre otras co ­
sas, que aun conociendo todas las propiedades de cada parte— no se

110
M étodos y técnicas d e investigación so cia l

puede com prender el todo que las incluye, porque para ello falta “al­
g o ” . Ese “algo” son las propiedades del todo, em ergentes de las partes,
pero que es diferente de la sum a de las partes. En cuanto la dim ensión
m etodológica y práctica de este enfoque, se pone de m anifiesto en la
configuración de los m odelos de. actuación, según los cuales es básico
y fundam ental producir efectos sinergéticos. C onform e con esta pers­
pectiva, toda arció n — aunque sea un aspecto puntual o sectorial— d e ­
be estar conectada y articulada con los dem ás aspectos puntuales o sec­
toriales que configuran el todo, de m odo tal que produzca un efecto si­
nèrgico de potenciación. L a acción sobre cada aspecto o sector p ro d u ­
ce una concurrencia de efecto sobre los otros, reforzando y p o ten cian ­
do la actividad de cada uno de ellos.

La ciencia general de sistem a nos conduciría hacia una suerte


de am b ien talism o de la m ente h um ana y a sentir el verd ad ero
d eleite por la inm ensa variedad del U niverso. E llo nos llevaría
a ver el m undo de las ideas hum anas com o un eco siste m a ali­
m en tan d o una inm ensa variedad de opciones y no co m o a un
o rganism o dem andando subordinación a una autoridad central.
Kenneth Boulding

111
Ezequiel Ande r-Egg

B ibliografía citada

1 N IC K E R SO N , R., P E R K IN S, D . y SM IT H , E., Enseñar a pensar. A spec­


tos de la aptitud intelectual, Barcelona, Paidós/M E C , 1994.
2 C R U T C H FIEL D , R. S ., “Nurturing the co g n itiv e sk ills o f productive thin­
king”, en L. Rubin (co m p .), U fe Skills in School and Society. Y earbook, A s­
sociation for Supervision and Curriculum D evelop m en t, 1969.
3 M O R IN , Edgard, Para sa lir del siglo XX, B arcelona, Kairós, 1981.
4 M OTTA, Raúl, “Transdisciplinariedad en acto”, en rev. C om plejidad, año
1, núm. 0, ju n io-agosto, B u en os A ires, 1995.
5 R O G ERS, Cari, El proceso de convertirse en person a , B arcelona, Paidós,
1961.
6 K U H N , T hom as, U j estructura de las revoluciones científicas , M é x ico ,
FCE, 1971.
7 M O R IN , Edgard, op. cit.
8 ídem .
9 íd em . ^
10 ídem .
11 ídem .
12 SO K A L , D. y B R IC M O N T , J., Impostures intellectuals, París, E ditions
O dile Jacob, 1998.
13 M O R IN , Edgard, El método. El conocim iento del conocim iento , B a rcelo ­
na, Cátedra, 1988.
14 B O H M , D avid, La totalidad y el orden im plicado, B arcelona, K airós,
1988.
15 R A M O N Y C A JAL, Santiago, El mundo a los ochenta años.
16 O RTEG A Y G A SSE T , José, La rebelión de las m asas, M adrid, R evista de
O ccidente, 1930.
17 M O R IN , Edgard, op. cit.
18 C A P R A , Fritjof, La tram a de la vida, B arcelona, A nagram a, 1998.
^ ASK O FF, R. L ., “Towards a S ystem o f S y ste m s C on cep ts”, Slanagem ent
Science, núm. I I , 1971.

112
M ito d o s y U cnicas de investigacidn so cia l

2 0 D A N Z 1N , A., ‘T h e pervasiven ess o f com p lexity com m on trends, new pa­


radigm s and research orientations”, en The Science and Praxis o f C om ple­
xity, Ginebra. The U nites N ations University, 1985.
21 BER TA LA N FFY . L., Perspectivas de la teoria general de sistemas. M a­
drid, A lianza. 1979.
22 C A P R A . Fritjof., op. cit.

113
P-]
i

ANEXOS

|
C om pletam os este capítulo con d o s textos:
uno de P rig o g in e sobre la incertidum bre
y otro de M orin p a ra aprender a p e n sa r la com plejidad.

<

115
A nexo 1
El fin de las certidumbres

Para q u ien es desean p rofundizar acerca del pensar d esd e la in ­


certid u m b re, recom endam os la lectura del libro de Ilya P rigo­
gine E l f in de las certidum bres. A m odo de aperitivo para la
lectura del libro, transcribim os algunos pasajes e ideas m ás d i­
rectam en te vinculados con los propósitos de este libro.

“A sistim os al surgim iento de una cien cia que ya no se lim ita a situaciones
sim plificadas, idealizadas, sin o que nos enfrenta a la com plejidad del m undo
real; una cien cia que perm ite que la creatividad se viven cie com o la expresión
singular de un rasgo fundam ental, com ún a todos los n iveles de la naturaleza.”
P rigogine no invita en su libro — com o d ice al final del prólogo— “a v isi­
tar un m u seo arqueológico, sin o a exam inar una cien cia en devenir”. Las cu e s­
tiones básicas estudiadas en el libro — com o el autor lo indica— ya fueron
form uladas por los pre-socráticos en los albores del pensam iento occidental:
¿el universo se rige por leyes determ inistas? ¿Cuál es el papel del tiem po? E s­
tos interrogantes han acom pañado al pensam iento occidental durante 2 .5 0 0
años. “Hoy, los desarrollos de la física y las m atem áticas del caos y la inesta­
bilidad abren un nuevo capítulo en esa larga historia. P ercibim os eso s proble­
m as d esd e un ángulo renovado.”
Según Popper — con esta cita com ienza el libro— , el sentido com ún tien­
de a afirmar “que todo acon tecim iento es causado por un acontecim iento, de
suerte que todo acontecim iento podría ser predicho o explicado... Por otra par­
te, el sentido com ún atribuye a las personas sanas y adultas la capacidad de
elegir librem ente entre varios cam inos distintos de a cción ”... Esta tensión al
interior del sentido com ún fue denom inada por W illiam Jam es el “dilem a del
determ inism o” y en ella se ju ega “nuestra relación con el m undo, y particu­
larm ente con el tiem po”. Por otro lado, “la cuestión del tiem po se sitúa en la
encrucijada del problem a de la existen cia y el con ocim iento. El tiem po es la
d im ensión fundam ental de nuestra existencia, pero también se inserta en el
centro de la física” . La paradoja del tiem po es la idea central del libro de Pri­
gogin e, paradoja que traslada a la física el “dilem a del determ inism o”.

117
Ezequiel Ander-Egg

Las leyes de la física new toniana fueron “aceptadas co m o la expresión de


un con ocim iento ideal, objetivo y com p leto. Puesto que dichas ley es afirm a­
ban la equivalencia entre el pasado y el futuro, cualquier tentativa de atribuir
una sign ificación fundam ental a la flecha del tiem po parecía una am enaza a
ese ideal”. Sin em bargo, la flecha del tiem po no puede ser relegada ni d escu i­
dada. “El desarrollo espectacular de la física de no equilibrio y de la d inám i­
ca de los sistem as d inám icos inestables, asociad os a la idea de caos, n os o b li­
ga a revisar la noción de tiem po tal co m o se form ula desde G a lileo ... Esta
cien cia condujo a con cep tos nuevos co m o la autoorganización y las estructu­
ras disipativas, hoy am pliam ente utilizados en ám bitos que van d esd e la c o s ­
m ología a la eco lo g ía y las cien cia s so cia les, pasando por la quím ica y la b io­
logía. La física de no equilibrio estudia los p rocesos d isipativos caracteriza­
dos por un tiem po unidireccional y, al hacerlo, otorga una nueva sig n ifica ció n
a la irreversibilidad.” Ya no p od em os aceptar qüe la flecha del tiem p o só lo es
fen om en ológica. “N osotros no engendram os la flecha del tiem po. Por el c o n ­
trario, som os sus vástagos.”
La revisión del con cep to de tiem po en la física, producido por el desarro­
llo de los sistem as d inám icos inestables, ha llevado a una reform ulación de la
con cep ción de la ciencia. “La cien cia clásica privilegiaba el orden y la esta b i­
lidad, mientras que en todos lo s n iveles de observación reco n o cem os hoy el
papel primordial de las fluctu aciones y la inestabilidad” ... “A penas se in cor­
pora la inestabilidad, la sig n ifica ció n de las ley es de la naturaleza cobra un
nuevo sentido. En adelante expresan p o sib ilid ad es”, no certidum bres. “N o só ­
lo p oseem o s ley es sin o acon tecim ien tos que no son d ed u cib les de las ley es,
pero actualizan sus posib ilid ad es.” D e este m odo “se afirma cada v e z m ás el
carácter evolutivo de la realidad” ... El devenir “se sitúa en el centro de n u es­
tra intelección de la naturaleza” . Las n o cio n es de inestabilidad y ca o s incor­
poradas hoy a la cien cia m oderna con d ucen “a una nueva form ulación de las
ley es de la naturaleza” que no reposa en certidum bres — co m o las le y es deter­
m inistas— , sino que se postula “sobre la base de p o sib ilid a d es” . La cien cia
m oderna no ha de describir un m undo estab le, sin o el m undo inestable, e v o ­
lutivo, en el que viv im o s... “La naturaleza realiza sus estructuras m ás d elica ­
das y com plejas gracias a lo s p rocesos irreversibles a sociad os a la flech a del
tiem po. La vida só lo es p o sib le en un universo alejado del equilibrio.” M ien ­
tras que en los sistem as d in ám icos estab les “las pequeñas m o d ifica cio n es de
las co n d icio n es in iciales producen p eq ueños e fe c to s”, en los sistem as ca ó ti­
co s “las trayectorias correspondientes a co n d icio n es in iciales tan v ecin a s c o ­
m o se quieran divergen de m anera ex p on en cial con el tiem po” . E n tonces ha­
blam os de “sensibilidad de las co n d icio n es in icia les” y lo ilustram os con la
con ocid a parábola del “e fe c to m ariposa”, que d ice que el aleteo de una mari­

118
M étodos y técnicas d e investigación social

posa en la cuenca amazónica puede afectar al clima de Estados Unidos. Se ha­


bla de “caos determinista“: las ecuaciones de los sistemas caóticos son tan de­
terministas como las leyes de Newton. ¡Y empero engendran comportamien­
tos de aspecto aleatorio!
i
Prigogine, al final del libro, señala que “a igual título que el determinis-
mo, el puro azar es una negación de la realidad y de nuestra exigencia de en-
$ tender el mundo* Hemos intentado construir una vía estrecha entre estas dos
concepciones que conducen a la alienación, la de un mundo regido por leyes
que no otorgan lugar alguno a la novedad y la de un mundo absurdo, acausal,
donde nada puede ser previsto ni descrito en términos generales“.
Y, en la última frase del libro, nos dice: “Discernimos nuevos horizontes,
nuevas preguntas, nuevos riesgos. Vivimos un momento privilegiado en la his­
toria de la ciencia. Espero haber comunicado esta convicción a mis lectores.“

El libro de P rigogine — E l fin de las certidum bres, S an tiag o de


C hile, A n d rés B ello. 1997— ofrece, esp ecialm ente en algunos
de sus cap ítu lo s, m uchas d ificu ltad es para su c o m p ren sió n si
no se tiene un a cierta form ación en el cam po de la física y co ­
nocim ientos de term odinám ica. S in em bargo, algunas de sus
ideas c en trales que hem os tratado de p resentar — en lo posible,
con sus m ism as palabras— en este anexo pueden ay u d ar a v is­
lu m b rar una nueva concepción d e la ciencia y nuevas p ersp ec­
tivas en el m odo de co n sid erar a las ciencias sociales y, c o n si­
guien tem en te, la investigación social.
U no de los tem as centrales que trata P rigogine es lo referente
a la fle c h a d e l tiem po. Al lecto r de este libro que q u iera c o m ­
p ren d er m ejo r a Prigogine. le recom iendo un excelente texto
de V íctor M assuh titulado, precisam ente. La fle c h a d e l tie m p o ,
B uenos A ires, S udam ericana, 1990, que, por estar e scrito por
un filósofo qu e tiene, adem ás, un gran conocim iento de la
cien cia actual, puede c o n trib u ir a c o m p ren d er los “ nuevos ho­
rizontes, las nuevas preguntas y los nuevos riesgos” .

119
A nexo 2
Las sugerencias de Edgard Morin para aprender
! a pensar la complejidad

Hemos hecho referencia a dos obstáculos que nos dificultan el abrimos a


la capacidad para pensar la complejidad. Ahora intentaremos señalar aquellas
cuestiones fundamentales que explica Morin como formas de superar el pen-
i samiento de la simplificación y de aprender a pensar la complejidad.
Ante todo, hay que asumir y saber pensar la ambigüedad y la ambivalen­
cia que existen en cada aspecto o fragmento de la realidad y, mucho más, en
la totalidad de la misma. Esta ambigüedad y esta ambivalencia están en la es­
tructura o en la naturaleza misma de los fenómenos sociales y en la trama mis­
ma de la existencia humana, como lo pone de manifiesto la tragedia griega,
expresando opuestos que no se pueden superar.
Si no hay ningún aspecto de la realidad exento de esta dualidad, cuando se
la piensa y estudia, no hay que divorciar lo que se debe distinguir en cada
fragmento de la misma. El pensamiento disociativo/disyuntivo disocia y de­
sune lo que debe ser distinguido y opuesto, pero que es también inseparable y
complementario, como son el orden y el desorden, el determinismo y la liber­
tad, la repetición y la innovación, el mito y la realidad social, la unidad y el
conflicto, la armonía y la discordia, la autonomía y la dependencia, el objeto
y el sujeto, la comunidad y la sociedad; la sociedad y el individuo. Y es re-
ductor/unidimensional en el sentido de que reduce la complejidad multidi­
mensional de la realidad social a una sola cara. Aprender a pensar la comple­
jidad de lo real exige saber pensar — al mismo tiempo— lo complementario,
lo concurrente y lo antagónico.
,
Asumida esta dualidad de cada fragmento y de la totalidad de la realidad,
se está en mejores condiciones de comprender el principio de la polaridad,
que no significa oposición o conflicto, sino pensar e integrar el antagonismo
en la complementariedad. En cada aspecto de la realidad, en cada fenómeno,
hay caras antagónicas. Este principio está en las raíces del pensamiento y el
sentimientos chinos; es una manera natural de pensar. No ocurre lo mismo con
el modo de pensar de los occidentales, acostumbrados a un pensamiento dis-
yuntivo/disociativo: simplificador, reduccionista y unidimensional.

121
Ezequiel Arulrr-Eftx

El principio del d etcrm inism o causal de la cien cia clásica se flex íb ilízó
hasta convertirse en la causalidad probabilístíca de carácter estad ístico. M on n
va m ás allá: plantea la em ergencia de la causalidad com pleja que. a su vez.
nos conduce al problem a de la com plejidad de toda causalidad, expresada
en una poli-causalidad en donde las inter-rclro-acciones se com binan y c o m ­
baten, al m ism o tiem po que sufren los determ inantes externos. En el len gu a­
je de la m etodología clá sica de investigación, se diría que se trata de tener en
cuenta la infinidad de variables que están interactuando sim ultáneam ente. En
el lenguaje de este autor, la com plejidad de la causalidad viene dada por la re­
troacción del efecto sobre la causa, por las causalidades finalitarias. por Las
policausalidades, por la cn d o-exo-causalidad .
L os aspectos anteriores a los que hem os hecho referencia c o m o cu estio n es
puntuales que pueden ayu dam os a abrirnos el pensam iento a la com p lejid ad
de lo real supone com prender la eco-organización (la aptitud de la organ iza­
ción para reorganizarse a sí m ism a), a partir del tetragrama ord en /in teracción /
desorden/organización y los caracteres organizacionaJes del bucle retroactivo.
El paradigma de la com plejidad tiene una estructura diferente de tod os los pa­
radigm as de la sim p lifica ció n ... N o só lo porque crea nuevas alternativas y
nuevas uniones, sin o porque crea un nuevo tipo de unión, que es el b u cle... Por
últim o, hem os de señalar que, para abrir el pensam iento a la com p lejid ad de
la realidad, necesitam os desarrollar un pensam iento ecologizado (a él h em os
hecho referencia en otro parágrafo de este cap ítulo).

C onform e a lo que nos enseña M orin, el p en sam ien to de


la com plejidad se presenta co m o un ed ificio de v a n o s p i­
so s, tal co m o queda expresado en el esq u em a -sín tesis de
la página sigu iente.

122
M étodos y técnicas de investigación so cia l

Principio dialógico Principio de recursión Principio bologram ático


organizativa
Va más allá del principio de re­
troacción (feed back), supera la
Vincula dos principios o nociones Pone de manifiesto la aparente pa­
antagónicas, que deberían repeler­ radoja de ciertos sistemas donde
noción de regulación oon la noción
se, pero que son indisociables e in­ no sólo la parte está en el todo, si­
de producción y autoorganización.
dispensables para com prender una no que el todo está en la parte.
m ism a realidad. Es una curva generadora en la cual
los productos y los efectos son
ellos mismos productores y cau­
santes de lo que los produce.

Principios complementarios aportados por Morin

Von Ncum m an Von Foerster A lian P rigogine


Se interroga sobre la dife­ Descubrim iento del prin­ Teoría del “azar desorga­ Introduce tam bién la idea
rencia entre las máquinas cipio de “el orden a partir nizador”, expresado en de organización a partir
artificiales y las “m áqui­ del ru id o ” (order from una relación dialógica or- del desorden, pero de otra
nas vivientes”, señalando noise). d e n /d e so rd e n /o rg a n iz a - forma. En el ejem plo de
la paradoja de que los ele­ Idea de la creación de un ción, que se encuentra los torbellinos de Ber-
m entos de las máquinas orden a partir del desor­ presente en los mundos nard, se ve cómo, a partir
artificiales, perfectamente den. físico, biológico y huma­ de un determ inado um­
fabricados y terminados, no. bral. se constituyen y se
se degradan en cuanto la autom antienen estructu­
m áquina comienza a fun­ ras coherentes.
cionar. Las máquinas vi­
vientes, constituidas por
elem entos poco fiables,
poseen la propiedad de
desarrollarse, reproducir­
se y autorregenerarse.

Ideas sobre la autoorganización

Teoría de la inform ación Cibernética Teoría de loa rò te ma* K


Permite entrar en un universo don­ Teoría de las máquinas autóno­ Echar las bases de un pensam ien­
de a la vez hay orden (redundan­ mas. to de la organización.
cia) y desorden (ruido), y extraer La idea de retroacción rompe con La primera lección sistèmica es
algo nuevo (la inform ación) que el principio de causalidad lineal al que “el todo es más que la suma
pasa a ser organizadora (progra- introducir la de curva causal. de las partes” . .. Ello significa que
m adora) de una máquina ciberné­ La causa actúa sobre el efecto, y existen cualidades emergentes que
tica. viceversa. nacen de la organización de un to­
La curva de retroacción (llamada do y que pueden retroactuar sobre
feed back) desempeña el papel de las partes. Por otro lado, “el todo
m ecanism o amplificador. es menor que la suma de las par­
tes”, pues las partes pueden tener
cualidades inhibidas por la orga­
nización del conjunto.

Instrumentos para una teoría de la organización


123
Capítulo 3

La actitud científica
como estilo de vida

Q ué es y en qué consiste la actitu d científica com o estilo


de vida
La esencia de la a ctitu d científica
1. La búsqueda de la verdad
2. La curiosidad insaciable

Formas de ser que expresan una actitu d científica


1. T enacidad perseverancia y disciplina
2. Sinceridad intelectual
3. C apacidad p ara o b jetiva r

125
La adopción universal de una actitud científica pue­
de hacemos más sabios: nos haría más cautos, sin
duda, en la recepción de información, en la admi­
sión de creencias y en la formulación de previsio­
nes; nos haría más exigentes en la contrastación de
nuestras opiniones, y más tolerantes con las de
otros; nos haría más dispuestos a inquirir libremen­
te acerca de nuevas posibilidades, y a eliminar mi­
tos consagrados que sólo son mitos; robustecería
nuestra confianza en la experiencia, guiada por la
razón, y nuestra confianza en la razón contrastada
por la experiencia; nos estimularía a planear y con­
trolar mejor la acción, a seleccionar nuestros fines
y a buscar normas de conducta coherentes con esos
fines y con el conocimiento disponible en vez de
dominadas por el hábito y por la autoridad; daría
más vida al amor de la verdad, a la disposición a re­
conocer el propio error, a buscar la perfección y a
comprender la imperfección inevitable; nos daría
una visión del mundo eternamente joven, basada en
teorías contrastadas, en vez de estarlo en la tradi­
ción, que rehuye tenazmente todo contraste con los
hechos; y nos animaría a sostener una visión realis­
ta de la vida humana, una visión equilibrada, ni op­
timista ni pesimista.
Mario Bunge

127
D e todas las reflexiones que hem os realizado hasta aquí, podríam os
ex traer esta conclusión: la actitud científica, en últim a instancia, es una
j predisposición que influye en la adquisición de un estilo de vida. H a­
blando filosóficam ente, la vida del científico presenta las característi­
cas de un proyecto —enterw ulf— , es decir, una m anera concreta de e n ­
carar el m undo y los otros. Este estilo es una “form a de ascetism o
m undano a la m anera que describió W eber, y esta exigencia — bueno
es que n o lo olviden los ‘intelectuales’ de toda orientación— es por
co m p leto independiente del ‘m odelo’ de desarrollo que se asum a (o c­
cidental, oriental o térm ino m edio), del m ism o m odo que lo es el tipo
de cien cia o de m étodo que se adopte o practique’’.
U n profesional no es un científico, no es un investigador en sentido
1 estricto; sin em bargo, cualquiera que sea su cam p o profesional, d eb e­
ría asu m ir igualm ente una actitud científica. L a cien cia y la técnica no
son, com o ya indicam os, el único m odo de acceso al conocim iento de
la realidad; no son tam poco una panacea universal para todos los m a­
les, pero ni de una ni de otra podem os prescindir. Es im propio de un
profesional que vive en la era de la ciencia no asum ir una actitud cien ­
tífica en todas las circunstancias de su vida; actitud éticam ente valio­
sa, pues da a los hom bres una apertura espiritual e intelectual para un
diálogo sin barreras de ninguna índole; porque hace flexible la m ente
de los hom bres, capacitándolos para liberarse de todo aquello que ve­
rifican no ser verdadero, porque libera a los hom bres de la enajenación
del erro r y la ignorancia. En sum a, una actitud científica hace a la p er­
sona m ás persona, puesto que, frente a los problem as de la vida co ti­
d ian a (desde los m ás personales o aquellos que tienen im plicaciones o
se derivan de las situaciones políticas, culturales, sociales y eco n ó m i­
cas, pasando por las innum erables cuestiones que tienen que ver con la
vida en convivencia), ten er una actitud científica ayuda a d a r respues-
i tas m ás racionales a esos desafíos; y si no es m ás racional es, al m e-
1 nos, m ás razonable, puesto que la actitud científica es, tam bién, una
aptitud general para tratar problem as, relacionar las cosas y p ara evitar
las superficialidades, la “o p inionitis” acerca de todo lo existente y d e ­
cir las cosas sim plem ente porque se dicen.
I
129
Ezequiel Andrr-Egg

U na persona puede haber adquirido una buena form ación teórica y


tener un m anejo riguroso de los m étodos y técnicas de investigación
social, pero el dom inio teórico y el dom inio de una m etodología de tra­
bajo no son, ni presuponen capacidad para investigar. Se necesita ade­
m ás inteligencia, expresada en la capacidad para relacionar y para aso­
ciar diferentes ideas y conocim ientos; se necesitan im aginación, inge­
nio, habilidad y, m ás aún, inspiración, sensibilidad, libertad...
Sin em bargo, aquí no querem os plantear cuestiones de capacidad
intelectual (que tam bién constituye un factor decisivo para poder in­
vestigar y para saber investigar con fruto). N o nos vam os a referir tan ­
to a lo intelectual com o a los m odos de abrirse al m undo y a los otros
que inciden en la configuración de una actitud científica. Se trata de
ciertas características de personalidad que constituyen el “recurso vi­
tal” para la investigación.
Todo esto nos lleva al tem a o cuestión central que q u erem o s tratar
en este libro: la necesidad de asum ir una actitud científica, no sólo co ­
mo form a de ser para cuando “se hace cien cia” , sino com o actitud vi­
tal en todas las circunstancias y m om entos de la vida. Por esto h ab la­
m os de la actitud cien tífica com o estilo de vida.

Qué es y en qué consiste la actitud científica

En térm inos generales, y com o prim era aproxim ación al tem a, po­
dríam os decir que se trata de una predisposición a “d eten erse” frente a
las cosas para tratar de desentrañarlas: problem atizando, interrogando,
buscando respuestas, y sin instalarse nunca en certezas absolutas. La
adm iración y el asom bro son lo que m otivan y m ovilizan la interroga­
ción de la realidad; o, para ser m ás precisos, la indagación de algún as­
pecto de la realidad. É sta es la esencia de la actitud científica: la p er­
sona interpelada por una realidad ante la que se adm ira e interroga.
El trabajo científico, en lo sustancial, consiste en fo rm ular p ro b le­
m as y tratar de resolverlos. Es lo que algunos llam aron ‘^reflejo del in ­
vestigad or” y que Pavlov denom inó reflejo “ ¿qué es esto?” . Este in­
terrogar e interrogarse o rien ta y sensibiliza nuestra capacidad para d e ­
tectar, para adm iram os y para preguntar. El valor del pensam iento ra-

130
M étodos y técnicas de investigación social

dica m ás en las preguntas que en las respuestas. “ ¡Oh, la nefanda iner­


cia m ental, la inadm irabilidad de los ignorantes!”, exclam aba Ram ón
y Cajal frente a aquellos que “eran incapaces de detenerse ju n to a las
cosas, de adm irarse, de interrogarlas”.1
“D etenerse ante las cosas” no es detenerse a reflexionar sobre lo
que los libros dicen de algún aspecto de la realidad o de algunas cu es­
tiones en particular. Hay que pensar la realidad, pensar la existencia,
pensar los problem as, m ás que pensar los libros (que tam bién hay que
pensarlos). Para algunos profesionales de las ciencias sociales, el prin­
cipal instrum ento de análisis de la realidad es la utilización de citas,
presentadas conform e con exigencias académ icas; hasta con indica­
ción de página; m ejor todavía si se hacen en otros idiom as. Este estilo
de trabajo intelectual consiste básicam ente en el com entario y la inter­
pretación. N o es desechable, ni lo criticam os com o inútil. N ada de eso;
sólo querem os señalar que con eso no “salen” de los libros, y la activi­
dad investigativa se reduce a un vagabundeo entre los textos... Esta ta ­
rea hasta puede ser útil y necesaria, pero no es una form a de expresar
una actitud científica. Se transform a en algo inútil cuando se reduce a
una tarea de corte y confección; en estos casos, los aportes personales
se reducen a las frases o palabras de transición entre una cita y otra.
N o es el ratón de bibliotecas, el roedor incansable de páginas im ­
presas el que tiene predisposición para la ciencia. Eso puede ser nece­
sario en determ inadas circunstancias, pero no es la actividad habitual
para hacer ciencia y, m enos aún, para asum ir una actitud científica.
U na inform ación abrum adora y una exagerada sofisticación de proce­
dim ientos son un bizantinism o que, casi siem pre, em botan la com pren­
sión de los problem as o conducen a una pura ostentación de erudición
que poco o nada ayuda a la com prensión de la realidad.
L a persona encerrada en un castillo de conceptos nunca adquirirá
— por esa sola actividad— una actitud científica, aun cuando tenga
— com o es frecu en te en estos casos— un m anejo am plio y fluido de
categorías y conceptos científicos. ¿P or qué ocurre esto? S im p lem en ­
te, porque se vuelve incapaz de ver la realidad antes que sus esq u e­
m as m entales. Le im pone a la realidad su m arco teórico-referencial y
lo que no entra en esos parám etros es com o si no fuese realidad.
Q uien verdaderam ente asum e una actitud científica frente a la rea-
í
131
E iequiel A n d e r-tg g

lidad se encuentra siempre com o un punto de confluencia eoire la teo­


ría y las situaciones concretas. La primera orienta la aproximación a la
realidad c ilumina su comprensión. Esta aproximación, por otra parte,
no se hace de manera lineal, sino en aproximaciones sucesivas, siem ­
pre perplejos y siempre con actitud de búsqueda. Y. además, con acti­
tud de rectificación cuando la rtaJidad muestra las insuficiencia* de la
teoría o de algún aspecto de la misma.
Ahora bien, esta capacidad de admiración, asombro c interpelación
ante la realidad exige dos atributos escnciaJes: una actitud de búsque­
da de la verdad y una curiosidad insaciable. Son dos aspectos com p le­
mentarios de un m ism o proceso mental U no y otro — búsqueda y cu­
riosidad— se apoyan mutuamente.
Las anteriores consideraciones nos permiten concluir en k> siguien­
te:

la actitud densifica no xe expresa tanjo en ditpemer de ten ma­


yor y mejor bagaje de ctmocmuensoi. neto en La caportdad de
unir lo ractonahdad con la experiencia de la vida cceid+anx.
manifestando un modo de urr de pensar y de hacer

132
M étodos y técnicas d e im-estigacion social

La esencia de la actitud científica

La existencia hum ana


im plica asom bro,
T\i verdad, no; la verdad.
pregunta y n esg o .
Y ven c o n m ig o a buscarla.
Paulo Frelre
La tuya, guárdatela.
Antonio M a c h a d o

S iem p re he tratado de conservar mi


m ente libre, de tal m odo que pueda
abandonar una hipótesis, aun las que
m e son m ás queridas..., tan pronto co­
m o los hechos se oponen a ella.
Charles Darwin

R evisar sin ningún lím ite las ideas recibidas y


las ideologías en curso; ejercer una crítica ra­
dical, sin dogm as ni prohibiciones, de la reali­
dad y el pensam iento do m in an tes o p reten d id a­
m ente revolucionarios; cu estio n ar todos los as­
pectos del m undo contem p o rán eo — sociales,
políticos, hum anos, literarios y artísticos, cie n ­
tíficos y filosóficos— para que surjan sus pro­
blem as y sus cn sis.
De la revista A r g u m e n ts

133
Ezequiel Ander-Egg

1. La búsqueda de la verdad

En la búsqueda de la verdad, el mejor plan podría ser comen­


zar por la crítica de nuestras más caras creencias. Puede pare­
cer un plan perverso, pero no será considerado así por quienes
desean hallar la verdad y no la temen.
Kari Popper

La expresión “búsqueda de la verdad”(*) puede prestarse a un gra­


ve equívoco, ya que ella podría inducir a pensar que buscando se p u e­
de encontrar “algo” que es m anifiesto y reconocible por sí m ism o: la
verdad; o que la verdad “ se puede poseer”, com o si se tratara de un pu­
ro objeto. No, esto no es posible, ya que no existe una “ adecuación en­
tre el intelecto y la co sa”, com o se dijo durante m uchas décadas para
definir a la verdad, com o algo que se podría aprehender a través de la
inteligencia. Tam poco es posible porque la verdad no es algo m anifies­
to a quien quiere verla. Ni la ciencia ni la filosofía m oderna tienen, hoy,
una concepción tan sim plista com o insuficiente de la verdad, co n sid e­
rándola com o algo m anifiesto y objetivo que está ahí, d isponible para
quien quiera “poseerla” . O bien — otra falsa idea de la verdad— es la
de creer que el científico puede expresar una corresp o n d en cia precisa
entre la descripción o explicación que hace y lo que describe o explica
(adecuatio intellectus et rei>com o decían los clásicos).
El hom bre de ciencia sabe que puede avanzar encontrando certi­
dum bres provisionales (eso es la búsqueda de la verdad), pero, al m is­
mo tiem po, am pliando el horizonte de lo que ignora. Y sabe tam bién
que esa búsqueda la hace en un m ar de incertidum bres. Es una búsque­
da que siem pre es aventura, en la que cada realidad es m ultidim ensio­
nal, sobre la que se pueden hacer m uchas conjeturas; pero es im p o si­
ble captar “ la naturaleza íntim a de las cosas”, com o pretendía A u g u s­
to C om te. A principios del siglo X X I, la m ayoría de los científicos
piensan — com o Karl P opper— que no existe ningún criterio para es-

(•) Hablamos de “búsqueda de la verdad” com o cuestión esencial de la actitud científica, pero con ello do que­
remos afirm ar que la “búsqueda de la verdad” sea el estím ulo esencial para el desarrollo de las ciencias: las
ciencias se desarrollan — y el científico está m otivado— a partir de problem as que se afrontan y que pueden
ser de muy diversa naturaleza.

134
M étodos y técnicas de investigación social

tablecer que se ha alcanzado la verdad. El reconocim iento de que el sa­


ber siem pre es lim itado y la com probación de que el suelo sobre el que
se m archa ya no es firm e hacen que la búsqueda de la verdad se reali­
ce abierta a toda nueva perspectiva, aunque lo nuevo contradiga las
\ propias convicciones que daban una cierta sensación de seguridad y
I validez a lo que teníam os com o un saber cierto.
H ablam os de “búsqueda” . Q uien no busca la verdad es porque se
cree en posesión de ella; consecuentem ente, nada tiene que encontrar
y nada tiene que buscar. Los pretendidos “propietarios de la verdad ab­
soluta” son unos necios en su seguridad, pues tienen la desgracia de ig­
norar la duda. Y no hay peor ignorancia que la de aquel que ignora su
propia ignorancia. P or eso, el sabio y el hom bre de ciencia son los que
saben, y al m ism o tiem po saben lo m ucho que ignoran; es el que cono­
ce su ignorancia, el que trabaja m otivado m ás por la incertidum bre que
por las certezas.
D esde la “instalación en la verdad” que se cree poseer, es im posi­
ble el m enor atisbo de actitud científica, que es, sobre todo, actitud de
búsqueda. El científico — ya lo decía C laude B em ard en 1865— es el
que pasa “de las verdades parciales a las verdades m ás generales, pero
sin pretender jam ás que se halla en posesión de la verdad absoluta” .3
El asum ir verdaderam ente el estilo del pensar científico im plica siem ­
pre la pérdida de toda arrogancia en cuanto a considerarse dueño o pro­
pietario de verdades incontrovertidas o de certezas absolutas; el sabio
es el que pone en cuestión el valor de sus ideas y se esfuerza siem pre
en m irar hacia adelante.(*) Es curioso — nos dice Savater— que los
partidarios de los atajos sublim es hacia el conocim iento suelen fustigar
el “orgullo” de los racionalistas (cuando precisam ente la racionalidad
se caracteriza por la hum ilde desconfianza de sí m ism a y de ahí sus
tanteos, sus laboriosas deliberaciones, sus pruebas y contrapruebas) o
ridiculicen su fe en “la om nipotencia de la razón; disparate irracional
en el que jam ás ha creído ningún racionalista en su sano ju ic io ” .4
Estas consideraciones nos perm iten ahora una m ejor reflexión so-

(*) No puedo ceder a la tentación de transcribir un pasaje del Cratilo en el que Sócrates revela esta actitud. “Ha­
ce mucho tiempo — dice— que me asom bro yo mismo de mi propia sabiduría y desconfío de ella... Por tanto,
es necesario volver a menudo sobre lo que se ha dicho antes y esforzarse... en mirar a la vez hacia atrás y hacia
adelante.”

135
Ezequiel Ander-E##

bre el significado y alcance de la expresión “ búsqueda de la verdad“ .


Esta consagración o predisposición es el punto de arranque desde el
cual es posible asum ir una actitud científica. Se trata de preguntarse y
realizar el esfuerzo de resolver con el m áxim o rigor las cuestiones
planteadas com o problem as. Ya lo hem os dicho: el auténtico científico
es, sobre todo, alguien que interroga y pregunta, aunque no siem pre su
interrogación sea una pregunta correcta y no siem pre obtenga respues­
tas. Y, cuando obtiene respuestas, sabe que éstas no son definitivas, por
eso duda aun de las verdades en que cree. Y, cuando cree que ha llega­
do, aprende a buscar nuevas sendas con el fin de lograr la m ayor co n ­
cordancia posible entre lo que se afirm a com o verdad científica y lo
que efectivam ente es la realidad, sin saber en qué m edida hem os alcan­
zado el conocim iento de la m ism a. B uscar la verdad no por la abun­
dancia de inform aciones, sino contrastando perm anentem ente lo que
afirm am os com o conocim iento o saber, con la experiencia y la reali­
dad.
Este “adm irarse” y “preguntarse” en una apertura que no tiene lím i­
tes, no es todavía la ciencia. Es la raíz de la capacidad intelectual, el
recurso vital que conduce a la ciencia. Lo que querem os indicar, pues,
es que la búsqueda de la verdad, no la posesión de ella (¿quién la po­
see?), es la esencia de la actitud científica. Y eso, por una razón sustan­
cial: la ciencia es un horizonte, en donde la claridad de un saber, que
podem os captar en un m om ento, anuncia, desde ese m ism o instante,
las tinieblas de m uchos aspectos que, en ese m om ento, descubrim os
que no conocem os.

La condición más atrayente del pensamiento humano es la in­


quietud. Una inteligencia que no se muestra ansiosa me irrita o
me aburre.

Anatole France

C uando el quehacer científico hace retroceder la ignorancia am ­


pliando el horizonte de los conocim ientos, desde ese m ism o momento»
am plia el horizonte de lo ignoto. “Todo conocim iento g anado a la ig­
norancia nos dice M orin desem boca en un océano de desconoci-

136
Métodos y técnicas de inwstigacidn social

m iento. A sí, la aventura del conocim iento es inducida a progresar in­


definidam ente, aunque haciendo progresar indefinidam ente la ignoran-
| cia y precisam ente por ello.” ' P erplejo siem pre ante la com plejidad e
! inefabilidad de la realidad, aquel que tiene una actitud científica está
siem pre abierto a la em ergencia de un nuevo nivel o de una nueva di-
j m ensión de la realidad.
Se busca la verdad, y lo que se reconoce a través de observaciones,
• verificaciones, com paraciones, falsaciones, confirm aciones, etc., no es
“ la verdad”, sino una verdad parcial, susceptible de ser reform ulada; de
i ahí que las verdades en que nos apoyam os en un m om ento — o d u ran ­
te toda la vida— no tienen nunca una certeza concluyente, pueden m u­
d ar con el tiem po. Toda verdad, en cuanto conclusión de la ciencia, es
biodegradable, está som etida a una am enaza continua de falseabilidad
que es, precisam ente, com o dice Popper, lo que hace a una verdad
científica. En efecto, cuando se adm ite una teoría científica o una ver-
: dad com o científica, se acepta com o tal no porque sea verdadera, sino
porque resiste a la dem ostración de falsedad. Y es válida com o teoría
o com o verdad científica, en tanto resista a esa prueba.
La búsqueda de la verdad o, si se quiere decir de m anera m ás pre­
cisa, la búsqueda de verdades parciales (ya que siem pre captam os p ar­
cialm ente) nunca nos libera de estar en cam ino, buscando, encontran­
do, rectificando o, sim plem ente, buscando sin encontrar. Verdades que
en un m om ento consideram os com o conjeturas válidas luego resultan
falsas. De ahí que la actitud científica, com o estilo de vida, es una vi­
da de ruptura y de fidelidades; ruptura con lo que se considera que ya
no sirve, fidelidades con lo que se ha ido descubriendo. La m ayor difi­
cultad para avanzar y crecer com o científico — y hasta diría com o p er­
sona, sin m ás— es instalarse en lo ya sabido y creerse poseedor de la
verdad. En ciencia, cuanto m ás se sabe, m ás conciencia se tiene de lo
que no se sabe. La actitud científica supone la capacidad de aprender,
“d esaprender” (tirar por la borda lo ya aprendido cuando es evidente
que no sirve) y reaprender continuam ente (reciclaje perm anente).

137
Ezequiel Ander-Exx

¿Debemos considerar la búsqueda de la verdad o. para decirlo


más modestamente, nuestros esfuerzos por comprender el uni­
verso cognoscible mediante el pensamiento lógico constructi­
vo, como un objetivo absoluto de nuestro trabajo? ¿O debe
nuestra búsqueda de la verdad estar subordinada a otros obje­
tivos. por ejemplo, de carácter "práctico*’? No es en la lógica
en donde podemos hallar la respuesta. Sin embargo, ésta in­
fluirá considerablemente en nuestro pensamiento y en nuestro
discernimiento moral, a condición de que se origine en una
convicción profunda e inalterable. Pero, permítaseme hacer
una confesión: a mi juicio, el esfuerzo por conseguir una
mayor percepción y am pliar nuestros conocim ientos es uno
de esos objetivos absolutos sin los cuales ningún ser pen­
sante puede adoptar una actitud consciente y positiva fren­
te a la existencia.
A lb e r t E in slein

Si uno tiene actitud científica, debe estar siem pre d isp u esto a d ejar­
se interpelar (por la realidad, los acontecim ientos, las personas...) y de
ponerse en duda, de interrogarse, de cuestionarse. C u an d o le atrib u i­
m os una im portancia absoluta al propio ju ic io , opinión o co n clu sio n es
científicas, fácilm ente caem os en el dog m atism o y en todos sus “d eri­
vados” : sectarism o, fanatism o, etc. H ay que rectificar la p o stu ra propia
o la concepción que uno ha sostenido, en el m om ento m ism o en que
queda en evidencia la necesidad de hacerlo.

C am pos de verdad

Esta idea del filósofo F em an d o S avater nos parece fecunda para los
que se inician en el trabajo de investigación (y para después, tam bién).
Por otra parte, sirve para co m p letar y p recisar las co n sid eracio n es que
hem os realizado en este parágrafo. C o n sid erem o s el ejem p lo del Sol y
lo que de él se puede d ecir en d iferen tes cam p o s del saber:

138
M étodos y técnicas d e investigación social

D el Sol podem os decir: C ada una de las afirm aciones


responde a un cam p o distinto
de verdad:

• Es una estrella................................... a la astronom ía,


• Es un d io s ,.......................................... a la m itología,
• Es el rey del firm am ento................ a la expresión poética.

L a diversidad de cam pos de realidad — seguim os razonando de la


m ano de Savater— nos lleva a la diversidad de los tipos de veracidad:

D ebem os exigir:

En m atem áticas.... exactitud.


En ética y política rigor en los razonam ientos,
En p o e s ía .............. expresividad em otiva,
En h isto ria............. verosim ilitud bien fundada.

“D espués de todo, nuestra vida abarca form as de realidad m uy d is­


tintas y la razón debe servim os para pasar convenientem ente de unas a
otras.”6

2. La curiosidad insaciable

Hay mil sendas que no han sido recorridas... Todos los desafíos
del conocimiento están permitidos.
Nietzsche

L a curiosidad insaciab le, en cuanto interrogación perm anente de


la realidad, es el reverso de lo anterior. N ingún científico auténtico,
ningún investigador consciente de su labor puede decir que su búsque­
da ha term inado. El científico es insaciable en su curiosidad, sabe que

139
Ezrquiel Ander-Egg

ante sí tiene un océano inexplorado^*) N o hay lím ites para esa curio­
sidad, porque la verdad científica es dinám ica y las verdades que se ad­
quieren son parciales, siem pre sujetas a corrección. El científico sabe
que aquello que conoce es portador tam bién de ignorancia e incerti­
dum bre. C om o decíam os en otro parágrafo, cada vez que la ciencia ha­
ce retroceder la ignorancia am pliando los conocim ientos, al m ism o
tiem po am plia el horizonte de lo ignoto. Por eso, toda persona que tie­
ne una actitud científica sabe que su curiosidad nunca podrá saciarse.
Karl Jaspers, refiriéndose a la filosofía, decía: “La búsqueda de la
verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía. Filosofar
quiere decir ir de cam ino. Sus preguntas son m ás esenciales que sus res­
puestas y toda respuesta se convierte en una nueva pregunta... Es com o
el horizonte: a m edida que nos m ovem os hacia él, se nos aleja... Es c o ­
mo el mar: siem pre enigm ático y herm oso, siem pre cam biante y siem ­
pre el m ism o. La filosofía es un saber — saber peculiar y único— , pero
tam bién una búsqueda am orosa, una entrega radical, un no saJir del
asom bro, una insatisfacción constante.”7 Si cam biam os la palabra “fi­
losofía” por “ciencia” , todo es igualm ente válido.
De ahí que la actitud de búsqueda y de curiosidad insaciable lleva a
una perm anente “tensión interrogativa”, abierta a la duda y al reexa­
men de lo ya descubierto, e interpelada por lo que no se conoce. El
pensam iento científico, decía B achelard, “es un libro activo, un libro a
la vez audaz y prudente, un libro del que quisiéram os d ar ya una nue­
va edición m ejorada, refundida, reorganizada. Se trata realm ente del
ser de un pensam iento en vías de crecim ien to ” .8 Por eso la actitud cien ­
tífica es la actitud del hom bre que vive en un indagar afanoso, interpe­
lado por una realidad a la que adm ira e interroga. Si un científico d ije­
se “hem os llegado a un térm ino, ya sabem os todo lo que se puede sa­
ber sobre este punto”, en ese m om ento dejaría de ser científico. El in­
vestigador es siem pre un problem atizador, nunca instalado en un saber
com o si éste fuese una con quista perm anente; el investigador vive p er­
m anentem ente en cam ino. C onsecuentem ente, com o nos dice L eo n ar­
do Boff, la verdad se da en una referencia abierta, y no en un código
cerrado y preestablecido. “Sólo está en la verdad quien cam ina con el
(*) Beveridge trac la siguiente frase, q u e se atribuye a Newton antes Je su m uerte: “S o sé qué px>cdo pa-
recerle al m undo, pero a m í m ism o m e parece haber sido sólo com o un m u chacho q u e tueca f * una p lav a y que
me divertía de vez en cuando al en contrar una piedrecilla m ás suave o una co n c h a m ás S a cjta de lo eoceno,
m ientras el gran océano de la verdad perm anecía inexplorado ante mi “

140
M étodos y técnicas d e investigación social

proceso de m anifestación de la verdad.”9 Y sólo puede cam inar de e s­


te m odo aquel que no pierde su capacidad para asom brarse y m aravi­
llarse.

La investigación de la verdad debe ser la meta de nuestra acti­


vidad; es el único fin que sea digno de ella.
Henri Poincaré

B úsqueda de la verdad y curiosidad insaciable conducen a una ac­


titud existencial en la que la vida y la ciencia no se separan. A m bas c o ­
sas no sólo no deben disociarse, sino que cada una ha de servir para e n ­
riquecer a la otra, teniendo en cuenta que la vida es una totalidad y la
ciencia un aspecto de esa totalidad.
El núcleo de lo que nosotros querem os expresar en este libro es lo
siguiente: el que asum e una actitud científica tiene un determ inado m o ­
do de existir, esto es, de estar presente en el m undo y de acercarse a la
realidad. Para decirlo en breve: no se puede ser científico (cualquiera
que sea el cam po o especialidad que se cultive) y luego “andar por la
vida” respondiendo a otros problem as con “ lugares com unes”, o pinio­
nes superficiales, explicaciones m ágicas. T am poco se puede tener una
actitud científica y la fe del carbonero, adhiriéndose a doctrinas com o
si fuesen reservas sagradas de principios incuestionables. Sin em bargo,
no debe entenderse lo anterior de un m odo inflexible; no querem os d e­
cir que un científico haya de responder a todo lo que acontece en su vi­
da con “respuestas” científicas; es im posible, puesto que el saber de la
vida cotidiana se sirve de m uchas verdades no expresadas científica­
m ente... P or esto hablam os de actitud científica, no com o doctrina, si­
no com o estilo de vida. D icho con m ayor rigor, la actitud científica d e­
be ser un elem ento que im pregne nuestra vida com o proyecto y com o
m odo de ser, ya que un estilo de vida com porta otros elem entos y d i­
m ensiones m ás am plios y englobantes que la sola actitud científica.

Ningún hombre de temperamento científico afirma que lo que


ahora es creído en ciencia sea exactamente verdad; afirma que
es una etapa en el camino hacia la verdad.
Bertrand Russell
141
Ezequiel Ander-Egg

P ensar conduce siem pre a evolucionar en la form a de pensar. Q uie­


nes dicen “yo pienso lo m ism o de siem pre” , dudo que sean personas
que piensan. Las ideas, los pensam ientos, las form ulaciones teóricas
no son una revelación divina transform ada en dogm a. S iem pre tienen
algo (o m ucho) de transitoriedad.
Todo es indefinidam ente m odificable, de ahí que la verdad sea frá­
gil y titubeante frente a la com plejidad de las cosas hum anas. N adie se
apropia de ella, porque cam bia: lo que en un m om ento adm itim os co­
m o una verdad, luego podem os considerarlo un erro r o com o insufi­
ciente. P or eso, debem os estar abiertos a la d uda frente a las verdades
que hoy aceptam os. L o que parece que no debe cam b iar es la ob lig a­
ción de vivir de acuerdo con lo que consideram os la verdad, y de estar
abiertos hasta el infinito en esta aventura de la búsqueda.

A mí, buscador de la verdad, en permanente combate contra el


error, lo que me preocupa es hacer vivir las verdades que ha­
cen vivir.

142
Métodos y técnicas de investigación social

Formas de ser que expresan


una actitud científica

La mayoría de las instituciones exigen una fe


incondicional; pero la ciencia hace del escepti­
cismo una virtud.
R o b e rt M e rto n

La ciencia no es un sistema de afirmaciones seguras o


bien establecidas... Lo que realmente hace que la cien­
cia progrese son las ideas nuevas, incluso las falsas...
Aceptaré un sistema como empírico o científico sólo si
es capaz de verse corroborado por la experiencia. Es­
tas condiciones sugieren que lo que ha de tomarse co­
mo cnteno de evaluación no es la verincabilidad, si­
no la falsación de un sistema.
Karl Popper

143
Ezequiet Andcr-Eftf

Las form as de ser, com o form as de estar presente en el m undo y de


acercarse a la realidad, expresan toda una serie de valores, m aneras de
pensar y actitudes subyacentes, que se reflejan en diferentes m anifes­
taciones de la vida. A quí, lo que pretendem os es señalar algunas for­
mas de conducta que expresan.una actitud científica. ¿C uáles son esas
conductas o cualidades? Vamos a señalar las que consideram os más
importantes:*

• tenacidad, perseverancia y disciplina;


• sinceridad intelectual;
• capacidad para objetivar.

1. Tenacidad, perseverancia y disciplina

El talento es algo bastante com ente No escasea La inteligen­


cia. sino la constancia.
Doris Lessing *

Sin lugar a dudas, unas cualidades capitales — pero no exclusivas


del científico— son la ten acid ad , la perseveran cia y la disciplina. La
historia de los grandes hom bres de ciencia pone de relieve que estas ca­
racterísticas son com unes a todos ellos. “ D éjem e decirle — m anifesta­
ba Pasteur a un interlocutor— el secreto que me ha conducido hasta mi
meta. Mi única fuerza reside en mi tenacidad “ Y Ram ón y Caja!. en un
libro destinado a d ar pautas para la investigación científica, se ex p re­
saba de m anera sim ilar: es necesaria “ la orientación perm anente, d u ­
rante m eses y aun años, de todas nuestras facultades hacia un objeto de
estudio” . Y en otra parte agregaba: ‘T o d a obra grande, en arte com o en
ciencia, es el resultado de una gran pasión puesta al servicio de una
gran idea.” Para no abundar en ejem plos sobre este punto, perm ítase­
nos citar, por últim o, a uno de los m ás grandes sabios de toda la h isto ­
ria de la hum anidad, A lbert E instein: “ Para nuestro trabajo — decía— .
son necesarias dos cosas: una de ellas es una persistencia infatigable;
la otra es la habilidad para d esechar algo en lo que hem os invertido
m uchos sudores y m uchas ideas.”

144
Métodos y técnicas de investigación social
1 -

D e una u otra m anera, todos ellos han puesto de relieve que la co n ­


q u ista del saber exige un esfu erzo laborioso, una entrega radical, un
entusiasm o vital y hum ildad para tirar por la borda m uchas conquistas
cuando se descubre que no sirven o que son insuficientes. Sin em bar­
go, la tenacidad y la p erseverancia no bastan por sí m ism as. L a co m b i­
nación de talento y tenacidad es la “ m ezcla” óptim a para avanzar en el
cam po de la ciencia, en cu an to el trabajo científico es un “m ovim ien-
to/com bate hacia la verdad” . Es una m archa en donde no existe una
m eta final; ningún descu b rim ien to científico, ningún avance perm iten
que la ignorancia (aunque sólo sea de un cam po circunscrito del saber)
quede totalm ente superada.
Es m uy probable que, para la gente que trabaja en el ám bito de las
ciencias hum anas, esta idea de la tenacidad y la perseverancia pueda
resu ltar un tanto ajena, y a que, para ser un científico social, no parecen
ser necesarias estas exigencias, com o en el caso de los científicos que
pertenecen al cam po de las ciencias físico-naturales. E sta actitud es
m uy frecuente; G ino G erm ani — uno de los sociólogos que m ás ha tra ­
bajado para llevar la sociología latinoam ericana a un estadio científi­
co— h a denom inado esta actitud com o “noción rom ántica de la inves­
tigación” .
G erm ani considera q ue se trata de una postura “com pletam ente d es­
provista de sentim iento de la realidad” , que fantasea una actividad pu­
ram ente recreativa “en la que el científico tan sólo se abandona al ju e ­
go libre de su im aginación, y en la que el trabajo ‘ru tin ario ’ queda al
cu idado del personal ‘au x iliar’. N ada m ás alejado de la realidad en
cu alq u ier trabajo individual — incluso el trabajo artístico— , pues la ac ­
tividad puram ente creativa se halla unida de m odo indisoluble a un tra ­
bajo duro, regular, sistem ático, con esfuerzos constantes y de larga d u ­
ración, en los que el acto im aginativo se m anifiesta a través de tareas
que, según la aludida actitud ‘ro m án tica’, deberán considerarse ‘ru ti­
n aria s’, ‘m ateriales’. L a fam osa descripción del genio, que podem os
aplicar al trabajo científico: ‘ 10 p o r ciento de inspiración y 90 por cien ­
to de tran sp iració n ’, es de rig u ro sa aplicación a toda tarea intelectual:
la del escritor, del artista, del científico natural y, por supuesto, del so­
ció lo g o ” .10

145
Ezequiel Ander-Eng

2. Sinceridad intelectual

Si otro científico me rebate una idea y me demuestra que la su­


ya es mejor, la tomo y me la llevo a casa para profundizar en
ella.
Carleton Gajdusek

O tra característica que expresa una actitud científica es la sinceri­


dad intelectual frente a los hechos que se estudian. Esta condición es
indispensable y presupone la capacidad de autocrítica, y el valor de ti­
rar por la borda todo conocim iento, todo enunciado, toda form ulación
que hem os sostenido com o v e rd a d e ra pero que la realidad nos revela
com o falsa, insuficiente e ineficaz. U na actitud científica nos lleva a
aprovecham os de nuestros errores... Para el que tiene sinceridad inte­
lectual, un error no es una frustración, sino un estím ulo para avanzar.
El descubrim iento de un error o una insuficiencia en nuestras propias
form ulaciones es igualm ente la conquista de un peldaño en un avance
ascensional hecho tam bién por la “adquisición de seguridades negati­
vas’’.
Esta sinceridad se ha de expresar tam bién en la aceptación de las
observaciones que otros pueden hacem os acerca de lo que pensam os o
de las conclusiones a las que hem os llegado. L a soberbia y la vanidad
llevan a la peor de las arteriosclerosis para el pensar científico. En la
ciencia no tiene sentido el esquem a de vencedores y vencidos.
N o cabe duda de que la sinceridad intelectual, com o form a de ex­
presión de una actitud científica, está ligada a la idea y a la práctica de
la autocrítica. No hay sinceridad sin autocrítica, sin esa capacidad p a­
ra cuestionar nuestro m odo de pensar y de elim in ar en nosotros las se­
guridades que nos instalan. M ás aún, este replanteam iento perm anente
debe darse no com o un ejercicio ascético, sino com o el goce de la
aventura de la búsqueda.

146
Méu*Jos y técnicas J< tm-cstigación socuil

3. C a p a c id a d p a r a o b je tiv a r

No conocemos la realidad, sino la realidad sometida a nuestra


manera de interrogarla.
IleLsenhcrg

C uando H eisenberg puso de m anifiesto que el físico debe verse a si


m ism o com o sujeto cognoscente. la idea de objetividad tal com o se h a­
bía entendido hasta ese entonces com ienza a ser reform ulada. I.a c o n ­
cepción tradicional de la o b jetiv id ad !*) se apoya en un principio de
isom orfism o. conform e con el cual existe una correspondencia unívo­
ca entre la realidad y su representación. A ctualm ente, cuando hacem os
referencia a la c a p a c id a d p a r a o b je tiv a r, se tiene en cuenta que el s u ­
jeto cognoscente es el soporte de la construcción científica. La o b je ti­
vidad alude tan sólo a la disposición para estudiar y analizar los hechos
sin aferrarse a opiniones, preferencias, deseos e ideas preconcebidas;
presto, adem ás, a abandonar cualquier posición que se com pruebe c o ­
mo inadecuada o no satisfactoria.
C laude R em ard advertía que los hom bres que tienen una te ex cesi­
va en sus teorías o en sus ideas están mal preparados para ser investi­
gadores. Este desapego hacia las propias ideas (desapego en cuanto a
considerar que ellas no expresan necesariam ente toda la verdad) habi­
lita al hom bre para recibir la lección de los hechos en cuanto éstos lo
interpelan. M aturana lo expresa en térm inos parecidos: “ M ientras que
aprendem os a ser científicos, aprendem os a tener cuidado de no p erm i­
tir que nuestras preferencias y deseos tergiversen, y así invaliden, n u es­
tra aplicación del criterio de validación de explicaciones científicas, y
tam bién aprendem os a reconocer que cuando perm itim os que esto su ­
ceda, com etem os un terrible error.” 11
El conocim iento científico es objetivo, en cuanto reproduce y repre­
senta, tras un proceso de abstracción, aigo real, aunque lo representa­
do sea, en últim a instancia, una construcción. C uando se dice que un
( • ) T ro tlio o n alin cn lc. se dijo que pora lograr objetividad en el trabajo científico era necesario vep arar las ob­
servaciones em píricas del sujeto observador de las condiciones t¿m poro-es pacíales en que dichas observacio­
nes se realizaban O tros U form ulaban com o la capacidad para captar La verdad Táctica, independientem ente de
La escala de valores, ideología y creencias del científico Una y otra cosa son im posibles

147
E zrquirl Ander-Enn

conocim iento es objetivo o que se tiene capacidad para objetivar, lo


que se afirm a es que ese conocim iento no es una sim ple proyección o
expresión del sujeto cognoscente, sino que es un conocim iento que tie­
ne un referente em pírico (objetivable y concreto), aun cuando el o b ser­
vador im prim e su “sello p erso n al” a lo observado. N unca la “experien­
cia” de la realidad es la “evidencia” de la m ism a.
H ago esta advertencia o m atización, puesto que nunca en nuestra
form ulación teórica podem os expresar los hechos com o son, ya que no
existe un isom orfism o total entre teoría y realidad. La realidad es in e­
fable, esto es, no puede expresarse a través de ninguna lengua; cuando
decim os algo sobre ella, las m ism as categorías que utilizam os lim itan
nuestra visión. El pensam iento nunca se “co rresp o n d e” con la realidad,
“porque no som os receptores pasivos de datos sensoriales, sino sus asi­
m iladores activos” , y al asim ilarlos los organizam os.
La realidad siem pre es “ leída” por un sujeto/observador/conceptua-
dor:

• Q ue posee una determ inada lengua con la que piensa y se ex p re­


sa (eventualm ente, podría hacerlo a través de m ás de una lengua).
• Q ue pertenece a una determ inada cultura (m odo de ser. de pensar
y de actuar).
• Q ue tiene una serie de conocim ientos ad q u irid o s que constituyen
su m arco teórico-referencial. desde el cual interroga e interpreta
la realidad.
• Q ue dispone de un conjunto de instrum entos que, expresados en
procedim ientos, constituyen las form as de abordaje de la reali­
dad.

Tam bién hay que señalar que la teoría no se elab o ra sólo desde los
hechos y los fenóm enos que alguien estüdia e investiga; pero — al m is­
m o tiem po— no se puede hacer teoría si ésta no está fundam entada en
datos (en el sentido de hechos y fenóm enos) que proporciona esa m is­
ma realidad. C uando el científico estu d ia esa realidad, encuentra en
ella hechos, fenóm enos o acontecim ientos; pero ni los hechos, ni los

148
M étodos y técnicas d e investigación social

! fenóm enos, ni los acontecim ientos hablan por sí m ism os. Ellos son
“ leídos” desde un m arco teórico-referencial que sirve para ordenar y
clasificar los hechos, y para darles su significado. Estas “gafas” con las
cuales leem os la realidad tienen m ucho que ver con nuestra objetivi-
í dad.
A hora bien, nuestra “objetividad” puede verse afectada, ya sea por­
que no percibim os los hechos, o bien porque el m arco referencial que
organiza nuestro discurso teórico distorsiona la realidad. O, lo que ocu­
rre siem pre, porque el instrum ental teórico-m etodológico es insufi­
ciente para captarla y aprehenderla en su totalidad.
D ecim os que la capacidad para objetivar es una cualidad para estu ­
d iar la realidad, para observar los hechos sin deform arlos por los pre­
ju icio s (el paradigm a subyacente desde el cual leem os la realidad) y los
j prejuicios (estereotipos, etc.) de tipo personal, cultural, religioso o po­

lítico, con los cuales “opinam os” sobre determ inados aspectos de la
realidad. N o afirm am os que esa capacidad signifique prescindir de lo
que el sujeto cognoscente es. C uando se conoce la realidad (un aspec­
to de ella, por supuesto), es desde un sujeto que conoce com o observa-
dor/conceptuador.
Hoy, casi todos los autores que tratan este problem a afirm an que el
observador influye, en alguna m edida, sobre la observación m ism a de
los datos que recoge; es lo que en física cuántica se ha denom inado
“perturbación de H eisenberg” . Este inevitable “sello” que la subjetivi­
dad im prim e en los datos observados es lo que se reconoce com o dis­
torsión de la realidad o bias producido por la “ecuación personal” del
i propio observador.
Si esto se da en la física, cuánto más en las ciencias sociales, en las
que el sujeto observador está im plicado en lo observado. Por ello el in­
vestigador social debe ubicar — dentro de su investigación— su propia
ecuación, sin que ello sea, por sí solo, garantía de objetividad.
Para asegurar una m ayor validez en los resultados de una investiga­
ción o, si se quiere decir con m ayor precisión, para tener una m ejor
com prensión del significado de lo que se estudia, la cuestión decisiva
es darse cuenta de los propios condicionam ientos. C om o lo explica
G oldm an, no se trata de que el investigador renuncie a toda ideología

149
Ezequiel Ander-Efix

“sino que haga todos los esfuerzos posibles para subordinar en su tra­
bajo dicha ideología a la realidad de los hechos que estudia” .12
A dem ás, todo científico form a parte de una cultura, y toda cultura
es una form a de ver el m undo que condiciona tam bién la lectura que
hacem os de la realidad. En relación con esta cuestión, L efebvre nos ha­
ce la siguiente observación: “ El hom bre en su vida cotidiana es capaz
de percibir por principio todo lo que sus órganos sensoriales son cap a­
ces de percibir. Pero, de hecho, percibe solam ente lo que el saber coti­
diano le presenta com o perceptible y digno de ser percibido” .13 N o se
percibe desde el vacío, es alguien que percibe y que constituye la re­
ferencia desde donde es percibido. Lo observado se incorpora a la par­
ticular form a de “leer la realidad” que tiene el sujeto/observador/
conceptuador. C onsiguientem ente, las predisposiciones del sujeto y las
m ediaciones (el contexto en el cual está inserto y desde el cual interro­
ga la realidad) pueden producir (de hecho, así ocurre) discordancias
entre la percepción y la realidad.
Para ilustrar las distorsiones y lim itaciones de la objetividad en
nuestro saber cotidiano (tam bién existen en el saber científico), nos p a­
rece oportuno transcribir un texto del escritor F em an d o D íaz Plaja:
“A sí, m ientras el hijo del vecino es ‘una p esad illa’, el nuestro es sim ­
plem ente ‘travieso’, porque está lleno de vida. L a vecina tiene una ch i­
ca que es ‘una descarada y una frívola’, m ientras nuestra sobrina ‘es jo ­
ven y es natural que se d iv ierta’. El herm ano no es nunca pedante; lo
que ocurre es que sabe tanto que tiene m uchas cosas que contar... Los
niños de casa ‘están llenitos o son rob u sto s’; los ‘g o rd o s’ son los de la
casa de al lado... Q uien goza de nuestro favor será un hom bre callado,
por sensato; pero, si se trata de alguien ajeno al círculo am istoso, re­
sultará un aburrido ciprés.” 14
Por otra parte, en determ inados cam pos del saber (la física cu án ti­
ca, la astrofísica, la cosm ología), las investigaciones escapan a toda p o ­
sibilidad de observación directa, puesto que están m ediatizadas por el
uso de aparatos ultrasofisticados. ¿C óm o sabem os que estos aparatos
nos m uestran lo que querem os ver?; es decir, ¿en qué m edida garanti­
zan la objetividad de las observaciones? U na parte de la cien cia m oder­
na trata de realidades que no podem os ex p erim en tar ni reproducir:
¿quién ha visto un átom o, un protón o un electrón? Sin hablar de todos

150
M étodos y técnic a s de investigación soc ial

los desarrollos científicos llevados a cabo a partir de la teoría del big-


bang, especialm ente lo referente a los prim eros instantes del univer­
so...
N uestra percepción es selectiva; selecciona unos aspectos y recha­
za otros. Filtra y escoge, evalúa y elige. Y no sólo seleccionam os, sino
que tam bién interpretam os. Todo hecho suele tener una variadísim a g a­
m a de interpretabilidad y de no interpretabilidad; ningún aspecto de la
realidad es cognoscible de un m odo unívoco. Existe un sujeto observ a­
dor conceptuador que, com o señala M orin, “ le aporta un lím ite a nues­
tro co nocim iento“ ; consecuentem ente, no podem os caer en un o b jeti­
vism o ingenuo, creyendo que una form ulación intelectual pudiese re­
flejar la realidad.
En efecto, si en la física cuántica el principio de incertidum bre o in­
determ inación m anifiesta que la intervención del observador es lo su­
ficientem ente im portante com o para no hablar de objetividad, tal com o
se venía entendiendo, el problem a se presenta m ás agudam ente en las
ciencias sociales. La objetividad, en sentido tradicional — objetivism o
ingenuo— , olvida que todo conocim iento es asum ido desde un sujeto
que sirve com o telón de fondo o receptor, y que tiene una estructura
m ental, determ inada por su proceso de socialización, por su cultura,
por sus concepciones y valores, y por su m ism a ciencia. El conoci­
m iento científico no em erge aislado y desconectado, com o un apéndi­
ce independiente de la biografía del científico; la objetividad del m éto­
do científico no puede prescindir de su raíz existencial, com o tam poco
puede eludir los condicionam ientos sociales dentro de los cuales esos
conocim ientos se producen.
En sum a, un hecho es un dato real y objetivo. Pero es un dato que
se da a un sujeto cognoscente que interroga la realidad e interpreta los
datos que recoge. E sto nos lleva a desechar la opinión, expresada en al­
gunos libros de m etodología, según la cual es posible realizar un tra­
bajo científico independientem ente de los valores, ideologías, intereses
y sentim ientos del investigador; decim os “desechar”, no porque sea d e ­
seable, sino porque la objetividad es una m eta siem pre alcanzada con
relativa im perfección. P o r otra parte, se puede ser objetivo tanto com o
lo perm ite la naturaleza hum ana o tanto com o som os capaces de co n ­
tro lar nuestra propia ecuación personal, que es la “condición lím ite an-

151
E iequiel Ander-E^R

tropològica” quc im pone de hecho nuestra presencia com o observador/


conccptuador.(*) Si es un sujeto el que. aplicando la inteligencia, da
cuenta de datos y fenóm enos, ¿cóm o vam os a prescindir de esa activi­
dad constructiva del sujeto en la form ación del objeto? Hay que reco r­
dar aquí lo que ya indicam os en ptra parte: una teoría científica no su r­
ge de la sola observación de los fenóm enos, es una construcción del es­
píritu y no reflejo de las cosas. Este hecho nos lleva a desechar la po­
sibilidad de una “objetividad” que refleje isom órficam ente la realidad.
Lo que hoy los científicos denom inan objetividad es la predisposición
y la cualidad de hacer siem pre, cualquiera sea el tipo de investigación
que se realice, una aproxim ación crítica a la realidad.

( • ) En CMC capítulo hem os c o n sid e ró lo la obieii»>dad d rl im«r e n fa d a r Si» crsíw p cv vc - n .n ác im r r n co r» .


U com o adviene P opper— que la o b fe tm d a d de La oenexa r»c> òrpervic h a w a tn r m e de la a ri
científico. No es asunto individua) de los d r e n o « o rn tifio a s . sano H anoK > de v» crto c a w c ^ a x a de
la am i& to& a-cnenuttou dis-isido del trabajo por carni».-» A ferm ar» e u v K n o opacwo» n e r u *

152
v l/c n íc t t s J r in v e s tí p a c ió n u k íu !

B ib lio g ra fía c ita d a

1 R A M Ó N Y CAJAL. Santiago. Lu's tónicos Je la voluntad, Madrid. Espasa-


C alpe, 1963.
2 GM RM ANI. G ino. luí socioh>gía en América latina. Emblemas y p erspec­
tivas, B uenos A ires, Fudebu. 1964.
3 B E R N A R D . C laudc, Jntroduction a l ’étuJe Je la meJecine experiméntale,
París, Flam m arion, 1965.
4 SAVATER. F em ando, luis preguntas Je la viJa, Barcelona. Ariel. 1999.
5 M O R IN . Edgard. Para salir Jel siglo XX, Barcelona. Kairós, 1981.
6 SAVATER. Fernando, op. cit.
1 JA SPE R S. Karl. La filosofía Je la existencia, Madrid. Aguilar. 1968.
8 B A C H F L A R D . G astón. La form ación Jel espíritu científico, M éxico. S ig lo
X X I. 1972.
9 BOFF. Leonardo. Ecología: grito Je ¡a Tierra, grito Je los pobres, B uenos
A ires. L ohlé-L um en. 1996.
10 G E R M A N I. G ino. op. cit.
I 1 M A T U R A N A . Humberto. La realidad: ¿objetiva o construida? B arcelo­
na. Universidad Ibcroam cricana/Itego/A nthropos, 1995.
12 G O L D M A N N . Lucicn, luis ciencias humanas y la filosofía. B uenos Aires.
N ueva V isión. 1972.
13 L E FE B V R E . Hcnri. Sociología Je la vida cotidiana, Barcelona. Penínsu­
la. 1977.
14 D ÍA Z PLAJA. Fernando, “Los sin ceros”, en El País sem anal, núm. 328.
Madrid, ju lio de 1983.

153
n<

Capítulo 4

Obstáculos
para el desarrollo
de una actitud científica

/. D ogm atism o
2. E l espíritu de g ra ved a d
3. E l etn o cen trism o o provincianism o cultural
4. E l uso de argum entos de a u to rid a d com o criterio de verdad
/

155
A quellos a quienes ni siquiera se les ocurre que es posible estar eq u i­
vocados no pueden aprender otra cosa que m anualidades prácticas.
Gregory Bateson

¡Es tan cóm odo ser m enor de edad! Si tengo un libro


que piensa por mí, un pastor que reem plaza mi co n ­
ciencia m oral, un m édico que ju z g a acerca de mi d ie­
ta, y así sucesivam ente, no necesitaré del propio es­
fuerzo. C on sólo poder pagar, no tengo necesidad de
pensar: otro tom ará mi puesto en tan fastidiosa tarea.
Emmanuel Kant

El dogm atism o del falso saber es peor que el de


verdadera creencia. La fe puede ir acom pañada
de la caridad para aquellos que no la com parten.
L a pseudo ciencia no lo puede si no es renegan­
do de ella m ism a. C uanto m ás asalta la duda al
que la profesa, m ás im pelido se siente a im po­
ner el dogm a por la fuerza, porque la duda haría
desm oronarse com o castillos de naipes las ver­
dades falsam ente probadas, m ientras que la
bondad y la piedad pueden fortalecer las creen ­
cias religiosas. La inquisición m asacró a m enos
cristianos que a com unistas m ató Stalin...
Maurice Duverger

< Poco hum or socrático o de otra clase; po­


ca duda cartesiana, nada de escepticism o
o pirronism o. M ucha verdad categórica
dicha con ganas de m olestar al prójim o si
no com ulga con uno...
Julio Caro Baroja

157
H ay personas que tienen un buen dom inio de m étodos y técnicas de
investigación, una excelente form ación teórica, y hasta pueden ser
ideológicam ente revolucionarias,-pero... psicológicam ente son d o g m á­
ticas y culturalm ente provincianas. U nas, porque lo interiorizaron en
sus prácticas políticas, que les im prim ieron hábitos autoritarios; otras
porque fueron socializadas con esquem as autoritarios y no han sido c a ­
paces de tom ar distancia de su propio proceso de socialización, o bien
porque el dogm atism o interiorizado les ha puesto anteojeras. En otros
casos, el etnocentrism o las incapacita para ser conscientes de su “om -
b lig u ism o ” (todo es valorado desde su propia m irilla cultural), que no
es m ás que una form a de provincianism o cultural.
L o que aquí nos interesa destacar es que, m ás allá de la form ación
intelectual, de las opciones ideológicas y de los paradigm as subyacen­
tes, existen m odos de ser que configuran un tipo de personalidad an ­
clada o aprisionada en hábitos m entales o form as de com portam ientos
no aptos para el desarrollo de una actitud científica: el dogm atism o, el
espíritu de gravedad y el etnocentrism o cultural son algunos de ellos.
A éstos hem os de añadir el uso de argum entos de autoridad com o c ri­
terio de verdad, que constituye otro obstáculo para asum ir una actitud
científica.

1. Dogmatismo

Uno de los problemas del mundo ha sido creer dogmáticamen­


te en una cosa u otra. Pienso que todas las cosas están preña­
das de dudas. No me gusta que la gente crea dogmáticamente
ninguna filosofía, ni siquiera en la mía.
Bertrand Russell

Es un m odo de funcionam iento cognitivo totalm ente contrapuesto


al m odo científico de co n o cer la realidad. Se expresa en la tendencia a
sostener que los propios conocim ientos y form ulaciones son verdades

159
Ezequiel Ander-E%%

incontrovertibles. De ordinario, esta convicción no se dice de m anera


expresa, sino que lo que se dice se dice com o si se estuviera afirm an­
do una verdad definitiva y concluyente. Este m odo de actuar y de pen­
sar no puede arm onizarse con una actitud científica. La ciencia m oder­
na y el científico de fines del siglo XX se caracterizan por asum ir la in­
certidum bre propia de todo saber; el dogm atism o, por el contrario, se
apoya en la certidum bre de poseer la verdad absoluta y definitiva, ya
sea en form a de religión, ciencia, ideología o técnica. “L a adhesión
ciega a una teoría — nos advierte L akatos— no es una virtud intelec­
tual; es un crim en intelectual.” 1
Para el dogm ático, la doctrina o teoría que sostiene escapa a cu al­
quier discusión; su propia perspectiva es absolutizada, m ientras que
considera com o no válidas o erróneas las otras m aneras de considerar
el problem a. En el dogm ático existe siem pre una arrogancia intelec­
tual; el dogm atism o se basa en la pretensión de poseer la verdad ab so ­
luta, de im poner la propia verdad/seguridad a los dem ás. Toda form a
de diálogo con los que no piensan com o él es una form a de com plici­
dad con el error y el mal.
O tra característica del dogm ático es la de valorar los hechos a p rio -
ri de la observación de los m ism os y, en ciertas circunstancias, la de
proponer soluciones aplicando a ciegas y m ecánicam ente los princi­
pios doctrinales y teóricos. Y esto ocurre así, porque es propio del d o g ­
m ático pensar con patrones rígidos e im perturbables. Él e stá y se sie n ­
te en la verdad, y no tiene por qué preocuparse de verificar su validez.
N o se trata de una certeza razonable acerca de las cosas, sino de una
seguridad absoluta. Esta seguridad predispone a la intransigencia y a la
intolerancia frente a las ideas divergentes.
C om o el dogm atism o conduce a una m entalidad cerrada, esto trae
com o consecuencia que el dogm ático sólo puede ver de la realidad
aquellos aspectos o elem entos que coinciden con su “esquem a incues­
tionable” de interpretación de la m ism a. N o es extraño que en algunos
casos sustituya sin m ás la observacióh de la realidad con la sim ple re­
currencia a los “textos sagrados” de la d o ctrin a (que reviste la form a de
dogm a). El dogm ático siem pre apela al “d ep ó sito ” de los co n o cim ien ­
tos adquiridos, a los que considera com o verdades consagradas e indis­
cutibles. Bunge describe al dogm ático com o aquel que “vuelve sem pi-

160
M étodos y técnicas de investigación social

tem am ente a sus escrituras, sagradas o profanas, en búsqueda de la


verdad; la realidad le quem aría los papeles en los que se im agina que
está enterrada la verdad: por esto elude el contacto con los hechos” . Pa­
ra quien tiene una actitud científica, ‘‘todo conocim iento fáctico es fa­
lible (pero perfectible)..., m ás aun, el propio m étodo de la ciencia será
considerado com o p erfectible” . C oncluye Bunge estas consideracio­
nes, con una recom endación práctica para superar el dogm atism o: ‘‘No
se conoce otro rem edio eficaz contra la fosilización del dogm a religio­
so, político, filosófico o científico, que el m étodo científico, porque es
el único procedim iento que no pretende dar resultados definitivos.”2
A hora bien, la ciencia, que no pretende nunca aportar una certeza
absoluta, no tiene nada que ver con los dogm atism os. Para la persona
de talante científico, no hay ningún conocim iento que esté fuera de d u ­
da, que se considere definitivo y que no se tenga que revisar. En cien ­
cia nada se sabe de m anera concluyente; siem pre se está en cam ino. AI
dogm ático, en cam bio, nada ni nadie lo saca de sus esquem as, ni la ló­
gica (los argum entos), ni la vida (los hechos). El dogm ático vive asen­
tado en sus certezas. C om o cree poseer el m onopolio de la verdad, e s­
tá seguro en su ignorancia. De ah í que los dogm áticos tengan en su
m ism o dogm atism o un obstáculo pertinaz para una percepción lúcida
de la realidad. Escuchan lo que coincide con sus esquem as m entales y
son incapaces de prestar atención a lo que no se conform a con sus
creencias, prejuicios, estereotipos y opiniones.
A dem ás, por su estructura m ental y caracterial, el dogm ático es sec­
tario: no entiende ni tolera a quienes no pertenecen a su secta, con
prescindencia, m ás o m enos total, de la verdad que puede haber en las
argum entaciones y razonam ientos de “ los otros”. Identificado con la
verdad absoluta, no reconoce lím ites a su autoritarism o intelectual. To­
dos los que se creen poseedores de la verdad y que, adem ás, luchan por
“ la causa de la verdad” , se vuelven sectarios y dogm áticos frente a to­
dos aquellos que no com partan sus ideas, de los que consideran que
tienen una ceguera intencional que les im pide reconocer la verdad.
C onsecuentem ente, no queda otra alternativa que asum ir el “estilo de
los cruzados” : propensión a im poner a los dem ás sus creencias, ideas
y valores, aunque sea por la fuerza, si ello fuera necesario, reprim ien­
do todo pensam iento divergente.

161
Ezequiel Amlcr-Enn

Puede decirse, por consiguiente, que el dogm ático no razona; de ahí


que no responda con argum entos, datos, hechos, sino que recurra al fá­
cil expediente de poner etiquetas, descalificando todo lo que no perte­
nece a su secta. A quí aparece su otra característica: la propensión ex-
com ulgatoria (extra ecclesia non est sa lu í, “fuera de la iglesia no hay
salvación”). Fuerte o suave, en el dogm ático siem pre flota un olor a
nauseabunda inquisición. Q uienes no aceptan su dogm a caen en el ana­
tem a. Y, cuando no es inquisidor y no condena, en el m ejor de los c a ­
sos lo que hace es despreciar a los que no piensan com o él. El dogm á­
tico es siem pre intolerante con quienes no com parten sus puntos de
vista.
Todo esto adquiere un carácter tragicóm ico cuando el dogm ático
— que por naturaleza c a ra c te ro lo g ía es inepto e inapto para el traba­
jo intelectual— tiene la osadía de darse aires de intelectual. El d o g m a­
tism o es lo más contrario a la actitud científica: ésta im pulsa siem pre
la tolerancia y la libertad de pensam iento; el dogm atism o ayuda a pro-
liferar el parasitism o m ental. Todo científico fiel a la naturaleza de lo
que es la ciencia y su m étodo siente una profunda “dogm atofobia”, c o ­
mo diría Pío Baroja. D ogm atism o y espíritu científico son absoluta­
m ente incom patibles.
A dem ás, cuando el sectario es de izquierdas, se siente la vanguar­
dia (de ordinario, no tiene retaguardia, salvo los tres o cuatro seguido­
res de su secta). C om o el sectario cree que es la vanguardia, todo lo an ­
terior, para él está superado. Éstos son los dogm áticos “ paletos” : q u ie­
ren estar de vuelta de todo, sin haber ido nunca a ninguna parte. P ien­
san que con ellos com ienza la historia. Si el sectario es de derechas,
por lo com ún está condenando toda la perdición del presente, al tiem ­
po que propugna el retom o al pasado, que valora y m itifica. Si el do g ­
m ático es de izquierdas, que presuntam ente quiere construir un futuro
diferente, justifica im poner sus ideas, aun por la fuerza. Sean de d e re ­
chas, de centro o de izquierdas, los dogm áticos otorgan el “ sello de lo
indiscutible” a todo cuanto piensan y afirm an. D ogm atism o y d esp o ­
tism o son inseparables e interdependientes; el estalinism o es un ejem ­
plo paradigm ático. El poder absoluto de un individuo o de un grupo se
basa siem pre en la pretensión de poseer la verdad absoluta. C reerse
dueño de la verdad absoluta conduce inevitablem ente a la pretensión

162
M étodos y técnicas de investigación social

de legitim idad del poder absoluto y el derecho a im poner la verdad al


m undo entero. Y, según las circunstancias, trata de im ponerla, ya sea
por la fuerza (com o hacen los que tienen o usan del poder m ilitar), o
usando argum entos de autoridad (com o ocurre en las religiones, c u a n ­
do tratan cosas que no son de su com petencia, con pretensiones de que
todos acaten lo que ellos decidetT). Una form a más m oderna y sofisti­
cada es la m anipulación (utilizando las técnicas de publicidad y p ropa­
ganda). Para el que tiene una actitud científica, la verdad sólo se im p o ­
ne por la fuerza propia de la m ism a verdad, aceptada libre y racional­
m ente por otro u otros... Todos conocem os la larga historia de sectaris­
mo, intolerancia, e incluso de violencia, de m uchos “defensores de la
verdad".
C uanto se lleva dicho basta para com prender que el dogm atism o es
lo m ás lejano a la actitud científica, pues para la ciencia las verdades
son parciales y siem pre sujetas a corrección. El dogm atism o no tiene
apertura a otra cosa que no sean sus dogm as, esquem as y, a veces, a los
sim ples slogans o estereotipos configurados en la infancia. El d o g m á­
tico, desde su doctrina/fortaleza, sólo sabe hablar y exponer sus ideas
com o un m a g ister; no tiene una teoría científica (que por definición es
m odificable), sino una doctrina (que, para m antenerse com o tal, debe
considerarse com o inm utable).
En todos los ám bitos del saber, la m ejor m anera de ocultar la pro­
pia indigencia teórica es recurrir a la ortodoxia dogm ática. Uno se re ­
siste a adm itir todo dato o aspecto de la realidad que contradiga “ su
dogm a” . P or otra parte, sólo incorpora aquello que confirm a... La ig­
norancia y el oscurantism o son las grandes inspiradoras de todo d o g ­
m atism o.

2. El espíritu de gravedad

U n segundo obstáculo m uy parecido al anterior, y que casi siem pre


va unido a él, es lo que N iestzche llam ó el “espíritu de gravedad” . C o n ­
siste en la convicción de que las actuales estructuras de la sociedad y
su jerarq u ía de valores son algo indiscutible. En consecuencia, co n si­
derado el problem a con “espíritu de gravedad”, todo lo que no se aco ­

163
Ezequiel Andcr-Egg

m oda, no se ajusta o no se adapta a lo ya existente, rom piendo o tras­


tornando su núcleo central, constituye una anorm alidad, una d esv ia­
ción o una m anifestación patológica.
El espíritu de gravedad, entendido con el alcance niestzcheano de la
expresión, produce rigidez y petrificación en el m odo de pensar; hay
una interdicción o auto-censura que lo lleva a aceptar y a pensar que lo
que es en la'sociedad es lo que debería ser. C onsecuentem ente, hay
una incom petencia e im potencia para pensar lo nuevo; una incapacidad
para la innovación y la transform ación en el ám bito de las relaciones
sociales, de las pautas culturales y de la form a de organizar la vida so­
cietaria.
Casi todas las personas im buidas del “espíritu de gravedad” son
personas pobres de espíritu, esto es, intelectualm ente m ediocres y de
escasa apertura hum ana. D e ahí que estos individuos se caractericen
por la grandilocuencia de las declaraciones form ales. Bajo la am pulo­
sidad de su jerga, disim ulan (o pretenden hacerlo) la vacuidad de los
contenidos reales en unos casos y, en otros, disfrazando con un lengua­
je seudocientífico un conjunto de lugares com unes.
A decir verdad, el espíritu de gravedad no es sino una fachada b a­
rroca en la que se m anifiesta lo que F rom m llam aba la patología de la
norm alidad, y que en la práctica no es otra cosa que el culto supersti­
cioso a lo establecido y la instalación en el conform ism o.
N o resulta fácil to m ar distancia para com prender hasta qué punto
estam os “instalados” en lo ya dado. Esto nos conduce a quedar aprisio­
nados en la realidad existente y, consiguientem ente, m utilados para
com prender todo lo que no es y que podría ser. Si una de las funciones
de la investigación social es ayudar a explicar la sociedad o, utilizando
las palabras que Siegfried L enz aplicaba a los escritores, “ayudar a que
la ju n g la que nos rodea sea un poco m ás transparente” , ¿a qué queda
reducido el trabajo del investigador social?
Un investigador totalm ente ajustado a la sociedad, conform ista y
acrítico, no está en condiciones de asum ir una actitud científica, por­
que vive “lo d ado” com o “ lo que debe ser” . Se trata de un pensam ien­
to esclerotizado en relación con una realidad que considera inam ovi­
ble, de ahí que su razonam iento se inm ovilice en to m o a esquem as y

164
M étodos y técnicas d e investigación social

categorías rígidas, apelando perm anentem ente a un cem enterio de


ideas m uertas que repite hasta el hartazgo. Por el contrario, la actitud
científica todo lo interroga, lo investiga, lo cuestiona, lo revisa, lo re-
form ula, hasta el propio pensam iento. D iría m ás: sobre todo, revisa
perm anente y cautam ente su propio pensam iento, com o exigencia p ro ­
pia del trabajo científico.
El espíritu de gravedad es una visión inam ovible de la realidad que
produce una sacralización de valores e instituciones: el espíritu cien tí­
fico, en cam bio, es una invitación a la desinstalación constante, a m e­
dida que se desvelan nuevos aspectos o dim ensiones de la realidad. En
otras palabras, el espíritu de gravedad cum ple de hecho una función sa-
cralizadora del statu quo; el espíritu científico, por el contrario, desa-
craliza la realidad con la criticidad abierta hasta un horizonte sin lím i­
tes, dentro de la dinám ica de la provisoriedad que se da en el proceso
histórico. El espíritu de gravedad conduce a lo que P opper considera el
oscurantism o y anquilosam iento de la “sabiduría convencional”, que
S antayana había denom inado la “ fe anim al” . De una y otra no siem pre
es posible liberarse, de ah í que aun gente que tiene una form ación un i­
versitaria siga interpretando el m undo con el depósito de verdades de
la “sabiduría convencional” y con la “fe anim al”. Si pensar científica­
m ente significa tam bién la capacidad para trascender el presente, de
cap tar la latencia de lo que “ aún no es” y puede ser, el espíritu de g ra­
vedad es un obstáculo para d esarro llar una actitud científica.

3. El etnocentrismo o provincianismo cultural

V inculado con lo anterior, aparece un tercer obstáculo: el etn o cen ­


trism o o provincianism o cultural. Es la tendencia a ver los procesos so ­
ciales, valores, costum bres, instituciones, papeles sociales y todo aque­
llo que form a parte de una sociedad, bajo la óptica de la propia cu ltu ­
ra.
Este m odo de ver las cosas es lo que los antropólogos han den o m i­
nado etnocentrism o, indicando con este térm ino una visión de la reali­
dad distorsionada por la m irilla de los valores culturales del propio
grupo, pues se trata de un m odo de “ ver” las otras sociedades partien­

165
Lzequiel Andrr-hf(K

d o del supuesto de que las propias pauLas culturales con stitu yen la for­
ma correcta de pensar y de actuar. La m anera concreta en que cada c u l­
tura con d icion a la manera de ver la realidad, da lugar a d iferen tes y va­
riadas formas de p rovin cian ism o cultural.
C om o un aspecto parcial de este problem a, tam bién se presentan
com o un obstáculo para desarrollar una actitud científica las d isto rsio ­
nes provenientes de la propia subcultura profesional. N o de m anera e x ­
presa, sino por la form a de abordar los problem as, esta distorsión se
m anifiesta en las sim plificaciones y rcduccionism os (ya sea psicologív-
mo, sociologism o, econom icism o, etc.), y en actuar com o si la parcela
que estudia la ciencia que cultivam os fuese capaz de dar respuesta a to ­
dos los problem as o. lo que es m ás frecuente, en considerarla com o la
más im portante. Esta lectura de la realidad por la sola m irilla de la p ro ­
pia subcultura profesional nos estrecha el ám bito de lo que co n sid era­
m os im portante observar. En realidad, es una form a de abordar los fe­
nóm enos prescindiendo de la m ultidim ensionalidad de los m ism os.

4. El uso de argumentos de autoridad como criterio


de verdad

A pelar a argum entos de autoridad para reflexionar sobre la realidad


es una form a de dejar de lado esa realidad. “ La falsa erudición — ad­
vertía C laude B em ard— . al colocar la autoridad del hom bre en lugar
de los hechos, m antuvo a la ciencia durante siglos a la altura de las
ideas de G aleno, sin que nadie se atreviese a locarlas: y esta su p ersti­
ción científica fue tal que M undini y Vealio. que fueron los prim eros
en contradecir a G aleno, con fro n tan d o sus opiniones con d isecaciones
de anim ales, fueron considerados innovadores y revolucionarios/*1
R ecurrir a argum entos de autoridad co m o criterio de verdad no es
citar a otros para aclarar o pro fu n d izar la propia m anera de pensar, se
puede y debe recurrir a las opiniones de los dem ás, pero utilizándolas
sólo com o opiniones y no com o pruebas. O . com o dice B unge. recurrir
a “argum entos de autoridad atenuada", que los científicos “no pueden
dejar de hacer, pues la cien cia m oderna es. cad a vez m ás. una em p re ­
sa social. Pero, por grande que sea la autoridad que se a tn b u s e a una
fuente, jam ás se la co n sid era infalible“ .4
166
M étodos y técnicas de investigación social

E sgrim ir argum entos de autoridad consiste en apoyar los puntos de


vista propios en teorías, afirm aciones y opiniones, sostenidas por per­
sonas o instituciones (iglesias o partidos), com o si ellas tuviesen m a­
yor validez que las pruebas em píricas. Este estilo de razonar, apoyado
en argum entos de autoridad, no siem pre excluye la verificación em p í­
rica, pero casi sin excepción conduce a violentar la realidad para adap­
tarla a lo que dice “la au to rid ad '’, o bien a m irarla de m anera selectiva.
N aturalm ente, esta selectividad tiene un sistem a de preferencia que
coincide con lo que dice el m aestro (m agister dixit) o la doctrina a la
que adhiere el individuo con ciega incondicionalidad. Los dogm áticos
intelectuales, son librescos y m anualistas. Son interpretadores, reinter­
pretadores, repetidores y acolitales. Lo que dicen los textos de su d o c­
trina son objeto de fe y de creencia.
En la historia de la ciencia, el caso de G alileo es ejem plarizador, y
la sentencia de la Inquisición no lo es m enos (pero en sentido co n tra­
rio). B ertrand Russell recuerda una anécdota de G alileo que viene muy
bien para ilustrar este punto. Siendo muy joven y profesor de la U ni­
versidad de Pisa, los profesores de la m ism a sostenían que un cuerpo
de diez libras de peso tardaría en caer un tiem po diez veces m enor al
que em plearía otro cuerpo cuyo peso fuera de una libra, am bos situa­
dos a la m ism a altura. U na m añana, subió G alileo a lo alto de la torre
inclinada de Pisa, con dos pesas, de una y diez libras, respectivam en­
te, y en el m om ento en que los profesores se dirigían con grave d ig n i­
dad a sus cátedras, en presencia de los discípulos, llam ó su atención y
dejó caer las dos pesas a sus pies desde lo alto de la torre. A m bas p e­
sas llegaron prácticam ente al m ism o tiem po. Los profesores, sin em ­
bargo, sostuvieron que sus ojos debían haberlos engañado, puesto que
era im posible que A ristóteles se equivocase... A ños después — y ésta es
una segunda anécdota— , cuando hizo un telescopio e invitó a los p ro ­
fesores a m irar los satélites de Júpiter, éstos rehusaron hacerlo, expo­
niendo com o m otivo que A ristóteles no había m encionado dichos saté­
lites y que, por tanto, cualquiera que pensase que los veía tenía que es­
tar equivocado... H asta aquí, las anécdotas relatadas por R ussell.5
El caso G alileo no sólo es una expresión de un atentado contra la
autonom ía de la ciencia, sino que tam bién deja patente la iniquidad del
dogm atism o... A fines de octubre de 1992 — después de 359 años, 4

167
Ezequiel Ander-Egg

m eses y 9 días de la sentencia de la Inquisición que condenó a G ali­


leo— , Juan Pablo II lo absolvió y rehabilitó. P rocesado por el Santo
O ficio, G alileo fue condenado y confinado; tras 17 años de causa, fue
forzado a abjurar de sus “errores” , aunque sin dejar de repetir su céle­
bre e p u r si m uove (y, sin em bargo, se m ueve).
A la “luz de la eternidad” , 360 años no son nada ¿D e qué vale esta
rehabilitación postum a, de qué vale reconocer que no era blasfem o
cuando afirm aba que era el Sol y no la T ierra el centro del U niverso,
para rem ediar la soledad y la am argura de sus últim os años de vida?
D esprecios, hum illaciones, cárceles, encierros dom iciliarios... tuvo
que sufrir — com o correspondía a un “penitente de la inquisición”— ,
por parte del tribunal que hoy sólo recordam os com o una vergüenza de
la historia hum ana.
Hoy, es corriente decir que haber condenado a G alileo — uno de los
padres de la ciencia m oderna— por defen d er la concepción heliocén­
trica del universo fue una iniquidad y perversidad; una intolerancia
inadm isible, un atentado contra la razón, la ciencia y la conciencia in­
dividual en nom bre de un dogm a... P ero hoy, a fines del siglo XX,
cuando ya entram os en el tercer m ilenio, existen dogm atism os, secta­
rism os, intolerancias, contra lo que es distinto y diferente... Tenem os,
todavía, un cam ino que recorrer. Hoy, se sigue atentando contra la vi­
da con guerras santas; se sigue atentando contra la conciencia, cuando
se im pide la posibilidad de expresarse con libertad. Y se sigue atentan­
do contra las ideas, cuando se es intolerante con el pensam iento ajeno.
La condena a G alileo, y a otros m uchos por razones sim ilares, fue
justificada en nom bre de la fe y com o lo querido por D ios. Tal co nduc­
ta es todo lo contrario al m ensaje del E vangelio; no m e cabe duda de
que la Inquisición hubiera condenado a Jesucristo. Todo esto tuvo po­
co que ver con los designios divinos y m ucho con el ejercicio del po­
der terrenal. N o se defendía ninguna verdad, sino las verdades que,
m anteniendo a la gente en la ignorancia, perm itían seguir ocupando es­
pacios de poder. Ése fue, por otra parte, el propósito principal de las
cruzadas, las guerras santas, los autos de fe, las torturas y las hogueras.
Del m ism o m odo que hem os hecho referencia a la form a en que el
autoritarism o y dogm atism o religioso atentaron co n tra la autonom ía de
la ciencia y la dignidad del ser hum ano, podem os hablar de igual com -

168
M étodos y técnicas d e investigación social

portam iento del autoritarism o y dogm atism o político-ideológico del


: com unism o.
U n ejem plo m ás reciente — y por eso m ás oscurantista y retró g ra­
do— del uso de la autoridad para descalificar una form ulación cien tí­
fica, es la “co n d en a” de la teoría de la herencia, apoyada en las leyes
; de M endel. E sta condena fue decidida por otro pontífice (José Stalin),
de otra iglesia (el partido com unista de la U R SS) que, apoyada en los
I libros sagrados (textos de M arx, Engels, Lenin y Stalin), que contienen
| la verdad íntegra y definitiva, consideró que las teorías de M endel eran
una “reacción ideológica de la burguesía” que niega “las leyes objeti­
vas del desarrollo de la m ateria” . F elizm ente, según la autoridad del
; partido, “ versados en el m étodo dialéctico, los biólogos soviéticos han
i rechazado todas las deform aciones idealistas y m ecanicistas de la no­
ción de desarrollo de la vida y han puesto de relieve sus contradiccio­
nes fundam entales, verdaderas fuerzas m otrices de la evolución de los
organism os y de las esp ecies” .
E sta superación y descalificación de las teorías de M endel, debido
sobre todo a L isenko, se logró gracias al “estudio de las obras de los
clásicos del m arxism o-leninism o” (el dogm atism o de la ciencia m ar-
xista estaliniana no tiene desperdicio en este punto). Lisenko, a partir
del m aterialism o dialéctico, “aportó — según la versión oficial del p ar­
tido— un gran núm ero de hechos experim entales que refutan en tera­
m ente el m endelism o y sus pseudo leyes” .(*) En este texto tenem os un
m odelo acabado de lo que es el dogm atism o y de su infecundidad cien ­
tífica. Y nos revela, adem ás, en qué m edida contribuye a retrasar el
avance de la ciencia.
Todos sabem os, porque se trata de hechos muy conocidos y de sim ­
ple cu ltu ra general, que L isenko no aportó ningún hecho y que, adem ás
de d eten er el desarrollo de la genética en la U R SS, hizo asesinar a los
' científicos que no pensaban com o él. Todos estos errores y crím enes
del com unism o soviético — com o en otra época los de la Inquisición—
fueron crím enes del p o d er de quienes pretenden ser dueños absolutos
de la verdad. D e una verdad única y universal, de la que ellos se con-
• sideran únicos depositarios. D e ahí la oposición a to d a form a de liber-
(*) T odo lo q u e está entre com illas h a sid o tom ado del P e q u eñ o d ic c io n a r io filo s ó fic o , publicado en la U R SS
en 1955.

169
lízequicl Andrr-Ef(K

tad; de ahí la necesidad de perseguir, silenciar y aun de elim inar física­


m ente a los discrepantes, sim plem ente por no com partir sus opinio­
nes...
Los partidos com unistas no tenían Santo O ficio, sino “algo*’ que el
gran físico alem án R obert H avem ann, m iem bro del partido com unista
de ese país, llam aba la 1IEW (H auptwer-waltunK E w ige W ahrheiten,
“A dm inistración superior de verdades etern as“). Ésta, que se dio en los
partidos com unistas y en no pocos catedráticos universitarios m arxis-
tas, es la expresión del dogm atism o de un grupo que “pretende poseer
la verdad absoluta” . A utoritarism o, despotism o y dogm atism o son ras­
gos inseparables. Hn el stalinism o fueron llevados a nivel patológico.
Sobrada razón tenía W alter Lippm an cuando decía: “D onde lodos
piensan igual, ninguno piensa m ucho.”
C uando el m aterialism o dialéctico y el m aterialism o histórico se
transform aron en una escolástica dogm ática, se cayó en la paradoja de
que el llam ado “ socialism o científico” llegase a ser lo m ás opuesto aJ
pensar científico, sobre todo cuando se considera com o un sistem a c e ­
rrado y coherente, capaz de dar razón de todo. C ualquier desvío co n s­
tituye un delito que m erece ser castigado, cualquier crítica es una trai­
ción.
En todas las épocas, el prestigio personal ha servido para d ar cred i­
bilidad a lo que se dice, ya sean opiniones, sugerencias o conclusiones
científicas. Pero hoy a nadie se le ocurre, en el cam po de la física, de
la quím ica o de la biología — para no indicar sino algunas cien cias— .
utilizar argum entos de autoridad o hacer interpretación de textos para
dirim ir una discusión científica; la verificación em pírica y la práctica
son los únicos jueces, aunque sólo sean provisionales, de las cu estio ­
nes científicas. Sin em bargo, en el cam po de las ciencias sociales, exis­
te esta form a de subdesarrollo científico, que consiste en apelar a los
argum entos de autoridad y a la interpretación de textos. ¿C óm o ex p li­
car este anacronism o? En el fondo, es una m anera de recubrir, con la
ortodoxia dogm ática, la propia indigencia cultural y el bajo nisel c ie n ­
tífico.
Toda persona que tenga un verdadero talante científico excluye to ­
da form a de dogm atism o. N o pretende im poner su verdad a los otros,
acepta otras posturas y m aneras de pensar. La tolerancia — y m ejor to ­

170
M étodos y técnicos de investigación social

davía el respeto a los dem ás— es propia de quienes tienen una actitud
científica que, com o ya hem os dicho, se expresa en un estilo de vida
que im plica, entre otras cosas, encarar en la vida cotidiana el principio
de igualdad de todos los seres hum anos, en cuanto al derecho a decir
su palabra.
D esde esa vivencia de igualdad, la tolerancia no es una form a de su ­
perioridad o acto de poder de un sujeto activo que “tolera” a los otros
que son sujetos pasivos “tolerados” ; es el reconocim iento y el respeto
al otro u otros diferentes, pero sem ejantes.
En el ám bito de la ciencia no valen los argum entos de autoridad c o ­
m o criterios de verdad. M ás aún, en la ciencia no hay autoridad. “Si ad ­
m itim os que no hay autoridad alguna — en todo el ám bito de nuestro
conocim iento y por lejos que pueda penetrar éste en lo desconocido—
que se encuentre m ás allá de la crítica, entonces podem os conservar sin
peligro la idea de que la verdad está por encim a de toda autoridad h u ­
m ana. Y debem os conservarla, pues sin esta idea no puede haber p atro ­
nes objetivos de la investigación, ni crítica de nuestras conjeturas, ni
tanteos en lo desconocido, ni búsqueda del conocim iento.”6

En las consideraciones que hemos hecho en este parágrafo, no


pretendemos, ni mucho menos, dar una exhaustiva explicación
de los obstáculos psicológicos y socioculturales que dificultan
el ir adquiriendo una actitud científica como estilo de vida. Sin
embargo, aun cuando no quede dicho todo lo que puede decir­
se, cerramos nuestro análisis sobre este problema... Son notas
y apuntes para la reflexión de quienes se inician en el campo
de la investigación social.

777
Ezequiel A n der-E w

B ibliografía citada

1 LAKATOS, Imre, Philosophical Papers. Cambridge, Cambridge University


Press, 1978.
2 BUNGE, Mario, La ciencia. Sti método y filosofía. Edición corregida y au­
mentada, Buenos Aires, Sudamérica, 1998.
3 BERNARD, Claude, ¡ntroduction a l ’étude de la medecine experimentóle,
París, Flammarion, 1965.
4 BUNGE, Mario, op. cit.
5 RUSSELL, Bertrand, La perspectiva científica, Barcelona, Ariel, 1969.
6 POPPER, Karl, El desarrollo del conocim iento científico. Buenos Aíres.
Paidós, 1967.

172
Capítulo 5

La ética de la
investigación

1. La ética d e l investigador en su relación de trabajo con otros


cien tífico s y con sus colaboradores
2. La fo rm a c ió n p erm a n en te com o ética de la responsabilidad
3. La resp o n sa b ilid a d de los científicos fr e n te a las
co n secu en cia s de su s propias investigaciones
4. L a coherencia existen cia l con las conclusiones científicas a
las que uno llega
5. L o s lím ites ético s de la ciencia
6. La b ioética co m o nuevo rostro de la ética científica
A n ex o 1. D oce p rin cip io s p a ra una nueva ética pro fesio n a l
d e los investigadores

173
La ética en el m undo actual difícilm ente puede parecerse a un conjun­
to de m andam ientos, norm as, prescripciones y proscripciones nítida­
m ente establecido: es m ás bien una perspectiva de reflexión personal
sobre la libertad que ejercem os eligiendo y descartando en una reali­
dad social dem asiado rica com o para no rom per las costuras de todos
los form ularios...
P odem os contrastar opiniones, recibir consejos, sopesar argum entos e
inform am os sobre consecuencias probables de nuestras acciones, pero
a fin de cuentas la decisión y la responsabilidad m oral siem pre recaen
sobre uno m ism o.
Fernando Savater

U na nueva perspectiva m oral es necesaria, en la


que la sum isión a los poderes de la naturaleza sea
reem plazada por lo que tiene el hom bre de mejor.
M ientras exista esa m oral, la ciencia que ha librado
al hom bre de su cautiverio de la naturaleza, podría
proceder a liberarle del cautiverio de sí m ism o.
Existen peligros, pero no son inevitables; y la espe­
ranza en el futuro es, por lo m enos, tan racional c o ­
m o el temor.
Bertrand Russell

Los científicos son responsables


de su trabajo no sólo intelectualm ente,
sino tam bién m oralm ente.
Fritjof Capra

175
H ablar de la ética de la investigación es abordar una cuestión a la
que a m enudo no se le ha prestado suficiente atención. Para algunos, el
hacer ciencia aparece com o algo neutro, sin connotaciones id e o ló g i­
cas, éticas, políticas, o ideológicas... C om o si la ciencia estuviese libre
de valores, m ás allá del bien y del mal, y com o si el científico pudiera
prescindir de toda postura m oral, sólo com prom etido con el desarrollo
de su ciencia, sin interesarse por las im plicaciones de la m ism a y sin
com prom eterse con los problem as que afronta en su sociedad.
C uando se habla de ética de la investigación, no se alude tanto a los
científicos com o grupo social — com o tales, tam bién tienen responsa­
bilidades éticas— sino a cada científico com o individuo. Se han pro­
ducido, en el m undo en el que vivim os, grandes adelantos científicos y
tecnológicos, sin que se haya avanzado en igual m agnitud en el terre­
no de los valores. Este desfase entre el nivel de conocim ientos cien tí­
ficos que hem os adquirido y el insuficiente desarrollo de nuestra cap a­
cidad de solidaridad es lo que ha llevado a que los seres hum anos e s­
tem os am enazados por el riesgo de una catástrofe ecológica o por un
holocausto nuclear.
Lo que se hace en el cam po de la ciencia en el m undo co n tem p o rá­
neo afecta profundam ente la suerte de la hum anidad. Pensem os, a m o­
do de ejem plo, lo que han significado en la transform ación del siglo
X X la m ecánica ondulatoria, la relatividad einsteniana, la física nu­
clear, la biología m olecular, la ingeniería genética, la electrónica...
Pensem os tam bién lo que la ciencia tiene que ver hoy con el riesgo que
vive la hum anidad de un holocausto nuclear o de una catástrofe eco ló ­
gica... N o cabe duda de que, frente a los gigantescos adelantos cien tí­
ficos y tecnológicos de las últim as décadas, y de m anera especial todo
lo referente a la biología m olecular y la ingeniería genética, la ética ha
adquirido en nuestros días una im portancia inusitada.
Y pensem os, ilusionadam ente, lo que la ciencia y la tecnología po­
drían aportar para librar una batalla definitiva contra el ham bre, la m i­
seria, el analfabetism o y todos aquellos aspectos que configuran el
subdesarrollo de buena parte de la hum anidad.

177
Ezef/uiel Ander-Egn

La ciencia, a com ienzos del siglo X X I, se encuentra en un dram áti­


co cruce de cam inos; está frente a la alternativa radical de las posibili­
dades para lo m ejor y para lo peor.

¿Q ué aspectos com p orta la ética de la investigación?

Los aspectos son m últiples. De un m odo general, podem os afirm ar


que la ética de la investigación es un aspecto particular de una p ro b le­
m ática m ás am plia: la relación entre ética y ciencia. Vamos a reflexio­
nar sobre aquellas cuestiones que nos parecen m ás pertinentes para un
texto destinado a quienes se inician en el estudio de los m étodos y téc­
nicas de investigación, o de aquellos que se inician en trabajos pro p ia­
m ente investigativos.

• La prim era cuestión es lo que podría llam arse una “cuestión para
andar por casa” . Se trata de las exigencias éticas del investigador
en su relación de trabajo con otros científicos y con sus co lab o ra­
dores.
• Una segunda exigencia es la necesidad de form ación perm anente,
com o ética de la responsabilidad.
• O tro aspecto ético es lo que concierne a la responsabilidad de los
científicos frente a las consecuencias o resultados de sus propias
investigaciones.
• Nos parece igualm ente im portante señalar la coherencia entre las
conclusiones científicas a las que llega un investigador y su m o­
do de vida.
• Los lím ites éticos de la ciencia ocuparán otro de los apartados de
este capítulo.
•Y , por últim o, harem os algunas reflexiones sobre la bioética com o
nuevo rostro de la ética científica.

La justificación de una ética de la ciencia no surge principalm ente


de las norm as y exigencias de la racionalidad propia de la cien cia (ello

178
M étodos v técnicas d e investigación social

tiene una im portancia relativa), sino de ju icio s de valor y de preferen­


cias hum anas que no pertenecen a los objetos de la ciencia. El punto
de partida está resum ido en el principio ético de que no todo vale igual.
Se trata de distinguir entre lo bueno y lo malo. Todo científico, en
cuanto persona, debe decidir siv•una determ inada acción es buena o es
m ala. Y esto no está especificado ni por la ciencia ni por el m étodo
científico.

Una de las condiciones para la existencia de un comportamien­


to ético es la capacidad para hacer juicios de valor; es decir, de
ver en ciertos objetos o actos algo más deseable que en otros.
F ra n c is c o J . A y ala

1. La ética del investigador en su relación de trabajo con


otros científicos y con sus colaboradores

Todo investigador, todo científico, en su relación de trabajo con


otros científicos y con aquellos que colaboran en sus investigaciones,
tiene que atenerse a ciertas reglas éticas fundam entales. Siguiendo a
B everidge,1 señalam os las siguientes: •

• R econocim iento de los trabajos que han sido utilizados para obte­
ner inform ación y de cualquier persona que haya colaborado en el
trabajo; actualm ente, la casi totalidad de los logros científicos son
fruto de un esfuerzo de equipo. Un investigador, por destacado
que sea, nunca deja de apoyarse en la acción y el trabajo de m u­
chos colaboradores. O, al m enos, tiene sus antecedentes o raíces
en investigaciones, estudios ya realizados o en teorías ya form u­
ladas. Todo investigador se vale de los aportes de sus predeceso­
res para seguir avanzando o, sim plem ente, para hacer su propio
trabajo, que no necesariam ente tiene que ser un aporte original.
• N o utilizar ideas o resultados prelim inares ajenos que se hayan d a ­
do a conocer en una conversación, sin perm iso para hacerlo. Un
proceder de este tipo constituye sim plem ente un robo intelectual,
de características sim ilares al plagio científico.
179
Ezequiel Ander-Egg

• N o usurpar, calificando com o propio, el trabajo que sólo se haya


supervisado com o director de un instituto, presentándolo com o
coautor y colocando su nom bre en prim er lugar. Este com porta­
m iento suele encontrarse en profesores universitarios m ás o m e­
nos anquilosados, pero que no tienen escrúpulos para apoderarse
del trabajo ajeno, especialm ente el de sus alum nos m ás aventaja­
dos. En algunas universidades — con m uchos profesores m edio­
cres— , esta deshonestidad es bastante frecuente.
• U na regla que no señala Beveridge — supongo que porque lo co n ­
sideraba algo obvio— es la de no realizar “robos intelectuales” .
Hay diferentes form as de hacerlo; la m ás burda es el plagio (co­
piar ideas, fórm ulas o resultados de una investigación y presentar­
los com o propios). Esta form a de robo intelectual, m ás tarde o
m ás tem prano, se descubre. La form a m ás corriente es utilizar el
libro de un autor, cuyo esquem a, lincam ientos generales o ideas
centrales se siguen, pero sin citarlo. Y, de ordinario, ni siquiera
aparece en la bibliografía. La deshonestidad del plagio científico
“puede descubrirse fácilm ente, para gran perjuicio de quien lo co­
m ete, pero es bastante inofensiva. En efecto, si el original es m e­
diocre, el ratero no se cubre de gloria y su copia no circula m a­
yorm ente. Y si el original es resultado de una investigación valio­
sa, el ratero cum ple una función social de hacerlo conocer. Pero,
al m ism o tiem po, m ina la confianza necesaria para m antener la
cooperación indispensable en la investigación científica. De esta
m anera, el plagiario debilita los lazos que m antienen unidos a los
com ponentes de la com unidad científica. A dem ás, contribuye a
desacreditar la proverbial honestidad de los científicos” .2

2. La formación permanente como ética


de la responsabilidad

A través de toda su vida, el investigador es siempre un estu­


diante. El prepararse para su trabajo nunca termina, porque tie­
ne que mantenerse al día con el continuo crecimiento de los
, conocimientos... el estudio se convierte en hábito hasta formar
parte regular de la vida del científico.
W. Beveridge
180
I M étodos y técnicas de investigación social

O tro aspecto que no aparece directam ente com o ético, pero que tie­
ne sus im plicaciones éticas, es el de la necesidad de form ación perm a­
nente. N o sólo un graduado universitario, sino tam bién cualquier cien ­
tífico, por em inente que haya sido en sus contribuciones a la ciencia,
no deja de ser siem pre un “ producto sem i-elaborado” . El crecim iento
casi exponencial de los conocim ientos científicos y la rapidez y pro­
fundidad de las transform aciones que experim enta el m undo actual,
com o consecuencia del cam bio social y tecnológico, exigen un aggior-
nam ento, una puesta al día perm anente para no ser superados o d esb o r­
dados por los acontecim ientos. U na elem ental honestidad profesional
y científica exige proseguir la form ación durante toda la vida activa; de
lo contrario, se corre el riesgo de quedar anclado en teorías, conceptos
o técnicas obsoletas.
Se estim a que, entre 1900 y 1985, los conocim ientos científicos en
el cam po de las ciencias duras (física, quím ica, biología) registraron un
doubling tim e entre 10 y 15 años. D esde 1985 al 2000, este tiem po se
ha acortado. N os enfrentam os, pues, al hecho de una rápida obsoles­
cencia de los conocim ientos. C om o respuesta a esta circunstancia, la
necesidad de form ación perm anente es una responsabilidad insoslaya­
ble de todo ser hum ano, pero de m anera especial de quienes realizan
un trabajo com o investigadores.
Todo esto nos revela que la form ación adquirida en la universidad
“se desvaloriza con una rapidez desconcertante” . De esto, que es váli­
do para todo quehacer hum ano — consecuentem ente, para todas las
profesiones— , surge la necesidad, propiam ente dram ática, de form a­
ción perm anente. Es lo que ya hacen algunas universidades con sus
profesores y algunas grandes em presas con su personal superior, bajo
el nom bre de reciclaje profesional.
D e cuanto se lleva dicho, resulta claro que el hom bre del m undo
m oderno está instalado en la “provisionalidad” : los escenarios y los
contextos cam bian aceleradam ente. Un planteo teórico o una técnica
de trabajo pueden quedar rápidam ente fuera de época, aunque hayan
servido en otra coyuntura. En un m undo que cam bia, que cam bia ace­
leradam ente, y que cam bia cada vez m ás aceleradam ente, todo cien tí­
fico ha de tener conciencia de que debe realizar un esfuerzo perm anen­
te por actualizarse. Lo m encionado hasta ahora y la apertura de espíri-

181
Ezequiel Ander-E rk

tu necesaria para tirar por la borda todo aquello que ya no sirve, o que
es m enos válido o eficaz, constituyen hoy aspectos esenciales y ele­
m entos de una exigencia científica.

3. La responsabilidad de los científicos frente


a las consecuencias de sus propias investigaciones

No podem os dejar de m encionar y de destacar de m anera m uy par­


ticular, el aspecto m ás im portante — y con frecuencia olvidado— de la
ética del investigador: ser responsable de las consecuencias de las pro­
pias investigaciones... E sta responsabilidad personal de los científicos
es un aspecto particular de una cuestión m ucho m ás am plia: el m odo
de usar el saber científico.
M e siento casi ridículo al escribirlo. P ienso que para m uchos cien ­
tíficos esto provocaría risa por su candidez e ingenuidad. ¿P o r qué? A
fines del siglo XX, alrededor del 30 por ciento de los científicos y téc­
nicos del m undo se dedica a investigaciones científicas que son de ca­
rácter militar, es decir, para m ejorar los instrum entos de destrucción.
Para esto trabajan m ás de m edio m illón de científicos. E sto significa
que la tercera parte del esfuerzo investigativo que se realiza en el m un­
do está destinado a increm entar la capacidad para m atar.(’ ) ¿Q ué tie­
ne esto de racional? ¿En dónde está el respeto a los derechos hum anos?
¿En dónde está la ética? Q ue la ciencia sea la obra m áxim a de la razón
no quiere decir que los científicos sean necesariam ente razonables.
A ello hem os de añadir que la investigación con fines m ilitares es
unas seis veces superior a toda la investigación que se realiza en los
países en vías de desarrollo... Frente a estos hechos, puede el cien tífi­
co dejar de preguntarse: ¿cuál es el objetivo de m is investigaciones?
¿Cuál es el sentido de lo que realizo? Las respuestas a estas preguntas (*)
(*) Una de las características del sector m ilitar de los últimos cincuenta aftas ha sido la c re o e m c a o h u o á e y
aplicación de la ciencia y la tecnología para el perfeccionam iento de kis arm am entos Y esto no lo ñacen lo»
militares, sino los científicos que trabajan para el desarrollo, m odificación y p eríecaco an u eru o de la» arma»
Así, por ejemplo, la iniciativa de defensa estratégica que en su m om ento presentó el presidente Reagan —ú
“guerra de las galaxias"— no podía ser llevada adelante sin la contri hucaóa de centenares de cacnañeo» ) i c i
costo tan elevado que impedirá la realización de otros proyectos que {xvlnan servir para m ejorar la ansacaó«
de millones de personas. A este propósito cabe recordar que en 1'^ 9 el presupuesac nublar de Estados L iúdos
fue de alrededor de 270.000 m illones de dolares; esta cifra es 5 veces superior a la ayuda oficial que ese par»
concede a todo el mundo.

182
v r / i n u us J * in w s lix iic id n s ih -i u I

están m ás allá J e la ciencia y se relacionan directam ente con la d im e n ­


sión etica J e la m ism a. Hn m uchos científicos, no existe conciencia de
la necesidad de conjugar una posición científica y una posición ética;
consecuentem ente, son personas carentes de responsabilidad social y
m oral.
N o se trata únicam ente de afirm ar la necesidad de una ética de la in­
vestigación; en todo esto, hay aspectos que tienen que ver con p roble­
m as que hacen directam ente a la supervivencia del hom bre sobre el
planeta: no sólo está en ju eg o la vida del hom bre, sino tam bién la fiso­
nom ía tísica del planeta, ya que el riesgo de un invierno nuclear igno­
ra las fronteras, y una catástrofe ecológica nos afectaría a nulos.(*) Sin
lugar a dudas, es el desafío m ás grande del siglo, quizás el m ás grande
de la historia de la hum anidad. Razón tiene M orin cuando afirm a que
el “problem a de la responsabilidad del investigador ante la sociedad es,
pues, el de una tragedia histórica, y su terrible retraso en relación con
la urgencia lo hace de una urgencia aún m ayor”.3
¿Cuántos hom bres de ciencia han contribuido a llevarnos a esta si­
tuación lím ite! Pueden ser notables científicos, pero sufren una m uti­
lación hum ana radical, entre otras cosas, por no plantearse con serie­
dad el problem a de la utilización de sus trabajos e investigaciones.
N ingún trabajo científico, ningún tem a de investigación puede exim ir
al investigador de su responsabilidad ante la sociedad. Todo ser hu m a­
no — y por consiguiente todo científico— tiene que ser responsable de
las consecuencias de sus acciones; en el caso de los investigadores, de
los trabajos científicos y experim entos que realizan.
Si bien es cierto que buena parte de la locura del perfeccionam iento
de los arm am entos y del riesgo de destrucción del planeta es fruto del
trabajo de científicos y teenólogos, el debate político, m oral, cultural y
espiritual de la ciencia no puede soslayarse. Ningún científico debería
realizar una investigación sin interrogarse acerca del para qué de la m is­
ma; todo quehacer científico debe estar interpelado por esta pregunta.

(*) Los desastres causados por la naturaleza en estos últimos años no son ajenos a la aplicación irresponsable
de la tecnología. En septiem bre de 1999. Kofi Annan, el Secretario General de la ONU, presentaba un infor­
me en el que señalaba que en 1998 se produjeron m is desastres naturales que a todo lo largo de la década de
los ochenta. El calentanuento de la Tierra, las alteraciones del clima, la dcforcstación. las inundaciones, los
huracanes, etc . no son ajenos a la responsabilidad (o. mejor dicho, a la irresponsabilidadl de los seres hum a­
nos La búsqueda de la m ixim a rentabilidad está haciendo del planeta un mercado, aplicando indiscriminada
e i «sensatamente la tecnología coa el fin de ganar m is y en menos tiempo.

183
Ezjtqulel Ander-Egg

N o sólo existe un im perativo ético en defensa de la vida, que lim i­


ta las investigaciones destinadas a m ejorar y aum entar el poder de des­
trucción (el ideal es suspenderlas de m anera total); existen otros ám bi­
tos en donde los científicos deben lim itar las consecuencias de sus p ro ­
pias investigaciones.
Ya entrando en el siglo X X I, estam os traspasando las puertas del si­
glo de la biología. La alarm a ética proviene de las posibilidades reales
de clonar hum anos. Es evidente que, desde el m om ento en que Ian W il-
m at creó una oveja a partir de una célula, no estam os lejos de p ro cla­
m ar el año cero del hom o clonicus. La am enaza de R ichard Seed de
clonar hum anos, y de m ontar a no largo plazo su H um an Clone Clinic,
produjo una conm oción a escala m undial pues, com o lo han adm itido
algunos científicos, se trata de un proyecto teóricam ente realizable.
¿Q ué seres hum anos se podrán engendrar? ¿Q ué uso perverso se
puede llegar a hacer con los conocim ientos que hoy tenem os en el
cam po de la biotecnología? El factor F rankenstein está presente. Es
posible producir m uchos “F rankensteins” y m onstruos de diversa n atu ­
raleza. Tam bién será posible un ejército de hum anos-epsilón; los e sc la ­
vos de Un m undo fe liz de A ldous H uxley.(*)
El protocolo del C onsejo de Europa, suscrito en París en en ero de
1998 y al que se adhirieron 19 países, no garantiza que la clonación hu­
m ana no se realizará. C reo que esta posibilidad conm ociona a toda p er­
sona m edianam ente consciente de lo que ello significa y de las co n se­
cuencias que puede tener program ar cam bios genéticos en la línea e m ­
brionaria; es una form a de racism o seudocientífico: se pasaría de la p u ­
reza de la raza a la pureza de los genes. ELsto podría llevam os al u m ­
bral de una era eugenésica. N o es fácil hacerse a la idea de que esto sea
posible. N os trastoca si pensam os que esto va a ocurrir... P or ahora, p o ­
dem os abrigar la esp eran za de que se generen una reacción y un recha­
(*) En la primera semana de diciem bre de 1999. se hizo publico el experim ento de un entupo de a n r u p d o -
res dirigidos por C. Venlex y Ham ilioa Sm nh. que han dado los prim eros pasos par« crear seres vrve* ea labo­
ratorio a partir de las síntesis de los genes considerados imprescindibles para la sida. Seyúa detallan en ka re­
vista Science, bastarían entre 265 y 350 genes pura que una bacteria rudim entaria pueda so h rrn x tr al s e t a en
el laboratorio... Para crear un ser vivo a partir de ese m ínim o núm ero de genes, habrá que ensamblarlo» y sin­
tetizarlos en un crom osoma artificial Posteriorroeme ese crom osom a se im rc d u o ri en un raed»o aceb*ease ade­
cuado en laboratorio, que perm ita a ese reducido número de genes com enzar a producir las proteínas necesa­
rias para la creación y el funcionam iento de un ser vivo, que ha sido diseftado a xoiuncad de k » im esccado-
rcs... Las implicaciones éticas de tal experim ento son evidentes se trata de la creacsóQ de una nueva v.da ess la­
boratorio

184
M étodos y técnicas de investigación social

zo social que lo haga im posible. Para ello, la gente debe estar inform a­
da de lo que significa la clonación de seres hum anos y, adem ás de in­
form ada, debe estar preocupada; y esta preocupación debe traducirse
en diferentes tipos de acciones para que nunca un clon se transform e
en un ser hum ano.
En el contexto de esta realidad, afirm ar o reivindicar una ética de la
ciencia que fije criterios para ju zg ar el bien o el mal acerca de lo que
se investiga, y del destino de las investigaciones, parece ser una n ece­
sidad insoslayable. Lo grave es que todo esto está en m anos de quie­
nes tienen el poder político o de las m ultinacionales que tienen el po­
d er económ ico. L am entablem ente, sigue siendo cierto que “el que pa­
ga al violinista, elige la m elodía” .(*) M uchos científicos declaran que
la ciencia es ética y políticam ente neutral, con lo cual rechazan cual­
quier rem ordim iento ético. Sin em bargo, después de la construcción de
la bom ba atóm ica, algunos m anifestaron no pocas inquietudes de co n ­
ciencia. A lgo parecido ocurre ahora con los productos transgénicos y
la m anipulación genética.
Sin hacer consideraciones éticas acerca de lo denigrante que es
“venderse”, si aplicam os el m ism o rigor que exige el m étodo científi­
co para la observación de los hechos, en este caso, a la observación de
la ciencia com o hecho social, hem os de concluir que la ciencia no es
neutral (ni tam poco el que la cultiva). La actividad científica es un he­
cho con im plicaciones en todos los ám bitos de la vida en la sociedad.
A ctualm ente, el trabajo científico (qué investigar y para qué) no es ta ­
rea que decida el hom bre de ciencia; el trabajo de los científicos depen­
de del orden político o, mejor, del poder político y del poder económ i­
co. Pero ahí no term ina el destino trágico del hom bre de ciencia, des­
preocupado de las consecuencias de sus investigaciones: “Le acongoja
que los resultados del trabajo científico hayan suscitado una am enaza
para la especie hum ana, al caer en m anos de poseedores del poder po­
lítico m oralm ente ciegos.” Esta preocupación, que A lbert Einstein m a­
nifestaba en 1950 en el m ensaje que dirigió al 43.° C ongreso de la S o­
ciedad Italiana para el Progreso de la C iencia, hoy es una realidad trá­
(*) El doctor Arpad Pusztai, del Instituto Rowctt de Aberdeen (Escocia), hizo conocer en 1998 los resultados
de la investigación que realizó sobre el impacto de los alimentos transgénicos en la salud. Lo sustancial y cen­
tral de sus conclusiones era que los alimentos transgénicos producen graves perturbaciones en el sistema inmu-
nológico. Presionadas por algunas multinacionales, las autoridades del instituto desautorizaron al doctor Pusz-
tai, a los pocos días lo despidieron y se retiraron los fondos para este tipo de investigaciones.

185
Ezequiel Ander-EgR

gica: la ciencia ha m ultiplicado el poder de exterm inio y de discrim i­


nación, y ha perm itido reunir esa capacidad bajo el control de centros
de decisión cada vez m ás concentrados.
“El hom bre de ciencia — decía en su m ensaje— ha llegado hasta
aceptar com o algo fatal e ineluctable la esclavitud que le im pone el Es­
tado. Y se ha envilecido hasta el extrem o de contribuir obedientem en­
te a perfeccionar los m edios para la destrucción total de la hum anidad.
¿N o hay, pues, escapatoria para el hom bre de ciencia? ¿D ebe real­
m ente tolerar y sufrir todas esas ignom inias?... He aquí mi respuesta:
se puede destruir a un hom bre esencialm ente libre y escrupuloso, pero
no esclavizarlo ni utilizarlo com o un instrum ento ciego.
Si los hom bres de ciencia pudieran encontrar hoy día el tiem po y
el valor necesarios para considerar honesta y objetivam ente su situa­
ción y las tareas que tienen por delante, y si actuaran en consecuencia,
acrecentarían considerablem ente las posibilidades de d ar con una solu­
ción sensata y satisfactoria a la peligrosa situación internacional pre­
sente.”4
Sin ética científica, o sin ética de los científicos, no habría posibili­
dad de resistir al totalitarism o tecnológico. Por eso, cuando se insiste
en que los científicos deben ser apolíticos, no se hace otra cosa que
propugnar que los científicos sean idiotas útiles para el sistem a políti­
co o que acepten éste com o una verdad o hecho incontrolable, lo que
constituye la negación del espíritu científico.
Esta ética podría centrarse en un principio básico, expresado en
unas frases que han term inado — lam entablem ente— por ser una lige­
reza tópica: “ la ciencia al servicio de los seres hum anos” , “la ciencia
al servicio de la vida”, “ la ciencia dirigida a satisfacer las necesidades
de la sociedad” . N obles propósitos que, si consideram os lo que pasa a
escala m undial en el ám bito de la investigación científica, sólo son pa­
labras. El trabajo científico, que por su índole im plica una dim ensión
reflexiva, tiene un ám bito im portante de no reflexión: ese ám bito abar­
ca todo lo concerniente a la praxis del investigador y a las consecuen­
cias de sus investigaciones. N o plantearse estos problem as y no refle­
xionar sobre ellos im plica una grave irresponsabilidad frente a la so­
ciedad. Al m argen de las palabras y declaraciones, no cabe duda de que
a m uchos científicos ni siquiera les preocupa com patibilizar lo que ha-
186
M étodos y técnicas d e investigación social

< cen con la conservación de la naturaleza, para no poner sino un ejem ­


plo de la taita de ética y responsabilidad de algunos de ellos que, con
la aplicación de su ciencia o de su tecnología, están am enazando la vi­
da en el planeta con el riesgo de una catástrofe ecológica. O tros pre­
tenden ocultar, con sus declaraciones de com prom iso con la ciencia,
sus inconfesables lealtades.

C ien cia para el siglo X X I, un nuevo com p rom iso en el uso


resp on sab le de los avan ces científicos

C onvocada por la U N E SC O , se llevó a cabo la C onferencia M undial


sobre C iencia, cuya tem ática ha estado estrecham ente relacionada con
el tem a que tratam os en este parágrafo: el uso responsable de los avan­
ces y descubrim ientos científicos. Con la participación de 2.000 perso­
nas — científicos, delegados de 150 países y de 170 organizaciones no
gubernam entales— , se realizó en B udapest (junio/julio de 1999).
Para quienes tienen inquietudes o trabajan en el cam po de la inves­
tigación, para los que enseñan esta disciplina y para quienes com ienzan
a estudiarla, las ideas claves presentadas por el director general de la
U N E SC O , F ederico M ayor Z aragoza, pueden resultar útiles y sugeren-
tes, para “el cam in o hacia ad elan te” , que es el título que dio a su tra­
bajo. H e aquí sus propuestas principales, presentadas sintéticam ente: •

• Prom over una alianza entre la ciencia y la sociedad, capaz de re­


solver los problem as del m undo del m añana.
• P otenciar al m áxim o el acceso de la población a los conocim ien­
tos científicos. A ello pueden contribuir el periodism o científico y
la popularización de la ciencia.
• G arantizar que la sociedad del conocim iento no se convierta en
una nueva form a de im perialism o, poniendo nuevas cadenas a los
países en vías de desarrollo.
• C onseguir un acuerdo sobre principios fundam entales, especial­
m ente para alcanzar un reparto m undial óptim o de los conoci­
m ientos científicos y de sus aplicaciones.

187
Ezequiel Ander-Egg

• Intentar conseguir un acceso general al enorm e alm acén de co n o ­


cim ientos existentes (a este respecto, en la conferencia se ha pro­
puesto la creación en Londres de un C entro Internacional para la
C om unicación C ientífica).
• En lo referente a la previsión de la innovación y la tecnología, es
necesario que los gobiernos renueven su interés por la investiga­
ción fundam ental.
• No discutir las propuestas en térm inos polarizados o enfrentados.
Por ejem plo, la afirm ación de que la biotecnología es la clave pa­
ra una m ayor producción alim entaria ha sido contrarrestada por
afirm aciones de que, por el contrario, la dem ocracia es la que au ­
m enta la producción y distribución de alim entos. Precisam os am ­
bas: ésta debe ser, a buen seguro, la base de la necesaria alianza
entre ciencia y sociedad.

El plan de acción
Conferencia Mundial sobre Ciencia (Budapest, 1999)
La Agenda para la Ciencia, marco de acción aprobado ayer, desarrolla los aparta­
dos de la declaración.
Conocimiento. Se destaca el papel de la investigación fundamental proponiendo
que todo país tenga instituciones capaces de desarrollarla y. donde no sea posible
crearlas, que se garantice la ayuda internacional. Se aconseja un equilibrio entre fi­
nanciación pública y privada en I+D y se destaca la necesidad de compromisos, en
todas las instancias, con la cooperación y el libre intercambio de conocimientos.
P az y d e s a rro llo . Especifica que "hoy. más que nunca, las ciencias naturales y so­
ciales así como sus aplicaciones, son indispensables para el desarrollo". En este
apartado se destaca que la ciencia debe dirigirse hacia las necesidades humaras bá­
sicas, poniendo énfasis en el desarrollo sostenible y el medio ambiente En un men­
saje a la esfera política se propone que los gobiernos se comprometan en el apo>o
a largo plazo al sistema de 1+D.
Sociedad. Las instituciones científicas deben cumplir normas de compon amiento
ético en la investigación. También se destaca la necesidad de garantizar la plena
participación de la mujer en la investigación y de la loma de decisiones, y de elimi­
nar cualquier tipo de discriminación.
Otros sistemas de conocimiento. Se aborda la cuestión de los conocimientos tra­
dicionales y sus aplicaciones que deben ser de "amplia utilización” pero ”al mismo
tiempo asegurando que su comercialización sea debidamente compensada".
Fuente: UNESCO
M étodos y técnicas de investigación social

4. La coherencia existencia! con las conclusiones científicas


a las que uno llega

E xiste otro aspecto ético en la actitud científica: la coherencia entre


lo que la ciencia nos enseña com o cierto y el m odo de vivir. En otras
palabras: coherencia entre las conclusiones científicas a que uno llega
y el estilo de vida personal. N o podem os hacer investigaciones sobre
los daños del tabaco sobre la salud hum ana, enseñar educación para la
salud y ser fum ador em pedernido.
C om o ya se explicó en otra parte de este libro, en el pensam iento
actual y en el m odo de pensar de los científicos, existe una viva co n ­
ciencia de la insuficiencia e inacabam iento de toda conclusión cientí­
fica. No hay, pues, posesión de la verdad, sino búsqueda y esfuerzo por
develarla. N adie tiene el derecho m oral — com o dice la prem isa bási­
ca del “S atyagraha”, que propusiera G andhi— a im poner a los dem ás
una interpretación particular de la verdad.
Pero todos tenem os el derecho y el deber de vivir según nuestras
propias ideas y de criticar lo que nos parezca incorrecto o falso en las
teorías científicas, las doctrinas y las ideas ajenas. El derecho a criticar
debe estar acom pañado con el deber de ser veraz en la crítica.
La adhesión, y aun la defensa de determ inadas form ulaciones teó­
ricas y conclusiones científicas, nunca deben expresarse de m anera
dogm ática, ni im positiva, ni sectaria. Toda persona que llega a un g ra­
do de m adurez científica es natural que tenga determ inado m arco teó-
rico-referencial, que tenga una determ inada línea de investigación; más
aún, tiene el derecho a defender su posición y de hacerla conocer. P e­
ro no puede im ponerla. D icho en sentido positivo: el investigador d e­
be perm itir y estar abierto a otros enfoques y a otras perspectivas teó­
ricas, aunque no com parta esos puntos de vista.
Sin em bargo, lo que aquí querem os señalar, com o una de las ex i­
gencias de la ética de la investigación, es lo que hem os llam ado la bús­
queda de coherencia entre el pensar científico — con todo lo que ello
im plica— y la vida personal. Esto supone una cierta m anera de vivir el
trabajo com o investigador. Un estilo de vida que, a nivel personal y a
nivel profesional (en este caso, com o investigador), da a todo su q u e­
hacer un profundo sentido hum ano.
189
Ezequiel Ander-Egg

5. Los límites éticos de la ciencia

C uando se habla de “ lím ites de la cien cia”, se alude a cuestiones de


diferente naturaleza. Si bien aquí sólo interesa hablar de los lím ites éti­
cos, parece oportuno hacer referencia a otros alcances que se le da a la
expresión “lím ites de la ciencia” .

• Existen lím ites relativos a las cuestiones que la ciencia puede


plantearse. Lo que no es susceptible de contrastación o verifica­
ción em pírica traspasa los lím ites de la ciencia. Eso no obsta pa­
ra que la razón hum ana se plantee cuestiones que sobrepasan sus
posibilidades. Se trata de problem as que están m etidos en el co ­
razón de los hum anos y que inquietan a la razón, com o podrían
s e r — entre otros— el problem a del sentido de la vida, o si hay al­
go después de la m uerte; cuestiones a las que la ciencia no res­
ponde, pues no pertenecen a su ám bito.
• Tam bién se habla de lím ites presupuestarios, en cuanto la falta de
financiam iento lim ita la realización de determ inadas investigacio­
nes. El trabajo científico no es cosa de aficionados que dedican su
tiem po libre a realizar investigaciones. La ciencia en general y los
diferentes cam pos o ám bitos de investigación científica están li­
m itados en su avance a las disponibilidades financieras o, para ser
m ás precisos, a los recursos financieros dedicados al desarrollo
científico. Con esto no querem os afirm ar — según la versión m ar-
xista m anualista— que la investigación es un “m ero subproducto
de la econom ía” .
• Un tercer tipo de lím ites de la ciencia viene dado por los co n d i­
cionam ientos socioculturales. E s lo que B unge llam a las “ lim ita­
ciones sociales” ; “ la cien cia florece o se m archita ju n to con la so­
ciedad” . Los científicos pertenecen a una sociedad y, dentro de
ella, al subsistem a cultural. “Para bien o para m al, toda cu ltu ra g i­
ra en to m o a alguna ideología.” E sta ideología dom inante, según
B unge, puede ser am iga, in d iferen te o am bigua para la ciencia, o
bien m onolíticam ente anti-científica. E sto da lu g ar a d iferen tes ti­
pos de políticas científicas que condicionan (ayudando o lim itan­

190
M étodos y técnicas de investigación social

do el desarrollo de la ciencia). El futuro de ésta, “en cualquier


país depende, pues, críticam ente, de la política científica“ .5 Esto
constituye otro lím ite de la ciencia.

Sin em bargo, en este parágrafo — y conform e con los propósitos de


este capítulo— nos vam os a referir a los lím ites éticos o m orales. E s­
tos lím ites son los que ponen fronteras al avance de la ciencia (que a
veces parece im parable) en aquellos aspectos que pueden producir la
degradación hum ana o atentar contra la naturaleza. De lo que se trata
es de supeditar el desarrollo científico al respeto de la dignidad y los
derechos de la persona.
El problem a central, en torno a lo que se ha llam ado los lím ites é ti­
cos de la ciencia, podría resum irse en la siguiente cuestión: ¿cóm o ase­
gurar el equilibrio entre la dignidad hum ana, el respeto a la vida y las
aplicaciones de los avances científicos?... ¿C óm o garantizar que la
ciencia y la tecnología, en alguno de sus avances, no van a degradar a
los seres hum anos, a otros seres vivos y a la naturaleza en general?
E sta preocupación es la que ha llevado a la U N ESC O , en 1994, a
proponer una D eclaración U niversal para la Protección del G enom a
H um ano. Propuesta que se concretó en 1998, coincidiendo con el 50.°
aniversario de la P roclam ación U niversal de los D erechos H um anos.
En abril de 1997, 21 países suscriben el Convenio de O viedo sobre D e­
rechos H um anos y B iom edicina con el fin de controlar el desarrollo
científico en los ám bitos de la biología y la m edicina en cuanto pueden
atentar contra la persona hum ana y tener graves incidencias aun en la
vida social, com o sería la clonación de seres hum anos.
N o todo lo que científicam ente puede hacerse se debe realizar des­
de un punto de vista ético. En otras palabras: no puede realizarse todo
lo que la ciencia y la tecnología perm iten o perm itirían hacer en el fu­
turo. D icho esto, podríam os preguntam os: ¿cuáles son los lím ites de la
búsqueda científica?, ¿cuáles son los lím ites de la aplicación de la tec­
nología?
He aquí dos preguntas, aparentem ente sim ilares pero que — a mi
entender— son de diferente naturaleza. C onsecuentem ente, han de dar
lugar a dos respuestas diferentes:

191
E zrg u lrl A n ü rrE xK

• Al conocim iento científico no es posible ponerle límite*, tam poco


hay razones éticas para hacerlo, t i conocim iento científico *e
puede ensanchar y am pliar hacia el infinito.
• Existen m uchas razones éticas para lim itar la aplicación de la tec­
nología y. de m anera particular, la biotecnología. Y &i adm itim os
que la ciencia es la más alia expresión de la racionalidad, tam bién
existen razones científicas para establecer lim itaciones.

La idea de Francis Bacon de “ subyugar a la naturaleza, presionarla


para que nos entregue sus secretos, atarla a nuestro servicio y hacerla
nuestra esclava” dom inó el pensam iento contem poráneo y ha ignorado
lo que se entiende com o ética de la investigación. Y. si ha habido una
ética subyacente en esta concepción, ha sido la de considerar, de he­
cho, la ciencia por encim a de la naturaleza y considerar la voluntad de
dom inarla com o algo que no contradice a la ética. Esto ha llevado a un
com portam iento que es la negación de la actitud científica: la idea de
explotar ilim itadam ente un planeta lim itado, utilizando sus recursos
hasta el límite de poner en peligro la superv ivcncia del planeta y de lo ­
do cuanto en él existe. Revela una visión estrecha de la ciencia, en
cuanto está desvinculada, desgajada de la totalidad de la existencia. En
esc contexto, desde el punto de vista de la ética de la investigación, la
pregunta fundam ental que debem os form ulam os es la siguiente: ¿có ­
mo establecer los lím ites entre lo que se puede y lo que se debe?... La
ética es inverificablc científicam ente hablando, sobre lodo, tratándose
de la concepción m oderna de la ética, basada en la autonom ía del su­
jeto. De un sujeto que sólo puede ser con los otros. De ahí que una
ciencia con conciencia, cultivada por científicos para quienes la ética
im pregne su trabajo, ha de ser una ciencia abierta a la dim ensión c ó s­
mica y penetrada por el sentim iento de com unión planetaria, que ha de
expresarse en una vivencia de com unión con la T ierra y con todo k) vi­
viente.
En el contexto de la crisis del paradigm a de civilización vigente, la
ética de la investigación irrum pe con especial significación en el ám bi­
to de la ciencia. El m odelo de ciencia que ha tenido vigencia hasta fi­
nes del siglo XX com prende y concibe el universo com o una m áquina,
com o un m ecanism o de relojería... N o sólo hav una concepción m eca-

/92
M é tóelas y técnicas de investigación social

nicista de la naturaleza; de esa concepción surge tam bién un m odo de


relacionarse con la naturaleza. Esta arrogancia dom inadora del hom bre
está expresada arquetípicam ente en un pasaje de Fausto, del poeta y
dram aturgo C hristopher M arlow e, que proponía que el hom bre tom ara
“el puesto de Dios en la organización del U niverso” .
D entro de estas ideas y coordenadas básicas que subyacen en el
m odo de pensar del hom bre contem poráneo, se desarrolla una ciencia
que explora, predice y controla, y una tecnología que actúa y m anipu­
la la realidad, explorándola y agrediéndola de una m anera más profun­
da que en las pasadas épocas. Una y otra gestan la “razón tecnocráti-
ca ” que se resum e en la siguiente idea: todo lo que técnicam ente se
puede hacer, debe ser hecho; un hom bre de ciencia puede hacer lo que
quiera si científicam ente es posible.
Con tales ideas y con tal concepción de la ciencia y la tecnología,
están dadas las condiciones para transform arlas en instrum entos de do­
m inación y de poder. El paradigm a de la m odernidad concibe el saber
com o dom inación de la naturaleza y dom inación de otros (personas,
pueblos, naciones). Todo ello, para ocupar espacios de poder y/o acu­
m ular beneficios m ateriales. A rrogancia de los hom bres que se erigen
en am os de la naturaleza y del m undo. C onsecuentem ente, usan de la
ciencia y de la tecnología para dom inar en beneficio propio. Com o
muy bien dice F ritjof C apra, “ la concepción m ecanicista del Universo
ideada por D escartes, proporcionó la autorización científica para la
m anipulación y explotación de los recursos naturales que se ha conver­
tido en una constante de la cultura occidental” .6 Im itada — agregam os
nosotros— por los orientales; com o buen ejem plo de ellos, japoneses,
chinos, todos los “tigres asiáticos” , indios, etc.
Una visión m ecanicista del m undo y de la ciencia, adm ite com o na­
tural la idea del “hom bre dom inador de la naturaleza” . Tal com o han si­
do concebidas la ciencia y la tecnología hasta época muy reciente — y
com o son concebidas por m uchos todavía— , la naturaleza es un siste­
m a m ecánico, y com o tal puede ser m anipulado y utilizado. Aun los se­
res vivos pueden ser considerados com o si fuesen m áquinas... No ha­
ce falta seguir ahondando en estas consideraciones, para tener claro
que, para la “razón tecnológica”, la ética está excluida; es algo inexis­
tente... N o es extraño que algunas de las m entes más esclarecidas plan-

193
F.iequiel Antlrr-i.¡(¡t

tccn com o uno de los problem as m ás acuciantes el rearm e ético de los


científicos y de los teenólogos.

C uando se m argina la ética: in m oralid ad es y atrocidad es perpe­


tradas en nom bre de la investigación científica

Podríam os hacer un extenso libro pasando revista a una galería de


horrores com etidos cuando se traspasaron los lím ites éticos de la cien ­
cia. Se trata de experim entos científicos que son auténticos alentados
contra la dignidad de los seres hum anos y una falta de respeto a otros
seres vivientes y a la m ism a naturaleza... H arem os una breve referen ­
cia.
He aquí algunos experim entos realizados con hum anos, que son de
una inm oralidad absoluta. C om ienzo haciendo referencia al ex p eri­
m ento que se vio obligada a realizar V alentina Tereshkova, la prim era
m ujer que hizo un vuelo espacial (1963). R ealizó el viaje con su m a n ­
do A drián N ikolayev; perm anecieron m enos de tres días en el espacio
exterior. A lgún tiem po después, am bos fueron obligados a engendrar
un hijo o hija, pues así lo exigían los experim entos biológicos que se
estaban llevando a cabo en la U R SS. A m bos astronautas sabían los re­
sultados de los experim entos con los hijos de los "perros astronautas”
(Ugolov, Belka y Stelka). Los cachorros de estos perros nacieron c ie ­
gos y uno sin una pata. Y, de todos ellos, apenas sobrevivió uno... C on
esa carga psicológica y las incertidum bres de ella derivadas, tuvieron
que “producir" un hijo para que fuera “co n ejillo ’* de experim entos
científicos. T ereshkova tuvo un em barazo con m uchos m alestares,
prácticam ente pasó todo el tiem po hospitalizada. Este m atrim onio de
astronautas pasó nueve m eses lleno de tem or por lo que podría aconte­
cer y denigrado con tal inhum ana orden que los trataba com o sim ples
“anim ales para ex p erim en to s” . La niña — E len a— nació relativam ente
norm al; débil, m uy pequeña, tuvo que ser alim entada artificialm ente
durante un tiem po.
Para estudiar la evolución de la sífilis. T uykegge realizó un ex p eri­
m ento, entre 1932 y 1972. que consistió en dejar sin tratam iento a 400
personas de color de A labam a, aunque se les hiciese creer que recibían

194
M étodos y técnicos de investigación social

I
1/ algún tipo de atención. A lgo parecido fueron los experim entos de Wi-
Ilow brook: se infectó de hepatitis a niños discapacitados m entales, p a­
ra experim entar los efectos de una vacuna. A fines de los años cu aren ­
ta, para presentar un tercer cuadro de horrores científicos, en Estados
U nidos, hem os de indicar que a dieciocho personas (sin que ellas lo su ­
piesen) se les inyectó plutonio... Q uerían saber qué pasaba inyectando
al cuerpo hum ano el elem ento con que estaba com puesta la bom ba ató­
m ica que explotó en N agasaki. A lgo parecido hizo en 1950 la C o m i­
sión de E nergía A tóm ica: sin que un grupo de personas lo supiese, les
hizo ingerir uranio para saber qué efectos tiene sobre la salud de los se­
res hum anos.
¿P odem os considerar el desam or, la falta de respeto a la dignidad
hum ana, el avasallam iento de los derechos hum anos, com o form as de
racionalidad?... La ciencia pretende ser la m áxim a form a de racionali­
dad — personalm ente, com parto esta idea— , pero la ciencia sin co n ­
ciencia es irracional. Sin la ética, la ciencia puede ser instrum ento de
la barbarie.
L a galería de horrores, de experim entos pretendidam ente científi­
cos, es am plísim a. H em os aludido a unos pocos. M ucho m ás generali­
zados — pues al tratarse de anim ales se tienen m enos escrúpulos— son
el sufrim iento y la tortura de anim ales, en la realización de experim en­
tos que llam an “científicos” . Ya hem os hecho una explicación/denun-
cia en el libro Para salvar la Tierra (vol. 1). A quí nos lim itarem os a
m encionar algunos, ya que este libro tiene com o destinatarios otros
lectores... Existe un experim ento bastante frecuente que se hace con
anim ales. Es una prueba llam ada LD 50, utilizada para experim entar la
toxicidad de una sustancia. Para ello, se hace ingerir a un anim al la sus­
tancia venenosa, ya sea por inhalación a través de vapor y aerosol, o
utilizando una jerin g a unida a un tubo para bom bear la sustancia d irec­
tam ente al estóm ago. Los anim ales sufren diferentes síntom as (convul-
,, siones, parálisis, tem blores, dificultades para respirar, etc.). D urante
dos sem anas, se van anotando todos los síntom as; los anim ales que
m ueren son diseccionados y analizados... Con ello miden la toxicidad
de una sustancia.
í

M uchos experim entos (torturas) se realizan para “saber” si determ i­


nados productos utilizados com o cosm éticos o para la higiene pueden

195
Ezequiel Ander-Egg

afectar a los seres hum anos. P or ejem plo, para estudiar los efectos de
la laca para el cabello, se les hace inhalar laca a determ inados anim a­
les; éstos suelen sangrar por los ojos y por la boca, tienen diarrea, con­
vulsiones y algunos m ueren. La prueba ocular de D ranzi consiste en
colocar a conejos en cajas q u e je s im piden m overse. Luego, les aplican
el producto en los ojos para saber los “efectos”. C om o la prueba dura
una sem ana,-una vez debilitados los conductos lacrim ógenos y tenien­
do en cuenta que los conejos no pueden hacer ningún m ovim iento pa­
ra lim piarse, los ojos se les enrojecen, se les irritan y se les inflam an.
A veces se producen pus, hem orragia y ulceración... La lista es inm en­
sa. ¿Q ué “dem uestran” estos experim entos, fuera de la crueldad de al­
gunos seres hum anos y su falta de ética? A dem ás, m uchos d e ellos no
tienen validez científica, com o ha sido dem ostrado.

6. La bioética(*) como nuevo rostro de la ética científica

Con esta afirm ación no querem os decir que la bioética com prende
o abarca todos los aspectos de la ética científica. Pero lo cierto es que
los fulgurantes progresos de la genética y las tecnologías derivadas de
los conocim ientos que nos proporciona la biología m olecular han pro­
ducido en m uchas personas — incluidos los hom bres de ciencia—
grandes preocupaciones por los problem as éticos que ello plantea. P en ­
sem os en las llam adas “tecnologías de reproducción” , com o la fertili­
zación in vitro, la m anipulación genética de em briones, los anim ales y
los alim entos transgénicos; pero lo que ha producido una alerta roja,
por sus im plicaciones de todo tipo — no sólo éticas— , es la clonación
de em briones hum anos. Esto supone la posibilidad de desdoblam iento
de la individualidad de un ser hum ano.
¿H asta qué punto la biología m olecular podrá influir en la vida de
los seres hum anos?, ¿hasta qué punto puede m odificar a los seres vi­
vos? De esta problem ática ha surgido la bioética. N o es — com o algu­
nos la han considerado— la ética de la biología hum ana. Pero, en tér­
m inos generales, puede ser definida com o el “área de la ética que se re-
(*) El término comienza a utilizarse en Estados Unidos en los años setenta, haciendo referencia a las preocu­
paciones éticas suscitadas com o consecuencia de la utilización de técnicas de manipulación del geooma. que
hoy se conocen con el nombre de “ingeniería genética".

196
M étodos y técnicas de investigación social

ficre a las im plicaciones de la biotecnología” . Esta concepción de la


bioética parte del supuesto de que la ciencia no es buena ni mala, en
cuanto estudia, investiga y descubre lo que existe. O tra cosa es la tec­
nología. cuyo conocim iento puede aplicarse de una u otra form a, par­
ticularm ente m ediante las técnicas'Uc m¿inipulación del genom a hum a­
no. •

Si tuviese que encerrar en una sola cuestión las preocupaciones que


han dado lugar a la bioética, habría que ceñirla a todo lo referente a la
m anipulación genética. La bioética no es una especie de deontología
para biólogos o científicos en general. Su idea central es el respeto a la
vida hum ana y a la diversidad biológica. Si bien es cierto que la inves­
tigación m édica en el cam po de la biología m olecular ha creado g ran ­
des posibilidades de elim inar enferm edades hereditarias y de m itigar el
dolor hum ano, al m ism o tiem po, las posibilidades de un uso indebido
o que no tiene en cuenta sus posibles consecuencias suscitan m uchos
interrogantes y preocupaciones, hasta el puilto de que algunos científi­
cos sostienen que no se debería intentar elim inar enferm edades g en é­
ticas m ediante terapias génicas, por los riesgos que ella conlleva.
A m ediados de los años setenta, se descubrieron los prim eros pro­
cedim ientos para m anipular genes (es lo que hoy se denom ina con el
nom bre de ingeniería genética). Esta m anipulación perm ite alterar sus­
tancialm ente a los seres vivos; para lograrlo, se alteran o cam bian los
genes, o bien se introducen genes foráneos que producen nuevos orga­
nism os... Las transform aciones genéticas, en un com ienzo, se realiza­
ron en organism os m uy sim ples, com o cierto tipo de bacterias, para
producir insulina hum ana a un coste inferior al que se conseguía con
los procedim ientos tradicionales (utilizando páncreas de cerdos). Hace
poco más de veinte años — en 1978— , com enzó a producirse la insu­
lina hum ana. En 1982, por parecidos procedim ientos, se obtuvo otra
proteína, la horm ona del crecim iento hum ano, con la que se trata el
« enanism o pituitario. Se pasó m ás tarde a la m anipulación de anim ales,
especialm ente m am íferos, transform ados en anim ales transgénicos que
producen leche que es utilizada para el tratam iento de determ inadas
enferm edades, hasta llegar al prim er producto transgénico — el hígado
de cerdo— , para utilizar en pacientes que no pueden soportar un tras­
plante. A todo esto, hay que añadir una larga lista de alim entos obteni­

197
Ezequiet Ander-E^x

dos por biotecnología. Se ha logrado una gran variedad de frutas y ve­


getales más nutritivos y m ás resistentes a las plagas. Sin em bargo, co ­
mo lo advierten m uchos ecologistas y algunos científicos, el riesgo de
liberar la soja transgénica en el m edio am biente es incalculable.
Los conocim ientos que hoy se tienen de la genética abren posibili­
dades inm ensas: unas positivas y otras de signo contrario (algo más
que negativas, porque algunas son terroríficas). H em os llegado al um ­
bral mism o del secreto de la vida, es decir, al conocim iento de los pro­
pios m ecanism os vitales (genética, neurobiología, em briología); y,
adem ás, es posible intervenir en el genom a hum ano.
Entre las posibilidades positivas, pueden señalarse algunas que ya
son realidad: convertir el ganado en “ fábrica de fárm acos” más efica­
ces que las bacterias, las levaduras o las células de cultivo que han si­
do utilizadas hasta ahora. Y otras, que pueden ser realidad en un futu­
ro inm ediato: diagnosticar enferm edades hereditarias de las personas y
posibilitar nuevos tratam ientos m édicos. Por otra parte, es posible sa­
ber, en un óvulo recién fecundado, si porta un gen alterado capaz de
causar una enferm edad, aun aquellas com o la corea de H untington, que
se m anifiesta después de los cuarenta años. La sustitución de genes d e­
fectuosos por copias sanas perm itirá tratar enferm edades hereditarias
(la hem ofilia, y quizás el cáncer y las m iopatías).
También existen posibilidades negativas, a veces terroríficas: la po­
sibilidad de clonación de seres hum anos; y aun la “ producción” de
m onstruos no es im posible con algunas m anipulaciones adicionales.
Basta recordar que, en 1998, en el R eino U nido, el investigador Jo n at­
han Slack obtuvo ranas sin cabeza y sin cola. D espués de esta ex p e­
riencia, algunos especialistas en biología m olecular e ingeniería gené­
tica, no tendrían problem as técnicos para crear un ser hum ano sin sis­
tem a nervioso o sin alguna otra parte esencial de su cuerpo.

Q ué ha significado o qué ha puesto de relieve D olly

M illones de ovejas han nacido en el m undo, pero el nacim iento de


Dolly fue noticia. No sólo ha im pactado al m undo científico (aunque
ya se conocía que esto era posible), sino hasta a los ciudadanos co­

198
M étodos y técnicas d e investigación social

m e n te s (aunque no sepan m uy bien de qué se trata). D olly ha m ostra­


do el grado a que se ha llegado en la m anipulación de la naturaleza,
gracias a la sofisticación y com plejidad de los laboratorios de biología.
O, si se quiere decirlo m ás concretam ente, la oveja D olly — la prim e­
ra oveja clónica— nos pone de relieve lo que se puede hacer en los u m ­
brales del siglo X X I, com binando la clonación y la m anipulación ge­
nética. ¿Q ué nos espera en el futuro?

Cómo se hizo Dolly

M u ch a gente tiene inform ación sobre D olly; no obstante, estim o


oportuno contar brevem ente cóm o se hizo Dolly. N o es una oveja de
probeta (una fecundación in vitro), sino una oveja clónica. Su inform a­
ción genética no procede de células de em brión sino de una célula ya
diferenciada de la glándula m am aria de una oveja de seis años. Es una
oveja adulta a la que se le extrae una célula que luego es cultivada en
un tubo de ensayo (ésta es la oveja clonada). Un óvulo no fertilizado
de otra oveja es extraído. E ste óvulo y la célula son fusionados. El nú­
cleo de la célula m am aria hace que el óvulo se desarrolle hasta un em ­
brión que es transferido a una tercera oveja en donde se desarrolla co ­
m o em brión norm al hasta el nacim iento de la oveja. L a célula m am a­
ria ya específica expresa su inform ación genética com pleta para hacer
un anim al adulto e idéntico... ¡A lucinante!
H e aquí, explicado gráficam ente, el proceso de clonación de Dolly:

199
Ezequiel Ander-Egg

Proceso de clonación de una oveja

Soa fauoftMÍM...
f-J núc leo de la célula
mamaria (con la mformacaóo
Y un óvulo no fertilizado genética de la oreja a clonar)
de otra oveja, cuyo núcleo hace que el óvulo ve
(que contiene la informa­ desarrolle hasta un emfcnóo.
ción genética o ADN) ha «i
do extraído... Más allá del
bebé probeta: la
/
1.a célula mamaria de la
oveja clónica
oveja se quiere clonar... En el Instituto Rcnlm de Edimburgo ve ha crea­
Extraída y cultivada do una oveja utilizando ADN de la célula ma­
maria de una oveja adulta, (ralada en Laboratorio IJ embrida
en tubo de ensayo ei tram é rrldo
Célula para que fuera aceptada por un óv ulo de otra
oveja. El embrión creado fue transpUnudo a tercera oveja_
mamaría
una tercera oveja

Nace una oveja genéticamente


idéntica a la oveja de la
que se obtuvo la célula
mamaria

Fuente Chano £7 País.

DoIIy, la oveja clónica, sím bolo de... (?). A m igo lector, dejo que tú
— al final de la lectura de este parágrafo— com pletes la frase. Frente a
cuestiones científicas muy com plejas o que suponen conocim ientos y
capacidades de m anipulación genética que la m ayoría de los m ortales
no poseem os, pero que tienen repercusiones en la vida hum ana, todos
debem os tom ar posición. N o se trata de una discusión científica, sino
de las im plicaciones éticas del trabajo científico... Hay dos cuestiones
particularm ente preocupantes:

♦ la clonación;
• los alim entos transgénicos.

En am bas cuestiones, la m anipulación genética es lo inquietante.


¿H asta dónde podem os llegar?
200
M étodos v técnicas de investigación social

La clon ación com o lem a cen tral de la b ioética

Sin lugar a dudas, la clonación y buena parte de la m anipulación ge­


nética se han transform ado en el debate central y crucial de la ética
científica. A m odo de un retom o de Fausto y de F rankenstein, nos en ­
contram os ante situaciones m onstruosas... D etengám onos y reflexione­
m os acerca de algunos “ logros” alcanzados: la gestación de un feto hu­
m ano en el cuerpo de una m ona; m ujeres del G olfo P érsico que solici­
tan a ciertas clínicas europeas esperm a para ser fecundadas artificial­
m ente, y tener hijos rubios y de ojos azules...
Al m om ento de escribir este parágrafo — m ediados de 1998— , se pu­
blica la noticia del nacim iento de un niño, nacido a los cuatro años de
m orir su padre. A éste, encontrándose en estado de com a, le extrajeron
una m uestra de sem en que conservaron post-m orten y con el que luego
fue fecundada la viuda-m adre. Sin em bargo, esta situación, aunque atí­
pica, no es un problem a ético de gran im portancia. L o preocupante, co­
mo lo declaró en su m om ento Jacques Testard, el m édico artífice del pri­
m er bebé probeta en Francia, es que podem os llegar a una “eugenesia ra­
cional, liberal y consensuada, según la cual la m ayor parte de los seres
hum anos potenciales de peor calidad serían científicam ente elim inados” .
C uando se habla del “ factor F rankenstein” en el cam po de la ética
científica, no se está fantaseando. Lo que en 1816 M ary W ollstonecraft
Shelley escribió com o fantasía — que un m édico llam ado V íctor F ran­
kenstein creaba un m onstruo hum anoide al que le daba vida y bautiza­
ba con su apellido— ahora (en los um brales del siglo X X I) puede ser
una realidad... T enem os ya anim ales F rankenstein. N o sólo existe la
posibilidad científico-tecnológica de crear in vitro un ser hum ano, sino
tam bién un m onstruo. C ientíficam ente posible, éticam ente rechazable,
por no decir repudiable.
D esde que los investigadores Jerry H all y R obert Stillm an hicieron
« pública en W ashington la posibilidad de clonación de seres hum anos,
la preocupación y los debates sobre bioética han adquirido una im por­
tancia sin precedentes. L o que estos científicos realizaron en el C entro
M édico U niversitario G eorge W ashington ya sabían los investigadores
en este cam po que técnicam ente era posible llevarlo a cabo. N adie se
había atrevido a realizarlo y, en el caso de que lo hubiesen hecho, no
lo hicieron público.
201
Ezequiel Ander-Egg

Veamos — a nivel de divulgación científica, com o lo hizo la agen­


cia Reuter— en qué consistió el experim ento de Hall y Stillm an:
Los clones humanos

Los científicos han difundido por prim era vez


un experim ento de donación
de em briones hum anos en Estadas Unidos

Cuando el óvulo se desarrolla y forma


un pequeño grupo de células,
los científico» las separan ^

Se extraen los
óvulos de la matriz! Logran así copias idénticas
y se fertilizan.
del óvulo fecundado original
que se desarrollarían hasta llegar
a ser organismos separados,
como ocurre naturalmente
con los gemelos idénticos.

Los embriones se implantarían


en la madre para que se desarrollasen
hasta llegar a ser niños
genéticamente idénticos.

Es posible hacer un número elevado de copias y mantener


congelados estos embriones lo que permitiría que nacieran
niños idénticos con varios años de diferencia.

C om o reiteradam ente lo m anifestaron m uchos científicos, no se tra­


ta de ningún descubrim iento científico. Sin em bargo, la realización
efectiva de este experim ento, produjo una conm oción a escala m un­
dial, ante las consecuencias im previsibles que pueden derivarse de es­
tas posibilidades científicas/tecnológicas, en donde se trata a la raza
hum ana com o a la bovina.
202
La clonación de embriones humanos
El m ódico norteam ericano Jerry H all, de la U niversidad G eorge W ashington, ha revelado que experim entó En la actualidad es posible extraer el embrión (en fase de mórula) y clonarlo,
con em briones hum anos divid ién d o lo s artificialm ente. es decir, convertir los embriones en gemelos o trillizos y reimplantarlos.

Núcleos unidos, Hoy en día los


Encuentro de los núcleos La célula inicial se ^ embriones
el del óvulo y el del divide en dos
Fecundación de las células humanos pue­
espermatozoide
ó v u lo N úcleo den congelarse
del óvulo para utilizarse
posteriormente
Cada uno dará lugar a un
ser del mismo sexo de
características hereditarias
E sperm atozoide N úcleo del idénticas y externamente
esperm atozoide E stadio de dos células E stadio de m órula muy parecidos.
203
Ezequiel Ander-Egg

Quizá por primera vez la humanidad dispone de los medios ne­


cesarios para acompañar con una reflexión ética los desafíos
que le propone la ciencia, en vez de comprobar, a posteriori,
que el mal está hecho.
Georges Kutukdjian

U na reflexión final para los estu dian tes que leen este libro

Al estudiante que, con este libro, se inicia o se introduce en la re­


flexión sobre el problem a de la ciencia y del m étodo científico, y que
realizará en plenitud su acción profesional en el siglo X X I, sólo le h a­
go una invitación: que tenga el valor de plantearse el problem a; y le
dejo en estas reflexiones un recordatorio: la cien cia no es neutral, tie­
ne una intencionalidad que el investigador orienta, según el uso que
pretenda hacer de ella. L a pretendida neutralidad de la ciencia ha per­
m itido que ésta esté al servicio de los grupos dom inantes. N ingún cien­
tífico responsable puede dejar de plantearse las im plicaciones de las re­
laciones de la ciencia con el poder.
M anifiesto un deseo: que en este siglo d esap arezca la fe ciega en
las posibilidades supuestam ente ilim itadas de la cien cia y la tecnolo­
gía; y expreso una esp eran za — directam ente relacionada contigo,
am igo estudiante— : que este libro te ayude a ten er conciencia de que
no se puede ser indiferente al uso de la propia cien cia y de la propia
técnica. Y, si seguim os en una sociedad dividida en clases, en donde
hay un uso de la ciencia al servicio de una clase en detrim ento de otras,
tam bién aquí existen posibilidades — y el d eb er— de una opción; de
cada uno de nosotros depende estar al servicio de los dom inadores o al
servicio del pueblo, y no se está al servicio del pueblo — al servicio de
lo hum ano— porque uno declare estarlo, sino por lo que hace efectiva­
m ente. “Todo científico sirve com o m ínim o a dos dioses que a lo lar­
go de la historia y h asta hoy, le han parecido absolutam ente com ple­
m entarios. Hoy debem os saber que no son solam ente com plem enta­
rios, sino tam bién antagónicos. El p rim er dios es el de la ética del co­
nocim iento, que exige que se sacrifique todo a la sed de conocer. El se­
gundo es el dios de la ética cívica y hum ana. El lím ite a la ética del co­
nocim iento era invisible a priori, y lo hem os franqueado sin saberlo;

204
M étodos y técnicas d e im estig a vió n social

es la frontera m ás allá de la cual el conocim iento aporta en sí la m uer­


te generalizada.”7
E stam os en una encrucijada de la hum anidad, en la que, para sobre­
vivir, necesitam os de una ciencia con conciencia. La ciencia y la tec­
nología no pueden seguir aplicándose de m anera ciega y caprichosa, de
acuerdo con intereses económ icos o para obtener m ás poder, funda­
m entalm ente poder m ilitar o, lo que es lo m ism o, poder de destrucción.
Esto sólo será posible si los científicos están lúcidam ente com prom e­
tidos con la problem ática de su sociedad y de su tiem po. ‘‘Si creem os
que sólo hay hum anidad auténtica por m edio de una vida radicalm en­
te responsable de sí m ism a... la responsabilidad científica no puede se­
pararse de la totalidad de las responsabilidades hum anas.”8

205
Ezequiel Ander-Egg

B ibliografía citada

1 BEV ER ID G E, W. F., El arte de la investigación científica, Caracas, B ib lio ­


teca de la Universidad Central de V enezuela, 1968.
2 B U N G E , Mario, Seudociencia e ideología, M adrid, A lianza U niversidad,
1985.
3 M O RIN, Edgard, Para salir del siglo XX, Barcelona, Kairós, 1981.
4 EINSTEIN , Albert, La responsabilidad moral del científico, M ensaje al 4 3 .°
C ongreso de la Sociedad Italiana para el Progreso de la C iencia, 1955.
5 B U N G E , M ario, op. cit.
6 C A PR A , Fritjof, La trama de la vida, B arcelona, Anagram a, 1998.
7 M O RIN, Edgard, op. cit.
8 H U SSE R L , Edmund, Investigaciones lógicas, M adrid, R evista de O ccid en ­
te, 1967.

206
<
Anexo 1
D o ce p r in c ip io s p a ra u n a n u ev a ética p ro fesio n a l
d e los in v estig a d o res

1. Nuestro conocimiento objetivo conjetural continúa superando con diferencia


lo que el individuo puede abarcar. Por consiguiente, no hay autoridades.
2. Es im posible evitar todos los errores, e incluso todos aquellos que, en sí mis­
mos, son evitables. Todos los científicos cometen equivocaciones continuamen­
te. Hay que revisar la antigua idea de que se pueden evitar los errores y que, por
lo tanto, existe la obligación de evitarlos: la idea en sí encierra un error.
3. Por supuesto, sigue siendo nuestro deber hacer todo lo posible para evitar erro­
res. Pero, precisamente para evitarlos, debemos ser conscientes, sobre todo, de
la dificultad que esto encierra.
4. Los errores pueden existir ocultos al conocim iento de todos, incluso en nuestras
teorías mejor comprobadas; así, la tarea específica del científico es buscar tales
errores.
5. Por lo tanto, tenemos que cambiar nuestra actitud hacia nuestros errores. Es aquí
donde hay que empezar nuestra reforma práctica de la ética. Porque la actitud de
la antigua ética profesional nos obliga a tapar nuestros errores, a mantenerlos se­
cretos y a olvidam os de ellos tan pronto com o sea posible.
6. El nuevo principio básico es que para evitar equivocaciones debemos aprender
de nuestros propios errores. Intentar ocultar la existencia de errores es el peca­
do más grande que existe.
7. Tenemos que estar continuamente al acecho para detectar errores, especialm en­
te los propios, con la esperanza de ser los primeros en hacerlo.
8. Es parte de nuestra tarea el tener una actitud autocrítica, franca y honesta hacia
nosotros mismos.
9. Puesto que debemos aprender de nuestros errores, asimismo debemos aprender
a aceptarlos, incluso con gratitud, cuando nos los señalan los demás.
10. Tenemos que tener claro en nuestra mente que necesitamos a los demás para
descubrir y corregir nuestros errores y, sobre todo, necesitamos a gente que se
haya educado con diferentes ideas, en un mundo cultural distinto. A sí se consi­
gue la tolerancia.
11. Debem os aprender que la autocrítica es la mejor crítica, pero que la crítica de

207
l-ízrquiet A ru írrí.yy

los demás es una necesidad. Tiene casi la misma importancia c#uc la autocrítica
12. La crítica racional y no pcrvmal íu objctivaj deberta ver siempre específica
hay que alegar razones específicas cuando una afirmación o una hipótesis o un
argumento específico nos parece íaJso o no vil ido Hay que guiarse por la idea
de acercamiento a la verdad objetiva. En este veñudo, la crítica tiene que ver im­
personal, pero debería ver a la vez benévola
Karl P op per í 19911

20$
Capítulo 6

La actitud científica
como búsqueda
de una ciencia con consciencia

1. M á s a llá d e la ciencia...
a. In terro g a n tes y p reo cu p a cio n es que nos p la n tea la
revo lu ció n cien tífico -tecn o ló g ica
b. C iencia y técn ica : no p a ra d o m in a r la Tierra, sin o p a ra
so c ia liza r la vida
2. E l n u evo h u m a n ism o
3. N u estro p u e s to en el co sm o s
a. L a Tierra, la galaxia, la vida y ... todo lo existente
en e l esp a cio tiem p o
b. B reve h isto ria de la co sm o g én esis
c. N u estra p a tr ia cósm ica: la Vía L áctea
d. L a fo r m a c ió n de nuestra c iu d a d cósm ica: el Sistem a S o la r
e. N u estra ca sa có sm ica : la Tierra
f. E l p rin c ip io a n tró p ico en co sm o lo g ía

209
H u q u irt Antirr Pgg

4. E l h o m o ta p ie n i irru m p e en la T ierra
a. Una h isto ria d e m illo n es d e a ñ o s
b. Im a n t ro p o g é n e sis
c. Im su M a n e ta im 'isib le qu e co n fo rm a e l h o m o ta p ie n t
»•
5. En b ú sq u ed a d e l ca m in o d e la sa b id u ría
m
a. c Q u¿ ** Ia sa b id u ría 7
b. c Q u é es la vid a ?
c. N u estra vid a la d e tos h u m an os
d. S a b id u ría y vid a
e. H a cia una c o sm o v u u in d e la fr a te r n id a d
y la com um ein

210
La gente norm al condena la separación absurda de la ciencia y la
sabiduría, en el sentido m ás clásico de la palabra. Se trata, en sum a, de
una clara separación, que adem ás, cada vez es m ayor, entre la inm en­
sidad de los m edios puestos a su disposición y su im potencia para su ­
bordinarlos con fines hum anos y no claram ente irracionales, com o
ocurre, por ejem plo, con la carrera arm am entista.
R oger G araudy

D esde hace varías décadas, una esfera del co n o ci­


m iento bautizada com o “ciencia de la ciencia” está
a punto de cristalizar. G racias a ella, la ciencia pue­
de reflexionar sobre sí m ism a y probar que su lugar
en la sociedad va a cam biar. En este sentido, p o d e­
m os decir que la revolución científico-técnica entra
en una nueva fase, alcanza la conciencia de sí.
R adovan R ichta

Se supone que la ciencia y la tecnología d e ­


ben liberar al hom bre y no esclavizarle... d e ­
ben traer la prom esa de un futuro feliz, y no
el tem or de una catástrofe inm inente. El in­
terés del no científico y no técnico se centra,
razonablem ente, en estas cuestiones. ¿D e
qué sirve un hom bre en la L una si la gente
tiene ham bre en la Tierra? ¿D e qué sirve el
transporte supersónico si la gente vive en b a­
rrios m iserables?...
L eslie S klair

211
L a am pliación de la m irada de las ciencias, particularm ente de la fí­
sica, la cosm o lo g ía y la biología, ha term inado, de algún m odo, con la
vieja polém ica o, m ejor dicho, con la contraposición entre ciencia y
hum anidades. P olém ica que ha reflejado, desde m ediados del siglo
xvm, dos posturas sin fundam entos científicos y que hoy aparecen
com o caducas: p o r una parte, la posición de los hum anistas, ignoran­
tes de lo que acontece en la ciencia; p o r otro lado, los científicos incul­
tos, de m anera p articu lar los especialistas, carentes de sensibilidad por
todo aquello que no sea su propia disciplina.
E s ta te n d e n c ia a ir s u p e ra n d o la c o n tra p o s ic ió n c ie n c ia s -
h u m an id ad es, presente en m uchos de los cientídicos y de los hum anis­
tas de com ienzos del siglo X X I, no se ha reflejado — salvo casos m uy
excepcionales— en el ám bito de la educación. L a fragm entación de sa­
beres, que rom pe la unidad del conocim iento hum ano, a través de la o r­
ganización del currículum estructurado en asignaturas y disciplinas,
produce, de hecho, la escisión entre ciencias y hum anidades.
A un existiendo este énfasis en las asignaturas, no tendría que o cu ­
rrir e sta ruptura entre ciencias y hum anidades, puesto que se puede e n ­
señar biología, física, q u ím ica y todas las ciencias, con una tonalidad
hum anista, y podríam os en señ ar historia, literatura, geografía, etc., te­
niendo en cuenta que la ciencia es el núcleo central de la cultura co n ­
tem poránea.
Sin em bargo, com o dice P rigogine, “el verdadero conocim iento se
en cu en tra así, p o r encim a, fuera del alcance de la cien cia” 1... E sta cir­
cu n stan cia h a estado presente en la historia personal de grandes cien ­
tíficos. Se ha dicho, en m ás d e una ocasión, que el noventa por ciento
de los fundadores de la cien cia m oderna se interesaron por disciplinas
de tradición herm ética, en especial la astrología: Kepler, C opém ico,
Tycho B rahe, G alileo, M iguel S ervet, N e w to n ... Y que casi todos los
padres de la física m oderna (la física cuántica) tuvieron y cultivaron in­
quietudes m ísticas heterodoxas: E instein, Bohr, H eisenberg, Pauli, Ed-
dington, S c h o ro d in g er...
C o m o en ciencia no valen los argum entos de autoridad, lo que aca-

213
liztí/u lri Aru/rr f:xH

bo de señalar no tiene un peso decisivo (todos ellos pudieron estar


equivocados). Sólo los he m encionado para que no haya un rechazo a
priori, com o si, al hablar de una ciencia en búsqueda de consciencia y
de la necesidad de ir m ás allá de la ciencia en búsqueda de la sabidu­
ría, se tratase de elucubraciones que nada tienen que ver con la ciencia
y con los científicos.
Una ciencia en búsqueda de consciencia es. entre otras cosas, el re­
conocim iento de que ella es insuficiente para co m p ren d er la co m p leji­
dad del m undo y, de m anera especial, para co m p ren d er la vida. Ya no
sirve explicar el m undo a partir de leyes universales e inm utables, ex ­
presadas en una form ulación m atem ática, tal co m o se hiciera a partir
de N ew to n ... M ás allá de la ciencia, en búsqueda de la sabiduría, es el
tem a de este capítulo; ahora lo precisam os diciendo que la ciencia ha
de buscar su consciencia para llegar a la sabiduría a tra v é s de un n u e ­
vo h u m a n is m o . La com penetración y el cru zam ien to fertilizante entre
ciencia y hum anism o son una idea cada vez m ás adm itida. En el Infor­
me que el C ollege de France elaboró en 1985 sobre ím enseñanza del
fu tu ro — d estin ad o al presidente M itterrand— . se señala la necesidad
de avanzar en la com plem entariedad entre las ciencias y las letras (las
hum anidades): las ciencias m ostrarían los rasgos m ás universales de la
cultura, m ientras que las hum anidades perm itirían su contextualización
en una circunstancia concreta. Así. por ejem plo, los núm eros naturales
son idéntidos para contar en cu alq u ier cultura, m ientras que la historia
y la religión se refieren a circunstancias c o n c re ta s... H asta aquí el in­
form e antes aludido. C abe ahora preguntam os: ¿en qué consiste el n u e­
vo h u m an ism o ?(* )... En el segundo parágrafo, darem o s una breve ex ­
plicación, habida cuenta de que algunos han estig m atizad o lodo lo que
sea hum anism o o hum anidades: unos lo hacen por ignorancia o por fi­
delidad a algún gurú y, en otros casos, porque asum ir el nuevo hu m a­
nism o, con todo lo que ello im plica, supone asum ir un estilo de ser y
de hacer que exige coherencia entre pensam iento y vida. Esto no va p a ­
ra aquellos que prefieren seguir instalados en sus grandes declaracio ­
nes, sin que ello exija ningún cam bio personal.

(*) Aquí no utilizam os los te rm in a s 'h u m a n ism o * y 'h u m a n id a d e s* c o m o « ju rv aien tcs. s o x jjí aám o-
m o s que sin h u m an id ad es difícilm ente p o d ría d arse un nu ev o h u m an ism o

214
M Á S ALLÁ DE LA CIENCIA...
EN BÚSQUEDA DE LA SABIDURÍA

La sabiduría es el arte de la vida... Es un s a ­


voir vivre, donde savoir no es un saber sobre
la vida, sino experiencia plena de la vida.
Salvador Panikkar

Sabio, p o r sus raíces etim ológicas, significa


"el que degusta S er sabio no es tener a c u ­
m ulados conocim ientos en grado superlati­
vo: es h a b er desarrollado la capacidad eró­
tica de sen tir el gusto p o r la vida. Sapiencia
es "nada de poder, una p izca de saber y el
m áxim o p o sib le de sa b o r".
Paulo Freiré •

215
Ezequiel Ander-Egg

1. Más allá de la ciencia...

N uestro análisis quedaría incom pleto si no volviésem os a recalcar


la insuficiencia de la ciencia, del m étodo científico y aun de una acti­
tud científica, para resolver lóS problem as hum anos. A unque parezca
una paradoja, term inam os estas reflexiones sobre el pensar científico y
la actitud científica com o estilo de vida, recordando que la cien cia no
es la única fuente de verdad, ni el único instrum ento del que disponen
los seres hum anos para m ejorar la vida, construir una sociedad m ás
ju sta y fraternal e inventar el porvenir. C om o ya indicam os, la creencia
en el poder de la cien cia para resolver todos los problem as es una fo r­
m a de fetichización de la m ism a o, si se quiere, es una form a de tran s­
form arla en un credo, una fe y una religión. L a ciencia no es valor su­
prem o del hom bre, ni siquiera puede estab lecer objetivos para la vida.
M ás aún, algunas consecuencias del desarrollo actual de la cien cia y la
tecnología han contribuido a potenciar el pesim ism o de esta hora. Sin
em bargo — ahora querem os destacar la otra cara de la m oneda— , la ac­
titud racional propia de la ciencia puede ayudar a asum ir determ inadas
form as que incidan en un estilo de vida apoyado en el uso de la razón.
E sto podría contribuir a la superación de m uchos com portam ientos de
nuestro legado anim al o, en otras circunstancias, con resabios de la
época de las cavernas.
Y esto lo necesitam os m ás que nunca: el hom bre ha co m id o m ás a
fondo la fruta del árbol de la ciencia y ello le ha perm itido crear la tec-
nosfera, y ésta ha puesto en grave riesgo la vida del planeta. Hoy, la
biosfera está agredida; por una parte, existe el peligro de extinción que
am enaza a la hum anidad debido al riesgo de una catástrofe ecológica;
por otro lado, la am enaza del holocausto nuclear. A m bos peligros son
signos m anifiestos de la profunda irracionalidad a la que conduce la
ciencia sin conciencia o, lo que es lo m ism o, la cien cia sin sabiduría.
N osotros pertenecem os a una generación que tiene el triste p riv ile­
gio — esto no se había dado nunca en la historia de la hum anidad— de
tener en nuestras m anos la vida y la m uerte de la especie. C uesta tra­
bajo hacerse a esta idea: no lo pensam os m ucho, pero el fin de la his­
toria y de la hum anidad es una posibilidad, no porque llegue el ju ic io
final, sino porque la propia ciencia y la tecnología creadas por el h o m ­

216
M étodos y técnicas d e investigación social

bre hacen posible una catástrofe planetaria. Un apocalipsis final que


ninguna m itología religiosa había previsto. La extinción de la especie
es un a posibilidad en el horizonte del futuro hum ano; de cada uno de
nosotros depende el que nunca llegue a ser un presente, porque ése se­
ría el único presente sin futuro de la hum anidad: habría term inado la
aventura del hom bre sobre la Tierra... E t tune erit finís.

a . I n te r r o g a n te s y p r e o c u p a c io n e s q u e n o s p la n te a la r e v o lu c ió n
c ie n tífic o -te c n o ló g ic a

E xiste otro problem a: la fase actual de aplicación de las nuevas tec­


nologías en la que se sustenta la segunda revolución industrial (la revo­
lución de la tercera ola, com o diría Toffler; o la revolución científico-
tecnológica, com o la denom inan R ichta y otros) nos plantea no pocos
interrogantes y preocupaciones. La biotecnología, la m icroelectrónica
y la energía nuclear tienen una influencia cada vez m ayor sobre la po­
lítica, la econom ía y la sociedad, pero tam bién sobre la vida de los se­
res del planeta. E speranzas y peligros se abren com o posibilidades...
D e nosotros depende el uso que hagam os de ellas.
L a biología m olecular de algún m odo está em pezando,(*) pero ya
es lo m ás espectacular en el ám bito de la ciencia a fines del siglo XX.
E lla es la apoyatura teórica de la ingeniería genérica, principal expre­
sión (no la única, por supuesto) de la biotecnología. En este cam po se
puede llegar a consecuencias o transform aciones que van m ás allá de
lo que hasta hace poco era privativo de la ciencia ficción. L a biotecno­
logía perm ite la m anipulación genética, haciendo nuevas com binacio­
nes del m aterial hereditario, transfiriendo genes de un organism o a
otro, y cultivando bacterias y otros m icroorganism os. Pero tam bién se
puede m anipular al ser hum ano, transform arlo, hacerlo otro. La nara n­
j a m ecánica (aludo a la película de ese nom bre) es una pálida prefigu­
ración de lo que se puede hacer. Tam bién se podrá ayudar a m illones

(*) Hace apenas 30 años se descubrió la estructura de una larga molécula que constituye la clave de toda la es­
tructura viva de nuestro planeta y regula todos los rasgos hereditarios de los seres vivos. Esa sustancia, cono­
cida por ADN (ácido desoxirribonucleico), se vale de un código genético para transmitir todas las informacio­
nes indispensables para la herencia de los caracteres físicos y el crecimiento celular mediante la síntesis de pro­
teínas.

217
/izecfulrl AnJrr í\f(K

de personas, cuando se apliquen a gran escala los procedim iento* de


transform ación de m aterias prim as renovables y de producción, m e­
diante el cultivo de m icroorganism os y de células anim ales y vegetales
que puedan ser útiles al hom bre. N o cabe duda de que las actividades
bioindustriales incidirán en la producción agrícola, en la nutrición, en
la satisfacción de necesidades energéticas y en la protección del m edio
am biente. Hoy, es posible au m en tar el rendim iento de las cosechas, h a ­
cer los cultivos más resistentes a las condiciones clim atológicas adver­
sas, a los gérm enes patógenos y a los depredadores. Igualm ente, la in­
dustria farm acéutica y la m edicina podrán beneficiarse con las m an i­
pulaciones genéticas.
Si consideram os la tecnología derivada de la m icroelectrónica — los
ordenadores— , ella tiene la m ism a am bivalencia en cuanto a las p o si­
bilidades para m ejorar la vida o para controlarla. Los adelantos en es­
te cam po han sido espectaculares. C om o lo explica Toffler. si la indus­
tria automotriz, hubiese progresado com o la de las com putadoras, un
Rolls Royce costaría 2,50 dólares y recorrería un m illón de kilóm etros
con un litro de gasolina. Hoy, es im pensable el funcionam iento de los
grandes bancos y entidades financieras, de las em presas y de las u n i­
versidades, sin los ordenadores. Es posible que. en la próxim a década,
m illones de em pleados puedan realizar sus tareas desde sus casas g ra ­
cias al uso de los ordenadores. Pero es posible tam bién el control in­
form ático de la vida privada, perm itiendo que el E stado tenga una in­
form ación com pletísim a sobre los datos personales de los ciudadanos.
El control inform ático puede transform arse en el G ran H erm ano del
que nos habla Orvvell, facilitando un E stado totalitario que. con sólo
pulsar la tecla de un vídeo-term inal, controla la vida de todos y de c a ­
da uno.
En cuanto a la tecnología nuclear, sean átom os para la guerra (a r­
m am ento nuclear) o átom os para la paz(*) (centrales nucleares), ella,
en sí m ism a, es potencialm cnte destructiva y un n e sg o latente para el
conjunto de la hum anidad. C in cu en ta mil bom bas atóm icas com o arse­
nal de las potencias nucleares, cuando sólo bastan unas cuatro mil p a­

( • ) Utilizam os la expresión "ilom os para la p a z " pez ser la que. acuAuJa por Ecsnfaowcx. ha saóo f ,k r s 1 i
m undialm ente Sin embargo, si bien las centrales nucleares no so* instrumento* p s ri la guerra mo » o * Je a l­
guna manera inocuas, ya que tienen consecuencias muy negativas p^-a la esp eo c í c r t j r a .

21S
M étodos y técnicas de investigación social

ra acabar con la vida en el planeta, son testim onio suficiente de ese p e­


ligro; podem os destruir varias veces el planeta.
E stam os, pues, com o lo han dicho tantos profetas de nuestro siglo,
en una situación lím ite, en una encrucijada, en un punto de ruptura. La
crisis que atraviesa la hum anidad, en cuyo origen, com o ya lo explica­
m os, están la ciencia y la tecnología, tiene una doble dim ensión: obje­
tiva (los diferentes aspectos y dim ensiones de la crisis) y subjetiva (cri­
sis en la conciencia hum ana, crisis de incertidum bre). C ada uno de no­
sotros vive esta crisis com o un dram a dentro de un dram a, com o refle­
jo subjetivo de una crisis objetiva.
A bundancia de m edios (crecim iento de la razón instrum ental), p o ­
breza de fines (em pequeñecim iento de la razón fundam ental); he aquí,
descrito en pocas palabras, el m undo en que vivim os, configurado por
la ciencia y la tecnología, en donde ellas m ism as revelan su incapaci­
dad para superar la crisis. Y en él, com o sobrevivientes, nosotros.
La autom atización nos había prom etido la sociedad del ocio, y nos
trajo la angustia del paro; con las centrales nucleares nos prom etieron
resolver los problem as energéticos, pero com prom etieron la suerte de
las generaciones futuras por 25.000 años, con los desechos de plutonio
en las m inas de sal o en las fosas atlánticas, en donde han sido deposi­
tados. La sociedad de consum o prom etió bienestar para todos, pero
creó m alestar, porque el m ás-tener no conduce necesariam ente al m ás-
ser; m ás bien, es todo lo contrario... Las actuaciones y consecuencias
irracionales de la aplicación de la ciencia y la tecnología podrían am ­
pliarse. Son m últiples y variadas; algunas alarm antes y otras catastró­
ficas.
Pero... si todo quedase en quejío catastrofista, nuestro análisis sería
trunco. Tenem os que destacar, al m ism o tiem po, cuánto les debem os a
la ciencia y a la técnica; pensem os solam ente en las m ejoras del nivel
sanitario de la población y en la elevación de la vida m edia (casi el d o ­
ble en un siglo). Es un hecho adm itido por todos el papel que ju eg a la
ciencia en nuestro siglo, en la dinam ización de la vida social, desde los
avances en la producción hasta las nuevas form as de cultura.

2/9
F.zrqulrl AmJer-Fgg

El pensamiento políuco-vxnaü o d pensamiento ftim /jftco han


culpado c o n frecuencia a la ciencia de cercas de Las que
culpables todos, si es que lia y alguna culpa I-as maldade* que
ha ílevrncaíJcnado la ciencia son desde luego menores que La»
bo ridarle» que *.ha
a
propiciado, y mis atíin si peniamo» en makJa-
des conscientemente realizada» Y los abusos de la oenesa son
también menores que Jos que han desencadenado mucta»
área* de la actividad humana
José Mamad Sírsrbez Ron

Podem os pensar — porque ello es p o sib le— en la catástrofe ap o ca­


líptica; pero tam bién podem os pensar — porque ello tam bién es p o si­
ble— que la ciencia y la tecnología pueden contribuir a realizar el fi­
nal de la utopía, com o diría M arcuse: echar las bases m ateriales para
producir el tránsito de la pre historia a la historia del hom bre, hacer p o ­
sible que pueda alborear el día del hom bre, el com ienzo de la h u m an i­
dad. La transform ación de la ciencia en una fuerza social universal p e r­
m itiría dar ese salto.
Podem os proclam ar urbi el orbe lodo el daño que trajo la ciencia y
la tecnología; podem os m ovem os en el polo opuesto, viendo la ciencia
y la tecnología — así lo hace el fam oso inform e R ichla— convertidas
en fuerzas productivas directas com o una m utación cualitativa revolu­
cionaria que da lugar a nuevas posibilidades de transform ación del c a ­
rácter de la civilización, al tiem po que abre un cam po inm enso a los
que se esfuerzan por hacer una nueva sociedad.
Vivim os una crisis de la racionalidad — con esa consideración c o ­
m enzábam os el libro— . pero ello no im plica, com o dicen algunos, una
“ pérdida en la fe de la razó n ” (lo que se puede perder es la fe en las p o ­
sibilidades para aplicarla, pero no la fe en la razón). La crisis de la ra­
cionalidad no niega la posibilidad de utilizar razonadam ente la razón,
que es precisam ente la ciencia con co nciencia; es la sabiduría que se
alcanza m ás allá de la ciencia...

¿D ón de está La sabidu ría que hem os p e rd id o en crmc*cimjr*s:o *


¿D ón de e l conocim ien to que hem os p e rd id o en m fo rm o a ó ei?

Tbomts Elio*

220
M tto d o s v tó e n n o s J t ¡ n w s lig a c iiin s ttc u t/

¿K C iencia y técnica: no para d o m in a r la Tierra,


sin o para sacralizar la vida

Los logros de la tecnología derivados de la aplicación de los co n o ­


cim ientos científicos se han im puesto a escala m undial. Y se han im ­
puesto com o una form a de dom inio sobre la T ierra. La antigua idea de
la T ierra-m adre (la P acham am a, com o dicen los indígenas latinoam e­
ricanos) fue reem plazada por la idea de que el universo — la Tierra in­
cluso— era una especie de m áquina que hay que dom inar, controlar y
e x p lo ta r
Ésta y otras ideas conexas configuraron la llam ada civilización
fáustica, que es una form a de abrirse al m undo y de actuar sobre él de
m anera dom inadora. En ese contexto, la ciencia y la tecnología apare­
cen com o form a, m edio e instrum ento de dom inio de la naturaleza. De
ahí se deriva la idea de crecim iento económ ico indefinido, de tener,
producir y acum ular. O rientada por este m odelo de dom inio y uso sin
lím ites de la naturaleza, la ciencia y la tecnología han conducido a la
hum anidad a una situación lím ite en cuanto al deterioro del m edio am ­
biente se refiere.
Frente a esta situación se im pone un nuevo estilo de vida, apoyado
en nuevos supuestos y valores, cuya nota esencial no ha de ser la de d o ­
m inar la Tierra, sino de sacralizar la vida. Este cam bio en el m odo de
vida — que tiene m uchas y variadas dim ensiones— supone el tránsito
del estilo de vida del hom bre fáustico que busca el progreso indefini­
do en el dom inio del m undo, a un nuevo m odo de ser persona (varón o
m ujer), cuyo estilo de vida sea la búsqueda de com unión con la natu­
raleza, con los otros seres hum anos y con todo cuanto vive. Esto supo­
ne incorporar la dim ensión poética en la prosa rutinaria del m odo bur­
gués de vivir en el m undo.
Este cam bio de “to n o ” de nuestra existencia personal y de nuestro
m odo de relación con lo existente nos conduce a la sacralización de la
vida en lo que, a mi entender, tendría que ser una especie de conver­
gencia y síntesis entre la capacidad de racionalidad que nos ofrece la
ciencia surgida en O ccidente y la capacidad de contem plación expre­
sada en el alm a de O riente... Ello podría abrim os la posibilidad de una
ciencia con conciencia en cam ino hacia la sabiduría. A este respecto,

22/
/izcí/uiel Ander-fiRg

conviene recordar — con B ertrand R ussell— que “para que una c iv ili­
zación científica sea una buena civilización, es necesario que el a u ­
m ento de conocim ientos vaya acom pañado de un aum ento de sab id u ­
ría. E ntiendo por sabiduría una concepción ju s ta de los fines de la vi­
da. E sto es algo que la cien cia por sí m ism a no proporciona. El au m en ­
to de la ciencia en sí m ism o no es, por co n sig u ien te, bastante para g a ­
rantizar ningún proceso genuino, aunque sum inistre uno de los in g re­
dientes que el progreso exige... Es oportuno recordar, sin em bargo, que
esta preocupación es parcial y necesita ser corregida si ha de llevarse a
cabo una contem plación equilibrada de la vida h u m an a“ .1 Pero ¿qué es
la sabiduría?, ¿podem os alcanzarla co n o cien d o m ás?, ¿cuál es el c a m i­
no que nos conduce a ella?

2 . E l n u e v o h u m a n is m o

Al com ienzo de este capítulo aludíam os a la contraposición que ha


existido entre ciencias y hum anidades, entre la cultura científica y la
cultura hum anista. Al m ism o tiem po, decíam os que la búsqueda de una
ciencia con consciencia podría realizar a través de un nuevo h u m an is­
mo. En este parágrafo procurarem os precisar el alcance de estas afir­
m aciones. Para ello, vam os a com enzar por d efin ir el nuevo h u m an is­
m o diferenciándolo del hum anism o clásico y de lo que se ha d ad o en
llam ar el hum anitarism o, com o form a de actu ar con un sentido h u m a­
nista.

H u m an ism o clásico, h u m an itarism o y nuevo h u m an ism o

D esde hace siglos, para ser m ás precisos desde el tiem po de Varrón


(1 16-27 a. C.) y C icerón (106-43 a. C .), cu an d o R om a entró en co n tac­
to con el m undo helenístico, se viene utilizan d o la palabra “h u m an is­
m o“ . En ese entonces designaba las p reo cu p acio n es para que el h o m ­
bre ascendiera m ás allá del quehacer propio del m undo anim al, a fin de
que pudiera hum anizarse. Pero es a partir del siglo XV cu ando la p a­
labra adquiere un am plio uso y se aplica a lo que hoy se llam a el “ hu­
m anism o renacentista“ . En ese m om ento histórico, el hum anism o apa­

222
Métodos y técnicas de investigación social

rece com o una form a de cultura reservada para una elite, en la cual el
hom bre y sus valores se sitúan en el centro de las preocupaciones filo­
sóficas, artísticas, literarias y políticas, asum iendo lo que es lo pro p ia­
m ente hum ano.
Si bien en el siglo X V existía acuerdo acerca del alcance y signifi­
cado del térm ino, hoy esta expresión ha perdido su univocidad, salvo
en el planteam iento m uy general de que se trata de la “defensa de los
valores hum anos” , la afirm ación de la “centralidad del hom bre com o
am o de su destino y m edida de todas las cosas”, de la “preocupación
por lo hum ano” o bien otras fórm ulas de parecida índole. Todas ellas
bastante generales y en las que no es difícil reconocerse, pero que se
prestan al uso y abuso del térm ino.
E sta equivocidad se m antiene si hablam os de “nuevo hum anism o” :
¿A qué nuevo hum anism o nos re fe rim o s? ... Hoy se habla de un hum a­
nism o del trabajo, hum anism o de la ciencia, hum anism o de la prácti­
ca, etc. Y cuando se trata del m odo de concebirlo, se hace referencia a
un hum anism o racionalista, a un hum anism o cristiano, a un hum anis­
m o m arxista, a un hum anism o existencialista, a un hum anism o socia­
lista, a un hum anism o integral, a un hum anism o universal y hasta se
habla de un hum anism o planetario o cósm ico.
Para avanzar en esta línea de reflexión, direm os que el nuevo hum a­
nism o es superación del hum anism o clásico y del hum anitarism o. N o
ignoram os toda la problem ática histórica y filosófica que encierra un
análisis sobre el hum anism o y los hum anism os. Pero, a nivel de la tóni­
ca general de este trabajo, en donde excluim os tecnicism os y erudición,
procurarem os hacer algunas precisiones para relacionar el nuevo hum a­
nism o com o posible inspiración de algunas form as de acción social.
Veamos prim ero qué entendem os por hum anism o clásico y cóm o
se traduciría una acción social en él inspirada. B ajo esta denom inación
se encierra la posición tradicional del hum anism o cuyo ethos cultural y
cuya form ación intelectual se alim entan en la cultura de la antigüedad
grecolatina. Se trata de un retom o al pasado; su arquetipo es el hom bre
de la antigüedad cuya im itación se propone com o ideal de hom bre: “lo
hum ano”, para ser tal, debe conform arse y coincidir con “lo griego”. El
hom o hum anus es el griego en contraposición al bárbaro.

223
lizequ tel Andtr-E%%

D esde esta perspectiva, la realización del hom bre se hace conform e


con un m odelo que está fuera de la situación presente y se expresa en
un volver al pasado, que es el arquetipo de la hum anitas. La form ación
del hom bre casi se reduce a los studia hum aniora\ es la form ación del
hom bre culto en las “ hum anidades” , de las cuales queda excluida la
m ayoría de la hum anidad. El hum anism o clásico se asienta en el su ­
puesto y la posibilidad de la esclavitud y la explotación del hom bre-
bárbaro, a quien se le niega la posibilidad ontològica de ser. Con esto,
el hum anism o, m ás que un estilo de vida, queda reducido a una “cosí-
ficación” en hum anidades (literatura clásica, especialm ente griega y
rom ana). Se trata de “poner en sitio de honor las lenguas y literaturas
antiguas” , com o dice el Larousse.
A hora bien, una praxis social inspirada en el hum anism o clásico só­
lo podría inspirar un m odelo estático y conservador, conform e con el
cual el hom bre, para su plena realización, debe m oldearse de acuerdo
con un tipo ideal del pasado, ya que la antigüedad clásica es el m o d e­
lo y paradim a de toda form a hum ana y de todo estilo intelectual, pero
sólo unos pocos, los varones ilustres (las clases privilegiadas, diríam os
hoy), pueden ser plenam ente hum anos; los “no ilu stres” y las m ujeres
quedan com pletam ente excluidos.
M enos estructurado filosóficam ente, pero m ás vigente com o inspi­
ración de la acción social, tenem os el h u m an itarism o. Se trata, en a l­
gunos casos, de un hum anism o optim ista a lo R ousseau y, en otros, es
entendido com o filantropía. En los prim eros, se parte de una c o n c e p ­
ción conform e con la cual el hom bre es naturalm ente bueno, ya que es
hum ano, consecuentem ente la acción social — sea educación o trabajo
social— debe evitar que la sociedad le haga perder valores que ya p o ­
see. Toda praxis social se traduce en un asistencialism o paternalista
que debe cuidar ai “o tro” y asum ir la responsabilidad por aquellos que
están en situación de inferiroridad y que hay que sacar de ese estado.
D esde el enfoque filantrópico, el hum anitarism o es la preocupación
por prom over el bienestar de la gente, especialm ente de los m ás n ece­
sitados y carenciados, a quienes doy algo com o exigencia ética de mi
hum anism o.
En cuanto al nuevo h u m an ism o — com o nosotros lo co n ceb i­
m os— , es “una m anera de vivir nuestra condición hum ana” . Bien lo

224
M étodos y técnicas de investigación social

dice Furter: no es una conquista de lo perdido (hum anism o clásico), ni


la protección del hom bre bueno (hum anitarism o), es “una tarca en la
cual el hom bre va a m edirse a sí m ism o y a m edir al mundo. El hom ­
bre, asum iendo su hum anism o, no niega ni huye del mundo; se sitúa
dentro de él, prcnrurando, por su praxis, transform arlo en su m undo”,3
el hum anism o, “se ha aprendido siem pre — decía M arañón— , no en
las bibliotecas sino errando por los cam inos ásperos del m undo” .4 O —
com o lo afirm a Letebvre— : “El nuevo hum anism o significa que el ser
hum ano es capaz de ser soporte de todos los valores, y es el único que
se adueña del m undo, de la vida y de los m oldes a su servicio. Tal es
el único sentido posible del nuevo hum anism o. Ya no se trata de textos
sino de la vida y de la vida hum ana.” 5
El pensam iento contem poráneo, sellado en sus m ás diversas d im en ­
siones por la preocupación antropológica (en el sentido de preocupa­
ción por el hom bre), parece tener com o punto de convergencia de su
“antropologización”, una concepción del ser hum ano com o un ser ina­
cabado, proyectado fuera de sí, en tensión hacia lo que no es, com o
proyecto haciéndose. D esde esta perspectiva, el otro, los otros y yo, so­
m os seres que tenem os que hacem os. Y sólo podem os hacem os — si
quiero ayudar a ello— en una dialogicidad horizontal.
U na persona que se hace no se hace de acuerdo con ningún esque­
ma; por el contrario, rom pe todos los esquem as y estructuras que se
presentan com o “arm azón” de lo que es ser y hacerse hum ano.

Esta íntima ligazón entre el surgimiento del hombre y de un


mundo humanizado, a través de la doble acción de la praxis,
explica por qué el humanismo nunca puede reducirse a una
opinión, a una doctrina, a un ideal. El humanismo es una tarea
en el sentido muy concreto de que debemos crear las condicio­
nes para que cualquier hombre pueda participar de este movi­
m iento..., el nuevo humanismo consiste en lograr una cierta
cualidad y una gran intensidad en las relaciones humanas, no
solamente porque la tarea que el hombre asume necesita el
apoyo del otro, sino principalmente porque el humanismo es
una búsqueda real de la fraternidad, libertad e igualdad, de una
forma absoluta y global. Cuando por ser humanista debo res­
petar a cualquier otro hombre, no es porque veo en él a un por-

225
l./rtfu irl Andrr- fcxR

(ador intocable de la* precisa» humanidad«*. o pyxcjue d et


también una rnucMra del hombre en %í. uno p**que pener^ce-
mo* a una misma humanidad cuya vohdarKlarJ abraya r*j vOlo
a lo* contemporáneos. %ir>o que c* una fraternidad plancíana
que abraza a l<xJa_* las generación«*.
F ierre F u rter

Este nuevo hum anism o es superación del hum anism o clásico en lo


que tiene de parcial y lim itado, pues no abarca a todo el hom bre ni lle­
ga a todos los hom bres. Y es tam bién superación del hum anitarism o en
lo que éste tiene de patem alism o y de asistencialism o. El nuevo h u m a-'
nism o es para nosotros la respuesta a la urgencia de un “hom bre n u e­
vo” , es decir, de un hom bre renovado en el conocim iento y en la c a p a ­
cidad de amar, un hom bre capaz de asum ir, com o explicam os aJ final
de este parágrafo, un nuevo m odo de vivir.
Pero este nuevo hum anism o no puede ser un conjunto de “ recetas'",
de fórm ulas” , de “có d ig o s”, o de “n o rm as” ; este nuevo hum anism o se
apoya en la vida y la vida siem pre se está haciendo.
C onsecuentem ente, todo aquello que encorseta la vida es negación
de lo hum ano, porque el hom bre es m ás que las fórm ulas, las id eo lo ­
gías, los esquem as y las estructuras. V ivir es no instalarse, no estar
nunca quieto, no estar nunca satisfecho. El ser hum ano, cada uno de
nosotros, es un gerundio: un haciéndose. El hom bre no es. va siendo.
Su ser es un hacerse ininterrum pido.
Por otro lado, este nuevo hum anism o se apoya en análisis co n c re ­
tos de hom bres “situ ad o s” y “ flechados” , con lo cual se evitan esas
abstracciones pseudo hum anistas que sólo sirven de cortinas de hum o
y que disim ulan las situaciones de dom inación y explotación que ex is­
ten en las realidades concretas y se elude la referencia a los co n d icio ­
nam ientos estructurales y a la prepotencia de individuos, grupos, p ar­
tidos o sindicatos. El nuevo hum anism o sitúa, com prende y aborda los
problem as en un contexto planetario, conscientes de la responsabilidad
que todos tenem os respecto a nuestra Patria-T ierra.
El nuevo hum anism o “pretende reunir dos áreas de problem as que
com únm ente se estudian por separado: las potencialidades, cualidades

226
Métodos y técnicas de investigación social

y estructura del carácter hum ano y los problem as sociales, políticos y


económ icos contem poráneos” .6 Para el nuevo hum anism o, se trata de
integrar el sistem a hom bre en el sistem a social o, si se quiere, para d e­
cirlo con palabras de F rom m , se trata de la introducción del factor hu­
m ano en el análisis del sistem a total. Los m ovim ientos revolucionarios
del siglo X X (hasta la aparición de os m ovim ientos altem ativistas en
la década de los setenta) no han sabido incorporar en sus planteam ien­
tos los problem as de la felicidad individual. Faltó preguntarse (y res­
ponder): ¿D e qué sirve cam b iar las estructuras si no se realiza la feli­
cidad personal? ¿Para qué sirve cam biar las relaciones de producción,
sin cam biar las relaciones hum anas? L a opresión de los hom bres no só­
lo se explica por la existencia de estructuras injustas; ellas condicionan
las posibilidades de realización hum ana, pero no podem os silenciar el
egoísm o, la vanidad, la inconsciencia, el afán de poder y, a veces, el c i­
nism o y la crueldad de los seres hum anos, aun cuando proclam an idea­
les altruistas. El nuevo hum anism o supone uan ética alejada de todo
pensam iento cínico.
¿C óm o vam os a librar la b atalla contra las estructuras opresoras e
injustas si no pensam os tam bién en cam biar el corazón del hom bre?
¿D e qué vale cam biar la organización de la sociedad, si seguim os tra­
tando a las personas com o m edio y no com o Fin?... Es por estas y otras
razones sim ilares, por lo que el nuevo hum anism o exige que asum a­
m os un nuevo estilo de vida.
Si decim os “nuevo” , antes que nada significa h acer algo que antes
no se hacía, hacer algo nuevo. Este h acer tiene que ver con lo que nos
concierne de m anera m ás radical a cada uno de nosotros, lo que hace
que seam os lo que som os: nuestra vida. N o se trata sólo de cam biar es­
tructuras, de innovaciones tecnológicas, de reform as o m odernización
— todo esto es necesario o puede serlo, aquí no se cuestiona su im por­
tancia— , de lo que se trata es de cam biar nuestra vida, nuestro m odo
de vivir.
E ste nuevo estilo de vida com porta y se expresa en una triple d i­
m ensión:
• C am b iar la propia vida, de acuerdo con valores m ás hum anos y
hum anizadores: no identificar (com o lo hem os venido hacien-

227
Ezjequiel Aruler-Egg

do), la felicidad con la abundancia, lo bueno con el tener cosas


y la riqueza con un alto poder adquisitivo.
• C am biar lo que podem os cam biar ya, viviendo de tal form a que
nuestro estilo de vida sea una prefiguración de la sociedad que
querem os construir; en otras palabras, aunque sea a m odo de un
“boceto” , “borrador” o “m am arracho” , podem os ir prefigurando
una nueva m anera de ser persona.
• T rabajar, actuar, luchar para cam biar la sociedad con m edios y
form as acordes con “ lo nuevo” que querem os construir.
¿Q ué es lo que establee o configura un estilo de vida? Todos te n e­
m os un estilo de vida que viene dado por los valores que, en nuestra
práctica, elegim os com o prioritarios. Insistim os y destacam os eso de
“nuestra práctica” , porque el doble ju e g o de valores es m oneda co ­
rriente en nuestro m undo. El divorcio entre el d ecir y el hacer, el e n c u ­
brim iento ideológico y la m entira social perm iten diversos discursos
contrapuestos o paralelos a lo que se hace en la vida cotidiana.
B uscar un nuevo estilo de vida es fundam entalm ente p ro d u cir un
cam bio a nivel individual o grupal en los patrones de conducta, aun
cuando la sociedad en su conjunto siga funcionando con form as alie­
nantes, opresivas, deshum anizantes. B uscar un nuevo estilo de vida es
ir liberándose — aquí y ahora— de las com pulsiones y opresiones de la
sociedad en la que nos toca vivir y del tipo de relaciones sociales que
se dan en su interior.
P ara los desesperanzados — “pasotas”, nihilista, aburridos, cínicos,
trepadores, oportunistas, cam aleones, p ra g m á tic o s ...— plan tear el
problem a de un nuevo estilo de vida no tiene se n tid o ... Y para ti, ¿qué
significa una propuesta de este tipo?

¿C uáles podrían ser los ap ortes del nuevo h u m an ism o


a la b úsqueda de una cien cia con con scien cia?

N egándose a ofrecer “recetas”, me lim ito a reflexionar, haciendo al­


gunas anotaciones de lo que veo en mi búsqueda. C inco cuestiones p a ­
recen ser m ás significativas.

228
Sléiotios y técnicos de investí xucidn so* io!

a. hl nuevo hum anism o puede ayudar a tom ar conciencia de que to­


do lo que se hace en el cam po de la ciencia en el m undo contem porá­
neo afecta profundam ente la suerte de la hum anidad. Pensem os, a m o­
do de ejem plo, lo que han significado en la transform ación del siglo
XX la m ecánica ondulatoria, la biología m olecular, la ingeniería gené­
tica. la electrónica, la in fo rm átic a... Pensem os tam bién lo que la cien ­
cia y, sobre todo, la tecnología tienen que ver hoy en el riesgo que vi­
ve la hum anidad de un holocausto nuclear o de una catástrofe ecológi­
c a ... N o cabe duda de que, frente a los gigantescos adelantos científi­
cos y tecnológicos de las últim as décadas, y de m anera especial lo re­
ferente a la biología m olecular y la ingeniería genética, la preocupa­
ción por “ lo hum ano” (lo que es propio del hum anism o) adquiere en
nuestros días una im portancia inusitada.
b. Puede pensarse, tam bién, lo que la ciencia y la tecnología podrían
aportar para librar una batalla definitiva contra el ham bre, la m iseria,
el analfabetism o y todos aquellos aspectos que configuran el subdesa­
rrollo, la pobreza y la m iseria de buena parte de la hum anidad. No se
trata de un problem a de falta de ciencia y tecnología, sino de un pro­
blem a de com prom iso hum ano.
c. Teniendo en cuenta las dos consideraciones precedentes, nos en ­
contram os con que la ciencia, a com ienzos del siglo X XI, se encuentra
en el dram ático cruce de cam inos. Está frente a la alternativa radical de
las posibilidades para lo m ejor (m ejorar sustancialm ente la situación
de los seres hum anos) y de lo peor (acabar con la especie hum ana).
Una y otra posibilidad no se d en v a de las norm as y exigencias de la ra­
cionalidad propia de la ciencia (ello tiene uan im portancia relativa) si­
no de juicios de valor y de preferencias hum anas que no pertenecen a
los objetos de la ciencia.
d. Una ciencia con consciencia será aquella que tiene en cuenta sus
lím ites éticos o m orales, que son aquellos que ponen fronteras al avan­
ce de la ciencia y de la tecnología, en aquellos aspectos que pueden
producir la degradación hum ana o atentar contra la naturaleza. De lo
que se trata es de supeditar el desarrollo científico al respeto de la dig­
nidad y los derechos de la persona. El problem a central en este punto
podría resum irse en la siguiente cuestión: ¿C óm o asegurar el equilibrio
entre la dignidad hum ana, el respeto a la vida y las aplicaciones de los

229
i'.7S<tulel A ndrr LffK

avances cien tífico s?... ¿C ó m o garantizar que la ciencia y La tecnología,


en alguno de sus avances, no van a degradar a los veres hum anos, a
otros seres vivos y a la naturaleza en general? N o to d o lo que cien tífi­
cam ente puede hacerse, desde un punto de vista ético ve debe realizar.
Quizá por primera vez la humanidad dispone de Un medio» ne­
cesario» para acompañar con una reflexión ética Un dctafU n
que le propone Ja ciencia, en vez de comprobar, a p o sirrio n .
que el mal c s ii hecho.
G eo rg e» K u t u k d j la n

3 . N u e s tr o p u e s to e n el c o s m o s

H ablábam os al co m ien zo de este capítulo de la búsqueda de La sa­


biduría; ahora querem os reflexionar sobre uno de los cam inos que c o n ­
ducen a ella. Tenem os que partir — com o nos inspira I^aín EntraJgo—
de nuestra esencial condición cósm ica, que “es lo m ás directa e in m e­
diatam ente perceptible de nuestra realid ad “ .7
Teniendo en cuenta lo que este sabio-m édico-escritor nos dice, q u i­
zás convenga ir haciendo el cam ino hacia la sabiduría, preparando una
m orada a la sabiduría, com o suele decir Panikkar. preguntando acerca
de nuestro-estar-en el m undo. Y este peregrinar, o esta preparación,
puede iniciarse desde lo que “tengo m ás a m an o ”, aunque no me su s­
cite grandes interrogantes: el lugar donde vivo y que c o n s titm e el e n ­
torno de mi cotidianidad (el hogar, el barrio, el pueblo), o mi ciudad
(que no toda ella es vivencia cotidiana), yendo a mi com arca, mi p ro ­
vincia, mi país, mi continente, hasta pensar en mi planeta. A quí me d e ­
tengo y me pregunto: y éste, ¿dónde está?
R esponder a estos interrogantes nos lleva prim ero a un sallo in ter­
planetario y luego a un salto cósm ico. Estas respuestas que podem os ir
dando, aunque provisorias e incom pletas, pueden ayudar a co n fig u rar
nuestra conciencia planetaria y aun nuestra conciencia c ó sm ic a ... Con
ello sabrem os decir algo de nuestro puesto en el cosm os. N o se trata de
una cuestión de inform ación o de erudición acerca de con o cim ien to s
sobre astrofísica y cosm ología. P ensam os — com o hace años decía
E m ile B rchier— que en la form a de situ am o s en el m undo estam o s

230
Métodos y técnicas de investigación social

m ás influidos por la iam gen astronóm ica(**) que por el m odelo eco n ó ­
m ico de producción, cuyo condicionam iento e im portancia es innega­
ble. En otras palabras: la percepción que tenem os de nosotros m ism os
en el espacio y en el tiem po influye en la form a de situam os en el m un­
do y de responder a las preguntas fundam entales que los hum anos se
form ulan: ¿D e dónde venim os? ¿H acia dónde vam os? ¿Q uiénes so­
m o s ? ... N os situam os en el m undo, reflexionando acerca de nuestro
puesto en el cosm os, en cuanto seres vivientes en el tercer satélite de
una de las 100.000 m illones de estrellas que existen en la Vía Láctea.

a . L a T ie r r a , la g a la x ia , l a v id a y .... to d o lo e x is te n te
e n e l e s p a c io -tie m p o

Sabemos que desde que existen testimonios históricos acerca


de sí misma y de su vida, no ha cesado en la humanidad la ac­
tividad de mirar, pensar, imaginar y soñar el mundo cósmico
en que vive.
Pedro Laín Entralgo

U no de los logros científicos m ás extraordinarios de todos los tiem ­


pos es el de haber reconstruido en el siglo X X la historia del universo.
En sentido estricto, tendríam os que hablar de una “nueva historia” ,
pues ya existían otras explicaciones acerca de su origen y desarrollo.
N osotros explicarem os sucintam ente la evolución del universo siguien­
do la teoría del big b a n g , co m o m odelo estándar de la actual cosm olo­
gía, que es la que tiene m ay o r aceptación entre astrónom os, astrofísi­
cos y cosm ólogos a fines del siglo X X ,(*) en cuyo últim o tercio se dio
un increm ento m ucho m ay o r acerca de los conocim ientos del univer­
so, que el producido a lo largo de toda la historia de la hum anidad.
Q uizás el lector de este libro, que es un texto sobre investigación
(*) B asta p en sar lo q u e significó la afirm ació n de q u e la T ierra no es el centro del U niverso, com o había creí­
do siem p re la hum anidad, constituyendo uno de los cim ientos m ás firm es acerca de la concepción del m undo.
L a concepción h eliocéntrica cam bió la idea q u e se tenía del m undo com o unidad cerrada y finita firm ada p o r
dos reg io n es diferentes: el C ielo y la T ierra.
(•) I teorías co n trapuestas a la del b ig b a n g . en general, sostienen que el universo es estacionario y que no
ha h ab id o u n a explosión inicial.

231
E zequiel Ander-Eg%

social, se pregunte: ¿Q ué sentido tiene h acer una reflexión sobre la his­


toria del universo — aunque sea breve— cu an d o lo que im porta es
ap render a hacer investigaciones sociales? ¿N o es acaso una in fo rm a­
ción de la que se puede prescindir para ser investigador social?... É stas
y otras preguntas parecidas no dejan de ten er cierta pertinencia, de ahí
que quisiera d ar un fundam ento cien tífico /p ed ag ó g ico de por qué he
decidido incorporarlo en el texto.
• Ya dijim os que, en la form a de situ am o s en el m undo, estam os
m ás influidos por la im agen astronóm ica que por el m odelo e co n ó m i­
co de producción. A firm ación d iscutible — com o todas— , pero que por
el m om ento considero válida. Si q u erem o s estu d iar la realidad social
en el m undo en que vivim os, qué m ejor que saber situam os en él con
una perspectiva que va m ás allá de la inform ación de los aco n tecim ien ­
tos y hechos del m om ento y del pasado inm ediato... Con esto no estoy
afirm ando que sea necesario conocer la teoría del big bang para ser un
buen investigador social. D ecirlo sería — p o r lo m enos— una estu p i­
dez.
• D esconocer los aportes fundam entales de las ciencias en cam pos
ajenos a las ciencias sociales es una form a de incultura general y buen
síntom a de la “barbarie de la esp ecializació n ” . El co nocim iento de las
nuevas ciencias que, por su naturaleza y su objeto de estudio, son tran s­
disciplinares (cosm ología, ecología y ciencias de la T ierra) ayuda a
abrir nuestro pensam iento en el m odo de abordar la realidad in teg ran ­
do diversas perspectivas y aportes de otras disciplinas, y a sen sib ilizar­
nos com o investigadores a no co m p artim en talizar la realidad que estu ­
diam os.
• El conocim iento sobre el universo, fundam entado en investigacio­
nes científicas — no en m itos o fantasías— , sirve o ayuda a dar res­
puestas a algunas de las preguntas fu n d am en tales que los seres h u m a­
nos se han form ulado desde siem pre: ¿C uál es el origen del universo?
¿D e dónde venim os? ¿H acia dónde vam os? ¿C uál es el destino final
del universo? N o corresponde a un investigador social d a r respuesta a
estas cuestiones, pero no puede ignorarlas; no tanto en cuanto investi­
gador, sino sim plem ente en cuanto persona.
N o es éste un libro de cosm ología, ni pretendem os elaborar un artí­
culo de divulgación científica. Sólo se quiere presentar una in fo rm a­

232
M étodos y técnicas de investigación social

ción básica sobre uno de los tem as que está directam ente relacionado
con la búsqueda de una ciencia con conciencia en cam ino hacia la sa­
biduría.

* * *

D ecíam os que uno de los m ayores avances científicos de todos los


tiem pos se dio en el últim o tercio de este siglo, en todo lo referente al
conocim iento del cosm os, especialm ente el haber podido reconstruir la
evolución del universo desde el big bang hasta nuestros días. Para ello,
se han utilizado en el ám bito de la cosm ología los conocim ientos o b ­
tenidos en el cam po de las partículas elem entales y se ha aprovechado
el espectacular desarrollo tecnológico de los instrum entos de observa­
ción. A ello se han de añadir las posibilidades que ofrecen las naves es­
paciales y un telescopio que desde el espacio ha podido escudriñar el
cosm os, com o lo ha hecho el C O B E , que ha observado la radiación
cósm ica de fondo, desde fuera de nuestra atm ósfera, captando las ra­
diaciones de m icroondas correspondientes a los acontecim ientos ini­
ciales del universo.

b. B reve historia de la co sm o g én esis

Todo lo existente, cada uno de nosotros, los hum anos, los seres vi­
vientes y toda la m ateria y energía que existe en el universo, tiene un
m ism o origen en una esfera m icroscópicam ente dim inuta (10*33 cm).
Para tener una idea de esta dim ensión, direm os que es trillones de ve­
ces m enor que una cabeza de alfiler... De ahí venim os, tú que lees e s­
te libro, yo que lo escribo y todo lo existente.
A lucinante, fantástico, pero cierto. E sta esfera estaba a una tem pe­
ratura de 1032 grados centígrados; una tem peratura un trillón de veces
m ás caliente que el corazón del Sol. E sa esfera m ás pequeña que un
átom o tenía una condensación de energía inim aginable.
En ese punto m atem ático — una “singularidad” sin dim ensiones e s­
paciales y tem porales— , estaba “contenido” lo que luego serían las ga­
laxias, con sus estrellas, planetas, nebulosas..., todas la m aterias que la

233
Ezrqulel Ander lin i

form an; estaban potencialm ente contenidos los m icrobios, los insectos,
los árboles, los pájaros, los peces, los anim ales, los hum anos y todo lo
existente... (tú que me lees y yo que escribo este texto). A dem ás del big
bcing del cual procedem os, pudieron haberse dado otras explosiones
(antes o después); consecuentem ente, podrían existir otros universos.
N unca lo sabrem os; hablar de este tem a serian puras especulaciones.
Los cosm ólogos del siglo XX han podido seguir la evolución del un i­
verso desde una fracción extrem adam ente pequeña de tiem po (1 O*36),
pero nada podem os decir sobre si se dieron o no otros big bcing.
H ace entre 12.000 y 15.000 m illones de años que estábam os en el
tiem po cero, en el segundo ÍO 45, llam ado lím ite tem poral de Planck
(un cero, seguido de com a con 42 ceros y un 1). Se dio la prim era gran
singularidad: la esfera se expandió hasta el segundo ÍO 32 y se produjo
el big bang (la gran explosión). El punto “ m atem ático” inicial crece
hasta el tam año de un núcleo atóm ico (10 13 cm de d iám etro ; y prosi­
gue su expansión hasta la dim ensión de una m anzana. En ese tiem po
sólo existe la partícula x, que constituye un cam po de pura energía.
Una m ilésim a de segundo más tarde ( I O 31 de segundo), se form an
los quarks, y otras partículas elem entales y sus correspondientes anti­
partículas. En las billonésim as de segundos posteriores, esas partículas
interactúan y ese m agm a se expande. Los quarks que sobreviven for­
m an los protones y neutrones del núcleo de los átom os. Entre el segun­
do 10 11 y el 10 5, la gran m ayoría de las antipartículas (la antim ateria)
desaparecen en luz.
D espués de esa aniquilación fantástica y m isteriosa, sólo se co n ser­
va — según estim an algunos cosm ólogos— una m illonésim a de la m a­
sa inicial. Q uedan constituidas las partículas elem entales con las que
se form ará todo lo que existe en el U niverso: los seis tipos de quarks.
A los diez segundos de la explosión principal, la tem peratura d escien ­
de a 3.000 m illones de grados. Los electrones aniquilan a los an tielec­
trones.
De los tres m inutos a los 300.000 años, el U niverso en expansión se
fue enfriando. C uando la tem peratura descendió lo suficiente (por d e­
bajo de un trillón de grados), los quarks. uniéndose de tres en tres, se
estabilizaron dando origen a los nucleones. C uando la tem peratura d es­
ciende a los 1.000 m illones de grados, una fracción de nucleones se

234
M étodos y técnicas de investigación social

asocian para form ar los prim eros núcleos de helio. Se constituyen los
átom os, principalm ente de hidrógeno y de helio. Todo es un m agm a in­
definido. Los grum os producidos por los efectos de la explosión y ex­
pansión tienen tam años inm ensos, equivalentes a lo que luego serían
las galaxias o un conglom erado de éstas. Los fotones quedan libres pa­
ra poder m overse en todas direcciones. Fiat lux; el universo se hizo
transparente.
A los 500 m illones de años, las nubes de gas que llenan el univer­
so com ienzan a fragm entarse; luego, se van condensando a causa de la
fuerza gravitacional. Las fluctuaciones de densidad del universo prim i­
tivo van configurando la estructura del cosm os que conocem os actual­
m ente. A m edida que se concentran las nubes de gases, se van form an­
do las galaxias; la sucesiva fragm entación de la m ateria galáctica da
origen a las estrellas. Lo que había sido indeterm inación total en la in­
teracción de partículas va tom ando form a de sim etrías y estructuras.
Entre los 3.000 y los 5.000 m illones de años, las nubes de gases que
se habían condensado se recalientan, form ando las prim eras estrellas
de dim ensiones gigantescas, que asocian los nucleones en núcleos p e­
sados. En su interior se producen reacciones inim aginables, al m ism o
tiem po que se crean elem entos atóm icos cada vez m ás pesados. Las es­
trellas se transform an en supem ovas, cuyas gigantescas explosiones
expulsan núcleos al espacio interestelar que capturan electrones para
constituirse en átom os, que luego form an m oléculas com o m inúsculas
estructuras cristalinas. Se generan estrellas de segunda generación; en ­
tre ellas, nuestro Sol.
Dos ideas centrales subyacen en la necesidad de hacer reflexiones
acerca de nuestro lugar en el cosm os:
• Q ue la im agen que tenem os del cosm os es lo que más influye en
nuestro m odo de situam os en el m undo.
• Q ue toda reflexión en profundidad sobre los hechos, datos, acon­
tecim ientos, procesos, etc., que nos proporcionan la astronom ía,
la astrofísica y la cosm ología, nos llevan a com prender la unidad
de todo lo existente. Y esto, si no som os esquizofrénicos en
nuestro m odo de pensar/vivir, nos conduce y nos im pulsa a sen­
tim os parte del todo.

235
Ezequiel Ander-Eiw

A m bas ideas serán desarrolladas en este capítulo de m anera m uy


som era; apenas lo suficiente para suscitar una reflexión personal que
ayude a “situar nuestro puesto en el cosm os” .

c. N u estra pa tria cósm ica: la Vía L áctea

C om o todas las galaxias, la nuestra — la Vía L áctea— tiene una for­


m a m ás o m enos discoidal, es decir, m ás ancha que profunda; su d iá ­
m etro es de 100.000 años luz y su espesor de 10.000 años luz. Es una
galaxia en espiral, con una serie de brazos en to m o al gran núcleo c e n ­
tral que tiene m ás estrellas que todos los brazos ju n to s. En uno de ellos
— un brazo poco denso— , el brazo de O rion (o cinturón de G rouldj,
está situado el Sistem a Solar, a unos 28.000 años luz del centro de la
galaxia. Toda ella gira sobre su centro, dando una vuelta com pleta en
unos 300 m illones de años. H asta la década de los años veinte de n u es­
tro siglo, se creía que nuestra galaxia era todo el U niverso; ahora sab e­
m os que es una m ás entre m illones que se expanden y se alejan d es­
pués de la gran explosión inicial.
N uestra galaxia form a parte de un grupo local constituido por una
treintena de galaxias dom inadas por la nuestra y por A ndróm eda, que
son sim ilares y a una distancia aproxim adam ente igual a 20 veces su
tam año (100.000 años luz). C erca — hablando a escala astronóm ica—
están dos galaxias: las dos nubes de M agallanes y un poco m ás allá
M essier 33; com pletan el grupo dos docenas de galaxias pequeñas.
El grupo local de galaxias al que pertenecem os, y otros grupos p a­
recidos, form an parte de un grupo m ayor llam ado S upercúm ulo L ocal,
cuyo centro es el C úm ulo de Virgo. En el espacio estelar existen otros
supercúm ulos. Parece ser que un enorm e agregado de galaxias, que se
ha denom inado el G ran A tractor, tira gravitacionalm ente hacia sí m iles
de cúm ulos.
Y si vam os a una escala m ucho m ayor, nos encontram os con que la
m ateria brillante del U niverso está distribuida de form a que se asem e­
ja a globos y burbujas. Las galaxias estarían en las paredes de esos g lo ­
bos y burbujas con enorm es vacíos interm edios. Las galaxias se alejan
unas de otras, tanto m ás rápido cuanto m ás lejanas están.

236
M étodos y técnicas d e investigación social

d . L a f o r m a c ió n d e n u e s tr a c iu d a d c ó s m ic a : e l S is te m a S o la r

C uando nuestra galaxia ya tenía algunos m illones de años, en su e s­


pacio interestelar se form ó una nube de gases y de polvo, plana y cir­
cular, posiblem ente procedente de una estrella anterior, Tiamat (que
significa “la G ran M adre de la que todo procede” , según la m itología
asirio-babiIónica). Esta nebulosa prim itiva, poco a poco, se contrae
convirtiéndose en un disco. Su velocidad de giro sobre sí m ism a fue re­
lativam ente lenta al principio, y aum entó progresivam ente im pulsando
hacia zonas m ás externas conglom erados de polvo y m ateria que se
aglutinan en cuerpos sólidos y que serían luego los em briones de los
cuerpos planetarios y los asteroides. Estos conglom erados resistieron
la atracción gravitacional de la nebulosa de gran m asa situada en el
centro del disco.
Este proceso de concentración hizo que la tem peratura del interior
de esta gigante nebulosa produjese una proto-estrella que llegó a alcan­
zar una tem peratura y una presión capaces de “encender” el hom o ter­
m onuclear que dio origen a una estrella, en este caso, nuestro Sol.
D espués de algunos m illones de años, los conglom erados que gira­
ban alrededor del proto-Sol se convierten en los 9 planetas del Sistem a
Solar, las 63 lunas y una m iríada de asteroides y com etas. Entre esos
planetas está nuestro hogar, la T ierra, cuya edad se estim a en 4.550 m i­
llones de años.
P ensem os ahora en la Tierra, nuestro hogar cósm ico. Si la situam os
en “su contexto”, la T ierra es insignificante en nuestro sistem a planeta­
rio; despreciable en cuanto a tam año, si la consideram os en nuestra g a­
laxia; “ sim ple grano en la gran polvareda sideral” ... En esta pequeñísi­
m a partícula de polvo cósm ico del que todos venim os, tenem os nuestra
patria y nuestro hogar; form ando parte de una explosión/expansión es­
pacial producida posiblem ente entre 12.000 y 15.000 m illones de
años.(*) Y, si decim os “venim os”, es porque tam bién som os — los se­

(• ) En m ayo de 1999, nuevos estudios científicos han sugerido que el cosmos es más joven de lo admitido en
los últimos años. Estas investigaciones estim an que el cosmos tiene menos de 15.000 millones de años. El equi­
po que utiliza y elabora la inform ación que proporciona el telescopio orbital Hubble realizó nuevos cálculos so­
bre la del universo y estim ó en unos 12.000 m illones de años. El modelo utilizado por estos astrónomos
para m edir la del universo se deriva de tres parám etros: la constante de Hubble que indica la velocidad a

237
F.ZSquirl Andrr-Egg

res hum anos— parte de esa explosión inicial (el hig bang) y som os p ar­
te con todo cuanto existe. Saber y darse cuenta de esto es tener —o c o ­
m enzar a tener— una conciencia cósm ica.

e. N u estra casa cósm ica: la Tierra

D espués de la revolución copcm icana y los aportes de G alileo, p o ­


co a poco, en el saber de los hum anos, la Tierra ocupó su lugar real en
el conjunto de los planetas vecinos; el Sol era el centro de lodos ellos.
Luego, ya en el siglo XX, se creyó que el Sol era el centro de la g ala­
xia y que la Vía L áctea era el universo. A hora, sabernos que el Sol es
una estrella m ediana de las HX).(XX) m illones de estrellas de nuestra g a­
laxia, y que él y sus planetas son com o una “ barriada m arginal“ de la
galaxia, en el borde de uno de los brazos galácticos. Y sabem os, a d e ­
m ás, que hay m iles de m illones de galaxias.
N uestra Tierra es casi inexistente, vista en una dim ensión cósm ica:
m illones de galaxias, m illones de estrellas, distancias de m illones de
años luz (3(X).(XX) años luz, a una de las galaxias más cercan as);
300.000.CXX) años luz, a una de las m ás lejanas hasta ahora co nocidas...
M ás allá del asom bro, esta reflexión nos lleva el vértigo.
Y ahí, en un espacio inconm ensurable, rodeada del silencio de “ los
espacios infinitos” que aterraba a Pascal, nuestra pequeña T ierra, una
esfera de 12.800 kilóm etros de diám etro girando en la inm ensidad c ó s ­
m ica. Pero no basta esta representación de nuestra posición en las in­
m ensidades estelares; tam bién debem os situam os en el tiem po. P en se­
m os, solam ente, que, cuando surgió nuestro sistem a solar, las galaxias
tenían m illones de años. Y la Tierra necesitó m illones de años para d ar
lugar a la pre-vida (la vida celu lar apareció en nuestro planeta hace
4 .0 0 0 m illones de años); la vida inteligente, hace apenas unos m illones

1« que se está expandiendo el universo: b densidad de m aten« cuya fuere« pm '.uaorsa fren» esce proceso. y u
constante cosmológica, un* energía más potente que b grasedad que está em pujando las g t a n a t afuera
y que acelera la expansión del cosm os Un grupo de astrónom os noneamerveaaos. r y d r í r t i
zudas a través de una red de radiotelescopios que cubren más de 8 (XX* kilóm etros idesde H r « a frasca las tilas
Vírgenes), después de haber hecho una m edición de un* galaxia mu> alejada de b Via Láctea, j que conside­
raron que es la medida más precisa realizada hasta boy. estim an que el coursos es tic 15 pvc cacaac peqoe-
fto y. consiguientem ente, un 15 por a c o to más joven de lo que había calculado el e q u q v H sb é ie

238
M étodos y técnicas de investigación social

de años. \ , al final, el hom bre en su tardía aparición... De una form ida­


ble explosión térm ica que dura m illones de años, en un lugar perdido,
pequeño, insignificante, en un universo inconm ensurable, un “pequeño
bípedo de cabeza grande y vientre blando” : el hom bre. ¿Es él la culm i­
nación de este proceso o un sim ple accidente en un cataclism o cósm i­
co aún no term inado?
“Inm ensidad de distancias, enorm idad de volúm enes, tem peraturas
form idables, torrentes de energía” , m illones de años, m illones de gala­
xias, m illones de estrellas y... mi Tierra, una pequeña m ancha azul en
la inm ensidad cósm ica, nuestra casa y hogar en el cosm os. Y, dentro de
estas coordenadas/dim ensiones espaciales y tem porales (que leo inse­
parables después de E instein), está nuestra propia y breve existencia, la
tuya y la mía, haciendo una representación, muy corta por cierto, en un
navio espacial que me transporta (que nos transporta) ju n to a otros m i­
llones de seres hum anos. P equeña nave en la inconm ensurabilidad del
espacio, incluido en la sucesión de los tiem pos, y yo — y otros m illo­
nes com o yo— navegantes en este espacio sideral, indiferente, frío,
distante. Esta nave T ierra está com puesta por restos de una trituración
cósm ica; fragm entos de una explosión en donde yo estoy aferrado,
acaso com o resultado de un golpe de azar.
H em os hecho unas breves consideraciones sobre nuestra patria,
nuestra ciudad y nuestro hogar cósm ico, ofreciendo una inform ación
que hoy pertenece al acervo cultural de buena parte de los seres hum a­
nos. A hora, me perm ito sugerir al lector que haga el esfuerzo m ental y
psicológico de situarse en el m undo antes de C opém ico; o, dicho en
otras palabras, que se sitúe a partir de una concepción ptolom eica (la
Tierra es el centro del U niverso). N o es fácil hacerse a la idea de cóm o
seríam os (o mejor, cóm o nos sentiríam os), pensando que nos encontra­
mos en un planeta que es el centro del U niverso, cuando ni siquiera se
conocían bien los lím ites y la extensión de la Tierra.
Para vislum brar, aunque sea en parte, cuán profundo ha sido el
cam bio de la revolución copem icana y cuántas im plicaciones tenía en
quienes “controlaban” religiosa e ideológicam ente parte de O ccidente,
basta pensar en los sufrim ientos y hum illaciones que tuvo que sufrir
G alileo, prisionero de gente “ ilustrada” que tenía m ucho poder, tanto
com o dogm atism o e ignorancia. ¿Por qué este ensañam iento contra

239
E zr q u irl Ander-Egg

G alileo?... P recisam ente p or las im plicaciones que tenía icón la ínter-


pretación que se hacía de la B iblia) este nuevo m odo de situar el “pues­
to del hom bre en el co sm o s” . L a concepción o idea de un universo ab­
soluto, con la T ierra inm óvil en el centro, de una esfera de estrellas fi­
ja s, se derrum bó estrepitosam ente, por m ás que se dijera que ello no
era acorde con las E scrituras.
Hoy, en los um brales del siglo X X I, sabem os que la T ierra es in­
com parablem ente m ás pequeña y frágil que lo que se pensó d u ran te si­
glos. “ Vivim os en un p laneta m inúsculo, en órbita alrededor de una es­
trella banal, en la periferia o arrabales de una galaxia ordinaria, entre
m iles y m illones de galaxias... El aturdim iento frente a tales d im en sio ­
nes y la tom a de co n cien cia de nuestra insignificancia en el abism o del
espacio ha influenciado progresivam ente en el pensam iento hum ano.”*
Sin em bargo, esta percepción de su p eq u eñ ez su scita en algunos
— incluso en quien esto escrib e— una relación m ás am o ro sa con la
M adre-T ierra. L a p rim era vez que “ vi la T ierra fuera de la T ie rra ”, en
una fotografía d istrib u id a p o r la N A SA y q u e h abía sido to m a d a d e s­
de una nave espacial q u e viajó hasta la L u n a, sen tí una co n m o ció n tan
profunda que recuerdo su im pacto después de m ás de 30 años. D esde
entonces, tengo un sentim iento nuevo en relación con la P acham am a.
L a lectura de los libros de Jam es L ovelock y de Lynn M argulis acerca
de la T ierra com o m icroorganism o vivo, d efin id a com o G aia, ha ahon­
dado mi sentim iento y mi vivencia de ser parte de la tram a de la vida
en el planeta, al m ism o tiem po que nace en m í un sentim iento có sm i­
co en el que se m ezclan el éxtasis y el vértigo.

V ista d esd e fuera, la T ie rra es tan p eq u eñ a y frágil, una p re c io ­


sa m an c h a p eq u eñ ita q u e p u ed es tap ar c o n tu pulgar. T odo lo
q u e sig n ifica alg o para ti, to d a la h istoria, el arte, el nacer, la
m u erte, el am or, la aleg ría y las lágrim as, todo e so está en
aquel p eq u eñ o p unto azul y b lan c o q u e p u ed es tap a r co n tu
pulgar. A p a rtir de a q u ella p ersp ectiv a se c o m p ren d e q u e to d o
hay a c a m b ia d o , q u e c o m ie n c e a ex istir algo nuevo, q u e la re­
lació n ya no sea la m ism a q u e la de antes.
(T estim onio d e l astron auta R u ssel Scheickhart. a l m ira r a la
Tierra d esd e la n ave e sp a cia l en la que reg resa b a .)

240
M étodos v técnicas de investían tón social

Pienso que, para co m p ren d er y am ar más a la Tierra — y todo cu an ­


to en ella existe— , debem os saber situarla en el tiem po y en el esp a­
cio. Para ello hem os de recurrir a los conocim ientos que nos propor­
cionan la astronom ía, la astrofísica y la cosm ología. Vamos a pensar al­
gunos datos e inform aciones que nos ofrecen estas disciplinas y que
hoy son conocidos por toda persona m edianam ente inform ada. Y, aun­
que no veam os la Tierra com o un astronauta, podem os vivenciarla y
sentirla de m anera diferente. E sto nos llevará, nos lleva sin duda, a un
nuevo m odo de relación, realización y com unión con todo lo existente
en el seno de la M adre-T ierra.
La ciencia actual nos ha puesto de m anifiesto que no estam os en el
universo de Kepler, G alileo, N cw ton, Laplace; un universo ordenado,
equilibrado, organizado. E stam os en un universo en expansión desde
hace 12.000-15.000 m illones de años, cuando se produjo el big bang
(la gran explosión); todavía en los “espasm os de su génesis y al m is­
mo tiem po en las convulsiones de su agonía“ ... Y ahí, nosotros: ¿hacia
dónde vam os? N os quedam os anonadados ante esta inm ensidad de e s­
pacio y tiem po; estupefactos, porque pensam os y nos interrogam os:
¿para qué estam os aquí?, ¿qué esperanza tenem os de un final feliz, de
una consum ación suprem a?, ¿qué garantía tenem os de que no som os,
com o diría Teilhard de C hardin. “un elem ento perdido en las soledades
cósm icas”, sino de que existe una voluntad de vivir universal que co n ­
verge y se hom iniza en el hom bre? Y, hablando con el lenguaje de M o-
rin, preguntam os: ¿qué garantía tenem os de que en todo lo existente,
entre ello nosotros, no toda la belleza esté perdida, de que no toda exis­
tencia esté perdida para siem pre?...
Todo esto nos lleva a preguntam os por el puesto del hom bre en el
cosm os, en lo inconm ensurable del U niverso, a preguntam os tam bién
¿qué es la vida?, y si tiene algún sentido la existencia.
C om o ya dijim os, no hace m ucho — apenas unos siglos— creíam os
que la Tierra era el centro del U niverso; luego, dejam os ese lugar al
Sol. C uando en la segunda década de este siglo sabíam os que form á­
bam os parte de la Vía L áctea, se creyó que el Sol era su centro. A hora
sabem os en dónde está nuestro S istem a Solar: en posición más o m e­
nos m arginal, en una galaxia que form a parte de un cúm ulo de galaxias
pertenecientes al cúm ulo de Virgo, y que presum iblem ente es una de

241
El.equicl Andrr Erk

las galaxias periféricas. S abem os que la m utua atracción gravitacional


encadena las galaxias en cúm ulos o grupos que orbitan unos en to m o
de otros, atraídos gravitacional m ente por un gran atractor... Y todo es­
to, en un U niverso de m illones de galaxias que se alejan unas de otras.
P e n sa re n el cosm os (si en verdad pensam os) nos da vértigo. Las es­
calas de tiem po y espacio son tan inm ensam ente grandes com paradas
con la escala hum ana, que desbordan nuestra capacidad de co m p ren ­
sión... Sin em bargo, esta reflexión es necesaria a fin de tener una v i­
sión lo m ás precisa posible — y, m ejor todavía, una vivencia— de
nuestro puesto en el cosm os. E sto nos ayudará, desde el punto de vis­
ta de nuestra form ación científica, a tener una co n cien cia m ás clara de
la c o m p le jid a d de lo existente y de nuestra ¡ n c e rtid u m b re acerca de
nuestros saberes. Y, si co m p aram o s lo que sabíam os acerca del cosm os
hace unos años con lo que conocem os hoy, tendrem os una m ayor co n ­
ciencia de la rápida biodegradabilidad y o bsolescencia de nuestros c o ­
nocim ientos.
C om o conclusión de estas consideraciones, nos parecen oportunas
las reflexiones que hace uno de los principales astrofísicos españoles,
C ayetano López, acerca de la inm ensidad del U niverso: “ Las m agnitu­
des astronóm icas nos abrum an con su desm esura. El planeta Tierra, que
parece inm enso desde nuestro hum ano punto de vista, es una m inúscu­
la partícula gravitando alrededor del Sol, un m illón de veces m ás volu­
m inoso que nuestro planeta. Pero el propio Sol no es más que una e s­
trella vulgar, situada en las afueras de la galaxia, de entre los m ás de
100.000 m illones de estrellas que la com ponen. Y la galaxia e n te ra con
sus dim ensiones inasequibles a la intuición, de un m illón de m illones de
m illones de kilóm etros de diám etro, es una m ás de entre la m ultitud de
galaxias que se agrupan en cúm ulos y estructuras com plejas a todo lo
largo y ancho del U niverso. V erdaderam ente, es difícil no sentirse abru­
m ado por la enorm idad del m undo en el que nos hallam os in m erso s/'9
¿A qué nos puede conducir, en cuanto personas que estam os y ac­
tuam os en el m undo, todo este conocim iento que tenem os de la c o s in o
génesis? A unque breve y sum aria haya sido la presentación, podem os
estar en m ejores condiciones para situar realistam ente nuestro puesto en
el cosm os, y nuestra ligazón y responsabilidad con todo lo existente.
Esto es una dim ensión sustancial de la sabiduría.

242
M étodos y técnicas de investigación social

f E l p r in c ip io a n tr ò p ic o en c o s m o lo g ía

Según una de las conclusiones de la astrofísica y de la cosm ología,


las leyes y constantes del U niverso, son las necesarias para que la vida
— especialm ente, la vida hum ana— haya podido aparecer y d esarro ­
llarse. A sí, por ejem plo, si la velocidad de la expansión del universo
después del big bang hubiese sido m ayor, no se hubiese producido la
condensación de las nubes de gases y de polvo que luego form aron las
galaxias, con sus estrellas, planetas, etc. Si hubiese sido m ás lenta, el
universo ya se habría colapsado. O tro ejem plo de este principio: si la
velocidad de fusión de los átom os del Sol, creando otros m ás pesados
com o el carbono (base de la vida, com o explicam os en otra parte de e s­
te capítulo) fuese distinta, habría poco carbono en nuestro Sistem a S o­
lar y la vida sería im posible. Y un tercer ejem plo: si la fuerza de g ra­
vedad fuese un poco superior a lo que es, su m ayor intensidad se haría
sentir en todas partes, lo que provocaría que las estrellas se consum ie­
ran m ás rápidam ente. Sólo existirían estrellas gigantes azules (cuya in­
fluencia no perm itiría crear las condiciones para que la vida sea posi­
ble). Si la fuerza de la gravedad fuese m enor de lo que es, sólo habría
enanas rojas, que no adm iten planetas tem plados com o la Tierra.
Para decirlo brevem ente: el principio antròpico en cosm ología, for­
m ulado básicam ente por B randon C arter, sostiene que todas las cons­
tantes universales son las adecuadas para que la vida sea posible en la
T ierra y, consiguientem ente, nuestra vida com o seres hum anos... Es
adm irable la form a en que las circunstancias (leyes y constantes del
U niverso) han perm itido que exista todo cuanto existe, desde las partí­
culas, los átom os, las m oléculas, las células, pasando por el reino ve­
getal, anim al, y culm inando en los seres hum anos. Para ser m ás preci­
so: culm ina en nosotros, los hum anos, que tenem os inteligencia, co n ­
ciencia y capacidad para amar.
N o podem os m enos que adm iram os ante este diseño tan asom bro­
so: toda la cosm ogénesis converge para que la vida y la conciencia hu­
m ana sean posibles. Pero todo esto nos lleva a otras interrogaciones:
¿esta evolución ha sido fruto de una casualidad que nos ha dejado arro­
ja d o s, perdidos y solos en la inm ensidad cósm ica? ¿Som os parte de
una evolución natural pero sin sentido o m archam os hacia un om ega fi­

243
Ezequiel Ander-Egg

nal?... Estos interrogantes — y otros de p arecid a índole— nos llevan a


preguntam os sobre el significado de la vida (quizás la principal pre­
gunta que podem os form ulam os, cada uno de nosotros, a nivel p erso ­
nal)... La ciencia no puede responder a estos interrogantes. A quí, la re­
flexión cosm ológica nos deja en el um bral del m isterio; pero esto no
ocurre sólo en lo infinitam ente grande, sino tam bién en lo infinitam en­
te pequeño de*la física cuántica, cuando se investiga en el ám bito de la
física de las partículas... En el estudio de am bos infinitos, ciencia, arte
y m ística parecen estar m ás cerca; en algunos m om entos, parecen e n ­
trecruzarse.

Hechas estas consideraciones, que nos ofrecen una informa­


ción y una perspectiva cosmológica, vamos a preguntar y refle­
xionar acerca del “momento” (de millones de aóos) en que el
homo sapiens irrumpe en la Tierra.

4. El H o m o s a p ie n s irrumpe en la Tierra

D esde las escuetas y telegráficas co n sid eracio n es que hem os hecho


sobre el cosm os, volvem os a la T ierra. A quí existe “ alg o ”, con seg u ri­
dad existente en otras partes del U niverso, pero que por ahora sólo sa­
bem os que está aquí. Ese algo es la v id a . A dm irados de que ella e x is­
ta, nos preguntarem os cóm o aparece, cóm o ha evolucionado hasta lle­
gar a ser lo m ás valioso de todo lo existente: los seres h u m a n o s...

Entre todas las cosas que he visto en este mundo, ninguna más
maravillosa que el hombre.
Sófocles

L as m ism as preguntas que nos form ulábam os acerca del cosm os las
vam os a plantear acerca de la realidad hum ana: ¿C uándo surgió la e s­
pecie H om o o, en sentido m ás riguroso, la especie H om o sapiens s a ­
p iens? ¿C uál ha sido su origen? ¿C óm o ha evolucionado?... Todo es
parte del m ism o dinam ism o cósm ico. Sin la preexistencia del c o n ju n ­
to de los factores propicios para la vida, que se fueron elaborando a lo

244
M/itnias y técnicas de inve.rttgacidn .uh ¡al

largo de m iles de m illones de años de tiem po y, partiendo de la vida,


la em ergencia de la vida hum ana, jam ás hubiera surgido el individuo
personal que som os cada uno de nosotros. Por eso podem os decir con
una perfecta singularidad: “ El U niverso se endereza hacia el ser hum a­
no de la m ism a m anera que el ser hum ano está vuelto hacia el U niver­
so de donde p a v e d e .” 10
Si bien se han encontrado “ piezas” y “eslab o n es” para reconstruir
el proceso evolutivo de la especie hum ana, existen m uchos eslabones
perdidos y m uchos interrogantes sin respuesta para poder establecer el
intrincado laberinto del origen y evolución de los hum anos. Por otro la­
do, debido a nuevos descubrim ientos o a la utilización de nuevos pro­
cedim ientos. com o ha sido el análisis genético de un hom ínido (1997),
se van produciendo continuos cam bios acerca de lo que se conoce so ­
bre cuándo y cóm o evolucionó nuestra especie y cóm o ha sido el d es­
cubrim iento del H om o antecessor, realizado por investigadores esp a­
ñoles en A tapuerca. que constituye otra especie clave de la evolución.
El H om o antecessor es ancestro com ún del hom bre de N eanderthal y
del H om o sapiens. No es propósito de este parágrafo presentar las d i­
ferentes hipótesis existentes. A quí se presentará escuetam ente lo que
constituyen mis síntesis personales de mis lecturas y reflexiones sobre
paleontología, antropología, etc., no tanto com o una respuesta científi­
ca, sino com o unas consideraciones prelim inares del tem a central de
esta parte del libro: la vida hum ana.
Este m odo de andar habría dado una m ayor posibilidad de utilizar
las m anos, fabricar herram ientas y lanzar piedras, estim ular el desarro­
llo del cerebro y quizás del lenguaje. Para otros paleontólogos, en e s­
to existen m uchas zonas oscuras o ignoradas. Q uizás un proceso de e s­
te tipo se habría dado a partir de los A ustralopithecus.
Es am pliam ente aceptado entre los paleontólogos que el A ustralo-
p ith ecu si* ) anam ensis es el hom ínido más antiguo, m ezcla de m ono y
Horno. La línea de la evolución siguió con el A ustralopithecus afaren-
sis, del que se derivan dos líneas de evolución de los A ustralopitecus:
una siguió una vía m uerta (precisam ente los m ás corpulentos) y d esa­
parecieron; otros, m enos robustos pero más gráciles, pudieron estar re-

( • ) A u s tr a lo p ith e c u s , del latín a u s tr a lis (sur) y del gnego p iih e k o s (simio)

245
E zeq u lel A nder-E gu

Iación ados con el género H om o a través del H o m o habilis, un h o m ín i­


do con un cerebro la m itad que el nuestro; en él se ha encontrado la re­
lación m ás antigua entre un hom ínido y el uso del instrum ento que fa­
brica.
Junto con el H om o h a b ilis, el H om o rudrjlfensis tuvo un desarrollo
sim ilar. A parece luego el H om o ergaster, que vivió desde hace 1.8 a
1.4 m illones de años, m ás alto que los anteriores y con un cerebro m ás
grande. De él se derivan dos líneas: el H om o e rectus y el Homrj a n te ­
cessor (descubierto recientem ente en A tapuerca), que sería el ancestro
del H om o sapiens. T eniendo en cuenta este d escu b rim ien to hecho casi
a finales del siglo XX, podría esbozarse una línea evolutiva con los si­
guientes hitos: A rdipithecus rum iáis, A ustralopithecus a n a m en iis,
A ustralopithecus afarensis, y de éste dos ram as: A u stra lo p ith ecu s g r á ­
ciles y A ustralopithecus robustus, que desapareció hace alrededor de
1.5 m illones de años. De los A ustralopithecus gráciles proviene el H o ­
m o rudolfensis, el H om o habilis, el Hf)mo ergaster y de ahí el H om o
erectus, que aparece hace 1,8 m illones de años y se extingue hace unos
300.(XX) años, y el H om o antecessor, que aparece hace 1,4 m illones de
años y que da origen a la especie hum ana.
D igam os, de paso, que el hom bre actual no es descendiente del
hom bre de N eanderthal, tal com o se había sostenido. D escendiente del
H om o heidelbergensis, el N eanderthal vivió en E uropa desde hace unos
120.000 años hasta hace 30.000 años, pero se extinguió, aunque fuera
m ás robusto que el H om o erectus, que salió de A frica y ocupó parte de
E uropa y Asia. No se descarta la posibilidad de que haya habido hibri­
dación entre neanderthales y hum anos “m odernos” . Si ese cruzam iento
interespecífico hubiese sido generalizado, habría que reto m ar a la vieja
tesis de que el N eanderthal sería una variedad de nuestros ancestros.
Es la prim era especie que em igra y que se* extingue hace unos
100.000 años.(*> Estos hom ínidos, llegados de A frica, son los an tece­
sores del hom bre actual y sustituyeron en la ocupación del territorio a
los N eanderthal, que eran m ás altos que nosotros, m ucho m ás c o rp u ­
lentos; tenían lenguaje, un arte incipiente y rendían culto a los m uer­
to s ... L a aventura hacia la aparición de lo hum ano se inició hace entre
(• ) Se ha dicho que la curiosidad exploratoria y el csptnru aventurero del homo enreno podria compararse cao
la aventura del hom bre por explorar la Luna en el siglo XX.

246
M étodos y técnicas d e investigación social
-1 “ “ '

<

10 y 13 m illones de años y culm ina hace 150.000 años con la aparición


del H om o sapiens.
M ás que eslabones perdidos, existen m uchas incógnitas que no sa­
bem os responder. Q uizás el principal interrogante sea acerca de los
“saltos” : de los hom ínidos no hum anos a los hom ínidos hum anos.
¿C uándo se produjo entre los m iem bros de la especie H om o el origen
de la mente" consciente? ¿C uándo tuvieron consciencia de sí m ism os?
¿En qué fecha aproxim ada puede estar el com ienzo de la antropogéne-
sis? ¿N o podría ser que el cruce de especies diera lugar a variaciones
en la especie H o m o ? ... P osiblem ente el H om o sapiens se originó en
A frica hace 150.000 años y desde allí se extendió por el resto del m u n ­
do, pero ¿cuándo se d a el paso del H om o sapiens al H om o sapiens s a ­
p ie n s? ... Tenem os decenas de interrogantes sin respuestas, m uchas hi­
pótesis provisionales. *D e las pocas cosas que parece no existir dudas
razonables es de que A frica fue la cuna de la hum anidad (cuyos ante­
cedentes m ás lejanos se rem ontan a 5 ó 6 m illones de años), que el H o ­
m o pudo surgir hace 2,5 a 3 m illones de años y que la aparición de la
especie hum ana no tuvo una form a de configurarse diferente a la evo­
lución general del cosm os, las galaxias, la Tierra, la b io sfera... E sto no
explica ni el origen de la vida ni el origen de la consciencia, aunque al­
gunos científicos sostengan que la consciencia proviene de la organi­
zación de las m oléculas bioquím icas que form an el cerebro.

a . U n a h is to r ia d e m illo n e s d e a ñ o s

¿C uándo y dónde com ienza esa historia? ¿H asta dónde debem os re­
m ontam os?... Si com enzam os por los prim ates, parece ser, por la infor­
m ación científica m ás aceptada, que éstos se dividían en dos catego­
rías: las de los pro-sim ios y la de los sim ios; esta últim a, subdividida
en otras dos subcategorías: los platirrinos y los catorrinos, de donde,
presum iblem ente, la línea evolutiva conduce a los hom ínidos. Por la
inform ación disponible, el A rdipithecus ram idus es el hom ínido m ás
antiguo conocido, pero se duda de que sea un hom ínido. H allados sus
restos en 1992 en la región de Awash M edio (Etiopía), estos hom íni­
dos existieron hace m ás de 4,4 m illones de años; la fauna de m am ífe­
ros con los que aparecen asociados pertenece al bosque tropical. A lgu-

247
Ezequiel Ander-E%%

nos suponen que eran bípedos, aunque no hay seguridad en ello. D e ser
así, habría una relación directa entre el paso del bosque a la sabana y
la m archa bípeda para algunos paleontólogos.
U na reflexión tangencial: con la sola lectura de estas breves y tele­
gráficas inform aciones, el le c to rte n d rá claro (m ejo r todavía si h a e stu ­
diado antes estas cuestiones) que el problem a de la evolución del h o m ­
bre sobre la Tierra es algo m ucho m ás com plejo que aquello de que “el
hom bre desciende del m ono” , com o se decía haciendo una gran sim ­
plificación de la teoría de D arw in, aunque tengam os un antepasado c o ­
m ún hace m illones de años... A propósito de esto, al hilo que voy es­
cribiendo estas líneas, viene a mi m em oria la reacción que — según se
dice— tuvo la esposa del obispo de W orchester, cuando se enteró de la
teoría de D arw in: “D ios quiera que no sea verdad, y si lo es, recem os
para que la gente no se entere.”
Lo dicho hasta aquí nos basta para introducim os en el aspecto sus­
tantivo que ahora querem os tratar: la realidad hum ana, es decir, aque­
llo que ha sido — al m enos en nuestro planeta y por ahora— el p ro ce­
so últim o de la evolución, cuyo ciclo aún no ha term inado.

La trama del Universo, al hacerse pensante, no terminó aún su


ciclo evolutivo... por consiguiente estamos avanzando hacia
adelante, en la dirección de algún nuevo punto crítico.
T e ilh a rd d e C h a r d in

b. L a a n tr o p o g é n e s is

D ecíam os que la especie hum ana no tuvo una form a de co n fig u rar­
se diferente de la evolución del c o sm o s... D entro del proceso evoluti­
vo de form ación del U niverso iniciado con el big bang y que se p ro si­
gue en el tiem po y el espacio, dentro de nuestra Patria-T ierra, podem os
distinguir tres grandes m om entos; siguiendo la term inología de Teil­
hard de C hardin los llam arem os geogénesis, biogénesis y antropogéne-
sis.
La geogén esis — iniciada hace 4.500 m illones de años— hace refe­

248
M étodos y técnicas de investigación social

rencia al proceso de form ación de la Tierra. Es el m om ento de la p re­


vida, la m ateria no evoluciona hasta el estado de la vida, pero va p re­
parando las potencialidades de la vida, en el sentido de que ésta ha de
surgir en el m om ento en que la m ateria realice una estructuración su ­
ficientem ente com pleja e interiorizada. La pre-vida contiene en g er­
men un cierto psiquism o.
L a biogénesis com o conjunto de fenóm enos que prepara, en el c u r­
so de la evolución, el desarrollo de la vida. C om ienza a form arse la
biosfera, la capa de sustancia vitalizada que envuelve la Tierra.
La antropogénesis, que se inicia con la aparición de la especie hu­
m ana en la línea evolutiva que hem os esbozado en este parágrafo. D en­
tro de la antropogénesis se produce el proceso de hom inización, que
expresa el proceso evolutivo, desde el estado de vida anim al, no refle­
xivo, hacia el estado hum ano en el que surge el pensam iento reflexivo.
Se configura la noosfera, la zona de vida pensante y consciente de la
especie hum ana. Ésta se configura por un proceso evolutivo de p sico­
génesis que conduce al desarrollo de la consciencia y, más adelante, a
la consciencia reflexiva. L a psicogénesis se convierte en noogénesis o
génesis del pensam iento reflexivo en el m om ento de la aparición del
H om o sapiens.
En todo el proceso de la evolución existen um brales en los cuales
seres nuevos em ergen discontinuam ente de los que los preceden: están
separados por un um bral a partir del cual aparecen los caracteres n u e­
vos.
Las m utaciones constituyen m om entos de franqueam iento de un
um bral. La evolución progresa por saltos; éstos corresponden a los
puntos críticos debidos a una saturación de m icrom utaciones que, de
alguna m anera, produce el estallido o la aparición de un ser nuevo. C a­
da salto franquea un um bral biopsíquico que perm ite a la vida acceder
a un nivel superior.
C on el análisis de la irrupción del H om o sapiens en la Tierra hem os
culm inado nuestra reflexión sobre la cosm ogénesis. En cada una de las
grandes etapas la evolución se com porta de acuerdo con ciertas tenden­
cias generales que significan, en cada caso, un proceso en donde co e­
xiste el desorden, el orden y la organización. El H om o sapiens — un re ­

249
IC/rqutrl Aruíer-Efm

cién llegado a la cosm ogéncsi»— es la flecha ascendente de un c o n ­


ju n to de elem entos entretejidos que van franqueando sucesivos grados
en que las form as de m ateria se van dando de m anera cada vez m ás o r­
ganizada.
El hecho general de la evolución, de una u o tra form a, es g en eral­
m ente adm itido de acuerdo con el nivel actual de conocim ientos. E sto
im plica que estam os en un m undo no hecho, sino haciéndose. Sin e m ­
bargo, no hay certeza de que la evolución tenga uan dirección. N o so ­
tros, siguiendo a T cilhard, creem os que el ser hum ano es la "“flecha del
árbol de la vida”, pues la evolución continúa y, adem ás — com o dice
H uxley— , ‘‘se ha hecho au to co n scien te” . De este m odo, los hum anos
prolongam os a escala p lanetaria el proceso vital que llevam os en noso­
tros m ism os. H asta la aparición del H om o sa p ien s, la evolución se ha
regido por las leyes de la selección natural, a partir del hom bre son las
fuerzas de la invención y creación hum ana las que tom an su m ando en
la evolución; en cierta m edida, los seres hum anos som os “resp o n sa­
bles” de la evolución. D ecim os ‘‘en cierta m ed id a”, porque los indivi­
duos podem os distorsionar el proceso, pero no podem os hacer todo lo
que querem os; sin em bargo, nos parece vislum brar que la ley de co m ­
plejidad y asociación crecien tes que actuaban en la cosm ogénesis si­
gue operando en la biogénesis.
¿Es la m archa ascendente hacia la personalización y hacia la “hu-
m anim ización” , es decir, hacia una hum anidad cada vez más hum ani­
zada? ¿P odem os pensar en la realización de una hum anidad planetaria
unida en un esfuerzo com ún para prom over el progreso espiritual?
¿P odem os pensar en la posibilidad de que los seres hum anos, por un
fenóm eno de consciencia superior, com enzásem os a probar, cada uno
por sí m ism o, la vida total de la especie?

c. L a s u s ta n c ia in v is ib le q u e c o n fo r m a e l H om o sap ien s

El H om o sapiens lleva entre 100.000 y 150.000 años sobre la T ie­


rra, pero precisam ente hoy, el día 26 de ju n io de 2000, que reviso este
capítulo antes de la im presión del libro, no puedo dejar de agregar a l­
gunas reflexiones sobre la nueva etapa que se inicia en la historia de la

250
Métodos y técnicas de investigación social

especie hum ana, cuando se anuncia que disponem os, desde ahora, de
una descripción precisa y com pleta en lo esencial del genom a hum ano.
Se ha conseguido d escifrar y ord en ar ese rom pecabezas de 50 m illones
de piezas que configuran las hileras del A D N , con 80.000 a 100.000
genes, repartido en 23 pares de crom osom as que determ inan el d esa­
rrollo de cada uno de nosotros'y buena parte de nuestras características
físicas, intelectuales y psicológicas.
L as investigaciones sobre el genom a hum ano culm inan un proceso
de m enos de m edio siglo. P odem os rem o n tam o s a 1953, cuando Jam es
W atson y F rancis C rick descubren la estructura tridim ensional en d o ­
ble hélice del ácido desoxirribonucleico (A D N ) que contiene las ins­
trucciones para crear cu alq u ier ser vivo. E stos estudios son co m p leta­
dos dos años después por Severo O chóa, cuando consigue sintetizar el
ácido ribonucleico (A R N ) que es la m olécula que hace posible la tran s­
form ación genética del A D N en proteínas. En 1959, Prutz y K endrew
resuelven por prim era vez la estructura de dos proteínas. En esos años
— a partir de estos estudios— la m anipulación genética posibilita m o ­
dificar los genes de las plantas y anim ales, unir fragm entos de A D N ,
producir alim entos transgénicos, transportar el ADN de un organism o
a otro, para culm inar en 1996 con la clonación de la oveja D olly y la
creación en 1999 de “ ratones inteligentes” en la U niversidad de Prin-
centon, con los aportes del biólogo Joe T sien.
D espués de haber esbozado en este parágrafo el largo proceso de
evolución, que culm ina con la irrupción del H om o sapiens en la T ierra,
no cabe duda de que esta hazaña científica es un “hito para el futuro de
la especie hum ana” y tam bién lo es de cara a reconstruir el pasado, en
el caso de que fuese posible descubrir, com o sostienen algunos cientí­
ficos, el genom a prim ordial del que surgieron los genom as hum anos,
de los prim ates, de los vertebrados y de todo lo existente. El “conóce­
te a ti m ism o” que, desde el frontispicio del tem plo de D elfos fue d u ­
rante siglos com o una consigna para que el hom bre indague sobre sí
m ism o, ha llegado a su m ás alta expresión con la descripción del ge­
nom a hum ano. Es el conocim iento m ás im portante que el ser hum ano
ha alcanzado sobre sí m ism o.
M ientras m e m aravillo y asom bro, m e pregunto: ¿no es esto lo que
se ha llam ado el “alm a” de los seres hum anos? N o lo sé; m ás bien creo

251
E zequ ifí Andrr-Eftx

que apenas hem os llegado al um bral del secreto de la vida: no basta


con conocer algunos genes de los seres vivos; el secreto m ayor está en
las proteínas, que son las verdaderas m áquinas de la vida. Q ueda m u ­
cho por conocer de ellas: cada una es distinta, “se retuerce de m anera
endiablada en com plejas hélices y em brollados pliegues” , com o dice
M ax Peritz. Y, aun conociendo las proteínas, no habrem os entrado p le ­
nam ente en eJ secreto de la v id a ... O tra vez m ás la ciencia nos siuía
entre el éxtasis y el vértigo; entre la poesía, la m ística y el asom bro.

Hechas estas consideraciones sobre el largo proceso de evolu­


ción que da lugar a la aparición de la especie humana, no* va­
mos a preguntar y reflexionar acerca de ¿qué es la vida?

5. E n b ú sq u e d a d e l c a m in o h a c ia la s a b id u r ía

Nuestra disponibilidad para con la sabiduría es un fin en t í


mismo, no un medio para obtenerla.
Sais ador PanikJcar

Este libro, desde su prim era página, reivindica la razón com o ins­
trum ento de conocim iento y, de m anera particular, la actitud científica
com o un m odo para hacem os m ás responsables en nuestros ju icio s y
opiniones; dispuestos a corregir errores, a ser m enos autoritarios y. so­
bre todo, más tolerantes. Pero, al m ism o tiem po — y éste es el tem a
central de este capítulo— , consideram os que debem os ir m ás allá del
racionalism o y de la ciencia, integrando en nuestro m odo de vivir la
afectividad, la alegría y la ternura. A sum im os que la ciencia es necesa­
ria, que es una form idable creación del espíritu hum ano, pero ella sola
es insuficiente. Lo racional no es la totalidad de la vida; es una parte
de ella. Ligam os e identificam os la cognición y el aprender a pensar
“con todo el proceso de la vida — incluyendo percepciones, em ociones
y com portam ientos— y su com prensión com o un proceso que no co m ­
porta transferencia de inform ación ni representaciones m entales de un
m undo externo, requieren una radical am pliación de nuestros m arcos
conceptuales científicos y filosóficos” .11

252
Métodos y técnicas Je inx'tstigación social

El sabor es propio de la ciencia (aunque no exclusivo de ella); el


com prender el significado y sentido m ás profundo de las cosas es pro­
pio de la sabiduría. El científico que no va m ás allá de su ciencia y el
profesional que no es capaz de trascender su saber tecnológico están
atrapados en la concepción cientificista-tecnocrática, según la cual»
“todo lo que puede ser técnicam ente realizado, debe ser llevado a c a ­
bo” . N ecesitam os un pensam iento que integre la racionalidad de la
ciencia y la tecnología, la sensibilidad y la em oción, el trabajo y la fan­
tasía, el pensam iento y la acción, de m odo que, retroactuando sobre la
consciencia, lleve a un m odo de ser, de pensar y de actuar propio de la
sabiduría.
Estam os muy cerca del com ienzo del siglo X XI. Un nuevo siglo,
com o un nuevo año, en sentido estricto no es m ás que un núm ero en un
calendario, pero psicológicam ente nos crea una cierta predisposición a
pensar en nuevos cam inos y nuevas posibilidades. A plicado al tem a
que estam os tratando, el sueño deseable es el de poder integrar esos
dos desarrollos que m archaron paralelos y a veces contrapuestos: la
ciencia y las hum anidades. Han existido — y siguen existiendo— hu­
m anistas que tienen una opinión peyorativa de la ciencia, a la que co n ­
sideran destructiva — com o decían los poetas Yeats y Blake— de la ca­
pacidad hum ana para el sentim iento y elim ina el asom bro y la belleza
del m undo. Han existido — y siguen existiendo— científicos que des­
deñan las hum anidades que consideran incapaces de explicar la reali­
dad. N ecesitam os de am bas (de la ciencia y de las hum anidades).
C uando reflexiono sobre los tem as centrales de la física cuántica, la
biología m olecular y, de m anera especial, de la cosm ología, siento ne­
cesidad no sólo de la ciencia, sino tam bién de la m ística y la poesía pa­
ra que mi pensam iento aprehenda esa realidad, dentro de los lím ites
que perm iten mi inteligencia y mi consciencia.
A p esar de todas las contribuciones altam ente positivas con las que
la ciencia y la tecnología aportaron a la sociedad y a los seres hum a­
nos, la concepción racionalizada-cientificista-tecnológica que le sirve
de referencia, ha configurado un universo, una sociedad y un m odo de
actuar:
• hiperobjetivo,
• em pírico-instrum ental,

253
E zequiel Ander-Egg

• pragm ático-oportunista,
• prosaico-utilitario,
• burocrático-deshum anizado.

E stas notas o características, que son lo negativo de la concepción


científico-tecnológica y que im prim en su sello en la sociedad de fina­
les de siglo, necesitan el com plem ento o co n trap eso del universo de:
• la m úsica y la danza;
• la poesía y la literatura;
• la ética y la estética;
• la m ística y la religión;
• la historia y la filosofía;
• el silencio, la soledad y la m editación;
• la alegría y el ju eg o ;
• el sentim iento, la afectividad y el erotism o;
• la pasión del am or y la ternura.

V isto desde otra perspectiva, necesitam os una fertilización recíp ro ­


ca entre la racionalidad de O ccidente y la capacidad de contem plación
de O riente. Un cruzam iento fertilizante entre la razón, el análisis, la
experim entación y la intuición, el silencio, la capacidad para ad m irar­
se y para entrar en com unión con todo lo e x iste n te ... Ser persona es lo
verdaderam ente sustancial; ser un buen investigador puede ayudar a
explicar alguna parte de la realidad; ser científico es trabajar en el ám ­
bito m ás elevado que ha creado la razón hum ana; la búsqueda de la sa­
biduría es la m archa hacia la plenitud.

a . ¿ Q u é e s la s a b id u r ía ?

Aun cuando podríamos ser sabedores (savants) por el saber


ajeno, sólo podemos ser sabios (sages) por nuestra propia sa­
biduría.
M ontaigne

¿Q ué es la sabiduría?, nos p reg u n tá b am o s... R espondem os con p a­

254
Métodos y técnicas de investigación social

labras de Panikkar: “ la sabiduría es el arte de la vida“ ... la “ex perien­


cia plena de la vida” es una “form a de g o zar el sentido m ás profundo
de la vida“, es “vivir la arm onía de todas las polaridades de la ex isten ­
cia” , es una “experiencia integral que da form a a nuestra vida“ .12 L a sa­
biduría tiene que ver con el arte de vivir, y se expresa de m anera p arti­
cu lar en un estilo de vida. N o es tanto en los libros com o en la vida en
donde hem os de buscarla y realizarla.
V ivim os en un m undo colm ado y p letórico de ciencia y tecnología
y, al m ism o tiem po, pobre y raquítico en sa b id u ría ... Existe una aso m ­
brosa disparidad, una inm ensa brecha, entre el nivel alcanzado por los
conocim ientos científicos, el desarrollo de la tecnología, la sofistica­
ción de los instrum entos de investigación y los afinam ientos de los p ro ­
cedim ientos, y el lim itado desarrollo de la sabiduría, la ética y la esp i­
ritualidad. P ara decirlo de otra form a: hay un desfase entre el nivel de
conocim ientos y el saber vivir y realizar nuestra condición hum ana.

Al lado de la ciencia queremos sabiduría, buen sentido y arte.


No limitación cuantitativa, ni aridez racional, ni el estereotipo
de la lógica. Sino sensibilidad hacia todo, cabeza y sentimien­
tos, erudición y felicidad, saber y arte, disciplina y belleza.
Pedro D em o

Ya hem os hablado de los interrogantes y preocupaciones que nos


plantea la revolución científico-tecnológica. Estos interrogantes nos
llevan a form ulam os otras preguntas: ¿Q ué ha tenido que pasar entre
los seres hum anos, que dotados de tanta ciencia y tecnología la siguen
utilizando para la destrucción, insensibles a los problem as que agobian
a la m ayoría de la hum anidad? ¿Para qué sirven una ciencia y una tec­
n o lo g ía ligadas al poder, que están m ás al servicio de la carrera arm a­
m entista que al de la resolución de los problem as que se derivan de la
situación de pobreza de más de la m itad de la población m u n d ial?...
C uando se form ulan estas preguntas, significa que tenem os preocupa­
ciones que nos pueden llevar a buscar el cam ino de la sabiduría.

255
Etrqulel An/irr-f-.gg

b. ¿ Q u é e s la v id a ?

¿Q ué es la vida?, se preguntaba S egism undo en la expresión p o é ti­


ca de C alderón de la Barca. I^a m ism a pregunta se form ulaba el físico
Erw in S chrodngcr a com ienzos de la década de los cuarenta. M uchos
años después (1997), M argulis y Sagan preguntan una vez m ás: ¿qué
es la vida? C ientíficos, filósofos, poetas y todos los seres hum anos que
viven una existencia auténtica se form ulan idéntica pregunta.
En la fugaz presentación que hicim os en las páginas precedcnte-v,
acerca de un proceso de m iles de m illones de años, decíam os que, a po­
co que reflexionem os sobre lo que ha sido la evolución del cosm os, no
podem os dejar de tener pensam ientos, sentim ientos y v h e n c ía s que nos
llevan del asom bro al vértigo... Pero, en un m om ento de esa gran d eri­
va cósm ica, en ese insignificante trocito del cosm os que es la T ierra,
irrum pe la m aravilla de las m aravillas, la m ayor que haya podido exis­
tir jam ás: LA VIDA... La visión de la cosm ogénesis que nos asom bra se
tiñe de un encanto diferente con el palpitar de la vida que nos fascina.
D entro de esc largo proceso de evolución del universo, se c o n stitu ­
yó nuestra casa cósm ica. D urante m illones de anos, fue un inm enso
erial. La Tierra pasó parte de su existencia siendo un estéril plancla.
Luego, en un “ largo m om ento“, fue apareciendo “alg o “ que se d istin ­
guía de la m ateria inerte: la vida. H ace unos 3.800 ó 4 .000 m illones de
años, irrum pió la vida, m anifestada en un conjunto de m oléculas m ás
sim ples que las actuales células hum anas; estas m oléculas sim ples si­
guieron un “cam in o ” que las llevó a co nfigurar m oléculas m ás co m p le­
jas. Y, en un m om ento, se generaron las proteínas y los ácidos n u clei­
cos (A D N y A R N ) que son las huellas m oleculares que “m u estran “ que
la vida existe.
C uando los seres vivos aparecieron en nuestro planeta, se d istin ­
guieron de la m ateria inerte por tres propiedades: su capacidad piara re­
plicarse (sacar copias de sí m ism o), p>or su habilidad selectiva piara in­
tercam biar sustancias con el entorno y por la eficacia de sus sistem as
para procesar la energía.
¿C óm o pudo surgir la vida en la Tierra desértica? ¿C uándo co m e n ­
zó? ¿C óm o com enzó? ¿C uál es el origen o los orígenes de este m ara­

256
M étt míos y técnicas de ¡fu s tig ació n social

villoso fenóm eno?... No hay una respuesta científica term inante, ni es


propósito de este libro tratar o presentar toda la discusión científica que
existe a este respecto. Q ue la vida sea el resultado — com o están de
acuerdo la m ayoría de los científicos— de la quím ica de un elem ento
natural — el carbono— en un solvente universal, el agua, y producto de
una evolución.quím ica biológica, o que haya sido “sem brada” desde el
espacio^*) por esporas transportadas en estado de congelación a través
del espacio interestelar (la hipótesis de la “pansperm ia dirigida”), no
hace a la m aravilla de su existencia.
¿C uándo apareció la vida? ¿Cuál es el origen de la vida? Buena par­
te de las respuestas a esta pregunta fueron dadas por los paleontólogos.
D urante m ucho tiem po, estudiaron los fósiles m acroscópicos, con el
inconveniente de que sólo tienen unos 600 m illones de años. Al llevar­
se a cabo el estudio de m icroorganism os (m icrofósiles), ha perm itido
ir m ás lejos en el tiem po. Estas huellas se encontraron en rocas de has­
ta 3.800 m illones de años, en las que parece ser que la fotosíntesis b io ­
lógica ya estaba presente (estudios hechos públicos en agosto de 1999,
en A ustralia, exigirían algunos ajustes de fechas, pero ello no afecta a
las cuestiones sustantivas que aquí estam os tratando). En general, se
tom an com o referencia de los prim eros indicios de vida en la Tierra
unos 3.800 m illones de años. Hace 2.000 m illones, habrían aparecido
las prim eras células con núcleo (eucarátidas); hasta hace 600 m illones
de años, sólo existían algas, bacterias y plancton. A partir del periodo
C ám brico, aparecieron las prim eras células vertebradas, hace 543 m i­
llones de años, y los prim eros vertebrados hace 510 m illones... Esto es
algo de lo que sabem os, no de m anera definitiva, sino con cierto fun­
dam ento científico acerca de cóm o ha sido el proceso que fue dando
lugar a la vida y a diferentes form as de m anifestarse. Sin em bargo, te­
nem os m uchos interrogantes sin respuestas: ¿C óm o llegaron a existir
los am inoácidos? ¿Cóm o se unieron a las p ro teín as?... En fin, no sa­
bem os cuál es el origen de la vida.

(• ) Esta hipótesis puede parecer a algunos lectores tomada de la ciencia ficción. Pero no es así: fue formulada
por primera ve/ por el químico sueco Svante Arrheruw. Reiterada luego por dos astrofísicos británicos, Frcd
Hoyle y Chandra Wíckramasinghe Ellos sosuenen que es inútil buscar el origen de la vida en nuestro planeta,
puesto que ella se ha formado en el espacio interestelar En 1973, el premio Nobel Francis Crick y el químico
Leslie Orgel. en la revista Icaruj, sosuenen que esta hipótesis — aunque no exisie ahora ningún modo de veri­
ficarla— no uene por quó ser desechada.

257
Ezequiel Ander-Efia

La “biografía de la vida” — si se me perm ite esta expresión— es una


form a en que se ha m anifestado — y se m anifiesta— el dinam ism o có s­
m ico en un largo cam ino evolutivo, desde un lejano origen mineral pa­
sando por las m oléculas sim ples a las m egam oléculas. D esde las form as
m onocelulares hasta las form as anim ales más com plejas, que van llegan­
do a su cim a en los hom ínidos y culm ina con el hom o sapiens. La vida
es tam bién — com o la evolución del cosm os— producto de un largo pro­
ceso de m illones de años, puesto que ella es parte integral del universo.
La vida existe en nuestro planeta; posiblem ente, hay vida tam bién
en otras partes del U niverso; ¿dónde?, ¿a qué d istancia?, ¿será com o
en la T ierra, hecha de proteínas y ácidos nucleicos, y basada en la q u í­
m ica de com puestos de carbono en solución acuosa?... N o lo sabem os.
La inform ación de la que hoy disponem os, gracias a los cosm ólogos,
es que en nuestra galaxia habría unos 100.000 planetas capaces de te­
ner vida. Y, si en los m iles de m illones de galaxias existentes se dan cir­
cunstancias parecidas, habrá m ás de 1.500 m illones de planetas en los
que podría darse la vida.
D urante m illones de años, en los restos de la trituración cósm ica con
que fue hecho nuestro hogar, la Tierra, se fue form ando la vida — la
biosfera— en una región de apenas 12 kilóm etros (8 en profundidad en
la hidrosfera y 4 de altura en la atm ósfera). Si dijim os que la Tierra es
prácticam ente inexistente en las dim ensiones cósm icas, ¿qué podem os
decir de la delgadez de la biosfera en la cual existim os?... Sin em bargo,
en ella late la vida.
Todo esto podem os pensarlo hoy con una conciencia planetaria y
aun con una conciencia cósm ica, viéndonos com pañeros en esta p e­
queña y frágil nave que es la T ierra, con una d elgadísim a capa (apenas
unos 12 kilóm etros) en donde se conserva la vida. La tecnosfera, pro­
ducto de la ciencia y la tecnología, agrede con peligro de m uerte la
biosfera, com o consecuencia del deterioro del m edio am biente que am ­
bas producen, con el uso inadecuado de las m ism as.
Los problem as m ás graves, derivados o producidos por la agresión
ecológica, son problem as planetarios: deterioro en la capa de ozono,
efecto de invernadero y alteraciones del clim a. La crisis ecológica se
ha planetarizado. C onsecuentem ente, o nos salvam os todos o perece­
m os todos... La vida en el planeta T ierra está asediada de m uerte.

258
Métodos y técnicas d e investigación social

c. N u e s tr a v id a : la d e lo s h u m a n o s

N o vam os a reiterar la pregunta acerca de lo que es la vida. Vamos


a hacer algunas consideraciones acerca de nuestra vida, vista desde la
perspectiva de la evolución cósm ica. L a prim era pregunta que nos asal­
ta es: ¿a qué se reduce la vida?

• ¿Es una transgresión a las leyes de la evolución cósm ica, un error


del universo, que no estaba hecho para ella? ¿Todo se reduce a
“quedar aferrados a un fragm ento de grano de arena, hasta que el
frío de la m uerte nos restituya a la m ateria bruta” ?; y m ientras es­
tam os aquí, en esta nave que es la Tierra, ¿a “exhibim os durante
una horita en un teatrillo, sabiendo perfectam ente que todas nues­
tras aspiraciones se hallan condenadas al fracaso final y que todo
cuanto hem os hecho perecerá con nuestra raza, dejando al U ni­
verso com o si no hubiéram os existido...?” .13 ¿Sólo som os “seres
para la m uerte” , un “grito de angustia entre dos nadas” que actúa
un m om ento en el teatrillo del planeta Tierra?
• ¿O la vida es — com o decía T eilhard de C hardin— el “eje y fle­
cha de la evolución”, y los hum anos seres trascendentes que lo­
gran su plenitud después de la m uerte? En este caso, todo en el
universo se ha dado en la dirección de hacer posible la existencia
de los seres hum anos.

Y en esta preparación y búsqueda a través de preguntas y respues­


tas, tratando de aprender a vivir, de saber vivir nuestra condición hu­
m ana que es “aquello” en lo que consiste la sabiduría, m e he de inter­
pelar en lo m ás íntim o y personal: ¿Q uién soy? ¿De dónde vengo? ¿A
dónde voy? ¿Q ué significado tiene la vida? ¿Q ué sentido tiene mi exis­
te n c ia ? ... P uede que no haya ni significado, ni sentido, puede que lo
tenga; pero en to m o a estas cuestiones tengo que d ar m is respuestas
personales, salvo que m e evada en el enajenam iento de m í m ism o.
Estos interrogantes nos enfrentan al m isterio. Podem os avanzar en
las indagaciones y en las respuestas científicas. Sin em bargo, el m iste­
rio sobre el destino final de los hum anos es com o la línea siem pre fu­

259
h'iequlel Antier / ;# x

gitiva del horizonte: avanzarnos hacia él y. en la m ism a m edida en que


avanzam os, se aleja de nosotros.
A unque no haya salvación, la fraternidad es posible. V eám ono* en
dónde estam os: todos cond en ad o s a la m uerte, en una frágil nave que
gira en un cosm os indiferente, y nosotros angustiados por el silencio
de los dioses que no tienen piedad de nuestra soledad. ¡Si al m enos nos
enviasen una señal de salvación! Y nosotros luchando entre nosotros
por éxito, poder, dinero... ¿Para qué, si al final lodos som os seres para
la m uerte?...
Sea la flecha de la evolución que tiende a un om ega fina] que es sal­
vación personal, trascendente y eterna; sea un co n d en ad o a la m uerte
perpetua en un m undo sin salvación fuera de la Tierra ín o hay parusía
ni paraíso m ás allá de la m uerte), ni salvación en la T ierra Ha revolu­
ción liberadora y el paraíso terrenal); hoy tenem os que “ saber ver. sa­
ber pensar, saber pen sar el propio pensam iento, saber actu ar” . É.ste es
el cam ino de la sabiduría; sabiduría necesaria “ no solam ente para uno
m ism o, sino para la tarea m ás grandiosa jam ás conocida por el h o m ­
bre: la lucha sim ultánea contra la m uerte de la especie hum ana y por el
nacim iento de la h u m an id ad ...".14

d . S a b id u r ía y v id a

C uando nos preguntábam os acerca de la sabiduría, d ecíam o s que


ésta no es una cuestión fundam entalm ente intelectual sino vital; es el
arte de la vida. La vida es, precisam ente, la realidad radical de cada
ser hum ano. La vida de cada uno; tu vida, mi vida. Esta vida la hem os
de hacer cada uno de nosotros; nadie nos hace la vida, aunque algunos
destruyen la suya propia y la de otros negándoles la condición de d ig ­
nidad, explotándolos, oprim iéndolos, dom in án d o lo s, ag rediendo y aun
m atando.
H acer la vida significa e im plica ser protagonista. Y. co m o no esta­
m os solos en nuestra existencia, tenem os que ser responsables en la re­
lación con los otros: som os com pañeros de la nave espacial T ierra, c iu ­
dadanos de la patria T ierra. Todos venim os de esa esfera prim ordial, to ­
dos som os parte y continuación de un río genético que fluye. E stam os

260
Métotlos y técnicas de investigación social

vinculados con todo y todo nos concierne. La vida es nuestro patrim o­


nio com ún en la diversidad de lo existente.
Si la sabiduría es el arte de la vida, tenem os que aprender este arte.
En él se incluyen m últiples dim ensiones, desde el m odo de vivir nues­
tra cotidianidad, hasta la form a de responder a las preguntas m ás radi­
cales (en el sentido de que van m ás a la raíz) acerca de nuestro existir:
¿de dónde venim os, qué som os, hacia dónde vam os? ¿Q ué posición
ocupam os en el universo? ¿Q ué sentido tienen la* m uerte, el dolor, la
felicidad, el am or y la vida m ism a?... ¿Q ué sentido tiene mi vida?...
Lo cotidiano incluye, com o el térm ino lo indica, lo de cada día: d es­
de el com er, el dorm ir, la vida de relación: pareja, hijos, fam ilia, g ru ­
pos y organizaciones a las que pertenezco (o qo pertenezco), el traba­
jo , la sexualidad, el juego... Y, sobre todo, cóm o me relaciono con mi
cuerpo.
Si som os coherentes en nuestro m odo dei ser, nuestra cotidianeidad
debe ser vivida de acuerdo con las respuestas que hayam os dado a las
preguntas radicales a las que antes aludim os.
M uy poca gente, y m uy raram ente, se plantea la necesidad de
aprender a vivir. Por eso, vivir es algo perogrullesco, y el saber vivir
un hecho raro, com o rara es la sabiduría. U no puede existir estando;
puede trabajar m ucho y hacer m uchas cosas sin im portarle el aprender
a vivir. En la gente que considera que esto no debe ser una preocupa­
ción, todo es natural y el vivir es algo obvio, com o si uno supiese ha­
cerlo, sin necesidad de hacer ningún esfuerzo. Son m illones los seres
hum anos que no sienten la necesidad de preguntarse acerca del senti­
do de la vida y de plantearse la necesidad de aprender a vivir.
i
Pero, si quiero existir viviendo, me he de plantear la necesidad de
aprender a vivir. El arte de aprender a vivir aparece com o problem a por
resolver, com o desafío, sólo cuando quiero vivir una existencia autén­
tica... Es decir, cuando quiero dar el salto — dicho en lenguaje existen-
cialista— de la existencia inautèntica a la existencia auténtica.
Y, cuando quiero vivir una existencia auténtica, tengo que plantear­
m e el problem a del sentido de la vida, las preguntas radicales a las que
antes aludíam os, y tengo que tener — de acuerdo con esas respuestas—
un proyecto de vida... U na vida plena supone querer realizar un pro­

261
Ezequiel Ander-Exx

yecto; un proyecto que se puede m odificar (reajustarlo, am pliarlo, re­


ducirlo y aun cam biarlo) a m edida que transcurre nuestra vida. Lo que
im porta es tener una m eta u objetivo en la vida; esa m eta u objetivo su ­
pone un proyecto, y ese proyecto ha de tener tal significación de m o­
do que sea, a su vez, m otor/m otivación para vivir. C uando uno se apa­
siona por un proyecto, por algo que quiere realizar, la vida adquiere
m ás intensidad. Y, cuando ese proyecto es un p ro /e c to de servicio a los
dem ás, la vida adquiere la profundidad y el sentido que proporciona la
fraternidad. Tener un objetivo o m eta, pero no cualquiera; tiene que ser
personalizante y capaz de personalizar a otros. El proyecto personal/e-
xistencial que puedo realizar individualm ente o en pequeños grupos
(pareja, com unidad) es para cada uno la u to p ía o n to g e n é tic a que se ha
de insertar en una u to p ía filo g en ètica, com o expresión del futuro que
deseam os para la sociedad y para la especie hum ana a cuya realización
querem os contribuir.
El arte de vivir, la sabiduría, no se aprende en los libros, y m enos
aún en los recintos académ icos; se aprende viviendo. Pero, cuando d e­
cim os “ viviendo” , no debem os confundirlo con el hecho de que sólo
existir y estar en el m undo signifiquen saber vivir. Hay que saber vivir
conscientes de la propia singularidad y de las propias responsabilida­
des. C onscientes, asim ism o, de todas nuestras ligaciones y relaciones
con lo existente. Vivir con sabiduría supone tener conciencia planeta-
ria/cósm ica, para ser m ás realistas sobre nuestro “ lugar” en el cosm os,
insignificante en el abism o del espacio y del tiem po; y, sin em bargo,
con el valor absoluto de todo lo hum ano (su vida, su libertad, su d ig n i­
dad).
El secreto de la sabiduría, que es el secreto para la paz, la ju sticia,
la libertad y la fraternidad, se expresa en la reverencia sacra a la vida
y en el saber vivir en com unión con los dem ás, con la naturaleza y con
todo lo que hay en ella. N o se trata de “dom inar la T ierra” sino de sa­
ber ser com pañeros en esta pequeña nave espacial que es nuestro pla­
neta. Ser com pañeros para ser felices, en esta com unidad de destino
que nos toca vivir... Si todos som os seres para la m uerte y estam os d es­
de siem pre condenados a ella, ¿por qué no ser fraternales y solidarios
procurando vivir en paz y am istad con los otros en este pequeño ins­
tante que nos toca vivir?

262
M étodos y técnicas de investigación social

e. H a c ia u n a c o s m o v is ió n d e la f r a te r n id a d y la c o m u n ió n

A dem ás del estupor y la adm iración que produce lo fantástico del


proceso cosm ológico, naturalm ente la cosm ogénesis nos da una per­
cepción m ás profunda — h asta'd o n d e los lím ites personales perm iten
alcanzar— de• que som os parte de un todo.
L a biología y la ecología, com o ya lo indicam os, nos conducen a la
m ism a conclusión. A hora bien, al experim entar estas vivencias, difí­
cilm ente podam os dejar de tener un sentim iento de solidaridad univer­
sal con todos los seres hum anos y con los otros seres vivos que exis­
ten — que coexisten conm igo— en la Patria-T ierra.
F rente a este hecho, he de preguntarm e: ¿C óm o he de relacionarm e
con ellos? ¿C óm o he de convivir? ¿En qué m edida me co n ciern en ?...
D e todo cuanto hem os reflexionado hasta ahora, surge una realidad
sustancial que subyace com o fundam ento a todas las respuestas que
podam os dar a las preguntas form uladas: es el hecho de nuestra religa­
ción con todo lo existente, particularm ente con los seres vivientes. La
p an relaclonalidad es uno de los hech os radicales de la existencia
hum ana: cada uno de nosotros es parte del tejido de todo lo exis­
tente.
Y, ante el hecho m ism o de vivir y de existir, ¿qué debo y qué pu e­
do h acer? ... E ste últim o interrogante tiene que ver con el estilo de vi­
da. C om prender la vida, afrontarla y asum irla tal com o es, sin hacerse
falsas ilusiones y sin vivir de fantasías, ése es el m odo de vivir del sa­
bio.
A lo largo de este capítulo, he insistido en la necesidad de pensar
esta realidad, no sólo de inform am os de ella. E sta insistencia la hace­
m os, sim plem ente, porque pensar es siem pre un intento de entender el
m undo tal com o es y, a la vez, un m odo de en cam ar en la vida cotidia­
na la visión/com prensión que tenem os de la realidad. Ello nos condu­
ce a un pensam iento y a una práctica que — com o dice Leonardo
B off— “incluye y relaciona todos los seres hum anos entre sí y con el
respectivo m edio am biente desde la perspectiva de lo infinitam ente p e­
queño de las energías y partículas elem entales, de lo infinitam ente
grande de los espacios cósm icos, de lo infinitam ente com plejo de la v i­

263
Firquie! Ander-EffK

da, de lo infinitam ente profundo del corazón hum ano y de lo infinita­


m ente m isterioso, anterior al big bang, océano ilim itado de lo cual to ­
do m ana” ... Tenem os que vivir — nos dice en otro pasaje— “ la unidad
del proceso cósm ico... percibir que la naturaleza no es algo solam ente
externo, sino especialm ente interno al ser h u m an o ".,5
C om o buen discípulo de Francisco de A sís, desde los dalos y co n ­
clusiones científicas de la cosm ología actual, Boff nos lleva a una pers­
pectiva cosm ogónica de solidaridad y com unión con todo lo viviente.
Bella y profundam ente lo ha expresado, cuando nos invita a situam os
en:

• nuestra casa, la gran madre, que es la Tierra;


• nuestra ciudad cósm ica, que es el Sistem a Solar y
• nuestra patria cósm ica, que es la Vía Láctea, nuestra galaxia.

La Tierra — la naturaleza toda— es algo nuestro; cada ser viviente


es parte de esta vida com partida; toda persona, cualquier persona, es
parte de mí mism o. El secreto de la paz, de la supervivencia y de la fe­
licidad (para ser felices estam os), consiste básicam ente en el respeto a
la vida. Y respeto a la vida en esta sacralización de la naturaleza y las
personas, con quienes me relaciono no para dom inar, sino para buscar
la com unión con ellos.
El sabio sabe para saber, sabe para poder actuar, actúa para llegar a
ser más, quiere ser más para am ar más... Todo esto nos lleva m ás allá
de la ciencia; por eso el sabio llega a la “ciencia con conciencia” , y la
trasciende m irando al hom bre com o el valor suprem o, que no es ins­
trum ento ni de otros hom bres, ni de la ciencia, ni de los dioses. El hom ­
bre por encim a de todo, la vida com o lo m ás im portante, la felicidad
com o el objetivo de cada existencia... Ésta no es la sabiduría, es ape­
nas el com ienzo del cam ino que conduce a ella... El sabio va m ás allá
de la razón, buscando una realización más plena de la s ida hum ana.
Esta realización no se logra por saber más, por ser m ás s inuosos o más
inteligentes, sino porque perfeccionam os el ane de amar.
C uando se traspasa el umbral que introduce en el largo cam ino ha­
cia la sabiduría, uno queda penetrado por una inquietud de espíritu, ca­

264
Métodos y técnicas dIr Investigación social

paz de influir en el gozo y la pasión del vivir pleno. Vivir apasionada­


m ente es m anifestar con la propia existencia que la vida no es una pa­
sión inütil, aun cuando no se pueda sobrepasar el lím ite irrebasablc de
la m uerte. Vivir apasionadam ente buscando la sabiduría es llenar la vi­
da de poesía, aun cuando la propia existencia haya estado jalonada de
fracasos, con decenas de dram as superpuestos. La esencia de la poesía
no es rim ar ni com unicar, es, com o dice D erek W alcott, “enam orarse
del m undo a pesar de la historia” . En su Iniciación a la sabiduría, Pa-
nikkar lo expresa com o algo que brota de la vida y que se m anifiesta
en la existencia. “Siem pre he sentido — dice— una gran necesidad de
abarcar, o m ejor dicho, de llegar a ser la realidad en toda su plenitud;
de vivirla, de transform arm e en ella, no sólo de m odo teorético, sino
por m edio de la im plicación global de mi persona” .16

EJ cam ino de la sabiduría, al igual que el cam ino de la co m ­


p rensión. la preocupación y la responsabilidad por las c o n se ­
cu en cias de nuestras acciones en los m undos que los seres h u ­
m anos vivim os, deben ser cultivadas en especial si es que han
de tener alguna presencia en nuestra vida diaria. La ex p erien ­
cia espiritual es una experiencia de pertenencia a una c o m u n i­
dad o reino cósm ico que nos sucede a los seres hum anos en
una u otra form a en el transcurso del cam ino de nuestras v i­
d a s ...
Humberto Maturana

265
E zequiel Ander-Egg

Bibliografía citada

1 PRIGOGINE, I., y STENGERS, L: La nueva alianza. Metamorfosis de la


ciencia, Madrid, Alianza Universidad, 1983.
2 RUSSELL, Bertrand: La perspectiva científica, Barcelona, Ariel, 1969.
3 FURTER, Pierre: Educación y vida, Buenos Aires, Magisterio del Río de la
Plata, 1996.
4 MARAÑÓN, Gregorio: “Enciclopedia y humanismo”, en La Nación,
Buenos Aires, 1944.
5 LEFEBVRE, Henry: Hacia un nuevo humanismo, Madrid, Guadarrama,
1957.
6 FROMM, Erich: La revolución de la esperanza, México, FCE, 1968.
7 LAÍN ENTRALGO, Pedro: Qué es el hombre. Evolución y sentido de la vi­
da. Oviedo, Ediciones Nobel, 1999.
8 REEVES, Hubert: L ’heure de s ’enivrer, Paris, Ed. du Seuil, 1986.
9 LÓPEZ, Cayetano: “Ese oscuro objeto de búsqueda”, en diario El País, M a­
drid, 22 de enero de 1994.
10 BOFF, Leonardo: Ecología. Grito de la Tierra, grito de los pobres. Bue­
nos Aires, Lohlé-Lumen, 1996.
11 CAPRA, Fritjof: La trama de la vida, Barcelona, Anagrama, 1998.
12 PANIKKAR, Raimon: Invitación a la sabiduría, Madrid, Espasa Calpe,
1999.
13 JEANS, J.: Citado por P. Teilhard de Chardin en El fenómeno no humano,
Madrid, Taurus, 1967.
14 MORIN, Edgard: Para salir del siglo XX, Barcelona, Kairós, 1982.
15 BOFF, Leonardo: op. cit.
16 PANIKKAR, Raimon: op. cit.

266
M étodos y técnicas d e investigación social

• Está bien que nos gloriem os de los avances de


nuestra ciencia, pero tal vez tengam os que lio-
rar la pérdida de la sabiduría.
• N uestros científicos nos explican cada día con
m ás precisión cóm o funciona el hom bre, y ca ­
da día hay m ás personas desconcertadas, espe­
rando que algún sabio las com prenda.
• Para ser un científico hay que estudiar y pensar;
para ser un sabio hay que vivir y amar.
• Los científicos podrán ayudam os a durar m ás
tiem po y a vivir m ás confortablem ente; sólo los
sabios nos ayudarán a descubrir el sentido de la
vida.
• Los hom bres se sienten cada vez m ás solitarios,
porque sobran científicos que lo explican todo
y faltan sabios que los com prendan...
• N o m e asusta el desconocim iento científico del
sabio, porque su sabiduría le hace conocer sus
lím ites; pero m e aterra la ciencia de los que ca­
recen de sabiduría, porque su estupidez los ha­
ce creerse om nipotentes...
• El edificio m onum ental de nuestra ciencia, sin
fundam entos en la sabiduría, es la torre de B a­
bel que se derrum bará sobre la hum anidad en ­
diosada. •
• Los sabios de m añana se asom brarán ante la in­
sensatez de nuestras pretensiones científicas.
R ené J. Trossero

267
La acción social a nivel municipal
Introducción a la supervisión
Maria José Aguiiar Idáñez

Evaluación de servicios y programas sociales


Diagnóstico social
Administración de programas de acción social
Cómo elaborar un proyecto
Ander-Egg / AguHar Idáñez
Propuestas de acción para las
personas con discapacidad
Reglas estándar sobre igualdad de oportunidades
para las personas con discapacidad
Naciones Unidas

La política de bienestar social


El trabajo social en América latina
Virginia Paraíso

Ante la discapacidad
Demetrio Casado
T t f t'" L w

El nuevo rol del voluntario social


Luciano Tawzza
La participación en el trabajo
Antonio Lucas Martín

Problemas estructurales, gasto público


y gestión de políticas sociales
Tenti Fanfari Isuani, La Sema, Carrizo
r . _ O f í «• ■* s * m e

Estrategias de gestión y microplaneamiento


Ramón Martínez Guarino

Los caminos de la economía de solidaridad


Luis Razeto M

Trabajo social y procesos familiares


Angela María Quintero Velásquez
-vm
Cuatro redes para mejor-vivir (2 tomos)
Tomás R VHIasante

La gerencia de servicios sociales


Morera / Molina
’ «

La sistemación de la practica
del trabajo social
Rosa M. Cifuentes fl
Después de 49 ediciones (170,000 ejemplares vendidos y no menos de otros
tantos pirateados), el libro Técnicas de investigación social se publica ahora
considerablemente ampliado (15 veces más extenso que en su prim era edición
de 1960), presentado en seis volúmenes que corresponden a las diferentes parte*
de las ediciones anteriores
No sólo se ha ampliado, también ha sido profundamente reform ulado en buena
parte de su contenido. La concepción de la ciencia y del método no es la m ism *
en Ander-Egg; ello queda expresado en los volúmenes en que tra ta espeáfca-
mente el tema y en los correspondientes ajustes en los aspectos operadonales1
de las técnicas y procedim ientos Pero se mantiene la preocupación inicial de
hace cuarenta años: que el libro sea didáctico y daro, a l mismo tiem po que seji
procura articular lo teórico con los aspectos operativos de la investigación.
Lo único que no cambia es el cambio, b que menos se investiga es la
investigación y b que menos conocemos es el conocimiento. Estas tres ideas j
inspiran este volumen, que reflexiona sobre el conocim iento del conocim iento y
hace algunas consideraciones acerca del aprender a pensar en la era palnetaria.
La actitud científica como estilo de vida, la ética de la investigación y, de manera
particular, la necesidad de una ciencia con consoenda que, yendo más allá del
conocim iento científico, se exprese en la búsqueda de la sabiduría, completan b s
temas abordados en este prim er volumen.

También podría gustarte