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Banco de semilla

La creciente destrucción de áreas naturales, la construcción de calles y carreteras, el avance del


monocultivo, la desertificación de suelos y fenómenos climáticos aparecen entre las principales causas de
extinción de especies vegetales.

Ante estas amenazas, botánicos de instituciones científicas de distintos países, apoyados por los
gobiernos, impulsaron la construcción de bancos de semillas con fines de conservación. Hoy existen
cientos de bancos de germoplasma (semillas) vegetal a lo largo y ancho del planeta, la mayoría
resguardan especies de interés alimentario.

El almacenamiento de semillas es una práctica antigua, quizás desde la implementación de la agricultura


y del momento en que el ser humano se hizo sedentario. El habitante del mundo actual mantiene frijol,
arroz, habas, maíz y otros tipos de semillas en la alacena, aunque no por mucho tiempo puesto que las
usa en la preparación de alimentos. Los bancos de germoplasma (semillas) almacenan grandes
cantidades durante años.

Los primeros bancos de semillas nacieron en el siglo XIX como centros de estudio y conocimiento de la
evolución de las plantas. A partir de la segunda década del siglo XX despuntó el objetivo conservacionista
cara a las amenazas de la vida moderna. Así en el momento en que alguna especie vegetal dejara de
existir en su hábitat natural, la preservación de las semillas permitiría reproducirla nuevamente en el
campo.

Dicha estrategia pertenece a los llamados métodos de conservación ex situ o “fuera de lugar”, utilizados
para conservar la biodiversidad fuera de su medio natural. A diferencia de la conservación in situ, que
consiste en preservar especies en las áreas naturales mediante la regeneración de espacios degradados
y el cumplimiento de la legislación que establece zonas protegidas.

Existen bancos de grandes dimensiones como la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, construida en
el Círculo Polar Ártico noruego a raíz de una iniciativa con apoyo de la ONU. Ahí se conservan hasta el
momento las semillas de 268 mil plantas de uso alimentario en todo el planeta.

En enero de 2008, aquel gélido reservorio recibió 48 mil variedades de trigo y 7 mil de maíz por parte del
Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y Trigo (CIMMYT), con sede en Texcoco, Estado de
México, reconocido como uno de los grandes almacenes de germoplasma.

Dentro del territorio nacional existe otro banco sin igual. En las instalaciones de la Facultad de Estudios
Superiores Iztacala de la Universidad Nacional Autónoma de México, se encuentra el único refugio
artificial que actualmente conserva las semillas de más de 1 300 especies de plantas nativas de los
desiertos mexicanos.

Las zonas áridas y semiáridas constituyen el 50% de nuestro territorio. Las cactáceas y otras plantas de
peculiar belleza que ahí habitan están en peligro de extinción por el comercio ilegal y el avance de
actividades humanas.

Tanto el banco universitario como los ubicados en Texcoco y Noruega, siguen el procedimiento avalado
por la comunidad científica para el mantenimiento de las colecciones: bajas temperaturas que aseguran la
conservación de las semillas por muchos años.

Vida en el congelador

Depositadas sobre una amplia mesa, cientos de semillas de todos tamaños, colores, formas y texturas
recién traídas del campo serán sometidas a diferentes pruebas, cuya finalidad es determinar si son
candidatas a la conservación en frío.

Isela Rodríguez, responsable del Banco de Semillas de la FES Iztacala, lleva a sus manos con sumo
cuidado un puño de las frágiles estructuras. Cualquier deterioro podría significar la pérdida de una vida
futura. Las semillas guardan el embrión que se transformará en una nueva planta.

“En cuanto traemos los frutos del campo, extraemos las semillas y las limpiamos hasta retirar
completamente los restos de pulpa. Esto es importante porque a veces los azúcares asociados a la pulpa
impiden la germinación o reducen los niveles de viabilidad.”

Una manera de minimizar la humedad de las semillas es dejándolas extendidas sobre una mesa. Otro
proceso es la desecación gradual en un cuarto a temperatura controlada. Lo ideal es que las muestras
alcancen una humedad de entre 12 y 15 grados.
Las pruebas de calidad se llevan a cabo en un conjunto semillas seleccionadas, mismas que se cortan y
observan a través de un microscopio. La revisión permitirá reconocer si el embrión está vivo y completo.
Una prueba más consiste en la germinación en laboratorio de un grupo seleccionado de semillas. Si éstas
no se desarrollan adecuadamente, los científicos deben averiguar las causas.

“Hay plantas que se mantienen en latencia como estrategia de conservación. Otras quizás no fueron
germinadas en la temperatura adecuada, o faltó hacerles un orificio porque su cubierta es muy gruesa e
impidió la entrada del agua necesaria para activar al embrión”, explica la maestra Rodríguez.

Cuando las pruebas son satisfactorias, los biólogos guardan las semillas en bolsas de aluminio
perfectamente selladas y las depositan en los ultracongeladores, en donde se conservan a -20o C de
temperatura. Es recomendable practicar una nueva prueba de germinación cada 5 o 10 años, por si acaso
hubiera algún daño se procedería a reemplazar las muestras.

Cabe aclarar que no todas las semillas resisten la conservación en frío. Las llamadas recalcitrantes
mueren en cuanto disminuye su nivel de humedad; además si se congelan, explotan debido a que el agua
en su interior se transforma en cristales. Otras especies como el aguacate y demás frutos grandes y
carnosos, el roble, los mangles y otros tipos de árboles sólo pueden conservarse en plantaciones y áreas
naturales.

¿Campo o hielo?

Los bancos de semillas son un recurso de protección de la vida vegetal siempre y cuando cumplan con
las condiciones óptimas de conservación y seguridad de las muestras. Pese a que algunos los han
llamado “arcas de Noé”, los críticos advierten del riesgo de concentrar las semillas en unos cuantos sitios.

Ya en el encuentro internacional celebrado en Leipzig, Alemania en 1996, los expertos plantearon la


pérdida de colecciones en bancos sin garantías, así como algunos accidentes lamentables. La falta de
energía durante un fin de semana acabó con una reserva de raíces y tubérculos de Camerún. La
colección nacional de Afganistán quedó destruida en 1992 por la guerra. Un final igual tuvo el banco de
semillas iraquí de Abu Ghraib a consecuencia de la invasión de 2003.

Parte de la solución fue la construcción de la Bóveda Global de Svalbard. Pero el proyecto suscitó
reacciones de integrantes de Organizaciones No Gubernamentales, quienes prefieren apostar por la
conservación de semillas de uso alimentario en los campos de cultivo, a partir de los saberes de los
agricultores locales. “La diversidad genética no necesita hielo, sino campo”, expresan algunos activistas.

Lo cierto es que la conservación del material genético de especies vegetales “fuera del lugar de origen”,
se ha vuelto una necesidad. “Si las condiciones de los ecosistemas fueran otras, no habría necesidad de
hacerlo; pero la deforestación y el cambio de uso de suelo avanza y hay que conservar”, declara la
doctora Patricia Dávila, investigadora de la FES Iztacala de la UNAM.

Existen aproximadamente unos 1 500 bancos de semillas repartidos en más de 150 países. Falta saber si
todos tienen el potencial de almacenamiento a largo plazo y cumplen con los estándares científicos.

La doctora Dávila, especialista en botánica y coordinadora del proyecto del banco de semillas de la FES
Iztacala, refiere que desde los inicios de dicho centro de conservación, hace más de 10 años, su equipo
de botánicos trabaja en colaboración con científicos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso
de la Biodiversidad, CONABIO, y de los Jardines Botánicos Reales de Kew, en Inglaterra, a través del
Millennium Seed Bank.

“Tenemos colaboración, financiamiento y lo que para un banco de semillas es vital: el protocolo científico,
toda la serie de metodologías y estándares internacionales para el manejo de las semillas, el cual
nosotros tenemos documentado y lo hemos aprendido en buena medida de los ingleses. Ellos nos han
apoyado con entrenamientos y resguardo de nuestra colección por si algo llegara a pasar.”

Es decir, una parte de nuestras semillas se va a Kew con fines de resguardo. El envío está establecido en
un convenio entre la UNAM y el banco inglés, a manera de evitar el mal uso del material, por ejemplo, de
parte de alguna farmacéutica. Si los europeos quisieran utilizar las muestras deberán solicitar la
autorización de la Universidad Nacional y del gobierno mexicano.

Los opositores a la concentración de material genético en la Bóveda Global de Semillas han mencionado
el aprovechamiento indebido como uno de los posibles riesgos. Los impulsores se defienden con el
compromiso de que las miles de especies almacenadas en los ultracongeladores en territorio noruego,
tendrán un uso exclusivamente de resguardo; no serán sometidas a investigación o reproducción, ni se
podrá patentar alguna especie, y sólo se utilizará en caso de que una variedad se agote o haya
desaparecido.
La preservación de la biodiversidad alimentaria del planeta sigue siendo la prioridad de los principales
bancos de semillas en el mundo. Muy pocos, como es el caso del banco de la UNAM, resguardan
colecciones de plantas silvestres, la mayoría apenas conocidas y sin potencial de aprovechamiento
humano al menos a corto plazo, pero de gran valor por su importancia ecológica. Lejos de reemplazar a
toda la riqueza de los ambientes naturales, los bancos de semillas tienen la virtud de ser un refugio para
muchas especies que quizás están muriendo en su lugar de origen. La FAO calcula la existencia de unos
1 500 bancos de semillas repartidos en aproximadamente 150 países. Falta saber si todos ellos tienen el
potencial de almacenamiento a largo plazo y cumplen con los estándares científicos.
Ley orgánica

Una ley orgánica1 es aquella que se requiere constitucionalmente para regular ciertas materias.
Habitualmente, debido a la importancia de las materias que regula (derechos fundamentales de los
ciudadanos o articulación de los diversos poderes del Estado, por ejemplo), para que un órgano legislativo
pueda aprobar una ley orgánica se exige algo más que una mayoría simple. La Constitución suele
prescribir que dichas normas sean aprobadas, por ejemplo, por mayoría absoluta o por algún otro tipo de
mayoría cualificada. Con ello se pretende que no sea una mayoría parlamentaria coyuntural la que
configure aspectos básicos y fundamentales de la convivencia ciudadana o la estructura y organización
de los poderes políticos de un Estado.

En los países en donde existe este escalón intermedio entre la Leyes ordinarias o comunes y la
Constitución, es normal que se limite la aplicación de las leyes orgánicas a una serie de materias
concretas (a este también se le denomina "reserva de Ley orgánica"). El fundamento de esta limitación es
doble:

Obligar a la regulación con amplia mayoría parlamentaria de ciertas materias muy sensibles.
Evitar esa regulación, que es mucho más difícil de modificar, en otro tipo de materias más cambiantes y
que necesitan de mayor flexibilidad en su regulación.

En Derecho comparado, el antecedente jurídico más inmediato de las leyes orgánicas se encuentra en el
Derecho francés, en particular en la Constitución francesa de 1958, que estableció un escalón intermedio
entre la norma constitucional y las leyes ordinarias.
La administración pública federal en México, comprende la totalidad de los organismos estatales que
ejercen el poder ejecutivo en dicho país. Comprende tanto a los organismos centralizados como los
paraestatales. Se encuentra encabezada por el presidente de México, seguido por los titulares
Secretarías de Estado de México.

Su existencia se encuentra prevista constitucionalmente por el artículo 90 de la Constitución Política de


los Estados Unidos Mexicanos y reglamentada por la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal.
Es un concepto de derecho administrativo que comprende tanto a los organismos que conforman dicha
estructura como las funciones jurídicas y el poder político que ejercen.

Origen e historia

Desde que México eligió la forma republicana de gobierno, poco después de declararse independiente,
surgieron las primeras estructuras de gobierno y ejercicio del poder administrativo. La Constitución de
1824 disponía el nombramiento de secretarios de estado «para el despacho de los negocios de gobierno
de la República»,1 el primer presidente Guadalupe Victoria designó cuatro secretarios: del Interior y de
Relaciones Exteriores; de Justicia y Negocios Eclesiásticos; de Hacienda; y de Guerra y Marina,
siguiendo lo dispuesto por una ley creada con anterioridad a la Constitución del 24, el Reglamento para
para el Gobierno Interior y Exterior de las Secretarías de Estado y del Despacho Universal expedido el 8
de noviembre de 1821.2

Con las Siete Leyes Constitucionales de 1836, que convirtió a México en una república centralista,
instauró como órgano supremo en el ejercicio político y administrativo del país al Supremo Poder
Conservador un órgano colegiado integrado por cinco personas, que tenía superioridad jerárquica sobre
los tres poderes, incluso del ejecutivo, el cual, permanecía a cargo de un presidente. Se ratificó el mismo
número de secretarías, pero se les llamó "ministerios" y se modificó sus denominaciones y funciones, ya
que lo relativo a los asuntos de justicia y negocios eclesiásticos se integró a las funciones del ministro del
interior y las funciones de relaciones exteriores se separaron para formar un solo ministerio, quedando así
los cuatro ministerios: del Interior; de Relaciones Exteriores; de Hacienda; y de Guerra y Marina.3
Posteriormente, en 1841 los ministerio de exterior y del interior se reintegrarían en el "Ministerio de
Relaciones Interiores y Exteriores" y el espacio vacío fue ocupado por uno nuevo denominado "Ministerio
de Instrucción Pública e Industria", que sería el antecedentes de futuros ministerios y secretarías de
educación.4

Las Bases Orgánicas de 1841 repitieron el model de cuatro ministerios, pero la denominación del
"Ministerio de Instrucción Pública e Industria" por el de ""Ministerio de Justicia e Instrucción Pública".
Luego, las Bases orgánicas de 1843 aumentarías las denominaciones y las funciones de los ministerios;
quedando de la siguiente manera: Ministerio de Relaciones Exteriores, Gobernación y Policía; Ministerio
de Justicia, Negocios Eclesiásticos, Instrucción pública e Industria; Ministerio de Hacienda; y el Ministerio
de Guerra y Marina.5

En 1847 México regresa a su forma de gobierno federalista, pero mantuvo su forma administrativa hasta
1853 cuando el presidente en turno Antonio López de Santa Anna decide agregar un nuevo ministerio "de
Fomento, Colonización, Industria y Comercio" y separa nuevamente las funciones de gobierno interno y
relaciones diplomáticas y los deposita en el “Ministerio de Gobernación” y el “Ministerio de Relaciones
Exteriores”, de esta manera las dependencias federales se elevaron a seis, y el "Ministerio de Hacienda"
fue nombrado por primera vez como "Ministerio de Hacienda y Crédito Público". En este mismo año se
creó la primera ley que otorgaba autonomía jurisdiccional en materia administrativa mediante la «Ley para
el Arreglo de lo Contencioso Administrativo» del 25 de mayo de 1853.6
Constitución de 1857
Artículo principal: Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1857

Con la promulgación en 1857 de la nueva Constitución de México, la administración pública no sufrió


cambios tan radicales: se conservó el sistema presidencialista y la división de las funciones
administrativas en ministerios que en dicha carta magna fueron llamados «Secretarías de despacho»
permaneciendo reservada la facultad de su nombramiento y remoción al presidente así como del resto de
los empleados de la administración pública:

«Artículo 85.- Las facultades y obligaciones del presidente son las siguientes:

(...)
II. Nombrar y remover libremente a los secretarios del despacho, remover a los agentes diplomáticos y
empleados superiores de hacienda, y nombrar y remover libremente a los demás empleados de la Unión,
cuyo nombramiento o remoción no estén determinados de otro modo en la Constitución o en las leyes.
(...).
Artículo 86.- Para el despacho de los negocios del orden administrativo de la federación, habrá el
número de secretarios que establezca el congreso por una ley, la que hará la distribución de los negocios
que han de estar a cargo de cada secretaría.»
Constitución Política de la República Mexicana, 5 de febrero de 1857

La aplicación de estos artículos quedó pendiente por el inicio de la Guerra de Reforma, en el que uno de
los bandos buscaba la abrogación de dicha constitución. Al final con el triunfo de la facción liberal y el
reconocimiento constitucional de la presidencia de Benito Juárez, se puso en práctica la creación de las
secretarías. Esto último se llevó a cabo mediante decreto del 23 de febrero de 1861, en donde se
conservó la división de los ministerios en 6, que fueron llamados «Secretarías de Estado y de Despacho»
y conservaron sus mismas funciones aunque con los títulos ligeramente modificados

El número y denominación de las secretarías de estado de México se encuentran determinados por la Ley
Orgánica de la Administración Pública Federal en su artículo 26, el cual, conforme al texto establecido en
la reforma más reciente de enero de 2013, prevé, junto con la Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal, la
existencia de 16 secretarías de estado:11

Secretaría de Gobernación (SEGOB).


Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA).
Secretaría de Marina (SEMAR)
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL).
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).
Secretaría de Energía (SENER).
Secretaría de Economía (SE)
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA).
Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).
Secretaría de Educación Pública (SEP).
Secretaría de Salud (SS).
Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS).
Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU).
Secretaría de Turismo (SECTUR).

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