1. Explica el análisis lógico-semántico que propone Russell para las llamadas
"descripciones definidas", cómo dicho análisis evita el problema de las expresiones nominales sin referencia de Frege, y cómo resuelve el puzle de la aparente violación del principio lógico del tercero excluido. El artículo de Russell Sobre el denotar (1905) es uno de los artículos más famosos dentro del círculo de la filosofía del lenguaje. En este, Russell, trata el problema que parece generarse con las llamadas “frases denotativas”. Una frase denotativa es una expresión lingüística que de alguna forma denota objetos de la realidad. En el artículo se dan varios ejemplos de lo que serían frases denotativas: un hombre, algún hombre, cualquier hombre, todos los hombres, la actual reina de Inglaterra, el actual rey de Francia, el centro de masa del sistema solar en el primer instante del siglo XX, la revolución de la Tierra alrededor del Sol, etc. Russell luego distingue entre tres tipos de frases denotativas: están aquellas que no denotan nada, como la frase “El actual rey de Francia”; están aquellas que sí denotan un objeto especifico, como “La actual reina de Inglaterra”; y, finalmente, aquellas que denotan de manera ambigua, como “Un hombre”. La idea central del articulo de Russell es la siguiente: Es erróneo pensar que las frases denotativas hacen algo más que denotar. Las frases denotativas solo adquieren algún tipo de sentido en una expresión verbal. No tienen significado por sí mismas. Para ilustrar lo anterior Russell da una serie de ejemplos. Uno de estos ejemplos es el siguiente: tomemos la frase “Encontré un hombre”. Aquella frase podríamos descomponerla de la siguiente forma: ““encontré x, y x es un hombre” no es siempre falsa”. En lenguaje lógico contemporáneo aquella frase quedaría así: (∃𝑥)(𝑀𝑥 ∧ 𝐻𝑥). El punto que hace Russell con esto es que la denotación de la frase “un hombre” no tiene un real significado por sí misma, solo lo adquiere cuando esta se liga a una expresión verbal. Vemos en el ejemplo anterior como “Un hombre” se reduce a una proposición cuantificada. La cuestión luego se complica cuando se analizan ahora descripciones definidas que contienen el articulo “el”. Tomemos la siguiente oración: “El actual rey de Francia es calvo”, podemos notar que aquella oración refiere a uno y solo un objeto. Podemos dividir dicha oración en dos partes: 1) el actual rey de Francia (Rx); y 2) es calvo (Cx). Si pasamos aquella oración a una notación lógica contemporánea quedaría de la siguiente manera: (∃𝑥) (Rx ∧ (∀𝑦)(Ry)(𝑅𝑦 → (𝑦 = 𝑥)) ∧ 𝐶). En palabras más simples aquello quiere decir que: hay solo un objeto, y solo uno, que es el actual Rey de Francia, y ese objeto único resulta que es calvo. Una vez que descomponemos dicha oración notamos que “El actual rey de Francia” solo adquiere un valor en la oración completa, por sí solo no significa nada, al igual que en el caso de las frases denotativas ambiguas. ¿Qué quiere decir todo esto? Que en realidad las frases denotativas no denotan realmente objetos reales del mundo, como dijimos en un comienzo, estás solo adquieren algún tipo de significado cuando se las lee en una expresión verbal, pero por sí solas no refieren realmente a algo del mundo. Son más bien atributos o propiedades, diferentes de los nombres, que no pueden tener sentido por sí mismos. Esto significa que podemos tener oraciones que hablen sobre el actual Rey de Francia sin que sea realmente necesario que este exista o que tenga algún tipo de denotación real en el mundo. Russell luego demuestra cómo su teoría resuelve los problemas que se generan en teorías nominales como las de Meinong y Frege. En el caso de Frege sucede lo siguiente: tomemos la oración: “La actual reina de Inglaterra es calva”, si analizamos esta proposición bajo la teoría de Frege vemos que esta oración sí tiene un sentido y una denotación directa, y, gracias a ello, podemos concluir que aquella oración es falsa, ya que podemos ir a ese objeto del mundo y comprobar si efectivamente es calvo o no. Pero ¿Qué sucede con expresiones como “El actual rey de Francia es calvo” que no tienen referencia? al igual que en el caso anterior la cuestión debería resolverse con la denotación de “El rey de Francia”, pero dicho objeto en realidad no existe, es decir, no tiene referencia. Por lo que, según la teoría de Frege, dicha proposición debería carecer de sentido. Pero no es que carezca de sentido o sea un absurdo dice Russell, sino que dicha proposición es directamente falsa y nada más. Al eliminar el factor nominal y situar la denotación en un plano puramente semántico Russell elimina la dificultad que se genera con la teoría de Frege. Russell luego pasa a resolver puzles lógicos clásicos. Uno de ellos es el bien conocido principio del tercer excluido. Este dice lo siguiente: debe ser cierto que o “A es B” o que “A no es B”. Russell resuelve el dilema de la siguiente forma: si tomamos el principio del tercer excluido debe ser cierto que o “El actual rey de Francia es calvo” o que “ el actual rey de Francia no es calvo”, pero si enumeramos todas las cosas que son calvas y también las que no son calvas jamás encontraremos en ninguna de ellas al actual rey de Francia. Por tanto, pareciera que el principio está siendo violado, pero en realidad no es así. Si separamos la oración “el actual rey de Francia es calvo” tenemos dos partes: 1) hay al menos un x que sea el rey de Francia; 2) ese x es calvo. Pero vemos aquí que el primer enunciado es falso, por lo que eso hace que toda la proposición sea falsa. Si tomamos la aparente negación de la proposición que vimos en un principio (el actual rey de Francia no es calvo) vemos que el primer enunciado es idéntico y solo el segundo cambia (quedando “ese x no es calvo”), pero, al igual que el primer caso, aquella proposición también es falsa. Entonces, para que realmente obtengamos la negación de la primera oración no debemos negar solo una parte de ella, sino ambas. Por lo que Russell concluye diciendo que en realidad no se está violando el principio, sino que hay un error de análisis. El principio debería aplicarse agregando falsedad a todas las partes de la proposición (lo que resultaría en algo así: es falso que existe un actual rey de Francia y que este sea calvo). Es decir, la negación de A = “el actual rey de Francia es calvo” no es B = “ el actual rey de Francia no es calvo”, sino aquella que dimos un poco más arriba.
2. Explica los aspectos esenciales de la ontología del Tractatus Logico Philosophicus.
La ontología del Tractatus se deriva de la teoría figurativa de Wittgenstein, sin ella, no podríamos entender dicha teoría. La primera noción importante de la ontología es la de espacio lógico, para entender qué es el espacio lógico podríamos hacer una especie de analogía con el mundo físico o con el plano en la geometría. Este último espacio es independiente del lugar que ocupan las figuras, pero a su vez también determina, de alguna forma, la estructura de las figuras que pueden manifestarse en él. Para Wittgenstein el espacio lógico es un espacio en el cual se mueven los hechos, y la estructura de los hechos se ve determinada por el espacio lógico en el que se mueven. Este segundo concepto— hechos—es también uno de los puntos cruciales en la ontología de Wittgenstein. Los hechos son lo que es el mundo. Para Wittgenstein el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas. El mundo entonces se define por la totalidad de los hechos que son el caso, y a su vez, estos hechos están siempre situados dentro del espacio lógico antes mencionado. Nada puede superar este espacio. Entonces, por el momento tenemos que hay un espacio lógico en el que existen hechos, y de estos hechos, los que son el caso, son los que constituyen el mundo como tal. Ahora bien ¿a que nos referimos con que algo sea el caso? Simplemente que es parte del mundo. Un hecho puede ser el caso, como también puede no serlo. Todos los hechos, ya sean el caso o no, se mueven dentro del espacio lógico. Los hechos que son el caso—cómo también mencionamos anteriormente—son los que constituyen el mundo. Luego de exponer lo anterior Wittgenstein pasa a desarrollar lo que sería el carácter atomista de su ontología. Ya dijimos que es posible que hayan hechos del espacio lógico que son el caso y otros que no, y que los que son el caso constituyen lo que conocemos como mundo. El atomismo de la ontología de Wittgenstein radicaría en que los hechos no son dependientes entre sí, sino más bien todo lo contrario. Wittgenstein dice que un hecho sea o no el caso no determina, ni afecta, a otros hechos en el mundo o el espacio lógico en general. Son independientes entre sí. Para ilustrar mejor lo anterior Wittgenstein introduce el término de estado de cosas. Un estado de cosas es un hecho atómico, ¿qué quiere decir esto? que es un hecho analizado hasta el último término que lo compone, es decir, un hecho por sí solo puede estar constituido de otros hechos. Un hecho no expresa por sí mismo la atomicidad, sino que puede llegar a ser descompuesto hasta llegar a un hecho que sí exprese aquello. Con esto podemos concluir que todo estado de cosas es un hecho, pero no todo hecho es un estado de cosas. Wittgenstein luego introduce la noción de objeto diciendo que todo estado de cosas es una combinación de objetos. Dándole así a los estados de cosas un grado más de complejidad. Como ya mencionamos, los estados de cosas son atómicos, es decir, que no pueden seguir descomponiéndose, entonces, los objetos también tienen esa característica. Los objetos son los átomos de la ontología de Wittgenstein, es decir son la última constitución posible. Ya dijimos que los hechos son independientes entre sí, por tanto, los estados de cosas también son independientes entre ellos, lo cual, a su vez, hace que el que un objeto pertenezca o no a un estado de cosas sea contingente. Wittgenstein aclara diciendo que es cierto que un objeto puede pertenecer a este u otro estado de cosas, pero es esencial a ellos pertenecer siempre a cualquier estado de cosas, no por sí mismos. Es decir, los objetos gozan de cierta independencia, ya que es contingente si pertenecen a este u otro estado de cosas, pero dependientes en el sentido de que no pueden existir fuera de un estado de cosas. Esto afirma la constitución última de los objetos en la ontología de Wittgenstein. Este luego dice que los objetos tienen una determinada esencia, es decir, una especie de constitución interna. Conociendo dicha esencia podemos llegar a conocer todos los estados de cosas en el que ese objeto puede figurar. Entonces, si conozco todos los objetos, conozco todos los estados de cosas. Con ello logramos ampliar la noción que tenemos de espacio lógico. Wittgenstein dice que podemos imaginar un espacio vacío, pero no un objeto sin espacio. Aquello también sucede en el espacio lógico, cada objeto determina una región del espacio lógico de posibles estados de cosas, y si estos llegasen a no ser el caso, entonces esa región estaría vacía. Por la esencia de los objetos de la que hablamos anteriormente y la forma en la que estos se ven determinados por la estructura del espacio lógico, podemos concluir que la totalidad de los estados de cosas existentes en él determina, a su vez, la totalidad de los estados de cosas no existentes. Aquí es cuando aparece la noción de realidad. La realidad es la totalidad de los estados de cosas posibles. Dicha noción se diferencia de la noción de mundo. Mundo es todo estado de cosas que es el caso, realidad en cambio, es todo estado de cosas posible, es decir, aquellos que son y no son el caso. Dijimos que el mundo es todo estado de cosas que es el caso. Wittgenstein explica que los cambios que el mundo pueda sufrir se explican por cambios en la configuración de los estados de cosas. Hay que recordar que los objetos son como átomos en la ontología de Wittgenstein, de modo que, al igual que los átomos de la materia, estos se comportan de forma inestable. Por tanto, dichos cambios son posibles gracias a la esencia de los objetos y al espacio lógico que los estructuran. Una última noción de la ontología de Wittgenstein consiste en el hecho de que los estados de cosas son configuraciones de objetos. Esto quiere decir que un estado de cosas no solo se compone de distintos objetos, sino que también se ve determinado por el orden que adquieren estos objetos entre ellos. 3. Explica los aspectos esenciales de la teoría figurativa de la representación, teniendo en cuenta como esta se conecta con la ontología del Tractatus.
La teoría figurativa de la representación de Wittgenstein intenta probar que lenguaje y
mundo comparten la misma estructura, en otras palabras, el lenguaje es una representación isomórfica del mundo. En general, esta teoría nos dice que nuestro lenguaje tiene sentido porque es una representación o figura del mundo. Para entender lo que se expone a continuación es importante tener en cuenta la teoría ontológica expuesta en la respuesta anterior. Wittgenstein comienza introduciendo esta teoría relacionando las figuras con los hechos. Este dice que nos hacemos figuras de los hechos. Dado lo anterior podemos decir que las figuras representan situaciones en el espacio lógico, es decir, la existencia o no existencia de estados de cosas. ¿Qué quiere decir todo esto? Vimos en la respuesta anterior lo que son los hechos (los hechos son lo que es el mundo), las figuras a su vez representan de alguna forma los hechos, y dada esta relación podemos luego decir que las figuras representan situaciones en el espacio lógico. Esto, en palabras simples, nos dice que las figuras son la forma en la que tenemos de representarnos la realidad, son una especie de modelo o copia que traduce los hechos del mundo en contenido lingüístico o semántico. Así como las figuras son a los hechos, la situación es a una región del espacio lógico, región que puede contener estados de cosas que son o no el caso. Por tanto, una situación se compone de figuras. Al ser las figuras representaciones de los hechos, estas pueden o no ser atómicas. Recordemos que los hechos pueden también estar compuestos de otros hechos, y los estados de cosas solo están compuestos por hechos atómicos o últimos. Por tanto es lógico pensar que las figuras también pueden ser descompuestas hasta llegar a un estado de cosas. Wittgenstein luego introduce un concepto fundamental, el de forma de figuración. Ya dijimos que las figuras son hechos, pero además de las figuras también existe lo que es figurado, ambas, tanto las figuras como lo figurado son hechos, aquello es lo que las conecta entre sí. Lo figurado es análogo a la situación. Entonces para que la figura y lo figurado coincidan deben coincidir también sus hechos. Es aquella coincidencia la que hace posible la representación. Es esto a lo que Wittgenstein se refiere con forma de figuración. Otra forma en que el autor lo expone es diciendo que la estructura entre ambos hechos— hecho-figura y hecho-figurado—debe ser similar, o, en otras palabras, debe existir una isomorfía entre ambas. Esto es posible gracias a que las figuras, al ser también hechos, tienen una determinada estructura, y esta estructura, en los hechos, se ve determinada por la forma que toman estos. Por tanto, la forma de los hechos es lo que hace posible la estructura, al igual que en las figuras hace posible la forma de figuración. Retomando desde el principio tenemos que las figuras, al ser hechos que pueden o no ser el caso, representan regiones del espacio lógico, es decir, situaciones. Por tanto, una figura es también la posibilidad de que dicha situación exista, es decir, que determine una región del espacio lógico. Vimos también como la forma de figuración es clave para que surja la representación de los hechos-figura y los hechos-figurados. La forma de figuración a su vez es clave para entender otro concepto esencial de la teoría de Wittgenstein; la relación figurativa. Esta noción, en términos simples dice que a cada parte del hecho-figura le corresponde una parte del hecho-figurado. Aquello no parece absurdo, ya que vimos antes que existe una isomorfía entre las estructuras de ambos hechos con la forma de figuración. Aun así no hay que quitar el valor esencial que la relación figurativa tiene, ya que es esta la que hace posible la conexión entre el hecho-figura y el hecho-figurado. Una vez aclaradas las nociones de relación figurativa y de forma de figuración Wittgenstein introduce lo que sería el centro de toda la teoría figurativa, este es, la noción de forma lógica. Para comprender mejor este concepto veamos un ejemplo. Imaginemos un accidente de tráfico, este accidente generó que sus víctimas fueran a corte a resolver las infracciones cometidas y a reparar los daños causados. Para que el jurado se represente mejor lo sucedido en el accidente en la corte se utilizan autos de juguetes y una vía de papel que imite el escenario ocurrido. En este caso los autos de juguetes serían la figura y lo sucedido, el accidente de tráfico como tal, lo figurado. Todo esto es para mostrar que las relaciones entre figura y figurado son concretas, es decir precisas. Es importante aclarar que este tipo de isomorfía es meramente espacial, pueden existir otros tipos de representaciones que no sean de este tipo. Ahora bien, para que todas esas instancias infinitas de isomorfías sucedan debe existir una base que las sostenga, es a esa base a la que Wittgenstein llama forma lógica. Este dice que toda figura es también una figura lógica, pero en cambio, no toda figura es una figura espacial. Wittgenstein identifica la forma lógica con la forma de la realidad. Recordemos la ontología del Tractatus expuesta anteriormente, la realidad es la totalidad de los estados de cosas posibles, ya sean o no el caso. Los estados de cosas se componen de objetos—los átomos de la ontología del Tractatus—ordenados en una determinada forma, que a su vez determinan la forma del espacio lógico. La forma lógica, entonces, se da también según la forma del espacio lógico—he aquí la directa relación que esta teoría tiene con la ontología del Tractatus—. El espacio lógico pasa a ser la estructura que sirve de soporte para todo estado de cosas y para cualquier tipo de isomorfía. 4. Explica cómo opera el principio de la funcionalidad veritativa en las proposiciones que propone Wittgenstein, poniendo especial atención a la caracterización de las proposiciones a priori que se sigue de dicho principio.
El principio de la funcionalidad veritativa es una vía alternativa que Wittgenstein propone
para explorar las conexiones entre mundo y lenguaje. Vimos anteriormente la teoría de la figuración. En palabras simples, este principio intenta vislumbrar el hecho de que la verdad de las proposiciones complejas se explica a traves de proposiciones más simples. Wittgenstein comienza a introducir dicho principio introduciendo la noción de proposición atómica, o elemental. Esta es una proposición que no puede descomponerse en más términos. Para Wittgenstein una proposición es una situación. Recordemos que las situaciones representan una región del espacio lógico que contiene estados de cosas que pueden ser o no el caso. Para entender este principio imaginemos lo siguiente: tenemos una situación que contiene 9 estados de cosas [a, b, c, d, e, f, g, h, i], de estos estados de cosas 3 de ellos son el caso [a, b, c] y el resto no. Esta situación representa una proposición, pero no cualquier tipo de proposición, sino que es una proposición compleja. Ahora bien, esta proposición compleja puede dividirse a su vez en proposiciones elementales, estas son los estados de cosas o las figuras de la situación, es decir, tenemos la proposición a, la b, la c, y así sucesivamente. Si intentamos descomponer dicha proposición tenemos, en primera instancia, [a, b, c] ya que eran aquellas proposiciones elementales las que eran el caso. Pero ¿realmente se ve representada la proposición compleja allí? No, claramente no, ya que tenemos 6 proposiciones que no son el caso que no están representadas allí. Para esto necesito proposiciones que me indiquen que aquellos estados de cosas no existen. Aquello quedaría de la siguiente forma: [a, b, c, ¬ d, ¬ e, ¬ f, ¬ g, ¬ h, ¬ i]. Aquí entra la idea de la negación. Ahora bien, el conjunto de proposiciones atómicas [a, b, c, ¬ d, ¬ e, ¬ f, ¬ g, ¬ h, ¬ i]. es la descomposición de una proposición compleja, y a esa proposición podemos llamarla X. Con ello tenemos lo siguiente: X = [a, b, c, ¬ d, ¬ e, ¬ f, ¬ g, ¬ h, ¬ i]. Sin embargo, no olvidemos que X es una proposición, y una proposición puede ser falsa o verdadera, por tanto, la proposición X será verdadera si y solo si cada una de sus proposiciones elementales corresponde a las dadas en la proposición, es decir que sean también verdaderas. Un detalle importante de dicha condición es que las proposiciones elementales que no existen, es decir, [d, e, f, g, h, i] deben ser falsas, es decir, no ser el caso, para que en la descomposición—en donde agregamos la negación—den como verdaderas. Por tanto, la proposición X depende de los valores de verdad de las proposiciones elementales. Es aquí en donde podemos introducir la noción de función. En Frege vimos que una función es aquella que entrega un determinado valor cuando se la completa con un determinado argumento. Ahora bien, Wittgenstein dice en el punto 5 del Tractatus que “Una proposición es una función de verdad de proposiciones elementales”, esto quiere decir que nuestra proposición X equivale a una función compuesta por distintos valores, los cuales representan las proposiciones elementales que componen a este X. En otras palabras, tenemos un X = F(xi), si seguimos con el ejemplo anterior nos queda que: X = f(x1, x2, x3, x4, x5, x6, x7, x8, x9), en donde cada uno de estos x representa los valores de verdad de las proposiciones elementales. Al ser una función—como vimos con Frege—esta debe entregar un valor de verdad, aquel valor de verdad dependerá de si los valores de verdad de las proposiciones elementales corresponden a los de la proposición compleja. Esto vale para toda proposición. ¿Para qué nos sirve todo esto? Esto le da el pie a Wittgenstein para definir lo que son los conectores lógicos como [∧, →, ∨, ↔], este dice que los conectores lógicos no tienen ningún tipo de referencia, no nos pueden decir cómo están dispuestos los hechos lógicos. Por tanto, lo que hace verdadera a una proposición es la forma en la que están dispuestos ciertos hechos en el espacio lógico. A pesar de ello es cierto que en lógica se pueden representar cosas como ¬ (p ∧ ¬ p), aquello es una tautología, y para Wittgenstein aquello representa un problema. Para él las proposiciones a priori no existen, recordemos que desde un principio manifestó el hecho de que para comprobar si una figura es verdadera o falsa debemos siempre compararla con la realidad. Una tautología es una proposición a priori, por lo que resulta lógico que aquellas sean un problema importante que se debe resolver. Para resolver aquello primero debemos apelar a lo que son los conectores lógicos, estos son funciones, no son contenidos por decirlo de alguna forma, sino que son operaciones, como el + en matemáticas. No representan objetos lógicos, sino que a ellos se le aplican estos objetos y dan un valor según su función. Dicho de otra forma, en el Tractatus la teoría figurativa se encarga de las figuras y el principio de funcionalidad veritativa se encarga de los conectores, por tanto, los conectores no pueden representar figuras. Es decir, los conectores solo nos dicen que: si un conjunto de proposiciones elementales está distribuida de determinada manera aquella nos dará un valor de verdad verdadero. Ahora bien ¿Cómo explica Wittgenstein las tautologías? Este las llama proposiciones degeneradas. Ya que, vimos cómo los conectores lógicos no representan ninguna figura ni hecho, simplemente nos dicen algo de una determinada distribución de proposiciones elementales. Entonces, como las tautologías basan su valor en el uso de conectores lógicos estás en realidad no representan nada, no están en el mundo, no son figuras, existen, sí, son proposiciones, pero Wittgenstein las llama proposiciones sin sentido, ya que en realidad no nos dicen nada sobre el mundo. Vimos como el Tractatus tiene la teoría figurativa por un lado y la veritativa por el otro, las tautologías, según está distinción, solo estarían funcionando bajo el principio de funcionalidad veritativa. Por tanto, aquellas proposiciones no son figurativas, no me dicen nada sobre el mundo. Son siempre verdaderas, pero a cambio de ello no son capaces de entregar ningún tipo de información relevante.
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