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La Filosofía en Roma

“¿Existe la filosofía romana o es acaso lo que se tiene por tal un apéndice de la


especulación griega y más en concreto helenista, sin personalidad definida y de valor muy
inferior?”1 Para Salvador Mas, la respuesta dependerá de lo que se entienda por “filosofía”.
Si consideramos las reflexiones platónicas y aristotélicas de las obras que la tradición
académica ha reconocido como más estrictamente filosóficas, la especulación romana
podría quedar en un segundo plano, pero si la filosofía es concebida como
“autoconciencia” que una época tiene de sí misma, puede decirse que los romanos tuvieron
una filosofía propia, en la medida en que reflexionaron sobre sí mismos y su ubicación en
el mundo. En este sentido resulta más apropiado hablar de “pensamiento romano” ya las
categorías hermenéuticas empleadas para el estudio de la filosofía griega no valen para
Roma.
Suele fijarse, el año 155 a. C. como fecha inicial del contacto de Roma con la
filosofía griega porque ese año llegó a la urbs, una embajada ateniense formada por
Diógenes, un estoico, Critolao, un peripatético y Carnéades, un académico, quienes
hicieron demostraciones públicas de sus saberes. Estas lecciones no fueron bien recibidas
por parte de Catón el Censor quien intervino para que los filósofos regresaran a Grecia. De
esta manera intentaba proteger a los jóvenes de las ideas que pretendían alejarlos, desde la
posición de Catón, de las empresas políticas y militares fundamentales para los romanos.
Salvador Mas señala que esta anécdota de valor simbólico permite establecer el momento
en que los contactos intelectuales y culturales entre Roma y el mundo greco-oriental fueron
más estrechos. Antes de estos contactos, los romanos ya tenían un pensamiento desde el
cual se enfrentaron al de los griegos; contaban con unas figuras legendarias que encarnaban
valores considerados irrenunciables y en cierto sentido constitutivos de su propia identidad
como pueblo. Los romanos se apropiaron de la tradición griega que hicieron suya a partir
de su situación particular. Por ello es importante, como nos advierte el autor no simplificar
las relaciones entre Grecia y Roma y reconocer que éstas son mucho más complejas de lo
que pensamos.
Salvador Mas destaca además la presencia de dos posiciones, en principio
antagónicas, en el mundo romano: por un lado, el filohelenismo encarnado en las figuras
de Escipión el Africano, Paulo Emilio o Escipión Emiliano, cuya finalidad era unir las
virtudes tradicionales con las ideas griegas y, por otra la posición de quienes rechazaban la
filosofía griega en defensa de la moral tradicional de los antepasados. Catón el Viejo
consideraba a la filosofía griega una amenaza para la identidad moral y cultural de Roma
expresada en las virtudes tradicionales Sin embargo, los contactos de los romanos con
estas ideas filosóficas fue constante, como en el caso de Lucrecio, Cicerón o Séneca, entre
otros.
El pensamiento romano más que abstracto y teórico es práctico y concreto. Al
respecto, Salvador Mas nos dice: “Los pensadores romanos escriban en latín o en griego,
desean alcanzar esta visión más sutil sobre lo dado, tanto da que esta perspectiva adopte
formas poéticas, historiográficas, politológicas o bien, en fin, filosóficas, alcanzadas
empleando y readaptando esas categorías intelectuales inventadas por los griegos, pero
1
Salvador Mas (2006) “Introducción”, en: Pensamiento romano. Una historia de la filosofía en Roma,
Valencia: Tirant lo Blanch, p. 11
utilizadas de otro modo, porque estamos en un mundo diferente, el de Roma. Los griegos
quieren comprender las cosas, los romanos verlas, darles nombre y valorarlas. La pregunta
platónica (“¿qué es?”) no es romana, pues los romanos interrogan más bien: ¿Cómo es?
¿Para qué es?”2
Otra de las notas que caracterizan a la filosofía romana es su carácter ecléctico,
rasgo que puede apreciarse cuando los latinos entran en contacto con el pensamiento
griego, a partir del siglo II a. C: Cornelio Escipión recibe en su casa al filósofo estoico
Panecio de Rodas, Cecilio Metelo escucha a Carnéades en Atenas, Cicerón asiste a las
lecciones de los platónicos Filón de Larisa y Antíoco de Ascalón, y éste y Pompeyo
escuchan al filósofo estoico Posidonio en Rodas. A mediados del siglo II a. C. ya
encontramos en Roma una escuela epicúrea. Entre los epicúreos romanos se destacaron las
figuras de Rabirio, T. Casio, Plinio el Joven, L. Torcuato, T. Pomponio Ático y en primer
lugar, el poeta Tito Lucrecio Caro. Dentro de la tendencia estoica podemos nombrar a P.
Cornelio Escipión, C. Lelio, Q. Aelio, Tuberón, P. Rutilio Rufo, Sexto Pompeyo, Terencio,
Lucilio y los grandes juristas romanos, Javoleno, Juliano, Pomponio, Marciano, Papiniano.
A partir del siglo I a. C. florece el estoicismo representado por Séneca, Epicteto y Marco
Aurelio.
Las controversias entre académicos y estoicos provocaron como reacción una
actitud conciliadora. Excepto los epicúreos, las demás escuelas abandonaron las posiciones
rígidas y buscaron zonas intermedias; el resultado fue un eclecticismo, en el que se
mezclaron las doctrinas procedentes de otras escuelas; los primeros en adoptar esta actitud
fueron los estoicos. Al respecto, Rodolfo Mondolfo señala que “las distintas escuelas en la
fase ecléctica tienden a contentarse con la verosimilitud, sobre la cual es más fácil lograr el
consenso, que sobre la verdad absoluta”3. El eclecticismo se desarrolla principalmente en el
Estoicismo Medio (Panecio y Posidonio), en los Académicos Eclécticos (Filón de Larisa y
Antíoco de Ascalón) y en algunos peripatéticos como Andrónico de Rodas (fl.70-50 a. C.;
enseña en Roma y recibe la influencia del estoicismo) y en Alejandro de Afrodisia (fl. 200),
comentador de Aristóteles. El carácter práctico de estas tendencias se acomodaba mejor al
modo de ser de los romanos, que no se interesaron tanto por las cuestiones puramente
especulativas, como se ha señalado.
Presencia del platonismo en Roma
Hacia mediados del siglo III a. C., cuando Arcesilao (315 a. C. -241 a. C.) asume la
dirección de la Academia platónica en el año 265 a.C. se lleva a cabo una especie de
retorno al modo de vida socrático. El discurso filosófico vuelve a ser fundamentalmente
crítico, interrogativo y aporético. Con los sucesores de Arcesilao, Carnéades (214 a.C. a
129 a.C.) y Filón de Larisa, la Academia platónica evoluciona en el sentido del
probabilismo: “Se admitió que si no se podía llegar a lo verdadero, por lo menos existía la
posibilidad de acceder a lo verosímil, es decir, a soluciones que se podían aceptar
razonablemente tanto en el campo científico como, en particular, en el de la práctica
moral”4 Arcesilao y Carnéades atacaron las tesis fundamentales de los estoicos,
considerados los dogmáticos más destacados de su tiempo. Cicerón expresó su preferencia
2
Salvador Mas, ob. Cit, p. 17
3
Mondolfo, R.(2002) Breve Historia del Pensamiento Antiguo, Bs. As. :Losada, p. 101
4
Hadot (1998) “Las escuelas helenísticas”, en: ¿Qué es la filosofía antigua?, México: FCE, p. 158
por las ideas filosóficas de la Nueva Academia. En sus obras filosóficas están contenidas
las ideas de estos pensadores.
Con Filón de Larisa (en Roma, 88-80 a. C.) y Antíoco de Ascalón (fl. 79-69 a. C.),
también representantes de la Academia tiene lugar un retorno al verdadero platonismo,
aunque con carácter ecléctico. Cabe destacar que estos pensadores favorecieron además el
renacimiento de los estudios aristotélicos. Filón, durante la guerra de Mitrídates (88) huye
a Roma, donde Cicerón asiste a sus lecciones. Primero parece haber profesado el
“escepticismo” al modo de Carnéades y Clitómaco, pero luego toma elementos del
“estoicismo”. Al parecer revalorizó los procedimientos de la retórica aristotélica y se
interesó especialmente por la filosofía práctica. Antíoco de Ascalón, discípulo de Mnsearco
y de Filón de Larisa, sucedió a éste como escolarca hacia el año 85 a.C. Antíoco también
introduce elementos estoicos en la enseñanza de la Academia. Ambos pensadores se
ocuparon del problema moral (cómo se debe vivir) y del problema de la verdad.
En la época del Imperio la escuela platónica sigue activa, representada en
Alejandría por un antiguo alumno de Antíoco de Ascalón llamado Eudoro (40 d. C.), a
quien algunos estudiosos consideran posible iniciador del platonismo medio; esta corriente
de platonismo imperial aportó a través de los escritos de sus principales representantes –
podemos mencionar a Alcinoo del siglo II d. C.-, importantes interpretaciones de las obras
del filósofo ateniense. Este período medio del platonismo se extiende hasta el inicio del
neoplatonismo, última corriente del pensamiento pagano desarrollada en el mundo antiguo
entre los siglos III y VI d. C. Esta corriente intenta conciliar las ideas de Platón con las de
Aristóteles e integra elementos filosóficos estoicos y religiosos, presentes en la cultura
grecorromana. A través de esta doctrina el platonismo ingresa en la Edad Media y sigue en
Occidente hasta el siglo XIX. El máximo representante del neoplatonismo fue Plotino
(Licópolis, Egipto 205 – 270d C.) quien fundó en Roma su propia escuela en la cual
enseñó hasta el fin de su vida.
Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), destacado orador, político y pensador romano,
ha sido criticado por no haber comprendido de modo apropiado el sentido de las doctrinas
filosóficas que da a conocer en sus obras y por su falta de originalidad. Es necesario, para
comprender sus verdaderos propósitos contextualizar su pensamiento. Cicerón era un
caballero romano, un personaje descendiente de la rica burguesía, y un “hombre nuevo” en
el Senado, notas que favorecieron su libertad de espíritu, el gusto por el estudio y las
tendencias innovadoras. Cicerón no separa la filosofía de su vida; intentaba dar respuestas
por medio de la reflexión filosófica a sus sufrimientos personales o a los problemas de su
patria. En uno de sus escritos afirma que el propósito de su filosofía era instruir a sus
conciudadanos; en otros, sostiene que buscaba en la reflexión filosófica un remedio para su
propio dolor.
Es cierto que en sus tratados filosóficos no hay originalidad ni profundidad, sin
embargo algunos autores destacan el valor de sus obras filosóficas como testimonio
fundamental para conocer la filosofía antigua. Otros señalan la importancia que sus obras
revisten para acceder y conocer su propios pensamientos.
Es importante advertir que el orador tomó las ideas filosóficas griegas que se
ajustaban al orden civil, los valores morales y las virtudes de los antepasados que
engrandecieron la república romana. En este sentido, Cicerón proclamó la espiritualidad
del alma humana y puso a la virtud por encima del placer admitiendo además la
Providencia divina y la inmortalidad del alma. De los académicos, Cicerón adoptó
fundamentalmente el probabilismo y las ideas del estoicismo. Su filosofía se ha centrado
en dos problemas fundamentales: “el criterio de la verdad” y el “problema moral”. Aunque
busca lo verosímil, reconoce principios válidos y universales de certeza, innatos en la
inteligencia de todos los hombres, que corresponden a la nociones comunes de los estoicos
a las cuales se añade el consentimiento universal de todos los hombres (consensus gentium)
Para Cicerón las creencias prácticas y religiosas –como la existencia de Dios, la naturaleza
espiritual y divina del alma-, derivaban su certeza, más que de razones objetivas, de la
adhesión de la “conciencia común”, máximo argumento para Cicerón, porque es “tácito
juicio de la misma naturaleza”.
En lo relativo a la moral colocó –junto con los estoicos- al sumo Bien y la felicidad
en la práctica de la virtud; con los aristotélicos sostenía que la vida virtuosa tenía que ir
acompañada de un conjunto suficiente de bienes exteriores, aunque éstos fueran inferiores
a la virtud. La vida humana debía regirse por la razón que es lo más divino en el hombre;
se debe actuar en conformidad con la naturaleza.

Estoicismo
Estoicismo medio
Panecio de Rodas (185-110 a.C.) y Posidonio de Apamea (135-51a. C.) son los principales
representantes del estoicismo medio, escuela filosófica que se desarrolló durante los siglos
II y I a.C. en Roma. A la escuela de Panecio (185-110 a. C.) asistieron discípulos ilustres
como Cornelio Escipión Emiliano el Africano, Polibio y Sexto Pompeyo, entre otros.
Cicerón alababa su estilo claro y elegante y se inspiró en su tratado Sobre el deber para
componer su libro De Officiis. En Panecio se define la tendencia ecléctica iniciada por los
estoicos Diógenes de Babilonia y Antipáter. Su filosofía combinaba el fondo estoico con
elementos del platonismo y del aristotelismo; incluso adoptaba la actitud dubitativa de la
Nueva Academia, actitud que pudo haber motivado el abandono de varias tesis centrales de
la Stoa. El filósofo de Rodas negó la conflagración universal, creía en la eternidad y en la
belleza de un mundo que la providencia perfecciona; rechazó la adivinación y negó la
inmortalidad del alma, a pesar de su admiración por Platón. En un momento en que el
estoicismo estaba en conflicto con la Academia, el filósofo mostró que ambas escuelas
podían unirse en su admiración por Sócrates. Hacia el año 146 a. C. se reunió con Polibio y
Escipión Emiliano, de quien fue su consejero y al que probablemente acompañó en sus
viajes por el Mediterráneo. En este sentido, Panecio abrió la filosofía a los problemas de su
tiempo.
La reflexión de Posidonio (discípulo de Panecio en Atenas) tuvo una notable
influencia en el pensamiento romano; en él se inspiraron Lucrecio, Varrón, Séneca, Plinio,
Tito Livio, Diodoro y otros. Cicerón asistió a sus clases en Rodas en los años 78 y 77 a. C.
Posidonio adhería al estoicismo tradicional, defendía la adivinación (a diferencia de su
maestro) y la doctrina de la simpatía universal al subrayar la coherencia del mundo y sus
relaciones dinámicas. Desde el punto de vista antropológico reflexionó sobre el alma y las
pasiones con lo cual se aproximaba a tendencias platónicas y religiosas de su tiempo y
también respondía a las inquietudes morales de la sociedad romana sensible a los
desórdenes de las pasiones. Fue un hombre muy erudito, cultivó todas las ciencias
conocidas de su tiempo (retórica, geografía e historia) Sus viajes le proporcionaron una
vasta experiencia, múltiples conocimientos y ejemplos para ilustrar sus doctrinas. Como
Panecio, su pensamiento es ecléctico y aunque fue más fiel a la doctrina estoica que su
maestro incorporó elementos de otras filosofías
Estoicismo romano
Barrow (2006)5 afirma que el estoicismo romano fue fundamentalmente una actitud
ante la vida; no fue una religión aunque haya adoptado una forma religiosa ni un sistema
filosófico; tampoco un reflejo del estoicismo griego pues los romanos imprimieron su
propio sello a lo que asimilaron. El propósito del estoicismo no fue principalmente
proporcionar una base filosófica a la moral – existían postulados fundamentales-, sino más
bien formular preceptos o reglas para vivir representados en la figura del sabio (sapiens) El
estoicismo vacilaba acerca de las respuestas a los problemas sobre Dios, la inmortalidad, el
libre albedrío y la muerte. Sin embargo, sobre estas vacilaciones se eleva un ideal ético “ni
la desgracia ni la tribulación afligen al sabio. Es indiferente a la riqueza y a la pobreza, a
las críticas y las alabanzas”6
Estas ideas fundamentales están presentes en las obras de los filósofos que
representan el estoicismo romano de los siglos I y II d. de C.: Séneca (4-65), Epicteto (125)
y Marco Aurelio(121-180)

El ideal del sabio en Séneca

Séneca es una de las figuras más importante del siglo I. Participó activamente en la
vida pública de Roma y estuvo expuesto a diversos conflictos. Leal senador de Nerón - de
quien fue maestro de retórica y de filosofía- abandonó la corte en el año 62 para retirarse
al campo. Acusado de complicidad en la conjuración de Pisón, su antiguo discípulo le
ordenó acabar con su vida.
La producción literaria del filósofo comprende algunos epigramas y nueve
tragedias: Hércules loco (Hercules furens), Las Troyanas (Troades), Las fenicias
(Phoenissae), Medea (Medea), Edipo (Oedipus), Fedra (Phaedra), Agamenón
(Agamemnon), Tiestes (Thyestes) y Hércules en el Eta (Hércules Oetaeus). Hay que añadir
el escrito contra emperador Claudio “ Apocolocintosis.
La obra filosófica comprende las Epístolas morales a Lucilio (Epistulae morales ad
Lucilium), las Cuestiones Naturales (Naturalium quaestionum libri septem ad Licilium),
las Consolaciones y los llamados Diálogos (Consolación a Marcia, Sobre la ira,
Consolación a su madre Helvia, Consolación a Polibio, Sobre la brevedad de la vida,
sobre la tranquilidad del espíritu, sobre la firmeza del sabio, Sobre la clemencia, Sobre la
vida feliz, Sobre los beneficios, Sobre el ocio y Sobre la Providencia)
Para Séneca la filosofía tiene ante todo un valor práctico, pues nos enseña a vivir
conforme a la virtud. Si bien a veces el filósofo modifica sus ideas -cuando señala, por un
lado, la necesidad de la solidaridad humana y por otro la reclusión del sabio en sí mismo; o
cuando afirma el amor universal hacia todos los hombres y acentúa el desprecio por los
hombres vulgares o cuando enfatiza el deber de luchar por las adversidades o el suicidio-,
su originalidad radica en el carácter profundamente humano de su doctrina que acentúa
como algo sagrado la dignidad humana.

5
Barrow (2006) “La actitud romana respecto a la religión y la filosofía”, en: Los Romanos, México: FCE p. 162
6
Barrow (2006) ob. Cit, p. 164
El filósofo siente el dolor de los demás y su misión es enseñar la virtud y consolar
a los que sufren. La virtud es entonces una preparación para alcanzar el conocimiento de
las cosas celestes. Séneca sostiene el concepto estoico de Dios, como la Mente del
Universo que penetra todo y que está en todas partes, pues él comprende y abarca la
totalidad de las cosas.
Para el filósofo la Providencia divina es una realidad personal que gobierna el
mundo y cuya prueba es el orden admirable que reina en todas las cosas. Esta Providencia
se ejerce de modo especial sobre los hombres virtuosos, a quienes ayuda a soportar el dolor
y las penas que les envía para fortalecer su alma. De ahí que el sabio deba someterse de
buen grado a la corriente universal que arrastra las cosas, aunque cuando no pueda resistir
más, la salida puede ser el suicidio. Entonces para ser virtuosos se debe vivir conforme con
la naturaleza, lo que implica obrar de acuerdo con la razón que es lo más perfecto en el
hombre (pues está en conformidad con la Razón Universal) Si bien el sabio no es
insensible puesto que experimenta el dolor y la pasión, sabe sobreponerse a ello mediante
la razón, a fin de mantener una serenidad imperturbable. Incluso la confianza del sabio en
la bondad de la Providencia le da una serenidad absoluta ante la muerte, a la que no teme
pues las cosas ciertas no pueden temerse, como sí ocurre con las inciertas.
Para Séneca el sabio sabe vivir porque es el único que sabe vivir para sí. El camino
de la virtud va más allá de la aceptación o rechazo del vulgo, lo que importa es la opinión
que uno tiene de sí mismo y no la que los demás tienen de uno. En este sentido la
verdadera libertad, absoluta consiste en la sabiduría es decir, en someterse a la razón.

Epicureísmo

Durante el siglo I a. de C., en Roma, el epicureísmo se desarrolló en el pensamiento


de Filodemo de Gadara(fl. 60) y fundamentalmente en el poeta latino Tito Lucrecio
Caro (Roma; 96-55 a. C.) El primero conoce a Cicerón e influye en los ambientes
epicúreos de Campania hasta la época de Virgilio y de Augusto.
La obra de Lucrecio, De rerum natura -poema didáctico en seis cantos- es
considerada una obra maestra de la literatura universal, testimonio de la reacción de
Lucrecio contra tabúes y supersticiones de la sociedad romana. Al parecer su obra fue
editada por Cicerón, la cual está dedicada a Memmio, candidato al consulado que
representaba al hombre característico de la Roma de esta época: ilustrado, amigo de la
cultura griega y de la lengua latina, protector de Catulo, ambicioso por ascender en la
escala de los dos jefes del partido popular, Pompeyo y César. A este tipo de hombre
(testimonio de un estado de espíritu y de una manera de ser de los nobles de la época cuya
crisis moral describe Salustio) Lucrecio pretende salvar con la filosofía.
El poeta considera a la religión mitológica responsable de la grave crisis moral de
su tiempo. Por temer a la muerte los seres humanos buscan el lujo y el dinero; con esta
actitud muestran desconocer en qué consiste la verdadera felicidad. De ahí que –y
siguiendo la doctrina de Epicuro- haya que desterrar el temor a la muerte que está unido al
temor de los dioses. Así, el poeta expone en su obra la teoría del atomismo (cantos I-II), la
antropología (III-IV), la cosmología (V) y los fenómenos meteorológicos (VI).
Cuando describe el nacimiento y la evolución de la civilización técnica, Lucrecio
muestra que las sociedades –a diferencia de Cicerón- no se originan por un consensus de
inspiración divina pues los dioses no intervienen en los asuntos humanos, sino que nacen
por un pacto dictado a los hombres por la necesidad. También estudia la evolución de los
regímenes políticos, condena el lujo y el privilegio de los nobles.
Vemos entonces la preocupación de Lucrecio por Roma y su interés por purificar
el mos maiourum, para llevarlo a una mayor claridad; esto explica también su crítica a las
supersticiones, aunque conserva el sentido de lo sagrado; los dioses son libres y no se
ocupan de los asuntos humanos. Por lo tanto, hay que imitar su distanciamiento
purificándose como ellos, de toda pasión. En cuanto a la muerte, advierte que ésta debe ser
aceptada puesto que la naturaleza no puede variar sus dones y nos da la felicidad necesaria
para una vida limitada. Para ser feliz hay que renunciar a falsos consuelos, pues no hay
dioses protectores. Frente a ello, la razón dentro de sus propios límites puede hallar la
serenidad.

El papel del filósofo en la vida social y política romana.


Los romanos tomaron de la filosofía griega aquellas ideas o partes de las doctrinas
filosóficas que respondieron mejor a sus intereses políticos, sociales e incluso personales.
En este sentido, las lecciones de los filósofos griegos que llegaron a Roma en el 155 a.C.,
especialmente las ideas de Carnéades sobre la justicia fueron bien recibidas por el círculo
de los Escipiones preocupados por el expansionismo romano. Sin embargo, otros sectores
de la sociedad romana, más conservadores rechazaron las ideas griegas pues ponían en
peligro los valores tradicionales de la república romana, garantes de la cohesión y la
estabilidad social. Cicerón, por su parte rechazó la doctrina epicúrea que impedía la
participación del filósofo en los asuntos políticos y adoptó las ideas que respondían a su
intereses políticos y personales.
Los pensadores romanos intentaron reflexionar sobre su situación particular en el
mundo. En este sentido buscaron respuestas concretas para diferentes problemas, saberes de
de carácter práctico, no meramente especulativos. Muchos de ellos asumieron el rol de
consejeros de figuras destacadas de la sociedad romana. Filodemo de Gádara o Atenadoro
(peripatético) desarrollaron su actividad filosófica y de enseñanza acompañando a Lucio
Pisón y Augusto respectivamente. Panecio fue consejero de Escipión Emiliano y Séneca
preceptor privado de Nerón, por ejemplo.
El epicureísmo postuló un ideal apolítico de no participación en los asuntos públicos
y el rechazo de los cultos tradicionales considerados meras supersticiones que impedían al
hombre alcanzar la serenidad y la felicidad. Séneca recomienda a los sabios evitar
provocar la cólera de los poderosos, debe esquivarla como el navegante sortea la tempestad.
El sabio debe evitar el poder político y alejarse de la vida. Para comprender esta cuestión
relativa al rol o papel del filósofo en la sociedad romana tal vez sea necesario plantear el
problema a la luz de un problema más general: el de aprender a vivir e invertir el tiempo en
lo que realmente es valioso para alcanzar la felicidad.
El carácter práctico de la filosofía romana, alejada de la erudición inútil y
especulativa imponía un cierto camino de búsqueda personal que en cierto modo implicaba
la consideración de los demás. Séneca señala que cuando la situación política está tan
corrompida que no es posible prestar ayuda, el sabio no se esforzará en vano ni se entregará
para no sacar nada (De otium 3 2-·)

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