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EL YERBATERO:
UN PERSONAJE EN LA CALLE

Nombre Ideth Espinoza V.


Ramo
Contenido “El yerbatero”
Profesor
Fecha
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1.- REGISTRO DE LA EXPERIENCIA:

a) Registro de Observación:
Comencé la observación de este personaje en la calle, hace mucho tiempo;
pues, el yerbatero, es un vendedor ambulante que siempre se ubica en el mismo
lugar, frente a un supermercado cerca de mi trabajo; lugar por donde transito casi
todos los días del año.
Durante un tiempo, fue un personaje como parte del paisaje, sin mucha
relevancia para mí. Pero luego, al prestarle atención, me pareció que podría ser
digno de admiración por su constancia.
Y ahora, aprovechando la instancia de este trabajo, me dediqué a
observarlo detenidamente, cada vez que pasé por ahí, durante aproximadamente
dos semanas.
Mis observaciones no fueron muy largas, apenas unos minutos, dos veces
al día, pero los recuerdos que tenía almacenados de él, me ayudaron a construir el
relato.

b) Registro de Sensaciones:
El yerbatero es un personaje que forma parte de las personas que veo a
diario, pero que no conozco. Paso habitualmente por su lado, pero nunca he
tenido una conversación con él, no sé su nombre, ni nada de su vida. Y esto, me
hace sentir rara; pues, el verlo todos los días me genera una sensación de
cercanía, como de vínculo, que en realidad, no puedo decir que exista
concretamente, porque ni siquiera sé cómo se llama.
Entonces, es como una persona cercana y lejana a la vez, que me genera
sentimientos ambiguos. Por una parte siento afecto cuando lo veo; y por otra, no
siento apego y me olvido de él, el resto del día.
También me hace cuestionarme por qué no me he detenido nunca a
saludarlo, o preguntarle cómo está; y sé que en parte, esto se debe a que siempre
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llego y salgo de mi trabajo con tanta prisa, que no me permito esos espacios de
interacción.

2.- HISTORIA DEL PERSONAJE:

EL YERBATERO.
¿Quién es ese hombre, que tras una mesita improvisada coloca sus
hierbas? ¿Será casado, viudo, separado? ¿tendrá familia?; alguien que lo espere,
¿en dónde vivirá? ¿le gustará vender o estará obligado a hacerlo? ¿cómo se
sentirá?.
Todos los días del año lo veo, cuando salgo por las mañanas y camino
hacia el supermercado; él está ahí, poniendo su mesita y con esmero, de una
forma rigurosa.
Cada mañana ordena sus hierbas, no tengo claro si lo hará en forma
improvisada o tal vez lo hace de acuerdo a su uso. Quizás en orden alfabético.
Quién sabe, lo que sí tengo claro, es que sabe para qué sirven. A veces pienso,
habrá adquirido de su familia, de su madre o de su abuela, los conocimientos de
sus usos. A lo mejor, solo lee los envases de sus hierbas y se los aprende de
memoria. Se ve añoso, pero se nota que conoce y recuerda los nombres de esas
muchas hierbas.
En algunas ocasiones trae paltas para vender, además de sus hierbas.
El yerbatero, se sienta mira y observa a todo el mundo; si lo saludan, él
saluda, sino simplemente los mira. A veces, me pregunto qué pensará, porque
mira atentamente a todo el mundo. Él no promociona sus hierbas, solo mira y si la
gente le pregunta por alguna de sus hierbas, o le piden consejo, él contesta; pero,
si nadie le habla, él puede estar mucho tiempo, solo mirando atentamente a los
transeúntes.
Él está siempre ahí. Recuerdo, una vez en diciembre, no lo vi; miré y
extrañé a aquel viejito, me había acostumbrado a verlo. Siempre que pasaba por
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ahí, lo observaba; él me miraba y sonreía, nunca le hable, ni él a mí. Y me dije se


habrá enfermado, ¡uf!. No, qué pesimista soy, pensé y después me dije, tal vez
tomó vacaciones. Pasó un rato y regresé mi vista a esa esquina vacía. ¿Se habrá
muerto?, sentí cositas en mi guata y me acordé de cada vez que lo observé y
nunca le hablé. Nunca lo saludé. Nunca cruzamos una palabra.
Seguí caminando. Fue raro, me sentí triste de pensar que, pasó como casi
invisible, a pesar de que a diario lo veía y por qué ahora lo extrañaba.
Entré al mall y cuando iba por uno de esos pasillos, divisé al “viejo
pascuero”, los niños felices, corrían a tomarse una fotografía y a entregarle su
cartita. Estaba el pascuero en su sillón, vestido de rojo, con su barba blanca, sus
lentes y su sonrisa amable. Lo miré y vinieron tantos recuerdos de mi niñez y
mientras recordaba, él me miró, me sonrió y fue ahí cuando me di cuenta de que
era él, ¡el yerbatero!.
Sí, estaba bien. Qué alegría, era él y estaba bien; estaba saludable y se veía feliz
y, los niños lo adoraban, creo que él disfrutaba tanto como ellos.

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